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Ser y Parecer

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El semáforo se puso en amarillo justo cuando él iba a cruzar en su automóvil, y

como era de esperar, hizo lo correcto. Se detuvo en la línea de paso para los
peatones, a pesar de que podría haber rebasado la luz roja, acelerando a través de
la intersección. La mujer que estaba en el auto detrás de él estaba furiosa. Le tocó
la bocina por un largo rato e hizo comentarios negativos en voz alta, ya que por
culpa suya no pudo avanzar a través del cruce… y para colmo de males, se le cayó
el celular y se le regó el maquillaje.

En medio de su pataleta, oyó que alguien le tocaba el vidrio del lado. Allí, parado
junto a ella, estaba un policía mirándola muy seriamente. El oficial le ordenó salir
de su coche con las manos arriba, la llevó a la comisaría donde la revisaron de
arriba abajo, le tomaron fotos, las huellas dactilares, y por último la pusieron en
una celda.

Después de un par de horas, un policía se acercó a la celda y abrió la puerta. La


señora fue escoltada hasta el mostrador, donde el agente que la detuvo, la estaba
esperando con sus objetos personales.

“Señora, lamento mucho este error”, le explicó el policía.

“Le mandé a bajar mientras usted se encontraba tocando la bocina fuertemente,


queriendo pasarle por encima al automóvil de enfrente, maldiciendo, gritando
improperios y diciendo palabras soeces. Mientras la observaba, me percaté que de
su retrovisor cuelga un Rosario, su carro tiene en su bómper un sticker que dice:
¿Qué haría Jesús en mi lugar?, su tablilla tiene un borde que dice: Yo escojo la vida.
Otro sticker que dice: Sígueme el domingo a la iglesia, y finalmente el emblema
cristiano del pez. Como es de esperarse, supuse que el auto era robado.

He pensado mucho en esta historia ya que, como verdaderos seguidores de


Jesucristo, nuestras vidas están llenas de compromisos con el Padre Celestial, las
cuales no son solo palabras, sino que ojalá se conviertan en las acciones que
realizamos día a día. Esos compromisos de los que hablo son los convenios, tal
como el que acabamos de efectuar en la Santa Cena:
“para que lo coman en memoria del cuerpo de tu Hijo, y testifiquen ante ti, oh
Dios, Padre Eterno, que están dispuestos a tomar sobre sí el nombre de tu Hijo, y a
recordarle siempre, y a guardar sus mandamientos que él les ha dado”

¿Sentimos que nuestras vidas son diferentes desde que decidimos seguir al
Salvador? Muchas veces he pensado en la situación que tuvo Jesucristo con sus
apóstoles en el monte de Getsemaní, cuando Él le pidió a Pedro, Santiago y Juan,
que lo acompañaran, y los dejó cerca donde Él iba a orar.

Mateo 26: 38-41

38 Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí
y velad conmigo.

39 Y yéndose un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo:


Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino
como tú.

40 Y vino a sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis
podido velar conmigo una hora?

41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está


dispuesto, pero la carne es débil.

Aunque nuestro cuerpo físico sea débil y nuestra forma de pensar se deje llevar por
las situaciones, dificultades, tentaciones, entre otras cosas que vivimos día a día, no
es excusa para nuestras malas decisiones. Es por eso que nuestro esfuerzo por ser
como el Salvador debe ser mayor. No para que otras personas lo vean, sino por el
amor y respeto que tenemos hacia nuestro Padre Celestial.

3 Nefi 27:27

27 Y sabed que vosotros seréis los jueces de este pueblo, según el juicio que yo os
daré, el cual será justo. Por lo tanto, ¿qué clase de hombres habéis de ser? En
verdad os digo, aun como yo soy.
El ser y el hacer son inseparables; las dos se refuerzan y se promueven una a la
otra. Por ejemplo, la fe nos inspira a orar y, a su vez, la oración fortalece nuestra fe.
Del mismo modo, ser sin hacer es inútil, así como “la fe, si no tiene obras, es
muerta en sí misma” (Santiago 2:17). Ser sin hacer realmente no es ser, es
engañarse a sí mismo, es creer que uno es bueno sólo porque tiene buenas
intenciones.

El hacer sin ser—la hipocresía—da una imagen falsa a los demás, mientras que el
ser sin hacer da una imagen falsa a uno mismo.

Los invito y me invito a que pongamos el evangelio en práctica, que sigamos el


consejo de nuestros líderes (Obispo y los anuncios que nos da cada domingo);
recordemos el manual de vida que nos enseña todas las cosas que debemos hacer
son las Escrituras. En ellas encontramos los atributos de Cristo. A pesar de todos
nuestros esfuerzos por ser mas como Jesucristo, nos vamos a equivocar y vamos a
cometer errores. Hay que seguir adelante, recordemos siempre el arrepentimiento.

2 Nefi 25: 23

“pues sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer
cuanto podamos”

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