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Viajes de Cristobal Colon

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Biografía

Cristóbal Colón
El año de 1451 nació en Génova (Italia) Cristóbal
Colón, hijo del cardador de lana Doménico
Colombo y de Susana Fontanarossa. Su familia era
de tradición tejedora y mantenía un taller en la
parte baja de la ciudad. Desde muy joven,
Cristóbal demostró que no tenía intenciones de
mantenerse ligado a los oficios manuales y
comenzó a probar suerte en el mar.

En la década de 1470, Colón recorrió el mar Mediterráneo, llegando


hasta la isla de Quío (o Chío) y a las aguas de Túnez. Luego viajó hasta
Inglaterra, desde donde realizó una travesía a Islandia. A su regreso se
estableció en Portugal y se dedicó, junto a su hermano Bartolomé, a
dibujar cartas marinas (portulanos) para venderlas en Lisboa. De esa
manera, los Colón se vincularon a importantes geógrafos de la época
como Fernão Martins o Paolo del Pozzo Toscanelli.

En esta misma época Cristóbal aprendió un latín rudimentario que le


serviría para leer las obras de los sabios. Además, fue comisionado a
efectuar un viaje a las islas de Madera para adquirir un cargamento de
azúcar. En 1479 se casó con Felipa Moniz de Perestrello, hija del primer
gobernador de Porto Santo de Madera, con quien tuvo a su hijo Diego,
futuro virrey de las Indias. En 1483, Colón tuvo la oportunidad de
conocer las factorías portuguesas en las costas de Africa.
Acogido por los franciscanos del convento de La Rábida en las
cercanías del puerto de Palos, y ayudado por el ex-confesor de la reina
Isabel la Católica, fray Juan Pérez, Colón presentó su proyecto a los
Reyes Católicos, quienes, tras dos rechazos, en abril de 1492 le
otorgaron las Capitulaciones de Santa Fe. Poco antes había tenido a su
segundo hijo, Hernando, fruto de la unión con Beatriz Enríquez de Arana.
Una vez concluido el viaje que permitió a Colón arribar a costas
americanas, continuó realizando empresas para la corona de España.
Sin embargo, a pesar de haber emprendido tres viajes más hacia
América y ser reconocido como un gran navegante y explorador,
nunca llegaría a saber que había alcanzado un continente
desconocido para los europeos de aquel entonces. Asimismo, tuvo que
enfrentar muchos problemas, tanto con la corona como con los
primeros pobladores de la isla La Española, debido a su incompetencia
como administrador y gobernador de las nuevas posesiones. Falleció en
Valladolid en 1506.

Descripción de cada viaje

El primer viaje: la localización de un Nuevo Mundo (1492-1493)


Puerto de Palos

El primer viaje de Cristóbal Colón por el Atlántico rumbo al oeste, zarpó el 3 de


agosto de 1492 desde el puerto de Palos. Los preparativos habían sido arduos
y habían tomado mucho tiempo. Conseguir las embarcaciones y la tripulación
resultó muy difícil, pues Colón era un desconocido para la gente de mar de la
zona.

De las tres naves que harían el viaje, dos fueron entregadas a Colón en Palos,
en virtud de un castigo que pesaba sobre el puerto y que, por Real Provisión,
obligaba a sus autoridades a cederlas. La tercera, en tanto, fue arrendada a
Juan de la Cosa con fondos adquiridos de prestamistas. Así, Colón pudo
contar con dos carabelas, la Pinta y la Niña, y una nao de mayor tonelaje, la
Santa María. La pequeñez de esta expedición queda de manifiesto, si
consideramos que para escoltar a la infanta doña Juana (hija de los Reyes
Católicos) en su viaje matrimonial a los Países Bajos, la corona fletó 130 buques
con 25 mil soldados a bordo.

