Los 4 Ejes Deonto
Los 4 Ejes Deonto
Los 4 Ejes Deonto
EJE I:
HISTORIA DE LA PROFESIÓN DEL PSICÓLOGO
EN LA ARGENTINA Y EN CÓRDOBA
A través del presente artículo me propongo hacer un desarrollo histó rico acerca de los
aspectos má s relevantes que han incidido en la construcció n y desarrollo de la profesió n del
psicó logo en la Argentina.
A tales fines, se tendrá en cuenta tres dimensiones, vinculadas con lo acontecido en el campo
de lo académico, lo legal y lo gremial e institucional.
En el desarrollo de esta historizació n, se intenta mostrar las dificultades, atravesamientos y
luchas a las que se enfrentaron los profesionales de la psicología en los diferentes momentos, en pro
de:
⮚ Profesionalizar su disciplina
Antes del período profesional que se inicia con la creació n de las carreras de psicología en la
Argentina, la disciplina ya tenía varias décadas de historia. Podemos mencionar los finales del siglo
XIX y comienzos del siglo XX, en Argentina como el de una “Psicología sin Psicó logos” (Vezzetti,
1988), el de una disciplina presente en los desarrollos de otras disciplinas y prá cticas.
Distintos historiadores coinciden en que los comienzos de la psicología en nuestro país,
estuvieron orientados por la ciencia positiva, basada en la experiencia. Ana María Talak (2000)
sostiene que si bien en principio se consideraban vá lidos todos los métodos que permitieran el acceso
a la misma, la experimentació n aparecía como el camino má s seguro para legitimar como “científico”
este estudio de la experiencia frente a otras ciencias ya consolidadas.
Ribeiz (2002) destaca, que paralelamente a nuestros primeros desarrollos, la psicología
experimental y fisioló gica ya se anunciaba en diferentes lugares del mundo. En Alemania: Mü ller,
Weber, Fechner, Wundt, el “joven Freud”. En Francia, con la escuela de Paris: Morel, Taine, Charcot,
Ribot, Binet y Janet.
En 1891 Víctor Mercante inicia la primera investigació n experimental realizada en el Colegio
Nacional de Buenos Aires, desde donde se da lugar a incipientes brotes de la psicología experimental.
Entre 1892–1893 el Dr. Carlos Rodríguez Etchart comienza a enseñ ar la nueva psicología
experimental de Wundt en esta misma casa de estudios (Op. Cit.).
Segú n Vezzetti (1988), los estudios universitarios en psicología hacen su aparició n en los
comienzos, dispersos en las Facultades de Medicina, Derecho, Filosofía y Letras (1896); siendo la
ú ltima Facultad el lugar donde finalmente va a concentrarse la organizació n sistemá tica de la
docencia y la investigació n en la materia.
En el añ o 1899, Horacio G. Piñ ero establece el primer Laboratorio de Psicología Experimental
en el Colegio Nacional dependiente de la Universidad de Buenos Aires (en adelante UBA). Dicha
fundació n, tuvo gran relevancia debido a la cercanía temporal con el hito fundante propiciado por
Wundt en 1879, de la creació n del Primer Laboratorio de Psicología Experimental. Ribeiz (2002)
considera que el reconocimiento por su labor le mereció el nombramiento de profesor de psicología
experimental en la Facultad de Filosofía en 1901, creando también allí el primer Laboratorio en esa
casa de estudios. Estuvo a cargo de esta primera cá tedra y del Laboratorio hasta 1918.
En 1907, se crea una segunda cá tedra de psicología que se proponía dividir la materia entre
los estudios fisioló gicos, clínicos y experimentales en la primera cá tedra, dejando para la segunda el
tratamiento de los procesos mentales superiores y las relaciones con las disciplinas filosó fica,
pedagó gica y social (Vezzetti, 1988).
El profesor titular que dicta esta nueva asignatura era Félix Krueger, -alemá n discípulo de
Wundt que venía a nuestro país a intentar transmitir un discurso que hoy definiríamos como
estructuralista-, en ese entonces no halló cabida en la Universidad, lo que lo lleva a renunciar al añ o
siguiente y regresar a su país, siendo reemplazado por Ingenieros (Ribeiz, 2002).
En 1908 la psicología comienza a institucionalizarse, cuando se crea la Sociedad de Psicología
de Buenos Aires, la primera de América Latina, fundada sobre el modelo de la Sociedad Científica
Argentina, viniendo a ser una prolongació n de las cá tedras. Su primer presidente fue Horacio Piñ ero,
sucedido luego por Ingenieros.
La misma, reunió a todos aquellos que entonces publicaban trabajos sobre psicología o que
contribuían a su enseñ anza en la universidad. Ríos y Talak (1999) van a sostener que:
Los estatutos de la Sociedad, así como los tres volúmenes publicados de sus Anales de
Psicología1, muestran que quienes la conformaban tenían un claro concepto de la
psicología como disciplina independiente y promulgaban impulsar su desarrollo en
Argentina. La concepción de la psicología como profesión autónoma, aún estaba ausente
en estos tiempos. Lo que se procuraba era producir saberes psicológicos científicos para
aplicarlos a la resolución de problemas en campos profesionales ya conformados tales
como la clínica médica, la educación y la criminología (citado en Courel & Talak, 1999, s/
p).
En 1910 la Sociedad Científica Argentina organiza el Congreso Científico Internacional
Americano, incluyendo en el mismo una secció n de “Ciencias Psicoló gicas”. Dicho Congreso es
presidido por H. Piñ ero y es celebrado como el Primer Congreso de Psicología de Sudamérica (Vezzetti,
1988).
Promediando la década del 20, comienza a declinar el paradigma positivista que condujo el eje
epistemoló gico de la psicología en estos primeros añ os, iniciá ndose un movimiento antipositivista
(Gallegos, 2000).
Al decir de Klappenbach (1996), comienza un retroceso o decadencia de los modelos
experimentales, dá ndose un repliegue de la psicología académica hacia la “filosofía”, que aparecía
estableciendo límites a las formas sensibles de la experiencia.
Gallegos (2000) considera que esta conversió n producida en la direcció n temá tica que asume
el saber psicoló gico y su correspondiente inserció n institucional, se debe en parte a cambios sociales
que reconfiguran nuevas necesidades y demandas profesionales, y a su vez, debido al agotamiento de
viejos modelos.
Desde el punto de vista epistémico, principalmente de la mano de Korn y Alberini, florecen las
referencias al vitalismo, la filosofía, la psiquis humana, la axiogenia, la caracterología de la
personalidad, entre otras referencias (Op. Cit).
A nivel institucional, en 1930 se recrea la Sociedad de Psicología de Buenos Aires
(continuadora de la antigua sociedad creada por Ingenieros y Piñ ero). En 1931 se crea el Instituto de
Psicología dentro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en 1933 se recrea la Sociedad de
Criminología y en 1929 se había creado la Liga Argentina de Higiene Mental.
A partir de la década del 40, bajo la influencia de las necesidades vinculadas con los cambios
productivos derivados de la Segunda Guerra Mundial y debido al contexto socio-político del país que
no autorizaba una disciplina psicoló gica marcadamente especulativa, aparece un modelo de
1 Primera publicación dedicada específicamente a la Psicología.
intervenció n psicoló gica centrado en la Psicotecnia y Orientació n Profesional (Klappenbach, 1996).
Surgen en estos añ os, tres centros académicos de formació n profesional de la psicología:
⮚ En Mendoza en la Universidad Nacional de Cuyo, el Dr. Horacio Rimoldi, médico egresado de la
UBA, organizó en 1942 el Instituto de Psicología Experimental, vinculado a la Facultad de
Filosofía y Letras.
⮚ En San Luis, sede en ese entonces de la Universidad Nacional de Cuyo, Plá cido Horas funda en
1948 el Instituto de Investigaciones Psicopedagógicas. En 1952, es creada la Dirección de
Psicología Educacional y Orientación Profesional, como proyecció n del mencionado Instituto. Y
en 1953 se creó la Especialización en Psicología, carrera de postgrado de tres añ os de duració n,
dividida en tres ciclos: fundamental, de especializació n y de aplicació n. Podían ingresar a ella
los egresados de las Facultades de Ciencias de la Educació n y de Filosofía y Letras. Si bien el
á rea de la salud pú blica como incumbencia posible del psicó logo fue una temá tica propia de la
década del ´60, ya fue tenida en cuenta en esta especializació n (Anó nimo, 1953 citado por
Courel & Talak, 1999).
⮚ En la Universidad Nacional de Tucumá n, dentro de la Facultad de Filosofía y Letras, se creó en
1950 la Licenciatura de Psicotecnia y Orientación Profesional, de cinco añ os de duració n. Su
Plan era muy abarcativo, similar al que tendrían luego las primeras carreras de psicología.
También era posible realizar un profesorado de cuatro añ os de duració n. Funcionaban en
Tucumá n, ademá s, tres institutos donde se realizaban investigaciones psicoló gicas: a) el
Instituto de Psicotecnia y Orientación Profesional (del cual dependía la mencionada
Licenciatura); b) el Instituto de Ciencias de la Educación, que tenía una “Secció n de
Investigaciones Psicoló gicas, Bioló gicas y Antropoló gicas” y c) el Instituto de Filosofía
(Klappenbach, 1995).
Aunque los institutos y especializaciones en psicología se organizaron en á mbitos estatales y
en las á reas de educació n y trabajo, las cá tedras universitarias de psicología se mantuvieron alejadas
de estas orientaciones prá cticas preservando un perfil má s teó rico y filosó fico (Dagfal, 1997).
Si se considera la proliferació n de cá tedras e instituciones que se gestaron en esos añ os en
vinculació n a la psicología, no es de extrañ ar que como corolario, en 1954 tuviera lugar el Primer
Congreso Argentino de Psicología organizado por la Universidad Nacional de Tucumá n con un gran
apoyo del Gobierno Nacional. Ese congreso fue un evento académico de envergadura, que contó con la
participació n de renombrados invitados extranjeros y de profesores de psicología, filó sofos,
psiquiatras, psicotécnicos y psicoanalistas que, desde sus inscripciones en diversas instituciones,
advirtieron la necesidad de legitimar los estudios de psicología como carrera universitaria mayor. De
ahí que de ese Congreso, surgiera una declaració n sobre la necesidad de crear “la carrera
universitaria del psicó logo profesional” a escala nacional, con un plan de estudios de cinco añ os de
duració n (Anó nimo, 1954 citado por Dagfal, 1997).
El impacto institucional de este Congreso fue casi inmediato: pocas semanas después ya
habían sido presentados proyectos de creació n de carreras de psicología en las universidades de
Buenos Aires, La Plata y del Litoral.
La década del 50 fue un tiempo en el que se desplegó la fundació n de las carreras de psicología
en Argentina.
En el añ o 1956, se concreta la creació n de la primera carrera de Psicología del país en la ciudad
de Rosario. En el añ o 1958 es creada en la Universidad Nacional de Có rdoba, dentro de la Facultad de
Filosofía y Humanidades (1er. Plan de Estudios) y entre los añ os 1956 y 1959 fueron creadas en las
Universidades de Buenos Aires, San Luis, Tucumá n y La Plata.
Los planes de estudio de estas primeras carreras tenían una perspectiva acentuadamente
humanística, combiná ndose con enfoques provenientes de la medicina con otros de perfil filosó fico.
Dentro de las orientaciones profesionales la clínica se impuso rá pidamente, pasando a ser la
má s demandada por los alumnos. Esto era acorde con la popularidad que adquiría la clínica como
ocupació n privilegiada del psicó logo a nivel internacional. En Argentina este predominio vino de la
mano de una rá pida expansió n del psicoaná lisis, que a mediados de la década del 60 se instaló como
matriz teó rica fundamental (Courel, 1999b).
Hasta 1960, el psicoaná lisis competía con la psiquiatría tradicional en la compresió n y
tratamiento de la enfermedad mental, pero rá pidamente su demanda se extendió en la sociedad,
formando parte de las renovaciones culturales de esa época. En este marco, las recién creadas
carreras de psicología se presentaban como vías para su difusió n (Talak, 2000).
Hacia principios de la década del sesenta, surgen los primeros profesionales de la psicología
en nuestro país. Comienza la etapa de la Psicología Profesional (Klappenbach, 1995).
A esta primera generació n de profesionales, les tocó una tarea muy particular: construir la
identidad profesional, en un trabajo que abarcaba tanto el campo interno –para los propios
psicó logos- como el externo –en los distintos espacios en que empezaba a insertarse-.
Progresivamente fueron incorporá ndose en diversas instituciones, construyendo el rol
profesional, la docencia de la psicología fue pasando lentamente a manos de los psicó logos.
Cuando se estaban obteniendo los primeros logros: la carrera estaba en vías de consolidació n,
su primer instituto de investigació n ya estaba armado; la “noche de los bastones largos” del añ o 1966
irrumpe todo, generando la expulsió n y desaparició n de docentes e investigadores.
La crisis política, social y econó mica vivida en las décadas que fueron desde los sesenta a los
ochenta, determinadas por sucesivos golpes de estado y gobierno de diferentes dictaduras, incidió
directamente en el desarrollo de nuestra profesió n.
La persecució n ideoló gica en aquellos tiempos estaba dirigida a todos los sectores sociales, en
especial a los intelectuales y en particular a nuestra disciplina, ya que en este contexto aparecíamos
como amenazantes, estimuladores de reflexió n, promovedores de teorías y acciones de cambio social.
A su vez la actividad clínica de los psicó logos en el campo de la salud, fue acentuando
conflictos de competencias con el médico. La puja no era solo por derechos laborales. El tipo de
Psicoaná lisis en expansió n, má s pró ximo a las humanidades que a las ciencias naturales, inspiraba la
diferenciació n de la psicología respecto de la medicina, má s asentada en las segundas. Al mismo
tiempo, los psicodiagnó sticos, las psicoterapias, la psicoprofilaxis y diversos saberes que se inscribían
en la psicología influían en las características de las prá cticas médicas psiquiá tricas, de la pediatría y
de la obstetricia, contrarrestando también el organicismo tradicional que impregnaba los sistemas de
salud (Courel, 1999b).
Otras á reas de la psicología, como la laboral, la organizacional, la socio-comunitaria y la
forense, má s necesitadas de soportes institucionales que la clínica, no lograban desarrollarse con la
misma fuerza.
En 1969, se modifica el Plan de Estudios de la carrera de psicología en la Universidad Nacional
de Có rdoba (2do. Plan de Estudios). En el añ o 1976, se cierra el ingreso a la carrera de psicología en la
Universidad Nacional de Có rdoba, en el caso de otras universidades del país se cierra la carrera.
Dos añ os má s tarde, se reabre el ingreso a la misma, con un nuevo Plan de Estudios (3er. Plan
de Estudios) y con un cupo limitado de 50 alumnos.
Recién con el advenimiento de la Democracia en la década del ochenta, las Universidades
recuperaron su autonomía y avanzaron hacia su normalizació n. Se eliminaron los cupos de ingreso,
donde los había y la matrícula en todas las carreras del país pasó a ser masiva.
En 1986, se aprueba la modificació n del Plan de Estudios de la carrera de Psicología, en la
Universidad Nacional de Có rdoba (4to. Plan de Estudios, con sus respectivas y posteriores
modificaciones).
Progresivamente las carreras de psicología pasaron a tener importancia dentro de las
universidades y a buscar autonomía, logrando el estatuto de “Facultades” (Toro & Villegas, 2001).
En 1986 se constituye la Facultad de Psicología en la UBA, en 1987 la de Rosario (UNR), en
1994 la de Tucumá n (UNT), en 1996 la de Mar del Plata. En el caso de la Universidad Nacional de
Có rdoba, por Asamblea Universitaria se aprueba la creació n de la Facultad de Psicología en 19982.
Recuperados así los espacios académicos en las universidades tras el retorno de la
democracia, se empieza a instalar una nueva necesidad que tiene que ver con la revisió n de la
formació n y sus planes de estudio.
En 1995, se va a dar sanció n a la Ley de Educació n Superior Nº 24.521 (en adelante LES), que
viene a regular la educació n terciaria y universitaria, tanto de gestió n estatal como privada. En ese
marco se crea la Comisió n Nacional de Evaluació n y Acreditació n Universitarias (CONEAU), ó rgano de
aplicació n y encargada de entender en los procedimientos de mejoramiento de la calidad y
acreditació n de las carreras.
Añ os má s tarde, tanto la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina (FePRA) como la
Asociació n de Unidades Académicas de Psicología (AUAPsi), solicitan al Ministerio de Educació n
Ciencia y Tecnología de la Nació n (MECyT) incluir a las carreras de Psicología en el artículo 43 de la
LES. Dicho artículo establece que las carreras correspondientes a profesiones reguladas por el Estado,
cuyo ejercicio pudiera comprometer el interés pú blico, poniendo en riesgo de modo directo la salud,
la seguridad y los bienes de los habitantes, requieren para su reglamentació n la explicitació n de:
Contenidos Curriculares Bá sicos, Carga Horaria Mínima, Criterios de Intensidad de la Formació n
Prá ctica, Está ndares para la Acreditació n de la Carrera y Actividades Reservadas al Título. La
inclusió n, por lo tanto, implicaba considerar a la Psicología como carrera regulada por el Estado y con
obligatoriedad de acreditació n (Di Domenico & Risueñ o, 2012).
Mediante el Acuerdo Plenario Nº 21 del Consejo de Universidades (2003) y Resolució n
Ministerial Nº 136 del añ o 2004, se incluyó a los títulos de Psicó logo y Licenciado en Psicología en el
régimen del artículo 43 de la LES.
A los fines de dar cumplimiento a los requerimientos necesarios, la AUAPsi, en conjunto con
Universidades privadas, tomando los aportes de la FePRA y teniendo en cuenta los informes de las
Secretarías Académicas de cada Unidad Académica, elaboraron un documento en respuesta a cada
uno de los ítems exigidos.
En febrero de 2008 se eleva al Consejo de Universidades este texto donde se proponen los
pará metros formativos para la acreditació n de la carrera de Psicología segú n lo demandado en la
legislació n vigente. Por Acuerdo Plenario Nº 64 de fecha 23 de junio de 2009 se prestó conformidad a
lo propuesto refrendá ndose lo acordado a través de la Resolució n Ministerial Nº 343/09.
2Hasta aquí la carrera de Psicología estaba inmersa dentro de la Facultad de Filosofía y Humanidades,
como Escuela de Psicología.
En 2010 la CONEAU designó la Comisió n Asesora para los procesos de acreditació n de las
Carreras de Psicología en el país. En el caso de la Facultad de Psicología de la UNC, tras cumplimentar
los pasos correspondientes del proceso requerido, logra en el añ o 2013 la acreditació n de la carrera
por tres añ os. Entra así en vigencia el “Plan de Estudios 86 adecuado”. Durante ese tiempo, fueron
efectivizados los Planes de Mejora solicitados, lográ ndose a fines de 2016 los tres añ os restantes que
forman parte del proceso de seis añ os de acreditació n.
El vacío de leyes que reglamentara el ejercicio de la prá ctica profesional del psicó logo, ya era
un tema de preocupació n de los primeros egresados. Si bien progresivamente iban logrando abrir
camino en distintos campos, instituciones, con un especial desarrollo en el á mbito clínico, aparecían
en el mercado de trabajo como un grupo nuevo y debían competir con profesiones ya consolidadas
como los psicoanalistas médicos y los psiquiatras que contaban con mayor legitimidad social y
habilitació n legal para ejercer sus prá cticas. Es por esta razó n que los psicó logos debían avanzar
tanto en la bú squeda de aceptació n y reconocimiento social como también en el terreno legal que les
era adverso.
Estrategias de legitimació n basadas en intervenciones concretas ofreciendo una serie de
competencias ligadas a la evaluació n y al diagnó stico de la personalidad que les permitieron
incorporarse al terreno de las psicoterapias de manera gradual, buscaban demostrar la efectividad de
las mismas y al mismo tiempo insistir sobre el valor diferencial de una intervenció n estrictamente
psicoló gica.
Resulta evidente, que esta bú squeda de un perfil clínico por parte de los psicó logos, encontró
resistencias importantes del lado de las profesiones ya constituidas en este terreno. Se sumó a ello, el
controvertido momento socio-político y la persecució n ideoló gica dirigida a los sectores intelectuales,
en especial a los de nuestra disciplina, siendo factores que derivaron en medidas oficiales
francamente restrictivas hacia la prá ctica profesional del psicó logo.
Es así que en 1967, se promulga la Ley Nacional N° 17.132, conocida también como Ley de
Holmberg o Ley de “los tres No”, que regula el ejercicio de la medicina, odontología y actividades de
colaboració n, en donde se les prohibía a los psicó logos el ejercicio de la psicoterapia, el psicoaná lisis y
la prescripció n de drogas psicotró picas.
Esta ley impedía a los psicó logos ejercer la prá ctica clínica, subordiná ndolo a la supervisió n
del médico y colocá ndolo como auxiliar. Como señ ala la Lic. Adela Duarte (una de las primeras
egresadas del país), con la promulgació n de esta ley los psicó logos son por primera vez y al mismo
tiempo reconocidos e ignorados: “Digo esto porque hasta ese momento no aparecíamos mencionados
en ninguna reglamentació n profesional y nosotros buscá bamos el reconocimiento legal. Con esta Ley,
en un solo acto, se nos denominaba psicó logos y simultá neamente se restringe y cercena nuestra
actividad profesional” (Duarte, 1992).
Pero las restricciones no terminaron acá , en el caso de Có rdoba, en 1978 se dicta la Ley
Provincial N° 6.222, que prohíbe el ejercicio liberal de la profesió n a los psicó logos y subordina su
prá ctica al médico (contenía bá sicamente lo mismo que la Ley Nacional N° 17.132).
En julio de 1980 se nos notifica desde el Ministerio de Bienestar Social de la Nació n su
intenció n de modificar la Ley Nacional N° 17.132. Ademá s, nos solicita que prepará semos un
memorá ndum expresando cuá les debían ser las reformas que entendíamos como pertinentes, en lo
que respecta al ejercicio de la psicología, reforma ésta que se efectivizaría al añ o siguiente.
Aparentemente parecía que empezaban a reconocernos, pero las ilusiones duraron poco,
porque en septiembre de ese mismo añ o el Ministerio de Cultura y Educació n dicta la Resolución
1560/80 sobre Incumbencias para Psicó logos y Licenciados en Psicología. La misma dice que a los
psicó logos les incumbe la obtenció n de test psicoló gicos y la colaboració n en tareas de investigació n
psicoló gica ú nicamente por indicació n y bajo supervisió n del médico psiquiatra. Al final refuerza: no
les incumbe la prá ctica del psicoaná lisis, de la psicoterapia, ni prescripció n de drogas psicotró picas.
Dicha resolució n se propone:
⮚ Reforzar nuestro lugar como auxiliares de la medicina, en franca contradicció n con el
reconocimiento de la psicología como ciencia autó noma.
⮚ Restringir al alcance del título otorgado por las Universidades a los psicó logos.
Debido a las dificultades y restricciones con las que nos enfrentá bamos en el campo de lo
académico y fundamentalmente de lo legal, los psicó logos emprenden su lucha gremial en defensa de
sus legítimos derechos.
Es por esta razó n, que comienzan a nuclearse, buscando concentrar fuerzas a través de
instituciones (regionales, provinciales o nacionales) que los representen para enfrentar los difíciles
desafíos y alcanzar sus objetivos.
Dicho proceso de institucionalizació n es relevante, pues no solo confiere nominació n a los
sujetos, sino que les impone un lugar y constituye un espacio que favorece, a la vez, una definició n
frente a otros.
Es así que en el añ o 1971, se constituye a nivel nacional la Confederación de Psicólogos de la
República Argentina (COPRA), cuyo objetivo principal de dicha institució n era cubrir la falta de
legislació n que protegiera a los psicó logos e impulsar la creació n de organismos profesionales
provinciales. El funcionamiento de esta institució n dura pocos añ os, debido a que fue limitada por el
gobierno de facto.
El 13 y 14 de Octubre de 1974, la Escuela de Psicología de la Facultad de Filosofía y
Humanidades de la UNC, junto a su Centro de Estudiantes y con el apoyo de COPRA, organizan el
primer Encuentro Nacional de estudiantes y profesionales de la Psicología en Có rdoba, siendo sede la
misma Facultad. Dicho encuentro se proponía reivindicar la profesió n ante decisiones del gobierno,
reivindicar la exclusió n de los psicó logos del Sistema Nacional Integrado de Salud (sistema al que
pertenecían las diversas profesiones de la salud), sentá ndose las bases para la creació n del Colegio de
Psicó logos. Como hito de este encuentro queda establecido el 13 de octubre como el “Día del
Psicó logo”.
En el caso de la Provincia de Có rdoba las instituciones que se constituyen son:
⮚ La Asociación de Psicólogos de Río IV5(1976).
Consideraciones finales
⮚ La validez del título de psicó logo otorgado por la Universidad Nacional o Privada reconocida,
como ú nica condició n para el ejercicio profesional.
⮚ El reconocimiento de los diferentes campos del ejercicio profesional, clínico, educacional,
laboral, institucional y forense.
⮚ El reconocimiento de la prá ctica de la psicoterapia, a cargo del psicó logo en el á rea clínica
Referencias
Alonso, M. & Nicemboim, E. (1997) “Notas sobre la Psicología en Argentina. Aspectos Académicos y Profesionales”. Revista
Papeles del Psicólogo N° 57. Buenos Aires, Argentina.
Ares, I. (1985) “De los orígenes o de có mo construir nuestra identidad” en Clarín. Disponible en:
https://docplayer.es/8474510-Capitulo-3-el-ejercicio-de-la-profesion-del-psicologo.html
Avelluto (1983) “Los Psicó logos y las paradojas de los 25 añ os de la Psicología”. Revista Argentina de Psicología. Buenos
Aires, Argentina.
Calo, O. (2000) “Ética y deontología en la formación del psicólogo Argentino”. Fundamento en Humanidades, diciembre,
añ o/vol. 1, nú mero 002. Universidad Nacional de San Luis, Argentina.
Courel, R. (1999a) “La formación clínica del psicólogo”. Psicología. Publicació n mensual informativa. Facultad de
Psicología, Universidad de Buenos Aires, añ o 9, Nº 78. Agosto de 1999. Buenos Aires, Argentina.
Courel, R. (1999b) “La subjetividad en la psicología: la psicología clínica de orientación psicoanalítica en Argentina”. VIII
Anuario de investigaciones. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Nº VIII. Añ o 2000. Buenos Aires,
Argentina.
Courel, R. & Talak, A. M. (1999) “La formació n académica y profesional del psicó logo en Argentina”. Extraído el 4 de
Febrero de 2008, disponible en:
http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Talak_courel_Formació n_academica_profesional_psicologo.htm
Dagfal, A. (1997) “Discurso, instituciones y prá cticas presentes en la etapa previa a la profesionalizació n de la disciplina
psicoló gica en la Argentina (1945-1955)” en Cuadernos Argentinos de Historia de la Psicología, 3 (1/2), pp. 173-195.
Buenos Aires, Argentina.
Dagfal, A. (2000) “José Bleger y los inicios de una “Psicología Psicoanalítica”, en la Argentina de los añ os “60” en Revista
universitaria de Psicoanálisis, Nº 2. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Di Doménico C. & Risueñ o A. (2012) “Estudio Preliminar de Acreditació n de Psicología, ALFEPSI. Procesos de acreditació n
de carreras de Psicología en Argentina. Estado actual y prospectiva”. IV Congreso Latinoamericano de Psicología.
Duarte, A. (1992) “La fundació n”, en Gaceta Psicológica, Nº 93.
FePRA, (1985) “Leyes del Ejercicio Profesional de la Psicología en Argentina”, en Revista Espacios y Propuestas, N°3, julio–
agosto.
Ferná ndez Á lvarez, H. (1998) “El desarrollo de la Psicología en Argentina”. Convenció n de la Amer. Psychol. Assc., Atlanta.
Ferrero, L. (2008) “Antecedentes de la Psicología en Có rdoba. Demandas de los sectores industrial y educacional que
propiciaron la formació n de la Carrera”. Trabajo final para la obtenció n de la Licenciatura en Psicología. Facultad de
Psicología. U.N.C.
Gallegos, M. (2000) “Cincuenta añ os de historia de la psicología como institució n Universitaria en Argentina”. Instituto
Rosario de investigaciones de Ciencias de la Educació n (IRICE-CONICET), Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
Klappenbach, H. (1995) “Antecedentes de la carrera de la psicología en Universidades, Argentinas”. Acta Psiquiat Psicol.
Am. Lat, 40, pp. 237-243.
Klappenbach, H. (1996) “Tentativa de periodizació n de la psicología en la Argentina”, Ponencia 8º Congreso Argentino de
Psicología, Universidad Nacional de San Luis.
Litvinoff, N. & Gomel, S.K. (1975) “El psicólogo y su profesión”. Buenos Aires, Nueva Visió n.
Martínez, H. (2002) “Guía cronológica de hechos relevantes relacionados con la profesión del psicólogo” . Ficha de Cá tedra
del Manual de Deontología y legislació n Profesional, Facultad de Psicología, UNC.
Ribeiz N. (2002) “Algunos datos importantes de la historia de la Psicología y el psicoaná lisis en nuestro medio. Extraído el
4 de febrero de 2008, disponible en: http://www.elsigna.com/site/detalle.asp?idcontenido=1810 – 75k
Ríos & Talak, A.M (1999) “La articulació n entre el saber académico y diversas prá cticas de la psicología, en la Sociedad de
Psicología de Buenos Aires entre 1908 y 1913”. VI Anuario de investigaciones, Facultad de psicología, Universidad de
Buenos Aires. Argentina.
Talak, A.M. (2000) “Los primeros desarrollos académicos de la psicología en la Argentina”. Actas del primer encuentro
argentino de historia de la psiquiatría, la psicología y el psicoaná lisis. Buenos Aires, Argentina.
Toro, J. P. & Villegas, J. F. (2001) “Problemas centrales para la formación académica y el entrenamiento profesional del
psicólogo en las Américas”. Vol.1, Buenos Aires, Sociedad Interamericana de Psicología.
Vezzetti, H. (1988) “El nacimiento de la psicología en la Argentina”. Estudio preliminar y selecció n de textos. Buenos Aires,
Puntosur.
Vezzetti, H. (2004) “Los comienzos de la psicología como disciplina universitaria y profesional, en intelectuales y expertos. La
constitución del conocimiento social en la argentina”. Buenos Aires, Paidó s.
Villanova, A. (1995) “Psicología latinoamericana: un comienzo bifronte”. Acta Psiquiat. Psicol. Am. Lat. 41, pp. 322-325.
Leyes y Resoluciones
Ley Nacional Nº 17.132 (1967) Regulació n del ejercicio Medicina, Odontología y actividades de colaboració n. Ministerio
de Salud y Acció n Social.
Ley Nacional N° 26.657 (2010) Derecho a la protecció n de la salud Mental. Repú blica Argentina.
Ley Provincial N° 6.222 (1978) Del ejercicio de las profesiones y actividades relacionadas con la salud humana. Provincia
de Có rdoba.
Ley Provincial N° 7.106 (1984) Disposiciones para el Ejercicio de la Psicología. Provincia de Có rdoba.
Ley Provincial N° 7.156 (1984) Constitució n del Consejo de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba. Provincia de Có rdoba.
Ley Provincial N° 7.601 (1984) Caja de Previsió n Social para Profesionales de la salud de la Provincia de Có rdoba.
Provincia de Có rdoba.
Ley Provincial N° 7.625 (1987) Régimen para el Equipo de Salud Humana de la Provincia de Có rdoba. Provincia de
Có rdoba.
Ley Provincial N° 8.312 (1993) Constitució n del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba. Provincia de Có rdoba.
Ley Provincial N° 8.577 (1996) Caja de Previsió n Social para Profesionales de la Salud de la Provincia de Có rdoba.
Provincia de Có rdoba.
Ley Provincial N° 9.848 (2010) Régimen de la protecció n de la salud mental en la Provincia de Có rdoba. Provincia de
Có rdoba.
Resolució n N° 1.560 (1980) Incumbencia de los títulos de psicó logos y Licenciados en Psicología. Ministerio de Cultura y
Educació n de la Nació n.
Resolució n N° 2.350 (1980) Incumbencias de los títulos de Psicó logos y Licenciados en Psicología. Consejo de Rectores de
Universidades Nacionales.
Resolució n N° 2.447 (1985) Incumbencias de los títulos de Psicó logos y Licenciados en Psicología. Ministerio de
Educació n y Justicia de la Nació n.
Resolució n N° 5 (1987) Có digo de É tica de la Provincia de Có rdoba. Consejo de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba.
Resolució n N° 21 (1989) Creació n del Á rea de Psicología Sanitaria. Consejo de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba.
Resolució n Nº 343 (2009) Aprueba contenidos curriculares bá sicos, carga horaria, criterios de intensidad de la formació n
prá ctica y los está ndares para la acreditació n de las carreras correspondientes a los títulos de Psicó logo y Licenciado en
Psicología. Ministerio de Educació n de la Nació n.
Resolució n N° 1.254 (2018) Alcances de título y actividades profesionales reservadas exclusivamente al título. Ministerio
de Educació n de la Nació n.
