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Nombre:

Imanol juan puy


Profesores:
Buchi Rodrigo
Luz Morales Melina
Curso:
5° verde
Materia:
Sociología
Literatura

La vida de un capo desinteresado


Hola, soy Imanol Juan Puy y nací el 11 de septiembre de 2006, un día que se celebra el Día
del Maestro. Mi infancia transcurrió en Temperley, un barrio ubicado en la provincia de
Buenos Aires, aunque también viví en capital durante algunos años.
Durante mi etapa de educación inicial y primaria, asistí al Jardín y Primario de San Marcos.
Sin embargo, debo admitir que no disfruté completamente de mi experiencia en esta
escuela. No me sentía completamente satisfecho con el ambiente ni con los métodos de
enseñanza. Además, consideraba que el lugar no era visualmente atractivo. Estas
circunstancias me llevaron a buscar nuevas oportunidades educativas.
Afortunadamente, pude transferirme a la escuela Colinas Verdes durante parte de mi
educación primaria. Esta institución se encuentra en un entorno hermoso, en lomas de
Zamora. El cambio fue revitalizante y me sentí más motivado en mi aprendizaje. Sin
embargo, aún no había comenzado mi educación secundaria.
Hoy, continúo mi educación secundaria en el colegio secundario de Colinas Verdes.
Aunque reconozco que mi opinión sobre la escuela ha mejorado, todavía siento cierta
insatisfacción con la educación que estoy recibiendo. A menudo encuentro los desafíos y el
nivel de dificultad de las asignaturas demasiado bajos para mi capacidad y me gustaría
enfrentar desafíos más estimulantes.
En el año 2012, vivíamos mis dos hermanos y yo con nuestros padres. Era una época en la
que disfrutamos de la unidad familiar y compartimos momentos juntos. Sin embargo, las
cosas cambiaron en el 2020, cuando nuestros padres decidieron separarse. Fue un período
de ajustes y adaptación para todos nosotros.
En el 2021, uno de mis hermanos tomó la decisión de ir a vivir con su novia, lo que
significó otro cambio en la dinámica familiar. Aunque entendí y respeté su elección, fue un
poco triste ver cómo la estructura de nuestra familia seguía evolucionando.
En cuanto a mi vida, puedo decir que ha sido bastante fácil. Mi rutina se centraba en
estudiar, comer, jugar videojuegos para pasar el tiempo y dormir. Nunca enfrenté
problemas graves de salud ni dificultades académicas, aparte de mi miopía, que solo
requería usar lentes.
En mi niñez, tenía un gusto apasionado por ver todas las temporadas de Los Simpson.
Disfrutaba de su humor y personajes icónicos. Sin embargo, con el tiempo, bajo mi punto
de vista, la calidad cómica de la serie comenzó a disminuir, lo que hizo que mi interés se
desvaneciera gradualmente.
También me encantaba leer y tratar de entender los chistes de Mafalda. Era fascinante
sumergirme en las historias y reflexiones de este emblemático personaje. No obstante, con
el paso del tiempo, me di cuenta de que Mafalda ya no tenía nuevas publicaciones y había
leído repetidamente el libro que recopila todas sus tiras cómicas “Toda Mafalda”. Aunque
guardo buenos recuerdos de aquellos momentos, mi interés por Mafalda fue disminuyendo.
Desde el año 2015, no he tenido algo que realmente me apasione. Sin embargo, una de las
cosas que realmente disfruto es comer delicioso. Creo que esta pasión por la buena comida
la adquirí al vivir en una casa donde mi madre es una excelente cocinera, al estilo de los
bodegones clásicos de la zona, como Cluberos o El Rey de las Empanadas Fritas,
restaurantes icónicos ubicados en la capital.
Crecer rodeado de sabores y aromas exquisitos ha sido una verdadera bendición. Mi madre
ha creado platos increíbles que despiertan mis sentidos y me hacen apreciar el arte
culinario. Desde las tradicionales empanadas hasta los suculentos platos principales,
siempre he disfrutado de una variedad de sabores y texturas que me han permitido
desarrollar un paladar exigente y apreciativo.
La comida se ha convertido en una parte importante de mi vida, ya que representa no solo
un placer para mis sentidos, sino también momentos de convivencia y disfrute en familia.
Nos reunimos alrededor de la mesa para compartir experiencias, risas y, por supuesto,
platos deliciosos. Esos momentos se han vuelto muy especiales para mí y han contribuido a
fortalecer nuestros lazos familiares.
Hoy en día, las únicas cosas que encuentro realmente interesantes son comer, viajar y
pasear a mi perro. Todo lo demás me aburre y me importa poco. Reconozco que una de las
principales razones detrás de mi falta de interés en otras actividades es mi falta de iniciativa
para probar cosas nuevas. Me encuentro atrapado en mi zona de confort y me limito a
encerrarme en mis propias rutinas.