Por intermedio de los frailes de La Rábida, el Almirante conoció a los


prestigiados marinos del clan Pinzón de Palos y a los Niño de Moguer. Éstos
resultaron decisivos a la hora de reunir a los noventa hombres que se requerían
para tripular los barcos y el avituallamiento necesario para tan larga
expedición. "En la tarde del 2 de agosto embarcaron las tripulaciones. Al día
siguiente, bien temprano, comulgó Colón y se embarcó en seguida. En el
nombre de Jesús dio orden de levar anclas y largar los aparejos. Faltaba
media hora para la salida del sol, y los gallos de Palos no cantaban aún". (Björn
Landström)

Islas Canarias

El 9 de agosto de 1492, la flotilla al mando de Colón llegó al archipiélago de


las Canarias. La detención fue más larga de lo previsto por el Almirante, ya que
en el trayecto desde Palos a la Pinta se le había averiado el timón y la Niña no
navegaba a la velocidad necesaria, debido a un velamen poco apropiado.
Hubo que dotar a la Pinta de un nuevo timón y calafatear su casco, mientras a
la Niña se le colocó un aparejo redondo de velas cuadradas (en remplazo de
las velas latinas) y se le agregó un mástil. También se cargaron víveres frescos,
leña y agua.
Toda la operación tardó casi un mes. Por fin, el sábado 8 de septiembre los
barcos zarparon hacia lo desconocido. A partir de este día, Colón comenzó a
dar cuenta de su periplo en un diario, legado a la posteridad gracias a la
transcripción que hiciera posteriormente el padre fray Bartolomé de Las Casas.
Respecto a este día dice así: "Tres horas de noche, sábado, comenzó a ventar
Nor-deste, y tomó su vía y camino al oeste; tuvo mucha mar por proa, que le
estorbaba el camino y andaría aquel día nueve leguas [aproximadamente 50
kilómetros], con su noche". El viaje de localización había comenzado.

Un día a bordo de la Santa María

Mar Océana, 1492, a bordo de la Santa María- Hemos accedido al diario de


viaje de un tripulante de la Santa María.

Al son de cantinelas de este estilo comienza nuestra rutina diaria en la nave


capitana a la que llamamos "La Gallega". Después de las primeras oraciones,
antes del alba, las cubiertas ya están bien fregadas con agua salada y duras
escobas. Comienza el ajetreo de maniobrar las velas para aprovechar del
mejor modo los vientos, que a veces son esquivos. Nuestras conversaciones se
hacen en una jerga náutica que se aplica a todo, y es para iniciados. Con
"saca la cebadera" se pide una caja de conservas, "pon la mesana" es la
orden para comer que da un oficial; "daca el pañol" para pedir una servilleta.

La gran fuente de diversión son los "jardines". Sentados en los asientos


perforados colocados a proa y a popa, los simples marineros, los oficiales y el
mismísimo Almirante, rendimos a diario nuestro homenaje a los cielos y a los
vientos, recibiendo muchas veces el frío azote de una ola en partes muy
sensibles de nuestra anatomía. En los "jardines" toda majestad se pierde. Allí
somos todos iguales.

A las once de la mañana, se sirve la única comida caliente del día: un plato
de anchoas o sardinas o un guiso de garbanzos o lentejas y a veces carne
salada y galleta marinera.

Con buen tiempo, después de haber limpiado y pulido todo, quien no está de
guardia, conversa con sus compañeros, pesca, o trata de lavar su ropa con
agua salada. Al caer la noche somos llamados para las oraciones. Allí
entonamos, mal que bien, el "Salve Regina". Se apaga el fogón y comienzan
las guardias de la noche. El silencio se apodera de la nave. De tanto en tanto,
se quiebra con los llamados del grumete de guardia: "...Ah de proa, alerta,
buena guardia!".

Mañana será lo mismo.

En medio del Atlántico


Llevaban poco más de un mes en alta mar sin divisar tierra en ninguna parte. El
miércoles 10 de octubre, el descontento aumentaba entre la tripulación. La
preocupación por el regreso crecía, sobre todo al no haber vientos que
permitieran volver a España. En la Santa María se sucedían las peticiones a
Colón para dar la vuelta. Ante su impavidez, las peticiones se transformaron en
amenazas. Tuvo que intervenir Martín Alonso Pinzón, quien logró calmar los
ánimos con la promesa de regresar si no se hallaba tierra en el corto plazo.
Pero en realidad, sólo Colón sabía cuán lejos estaban de casa y que el retorno
era difícil.

