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El Escenario de La Violencia

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El escenario de la violencia

Un año después del magnicidio del caudillo liberal y candidato a la Presidencia, Jorge Eliécer Gaitán; el

9 de abril de 1949, el escenario de matanzas fratricidas cundía por todo el territorio colombiano. Los

partidos oligárquicos: Liberal y Conservador, incentivaban la violencia bipartidista.

La reacción popular por el asesinato de Gaitán se conoce como «el bogotazo», generando un estado de

conmoción y parálisis nacional; así como llamados a la toma del poder popular. El entonces gobierno de

Mariano Ospina Pérez, inició la más cruel persecución contra el campesinado y los liberales en las

ciudades. Alistando como suya a la Policía Nacional, cual aves de mal agüero, se desplazaban por los

campos y barrios populares en las ciudades, arrasándolas, recibiendo el nombre de

policías chulavitas. Desde entonces el carácter de policía política criminal y represiva no ha cesado con

su actividad en Colombia.

Ya para inicios del año de 1949, conocido como el año electoral, la reacción de protestas populares fue

sofocada a sangre y fuego; consolidándose los oligopolios liberales y conservadores en la conducción

del Estado colombiano. Pasadas las trifulcas del mes de abril de 1949, con ocasión del primer

aniversario del asesinato de Gaitán, y en un ambiente de «calma chicha», se llevaron a cabo las

elecciones legislativas el 5 de junio de 1949; signándose desde entonces la minoría constante del partido

conservador y la mayoría electorera de la maquinaria liberal. A raíz de esas elecciones el Congreso era

mayoritariamente liberal y de insoportable e inaceptable situación para el gobernante conservador

Mariano Ospina Pérez. 

Alertado y alarmado el gobernante conservador, sus secuaces de la curia abogaron por la presencia de

Laureano Gómez- conocido como «el monstruo«- quien llegó como candidato a la presidencia por el

partido conservador; en tanto que por el partido liberal lo sería Darío Echandía. Las elecciones

presidenciales se llevarían a cabo el 27 de noviembre de 1949. Temiendo los conservadores perder el

poder presidencial, Mariano Ospina Pérez, propicia un golpe de mano cerrando el congreso, el 9 de

noviembre de 1949. La policía política chulavita de Ospina Pérez, incrementó su accionar criminal en

todo el país y tan bochornosa situación conllevó al pusilánime Darío Echandia a renunciar a la
candidatura presidencial, siendo electo presidente Laureano Gómez para el periodo 1950-1954. (Valga

recordar que en 1953 el generalato colombiano lo derrocó instaurando la dictadura del coronel Gustavo

Rojas Pinilla).

En abril de 1949, el Consejo Municipal carmelitano, en cabildo abierto, decidió erigir un busto del

caudillo liberal asesinado, Ese acto de expresión popular fue calificado como de rebeldía tanto por el

gobierno nacional como por el departamental, encabezando la gobernación, en ese momento, el

conservador LUCIO PABON NUÑEZ; también conocido como «Pavor» Núñez.

El cierre del Congreso el 9 de noviembre de 1949, repercutió en la población mayoritariamente liberal de

El Carmen de Ocaña.

El genocidio carmelitano comenzó a gestionarse, soto voces, en las alcaldías de Ocaña y Convención.

Ya el gobernador conservador, con anterioridad, había ordenado sofocar las protestas de los

carmelitanos, liberales en su mayoría. 

Elementos de la ultragodarria conservadora de Ocaña y Convención, coludidos con la policía chulavita,

que les facilitó el uso de prendas policiales a algunos de los facinerosos, cumplieron el empeño de

acallar armados a los bulliciosos y desarmados carmelitanos. Eran comerciantes, bodegueros, uno que

otro profesor…Posando de empleados públicos entraron dos cuadrillas y se tomó el pueblo. A ciencia y

paciencia de las «autoridades» departamentales, permaneció paseándose la jauría de violadores y

rastreadores de mujeres. Fueron diez días con sus tenebrosas noches de desvelo. Las campana

enmudecieron pero no el grito de las victimas. Bebieron todo el guaro del estanco y las cantinas. Los

vecinos del lugar escaparon por huertas y tejados para salvar sus vidas. 70 carmelitanos fueron

salvajemente asesinados. Son 70 mártires populares que hoy evocamos como victimas del Terrorismo de

Estado en Colombia!. Violentaron puertas y ventanas de tiendas, almacenes, bodegas y no cejaron en su

empeño. Violaron, saquearon, incendiaron. Apropiándose de camiones y volquetas las llenaron de

valiosas mercancías. Así ahítos de orgía y sangre dispusieron regresar con su botín de guerra y trofeos

asqueantes. No contaban los chulavitas asaltantes que a la salida les coparan la retaguardia. Un valeroso

ciudadano, el Mocho Lázaro, logró averiar con pólvora y la ayuda de pocos, un puente de salida, lo cual
le causó serios inconvenientes a los facinerosos. La osadía del Mocho Lázaro no la cuentan en las

escuelas de El Carmen. Constituyó una respuesta armada a la barbarie armada paramilitar del Estado.

Constituyó legítimo acto de autodefensa popular. Sirvió ese episodio para justificar denuestos lanzados

contra los mismos carmelitanos, injuriándoles que ellos mismos habían contribuido así a la masacre…

Las volquetas y camiones salieron repletos de mercancías de El Carmen con destino a Convención y

Ocaña.

Uno de los columnistas de La Opinión, el periodista Nahum Sánchez Numa, redacta: 

«Luego de los 10 días de la sangrienta toma, sus autores regresaron con camiones y volquetas repletos

de mercancías y hasta con las puertas, camas y utensilios de cocina que cupieron en los vehículos.

Como por arte de magia, los radicales delincuentes se convirtieron en respetables comerciantes,

reconocidos dirigentes conservadores, socios de los clubes sociales más prestigiosos de Ocaña y

Convención. Varios de ellos murieron de viejos y seguramente perdonados por los representantes de

Dios en la tierra, los que sobreviven, no faltan a las misas dominicales , comulgan y no se sabe si hayan

confesado sus terribles pecados.»

El otro columnista, Olger García, apunta: «Mucho se ha hablado de Lucio Pabón Núñez desde el punto

de vista político por algunos hechos luctuosos que sucedieron en la ciudad de El Carmen. ¿Qué pasó en

El Carmen? es una publicación del propio Lucio Pabón, basada en numerosos y bien examinados

documentos que comienza diciendo que los boletines que circulaban al respecto eran editados por los

liberales en Bogotá y Barranquilla y las acusaciones eran producto de pasiones políticas para

enlodarlo».

Es decir, asume la actitud del «Yo no fui…». Si a la mente del estimado lector llega la imagen de otro

siniestro personaje actual, no es pura coincidencia. Punto.

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