Capo
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Otro factor que contribuyó a mi desinterés fue el colegio. Admito que no dedicaba mucho
tiempo ni esfuerzo al estudio, y siempre obtenía calificaciones promedio de 7 u 8 en todas
las materias. Esto me generaba cierta frustración, especialmente cuando mi madre utilizaba
ese argumento para instarme a estudiar más cada vez que reprobaba con una nota de 6.
Sin embargo, también considero que el sistema escolar no promovía un mínimo de esfuerzo
por aprobar. Siempre existía la posibilidad de recuperar una materia a través de una
evaluación integradora con solo cinco preguntas. ¿Por qué iba a esforzarme en estudiar si
podía posponer el trabajo durante todo el año y luego realizar un examen de compensación
al final del ciclo? Sentía que todo me era entregado en bandeja de plata, lo cual no ayudaba
a despertar mi interés o motivación por el aprendizaje.
Esta dinámica en el colegio me llevó a cuestionar la importancia y el valor del esfuerzo
académico. Si el sistema escolar no exigía un compromiso constante y recompensaba la
procrastinación, ¿por qué debería esforzarme más de lo necesario? Esta lógica influyó en
mi falta de interés por aplicarme en los estudios y en la sensación de que no había una
verdadera recompensa por hacerlo.
Reconozco que esta perspectiva puede ser limitada y que hay aspectos valiosos en la
educación que trascienden las calificaciones y los exámenes. Sin embargo, en aquel
momento, me resultaba difícil encontrar la motivación para dedicar tiempo y esfuerzo a
algo que percibía como un sistema poco estimulante y que no premiaba el trabajo
constante.
A medida que reflexiono sobre mi desinterés y las razones que lo impulsaron, puedo ver
cómo diferentes circunstancias y experiencias han influido en mi actitud hacia distintos
aspectos de mi vida. Comprender estas influencias puede ser un primer paso para buscar un
equilibrio y descubrir nuevas fuentes de interés y motivación en el futuro.
Aunque mencioné anteriormente que la separación de mis padres me importaba poco y
nada, la verdad es que a partir de 2019 sus discusiones y gritos comenzaron a afectar. En
ese momento, tenía alrededor de 11 años, y es comprensible que ese tipo de situaciones
afecten a cualquier niño.
Luego, en 2020, con el inicio de la cuarentena, se me ocurrió una idea que consideré genial
en ese momento: usar mi regalo de cumpleaños, que consistía en tres mil pesos, para
comprar dos mancuernas de cinco kilos. Comencé a entrenar con ellas como una forma de
canalizar y reprimir esos sentimientos negativos que no me agradaban. En la práctica, el
entrenamiento resultó increíble, especialmente para un niño que estaba en pleno
crecimiento y que disfrutaba mucho de la comida. Este enfoque en el ejercicio físico me
permitió lograr un buen desarrollo corporal, creciendo aproximadamente 40 centímetros y
ganando alrededor de 12 kilos de masa muscular.
Sin embargo, durante ese período tuve que detener mi actividad favorita, el entrenamiento,
porque mi madre no podía proporcionar suficiente comida para satisfacer mis necesidades
calóricas. Consumía alrededor de 4000 calorías diarias, lo cual representaba un desafío para
mi madre en términos de preparación y cantidad de alimentos. Por lo tanto, tuve que reducir
un poco mi actividad favorita(comer).
A pesar de eso, el período en el que estuve dedicado al entrenamiento físico me dejó un
impacto positivo. No solo me permitió liberar el estrés y las emociones negativas, sino que
también experimenté un crecimiento físico notable. Aunque tuve que hacer algunos ajustes
debido a las circunstancias, el entrenamiento se convirtió en una actividad significativa en
mi vida y me brindó un sentido de logro y satisfacción.
Es importante destacar que, a medida que crecemos, nuestras prioridades y enfoques
pueden cambiar. Aunque en ese momento disfrutaba mucho del entrenamiento y de los
resultados físicos que obtenía, también reconozco la importancia de mantener un equilibrio
y disfrutar de otras actividades, como la comida, que también son importantes para mi
bienestar general.
