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Tesis Carnevale

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL SUR

TESIS DE MAGISTER EN DERECHO CON ORIENTACION EN DERECHO PENAL

ANTECEDENTES PENALES Y REINSERCIÓN


LABORAL EN ARGENTINA

Carlos A. Carnevale

BAHIA BLANCA ARGENTINA

2015
PREFACIO

Esta Tesis se presenta como parte de los requisitos para optar al grado Académico de Magister en
Derecho con Orientación en Derecho Penal, de la Universidad Nacional del Sur y no ha sido
presentada previamente para la obtención de otro título en esta Universidad u otra. La misma
contiene los resultados obtenidos en investigaciones llevadas a cabo en el Departamento de Derecho
durante el período comprendido entre el__/_ / yel_ / / _ (fecha de inscripción a la carrera y

fecha de presentación de la tesis), bajo la dirección del ...... Gabriel Bombini.


Resumen

El presente trabajo de investigación parte de la hipótesis de que el trabajo es una de las herramientas
más importantes para lograr la resocialización de las personas que han estado privadas de la libertad y
que los antecedentes penales significan una barrera infranqueable para acceder a un puesto de
trabajo.

En el primer capítulo se analiza el origen y la evolución que ha tenido el registro de antecedentes

penales desde las primeras civilizaciones en las que se observan símbolos utilizados con ese fin hasta

los mecanismos más modernos utilizados en la actualidad.

Asimismo, se vincula su evolución con las prácticas vinculadas al control social y la estigmatización
que ello genera en los individuos que han pasado por las cárceles.

Todo ello, sin perder de vista el ideal resocializador que forma parte de las políticas de ejecución de la
pena en países con prmcipios constitucionales como el nuestro.

Por último, se vincula los temas analizados con la problemática de la reinserción laboral.

En el capítulo segundo se analizan los diferentes sistemas de regulación de los antecedentes penales
teniendo en cuenta que la publicidad resulta ser un factor determinante. Se desarrollan los

mecanismos utilizados en Estados Unidos, Australia e Inglaterra donde los AP son utilizados como

una herramienta de protección de la sociedad. Por otro lado, se encuentra países como Holanda,

Francia, España y Alemania que intentan lograr un equilibrio entre la seguridad y la privacidad.

En el tercer capítulo se realiza un amplio desarrollo de lo que ocurre en Argentina respecto de los
AP. Para ello, en primer lugar se grafica el origen y evolución de los registros de AP. Seguidamente,
se analiza la regulación existente en la materia y por último, se detallan los problemas que la misma
ha generado en la práctica, resultando que muchos de ellos se deben a las falencias legislativas y a las
limitaciones que impone el propio Estado.

Finalmente, se analizan los diferentes proyectos de reformas legislativas existentes en la materia.

En el capítulo cuatro se encuentran las conclusiones, efectuando una comparación entre la legislación
argentina con los diferentes sistemas de regulación de los AP.
Finalmente, se señalan los aspectos relevantes que deben ser considerados para el análisis y discusión
de la problemática en nuestro país.
INDICE

Capítulo 1

Los Antecedentes Penales.

1. Origen y evolución del registro de antecedentes penales.


2 Control social y estigmatización.

3. El ideal resocializador.

4 Antecedentes penales y reinserción laboral.

Capítulo 2
Sistemas de regulación de los Antecedentes Penales.
1. La publicidad como factor determinante.

2. Los antecedentes penales como herramienta de protección de la sociedad.

2.1. Estados Unidos.

2.2. Australia.

2.3. Inglaterra.

3. El equbibrio entre la seguridad y la privacidad.

3.1. Holanda.

3.2. Francia.

3.3. España.

3.4. Alemania.

Capítulo 3
Los Antecedentes Penales en Argentina.
1. Origen y evolución.

2 Derecho de Registro Penal.

3. Registro Nacional de Remcidencia (Ley 22.117).


4 Conflictos suscitados en la práctica.

4.3 Limitaciones impuestas por el propio Estado.

4.4 Suspensión del Juicio a Prueba.


4.5 Obtención de la licencia de conducir.

4.6 Posibilidad de rehabilitación.

5. Proyectos de reforma.
5.1 Proyecto de Ley de reforma integral (Mensaje Nro. 0899/10). Expediente: 0016-PE-
2010.

5.2 Proyecto de reforma de reemplazo del Certificado.

Capítulo 4
Conclusiones
1. Comparación de la legislación argentina con los diferentes sistemas de regulación de los AP.
1.1 Finalidad de la ejecución penal.
1.2 Publicidad vs. Privacidad.
1.3 Alcance de la publicidad.
1.4 Mecanismos de obtención de los informes.
1.5 Políticas de rehabilitación.
1.0 Plazos de caducidad.
2. Cuadro comparativo.
3. Aspectos relevantes a considerar en la legislación argentma.
31 Posibilidades laborales.

32 Trascendencia pública.
3.3 Alcance de la información.

34 Registros.

3.5 Plazos de caducidad.

3.6 Rehabilitación.
Capítulo 1

Los Antecedentes Penales.

1. Origen y evolución del registro de antecedentes penales.

Los antecedentes penales (AP) pueden ser definidos como el instrumento de constatación de

circunstancias jurídicamente relevantes vinculadas a un proceso penal. De este modo, se convierten

en un elemento fundamental no sólo de conocimiento del pasado, smo de valoración para el presente
con consecuencias para el futuro.

Frente a la existencia de este registro, históricamente validado en cuanto a su función de control y


evaluación de conductas, importa analizar desde el punto de vista del derecho positivo, cual es el
alcance que los AP poseen o al menos cual es la misión que la estructura jurídica les ha asignado.
Básicamente, tienen por objeto comprobar la existencia de infracciones anteriores jurídico penales,
cuando de las mismas se deriven importantes consecuencias como la agravante por reiteración
delictiva o cuando esta constituye un elemento típico o un indicio de peligrosidad. Por último, juega

un papel definitivo a la hora de la concesión de la condena de ejecución condicional.

Pero sabido es que sus consecuencias exceden el ámbito netamente procesal y escapan al ámbito de
la aplicación normativa. Se trata de finalidades que le otorgan a los AP un evidente carácter negativo,
a la par de constituir un elemento altamente estigmatizante. Por un lado, la exigencia de presentación
del certificado para la inmensa mayoría de las actividades sociales, profesionales y laborales tanto
privadas como estatales, entorpecen o impiden a quienes fueron penados la obtención de un status

fundamental para la pretendida reinserción social. Teniendo en cuenta la incidencia negativa de la


existencia de AP, o al menos, de la publicidad de los mismos, se puede afirmar que las consecuencias

del delito no se agotan con la pena y muchas veces la pena privativa de la libertad se prolonga como
una sombra para el condenado durante el resto de su vida (Roxm, 1981: 23). Una forma institucional
de diferenciar al delincuente del resto de la sociedad. Encontramos así, otro ejemplo más donde el
Derecho Penal no es sino el resultado del conflicto de intereses entre los que predominan los
intereses particulares de la clase dominante (Baratta, 1998: 71) y cuyo desarrollo va unido
indefectiblemente al de los medios de control. En este contexto, los AP cumplen una función clara y
definida de control y estigmatización del delmcuente. Constituyen sin lugar a dudas, el mayor
impedimento para alcanzar la pretendida reinserción social.
La historia y evolución de los AP no es otra cosa que la historia misma de los medios de control
estatal, valiéndose de este mecanismo para obtener una especie de “marca” que identifique al
delincuente. El registro de AP produce la deprimente certeza de la constante presencia de un interés,
de una minterrumpida atención, de una puntillosa y capilar actividad de control (Baronti, 1980: 52).

Como bien expone Foucault, en el viraje de los dos siglos, una nueva legislación define el poder de
castigar como una función general de la sociedad que se ejerce de la misma manera sobre todos sus
miembros y en la que cada uno de ellos está igualmente representado; pero al hacer de la detención la

pena por excelencia, esa nueva legislación introduce procedimientos de dominación característicos de

un tipo particular de poder. Así, la prisión, la región más sombría dentro del aparato judicial, es el
lugar donde el poder de castigar, que ya no se atreve a actuar a rostro descubierto, organiza
silenciosamente un campo de objetividad donde el castigo podrá funcionar en pleno día como
terapéutica, y la sentencia inscribirse entre los discursos del saber (Foucault, 1975).

Sabido es que poder y control siempre han estado estrechamente vinculados y los AP resultan ser
una herramienta fundamental para esa misión. Respecto del delincuente, quien ostenta el poder tiene
la necesidad de controlarlo más allá de los límites establecidos para el cumplimiento de la condena
por dos motivos: en primer lugar, para comprobar hasta qué punto la pena impuesta ha sido eficaz y,
en segundo lugar para poder reproducir —de un lado- la delincuencia socialmente necesaria y —de
otro- aumentar la represión en aquellos sectores que demuestren una especial virulencia contra lo
establecido (Grosso Galvan, 1983: 13).

A lo largo de la historia del Derecho Penal se advierte que ha sido común la utilización del
incremento de la pena como reacción frente al fenómeno de la recaída en el delito. Uno de los
primeros antecedentes escritos que se pueden mencionar, resulta ser la disposición de Manú en el
Manava Dharma Sastra indio", que establecía que: "el Rey castiga primero con la simple
amonestación, después con severos reproches, la tercera vez con multa, finalmente con la pena
corporal" (VIII-129). A modo de ilustración el párrafo 237 del libro 9 mandaba a señalar la frente de
los delincuentes con una marca diferente, según fuere el delito cometido: “Que por haber mancillado
el lecho de su padre, se imprimiera sobre la frente del culpable una señal representattva de los
órganos sexuales de la mujer; por haberse emborrachado, dando con ello escándalo público, se le
grave una señal que muestre la bandera distintiva de los destiladores de alcohol; por haber robado el

1 Disponible en https:/ /www.laneros.com/attachments/codigo-de-manu-completo-pdf.111749.


oro de un sacerdote, el pie de un perro; por el asesinato de un Brahamán, la figura de un hombre sin

cabeza; etc.”.

También se conocen antecedentes sobre la reincidencia en la antigua civilización China: el emperador


SCIUN (2285 a. de C.) ordenaba castigar con la pena de muerte los delitos premeditados así como
los cometidos por los reincidentes. En el antiguo Derecho hebreo (S.XIII a. de C) los delitos
punibles con azotes se castigaban, en caso de remcidencia, con una especie de cadena perpetua tan
dura que constituía en realidad una pena de muerte indirecta. También los persas y los griegos en el
siglo IV a. de C. comciden en la conveniencia de castigar más severamente la recaída en el delito
(Fernández, 2005 pág. 9). En Grecia, los szgmata, impuestos a los desertores y esclavos fugitivos
facilitaban su captura y permitían aplicarles las penas a que se habían hecho acreedores. En Roma, las
Inscriptiones frontis, mencionadas por Séneca, tenían análoga finalidad (Kent, 1991). Por otra parte,

entre los antecedentes legislativos germánicos se encuentran las Capitulares de Carlomagno que
sancionaban con progresiva dureza la recaída en el delito de hurto y el Derecho Canónico clásico
elaborado a partir del Decreto de Graciano (s. XID, consideraba la remcidencia delictiva como
agravante en casos tales como la herejía y el concubinato.
Aparece así una evidente dificultad que suponía el reconocimiento de aquellos sujetos que habían
sido precedentemente condenados, obstáculo que fue superado en muchas civilizaciones a través de

un procedimiento tan cruel como eficaz: el único modo de reconocer a los reincidentes era marcarlos
en sus cuerpos, bien cortándoles las orejas, dándoles en ellas una tijeretada, o bien poniéndoles

alguna otra señal, como el grabarles a fuego una “T” en la espalda o debajo de un brazo (Tomas y
Valiente, 1969: 334). Se estableció así la marca penal como único sistema válido para comprobar si
una persona había tenido o no anteriores conflictos con la ley. A este procedimiento se le denominó
“tatuaje Judicial” y se justificó en aquel entonces como “...un deber imperioso en la moral primitiva,
ya que la moral humana consagra e impone siempre aquello que es útil para la conservación de la
especie” (Ferri, 1933: 15).

En Francia la denommada “flor de lis” fue el estigma más difundido y hasta el año 1592 el signo se
estampó en la frente. Posteriormente se produjo una especie de clasificación según el delito en que se
hubiere incurrido. Para ello se estampaban las letras V, F ó W. A partir de 1724 las personas que
fueran condenadas a galeras se les estampaba la palabra “GAL”, marca que fue abolida por la
Asamblea Constituyente, pero restablecida posteriormente para los que fuesen reincidentes,

suprimiéndose en forma definitiva en 1821. En 1832, Francia abolió en forma definitiva la marca de
fuego para señalar a los delmcuentes.
Asimismo, en Italia se advierte una completa regulación de la reincidencia en algunos estatutos
medievales como el de Padova de 1236 (Fernández, 2005: 11). Carrara recuerda la estigmatización

que implicaba al referirse a los condenados como homtnes stigmate, por consistir la marca en la letra
micial del delito cometido o de la pena sufrida; y refiere que el sello se mantuvo en algunas provincias
italianas hasta su tempo como pena accesoria, con el fin de hacer identificable al condenado en caso
de fuga o reincidencia, y consistía en las letras TF (tavanx forcés) impresas en la espalda (Ferrajol,
2005: 442). Las consecuencias prácticas de la marca penal como sistema de estigmatización para
distinguir los reincidentes de aquellos que delinquían por primera vez no era de fácil determinación
en cuanto no existía un reflejo documental de la misma, por lo que el delincuente habitual lo que
tenía que hacer era simplemente no reincidir en la misma localidad (Tomás y Valiente, 1969: 345).
Esta falta de sistematización en la aplicación de la marca va a convertir a la misma más en una pena
que en una evidencia de la misma. Como sostenía Foucault (1975: 17): “habrá que esperar a que el
cuerpo desaparezca como blanco mayor de la represión penal” para que los antecedentes presenten
un aspecto más civilizado pero no por ello, menos estigmatizante.

A finales del s. XVIII, se micia en toda Europa el movimiento codificador donde se ven reflejadas las
ideas reformistas de la Ilustración y junto a la Revolución Francesa, significaron avances importantes
en la consideración del delincuente pero no resultaron suficientes para generar cambios significativos
en la consideración punitiva frente al reo remcidente. Con la aparición en 1760 del “casier Judiciare”
francés como consecuencia de la Revolución Francesa, la Policía fue la primera en adoptar el sistema
del Registro de Procesados y Penados. La caída de la Monarquía y la entronación de la República con
su nuevo caudal normativo va a hacer que en 1808, al proclamarse el “Code d'mstruction

criminalle”, se incluya al Registro Central Judicial como mstrumento de necesaria creación. A partir
de este momento, y ayudado por la sistemática implantación del Código de Napoleón en toda
Europa, el Registro de Sentencias se irá generalizando hasta cobrar esa importancia fundamental que
desde mediados de siglo pasado ha tenido hasta nuestros días (Grosso Galván, 1983: 15).

A partir del año 1854 la antropología comienza a tener un papel preponderante entre las demás

ciencias y no escapó a la observación de los estudiosos la necesidad de llevar a la práctica un método


de identificación basado en las diferencias que muestran entre sí las diversas secciones del cuerpo
humano. Diez años después, el antropólogo francés Brocca, en uno de sus trabajos, enumera los

instrumentos a emplearse en la práctica de las mediciones del cuerpo. En Italia, en el mismo año, el
Dr. Morselli comenzó a tomar medidas del cuerpo humano a los dementes que se encontraban bajo

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su atención médica. Posteriormente, Lombroso divulgó los procedimientos de Brocca para llevar a
cabo las mediciones anatómicas. Quien realmente logró un gran avance en el sistema de

identificación de los delincuentes, fundado en las medidas de las diversas secciones del cuerpo
humano, fue Alfonso Bertillón, quien presentó su método antropométurico en la Prefectura de Policía

de Paris, en el año de 1881. Al año siguiente se autorizó su implantación a manera de prueba y tres
años después se recomienda a Francia el empleo del método de Bertillón en todos los presidios y en
1888 este método logra su consagración oficial al aplicársele en forma obligatoria en todo el país
(Castro Lujan, 1965: 180).

En 1891 el profesor austriaco Juan Vucetich, quien había emigrado a la Argentina y prestaba sus
servicios en el Departamento de Policía de la ciudad de La Plata, presentó un método muy original
de identificación de los delincuentes mediante la clasificación dentro de una tabla de valores de las
impresiones o huellas digitales. Este investigador obtuvo permiso para comenzar a probar esta nueva
modalidad de identificación en el propio Departamento de Policía de La Plata, con resultados

realmente sorprendentes y que causaron verdadera sensación en todos los círculos policiales y
judiciales de la nación Argentina. Con poca inversión desde el punto de vista económico e
improvisando un archivo dentro de un viejo ropero adquirido mcluso en una venta de muebles
usados, Vucetich aportó a la criimmología el tan buscado método de identificación, cien por ciento
efectivo, para la comprobación de la remcidencia de los delitos en las personas. De tal forma que en
el Congreso Internacional de Ciencias, efectuado en Río de Janeiro en 1905, el sistema ideado por

Vucetich fue presentado para su estudio y discusión, donde se logró un pronunciamiento por parte
de una Comisión nombrada para tal efecto, que significó la consagración internacional del sistema, al

que se le calificó como la solución definitiva del permanente problema de la identificación personal.

La consagración defmitiva del método de la dactiloscopia se obtuvo en 1906 cuando la Academia de

Ciencias de Francia, a solicitud de su Ministerio de Justicia, estudió minuciosamente los distintos

métodos existentes para comprobar la identidad de las personas: la antropometría, el sistema


Vucetich, el sistema Henry, entre otros. Una comisión integrada por cinco miembros de la Academia

anunció por unanimidad su criterio a favor de la dactiloscopia y concretamente recomendó el


método Vucetich, que de inmediato comenzó a divulgarse a través del mundo entero (Castro Lujan,
1965: 181).
La transformación del sistema de marcas en un sistema más civilizado permitió mantener la casi

unánime aceptación de un método menos cruel pero no por ello menos perjudicial para el desarrollo

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del sujeto sometido a proceso. Pocas fueron las voces que se alzaron en contra de este sistema en
cualquiera de sus formas. Recién en el año 1970 y producto de la preocupación de Foucault por lo
que estaba ocurriendo en las cárceles francesas, puede encontrarse una de las primeras
manifestaciones públicas en contra del registro de AP.

Durante la década del 70 en Francia, el movimiento de inspiración maoísta denominado “Izquierda

Proletaria” fue disuelto por el gobierno francés y varios de sus militantes fueron encarcelados por
haber intentado su reconstrucción a través de la venta del diario La Cause du Peuple. Los militantes
encarcelados iniciaron varias huelgas de hambre para que se los reconociera como presos políticos,
estatus que por entonces otorgaba algunos derechos de reunión. Asimismo, con su medida

intentaban llamar la atención sobre la situación del sistema penitenciario. Un grupo de activistas e
intelectuales se unieron para coordinar una comisión de mvestigación sobre las prisiones. Entre ellos
se encontraba Michel Foucault, quien transformo la idea original en una producción de información,

una manera de insistir a la vez en la experiencia colectiva de pensamiento y en una toma de la palabra
de los detenidos: los investigadores son los investigados. Así nació el GIP (Grupo de Información
sobre las Prisiones). Su efecto fue múltiple: una de las primeras consecuencias fue el ingreso a las
prisiones, hasta entonces prohibido, de la prensa.

El mecanismo de difusión era por medio de manifiestos mimeografiados. El primero firmado, leído y
entregado a la prensa por Foucault es del 8 de febrero de 1971 que comenzaba diciendo:

Nmguno de nosotros tiene la certeza de escapar a la prisión. Hoy, como nunca


antes. El control policial sobre nuestra vida diaria se estrecha: en la calle y en los
caminos; alrededor de los extranjeros y los jóvenes; ha reaparecido el delito de

opinión; las medidas contra las drogas multiplican la arbitrariedad. Estamos bajo el
signo de la “detención por averiguación de antecedentes”. Nos dicen que la justicia
está desbordada. Lo advertimos claramente. Pero ¿si fuera la policía que la ha
desbordado? Pero ¿si fuera la población la que es encarcelada en exceso?
(Foucault, 1994: 169).

El primer folleto realizado por el GIP seguía el orden de las secciones de los cuestionarios que
habían circulado en forma clandestina en una veintena de presidios y centrales penitenciarias. El

mismo concluye diciendo que:

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Entre las demandas inmediatas de los detenidos y su familia figura en primerisimo

lugar la abolición del registro de antecedentes penales:

- Este registro descalifica desde el micio la pretensión hipócrita de hacer pasar la


prisión por un lugar de reeducación;

- Al prohibir el acceso a la función pública a quienes tienen antecedentes penales, El


Estado juzga todos los días el valor de su propio sistema penitenciario;

-— El sistema judicial contradice el derecho al trabajo: condena a los ex detenidos al

desempleo, la arbitrariedad de los empleadores y los trabajos más explotados, y

- Conel registro de antecedentes penales no hay liberación, sólo sentencias


en suspenso.

La abolición del registro de antecedentes penales será el tema de nuestra


próxima campaña.

Posteriormente, se publicaron cuatro opúsculos que tuvieron una importante repercusión en la


opinión pública, cuya pretensión no consistió en mejorar ni suavizar el régimen carcelario sino en
atacar directamente al corazón del sistema penal vigente

El propósito de estos documentos y de otros, era organizar diferentes campañas para denunciar las
repugnantes condiciones de detención y a la totalidad del sistema judicial que las produce y las
sostiene.

Así, se ha publicado que el Estado al negar la contratación laboral de personas que tienen
antecedentes penales, demuestra claramente que él mismo no confía en los resultados de sus cárceles.
Se preguntaban ¿Cómo podemos reconocer que la prisión tiene una función de rehabilitación, si la
persona al concluir con su encarcelamiento no es rehabilitada para el trabajo? Concluyendo que un
individuo estigmatizado, reincide en el delito con más facilidad (Kiefer, 2008: 6).

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2. Control social y estigmatización.

Los griegos crearon el término estigma para referirse a signos corporales con los cuales se intentaba
exhibir algo malo y poco habitual en el status moral de quien los presentaba. Los signos consistían en
cortes o quemaduras en el cuerpo, y advertían que el portador era un esclavo, un criminal o un

traidor (Goffman, 2006: 11). En la actualidad, el termino es ampliamente utilizado con un sentido
bastante parecido al original, pero ahora para designar preferentemente al mal en sí mismo. En
algunos casos el estigma ya no se manifiesta con signos corporales, la diferencia del estigmatizado no
se revela de modo inmediato. Como afirma Pager, los antecedentes penales son una nueva forma de
estratificación social y constituyen un estigma certificado por el propio Estado (Pager, 2008). En
estos casos, Goffman señala que no se trata en realidad de una persona desacreditada, sino
desacreditable.

Siguiendo la esquematización que Goffman realiza en su obra, se pueden establecer tres momentos
en la construcción del estigma, que claramente pueden ser trasladable a los sujetos con AP durante el
proceso de reinserción social.

El primero de ellos, vinculado a la identidad social, tiene lugar cuando un individuo que podía
haber sido fácilmente aceptado en un intercambio social corriente posee un rasgo que puede
imponerse por la fuerza a nuestra atención y que nos lleva a alejarnos de él cuando lo encontramos,

anulando el llamado que nos hacen sus restantes atributos. Ese “rasgo” tiene algún componente que
de ser conocido, condiciona la relación del sujeto con el medio. En el caso del portador de AP, posee
una condición que condiciona. No importa el delito que haya cometido, el tiempo que haya estado
privado de la libertad ni su relación actual con el delito, en todos los casos, será observado de

diferente manera.

El segundo momento tiene lugar con la identidad personal que se da respecto del control de la
información en el manejo del estigma. El problema no consiste en manejar la tensión que se genera
durante los contactos sociales, sino más bien en manejar la mformación que se posee acerca de su
deficiencia. Exhibirla u ocultarla; expresarla o guardar silencio; revelarla o disimularla; mentir o decir

la verdad; y en cada caso ante quien, como, donde y cuando (Goffman, 2006: 56). La mformación de

la “deficiencia” del sujeto que ha pasado por la prisión posee un formato que no le permite disponer
libremente de ella. En forma legal, cualquier tercero puede constreñir al sujeto a que exhiba esa

14
información de mterés principalmente judicial, pero que trasciende esa esfera cuando la sociedad

pretende construir un determinado perfil, valiéndose de esta información sensible y condicionante.

Por último, aparece la identidad del yo, es decir, lo que siente el individuo frente a estas situaciones

sociales. Claramente, conocer su condición de ex preso lo coloca en un status socialmente

desventajoso, obligado a demostrar permanentemente su mueva conducta resocializada. Esta


dificultad, la expresa mejor que nadie alguien que intenta rehacer su vida luego de su paso por la
cárcel. Goffman transcribe el relato en primera persona de un ex convicto: “...siempre siento lo mismo
con la gente honrada: aunque sean buenos y agradables conmigo, en el fondo ven en mí nada más que a un criminal.
Ya es demasiado tarde para cambiar, pero añn siento profundamente que esa es la única forma que tenen de
aproximarse, y que son totalmente incapaces de aceptarme de otra manera”. En igual sentido, lo expresa alguien
que vivió en carne propia esta experiencia: “Una persona que ha sido detenida se encuentra -como lo expresé-
condenada a una “muerte en vidd”. La vida continta afuera de los muros, aquí se detiene, no se permite avanzar.
Sería necesario buscar políticas adecuadas y no solo represivas para cambiar ésta situación, porque una persona que ha
sido “um preso” se ve condenado a la condena no solo judicial, sino también social. Uno cuando sale de aquí se ve
imposibilitado de conseguir empleo, todo por el “bendito” certificado de antecedentes penales. ST a una persona se le
imposibilita poder ganarse el sustento en forma digna, se lo está discriminando y colocando en una situación en la cual -
prácticamente- te obligan a volver a delinguir”.

En los Estados Unidos, muchos de los autores que se han ocupado del tema de la reinserción social y
laboral de los presos comciden en que si al momento de recuperar la libertad no obtienen un trabajo
legítimo, tienen más probabilidades de reincidir. Consideran que el empleo es fundamental para el
abandono de la delincuencia. Asimismo, también hay consenso en que la discriminación laboral

constituye una barrera importante para su integración laboral. Sin embargo, de acuerdo a las
investigaciones realizadas se sabe que entre un 50% y un 80% de los empresarios revisan los
antecedentes penales de los solicitantes a un puesto de trabajo. Esta comprobación se realiza en
ocasiones porque la ley lo exige y en otras de forma voluntaria, pues para muchos empresarios es una
forma de valorar la aptitud laboral de las personas y en especial de mmimizar la responsabilidad civil
que pudiera derivarse por los daños y delitos realizados por los empleados (Larrauri-Jacobs, 2001: 2).
La discriminación laboral con base en AP se contempla como una opción racional y normal. Las

2 José Luis Lescano. Entrevista disponible en:


http:/ /locostumberosyfaloperos.blogspot.com.ar/search/label/ resocializac:%C3%B3n

15
condenas son vistas como el reflejo de un determinado carácter y como el pronóstico de un

comportamiento futuro.

Sabido es que en aquellos países donde los AP son públicos, la discriminación laboral que sufren las
personas que han sido sometidas a un proceso es más común. La mayoría de los empleadores
consideran que una condena previa es un indicador de un posible mal comportamiento futuro.
Como claramente expone Becker la posesión de un rasgo desviado puede tener un valor simbólico
generalizado, de forma tal que la gente presupone automáticamente que su poseedor también tiene
otros rasgos indeseables asociados. Para ser etiquetado como delincuente basta con cometer un solo
delito, y a eso refiere formalmente esa palabra. Sin embargo, la palabra tiene también una serie de

connotaciones que especifican los rasgos auxiliares de todos los que llevan ese rótulo. Se presume
que un hombre condenado por robo, y por lo tanto etiquetado como delincuente, es capaz de
meterse a robar en una casa. Se espera también, que sean capaces de cometer otro tipo de infracción,
pues han demostrado ser personas “sin respeto por la ley” (Becker, 1963: 52).

Así, Becker señala que el punto es que el tratamiento de la desviación les niega a los desviados los
medios de que dispone la mayoría de las personas para llevar una vida cotidiana normal, y en
consecuencia, deben desarrollar, por necesidad, rutinas ilegales. Resulta paradójico que el principal
fundamento de negarle un trabajo a un sujeto con antecedentes penales sea el temor a que recaiga en
el delito y precisamente con esa conducta se esté privando de una herramienta fundamental para
lograr la remserción.

16
3. El ideal resocializador.

En la actualidad, la mayoría de los ordenamientos jurídicos modernos basan su sistema punitivo en la


resocialización del individuo en pos de una pretendida rehabilitación del condenado. Intentan asignar
a las penas y medidas privativas de libertad una función correctiva de la personalidad del delincuente
con el objeto de conseguir la supresión de la peligrosidad que representa para la sociedad mediante la
reforma. La pena se convierte así, en el medio del que dispone la sociedad para elimmar, 0, al menos,

atenuar sus potenciales fuentes de desestabilización. A ello se añade una faceta de indudable índole
moral, en tanto el delincuente es considerado como alguien merecedor de ser remsertado mediante

los mecanismos de reeducación que se ponen a su servicio.

Tal como afirma Luigi Ferrajol (2005: 21), la crisis de legitimidad que embarga a los actuales sistemas

penales afecta desde hace tiempo a los mismos fundamentos clásicos del derecho penal, ya porque
son madecuados o, lo que es peor, porque no pueden ser satisfechos, porque han sido olvidados y
aplastados por orientaciones eficientistas y pragmáticas. Agrega además, que el derecho penal, aun
cuando rodeado de límites y garantías, conserva siempre una intrínseca brutalidad que hace
problemática e incierta su legitimidad moral y política. La pena, cualquiera que sea la forma en que se
la justifique y cireunscriba, es en efecto una segunda violencia que se añade al delito y que está
programada y puesta en acto por una colectividad organizada contra un mdividuo. Como bien
sostenía Foucault, el propio Estado no confía en el resultado de sus cárceles al entorpecer la
readaptación del sujeto a una sociedad que también desconfía de las posibles mejoras que el
encarcelamiento pueda haber generado.

Pese a ello y al paso del tiempo, el ideal resocializador sigue vigente. Su historia mdica que en la
década de los años sesenta del siglo pasado, especificamente en Alemania, la teoría de la prevención

especial fue definida de una manera uniforme con el concepto de resocialización, poniendo el acento
en la co-responsabilidad de la sociedad en el delito, subrayándose la importancia de la ejecución penal
basada en el tratamiento (Bacigalupo, 1998: 13). Aparece así en la bibliografía alemana para sustituir o

acompañar el de “mejora” que era el utilizado hasta entonces. Cuando la pena privativa de libertad
aparece como pena ordinaria en el catálogo de sanciones aplicables a los que habían cometido un
delito, nadie pensaba entonces que la cárcel sirviera para otra cosa que para castigar, y del modo más
duro posible, a los que alguna vez habían quebrantado las normas fundamentales vigentes en la
sociedad. En la evolución de los sistemas sancionatorios, en función de la transformación de las

relaciones de poder del cuerpo social entero, hacia formas cada vez más sutiles y perfeccionadas de

17
control social, se estaba todavía en la fase más burda de castigar el cuerpo, sin pensar en controlar el

alma. La impresión de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el abuso del Derecho Penal en el

castigo e incluso en la eliminación física de grupos humanos enteros, contribuyeron sin duda al
renacimiento de las ideas humanísticas y a la configuración de un Derecho Penal más humano como

instrumento al servicio de la resocialización antes que el castigo de los delincuentes. Por otro lado, el

progreso de las ciencias de la conducta y, por tanto, de las técnicas de manipulación del
comportamiento humano tampoco fue ajeno a esta evolución que se ha traducido en sistemas
penitenciarios y de control social más sutiles y sofisticados que los penales tradicionales, pero no por
ello menos eficaces (Muñoz Conde, 1985: 89).

La reforma de los sistemas penitenciarios ocurridos en la mitad de los años 70 principalmente en

Italia y Alemania Occidental, sucedieron bajo el signo de la resocialización o del tratamiento

reeducativo y resocializador como finalidad de la pena. Indica Sandoval Huertas que la fmalidad
readaptadora de la cárcel es, a veces, confundida con expresiones similares tales como reinserción

social, resocialización, reeducación social o rehabilitación social. Estos conceptos “coinciden, por lo

menos en sugerir que el sentenciado adolece de una deficiencia en su adaptación social que debe ser
subsanada.” (Sandoval Huertas, 1982).

Luego de esta década caracterizada por su optimismo reformista y resocializador de base liberal, el
principio de resocialización ingresó en su peor crisis (Garland, 2005: 110). Las críticas que recibió
desde todos los sectores —lberal-progresistas, conservadores y neoretribucionistas- hicieron que se
derrumbase el que se había pretendido pilar fundamentador de la prisión: la búsqueda, como objetivo
final, de la reinserción de los reclusos.

En la actualidad el discurso resocializador sufre múltiples embates, se encuentran quienes denuncian


su fracaso (Anitúa, 2011; Garland, 2005; Sozzo, 2007, Wacquant, 2000), al tiempo que también se

sostiene que la cárcel ya no necesita justificarse como medio de reintegración social puesto que su
mera función neutralizadora de los sectores considerados “peligrosos” basta para legitimar su
existencia (Bauman, 2006; Daroqui, 2008, Feeley y Simon, 1995).

En efecto, tres fueron las principales críticas que recibió. Por una parte, porque se asumió que la
resocialización no debe ser admisible a toda costa a través, por ejemplo, de mecanismos invasivos, o

simplemente se puso de relieve lo ilegítimo de toda intervención resocializadora por constituir una
injerencia inadmisible en la esfera individual de los reclusos (Silva Sánchez, 1992: 29). Por otra parte,

18
se criticó la moperancia de los tratamientos remsertores. Esta inoperancia fue avalada por numerosas
estadísticas en los diferentes países donde más se había utilizado el tratamiento reinsertor, que
mostraban una masiva remcidencia. En último lugar, se llega a la conclusión de que carece de sentido

resocializar al delincuente para integrarlo en una sociedad que es en sí criminógena. En definitiva, se


trata de una 1lusión, una quimera inalcanzable pues, no se puede educar para la vida en libertad
privando de esa libertad (Neuman, 2001: 191).

Como bien sostiene Baratta, la realidad carcelaria se presenta en la actualidad lejos de los requisitos
necesarios para poder cumplir las funciones de resocialización y los estudios de los efectos de la
cárcel sobre la carrera criminal (piénsese en la alta cuota de reincidencia), han invalidado
ampliamente la hipótesis de la resocialización del delincuente a través de la cárcel, la discusión actual

parece dominada por dos polos: por un lado, un polo realista, y por el otro uno idealista, en el primer
caso, el reconocimiento científico de que la cárcel no puede resocializar sino únicamente neutralizar;

que la pena carcelaria para el delincuente no representa en lo absoluto una oportunidad de


reintegración en la sociedad sino un sufrimiento impuesto como castigo, se concreta en un
argumento para la teoría de que la pena debe neutralizar al delincuente y/o representar el castigo
justo por el delito cometido. Renacen de este modo concepciones "absolutas", retributivas de la pena
0, entre las teorías "relativas", se confirma la de la prevención especial negativa (Baratta, 1990: 2).