GUIA DE LECTURA
Federaciones / Confederaciones
Nacionales Consejos / Colegios
Provinciales
Asociaciones / Delegaciones
Regionales
ARTÍCULO LAS REPRESENTACIONES SOCIALES DE LA PROFESIÓN
DEL PSICÓLOGO: EN SU EJERCICIO, EN LAS
INSTITUCIONES, EN LA SOCIEDAD Y EN LA
INTERDISCIPLINA
A través de este trabajo nos proponemos poner en foco la profesió n del psicó logo, para
pensarla en este caso, en torno a las construcciones simbó licas que han incidido en la estructuració n
de nuestras representaciones sociales.
A tales fines iniciaremos aproximá ndonos brevemente a aquellos aspectos má s relevantes de
la teoría de las Representaciones Sociales, sirviéndonos luego de este sustento teó rico para presentar,
articular y poner en relevancia algunos elementos significantes específicos, a partir de los cuales es
posible advertir có mo nuestra profesió n se construye y es construida desde la realidad social.
Nuestra intenció n no reside en hacer una enunciació n exhaustiva de todos aquellos aspectos
que estructuran nuestras representaciones, sino tan solo plantear algunas cuestiones emergentes,
que sirvan de punto de partida a la reflexió n y el esclarecimiento singular y plural, en relació n a có mo
somos pensados desde el saber del sentido comú n, có mo contribuimos a ello y qué consecuencias
conlleva.
La teoría de las representaciones sociales se origina con la tesis doctoral de Serge Moscovici,
titulada El psicoanálisis, su imagen y su público (1961), en la que propuso caracterizar el pensamiento
de sentido comú n como algo distinto al pensamiento científico y explicar có mo una nueva teoría
científica se transforma al ser difundida socialmente y có mo esto cambia la visió n de la gente sobre
determinados objetos o situaciones (Rodríguez, 2007).
Hasta el momento ni en la primera obra de Moscovici se evidencia una definició n acabada
sobre este fenó meno, de hecho el mismo Moscovici (1979) va a decir que si bien es fá cil captar la
realidad de las representaciones sociales, es difícil captar el concepto. Señ aló ademá s que presentar
una definició n precisa podría reducir su alcance conceptual, prefiriendo a lo largo de su labor
académica aportar aproximaciones sucesivas que acercan a su comprensió n.
Moscovici desarrolla conceptualmente el estudio de las representaciones sociales a partir de la
noció n de “representaciones colectivas” propuesta por Emilio Durkheim en el campo de la Sociología.
Las representaciones colectivas se producen por el intercambio de acciones que realizan los
individuos como colectividad, en el seno de la vida social y constituyen, por lo tanto, hechos sociales
que sobrepasan y se imponen al individuo, pues las propiedades individuales, al sumarse en la
colectividad, pierden su especificidad y se constituyen en fenó menos eminentemente sociales.
De este modo, desde la perspectiva durkheimiana las representaciones colectivas son
sintetizadas y expresadas en forma colectiva y tienen vida propia (Durkheim, 2000, pp. 54-55); como
hechos sociales, mantienen independencia de los individuos y como tales le son impuestas mostrando
su cará cter determinista. Si bien Durkheim no llegó a desarrollar en un sistema teó rico la noció n de
representaciones colectivas, sentó el fundamento para su sucesiva elaboració n; desde el campo de la
Psicología Social, Moscovici y sus seguidores logran desarrollar el terreno teó rico, conceptual y
metodoló gico en el estudio de las representaciones sociales (Jodelet, 1986).
Para Moscovici la meta principal que persigue una representació n social es “la transformació n
de lo no familiar en familiar” (Moscovici, 1979, s/p), es decir, una representació n social es creada
cuando algo nuevo, debe ser incorporado a los universos conceptuales preexistentes. Así, su finalidad
es la de transformar lo desconocido en algo familiar.
“Toda representació n social es representació n de algo y de alguien” (Jodelet, 1986, s/p) y
como va a sostener Farr (1984) “(...) las representaciones sociales tienen una doble funció n: hacer
que lo extrañ o resulte familiar y lo invisible, perceptible. Lo que es desconocido o insó lito conlleva
una amenaza, ya que no tenemos una categoría en la cual clasificarlo” (Farr, 1984, s/p).
De esta manera, Moscovici va a expresar que las representaciones sociales son construcciones
simbó licas que se crean y recrean en el curso de las interacciones sociales y tienen la capacidad de
dotar de sentido a la realidad social.
También es posible entender las representaciones sociales como un conjunto de modalidades
del pensamiento de sentido comú n que se generan, permanecen y transforman mediante procesos
comunicativos cotidianos y mediá ticos (Rodríguez, 2007), es decir, constituyen un conjunto
estructurado de nociones, creencias, imá genes, metá foras y actitudes con los que los actores definen
las situaciones y llevan a cabo sus planes de acció n (Jodelet, 1986).
Jodelet (1986) va a plantear que la noció n de representació n social involucra lo psicoló gico o
cognitivo y lo social, fundamentando que éstas son una forma de conocimiento socialmente elaborado
y compartido, orientado hacia la prá ctica y que concurre a la construcció n de una realidad comú n a
un conjunto social.
Así, la representació n social corresponde a un acto del pensamiento en el cual el sujeto se
relaciona con un objeto y mediante diversos mecanismos ese objeto es sustituido por un símbolo. El
objeto queda representado simbó licamente en la mente del sujeto (Leó n, 2002).
Tomá s Ibá ñ ez (1988) va a sostener que:
Las representaciones producen los significados que la gente necesita para comprender,
actuar y orientarse en su medio social. En este sentido, las representaciones actúan de
forma análoga a las teorías científicas. Son teorías de sentido común que permiten
describir, clasificar y explicar los fenómenos de las realidades cotidianas (Ibá ñ ez, 1988, s/
p).
Por ú ltimo, existen algunos elementos teó ricos y metodoló gicos que nos permiten realizar una
articulació n de la teoría de las representaciones sociales con la perspectiva socioló gica de Pierre
Bourdieu. Si bien ambas propuestas se desarrollan en campos disciplinarios distintos: la sociología y
la psicología social, es posible delimitar relaciones de analogía. De este modo, nos es permisible
realizar un intento por asimilar a la categoría de representació n social el concepto de habitus,
estableciendo relaciones de analogía y complementariedad desde una perspectiva integradora.
Así, Gilberto Giménez (2005) señ ala que “el paradigma de las representaciones sociales […]
permite detectar esquemas subjetivos de percepció n, de valoració n y de acció n que son la definició n
misma del habitus bourdieusiano y de lo que nosotros hemos llamado cultura interiorizada”
(Giménez, 2005, p. 16). El habitus expresa, ademá s de una posició n objetiva en la realidad social, las
disposiciones subjetivas relativas a ese espacio; esto significa que el sujeto tiene margen para
reconstruir esas posiciones objetivas a través de formas simbó licas. En este razonamiento se asume
que la configuració n social no surge de forma espontá nea o de la nada, sino que responde al papel que
desempeñ an los agentes en la construcció n de esta misma realidad social; esta construcció n es
condicionada por la percepció n acerca de la misma y tiene como resultado un “conocimiento
prá ctico” (Bourdieu & Wacquant, 1995, p. 19).
Analizadas las representaciones desde esta perspectiva bourdieusiana, las representaciones
sociales constituyen una categoría que contribuye a la configuració n del habitus en virtud de su
naturaleza simbó lica; una de sus funciones es que contribuyen a que las personas reconozcan y
acepten la realidad social, integrá ndose a la posició n social que le corresponde en funció n de sus
esquemas de pensamiento. Este proceso es de cará cter simbó lico en virtud de que las
representaciones proporcionan al sujeto los có digos de construcció n de su realidad, otorgá ndole un
significado; así, contribuyen a la reproducció n de las relaciones sociales. Estos có digos que conllevan
las representaciones sociales expresan, a su vez, cierta ideología de grupo, que constituye una
condició n para la producció n de las mismas (Ibá ñ ez, 1994). Las representaciones sociales, al llevar en
su contenido los có digos del grupo, expresan sus formas ideoló gicas; por lo tanto, una manera de
acercarse al conocimiento de la ideología es a través del aná lisis de las representaciones sociales
(Piñ ero Ramírez, 2008).
Moscovici (1979) ha señ alado que las representaciones se articulan en torno a tres ejes o
dimensiones, ellos son:
⮚ La información: esta dimensió n da cuenta de la organizació n o suma de conocimientos que un
grupo posee respecto al objeto de representació n. Conocimientos que van a presentar sus
particularidades en cuanto a calidad y cantidad de los mismos. Esta dimensió n refiere así, a los
datos o explicaciones que sobre la realidad se forman las personas en sus relaciones
cotidianas.
⮚ Campo de Representación: esta dimensió n nos remite a la idea de "modelo", de “imagen”, está
referido al orden y jerarquía que toman los contenidos representacionales, que se organizan
en una estructura funcional determinada. El campo representacional se estructura en torno al
nú cleo o esquema figurativo, que es la parte má s estable y só lida, compuesto por cogniciones
que dotan de significado al resto de los elementos (Perera Pérez, 1998). Segú n Herzlich (1979)
deben considerarse los factores ideoló gicos en la estructuració n del campo de representació n.
⮚ La Actitud: es la dimensió n que determina la orientació n favorable o desfavorable en relació n
con el objeto de representació n. Es el componente afectivo, conductual, que le imprime
cará cter diná mico a la representació n y orienta el comportamiento hacia el objeto de la
misma, dotá ndolo de reacciones emocionales de diversa intensidad y direcció n. Moscovici
(1979) va a decir que la actitud es la má s frecuente de las tres dimensiones y desde el punto de
vista de la génesis, quizá sea siempre la primera. De esta manera, nos informamos y nos
representamos algo, luego de haber tomado posició n y en funció n de la posició n tomada.
Materan (2008) va a tomar los aportes de Moscovici cuando enuncia los dos procesos bá sicos
e interdependientes en la estructuració n de las representaciones, presentá ndolos de la siguiente
manera:
⮚ Objetivación: este proceso va desde la selecció n y descontextualizació n de los elementos, ideas
o conceptos hasta formar un nú cleo figurativo que se naturaliza enseguida, es decir, los
conceptos abstractos, relaciones o atributos son transformados en imá genes concretas. La
objetivació n lleva a hacer real un esquema conceptual, ésta puede definirse como una
operació n formadora de imagen y estructurante. Es decir, mediante este proceso se
materializan un conjunto de significados, se establece la relació n entre conceptos e imá genes,
entre palabras y cosas. "Objetivizar es reabsorber un exceso de significados materializá ndolos"
(Moscovici, 1979, s/p). Así, la objetivizació n reconstruye el objeto entre lo que nos es familiar
para poder controlarlo.
Moscovici (1979), concluye con su aná lisis de la objetivació n apuntando hacia la realizació n
del objeto de representació n en sus nexos con los valores, la ideología y los pará metros de la
realidad social. La actividad discriminativa y estructurante que se va dando por medio de la
objetivació n, se explica precisamente por sus tintes normativos: la representació n social
adquiere un armazó n de valores. Todas las definiciones sobre objetivació n de una
representació n social intentan explicar el paso de un conocimiento científico al dominio
pú blico (el psicoaná lisis en la investigació n de Moscovici), y que el segundo proceso de
formació n de una representació n social –anclaje– se liga al primero en forma natural y
diná mica.
⮚ Anclaje: con el anclaje la representació n social se liga con el marco de referencia de la
colectividad y es un instrumento ú til para interpretar la realidad y actuar sobre ella. Este
proceso permite que los eventos y objetos de la realidad que se presentan como extrañ os y
carentes de significado para la sociedad, se incorporen en su realidad social. A través del
proceso de anclaje, la sociedad cambia el objeto social por un instrumento del cual pueda
disponer, y este objeto se coloca en una escala de preferencia en las relaciones sociales
existentes (Moscovici, 1961). Consiste, por tanto, en hacer inteligible lo que no es familiar.
Ademá s, lo que lo diferencia de la objetivizació n es que permite incorporar lo extrañ o en lo
que crea problemas, en una red de categorías y significaciones (Jodelet, 1986). Ademá s, el
anclaje implica la integració n cognitiva del objeto de representació n dentro del sistema
preexistente del pensamiento y sus respectivas transformaciones. Se trata, de una inserció n
orgá nica dentro de un pensamiento constituido.
En resumen, Moscovici (1979) aclara ambos procesos argumentando que la objetivació n
traslada la ciencia al dominio del ser y que el anclaje la delimita en el del hacer; así como la
objetivació n presenta có mo los elementos de la ciencia se articulan en una realidad social, el anclaje
hace visible la manera en que contribuyen a modelar las relaciones sociales y también có mo se
expresan.
Entonces, ¿có mo se configuran las representaciones sociales? Segú n Ibá ñ ez (1994) las fuentes
de determinació n de las representaciones sociales se ubican en tres dimensiones:
⮚ Las condiciones sociales, econó micas e histó ricas de un grupo social o sociedad determinada;
La imagen erró nea y negativa del padecimiento mental, ha afianzado estereotipos, prejuicios,
mitos y falsas creencias, que perjudican de manera directa los derechos e inclusió n social de las
personas con problemas de salud mental y su entorno má s pró ximo.
Luego de la sanció n de la ley, la Comisió n Nacional Interministerial en Políticas de Salud
Mental y Adicciones elaboró distintos documentos con recomendaciones dirigidas a diversos
sectores, tras el objetivo de llevar adelante el proceso de transformació n que se pretende. Entre estos
documentos, se encuentran las “Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en
los medios”.
El discurso mediá tico -ya sea en el género periodístico como de la ficció n, tanto en el medio
audiovisual, radial, grá fico o en las redes sociales- es transmisor de conocimientos, valores, modelos,
informaciones que inciden en la comunicació n entre las personas y por lo tanto, influyen en la
construcció n de las representaciones.
Por tal razó n es que se establece esta guía, dirigida a quienes desarrollan funciones en los
medios de comunicació n, a los fines de brindarles -tal como lo dice la letra de su texto- “una
herramienta de trabajo para orientar y proporcionar recursos a la hora de comunicar sobre salud
mental y su colectivo, desde una mirada integral, que promueva un tratamiento mediá tico con
informació n adecuada, libre de estigmas y sin discriminació n” (Recomendaciones para el tratamiento
de temas de salud mental en los medios, 2013).
Entre el material que incluye, trata sobre los mitos y falsas ideas acerca de las personas con
padecimientos mentales. Aspecto que queremos rescatar y trasladar aquí, dado que consideramos
que nosotros mismos debemos ser los primeros en revisar aquellos contenidos representacionales
que circulan, evitar su reproducció n y contribuir a favor -tal como lo dice en la guía- “del
cumplimiento de los Derechos Humanos de las personas que padecen estas problemá ticas”
(Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en los medios, 2013, s/p).
Algunos de estos prejuicios se transcriben a continuació n:
⮚ Prejuicio 1. La salud mental es una cosa de locos…
Segú n la Organizació n Mundial de la Salud (OMS), 1 de cada 4 personas que vive en las grandes
ciudades necesita o necesitará apoyo psicoló gico durante su vida. La salud mental no es cosa de locos,
es cosa de todos.
⮚ Prejuicio 2. Las enfermedades mentales son un problema poco frecuente…
De acuerdo a estudios de la Organizació n Panamericana de la Salud (OPS/OMS), los trastornos
mentales está n dentro de las cinco primeras causas de enfermedad en nuestra regió n. El alcohol es en
Latinoamérica y el Caribe el principal factor de riesgo para la salud de la població n por encima del
tabaco. El alcohol y la depresió n son los problemas má s frecuentes en salud mental.
⮚ Prejuicio 3. Las personas cuya salud mental se encuentra comprometida no están en condiciones
de decidir sobre su vida…
Todas las personas tenemos el derecho a ser escuchadas y a tomar decisiones sobre nuestra
salud y nuestra vida, salvo en situaciones excepcionales y temporarias, de acuerdo a la Convenció n
Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad, suscripta por la Argentina en las
Naciones Unidas en 2007 y ratificada por el Congreso Nacional en 2008.
⮚ Prejuicio 4. La enfermedad mental es irreversible…
Los llamados padecimientos mentales pueden afectar parcial y transitoriamente la vida de una
persona. Con los apoyos comunitarios necesarios la recuperació n es posible.
⮚ Prejuicio 5. Las personas con enfermedad mental deben ser aisladas…
Todas las personas tienen derecho a recibir la atenció n de salud que necesitan, con el
acompañ amiento de sus afectos, en su comunidad, segú n la Convenció n Internacional de los Derechos
de las Personas con Discapacidad – Naciones Unidas 2007. Ni el hospital psiquiá trico, ni la reclusió n
son la respuesta apropiada.
⮚ Prejuicio 6. Una persona con enfermedad mental es sólo y exclusivamente un/a enfermo/a
mental y todos los sentimientos y conductas derivan de esa condición…
Las personas con o sin enfermedad mental tienen mú ltiples facetas. La condició n de
enfermedad mental no engloba todas las aspiraciones, deseos y proyectos de quien la padece. Incluso
tener diagnó sticos idénticos no implica que todas las evoluciones, dificultades o potencialidades sean
iguales. No hay enfermedad, hay enfermos.
⮚ Prejuicio 7. Las personas con padecimiento mental son peligrosas…
Las personas con enfermedad mental, en su conjunto, no son má s peligrosas que el resto de las
personas. Son má s víctimas que perpetradoras de actos agresivos.
Tal como se va a explicitar en la guía “el presente nos demanda a referentes de salud y
comunicadores, tanto del sector pú blico como del sector privado, a comprometernos en el hacer
cotidiano de trabajar en pos de la deconstrucció n del viejo relato sobre la salud mental y sus
consecuentes estereotipos” (Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en los
medios, 2013, s/p).
Tras la sanció n de la Ley Nacional de Salud Mental en el añ o 2010 y desde el nuevo paradigma
que dicha norma viene a instituir, se promulga a través del Capítulo V que dictamina sobre la
Modalidad de abordaje, que las intervenciones o acciones en salud mental sean realizadas en el marco
de la interdisciplina.
Específicamente el artículo 8 de la presente Ley, expresa:
Debe promoverse que la atención en salud mental esté a cargo de un equipo
interdisciplinario integrado por profesionales, técnicos y otros trabajadores capacitados
con la debida acreditación de la autoridad competente. Se incluyen las áreas de psicología,
psiquiatría, trabajo social, enfermería, terapia ocupacional y otras disciplinas o campos
pertinentes (Ley N° 26.657, 2010, art. 8).
Se plantea así, un abordaje de la salud mental que procure un proceso de construcció n
interprofesional, que trascienda los límites de las disciplinas individuales tras el fin de estudiar y
tratar el padecimiento mental desde perspectivas mú ltiples e integrales.
Sin embargo, no se puede dejar de visualizar los diversos sentidos y significados que se
construyen a nivel social y profesional particularmente, ante esta modalidad interdisciplinaria que la
Ley propone.
Las distintas disciplinas –aú n perteneciendo al mismo campo de la salud– fueron
construyendo prá cticas y discursos de diversas ló gicas, que resultan tanto de las trayectorias socio-
histó ricas como del propio campo profesional que le es específico, delimitando desde allí el enfoque
de una determinada problemá tica, como la especificidad de la intervenció n profesional. Esto da
razó n, a encontrarnos con modos fragmentados de abordaje, donde una problemá tica segú n desde
donde es mirada, es parcelada y circunscripta en “lo social”; “lo mental”, “lo físico”, etc. con énfasis en
la “atenció n individualizada” (Stolkiner, 2005).
Esta subdivisió n de las disciplinas a partir del objeto de estudio y/o intervenció n, fue gestando
prá cticas disciplinares de marcada especificidad hasta alcanzar un grado de especializació n extrema
que determinó la constitució n de fronteras tanto en el dominio de conocimiento como en el
desarrollo de metodologías particulares, dando surgimiento a la especializació n disciplinar (Perini,
Benítez & Ló pez, 2014).
Lo complejo de esto, có mo va a sostener Morín (1998) es que “(…) El espíritu
hiperdisciplinario va a devenir en un espíritu de propietario que prohíbe toda incursió n extranjera en
su parcela del saber” (Morín, 1998, s/p). Tal realidad, no deja de generar una permanente tensió n
interdisciplinar en el abordaje de un mismo problema, gestá ndose que la disputa desplace la
bú squeda de conocimiento y de respuestas. “El “egoísmo disciplinar” fragmenta los problemas,
burocratiza los tiempos de intervenció n y prolonga las respuestas, quedando el sujeto relegado”
(Perini, et al).
El espíritu de la ley, aspira a prá cticas interdisciplinares fundadas en el encuentro, la
cooperació n y producció n de nuevos marcos conceptuales compartidos, sin que ello signifique perder
la especificidad disciplinar. Có mo va a sostener Morin (2005) implica “abordar y comprender una
problemá tica como un entramado heterogéneo e inseparable, donde la interrelació n de todas las
dimensiones permite concretar la paradoja de lo uno y lo mú ltiple” (Morín, 2005, s/p).
El trabajo y actuació n interdisciplinar en el campo de la salud mental, implica como sostiene
Stolkiner (1999), una producció n de poder y el poder aparecerá necesariamente dentro del proceso
(tensiones, competencias y lucha por la hegemonía de un campo disciplinar). Sin embargo, el desafío
implica que cada profesional pueda despojarse de la pretensió n de imposició n de conocimientos y
prá cticas, reconociendo los límites de una disciplina cuando se construye un abordaje de cará cter
integral. Como va a plantear la autora, “la participació n en un equipo de esta índole implica
numerosas renuncias, la primera es la renuncia a considerar que el saber de la propia disciplina es
suficiente para dar cuenta del problema” (Stolkiner, 1999, s/p).
Las demandas en salud mental son multicausales y multidimensionales, lo que requieren del
trabajo conjunto en la producció n de nuevos saberes y modalidades de intervenció n, que no se
restrinja a la sumatoria de iniciativas individuales. La interdisciplina solicita de un trabajo sostenido
y constante. Como afirma Nora Elichiry (2009) “una cooperació n ocasional no es interdisciplina”, se
requiere de una actitud de “cooperació n recurrente” (Elichiry, 2009, s/p).
Y si bien, esta modalidad de abordaje es contemplada por los profesionales de la salud mental
como importante, cuesta mucho aú n efectivizarla en la praxis concreta. La construcció n colectiva
sigue siendo un reto que aú n convoca, cuesta modificar las funciones profesionales, como también las
jerarquías histó ricamente construidas en las instituciones del á mbito de la salud mental. Los
enunciados de la Ley, parecieran quedar asiduamente en suspenso, relegados. Quizá sea por su
desconocimiento, por la resistencia al cambio, por trayectorias formativas universitarias que
promueven aprendizajes especializados y fragmentados, por prá cticas individuales e institucionales
hegemó nicas, o por tantas otras razones implicadas.
Al decir de Perini, et al:
La normativa vigente no puede resolver cuestiones epistemológicas, teóricas,
metodológicas y políticas, pero está proponiendo a los profesionales del campo de la salud
mental la oportunidad histórica de superar las prácticas hegemónicas en el campo y
fundar el sentido de la acción colectiva (Perini, et al).
A modo de conclusión
Referencias
Banchs, M. (1984) Las representaciones sociales: sugerencias sobre una alternativa teó rica y un rol posible para los
psicó logos sociales en Latinoamérica. En: Bernardo Jiménez (comp.) Aportes críticos a la Psicología social en
Latinoamérica. Guadalajara: EDUC.
Bourdieu, P. (1991) El sentido práctico. Madrid: Taurus.
Bourdieu, P. (1997) Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona: Anagrama.
Bourdieu, P. & Wacquant, J. D. (1995) Respuestas: Por una antropología reflexiva. México: Grijalbo.
Comunicació n Responsable: Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en los medios. (2013)
Direcció n Nacional de Salud Mental y Adicciones. Ministerio de Salud de la Nació n.
Dogan, M. (1997) “¿Interdisciplinas?” Revista Relaciones. N° 157. pp. 16 -18. Montevideo, Uruguay. Disponible en:
relacion@chasque.apc.org
Durkheim, E. (2000) Representaciones individuales y representaciones colectivas. En Sociología y filosofía. Madrid: Miñ o y
Dá vila Eds.
Elichiry N. (2009) “Escuela y Aprendizajes”. Trabajos de Psicología Educacional. Cap. 9. Buenos Aires: Manantial.
Farr, R. (1984) “Las representaciones sociales”. En: Moscovici. S. Psicología Social II. Barcelona, Españ a: Ediciones Paidó s.
Giménez, G. (2005) Capítulo I: La concepción simbólica de la cultura. Manuscrito no publicado. Disponible en:
http://www.paginasprodigy.com/peimber/cultura.pdf
Herzlich, C. (1979) “La representació n social: sentido del concepto”. En Serge Moscovici. Introducción a la Psicología social.
Barcelona: Planeta.
Ibá ñ ez, T. (1994) “Representaciones sociales. Teoría y método”. En Psicología social construccionista. México: Universidad
de Guadalajara.
Jodelet, D. (1986) “La representació n social: Fenó menos, conceptos y teoría”. En: Moscovici. S. Psicología Social II.
Barcelona, Españ a: Ediciones Paidó s.
Leó n, M. (2002) “Representaciones sociales: actitudes, creencias, comunicació n y creencia social”. En: Psicología Social:
Buenos Aires: Prentice Hall.
Materá n A. (2008) “Las representaciones sociales: un referente teó rico para la investigació n educativa”. Geoenseñanza,
vol. 13, nú m. 2. Universidad de los Andes, Venezuela.
Morin, E. (2005) Introducción al pensamiento complejo. Gedisa.
(2002) La cabeza bien puesta. Buenos Aires: Nueva Visió n.
(1998) Sobre la interdisciplinariedad. Disponible en: www.pensamientocomplejo.com.ar
Najmonovich, Denise. Interdisciplina artes y riesgos del arte dialó gico. En
http://www.pensamientocomplejo.com.ar/docs/files/Interdisciplina%20-%20Najmanovich.pdf
Moscovici, S. (1979) El Psicoanálisis, su imagen y su público. Buenos Aires: Edit. Huemul.
Perera Pérez, M. (1998) A propósito de las representaciones sociales: Apuntes teóricos, trayectoria y actualidad. CIPS.
Material inédito.
Perini, L., Benítez, R. & Ló pez, C. (2014) “La intervenció n interdisciplinaria en Salud Mental: lo que la Ley no puede
resolver”, en Revista Perspectivas, #10, Departamento de Trabajo social, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales,
UNaM, ISSN 16697006, disponible en: http://perspectivas.unam.edu.ar/la-intervencion-interdisciplinaria-en-salud-
mental-lo-que-la-ley-no-puede-resolver/#_edn1
Piñ a, J. M. (2004) “La teoría de las representaciones sociales. Nociones y linderos”. En Piñ a, J. M. (Coord.) La subjetividad
de los actores de la educación. México: CESU-UNAM.
Piñ ero, S. L. (2008) “La teoría de las representaciones sociales y la perspectiva de Pierre Bourdieu: Una articulació n
conceptual”. CPU-e, Revista de Investigación Educativa. Disponible en:
http://www.uv.mx/cpue/num7/inves/pinero_representaciones_bourdieu.html
Rodríguez, T. (2007) “Sobre el estudio cualitativo de la estructura de las representaciones sociales”. En Rodríguez, T. &
García, M., Representaciones sociales. Teoría e investigación. Guadalajara: Universidad de Guadalajara.
Stolkiner, A. (2005) “Interdisciplinar y Salud Mental”. Ponencia presentada en IX Jornadas Nacionales de Salud Mental y I
Jornadas Provinciales de Psicología. Salud Mental y Mundialización: Estrategias posibles en la Argentina de hoy. 7 y 8 de
octubre 2005. Posadas, Misiones.
Leyes
Ley Nacional N° 26.657 (2010) Derecho a la protecció n de la salud Mental. Repú blica Argentina.
GUIA DE LECTURA
EJE II:
LA DIMENSIÓN DEONTOLOGICA
EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO
Si partimos considerando que el psicó logo es un profesional especializado en una rama de las
ciencias humanas y que como tal el campo de aplicació n de su ejercicio involucra al hombre, sus
derechos, su dignidad, su valor como persona y particularmente su salud mental, no podemos dejar de
evaluar la elevada responsabilidad profesional que dicho accionar comporta.
El psicó logo desde cualquier esfera de acció n en la que se desempeñ e, penetra como ningú n
otro profesional en la intimidad de las personas, en el conocimiento de su personalidad, en sus
conflictos, sentimientos, emociones, creencias, en su subjetividad. Esto da razó n, a que toda
intervenció n sobre el sujeto, para que sea una intrusió n legítima, deba ser realizada no solo con los
conocimientos especializados de la disciplina y las habilidades técnicas para la prá ctica, sino y
fundamentalmente atendiendo a la dimensió n deontoló gica que atraviesa su quehacer para que este
converja en un accionar correcto y adecuado cuando se solicita de nuestra atenció n profesional.
A los fines de comprender la importancia de esta dimensió n, será necesario introducir algunas
conceptualizaciones y componentes que forman parte de la deontología, para visualizar así su
relevancia en el ejercicio profesional del psicó logo.
Como punto de partida, será necesario iniciar definiendo lo que se entiende por deontología. La
palabra deontología etimoló gicamente procede del griego deon (lo conveniente, lo debido) y logía
(tratado, conocimiento, estudio), lo que significa el estudio o tratado de lo debido. El creador de éste
término fue el filó sofo y jurista inglés Jeremy Bentham (1748-1832), quien lo utilizó para designar una
ciencia de lo “conveniente”; refiriéndose a la rama de la ética cuyo objeto de estudio son los
fundamentos del deber y las normas morales. Es también conocida como "Teoría del deber". El autor
edifica una deontología sobre la base del utilitarismo.
El Utilitarismo en su forma clá sica propone el principio de utilidad, como le llama Bentham, que
establece que una acció n es moralmente buena cuando produce mayores beneficios que perjuicios y un
mejor cá lculo de buenas consecuencias respecto de cualquier otra acció n alternativa. Bentham
identifica el “bien” en cuestió n con el placer o la felicidad, y el mal con el dolor o la infelicidad
(Mainetti, 2002).
Segú n el autor, la deontología estudia los deberes que deben cumplirse para alcanzar el ideal
utilitario del mayor placer posible o la má xima felicidad para el mayor nú mero de individuos. De este
modo, toda acció n que conduzca a ese fin, será aceptada como moralmente correcta.
La primera alusió n al término la hizo en su obra Deontology or the Science of Moralit en 1834,
presentando su “deontology” como una ciencia de normas que sirven de medios para alcanzar normas
que se consideran fines.
La concibe, de esta manera, como una disciplina descriptiva y empírica cuyo fin es la
determinació n de los deberes que han de cumplirse en determinadas circunstancias sociales y muy
específicamente dentro de una profesió n determinada (Ferrater Mora, 1985).
Existen tantas deontologías, como cuantas ramas profesionales existan y en el caso particular de
nuestra profesió n, la deontología va a contemplar y establecer los deberes exigibles al psicó logo para
un ejercicio adecuado de su prá ctica profesional.
Una característica fundamental de la deontología profesional es que tiene un fuerte componente
de autorregulació n, entendida en un sentido colectivo.
Esto se debe a que, por un lado, quien se encarga de establecer las normas que especifican los
deberes mínimamente exigibles a los profesionales en el desempeñ o de su actividad, es el propio
colectivo profesional. Por el otro, quienes van a procurar mantener, promover y defender la
deontología, son los organismos profesionales, quienes se ocupan de vigilar el cumplimiento de
determinados niveles de exigencia, de competencia y de calidad en el desempeñ o del trabajo de sus
colegiados.
Es decir, que son los mismos profesionales los creadores, sujetos y objetos de sus propias
normas deontoló gicas, son quienes se van a encargar de recogerlas por escrito en los có digos de ética y
a la vez quienes está n facultados para velar por su cumplimiento a través de sus organismos
profesionales.
Así, los instrumentos o mecanismos que van a dotar de efectividad a la deontología y a su vez
van a permitir su institucionalizació n, son los organismos profesionales y los có digos de ética o có digos
deontoló gicos.
Organismos Profesionales
El Estado delega en los organismos profesionales –colegio o consejo de psicó logos– diversas
atribuciones y funciones atinentes al resguardo y vigilancia del ejercicio profesional.
Los colegios o consejos profesionales, son corporaciones de derecho pú blico, amparadas por la
Ley y reconocidas por el Estado, con personalidad jurídica propia y plena capacidad para el
cumplimiento de sus fines.
Dichas Instituciones tienen alcance provincial, son las que otorgan la habilitació n legal que
obligatoriamente es requerida para el desempeñ o de la prá ctica y está n conformadas por los
psicó logos matriculados que ejercen la profesió n dentro de ese á mbito territorial.
Entre sus mú ltiples competencias, es posible destacar:
⮚ El procedimiento de gestión: entre lo que se destaca la ordenació n y funcionamiento del ejercicio
de la profesió n, la representació n institucional de la profesió n, de los colegiados, de sus
intereses y derechos.
⮚ El procedimiento de control: vigila el cumplimiento de determinados niveles de exigencia, de
competencia y de calidad en el desempeñ o del trabajo de sus colegiados. Vela por el
cumplimiento de la normativa deontoló gica, la prá ctica profesional ética, en resguardo y
protecció n de los destinatarios de los servicios de sus colegiados.
⮚ El procedimiento sancionador: quien se ocupa de esta funció n dentro de la entidad, es el
Tribunal de É tica, donde de oficio o por denuncias recibidas (de matriculados, instituciones o
particulares) tiene el poder disciplinario para dictaminar las sanciones correspondientes ante el
incumplimiento o violació n a la ética en el ejercicio de la profesió n (apercibimiento, multa,
suspensió n o cancelació n de la matrícula temporaria o definitiva) (Ley Provincial N° 8312, art.
