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Hamlet - Príncipe de Dinamarca

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Guión para

Hamlet: Príncipe de Dinamarca


Personajes
-Príncipe Hamlet: Principe y sobrino del Rey Claudio

-Rey Claudio: Actual rey de Dinamarca además de ser hermano y asesino del
anterior

-Gertrudis: Reina, Viuda y Madre de Hamlet

-Fortimbrás: Príncipe de Noruega; País con una larga enemistad y del que se espera
un ataque (además de que su padre fue asesinado por el Rey Hamlet)

-Horacio: Amigo de Hamlet, Voz racional en la obra y es llamado a explicar el suceso


del fantasma

-Polonio: Señor del Reino, Padre de Ofelia y Laertes

-Laertes: Hijo del ya mencionado Polonio, Este después desafía a un duelo de


espadas a Hamlet, duelo en el que ambos mueren

-Ofelia: Tuvo una relación con Hamlet, es hermana de Laertes e hija de Polonio

-Rosencrantz y Guildenstern: Amigos y compañeros de Hamlet, A quien espían para


informar al Rey Claudio

-Voltemand y Cornelio: Embajadores de Dinamarca en Noruega

-Osric: Cortesano que informa a Hamlet del duelo contra Laertes

-Bernardo, Francisco y Marcelo: Guardias de Elsinor (Lugar en el que está el castillo)


Francisco se retira de su puesto y los dos restantes informan a Horacio del Incidente
del Fantasma

-Reinaldo: Criado de Polonio

Personajes ocasionales y de fondo: Embajadores de Inglaterra, Tres actores, Un


capitán Noruego, Un Sacerdote, Dos Sepultureros, Damas, caballeros, oficiales,
soldados, marineros, mensajeros y criados)
Capítulo 1
Escena 1
Lugar: Elsinor, Explanada frente del castillo
Hora: Noche

(FRANCISCO está vigilando, Entra BERNARDO, dirigiéndose a él)

Francisco: ¡Quien anda ahí?!


Bernardo: “¡Viva el rey!”
Francisco: Bernardo?
Bernardo: El mismo.
Francisco: Llegais puntualmente a vuestra hora.
Bernardo: Acaban de dar las doce, Vete a dormir, Francisco.
Francisco: Gracias por el relevo, Hace un frío cruel y estoy delicado del pecho.
Bernardo: ¿Fue tranquila vuestra guardia?
Francisco: *Asintiendo con la cabeza* Ni un ratón se ha movido.
Bernardo: Bien, Buenas noches; si encuentras a mis compañeros de guardia
Horacio y Marcelo, decidles que se den prisa.

(Entran HORACIO y MARCELO)

Horacio: Buenas noches, caballeros.


Francisco: Buenas noches.
Marcelo: Oh, Adios Francisco!, ¿quién te releva ahora?
Francisco: Ahora mismo, Bernardo, adios!
Marcelo: *con voz algo preocupada* Y…se ha vuelto a aparecer “eso” esta
misma noche?
Bernardo: Yo no vi nada.
Marcelo: Segun Horacio todo esto es una alucinación nuestra, Le he rogado
que venga a ver a la sombra para que ahora nos crea.
Horacio: Bah, ¡Que ha de salir!
Marcelo: Deja te cuento un poco lo ocurrido: La noche pasada, Cuando la luz
de esa misma estrella nos iluminaba, Marcelo y yo, Creo que a las una de…

(Aparece la SOMBRA)
Marcelo: ¡Silencio! Detente! ¡Ahí va otra vez!
Bernardo: ¡Es la misma figura semejante al difunto rey!
Marcelo: ¡Hablale tu, Horacio! ¡Tú que eres hombre de letras!
Horacio: Su similitud al rey me estremece de terror y de asombro!

Horacio: *Dirigiéndose a la SOMBRA* Quien eres tu, Usurpando a estas horas


de la noche, Con esa apariencia que recuerda a nuestro rey! Te conjuro, Habla!
Marcelo: La sombra se está enojando.
Horacio: ¡Espera, habla!, ¡no te vayas! Habla!

(Sale la SOMBRA)

Marcelo: Y bien Horacio?, ¿No era esto más que una alucinación nuestra?
Horacio: No puedo creerlo, su similitud, su apariencia, su…

(Los tres empiezan a discutir)


Horacio: Nuestro rey fue alguien muy importante, recordaréis bien que él fue
retado a un combate contra el rey Fortinbras, Rey de Noruega.
Combate en el cual nuestro rey le dio muerte, ganando así todas las tierras
sobre las que se extendia su reinado, ahora el Príncipe Fortimbrás está
reclutando allá en las fronteras de Noruega a una turba de infelices
desesperados por algo de pan, para luchar y recuperar estas tierras, Y creo
que fue por esto el que tuvimos esta aparición y la razón de la situación actual
del reino
Bernardo: Yo opino que no debe ser más que eso
Horacio: Claro, Además…

(Vuelve a aparecer la SOMBRA)


Horacio: No puede ser, ahí está de nuevo!, detente fantasma, si puedes usar la
voz contestame ya, si requieres algo de nosotros reportamos ahora mismo!
(Canta el Gallo)

(BERNARDO intenta atacar a la SOMBRA con una alabarda)


(La sombra escapa)

Marcelo: ¡Mal hemos hecho, al tratar a nuestra antigua majestad con


semejante muestra de violencia!
Horacio: Vaya…Mi consejo sería informar de esto cuanto antes al príncipe
Hamlet…
Marcelo: Hagámoslo, Yo se donde podremos verlo mañana con toda
seguridad
(Todos salen)
Escena 2
Lugar: Sala del trono en el castillo
Hora: Atardecer

(Suena trompeteria)
(Entran el REY CLAUDIO, La REINA, HAMLET, POLONIO, LAERTES,
VOLTIMAND, CORNELIO, Y diversos personajes de fondo)

