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Una Oda A Laoxitocina

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Una oda a la oxitocina: el amor desde el punto de vista biológico

¿Por qué nos enamoramos, por qué nos atraemos, para qué todas estas
complicaciones que vienen con el amor? La vida tiene un sinfín de aspectos
interesantes a parte del amor. ¿Para qué complicarse tanto?
Un biólogo sabe muy bien qué responder a la pregunta sobre la atracción. Detrás
de la pasión, del deseo y un huracán de emociones yace el proceso reproductivo.
Si nos abstraemos de todo lo que sabemos del sexo y los sentimientos y
sensaciones que lo acompañen, e imaginemos el proceso de la realización sexual
de una pareja, no podremos negar que es bastante extraño. Si imaginamos que
detrás de este proceso no hay ninguna estimulación, pués, obligar a las personas,
o incluso, a los animales, hacerlo no sería una tarea fácil.
Para que esto suceda, la naturaleza trabajó millones de años antes que aparezca
la reproducción sexual. Este tipo de reproducción permite evitar la estabilidad de
los organismos la cual no es conveniente desde el punto de vista evolutivo porque
el medio ambiente es cambiante. En la reproducción no sexual los organismos
producen sus copias exactas. Si seguiría de la misma manera, la adaptación a los
cambios del entorno no sería efectiva.
La idea de la reproducción sexual no está en dividir el mundo en los niños y niñas,
sino, en que dos organismos intercambien sus moléculas de ADN, las mezclen y,
como resultado, aparezca un tercer organismo, diferente a los dos que le dieron
la vida. Era una súper tarea que empezó hace muchísimo tiempo, todavía en el
mundo de las algas. Hoy no hablaré de la historia de la reproducción sexual,
aunque lo considero muy interesante. Hoy iremos directamente a los dos
organismos cuya reproducción depende del amor.
¿Qué hay detrás del amor que emerge como una medida necesaria para la
supervivencia de nuestra especie?
Las diferencias fisiológicas, morfológicas, y hasta psicológicas, entre las mujeres
y los hombres se dan, ante todo, gracias a la acción de las hormonas sexuales.
La libido se determina por los estrógenos en las mujeres, y por los andrógenos
en los hombres. Asimismo, estas hormonas forman nuestras diferencias
corporales.
Me parece fascinante que algunos cambios evolutivos en nuestra apariencia
surgen gracias a las preferencias sexuales que tenían las hembras de nuestros
antepasados: por ejemplo, el hecho que los varones en promedio son más
grandes que las mujeres, se explica por los gustos que aparentemente tenían las
chicas prehistóricas. Claramente, ellas preferían entregarse a los chicos más
corpulentos que ellas. En caso de los lobos marinos es más impresionante aún:
entre ellos ganan los lobos-rocas. Un macho adulto del lobo marino es diez veces
más grande que la hembra.
Hay muchos factores importantes que influyen sobre la elección del objeto del
interés sexual, ninguno de ellos es determinante ni absoluto. La simetría en la
apariencia, la voz, la estatura, el olor como indicadores de la salud general y la
reproductiva, actúan de manera subconsciente y forman nuestra libido. Los
aprendizajes de nuestra infancia temprana, los temperamentos de nuestros
padres y madres, su forma de amarnos, la funcionalidad de la familia, la primera
experiencia sexual, los estándares actuales en la sociedad, -- todo esto y más
determinan el tipo de persona que escogemos de manera inconsciente para una
relación sexual en su sentido general.
Pero iremos al momento del enamoramiento. Es un momento y un periodo muy
interesante para estudiar el cerebro y los cambios producidos por el impacto.
Desde un inicio, la actividad cerebral se altera para asegurar la penetración
máxima entre dos personas del sexo opuesto. Por ahora es la penetración en su
sentido figurativo. La capacidad de tomar decisiones racionales y controlar las
emociones se reduce, el nivel de empatía crece para estar lo más expuesto y
abierto, comprensivo y condescendiente con la pareja.
A nivel químico actúa una serie de los elementos importantes tales como la
dopamina, la oxitocina, la serotonina, los péptidos opioides. Algunos de ellos
producen las emociones positivas, otros, negativas y, como consecuencia, la
persona enamorada se encuentra en una especie de columpio emocional desde
la euforia total hasta la angustia y dolor y miedo.
Es un estado hermoso, descrito en las novelas, poemas y canciones por todas las
generaciones de los humanos. Lo lindo de esta condición cerebral es que puede
ser observada y medida fácilmente en el equipo tomográfico, por ejemplo. Ahora
ya existen estos datos en las cantidades suficientes para poder describir y hacer
conclusiones. Los científicos holandeses reportan que el estado cerebral en el
momento del orgasmo es similar a su estado durante el ataque epiléptico. Es
decir, todo el cerebro está activo en este momento, como un tornado, y es casi
imposible de controlarlo.