16-18).
Los có digos de ética o có digos deontoló gicos cumplen varias funciones: unas miran al exterior
de la profesió n y otras hacia el interior. Hacia fuera los có digos sirven de término de referencia de la
conducta recta y competente que los ciudadanos pueden esperar de los profesionales: de este modo,
definen el perfil moral de la profesió n, promueven su prestigio social y le confieren legitimidad pú blica.
Hacia dentro de la profesió n, los có digos, ademá s de ser la guía necesaria de la conducta aceptable de
los profesionales en ejercicio, sirven de patró n objetivo para juzgar, conforme al régimen disciplinario
establecido, las conductas profesionales inadecuadas (Nú ñ ez Arévalo, 2008).
En síntesis, los có digos de ética son documentos creados y sancionados por los organismos
profesionales oficiales. Pueden ser definidos como cuerpos normativos ordenados de manera
sistemá tica y metó dica.
La finalidad de los mismos es explicitar y regular lo que se puede o bien no se puede hacer ante
determinadas circunstancias. Plantean un encuadre y herramientas acerca de lo que se considera
correcto y adecuado para la actividad profesional. Su cará cter de guía o pauta de conducta los hace un
instrumento ú til y necesario para el ejercicio de la prá ctica.
Los có digos se encuentran organizados por medio de una gradiente estructural:
⮚ Lo primero que presentan es la Introducción. En este apartado se expresa la intenció n y alcance
de aplicació n del có digo de ética.
⮚ En segundo término se ubica el Preámbulo. A través del mismo se establece el propó sito del
có digo, es donde se reflejan los valores de la profesió n, aquellas cualidades inmateriales que
marcan un rumbo a nuestro accionar. El mismo fundamenta el respeto por los Derechos
Humanos como eje organizador.
⮚ Sobre estos valores se asientan los Principios, los cuales son formales, aunque un tanto má s
concretos que los valores. Los principios enuncian metas valiosas, pueden ser definidos como
ideas abstractas, modelos supremos, guías de acció n que ayudan a conocer lo que es bueno,
deseable, para un individuo o grupo, y al ser aplicados a una profesió n, adquieren la
especificidad de la misma.
El Có digo de É tica de Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina va a expresar que los
principios “constituyen objetivos deseables que guían a los psicó logos hacia los má s elevados
ideales de la Psicología” (FePRA, 2013, s/p). Por su parte el Có digo de É tica del Colegio de
Psicó logos de la Provincia de Có rdoba va a sostener que “poseen una funció n orientativa de la
prá ctica” (Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, 2016, s/p).
A su vez, los principios se caracterizan por ser portadores de fuerza normativa, así un valor que
emana de un principio se pone en prá ctica por medio de un enunciado concreto o norma que,
aplicada en un entorno profesional, se convierte en un deber para todos aquellos que ejercen
esa profesió n.
De esta manera, los principios son los que orientan el proceso de constitució n de la norma,
recibiendo de ellos su contenido.
⮚ Finalmente se presentan las normas deontológicas, que son las que establecen los deberes
concretos para el desempeñ o profesional. Las normas son caminos o vías para que el valor y los
principios se concreten en una determinada situació n.
El Có digo de É tica de FePRA va a explicitar que “las normas deontoló gicas establecen reglas de
conducta profesional, las que expresan deberes que afectan a todos los profesionales
psicó logos” (FePRA, 2013, s/p). Por su parte el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la
Provincia de Có rdoba va a determinar que “expresan deberes obligantes para el ejercicio
profesional” (Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, 2016, s/p).
Ambos van a afirmar que su incumplimiento atenta contra los derechos de los receptores de los
servicios profesionales. También van a aclarar que la mayoría de las normas está n redactadas
de manera general, de modo que puedan adecuarse y ser aplicadas en funció n de la situació n, el
á mbito profesional y el contexto de desempeñ o. Se especifica que las reglas enunciadas, no son
exhaustivas, lo que no habilita a que la ausencia de disposiciones expresas deba interpretarse
como admisió n de prá cticas y actos incompatibles con el sentido del có digo.
La importancia de los có digos radica entonces, en que:
⮚ Establecen una serie de pautas que regulan nuestra prá ctica, funcionando como una referencia
anticipada a situaciones posibles y por venir.
⮚ Resumen el conocimiento alcanzado en el campo profesional hasta cierto momento, lo cual
funciona como fundamento de las normativas. Es como un estado del Arte adquirido hasta el
momento.
⮚ Las normativas de los có digos encuentran una referencia jerárquicamente superior en las
normas jurídicas (Salomone, 2003).
⮚ Derecho a la privacidad.
⮚ Honestidad intelectual.
En cuanto al principio de Consentimiento informado fue desarrollado en el curso de los procesos
celebrados en Nuremberg, finalizada la segunda guerra mundial e incluido en el primer có digo de ética
aprobado tras una decisió n judicial en 1947.
En 1964, tuvo lugar el pronunciamiento de la octava asamblea de la asociació n médica mundial,
conocida como la Declaració n de Helsinski, donde también se lo contempla. Y, particularmente en el
caso de los psicó logos, las normas éticas de la American Psychological Association, lo establece en su
principio octavo.
c
Para ello deberá informar sobre los medios y propó sitos de la misma, entre los que se incluirá
objetivos, métodos, técnicas, duració n, honorarios, como así también de los potenciales riesgos de tal
participació n.
El consentimiento otorgado debe ser totalmente voluntario, no mediando coerció n, presió n o
restricció n alguna; deber ser racional, para comprender los alcances de sus actos; y la persona debe
estar capacitada legalmente para poder autorizarlo.
En el caso de que la persona involucrada no esté en condiciones legales, intelectuales o
emocionales de evaluar la situació n para brindar su consentimiento, su responsable legal es quien
deberá otorgarlo.
Cuando se lleven a cabo investigaciones, donde se tenga que someter al sujeto de sus estudios a
algú n grado de riesgo, tensió n o estrés, debe regir el Consentimiento documentado o escrito.
Cabe destacar, por un lado, que el grado de riesgo o estrés al que se somete al sujeto, debe ser
tolerable y no producir efectos secundarios irreversibles; por el otro, que esta clase de investigaciones
só lo será n admisibles cuando cumplan ciertos requisitos, el problema sea científicamente relevante y
no pueda ser investigado de otra forma.
El otro principio referido es el Derecho a la privacidad, que es patrimonio de todo ser humano.
El mismo consiste en el derecho que tiene toda persona a guardar “para sí misma” toda informació n
referida a su vida privada. Sus pensamientos, emociones, opiniones, creencias o valores le pertenecen y
nadie bajo ninguna razó n o pretexto, está autorizado a entrometerse en su vida íntima o violar este
derecho.
Ligado al Derecho a la privacidad se desprende el requisito de “confiabilidad”, plasmá ndose
como normativa en todos los có digos de ética que regulan el accionar del psicó logo bajo la figura de
Secreto Profesional.
El mismo determina la obligació n que tiene el psicó logo de mantener en la má s absoluta reserva
toda la informació n que haya recopilado acerca de una persona en el ejercicio de sus funciones.
Dicho precepto ético está centrado en el resguardo de la subjetividad de los destinatarios de sus
servicios y fundamentalmente sobre la utilizació n que haga el profesional de la informació n que posea
de éste.
Deberá tomar todos los recaudos necesarios al crear, almacenar o eliminar la informació n
volcada en sus registros, de manera que garantice una adecuada confidencialidad.
Las historias clínicas u otros datos referentes a casos estudiados solo será n utilizados para fines
didá cticos o ilustrativos, cuando se hayan tomado las medidas necesarias para no revelar la identidad
de los interesados.
En el caso de compartir informació n confidencial con otros profesionales porque la situació n así
lo requiera, el secreto profesional se extiende a todos los participantes.
La informació n que se brinde a padres o responsables de menores o incapaces, como así
también la que se otorgue a las instituciones que la requieran, siempre deberá cuidar el resguardo del
sujeto, teniendo en cuenta lo que lo pueda condicionar o perjudicar.
La revelació n del secreto profesional só lo se realizará frente a situaciones límites y cuando
medie justa causa, caso contrario estaríamos incurriendo en la violació n de esta norma.
Finalmente el ú ltimo principio mencionado es la Honestidad intelectual. Este principio apunta
fundamentalmente al reconocimiento de los “límites” por parte del profesional en el ejercicio de su
prá ctica.
Entre ellos, se encuentra el reconocimiento de la propia competencia. El profesional no deberá
abordar casos, situaciones o problemas para los que no esté capacitado o tenga la idoneidad suficiente;
sea porque no tiene los conocimientos necesarios para abordar el caso, porque el marco teó rico en el
que se sustenta no le otorga las herramientas necesarias para atender esa problemá tica o bien porque
la conflictiva que se le presenta escapa total o parcialmente a los límites de su propia disciplina.
En estos casos el psicó logo deberá ayudar al destinatario de sus servicios a que encuentre la
asistencia profesional adecuada, o bien incluirá en el abordaje la intervenció n de otros especialistas
cuando ciertos aspectos del problema lo requieran.
También deberá reconocer los límites de su propia personalidad, absteniéndose de realizar
cualquier tipo de actividad profesional en la cual sus problemas personales pudieran interferir
negativamente, provocando un desmejoramiento de sus servicios o bien un perjuicio para sus
destinatarios.
Su eficiencia depende en buena medida de su capacidad para establecer relaciones
interpersonales sanas y una alteració n temporaria o duradera de su personalidad, puede inferir en su
capacidad o bien distorsionar su apreciació n de los demá s.
En el caso de que esto ocurriera mientras se encuentra prestando un servicio, tendrá que
recurrir a un profesional competente para determinar si puede continuar asistiendo el caso o bien
renunciar y derivarlo.
Por ú ltimo, deberá atender a los límites que le marca la propia disciplina o profesió n que ejerce,
no utilizando métodos o técnicas que no estén avalados científicamente por ésta, ni ofrecerá servicios
que no estén contemplados por las normas profesionales establecidas en los distintos sectores o
campos de actividad.
Como Murat (1987) sostiene, ser honesto intelectualmente no es solamente una norma ética,
sino también un requisito metodoló gico de sumo valor.
Consideraciones finales
La dimensió n deontología en el ejercicio de la prá ctica profesional del psicó logo, busca un
equilibrio entre un determinado estilo de vida moral y un alto nivel de profesionalidad técnico-
científica. Va a delimitar a través del có digo de ética, un encuadre acerca de lo que se debe y lo que se
considera correcto y adecuado para la actividad profesional, velá ndose por su cumplimiento a través
de los organismos profesionales.
Enuncia valores, que ponderados a través de los principios orientan la direcció n de la praxis
profesional, sentando las herramientas que permitirá n desde la dimensió n ética direccionar un
accionar que procure siempre el bienestar y resguardo de los destinatarios de nuestros servicios
profesionales.
Referencias
Leyes y códigos
Có digo de É tica de la Federació n de psicó logos de la Repú blica Argentina, (2013).
Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, (2016).
Ley Provincial N° 8.312 (1993) Constitució n del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba. Provincia de Có rdoba.
GUIA DE LECTURA
La RAE va a establecer que lo confidencial es “lo que se hace o dice en confianza o seguridad
recíproca entre dos o má s personas” (RAE, 2018, s/p). En el campo de la salud, la confidencialidad
reside en la informació n que una persona brinda a un profesional en la creencia que la misma será
resguardada. El secreto profesional, es así, la contracara de la confidencialidad. Este se presenta como
un derecho que le compete al usuario de un servicio de salud y se transforma en un deber ético y una
obligació n jurídica que recae sobre los profesionales de la salud.
La institució n del secreto profesional, no solo se desprende como fuente normativa desde la
misma Constitució n de la Nació n Argentina, sino que ademá s se plasmará legislativamente en gran
cantidad de Tratados Internacionales, como la Declaració n de los Derechos Humanos (1948) a través
de su artículo 12; Los Doce Principios de Provisió n de Atenció n de la Salud en Cualquier Sistema
Nacional de Atenció n de la Salud (1983) en su punto IV; en La Declaració n Universal sobre Bioética y
Derechos Humanos (2005) a través de su artículo 9; en la Declaració n de Lisboa (actualizada en 2005);
en la Declaració n de Ginebra (actualizada en 2006); en las Cartas de Derechos y Deberes de los
Pacientes; por mencionar tan solo algunos de los documentos internacionales que pronuncian su
resguardo. Encontrará a su vez, su repercusió n en diversas legislaciones nacionales y provinciales
dentro de nuestro Derecho positivo.
A tales fines, nos centraremos en un primer momento en aquellas regulaciones que atañ en
específicamente al ejercicio profesional del psicó logo, para analizar luego otras legislaciones del orden
jurídico que son incidentes para direccionar nuestro accionar.
A través de la Ley N° 7.106 (1984) de “Disposiciones para el ejercicio de la Psicología” de la
Provincia de Có rdoba, en su artículo 7, inciso d, se va a establecer:
Guardar el más riguroso secreto sobre cualquier prescripción o acto profesional salvo las
excepciones de la ley o en los casos que por la parte interesada se lo relevare de dicha
obligación expresamente. El secreto profesional deberá guardarse con igual rigor respecto
de los datos o hechos que se informaren en razón de su actividad profesional sobre las
personas en sus aspectos físicos, psicológicos e ideológicos (Ley N° 7.106, 1984, art.7, inc.
d).
Se plantea así, rigurosidad en la reserva del acto profesional, los datos y hechos conocidos,
demarcá ndose los aspectos físicos, psicoló gicos e ideoló gicos.
En relació n a esto, Beauchamp y Childress (1987) van a considerar que existen tres niveles o
formas distintas a proteger la intimidad o privacidad:
⮚ Física: no someter al paciente a contactos físicos innecesarios, no ser observados por
personal no necesario, a no ser grabados por una cámara.
⮚ De la información: implica las reservas sobre la intimidad de los datos sanitarios que
comportan el sustento de la relación profesional-paciente.
⮚ Toma de las propias decisiones: Esta intimidad decisoria significa que el paciente tiene
capacidad para tomar sus propias decisiones sin ninguna interferencia (Autonomía)”
(Beauchamp y Childress, 1987, s/p).
De esta manera, el resguardo adquiere una amplitud que comporta las mú ltiples aristas que lo
constituyen.
Por su parte, el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba (2016), en
el apartado sobre Secreto Profesional y Derecho a la Informació n, artículo 1.22 va a delimitar que:
Lxs psicólogxs tienen el deber de guardar secreto asegurando así la confidencialidad de
todo conocimiento obtenido acerca de los destinatarios de sus servicios profesionales. Este
deber hace a la esencia misma de la profesión, responde al bien común, protege la
seguridad y la dignidad de los consultantes, sus familias y comunidades, debiendo
resguardar los intereses de las personas a quienes ofrecen sus servicios, cualquiera sea el
ámbito profesional de desempeño (Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la
Provincia de Có rdoba, 2016, art. 1.22).
El precepto ético aquí enunciado hace extensiva la confidencialidad a cualquier á mbito
profesional de desempeñ o y procura no solo por el resguardo de la subjetividad de los destinatarios de
sus servicios y la de la disciplina misma, sino que ademá s va a contemplar la seguridad y la dignidad de
los consultantes, sus familias y comunidades.
A su vez, el Có digo va a establecer especificaciones en relació n a la utilizació n que haga el
profesional de la informació n que posea, delimitá ndose entre otros aspectos que: deberá tomar todos
los recaudos necesarios al crear, almacenar, acceder, transferir o eliminar la informació n volcada en
sus registros, en especial si son impresos, digitalizados y/o videograbados (1.32); la obligació n de
preservar la privacidad aú n después de concluida la relació n profesional o la muerte de los
consultantes (1.29); o que en el caso de compartir informació n confidencial como resultado del trabajo
en equipo, supervisiones o bien por las características de la institució n en que se desempeñ an, la
obligació n de guardar secreto se extiende a todos los profesionales participantes (1.30) (Có digo de
É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, 2016).
Ahora bien y tal como fue dicho, la obligació n de confidencialidad se va a normativizar en otras
legislaciones jurídicas, como es el caso del Có digo Penal de la Nació n Argentina. Cuando se contempla
los “Delitos contra la libertad” en el cuerpo de esta norma, a través del artículo 156 va a establecer que:
Será reprimido con multa de pesos mil quinientos a pesos noventa mil e inhabilitación
especial, en su caso, por seis meses a tres años, el que teniendo noticia, por razón de su
estado, oficio, empleo, profesión o arte, de un secreto cuya divulgación pueda causar daño,
lo revelare sin justa causa (Có digo Penal de la Nació n Argentina, 1984, art.156).
En relació n a lo que va a dictaminar este artículo, es necesario analizar y esclarecer algunos
aspectos. Como punto de partida y como se viene desarrollando a lo largo de este artículo, hay fuentes
normativas claras, ademá s de antecedentes jurisprudenciales concretos, que delimitan como “principio
general”, la obligació n de resguardar la confidencialidad a través del secreto profesional.
De hecho, cuando Sebastiá n Soler (1998) refiere a este artículo va a decir que:
la más importante categoría es la que abarca a los que desempeñan una profesión o arte,
porque es el terreno especialmente en el que la necesidad de recurrir a esa clase de
personas expertas torna imprescindible y hace más intensa la obligación de reserva (Soler,
1998, s/p).
Es por ello, que la obligació n de reserva está pautada –legal y éticamente– desde antes que el
profesional haya adquirido o tomado conocimiento de cualquier informació n sobre una persona en el
ejercicio de sus funciones. De esta manera, el Có digo Penal viene a refrendar dicho criterio.
Sin embargo, el artículo nos introduce a contemplar que esta reserva no siempre puede ser
absoluta, sino que hay situaciones en las que se encuadran bajo la figura de lo que se denomina “la
justa causa”. La justa causa se configura cuando hay un interés superior a proteger, como puede ser
que el profesional evalú e posibilidades de riesgo o dañ o para el usuario o para terceros. Nogueira va a
definir la justa causa como “un estado de necesidad que legitima la revelació n de un secreto, para
evitar un mal mayor” (Nogueira, 1995, s/p).
Es por ello que tanto el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba
(2016), como el Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina (2013), van a
pautar entres sus normas los “Límites del Secreto Profesional”. En el caso del ú ltimo có digo
mencionado, a través del artículo 2.8.1. se determinan las situaciones en que los psicó logos podrá n
comunicar informació n, sin que ello implique incurrir en violació n del secreto profesional. Las cuatro
situaciones nominadas, son las siguientes:
2.8.1.1. Cuando así lo exija el bien del propio consultante, debido a que éste, por causas de
su estado, presumiblemente pudiera causarse un daño o causarlo a otros.
2.8.1.2. Cuando se trate de evitar la comisión de un delito o prevenir los daños que pudieran
derivar del mismo.
2.8.1.3. Cuando el psicólogo deba defenderse de denuncias efectuadas por el consultante en
ámbitos policiales, judiciales o profesionales.
2.8.1.4. Cuando el propio consultante lo autorice o solicite por escrito, quedando a criterio
del profesional actuante la información que se brinde (Có digo de É tica de la FePRA, 2013,
art. 2.8.1).
Cabe esclarecer al respecto, que cualquiera sea la causa –presumible, preventiva o de defensa–
que se plantee como estado de necesidad y configure una situació n límite, la informació n que se
comunique debe ser la estrictamente necesaria como lo van a establecer ambos có digos de ética. A lo
que cabría agregar, que la comunicació n debe ser realizada a la/s persona/s adecuadas segú n el caso o
situació n de la que se trate.
Y esto nos remite a analizar un aspecto má s del artículo 156 del Có digo Penal, cuando remite a
que “la divulgació n del secreto pueda causar un dañ o” (Có digo Penal de la Nació n Argentina, 1984,
art.156). Es necesario plantear aquí una distinció n entre “divulgar” y “revelar”.
Divulgar, segú n la RAE significa “publicar, extender, poner al alcance del pú blico algo” (RAE,
2018, s/p). Lo que plantea una diferencia con revelar, que tal como va a decir Fontá n Ballestra,
“revelar, lo mismo que descubrir, es poner el secreto en conocimiento de una persona que no lo posee”
(Fontá n Ballestra, 1995, s/p). Lo que no significa hacerlo pú blico, sino que tal como se va a explicitar
en los có digos de ética se debe procurar que la informació n transmitida –ademá s de ser la
estrictamente necesaria–, sea recibida por la/s persona/s “competentes y capaces de preservar la
confidencialidad dentro de límites deseables” (Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia
de Có rdoba, 2016, art. 1.33.3).
Así, la justa causa como estado de necesidad y los requisitos de revelació n antes desarrollados,
son condició n para realizar una “revelació n del secreto profesional” y no incurrir en una “violació n al
secreto profesional”.
También es importante destacar aquí, que el consentimiento del interesado es la primera causa
constitutiva de justa causa. El consentimiento puede ser anterior, simultá neo o posterior al momento en
que fue confiado. Y vale aclarar, que aú n en esta situació n de aval del usuario, vale atender lo antes
desarrollado, esto es que el profesional valore qué informació n es la que va a ser develada,
transmitiendo tan solo la necesaria y suficiente.
Ademá s de estas razones éticas, que pudieren ser causas que justifiquen el levantamiento del
secreto profesional, existen otras razones legales que otorgan franco predominio a otros intereses
jurídicos por encima del interés de reserva del secreto, ante alguna circunstancia o hecho conocido en el
ejercicio de la profesió n.
Entre estas posibilidades, está el caso de las normas legales que mandan revelar la informació n
profesional por razones sanitarias que hacen a la preservació n de la salud pú blica. Un ejemplo de ello
son las enfermedades infecto-contagiosas: Ley N° 11.359 (lepra), Ley N° 12.331 (enfermedades
venéreas), Ley N° 12.317 (enfermedades contagiosas y transmisibles), Ley N° 15.465 (de enfermedades
transmisibles). Se aclara que en estos casos, debe preservarse la identidad de la persona enferma,
puesto que el deber de informar se refiere a la enfermedad y dicha informació n conlleva fines
estadísticos. Cabe destacar que en estos casos y tal como lo dictamina la Ley Nacional de Salud Mental, el
psicó logo deberá abordar estas situaciones en el marco de un equipo interdisciplinario.
Otra posibilidad en juego, está presente en normativas como la Ley Nacional N° 26.061 de
Protecció n Integral de los Derechos de las Niñ as, Niñ os y Adolescentes, Ley Nacional N° 24.417 de
Protecció n contra la Violencia Familiar o la Ley Provincial N° 9.283 de Violencia Familiar, que como será
tratado má s adelante, prevalece la denuncia cuando los damnificados fuesen menores o incapaces,
ancianos o discapacitados.
Otra situació n, puede constituirse cuando el profesional en el ejercicio de sus funciones se
enfrente con la certeza o las sospechas de la existencia de un ilícito penal, como pueden ser los “delitos
perseguibles de oficio”. Los delitos perseguibles de oficio, comprenden casi la totalidad de los delitos
pautados en el Có digo Penal de la Nació n, salvo el grupo que pertenece a “instancia privada”. Los delitos
de instancia privada, van a estar establecidos en el cuerpo de esta norma, a través del artículo 71
(sustituido en 2015 por Ley 27.147)1 y artículo 72, (sustituido en 2018 por Ley 27.455)2.
De esta manera, el foco de denuncia está puesto en los delitos de instancia pú blica y no en los
delitos de instancia privada. Aunque empezamos a encontrarnos aquí con algunas colisiones
normativas, que van a complejizar el criterio a adoptar. Tal es el caso del artículo 177 del Có digo Penal,
que establece:
Art. 177. - Tendrán obligación de denunciar los delitos perseguibles de oficio:
1°) Los funcionarios o empleados públicos que los conozcan en el ejercicio de sus funciones.
2°) Los médicos, parteras, farmacéuticos y demás personas que ejerzan cualquier rama del
arte de curar, en cuanto a los delitos contra la vida y la integridad física que conozcan al
prestar los auxilios de su profesión, salvo que los hechos conocidos estén bajo el amparo del
secreto profesional (Có digo Penal de la Nació n Argentina, 1984, art.177).
Nos encontramos aquí, con una disyuntiva entre el deber de denunciar y la obligació n de guardar
secreto, dado que a priori todos los hechos conocidos por el psicó logo van a estar bajo el resguardo del
secreto.
Al mismo tiempo el artículo 277 de la misma norma, que define la figura de “encubrimiento”, va a
dictaminar prisió n de seis meses a tres añ os al que omitiere denunciar un delito.
Delimitar cuá l de las normas es la prioritaria o cuando prima una por sobre la otra, es
ciertamente complejo y puede involucrarnos en serios problemas legales de mala praxis. Profundizando
en la doctrina que analiza los mandatos contradictorios que emanan de las disposiciones legales citadas,
la balanza parece inclinarse mayoritariamente en la obligació n de callar. Entre los autores del Derecho
Procesal, Francisco D’albora (1994) va a decir que “no hay discusió n en evitar que el autor de un hecho
doloso quede privado de auxilio curativo, ante la disyuntiva de ser sometido a proceso o arriesgar su
vida. En esa situació n, el derecho considera justa causa la reserva del profesional” (D’albora en Có digo
Procesal de la Nació n, 1994, p.179). En la misma direcció n Vá zquez Rossi (1994) resalta que “el bien
jurídico protegido por el artículo 156 del Có digo Penal, la confianza y la intimidad se vulnerarían al
1 Artículo 71: Sin perjuicio de las reglas de disponibilidad de la acción penal previstas en la legislación
procesal, deberán iniciarse de oficio todas las acciones penales, con excepción de las siguientes: 1) Las que
dependieren de instancia privada; 2) Las acciones privadas.
2 Artículo 72: Son acciones dependientes de instancia privada las que nacen de los siguientes delitos:
1. Los previstos en los artículos 119, 120 y 130 del Código Penal cuando no resultare la muerte de la
persona ofendida o lesiones de las mencionadas en el artículo 91.
2. Lesiones leves, sean dolosas o culposas.
3. Impedimento de contacto de los hijos menores con sus padres no convivientes.
En los casos de este artículo, no se procederá a formar causa sino por acusación o denuncia del agraviado,
de su tutor, guardador o representantes legales. Sin embargo, se procederá de oficio:
a) En los casos del inciso 1, cuando la víctima fuere menor de 18 años de edad o haya sido declarada
incapaz;
b) En los casos del inciso 2, cuando mediaren razones de seguridad o interés público;
c) En los casos de los incisos 2 y 3, cuando el delito fuere cometido contra un menor que no tenga padres,
tutor ni guardador, o que lo fuere por uno de sus ascendientes, tutor o guardador, o cuando existieren
intereses gravemente contrapuestos entre éstos y el menor, siempre que resultare más conveniente para el
interés superior de aquél.
poner en conocimiento de la autoridad un evento que se reveló en una relació n de expresa reserva en la
que confió el interesado” (Vá zquez Rossi en Có digo Procesal de la Nació n, 1994, p. 357).
Pese a estos y otros tantos autores que se pronuncian a favor del resguardo del secreto, no se
puede dejar de decir que es posible encontrar algunos fallos judiciales en nuestro orden jurídico, donde
ante la evaluació n de los valores “secreto profesional” vs. “persecució n penal pú blica”, prevaleció lo
segundo.
De tal forma, se puede decir que los antecedentes demarcan que el proceder de un profesional de
la salud, que se ha amparado en denunciar o guardar secreto ante una situació n límite, ha tenido sus
respaldos y repudios jurídicos.
Al respecto puede ser de utilidad, conocer la tabla que propusieron Tom L. Beauchamp y James F.
Childress (1987), para ayudarse en la toma de decisiones:
Ante la incertidumbre que se le plantea al profesional ante situaciones de la prá ctica, la tabla
demarca la necesidad de valorar la magnitud y la probabilidad del dañ o. Si éstos fueran elevados, lo
correcto sería romper la confidencialidad. En el extremo opuesto, cuando la magnitud y la probabilidad
del dañ o son bajos (4 en la tabla) sería incorrecto que el profesional rompiera la confidencialidad. Como
siempre, el mayor dilema se da en las situaciones intermedias (2 y 3 en la tabla) en las que el profesional
deberá valorar cuidadosamente las circunstancias concretas del caso y las posibles consecuencias de su
decisió n.
Para cerrar, consideramos fundamental que el profesional tenga conocimiento de las
normativas implicadas e incidentes en su accionar, dado que será desde allí donde podrá encontrar
aquellos justificativos jurídicos, que le permitan decidir ante la singularidad del caso que se le presente
y proceder con la necesaria responsabilidad que el caso le demande.
Referencias
Beauchamp y Collough, M. C. (1987) Ética médica, las responsabilidades morales de los médicos. Col Labor Universitaria, Ed
Labor, Barcelona.
Fontá n Ballestra. (1995). Derecho Penal- Parte Especial. Actualizado por Guillermo A. C. Ledesma. Ed. Abeledo Perrot, Bs. As.
Muñ oz Conde, F. (1996). Derecho Penal. Valencia: Editorial Tirant lo Blanch.
Navarro, B. (1998). La Psicología. El secreto Profesional y la realidad jurídica-legal. Trabajo Final de la Licenciatura en
Psicología, Facultad de Psicología, UNC. Asesor Lic. Héctor Martínez.
Parma, C. (2005). Derecho Penal Posmoderno. Lima, Perú , ARA Editores.
(2008). Derecho Penal Convexo. La Paz-Bolivia: Ediciones El Original.
Real Academia Españ ola (2018) Disponible en: https://www.rae.es/
Soler, S. (1978).Derecho Penal Argentino. TEA, Bs. As.
(1988) Derecho Penal Argentino, Tomo IV. Actualizado por Bayala Basombio, A. C. Tipografía Editora, Argentina.
Wajcman, G. (2006) “La casa, lo íntimo, lo secreto”, en AAVV Las tres estéticas de Lacan (Psicoanálisis y Arte), Ediciones del
Cifrado, Buenos Aires.
Leyes y Códigos
GUIA DE LECTURA
ARTÍCULO
ASPECTOS DEONTOLÓGICOS INVOLUCRADOS EN LAS
RELACIONES PROFESIONALES
1.1. Competencia
Esta norma contempla artículos que obligan a los psicó logos a llevar adelante sus prá cticas y
acciones profesionales bajo un compromiso fundamental, asumiendo niveles elevados de idoneidad y
con firme sentido del honor. Lo cual implica el debido reconocimiento de las salvedades de su pericia,
ubicando con claridad los límites de sus competencias particulares en su trabajo, por lo que queda
reservado su quehacer a la esfera en la que es competente y se encuentra capacitado, ya sea por su
formació n o experiencia, aplicando técnicas, teorías y métodos previamente avalados por la ciencia, la
academia o profesionales reconocidos en el país.
Cuando nos referimos a las relaciones profesionales, atendiendo este aspecto, nos encontramos
señ alando una serie de responsabilidades que le son propias a los profesionales psicó logos y que
podemos ubicar en la estrecha relació n establecida entre el conocimiento y la comunidad, es decir, son
responsabilidades inherentes a la contribució n que los psicó logos debemos realizar a la dilucidació n
del saber vinculado a nuestro campo disciplinar, haciendo uso del conocimiento psicoló gico a los fines
de mejorar la calidad de vida de individuos, familias, grupos, comunidades y de la sociedad.
Así mismo, las relaciones profesionales contemplan las responsabilidades involucradas en la
prá ctica profesional atendiendo a las má s elevadas normas éticas que orientan nuestro quehacer.
Finalmente, diremos, tales responsabilidades atañ en al compromiso por parte del profesional
psicó logo en la promoció n del desarrollo de estructuras y políticas en el á mbito social tendientes al
beneficio de las personas y los pueblos.
En nuestro Có digo de É tica se establece, a qué se nos obliga y compromete y de qué estamos
exentos, esto es, cuá les son los alcances efectivos de nuestra responsabilidad y los límites concretos de
libertad. Resulta entonces un paramento que atiende a las conductas y por tanto un instrumento
mediante el cual son juzgadas, aprobadas, desaprobadas, enaltecidas o condenadas por los pares de la
comunidad psicoló gica y de la sociedad en su conjunto.
Atender de manera particular los aspectos deontoló gicos en referencia a las relaciones
profesionales nos conduce, entonces, a revisar en principio el lugar que se le otorga en la normativa
señ alada e identificar los valores y las normas asociadas.
Bajo el Principio Responsabilidades Profesionales y Científicas correspondiente con el ítem 4
encontramos lo relativo a lo que aquí intentamos despejar, ceñ ido a la responsabilidad con la
colegiació n y los colegas, como así también lo relativo a la responsabilidad en investigació n,
responsabilidad en la docencia y en la formació n de recursos humanos y uso cuidadoso de las nuevas
tecnologías. Temas, estos ú ltimos, trabajados en otros apartados del presente libro.
Por tanto, nos concentraremos en dicha norma asociada, no sin antes señ alar los valores ligados
al conjunto comprendido en mencionada designació n, los mismos son:
a) responsabilidad de los profesionales de incrementar el conocimiento científico y
profesional de manera que promueva el bienestar de la sociedad y de todos sus miembros;
b) responsabilidad de los profesionales de garantizar que el conocimiento psicológico sea
utilizado con propósitos positivos, y de proteger ese conocimiento de ser mal utilizado,
utilizado incompetentemente, o convertido en inútil por otros;
c) responsabilidad de los profesionales de promover los más elevados ideales éticos en las
actividades científicas, profesionales y de formación;
d) responsabilidad de los profesionales de formar adecuadamente a alumnos y pares en sus
responsabilidades éticas y en las competencias requeridas;
e) responsabilidad de los profesionales de desarrollar su sensibilidad ética y ser autocríticos
(Có digo de É tica de la Provincia de Có rdoba, 2016).