Siguiendo la postura de Baratta, se debe mantener como base realista el hecho de que la cárcel no
puede producir efectos útiles para la resocialización del condenado y que por el contrario, impone
condiciones negativas en relación con esta finalidad. A pesar de esto, la fmalidad de una reintegración
del condenado en la sociedad no debe ser abandonada, smo que debe ser reinterpretada y

reconstruida sobre una base diferente. Esto implica por lo menos dos órdenes de consideraciones. El
primer orden de consideraciones está relacionado con el concepto sociológico de reintegración
social. La reintegración social del condenado no puede perseguirse a través de la pena carcelaria, simo
que debe perseguirse a pesar de ella, o sea, buscando hacer menos negativas las condiciones que la
vida en la cárcel comporta en relación con esta finalidad. Desde el punto de vista de una integración
social del autor de un delito, la mejor cárcel es sin duda, la que no existe (Baratta, 1990: 3).

La realidad demuestra que si bien a la prisión se intentó legitimar como un instrumento rehabilitador,

la pérdida de toda misión resocializadora no ha eliminado su funcionalidad. Y no sólo no ha perdido


su legitimación sino que ha salido fortalecida de la crisis. Ahora se cimienta únicamente sobre la

búsqueda de la incapacitación y la segregación selectiva, que pretende la eliminación de la sociedad de

19
los individuos irrecuperables cuyo riesgo inherente no es susceptible ya de gestión de otro modo. No
obstante, la mocuización que se pretende a través de mecanismos coercitivos, disuasivos y
coercitivos, no es el fn último de la prisión actual, smo que la incapacitación de los sujetos queda
preordenada a un fm superior: la misión de proporcionar seguridad (Wacquant, 2000: 122).

Muñoz Conde señala que no están muy claras las metas que se deben proponer y alcanzar con el
tratamiento. Así, sostiene que si se acepta y se da por buena la frase de Durkheim de que la
criminalidad es un elemento integrante de una sociedad sana y se considera que es esa misma
sociedad la que produce y defme la criminalidad, ¿qué sentido tiene entonces hablar de
resocialización del delincuente en una sociedad que produce ella misma delincuencia? ¿No habrá
antes que cambiar la sociedad? Hablar de resocialización del delincuente sólo tiene sentido cuando la
sociedad en la que se quiere reintegrarlo es una sociedad con un orden social y jurídico justos.
Cuando no es este el caso ¿qué sentido tiene hablar de resocialización? ¿no habría que empezar por
resocializar a la sociedad? Así, concluye con otra pregunta: ¿cómo y para que resocializar a alguien,

que, por razones coyunturales de desocupación laboral, grave crisis económica, etc., comete un delito

contra la propiedad, mientras esas razones de desocupación y crisis económica sigan existiendo?
(Muñoz Conde, 1985: 109).

Mathiesen se pregunta si ¿es defendible la cárcel desde la rehabilitación? concluyendo


inequívocamente que no. Considera que no solo no rehabilita, smo que de hecho inhabilita, ello

fundado en una cantidad de material tanto histórico como sociológico. Para dicho autor, el hecho de
que la cárcel de hoy no rehabilte tiene una base socio-científica muy sólida sustentada en tres
fuentes. En primer lugar, se nutre de los estudios que demuestran que, más allá del tipo de
tratamiento, e incluso tratándose de programas de tratamiento muy intensivos, los resultados siguen
siendo muy similares y, por lo general, bastante magros. En segundo lugar, la base socio-científica se

afirma en nuestro conocimiento de la organización real de la mayoría de las cárceles, tanto en el

plano nacional como internacional. Pero el hecho contundente es que la realidad concreta en casi
todas las cárceles dista mucho de lo que podría llamarse "tratamiento" en un sentido específico. En
tercer lugar, la base descansa asimismo en los estudios sociológicos de la cárcel como organización y
de la comunidad de los presos, dejando en claro que el confmamiento no fomenta la rehabilitación

(Mathiesen, 2003: 89).

En este contexto, la pregunta que subyace es: ¿existe un derecho a la resocialización?

20
Todos los textos normativos de nuestro entorno cultural han establecido, con diferentes fórmulas,

que la resocialización, la reeducación o la reinserción social constituyen el fin primordial de las penas
de encierro, por lo que a las democracias que poseen sistemas penales liberales no les está permitido
abdicar de los grandes paradigmas resocializadores (Salt-Rivera Beiras, 1999: 171).

Si bien nuestra Constitución no hace una mención expresa al respecto, el art. 18 establece que las
cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en

ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquélla
exija, hará responsable al juez que la autorice. Igualmente, a través de la incorporación de los tratados
internacionales a nuestra Constitución, el ideal de resocialización como fm de la ejecución de las
penas se deriva del art. 10.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y 5.6 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos. Aceptado el fin resocializador de la pena a partir
de su positivización luego de la reforma constitucional de 1994, corresponde entender que la pena
implica tratamiento.

En ese sentido, la ley 24.660 de Ejecución de la pena privativa de libertad, en consonancia con los

postulados de los tratados internacionales, establece en su primer artículo que “la ejecución de la
pena privativa de libertad, en todas sus modalidades, tiene por fmalidad lograr que el condenado
adquiera la capacidad de comprender y respetar la ley procurando su adecuada reinserción social,
promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad”, estableciéndose cuales son los objetivos
que debe perseguir el Estado durante la ejecución de la pena privativa de la libertad y a los que deben
estar orientados la actividad de los operadores penitenciarios y judiciales. Por su parte, la ley de la

provincia de Buenos Aires 12.256 en su art. 4 respecto de los fines y medios de la misma, establece

que “el fin último de la presente ley es la adecuada inserción social de los procesados y condenados a
través de la asistencia o tratamiento y control”.

Al respecto, Zaffaroni ha expuesto que “...el párrafo 69 del art. 50 de la CA (inc. 22 del art. 75 CN),
que impone la reforma y la readaptación social, asigna a la prisión una función que en las ciencias

sociales se demuestra que es imposible. Se trata de un caso de necesaria interpretación progresiva de


la ley: si un conocimiento científico o técnico demuestra que la ley previa a éste imponía algo de
imposible realización, la ley no pierde vigencia, sino que lo adecuado es que el intérprete la entienda
como imponiendo lo más cercano a lo que aspiraba dentro de lo que el nuevo conocimiento admite
como posible. En tal sentido debe mterpretarse que obliga a extremar los cuidados para evitar que la
prisionmización acentúe sus estructurales caracteres deteriorantes y a ofrecer (no imponer) la

21
posibilidad de que los prisionizados aumenten sus niveles de mvulnerabilidad al poder punittvo
(Zaffaroni, 2002: 55).

Son muchas las legislaciones que presentan una regulación similar. Así, la Constitución Política

peruana de 1993 acoge esta concepción al establecer en el artículo 139, inciso 22, que el régimen
penitenciario tiene por objeto la reeducación, rehabilitación y remcorporación del penado a la
sociedad. En igual sentido el Código Penal de 1991 introdujo a la legislación penal peruana normas
sobre la fmalidad de la pena y un nuevo sistema de penas, así el artículo IX del 'Tttulo Preliminar

expresa que “la pena tienen función preventiva, protectora y resocializadora”. El artículo 27 del

Código Penal cubano, expresa que “La sanción no tiene sólo por finalidad la de reprimir por el delito
cometido, sino también la de reeducar a los sancionados en los principios de actitud honesta ante el

trabajo, de estricto cumplimiento de las leyes y de respeto a las normas de la convivencia socialista,

así como prevenir la comisión de nuevos delitos, tanto por los propios sancionados como por otras
personas.” El Art. 27 de la Constitución Nacional de El Salvador dispone que: “...El Estado
organizará los centros penitenciarios con objeto de corregir a los delincuentes, educarlos y formarles
hábitos de trabajo, procurando su readaptación y la prevención de los delitos". En Guatemala, el art.
19 de la Constitución establece que "El sistema penitenciario debe tender a la readaptación social y a
la reeducación de los reclusos y cumplir en el tratamiento de los mismos...”. La Constitución de
Panamá en su art. 28 establece que: "El sistema penitenciario se funda en principios de seguridad,
rehabilitación y de defensa social. Se prohíbe la aplicación de medidas que lesionen la integridad
física, mental o moral de los detenidos. Se establecerá la capacitación de los detenidos en oficios que
les permitan reincorporarse útilmente en la sociedad...". La Constitución Política de La República
De Nicaragua establece en su art. 39 que: "En Nicaragua el sistema penitenciario es humanitario y
tiene como objettvo fundamental la transformación del interno para reintegrarlo a la sociedad. Por
medio del sistema progresivo promueve la unidad familiar, la salud, la superación educativa, cultural y

la ocupación productiva con remuneración salarial para el intemo. Las penas tienen carácter
reeducativo.

En ese sentido, resulta importante mencionar el caso de España donde el principio de resocialización

tiene consagración constitucional. Así, la Constitución Española de 1978 expresamente hace


mención a los fines de la pena disponiendo en su artículo 25.2: “Las penas privativas de libertad y las
medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán
consistir en trabajos forzados.” Esto ha llevado a considerar la resocialización y reinserción social

22
como un derecho fundamental, lo que generó que el Tribunal Constitucional se expidiera al respecto.
Ante un recurso de amparo constitucional, resolvió que el artículo 25.2 CE no recoge un derecho
susceptible de amparo, pues no existe un derecho fundamental a la reinserción y reeducación social
sino que, por el contrario, la naturaleza de la remserción sería la de un mandato orientador de la

política penal y penitenciaria, “mandato del que no se derivan derechos subjetivos”. Por ello, destaca

el Tribunal Constitucional, no cabe pedir que no se ejecute una sentencia que impone una pena cmco
años más tarde de sucedidos los hechos, alegándose que aquella ya no puede tener ningún sentido
reeducador”. En resumen, el Alto Tribunal entiende que el artículo 25.2 CE contiene sólo un mero

mandato orientador dinigido al legislador y a los encargados de la ejecución de las penas para que lo
tengan en cuenta en la confección, imposición y ejecución de las normas penales. Posteriormente,

resolvió que no es admisible que se solicite la anulación de una condena porque el penado “se
: 4
encuentre perfectamente remserto”.

Ante el tenor de estas resoluciones Mapelli Caffarena y Terradillos Basoco (1996: 126) han
formulado determinadas críticas. En primer lugar, advierten que ha sido el propio constituyente

quien ha cuidado la redacción del artículo 25.2 CE, para evitar que pudiera desprenderse del precepto
algo más que una orientación programática. En referencia a los fallos del Tribunal Constitucional,
dichos autores concluyen que “lamentablemente, con esta interpretación restrictiva nuestro Tribunal
Constitucional ha dejado de aplicar el principio clásico del constitucionalismo democrático del /avor
libertatis, que aconseja optar por las garantías de los ciudadanos en caso de duda”.

Lo cierto es que muchos de los autores (Cid Moliné, 1998; Segovia Bernabé, 2004) que analizan el
art. 25.2 de la constitución española, consideran que a pesar de que el Tribunal Constitucional no lo

haya querido así, la reeducación y la remserción social no son meros mandatos orientadores de la

política penal o penitenciaria, ni tan siquiera principios constitucionales, sino que tienen naturaleza de

derecho fundamental. De esta forma, existiría un derecho a la reeducación —entendido como efectiva

nivelación de asimetrías sociales y déficits culturales- y, al mismo tiempo, un derecho a la reinserción

—a disponer de los medios tratamentales, jurídicos, y de ayuda social para la vida digna en libertad-
como dos facetas diferenciadas pero concurrentes del artículo analizado.

3 Cfr. ATC 15/1984, de 11 de enero, y en este mismo sentido, vid., SSTC 19/198, de 16 de febrero, 150/1991, de 4 de
julio, 55/1996, de 28 de marzo y 119/1996, de 8 de julio.
1 ATC 486/1985 del 10 de julio.

23
Marcos Salt considera que la resocialización como fin de la ejecución de la pena sólo puede significar
una obligación del Estado y un derecho de las personas privadas de la libertad. Señala “el ideal
resocializador erigido como fin de la ejecución sólo puede significar una obligación impuesta al
Estado (“derecho”, por lo tanto, de las personas privadas de hbertad) de proporcionar al condenado,
dentro del marco del encierro carcelario, las condiciones necesarias para un desarrollo personal
adecuado que favorezca su integración a la vida social al recobrar la libertad...”, “...el fin de
resocialización, como derecho de las personas privadas de libertad frente al Estado, no puede ser
utilizado jamás para restrimgir o hmitar un derecho o facultad de las personas privadas de libertad...”
(Salt, 1999: 177).
El aseguramiento de la materialización del fin resocializador asignado a la pena, conjuntamente con
el respeto de los estándares de derechos humanos en la ejecución de la pena privativa de la libertad,
dadas las pautas y principios constitucionales e internacionales fyados por la Constitución Nacional y
el derecho mternacional de los derechos humanos se encaminan entre otros objetivos a la
reincorporación del condenado a la comunidad. No obstante, la clave estará en tratar de iniciar
tratamientos carcelarios teniendo en cuenta la realidad de la cárcel, es decir, entendiendo la
resocialización como la minimización los factores de desocialización mherentes a las penas privativas
de libertad (Brandariz García, 2002: 40).

De esta forma, de lo que se trataría sería no tanto de reinsertar, como de evitar la desocialización
inherente a la prisión. En definitiva, la reeducación se entendería como la efectiva nivelación de

asimetrías sociales y déficits culturales, mientras que la reinserción implicaría disponer de los medios
tratamentales, jurídicos y de ayuda social para una vida digna en libertad, además del intento de
minimizar la desocialización mherente a la prisión. Debemos asumir que, en general, para conseguir

la reinserción y reeducación es necesaria la aplicación de no sólo un tratamiento penitenciario, sino


también de una serie de decisiones legislativas tendientes, en líneas generales, a poner al recluso el

máximo tiempo posible en contacto con el exterior y, de este modo, impedir que se desocialize en la

medida de lo posible.

En este contexto, a la persona que ingresa a la cárcel, el Estado le debería asegurar por lo menos un

derecho: que cuando salga tras haber cumplido su condena, no salga peor de lo que entró y en peores
condiciones de desigualdad para llevar una vida digna en libertad.

24
En igual sentido, Mario Alberto Juliano? considera que la función resocializadora es un deber

irrenunciable que asume el Estado por imperativo constitucional y convencional, en cuya


consecución el encarcelado pone todo aquello que puede poner para tributar a la relación de

sujeción, esto es, nada más y nada menos que su cuerpo, su tiempo y su libertad. Es decir, los bienes

más preciados con que cuenta un individuo y de los que puede disponer, como no sea la vida misma.
El fracaso en la tarea resocializadora sólo puede ser atribuido al Estado. Si resocializarse fuese una

responsabilidad exclusiva del preso, deberíamos admitir el vaciamiento de contenido de la manda

constitucional y convencional y que el Estado solamente debería restringirse a la mera privación de la


libertad como castigo.

Debemos asumir que, en general, para conseguir la reinserción y reeducación es necesaria la

aplicación de no sólo un tratamiento penitenciario, sino también de una serie de decisiones

legislativas tendientes, en líneas generales, a poner al recluso el máximo tiempo posible en contacto
con el exterior y, de este modo, impedir que se desocialize en la medida de lo posible. Ante el fracaso
de las medidas tendientes a la resocialización, al menos debe exigirse al Estado que elimine todas
aquellas trabas que exceden lo relativo a la imposición y cumplimiento de la pena, generando una
fmalidad de carácter negativa y estigmatizante, como resulta ser la portación de antecedentes penales.
Asimismo, durante el tempo que dure el encierro del sujeto, se lo debe dotar de las herramientas

necesarias vinculadas a la capacitación, al trabajo y la formación profesional, que le permitan valerse


por sí sólo en la nueva y difícil etapa que le espera al condenado.

5 Disponible en:
http://new.pensamientopenal.com.ar/ sites/ default/ files/2013/09/existe_el_deber_de_resocializarse.pdf.

25
4. Antecedentes penales y reinserción laboral.

El origen de la prisión data del siglo XVIII, Bentham con su invento arquitectónico, el panóptico,

probablemente sea quien más haya colaborado con el surgimiento de esta estructura de poder,
encierro y control. En efecto, el panóptico, buscaba corregir la moral de los detenidos y la corrección
era entendida como la posibilidad de transformar al preso en un trabajador. El trabajo corrige la
moral del preso, el trabajo lo prepara para su vida en libertad, le da un sentido a su existencia y
principalmente lo disciplma para incorporarse a un mercado de trabajo que en aquel momento
demandaba fuerza de trabajo adiestrada. Decía Bentham: “[la cárcel|... es una institución de
corrección desde donde se propone reformar las costumbres de los individuos detenidos, a fin de

que cuando recuperen la libertad, no sean una desgracia, ni para la sociedad ni para ellos mismos
(Foucault, 1975).

A partir de entonces, siempre que se piense en la reinserción, el modelo de cárcel fábrica (Melossi y

Pavarini, 1985) ocupará un lugar de relevancia, el trabajo cura, sana y sobre todo, disciplina

combatiendo el ocio y la vagancia.

Durante el siglo XIX, el positivismo crimmológico coloca al delincuente como centro de atención del

sistema penal y la cárcel se convierte en la estructura indicada para curar las patologías de los
considerados “anormales”, que significan una amenaza para la sociedad. La maquinaria penal se nutre

de la ciencia y así aparecen los tratamientos médicos, psicológicos y psiquiátricos sobre los detenidos.

Todo ello con la finalidad de lograr la corrección y cura de los delincuentes mediante el trabajo.

Recién en el Siglo XX, durante el Estado de Bienestar que desarrolló lo que Garland denomina el

welfarismo penal, apoyado en la noción de rehabilitación, el delimcuente es considerado una víctima del
sistema a quien no se les había dado las suficientes oportunidades para no caer en la tentación de la
desviación. Es por ello que la educación y la enseñanza de oficios fueron parte del tratamiento que
los presos debían recibir para mejorar sus posibilidades de inserción laboral futura. Tanto los
instrumentos Internacionales de Derechos Humanos Constitucionalizados en virtud del art. 75 inc.
22 (art. 5.6 de la C.A.D.H. y art. 10.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos) como
la legislación infraconstitucional específica (art. 1 de la ley 24.660) establecen la orientación del
tratamiento penitenciario, esto es, la reinserción social de los condenados.

26
El trabajo ha sido siempre considerado fundamental en el proceso de transformación del sujeto
privado de la libertad, tanto para ocupar su tiempo como para lograr una formación que le permita
un mejor y más fácil desarrollo social al momento de recuperar su libertad. Desempeña una función
como actividad estructuradora de la vida cotidiana de los internos, así como en el aprendizaje a través
del trabajo de pautas y hábitos de conducta, autodisciplina, puntualidad, responsabilidad, valoración

del esfuerzo, autoestima, etc. Esta función educativa y terapéutica del trabajo, que podría resultar a

primera vista invisible, se consideraba fundamental en la adquisición de valores ligados al proceso de


resocialización y, por consiguiente, para una posterior reinserción social.

El trabajo es considerado un derecho fundamental y un bien para el hombre. Nuestra Constitución


Nacional reconoce el derecho a trabajar a todos los habitantes de la Nación (art. 14) y como derecho
esencial, se encuentra reconocido en diversos instrumentos de derecho internacional (art. 14 de la

Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; art. 23.1 de la Declaración Universal

de Derechos Humanos, artículos 6 y 7 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y

Culturales, artículo 23 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, y el artículo XIV de la

Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre). Es señalada como la herramienta
más valiosa con la que cuenta el hombre para sentirse útil y fortalecer su dignidad. Se la considera
trascendental para el desarrollo del ser humano en sociedad. En ese sentido, el preámbulo del
Convenio N? 168 de la O.L.T. de 1988 remarca "...la importancia del trabajo y del empleo productivo
en toda la sociedad, en razón no sólo de los recursos que crean para la comunidad, smo también de

los mgresos que proporcionan a los trabajadores, del papel social que les confieren y del sentimiento
de satisfacción personal que les infunden".

De acuerdo con la legislación argentina y las orientaciones de los principales organismos


internacionales, el trabajo penitenciario es un derecho de los internos que tiene como objetivo
facilitar la reinserción social . Toda la regulación sobre el trabajo penitenciario se encuentra inspirada
en la directriz constitucional de remserción social como objetivo de la ejecución de la pena privativa
de la libertad.

De estas normas se desprende un derecho al trabajo sin realizar distinción alguna a aquellos
trabajadores que hayan estado sometidos a un proceso penal. Pero la realidad es diferente: en países
con índices de desocupación importante, las personas con antecedentes penales ve mucho más
limitadas sus posibilidades de acceso a un puesto laboral o deben conformarse con aquellos precarios
y temporales, aumentando aún más su condición de vulnerabilidad. Si bien el Estado a través de sus

27
políticas carcelartas puede haber hecho un esfuerzo para lograr la adopción plena y regular de hábitos
laborales, así como la necesaria capacitación, lo cierto es que a partir de que las personas recuperan la

libertad, se encuentran en una desventaja frente a los demás, producto de la estigmatización que el

propio Estado genera mediante el registro de antecedentes penales.

Cabe destacar al respecto, la investigación efectuada por Daniel Gorra (2013) sobre la resocialización.
Para dicho estudio, se entrevistaron a veinte personas privadas de la libertad por el delito de robo y
previo a cada entrevista, los mternos debían colocar sobre una columna 5 palabras que consideraran
defmitorias del concepto de resocialización. Se obtuvieron 36 palabras, de las cuales trabajo aparece
como el término más importante que los internos vincularon con el concepto de resocialización, tal

como se grafica en el siguiente cuadro.

CONJUNTOSAM
[7

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3 E 3 > n a y:

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a LS —_— AEL

Definidoras

Elena Larrauri (2011a) explica que en los Estados Unidos se calcula que cada año salen
aproximadamente unas 600.000 personas de las prisiones. Además, dada la importancia que el
empleo tiene para el abandono de la delincuencia, se cree que si los ex-presos no obtienen un trabajo
legítimo, tienen más probabilidades de reincidir. Por su parte, señala que los académicos y el público
en general están convencidos de que la discriminación laboral, jurídica y de facto, constituye una
barrera importante para su integración laboral. Menciona además, que de acuerdo a investigaciones
realizadas se sabe que entre un 50% y un 80% de los empresarios revisan los antecedentes penales de
los solicitantes a un puesto de trabajo. Esta comprobación se realiza en ocasiones porque lo exige la

28
ley y en otras de forma voluntaria, pues para muchos empresarios es una forma de valorar la aptitud
laboral de las personas y en especial de minimizar la responsabilidad civil que pudiera derivarse por
los daños y delitos realizados por los empleados ('negligent hiring”). Los empresarios creen que una
condena previa -y especialmente varias condenas previas- es un indicador de un posible mal
comportamiento futuro. Aunque cada Estado de EEUU tiene su propia regulación y por tanto hay
una gran diversidad de leves, en general los empresarios de ese país tienden a discriminar de forma
habitual a las personas con antecedentes penales o incluso policiales. Ellos creen que esa es una
decisión no sólo racional sino además perfectamente legítima debido a que las personas que han sido
condenadas o detenidas son menos fiables, menos honestas y eventualmente más peligrosas. En

general entonces los empresarios pueden negarse a contratar, o pueden despedir, a los solicitantes o
trabajadores con antecedentes penales. Pero además cada Estado tiene leyes que exigen
específicamente esta discriminación, que prohíben que personas con antecedentes penales trabajen
en cientos de posiciones del sector público o privado: policía, seguridad privada, hospitales,
educación, cuidado de niños, barberías, funerarias, etc. Si bien algunas de estas leyes reflejan el temor

de que los ex ofensores puedan delinquir contra la empresa o el público, otras fueron aprobadas
como resultado de presiones que realizó el lobby de una determinada profesión y que pretendia en
realidad evitar una posible competencia laboral.

En Estados Unidos está crimmológicamente demostrado que el hecho de tener antecedentes penales
aumenta por sí mismo la dificultad de acceder al mercado laboral. Como afirma Pager (2008), son
una nueva forma de estratificación social y constituyen un estigma certificado por el propio Estado.
La investigación que realiza este autor con pares idénticos de personas ofrece resultados como estos:
de los pares compuestos por personas blancas, el sujeto que no tenía AP recibió 34 llamadas para
incorporarse a un trabajo y el que sí tenía, recibió 17. Así pues, los AP disminuyen en un 50% las

oportunidades laborales.

Si bien la legislación argentina es diferente a la de Estados Unidos, no contiene una norma como la

del art. 73.2 de la Ley Orgánica General Penitenciaria española que establece que: “los antecedentes
no podrán ser motivo de discriminación social o jurídica”. Esta falta de legislación específica genera
que exista una incertidumbre respecto de la validez y utilización de los antecedentes penales que
conlleva una clara violación a los prmcipios fundamentales consagrados en nuestra Constitución.

A modo de ilustración, el “Mapa de la Discriminación en la Argentina”, elaborado por INAD! entre

los años 2006 y 2008, muestra que ante la opción Yo no emplearía a ninguna persona que haya

29
estado presa, un 35,6 % de los/as encuestados/as se manifestó total o parcialmente de acuerdo con
.. . Za , [O
tal afirmación, mientras que el 14,3% expresó no estar de acuerdo, ni en desacuerdo”.

En consecuencia, la posibilidad de resocialización de las personas que cometieron delitos- postulado


que se encuentra en vigor en virtud de los convenios internacionales de derechos humanos-, es solo

una utopía si no se remueven ciertos obstáculos, uno de los cuales lo constituye la realidad que
predomina sobre quienes deben cargar con el estigma del antecedente penal.

Ello así, por cuanto es sabido que, tanto en la Administración Pública como en el ámbito privado,

uno de los requisitos solicitados frecuentemente para acceder a un empleo, lo constituye la solicitud
de un certificado de antecedentes penales. Esta circunstancia configura un valladar insuperable para
quien registra un antecedente en su certificado. En el ámbito privado muchas veces el estigma y el
prejuicio resultan determinantes.

Empero, donde resulta palmario lo afirmado, es en el caso del empleo público, en donde las mismas

leyes exigen la falta de AP por parte del aspirante como requisito excluyente para mgresar a la
Administración Pública o bien se limitan a exigir la presentación del correspondiente certificado,

resultando evidente el objetivo de dicho requisito. Se exige carecer de antecedentes penales para
acceder a un puesto en la Administración pública, la policía o el Ejército. En la actividad privada es
más dificil identificar aquellos empleos donde se exige el certificado de antecedentes penales, porque
a diferencia de Estados Unidos, no se encuentra legalmente contemplado. Igualmente, al no existir

normativa que impida dicha práctica, en la actualidad está siendo exigido para acceder a casi la
mayoría de los trabajos. Ello genera no sólo una discriminación permitida por el propio Estado, sino
que en contrapartida obliga a las personas con AP a acceder sólo a aquellos puestos de trabajo más
precarios y temporales (construcción, pesca, etc.), que atentan visiblemente contra el ideal

resocializador que se propone la legislación nacional.

Si bien es cierto que resulta utópico creer que el objetivo resocializador pueda conseguirse a través
de la imposición de una pena privativa de libertad y en las condiciones que se desarrollan en las
cárceles de nuestro país, el hecho de que el Estado no se encuentre en condiciones de asegurar la
consecución en la mayor parte de los supuestos de los fines reinsertores y reeducadores, no es
obstáculo para que estos sean considerados derechos fundamentales. La importancia de esta
interpretación radica en que la labor del Estado no es sólo garantizar la consecución del derecho a la

6 Disponible en: http://inadi.gob.ar/wp-content/uploads/2012/08/Buenas-Pr%C3%


Al cticas-Discriminaci%C3%B3n-
en-el-acceso-al-trabajo.pdf.

30
reinserción social, smo también su reparación una vez que estos han sufrido una quiebra o
vulneración. No sólo procurar alcanzar la reinserción para los penados a través de las normas, las

decisiones judiciales y las medidas penitenciarias, simo que en el caso de que los poderes públicos
actúen en su detrimento, protegerla y restaurarla. Y esta sí es una función que el Estado puede y
debe realizar. Quizá no pueda garantizar que una persona se va a resocializar en prisión, pero sí ha de
tender a que por lo menos tenga esa posibilidad de reinsertase y, cuando observe que las medidas
penales, penitenciarias o judiciales son radicalmente contrarias al objetivo reinsertor, está obligado a
remediarlo.
Con ese alcance, pueden marcarse tres etapas fundamentales para lograr la resocialización y
reinserción laboral: el reconocimiento constitucional; implementación de políticas estatales que

priorice el trabajo en las cárceles como un elemento fundamental para la remserción laboral y
garantizar la igualdad de oportunidades o, al menos, eliminar las trabas que impiden el acceso a un
puesto de trabajo.

El primer requisito se encuentra alcanzado en nuestro país a partir de la incorporación de los Pactos

Internacionales con jerarquía constitucional que consagran el principio resocializador. La necesidad

de establecer programas de trabajo y formación personal en las cárceles no es una tarea sencilla ya
que para muchos implica un costo económico y político muy caro comparado con los resultados que
ofrecen. Es dificil para las administraciones públicas legitimar políticamente la financiación de la
reinserción cuan ésta sólo sirve para una minoría. Por ejemplo, en Inglaterra y Gales en 2002, el 67%

de los ex internos vuelve a la cárcel en un plazo de dos años (Lebel, 2008); en Cataluña el 37,4%

de los excarcelados en 1997 vuelve a la cárcel antes de cinco años (Luque Rema, 2005); y según
Travis (2005) en un conjunto de 15 estados de los Estados Unidos en 1994, el 29,9% de los ex

internos remcide antes de seis meses, el 44,1% antes de un año, el 59,2% antes de dos años y el

67,5% antes de tres años. Otro obstáculo a la legitimación, de cara a la opinión pública, proviene del

hecho que los programas de formación orientados a la rehabilitación pueden proveer de recursos a
los presos, unos recursos que no están disponibles para la población en general, sobre todo en una
coyuntura de crisis económica como la actual. Y aparte de onerosos para las arcas públicas, la
incidencia de estos programas sobre la reinserción social es dudosa.

En este contexto, parece importante insistir en una modificación de la legislación existente en

materia de AP, ya que permitiría un avance en la última etapa del proceso de resocialización. El
tiempo de mayor desasosiego para el mdividuo que pretende abrirse camino en la sociedad transcurre

31
con su nombre y apellido msertos en los registros de reincidencia, circunstancia que mengua
claramente sus posibilidades de promoción laboral y cultural, huérfanas, en términos generales, de

apoyo estatal e interferidas por el rechazo de la sociedad en general.

32
Capítulo 2

Sistemas de regulación de los Antecedentes Penales.

1. La publicidad como factor determinante.

Los AP generan una consecuencia negativa inmediata que se visualiza al momento de que el penado
pretende obtener trabajo. Por consiguiente, la cuestión fundamental radica en determinar el alcance

que debe tener la publicidad de los mismos. Sin dudas la variable que previsiblemente afecta la
posibilidad de reinserción social es la publicidad que se realiza de los AP. La decisión político
criminal acerca de si debe tratarse de una información pública, accesible a cualquiera, o bien ser

parcial o totalmente confidenciales, tiene importantes implicaciones para el futuro de la persona


condenada. Si tiene que tolerar la publicidad de su condena, como una marca, sus posibilidades de

remtegrarse en la sociedad dismmuyen considerablemente (Pager, 2007). No obstante, mantener la

condena en secreto quizás reduce la eficacia de la prevención y pone en peligro a las personas y a las
organizaciones, que podrían eventualmente convertirse en víctimas de individuos que han
demostrado tener una cierta propensión a la crimmalidad (Jacobs, 2000).

La discusión y decisión acerca de si la información sobre los AP deben ser accesible requiere
ponderar los límites de la libertad de expresión, transparencia judicial, prevención y seguridad
individual y social con la protección de la intimidad, la dignidad y la rehabilitación (Jacobs, 2006).
Además de la ponderación de estos derechos y principios, deberá considerarse que en la actualidad, el
avance de las tecnologías y telecomunicaciones dificulta el control de la difusión de la información
sobre las condenas.

Así, todos los países regulan su registro de antecedentes penales conforme su decisión política de
priorizar alguno de los principios en conflicto. En todos los casos esa información se encuentra en
mayor o menor medida al alcance de la Policía, la Justicia y ciertos organismos gubernamentales. En
su mayoría permiten que los mismos puedan ser solicitados o suministrados a futuros empleadores.
Algunos, establecen ciertas limitaciones a la información que se provee y otros reducen aún más la

información al interés del empleo solicitado. Todos establecen plazos de caducidad del registro que
varía según el tipo de delito. La vigencia del registro caduca en su mayoría con la vida de la persona o
a partir de una determinada edad que oscila entre los 80 y 105 años. Casi todos los países son más
estrictos con los delincuentes sexuales, especialmente con el fin de evitar la obtención de empleo que
supone el contacto con los niños.

33
En la regulación vigente en países como Inglaterra, Gales y Australia, se advierte una influencia de la

"cultura del control" (Garland, 2005), ya que sus normas legales no parecen centrarse en la necesidad

de ayudar a una persona a reinsertarse en la sociedad; por el contrario, un "derecho a saber" sobre el
pasado de una persona parece prevalecer, en numerosas y crecientes situaciones. Holanda puede ser
visto como un caso de regulación intermedia entre los países del common law y los de Europa

contmental. Las jurisdicciones romano-germánico (Francia, Alemania y España) tienen mucho en

común: ellos parecen creer todavía en la rehabilitación y la privacidad.

Asimismo, se pueden identificar dos modelos de regulación marcadamente diferentes. Por un lado, el
de España donde el registro no es público y pocos organismos estatales y desde luego ningún
organismo privado, tiene acceso al mismo. Por otro, el de Estados Unidos donde la publicidad de la
información es absoluta.

En España el Registro Central de Penados cumple una función eminentemente judicial,


principalmente en dos momentos: 1) en la medición de la reincidencia como circunstancia agravante
y 2) en la decisión acerca de la suspensión de la ejecución de la pena. Según expone Jacobs y Larrauri
(2010), esta distinta concepción entre un RCP judicial y restringido o un RCP público y abierto,
obedece sin duda a distintos valores culturales en torno a los conceptos de privacidad, libertad de
expresión y rehabilitación.

En Estados Unidos la publicidad de los AP se concibe como una herramienta para proteger a la
sociedad. El objetivo es proteger la seguridad pública advirtiendo a la gente que su vecino, empleado
o nueva pareja, antes era un delincuente. Se basa en la suposición de que si una persona cometió un
delito, es más proclive a cometer un nuevo delito que un ciudadano común. Pero esa estigmatización
resulta muy perjudicial para lograr que el sujeto no caiga nuevamente en el delito. En consecuencia,

se crea un riesgo para la seguridad pública y no se encuentra el equilibrio.

34
2. Los antecedentes penales como herramienta de protección de la sociedad.