Es más, el Almirante llevaba dos registros de las distancias recorridas día a día.
Este día 10, por ejemplo, Colón comunicó a sus hombres que habían
navegado 44 leguas [unos 245 kilómetros], cuando en realidad el trayecto de
ese día habían sido 59 leguas [casi 329 kilómetros], la mayor distancia recorrida
en un día de navegación durante toda la travesía. El objeto de esta doble
cuenta era no asustar en demasía a la tripulación, táctica que estuvo a punto
de fracasar aquel 10 de octubre. En un clima tenso prosiguió el viaje.

Isla de Guanahaní (San Salvador)


En la noche del 11 de octubre de 1492, la desesperación de los marinos
españoles se transformó en esperanza. ¡Tierra! ¡Tierra!, gritaba sin cesar un
hombre apostado en la cofa del palo mayor. Todos corrieron a cubierta a
mirar hacia el horizonte y contemplaron la silueta de una tierra baja y verde.
Por la mañana del 12 de octubre, Colón, ataviado con sus mejores ropas y
portando el estandarte real, encabezó la comitiva que se acercó a la orilla de
una playa de arenas blancas. Era la isla de Guanahaní, bautizada
inmediatamente como San Salvador por parte de los recién llegados.

Sorprendidos, los habitantes de aquella isla, pertenecientes a la cultura de los


taínos, observaban el acercamiento del bote que transportaba a los extraños
seres que para ellos eran los españoles. Al desembarcar, Colón y los taínos
intercambiaron gestos y objetos. Fue un primer encuentro pacífico y amistoso,
tal como consta en el diario del Almirante. Pero lamentablemente, esta
situación no se prolongaría por mucho tiempo.

Isla La Española
Tras recorrer algunas islas del archipiélago de las Bahamas, Colón y sus
hombres arribaron a la actual Haití, isla que bautizaron con el nombre de La
Española. Allí fueron amablemente recibidos por Guacanagarí, el cacique de
la zona, y encontraron pequeñas cantidades del ansiado oro. El día 23 de
diciembre la Santa María y la Niña se encontraban recorriendo la costa norte
de la isla. De repente se sintió un remezón en la nave capitana y ésta comenzó
a balancearse peligrosamente. Había encallado en un arrecife y no hubo
forma de salvarla. El agua inundó el casco y la Santa María se tuvo que dar
por perdida.

"¡Singular día de Navidad! Se lo pasaron descargando la Santa María con la


ayuda de la gente de Guacanagarí. De tiempo en tiempo, el cacique
enviaba a uno de sus parientes para consolar al Almirante. Pero a los europeos
más que la simpatía de los indígenas les confortó el oro que se encontraba
cada vez más. Colón se convenció bien pronto de que el naufragio de la
Santa María era una señal de la Providencia, que quería hacerle fundar un
establecimiento cerca del oro de Cipango. ¡Los hombres que el dejara allí
recogerían oro bastante para que los Reyes Católicos liberasen el Santo
Sepulcro antes de tres años! Así fue como fundó la Navidad, primer
establecimiento español del Nuevo Mundo". (Charles Verlinden y Florentino
Pérez-Embid)

De regreso en el océano Atlántico


En el mes de enero de 1493 la Pinta y la Niña levaron anclas y enfilaron rumbo
a Europa. Pero las peripecias de este primer viaje colombino aún no
terminarían. El jueves 14 de febrero, cuando faltaba poco para llegar a las
Azores, una violenta tormenta hizo que las dos carabelas perdieran el
contacto. La Pinta, comandada por Martín Alonso Pinzón, se alejó para
siempre y Colón nunca más volvería a ver a quien había sido su mano
derecha. Pinzón, en vez de intentar reunirse con el Almirante en las Azores,
continuó su periplo por el océano, movido por la ambición de llegar primero a
España con las noticias de su descubrimiento. Sin embargo, el destino quiso
otra cosa. Pinzón arribó al puerto de Bayona (Galicia) y luego se dirigió a Palos,
adelantándose a Colón. A pesar de ello, la corte real le negó una audiencia y,
a los pocos días, Pinzón falleció a causa de una desconocida enfermedad.