Referencias
Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, (2016).
GUIA DE LECTURA
A través del presente trabajo nos proponemos abordar los aspectos ético-deontoló gicos
implicados en la investigació n científica, en nuestro caso psicoló gica. Nos centraremos posteriormente,
en algunas consideraciones importantes y necesarias de conocer tanto por los psicó logos, como por los
estudiantes de psicología en relació n a los Comités de É tica en Investigació n en la Argentina y en la
Provincia de Có rdoba, particularmente.
La historia de la Psicología en nuestro país nos muestra, có mo el énfasis de las actividades
profesionales de los psicó logos estuvo puesta durante muchos añ os preponderantemente en el á mbito
de la clínica, siendo escaso el interés por la investigació n científica. Realidad que se ve reflejada en los
có digos de ética profesionales emanados de las diferentes instituciones de los psicó logos en la
Argentina, que le dedican un apartado breve a las consideraciones normativas de la prá ctica de la
investigació n psicoló gica.
Sin embargo, en los tiempos actuales los avances científicos se está n tornando vertiginosos, lo
que va a poner en emergencia una especial atenció n y preocupació n sobre los aspectos éticos-
deontoló gicos de la investigació n tanto por parte de las diferentes unidades académicas de psicología,
como de las entidades profesionales del país.
La investigación psicológica
El Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina (en adelante FePRA)
(2013), va a dedicar un apartado específico para Investigación, estableciendo aquellas normas
deontoló gicas que el psicó logo deberá atender en la realizació n de esta prá ctica, para el cuidado y
protecció n de los sujetos de investigació n. En la primera norma de este apartado, artículo 4.1, va a
explicitar que:
La investigación psicológica3 perseguirá el avance del conocimiento científico y/o el
mejoramiento de las aplicaciones profesionales. Esta finalidad estará siempre subordinada
a la obtención de resultados humanitariamente benéficos y al respeto por los
derechos de los sujetos que participen en la investigación (Có digo de É tica FePRA, 2013,
art. 4.1).
Sin duda alguna consideramos que la investigació n psicoló gica es absolutamente necesaria para
el progreso científico, la mejoría de la salud y el bienestar de las personas. Sin embargo la historia
demuestra, los grandes atropellos cometidos en pro del adelanto científico. La impronta en este
⮚ El proceso investigativo.
El Có digo de Nü remberg tiene el mérito de ser el primer documento que planteó explícitamente
la obligació n de solicitar el Consentimiento Informado en una prá ctica de investigació n, expresió n de la
autonomía del sujeto. Los elementos bá sicos de esta norma pueden extraerse de dicho có digo:
voluntario o consentido, declaració n adecuada y competencia (toma de decisió n).
En el caso de nuestro Có digo de É tica de FePRA, el Consentimiento Informado para toda
investigació n se encuentra explicitado en el artículo 4.3, estableciéndose que:
Los psicólogos responsables de proyectos de investigación obtendrán el consentimiento
informado de los sujetos o de sus representantes legales. No será exigible el
consentimiento cuando la investigación se asiente en encuestas anónimas u observaciones
no creadas en forma experimental; pero se tendrá particular cuidado en que, el uso de tales
técnicas así como la eventual publicación de los resultados, no dañe la intimidad de las
personas involucradas (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 4.3).
Cuando se llevan a cabo investigaciones psicoló gicas, donde se tenga que someter al sujeto de
estudio a algú n grado de tensió n o estrés, para procedimientos má s invasivos o aquellos asociados a
riesgos significativos5, el consentimiento informado debe ser presentado por escrito y firmado por el
sujeto.
La American Psychological Asociattion (APA) va a publicar en el añ o 2002 -con modificaciones
en junio de 2010- un documento llamado “Principios É ticos de los Psicó logos y Có digo de Conducta
APA”. Este Có digo de É tica de la APA va a tener vigencia dentro del territorio estadounidense, sin
embargo en nuestro país, es muy utilizado como referente en lo que compete a docencia e
investigació n, en particular desde la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
En lo que hace al Consentimiento Informado para la investigación, este Có digo en el capítulo
sobre Investigació n y Publicació n, en su artículo 8.02 va a hacer explicitaciones bien específicas,
estableciendo que los psicó logos deben informar a los participantes de una prá ctica investigativa
acerca de:
⮚ El propósito de la investigación, la duración estimada, y los procedimientos;
5 En el caso de este tipo de Investigaciones, debe haber una aprobación y autorización por parte de
un Comité de Ética en Investigación para su realización.
⮚ Su derecho a rehusarse a participar y retirarse de la investigación una vez que su
participación haya comenzado;
⮚ Las consecuencias previsibles de rehusarse o retirarse;
El término “engañ o” describe situaciones en las que los sujetos consienten participar en una
investigació n recibiendo escasa y/o incompleta informació n sobre la misma. El respeto por las
personas es particularmente relevante al problema del engañ o en la investigació n.
El Có digo de É tica de FePRA se refiere a la cuestió n en su artículo 4.5 en los siguientes términos:
(…) el psicólogo no incurrirá en omisión de información ni recurrirá a técnicas de
engaño sin asegurarse previamente de que: a) no existan procedimientos alternativos que
no impliquen engaño; b) el uso esté justificado por el valor científico o profesional de la
investigación proyectada (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 4.5).
Sin embargo, en el mismo artículo se va a pautar que:
Si el brindar información completa pudiera invalidar los resultados de la investigación, no
se hará esto al inicio de la misma, siendo el psicólogo responsable del proyecto quien
proveerá lo antes posible una información acabada a los sujetos y explicará también
las razones por las que no se brindó dicha información al comienzo de la experiencia
(Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 4.5).
La redacció n de este enunciado normativo, nos lleva a plantear si el engañ o en la investigació n
no está poniendo en cuestió n el Consentimiento Informado, dado que la utilizació n de consignas
engañ osas no es tratada en los có digos de ética como caso de excepció n al Consentimiento Informado.
Y si bien no vamos a detenernos aquí en un aná lisis profundo al respecto, valen las palabras de
Salomone (s/f) cuando dice que si bien la utilizació n del engañ o no significa la abolició n del
Consentimiento Informado, por lo menos lo relativiza.
Por su parte, el Có digo de É tica de la APA, también va a hacer sus explicitaciones en relació n al
Engaño en la investigación en su artículo 8.07, donde se va a determinar que:
a) Los psicólogos no llevan adelante un estudio que involucre consignas engañosas a menos
que hayan determinado que el uso de las técnicas engañosas está justificado por el eventual
y significativo valor científico, educativo o aplicado y que no es posible utilizar
procedimientos alternativos eficaces que no sean engañosos.
b) Los psicólogos no administran consignas engañosas a los eventuales participantes, en
investigaciones que les pudieran causar dolor físico o un severo malestar emocional.
c) Los psicólogos dan a conocer a los participantes las técnicas engañosas utilizadas como
parte integral del diseño y aplicación de un experimento tan pronto como sea posible,
preferentemente al término de su participación y nunca después de la finalización de la
recolección de datos, permitiéndoles a los participantes retirar los suyos (Principios É ticos
de los Psicó logos y Có digo de Conducta APA, 2010, art. 8.05).
De todo lo anterior se desprende que el engañ o se justifica cuando la investigació n lo requiera
para el cumplimiento de los objetivos y esto no implique en ninguna medida un dañ o o perjuicio de la
condició n humana de los participantes.
⮚ Clínica Caraffa
⮚ Clínica Colombo
⮚ Clínica Chutro
⮚ Clínica Romagosa
⮚ Instituto Oulton
⮚ Fundació n Rusculleda
⮚ Hospital Italiano
⮚ Hospital Privado
⮚ Sanatorio Allende
⮚ Sanatorio Morra
⮚ Sanatorio Mayo
⮚ Hospital Infantil
⮚ CIEIS
De esta manera, todos aquellos proyectos de investigació n psicoló gica con seres humanos que
se realicen en la Provincia de Có rdoba, que puedan involucrar població n vulnerable (niñ os,
adolescentes, ancianos, enfermos, etc.), o donde se tenga que someter al sujeto de estudio a algú n
grado de tensió n o estrés, o se utilicen procedimientos invasivos o aquellos asociados a riesgos
significativos; para efectivizar su realizació n deben ser previamente evaluados, aprobados y
supervisados por alguno de los CIEIS de la Provincia de Có rdoba.
A modo de cierre
A lo largo de este trabajo hemos compartido los criterios má s extendidos acerca de lo que debe
ser un comportamiento ético en investigació n atendiendo a las referencias tanto a nivel mundial, como
principalmente en la Argentina y a nivel local.
Los deberes y obligaciones profesionales, plasmados en las legislaciones y Có digos de É tica,
tienen como correlato la protecció n de los derechos de las personas. De allí su sustento en las leyes del
Derecho positivo y su referencia ú ltima en los Derechos Humanos.
Aunque el objetivo principal de la investigació n científica es generar nuevos conocimientos, este
objetivo nunca debe tener primacía sobre los derechos y los intereses de la/s persona/s que participa/
n en la investigació n.
La actividad científica como cualquier actividad humana no está eximida de cuestiones éticas.
Son los científicos, en tanto personas y la ciencia, en tanto institució n, quienes deben asumir la
responsabilidad por las consecuencias, tanto beneficiosas como perjudiciales, que tenga su actividad.
El científico, al elegir un curso de acció n entre otros, asume el riesgo de dicha elecció n y si ha tenido
libertad al hacerlo ha de responder por las consecuencias de su elecció n (Outomuro, 2004).
Referencias
Leyes y códigos
Có digo de É tica de la American Psychological Association (APA) (2002, 2010). Principios É ticos de los
Psicó logos y Có digo de Conducta. Estados Unidos.
Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, (2016).
Ley Nacional N° 24.724 (1996) Apruébese el Convenio de Cooperació n en Materia de Ciencia Y Tecnología
suscripto con el Gobierno de la Repú blica de Croacia.
Ley Provincial N° 9694 (2009) Sistema de evaluació n, registro y fiscalizació n de las investigaciones en salud.
GUIA DE LECTURA
➢ Defina qué es la Investigación Psicológica y explique ¿por qué es una investigació n científica y amoral?
➢ Leer en el Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina (FePRA) (2013) el
apartado sobre Investigación.
➢ ¿Qué hecho a nivel mundial produjo un cambio en la investigació n con seres humanos? Explique ¿cuá les
fueron esos cambios que introdujo?
➢ ¿De qué trata la Declaració n de Helsinki y el Informe Belmont? y ¿cuá l es la importancia a nivel de la
investigació n en salud que ambas normativas de cará cter internacional tienen?
➢ Identifique aspectos ético-deontoló gicos que deben ser atendidos durante el proceso de desarrollo de
una investigació n psicoló gica (para ello tener en cuenta el texto propuesto de Degiorgi y Ferreyra, el
Có digo de Nü remberg y el Có digo de É tica de la FePRA en su apartado sobre Investigación).
➢ ¿Qué características reviste el Consentimiento Informado en la investigació n psicoló gica?, ¿Cuá ndo surge
la obligació n explícita de solicitar el Consentimiento informado en una prá ctica de investigació n?, ¿en la
investigació n siempre el Consentimiento Informado debe ser por escrito?
➢ ¿En qué casos especifica el Có digo de É tica de la APA (2002) que se puede prescindir del Consentimiento
informado?
➢ ¿Qué plantea el Có digo de É tica de la FePRA (2013) en relació n al engañ o u omisió n en la investigació n
psicoló gica?
➢ El engañ o u omisió n en investigació n pone en cuestió n el consentimiento informado, ¿por qué?
➢ Leer en el Có digo de É tica de la FePRA el apartado sobre Publicaciones referidas a la utilizació n y
presentació n de los resultados de toda investigació n psicoló gica.
➢ ¿A través de qué normativa internacional nacen a nivel mundial los Comité de Ética en investigación?
➢ Diferencie SERFIS, COEIS y CIEIS. Y explicite objetivos y competencias de cada uno.
➢ ¿Cuá l es la importancia de la Ley Nacional n° 24.724 sancionada en 1996?
➢ ¿Cuá l es la importancia de la Ley Provincial n° 9694 sancionada en 2009?
➢ Diferencie Comité de Ética Clínica de los Comité de Ética en Investigación.
➢ Busque informació n en internet sobre alguno de los CIEIS que se desempeñ a en instituciones de salud
pú blica y otro del á mbito privado de la Provincia de Có rdoba.
Preliminar
De las declaraciones
Pensar y reflexionar sobre las declaraciones pú blicas, conlleva como primer momento
epistémico, entender de qué estamos hablando precisamente cuando referimos a este término.
Etimoló gicamente, declaració n proviene del latín declaratĭo, que significa acció n y efecto de declarar o
declararse (manifestar, decir, hacer pú blico, dejar algo claro). La declaració n, por lo tanto, es
una explicació n, una acció n que involucra a un otro, ya sea directa o indirectamente y produce un
6Aprobado por la Asamblea ordinaria del 10 de abril de 1999. Modificado por la Asamblea
Extraordinaria
del 30 de noviembre de 2013.
efecto. Por esta razó n, como profesionales debemos tener suma rigurosidad ética, legal y deontoló gica
a la hora de hacer pú blica cierta prá ctica y regirnos por una actitud responsable, lú cida y
comprometida frente al ser humano concreto y sus condiciones.
Esquemá ticamente, y siguiendo la clasificació n referenciada en el Có digo de É tica de FePRA
(2013), las declaraciones pú blicas aluden a: publicidades, divulgaciones y publicaciones, pues sobre
dichas prá cticas iremos desglosando cada uno de los puntos que constituyen la mencionada
codificació n.
Indistintamente de cuá l forma se hable, cabe agregar que la reflexió n -transversal a todas-,
debe ser en base a la veracidad y los criterios para llevar a cabo una comunicació n honesta, exacta y
abierta7.
⮚ Publicidades
Es bien sabido que como profesionales formamos parte de un mercado laboral que tiene sus
propias reglas; si bien son cuestiones poco visibilizadas, los psicó logos, también participan en el
entramado comercial que implica “vender su servicio”. Existe por lo tanto competencia, marketing
desmedido, innovaciones permanentes y ocurrentes a los fines de captar futuros clientes, etc. Por tal
motivo, es necesario establecer algunos puntos de referencia deontoló gica que contemplen y
establezcan obligaciones y deberes del Psicó logo en su prá ctica profesional publicitaria.
Cuando se alude a la publicidad del profesional psicó logo, se hace referencia a la promoció n de
sus servicios, lo que incluye anuncios –ya sean pagos o gratuitos- y/o presentació n de curriculum vitae.
Si bien el presente trabajo se aboca prioritariamente a las normas que estipula el Có digo de
FePRA (2013), cabe incluir aquí al Có digo de É tica del Colegio de Psicó logxs8 de la Provincia de
Có rdoba, -aprobado por asamblea extraordinaria el 12 de noviembre de 2016-, ya que incluye con
sutiles variaciones algunas de las disposiciones que desarrollaremos, enmarcadas bajo el apartado de
“responsabilidades profesionales y científicas”, específicamente como norma asociada a la
“responsabilidad con la colegiació n y los colegas” (Có digo de É tica del Colegio de psicó logxs de la
Provincia de Có rdoba, 2016, art. 4.14-4.15).
Comencemos por el punto de base: cada profesional que haga publicidad de sus servicios, ya
sea en cualquiera de sus modalidades –grá fica, radial, audiovisual, informá tica y/o en cualquier otro
soporte comunicacional- deberá incluir como requisito obligatorio: “nombre y matrícula,
absteniéndose de publicar honorarios”9 (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 6.1.1.1).
Si bien existe una tendencia cada vez má s significativa de invadir los anuncios con densas
nomenclaturas que van desde la diversidad de destinatarios de los servicios posibles (niñ @s,
adolescentes, adultos, adultos mayores, familias, parejas, etc.) hasta el abanico de técnicas utilizadas
por el profesional (gestalt, psicoaná lisis, enfoque cognitivo-conductual, terapias sistémicas, etc.), se
deben respetar las reglas establecidas en las normativas que rigen el actuar profesional.
Esto implica también pensar en el Principio rector de Competencia, segú n el cual:
10 Los mismos fueron extraídos de internet y fueron modificados sus datos de contacto a los fines de
preservar la identidad de quien lo ha publicado.
Ahora bien, luego de ver estas imá genes, es necesario reflexionar sobre el escaso conocimiento
de algunos profesionales de las normativas que rigen su profesió n. El Có digo de É tica es muy claro en
este sentido: “los psicó logos no ofrecerá n recursos o actividades relativas a técnicas psicoló gicas que
no estén reconocidas por las comunidad profesional. Tampoco utilizará n el precio o gratuidad del
servicio como forma de propaganda” (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 6.1.1.3).
La Ley Provincial Nº 7106/84 referente a las Disposiciones para el ejercicio de la psicología, en
su artículo N° 8, explicita claramente la prohibició n a los profesionales psicó logos de:
a) prescribir, administrar o aplicar medicamentos, electricidad o cualquier otro medio
médico, o mecánico o químico, destinado a tratamiento de enfermedades de las personas;
b) aplicar en sus prácticas profesionales procedimientos que no hayan sido aprobados en
los centros universitarios o científicos del país (Ley Nº 7106, 1984, art. 8).
En esta misma línea, FePRA (2015), ha expresado en reiteradas oportunidades su
pronunciamiento ante aquellas “terapias alternativas”:
Ante la proliferación de publicidad de las llamadas terapias alternativas y ante el
conocimiento de que se han incluido como práctica habitual de algunos psicólogos en todo
el país, ya sea que se trate de “constelaciones familiares”, de “campos energéticos”, de
“Reiki”, entre otras, la Federación de Psicólogos de la República Argentina, que nuclea a
Colegios y Asociaciones de Psicólogos, cree necesario puntualizar lo siguiente: Aquellas
prácticas mencionadas no se encuentran dentro de las prácticas reconocidas en el ámbito
de la Psicología.
La aparente simpleza de las llamadas terapias alternativas, que incluso puede ser ejercida
por personas sin título universitario, que detenten otra profesión o por cualquier individuo
que se haya sometido a esa intervención, suele generar una cierta popularidad,
confundiendo esa expansión con otorgamiento de alguna especie de reconocimiento y de
validación públicos.
La formación académica de los profesionales psicólogos está regulada por los estándares
aprobados en concordancia con las actividades reservadas al título de Psicólogo o
Licenciado en Psicología, respaldadas en las leyes de ejercicio profesional y en la Resolución
343/09 del Ministerio de Educación de la Nación, que se sostienen y fundamentan en
distintos modelos teóricos, que no son pocos, pero que son específicamente psicológicos y
validados científicamente.
Asimismo, es deber de todo profesional psicólogo observar y ejercer una práctica en el
plano y nivel científico propios de la psicología y no deberá anunciar o hacer anunciar
actividad profesional como psicólogo publicando falsos éxitos terapéuticos, estadísticas
ficticias, datos inexactos; prometer resultados en la curación o cualquier otro engaño,
considerando que descuidar estos deberes atenta contra los derechos de los receptores de
los servicios profesionales (FePRA, 2015, s/p).
Pero con ello no acaba el tema de las publicidades, otro de los puntos controvertidos es –y
cada vez con mayor frecuencia- la presencia del profesional psicó logo en los medios masivos de
comunicació n.
Desde consultas técnicas ante casos de extrema gravedad y popularidad, -como han sido
brotes psicó ticos de famosos, suicidios, crisis esquizofrénicas, entre otros tantos- pasando por
columnas fijas en las que el psicó logo aconseja o explica sobre có mo tratar los problemas del
oyente/telespectador e hipotético paciente, hasta la aparició n en programas de televisió n tipo talk-
show11 analizando cual “experto”, o como personaje en series y tiras que presentan al profesional de
modo grotesco y banal. En la mayoría de esos casos, se ha recurrido a estereotipos, reduccionismos, a
la espectacularizació n con imá genes impactantes y tó picas, se ha descuidado el uso del lenguaje, se han
⮚ Divulgaciones
⮚ Publicaciones
13“La integridad es vital para el avance del conocimiento científico y su aplicación, y para el
mantenimiento de la confianza pública en lxs psicólogxs. Está basada en comunicaciones honestas,
abiertas y precisas. Incluye reconocer , controlar y manejar sesgos potenciales, relaciones múltiples, y
otros conflictos de interés que pudieran implicar un daño a otros o su explotación (…)” (Código de Ética
del Colegio de psicologxs de la Provincia de Córdoba, 2016).
14 Las conductas fraudulentas académicas, pueden adquirir diversas modalidades, según Rosental
(1997), pueden referir a: análisis de casos inventados, supresión de datos, interpretaciones subjetivas o
interesadas, dedicar más espacio de análisis a determinados resultados que los investigadores quieren
subrayar porque ratifica su teoría, conclusiones que no siguen los datos objetivos expuestos, etc.
teoría es superior.
Específicamente en lo que refiere a formatos y/o modalidades de publicaciones, si bien cada
revista o medio especializado tiene sus propias pautas de presentació n, no deben obviarse bajo
ninguna circunstancia los nombres y filiaciones de todos los que participaron en dicho trabajo.
Ademá s, si lo hubiere, el grado de responsabilidad de cada uno de ellos.
Dentro del conjunto de pautas de conducta que regulan lo que se puede o bien, no se puede
hacer ante determinadas circunstancias, el Có digo de ética de FePRA, incluye la “autorizació n expresa
de autores cuando se utiliza informació n de fuentes que no han sido publicadas” (Có digo de É tica
FePRA, 2013, art. 6.3.5). Claramente, refiere al principio ético de honestidad intelectual, de reconocer
los propios límites académicos y no plagiar trabajos de otros colegas.
Otro aspecto de suma jerarquía se vincula al resguardo en una publicació n de cualquier dato
que pueda conducir a la identificació n de personas, instituciones o casos que puedan ver vulnerada la
identidad, el derecho a la privacidad, etc. Vinculado a esta regla, se han dado situaciones en las que no
se tuvo prudencia ni del contexto de publicació n, ni del debido cuidado del manejo y exposició n de
datos personales, trayendo como desenlace la identificació n de los protagonistas y consecuentemente
denuncias por violació n del secreto profesional. El Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la
Provincia de Có rdoba (2016), aborda este tema, específicamente cuando hace referencia al secreto
profesional y el derecho a la informació n, explicitando que los investigadores, han de respetar la
privacidad y está n obligados a la confidencialidad de toda informació n, especialmente, ser cuidadosos
con listados o archivos que identifiquen a individuos.
Finalmente, la normativa hace referencia al hecho de que, “cuando un psicó logo recopila
material de otros para su publicació n, deberá reconocer y mencionar todas las fuentes de origen y las
contribuciones recibidas incluyendo su propio nombre como editor” (Có digo de É tica FePRA, 2013, art.
6.3.7).
Palabras finales
La psicología, como ciencia y como profesió n tiene enormes impactos con sus pares, con los
usuarios de servicios de salud mental y con la sociedad en general que de modo directo o indirecto se
encuentra alcanzada.
La mala formació n, la improvisació n, la charlatanería, la negligencia o la irresponsabilidad
como profesional en la aplicació n y declaració n pú blica de los conocimientos adquiridos, son algunas
de las formas de proceder con significativas y dañ inas repercusiones (França-Tarragó , 2016). Pues son
las comunicaciones pú blicas uno de los pilares centrales en la formació n y reproducció n de
representaciones sociales. Es por ello que, como expresan Degiorgi & Ferreyra (2015), “reflexionar
sobre esos sentidos y significados, que con nuestro accionar coadyuvamos a construir socialmente
sobre lo que hacemos los psicó logos, es también una responsabilidad profesional y ética que no
debemos dejar de atender” (Degiorgi & Ferreyra, 2015, s/p).
En este sentido, las diversas formas de comunicació n, conllevan la obligatoriedad de un
accionar responsable y competente por parte de los profesionales psicó logos. Es necesaria la toma de
conciencia sobre el deber que tenemos de dominar los elementos que conforman los ordenamientos
jurídicos, normativos y deontoló gicos a los que suscribimos; como dice Navarro (1998): “el psicó logo
realizará un acto responsable solo en la medida en que sepa lo que hace” (Navarro, 1998, s/p), y
agregaría, en la medida que sepa lo que debe y no hacer.
Referencias
França-Tarragó , O. (2016) “Manual de psicoética. Ética para psicólogos y psiquiatras”. Ed. Desclée de brouwer, 2 ed. Españ a.
Lindsay, G. (2009) “É tica profesional y psicología. Papeles del psicó logo”. Disponible en:
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=77811790002
Navarro, B. (1998) “Psicología, el secreto profesional y la realidad jurídica – legal”. Ponencia en jornadas: “El lugar de la
ética en la formació n del psicó logo”. Escuela de psicología, UNC.
Rosental, R. (1997) “Science and ethics in conducting, analyzing, and reportingpsychologicalresearch”. En persoff, d. Ethical
conflicts in psychology. Washington, APA, pp.357-363.
Códigos
Có digo de É tica de la Federació n de psicó logos de la repú blica Argentina, (2013).
Có digo de É tica del Colegio de psicó logxs de la Provincia de Có rdoba, (2016).
GUIA DE LECTURA
➢ ¿Desde qué marco deontoló gico se realiza la argumentació n del capítulo?, Si hay referencias a
má s de un Có digo, identifique cuales y si guardan similitudes o diferencias con respecto al tema
abordado.
➢ ¿Qué son las Declaraciones pú blicas? ¿Có mo pueden clasificarse?
➢ ¿Qué son las publicidades? Elabore una lista de puntos que el profesional debe tener en cuenta a
la hora de realizar una publicidad.
➢ ¿Qué principio É tico se vincula con la realizació n de publicidades?
➢ Observe las imá genes de las pá g. 106 y 107 e identifique los datos que no respetan los
postulados de la normativa deontoló gica.
➢ Reflexione sobre las publicidades de profesionales de la psicología en relació n a la “prestació n
de servicios en terapias alternativas”. ¿Qué Ley cobra relevancia por su especificidad en la
regulació n del ejercicio profesional?
➢ ¿Qué son las Divulgaciones? Elabore una lista de puntos que el profesional debe tener en cuenta
a la hora de realizar una divulgació n.
➢ ¿Qué son las Publicaciones? Elabore una lista de puntos que el profesional debe tener en cuenta
a la hora de realizar una Publicació n.
ARTÍCULO
ENSEÑANDO PSICOLOGÍA. REFLEXIONES SOBRE EL ROL
DOCENTE Y LA NORMATIVA REGULATORIA.
AUTOR/ES
SABRINA SÁNCHEZ
Frente al clima político, social y educativo de los 90, se dicta la Ley Nacional de Educació n
Superior N° 24.521 (1995) (en adelante LES), esta Ley es la base de la Educació n Superior en Argentina
y establece los lineamientos generales que deberá n seguir las distintas universidades o colegios
universitarios para garantizar la educació n de calidad. En sus inicios y a través del artículo 3, va a
instaurar que:
La Educación Superior tiene por finalidad proporcionar formación científica, profesional,
humanística y técnica en el más alto nivel, contribuir a la preservación de la cultura
nacional, promover la generación y desarrollo del conocimiento en todas sus formas, y
desarrollar las actitudes y valores que requiere la formación de personas responsables, con
conciencia ética y solidaria, reflexivas, críticas, capaces de mejorar la calidad de vida,
consolidar el respeto al medio ambiente, a las instituciones de la República y a la vigencia
del orden democrático (Ley Nacional de Educació n Superior, 1995, art. 3).
Al establecer las funciones de la Educació n Superior, se encuentra fijando el perfil a lograr del
claustro docente, ya que ellos será n los encargados de velar por la misma.
En ese sentido, en el artículo 4, establece como objetivos de la LES:
a) Formar científicos, profesionales y técnicos, que se caractericen por la solidez de su
formación y por su compromiso con la sociedad de la que forman parte;
b) Preparar para el ejercicio de la docencia en todos los niveles y modalidades del sistema
educativo;
c) Promover el desarrollo de la investigación y las creaciones artísticas, contribuyendo al
desarrollo científico, tecnológico y cultural de la Nación;
d) Garantizar crecientes niveles de calidad y excelencia en todas las opciones
institucionales del sistema;
e) Profundizar los procesos de democratización en la Educación Superior, contribuir a la
distribución equitativa del conocimiento y asegurar la igualdad de oportunidades;
f) Articular la oferta educativa de los diferentes tipos de instituciones que la integran;
g) Promover una adecuada diversificación de los estudios de nivel superior, que atienda
tanto las expectativas y demandas de la población como a los requerimientos del sistema
cultural y de la estructura productiva;
h) Propender a un aprovechamiento integral de los recursos humanos y materiales
asignados;
i) Incrementar y diversificar las oportunidades de actualización, perfeccionamiento y
reconversión para los integrantes del sistema y para sus egresados;
j) Promover mecanismos asociativos para la resolución de los problemas nacionales,
regionales, continentales y mundiales (Ley Nacional de Educació n Superior, 1995, art. 4).
Aquí a través de los objetivos, es posible distinguir características a cumplir por los docentes
universitarios entre ellas: investigar, promover el desarrollo cultural tecnoló gico y científico,
garantizar la calidad de la educació n, educar para la docencia y la formació n continua.
Ademá s, en su Artículo 36, establece la necesidad de que los docentes de todas las categorías
deberá n poseer título universitario de igual o superior nivel a aquel en el cual ejercen la docencia,
requisito que só lo se podrá obviar con cará cter estrictamente excepcional cuando se acrediten méritos
sobresalientes. Agregando así una característica má s al perfil docente, la tenencia de un título
universitario.
Ubicá ndonos ahora dentro de las normativas que regulan la profesió n, se encuentra la
Resolució n Ministerial N° 343/09, a través de la cual se pautan los estándares para la acreditación de
las carreras correspondiente a los títulos de Psicólogo y Licenciado en Psicología. Dichos está ndares son
creados por Ministerio de Educació n, luego de reuniones con el Consejo de Decanos de las Facultades
de Psicó logos del país y persigue el objetivo de garantizar la calidad de las carreras acreditadas. La
importancia de la participació n colectiva en la conformació n de los está ndares, da cuenta de lo
esperado por las diversas instituciones del país para el quehacer profesional en los diversos á mbitos,
entre ellos el educativo.
Una de las dimensiones a evaluar es el cuerpo académico, entendiéndose por ello a los
docentes que enseñ an en la unidad académica. En dicha Resolució n (Anexo 4, Punto 3, 2009), establece
los elementos a evaluar y garantizar dentro del cuerpo académico, dictaminá ndose que:
a. La Carrera debe disponer de docentes idóneos y en cantidad apropiada para cumplir su
misión y objetivos en las distintas áreas de su quehacer.
b. El cuerpo docente debe acreditar formación y antecedentes adecuados a las funciones
que desempeña.
c. El ingreso y la permanencia en la docencia, deben regirse por mecanismos que
garanticen la idoneidad del cuerpo académico. La trayectoria académica y la formación
profesional de los integrantes del cuerpo académico, deben estar documentadas y ser
adecuada a las funciones que desempeñan.
d. Los legajos del personal docente deben incluir también su trayectoria académica
actualizada (Resolució n Ministerial N° 343, 2009, Anexo 4, Punto 3).
En un aná lisis má s detallado de lo establecido, es posible pensar que al referirse al docente
idó neo no establece características a cumplir, sino que lo deja supeditado a la percepció n de aquel que
evalú e la unidad académica. Sin embargo, sí regula al cuerpo docente en cuanto exige la necesidad de
formació n continua.
Finalmente, y no por ello de menor importancia, la Resolució n establece como actividad
profesional reservada al título, “el planificar, dirigir, organizar y supervisar programas de formació n y
evaluació n académica y profesional en los que se aborden actividades reservadas al título”(Resolució n
Ministerial N° 343, 2009, Anexo 5, punto 16). El valor de esta actividad reservada consiste en
entregarle legitimidad al quehacer docente en la enseñ anza de la psicología que durante añ os no se
encontró situado en ninguna normativa.
Código de Ética del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba y Código de Ética de FePRA
Ya ubicados en las normativas de las instituciones colegiadas, nos encontramos con el Có digo
de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba y el Có digo de É tica de la Federació n de
Psicó logos de la Repú blica Argentina (en adelante FePRA).
El Có digo de É tica de FePRA, establece lineamientos sobre la docencia en varios momentos. En
primer lugar y bajo el principio ético de integridad, se establece el compromiso de los profesionales a
“promover la integridad del quehacer científico, académico, y de la prá ctica de la Psicología” (Có digo de
É tica FePRA, 2013, s/p). En este sentido el accionar del docente, deberá responder a dicho principio en
la enseñ anza, clarificando sus roles y funciones.
En segundo lugar, el Có digo cuenta con un apartado especial para los profesionales docentes
en donde se describen deberes de los mismos para la buena praxis. Las mismas son:
5.1.1. No delegarán ninguna de sus funciones como docente en personas no capacitadas
para cumplirlas.
5.1.2. Garantizarán el nivel académico de los docentes involucrados en la enseñanza,
capacitación y entrenamiento.
5.1.3. Serán cuidadosos en el empleo de la influencia que, por la asimetría de los roles,
pudieran tener sobre sus estudiantes y supervisados.
5.1.4. Promoverán en los alumnos el conocimiento y observancia de la ética profesional.
5.1.5. Mantendrán buenas relaciones con los alumnos sobre la base de un nivel adecuado de
exigencia y respeto mutuo.