2.1. Estados Unidos.

EE.UU. no tiene un registro penal centralizado a nivel nacional. Cada estado tiene un registro de AP
y Estos están relacionados y coordinados por el Federal Bureau of Investigation (FBD), a través del
Interstate Identification Index and Integrated Automated Fingerprint Identification System. La
información almacenada en estos registros, incluyendo el Centro de Información Criminal del FBI,
no está disponible a todos los ciudadanos. Sin embargo, tanto las leyes federales como las estatales
autorizan a la mayoría de los organismos públicos y muchas categorías de empleadores del sector
privado y asociaciones voluntarias a obtener los antecedentes penales de dichos registros. Una ley
federal, aprobada en 1972, permitió al FBI dar información sobre los AP a cualquier persona u

organización que estuviese autorizada para realizar tal solicitud por una ley estatal y que hubiese sido
aprobada por el Fiscal General de EE.UU. Hay más de un millar de leyes estatales que permiten que
diversos organismos públicos y privados, organizaciones y empresas soliciten y obtengan dicha
información.

Jacobs y Larrauri (2010) explican que en EE.UU, los AP pueden conseguirse de tres formas distintas.

En primer lugar, los registros federales y estatales comunican los antecedentes a todas las

administraciones, tanto federales como locales y estatales, y a muchas otras instituciones públicas
autorizadas, organizaciones y empresas. En segundo lugar, cualquier persona que quiera saber si un
individuo ha sido anteriormente condenado por un tribunal concreto, puede dirigirse al juzgado y
ojear el expediente y cualquiera de los documentos del caso que puedan interesarle. A excepción de
una pequeña categoría de casos “sellados” (sealed), no es difícil localizar el archivo de un caso

concreto porque todos los expedientes de casos pasados y pendientes pueden buscarse mediante el
nombre del acusado. Además, los ciudadanos pueden examinar y copiar los expedientes judiciales.
Por último, la persona que no quiera dedicar tiempo y esfuerzo, puede obtener la información del

floreciente mercado de vendedores de información privada. Estas compañías realizan las pesquisas,
por un precio, tanto a nivel local como estatal y federal. Pueden localizar la información examinando

los documentos en cada tribunal, o, cada vez más, a través de las bases de datos electrónicas de los

7 Bureau of Justice Statistics, NCJ-111458, Public Access to Criminal History Information 3 (1988).

35
tribunales. En algunos estados, la administración central de los tribunales vende la información a
estas empresas. Estos proveedores hacen publicidad en mternet ofreciendo por un módico precio,
que cualquier persona pueda solicitar y obtener información sobre las condenas penales de aquella
persona que pueda interesarle.

En EE.UU, el acceso al historial delictivo de cada persona viene condicionado por la cultura político-
legal y por las leyes constitucionales. La política criminal de EE.UU. detesta las nociones de justicia
secreta o Juicios a puerta cerrada. La transparencia Judicial se considera un importante instrumento
de control del abuso de poder de los fiscales, de los jueces y de la policía. En consecuencia, los
archivos judiciales por ley y por tradición siempre han estado a disposición de los ciudadanos que
quisieran exammarlos. Una vez que la persona interesada ha obtenido la imformación, la Primera
Enmienda garantiza que ésta pueda transmitirla a otras personas, tanto oralmente como por escrito,

y/o publicarla en la prensa o en internet. El gobierno no puede impedir ni sancionar a la gente por
divulgar información verdadera sobre los AP de un delincuente".

La publicidad de los Juicios y AP refleja la creencia de que los ciudadanos tienen un interés legítimo
en ser informados sobre el carácter de las personas que contratan, de los mquilmos a los que alquilan
sus casas, de las personas con quien realizan acuerdos comerciales, y de los individuos con quien

mantienen relaciones sentimentales. Muchas leyes federales y estatales prohíben que las personas con
AP puedan ocupar determinados puestos de trabajo, profesiones e industrias. Los empleadores
suelen examinar y rechazar a los aspirantes que tengan AP. Además, ven restringida la posibilidad de
obtener licencias para una notable variedad de puestos de trabajo, incluyendo el trabajo como
embalsamadores, empleados de salas de billar, productos de limpieza de fosas sépticas, barberos y
agentes de bienes raíces.

Este tipo de prevención del delito requiere que ciudadanos, empresarios y, el público en general,
puedan acceder fácilmente a los AP de las personas con quienes interactúan. Después del ataque de
Al-Qaeda al World Trade Center y al Pentágono en 2001, muchas leyes estatales obligaron a que se
comprueben los AP en diferentes sectores e industrias.

La Primera Enmienda protege la difusión de los AP tanto por las personas privadas como por
entidades. Los periódicos pueden publicar los nombres de las personas que han sido condenadas,
absueltas, o incluso arrestadas. A nivel federal, estatal o local no se puede prohibir a una persona

38 8 Nixon v. Warner Comme'ns, Inc., 435 U.S. 589, 609 (1978); United States DOJ v. Reporters Comm. for Freedom of
Press, 489 U.S. 749, 754-55 (1977), MYERS-MORRISON, VAND. L. REV., (62), 2009, pp. 921 a 949.

36
privada la publicación de listas de personas condenadas en webs o en bases de datos. Publicar

información sobre unos antecedentes incluso cancelados no está prohibido. A los proveedores
privados de información no se les puede prohibir o castigar por suministrar a los clientes

información sobre los AP de un individuo.

Un gran número de criminólogos americanos valora esta situación aparentemente inexorable hacia la
completa publicidad de los AP de forma negativa (Thompson, 2008; Travis, 2005). Consideran que
supone un obstáculo importante para la remserción de presos y contribuye a la materialización de
una subclase criminal, privada de un empleo legítimo y del acceso las instituciones sociales. La
pregunta para los defensores de la reintegración de los prisioneros es: ¿qué, si es que hay algo, se
puede hacer, teniendo en cuenta la ley y la constitución de EE.UU, para que los AP sean menos
públicos? Jacobs y Larrauri (2010) consideran que no sería fácil conseguir que la información sea
menos pública. Mientras los registros judiciales estén abiertos al público, será imposible proteger a un
individuo de la difusión de sus antecedentes. Y mientras la gente desee esta información, habrá

proveedores de información listos, dispuestos y capaces de vendérsela. La gran demanda de esa


información es coherente con el énfasis estadounidense en la autoayuda y la responsabilidad
individual.

Además de la transparencia judicial, el control judicial y la libertad de expresión, la política

estadounidense de libertad de acceso y difusión de los AP refleja y refuerza la idea de que los
objetivos primordiales del derecho penal son la prevención y la retribución. Se supone que el hecho
de ser detenidos y la certeza de saber que serán deshonrados, rechazados y que se les negarán
oportunidades de trabajo, disuade a los potenciales delincuentes de llevar a cabo la conducta crimmal
(Ziamring/ Hawkins, 1973).

La ley de EE.UU. no reconoce un derecho a la rehabilitación. La rehabilitación supo ser un concepto


popular en los EE.UU., pero desde la década de 1960 "el ideal rehabilitador" ha estado en
decadencia, pues los conservadores no creen que los programas de gobierno puedan resocializar a los
delincuentes. Los liberales también han disminuido su apoyo a este fin por creer que es un móvil
para encerrar más gente en la cárcel (con el fin de ayudarles), donde se convierten en más

criminógenos, no menos. Aunque la mayoría de las encuestas muestran que los estadounidenses

están a favor de programas para ayudar a que ex-delincuentes se conviertan en ciudadanos


productivos, a todos les parece dificil concebir un proceso penal sin condena pública. Esta se

37
considera necesaria para promover la prevención, la retribución, la educación, la protección y tal vez

incluso la rehabilitación.

La discriminación contra los ex prisioneros no sólo se vive de facto sino que también encuentra su
justificación estatal en su propia legislación, y estas consecuencias de jure han aumentado en número,
alcance y gravedad desde la década del 80. De hecho, en las últimas tres décadas, el Congreso de
Estados Unidos tomó consecuencias colaterales a un nuevo nivel de irracionalidad, utilizando la

condena penal como único fundamento de exclusión automática de una serie de prestaciones sociales
a nivel federal (Love, 2003:112). Los ciudadanos estadounidenses con una sola condena por delitos
de drogas y otros cargos se les puede negar la vivienda, cupones de alimentos, préstamos para la
educación, y el derecho a votar.

Sin embargo, cabe destacar que treinta y tres estados tienen leyes “anti-discriminatorias” referidas

expresamente a proteger a las personas con AP y exigir que la negativa a contratarlos esté basada en

la “relación directa” entre la condena y el tipo de trabajo (Love, 2005).

En el 2007 se sancionó la Second Chance Act” con el propósito de reducir la reincidencia, aumentar

la seguridad pública, y ayudar a los estados y las comunidades para hacer frente a la creciente

población de reclusos que regresan a las calles. Cada año, aproximadamente 650.000 personas son
liberadas de las cárceles federales y entre 10 y 12 millones más son liberados de las cárceles locales. Se

espera que dos tercios de los reclusos liberados vuelva a ser detenido de nuevo por un delito grave
dentro de los tres años de libertad. Tales tasas altas de reincidencia se traducen en miles de nuevos

delitos cada año”. El National Institute of Justice informa que el sesenta por ciento de los ex

reclusos permanecen sin empleo un año después de su puesta en libertad a causa de sus AP y los
bajos niveles de alfabetización que dificultan su búsqueda de empleo".

La atención se ha centrado en cuatro áreas: el empleo, la vivienda, el abuso de sustancias/ tratamiento

de salud mental y sus familias. Para lograr mejores en esos aspectos, se ofrece una serie de
subvenciones a los gobiernos locales y organizaciones sin fines de lucro con el objetivo de: promover
la reintegración segura y exitosa de los delincuentes en la comunidad después de su liberación,
proporcionar servicios de empleo, de tratamiento de abuso de sustancias, de vivienda, de

programación de la familia, de tutoría, servicios a las víctimas, y los métodos para mejorar la

9 Disponible en: http:/ /csgjusticecenter.org/nrre/ projects/second-chance-act/.


10 Disponible en: http://www.bjs.gov/content/reentry/recidivism.cfm.
11 Disponible en: http://www.bjs.gov/content/pub/pdí/ecp.pdf.

38
liberación y la reubicación, proporcionar servicios de tutoría para adultos y menores infractores,

aplicar programas de tratamiento basados en la familia de padres encarcelados que tienen hijos
menores de edad, proporcionar orientación a la Oficina de Prisiones de los procedimientos de
planificación de reentrada mejoradas, proporcionar información sobre la salud, el empleo, las

fmanzas personales, los requisitos de liberación y recursos de la comunidad.

La ley también creó el National Reentry Resource Center” encargado de proporcionar educación,
capacitación y asistencia técnica a los estados, gobiernos locales, organizaciones sin fmes de lucro y
las instituciones correccionales involucrados con el reingreso de prisioneros. La misión de la CNRR
es avanzar en el campo de reentrada mediante la difusión de mformación desde y hacia los políticos,
profesionales e investigadores y mediante la promoción de los principios basados en la evidencia y las
mejores prácticas.

Varios Estados ofrecen un listado de Agencias que ayudan a los ex reclusos a conseguir trabajo. A

través del sitio web del Departamento de Justicia”, se puede obtener la dirección de los programas
financiados.

Asimismo, el National Hire Network es un proyecto destinado a aumentar el número y la calidad de


las oportunidades de trabajo disponibles para personas con AP a través de un cambio de las políticas
públicas, prácticas de empleo y la opinión pública. En su página web" se puede acceder a un listado

con una gran cantidad de empleadores que buscan específicamente contratar a personas que han
salido de prisión recientemente. Además tiene una página especial con enlaces destinado a los
empleadores, con detalles de cómo pueden contratar a ex convictos y obtener un reembolso de
impuestos.

Grupos nacionales que abogan por los derechos civiles y los derechos de los trabajadores lanzaron
una guía para los empleadores para limitar el uso de la historia criminal con el fin de evitar la
discrimmación ilegal en la contratación de los solicitantes de nuevos puestos de trabajo. La “Besz
practice standards. The proper use of criminal records in hiring” fue radactada por el The National HIRE
Network, the Lawyers Committee for Civil Rights Under Law, and the National Workrights
Institute. La publicación fue lanzada en mayo de 2013 y fue el tema de una conferencia organizada en

12 Disponible en: http://csgjusticecenter.org/nrrc/.


1 Disponible en http:/ / esgyusticecenter.org/ reentry/ reentry-matters/.
14 Disponible en http:// hirenetwork.org.
15 Disponible en http://hirenetwork.org/sites/default/files/Best-PracticesStandards-The-Proper-Use-of-Criminal-
Records 1n-Hiring.pdf.

39
el John Jay College of Criminal Justice de Nueva York en octubre del mismo año, que reunió a
empresarios, representantes de recursos humanos y de gestión, las agencias de informes comerciales,

abogados, trabajadores profesionales y representantes civiles y agencias de derechos humanos para


conciliar las necesidades y objetivos de los empleadores y demandantes de empleo mediante el
fomento de la adopción de estándares de mejores prácticas de los autores sobre el uso adecuado de la
información de antecedentes penales en la toma de decisiones de empleo tal como se indica en el
informe.

Las mejores prácticas, se describen como normas "concretas y procedimientos prácticos que
ayudarán a los empleadores a tomar decisiones de contratación que cumplen con la orientación de la
Equal Employment Opportunity Commission (EEOC), maximizan la productividad y minimizan el riesgo
de responsabilidad, ya sea de violar el Title VI of the Crvil Reghts Act of 1904 o de la contratación de un
empleado no apto."

Se trata de veinte recomendaciones sobre el uso de controles de AP en las decisiones de

contratación, que incluyen:

- considerar solamente antecedentes y enjuiciamientos pendientes.

- considerar solamente antecedentes que son relevantes para el trabajo en cuestión.

- considerar sólo los antecedentes recientes como suficiente para indicar la existencia de un

riesgo significativo.

- Confirmar toda la información de las bases de datos con la fuente original.

- Proveer al solicitante la oportunidad de impugnar el informe de antecedentes.

- Permitir el ofrecimiento de pruebas de rehabilitación.

Asimismo, existen varios organismos que se ocupan de ayudar a las personas con AP a remsertarse

en la sociedad. Por ejemplo, el Legal Action Center“ es una organización sin fines de lucro que tiene
por misión principal la lucha contra la estigmatización y la discriminación. Así, desde 1970, han

implementado una estrategia de litigio, llevando a juicio a todo tipo de empleadores, como la
Autoridad de Tránsito de Nueva York y el Servicio Postal de Estados Unidos por negarse a contratar
a personas con AP o en tratamiento de alcohol y drogas. Asimismo, impulsan y colaboran en la

16 Disponible en: http://lac.org/.

40
sanción de leyes como Second Chance Act" destinada a apoyar a los estados y localidades para que
aborden mejor las necesidades de las personas que regresan de la cárcel a sus comunidades.

2.2. Australia.

Según expone Naylor (2011), el sistema penal australiano propugna la retribución, la protección de la
comunidad y la rehabilitación, pero en la práctica éste último objetivo, rara vez forma parte del

discurso público. Su Constitución Nacional es de carácter netamente procesal, no contiene una


declaración de principios o valores fundamentales. La ley común por lo tanto, representa el punto de
partida para la discusión sobre el acceso y uso de los AP, y las oportunidades para el apoyo a la
reinserción de los delincuentes, se ve limitada debido a la ausencia de legislación específica sobre
protección de los derechos humanos.

Los asuntos penales son competencia de los estados y del gobierno federal. Por lo tanto, los AP
están en manos de la policía de cada jurisdicción. Por lo general incluyen las condenas y sanciones,
pero también, citaciones o comparendos ante los Juzgados, investigaciones en trámite, etc. Ello es así
toda vez que la información es utilizada durante la investigación policial, por los tribunales al evaluar
el otorgamiento de libertades y al momento de dictar sentencias.

Los tribunales también mantienen registros de casos y sentencias, que puede ser consultados por el
público sujeto a la autorización del Tribunal. El libre acceso a los tribunales es visto como un
principio fundamental del sistema de justicia penal; se afirma con regularidad que el "deber de justicia
no sólo consiste en hacer, smo también en mostrar que se hace" (Spigelman, 1999). Los tribunales
son, por lo tanto, abierto al público (excepto en los casos en que se trate de asuntos sensibles o

confidenciales) y a los medios de comunicación para mantener a la comunidad mformado de la labor


del sistema de justicia. Este es el origen de la afirmación de que los registros criminales son - o
deberían ser - documentos públicos.

Un jugador significativo en el contexto australiano es CrimeNet, un proveedor comercial privado de


la mayoría de la mformación de AP sobre la base de los registros públicos disponibles. En su página
web afirman que "los detalles de las condenas penales son públicos en la mayoría de las democracias

17 Disponible en: http://csgjusticecenter.org/nrre/ projects/second-chance-act/.

41
occidentales y es un principio generalmente aceptado del derecho de privacidad que esta información
debería estar siempre disponible".

La agencia nacional CrimTrac, procesó alrededor 2,7 millones de controles de AP en el período

2009-2010 (Crim Trac 2010: 58), una cantidad importante teniendo en cuenta que la población total
de Australia es de sólo alrededor de 20 millones de personas. Ha mostrado un aumento sustancial en
sus primeros años de funcionamiento (2000-2003) con un promedio de poco menos de medio millón
de certificados por año. La agencia señala su creciente negocio en su último informe anual, como así
también el aumento de las solicitudes indicando que cada vez son más buscados por los organismos
del sector público, entidades privadas y organizaciones no gubernamentales como prudencia para la
concesión del empleo o compromiso en la evaluación de los candidatos (Crim Trac 2010: 57).

La hbertad de los regímenes de información se basa en el principio de que un ciudadano tiene


derecho a que se le proporcione toda la información que el Estado posee de ellos. Este derecho
incluye la posibilidad de exigir la modificación de la información inexacta. El contenido del registro
de AP se encuentra dentro de la categoría de "información personal" por lo que está protegido por
las leyes de privacidad. Por lo tanto, el acceso por parte de terceros se encuentra limitado y la
divulgación de la información dependerá de la fmalidad de la verificación, la agencia que lo solicite, el

tipo de delito, el tiempo de registro de las condenas anteriores y dependerá de la legislación


pertinente en cada caso. As, en algunos Estados sólo se permite para todos o algunos de estos fines:
empleo, visa, seguro, trabajo voluntario, concesión de licencias en general o uso personal.

Pese a la amplia publicidad de los AP, Taylor remarca el caso del Estado de Victoria donde la

divulgación no sólo incluye condenas, smo también asuntos menores donde el Tribunal concedió al

delincuente un periodo para demostrar su buen comportamiento. Esto se da a conocer pese a que se
trata de una opción judicial destinada a ayudar al imputado y evitar que le queden AP. La Policía de
Victoria al suministrar los antecedentes, señala que los empleadores no deben considerar esa

información como determinante, debiendo ser sólo una parte de la evaluación, teniendo en cuenta

además la idoneidad y la característica del empleo. Asimismo, en dicha valoración deberán tener en

cuenta la naturaleza de la infracción y el período transcurrido.

Respecto de este tema, en la legislación laboral rige la máxima de que en ausencia de cualquier
restricción legal, un empleador puede solicitar y tener en cuenta toda la información que desee para

18 Disponible en: http://www.crimenet.org/

42
tomar a un empleado. Rige el principio de libertad de contrato, por lo tanto, un empleador puede
requerir que un postulante no tenga AP. Este marco legal, junto con un entorno político altamente
punitivo, los altos niveles de temor al delito, y la preocupación por la protección de la comunidad,

genera que cada vez sea mayor la demanda de información para el acceso a un puesto laboral.

Si bien según algunas investigaciones concluyen que los AP no resultan relevantes para la obtención
de un puesto ya que se valora más la falta de honradez al ser ocultados por el titular, Taylor considera
que es una forma de generar incentivos a los empleadores para que obtengan la mayor información
posible y minimizar de esa forma la responsabilidad por sus dependientes.

Algunos empleos requieren que se exija el certificado de AP, otros simplemente permiten que se
solicite, pero no establece que se debe valorar de los mismos. Algunas profesiones identifican los
delitos que se deben excluir. Australia tiene un régimen muy estricto respecto a la valoración de los
antecedentes en aquellos empleos que tengan contacto con menores de edad.

En principio, los AP son disponibles y utilizables por los empleadores. Existen tres regímenes
jurídicos en Australia que restringen el acceso: por una lado las leyes de privacidad y contra la
discrimmación, que potencialmente pueden limitar el acceso pero que no permiten la eliminación o
cancelación de AP. Por el otro el "spent convictions" que se trata de un régimen de condenas
extinguidas que rige en la mayoría de las jurisdicciones australianas desde la década del 90”.

El esquema vigente permite a las personas con condenas menores a desconocer la existencia de las
mismas después de transcurrido un periodo de diez años. Este significa que no es necesario
revelarlos y puede legalmente "mentir" si se le pregunta acerca de la existencia de AP. El problema
radica en que no todos los Estados adoptan este sistema y puede darse la situación que una persona
oculte la existencia de estos AP en la creencia de que se encuentra legalmente habilitado para ello, y
que posteriormente salgan a la luz en virtud de los diferentes regimenes existentes y ponga en riesgo
su fuente laboral por la falta de “honradez”, valor fundamental en la sociedad australiana.

Concluye Naylor, que la tensión entre rehabilitación y retribución sigue sin resolverse en Australia.
Un proyecto de ley sobre las condenas cumplidas ("Spent Convictions") fue propuesto en 2009 pero no
parece tener prioridad para ningún gobierno. Esto demuestra la falta de voluntad de los Estados
individuales a renunciar a sus propios esquemas, el contmuo predominio del miedo a la delincuencia,

1 Criminal Records Act 1991 (NSW), Criminal Law (Rehabilitation of Offenders) Act 1986 (Qld); Spent
Convictions Act 2000 (ACT); Criminal Records (Spent Convictions) Act 1992 (NT); Spent Convictions Act 1988 (WA);
Annulled Convictions Act 2003 (Tas).

43
el enfoque en la seguridad pública y el temor a ser demandado por negligencia al emplear a alguien
peligroso. Claramente no se trata de una cultura que priorice la reinserción del individuo que ingresa
a prisión.

Sin embargo, destaca el crecimiento en los procesos de justicia restaurativa en este país. Australia ha
sido un líder mundial en promoción de estos procesos, y muchas jurisdicciones ahora incluyen
organismos de resolución de problemas: tribunales de drogas ó tribunales de violencia familiar.
Melbourne, incorporó un tribunal de jurisdicción sumaria con una gama de otros servicios

comunitarios y de bienestar. Su objetivo es abordar las causas subyacentes de la delincuencia, para


ayudar en la prevención de la delincuencia, y para involucrar a la comunidad en la administración de
justicia. El magistrado interviniente trabaja en colaboración con un equipo que incluye a trabajadores
sociales, médicos expertos en temas de drogas y alcohol, operadores de justicia indígenas, y

trabajadores de salud mental.

Una historia punitiva y la cultura política escéptica parecen hacer difícil el perdón. El papel activo de
los medios de comunicación dificulta que el ex delincuente logre convertirse en nueva persona
respetuosa de la ley.

Concluye Taylor, que una reforma útil sería limitar la liberación de información de AP para los
delitos que son claramente pertinentes para el trabajo específico a realizar. Un esquema como el
programa impulsado en Victoria sería un buen modelo: se presta atención sólo a la delincuencia
"relevante" y le da a la persona una medida de control sobre el acceso a su información. Mecanismos
legales y sociales para mejorar el acceso al empleo, y reducir al mínimo el acceso a la información
irrelevante, son pasos importantes hacia la rehabilitación.

2.3. inglaterra

Según expone Nicky Padfield (2011), el concepto de "rehabilitación judicial" tiene poco significado
actualmente en Inglaterra. La legislación, lejos de hacer hincapié en la rehabilitación del delincuente,
se ha inclinado hacia una mayor divulgación de los AP con el fin de subrayar la política basada en la
prioridad otorgada a la protección pública, o más bien la protección de las personas vulnerables.

El desarrollo del sistema inglés se remonta a la sanción de “The Habitual Criminals Act” en 1869 y la
“Prevention of Crimes Act” en 1871, promulgadas para permitir la supervisión de delincuentes por parte

44
de la policía, lo que significó el surgimiento de los registros. En 1913 se formó la Criminal Record Office
y las condenas penales comenzaron a ser registradas por la Policía Nacional de Informática (PNC),
que tiene una enorme base de datos de AP (y otros materiales relacionados con las detenciones, el
ADN, las huellas dactilares, etc). Se denominan “ecords convictions” y su alcance se ha ampliado hasta

incluír además de los delitos, las reprimendas y advertencias (forma de "precaución" dado a los
delincuentes mayores de 10 años y menores de 18) y las llamadas “final wamings” que son advertencias
efectuadas por la policía a los delincuentes en lugar de ser perseguidos. Si bien se ha hecho bastante
para mejorar los registros, lo cierto es que no existe ningún tipo de cuestionamiento en que sea la
policía quien mantiene el registro nacional.

El registro del PNC no es el único existente en Inglaterra. La Ley de Policía sancionada en 1997
introdujo un nuevo régimen de divulgación estándar y mejorado para aquellos que quieren trabajar
con niños o adultos vulnerables mediante la creación de la “Criminal Records Bureau”. A pesar de su
nombre, este cuerpo no tiene por misión la de mantener registros de AP, smo que es responsable de
la provisión de información (tanto de la Policía Nacional de Informática y otra información que se
pueden tener a nivel local por la seguridad privada) y por una empresa privada, llamada Capzza.

La policía posee una enorme cantidad de datos. Por ejemplo, desde la promulgación de la Ley de
Delincuentes Sexuales en 1997 todas las personas condenadas o “advertidas” respecto de los delitos
sexuales, o que no han sido declaradas culpables por razones de demencia, han tenido que notificar a

la policía de ciertos detalles, en particular, su domicilio. Este Registro adicional es mantenido por la

policía, y el delincuente tiene que mantenerlo al día mediante notificación a la policía de su domicilio

actual (los condenados a 30 meses de prisión o más están actualmente sujetos a requisitos de
notificación para el resto de sus vidas).

Otra base de datos es VISOR (Violent and Sex Offender Register), un registro de delincuentes sexuales
violentos, al que puede acceder la Policía, el Servicio Nacional de Libertad Condicional y el personal
del Servicio Penitenciario. Es también administrado por la policía.

Los AP pueden ser utilizados para una serie de propósitos muy diferentes, y por supuesto, el acceso a
ellos depende de estos fines. El PNC es, obviamente, utilizado con regularidad y de forma amplia por

la policía como parte de su trabajo principal en la investigación de delitos. Este propósito explica por
qué es la policía la encargada de que mantener la base de datos. En la justicia, son utilizados para ser
valorados en la sentencia. Pero a veces pueden también ser utilizados antes de la sentencia, en la

45
etapa de Juicio como prueba de la personalidad (o de los testigos o del demandado). El servicio de
libertad condicional también tiene acceso al registro para ayudarles a preparar informes a los
tribunales antes de la sentencia (post condena), y una copia de los AP acompañará a un prisionero

desde los tribunales a la cárcel. Por lo tanto, el servicio penitenciario, y las empresas privadas que
ejecutan las prisiones del sector privado, también tienen acceso al registro, que será utilizado para
ayudar, por ejemplo, en la categorización de seguridad y la asignación de los presos.

Todas las decisiones de los tribunales penales relativos a los adultos están en el dominio público. La
policía y el encargado de la acusación estatal (Crown Prosecution Service) intentan asegurarse que los
periodistas estén en la Corte para que las condenas y penas consigan la máxima difusión. “También
proporcionan a los periodistas comunicados de prensa y otros paquetes de información y a menudo
se realizan conferencias fuera de la corte después de que un caso haya terminado.

Fuera del sistema de Justicia penal, varias organizaciones tienen acceso a los AP. Si la víctima del
delito solicita el nombre y dirección de un delincuente por un procedimiento civil, la policía está
obligada a dar esta información. The Criminal Injuries Compensation Authority, el organismo que autoriza
la indemnización de las víctimas de delitos con dinero público, también cuenta con acceso con el fin

de ayudar a la evaluación de los méritos de la solicitud. También se puede acceder por los
responsables de vetar candidatos para el nombramiento de una gran cantidad de puestos de trabajo:
aquellos relacionados con la seguridad nacional, el comercio vinculado al alcohol, choferes de
autobúses o taxi, trabajos vinculados al juego y las apuestas, etc.

Señala Padfield, que actualmente la investigación previa del empleado es una industria enorme. La
creación de una Oficina de Antecedentes Penales en 1998 causó una pequeña sorpresa: una nueva
agencia de autofinanciación para hacer frente a la explosión de la aplicación para comprobar gente
con AP (o la ausencia de ellos). Esto ha dado lugar a lo que se ha denominado la "mercantilización"
de los AP: ha habido millones de solicitudes (y el 95% han sido "revelaciones en blanco". El número
ha aumentado de 1,4 millones en 2002 a más de 3,8 millones en 2008. Desde la creación se han

completado 19 millones de informes. El sistema sigue siendo criticado enormemente: es un


procedimiento caro, engorroso y comete errores. Como Hughes (2010) señala, la ausencia de una

oportunidad para hacer presentaciones previas a la divulgación puede generar consecuencias


desastrosas. Menciona así, el ejemplo de un estudiante de enfermería que fue suspendido cuando su
ECRC reveló que estaba en libertad bajo fanza por sospecha de fraude, pero en realidad, había sido

víctima de robo de su identidad.

46
En los últimos cincuenta años, Inglaterra ha enfrentado un complejo equilibrio entre los derechos de

los delincuentes con la protección de la sociedad. El derecho del delincuente a la rehabilitación,

siempre ha sido un derecho limitado, ignorado en favor de una "agenda de protección pública"
mucho más amplio. Se sabe desde hace tiempo que los AP pueden significar un freno efectivo a la
rehabilitación y remserción en la sociedad. No es de extrañar que los delincuentes prefieran ocultar
sus registros. El Derecho Inglés reconoció la sabiduría de esta práctica en la Rehabilitation of Offenders
Art de 1974. Esta ley fue pensada deliberadamente para ayudar en la rehabilitación de los
delincuentes que no han sido condenados por delitos graves y penalizar la divulgación no autorizada
de su anterior condena. Después de un cierto período un delincuente queda rehabilitado, y la

condena se "gasta". Incluso la policía o los funcionarios judiciales no pueden divulgarla. De este
modo, según el artículo 4, "una persona que se ha convertido en una persona rehabilitada para los
efectos de esta Ley respecto de una sentencia deberá ser tratado a todos los efectos como una
persona que no ha sido acusada, procesada o condenada por el delito o delitos que han sido objeto
de ese antecedente". Los períodos eran (y siguen siendo) fos: el antecedente de alguien condenado a
más de 30 meses de prisión nunca se “gasta”, pero si la sentencia es de entre 6 meses y menos de 30
meses, el período es de 10 años, menos de seis meses: 7 años y los condenados a las órdenes de la

comunidad o multas tienen un antecedente "gastado" después de 5 años. Desde el principio, hubo
numerosas excepciones. En particular en relación con el posible uso de las condenas en los
procedimientos judiciales posteriores. En un caso penal, es deber de la acusación de revelar a la

defensa de los antecedentes, aunque sean de vieja data. Además, el tribunal responsable de la

sentencia debe acceder al registro completo de la persona, aunque sea viejo y aunque sea por
cuestiones menores.

Los derechos del delincuente para impedir el acceso a su pasado parecían estar apoyados por la
promulgación de la Data Protection Act 1998, que surgió de la Directiva de la Comunidad Europea
destinada a "proteger los derechos y libertades de las personas físicas fundamentales, y en particular
su derecho a privacidad con respecto al tratamiento de datos personales". En los días posteriores a la
sanción de la ley, la policía adoptó una política de no consideración de ciertos antecedentes muy
antiguos. Sin embargo, esa conducta debió ser modificada luego de la gran controversia pública
desatada por la condena de lan Funtley, un cuidador de una escuela, por el asesinato de dos niños en

edad escolar en agosto de 2002, al publicarse un informe preguntándose como ninguna fuerza
policial local había notificado que el sujeto ya había sido investigado por acusaciones de delitos
sexuales contra niños (a pesar de que no tenía AP).

47
En un reconocido fallo donde la Corte Suprema debió expedirse respecto de la problemática entre la
divulgación de la información contenida en el registro y el derecho a la mtimidad, resolvió que la
proporcionalidad de afectación de la divulgación debe considerarse en cada caso. Se analizaron las
notas policiales de orientación "MP9 Human Rights Guidelines", que establece los pasos que se espera
que el oficial de la policía considere para establecer si cree que el impacto de la revelación en la vida
privada del solicitante supera el impacto potencial sobre el grupo vulnerable si la información no
fuera revelada. Esas medidas están sujetas a una tabla de clasificación de riesgo/ derechos humanos (a
risk/human rights rating table), en el que cuatro categorías de derechos humanos se comparan con

tres categorías de riesgo. Así, sostuvo que todas las decisiones de divulgación de ECRC
probablemente involucren el art. 8 en relación a cómo la mformación ha sido recolectada o
almacenada en los registros policiales; y la divulgación es probable que afecte la vida privada del

acusado en casi todos los casos. La proporcionalidad de la divulgación propuesta debe ser
considerada en cada caso: cuando el riesgo que causaría una falta de divulgación es moderado, sólo es
requerido un estudio cuidadoso si la afectación en la vida privada de cualquiera sería la de grado más
alto: severa. Sólo en el supuesto de que el riesgo que una falta de divulgación causaría un menor
riesgo cuantificable hacia el grupo vulnerable es requerido un estudio cuidadoso si la correspondiente
categoría de derecho humano de menor afectación a la vida privada resulta aplicable. En todos los
demás casos la correspondiente categoría de derechos humanos es superada por una equivalente
categoría de riesgo.

La Corte concluyó que se debe alentar la idea de dar prioridad a la necesidad social de proteger a los
más vulnerables frente al derecho al respeto de la vida privada del solicitante. Sostuvo que la cuestión
de la proporcionalidad exige mucha atención por parte de quien toma la decisión: el cuidado que se
debe tener al sopesar los riesgos de no divulgación con los de la divulgación. El análisis requiere una
apreciación de la magnitud del riesgo y un examen detallado de proporcionalidad. Frente a una
denuncia que quizás pueda ser cierta y hasta relevante, resulta de peso la calidad de la evidencia y la
relevancia de la alegación al puesto.

S1 bien la Ley de Rehabilitación de 1974 apareció para proteger a los delincuentes de la divulgación, la
realidad del derecho Inglés presenta hoy un cuadro muy complejo: muchos delincuentes siguen

viéndose obligados a revelar sus convicciones antes de que puedan obtener un empleo.

Actualmente no hay manera de que un registro de AP se pueda eliminar de la PNC. Esto fue
confirmado por la sentencia del caso Chief Constable of Humberside v Information Commissioner [2009]

48
EWCA Cu 1079. Aquí, el Tribunal de Apelación dejó claro que la ley permite a la policía mantener

todas las condenas en la PNC para siempre. Varias personas se habían quejado ante el Comisionado
de la Información (un puesto creado en virtud de la legislación de protección de datos) tras la
comunicación de viejas sentencias tras una solicitud en la Oficina de AP. En la sentencia se
determinó que el responsable del tratamiento de los datos tiene que identificar el o los objetivos en el
registro público para que la gente supiera por que los datos estaban siendo retenidos y los interesados
podrán cuestionar esa información en función de los fmes identificados. Uno de los fmes para los
que la policía conserva los datos en el Police National Computer es para suministrar un registro
exacto de condenas a la Fiscalía, a los tribunales y a la Oficina de Antecedentes Penales. Estos

destinatarios requieren un registro completo de condenas, por lo que no podría decirse que los datos
son retenidos en exceso o por más tiempo del necesario para esos fines. Además, si la policía

consideró racional y razonable que las registraciones, aún viejas o menores, tenían un valor en el
trabajo que hicieron para el Tribunal, resulta justificado.