La Niña, mientras tanto, salvó con muchas dificultades la tormenta. Colón


incluso llegó a temer lo peor y lanzó un pergamino con el relato de su viaje al
mar, con la esperanza de que quien lo hallase, lo hiciera llegar a los reyes. Por
fortuna, el reducido grupo pudo continuar su viaje hacia las Azores, donde
repusieron sus fuerzas.

Barcelona
Después de haber arribado a la península (marzo de 1493), Colón fue a
descansar dos semanas a la Rábida. Allí esperó su audiencia en la corte. El
relato de Björn Landström, sobre el recibimiento de Colón por parte de los
Reyes Católicos en Barcelona, es muy ilustrativo respecto a lo que sucedió: "Se
engalanó la ciudad como para una fiesta, y cuando el Almirante y su séquito
llegaron a las afueras, lo recibieron altos cortesanos. Al penetrar en el salón del
trono se levantaron los soberanos, y cuando Colón quiso arrodillarse y besarles
la mano, le hicieron que se levantara y sentara en una silla cerca de ellos.
Colón fue el único al que se le permitió permanecer sentado en su presencia.

Entonces les hizo el relato del viaje y de las islas con su fresca vegetación y sus
habitantes desnudos... Les presentó a los indios casi desnudos, quienes rezaron
el Ave María y se santiguaron. Sus hombres traían jaulas con cacatúas,
grandes ratas indias y pequeños perros que no podían ladrar. Abrieron barriles
con extraños pescados en salazón y arcas con algodón, áloe, especias y
pieles de grandes iguanas. Les mostraron arcos, flechas y porras, y el Almirante
les habló de los caribes devoradores de carne humana o caníbales, y de las
sirenas frente a Monte Christi, pero aseguró que no había visto ninguno de los
monstruos que los cosmógrafos creían existentes en las islas al fin de la tierra.
Luego les mostró el oro: coronas de oro, grandes máscaras decoradas con
oro, ornamentos de oro batido, pepitas de oro, polvo de oro. Los soberanos se
arrodillaron, y con ellos todos los presentes, dando gracias a Dios que había
puesto estas cosas en sus manos. El coro cantó un Te Deum, y las crónicas
dicen que todos los ojos se llenaron con lágrimas de indescriptible alegría".

Colón vivió su momento de mayor esplendor y gozó durante este tiempo de


todo el favor real. Los reyes se mostraban contentos con su hazaña, alegría
que aumentó tras la dictación de las bulas de donación por parte del papa
Alejandro VI.

El segundo viaje: comienza la colonización del Nuevo Mundo


(1493-1496)

Cádiz
Las noticias traídas por Colón al regreso de su primer viaje despertaron un gran
interés en la corte y entre la gente de mar. De pronto, todo el mundo quería
embarcarse a las Indias, ya fuera por espíritu guerrero tras el término de la
guerra contra los moros, por la codicia del oro que se presumía abundante o
por afanes evangelizadores.

De toda la gente que concurrió se seleccionaron entre 1.200 y 1.500 personas


para acompañar a Colón en esta segunda expedición. Entre los viajeros iban
Diego Colón, hermano menor del Almirante; Pedro Margarit, amigo personal
del rey Fernando; los futuros conquistadores Alonso de Ojeda, Juan Ponce de
León, Diego de Velásquez y Juan de la Cosa; el médico sevillano Diego
Alvarez Chanca y Michel de Cúneo, quienes registraron las peripecias del viaje
en pintorescas relaciones; y religiosos como Bernardo Boyl (antiguo secretario
del rey) y Ramón Pané, considerado posteriormente el primer etnógrafo de los
nativos americanos.

El 25 de septiembre de 1493, una hora antes del amanecer, una imponente


flota compuesta por 14 carabelas y 3 naos, bien provistas de víveres,
pertrechos, armas, mercaderías, semillas y animales, zarpó del puerto de Cádiz
rumbo a las Indias. Iban con la intención de quedarse e iniciar la explotación
de las tierras recién descubiertas.

