Demencial Party Nodrm
Demencial Party Nodrm
Demencial Party Nodrm
Inscripción N° 149.053
ISBN 978-956-16-0575-6
Diseño y diagramación
Pehuén Editores
Impresión
Maval Impresores
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por
procedimientos mecánicos, ópticos, químicos, eléctricos, electrónicos, fotográficos,
incluidas las fotocopias, sin autorización escrita de los editores.
DEMENCIAL PARTY
Sobre el Autor
y la Obra
Fernando Josseau
Uno de los más destacados dramaturgos y novelistas chilenos, este director de teatro
—quien ha dirigido la mayoría de sus obras— ha sido también guionista cinematográfico
en México en colaboración con Raúl Zenteno (trabajando para María Félix, Angélica
María, Gloria Marín, Silvana Pampanini, el actor español Enrique Rambal, Mauricio
Garcés, Julio Alemán, entre muchos otros), empresario, crítico teatral de El Mercurio y
profesor de arte dramático.
En 1980 publica “Chez Pavez”, su primer libro de cuentos que causa asombro en la
crítica literaria nacional por su renovado ingenio.
Sus posteriores obras teatrales “Los Pianistas Mancos”, “La Muela del Juicio Final” y
“Su Excelencia el Embajador”, son adaptaciones de los cuentos tomados de este libro.
En el año 1995 aparece “La Posada de la Calle Lancaster”, relatos que obtienen gran-
des loas de la crítica especializada y que recibe, además, los galardones “Premio Munici-
pal de Literatura” y “Premio del Libro y la Lectura”.
10 Fernando Josseau
• “El Prestamista”
(20.000 representaciones)
• “Demencial Party”
(60 representaciones)
Demencial Party 11
Anfitriona
: Ana María Palma
Anfitrión
: Carlos Matamala
Comensal 1
: Luis Alarcón
Comensal 2 : Juan Carlos Bistoto
Garzón 1
: Gregory Cohen
Garzón 2
: Álvaro Pacul
Bailarines
: Soledad Izquierdo
Paz Irarrázaval
Sergio Balbontín
Demencial Party 13
La Crítica
“Considerable interés tiene la obra estrenada por el Teatro de Cámara... La tortura aquí
es como un sinónimo de la vida...”.
Hans Ehrmann. “Ercilla”.
“El texto es muy bueno... El autor es excelente... Destaca en primer lugar Juan Carlos
Bistoto en una actuación dolorosa que lo pone al nivel de los mejores trabajos del año”.
Rigoberto Carvajal. “El Mercurio”.
Vital para los aires renovadores del teatro chileno, inadecuado para mentes paleolíticas.
Producción adecuadísima de nuestro teatro para mostrar en Europa”.
Andres Jouffe. “Revista Cosas”.
“No es una obra fácil que deje al espectador pasivo, sino que se verá directamente acosa-
do por la misma situación de los personajes”.
“El Diario de Cooperativa”.
“Una obra angustiante cuya violencia interna y externa conduce al espectador a una re-
flexión sin escapatoria”.
Sonia Quintana. Periodista.
“El multifacético de Josseau demuestra una vez más su maestría teatral en una obra de
vanguardia”.
Gregorio Goldenberg. Director “Revista Pluma y Pincel”.
“Una obra valiente. Muy interesante en su doble juego entre la realidad dramática y la
amenaza como elemento externo”.
Egon Wolff. Dramaturgo.
“En esta despampanante (y memorable) obra, los torturadores terminan por lo general
con los alambres pelados. Visítelos y sabrá lo que es electricidad. Y, además, le servirán
té con tridentes”.
Miguel Arteche. Poeta.
“Una obra aparentemente extraña pero cuyo tema central llega con profundidad a la con-
ciencia humana. El elenco principal desarrolla un trabajo de gran calidad”.
José de Gregorio. Abogado.
“Interesante. Una forma de teatro muy fuerte. Los actores están fantásticos. Me gustó
mucho”.
Claire Duhamel. Agregada Cultural de Francia.
“¿Bajo que circunstancia la vida social llega a ser demente en su naturaleza y signifi-
cación? Josseau le responde en su obra teatral... Ahora es la tortura social, su discurso
incoherente, que transforma a las sociedades en paisajes radicalmente irracionales”.
Eduardo Palma. Cientista político.
“Me gustó mucho. Es una obra fuerte y obsesionante. Muy buen trabajo de actuación”.
Marta Rose. Cantante lírica.
“La puesta en escena es una extraordinaria recreación sobre el texto que conocí, donde
se conjugan afortunadamente actuación, escenografía, vestuario, iluminación y danza,
logrando el Teatro de Cámara una espléndida producción”.
Fernando Coloma. Abogado.
“¡Impresionante! Esta es una obra que hay que mostrar fuera de Chile”.
Moy de Tohá.
Demencial Party 15
Esta vez, Fernando Josseau propone lo que podría ser una solución frente a la tónica
más discutible de su teatro, tan “universal” que carece de raíces y no transcurre en ningu-
na parte. No se trata de que Demencial Party esté específicamente ambientado en Chile,
Escocia o Nueva Zelandia, sino que esta vez el paisaje es interior, subjetivo, de angustia
cósmica
Más aún, esta obra (Teatro de Cámara, sala La Comedia) marca una evolución en
la obra del dramaturgo: desde los ya lejanos días de su primer éxito, El prestamista, se
ha dado en sus obras una segunda tónica a través de su distanciamiento, casi desapego,
frente a los personajes que crea. En otras palabras, éstas proyectan el oficio, sin pasión,
ni un mayor sello emocional del autor. La diferencia está en que ahora, como si hubiese
traspasado una inhibición casi crónica, aflora la vivencia personal del autor tras los per-
sonajes y la situación a que están sometidos.
El decorado de Juan Carlos Castillo da la nota justa de ambigüedad; aquello podría
ser un living o una cárcel o, incluso, si se considera, la vestimenta y la actitud de los
dos amenazantes garzones, una dependencia del infierno. Allí, un personaje sin nombre,
identificado en el programa como Invitado 1 (Luis Alarcón) es sometido a una sucesión
de torturas e interrogatorios por sus anfitriones (Carlos Matamala, Ana María Palma).