No sé si es el miedo al fracaso o la incertidumbre de lo desconocido, pero algo me impide
dar el primer paso para explorar nuevas oportunidades. Esta falta de motivación se
convierte en un círculo vicioso en el que me refugio en jugar con la computadora y pierdo
mi vida en la monotonía de una habitación.
Reconozco que este enfoque limitado de la vida no es saludable ni satisfactorio. Hay un
mundo de posibilidades ahí afuera esperando a ser descubiertas, experiencias que podrían
enriquecer mi vida y ayudarme a crecer como persona. Entiendo que es importante romper
con esta rutina y encontrar la motivación para explorar nuevas actividades y desafíos.
Aunque aún no tengo todas las respuestas, estoy consciente de que necesito cambiar mi
mentalidad y atreverme a probar cosas nuevas. Quizás sea necesario buscar nuevas
amistades o participar en grupos o comunidades que compartan mis intereses. También
podría considerar la posibilidad de buscar ayuda profesional o consejos para superar esta
falta de motivación y encontrar un mayor propósito en mi vida.
Comprender que estoy en un ciclo limitante es un primer paso importante. Ahora es el
momento de tomar acción y salir de mi zona de confort, explorando oportunidades que me
permitan crecer, aprender y encontrar una mayor satisfacción en todo lo que hago. Estoy
decidido a romper con esta inercia y descubrir mi potencial para vivir una vida más plena y
significativa.
Me han ofrecido diferentes actividades, como jugar al baloncesto o salir de fiesta, pero
debo admitir que no me atraen en absoluto. Prefiero pasar mi tiempo durmiendo o
embarcándome en emocionantes viajes. Una de las actividades que realmente amo es
explorar diferentes lugares y disfrutar de las impresionantes vistas naturales que encuentro
en el camino.
Cuando estoy inmerso en la belleza de la naturaleza, me encanta simplemente disfrutar del
momento presente. No siento la necesidad de sacar fotos o grabar videos para capturar el
instante, sino que me sumerjo completamente en la experiencia y en todo lo que me rodea.
No hay nada como estar allí, en ese momento, absorbiendo la grandiosidad de la naturaleza
y dejándome llevar por su tranquilidad y serenidad.
Además, la comida también juega un papel importante en mis viajes. Me fascina explorar la
diversidad culinaria de cada lugar que visito y probar platos auténticos y sabrosos. La
gastronomía local se convierte en una experiencia sensorial que complementa a la
perfección mi amor por los viajes y las vistas naturales. No hay nada como saborear los
sabores únicos de cada región y deleitarse con los manjares locales.
Es posible que mi desinterés por muchas cosas haya comenzado a raíz de la separación de
mis padres. Presenciar las peleas y tensiones que surgieron a raíz de su separación me
mostró un lado desafiante de las relaciones y la vida familiar. Ver cómo las personas
pueden perderse en disputas y enfrentamientos por asuntos como la venta de un automóvil
o la resolución de temas relacionados con la separación impactó en mi perspectiva.
Presenciar los problemas y conflictos que surgieron entre mis padres y cómo eso afectó a
mis hermanos y a mí, generó una sensación de desilusión y desinterés en el funcionamiento
de las relaciones humanas. Me hizo cuestionar la estabilidad y la durabilidad de las
conexiones emocionales, y eso, a su vez, pudo haber influido en mi falta de interés por
involucrarse en situaciones similares.
Es comprensible que estas experiencias hayan dejado una huella en mí y hayan influido en
mi actitud hacia diferentes aspectos de la vida. Tal vez, como una forma de autoprotección,
me he cerrado a ciertas situaciones o he desarrollado una actitud de desapego hacia asuntos
que considero complicados o problemáticos.
A pesar de que me miraban con caras de preocupación o tristeza, en realidad me importaba
poco y nada. Tal vez parezca egoísta, pero en ese momento no tenía el deseo de intervenir y
preguntar por los demás. Había aprendido que hacerlo solo generaba frustración y malos
sentimientos, y prefería evitar eso.
Cabe mencionar que de vez en cuando iba a visitar a mi padre durante los fines de semana,
lo cual me resultaba un tanto molesto. Pasar el fin de semana en un departamento pequeño
en Palermo era un cambio drástico en comparación a la tranquilidad de mi casa en el barrio
de Temperley, en Pasco. Además, la ubicación cerca de una avenida en Palermo dificultaba
conciliar el sueño por las noches.