Claudio: Aun recordamos con pesar la muerte de nuestro querido rey y


hermano Hamlet, Y no incumba tener en duelo nuestro corazón y los de todo
el pueblo, Sin embargo, al llorar su muerte por tanto tiempo nos empezamos a
olvidar de nosotros mismos. Llegando al punto de por esto haber tomado por
esposa a quien fue nuestra hermana, mi hermana, todo con un ojo risueño y el
otro vertiendo llanto, una alegría malograda.
No hemos dejado de estar a favor de ustedes, ni nosotros de vuestro juicio,
por lo que os damos las gracias, pasando a otra cuestión:
Ya sabéis que el Principe Fortimbrás, ya sea por una idea mezquina de
nuestro poder o por que piensa que la muerte de nuestro rey hizo a nuestra
nación desunida y frágil, cegado por la venganza y por su “ventajosa” de la
situación, nos pide que le devolvamos las tierras que su padre perdió en aquel
duelo y que nuestro rey ganó de manera justa y honesta, Ahora, A lo que a mi y
a ustedes vinieron a esta reunión:
Hemos escrito este despacho al rey de noruega, el tío del príncipe fortinbras
quien está achacoso y postrado en su cama sin apenas noticias de los
proyectos de su terco sobrino, con tal de que este le impida sacarlos adelante,
ya que las levas, enganches y aprestos completos se llevan bajo la
jurisdicción de el
por eso os despachamos a vosotros, Buen Cornelio y Voltimand, para que
transmitan nuestro mensaje al anciano monarca noruego. Adios, y que
vuestra diligencia realice vuestros servicios!
Cornelio y Voltimand: Al igual que siempre, cumpliremos nuestro deber.
Claudio: No lo dudamos.
(Salen CORNELIO y VOLTIMAND)
Claudio: *Dirigiéndose a Laertes* Ahora, Laertes, ¿Qué se os ofrece? Me
hablasteis de cierta solicitud, Sabes que siempre que nos hables de algo
razonable intentaremos ayudarte.
Laertes: Respetable señor, Seria de mi agrado tener vuestro permiso para
volver a Francia, Pues si bien vine hasta aqui, Dinamarca gustoso para asistir
a vuestra coronación, Debo confesaros que mis pensamientos e inclinaciones
actuales me endereza de nuevo a Francia.
Claudio: ¿Habéis obtenido la licencia de vuestro padre? ¿Qué dice Polonio?
Polonio: La tiene, señor; A fuerza de tenacidad, pero logró conseguir mi tardío
permiso, Os suplico, pues, que vos le otorgues licencia para partir
Claudio: Escoge la mejor hora Laertes; Tuyo es el tiempo, e invierten tus dotes
con la medida de tu gusto…Y ahora, Hamlet, Primado de mi trono, Hijo mío…
Hamlet: (aparte) Un poco menos que primado y un poco más que primo
Claudio: ¿Por qué te envuelven todavía esas nubes de tristeza y pena?
Hamlet: Nada de eso, Señor; Me da mucho el sol
Gertrudis: Querido Hamlet, Arroja ese traje de luto y miren tus ojos como un
amigo al nuevo rey de Dinamarca.
Deja de intentar buscar en el polvo a tu padre:
Es la suerte común, todo debe vivir, y todo debe morir
Hamlet: “Parece” Señora!, no;es! ¡Yo no sé parecer!”
No es solo negro mi manto, ni todas las formas, modos y exteriorizaciones
que puedan indicar mi estado de animo! Todo es solo apariencia, Cosas que
un hombre puede fingir, lo que yo siento sobrepuja todo eso, que no vienen a
ser más que novios y galas del dolor!
Claudio: Es una hermosa acción lo que haces Hamlet, Rendir tributo a tu
padre de ese modo; pero tenéis que recordar que vuestro padre también
perdió al suyo, y ese padre también perdió al suyo, y el superviviente queda
con el compromiso de consagrar el dolor; pero estar en constante y obstinado
consuelo es una conducta terca, es un pesar indigno del hombre, un acto
rebelde contra el cielo, un corazón débil, un alma sin resignación.
Pues si sabemos que esto ha de suceder necesariamente y es tan común,
¿con qué terca oposición debemos tomarlo tan a pecho?, vaya, ese es un
pecado contra el cielo, un absurdo, cuyo tema común es la muerte de los
padres, Os rogamos pues, que dejéis esta forma de actuar y empieces a
verme como un padre, Sois el más inmediato para el trono, y no menos
acendrado que el amor que un padre tiene por su hijo.
En cuanto a tus deseos de ir a la Universidad de Wittenberg, No hay cosa más
opuesta a sus deseos, Os rogamos que usted se quede aquí, con la alegría
debajo de nuestros ojos, como el primero de nuestros cortesanos; sobrino e
hijo nuestro.
Gertrudis: Que no sean en vano los ruegos de tu familia, quédate con
nosotros
Hamlet: Haré lo que pueda para obedeceros
Claudio: ¡Qué amorosa respuesta! Serás otro yo en Dinamarca. Gertrudis, ven
conmigo. Mi corazón se regocija por esta libre decisión de Hamlet y quiero
celebrarla haciendo que el cañón sea escándalo del aire cada vez que beba a
la salud de mi amado sobrino e hijo.

(Trompeteria de nuevo, Salen todos menos HAMLET)


Hamlet: ¡Qué mercenario, qué insulso y caduco me parece todo! El mundo es
un jardín lleno de ortigas, invadido por la inmundicia y la putrefacción.
Solamente hace dos meses que murió; no, ni siquiera dos meses. Un rey tan
admirable comparado con éste… y tan amoroso con mi madre. Y ella, que le
abrazaba con apetito siempre insatisfecho, en menos de un mes… No quiero
ni pensarlo… Inconstancia: tienes nombre de mujer. ¡En menos de un mes!
Antes de que se le pudieran manchar los zapatos que se puso para el funeral,
cuando estaba llorosa… ¡Dios! Un animal irracional hubiera llorado su muerte
durante más tiempo ¡Y con mi tío! ¡Casada con el hermano de mi padre! …
aunque se parece tanto a mi padre como a un dios del Olimpo… En menos de
un mes… sin tiempo de que se le secaran las simuladas lágrimas… vuelve a
casarse… y a meterse con prontitud… en una cama incestuosa

(Entran HORACIO, MARCELO y BERNARDO)


Horacio: Salud, Alteza!
Hamlet: Me alegro de hallaros bien…sois Horacio…o me he olvidado de mi
propia persona
Horacio: El mismo señor, y siempre su mismo servidor
Hamlet:Señor! mi buen amigo! Pero qué te trae de Wittenberg,
Horacio?...Marcelo!
Marcelo: ¡Mi buen señor!
Hamlet: *Dirigiéndose a los tres* ¡Me alegro mucho de veros! pero ahora en
serio, Horacio, Que ha traído a Wittenberg
Horacio: Siendo sincero señor, La inclinación a la vagancia
Hamlet: Ja, Tu? ¿Haciendo novillos?, Pero dime de verdad, ¿Qué haces en
Elsinor?
Horacio: Señor, He venido a asistir al funeral de vuestro padre
Hamlet: Tu a mi no me engañas, Tú has venido a la boda de mi madre
Horacio: Siendo realistas, Uno siguió rápidamente al otro
Hamlet: Todo fue para ahorrar dinero, Horacio…Los manjares que sobraron del
funeral sirvieron de plato frío en el banquete de boda… Mi padre… Creo que
veo a mi padre,
Horacio: Yo lo vi, señor
Hamlet: A quién? A mi padre?!
Horacio: Tengo la certeza de que si, mi buen señor
Hamlet: Por el amor de dios, ¡Habla!
Horacio: Suspended vuestra admiracion y escuchadme bien, Pues os voy a
contar una maravilla
Hamlet: Oiga usted, Marcelo y Bernardo me han contado que, durante su
vigilia, a la medianoche, cuando todo se hallaba sepultado en la soledad y el
silencio, vieron en la distancia una figura parecida a la de vuestro padre,
armado correctamente de la cabeza a los pies, como si estuviera a punto de
entrar en batalla. Ellos, temblorosos, lo observaron mudos de pavor. Habiendo
oído su relato, el cual me contaron en gran secreto, decidí acompañarlos en
su vigilia la tercera noche y fue entonces cuando comprobé que no me habían
mentido. El aparecido es real. Vi a vuestro padre. O a algo tan parecido a
vuestro padre como una de mis manos es a la otra.
Hamlet: ¿Y le hablaste?
Horacio: Le hablé, señor. Pero no me respondió. Hacia el final, alzó los ojos y
parecía a punto de decir algo. Pero en ese momento se oyó el canto de un
gallo y se desvaneció en el aire.
Hamlet: ¿Mi padre…?
Horacio: Os juro por mi vida que lo vi. Pensé que era mi deber comunicárselo.
Hamlet: Has hecho bien, Horacio. Dime, ¿volverás esta noche a la guardia?
Horacio: Sí, señor.
Hamlet: ¿Armado, dices?
Horacio: Armado, señor.
Hamlet: ¿De la cabeza a los pies?
Horacio: Sí, señor, de la cabeza a los pies.
Hamlet: ¡Entonces no pudiste verle la cara!
Horacio: ¡Oh, sí, señor! Llevaba alzada la visera.
Hamlet: ¿Parecía … enojado?
Horacio: Más bien apenado que enojado.
Hamlet: ¿Era su complexión flemática o sanguínea?
Horacio: No era sanguínea… Más bien pálida.
Hamlet: ¿Y fijó los ojos en ti?
Horacio: Constantemente.
Hamlet: Me hubiera gustado verle.
Horacio: Os hubiese maravillado tanto como a mí.
Hamlet: ¿Permaneció allí mucho tiempo?
Horacio: Podría haber contando hasta cien sin grandes prisas
Hamlet: Esta noche te acompañaré en la vigilia, Horacio. Quizás aparezca otra
vez.
Horacio: Estoy seguro de que lo hará.
Hamlet: Si toma el aspecto de mi padre no me queda opción más que
hablarle, Incluso si se me aparece el mismo infierno y me hace callar,
Y pase lo que pase Horacio, Estate atento, pero nunca le digas a nadie lo que
pasa ni lo que haremos, te veo en el puesto de vigilancia entre las once y doce
de la noche
Escena 3
Lugar: Casa de Polonio
Hora: Crepusculo

