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Los 4 Ejes Deonto

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DEONTOLOGIA Y LEGISLACIÓN PROFESIONAL

EJE I:
HISTORIA DE LA PROFESIÓN DEL PSICÓLOGO
EN LA ARGENTINA Y EN CÓRDOBA

A continuació n encontraras los artículos correspondientes a la Bibliografía de este


Eje. Posterior a cada artículo, dispondrá s de una Guía de Lectura que te orientará
en la comprensió n del texto y focalizará los aspectos má s relevantes de cada tema.

ARTÍCULO HACIA UNA HISTORIZACIÓN


DE LA PROFESIÓN DEL PSICÓLOGO EN LA ARGENTINA

AUTOR/ES GABRIELA M. DEGIORGI

A través del presente artículo me propongo hacer un desarrollo histó rico acerca de los
aspectos má s relevantes que han incidido en la construcció n y desarrollo de la profesió n del
psicó logo en la Argentina.
A tales fines, se tendrá en cuenta tres dimensiones, vinculadas con lo acontecido en el campo
de lo académico, lo legal y lo gremial e institucional.
En el desarrollo de esta historizació n, se intenta mostrar las dificultades, atravesamientos y
luchas a las que se enfrentaron los profesionales de la psicología en los diferentes momentos, en pro
de:
⮚ Profesionalizar su disciplina

⮚ Construir su identidad profesional

⮚ Legalizar su legítimo quehacer profesional

⮚ Establecer y sostener los organismos profesionales


Se presenta al mismo tiempo, la incidencia de las variables socio-políticas imperantes del
momento, como así también la influencia ejercida por el poder médico, debido a que la confluencia de
estos factores fueron determinando en gran parte muchos de los avances, estancamientos y
retrocesos a lo largo de nuestro camino.
Conocer las singularidades con las que se constituyó nuestra profesió n, es de vital importancia.
Có mo va a sostener Sanz Ferramola (1997):
La historia tiene un valor potencial mucho más grande dentro de la psicología que dentro
de cualquier ciencia ajena a la subjetividad. Y ya que el objeto de la psicología es la
subjetividad humana, ésta se encuentra fuertemente implicada en el proceso histórico,
como agente y a la vez como producto, lo que genera entre la psicología y la historia un
vínculo de mutua dependencia (citado en Ferrero, 2008, p. 11).

I) DESARROLLOS ACONTECIDOS EN EL CAMPO DE LO ACADÉMICO

A) Período pre-profesional de la psicología

Antes del período profesional que se inicia con la creació n de las carreras de psicología en la
Argentina, la disciplina ya tenía varias décadas de historia. Podemos mencionar los finales del siglo
XIX y comienzos del siglo XX, en Argentina como el de una “Psicología sin Psicó logos” (Vezzetti,
1988), el de una disciplina presente en los desarrollos de otras disciplinas y prá cticas.
Distintos historiadores coinciden en que los comienzos de la psicología en nuestro país,
estuvieron orientados por la ciencia positiva, basada en la experiencia. Ana María Talak (2000)
sostiene que si bien en principio se consideraban vá lidos todos los métodos que permitieran el acceso
a la misma, la experimentació n aparecía como el camino má s seguro para legitimar como “científico”
este estudio de la experiencia frente a otras ciencias ya consolidadas.
Ribeiz (2002) destaca, que paralelamente a nuestros primeros desarrollos, la psicología
experimental y fisioló gica ya se anunciaba en diferentes lugares del mundo. En Alemania: Mü ller,
Weber, Fechner, Wundt, el “joven Freud”. En Francia, con la escuela de Paris: Morel, Taine, Charcot,
Ribot, Binet y Janet.
En 1891 Víctor Mercante inicia la primera investigació n experimental realizada en el Colegio
Nacional de Buenos Aires, desde donde se da lugar a incipientes brotes de la psicología experimental.
Entre 1892–1893 el Dr. Carlos Rodríguez Etchart comienza a enseñ ar la nueva psicología
experimental de Wundt en esta misma casa de estudios (Op. Cit.).
Segú n Vezzetti (1988), los estudios universitarios en psicología hacen su aparició n en los
comienzos, dispersos en las Facultades de Medicina, Derecho, Filosofía y Letras (1896); siendo la
ú ltima Facultad el lugar donde finalmente va a concentrarse la organizació n sistemá tica de la
docencia y la investigació n en la materia.
En el añ o 1899, Horacio G. Piñ ero establece el primer Laboratorio de Psicología Experimental
en el Colegio Nacional dependiente de la Universidad de Buenos Aires (en adelante UBA). Dicha
fundació n, tuvo gran relevancia debido a la cercanía temporal con el hito fundante propiciado por
Wundt en 1879, de la creació n del Primer Laboratorio de Psicología Experimental. Ribeiz (2002)
considera que el reconocimiento por su labor le mereció el nombramiento de profesor de psicología
experimental en la Facultad de Filosofía en 1901, creando también allí el primer Laboratorio en esa
casa de estudios. Estuvo a cargo de esta primera cá tedra y del Laboratorio hasta 1918.
En 1907, se crea una segunda cá tedra de psicología que se proponía dividir la materia entre
los estudios fisioló gicos, clínicos y experimentales en la primera cá tedra, dejando para la segunda el
tratamiento de los procesos mentales superiores y las relaciones con las disciplinas filosó fica,
pedagó gica y social (Vezzetti, 1988).
El profesor titular que dicta esta nueva asignatura era Félix Krueger, -alemá n discípulo de
Wundt que venía a nuestro país a intentar transmitir un discurso que hoy definiríamos como
estructuralista-, en ese entonces no halló cabida en la Universidad, lo que lo lleva a renunciar al añ o
siguiente y regresar a su país, siendo reemplazado por Ingenieros (Ribeiz, 2002).
En 1908 la psicología comienza a institucionalizarse, cuando se crea la Sociedad de Psicología
de Buenos Aires, la primera de América Latina, fundada sobre el modelo de la Sociedad Científica
Argentina, viniendo a ser una prolongació n de las cá tedras. Su primer presidente fue Horacio Piñ ero,
sucedido luego por Ingenieros.
La misma, reunió a todos aquellos que entonces publicaban trabajos sobre psicología o que
contribuían a su enseñ anza en la universidad. Ríos y Talak (1999) van a sostener que:
Los estatutos de la Sociedad, así como los tres volúmenes publicados de sus Anales de
Psicología1, muestran que quienes la conformaban tenían un claro concepto de la
psicología como disciplina independiente y promulgaban impulsar su desarrollo en
Argentina. La concepción de la psicología como profesión autónoma, aún estaba ausente
en estos tiempos. Lo que se procuraba era producir saberes psicológicos científicos para
aplicarlos a la resolución de problemas en campos profesionales ya conformados tales
como la clínica médica, la educación y la criminología (citado en Courel & Talak, 1999, s/
p).
En 1910 la Sociedad Científica Argentina organiza el Congreso Científico Internacional
Americano, incluyendo en el mismo una secció n de “Ciencias Psicoló gicas”. Dicho Congreso es
presidido por H. Piñ ero y es celebrado como el Primer Congreso de Psicología de Sudamérica (Vezzetti,
1988).
Promediando la década del 20, comienza a declinar el paradigma positivista que condujo el eje
epistemoló gico de la psicología en estos primeros añ os, iniciá ndose un movimiento antipositivista
(Gallegos, 2000).
Al decir de Klappenbach (1996), comienza un retroceso o decadencia de los modelos
experimentales, dá ndose un repliegue de la psicología académica hacia la “filosofía”, que aparecía
estableciendo límites a las formas sensibles de la experiencia.
Gallegos (2000) considera que esta conversió n producida en la direcció n temá tica que asume
el saber psicoló gico y su correspondiente inserció n institucional, se debe en parte a cambios sociales
que reconfiguran nuevas necesidades y demandas profesionales, y a su vez, debido al agotamiento de
viejos modelos.
Desde el punto de vista epistémico, principalmente de la mano de Korn y Alberini, florecen las
referencias al vitalismo, la filosofía, la psiquis humana, la axiogenia, la caracterología de la
personalidad, entre otras referencias (Op. Cit).
A nivel institucional, en 1930 se recrea la Sociedad de Psicología de Buenos Aires
(continuadora de la antigua sociedad creada por Ingenieros y Piñ ero). En 1931 se crea el Instituto de
Psicología dentro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en 1933 se recrea la Sociedad de
Criminología y en 1929 se había creado la Liga Argentina de Higiene Mental.
A partir de la década del 40, bajo la influencia de las necesidades vinculadas con los cambios
productivos derivados de la Segunda Guerra Mundial y debido al contexto socio-político del país que
no autorizaba una disciplina psicoló gica marcadamente especulativa, aparece un modelo de
1 Primera publicación dedicada específicamente a la Psicología.
intervenció n psicoló gica centrado en la Psicotecnia y Orientació n Profesional (Klappenbach, 1996).
Surgen en estos añ os, tres centros académicos de formació n profesional de la psicología:
⮚ En Mendoza en la Universidad Nacional de Cuyo, el Dr. Horacio Rimoldi, médico egresado de la
UBA, organizó en 1942 el Instituto de Psicología Experimental, vinculado a la Facultad de
Filosofía y Letras.
⮚ En San Luis, sede en ese entonces de la Universidad Nacional de Cuyo, Plá cido Horas funda en
1948 el Instituto de Investigaciones Psicopedagógicas. En 1952, es creada la Dirección de
Psicología Educacional y Orientación Profesional, como proyecció n del mencionado Instituto. Y
en 1953 se creó la Especialización en Psicología, carrera de postgrado de tres añ os de duració n,
dividida en tres ciclos: fundamental, de especializació n y de aplicació n. Podían ingresar a ella
los egresados de las Facultades de Ciencias de la Educació n y de Filosofía y Letras. Si bien el
á rea de la salud pú blica como incumbencia posible del psicó logo fue una temá tica propia de la
década del ´60, ya fue tenida en cuenta en esta especializació n (Anó nimo, 1953 citado por
Courel & Talak, 1999).
⮚ En la Universidad Nacional de Tucumá n, dentro de la Facultad de Filosofía y Letras, se creó en
1950 la Licenciatura de Psicotecnia y Orientación Profesional, de cinco añ os de duració n. Su
Plan era muy abarcativo, similar al que tendrían luego las primeras carreras de psicología.
También era posible realizar un profesorado de cuatro añ os de duració n. Funcionaban en
Tucumá n, ademá s, tres institutos donde se realizaban investigaciones psicoló gicas: a) el
Instituto de Psicotecnia y Orientación Profesional (del cual dependía la mencionada
Licenciatura); b) el Instituto de Ciencias de la Educación, que tenía una “Secció n de
Investigaciones Psicoló gicas, Bioló gicas y Antropoló gicas” y c) el Instituto de Filosofía
(Klappenbach, 1995).
Aunque los institutos y especializaciones en psicología se organizaron en á mbitos estatales y
en las á reas de educació n y trabajo, las cá tedras universitarias de psicología se mantuvieron alejadas
de estas orientaciones prá cticas preservando un perfil má s teó rico y filosó fico (Dagfal, 1997).
Si se considera la proliferació n de cá tedras e instituciones que se gestaron en esos añ os en
vinculació n a la psicología, no es de extrañ ar que como corolario, en 1954 tuviera lugar el Primer
Congreso Argentino de Psicología organizado por la Universidad Nacional de Tucumá n con un gran
apoyo del Gobierno Nacional. Ese congreso fue un evento académico de envergadura, que contó con la
participació n de renombrados invitados extranjeros y de profesores de psicología, filó sofos,
psiquiatras, psicotécnicos y psicoanalistas que, desde sus inscripciones en diversas instituciones,
advirtieron la necesidad de legitimar los estudios de psicología como carrera universitaria mayor. De
ahí que de ese Congreso, surgiera una declaració n sobre la necesidad de crear “la carrera
universitaria del psicó logo profesional” a escala nacional, con un plan de estudios de cinco añ os de
duració n (Anó nimo, 1954 citado por Dagfal, 1997).
El impacto institucional de este Congreso fue casi inmediato: pocas semanas después ya
habían sido presentados proyectos de creació n de carreras de psicología en las universidades de
Buenos Aires, La Plata y del Litoral.

B) Período profesional de la psicología

La década del 50 fue un tiempo en el que se desplegó la fundació n de las carreras de psicología
en Argentina.
En el añ o 1956, se concreta la creació n de la primera carrera de Psicología del país en la ciudad
de Rosario. En el añ o 1958 es creada en la Universidad Nacional de Có rdoba, dentro de la Facultad de
Filosofía y Humanidades (1er. Plan de Estudios) y entre los añ os 1956 y 1959 fueron creadas en las
Universidades de Buenos Aires, San Luis, Tucumá n y La Plata.
Los planes de estudio de estas primeras carreras tenían una perspectiva acentuadamente
humanística, combiná ndose con enfoques provenientes de la medicina con otros de perfil filosó fico.
Dentro de las orientaciones profesionales la clínica se impuso rá pidamente, pasando a ser la
má s demandada por los alumnos. Esto era acorde con la popularidad que adquiría la clínica como
ocupació n privilegiada del psicó logo a nivel internacional. En Argentina este predominio vino de la
mano de una rá pida expansió n del psicoaná lisis, que a mediados de la década del 60 se instaló como
matriz teó rica fundamental (Courel, 1999b).
Hasta 1960, el psicoaná lisis competía con la psiquiatría tradicional en la compresió n y
tratamiento de la enfermedad mental, pero rá pidamente su demanda se extendió en la sociedad,
formando parte de las renovaciones culturales de esa época. En este marco, las recién creadas
carreras de psicología se presentaban como vías para su difusió n (Talak, 2000).
Hacia principios de la década del sesenta, surgen los primeros profesionales de la psicología
en nuestro país. Comienza la etapa de la Psicología Profesional (Klappenbach, 1995).
A esta primera generació n de profesionales, les tocó una tarea muy particular: construir la
identidad profesional, en un trabajo que abarcaba tanto el campo interno –para los propios
psicó logos- como el externo –en los distintos espacios en que empezaba a insertarse-.
Progresivamente fueron incorporá ndose en diversas instituciones, construyendo el rol
profesional, la docencia de la psicología fue pasando lentamente a manos de los psicó logos.
Cuando se estaban obteniendo los primeros logros: la carrera estaba en vías de consolidació n,
su primer instituto de investigació n ya estaba armado; la “noche de los bastones largos” del añ o 1966
irrumpe todo, generando la expulsió n y desaparició n de docentes e investigadores.
La crisis política, social y econó mica vivida en las décadas que fueron desde los sesenta a los
ochenta, determinadas por sucesivos golpes de estado y gobierno de diferentes dictaduras, incidió
directamente en el desarrollo de nuestra profesió n.
La persecució n ideoló gica en aquellos tiempos estaba dirigida a todos los sectores sociales, en
especial a los intelectuales y en particular a nuestra disciplina, ya que en este contexto aparecíamos
como amenazantes, estimuladores de reflexió n, promovedores de teorías y acciones de cambio social.
A su vez la actividad clínica de los psicó logos en el campo de la salud, fue acentuando
conflictos de competencias con el médico. La puja no era solo por derechos laborales. El tipo de
Psicoaná lisis en expansió n, má s pró ximo a las humanidades que a las ciencias naturales, inspiraba la
diferenciació n de la psicología respecto de la medicina, má s asentada en las segundas. Al mismo
tiempo, los psicodiagnó sticos, las psicoterapias, la psicoprofilaxis y diversos saberes que se inscribían
en la psicología influían en las características de las prá cticas médicas psiquiá tricas, de la pediatría y
de la obstetricia, contrarrestando también el organicismo tradicional que impregnaba los sistemas de
salud (Courel, 1999b).
Otras á reas de la psicología, como la laboral, la organizacional, la socio-comunitaria y la
forense, má s necesitadas de soportes institucionales que la clínica, no lograban desarrollarse con la
misma fuerza.
En 1969, se modifica el Plan de Estudios de la carrera de psicología en la Universidad Nacional
de Có rdoba (2do. Plan de Estudios). En el añ o 1976, se cierra el ingreso a la carrera de psicología en la
Universidad Nacional de Có rdoba, en el caso de otras universidades del país se cierra la carrera.
Dos añ os má s tarde, se reabre el ingreso a la misma, con un nuevo Plan de Estudios (3er. Plan
de Estudios) y con un cupo limitado de 50 alumnos.
Recién con el advenimiento de la Democracia en la década del ochenta, las Universidades
recuperaron su autonomía y avanzaron hacia su normalizació n. Se eliminaron los cupos de ingreso,
donde los había y la matrícula en todas las carreras del país pasó a ser masiva.
En 1986, se aprueba la modificació n del Plan de Estudios de la carrera de Psicología, en la
Universidad Nacional de Có rdoba (4to. Plan de Estudios, con sus respectivas y posteriores
modificaciones).
Progresivamente las carreras de psicología pasaron a tener importancia dentro de las
universidades y a buscar autonomía, logrando el estatuto de “Facultades” (Toro & Villegas, 2001).
En 1986 se constituye la Facultad de Psicología en la UBA, en 1987 la de Rosario (UNR), en
1994 la de Tucumá n (UNT), en 1996 la de Mar del Plata. En el caso de la Universidad Nacional de
Có rdoba, por Asamblea Universitaria se aprueba la creació n de la Facultad de Psicología en 19982.
Recuperados así los espacios académicos en las universidades tras el retorno de la
democracia, se empieza a instalar una nueva necesidad que tiene que ver con la revisió n de la
formació n y sus planes de estudio.
En 1995, se va a dar sanció n a la Ley de Educació n Superior Nº 24.521 (en adelante LES), que
viene a regular la educació n terciaria y universitaria, tanto de gestió n estatal como privada. En ese
marco se crea la Comisió n Nacional de Evaluació n y Acreditació n Universitarias (CONEAU), ó rgano de
aplicació n y encargada de entender en los procedimientos de mejoramiento de la calidad y
acreditació n de las carreras.
Añ os má s tarde, tanto la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina (FePRA) como la
Asociació n de Unidades Académicas de Psicología (AUAPsi), solicitan al Ministerio de Educació n
Ciencia y Tecnología de la Nació n (MECyT) incluir a las carreras de Psicología en el artículo 43 de la
LES. Dicho artículo establece que las carreras correspondientes a profesiones reguladas por el Estado,
cuyo ejercicio pudiera comprometer el interés pú blico, poniendo en riesgo de modo directo la salud,
la seguridad y los bienes de los habitantes, requieren para su reglamentació n la explicitació n de:
Contenidos Curriculares Bá sicos, Carga Horaria Mínima, Criterios de Intensidad de la Formació n
Prá ctica, Está ndares para la Acreditació n de la Carrera y Actividades Reservadas al Título. La
inclusió n, por lo tanto, implicaba considerar a la Psicología como carrera regulada por el Estado y con
obligatoriedad de acreditació n (Di Domenico & Risueñ o, 2012).
Mediante el Acuerdo Plenario Nº 21 del Consejo de Universidades (2003) y Resolució n
Ministerial Nº 136 del añ o 2004, se incluyó a los títulos de Psicó logo y Licenciado en Psicología en el
régimen del artículo 43 de la LES.
A los fines de dar cumplimiento a los requerimientos necesarios, la AUAPsi, en conjunto con
Universidades privadas, tomando los aportes de la FePRA y teniendo en cuenta los informes de las
Secretarías Académicas de cada Unidad Académica, elaboraron un documento en respuesta a cada
uno de los ítems exigidos.
En febrero de 2008 se eleva al Consejo de Universidades este texto donde se proponen los
pará metros formativos para la acreditació n de la carrera de Psicología segú n lo demandado en la
legislació n vigente. Por Acuerdo Plenario Nº 64 de fecha 23 de junio de 2009 se prestó conformidad a
lo propuesto refrendá ndose lo acordado a través de la Resolució n Ministerial Nº 343/09.

2Hasta aquí la carrera de Psicología estaba inmersa dentro de la Facultad de Filosofía y Humanidades,
como Escuela de Psicología.
En 2010 la CONEAU designó la Comisió n Asesora para los procesos de acreditació n de las
Carreras de Psicología en el país. En el caso de la Facultad de Psicología de la UNC, tras cumplimentar
los pasos correspondientes del proceso requerido, logra en el añ o 2013 la acreditació n de la carrera
por tres añ os. Entra así en vigencia el “Plan de Estudios 86 adecuado”. Durante ese tiempo, fueron
efectivizados los Planes de Mejora solicitados, lográ ndose a fines de 2016 los tres añ os restantes que
forman parte del proceso de seis añ os de acreditació n.

II) DESARROLLOS ACONTECIDOS EN EL CAMPO DE LO LEGAL

A) Período de restricción legal del ejercicio profesional del psicólogo

El vacío de leyes que reglamentara el ejercicio de la prá ctica profesional del psicó logo, ya era
un tema de preocupació n de los primeros egresados. Si bien progresivamente iban logrando abrir
camino en distintos campos, instituciones, con un especial desarrollo en el á mbito clínico, aparecían
en el mercado de trabajo como un grupo nuevo y debían competir con profesiones ya consolidadas
como los psicoanalistas médicos y los psiquiatras que contaban con mayor legitimidad social y
habilitació n legal para ejercer sus prá cticas. Es por esta razó n que los psicó logos debían avanzar
tanto en la bú squeda de aceptació n y reconocimiento social como también en el terreno legal que les
era adverso.
Estrategias de legitimació n basadas en intervenciones concretas ofreciendo una serie de
competencias ligadas a la evaluació n y al diagnó stico de la personalidad que les permitieron
incorporarse al terreno de las psicoterapias de manera gradual, buscaban demostrar la efectividad de
las mismas y al mismo tiempo insistir sobre el valor diferencial de una intervenció n estrictamente
psicoló gica.
Resulta evidente, que esta bú squeda de un perfil clínico por parte de los psicó logos, encontró
resistencias importantes del lado de las profesiones ya constituidas en este terreno. Se sumó a ello, el
controvertido momento socio-político y la persecució n ideoló gica dirigida a los sectores intelectuales,
en especial a los de nuestra disciplina, siendo factores que derivaron en medidas oficiales
francamente restrictivas hacia la prá ctica profesional del psicó logo.
Es así que en 1967, se promulga la Ley Nacional N° 17.132, conocida también como Ley de
Holmberg o Ley de “los tres No”, que regula el ejercicio de la medicina, odontología y actividades de
colaboració n, en donde se les prohibía a los psicó logos el ejercicio de la psicoterapia, el psicoaná lisis y
la prescripció n de drogas psicotró picas.
Esta ley impedía a los psicó logos ejercer la prá ctica clínica, subordiná ndolo a la supervisió n
del médico y colocá ndolo como auxiliar. Como señ ala la Lic. Adela Duarte (una de las primeras
egresadas del país), con la promulgació n de esta ley los psicó logos son por primera vez y al mismo
tiempo reconocidos e ignorados: “Digo esto porque hasta ese momento no aparecíamos mencionados
en ninguna reglamentació n profesional y nosotros buscá bamos el reconocimiento legal. Con esta Ley,
en un solo acto, se nos denominaba psicó logos y simultá neamente se restringe y cercena nuestra
actividad profesional” (Duarte, 1992).
Pero las restricciones no terminaron acá , en el caso de Có rdoba, en 1978 se dicta la Ley
Provincial N° 6.222, que prohíbe el ejercicio liberal de la profesió n a los psicó logos y subordina su
prá ctica al médico (contenía bá sicamente lo mismo que la Ley Nacional N° 17.132).
En julio de 1980 se nos notifica desde el Ministerio de Bienestar Social de la Nació n su
intenció n de modificar la Ley Nacional N° 17.132. Ademá s, nos solicita que prepará semos un
memorá ndum expresando cuá les debían ser las reformas que entendíamos como pertinentes, en lo
que respecta al ejercicio de la psicología, reforma ésta que se efectivizaría al añ o siguiente.
Aparentemente parecía que empezaban a reconocernos, pero las ilusiones duraron poco,
porque en septiembre de ese mismo añ o el Ministerio de Cultura y Educació n dicta la Resolución
1560/80 sobre Incumbencias para Psicó logos y Licenciados en Psicología. La misma dice que a los
psicó logos les incumbe la obtenció n de test psicoló gicos y la colaboració n en tareas de investigació n
psicoló gica ú nicamente por indicació n y bajo supervisió n del médico psiquiatra. Al final refuerza: no
les incumbe la prá ctica del psicoaná lisis, de la psicoterapia, ni prescripció n de drogas psicotró picas.
Dicha resolució n se propone:
⮚ Reforzar nuestro lugar como auxiliares de la medicina, en franca contradicció n con el
reconocimiento de la psicología como ciencia autó noma.
⮚ Restringir al alcance del título otorgado por las Universidades a los psicó logos.

⮚ Invalidar nuestro derecho al trabajo, desautorizando nuestra capacitació n profesional.


La lucha de los psicó logos empieza a ser ardua e intensa y progresivamente viendo que
nuestros reclamos son justos, empiezan a apoyarnos desde la Confederació n de Profesionales de la
Repú blica Argentina, la Asociació n Dominicana de Psicología, la Convenció n Nacional de Entidades
Universitarias y hasta la propia Asociació n de Psiquiatras de Capital Federal, quien reconoce la
idoneidad de nuestro trabajo y la eficacia de nuestra preparació n universitaria.
Finalmente, en diciembre del mismo añ o el Consejo de Rectores de Universidades Nacionales
dictamina la Resolución 2350/80 que intenta corregir la anterior: habla de la habilitació n de los
psicó logos en las á reas educacional, laboral y jurídica, pero es insuficiente en el á rea clínica.
Se podría decir que el triunfo era parcial, porque si bien lográ bamos el reconocimiento de tres
á reas de ejercicio profesional, nada expresa esta resolució n sobre psicoterapia, quedando en el á rea
clínica subordinados a lo establecido en la resolució n anterior (1560/80).

B) Período de reconocimiento legal del ejercicio profesional del psicólogo

Recién con el advenimiento de la Democracia en la década del ochenta logramos reivindicar


nuestros derechos. En este período denominado por Klappenbach (1996) como Período de la plena
institucionalizació n, “se crean determinadas condiciones que favorecen el pleno ejercicio pú blico de
la profesió n del psicó logo” (Klappenbach, 1996, s/p).
“En tal sentido, un primer rasgo que se destaca en el período, en lo relacionado con la
profesionalizació n, es la legalizació n del ejercicio profesional de la psicología, que se consolidaría en
todo el territorio de la Repú blica” (Avelluto, 1983 citado en Klappenbach, 1996, s/p).
Las leyes sancionadas en este período, la mayoría vigentes en la actualidad rigiendo el
ejercicio profesional del Psicó logo, fueron las siguientes:
⮚ Ley Provincial N° 7.106 sobre Disposiciones para el ejercicio de la Psicología en la Provincia de
Có rdoba (sancionada en 1984, vigente actualmente).
⮚ Resolución Nacional N° 2.447 sobre Incumbencias de los Títulos de Psicó logos y de Licenciados
en Psicología, dictada por el Ministerio de Educació n de la Nació n. Dicha resolució n reconoce
el accionar de los Psicó logos en el á rea clínica, invalidando las prohibiciones establecidas
previamente en resoluciones y leyes anteriores (1985). En el añ o 2009, tras la sanció n de la ya
mencionada Resolución N° 343/09, en el Anexo V se van a estipular las Actividades
Profesionales Reservadas a los Títulos de Licenciado en Psicología y Psicó logo. Las actividades
nominadas aquí, son má s amplias que las Incumbencias pautadas en la Resolución N° 2.447. En
el añ o 2018, el Ministerio de Educació n, con acuerdo del Consejo de Universidades y con las
contribuciones del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), consideraron necesario realizar
una revisió n de las actividades profesionales reservadas de todos los títulos incluidos en la
nó mina del artículo 43 de la LES. Tras esta revisió n, se da sanció n en mayo del mismo añ o a la
Resolución N° 1.254 que en el caso de nuestra profesió n viene a modificar y reemplazar el
mencionado Anexo V de la Resolución N° 343. Esta nueva Resolució n va a diferenciar los
“alcances del título” de las “actividades reservadas”. Define por “alcances del título” a aquellas
“actividades, definidas por cada institució n universitaria, para las que resulta competente un
profesional en funció n del perfil del título respectivo sin implicar un riesgo directo a los
valores protegidos por el artículo 43 de la Ley de Educació n Superior”. En tanto que define
como “actividades profesionales reservadas exclusivamente al título” como un “subconjunto
limitado dentro del total de alcances de un título, que refieren a las habilitaciones que
involucran tareas que tienen un riesgo directo sobre la salud, la seguridad, los derechos, los
bienes o la formació n de los habitantes”.
⮚ Resolución Nº 5 Có digo de É tica de la Provincia de Có rdoba, uno de los primeros Có digos de
É tica de la Argentina (1987) 3. En el añ o 1999, la FePRA va a dictar su propio Có digo de É tica
para todos los psicó logos del país. Este có digo sirvió durante muchos añ os como Có digo de
referencia. Pero en diciembre de 2013 por Asamblea Extraordinaria, la FePRA no solo lo va a
modificar y actualizar, sino que ademá s va a convocar a todos los Organismos Profesionales
del país a que lo adopten como el Có digo oficial. En el caso de la Provincia de Có rdoba, en el
añ o 2014 el Colegio de Psicó logos va a reemplazar el Có digo sancionado por la Resolución N° 5
y va a adoptar Código de Ética de FePRA como el vigente. Fue así hasta el 12 de noviembre de
2016, cuando por Asamblea extraordinaria nuestra entidad profesional va a dar sanció n al
actual Código de Ética del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba, tomando éste ú ltimo
el cará cter de oficial a la fecha.
⮚ Ley Provincial N° 7.601, donde se incluye a los psicó logos en la Caja de Previsió n Social para
Profesionales de la Salud (sancionada en 1987). Esta ley fue modificatoria de la Ley Provincial
N° 6469 que fue derogada por la Ley Provincial N° 8577/96, que es la que se encuentra
actualmente vigente.
⮚ Ley Provincial N° 7.625, sobre el Régimen para el Equipo de Salud Humana. Se incorpora a los
psicó logos en la carrera hospitalaria (sancionada en 1987, vigente actualmente).
⮚ Resolución N° 21, donde se establece la creació n del Á rea de la Psicología Sanitaria (sancionada
en 1989, vigente actualmente)4.
⮚ Ley Provincial N° 9.848, sobre Régimen de la Protecció n de la Salud Mental en la Provincia de
Có rdoba. Esta ley fue sancionada el 20 de octubre de 2010, con vigencia actual.

3 Código sancionado por el Consejo de Psicólogos de la Provincia de Córdoba.


4 Resolución sancionada por el Consejo de Psicólogos de la Provincia de Córdoba.
⮚ Ley Nacional N° 26.657 sobre el Derecho a la Protecció n de la Salud Mental. La misma se
sancionó el 25 de noviembre de 2010, un mes después de la Ley provincial antes mencionada.
Ambas vienen a instaurar un cambio de paradigma respecto a la concepció n de la salud mental
y su tratamiento.

III) DESARROLLOS ACONTECIDOS EN EL CAMPO DE LO GREMIAL E INSTITUCIONAL

Debido a las dificultades y restricciones con las que nos enfrentá bamos en el campo de lo
académico y fundamentalmente de lo legal, los psicó logos emprenden su lucha gremial en defensa de
sus legítimos derechos.
Es por esta razó n, que comienzan a nuclearse, buscando concentrar fuerzas a través de
instituciones (regionales, provinciales o nacionales) que los representen para enfrentar los difíciles
desafíos y alcanzar sus objetivos.
Dicho proceso de institucionalizació n es relevante, pues no solo confiere nominació n a los
sujetos, sino que les impone un lugar y constituye un espacio que favorece, a la vez, una definició n
frente a otros.
Es así que en el añ o 1971, se constituye a nivel nacional la Confederación de Psicólogos de la
República Argentina (COPRA), cuyo objetivo principal de dicha institució n era cubrir la falta de
legislació n que protegiera a los psicó logos e impulsar la creació n de organismos profesionales
provinciales. El funcionamiento de esta institució n dura pocos añ os, debido a que fue limitada por el
gobierno de facto.
El 13 y 14 de Octubre de 1974, la Escuela de Psicología de la Facultad de Filosofía y
Humanidades de la UNC, junto a su Centro de Estudiantes y con el apoyo de COPRA, organizan el
primer Encuentro Nacional de estudiantes y profesionales de la Psicología en Có rdoba, siendo sede la
misma Facultad. Dicho encuentro se proponía reivindicar la profesió n ante decisiones del gobierno,
reivindicar la exclusió n de los psicó logos del Sistema Nacional Integrado de Salud (sistema al que
pertenecían las diversas profesiones de la salud), sentá ndose las bases para la creació n del Colegio de
Psicó logos. Como hito de este encuentro queda establecido el 13 de octubre como el “Día del
Psicó logo”.
En el caso de la Provincia de Có rdoba las instituciones que se constituyen son:
⮚ La Asociación de Psicólogos de Río IV5(1976).

⮚ La Asociación de Psicólogos de Villa María6 (1977).

⮚ El Colegio de Psicólogos de la Ciudad de Córdoba7 (1979).


A nivel Nacional, se crea en 1977, la Federación de Psicólogos de la República Argentina
(FePRA) institució n que viene a reemplazar y a desempeñ ar las funciones que ejercía COPRA.
Institució n que permanece en vigencia hasta la fecha.
A través de diversas acciones, el gobierno militar intentó limitar la participació n de psicó logos
y estudiantes de psicología en las entidades profesionales, logrando en muchos casos el cierre de
asociaciones o colegios en algunas provincias.
No obstante, la conciencia gremial de los psicó logos en esos tiempos, que era de destacar, no

5 Fusionada en la actualidad por Ley Provincial N° 8.312.


6 Institución que cesa en sus funciones en 1986.
7 Fusionado en la actualidad por Ley Provincial N° 8.312.
hizo declinar la fuerza. Logrando a pesar de las circunstancias el restablecimiento de nuevas
instituciones, la apertura de algunos espacios laborales, continuando la lucha para tratar de alcanzar
el reconocimiento legal.
Con el advenimiento de la democracia y a partir de la legalizació n de nuestra prá ctica
profesional, logramos establecer Organismos Profesionales que en este caso eran sancionados con
fuerza de Ley.
Dichas instituciones pasan a tener otras funciones ademá s de las gremiales, que tienen que ver
con la regulació n de la prá ctica y el control deontoló gico de la profesió n.
Así, en 1984, a través de la Ley Provincial N° 7.156 se constituye el Consejo de Psicólogos de la
Provincia de Córdoba8, que añ os má s tarde, se fusiona junto con el Colegio de Psicó logos de la ciudad
de Có rdoba (1979) y la Asociació n de Psicó logos de Río IV (1976), en una ú nica institució n que es el
actual Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba 9. Dicha Institució n establece Delegaciones
Regionales en las ciudades de Villa María, Río IV y San Francisco.

Consideraciones finales

En la actualidad, como va a sostener Orlando Calo (2000):


La psicología se encuentra en un momento de fuerte consolidación profesional: leyes de
ejercicio profesional sancionadas en casi la totalidad de las provincias,
institucionalización a través de los Colegios y Asociaciones, sólida representación por
medio de la Federación de Psicólogos de la República Argentina en el proceso de
integración al MERCOSUR (Calo, 2000, s/p).
Pero la situació n actual está lejos de ser fruto de un proceso tranquilo. Dos décadas nos llevó
para legalizar lo que legítimamente nos correspondía desde lo científico, desde lo legal y desde la
funció n social. Fue una lucha ardua, permanente, en medio de un contexto socio político de represió n
ejercida por parte del gobierno de facto, con intervenciones constantes del sector médico que
intentaban en todo momento subordinar nuestra prá ctica profesional a la suya, fundamentalmente en
el á mbito de la salud, el que tradicionalmente fue considerado como patrimonio propio.
La restitució n de la Democracia en la década del ochenta, nos abrió las puertas para el planteo
de nuestras reivindicaciones y lograr el reconocimiento de nuestros derechos.
Pudimos consolidar una tradició n académica hasta aquí siempre interrumpida, fortalecer y
afianzar aquellas instituciones que nos nuclean, regulan y procuran por nuestro progreso.
Logramos darle un marco legal y deontoló gico a la profesió n del psicó logo. La totalidad de las
leyes sancionadas, tanto en el orden nacional como provincial, coinciden en cuatro puntos
fundamentales:
⮚ La plena autonomía profesional del psicó logo.

⮚ La validez del título de psicó logo otorgado por la Universidad Nacional o Privada reconocida,
como ú nica condició n para el ejercicio profesional.
⮚ El reconocimiento de los diferentes campos del ejercicio profesional, clínico, educacional,
laboral, institucional y forense.
⮚ El reconocimiento de la prá ctica de la psicoterapia, a cargo del psicó logo en el á rea clínica

8 Primer organismo Profesional constituido por Ley en la Provincia de Córdoba.


9 Constituido en 1993, por medio de la Ley Provincial N° 8.312.
(FePRA, 1985).
Hoy la identidad profesional no es una idea a generarse, sino que ya está , se irá modificando,
ampliando, construyendo y enriqueciendo, pero no nos encontramos con los problemas que teníamos
antes con qué era esto de ser psicó logos (Ares, 1985).
No obstante, así como a toda una generació n de profesionales les tocó luchar por nuestro
reconocimiento legal, hoy la tarea continú a. El reconocimiento social es una cuestió n que aú n nos
convoca.
Somos una profesió n relativamente joven, en comparació n con aquellas disciplinas ya
definitivamente asentadas y conformadas. Nos tocó recorrer un camino sin huellas, con un saber y
una prá ctica que buscó ser relegada y desvalorizada. Estos aspectos no dejaron de ser incidentes en
el imaginario social, siendo nuestro gran desafío esclarecer y definir en este á mbito nuestro quehacer
profesional, nuestros campos de actuació n, como así también la autonomía de nuestra disciplina.
Reivindicar derechos que a pesar de ser legales, todavía en algunos casos no nos son
otorgados, conquistar nuevos espacios que le son pertinentes a nuestra prá ctica profesional, así como
desarrollar nuevas á reas de ejercicio, son también algunas de las metas que todavía nos quedan por
alcanzar.
Es a partir de una reflexió n constante sobre nuestra prá ctica profesional, una evaluació n
permanente del lugar que ocupamos en los distintos á mbitos, lo que nos va a permitir identificar
sobre la marcha aquellas debilidades que aú n nos quedan por fortalecer.
Todo esto acompañ ado de un ejercicio responsable, idó neo y ético de nuestro desempeñ o
profesional, es lo que nos permitirá continuar en el camino del crecimiento y desarrollo de nuestra
profesió n.

Referencias

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Leyes y Resoluciones
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Ley Nacional N° 26.657 (2010) Derecho a la protecció n de la salud Mental. Repú blica Argentina.
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Educació n de la Nació n.
Resolució n N° 2.350 (1980) Incumbencias de los títulos de Psicó logos y Licenciados en Psicología. Consejo de Rectores de
Universidades Nacionales.
Resolució n N° 2.447 (1985) Incumbencias de los títulos de Psicó logos y Licenciados en Psicología. Ministerio de
Educació n y Justicia de la Nació n.
Resolució n N° 5 (1987) Có digo de É tica de la Provincia de Có rdoba. Consejo de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba.
Resolució n N° 21 (1989) Creació n del Á rea de Psicología Sanitaria. Consejo de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba.
Resolució n Nº 343 (2009) Aprueba contenidos curriculares bá sicos, carga horaria, criterios de intensidad de la formació n
prá ctica y los está ndares para la acreditació n de las carreras correspondientes a los títulos de Psicó logo y Licenciado en
Psicología. Ministerio de Educació n de la Nació n.
Resolució n N° 1.254 (2018) Alcances de título y actividades profesionales reservadas exclusivamente al título. Ministerio
de Educació n de la Nació n.

GUIA DE LECTURA

➢ ¿Qué períodos se pueden identificar dentro del CAMPO DE LO ACADÉMICO?


➢ ¿Cuá ndo inicia cada período?
➢ ¿Qué orientació n recibe la psicología en sus comienzos? ¿Qué hechos significativos
acontecieron?
➢ ¿Donde aparecen los estudios universitarios en psicología segú n Vezzetti?
➢ Promediando la década del 20 ¿hacia dó nde se repliega la psicología académica? ¿Qué hechos
significativos acontecieron?
➢ A partir de la década del 40 ¿Qué modelo de intervenció n psicoló gica aparece? ¿Qué hechos
significativos acontecieron?
➢ ¿Qué importancia tuvo el Primer Congreso Argentino de Psicología?
➢ ¿En qué añ o se crea la primera carrera de Psicología del país? ¿Y en la Universidad Nacional de
Có rdoba?
➢ ¿Cuá ntos Planes de Estudio tuvo la carrera de psicología en la Universidad Nacional de
Có rdoba? ¿Cuá les fueron?
➢ ¿En qué década surgen los primeros profesionales de la psicología en nuestro país?
➢¿Qué hechos significativos acontecieron durante la década del 60, en la del 70 y en la década del 80?
➢ ¿Qué significó incluir a las carreras de Psicología en el artículo 43 de la LES
➢ ¿Qué períodos se pueden identificar dentro del CAMPO DE LO LEGAL?
➢ ¿Qué normativas se sancionaron durante el Período de restricción legal del ejercicio profesional
del psicólogo? Ante cada normativa, identifique: tipo de normativa, alcance, numero,
nominació n, añ o de sanció n (ver Esquema 1, luego de la guía).
➢ ¿Qué normativas se sancionaron durante el Período de reconocimiento legal del ejercicio
profesional del psicólogo? Ante cada normativa, identifique: tipo de normativa, alcance,
numero, nominació n, añ o de sanció n (ver Esquema 1, luego de la guía).
➢ Situá ndonos en el CAMPO DE LO GREMIAL E INSTITUCIONAL: Identifique que Instituciones se
constituyen durante la década del 70, 80 y 90. Ante cada Institució n, identifique: Alcances y
Tipos (ver Esquema 2, luego de la guía).
➢ ¿Cuá les son los cuatro puntos fundamentales en que coinciden la totalidad de las leyes
sancionadas, tanto en el orden nacional como provincial?
Esquema 2
INSTITUCIONES ALCANCE TIPOS

Federaciones / Confederaciones
Nacionales Consejos / Colegios
Provinciales
Asociaciones / Delegaciones
Regionales
ARTÍCULO LAS REPRESENTACIONES SOCIALES DE LA PROFESIÓN
DEL PSICÓLOGO: EN SU EJERCICIO, EN LAS
INSTITUCIONES, EN LA SOCIEDAD Y EN LA
INTERDISCIPLINA

AUTOR/ES GABRIELA M. DEGIORGI - YANINA M. FERREYRA

A través de este trabajo nos proponemos poner en foco la profesió n del psicó logo, para
pensarla en este caso, en torno a las construcciones simbó licas que han incidido en la estructuració n
de nuestras representaciones sociales.
A tales fines iniciaremos aproximá ndonos brevemente a aquellos aspectos má s relevantes de
la teoría de las Representaciones Sociales, sirviéndonos luego de este sustento teó rico para presentar,
articular y poner en relevancia algunos elementos significantes específicos, a partir de los cuales es
posible advertir có mo nuestra profesió n se construye y es construida desde la realidad social.
Nuestra intenció n no reside en hacer una enunciació n exhaustiva de todos aquellos aspectos
que estructuran nuestras representaciones, sino tan solo plantear algunas cuestiones emergentes,
que sirvan de punto de partida a la reflexió n y el esclarecimiento singular y plural, en relació n a có mo
somos pensados desde el saber del sentido comú n, có mo contribuimos a ello y qué consecuencias
conlleva.

Algunas aproximaciones a la teoría de las representaciones sociales

La teoría de las representaciones sociales se origina con la tesis doctoral de Serge Moscovici,
titulada El psicoanálisis, su imagen y su público (1961), en la que propuso caracterizar el pensamiento
de sentido comú n como algo distinto al pensamiento científico y explicar có mo una nueva teoría
científica se transforma al ser difundida socialmente y có mo esto cambia la visió n de la gente sobre
determinados objetos o situaciones (Rodríguez, 2007).
Hasta el momento ni en la primera obra de Moscovici se evidencia una definició n acabada
sobre este fenó meno, de hecho el mismo Moscovici (1979) va a decir que si bien es fá cil captar la
realidad de las representaciones sociales, es difícil captar el concepto. Señ aló ademá s que presentar
una definició n precisa podría reducir su alcance conceptual, prefiriendo a lo largo de su labor
académica aportar aproximaciones sucesivas que acercan a su comprensió n.
Moscovici desarrolla conceptualmente el estudio de las representaciones sociales a partir de la
noció n de “representaciones colectivas” propuesta por Emilio Durkheim en el campo de la Sociología.
Las representaciones colectivas se producen por el intercambio de acciones que realizan los
individuos como colectividad, en el seno de la vida social y constituyen, por lo tanto, hechos sociales
que sobrepasan y se imponen al individuo, pues las propiedades individuales, al sumarse en la
colectividad, pierden su especificidad y se constituyen en fenó menos eminentemente sociales.
De este modo, desde la perspectiva durkheimiana las representaciones colectivas son
sintetizadas y expresadas en forma colectiva y tienen vida propia (Durkheim, 2000, pp. 54-55); como
hechos sociales, mantienen independencia de los individuos y como tales le son impuestas mostrando
su cará cter determinista. Si bien Durkheim no llegó a desarrollar en un sistema teó rico la noció n de
representaciones colectivas, sentó el fundamento para su sucesiva elaboració n; desde el campo de la
Psicología Social, Moscovici y sus seguidores logran desarrollar el terreno teó rico, conceptual y
metodoló gico en el estudio de las representaciones sociales (Jodelet, 1986).
Para Moscovici la meta principal que persigue una representació n social es “la transformació n
de lo no familiar en familiar” (Moscovici, 1979, s/p), es decir, una representació n social es creada
cuando algo nuevo, debe ser incorporado a los universos conceptuales preexistentes. Así, su finalidad
es la de transformar lo desconocido en algo familiar.
“Toda representació n social es representació n de algo y de alguien” (Jodelet, 1986, s/p) y
como va a sostener Farr (1984) “(...) las representaciones sociales tienen una doble funció n: hacer
que lo extrañ o resulte familiar y lo invisible, perceptible. Lo que es desconocido o insó lito conlleva
una amenaza, ya que no tenemos una categoría en la cual clasificarlo” (Farr, 1984, s/p).
De esta manera, Moscovici va a expresar que las representaciones sociales son construcciones
simbó licas que se crean y recrean en el curso de las interacciones sociales y tienen la capacidad de
dotar de sentido a la realidad social.
También es posible entender las representaciones sociales como un conjunto de modalidades
del pensamiento de sentido comú n que se generan, permanecen y transforman mediante procesos
comunicativos cotidianos y mediá ticos (Rodríguez, 2007), es decir, constituyen un conjunto
estructurado de nociones, creencias, imá genes, metá foras y actitudes con los que los actores definen
las situaciones y llevan a cabo sus planes de acció n (Jodelet, 1986).
Jodelet (1986) va a plantear que la noció n de representació n social involucra lo psicoló gico o
cognitivo y lo social, fundamentando que éstas son una forma de conocimiento socialmente elaborado
y compartido, orientado hacia la prá ctica y que concurre a la construcció n de una realidad comú n a
un conjunto social.
Así, la representació n social corresponde a un acto del pensamiento en el cual el sujeto se
relaciona con un objeto y mediante diversos mecanismos ese objeto es sustituido por un símbolo. El
objeto queda representado simbó licamente en la mente del sujeto (Leó n, 2002).
Tomá s Ibá ñ ez (1988) va a sostener que:
Las representaciones producen los significados que la gente necesita para comprender,
actuar y orientarse en su medio social. En este sentido, las representaciones actúan de
forma análoga a las teorías científicas. Son teorías de sentido común que permiten
describir, clasificar y explicar los fenómenos de las realidades cotidianas (Ibá ñ ez, 1988, s/
p).
Por ú ltimo, existen algunos elementos teó ricos y metodoló gicos que nos permiten realizar una
articulació n de la teoría de las representaciones sociales con la perspectiva socioló gica de Pierre
Bourdieu. Si bien ambas propuestas se desarrollan en campos disciplinarios distintos: la sociología y
la psicología social, es posible delimitar relaciones de analogía. De este modo, nos es permisible
realizar un intento por asimilar a la categoría de representació n social el concepto de habitus,
estableciendo relaciones de analogía y complementariedad desde una perspectiva integradora.
Así, Gilberto Giménez (2005) señ ala que “el paradigma de las representaciones sociales […]
permite detectar esquemas subjetivos de percepció n, de valoració n y de acció n que son la definició n
misma del habitus bourdieusiano y de lo que nosotros hemos llamado cultura interiorizada”
(Giménez, 2005, p. 16). El habitus expresa, ademá s de una posició n objetiva en la realidad social, las
disposiciones subjetivas relativas a ese espacio; esto significa que el sujeto tiene margen para
reconstruir esas posiciones objetivas a través de formas simbó licas. En este razonamiento se asume
que la configuració n social no surge de forma espontá nea o de la nada, sino que responde al papel que
desempeñ an los agentes en la construcció n de esta misma realidad social; esta construcció n es
condicionada por la percepció n acerca de la misma y tiene como resultado un “conocimiento
prá ctico” (Bourdieu & Wacquant, 1995, p. 19).
Analizadas las representaciones desde esta perspectiva bourdieusiana, las representaciones
sociales constituyen una categoría que contribuye a la configuració n del habitus en virtud de su
naturaleza simbó lica; una de sus funciones es que contribuyen a que las personas reconozcan y
acepten la realidad social, integrá ndose a la posició n social que le corresponde en funció n de sus
esquemas de pensamiento. Este proceso es de cará cter simbó lico en virtud de que las
representaciones proporcionan al sujeto los có digos de construcció n de su realidad, otorgá ndole un
significado; así, contribuyen a la reproducció n de las relaciones sociales. Estos có digos que conllevan
las representaciones sociales expresan, a su vez, cierta ideología de grupo, que constituye una
condició n para la producció n de las mismas (Ibá ñ ez, 1994). Las representaciones sociales, al llevar en
su contenido los có digos del grupo, expresan sus formas ideoló gicas; por lo tanto, una manera de
acercarse al conocimiento de la ideología es a través del aná lisis de las representaciones sociales
(Piñ ero Ramírez, 2008).

Condiciones que originan una representación social

Moscovici en base a las comprobaciones hechas en sus investigaciones deduce tres


condiciones de emergencia de las representaciones sociales:
⮚ Dispersión de la información: La informació n que se tiene nunca es suficiente y generalmente
está desorganizada: los datos de que disponen la mayor parte de las personas para responder
a una pregunta, para formar una idea o propó sito de un objeto preciso, son generalmente
limitados y muchas veces abundantes (Moscovici, 1979).
⮚ Focalización: Una persona o una colectividad –dice Moscovici (1979)– se focalizan porque
está n involucradas en la interacció n social como hechos que conmueven o alteran las ideas y
opiniones.
⮚ Presión a la inferencia: socialmente se da una presió n que reclama opiniones, posturas y
acciones acerca de los hechos que está n focalizados por el interés pú blico. En la vida cotidiana,
las circunstancias y las relaciones sociales exigen del grupo social o de los miembros que lo
integran, que sean capaces, en todo momento, que estén en situació n de responder (Moscovici,
1979).
Banchs (1984) va a sostener que las exigencias grupales para el conocimiento de determinado
evento u objeto aumentan a medida que su relevancia crezca. El propó sito fundamental está en no
quedar excluido de las conversaciones sino poder realizar inferencias rá pidas, opiniones al respecto y
un discurso má s o menos definido.
Estos tres factores constituyen el eje que permiten la aparició n del proceso de formació n de
una representació n social.

Dimensiones de las representaciones sociales

Moscovici (1979) ha señ alado que las representaciones se articulan en torno a tres ejes o
dimensiones, ellos son:
⮚ La información: esta dimensió n da cuenta de la organizació n o suma de conocimientos que un
grupo posee respecto al objeto de representació n. Conocimientos que van a presentar sus
particularidades en cuanto a calidad y cantidad de los mismos. Esta dimensió n refiere así, a los
datos o explicaciones que sobre la realidad se forman las personas en sus relaciones
cotidianas.
⮚ Campo de Representación: esta dimensió n nos remite a la idea de "modelo", de “imagen”, está
referido al orden y jerarquía que toman los contenidos representacionales, que se organizan
en una estructura funcional determinada. El campo representacional se estructura en torno al
nú cleo o esquema figurativo, que es la parte má s estable y só lida, compuesto por cogniciones
que dotan de significado al resto de los elementos (Perera Pérez, 1998). Segú n Herzlich (1979)
deben considerarse los factores ideoló gicos en la estructuració n del campo de representació n.
⮚ La Actitud: es la dimensió n que determina la orientació n favorable o desfavorable en relació n
con el objeto de representació n. Es el componente afectivo, conductual, que le imprime
cará cter diná mico a la representació n y orienta el comportamiento hacia el objeto de la
misma, dotá ndolo de reacciones emocionales de diversa intensidad y direcció n. Moscovici
(1979) va a decir que la actitud es la má s frecuente de las tres dimensiones y desde el punto de
vista de la génesis, quizá sea siempre la primera. De esta manera, nos informamos y nos
representamos algo, luego de haber tomado posició n y en funció n de la posició n tomada.

Proceso de formación de las representaciones sociales

Materan (2008) va a tomar los aportes de Moscovici cuando enuncia los dos procesos bá sicos
e interdependientes en la estructuració n de las representaciones, presentá ndolos de la siguiente
manera:
⮚ Objetivación: este proceso va desde la selecció n y descontextualizació n de los elementos, ideas
o conceptos hasta formar un nú cleo figurativo que se naturaliza enseguida, es decir, los
conceptos abstractos, relaciones o atributos son transformados en imá genes concretas. La
objetivació n lleva a hacer real un esquema conceptual, ésta puede definirse como una
operació n formadora de imagen y estructurante. Es decir, mediante este proceso se
materializan un conjunto de significados, se establece la relació n entre conceptos e imá genes,
entre palabras y cosas. "Objetivizar es reabsorber un exceso de significados materializá ndolos"
(Moscovici, 1979, s/p). Así, la objetivizació n reconstruye el objeto entre lo que nos es familiar
para poder controlarlo.
Moscovici (1979), concluye con su aná lisis de la objetivació n apuntando hacia la realizació n
del objeto de representació n en sus nexos con los valores, la ideología y los pará metros de la
realidad social. La actividad discriminativa y estructurante que se va dando por medio de la
objetivació n, se explica precisamente por sus tintes normativos: la representació n social
adquiere un armazó n de valores. Todas las definiciones sobre objetivació n de una
representació n social intentan explicar el paso de un conocimiento científico al dominio
pú blico (el psicoaná lisis en la investigació n de Moscovici), y que el segundo proceso de
formació n de una representació n social –anclaje– se liga al primero en forma natural y
diná mica.
⮚ Anclaje: con el anclaje la representació n social se liga con el marco de referencia de la
colectividad y es un instrumento ú til para interpretar la realidad y actuar sobre ella. Este
proceso permite que los eventos y objetos de la realidad que se presentan como extrañ os y
carentes de significado para la sociedad, se incorporen en su realidad social. A través del
proceso de anclaje, la sociedad cambia el objeto social por un instrumento del cual pueda
disponer, y este objeto se coloca en una escala de preferencia en las relaciones sociales
existentes (Moscovici, 1961). Consiste, por tanto, en hacer inteligible lo que no es familiar.
Ademá s, lo que lo diferencia de la objetivizació n es que permite incorporar lo extrañ o en lo
que crea problemas, en una red de categorías y significaciones (Jodelet, 1986). Ademá s, el
anclaje implica la integració n cognitiva del objeto de representació n dentro del sistema
preexistente del pensamiento y sus respectivas transformaciones. Se trata, de una inserció n
orgá nica dentro de un pensamiento constituido.
En resumen, Moscovici (1979) aclara ambos procesos argumentando que la objetivació n
traslada la ciencia al dominio del ser y que el anclaje la delimita en el del hacer; así como la
objetivació n presenta có mo los elementos de la ciencia se articulan en una realidad social, el anclaje
hace visible la manera en que contribuyen a modelar las relaciones sociales y también có mo se
expresan.
Entonces, ¿có mo se configuran las representaciones sociales? Segú n Ibá ñ ez (1994) las fuentes
de determinació n de las representaciones sociales se ubican en tres dimensiones:
⮚ Las condiciones sociales, econó micas e histó ricas de un grupo social o sociedad determinada;

⮚ Los mecanismos propios de formació n de las representaciones sociales (la objetivació n y el


anclaje antes explicados);
⮚ Las diversas prá cticas sociales de los sujetos relacionadas con las diversas modalidades de
comunicació n social. El avance de las nuevas tecnologías de la comunicació n y la informació n
basadas en los intercambios multimedia ha hecho posible la difusió n de la ciencia. Al respecto
Piñ ero Ramírez (2008) expresa:
El fenómeno de generación y difusión del conocimiento científico, y su posterior
conversión a formas de conocimiento de sentido común, es importante en virtud de que la
construcción de las representaciones sociales depende de la cantidad y tipo de
información que se encuentra disponible para los agentes, según el contexto sociocultural
en el que se ubican y la posición social que ocupan (Piñ ero Ramírez, 2008, p. 8).