49
3. El equilibrio entre la seguridad y la privacidad.

1.1. Holanda.

Según explica Miranda Boone (2011), la resocialización es un objetivo importante en la aplicación de


sanciones en los Países Bajos. La Sección 2 de la Ley de Principios Penitenciarios (Penzzentzary
Principles Art) establece que las sanciones "deben preparar al convicto tanto como sea posible para su
regreso a la sociedad" y, junto con el principio de restricciones mínimas, el prmcipio de
resocialización forma el corazón de la ley penitenciaria holandesa desde 1953.

El principio se formula como un objetivo de la aplicación de las penas que tiene importancia durante
la ejecución de la sentencia, pero no tanto en el período posterior. Se considera que la posición del ex
prisionero en cuanto a la realización de sus derechos sociales, no difiere de la posición (por cierto
débil) del ciudadano medio y como tal, su desarrollo no representa una responsabilidad para el
Departamento de Justicia.

El sistema actual que rige desde 2004 tiene un único registro de AP, estableciendo diferencias entre
aquellos que tienen acceso a cada tipo de información. Los registros son gestionados por la Agencia
de Información Judicial dependiente del Ministro de Justicia. El decreto que regula la información
judicial (Wer justitiéle en strafvorderkjke gegevens”) especifica lo que debe considerarse como datos
judiciales, estableciendo que información resulta relevante.

Un Certificado de Conducta es una declaración del Ministro de Justicia (anteriormente el alcalde)


concluyendo que no existen objeciones a la persona en cuestión para que desempeñe una
determinada profesión o que ocupe un determinado cargo.

El certificado tiene que ser solicitado por intermedio del gobierno local, que reenvía la solicitud a la

Agencia central de Certificados de Conducta, un organismo formado por un personal de 70


miembros. La solicitud tiene que ir acompañada de un formulario en el que la naturaleza de la

función de la profesión es descripto por el oferente.

En Holanda, durante siglos ha existido la práctica de la utilización de las declaraciones sobre la


conducta o buena conducta. Para llegar a un juicio más objetivo sobre ello, se empezó a usar los AP.

Era necesario un registro fiable y la práctica llevó a la creación de un sistema de registro criminal en
1896. Rápidamente surgieron críticas al juicio de valor implícito en el nombre de la declaración, pero

?0 Disponible en: http:/ / wetten.overheid.nl/BWBR0014194/geldigheidsdatum_26-10-2014.

50
sigue siendo el mismo hasta 1955. Creció la idea de que la declaración no implica un juicio de valor
de la persona de que se trate y finalmente, fue modificado por el térmmo más neutral de Certificado

de Conducta.

Así, el propósito del sistema de certificación es, por un lado para evitar que las personas con un
pasado criminal ocupen ciertas posiciones públicas o realicen la práctica de ciertas profesiones que
pudieran poner en peligro la seguridad pública, y por el otro para proteger la privacidad de las
personas condenadas tanto como sea posible mediante la distribución limitada sobre todo para los
empresarios, para solicitar un certificado de conducta en relación con ciertos empleos (Documentos
parlamentarios II, 1995-1996, 24797, no. 3: 3).

La persona mvolucrada puede acceder al registro. La ley prohíbe el suministro de información por
escrito, para evitar que los posibles empleadores puedan exigir a los solicitantes de empleo, la entrega
de una copia de su registro penal. Esta información, sin embargo puede ser denegada en la medida en
que sea necesario para los propósitos de seguridad del Estado.

Además, los datos judiciales se pueden dar a funcionarios y sólo pueden utilizarse para los fimes
especificados. Así, los funcionarios pueden solicitarlos para su uso en los procedimientos judiciales.
También pueden ser entregados al Ministro de Justicia, por ejemplo en relación con la concesión de

un indulto. Si existiera un interés general importante, la Junta de Fiscales Generales está autorizada a

emitir los datos judiciales a las personas y organismos que se les permite el acceso a los datos de

procedimiento penal, tales como agentes de la policía y el personal penitenciario. Por último, las

personas y los organismos que no participan en el procedimiento penal también pueden obtener
datos del Sistema de Documentación Judicial sí se cumple una función pública y si sirve al interés
público.

Por sus posibilidades de remtegrarse en la sociedad, esta categoría es la más importante para el ex-
prisionero. En general, todos los empleadores públicos y privados tienen que hacer uso del
Certificado de Conducta, como se afirma claramente en la exposición de motivos.

Sólo en el caso de unas pocas funciones oficiales que exigen un alto nivel de integridad y
responsabilidad, la información directa se puede otorgar en lo que se refiere a la cesión o el despido
de personal. Estas excepciones se mencionan explícitamente en el Decreto de Datos Judiciales. Sin
embargo, se hacen excepciones para muchos puestos gubernamentales, por ejemplo, personal
policial, penitenciario y de seguridad. En general, los datos tienen que ser necesarios para la correcta

51
ejecución de los deberes. También es válido para esta categoría de solicitantes que los datos sólo
puedan ser utilizados para la fmalidad para la que se han emitido, dado que los datos almacenados en
el Sistema de Documentación Judicial no se pueden entregar directamente a los empleadores
privados.

En 2004, se introdujeron cambios radicales en la normativa sobre certificados de conducta. El


sistema requería ser mejorado ya que los empleadores tenían poca confianza en la declaración sobre
la conducta individual y preferían otros métodos múltiples para la adquisición de información sobre
el posible pasado criminal de los futuros empleados. Según Boone, resulta llamativo que en la
discusión parlamentaria de la nueva ley sólo se hicieron referencias indirectas a la importancia de la
resocialización, sólo relacionada con la protección de la privacidad.

Actualmente, previo al otorgamiento del certificado se realiza una evaluación para determinar si
resulta necesario brindar esa información personal. El criterio rector es limitar el riesgo para la

sociedad. Así, se considera importante la necesidad de información sobre el pasado penal de las

personas a los efectos de las relaciones sociales. En este contexto, se ha discutido si en el marco de

una relación laboral se encuentra en juego el interés social. En la actualidad, se considera que los
riesgos de las empresas lo son también para la sociedad ya que se trasladan los daños a estas últimas.

Se trata de un enterito objetivo en el cual se evalúa los efectos que pueden producirse en la sociedad
de reiterarse la conducta delictiva registrada. El riesgo para la sociedad se evalúa sobre la base de un
perfil de los antecedentes generales y perfiles de antecedentes específicos. El perfil de detección
general se centra en los riesgos en ocho áreas específicas: información, dmero, bienes, servicios,

relaciones comerciales, procesos, organizaciones de gobierno y particulares. En los perfiles de


selección específicos, por ejemplo, el perfil de selección de los funcionarios especiales de
investigación o de los servicios judiciales, se han incluido los riesgos relevantes para el perfil. Los
riesgos se describen en términos tan amplios, sin embargo, que es difícil imaginar un delito que no

será una amenaza para al menos uno de ellos. Si, además de suponer un riesgo para la sociedad, un
hecho punible es también un obstáculo para el buen desempeño de una tarea o actividad tiene que
ver con la relación entre el hecho punible y de la posición del individuo está solicitando. Por ejemplo,
en principio, un Certificado de Conducta no se emitirá a un taxista que ha sido condenado por
conducir bajo la influencia del alcohol, aunque no se llegaría necesariamente a la misma conclusión
para el caso de tratarse de un contador que pretenda obtener su colegiación (Notas explicativas: 7,
subsección 3.2.4). Sin embargo, se desprende de la jurisprudencia que la relación entre la posición

52
deseada y el delito que se ha cometido no necesariamente tiene que estar tan cerca. Por ejemplo, se le
ha negado un certificado de conducta a un taxista que fue despedido por tener plantas de marihuana
aunque esto no guardaba relación con la naturaleza de la actividad de un conductor de taxi (División
de Derecho Administrativo de 20 de julio 2008, Nacional Número Jurisprudencia: BD 8884).

A partir de la entrada en vigencia de la nueva ley, el número de solicitudes se multiplicó. Ello se


explica por la exclusión legal de la posibilidad que anteriormente tenían los empleadores privados de
obtener información directa desde el Sistema de Documentación Judicial y por el aumento de la
cantidad de profesiones y puestos de trabajo para los que es obligatorio la presentación de un
certificado de conducta. Ello, temiendo en cuenta que en el caso de los ex convictos en su mayoría

optan por no solicitar el certificado de conducta presumiendo que se le negará. Ello se explica a
través de estudios realizados que concluyen que la mayoría de los empleadores (79%) no emplean a
personas que se les haya negado el certificado mientras que el restante (21%) analizan cada situación
en particular (Roth, 2006). Otro impedimento para los ex convictos está dado por el aumento de los
empleos donde es legalmente obligatoria la exigencia del certificado de conducta. Así ocurre en todos
aquellos puestos de trabajo, educativos y de cuidados que tengan contacto con menores de edad,
pero también en aquellos empleos donde tradicionalmente los ex convictos encontraban fácilmente
un puesto: taxi, seguridad o transporte.

La cancelación de los AP funciona en forma automática por el transcurso de los plazos legales
establecidos. De acuerdo con las disposiciones actuales, en principio, los datos judiciales sobre los

delitos penales se mantienen durante treinta años después de que la sentencia penal ha quedado
firme. Respecto de los delitos sexuales, esos datos no se elimina hasta veinte años después de la
muerte de la persona en cuestión. A pesar de que varios miembros del Parlamento argumentaron que
esta propuesta era contradictoria con el requisito de proporcionalidad de la Sección 8 de la
Convención Europea de Derechos Humanos, el Mmistro de Justicia se opuso a dicha postura
argumentando que era característico en los delitos sexuales que la repercusión en la sociedad sea
mayor y el malestar dure más tiempo.

En el caso de delitos menores, en principio, los datos se almacenan hasta cinco años después de que
la sentencia haya quedado firme. Este período de tiempo, sin embargo, se extendió a diez años si el

individuo fue condenado a prisión o servicio comunitario.

53
En cualquier caso, los datos sobre todos los tipos de delitos se quitan recién ochenta años después
del nacimiento del individuo. Esto se basa en el supuesto de que después de esa edad, un individuo
no va a cometer más actos punibles.

Si bien la ley no especifica qué periodo de tiempo es analizado a la hora de decidir si se emite un
certificado de conducta, se puede deducir que en principio sería de cuatro años. En el supuesto de
que en ese periodo exista algún dato relevante, se evalúa toda la documentación judicial hasta veinte
años atrás. La excepción está dada por los delitos sexuales donde se examina toda la documentación
judicial de la persona que solicita el certificado. Otro tipo de excepción se da cuando se solicita en
relación con alguna ley o reglamento especial que especifica un periodo de tiempo fijo. Por ejemplo
para una solicitud que tenga que ver con armas, el periodo a observar es de ocho años y en el caso de
taxistas o choferes es de cinco años.

Boone destaca de este sistema que el número de los empleadores públicos que pueden obtener
información directa de la Agencia de Información Judicial es restringido y sólo pueden recibir
información sobre condenas firmes de menos de ocho años de antigiiedad. Otros empleadores sólo
tienen la oportunidad de exigir certificados de conducta de las personas que solicitan el puesto. Un
cambio que sin duda debilita la posición del ex-preso es que ya no sólo las condenas firmes juegan un
papel en el proceso de toma de decisiones, simo también la información sobre los casos abiertos, los
despidos y los acuerdos extrajudiciales con el fiscal (Transacties).

Señala dicho autos que desde la perspectiva de la rehabilitación, sin embargo, es preocupante que el

número de puestos de trabajo y las posiciones para las cuales un certificado de conducta está
obligado legalmente haya aumentado rápidamente en los últimos años. Incluso si no existe la
obligación legal, en la práctica resultan admisibles en la presentación ante el puesto de trabajo y estos
dos cambios se han traducido en una duplicación de la cantidad de solicitudes desde el año 2004.
Asimismo, en la existencia de cierta tensión entre los desarrollos que se han producido en relación

con los certificados de conducta y los serios esfuerzos que se hacen para reducir la reincidencia
mediante ambiciosos programas tales como el Push Back Recidivism y el After Care Programme. Si bien
estos programas tratan de preparar a los ex delincuentes a una vida lejos del delito después del
encarcelamiento o la libertad condicional, la reintegración en algunas partes de la sociedad sólo puede
comenzar después de pasado los cuatro años o más, que son los que se tienen en cuenta a la hora de
otorgar el certificado que permite calificar para algún puesto laboral. Los funcionarios de la Agencia
Central de expedición de los certificados, han mencionado que ellos se negaron a otorgar certificados

54
de conducta para los puestos de trabajo que formaron parte de los programas de remserción para los
que los reclusos fueron preparados en su estadía en la prisión o por los servicios de libertad
condicional.

Por último, el Sistema de Justicia Penal holandés actualmente carece de rituales formales de

rehabilitación a través del cual los ex delincuentes pueden pedir a los tribunales o el Departamento
de Justicia borrar (parte de) sus antecedentes penales después de un período. Boone considera
necesaria la existencia de un mecanismo de ese tipo, pero cuestiona el carácter público de un ritual
como el aplicado en el sistema francés, que no encaja realmente en el clima punitivo actual en la que
el conocimiento público de un pasado criminal podría tener un efecto contrario. Concluye que las
oportunidades de rehabilitación para ex convictos aumentarían, si el periodo retrospectivo de un
certificado de conducta sea mucho más corto y las circunstancias individuales de la ofensa y el
ofensor jugarían un papel más importante en el proceso de toma de decisiones de nuevo.

1.2. Francia.

En Francia, según expone Martine Herzog-Evans (2011), los AP están en poder de un servicio

especial llamado National Judicial Record (N]R), con sede en Nantes. Este servicio es administrado por
varios jueces y los archivos se actualizan por funcionarios especialmente capacitados y el sistema ha
sido informatizado en 1980. Desde el año 2000, los ciudadanos comunes han tenido acceso a sus

registros en línea, a través de un sistema de seguridad que garantiza que sólo la persona puede
obtener una copia. El NJR es el único servicio que puede mantener registros de AP. Sin embargo,
hay numerosos registros policiales y archivos especiales. En particular el registro de delincuentes
sexuales (Sexual Offender National Judicial File). Sin embargo, otros archivos son utilizados

exclusivamente por la policía o por los tribunales. El NJR, por el contrario, se puede acceder por el
interesado y por organismos de la administración pública o servicios públicos y comúnmente la gente
lo solicita para ser presentado ante potenciales empleadores del sector privado quienes exigen un
extracto de AP "vacio" ("extrait').

En el NJR se registran las sentencias penales, medidas de seguridad, mhabilitaciones, sentencias

privativas de la patria potestad, deportación de extranjeros (Código de Procedimiento Penal - PPC -


Art. 769), y las penas o medidas relativas a los menores mfractores (art 8, 15, 15-1, 16, 16bis y 28 de

la Ordenanza de 02 de febrero 1945). El NJR también mantiene las decisiones como libertad

55
condicional, pena en suspenso, reducción de pena, la sentencia revocada, junto con el indulto y la

amnistía (PPC, art. 769, R 69 y D 49 a 26). Todas estas informaciones se reciben de tribunales,

fiscales o de las cárceles. Ellos están estrictamente controladas por el NJR de los posibles errores de
identidad (¿es la persona adecuada?, ¿la persona sigue viva?, y así sucesivamente ...) y de la legalidad
(que la pena no exceda el máximo legal).

A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los países donde tener AP significa que uno ha sido
condenado. En Francia, todo el mundo tiene AP. Pero puede estar vacio (“wrgn record”) o puede
contener información sobre las penas pasadas u otras sanciones. Este registro en realidad se divide
en tres archivos, llamados boletines. El Boletín número 1 contiene todas las condenas a las penas y
medidas enumeradas anteriormente (Código Penal Pocedure, art 768.); el Boletín número 2 contiene

casi todas las condenas a excepción de las sentencias en suspenso, los registros de menores,
contravenciones (Código de Procedimiento Penal, art. 775). El Boletín número 3 contiene las penas
de prisión de dos años y más, y menos de dos años si, y sólo si, la Corte ha decidido que era
necesario, además de las penas que prohíben determinadas actividades profesionales.

En Francia se considera que el impacto negativo de los AP depende enteramente de la determinación


de quién puede acceder a ellos. Su regulación es el reflejo de otras dimensiones culturales como ser el
respeto por la vida privada. Ello se refleja en diversos ámbitos, tales como la libertad de prensa o los
registros de la policía. También parecen creer en una especie de "derecho al olvido": después de
haber cumplido su condena, y en particular si ha llevado una vida normal durante un cierto tiempo,

una persona debe ser dejada en paz. Un tercer factor a tener en cuenta para comprender la regulación
francesa es que todo el sistema penal y de prisión se basa en el ideal de resocialización: el objetivo de
la prisión debe ser ayudar a las personas tener éxito en la remserción social. Temendo en cuenta esto,

se entiende porque la legislación francesa hmita fuertemente el acceso a los AP: ese acceso podría ser
gravemente perjudicial para el empleo y, en consecuencia, para la pretendida resocialización.

El acceso a los registros de AP en realidad varía según el boletín en juego. Boletín 1 sólo puede ser
consultado por los tribunales penales (PPC, arte 768.); Boletín 2 no sólo puede ser consultado por las

administraciones y los servicios públicos, en general, para las solicitudes de empleo (PPC, art. 775),

sino también, por ejemplo, para los académicos o investigadores que deseen visitar las prisiones.
Boletín 3 sólo puede ser consultado por la misma persona, pero con frecuencia una copia se solicita
por los empleadores del sector privado. Cuando una persona está buscando un empleo, los Boletines
2 y 3 pueden ser perjudiciales: boletín número 2 cuando la persona busca empleo en un servicio

56
público, que abarca no sólo los empleos nacionales, simo también los puestos de trabajo locales (por
ejemplo, ayuntamiento, departamento, regiones) e incluso pequeñas tareas y puestos de trabajo
temporales; Boletín 3 cada vez que un empleador le pide al solicitante de una copia. En la práctica,
los empleadores no piden esto con respecto a la mayoría de los empleos. Sin embargo, ellos
normalmente lo hacen por los trabajos que implican un alto grado de confianza (banco, empresas de
seguridad privada, trabajos que implican un contacto regular con los niños; etc.) o para los empleos
en que las normas jurídicas específicas en realidad excluyen a las personas con AP (abogado, bancos,
empresas, etc.). Hay que añadir que el acceso al boletín 3 sólo dará mformación sobre la naturaleza

de la pena (por ejemplo, un mínimo de dos años de prisión), pero no de la naturaleza de la ofensa.
Cuando una persona no se le pidió su registro de AP, no tiene obligación legal de mencionarlo.

El Tribunal de Casación (Sala en lo Social”, resolvió en 1990 que un empleado tenía derecho a no

divulgar su pasado criminal y que ser despedido con base en su menttra era nulo y sin efecto. Si el
empleador es informado por otros medios de la infracción y/o sentencia, el Tribunal de Casación ha

resuelto que sólo se permite que el empleado sea despedido si sus acciones han generado algún
" 22
efecto negativo para la empresa”.

Sin embargo, esta apertura mental se detiene cuando se trata de delincuentes sexuales. Recientemente

se han aprobado leyes que fuerzan a los delincuentes sexuales a inscribirse en un registro nacional
para delincuentes sexuales y violentos (F]NAIS - PPC, arte 706-53-1 s.). Estos tienen el deber de
informar regularmente a la policía e indicar sus cambios de domicilio. Sin embargo, al FINAIS sólo

se puede acceder por los tribunales y la policía. Así que incluso si no pueden ser borrados fácilmente,

al menos estos registros específicos no hmitan el empleo per se.

Francia tiene un sistema de “rehabilitación legal” que se puede clasificar en dos grupos: en uno se
encuentra aquellas técnicas que tienen como objetivo ayudar en el proceso de desistimiento para
poder expurgar parte de los registros que son perjudiciales para las solicitudes de empleo y el otro
que reconoce la plena recuperación de la delincuencia, mediante la supresión de todos los registros
de AP. Las llamadas “Expungng techniques” pueden a su vez clasificarse en tres subgrupos: las que son
automáticas, es decir, se conceden sm ningún requisito del delincuente; aquellas que se conceden

únicamente basada en la ausencia de una mayor reincidencia y las que requieren algún tipo de
evidencia modesta y permanente de desistimiento.

1 Cass. Soc., 3 de julio de 1990, Recueil Dalloz, 1991, Jurisp., pp. 507-511, nota J. Mouly.
? Cass. Soc., 11 de Marzo de 1964, JCP 1964, II, n” 13678; también ver a Roger, 1980 y Sire 2003.

57
Las medidas que son automáticas, es decir, no requieren ningún mérito, ni ninguna condición por

parte del delincuente, deriva de la necesidad de destruir los archivos de papel que se mantuvieron por
el NJR. Existe la idea de que las personas mayores deben morir en paz. Asi, la "Hundred Years Rute"

(PPC, art. R 70-1 % permite que el NJR borre archivos de delincuentes que superaron los 100 años

de edad, y aún no han fallecido (naturalmente cuando las personas mueren sus registros se eliminan).
Otra técnica, llamada “Forty Years Rule" (PPC, art. 769, col. 2) es una medida híbrida que permite al
NJR borrar archivos criminales que no han sido elimmados a través de técnicas de más corto plazo:
cuarenta años después de la última condena. No se requiere ninguna acción legal por parte del
infractor, ya que es automático. En la práctica, por lo general se aplica a los delitos graves o de
delincuentes que son reincidentes.

Las medidas automáticas basadas en la mera ausencia de una mayor remcidencia, es un sistema

automático y no requiere ninguna acción legal. Beneficia a todos los delincuentes, excepto los que
cometieron "Zogal crimes". En Francia hay tres categorías de delitos: "conmavenzon" (multas de
estacionamiento, maltrato a perro, lesiones leves); "DéZts” (robo, abuso sexual excepto violación,

consumo de drogas, las formas serviles de tráfico de drogas, incendios) y “crimes” (homicidio, robo a

mano armada, violación, tortura, tráfico grave o internacional de drogas, terrorismo). Sólo détits y

crimes pueden ser castigados con penas de prisión. La "rehabilitación legal" sólo se aplica a las
contravention y délits, no es posible para los crimes. Sólo se requiere la aprobación de una cierta cantidad
de tempo (que van desde tres a diez años, o incluso veinte años para reincidentes: CP, art 133-13.).
Durante ese tiempo, la persona no debe haber cometido más delitos.

Por último, las medidas que requieran algún tipo de mérito por parte del condenado, pueden ser
otorgadas antes de que se cumpla la rehabilitación legal. Sin embargo, son más exigentes. En primer
lugar, se requiere una acción legal, y por lo tanto una decisión judicial, segundo que son
discrecionales y basadas en el mérito del solicitante. La cuestión que se plantea en estos casos es: ¿el
reclamante lo merece? Sin embargo, la noción de mérito no es tan exigente como la rehabilitación

judicial. El denominador común de todas estas medidas es que se requiere una acción legal. Otro
rasgo distimtivo, lo que hace que estos procedimientos altamente atractivo para los delincuentes, es
que no hay ningún plazo después de la sentencia. El reclamante puede pedir incluso directamente ala
corte que lo condenó que no registre la sanción en los boletines número 2 y 3. Su objetivo es
puramente utilitario: la idea es ayudar al delincuente a encontrar trabajo rápidamente. Así que no es
necesario ser un ciudadano perfecto. Por esa razón, los tribunales suelen asegurarse de que la persona

58
esté realmente aplicando para un puesto laboral determimado, que no se puede obtener sin AP
claros”. Los tribunales también pueden ser más exigente en lo que respecta a las profesiones que
requieren altas normas morales, como es el caso de los funcionarios públicos. También se han
rechazado solicitudes si consideran que el delito es muy grave (un profesor universitario que había
acosado sexualmente a un menor de edad”, o si la persona ha cometido demasiados delitos” o si los

daños no han sido pagados a la víctima”,

Un poco más exigente es otra medida llamada "relevemen?”. Se encuentra vinculada a las
inhabilitaciones para ejercer determinados cargos o profesiones. Los tribunales analizan el
comportamiento del delincuente, si ha cumplido con las reglamentaciones carcelarias, si ha pagado
los daños y perjuicios, si no niega la infracción, si ha dejado de cometer delitos. Cuando más grave es
el delito, más estricto es el control. Finalmente, sólo consiste en permitir que la persona pueda volver
a trabajar en la profesión específica de la que fue prohibido por sus AP. Cabe aclarar que los AP no
son borrados per se. Esto probablemente explica el escaso éxito de este procedimiento.

El Derecho francés prevé un ritual que logra la rehabilitación completa. Las condiciones para la
rehabilitación judicial son extremadamente estricta, lo que es coherente con las mismas razones que
sustentan esta acción: el ex delincuente de hecho debe haber desistido totalmente de la delincuencia.
Puede aplicarse a todo tipo de delitos, incluso a los más graves.

Sólo una sentencia dictada por un tribunal francés, puede lograr la rehabilitación. El demandante
sólo puede presentar su caso después de un cierto período de tiempo después de haber cumplido su
condena (es decir, un plazo de prescripción, que varía en longitud de acuerdo con el tipo de delito).
Si el delito era una contravention, la persona debe esperar un año; si era un déxr, debe esperar durante
tres años; si se trataba de un crime, el retraso es de cinco años. Sin embargo, estos supuestos sólo se
aplican a los infractores por primera vez. Los reincidentes deben esperar seis años si cometió un
délits, y diez años si se trató de un crime. Si el tribunal rechaza la solicitud, el ex delincuente tiene que

esperar dos años más, lo que es coherente allí de nuevo con las razones que sustentan la
rehabilitación judicial: el tribunal necesita tiempo suficiente para asegurarse de que cualquier mejora
con la persona, la vida y el comportamiento ha sido suficiente.

23 Tribunal de Casación, Sala de lo Penal, 12 de diciembre 1992, número de decisión de 92 a 81,873.


24 Tribunal de Casación, Sala de lo Penal, 08 de febrero 1995, n * 94 a 81,468.
25 Tribunal de casación, Sala de lo Penal, 4 de octubre de 2000, n * 00 a 80,181.
26 Tribunal de Casación, Sala de lo Penal 28 de noviembre de 2001, n * 01 a 83,118.
Sin embargo, el paso del tiempo no crea un derecho a obtener la rehabilitación judicial. En primer
lugar, el demandante debe haber pagado todos los daños y perjuicios a la víctima (PPC, art. 788, col.
1). Criminológicamente, se refiere a la idea de que el primer paso para la redención es reconocer las

propias faltas, y que el pago de daños y perjuicios es una forma de hacer precisamente eso. Otra
exigencia es que asuma plena responsabilidad por sus acciones pasadas: sólo entonces será
perdonado. Los tribunales también consideran la naturaleza de la infracción, si la actividad criminal
es regular o por única vez, y si plantea una grave amenaza para la seguridad pública. Sin embargo, el
espíntu de la ley ordena que la rehabilitación judicial no se le debe negar a una persona sobre la única
base de su actividad criminal anterior.

Lo que cuenta más es lo que ocurre desde el cumplimiento de la sentencia hasta el momento de la
solicitud. Se requiere que el demandante haya demostrado una "conducta intachable" desde su
liberación. Los tribunales tienen total discreción al analizar ello. La noción bastante obsoleta de
buena conducta en realidad se refiere a los criterios más pertinentes, como el empleo, la vida familiar,

la formación, los compañeros, el medio ambiente, etc. En cuanto al empleo, a pesar de que no se
puede ser demasiado exigente en tiempos de crisis (Francia ha conocido el desempleo crónico desde
1974 y los tribunales son muy conscientes de la dificultad para los ex convictos y delincuentes en la
búsqueda de un trabajo), los tribunales por lo general exigen haber terminado los estudios, un
empleo permanente o requiere alguna prueba válida de que el reclamante tiene posibilidades ciertas
de obtener un trabajo, o se ha formado con el fm de mejorar sus posibilidades en el mercado laboral.
Ellos aprecian especialmente la formación que permite a una persona obtener una cualificación
profesional y que muestra un cambio de sentido en su vida.

La rehabilitación judicial es más fácil de obtener para las personas que también pasaron por un
cambio radical en su vida familiar. Tal sería el caso de un delincuente persistente que descuidó a su
familia y que ahora es un buen padre y esposo, y sustenta económicamente a su familia. También se
consideran otros signos de cambio de vida como cortar todos los contactos con amigos o
compañeros criminales. El tribunal, naturalmente no se basa enteramente en el expediente
presentado por el ex delmcuente (que es por lo general asistido por un abogado). Se realiza una
investigación sistemática de la policía con el fin de venficar si el ex delincuente todavía tiene
contactos con ex convictos o cómplices o simplemente con personas involucradas en actividades
delictivas y si lo que él presenta como evidencia es cierto. Las autoridades penitenciarias y la J.A.P.
son consultados. También hay una investigación en la comunidad, la misma es discreta para no poner

60
en peligro los esfuerzos realizados por los ex delincuentes por evitar llamar la atención sobre su
pasado criminal.

El procedimiento para la rehabilitación judicial es único en muchos aspectos. El primer aspecto


origmal es que no sólo el ex delincuente, sino también sus padres o hijos pueden solicitarlo en su
lugar luego de su muerte (PPC, art. 785, al. 1). Las personas que han sido condenadas por varios

delitos no puede solicitar la rehabilitación para sólo uno de ellos, sino que la rehabilitación judicial
sólo podrán referirse a la totalidad de su vida y el comportamiento llevado, y todas sus ofensas
pasadas deben poner sobre la mesa (PPC, art 785, al 2..). Otra particularidad de este procedimiento
es que no resulta obligatoria la presentación por medio de un abogado. Un tercer rasgo onginal es el
alto nivel de competencia requerido para esta medida. El tribunal competente para la rehabilitación
judicial es una sala de la Corte de Apelaciones (Instruction Chamber). La idea es a la vez de poner la
decisión en manos más experimentadas, porque el asunto se considera muy grave, y para que sea aún
más solemne, que a su vez refuerza la seriedad de la afirmación de que en efecto, el ex delincuente

efectivamente ha desistido. El impacto en este último, en su familia y en la sociedad en sí es así aún


mayor.

Una vez que el Tribunal de Apelación recibe el caso con el dictamen del fiscal debe emitir su
resolución en un plazo de dos meses (PPC, art. 794). El Tribunal puede rechazar la reclamación,
decidir que es prematuro y que necesita más evidencia, también puede conceder la rehabilitación
judicial.

Concluye Martine Herzog-Evans que por desgracia la decisión a menudo se hace después de la
audiencia, durante una audiencia por separado, lo que disminuye su efecto declarativo y todo se
desarrolla en un ámbito privado.

1.3. España.

La información sobre los AP se encuentra concentrada en el Registro Central de Penados (RCP) el


cual es único para toda España. Contiene los antecedentes por delito y sólo tienen acceso ciertos
organismos estatales. Si bien en la actualidad no se trata de un registro público, lo cierto es que el
grado de publicidad ha ido variando a lo largo de la historia. Originariamente, la Real Orden del 3 de
abril de 18% no especificó quien puede tener acceso al Registro Central de Penados. La regulación

61
de la misma instaura, a criterio de Larrauri y Jacobs (2010), una curiosa distinción que ha

permanecido durante mucho tiempo: si la persona de la que se solicita información tiene AP,
entonces el RCP niega el acceso y no permite que esta información se haga pública. Si la persona no
tiene, entonces se emite un certificado a cualquier persona que lo solicita. Como señala Grosso

(1983), la ironía es que si alguien no puede obtener la información, asume (correctamente) que la
persona en cuestión tiene AP.

La reforma del Código Penal de 1983 se produce poco tiempo después de la muerte de Franco y se
trata, según Grosso (1983), de una reacción a la excesiva petición de los AP durante esa época de la
historia de España. El preámbulo de la reforma establece claramente por primera vez que el RCP no
es público y que el certificado de AP sólo puede expedirse para los jueces y en los casos establecidos
por la ley (art. 118 del Código Penal). El nuevo Código Penal de 1995 confirmó la última regulación
y afirmó que el RCP no es un registro público. El artículo 136.4 establece: “4. Las inscripciones de
antecedentes penales en las distintas Secciones del Registro Central de Penados y Rebeldes no serán
públicas. Durante su vigencia sólo se emitirán certificaciones con las limitaciones y garantías previstas
en sus normas específicas y en los casos establecidos por la Ley. En todo caso, se librarán las que
soliciten los Jueces o Tribunales, se refleran o no a inscripciones canceladas, haciendo constar

expresamente, si se da, esta última circunstancia”. Por último, el Real Decreto 95/2009 del 6 de

febrero establece que el acceso a la información contenida en el RCP sólo se autoriza a jueces,
fiscales y policía judicial y también la propia persona interesada puede solicitar una copia de sus
antecedentes penales. En síntesis, de acuerdo con la legislación española y con el Tribunal
Constitucional (STC 22 de julio 1999, n” 144), el registro de AP en España no está a disposición del
público.

El legislador español, los políticos y los juristas creen que el objetivo de resocialización se vería
seriamente menoscabado si la información sobre las condenas penales fuese ampliamente disponible

y pública.

Así, España, reconoce de forma mucho más amplia los derechos a la privacidad, la dignidad y el
honor que protegen al individuo de la posible divulgación de sus AP, tanto por órganos
gubernamentales como por particulares. Si bien la legislación española considera relevantes las
anteriores condenas penales de los acusados para dictar la sentencia, no reconoce que la vergtienza
y la deshonra pública sean una forma legítima de prevención ni de disuasión del delito. A los juristas
españoles tal idea les parece absolutamente criticable (Diez Ripollés, 2007; Mir Putg, 2008).

62
En consecuencia, el Registro Central de Penados (RCP) sólo puede comunicar información sobre los

AP de una persona a los jueces, al Ministerio Fiscal, a la policía judicial y al particular interesado. Por

otra parte, los expedientes judiciales, incluidas las sentencias penales, no están disponibles para
inspección pública. Incluso las sentencias publicadas de los tribunales protegen la privacidad del
acusado encubriendo su nombre real, y cambiándolo por otro ficticio. La legislación española

reconoce la rehabilitación como un fin de la pena, lo cual confirma aún más la voluntad de mantener

la confidencialidad de los AP.

El riesgo difuso del público es considerado por debajo de la remserción del infractor. Quizás ello

contribuye también a explicar el hecho de que los AP sean con carácter general sólo solicitados para
acceder a la Administración o a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (Grosso Galvan,
1983). En el resto de empleos no existe una normativa general que permita dilucidar claramente en
qué casos deben o no aportarse. Pero en ningún caso los empresarios pueden obtener la información
de AP directamente del Registro Central de Penados. Ciertamente podría alegarse que no se les
prohibe la posibilidad de solicitar a cada aspirante un Certificado de Antecedentes Penales. Ante la
falta de datos y de información crimmológica es arriesgado cualquier afirmación acerca de cuál es la
realidad con la que se enfrentan las personas con AP, pero parece en principio que en muy pocas
ocasiones los empresarios privados exigen este certificado, e incluso que si lo solicitan la persona
podría eventualmente negarse, si la petición no está fundada, por entender que forma parte de su
vida privada o intimidad.