En 2021, decidí comenzar a ir al gimnasio con la intención de establecer una rutina, ya que
sentía que no estaba haciendo nada productivo con mi tiempo. Mi primera experiencia fue
en un gimnasio llamado Área Fitness, ubicado en la calle Madrid, que conecta con la
avenida Alsina. Era un gimnasio típico al que fui recomendado por un amigo. Aunque era
simple, ofrecía un equipamiento completo, pero también estaba muy concurrido y tenía un
precio bastante elevado.
Después de entrenar durante aproximadamente siete meses en ese gimnasio, me resultó
difícil dejarlo porque le había tomado cariño. Sin embargo, tuve un altercado con uno de
los entrenadores del lugar. Un amigo comenzó a jugar con las máquinas y estuvo a punto de
lastimarse, y yo terminé recibiendo las consecuencias de su imprudencia. El entrenador me
dio una rutina "segura" para evitar lesiones, lo cual significaba que no podía seguir mi
propia rutina. Fue en ese momento que decidí buscar otro gimnasio.
Mi mejor amigo, Lautaro, me recomendó un gimnasio al que él asistía y confié en su
opinión, ya que nos conocemos desde los nueve años. El gimnasio se encontraba en la calle
Cerrito, en un lugar conocido como "Las Brisas". Aunque era un gimnasio pequeño, era
perfecto porque el propietario y director del lugar, Cristian, era un ex fisicoculturista y tenía
un gran conocimiento en la materia. En ese gimnasio, coincidía con Lautaro, Ignacio García
Saavedra, a quien todos conocían como "El Chona", Juancito, una chica de la que no
recuerdo el nombre, pero gustaba de Lautaro le gustaba mucho, algunos amigos de Juancito
a quienes también conocía y otras dos chicas. Una de ellas salió con "El Chona" durante
unas cuatro semanas, pero luego dejaron de hablarse ya que Ignacio no le daba bola a la
chica.
Aunque el gimnasio "Las Brisas" sonaba muy bien, tuve que dejarlo después de unos tres
meses. Aunque estaba bastante satisfecho con el lugar, estaba a tres kilómetros de mi casa y
las calles por las que tenía que caminar eran conocidas por la inseguridad y los robos. Esas
calles eran Tejedor y 14 de Julio.
He tenido dos experiencias con robos que han dejado una impresión duradera en mí. La
primera ocurrió mientras regresaba del secundario de Colinas Verdes. En la calle 14 de
Julio, me encontré con un hombre delgado, moreno, que parecía tener una actitud confiada
y llevaba algo sospechoso en su pantalón. Corriendo hacia mí, me mostró un arma y me
exigió que le entregara el celular. Debido a que no tenía manera de esconderlo, me vi
obligado a dárselo. El hombre escapó corriendo hacia un auto que lo estaba esperando y,
cuando intenté tomar nota de la matrícula para reportarlo, el hombre me miró y me advirtió
que me alejara de la zona. Al llegar a casa, informé a mi madre y presentamos una
denuncia, pero como todos sabemos, en casos como estos la policía rara vez toma medidas,
incluso cuando se cuenta con pruebas y ubicación exacta.
La otra experiencia ocurrió mientras me dirigía al gimnasio "Las Brisas". En realidad, fue
un intento de robo. Al salir de mi casa, noté que una moto se acercaba rápidamente. En ese
momento, se me ocurrió cerrar la puerta rápidamente y salir corriendo, y fue una decisión
acertada. La moto que se aproximaba intentó robarme, pero logré cerrar la puerta justo a
tiempo y escapar a toda velocidad, superando ampliamente el promedio de velocidad.
Podría decir que estaba corriendo una cuadra cada 5 segundos, sin exagerar. Después de esa
carrera intensa que duró poco tiempo, logré esconderme del ladrón.
Después de estas experiencias, decidí que las calles no eran lo suficientemente seguras para
mí. Por lo tanto, tomé la decisión de cambiarme a un tercer gimnasio llamado
"OXIGENO", que es el que frecuento en la actualidad. Aunque al menos cuenta con
algunas máquinas, debo admitir que es bastante caro. Sin embargo, considero que vale la
pena invertir en mi seguridad y tranquilidad mientras me ejército.
Observación a mi
Como se puede observar mi vida no tiene mucho para desarrollar ya que la misma es simple
y careciente de un interés importante de parte mía pero tampoco me importa carecer de este
interés y entiendo que este mal hacer lo que hago para perder tiempo.