Laertes: Adiós, querida hermana. Mi equipaje ya está en el barco. Y de la


misma manera que los vientos favorecen mi partida, favoréceme tú y no te
acuestes esta noche sin escribirme una carta.
Ofelia: ¿Dudas que lo haga?
Laertes: En cuanto a Hamlet y el favor que te muestra, piensa que es capricho
y que no durará. Es el perfume y la atracción de un momento. Nada más.
Ofelia: Nada más, Laertes?
Laertes: No pienses más en él. Quizás Hamlet crea ahora mismo que está
enamorado de ti; pero no te fíes, pues a causa de su rango y posición social, el
futuro no le pertenece por entero. De su elección depende el bienestar y la
salud de nuestro reino y ha, por tanto, de doblegar su gusto a lo que es justo y
conveniente a sus vasallos. Ten en cuenta también la mancha que empaña el
espejo de tu honor si te dejarás seducir por sus palabras de amor, o le
entregaras tu corazón, o, lo que es peor, abrieras las puertas de tu virginidad a
sus insistentes llamadas.
Ofelia: Cómo sé que eres el buen guardián de mi corazón, recordaré siempre
tus buenos consejos.
Laertes: No te preocupes por mí, hermana. Pero ya me has detenido bastante.
Y mira quién viene por allí.

(Entra POLONIO)

Polonio: Todavía sigues aquí, Laertes? ¡Venga, embárcate ya! El viento hincha
las velas de tu navío y todos te esperan. Vete con mi bendición … y con estos
consejos, que has de conservar en la memoria. Sé fiel a los amigos que te
muestren fidelidad, pero no ofrezcas la mano al primero que llegue. Cuídate
de enzarzarte en una riña, más una vez que te hayas comprometido, lucha con
tal furia que tu contendiente nunca más se atreva a importunarte. Compra la
ropa más cara que puedas, pero no gastes el dinero en fruslerías, debes vestir
elegante, no llamativo ni barato…pues el hábito a veces hace al hombre, como
bien saben los franceses de rango y calidad. Ni prestes ni tomes dinero
prestado: si prestas a un amigo, perderás dinero y amistad; y si tomas
prestado, pronto te arruinarás.
Adiós, hijo mío, y que mi bendición y mis consejos vayan siempre contigo

Laertes: Adiós, padre. Con vuestro permiso…


Polonio: El tiempo apremia y tus criados aguardan.
Laertes: Adiós, Ofelia. Y recuerda lo que te he dicho.
Ofelia: Tus palabras quedan encerradas en mi memoria y tú te llevas la llave.
Laertes: ¡Adiós!

(Se va LAERTES)

Polonio: ¿Qué es lo que te dijo, Ofelia?


Ofelia: Señor, algo sobre el príncipe Hamlet.
Polonio: Me alegro de que te hablara de ello. He oído decir que Hamlet ha
pasado algunos ratos a solas contigo y que tú misma le has prestado libre y
generosamente la atención. Si es verdad lo que me han comunicado, sin duda
con la intención de ponerme sobre aviso, he de confesarte que no creo que
hayas entendido bien cómo ha de ser el comportamiento de una hija mía en
cuestiones atinentes a la honra. ¿Hay algo entre los dos? Dime la verdad.
Ofelia: Señor, el príncipe Hamlet ha dado muchas muestras de afecto hacia
mi.
Polonio: ¡Afecto! Hablas como niña que ignora los muchos peligros de este
mundo. ¿Crees en esas muestras, como las llamas tú?
Ofelia: No sé en qué creer, padre.
Polonio: Muy bien. Yo te instruiré. Eres ingenua si crees que esas muestras
tienen algún valor en el gran mercado del mundo. Lo que debes hacer es
mostrar tu verdadero valor o mostrarás, y no quiero gastar la palabreja de
tanto manosearla, que tu padre es tonto.
Ofelia: Señor, ha pronunciado palabras de amor, que me ha confirmado
jurando por los cielos
Polonio: Lazos para cazar pájaras tontas. Cuando la sangre joven se inflama,
el alma se transforma en una lengua pródiga en promesas. Nunca confundas
esas flamas con las auténticas flamas. A partir de ahora, pásale la vista de tu
presencia virginal, no aceptes a primeras de cambio sus demandas de
conversación. En pocas palabras, Ofelia: no creas en sus promesas, pues son
alcahueterías disfrazadas de cortesanía, y sólo busca tu perdición con
palabras santas y virtuosas. En resumen, no permitiré, hablando con claridad,
que en el futuro malgastes tus ratos de ocio escribiendo o conversando con el
príncipe. ¡Anda, vámonos, y no te olvides de hacer lo que te digo
Ofelia: Señor, Yo os obedeceré
Escena 4
Lugar: Garita de los centinelas
Hora: Noche
Hamlet: Siento frío, Horacio. El aire me envuelve como una mortaja.
Horacio:– Sí, corta como un cuchillo.
Hamlet: ¿Qué hora es?
Horacio:– El filo de la medianoche.
Hamlet: Más tarde. Ya sonó la campana de las doce.
Horacio:No la oí. Pues entonces se acerca el momento en que suele aparecer el
espectro.
(Se escuchan sonidos de cañones, trompetas y tambores)
Horacio: ¿Qué ruido es ese, señor?
Hamlet: El Rey se divierte. Está cumpliendo su promesa de celebrar a cañonazos
cada brindis que haga por la salud de su amado sobrino e hijo.
Horacio: ¿Es esa una costumbre de palacio?
Hamlet: Sí que lo es. Pero a pesar de que nací y me crié en palacio y soy heredero de
esas prácticas, creo que es una costumbre que trae más honor en el incumplimiento
que en la observancia. Está bárbara diversión que se oye por todas partes, tanto en
levante como en poniente, nos afrenta y nos da mala fama entre otras naciones. A
causa de ella nos llaman borrachos y cerdos olvidándose de nuestros muchos
triunfos y virtud
Horacio: ¡Señor! ¡Ahí viene!

(Aparece la SOMBRA)
Hamlet: ¿Vienes con buenas o malas intenciones? Quiero hablarte. Te llamaré
Hamlet, Rey, padre, soberano. Respóndeme. Satisface mi curiosidad. Dime por
qué tu cuerpo, que la muerte se llevó, se ha despojado de su mortaja. ¿Cómo
es que el sepulcro donde te enterramos ha corrido su pesada losa de mármol
y te ha dado libertad? ¿Por qué te presentas así ante nosotros, con tu
armadura, a la indecisa luz de la luna, infundiendo el horror y el espanto en
nuestras mentes? Dinos cuál es tu propósito y qué deseas que hagamos.

Horacio: Os hace señas de que le sigáis, como si quisiera deciros algo a


solas. ¡No vayáis, os lo ruego!
Hamlet: He de hacerlo. Aquí no me hablará.
Horacio: ¡No, por favor!
Hamlet: ¿Qué he de temer? Mi vida me importa poco. Y mi alma… ¿Qué daño
puede hacerle a mi alma si es tan inmortal como la suya? Sigue haciendo
señas. Iré con él.
Horacio: ¿Y si os lleva a lo alto del acantilado y allí se transmuta en algún ser
horrible que os roba la razón y os obliga a hacer alguna locura? Pensadlo. El
abismo insondable del océano y el fragor de las olas invitan a saltar al vacío,
incluso cuando no hay causa alguna para hacerlo.
Hamlet: Me sigue llamando. Tengo que ir tras él.
Horacio: ¡Señor! ¡Deténos!
Hamlet: ¡Quítame las manos de encima si no quieres hacerle compañía en el
otro mundo! ¡Fantasma, aparición, o lo que sea! Tras ti voy.
(Salen la SOMBRA y HAMLET)
Marcelo: ¡Huele a podrido en el reino de Dinamarca!
Horacio: Que el cielo lo remedie.
Marcelo: De eso nada, sigamoslo!
Escena 5
Lugar: Explanada, En un lado está la puerta a Garita del acto
anterior (La puerta se debe poder abrir)
Hora: Noche próxima al amanecer

(Entran la SOMBRA y HAMLET)

Hamlet: ¿A dónde me llevas? ¡Habla ya!