Algunas construcciones simbólicas en torno a las representaciones sociales de la profesión del


psicólogo

Los primeros profesionales de la psicología surgen en la Argentina a principios de la década


del 60, emergiendo en nuestra sociedad una nueva profesió n, que aú n hoy podríamos caracterizarla
como relativamente joven comparada con aquellas disciplinas ya definitivamente asentadas y
conformadas.
La misma viene a instituir un saber y una prá ctica nueva, desconocida. Y tal como explicitan las
nociones teó ricas antes desarrolladas, no es extrañ o la emergencia de representaciones ante algo que
no resulta familiar y que requiere ser incorporado a los universos conceptuales preexistentes.
Nuestra profesió n viene a instalar y aportar una especificidad en el campo de la salud en
beneficio de la població n, sin embargo, las construcciones simbó licas que se crean en el curso de las
interacciones sociales no siempre han sido las má s favorables.
Seguramente cada cual y en funció n de la experiencia propia, le surjan mú ltiples y variadas
razones explicativas de esto. Y lejos de lograr una respuesta acabada al respecto, es posible pensar en
algunos aspectos que probablemente influyeron para que tal realidad se presentara de esta manera
en las teorías del sentido comú n.
Por empezar no podemos dejar de remitirnos a la incidencia de los aconteceres de nuestra
historia. Lograr nuestra consolidació n profesional, no ha sido fruto de un proceso tranquilo. Muchos
fueron los esfuerzos para salir del vacío legal en que nos encontrá bamos, para constituir instituciones
profesionales que perduraran en el tiempo o para sostener una continuidad académica. Todo esto en
medio de un contexto socio político de represió n, que en pro de sus metas se encargó de estructurar
creencias y metá foras respecto a nuestro quehacer.
También el sector médico instaló sus propias nociones e imá genes sobre nuestra prá ctica,
desde el momento mismo que consideraron que invadíamos un campo que tradicionalmente fue
considerado como patrimonio propio. Desde sus acciones subordinantes nos otorgaron “un lugar” o
un “no lugar” que si bien logramos superarlo desde la legalidad, en algunos aspectos aú n hoy
seguimos trabajando para legitimarlo.
Las condiciones histó ricas e ideoló gicas en que se desarrollan los primeros tramos de nuestra
profesió n, estuvieron fuertemente determinados por la relegació n y la desvalorizació n ejercida desde
estos y otros sectores. Lo que sin duda ha repercutido en pará metros que incidieron a nivel de las
representaciones, cuando nuestra profesió n es puesta en foco desde lo social.
No obstante, tampoco podemos delegar en los otros la totalidad de la responsabilidad sobre
nuestras representaciones, también será necesario reflexionar sobre aquellos aspectos en los que
nosotros también hemos contribuido y no siempre para bien.
Iniciamos transitando un camino sin huellas, lo que nos demandó la necesidad de construcció n
de una identidad profesional en un trabajo que abarcaba tanto el campo interno -para los propios
psicó logos- como el externo -en los distintos espacios de inserció n-. Identidad que aú n hoy, en
muchos espacios o contextos no parece estar del todo esclarecida, dado que es necesario seguir
dando cuenta de quiénes somos y cuá l es nuestro quehacer.
Lo que lleva a plantearnos ¿Por qué es necesario seguir dando cuenta de ello?, ¿Será que no
hemos proporcionado la informació n precisa o necesaria? Y en ese caso ¿Por qué? ¿A qué se debe?...
Muchos son los argumentos posibles de pensar. Lo cierto es que pareciera que tanto al
psicó logo como al futuro profesional de la psicología, nos costara mucho autodefinirnos, explicitar
qué hacemos, cuá les son nuestros campos de acció n, cuá ndo o para qué es necesario solicitar
nuestras intervenciones. Y no es que precisamente no respondemos cuando alguien nos pregunta,
generalmente se brinda una superabundancia o cantidad de informació n que no siempre contiene la
calidad o especificidad en la respuesta para que el otro evacú e su desconocimiento respecto a lo que
cuestiona o solicita.
Lo que no podemos dejar de analizar, es qué posició n puede formarse alguien sobre nuestra
disciplina profesional cuando el conocimiento que nosotros mismos proporcionamos es insuficiente,
limitado, confuso o desorganizado. ¿Qué posibilidad tiene el otro de formarse una idea al respecto? Y
má s aú n, en el marco de sus relaciones sociales ¿qué inferencias podrá emitir cuando se le solicita su
opinió n sobre nosotros?
Moscovici va a decir que la dispersió n de la informació n, la focalizació n y la presió n a la
inferencia van a gestar la aparició n del proceso de formació n de una representació n social. Y en esto
todos y cada uno de nosotros aportamos nuestro granito de arena favoreciendo o desfavoreciendo su
estructuració n.
De todos modos, tampoco podemos atribuirle enteramente a la informació n o al conocimiento
que brindamos todas las razones de nuestra representació n social. También se ponen en juego
nuestras acciones, que sin duda conllevan su lectura desde el contexto social. Y cuando nos referimos
a nuestro accionar, no nos estamos refiriendo solo al desempeñ o profesional, que sin duda si se
encuadra dentro de una praxis enmarcada en el proceder de la ética profesional o fuera de la misma
tendrá sus fuertes incidencias en nuestras representaciones; sino también a aquellas acciones
ejercidas en la cotidianeidad de nuestros días, fuera de la funció n profesional.
Así, el servirnos del “saber” de la psicología para “la interpretació n del sueñ o que anoche tuvo
el conocido”, “la valoració n teó rica sobre una situació n en la reunió n social del amigo”, “la indicació n
técnica para la resolució n de la conflictiva que nos acaba de plantear el vecino”, son apenas algunos
pequeñ os ejemplos de intervenciones que desde nuestro hacer diario, colaboran
descontextualizando, banalizando y desvirtuando la cientificidad de nuestra disciplina.
En distintas circunstancias los límites se desdibujan –para nosotros mismos y ni pensar para
los demá s- respecto a cuá ndo estamos posicionados y actuando desde el rol profesional o cuá ndo
simplemente emitimos juicios, consejos u opiniones personales con el amigo, vecino o conocido. Y
esto no deja de generar confusiones o promover apreciaciones sobre nuestra prá ctica, que se alejan
del profesionalismo que se intenta instaurar.
No somos psicó logos todo el tiempo, en todo lugar o en toda ocasió n y esto es necesario
esclarecerlo para nosotros y para los demá s. Resguardar nuestro saber y hacer para la funció n
profesional y promover esta discriminació n en el otro, es una ardua y constante tarea que nos
convoca. En particular para que cuando -entre otras cosas- “reaccionamos ante una injusticia”, “nos
enojemos o discutamos con un familiar” o “atravesamos una situació n límite” como cualquier
persona, no seamos cuestionados desde el “lugar profesional”, como “buenos” o “malos” psicó logos o
futuros psicó logos.
Si difícil les resulta a las personas saber lo que hacemos, tanto má s difícil les resulta saber
cuá ndo algo lo hacemos desde la funció n profesional o fuera de ella. Revisarlo desde nosotros y
dilucidarlo para el otro, es una responsabilidad que nos recae. Debemos ser conscientes que también
desde nuestro accionar se construyen significados y sentidos, que no dejan de ser traducidos en
representaciones desde las cuales las personas se orientan, comprenden y actú an.
Otro aspecto fuertemente vinculado a nuestro campo representacional tiene que ver con la
focalizació n de nuestra prá ctica en el á rea clínica, con una visualizació n que se circunscribe má s al
terreno de la enfermedad, que al campo de la salud. A su vez, para determinados sectores sociales
nuestra clínica es directamente el psicoaná lisis, el divá n y los largos añ os de terapia.
La construcció n de este modelo o imagen no es arbitrario, sino que tiene su vinculació n con el
desarrollo profesional del psicó logo. Si nos remitimos a nuestro acontecer, ya desde los inicios
académicos prevalecía una fuerte orientació n hacia la clínica devenida de la influencia internacional.
Este predominio se acentú o en nuestro país con la expansió n del psicoaná lisis a mediados del añ o
1960 donde casualmente se da el inicio profesional.
Pese a las dificultades que nos conllevó instituir el valor diferencial de una intervenció n
estrictamente psicoló gica y de demostrar la especificidad de nuestra competencia en el trabajo
interdisciplinario, el perfil clínico fue el que predominó fuertemente dentro del quehacer profesional.
El resto de las á reas han conseguido su progresivo desarrollo con el correr de los añ os, así como
también las distintas corrientes teó ricas.
No obstante, la impronta que la clínica tiene en nuestra representació n social, sigue siendo
bastante fuerte. Y está muy ligada a una serie de prejuicios y falsas creencias en torno a la salud
mental, que sigue reproduciéndose con el paso de los añ os. Lo cual no es posible desconocer que los
contenidos representacionales no se construyen en el vacío, sino que siempre se cimientan en base a
algo que les da sentido.
Es de tener en cuenta que durante mucho tiempo la salud mental fue efectivamente abordada
desde el paradigma de la enfermedad, centrado en la visió n de las personas con afecciones mentales
como objetos pasivos de tratamiento y del hospital psiquiá trico como su espacio de atenció n. Lo que
en el imaginario social, llevó a ligar a nuestra disciplina con la atenció n de aquellas personas
etiquetadas como “locas”, posiblemente peligrosas y que por ende debieran estar encerradas o
apartadas de la comunidad. Por lo que no es llamativa la actitud desfavorable que muchas personas
puedan tener hacia nuestra profesió n, o a la posibilidad de recurrir al psicó logo.
Propiciamente en el añ o 2010 se va a dar sanció n a la nueva Ley Nacional de Salud Mental N°
26.657, que viene a establecer un nuevo paradigma centrado en la salud, en el reconocimiento de las
personas con padecimiento mental como sujetos de derechos y en la organizació n del proceso de
atenció n a través de la Red de Servicios basado en la comunidad.
Tal instrumento legal viene a renovar las concepciones respecto a lo que se entiende por salud
mental y su modalidad de abordaje. Sin embargo, es posible advertir que ambos modelos o
paradigmas siguen coexistiendo en la atenció n y el posicionamiento profesional, quizá por la falta de
un conocimiento adecuado respecto al cambio que la nueva legislació n viene a determinar, quizá por
la dificultad en asumir e internalizar este nuevo modelo, quizá porque se sigue arraigado al viejo
paradigma y podríamos seguir enunciando razones. Lo cierto es que instituir lo que este nuevo marco
jurídico plantea, es una responsabilidad legal y ética que nos convoca a todos los profesionales y que
involucra también a los futuros profesionales de la psicología.
Responsabilidad que también incluye abrir camino no solo a la modificació n de las
representaciones existentes sobre nuestro quehacer profesional, sino y con ello, a las
representaciones que durante largo tiempo han estigmatizado a todas aquellas personas afectadas
por padecimientos mentales.

Algunas consideraciones particulares en torno a la deconstrucción de prejuicios en salud


mental

La imagen erró nea y negativa del padecimiento mental, ha afianzado estereotipos, prejuicios,
mitos y falsas creencias, que perjudican de manera directa los derechos e inclusió n social de las
personas con problemas de salud mental y su entorno má s pró ximo.
Luego de la sanció n de la ley, la Comisió n Nacional Interministerial en Políticas de Salud
Mental y Adicciones elaboró distintos documentos con recomendaciones dirigidas a diversos
sectores, tras el objetivo de llevar adelante el proceso de transformació n que se pretende. Entre estos
documentos, se encuentran las “Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en
los medios”.
El discurso mediá tico -ya sea en el género periodístico como de la ficció n, tanto en el medio
audiovisual, radial, grá fico o en las redes sociales- es transmisor de conocimientos, valores, modelos,
informaciones que inciden en la comunicació n entre las personas y por lo tanto, influyen en la
construcció n de las representaciones.
Por tal razó n es que se establece esta guía, dirigida a quienes desarrollan funciones en los
medios de comunicació n, a los fines de brindarles -tal como lo dice la letra de su texto- “una
herramienta de trabajo para orientar y proporcionar recursos a la hora de comunicar sobre salud
mental y su colectivo, desde una mirada integral, que promueva un tratamiento mediá tico con
informació n adecuada, libre de estigmas y sin discriminació n” (Recomendaciones para el tratamiento
de temas de salud mental en los medios, 2013).
Entre el material que incluye, trata sobre los mitos y falsas ideas acerca de las personas con
padecimientos mentales. Aspecto que queremos rescatar y trasladar aquí, dado que consideramos
que nosotros mismos debemos ser los primeros en revisar aquellos contenidos representacionales
que circulan, evitar su reproducció n y contribuir a favor -tal como lo dice en la guía- “del
cumplimiento de los Derechos Humanos de las personas que padecen estas problemá ticas”
(Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en los medios, 2013, s/p).
Algunos de estos prejuicios se transcriben a continuació n:
⮚ Prejuicio 1. La salud mental es una cosa de locos…
Segú n la Organizació n Mundial de la Salud (OMS), 1 de cada 4 personas que vive en las grandes
ciudades necesita o necesitará apoyo psicoló gico durante su vida. La salud mental no es cosa de locos,
es cosa de todos.
⮚ Prejuicio 2. Las enfermedades mentales son un problema poco frecuente…
De acuerdo a estudios de la Organizació n Panamericana de la Salud (OPS/OMS), los trastornos
mentales está n dentro de las cinco primeras causas de enfermedad en nuestra regió n. El alcohol es en
Latinoamérica y el Caribe el principal factor de riesgo para la salud de la població n por encima del
tabaco. El alcohol y la depresió n son los problemas má s frecuentes en salud mental.
⮚ Prejuicio 3. Las personas cuya salud mental se encuentra comprometida no están en condiciones
de decidir sobre su vida…
Todas las personas tenemos el derecho a ser escuchadas y a tomar decisiones sobre nuestra
salud y nuestra vida, salvo en situaciones excepcionales y temporarias, de acuerdo a la Convenció n
Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad, suscripta por la Argentina en las
Naciones Unidas en 2007 y ratificada por el Congreso Nacional en 2008.
⮚ Prejuicio 4. La enfermedad mental es irreversible…
Los llamados padecimientos mentales pueden afectar parcial y transitoriamente la vida de una
persona. Con los apoyos comunitarios necesarios la recuperació n es posible.
⮚ Prejuicio 5. Las personas con enfermedad mental deben ser aisladas…
Todas las personas tienen derecho a recibir la atenció n de salud que necesitan, con el
acompañ amiento de sus afectos, en su comunidad, segú n la Convenció n Internacional de los Derechos
de las Personas con Discapacidad – Naciones Unidas 2007. Ni el hospital psiquiá trico, ni la reclusió n
son la respuesta apropiada.
⮚ Prejuicio 6. Una persona con enfermedad mental es sólo y exclusivamente un/a enfermo/a
mental y todos los sentimientos y conductas derivan de esa condición…
Las personas con o sin enfermedad mental tienen mú ltiples facetas. La condició n de
enfermedad mental no engloba todas las aspiraciones, deseos y proyectos de quien la padece. Incluso
tener diagnó sticos idénticos no implica que todas las evoluciones, dificultades o potencialidades sean
iguales. No hay enfermedad, hay enfermos.
⮚ Prejuicio 7. Las personas con padecimiento mental son peligrosas…
Las personas con enfermedad mental, en su conjunto, no son má s peligrosas que el resto de las
personas. Son má s víctimas que perpetradoras de actos agresivos.
Tal como se va a explicitar en la guía “el presente nos demanda a referentes de salud y
comunicadores, tanto del sector pú blico como del sector privado, a comprometernos en el hacer
cotidiano de trabajar en pos de la deconstrucció n del viejo relato sobre la salud mental y sus
consecuentes estereotipos” (Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en los
medios, 2013, s/p).

Algunas consideraciones en torno a la noción de interdisciplina a partir de la Ley Nacional de


Salud Mental

Tras la sanció n de la Ley Nacional de Salud Mental en el añ o 2010 y desde el nuevo paradigma
que dicha norma viene a instituir, se promulga a través del Capítulo V que dictamina sobre la
Modalidad de abordaje, que las intervenciones o acciones en salud mental sean realizadas en el marco
de la interdisciplina.
Específicamente el artículo 8 de la presente Ley, expresa:
Debe promoverse que la atención en salud mental esté a cargo de un equipo
interdisciplinario integrado por profesionales, técnicos y otros trabajadores capacitados
con la debida acreditación de la autoridad competente. Se incluyen las áreas de psicología,
psiquiatría, trabajo social, enfermería, terapia ocupacional y otras disciplinas o campos
pertinentes (Ley N° 26.657, 2010, art. 8).
Se plantea así, un abordaje de la salud mental que procure un proceso de construcció n
interprofesional, que trascienda los límites de las disciplinas individuales tras el fin de estudiar y
tratar el padecimiento mental desde perspectivas mú ltiples e integrales.
Sin embargo, no se puede dejar de visualizar los diversos sentidos y significados que se
construyen a nivel social y profesional particularmente, ante esta modalidad interdisciplinaria que la
Ley propone.
Las distintas disciplinas –aú n perteneciendo al mismo campo de la salud– fueron
construyendo prá cticas y discursos de diversas ló gicas, que resultan tanto de las trayectorias socio-
histó ricas como del propio campo profesional que le es específico, delimitando desde allí el enfoque
de una determinada problemá tica, como la especificidad de la intervenció n profesional. Esto da
razó n, a encontrarnos con modos fragmentados de abordaje, donde una problemá tica segú n desde
donde es mirada, es parcelada y circunscripta en “lo social”; “lo mental”, “lo físico”, etc. con énfasis en
la “atenció n individualizada” (Stolkiner, 2005).
Esta subdivisió n de las disciplinas a partir del objeto de estudio y/o intervenció n, fue gestando
prá cticas disciplinares de marcada especificidad hasta alcanzar un grado de especializació n extrema
que determinó la constitució n de fronteras tanto en el dominio de conocimiento como en el
desarrollo de metodologías particulares, dando surgimiento a la especializació n disciplinar (Perini,
Benítez & Ló pez, 2014).
Lo complejo de esto, có mo va a sostener Morín (1998) es que “(…) El espíritu
hiperdisciplinario va a devenir en un espíritu de propietario que prohíbe toda incursió n extranjera en
su parcela del saber” (Morín, 1998, s/p). Tal realidad, no deja de generar una permanente tensió n
interdisciplinar en el abordaje de un mismo problema, gestá ndose que la disputa desplace la
bú squeda de conocimiento y de respuestas. “El “egoísmo disciplinar” fragmenta los problemas,
burocratiza los tiempos de intervenció n y prolonga las respuestas, quedando el sujeto relegado”
(Perini, et al).
El espíritu de la ley, aspira a prá cticas interdisciplinares fundadas en el encuentro, la
cooperació n y producció n de nuevos marcos conceptuales compartidos, sin que ello signifique perder
la especificidad disciplinar. Có mo va a sostener Morin (2005) implica “abordar y comprender una
problemá tica como un entramado heterogéneo e inseparable, donde la interrelació n de todas las
dimensiones permite concretar la paradoja de lo uno y lo mú ltiple” (Morín, 2005, s/p).
El trabajo y actuació n interdisciplinar en el campo de la salud mental, implica como sostiene
Stolkiner (1999), una producció n de poder y el poder aparecerá necesariamente dentro del proceso
(tensiones, competencias y lucha por la hegemonía de un campo disciplinar). Sin embargo, el desafío
implica que cada profesional pueda despojarse de la pretensió n de imposició n de conocimientos y
prá cticas, reconociendo los límites de una disciplina cuando se construye un abordaje de cará cter
integral. Como va a plantear la autora, “la participació n en un equipo de esta índole implica
numerosas renuncias, la primera es la renuncia a considerar que el saber de la propia disciplina es
suficiente para dar cuenta del problema” (Stolkiner, 1999, s/p).
Las demandas en salud mental son multicausales y multidimensionales, lo que requieren del
trabajo conjunto en la producció n de nuevos saberes y modalidades de intervenció n, que no se
restrinja a la sumatoria de iniciativas individuales. La interdisciplina solicita de un trabajo sostenido
y constante. Como afirma Nora Elichiry (2009) “una cooperació n ocasional no es interdisciplina”, se
requiere de una actitud de “cooperació n recurrente” (Elichiry, 2009, s/p).
Y si bien, esta modalidad de abordaje es contemplada por los profesionales de la salud mental
como importante, cuesta mucho aú n efectivizarla en la praxis concreta. La construcció n colectiva
sigue siendo un reto que aú n convoca, cuesta modificar las funciones profesionales, como también las
jerarquías histó ricamente construidas en las instituciones del á mbito de la salud mental. Los
enunciados de la Ley, parecieran quedar asiduamente en suspenso, relegados. Quizá sea por su
desconocimiento, por la resistencia al cambio, por trayectorias formativas universitarias que
promueven aprendizajes especializados y fragmentados, por prá cticas individuales e institucionales
hegemó nicas, o por tantas otras razones implicadas.
Al decir de Perini, et al:
La normativa vigente no puede resolver cuestiones epistemológicas, teóricas,
metodológicas y políticas, pero está proponiendo a los profesionales del campo de la salud
mental la oportunidad histórica de superar las prácticas hegemónicas en el campo y
fundar el sentido de la acción colectiva (Perini, et al).

A modo de conclusión

Con la emergencia de los profesionales de la psicología en la Argentina, se fueron instalando


desde el saber del sentido comú n representaciones sobre nuestro quehacer científico. Mú ltiples y
diversas han sido las fuentes que dieron y siguen dando origen a estas construcciones simbó licas. Las
ideas antes desarrolladas forman parte solo de algunos elementos que han materializado significados,
colaborando en la estructuració n de las mismas. Como va a decir Moscovici “la objetivació n traslada
la ciencia al dominio del ser y el anclaje la delimita en el del hacer” (Moscovici, 1979, s/p).
Por tal razó n, esclarecer aquellas nociones, creencias, imá genes, metá foras instaladas desde lo
social y reflexionar sobre las razones, motivos o causas que las originan, es una tarea ineludible que
nos emplaza. No solo por los efectos y consecuencias que pudieren colaborar en posiciones y
actitudes desfavorables sobre nuestra prá ctica profesional, sino también por las repercusiones que
operan sobre quienes asistimos o potencialmente requieren de nuestra asistencia o intervenció n.
Reflexionar sobre esos sentidos y significados que, con nuestro accionar, coadyuvamos a
construir socialmente sobre lo que hacemos los psicó logos, es también una responsabilidad
profesional y ética que no debemos dejar de atender. Una responsabilidad hacia los destinatarios de
la prá ctica, hacia el pú blico en general, hacia la psicología como profesió n y hacia la psicología como
ciencia. Una responsabilidad profesional y una responsabilidad científica, que redundan en una
responsabilidad social.

Referencias

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octubre 2005. Posadas, Misiones.

Leyes
Ley Nacional N° 26.657 (2010) Derecho a la protecció n de la salud Mental. Repú blica Argentina.

GUIA DE LECTURA

➢ Defina, de la manera má s completa posible (tomando conceptos de diferentes autores que


presenta el texto), ¿qué son las representaciones sociales?
➢ Segú n Moscovici ¿Cuá l es la meta principal que persigue una representació n social?
➢ Establezca diferencias y relaciones entre los postulados teó ricos de Serge Moscovici y Pierre
Bourdieu en relació n a las representaciones sociales.
➢ ¿Cuá les son las condiciones de emergencia de las representaciones sociales segú n Moscovici?
Explique cada una.
➢ ¿Cuá les son los ejes o dimensiones sobre los que se articulan las representaciones sociales
segú n Moscovici?
➢ Identifique y explique los procesos que dan lugar a la formació n de las representaciones
sociales.
➢ Identifique y enumere con ítems algunas construcciones simbó licas en torno a la construcció n
de las representaciones sociales de la profesió n del psicó logo (aquellas que provienen de los
otros, de la sociedad en general y las que provienen de los propios profesionales de la
psicología).
➢ Hacer una primera lectura de la Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657, (que encuentran en
el material bibliográ fico obligatorio- compendio de Normativas Legales y Deontoló gicas) para
pensar y reflexionar sobre los prejuicios, mitos y falsas creencias que se han construido en
torno al padecimiento mental. Escriba en no má s de una carilla la reflexió n sobre este tema,
teniendo en cuenta lo leído.
➢ “Los contenidos representacionales no se construyen sobre el vacío sino que se cimentan siempre
en base a algo que les da sentido”. Esta idea nos permite pensar que ninguno de los prejuicios
sobre salud mental se cimentan en el vacío, existen argumentos que a lo largo de la historia de
la sociedad y de la profesió n, los paradigmas imperantes, el discurso mediá tico, entre otros,
fueron dando sentido a los mismos. Elija 4 de los Prejuicios presentados en el texto y
argumente cuá les podrían ser los argumentos que den sentido a esos mitos en relació n al
padecimiento mental.
➢ ¿Có mo cree que los psicó logos pueden deconstruir esos prejuicios en relació n a la salud
mental?
➢ Continuando con la nueva Ley Nacional de Salud Mental, releer el Capítulo V que dictamina
sobre la Modalidad de abordaje y explique ¿qué se entiende por interdisciplina? Explique la
idea del “egoísmo disciplinar” ¿a qué se refiere? Y ¿a qué se debe el mismo?
Reflexione en torno a esta pregunta ¿se pierde cierta especificidad disciplinar desde un
abordaje interdisciplinar? Fundamente.
DEONTOLOGIA Y LEGISLACIÓN PROFESIONAL

EJE II:
LA DIMENSIÓN DEONTOLOGICA
EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO

A continuació n encontraras los artículos correspondientes a la Bibliografía de este


Eje. Posterior a cada artículo, dispondrá s de una Guía de Lectura que te orientara
en la comprensió n del texto y focalizará los aspectos má s relevantes de cada tema.

ARTÍCULO LA DIMENSIÓN DEONTOLÓGICA


EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO

AUTOR/ES GABRIELA M. DEGIORGI

Si partimos considerando que el psicó logo es un profesional especializado en una rama de las
ciencias humanas y que como tal el campo de aplicació n de su ejercicio involucra al hombre, sus
derechos, su dignidad, su valor como persona y particularmente su salud mental, no podemos dejar de
evaluar la elevada responsabilidad profesional que dicho accionar comporta.
El psicó logo desde cualquier esfera de acció n en la que se desempeñ e, penetra como ningú n
otro profesional en la intimidad de las personas, en el conocimiento de su personalidad, en sus
conflictos, sentimientos, emociones, creencias, en su subjetividad. Esto da razó n, a que toda
intervenció n sobre el sujeto, para que sea una intrusió n legítima, deba ser realizada no solo con los
conocimientos especializados de la disciplina y las habilidades técnicas para la prá ctica, sino y
fundamentalmente atendiendo a la dimensió n deontoló gica que atraviesa su quehacer para que este
converja en un accionar correcto y adecuado cuando se solicita de nuestra atenció n profesional.
A los fines de comprender la importancia de esta dimensió n, será necesario introducir algunas
conceptualizaciones y componentes que forman parte de la deontología, para visualizar así su
relevancia en el ejercicio profesional del psicó logo.

Aproximación conceptual a la deontología

Como punto de partida, será necesario iniciar definiendo lo que se entiende por deontología. La
palabra deontología etimoló gicamente procede del griego deon (lo conveniente, lo debido) y logía
(tratado, conocimiento, estudio), lo que significa el estudio o tratado de lo debido. El creador de éste
término fue el filó sofo y jurista inglés Jeremy Bentham (1748-1832), quien lo utilizó para designar una
ciencia de lo “conveniente”; refiriéndose a la rama de la ética cuyo objeto de estudio son los
fundamentos del deber y las normas morales. Es también conocida como "Teoría del deber". El autor
edifica una deontología sobre la base del utilitarismo.
El Utilitarismo en su forma clá sica propone el principio de utilidad, como le llama Bentham, que
establece que una acció n es moralmente buena cuando produce mayores beneficios que perjuicios y un
mejor cá lculo de buenas consecuencias respecto de cualquier otra acció n alternativa. Bentham
identifica el “bien” en cuestió n con el placer o la felicidad, y el mal con el dolor o la infelicidad
(Mainetti, 2002).
Segú n el autor, la deontología estudia los deberes que deben cumplirse para alcanzar el ideal
utilitario del mayor placer posible o la má xima felicidad para el mayor nú mero de individuos. De este
modo, toda acció n que conduzca a ese fin, será aceptada como moralmente correcta.
La primera alusió n al término la hizo en su obra Deontology or the Science of Moralit en 1834,
presentando su “deontology” como una ciencia de normas que sirven de medios para alcanzar normas
que se consideran fines.
La concibe, de esta manera, como una disciplina descriptiva y empírica cuyo fin es la
determinació n de los deberes que han de cumplirse en determinadas circunstancias sociales y muy
específicamente dentro de una profesió n determinada (Ferrater Mora, 1985).
Existen tantas deontologías, como cuantas ramas profesionales existan y en el caso particular de
nuestra profesió n, la deontología va a contemplar y establecer los deberes exigibles al psicó logo para
un ejercicio adecuado de su prá ctica profesional.
Una característica fundamental de la deontología profesional es que tiene un fuerte componente
de autorregulació n, entendida en un sentido colectivo.
Esto se debe a que, por un lado, quien se encarga de establecer las normas que especifican los
deberes mínimamente exigibles a los profesionales en el desempeñ o de su actividad, es el propio
colectivo profesional. Por el otro, quienes van a procurar mantener, promover y defender la
deontología, son los organismos profesionales, quienes se ocupan de vigilar el cumplimiento de
determinados niveles de exigencia, de competencia y de calidad en el desempeñ o del trabajo de sus
colegiados.
Es decir, que son los mismos profesionales los creadores, sujetos y objetos de sus propias
normas deontoló gicas, son quienes se van a encargar de recogerlas por escrito en los có digos de ética y
a la vez quienes está n facultados para velar por su cumplimiento a través de sus organismos
profesionales.
Así, los instrumentos o mecanismos que van a dotar de efectividad a la deontología y a su vez
van a permitir su institucionalizació n, son los organismos profesionales y los có digos de ética o có digos
deontoló gicos.

Organismos Profesionales

El Estado delega en los organismos profesionales –colegio o consejo de psicó logos– diversas
atribuciones y funciones atinentes al resguardo y vigilancia del ejercicio profesional.
Los colegios o consejos profesionales, son corporaciones de derecho pú blico, amparadas por la
Ley y reconocidas por el Estado, con personalidad jurídica propia y plena capacidad para el
cumplimiento de sus fines.
Dichas Instituciones tienen alcance provincial, son las que otorgan la habilitació n legal que
obligatoriamente es requerida para el desempeñ o de la prá ctica y está n conformadas por los
psicó logos matriculados que ejercen la profesió n dentro de ese á mbito territorial.
Entre sus mú ltiples competencias, es posible destacar:
⮚ El procedimiento de gestión: entre lo que se destaca la ordenació n y funcionamiento del ejercicio
de la profesió n, la representació n institucional de la profesió n, de los colegiados, de sus
intereses y derechos.
⮚ El procedimiento de control: vigila el cumplimiento de determinados niveles de exigencia, de
competencia y de calidad en el desempeñ o del trabajo de sus colegiados. Vela por el
cumplimiento de la normativa deontoló gica, la prá ctica profesional ética, en resguardo y
protecció n de los destinatarios de los servicios de sus colegiados.
⮚ El procedimiento sancionador: quien se ocupa de esta funció n dentro de la entidad, es el
Tribunal de É tica, donde de oficio o por denuncias recibidas (de matriculados, instituciones o
particulares) tiene el poder disciplinario para dictaminar las sanciones correspondientes ante el
incumplimiento o violació n a la ética en el ejercicio de la profesió n (apercibimiento, multa,
suspensió n o cancelació n de la matrícula temporaria o definitiva) (Ley Provincial N° 8312, art.
16-18).

Los Códigos de Ética o Códigos Deontológicos

Los có digos de ética o có digos deontoló gicos cumplen varias funciones: unas miran al exterior
de la profesió n y otras hacia el interior. Hacia fuera los có digos sirven de término de referencia de la
conducta recta y competente que los ciudadanos pueden esperar de los profesionales: de este modo,
definen el perfil moral de la profesió n, promueven su prestigio social y le confieren legitimidad pú blica.
Hacia dentro de la profesió n, los có digos, ademá s de ser la guía necesaria de la conducta aceptable de
los profesionales en ejercicio, sirven de patró n objetivo para juzgar, conforme al régimen disciplinario
establecido, las conductas profesionales inadecuadas (Nú ñ ez Arévalo, 2008).
En síntesis, los có digos de ética son documentos creados y sancionados por los organismos
profesionales oficiales. Pueden ser definidos como cuerpos normativos ordenados de manera
sistemá tica y metó dica.
La finalidad de los mismos es explicitar y regular lo que se puede o bien no se puede hacer ante
determinadas circunstancias. Plantean un encuadre y herramientas acerca de lo que se considera
correcto y adecuado para la actividad profesional. Su cará cter de guía o pauta de conducta los hace un
instrumento ú til y necesario para el ejercicio de la prá ctica.
Los có digos se encuentran organizados por medio de una gradiente estructural:
⮚ Lo primero que presentan es la Introducción. En este apartado se expresa la intenció n y alcance
de aplicació n del có digo de ética.
⮚ En segundo término se ubica el Preámbulo. A través del mismo se establece el propó sito del
có digo, es donde se reflejan los valores de la profesió n, aquellas cualidades inmateriales que
marcan un rumbo a nuestro accionar. El mismo fundamenta el respeto por los Derechos
Humanos como eje organizador.
⮚ Sobre estos valores se asientan los Principios, los cuales son formales, aunque un tanto má s
concretos que los valores. Los principios enuncian metas valiosas, pueden ser definidos como
ideas abstractas, modelos supremos, guías de acció n que ayudan a conocer lo que es bueno,
deseable, para un individuo o grupo, y al ser aplicados a una profesió n, adquieren la
especificidad de la misma.
El Có digo de É tica de Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina va a expresar que los
principios “constituyen objetivos deseables que guían a los psicó logos hacia los má s elevados
ideales de la Psicología” (FePRA, 2013, s/p). Por su parte el Có digo de É tica del Colegio de
Psicó logos de la Provincia de Có rdoba va a sostener que “poseen una funció n orientativa de la
prá ctica” (Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, 2016, s/p).
A su vez, los principios se caracterizan por ser portadores de fuerza normativa, así un valor que
emana de un principio se pone en prá ctica por medio de un enunciado concreto o norma que,
aplicada en un entorno profesional, se convierte en un deber para todos aquellos que ejercen
esa profesió n.
De esta manera, los principios son los que orientan el proceso de constitució n de la norma,
recibiendo de ellos su contenido.
⮚ Finalmente se presentan las normas deontológicas, que son las que establecen los deberes
concretos para el desempeñ o profesional. Las normas son caminos o vías para que el valor y los
principios se concreten en una determinada situació n.
El Có digo de É tica de FePRA va a explicitar que “las normas deontoló gicas establecen reglas de
conducta profesional, las que expresan deberes que afectan a todos los profesionales
psicó logos” (FePRA, 2013, s/p). Por su parte el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la
Provincia de Có rdoba va a determinar que “expresan deberes obligantes para el ejercicio
profesional” (Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, 2016, s/p).
Ambos van a afirmar que su incumplimiento atenta contra los derechos de los receptores de los
servicios profesionales. También van a aclarar que la mayoría de las normas está n redactadas
de manera general, de modo que puedan adecuarse y ser aplicadas en funció n de la situació n, el
á mbito profesional y el contexto de desempeñ o. Se especifica que las reglas enunciadas, no son
exhaustivas, lo que no habilita a que la ausencia de disposiciones expresas deba interpretarse
como admisió n de prá cticas y actos incompatibles con el sentido del có digo.
La importancia de los có digos radica entonces, en que:
⮚ Establecen una serie de pautas que regulan nuestra prá ctica, funcionando como una referencia
anticipada a situaciones posibles y por venir.
⮚ Resumen el conocimiento alcanzado en el campo profesional hasta cierto momento, lo cual
funciona como fundamento de las normativas. Es como un estado del Arte adquirido hasta el
momento.
⮚ Las normativas de los có digos encuentran una referencia jerárquicamente superior en las
normas jurídicas (Salomone, 2003).

Principios Éticos y práctica profesional


Quiero centrarme en este apartado y darle mayor profundidad a la especial relevancia que los
principios éticos tienen para la prá ctica profesional del psicó logo. Como fue dicho, los principios tienen
una funció n orientativa para guiar las conductas profesionales a modo de marco general, pero a su vez
es necesario resaltar que los mismos también desempeñ an una funció n cognitiva como guía de
interpretació n y deliberació n.
Lo que significa que ante la imprecisió n, insuficiencia o colisió n de las normas, podemos
remitirnos a aquellos, que son la fuente a la que podemos apelar para dirimir el conflicto o dilema que
la especificidad de los escenarios de la praxis nos plantee.
Los principios está n en la base de las decisiones, ayudan a argumentar y fundamentar juicios
concretos ante el conflicto de deberes o posiciones encontradas.
Dworkin entiende a los principios como normas de cará cter vinculante, que adquieren una
especial relevancia en la interpretació n de una situació n, ayudá ndonos de manera determinante en la
decisió n para resolver un caso concreto (Dworkin, 1997).
El Có digo de É tica de la FePRA va a plantear que “en caso de contradicció n aú n parcial, entre
dos bienes protegidos los psicó logos procederá n siempre segú n el criterio ético de optar por el que
ocupe el lugar má s alto en la escala valorativa” (FePRA, 2013, s/p).
Y justamente como fue dicho, los principios enuncian valores o metas valiosas, ofreciéndonos
así criterios de cará cter general a los cuales apelar para resolver situaciones particulares, siendo de
gran orientació n para discernir en el proceso de ponderació n.
Varios son los principios contemplados en distintos instrumentos para el ejercicio profesional
del psicó logo, no obstante sin restar importancia a otros voy a nominar y a hacer un breve esbozo aquí,
de aquellos principios éticos generales comunes a todos los có digos que regulan el accionar del
psicó logo.
Los mismos intentan cubrir valores bá sicos en la atenció n de la salud mental de la població n y
tienen por meta proteger el bienestar, la dignidad y la libertad de las personas por sobre todas las
cosas. Será n de aplicació n en cualquiera de las formas de ejercicio, á reas o contexto donde se
desempeñ e el profesional. Dichos principios son:
⮚ Consentimiento informado.

⮚ Derecho a la privacidad.

⮚ Honestidad intelectual.
En cuanto al principio de Consentimiento informado fue desarrollado en el curso de los procesos
celebrados en Nuremberg, finalizada la segunda guerra mundial e incluido en el primer có digo de ética
aprobado tras una decisió n judicial en 1947.
En 1964, tuvo lugar el pronunciamiento de la octava asamblea de la asociació n médica mundial,
conocida como la Declaració n de Helsinski, donde también se lo contempla. Y, particularmente en el
caso de los psicó logos, las normas éticas de la American Psychological Association, lo establece en su
principio octavo.
c
Para ello deberá informar sobre los medios y propó sitos de la misma, entre los que se incluirá
objetivos, métodos, técnicas, duració n, honorarios, como así también de los potenciales riesgos de tal
participació n.
El consentimiento otorgado debe ser totalmente voluntario, no mediando coerció n, presió n o
restricció n alguna; deber ser racional, para comprender los alcances de sus actos; y la persona debe
estar capacitada legalmente para poder autorizarlo.
En el caso de que la persona involucrada no esté en condiciones legales, intelectuales o
emocionales de evaluar la situació n para brindar su consentimiento, su responsable legal es quien
deberá otorgarlo.
Cuando se lleven a cabo investigaciones, donde se tenga que someter al sujeto de sus estudios a
algú n grado de riesgo, tensió n o estrés, debe regir el Consentimiento documentado o escrito.
Cabe destacar, por un lado, que el grado de riesgo o estrés al que se somete al sujeto, debe ser
tolerable y no producir efectos secundarios irreversibles; por el otro, que esta clase de investigaciones
só lo será n admisibles cuando cumplan ciertos requisitos, el problema sea científicamente relevante y
no pueda ser investigado de otra forma.
El otro principio referido es el Derecho a la privacidad, que es patrimonio de todo ser humano.
El mismo consiste en el derecho que tiene toda persona a guardar “para sí misma” toda informació n
referida a su vida privada. Sus pensamientos, emociones, opiniones, creencias o valores le pertenecen y
nadie bajo ninguna razó n o pretexto, está autorizado a entrometerse en su vida íntima o violar este
derecho.
Ligado al Derecho a la privacidad se desprende el requisito de “confiabilidad”, plasmá ndose
como normativa en todos los có digos de ética que regulan el accionar del psicó logo bajo la figura de
Secreto Profesional.
El mismo determina la obligació n que tiene el psicó logo de mantener en la má s absoluta reserva
toda la informació n que haya recopilado acerca de una persona en el ejercicio de sus funciones.
Dicho precepto ético está centrado en el resguardo de la subjetividad de los destinatarios de sus
servicios y fundamentalmente sobre la utilizació n que haga el profesional de la informació n que posea
de éste.
Deberá tomar todos los recaudos necesarios al crear, almacenar o eliminar la informació n
volcada en sus registros, de manera que garantice una adecuada confidencialidad.
Las historias clínicas u otros datos referentes a casos estudiados solo será n utilizados para fines
didá cticos o ilustrativos, cuando se hayan tomado las medidas necesarias para no revelar la identidad
de los interesados.
En el caso de compartir informació n confidencial con otros profesionales porque la situació n así
lo requiera, el secreto profesional se extiende a todos los participantes.
La informació n que se brinde a padres o responsables de menores o incapaces, como así
también la que se otorgue a las instituciones que la requieran, siempre deberá cuidar el resguardo del
sujeto, teniendo en cuenta lo que lo pueda condicionar o perjudicar.
La revelació n del secreto profesional só lo se realizará frente a situaciones límites y cuando
medie justa causa, caso contrario estaríamos incurriendo en la violació n de esta norma.
Finalmente el ú ltimo principio mencionado es la Honestidad intelectual. Este principio apunta
fundamentalmente al reconocimiento de los “límites” por parte del profesional en el ejercicio de su
prá ctica.
Entre ellos, se encuentra el reconocimiento de la propia competencia. El profesional no deberá
abordar casos, situaciones o problemas para los que no esté capacitado o tenga la idoneidad suficiente;
sea porque no tiene los conocimientos necesarios para abordar el caso, porque el marco teó rico en el
que se sustenta no le otorga las herramientas necesarias para atender esa problemá tica o bien porque
la conflictiva que se le presenta escapa total o parcialmente a los límites de su propia disciplina.
En estos casos el psicó logo deberá ayudar al destinatario de sus servicios a que encuentre la
asistencia profesional adecuada, o bien incluirá en el abordaje la intervenció n de otros especialistas
cuando ciertos aspectos del problema lo requieran.
También deberá reconocer los límites de su propia personalidad, absteniéndose de realizar
cualquier tipo de actividad profesional en la cual sus problemas personales pudieran interferir
negativamente, provocando un desmejoramiento de sus servicios o bien un perjuicio para sus
destinatarios.
Su eficiencia depende en buena medida de su capacidad para establecer relaciones
interpersonales sanas y una alteració n temporaria o duradera de su personalidad, puede inferir en su
capacidad o bien distorsionar su apreciació n de los demá s.
En el caso de que esto ocurriera mientras se encuentra prestando un servicio, tendrá que
recurrir a un profesional competente para determinar si puede continuar asistiendo el caso o bien
renunciar y derivarlo.
Por ú ltimo, deberá atender a los límites que le marca la propia disciplina o profesió n que ejerce,
no utilizando métodos o técnicas que no estén avalados científicamente por ésta, ni ofrecerá servicios
que no estén contemplados por las normas profesionales establecidas en los distintos sectores o
campos de actividad.
Como Murat (1987) sostiene, ser honesto intelectualmente no es solamente una norma ética,
sino también un requisito metodoló gico de sumo valor.

Consideraciones finales

La dimensió n deontología en el ejercicio de la prá ctica profesional del psicó logo, busca un
equilibrio entre un determinado estilo de vida moral y un alto nivel de profesionalidad técnico-
científica. Va a delimitar a través del có digo de ética, un encuadre acerca de lo que se debe y lo que se
considera correcto y adecuado para la actividad profesional, velá ndose por su cumplimiento a través
de los organismos profesionales.
Enuncia valores, que ponderados a través de los principios orientan la direcció n de la praxis
profesional, sentando las herramientas que permitirá n desde la dimensió n ética direccionar un
accionar que procure siempre el bienestar y resguardo de los destinatarios de nuestros servicios
profesionales.

Referencias

Dworkin, R. (1997) “Los derechos en serio”. Editorial Ariel, S.A., Barcelona.


Ferrater Mora J. (1985) “Ética Aplicada”. Editorial Alianza Universidad.
Mainetti, J. (2002) “Bioética sistemática”. Copyright.
Murat, F. (1987) “Evaluación del comportamiento humano”. Editorial Direcció n General de Publicaciones UNC. Argentina.
Nú ñ ez Arévalo, M.D. (2008) “Aná lisis del có digo deontoló gico de enfermería”. Tesina para la adquisició n del título de
Má ster en Bioética por la Universidad Internacional de Catalunya. Españ a.
Salomone, G. (2003). “Consideraciones sobre la É tica profesional: dimensió n clínica y campo deontoló gico- jurídico”. XI
Anuario de Investigaciones, Añ o 2003, Secretaría de Investigaciones. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires.
ISSN: 0329-5885.

Leyes y códigos
Có digo de É tica de la Federació n de psicó logos de la Repú blica Argentina, (2013).
Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, (2016).
Ley Provincial N° 8.312 (1993) Constitució n del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba. Provincia de Có rdoba.

GUIA DE LECTURA

➢ ¿Qué es la deontología y que establece?


➢ Una característica fundamental de la deontología profesional es que tiene un fuerte
componente de autorregulació n, entendida en un sentido colectivo ¿A qué se debe?
➢ ¿Cuá les son los instrumentos o mecanismos que van a dotar de efectividad a la deontología y a
su vez van a permitir su institucionalizació n?
➢ ¿Qué son los Organismos Profesionales? ¿Que alcance tienen, por quienes está n conformados y
cuá les son sus competencias?
➢ ¿Qué son los Có digos de É tica, quien los sanciona y que finalidad tienen?
➢ Los Có digos de É tica se encuentran organizados por medio de una gradiente estructural.
Determine cuales son los elementos que presenta y defina que establece cada uno ellos.
➢ ¿En que radica la importancia de los Có digos de É tica?
➢ ¿Que relevancia tienen los principios éticos para la prá ctica profesional del psicó logo?
➢ ¿Cuá les son los principios éticos generales comunes a todos los có digos que regulan el accionar
del psicó logo y que establecen cada uno de ellos?
➢ ¿Cuá l es la importancia de la dimensió n deontología en el ejercicio de la prá ctica profesional del
psicó logo?

ARTÍCULO SECRETO PROFESIONAL: ALCANCES, LÍMITES E


INCIDENCIAS EN EL EJERCICIO PROFESIONAL
DEL PSICÓLOGO

AUTOR/ES GABRIELA M. DEGIORGI - YANINA M. FERREYRA

En tiempos de hipermodernidad, donde van a coadyuvar nuevos modos de funcionamiento


subjetivos e intersubjetivos característicos de la época y un nuevo contexto de la relació n asistencial en
salud mental, conceptos como intimidad, confianza, confidencialidad, privacidad y secreto profesional
adquieren una especial relevancia y especificidad.
La intimidad es un á mbito de reserva que tiene la vida de una persona, sus acciones, sus
pensamientos, sus sentimientos, sus creencias, sus afecciones y hasta aquello que aú n ignora. Es algo
personal, privado, interior y profundo, que reviste el cará cter de irrenunciable, inalienable e
imprescriptible. La intimidad debe ser siempre entendida como un derecho esencial e inherente a la
persona humana. “La intimidad de una persona es en tiempos posmodernos el bien jurídico má s
vulnerable. El derecho a la intimidad, se configura como uno de los derechos de la personalidad má s
sutiles y má s difíciles de delimitar y proteger por el derecho penal” (Muñ oz Conde, 1996, p. 216). Con
intimidad se alude a la diferencia entre lo “privado” y lo “pú blico” de una persona. “ Intimus”, cuya raíz
es latina, está compuesto por “inti” (interior) y “mus” (muy íntimo), el adjetivo alude a aquella parte
interior de la persona.
Wajcman va a decir que “lo íntimo es un lugar, donde el sujeto puede estar y sentirse fuera de la
mirada del Otro” (Wajcman, 2006, s/p).
Sin embargo, el á mbito de la intimidad está muy influenciado por la cultura y por la vivencia del
sujeto, de lo que él considera “íntimo y personal”. Así, algunas personas consideran una cuestió n íntima
su vinculació n con una religió n, con su trabajo o su estado de salud; otras no otorgan importancia a esa
informació n o no siempre en el mismo grado. Con la irrupció n de las redes sociales, la era digital y el
manejo de informació n informatizada, el deseo de mostrar la intimidad ha modificado los alcances y
contenidos de la privacidad y se deja a la libre decisió n de la persona que marque élla los límites de
qué y a quién mostrar. Lo que da cuenta, que los límites de lo pú blico y lo privado, del adentro y el
afuera, se han permeabilizado, desdibujado, son poco claros. Esto se ve potenciado con la introducció n
de la virtualidad como medio técnico, donde no es posible ser controlado por la persona y el riesgo
de que su intimidad se vea vulnerada aumenta.
El término intimidad encuentra sutil analogía con el concepto de privacidad. La Real Academia
Españ ola (en adelante RAE) define privacidad como “el á mbito de la vida privada que se tiene derecho
a proteger de cualquier intromisió n” (RAE, 2018, s/p). Entonces, la privacidad se asentaría en una capa
menos profunda de la persona. Y si bien privacidad e intimidad forman parte de un todo, cabría afirmar
que lo privado es má s amplio que lo íntimo, constituyéndose en nuestro ordenamiento jurídico como
un derecho resguardado normativamente tanto desde lo legal, como desde lo ético.
En el plano de lo legal, desde la misma Constitució n Nacional (1994) a través de sus artículos 18
y 19 se va a consagrar el derecho a la privacidad contemplá ndose sus diversas aristas. Si nos situamos
concretamente en el ejercicio profesional del psicó logo, va a aparecer enunciado como un Principio
É tico fundamental, en el que se establece el derecho que tiene toda persona a guardar para sí misma
toda informació n referida a su vida íntima. Sus pensamientos, emociones, opiniones, creencias o
valores le pertenecen y nadie bajo ninguna razó n o pretexto, está autorizado a entrometerse en su vida
privada o vulnerar ese derecho.
Sin embargo y como lo antes descrito, es razó n de nuestro trabajo en la praxis profesional, el
resguardo de este derecho enunciado en el principio será asegurado a través del requisito de
“confiabilidad” o “confidencialidad”. Así, la confiabilidad o confidencialidad se plasma como normativa
tanto en las leyes de ejercicio profesional, como en todos los có digos de ética que regulan el accionar
de los profesionales de la salud mental, bajo la figura del Secreto Profesional.

Secreto Profesional: alcances y límites

La RAE va a establecer que lo confidencial es “lo que se hace o dice en confianza o seguridad
recíproca entre dos o má s personas” (RAE, 2018, s/p). En el campo de la salud, la confidencialidad
reside en la informació n que una persona brinda a un profesional en la creencia que la misma será
resguardada. El secreto profesional, es así, la contracara de la confidencialidad. Este se presenta como
un derecho que le compete al usuario de un servicio de salud y se transforma en un deber ético y una
obligació n jurídica que recae sobre los profesionales de la salud.
La institució n del secreto profesional, no solo se desprende como fuente normativa desde la
misma Constitució n de la Nació n Argentina, sino que ademá s se plasmará legislativamente en gran
cantidad de Tratados Internacionales, como la Declaració n de los Derechos Humanos (1948) a través
de su artículo 12; Los Doce Principios de Provisió n de Atenció n de la Salud en Cualquier Sistema
Nacional de Atenció n de la Salud (1983) en su punto IV; en La Declaració n Universal sobre Bioética y
Derechos Humanos (2005) a través de su artículo 9; en la Declaració n de Lisboa (actualizada en 2005);
en la Declaració n de Ginebra (actualizada en 2006); en las Cartas de Derechos y Deberes de los
Pacientes; por mencionar tan solo algunos de los documentos internacionales que pronuncian su
resguardo. Encontrará a su vez, su repercusió n en diversas legislaciones nacionales y provinciales
dentro de nuestro Derecho positivo.
A tales fines, nos centraremos en un primer momento en aquellas regulaciones que atañ en
específicamente al ejercicio profesional del psicó logo, para analizar luego otras legislaciones del orden
jurídico que son incidentes para direccionar nuestro accionar.
A través de la Ley N° 7.106 (1984) de “Disposiciones para el ejercicio de la Psicología” de la
Provincia de Có rdoba, en su artículo 7, inciso d, se va a establecer:
Guardar el más riguroso secreto sobre cualquier prescripción o acto profesional salvo las
excepciones de la ley o en los casos que por la parte interesada se lo relevare de dicha
obligación expresamente. El secreto profesional deberá guardarse con igual rigor respecto
de los datos o hechos que se informaren en razón de su actividad profesional sobre las
personas en sus aspectos físicos, psicológicos e ideológicos (Ley N° 7.106, 1984, art.7, inc.
d).
Se plantea así, rigurosidad en la reserva del acto profesional, los datos y hechos conocidos,
demarcá ndose los aspectos físicos, psicoló gicos e ideoló gicos.
En relació n a esto, Beauchamp y Childress (1987) van a considerar que existen tres niveles o
formas distintas a proteger la intimidad o privacidad:
⮚ Física: no someter al paciente a contactos físicos innecesarios, no ser observados por
personal no necesario, a no ser grabados por una cámara.
⮚ De la información: implica las reservas sobre la intimidad de los datos sanitarios que
comportan el sustento de la relación profesional-paciente.
⮚ Toma de las propias decisiones: Esta intimidad decisoria significa que el paciente tiene
capacidad para tomar sus propias decisiones sin ninguna interferencia (Autonomía)”
(Beauchamp y Childress, 1987, s/p).
De esta manera, el resguardo adquiere una amplitud que comporta las mú ltiples aristas que lo
constituyen.
Por su parte, el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba (2016), en
el apartado sobre Secreto Profesional y Derecho a la Informació n, artículo 1.22 va a delimitar que:
Lxs psicólogxs tienen el deber de guardar secreto asegurando así la confidencialidad de
todo conocimiento obtenido acerca de los destinatarios de sus servicios profesionales. Este
deber hace a la esencia misma de la profesión, responde al bien común, protege la
seguridad y la dignidad de los consultantes, sus familias y comunidades, debiendo
resguardar los intereses de las personas a quienes ofrecen sus servicios, cualquiera sea el
ámbito profesional de desempeño (Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la
Provincia de Có rdoba, 2016, art. 1.22).
El precepto ético aquí enunciado hace extensiva la confidencialidad a cualquier á mbito
profesional de desempeñ o y procura no solo por el resguardo de la subjetividad de los destinatarios de
sus servicios y la de la disciplina misma, sino que ademá s va a contemplar la seguridad y la dignidad de
los consultantes, sus familias y comunidades.
A su vez, el Có digo va a establecer especificaciones en relació n a la utilizació n que haga el
profesional de la informació n que posea, delimitá ndose entre otros aspectos que: deberá tomar todos
los recaudos necesarios al crear, almacenar, acceder, transferir o eliminar la informació n volcada en
sus registros, en especial si son impresos, digitalizados y/o videograbados (1.32); la obligació n de
preservar la privacidad aú n después de concluida la relació n profesional o la muerte de los
consultantes (1.29); o que en el caso de compartir informació n confidencial como resultado del trabajo
en equipo, supervisiones o bien por las características de la institució n en que se desempeñ an, la
obligació n de guardar secreto se extiende a todos los profesionales participantes (1.30) (Có digo de
É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, 2016).
Ahora bien y tal como fue dicho, la obligació n de confidencialidad se va a normativizar en otras
legislaciones jurídicas, como es el caso del Có digo Penal de la Nació n Argentina. Cuando se contempla
los “Delitos contra la libertad” en el cuerpo de esta norma, a través del artículo 156 va a establecer que:
Será reprimido con multa de pesos mil quinientos a pesos noventa mil e inhabilitación
especial, en su caso, por seis meses a tres años, el que teniendo noticia, por razón de su
estado, oficio, empleo, profesión o arte, de un secreto cuya divulgación pueda causar daño,
lo revelare sin justa causa (Có digo Penal de la Nació n Argentina, 1984, art.156).
En relació n a lo que va a dictaminar este artículo, es necesario analizar y esclarecer algunos
aspectos. Como punto de partida y como se viene desarrollando a lo largo de este artículo, hay fuentes
normativas claras, ademá s de antecedentes jurisprudenciales concretos, que delimitan como “principio
general”, la obligació n de resguardar la confidencialidad a través del secreto profesional.
De hecho, cuando Sebastiá n Soler (1998) refiere a este artículo va a decir que:
la más importante categoría es la que abarca a los que desempeñan una profesión o arte,
porque es el terreno especialmente en el que la necesidad de recurrir a esa clase de
personas expertas torna imprescindible y hace más intensa la obligación de reserva (Soler,
1998, s/p).
Es por ello, que la obligació n de reserva está pautada –legal y éticamente– desde antes que el
profesional haya adquirido o tomado conocimiento de cualquier informació n sobre una persona en el
ejercicio de sus funciones. De esta manera, el Có digo Penal viene a refrendar dicho criterio.
Sin embargo, el artículo nos introduce a contemplar que esta reserva no siempre puede ser
absoluta, sino que hay situaciones en las que se encuadran bajo la figura de lo que se denomina “la
justa causa”. La justa causa se configura cuando hay un interés superior a proteger, como puede ser
que el profesional evalú e posibilidades de riesgo o dañ o para el usuario o para terceros. Nogueira va a
definir la justa causa como “un estado de necesidad que legitima la revelació n de un secreto, para
evitar un mal mayor” (Nogueira, 1995, s/p).
Es por ello que tanto el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba
(2016), como el Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina (2013), van a
pautar entres sus normas los “Límites del Secreto Profesional”. En el caso del ú ltimo có digo
mencionado, a través del artículo 2.8.1. se determinan las situaciones en que los psicó logos podrá n
comunicar informació n, sin que ello implique incurrir en violació n del secreto profesional. Las cuatro
situaciones nominadas, son las siguientes:
2.8.1.1. Cuando así lo exija el bien del propio consultante, debido a que éste, por causas de
su estado, presumiblemente pudiera causarse un daño o causarlo a otros.
2.8.1.2. Cuando se trate de evitar la comisión de un delito o prevenir los daños que pudieran
derivar del mismo.
2.8.1.3. Cuando el psicólogo deba defenderse de denuncias efectuadas por el consultante en
ámbitos policiales, judiciales o profesionales.
2.8.1.4. Cuando el propio consultante lo autorice o solicite por escrito, quedando a criterio
del profesional actuante la información que se brinde (Có digo de É tica de la FePRA, 2013,
art. 2.8.1).
Cabe esclarecer al respecto, que cualquiera sea la causa –presumible, preventiva o de defensa–
que se plantee como estado de necesidad y configure una situació n límite, la informació n que se
comunique debe ser la estrictamente necesaria como lo van a establecer ambos có digos de ética. A lo
que cabría agregar, que la comunicació n debe ser realizada a la/s persona/s adecuadas segú n el caso o
situació n de la que se trate.
Y esto nos remite a analizar un aspecto má s del artículo 156 del Có digo Penal, cuando remite a
que “la divulgació n del secreto pueda causar un dañ o” (Có digo Penal de la Nació n Argentina, 1984,
art.156). Es necesario plantear aquí una distinció n entre “divulgar” y “revelar”.
Divulgar, segú n la RAE significa “publicar, extender, poner al alcance del pú blico algo” (RAE,
2018, s/p). Lo que plantea una diferencia con revelar, que tal como va a decir Fontá n Ballestra,
“revelar, lo mismo que descubrir, es poner el secreto en conocimiento de una persona que no lo posee”
(Fontá n Ballestra, 1995, s/p). Lo que no significa hacerlo pú blico, sino que tal como se va a explicitar
en los có digos de ética se debe procurar que la informació n transmitida –ademá s de ser la
estrictamente necesaria–, sea recibida por la/s persona/s “competentes y capaces de preservar la
confidencialidad dentro de límites deseables” (Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia
de Có rdoba, 2016, art. 1.33.3).
Así, la justa causa como estado de necesidad y los requisitos de revelació n antes desarrollados,
son condició n para realizar una “revelació n del secreto profesional” y no incurrir en una “violació n al
secreto profesional”.
También es importante destacar aquí, que el consentimiento del interesado es la primera causa
constitutiva de justa causa. El consentimiento puede ser anterior, simultá neo o posterior al momento en
que fue confiado. Y vale aclarar, que aú n en esta situació n de aval del usuario, vale atender lo antes
desarrollado, esto es que el profesional valore qué informació n es la que va a ser develada,
transmitiendo tan solo la necesaria y suficiente.
Ademá s de estas razones éticas, que pudieren ser causas que justifiquen el levantamiento del
secreto profesional, existen otras razones legales que otorgan franco predominio a otros intereses
jurídicos por encima del interés de reserva del secreto, ante alguna circunstancia o hecho conocido en el
ejercicio de la profesió n.
Entre estas posibilidades, está el caso de las normas legales que mandan revelar la informació n
profesional por razones sanitarias que hacen a la preservació n de la salud pú blica. Un ejemplo de ello
son las enfermedades infecto-contagiosas: Ley N° 11.359 (lepra), Ley N° 12.331 (enfermedades
venéreas), Ley N° 12.317 (enfermedades contagiosas y transmisibles), Ley N° 15.465 (de enfermedades
transmisibles). Se aclara que en estos casos, debe preservarse la identidad de la persona enferma,
puesto que el deber de informar se refiere a la enfermedad y dicha informació n conlleva fines
estadísticos. Cabe destacar que en estos casos y tal como lo dictamina la Ley Nacional de Salud Mental, el
psicó logo deberá abordar estas situaciones en el marco de un equipo interdisciplinario.
Otra posibilidad en juego, está presente en normativas como la Ley Nacional N° 26.061 de
Protecció n Integral de los Derechos de las Niñ as, Niñ os y Adolescentes, Ley Nacional N° 24.417 de
Protecció n contra la Violencia Familiar o la Ley Provincial N° 9.283 de Violencia Familiar, que como será
tratado má s adelante, prevalece la denuncia cuando los damnificados fuesen menores o incapaces,
ancianos o discapacitados.
Otra situació n, puede constituirse cuando el profesional en el ejercicio de sus funciones se
enfrente con la certeza o las sospechas de la existencia de un ilícito penal, como pueden ser los “delitos
perseguibles de oficio”. Los delitos perseguibles de oficio, comprenden casi la totalidad de los delitos
pautados en el Có digo Penal de la Nació n, salvo el grupo que pertenece a “instancia privada”. Los delitos
de instancia privada, van a estar establecidos en el cuerpo de esta norma, a través del artículo 71
(sustituido en 2015 por Ley 27.147)1 y artículo 72, (sustituido en 2018 por Ley 27.455)2.
De esta manera, el foco de denuncia está puesto en los delitos de instancia pú blica y no en los
delitos de instancia privada. Aunque empezamos a encontrarnos aquí con algunas colisiones
normativas, que van a complejizar el criterio a adoptar. Tal es el caso del artículo 177 del Có digo Penal,
que establece:
Art. 177. - Tendrán obligación de denunciar los delitos perseguibles de oficio:
1°) Los funcionarios o empleados públicos que los conozcan en el ejercicio de sus funciones.
2°) Los médicos, parteras, farmacéuticos y demás personas que ejerzan cualquier rama del
arte de curar, en cuanto a los delitos contra la vida y la integridad física que conozcan al
prestar los auxilios de su profesión, salvo que los hechos conocidos estén bajo el amparo del
secreto profesional (Có digo Penal de la Nació n Argentina, 1984, art.177).
Nos encontramos aquí, con una disyuntiva entre el deber de denunciar y la obligació n de guardar
secreto, dado que a priori todos los hechos conocidos por el psicó logo van a estar bajo el resguardo del
secreto.
Al mismo tiempo el artículo 277 de la misma norma, que define la figura de “encubrimiento”, va a
dictaminar prisió n de seis meses a tres añ os al que omitiere denunciar un delito.
Delimitar cuá l de las normas es la prioritaria o cuando prima una por sobre la otra, es
ciertamente complejo y puede involucrarnos en serios problemas legales de mala praxis. Profundizando
en la doctrina que analiza los mandatos contradictorios que emanan de las disposiciones legales citadas,
la balanza parece inclinarse mayoritariamente en la obligació n de callar. Entre los autores del Derecho
Procesal, Francisco D’albora (1994) va a decir que “no hay discusió n en evitar que el autor de un hecho
doloso quede privado de auxilio curativo, ante la disyuntiva de ser sometido a proceso o arriesgar su
vida. En esa situació n, el derecho considera justa causa la reserva del profesional” (D’albora en Có digo
Procesal de la Nació n, 1994, p.179). En la misma direcció n Vá zquez Rossi (1994) resalta que “el bien
jurídico protegido por el artículo 156 del Có digo Penal, la confianza y la intimidad se vulnerarían al

1 Artículo 71: Sin perjuicio de las reglas de disponibilidad de la acción penal previstas en la legislación
procesal, deberán iniciarse de oficio todas las acciones penales, con excepción de las siguientes: 1) Las que
dependieren de instancia privada; 2) Las acciones privadas.
2 Artículo 72: Son acciones dependientes de instancia privada las que nacen de los siguientes delitos:
1. Los previstos en los artículos 119, 120 y 130 del Código Penal cuando no resultare la muerte de la
persona ofendida o lesiones de las mencionadas en el artículo 91.
2. Lesiones leves, sean dolosas o culposas.
3. Impedimento de contacto de los hijos menores con sus padres no convivientes.
En los casos de este artículo, no se procederá a formar causa sino por acusación o denuncia del agraviado,
de su tutor, guardador o representantes legales. Sin embargo, se procederá de oficio:
a) En los casos del inciso 1, cuando la víctima fuere menor de 18 años de edad o haya sido declarada
incapaz;
b) En los casos del inciso 2, cuando mediaren razones de seguridad o interés público;
c) En los casos de los incisos 2 y 3, cuando el delito fuere cometido contra un menor que no tenga padres,
tutor ni guardador, o que lo fuere por uno de sus ascendientes, tutor o guardador, o cuando existieren
intereses gravemente contrapuestos entre éstos y el menor, siempre que resultare más conveniente para el
interés superior de aquél.
poner en conocimiento de la autoridad un evento que se reveló en una relació n de expresa reserva en la
que confió el interesado” (Vá zquez Rossi en Có digo Procesal de la Nació n, 1994, p. 357).
Pese a estos y otros tantos autores que se pronuncian a favor del resguardo del secreto, no se
puede dejar de decir que es posible encontrar algunos fallos judiciales en nuestro orden jurídico, donde
ante la evaluació n de los valores “secreto profesional” vs. “persecució n penal pú blica”, prevaleció lo
segundo.
De tal forma, se puede decir que los antecedentes demarcan que el proceder de un profesional de
la salud, que se ha amparado en denunciar o guardar secreto ante una situació n límite, ha tenido sus
respaldos y repudios jurídicos.
Al respecto puede ser de utilidad, conocer la tabla que propusieron Tom L. Beauchamp y James F.
Childress (1987), para ayudarse en la toma de decisiones:

Ante la incertidumbre que se le plantea al profesional ante situaciones de la prá ctica, la tabla
demarca la necesidad de valorar la magnitud y la probabilidad del dañ o. Si éstos fueran elevados, lo
correcto sería romper la confidencialidad. En el extremo opuesto, cuando la magnitud y la probabilidad
del dañ o son bajos (4 en la tabla) sería incorrecto que el profesional rompiera la confidencialidad. Como
siempre, el mayor dilema se da en las situaciones intermedias (2 y 3 en la tabla) en las que el profesional
deberá valorar cuidadosamente las circunstancias concretas del caso y las posibles consecuencias de su
decisió n.
Para cerrar, consideramos fundamental que el profesional tenga conocimiento de las
normativas implicadas e incidentes en su accionar, dado que será desde allí donde podrá encontrar
aquellos justificativos jurídicos, que le permitan decidir ante la singularidad del caso que se le presente
y proceder con la necesaria responsabilidad que el caso le demande.