Ambos varones visten smoking y ella, un traje largo de fiesta. Trátase, al parecer, del
asesinato de un ascensorista, pero apenas el espectador se acomoda mentalmente para
seguir la historia en ese nivel policial, surgen detalles incongruentes, indicativos de que
el asunto no es tan simple.
No es cuestión de que el Invitado confiese a secas. El interrogador ya sabe cuál
debe ser la respuesta y, como si se tratase de un lavado cerebral, o de algún perro de los
experimentos de Pavlov, exige la réplica justa. En su defecto, vuelve a atormentar a la
víctima.
Pero también las preguntas parecen estar preestablecidas y, en más de una oportuni-
dad, su compañera advierte al Anfitrión que se está saliendo del libreto.
De pronto, los Invitados serán dos y la muy buena interpretación de esta pareja (Alar-
cón y Juan Carlos Bistoto) constituye el punto alto del espectáculo. En forma intermi-
nable, como un rito que se prolonga al infinito, ambos deben memorizar los libretos que
les entregan los anfitriones, someterse a los interrogatorios del caso, a ser atormentados
si fallan en las respuestas.
16 Fernando Josseau
Además, son drogados, para anular aun más su voluntad o cualquier afán de resis-
tencia. Cada cierto tiempo, se produce un remanso, en que los garzones sirven té y una
pareja vestida de etiqueta baila (en un segundo nivel al fondo del escenario) melodías de
antaño.
Mientras uno a estas alturas va cejando en su aguante, el otro Invitado aún conserva
algo de voluntad, personalidad, capacidad de oponerse. Los matices de actitud, tanto de
sometimiento como de resistencia, son como el eje del asunto.
Argumento, en el sentido tradicional, no hay en este Demencial Party, pero si se da
una clara estructura. Primero, parece tratarse de un simple caso individual; luego, con
los dos Invitados en escena, se trasluce que el fenómeno es más general y, con el vuelco
final, en que el atormentador se transforma en atormentado, se desprende que todos no
son más que eslabones en una cadena interminable en que los unos son títeres en manos
de otros. La tortura aquí es como sinónimo de la vida, la que a su vez se desarrolla bajo el
gran signo de un determinismo, casi sin fin, como una aterradora pesadilla. Esta es sólo
una de las posibles lecturas de la pieza.
En el trasfondo de la obra seguramente están El proceso, de Kafka, y algo de Sartre,
que forman parte del acervo cultural de la generación de Josseau, amén de que, en lo tea-
tral, se asoman Beckett y Pinter. Sin embargo, es una obra muy personal y, aunque quizás
no esté enteramente lograda, es lo más interesante que Josseau (quien también dirigió)
ha producido en mucho tiempo.
Comensal 2 - Juan Carlos Bistoto (izquierda) / Anfitriona - Ana María Palma (centro)
Comensal 1 - Luis Alarcón (derecha)
Demencial Party 17
Demencial Party, de Fernando Josseau, en el Teatro La Comedia. Con Luis Alarcón, Ana María
Palma, Juan Carlos Bistoto, Carlos Matamala.
Fernando Josseau está deviniendo cada día más en un autor experto en los malabares
del subconsciente, las pesadillas y un teatro del absurdo -a pesar de cierto realismo- que
bordea lo delirante. En Demencial Party, obra casi cinematográfica o cuarteto musical en
18 tiempos sobre el problema de la tortura, el autoritarismo y la culpa, estas característi-
cas hacen su agosto. La puesta en escena es inquietante; el texto, desesperado y circular.
Y la actuación cumple su cometido: agobia, asfixia, involucra y hace pensar tan profundo
que hasta casi da vértigo, como dice un amigo por ahí.
En un sofisticado escenario de baile —smoking, traje largo— un sujeto (Luis Alarcón)
es interrogado sin tregua por dos torturadores y/o agentes de una misteriosa organi-
zación. Esto, al compás pegajoso, dulzón y machacón de “Tea for two”, mientras una
pareja baila automáticamente, rodeada de estatuas de yeso. Dos guardias del penal, con
penachos y atuendos mitad dieciochescos, mitad renacentistas, ensartan como anticucho
al inculpado con unas lanzas.
A medida que el interrogatorio avanza —preguntas de mentira, respuestas mecánicas
aprendidas en un libreto—, la música se hace más estridente y la ceremonia se torna más
macabra. Al acusado (¿asesinó a un ascensorista?, ¿a un joyero?, ¿a nadie?) se suma un
“cómplice” (Bistoto) y es la presión del encierro, el sin sentido de la tortura, lo que hace
que estos dos seres pasen por todos los estados de ánimo que es dable imaginar. A los
interrogatorios se suman golpes brutales, matizados con champagne, caviar, masajes fa-
ciales, delikatessen y mucho “Tea for two”. Los torturadores (Ana María Palma y Carlos
Matamala) resultan elegantes, sádicos, contradictorios y ambiguos.
A pesar del tema, la obra no es contingente ni política per se: lo que importa no son
los hechos concretos, sino ciertos mecanismos de conducta en sus zonas límites.
La actuación de Luis Alarcón es buena, en sus exigencias físicas y psíquicas. Bistoto
entrega un personaje más humano, transparente y creíble en su dolor; en tanto que Ana
María Palma compone una torturadora finamente sádica y víctima también.
El texto de Josseau se densifica a medida que transcurre la obra, revelando el más
desencantado de los nihilismos y, aunque no parezca, un amor desesperado por la condi-
ción humana. La propuesta escénica, atrayente aunque reiterativa, engancha y produce
casi el mismo escalofrío que ese baile de cadáveres en la fiesta nocturna del filme El
resplandor de Kubrick.
18 Fernando Josseau
Con todo, en esta Demencial Party pasa lo mismo que en otros estrenos recientes
de Josseau: como que en cierto momento la tensión o la cuerda dramática se corta y se
produce la sensación de que la obra podría terminar ahora o nunca. No obstante, al final
se da el repunte necesario que nos permite concluir que, paseándose entre el absurdo, el
teatro de la crueldad y el realismo, el texto de Josseau es el más exigente, hermético y
en cierto modo ambiguo, al tratar un tema tan áspero como la tortura, maquillándolo de
excesivo onirismo.