Sombra: Escúchame bien, Está próxima la hora la hora en la cual debo
someterme a las eternas y tortuosas llamas del infierno!
Hamlet: Te escucho bien, Pobre espectro.
Sombra: ¡No me compadezcas! Solo te pido que prestes gran y profunda
atención a lo que te estoy por revelar
Hamlet: Habla, Estoy obligado a oírte
Sombra: Y así lo estarás al vengarme, en cuanto sepas…
Hamlet: Disculpa, ¿Qué?
Sombra: Yo no soy nadie más ni nadie menos que el espectro de tu padre,
Condenado a ocasionalmente vagar por las tierras de lo que alguna vez fue mi
propio reino, hasta el dia que se extingan los torpes crímenes que en vida
cometí; Podría contarte de los misterios de la prision en la que estare
encerrado ahora y por toda la eternidad, pero cada palabra respecto a eso no
está lista para los oídos de carne y hueso, ni los oídos para esas palabras;
por amor de dios, si alguna vez tuviste algo de amor y respeto por tu padre
escúchame!
Hamlet: Oh por dios, ¡Te escucho!
Sombra: Vengame de mi horrible y despiadado asesinato!
Hamlet: Asesinato!?
Sombra: Así es, Ha corrido la voz de que mientras estaba dormido en nuestro
jardín, vino una serpiente y me mordió; De tal manera fueron engañados los
oídos de todo nuestro reino, Sin embargo, Oiga usted joven príncipe Hamlet,
que aquella “serpiente” que asesinó a vuestro padre es actualmente quien
luce su brillante corona.
Hamlet: Oh…alma profética…¡Mi tio!
Sombra: Si, Ese infeliz incestuoso, traiconero, usando el hechizo de su genio y
confianza con el pueblo, Quien diria que un hombre asi, seria capaz de
rebajarse al nivel de un calla, cuyas prendas naturales eran tan inferiores a
comparacion de las mias! pero…
Oh, basta! me parece sentir el aura matutina
(Se encienden levemente las luces?)
Permíteme ser breve: Mientras yo dormía en el jardín como era mi costumbre,
alrededor del mediodía, entró ese desquiciado de manera furtiva, con un
cuenco infestado de veneno, y vertió aquel líquido atroz en mi oído, cruzando
rápidamente todas las vías naturales y conductos de mi cuerpo humano.
Así fue como, en el mismo día, perdí a manos de mi hermano, Mi vida, mi
esposa, mi corona; con todos mis pecados aun por confesar y pagar, sin
preparación, y enviado a juicio con todas mis imperfecciones por cabeza, es
horrible, Horrible! si tienes corazón, no lo soportes, no dejes que la corona de
Dinamarca se convierta en un lecho de crímenes y lujuria
Adiós de una vez, La luciérnaga anuncia la proximidad del alba y comienza a
palidecer su indeciso fulgor, adios, adios! ¡Acordate de mí!
(Sale la SOMBRA)
Hamlet: Oh, Por la tierra, Añadir infierno también?, oh infamia!, tente, tente,
corazón mío, y vosotros nervios, no caduquen pronto, y mantenedme incierto!
Que me acuerde de ti, por supuesto, borraré de toda mi memoria los libros,
hechos, mitos, leyendas, historias, ideas que copiaron allí la juventud y la
observación! Solo tu mandato vivirá en el libro que es mi memoria.
Oh, Infame, infame y risueño infame! Bueno será apuntar por lo que uno puede
ser feliz y sonreir, y ser un bellaco! A lo menos, puedo estar orgulloso de que
esto esté pasando en Dinamarca
(HAMLET saca un lápiz y papel)
Hamlet: *Hablando mientras escribe* De manera, Tío, ¡ ya estás aquí! Ahora, lo
que a mi me consigna, que es “Adiós, adiós, acuérdate de mí!” ¡Lo he jurado!

Horacio y Marcelo: *Detrás de una puerta* Señor! Señor!

(Horacio y Marcelo abren la puerta y entran en escena)


Hamlet: Oh, Oh! Amigos, ¡Venid un momento!
Horacio: ¡Señor! ¿Qué sucedió?
Hamlet: Algo maravilloso.
Marcelo: Contárnoslo, os lo ruego.
Hamlet: No, porque se lo contarán al resto del pueblo
Horacio: ¡Juro por todos los cielos que no lo haré!
Marcelo: ¡Ni yo, señor!
Hamlet: ¿Me lo prometen?
Horacio y Marcelo: ¡Lo juramos por el cielo, señor!
Hamlet: Me ha dicho que no hay villano en toda Dinamarca que … no sea un
sinvergüenza redomado.
Horacio: Señor, no era necesario venir de ultratumba para decir tal cosa.
Hamlet: Cierto… Tienes toda la razón… Así pues, sin más, creo que será mejor
que nos demos la mano y nos separemos. Tú, tus asuntos y yo… a rezar.
Horacio: Señor, esas son palabras huecas y sin sentido.
Hamlet: Lo siento mucho si te han ofendido… De verdad. Lo siento mucho.
Horacio: No me habéis ofendido, señor.
Hamlet: ¡Sí, por San Patricio, sí que hay una gran ofensa! Respecto a lo que he
visto… Déjame que te diga que es… sin duda… un espectro. En cuanto a tu
curiosidad por saber lo que me ha comunicado… domínala lo mejor que
puedas. Y ahora, amigo mío, camarada, concédeme un pequeño favor.
Horacio y Marcelo: Lo que queráis, señor.
Hamlet: Nunca digas a nadie lo que has visto esta noche.
Horacio y Marcelo: Lo prometo.
Hamlet: No, no. Has de jurarlo.
Horacio: Juro que nunca lo diré.
Hamlet: Sobre la cruz de la espada.
Horacio: Ya lo he jurado, señor.
Hamlet: Ha de ser sobre la cruz. Pon aquí tu mano y júralo.
Horacio: He visto tantas cosas extrañas que ya no sé si es de día o de noche.
Sombra: ¡JURADA!
Hamlet: Oh, ¡Hola amigo! ¿Eres tú quien dice eso? Estas ahi,
Hombre?...Vamos, Ya habéis oído al camarada en el subterráneo, Consentid
en jurar!
Horacio: Proponed la fórmula, señor
Hamlet: ¡No habléis nunca con nadie de lo que habéis visto! ¡Juralo por mi
espada!
Sombra: ¡JURADA!
Hamlet: Calmate, Calmate ánimo de pena! (HORACIO y MARCELO juran por
última vez) Horacio, amigo mío. Me encomiendo a ti. Regresemos ahora, el
dedo firmemente sobre los labios, y no soltamos una palabra. ¡En mala hora
nací, Horacio, para poder remediar estos yerros! Pero no te adelantes.
Caminemos juntos.
ACTO 2
Escena 1
Lugar: Sala en la casa de Polonio

(Entran POLONIO y REINALDO)

Polonio: Le daréis este dinero y estas cartas, Reinaldo.