Referencias

Beauchamp y Collough, M. C. (1987) Ética médica, las responsabilidades morales de los médicos. Col Labor Universitaria, Ed
Labor, Barcelona.
Fontá n Ballestra. (1995). Derecho Penal- Parte Especial. Actualizado por Guillermo A. C. Ledesma. Ed. Abeledo Perrot, Bs. As.
Muñ oz Conde, F. (1996). Derecho Penal. Valencia: Editorial Tirant lo Blanch.
Navarro, B. (1998). La Psicología. El secreto Profesional y la realidad jurídica-legal. Trabajo Final de la Licenciatura en
Psicología, Facultad de Psicología, UNC. Asesor Lic. Héctor Martínez.
Parma, C. (2005). Derecho Penal Posmoderno. Lima, Perú , ARA Editores.
(2008). Derecho Penal Convexo. La Paz-Bolivia: Ediciones El Original.
Real Academia Españ ola (2018) Disponible en: https://www.rae.es/
Soler, S. (1978).Derecho Penal Argentino. TEA, Bs. As.
(1988) Derecho Penal Argentino, Tomo IV. Actualizado por Bayala Basombio, A. C. Tipografía Editora, Argentina.
Wajcman, G. (2006) “La casa, lo íntimo, lo secreto”, en AAVV Las tres estéticas de Lacan (Psicoanálisis y Arte), Ediciones del
Cifrado, Buenos Aires.

Leyes y Códigos

Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina, (2013).


Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, (2016).
Có digo Penal de la Nació n Argentina. (1984) Abeledo Perrot, Bs. As.
Có digo Procesal de la Nació n (1994) Abeledo Perrot, Bs. As.
Ley Nacional N° 24.430 (1994) Constitució n de la Nació n Argentina.

GUIA DE LECTURA

➢ Defina y describa el Derecho a la intimidad.


➢ Diferencie conceptualmente qué se entiende por intimidad y qué por privacidad.
➢ Explique los niveles o formas de proteger la intimidad o privacidad segú n plantean Beauchamp
y Childress.
➢ Defina Secreto Profesional y Diferencie de Derecho a la Privacidad.
➢ Leer el apartado sobre Secreto Profesional en el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la
Provincia de Có rdoba (2016) e identificar las especificaciones en relació n a la utilización de la
información que haga el profesional segú n lo plantea dicho Có digo.
➢ Explique la siguiente idea:
o “La obligación de reserva está pautada -legal y éticamente- desde antes que el profesional
haya adquirido o tomado conocimiento de cualquier información sobre una persona en el
ejercicio de sus funciones”.
➢ ¿A qué se refiere la idea de la “justa causa”? ¿en qué casos se utiliza?
➢ Describa los límites al Secreto Profesional. ¿Resulta lo mismo “violar” que “levantar o revelar” el
Secreto Profesional? Fundamente.
➢ ¿Cuá l es el abordaje legal que reviste el Secreto Profesional en relació n a la salud pú blica, má s
específicamente con las enfermedades infecto-contagiosas?
➢ ¿En qué casos tenemos la obligació n legal como profesionales de la salud de denunciar, es decir,
“levantar” el Secreto Profesional?
➢ Reflexione sobre la siguiente idea:
o “Existe una disyuntiva entre el deber de denunciar y la obligación de guardar secreto dado
que a priori todos los hechos conocidos por el psicólogo van a estar bajo el resguardo del
secreto”.
Argumente un posicionamiento ético-deontoló gico en funció n de lo leído en el material
propuesto.

ARTÍCULO
ASPECTOS DEONTOLÓGICOS INVOLUCRADOS EN LAS
RELACIONES PROFESIONALES

AUTOR/ES ELIANA JAIME BACILE

Para comenzar diremos que la responsabilidad en las relaciones profesionales se trata de un


tipo de responsabilidad profesional que comprende diversas aristas que alcanzan a los destinatarios de
los servicios otorgados por los profesionales psicó logos, así como aquellas responsabilidades
circunscriptas a las relaciones entre profesionales, pero también nos remite a los deberes vinculados a
la profesió n y a la comunidad en su conjunto. Puesto que las Normas relativas establecen reglas de
conducta profesional, que procuran preservar los derechos de los receptores de los servicios
profesionales como también a la comunidad profesional.
Encontraremos el desarrollo de las normativas referidas a las responsabilidades en las
relaciones profesionales diseminadas en distintos apartados del Có digo de É tica de la Provincia de
Có rdoba vigente, lo cual supone una lectura atenta y que aquí pretendemos orientar.
Antes de dar comienzo con lo que le es propio a este apartado, resulta de interés llamar la
atenció n sobre lo expresado en la introducció n del Có digo de É tica de la Provincia de Có rdoba (2016),
allí podemos leer:
Entendiendo a la salud mental como uno de los derechos humanos fundamentales
contemplado constitucionalmente, lxs psicólogxs deberán brindar servicios profesionales
idóneos y a todos por igual, en atención a lo dispuesto por las leyes 7.106 y 8.312 o aquellas
que las suplanten, por la potestad delegada por el estado para dictar nuestras propias
normativas, consideramos un derecho y un deber esencial establecer y enunciar
sistemáticamente los principios y normas que deben orientar y regular el ejercicio ético de
lxs psicólogxs matriculados en el Colegio de Psicólogxs de la Provincia de Córdoba (Có digo
de É tica de la Provincia de Có rdoba, 2016).
Habiendo dado cuenta ya de que la Deontología contempla las obligaciones, deberes y derechos
dentro de un campo de acció n profesional, enunciados normativos plasmados en los Có digos de É tica,
es ahora necesario precisar, someramente, algunos términos ya mencionados, para luego retomar
aquellas disposiciones deontoló gicas que cobran importancia especial para pensar y analizar la
temá tica aquí abordada.
Como ya señ alamos, las regulaciones deontoló gicas encuentran su establecimiento en leyes,
có digos normativos vigentes, siendo ejercida y sustentada por instituciones que las amparan, como
organismos de control y supervisió n de su cumplimiento entre otras funciones; es el caso del Colegio
de Psicó logos de la provincia de Có rdoba.
Cuando hacemos referencia a los có digos, nos remitimos a un cuerpo de normas, a un conjunto
unitario de normas, ordenado y sistematizado de forma metó dica. Las normas son reglas,
proposiciones prescriptivas, guiadas por principios –fundamentos-, que conciernen a acciones
humanas.
Para adentrarnos en los aspectos deontoló gicos involucrados en las relaciones profesionales se
vuelve necesario distinguir las distintas responsabilidades que se desprenden y que abarcamos bajo
esta denominació n. Con tal propó sito, a continuació n, proponemos una organizació n, una hoja de ruta.
1. Responsabilidad con los destinatarios de servicios profesionales

Este aspecto deontoló gico de la responsabilidad en las relaciones profesionales se desprende en


nuestro Có digo de É tica como una norma asociada, junto con la competencia, del Cuidado Competente.
Es de interés aquí destacar que el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logas de la Provincia de
Có rdoba (2016), se asienta en los principios generales de la Declaració n Universal de Principios É ticos
para Psicó logas y Psicó logos adoptada por la Asamblea de la Unió n Internacional de Ciencia Psicoló gica
y la Comisió n Directiva de la Asociació n Internacional de Psicología Aplicada, en Berlín, en julio de
2008 y el Acuerdo Marco de principios É ticos para el Ejercicio Profesional de los Psicó logos del
MERCOSUR y países asociados firmado en la ciudad de Santiago de Chile el 7 de noviembre de 1997.
Reconociendo y adoptando principios fundamentales, entre los que se encuentran el Cuidado
Competente y las responsabilidades Profesionales y Científicas, entre otros.
En relació n a las implicancias del cuidado competente, las mismas reposan sobre el
conocimiento y las habilidades profesionales pertinentes, atendiendo al contexto, en toda su
complejidad, de una determinada situació n. Interviniendo allí un saber hacer con las relaciones
interpersonales, que siempre tendrá n el propó sito de establecerse de un modo saludable.
Lo señ alado indica asumir elevados niveles de idoneidad en la prá ctica profesional,
resguardando que los valores, cultura, experiencias y sistemas de creencias en un determinado
contexto social no ejerzan una influencia determinante tanto en las acciones profesionales como en las
interpretaciones del mundo y realidad de los destinatarios (Có digo de É tica de la Provincia de Có rdoba,
2016).
Por lo tanto, el principio de cuidado competente prioriza los siguientes valores asociados:
a)preocupación activa por el bienestar de individuos, familias, grupos, y
comunidades;
b) maximizar los aspectos favorables y minimizar los efectos adversos potenciales en
individuos, familias, grupos, y comunidades;
c) evitar, corregir y/o compensar efectos iatrogénicos y/o adversos que hubieren ocurrido o
que pudieren ocurrir como resultado de sus actividades;
d) desarrollar y mantener la competencia;
e) autoconocimiento respecto a cómo sus propios valores, actitudes, experiencias, y
contexto social interfieren en sus acciones, interpretaciones, elecciones, y recomendaciones;
f) respeto por la capacidad de individuos, familias, grupos, y comunidades para tomar
decisiones por sí mismos y para cuidar de sí mismos y entre sí (Có digo de É tica de la
Provincia de Có rdoba, 2016).

1.1. Competencia

Esta norma contempla artículos que obligan a los psicó logos a llevar adelante sus prá cticas y
acciones profesionales bajo un compromiso fundamental, asumiendo niveles elevados de idoneidad y
con firme sentido del honor. Lo cual implica el debido reconocimiento de las salvedades de su pericia,
ubicando con claridad los límites de sus competencias particulares en su trabajo, por lo que queda
reservado su quehacer a la esfera en la que es competente y se encuentra capacitado, ya sea por su
formació n o experiencia, aplicando técnicas, teorías y métodos previamente avalados por la ciencia, la
academia o profesionales reconocidos en el país.

1.2. Responsabilidad con los destinatarios de servicios profesionales


Como ya señ alamos la reglamentació n deontoló gica: responsabilidad con los destinatarios de
los servicios profesionales, es otra de las normas asociadas al cuidado competente. La misma
comprende una serie de obligaciones que precisaremos a continuació n. Con el llamamiento de que aquí
no será n todas mencionadas y que por tanto el lector no puede prescindir del estudio del có digo.
Esta Norma Deontoló gica establece reglas de conducta profesional, expresada en termino de
deberes que alcanzan a los profesionales psicó logos, considerando que la inobservancia o el descuido
de estos deberes atenta contra los derechos de los receptores de los servicios profesionales, pero
también a la comunidad profesional.
De esta manera, constriñ e a los profesionales psicó logos a emprender su labor prestando
especial miramiento sobre la posició n que ocupan, ser plenamente conscientes de la asimetría
inherente a las relaciones con los destinatarios de sus servicios implica una puesta en prá ctica de la
ética y la responsabilidad profesional de manera permanente. Deberá , entonces, hacer prevalecer los
derechos de las personas, priorizando los mismos sobre sus propios intereses y concentrá ndose en los
objetivos por los que fue requerido. Esto ú ltimo alerta al profesional sobre cualquier desvío que
pudiese presentarse, puesto que le corresponde no generar conflicto de intereses ni situaciones que
deriven en confusió n.
Con tales propó sitos el Có digo de É tica de la Provincia de Có rdoba (2016) establece una serie de
artículos que echan luz sobre circunstancias particulares. Retomaremos aquí algunos de esos:
2.5 Cuando lxs psicólogxs brinden servicios a personas que tuvieran relación entre sí,
deberán aclarar, debidamente, roles y funciones y respetar los límites que le imponga su
adscripción teórico-práctica y ética, con especial consideración del bienestar del
destinatario del servicio.
2.6 Lxs psicólogxs no podrán prestar asistencia profesional a destinatarios con los que
hayan mantenido o mantengan un vínculo sexual o afectivo.
2.7 No tendrán relaciones sexuales con destinatarios de servicios profesionales
constituyendo esto falta grave a la ética profesional. Lxs psicólogxs no incitarán o
participarán en intimidad sexual durante el período de la relación profesional o mientras
siga ejerciendo poder o autoridad, es decir, un vínculo asimétrico impropio. De ninguna
manera incurrirán en actos, gestos, bromas, caricias y/o comentarios de contenido sexual.
2.8 Lxs psicólogxs no recibirán otra retribución por su práctica más que sus honorarios
pactados previamente. No buscarán gratificaciones que impliquen violentar los derechos de
las personas.
2.11 Lxs psicólogxs no transmitirán de manera excesiva e inapropiada información
personal a los destinatarios de servicios profesionales(Có digo de É tica de la Provincia de
Có rdoba, 2016).
Por otro lado, la normativa subraya la eficiencia en la prestació n de los servicios. Cuidado que
apunta a evitar la incurrencia en negligencia, impericia y/o imprudencia.

2. Responsabilidad con los colegas, con la profesión y la comunidad

Cuando nos referimos a las relaciones profesionales, atendiendo este aspecto, nos encontramos
señ alando una serie de responsabilidades que le son propias a los profesionales psicó logos y que
podemos ubicar en la estrecha relació n establecida entre el conocimiento y la comunidad, es decir, son
responsabilidades inherentes a la contribució n que los psicó logos debemos realizar a la dilucidació n
del saber vinculado a nuestro campo disciplinar, haciendo uso del conocimiento psicoló gico a los fines
de mejorar la calidad de vida de individuos, familias, grupos, comunidades y de la sociedad.
Así mismo, las relaciones profesionales contemplan las responsabilidades involucradas en la
prá ctica profesional atendiendo a las má s elevadas normas éticas que orientan nuestro quehacer.
Finalmente, diremos, tales responsabilidades atañ en al compromiso por parte del profesional
psicó logo en la promoció n del desarrollo de estructuras y políticas en el á mbito social tendientes al
beneficio de las personas y los pueblos.
En nuestro Có digo de É tica se establece, a qué se nos obliga y compromete y de qué estamos
exentos, esto es, cuá les son los alcances efectivos de nuestra responsabilidad y los límites concretos de
libertad. Resulta entonces un paramento que atiende a las conductas y por tanto un instrumento
mediante el cual son juzgadas, aprobadas, desaprobadas, enaltecidas o condenadas por los pares de la
comunidad psicoló gica y de la sociedad en su conjunto.
Atender de manera particular los aspectos deontoló gicos en referencia a las relaciones
profesionales nos conduce, entonces, a revisar en principio el lugar que se le otorga en la normativa
señ alada e identificar los valores y las normas asociadas.
Bajo el Principio Responsabilidades Profesionales y Científicas correspondiente con el ítem 4
encontramos lo relativo a lo que aquí intentamos despejar, ceñ ido a la responsabilidad con la
colegiació n y los colegas, como así también lo relativo a la responsabilidad en investigació n,
responsabilidad en la docencia y en la formació n de recursos humanos y uso cuidadoso de las nuevas
tecnologías. Temas, estos ú ltimos, trabajados en otros apartados del presente libro.
Por tanto, nos concentraremos en dicha norma asociada, no sin antes señ alar los valores ligados
al conjunto comprendido en mencionada designació n, los mismos son:
a) responsabilidad de los profesionales de incrementar el conocimiento científico y
profesional de manera que promueva el bienestar de la sociedad y de todos sus miembros;
b) responsabilidad de los profesionales de garantizar que el conocimiento psicológico sea
utilizado con propósitos positivos, y de proteger ese conocimiento de ser mal utilizado,
utilizado incompetentemente, o convertido en inútil por otros;
c) responsabilidad de los profesionales de promover los más elevados ideales éticos en las
actividades científicas, profesionales y de formación;
d) responsabilidad de los profesionales de formar adecuadamente a alumnos y pares en sus
responsabilidades éticas y en las competencias requeridas;
e) responsabilidad de los profesionales de desarrollar su sensibilidad ética y ser autocríticos
(Có digo de É tica de la Provincia de Có rdoba, 2016).

2.1. Responsabilidad con la colegiación y los colegas

Esta norma, desprendida del principio de Responsabilidades profesionales y científicas, regula y


cumple su funció n normativa y legisladora en el á mbito de nuestra profesió n, explicitando e
imponiendo aquellos límites a los cuales debemos remitirnos en relació n a la colegiació n y los colegas.
Advirtiendo sobre sus límites, orientando, sirviendo de guía, resguardando al profesional responsable,
promoviendo la identidad y el respeto profesional, jerarquizando el rol social, como así también
garantizando ciertos derechos.
Sin la pretensió n de ser exhaustivos retomaremos aquí algunos de los artículos plasmados en el
Có digo de É tica de la Provincia de Có rdoba (2016) que apuntan a armonizar las relaciones entre los
colegas:
4.1 Lxs psicólogxs mantendrán sus vínculos con colegas siempre dentro del respeto mutuo y
sin intromisión en los límites de la actividad profesional ajena. Las divergencias que
pudieran surgir deberán ser tratadas por medios pertinentes con competencia ética,
científica y responsabilidad profesional.
4.2 Lxs psicólogxs deberán abstenerse de efectuar comentarios respecto del trabajo
profesional de sus colegas, salvo cuando éstos lo soliciten o cuando la acción profesional del
colega le merezca reparos fundados ética o científicamente. En este último caso intentarán
razonar con él sobre el punto o, si fuera lo indicado, pondrán en conocimiento de esta
situación a la autoridad competente. En todos los supuestos, la crítica deberá ser
constructiva, comprobable y de entera responsabilidad de su autor.
4.3 Al ejercer la profesión lxs psicólogxs no propiciarán situaciones de competencia desleal
y promoverán la jerarquización y el valor científico de la profesión.
4.6 Lxs psicólogxs deben ser solidarios con sus colegas y no se valdrán de situaciones de
poder o jerarquía para descalificar o imponer distintas escuelas, corrientes, métodos o
áreas en las que se desempeñen sus colegas, teniendo en cuenta que todos tienen por
objetivo el cuidado de la salud de la población y comparten la responsabilidad del
constante progreso de la ciencia.
4.7 Son actos contrarios a la ética desplazar o pretender hacerlo a un colega de un puesto
de trabajo por cualquier medio que no sea el concurso u otra vía legal habilitada.
4.8 Está vedado a lxs psicólogxs difamar a un colega, calumniarlo o tratar de perjudicarlo
por cualquier medio en el ejercicio profesional, incluidas las formulaciones de denuncias
calumniosas o infundadas y cualquier referencia a su vida privada.
4.10 Ante una consulta cuyo destinatario anteriormente fuera atendida por un colega, este
último deberá colaborar proporcionando información sobre el destinatario, si le es
requerido.
4.11 Es recomendable que lxs psicólogxs colaboren con la formación de sus colegas, no
reservándose conocimientos o técnicas útiles para el desempeño de sus funciones como
tales.
4.12 Lxs psicólogxs no intervendrán profesionalmente con personas asistidas por colegas
salvo en los siguientes casos:
4.12.1 Cuando sea una respuesta a la solicitud del profesional que conduce la intervención.
4.12.2 Cuando la urgencia así lo requiera, tras lo cual dará inmediato conocimiento al
profesional responsable.
4.12.3 Cuando exista un requerimiento formulado por autoridad competente (Có digo de
É tica de la Provincia de Có rdoba, 2016).
En lo referido a colaboraciones efectuadas a otros colegas y denuncias que los profesionales
deben realizar, podemos leer:
4.9 Lxs psicólogxs no facilitarán recursos profesionales ni colaborarán profesionalmente
con personas que no se encuentren habilitadas para el ejercicio de la profesión ni con
colegas que resulten sancionados con cancelación o suspensión de la matrícula profesional
por los órganos disciplinarios colegiales, mientras se mantenga dicha situación.
4.13 Lxs psicólogxs tienen la obligación de poner en conocimiento ante la autoridad
deontológica competente:
4.13.1 El ejercicio ilegal de la profesión en cualquier forma que ocurra.
4.13.2 La práctica profesional de lxs psicólogxs o aquella que se realice en nombre de la
psicología, que no se efectúe en el plano y nivel científico y/o profesional, propios de la
disciplina, cualquiera sea su forma (Có digo de É tica de la Provincia de Có rdoba, 2016).
En cuanto a la promoció n de las actuaciones profesionales por cualquier vía comunicacional que
se hiciese y en la presentació n de antecedentes, el psicó logo asentara su nombre y nú mero de
matrícula profesional no pudiendo incluir honorarios inferiores al establecido como honorario mínimo
ético, ofreciendo informació n sin caer en artificios engañ osos y atendiendo a lo especifico de nuestro
campo disciplinar.
Antes de finalizar, reviste interés recordar que la responsabilidad, desde la perspectiva
deontoló gica, concibe que las acciones asumirá n un valor intrínseco, emancipado, podríamos decir, de
sus consecuencias. Desde este punto de vista, lo que estipula si ciertas acciones tratadas pertenecen al
orden de lo correcto o lo incorrecto es un sistema de principios y de juicios compartidos por las
concepciones y las creencias culturales.
Así, podemos concluir que la Deontología, considera que actuar moralmente es respetar las
obligaciones o reglas de cará cter universal. Concepció n basada en las normas, que facilita la vida en
comunidad, independientemente de las consecuencias. Es de esta manera que el campo normativo
funciona como un horizonte en el terreno de las decisiones y de la acció n pero no sin ser un respaldo
para los destinatarios, los colegas y la sociedad.
Con todo, diremos que la Responsabilidad en las relaciones profesionales encuentra su sustento
en el compromiso ético de atender la normativa vigente, que nos reclama, como hemos procurado
dejar en claro, cuidados pertinentes a una prá ctica enaltecida, honorable, acertada y propicia para
garantizar el beneficio de aquellos que reclaman atenció n y de la comunidad toda.

Referencias
Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, (2016).

GUIA DE LECTURA

➢ Qué artistas comprende la responsabilidad en las relaciones profesionales?


➢ ¿En donde es posible encontrar el desarrollo de las normativas referidas a las responsabilidades
en las relaciones profesionales?
➢ ¿Cuá l es la estructura organizativa de los aspectos deontoló gicos involucrados en las relaciones
profesionales? ¿Cuá les son las distintas responsabilidades que se desprenden y que abarcamos
bajo esta denominació n?
➢ ¿A qué norma se asocia el aspecto deontoló gico de la responsabilidad en las relaciones
profesionales: Responsabilidad con los destinatarios de servicios profesionales en nuestro
Có digo de É tica?
➢ ¿Cuá les son las implicancias del cuidado competente?
➢ ¿Cuá les son los valores asociados que prioriza el principio de cuidado competente? En un
pá rrafo de cuenta de los mismos.
➢ ¿A qué refiere la competencia?
➢ Identifique las obligaciones que establece la reglamentació n deontoló gica: responsabilidad con
los destinatarios de los servicios profesionales
➢ Identifique las obligaciones que establece la reglamentació n deontoló gica: Responsabilidad con
los colegas, con la profesió n y la comunidad
➢ ¿Cuá les son sus valores asociados? En un pá rrafo de cuenta de los mismos.
➢ ¿Cuá les son las responsabilidades inherentes a la colegiació n y los colegas?

ARTÍCULO LA INVESTIGACIÓN PSICOLÓGICA Y LOS COMITÉ DE ÉTICA.


ASPECTOS ÉTICO-DEONTOLÓGICOS IMPLICADOS

AUTOR/ES GABRIELA M. DEGIORGI - YANINA M. FERREYRA

A través del presente trabajo nos proponemos abordar los aspectos ético-deontoló gicos
implicados en la investigació n científica, en nuestro caso psicoló gica. Nos centraremos posteriormente,
en algunas consideraciones importantes y necesarias de conocer tanto por los psicó logos, como por los
estudiantes de psicología en relació n a los Comités de É tica en Investigació n en la Argentina y en la
Provincia de Có rdoba, particularmente.
La historia de la Psicología en nuestro país nos muestra, có mo el énfasis de las actividades
profesionales de los psicó logos estuvo puesta durante muchos añ os preponderantemente en el á mbito
de la clínica, siendo escaso el interés por la investigació n científica. Realidad que se ve reflejada en los
có digos de ética profesionales emanados de las diferentes instituciones de los psicó logos en la
Argentina, que le dedican un apartado breve a las consideraciones normativas de la prá ctica de la
investigació n psicoló gica.
Sin embargo, en los tiempos actuales los avances científicos se está n tornando vertiginosos, lo
que va a poner en emergencia una especial atenció n y preocupació n sobre los aspectos éticos-
deontoló gicos de la investigació n tanto por parte de las diferentes unidades académicas de psicología,
como de las entidades profesionales del país.

La investigación psicológica

Antes de centrarnos en los aspectos ético-deontoló gicos en investigació n psicoló gica,


consideramos necesario iniciar definiendo qué se entiende por investigació n científica y que se
proponen las investigaciones psicoló gicas.
Desde el punto de vista de su etimología, el término investigar proviene del latín “in” (en, hacia)
y “vestigare” (hallar, indagar, seguir vestigios, huellas, pistas) lo que conduce al concepto má s
elemental de “descubrir o averiguar alguna cosa, seguir la huella de algo, explorar”.
Por su parte, la palabra ciencia proviene del latín "scire", que significa saber, conocer. Ciencia es
por un lado, el proceso mediante el cual se adquiere el conocimiento, y por el otro, el cuerpo
organizado de conocimientos obtenido a través de este proceso.
De esta manera, podemos definir a la investigación científica como la bú squeda intencionada,
planificada y sistemá tica de conocimientos o de soluciones a problemas de cará cter científico, siendo el
método científico quien le indica el camino que se ha de transitar en esa indagació n. El método
científico entonces, es un procedimiento riguroso, de orden ló gico, que se aplica al ciclo completo de la
investigació n para obtener el conocimiento. Este método -va a decir Bunge (1973)- es el que va a
distinguir la obtenció n del conocimiento científico, del conocimiento ordinario o de sentido comú n.
Una de las características distintivas de la investigació n científica es que es amoral, dado que los
resultados no se juzgan como buenos o malos sino en funció n de su validez o confiabilidad. Lo que
debe ser juzgado no es el conocimiento, sino la forma en que se obtuvo y la manera en que es utilizado
por otros.
Por su parte, es posible definir la investigación psicológica como una operació n intelectual que
tiene como objetivo ampliar el conocimiento sobre el psiquismo humano con métodos de observació n,
clínicos o experimentales, que permiten comprobar los datos obtenidos mediante la evaluació n o
repetició n hecha por investigadores distintos a los que realizaron la observació n (França, 1996). En
síntesis, es la aplicació n del método científico tras la intenció n de generar teorías vá lidas y confiables
que permitan explicar y predecir el comportamiento humano.
En sus inicios, la investigació n psicoló gica estuvo centrada en el estudio de procesos bá sicos
como la percepció n, la motivació n, el aprendizaje, la cognició n. La preocupació n central fue convertir la
psicología en una ciencia natural y no en una rama de la filosofía como se la había considerado
tradicionalmente. Con el transcurrir del tiempo las demandas sociales por la utilidad, la relevancia y el
mejoramiento de la calidad de vida de las personas, llevó a que las investigaciones se tornaran má s
aplicadas, con mayores implicaciones sociales directas (Rubén Ardila, s/f).
Hoy por hoy, la investigació n psicoló gica posee una mayor amplitud epistemoló gica y mayor
sensibilidad social, y se interesa por cualquier tema relacionado no só lo con el conocimiento sobre la
persona, sino también con la vida humana en general.
A nivel internacional, la psicología es una ciencia con importantes desarrollos y aplicaciones que
han mejorado la calidad de vida de las personas en diferentes campos como la educació n, la salud, los
deportes, el mundo laboral, la familia, las relaciones interpersonales, entre otras. A nivel nacional, ha
ido en un progresivo desarrollo, brindando aportes interesantes para mejorar la salud mental de las
personas y los grupos sociales, a través del estudio de diversos fenó menos psicoló gicos de mayor
complejidad.

Aspectos ético-deontológicos de la investigación psicológica

El Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina (en adelante FePRA)
(2013), va a dedicar un apartado específico para Investigación, estableciendo aquellas normas
deontoló gicas que el psicó logo deberá atender en la realizació n de esta prá ctica, para el cuidado y
protecció n de los sujetos de investigació n. En la primera norma de este apartado, artículo 4.1, va a
explicitar que:
La investigación psicológica3 perseguirá el avance del conocimiento científico y/o el
mejoramiento de las aplicaciones profesionales. Esta finalidad estará siempre subordinada
a la obtención de resultados humanitariamente benéficos y al respeto por los
derechos de los sujetos que participen en la investigación (Có digo de É tica FePRA, 2013,
art. 4.1).
Sin duda alguna consideramos que la investigació n psicoló gica es absolutamente necesaria para
el progreso científico, la mejoría de la salud y el bienestar de las personas. Sin embargo la historia
demuestra, los grandes atropellos cometidos en pro del adelanto científico. La impronta en este

3 Negritas de las autoras.


sentido, la podemos encontrar en los grandes abusos cometidos por el régimen Nazi, tras la
implementació n de su plan sistemá tico de experimentació n que degradó y redujo a los seres humanos
a objetos, tomá ndolos como medio y no como fin en sí mismos. Lo que dio origen, finalizada la segunda
guerra mundial a los juicios de Nü remberg (agosto 1945 a octubre 1946), en los que fueron
condenados un gran nú mero de profesionales (en su mayoría médicos) por las gravísimas violaciones
a los derechos humanos ejercidas sobre los prisioneros en los campos de concentració n, justificadas
en el ejercicio de la investigació n.
Producto de estos juicios, se concluyó en la enunciació n de seis puntos a atender para la
realizació n de investigaciones, que fueron sometidos a consideració n del Consejo para los Crímenes de
Guerra. El día del veredicto se adoptó estos puntos y se añ adió cuatro má s, dá ndose origen en abril de
1947, a los 10 principios bá sicos que constituyen el Có digo de Nú remberg. Estos principios vienen a
establecer que:
I. Es absolutamente esencial el consentimiento voluntario del sujeto humano.
II. El experimento debe ser tal que dé resultados provechosos para el beneficio de la
sociedad, no sea obtenible por otros métodos o medios y no debe ser de naturaleza
aleatoria o innecesaria.
III. El experimento debe ser proyectado y basado sobre los resultados de experimentación
animal y de un conocimiento de la historia natural de la enfermedad o de otro problema
bajo estudio, de tal forma que los resultados previos justificarán la realización del
experimento.
IV. El experimento debe ser realizado de tal forma que se evite todo sufrimiento físico y
mental innecesario y todo daño.
V. Ningún experimento debe ser ejecutado cuando existan razones a priori para creer que
pueda ocurrir la muerte o un daño grave, excepto, quizás en aquellos experimentos en los
cuales los médicos experimentadores sirven como sujetos de investigación.
VI. El grado de riesgo a tomar nunca debe exceder el nivel determinado por la importancia
humanitaria del problema que pueda ser resuelto por el experimento.
VII. Deben hacerse preparaciones cuidadosas y establecer adecuadas condiciones para proteger
al sujeto experimental contra cualquier remota posibilidad de daño, incapacidad y muerte.
VIII. El experimento debe ser conducido únicamente por personas científicamente calificadas.
Debe requerirse el más alto grado de destreza y cuidado a través de todas las etapas del
experimento, a todos aquellos que ejecutan o colaboran en dicho experimento.
IX. Durante el curso del experimento el sujeto humano debe estar en libertad de
interrumpirlo si ha alcanzado un estado físico o mental en que la continuación del
experimento le parezca imposible.
X. Durante el curso del experimento, el científico a cargo de él debe estar preparado para
terminarlo en cualquier momento, si él cree que en el ejercicio de su buena fe, habilidad
superior y juicio cuidadoso, la continuidad del experimento podría terminar en un daño,
incapacidad o muerte del sujeto experimentación (Có digo de Nú remberg, 1947, s/p).
De esta manera el Có digo de Nú remberg, viene a establecer el primer modelo ético para toda
investigació n con seres humanos. De sus principios se van a desprender y establecer posteriormente,
diversas normas de cará cter internacional. Entre ellas es posible destacar la Declaració n de Helsinki 4,

4 La Declaración de Helsinki fue originalmente adoptada en junio de 1964 en Helsinki, Finlandia y ha


sido sometida a sucesivas revisiones hasta el año 2013 inclusive. Fue promulgada por la Asociación
Médica Mundial (AMM) como una propuesta de principios éticos para la investigación médica y la
las Pautas É ticas Internacionales para la Investigació n en Seres Humanos, el Informe Belmont, entre
otros. Estos y otros documentos, van a demarcar su incidencia en las legislaciones nacionales y
provinciales, asegurando en cada país su contemplació n para la realizació n de las investigaciones. En
nuestro caso, el Có digo de É tica de FePRA, lo va a expresar en el artículo 4.2, cuando establece:
La investigación psicológica se efectuará en acuerdo con las normas éticas
establecidas para la investigación y con las leyes nacionales y provinciales
pertinentes; se planificará y realizará, enmarcada en proyectos de investigación de
instituciones reconocidas; respetará las pautas de diseño, desarrollo y validación propias
del conocimiento científico; será coherente con las valoraciones propias del paradigma
utilizado; estará abierta a control de instituciones públicas dedicadas a (o relacionadas
con) la investigación científica (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 4.2).
Los artículos 4.6, 4.7 y 4.8 del mismo Có digo, son un claro ejemplo de có mo replican estas
pautas internacionales tomando su especificidad a nivel local, cuando se determina que:
Art. 4.6: No se llevarán adelante proyectos de investigación que impliquen consecuencias
desagradables o riesgo de ellas para los sujetos participantes;
Art. 4.7: Si surgieran consecuencias indeseadas el/o los sujetos participantes deberán
contar con el modo de comunicarse con el psicólogo responsable de la investigación;
Art. 4.8: En la investigación con animales se asegurarán las medidas de protección e higiene
en su mantenimiento y eventual eliminación y se evitarán o disminuirán al mínimo
indispensable la incomodidad, dolor o enfermedad que la investigación pudiera acarrearles
(Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 4.6 – 4.8).
A su vez muchos son los aspectos ético-deontoló gicos que deben ser atendidos durante el
proceso de desarrollo de la investigació n en sí misma. Sin desestimar la importancia de otros, es
posible mencionar algunas de las cuestiones éticas má s emergentes, tales como:
⮚ La selecció n del tema a investigar.

⮚ El planeamiento y diseñ o de investigació n.

⮚ El proceso investigativo.

⮚ El cuidado de los participantes:


- Consentimiento informado.
- Engañ o u omisió n.
- Dañ o psíquico y/o físico.
- Invasió n de la privacidad, confidencialidad, anonimato, resguardo de los datos de la
investigació n, grabació n, filmació n u observació n por parte de terceros, publicació n de
material clínico o materiales testimoniales.
⮚ La manipulació n de los resultados y/o uso indebido:
- Conocimientos provistos por la investigació n como herramientas de manipulació n y/o
control de la conducta humana.

experimentación humana. Es considerado como un documento de relevante importancia en la ética de la


investigación con seres humanos, a pesar de que no es un instrumento legal que vincule
internacionalmente, su autoridad emana del grado de codificación interna y de la influencia que ha
ganado a nivel nacional e internacional.
- Utilizació n de los resultados como elementos de juicio en otros contextos.
- Generalizaciones imprudentes, no sostenidas en la naturaleza del estudio.
⮚ Las publicaciones de los resultados (plagio, créditos, falsificació n de los resultados, etc.).
De las cuestiones antes mencionadas, queremos detenernos particularmente en tres de estos
aspectos ético-deontoló gicos a tener en cuenta en la investigació n psicoló gica, dado que por su especial
relevancia consideramos que requieren de una mayor explicitació n, tales aspectos son:
⮚ Consentimiento informado en investigació n.

⮚ Engañ o u omisió n en investigació n.

⮚ Utilizació n de la informació n/resultados de investigació n.

Consentimiento informado en investigación

El Có digo de Nü remberg tiene el mérito de ser el primer documento que planteó explícitamente
la obligació n de solicitar el Consentimiento Informado en una prá ctica de investigació n, expresió n de la
autonomía del sujeto. Los elementos bá sicos de esta norma pueden extraerse de dicho có digo:
voluntario o consentido, declaració n adecuada y competencia (toma de decisió n).
En el caso de nuestro Có digo de É tica de FePRA, el Consentimiento Informado para toda
investigació n se encuentra explicitado en el artículo 4.3, estableciéndose que:
Los psicólogos responsables de proyectos de investigación obtendrán el consentimiento
informado de los sujetos o de sus representantes legales. No será exigible el
consentimiento cuando la investigación se asiente en encuestas anónimas u observaciones
no creadas en forma experimental; pero se tendrá particular cuidado en que, el uso de tales
técnicas así como la eventual publicación de los resultados, no dañe la intimidad de las
personas involucradas (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 4.3).
Cuando se llevan a cabo investigaciones psicoló gicas, donde se tenga que someter al sujeto de
estudio a algú n grado de tensió n o estrés, para procedimientos má s invasivos o aquellos asociados a
riesgos significativos5, el consentimiento informado debe ser presentado por escrito y firmado por el
sujeto.
La American Psychological Asociattion (APA) va a publicar en el añ o 2002 -con modificaciones
en junio de 2010- un documento llamado “Principios É ticos de los Psicó logos y Có digo de Conducta
APA”. Este Có digo de É tica de la APA va a tener vigencia dentro del territorio estadounidense, sin
embargo en nuestro país, es muy utilizado como referente en lo que compete a docencia e
investigació n, en particular desde la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
En lo que hace al Consentimiento Informado para la investigación, este Có digo en el capítulo
sobre Investigació n y Publicació n, en su artículo 8.02 va a hacer explicitaciones bien específicas,
estableciendo que los psicó logos deben informar a los participantes de una prá ctica investigativa
acerca de:
⮚ El propósito de la investigación, la duración estimada, y los procedimientos;

5 En el caso de este tipo de Investigaciones, debe haber una aprobación y autorización por parte de
un Comité de Ética en Investigación para su realización.
⮚ Su derecho a rehusarse a participar y retirarse de la investigación una vez que su
participación haya comenzado;
⮚ Las consecuencias previsibles de rehusarse o retirarse;

⮚ Los factores razonablemente previsibles que puedan influenciar su voluntad de


participar, tales como riesgos potenciales, incomodidad o efectos adversos;
⮚ Cualquier beneficio posible de la investigación;

⮚ Los límites de la confidencialidad;

⮚ Los incentivos por la participación; y

⮚ A quién contactar para preguntar acerca de la investigación y los derechos de los


participantes en investigaciones. Dan la oportunidad a los eventuales participantes de
formular preguntas y recibir respuestas (Principios É ticos de los Psicó logos y Có digo
de Conducta APA, 2010, art. 8.02).
También en este Có digo se van a indicar detalladamente, algunas excepciones en cuanto a la
solicitud del Consentimiento Informado en investigació n, que se ven presentadas en el artículo 8.05, el
que dice:
Los psicólogos pueden prescindir del consentimiento informado sólo cuando (1)
razonablemente no podría suponerse que la investigación causara malestar o daño, e
involucre (a) el estudio de las prácticas educativas corrientes, el currículo, o los métodos de
supervisión en el aula aplicados en ámbitos educativos; (b) únicamente cuestionarios
anónimos, observaciones de campo, o investigaciones de archivo para las cuales la
revelación de las respuestas no pondría a los participantes en riesgo de responsabilidad
penal o civil ni de daño para sus finanzas, su capacidad de conseguir empleo o su
reputación, y la confidencialidad esté protegida; (c) el estudio de los factores relativos al
trabajo o la efectividad de la organización conducido en un ámbito organizacional para lo
cual no hay riesgo para la capacidad de empleo de los participantes y la confidencialidad
esté protegida o (2) esté permitido por ley o por las regulaciones federales o institucionales
(Principios É ticos de los Psicó logos y Có digo de Conducta APA, 2010, art. 8.05).
Ahora bien, uno de los problemas éticos de especial atenció n en relació n al Consentimiento
Informado se presenta, cuando la investigació n psicoló gica es realizada con poblaciones o en contextos
especiales (personas con padecimiento mental o con capacidad cognitiva disminuida, niñ os, ancianos,
víctimas de abuso o descuido, o en cá rceles, neuropsiquiá tricos, hospitales, etc.) debido a la
vulnerabilidad que puedan presentar aquellos que se ponen en estudio.
El Có digo de ética de FePRA en su artículo 4.4 va a decir al respecto que:
“Cuando la investigació n involucre a sujetos en relació n asimétrica con los investigadores se les
asegurará la libertad de poder participar o retirarse, sin que esto ú ltimo pueda derivar en
sanciones, perjuicio o menoscabo alguno” (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 4.4).
No obstante, má s allá de esta explicitació n, lo dilemá tico se plantea en torno a lo incierto en
relació n a la capacidad para consentir o la incidencia del nivel de dependencia en relació n a la
autonomía para participar o retirarse. Así, los temas de la vulnerabilidad de los participantes
interactú an con los del consentimiento, riesgo-beneficio, validez de la investigació n y con lo que pueda
hacerse con los datos. De esta manera el investigador deberá evaluar siempre las distintas condiciones,
de forma tal que no se provoque perjuicio o dañ o alguno sobre los sujetos de investigació n.
Podemos afirmar entonces que el Consentimiento Informado, requiere particular atenció n para
el desarrollo de todo proceso de investigació n, resulta una obligació n y una responsabilidad que tiene
el investigador y un derecho inalienable para el sujeto que participa de una investigació n. Si bien el
origen de esta norma ética deviene del Có digo de Nü remberg, es posible encontrarla en todos los
documentos internacionales y nacionales cuanto de investigació n se trata, cobrando relevancia y
extensió n a toda prá ctica profesional de la salud en la que se desempeñ e un psicó logo, como la clínica,
asistencial, judicial, laboral, educacional, etc.

El engaño u omisión en investigación

El término “engañ o” describe situaciones en las que los sujetos consienten participar en una
investigació n recibiendo escasa y/o incompleta informació n sobre la misma. El respeto por las
personas es particularmente relevante al problema del engañ o en la investigació n.
El Có digo de É tica de FePRA se refiere a la cuestió n en su artículo 4.5 en los siguientes términos:
(…) el psicólogo no incurrirá en omisión de información ni recurrirá a técnicas de
engaño sin asegurarse previamente de que: a) no existan procedimientos alternativos que
no impliquen engaño; b) el uso esté justificado por el valor científico o profesional de la
investigación proyectada (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 4.5).
Sin embargo, en el mismo artículo se va a pautar que:
Si el brindar información completa pudiera invalidar los resultados de la investigación, no
se hará esto al inicio de la misma, siendo el psicólogo responsable del proyecto quien
proveerá lo antes posible una información acabada a los sujetos y explicará también
las razones por las que no se brindó dicha información al comienzo de la experiencia
(Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 4.5).
La redacció n de este enunciado normativo, nos lleva a plantear si el engañ o en la investigació n
no está poniendo en cuestió n el Consentimiento Informado, dado que la utilizació n de consignas
engañ osas no es tratada en los có digos de ética como caso de excepció n al Consentimiento Informado.
Y si bien no vamos a detenernos aquí en un aná lisis profundo al respecto, valen las palabras de
Salomone (s/f) cuando dice que si bien la utilizació n del engañ o no significa la abolició n del
Consentimiento Informado, por lo menos lo relativiza.
Por su parte, el Có digo de É tica de la APA, también va a hacer sus explicitaciones en relació n al
Engaño en la investigación en su artículo 8.07, donde se va a determinar que:
a) Los psicólogos no llevan adelante un estudio que involucre consignas engañosas a menos
que hayan determinado que el uso de las técnicas engañosas está justificado por el eventual
y significativo valor científico, educativo o aplicado y que no es posible utilizar
procedimientos alternativos eficaces que no sean engañosos.
b) Los psicólogos no administran consignas engañosas a los eventuales participantes, en
investigaciones que les pudieran causar dolor físico o un severo malestar emocional.
c) Los psicólogos dan a conocer a los participantes las técnicas engañosas utilizadas como
parte integral del diseño y aplicación de un experimento tan pronto como sea posible,
preferentemente al término de su participación y nunca después de la finalización de la
recolección de datos, permitiéndoles a los participantes retirar los suyos (Principios É ticos
de los Psicó logos y Có digo de Conducta APA, 2010, art. 8.05).
De todo lo anterior se desprende que el engañ o se justifica cuando la investigació n lo requiera
para el cumplimiento de los objetivos y esto no implique en ninguna medida un dañ o o perjuicio de la
condició n humana de los participantes.

Utilización de la información/resultados de la investigación

Respecto al uso de la informació n que se obtiene como producto de una investigació n, es


necesario analizar dos aristas fundamentales. Una de ellas refiere al cuidado y precaució n en la
utilizació n de los datos atinentes a la privacidad de los sujetos participantes de una investigació n. La
otra arista refiere, a la utilizació n que se haga de los resultados obtenidos producto de la investigació n.
En relació n a la primera, si bien en el Có digo de É tica de FePRA en el apartado de Investigación
no se plantea una clara explicitació n en relació n al resguardo de la intimidad de los sujetos de
investigació n y la confidencialidad de su informació n personal, debemos entender que la investigació n
forma parte de una prá ctica profesional del psicó logo y como tal, se hace extensivo para este accionar
todo lo especificado en el apartado sobre Secreto Profesional.
Respecto a lo que hace a la utilizació n de los resultados obtenidos de la investigació n, si se va a
hacer una clara explicitació n en el artículo 4.9 marcá ndose que: “Los psicó logos deberá n ser veraces
con los resultados de sus investigaciones, no tergiversará n ni omitirá n datos, aunque pudieran
contrariar sus expectativas” (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 4.9).
Pero es necesario a su vez remitirnos a otro apartado del mismo Có digo, que involucra aspectos
vinculados con la investigació n, como es el de Publicaciones. Allí se van a plantear obligaciones éticas
con respecto a la difusió n de los resultados de toda investigació n.
En el artículo 6.3.2 de este apartado, se va a indicar algo similar al artículo anterior, pero
presentando especificaciones que valen la pena citar:
En la publicación de sus trabajos científicos o profesionales, los psicólogos mantendrán
siempre su compromiso con la veracidad, por lo cual incluirán todos los datos pertinentes,
aunque éstos pudieran contrariar sus hipótesis o sus intereses. Citarán las fuentes y autores
en que basan su trabajo y no se atribuirán -expresamente o por omisión de las referencias-
producciones que no les sean propias (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 6.3.2).
Estos y otros aspectos del apartado de Publicaciones van a ser claramente orientativos respecto
a la utilizació n y presentació n que se haga de los resultados de toda investigació n. Pero lo que
esencialmente no queremos perder de vista aquí, es que los psicó logos investigadores tienen el deber
de poner a disposició n los resultados de sus investigaciones en beneficio de su ciencia y de las
personas, siendo responsables de la integridad, veracidad y exactitud de sus informes de investigació n,
como también del cuidado y protecció n de la informació n privada de los sujetos de investigació n.

Los comités de ética en investigación psicológica

Con la promulgació n del Có digo de Nü renberg, se puso en relevancia el tema de la protecció n de


los sujetos humanos en los estudios experimentales o de investigació n. Má s tarde, la Declaració n de
Helsinki (Asociació n Médica Mundial, 1964) insistió en la necesidad de crear organismos que se
encargasen de asegurar la calidad de los protocolos de investigació n. Fue así como nacieron a nivel
mundial, los Comités de Ética en Investigación.
Dichos Comités, se constituyen –tanto a nivel internacional como nacional- con el objetivo de
evaluar aquellos estudios de investigació n que involucren personas, datos sensibles de salud, muestras
bioló gicas y cualquier otro material o informació n que pueda afectar en algú n modo la dignidad y la
integridad de los sujetos humanos y/o grupos poblacionales.
En nuestro país, a nivel nacional se da creació n a estos Comité de É tica por medio de la Ley
Nacional N° 24.724, sancionada en el añ o 1996. Dicha ley va a dar emergencia no solo a los Comité de
É tica en Investigació n, sino también a los Comité de É tica Clínica. La ley va a otorgarle a los Comité de
É tica en Investigació n el poder de veto, lo que significa que pueden rechazar un protocolo de
investigació n si no cumple con las pautas éticas establecidas. Un rasgo absolutamente diferente de los
Comité de É tica Clínica, que carecen de poder de veto, su funció n es meramente consultiva, brinda
consejo. Sin embargo, no son menos importantes los temas a los que se aboca y la idoneidad que debe
tener para tratarlos.
A nivel local, en el á mbito de la Provincia de Có rdoba se va a dar sanció n en el añ o 2009 a la Ley
Provincial N° 9694, a través de la cual se va a crear el Sistema de evaluación, registro y fiscalización de
las investigaciones en salud (en adelante SERFIS).
El SERFIS tiene por objetivo regular las investigaciones en seres humanos que se desarrollen en
la Provincia de Có rdoba en el marco de la protecció n de los derechos, seguridad y bienestar de las
personas que participan en las misma (Ley Provincial N° 9694, 2009, art.1).
Dicha Ley –tal como lo establece en su artículo 2- es aplicable a toda investigació n en la que
participen seres humanos, tanto en condiciones de enfermedad como voluntarios sanos, de cará cter
experimental u observacional, que implique o no nuevos métodos de prevenció n, diagnó stico,
tratamiento o rehabilitació n, así como la recolecció n, almacenamiento y diseminació n de informació n
relacionada a los individuos o muestras bioló gicas obtenidas directa o indirectamente de los mismos.
La Ley va a dejar excluidas, aquellas investigaciones que no incluyan intervenciones sobre la salud
humana y no supongan riesgo para los individuos.
La evaluació n ética de las Investigaciones en salud, van a estar a cargo del Consejo de Evaluación
Ética de la Investigación en Salud (en adelante CoEIS) y de los Comités Institucionales de Ética en
Investigación en Salud (en adelante CIEIS).
El CoEIS va a tener competencias para: Coordinar y supervisar todo el sistema de evaluació n
ética de las investigaciones en seres humanos en la Provincia y potestad para emitir dictá menes
vinculantes; observar y hacer observar los principios y derechos enunciados en las normas aplicables
en favor de los sujetos que participan de investigaciones; establecer los requisitos para la evaluació n
de las investigaciones; establecer los requisitos para el registro de las investigaciones, de los
investigadores y los de acreditació n de los CIEIS; acreditar, coordinar y supervisar a los CIEIS; recibir y
evaluar denuncias de los CIEIS o de particulares, por cualquier conflicto vinculado a una investigació n;
emitir informes, propuestas y recomendaciones que el Consejo considere relevantes, entre otras.
Por su parte los CIEIS tienen como objetivos: contribuir a salvaguardar la dignidad, derechos,
seguridad y bienestar de todos los participantes actuales y potenciales de la investigació n; evaluar y
supervisar las investigaciones que se realicen en la institució n en la que tienen asiento y en aquellas
realizadas en instituciones con las cuales los vincule un convenio para la asistencia de la salud de los
participantes; mantener la independencia en su composició n, procedimientos y decisiones de
influencias indebidas; evitar conflictos de interés en la investigació n biomédica; resguardar la
confidencialidad de los datos contenidos en las investigaciones en salud; promover la investigació n
generada localmente.
Toda investigació n en salud que se realice con seres humanos en el á mbito de la Provincia,
deberá estar evaluada, aprobada y supervisada por un CIEIS. Solo en los casos que corresponda o estén
estipulados por la presente ley, el CIEIS deberá elevar el protocolo de la investigació n ante el CoEIS,
siendo este ú ltimo el que autorizará o reprobará la realizació n de una determinada investigació n.
Todos los CIEIS que se desempeñ en en la Provincia de Có rdoba deben estar acreditados ante el
CoEIS, conforme los requisitos y condiciones que a tal fin establezca la Autoridad de Aplicació n, en este
caso el Ministerio de Salud de la Provincia. Es posible encontrar CIEIS que desarrollan su tarea en el
á mbito del sector pú blico provincial, como en el á mbito privado.
Los CIEIS que en la actualidad se desempeñ ará n en Instituciones de salud pú blicas provinciales,
son:
⮚ El Comité Institucional de É tica de la Investigació n en Salud del Niñ o y del Adulto en el Hospital
de Niñ os de la Santísima Trinidad;
⮚ El Comité Institucional de É tica de la Investigació n en Salud Sexual y Reproductiva en la
Maternidad Provincial;
⮚ El Comité Institucional de É tica de la Investigació n en Salud del Adulto en el Hospital Có rdoba y

⮚ El Comité Institucional de É tica de la Investigació n en Salud Mental en el Hospital


Neuropsiquiá trico.
Los otros CIEIS pú blicos o privados que en la actualidad se encuentran registrados en la
Provincia de Có rdoba, son:
⮚ Centro Reumatoló gico Strusberg

⮚ Clínica Caraffa

⮚ Clínica Colombo

⮚ Clínica Chutro

⮚ Clínica Reina Fabiola

⮚ Clínica Romagosa

⮚ Instituto Oulton

⮚ Fundació n Rusculleda

⮚ Hospital Italiano

⮚ Hospital Maternidad Nacional

⮚ Hospital Nacional de Clínicas

⮚ Hospital Privado

⮚ Instituto Oncoló gico de Có rdoba

⮚ Instituto Modelo de Cardiología

⮚ Sanatorio Allende

⮚ Instituto Privado de Radioterapia y oncología S. A.