Mi enfoque en la comida y los viajes puede parecer limitado o egoísta, pero para mí
representaban una manera de disfrutar y escapar de las tensiones y preocupaciones
cotidianas. En lugar de sumergirme en situaciones problemáticas o tristes, prefería
concentrarme en experiencias placenteras y enriquecedoras.
Comprendo que esta actitud puede parecer insensible o egoísta para algunos, pero en aquel
momento sentía que era la mejor manera de cuidar de mí mismo y proteger mi bienestar
emocional. No estaba ignorando por completo las situaciones a mi alrededor, pero había
decidido priorizar mi propia felicidad y tranquilidad.
Aunque pueda parecer distante o desinteresado, sé que en algún momento podría ser
beneficioso trabajar en mi capacidad de empatía y comprensión hacia los demás. No
obstante, en ese momento, me enfoco en proteger mi propia paz mental y encontrar formas
de disfrutar la vida que fueran significativas para mí.

Otro factor que contribuyó a mi desinterés fue el colegio. Admito que no dedicaba mucho
tiempo ni esfuerzo al estudio, y siempre obtenía calificaciones promedio de 7 u 8 en todas
las materias. Esto me generaba cierta frustración, especialmente cuando mi madre utilizaba
ese argumento para instarme a estudiar más cada vez que reprobaba con una nota de 6.
Sin embargo, también considero que el sistema escolar no promovía un mínimo de esfuerzo
por aprobar. Siempre existía la posibilidad de recuperar una materia a través de una
evaluación integradora con solo cinco preguntas. ¿Por qué iba a esforzarme en estudiar si
podía posponer el trabajo durante todo el año y luego realizar un examen de compensación
al final del ciclo? Sentía que todo me era entregado en bandeja de plata, lo cual no ayudaba
a despertar mi interés o motivación por el aprendizaje.
Esta dinámica en el colegio me llevó a cuestionar la importancia y el valor del esfuerzo
académico. Si el sistema escolar no exigía un compromiso constante y recompensaba la
procrastinación, ¿por qué debería esforzarme más de lo necesario? Esta lógica influyó en
mi falta de interés por aplicarme en los estudios y en la sensación de que no había una
verdadera recompensa por hacerlo.
Reconozco que esta perspectiva puede ser limitada y que hay aspectos valiosos en la
educación que trascienden las calificaciones y los exámenes. Sin embargo, en aquel
momento, me resultaba difícil encontrar la motivación para dedicar tiempo y esfuerzo a
algo que percibía como un sistema poco estimulante y que no premiaba el trabajo
constante.
A medida que reflexiono sobre mi desinterés y las razones que lo impulsaron, puedo ver
cómo diferentes circunstancias y experiencias han influido en mi actitud hacia distintos
aspectos de mi vida. Comprender estas influencias puede ser un primer paso para buscar un
equilibrio y descubrir nuevas fuentes de interés y motivación en el futuro.
Aunque mencioné anteriormente que la separación de mis padres me importaba poco y
nada, la verdad es que a partir de 2019 sus discusiones y gritos comenzaron a afectar. En
ese momento, tenía alrededor de 11 años, y es comprensible que ese tipo de situaciones
afecten a cualquier niño.
Luego, en 2020, con el inicio de la cuarentena, se me ocurrió una idea que consideré genial
en ese momento: usar mi regalo de cumpleaños, que consistía en tres mil pesos, para
comprar dos mancuernas de cinco kilos. Comencé a entrenar con ellas como una forma de
canalizar y reprimir esos sentimientos negativos que no me agradaban. En la práctica, el
entrenamiento resultó increíble, especialmente para un niño que estaba en pleno
crecimiento y que disfrutaba mucho de la comida. Este enfoque en el ejercicio físico me
permitió lograr un buen desarrollo corporal, creciendo aproximadamente 40 centímetros y
ganando alrededor de 12 kilos de masa muscular.
Sin embargo, durante ese período tuve que detener mi actividad favorita, el entrenamiento,
porque mi madre no podía proporcionar suficiente comida para satisfacer mis necesidades
calóricas. Consumía alrededor de 4000 calorías diarias, lo cual representaba un desafío para
mi madre en términos de preparación y cantidad de alimentos. Por lo tanto, tuve que reducir
un poco mi actividad favorita(comer).
A pesar de eso, el período en el que estuve dedicado al entrenamiento físico me dejó un
impacto positivo. No solo me permitió liberar el estrés y las emociones negativas, sino que
también experimenté un crecimiento físico notable. Aunque tuve que hacer algunos ajustes
debido a las circunstancias, el entrenamiento se convirtió en una actividad significativa en
mi vida y me brindó un sentido de logro y satisfacción.