En ese sentido, expone Larrauri (2010) que de acuerdo con Carlos Uranga, subdtrector del Registro

Central de Penados, los empleadores raramente solicitan a los aspirantes a un puesto de trabajo el
certificado de AP; la mayoría de las solicitudes de este certificado son para permisos de armas, caza o
de residencia.

Concluye así que el hecho de que la información no sea pública, de que aparentemente no se
soliciten excesivos certificados de AP, de que la LGP prohíba la discriminación en el empleo por esa
razón (art. 73), y la existencia de la institución de la cancelación de los antecedentes penales (art. 136
código penal), son todos ellos indicios de la vigencia del ideal rehabilitador en la cultura jurídica
española contemporánea.

La Orden 9 de Marzo 1937 estableció el requisito de no tener AP al solicitar puestos en la


Administración, la Policía o el Ejército. Sin embargo hay un gran número de empleos para los cuales

63
legalmente se puede solicitar el certificado de AP: Abogados, lotería y Casinos, Auditores, Bancos,

conductores de pasajeros y mercancías, bomberos, choferes de taxi, maestros, seguridad, privada, etc.

Larrauri (2011) se pregunta ¿cuál es el fundamento para admitir prácticamente sin discusión que el
acceso a la Administración Pública requiera carecer de AP? Es curioso que, en tanto hay un

posicionamiento generalmente crítico frente al hecho de que los empresarios particulares exijan el
CAP, se admita acríticamente que esto se realice de forma generalizada por la Administración. Se

podría cuestionar si acaso no es precisamente la Administración la que debiera dar ejemplo de no


discrimmación por AP.
Respecto al empleo público, explica Larrauri (2011) que en general se aportan tres razones para negar
que el empresario pueda solicitar un CAP. Según un primer argumento, se rechaza que el empresario
pueda preguntar por los AP de un solicitante de empleo debido a que se considera que esta
información es privada (tanto como la referida a la afiliación política o sindical, a la religión, la salud

o al estado civil). Un segundo argumento de la doctrina laboralista se basa en que la Ley de


Protección de Datos Personales prohíbe que los particulares creen una base con datos relativos a la
comisión de infracciones penales o administrativas. Por último, la doctrma laboralista considera que
esta información hace referencia a la personalidad o carácter “moral” y que no es relevante para
evaluar las habilidades laborales de una persona.
Según Larrauri, no hay una respuesta concluyente a la pregunta sobre si, o cuándo, los empresarios
pueden solicitar los AP de una persona a la que quieren contratar. Si bien el RCP no es público -y el
TC así lo ha confirmado-, una defensa a favor de solicitar los AP podría alegar que esta posibilidad
no se encuentra explicitamente prohibida en ninguna ley, que se permiten solicitudes individuales al

RCP y, finalmente, que en todo caso es el empresario quien sería declarado responsable civil por los
daños y delitos que realicen sus empleados, con lo cual sería lógico permitirle aminorar los costes que
conlleva la decisión de contratar a alguien. Y adicionalmente, la normativa europea tiende cada vez
más a imponer que se exijan los AP especialmente en el caso de delincuentes sexuales y puestos de
trabajo en contacto con menores (Jacobs y Blitsa, 2012). Pero de otra parte, y en sentido contrario,

puede argumentarse que en España los AP se consideran parte de la “vida privada” o que son “datos
personales” protegidos por el derecho constitucional a la intimidad y que el objetivo de la
rehabilitación prevalece sobre la libertad empresarial y la autonomía personal (que requiere tomar
decisiones personales con toda la información existente). En ningún caso existe jurisprudencia que
nos oriente sobre cuál es la solución jurídica adecuada de este conflicto.

64
En síntesis, España, por razones constitucionales, culturales y políticas, prefiere que los AP sean
confidenciales. La legislación española otorga mucho valor a la dignidad individual, el honor y la

intimidad. Los autores españoles y europeos consideran que la publicidad de las condenas es un
castigo degradante. Los jueces españoles, los estudiosos del derecho penal, y los responsables
políticos creen que la información sobre los AP de un individuo pertenece a la esfera privada del
individuo. Además, la doctrina penal española y europea cree que la difusión de información acerca

de una condena penal en sí misma constituye un castigo adicional que vulnera el principio de
proporcionalidad y el principio de legalidad, porque el código penal no prevé con carácter general la
publicación de la condena. Por otra parte, consideran que la rehabilitación se vería perjudicada
(Jacobs-Larrauri, 2010).
Después de un período predeterminado de tiempo, los expedientes de condenas son “cancelados”.
No significa que se borran, de hecho, los jueces seguirán teniendo en cuenta los registros, pero de

acuerdo con el Código Penal no podrán ser considerados como agravante (de reincidencia) y no debe
ser tenido en cuenta a la hora de decidir la concesión de la condena condicional.
Los requisitos exigidos para tener por cancelados los antecedentes son: 1) Un pertodo de tiempo
después de haber cumplido la condena (debe haber transcurrido 6 meses para las penas leves, 2 años
para las penas que no excedan de 12 meses y las impuestas por delitos imprudentes, 3 años para las
restantes penas menos graves 0 5 años, para las penas graves); 2) no cometer un nuevo delto en ese
período; 3) haber pagado la reparación civil o la persona haya sido declarada insolvente.

Se trata de un procedimiento "automático": no existe una evaluación individual y el periodo de


tiempo después de haber cumplido la condena sin cometer otro delito, sólo depende de la infracción
anterior.

Existen dos maneras de llevarse adelante: el sujeto lo solicita a la Secretaría de Justicia o la NCR
concluye el propio registro (art.136.1 del Código Penal). Cuando se hace una solicitud, el NCR le

pide al juez que presente un informe. El juez envía un informe y el Ministerio de Justicia debe
responder al solicitante en un plazo de 3 meses. Si el registro no ha respondido en ese tiempo la
persona puede asumir que ellos lo han tenido por cancelado.

Larrauri (2011) critica estos mecanismos concluyendo que los Jueces deberían tener una participación
más activa instando al NCR que cancele los registros ni bien se cumplan los plazos legales y
proponiendo un sistema que permita informar al sujeto respecto de la cancelación de su registro.

65
14. Alemania

Según explica Christine Morgenstern (2011), en el sistema alemán, el derecho a la resocialización


resulta de suma importancia para comprender su regulación de las AP. Se desprende del artículo 2 (1)
en relación con el artículo 1 de la Ley Fundamental alemana. Visto desde la perspectiva de la
comunidad, el principio social del Estado requiere de atención pública y asistencia para los grupos de
la comunidad que, a causa de la debilidad personal o culpa, incapacidad o desventaja social, se vieron

afectados negativamente en su desarrollo social; dentro del cual se encuentran los presos y ex presos.

También la resocialización sirve a la protección de la propia comunidad: está en su interés que el


delincuente no reincida (BVerfGE 35, 202: 235-230).

La jurisprudencia ha desarrollado el alcance de la resocialización, entendiendo que se trata de un


derecho positivo a la acción y ayuda del Estado, es decir, con respecto a la ejecución de las penas de
prisión, las condiciones de las cárceles, la remuneración del trabajo en la misma, etc.

Así, respecto de los AP, los autores clásicos de Derecho Penal alemán presentan el tema dentro del

capítulo sobre “Rehabilitación”, viendo claramente esta forma de rehabilitación como un aspecto
crucial de la resocialización.

Los autores identifican tres características del sistema alemán:

* No incluir delitos menores en los certificados de conducta que se expida sobre la base de los
registros de antecedentes penales;

* No inclutr los delitos en los certificados de conducta después de un determinado período, siempre
que el interesado no ha vuelto a delinquir,

* Eliminar las entradas en el registro después de un período sin reincidencia.

Existen diferentes registros (judicial y policial), pero en general sólo podrán ser utilizados por estas
autoridades de control. Otras autoridades tienen un acceso muy restringido y empleadores públicos o
privados no tienen acceso en absoluto.

Los objetivos que persigue el registro penal en Alemania son tres:

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1. proporcionar a todas las partes del sistema de justicia penal mformación relevante sobre el
pasado criminal de un sujeto, y, s1 es necesario, proporcionarlo a otros (organismos administrativos y
empleadores) que tengan un interés legítimo en esa mformación;

2. evitar efectos estigmatizadores injustos y de largo alcance del registro, en particular para las
condenas muy antiguas;

3. proporcionar información para la investigación científica (por ejemplo, para los estudios de

reincidencia) o la política criminal ('preparación de la legislación ", Art. 42 bis y b BZRG).

Las disposiciones legales para recopilar y registrar información completa sobre los AP de las
personas se remontan a finales del siglo XIX. Siguiendo el ejemplo francés, se aprobó una Ley de
Registro en 1882. Los particulares (empleadores) no tenían acceso a esta fuente de información (pero
podrian solicitar códigos de conducta emitido por la policía cuando existían otros registros). Una vez
en el registro de AP, las condenas se mantuvieron allí sin límite de tiempo y no existian
procedimientos de retiro formales. El efecto estigmatizante y etiquetador fue reconocido en forma
temprana en la historia alemana.

En 1919, durante los primeros años liberales se adoptó la ley 'Straftigungsgesetz” (Conviction
Redemption Act). En los fundamentos legislativos, se justifica su implementación de la siguiente
manera: "Quién, después de completar una sentencia, precisamente por ello sólo encuentra puertas
cerradas; que, a pesar de los esfuerzos honestos, es una y otra vez castigado con el desprecio público
y se ve obstaculizado en su lucha por sobrevivir, porque una vez que fracasó y ha sido castigado,
fmalmente debe perder la esperanza y motivación para encontrar su camino en la vida civil de buena
reputación y retroceder hacia el camino del delito”. Esta cita refleja la muy limitada dispombilidad
existente por entonces en la sociedad para remtegrar a los antiguos delincuentes (sobre todo en
tiempos de crisis económica); en consecuencia, la propia Ley pidió más tolerancia dentro de la

comunidad y presentó restricciones de largo alcance en el acceso a la información del registro, así
como normas para la eliminación de algún tipo de mformación mcluida en el registro.

Desde 1972, cuando la Federal Central Criminal Register Act entró en vigor, el Bundeszentralregister

(Registro Federal Penal Central) ha sustituido a los 93 registros de AP de las oficinas de persecución
pública de las Cortes regionales.

En Alemania, se mantienen registros de AP (sólo) para los que han sido condenados o de otra

manera "evaluados" en un procedimiento penal (es decir porque no fueron considerados

67
responsables penalmente debido a su enfermedad mental). Esto significa en números: el Registro
actualmente posee entradas en aproximadamente 6,3 millones de personas con 15,3 millones de
resoluciones. Cada día cerca de 10.000 decisiones tienen que ser registradas; cada día hay
aproximadamente 40.000 solicitudes de información de los tribunales, la policía y las fiscalias
públicas, así como las solicitudes de códigos de conducta por los particulares tienen que ser
procesados (y, por lo general se encuentran en el mismo día). Más de nueve millones de revelaciones

son emitidas cada año.

En 1998, la legislación penal sufrió una serie de cambios, concentrándose principalmente en un


enfoque más duro hacia los delincuentes sexuales que también afectaron a la Ley de Registro Central
Penal. Desde 2007, el propio registro ha sido operado por la Oficina Federal de Justicia
(Bundesjustizamt), antes de que se había mantenido por la Agencia Federal de Procesamiento
(Generalbundesanwalt). Desde 2009, todos los empleadores en materna de cuidado de niños,

instituciones de bienestar juvenil, y así sucesivamente están obligados a revisar sus empleados (y los
solicitantes de puestos de trabajo).

El registro contiene sentencias de los tribunales penales que han adquirido firmeza (prmcipalmente
condenas y sentencias, así como ciertas resoluciones de autoridades administrativas (por ejemplo,
con respecto a las decisiones que retiran una licencia de negocios o de portación de armas), y -
después de una evaluación que implica una comparación de las legislaciones -. condenas penales
extranjeras dictadas contra los alemanes o en contra de los extranjeros que viven en Alemania.

El impacto negativo de los AP en el proceso de reintegración a la sociedad depende de la


determinación de quién puede acceder a ella. En Alemania, existen dos tipos de acceso a la
información:

- acceso al propio registro;

- el acceso a parte de la información a través del llamado certificado de conducta.

El primero de ellos, implica un acceso sin restricciones a toda la mformación solicitando una

declaración (Bundeszentralregisterauszug) por la que es posible que los tribunales, el ministerio


público y las administraciones penitenciarias, departamentos de investigación criminal de la policía y
las autoridades fiscales y organismos de la administración especializados que hacer frente a las zonas
especialmente sensibles, como los organismos de supervisión de la empresa privada de seguridad, las
drogas y los productos farmacéuticos, la protección radiológica, o la seguridad de vuelo.

68
Respecto del certificado de conducta, existen dos tipos. El disponible para los empleadores privados
y el certificado de conducta para los empleadores del sector público y de las autoridades responsables
de la concesión de licencias en diferentes áreas.

Las condenas por delitos menores no son mformados en el certificado de conducta (aquellos
castigados con multa o tres meses de prisión). Como regla general, depende de la sentencia, no de la
calificación jurídica de un delito. Eso significa que los delitos menores de delincuentes primarios no
suelen mcluirse en el certificado porque fueron castigados con penas menores, mientras que el

mismo delito cometido por un remcidente puede ser incluido. Otra restricción en la inclusión de las
entradas en el certificado de conducta se aplica a los adictos a las drogas, cuya pena de no más de dos
años de prisión se suspende debido a que están sometidos a la terapia o cuya pena de prisión se
suspende por otras razones, pero el delito que han cometido estaba vinculada a su adicción a las
drogas. Todas las demás entradas en el registro deben ser incluidos en un certificado de conducta, y
desde 1998, como una excepción a la regla, los delitos sexuales deben ser incluidos
independientemente de la sanción (Art 32 1 BZRG;. Art. 174 a 180 y 182 Código Penal). Con esta

reforma legal, todos los empleadores en materia de cuidado de niños, instituciones de bienestar

juvenil, escuelas, 22 y así sucesivamente deben ser obligados a comprobar sus empleados (y los
solicitantes de puestos de trabajo) al exigir un certificado extendido. El grupo de personas afectadas
es casi inmanejable, porque los empleadores (y organizadores del trabajo voluntario con niños)
también pueden pedir un certificado extendido para los conductores de autobuses escolares,
asistentes en las piscinas públicas, entrenadores, y así sucesivamente. Aunque la prohibición de

emplear a personas que han sido condenadas por un delito sexual y otros delitos (graves) sólo se
refieren a los delitos sexuales de todo tipo, el certificado de conducta hace que las demás entradas
sean visibles.

El certificado de conducta para fines personales (certificado privado de conducta) sólo se envía a la
persona que hace la solicitud. No está del todo claro en qué casos un futuro empleador puede exigir
el certificado. En términos generales, la jurisprudencia ha resuelto que solo resulta admisible en los

procedimientos de contratación para puestos donde la naturaleza del trabajo hace que indispensable
extgir integridad personal. Así, se ha restringido la posibilidad de exigir el certificado sólo a aquellos
supuestos donde resulte directamente relevantes para el trabajo: relativo a los delitos de piratería para
un trabajo como conductor de camiones; delitos contra la propiedad para un empleo de cajero, y así
sucesivamente. En los casos y respecto de los delitos que pueden tener importancia para la

69
realización del trabajo, un futuro empleado debe decir la verdad sobre su registro de antecedentes
penales; si no, esto se considera una violación de (pre) obligaciones contractuales y justifica la
solicitud de despido del empleado. Si el empleador ha sufrido una pérdida fmanciera, el empleado
puede ser considerado responsable por fraude. Por lo general el empleador no puede solicitar el
propio certificado (porque podría incluirse información irrelevante).

El certificado de conducta para los fmes públicos debe ser solicitada por el interesado, mayor de 23
años, pero se envía directamente a la autoridad. Posee menos restricciones que para los certificados
privados y tienen el fin de permitir a las autoridades, por ejemplo, evaluar la idoneidad de una

persona que solicita una licencia comercial o cualquier persona que quiera estar al servicio de una
autoridad pública (incluidas las universidades).

Pese a la legislación tendiente a proteger a los ex delincuentes contra la discriminación y ayudar a


volver a integrarlos en la vida laboral, la práctica muestra un aspecto diferente. En primer lugar, los
empleadores pueden hacer más preguntas y solicitar más certificados de lo que tienen derecho. En
segundo lugar, incluso si esto no fuera el caso, el sistema de las distmtas regulaciones pueden
bloquear el camino para muchos solicitantes con respecto a un montón de lugares de trabajo, por
ejemplo, nadie que haya sido condenado por delitos de drogas (y otros delitos) puede emplear o
instruir a los menores de acuerdo a la Ley de Protección del Empleo Juvenil (Art. 25
Jugendarbeitsschutzgesetz). También para los empleadores en atención geriátrica, se les ha
reconocido un interés legítimo en conocer los antecedentes penales relacionados con la propiedad,
pero también aquellos de violencia. Lo mismo ocurre con varios empleos que a menudo son
elegidos por las personas con pocas calificaciones profesionales como las empresas de seguridad
privada o los choferes de taxi.

Según Christine Morgenstern, tener AP puede impedir fuertemente la manera de rentegrarse a la


sociedad, sobre todo en tiempos (y regiones) de alto desempleo. Para ayudar a los ex delincuentes, no

debería mcluirse en el certificado de conducta los delitos cometidos después de un cierto período y,
deberían eliminarse las entradas si el interesado no ha reincidido.

De acuerdo con el art. 24 BZRG, todos los registros se eliminarán tres años después de la
notificación oficial de la muerte de una persona. Lo mismo se aplica para las personas de 9) años de
edad. Los registros relacionados con personas que no fueron condenadas por no ser penalmente

70
responsable debido a un trastorno mental, se eliminan automáticamente después de 10 años o - en
los casos de delitos graves - 20 años.

La duración del período por el cual se mantiene el registro varía según se trate:

- Condenas por delitos que se castigan con una pena en suspenso de menos de un año, el
registro será durante tres años.

- El resto de los delitos: cinco años.

- Condenas por delitos sexuales con una pena de más de un año: el período de aquí será de
diez años.

La elimmación definitiva de los registros implica que las condenas no se pueden utilizar contra una
persona en asuntos legales por más tiempo) se puede lograr después de períodos más largos. Más
específicamente, estos períodos son:

- cinco años para todas las condenas que dan lugar a una pena de multa, penas de prisión de
menos de tres meses o, para los menores, de menos de un año.

- diez años para las condenas que dan lugar a un castigo de menos de un año de prisión, si
queda en suspenso; en los casos de los menores todas las demás condenas;

- 15 años en la mayoría de los casos;

- con la excepción de 20 años en los casos de delitos sexuales que resultan en un castigo de
más de un año de prisión.

También es posible que el ex delincuente solicite que no se incluya en su certificado de conducta una
condena anterior. En la práctica existen muy pocos casos donde haya resultado viable, por ejemplo
cuando las condenas extranjeras se incluyen en los registros de antecedentes; cuando existe una
oportunidad cierta de encontrar un trabajo, el registro resulta un impedimento y el periodo de
caducidad está por terminar.

Este beneficio se tramita ante la Oficina Federal de Justicia, que administra el Registro.

En resumen, en Alemania un ex-delincuente tiene una posición legal formal relativamente fuerte: la

Constitución le garantiza el derecho a la resocialización lo cual tiene repercusión en el sistema de los

AP, como por ejemplo, respecto de quién puede acceder a la información registrada. Aquí, las

71
posibilidades para los empleadores privados, son (todavía) más bien limitadas. Un problema, sin
embargo surge del hecho de que el Registro Federal Penal es accesible por varias autoridades del
Estado que a su vez mantienen otros registros, a saber, el registro federal para los extranjeros, y

puede difundir esta información. Otro problema es que el sistema de mantenimiento y eliminación
de entradas en el registro se ha cambiado: Desde 1998 no sólo la duración de la pena (y por tanto la
gravedad del delito), pero el carácter de la infracción puede ser decisiva: como el caso de los
delincuentes sexuales. Esto es aún más pronunciada desde la reforma de 2009 que creó el
“certificado extendido de conducta " y permite que alcance el acceso de los empresarios a los

antecedentes penales relativos a cualquiera que podría estar mvolucrado en el trabajo con miños.

Concluye la autora mencionada, que el impacto de los AP de las posibilidades de los ex delincuentes

a ganar terreno en el (regular) del mercado de trabajo es importante porque varios sectores laborales
importantes pueden resultar inaccesibles en función de la naturaleza del delito que se incluye en el
certificado de conducta. Sin embargo, al menos en lo que respecta al proceso de transición entre la

cárcel y la remcorporación al mercado de trabajo, otros problemas relacionados con la falta de


cualificación profesional o habilidades sociales parecen estar en el primer plano. La situación de este
grupo se puede influrr favorablemente mediante la combinación de medidas de cualificación
profesional en prisión con el apoyo práctico en la fase de reentrada que incluye ayuda para las
agencias de empleo y posibles empleadores. Una estrategia que apela a la "responsabilidad social" de
los empresarios e involucra organizaciones coordinadoras de los empleadores durante la puesta en
marcha y ejecución de programas de reingreso es prometedor.

El sistema alemán, si bien no tiene un procedimiento de eliminación de los registros basados en la

mejora de la conducta del ex delincuente, obliga al juez o un tribunal en varias ocasiones durante el

procedimiento penal reconocer la evolución positiva de un delincuente que podrían al menos marcar
pasos importantes no respecto del registro sino respecto en cuanto a la aplicación o cumplimiento de
la pena.

72
Capítulo 3

Los Antecedentes Penales en Argentina.

1. Origen y evolución.

Las primeras referencias a los AP en nuestro país se remontan a principios del Siglo XX. Gabriel
Anitua explica que Ernesto Quesada redactó en 1901 un anteproyecto de ley para la creación de un
“Archivo Criminal de Reincidencia”. Pero el archivo judicial de condenas ya se imponía por la
práctica a pesar de puntuales críticas. En 1897 un juez ordenó en su sentencia que fueran destruidos
los archivos del condenado una vez que cumplese la pena, en 1900 otro juez concedió la “gracia” al
condenado de no incluir la sentencia en el archivo judicial. Estos jueces consideraban a tal posibilidad
de recuerdo una afectación al honor que iba más allá de la condena. Esta reacción era natural cuando
apenas se estaban eliminando las penas infamantes, heredadas de las “marcas” realizadas en el
Antiguo Régimen para identificar a los convictos. Pero otros jueces, como el bonaerense Octavio

González Roura, lograron imponer un sistema de registro que en 1902 tendrá carácter general. Roura
formó la comisión redactora del Código Procesal Penal de la provincia de Buenos Atres de 1906 que
fue el primer ordenamiento con preceptos referidos a la aplicación del sistema de identificación a
través de las huellas dactilares inventado por Juan Vucetich, algo que luego se extendería a otras
legislaciones (Anitua, 2005).

Cabe mencionar que previo al mvento de Vucetich, el sistema utilizado en nuestro país era el mismo
que en casi todo el mundo: el de identificación antropométrica creado por Alphonse Bertillon”. Se
trataba de un estructurado sistema de mediciones corporales que, acompañadas de la reseña

fotográfica y el retrato hablado, servirían para filiar a un individuo con su identidad y así evitar que
pudiera eludir la acción de la justicia.

En 1891, Vucetich se abocó de inmediato a la redacción de las instrucciones para la aplicación del
sistema bertilloniano-antropométrica, así como implementó todas las modificaciones que fueran
necesarias para la adopción práctica de dicho sistema e incorporó las impresiones digitales para el
servicio identificatorio. Y todo, en un proyecto que fuera aprobado y puesto en funcionamiento
rápidamente en el año 1891. De inmediato procede a la identificación de 23 procesados en la jefatura,
comenzando con la identificación de todos los detenidos en la cárcel de La Plata, y en 1892, se

? Disponible en: http://theforensicteacher.com/Home_files/Bertillonage.pdf.

73
identifica al contingente de aspirantes a agentes de Policía. Al final de ese año se habían identificado a

1.462 aspirantes, de los cuales 78 resultaron con antecedentes y uno con nombre supuesto”.

Desde entonces, no han existido mayores cambios en la forma de identificación de los sujetos
sometidos a un proceso penal con el fin de corroborar su pasado delictivo. La certeza en la
identificación de las personas que brinda el invento de Vucetich, permitió reforzar la idea de aplicar
una pena mayor fundada en la reiteración y la reincidencia. Desde el llamado “Código “Tejedor”
(1864) aparece en nuestra legislación una normativa que así lo permite. Las notas de los artículos del
Título V de la Sección II del Libro 1 “De la agravación legal de la pena” remitían al Código Penal
para el Remo de Baviera debido a Anselm von Feurbach. Más allá de las diferentes reformas que ha
sufrido el mstituto de la reincidencia, ninguna de ellas ha alterado la esencia y el objetivo primordial
de castigar a quien demostraba un “hábito criminal”.

Cabe destacar el Proyecto de reforma del Código Penal de 1917 y el Código de 1921 que introducía
la prescripción de la reincidencia señalando que “el delincuente condenado una vez, deberá estar

perpetuamente sometido a esas taras aunque su vida posterior hubiera sido honesta. El derecho de
acusar se prescribe, las penas también. ¿por qué no ha de prescribirse el antecedente del delito,
cuando una vida posterior honrada ha demostrado la corrección del sujeto? (Zaffaroni, 2007: 335).

Con posterioridad, existieron varios proyectos que intentaron introducir en el Código de 1921 el
“estado peligroso sm delito” y posteriormente se le encomendó a Rodolfo Moreno (I) la tarea de
complementar el plexo de normas complementarias del Código Penal, entre ellas, el antecedente del
Registro Nacional de Remcidencia (Zaffaroni, 1980).

Finalmente, en lo que aquí interesa, la reforma de la ley 23.057 instituye la caducidad de los registros
de condenas. El mensaje del Poder Ejecutivo del 13/12/83 decía: “Se introduce, a pesar lo limitada
de esta reforma, un nuevo texto del art. 51 para evitar uno de los males característicos de nuestra vida
jurídica en los últimos años: el etiquetamiento de las personas”. Agregaba además: “No se prohibe la
existencia de registros, que además de ilusoria puede resultar perjudicial (por ejemplo: registros
policiales de modus operand), pero se prohíbe que, cuando esos asientos dejen de ser legalmente
. . 29
útiles, se informe en base a ellos”.

28 Disponible en: http://www.mseg.gba.gov.ar/ Juan%20Vucetich/ juanvucetich.htm.


? Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 12/1/84, p. 628.

74
El diputado Lorenzo H. Cortese, por su parte, sostuvo: “Hasta ahora, quien tenía la desgracia de

delinquir una vez en su vida quedaba con un estigma que lo perseguía para siempre. De aquí en más
tendrá ese hombre la posibilidad de evitar el etiquetamiento por una circunstancia adversa, muchas

veces no querida o motivada por factores de esta sociedad, que tiene muchos defectos que debemos
reparar. De manera que cuando transcurran los términos que marca la nueva legislación -es decir,
diez años a partir del cumplimiento de la pena-, ese antecedente ya no podrá ser informado por
ningún instituto que lo tenga registrado”.

El senador Felipe Cell, remarcó que las informaciones, para evitar el etiquetamiento, no deben

proporcionarse cuando han dejado de ser útiles. Añadiendo textualmente: “Por otra parte, en un
Derecho penal moderno basado en el estado de Derecho, no puede decirse que la pena acompañará
al delincuente durante toda su vida, porque ello implicaría establecer que existen ciudadanos de
segunda clase. Ya demasiado lo castiga la sociedad cuando lo marca y margina, impidiéndole
remgresar a la vida libre con las mejores posibilidades para no delinquir y en igualdad de condiciones
con las demás personas. Este es, en síntesis, el objetivo que persigue este art. 51".

En conclusión, dentro del ordenamiento jurídico argentina, la primera norma en hacer mención a los

AP es el art. 51 del Código Penal. El texto de dicha norma, presente desde el Código Penal de 1921,

fue corregido por la ley 11.221 (1923), fue derogado por la ley 20509 (1973) y reimpuesto por la ley
21.338 (1976). Fmalmente, la ley 23.057 le dio su redacción actual:

“Todo ente oficial que lleve registros penales se abstendrá de informar sobre datos de un proceso
termmado por sobreseimiento o sentencia absolutoria. En ningún caso se informará la existencia de

detenciones que no provengan de la formación de causa, salvo que los informes se requieran para
resolver un hábeas corpus o en causas por delitos de que haya sido víctima el detenido.

El registro de las sentencias condenatorias caducará a todos sus efectos:

1. Después de transcurridos diez años desde la sentencia (art. 27) para las condenas condicionales;

2. Después de transcurridos diez años desde su extinción para las demás condenas a penas privativas
de la libertad;

3. Después de transcurridos cinco años desde su extinción para las condenas a pena de multa o
inhabilitación.

30 Diario de Sesiones, cit. 12/12/84, p. 681.


En todos los casos se deberá brindar la información cuando mediare expreso consentimiento del

interesado. Asimismo, los jueces podrán requerir la mformación, excepcionalmente, por resolución

que sólo podrá fundarse en la necesidad concreta del antecedente como elemento de prueba de los
hechos en un proceso judicial.

Los tribunales deberán comunicar a los organismos de registro la fecha de caducidad:

1. Cuando se extingan las penas perpetuas;

2. Cuando se lleve a cabo el cómputo de las penas temporales, sean condicionales o de cumplimiento

efectivo;

3. Cuando se cumpla totalmente la pena de multa 0, en caso de su sustitución por prisión (art. 21,
párr. 29), al efectuar el cómputo de la prisión impuesta;

4. Cuando declaren la extinción de las penas en los casos previstos por los artículos 65, 08 y 69.

La violación de la prohibición de informar será considerada como violación de secreto en los

térmmos del artículo 157, si el hecho no constituyere un delito más severamente penado”.

La fmalidad del Artículo 51 del Código Penal contempla en qué casos los jueces podrán requerir la
información relativa al registro de las sentencias condenatorias: “excepcionalmente”, por resolución
que sólo podrá fundarse en la necesidad concreta del antecedente como elemento de prueba de los
hechos de un proceso judicial” (Donna, 2012: 51).

Asimismo, esta disposición permite que transcurridos diez años desde la extinción de una pena la
persona tenga la garantía de que esa condenación no obstaculizará el desarrollo de su vida futura. A
tal efecto, se prohíbe a cualquier registro brindar información al respecto, salvo los casos
expresamente establecidos en la ley.

El Proyecto de reforma del Código Penal establece que el registro de las sentencias condenatorias
caducará a todos sus efectos después de: a) Ocho años desde la sentencia en los casos de penas no
superiores a tres años. b) Diez años desde la extinción de la pena cuando ésta fuese superior a tres
años y c) Cinco años desde la sentencia para las condenas a pena de multa o inhabilitación.

*1 SCIBA, 17-10-89, “C., C. E”, DJBA 138-14401.

76
Como bien sostiene Zaffaroni, “es la garantía de eliminación de la estigmatización legal que reduce el
ámbito de autodeterminación de la persona como consecuencia de la intervención del poder
punitivo”.

La escasa jurisprudencia que se puede encontrar al respecto ha dicho sobre esta norma que “contiene
un conjunto de reglas que apuntan al resguardo del crudadano frente a los registros estatales que
puedan afectar el principio de mocencia, así como de evitar efectos perpetuos de las condenas
penales, apuntando a superar la estigmatización generada por el registro”. 2

Es evidente el espíritu de esta norma: evitar la estigmatización de quien delinquió, considerando que,
luego de un plazo, cabe liberarlo de su historia criminal mediante la caducidad de los registros
respectivos.

Este artículo se encuentra dentro del Título VIII referido a la reincidencia. Sin dudas, este es el

instituto más importante a la hora de justificar la necesidad de la existencia del Registro de


Antecedentes Penales. Sim embargo, la aceptación en las legislaciones modernas no es pacífica, y
desde hace un tiempo, autores como Zaffaroni (1992: 117) proponen su eliminación de la legislación

penal. Así, ha sostenido que “...una institución que lleva a exaltar como valor al orden por el orden
mismo, a la obediencia en sí misma, que conduce a que el estado se atribuya la función de juzgar lo
que cada ser humano elige ser y lo que cada ser humano es, que implica un bis in idem; que
contribuye a aislar el discurso jurídico de la realidad, ignorando datos que se relevan desde hace dos
siglos y que las ciencias sociales demuestran en forma incontestable; que con todo esto contraviene la

letra y el espíritu de la conciencia jurídica de la comunidad internacional, plasmada en los


instrumentos jushumanistas, es conveniente que desaparezca del campo jurídico, de la misma forma
en que desapareció en su momento la tortura en el ámbito procesal o la analogía en el campo penal”.
Lo que parecía una utopía o postura mmorttaria, hoy cobra mayor fuerza desde que se conoció el
texto del Proyecto de Código Penal que fuera encomendado por decreto presidencial a un grupo de
especialistas que desde mayo de 2012 trabajan en el tema y entre sus propuestas se encuentra la de
— 3
eliminar la reincidencia”.

Cabe mencionar también, que la remcidencia viene siendo cuestionada desde varios sectores: el
Instituto Interamericano de Derechos Humanos, concluyó que “para los Derechos Humanos, la

32 Cámara Nacional de Casación Penal. — Sala IV. Causa n” : 1957. “García, Gerardo s/recurso de casación”.
06/11/2000.
33 Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/
diario/ sociedad/3-235651-2013-12-14.html.

77
igualdad ante la ley, el fin de readaptación de la pena privativa de la libertad y la racionalidad de las
penas, entre otros, son principios que resultan afectados o reñidos con estas regulaciones, en mayor
o menor medida, según las particularidades de las mismas. El registro de la condena una vez
cumplida y su relevancia potencial futura colocan al condenando que cumplió su condena en
inferioridad de condiciones frente al resto de la población, tanto jurídica como fácticamente. La

agravación de la pena del segundo delito es dificilmente explicable en términos racionales, y la


— o: - 94
estigmatización que sufre la persona perjudica su incorporación a la vida libre”.

El principal efecto de la declaración de reincidencia, es la prohibición de libertad condicional del art.

14 del Código Penal. En este sentido, se ha declarado la inconstitucionalidad de dicha norma,

sosteniendo que “...parece imposible demostrar que la agravación de la pena por reincidencia, no es
un castigo dirigido a una personalidad en lugar de una conducta concreta ... el agravamiento de las
consecuencias jurídicas contra un reincidente no puede expresar sino un propósito segregacionista
y/o expiatorio dirigido contra un 'incorregible' ... la ley del rigor tras el fracaso del tratamiento

resocializador, o el reproche al paciente por la meficacia de la terapia a que se lo sometió ... se está

atribuyendo ... una especie de enfermedad incurable al actor ... considerando al hombre como una
naranja mecánica según la obra de Burgess ... La reincidencia choca frontalmente con la psicología,
con los prmcipios de una política criminal racional, y especialmente con el principio de culpabilidad.
Estamos, en consecuencia, ante un caso concreto en el que se demuestra la colisión de reglas

positivas de derecho penal con principios básicos de derecho penal, originados en la Ley Suprema.
Tal conflicto no puede smo dirimirse en favor de la vigencia de esta última 5". En su voto en
disidencia, el Dr. Zaffaroni recientemente ha sostenido la inconstitucionalidad tanto de la

remcidencia como del art. 14 del CP*.