⮚ Sanatorio del Salvador

⮚ Sanatorio Morra

⮚ Sanatorio Mayo

⮚ Instituto Médico de Río Cuarto

⮚ Hospital Infantil

⮚ CIEIS de la Facultad de Odontología UNC

⮚ CIEIS de la Universidad Nacional de Río Cuarto

⮚ CIEIS
De esta manera, todos aquellos proyectos de investigació n psicoló gica con seres humanos que
se realicen en la Provincia de Có rdoba, que puedan involucrar població n vulnerable (niñ os,
adolescentes, ancianos, enfermos, etc.), o donde se tenga que someter al sujeto de estudio a algú n
grado de tensió n o estrés, o se utilicen procedimientos invasivos o aquellos asociados a riesgos
significativos; para efectivizar su realizació n deben ser previamente evaluados, aprobados y
supervisados por alguno de los CIEIS de la Provincia de Có rdoba.

A modo de cierre

A lo largo de este trabajo hemos compartido los criterios má s extendidos acerca de lo que debe
ser un comportamiento ético en investigació n atendiendo a las referencias tanto a nivel mundial, como
principalmente en la Argentina y a nivel local.
Los deberes y obligaciones profesionales, plasmados en las legislaciones y Có digos de É tica,
tienen como correlato la protecció n de los derechos de las personas. De allí su sustento en las leyes del
Derecho positivo y su referencia ú ltima en los Derechos Humanos.
Aunque el objetivo principal de la investigació n científica es generar nuevos conocimientos, este
objetivo nunca debe tener primacía sobre los derechos y los intereses de la/s persona/s que participa/
n en la investigació n.
La actividad científica como cualquier actividad humana no está eximida de cuestiones éticas.
Son los científicos, en tanto personas y la ciencia, en tanto institució n, quienes deben asumir la
responsabilidad por las consecuencias, tanto beneficiosas como perjudiciales, que tenga su actividad.
El científico, al elegir un curso de acció n entre otros, asume el riesgo de dicha elecció n y si ha tenido
libertad al hacerlo ha de responder por las consecuencias de su elecció n (Outomuro, 2004).

Referencias

Bunge, M. (1973) La investigación Científica (3ra Edició n). Barcelona, Españ a:


Ariel França, O. (1996) Ética para psicólogos. Bilbao: Descleé de Brouwer.
Macbeth, G., Cortada de Kohan, N., Ló pez Alonso, A. & Razumiejczyk, E. (2006) La investigación científica en
Psicología: un desarrollo histórico. En: Psicología y Psicopedagogía. Publicació n virtual de la Facultad de
Psicología y Psicopedagogía de la USAL, Añ o V Nº 15.
Outomuro, D. (2004) “Reflexiones sobre el estado actual de la ética en investigació n en Argentina”. Acta
bioethica, 10(1), 81-94. Disponible en: http://www.scielo.cl/scielo.php?
script=sci_arttext&pid=S1726569X2004000100011&lng=es&tlng=es. 10.4067/S1726-569X2004000100011.
Richaud, M. C. (2007) “La ética en la investigació n psicoló gica”. En: Enfoques XIX. Pp. 5-18. Universidad
Adventista del Plata. Argentina. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=25913121002.
Rubén Ardila, P.D. (S/F) “El papel de la investigació n científica en Psicología”. Universidad Nacional de
Colombia. Salomone, G. (S/F) “Ética y Responsabilidad. El engaño en la investigación y el consentimiento
informado a la luz del experimento de Stanley Milgram”. Ficha de cá tedra. Prá ctica de Investigació n: La Psicología
en el ámbito jurídico. Reflexiones ético-clínicas a través de un estudio cualitativo de casos. Facultad de
Psicología, Universidad de Buenos Aires.
Vargas Mendoza, J. E. (2009). Investigación científica en psicología. Apuntes para un seminario. México:
Asociació n Oaxaqueñ a de Psicología A.C.
Velá squez Centeno, C. (S/F) La Investigación en Psicología. Disponible en: http://es.slideshare.net/longojose/la-
investigacin-en-psicologa.

Leyes y códigos

Có digo de É tica de la American Psychological Association (APA) (2002, 2010). Principios É ticos de los
Psicó logos y Có digo de Conducta. Estados Unidos.
Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, (2016).
Ley Nacional N° 24.724 (1996) Apruébese el Convenio de Cooperació n en Materia de Ciencia Y Tecnología
suscripto con el Gobierno de la Repú blica de Croacia.
Ley Provincial N° 9694 (2009) Sistema de evaluació n, registro y fiscalizació n de las investigaciones en salud.

GUIA DE LECTURA

➢ Defina qué es la Investigación Psicológica y explique ¿por qué es una investigació n científica y amoral?
➢ Leer en el Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina (FePRA) (2013) el
apartado sobre Investigación.
➢ ¿Qué hecho a nivel mundial produjo un cambio en la investigació n con seres humanos? Explique ¿cuá les
fueron esos cambios que introdujo?
➢ ¿De qué trata la Declaració n de Helsinki y el Informe Belmont? y ¿cuá l es la importancia a nivel de la
investigació n en salud que ambas normativas de cará cter internacional tienen?
➢ Identifique aspectos ético-deontoló gicos que deben ser atendidos durante el proceso de desarrollo de
una investigació n psicoló gica (para ello tener en cuenta el texto propuesto de Degiorgi y Ferreyra, el
Có digo de Nü remberg y el Có digo de É tica de la FePRA en su apartado sobre Investigación).
➢ ¿Qué características reviste el Consentimiento Informado en la investigació n psicoló gica?, ¿Cuá ndo surge
la obligació n explícita de solicitar el Consentimiento informado en una prá ctica de investigació n?, ¿en la
investigació n siempre el Consentimiento Informado debe ser por escrito?
➢ ¿En qué casos especifica el Có digo de É tica de la APA (2002) que se puede prescindir del Consentimiento
informado?
➢ ¿Qué plantea el Có digo de É tica de la FePRA (2013) en relació n al engañ o u omisió n en la investigació n
psicoló gica?
➢ El engañ o u omisió n en investigació n pone en cuestió n el consentimiento informado, ¿por qué?
➢ Leer en el Có digo de É tica de la FePRA el apartado sobre Publicaciones referidas a la utilizació n y
presentació n de los resultados de toda investigació n psicoló gica.
➢ ¿A través de qué normativa internacional nacen a nivel mundial los Comité de Ética en investigación?
➢ Diferencie SERFIS, COEIS y CIEIS. Y explicite objetivos y competencias de cada uno.
➢ ¿Cuá l es la importancia de la Ley Nacional n° 24.724 sancionada en 1996?
➢ ¿Cuá l es la importancia de la Ley Provincial n° 9694 sancionada en 2009?
➢ Diferencie Comité de Ética Clínica de los Comité de Ética en Investigación.
➢ Busque informació n en internet sobre alguno de los CIEIS que se desempeñ a en instituciones de salud
pú blica y otro del á mbito privado de la Provincia de Có rdoba.

LAS DECLARACIONES PÚBLICAS EN EL EJERCICIO


PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO.
ARTÍCULO UN RECORRIDO POR LA DIMENSIÓN DEONTOLÓGICA
DE LAS PUBLICIDADES, DIVULGACIONES Y
PUBLICACIONES

AUTOR/ES MARÍA LAURA COLOMBERO

Preliminar

No parece haber dudas de que las numerosas innovaciones en materia de comunicaciones y


tecnologías de la informació n, raudamente, han ido modificando las posibilidades de difusió n y la
praxis misma de las diferentes profesiones. Tampoco sorprenden los diversos mecanismos, puestos al
servicio del mercado con la finalidad de obtener má s “clientes”, o la apropiació n de ideas, palabras y
argumentaciones extraídas del algú n lugar de la red, cuya autoría no es fidedigna.
Ante este escenario, de constantes desafíos y dilemas éticos, adquiere especial importancia la
revisió n de las diferentes diná micas que tienen las declaraciones pú blicas en el ejercicio profesional,
específicamente en el del psicó logo; esto es, el manejo de las publicidades, las divulgaciones y las
publicaciones.
Para ello, se tomará como marco referencial el Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos
de la Repú blica Argentina (FePRA, 2013)6, el cual nos permitirá revisar las normas obligantes
(deontoló gicas) para el ejercicio profesional, en tanto deberes que afectan a todos los profesionales
psicó logos, considerando que descuidar los mismos, atenta contra los derechos de los receptores de los
servicios profesionales.

De las declaraciones

Pensar y reflexionar sobre las declaraciones pú blicas, conlleva como primer momento
epistémico, entender de qué estamos hablando precisamente cuando referimos a este término.
Etimoló gicamente, declaració n proviene del latín declaratĭo, que significa acció n y efecto de declarar o
declararse (manifestar, decir, hacer pú blico, dejar algo claro). La declaració n, por lo tanto, es
una explicació n, una acció n que involucra a un otro, ya sea directa o indirectamente y produce un

6Aprobado por la Asamblea ordinaria del 10 de abril de 1999. Modificado por la Asamblea
Extraordinaria
del 30 de noviembre de 2013.
efecto. Por esta razó n, como profesionales debemos tener suma rigurosidad ética, legal y deontoló gica
a la hora de hacer pú blica cierta prá ctica y regirnos por una actitud responsable, lú cida y
comprometida frente al ser humano concreto y sus condiciones.
Esquemá ticamente, y siguiendo la clasificació n referenciada en el Có digo de É tica de FePRA
(2013), las declaraciones pú blicas aluden a: publicidades, divulgaciones y publicaciones, pues sobre
dichas prá cticas iremos desglosando cada uno de los puntos que constituyen la mencionada
codificació n.
Indistintamente de cuá l forma se hable, cabe agregar que la reflexió n -transversal a todas-,
debe ser en base a la veracidad y los criterios para llevar a cabo una comunicació n honesta, exacta y
abierta7.

⮚ Publicidades

Es bien sabido que como profesionales formamos parte de un mercado laboral que tiene sus
propias reglas; si bien son cuestiones poco visibilizadas, los psicó logos, también participan en el
entramado comercial que implica “vender su servicio”. Existe por lo tanto competencia, marketing
desmedido, innovaciones permanentes y ocurrentes a los fines de captar futuros clientes, etc. Por tal
motivo, es necesario establecer algunos puntos de referencia deontoló gica que contemplen y
establezcan obligaciones y deberes del Psicó logo en su prá ctica profesional publicitaria.
Cuando se alude a la publicidad del profesional psicó logo, se hace referencia a la promoció n de
sus servicios, lo que incluye anuncios –ya sean pagos o gratuitos- y/o presentació n de curriculum vitae.
Si bien el presente trabajo se aboca prioritariamente a las normas que estipula el Có digo de
FePRA (2013), cabe incluir aquí al Có digo de É tica del Colegio de Psicó logxs8 de la Provincia de
Có rdoba, -aprobado por asamblea extraordinaria el 12 de noviembre de 2016-, ya que incluye con
sutiles variaciones algunas de las disposiciones que desarrollaremos, enmarcadas bajo el apartado de
“responsabilidades profesionales y científicas”, específicamente como norma asociada a la
“responsabilidad con la colegiació n y los colegas” (Có digo de É tica del Colegio de psicó logxs de la
Provincia de Có rdoba, 2016, art. 4.14-4.15).
Comencemos por el punto de base: cada profesional que haga publicidad de sus servicios, ya
sea en cualquiera de sus modalidades –grá fica, radial, audiovisual, informá tica y/o en cualquier otro
soporte comunicacional- deberá incluir como requisito obligatorio: “nombre y matrícula,
absteniéndose de publicar honorarios”9 (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 6.1.1.1).
Si bien existe una tendencia cada vez má s significativa de invadir los anuncios con densas
nomenclaturas que van desde la diversidad de destinatarios de los servicios posibles (niñ @s,
adolescentes, adultos, adultos mayores, familias, parejas, etc.) hasta el abanico de técnicas utilizadas
por el profesional (gestalt, psicoaná lisis, enfoque cognitivo-conductual, terapias sistémicas, etc.), se
deben respetar las reglas establecidas en las normativas que rigen el actuar profesional.
Esto implica también pensar en el Principio rector de Competencia, segú n el cual:

7 Valores asociados al principio de Integridad de la Declaración Universal de Principios Éticos para


psicólogas y psicólogos (2008).
8 En el marco del respeto a la diversidad de géneros, se acordó la utilización “x”, para la referencia de lxs
géneros.
9 El Código de Ética del Colegio de psicólogxs de la provincia de Córdoba, agrega: “…absteniéndose de
publicitar honorarios por un valor menor al del honorario mínimo ético” (Código de Ética del Colegio
de psicólogxs de la provincia de Córdoba, 2016, art. 4.14).
Los psicólogos se comprometen a asumir niveles elevados de idoneidad en un trabajo,
reconociendo las fronteras de sus competencias particulares y las limitaciones de su pericia.
Proveerán solamente aquellos servicios y técnicas para las que están habilitados, por su
formación académica, capacitación o experiencia (…) (Có digo de É tica FePRA, 2013, prin.
b).
De allí deviene la clarificació n de que las publicidades deban ser mensuradas, incluyendo solo
los datos indispensables, “en ningú n caso deberá ser exagerada de modo que tergiverse en algú n
sentido la índole y eficacia de los servicios” (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 6.1.1.2). Sobre este
punto, suelen encontrarse serias irregularidades, que han de convertir la publicidad del servicio
profesional en un arsenal de informació n desorganizada, innecesaria y lo má s preocupante, falsa y
deslegitimadora.
Veamos algunos ejemplos10:

10 Los mismos fueron extraídos de internet y fueron modificados sus datos de contacto a los fines de
preservar la identidad de quien lo ha publicado.
Ahora bien, luego de ver estas imá genes, es necesario reflexionar sobre el escaso conocimiento
de algunos profesionales de las normativas que rigen su profesió n. El Có digo de É tica es muy claro en
este sentido: “los psicó logos no ofrecerá n recursos o actividades relativas a técnicas psicoló gicas que
no estén reconocidas por las comunidad profesional. Tampoco utilizará n el precio o gratuidad del
servicio como forma de propaganda” (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 6.1.1.3).
La Ley Provincial Nº 7106/84 referente a las Disposiciones para el ejercicio de la psicología, en
su artículo N° 8, explicita claramente la prohibició n a los profesionales psicó logos de:
a) prescribir, administrar o aplicar medicamentos, electricidad o cualquier otro medio
médico, o mecánico o químico, destinado a tratamiento de enfermedades de las personas;
b) aplicar en sus prácticas profesionales procedimientos que no hayan sido aprobados en
los centros universitarios o científicos del país (Ley Nº 7106, 1984, art. 8).
En esta misma línea, FePRA (2015), ha expresado en reiteradas oportunidades su
pronunciamiento ante aquellas “terapias alternativas”:
Ante la proliferación de publicidad de las llamadas terapias alternativas y ante el
conocimiento de que se han incluido como práctica habitual de algunos psicólogos en todo
el país, ya sea que se trate de “constelaciones familiares”, de “campos energéticos”, de
“Reiki”, entre otras, la Federación de Psicólogos de la República Argentina, que nuclea a
Colegios y Asociaciones de Psicólogos, cree necesario puntualizar lo siguiente: Aquellas
prácticas mencionadas no se encuentran dentro de las prácticas reconocidas en el ámbito
de la Psicología.
La aparente simpleza de las llamadas terapias alternativas, que incluso puede ser ejercida
por personas sin título universitario, que detenten otra profesión o por cualquier individuo
que se haya sometido a esa intervención, suele generar una cierta popularidad,
confundiendo esa expansión con otorgamiento de alguna especie de reconocimiento y de
validación públicos.
La formación académica de los profesionales psicólogos está regulada por los estándares
aprobados en concordancia con las actividades reservadas al título de Psicólogo o
Licenciado en Psicología, respaldadas en las leyes de ejercicio profesional y en la Resolución
343/09 del Ministerio de Educación de la Nación, que se sostienen y fundamentan en
distintos modelos teóricos, que no son pocos, pero que son específicamente psicológicos y
validados científicamente.
Asimismo, es deber de todo profesional psicólogo observar y ejercer una práctica en el
plano y nivel científico propios de la psicología y no deberá anunciar o hacer anunciar
actividad profesional como psicólogo publicando falsos éxitos terapéuticos, estadísticas
ficticias, datos inexactos; prometer resultados en la curación o cualquier otro engaño,
considerando que descuidar estos deberes atenta contra los derechos de los receptores de
los servicios profesionales (FePRA, 2015, s/p).
Pero con ello no acaba el tema de las publicidades, otro de los puntos controvertidos es –y
cada vez con mayor frecuencia- la presencia del profesional psicó logo en los medios masivos de
comunicació n.
Desde consultas técnicas ante casos de extrema gravedad y popularidad, -como han sido
brotes psicó ticos de famosos, suicidios, crisis esquizofrénicas, entre otros tantos- pasando por
columnas fijas en las que el psicó logo aconseja o explica sobre có mo tratar los problemas del
oyente/telespectador e hipotético paciente, hasta la aparició n en programas de televisió n tipo talk-
show11 analizando cual “experto”, o como personaje en series y tiras que presentan al profesional de
modo grotesco y banal. En la mayoría de esos casos, se ha recurrido a estereotipos, reduccionismos, a
la espectacularizació n con imá genes impactantes y tó picas, se ha descuidado el uso del lenguaje, se han

11 Espectáculo de gente que cuenta su vida.


inventado diagnó sticos, se han expuesto testimonios de pacientes en relació n con la calidad de los
servicios o productos del psicó logo; se ha apelado a los temores, angustias o emociones en relació n con
las posibles consecuencias de no tomar los servicios ofrecidos, etc.
Claro que no decimos que la exposició n en medios esté prohibida, sino que su realizació n debe
ser sumamente cautelosa; só lo deberá tener fines educativos o divulgativos y no se puede participar en
avisos que recomienden la adquisició n o uso de un determinado producto, así lo establece el Có digo
(2013) en su art. 6.1.1.4.
Tampoco los psicó logos deben compensar o dar algo de valor a los representantes de la
prensa, radio, televisió n u otros medios de comunicació n a cambio de publicidad profesional o en
anticipació n a ella.
Si bien es cierto que en numerosos casos la presencia de psicó logos en medios masivos de
comunicació n desmitifica, erradica miedos, no es menos verdad el riesgo manifiesto de cometer graves
errores y, en todo caso, de vulgarizar la ciencia psicoló gica convirtiéndola en la denominada “terapia
fastfood”12 (Colegio Oficial de Psicó logos de Madrid, 2011).

⮚ Divulgaciones

En estrecha vinculació n con el apartado precedente, se encuentran las divulgaciones. Aquí se


hace referencia ya no a la promoció n de un servicio profesional, sino a las declaraciones u opiniones que
los psicó logos formulen con fines informativos al pú blico en general. Es decir, difundir, promover o
publicar algo para ponerlo al alcance de alguien. Por supuesto, dicha forma de comunicació n, no está
exenta de posibles equívocos e irregularidades deontoló gicas.
El primer aspecto a tener en consideració n, es la rigurosidad científica que toda divulgació n
debe tener sin condició n. Claro que aquí se presenta muchas veces la disyuntiva de tener que adecuar
la terminología o los conceptos, al nivel de comunicació n de los pú blicos a los que se dirigen los
mensajes. Sobre esto, debemos saber, que tal adecuació n, no debe provocar perjuicio al rigor científico
antes mencionado.
Dicha rigurosidad, no só lo hace referencia al nivel de complejidad que pueda tener una
informació n, sino también a su veracidad y legitimidad: “los psicó logos, deberá n abstenerse de hacer
declaraciones pú blicas que san falsas, engañ osas, desorientadoras o fraudulentas, ya sea por lo que
ellas establecen, transmiten o sugieren, o por lo que omiten” (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 6.2.1).
En este sentido, cada expresió n del profesional, deberá estar basada en la prá ctica y con el
correspondiente respaldo bibliográ fico apropiado. Incluso, cuando se divulguen trabajos científicos a
través de canales de comunicació n que no son de tal índole, -como adelantamos precedentemente-, la
adaptació n deberá hacerse de manera tal que no se tergiverse el verdadero sentido y alcance y ademá s,
“no se deberá n realizar referencias técnicas o procedimientos profesionales, si previamente no han
sido sometidos a consideració n en su á mbito específico” (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 6.2.5).
El có digo establece ademá s que los profesionales deben informar sobre la competencia que se
requiere para llevar a cabo una indicació n o aplicació n de determinados procedimientos y técnicas;
esto, a los fines de evitar el mal uso de herramientas con especificidad psicoló gica. Es muy frecuente
escuchar a comunicadores y pú blico en general, con el sayo puesto de diagnosticadores de histerias,
esquizofrenias, perversiones, etc.
Por ú ltimo, es importante tener en cuenta que no só lo las palabras de un profesional psicó logo

12 Tipo comida rápida.


comunican y transmiten un mensaje, sino también su presencia, sus modos de hacerlo, con lo cual, “se
deberá cuidar de que sea dentro del má ximo respeto por su calidad profesional, por su propio prestigio
y el de su profesió n” (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 6.2.7).
En el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba se incluye -con
sutiles variaciones- las anteriores disposiciones enmarcadas bajo el principio de ético de Integridad 13,
como normas asociadas a la “honestidad” y las “responsabilidades ante declaraciones pú blicas”
(Có digo de É tica del Colegio de psicó logxs de la Provincia de Có rdoba, 2016, art. 3.10-3.16).

⮚ Publicaciones

Corresponde en este ú ltimo apartado, desarrollar la dimensió n deontoló gica de las


publicaciones en la prá ctica profesional del psicó logo. Pues con ello, nos referimos a las
comunicaciones y discusiones de trabajos, producciones y experiencias dentro del á mbito institucional
correspondiente a su campo de acció n y/o a través de la publicació n en revistas científicas.
Este tipo de comunicació n con especificidad académica, científica y profesional, implica un
compromiso con la veracidad. El có digo es muy explícito en este sentido:
Incluirán todos los datos pertinentes, aunque estos pudieran contrariar sus hipótesis o sus
intereses. Citaran las fuentes y autores en que basan su trabajo y no se atribuirán –
expresamente o por omisión de referencias- producciones que no les sean propias (Có digo
de É tica FePRA, 2013, art. 6.3.2).
Parece una cuestió n obvia que los datos no deberá n ser inventados o ignorados si interfieren
con los resultados deseados por el investigador, pero en la realidad, suele pasar má s de lo que se cree,
de allí su normativizació n.
Lo preocupante de las conductas fraudulentas14 académicas es que, cuando los investigadores
ven a un colega haciendo fraude, se resisten a abordar el tema con el implicado y les cuesta
denunciarlo a las autoridades que deben tomar la decisió n correctiva justa. Por otra parte, “segú n un
informe de la revista Science, el 43% de los científicos a los que se encontró culpable de inconducta
ética investigativa en determinado momento, permanecían en sus puestos y seguían publicando
artículos al cabo de un añ o” (França-Tarragó , 2016, p. 96).
Los psicó logos pueden informar legítimamente los resultados de un estudio que presta apoyo
a sus teorías; sin embargo, no considerar los hallazgos opuestos, o no llevar a cabo estudios que
pudieran cuestionar sus resultados, tampoco sería ético. En cada caso, existe el requerimiento de
integridad, que se caracteriza aquí por una presentació n precisa, veraz y objetiva (Lindsay, 2009).
Cuando existieran discrepancias entre profesionales, las discusiones deberá n realizarse en
á mbitos apropiados, a fin de no provocar errores de interpretació n, confusió n de ideas o desconfianza.
Esto es trascendental, ya que muchas veces, las discusiones terminan siendo de corte epistemoló gico y
no específicas al resultado o proceso de investigació n, es decir, una puja de poderes por probar que

13“La integridad es vital para el avance del conocimiento científico y su aplicación, y para el
mantenimiento de la confianza pública en lxs psicólogxs. Está basada en comunicaciones honestas,
abiertas y precisas. Incluye reconocer , controlar y manejar sesgos potenciales, relaciones múltiples, y
otros conflictos de interés que pudieran implicar un daño a otros o su explotación (…)” (Código de Ética
del Colegio de psicologxs de la Provincia de Córdoba, 2016).
14 Las conductas fraudulentas académicas, pueden adquirir diversas modalidades, según Rosental
(1997), pueden referir a: análisis de casos inventados, supresión de datos, interpretaciones subjetivas o
interesadas, dedicar más espacio de análisis a determinados resultados que los investigadores quieren
subrayar porque ratifica su teoría, conclusiones que no siguen los datos objetivos expuestos, etc.
teoría es superior.
Específicamente en lo que refiere a formatos y/o modalidades de publicaciones, si bien cada
revista o medio especializado tiene sus propias pautas de presentació n, no deben obviarse bajo
ninguna circunstancia los nombres y filiaciones de todos los que participaron en dicho trabajo.
Ademá s, si lo hubiere, el grado de responsabilidad de cada uno de ellos.
Dentro del conjunto de pautas de conducta que regulan lo que se puede o bien, no se puede
hacer ante determinadas circunstancias, el Có digo de ética de FePRA, incluye la “autorizació n expresa
de autores cuando se utiliza informació n de fuentes que no han sido publicadas” (Có digo de É tica
FePRA, 2013, art. 6.3.5). Claramente, refiere al principio ético de honestidad intelectual, de reconocer
los propios límites académicos y no plagiar trabajos de otros colegas.
Otro aspecto de suma jerarquía se vincula al resguardo en una publicació n de cualquier dato
que pueda conducir a la identificació n de personas, instituciones o casos que puedan ver vulnerada la
identidad, el derecho a la privacidad, etc. Vinculado a esta regla, se han dado situaciones en las que no
se tuvo prudencia ni del contexto de publicació n, ni del debido cuidado del manejo y exposició n de
datos personales, trayendo como desenlace la identificació n de los protagonistas y consecuentemente
denuncias por violació n del secreto profesional. El Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la
Provincia de Có rdoba (2016), aborda este tema, específicamente cuando hace referencia al secreto
profesional y el derecho a la informació n, explicitando que los investigadores, han de respetar la
privacidad y está n obligados a la confidencialidad de toda informació n, especialmente, ser cuidadosos
con listados o archivos que identifiquen a individuos.
Finalmente, la normativa hace referencia al hecho de que, “cuando un psicó logo recopila
material de otros para su publicació n, deberá reconocer y mencionar todas las fuentes de origen y las
contribuciones recibidas incluyendo su propio nombre como editor” (Có digo de É tica FePRA, 2013, art.
6.3.7).

Palabras finales

La psicología, como ciencia y como profesió n tiene enormes impactos con sus pares, con los
usuarios de servicios de salud mental y con la sociedad en general que de modo directo o indirecto se
encuentra alcanzada.
La mala formació n, la improvisació n, la charlatanería, la negligencia o la irresponsabilidad
como profesional en la aplicació n y declaració n pú blica de los conocimientos adquiridos, son algunas
de las formas de proceder con significativas y dañ inas repercusiones (França-Tarragó , 2016). Pues son
las comunicaciones pú blicas uno de los pilares centrales en la formació n y reproducció n de
representaciones sociales. Es por ello que, como expresan Degiorgi & Ferreyra (2015), “reflexionar
sobre esos sentidos y significados, que con nuestro accionar coadyuvamos a construir socialmente
sobre lo que hacemos los psicó logos, es también una responsabilidad profesional y ética que no
debemos dejar de atender” (Degiorgi & Ferreyra, 2015, s/p).
En este sentido, las diversas formas de comunicació n, conllevan la obligatoriedad de un
accionar responsable y competente por parte de los profesionales psicó logos. Es necesaria la toma de
conciencia sobre el deber que tenemos de dominar los elementos que conforman los ordenamientos
jurídicos, normativos y deontoló gicos a los que suscribimos; como dice Navarro (1998): “el psicó logo
realizará un acto responsable solo en la medida en que sepa lo que hace” (Navarro, 1998, s/p), y
agregaría, en la medida que sepa lo que debe y no hacer.
Referencias

França-Tarragó , O. (2016) “Manual de psicoética. Ética para psicólogos y psiquiatras”. Ed. Desclée de brouwer, 2 ed. Españ a.
Lindsay, G. (2009) “É tica profesional y psicología. Papeles del psicó logo”. Disponible en:
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=77811790002
Navarro, B. (1998) “Psicología, el secreto profesional y la realidad jurídica – legal”. Ponencia en jornadas: “El lugar de la
ética en la formació n del psicó logo”. Escuela de psicología, UNC.
Rosental, R. (1997) “Science and ethics in conducting, analyzing, and reportingpsychologicalresearch”. En persoff, d. Ethical
conflicts in psychology. Washington, APA, pp.357-363.

Códigos
Có digo de É tica de la Federació n de psicó logos de la repú blica Argentina, (2013).
Có digo de É tica del Colegio de psicó logxs de la Provincia de Có rdoba, (2016).

GUIA DE LECTURA

➢ ¿Desde qué marco deontoló gico se realiza la argumentació n del capítulo?, Si hay referencias a
má s de un Có digo, identifique cuales y si guardan similitudes o diferencias con respecto al tema
abordado.
➢ ¿Qué son las Declaraciones pú blicas? ¿Có mo pueden clasificarse?
➢ ¿Qué son las publicidades? Elabore una lista de puntos que el profesional debe tener en cuenta a
la hora de realizar una publicidad.
➢ ¿Qué principio É tico se vincula con la realizació n de publicidades?
➢ Observe las imá genes de las pá g. 106 y 107 e identifique los datos que no respetan los
postulados de la normativa deontoló gica.
➢ Reflexione sobre las publicidades de profesionales de la psicología en relació n a la “prestació n
de servicios en terapias alternativas”. ¿Qué Ley cobra relevancia por su especificidad en la
regulació n del ejercicio profesional?
➢ ¿Qué son las Divulgaciones? Elabore una lista de puntos que el profesional debe tener en cuenta
a la hora de realizar una divulgació n.
➢ ¿Qué son las Publicaciones? Elabore una lista de puntos que el profesional debe tener en cuenta
a la hora de realizar una Publicació n.

ARTÍCULO
ENSEÑANDO PSICOLOGÍA. REFLEXIONES SOBRE EL ROL
DOCENTE Y LA NORMATIVA REGULATORIA.

AUTOR/ES
SABRINA SÁNCHEZ

Concepción universal de la educación. Cambio paradigmático


La educació n se ha ido transformando a lo largo de la historia posibilitando ver có mo las
ideologías, regulaciones sociales y el espíritu de la época impactan en la profesió n de la docencia.
El origen de la enseñ anza, data de la época antigua en donde grandes civilizaciones como la
Griega, Romana o Egipcia educaban a sus grandes emperadores y familias. La profesió n de ser docente,
inicia en esa época, siendo un rol asociado al poder y reconocimiento social. Las clases sociales altas,
tenían tutores que enseñ aban el arte de la guerra, la estrategia y política. Las profesiones se aprendían
por medio de maestros y en un primer momento, se encontraban asociadas a la medicina, la magia y la
élite social.
Con el paso del tiempo, la filosofía toma fuerza como conocimiento y se inician las primeras
enseñ anzas, entre ellas las Plató nicas. La premisa principal de Plató n en relació n con la educació n,
consiste en comprenderla como el proceso que permite al hombre tomar conciencia de la existencia de
otra realidad, má s plena, a la que está llamado, de la que procede y hacia la que dirige. Es así un deber
del hombre culto el estudio, pudiendo dividirse la sociedad entre aquellos que acceden al conocimiento
y aquellos que no. Con esa premisa só lo accedían los hombres de clase alta y su principal fundamento
consistía en la reflexió n, volviéndose un privilegio de clase.
Ya ubicados en la Modernidad, la educació n cambia radicalmente enfocá ndose en la
concepció n como sujetos de derechos y siendo así considerada un derecho universal. En este sentido el
artículo 26 de la Declaració n Universal de Derechos Humanos (1948) considera que:
Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo
concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será
obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los
estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos
(Declaració n Universal de Derechos Humanos, 1948, art. 26).
Ante este cambio paradigmá tico, se generaron modificaciones en los distintos niveles
educativos, fomentando el acceso y la igualdad de oportunidades. En la educació n superior, se observa
el surgimiento de universidades estatales, becas a estudiantes, acceso masivo en universidades
pú blicas y gratuitas, como las principales consecuencias. En esa direcció n, al partir de considerar la
educació n como un derecho universal, surge como consecuencia la obligació n del Estado de
garantizarla.

El quehacer docente en la enseñanza de la psicología. Normativas que la regulan


La profesió n de ser psicó logo implica la escucha de un otro. En este sentido, numerosas
investigaciones, reflexiones y escritos nos dejan entrever las teorías que sustentan el accionar, sin
embargo no es sencillo encontrar reflexiones que justifiquen o esclarezcan las implicancias éticas
asociadas al enseñ ar a ser psicó logo.
Como consecuencia de este vacío teó rico, existen preguntas que en la labor cotidiana no
encuentran respuesta. Algunas de ellas refieren a la manera de enseñ ar el rol docente en psicología y
lo que es aú n má s complejo, que normativas, reglamentaciones y disposiciones éticas rodean la
enseñ anza de la profesió n.
En un primer momento, es posible hipotetizar la inexistencia de regulaciones en el ejercicio de
la docencia, lo cual sostendría que la buena praxis docente quedaría supeditada a la percepció n y
experiencia de cada profesor, esto traería aparejado dificultades para los docentes psicó logos, ya que
no contarían con un marco regulatorio con lo cual guiar su accionar. Sin embargo, por medio de una
revisió n bibliográ fica se puede encontrar cuatro normativas que regulan el quehacer docente en
psicología, las mismas no son específicas a este ejercicio de la profesió n, sin embargo incluyen de
manera explícita regulaciones para la enseñ anza. Ellas son: la Ley de Educació n Superior N° 24.521
(1995), la Resolució n Ministerial N° 343 (2009), el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la
Provincia de Có rdoba (2016) y el Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica
Argentina (2013).

Ley de Educación Superior. Concepciones sobre el quehacer docente

Frente al clima político, social y educativo de los 90, se dicta la Ley Nacional de Educació n
Superior N° 24.521 (1995) (en adelante LES), esta Ley es la base de la Educació n Superior en Argentina
y establece los lineamientos generales que deberá n seguir las distintas universidades o colegios
universitarios para garantizar la educació n de calidad. En sus inicios y a través del artículo 3, va a
instaurar que:
La Educación Superior tiene por finalidad proporcionar formación científica, profesional,
humanística y técnica en el más alto nivel, contribuir a la preservación de la cultura
nacional, promover la generación y desarrollo del conocimiento en todas sus formas, y
desarrollar las actitudes y valores que requiere la formación de personas responsables, con
conciencia ética y solidaria, reflexivas, críticas, capaces de mejorar la calidad de vida,
consolidar el respeto al medio ambiente, a las instituciones de la República y a la vigencia
del orden democrático (Ley Nacional de Educació n Superior, 1995, art. 3).
Al establecer las funciones de la Educació n Superior, se encuentra fijando el perfil a lograr del
claustro docente, ya que ellos será n los encargados de velar por la misma.
En ese sentido, en el artículo 4, establece como objetivos de la LES:
a) Formar científicos, profesionales y técnicos, que se caractericen por la solidez de su
formación y por su compromiso con la sociedad de la que forman parte;
b) Preparar para el ejercicio de la docencia en todos los niveles y modalidades del sistema
educativo;
c) Promover el desarrollo de la investigación y las creaciones artísticas, contribuyendo al
desarrollo científico, tecnológico y cultural de la Nación;
d) Garantizar crecientes niveles de calidad y excelencia en todas las opciones
institucionales del sistema;
e) Profundizar los procesos de democratización en la Educación Superior, contribuir a la
distribución equitativa del conocimiento y asegurar la igualdad de oportunidades;
f) Articular la oferta educativa de los diferentes tipos de instituciones que la integran;
g) Promover una adecuada diversificación de los estudios de nivel superior, que atienda
tanto las expectativas y demandas de la población como a los requerimientos del sistema
cultural y de la estructura productiva;
h) Propender a un aprovechamiento integral de los recursos humanos y materiales
asignados;
i) Incrementar y diversificar las oportunidades de actualización, perfeccionamiento y
reconversión para los integrantes del sistema y para sus egresados;
j) Promover mecanismos asociativos para la resolución de los problemas nacionales,
regionales, continentales y mundiales (Ley Nacional de Educació n Superior, 1995, art. 4).
Aquí a través de los objetivos, es posible distinguir características a cumplir por los docentes
universitarios entre ellas: investigar, promover el desarrollo cultural tecnoló gico y científico,
garantizar la calidad de la educació n, educar para la docencia y la formació n continua.
Ademá s, en su Artículo 36, establece la necesidad de que los docentes de todas las categorías
deberá n poseer título universitario de igual o superior nivel a aquel en el cual ejercen la docencia,
requisito que só lo se podrá obviar con cará cter estrictamente excepcional cuando se acrediten méritos
sobresalientes. Agregando así una característica má s al perfil docente, la tenencia de un título
universitario.

Resolución 343/09 - Ministerio de Educación de la Nación. Estándares para la Acreditación de la


Licenciatura en Psicología

Ubicá ndonos ahora dentro de las normativas que regulan la profesió n, se encuentra la
Resolució n Ministerial N° 343/09, a través de la cual se pautan los estándares para la acreditación de
las carreras correspondiente a los títulos de Psicólogo y Licenciado en Psicología. Dichos está ndares son
creados por Ministerio de Educació n, luego de reuniones con el Consejo de Decanos de las Facultades
de Psicó logos del país y persigue el objetivo de garantizar la calidad de las carreras acreditadas. La
importancia de la participació n colectiva en la conformació n de los está ndares, da cuenta de lo
esperado por las diversas instituciones del país para el quehacer profesional en los diversos á mbitos,
entre ellos el educativo.
Una de las dimensiones a evaluar es el cuerpo académico, entendiéndose por ello a los
docentes que enseñ an en la unidad académica. En dicha Resolució n (Anexo 4, Punto 3, 2009), establece
los elementos a evaluar y garantizar dentro del cuerpo académico, dictaminá ndose que:
a. La Carrera debe disponer de docentes idóneos y en cantidad apropiada para cumplir su
misión y objetivos en las distintas áreas de su quehacer.
b. El cuerpo docente debe acreditar formación y antecedentes adecuados a las funciones
que desempeña.
c. El ingreso y la permanencia en la docencia, deben regirse por mecanismos que
garanticen la idoneidad del cuerpo académico. La trayectoria académica y la formación
profesional de los integrantes del cuerpo académico, deben estar documentadas y ser
adecuada a las funciones que desempeñan.
d. Los legajos del personal docente deben incluir también su trayectoria académica
actualizada (Resolució n Ministerial N° 343, 2009, Anexo 4, Punto 3).
En un aná lisis má s detallado de lo establecido, es posible pensar que al referirse al docente
idó neo no establece características a cumplir, sino que lo deja supeditado a la percepció n de aquel que
evalú e la unidad académica. Sin embargo, sí regula al cuerpo docente en cuanto exige la necesidad de
formació n continua.
Finalmente, y no por ello de menor importancia, la Resolució n establece como actividad
profesional reservada al título, “el planificar, dirigir, organizar y supervisar programas de formació n y
evaluació n académica y profesional en los que se aborden actividades reservadas al título”(Resolució n
Ministerial N° 343, 2009, Anexo 5, punto 16). El valor de esta actividad reservada consiste en
entregarle legitimidad al quehacer docente en la enseñ anza de la psicología que durante añ os no se
encontró situado en ninguna normativa.

Código de Ética del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba y Código de Ética de FePRA

Ya ubicados en las normativas de las instituciones colegiadas, nos encontramos con el Có digo
de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba y el Có digo de É tica de la Federació n de
Psicó logos de la Repú blica Argentina (en adelante FePRA).
El Có digo de É tica de FePRA, establece lineamientos sobre la docencia en varios momentos. En
primer lugar y bajo el principio ético de integridad, se establece el compromiso de los profesionales a
“promover la integridad del quehacer científico, académico, y de la prá ctica de la Psicología” (Có digo de
É tica FePRA, 2013, s/p). En este sentido el accionar del docente, deberá responder a dicho principio en
la enseñ anza, clarificando sus roles y funciones.
En segundo lugar, el Có digo cuenta con un apartado especial para los profesionales docentes
en donde se describen deberes de los mismos para la buena praxis. Las mismas son:
5.1.1. No delegarán ninguna de sus funciones como docente en personas no capacitadas
para cumplirlas.
5.1.2. Garantizarán el nivel académico de los docentes involucrados en la enseñanza,
capacitación y entrenamiento.
5.1.3. Serán cuidadosos en el empleo de la influencia que, por la asimetría de los roles,
pudieran tener sobre sus estudiantes y supervisados.
5.1.4. Promoverán en los alumnos el conocimiento y observancia de la ética profesional.
5.1.5. Mantendrán buenas relaciones con los alumnos sobre la base de un nivel adecuado de
exigencia y respeto mutuo.
5.1.6. Los psicólogos enseñarán el uso de técnicas y procedimientos psicológicos solamente
a profesionales con título habilitante para el ejercicio de los mismos o a estudiantes de las
carreras que conducen a tal habilitación, con la salvedad de que esto no autoriza a los
estudiantes al ejercicio profesional.
5.1.7. Los psicólogos no podrán organizar, participar o colaborar con instituciones que
engañen o confundan a la comunidad.
5.1.8. Cuando en la formación de grado se requiere que los alumnos administren y empleen
técnicas y procedimientos psicológicos, se arbitrarán los medios para asegurar que los
sujetos implicados hayan brindado su consentimiento en forma directa o de manera
implícita.
5.1.9. Cuando los psicólogos utilizan casos como material ilustrativo se extremarán los
cuidados necesarios para mantener la reserva sobre los datos que pudieran identificar a los
involucrados (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 5.1.1 – 5.1.9).
Al realizar un aná lisis en profundidad, es posible observar varios elementos a tener en cuenta
en el quehacer:
Por un lado, el cuidado de los estudiantes garantizando el respeto de los roles y funciones
otorgadas, siendo responsabilidad del docente el asegurando la idoneidad de la educació n otorgada y
el cuidado de su formació n en conjunto con la de su equipo para garantizar la idoneidad de la
enseñ anza.
En segundo lugar, el cuidado de la sociedad mediante el resguardo de los datos, garantizando
el derecho a la privacidad de las personas participantes. En este punto, es necesario garantizar la
adecuada modificació n de datos personales al utilizar casos clínicos para la prá ctica y la enseñ anza.
Finalmente la normativa solicita, la enseñ anza de los có digos de ética y la implementació n de
los consentimientos informados en la prá ctica, como medidas de garantizar el conocimiento de los
profesionales sobre las normativas que regulan la profesió n y el respeto por la autonomía de las
personas.
En esta direcció n, el Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, sancionó en el añ o 2016
un nuevo Có digo de É tica que rige sobre los profesionales que ejercen en dicha provincia. Sobre la
concepció n de docencia, el có digo establece que las reglas y principios a desprenderse de él, se aplican
en todas las actividades que un profesional realiza incluyendo allí todas las situaciones laborales que
puedan realizarse desde la profesió n.
Por otro lado, bajo el principio de Trato Justo establece que: “no hará n uso de la posició n
asimétrica que ocupan, en la relació n profesional – destinatario, absteniéndose de satisfacer intereses
personales que vulneren los derechos de las personas. Se considerará n estos hechos, si ocurrieran,
como falta grave a la ética profesional” (Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de
Có rdoba, 2016 s/p). Este principio generalizado al quehacer docente, continú a con lo propositivo del
Có digo de É tica de FePRA, en donde se protege al estudiante del mal uso del lugar de saber que el
docente pudiere tener.
Finalmente el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos en el Punto 4 (2016), establece 29
puntos que refieren a la responsabilidad en la docencia y la formació n de recursos humanos, entre
ellos:
4.23 Promoverán en los alumnos y sus pares el conocimiento y observación de la ética
profesional.
4.24 Procurarán garantizar un nivel académico adecuado de los docentes a su cargo que se
desempeñen en la enseñanza, capacitación y entrenamiento.
4.25 Como docente no delegarán ninguna de sus funciones en personas no capacitadas para
cumplirlas.
4.26 Lxs psicólogxs enseñarán el uso de técnicas y procedimientos psicológicos solamente a
profesionales con título habilitante para el ejercicio de los mismos o a estudiantes de las
carreras que conducen a tal habilitación, con la salvedad de que ésto no autoriza a los
estudiantes al ejercicio profesional.
4.27 Lxs psicólogxs no deberán organizar, participar o colaborar con instituciones que
engañen o confundan a la comunidad y/o que perjudiquen la salud mental de las
personales, especialmente las de mayor vulnerabilidad.4.28 Cuando en la formación de
grado se requiera que los alumnos administren y empleen técnicas y procedimientos
psicológicos, se arbitrarán los medios para asegurar que los sujetos implicados hayan
brindado su consentimiento en forma directa.
4.29 Cuando lxs psicólogxs utilizan casos como material ilustrativo se extremarán los
cuidados necesarios para mantener la reserva sobre los datos que pudieran identificar en
forma alguna a los involucrados (Có digo de É tica del Colegio de psicó logxs de la Provincia
de Có rdoba, 2016, art. 4.23 – 4.29).
De este modo, ambas normativas regulan el quehacer docente y los aspectos académicos de la
profesió n, encontrando numerosas similitudes entre los có digos. Especialmente enfocá ndose en la
idoneidad del profesional, el trato justo y el conocimiento de las normas regulatorias de la profesió n.

Referencias

Declaració n de los Derechos Humanos (1948) Asamblea General de las Naciones Unidas Francia.
Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina, (2013).
Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, (2016).
Ley Nacional de Educació n Superior N° 24.521 (1995) Ministerio de Educació n de la Nació n. Argentina.
Resolució n Nº 343 (2009) Está ndares para la acreditació n de las carreras correspondientes a los títulos de Psicó logo y
Licenciado en Psicología. Ministerio de Educació n de la Nació n.
GUIA DE LECTURA

➢ El primer objetivo del texto consiste en describir los cambios que histó ricamente ocurrieron en
el rol de la docencia. La autora específica un cambio paradigmá tico, ¿podría nombrarlo y
describir cuá l es?
➢ En un segundo momento, el texto hace hincapié en las normativas que regulan la enseñ anza de
la psicología. ¿Qué normativas son? ¿Considera son directamente vinculantes a la profesió n o
indirectamente vinculantes? Justifique su respuesta.
➢ La Ley 2452, específica algunas características de la enseñ anza. Describa qué aportes realiza
dicha Ley a la concepció n de educació n.
➢ La Resolució n 343/09 ¿Qué contenido posee? ¿Cuá les son los aportes que realiza y qué vínculo
posee con la enseñ anza de la psicología?
➢ El Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos y el Có digo de É tica del Fepra, presentan vinculados
a sus principios aspectos sobre la enseñ anza de la psicología. Describa qué aporta cada uno de
ellos a este á mbito de aplicació n profesional.
DEONTOLOGIA Y LEGISLACIÓN PROFESIONAL

EJE III:
LA DIMENSIÓN ETICA
EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO

A continuació n encontraras los artículos correspondientes a la Bibliografía de este


Eje. Posterior a cada artículo, dispondrá s de una Guía de Lectura que te orientara en la
comprensió n del texto y focalizará los aspectos má s relevantes de cada tema.

ARTÍCULO LA DIMENSIÓN ÉTICA


EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO

AUTOR/ES GABRIELA M. DEGIORGI

Antes de centrarme en la importancia e implicancia que la dimensió n ética tiene en el ejercicio


profesional del psicó logo, será necesario introducir algunas aproximaciones y distinciones
conceptuales que propicien una mejor comprensió n sobre el tema.
La ética suele ser tomada frecuentemente como sinó nimo de moral, sin embargo es importante
comenzar focalizando la diferencia entre estas dos nociones. Etimoló gicamente poseen el mismo
significado, “ética” proviene del griego ethos y “moral” del latín moris, ambos significan “há bito o
costumbre” en sentido amplio. Sin embargo con el tiempo, dichos vocablos han evolucionado hacia
significaciones distintas, (si bien, complementarias), del actuar humano y hacen referencia a á mbitos
o niveles diferentes.
La moral comprende el conjunto de valores, normas y principios establecidos en el seno de
una sociedad, se transmiten de generació n en generació n y evolucionan a lo largo del tiempo. Dichos
valores, normas y principios poseen diferencias respecto a los de otra sociedad y otra época histó rica,
los mismos se utilizan para orientar la conducta y acciones de los integrantes de la sociedad.
Mientras que la ética es la rama de la filosofía que se ocupa del estudio racional de la moral.
Tiene por objeto esclarecer qué es lo moral, có mo se justifica racionalmente un sistema moral y có mo
se ha de aplicar posteriormente a nivel individual y a nivel social. En la vida cotidiana constituye una
reflexió n sobre el hecho moral, busca las razones y argumentos que justifican la adopció n de un
sistema moral u otro.
Hermosilla (2002) expresa que cuando se habla de moral se refiere al conjunto de lo
normativizado como bueno o malo en cada época y/o lugar. La palabra ética remite en cambio,
cuando se la utiliza como sustantivo, a la parte de la filosofía que tiene como tema el acto moral.
La moral responde a un interés de regular con normas o leyes las acciones humanas, mientras
que la ética responde a un interés por reflexionar sobre las normas o leyes existentes.
Pero hacia mitad del siglo XX la reflexió n ética dejó de ser un trabajo exclusivo de filó sofos y
pasó a serlo también de los profesionales de diversos á mbitos, dá ndose emergencia a un nuevo
enfoque de la ética que se lo denomina ética aplicada.
Cuando se habla de ética aplicada se hace menció n a una ética que reflexiona e intenta orientar
prá cticas concretas a través de un proceso intersubjetivo, es decir, incorporando o teniendo en
cuenta las distintas opciones y puntos de vista. Su principal interés va a decir Parizeau (2001) es el de
proponer caminos normativos a partir del aná lisis de los casos particulares.
En este sentido, el objetivo de la ética aplicada no es tanto reflexionar sobre el fundamento de
los principios morales y las acciones, sino de orientar la acció n en aquellas situaciones concretas que
plantean problemas o controversias morales. En otras palabras, Brugué (2006) indica que “la ética
aplicada se ocupa má s bien del qué hacer y de explicar por qué debería hacerse, mientras que la ética
a secas se ocupa de reflexionar y profundizar sobre los fundamentos” (Brugué, 2006, s/p).
De esta manera, la ética aplicada se distingue de la ética en general por su especial enfoque
sobre cuestiones de índole prá ctica. Es así como dentro de la ética aplicada vienen a inscribirse la
ética profesional. La ética profesional se centra, en el sector específico de las prá cticas que se realizan
en el marco de una profesió n, en los bienes a los que aspira, en los deberes, valores y virtudes de la
actuació n profesional.
Algunos autores hacen referencia a la ética profesional y la deontología profesional como
términos que se emplean de manera indistinta, como sinó nimos, y si bien ambas se complementan y
van a ser orientadoras de un ejercicio profesional responsable, es necesario también aquí demarcar
diferenciaciones entre estas dos dimensiones y la implicancia de cada una de ellas en la praxis.
La dimensió n deontoló gica –como fue desarrollado previamente– va a establecer los deberes
que deben ser contemplados por los profesionales en el desempeñ o de su prá ctica. Dichos deberes
van a ser enunciados a modo de principios y normas, materializandose formalmente en los có digos
deontoló gicos o có digos de ética.
Las normas van a plantear una especie de estado del arte, delimitando un encuadre desde el
cual “se espera que cada profesional actú e” (Calo, 2002, s/p). Sin embargo es necesario clarificar que
las mismas está n prefijadas y anteceden nuestro accionar; que la aplicabilidad de la norma no es una
cuestió n automá tica o matemá tica; y que a la hora de proceder nos encontramos con situaciones que
dan cuenta que no siempre encontramos todo resuelto ni dicho en la letra de las normas.
Y esto se debe a que las normas, se caracterizan por:
⮚ Prescribir de manera general, por lo tanto no siempre brindan una respuesta exacta o precisa
para cada caso o intervenció n.
⮚ Las normas procuran por el resguardo del sujeto destinatario de nuestros servicios en tanto
sujeto de derecho, pero este sujeto enunciado en las normas es un sujeto anó nimo,
contemplado desde la perspectiva de lo universal, homogeneizado en un “todos” y a la vez
“ninguno” (Salomone, 2003). Pero en el abordaje de nuestra prá ctica va a estar presente “uno”
de ese “todos” que posee características ú nicas, dadas por el propio atravesamiento de su
padecimiento psíquico que es ú nico e irrepetible.
⮚ Las normas tipifican situaciones plausibles de ser encontradas en la prá ctica, pero no son
exhaustivas, no pueden contemplar la totalidad de escenarios o circunstancias posibles que
pudieran presentarse en la praxis profesional. Lo que lleva a encontrarnos en mú ltiples
momentos con la insuficiencia o ausencia normativa.
⮚ Finalmente, no podemos dejar de vislumbrar aquellos casos donde las normas entran en
colisió n, emergiendo situaciones dilemá ticas que se complejizan para darle resolució n.
Se plantea así, entre las normas y la acció n del profesional un espacio donde a partir del cual, y
desde el cual, se viene a poner en juego y a cobrar especial relevancia la dimensió n ética.
La dimensió n ética incluye lo estrictamente normativo, pero lo excede. La ética interpela al
profesional a la razó n de su objeto, a reflexionar sobre la especificidad de la situació n que se le
plantea, tras el fin de encontrar los fundamentos que orienten y den razó n a una determinada acció n.
En la praxis, cada nuevo caso demanda analizar teó rica, técnica y éticamente la ló gica que se
estructura ante la singularidad allí presente.
Como va a sostener Miller (1997):
No hay ningún punto técnico en la práctica que no se vincule con la cuestión ética. En la
praxis, las cuestiones técnicas son siempre cuestiones éticas y esto por una razón muy
precisa: porque nos dirigimos al sujeto. La categoría del sujeto no es una categoría
técnica. La categoría del sujeto, como tal, no puede ser colocada sino en la categoría ética
(Miller, 1997, s/p).
Las normas inscriptas en los có digos, prescriben como va a delimitar Calo (2002) “para
situaciones entendidas como modelo, pero la relació n de cada situació n con el modelo es siempre una
interpretació n” (Calo, 2002, s/p).
Es por ello, que la toma de decisiones a la hora de accionar, implica un proceso que conlleva:
⮚ Del aná lisis interpretativo, crítico y reflexivo de los deberes implicados,

⮚ De la evaluació n de las posibles vías a seguir en término de opciones éticas,

⮚ De la valoració n de las consecuencias que enlazan,


⮚ Del discernimiento y ponderació n, que finalmente propiciará n la adopció n de un
posicionamiento en su actuar, que involucra asumir las responsabilidades que pudieren estar
implicadas en el criterio a adoptar.
De esta manera, atender a la singularidad que una situació n comporta, no significa desatender
la referencia deontoló gica. No se trata de una mera obediencia a la norma, ni de suprimir su
contemplació n.
La dimensió n normativa que se desprende de la deontología, será el soporte desde el cual
poner en perspectiva la singularidad que emerge del caso concreto. La dimensió n ética es la que
propiciará el aná lisis reflexivo necesario, desde donde se evalú e cualitativamente los deberes
implicados en cada situació n ú nica e irrepetible, dando razó n a los argumentos que llevan a tomar un
camino o desestimar otro al momento de definir el rumbo de una intervenció n.
De esta manera la dimensió n ética, se suplementa a la dimensió n deontoló gica y desde esta
articulació n ineluctable será posible tomar decisiones que no desatiendan, ni descalifiquen la ló gica
normativa, como tampoco la ló gica que se estructura y emerge de cada nueva situació n en el ejercicio
de la prá ctica profesional.
Tomando las palabras de Calo (2000):
El psicólogo capaz de posicionarse de este modo siempre sabrá que los códigos
constituyen guías para la práctica, pero que nunca podrán sustituir el discernimiento del
profesional que se encuentra en la situación y, por lo mismo, nunca reemplazarán su
responsabilidad en la toma de decisión (Calo, 2000, s/p).
Como va a sostener Augusto Hortal (2002) “para configurar el buen ejercicio profesional es
aconsejable combinar las referencias éticas con las normas deontoló gicas y, a la vez, situar las normas
deontoló gicas en el horizonte de las aspiraciones éticas” (Hortal, 2002, s/p). En otras palabras, para
que exista un buen desempeñ o del profesional, tanto la dimensió n ética como deontoló gica debieran
estar presentes en su labor.
Ambas dimensiones tienen su especificidad y como va a decir Bolívar (2005) no es posible
utilizar de modo intercambiable la deontología con la ética profesional, ya que ésta ú ltima tiene un
sentido má s amplio, sin limitarse a los deberes y obligaciones que se articulan en conjuntos de
normas o có digos de cada profesió n, para dirigirse a las virtudes y roles profesionales.