Reinaldo: Así lo haré, señor.
Polonio: Obramos con admirable prudencia, buen Reinaldo, si antes de verlo
os informarais de su conducta.
Reinaldo: Tal era mi intención, señor.
Polonio: Bien dicho, ¡caramba, muy bien dicho! - Atended, señor. Lo primero
que habéis de averiguar es qué daneses hay en París, quiénes son, cómo y
dónde viven, con qué medios cuentan, o con qué gente se tratan, qué gastos
tienen; y, descubriendo por tales rodeos y preguntas Indirectas que conocen. a
mi hijo, os acercáis a vuestro objeto mucho más de lo que lograrás con
vuestras investigaciones particulares. Presentaros como si lo conocierais de
vista, diciendo, por ejemplo: "Conozco a su padre y a unos amigos suyos, y un
poco a él". Lo habéis entendido, Reinaldo?
Reinaldo: Si, señor, perfectamente.
Polonio: "Y, un poco a él", aunque podéis añadir, "no del todo". "Pero, si es
quien yo me figuro, es muy travieso, y muy dado a esto o a aquello..."; y en este
punto le echáis encima cuantos infundios os plazca... ¡Diablos!, ¡Nada tan ruin
que pueda deshonrar! Cuidado con eso, y no paséis de aquellas locuras,
calaveradas y deslices comunes a todos, que se reconocen como
inseparables compañeros de la juventud y de la libertad.
Reinaldo: Cómo jugar, señor.
Polonio: Sí, o como el beber, batirse, jurar, pelearse,escandalizar; aquí podéis
alargaros.
Reinaldo: Señor, eso podría inflamarse
Polonio: ¡No! De ningún modo, si sabéis razonar vuestras acusaciones. No
vayáis a achacarle otra clase de defectos, como el de que es dado a la
disolución; no es eso lo que quiero decir, sino que tal arte pongáis en indicar
sus faltas, que no parezcan más que descarriados de la libertad, relámpagos y
explosiones de un fogoso espíritu, arrebatos de una sangre indómita, que
a todos.
Reinaldo: Pero, mi buen señor...
Polonio: ¿Por qué habéis de hacer esto?
Reinaldo: Si, señor; desearía saberlo.
Polonio: ¡Caramba, señor, pues ved mi plan, que, según creo, es una
estratagema infalible. Imputando esas leves manchas a mi hijo, como si fuera
un objeto ligeramente empañado por el uso, fijaos bien si vuestro interlocutor,
a quien trateis de sondear, está persuadido de que el joven a que aludimos es
culpable de los vicios mencionados, tened por seguro que con- vendrá con
vos en lo siguiente: "Señor mío", o cosa así; o “amigo”, o bien “caballero”,
según sea el estilo o tratamiento de la persona y del país
Reinaldo: Perfectamente, señor.
Polonio:Y entonces, señor, si hace eso., hace... ¿Qué es lo que iba a decir?
¡Diablos! Alguna cosa iba a decir yo... ¿En qué punto quedé?
Reinaldo: En "convendrá en lo siguiente"; y en "amigo mio" o "caballero", o
cosa así.
Polonio: En "convendrá en lo siguiente"; si, ¡caramba!, convendrá con vos en
esto; "conozco a ese caballero; lo vi ayer o el otro día, o en tal o cual ocasión,
con fulano o con mengano, y, como decis, estaba allí jugando, allí lo sorprendí
en sus libaciones, acullá disputando en el tenis"; o tal vez: "lo vi entrar en tal
prostíbulo, videlicet, un burdel, o así por el estilo". Vedlo ahora: con el anzuelo
de vuestra mentira pescáis el salmón de la verdad. Y así es como nosotros,
las personas de talento y alcance, con rodeos y embistiendo de soslayo, por
medios indirectos, hallaremos la dirección. De igual modo, vosotros, por mis
prudentes consejos e instrucciones, hallaréis la de mi hijo. Me habéis
entendido, ¿no?
Reinaldo: Quedo enterado, señor.
Polonio: Pues id con Dios, y feliz viaje.
Reinaldo: ¡Mi buen señor!..
Polonio: Observad personalmente sus inclinaciones.
Reinaldo: Así lo haré, señor.
Polonio: Y que se extienda a sus anchas.
Reinaldo: Está bien, señor.
Polonio: Adiós!

(Entra OFELIA)
Ofelia: ¡Padre y señor mío! ¡Qué susto llevo en el cuerpo!
Polonio: ¡Por Dios y todos los santos! ¿De qué?
Ofelia: Señor, estaba cosiendo en mi habitación cuando entró el príncipe
Hamlet, el jubón todo desabrochado, descubierta la cabeza y con las medias
arrugadas y caídas por los tobillos. Las rodillas le temblaban y tenía la faz tan
pálida como la camisa. Entró, se detuvo delante de mí, y durante un largo rato
me miró con ojos tristísimos.
Polonio: Señales parecen esas de que está loco de amor por ti.
Ofelia: No lo sé. Pero temo que sea así.
Polonio: ¿Qué te dijo?
Ofelia: Me sujetó de la muñeca y examinó mi cara con tanta atención como si
fuera a dibujarla. Permaneció así mucho tiempo y, al cabo, inclinó la cabeza
tres veces y se puso a lanzar suspiros tan lastimeros que parecía estar a las
puertas de la muerte.
Luego me soltó y se dirigió a la puerta mirando hacia atrás, con los ojos fijos
en mí.
Polonio: Ven conmigo. Iremos a ver al Rey. Parece auténtica locura de amor,
cuyas violentas emociones destruyen al amante y lo llevan a la
desesperación. Pero dime, ¿has tenido ocasión de dirigirle alguna palabra
dura recientemente?
Ofelia: No, señor. Solamente he seguido vuestro consejo negándome a leer
sus cartas o a permitirle que me visite.
Polonio: Esa debe ser la causa eficiente de su locura! Lo siento, hija mía.
Quizás, si hubiese prestado más juiciosa atención a este asunto, hubiese
podido prevenirlo.
Temía que sólo quisiese divertirse un poco contigo y arruinar de paso tu
reputación. ¡Maldita sea mi naturaleza suspicaz! Tan apropiado es a los viejos
consultar a otros antes de dar consejos como típico es de los jóvenes carecer
de discreción. Trae más desgracias un secreto guardado que un secreto a
voces. Esto ha de saberse cuanto antes, sigueme, iremos a ver al Rey, Es
preciso que lo sepa, pues este amorío puede acarrear más pesares
ocultandolo que rencores descubriendolo
(POLONIO y OFELIA Salen)
Escena 2
Lugar: Una sala del Castillo

(Trompetería, Entran el REY CLAUDIO, LA REINA, ROSENCRANTZ,


GUILDENSTERN y acompañamiento)

Rey Claudio: Bienvenidos, amados Rosencrantz y Guildenstern! Aparte de lo


mucho que ansiabamos veros, la necesidad que tenemos de vuestros
servicios nos ha impulsado a llamaros precipitadamente. Ya habréis oído algo
de la transformación operada en Hamlet; la llamo así, toda vez que ni en lo
externo ni en lo interno se parece al que antes era. No imagino qué otra cosa
puede ser más que la muerte de su padre lo que ha conturbado de tal modo
su propio entendimiento. Os ruego, pues, a ambos, ya que os dignais
permanecer aquí, en la Corte, por breve tiempo, que lo induzcan con vuestra
compañía a los placeres para ver si, recogiendo todos los indicios que la
ocasión os ofrezca, podéis esclarecer cuál es la causa, para nosotros
desconocida, que así lo aflige, a fin de que, una vez descubierta, podamos
remediar.
Gertrudis: Buenos caballeros, él ha hablado mucho de vosotros, y tengo la
seguridad de que no existen dos hombres en el mundo a quienes más estime.
Si, dando pruebas de vuestra fineza y buena voluntad, os fuera posible pasar
algún tiempo con nosotros, para auxiliar y alentar nuestra esperanza, vuestra
atención recibirá la gratitud que corresponde al reconocimiento de un rey.
Rosencrantz: Vuestras Majestades tienen sobrada autoridad sobre nosotros
para expresar sus respe- tables deseos más como mandato que como
súplica.
Guildenstern: Con todo, obedeceremos ambos, y en este punto nos
ofreceremos hasta donde alcancen nuestras fuerzas, poniendo
incondicionalmente a vuestros pies nuestros servicios para lo que gustéis
mandarnos.
Rey Claudio: Gracias, Rosencrantz y noble Guildenstern.
Gertrudis: Gracias, Guildenstern y noble Rosencrantz, y os suplico
encarecidamente que visitéis a mi hijo, ya tan cambiado... Id algunos de
vosotros y acompañad a estos caballeros a donde se halle Hamlet.
Guildenstern: ¡Hagan los Cielos que nuestra presencia y nuestros actos les
sean gratos y provechosos!
Gertrudis: Si; amén.
(Salen ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN Con algunas personas del séquito).