(La anfitriona intercambia una dura mirada con el anfitrión, quien está con un libreto en su
mano derecha).
Demencial Party 29
ANFITRIONA: (Leyendo otro libreto). ¿Porqué eligió usted ese edificio y no otro?
COMENSAL 1: Porque... (haciendo memoria) ahí trabajaba el ascensorista.
ANFITRIONA: (Siempre leyendo). Entonces... usted ya había determinado su plan?
COMENSAL 1: Tenía un plan un tanto ambiguo. Necesitaba tiempo para que éste se fuese
precisando en mi cabeza.
ANFITRIONA: (Siempre leyendo). ¿Y sus cómplices?
COMENSAL 1: Se tomaban mis... mis... decisiones, eso es, sólo mis decisiones. Mis cómpli-
ces eran... subalternos míos. Nada más que subalternos.
ANFITRIONA: ¿Usted los eligió, personalmente?
COMENSAL 1: Yo los elegí personalmente.
ANFITRIONA: (Siempre leyendo). ¿En que se basó para elegirlos?
COMENSAL 1: Por sus... (Se interrumpe). ¿Como se pronuncia la palabra... currículum? Si,
bueno, por sus currículum...
(El anfitrión se pone de pie como un rayo y grita con una voz estentórea y poderosa).
ANFITRIONA: ¿Y la memoria? ¿Cómo anda la memoria? Veo que anda mejor. No me con-
testes. En los primeros días vacilabas a cada rato, lagunas mentales una y otra vez. Es el
entrenamiento, ¿sabes? Es un músculo. Se desarrolla como un músculo. Como un Mr.
Atlas o algo así. Ahora puedes fijar nuestros diálogos. Eso me alegra. Podemos hablar co-
herentemente unos diez o quince minutos seguidos.
ANFITRIÓN: Antes de que cometas un par de errores gruesos y te ganes una buena zurra,
una de esas zurras que te provocan orgasmo, cabroncito, porque algo de “masoca” tienes.
ANFITRIONA: (Alegre). ¡Ah, la memoria! ¡Es algo extraño, prodigioso! ¿Has pensado en
eso? Un deseo minúsculo, una fracción de segundo y ¡ya!; ahí está la imagen. Ahí está el
recuerdo.
ANFITRIÓN: Ahí, ante tus ojos, está la mujer desnuda que tanto te excitaba o la víctima
tendida sobre una alfombra roja.
ANFITRIONA: Es algo fantástico. Cuando pienso en ella... me es difícil aceptar que existe.
Pero existe.
ANFITRIÓN: ¿Verdad muñeco?
ANFITRIONA: Y has ido progresando, no puede negarse.
ANFITRIÓN: Si te escaparas de esta... en cuatro o cinco años más —y si no enloqueces an-
tes— podrás presentarte a uno de esos concursos pendejos de “¿Cuánto sabe Usted?” O
algo parecido.
ANFITRIONA: (Interrumpiendo). Bien, quiero saber si te acuerdas de algo, de algo muy
especial.
ANFITRIÓN: ¿Cómo era el ascensorista?
COMENSAL 1: ¿El que se enfermó, señor?
ANFITRIONA: ¡No me vengas con estupideces! Sabes muy bien de quien estoy hablando.
ANFITRIÓN: El que estaba a cargo del ascensor el día del asalto, al que asesinaron ustedes.
A ese me refiero.
COMENSAL 1: Puedo describirle al anterior, señor.
ANFITRIÓN: ¡Ah, cabrón!
ANFITRIONA: Bueno, si insistes. A ver, ¿como era? ¿Tienes memoria visual?
COMENSAL 1: Era un hombre rudo, lo que se dice rudo. Uno podría preguntarse que
demonios hacía ese estibador de puerto adentro de un ascensor de cristal: era como un
elefante en una vitrina. Apenas cabía dentro de él. Tenía una respiración sonora, molesta,
irritante, que atormentaba a los pasajeros. Los ojos eran vidriosos, azules, deslavados, la
frente pequeña, el pelo entrecano, tieso, duro como alambre y las orejas muy grandes...
ANFITRIÓN: ¿Una especie de Alain Delon, eh?
COMENSAL 1: Así era, señor. Y siempre estaba haciendo un chasquido con la lengua y la
32 Fernando Josseau
(El garzón con traje carnavalesco y máscara sirve, y luego a los invitados).
ANFITRIONA: (Con fatiga). Bien. Resumiendo; ustedes hicieron un gran asalto a una gran
oficina donde habían documentos, cheques y dinero en efectivo en cantidades industria-
les. (Siempre leyendo). La gran pregunta es una...
ANFITRIÓN: ¿Por qué esa oficina y no otras donde también hay grandes cantidades de di-
nero? ¿Facilidades? ¿Cuáles eran esas facilidades, muñeco, puede saberse?
COMENSAL 1: Un buen estudio del sector, señor. Un buen estudio del funcionamiento de
la oficina, horarios, personal, tipo de personal, psicología y hábitos del personal, vigilan-
cia, etc., etc. Todo.
ANFITRIONA: (Con una mueca en su rostro, siempre leyendo). Ese no es un argumento,
muñeco. Cualquiera de las otras grandes oficinas puede haber sido sometida al mismo
sistema de estudio, análisis y espionaje. ¡Esa no es una respuesta!
COMENSAL 1: (Al borde de una fatiga por el esfuerzo. Con voz más débil). ¡Es la única que
tengo, señora!
ANFITRIÓN: (Siempre leyendo). ¿Ah, sí? ¿Esa es la única respuesta? ¿Y tú quieres saber cual
es nuestra única respuesta, porque también la tenemos? Sacarte tres o cuatro uñitas de los
dedos que tu elijas, de las manos o de los pies: ¿Ves? ¿Ves que generosos somos?
ANFITRIONA: Te dejamos elegir libremente la mano derecha o la izquierda, el pie izquierdo
o el derecho.
ANFITRIÓN: Tres o cuatro uñitas. Las caricias en las bolas ya se acabaron. El repertorio es
largo, te lo advierto. Nutrido. Variado. Espeso. Interminable. Tenemos imaginación, mu-
ñeco... y una especie de erudición en la materia.