En el Atlántico, pasadas las islas Canarias


El 13 de octubre, la flota dejó atrás la última de las islas Canarias, la del Hierro.
Desde ella Colón se lanzó al vasto océano tomando un rumbo sudoeste muy
distinto al utilizado en el primer viaje. Por este camino, pese a que tuvo que
afrontar breves temporales, la marcha se hizo más rápida. En tan solo 19
jornadas y batiendo su propia marca transatlántica, a principios de noviembre
de 1493 la flota llegó al extremo meridional de las Pequeñas Antillas, a una isla
bautizada como Dominica porque era domingo.

Isla Guadalupe en las Pequeñas Antillas

Antes de arribar a La Española, donde Colón había dejado una pequeña


guarnición en el fuerte Navidad, la flota se fue deteniendo en algunas islas. En
Guadalupe los viajeros conocieron algunas costumbres de los nativos caribes:
"Diez hombres [al mando de Diego Márquez] se internaron con propósito de
pillaje y pronto se extraviaron. Como al día siguiente aún no regresaban, Colón
envió cuatro partidas de cincuenta hombres cada una a buscarlos, «con
trompetas, cuernos y linternas, y a pesar de todo no los podían hallar, y hubo
momentos en que temimos más por los doscientos que por los primeros. Pero
plugo a Dios que los doscientos regresaran muy cansados y hambrientos.
Creímos -agrega Cúneo- que el grupo de Diego Márquez había sido comido
por los dichos caribes que acostumbraban a hacerlo.» La expedición de
socorro encontró pruebas abundantes de estas costumbres desagradables de
los caribes que originaron una nueva palabra -cannibal- en los idiomas
europeos. En la chozas abandonadas por los guerreros, que huyeron
cobardemente, encontraron trozos de carne humana y articulaciones, tibias
preparadas para transformarse en flechas, muchachos arawaks [taínos]
castrados a los que engordaban para destinarlos a la parrilla y muchachas
cautivas que se dedicaban a la producción de niños, a quienes los caribes
consideraban como un sabroso manjar. La expedición de rescate trajo de
vuelta a unos veinte de estos cautivos y otros se dirigieron a la costa y se
entregaron voluntariamente... Al igual que la repugnancia por las costumbres
de los caribes, los españoles debieron admirar sus mantas de algodón «tan
bien tejidas que no deben nada a los de nuestra patria» y sus vasijas de barro.
Pero no se encontraron ni vestigios de oro". Fuente: Samuel Eliot Morison, El
Almirante de la Mar Océano. Vida de Cristóbal Colón, Ed.F.C.E., México, 1991,
págs.542-543.

Isla de La Española

En La Española, los europeos hallaron totalmente destruido el fuerte Navidad y


muerta su dotación. En vista de aquello, Colón resolvió abandonar esa zona y
ordenó la fundación del primer poblado hispano del Nuevo Mundo: la Isabela
en la costa norte de la misma isla. La elección del lugar resultó ser no muy
afortunada, pues muy pronto se multiplicaron las enfermedades entre los
expedicionarios y escaseó el alimento. Por otra parte, se efectuaron varias
incursiones hacia el interior en busca del ansiado oro, pero se encontró muy
poco. Las ilusiones forjadas por muchos se iban desvaneciendo y el entusiasmo
de la partida se tornaba en nostalgia por volver a la península. Sobre todo los
funcionarios reales se quejaban de los rigores del clima y se lamentaban de su
incómoda situación, lo cual motivó a Colón a despachar doce buques de
regreso a España el 2 de febrero de 1494. Esta flota llevaba, además, 30.000
ducados de oro, falsas especias, sesenta papagayos y veintiséis indios, de los
cuales tres eran caribes caníbales.

España

En ausencia de Colón la corona española había tenido que negociar con


Portugal el dominio en las aguas y tierras recién descubiertas. Aún no estaba
claro quien poseía mayores derechos sobre el posteriormente denominado
Nuevo Mundo y fue necesario llegar a un acuerdo que pusiera fin a las
controversias hispano-lusitanas. De esa manera, mientras en La Española se
erigía el primer poblado europeo, en Tordesillas ambas coronas firmaron un
tratado que dejó en manos de España los territorios hallados por Cristóbal
Colón.