La recaída en el delito ha sido una circunstancia que al legislador le ha interesado para agravar la pena
y para conceder la hbertad condicional. Pero la reincidencia también es considerada como pauta para
la determinación de la pena y como agravante punitivo. Obviamente, en todos estos supuestos,

$ Sistemas Penales y Derechos Humanos en América Latina, Informe final, (en línea) dispomble en
http://www.bibliojuridica.org/ libros/libro.htm?1=1994. ISBN: 950-14-0353-X.

$ voto del Dr. Elbert en el fallo dictado en la causa Varela, Luis R., resuelta por la Cámara Nacional en lo Criminal y
Correccional, sala VI, del 27 de diciembre de 1985, que declaró la inconstitucionalidad del artículo 14 del Código Penal -
E.D., 118-147 o J.A., 1987, 1, 194
% CSI.N. “Alvarez Ordoñes, Rafael s/causa 10.154”. A.557.XLV, 5/2/13.

78
resulta fundamental el rol del registro de antecedentes penales como único mecanismo válido de
certificación legal.

Así, el art. 41 del Código Penal establece las circunstancias que deberán ser tenidas en cuenta por el
juzgador a la hora de aplicar una pena, incluyendo entre ellas “las reincidencias en que hubiera
incurrido”.

Patricia Ziffer (2007) explica que “los arts. 40 y 41 estructuran un sistema de determinación de la
pena caracterizado por la enumeración no taxativa de circunstancias relevantes a tal fm, sin
determinar el sentido de la valoración, esto es, sin establecer de antemano si se trata de agravantes o

de atenuantes, ni cual es el valor relativo de cada una de tales circunstancias, ni tampoco cómo se

solucionan los casos de concurrencia entre ellas y sin una “pena ordmaria” que especifique cual es el
punto de ingreso a la escala penal, a partir del cual hace funcionar la atenuación o la agravación. Se
trata por lo tanto, de un sistema en el que una amplia gama de decisiones queda sujeta a la
construcción dogmática, a partir de la interpretación sistemática no solo de los fines que debe
cumplir la pena, smo más especificamente, de las reglas generales derivadas de la teoría de la
imputación, de los delitos en particular y del sistema de sanciones.

La misma autora (1996) señala que si bien una concepción estricta del principio de culpabilidad por
el hecho debería llevar a excluir el análisis de la conducta anterior y posterior al hecho, se admite la

relevancia para la determmación de la pena de circunstancias que quedan fuera del hecho mismo,

planteándose una compleja problemática relativa a cuáles son los límites a la consideración de las
mismas. Concluye que el art. 41 no impone interpretar a la reincidencia como agravante. Al
reconocerle efecto agravante a la condena anterior cumplida, se debe tener en consideración que esa
mayor gravedad ya fue cumplida, se debe tener en consideración que esa mayor gravedad ya fue
computada y quedó prefijada por el legislador al impedir la libertad condicional.

Por último, a partir de la reforma introducida por la ley 25.886, nuestra legislación considera los

antecedentes condenatorios como agravante específica en el delito de portación de armas sin


autorización legal (art. 189 7zs, inciso 29, párrafo 8%, C.P.). Al respecto, se ha dicho que esto
constituye una clara vulneración al principio de culpabilidad ya que no se castiga al autor
exclusivamente en función de la gravedad del hecho cometido, sino por registrar antecedentes

79
penales y que existe también una violación al ne bis in idem por declaración de reincidencia y como
agravante para el monto de la condena, la cual viola el principio de culpabilidad por acto”'.

La Corte Suprema de la Nación ha tenido oportunidad de expedirse en autos "Maciel, Marcelo


Fabián s/ recurso de inconstitucionalidad”*”. En dicha oportunidad, vinculó la redacción del artículo

cuestionado con la remcidencia y aprovechó para recordar que la validez constitucional de este
instituto fue declarada por esta Corte federal hace más de dos décadas (Fallos: 311:552 y 1451),
ocasión en la que se afirmó que haber sido condenado en una oportunidad anterior implica un mayor
grado de culpabilidad por el desprecio que se manifiesta frente a la eventualidad de un nuevo
reproche penal.

Cabe destacar el voto en disidencia del Dr. Zaffaroni remitiendo al emitido en la causa “Taboada
Ortiz, Victor s/inf. Art. 189 bis, portación de arma de fuego de uso civil —causa n* 6457/09”,

donde manifestó respecto a la pena aplicada en función del artículo cuestionado, que “queda claro
que la pena aplicada no guarda relación con la culpabilidad por el hecho, sino que se le reprocha
además, su calidad de reiterante, premisa que denota la aplicación de pautas vinculadas al derecho
penal de autor y de peligrosidad”. Concluyó así, que “... la aplicación de una pena superior a la del
delito en razón de los antecedentes del imputado contraviene el principio de culpabilidad y va más
allá del reproche por la conducta desplegada, en una clara manifestación de derecho penal autor,

inaceptable en un estado de derecho”. Por último, reiteró su postura respecto a la


[44
inconstitucionalidad de la reincidencia al sostener “...que del mismo modo que el artículo 50 del
código Penal resulta inconstitucional cuando sirve para agravar la pena de manera general, el artículo
189 bis, inciso 2' párrafo 8” es sin duda alguna inconstitucional, en tanto agrava la pena impuesta en
orden a situaciones específicas que no se vinculan a la conducta que se le está reprochando al agente
y resulta violatorio del principio de culpabilidad; y de la garantía del "ne bis in idem" en tanto
incrementa el reproche por situaciones personales del imputado”.

Como vemos, todo lo que se desprende de la utilización y valoración de los AP no resulta de

aceptación pacífica en virtud de su carácter estigmatizante y perjudicial para los sujetos que transitan
un proceso penal.

37 Cámara Nacional Criminal y Correccional, Sala de Feria B, 24/07/09 “A.A.A”, LL, on line y Cámara. 3% de
Apelaciones en lo Criminal de Mendoza Sala II, 30/09/08, “Unidad Fiscal Maipú Luján. Fiscalía de Instr. N* 15
“Quinchalao Palma, Diego Braulio”.

38 M.1395.XLII. 5/2/13.
$ CSIN. 5/2/13.

80
A modo de conclusión, podemos decir que el origen del registro de AP está estrechamente

vinculado, por un lado, a la idea positivista de tener un perfil del delincuente habitual y por el otro a
la aplicación del instituto de la reincidencia, cuya consagración legal en nuestro Código Penal
conculca el prmcipio fundamental del Derecho Penal de acto contenido en la primera parte del art.
19 de la Constitución Nacional que a su vez, consagra las garantias de reserva, legalidad y
culpabilidad que caracterizan al único modelo posible en el marco del Estado constitucional de
Derecho.

2. Derecho de Registro Penal.

El art. 51 del Código Penal da origen a la ley que crea el Registro de Antecedentes Penales. Su
implementación se da a partir de 1933 con la sanción de la Ley nacional 11.752 que crea el Registro
Nacional de Reincidencia, Estadística Criminal y Carcelaria. Ley que fuera modificada en el año 1979

por la Ley 22.117 conforme lo dispuesto por el art. 5 del Estatuto para el Proceso de Reorganización
Nacional”. Finalmente complementado por el Decreto 2004/80.

Previamente a su sanción, según expone Kent (1991), se pueden señalar varios proyectos de ley: en
1901, el entonces Agente Fiscal Ernesto Quesada elevó al Misterio de Justicia un anteproyecto de
Ley por el cual se creaba el “Archivo Criminal de Reincidentes”. Tres años después se presentaría un
proyecto organizando la Oficina Nacional de Identificación y Estadística en materia penal. Varios
proyectos más fueron presentados, siendo importante destacar el del año 1918, cuyo mensaje de
elevación suscripto por el Presidente Justo y su ministro Salinas argumenta que “...por deficiencias de la
ley 4189 de reforma al Código Penal, no han podido tener la aplicación regular sus dispostciones sobre la agravante de
la reincidencia criminal dentro del alto concepto en que ella colocaba este fenómeno de la delincuencia, dándole toda la
importancia que la ciencia penal moderna le asigna, como manijestación ineguívoca de la amoralidad del delincuente,
cualesquiera que sean sus cansas: degeneración, herencia, medio económico, perversión, deseguilibrio, maldad,

ignorancia, etc. Ello se observa y la sociedad está en el deber de precaverse adoptando medidas eficaces. Para dictar una
nueva ley penal, para preventr o librar a la sociedad de un estado mórbido cualquiera, menester es estudiar el ambiente
día a día, graduar el alza y baja de la delincuencia a fín de ilegar a conclustones científicas y amoldar las leyes a

“7 Las facultades legislativas que la Constitución nacional otorga al Congreso, incluidas las que son privativas de cada una
de las Cámaras, serán ejercidas por el presidente de la Nación, con excepción de aquellas previstas en los artículos 45”,
519 y 529 y en los incisos 21, 22, 23, 24, 25 y 26 del artículo 67%. Una Comisión de Asesoramiento Legaslativo intervendrá
en la formación y sanción de las leyes, conforme al procedimiento que se establezca.

81
verdaderas necesidades.. funcionando regularmente la nueva oficina que se crea, ofrecerá en cualquier momento a la
justicia la historia, el balance, por decir así, de la vida de los mathechores habituales y la reincidencia podrá verificarse
con precisión casi absoluta, sin otra exigencia que la buena voluntad de los funcionarios que en ella intervengan”.
Varios proyectos más de similares características fueron presentados hasta llegar definitivamente a la
sanción de la ley 11.752 vigente desde el 9 de octubre de 1933.

Con la llegada de la democracia a nuestro país, la ley se mantuvo tal como fuera redactada por el
gobierno de facto. En 1984 mediante el decreto 1042, se atribuyó al Mmistro de Educación y Justicia
las facultades que emanaban de la norma indicada. Recién en 1985 a través de la ley 23.262 se
modificó el inciso c) del art. 8 de la Ley 22.117 eliminando a los comandos en jefe de las fuerzas
armadas de la nómina de organismos autorizados para recabar informes al Registro Nacional de
Reincidencia. Al año siguiente, mediante la ley 23.312, se incorporó en la nómina mencionada, a la

Prefectura Naval y a la Gendarmería Nacional. En el año 1993, mediante la sanción de la ley 24.263,

también se sumó a esta nómina de organismos autorizados para solicitar los informes a los señores
legisladores de la Nación —Senadores y Diputados— exclusivamente, cuando resulten necesarios a los

fines de la función legislativa y/o administrativa, los cuales deberán ser fundados como requisito de

procedencia del mismo. Todo esto demuestra el interés tanto por los gobiernos de facto como por
los democráticos, de acceder a la información relacionada a los antecedentes penales de las personas
con fines que exceden estrictamente lo procesal.

En el año 1994 con la sanción de la Ley 24.316 que incorpora al Código Penal el título XI
denominado “de la suspensión del juicio a prueba”, junto con los artículos 27 bis, 76 bis, 76 ter y 76

quater, se modifica el art. 2 de la Ley 22.117 que determina los actos procesales que los tribunales del
país con competencia en materia penal, deberán informar mediante la remisión de testimonio al
Registro, incorporando entre ellos los autos de suspensión del juicio a prueba, de revocación de la
suspensión y de extinción de la acción penal, previstos en los artículos 76 bis y ter del Código Penal.
Decisión legislativa cuestionable que será analizada más adelante.

En el año 2000, la ley 25.266 suprimió la denommación “estadística criminal”, quedando el título de

la Ley como Registro Nacional de Reincidencia”. Asimismo, reguló lo concerniente a las estadísticas

criminológicas e incorporó el art. 13 bis estableciendo multa para aquellos funcionarios públicos que
violen el deber de informar que surge del artículo 13 de la Ley 22.117.

82
En el año 2009, mediante el Decreto 346/09, se crea el Sistema de Consulta Nacional de Rebeldías y

Capturas (CONaRC) con el fin de brindar un servicio ágil y eficiente en el intercambio de


información con los Poderes Judiciales y Ministerios Públicos de todo el país, la Policía Federal

Argentina y las Policias Provinciales, conforme la base de datos que posee el Registro Nacional de
Reincidencia. De esta manera, se consolida un instrumento idóneo que posibilite al operador del
Sistema disponer de una respuesta mmediata, permitiendo resolver situaciones procesales en forma
expeditiva, contando con las medidas de seguridad que demanda el proceso de intercambio de
información.

3. Registro Nacional de Reincidencia (Ley 22.117).

Desde la recuperación de la democracia en 1983 el referido texto normativo fue modificado en cinco
oportunidades a saber: en 1985, a través de la Ley N* 23.262; en 1986, a través de la de la Ley N*

23.312; en 1993, a través de la Ley N* 24.263; en 1994, a través de la Ley N* 24.316; y en el año 2000
a través de la Ley N* 25.266.

Funciona bajo la dependencia del Mmisterio de Justicia de la Nación y centraliza la información


referida a los procesos penales sustanciados en cualquier jurisdicción del país.

En cuanto a la información que recopila, el art. 2 enumera los actos procesales cuyo testimonio de la
parte dispositiva deben ser remitidos por todos los tribunales del país con competencia en materia
penal al Registro dentro de los cinco (5) días de quedar firme. Entre ellos encontramos resoluciones
de condena que implican efectivamente un AP, pero también otras que no (por ej: autos de
suspensión del Juicio a prueba, de revocación de la suspensión y de extinción de la acción penal,
previstos en los artículos 76 bis y ter del Código Penal, autos de sobresemientos provisional o
definitivo).

Sobre este punto, el Anteproyecto de Código Penal de la Nación establece que los jueces deberán
comunicar
a los organismos de registro: a) La fecha de caducidad del registro de toda sentencia
condenatoria firme a penas no superiores a tres años o la que devenga del cumplimiento de las
superiores a ese tiempo. b) Los sobreseimientos y absoluciones firmes. c) El auto firme de extinción
de las acciones o de las penas por cualquier causa que fuere.

83
La ley vigente, también establece que las Unidades penitenciarias del país informen el egreso de todo
condenado por delito y la Policía Federal los pedidos de captura que le hayan sido dirigidos por la
Organización Internacional de Policía Criminal y las comunicaciones que les dejen sin efecto (arts. 3

y $.
Todos los tribunales del país con competencia en materia penal, antes de dictar resoluciones en las
cuales, según las leyes deban tenerse en cuenta los antecedentes penales del causante, requerirán del
Registro la información correspondiente, debiendo acompañar la ficha de las impresiones digitales de
ambas manos del causante, y señalando toda la información correspondiente a la causa y al imputado
(arts. 5 y 0).

El art. 8 establece que el Registro será reservado y únicamente podrá suministrar informes a los

jueces y tribunales de todo el país; cuando las leyes nacionales o provinciales lo determinen; a la
Gendarmería Nacional, Prefectura Naval Argentina, Policía Federal Argentina y policías provinciales,

para atender necesidades de investigación; a las autoridades extranjeras en virtud de lo establecido en

el artículo 10; cuando lo dispusiere el Ministerio de Justicia de la Nación a solicitud fundada de otras

autoridades nacionales, provinciales o municipales; a los particulares que, demostrando la existencia

de un interés legítimo, soliciten se certifique que ellos no registran condenas o procesos pendientes. a
los señores legisladores de la Nación —Senadores y Diputados— exclusivamente, cuando resulten

necesarios a los fines de la función legislativa y/o admmistrativa, los cuales deberán ser fundados
como requisito de procedencia del mismo.

En cuanto a la caducidad del registro, establece la ley que todas esas comunicaciones formarán parte
del legajo personal y bajo ningún concepto podrán ser retirados del Registro. La baja sólo se
producirá por fallecimiento del causante o por haber transcurrido cien años desde el nacimiento del
mismo (art. 7).

Respecto a la posibilidad de cuestionar la información contenida en el certificado, la ley establece que


los informes del Registro harán plena fe, pudiendo ser impugnados sólo judicialmente por error o
falsedad (art. 9).

Por último, el art. 13 regula lo concerniente a las estadísticas crimmales, disponiendo que todos los
tribunales del país con competencia en materia penal, así como los representantes del Ministerio
Público ante los tribunales con competencia en materia penal de todo el país, la Policía Federal

Argentina, las policías provinciales, las demás fuerzas de seguridad y los servicios penitenciarios y, en

84
su caso, las Fuerzas Armadas de la Nación, remitirán a la Dirección Nacional de Política Criminal del

Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación los datos que esta dependencia les requiera
con el fin de confeccionar anualmente la estadística general sobre la criminalidad en el país y el
funcionamiento de la Justicia.

Sobre esta base, y la información que le suministre el Registro Nacional de Remcidencia, la Dirección

Nacional de Política Criminal del Mmisterio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación,

confeccionará anualmente la estadística general sobre la criminalidad en el país y el funcionamiento

de la justicia, única que será considerada estadística criminal oficial de la Nación.

85
4. Conflictos suscitados en la práctica.

4.1 Limitaciones impuestas por el propio Estado.

En la actualidad, para la gran mayoria de los trabajos del sector privado se exige la presentación del
certificado de AP. Lo mismo ocurre para muchos puestos dentro de la Administración Pública. Con
la diferencia de que en el primero no existe ninguna regulación específica y nada impediría, pese a
que no es lo más común, que una persona con AP pueda igualmente acceder al puesto. En cambio,
para mgresar a los organismos estatales, la reglamentación suele exigir la carencia de AP sin ningún
tipo de distinción, lo que puede generar injusticias y controversias en los casos de personas altamente
calificadas para el puesto con algún tipo de AP que nada tenga que ver con su función (esiones
culposas, tenencia de estupefacientes, etc).

La propia Procuración General de la Nación se encontró frente a una situación de este tipo que llevó
a modificar la regulación vigente mediante la Resolución PGN 1544/14. Ello producto de una

solicitud formulada por el doctor Abel Córdoba, Fiscal de la Procuración General de la Nación
subrogante, a cargo de la Procuraduría de Violencia Institucional (PROCUVIN), de contratación de
un agente para prestar servicios en la dependencia a su cargo, señalando que la persona propuesta
cuenta con antecedentes penales con vigencia registral en razón de la sentencia condenatoria dictada
por el Tribunal en lo Criminal n? 23 de Capital Federal, cuyo vencimiento operó el 27 de mayo de
2005.

En sustento del pedido, el doctor Córdoba afirmó que, a su criterio, no deberían existir óbices para

su incorporación a la planta de la Procuración General de la Nación, por cuanto la pena que se le


impuso no lo inhabilita para ocupar cargos dentro de la administración pública, y toda vez que la
persona propuesta resulta idónea para las funciones de ordenanza para las que fue propuesta. Por
último destacó que “la valoración negativa de la existencia de antecedentes... pasados de las personas
que han sido sometidas a procesos penales afianza visiones estigmatizantes, favoreciendo la exclusión
social e impidiendo posibilidades de remserción laboral.

En el marco de las actuaciones incoadas por el Expediente “P”. 9361/13, la Asesoría Jurídica de ese

organismo se expidió — en su dictamen n” 11.586—sobre diversos aspectos a tener presentes a la


hora de dirimir la legitimidad de la petición puntual del doctor Córdoba, en virtud de lo sentado por
el “Régimen de Funcionarios y Empleados del Ministerio Público Fiscal de la Nación” (Resolución
PGN N? 128/10) cuyo artículo 41, mciso b) explicita que los mgresantes no deben “tener

86
antecedentes penales que resulten incompatibles con su desempeño en el Mmisterio Público Fiscal
de la Nación” y, por otra parte, en cuanto al artículo 44 dispone que no podrán ser nombrados ni
contratados en el Ministerio Público Fiscal de la Nación quienes hubieran sido condenados.

Asimismo, advirtió que este tipo de impedimento sería de aquellos que se denominan "requisitos
negativos para el ingreso”, pues pautan una presumible carencia de idoneidad o condiciones de

conducta que imposibilitan, por su ocurrencia, el ingreso de un aspirante. Y continuó especificando

que “el requisito esencial para el ingreso es la idoneidad de la persona, por lo que toda prohibición,
debe ser de interpretación restrictiva, a fin de evitar restricciones eventualmente discriminatorias al
acceso a un puesto de trabajo por causales ajenas a la idoneidad requerida para el cumplimento
exitoso de las tareas que el cargo exija...”.

Finalmente, consideró que para admitir el pedido sería necesaria una modificación reglamentaria y
concluyó que, luego de evaluados los antecedentes penales de la persona propuesta en función del
cargo a ocupar, si se tiene por probada su idoneidad para llevar a cabo las tareas que desempeñaríia,
no mediarían óbices para que se dé curso favorable a la designación propiciada.

En función de ello, la Procuradora General consideró que “a partir de la solicitud y del dictamen
reseñado, se estima procedente una decisión de alcance general tendiente a adecuar las disposiciones
que, ante casos singulares en los cuales se dé cumplimiento a los requisitos esenciales para la
designación, habilite la incorporación de personal a cargos permanentes y no permanentes a la
estructura central de la Procuración General de la Nación, superando aquella reglamentación interna

que haya erigido requisitos que obsten de modo irrazonable a dicha posibilidad, con afectación tanto
de facultades que asisten a quien se encuentra a cargo del Ministerio Público Fiscal como así también
del derecho al acceso al trabajo de cada habitante de la Nación (artículos 120,16 y 14 de la
Constitución Nacional).

De esta forma, resolvió modificar el primer párrafo, primera parte, del artículo 44 de Régimen de

Funcionarios y Empleados del Mmisterio Público Fiscal aprobado por la Resolución PGN N*
128/10, con los alcances precisados en el último párrafo del Considerando IL, el cual quedara

redactado de la siguiente manera: Artículo 44: “No podrán ser nombrados ni contratados en el
Ministerio Publico Fiscal de la Nación quienes hubieran sido condenados por delitos dolosos en los
últimos cinco (5) años; por delitos contra la administración pública previstos en el Código Penal;
estuvieren inhabilitados judicialmente para ejercer cargos públicos; y/o hubiesen sido hallados

87
responsables, por sentencia condenatoria firme, de participar de cualquier forma, en les supuestas
contemplados en el artículo 36 de la Constitución Nacional y en el título del libro Segundo del
Código Penal, aun cuando se b hubiera beneficiado con indulto o condonación de la pena. Por
resolución fundada de la Procuradora General de la Nación, podrá exceptuarse de dicho
impedimento a aquellas personas prepuestas para cargos permanentes y no permanentes de la
estructura central de la Procuración General de la Nación que cuenten con antecedentes penales,
siempre que se motiven en una petición fundada por el/la titular del área, dependencia o programa,
en relación a la idoneidad y compatibilidad con la función a desarrollar, y en tanto las personas
propuestas no hayan tenido participación criminal en los delitos contemplados en los títulos 9, 10 y
11 del libro segundo del Código Penal (Delitos contra la Seguridad de la Nación, contra los Poderes

Públicos y el Orden Constitucional y Delitos contra la Administración Pública), como así también en

casos de delitos aberrantes .

En igual sentido, cabe destacar lo acontecido en la ciudad de Buenos Aires donde la legislatura
porteña sancionó la ley 3386 que modifica el art. 7 de la ley 471 dejando sin efecto el requisito de no
poseer AP para ingresar a la Administración Pública del Gobierno de la Ciudad Autónoma de
Buenos Atres. La nueva redacción especifica aquellos antecedentes que serán tenidos en cuenta para
negar el acceso al puesto laboral: 1. Quienes hubieran sido condenados o se encuentren procesados
con auto de procesamiento firme situación procesal equivalente por delito contra la Administración
Pública Nacional, Provincial, Municipal o de la Ciudad Autónoma de Buenos Ares o estuvieren

afectados por inhabilitación administrativa o judicial para ejercer cargos públicos. 2. Quienes
hubieran sido condenados o estuvieren procesados con auto de procesamiento firme o situación
procesal equivalente como autores, partícipes en cualquier grado, mstigadores o encubridores por
delitos considerados como imprescriptibles en el ordenamiento jurídico vigente.

Esta reforma, guarda relación con la sentencia de la Sala 1% de la Cámara en lo Contencioso

Administrativo y Tributario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que confirmó la decisión de la


jueza de primera mstancia que había dispuesto otorgar la medida cautelar solicitada en el amparo
presentado por la parte actora. En dicha acción se cuestionaba una resolución del Ministerio de

Hacienda porteño que dejaba sin efecto la designación del amparista como agente de planta
permanente por no reunir las condiciones de admistbilidad de la norma cuestionada por poseer
antecedentes penales. En dicho fallo, los jueces afirmaron que “...la aplicación indiscriminada y no

casuística de la medida expulsiva no solamente no contribuiría al proceso de reinserción social de

88
quienes han sido sujetos pasivos de una sanción penal en suspenso, sino que, en definitiva, sometería
dicho proceso a un serio riesgo, al precarizar aún más la situación personal del condenado con el
consecuente riesgo de marginalización —ello, ante la impostbilidad cierta que sufren quienes han sido
sometidos a un proceso penal para reinsertarse en el mercado laboral y obtener así los recursos
necesarios para su sustento y el de su familia”.

La provimcia de Buenos Aires no es ajena a ello. La Ley 10.430 del Régimen para el personal de la
Administración Pública de la provincia de Buenos Aires establece en su art. 4 quienes no pueden
mneresar a la misma, entre los que figuran: “El que tenga proceso penal pendiente o haya sido
condenado en causa crimmal, por hecho doloso de naturaleza imfamante, salvo rehabilitación”.

A modo de ejemplo se puede señalar lo que ocurre en la Agencia de Recaudación de la provincia de


Buenos Aires (ARBA), donde la Gerencia de Recursos Humanos hace firmar a los ingresantes una
“declaración jurada respecto a las causas que generan mcompatibilidad e mhabilidad”. En ella, se

consigna “no encontrarse sometido/a proceso judicial alguno”.

Resulta interesante destacar una particularidad que se genera producto de la legislación vigente en
nuestro país. Por un lado, el Estado fomenta la educación y el trabajo en los establecimientos
carcelarios y constituye así uno de los pilares sobre los que asienta el tratamiento de reinserción
social. La actividad educativa configura una actividad voluntaria tendiente a lograr la personalización
del interno y su omisión no constituye infracción disciplinaria alguna (art. 5 de la ley 24.660). En lo
que se reftere al tratamiento de reinserción, la educación integra el programa formulado por el
servicio criminológico (art. 11 del decreto 396/99), y por lo tanto, incide plenamente en la
calificación conceptual. La reforma introducida por la ley 26.695 impuso, definitivamente, la

educación como derecho de la persona privada de su libertad, derecho cuyo ejercicio debe ser
facilitado por la administración y que, al ser fundamental, no puede ser objeto de restricciones. Ello

sumado al estímulo educativo consagrado en el art. 140 de la mencionada ley, permiten concluir que

existe por parte del Estado un marcado interés en la educación de los mternos como objetivo
resocializador. Más allá de la educación primaria y secundaria, interesa remarcar respecto a los

estudios de nivel universitario que la carrera que más alumnos tiene es la de Abogacía. Esto se debe
en gran medida a que es la que más interés genera en los internos debido a las herramientas que
otorga en relación directa con los motivos de su encierro, a que la estrecha vinculación existente
entre el Derecho y la cárcel genera una mayor predisposición de los profesores para el dictado de las
materias en los lugares de encierro y que la metodología de estudio les permite avanzar más

89
fácilmente en la carrera que en otras. La realidad demuestra que el Estado facilita, fomenta y
concentra la educación universitaria en una sola carrera. Más allá de los cuestionamientos que puedan
realizarse, lo cierto es que si este sistema cumpliera con su ideal resocializador, dichas objeciones
carecerían de sentido. Pero el final de este objetivo que comienza con lograr la educación de los
internos, se ve truncado por las trabas que el propio Estado permite: los pocos internos que logran
termmar su carrera de Abogacía con las dificultades que ello implica, encuentran entorpecida su
posibilidad de trabajo cuando intentan acceder a un puesto en el Estado o peor aun cuando intentan
matricularse. Los Colegios de Abogados contienen dentro de su normativa, la exigencia de
presentación del correspondiente certificado de AP. A modo ejemplificativo, el art. 6 de la Ley 5177
de la provincia de Buenos Aires que regula la actividad profesional del Abogado, exige para la
inscripción al Colegio Departamental “... Acreditar buena conducta y concepto público. La buena
conducta se acreditará mediante certificado expedido por el Registro Nacional de Reincidencias y
Estadística Crimmal o el organismo que en el futuro cumpla sus funciones. El concepto público y el
domicilio se acreditará en la forma que se determine en la reglamentación”.

El contexto normativo descrito, le cierra las puertas a quien oportunamente fue condenado,

negándole la oportunidad de demostrar a la sociedad el camino de resocialización emprendido a


partir del progreso en las sucesivas etapas del tratamiento penitenciario. Es retórica absoluta
proclamar la reinserción social de las personas privadas de libertad como fin de la pena, si quienes
acceden a la libertad no tienen posibilidad alguna de procurarse su sustento y el de su familia,
cerrándosele todas las puertas y sufriendo una fuerte estigmatización que acrecienta su
vulnerabilidad, empujándolo nuevamente a la marginalidad.

Una vez más, vemos como el Estado no posee una política clara respecto a la particular situación en
que se encuentran las personas con AP es y su falta de intervención permite situaciones
contradictorias como la señalada. Ante este panorama, las propuestas legislativas que se han
formulado sólo encuentran como alternativa la implementación de cupos de liberados, generando
incentivos en los empleadores para que contraten a estas personas, otorgándoles beneficios
imposttivos.

Así, en la provincia de Buenos Atres con la sanción de la ley 14.301 en el año 2011, se propone asistir
en la inclusión laboral del liberado desde diversos aspectos.

90
Así, en su primer artículo obliga a los órganos del Estado Provincial a ocupar por lo menos en un 2%
de la totalidad del personal de la administración con liberados que:

a. Hayan cumplido más de 5 años de privación de la libertad.

b. Reúnan las condiciones de idoneidad para el cargo y de ingreso de la Ley de Personal

de la Administración Pública (Observado por el Decreto de Promulgación).

La ley da prioridad a aquellas personas que han egresado del establecimiento carcelario

por sobreseimiento o absolución.

Resulta llamativo que el Estado reconozca y acepte que una persona pueda permanecer
más de cinco años privadas de la libertad y egresar del establecimiento por
sobreseimiento o absolución. En esos casos, a modo de disculpas, le concede un
privilegio de prioridad.

En su segundo artículo establece que en igualdad de calidad y oferta de precio el Estado contratará
con personas liberadas o tuteladas "siempre que lo previsto adquirir se ajuste al precio, condiciones y
demás características de los bienes producidos por ellas y las prestaciones que efectúen sean
equivalentes con las vigentes en plaza".

Asimismo, la citada ley establece en el Estado la obligación de difundir la venta de los bienes

producidos por los liberados o los servicios prestados por ellos.

En el ámbito privado, crea un incentivo impositivo para el empleador que contrate liberados

deduciéndole un valor de los Ingresos Brutos estableciendo que podrán imputar el equivalente al
50% de las remuneraciones nominales que éstos perciban (los liberados) como pago a cuenta del

impuesto mencionado.

Finalmente, invita a los Municipios a adhertr al régimen instituido por la Ley.

Asimismo, a fin de efectuar el control del cumplimiento de la norma sancionada, se creó la Dirección
Provincial de Inclusión Laboral para Liberados. En la búsqueda de información sobre los resultados

de la puesta en vigencia de este organismo, sólo se encontró un encuentro por el cual su titular
comunicó a los presentes el avance en la inserción laboral de un liberado en el Mmisterio de Trabajo

91
bonaerense". Asimismo, consultada la ONG “Nosotros te acompañamos”* que intenta brindar a las

personas que hayan sido sometidas a un proceso penal y/o privadas de su libertad a obtener una
adecuada reinserción social, negó que exista alguna persona trabajando gracias al cupo establecido
por la ley provincial.

En síntesis, la propia ley reconoce que los empleadores generalmente no toman a aquellas personas
que poseen AP y que el mismo Estado es contrario a hacerlo. La solución por medio de la ley de
cupos no es la más conveniente. Este mecanismo es utilizado para impedir la discriminación en los
casos de personas con discapacidad, reconociendo que se encuentran en desventaja a la hora de ser
evaluados para un empleo y la única manera de evitar que ocurra es obligando a su inclusión a través
de la implementación de los cupos laborales. En el caso de las personas que estuvieron privadas de
su libertad, no poseen una característica que los coloque por debajo del resto de las personas que
pretenden calificar para un empleo. La discrimmación que sufre a la hora de ser contratado es
producto de la estigmatización que el propio Estado le genera al brindar toda la información de su
pasado criminal sin discriminar la relevancia que para el cargo pueda tener. Por lo tanto, la solución
sería mucho más sencilla: eliminar la posibilidad de que aquellas personas ajenas al sistema penal
puedan acceder a la información del registro de condenados.

4.2 Suspensión del Juicio a Prueba.

Otra consecuencia negativa de la amplia información y difusión de los AP en nuestro país se puede
observar en aquellas personas a las que se le otorga el beneficio de la suspensión del juicio a prueba.

Con la incorporación de la probaton a nuestro Código Penal, se produce una reforma del art. 51 del
Código Penal, sumando a la suspensión del Juicio a prueba entre los autos que deben ser informado
al Registro. Así, se agrega a la información personal del sujeto una resolución que no implica una
condena, violando el prmcipio de inocencia y de trascendencia de la pena toda vez que si bien esos
datos tienen el propósito de ser utilizado por los operadores del sistema penal, bien sabemos que se
ha convertido en práctica habitual la exigencia de presentación del certificado de AP para la
obtención de un puesto laboral. En este supuesto es donde se perjudica al portador de un

“1 Disponible en: http://www.spb.gba.gov.ar/site/index.php/unidades/ 84-institucion/1632-tercer-encuentro-de-la-red-


de-inclusion-laboral-para-personas-liberadas.

% Disponible en: http://teacompanamos.org/.

92
antecedente que no es tal, porque dicha lectura es efectuada por personas ajenas al derecho que
pueden desconocer las implicancias de estar cumpliendo con una suspensión del juicio a prueba.

En la propia discusión parlamentaria se menciona la idea de que al concederse este beneficio se evite
que el sujeto cargue toda su vida con el sello de los AP. Así, se sostuvo que “..podemos decir que la
finalidad de la institución de la suspensión del proceso o de la suspensión de la persecución penal a prueba es otra: se
trata de otorgar al imputado de un delito leve, porque no excede su máximo de condena jactible el tiempo para el que se
admite la condena condicional, la posibilidad de acceder a otras condiciones en vez de sufrir la condena, que quedará
como un sello en los antecedentes durante su vida. Se emta la condena pero, en realidad, cast no cambia la situación
respecto de la libertad”.
. . .. . - 44
Esta problemática tuvo su intento de solución mediante un proyecto de Ley del año 2009” donde se
, o , ce
proponía sustituir el artículo por el siguiente texto: “Todo ente oficial que lleve registros penales se
abstendrá de informar sobre datos de un proceso terminado por sobreseimiento o sentencia
absolutoria. Asimismo, no se informarán las causas en las que se hubiese dictado una falta de ménito.

En ningún caso se informará la existencia de detenciones que no provengan de la formación de

causa, salvo que los informes se requieran para resolver un hábeas corpus o en causas por delitos de
que haya sido víctima el detenido”.

En sus fundamentos se hace mención a la reforma del art. 51 del Código Penal introducida por la ley
23.057 originada por la adhesión del Estado Nacional a las Convenciones Internacionales en materia
de Derechos Humanos y que viene a poner un límite a la actividad del Estado respecto de los
ciudadanos en cuanto a la publicidad de los AP. Señala el proyecto que era claro que el espínitu del
legislador se orientaba a evitar la mácula o la estigmatización que el AP tenía como efecto inmediato
y dañoso sobre la persona. La teoría de la coerción penal apunta en su prevención especial a la
resocialización del justiciable.