5.1.6. Los psicólogos enseñarán el uso de técnicas y procedimientos psicológicos solamente
a profesionales con título habilitante para el ejercicio de los mismos o a estudiantes de las
carreras que conducen a tal habilitación, con la salvedad de que esto no autoriza a los
estudiantes al ejercicio profesional.
5.1.7. Los psicólogos no podrán organizar, participar o colaborar con instituciones que
engañen o confundan a la comunidad.
5.1.8. Cuando en la formación de grado se requiere que los alumnos administren y empleen
técnicas y procedimientos psicológicos, se arbitrarán los medios para asegurar que los
sujetos implicados hayan brindado su consentimiento en forma directa o de manera
implícita.
5.1.9. Cuando los psicólogos utilizan casos como material ilustrativo se extremarán los
cuidados necesarios para mantener la reserva sobre los datos que pudieran identificar a los
involucrados (Có digo de É tica FePRA, 2013, art. 5.1.1 – 5.1.9).
Al realizar un aná lisis en profundidad, es posible observar varios elementos a tener en cuenta
en el quehacer:
Por un lado, el cuidado de los estudiantes garantizando el respeto de los roles y funciones
otorgadas, siendo responsabilidad del docente el asegurando la idoneidad de la educació n otorgada y
el cuidado de su formació n en conjunto con la de su equipo para garantizar la idoneidad de la
enseñ anza.
En segundo lugar, el cuidado de la sociedad mediante el resguardo de los datos, garantizando
el derecho a la privacidad de las personas participantes. En este punto, es necesario garantizar la
adecuada modificació n de datos personales al utilizar casos clínicos para la prá ctica y la enseñ anza.
Finalmente la normativa solicita, la enseñ anza de los có digos de ética y la implementació n de
los consentimientos informados en la prá ctica, como medidas de garantizar el conocimiento de los
profesionales sobre las normativas que regulan la profesió n y el respeto por la autonomía de las
personas.
En esta direcció n, el Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, sancionó en el añ o 2016
un nuevo Có digo de É tica que rige sobre los profesionales que ejercen en dicha provincia. Sobre la
concepció n de docencia, el có digo establece que las reglas y principios a desprenderse de él, se aplican
en todas las actividades que un profesional realiza incluyendo allí todas las situaciones laborales que
puedan realizarse desde la profesió n.
Por otro lado, bajo el principio de Trato Justo establece que: “no hará n uso de la posició n
asimétrica que ocupan, en la relació n profesional – destinatario, absteniéndose de satisfacer intereses
personales que vulneren los derechos de las personas. Se considerará n estos hechos, si ocurrieran,
como falta grave a la ética profesional” (Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de
Có rdoba, 2016 s/p). Este principio generalizado al quehacer docente, continú a con lo propositivo del
Có digo de É tica de FePRA, en donde se protege al estudiante del mal uso del lugar de saber que el
docente pudiere tener.
Finalmente el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos en el Punto 4 (2016), establece 29
puntos que refieren a la responsabilidad en la docencia y la formació n de recursos humanos, entre
ellos:
4.23 Promoverán en los alumnos y sus pares el conocimiento y observación de la ética
profesional.
4.24 Procurarán garantizar un nivel académico adecuado de los docentes a su cargo que se
desempeñen en la enseñanza, capacitación y entrenamiento.
4.25 Como docente no delegarán ninguna de sus funciones en personas no capacitadas para
cumplirlas.
4.26 Lxs psicólogxs enseñarán el uso de técnicas y procedimientos psicológicos solamente a
profesionales con título habilitante para el ejercicio de los mismos o a estudiantes de las
carreras que conducen a tal habilitación, con la salvedad de que ésto no autoriza a los
estudiantes al ejercicio profesional.
4.27 Lxs psicólogxs no deberán organizar, participar o colaborar con instituciones que
engañen o confundan a la comunidad y/o que perjudiquen la salud mental de las
personales, especialmente las de mayor vulnerabilidad.4.28 Cuando en la formación de
grado se requiera que los alumnos administren y empleen técnicas y procedimientos
psicológicos, se arbitrarán los medios para asegurar que los sujetos implicados hayan
brindado su consentimiento en forma directa.
4.29 Cuando lxs psicólogxs utilizan casos como material ilustrativo se extremarán los
cuidados necesarios para mantener la reserva sobre los datos que pudieran identificar en
forma alguna a los involucrados (Có digo de É tica del Colegio de psicó logxs de la Provincia
de Có rdoba, 2016, art. 4.23 – 4.29).
De este modo, ambas normativas regulan el quehacer docente y los aspectos académicos de la
profesió n, encontrando numerosas similitudes entre los có digos. Especialmente enfocá ndose en la
idoneidad del profesional, el trato justo y el conocimiento de las normas regulatorias de la profesió n.
Referencias
Declaració n de los Derechos Humanos (1948) Asamblea General de las Naciones Unidas Francia.
Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina, (2013).
Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, (2016).
Ley Nacional de Educació n Superior N° 24.521 (1995) Ministerio de Educació n de la Nació n. Argentina.
Resolució n Nº 343 (2009) Está ndares para la acreditació n de las carreras correspondientes a los títulos de Psicó logo y
Licenciado en Psicología. Ministerio de Educació n de la Nació n.
GUIA DE LECTURA
➢ El primer objetivo del texto consiste en describir los cambios que histó ricamente ocurrieron en
el rol de la docencia. La autora específica un cambio paradigmá tico, ¿podría nombrarlo y
describir cuá l es?
➢ En un segundo momento, el texto hace hincapié en las normativas que regulan la enseñ anza de
la psicología. ¿Qué normativas son? ¿Considera son directamente vinculantes a la profesió n o
indirectamente vinculantes? Justifique su respuesta.
➢ La Ley 2452, específica algunas características de la enseñ anza. Describa qué aportes realiza
dicha Ley a la concepció n de educació n.
➢ La Resolució n 343/09 ¿Qué contenido posee? ¿Cuá les son los aportes que realiza y qué vínculo
posee con la enseñ anza de la psicología?
➢ El Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos y el Có digo de É tica del Fepra, presentan vinculados
a sus principios aspectos sobre la enseñ anza de la psicología. Describa qué aporta cada uno de
ellos a este á mbito de aplicació n profesional.
DEONTOLOGIA Y LEGISLACIÓN PROFESIONAL
EJE III:
LA DIMENSIÓN ETICA
EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO
Referencias
Bolívar, A. (2005) “El lugar de la É tica profesional en la formació n universitaria”. Revista Mexicana de investigación
educativa.
Brugué, J. C. (2006) “La ética aplicada a la intervenció n social”. Revista de Servicios Sociales y Política Social.
Calo, O. (2000) “É tica y deontología en la formació n del psicó logo argentino”. Fundamentos en humanidades, Universidad
Nacional de San Luis, N° II. Argentina.
Calo, O. (2002) “La interacció n del profesional con los có digos”. Revista Argentina de Psicología (Apba), Añ o XXXIV, 2002.
Hermosilla, A. M. (2002) “Mala Praxis y Secreto Profesional. Responsabilidad y Ética profesional”. Ponencia presentada en
las Primeras Jornadas Nacionales de Psicología Jurídica. Argentina, San Juan.
Hortal, A. (2002) “É tica general de las profesiones”. Bilbao, Desclée de Brouwer.
Miller, J. A. (1997) “Introducció n a un discurso del método analítico”. Introducción al Método Psicoanalítico. Editorial
Paidó s, Buenos Aires.
Parizeau, M. H. (2001) “É tica aplicada. Las relaciones entre la filosofía moral y la ética aplicada”, en Canto-Sperber, M.,
Ética y filosofía Moral, Fondo de Cultura Econó mica, México.
Salomone, G. Z. (2003) “Consideraciones sobre la Ética profesional: dimensión clínica y campo deontológico- jurídico” . XI
Anuario de Investigaciones, Añ o 2003, Secretaría de Investigaciones. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires.
ISSN: 0329-5885.
GUIA DE LECTURA
➢ Defina que se entiende por ética y que por moral. Establezca diferencias.
➢ ¿Qué es la Ética Aplicada?
➢ ¿Qué es la Ética Profesional?
➢ ¿Podría decirse que Ética Profesional y Deontología Profesional son lo mismo? Si/No ¿Por qué?
➢ Demarque diferenciaciones entre la dimensión deontológica y la dimensión ética, contemplando las
implicancias de cada una de ellas en la praxis.
➢ La toma de decisiones a la hora de accionar, implica un proceso. ¿Qué aspectos conlleva el mismo?
El objetivo de este trabajo es analizar la relació n entre el Psicoaná lisis y la É tica, partiendo de
la idea de que éste merece una reflexió n especial en relació n al problema de lo ético, ya que se
constituye como una teoría sobre el sujeto con una ética que le es propia. De este modo, y
considerando que esta relació n no significa la reducció n de un campo al otro sino el reconocimiento
de una interdependencia entre ambos, la pregunta que guiará este trabajo será : ¿có mo pensar este
modo particular de abordar al sujeto, planteado por la teoría psicoanalítica en relació n a la posició n
ética del profesional que lo practica?
Palabras finales
En primer lugar, sería importante recalcar que no hay ningú n punto técnico en el psicoaná lisis
que no se vincule con la cuestió n ética. Desde este lugar, para el psicoaná lisis, las cuestiones técnicas,
son siempre cuestiones éticas, y esto es por una razó n muy precisa, porque se dirige a un sujeto y éste
no puede ser colocado sino en una dimensió n como esta. Por eso, Lacan en La Dirección de la Cura y
los Principios de su Poder (1958) no habla de patrones de tratamiento, habla de “principios”.
Principios que se transmiten a través de la formació n teó rica sistemá tica, del propio aná lisis y de la
supervisió n de los casos. Esto quiere decir que la formació n del analista es permanente.
En segundo lugar, como vimos, el deseo del analista y lo imposible de la neutralidad se
encuentran anudados, pero al mismo tiempo, deben estar entrelazados con la renuncia al poder del
amo que le otorga su supuesto saber. El deseo del analista es el instrumento que se necesita para que
éste opere de manera correcta, y si hay algo que se aprende con Lacan, es la dignidad con la que debe
ser usado ese instrumento.
En tercer lugar, lo que separa al psicoaná lisis de las prá cticas que se valen de la sugestió n
como herramienta terapéutica, es precisamente la posició n ética, ya que el cimiento del psicoaná lisis
es un respeto bá sico por el derecho del paciente a resistirse a la dominació n, mientras que la
sugestió n considera a esta resistencia como un obstá culo que hay que aplastar. El analista ayudará ,
entonces, a cada sujeto a “arreglá rselas” con su sufrimiento y segú n el caso por caso, favoreciendo
ademá s la plena autonomía del sujeto por sobre el sometimiento heteró nomo.
El padecimiento humano implica una situació n singular en cada sujeto y la posició n ética de un
analista, decimos con Badiou, no debe renunciar jamá s a buscar, en cada situació n, una posibilidad
hasta entonces, inadvertida. Y aunque esa posibilidad sea ínfima, lo ético es movilizar -para activarla-
todos los medios intelectuales y técnicos disponibles. Só lo hay ética si el profesional confrontado a las
apariencias de los imposibles no deja de ser un creador de posibilidades (Badiou, 1984).
Sin embargo, el analista no debe olvidar que, como profesional de la salud, es el portador de un
axioma que le adjudica la humanidad y es el de ser depositario de un saber que le permite
“diferenciar entre locos y no locos, entre sanos y enfermos”. Si evita hacer de este axioma algo propio,
evitará también la tentació n de posicionarse como un maestro o un curador.
Por ú ltimo, y para concluir, si bien la neutralidad del analista forma parte de la deuda con
Freud, y posteriormente con Lacan, Freud deja el camino abierto para la construcció n de una nueva
ética. Se puede ir “má s allá de la neutralidad” a condició n de consentir con ella. El psicoaná lisis
sugiere la renovació n de una moral enmascarada y represiva por una moral má s sincera y libre que
contemple la verdadera condició n humana, articulando deseo y principios, salud y posiciones éticas.
Referencias
Badiou, A. (1999) “Reflexiones sobre Nuestro Tiempo”. Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Cifrado.
Brodsky, G. (2003) “Entrevistada por Baudini, S”. En La Carta. Nº125. Buenos Aires, Argentina: EOL.
Calo, O. (2002) “Psicoaná lisis, É tica y Moral”. En Manual de la Cátedra de Deontología y Legislación Profesional. Có rdoba,
Argentina: Facultad de Psicología, UNC.
Calo, O. (1994) “Ética y Salud Mental”. Trabajo presentado en las Jornadas de Residentes en Salud Mental. Mar del Plata,
Argentina.
Foucault, M. (2000 [1964]) “Historia de la Locura en la Época Clásica”. Bogotá , Colombia: Fondo de Cultura Econó mica.
(1987 [1977]) “La Voluntad de Saber”. En Historia de la Sexualidad, Tomo I. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI
Editores.
(1988 [1979]) “El Sujeto y el Poder”. En Dreyfus y Rabinow (Eds.) Michel Foucault: Más Allá del Estructuralismo
y la Hermenéutica. México: UNAM.
(1988 [1978]) “Hermenéutica del Sujeto”. Buenos Aires, Argentina: La
Piqueta. Freud, S. (1978) “Obras Completas”. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu
Editores.
Lacan, J. (1987 [1958]) “La Direcció n de la Cura y los Principios de su Poder”. En Escritos II. Buenos Aires, Argentina: Siglo
XXI.
(1988 [1959]) “El Seminario, Libro VII. La Ética del Psicoanálisis”. Buenos Aires, Argentina:
Paidó s. Macintyre, A. (1991) “Historia de la Ética”. Barcelona, Españ a: Ediciones Paidó s Ibérica.
Viereck, G. S. (1988 [1930]) “Las Grandes Entrevistas de la Historia”. Buenos Aires, Argentina: El País - Aguilar.
GUIA DE LECTURA
➢ Algunas consideraciones sobre la É tica, el Poder y el Saber. ¿Cuá les serían los tres paradigmas
que plantea el texto respecto de la noció n de ética, considerando origen del término y contexto
histó rico?
➢ La É tica del Deseo. ¿Qué implica esta propuesta para pensar la ética desde el psicoaná lisis?
➢ ¿A que nos referimos con la idea de un “má s allá de la neutralidad” en la prá ctica clínica?
➢ ¿A qué se refiere el texto cuando plantea la É tica del Supuesto en relació n a la heteronomía y la
autonomía en la experiencia clínica?
Este trabajo pretende reflexionar sobre los nuevos escenarios sociales que se abren para el
profesional de la salud psíquica, en la actualidad.
El marco conceptual en el cual nos apoyaremos articula la teoría lacaniana con diversos
campos disciplinares que permiten hacer lecturas de lo social, lo político y el contexto histó rico 1.
Como se ha demostrado, la Filosofía contemporá nea, la Teoría Política e, incluso, la Semiosis Social
aportan y enriquecen de especial manera los desarrollos teó ricos del psicoaná lisis permitiendo, así,
una interesante productividad. Lo que permite ampliar nuestra visió n sobre las coordenadas que
marcan las nuevas problemá ticas de la subjetividad actual.
De este modo, partiremos de la categoría acuñ ada por Gilles Lipovetsky denominada
“hipermodernidad”, la que nos llevará a pensar los nuevos desafíos que atraviesan a la profesió n en
esta época, los nuevos síntomas y comportamientos de los sujetos de hoy. A partir de allí,
analizaremos algunos modos de intervenció n posibles para el profesional y las perspectivas éticas
que de ello se desprenden.
Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Lacan (1993), al igual que otros
pensadores, ya nos advertía sobre las consecuencias subjetivas provenientes de la desigual
distribució n de la riqueza como, así también, de las desorientaciones sufridas en lo político donde las
metas de progreso social empezaban a ayudar a la declinació n de la representació n colectiva de lo
que es ser un Padre.
Estas advertencias no tardaron en materializarse. La modernidad ya no pudo ser leída desde
los registros inocentes y optimistas de progreso y libertad. Este ideal terminó puesto al servicio de la
aniquilació n de los seres humanos en una maquinaria que no revestía antecedentes. Cadenas de
montajes, transportes, burocracia, la química del gas Zyklon, la electricidad, la organizació n social de
los campos de concentració n, todo lo que el desarrollo le había dado a la humanidad se usaba en
contra de la humanidad (Adorno, 1969). La marca de Auschwitz perforando la mirada ató nita del
mundo, se hundía sobre los cuerpos de millones generando la certeza de que si semejante atrocidad
pudo ser posible, a partir de ahora, todo podía ocurrir.
Sin embargo, con el tiempo, esa marca del horror ubicada en el comienzo de la culpa de la
humanidad moderna, fue dejando de golpear las subjetividades cada vez má s despojadas de
responsabilidad. Así, aconteció el gran cambio epistémico y subjetivo de la época: el pasaje del
modernismo al postmodernismo. Mientras el modernismo hacía pie en la autoridad paterna y en la
pérdida de goce por sometimiento a esa autoridad, encarnada en un padre muerto, el
postmodernismo rendía tributo a un padre, aú n vivo, en la medida en que todavía no estaría éste
“transustanciado” en una funció n simbó lica y, por lo tanto, continuaría siendo lo que el psicoaná lisis
llama un “objeto parcial”.
Este pasaje, que precipitó en un conjunto de rasgos que caracterizan un particular modo de
existir y que se agrupan bajo el nombre de postmodernidad, fueron teorizados por Lyotard (1996) a
finales de la década del setenta cuando surgieron las grandes desilusiones producidas por el proyecto
1 Este trabajo se basó en una teoría particular, el psicoanálisis, pero no por eso desmerece otras perspectivas
teóricas que pudieran tomarse para el análisis de los fenómenos aquí planteados. Esperamos y alentamos
todos aquellos trabajos que reflexionen sobre el tema desde otras teorías de la Psicología.
moderno. Algunas de estas características fueron enunciadas de la siguiente manera: a) falta de
confianza en el progreso, b) pérdida de las esperanzas revolucionarias y el empuje de los sujetos
hacia el hedonismo y el disfrute má ximo y total del momento presente, c) caída de los ideales y, d)
disolució n de lo social y político en beneficio del individuo y su existencia. Comenzaba la era de
“Narciso”, individualista y consumista. Un individuo del presente, olvidado del pasado y sin
preocupació n por el futuro.
Gilles Lipovetsky también trabajará esta cuestió n en textos como La era del vacío (1996) y Los
tiempos hipermodernos (2006). Avanzará un poco má s y planteará otro giro, una nueva lectura sobre
el asunto. Definirá y presentará a la “hipermodernidad”. Una nueva era que, al contrario de lo que
ocurría en la postmodernidad, ya no implicaría el fin de la modernidad, sino que recuperará a su
referente original: la era moderna, con su pensamiento ilustrado, racional y humanista. La
hipermodernidad revitalizará este pensamiento, lo tomará y lo multiplicará .
De allí que veinte añ os después la euforia de los añ os postmodernos ya no fuera la misma. En
los tiempos “hipermodernos”, Lipovetsky advierte precisamente el fin de esta euforia. El hedonismo
que había caracterizado la década del ochenta ya no existiría. En la “hipermodernidad” el desempleo,
la preocupació n por la salud, las crisis econó micas y un largo sinfín de virus que provocan ansiedad
individual y colectiva, se habrían introducido en el cuerpo social. Es una era “híper”:
“hipercapitalista”, de “hiperpotencias”, de “hiperterrorismo”, “hiperindividualismos”,
“hipermercados”, “hipertextos”, etcétera.
Por otro lado, para Lipovetsky, el desarrollo de la globalizació n y de la sociedad de mercado ha
producido en estos ú ltimos añ os nuevas formas de pobreza, marginació n, precariedad del trabajo y
un aumento de temores e inquietudes de todo tipo. Sin embargo, la sociedad “hipermoderna” no ha
implicado la aniquilació n de los valores. Al contrario, el hedonismo, dirá Lipovetzky, ya no seduce
tanto. Así, en la sociedad “hipermoderna” los efectos no vienen por algo que, por cierto, la caracteriza,
es decir, el “hiperconsumo”. Los efectos vienen de otra parte. Proceden de lo que él denomina una
inquietante fragilidad y desestabilizació n emocional de los individuos. Esta debilidad tendría su
origen en el hecho de que, cada vez, estamos menos preparados para afrontar la vida y esto no es
porque el culto al éxito o al consumo provoque esa fragilidad, sino porque las grandes instituciones
sociales han dejado de proporcionar la só lida armazó n estructurante de antes.
Si bien esta fragilidad y labilidad subjetiva no es producto directo del hiperconsumo, sino má s
bien de la caída de las grandes instituciones sociales, el hiperconsumo como efecto de la época, no
puede dejar de interesarnos como objeto epistémico desde el momento en que, sobre todo en las
ú ltimas décadas, se ha convertido en uno de los modos de gozar de cada vez má s sujetos en el mundo
occidental. El consumo como objeto plus de goce en todo su esplendor.
Se trata de aquel tapó n de la castració n que ya había presentado Lacan en algunos de sus
Seminarios, solo que ahora lo encontramos desligado de cualquier ideal. Es, má s bien, un empuje a la
satisfacció n directa en donde el goce se encuentra en la vidriera, solo hay que ir por él y consumirlo. Y
esta es, al decir de Zizek (2003), la otra cara del imperativo Superyó ico, en tanto mandato de goce.
Hay un mandato a gozar por la vía del consumo.
La “hipermodernidad” se nutre de otros factores también como, por ejemplo, de la
precarizació n laboral y del aumento de los despidos y de la desocupació n. Así, vemos có mo desde
hace varias décadas el trabajo ha perdido su centralidad. El tipo de centralidad que tenía en el pasado
en donde una familia comú nmente se organizaba en torno a un sujeto trabajador, que en general era
el padre.
Vemos como, dispersado, descentrado y flexibilizado el á mbito de la producció n, la
organizació n, la integració n y la construcció n de cuestiones tales como la identidad social o colectiva,
se trasladan al á mbito del consumo. A partir de esto, los sujetos ya no se constituyen como
productores agrupados sino como consumidores individuales capaces de consumir innecesariamente
nuevos estímulos y mercancías (Benitez Larghi, 2004), Es decir, que, en la actualidad, los lazos
sociales se constituyen en torno a una nueva actividad que implica un nuevo orden: el consumo. De
este modo, el consumo, sumado a la caída de las grandes instituciones sociales, produce una
desmesura que no solo se traduce en el consumo de objetos y gadgets, sino que, ademá s, se traslada a
las transformaciones en el cuerpo, las cirugías, los tó xicos, etcétera, suplementos que vienen casi
como un auxilio y al lugar de algo que ya no está , pero al modo de una satisfacció n pura y dura. La
ética ha entrado en un callejó n sin salida. Un cierto régimen de cinismo en donde una nueva ética, la
del consumo o la de Narciso, rige el imperio globalizado.
Por otra parte, la desintegració n de antiguos lazos se ve beneficiada por ciertos desarrollos de
la comunicació n, cuestió n que no deja de ser paradó jica, ya que en momento en que los instrumentos
de la comunicació n global parecieran haber llegado para facilitar las cosas, estos medios en vez de
comunicar terminaron, muchas veces, por aislar. Por ejemplo, la oferta del mundo virtual, generó el
encierro en un mundo privado de una manera ciertamente autoeró tica. Jó venes capturados por las
redes sociales, por sus whatsapp, sus pantallas, en donde se negocia y se programa el no encuentro.
La indiferencia por el encuentro como forma moderna de no relació n sexual (Cottet, 2008).
Nos encontramos, entonces, con una sociedad fragmentada en pequeñ as epidemias (Brodsky,
2007). Pequeñ as sectas, de todos idénticos, a veces, enfrentadas entre sí, en donde aumenta, cada vez
má s, el fenó meno de la violencia, de la segregació n y de los pasajes al acto.
2 Los principios del psicoanálisis para Lacan son: la formación permanente, el análisis personal y el control
sistemático de los casos de la práctica clínica.
es una atadura del yo al Otro y esto tiene la consecuencia de “aplastar” al sujeto. En cambio, el
aná lisis, y su entrada a este, permite el reconocimiento de un sujeto y de su síntoma, lo cual desplaza
al yo y posibilita una apertura a la problemá tica del deseo y del goce (Kruger, 2008). Como dice Lacan
en El Seminario 10 “La Angustia”, cuando se localiza al “objeto a” logramos el corrimiento necesario
para que el objeto deje de ser causa de la angustia y realizació n de goce, y pase a ser causa del deseo.
Así, se desaloja al objeto del borde de la angustia y se abre el camino al despliegue del deseo,
sabiendo que el deseo es el mejor tratamiento frente al malestar (Lacan, 2005).
De este modo, frente al malestar de la civilizació n actual, el psicoaná lisis propone su
respuesta: tratar de sintomatizar el goce para hacerlo compatible con la vida, y no “curar” al sujeto
de su síntoma. Esto lo logrará a partir de la escucha que posibilita encontrar al sujeto del deseo.
Incluso, también podrá intervenir con el logro de efectos rá pidos, aun cuando esto no implique
intervenir con el método de la sugestió n. Así, teniendo en el horizonte la era del exceso y del efecto
terapéutico rá pido, como demanda social, la prá ctica del psicoaná lisis apuntará en los actuales
tiempos “hipermodernos” a verificar una reducció n de la pulsió n mortífera del sujeto, sosteniendo un
deseo que pueda suplantar el vacío de lo efímero.
Referencias
GUIA DE LECTURA
➢ ¿Có mo podemos pensar la intervenció n clínica en relació n a una posició n ética en el ejercicio
profesional?
Los vertiginosos adelantos científicos y biotecnoló gicos alcanzados en las ú ltimas décadas,
han impactado en el á mbito de las ciencias de la salud, llevando a la aparició n de nuevos desafíos
éticos a los cuales dar respuesta. Con este objetivo es que se hace presente una nueva disciplina: la
Bioética.
Debates sobre embriones congelados, ú teros añ osos que albergan vidas, eutanasia, muerte
digna, transplantes, donantes y cirugías, de las má s diversas, imponen la reflexió n sobre los límites
de la manipulació n del cuerpo desde los actuales recursos del campo médico, al tiempo que se
entrelazan con la dimensió n psíquica del sujeto.
También, las actuales manifestaciones del arte y de ciertas estéticas de las ú ltimas décadas,
signadas por la intervenció n sobre los cuerpos, muchas veces, en formas que implican su
disciplinamiento, su mortificació n e incluso, el horror del espectador. Artistas como Orlane, Marina
Abramovic, Marcos Sierra, entre otros, son ejemplos de este tipo de expresiones.
La Bioética, como campo disciplinar y sus relaciones con las Ciencias de la Salud, lleva ya
varios añ os de desarrollo y si bien diversos autores afirman que, histó ricamente, es la profesió n
médica la que genera esta disciplina científica con un corpus doctrinal y normativo para sus
prá cticas, mú ltiples son los objetos y temas de injerencia que hace suyos con el fin de dirimir,
reflexionar y tomar posiciones en dilemas que, a simple vista, parecieran irresolubles.
La Bioética, de este modo, se constituye en una disciplina, con un objeto que le es propio,
metodologías de investigació n acordes y una vasta base teó rica que le permite posicionarse con
fundamentos só lidos frente a cada problema.
3 “Bio-ética: una perspectiva de la relación ética de los seres humanos con los animales y las plantas”
discursivos de lo psíquico, lo artístico, lo político, lo filosó fico, lo educativo, lo ecoló gico, por citar
só lo algunos.
Pero, ademá s, las políticas en términos de dispositivos que impactan en las prá cticas
discursivas relacionadas a lo educativo, a lo laboral, a lo recreativo, a lo cotidiano, en sus vínculos
con el ser viviente y lo ético, estudiadas y analizadas por Foucault (1978-1979, 1987, 2006) y en los
términos en los que este autor va a considerar al fenó meno de la Biopolítica. La Biopolítica,
concepto imprescindible, sin dudas, a la hora de sumergirnos en el campo de la Bioética. Cuestió n
que nos permitirá dar un paso má s, para comprender así como el cuerpo puede convertirse en un
objeto privilegiado de dominio.
El fenó meno de la Biopolítica, como control y decisió n sobre los cuerpos, ha sido analizado
desde hace tiempo por pensadores como Giorgio Agamben (1998) y má s recientemente Roberto
Esposito (2006), entre otros, a partir de la recuperació n de los aportes de Michel Foucault y Hanna
Arendt. Ambos sostienen que los estados modernos organizan diversas estrategias para el dominio
de la població n y que éstas se llevan a cabo a través de refinadas técnicas. Así, las técnicas
biopolíticas se generan para lograr cuerpos má s vigorosos que favorezcan la producció n capitalista,
por ejemplo, las estrategias de prevenció n en materia de salud o de educació n. Se produce así, una
especie de “pastoreo” de los cuerpos al servicio de la producció n má s eficiente. Y siempre sostenida
en prá cticas discursivas específicas.
Pero también, las estrategias biopolíticas pueden estar al servicio de la eliminació n o
internació n de los cuerpos indeseables (Foucault, 2006). Así, si un estado considera que
determinada població n puede llegar a ser peligrosa para otra, se la debe eliminar, suprimiendo sus
cuerpos. Este ha sido un argumento discursivo político para la concreció n de muchos genocidios a lo
largo de la historia. Otras causas como las econó micas, con prá cticas de explotació n, también pueden
ser motivo para la eliminació n del cuerpo indeseable.
Agamben (1998) sostiene que el ejemplo paradigmá tico de control y exterminio del cuerpo
humano es el campo de concentració n Nazi. Si bien menciona algunos otros ejemplos, como los que
se dieron en Argentina, para este pensador el campo utilizado en el exterminio perpetrado por el
régimen Nazi es el paradigma de todos los campos. Sería el prototipo de lo que él trabaja como el
estado de excepció n, lugar donde se da esta situació n en su má xima expresió n.
El Holocausto – o, mejor dicho, la Shoah4- marca una escansió n en la historia de la humanidad.
¿En qué se diferencia la Shoah de otros genocidios que habían ocurrido hasta el momento, como por
ejemplo el armenio, o el exterminio de las poblaciones aborígenes o la captura de africanos para la
esclavitud o los que se dieron en diversas dictaduras?
4 Si bien el término más utilizado es el de Holocausto, algunos se oponen a esta denominación, ya que
originalmente significa “sacrificio” y el exterminio de los judíos no puede ser considerado un sacrificio. Por
eso, se prefiere hablar de Shoah, una palabra hebrea que refiere a “aniquilación”, utilizada ya durante la
Segunda Guerra Mundial para referirse a la masacre de los judíos en Polonia en manos de los nazis.
Aquí es la primera vez que se usa un argumento científico para la desaparició n del cuerpo
humano. La singularidad de la Shoah está dada, en parte, por el tipo de discurso que se produce allí.
El régimen Nazi no pretendía expulsar a los judíos de su territorio, o venderlos o eliminarlos para
utilizar sus tierras, sino que el argumento para el exterminio responde a que sus cuerpos no reunían
los requisitos deseables para la “excelencia de una raza”. No se trataba aquí de un medio sino de un
fin. El argumento fue bioló gico. Y el exterminio se dará , no sin la ayuda de la ciencia y la tecnología.
Los ingenieros diseñ aban los crematorios y las cá maras de gas, las muertes eran consignadas
cuidadosamente en tablas estadísticas, la red de ferrocarriles que transportaba aquellos cuerpos,
cuyo destino final era la muerte, era una de las má s eficientes. Había, ademá s, fá bricas para producir
mercancías cuya materia prima eran seres humanos. La ciencia y la muerte anudadas de manera
inédita en montajes ensamblados para una tecnología del horror. ¿Có mo pudo ser posible semejante
perversió n?
Primo Levi lo dice así:
A esta lucha podemos asimilar la guerra: pero Auschwitz nada tiene que ver con la
guerra, no es un episodio, no es una forma extremada. La guerra es un hecho terrible
desde siempre: podemos execrarlo, pero está en nosotros, tiene su racionalidad, lo
‘comprendemos’. Pero en el odio nazi no hay racionalidad: es un odio que no está en
nosotros, está fuera del hombre, es un fruto venenoso nacido del tronco funesto del
fascismo, pero está fuera y más allá del fascismo (Levi, 2015 [1947], pp. 241- 242).
Hay algo, entonces, que va má s allá de la guerra, de la política, de lo econó mico. No hay
racionalidad posible en el odio del racismo y de la segregació n. Y esa intolerancia requerirá de un
terreno propicio para crecer:
Esta semilla de intolerancia cuando cae en un terreno bien predispuesto, prende con vigor
increíble, pero con nuevas formas. El antisemitismo de corte fascista, ese que el verbo de Hitler
despierta en el pueblo alemá n, es má s bá rbaro que todos sus precedentes: convergen en él doctrinas
bioló gicas artificiales falseadas, segú n las cuales las razas débiles deben caer frente a las razas
fuertes […] (Levi, 2015 [1947], p. 214).
¿Que sería un terreno bien predispuesto como lo sugiere Primo Levi? Se trata de una pregunta
que ofrece varias respuestas, seguramente. Continuemos con Primo Levi:
En la práctica cotidiana de los campos de exterminio se realizan el odio y el difundido por
la propaganda nazi. Aquí no estaba presente solo la muerte sino una multitud de detalles
maníacos y simbólicos, tendientes todos a demostrar y confirmar que los judíos, y los
gitanos, y los eslavos, son ganado, desecho, inmundicia. Recordad el tatuaje de Auschwitz
que imponía a los hombres la marca que se usa para los bovinos […] (Levi, 2015 [1947], p.