Por su parte, en el mes de marzo de 1496, Colón decidió regresar a la


península, alarmado por los informes negativos que habían realizado
personeros descontentos con su gestión como gobernador de los nuevos
dominios. Las relaciones del padre Boyl y otros, acusaban al Almirante de
nepotismo y de no saber mantener el orden y la convivencia en la isla.
Dejando a su hermano Bartolomé a cargo de La Española, Colón retornó a
España con dos naves, una de ellas -la India- construida en el Nuevo Mundo.
Arribó a Cádiz en junio y se preparó para enfrentar a los reyes, cuyo ánimo
presumía muy indignado por las denuncias contra su persona. Sin embargo, los
Reyes Católicos escucharon los descargos de Colón y le confirmaron sus
privilegios y títulos. Tras dos años de espera, el infatigable Almirante consiguió
los barcos y pertrechos necesarios para emprender una tercera expedición al
Nuevo Mundo.

El tercer viaje: una amargura (1498-1500)

Sanlúcar de Barrameda

El tercer viaje de Cristóbal Colón zarpó de Sanlúcar de Barrameda el 30 de


mayo de 1498 y estaba compuesto por seis navíos, tripulados por 226 hombres.
Al mismo tiempo, una serie de expediciones privadas partirían ese mismo año
rumbo a las Indias, tras ser autorizadas por los Reyes Católicos, quienes habían
otorgado capitulaciones reales a algunos navegantes. De esa manera, se
desconocieron los privilegios concedidos originalmente a Colón y se iniciaron
los denominados "viajes menores", comandados por personajes como Vicente
Yáñez Pinzón, Alonso de Ojeda, Américo Vespucio, Juan de la Cosa y Pero
Alonso Niño.

Cabo Verde

Una vez que arribó a las islas Canarias la flota de Colón se dividió: tres barcos
enfilaron directamente hacia La Española, mientras los restantes tres, al mando
del Almirante, se dirigieron al sudoeste hasta las islas de Cabo Verde. El
propósito de este nuevo rumbo era cruzar la línea del Ecuador y alcanzar la
tierra firme (actual costa venezolana) que se había avistado durante las
exploraciones del viaje anterior. Avanzar por la ruta escogida fue muy
dificultoso, debido a la falta de vientos característica de esta zona tropical.
Recién el 31 de julio de 1498, la isla de Trinidad apareció en el horizonte. La
costa de Venezuela estaba cerca.

Golfo de Paria

Llegado al litoral venezolano, Colón atravesó el golfo de Paria y se impresionó


por la suavidad del clima y la gran corriente de agua dulce que indicaba la
presencia del imponente río Orinoco. Pensó que estaba cerca del paraíso
terrenal, lo cual plasmó entusiasmado en su relación de este tercer viaje. Pero
no había llegado al paraíso, sino que al continente americano.

"«Yo creo que éste es un gran continente, desconocido hasta hoy, pues de él
desemboca una gran cantidad de agua dulce, y por otra parte Estras dice en
su libro que sobre la tierra hay seis partes de tierra firme por una de agua».
Espíritu medieval y moderno, evidentemente, pues [colón] junta las Escrituras
con la observación. Pero él no saca de eso la conclusión lógica de que no
está en las Indias asiáticas, ni cerca del Cipango [Japón] ni del Cathay
[China]. Por el contrario, piensa que aquel continente nuevo está cerquísima
de la China, y que lo que ahora hay que encontrar es el paso, muy próximo,
que conduzca a las islas de las especias, que no pueden estar lejos. Como se
ve, la importancia real de su descubrimiento permanecerá siempre oculta
para él, que si bien es un hombre moderno por su audacia en las empresas y
por la precisión en las observaciones, su espíritu no será jamás bastante libre
para arrancarle de la rutina medieval sacada de sus lecturas". (Verlinden y
Pérez-Embid)