Sabido es que una de las ventajas de acceder al beneficio de la suspensión del juicio a prueba, es
precisamente evitar que al imputado le queden AP. En consecuencia, resulta contradictorio que se
registre la suspensión del juicio a prueba dentro del legajo personal del imputado.

% De la Rúa, pág 385 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores de la Nación, 29 reunión, 19 sesión ordinaria,
4/5/94.

1 0008-PE-2009 28/04/2009. Disponible en: http:/ /www.diputados.gov.ar/ proyectos/proyecto.jsp?id=105229.

93
Si bien no quedan dudas del carácter estigmatizante y perjudicial que significa para el sujeto la
trascendencia a terceros fuera del proceso del otorgamiento de la suspensión del juicio a prueba, lo

cierto es que esa información resulta relevante dentro del proceso penal. Que el imputado se
encuentre cumpliendo una probation o ya hubiese sido sobreseído precisamente por cumplirla, tiene
consecuencias importantes en el nuevo proceso en trámite.

Este conflicto de relevancia de la información según quien sea el solicitante de la misma (Jueces ó
empleadores) encuentra una solución práctica en sistemas como el de España donde se emiten
diferentes certificados limitando la información a aquellos que se encuentran fuera del ámbito
judicial.

En nuestro país, ello no está previsto por lo tanto toda la información contenida en el registro de AP
es brindada al particular cuando más no sea para presentarla a un empleo. Sabido es que poco le
importará al empleador si se trata de una condena efectiva o de una suspensión del juicio a prueba.
No le interesa n1 le compete efectuar esa distinción. A los efectos de la calificación de un postulante,
no es más que un AP que lo excluye de posibilidades frente a un número de candidatos sin AP.

S1 bien la conducta del empleador podría verse como reprochable, lo cierto es que se trata de alguien
que piensa en sus propios intereses, entre ellos el de minimizar los riesgos, evitar conflictos y que
carece de cualquier tipo de incentivos por contratar a alguien con AP frente a otros que no los
poseen.

Quien tiene la mayor responsabilidad en que se permita que esa información llegue a terceros es el
Estado. La mejor manera de lograr que ese dato no sea valorado por los empleadores, es
precisamente que nunca está a su alcance y eso sólo es posible si el registro hmita la información
teniendo en cuenta quien es el receptor de la misma y la relevancia que a esos efectos tiene.

La mayoría de los países cuya legislación se analizó y priorizan el derecho a la intimidad, son
cuidadosos con la mformación que brindan previendo la difusión que alcanzan, por lo que resulta

dificil encontrar supuestos donde se informen situaciones como la suspensión del juicio a prueba.

Igualmente, en los países donde existe amplia difusión de los registros de AP, encontramos

limitaciones sobre este punto. En el estado de Victoria (Australia) donde se informa el período de
prueba del imputado, la Policía al suministrar los antecedentes, señala que los empleadores no deben
considerar esa información como determinante, debiendo ser sólo una parte de la evaluación,

94
temiendo en cuenta además la idoneidad y la característica del empleo. Asimismo, al valorar los AP
deberán tener en cuenta la naturaleza de la infracción y el periodo transcurrido (Naylor, 2011).

En Estados Unidos, grupos nacionales que abogan por los derechos civiles y los derechos de los
trabajadores lanzaron una guía para los empleadores para hmitar el uso de la historia criminal con el
fin de evitar la discriminación ilegal en la contratación de los solicitantes de nuevos puestos de
“5
trabajo. La “Best practice standards. The proper use of criminal records in hiring fue radactada por el The

National HIRE Network, the Lawyers' Committee for Civil Rights Under Law, and the National

Workrights Institute. La publicación fue lanzado en mayo de 2013 y fue el tema de una conferencia
organizada en el John Jay College of Criminal Justice de Nueva York en octubre del mismo año, que
reunió a empresarios, representantes de recursos humanos y de gestión, las agencias de mformes
comerciales, abogados, trabajadores profesionales y representantes civiles y agencias de derechos
humanos para conciliar las necesidades y objetivos de los empleadores y demandantes de empleo
mediante el fomento de la adopción de estándares de mejores prácticas de los autores sobre el uso
adecuado de la información de antecedentes penales en la toma de decisiones de empleo tal como se
indica en el informe.

Las mejores prácticas, se describen como normas "concretas y procedimientos prácticos que
ayudarán a los empleadores a tomar decisiones de contratación que cumplen con la orientación de la
Equal Employment Opportunity Commission (EEOC), maximizan la productividad y minimizan el riesgo
de responsabilidad, ya sea de violar el Title VI of the Crvil Reghts Act of 1904 o de la contratación de un
empleado no apto."

Se trata de quince recomendaciones que mcluye, entre otras, considerar solamente convicciones y
enjuiciamientos pendientes.

4.3. Obtención de la licencia de conducir.

Otra situación conflictiva que se está dando con mayor frecuencia es la exigencia del certificado de
AP para el otorgamiento del carnet de conducir. El problema se suscita cuando el solicitante de una
licencia profesional registra algún tipo de antecedente y se le deniega el permiso de conducir
conforme lo establecido en la normativa de tránsito. Ello, en muchos supuestos puede significar una

45 Disponible en: http://hirenetwork.org/sites/


default/ files/Best-Practices-Standards-The-Proper-Use-of-Criminal-
Records 1n-Hiring.pdf

95
vulneración del derecho a trabajar y a comerciar (art. 14 del CN), provocando además una

estigmatización de la persona e impidiendo el desarrollo del proceso de resocialización, que como


deber irrenunciable asume el Estado. Asimismo, se da una afectación de las cláusulas que prohiben el

trato discriminatorio afectando los principios fundamentales de dignidad, igualdad ante la ley y
debido proceso.

El art. 8 de la ley 22.117 establece que el Registro únicamente podrá suministrar informes en los

supuestos allí contemplados, entre ellos, cuando las leyes nacionales o provinciales lo determmen.

La ley nacional de tránsito 24.449 establece en su art. 20 que “los titulares de licencia de conductor

de las clases C, D y E, tendrán el carácter de conductores profesionales...Para otorgar la licencia

clase D, se requerirán al Registro Nacional de Reincidencia y Estadísticas Criminal y Carcelaria, los


antecedentes del solicitante, denegándosele la habilitación en los casos que la reglamentación

determina”.

En la provincia de Buenos Atres, los arts. 19 y 20 del Anexo II del Decreto 532/09 reglamentario de

la Ley 13.927 que adhiere a las Leyes nacionales 24.449 y 20.363, establece como requisito esencial
para la expedición de las licencias de conducir, el no poseer antecedentes penales relacionados con
automotores.

Así, el Decreto 532/09 -en su Anexo II- dispone que “No podrán acceder a una licencia con

categoría profesional aquellos conductores que hayan sido inhabilitados o que tengan o hayan sido
[44
condenados por causas referidas a accidentes de tránsito...” (art. 19), y que “...debe denegarse la
habilitación de clase D para servicio de transporte cuando el solicitante tenga antecedentes penales
relacionados con delitos con automotores, en circulación, contra la honestidad, la libertad o

integridad de las personas, o que a criterio de la autoridad concedente pudiera resultar peligroso para
la integridad fisica y moral de las personas transportadas” (art 20 inciso 3).

Sin embargo, la Ley 13.927, en su art. 8, establece que “El Mmisterio de Jefatura de Gabinete y

Gobierno emitirá las Licencias de Conducir, resguardando las características técnicas y de seguridad
que establece la Ley N” 24.449. El otorgamiento de las licencias, en forma delegada, estará a cargo de
la Municipalidad que corresponda en razón del domicilio real del interesado, previo informe de
antecedentes, emanados del RUIT y del RENAT dependiente de la Agencia Nacional de Seguridad
Vial, que certifiquen que no existe impedimento para conducir en el territorio provincial y en
cualquier otra jurisdicción del país”.

9%6
Frente a la negativa del Municipio de conceder la licencia de conducir, tratándose de un acto

administrativo, se han efectuado planteos por medio de medidas autosatisfactivas (CPCO), amparos,
denuncias por discriminación y hasta la vía que establece el art. 208 de la Ley N* 12.256.

En el primero de los supuestos, el Juez en lo Contencioso Administrativo del Juzgado N*1 de La


Plata, Dr. Luis Federico Arias, declaró la inconstitucionalidad e maplicabilidad al caso de los arts. 19

y 20 del Anexo II del Decreto 532/09, en cuanto obstan al otorgamiento de la licencia de conducir

del accionante. Ello, en el marco de un amparo presentado por una persona a quien la Municipalidad
de La Plata le negó la renovación de su carnet de conducir profesional en función de la existencia de
antecedentes penales en una causa vinculada con accidentes de tránsito.

Consideró que la cuestión en debate “reposa centralmente en el derecho a trabajar y ejercer toda
industria lícita”, que le corresponde al demandante. Señaló que esos derechos “son reconocidos en el

artículo 14 de la Constitución nacional y en el artículo 27 de la Constitución provincial, así como en

los instrumentos internacionales de jerarquía constitucional, en particular la Declaración Americana

de los Derechos y Deberes del Hombre, según la cual toda persona tiene derecho al trabajo en
condiciones dignas y a seguir libremente su vocación”. El juez también citó la Declaración Universal
de Derechos Humanos, que “determina que toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección
de su trabajo y a la protección contra el desempleo” y el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, que reconoce “el derecho a trabajar”, que comprende “el derecho
de toda persona a tener la oportunidad de ganarse la vida mediante un trabajo libremente escogido o
aceptado”. Recordó, además, que para garantizar esos derechos “el Estado debe tomar medidas
adecuadas para garantizar ese derecho”. En ese sentido, el Comité de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales “ha subrayado que dicha norma (...) estipula obligaciones jurídicas precisas y no
un simple principio de alcance filosófico (...) en particular el derecho a no ser privado del trabajo de
forma injusta”.

En su resolución sostuvo además que “...se advierte entonces la arbitrariedad del Decreto 532/09, y
de la denegatoria efectuada por la demandada con sustento en dicha norma, toda vez que al negar el
otorgamiento de la licencia de conducir, pretende prolongar indefinidamente la pena condenatoria
impuesta al actor, la cual ha sido cumplimentada y se encuentra vencida desde hace más de 2 años

(tal como surge del certificado obrante a fs. 5). Se pone en evidencia que en la normativa aplicada,
existe un juzgamiento por lo que la persona hará a futuro, por la mera posibilidad de que el actor -de

97
serle otorgada la licencia que solicita- cometa hechos delictivos similares a los que dieron lugar a una
condena anterior, cumplimentada y vencida”.

En la ciudad de Buenos Aires la ley N* 2148 (B.O.C.B.A. N* 2.615) establece en su artículo 3.2.15
del Anexo titulado Código de tránsito y transporte de la ciudad autónoma de Buenos Aires, que “se
puede denegar la licencia de conductor profesional clase D en todas sus subclases cuando el
solicitante acredite antecedentes penales por delitos contra la integridad sexual (Título IIL, Código
Penal), delitos contra la hbertad individual (Título V, Capítulo I, Código Penal), homicidio doloso,

lesiones graves y gravísimas dolosas, robo cometido con armas o por delitos con automotores o en

circulación y todo otro delito que hubiese sido cometido con la utilización de un vehículo afectado a
servicio público”.

A diferencia de la legislación de la provincia de Buenos Atres, en la ley 2148 se incluye el robo con

armas que no guarda relación directa con la conducción vehicular. En oportunidad de resolver
respecto de un recurso de inconstitucionalidad presentado por una persona a la que se le denegó la
licencia profesional por presentar un antecedente por este delito, El Tribunal Superior de Justicia
sostuvo respecto a la interpretación que debe darse al artículo cuestionado, acorde con la línea de
4
jurisprudencia desarrollada por ese Tribunal, que “...la Administración puede denegar (y, por
tanto, conceder) la licencia a quienes registren ciertos antecedentes penales no caducos. Esta
opción debe ser resuelta por la Administración mediante la identificación de una causa de
hecho acorde con las finalidades que ella misma atribuye a la ley. Dicho de otro modo, la

circunstancia de que la ley 21468 le dé un amplio margen de discreción no supone descuido


de que la norma exige reunir pruebas de que denegar la licencia constituye un razonable
medio para la consecución de sus fines. Puede para ello, por ejemplo, utilizar alguno de los
medios mencionados en el tercer párrafo del punto 8 de este. No basta entonces, en una

adecuada interpretación de la ley vigente, con la constatación de tales antecedentes para


; - 46
denegar la licencia”.>

En el caso, se destaca que “...la Dirección de Educación Vial y Licencias resaltó que en el

dictamen de la Procuración General —emitido en el marco del expediente admmistrativo— se

sostuvo que “[...] la característica del delito cometido resulta ser un impedimento para otorgar la
licencia solicitada, máxime que el mismo fue perpetrado en un rodado de alquiler [...] (fs. 42.

46 Expte. n” 5859/08 “Ambrosi, Leonardo c/ GCBA s/ amparo (art. 14 CCABA) s/ recurso de


inconstitucionalidad concedido” del 24/11/14.

98
Además, en dicho expediente administrativo, a pedido de la Procuración General, se incluyó

copia de la sentencia del Tribunal Oral en lo Criminal n? 18 de esta Ciudad, en la que consta que la
condena al Sr. Ambrosi fue consecuencia de hechos vinculados con la conducción de taxis”.

Por ello, consideró que “...en el caso, la autoridad de aplicación, en ejercicio del “poder de policia”
conferido por el ordenamiento jurídico vigente, efectuó un juicio de valor y concluyó que dada la
relevancia de los antecedentes penales del interesado —fue condenado por ser coautor
penalmente responsable del delito de robo con armas en grado de tentativa (arts. 29 mc. 3, 42,
44, 45 y 166 inc. 2 del Código Penal), perpetrado en un rodado de alquiler— no reunía los requisitos
de idoneidad habilitantes para obtener una licencia de conducir profesional, sin que ello importe

limitar o vulnerar en modo alguno su derecho a trabajar y ejercer industria lícita”.

[44
En síntesis, concluyo que “...la ley 2148 configura una reglamentación posible del derecho de

conducir vehículos de determmada categoría, cuyo impacto en el de trabajar queda justificado por el
resguardo de un bien que el legislador, en ejercicio de competencias que le son privativas, estimó
superior en el caso; y el parámetro de restricción que remite a la consideración de determinados
antecedentes no es causal de denegatoria automática pues, para ello, la Administración debe
relacionar la limitación en el acceso al registro profesional con la seguridad pública, extremo este

último que cabe tener por cumplido en autos”.

Otra situación que puede darse en el marco de esta discrecionalidad de la Admmistración Pública
para negar la concesión de la licencia de conducir, es el supuesto donde una persona cuyos AP se
encuentran caducos, aún figuran en su legajo personal producto de un error en la base del Registro
Nacional de Reincidencia. Lo cierto, es que si bien ello no puede ser directamente valorado,

ciertamente es tenido en cuenta al momento de tomar la decisión por parte de la autoridad


pertinente. Esto ocurrió en el caso de la acción de amparo promovida contra el Gobierno de la
Ciudad de Buenos Ares por Juan Carlos Bill, a quien se le denegó la renovación de su licencia de

conducir por el resultado insatisfactorio de una evaluación psicológica, cuando en realidad, según el
accionante, se valoró negativamente sus AP que se encontraban caducos desde el año 2005 y por un
error persistía en su legajo personal.
.——. . . 47 . Za ,
Asimismo, el Juez Mario Juliano, en el marco de un amparo” señaló que "...cuando la ley requiere los
antecedentes penales de un individuo previo a expedir la licencia de conducir para el transporte de

47 "H.,O,S/ Amparo C/M. de N.". Tribunal en lo Criminal 1 de Necochea.

99
pasajeros y/o de carga, lo es para determmar si existe alguna hmitación judicialmente impuesta que
inhabilite el ejercicio de tal actividad, pero en lo absoluto para coartar la posibilidad de obtener dicha

licencia a aquellas personas que por cualquier circunstancia de la vida hayan debido estar sometidas a

un proceso penal que ninguna relación tenga con la conducción de vehículos automotores".

Por último, también se ha intentado atacar la decisión administrativa de negar la concesión del
registro de conducir por los AP a través de las medidas establecidas por la Ley 23.592 contra actos
discrimmatorios. Así, en oportunidad de expedirse la Asesoría Letrada del INADI (Instituto
Nacional contra la discriminación, la xenofobia y el racismo) en su dictamen nro. 018/ 07%, concluyó

que al momento de denegarle la licencia de conducir al Sr. V., la Municipalidad incurrió en una

práctica discriminatoria. Entre sus argumentos sostuvo que “que en tanto el derecho penal procura
tutelar bienes jurídicos contra ataques que los afectan y lesionan con ello la seguridad jurídica, el
derecho penal no puede menos que ser una rama del derecho público, es decir, aquel en que
interviene directamente el Estado como persona de derecho público. Sin embargo, esta intervención
no significa que exista un derecho subjetivo del Estado a incriminar o penar. Que el Estado no puede
ni debe discriminar a sus habitantes por el sólo hecho de pensar distinto ni por desarrollar su
autobiografía sin seguir los parámetros culturales generales. Que las/os ciudadanos de la Nación
Argentina no pueden ser estigmatizados por su autobiografía”. Finalmente, recomendó al Sr. C. O.

V. que ejercite el derecho conferido por el Art. 208 de la Ley N* 12.256 del Servicio Penitenciario de
la Provincia de Buenos Atres.

La herramienta propuesta por el INADI, esto es, el art. 208 de la ley de Ejecución Penal de la

provincia de Buenos Aires, establece que “...cuando un hberado viere de cualquier modo dificultada
o impedida la obtención de una licencia, título o habilitación para el ejercicio de oficios, arte,

industria, profesión o empleo por la sola razón de sus antecedentes penales, podrá por sí o a través
del Patronato de Laberados solicitar al Juez de Ejecución o Juez competente que ordene a los
organismos respectivos la expedición de aquéllos”.

En un caso donde se ejerció dicha petición, F.M.S. se presentó ante el Juzgado de Ejecución Penal de
Bahía Blanca solicitando que se ordene a la autoridad respectiva la renovación de la licencia para
conducir. Ello en virtud de que su actividad laboral es la de remisero, y cuenta con un carnet de
conducir de categoría profesional, el cual debe renovarse todos los años. Refiere que efectuada la

3 Disponible en http://www.inadi.gob.ar/uploads/dictamenes/mfn1200.pdf.

100
solicitud de renovación ante la Secretaría de Gobierno Municipal, la misma fue rechazada el día 6 de

enero de 2014 por considerar que según lo informado por el Registro de Remcidencia tendría

antecedentes penales. Según lo que surge de lo resuelto por el titular del Juzgado, la negativa se
fundó exclusivamente en el dictamen efectuado por el Asesor Letrado municipal, quien concluyó que
“...existiriía peligrosidad para el transporte de pasajeros, dadas las características del delito
informado”.

El Juez interviniente concluye que “...en tal entendimiento no encuentro asidero alguno al supuesto
de los motivos y circunstancias en que fue condenado S. en autos y que por lo tanto se encuentre el
mismo vedado de trabajar de remisero”. Por lo que resuelve ordenar a la Subsecretaría de Gobierno y
Protección Ciudadana de la Municipalidad local revise, en mérito a los fundamentos expuestos, la

resolución de fecha 6 de enero de 2014, que no hace lugar al pedido de F.M.S., no pudiendo

obstaculizar el presente legajo -como antecedente- el otorgamiento de la licencia de conducir al


nombrado.

Dicha resolución fue apelada por el Agente Fiscal intervmiente considerando que la misma causaba

un gravamen irreparable por entender que se invade irrazonablemente una órbita de actuación

privativa del Poder Ejecutivo. Considera que la resolución administrativa se encuentra debidamente

fundada y que la decisión estaría adecuadamente justificada en la peligrosidad insita que posee la
tenencia de estupefacientes por la que se condenara a S. para el desarrollo de la actividad de

transporte de terceros.

La Sala I de la Cámara de Apelación y Garantías departamental anuló dicha resolución por considerar
que debió haberse verificado y certificado la originalidad de la documentación valorada o mcluso,
para un mejor proveer, requerirse al Municipio la remisión del legajo correspondiente para poder
tener ante la vista todas la constancias relevantes, con certeza sobre su originalidad e inclusive sobre
la firmeza de la decisión administrativa.

Finalmente, el 1 de diciembre de 2014 se resolvió conforme lo sugerido por la Alzada. Previamente,

la defensa se manifestó señalando que se encuentran dadas las condiciones para el otorgamiento de la
licencia profesional que se peticiona, toda vez que la resolución administrativa que la deniega vulnera
los derechos constitucionales de trabajar y ejercer industria lícita, a la vez que lesiona la prohibición

de la doble punición. Señaló además, que su asistido no fue condenado por ninguno de los delitos
enumerados en el art. 20 del Decreto 532/2009, entendiendo que la razón por la que se denegó el

101
otorgamiento de la licencia por parte de la autoridad administrativa se fundamentó en que a cniterio
de la autoridad concedente pudiera resultar peligroso para la integridad física y moral de las personas
transportadas. Expuso que tal decisión viola el principio de proporcionalidad, y se opone a los
lineamientos que establece el art.16 de la Constitución Nacional perdiendo legitimidad, por tratarse
de un derecho penal de autor. Señaló que las normas en cuestión afectan el derecho a trabajar que
con rango constitucional asisten a su asistido. Por último, atacó la resolución dictada entendiendo
que el art. 20 del decreto 532/2009 agravia el principio constitucional de razonabilidad.

En su resolución, la Jueza consideró que el Subsecretario de Gobierno y Protección Ciudadana al


negar el otorgamiento de la licencia de conducir, no cumplió con el requisito de motivación que debe
estar presente en todo acto administrativo, máxime cuando de su resolución depende la adopción de
un criterio determinado en función de una facultad que le otorga la norma. Por ello, resolvió ordenar

a dicho organismo revisar la resolución dictada por la cual no se hizo lugar al pedido efectuado por el
imputado”. Cabe señalar que dicha resolución fue nuevamente apelada por el Fiscal interviniente y se
encuentra pendiente de resolución en la Cámara de Apelación y Garantías de Bahía Blanca.

4.4. Posibilidad de rehabilitación.

El art. 9 de la ley establece que los informes del Registro harán plena fe, pudiendo ser impugnados
sólo judicialmente por error o falsedad. En la práctica es común ver certificados que contienen
información de más de diez años, en clara violación a lo establecido en el art. 51 del Código Penal.
No existe en nuestro ordenamiento jurídico una herramienta específica para pahar este problema, no
hay norma que faculte al Registro a rectificar o suprimir por sí los datos contenidos y lo que resulta
una responsabilidad del Estado, se convierte en una carga para el individuo que tendrá que ver la
manera de borrar una información incorrecta pero que quizás ya lo afectó por haber sido difundida.

La falta de actualización y supresión automática o periódica de datos, genera una permanente


afectación a una gran cantidad de personas que sólo será advertido cuando la información ya se hizo
pública. Sus posibilidades de reinserción son acotadas al ver limitadas las posibilidades de ejercer su
derecho al trabajo o ejercer el comercio, pero afectando además su derecho al honor, a la imagen y
hasta el derecho de circular libremente.

* Juzgado de Ejecución Penal de Bahía Blanca. Legajo de ejecución penal nro. 16.755, 1/12/2014 (resolución no
firme).

102
Al respecto, el único mecanismo viable resultaría ser la acción de habeas data regulada por la Ley
25.326 de Protección de datos personales respecto a la supresión, rectificación, confidencialidad o
actualización de datos personales contenidos en el Registro Nacional de Reincidencia.

Esta norma, establece un procedimiento a partir del art. 13, por el cual es requisito que la persona

solicite información sobre sus datos personales incluidos en los bancos de datos y el responsable o
usuario debe proporcionar la información solicitada dentro de los diez días corridos de haber sido
intimado fehacientemente. Vencido el plazo sin que se satisfaga el pedido, o si evacuado el mforme,

éste se estimara insuficiente, quedará expedita la acción de protección de los datos personales o de
hábeas data prevista en la ley.

Sobre este extremo ha tenido oportunidad de expedirse la Justicia. Así, Carma Gisela Cano inició una

acción de habeas data contra el Registro Nacional de Reincidencia expresando que con el objeto de
reunir la mformación necesaria para solicitar que se la incorpore a la Policía Federal, entre los

trámites y gestiones que debió cumplir, tuvo que solicitar una certificación de antecedentes penales
ante el Registro Nacional de Reincidencia. En oportunidad de retirar ese certificado, se enteró de que
consta registrado bajo su identidad, una condena de cuatro años de prisión y una multa de quinientos
pesos, por el delito de transporte de estupefacientes previsto y reprimido por el art. 5 inciso c) de la
Ley 23737. Al tratarse de una información falsa, peticionó que se supriman de sus antecedentes.

Resaltó que, dada la naturaleza de los datos que la afectan, la actora padece daños concretos para su
persona y patrimonio, pues se ve impedida de mcorporarse a la Policía Federal como era su

intención, de acceder a cualquier tipo de trabajo, alquilar a una vivienda, obtener créditos y llevar a

cabo su vida en relación. Fundó en derecho, ofreció pruebas y peticionó que a título cautelar se
ordene bloquear la información en cuestión.

La Jueza de primera instancia declaró inadmisible la acción de habeas data deducida por considerar
que la actora omitió cumplir con la solicitud a que se refiere el art. 14 mc. 1) de la Ley 25236 y, por
ende, no se ha producido el vencimiento del plazo previsto en el art. 14 inc. 2) de la norma referida.

La Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal”

confirmó la resolución de primera instancia con el mismo argumento. Sostuvo que “...la actora no

50 Expte: 10/12/2013, “Cano, Carina Gisela vs. Registro Nacional de Reincidencia y otros s. Habeas data”. Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal Sala II. Edit. Rubinzal Culzoni. 21/02/14. RC J
313/14.

103
acreditó que hubiera promovido el trámite administrativo que contemplan los arts. 13 y sgtes. de la
Ley n* 25326 previo a promover esta acción, ni tampoco demostró que esa vía no pudiera ser útil a
los fines pretendidos”.

Señaló que el reclamo debe ser articulado ante la autoridad administrativa en forma previa a la acción
judicial, es decir que, son los responsables o usuarios de bancos de datos públicos quienes deben
pronunciarse respecto del pedido de información, y en su caso, disponer la rectificación,
actualización o supresión de los datos mcluidos en los bancos de datos mediante decisión fundada.
Así es que sólo en el caso de que el pedido no sea satisfecho, el informe brindado fuera insuficiente o
no se rectifiquen, supriman o actualicen los datos personales del afectado es que recién éste se
encuentra habilitado para acudir a la instancia Judicial.

Por último, el fallo aclara que “...la pretensión de la accionante es obtener la rectificación y posterior
supresión del registro de antecedentes penales, que resultan de una sentencia judicial, por manera que
la fmalidad perseguida, solo puede ser obtenida mediante la presentación pertmente por ante la
autoridad judicial emisora del fallo que da lugar al antecedente, para que proceda ésta según
corresponda, todo lo cual ratifica la improcedencia de la acción intentada”.

En otro caso”, el actor interpuso un habeas data, con la finalidad de suprimir sus AP en su
Prontuario de la Policía Federal. La Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso
Administrativo Federal resolvió que es imposible considerar a la Policía Federal como un Banco de
Datos ni un registro en los términos del artículo 2 de la Ley 25.326 o incluirlo en el supuesto reglado
por el artículo 23 de la Ley. Sostuvo que: “en el caso de autos, el actor no acreditó que hubiera
promovido el trámite administrativo que contemplan los artículos 13 y sgts de la Ley n* 25.326
previo a promover esta acción, ni tampoco demostró que esa vía no pudiera ser útil a los fines
pretendidos. Sin perjuicio de ello, cabe destacar que el actor pretende que se “supriman sus
antecedentes penales obrantes en el prontuario que lleva la Policía Federal.”

Finalmente, señaló que: “El prontuario es un documento público que da fe de la identidad de una

persona y de sus antecedentes policiales y judiciales, que se labra en la órbita de la Policía Federal y
que cuenta con un régimen propio para su supresión, en este caso, el decreto 831/75. A lo que cabe
agregar, que si eventualmente la Administración no cumpliera con el mentado procedimiento, existen

51 Expte N” 2744-2010. “FLORES, RAÚL ALBERTO c/ EN —- PEA (registro de datos) s/ HABEAS DATA”.
CNACAF- SALA IL. 7/04/2011 publicado porelDial.com- AA6B68, el 27/05/2011.

104
vías idóneas para obtener el pronunciamiento que se persigue, las que no pueden válidamente

sustituirse mediante la acción intentada.”

Cabe destacar un fallo reciente donde finalmente se hizo lugar a un hábeas data y se ordenó que se
borren los antecedentes de una persona que había sido sobreseida, pero que doce años después aún
continuaba en el Registro de Remcidencia. El accionante necesitaba su exclusión debido a que "es
práctica habitual en el mercado laboral que los empleadores requieran informes de antecedentes".

Así, la Sala V de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal”

revocó la decisión de una jueza que denegó la acción de habeas data interpuesta.

El actor inició ante la Unidad de Expedición y Recepción (UER) de Antecedentes Penales de la


Provincia de San Juan dependiente del Registro Nacional de Reincidencia un trámite de pedido de
antecedentes Judiciales para cumplir con el requisito de presentar el certificado de AP ante un posible
empleador. El mforme del registro daba cuenta de la existencia de una causa, en trámite ante la

Justicia en lo Crimmal y Correccional Federal en la cual, finalmente, un Tribunal Oral declaró, en

mayo de 2003, extinguida la acción penal y consecuentemente sobreseyó al actor del delito de hurto,
"previsto y reprimido en el citado artículo 162 del Código Penal".

El hombre adujo que "habiendo transcurrido once años desde la última resolución judicial citada, la
conservación de ese dato en el banco del organismo demandado no sirve a la investigación de ningún
delito penal ni cumple la finalidad de garantizar derechos de terceros y solo puede causarle perjuicios,
discrimmándolo de acceder al mercado de trabajo en igualdad de condiciones con otras personas".
Por lo que "con el fin de evitar un daño irreparable, que se ordene al organismo demandado el
bloqueo provisional del dato que surge de los antecedentes penales, y que le permita tramitar un
nuevo informe que excluya dichos antecedentes, debiéndose indicar con precisión al organismo las
pautas que deberá seguir para que se deje constancia de que no registra antecedentes penales".

La jueza, sin embargo, rechazó la acción por entender que no estaba habilitada la vía judicial elegida,
porque el actor no había solicitado administrativamente la rectificación de esos datos. La decisión fue
modificada, dado que los camaristas Pablo Gallegos Fedriani, Jorge Alemany y Guillermo Treacy,
opinaron que "la acción de habeas data tiene cinco objetivos principales: a) que se pueda acceder al
registro o banco de datos; b) que se actualicen datos atrasados; c) corregir información inexacta; d)

* B. C. A. v. EN-M Justicia y DD.HH. Registro Nacional de Reincidencia s/ habeas data” — C. Nac. Cont. Adm. Fed.,
sala V, (20/11/2014). Disponible en: http:/ /www.dpicuantico.com/administrativo/diario-administrativo-nro-55-10-03-
2015/.

105
que se asegure la confidencialidad de cierta información legalmente colectada, pero que no debería
trascender a terceros; y e) cancelar datos que hacen a la llamada información sensible (ideas religiosas,
políticas o gremiales, etc), potencialmente discriminatoria o que vulnera la privacidad del registrado".

Sobre esa base, los magistrados señalaron que la Ley 25.326 establece que "el responsable o usuario
del banco de datos, debe proceder a la rectificación, supresión o actualización de los datos personales

del afectado, realizando las operaciones necesarias a tal fin en el plazo máximo de cinco días hábiles

de recibido el reclamo del titular de los datos o advertido del error o falsedad", y que además "el
incumplimiento de esta obligación dentro del término acordado, habilitará al interesado a promover
sin más la acción de protección de los datos personales o de habeas data prevista en la presente ley".

En ese sentido, el Tribunal de Alzada tuvo en cuenta el hecho de que "es práctica habitual en el

mercado laboral que los empleadores requieran informes de antecedentes penales exceptuados de la
limitación contenida en el artículo 51 del Código Penal, a fin de obtener una 'historia de vida' que
permita ser evaluada por el eventual empleador, y que, en su caso, al solicitar un informe como los

indicados, el Registro cumplió con lo requerido brindando mformación cuyo contenido el artículo 51

de ese Código prohibe expresamente". Por lo tanto, teniendo presente que el artículo 51 del Código
Penal dispone que "todo ente oficial que lleve registros penales se abstendrá de mformar sobre datos
de un proceso terminado por sobreseimiento o sentencia absolutoria", la Cámara consideró
admisible la acción de hábeas data.

Concluyó que "Ello es así, pues la interpretación contraria, es decir, la declaración de inadmisibilidad

formal de la acción, fundada en la necesidad de acudir a reclamos o recursos administrativos, u otras

vías administrativas o judiciales, comportaría un mjustificado rigor formal, ya que la institución tiene
por objeto una efectiva protección de derechos más que una ordenación o resguardo de
competencias".

Esta problemática ha llevado a generar un interesante proyecto de ley que resulta importante señalar.
Presentado en el año 2014 bajo el nro. de expte. 0884-D-2014, propone incorporar como artículo 8

bis a la Ley 22.117 el siguiente texto:

"La acción regulada por la Ley 25.326 respecto a la supresión, rectificación, confidencialidad o
actualización de datos personales contenidos en el Registro Nacional de Remcidencia, podrá

interponerse exclusivamente ante el Juez Federal con competencia en razón del domicilio del actor,

5% http://wwwl1.hcdn.gov.ar/ proyxml/ expediente. asp?fundamentos=siéznumexp=0884-D-2014.

106
sin necesidad de acreditar el reclamo administrativo previo previsto en el artículo 16 y siguientes de la
misma."

En sus fundamentos se explica que el objetivo de este proyecto es descentralizar y simplificar el


acceso a la justicia de las personas que deban mterponer acciones de habeas data contra el Registro
Nacional de Reincidencia. En la actualidad, existe una suerte de trámite previo consistente en
reclamarle fehacientemente al organismo nacional la supresión o actualización del dato registrado. En
el caso del Registro nacional, actualmente, no cuenta con delegaciones en muchas de las Provincias

del país, y aún en los que existe, pueden encontrarse alejados de los domicilios de las personas. Por
esta razón se propone que la acción de habeas data para rectificar esta información contenida en el
Registro posea dos excepciones fundamentales: que la acción deba interponerse ante el Juez
competente por el domicilio del actor y que no sea exigible el trámite o reclamo previo ante el
organismo nacional. En relación al Juez competente, se aclara en la norma a los fmes de evitar

recurrir a precedentes jurisprudenciales que han interpretado que la acción de habeas data, en casos

como los que exponemos, deban interponerse ante el Juez que dictó el acto procesal y luego de haber
formulado el reclamo previo al organismo. Esto puede ocasionar trastornos a los particulares, dado
que muchas veces la necesidad de rectificar el dato ocurre veinte o treinta años después de acaecido
el acto procesal registrado, habiéndose mudado la persona a otra jurisdicción del país. En este
sentido, resulta necesario que las leyes se adapten a la realidad fáctica de nuestro país, reconociendo
la extensión del territorio y el carácter federal de nuestra organización y sucede que el Organismo
tiene su sede en la Ciudad Autónoma de Buenos Atres, con contando con delegaciones en todas las
principales ciudades del país.