ANFITRIONA: Si, señor. ¡Erudición! ¡Como dice por ahí...! Bien. ¿Porque eligieron esa y no
otra oficina?
COMENSAL 1: Oh. Oh. Oh.
(El anfitrión se pone de pie. Se aproxima y está a punto de darle un bofetón, pero se contiene.
Lee, en cambio, en el texto, apuntándole).
Demencial Party 33
COMENSAL 1: Ese asalto lo iba a realizar Benjamín, y tuvo que salir del país: nos dejó todo
el plan, mapas, estudios, señales, todo, por una suma muy módica. Por eso fue. Se lo juro.
No estoy mintiendo.
ANFITRIÓN: (Siempre leyendo). ¿No estás mintiendo?... ¿Entonces qué mierda estás hacien-
do, puede saberse? ¡Atraco de segunda mano! ¡Eres un tipo gracioso, después de todo...!
Yo te voy a dar un golpe de segunda mano en tu hocico, vas a ver! ¡De segunda mano!
COMENSAL 1: Benjamín es un experto en la preparación de la “fiesta”, señor, pero cuando
está en ella, se ‘marea’ muy rápido. ¿Me explico?
ANFITRIONA: (Siempre leyendo). ¿Y tú te mareas también en la fiesta, hijito de perrita?
COMENSAL 1: No señora.
ANFITRIONA: Bien: volvamos a lo medular. Llevamos no se cuánto tiempo en esto y no
conseguimos aclarar el asunto del ascensorista. ¿Qué papel jugaba éste? Te lo pregunto por
enésima vez. ¿Sabes lo que significa la palabra “enésima”?
COMENSAL 1: No señora.
ANFITRIONA: Te lo pregunto por enésima vez. ¿Cuál fue?
COMENSAL 1: Se lo he dicho todo. Pero..., el ascensorista no tenía arte ni parte en el asunto.
ANFITRIONA: ¿Arte, ah? ¿Ahora eres un experto en arte?
ANFITRIÓN: ¿Una pateadura gótica te vendría bien?
ANFITRIONA: ¿O prefieres un neo-impresionista hasta dejarte las orejas como un Van
Gogh? ¿Sabes quien es Van Gogh?
COMENSAL 1: ¿De la banda de van Putran, señora?
ANFITRIÓN: Cabrón asqueroso!
ANFITRIONA: En las noches sueño contigo, ¿sabes?... Sueño que te saco los ojos uno a uno,
luego los cabellos de la cabeza...
ANFITRIÓN: Los sobacos, el culo, todo.
ANFITRIONA: ¡Y en seguida sigo con la piel, toda la piel, tu asquerosa, hedionda y sudoro-
sa piel de asaltante de mala madre! Sueño contigo no sabes cómo... y lo voy a conseguir
dentro de poco si sigues con el mismo cuento. (Pausa).
¿El ascensorista?
COMENSAL 1: No puedo inventar, señora.
ANFITRIONA: (Siempre leyendo). Ah, no puedes inventar, ¿eh? Llevas tres semanas inven-
tando cositas, mi querido Edison, ya te las vas a ver conmigo... apenas el reglamento me
lo permita. Entonces te quiero ver... vas a hablar más de la cuenta...
34 Fernando Josseau
(Hay un cambio de tiempo. Se escucha “Te para dos”. Los bailarines aparecen por breves mo-
mentos).
(Larga pausa).
(Disminuye la luz en el set central, aumenta la música y la luz en la pareja bailando. Luego
comienza a bailar la anfitriona con el comensal).
ANFITRIONA: Para serte sincera creo que nos pueden engañar sólo en un pequeño porcen-
taje: Te hemos estado siguiendo desde hace dos años, para que lo sepas; estabas en nuestra
lista.
ANFITRIÓN: (Tomándolo ligeramente del cuello y separándolo). Eres uno de nuestros predi-
lectos candidatos. Sabíamos que te íbamos a agarrar del pescuezo en cualquier momen-
to... y que íbamos a apretar fuerte hasta que cada vértebra quedase perfectamente fuera de
su lugar. ¿Me explico?
COMENSAL 1: Si, señor... Oh, perdón... el texto dice “¡Como no, señor!”. Ahora recuerdo:
“¡Como no, señor!”.
(Aumenta la luz en la pareja de bailarines y bailan “Té para dos”. Luz baja y sube. Entran
mozos con champagne).
ANFITRIÓN: (Siempre leyendo). Ahora seguiremos de dos en dos, para que te entretengas.
Es nuestra forma de jugar al luche. Pregunta: ¿Estabas ______ 335 de febrero 666 en el
bar ______ ascensorista?
COMENSAL 1: Solamente ______ de la calle mirando ______ estuve.
ANFITRIÓN: (Volviéndose a la anfitriona) ¡Este cabrón progresa! ¿No crees?
ANFITRIONA: Sí.
ANFITRIÓN: Pregunta: ¿El día ______ de este año ______ “El Pelicano” ______ con él?
COMENSAL 1: (Haciendo un esfuerzo atroz por recordar las palabras sin cometer errores). Es-
tuve ______ bar ______ él.
ANFITRIONA: ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Espléndido! ¡Eso es memoria! Veamos de nuevo: al
primer error, un golpe en el ojo izquierdo. Al segundo error, te tiraremos de las orejas con
este alicate... (Al anfitrión). ¿Lo tienes ahí? (El anfitrión lo muestra).
ANFITRIÓN: Al tercer error... te meteremos este fierro caliente por alguna parte. Es a pilas.
(El anfitrión levanta el fierro. El comensal está húmedo de sudor). ¿Y estabas ______ seco
con él ______ más?
(El comensal se queda en blanco; va a decir algo pero se contiene. El anfitrión se aproxima. Ha
dejado el libreto sobre su atril, esperando que hable. Por fin, balbucea:)
ANFITRIÓN: ¿No te gusta jugar al luche? ¿O prefieres que juguemos a la cuerda floja? ¿Ah?