La Española

Después de recorrer el golfo de Paria, Colón tomó rumbo a La Española. Allí las
cosas no marchaban bien para su familia y sus intereses. Un grupo de
pobladores, encabezado por el Alcalde Mayor Francisco Roldán, se había
rebelado contra la autoridad de Bartolomé Colón y se había replegado al
interior de la isla. Ante la gravedad de los hechos, el Almirante recién llegado
resolvió negociar con los alzados, cediendo a sus pretensiones de contar con
indígenas para su servicio personal. Por otra parte, el poco oro encontrado
hasta entonces no satisfacía en nada las expectativas creadas por Colón.

La complicada situación en la isla no tardó en llegar a oídos de los reyes.


Abundaban las quejas contra la forma en que los Colón manejaban los
asuntos administrativos y en vez de aportar dinero a las arcas reales, la isla sólo
demandaba gastos. En virtud de esto, se envió al Juez Pesquisador Francisco
de Bobadilla, quien arribó a Santo Domingo, el nuevo enclave español en esta
isla, el 23 de agosto de 1500. El funcionario procedió a detener a Cristóbal,
Bartolomé y Diego Colón y los embarcó encadenados a España en el mes de
octubre. La estrella del Almirante comenzaba a apagarse.

El cuarto viaje: una aventura (1502-1504)


Cádiz

A los 51 años de edad, Cristóbal Colón emprendió su cuarto y último viaje a las
Indias, zarpando del puerto de Cádiz el 11 de mayo de 1502. Sus instrucciones
eran las de descubrir más tierras y buscar un paso a las codiciadas islas de las
especias. Por otra parte, a raíz de los problemas sufridos en La Española, se le
prohibió detenerse en aquella isla. Es más, la corona despojó a Colón de sus
facultades administrativas y envió a Nicolás de Ovando como nuevo
gobernador de la colonia española. De hecho, una vez llegado a las Antillas,
Ovando no permitió el desembarco de Colón en Santo Domingo, donde
pretendía cambiar uno de sus buques por otro de mejores condiciones
marineras.

Centroamérica

En su afán de encontrar el paso naval hacia las islas de la especiería, Colón y


sus cuatro naves recorrieron el litoral centroamericano entre agosto de 1502 y
mayo de 1503. La aventura comenzó en el golfo de Honduras, para continuar
frente al litoral de las actuales Nicaragua, Costa Rica y Panamá en
condiciones muy difíciles para la tripulación. El intenso calor, la humedad y las
fuertes lluvias descompusieron los alimentos, dañaron los cascos de las
embarcaciones y bajaron la moral de los hombres. En vista de esta situación, el
Almirante decidió hacer un paréntesis en su búsqueda con la idea de
aprovechar de reunir oro que se decía abundaba en una región denominada
Veragua. La ruta hacia Veragua se convirtió en otra pesadilla por el hambre y
la furia de los elementos. A duras penas, la expedición arribó al estuario de un
gran río que los nativos llamaban Yebra y los cristianos bautizaron como Belén.
La bondad de estos parajes motivó la fundación del primer poblado hispano
en el continente americano -Santa María de Belén- el día 6 de enero de 1503.
Sin embargo, la hostilidad de los indígenas de la zona obligó a los españoles a
abandonar este primer intento por establecer una colonia permanente en
Centroamérica. Dos de los cuatro navíos se perdieron durante este período.

Jamaica

En mayo de 1503, Colón y sus hombres desembarcaron en la isla de Jamaica.


Allí, las dos naves que les quedaban tuvieron que ser abandonadas en la
playa con sus cascos inservibles. "Grande es la desesperación de todos.
Situados a cuarenta leguas de La Española, nadie conoce su paradero. El
almirante sufre altas fiebres y dolorosos episodios de gota. Pero, apoyado por
su incansable hermano [Bartolomé], se sobrepone a los males y da
instrucciones para montar un establecimiento apto para una estancia
indefinida. Ordena que se amarren entre sí los restos de los dos navíos
acondicionados para convertirlos en fortín protegido por el foso de agua que
les separa de la cercana playa. Nadie debe abandonarlo, según sus
instrucciones, salvo con ocasión de las partidas exploradoras que se preparen.
Y éstas van saliendo ordenadamente para establecer contacto con los
poblados indígenas y concertar con ellos operaciones de trueque que
permiten obtener medios de subsistencia.