(Entra POLONIO)

Polonio: Mi querido señor, Los embajadores nuestros en Noruega regresaron


y se ven muy complacidos
Rey Claudio: Gracias señor, Usted siempre nos trae buenas noticias
Polonio: De veras? Muchas gracias señor, además del mensaje de los
Embajadores, traigo noticias por mi propia cuenta: creo haber descubierto la
razón de la locura del Príncipe Hamlet, Sin embargo, antes quisiera darles la
oportunidad a los embajadores para hablar.
(Entran VOLTEMAND y CORNELIO)
Voltimand: Os devuelve cordialmente los más amables votos y saludos.
El Rey Noruego al enterarse de lo que esta haciendo su sobrino contra
nosotros, al ver ese abuso de poder, edad y omnipotencia, mando a arrestar a
Fortinbras, El joven Fortinbras se somete sin tardar, y es reprimido por su
propio tio sobre nunca mas intentar hechos de armas con su majestad, Con
tal motivo, el viejo rey, poseído de júbilo, le ha hecho donación de tres mil
coronas de pensión anual, confiriéndole amplias facultades para emplear
contra los polacos las tropas que de tal manera había reclutado.
También os hace una petición *Le entrega un papel* de que para que tal
empresa tengáis a bien concederle paso franco por vuestros dominios,
bajando los requisitos de seguridad y garantia ahi mismo consignados
Rey Claudio: Nos parece bien, estaremos respondiendo esta solicitud
cuando nos aconseje el estudio del asunto, Entre tanto, os volvemos a dar las
gracias por vuestros servicios, Iros a descansar, esta noche estáis invitados al
banquete, Feliz regreso!
(Salen VOLTIMAND y ROSENCRANTZ)
Polonio: Su majestad, me gustaría tener la ocasión para discutir sobre el
estado mental de vuestro hijo: Altezas, disertar sobre qué cosa es la majestad
real y sus graves obligaciones sería como tratar de explicar por qué es de día
durante el día, de noche durante la noche, y por qué pasa el tiempo… Es
decir, una pérdida de día, de noche… y de tiempo. Por eso suelo decir que, si
lo ingenioso breve, dos veces ingenioso, y lo prolijo siempre estará henchido
de perifollos y florituras. Seré, pues, breve. (pausa) Vuestro noble hijo está
loco. Pues si uno definiera específicamente la verdadera locura, ¿qué puede
estar sino loco…? Pero dejemos eso.
Gertrudis: Si, dejémoslo y vayamos al grano
Polonio: Señora, os aseguro que yo siempre voy directamente al grano. Que
está loco es la pura verdad. Es una pena que sea verdad y es verdad que es
una pena. Concedamos, pues, que está loco. Lo que hay que averiguar ahora
es la verdadera causa de este efecto, o, mejor dicho, de este defecto. Pues el
efecto de esta causa se convierte efectivamente en defecto. Yo tengo una hija
, que es tan obediente y leal que me ha entregado esta carta *Saca una carta
Escuchen vuestras majestades y saquen las consecuencias que sean de
rigor.
*Empieza a leer las cartas*
«Al celestial ídolo de mi alma, mi agradecidísima Ofelia… » Este
es un término horroroso, endiablado. ¿A quién se le ocurre decir
«agradecidísima»?
Pero hay más. Luego oiréis alusiones a su «excelente albo seno» y a sus…
sus … y
otras cosas
Gertrudis: Hamlet envió eso a Ofelia?
Polonio:– Así es, como veréis si os leo el final. «Duda que las estrellas ardan,
duda que el sol se mueva, considera toda verdad sospechosa, pero jamás
dudes de mi amor. ¡Oh, amada Ofelia! Yo no sé escribir poemas, ni tengo
talento para expresar las congojas de amor, pero creo que te quiero más que
a nadie en este mundo, creelo … y adiós. Mi amadísima señora, mientras
siga prisionero en este mísero cuerpo será siempre tuyo Hamlet». Mi hija, en
obediencia a mi mandato, me entregó esta carta, y otras más que muestran
cómo llegaron a sus manos en diversos días, en y desde distintos lugares y
con métodos variopintos

Rey Claudio: Pero, ¿cómo ha reaccionado ella ante tales muestras de amor?
Polonio:¿En qué opinión me tiene Su Majestad?
Rey Claudio: Sois un hombre leal y honrado.
Polonio:Pero, ¿qué pensarían sus majestades de mí si, cuando vi germinar y
crecer este amor apasionado… – y lo percibí, lo confieso, incluso antes de
que mi hija me lo comunicara –… qué pensarían vuestras altezas si hubiese
permanecido tan callado como un bufete o un libro encuadernado, o me
hubiese metido los sentimientos en el coleto, en silencio y sin decir una
palabra, o hubiese hecho caso omiso de estos amoríos? Le dije que si Hamlet
la buscaba, ella lo ignorara, ni aceptará muestras de afecto ni nada similar, Y
me hizo caso; pero cuando el príncipe Hamlet vio sus desdenes, se
entristeció, y perdió el apetito, y no podía dormir, y enloqueció y le daban
desmayos, y vino a caer en el estado de locura en que se encuentra ahora, el
cual es causa de nuestra pesadumbre.
Rey Claudio: ¿Crees que es esa la verdadera causa, Gertrudis?
Gertrudis: Quizás… Probablemente.
Polonio: Alteza, me gustaría saber si ha habido jamás una ocasión en que
una rotunda aseveración mía haya sido refutada por la evidencia.
Rey Claudio:No lo sé.
Polonio: Separado esto (señala su cabeza) de esto (señala su pecho) si me
equivoco en esto. Examinando fríamente, cómo es mi costumbre, la
evidencia, siempre descubriré la verdad, se esconda donde se esconda,
aunque sea en lo más profundo del corazón.
Rey Claudio: ¿Cómo podremos indagar más sobre este asunto?
Polonio: Sus majestades saben que al príncipe le gusta dar largos paseos
por este lugar.
Gertrudis: Así es, en efecto.
Polonio: Bueno, pues cuando me enteré de que está por aquí, llamaré a mi
hija y le diré que se haga la encontradiza. Vuestra Majestad y yo nos
ocultaremos mientras tanto detrás de una cortina y los espiaremos. Si el
príncipe no da señales de amor, y por tanto concluimos que no es esa la
causa de su locura, entonces dejaré los graves asuntos de estado y me
enterraré en vida en una aldea, donde me dedicaré al estudio de la madre
naturaleza.
Rey Claudio: Lo intentaremos tan pronto se presente la ocasión.

(Aparece HAMLET absorto en la lectura de un libro)


Gertrudis: Pero, mirad quién viene por allí. ¡Pobre hijo! Tan triste…
Polonio:¡Váyanse sus majestades! Se lo ruego. Me acercaré a él ahora
mismo… con vuestra licencia.

(Se van los dos)

Polonio: ¡Señor! ¿Cómo estáis?