215).
El hecho de que haya habido que inventar un nombre para designar a ese crimen -“crimen
contra la humanidad”- denota su novedad, su singularidad.
Es la primera vez que un estado decide eliminar a un grupo humano en su totalidad poniendo
a disposició n todos los medios técnicos.
Entonces, el campo de concentració n y exterminio, en tanto Estado de Excepció n, se convierte
en un lugar donde se suprime el derecho de las personas y se naturaliza el crimen. Quien ejerce el
poder y direcció n de este lugar tiene poder sobre la vida y la muerte del sujeto. Es de “excepció n”
porque se suprimen todas las garantías y derechos humanos. Pero este control y manipulació n del
cuerpo del otro se da a partir de argumentos científicos y es allí, en gran parte, donde la ciencia se
liga a la muerte. Surge así, una tecnología de la muerte.
El cuerpo queda reducido a puro cuerpo o nuda vida, “vida desnuda”. Vida sin cualidades en
un espacio pú blico que es un campo de concentració n. Por ello, a Agamben le interesa má s, como
objeto de estudio, el campo de concentració n que el campo de exterminio porque en este ú ltimo no
se visualiza la reducció n del hombre a nuda vida puesto que se le destruye de entrada. Es decir, se
destruye un cuerpo en plenitud de la vida. Mientras que en el campo de concentració n el deterioro
físico y psíquico es paulatino hasta llegar a este estado de un cuerpo sin voluntad, sin deseo, sin
razonamiento. Agamben, delimita y estudia una extrañ a figura localizable en el antiguo derecho
romano: es la designada como homo sacer, el hombre cuya vida consagrada a Jú piter, separada del
resto de las vidas de la polis, no puede ser sacrificada en el sentido religioso o ritual. Lo que sí puede
el homo sacer, es ser asesinado sin que ese asesinato constituya un delito, por lo tanto, queda
reducido, por la pérdida de todos sus derechos, como sucede con aquel que entra en el campo, a lo
que llama la nuda vida, “vida desnuda”, que sería la traducció n moderna del homo sacer. Es decir, no
se trata de la vida regida de acuerdo con el contrato social, sino de la vida abandonada. Este mero
cuerpo, sin deseo, sin voluntad, sería aquel sobre el cual todo puede ser ejecutado, pero del que
nadie dirá que ha sido sacrificado.
Esta formulació n de Agamben, como herramienta conceptual, entonces, nos permite realizar
lecturas de otros genocidios, si bien considerando la singularidad a la que nos hemos referido
respecto de la Shoah y su relació n con la ciencia. Por ejemplo, la dictadura militar Argentina, a la que
nos referimos má s arriba, autora de un aniquilamiento sistemá tico y planificado que hace
desaparecer los cuerpos indeseables para el régimen de estado. Incluso, separando la identidad del
cuerpo, en el caso de la apropiació n de niñ os recién nacidos.
Pero también, las políticas de hambrunas y enfermedades de varios sectores poblacionales
con el fin de controlar sus cuerpos reduciéndolos a estados cercanos a la nuda vida. Las políticas
segregatorias, que hunden sus raíces en el racismo, el rechazo a los migrantes y refugiados
provenientes de estados aniquilados y sin recursos, son ejemplos, también de control de los cuerpos
y reducció n a la mera supervivencia.
Ciencia y crimen
Una de las particularidades de la Shoah tiene que ver, como dijimos, con que hasta el
momento no se había presentado en la historia de la humanidad una relació n tan estrecha entre la
tecnología y la muerte. No só lo desde el punto de vista de la genética, y de lo que Hitler consideraba
una “raza superior” –la aria–, sino ademá s por el uso de tecnología científica que permitiera
seleccionar los cuerpos a reducir o exterminar y deshacerse de estos.
En 1933, por ejemplo, se crea la “Ley para la protecció n de la salud hereditaria de la població n
del pueblo alemá n”. Esta ley habilitaba la eugenesia como un programa científico para eliminar no
só lo a los no arios sino a aquellos con defectos y enfermedades hereditarias. Buscaba eliminar a
“defectuosos”, pero también a prostitutas, homosexuales y a sujetos con debilidad mental. A estas
personas se las exterminaba en granjas especiales y con un método que consistía en la utilizació n del
gas Zyklon en cá maras donde se introducía a los seleccionados hasta su muerte. El eufemismo
“solució n final” es el que se esgrimía para referirse al asesinato de millones.
Esta horrorosa prá ctica se llevaría a cabo gracias a una empresa de tecnología que proveyó de
los medios necesarios para lograr un censo poblacional en tan solo 4 meses a 60.000.000 de
personas, con una minuciosidad admirable, ú nica en la historia hasta entonces. Con la excusa de este
censo se pudo localizar rá pidamente a la població n indeseable, como un modo de control social para
su aniquilamiento. Vemos có mo, y por primera vez, la ciencia y la tecnología se ponen de manera
extrema al servicio de la muerte.
Pero la Shoah no tuvo como objetivo ú nicamente el exterminio de millones de personas sino
que, ademá s, se propuso utilizar sus cuerpos para el estudio y la investigació n. Los crímenes del
nazismo también tenían fundamentos experimentales.
No só lo se construyeron fá bricas de montajes ensamblados para la aniquilació n de los
cuerpos, sino que ademá s se seleccionan cuerpos para experimentació n y la ciencia. Los documentos
existentes sobre este horrendo acontecimiento han demostrado có mo, en nombre de la ciencia, se
usaron los cuerpos humanos. Los cuerpos y las mentes, ya que los experimentos con sujetos no eran
solo para investigar científicamente fenó menos físicos, sino también psíquicos.
Los siniestros experimentos con personas prisioneras en los campos de concentració n se
distinguían en dos tipos. Algunos estaban destinados a mejorar la “raza aria”: a través de la
esterilizació n, la eutanasia, la eugenesia y otras prá cticas, buscaban soluciones a problemas surgidos
durante la guerra. Buscaban soluciones para sus soldados, utilizando como conejillos de indias a los
prisioneros.
Así, miles de estos sufrieron secuelas brutales y trastornos físicos y mentales a causa de estos
experimentos, cuando no la muerte. Como lo dijo Hanna Arendt: “Era una cuestió n de matar. Y matar
también es un asunto médico” (Arendt, 1999, p. 109).
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial y luego de las atrocidades cometidas por el régimen
Nazi, la humanidad comienza a advertir que, si semejante horror pudo haber sido perpetrado por el
hombre civilizado, ya nada era imposible, todo podría estar permitido. Esto produce un doble saldo.
Por un lado, la necesidad de generar espacios de control y regulació n de los excesos
cometidos en nombre de la ciencia, es decir, los comités de ética y sus có digos. El Có digo de
Nuremberg -el primero de ellos- que hace referencia a la ciudad alemana en la que se dieron los
juicios a los científicos nazis, fue publicado en 1947 y su redacció n se produce como consecuencia de
los testimonios de los acusados allí escuchados, respecto del uso de los cuerpos para
experimentació n. Se recogen, así, los principios orientativos de la experimentació n con seres
humanos. Algunos de ellos han nutrido los principios de la Bioética, má s arriba trabajados.
El otro saldo, podría considerarse como lo que decanta en el inicio de la posmodernidad,
período signado por la caída de los ideales, de los grandes relatos, de la autoridad paterna, con la
consecuente crisis de las grandes instituciones: la Iglesia, la familia, etc.
Conforme caen los ideales, y se instala el tiempo del narcisismo y del hedonismo, los
adelantos tecnoló gicos será n cada vez má s notables y vertiginosos. Comienza una nueva era, la era
del consumo y de Narciso. Como respuesta a esto surgen diversos comités de ética con el fin de
suplantar la inexistencia de referentes.
Y finalmente, un nuevo horizonte ético que ha llevado a autores como Peter Sloterdijk (2000)
a constatar la muerte del humanismo. Un “posthumanismo” que viene al lugar de las políticas de cría
y reproducció n de los cuerpos deseables para el estado -que planteaba la biopolítica foucaultiana- y
que nos llevan a reflexionar sobre las nuevas reglas para el cuidado de sí, diferentes de las
anteriores.
El “fracaso del humanismo” que produce, no só lo el cuestionamiento sobre qué es una vida
digna de ser vivida, sino también sobre la selecció n de aquello que se considera “vida ascendente”
frente a la “vida degenerante”. Es decir, la selecció n de aquellos que poseen el derecho a vivir.
Selecció n de embriones, de ó rganos para trasplantes, etc. y la responsabilidad de dicha elecció n que
recae sobre los médicos- convertidos ahora en los nuevos “pastores” de la humanidad, siguiendo la
metá fora plató nica- y desde una medicina basada en la evidencia.
Se trataría, entonces, de una biopolítica sostenida en procesos de selecció n de los mejores
cuerpos y ó rganos. Cuestió n que no deja de remitirnos al antecedente histó rico al cual nos hemos
referido en el apartado anterior.
En una época, la actual, en donde lo que impera es una enorme crisis de representatividad en
la cual, como dijimos, la caída de los grandes relatos e ideales ha dado lugar a un “todo es posible” y
en donde el relativismo ético, propio de este mundo globalizado por sus hegemonías políticas, tiene
consecuencias como la inequidad e injusticia social, resulta de particular interés generar un espacio
de diá logo y discusió n en el seno del campo ético en relació n al cuerpo y a la subjetividad.
La reflexió n sobre el cuerpo y las zonas de debates que lo abordan, entre ellas, los debates
bioéticos, y sus principios, resulta una llave de acceso a la subjetividad actual al tiempo que nos lleva
a toma de posiciones filosó ficas, artísticas, científicas y tecnoló gicas. Como señ ala Nancy (2003),
siguiendo a Deleuze, el cuerpo ya no es el obstá culo que separa al pensamiento de sí mismo.
El recorrido planteado en estas pá ginas puede ser un marco para reflexionar sobre los nuevos
temas que nos atraviesan en esta época. Los trasplantes y el comercio de ó rganos, las técnicas de
fertilizació n asistida -só lo para quienes pueden solventar sus costos- la inminente clonació n
humana, etc. Fundamentalmente, teniendo en cuenta las aberraciones en materia de derechos
humanos que han ocurrido a lo largo de la historia y en nombre de la ciencia. Saldo de saber que no
puede dejar de estar presente en nuestros debates y discusiones actuales.
Referencias
Abraham, T., Badiou, A. & Rorty, R., (1997) “Batallas éticas”,Nueva Visió n, Buenos Aires
Aleman, J., Badiou, A., García, G., Indart, J.C., Laclau, E.& Zizek, S., (2004 ) “Debates contemporáneos. Psicoanálisis y filosofía”.
Edita EOL, Buenos Aires.
Agamben, G. (1998) “Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida”. Pre-textos, Barcelona.
Arendt, H. (1993) “La condición humana”, R. Gil Novales (trad.), Barcelona.
(1999) “Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal”. Lumen, Barcelona.
Badiou, A. (2000) “Reflexiones sobre nuestro tiempo. Interrogantes acerca de la ética, la política y la experiencia de lo
inhumano”. Ediciones del Cifrado, Buenos Aires.
Baudrillard, J. (1991) “La transparencia del mal”.Anagrama, Barcelona.
Beauchamp T, Childress J. (1994) “Principles of Bioedical Ethics”.Oxford University Pres, New Cork, 2° edition.
Esposito, R. (2006) “Bios. Biopolítica y filosofía”. Amorrortu. Buenos Aires.
Ferro, M., Molina Rodríguez, L., Rodríguez G,& William A. (2009) “La bioética y sus principios”. Acta Odontoló gica
Venezolana. Disponible en: http://www.scielo.org.ve
Figueroa G. (2004) “La bioética en el divá n: ¿Puede Freud ayudarnos en los dilemas de la ética médica? ” Rev. méd.
Chile vol.132 no.12 Santiago.
Foucault, M (2006) “Nacimiento de la biopolítica”, Fondo de Cultura Econó mica, Buenos Aires.
(1977-1978) “Seguridad, territorio y población”, Curso en el Collège de France.
(1987) “Vigilar y castigar”, Ed. Siglo XXI, México.
(1991) “Tecnologías del yo”, Paidó s, Barcelona.
Forster, R. (2003) “Crítica y sospecha. Los claroscuros de la cultura moderna”. Paidó s, Buenos Aires.
Le Breton, D. (2002) “Antropología del cuerpo y Modernidad”. Nueva Visió n, Buenos Aires.
Levi, P. (2003) “Si esto es un hombre”. El Aleph Editores, Barcelona.
Lima, N. S. (2009) “Fritz Jahr y el Zeitgeist de la bioética”en Aesthethika. International Journal on Subjectivity, Politiics and
the Arts. Vol 5.
Lipovetsky, G. (1986) “La era del vacío”. Anagrama, Barcelona.
Losoviz, A, et al (2006) “Bioética y Salud Mental. Intersecciones y Dilemas”. Akadia, Buenos Aires.
Miller, J.A. (2006) “El otro que no existe y sus comités de ética”. Paidó s, Buenos Aires.
(2002) “Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo”. Colecció n Diva, Buenos Aires.
Nancy, J. L. (2003) “Corpus”. Arena Libros, Madrid.
Potter V.R. (1971) “Bridge to the Future”, Prentice-Hall Pub, Englewood Cliffs, NJ.
Sloterdijk, P., (2000) “Normas para el parque humano; Una respuesta a la Carta sobre el Humanismo”, Ediciones Siruela,
Madrid.
Todorov, T (1993) “Frente al límite”. Siglo Veintiuno editores, Madrid.
GUIA DE LECTURA
➢ ¿Cuá l es el origen de la bioética como campo disciplinar y qué podemos ubicar en cuanto a su
Historia, debates y posiciones?
➢ ¿Por qué decimos que la bioética puede articularse a la Biopolítica y el control de los cuerpos?
➢ ¿Qué acontecimiento histó rico e inédito de la humanidad nos enseñ a sobre la pregunta
anterior?
➢ ¿Por qué decimos que en ocasiones la ciencia puede estar ligada al crimen?
➢ ¿Cuá l es el origen del có digo de Nuremeberg y por qué tendría implicancias en la prá ctica
profesional de la psicología?
DEONTOLOGIA Y LEGISLACIÓN PROFESIONAL
EJE IV:
LA DIMENSIÓN LEGAL
EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO
En artículos previos fue tratada la dimensió n deontoló gica y ética en el ejercicio profesional
del psicó logo. En esta ocasió n nos centraremos en la dimensió n legal, que integrada a las dos
dimensiones anteriores, dará cuenta de las diversas facetas implicadas para un accionar profesional
responsable.
Cuando nos referimos a la dimensió n legal, se está aludiendo al conjunto de legislaciones
vigentes, que van a atravesar la praxis del psicó logo regulando aquellas obligaciones implicadas en
su accionar, las cuales no pueden desconocerse.
Dentro de este conjunto de leyes, vamos a encontrarnos con:
⮚ Legislaciones directamente vinculantes: dentro de este grupo, se concentran todas aquellas
normativas sancionadas específicamente para el ejercicio profesional del psicó logo.
⮚ Legislaciones indirectamente vinculantes: son aquellas normativas que forman parte de
nuestro ordenamiento jurídico, que van a establecer obligaciones con una clara incidencia
para el ejercicio profesional.
A los fines de aproximarnos al campo de lo legal, y antes de desarrollar las legislaciones
previamente mencionadas, haremos un previo esbozo de la conformació n y el funcionamiento del
ordenamiento jurídico argentino.
1 Cuando se dice que la norma refiere a una determinada conducta, se alude a la conducta que forma el
contenido de la norma; cabe aclarar no obstante que la norma puede referirse también a otros estados de
cosas diferentes de la conducta humana, pero sólo en cuanto sean condiciones o efectos de la conducta
humana. Así, por ejemplo (…) si una norma jurídica sanciona el homicidio con la pena de muerte, el acto
ilícito, e igualmente la consecuencia del acto ilícito, consisten en determinadas conductas humanas,
orientadas, en este caso, a la muerte de otro ser humano (…) (Kelsen, 2011, p. 67).
jurídicas generales (leyes, decretos, resoluciones, ordenanzas, etc.) dentro de nuestro país. De esta
manera, ninguna de las leyes o normas legales que se dicten para regular aspectos concretos de la
vida nacional, pueden estar en oposició n a ella.
Es tal la importancia estructural que la Constitució n tiene para el Estado, que en su artículo
30 se va a dictaminar que “(…) la necesidad de reforma debe ser declarada por el Congreso con el
voto de dos terceras partes, al menos, de sus miembros; pero no se efectuará sino por una
Convenció n convocada al efecto” (Constitució n Argentina, 1994, art. 30), es decir que deben
presentarse determinadas condiciones especiales para modificarla. É ste fue el escenario que se
presentó en el añ o 1994, momento en el que se realizó la ú ltima reforma constitucional Argentina,
que se plasmó a través de la Ley N° 24.430.
Esta ú ltima referencia es de crucial importancia, ya que en aquella oportunidad, se
introdujeron una serie de modificaciones que han aparejado cambios en la estructura de la pirá mide
jurídica Argentina. Tras esta reforma no só lo se receptaron nuevos derechos y garantías, sino y
fundamentalmente, se incorporaron con jerarquía constitucional los tratados internacionales de
derechos humanos enumerados en el artículo 75, inciso 22, segundo pá rrafo, de la norma
fundamental y asimismo, aquellos que resulten aprobados por una mayoría especial de dos tercios
de la totalidad de los miembros del Congreso de la Nació n.
En dicho artículo, se va a establecer que “Los tratados y concordatos tienen jerarquía
superior a las leyes”, adquiriendo los mismos el cará cter de fuentes directamente operativas en la
dimensió n jurídica interna.
Cuando se hace referencia a los Tratados internacionales, se habla de:
Todo acuerdo entre sujetos o personas internacionales; es decir, entre miembros o partes
de la comunidad internacional (…) celebrados de conformidad con el procedimiento
especial que cada Estado arbitra en su ordenamiento interno (…) revisten múltiples
formas: convenios, convenciones, acuerdos, actas, protocolos, actos y protocolos
adicionales, notas reversales, pactos, concordatos, modus vivendi, declaraciones
(Osssorio, 2013, pp. 964-965).
Siguiendo con la estructura piramidal de nuestro ordenamiento jurídico, el nivel siguiente o
escaló n que se va a ubicar por debajo de la Constitució n, va a estar constituido por las normas
jurídicas generales producidas por el ó rgano legislativo competente -Congreso de la Nació n-, a saber
las leyes nacionales.
Segú n el diccionario de ciencias jurídicas políticas y sociales (Ossorio, 2013), se entiende por
ley toda norma jurídica reguladora de los actos y de las relaciones humanas, aplicable en
determinado tiempo y lugar; elaborada por los ó rganos estatales con potestad legislativa, que en los
regímenes constitucionales son el Congreso que la sanciona y el jefe del Estado que la promulga.
La ley, desde el punto de vista formal en la moderna teoría general del Derecho, refiere a la
que ha sido dictada por el Poder Legislativo conforme a los procedimientos específicamente
preestablecidos, debiendo cumplir con un serie de características como ser: que sea justa, auténtica,
general, y obligatoria (Ossorio, 2013).
Al respecto, es necesario advertir que no siempre la ley contiene normas que puedan ser
aplicables a determinados casos o problemas de hecho; en otros términos, existen problemas o
situaciones que no son subsumidos en una norma legal. A esa imprevisió n, o a ese silencio de las
leyes, es a lo que se llama lagunas legales o vacío legal.
Entre las condiciones que le son inherentes a las leyes luego de su sanció n, cabe destacar que
só lo pueden ser derogadas por otras posteriores emanadas del ó rgano legislativo competente; y así
como las leyes nacionales no pueden contrariar a la Constitució n que jerá rquicamente está por
encima de ellas, las leyes nacionales no pueden ser contradecidas por las normativas que está n por
debajo de ellas.
Para ejemplificar el funcionamiento de esta jerarquía podemos referenciar la Ley Nacional de
Salud Mental, cuyos primeros artículos, establecen:
Art. 1°: La presente ley tiene por objeto asegurar el derecho a la protección de la salud
mental de todas las personas, y el pleno goce de los derechos humanos de aquellas con
padecimiento mental que se encuentran en el territorio nacional, reconocidos en los
instrumentos internacionales de derechos humanos, con jerarquía constitucional, sin
perjuicio de las regulaciones más beneficiosas que para la protección de estos derechos
puedan establecer las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Art. 2°:Se consideran parte integrante de la presente ley los Principios de Naciones
Unidas para la Protección de los Enfermos Mentales y para el Mejoramiento de la
Atención de Salud Mental, adoptado por la Asamblea General en su resolución 46/119
del 17 de diciembre de 1991. Asimismo, la Declaración de Caracas de la Organización
Panamericana de la Salud y de la Organización Mundial de la Salud, para la
Reestructuración de la Atención Psiquiátrica dentro de los Sistemas Locales de Salud, del
14 de noviembre de 1990, y los Principios de Brasilia Rectores; para el Desarrollo de la
Atención en Salud Mental en las Américas, del 9 de noviembre de 1990, se consideran
instrumentos de orientación para la planificación de políticas públicas (Ley N° 26.657,
2010, art. 1-2).
Ahora bien, có mo fue mencionado anteriormente, el Poder encargado de sancionar las
normas que luego nos regirá n en el marco de nuestra sociedad, es el Poder Legislativo. Dadas sus
particularidades, explicitaremos sucintamente la conformació n y funcionamiento, a los fines de
comprender las diferentes diná micas legislativas.
Por un lado en la estructura legislativa Argentina, se encuentra -en un nivel nacional- el
Honorable Congreso de la Nació n Argentina, constituido por dos cá maras -sistema bicameral- que
son la Honorable Cá mara de Diputados y la Honorable Cá mara de Senadores. Ambas, se constituyen
a partir de la representació n de parlamentarios, elegidos a pluralidad de sufragios por todo el
territorio argentino. Las normas que sanciona el Congreso son nacionales. A diferencia de las
normativas provinciales (que só lo rigen para ese distrito específico), y que son sancionadas por las
diferentes legislaturas provinciales.
En Argentina, contamos con legislaturas constituidas no unívocamente; algunas provincias,
cuentan con un funcionamiento bicameral y otras unicameral. Este ú ltimo caso es el de la Provincia
de Có rdoba, que está constituida por una sola cá mara, integrada por 70 legisladores (26 en
representació n por cada uno de los departamentos en que se divide la provincia y 44 tomando a
Có rdoba como distrito ú nico). Las normas sancionadas por esta legislatura, no pueden contradecir
las normativas nacionales, ni la propia constitució n. Si lo hicieran, se hablaría de
inconstitucionalidad legislativa.
Una vez que las leyes son aprobadas por los parlamentos, ya sean nacionales o provinciales,
es el Poder Ejecutivo –presidente y gobernadores- el que promulgará , a través de la publicació n en
el boletín oficial o vetará las normativas sancionadas.
De esta manera y siguiendo la ló gica piramidal que venimos desarrollando, el siguiente
escaló n después de las leyes nacionales, estará constituido por las leyes provinciales. Por debajo de
estas, devendrá n otros elementos de la estructura normativa de nuestro ordenamiento jurídico,
como son los decretos, resoluciones, ordenanzas, etc.
Cuando se habla de decreto, se alude a aquella:
Norma del Poder Ejecutivo que va firmada por el presidente en las repúblicas, con el
refrendo de un ministro, generalmente el del ramo a que la resolución se refiere,
requisito sin el cual carece de validez. Los decretos han de ser dictados dentro de las
facultades reglamentarias que incumben al Poder Ejecutivo para el cumplimiento de las
leyes, y sin que en modo alguno puedan modificar el contenido de éstas (…) Dentro del
orden de importancia, el decreto la tiene, naturalmente, inferior a la ley y superior a las
órdenes y resoluciones de origen y firma puramente ministerial, e incluso de organismos
públicos de inferior categoría (Ossorio, 2013, p. 265).
También se habla de los decretos como actos administrativos expedidos por el presidente de
la repú blica por necesidad y urgencia, conocidos popularmente como DNU2.
Por otro lado, se encuentran las resoluciones que refieren a un tipo de documento que
expresa la voluntad del ente estatal que la emite; puede ser creada por un tribunal, un ministerio,
jefe de un servicio, etc. y tiene un cará cter general, obligatorio y permanente. La resolució n tiene un
grado de flexibilidad, oportunidad e informació n que la ley no puede tener y es en este sentido que
la complementa.
Finalizando este recorrido, y ubicada en la base de la estructura normativa junto a las dos
anteriores, encontramos también las ordenanzas. La ordenanza es un tipo de norma jurídica que se
incluye dentro de los reglamentos, y que se caracteriza por estar subordinada a la ley. El término
proviene de la palabra "orden", por lo que se refiere a un mandato o disposició n que ha sido emitido
por quien posee la potestad para exigir su cumplimiento. Las ordenanzas pueden provenir de
diferentes autoridades y dependiendo de ello, suele agregá rsele el calificativo de “Ordenanza
Municipal”, “Ordenanza Universitaria”, etc. También suele ser denominada como el “conjunto de
preceptos referentes a una materia” (Ossorio, 2013, p. 661).
Se presentan a continuació n, dos grá ficos ilustrativos que ayudará n a esclarecer algunos de
los criterios teó ricos antes desarrollados.
Grá fico A: Poderes del Estado Argentino
En la base, encontramos las normas de menor jerarquía y hacia la cú spide las de mayor.
⮚ Legislación Nacional:
- Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657/103, sancionada con el objeto de regular el derecho
a la Protecció n de la Salud Mental, establecer disposiciones complementarias y derogar la vieja Ley
Nº 22.914/83 de salud pú blica, personas con deficiencias mentales, toxicó manos y alcohó licos
cró nicos. Entre algunos de los puntos má s significativos que plantea esta normativa, podemos
identificar, la referencia a tratados y acuerdos internacionales de derechos humanos a los que
Argentina ha suscripto, esto implica, la defensa de los derechos de los pacientes modificando el
Có digo Civil, elemento central para impedir las internaciones de personas con el criterio de
“peligrosidad”. Otro elemento significativo que va a instaurar esta norma, es la incorporació n del
3 Se utiliza la barra luego del número de ley para indicar el año de su sanción. Ej.: Ley N°
26.657/10, significa que fue sancionada en el año 2010.
abordaje de las adicciones como parte integrante de las políticas de salud mental.
⮚ Legislaciones Provinciales:
-Ley Provincial de Salud Mental N° 9848/10, fue sancionada con el objeto de garantizar el
ejercicio del derecho de la població n a la salud mental, asegurando su promoció n, prevenció n,
tratamiento y rehabilitació n; el acceso de la població n, sin ningú n tipo de exclusió n, a la atenció n en
salud mental a través de servicios adecuados, integrados y conducidos por expertos en la
problemá tica de la salud; y la atenció n en salud mental como parte integrante e integrada de los
servicios generales de salud. Si bien esta ley se sancionó antes que la Ley Nacional N°26.657, respeta
su jerarquía en el ordenamiento jurídico argentino y su jurisdicció n de aplicació n es la provincia de
Có rdoba.
Entonces, si estamos en territorio cordobés, ¿cuá l es la Ley que nos ha de regir? ¿Nacional o
provincial? La respuesta dependerá del tipo de repartició n a que nos refiramos, es decir si depende
de la estructura administrativa provincial o nacional, por ejemplo: el Hospital Universitario de
Maternidad y Neonatología de Có rdoba ha de regirse por la normativa nacional, mientras que el
Hospital de Niñ os de la Santísima Trinidad de Có rdoba debe responder a las disposiciones de la ley
provincial.
-Ley de Ejercicio Profesional N° 7106/84, normativa que establece las “Disposiciones para el
ejercicio de la psicología”, es decir: le compete a los profesionales psicó logos la aplicació n e
indicació n de técnicas específicamente psicoló gicas en la enseñ anza, el asesoramiento, los peritajes
y la investigació n de la conducta humana, y en el diagnó stico, pronó stico y tratamiento, tanto de las
enfermedades mentales de origen eminentemente psíquico como de las alteraciones psicoló gicas en
enfermedades somá ticas de las personas, y la recuperació n, conservació n y prevenció n de la salud
mental de las mismas.
Ademá s dispone que el ejercicio de la Psicología se desarrollará en los niveles, individual,
grupal, institucional y comunitario, ya sea en forma pú blica o privada, en las á reas de la Psicología
Clínica, Educacional, Laboral, Jurídica y Social.
⮚ Resoluciones:
⮚ Ordenanza
En este segundo grupo abordaremos una serie de normativas que si bien no son exclusivas
del ejercicio profesional psicoló gico, tienen una incidencia significativa en la prá ctica.
A tales fines y lejos de presentar un desarrollo exhaustivo del total de normas existentes en
nuestro ordenamiento jurídico, será n tomadas en esta ocasió n, un conjunto de “legislaciones
nacionales” que por sus características de ampliació n o enfoque de derechos, se las suele llamar “ las
26.000” a modo de identificació n.
-Ley N° 26.061/05 de Protección integral de los derechos de las niñas, niños y adolescentes. Esta
ley tiene por objeto la protecció n integral de los derechos de las niñ as, niñ os y adolescentes que se
encuentren en el territorio de la Repú blica Argentina, para garantizar el ejercicio y disfrute pleno,
efectivo y permanente de aquellos reconocidos en el ordenamiento jurídico nacional y en los
tratados internacionales en los que la Nació n sea parte. Los derechos reconocidos por esta
normativa está n asegurados por su má xima exigibilidad y sustentados en el principio del interés
superior del niñ o considerado como sujeto de pleno derecho.
-Ley N° 26.378/06 Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad. Esta
normativa, ratifica la Convenció n sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y su
protocolo facultativo, aprobados mediante resolució n de la Asamblea General de las Naciones
Unidas (ONU) del 13 de diciembre de 2006. El objeto de dicha Convenció n es el de promover,
proteger y asegurar el goce pleno y en condiciones de igualdad de todos los derechos humanos y
libertades fundamentales por todas las personas con discapacidad, y promover el respeto de su
dignidad inherente. Las personas con discapacidad incluyen a aquellas que tengan deficiencias
físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas barreras,
puedan impedir su participació n plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las
demá s.
-Ley N° 26.171/06 Convención sobre eliminación de todas las formas de discriminación contra
la mujer. A partir de esta normativa se ratifica la Convenció n sobre eliminació n de todas las formas
de discriminació n contra la mujer, aprobada por Resolució n 34/180 de la Asamblea General de las
Naciones Unidas (ONU) el 18 de diciembre de 1979, y suscripta por la Repú blica Argentina el 17 de
julio de 1980. A los efectos de esta ley, la expresió n "discriminació n contra la mujer" denota toda
distinció n, exclusió n o restricció n, basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado
menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su
estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las
libertades fundamentales en las esferas política, econó mica, social, cultural y civil o en cualquier
otra esfera.
-Ley N° 26.364/08 Prevención y sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas. Esta
ley fue sancionada con el objeto de implementar medidas destinadas a prevenir y sancionar la trata
de personas, asistir y proteger a sus víctimas. Dentro de su articulado, contiene disposiciones
generales, que refieren a trata en menores y mayores de 18 añ os, explotació n y no punibilidad.
Ademá s, incorpora derechos de las víctimas y una serie de disposiciones penales y procesales.
-Ley N° 26.485/09 Protección Integral a las mujeres. Esta normativa, se sancionó a los fines de
prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los á mbitos en que desarrollen sus
relaciones interpersonales. Para ello se establece como objeto promover y garantizar: la
eliminació n de la discriminació n entre mujeres y varones en todos los ó rdenes de la vida; el derecho
de las mujeres a vivir una vida sin violencia; las condiciones aptas para sensibilizar y prevenir,
sancionar y erradicar la discriminació n y la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus
manifestaciones y á mbitos; la asistencia integral a las mujeres que padecen violencia en las á reas
estatales y privadas que realicen actividades programá ticas destinadas a las mujeres y/o en los
servicios especializados de violencia, entre otros puntos.
-Ley N° 26.529/09 de Derechos del Paciente en su relación con los profesionales e instituciones
de salud y su modificatoria en 2012, Ley N° 26.742/12 llamada de Muerte Digna. En referencia a la
ley N° 26.529/09, se establecen una serie de regulaciones con respecto a los derechos del paciente
en su relació n con los profesionales e instituciones de la salud. Para ello, establece que constituyen
derechos esenciales en la relació n entre el paciente y el o los profesionales de la salud, el o los
agentes del seguro de salud, y cualquier efector de que se trate, los siguientes: asistencia, trato digno
y respetuoso, intimidad, confidencialidad, autonomía de la voluntad, informació n sanitaria e
interconsulta médica. Ademá s el articulado, presenta disposiciones con respecto a la informació n
sanitaria, el consentimiento informado y la historia clínica.
Esta ley, adquiere algunas modificaciones a partir de la sanció n de la Ley N° 26.742. Una de
las reformas de mayor impacto fue la del inciso e) del artículo 2° -Derechos del paciente en su
relació n con los profesionales e instituciones de la salud- que pasó a quedar redactado de la
siguiente manera:
e) Autonomía de la voluntad. El paciente tiene derecho a aceptar o rechazar
determinadas terapias o procedimientos médicos o biológicos, con o sin expresión de
causa, como así también a revocar posteriormente su manifestación de la voluntad. Los
niños, niñas y adolescentes tienen derecho a intervenir en los términos de la Ley 26.061 a
los fines de la toma de decisión sobre terapias o procedimientos médicos o biológicos que
involucren su vida o salud (Ley N° 26.742, 2012, art. 2).