Referencias

Bolívar, A. (2005) “El lugar de la É tica profesional en la formació n universitaria”. Revista Mexicana de investigación
educativa.
Brugué, J. C. (2006) “La ética aplicada a la intervenció n social”. Revista de Servicios Sociales y Política Social.
Calo, O. (2000) “É tica y deontología en la formació n del psicó logo argentino”. Fundamentos en humanidades, Universidad
Nacional de San Luis, N° II. Argentina.
Calo, O. (2002) “La interacció n del profesional con los có digos”. Revista Argentina de Psicología (Apba), Añ o XXXIV, 2002.
Hermosilla, A. M. (2002) “Mala Praxis y Secreto Profesional. Responsabilidad y Ética profesional”. Ponencia presentada en
las Primeras Jornadas Nacionales de Psicología Jurídica. Argentina, San Juan.
Hortal, A. (2002) “É tica general de las profesiones”. Bilbao, Desclée de Brouwer.
Miller, J. A. (1997) “Introducció n a un discurso del método analítico”. Introducción al Método Psicoanalítico. Editorial
Paidó s, Buenos Aires.
Parizeau, M. H. (2001) “É tica aplicada. Las relaciones entre la filosofía moral y la ética aplicada”, en Canto-Sperber, M.,
Ética y filosofía Moral, Fondo de Cultura Econó mica, México.
Salomone, G. Z. (2003) “Consideraciones sobre la Ética profesional: dimensión clínica y campo deontológico- jurídico” . XI
Anuario de Investigaciones, Añ o 2003, Secretaría de Investigaciones. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires.
ISSN: 0329-5885.

GUIA DE LECTURA

➢ Defina que se entiende por ética y que por moral. Establezca diferencias.
➢ ¿Qué es la Ética Aplicada?
➢ ¿Qué es la Ética Profesional?
➢ ¿Podría decirse que Ética Profesional y Deontología Profesional son lo mismo? Si/No ¿Por qué?
➢ Demarque diferenciaciones entre la dimensión deontológica y la dimensión ética, contemplando las
implicancias de cada una de ellas en la praxis.
➢ La toma de decisiones a la hora de accionar, implica un proceso. ¿Qué aspectos conlleva el mismo?

ARTÍCULO PRÁCTICA DEL PSICOANÁLISIS Y POSICIÓN ÉTICA

AUTOR/ES MARIANA GÓMEZ

El objetivo de este trabajo es analizar la relació n entre el Psicoaná lisis y la É tica, partiendo de
la idea de que éste merece una reflexió n especial en relació n al problema de lo ético, ya que se
constituye como una teoría sobre el sujeto con una ética que le es propia. De este modo, y
considerando que esta relació n no significa la reducció n de un campo al otro sino el reconocimiento
de una interdependencia entre ambos, la pregunta que guiará este trabajo será : ¿có mo pensar este
modo particular de abordar al sujeto, planteado por la teoría psicoanalítica en relació n a la posició n
ética del profesional que lo practica?

Algunas consideraciones sobre la Ética, el Poder y el Saber


Etimoló gicamente, la palabra "ética" deriva del griego éthos, y quiere decir
costumbre. Éthos hace referencia a la actitud de la persona hacia la vida. En un principio, significó una
morada o lugar de habitació n, má s tarde, con Aristó teles, el término se personalizó para señ alar el
lugar íntimo, el sitio donde se refugia la persona, como también, lo que hay allí dentro, la actitud
interior. De esta manera, éthos es la raíz o la fuente de todos los actos particulares. Posteriormente,
este sentido griego original se perdió al pasar al latín, pues se trocó por mos/moris, significando mos -
casi sinó nimo de habitus- una prá ctica, un comportamiento, una conducta. De este modo, la forma
plural mores quería significar lo externo, las costumbres o los usos (Macintyre, 1991). Actualmente, la
mayor parte de los diccionarios establecen una diferencia entre ética y moral y ésta estaría dada en
que la moral tiende a ser particular, por la concreció n de sus objetos, mientras que la ética tiende a
ser universal, por la abstracció n de sus principios.
Con respecto a los orígenes de la ética, vemos que los historiadores parten desde la época de
los sofistas en la Grecia clá sica, donde la virtud para ellos consistía en ser un buen ciudadano, en
tener éxito como tal y en adaptarse a las conveniencias locales. Só crates fue el primero en plantear los
problemas filosó ficos capitales de la ética y quien puso la filosofía al servicio de las costumbres,
aceptando que se llega a la sabiduría suprema cuando se es capaz de distinguir los bienes de los
males. Posteriormente, Aristó teles profundizará y desarrollará sus ideas en relació n a una “ética de la
virtud”.
Avanzando un poco má s en la historia de las reflexiones sobre el campo de la ética, nos
encontramos con Immanuel Kant, para quien ésta implicaba la “ética del deber”. Segú n Kant, el
individuo posee obligaciones, que no son otra cosa que constricciones o coacciones. Las obligaciones
cuyas motivaciones son subjetivas o internas son obligaciones éticas, obligaciones del deber, en tanto
que aquellas cuyas motivaciones son objetivas o externas, son obligaciones de la coacció n o
estrictamente jurídicas. Deduce por eso, Kant, que la conciencia no es otra cosa que el sentido del
deber (Macintyre, 1991).
Ahora bien, el autor que nos permitirá tensar el asunto de lo ético es Michel Foucault, quien se
caracteriza por haber puesto en tela de juicio el orden teó rico de la ética tradicional.
Para Foucault, la ética tiene que ver con el cuidado de sí, es la parte reflexiva de la libertad. Con
esto nos dice que la ética implica el no ser esclavo de los propios apetitos. Por eso, el gobernante
ético es quien no cede a ellos y, en ese sentido, es aquel que posee poder sobre sí mismo (Foucault,
1984). Debemos recordar aquí que, para Foucault, la cuestió n del poder no está vinculada a
connotaciones negativas, por el contrario, para el autor, el poder es algo que permite construir
(Foucault, 1979).
Desde este lugar, es imposible pensar la relació n entre ética y psicoaná lisis -en tanto
tratamiento psíquico- sino no es bajo esta otra variable que es la del poder. Para ello, no tenemos má s
que acudir a un texto como Historia de la Locura en la Época Clásica (Foucault, 1961), en donde
Foucault plantea el problema de las relaciones poder-saber, a partir del aná lisis de prá cticas como la
internació n del “sujeto loco”, desarrolladas desde comienzos del siglo XVII. De esta manera, lo que
Foucault intenta demostrar es có mo en el interior de una determinada forma de conocimiento, el
sujeto se constituye en loco o sano, delincuente o no delincuente, a través de un cierto nú mero de
prá cticas que eran juegos de saber, verdad y poder.
En ese sentido, para Foucault, la forma de entender el poder es pensarlo a partir de relaciones,
entendiendo por éstas algo distinto a los estados de dominació n. De este modo, cuando un individuo
o grupo social bloquea la relació n y la convierte en algo inmó vil, está tico, unilateral, estamos
hablando de dominació n y no de poder.
Para Foucault, las relaciones de poder, no só lo se dan en lo político gubernamental, sino
también en las relaciones familiares, de pareja, educativas y terapéuticas (Foucault, 1976), y también
en estos terrenos se dan las situaciones de dominació n. Es desde esta posició n que intentaremos
entender la relació n terapéutica que se da en la prá ctica psicoanalítica.
Podemos pensar los problemas éticos que convergen en la cura psicoanalítica desde dos
lugares. Del lado del analizante donde, muchas veces, se ubica el problema de la culpa y los efectos
angustiantes de la moral civilizada que lo hacen padecer y que llevó a Freud, desde sus primeros
trabajos, a plantear un conflicto bá sico entre los requerimientos de la moral y las pulsiones del sujeto.
Así, cuando en este conflicto prevalece la moral, pero las pulsiones son demasiado fuertes como para
sublimarlas, aparecen los síntomas. Por ello, para Freud, la moral es la que lleva al hombre a la
enfermedad, tal como lo planteará en La Moral Sexual Cultural y la Nerviosidad Moderna (Freud,
1908). Por otra parte, Freud también trabajará la naturaleza pató gena de la moral a partir de su
teoría sobre el sentimiento de culpa y el superyo, planteada en textos como El Yo y el Ello (1923), en
donde el superyo aparece como una instancia interior que se vuelve cada vez má s cruel a medida que
el yo se somete a sus exigencias. Esto llevará al analizante a demandarle al analista buscar el fin de un
sufrimiento que, en algunos casos, se empecina en no ceder.
Del lado del analista, uno de los problemas consiste en có mo trabajar con esa moral pató gena y
la culpa inconsciente del analizante, y con todo el abanico de problemas éticos que puedan surgir en
la cura, sabiendo que su direcció n debe estar orientada, entre otras cosas, a poner fin al sufrimiento
de ese sujeto.
Entonces, planteada la relació n terapéutica como una relació n de poder, al decir de Foucault, y
formada por dos partes con problemas distintos, podemos retomar nuestra pregunta inicial,
cerniéndola un poco má s, para interrogarnos: ¿Có mo conducir un aná lisis teniendo en cuenta factores
como la moral, la culpa, el deseo, el saber, el poder y la ética del analista?

La Ética del Deseo

Lacan dedica todo un añ o a estas cuestiones en su Seminario 7: La Ética del


Psicoanálisis (Lacan, 1959). Durante este seminario, dictado apenas catorce añ os después de
culminada la Segunda Guerra Mundial, con una Europa convulsionada, Lacan intenta transmitir una
diferencia entre lo que ha sido la ética desde Aristó teles en adelante, la ética en filosofía, en la que
incluso se basan muchos juristas, y una ética del psicoaná lisis, basada o pensada a partir de un sujeto
deseante.
En este seminario, Lacan plantea, ademá s, que el analista debe tomar muy en serio el
sentimiento de culpa del analizante, y no por ello mitigar su culpa porque, desde un punto de vista
analítico, sí es culpable. Pero, nos aclara, de lo que es culpable en realidad es de haber cedido en su
deseo (Lacan, 1959). Así, cuando un sujeto se presenta con sentimientos de culpa, la tarea del analista
no consiste en desculpabilizarlo, sino en descubrir en qué punto éste ha cedido algo del mismo.
La ética analítica, entonces, relaciona la acció n con el deseo. Podemos resumirla en la siguiente
pregunta: ¿has actuado conforme al deseo que te habita? Esta ética contrasta con la ética tradicional
de Aristó teles, Kant y otros filó sofos morales que, como dijimos, buscan una ética que gira en torno al
Bien y que propone diferentes Bienes, que compiten entre sí por la posició n del Bien Supremo. Frente
a esto, la ética psicoanalítica ve al Bien como un obstá culo en la senda del deseo. Por lo tanto, el deseo
del analista no puede ser “hacer el bien”.
Sin embargo, esto nos confronta con otra cuestió n: ¿có mo debe responder el analista frente a
la moral que actú a a través del superyo? ¿Qué ocurre cuando el deseo y el goce del sujeto está n
reñ idos con principios bá sicos y éticos fundamentales? ¿Debe propiciarlos el analista?
En ese sentido, pareciera que la posició n freudiana de la moral como pató gena implica que el
analista debería ayudar a los analizantes a liberarse de sus coacciones morales. Sin embargo, en El
Malestar en la Cultura, Freud se muestra sumamente contrario en ese sentido, oponiéndose a lo que él
llamó “libertinaje” (Freud, 1930).
Es por ello que, en una entrevista que se realizó , en ocasió n de cumplir sus setenta añ os,
afirmaba que comprenderlo todo, no es perdonarlo todo. Decía: “El psicoaná lisis no só lo nos enseñ a
qué podemos tolerar, sino también qué podemos rehuir. Tolerar el mal no es en absoluto, un
corolario del conocimiento” (Freud citado en Viereck, 1930, s/p).
Esto enfrenta al psicoanalista con un dilema ético. Por un lado, no puede alinearse con la moral
civilizada, puesto que esta moral es generadora de síntomas en el paciente, pero por el otro, tampoco
puede adoptar un enfoque opuesto que lo tolere todo, por ejemplo, la violació n a los derechos
humanos, los estados de dominació n, de sometimiento y todo lo que atente contra la dignidad
humana.
A partir de esto, podríamos pensar que la vía de la neutralidad podría ser un camino de
resolució n, sobre todo considerando que Freud, advertido de ciertos escollos contratransferenciales,
propone sortearlos a través de ciertas reglas que prescriben principios de acció n, que podríamos
agrupar bajo este nombre de neutralidad y que Lacan tomará en su enseñ anza y en su prá ctica.
Sin embargo, junto con Lacan -y con Foucault, como vimos má s arriba- podemos decir que no
existe una posició n absoluta y éticamente neutral. En la enseñ anza de Lacan no es posible la
neutralidad permanente en un aná lisis, ya que lo que se pone en juego en un aná lisis es también el
deseo del analista. Y si aceptamos que hay deseo del analista, debemos aceptar que habrá , ademá s, un
“má s allá de la neutralidad”.
La neutralidad como desapego, como inacció n, como forma de no tomar partido, es algo que
iría en contra de los principios que rigen el psicoaná lisis.

La Ética del Supuesto. De la heteronomía a la autonomía

En este punto podemos complejizar un poco má s la cuestió n, tomando en cuenta otro


elemento má s y considerarlo a la luz del mismo. Este tiene que ver con el fenó meno que se genera en
toda relació n terapéutica y es la situació n transferencial, descripta por Freud como el proceso por el
cual el deseo inconsciente se actualiza sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de
relació n establecida con ellos y, de un modo especial, dentro de la relació n analítica (Freud, 1920).
Lacan profundiza este concepto y le da el nombre de “Sujeto Supuesto Saber”, que consiste en la
atribució n de un saber al Otro, en la suposició n de que el Otro es un sujeto que sabe (Lacan, 1964).
Esta situació n de saber, ligada al analista, es en sí misma, otorgadora de poder. Poder que puede
devenir, peligrosamente, muchas veces, en dominació n.
En este sentido, cuando el profesional se ubica en una posició n de amo, de dominació n, se
ubica en una posició n antiética. Muchas veces, la bú squeda de alivio a la desesperanza, al dolor y al
vacío del que consulta puede generar en el profesional la sensació n de ser éste el ú nico capaz de
detener su sufrimiento y hacerlo bajo cualquier costo, produciendo una situació n de heteronomía. La
heteronomía como aquella relació n en donde el sujeto actú a segú n el ejemplo y las normas impuestas
por el Otro. La heteronomía puede ser ú til a una sociedad ya que nos impone normas de convivencia
para poder hacer lazos con los otros. Pero en una relació n terapéutica no debe provocarse, ya que nos
llevaría indefectiblemente al fracaso en la cura.
Por el contrario, la orientació n del tratamiento debe buscar la autonomía del sujeto. La
autonomía es la capacidad de saber regularnos sin necesidad de que los demá s nos indiquen qué
debemos hacer. Respecto de esto, Freud también nos orienta. El analista debe evitar caer en lo que se
denomina el furor curandis, esa compulsió n a la que puede llegar el profesional a “curar” sin, por ello,
respetar la autonomía y autodeterminació n del paciente.
La ética del psicoaná lisis nos recuerda Alain Badiou (1993), nos impide considerar la
enfermedad, la locura, como lo que colocaría al ser humano fuera del devenir-sujeto. Por ello, la ética
psicoanalítica plantea pensar el sufrimiento psíquico como un proceso singular e individual que
impide o exalta, segú n sea el caso, este devenir y no como algo que hay que “sacarle” al paciente. En
ese sentido, hay un límite, un punto de clausura en toda cura y ese límite lo pone el mismo sujeto.
De este Sujeto Supuesto al Saber, lo má s importante debe ser el “Supuesto”, ya que como nos lo
señ aló Lacan, el analista nada sabe. Si éste logra ubicarse desde un lugar así, podrá operar desde una
ética de la escucha que lo ligue má s a ser alojamiento del padecimiento del paciente y de su
subversió n subjetiva, que a su propio narcisismo imponiendo un campo clínico heteró nomo basado
en sí mismo.
Por ú ltimo, y en funció n de lo anterior, es interesante señ alar también aquí la visió n de
Foucault, quien a partir de la reestructuració n lacaniana del psicoaná lisis, lee la producció n freudiana
en términos de ruptura, reconociéndole al psicoaná lisis un “honor político” por su capacidad de
descubrir, a través de la duda y la subversió n, los mecanismos de un poder dominante y de un
pensamiento dogmá tico (Foucault, 1976).

Palabras finales

En primer lugar, sería importante recalcar que no hay ningú n punto técnico en el psicoaná lisis
que no se vincule con la cuestió n ética. Desde este lugar, para el psicoaná lisis, las cuestiones técnicas,
son siempre cuestiones éticas, y esto es por una razó n muy precisa, porque se dirige a un sujeto y éste
no puede ser colocado sino en una dimensió n como esta. Por eso, Lacan en La Dirección de la Cura y
los Principios de su Poder (1958) no habla de patrones de tratamiento, habla de “principios”.
Principios que se transmiten a través de la formació n teó rica sistemá tica, del propio aná lisis y de la
supervisió n de los casos. Esto quiere decir que la formació n del analista es permanente.
En segundo lugar, como vimos, el deseo del analista y lo imposible de la neutralidad se
encuentran anudados, pero al mismo tiempo, deben estar entrelazados con la renuncia al poder del
amo que le otorga su supuesto saber. El deseo del analista es el instrumento que se necesita para que
éste opere de manera correcta, y si hay algo que se aprende con Lacan, es la dignidad con la que debe
ser usado ese instrumento.
En tercer lugar, lo que separa al psicoaná lisis de las prá cticas que se valen de la sugestió n
como herramienta terapéutica, es precisamente la posició n ética, ya que el cimiento del psicoaná lisis
es un respeto bá sico por el derecho del paciente a resistirse a la dominació n, mientras que la
sugestió n considera a esta resistencia como un obstá culo que hay que aplastar. El analista ayudará ,
entonces, a cada sujeto a “arreglá rselas” con su sufrimiento y segú n el caso por caso, favoreciendo
ademá s la plena autonomía del sujeto por sobre el sometimiento heteró nomo.
El padecimiento humano implica una situació n singular en cada sujeto y la posició n ética de un
analista, decimos con Badiou, no debe renunciar jamá s a buscar, en cada situació n, una posibilidad
hasta entonces, inadvertida. Y aunque esa posibilidad sea ínfima, lo ético es movilizar -para activarla-
todos los medios intelectuales y técnicos disponibles. Só lo hay ética si el profesional confrontado a las
apariencias de los imposibles no deja de ser un creador de posibilidades (Badiou, 1984).
Sin embargo, el analista no debe olvidar que, como profesional de la salud, es el portador de un
axioma que le adjudica la humanidad y es el de ser depositario de un saber que le permite
“diferenciar entre locos y no locos, entre sanos y enfermos”. Si evita hacer de este axioma algo propio,
evitará también la tentació n de posicionarse como un maestro o un curador.
Por ú ltimo, y para concluir, si bien la neutralidad del analista forma parte de la deuda con
Freud, y posteriormente con Lacan, Freud deja el camino abierto para la construcció n de una nueva
ética. Se puede ir “má s allá de la neutralidad” a condició n de consentir con ella. El psicoaná lisis
sugiere la renovació n de una moral enmascarada y represiva por una moral má s sincera y libre que
contemple la verdadera condició n humana, articulando deseo y principios, salud y posiciones éticas.

Referencias

Badiou, A. (1999) “Reflexiones sobre Nuestro Tiempo”. Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Cifrado.
Brodsky, G. (2003) “Entrevistada por Baudini, S”. En La Carta. Nº125. Buenos Aires, Argentina: EOL.
Calo, O. (2002) “Psicoaná lisis, É tica y Moral”. En Manual de la Cátedra de Deontología y Legislación Profesional. Có rdoba,
Argentina: Facultad de Psicología, UNC.
Calo, O. (1994) “Ética y Salud Mental”. Trabajo presentado en las Jornadas de Residentes en Salud Mental. Mar del Plata,
Argentina.
Foucault, M. (2000 [1964]) “Historia de la Locura en la Época Clásica”. Bogotá , Colombia: Fondo de Cultura Econó mica.
(1987 [1977]) “La Voluntad de Saber”. En Historia de la Sexualidad, Tomo I. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI
Editores.
(1988 [1979]) “El Sujeto y el Poder”. En Dreyfus y Rabinow (Eds.) Michel Foucault: Más Allá del Estructuralismo
y la Hermenéutica. México: UNAM.
(1988 [1978]) “Hermenéutica del Sujeto”. Buenos Aires, Argentina: La
Piqueta. Freud, S. (1978) “Obras Completas”. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu
Editores.
Lacan, J. (1987 [1958]) “La Direcció n de la Cura y los Principios de su Poder”. En Escritos II. Buenos Aires, Argentina: Siglo
XXI.
(1988 [1959]) “El Seminario, Libro VII. La Ética del Psicoanálisis”. Buenos Aires, Argentina:
Paidó s. Macintyre, A. (1991) “Historia de la Ética”. Barcelona, Españ a: Ediciones Paidó s Ibérica.
Viereck, G. S. (1988 [1930]) “Las Grandes Entrevistas de la Historia”. Buenos Aires, Argentina: El País - Aguilar.

GUIA DE LECTURA

➢ Algunas consideraciones sobre la É tica, el Poder y el Saber. ¿Cuá les serían los tres paradigmas
que plantea el texto respecto de la noció n de ética, considerando origen del término y contexto
histó rico?

➢ La É tica del Deseo. ¿Qué implica esta propuesta para pensar la ética desde el psicoaná lisis?

➢ ¿A que nos referimos con la idea de un “má s allá de la neutralidad” en la prá ctica clínica?

➢ ¿A qué se refiere el texto cuando plantea la É tica del Supuesto en relació n a la heteronomía y la
autonomía en la experiencia clínica?

ARTÍCULO EL EJERCICIO PROFESIONAL EN TIEMPOS DEL


DISCURSO “HIPERMODERNO”.
NUEVOS DESAFÍOS PARA LA INTERVENCIÓN
CLÍNICA Y EL POSICIONAMIENTO ÉTICO

AUTOR/ES MARIANA GÓMEZ

Este trabajo pretende reflexionar sobre los nuevos escenarios sociales que se abren para el
profesional de la salud psíquica, en la actualidad.
El marco conceptual en el cual nos apoyaremos articula la teoría lacaniana con diversos
campos disciplinares que permiten hacer lecturas de lo social, lo político y el contexto histó rico 1.
Como se ha demostrado, la Filosofía contemporá nea, la Teoría Política e, incluso, la Semiosis Social
aportan y enriquecen de especial manera los desarrollos teó ricos del psicoaná lisis permitiendo, así,
una interesante productividad. Lo que permite ampliar nuestra visió n sobre las coordenadas que
marcan las nuevas problemá ticas de la subjetividad actual.
De este modo, partiremos de la categoría acuñ ada por Gilles Lipovetsky denominada
“hipermodernidad”, la que nos llevará a pensar los nuevos desafíos que atraviesan a la profesió n en
esta época, los nuevos síntomas y comportamientos de los sujetos de hoy. A partir de allí,
analizaremos algunos modos de intervenció n posibles para el profesional y las perspectivas éticas
que de ello se desprenden.

De la postmodernidad a la “hipermodernidad”: la era del exceso

Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Lacan (1993), al igual que otros
pensadores, ya nos advertía sobre las consecuencias subjetivas provenientes de la desigual
distribució n de la riqueza como, así también, de las desorientaciones sufridas en lo político donde las
metas de progreso social empezaban a ayudar a la declinació n de la representació n colectiva de lo
que es ser un Padre.
Estas advertencias no tardaron en materializarse. La modernidad ya no pudo ser leída desde
los registros inocentes y optimistas de progreso y libertad. Este ideal terminó puesto al servicio de la
aniquilació n de los seres humanos en una maquinaria que no revestía antecedentes. Cadenas de
montajes, transportes, burocracia, la química del gas Zyklon, la electricidad, la organizació n social de
los campos de concentració n, todo lo que el desarrollo le había dado a la humanidad se usaba en
contra de la humanidad (Adorno, 1969). La marca de Auschwitz perforando la mirada ató nita del
mundo, se hundía sobre los cuerpos de millones generando la certeza de que si semejante atrocidad
pudo ser posible, a partir de ahora, todo podía ocurrir.
Sin embargo, con el tiempo, esa marca del horror ubicada en el comienzo de la culpa de la
humanidad moderna, fue dejando de golpear las subjetividades cada vez má s despojadas de
responsabilidad. Así, aconteció el gran cambio epistémico y subjetivo de la época: el pasaje del
modernismo al postmodernismo. Mientras el modernismo hacía pie en la autoridad paterna y en la
pérdida de goce por sometimiento a esa autoridad, encarnada en un padre muerto, el
postmodernismo rendía tributo a un padre, aú n vivo, en la medida en que todavía no estaría éste
“transustanciado” en una funció n simbó lica y, por lo tanto, continuaría siendo lo que el psicoaná lisis
llama un “objeto parcial”.
Este pasaje, que precipitó en un conjunto de rasgos que caracterizan un particular modo de
existir y que se agrupan bajo el nombre de postmodernidad, fueron teorizados por Lyotard (1996) a
finales de la década del setenta cuando surgieron las grandes desilusiones producidas por el proyecto

1 Este trabajo se basó en una teoría particular, el psicoanálisis, pero no por eso desmerece otras perspectivas
teóricas que pudieran tomarse para el análisis de los fenómenos aquí planteados. Esperamos y alentamos
todos aquellos trabajos que reflexionen sobre el tema desde otras teorías de la Psicología.
moderno. Algunas de estas características fueron enunciadas de la siguiente manera: a) falta de
confianza en el progreso, b) pérdida de las esperanzas revolucionarias y el empuje de los sujetos
hacia el hedonismo y el disfrute má ximo y total del momento presente, c) caída de los ideales y, d)
disolució n de lo social y político en beneficio del individuo y su existencia. Comenzaba la era de
“Narciso”, individualista y consumista. Un individuo del presente, olvidado del pasado y sin
preocupació n por el futuro.
Gilles Lipovetsky también trabajará esta cuestió n en textos como La era del vacío (1996) y Los
tiempos hipermodernos (2006). Avanzará un poco má s y planteará otro giro, una nueva lectura sobre
el asunto. Definirá y presentará a la “hipermodernidad”. Una nueva era que, al contrario de lo que
ocurría en la postmodernidad, ya no implicaría el fin de la modernidad, sino que recuperará a su
referente original: la era moderna, con su pensamiento ilustrado, racional y humanista. La
hipermodernidad revitalizará este pensamiento, lo tomará y lo multiplicará .
De allí que veinte añ os después la euforia de los añ os postmodernos ya no fuera la misma. En
los tiempos “hipermodernos”, Lipovetsky advierte precisamente el fin de esta euforia. El hedonismo
que había caracterizado la década del ochenta ya no existiría. En la “hipermodernidad” el desempleo,
la preocupació n por la salud, las crisis econó micas y un largo sinfín de virus que provocan ansiedad
individual y colectiva, se habrían introducido en el cuerpo social. Es una era “híper”:
“hipercapitalista”, de “hiperpotencias”, de “hiperterrorismo”, “hiperindividualismos”,
“hipermercados”, “hipertextos”, etcétera.
Por otro lado, para Lipovetsky, el desarrollo de la globalizació n y de la sociedad de mercado ha
producido en estos ú ltimos añ os nuevas formas de pobreza, marginació n, precariedad del trabajo y
un aumento de temores e inquietudes de todo tipo. Sin embargo, la sociedad “hipermoderna” no ha
implicado la aniquilació n de los valores. Al contrario, el hedonismo, dirá Lipovetzky, ya no seduce
tanto. Así, en la sociedad “hipermoderna” los efectos no vienen por algo que, por cierto, la caracteriza,
es decir, el “hiperconsumo”. Los efectos vienen de otra parte. Proceden de lo que él denomina una
inquietante fragilidad y desestabilizació n emocional de los individuos. Esta debilidad tendría su
origen en el hecho de que, cada vez, estamos menos preparados para afrontar la vida y esto no es
porque el culto al éxito o al consumo provoque esa fragilidad, sino porque las grandes instituciones
sociales han dejado de proporcionar la só lida armazó n estructurante de antes.
Si bien esta fragilidad y labilidad subjetiva no es producto directo del hiperconsumo, sino má s
bien de la caída de las grandes instituciones sociales, el hiperconsumo como efecto de la época, no
puede dejar de interesarnos como objeto epistémico desde el momento en que, sobre todo en las
ú ltimas décadas, se ha convertido en uno de los modos de gozar de cada vez má s sujetos en el mundo
occidental. El consumo como objeto plus de goce en todo su esplendor.
Se trata de aquel tapó n de la castració n que ya había presentado Lacan en algunos de sus
Seminarios, solo que ahora lo encontramos desligado de cualquier ideal. Es, má s bien, un empuje a la
satisfacció n directa en donde el goce se encuentra en la vidriera, solo hay que ir por él y consumirlo. Y
esta es, al decir de Zizek (2003), la otra cara del imperativo Superyó ico, en tanto mandato de goce.
Hay un mandato a gozar por la vía del consumo.
La “hipermodernidad” se nutre de otros factores también como, por ejemplo, de la
precarizació n laboral y del aumento de los despidos y de la desocupació n. Así, vemos có mo desde
hace varias décadas el trabajo ha perdido su centralidad. El tipo de centralidad que tenía en el pasado
en donde una familia comú nmente se organizaba en torno a un sujeto trabajador, que en general era
el padre.
Vemos como, dispersado, descentrado y flexibilizado el á mbito de la producció n, la
organizació n, la integració n y la construcció n de cuestiones tales como la identidad social o colectiva,
se trasladan al á mbito del consumo. A partir de esto, los sujetos ya no se constituyen como
productores agrupados sino como consumidores individuales capaces de consumir innecesariamente
nuevos estímulos y mercancías (Benitez Larghi, 2004), Es decir, que, en la actualidad, los lazos
sociales se constituyen en torno a una nueva actividad que implica un nuevo orden: el consumo. De
este modo, el consumo, sumado a la caída de las grandes instituciones sociales, produce una
desmesura que no solo se traduce en el consumo de objetos y gadgets, sino que, ademá s, se traslada a
las transformaciones en el cuerpo, las cirugías, los tó xicos, etcétera, suplementos que vienen casi
como un auxilio y al lugar de algo que ya no está , pero al modo de una satisfacció n pura y dura. La
ética ha entrado en un callejó n sin salida. Un cierto régimen de cinismo en donde una nueva ética, la
del consumo o la de Narciso, rige el imperio globalizado.
Por otra parte, la desintegració n de antiguos lazos se ve beneficiada por ciertos desarrollos de
la comunicació n, cuestió n que no deja de ser paradó jica, ya que en momento en que los instrumentos
de la comunicació n global parecieran haber llegado para facilitar las cosas, estos medios en vez de
comunicar terminaron, muchas veces, por aislar. Por ejemplo, la oferta del mundo virtual, generó el
encierro en un mundo privado de una manera ciertamente autoeró tica. Jó venes capturados por las
redes sociales, por sus whatsapp, sus pantallas, en donde se negocia y se programa el no encuentro.
La indiferencia por el encuentro como forma moderna de no relació n sexual (Cottet, 2008).
Nos encontramos, entonces, con una sociedad fragmentada en pequeñ as epidemias (Brodsky,
2007). Pequeñ as sectas, de todos idénticos, a veces, enfrentadas entre sí, en donde aumenta, cada vez
má s, el fenó meno de la violencia, de la segregació n y de los pasajes al acto.

Posible intervención clínica y posición ética: algunas reflexiones

Si localizamos el comienzo de la desesperanza del sujeto moderno en el horror indecible de la


Segunda Guerra Mundial y, es a partir de allí, que el lazo amoroso e institucional se ve cada vez má s
fragilizado, inestable, “líquido”, en términos de Bauman (2003), vemos có mo ese vacío ha sido
ocupado por diversos objetos de consumo desmedidos y excesivos. Exceso de tecnología, de comida,
pero también de medicamentos, de tó xicos, de alcohol. Excesos de goce de nuestra contemporaneidad
que aspiran a evitar la separació n y, al mismo tiempo, la relació n con el otro. Esto ha dado lugar a un
recrudecimiento de patologías como nunca antes se había dado. Las bulimias, pero también, las
anorexias (el llenarse de nada); la melancolía, la tristeza permanente y su contracara, la manía; las
adicciones de todo tipo; la angustia desmedida.
¿Có mo pensar, entonces, la intervenció n clínica y la posició n del profesional en estas
coordenadas? y ¿có mo escapar del furor sanandi cuando los efectos terapéuticos deben estar a la
altura de la exigencia actual, que se plantea como ú nico objetivo la eficacia de una cura con efectos
terapéuticos rá pidos?
La referencia clínica, para emprender una respuesta, en esta coyuntura es precisamente la
ética. Es desde la ética, como base fundamental que orientamos nuestra prá ctica y la forma de
intervenir en estos tiempos, hoy má s que nunca. En su texto Televisión, Lacan (2002) define la ética
del psicoaná lisis como “ética del bien decir”. Es la ú ltima escansió n, en la relació n entre demanda y
ética, que recorre la obra de Lacan, y por la cual se hace impensable la prá ctica analítica por fuera de
la prá ctica de la palabra. ¿Qué quiere decir “ética del bien decir”? El bien decir no es el decir elegante,
logrado, literario. Se trata del decir que condice con el saber inconsciente analizante, un bien decir
cuya norma está en el analizante que, ademá s, no es universalizable. La forma del bien decir tendrá
que cercar en el dicho un inconmensurable propio de cada sujeto que, como dice Lacan (2005),
resulta imposible de generalizar, de universalizar.
Desde esta posició n, el psicoaná lisis puede permitirse intervenciones en el malestar actual
debido a que tiene algo diferente para ofrecer frente al imperio del “para todos igual”, mientras
sostenga los principios que rigen su prá ctica y los fundamente en su ética 2. De allí que sea
responsabilidad del profesional, ademá s, mostrar có mo en el marco de los conceptos lacanianos
existe la posibilidad de dar cuenta de los resultados terapéuticos demostrando la eficacia del método.
Es el desafío de nuestro tiempo. Sostener el uno por uno, allí donde esto parece imposible. Esto
significa no trabajar a favor de una solució n para todos y en tiempos breves como demanda la
“hipermodernidad”.
Ofrecerle al sujeto angustiado, melancolizado, tomado por el exceso, que encuentre su propia
solució n a la caída de los ideales y, por lo tanto, de las identificaciones, cuando el objeto parcial
suplanta esos ideales. Lleve el tiempo que lleve, aun cuando podamos hacerlo, también, rá pidamente.
Por eso, sabiendo que el sujeto está poco preparado para enfrentar la tiranía del superyó de nuestra
época y que no tiene demasiados significantes amos para orientarse salvo, como vimos, los que se
rigen por el exceso, si logra aceptar su modo singular de sufrimiento, a partir de los significantes que
puede recortar en un psicoaná lisis, es posible que ya no necesite de los ideales comunes o de los
objetos que le propone el mercado.
Así, la clínica lacaniana tradicional, basada en tres pasos: escuchar un discurso, producir un
síntoma analítico y sancionar una entrada en aná lisis, demuestra toda su eficacia terapéutica hoy,
incluso, dando respuesta a la rapidez necesaria requerida por la época actual. Escuchar un discurso,
en sentido estricto, implica, en primer lugar, alojar al sufriente y, en segundo lugar, alojar al sujeto. Es
esta la diferencia crucial del psicoaná lisis con respecto a otras prá cticas. Sin embargo, sabemos que
toda escucha conlleva cierto alivio y esto puede suceder, también, en el marco de otras terapias. Pero
es el psicoaná lisis quien agrega un elemento fundamental a todos estos discursos, un elemento que
no comparte con ellos y es la producció n de un “sujeto” que só lo es reconocible a partir de la
interpretació n del analista.
Es la diferencia entre la sugestió n y el aná lisis. Por el camino de la sugestió n lo que se produce

2 Los principios del psicoanálisis para Lacan son: la formación permanente, el análisis personal y el control
sistemático de los casos de la práctica clínica.
es una atadura del yo al Otro y esto tiene la consecuencia de “aplastar” al sujeto. En cambio, el
aná lisis, y su entrada a este, permite el reconocimiento de un sujeto y de su síntoma, lo cual desplaza
al yo y posibilita una apertura a la problemá tica del deseo y del goce (Kruger, 2008). Como dice Lacan
en El Seminario 10 “La Angustia”, cuando se localiza al “objeto a” logramos el corrimiento necesario
para que el objeto deje de ser causa de la angustia y realizació n de goce, y pase a ser causa del deseo.
Así, se desaloja al objeto del borde de la angustia y se abre el camino al despliegue del deseo,
sabiendo que el deseo es el mejor tratamiento frente al malestar (Lacan, 2005).
De este modo, frente al malestar de la civilizació n actual, el psicoaná lisis propone su
respuesta: tratar de sintomatizar el goce para hacerlo compatible con la vida, y no “curar” al sujeto
de su síntoma. Esto lo logrará a partir de la escucha que posibilita encontrar al sujeto del deseo.
Incluso, también podrá intervenir con el logro de efectos rá pidos, aun cuando esto no implique
intervenir con el método de la sugestió n. Así, teniendo en el horizonte la era del exceso y del efecto
terapéutico rá pido, como demanda social, la prá ctica del psicoaná lisis apuntará en los actuales
tiempos “hipermodernos” a verificar una reducció n de la pulsió n mortífera del sujeto, sosteniendo un
deseo que pueda suplantar el vacío de lo efímero.

Referencias

Adorno, T.W. (1969) “Crítica cultural y sociedad”. Barcelona: Ed. Ariel.


Antonelli, M. & otros (2004) “Cartografías de la Argentina de los ’90. Cultura mediática, política y sociedad”. Có rdoba:
Ferreyra editor.
Bauman, Z. (2003) “Modernidad líquida”. Buenos Aires: Fondo de Cultura Econó mica.
Brodsky, G. (2007) “Epidemias actuales y angustia. La clínica psicoanalítica”. Có rdoba: Colecció n Grulla, CIEC.
Cottet, S. (2008) “El sexo débil de los adolescentes: sexo-má quina y mitología del corazó n” en Virtualia. Revista digital de
la Escuela de Orientación Lacaniana. Añ o VII, N° 17. Buenos Aires.
Kruger, F. (2008) “El aná lisis por añ adidura” en Virtualia. Revista digital de la Escuela de Orientación Lacaniana. Añ o VII,
N° 17. Buenos Aires.
Lacan, J. (2005) “La ética del psicoaná lisis” en El Seminario, Libro 7. Buenos Aires: Paidó s.
(1993) “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoaná lisis” en El Seminario, Libro 11. Buenos Aires: Paidó s.
(1992) “El reverso del psicoaná lisis” en El Seminario, Libro 17. Buenos Aires: Paidó s.
(1995) “Aú n” en El Seminario, Libro XX. Buenos Aires: Paidó s.
(2002) “Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión”. Barcelona: Anagrama.
Lipovetsky, G. (1996) “La era del vacío. Ensayo sobre el individualismo contemporáneo”. Barcelona: Anagrama.
(2006) “Los tiempos hipermodernos”. Barcelona: Anagrama.
Lyotard, J.F. (1996) “La postmodernidad”. Barcelona: Gedisa.
Miller, J.A. (2003) “El inconsciente es político” en Revista Lacaniana de Psicoanálisis. N° 1. Buenos Aires: EOL.
Zizek, S. (2003) “La metástasis del goce”. Buenos Aires: Paidó s.

GUIA DE LECTURA

➢ De acuerdo a los autores planteados en el texto ¿cuá l sería la diferencia entre la


postmodernidad a la “hipermodernidad”? Desarrolle cada una de estas modalidades sociales.

➢ ¿Có mo podemos pensar la intervenció n clínica en relació n a una posició n ética en el ejercicio
profesional?

ARTÍCULO BIOÉTICA Y BIOPOLÍTICA.


CUERPO, CIENCIA Y SUBJETIVIDAD

AUTOR/ES MARIANA GÓMEZ

Los vertiginosos adelantos científicos y biotecnoló gicos alcanzados en las ú ltimas décadas,
han impactado en el á mbito de las ciencias de la salud, llevando a la aparició n de nuevos desafíos
éticos a los cuales dar respuesta. Con este objetivo es que se hace presente una nueva disciplina: la
Bioética.
Debates sobre embriones congelados, ú teros añ osos que albergan vidas, eutanasia, muerte
digna, transplantes, donantes y cirugías, de las má s diversas, imponen la reflexió n sobre los límites
de la manipulació n del cuerpo desde los actuales recursos del campo médico, al tiempo que se
entrelazan con la dimensió n psíquica del sujeto.
También, las actuales manifestaciones del arte y de ciertas estéticas de las ú ltimas décadas,
signadas por la intervenció n sobre los cuerpos, muchas veces, en formas que implican su
disciplinamiento, su mortificació n e incluso, el horror del espectador. Artistas como Orlane, Marina
Abramovic, Marcos Sierra, entre otros, son ejemplos de este tipo de expresiones.
La Bioética, como campo disciplinar y sus relaciones con las Ciencias de la Salud, lleva ya
varios añ os de desarrollo y si bien diversos autores afirman que, histó ricamente, es la profesió n
médica la que genera esta disciplina científica con un corpus doctrinal y normativo para sus
prá cticas, mú ltiples son los objetos y temas de injerencia que hace suyos con el fin de dirimir,
reflexionar y tomar posiciones en dilemas que, a simple vista, parecieran irresolubles.
La Bioética, de este modo, se constituye en una disciplina, con un objeto que le es propio,
metodologías de investigació n acordes y una vasta base teó rica que le permite posicionarse con
fundamentos só lidos frente a cada problema.

Historia, debates y posiciones


Se suele ubicar el origen de la Bioética con la publicació n en 1970 de la obra de Rensselaer
Potter “Bioethics: Bridge to the future” y la fundació n del Instituto Kennedy de É tica en la
Universidad de Georgetown, un añ o má s tarde (Lima, 2009). Con este término se refería Potter a los
problemas que el desarrollo de la tecnología comenzaba a plantear al mundo postmoderno. La
Bioética surge, así, como un intento por establecer un puente entre ciencia experimental y el campo
humanístico (Potter, 1971). Era necesario superar la ruptura entre la Biotecnociencia y las
Humanidades, en el sentido de que éstas pudieran reintroducir algo de los valores caídos en dicha
postmodernidad. La Bioética formula velozmente, entonces, cuatro principios: beneficencia,
autonomía, justicia y no-maleficencia (Figueroa, 2004). Estos principios fueron planteados por
Beauchamp y Childress (1994) y se proponían fundamentar a la disciplina. Describiremos
brevemente cada uno de ellos:
⮚ Beneficencia: Se refiere a la obligació n de prevenir o aliviar el dañ o, de hacer el bien u
otorgar beneficios. Se trata de ayudar al pró jimo por encima de los intereses particulares. Es decir,
obrar en funció n del mayor beneficio posible para el paciente y procurando siempre el bienestar de
la persona enferma. De allí que el quehacer del profesional de la salud está fundamentado en el
principio de beneficencia y consistirá en el deber de asistir a las personas que lo necesiten. Este
principio se vincula con la norma moral donde siempre debe promoverse el bien y tiene como
obligaciones derivadas el brindar un servicio de calidad, con atenció n respetuosa, evitar el exceso de
terapéutica y respetar condiciones, credos o ideología. Este principio es utilizado tanto para
prevenir, aliviar el dañ o, hacer el bien, como otorgar beneficios. Asimismo, no debe focalizarse
ú nicamente en curar o en restablecer la salud, sino también en prevenir y en educar, lo que conduce
a la modificació n de estilos de vida.
⮚ No maleficencia: Este principio es uno de los má s antiguos en la medicina hipocrá tica:
implica primum non nocere, es decir, no hacer dañ o al paciente. Aquí es la formulació n negativa del
principio de beneficencia que nos obliga a promover el bien. Los preceptos morales provenientes de
este principio son no matar, no inducir sufrimiento, no causar dolor, no privar de placer, ni
discapacidades evitables. Las obligaciones derivadas consisten en realizar un aná lisis
riesgo/beneficio ante la toma de decisiones específicamente en el á rea de la salud. Se trata de
respetar la integridad física y psicoló gica de la vida humana. Se diferencia del principio de
beneficencia en que, en ocasiones, se puede buscar hacer el bien al paciente y, sin embargo, que
ocurran complicaciones que eventualmente pudieran perjudicarlo directa o indirectamente.
⮚ Autonomía: se refiere a que cada persona es autodeterminante para optar por las
propias decisiones en funció n de las razones que las fundamentan. La autonomía implica que cada
quien conduce su vida en concordancia con sus intereses, deseos y creencias. Supone, ademá s, el
derecho a equivocarse a la hora de hacer uno mismo su propia elecció n. Este principio da origen a la
norma moral de no coartar la libertad de la persona y nos remite a la obligació n de aplicar el
consentimiento informado ante la toma de decisiones en el campo de la salud, por ejemplo. Por eso,
propende a una relació n paciente-profesional donde al paciente se lo trata como un adulto
responsable, con capacidad y el derecho a decidir entre las opciones posibles, en una determinada
situació n clínica. Intentar cambiar estilos de vida, há bitos, costumbres, o tradiciones, que puedan
interferir con la salud de las personas y de la comunidad podría verse como una intromisió n en el
mundo interno de ese sujeto, lesionando su independencia y, por lo tanto, su autonomía.
⮚ Justicia: este principio deviene de un elemento fundamental de la sociedad. Algo es
justo cuando su existencia no interfiere con el orden al cual pertenece, el que cada cosa ocupe su
lugar. En los aspectos sociales la justicia busca el equilibrio en el intercambio entre dos o má s
miembros de la sociedad. El principio de justicia y equidad surge a partir de reflexionar en el á mbito
de la salud, atendiendo a la problemá tica de aquellos má s necesitados e insatisfechos, con el
objetivo de que las leyes, instituciones y servicios pú blicos y privados se encuentren organizados de
manera tal que redunden en el beneficio de las personas. El principio de justicia, a su vez, está
relacionado con la concepció n de la salud como un derecho humano fundamental que debe ser
garantizado por la sociedad o por el Estado. Se cumple con este principio si al paciente se le da el
trato merecido o justo sin negarle un servicio, una informació n o imponerle una responsabilidad u
obligació n indebida o exigirle má s de lo requerido por la ley.
Entonces, este acontecimiento que implicó la formulació n de estos principios fundamentales
en el campo de la Bioética, representa un viraje en las ciencias de la salud y la experimentació n con
sujetos humanos. Se ha hablado, así, de “giro bioético”, en tanto los "hechos" patoló gicos del cuerpo
enfermo se transformaron en "valores" personales del individuo (Figueroa, 2004).
Sin embargo, interesantes investigaciones revelan que la fundació n de este campo discursivo
podría fecharse, en realidad, en 1927 cuando Fritz Jahr publica en Alemania un artículo titulado
“Bio-Ethik: Eine Umschau über die ethischen Beziehingen des Menschen zu Tier und Pflanze” 3. Allí, Jahr
proponía un “imperativo bioético” extendiendo el imperativo kantiano a todas las formas de vida,
fundamentalmente, teniendo en cuenta tres ejes: el planteo de una ética en la experimentació n con
animales; la inclusió n de la agenda ecoló gica en las preocupaciones bioéticas y el nacimiento de la
Bioética y su relació n con las transformaciones científicas, filosó ficas, estéticas y políticas de fines de
siglo XIX y principios del XX (Sass, 2008, Lolas Strepke, 2007 en Lima, 2009). Esto implica filiar a la
Bioética con la tradició n filosó fica europea y al debate de entreguerras, diferente del imperante en
los 70 estadounidenses (Lima, 2009). Un campo de debates y de discursos má s heterogéneo y
diná mico, si se quiere, a la hora de reflexionar sobre principios bioéticos en el marco de los actuales
avances de las Biotecnociencias, con los nuevos referentes de identidad, sexualidad, vida y muerte
de las ú ltimas décadas.
Debates estos que resultaron condició n de producció n de una episteme que empezará luego a
preguntarse sobre el fenó meno de la “animalizació n del hombre”, a partir de los horrores de la
segunda guerra mundial (Arendt, 1993; Agamben, 1998, 2000; Levi, 2003; Todorov, 1993), y que
impacta má s directamente, por su productividad, en la reflexió n de los nuevos problemas, conflictos
y dilemas. Una Bioética no só lo preocupada por el acto médico y experimental científico, como
suponía la propuesta de Potter y sus seguidores, sino por un campo que ya alcanza los bordes

3 “Bio-ética: una perspectiva de la relación ética de los seres humanos con los animales y las plantas”
discursivos de lo psíquico, lo artístico, lo político, lo filosó fico, lo educativo, lo ecoló gico, por citar
só lo algunos.
Pero, ademá s, las políticas en términos de dispositivos que impactan en las prá cticas
discursivas relacionadas a lo educativo, a lo laboral, a lo recreativo, a lo cotidiano, en sus vínculos
con el ser viviente y lo ético, estudiadas y analizadas por Foucault (1978-1979, 1987, 2006) y en los
términos en los que este autor va a considerar al fenó meno de la Biopolítica. La Biopolítica,
concepto imprescindible, sin dudas, a la hora de sumergirnos en el campo de la Bioética. Cuestió n
que nos permitirá dar un paso má s, para comprender así como el cuerpo puede convertirse en un
objeto privilegiado de dominio.

La Biopolítica y el control de los cuerpos

El fenó meno de la Biopolítica, como control y decisió n sobre los cuerpos, ha sido analizado
desde hace tiempo por pensadores como Giorgio Agamben (1998) y má s recientemente Roberto
Esposito (2006), entre otros, a partir de la recuperació n de los aportes de Michel Foucault y Hanna
Arendt. Ambos sostienen que los estados modernos organizan diversas estrategias para el dominio
de la població n y que éstas se llevan a cabo a través de refinadas técnicas. Así, las técnicas
biopolíticas se generan para lograr cuerpos má s vigorosos que favorezcan la producció n capitalista,
por ejemplo, las estrategias de prevenció n en materia de salud o de educació n. Se produce así, una
especie de “pastoreo” de los cuerpos al servicio de la producció n má s eficiente. Y siempre sostenida
en prá cticas discursivas específicas.
Pero también, las estrategias biopolíticas pueden estar al servicio de la eliminació n o
internació n de los cuerpos indeseables (Foucault, 2006). Así, si un estado considera que
determinada població n puede llegar a ser peligrosa para otra, se la debe eliminar, suprimiendo sus
cuerpos. Este ha sido un argumento discursivo político para la concreció n de muchos genocidios a lo
largo de la historia. Otras causas como las econó micas, con prá cticas de explotació n, también pueden
ser motivo para la eliminació n del cuerpo indeseable.
Agamben (1998) sostiene que el ejemplo paradigmá tico de control y exterminio del cuerpo
humano es el campo de concentració n Nazi. Si bien menciona algunos otros ejemplos, como los que
se dieron en Argentina, para este pensador el campo utilizado en el exterminio perpetrado por el
régimen Nazi es el paradigma de todos los campos. Sería el prototipo de lo que él trabaja como el
estado de excepció n, lugar donde se da esta situació n en su má xima expresió n.
El Holocausto – o, mejor dicho, la Shoah4- marca una escansió n en la historia de la humanidad.
¿En qué se diferencia la Shoah de otros genocidios que habían ocurrido hasta el momento, como por
ejemplo el armenio, o el exterminio de las poblaciones aborígenes o la captura de africanos para la
esclavitud o los que se dieron en diversas dictaduras?

4 Si bien el término más utilizado es el de Holocausto, algunos se oponen a esta denominación, ya que
originalmente significa “sacrificio” y el exterminio de los judíos no puede ser considerado un sacrificio. Por
eso, se prefiere hablar de Shoah, una palabra hebrea que refiere a “aniquilación”, utilizada ya durante la
Segunda Guerra Mundial para referirse a la masacre de los judíos en Polonia en manos de los nazis.
Aquí es la primera vez que se usa un argumento científico para la desaparició n del cuerpo
humano. La singularidad de la Shoah está dada, en parte, por el tipo de discurso que se produce allí.
El régimen Nazi no pretendía expulsar a los judíos de su territorio, o venderlos o eliminarlos para
utilizar sus tierras, sino que el argumento para el exterminio responde a que sus cuerpos no reunían
los requisitos deseables para la “excelencia de una raza”. No se trataba aquí de un medio sino de un
fin. El argumento fue bioló gico. Y el exterminio se dará , no sin la ayuda de la ciencia y la tecnología.
Los ingenieros diseñ aban los crematorios y las cá maras de gas, las muertes eran consignadas
cuidadosamente en tablas estadísticas, la red de ferrocarriles que transportaba aquellos cuerpos,
cuyo destino final era la muerte, era una de las má s eficientes. Había, ademá s, fá bricas para producir
mercancías cuya materia prima eran seres humanos. La ciencia y la muerte anudadas de manera
inédita en montajes ensamblados para una tecnología del horror. ¿Có mo pudo ser posible semejante
perversió n?
Primo Levi lo dice así:
A esta lucha podemos asimilar la guerra: pero Auschwitz nada tiene que ver con la
guerra, no es un episodio, no es una forma extremada. La guerra es un hecho terrible
desde siempre: podemos execrarlo, pero está en nosotros, tiene su racionalidad, lo
‘comprendemos’. Pero en el odio nazi no hay racionalidad: es un odio que no está en
nosotros, está fuera del hombre, es un fruto venenoso nacido del tronco funesto del
fascismo, pero está fuera y más allá del fascismo (Levi, 2015 [1947], pp. 241- 242).
Hay algo, entonces, que va má s allá de la guerra, de la política, de lo econó mico. No hay
racionalidad posible en el odio del racismo y de la segregació n. Y esa intolerancia requerirá de un
terreno propicio para crecer:
Esta semilla de intolerancia cuando cae en un terreno bien predispuesto, prende con vigor
increíble, pero con nuevas formas. El antisemitismo de corte fascista, ese que el verbo de Hitler
despierta en el pueblo alemá n, es má s bá rbaro que todos sus precedentes: convergen en él doctrinas
bioló gicas artificiales falseadas, segú n las cuales las razas débiles deben caer frente a las razas
fuertes […] (Levi, 2015 [1947], p. 214).
¿Que sería un terreno bien predispuesto como lo sugiere Primo Levi? Se trata de una pregunta
que ofrece varias respuestas, seguramente. Continuemos con Primo Levi:
En la práctica cotidiana de los campos de exterminio se realizan el odio y el difundido por
la propaganda nazi. Aquí no estaba presente solo la muerte sino una multitud de detalles
maníacos y simbólicos, tendientes todos a demostrar y confirmar que los judíos, y los
gitanos, y los eslavos, son ganado, desecho, inmundicia. Recordad el tatuaje de Auschwitz
que imponía a los hombres la marca que se usa para los bovinos […] (Levi, 2015 [1947], p.
215).
El hecho de que haya habido que inventar un nombre para designar a ese crimen -“crimen
contra la humanidad”- denota su novedad, su singularidad.
Es la primera vez que un estado decide eliminar a un grupo humano en su totalidad poniendo
a disposició n todos los medios técnicos.
Entonces, el campo de concentració n y exterminio, en tanto Estado de Excepció n, se convierte
en un lugar donde se suprime el derecho de las personas y se naturaliza el crimen. Quien ejerce el
poder y direcció n de este lugar tiene poder sobre la vida y la muerte del sujeto. Es de “excepció n”
porque se suprimen todas las garantías y derechos humanos. Pero este control y manipulació n del
cuerpo del otro se da a partir de argumentos científicos y es allí, en gran parte, donde la ciencia se
liga a la muerte. Surge así, una tecnología de la muerte.
El cuerpo queda reducido a puro cuerpo o nuda vida, “vida desnuda”. Vida sin cualidades en
un espacio pú blico que es un campo de concentració n. Por ello, a Agamben le interesa má s, como
objeto de estudio, el campo de concentració n que el campo de exterminio porque en este ú ltimo no
se visualiza la reducció n del hombre a nuda vida puesto que se le destruye de entrada. Es decir, se
destruye un cuerpo en plenitud de la vida. Mientras que en el campo de concentració n el deterioro
físico y psíquico es paulatino hasta llegar a este estado de un cuerpo sin voluntad, sin deseo, sin
razonamiento. Agamben, delimita y estudia una extrañ a figura localizable en el antiguo derecho
romano: es la designada como homo sacer, el hombre cuya vida consagrada a Jú piter, separada del
resto de las vidas de la polis, no puede ser sacrificada en el sentido religioso o ritual. Lo que sí puede
el homo sacer, es ser asesinado sin que ese asesinato constituya un delito, por lo tanto, queda
reducido, por la pérdida de todos sus derechos, como sucede con aquel que entra en el campo, a lo
que llama la nuda vida, “vida desnuda”, que sería la traducció n moderna del homo sacer. Es decir, no
se trata de la vida regida de acuerdo con el contrato social, sino de la vida abandonada. Este mero
cuerpo, sin deseo, sin voluntad, sería aquel sobre el cual todo puede ser ejecutado, pero del que
nadie dirá que ha sido sacrificado.
Esta formulació n de Agamben, como herramienta conceptual, entonces, nos permite realizar
lecturas de otros genocidios, si bien considerando la singularidad a la que nos hemos referido
respecto de la Shoah y su relació n con la ciencia. Por ejemplo, la dictadura militar Argentina, a la que
nos referimos má s arriba, autora de un aniquilamiento sistemá tico y planificado que hace
desaparecer los cuerpos indeseables para el régimen de estado. Incluso, separando la identidad del
cuerpo, en el caso de la apropiació n de niñ os recién nacidos.
Pero también, las políticas de hambrunas y enfermedades de varios sectores poblacionales
con el fin de controlar sus cuerpos reduciéndolos a estados cercanos a la nuda vida. Las políticas
segregatorias, que hunden sus raíces en el racismo, el rechazo a los migrantes y refugiados
provenientes de estados aniquilados y sin recursos, son ejemplos, también de control de los cuerpos
y reducció n a la mera supervivencia.