Hamlet: Bien, gracias a Dios.
Polonio: ¿Me reconocéis, señor?
Hamlet: Perfectamente. Sois el pescadero.
Polonio: ¿Yo? ¡No señor!
Hamlet: Pues ya quisierais ser tan honrado como él.
Polonio: ¿Tan honrado, señor?
Hamlet: Así es. Tal como está el mundo, seríais uno entre diez mil. Polonio:
Tenéis mucha razón, señor.
Hamlet: Si el sol concibe gusanos en un perro muerto… ¿Tenéis una hija?
Polonio: Sí, señor.
Hamlet: Pues no le permitáis pasearse al sol. Concebir es un placer, pero si
la idea de concebir la concibe tu hija, eso es otro cantar.
(HAMLET se aleja leyendo)
Polonio:¿No lo dije? Sigue obsesionado por mi hija. Y, sin embargo, al
principio no me reconoció y creyó que era el pescadero. Es que está ido,
completamente ido. Si he de decir la verdad, yo también sufrí mucho en mi
juventud, y de manera parecida, por cuestiones de amor. Pero vuelvo a
hablarle.
POLONIO.– ¿Qué leéis, mi señor?
HAMLET.– Palabras, palabras y más palabras.
POLONIO.– ¿Cuál es el argumento?
HAMLET.– ¿El argumento entre quién?
POLONIO. -- Quiero decir el argumento de lo que leéis, señor.
HAMLET. -- Calumnias. Este sátiro sinvergüenza dice que los viejos tienen
barbas blancas, caras llenas de arrugas, poca inteligencia, flojera de piernas,
y ojos que rezuman un líquido ambarino parecido a la savia de los árboles.
Con todo lo cual estoy completamente de acuerdo; pero no creo que sea
decente ponerlo por escrito. Vos mismo podríais ser tan joven como yo, si
pudieran andar hacia atrás, como un cangrejo.
POLONIO (aparte) (Me parece que hay cierto método en su locura). ¿Os
gustaría estar al resguardo del aire, señor?
HAMLET.– Cuando me entierren.
POLONIO. -- (aparte) (Efectivamente. Allí estaría al resguardo incluso de un
vendaval. Sus respuestas son muy atinadas. A menudo, la locura acierta
donde fallan la razón y la cordura. Pero, creo que será mejor dejarlo solo con
sus pensamientos y con mi hija.) Señor, me despido de vos.
HAMLET.– No hay nada que yo despediría con mayor placer, excepto mi vida,
excepto mi vida, excepto mi vida…
POLONIO.– Adiós, señor.
(Se va POLONIO) Queda HAMLET solo.
HAMLET. -- Últimamente, y sin saber por qué, he perdido toda la alegría y el
deseo de ocuparme de las tareas cotidianas. Tengo tal pesadumbre en la
mente que esta gran fábrica, la Tierra, me parece un promontorio yermo; y
esa bóveda cristalina, ese firmamento majestuoso tachonado de fuego áureo,
sólo me recuerda una infecta y nauseabunda licuefacción de vapores. ¡Qué
obra de arte es el ser humano! Sus poderes de raciocinio le ennoblecen; sus
facultades son infinitas; la forma de su cuerpo, su soltura y agilidad son
dignas de admiración; su capacidad intelectual le acerca a los ángeles, ¡a los
mismos dioses! Es lo más bello del mundo, el más perfecto de todos los
animales y, sin embargo, no puedo deleitarme en la contemplación de lo que
finalmente será tierra, polvo, sombra, nada.
(Suenan unas trompetas y sale POLONIO)
POLONIO. -- ¡Ah, señor! Los representantes acaban de llegar.
HAMLET. -- Debo informaros de algo. Cuando Ginés era actor en Roma, hace
cientos de años, los representantes llegaban montados en asnos.
POLONIO.– (leyendo un libro) Dice aquí que son los mejores actores del
mundo, ya sea para tragedias, comedias, pastoriles, y para otras piezas
inclasificables, incluso para recitar romances. Convierten a Séneca en poco
aburrido y a Plauto en muy divertido. Sea para representaciones en palacio o
en los teatros públicos, esta es la mejor compañía.
HAMLET. -- -- ¿Sabéis qué tesoro tenía Jefté, juez de Israel, en su casa?
POLONIO.– ¿Qué tesoro tenía, señor?
HAMLET.–– *Leyendo como si fuera un poema*
Tan solo una hija bella
a quien amaba en extremo
POLONIO. -- -- (aparte) (¡Siempre pensando en mi hija!)
HAMLET.–– ¿No tengo razón, anciano Jefté?
POLONIO.–– Si soy Jefté, entonces es verdad que tengo una única hija a la
que amo en demasía.
HAMLET.–– No, no es eso lo que sigue
POLONIO.–– ¿Qué sigue entonces, señor?
Hamlet: Pues…
Que, Como, en mala hora
Dios no ignora

Y luego ya sabéis

Vino ello a suceder,


como era de temer

(Aparece un ACTOR y HAMLET se acerca a él olvidándose de POLONIO)


HAMLET. -- -- ¡Bienvenido, bienvenido, querido amigo! Me alegro mucho de
verte. Te has dejado crecer la barba, ¿eh? ¿Vienes por casualidad a subirte a
mis barbas en Dinamarca? Quiero que recites una relación ahora mismo.
Tengamos una prueba adelantada de tu arte. Oigamos versos conmovedores.
ACTOR.–– ¿Qué relación, señor?
HAMLET. -- -- La que te oí recitar en cierta ocasión. Aunque, si bien recuerdo,
no llegó a representarse; o si se representó, fue solamente una vez, pues la
pieza, como el caviar, no gustó a la gente común. Pero era, según oí decir a
otros cuyo juicio respeto, una tragedia excelente, con lances bien
desarrollados y elaborada con tanto arte como ingenio. Recuerdo que alguien
dijo que no tenía ensalada de versos, para que el banquete fuese más
sabroso; y que al poeta no se le podía acusar de pretencioso ni de afectado,
pues su estilo era tan profundo como dulce. Lo que más me gustó fue el
parlamento que Eneas dice a Dido, especialmente la parte en que pinta el
asesinato de Príamo. Si te acuerdas bien, comienza con un verso que dice…
¿cómo es?
El rudo Pirro, como un tigre hircano…
No, no era así. Pero empezaba con Pirro:
El rudo Pirro, cuya gran coraza,
tan oscura como sus intenciones,
a la negra noche se asemejaba cuando furtivo yacía en el troyano
corcel, teñido está de la cabeza
a los pies de sangre de padres, madres,
hijos y doncellas. Las calles, rojas
como hornos del averno, contienen
flameantes edificios que iluminan,
envueltos en saña, odio y rencor,
los múltiples y espantosos crímenes de su único dueño
rey y señor. Así adornado de sangre cuajada,
con ojos ardientes como carbunclos,
el infernal Pirro a su presa busca:
Príamo, anciano padre del asesino del padre de Pirro,
el divino Aquiles.
Continúa ahora tú.
POLONIO. -- -- Por Dios, señor, que lo habéis recitado con brío y magníficos
gestos. ¡Bien hecho!
Actor:
Pronto Pirro halla al anciano Príamo
en vano pretendiendo matar a los griegos.
La vieja hoja, demasiado pesada,
de su débil brazo al suelo se abate,
lejos de su alcance. Estando el troyano
ahora a su merced, Pirro se le arroja,
la espada girando rabiosamente.
Pero bastó la racha de su acero
para que el viejo cayera de hinojos.
Entonces la fuerte ciudad de Troya,
como si hubiese recibido el golpe,
cabeza en llamas, se hunde en sus
cimientos y el horrísono estallido
congela de Pirro la espada que descendía
sobre la nevada cumbre de Príamo.
Como en la pintura de un regicidio
así queda Pirro, la espada en alto,
neutro observador de su cuerpo y mente.
Y no hace absolutamente nada.
POLONIO. – Esto se va alargando un poco.
HAMLET. -- Lo llevaremos al peluquero junto con tu barba para que recorte a
ambos. (al ACTOR). Por favor, continúa. A éste sólo le gustan los entremeses
y los chistes verdes. Dale algo más largo y se duerme. Recita ahora lo de
Hécuba.
ACTOR.– ¿Quién, cielos, ha visto a la reina móvil…
HAMLET. -- ¿Móvil? Yo diría… «más vil».
POLONIO. – Y yo también.
Actor:
… descalza, queriendo sofocar fuegos
, de cada ojo un gran raudal de lágrimas,
con gorro de dormir dónde corona luciente
resplandecía antes, y una manta,
efecto del pánico, en vez de manto
real ciñendo sus ajadas vergüenzas?
Quien así la-
POLONIO.– (a HAMLET) Mira, ¿no tiene el rostro desencajado y lágrimas en
los ojos? ¡Basta, por favor!
HAMLET. -- (al actor) Ya es suficiente. (A polonio) Y vos, mi buen señor,
¿podéis aseguraros de que los comediantes reciban buen hospedaje, ois?
Tratadlos bien, porque a su cargo está representar breve y esencialmente las
crónicas de nuestros tiempos.
POLONIO.– Señor, los trataré como se merecen.
HAMLET. -- ¡Por Dios, hombre, mucho mejor que eso! tratadlos como os
gustaría que os trataran: con honor y dignidad.
POLONIO.– Ven conmigo.
HAMLET. -- Síguele. Mañana tendremos funcion ¿Os habéis aprendido El
asesinato de Gonzago?
ACTOR. -- Sí, mi señor. Y ¿podríais, si fuese necesario, insertar un trozo de
unos doce o dieciséis versos escritos por mi?
ACTOR.– Sí, señor.
HAMLET. -- Espléndido. Vete con ese caballero, pero sin burlarte de él ¿eh?
¡Hasta mañana amigo, bienvenido a Elsinor!
Actor: Adiós, seño
Hamlet: Ya estoy solo, ¡Parezco un esclavo!
No es sorprendente que aquel actor pueda lograr sacar carcajadas, lágrimas
de sus ojos, simular la ira, todo en mera ficción?
¿Qué haría él si tuviera los mismos problemas que yo tengo ahora?
¡Inunda de lágrimas el teatro!
Yo, Un príncipe encargado por el espectro de su padre a asesinar a su tío…
Sin embargo, Esta función teatral será la manera en la que revelare si la
historia de aquel fantasma fue real, y si sus mandatos tienen sentido alguno,
Incluso por más ficticios que sean los sucesos de la obra, si es que la historia
del fantasma fue cierta, se verá en los ojos del Rey Claudio la culpa, la
traición, y no tendrá mejor prueba que esa.
(Sale HAMLET)
ACTO 3
escena 1
(Salen GERTRUDIS, CLAUDIO, POLONIO,OFELIA, GUILDENSTERN y
ROSENCRANTZ)
Polonio: Y no creeis, que de algún modo, vosotros podrías “investigar” al
príncipe hamlet