En el marco de esta potestad, el paciente que presente una enfermedad irreversible,
incurable o se encuentre en estadio terminal, o haya sufrido lesiones que lo coloquen en igual
situació n, informado en forma fehaciente, tiene el derecho a manifestar su voluntad en cuanto al
rechazo de procedimientos quirú rgicos, de reanimació n artificial o al retiro de medidas de soporte
vital cuando sean extraordinarias o desproporcionadas en relació n con la perspectiva de mejoría, o
produzcan un sufrimiento desmesurado. También podrá rechazar procedimientos de hidratació n o
alimentació n cuando los mismos produzcan como ú nico efecto la prolongació n en el tiempo de ese
estadio terminal irreversible o incurable. En todos los casos la negativa o el rechazo de los
procedimientos mencionados no significará la interrupció n de aquellas medidas y acciones para el
adecuado control y alivio del sufrimiento del paciente.
-Ley N° 26.743/12 Derecho a la Identidad de Género. Con la sanció n de esta ley largamente
esperada, toda persona tiene derecho: al reconocimiento de su identidad de género; al libre
desarrollo de su persona conforme a su identidad de género; a ser tratada de acuerdo con su
identidad de género y, en particular, a ser identificada de ese modo en los instrumentos que
acreditan su identidad respecto de el/los nombre/s de pila, imagen y sexo con los que allí es
registrada. Asimismo, la normativa define a la identidad de género como la vivencia interna e
individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo
asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede
involucrar la modificació n de la apariencia o la funció n corporal a través de medios farmacoló gicos,
quirú rgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras
expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales.
- Ley N° 26.994/14 Código Civil y Comercial de la Nación. Este Có digo viene a reemplazar el
anterior Có digo Civil, aprobado por Ley N° 340, y el Có digo de Comercio, aprobado por las Leyes N°
15 y 2.637. Dicho Có digo no solo va a recoger los avances normativos logrados hasta el momento,
sino que va a plasmar sustanciales reformas en resguardo de derechos y garantías, tanto
individuales como colectivas, contribuyendo desde sus distintas regulaciones al desarrollo de una
sociedad má s abierta, plural y respetuosa de la diversidad.
Consideraciones finales
Referencias
Carpintero, E. (2011) “La Ley Nacional de Salud Mental: análisis y perspectivas”. Disponible
en:https://www.topia.com.ar/articulos/ley-nacional-salud-mental-an%C3%A1lisis-y-perspectivas
Kelsen, H. (2011) “Teoría Pura del Derecho” / Hans Kelsen; con pró logo de José Juan Moreso y Pablo Navarro. 1° ed.
Colihue, Buenos Aires.
Ossorio, M. (2013) “Diccionario de ciencias jurídicas políticas y sociales”. 1° Edició n electró nica. Disponible en:
https://conf.unog.ch/tradfraweb/Traduction/Traduction_docs%20generaux/Diccionario%20de%20Ciencias
%20Juridicas%20Politicas%20y%20Sociales%20-%20Manuel%20Ossorio.pdf
Normativas
Ley Nacional N° 24.430 (1994) Constitució n de la Nació n Argentina.
Ley Nacional Nº 26.061 (2005) Protecció n Integral de los Derechos de las Niñ as, Niñ os y Adolescentes.
Ley Nacional N° 26.378 (2006) Convenció n sobre los derechos de las personas con discapacidad.
Ley Nacional N° 26.150 (2006) Programa Nacional de Educació n Sexual Integral.
Ley Nacional N° 26.171 (2006) Convenció n sobre eliminació n de todas las formas de discriminació n contra la mujer.
Ley Nacional N° 26.364 (2008) Prevenció n y sanció n de la trata de personas y asistencia a sus víctimas.
Ley Nacional N° 26.485 (2009) Protecció n Integral a las mujeres.
Ley Nacional N° 26.529 (2009) Derechos del Paciente en su relació n con los profesionales e instituciones de salud.
Ley Nacional N° 26.657 (2010) Derecho a la protecció n de la salud Mental.
Ley Nacional N° 26.618 (2011) Matrimonio Civil.
Ley Nacional N° 26.742 (2012) Muerte Digna.
Ley Nacional N° 26.743 (2012) Derecho a la Identidad de Género.
Ley Nacional N° 26.904 (2013) Grooming.
Ley Nacional N° 26.862 (2013) Reproducció n Médicamente Asistida.
Ley Nacional N° 26.994 (2014) Có digo Civil y Comercial de la Repú blica Argentina.
Ley Provincial N° 7.106 (1984) Disposiciones para el Ejercicio de la Psicología. Provincia de Có rdoba.
Ley Provincial N° 8.312 (1993) Constitució n del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba. Provincia de Có rdoba.
Ley Provincial N° 9.848 (2010) Régimen de la protecció n de la salud mental en la Provincia de Có rdoba. Provincia de
Có rdoba.
Ordenanza N° 1/13 (2013) Plan de Estudios para la carrera de Licenciatura en Psicología. Facultad de Psicología,
Universidad Nacional de Có rdoba.
Resolució n N° 2.447 (1985) Incumbencias de los títulos de Psicó logos y Licenciados en Psicología. Ministerio de
Educació n y Justicia de la Nació n.
Resolució n Nº 343 (2009) Aprueba contenidos curriculares bá sicos, carga horaria, criterios de intensidad de la
formació n prá ctica y los está ndares para la acreditació n de las carreras correspondientes a los títulos de Psicó logo y
Licenciado en Psicología. Ministerio de Educació n de la Nació n.
Resolució n N° 1.254 (2018) Alcances de título y actividades profesionales reservadas exclusivamente al título.
Ministerio de Educació n de la Nació n.
GUIA DE LECTURA
NIVEL NACIONAL
PODER LEGISLATIVO
DECRETO
RESOLUCIÓN
ORDENANZA
PROMULGACIÓN
PUBLICACIÓN
BOLETÍN OFICIAL
ARTÍCULO RESPONSABILIDAD PROFESIONAL Y PRAXIS
EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL
PSICÓLOGO
Introducción
El vocablo “responsabilidad” procede del latín responsum, del verbo respondere, que a su vez
se forma con el prefijo re-, que alude a la idea de repetició n, de volver a atrá s, y el verbo spondere,
que significa "prometer", "obligarse" o "comprometerse".
La responsabilidad es el cumplimiento de las obligaciones o cuidado al hacer o decidir algo, o
bien una forma de responder que implica el claro conocimiento de que los resultados de cumplir o
no las obligaciones, recaen sobre uno mismo.
El diccionario de la Real Academia Españ ola (en adelante RAE) va a definir a la
responsabilidad como la “Capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y
aceptar las consecuencias de un hecho realizado con plena conciencia y libremente” (RAE, 2018,
s/p). Va a explicitar a su vez que “La responsabilidad es, también, la obligació n de reparar un error y
compensar los males ocasionados cuando la situació n lo amerita” (RAE, 2018, s/p).
De este modo la RAE (2018), señ ala que, una persona que se caracteriza por su
responsabilidad es aquella que tiene la virtud y libertad no só lo de tomar una serie de decisiones de
manera consciente sino también de asumir las consecuencias que tengan las citadas decisiones y de
responder de las mismas ante quien corresponda en cada momento.
Por su parte, la palabra “profesió n” proviene del latín professio, -onis, que significa acció n y
efecto de profesar. El uso comú n del concepto tiene diferentes acepciones, entre ellas, empleo,
facultad u oficio que cada uno tiene y ejerce pú blicamente.
De manera general, se define la profesió n como ocupació n sobre la base de un gran acervo de
conocimiento abstracto, que permite a quien la desempeñ a libertad de acció n y que tiene
importantes resultados sociales.
En un sentido má s restrictivo, la profesió n se refiere a menudo específicamente a los campos
que requieren estudios universitarios, donde se adquieren los conocimientos especializados
respectivos.
La “responsabilidad profesional” entonces constituye una modalidad de la responsabilidad,
caracterizada porque los hechos o presupuestos de que deriva pertenecen a la actividad propia de
una profesió n.
La responsabilidad profesional comporta deberes y obligaciones (de naturaleza ética y
jurídica, respectivamente) que se anexan a su obligació n primaria de naturaleza científica. Dichos
deberes y obligaciones preceden el ejercicio profesional, es decir, está n pautados desde antes que el
profesional establezca una relació n profesional con los destinatarios de sus servicios (Garay, 2009).
El cumplimiento o incumplimiento de estos deberes y obligaciones, trasuntará entonces en
modos correctos o incorrectos de ejercer la prá ctica profesional, trayendo como consecuencia lo que
se denomina la “buena praxis” o la “mala praxis” profesional.
• Deberes que devienen de la ética profesional: son los deberes que luego de ser
consensuados y dictaminados por la propia comunidad científica, académica o profesional, fueron
plasmados por escrito a través de los Có digos de É tica o Có digos Deontoló gicos.
Los Có digos de É tica o Deontoló gicos –como fue explicitado– son cuerpos normativos
ordenados sistemá ticamente y guiados por principios, que tras su sanció n por parte de los
organismos profesionales oficiales establecen la dimensió n estrictamente moral de una profesió n,
delimitando lo que debe hacerse o no hacerse en el ejercicio profesional.
Má s allá de las diferencias que puedan presentarse de un có digo a otro, todos demarcan una
responsabilidad científica y una responsabilidad profesional, que redundan en una responsabilidad
social.
La responsabilidad científica, es una responsabilidad primaria, que no solo radica en el
“compromiso de promover la psicología en cuanto saber científico” (Có digo de É tica FePRA, 2013, s/
p), sino que ademá s es la que atraviesa cualquier intervenció n psicoló gica en la que el profesional
esté involucrado.
De esta ú ltima se desprende el deber de cuidado competente, lo que implica no solo poner al
servicio de su destinatario el caudal de conocimientos que el título le acredita, sino ademá s poseer e
investir las competencias científicas y las habilidades técnicas necesarias de su disciplina, para que
su proceder se enmarque en un accionar idó neo. Es por ello que, el profesional deberá reconocer las
fronteras de sus capacidades profesionales y personales, como las limitaciones de su pericia,
desempeñ á ndose solamente en aquellos servicios y técnicas para las que está habilitado por su
formació n académica, capacitació n o experiencia, estableciendo relaciones interpersonales que
promuevan efectos saludables y eviten potenciales efectos adversos.
El deber de competencia e idoneidad, conlleva a su vez un compromiso de formació n
permanente que supone la actualizació n constante sobre los nuevos desarrollos científicos-técnicos,
de manera que la atenció n en salud mental no solo sea altamente calificada, sino también adecuada
a los avances disciplinares.
Contemplará n al mismo tiempo que “las competencias que se requieren en la asistencia,
enseñ anza y/o estudios de grupos humanos, varían con la diversidad de dichos grupos y épocas”
(Có digo de É tica de FePRA, 2013, s/p).
De la responsabilidad profesional se desprende el deber de los psicó logos de dirigir cualquier
intervenció n profesional en funció n de un sujeto de derecho, respetando en su accionar los
principios establecidos por la Declaració n Universal de los Derechos Humanos.
Así, el respeto a la dignidad y los valores fundamentales de la persona es el fundamento
filosó fico del que se desprenderá n los restantes principios éticos y normas deontoló gicas,
pudiéndose mencionar entre lo má s relevante el deber de respeto a la autonomía,
autodeterminació n, privacidad, intimidad, integridad, honestidad ante el quehacer científico,
académico y de la prá ctica de la psicología. De tales deberes se van a desprender normas como el
secreto profesional, el consentimiento informado y otras específicas ante los destinatarios de sus
servicios, hacia los colegas, la profesió n y la comunidad, la investigació n, docencia y las
declaraciones pú blicas (publicidad, divulgació n y publicaciones).
De esta manera, las normas deontoló gicas procuran garantizar y resguardar los valores
establecidos por la doctrina de los Derechos Humanos (tratados, convenios, pactos, declaraciones)
incorporada con rango constitucional a nuestro derecho positivo, adquiriendo las mismas una
impronta que le otorgan fuerza jurídica en el marco de un Estado de Derecho.
Por ú ltimo, se plantea una responsabilidad social que conlleva el compromiso de los
psicó logos de asumir sus responsabilidades, científica y profesional, hacia la comunidad y la
sociedad en que trabajan y viven. Al respecto, el Có digo de É tica de FePRA (2013) va a establecer
que:
Los psicólogos ejercen su compromiso social a través del estudio de la realidad y
promueven y/o facilitan el desarrollo de leyes y políticas sociales que apunten, desde su
especificidad profesional, a crear condiciones que contribuyan al bienestar y desarrollo
del individuo y de la comunidad (Có digo de É tica de FePRA, 2013, s/p).
Se van a enunciar ademá s otras obligaciones que redoblan fuerza legal a los deberes éticos,
tales como:
De informació n al paciente, de asesoramiento o consejo y de requerir el consentimiento
informado para la realizació n de una prá ctica.
De confidencialidad o secreto profesional.
4 En el caso de la Provincia de Córdoba es la Ley 8.312 de Constitución del Colegio de Psicólogos de la Provincia de
Córdoba, sancionada en 1993.
Por su parte los artículos 106 y 108 van a establecer distintas sanciones ante el “Abandono
de Persona” y “Omisió n de Auxilio” respectivamente, que si bien son extensivas a las acciones de
cualquier ciudadano comú n, involucra al psicó logo cuando en su ejercicio incurriera en el
desamparo o abandono de una persona, al negarle la atenció n y el cuidado necesarios que su
profesió n les permitiría brindar, poniéndola en una situació n de peligro para la salud o la vida.
A su vez, cabe esclarecer que la misma norma penal va a establecer causas de justificació n
que legitiman el hacer del profesional, pudiéndolo liberar de responsabilidad y sanció n, como puede
ser: el estado de necesidad (Art. 34, Inc. 3°, CP); el ejercicio de un derecho o el cumplimiento de un
deber (Art. 34, Inc. 4°, CP); el consentimiento del paciente (siempre y cuando este no valide u
otorgue licitud a actos prohibidos o contrario al derecho, como el aborto, eutanasia, suicidio, etc.)
(Garay, 2009).
Así, los rostros a través de los cuales se presenta la culpa pueden ser:
- Imprudencia: Se genera cuando el profesional obra precipitadamente o sin prever por
entero las consecuencias en las que podría desembocar ese actuar irreflexivo; es decir se hace lo que
no se debe o má s de lo debido (Alterini, et al, 2000). A esto, Ló pez Mesa (2007) le va a agregar que la
imprudencia es “una conducta positiva, consistente en una acció n de la cual había que abstenerse, o
en una acció n que ha sido realizada de manera no adecuada, precipitada o prematuramente” ( Ló pez
Mesa, 2007).
- Negligencia: Se genera cuando el profesional omite cierta actividad que habría evitado el
resultado dañ oso, no hace lo que debe o hace menos. Consiste en una conducta omisiva, contraria a
las normas que imponen determinada conducta solícita, atenta, avisada.
A los elementos señ alados va a decir Garay (2009), el Có digo Penal (art. 84 y 94) agrega los
siguientes:
- Impericia: Es la falta de pericia; o sea, es el obrar profesional con ausencia de “sabiduría,
prá ctica, experiencia y habilidad en una ciencia o arte”, es no saber lo que se debe hacer y hacerlo.
Ló pez Mesa (2007) va a decir que en la impericia se plantea “un desconocimiento de las reglas y
métodos pertinentes, ya que es obvio que todo individuo que ejerce una profesió n debe poseer los
conocimientos teó ricos y prá cticos propios de la misma y obrar con la previsió n y diligencia
necesarias con ajuste a aquellos” (Ló pez Mesa, 2007, s/p).
- Inobservancia de los reglamentos o deberes de su cargo: Comprende todas las disposiciones
de cará cter general dictadas por la autoridad competente en la materia de que traten (art. 77, CP).
Hay en la conducta culposa del agente, una actitud de indiferencia o menosprecio por las normas
que lo obligan (Ló pez Bolado, en Garay 2009).
A modo de cierre
Las profesiones de la salud y dentro de ellas la psicología, son destacadas tanto por la ética
como por el derecho, por su cará cter esencialmente humanitario. Tal razó n es la que le adjudica
responsabilidades esenciales, dado que los destinatarios de sus actos son otro/s sujeto/s, lo que
involucra la dignidad de estos, su valor como persona, su libertad, su vida, su salud y en particular
su salud mental.
Es por ello, que el ejercicio profesional demanda una praxis acorde a los deberes y
obligaciones que tal accionar comporta dirigido a un sujeto de derecho.
Para finalizar y tomando las palabras de Izquierdo Tolsada (1989) cuando reflexiona sobre la
importancia de la responsabilidad de los profesionales, es posible afirmar que atender los deberes y
obligaciones que al psicó logo le competen, “no es solo un faro que ilumina las conductas, sino un
muro que elimina las contiendas, siendo el mejor antídoto contra toda reclamació n de
responsabilidad civil, penal, administrativa o disciplinaria” (Izquierdo Tolsada, 1989, s/p).
Referencias
Alterini, A., Ameal, O. & Ló pez Cabana, R. (2000) “Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales”, Segunda edició n
actualizada, Abeledo Perrot, Buenos Aires.
Asú a Gonzá lez, C. (1996) “Manual de derecho civil II. Derecho de obligaciones”, Marcial Pons, Madrid.
Bueres, A. (1984) “Responsabilidad civil de los médicos”, T. 2, Hammurabi, Buenos Aires.
Bueres, A. (1992) “El dañ o moral y su conexió n con las lesiones a la estética, a la sique, a la vida de relació n y a la
persona en general”, en Revista de Derecho Privado y Comunitario, Daños a la Persona, Ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fe.
Bustamante Alsina, J. (1984) “Responsabilidad civil y otros estudios”, Abeledo Perrot, Buenos Aires.
Bustamante Alsina, J. (1995) “Teoría General de la Responsabilidad Civil”, Novena Edició n ampliada y actualizada,
Abeledo Perrot, Buenos. Aires.
Busto Lago, J. (1998) “La antijuridicidad del daño resarcible en la responsabilidad civil extracontractual”, Tecnos, Madrid.
Calvo Costa, C. (2005) “Las nuevas fronteras del daño resarcible”, La Ley, D-1416, Buenos Aires.
Cazeaux, P.& Trigo Represas, F. (2004) “Derecho de las Obligaciones”, Tomo IV, La Ley, Buenos Aires.
Diccionario de la Lengua Españ ola (2015), Real Academia Españ ola, Espasa.
Ferrer, M. (2015) “El derecho constitucional a la reparación integral”, 1ra Edició n, Hammurabi, Buenos Aires.
Garay, O (2009) “Tratado de responsabilidad civil en las especialidades médicas”, 1ra edició n, Errepar, Buenos
Aires. Izquierdo Tolosa, M. (1989) “La responsabilidad civil del profesional liberal”, Reus, Madrid.
Ló pez Herrera, E. (2002) “Teoría general de la responsabilidad civil”, Abeledo Perrot, Buenos. Aires.
Ló pez Mesa, M. (2007) “Tratado de la responsabilidad Médica: responsabilidad civil, penal y hospitalaria”, 1ra edició n,
Legis, Buenos Aires.
Mosset Iturraspe, J. (1993) “Responsabilidad Civil”, Hammurabi, Buenos Aires.
Real Academia Españ ola (2018) Disponible en: https://www.rae.es/
Salvador Coderch, P. & Ferná ndez Crende, A. (2004) “Instrumentos de control social y derecho de daños”. Disponible en:
www.indret.com, working paper 255.
Tinti, G. P. (2005) “Responsabilidad Civil”, Revista de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia de la
Nación - Nú mero 37/38 - Julio/Diciembre 2005.
Trigo Represas, F. & Ló pez Mesa, M. (2004) “Tratado de responsabilidad Civil”, Tomo II, La Ley, Buenos Aires.
Viar, J. (2002) “Algunas cuestiones jurídico-legales en el ejercicio de la psicología”, Revista Argentina de Psicología, APBA,
Nú mero 45. Asociació n Médica Argentina (AMA): Có digo de É tica para el Equipo de Salud. En IBIS (International
Bioethical Information System). Hipertexto e hipermedia sobre ética profesional. Sistema multimedial en CD-ROM.
Vá zquez Ferreyra, R. (2001) “La cuantificació n del dañ o en la responsabilidad de médicos y abogados”, Revista de
Derecho de Daños, Rubinzal-Culzoni Editores, T 2001-1.
Vá zquez Ferreira, R. (2015) “Responsabilidad civil. Aspectos Generales en el nuevo Código Civil y Comercial”. Disponible
en: www.infojus.gov.ar, 3 de agosto de 2015, Id Infojus: NV 12237.
Yá gü ez, R. (1989) “La responsabilidad civil”, 2da. edició n, Bilbao, Universidad de Deusto.
Zavala de Gonzá lez, M. (1996) “Responsabilidad del jefe en un equipo médico”, LL 1996-B 258, Hammurabi, Buenos Aires.
Leyes y códigos
Có digo Civil y Comercial de la Repú blica Argentina (2015) Ed. Zavalía, Argentina.
Có digo Civil de la Repú blica Argentina (1872 [2012]) Ed. Zavalía, Argentina.
Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina (Fe.P.R.A.), Aprobado por la Asamblea
ordinaria del 10 de abril de 1999, Modificado por la Asamblea Extraordinaria del 30 de noviembre de 2013, Argentina.
Có digo Penal de la Nació n Argentina (2016) Ed. Zavalía, Argentina.
Ley Provincial N° 7106, Disposiciones para el ejercicio de la psicología, Sanció n 13/09/1984, Promulgació n 21/09/1984,
Boletín Oficial 27/09/1984, Có rdoba.
Ley Provincial N° 8312, Constitución del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba, Sanció n 18/08/1993,
Promulgació n 08/09/1993 Boletín Oficial 22/09/1993, Có rdoba.
GUIA DE LECTURA
➢ ¿Qué se entiende por responsabilidad, que por profesió n y que por responsabilidad
profesional?
➢ ¿Qué Deberes devienen de la ética profesional para una buena praxis?
➢ ¿Qué Obligaciones devienen del ordenamiento jurídico para una buena praxis?
➢ ¿Cuá ndo se configura una mala praxis?
➢ Cuando el psicó logo produce un dañ o como consecuencia de una mala praxis, incurre en
Responsabilidad Profesional ¿Qué tipo de responsabilidades se le puede atribuir? ¿En qué
consiste cada una?
➢ Para que se configure y atribuya responsabilidad civil a un profesional, se requiere la
concurrencia de cuatro presupuestos o elementos ¿Cuá les son y en qué consisten?
➢ La Responsabilidad Subjetiva: es la regulada en el C.C.C.N. a través del artículo1.724,
tipificando como factores subjetivos de atribució n el dolo y la culpa. ¿En qué consisten cada
uno de ellos?
➢ ¿En qué consiste la Responsabilidad Objetiva?
Mú ltiples son los cambios que se vienen a instaurar a partir de la LNSM dando fundamentos
al nuevo paradigma. Me propongo a continuació n poner en foco aquellos aspectos de mayor
relevancia.
Como punto inicial, es necesario poner en emergencia el cambio de concepción sobre salud
mental. Desde el marco conceptual de la mencionada ley, se reconoce a la salud mental como “un
proceso determinado por componentes histó ricos, socioeconó micos, culturales, bioló gicos y
psicoló gicos, cuya preservació n y mejoramiento implica una diná mica de construcció n social
vinculada a la concreció n de los derechos humanos y sociales de todas las personas” (Ley de Salud
Mental Nº 26.657, 2010, art.3). Este modo de concebirla cuestiona las tradicionales concepciones de
entidades patoló gicas o trastornos que, aislando solo la dimensió n bioló gica o psíquica, desvinculan
la problemá tica del sufrimiento subjetivo de los determinantes sociales implicados en su
producció n. Se observa có mo esta definició n “supera todo reduccionismo conceptual e invita a
recuperar aproximaciones basadas en el enfoque de la complejidad que nutren a su vez estrategias
interdisciplinarias e intersectoriales para su abordaje” (Direcció n Nacional de Salud Mental y
Adicciones, 2015).
Entre los cambios má s relevantes, se plantea la asunció n de un sujeto que ya no es
considerado “incapaz” o “enfermo mental”, sino que se parte de la presunción de capacidad de todas
las personas. El Consentimiento Informado se establece como principio para todo tipo de
intervenció n (Art. 10), ponderá ndose el derecho a ser informado de manera adecuada y
comprensible en todo lo inherente a su salud y tratamiento, respetá ndose su derecho a la autonomía
para tomar decisiones dentro de sus posibilidades (Art. 7, Inc. j, k). El padecimiento mental, no le
quita a la persona su condició n de sujeto de derecho, como tampoco puede considerarse este
atravesamiento como un estado inmodificable y perpetuo impreso en la identidad de la persona (Art
7, Inc. l, n).
El diagnóstico ya no se encuentra determinado por una mirada fragmentada del sujeto, que
sentencia y esclaviza a la persona a formar parte de una clasificació n a la que se encontrará atada de
por vida, y tampoco puede ser determinado por un padecimiento mental pasado que fomente la
discriminació n y la exclusió n. Contrariamente, este se deduce a partir de una evaluació n
interdisciplinaria que considera a la salud mental como un fenó meno complejo determinado por las
distintas variables que atraviesan esa situació n singular, en ese momento particular en que se
produce (Art. 5).
Entre otros derechos, se establece que el estado debe asegurar que las personas con
enfermedades mentales reciban atenció n sanitaria, social, integral y humanizada (esto implica un
trato de pleno respeto en las prá cticas de tratamiento, de comprensió n de la problemá tica, empatía,
etc.) a partir de un acceso gratuito, igualitario, equitativo, preservando su identidad y recibiendo
una atenció n basada en fundamentos científicos, ajustada a principios éticos, que no restrinja su
libertad y en todo tiempo promueva la integració n familiar, laboral y comunitaria (Art.7, Inc. a, c, d).
Un hito significativo que se va a poner en emergencia a partir de esta ley, es la incorporació n
de las adicciones como parte integrante de las políticas de salud mental. Histó ricamente, la
problemá tica de las adicciones fue relegada incluso má s allá de los límites del sector de la salud, ya
que ha sido concebida desde la ó ptica de la prevenció n del delito y ha estado abordada
principalmente por las fuerzas de seguridad en un contexto altamente judicializado. Hoy, “las
personas con uso problemá tico de drogas, legales e ilegales, tienen todos los derechos y garantías
que se establecen en la presente ley en su relació n con los servicios de salud” (Ley de Salud Mental
Nº 26.657, 2010, art. 4). El cambio que se propone es que las personas con uso problemá tico de
drogas dejen de ser concebidas como personas peligrosas, incrementando el rechazo, temor y
exclusió n social.
Otro aspecto destacable que da cuenta del cará cter complejo e integral de la salud mental, es
el de Interdisciplina. La misma constituye un eje que atraviesa todo el espíritu de esta norma, ya que
se considera que los componentes del proceso de salud mental (Art. 3) son objeto de estudio de
diversas disciplinas y que deben interactuar entre sí reuniéndose conceptual y prá cticamente. En la
interdisciplina se establece un intercambio en métodos y conceptos acerca de la modalidad de
atenció n, y donde el trabajo en equipo se direcciona a la comprensió n de la realidad desde una
perspectiva conjunta e integral.
De esta manera, la LNSM promueve que la persona que accede al Sistema de Salud por
tratamiento sea atendida por un equipo interdisciplinario que esté integrado por un grupo de
profesionales y técnicos de diversas á reas como la psiquiatría, psicología, trabajo social, enfermería,
terapia ocupacional u otras disciplinas o campos pertinentes (Art. 8).
Ademá s de este criterio interdisciplinario, se procura que la modalidad de abordaje en salud
mental se base en los principios de atenció n primaria de la salud, preferentemente fuera del á mbito
de internació n hospitalario y apelando al reforzamiento, restitució n o promoció n de los lazos
sociales (Art.9). Es por ello que, se hace hincapié en la importancia de desarrollar otros dispositivos
de atenció n (consultas ambulatorias, atenció n domiciliaria supervisada), así como también otro tipo
de prestaciones como lo son las casas de convivencia, hospitales de día, centros de capacitació n,
entre otros. Se pondera no solo la contenció n del paciente, su familia y entorno, sino también la
inclusió n social y laboral como recurso de especial importancia (Art. 11).
En lo que a la prescripción de medicación refiere, la norma es clara en sostener que debe
responder a las necesidades fundamentales de la persona con padecimiento mental y se
administrará exclusivamente con fines terapéuticos. Su indicació n o renovació n só lo puede
realizarse a partir de las evaluaciones profesionales pertinentes en el marco de abordajes
interdisciplinarios (Art.12).
La internación no está prohibida pero debe relegarse como ú ltimo recurso posible, es decir,
hay que saber có mo, cuá ndo y por qué internar, y también deberá ser abordada
interdisciplinariamente. Hay casos concretos en donde se considera que la persona con
padecimiento mental necesita internació n, pero hay cambios en la concepció n y tratamiento de la
misma. En primer término: la internació n no es castigo ni sinó nimo de exclusió n social por una
patología mental, sino que se la considera como un recurso terapéutico y para beneficio del
tratamiento que necesita la persona. Segundo: se debe promover en todo momento que la persona
siga manteniendo sus vínculos y comunicació n con el entorno familiar, laboral y social, salvo
excepciones debidamente fundamentadas por el equipo de salud interviniente. Tercero: Debe
realizarse por el tiempo má s breve posible, en funció n de los objetivos terapéuticos y con el
consentimiento informado del paciente o del representante legal cuando corresponda (Art. 14, 15,
16).
En el caso en que sea necesario acudir a una internación involuntaria, por ausencia de otra
alternativa eficaz para el tratamiento, la ley prevé condiciones estrictas para que la misma proceda.
En primer lugar, es concebida como un recurso terapéutico excepcional y só lo cuando mediare
situació n de riesgo cierto e inminente para sí o para terceros. La decisió n ya no depende del juez de
la causa o de una decisió n de funcionarios policiales, tal como se habilitaba en el régimen anterior.
Hoy la decisió n y criterios recaen en el equipo de salud que trata a la persona. A tales fines, se
requiere de la firma de al menos dos profesionales de diversas disciplinas, uno de los cuales debe
ser psicó logo o médico psiquiatra (Art. 20).
Una vez dispuesta la internació n involuntaria debidamente fundada, el equipo de salud
tratante tiene un plazo de 10 hs para notificar la situació n al juez competente, quien tendrá un plazo
má ximo de 3 días para convalidar la internació n en esta modalidad, denegarla, o pedir informes
ampliatorios (Art. 21).
Finalmente quiero rescatar un aspecto especialmente destacable que se establece a partir de
esta ley, en lo atinente a que toda internació n o atenció n ambulatoria debe ser realizada en
hospitales generales (Art. 28). En sintonía a esto, se prohíbe la creació n de nuevos manicomios,
hospitales neuropsiquiá tricos o instituciones de internació n monovalentes, pú blicos o privados,
debiendo los existentes adaptarse progresivamente a los lineamientos de esta ley hasta su
sustitució n definitiva por los dispositivos alternativos (Art. 27).
Consideraciones finales
Referencias
Direcció n Nacional de Salud Mental y Adicciones (2013) “Recomendaciones para el tratamiento de temas de Salud Mental
en los medios”. Disponible en:http://www.msal.gov.ar/images/stories/bes/graficos/0000000479cntrecomendaciones-
tratamiento-temas-salud-mental-medios.pdf
Direcció n Nacional de Salud Mental y Adicciones. (2015) “Lineamientos para la mejora de la Formació n Profesional en
Salud Mental”. Ministerio de Salud de la Nació n.
Gorbacz, L. A. (2011) “La Ley de Salud Mental y el proyecto Nacional” en Blanck, E (coord.) Panorámicas de salud mental.
A un año de la sanción de la Ley Nacional N° 26657: Eudeba.
Kuhn, T. S. (1970) “The Structure of Scientific Revolutions”. Chicago & Londres: Univ. of Chicago Press. Disponible
en:http://www.webdianoia.com/contemporanea/kuhn.htm
Leyes
Ley Nacional N° 26.657. Derecho a la protecció n de la salud Mental. Publicada en el Boletín Oficial del 03-dic-2010
Nú mero 32041. Repú blica Argentina.
Ley Provincial N° 9.848. Régimen de la protecció n de la salud mental en la Provincia de Có rdoba. Publicada en Boletín
oficial de la Provincia de Có rdoba el 22-oct-2010. Disponible en:http://www.prensalegiscba.gob.ar/boletin/11-leyes-
destacadas/?pagina=9
GUIA DE LECTURA
➢ ¿En qué añ o y por quien es sancionada la Ley de Salud Mental Nº 26.657 y la Ley Nº 9.848?
➢ ¿Cuá l es el objetivo tras el cual se sanciona la Ley Nacional de Salud Mental?
➢ ¿Qué es un paradigma?
➢ Tras la sanció n de la ley de salud mental, se establecen nuevos criterios y lineamientos que
vienen a instituir un cambio radical de paradigma. ¿En qué consiste?
➢ Remítase a Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657 e identifique que establece en relació n a:
- La concepció n de Salud mental
- Las adicciones
- Interdisciplina
- El diagnó stico
- Derechos de las personas con padecimiento mental
- Modalidad de abordaje
- Prescripció n de medicació n
- Equipo interdisciplinario
- Internaciones
- Hospitales Generales
- Derivaciones
- Autoridad de Aplicació n
Al iniciar la prá ctica profesional como psicó logos, tenemos el deber de conocer la normativa
vigente que regula y orienta nuestro propio accionar. Ahora bien ¿Qué sucede con el contexto legal
que rodea a la comunidad en la cual estamos insertos? ¿Es suficiente conocer la normativa
específica para un accionar adecuado? ¿Incide el marco legal y constitucional de nuestro país, en una
profesió n que puede generar riesgo directo para una població n?