5. Proyectos de reforma.

Según las constancias obrantes en el buscador de proyectos de la página web del Senado, los únicos
proyectos presentados sobre el tema han sido respecto a cuestiones puntuales. No figuran proyectos
que impliquen una reforma integral de la ley. Así, el primero de ellos es del año 1991** (reforma del
art. 8), el siguiente es del año 1999* (reforma del art. 13), en el año 2004* (reforma del art. 20) y por
último en 20107 (reforma del art. 13).

54 N9 1556/91. http:/ /www.senado.gov.ar/ parlamentario /comisiones/verExp/1156.91/S/PL.


55 N9 1607/99. http:/ /www.senado.gov.ar/ parlamentario /comisiones/verExp/1607.99/S/PL.

107
En el año 2002, el senador Pichetto presentó un proyecto de ley creando un registro especial para
delitos de carácter sexual contra menores de edad y otras cuestiones conexas. De similar alcance es
presentado otro proyecto en el año 2010”. Dos años más tarde”, presenta un proyecto de reforma
incorporando un inciso al art. 8 estableciendo que el Registro podrá suministrar informes a las
Instituciones de carácter educativo del ámbito nacional, provincial o municipal, públicas o privadas,
respecto de quienes formen o fueren a formar parte de su personal docente o administrativo,

exclusivamente en relación a los delitos contra la integridad sexual tipificados en el Código Penal de
la Nación o en aquellas normas que lo complementen.

Lo mismo ocurre en la Cámara de Senadores donde aparecen varios proyectos presentados respecto
de reformas puntuales: Exp-dip: 0065-D-88, exp-sen: 0004-PE-86, exp-dip: 1252-D-84, exp-dip:

2357-D-84*, 1852-D-2014. Muchas de ellas referidas a estadísticas criminológicas: Expediente: 6658-


D-2010% y Expediente: 1337-D-2012.

5.1. Proyecto de Ley de reforma integral (Mensaje Nro. 0899/10). Expediente:


0016-PE-2010.

El único proyecto de reforma amplia de la ley es del año 2010 y fue presentado por el Poder
Ejecutivo con la firma de Cristina Fernández de Kirchner, Anibal Fernández y Julio Alak ante la
Cámara de Diputados llevando el nro. de expediente 0016-PE-2010%. Reconoce que existe una
desactualización normativa y que el fundamento de la reforma está dado por dos argumentos. El
primero de ellos de naturaleza jurídica ya que existe una clara desactualización de la Ley del Registro
Nacional de Remcidencia, producida como consecuencia de normas de creación posteriores que
complementan la Ley N? 22.117. Se mencionan la existencia de lagunas jurídicas provocadas por el
desarrollo de nuevos institutos, como la suspensión de juicio a prueba -Ley N? 24.316-, la resolución

altemativa de conflictos penales - Ley N? 13.433 de la Provincia de Buenos Aires, Ley NS 6.730 de la

Provincia de Mendoza, Ley N* 4.989 de la Provincia del Chaco- y demás avances de la legislación

36 N9 1394/04. http:/ /www.senado.gov.ar/ parlamentario /comisiones/verExp/1394.04/S/PL.


57 N9 3747/10. http:/ /www.senado.gov.ar/ parlamentario /comisiones/verExp/3747.10/S/PL.
58 N0 185/02. http:/ /www.senado.gov.ar/ parlamentario/ comisiones/verExp/185.02/S/PL.
59 N9 3370/10. http:/ /www.senado.gov.ar/ parlamentario /comisiones/verExp/3370.10/S/PL.
60 N9 3752/04. http:/ /www.senado.gov.ar/ parlamentario /comisiones/verExp/3752.04/S/PL.
61 http://www.diputados.gov.ar/ proyectos/buscador8983.html.
% http://www1.hcdn.gov.ar/ proyxml/ expediente. asp?fundamentos=siéznumexp=6658-D-2010.
63 http://wwwl.hcdn.gov.ar/ proyxml/ expediente. asp?fundamentos=siéznumexp=1337-D-2012.
64 http://wwwl.hcdn.gov.ar/dependencias/dsecretaria/ Periodo2010/PDF2010/TP2010/0016-PE-10.pdf.

108
penal y, en especial, de las legislaciones procesales de cada Provmcia. El segundo es denominado de

tipo social: al existir un claro cambio de contexto desde la creación de la sanción de la ley en el año
1979, considerando que actualmente, son otros los paradigmas y principios que deben respetarse.

El primero de los cambios propuesto es modificar la denommación por el de Registro Nacional de


Antecedentes Penales. Ello se concluye al observar que la función específica del organismo es la de
informar los antecedentes penales de los individuos, obrantes en los legajos que éste mismo
confecciona. En dichos legajos se agregan una serie de resoluciones jurisdiccionales, dictadas en el

marco de un proceso penal, muchas de las cuales son anteriores a la sentencia que impone una pena
privativa de libertad.

Respecto a la información que deben suministrar los Tribunales al Registro, amplia las resoluciones:

los autos de captura y comparendo, averiguación de paradero y rebeldía, los autos que declaren
extinguida la acción penal, en los casos del art. 62 C.P., las medidas adoptadas a través de las
resoluciones alternativas de conflictos, la falta de mérito, las resoluciones penales en las que se
disponga la destrucción de expedientes y los autos dictados en la instrucción sumaria realizada
cuando una persona haya sido sorprendida en flagrancia de un delito de acción pública.

Asimismo, obliga a los Jueces de Ejecución que remitan al Registro toda la información necesaria

sobre el cumplimiento de la condena y toda medida que modifique la situación legal o procesal del
detenido y al Patronato de Liberados a remitir al Registro toda la mformación que surja del control y
supervisión de la liberación de los condenados.

Por último, se propone la creación de una base de datos, dentro del ámbito del Registro, de
cadáveres y restos cadavéricos no identificados, la cual concentrará, sistematizará y administrará la

información de cuerpos y restos cadavéricos habidos dentro del territorio de la Nación.

5.2. Proyecto de reforma de reemplazo del Certificado”.

El centro de estudiantes de la Unidad Penal N%31 de Florencio Varela y el Espacio Locos, Tumberos

y Faloperos (LTF) presentaron en la Cámara de Diputados de la Nación un proyecto de ley para

65 http://www1.hcdn.gov.ar/ proyxml/ expediente. asp?fundamentos=siéznumexp=7536-D-2012.

109
remplazar el actual Certificado de Antecedentes Penales por un Certificado de Información Penal
Socialmente Relevante (Cipsor).

En principio, iniciaron su campaña a través de las redes sociales y su blogs, y luego de la repercusión
alcanzada y las adhesiones logradas, el diputado nacional de Nuevo Encuentro, Gastón Harispe se
interesó en ser la vía institucional para llevar adelante el proyecto.

Así, bajo el nro. de expte. 7536-D-2012, en el año 2012 ingresó a la Comisión de Legislación Penal

donde se encuentra para su tratamiento.

Como explica Maximiliano Postay, uno de sus promotores: “Lo que pretendemos hacer con este
Certificado de Información Penal Socialmente Relevante (Cipsor) es que en ese instrumento que
solicita el eventual empleador, en vez de aparecer los antecedentes penales, es decir las condenas

cumplidas o lo que hizo en su pasado la persona en cuestión, aparezcan solamente las cuestiones
judiciales que hagan a la actualidad de esa persona. Es decir, si tiene alguna orden de captura (sea
nacional o internacional); si tiene alguna condena pendiente de ejecución, salvo si se encuentra en la
etapa de libertad condicional; y si está declarado en rebeldía frente a alguna causa en trámite. Lo

único que tocamos es el contenido del documento, no pretendemos la abolición de los certificados ni
La 67:
de los registros ”.

En sus fundamentos se remarca que el nuevo certificado, nada diría del pasado delincuencial de las
personas, evitando de este modo actos discrimmatorios, señalamientos, estigmatizaciones y como

consecuencia de todo ello, exclusión, marginalidad y reincidencia "criminal" por parte del

directamente damnificado.

Asimismo, señala que en la práctica el cambio de paradigma propuesto es contundente. Mientras que
con el actual sistema cualquiera puede arbitrariamente decidir, por ejemplo, no contratar a alguen

por el sólo hecho de haber estado preso, en caso de aceptarse el "modelo CIPSoR", esto será

materialmente imposible. Así, el eventual empleador podrá solicitar un "certificado", una

"documentación" o un "comprobante de buena conducta".

Los datos sobre el pasado "criminal" de las personas sólo serán pasibles de ser utilizados para
confeccionar estadisticas oficiales con el propósito de llevar adelante una determinada política
pública o en relación a causas judiciales o mvestigaciones que así lo requieran.

66 http://locostumberosyfaloperos.blogspot.com.ar/.
67 http://www.marcha.org.ar/index.php/nacionales/antirreprestvo/2374-sin-antecedentes.

110
En concreto, el proyecto propone modificar el art. 8 de la Ley 22117, quedando redactado de la

siguiente manera:

"El servicio del Registro será reservado y únicamente podrá suministrar informes: a) A los Jueces y
tribunales de todo el país, en el marco de causas judiciales en las que fueran competentes; b) Cuando
las leyes nacionales o provinciales lo determmen expresamente; c) A la Gendarmería Nacional,
Prefectura Naval Argentina, Policía Federal Argentma y policías provinciales, para atender

necesidades de investigación, siempre y cuando dicho pedido sea acompañado por orden judicial que
justifique la intervención, sin excepción alguna; d) A las autoridades extranjeras en virtud de lo

establecido en el artículo 10; e) Cuando lo dispusiere el Ministerio de Justicia de la Nación a solicitud

fundada de otras autoridades nacionales, provinciales o municipales"

En los casos de los incisos b), 0), d) y €) del presente artículo, el mforme deberá ser evacuado en el

térmmo de hasta diez (10) días corridos, si no se fiyare uno menor."

Asimismo, incorpora como artículo 8* bis de la Ley 22.117 el siguiente texto:

"Los particulares sólo podrán acceder a la información suministrada por el Registro Nacional de
Reincidencia, previo requerimiento personal y/o de su mandatario o representante legal. La
información suministrada sólo hará referencia a la situación personal del requirente y/o su mandante
o representado.

La información referida será suministrada mediante la emisión de un mforme especial denominado

"Certificado de Información Penal Socialmente Relevante" (CIPSoR).

El contenido del CIPSoR deberá sin excepción alguna limitarse a dar a conocer la siguiente
Información: I) Pedidos de captura nacional e internacional, IN) Condenas pendientes de ejecución,
exceptuando los casos de las personas que hayan accedido al derecho de la libertad condicional; TIT)
Declaración de rebeldías judiciales.

El referido certificado será válido por cinco días hábiles desde su emisión. Corrido el lapso indicado
operará su caducidad en forma automática.

Se prohíbe el uso de cualquier otra información ajena a la taxativamente enumerada en el presente,


por parte de cualquier persona de existencia física o jurídica, prmcipalmente en ocasión de ofertas de
trabajo y/o reclutamiento laboral.

111
Dicho comportamiento será considerado "Acto discriminatorio", en los términos de la Ley N*
23.592.

112
Capítulo 4
Conclusiones.

1. Comparación de la legislación argentina con los diferentes sistemas de regulación de


los AP.
Conforme surge de las regulaciones analizadas, se pueden establecer varios aspectos considerados
relevantes que son tenidos en cuenta por los países al momento de establecer sus políticas de
regulación de los AP y compararlo con la regulación vigente en Argentina. Es evidente que nuestra
legislación se encuentra desactualizada, es contraria a nuestros principios constitucionales y perjudica
cualquier intento de resocialización de los individuos.

1.1. Finalidad de la ejecución penal.


Los sistemas de registro de los AP implementados en los diferentes países, responden a su postura
respecto de la fmalidad que se busca con la aplicación de penas. Las posturas existentes se
diferencian entre los que buscan la protección de la sociedad y los que prionizan la resocialización del
individuo.
Teniendo en cuenta lo que surge de la Constitución Nacional, los pactos internacionales

incorporados a la misma y específicamente el art. 1 de la ley 24.660, la ejecución de la pena privativa


de libertad tiene por finalidad lograr la adecuada remserción social del condenado. Más allá de las
controversias que genera este objetivo y la dificultad del alcanzarlo, está claro que nuestro país, a
diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, prioriza al individuo por sobre la protección de la
sociedad.

1.2. Publicidad vs. Privacidad.

El primer aspecto que defme la política de un Estado en materia de regulación de los AP es su mivel
de protección de la información que se registra. Si se considera que debe privilegiarse la difusión y
que todas las personas tengan acceso a los datos personales como una forma de protección de la
sociedad, o bien se prioriza la intimidad de la persona considerando que se trata de información
sensible que puede generar consecuencias perjudiciales más allá del ámbito penal. Esto dependerá en
gran medida de la tradición histórica y cultural de cada país y de la normativa constitucional vigente
en la materia.

113
Estados Unidos se muestra como el paradigma más extremo de difusión y publicidad del pasado
delictual. Priorizando la prevención y la seguridad, cualquier persona con acceso a Internet puede
descargar una cantidad notable de información sobre los vecinos, amigos y desconocidos que
podrían haber sido arrestados o condenados por un delito en la mayoría de los estados. Un sistema
históricamente aceptado, con poca perspectiva de cambio pese al gran múmero de personas
involucradas. Se estima que unos 47 millones de estadounidenses tienen un archivo de AP. Lo cual se
puede explicar gráficamente analizando el origen de la mayoría de las personas que pueblan las
cárceles, esto es: negros y latinos.

Otra característica del sistema de Estados Unidos es la libertad de información, expresión y

publicidad que permite la amplia difusión de los juicios, sentencias y AP, incluyendo la posibilidad de
avergonzar al sujeto que se remonta a los juicios de Salem (Shadd Maruna: 2011, pág. 100).

A diferencia de lo que ocurre en países como España donde existe una considerable protección para
las personas declaradas culpables de delitos (la cobertura periodística de los casos criminales suelen
utilizar sólo las iniciales de los acusados para proteger la privacidad de la persona y su familia).

Según el análisis de los autores consultados, respecto a la protección de la privacidad en casi todos
los países existe una clara diferencia entre la teoría y la práctica. Es decir, sus legislaciones contienen
disposiciones legales destinadas a proteger a los ex reclusos contra la discriminación, pero no siempre
se protege en la práctica.

Asimismo, lo cierto es que la tendencia en la mayoría de los países es asimilarse en menor o mayor
escala al modelo estadounidense. Las políticas públicas parecen estar moviéndose inexorablemente
hacia la disponibilidad amplia de los AP. En Alemania, más de 9 millones de revelaciones de

antecedentes penales se emiten cada año. En el Reino Unido han aumentado de 1,4 millones en
2002-2003 a mas de 3,8 en 2008-2009. Las solicitudes de certificados de "conducta" en los Países

Bajos pasaron de alrededor de 255.000 en 2005 a 460.000 en 2009. En Australta, la agencia nacional
procesó alrededor de 2,7 millones de controles de AP en el pertodo 2009-2010. Si bien España
parece ser uno de los países que más protege la mformación brindada a terceros, el significativo
aumento de las solicitudes registradas desde el año 2009 permite suponer que va en la misma
dirección que el resto.

La tradición legislativa y la jurisprudencia de nuestro país claramente prioriza y resguarda la intimidad


de las personas. Numerosos fallos así lo respaldan y culturalmente la sociedad desaprueba cualquier

114
intromisión en la vida privada de las personas sin una causa que realmente lo justifique. Respecto a la
regulación de los AP, la legislación vigente permite una difusión más amplia de lo que ocurre en
países con una cultura de respeto a la intimidad similar a la de nuestro país.

1.3. Alcance de la publicidad.

La información contenida en los registros de AP tiene por objetivo principal brindar los datos

suficientes para que los organismos judiciales puedan conocer y resolver la situación procesal de un
imputado. Asimismo, se encuentra al alcance del propio interesado que lo solicite. Este mecanismo

es común a todas las legislaciones y no encuentra mayor cuestionamiento.

La problemática se genera a partir de la difusión de dicha información a terceros. Sabido es que


Estados Unidos en el extremo de la libertad de información permite el acceso de cualquier persona a
los registros de los individuos. También la República Checa permite un acceso público a los AP%* y
en Estonia hasta se puede consultar por Internet”.

Pero los países que limitan la difusión, establecen diferentes pautas para diferenciar los datos:
aquellos que deben quedar dentro del ámbito judicial, de aquellos a los que pueden acceder terceros.

En Canada, hay tres niveles de información de la historia criminal del CPIC, y distintos grados de
acceso: The Criminal Name Index (CNT), The Criminal Record Synopsis y Criminal Records 1”.
Austria emite dos tipos de certificados: uno restringido y otro de divulgación completa”.

Brasil, sólo informa que la persona tiene AP, no brindando mayor detalle respecto del delito

cometido. Hungría regula de la misma manera y agrega los supuestos de inhabilitación. Chma,

México y Portugal presentan un sistema similar.

En España los AP sólo son utilizados en el ámbito judicial y son considerados parte de la vida
privada y datos personales protegidos por el derecho constitucional a la intimidad.

8 http://www.terralex.org/ publication/ p58cf9663e3/corporate-criminal-liability-in-the-czech-republic


69 http://www.backgroundscreeninginrussia.com/2011/12/since-january-2012-ther-register-of-estonian-criminal-
records-will-be-available-on-line/
70 Disponible: http://www.parl.ec.ca/ About/ Parliament/ Legislativesummaries/bills_ls.asp?ls=c10-
078rParl=418Ses=18zsource=library_ prbS:Language=E
71 https:/ P /www.help.ev.at/p.ev Portal.Node/hlpd/public/
pa/ p content/30/Seite.3000201.html4Procedure

115
Francia sólo brinda la imformación que considera relevante: sólo aquellas mayores a dos años o
inferiores a ellas si el Tribunal así lo ordenó. Supuestos de inhabilitación o restricciones.

Holanda tiene un sistema muy completo de imformación: el certificado de AP sólo es emitido si el


individuo no presenta ningún registro. Si la persona posee antecedentes, las autoridades deciden si

los delitos en cuestión son relevantes para el destino que han sido solicitados. Si se rechaza la

solicitud, la persona recibe una notificación de las razones que justifican esa decisión.

La mayoría de los países considera relevante informar los delitos de tipo sexual y aquellos que
involucran a menores.

Argentina se encuentra más próxima a aquellos que brindan una difusión amplia, completa y sin
procesar de toda la información que recibe el Registro. Incluyendo resoluciones que no implican
condenas (ej. Suspensión del juicio a prueba).

1.4. Mecanismos de obtención de los informes.


Al igual que en la mayoría de los países, en nuestro sistema el trámite es personal y para que terceros
ajenos a la Justicia y la policía obtengan la información de los AP, deben tramitarlo por intermedio
del titular de los mismos. No existen empresas proveedoras de datos como en los países que
priorizan el derecho a la información, pero sin perjuicio de ello, son comunes las prácticas ilegales de

obtención de la información.

1.5. Políticas de rehabilitación.

Respecto de los mecanismos de cancelación de los AP, alrededor de una docena de estados
americanos presentan disposiciones inaccesibles que se superponen con una cantidad de
calificaciones y excepciones, que generan un efecto incierto (Love, 2003: 113). Sin embarogo,

normalmente son para los delincuentes primarios y no hay una fuente central que describa las
políticas en estos estados o los pasos que un ex-delincuente ha de dar para borrar sus antecedentes
penales.

Según expone Pmard (2010: 463) estas políticas son "extensiones de la política criminal histórica y
contemporánea que se dirigen a las minorías raciales o que ignoran sistemáticamente el impacto
desproporcionado de estas políticas sobre las minorías raciales" en los Estados Unidos.

116
El resto de los países analizados proporcionan algunas oportunidades para las personas con AP para
ser perdonado oficialmente y ser borrado o sellado su registro. Sin embargo, en casi todos los casos,

estas políticas tienden a ser automáticas en lugar de basarse en el mérito. Se dan de manera
automática cuando la rehabilitación se produce por el mero transcurso del tiempo. La ventaja es que
no se necesita ir a través de un proceso de solicitud gravoso. La desventaja es que las políticas
automáticas son demasiado lentas para promover la rehabilitación de una manera significativa.
Mecanismos como los de Francia que expurgan los AP de las personas de más de 100 años de edad o
que prohíben requerir archivos que se borran después de 40 años o más, obviamente, hacen muy
poco para promover la rehabilitación o la seguridad pública, y son más una cuestión de conveniencia
administrativa y tal vez el respeto por las personas mayores. Una política basada en el ménto, por el
contrario, considera que las reclamaciones de la rehabilitación deben valorarse según los méritos
específicos demostrados por el solicitante y no requiere nmguna longitud de tiempo en particular
para demostrar la rehabilitación.

El certificado funcionaría como una "carta de recomendación" que se puede utilizar con agencias de
empleos, directamente con los empleadores y con los organismos del Estado. Cuando se le pregunta
a la persona si ha sido condenada, por un delito, responderá afirmativamente, pero que la condena ha

sido borrada y ha recibido un certificado de rehabilitación. El funcionamiento de este mecanismo


sería no tratando de ocultar el hecho de que diera lugar a sus AP, simo por la publicidad de las
pruebas de su rehabilitación.

Según expone Maruna (2011), el principal problema con este tipo de políticas basadas en el mérito es
que a menudo implican un laberinto de burocracia haciéndolas sesgada a favor de los ricos y a
quienes tienen contactos políticos, y de difícil acceso en la práctica a quienes carezcan de medios.

Señala que este problema podría superarse, sin embargo, por la simple construcción de procesos de

certificación (o perdón) directamente en todos los trabajos de rehabilitación llevadas a cabo por el
Estado. Es decir, los procesos de libertad condicional ordinarias podría implicar rutinariamente la
certificación de la rehabilitación.

Por su parte, el economista laboral de Richard Freeman (2008) argumenta a favor de una especie de
"Lista de Honor" del sistema para presos. En lugar de "servir únicamente como una señal negativa"
esta información proporcionaría "una señal positiva a los empleadores acerca de las probabilidades
de haber sido rehabilitado".

117
Considera que los registros de internos deberían brindar información sobre su comportamiento en la
cárcel (si participaron de capacitaciones laborales, etc), y esto ayudaría a algunos prisioneros superar
la información negativa acerca de su comportamiento criminal y encarcelamiento. En concreto, el

uso de los datos y el juicio objetivo, las autoridades penitenciarias podrían desarrollar un sistema de
puntuación para la medida en que se vieron presos rehabilitados con tanto éxito y proporcionar los
resultados a través de Internet como parte de la información a disposición del público. Concluye que
la combinación de modelos estadísticos con la experiencia de las autoridades de la prisión podría
producir mejores predicciones de la probabilidad de reincidencia. Esto daría a los presos un incentivo
para mvertir en el buen comportamiento y actividades que se beneficiarían de ellos una puntuación
más alta y una mejor oportunidad de empleo legítimo después de la liberación.

Maruna cuestiona esta propuesta, argumentado que el problema es que pocos dentro o fuera del
sistema de justicia penal confían en la capacidad de los expertos para determinar quién está o no
"rehabilitado" En una cultura de aversión al riesgo (y todos los sistemas contemporáneos de justicia
penal se ha convertido, por naturaleza, muy reacios al riesgo), nadie quiere tomar la responsabilidad

de declarar a un preso apto para otorgarle "certificado de buena conducta". Las Juntas de libertad
condicional y los administradores de prisiones temen hberar a los presos salvo cuando se dan las
condiciones más exigentes, por lo que resulta poco probable la idea de establecer públicamente la
rehabilitación de un ex preso.

Cabe destacar el caso de Chile que mediante el decreto ley 409” del año 1932 da la posibilidad de
eliminar los antecedentes penales para que a los condenados se los considere como si nunca hubieran
delinquido para todos los efectos legales y administrativos, y se les indulten todas las penas accesorias
a las que estuvieren condenado.

En sus fundamentos remarca que “el régimen establecido en las prisiones, que tiende a la
regeneración del delincuente y, como su complemento, al mejoramiento moral y material de su

familia, pierde una gran parte de su eficacia por el hecho de que el penado, después de cumplir su
condena, queda marcado para toda su vida con el estigma de haber sido presidiario. Que, es
innecesario mantener esta anotación en el prontuario de aquellos ex-penados que han demostrado
fehacientemente estar regenerados y readaptados a la vida colectiva. Que, como un medio de levantar

la moral del penado para que se esfuerce por obtener su mejoramiento por medio del estudio, del
trabajo y de la disciplina, debe dársele la seguridad de que, una vez cumplida su condena y después de

7 Disponible en http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=170285.

118
haber llenado ciertos requisitos, pasará a formar parte de la sociedad en las mismas condiciones que
los demás miembros de ella y de que no quedará el menor recuerdo de su paso por la prisión”.

Así, todas las personas que hayan sufrido cualquier clase de condena y cumplan con los requisitos
pertinentes, tendrán derecho a solicitar el beneficio carcelario de eliminación de antecedentes

penales, después de dos años de haber cumplido su pena, si es primera condena, y después de cinco
años, si ha sido condenado dos o más veces. Para ello, se exige: 1) haber observado muy buena

conducta en el establecimiento penitenciario o en el lugar que cumplió su condena, cuando se trate

de pena de prisión, presidio, reclusión o relegación; 2) conocer un oficio o profesión; 3) poseer


conocimientos mínimos de cuarto año de escuela primaria, 4) haber estado en contacto con el

patronato de reos durante dos años si es primera vez condenado, y cinco si ha sido condenado dos o
más veces; 5) ser recomendado por este organismo para obtener el beneficio de eliminación de
antecedentes; 6) no haber sufrido ninguna condena durante el tiempo de prueba y hasta la fecha de
dictarse el decreto que concede el beneficio carcelario en cuestión. La petición para obtener el
beneficio de eliminación de antecedentes la hará el interesado ante el Ministerio de Justicia, de donde
se le enviará a la Dirección General de Prisiones, para que reúna y remita a ese departamento los
documentos que acrediten el cumplimiento de los requisitos que se requieren para obtener el
beneficio carcelario de eliminación de antecedentes.

El mecanismo implementado y la autoridad encargada de cancelar el registro también resulta


significativo para medir el impacto de los procesos de estigmatización. Así, ciertos sistemas pueden
resultar eficaces para borrar la condena penal, pero quizás poco colaboren para reducir los efectos
sociales y psicológicos de la estigmatización penal.

Las variantes que se advierten en los países que presentan este mecanismo, se reducen al tipo de
organismo encargado de tramitar la rehabilitación: administrativo o judicial. Asimismo, se diferencian
en cuanto al procedimiento si el mismo es público o privado.

Así en Francia, este tipo de rituales pueden y deben llevarse a cabo en los mismos tribunales que
enviaron a prisión a los individuos. Esta función judicial "lleva consigo una cierta impronta de
respetabilidad oficial que los procedimientos administrativos restauración automática no tienen"
(Love, 2003: 127). Como Herzog-Evans (2011) señala, sólo los tribunales tienen la capacidad de
entregar el estigma de por vida de la condena penal y transformar a una persona en un "delincuente",

y sólo los tribunales tienen la capacidad de eliminar o sustituir esa etiqueta con una nueva. Por otra

119
parte, en Francia, la rehabilitación judicial no está diseñada para el borrado de sanciones individuales,
sino que más bien se refiere a la historia criminal entera de una persona. La rehabilitación Judicial
debe referirse a la totalidad de su vida y su comportamiento, y todas sus ofensas pasadas debe ser
puesto sobre la mesa.

Por ejemplo, en España el mecanismo de cancelación se puede dar de forma automática, lo que
puede generar que el delincuente quizás ni se entere de que su registro haya sido cancelado. Para
Larrauri (2011) "el silencio" puede resultar una "práctica más discreta y eficaz" que un ritual de
reintegración que amenazaría la vida privada, y pondría en riesgo las protecciones del anonimato
conseguidos con tanto esfuerzo. Por el contrario, Demleitner (1999: 162) considera que si bien el
efecto de tales medidas sería crucial, el proceso por el cual un ex delincuente es reinsertado en la

comunidad también puede ser relevante para la lograr la reinserción. Así, resulta importante que
exista una ceremonia para conmemorar su remgreso oficial a la comunidad y al final de su exclusión y
de la degradación.

Nuestro país carece de un sistema que permita la eliminación de los AP basado en el mérito

mostrado en la etapa de resocialización.

1.0. Plazos de caducidad.

Todos los países establecen plazos de caducidad de los registros. Algunos países establecen un
período fijo para todos los delitos: Australia (siempre que el individuo no vuelva a delmquir dentro
de ese perfodo). Estonia mantiene el registro por un año.

Otros, diferencian el plazo según el tipo de delito, por ejemplo en España en el caso de delitos

menores, a los dos años la persona pueda verse librado de la carga que significa el registro y los
delitos más graves se mantienen durante 10 años. Aunque con algunas diferencias en los plazos,
regulación similar puede encontrarse en Albania, Bosnia, Bulgaria, Dinamarca, Alemania, Grecia,

Ttalia, Lituania, Luxemburgo, Portugal (23 años delitos sexuales), Serbia, Eslovenia y Suecia.

Algunos países contienen la información por un período indefmido: Bangladesh, Bielorrusia, China,

Croacia, India, Japón ó por plazos muy extensos: República Checa (100 años), Australia (105 años),
Estados Unidos (110).

120
Países como Francia donde existe un mecanismo de rehabilitación, el registro se elimina una vez que
se resuelve favorablemente la misma. Lo mismo ocurre en Irlanda, Sudáfrica, Montenegro y Holanda
donde puede permanecer durante toda su vida si el sujeto no logra obtener su rehabilitación.

En Argentina los plazos son extensos y no se realiza nmgún tipo de diferenciación en cuanto a la

magnitud del delito. Solamente establece un plazo menor para el caso de multas e inhabilitación que
llega a los 5 años cuando en la mayoría de los paises los delitos menores permanecen por sólo 2 años.

121
2. Cuadro comparativo.

En el siguiente cuadro se puede ver gráficamente como nuestro país comcide desde sus principios
constitucionales con aquellos que protegen al individuo y priorizan la resocialización por encima de
la protección de la sociedad y el derecho a la información. Sin embargo, su legislación específica
descuida dicha protección y se asemeja más a países con políticas menos interesadas en la protección
del sujeto condenado.

ARGENTINA
MISION DERECHO PENAL
GARANTIA CONSTITUCIONAL
REGISTRO DE AP

ACCESO INFORMACION
ALCANCE DE LA INFORMACIÓN
PROCESOS DE REHABILITACION
PLAZOS DE CADUCIDAD

122
3. Aspectos relevantes a considerar en la legislación argentina.

3.1. Posibilidades laborales. Sabido es la dificultad que significa la obtención de un trabajo


luego del tránsito por una cárcel, principalmente por la exigencia del certificado de AP. Nuestro país
presenta una deficiencia en los programas de seguimiento por medio de Patronatos de Liberados que
funcionan con escaso personal, poco presupuesto, sumado a la indiferencia judicial y política. Las
medidas tendientes a paliar esta situación (eyes de cupos y beneficios para quienes contraten a ex
presos) no han dado ningún resultado. Existen muy pocas ONG interesadas en el tema y la
reinserción laboral no se encuentra en la agenda política de ningún partido político.

3.2. Trascendencia pública. Los AP en nuestro país han dejado de ser un tema reservado al
ámbito judicial o policial, sino que se encuentra instalado en la sociedad, y al igual de lo que ocurre en
la mayoría de los países, el certificado es cada vez más requerido para la obtención de un trabajo. Si
bien no existen estadísticas al respecto, de la página web del Registro Nacional de Reincidencia surge
que desde los últimos dos años el incremento de las solicitudes ha sido del 70%”. Actualmente casi
no existen empleos en los cuales no se solicite el certificado de AP para su ingreso. Los empleadores
desean conocer el pasado del postulante para descartar aquellos que presumiblemente sean más
propensos a delinquir. Si bien la carencia de AP no es garantía de que una persona sea disciplinada o
no cometa ilícitos, por el contrario, para la mayoría de las personas, una persona que ha delinquido
tiene mayores chances de remcidir en su conducta.

3.3. Alcance de la información. Teniendo en cuenta la efectiva trascendencia que los AP tienen
respecto de terceros ajenos al sistema judicial o policial, es necesario establecer mecanismos que
permitan diferenciar aquella información relevante dentro de un proceso penal, de una investigación
de aquella que será valorada por un tercero a los efectos de un empleo. Ya sea a través de la
diferenciación de los certificados emitidos o fijando pautas que determinen la información que se
divulga dependiendo de quien sea el receptor o bien con la creación de un organismo de analice cada
caso en particular vinculando la información existente del sujeto con los motivos para los cuales se
efectúa el trámite. Está claro que más allá de cual sea el mecanismo que se adopte, lo que se debe
eliminar es la difusión amplia de la información sin contemplar el receptor de la misma. Esto
permitiría terminar con las injusticias que se advierten en la práctica con aquellas personas que ven

73 http://www.dnrec.jus.gov.ar/ Convenios_CGT.aspx.

123
entorpecidas sus posibilidades laborales por presentar un certificado de AP con el registro de una
suspensión del juicio a prueba que es valorada negativamente por el empleador.
También es importante determinar qué datos resultan relevantes y para ello puede resultar
fundamental que se establezca previamente que tipo de información se desea conocer del postulante.
Así, parece razonable que se conozcan las inhabilitaciones para conducir respecto de quien aspire a
obtener un empleo como chofer o que para un cargo en la Administración pública se pretenda saber
s1 ha cometido algún delito en el que haya sido objeto la misma o que para un empleo que implique
contacto con menores se valore no tener antecedentes por delitos sexuales. Parece innecesario e
injusto en estos casos conocer si el sujeto ha tenido una suspensión del juicio a prueba por un delito
menor. Una manera de contemplar esto es estableciendo en el formulario parámetros específicos de
la imformación solicitada, prohibiendo suministrar toda aquella información que no resulta relevante

para el caso.

3.4. Registros. Existe una tendencia a crear registros específicos (ej: delitos sexuales, deudores de
cuotas alimentarias, etc.). Esta práctica que intenta dar respuesta a problemas específicos puede dar
lugar a la creación de una gran cantidad de registros que sólo aumenten la burocracia y no tengan
ninguna función práctica. Podría proponerse la creación de un registro de personas que hayan
cometido delitos vinculados a la violencia de género o con armas o cualquier otro delito que tenga
algún tipo de repercusión social. Lo cierto es que podrían brindarse una solución más eficiente
concentrando y procesando la información por intermedio del Regastro.

3.5. Plazos de caducidad. Es necesario establecer plazos más cortos para infracciones menores

y evitar una prolongación del efecto estigmatizante.

3.0. Rehabilitación. Resulta necesario establecer mecanismos que permitan al sujeto “limpiar” su

certificado luego de un determinado tiempo y cumpliendo con ciertos requisitos. Este mecanismo
debe ser lo suficientemente agil y confiable para evitar la burocracia y la corrupción. Puede ser una

facultad judicial dentro de las herramientas de seguimiento y control que brinda la ejecución penal.

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