Es importante destacar que, a medida que crecemos, nuestras prioridades y enfoques
pueden cambiar. Aunque en ese momento disfrutaba mucho del entrenamiento y de los
resultados físicos que obtenía, también reconozco la importancia de mantener un equilibrio
y disfrutar de otras actividades, como la comida, que también son importantes para mi
bienestar general.
En 2021, decidí comenzar a ir al gimnasio con la intención de establecer una rutina, ya que
sentía que no estaba haciendo nada productivo con mi tiempo. Mi primera experiencia fue
en un gimnasio llamado Área Fitness, ubicado en la calle Madrid, que conecta con la
avenida Alsina. Era un gimnasio típico al que fui recomendado por un amigo. Aunque era
simple, ofrecía un equipamiento completo, pero también estaba muy concurrido y tenía un
precio bastante elevado.
Después de entrenar durante aproximadamente siete meses en ese gimnasio, me resultó
difícil dejarlo porque le había tomado cariño. Sin embargo, tuve un altercado con uno de
los entrenadores del lugar. Un amigo comenzó a jugar con las máquinas y estuvo a punto de
lastimarse, y yo terminé recibiendo las consecuencias de su imprudencia. El entrenador me
dio una rutina "segura" para evitar lesiones, lo cual significaba que no podía seguir mi
propia rutina. Fue en ese momento que decidí buscar otro gimnasio.
Mi mejor amigo, Lautaro, me recomendó un gimnasio al que él asistía y confié en su
opinión, ya que nos conocemos desde los nueve años. El gimnasio se encontraba en la calle
Cerrito, en un lugar conocido como "Las Brisas". Aunque era un gimnasio pequeño, era
perfecto porque el propietario y director del lugar, Cristian, era un ex fisicoculturista y tenía
un gran conocimiento en la materia. En ese gimnasio, coincidía con Lautaro, Ignacio García
Saavedra, a quien todos conocían como "El Chona", Juancito, una chica de la que no
recuerdo el nombre, pero gustaba de Lautaro le gustaba mucho, algunos amigos de Juancito
a quienes también conocía y otras dos chicas. Una de ellas salió con "El Chona" durante
unas cuatro semanas, pero luego dejaron de hablarse ya que Ignacio no le daba bola a la
chica.
Aunque el gimnasio "Las Brisas" sonaba muy bien, tuve que dejarlo después de unos tres
meses. Aunque estaba bastante satisfecho con el lugar, estaba a tres kilómetros de mi casa y
las calles por las que tenía que caminar eran conocidas por la inseguridad y los robos. Esas
calles eran Tejedor y 14 de Julio.
He tenido dos experiencias con robos que han dejado una impresión duradera en mí. La
primera ocurrió mientras regresaba del secundario de Colinas Verdes. En la calle 14 de
Julio, me encontré con un hombre delgado, moreno, que parecía tener una actitud confiada
y llevaba algo sospechoso en su pantalón. Corriendo hacia mí, me mostró un arma y me
exigió que le entregara el celular. Debido a que no tenía manera de esconderlo, me vi
obligado a dárselo. El hombre escapó corriendo hacia un auto que lo estaba esperando y,
cuando intenté tomar nota de la matrícula para reportarlo, el hombre me miró y me advirtió
que me alejara de la zona. Al llegar a casa, informé a mi madre y presentamos una
denuncia, pero como todos sabemos, en casos como estos la policía rara vez toma medidas,
incluso cuando se cuenta con pruebas y ubicación exacta.
La otra experiencia ocurrió mientras me dirigía al gimnasio "Las Brisas". En realidad, fue
un intento de robo. Al salir de mi casa, noté que una moto se acercaba rápidamente. En ese
momento, se me ocurrió cerrar la puerta rápidamente y salir corriendo, y fue una decisión
acertada. La moto que se aproximaba intentó robarme, pero logré cerrar la puerta justo a
tiempo y escapar a toda velocidad, superando ampliamente el promedio de velocidad.
Podría decir que estaba corriendo una cuadra cada 5 segundos, sin exagerar. Después de esa
carrera intensa que duró poco tiempo, logré esconderme del ladrón.
Después de estas experiencias, decidí que las calles no eran lo suficientemente seguras para
mí. Por lo tanto, tomé la decisión de cambiarme a un tercer gimnasio llamado
"OXIGENO", que es el que frecuento en la actualidad. Aunque al menos cuenta con
algunas máquinas, debo admitir que es bastante caro. Sin embargo, considero que vale la
pena invertir en mi seguridad y tranquilidad mientras me ejército.
Observación a mi 
Como se puede observar mi vida no tiene mucho para desarrollar ya que la misma es simple
y careciente de un interés importante de parte mía pero tampoco me importa carecer de este
interés y entiendo que este mal hacer lo que hago para perder tiempo.

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