Ciencia y crimen

Una de las particularidades de la Shoah tiene que ver, como dijimos, con que hasta el
momento no se había presentado en la historia de la humanidad una relació n tan estrecha entre la
tecnología y la muerte. No só lo desde el punto de vista de la genética, y de lo que Hitler consideraba
una “raza superior” –la aria–, sino ademá s por el uso de tecnología científica que permitiera
seleccionar los cuerpos a reducir o exterminar y deshacerse de estos.
En 1933, por ejemplo, se crea la “Ley para la protecció n de la salud hereditaria de la població n
del pueblo alemá n”. Esta ley habilitaba la eugenesia como un programa científico para eliminar no
só lo a los no arios sino a aquellos con defectos y enfermedades hereditarias. Buscaba eliminar a
“defectuosos”, pero también a prostitutas, homosexuales y a sujetos con debilidad mental. A estas
personas se las exterminaba en granjas especiales y con un método que consistía en la utilizació n del
gas Zyklon en cá maras donde se introducía a los seleccionados hasta su muerte. El eufemismo
“solució n final” es el que se esgrimía para referirse al asesinato de millones.
Esta horrorosa prá ctica se llevaría a cabo gracias a una empresa de tecnología que proveyó de
los medios necesarios para lograr un censo poblacional en tan solo 4 meses a 60.000.000 de
personas, con una minuciosidad admirable, ú nica en la historia hasta entonces. Con la excusa de este
censo se pudo localizar rá pidamente a la població n indeseable, como un modo de control social para
su aniquilamiento. Vemos có mo, y por primera vez, la ciencia y la tecnología se ponen de manera
extrema al servicio de la muerte.
Pero la Shoah no tuvo como objetivo ú nicamente el exterminio de millones de personas sino
que, ademá s, se propuso utilizar sus cuerpos para el estudio y la investigació n. Los crímenes del
nazismo también tenían fundamentos experimentales.
No só lo se construyeron fá bricas de montajes ensamblados para la aniquilació n de los
cuerpos, sino que ademá s se seleccionan cuerpos para experimentació n y la ciencia. Los documentos
existentes sobre este horrendo acontecimiento han demostrado có mo, en nombre de la ciencia, se
usaron los cuerpos humanos. Los cuerpos y las mentes, ya que los experimentos con sujetos no eran
solo para investigar científicamente fenó menos físicos, sino también psíquicos.
Los siniestros experimentos con personas prisioneras en los campos de concentració n se
distinguían en dos tipos. Algunos estaban destinados a mejorar la “raza aria”: a través de la
esterilizació n, la eutanasia, la eugenesia y otras prá cticas, buscaban soluciones a problemas surgidos
durante la guerra. Buscaban soluciones para sus soldados, utilizando como conejillos de indias a los
prisioneros.
Así, miles de estos sufrieron secuelas brutales y trastornos físicos y mentales a causa de estos
experimentos, cuando no la muerte. Como lo dijo Hanna Arendt: “Era una cuestió n de matar. Y matar
también es un asunto médico” (Arendt, 1999, p. 109).
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial y luego de las atrocidades cometidas por el régimen
Nazi, la humanidad comienza a advertir que, si semejante horror pudo haber sido perpetrado por el
hombre civilizado, ya nada era imposible, todo podría estar permitido. Esto produce un doble saldo.
Por un lado, la necesidad de generar espacios de control y regulació n de los excesos
cometidos en nombre de la ciencia, es decir, los comités de ética y sus có digos. El Có digo de
Nuremberg -el primero de ellos- que hace referencia a la ciudad alemana en la que se dieron los
juicios a los científicos nazis, fue publicado en 1947 y su redacció n se produce como consecuencia de
los testimonios de los acusados allí escuchados, respecto del uso de los cuerpos para
experimentació n. Se recogen, así, los principios orientativos de la experimentació n con seres
humanos. Algunos de ellos han nutrido los principios de la Bioética, má s arriba trabajados.
El otro saldo, podría considerarse como lo que decanta en el inicio de la posmodernidad,
período signado por la caída de los ideales, de los grandes relatos, de la autoridad paterna, con la
consecuente crisis de las grandes instituciones: la Iglesia, la familia, etc.

Para concluir, el “posthumanismo” y los nuevos procesos de selección

Conforme caen los ideales, y se instala el tiempo del narcisismo y del hedonismo, los
adelantos tecnoló gicos será n cada vez má s notables y vertiginosos. Comienza una nueva era, la era
del consumo y de Narciso. Como respuesta a esto surgen diversos comités de ética con el fin de
suplantar la inexistencia de referentes.
Y finalmente, un nuevo horizonte ético que ha llevado a autores como Peter Sloterdijk (2000)
a constatar la muerte del humanismo. Un “posthumanismo” que viene al lugar de las políticas de cría
y reproducció n de los cuerpos deseables para el estado -que planteaba la biopolítica foucaultiana- y
que nos llevan a reflexionar sobre las nuevas reglas para el cuidado de sí, diferentes de las
anteriores.
El “fracaso del humanismo” que produce, no só lo el cuestionamiento sobre qué es una vida
digna de ser vivida, sino también sobre la selecció n de aquello que se considera “vida ascendente”
frente a la “vida degenerante”. Es decir, la selecció n de aquellos que poseen el derecho a vivir.
Selecció n de embriones, de ó rganos para trasplantes, etc. y la responsabilidad de dicha elecció n que
recae sobre los médicos- convertidos ahora en los nuevos “pastores” de la humanidad, siguiendo la
metá fora plató nica- y desde una medicina basada en la evidencia.
Se trataría, entonces, de una biopolítica sostenida en procesos de selecció n de los mejores
cuerpos y ó rganos. Cuestió n que no deja de remitirnos al antecedente histó rico al cual nos hemos
referido en el apartado anterior.
En una época, la actual, en donde lo que impera es una enorme crisis de representatividad en
la cual, como dijimos, la caída de los grandes relatos e ideales ha dado lugar a un “todo es posible” y
en donde el relativismo ético, propio de este mundo globalizado por sus hegemonías políticas, tiene
consecuencias como la inequidad e injusticia social, resulta de particular interés generar un espacio
de diá logo y discusió n en el seno del campo ético en relació n al cuerpo y a la subjetividad.
La reflexió n sobre el cuerpo y las zonas de debates que lo abordan, entre ellas, los debates
bioéticos, y sus principios, resulta una llave de acceso a la subjetividad actual al tiempo que nos lleva
a toma de posiciones filosó ficas, artísticas, científicas y tecnoló gicas. Como señ ala Nancy (2003),
siguiendo a Deleuze, el cuerpo ya no es el obstá culo que separa al pensamiento de sí mismo.
El recorrido planteado en estas pá ginas puede ser un marco para reflexionar sobre los nuevos
temas que nos atraviesan en esta época. Los trasplantes y el comercio de ó rganos, las técnicas de
fertilizació n asistida -só lo para quienes pueden solventar sus costos- la inminente clonació n
humana, etc. Fundamentalmente, teniendo en cuenta las aberraciones en materia de derechos
humanos que han ocurrido a lo largo de la historia y en nombre de la ciencia. Saldo de saber que no
puede dejar de estar presente en nuestros debates y discusiones actuales.

Referencias
Abraham, T., Badiou, A. & Rorty, R., (1997) “Batallas éticas”,Nueva Visió n, Buenos Aires
Aleman, J., Badiou, A., García, G., Indart, J.C., Laclau, E.& Zizek, S., (2004 ) “Debates contemporáneos. Psicoanálisis y filosofía”.
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Madrid.
Todorov, T (1993) “Frente al límite”. Siglo Veintiuno editores, Madrid.

GUIA DE LECTURA

➢ ¿Cuá l es el origen de la bioética como campo disciplinar y qué podemos ubicar en cuanto a su
Historia, debates y posiciones?

➢ ¿Cuá les son los principios que la Bioética formula? Desarrollarlos.

➢ ¿Por qué decimos que la bioética puede articularse a la Biopolítica y el control de los cuerpos?

➢ ¿Qué acontecimiento histó rico e inédito de la humanidad nos enseñ a sobre la pregunta
anterior?

➢ ¿Por qué decimos que en ocasiones la ciencia puede estar ligada al crimen?

➢ ¿Cuá l es el origen del có digo de Nuremeberg y por qué tendría implicancias en la prá ctica
profesional de la psicología?
DEONTOLOGIA Y LEGISLACIÓN PROFESIONAL

EJE IV:
LA DIMENSIÓN LEGAL
EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO

ARTÍCULO LA DIMENSIÓN LEGAL


EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO

AUTOR/ES GABRIELA M. DEGIORGI - MARÍA LAURA COLOMBERO

En artículos previos fue tratada la dimensió n deontoló gica y ética en el ejercicio profesional
del psicó logo. En esta ocasió n nos centraremos en la dimensió n legal, que integrada a las dos
dimensiones anteriores, dará cuenta de las diversas facetas implicadas para un accionar profesional
responsable.
Cuando nos referimos a la dimensió n legal, se está aludiendo al conjunto de legislaciones
vigentes, que van a atravesar la praxis del psicó logo regulando aquellas obligaciones implicadas en
su accionar, las cuales no pueden desconocerse.
Dentro de este conjunto de leyes, vamos a encontrarnos con:
⮚ Legislaciones directamente vinculantes: dentro de este grupo, se concentran todas aquellas
normativas sancionadas específicamente para el ejercicio profesional del psicó logo.
⮚ Legislaciones indirectamente vinculantes: son aquellas normativas que forman parte de
nuestro ordenamiento jurídico, que van a establecer obligaciones con una clara incidencia
para el ejercicio profesional.
A los fines de aproximarnos al campo de lo legal, y antes de desarrollar las legislaciones
previamente mencionadas, haremos un previo esbozo de la conformació n y el funcionamiento del
ordenamiento jurídico argentino.

Estructura jerárquica del sistema jurídico argentino

La columna vertebral de todo Estado, radica en su ordenamiento jurídico ya que el mismo


constituye la estructura legal de ese Estado. El ordenamiento jurídico está constituido por el
conjunto de normas jurídicas que rigen en un lugar determinado y en una época concreta. Dicha
estructura legal se caracteriza por ser jerá rquica, siendo su elemento constitutivo: la norma .
Para conceptualizar lo que se entiende por norma, recurrimos a los aportes de Hans Kelsen
(2011), uno de los juristas má s importantes del siglo XX, autor infaltable de la Teoría pura del
Derecho, que desarrolla una concepció n de normativa entendida como aquella interpretació n
específica que permite establecer un juicio segú n el cual un determinado acto de la conducta
humana1, ubicado en el tiempo y el espacio, es un acto jurídico o antijurídico.
Pues entonces, la norma, en tanto esquema de interpretació n, indica que algo debe ser o
suceder, en otras palabras, que una persona debe conducirse de determinada manera.
Su validez, será el rasgo que impondrá la obligació n de ser obedecida, es decir lo que le dará
su fuerza vinculante, si se llegara a su incumplimiento se aplicará una sanció n. Por supuesto que el
hecho de que una norma sea vá lida, no implica que sea eficaz –que la norma sea aplicada y
obedecida fá cticamente-.
Otro aspecto que la constituye, tiene que ver con que la norma debe ser pensada no só lo
desde una perspectiva del “deber”, sino también desde el “poder”, es decir, una norma puede operar
ordenando, permitiendo y/o facultando (Kelsen, 2011).
Ahora bien, como fue planteado en los inicios, el sistema jurídico se encuentra estructurado
desde una ló gica jerá rquica, lo que implica que a cada norma le corresponde un determinado orden
y una relació n de simetría/asimetría con respecto a otras normativas:
Una norma particular es una norma jurídica en cuanto a que pertenece a un
determinado orden jurídico y pertenece a un determinado orden jurídico si su validez se
basa en la norma fundamental de ese orden (…) la relación entre la norma que regula la
producción de otra norma y la norma producida conforme a esta determinación puede
representarse mediante la imagen espacial de la superioridad y la inferioridad (…) el
orden jurídico no es un sistema de normas jurídicas de igual orden, yuxtapuestas unas a
otras sino una construcción escalonada de diferentes niveles de normas jurídicas
(Kelsen, 2011, pp. 87-258).
Kelsen va a graficar la estructura jerá rquica del sistema jurídico escalonado, a través de una
pirá mide. En la cú spide de la pirá mide se va a ubicar la norma má xima o norma suprema, siendo
esta el punto de partida para la elaboració n de las normas restantes que se situará n en los escalones
inferiores. Las normas van a estar concatenadas, subordinadas y ordenadas con estrecha
vinculació n entre sí en atenció n a su objeto e importancia. El vínculo de unió n entre las normas
jurídicas es la “razó n de validez”. Al respecto, el autor va a señ alar que cada norma vale si hay otra
norma superior que la soporte, por lo que todas las normas que se funden en una misma normativa
superior tienen la misma razó n de validez.
Si nos situamos concretamente en el orden jurídico estatal argentino, esta norma má xima o
norma suprema que representa el nivel jurídico má s alto, es la Constitución de la Nación.
Dicha norma fundamental–referida también por algunos autores como Carta Magna–,
contiene la determinació n del/los ó rgano/s facultados para la producció n de las restantes normas

1 Cuando se dice que la norma refiere a una determinada conducta, se alude a la conducta que forma el
contenido de la norma; cabe aclarar no obstante que la norma puede referirse también a otros estados de
cosas diferentes de la conducta humana, pero sólo en cuanto sean condiciones o efectos de la conducta
humana. Así, por ejemplo (…) si una norma jurídica sanciona el homicidio con la pena de muerte, el acto
ilícito, e igualmente la consecuencia del acto ilícito, consisten en determinadas conductas humanas,
orientadas, en este caso, a la muerte de otro ser humano (…) (Kelsen, 2011, p. 67).
jurídicas generales (leyes, decretos, resoluciones, ordenanzas, etc.) dentro de nuestro país. De esta
manera, ninguna de las leyes o normas legales que se dicten para regular aspectos concretos de la
vida nacional, pueden estar en oposició n a ella.
Es tal la importancia estructural que la Constitució n tiene para el Estado, que en su artículo
30 se va a dictaminar que “(…) la necesidad de reforma debe ser declarada por el Congreso con el
voto de dos terceras partes, al menos, de sus miembros; pero no se efectuará sino por una
Convenció n convocada al efecto” (Constitució n Argentina, 1994, art. 30), es decir que deben
presentarse determinadas condiciones especiales para modificarla. É ste fue el escenario que se
presentó en el añ o 1994, momento en el que se realizó la ú ltima reforma constitucional Argentina,
que se plasmó a través de la Ley N° 24.430.
Esta ú ltima referencia es de crucial importancia, ya que en aquella oportunidad, se
introdujeron una serie de modificaciones que han aparejado cambios en la estructura de la pirá mide
jurídica Argentina. Tras esta reforma no só lo se receptaron nuevos derechos y garantías, sino y
fundamentalmente, se incorporaron con jerarquía constitucional los tratados internacionales de
derechos humanos enumerados en el artículo 75, inciso 22, segundo pá rrafo, de la norma
fundamental y asimismo, aquellos que resulten aprobados por una mayoría especial de dos tercios
de la totalidad de los miembros del Congreso de la Nació n.
En dicho artículo, se va a establecer que “Los tratados y concordatos tienen jerarquía
superior a las leyes”, adquiriendo los mismos el cará cter de fuentes directamente operativas en la
dimensió n jurídica interna.
Cuando se hace referencia a los Tratados internacionales, se habla de:
Todo acuerdo entre sujetos o personas internacionales; es decir, entre miembros o partes
de la comunidad internacional (…) celebrados de conformidad con el procedimiento
especial que cada Estado arbitra en su ordenamiento interno (…) revisten múltiples
formas: convenios, convenciones, acuerdos, actas, protocolos, actos y protocolos
adicionales, notas reversales, pactos, concordatos, modus vivendi, declaraciones
(Osssorio, 2013, pp. 964-965).
Siguiendo con la estructura piramidal de nuestro ordenamiento jurídico, el nivel siguiente o
escaló n que se va a ubicar por debajo de la Constitució n, va a estar constituido por las normas
jurídicas generales producidas por el ó rgano legislativo competente -Congreso de la Nació n-, a saber
las leyes nacionales.
Segú n el diccionario de ciencias jurídicas políticas y sociales (Ossorio, 2013), se entiende por
ley toda norma jurídica reguladora de los actos y de las relaciones humanas, aplicable en
determinado tiempo y lugar; elaborada por los ó rganos estatales con potestad legislativa, que en los
regímenes constitucionales son el Congreso que la sanciona y el jefe del Estado que la promulga.
La ley, desde el punto de vista formal en la moderna teoría general del Derecho, refiere a la
que ha sido dictada por el Poder Legislativo conforme a los procedimientos específicamente
preestablecidos, debiendo cumplir con un serie de características como ser: que sea justa, auténtica,
general, y obligatoria (Ossorio, 2013).
Al respecto, es necesario advertir que no siempre la ley contiene normas que puedan ser
aplicables a determinados casos o problemas de hecho; en otros términos, existen problemas o
situaciones que no son subsumidos en una norma legal. A esa imprevisió n, o a ese silencio de las
leyes, es a lo que se llama lagunas legales o vacío legal.
Entre las condiciones que le son inherentes a las leyes luego de su sanció n, cabe destacar que
só lo pueden ser derogadas por otras posteriores emanadas del ó rgano legislativo competente; y así
como las leyes nacionales no pueden contrariar a la Constitució n que jerá rquicamente está por
encima de ellas, las leyes nacionales no pueden ser contradecidas por las normativas que está n por
debajo de ellas.
Para ejemplificar el funcionamiento de esta jerarquía podemos referenciar la Ley Nacional de
Salud Mental, cuyos primeros artículos, establecen:
Art. 1°: La presente ley tiene por objeto asegurar el derecho a la protección de la salud
mental de todas las personas, y el pleno goce de los derechos humanos de aquellas con
padecimiento mental que se encuentran en el territorio nacional, reconocidos en los
instrumentos internacionales de derechos humanos, con jerarquía constitucional, sin
perjuicio de las regulaciones más beneficiosas que para la protección de estos derechos
puedan establecer las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Art. 2°:Se consideran parte integrante de la presente ley los Principios de Naciones
Unidas para la Protección de los Enfermos Mentales y para el Mejoramiento de la
Atención de Salud Mental, adoptado por la Asamblea General en su resolución 46/119
del 17 de diciembre de 1991. Asimismo, la Declaración de Caracas de la Organización
Panamericana de la Salud y de la Organización Mundial de la Salud, para la
Reestructuración de la Atención Psiquiátrica dentro de los Sistemas Locales de Salud, del
14 de noviembre de 1990, y los Principios de Brasilia Rectores; para el Desarrollo de la
Atención en Salud Mental en las Américas, del 9 de noviembre de 1990, se consideran
instrumentos de orientación para la planificación de políticas públicas (Ley N° 26.657,
2010, art. 1-2).
Ahora bien, có mo fue mencionado anteriormente, el Poder encargado de sancionar las
normas que luego nos regirá n en el marco de nuestra sociedad, es el Poder Legislativo. Dadas sus
particularidades, explicitaremos sucintamente la conformació n y funcionamiento, a los fines de
comprender las diferentes diná micas legislativas.
Por un lado en la estructura legislativa Argentina, se encuentra -en un nivel nacional- el
Honorable Congreso de la Nació n Argentina, constituido por dos cá maras -sistema bicameral- que
son la Honorable Cá mara de Diputados y la Honorable Cá mara de Senadores. Ambas, se constituyen
a partir de la representació n de parlamentarios, elegidos a pluralidad de sufragios por todo el
territorio argentino. Las normas que sanciona el Congreso son nacionales. A diferencia de las
normativas provinciales (que só lo rigen para ese distrito específico), y que son sancionadas por las
diferentes legislaturas provinciales.
En Argentina, contamos con legislaturas constituidas no unívocamente; algunas provincias,
cuentan con un funcionamiento bicameral y otras unicameral. Este ú ltimo caso es el de la Provincia
de Có rdoba, que está constituida por una sola cá mara, integrada por 70 legisladores (26 en
representació n por cada uno de los departamentos en que se divide la provincia y 44 tomando a
Có rdoba como distrito ú nico). Las normas sancionadas por esta legislatura, no pueden contradecir
las normativas nacionales, ni la propia constitució n. Si lo hicieran, se hablaría de
inconstitucionalidad legislativa.
Una vez que las leyes son aprobadas por los parlamentos, ya sean nacionales o provinciales,
es el Poder Ejecutivo –presidente y gobernadores- el que promulgará , a través de la publicació n en
el boletín oficial o vetará las normativas sancionadas.
De esta manera y siguiendo la ló gica piramidal que venimos desarrollando, el siguiente
escaló n después de las leyes nacionales, estará constituido por las leyes provinciales. Por debajo de
estas, devendrá n otros elementos de la estructura normativa de nuestro ordenamiento jurídico,
como son los decretos, resoluciones, ordenanzas, etc.
Cuando se habla de decreto, se alude a aquella:
Norma del Poder Ejecutivo que va firmada por el presidente en las repúblicas, con el
refrendo de un ministro, generalmente el del ramo a que la resolución se refiere,
requisito sin el cual carece de validez. Los decretos han de ser dictados dentro de las
facultades reglamentarias que incumben al Poder Ejecutivo para el cumplimiento de las
leyes, y sin que en modo alguno puedan modificar el contenido de éstas (…) Dentro del
orden de importancia, el decreto la tiene, naturalmente, inferior a la ley y superior a las
órdenes y resoluciones de origen y firma puramente ministerial, e incluso de organismos
públicos de inferior categoría (Ossorio, 2013, p. 265).
También se habla de los decretos como actos administrativos expedidos por el presidente de
la repú blica por necesidad y urgencia, conocidos popularmente como DNU2.
Por otro lado, se encuentran las resoluciones que refieren a un tipo de documento que
expresa la voluntad del ente estatal que la emite; puede ser creada por un tribunal, un ministerio,
jefe de un servicio, etc. y tiene un cará cter general, obligatorio y permanente. La resolució n tiene un
grado de flexibilidad, oportunidad e informació n que la ley no puede tener y es en este sentido que
la complementa.
Finalizando este recorrido, y ubicada en la base de la estructura normativa junto a las dos
anteriores, encontramos también las ordenanzas. La ordenanza es un tipo de norma jurídica que se
incluye dentro de los reglamentos, y que se caracteriza por estar subordinada a la ley. El término
proviene de la palabra "orden", por lo que se refiere a un mandato o disposició n que ha sido emitido
por quien posee la potestad para exigir su cumplimiento. Las ordenanzas pueden provenir de
diferentes autoridades y dependiendo de ello, suele agregá rsele el calificativo de “Ordenanza
Municipal”, “Ordenanza Universitaria”, etc. También suele ser denominada como el “conjunto de
preceptos referentes a una materia” (Ossorio, 2013, p. 661).
Se presentan a continuació n, dos grá ficos ilustrativos que ayudará n a esclarecer algunos de
los criterios teó ricos antes desarrollados.
Grá fico A: Poderes del Estado Argentino

2 DNU: Decreto de necesidad y urgencia.


Grá fico B: Estructura Jerá rquica del Ordenamiento Jurídico Argentino

En la base, encontramos las normas de menor jerarquía y hacia la cú spide las de mayor.

Legislaciones directamente vinculantes al ejercicio profesional del psicólogo

En este primer grupo -y como se ha explicitado precedentemente en los inicios de este


artículo-, nos encontramos con un conjunto de normas que van a regular de manera directa el
ejercicio de la profesió n del psicó logo. Su cará cter vinculante refiere a que debe ser cumplida por un
determinado sujeto, o grupo de sujetos, para los cuales ha sido creada, en nuestro caso, los
Psicó logos o Licenciados en Psicología.
Dichas normas será n presentadas, siguiendo la estructura antes desarrollada, esto es leyes
nacionales, provinciales, resoluciones y decreto vigentes en Argentina y en la Provincia de Có rdoba
en particular.

⮚ Legislación Nacional:

- Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657/103, sancionada con el objeto de regular el derecho
a la Protecció n de la Salud Mental, establecer disposiciones complementarias y derogar la vieja Ley
Nº 22.914/83 de salud pú blica, personas con deficiencias mentales, toxicó manos y alcohó licos
cró nicos. Entre algunos de los puntos má s significativos que plantea esta normativa, podemos
identificar, la referencia a tratados y acuerdos internacionales de derechos humanos a los que
Argentina ha suscripto, esto implica, la defensa de los derechos de los pacientes modificando el
Có digo Civil, elemento central para impedir las internaciones de personas con el criterio de
“peligrosidad”. Otro elemento significativo que va a instaurar esta norma, es la incorporació n del

3 Se utiliza la barra luego del número de ley para indicar el año de su sanción. Ej.: Ley N°
26.657/10, significa que fue sancionada en el año 2010.
abordaje de las adicciones como parte integrante de las políticas de salud mental.

⮚ Legislaciones Provinciales:

-Ley Provincial de Salud Mental N° 9848/10, fue sancionada con el objeto de garantizar el
ejercicio del derecho de la població n a la salud mental, asegurando su promoció n, prevenció n,
tratamiento y rehabilitació n; el acceso de la població n, sin ningú n tipo de exclusió n, a la atenció n en
salud mental a través de servicios adecuados, integrados y conducidos por expertos en la
problemá tica de la salud; y la atenció n en salud mental como parte integrante e integrada de los
servicios generales de salud. Si bien esta ley se sancionó antes que la Ley Nacional N°26.657, respeta
su jerarquía en el ordenamiento jurídico argentino y su jurisdicció n de aplicació n es la provincia de
Có rdoba.
Entonces, si estamos en territorio cordobés, ¿cuá l es la Ley que nos ha de regir? ¿Nacional o
provincial? La respuesta dependerá del tipo de repartició n a que nos refiramos, es decir si depende
de la estructura administrativa provincial o nacional, por ejemplo: el Hospital Universitario de
Maternidad y Neonatología de Có rdoba ha de regirse por la normativa nacional, mientras que el
Hospital de Niñ os de la Santísima Trinidad de Có rdoba debe responder a las disposiciones de la ley
provincial.

-Ley de Ejercicio Profesional N° 7106/84, normativa que establece las “Disposiciones para el
ejercicio de la psicología”, es decir: le compete a los profesionales psicó logos la aplicació n e
indicació n de técnicas específicamente psicoló gicas en la enseñ anza, el asesoramiento, los peritajes
y la investigació n de la conducta humana, y en el diagnó stico, pronó stico y tratamiento, tanto de las
enfermedades mentales de origen eminentemente psíquico como de las alteraciones psicoló gicas en
enfermedades somá ticas de las personas, y la recuperació n, conservació n y prevenció n de la salud
mental de las mismas.
Ademá s dispone que el ejercicio de la Psicología se desarrollará en los niveles, individual,
grupal, institucional y comunitario, ya sea en forma pú blica o privada, en las á reas de la Psicología
Clínica, Educacional, Laboral, Jurídica y Social.

-Ley de Colegiación N° 8312/93. Con esta normativa queda constituido el Colegio de


Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, entidad que actuará como persona de derecho pú blico no
estatal. Asimismo, estará formado por los psicó logos que ejerzan en la Provincia de Có rdoba y estén
matriculados en el registro que a ese efecto llevará la entidad.

⮚ Resoluciones:

-Resolución N° 2447/85, dictada por el entonces Ministerio de Educació n y Justicia de la


Nació n, tiene por finalidad fijar las Incumbencias de los Títulos de Psicó logo y Licenciado en
Psicología, expedidos por las Universidades Nacionales, Provinciales y Privadas. Entre las 20
incumbencias, que enumera dicha resolució n, se destaca el reconocimiento del accionar de los
psicó logos en el á rea clínica, derogando el apartado “psicó logos y licenciados en psicología”, del
Anexo I, de la Resolució n N° 1560/80, la Resolució n 2350/80 y toda otra normativa que se opusiera
a la presente.

-Resolución N° 343/09, dictada por el Ministerio de Educació n de la Nació n, mediante la cual


se aprobaron los contenidos curriculares bá sicos, la carga horaria mínima, los criterios de
intensidad de la formació n prá ctica y los está ndares para la acreditació n de las carreras
correspondientes a los títulos de Psicó logo y Licenciado en Psicología. En su Anexo V, va a establecer
las actividades profesionales reservadas para quienes hayan obtenido los títulos respectivos,
incluyendo y ampliando las pautadas en la Resolució n N° 2447.

-Resolución N° 1.254/18, dictada por el Ministerio de Educació n de la Nació n, tiene por


finalidad determinar que los “alcances del título” son aquellas actividades, definidas por cada
institució n universitaria, para las que resulta competente un profesional en funció n del perfil del
título respectivo sin implicar un riesgo directo a los valores protegidos por el artículo 43 de la Ley
de Educació n Superior.
Se define en esta normativa que las “actividades profesionales reservadas exclusivamente al
título” -fijadas y a fijarse por el Ministerio de Educació n en acuerdo con el Consejo de
Universidades-, son un subconjunto limitado dentro del total de alcances de un título, que refieren a
aquellas habilitaciones que involucran tareas que tienen un riesgo directo sobre la salud, la
seguridad, los derechos, los bienes o la formació n de los habitantes. A través de su Artículo 36, va a
modificar la Resolució n 343/09, reemplazando el Anexo V Actividades profesionales reservadas a los
títulos de licenciado en psicología y psicólogo por el Anexo XXXIII que forma parte integrante de la
presente medida.

⮚ Ordenanza

-Ordenanza N° 1/13, establecida por el Honorable Consejo Directivo de la Facultad de


Psicología de la Universidad Nacional de Có rdoba, tiene por objeto aprobar el Texto Ordenado del
Plan de Estudios para la carrera de Licenciatura en Psicología. Va a Derogar al mismo tiempo, la
Ordenanza HCD N° 01/12 que aprobaba el Texto Ordenado del Plan de Estudios para la misma
carrera.

Legislaciones indirectamente vinculantes al ejercicio profesional del psicólogo

En este segundo grupo abordaremos una serie de normativas que si bien no son exclusivas
del ejercicio profesional psicoló gico, tienen una incidencia significativa en la prá ctica.
A tales fines y lejos de presentar un desarrollo exhaustivo del total de normas existentes en
nuestro ordenamiento jurídico, será n tomadas en esta ocasió n, un conjunto de “legislaciones
nacionales” que por sus características de ampliació n o enfoque de derechos, se las suele llamar “ las
26.000” a modo de identificació n.

-Ley N° 26.061/05 de Protección integral de los derechos de las niñas, niños y adolescentes. Esta
ley tiene por objeto la protecció n integral de los derechos de las niñ as, niñ os y adolescentes que se
encuentren en el territorio de la Repú blica Argentina, para garantizar el ejercicio y disfrute pleno,
efectivo y permanente de aquellos reconocidos en el ordenamiento jurídico nacional y en los
tratados internacionales en los que la Nació n sea parte. Los derechos reconocidos por esta
normativa está n asegurados por su má xima exigibilidad y sustentados en el principio del interés
superior del niñ o considerado como sujeto de pleno derecho.

-Ley N° 26.378/06 Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad. Esta
normativa, ratifica la Convenció n sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y su
protocolo facultativo, aprobados mediante resolució n de la Asamblea General de las Naciones
Unidas (ONU) del 13 de diciembre de 2006. El objeto de dicha Convenció n es el de promover,
proteger y asegurar el goce pleno y en condiciones de igualdad de todos los derechos humanos y
libertades fundamentales por todas las personas con discapacidad, y promover el respeto de su
dignidad inherente. Las personas con discapacidad incluyen a aquellas que tengan deficiencias
físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas barreras,
puedan impedir su participació n plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las
demá s.

-Ley N° 26.150/06 Programa Nacional de Educación Sexual Integral. Sancionada por el


Congreso de la Nació n, establece que todos los educandos tienen derecho a recibir educació n sexual
integral en los establecimientos educativos pú blicos, de gestió n estatal y privada de las
jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autó noma de Buenos Aires y municipal,
entendiendo como educació n sexual integral la que articula aspectos bioló gicos, psicoló gicos,
sociales, afectivos y éticos. En ese marco, se dictamina la creació n del Programa Nacional de
Educació n Sexual Integral en el á mbito del Ministerio de Educació n, Ciencia y Tecnología, con la
finalidad de cumplir en los establecimientos educativos las disposiciones específicas de la Ley N°
25.673, de creació n del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreació n Responsable; Ley N°
23.849, de Ratificació n de la Convenció n de los Derechos del Niñ o; Ley N° 23.179, de Ratificació n de
la Convenció n sobre la Eliminació n de todas las Formas de Discriminació n contra la Mujer, que
cuentan con rango constitucional; Ley N° 26.061, de Protecció n Integral de los Derechos de las
Niñ as, Niñ os y Adolescentes y las leyes generales de educació n de la Nació n.

-Ley N° 26.171/06 Convención sobre eliminación de todas las formas de discriminación contra
la mujer. A partir de esta normativa se ratifica la Convenció n sobre eliminació n de todas las formas
de discriminació n contra la mujer, aprobada por Resolució n 34/180 de la Asamblea General de las
Naciones Unidas (ONU) el 18 de diciembre de 1979, y suscripta por la Repú blica Argentina el 17 de
julio de 1980. A los efectos de esta ley, la expresió n "discriminació n contra la mujer" denota toda
distinció n, exclusió n o restricció n, basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado
menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su
estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las
libertades fundamentales en las esferas política, econó mica, social, cultural y civil o en cualquier
otra esfera.

-Ley N° 26.364/08 Prevención y sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas. Esta
ley fue sancionada con el objeto de implementar medidas destinadas a prevenir y sancionar la trata
de personas, asistir y proteger a sus víctimas. Dentro de su articulado, contiene disposiciones
generales, que refieren a trata en menores y mayores de 18 añ os, explotació n y no punibilidad.
Ademá s, incorpora derechos de las víctimas y una serie de disposiciones penales y procesales.
-Ley N° 26.485/09 Protección Integral a las mujeres. Esta normativa, se sancionó a los fines de
prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los á mbitos en que desarrollen sus
relaciones interpersonales. Para ello se establece como objeto promover y garantizar: la
eliminació n de la discriminació n entre mujeres y varones en todos los ó rdenes de la vida; el derecho
de las mujeres a vivir una vida sin violencia; las condiciones aptas para sensibilizar y prevenir,
sancionar y erradicar la discriminació n y la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus
manifestaciones y á mbitos; la asistencia integral a las mujeres que padecen violencia en las á reas
estatales y privadas que realicen actividades programá ticas destinadas a las mujeres y/o en los
servicios especializados de violencia, entre otros puntos.

-Ley N° 26.529/09 de Derechos del Paciente en su relación con los profesionales e instituciones
de salud y su modificatoria en 2012, Ley N° 26.742/12 llamada de Muerte Digna. En referencia a la
ley N° 26.529/09, se establecen una serie de regulaciones con respecto a los derechos del paciente
en su relació n con los profesionales e instituciones de la salud. Para ello, establece que constituyen
derechos esenciales en la relació n entre el paciente y el o los profesionales de la salud, el o los
agentes del seguro de salud, y cualquier efector de que se trate, los siguientes: asistencia, trato digno
y respetuoso, intimidad, confidencialidad, autonomía de la voluntad, informació n sanitaria e
interconsulta médica. Ademá s el articulado, presenta disposiciones con respecto a la informació n
sanitaria, el consentimiento informado y la historia clínica.
Esta ley, adquiere algunas modificaciones a partir de la sanció n de la Ley N° 26.742. Una de
las reformas de mayor impacto fue la del inciso e) del artículo 2° -Derechos del paciente en su
relació n con los profesionales e instituciones de la salud- que pasó a quedar redactado de la
siguiente manera:
e) Autonomía de la voluntad. El paciente tiene derecho a aceptar o rechazar
determinadas terapias o procedimientos médicos o biológicos, con o sin expresión de
causa, como así también a revocar posteriormente su manifestación de la voluntad. Los
niños, niñas y adolescentes tienen derecho a intervenir en los términos de la Ley 26.061 a
los fines de la toma de decisión sobre terapias o procedimientos médicos o biológicos que
involucren su vida o salud (Ley N° 26.742, 2012, art. 2).
En el marco de esta potestad, el paciente que presente una enfermedad irreversible,
incurable o se encuentre en estadio terminal, o haya sufrido lesiones que lo coloquen en igual
situació n, informado en forma fehaciente, tiene el derecho a manifestar su voluntad en cuanto al
rechazo de procedimientos quirú rgicos, de reanimació n artificial o al retiro de medidas de soporte
vital cuando sean extraordinarias o desproporcionadas en relació n con la perspectiva de mejoría, o
produzcan un sufrimiento desmesurado. También podrá rechazar procedimientos de hidratació n o
alimentació n cuando los mismos produzcan como ú nico efecto la prolongació n en el tiempo de ese
estadio terminal irreversible o incurable. En todos los casos la negativa o el rechazo de los
procedimientos mencionados no significará la interrupció n de aquellas medidas y acciones para el
adecuado control y alivio del sufrimiento del paciente.

-Ley N° 26.618/11 de Matrimonio Civil. Conocida popularmente como ley de matrimonio


igualitario, esta normativa, es principalmente una modificatoria de artículos que contempla el
Có digo Civil con respecto a las uniones civiles. En este sentido, en sus 43 artículos, la nueva ley
introduce modificaciones sustanciales para establecer las normas que regirá n para los miembros del
matrimonio, heterosexuales u homosexuales, en los casos de adopció n y también disposiciones
referidas a las separaciones legales. El Art. 2° de alguna manera es el que mayor impacto ha tenido,
siendo que establece la sustitució n del artículo 172 del Có digo Civil, el que quedará redactado de la
siguiente forma:
Artículo 172: Es indispensable para la existencia del matrimonio el pleno y libre
consentimiento expresado personalmente por ambos contrayentes ante la autoridad
competente para celebrarlo. El matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos, con
independencia de que los contrayentes sean del mismo o de diferente sexo (Ley N°
26.618, 2011, art. 2).

-Ley N° 26.743/12 Derecho a la Identidad de Género. Con la sanció n de esta ley largamente
esperada, toda persona tiene derecho: al reconocimiento de su identidad de género; al libre
desarrollo de su persona conforme a su identidad de género; a ser tratada de acuerdo con su
identidad de género y, en particular, a ser identificada de ese modo en los instrumentos que
acreditan su identidad respecto de el/los nombre/s de pila, imagen y sexo con los que allí es
registrada. Asimismo, la normativa define a la identidad de género como la vivencia interna e
individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo
asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede
involucrar la modificació n de la apariencia o la funció n corporal a través de medios farmacoló gicos,
quirú rgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras
expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales.

-Ley N° 26.904/13 de Grooming (hostigamiento en el ciberespacio). Esta normativa, con apenas


dos artículos, tiene por objeto incorporar la figura de “Grooming” o “Ciberacoso” sexual al art. 131
del Có digo Penal, quedando redactado de la siguiente manera:
Artículo 131: Será penado con prisión de seis (6) meses a cuatro (4) años el
que, por medio de comunicaciones electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra
tecnología de transmisión de datos, contactare a una persona menor de edad, con el
propósito de cometer cualquier delito contra la integridad sexual de la misma (Ley N°
26.904, 2013, art.1-2).

-Ley N° 26.862/13 de Reproducción Médicamente Asistida. A través de esta normativa, el


Estado ha de garantizar el acceso integral a los procedimientos y técnicas médico-asistenciales de
reproducció n médicamente asistida, entendiendo por reproducció n médicamente asistida a los
procedimientos y técnicas realizados con asistencia médica para la consecució n de un embarazo.
Quedando comprendidas las técnicas de baja y alta complejidad, que incluyan o no la donació n de
gametos y/o embriones. Adamas, podrá n incluirse nuevos procedimientos y técnicas desarrollados
mediante avances técnico-científicos, cuando sean autorizados por la autoridad de aplicació n. Tiene
derecho a acceder a los procedimientos y técnicas de reproducció n médicamente asistida, toda
persona mayor de edad que, de plena conformidad con lo previsto en la ley 26.529, de derechos del
paciente en su relació n con los profesionales e instituciones de la salud, haya explicitado su
consentimiento informado. El consentimiento es revocable hasta antes de producirse la
implantació n del embrió n en la mujer.

- Ley N° 26.994/14 Código Civil y Comercial de la Nación. Este Có digo viene a reemplazar el
anterior Có digo Civil, aprobado por Ley N° 340, y el Có digo de Comercio, aprobado por las Leyes N°
15 y 2.637. Dicho Có digo no solo va a recoger los avances normativos logrados hasta el momento,
sino que va a plasmar sustanciales reformas en resguardo de derechos y garantías, tanto
individuales como colectivas, contribuyendo desde sus distintas regulaciones al desarrollo de una
sociedad má s abierta, plural y respetuosa de la diversidad.

Consideraciones finales

Comprender la ló gica bajo la cual se estructura jerá rquicamente el ordenamiento jurídico


argentino, es de vital importancia, dado que nos ayuda a conocer el alcance, lugar y primacía que
cada normativa tiene por sobre otra.
Toda norma legal, luego de ser “sancionada” a través de los mecanismos antes desarrollados,
va a ser “promulgada”. La promulgació n tiene por finalidad autentificar la existencia de una ley, a la
vez que ordena cumplirla y hacerla cumplir, dá ndole a la misma fuerza ejecutiva y coercitiva. Luego
de ser promulgada, va a ser “publicada”. La publicació n es el acto consistente en dar conocimiento
pú blico del contenido de la ley y se realiza comú nmente mediante la inserció n del texto de la ley en
el perió dico o boletín oficial.
Cumplimentado estos pasos, el Estado da por sentado el conocimiento pú blico de las nuevas
disposiciones reguladas que empiezan a regir.
El fin tras el cual se explicita este mecanismo, es para señ alar que el conocimiento de la
entrada en vigencia de una norma legal, es una responsabilidad que nos compete –como ciudadanos
y como profesionales– de forma personal. No podemos deslindar la responsabilidad a la que una
norma legal nos compromete, aludiendo tan só lo a “no haberlo advertido o conocido”.
Ejercer nuestra prá ctica profesional, implica asumir una responsabilidad en la que no solo
está implicada la obligació n primaria de naturaleza científica, sino y en igual medida, los deberes
que se desprenden de la dimensió n deontoló gica y las obligaciones que devienen de la dimensió n
legal.
El conjunto de legislaciones vigentes, que directa o indirectamente son vinculantes para el
desempeñ o de nuestra praxis, no solo van a guiar un accionar adecuado sino que ademá s,
resguardará los “derechos y garantías” que le competen a los destinatarios de nuestros servicios
profesionales.

Referencias

Carpintero, E. (2011) “La Ley Nacional de Salud Mental: análisis y perspectivas”. Disponible
en:https://www.topia.com.ar/articulos/ley-nacional-salud-mental-an%C3%A1lisis-y-perspectivas
Kelsen, H. (2011) “Teoría Pura del Derecho” / Hans Kelsen; con pró logo de José Juan Moreso y Pablo Navarro. 1° ed.
Colihue, Buenos Aires.
Ossorio, M. (2013) “Diccionario de ciencias jurídicas políticas y sociales”. 1° Edició n electró nica. Disponible en:
https://conf.unog.ch/tradfraweb/Traduction/Traduction_docs%20generaux/Diccionario%20de%20Ciencias
%20Juridicas%20Politicas%20y%20Sociales%20-%20Manuel%20Ossorio.pdf

Normativas
Ley Nacional N° 24.430 (1994) Constitució n de la Nació n Argentina.
Ley Nacional Nº 26.061 (2005) Protecció n Integral de los Derechos de las Niñ as, Niñ os y Adolescentes.
Ley Nacional N° 26.378 (2006) Convenció n sobre los derechos de las personas con discapacidad.
Ley Nacional N° 26.150 (2006) Programa Nacional de Educació n Sexual Integral.
Ley Nacional N° 26.171 (2006) Convenció n sobre eliminació n de todas las formas de discriminació n contra la mujer.
Ley Nacional N° 26.364 (2008) Prevenció n y sanció n de la trata de personas y asistencia a sus víctimas.
Ley Nacional N° 26.485 (2009) Protecció n Integral a las mujeres.
Ley Nacional N° 26.529 (2009) Derechos del Paciente en su relació n con los profesionales e instituciones de salud.
Ley Nacional N° 26.657 (2010) Derecho a la protecció n de la salud Mental.
Ley Nacional N° 26.618 (2011) Matrimonio Civil.
Ley Nacional N° 26.742 (2012) Muerte Digna.
Ley Nacional N° 26.743 (2012) Derecho a la Identidad de Género.
Ley Nacional N° 26.904 (2013) Grooming.
Ley Nacional N° 26.862 (2013) Reproducció n Médicamente Asistida.
Ley Nacional N° 26.994 (2014) Có digo Civil y Comercial de la Repú blica Argentina.
Ley Provincial N° 7.106 (1984) Disposiciones para el Ejercicio de la Psicología. Provincia de Có rdoba.
Ley Provincial N° 8.312 (1993) Constitució n del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba. Provincia de Có rdoba.
Ley Provincial N° 9.848 (2010) Régimen de la protecció n de la salud mental en la Provincia de Có rdoba. Provincia de
Có rdoba.
Ordenanza N° 1/13 (2013) Plan de Estudios para la carrera de Licenciatura en Psicología. Facultad de Psicología,
Universidad Nacional de Có rdoba.
Resolució n N° 2.447 (1985) Incumbencias de los títulos de Psicó logos y Licenciados en Psicología. Ministerio de
Educació n y Justicia de la Nació n.
Resolució n Nº 343 (2009) Aprueba contenidos curriculares bá sicos, carga horaria, criterios de intensidad de la
formació n prá ctica y los está ndares para la acreditació n de las carreras correspondientes a los títulos de Psicó logo y
Licenciado en Psicología. Ministerio de Educació n de la Nació n.
Resolució n N° 1.254 (2018) Alcances de título y actividades profesionales reservadas exclusivamente al título.
Ministerio de Educació n de la Nació n.

GUIA DE LECTURA

➢ ¿Qué es la Dimensió n Legal?


➢ Segú n el tipo de vinculació n, ¿Có mo pueden dividirse las leyes que atraviesan una praxis
profesional?
➢ ¿Qué es el “Ordenamiento Jurídico”? ¿Cuá l es su elemento constitutivo?
➢ Complete el cuadro que se encuentra al final de esta ficha.
➢ Elabore un listado de Legislaciones directamente vinculantes al ejercicio profesional del
psicó logo e identifique sus principales aspectos constitutivos.
➢ Elabore un listado de Legislaciones indirectamente vinculantes al ejercicio profesional del
psicó logo e identifique sus principales aspectos constitutivos.
CONCEPTO DEFINICIÓN EJEMPLO
NORMA
TRATADOS Y
CONCORDATOS
INTERNACIONALES
CONSTITUCIÓN DE LA
NACIÓN ARGENTINA
NACIONAL
LEY
PROVINCIAL
LAGUNA/VACÍO LEGAL

NIVEL NACIONAL
PODER LEGISLATIVO

NIVEL PROVINCIAL (CBA.)

DECRETO
RESOLUCIÓN
ORDENANZA

PROMULGACIÓN

PUBLICACIÓN
BOLETÍN OFICIAL
ARTÍCULO RESPONSABILIDAD PROFESIONAL Y PRAXIS
EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL
PSICÓLOGO

AUTOR/ES GABRIELA M. DEGIORGI

Introducción

El vocablo “responsabilidad” procede del latín responsum, del verbo respondere, que a su vez
se forma con el prefijo re-, que alude a la idea de repetició n, de volver a atrá s, y el verbo spondere,
que significa "prometer", "obligarse" o "comprometerse".
La responsabilidad es el cumplimiento de las obligaciones o cuidado al hacer o decidir algo, o
bien una forma de responder que implica el claro conocimiento de que los resultados de cumplir o
no las obligaciones, recaen sobre uno mismo.
El diccionario de la Real Academia Españ ola (en adelante RAE) va a definir a la
responsabilidad como la “Capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y
aceptar las consecuencias de un hecho realizado con plena conciencia y libremente” (RAE, 2018,
s/p). Va a explicitar a su vez que “La responsabilidad es, también, la obligació n de reparar un error y
compensar los males ocasionados cuando la situació n lo amerita” (RAE, 2018, s/p).
De este modo la RAE (2018), señ ala que, una persona que se caracteriza por su
responsabilidad es aquella que tiene la virtud y libertad no só lo de tomar una serie de decisiones de
manera consciente sino también de asumir las consecuencias que tengan las citadas decisiones y de
responder de las mismas ante quien corresponda en cada momento.
Por su parte, la palabra “profesió n” proviene del latín professio, -onis, que significa acció n y
efecto de profesar. El uso comú n del concepto tiene diferentes acepciones, entre ellas, empleo,
facultad u oficio que cada uno tiene y ejerce pú blicamente.
De manera general, se define la profesió n como ocupació n sobre la base de un gran acervo de
conocimiento abstracto, que permite a quien la desempeñ a libertad de acció n y que tiene
importantes resultados sociales.
En un sentido má s restrictivo, la profesió n se refiere a menudo específicamente a los campos
que requieren estudios universitarios, donde se adquieren los conocimientos especializados
respectivos.
La “responsabilidad profesional” entonces constituye una modalidad de la responsabilidad,
caracterizada porque los hechos o presupuestos de que deriva pertenecen a la actividad propia de
una profesió n.
La responsabilidad profesional comporta deberes y obligaciones (de naturaleza ética y
jurídica, respectivamente) que se anexan a su obligació n primaria de naturaleza científica. Dichos
deberes y obligaciones preceden el ejercicio profesional, es decir, está n pautados desde antes que el
profesional establezca una relació n profesional con los destinatarios de sus servicios (Garay, 2009).
El cumplimiento o incumplimiento de estos deberes y obligaciones, trasuntará entonces en
modos correctos o incorrectos de ejercer la prá ctica profesional, trayendo como consecuencia lo que
se denomina la “buena praxis” o la “mala praxis” profesional.

Buena praxis y Responsabilidad Profesional

Como fue explicitado anteriormente, toda profesió n conlleva deberes y obligaciones


específicas atinentes a la ciencia o disciplina a la que pertenecen. Y sin restar la importancia que
cada cual conlleva, las profesiones de la salud, en particular la psicología, comporta
responsabilidades esenciales por su cará cter humanitario y porque dicha praxis involucra un sujeto
de derecho.
Dichos deberes y obligaciones recaen sobre todas las actividades que constituyen el ejercicio
de la Psicología. En el caso de la provincia de Có rdoba, la Ley Provincial N° 7106, a través del
artículo 1, describe tales actividades de la siguiente manera:
A los efectos de esta Ley, se considera ejercicio de la Psicología la aplicación e indicación
de técnicas específicamente psicológicas en la enseñanza, el asesoramiento, los peritajes
y la investigación de la conducta humana, y en el diagnóstico, pronóstico y tratamiento,
tanto de las enfermedades mentales de origen eminentemente psíquico como de las
alteraciones psicológicas en enfermedades somáticas de las personas, y la recuperación,
conservación y prevención de la salud mental de las mismas (Ley Provincial N° 7106,
1984, art.1).
A su vez a través del artículo 2, se va a determinar que: “El ejercicio de la Psicología se
desarrollará en los niveles, individual, grupal, institucional y comunitario, ya sea en forma pú blica o
privada, en las á reas de la Psicología Clínica, Educacional, Laboral, Jurídica y Social” (Ley Provincial
N° 7106, 1984, art.1).
Delimitado el campo de ejercicio de la psicología, me centraré a continuació n en los deberes
éticos y las obligaciones jurídicas que no solo regulan y van a propiciar una buena praxis
profesional, sino que ademá s resguardan los derechos de aquéllos sobre los que se dirige la
intervenció n psicoló gica.

• Deberes que devienen de la ética profesional: son los deberes que luego de ser
consensuados y dictaminados por la propia comunidad científica, académica o profesional, fueron
plasmados por escrito a través de los Có digos de É tica o Có digos Deontoló gicos.
Los Có digos de É tica o Deontoló gicos –como fue explicitado– son cuerpos normativos
ordenados sistemá ticamente y guiados por principios, que tras su sanció n por parte de los
organismos profesionales oficiales establecen la dimensió n estrictamente moral de una profesió n,
delimitando lo que debe hacerse o no hacerse en el ejercicio profesional.
Má s allá de las diferencias que puedan presentarse de un có digo a otro, todos demarcan una
responsabilidad científica y una responsabilidad profesional, que redundan en una responsabilidad
social.
La responsabilidad científica, es una responsabilidad primaria, que no solo radica en el
“compromiso de promover la psicología en cuanto saber científico” (Có digo de É tica FePRA, 2013, s/
p), sino que ademá s es la que atraviesa cualquier intervenció n psicoló gica en la que el profesional
esté involucrado.
De esta ú ltima se desprende el deber de cuidado competente, lo que implica no solo poner al
servicio de su destinatario el caudal de conocimientos que el título le acredita, sino ademá s poseer e
investir las competencias científicas y las habilidades técnicas necesarias de su disciplina, para que
su proceder se enmarque en un accionar idó neo. Es por ello que, el profesional deberá reconocer las
fronteras de sus capacidades profesionales y personales, como las limitaciones de su pericia,
desempeñ á ndose solamente en aquellos servicios y técnicas para las que está habilitado por su
formació n académica, capacitació n o experiencia, estableciendo relaciones interpersonales que
promuevan efectos saludables y eviten potenciales efectos adversos.
El deber de competencia e idoneidad, conlleva a su vez un compromiso de formació n
permanente que supone la actualizació n constante sobre los nuevos desarrollos científicos-técnicos,
de manera que la atenció n en salud mental no solo sea altamente calificada, sino también adecuada
a los avances disciplinares.
Contemplará n al mismo tiempo que “las competencias que se requieren en la asistencia,
enseñ anza y/o estudios de grupos humanos, varían con la diversidad de dichos grupos y épocas”
(Có digo de É tica de FePRA, 2013, s/p).
De la responsabilidad profesional se desprende el deber de los psicó logos de dirigir cualquier
intervenció n profesional en funció n de un sujeto de derecho, respetando en su accionar los
principios establecidos por la Declaració n Universal de los Derechos Humanos.
Así, el respeto a la dignidad y los valores fundamentales de la persona es el fundamento
filosó fico del que se desprenderá n los restantes principios éticos y normas deontoló gicas,
pudiéndose mencionar entre lo má s relevante el deber de respeto a la autonomía,
autodeterminació n, privacidad, intimidad, integridad, honestidad ante el quehacer científico,
académico y de la prá ctica de la psicología. De tales deberes se van a desprender normas como el
secreto profesional, el consentimiento informado y otras específicas ante los destinatarios de sus
servicios, hacia los colegas, la profesió n y la comunidad, la investigació n, docencia y las
declaraciones pú blicas (publicidad, divulgació n y publicaciones).
De esta manera, las normas deontoló gicas procuran garantizar y resguardar los valores
establecidos por la doctrina de los Derechos Humanos (tratados, convenios, pactos, declaraciones)
incorporada con rango constitucional a nuestro derecho positivo, adquiriendo las mismas una
impronta que le otorgan fuerza jurídica en el marco de un Estado de Derecho.
Por ú ltimo, se plantea una responsabilidad social que conlleva el compromiso de los
psicó logos de asumir sus responsabilidades, científica y profesional, hacia la comunidad y la
sociedad en que trabajan y viven. Al respecto, el Có digo de É tica de FePRA (2013) va a establecer
que:
Los psicólogos ejercen su compromiso social a través del estudio de la realidad y
promueven y/o facilitan el desarrollo de leyes y políticas sociales que apunten, desde su
especificidad profesional, a crear condiciones que contribuyan al bienestar y desarrollo
del individuo y de la comunidad (Có digo de É tica de FePRA, 2013, s/p).

• Obligaciones que devienen del ordenamiento jurídico: dentro de estas


obligaciones legales, es posible focalizar las responsabilidades que se desprenden de obrar
conforme a las normas del ejercicio profesional del psicó logo y de obrar conforme a las normas del
ordenamiento jurídico en su totalidad.
Las legislaciones que regulan el ejercicio profesional, van a dictaminar las disposiciones de la
praxis; los objetivos, atribuciones y funciones de los organismos profesionales oficiales; las
incumbencias profesionales; las actividades reservadas al título; entre otras.
Las legislaciones del orden jurídico nos sitú an, en el clá sico esquema de “obligaciones de
hacer y obligaciones de no hacer” que recaen sobre una prestació n de actividad profesional.
La base normativa que atraviesa y a su vez plantea estas obligaciones a los profesionales de
la psicología, nacen de la Constitució n Nacional, los Tratados y Declaraciones Internacionales de
Derechos Humanos con Jerarquía Constitucional, se integran a ellos los Có digos de Fondo (Penal y
Civil y Comercial), má s un cú mulo extenso de normas (leyes, decretos, resoluciones, disposiciones,
etc.), que regulan una variedad de institutos y situaciones en las que intervienen los profesionales
de la salud (Ló pez Mesa, 2007).
Cabe aclarar que, la mayoría de la bibliografía nacional e internacional en esta materia
(Tratados, Có digos comentados, jurisprudencia, etc.) aborda la responsabilidad profesional situada
fundamentalmente en el campo médico y en menor medida al campo de los profesionales de la
salud. No obstante por su similitud, muchos de los criterios que se desarrollan a continuació n, son
extraídos de este material por su vinculació n, pertinencia o afinidad, haciéndose una transferencia
de su aplicabilidad al ejercicio profesional del psicó logo.
Garay (2009) en su Tratado de responsabilidad, va a realizar una clasificació n tentativa de las
obligaciones jurídicas que involucran a los profesionales de la salud, pudiéndose mencionar entre
las má s relevantes y atinentes a nuestra disciplina, las que a continuació n se desarrollan:

-Obligación de obrar con ciencia, diligencia y prudencia: se desprende de esto la


obligació n del psicó logo de desempeñ ar su ejercicio profesional acorde con los dictados de la ciencia
psicoló gica y con una actitud de diligencia y prudencia prá ctica.
Se desglosa de aquí: la “obligació n de obrar” que recae sobre la persona del profesional frente
a la/s persona/s necesitada/s de su servicio, lo que involucra el cumplimiento en tiempo y forma de
la prestació n profesional; la obligació n de actuar con el mayor cuidado, pericia, diligencia y
prudencia esperable de un buen psicó logo; la obligació n de aplicar los conocimientos que el estado
actual de la ciencia proporciona conforme a lo que el derecho denomina la lex artis.
La lex artis o ley de arte, simboliza la medida de diligencia y previsió n que ha de presidir la
aplicació n del conocimiento científico-técnico –en nuestro caso– en el ejercicio de la psicología. A
tales fines resulta exigible al profesional la valoració n de su accionar y si el mismo es correcto y
ajustado a lo que debe hacerse (Ló pez Mesa, 2007).
Trigo Represas & Ló pez Mesa (2004) van a explicitar que “el objeto de la lex artis es el de fijar
o establecer el está ndar de prá ctica profesional normal u ortodoxa para cada caso, estableciendo la
conducta general del facultativo promedio ante un caso similar” (Trigo Represas & Ló pez Mesa,
2004, s/p).
Se determina así, un deber de actuació n e intervenció n exigible y esperable del profesional,
contemplado siempre de acuerdo al caso concreto, lo que significa evaluar las circunstancias de
persona, las circunstancias en que dicha actuació n se desarrolla y tengan lugar. Ló pez Herrera
(2002) va a aclarar que “la lex artis no es un concepto inmutable, sino que varía de acuerdo a las
circunstancias de persona, tiempo y lugar” (Ló pez Herrera, 2002, s/p).
Ló pez Mesa (2007) va a establecer a su vez que:
La obligación de brindar un servicio de acuerdo a los conocimientos adquiridos se deriva
que el profesional debe reciclar permanentemente su formación, de modo de conocer
aceptablemente cual es el estado actual de ellos en el país o lugar en que ejerce (Ló pez
Mesa, 2007, s/p).