COMENSAL 1: Como usted diga, señor,
ANFITRIONA: Está fuera del libro. Dejémoslo pasar. Pregunta: ¿Que ______ hacías con
______ ese tiempo?
COMENSAL 1: (Haciendo un esfuerzo supremo). Nada, señor. No lo conocía. Era el otro: el
de la peritonitis. Ese era, señor. Lo juro.
ANFITRIÓN: ¡Lo juras! ¡Lo juras! ¡LO JURAS! ¡¡¡LO JURAS!!! Llevas seis meses jurando
cada tres segundos. ¡Lo juro por Dios! ¡Lo juro señor! ¡Se lo juro! ¡Juro! ¡Juro! ¡Juro! ¿Lo
juras? ¡Se lo juro! ¡Yo te voy a jurar algo al oído para que se te incruste bien en el tímpano
y no lo olvides jamás! ¡Pedazo de juro! ¡Vas a ver! ¡Dentro de poco, te vas a arrastrar por el
suelo como jamás lo ha hecho cucaracha alguna en esta maldita tierra! ¡Sí, yo también te
lo juro! ¡Como te vas a arrastrar! ¡Te lo juro!
(La anfitriona lo mira en silencio, dura. Se apaga la luz. Luego de una breve pausa, en que
escuchamos la música característica de fondo en primer plano, aparece bailando la pareja de
invitados. Los dos garzones en traje carnavalesco al comenzar la música recorren sirviendo
con bandejas de plata adornadas con faisán y exquisiteces. Luego, al compás de la música, van
desapareciendo, mientras la luz cae sobre los dos comensales exhaustos. Escena en que ellos se
han negado a memorizar).
(Los dos hombres guardan silencio. De nuevo “Té para dos” —canto).
(Pausa).
(La luz se abre sobre el rostro del comensal 1. Después un silencio. Pausa. Se escucha “Té para
dos”).
COMENSAL 1: Óyeme una cosa... es raro, pero ya no siento hambre ni ganas de comer, ni
pienso en esos platos suculentos. Pero tengo ganas de dormir, tengo sueño, un sueño que
me parte la nuca. (Bosteza). Pienso despierto que sueño, pienso en que puedo dormir
tranquilo un par de meses. Me arden los párpados.
COMENSAL 2: No creo que hayas dormido más de una hora de promedio por día. No, no
Demencial Party 39
COMENSAL 2: No claramente.
COMENSAL 1: Bueno, alguien que goza con hacer sufrir a los demás. Alguien —mujer u
hombre— que se especializa en inventar maneras de hacer sufrir a la gente... a veces en la
forma más bestial o refinada, según el caso. Ahora estamos frente a un club de sádicos, una
especie de Club de la Unión de Sádicos Unidos, que han deliberado durante meses que
forma, que manera, con que método pueden joder mejor, más profunda y rotundamente
a dos tipos... ¡Y esos dos tipos, es claro, somos nosotros!
¡Sádico! ¡Sádico! ¡Sí, ahora me acuerdo! ¡No la volveré a olvidar!...
(Silencio).
... de torturarlos, de joderlos, de hacerlos papilla,... o si no, algo muy delicado, elaborado,
¿me explico? —algo puramente cerebral... como... como esto.
(De súbito, asustado). ¡Tienes un tic en la cara!
COMENSAL 2: ¿Un tic?
COMENSAL 1: ¿Es que no lo sientes?
(El comensal 2 se lleva las manos a la cara y se palpa).
COMENSAL 2: Sólo siento el cerebro que está a punto de estallar. (Con repentina desconfian-
za). ¿Me estás tomando el pelo?
COMENSAL 1: ¿Cómo crees? ¡Déjame ver!... ¡Ahí!, ¿ves?... ¿Cómo es que no lo sientes?
COMENSAL 2: (Efectivamente con un tic). ¡No lo siento! ¡No lo siento!
COMENSAL 1: A ver. Estira las manos y aprieta fuertemente una contra otra. Así. (Realiza
el gesto. El otro lo imita). Así, así. Con fuerza, una contra otra...
(Las manos tiemblan horriblemente).
Y ahora, trata de caminar con los ojos cerrados y las manos estiradas y colocando un pie
frente al otro, con pequeños pasitos... Así, ¿ves?
(El comensal 2 trata de imitarlo).
Un médico me hizo estos ejercicios, tienen algo que ver con la circulación, el cerebelo o
la cabeza, no me acuerdo bien.
(El comensal 2 ha perdido por completo el equilibrio y se ha derrumbado sobre el diván. La luz
comienza a declinar. El comensal 2 permanece inmóvil, silencioso, aterrorizado, con los ojos
cerrados.
La luz, ahora, ha enmarcado sólo el rostro del comensal 1, que dice:)
¿Que edad tenía el ascensorista? “Unos cuarenta años, señor”.
(Repite innumerables veces este parlamento mientras cae la luz).
Al iluminarse lentamente la escena y durante un instante —en la oscuridad aún— oímos
unos gritos terribles, penetrantes, salvajes...
Hay, después, una pausa.
Aparecen los dos garzones con trajes carnavalescos y arrojan sobre el piso al comensal 2, conver-
tido en un guiñapo humano.
El comensal 1 mira la escena con espanto. Los garzones desaparecen.
COMENSAL 1: (Inclinándose sobre su compañero). ¿Que te hicieron ahora? ¿Que te hicieron?
(El otro no responde, respira con dificultad, angustiosamente).
42 Fernando Josseau
ANFITRIÓN: ¡Se olvido la letra el muy imbécil! ¡Cada día le falla más la memoria!
COMENSAL 1: (Sarcástico). Debe ser la sobrealimentación.
ANFITRIÓN: ¿También quieres un par de caricias, perrito?
(El comensal 1 guarda silencio. El anfitrión le pasa un fajo de hojas y exclama secamente:)
Los nuevos diálogos. ¡Y apréndanselos de una vez! No lo hiciste mal la última sesión, des-
contando un par de metidas de pata. Se diría que alguna vez fuiste actor.
COMENSAL 1: ¡Estoy harto! ¡Estoy harto de memorizar! ¿Lo oye? Prefiero una pateadura
como Uds. saben hacerlas. Por lo menos, éste perdió el conocimiento... ahora puede des-
cansar un par de horas... no tiene que memorizar nada... ninguna de las pelotudeces...