Asegurada la supervivencia, comienza a buscarse una salida de la isla. Sin


recursos para construir naves con capacidad suficiente, tampoco existen
esperanzas de que circulen por las proximidades barcos españoles. Pero en
medio de tal desolación, ... Diego Méndez ofrece una posibilidad de escape.
En sus andanzas por el interior de la isla consigue la amistad de varios caciques
y logra que uno de éstos le venda una amplia canoa capaz para ocho
remeros. Con ella se ofrece a llegar hasta La Española". (Fuente: Eduardo de
Fuentes Gómez de Salazar, Estrategias de la implantación en América,
Ed.Mapfre, Madrid, 1992, págs.112-113)

En el Atlántico, poco antes de llegar a España

Tras ser rescatados de Jamaica, donde Colón y su gente habían permanecido


alrededor de un año, en septiembre de 1504 el navegante genovés
abandonó definitivamente el escenario principal de sus gestas. A su regreso a
España, Colón emprendió una vez más la lucha para reclamar de la corona el
cumplimiento de lo pactado en las Capitulaciones de Santa Fe de 1492. No
obstante, en noviembre del año 1504 falleció Isabel la Católica, lo cual
significó la pérdida del principal apoyo de Colón en la corte. En medio de esta
situación el estado de salud del Almirante empeoró, al tiempo que sus
peticiones de que se respetasen sus derechos sobre las tierras descubiertas
continuaron siendo ignoradas por los monarcas. El 19 de mayo de 1506, la
muerte sorprendió a Cristóbal Colón en Valladolid. Así, el más grande de los
navegantes de su época dejó de existir sin saber que había descubierto un
continente desconocido para los europeos del siglo XV.

Mapas de las rutas de los 4 viajes

El primer viaje: la localización de un Nuevo Mundo (1492-1493)

El segundo viaje: comienza la colonización del Nuevo Mundo (1493-


1496)
El tercer viaje: una amargura (1498-1500)

El cuarto viaje: una aventura (1502-1504)


Descripción embarcaciones: el galeón y la carabela

Carabela
Las carabelas fueron embarcaciones inventadas por los portugueses y
que fueron utilizadas por los españoles en sus largos viajes durante el siglo
XV. En un principio eran utilizadas como embarcaciones pesqueras pero
sus prestaciones fueron en aumento y pasaron a ser buques de carga y
de exploración.

Las carabelas podían navegar a 15 nudos gracias al velamen (velas


latinas). Contaban con tres mástiles y eran embarcaciones más ligeras
que sus predecesoras. Eran estrechas y tenían esloras de hasta 30 metros
y por sus características,requerían una mayor destreza para maniobrarlas.

Las carabelas más célebres son La Niña de Vicente Yáñez Pinzón,que


capitaneaba a 26 tripulantes,y La Pinta,en manos de Martín Alonso
Pinzón. Ambas estuvieron presentes en la expedición en la que Cristóbal
Colón llegó a las Américas.

Galeón
El galeón se considera una embarcación típicamente española y
empezó a usarse en el siglo XVI. Eran barcos potentes y poderosos
aunque eran bastante lentos. Podían usarse tanto para batallar y luchar
contra países enemigos como para comerciar o transportar bienes.

Durante los siglos XIV y XV,las proporciones de los buques se obtenían a


partir de la fórmula murciana “tres,dos,as”,es decir,eslora triple que la
manga y ésta doble que el puntal. Sin embargo,el galeón pasa a ser un
4:2:1. Su eslora se acortó,al igual que su manga y la embarcación no solía
superar las 500 toneladas,aunque alguno llegó a rozar las 2.000.

Del mismo modo que en el siglo XV las naos y las carracas reemplazaron
a las cocas medievales,en la segunda mitad del siglo XVI,los galeones ya
habían empezado a reemplazar a los naos y carracas.

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