POLONIO.– …y me ha rogado que pida a vuestras majestades que asistan a


la representación de esta noche.
CLAUDIO.– Allí estaré y con sumo placer, pues me alegra comprobar que se
interesa por algo tan inofensivo como es el teatro.
GERTRUDIS.– Podéis decirle que yo también iré.
CLAUDIO. -- Y ahora, amada Gertrudis, debes dejarnos solos. He mandado
recado a Hamlet para que venga aquí pronto, a hablar conmigo en privado.
Pero mi intención es que accidentalmente se encuentre con Ofelia. Su padre
y yo nos escondemos detrás de aquella cortina para ver sin ser vistos. Y así
esperamos averiguar, observando su conducta, si la causa de su desconsuelo
es el amor que siente por Ofelia o no.
GERTRUDIS. -- Te obedezco. Pero antes quiero decirte algo, Ofelia.
Sinceramente espero que la causa de las manías de Hamlet sea tu belleza. Y
también que sean tus virtudes, Ofelia, las que le devuelvan al camino de la
normalidad, para mayor honra de los dos.
OFELIA.– Así lo espero yo también, señora

(Se va la reina)

POLONIO. -- Ofelia, paseate por aquí. Pero con elegancia y discreción. El


Rey y yo nos ocultaremos allá. Y lee este libro mientras esperas, pues la
apariencia de tal actividad mostrará tu temor de Dios. A menudo se ha
comprobado que sólo con la devoción y obras pías se puede ocultar el mismo
diablo. Ya viene por allí. Escondámonos, señor. Sale HAMLET por un lado
mientras
(OFELIA permanece, desapercibida por él, al otro extremo del tablado)
HAMLET. -- Ser o no ser. Esa es la cuestión. ¿Qué es más noble?
¿Permanecer impasible ante la adversidad o afrontarla y terminar con todo?
Morir es dormir, acaba con ansiedad y padecimientos. Morir es deseable, pero
tememos a los sueños tras la muerte, prolongando desdichas. Si supiéramos
que la muerte acaba todo, ¿quién soportaría el sufrimiento actual? El temor a
lo desconocido paraliza y preferimos el mal actual. La duda nos hace
cobardes y desvía del racional curso de acción. Pero interrumpimos, veo a
Ofelia. Perdona mis pecados, ruega por mí, bella Ofelia
OFELIA. -- Señor, ¿cómo estáis? Hace muchos días que no sé de vos.
HAMLET.– Muy bien… Te doy las gracias por preguntar.
OFELIA. -- Aquí os traigo algunos regalos vuestros que hace ya muchos días
quería devolveros. Os pido que los aceptéis.
HAMLET. -- ¿Regalos míos? No, yo nunca te regalé nada.
OFELIA. -- Señor, vos sabéis muy bien que me los disteis. Y con tan dulces
palabras que los hizo doblemente valiosos para mí. Pero ahora que su
perfume se ha disipado, quiero devolverlos. Para las almas nobles los regalos
pierden su valor cuando la persona que los ha dado muestra poca gentileza.
HAMLET. -- ¡Ah! ¿Tenéis un alma noble?
OFELIA.– ¿Señor?
HAMLET.– ¿Eres bella?
OFELIA.– ¿Qué queréis decir?
HAMLET. -- Que si eres bella y de alma noble, entonces no deberías permitir
que se hablará de tu belleza.
OFELIA. -- ¿Es posible hablar de belleza sin nobleza?
HAMLET.–¡Absolutamente! La belleza fácilmente corrompe un alma noble,
pero un alma noble difícilmente hará virtuosa a la belleza. Para los Antiguos
eso era una paradoja, pero en los tiempos que corren es un casi un axioma.
Hubo un tiempo en que te amaba…
OFELIA.– Así me lo hicisteis creer, señor.
HAMLET. -- Pues no deberías haberlo creído. La verdad ya no se encuentra
en los hombres, aunque finjan decirla. Nunca te amé…
OFELIA.– Entonces me engañé a mí misma.
HAMLET. -- ¡Vete a un convento! ¿Es que deseas ser madre y dar al mundo
más pecadores de los que ya hay? No soy peor que la mayoría de los
hombres, pero ¡ojalá hubiese muerto en el vientre de mi madre! Soy
orgulloso, vengativo, ambicioso y despreciable. Pero ¿qué quieres que haga
cuando me arrastro como un gusano entre la tierra y el cielo? Los hombres
somos todos unos miserables. No pongas tu fe en ninguno de nosotros. ¡Vete
a un convento! ¿Dónde está tu padre?
OFELIA.– En su casa, señor.
HAMLET.– Mantenlo encerrado bajo llave; y no le permitas hacer el tonto más
que en su propia casa. Adiós.
OFELIA.– ¡Dios mío, tened piedad de él!
HAMLET.– Pero si decides casarte, sírvase esta predicción de regalo de
boda: Aunque seas más fría que el hielo y más blanca que la nieve, no
podrás evitar la calumnia. ¡Vete a un convento, te digo! O cásate con un
imbécil, porque un listo sabe muy bien que lo convertirás en un monstruo
mendaz. ¡Vete a un convento! ¡Y pronto!
OFELIA.– ¡Oh santos del cielo, devolvedle la salud!
HAMLET. -- Y no pienses que me engañas con tus afeites y acanaladuras.
Dios te da un rostro y tú te pones otro. Menear las caderas provocativamente,
adoptas voz de niña y finges ignorancia cuando sabes latín. ¡Vete a…! Pero
no quiero repetirlo, me enfurece más. No se habla más de boda. Los que ya
están casados no tienen remedio, pero los demás todavía nos podemos
salvar. ¡Vete a un convento! ¡Vete de una vez!

(HAMLET se va)
Ofelia:Oh, cómo me duele ver desvariar una mente como la suya! ¡Él, que
tiene lengua de cortesano, imaginación de poeta y espada de soldado… que
es la esperanza y la flor de su país, modelo de elegancia, espejo de gentileza
al que todos admiran, diciendo disparates! Triste de mi, yo, que guste de la
miel de sus dulces promesas, escucho ahora el discurso disonante, cual
música de instrumento

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