ANFITRIÓN: Tienes ocho horas para memorizar. El diálogo comenzará a las 6 de la mañana.
COMENSAL 1: ¡El diálogo! ¿A este suplicio le llaman Uds. diálogo? ¿Qué pretenden con este
disparate? ¿Qué pretenden, puede saberse?
(El anfitrión desaparece. El comensal se abalanza y grita:)
¿Qué pretenden con este absurdo? ¿Qué pretendes con este maldito y endemoniado siste-
ma? ¡Locos de mierda! ¡Malditos degenerados locos de mierda!...
(Respira hondo. Se fatiga. Se vuelve a su compañero. Vuelve a auscultarlo. Aún respira. Algo
aliviado, se sienta en el diván. Coge el libreto y lee:)
Anfitriona: ¿De modo que insistes en que el ascensorista era otro?
Comensal: Era el que había, nada más. No he dicho otro señora. Era el que estaba esa
noche de guardia. Ya se lo dije. El titular estaba en el hospital con peritonitis...
(De súbito, arroja el libreto a un rincón. Se lleva las manos a la cabeza. Solloza extrañamente.
La luz se apaga). Cuando vuelve a iluminarse la escena hay más luz en el salón. El comensal
1 está paseándose con el libreto en la mano, tratando de memorizar. El otro, extraviado, con
la mirada en el vacío, permanece ausente. Se le ve maltrecho por las torturas).
COMENSAL 1: (Paseándose de un extremo a otro del salón, memorizando el absurdo, reiterativo,
inmisericorde y machacón diálogo).
(Leyendo en voz alta):
Anfitriona: Te quiero dar un dato, para que te orientes o, mejor, para que no te hagas de-
masiado el idiota: el ascensorista era hombre clave para nosotros, ¿entiendes? Y el edificio
era clave también para nosotros. Y Uds., imbéciles, eligen precisamente ese edificio y ese
ascensorista para asaltar la oficina. ¿Quién se lo puede tragar? ¿Quién se lo puede tragar?
Demencial Party 43
(Se detiene, respira y comienza de nuevo; leyendo en voz alta:) Te quiero dar un dato, para
que te orientes o, mejor, para que no te hagas demasiado el idiota: el ascensorista era un
hombre clave para nosotros...”
(Cansados, extenuados, débiles, marchitos, se detienen. De súbito el comensal 2 comienza a
razonar en voz alta:)
COMENSAL 2: ¿No te das cuenta? ¿No te das cuenta? (Lleno de ansiedad). Hay mil mane-
ras de defenderse de la tortura, del vacío, de la presión perpetua! ¡Puedes pensar! ¡Puedes
reconstruir una y mil veces con el pensamiento tu vida pasada y volver a vivirla en la
imaginación! ¡Puedes volver a amar a tu esposa por primera vez y recorrer los parques que
te conoces de memoria! ¡Puedes volver a escuchar a Mozart nuevamente si te empeñas
y concentras, puedes invadir este maldito y perfumado salón con las mejores melodías
del mundo! ¡Pero ese muro nos lo han derribado también! ¡Nada de protección! ¡Que la
mente no descanse! Hay que memorizar siempre, sin detenerse, hasta la eternidad, esos
diálogos imbéciles, enloquecedores, desquiciados. Es una tortura simultánea, continua,
inexorable: el cuerpo y la mente al mismo tiempo.
(Se derrumba en el diván. Pausa).
Volvamos a trabajar. Tengo el cuerpo hecho una miseria. (Coge de nuevo su libreto y lee:)
Anfitriona: ¿Por qué eligieron un edificio con el numero trece y de trece pisos? ¿Es una
cábala?...
Comensal 2: No reparamos en ello, señora. Trece pisos... no soy supersticioso.
Anfitriona: Eligieron también un día 13. ¿Qué significa todo esto?
Comensal 2: Nada, señora. (Vuelve a comenzar).
“No reparamos en ello, señora. Trece pisos... no soy supersticioso. Nada, señora.
“No reparamos en ello, señora. Trece pisos... no soy supersticioso. Nada, señora.
“No reparamos en ello, señora. Trece pisos... no soy supersticioso. Nada, señora.
(Sin el libreto, ahora de memoria:)
“No reparamos en ello, señora. Trece pisos... no soy supersticioso. Nada, señora.
“No reparamos en ello, señora. Trece pisos... no soy supersticioso. Nada, señora.
(Se detiene).
Tengo un nudo en el cerebro. Cada vez me cuesta más. Cada vez me es más difícil.
COMENSAL 1: Y a ellos les es cada vez más fácil darnos una zurra al menor olvido. Todo
está bien planeado.
(Pausa. Los dos hombres se miran).
Si los dos éramos dos simples ciudadanos respetuosos de las leyes, ¿qué se traen entre ma-
nos? ¿Qué pretenden? ¿Hasta dónde piensan llegar? ¿Y esos trajes absurdos? ¿Qué mierda
significan?
COMENSAL 2: No son trajes. Son uniformes.
COMENSAL 1: ¿Uniformes de qué? ¿De porteros de hotel? ¿Es que los porteros de hotel han
dado un golpe en el mundo y se han tomado el poder? ¿Eso quieres decirme? ¿Trajes de
botones? ¿De mensajeros en bicicleta? ¿Qué son esos trajes de pacotilla? ¿O están droga-
44 Fernando Josseau
dos? ¿Es simplemente una banda de drogados, locos de remate, desquiciados sin concien-
cia ni clase? ¿Bomberos lunáticos?
COMENSAL 2: En los diálogos está la clave.
COMENSAL 1: ¡Qué diálogos ni que mierda! ¡Disparates! ¡Imbecilidades! ¡Lectores frustra-
dos de malas novelas policiales! ¿Un club de chiflados? ¡Ah, es imposible razonar! ¡Estamos
en un recinto más allá de la razón... y ni siquiera es una casa de orates. Una casa de orates
es más coherente, más razonable, más normal. ¡No! ¡No! Tengo que seguir pensando...
hasta que muera.