Estamos insertos en una sociedad, y el marco legal y constitucional de un país determina lo
que está permitido y prohibido en la misma, y por lo tanto enmarcan el accionar de todas las
personas humanas, conocerlo funcionará como guía en el accionar profesional para la bú squeda de
un mayor beneficio del sujeto humano en particular y de la sociedad en general.
Así surge el interés de reflexionar y profundizar en ciertos aspectos del Có digo Civil y
Comercial de la Nació n, y de ciertas leyes circundantes a nuestra profesió n, necesarias para lograr
un idó neo ejercicio de nuestro rol.
En primer lugar resulta menester comprender que el Có digo Civil y Comercial de la Nació n es
un cuerpo orgá nico y sistemá tico de proposiciones jurídicas referidas al derecho privado en
Argentina, que fue sancionado por Ley N° 26.994, el 1 de octubre del añ o 2014. El mismo viene a
reemplazar el anterior Có digo Civil, aprobado por la ley N° 340, y el Có digo de Comercio, aprobado
por las leyes N° 15 y 2.637 (Art. 4, Ley N° 26.994) (Buteler Cá ceres, 1998).
La principal modificació n y evolució n de dicho có digo se basa en un cambio en el paradigma
del Derecho. Ya no es ú nicamente el hombre el sujeto del Derecho, sino que se concibe al sujeto en
términos igualitarios, dando lugar a la aparició n de la mujer, el niñ o, las personas con capacidades
diferentes, entre otros, y sin realizar discriminaciones respecto a sexo, religió n, origen o estado
socioeconó mico.
Esta modificació n admite la concepció n de una sociedad multicultural y pluralista, y nos
convoca como profesionales del campo de la salud mental, a conocer aspectos fundamentales que se
vislumbran en nuestro ejercicio cotidiano.
A tales fines, me propongo a continuació n focalizar algunos conceptos esenciales, que
emergen de los diferentes libros y capítulos del có digo vigente, relacioná ndolos con normativas
sancionadas anteriormente, que el presente có digo toma y réplica (Ley de Salud Mental, Ley de
Protecció n Integral de Derechos de Niñ os, Niñ as y Adolescentes, Ley de Reproducció n Médicamente
Asistida, Ley de Matrimonio Igualitario), que implican un gran reconocimiento de nuestro campo de
intervenció n y que deben ser registradas por los profesionales psicó logos para el ejercicio de una
buena praxis.
Dignidad
Comenzaré por analizar el precepto Dignidad ya que el ser considerado desde la perspectiva
de los derechos humanos en el có digo vigente, implica un gran progreso para la sociedad, que
modifica su perspectiva y que parte desde la inclusió n, la aceptació n de la diferencia y la no
discriminació n, a la hora de pensar la vida de la persona humana. Dicha modificació n resulta un
campo de batalla ganado para los profesionales del campo de la salud mental, ya que involucra una
capacidad social de alojar lo anteriormente considerado excluido, distinto, ajeno y con ello el
surgimiento de nuevas subjetividades que deberá n ser abordadas y alojadas por nosotros en el
ejercicio profesional.
El artículo N° 51, del capítulo 3 “Derechos y actos personalísimos” del libro primero, título I,
del Có digo Civil y Comercial de la Nació n (en adelante C.C.C.N), expresa que “la persona humana es
inviolable y tiene derecho al reconocimiento y el respeto de su dignidad” (C.C.C.N, 2014 [2015], p.
41).
Con ello es posible observar una gran evolució n y modificació n del paradigma jurídico, ya
que se considera a la dignidad como un derecho inherente a la condició n de persona humana, y a
partir de allí se desprende la aceptació n de su individualidad, libertad, integridad, autonomía y
subjetividad.
En el mismo sentido, dicho artículo entra en consonancia con el Có digo de É tica de la
Provincia de Có rdoba (2016) el cual plantea como uno de los cinco principios bá sicos que deben
orientar nuestro ejercicio profesional, el respeto por la dignidad de las personas y los pueblos,
considerando al mismo como el principio ético fundamental, del cual se desprenderá n el resto de los
principios éticos.
Otra de las normativas preexistentes a la sanció n del C.C.C.N, y que requiere ser conocida por
los profesionales, es la Ley N° 26.862 de Reproducció n Médicamente Asistida, la misma fue
sancionada el 5 de junio del añ o 2013 y tiene como objetivo primordial garantizar el derecho
humano a acceder a procedimientos y técnicas médico-asistenciales de reproducció n asistida, y por
ende a la paternidad, maternidad y a formar una familia, a toda persona humana. Se funda, para tal
fin, en el derecho a la dignidad, y por ende a la libertad y a la igualdad, con lo cual se vislumbra un
gran avance en materia del Derecho con la inclusió n del concepto dignidad, ya que debemos tener
en cuenta que el C.C.C.N estaría retomando y replicando normativas anteriores, de gran relevancia y
que implican un progreso que debe ser contemplado en nuestro campo de ejercicio.
Queda claro, entonces, que como sociedad, individuos y profesionales del campo de la salud
mental debemos evitar y evidenciar situaciones en las que obre discriminació n y por lo tanto no se
respete el derecho a la dignidad de una persona, cualquiera sea su condició n, sexo, género, religió n,
estado socioeconó mico, nacionalidad, ideología y costumbres.
Ahora bien, respecto a la denominació n de la inviolabilidad de la dignidad de la persona
humana, implica y posibilita el establecimiento de ciertas restricciones, ya que la libertad y la
dignidad ingresan en la esfera de lo no negociable, de lo que está fuera del mercado, y por lo tanto
niega todo valor econó mico de la misma, de su cuerpo y de sus partes, pudiendo tener solo un valor
afectivo, terapéutico, científico, humanitario o social (Herrera, Caramelo & Picasso, 2015). Así su
inclusió n denota un notable adelanto en el camino hacia el respeto por toda la comunidad jurídica y,
principalmente, desde nuestro lugar profesional al relacionamos de manera estrecha y directa con
aquellas facetas que afectan a la dignidad y la libertad de los individuos.
Otro de los artículos, dentro de este capítulo y que posee gran relevancia para nuestra
profesió n es el artículo 52, el cual expresa que al ser lesionada la dignidad de la persona, a través de
la violació n de su intimidad, reputació n, imagen o identidad, tanto individual como familiar, podrá
reclamar la reparació n o prevenció n de dichos dañ os.
Así se establece cuáles son las consecuencias del atentado a una serie de derechos que
hacen a la dignidad personal. De esta manera, la dignidad y sus emanaciones o
derivaciones, que en su caso lo constituye todo derecho personalísimo, son objeto de
tutela, respeto y reconocimiento (Herrera et al, 2015, p. 127).
Si tomamos en cuenta que frente a nuestra prá ctica cotidiana presenciamos y recibimos
informació n íntima y privada de nuestros pacientes, lo estipulado por el artículo 52, encuentra
relació n con el deber de resguardar el secreto profesional, mencionado en el apartado 1.22 de
nuestro Có digo de É tica (2016). En el mismo queda expuesto que el profesional psicó logo debe
asegurar la confidencialidad de toda informació n otorgada en la prestació n de sus servicios
profesionales, protegiendo la seguridad y la dignidad de sus consultantes, familiares y comunidades,
generá ndose responsabilidades penales o civiles frente a su incumplimiento.
Capacidad
Si bien es posible realizar un aná lisis exhaustivo de muchos de los apartados del C.C.C.N, se
considera de especial importancia los expuestos en el presente artículo ya que nos llevan como
profesionales psicó logos a posicionarnos como agentes activos de cambio.
Asimismo resulta interesante comprender que frente a las modificaciones del có digo vigente
lo que se promueve es la mayor autonomía de la persona humana, reconociendo así su libertad de
acció n y pensamiento, y por lo tanto el deber como profesionales de la salud mental de ponderar y
respetar estos derechos a la hora de guiar la conducta en el ejercicio profesional.
Estamos inmersos en una sociedad democrá tica que se reinventa y evoluciona
continuamente hacia un paradigma de respeto por los tratados y convenciones de derechos
humanos internacionales, pero aú n en la actualidad existen ciertos sectores de la sociedad que se
resisten e impiden la producció n de este tipo de pensamiento. Con lo cual reconocer y estar
instruidos respecto a los aspectos normativos vigentes nos otorga herramientas para el ejercicio de
una buena praxis, para comprender el impacto de la actuació n profesional, para reconocer las
responsabilidades éticas y legales implicadas en el accionar del psicó logo, y para reflexionar sobre
ciertos aspectos que aú n quedan por reconocer y recorrer a los fines de promover una visió n de
igualdad de derechos y aceptació n de la diferencia.
Referencias
Herrera, M; Caramelo, G & Picasso, S; (2015) “Código Civil y Comercial de la Nación Comentado”; Tomo I, Título
Preliminar y Libro Primero Artículos 1 a 400. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Presidencia de la Nació n. Pp. 1
– 613.
Herrera, M; Caramelo, G & Picasso, S; (2015) “Código Civil y Comercial de la Nación Comentado”; Tomo II, Libro Segundo
Artículos 401 a 723. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Presidencia de la Nació n. Pp. 1-586.
Buteler Cá ceres, José A; (1998) “Manual de Derecho Civil – Parte General”. Editorial Advocatus. P. 31. Disponible en:
https://es.scribd.com/doc/129562245/Manual-de-Derecho-Civil-Parte-General-Jose-a-Buteler-Caceres
Leyes y códigos
Có digo Civil y Comercial de la Nació n, (2014 [2015]), Repú blica Argentina, Mendoza, Ed. Ediunc.
Có digo de É tica del Colegio de la Provincia de Có rdoba, aprobado por asamblea extraordinaria el 12 de noviembre del
2016. Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba [en línea]. Disponible en: https://cppc.org.ar/nuevo-codigo-de-
etica-del-colegio-de-psicologos-de-la-provincia-de-cordoba/
Ley N° 26.862, Acceso integral a los procedimientos y técnicas médico-asistenciales de reproducció n médicamente
asistida, sancionada el 5 de Junio de 2013, Publicada el 25 de junio de 2013. Ministerio de Economía y Finanzas Pú blicas
[en línea]. Disponible en: http://www.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/215000-219999/216700/norma.htm
Ley N° 26.657, Derecho a la Protecció n de la Salud Mental, sancionada el 25 de noviembre de 2010, promulgada el 2 de
diciembre de 2010. Ministerio de Economía y Finanzas Pú blicas [en línea]. Disponible en:
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/175000-179999/175977/norma.htm
Ley N° 26.618, Matrimonio Civil, sancionada el 15 de julio del 2010, promulgada el 21 de julio del 2010. Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos [en línea]. Disponible en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/165000-
169999/169608/norma.htm
Ley N° 26.061, De Protecció n Integral de los Derechos de Niñ as, Niñ os y Adolescentes, sancionada el 28 de septiembre
del 2005, promulgada de hecho el 21 de octubre del 2005. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos [en línea].
Disponible en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/110000-114999/110778/norma.htm
GUIA DE LECTURA
La praxis psicoló gica con niñ as, niñ os y adolescentes involucra aspectos éticos y legales
específicos para este grupo etá reo, que no pueden dejar de ser contemplados por el profesional a la
hora de su ejercicio.
Me propongo a continuació n analizar algunos de estos aspectos, atendiendo a los nuevos
cambios gestados desde la perspectiva jurídica en lo que a las concepciones de la infancia-
adolescencia respecta, para evaluar luego las vicisitudes, incidencias y repercusiones que las
normativas devenidas del actual paradigma tienen en el desempeñ o de nuestro quehacer
profesional.
Ademá s de los derechos que asisten a toda niñ a, niñ o o adolescentes, se establecen criterios
normativos de resguardo ante la amenaza o vulneració n de los mismos, con una clara incidencia y
responsabilidad en lo que a nuestra praxis profesional compete.
La Ley N° 26.061 a través de su artículo 9, va a determinar que:
La persona que tome conocimiento de malos tratos, o de situaciones que atenten contra
la integridad psíquica, física, sexual o moral de un niño, niña o adolescente, o cualquier
otra violación a sus derechos, debe comunicar a la autoridad local de aplicación de la
presente ley (Ley N° 26.061, 2005, art. 9).
Como profesionales de la salud, nos encontramos dentro de los sectores comprometidos en la
“protecció n integral” de la infancia y adolescencia, siendo un artículo cuyo enunciado es claramente
directivo de nuestro accionar prá xico. A su vez y en este caso de manera directa y literal, a través del
artículo 30 de la misma ley, se establece nuestra responsabilidad legal cuando se expresa que:
Los miembros de los establecimientos educativos y de salud, públicos o privados y todo
agente o funcionario público que tuviere conocimiento de la vulneración de derechos de
las niñas, niños o adolescentes, deberá comunicar dicha circunstancia ante la autoridad
administrativa de protección de derechos en el ámbito local, bajo apercibimiento de
incurrir en responsabilidad por dicha omisión (Ley N° 26.061, 2005, art. 30).
Dicha obligació n profesional se encuentra especificada a su vez, en la existencia de otras
legislaciones, tanto de orden Nacional como Provincial.
Tal es el caso de la Ley Nacional N° 24.417, de “Protecció n contra la Violencia Familiar”. La
misma procura por la protecció n de todo tipo de violencia, maltrato y abusos dentro de la familia, y
define claramente en su artículo 2 que:
Cuando los damnificados fuesen menores o incapaces, ancianos o discapacitados, los
hechos deberán ser denunciados por sus representantes legales y/o el Ministerio Público.
También estarán obligados a efectuar la denuncia los servicios asistenciales sociales y
educativos, públicos o privados; los profesionales de la salud y todo funcionario público
en razón de su labor. El menor o incapaz puede directamente poner en conocimiento de
los hechos al Ministerio Público (Ley N° 24.417, 1995, art. 2).
Esta misma disposició n se encuentra puntualizada en la Ley Provincial N° 9.283 de “Violencia
Familiar”, vigente en Có rdoba a partir de marzo de 2006, cuando en su artículo 14 dice:
Cuando las víctimas fueran menores de edad, incapaces, ancianos o discapacitados que
se encuentren imposibilitados de accionar por sí mismos, están obligados a hacerlo sus
representantes legales, los obligados por alimentos y/o el Ministerio Público, como así
también quienes se desempeñen en organismos asistenciales, educativos, de salud y de
justicia y en general, quienes desde el ámbito público o privado tomen conocimiento de
situaciones de violencia familiar o tengan sospechas serias de que puedan existir (Ley N°
9.283, 2006, art. 14).
Este mandato de comunicación o denuncia tal como aparece explicitado en las distintas
normativas antes mencionadas, parece presentarse lo suficientemente claro, desbaratando
cualquier ambigü edad respecto a la suspensió n de una norma esencial de regulació n de nuestro
ejercicio como lo es el Secreto Profesional. Lo que fundamenta tal razó n es el franco predominio del
“interés superior del niñ o”, por encima del interés del Secreto, imponiéndose así el deber de revelar
tras la finalidad de implementació n de aquellas Medidas Protectivas que permitan preservar,
restituir o reparar consecuencias ocasionadas a toda niñ a, niñ o o adolescente (Ley N° 26.061, art.
33-34).
No obstante si nos remitimos a los Decretos Reglamentarios de dichas Leyes, tal claridad
comienza a adquirir cierta ambigü edad en relació n a la obligació n de denunciar -que hasta aquí-
parecía totalmente resuelta. Al dirigirnos hacia lo enunciado en los mismos, nos encontramos con
que:
El artículo 4 del Decreto Nacional N° 235/96, reglamentario de la “Ley de Protecció n contra
la Violencia Familiar”, expresa:
La obligación de denuncia a que se refiere el artículo 2 de la Ley N° 24.417, deberá ser
cumplida dentro de un plazo máximo de setenta y dos (72) horas, salvo que surja que el
caso se encuentra bajo atención o que, por motivos fundados a criterio del denunciante,
resulte conveniente extender el plazo (Decreto Nacional N° 235, 1996, art. 4).
Por su parte el artículo 14 del Decreto Provincial N° 308/07, reglamentario de la “Ley de
Violencia Familiar”, dice:
La obligación de denunciar prevista en el Artículo 14º de la Ley debe ser realizada en un
plazo máximo de 72 horas contadas a partir de la fecha en que se tomó conocimiento de
la situación de violencia y si hubiese duda se contará a partir de la fecha de la primera
intervención que conste en la historia clínica, social o registro respectivo. Salvo en
situaciones de alto riesgo en las que deberá ser inmediata.
Si a criterio de los profesionales actuantes no es procedente efectuar la comunicación en
su caso a la superioridad del área que corresponda por entender que el caso no amerita
judicialización, es decir por no considerarla de alto riesgo, se dejará la debida constancia
bajo su responsabilidad en la historia clínica, social o registro (Decreto Provincial N°
308, 2007, art. 14).
Analizando lo que aquí se expresa nos encontramos con que: por un lado, la denuncia debe
ser realizada dentro de las 72 horas de haber tomado conocimiento de la vulneració n de algú n
derecho del menor o antes si la situació n es de alto riesgo; por el otro, adjudica al criterio del
profesional actuante el realizar tal comunicació n o no, o extender el plazo fijado para la realizació n
de la misma.
Se plantea aquí, una de las tantas situaciones con las que se encuentra el profesional en el
ejercicio de su prá ctica, donde será necesario poner en aná lisis las diversas aristas que se ponen en
juego desde la dimensió n legal, deontoló gica y ética, a los fines de adoptar una posició n que guíe su
accionar.
Como fue planteado en artículos anteriores, el cará cter dilemá tico para la resolució n de tales
situaciones convoca al profesional a una reflexió n analítica y crítica en término de opciones éticas,
donde la norma sea tomada y elegida, con la consecuente y necesaria consideració n de la
responsabilidad que pudiere estar involucrada en el criterio a adoptar.
Si un profesional, haciendo uso de esta libertad que la ley le brinda, se demora de un
modo negligente al punto de ocasionar un daño mayor, se verá en la situación de
afrontar una eventual demanda judicial por mala praxis. En el otro extremo, podríamos
ubicar a quien torna el texto de la ley de un modo mecánico y se precipita a denunciar,
refugiándose en la obediencia a la letra de la ley. Tampoco éste estaría exento de una
demanda del mismo tenor (Salomone, 2006, s/p).
Es importante considerar al respecto que el campo normativo está configurado sobre una
ló gica de lo general, y que como profesionales de la psicología no podemos dejar de contemplar la
ló gica que se estructura a partir de la singularidad del caso.
La dimensió n particular es lo primero que debe ser evaluado por nosotros, ya que es lo que
apunta má s nítidamente al corazó n de nuestra prá ctica, debiéndose analizar la potencialidad de
nuestras intervenciones y las posibilidades de control de la situació n de riesgo desde nuestra
operació n asistencial, para evitar así una acció n u omisió n inadecuada.
Desentramar dicha complejidad para adoptar un posicionamiento al respecto, requiere de un
aná lisis reflexivo en el terreno de la ética, donde sea contemplado tanto lo deontoló gico-jurídico
como la singularidad en situació n, siendo una herramienta de gran utilidad en el terreno de la
infancia- adolescencia el principio rector establecido como guía al momento de resolver o de tomar
una decisió n, que es el “Interés Superior del Niñ o”.
Referencias
Cillero Bruñ ol, M. (1997) "Infancia, autonomía y derechos – una cuestió n de principios". Revista Infancia, Boletín del
Instituto Interamericano del Niñ o, Nº 234. Montevideo: IIN.
Salomone, G. & Gutiérrez, C. (2006) “La responsabilidad profesional: entre la legislació n y los principios éticos”. Ficha de
cá tedra. En website Prá ctica de Investigació n: La Psicología en el á mbito jurídico. Reflexiones ético-clínicas a través de
un estudio cualitativo de casos. Facultad de Psicología, UBA.
Leyes y Decretos
Có digo Civil y Comercial de la Repú blica Argentina (2014), Argentina, Ed.
Zavalía. Convenció n Internacional de los Derechos del Niñ o (1.990).
Ley N° 10.023. Patronato de Menores (1.919).
Ley Nº 23.849, Adhesió n a la Convenció n de los Derechos del Niñ o (1.990).
Ley Nº 24.417, Protecció n Contra la Violencia Familiar (1.995).
Ley Nº 26.061, Protecció n Integral de los Derechos de las Niñ as, Niñ os y Adolescentes (2.005).
Ley Nº 9.283,De Violencia Familiar (2.006).
Decreto 415/06 Reglamentario de la Ley Nº 26.061- Protecció n Integral de los Derechos de las Niñ as, Niñ os y
Adolescentes (2.006).
Decreto Nº 235/96, Reglamentario de la Ley Nº 24.417 -Protecció n Contra la Violencia Familiar (1.996).
Decreto Nº 308/07, Reglamentario de la Ley Nº 9.283 - De Violencia Familiar (2.007).
GUIA DE LECTURA
ARTÍCULO
PERSPECTIVA DE GÉNERO Y ENFOQUE DE DERECHOS.
IMPLICANCIAS EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DE LA PSICOLOGÍA.
A partir de este breve repaso sobre los debates que se llevaron a cabo en torno al concepto
de género a lo largo de la historia advertimos que resulta fundamental adquirir una perspectiva de
género en el ejercicio profesional de la Psicología ya que estamos hablando de una disciplina que
problematiza y reflexiona sobre las diversas subjetividades y las prá cticas que estos sujetos llevan a
cabo. Adquirir una perspectiva de género implica, entonces, reconocer las especificidades y
particularidades de cada identidad sexo-genérica, así como también de la diversidad de sus
prá cticas sexuales.
Al mismo tiempo, dicha perspectiva, nos permite identificar la existencia de relaciones de
poder que producen desigualdades y jerarquías en el entramado de las relaciones sociales y de
géneros donde aquellas subjetividades que no respondan a los pará metros de “normalidad”, es
decir, aquellos sujetos que no cumplan con las normas impuestas por la “heteronormatividad”,
será n atravesados por diversos tipos de violencias, opresiones y discriminaciones ejercidas tanto,
por la sociedad, como por diversas instituciones como el estado, el sistema educativo, la familia, la
religió n, etcétera.
Las prá cticas psicoló gicas actuales han cambiado, es decir se ha modificado el conjunto de
discursos, producciones y representaciones que dicen lo que es verdadero y lo que no, lo que Beatriz
Preciado (2013) llama el Aparato Neoliberal Fá rmaco Pornográ fico Contemporá neo, un tiempo de
configuració n de una subjetividad sexual mercantil y mediá tica, producida por el Mercado y los
Medios de Comunicació n. Preciado (2013), explica que en el siglo XXI se dan una serie de
revoluciones somatopolíticas, es decir, movimientos de redefinició n del estatuto del cuerpo frente a
los aparatos que definen có mo se gobiernan esos cuerpos y frente a las prá cticas que permiten decir
cuá ndo un cuerpo es sano o enfermo, normal o patoló gico como los Movimientos Feministas,
Movimiento Homosexual, entre otros. Movimientos de resistencia y de crítica a las prá cticas clínicas
propias de la modernidad, instituciones disciplinadoras foucaultianamente hablando.
Entonces los cambios que se vienen gestando en las prá cticas profesionales tras las ló gicas
neoliberales y las paradó gicas situaciones con las que nos encontramos cotidianamente en las
Instituciones donde se desempeñ an los psicó logos, presupone reflexionar sobre la importancia de
advertir, desde el Enfoque de Derechos y de Género que es sin duda los que má s aportes han
brindado a la construcció n de un abordaje integral en la salud y la educació n en general. Constituye
una propuesta inspirada en las demandas de los organismos de derechos humanos y los
movimientos de mujeres y de disidencia sexual (llamadas LGTTBIQ: lesbianas, gays, travesti,
transexual, bisexuales, intersexual y queer). Este enfoque busca develar la trama de relaciones
sociales en las que se encuentran inmersos los cuerpos humanos, y visibilizar que el uso, disfrute y
cuidado del mismo (las prá cticas en las que los comprometemos) está fuertemente condicionadas
por el sector socioeconó mico y educativo de pertenencia, las costumbres y valores del grupo social
que la integran, y particularmente por las relaciones de género.
Este enfoque le presta especial atenció n al trabajo que podemos realizar en la prá ctica
profesional para desnaturalizar/deconstruir lo que hacemos cotidianamente, particularmente
aquellas acciones que promueven las inequidades y la vulneració n de derechos. Reconocer las
diferencias (y nombrarlas) es el paso necesario para darnos cuenta de si esas diferencias (de
género) no terminan promoviendo relaciones desiguales entre varones y mujeres.
El enfoque de género constituye una lente crítica para ver y analizar desde una mirada
histó rico cultural las relaciones sociales, para analizar y criticar prejuicios y estereotipos en relació n
con lo considerado exclusivamente masculino o exclusivamente femenino, en nuestro caso como
profesionales de la salud en los á mbitos donde nos desempeñ amos y los sujetos que abordamos.
Segú n la OMS (Organizació n Mundial de la Salud) en el tratamiento de los trastornos
psicoló gicos existen prejuicios por razó n de género, patologizando el comportamiento de las
mujeres por sobre la de los hombres. En torno a los prejuicios de los profesionales de la salud, Tapia
(2003) y otras autoras (Nutt, 2005; Prior, 1999), han identificado comportamientos sexistas y la
influencia de estereotipos de género en los diagnó sticos clínicos. La relació n entre el género y la
salud mental de las mujeres ha sido objeto de mucho debate e investigació n. Y no resulta de nuestro
interés en este trabajo realizar un aná lisis adecuado de la historia de la patologizació n del
comportamiento femenino pero sí hacer menció n a ello ya que a partir de lo que venimos
planteando en este trabajo, tomar en consideració n la perspectiva de género en la praxis psicoló gica
supone asumir una responsabilidad y compromiso hacia adentro y hacia afuera de nuestra
profesió n, es decir, con la comunidad pero también en la relació n con colegas u otros profesionales.
En el sentido de lo que venimos abordando consideramos pertinente poder recuperar lo
que el Có digo de É tica del Colegio de Psicó logos de la Provincia de Có rdoba (2016) y el Có digo de
É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina (en adelante FePRA) (2013) plantean
al respecto de có mo debe asumirse el rol profesional del psicó logo teniendo en cuenta el enfoque de
derechos, la perspectiva de género y el respeto por la diversidad. Así lo expresa el Có digo de É tica de
la Provincia de Có rdoba en el apartado sobre el “Respeto por la dignidad de las personas y los
pueblos”:
1.3 En el ejercicio de su profesión lxs psicólogxs no incurrirán en actos de discriminación
en función de nacionalidad, religión, raza, edad, ideología, clase social, género de los
destinatarios de sus servicios profesionales. En caso de verse afectados en la intervención
profesional por sus sistemas de creencias, valores, necesidades y limitaciones,
instrumentará los mecanismos para garantizar la atención adecuada.
1.4 Lxs psicólogxs rechazarán nociones que generen discriminaciones y rotulaciones
estigmatizantes a las personas, grupos y/o comunidades (Có digo de É tica del Colegio de
Psicó logos de la Provincia de Có rdoba, 2016, art. 1.3-1.4)
En el Có digo de É tica de la FePRA se puntualiza también en el apartado sobre el “Respeto
por los derechos y la dignidad de las personas” que:
Los psicólogos se comprometen a hacer propios los principios establecidos por la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. Asimismo, guardarán el debido respeto
a los derechos fundamentales, la dignidad y el valor de todas las personas, y no
participarán en prácticas discriminatorias. Respetarán el derecho a la intimidad,
privacidad, autonomía y el bienestar de las personas, grupos y comunidades. (Có digo de
É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica Argentina, 2013, apartado A).
3.3.2. En el ejercicio de su profesión los psicólogos no harán ninguna discriminación en
función de nacionalidad, religión, raza, ideología o preferencias sexuales de sus
consultantes.
3.3.3. Los psicólogos deberán: ser prudentes frente a nociones que generen
discriminaciones y rotulaciones estigmatizantes, ser conscientes de su sistema de
creencias, valores, necesidades y limitaciones, y del efecto que estos puedan tener sobre
su práctica profesional (Có digo de É tica de la Federació n de Psicó logos de la Repú blica
Argentina 2013, art. 3.3.2-3.3.3).
En ambos Có digos se referencia específicamente el “cuidado respetuoso y prudente” de
nuestras intervenciones profesionales, reconociendo y cuestionando nuestras propias limitaciones y
necesidades, nuestro sistema de creencias e ideologías y el efecto que eso puede producir en
nuestra praxis psicoló gica.
De esta manera, sostener la prá ctica profesional desde una perspectiva de género, no solo
implica reconocer e identificar dichas desigualdades sino, también, eliminarlas promoviendo la
igualdad de derechos para los diferentes géneros. Esta perspectiva será fundamental a la hora de
posicionarse desde el punto de vista del rol y del compromiso con la sociedad.
Consideraciones Finales
Lo que hemos intentado presentar a lo largo de este trabajo, en el marco del enfoque de
Género y los Derechos, supone revisar postulados y miradas de autores que hacen un esencial
cuestionamiento a la forma en la cual entendíamos el género y el sexo hasta hace unos pocos añ os.
Esta perspectiva má s deconstructiva y antiesencialista plantea una transformació n radical en
nuestra sociedad que definitivamente logre el pleno reconocimiento de la complejidad y la
diversidad humana.
La cuestió n de los géneros no es un tema a agregar como si se tratara de un capítulo má s en
la currícula universitaria, sino que las relaciones de desigualdad entre los géneros adquiere
expresiones concretas en todos los á mbitos de la cultura como el trabajo, la educació n, la política y
en la salud. La mirada de género no está supeditada a que la adopten las mujeres ni está dirigida
exclusivamente a ellas. Tratá ndose de una cuestió n de concepció n del mundo y de la vida, lo ú nico
definitorio es la comprensió n de la problemá tica que abarca y su compromiso vital (Gamba, 2008).
Así, reconocer los posicionamientos contemporá neos en torno a la perspectiva de género
permite abordar las otras discriminaciones, estereotipos, desigualdades que se producen al interior
de nuestra profesió n con una perspectiva amplia e inclusiva a la vez, al ser el género “el campo
primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder” (Scott, 1996, p. 266).
Este trabajo no pretende ser exhaustivo en la temá tica de género pero sí reflexionar sobre
lo que propone y lo que sus fundamentos vienen a aportar a los profesionales de diferentes
disciplinas, como la psicología.
Supone una responsabilidad y una actitud ética promover la igualdad de derechos para los
diversos géneros, desde el punto de vista del ejercicio profesional y el compromiso con la sociedad.
Referencias
Beauvoir, S. (2007 [1949]) “El Segundo Sexo”. Buenos Aires. Argentina: Edició n de bolsillo.
Butler, J. (2007) “El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad”. Barcelona, Editorial Paidó s.
Foucault, M. (1977) “Historia de la Sexualidad”. Buenos Aires: Siglo XXI EDITORES.
Gamba, S. (2008) “¿Qué es la perspectiva de género y los estudios de género?” Disponible en:
http://www.mujeresenred.net/spip.php?article1395.
García, D; et al. (2004) “Reflexiones en torno al feminismo y al género”. Digiprint Editores. Bogotá .
Krolokke, C & Scott Sorense, A. (2006) “Gender Communication Theories and Analyses: From Silence to Performance”.
USA: Sage Publications.
Mattio, E; Morá n Faú ndess, J.M; Vaggione, J.M; Sgró Ruata, M.C. (2012) “¿De qué hablamos cuando hablamos de género?
Sexualidades, desigualdades y derechos. Reflexiones en torno a los derechos sexuales y reproductivos”. Có rdoba: Ciencia,
Derecho y Sociedad. Pp. 85-103. Disponible en: [https://programaddssrr.files.wordpress.com/2013/05/de-quc3a9-
hablamos-cuando-hablamos-de-gc3a9nero-una-introduccic3b3n-conceptual.pdf].
Nutt, R. L. (2005) “Handbook of couples therapy” Nueva Jersey: John Wiley & Sons. Feminist and contextual work. En M.
Harway (Ed.). Pp. 228-252.
Preciado, B. (2001) “Manifiesto contra-sexual”. Ediciones Ó pera Prima. Madrid.
Preciado, B. (2013) “La muerte de la clínica”. Disponible en: [https://michel-foucault.com/2015/10/29/archive-paul-
beatriz-preciado-la-muerte-de-la-clinica-2013/].
Prior, P. (1999) “Gender & mental health”. Nueva Jersey: New York Univ. Press.
Scott, J. (1996) “El género: Una categoría útil para el análisis histórico”. En: Lamas Marta Compiladora. PUEG: México. Pp.
265-302.
Stolcke, V. (2000) “¿Es el sexo para el género lo que la raza para la etnicidad… y la naturaleza para la sociedad?”. Política y
Cultura, No. 14. Pp. 25-60.
Stolcke, V. (2004) “La mujer es puro cuento: la cultura del género”. Revista Estudos Feministas, Vol. 2, No. 12. Pp. 77-105.
Tapia, B. (2003) “La Disciplina psicológica desde una perspectiva feminista”. En L. Martínez-Ramos & M. Tamargo Ló pez
(Eds.), San Juan, Puerto Rico: Publicaciones Gaviota. Revista Género, sociedad y cultura. Pp. 94-109.
Leyes y Códigos
GUIA DE LECTURA