-Obligación de abstenerse de asegurar un resultado: La gran mayoría de la doctrina y


jurisprudencia sostiene que la praxis de los profesionales de la salud, comporta una “obligació n de
medios y no de resultados”.
Garay (2009) va a sostener que:
La “obligación de medios” es la que solo impone aptitud o idoneidad para adoptar y
cumplimentar con empeño y dedicación, aquellas diligencias o medidas que
habitualmente conducen a un resultado, pero sin asegurar que éste se obtenga; en tanto
que “la obligación de resultados” es la que compromete concretamente un resultado
determinado (Garay, 2009, s/p).
A su vez el autor va a explicitar que “en los deberes jurídicos u obligaciones de medios, lo
ú nico comprometido es una actitud apta, eficiente, idó nea para producir normalmente un resultado,
pero sin que ese resultado pueda ser asegurado” (Garay, 2009, s/p).
De esto se traduce entonces que, el psicó logo a través de la prestació n de sus servicios asume
con sus destinatarios una obligació n de “medios”, consistente en la aplicació n de los conocimientos
que el estado actual de la ciencia proporciona, procediendo con el mayor cuidado y diligencia con
vistas a la obtenció n de resultados.

-Obligaciones profesionales de naturaleza administrativa: El psicó logo tiene la obligació n


de producir en debida forma la documentació n psicoló gica. Tras la realizació n de sus distintos actos
profesionales, debe dejar constancia escrita de lo efectivizado en la correspondiente historia clínica,
legajo, etc. Estos documentos deben reunir los requisitos de “autosuficiencia” (que sean completos,
que se basten a sí mismos), como de “legibilidad y estética” (para que quien reciba la informació n
sea de manera completa y accesible en su lectura). El profesional debe escribir y describir su
proceder profesional a través de los mismos, de manera tal que pueda dar cuenta de que fueron
puestos los medios adecuados, la capacidad científica requerida y la diligencia ó ptima en la
prestació n brindada.

-Obligaciones del profesional con relación a su personal dependiente: Cuando el


psicó logo tiene a su cargo otros profesionales o un equipo profesional dependiente de él, deberá en
primer término evaluar las competencias y habilidades de cada uno, previo a delegar una actividad,
funció n o atribució n para ser cumplimentada. Luego de esto tiene la obligació n de “fiscalizació n y
control”, es decir, deberá comprobar, inspeccionar y evaluar las acciones delegadas, que su
efectivizació n haya sido realizado en atenció n a las indicaciones por él impartidas y dentro de los
límites de su autorizació n.

Se van a enunciar ademá s otras obligaciones que redoblan fuerza legal a los deberes éticos,
tales como:
De informació n al paciente, de asesoramiento o consejo y de requerir el consentimiento
informado para la realizació n de una prá ctica.
De confidencialidad o secreto profesional.

De prestar asistencia profesional, en particular ante la urgencia o gravedad.

De efectivizar derivació n y/o interconsulta cuando el caso lo requiera.


De beneficencia, de no hacer dañ o y de reducir los riesgos a que se somete al destinatario
de nuestros servicios.
De respetar los derechos de los destinatarios de nuestros servicios.

De denunciar lo que le correspondiere.

De desplegar en su praxis psicoló gica conductas éticas, jurídicas y científicas adecuadas.


En síntesis, un norte claro va a ser planteado a través del artículo 1.725 del Có digo Civil y
Comercial (en adelante C.C.C.N.) que pone el foco en la valoració n de la conducta, estableciéndose a
través del mismo que “cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de
las cosas, mayor es la diligencia exigible al agente y la valoració n de la previsibilidad de las
consecuencias” (C.C.C.N., 2015, art. 1.725).
Recapitulando entonces, es posible afirmar que principios éticos generales, normativas
deontoló gicas y regulaciones jurídicas son referencias prescriptivas de la prá ctica profesional de las
que emanan una serie de obligaciones deontoló gico-jurídicas constitutivas de los deberes
profesionales (Viar, 2002). El cumplimiento de estos deberes y obligaciones, dará cuenta que el
profesional asume las responsabilidades profesionales que le competen, propiciando modos
correctos de accionar que se traducen en una buena praxis a la hora de efectivizar la prestació n de
sus servicios.

Mala praxis y Responsabilidad Profesional

Contrariamente a lo anterior, la “mala praxis” se configura cuando el profesional incumple los


deberes y obligaciones que se desprenden de sus responsabilidades profesionales, gestá ndose
modos incorrectos al ejercer su prá ctica trayendo como consecuencia un dañ o al/los destinatario/s
de sus servicios.
Desde el Derecho Romano van a ser enunciados tres grandes principios jurídicos
fundamentales, a los que el derecho podría reducirse como mínima expresió n y no obstante ser
suficientes para abarcar todos los aspectos a regular por las normas. Dichos principios son honeste
vivere (vivir honestamente), suum cuique tribuere (dar a cada uno lo suyo) y alterum non laedere,
que se traduce en, no dañ ar a otro (Ferrer, 2015). Para los antiguos romanos, estos principios no
solo podían sostener toda la estructura del derecho, sino que a partir de los mismos se podía –ante
cualquier situació n – saber có mo comportarse en relació n con los demá s.
Yá gez (1989) en los comienzos de su libro sobre este tema va a afirmar que "el no causar
dañ o a los demá s es quizá , la má s importante regla de las que gobiernan la convivencia humana"
(Yá gez, 1989, s/p).
De esta manera y en palabras de Ló pez Herrera (2002):
El derecho no protege a quien causa un daño a otro, sino que, muy por el contrario, hace
nacer una obligación –en sentido jurídico– de dejar a la víctima del daño en una
situación lo más parecido posible a como se encontraba antes de sufrir el daño. Esto es lo
que se llama “responder”, ser “responsable” o tener “responsabilidad” por el daño
padecido por otra persona”, se plantea así la contracara de la responsabilidad (Ló pez
Herrera, 2002, s/p).
El concepto de responsabilidad puede analizarse, jurídicamente, desde distintas vertientes.
En general, los distintos autores coinciden en que se trata del deber de reparar frente a otro sujeto,
la responsabilidad se vincula con la idea de reparació n.
La obligació n de reparar el dañ o o perjuicio, comporta una forma de sanció n o de reposició n
sustitutiva segú n el tipo de responsabilidad de que se trate.
De esta manera, cuando el psicó logo produce un dañ o como consecuencia de una mala praxis,
incurre en Responsabilidad Profesional, pudiéndosele atribuir Responsabilidad Administrativa o
Disciplinaria, Responsabilidad Penal o Responsabilidad Civil de manera independiente o
paralelamente.

⮚ La Responsabilidad Administrativa o Disciplinaria es la responsabilidad que se imputa


por infringir o incumplir una norma regulada por las leyes del ejercicio profesional, la misma es
aplicada por los organismos profesionales oficiales.
Como fue explicitado, ademá s del Procedimiento de Gestió n y el Procedimiento de Control, el
Estado delega en los organismos profesionales, el Procedimiento Sancionador como parte de sus
competencias específicas. Este procedimiento le otorga la facultad de imponer sanciones cuando el
profesional obre en infracció n a la norma que regula su actividad. Dichas sanciones está n
establecidas por la propia ley de colegiació n4 y pueden ser las siguientes:
Apercibimiento: es la pena menor que prevé la ley. Es la correcció n disciplinaria de
naturaleza administrativa. Implica una advertencia respecto de la imposició n de una
sanció n mayor.
Multa: es la pena de cará cter pecuniario, es la má s benigna de las penas previstas.

Suspensió n de la Matrícula: Consiste en la prohibició n impuesta al profesional para


continuar ejerciendo su actividad profesional, por el lapso que dure la sanció n.
Inhabilitació n: es la medida de naturaleza sancionatoria por la cual se veda a
determinada persona ejercer su funció n profesional. Dicha inhabilitació n implica la
cancelació n de la matrícula, que puede ser de manera temporaria o definitiva.

⮚ La Responsabilidad Penal es la responsabilidad que se imputa por infringir o


incumplir una norma regulada por el Có digo Penal, la misma es aplicada por el Estado en el marco
de sus funciones de administració n de Justicia.
El Có digo Penal Argentino está dividido en dos partes. La primera enuncia las normas
generales, la segunda, la descripció n de las diferentes conductas que acarrean la consecuencia
punitiva (los delitos, agrupados segú n los bienes jurídicos que se busca proteger).
La mala praxis no está regulada como delito penal, pero sí se sancionan las consecuencias de
una mala praxis, cuando la conducta profesional desplegada por éste está tipificada como delito en
la norma penal.
Tal es el caso del artículo 94, que va a reprimir “al que por imprudencia o negligencia, por
impericia en su arte o profesió n, o por inobservancia de los reglamentos o deberes a su cargo,
causare a otro un dañ o en el cuerpo o en la salud” (Có digo Penal, 2016, art. 94).

4 En el caso de la Provincia de Córdoba es la Ley 8.312 de Constitución del Colegio de Psicólogos de la Provincia de
Córdoba, sancionada en 1993.
Por su parte los artículos 106 y 108 van a establecer distintas sanciones ante el “Abandono
de Persona” y “Omisió n de Auxilio” respectivamente, que si bien son extensivas a las acciones de
cualquier ciudadano comú n, involucra al psicó logo cuando en su ejercicio incurriera en el
desamparo o abandono de una persona, al negarle la atenció n y el cuidado necesarios que su
profesió n les permitiría brindar, poniéndola en una situació n de peligro para la salud o la vida.
A su vez, cabe esclarecer que la misma norma penal va a establecer causas de justificació n
que legitiman el hacer del profesional, pudiéndolo liberar de responsabilidad y sanció n, como puede
ser: el estado de necesidad (Art. 34, Inc. 3°, CP); el ejercicio de un derecho o el cumplimiento de un
deber (Art. 34, Inc. 4°, CP); el consentimiento del paciente (siempre y cuando este no valide u
otorgue licitud a actos prohibidos o contrario al derecho, como el aborto, eutanasia, suicidio, etc.)
(Garay, 2009).

⮚ La Responsabilidad Civil constituye,


una obligación de segundo orden, ello implica que se configura sólo ante el
incumplimiento de un deber jurídico u obligación primaria preexistente a cargo de un
sujeto que luego, si dicho incumplimiento ha sido causa adecuada del daño, es
responsabilizado por él (Ló pez Mesa, 2007, s/p).
El autor va a explicitar que para que quede comprometida la responsabilidad profesional, se
requiere que este haya violado previamente un deber u obligació n que se hallaba a su cargo, sea por
acció n u omisió n imputable a él. La identificació n del bien jurídicamente protegido y vulnerado y de
la norma que lo protege, es requisito esencial de validez de la sentencia de condena.
Si bien el criterio de responsabilidad civil adoptado por el derecho en nuestro país, parte de
una concepció n clá sica, fue atravesando sucesivas modificaciones hasta evolucionar en las actuales
nociones reguladas en el nuevo C.C.C.N. en vigencia a partir de 2015 en Argentina.
Este cuerpo normativo, va a establecer expresamente que “la responsabilidad civil tiene tres
funciones: preventiva, resarcitoria y sancionatoria” (Vá zquez Ferreyra, 2015, s/p).
La acció n preventiva procede, tal como lo establece el artículo 1.711 de este Có digo, “cuando
una acció n u omisió n antijurídica hace previsible la producció n de un dañ o, su continuació n o
agravamiento”, determiná ndose a través del artículo 1.713 que “la sentencia que admite la acció n
preventiva debe disponer, a pedido de parte o de oficio, en forma definitiva o provisoria,
obligaciones de dar, hacer o no hacer, segú n corresponda” (C.C.C.N., 2015, art. 1.711, art. 1.713).
Por su parte la funció n resarcitoria, pautada a través del artículo 1.716 instituye el deber de
reparació n, estipulá ndose que “la violació n del deber de no dañ ar a otro, o el incumplimiento de una
obligació n, da lugar a la reparació n del dañ o causado, conforme con las disposiciones de este
Có digo” (C.C.C.N., 2015, art. 1.716).

Presupuestos o Elementos de la Responsabilidad Civil

Para que se configure y atribuya responsabilidad civil a un profesional, se requiere la


concurrencia de cuatro presupuestos o elementos:
a. Antijuridicidad de la conducta
Una conducta es antijurídica, cuando es contraria a la ley. La antijuridicidad de la conducta
“es un elemento material u objetivo imprescindible para que nazca la responsabilidad civil y
consiste en la contradicció n entre la conducta del sujeto y el ordenamiento aprehendido en su
totalidad” (Busto Lago, 1998, s/p). Cazeaux & Trigo Represas (2004) van a decir que, “se trata de
una conducta que infringe o viola deberes impuestos en una norma o regla del derecho, que forma
parte integrante del ordenamiento jurídico” (Cazeaux & Trigo Represas, 2004, s/p).
A los efectos de analizar la antijuridicidad de la actuació n de un profesional de la psicología,
deberá no solo contemplarse el espectro normativo que se enfocaría en cualquier situació n de
responsabilidad civil, sino que también se deberá atender “las normas específicas no solo
nacionales, sino también provinciales y no solo estatales sino también corporativas, esto es, dictadas
por los colegios y corporaciones rectoras del ejercicio de la profesió n psicoló gica” (Ló pez Mesa,
2007, s/p).
El artículo 1.717 C.C.C.N. va a pautar que “cualquier acció n u omisió n que causa un dañ o a
otro es antijurídica si no está justificada”. En este sentido, Garay (2009) va a especificar que:
Los actos ilícitos pueden ser acciones u omisiones. Acciones, cuando se hace lo que la ley
prohíbe; omisiones cuando no se hace lo que la ley manda. En otras palabras, la
conducta antijurídica puede consistir en un hecho positivo (comisión) o en un hecho
negativo (omisión) (Garay, 2009).
Ló pez Mesa (2007) por su parte, va a explicar que para determinar si la actividad profesional
es antijurídica, el juez realizará un juicio de valoració n tomando en cuenta: a) Si el proceder del
psicó logo fue realizado en el marco de las normas que reglamentan el ejercicio de la psicología; b) Si
su derecho a ejercer la profesió n lo desplegó de manera regular y razonable; c) Si tuvo en cuenta la
voluntad del destinatario de su servicio, o sea, respetando su autonomía; d) Si su obrar psicoló gico
se adecuó en un todo al ordenamiento jurídico considerado en su totalidad
b. Daño
El dañ o constituye el presupuesto central para poner en marcha el mecanismo de la
responsabilidad civil. El dañ o es un concepto amplio, que suele ser utilizado como sinó nimo de
detrimento, perjuicio, menoscabo, dolor o molestia. Con tal amplitud de significado, la enumeració n
de los mismos se tornaría infinita, no obstante, no todos los perjuicios resultan ser reparables. En
consecuencia, se torna trascendente determinar cuá les de todos estos menoscabos devienen
jurídicamente relevantes convirtiéndose en supuestos de dañ o resarcible.
Lo relevante en esta materia, como lo va a decir Bueres (1992) “es aquel menoscabo que se
encuentre enlazado con un "quid iuris", es decir, cuando ese detrimento ademá s de ser un fenó meno
físico, se convierte a su vez en un fenó meno jurídico e ingresa definitivamente en el terreno del
derecho provocando el interés de los juristas” (Bueres, 1992).
El dañ o así concebido, como fenó meno jurídico, no pierde su esencia física sino que a ésta se
añ ade la jurídica, resultando –en su esencia- estar compuesto por: 1) un elemento material o
sustancial constituido por el hecho físico y que representa su nú cleo interior; y 2) un elemento
formal proveniente de la norma jurídica, representado por la reacció n suscitada en el ordenamiento
jurídico a consecuencia de la alteració n perjudicial de un interés jurídicamente tutelado (Busto
Lago, 1998).
Como lo va a expresar Costa Calvo (2005) “el menoscabo, la pérdida y/o el deterioro
adquieren relevancia jurídica cuando son considerados por el Derecho, el que aplicará frente a ellos
consecuencias jurídicas” (Costa Calvo, 2005, s/p).
Por medio del artículo 1.737 del C.C.C.N. se determina que “hay dañ o cuando se lesiona un
derecho o un interés no reprobado por el ordenamiento jurídico, que tenga por objeto la persona, el
patrimonio, o un derecho de incidencia colectiva” (C.C.C.N., 2015, art. 1.716).
En torno a esto, Garay (2009) va a sostener que:
En los últimos tiempos, la noción de persona ha sido puesta en el eje del sistema de la
responsabilidad civil, considerándola por lo que ella es. Antes la preponderancia estaba
puesta esencialmente en lo patrimonial, actualmente ha tomado relevancia la
inviolabilidad de la persona (Garay, 2009, s/p).
Las derivaciones de la nueva tendencia son muy trascendentes para el ejercicio profesional,
dado que se pone especial acento en el dañ o a la salud, adquiriendo un valor en sí mismo. Dentro del
dañ o a la salud se incluye el dañ o a la vida de relació n, el dañ o físico, psíquico, moral, sexual, etc.
c. Relación de causalidad
Es el nexo de unió n que necesariamente debe existir entre la acció n y el dañ o producido. Es
decir, que entre este resultado dañ oso, y aquel hecho imputable debe existir una relació n causa-
efecto o, en otras palabras, ha de probarse que el dañ o proviene a consecuencia de la acció n (Tinti,
2005).
De esta manera y a través del artículo 1.726 del C.C.C.N. se va a establecer que “son
reparables las consecuencias dañ osas que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho
productor del dañ o” (C.C.C.N., 2015, art. 1.726).
Por su parte, Vá zquez Ferreyra (1992) va a explicitar que la causalidad cumple, en la materia
profesional, una doble funció n:
En una primera etapa, el análisis de la relación causal permite determinar cuándo un
resultado dañoso es material y objetivamente atribuible a la acción de un sujeto o de una
cosa o a determinada esfera de actuación. Determinada esa autoría, en una segunda
función la causalidad establece cuales son las consecuencias por las cuales se debe
responder, o en otras palabras, cuáles son los daños a indemnizar (Vá zquez Ferreyra,
1992, s/p).
d. Factor de imputabilidad o atribución legal de responsabilidad
Se entiende por imputar, atribuir a una persona un delito o una acció n u omisió n contrarias a
la ley, con el objeto de hacer a aquella responsable de las consecuencias.
“Los “factores de atribució n” pueden ser subjetivos –la imputabilidad, por culpa o dolo, del
agente del dañ o– y objetivos en otras hipó tesis tales como las de responsabilidad por el hecho ajeno
o por los dañ os causados por las cosas” (Garay, 2009). Dichos factores de atribució n se encuentran
pautados a través del artículo 1.721 del C.C.C.N.
Al respecto Ló pez Mesa (2007) va a sostener que “la responsabilidad civil de los psicó logos
deriva normalmente de la mala ejecució n de hechos personales suyos, antes que de aparatos; en tal
situació n, los factores corrientes de atribució n de responsabilidad a psicó logos será n de esencia
subjetiva” (Ló pez Mesa, 2007, s/p).

● Responsabilidad Subjetiva: es la regulada en el C.C.C.N. a través del artículo 1.724,


tipificando como factores subjetivos de atribució n el dolo y la culpa.
El dolo: en el artículo mencionado se va a determinar que “el dolo se configura por la
producció n de un dañ o de manera intencional o con manifiesta indiferencia por los
intereses ajenos”. El nuevo C.C.C.N. contempla dos tipos de dolo:
- El dolo como vicio de la voluntad: En este caso la acció n dolosa se ejecuta para
causar el dañ o. Es una acció n que conlleva una aseveració n falsa o una disimulació n de
lo verdadero, empleando a estos fines cualquier artificio, astucia o maquinació n. El
mismo es regulado en el artículo 271 y ss, explicitá ndose ademá s que “la omisió n
dolosa causa los mismos efectos que la acció n dolosa”.
- El dolo eventual: En este caso la acció n dolosa no se ejecuta para causar el dañ o. La
acció n dolosa se genera –tal como va a ser explicitado en los comentarios del C.C.C.N.–
porque el autor del hecho desestima, desdeñ a o menosprecia el perjuicio que puede
ocasionar, “hay una manifiesta indiferencia por los intereses ajenos” como va a ser
definido en el artículo 1.724.
La culpa: esta consiste en “la omisió n de la diligencia debida segú n la naturaleza de la
obligació n y las circunstancias de las personas, el tiempo y el lugar. Comprende la
imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o profesió n” (C.C.C.N., 2015, art.
1.724). La diferencia que va a presentar la culpa respecto al dolo, es que las acciones u
omisiones realizadas por el profesional no conllevan la intencionalidad de causar un dañ o.

Así, los rostros a través de los cuales se presenta la culpa pueden ser:
- Imprudencia: Se genera cuando el profesional obra precipitadamente o sin prever por
entero las consecuencias en las que podría desembocar ese actuar irreflexivo; es decir se hace lo que
no se debe o má s de lo debido (Alterini, et al, 2000). A esto, Ló pez Mesa (2007) le va a agregar que la
imprudencia es “una conducta positiva, consistente en una acció n de la cual había que abstenerse, o
en una acció n que ha sido realizada de manera no adecuada, precipitada o prematuramente” ( Ló pez
Mesa, 2007).
- Negligencia: Se genera cuando el profesional omite cierta actividad que habría evitado el
resultado dañ oso, no hace lo que debe o hace menos. Consiste en una conducta omisiva, contraria a
las normas que imponen determinada conducta solícita, atenta, avisada.
A los elementos señ alados va a decir Garay (2009), el Có digo Penal (art. 84 y 94) agrega los
siguientes:
- Impericia: Es la falta de pericia; o sea, es el obrar profesional con ausencia de “sabiduría,
prá ctica, experiencia y habilidad en una ciencia o arte”, es no saber lo que se debe hacer y hacerlo.
Ló pez Mesa (2007) va a decir que en la impericia se plantea “un desconocimiento de las reglas y
métodos pertinentes, ya que es obvio que todo individuo que ejerce una profesió n debe poseer los
conocimientos teó ricos y prá cticos propios de la misma y obrar con la previsió n y diligencia
necesarias con ajuste a aquellos” (Ló pez Mesa, 2007, s/p).
- Inobservancia de los reglamentos o deberes de su cargo: Comprende todas las disposiciones
de cará cter general dictadas por la autoridad competente en la materia de que traten (art. 77, CP).
Hay en la conducta culposa del agente, una actitud de indiferencia o menosprecio por las normas
que lo obligan (Ló pez Bolado, en Garay 2009).

● Responsabilidad Objetiva: Ademá s de los factores de atribució n anteriormente vistos,


existen casos en los que la responsabilidad no queda comprometida por la actuació n personal del
facultativo, sino por la aplicació n de factores objetivos de atribució n de responsabilidad al
profesional.
Bustamante Alsina (1989) va a decir que “cuando la atribució n de la consecuencia del hecho
dañ oso no está referida a la culpa o el dolo, o sea, no es imputable moralmente al sujeto autor del
hecho, el factor de responsabilidad es objetivo por prescindir de la persona” (Bustamante Alsina,
1989, s/p).
Los dos casos arquetípicos en el caso de responsabilidad profesional son:
Responsabilidad por el empleo de cosas en el acto profesional: Es el caso
del
Dañ o causado por cosas utilizadas en el acto profesional, sea porque estas comportan defectos o
“vicios”, o cosas que por su índole encierran en sí una notoria potencialidad dañ osa y que
precisamente por ello requieran de mucho cuidado en su utilizació n. En el caso del psicó logo, es un
supuesto excepcional que no puede generalizarse, ni interpretarse extensivamente.
Responsabilidad por los dañ os producidos por el personal dependiente: Es una
responsabilidad “indirecta o refleja por el hecho de otros, que comprometen su responsabilidad por
defectos u omisiones en que incurriera en las funciones de control y vigilancia que le competen en
su condició n de “Jefe” del grupo y coordinador general de la labor del equipo, que en cierta forma
eran sus subordinados” (Bueres, 1984, s/p).
En este sentido, Zabala de Gonzá lez (1996) va a afirmar que “para que se de esta segunda
forma de responsabilidad del Jefe, por el hecho de sus colaboradores, debe existir un doble déficit, el
yerro de alguno de sus colaboradores y el suyo propio consistente en haber “ejercido
incorrectamente su poder de supervisió n sobre los restantes integrantes del equipo” (Zabala de
Gonzá lez, 1996, s/p).

A modo de cierre

Las profesiones de la salud y dentro de ellas la psicología, son destacadas tanto por la ética
como por el derecho, por su cará cter esencialmente humanitario. Tal razó n es la que le adjudica
responsabilidades esenciales, dado que los destinatarios de sus actos son otro/s sujeto/s, lo que
involucra la dignidad de estos, su valor como persona, su libertad, su vida, su salud y en particular
su salud mental.
Es por ello, que el ejercicio profesional demanda una praxis acorde a los deberes y
obligaciones que tal accionar comporta dirigido a un sujeto de derecho.
Para finalizar y tomando las palabras de Izquierdo Tolsada (1989) cuando reflexiona sobre la
importancia de la responsabilidad de los profesionales, es posible afirmar que atender los deberes y
obligaciones que al psicó logo le competen, “no es solo un faro que ilumina las conductas, sino un
muro que elimina las contiendas, siendo el mejor antídoto contra toda reclamació n de
responsabilidad civil, penal, administrativa o disciplinaria” (Izquierdo Tolsada, 1989, s/p).

Referencias

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Nú mero 45. Asociació n Médica Argentina (AMA): Có digo de É tica para el Equipo de Salud. En IBIS (International
Bioethical Information System). Hipertexto e hipermedia sobre ética profesional. Sistema multimedial en CD-ROM.
Vá zquez Ferreyra, R. (2001) “La cuantificació n del dañ o en la responsabilidad de médicos y abogados”, Revista de
Derecho de Daños, Rubinzal-Culzoni Editores, T 2001-1.
Vá zquez Ferreira, R. (2015) “Responsabilidad civil. Aspectos Generales en el nuevo Código Civil y Comercial”. Disponible
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Zavala de Gonzá lez, M. (1996) “Responsabilidad del jefe en un equipo médico”, LL 1996-B 258, Hammurabi, Buenos Aires.

Leyes y códigos
Có digo Civil y Comercial de la Repú blica Argentina (2015) Ed. Zavalía, Argentina.
Có digo Civil de la Repú blica Argentina (1872 [2012]) Ed. Zavalía, Argentina.
Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina (Fe.P.R.A.), Aprobado por la Asamblea
ordinaria del 10 de abril de 1999, Modificado por la Asamblea Extraordinaria del 30 de noviembre de 2013, Argentina.
Có digo Penal de la Nació n Argentina (2016) Ed. Zavalía, Argentina.
Ley Provincial N° 7106, Disposiciones para el ejercicio de la psicología, Sanció n 13/09/1984, Promulgació n 21/09/1984,
Boletín Oficial 27/09/1984, Có rdoba.
Ley Provincial N° 8312, Constitución del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba, Sanció n 18/08/1993,
Promulgació n 08/09/1993 Boletín Oficial 22/09/1993, Có rdoba.

GUIA DE LECTURA

➢ ¿Qué se entiende por responsabilidad, que por profesió n y que por responsabilidad
profesional?
➢ ¿Qué Deberes devienen de la ética profesional para una buena praxis?
➢ ¿Qué Obligaciones devienen del ordenamiento jurídico para una buena praxis?
➢ ¿Cuá ndo se configura una mala praxis?
➢ Cuando el psicó logo produce un dañ o como consecuencia de una mala praxis, incurre en
Responsabilidad Profesional ¿Qué tipo de responsabilidades se le puede atribuir? ¿En qué
consiste cada una?
➢ Para que se configure y atribuya responsabilidad civil a un profesional, se requiere la
concurrencia de cuatro presupuestos o elementos ¿Cuá les son y en qué consisten?
➢ La Responsabilidad Subjetiva: es la regulada en el C.C.C.N. a través del artículo1.724,
tipificando como factores subjetivos de atribució n el dolo y la culpa. ¿En qué consisten cada
uno de ellos?
➢ ¿En qué consiste la Responsabilidad Objetiva?

ARTÍCULO UN ANTES Y UN DESPUÉS DE LA LEY DE SALUD MENTAL EN ARGENTINA.


INCIDENCIAS DEL NUEVO PARADIGMA EN EL EJERCICIO
PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO

AUTOR/ES GABRIELA M. DEGIORGI

El 25 de Noviembre de 2010, el Senado y la Cá mara de diputados de la Nació n aprueban la


Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657 (en adelante, LNSM), promulgada ese mismo añ o por el
Poder Ejecutivo, sancioná ndose su Decreto Reglamentario 603/13 el 28 de mayo del 2013.
Poco antes, en la Provincia de Có rdoba, la Legislatura sanciona el 20 de octubre de 2010, la
Ley Nº 9.848 sobre el “Régimen de la Protecció n de la Salud Mental en la Provincia de Có rdoba”,
aprobá ndose su correspondiente Decreto Reglamentario 1.022/11 el 24 de junio de 2011.
El objetivo tras el cual se sanciona la Ley Nacional, tiene que ver con “asegurar el derecho a la
protecció n de la salud mental de todas las personas y el pleno goce de los derechos humanos de
aquellas con padecimiento mental” (Ley de Salud Mental Nº 26.657, 2010, art. 1).
Dicha normativa fue reconocida por la Organización Panamericana de la Salud y la
Organización Mundial de la Salud, como la más avanzada de la región y ejemplo a seguir
en todo el mundo en materia de salud mental. La misma brinda un marco para que las
políticas en la materia, en todo el territorio de la Nación, se desarrollen cumpliendo
todos los compromisos que el país ha suscripto en materia de Derechos Humanos y para
el cumplimiento de los estándares internacionales establecidos (Direcció n Nacional de
Salud Mental y Adicciones, 2013, s/p).
Esta ley no solo va a plantear una nueva visió n sobre la salud mental, sino que ademá s va a
enmarcar un cambio de paradigma que implica una concepció n diferente del sujeto que padece una
enfermedad psíquica, como así también de su abordaje y tratamiento.
En sentido amplio, un paradigma puede ser definido como aquel modelo, patró n o ejemplo
que debe seguirse en determinada situació n. La palabra, como tal, proviene del griego “paradeigma”,
que se forma a partir de la unió n del prefijo “para”, que significa junto, y de la palabra “deigma” que
se traduce como ejemplo o modelo.
Los alcances de esta noció n se ampliaron a partir de la década del 60 y “paradigma” comenzó
a ser un término comú n en el vocabulario científico y en expresiones epistemoló gicas cuando se
hacía necesario hablar de modelos o patrones.
El estadounidense Thomas Kuhn (1970), un experto en Filosofía y una figura destacada del
mundo de las ciencias, fue quien se encargó de renovar la definició n teó rica de este término para
otorgarle una acepció n má s acorde a los tiempos actuales. El autor va a decir que “los paradigmas
son supuestos teó ricos generales, que durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y
soluciones a una comunidad científica” (Kuhn, 1970, s/p).
Cuando un paradigma ya no puede satisfacer los requerimientos de una ciencia, es sucedido
por otro, produciéndose lo que se dice “un cambio de paradigma”.
Tras la sanció n de la Ley de salud mental, se establecen nuevos criterios y lineamientos que
vienen a instituir un cambio radical de paradigma. Se plantea a partir de aquí, el paso de un
paradigma que enfoca la salud mental desde la enfermedad, a un paradigma que la piensa y la
aborda desde la salud; de un paradigma que considera a las personas con afecciones mentales como
incapaces o peligrosas a un paradigma que reconoce y resguarda la capacidad de las personas con
padecimiento mental; de un paradigma que pondera la heteronomía de la persona con padecimiento
mental, a un paradigma que resguarda la autonomía y el derecho a la autodeterminació n; de un
paradigma que tiende a la exclusió n del que sufre un padecimiento mental, a un paradigma que
pondera y resguarda la inclusió n de estas personas; de un paradigma centrado en la visió n de las
personas con padecimiento mental como objetos pasivos de tratamiento y del hospital psiquiá trico
como su espacio de atenció n, a un paradigma centrado en el reconocimiento de las personas con
padecimiento mental como sujetos de derecho y de la organizació n del proceso de atenció n a través
de la Red de Servicios basado en la comunidad.
Se inaugura, de este modo un nuevo proceso de tensió n entre lo instituido y lo instituyente
en salud mental. Proceso que implica que los profesionales de la salud y la salud mental, superen y
dejen definitivamente atrá s el viejo paradigma, incorporen y asimilen los principios que rigen a
partir de esta nueva ley y lo trasladen a su prá ctica profesional.

Cambios que se establecen a partir de la ley

Mú ltiples son los cambios que se vienen a instaurar a partir de la LNSM dando fundamentos
al nuevo paradigma. Me propongo a continuació n poner en foco aquellos aspectos de mayor
relevancia.
Como punto inicial, es necesario poner en emergencia el cambio de concepción sobre salud
mental. Desde el marco conceptual de la mencionada ley, se reconoce a la salud mental como “un
proceso determinado por componentes histó ricos, socioeconó micos, culturales, bioló gicos y
psicoló gicos, cuya preservació n y mejoramiento implica una diná mica de construcció n social
vinculada a la concreció n de los derechos humanos y sociales de todas las personas” (Ley de Salud
Mental Nº 26.657, 2010, art.3). Este modo de concebirla cuestiona las tradicionales concepciones de
entidades patoló gicas o trastornos que, aislando solo la dimensió n bioló gica o psíquica, desvinculan
la problemá tica del sufrimiento subjetivo de los determinantes sociales implicados en su
producció n. Se observa có mo esta definició n “supera todo reduccionismo conceptual e invita a
recuperar aproximaciones basadas en el enfoque de la complejidad que nutren a su vez estrategias
interdisciplinarias e intersectoriales para su abordaje” (Direcció n Nacional de Salud Mental y
Adicciones, 2015).
Entre los cambios má s relevantes, se plantea la asunció n de un sujeto que ya no es
considerado “incapaz” o “enfermo mental”, sino que se parte de la presunción de capacidad de todas
las personas. El Consentimiento Informado se establece como principio para todo tipo de
intervenció n (Art. 10), ponderá ndose el derecho a ser informado de manera adecuada y
comprensible en todo lo inherente a su salud y tratamiento, respetá ndose su derecho a la autonomía
para tomar decisiones dentro de sus posibilidades (Art. 7, Inc. j, k). El padecimiento mental, no le
quita a la persona su condició n de sujeto de derecho, como tampoco puede considerarse este
atravesamiento como un estado inmodificable y perpetuo impreso en la identidad de la persona (Art
7, Inc. l, n).
El diagnóstico ya no se encuentra determinado por una mirada fragmentada del sujeto, que
sentencia y esclaviza a la persona a formar parte de una clasificació n a la que se encontrará atada de
por vida, y tampoco puede ser determinado por un padecimiento mental pasado que fomente la
discriminació n y la exclusió n. Contrariamente, este se deduce a partir de una evaluació n
interdisciplinaria que considera a la salud mental como un fenó meno complejo determinado por las
distintas variables que atraviesan esa situació n singular, en ese momento particular en que se
produce (Art. 5).
Entre otros derechos, se establece que el estado debe asegurar que las personas con
enfermedades mentales reciban atenció n sanitaria, social, integral y humanizada (esto implica un
trato de pleno respeto en las prá cticas de tratamiento, de comprensió n de la problemá tica, empatía,
etc.) a partir de un acceso gratuito, igualitario, equitativo, preservando su identidad y recibiendo
una atenció n basada en fundamentos científicos, ajustada a principios éticos, que no restrinja su
libertad y en todo tiempo promueva la integració n familiar, laboral y comunitaria (Art.7, Inc. a, c, d).
Un hito significativo que se va a poner en emergencia a partir de esta ley, es la incorporació n
de las adicciones como parte integrante de las políticas de salud mental. Histó ricamente, la
problemá tica de las adicciones fue relegada incluso má s allá de los límites del sector de la salud, ya
que ha sido concebida desde la ó ptica de la prevenció n del delito y ha estado abordada
principalmente por las fuerzas de seguridad en un contexto altamente judicializado. Hoy, “las
personas con uso problemá tico de drogas, legales e ilegales, tienen todos los derechos y garantías
que se establecen en la presente ley en su relació n con los servicios de salud” (Ley de Salud Mental
Nº 26.657, 2010, art. 4). El cambio que se propone es que las personas con uso problemá tico de
drogas dejen de ser concebidas como personas peligrosas, incrementando el rechazo, temor y
exclusió n social.
Otro aspecto destacable que da cuenta del cará cter complejo e integral de la salud mental, es
el de Interdisciplina. La misma constituye un eje que atraviesa todo el espíritu de esta norma, ya que
se considera que los componentes del proceso de salud mental (Art. 3) son objeto de estudio de
diversas disciplinas y que deben interactuar entre sí reuniéndose conceptual y prá cticamente. En la
interdisciplina se establece un intercambio en métodos y conceptos acerca de la modalidad de
atenció n, y donde el trabajo en equipo se direcciona a la comprensió n de la realidad desde una
perspectiva conjunta e integral.
De esta manera, la LNSM promueve que la persona que accede al Sistema de Salud por
tratamiento sea atendida por un equipo interdisciplinario que esté integrado por un grupo de
profesionales y técnicos de diversas á reas como la psiquiatría, psicología, trabajo social, enfermería,
terapia ocupacional u otras disciplinas o campos pertinentes (Art. 8).
Ademá s de este criterio interdisciplinario, se procura que la modalidad de abordaje en salud
mental se base en los principios de atenció n primaria de la salud, preferentemente fuera del á mbito
de internació n hospitalario y apelando al reforzamiento, restitució n o promoció n de los lazos
sociales (Art.9). Es por ello que, se hace hincapié en la importancia de desarrollar otros dispositivos
de atenció n (consultas ambulatorias, atenció n domiciliaria supervisada), así como también otro tipo
de prestaciones como lo son las casas de convivencia, hospitales de día, centros de capacitació n,
entre otros. Se pondera no solo la contenció n del paciente, su familia y entorno, sino también la
inclusió n social y laboral como recurso de especial importancia (Art. 11).
En lo que a la prescripción de medicación refiere, la norma es clara en sostener que debe
responder a las necesidades fundamentales de la persona con padecimiento mental y se
administrará exclusivamente con fines terapéuticos. Su indicació n o renovació n só lo puede
realizarse a partir de las evaluaciones profesionales pertinentes en el marco de abordajes
interdisciplinarios (Art.12).
La internación no está prohibida pero debe relegarse como ú ltimo recurso posible, es decir,
hay que saber có mo, cuá ndo y por qué internar, y también deberá ser abordada
interdisciplinariamente. Hay casos concretos en donde se considera que la persona con
padecimiento mental necesita internació n, pero hay cambios en la concepció n y tratamiento de la
misma. En primer término: la internació n no es castigo ni sinó nimo de exclusió n social por una
patología mental, sino que se la considera como un recurso terapéutico y para beneficio del
tratamiento que necesita la persona. Segundo: se debe promover en todo momento que la persona
siga manteniendo sus vínculos y comunicació n con el entorno familiar, laboral y social, salvo
excepciones debidamente fundamentadas por el equipo de salud interviniente. Tercero: Debe
realizarse por el tiempo má s breve posible, en funció n de los objetivos terapéuticos y con el
consentimiento informado del paciente o del representante legal cuando corresponda (Art. 14, 15,
16).
En el caso en que sea necesario acudir a una internación involuntaria, por ausencia de otra
alternativa eficaz para el tratamiento, la ley prevé condiciones estrictas para que la misma proceda.
En primer lugar, es concebida como un recurso terapéutico excepcional y só lo cuando mediare
situació n de riesgo cierto e inminente para sí o para terceros. La decisió n ya no depende del juez de
la causa o de una decisió n de funcionarios policiales, tal como se habilitaba en el régimen anterior.
Hoy la decisió n y criterios recaen en el equipo de salud que trata a la persona. A tales fines, se
requiere de la firma de al menos dos profesionales de diversas disciplinas, uno de los cuales debe
ser psicó logo o médico psiquiatra (Art. 20).
Una vez dispuesta la internació n involuntaria debidamente fundada, el equipo de salud
tratante tiene un plazo de 10 hs para notificar la situació n al juez competente, quien tendrá un plazo
má ximo de 3 días para convalidar la internació n en esta modalidad, denegarla, o pedir informes
ampliatorios (Art. 21).
Finalmente quiero rescatar un aspecto especialmente destacable que se establece a partir de
esta ley, en lo atinente a que toda internació n o atenció n ambulatoria debe ser realizada en
hospitales generales (Art. 28). En sintonía a esto, se prohíbe la creació n de nuevos manicomios,
hospitales neuropsiquiá tricos o instituciones de internació n monovalentes, pú blicos o privados,
debiendo los existentes adaptarse progresivamente a los lineamientos de esta ley hasta su
sustitució n definitiva por los dispositivos alternativos (Art. 27).

Consideraciones finales

La ley Nacional de Salud Mental viene a demarcar un antes y un después en el campo de la


salud mental, su tratamiento, servicios y políticas. Dicha norma viene a delimitar un quiebre del
paradigma tradicional, para establecer un nuevo modelo centrado en el enfoque de derechos y
orientado a la inclusió n social de las personas con padecimientos mentales.
A través de sus 46 artículos se garantizan, entre otros, los derechos de las personas con
padecimiento mental a vivir en la comunidad; a la inclusión social; a la atención
sanitaria adecuada; a mantener vínculos familiares y afectivos; a la no-discriminación; a
la intimidad; al consentimiento informado de las medidas de tratamiento que le serán
suministradas; a la información sobre su estado de salud y a la autonomía personal
(Direcció n Nacional de Salud Mental y Adicciones, 2013, s/p).
No obstante y como bien va a sostener Gorbacz “su cumplimiento es posible en tanto haya
actores que puedan comprenderla y apropiarsela” (Gorbacz, 2011, s/p), removiendo viejas prá cticas
y recuperando la dignidad de los pacientes.

Referencias

Direcció n Nacional de Salud Mental y Adicciones (2013) “Recomendaciones para el tratamiento de temas de Salud Mental
en los medios”. Disponible en:http://www.msal.gov.ar/images/stories/bes/graficos/0000000479cntrecomendaciones-
tratamiento-temas-salud-mental-medios.pdf
Direcció n Nacional de Salud Mental y Adicciones. (2015) “Lineamientos para la mejora de la Formació n Profesional en
Salud Mental”. Ministerio de Salud de la Nació n.
Gorbacz, L. A. (2011) “La Ley de Salud Mental y el proyecto Nacional” en Blanck, E (coord.) Panorámicas de salud mental.
A un año de la sanción de la Ley Nacional N° 26657: Eudeba.
Kuhn, T. S. (1970) “The Structure of Scientific Revolutions”. Chicago & Londres: Univ. of Chicago Press. Disponible
en:http://www.webdianoia.com/contemporanea/kuhn.htm

Leyes
Ley Nacional N° 26.657. Derecho a la protecció n de la salud Mental. Publicada en el Boletín Oficial del 03-dic-2010
Nú mero 32041. Repú blica Argentina.
Ley Provincial N° 9.848. Régimen de la protecció n de la salud mental en la Provincia de Có rdoba. Publicada en Boletín
oficial de la Provincia de Có rdoba el 22-oct-2010. Disponible en:http://www.prensalegiscba.gob.ar/boletin/11-leyes-
destacadas/?pagina=9

GUIA DE LECTURA

➢ ¿En qué añ o y por quien es sancionada la Ley de Salud Mental Nº 26.657 y la Ley Nº 9.848?
➢ ¿Cuá l es el objetivo tras el cual se sanciona la Ley Nacional de Salud Mental?
➢ ¿Qué es un paradigma?
➢ Tras la sanció n de la ley de salud mental, se establecen nuevos criterios y lineamientos que
vienen a instituir un cambio radical de paradigma. ¿En qué consiste?
➢ Remítase a Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657 e identifique que establece en relació n a:
- La concepció n de Salud mental
- Las adicciones
- Interdisciplina
- El diagnó stico
- Derechos de las personas con padecimiento mental
- Modalidad de abordaje
- Prescripció n de medicació n
- Equipo interdisciplinario
- Internaciones
- Hospitales Generales
- Derivaciones
- Autoridad de Aplicació n

ARTÍCULO INCIDENCIAS DEL CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA


NACIÓN EN LA PRÁCTICA DEL PROFESIONAL PSICÓLOGO

AUTOR/ES JOSEFINA REVOL

Al iniciar la prá ctica profesional como psicó logos, tenemos el deber de conocer la normativa
vigente que regula y orienta nuestro propio accionar. Ahora bien ¿Qué sucede con el contexto legal
que rodea a la comunidad en la cual estamos insertos? ¿Es suficiente conocer la normativa
específica para un accionar adecuado? ¿Incide el marco legal y constitucional de nuestro país, en una
profesió n que puede generar riesgo directo para una població n?
Estamos insertos en una sociedad, y el marco legal y constitucional de un país determina lo
que está permitido y prohibido en la misma, y por lo tanto enmarcan el accionar de todas las
personas humanas, conocerlo funcionará como guía en el accionar profesional para la bú squeda de
un mayor beneficio del sujeto humano en particular y de la sociedad en general.
Así surge el interés de reflexionar y profundizar en ciertos aspectos del Có digo Civil y
Comercial de la Nació n, y de ciertas leyes circundantes a nuestra profesió n, necesarias para lograr
un idó neo ejercicio de nuestro rol.
En primer lugar resulta menester comprender que el Có digo Civil y Comercial de la Nació n es
un cuerpo orgá nico y sistemá tico de proposiciones jurídicas referidas al derecho privado en
Argentina, que fue sancionado por Ley N° 26.994, el 1 de octubre del añ o 2014. El mismo viene a
reemplazar el anterior Có digo Civil, aprobado por la ley N° 340, y el Có digo de Comercio, aprobado
por las leyes N° 15 y 2.637 (Art. 4, Ley N° 26.994) (Buteler Cá ceres, 1998).
La principal modificació n y evolució n de dicho có digo se basa en un cambio en el paradigma
del Derecho. Ya no es ú nicamente el hombre el sujeto del Derecho, sino que se concibe al sujeto en
términos igualitarios, dando lugar a la aparició n de la mujer, el niñ o, las personas con capacidades
diferentes, entre otros, y sin realizar discriminaciones respecto a sexo, religió n, origen o estado
socioeconó mico.
Esta modificació n admite la concepció n de una sociedad multicultural y pluralista, y nos
convoca como profesionales del campo de la salud mental, a conocer aspectos fundamentales que se
vislumbran en nuestro ejercicio cotidiano.
A tales fines, me propongo a continuació n focalizar algunos conceptos esenciales, que
emergen de los diferentes libros y capítulos del có digo vigente, relacioná ndolos con normativas
sancionadas anteriormente, que el presente có digo toma y réplica (Ley de Salud Mental, Ley de
Protecció n Integral de Derechos de Niñ os, Niñ as y Adolescentes, Ley de Reproducció n Médicamente
Asistida, Ley de Matrimonio Igualitario), que implican un gran reconocimiento de nuestro campo de
intervenció n y que deben ser registradas por los profesionales psicó logos para el ejercicio de una
buena praxis.
Dignidad

Comenzaré por analizar el precepto Dignidad ya que el ser considerado desde la perspectiva
de los derechos humanos en el có digo vigente, implica un gran progreso para la sociedad, que
modifica su perspectiva y que parte desde la inclusió n, la aceptació n de la diferencia y la no
discriminació n, a la hora de pensar la vida de la persona humana. Dicha modificació n resulta un
campo de batalla ganado para los profesionales del campo de la salud mental, ya que involucra una
capacidad social de alojar lo anteriormente considerado excluido, distinto, ajeno y con ello el
surgimiento de nuevas subjetividades que deberá n ser abordadas y alojadas por nosotros en el
ejercicio profesional.
El artículo N° 51, del capítulo 3 “Derechos y actos personalísimos” del libro primero, título I,
del Có digo Civil y Comercial de la Nació n (en adelante C.C.C.N), expresa que “la persona humana es
inviolable y tiene derecho al reconocimiento y el respeto de su dignidad” (C.C.C.N, 2014 [2015], p.
41).
Con ello es posible observar una gran evolució n y modificació n del paradigma jurídico, ya
que se considera a la dignidad como un derecho inherente a la condició n de persona humana, y a
partir de allí se desprende la aceptació n de su individualidad, libertad, integridad, autonomía y
subjetividad.
En el mismo sentido, dicho artículo entra en consonancia con el Có digo de É tica de la
Provincia de Có rdoba (2016) el cual plantea como uno de los cinco principios bá sicos que deben
orientar nuestro ejercicio profesional, el respeto por la dignidad de las personas y los pueblos,
considerando al mismo como el principio ético fundamental, del cual se desprenderá n el resto de los
principios éticos.
Otra de las normativas preexistentes a la sanció n del C.C.C.N, y que requiere ser conocida por
los profesionales, es la Ley N° 26.862 de Reproducció n Médicamente Asistida, la misma fue
sancionada el 5 de junio del añ o 2013 y tiene como objetivo primordial garantizar el derecho
humano a acceder a procedimientos y técnicas médico-asistenciales de reproducció n asistida, y por
ende a la paternidad, maternidad y a formar una familia, a toda persona humana. Se funda, para tal
fin, en el derecho a la dignidad, y por ende a la libertad y a la igualdad, con lo cual se vislumbra un
gran avance en materia del Derecho con la inclusió n del concepto dignidad, ya que debemos tener
en cuenta que el C.C.C.N estaría retomando y replicando normativas anteriores, de gran relevancia y
que implican un progreso que debe ser contemplado en nuestro campo de ejercicio.
Queda claro, entonces, que como sociedad, individuos y profesionales del campo de la salud
mental debemos evitar y evidenciar situaciones en las que obre discriminació n y por lo tanto no se
respete el derecho a la dignidad de una persona, cualquiera sea su condició n, sexo, género, religió n,
estado socioeconó mico, nacionalidad, ideología y costumbres.
Ahora bien, respecto a la denominació n de la inviolabilidad de la dignidad de la persona
humana, implica y posibilita el establecimiento de ciertas restricciones, ya que la libertad y la
dignidad ingresan en la esfera de lo no negociable, de lo que está fuera del mercado, y por lo tanto
niega todo valor econó mico de la misma, de su cuerpo y de sus partes, pudiendo tener solo un valor
afectivo, terapéutico, científico, humanitario o social (Herrera, Caramelo & Picasso, 2015). Así su
inclusió n denota un notable adelanto en el camino hacia el respeto por toda la comunidad jurídica y,
principalmente, desde nuestro lugar profesional al relacionamos de manera estrecha y directa con
aquellas facetas que afectan a la dignidad y la libertad de los individuos.
Otro de los artículos, dentro de este capítulo y que posee gran relevancia para nuestra
profesió n es el artículo 52, el cual expresa que al ser lesionada la dignidad de la persona, a través de
la violació n de su intimidad, reputació n, imagen o identidad, tanto individual como familiar, podrá
reclamar la reparació n o prevenció n de dichos dañ os.
Así se establece cuáles son las consecuencias del atentado a una serie de derechos que
hacen a la dignidad personal. De esta manera, la dignidad y sus emanaciones o
derivaciones, que en su caso lo constituye todo derecho personalísimo, son objeto de
tutela, respeto y reconocimiento (Herrera et al, 2015, p. 127).
Si tomamos en cuenta que frente a nuestra prá ctica cotidiana presenciamos y recibimos
informació n íntima y privada de nuestros pacientes, lo estipulado por el artículo 52, encuentra
relació n con el deber de resguardar el secreto profesional, mencionado en el apartado 1.22 de
nuestro Có digo de É tica (2016). En el mismo queda expuesto que el profesional psicó logo debe
asegurar la confidencialidad de toda informació n otorgada en la prestació n de sus servicios
profesionales, protegiendo la seguridad y la dignidad de sus consultantes, familiares y comunidades,
generá ndose responsabilidades penales o civiles frente a su incumplimiento.

Capacidad

La importancia de este subtítulo se funda en percibir las diferencias respecto a la titularidad


y ejercicio del derecho. Partir desde la postura de la capacidad y plantear la imposibilidad como la
excepció n a la regla, también implica que como sociedad hemos evolucionado y comprendido que la
capacidad es un concepto diná mico, situacional y por ende modificable.
Así el hecho de que una persona humana se encuentre incapacitada en cierto momento de
ejercer o ser titular de un derecho, no significa que nunca lo estará , con lo cual se busca generar una
igualdad de oportunidades para la persona humana, ya sea que tenga una discapacidad, sea menor
de edad o posea cierto padecimiento mental.
El artículo 22 y 23, del título primero “Persona Humana”, del libro I, denominado capacidad,
parte de la concepció n de que toda persona humana goza de la aptitud para ser titular de derechos y
deberes jurídicos, y de ejercerlos por sí misma.
Ahora bien, es importante diferenciar qué entendemos por el concepto de capacidad de
derecho y capacidad de ejercicio del derecho. Para el á mbito jurídico hablar de capacidad es hablar
de una condició n inherente, un atributo de la persona humana, y por lo tanto un derecho de la
misma. En el mismo sentido, se considera que en ciertas situaciones la persona humana no posee la
capacidad de ejercer este derecho, es decir decidir y obrar por si misma sobre sus derechos y
deberes jurídicos.
Sin embargo, al ser la capacidad un concepto inherente al ser humano, debe considerarse a la
imposibilidad de ejercerla como una excepció n y por lo tanto las limitaciones deben ser
situacionales, evaluadas con criterio restrictivo y reevaluadas de manera constante a los fines de
restituir o intentar restituir ese derecho.
Para el C.C.C.N serían personas incapaces de ejercicio, la persona por nacer, la persona que no
cuenta con la edad y grado de madurez suficiente y la persona declarada incapaz por sentencia
judicial (Art. 24).
En principio elabora una diferenciació n de la persona menor de edad, es decir menor a 18
añ os, pero incorporando la figura del adolescente, como persona mayor a 13 añ os. Esto es un gran
avance, porque se asume y se reconoce que niñ os y adolescentes poseen diferentes grados de
madurez en su desarrollo, y se presume que este ú ltimo adquiere mayor capacidad para decidir
respecto y sobre su persona, especialmente en cuanto pudiese existir una colisió n de intereses entre
él y sus representantes legales. Esto nos implica directamente como profesionales psicó logos ya que
nos habilita a la utilizació n de herramientas que funcionen de apoyo a dicho adolescente,
promoviendo siempre el interés superior del mismo.
Se le reconoce entonces el derecho a ser oído, valorado, a que se respete su opinió n y a que
sea necesario su consentimiento en cualquier proceso que implique a su propio cuerpo, es decir su
interés superior como orientador y como principio a seguir frente a la existencia de conflictos de
intereses, el cual ya había sido considerado en la Ley Nacional de Protecció n Integral de Niñ as,
Niñ os y Adolescentes, sancionada en el añ o 2005 (Art. 3).
En segundo lugar y respecto a la restricció n de la capacidad, se especifican ciertas reglas, que
entran en conformidad con lo dispuesto por la Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657 y que
plantean una evolució n respecto a la persona que sufre cierto padecimiento mental.
En el artículo 31 del C.C.C.N se presume que aunque una persona se encuentre internada en
un establecimiento asistencial, posee capacidad para el ejercicio de sus derechos, y si esto no fuera
así, las limitaciones se consideran de cará cter excepcional, con lo cual la intervenció n del estado al
respecto deberá tener siempre cará cter interdisciplinario y se deberá informar continuamente a la
persona en cuestió n, todo el proceso judicial y de su tratamiento; que tendrá como objetivo la
menor restricció n de sus derechos y libertades, y utilizará los medios y tecnologías necesarias para
que la persona otorgue su consentimiento en dicho proceso.
En el mismo sentido se destaca la importancia de las relaciones sociales y familiares de la
persona con capacidad restringida, promoviendo así su autonomía, comunicació n, comprensió n y
manifestació n de su voluntad, para el ejercicio de sus derechos.
Lo mencionado anteriormente se especifica en los artículos 9, 14, 15 y 18 de la Ley de Salud
Mental N° 26.657 los cuales priorizan que la intervenció n debe realizarse preferentemente fuera del
á mbito de internació n, y en caso de ser necesaria debe regir el cará cter de restrictivo, llevá ndose a
cabo cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que la intervenció n ambulatoria. De esta
manera al producirse la misma, se debe intentar que sea lo má s breve posible y que se otorgue el
consentimiento informado de la persona o representante legal, pudiendo decidir el abandono de la
internació n en cualquier momento que lo desee.
De esta forma si el profesional no cumple con tales disposiciones lo hará n pasible de las
acciones civiles y penales que correspondan (Ley Nacional N° 26.657, 2010, art. 19).
En tercer lugar en sus artículos 32 y 35, el C.C.C.N especifica las acciones a implementar
respecto a la figura de la persona con capacidad restringida, para la cual se deben designar el o los
apoyos necesarios, a los fines de promover la autonomía, y la facilitació n en la toma de decisiones,
administració n de sus bienes y celebració n de actos jurídicos en general. Cuando por excepció n
dichos apoyos resulten ineficaces, y la persona se encontrara imposibilitada puede declararse la
incapacidad y designar un curador, habiendo realizado previamente una entrevista personal y
asegurando la accesibilidad y los ajustes razonables del procedimiento.
Este apartado resulta de extrema importancia ya que se admite que la sentencia de
incapacidad se realiza en cará cter de excepcionalidad y la misma deberá fundarse en un examen de
un equipo interdisciplinario facultado para tal fin. Con lo cual se modifica la concepció n de
padecimiento mental como un estado inmodificable y se propicia una intervenció n, tanto desde el
á mbito de salud como desde el á mbito jurídico, integral y centrado desde un paradigma de derechos
humanos. Esto a su vez implica una modificació n de perspectiva que asume la intervenció n con la
persona humana, desde la perspectiva de la salud y no de la enfermedad.
Finalmente, respecto al concepto de representante judicial para quienes son incapaces de
ejercer sus derechos por sí mismos: personas por nacer, menores de edad no emancipadas y
personas con capacidad restringida; el có digo plantea que deben adjudicarles representantes
legales, que pueden ser sus padres, apoyos o un curador (C.C.C.N, 2014 [2015], art. 101).
Cuando se produce una situació n en la cual sea necesario brindar protecció n a la persona y
bienes de un niñ o, niñ a o adolescente, y no exista nadie que ejerza la responsabilidad parental, o
haya sido apartado de tal responsabilidad por estar involucrado el interés superior del niñ o, es
cuando aparece la figura de la Tutela. La misma puede ser ejercida por una o má s personas, y puede
ser designada por los padres del niñ o, niñ a o adolescente, la cual debe ser aprobada judicialmente, y
debe ser beneficiosa para el niñ o, niñ a o adolescente y priorizar el vínculo afectivo y centro de vida
del mismo. Asimismo se especifica que en caso de existir conflictos de intereses entre representante
y representado, y este ú ltimo fuera un adolescente, se podrá decidir la no designació n de un tutor
que lo represente, siempre priorizando la voz e interés superior de dicho adolescente (C.C.C.N, 2014
[2015], art. 104-109).