COMENSAL 2: Memoriza, memoriza... si no quieres otra golpiza más. Memoriza hasta la
agonía.
(Pausa).
(De súbito, el comensal 2 lanza un gemido, casi un grito y se arroja contra el diván. El otro
mira al vacío. Pausa)
¿Esos diálogos imbéciles, quién los escribe? ¿Qué clase de siniestro crumiro se ha prestado
para este sucio juego? ¿Has observado esas preguntas y respuestas que el debe creer carga-
das de ingenio o agudeza?
¿Qué clase de monstruo fracasado, frustrado y odioso se puede dedicar a semejante traba-
jo? ¡Oh, es inaudito! ¡Inconcebible! ¡Monstruoso!...
COMENSAL 1: Debe tratarse de una creación colectiva, sin duda alguna.
(Apagón).
(Se ilumina nuevamente el escenario. La misma ubicación de los anfitriones del comienzo de la
obra. Hay cambio de traje en la mujer, pero se repite todo el ceremonial del comienzo. Oímos
una voz desde un parlante, que dice:)
“Las visitas de los días primero de mes, sólo pueden permanecer con los comensales tres
minutos. Tres minutos, ni uno más”.
ANFITRIONA: Siéntese.
COMENSAL 1: Gracias... señora. (Pausa).
ANFITRIONA: Puedes comenzar.
COMENSAL 1: Como te decía, mi amor, el trato no es tan malo. Nos dan mucho té.
ANFITRIÓN: ¿Y esa música?
COMENSAL 1: Oh, es música ambiental.
ANFITRIÓN: ¿Así es que tienen música ambiental?
COMENSAL 1: Sí, es una hermosa y antigua canción.
ANFITRIÓN: (Leyendo su libreto). Te ves pálido querido. Pero no tan mal como yo me ima-
ginaba.
COMENSAL 1: Es la falta de sol, de aire, en fin. Tú, en cambio, estás hermosa como siempre.
Demencial Party 45
¡Cuánto daría... (baja la voz y mira a su alrededor) por estar en tus brazos aunque fuese una
última noche! ¡Una última noche! ¿Me entiendes?
ANFITRIÓN: (Leyendo). ¡Oh! Si, te entiendo... mi cielo. Te traje unos cigarrillos pero me los
quitaron a la entrada.
COMENSAL 1: Está prohibido fumar... me conformo con sentir tu aliento, ver de nuevo tus
ojos claros y límpidos...
ANFITRIÓN: ¡Oh, vida, oh!
COMENSAL 1: Todo esto ha sido tan horrible. No puedo darte detalles; nos escuchan.
Graban.
ANFITRIÓN: No quiero que te arriesgues por mí. ¡Por favor, obedéceles en todo! Sé que vol-
veré a recuperarte. Entonces tendremos, mi amor, una nueva luna de miel en algún paraje
tranquilo, dulce y solitario. ¡Oh, como te amo!
COMENSAL 1: ¡Yo también! ¡Yo también!...
(De súbito se detiene y lanza un grito).
¡NO PUEDO CONTINUAR CON ESTA IMBECILIDAD. PÓNGANME TODA
LA ELECTRICIDAD QUE QUIERAN.
(La anfitriona mueve la cabeza compasivamente. La voz del parlante dice:)
“Han transcurrido tres minutos. Las visitas deben retirarse”.
(El anfitrión se levanta y exclama:)
ANFITRIÓN: (Leyendo). Adiós, cariño, mi vida. ¡Oh!
COMENSAL 1: ¡TODA LA ELECTRICIDAD QUE QUIERAN! ¿LO OYERON?...
(Entra la anfitriona con uno de los guardias con un árbol de Navidad iluminado. Luego entra
otro guardia con dos chaquetas blancas y se las cambian a los dos comensales. Finalmente, la
anfitriona les coloca una flor en cada ojal. Durante esta escena se escucha “Té para dos”).
(Silencio).
COMENSAL 1: Nos haría bien un cigarrillo. ¿Sabes?, a veces fumo mentalmente... Es decir,
me imagino que fumo... hecho el humo por la boca y todo y aprieto el cigarrillo entre los
dedos. Otras veces trato de recordar el sabor del chocolate.
COMENSAL 2: ¿Por qué cambias de tema?
COMENSAL 1: ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Todo es por qué en este maldito salón! ¡Y tu también: por
qué! ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué nos trajeron? ¿Por qué estos textos idiotas aprendidos
de memoria una y otra vez? ¿Qué pretenden? ¿Qué tienen en mente? ¿Qué persiguen?
¿Por qué nos torturan? A veces, creo que la cabeza me va a estallar. Tengo mala memoria,
siempre la tuve... y memorizar 8 horas de diálogo cada 3 días, después fue cada dos días,
mañana querrán que lo hagamos en un día... si no... vamos a la picota. ¡Maldita sea!
¡Maldita sea nuestra suerte!...
(Hay una pausa. El comensal 2 lo mira fijamente:)
¿Por qué me miras así?
(No hay respuesta).
¿Por qué me miras así? ¿Qué estás pensando?... ¿Que me han flagelado menos? Tengo
mejor memoria que tú, eso es todo. A pesar de que es mala, pero lo que es tú... bueno,
eres casi un amnésico: creo que se han inspirado en ti para torturamos... Además, ¿lo has
pensado bien? Esos diálogos están llenos de vacíos, de contradicciones. ¿Qué mierda de
ascensorista es ese? ¿Qué puede significar? ¿Un símbolo? ¿Qué es un ascensorista? Un po-
bre tipo que por cuatro pesos debe subir y bajar 30 pisos ochenta veces al día... ¡Ah! ¡Qué
imbecilidad!... Mira mis manos: ¿crees que son manos de espía, de intelectual, de policía
de escritorio? ¡Son las manos de un hombre que trabaja en una pescadería. Soy el dueño,
es cierto, no me quejaba, pero tenía también que ir al mercado en la mañana y ayudar a
cargar...! ¡Para que seguir! Fui al colegio hasta el sexto año de humanidades. Pensé, una
vez, hasta ser abogado... Para terminar en esto. Me pregunto qué estará haciendo mi mu-
jer. Qué estará pensando, con quién estará...
(Silencio)
Después de todo... ¿cuánto tiempo llevamos aquí? ¿Cuánto tiempo llevamos aquí, en este
loquerío? ¿Cuántos meses? ¡Es demasiado! En las noches, ¿sabes?...
COMENSAL 2: (Histérico) ¿Quieres callarte ya? ¿Quieres cortar esa cháchara? Me tienes loco
con tus historias, tus especulaciones, tus deducciones de pacotilla: nos están torturando la
mente y el cuerpo... Volvamos al diálogo... prefiero eso a escucharte.
(El otro lo mira con resentimiento. Luego coge el libreto cada uno. El comensal 2 hace de anfi-
trión en la lectura:)
Demencial Party 47
(Los dos comensales obedecen y cogen los nuevos libretos. La anfitriona los mira significativa-
mente, después dice:)
¿Quieren un cigarrillo?
(Se los ofrece. Los comensales aceptan. Ella se los enciende y sale).
COMENSAL 2: (Fumando). ¿Qué significa todo esto?
COMENSAL 1: (Después de leer, gritando como loco). ¿Sabes que pasa? ¡Oh, Dios! ¿Sabes que
pasa?
COMENSAL 2: ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
COMENSAL 1: ¡No, no puedo creerlo! ¡Es demasiado!
COMENSAL 2: Cogiendo el libreto). ¿Qué sucede?
COMENSAL 1: (Cogiéndolo de las mangas). ¡El ascensorista ya no les interesa! ¡Dice exacta-
mente: “nos hemos equivocado”, el hombre que buscamos es un joyero! ¡Un joyero! ¿Qué
mierda? ¿Qué locura es esta? ¿Hasta cuándo, Dios santo?
COMENSAL 2: (Lee ávidamente el final y se deja caer en el diván).
COMENSAL 1: (Siempre gritando). ¡Llevamos meses, meses, día y noche memorizando la
historia de este maldito ascensorista, sus mafias; su psicología, sus amantes, sus juegos
sucios, sus misterios y cuanta mugre, puñetera y mierdoso trozo de su vida hayan podido
inventar, reinventar... y ahora, como si tal cosa, dicen: “el ascensorista no tiene nada que
ver. ¡Ah, no!...
COMENSAL 2: (Gritando a su vez:) ¿Y A TÍ QUÉ TE IMPORTA QUE SEA O NO EL
ASCENSORISTA? ¿QUÉ CARAJOS TE IMPORTA SI TENEMOS QUE MEMO-
RIZAR DURANTE CINCO O SEIS O SIETE MIL AÑOS MÁS CUALQUIER
PENDEJADA QUE SE LES PASE POR LA CABEZA, YA SEA UN ASCENSORIS-
TA O LA VIDA DE UN GATO? ¿ES QUE NO ENTIENDES?
COMENSAL 1: (Al borde de la histeria). ¡NO ENTIENDO, NO, ME NIEGO A ENTEN-
DER, ME NIEGO ROTUNDAMENTE A ENTENDER NADA MÁS. ¡EL CERE-
BRO YA ME ESTALLA!
(Por encima de la cortina, un garzón grita con un rugido).
¿Quieren dejarse de gritar, palomitas?
COMENSAL 1: ¡Vete al infierno, sabandija cabrona, degenerado mental; hijo de puta... gri-
taré hasta que me de puntada, gritaré hasta que se me revienten las venas, los pulmones,
la cabeza, no me vas a hacer callar, maldito cerdo!...
(De súbito, se detiene al borde de un colapso. Se derrumba en el diván y queda inmóvil, ja-
deando como un perro apaleado).
(Entra la anfitriona).
COMENSAL 1: (Fumando). No es la primera vez que sucede. A ver, déjame mirar. (Se sienta
en el diván y abre el libreto. Lee echando volutas mientras fuma:)
Anfitrión: Ahora sí que vamos en línea recta. Nuestro hombre clave, el joyero, tenía que
desaparecer por alguna razón y Uds. la decidieron maravillosamente...”.
COMENSAL 2: Lee el final. ¡Sáltate todo hasta el final’.
(El otro nerviosamente busca en el libreto la última página):
“Por fin, muchacho. Por fin. ¡Por fin has hablado! Te has ahorrado todo lo concerniente a
las uñitas, a las ratas, a ver a tu mujer fornicándosela cuatro de nuestros fornidos hombres
simultáneamente... ¡Oh, Dios! ¡Oh. Dios!...
(Se interrumpe y no puede seguir. El otro se avalanza sobre el libreto y lee guturalmente: En un
grito):
¡Por fin confiesas! Todo fue un cuento, una mascarada para envolvernos, despistarnos,
asesinamos a nuestro hombre... y pasar por simples ladrones de edificios elegantes. Bonito
asunto. Te vas a ahorrar grandes penurias... por haber hablado, puedes creerme... porque
en tortura somos tipos exquisitos: es nuestro hobby. Nos gusta hacerlo. Nos gusta buscar
todas las variantes, las más inconcebibles, las inimaginables, las impensables. ¿Me explico?
La confesión... querido muchacho... significa sólo la muerte. Es decir, el descanso. La paz.
La eternidad... Hasta mañana a las siete... “Has confesado, ya estás muerto”.
(Los dos hombres, que están de pie, se dejan caer lentamente en el diván. Los cigarrillos les
están quemando los labios. Se miran el uno al otro... sin decir una sola palabra... mientras la
luz se apaga lentamente.
El escenario se ilumina, música de “Té para dos”: estamos en el salón. En él está la anfitriona,
con su extraño traje desgarrado, sucio, roto. Su cara refleja cansancio y está sucia. Está de pie
en medio del salón, murmurando algo irreconocible. De súbito, los garzones arlequines arrojan
violentamente al suelo al anfitrión. Se asoman por la puerta dos corpulentos hombres, cada
uno con un traje más extraño).
(La puerta ha comenzado a abrirse lentamente y por ella asoman dos matones vestidos con un
nuevo y extraño uniforme).
(La luz ha comenzado a declinar hasta la oscuridad total, mientras los garzones se llevan vio-
lentamente a la anfitriona. Oímos aún en la oscuridad:)
FIN
ÍNDICE