Nuevas Configuraciones Familiares

La particularidad del segundo libro del C.C.C.N, denominado Relaciones de Familia, se


desarrollará en este apartado debido a que implica que como sociedad se ha avanzado en la
aceptació n de las diferentes formas, modalidades y diná micas de familia existentes hoy en nuestra
sociedad, que durante muchos añ os quedaron apartadas, invisibilizadas y discriminadas en materia
de Derecho.
Al entrar en vigencia el C.C.C.N (2015), el matrimonio encuentra su base en los principios de
libertad e igualdad, con lo cual ya no es necesario que exista una razó n o causa para la culminació n
del mismo, y se admite unió n matrimonial sin discriminació n de sexo, orientació n sexual y de
género. Así se favorece y respeta la autonomía y derechos del sujeto.
Esta concepció n de igualdad de derechos y aceptació n de una sociedad multicultural y
pluralista ya había sido un campo de lucha ganado con la sanció n de la Ley de Matrimonio Civil N°
26.618, en el añ o 2010, sin embargo la inclusió n y modificació n en el có digo vigente, implica mayor
reconocimiento social y jurídico de dicha perspectiva.
La cuestió n de mayor importancia respecto a la sanció n de la Ley de Matrimonio Civil y la
replicació n de la misma en el C.C.C.N, fue la aceptació n de nuevas configuraciones familiares que no
podían acceder a beneficios y derechos bá sicos como el acceso a una obra social, o la posibilidad de
adopció n y/o maternidad o paternidad compartida, otorgá ndoles así legalidad e igualdad de
oportunidades a las hora de formar una familia.
Merece recalcarse que en el sistema axiológico vigente (que cambió definitivamente el
arquetipo sobre la igualdad decimonónica y avanzó hacia la igualdad real de
oportunidades y de trato), no significa igualación o nivelación absoluta, sino garantía de
equiparación de puntos de partida por medio de una legislación adecuada. Por eso, el
C.C.C.N contiene un plexo normativo que pretende conjugar la igualdad proclamada con
la responsabilidad familiar, de modo de garantizar la protección de los derechos
fundamentales de los miembros más vulnerables en cada familia y en cada matrimonio
(Herrera et al, 2015, p. 4).
Reflexiones Finales

Si bien es posible realizar un aná lisis exhaustivo de muchos de los apartados del C.C.C.N, se
considera de especial importancia los expuestos en el presente artículo ya que nos llevan como
profesionales psicó logos a posicionarnos como agentes activos de cambio.
Asimismo resulta interesante comprender que frente a las modificaciones del có digo vigente
lo que se promueve es la mayor autonomía de la persona humana, reconociendo así su libertad de
acció n y pensamiento, y por lo tanto el deber como profesionales de la salud mental de ponderar y
respetar estos derechos a la hora de guiar la conducta en el ejercicio profesional.
Estamos inmersos en una sociedad democrá tica que se reinventa y evoluciona
continuamente hacia un paradigma de respeto por los tratados y convenciones de derechos
humanos internacionales, pero aú n en la actualidad existen ciertos sectores de la sociedad que se
resisten e impiden la producció n de este tipo de pensamiento. Con lo cual reconocer y estar
instruidos respecto a los aspectos normativos vigentes nos otorga herramientas para el ejercicio de
una buena praxis, para comprender el impacto de la actuació n profesional, para reconocer las
responsabilidades éticas y legales implicadas en el accionar del psicó logo, y para reflexionar sobre
ciertos aspectos que aú n quedan por reconocer y recorrer a los fines de promover una visió n de
igualdad de derechos y aceptació n de la diferencia.

Referencias

Herrera, M; Caramelo, G & Picasso, S; (2015) “Código Civil y Comercial de la Nación Comentado”; Tomo I, Título
Preliminar y Libro Primero Artículos 1 a 400. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Presidencia de la Nació n. Pp. 1
– 613.
Herrera, M; Caramelo, G & Picasso, S; (2015) “Código Civil y Comercial de la Nación Comentado”; Tomo II, Libro Segundo
Artículos 401 a 723. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Presidencia de la Nació n. Pp. 1-586.
Buteler Cá ceres, José A; (1998) “Manual de Derecho Civil – Parte General”. Editorial Advocatus. P. 31. Disponible en:
https://es.scribd.com/doc/129562245/Manual-de-Derecho-Civil-Parte-General-Jose-a-Buteler-Caceres

Leyes y códigos

Có digo Civil y Comercial de la Nació n, (2014 [2015]), Repú blica Argentina, Mendoza, Ed. Ediunc.
Có digo de É tica del Colegio de la Provincia de Có rdoba, aprobado por asamblea extraordinaria el 12 de noviembre del
2016. Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba [en línea]. Disponible en: https://cppc.org.ar/nuevo-codigo-de-
etica-del-colegio-de-psicologos-de-la-provincia-de-cordoba/
Ley N° 26.862, Acceso integral a los procedimientos y técnicas médico-asistenciales de reproducció n médicamente
asistida, sancionada el 5 de Junio de 2013, Publicada el 25 de junio de 2013. Ministerio de Economía y Finanzas Pú blicas
[en línea]. Disponible en: http://www.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/215000-219999/216700/norma.htm
Ley N° 26.657, Derecho a la Protecció n de la Salud Mental, sancionada el 25 de noviembre de 2010, promulgada el 2 de
diciembre de 2010. Ministerio de Economía y Finanzas Pú blicas [en línea]. Disponible en:
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/175000-179999/175977/norma.htm
Ley N° 26.618, Matrimonio Civil, sancionada el 15 de julio del 2010, promulgada el 21 de julio del 2010. Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos [en línea]. Disponible en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/165000-
169999/169608/norma.htm
Ley N° 26.061, De Protecció n Integral de los Derechos de Niñ as, Niñ os y Adolescentes, sancionada el 28 de septiembre
del 2005, promulgada de hecho el 21 de octubre del 2005. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos [en línea].
Disponible en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/110000-114999/110778/norma.htm
GUIA DE LECTURA

➢ ¿Cuá l es la principal modificació n y evolució n que viene a proponer el Có digo Civil


y Comercial de la Nació n?
➢ ¿Existe normativa previa a la sanció n del Có digo Civil y Comercial de la Nació n, que
marque un cambio de paradigma en la concepció n del sujeto? En caso de ser afirmativo
¿Cuá les?
➢ ¿Qué relació n guarda el precepto Dignidad, propuesto en el Có digo Civil y Comercial, con
el deber de resguardar el secreto profesional?
➢ Diferencie capacidad de derecho y capacidad de ejercicio de derecho.
➢ ¿Cuá les son los avances propuestos por el Có digo Civil y Comercial de la Nació n, respecto a
la concepció n de Niñ ez y Adolescencia?

ARTÍCULO PRAXIS PSICOLÓGICA CON NIÑAS, NIÑOS Y


ADOLESCENTES. ASPECTOS LEGALES Y
ÉTICOS IMPLICADOS EN EL EJERCICIO
PROFESIONAL

AUTOR/ES GABRIELA M. DEGIORGI

La praxis psicoló gica con niñ as, niñ os y adolescentes involucra aspectos éticos y legales
específicos para este grupo etá reo, que no pueden dejar de ser contemplados por el profesional a la
hora de su ejercicio.
Me propongo a continuació n analizar algunos de estos aspectos, atendiendo a los nuevos
cambios gestados desde la perspectiva jurídica en lo que a las concepciones de la infancia-
adolescencia respecta, para evaluar luego las vicisitudes, incidencias y repercusiones que las
normativas devenidas del actual paradigma tienen en el desempeñ o de nuestro quehacer
profesional.

El antes y el después de la infancia-adolescencia en el campo del derecho

El paradigma de la infancia-adolescencia considerado desde la dimensió n jurídica ha


atravesado un cambio estructural a partir de la ú ltima década del siglo pasado, con su consecuente
repercusió n en el sentido legislativo.
Es posible hablar de un antes y un después de la Convenció n Internacional de los Derechos
del Niñ o (en adelante CDN) sancionada por las Naciones Unidas en 1989, ratificada en nuestro país
en 1990 por medio de la ley N° 23.849, adquiriendo jerarquía Constitucional con la reforma de
1994.
El modelo tradicional jurídico previo a la ratificació n de la Convenció n, estaba representado
por la idea de que el menor debía ser “objeto de tutela”, siendo considerado el mismo, como “objeto
pasivo de derechos”.
Dicho criterio estaba fundado en la Institución del Patronato del Estado que regulara la Ley
“Agote” Nº 10.903 en vigencia desde 1.919, donde tras el objeto de “protecció n-control” el Estado
tenía una total intervenció n a través del Poder Judicial, adoptando las medidas necesarias frente a
todos aquellos casos considerados de “situació n irregular”.
Esta corriente que conformó la doctrina de la “situació n irregular”, equiparaba jurídicamente
al menor que hubiese incurrido en un hecho antisocial, como al que se encontrara en situació n de
peligro, abandono material o moral, atravesando un déficit físico o padecimiento mental. Se incluía
también aquí a aquellos menores que no recibieren el tratamiento, la educació n y los cuidados
correspondientes, condenando a las familias má s vulnerables econó micamente por una supuesta
incapacidad para la protecció n de sus hijos.
El modelo de resolució n adoptado por el Patronato del Estado ante las problemá ticas que
pudieren emerger, sean de una u otra índole, era sistemá ticamente el mismo: la
“institucionalizació n” en establecimientos destinados a tal fin.
La variante institucional se constituyó en uno de los principales ejes de la oferta
gubernamental y no gubernamental de “protecció n” a la infancia-adolescencia, lo que implicó una
exclusió n y aislamiento del menor de sus condiciones familiares, sociales, culturales y comunitarias.
Este enfoque, que hizo de la “minoridad” una especializació n, es la que prevaleció hasta la
aprobació n de la Convenció n sobre los Derechos del Niñ o (CDN, 1989).
A partir de la misma viene a establecerse una innovació n sustancial, dá ndose un pasaje de la
idea del menor como “objeto de tutela”, a una idea del niñ o-joven como “sujeto pleno de derechos”,
siendo la doctrina de “situació n irregular” reemplazada por la doctrina de “protecció n integral” de
los derechos de la infancia-adolescencia, donde lo que se instituye es el “interés superior del niñ o5”.
Los postulados má s importantes que vienen a formar parte de este proceso son:
⮚ El cambio del término menor por el de niñ o, que responde no só lo a una opció n
terminoló gica, sino a una concepció n distinta: el cambio de un ser objeto de aplicació n de
derechos, desprovisto de facultades para ejercerlos; por un ser, sujeto de derecho capaz de
ejercer derechos fundamentales.
⮚ La consideració n del principio del “interés superior del niñ o”, que sirve como garantía,
norma de interpretació n y/o resolució n de conflictos; y como criterio orientador de las
políticas pú blicas referidas a la infancia-adolescencia.
⮚ La inclusió n de los derechos de los niñ os dentro de los programas de Derechos Humanos.

⮚ El reconocimiento al niñ o de derechos y garantías en los casos en los que se encuentre en


conflicto con la ley, especialmente la ley penal. En este ú ltimo caso, la necesidad de
diferenciar el grado de responsabilidad segú n el grupo etá reo al que pertenezca.
⮚ El establecer un tratamiento distinto a los niñ os que se encuentran abandonados con los
infractores de la ley penal, separando claramente la aplicació n de una política social o política
criminal respectivamente.
⮚ La adopció n de medidas alternativas a la privació n de libertad, la cual debe ser una medida
excepcional y aplicarse por el mínimo plazo posible.
5Entendiendo al mismo según el Art. 1 de la CDN como todo menor de 18 años.
⮚ El principio de igualdad ante la ley y la no discriminació n.
La Convenció n al decir de Cillero Bruñ ol (1997):
Viene a operar como ordenador de las relaciones entre el niño, el Estado y la familia, que
se estructura a partir del reconocimiento de derechos y deberes recíprocos. Es
profundamente respetuosa de la relación niño-familia, enfatizando el rol de las políticas
sociales básicas y de protección a la niñez y la familia; limitando la intervención tutelar
del Estado a una última instancia que supone que han fallado los esfuerzos de la familia
y los programas sociales generales (Cillero Bruñ ol, 1997).
Se transforman así los principios de la intervenció n del Estado, se acentú a el protagonismo
de las políticas sociales para apoyar a la familia en la protecció n, desarrollo y supervivencia de los
niñ os y adolescentes y se replantea el papel de la intervenció n de la justicia afirmando su
importancia como instancia para la resolució n de conflictos específicamente jurídicos y como
mecanismo de garantía para la exigibilidad de aquellos derechos que, siendo amenazados o
vulnerados por el Estado o las instituciones, no logran resolverse en otro plano.
Si bien la CDN es un instrumento jurídico vinculante, durante muchos añ os quedó pendiente
que los lineamientos acordados en el marco de la misma fuesen trasladados al campo jurídico
nacional mediante una normativa que tuviese una incidencia má s efectiva en el respeto por estos
derechos dentro de los á mbitos vinculados a la niñ ez.
La demora en la adecuació n legislativa implicó que durante añ os coexistieran dos visiones
opuestas: la que promovía la CDN y la que subyacía a la Ley de Patronato.
Un paso fundamental al respecto, es dado recién quince añ os después de haberse ratificado la
Convenció n en nuestro país, cuando es promulgada la Ley Nº 26.061 de Protecció n Integral de los
Derechos de las Niñ as, Niñ os y Adolescentes, que es la que viene a derogar definitivamente la Ley de
Patronato del Estado.

El nuevo corpus normativo y su incidencia en el accionar profesional

El cambio de paradigma respecto a la infancia-adolescencia logra progresivamente


plasmarse en un nuevo corpus normativo, fortaleciéndose así en la letra de la ley el sentido que
promueve la CDN. Dicho cambio viene en consolidació n progresiva en los usos y costumbres, en el
diseñ o de la organizació n administrativa y judicial del Estado, como en el criterio de todos aquellos
actores que desempeñ an su praxis en el terreno de la infancia-adolescencia.
Como profesionales de la psicología no estamos exentos al espíritu de esta nueva concepció n,
debiéndose conocer y evaluar có mo se articula y de qué manera condiciona este nuevo
ordenamiento jurídico a nuestro quehacer profesional.
Me propongo entonces, analizar a continuació n aquellos aspectos y criterios normativos que
implícita o explícitamente nos involucran y son vinculantes para el ejercicio de nuestra prá ctica con
niñ as, niñ os o adolescentes.
La reciente Ley Nacional Nº 26.061 sancionada en el añ o 2005, viene a establecer como su
objeto (Art.1) “la protecció n integral de los derechos de las niñ as, niñ os y adolescentes”,
estableciendo como principio rector “el interés superior del niñ o”, entendido éste como “la má xima
satisfacció n integral y simultá nea de los derechos y garantías reconocidos” (Art. 3).
Viene a instituir a través de su artículo 2 “la aplicació n obligatoria de la CDN” estableciendo
su vigencia en “todo acto, decisió n o medida administrativa, judicial o de cualquier naturaleza que se
adopte respecto de las personas hasta los dieciocho añ os de edad”. Dicho precepto viene a
establecer una impronta, que establece el deber de incorporació n de estos aspectos a la hora de
direccionar nuestra actuació n profesional.
La “protecció n integral” establecida en la presente Ley, invoca un compromiso de resguardo
de los derechos y garantías en ella enunciados, involucrando al respecto a distintos sectores: la
familia, “responsable en forma prioritaria” (Art. 7); los Organismos del Estado, “responsables
indelegablemente a través de sus Políticas Pú blicas” (Art. 5); la comunidad, “por motivos de
solidaridad y en ejercicio de la democracia participativa” (Art. 6); los organismos, entidades y
servicios, “destinados a la promoció n, prevenció n, asistencia, protecció n, resguardo y
restablecimiento de los derechos de las niñ as, niñ os y adolescentes” (Art. 32), pudiéndonos ubicar
aquí los psicó logos como parte responsable de dicha protecció n.
Las reformas logradas hasta el momento, van a adquirir una impronta definitiva tras ser
incorporadas en una norma tan nodal de nuestro sistema jurídico, como es el nuevo Có digo Civil y
Comercial de la Nació n (en adelante C.C.C.N.). Dicho Có digo, no solo va a recoger y sustanciar los
avances normativos alcanzados hasta el momento, sino que va a avanzar en el reconocimiento de
derechos, deberes y garantías que procuran por el resguardo de las niñ as, niñ os y adolescentes.
A tales fines es fundamental comenzar definiendo y esclareciendo ciertas nociones jurídicas
bá sicas, como son la capacidad de derecho y la capacidad de ejercicio. Comenzaré retomando
algunos criterios sobre “capacidad” desarrollados en el artículo anterior, para profundizar luego su
especificidad en relació n al grupo etario que aquí convoca.
Como fue planteado, el C.C.C.N. en su Libro Primero, Título I. Persona humana, Capítulo 2.
Capacidad, Secció n 1ª. Principios generales, va a definir estos criterios.
A través del artículo 22. Capacidad de Derecho, se va a explicitar que: “toda persona humana
goza de la aptitud para ser titular de derechos y deberes jurídicos. La ley puede privar o limitar esta
capacidad respecto de hechos, simples actos, o actos jurídicos determinados” (C.C.C.N., 2015, art.
22).
Es así como el Có digo inicia regulando el régimen de capacidad de las personas. A modo
general, se entiende por capacidad a la aptitud otorgada a toda persona para ser titular de derechos,
adquirir obligaciones y ejercer dichos derechos por sí misma. Es un atributo de la persona inherente
a su condició n de tal, vinculá ndose con el respeto a su dignidad y libertad personal. La capacidad
siempre se establece como regla, cualquier limitació n es excepcional y en tal caso debe atender a la
protecció n de un determinado interés.
Por su parte, el artículo 23. Capacidad de ejercicio, va a expresar que: “toda persona humana
puede ejercer por sí misma sus derechos, excepto las limitaciones expresamente previstas en este
Có digo y en una sentencia judicial” (C.C.C.N., 2015, art. 23).
El principio de capacidad de ejercicio, se conecta con el de capacidad como derecho humano
de la persona. La capacidad de ejercicio puede ser definida como la capacidad de obrar, de acto. Se
refiere a la aptitud para actuar por sí los derechos reconocidos por el ordenamiento.
En cuanto a las limitaciones, se profundizan las exigencias y se determina en qué casos es
posible admitir una eventual restricció n. Estas “limitaciones expresamente previstas” se fundan en
ciertas condiciones de la persona –como puede ser la condició n de salud mental (psicosocial y/o
intelectual) y la situació n de niñ os, niñ as y adolescentes que no presenten las condiciones de edad y
madurez suficiente– que pudieran tornarla vulnerable frente a terceros, exponerla a riesgo de
perjuicio o abuso en el libre trá fico jurídico. Las restricciones a la capacidad de ejercicio no se
plantean con el objeto de limitar derechos, sino por el contrario como fundamento de protecció n del
sujeto susceptible de recibir restricciones por su situació n, auxiliá ndolo en la ejecució n de los actos
a través de mecanismos de asistencia para su celebració n. De esta manera, la incapacidad no da
motivo a no poder realizar un acto, sino a ejecutarlo mediante la intermediació n de la ficció n
sustitutiva dada por la figura del representante legal. En el caso de los menores de edad la figura
asignada como representante legal será n sus padres o tutores y en el de las personas mayores de
edad, su curador.
Por medio del artículo 24 se va a delimitar a quienes se considera Personas incapaces de
ejercicio, siendo incluidas en el Inciso b) como supuestos de incapacidad a: “la persona que no
cuenta con la edad y grado de madurez suficiente, con el alcance dispuesto en la Secció n 2ª de este
Capítulo” (C.C.C.N., 2015, art. 24).
El requisito normativo que viene a plantear este artículo para definir la existencia de
capacidad para llevar a cabo un determinado acto en el caso de las niñ as, niñ os y adolescentes,
aparece condicionado por dos aristas mixtamente implicadas: la edad y la madurez suficiente.
El calificativo “suficiente” va a tener vinculació n con el tipo de acto de que se trate. Es decir,
puede haber suficiente madurez para llevar a cabo un determinado acto y no así para ejercer otro.
A su vez, el régimen de capacidad de los menores no se asienta en condiciones etarias puras.
Puede haber capacidad en término generales, pero carecer de competencias para tomar
determinadas decisiones, o caso contrario, poseer competencias pese a su eventual condició n de
incapacidad civil.
La determinació n de la aptitud va a requerir entonces, de una evaluació n del caso y acto
concreto.
Esto marca un cambio de perspectiva en el campo del derecho, respecto a la concepció n
tradicional a la hora de analizar, entender y definir la capacidad de un sujeto. Pasa a adoptarse un
criterio má s empírico que técnico, alejado de aquel criterio má s taxativo del de otrora tiempos. El
posicionamiento actual demarca la necesidad de atender y priorizar la capacidad personal para
comprender, evaluar, razonar y por ú ltimo decidir ante una situació n concreta.
Esta nueva direcció n se emparenta mucho con la noció n bioética de “competencia”, donde se
contemplan las condiciones personales para dirimir si se posee la aptitud necesaria para el ejercicio
del acto que se trate.
Si bien el C.C.C.N. viene a plasmar un sistema má s justo que pondera el respeto de la persona
humana, esta noció n ya estaba incorporada de manera expresa en la Ley N° 26.061 cuando a través
del artículo 3 se define entre los componentes descriptivos del interés superior del niñ o, el deber de
respetar “… su condició n de sujeto de derecho (…) edad, grado de madurez, capacidad de
discernimiento y demá s condiciones personales” (Ley N° 26.061, 2005, art. 3).
En lo que respecta al “alcance dispuesto en la Secció n 2ª de este Capítulo”, a través del
artículo 25. Menor de edad y adolescente, se va a puntualizar que: “Menor de edad es la persona que
no ha cumplido dieciocho añ os. Este Có digo denomina adolescente a la persona menor de edad que
cumplió trece añ os” (C.C.C.N., 2015, art. 25).
Los 18 añ os, es la edad tope hasta donde una persona puede ser considerada menor de edad.
Los 13 añ os van a permitir diferenciar dentro del universo de la infancia a los dos grupos que la
constituyen: niñ os y adolescentes.
Esta ú ltima distinció n no es arbitraria, sino que tiene sus efectos jurídicos. La presunció n de
madurez que le es otorgada al adolescente, lo habilita aun en su condició n de minoridad, al ejercicio
de determinados actos. Sobre esto se explaya el artículo 26. Ejercicio de los derechos por la persona
menor de edad, explicitá ndose:
La persona menor de edad ejerce sus derechos a través de sus representantes legales. No
obstante, la que cuenta con edad y grado de madurez suficiente puede ejercer por sí los
actos que le son permitidos por el ordenamiento jurídico. En situaciones de conflicto de
intereses con sus representantes legales, puede intervenir con asistencia letrada.
La persona menor de edad tiene derecho a ser oída en todo proceso judicial que le
concierne así como a participar en las decisiones sobre su persona.
Se presume que el adolescente entre trece y dieciséis años tiene aptitud para decidir por
sí respecto de aquellos tratamientos que no resultan invasivos, ni comprometen su
estado de salud o provocan un riesgo grave en su vida o integridad física.
Si se trata de tratamientos invasivos que comprometen su estado de salud o está en
riesgo la integridad o la vida, el adolescente debe prestar su consentimiento con la
asistencia de sus progenitores; el conflicto entre ambos se resuelve teniendo en cuenta su
interés superior, sobre la base de la opinión médica respecto a las consecuencias de la
realización o no del acto médico.
A partir de los dieciséis años el adolescente es considerado como un adulto para las
decisiones atinentes al cuidado de su propio cuerpo (C.C.C.N., 2015, art. 26).
A través de este artículo, el Có digo viene a regular tres aristas fundamentales. La primera de
ella plantea especificaciones respecto a la capacidad de ejercicio y el lugar de la representació n.
Tal como ya fue analizado previamente, la representació n tiene por meta resguardar los
derechos del menor, sin embargo esto no se constituye por sí mismo en una regla. El pá rrafo que le
continú a en el artículo, confronta lo anterior con un principio donde se pondera el ejercicio personal
de los derechos por parte de las niñ as, niñ os y adolescentes. Sin dudas que la condició n estará dada
por la “edad y grado de madurez suficiente” atendiendo siempre a los criterios antes desarrollados.
Esto se desprende del Artículo 5 de la CDN, el que va a determinar:
Los Estados Partes respetarán las responsabilidades, los derechos y los deberes de los
padres o, en su caso, de los miembros de la familia ampliada o de la comunidad, según
establezca la costumbre local, de los tutores u otras personas encargadas legalmente del
niño de impartirle, en consonancia con la evolución de sus facultades, dirección y
orientación apropiadas para que el niño ejerza los derechos reconocidos en la presente
Convención (CDN, 1989, art. 5).
Surgen de aquí dos criterios claros. El primero de ellos esclarece la funció n de los padres o
tutores, que radica en brindarle al menor la direcció n y orientació n adecuadas para que éste pueda
ejercer sus derechos. El segundo aspecto remarca que esta orientació n está sujeta y en consonancia
con la evolució n de sus facultades, lo que implica respetar el principio de autonomía progresiva de
la niñ a, niñ o o adolescente.
Esta “clá usula de capacidad creciente”, requiere que se considere las condiciones del menor
y se evalú e si puede formar convicció n y decisió n razonada respecto a la cuestió n a decidir.
Evaluados estos aspectos y en el caso que el ejercicio personal de los derechos por parte del
menor gestara conflicto con sus representantes legales, aquel podrá recurrir al auxilio de asistencia
letrada a los fines de defender su posició n.
Ya la Ley N° 26.061 en su artículo 27. Garantías mínimas de procedimiento. Garantías en los
procedimientos judiciales o administrativos, a través de su Inciso c), había establecido entre los
derechos y garantías de la niñ a, niñ o o adolescente:
c) A ser asistido por un letrado preferentemente especializado en niñez y adolescencia
desde el inicio del procedimiento judicial o administrativo que lo incluya. En caso de
carecer de recursos económicos el Estado deberá asignarle de oficio un letrado que lo
patrocine (Ley N° 26.061, 2005, art. 27).
Sin embargo, dicha regulació n implicó durante cierto tiempo que en la prá ctica, emergieran
distintas posturas e interpretaciones respecto a la facultad del menor de actuar con patrocinio
propio. Dudas que claramente son desterradas a través de este artículo del nuevo C.C.C.N. que
incorpora como requisito de efectividad este derecho-garantía constitucional.
La segunda arista del artículo refuerza otra cuestió n nodal, que es la atinente al derecho del
menor a ser oído y a participar en las decisiones que le conciernen a su persona. Esta exigencia tiene
sus antecedentes, originá ndose en el principio general del Artículo 12 de la CDN y plasmá ndose
luego en mú ltiples artículos de la Ley N° 26.061, en particular en el artículo 3, Inciso b), como
recaudo integrante del concepto de “interés superior”. A su vez a través del artículo 24 se va a
explicitar que la escucha del niñ o, niñ a o adolescente frente a cualquier cuestió n que lo involucre, se
extiende a todos los á mbitos en que el mismo se desenvuelva, mencioná ndose el “estatal, familiar,
comunitario, social, escolar, científico, cultural, deportivo y recreativo”. Por lo tanto este derecho
constitucional que ampara al menor, requiere de argumentos contundentes ante cualquier decisió n
que implique apartarse o contradecir lo que él mismo exprese.
La tercera arista regula el ejercicio de los derechos personalísimos por parte del menor de
edad, en relació n al cuidado de la salud y el propio cuerpo.
La capacidad de ejercicio dentro de la franja etaria que va de los 13 a los 16 añ os, estará
determinada por la complejidad y/o efectos eventuales de los actos o tratamientos profesionales. Si
no se compromete la salud y no hay riesgo en su integridad física o psíquica, la norma contempla
que la sola petició n del adolescente hace suponer su aptitud para el acto que desea practicar.
En tanto que si está en compromiso la salud, la vida o la integridad, aparece una exigencia de
“asistencia” por parte del representante del menor. Asistencia que no implica sustitució n, dado que
siempre debe estar presente el consentimiento de este ú ltimo.
En el caso de plantearse conflicto de posiciones, es necesario resolverlo judicialmente. Para
tomar una decisió n al respecto, será necesario contemplar dos pautas esenciales: el interés superior
del niñ o y la opinió n profesional tras una evaluació n que contemple las consecuencias de la
realizació n del acto.
Sin embargo la situació n cambia a partir de los 16 añ os de edad, donde el sistema se
independiza de las previsiones, incapacidad y competencia, considerá ndose al adolescente como un
mayor de edad a los efectos de las decisiones atinentes al cuidado de su propio cuerpo.

Criterios normativos ante la vulneración de derechos de niñas, niños y adolescentes

Ademá s de los derechos que asisten a toda niñ a, niñ o o adolescentes, se establecen criterios
normativos de resguardo ante la amenaza o vulneració n de los mismos, con una clara incidencia y
responsabilidad en lo que a nuestra praxis profesional compete.
La Ley N° 26.061 a través de su artículo 9, va a determinar que:
La persona que tome conocimiento de malos tratos, o de situaciones que atenten contra
la integridad psíquica, física, sexual o moral de un niño, niña o adolescente, o cualquier
otra violación a sus derechos, debe comunicar a la autoridad local de aplicación de la
presente ley (Ley N° 26.061, 2005, art. 9).
Como profesionales de la salud, nos encontramos dentro de los sectores comprometidos en la
“protecció n integral” de la infancia y adolescencia, siendo un artículo cuyo enunciado es claramente
directivo de nuestro accionar prá xico. A su vez y en este caso de manera directa y literal, a través del
artículo 30 de la misma ley, se establece nuestra responsabilidad legal cuando se expresa que:
Los miembros de los establecimientos educativos y de salud, públicos o privados y todo
agente o funcionario público que tuviere conocimiento de la vulneración de derechos de
las niñas, niños o adolescentes, deberá comunicar dicha circunstancia ante la autoridad
administrativa de protección de derechos en el ámbito local, bajo apercibimiento de
incurrir en responsabilidad por dicha omisión (Ley N° 26.061, 2005, art. 30).
Dicha obligació n profesional se encuentra especificada a su vez, en la existencia de otras
legislaciones, tanto de orden Nacional como Provincial.
Tal es el caso de la Ley Nacional N° 24.417, de “Protecció n contra la Violencia Familiar”. La
misma procura por la protecció n de todo tipo de violencia, maltrato y abusos dentro de la familia, y
define claramente en su artículo 2 que:
Cuando los damnificados fuesen menores o incapaces, ancianos o discapacitados, los
hechos deberán ser denunciados por sus representantes legales y/o el Ministerio Público.
También estarán obligados a efectuar la denuncia los servicios asistenciales sociales y
educativos, públicos o privados; los profesionales de la salud y todo funcionario público
en razón de su labor. El menor o incapaz puede directamente poner en conocimiento de
los hechos al Ministerio Público (Ley N° 24.417, 1995, art. 2).
Esta misma disposició n se encuentra puntualizada en la Ley Provincial N° 9.283 de “Violencia
Familiar”, vigente en Có rdoba a partir de marzo de 2006, cuando en su artículo 14 dice:
Cuando las víctimas fueran menores de edad, incapaces, ancianos o discapacitados que
se encuentren imposibilitados de accionar por sí mismos, están obligados a hacerlo sus
representantes legales, los obligados por alimentos y/o el Ministerio Público, como así
también quienes se desempeñen en organismos asistenciales, educativos, de salud y de
justicia y en general, quienes desde el ámbito público o privado tomen conocimiento de
situaciones de violencia familiar o tengan sospechas serias de que puedan existir (Ley N°
9.283, 2006, art. 14).
Este mandato de comunicación o denuncia tal como aparece explicitado en las distintas
normativas antes mencionadas, parece presentarse lo suficientemente claro, desbaratando
cualquier ambigü edad respecto a la suspensió n de una norma esencial de regulació n de nuestro
ejercicio como lo es el Secreto Profesional. Lo que fundamenta tal razó n es el franco predominio del
“interés superior del niñ o”, por encima del interés del Secreto, imponiéndose así el deber de revelar
tras la finalidad de implementació n de aquellas Medidas Protectivas que permitan preservar,
restituir o reparar consecuencias ocasionadas a toda niñ a, niñ o o adolescente (Ley N° 26.061, art.
33-34).
No obstante si nos remitimos a los Decretos Reglamentarios de dichas Leyes, tal claridad
comienza a adquirir cierta ambigü edad en relació n a la obligació n de denunciar -que hasta aquí-
parecía totalmente resuelta. Al dirigirnos hacia lo enunciado en los mismos, nos encontramos con
que:
El artículo 4 del Decreto Nacional N° 235/96, reglamentario de la “Ley de Protecció n contra
la Violencia Familiar”, expresa:
La obligación de denuncia a que se refiere el artículo 2 de la Ley N° 24.417, deberá ser
cumplida dentro de un plazo máximo de setenta y dos (72) horas, salvo que surja que el
caso se encuentra bajo atención o que, por motivos fundados a criterio del denunciante,
resulte conveniente extender el plazo (Decreto Nacional N° 235, 1996, art. 4).
Por su parte el artículo 14 del Decreto Provincial N° 308/07, reglamentario de la “Ley de
Violencia Familiar”, dice:
La obligación de denunciar prevista en el Artículo 14º de la Ley debe ser realizada en un
plazo máximo de 72 horas contadas a partir de la fecha en que se tomó conocimiento de
la situación de violencia y si hubiese duda se contará a partir de la fecha de la primera
intervención que conste en la historia clínica, social o registro respectivo. Salvo en
situaciones de alto riesgo en las que deberá ser inmediata.
Si a criterio de los profesionales actuantes no es procedente efectuar la comunicación en
su caso a la superioridad del área que corresponda por entender que el caso no amerita
judicialización, es decir por no considerarla de alto riesgo, se dejará la debida constancia
bajo su responsabilidad en la historia clínica, social o registro (Decreto Provincial N°
308, 2007, art. 14).
Analizando lo que aquí se expresa nos encontramos con que: por un lado, la denuncia debe
ser realizada dentro de las 72 horas de haber tomado conocimiento de la vulneració n de algú n
derecho del menor o antes si la situació n es de alto riesgo; por el otro, adjudica al criterio del
profesional actuante el realizar tal comunicació n o no, o extender el plazo fijado para la realizació n
de la misma.
Se plantea aquí, una de las tantas situaciones con las que se encuentra el profesional en el
ejercicio de su prá ctica, donde será necesario poner en aná lisis las diversas aristas que se ponen en
juego desde la dimensió n legal, deontoló gica y ética, a los fines de adoptar una posició n que guíe su
accionar.
Como fue planteado en artículos anteriores, el cará cter dilemá tico para la resolució n de tales
situaciones convoca al profesional a una reflexió n analítica y crítica en término de opciones éticas,
donde la norma sea tomada y elegida, con la consecuente y necesaria consideració n de la
responsabilidad que pudiere estar involucrada en el criterio a adoptar.
Si un profesional, haciendo uso de esta libertad que la ley le brinda, se demora de un
modo negligente al punto de ocasionar un daño mayor, se verá en la situación de
afrontar una eventual demanda judicial por mala praxis. En el otro extremo, podríamos
ubicar a quien torna el texto de la ley de un modo mecánico y se precipita a denunciar,
refugiándose en la obediencia a la letra de la ley. Tampoco éste estaría exento de una
demanda del mismo tenor (Salomone, 2006, s/p).
Es importante considerar al respecto que el campo normativo está configurado sobre una
ló gica de lo general, y que como profesionales de la psicología no podemos dejar de contemplar la
ló gica que se estructura a partir de la singularidad del caso.
La dimensió n particular es lo primero que debe ser evaluado por nosotros, ya que es lo que
apunta má s nítidamente al corazó n de nuestra prá ctica, debiéndose analizar la potencialidad de
nuestras intervenciones y las posibilidades de control de la situació n de riesgo desde nuestra
operació n asistencial, para evitar así una acció n u omisió n inadecuada.
Desentramar dicha complejidad para adoptar un posicionamiento al respecto, requiere de un
aná lisis reflexivo en el terreno de la ética, donde sea contemplado tanto lo deontoló gico-jurídico
como la singularidad en situació n, siendo una herramienta de gran utilidad en el terreno de la
infancia- adolescencia el principio rector establecido como guía al momento de resolver o de tomar
una decisió n, que es el “Interés Superior del Niñ o”.

Referencias
Cillero Bruñ ol, M. (1997) "Infancia, autonomía y derechos – una cuestió n de principios". Revista Infancia, Boletín del
Instituto Interamericano del Niñ o, Nº 234. Montevideo: IIN.
Salomone, G. & Gutiérrez, C. (2006) “La responsabilidad profesional: entre la legislació n y los principios éticos”. Ficha de
cá tedra. En website Prá ctica de Investigació n: La Psicología en el á mbito jurídico. Reflexiones ético-clínicas a través de
un estudio cualitativo de casos. Facultad de Psicología, UBA.

Leyes y Decretos
Có digo Civil y Comercial de la Repú blica Argentina (2014), Argentina, Ed.
Zavalía. Convenció n Internacional de los Derechos del Niñ o (1.990).
Ley N° 10.023. Patronato de Menores (1.919).
Ley Nº 23.849, Adhesió n a la Convenció n de los Derechos del Niñ o (1.990).
Ley Nº 24.417, Protecció n Contra la Violencia Familiar (1.995).
Ley Nº 26.061, Protecció n Integral de los Derechos de las Niñ as, Niñ os y Adolescentes (2.005).
Ley Nº 9.283,De Violencia Familiar (2.006).
Decreto 415/06 Reglamentario de la Ley Nº 26.061- Protecció n Integral de los Derechos de las Niñ as, Niñ os y
Adolescentes (2.006).
Decreto Nº 235/96, Reglamentario de la Ley Nº 24.417 -Protecció n Contra la Violencia Familiar (1.996).
Decreto Nº 308/07, Reglamentario de la Ley Nº 9.283 - De Violencia Familiar (2.007).

GUIA DE LECTURA

➢ El paradigma de la infancia-adolescencia considerado desde la dimensió n jurídica ha


atravesado un cambio estructural con su consecuente repercusió n en el sentido legislativo.
¿En qué consiste ese cambio?
➢ ¿Cuá les son los postulados má s importantes que vienen a formar parte de este proceso?
➢ La demora en la adecuació n legislativa implicó que durante añ os coexistieran dos visiones
opuestas ¿Cuá les? ¿Qué normativa logro el cambio?
➢ Como profesionales de la psicología no estamos exentos al espíritu de esta nueva concepció n
¿Có mo y de qué manera condiciona este nuevo ordenamiento jurídico a nuestro quehacer
profesional? ¿Que establece la Ley Nacional Nº 26.061? ¿Que determina el nuevo Có digo Civil
y Comercial de la Nació n al respecto? Identifique los criterios.
➢ Identifique los criterios normativos de resguardo ante la amenaza o vulneració n de los
derechos que asisten a toda niñ a, niñ o o adolescentes, atendiendo cuales son las normativas
implicadas, y la incidencia y responsabilidad que tienen en nuestra praxis profesional.

ARTÍCULO
PERSPECTIVA DE GÉNERO Y ENFOQUE DE DERECHOS.
IMPLICANCIAS EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DE LA PSICOLOGÍA.

AUTOR/ES GABRIELA DEGIORGI - YANINA FERREYRA - LUCÍA BUSQUIER


Breve introducción

Actualmente nos encontramos inmersos en un contexto que exige repensar y reflexionar,


desde una perspectiva de género, las implicancias del ejercicio profesional de la psicología. Es decir,
no ser ajenos al momento político y social que nos atraviesa como sujetos y profesionales de
diversas maneras: denuncias sobre abusos sexuales y violaciones, debates en torno a la
problemá tica del aborto, visibilizació n de ciertas situaciones de violencia que anteriormente eran
consideradas “normales” y parte de la vida cotidiana, la emergencia de una amplia diversidad de
identidades sexo-genéricas que exceden al binomio varó n/mujer y heterosexual/homosexual,
etcétera. Sin embargo, estos ejemplos son apenas una pequeñ a parte de lo que venimos
presenciando en nuestro espacio profesional.
Es por eso que resultan fundamentales los aportes que puedan realizarse desde los
diferentes á mbitos, instituciones, organizaciones y partidos políticos y diversas disciplinas, siendo
una de ellas la Psicología. En este sentido, este breve recorrido sobre el concepto de género, y sobre
qué implica adoptar una perspectiva de género en nuestro ejercicio profesional, permite ubicarnos
en este contexto.
En relació n con el concepto de género, es importante señ alar que éste no es algo rígido y
homogéneo, sino que, por el contrario, su definició n ha ido variando a lo largo de la historia y
pensado desde diferentes disciplinas y autores. En un primer momento, fue utilizado por la
Psicología y la Sexología de la década del 50’ en Estados Unidos cuando se comenzaron a realizar
intervenciones quirú rgicas de cambio de sexo en algunas clínicas, obligando al sistema médico a
diferenciar entre el sexo socialmente asignado y el sexo anató mico y solucionar las dificultades
terminoló gicas que presentaban las personas transexuales, intersexos y homosexuales en aquel
momento (Stolcke, 2004, p. 84).
Si bien nació como algo propio del campo de la Psicología y la Sexología para realizar
dichas clasificaciones, mediciones y categorizaciones binarias entre varones y mujeres, de acuerdo a
sus conductas sociales, para Verena Stolcke el género como categoría analítica permitió poner en
cuestió n el significado esencialista y universalista que le otorgaba la biología al sexo y, al mismo
tiempo, interpretar las relaciones entre varones y mujeres como construcciones culturales
atravesadas por el género con significados sociales, culturales y psicoló gicos. Es decir, distinguir al
sexo socialmente asignado (el género) del sexo bioló gicamente predeterminado (Stolcke, 2000, p.
29). Las miradas esencialistas, entonces, afirman que la identidad de género y el deseo sexual ya
está n determinados desde la naturaleza.
Por aquellos mismos añ os, en Francia, Simone de Beauvoir publicó en 1949 su obra titulada
El Segundo Sexo impulsando una serie de debates en el seno del feminismo y los estudios de género.
Allí, Beauvoir proponía una separació n entre el sexo bioló gicamente predeterminado (macho,
hembra) y el sexo culturalmente construido (mujer, varó n), explicando que no existe ningú n destino
bioló gico, psíquico o econó mico que defina a la mujer como tal, sino que es el conjunto de la
sociedad la que elabora al sujeto mujer (Beauvoir, 2007 [1949], p. 207).
En las décadas siguientes, esta nueva forma de distinció n entre el sexo bioló gicamente
asignado y el sexo socialmente determinado, decantará en la construcció n de un modelo particular
de sujeto mujer con ciertas características que tendía a homogeneizarla en una imagen está ndar de
lo que es (o debe ser) (Stolcke, 2004, p. 91-92). Esta perspectiva presentará ciertas limitaciones a la
hora de entender el binomio sexo/género ya que, si bien esta divisió n permitió comprender que no
existía nada que predeterminara al género de las personas, no sucedió lo mismo con el sexo. Esto
generó que se idealizaran ciertas expresiones de género como verdaderas, es decir, se constituyó un
ideal de mujer blanca, heterosexual y clase media, estableciendo jerarquías y excluyendo a otros
grupos como las lesbianas, gays, las personas transexuales, inmigrantes y afrodescendientes, entre
otras (Mattio, 2012, p. 89).
En este contexto se hicieron explícitas algunas críticas dentro de los estudios de género por
parte de otros grupos sociales manifestando la importancia de reconocer las diversidades y otros
colectivos dentro del concepto homogéneo de “mujer”, planteando la necesidad de entenderlo como
un término mucho má s amplio, plural y heterogéneo (Krolokke & Scott Sorensen, 2006, pp. 12-13).
Por ejemplo, las mujeres afrodescendientes, pusieron el acento en la diversidad del género desde el
punto de vista de la raza, la clase y la sexualidad cuestionando el concepto de “mujer” como ú nico y
universalizante. Es por ello que en la década del 60’ comenzaron a plantear que el género, tal como
había sido definido por varias disciplinas, resultaba insuficiente para explicar las diversas
opresiones que las afrodescendientes sufrían má s allá de su condició n de “mujeres”. Es decir, para
ellas, las desigualdades de género eran racializadas y, al mismo tiempo, las desigualdades socio-
raciales estaban atravesadas por el género (Stolcke, 2004, pp. 92-93).
Estos planteos llevaron a una nueva concepció n de la categoría de género que, en la década
del 90’, se conoció como el “giro performativo” propuesto por Judith Butler (2007) quien amplió la
noció n de dicho concepto argumentando que el género se constituye a partir de las prá cticas del
sujeto que, a su vez, se encuentra inmerso en ciertos pará metros culturales, es decir, no existe una
esencia previa (o un sexo) en ese sujeto que determine su género, sino que es el sujeto, a partir de su
“performatividad” y regido por las estructuras socio-culturales, lo que constituye, en ú ltima
instancia, su género. Esto propició que se incorporaran nuevos grupos dentro de los debates
feministas y los estudios de género como las mujeres inmigrantes, indígenas, afrodescendientes,
travestis, transexuales, entre otros.
De este modo, desde un enfoque deconstructivista y antiescencialista, para Judith Buttler el
género y el sexo son actuaciones, es decir, actos performativos que son modalidades del discurso
autoritario; tal performatividad alude en el mismo sentido al poder del discurso para realizar
(producir) aquello que enuncia, y por lo tanto permite reflexionar acerca de có mo el poder
hegemó nico heterocentrado/heterosexual actú a como discurso creador de realidades
socioculturales. En este sentido puede entenderse el sexo y el género como una construcció n del
cuerpo y de la subjetividad fruto del efecto performativo de una “repetició n ritualizada de actos que
acaban naturalizá ndose y produciendo la ilusió n de una sustancia, de una esencia”. Para Buttler
tanto la sexualidad “hegemó nica” (hombre o mujer) como la
“transgresora/innombrable/excluida/anormal” (travestis, queer, transexuales, gays, etc.) son el
efecto de la producció n de una red de dispositivos de saber y poder.

Prácticas profesionales desde una Perspectiva de Género

A partir de este breve repaso sobre los debates que se llevaron a cabo en torno al concepto
de género a lo largo de la historia advertimos que resulta fundamental adquirir una perspectiva de
género en el ejercicio profesional de la Psicología ya que estamos hablando de una disciplina que
problematiza y reflexiona sobre las diversas subjetividades y las prá cticas que estos sujetos llevan a
cabo. Adquirir una perspectiva de género implica, entonces, reconocer las especificidades y
particularidades de cada identidad sexo-genérica, así como también de la diversidad de sus
prá cticas sexuales.
Al mismo tiempo, dicha perspectiva, nos permite identificar la existencia de relaciones de
poder que producen desigualdades y jerarquías en el entramado de las relaciones sociales y de
géneros donde aquellas subjetividades que no respondan a los pará metros de “normalidad”, es
decir, aquellos sujetos que no cumplan con las normas impuestas por la “heteronormatividad”,
será n atravesados por diversos tipos de violencias, opresiones y discriminaciones ejercidas tanto,
por la sociedad, como por diversas instituciones como el estado, el sistema educativo, la familia, la
religió n, etcétera.
Las prá cticas psicoló gicas actuales han cambiado, es decir se ha modificado el conjunto de
discursos, producciones y representaciones que dicen lo que es verdadero y lo que no, lo que Beatriz
Preciado (2013) llama el Aparato Neoliberal Fá rmaco Pornográ fico Contemporá neo, un tiempo de
configuració n de una subjetividad sexual mercantil y mediá tica, producida por el Mercado y los
Medios de Comunicació n. Preciado (2013), explica que en el siglo XXI se dan una serie de
revoluciones somatopolíticas, es decir, movimientos de redefinició n del estatuto del cuerpo frente a
los aparatos que definen có mo se gobiernan esos cuerpos y frente a las prá cticas que permiten decir
cuá ndo un cuerpo es sano o enfermo, normal o patoló gico como los Movimientos Feministas,
Movimiento Homosexual, entre otros. Movimientos de resistencia y de crítica a las prá cticas clínicas
propias de la modernidad, instituciones disciplinadoras foucaultianamente hablando.
Entonces los cambios que se vienen gestando en las prá cticas profesionales tras las ló gicas
neoliberales y las paradó gicas situaciones con las que nos encontramos cotidianamente en las
Instituciones donde se desempeñ an los psicó logos, presupone reflexionar sobre la importancia de
advertir, desde el Enfoque de Derechos y de Género que es sin duda los que má s aportes han
brindado a la construcció n de un abordaje integral en la salud y la educació n en general. Constituye
una propuesta inspirada en las demandas de los organismos de derechos humanos y los
movimientos de mujeres y de disidencia sexual (llamadas LGTTBIQ: lesbianas, gays, travesti,
transexual, bisexuales, intersexual y queer). Este enfoque busca develar la trama de relaciones
sociales en las que se encuentran inmersos los cuerpos humanos, y visibilizar que el uso, disfrute y
cuidado del mismo (las prá cticas en las que los comprometemos) está fuertemente condicionadas
por el sector socioeconó mico y educativo de pertenencia, las costumbres y valores del grupo social
que la integran, y particularmente por las relaciones de género.
Este enfoque le presta especial atenció n al trabajo que podemos realizar en la prá ctica
profesional para desnaturalizar/deconstruir lo que hacemos cotidianamente, particularmente
aquellas acciones que promueven las inequidades y la vulneració n de derechos. Reconocer las
diferencias (y nombrarlas) es el paso necesario para darnos cuenta de si esas diferencias (de
género) no terminan promoviendo relaciones desiguales entre varones y mujeres.
El enfoque de género constituye una lente crítica para ver y analizar desde una mirada
histó rico cultural las relaciones sociales, para analizar y criticar prejuicios y estereotipos en relació n
con lo considerado exclusivamente masculino o exclusivamente femenino, en nuestro caso como
profesionales de la salud en los á mbitos donde nos desempeñ amos y los sujetos que abordamos.
Segú n la OMS (Organizació n Mundial de la Salud) en el tratamiento de los trastornos
psicoló gicos existen prejuicios por razó n de género, patologizando el comportamiento de las
mujeres por sobre la de los hombres. En torno a los prejuicios de los profesionales de la salud, Tapia
(2003) y otras autoras (Nutt, 2005; Prior, 1999), han identificado comportamientos sexistas y la
influencia de estereotipos de género en los diagnó sticos clínicos. La relació n entre el género y la
salud mental de las mujeres ha sido objeto de mucho debate e investigació n. Y no resulta de nuestro
interés en este trabajo realizar un aná lisis adecuado de la historia de la patologizació n del
comportamiento femenino pero sí hacer menció n a ello ya que a partir de lo que venimos
planteando en este trabajo, tomar en consideració n la perspectiva de género en la praxis psicoló gica
supone asumir una responsabilidad y compromiso hacia adentro y hacia afuera de nuestra
profesió n, es decir, con la comunidad pero también en la relació n con colegas u otros profesionales.
En el sentido de lo que venimos abordando consideramos pertinente poder recuperar lo
que el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba (2016) y el Có digo de
É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina (en adelante FePRA) (2013) plantean
al respecto de có mo debe asumirse el rol profesional del psicó logo teniendo en cuenta el enfoque de
derechos, la perspectiva de género y el respeto por la diversidad. Así lo expresa el Có digo de É tica de
la Provincia de Có rdoba en el apartado sobre el “Respeto por la dignidad de las personas y los
pueblos”:
1.3 En el ejercicio de su profesión lxs psicólogxs no incurrirán en actos de discriminación
en función de nacionalidad, religión, raza, edad, ideología, clase social, género de los
destinatarios de sus servicios profesionales. En caso de verse afectados en la intervención
profesional por sus sistemas de creencias, valores, necesidades y limitaciones,
instrumentará los mecanismos para garantizar la atención adecuada.
1.4 Lxs psicólogxs rechazarán nociones que generen discriminaciones y rotulaciones
estigmatizantes a las personas, grupos y/o comunidades (Có digo de É tica del Colegio de
Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, 2016, art. 1.3-1.4)
En el Có digo de É tica de la FePRA se puntualiza también en el apartado sobre el “Respeto
por los derechos y la dignidad de las personas” que:
Los psicólogos se comprometen a hacer propios los principios establecidos por la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. Asimismo, guardarán el debido respeto
a los derechos fundamentales, la dignidad y el valor de todas las personas, y no
participarán en prácticas discriminatorias. Respetarán el derecho a la intimidad,
privacidad, autonomía y el bienestar de las personas, grupos y comunidades. (Có digo de
É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina, 2013, apartado A).
3.3.2. En el ejercicio de su profesión los psicólogos no harán ninguna discriminación en
función de nacionalidad, religión, raza, ideología o preferencias sexuales de sus
consultantes.
3.3.3. Los psicólogos deberán: ser prudentes frente a nociones que generen
discriminaciones y rotulaciones estigmatizantes, ser conscientes de su sistema de
creencias, valores, necesidades y limitaciones, y del efecto que estos puedan tener sobre
su práctica profesional (Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica
Argentina 2013, art. 3.3.2-3.3.3).
En ambos Có digos se referencia específicamente el “cuidado respetuoso y prudente” de
nuestras intervenciones profesionales, reconociendo y cuestionando nuestras propias limitaciones y
necesidades, nuestro sistema de creencias e ideologías y el efecto que eso puede producir en
nuestra praxis psicoló gica.
De esta manera, sostener la prá ctica profesional desde una perspectiva de género, no solo
implica reconocer e identificar dichas desigualdades sino, también, eliminarlas promoviendo la
igualdad de derechos para los diferentes géneros. Esta perspectiva será fundamental a la hora de
posicionarse desde el punto de vista del rol y del compromiso con la sociedad.
Consideraciones Finales

Lo que hemos intentado presentar a lo largo de este trabajo, en el marco del enfoque de
Género y los Derechos, supone revisar postulados y miradas de autores que hacen un esencial
cuestionamiento a la forma en la cual entendíamos el género y el sexo hasta hace unos pocos añ os.
Esta perspectiva má s deconstructiva y antiesencialista plantea una transformació n radical en
nuestra sociedad que definitivamente logre el pleno reconocimiento de la complejidad y la
diversidad humana.
La cuestió n de los géneros no es un tema a agregar como si se tratara de un capítulo má s en
la currícula universitaria, sino que las relaciones de desigualdad entre los géneros adquiere
expresiones concretas en todos los á mbitos de la cultura como el trabajo, la educació n, la política y
en la salud. La mirada de género no está supeditada a que la adopten las mujeres ni está dirigida
exclusivamente a ellas. Tratá ndose de una cuestió n de concepció n del mundo y de la vida, lo ú nico
definitorio es la comprensió n de la problemá tica que abarca y su compromiso vital (Gamba, 2008).
Así, reconocer los posicionamientos contemporá neos en torno a la perspectiva de género
permite abordar las otras discriminaciones, estereotipos, desigualdades que se producen al interior
de nuestra profesió n con una perspectiva amplia e inclusiva a la vez, al ser el género “el campo
primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder” (Scott, 1996, p. 266).
Este trabajo no pretende ser exhaustivo en la temá tica de género pero sí reflexionar sobre
lo que propone y lo que sus fundamentos vienen a aportar a los profesionales de diferentes
disciplinas, como la psicología.
Supone una responsabilidad y una actitud ética promover la igualdad de derechos para los
diversos géneros, desde el punto de vista del ejercicio profesional y el compromiso con la sociedad.

Referencias
Beauvoir, S. (2007 [1949]) “El Segundo Sexo”. Buenos Aires. Argentina: Edició n de bolsillo.
Butler, J. (2007) “El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad”. Barcelona, Editorial Paidó s.
Foucault, M. (1977) “Historia de la Sexualidad”. Buenos Aires: Siglo XXI EDITORES.
Gamba, S. (2008) “¿Qué es la perspectiva de género y los estudios de género?” Disponible en:
http://www.mujeresenred.net/spip.php?article1395.
García, D; et al. (2004) “Reflexiones en torno al feminismo y al género”. Digiprint Editores. Bogotá .
Krolokke, C & Scott Sorense, A. (2006) “Gender Communication Theories and Analyses: From Silence to Performance”.
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Mattio, E; Morá n Faú ndess, J.M; Vaggione, J.M; Sgró Ruata, M.C. (2012) “¿De qué hablamos cuando hablamos de género?
Sexualidades, desigualdades y derechos. Reflexiones en torno a los derechos sexuales y reproductivos”. Có rdoba: Ciencia,
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Nutt, R. L. (2005) “Handbook of couples therapy” Nueva Jersey: John Wiley & Sons. Feminist and contextual work. En M.
Harway (Ed.). Pp. 228-252.
Preciado, B. (2001) “Manifiesto contra-sexual”. Ediciones Ó pera Prima. Madrid.
Preciado, B. (2013) “La muerte de la clínica”. Disponible en: [https://michel-foucault.com/2015/10/29/archive-paul-
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Prior, P. (1999) “Gender & mental health”. Nueva Jersey: New York Univ. Press.
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Stolcke, V. (2000) “¿Es el sexo para el género lo que la raza para la etnicidad… y la naturaleza para la sociedad?”. Política y
Cultura, No. 14. Pp. 25-60.
Stolcke, V. (2004) “La mujer es puro cuento: la cultura del género”. Revista Estudos Feministas, Vol. 2, No. 12. Pp. 77-105.
Tapia, B. (2003) “La Disciplina psicológica desde una perspectiva feminista”. En L. Martínez-Ramos & M. Tamargo Ló pez
(Eds.), San Juan, Puerto Rico: Publicaciones Gaviota. Revista Género, sociedad y cultura. Pp. 94-109.

Leyes y Códigos

Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina (2013).


Có digo de É tica del Colegio de la Provincia de Có rdoba (2016).

GUIA DE LECTURA

➢ ¿Có mo y cuá ndo nace el concepto de GÉ NERO?


➢ ¿A qué hacen referencia las miradas esencialistas sobre género?
➢ ¿Cuá l fue la importancia de Simone de Beauvoir para las conceptualizaciones de género?
➢ Arme una línea de tiempo donde pueda ir ubicando por décadas los cambios y aportes al
concepto de género que se fue dando a lo largo de la historia y eso poder ir
contextualizá ndolo desde una perspectiva mundial con hechos o acontecimientos que fueron
ocurriendo en esos momentos histó ricos ubicados.
➢ Explique el concepto de “heteronormatividad”. Dé un ejemplo.
➢ ¿Por qué decimos que el enfoque de género de Judith Buttler es deconstructivista y
antiescencialista?
➢ ¿Cuá l es el aporte que hace Beatriz Preciado a las cuestiones de género?
➢ Fundamente có mo ha sido la relació n entre el género y la salud mental de las mujeres a lo
largo de la historia.
➢ Relea en el Có digo de É tica de la Provincia de Có rdoba (2016) y en el Có digo de É tica de
FePRA (2013) có mo debe asumirse el rol profesional del psicó logo/a teniendo en cuenta el
enfoque de derechos, la perspectiva de género y el respeto por la diversidad.
➢ ¿Qué implica en el ejercicio profesional de la Psicología adoptar una perspectiva de género?
Explique.

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