Si describimos el proceso de hacer el amor desde el punto de vista de la
participación de los neuromediadores, al inicio del acto, el responsable es la
dopamina, que en sí responde por la actividad motora y el placer que
experimentamos al movernos. Asimismo, la dopamina nos hace experimentar el
placer por la novedad, por anticipar algo que deseamos. Así que mientras
hacemos el amor, el cerebro nos llena de las sensaciones maravillosas y poco a
poco llega al estado plató durante el cual los péptidos opioides naturales permiten
prolongar el proceso sin que éste pierda su encanto. Finalmente, en el momento
del orgasmo, claro, si se llega a este momento, el cerebro produce la oxitocina y
la vasopresina mezclados con la dopamina y los péptidos opioides regalándonos
la sensación de placer extraordinario.
Estos dos nuevos participantes, la oxitocina y la vasopresina, son los mediadores
principales responsables por establecer el afecto. Por lo tanto, esta sensación de
conexión interior, de calidez y ternura, de pertenencia y confianza que sentimos
luego de hacer el amor, en mucho se da gracias a la vasopresina y la oxitocina.
La naturaleza busca unir la pareja luego del acto, impedir que se separen y vayan
cada uno por su camino. Recordemos que el objetivo biológico del acto sexual es
procrear.
Y aquí nos aproximamos a la reina de hoy: la oxitocina. Este mediador se produce
por el sistema nervioso central en una serie de las situaciones. En realidad, es
suficiente simplemente abrazar a la persona sentada al lado para que el nivel de
oxitocina en la sangre se eleva. Es más, en el momento actual la oxitocina se
considera la sustancia principal que se responsabiliza por la formación de
cualquier tipo de afecto, apego o cariño. Empezando desde nuestro amor por el
chocolate y terminando por el afecto que se establece entre la madre y el bebé.
La mayor cantidad de oxitocina se produce durante el parto, y gracias a ésta, una
madre supera el dolor y el sufrimiento para empezar a cuidar y proteger al recién
nacido desde el primer momento. Cada vez cuando el bebé esta amamantado,
en su cerebro y en el cerebro de su mamá se produce la oxitocina que fortalece
el vínculo afectivo entre los dos. En la naturaleza, el bebé sobrevive con mucha
más probabilidad si se forma este vínculo. Este sistema debe funcionar bien, si
no, nuestros genes no pasarán a la siguiente generación y, biológicamente,
nuestras vidas pierden el sentido.
La oxitocina, si hablamos desde la posición evolutiva, aparece bastante
temprano, todavía en los peces. En estos organismos la oxitocina regula el
comportamiento parental. En los mamíferos, la oxitocina recibe las funciones más
amplias y responde también por la formación del afecto dentro de la pareja, y
dentro de la manada, entre sus miembros, si el animal es gregario.
La oxitocina une a la pareja de enamorados y permite que su relación sea
duradera e íntima. La oxitocina es uno de los mecanismos de la monogamia, el
cual, en sentido evolutivo, como ya se mencionó, es relativamente nuevo. Desde
el punto de vista de la naturaleza (si la naturaleza podría expresar su punto de
vista), la pareja necesita este vínculo para crear y cuidar a sus hijos juntos, hasta
que ellos podrían defenderse por sí mismos, lo cual, como sabemos, en los seres
humanos no sucede tan pronto como en otros animales. Además, el desarrollo
del cerebro del ser humano es social. Sin el entorno cercano de los seres
similares, un bebé humano nunca se convertirá en un adulto humano.
La naturaleza asegura que la madre tenga el apego fuerte con sus hijos desde el
momento del parto, cuando las cantidades gigantescas de la oxitocina construyen
en ella un fuerte afecto hacia su bebé, irracional y difícil de quebrar. Lo mismo
sucede con el recién nacido, este apego no dejará de unirlo con su madre por
muchos años, o por toda la vida, dependiendo de las tendencias sociales del
momento.
En caso del padre, sus niveles de la oxitocina suben de manera menos dramática.
Todos los hombres tienen la oxitocina, los niveles promedios de la cual varían de
un individuo al otro. Y sí, los estudios demostraron que los hombres con niveles
iniciales de la oxitocina más altos forman la familia con más probabilidad. Sin
embargo, en los que inicialmente tenían niveles más modestos, al formar la
familia y tener hijos, el nivel de oxitocina crece. Esto nos permite concluir que de
alguna manera podemos manejar el nivel de oxitocina, y así influir sobre las
relaciones afectuosas de las personas.
Lo curioso que actualmente, podemos encontrar en venta libre un spray especial
con la oxitocina que el mercado nos ofrece para los casos cuando la rutina hace
que la vida de pareja se opaca. Todo un amarre, pero habría que asegurarse que
no haya nadie más en la vista.
A parte de las señales hormonales, también existen los estímulos visuales,
auditivos, olfativos que influyen en la formación del cuidado parental. Son
sistemas organizados de manera distinta en diferentes especies. En caso de los
mamíferos, existe baby shape, una forma común para los cachorros: una cabeza
grande, ojos grandes, cachetes, una pequeña nariz, las extremidades cortas.
Estas formas afectan los centros del comportamiento parental en nuestros
cerebros y es cuando empieza a producirse una serie de los neuromediadores
entre los cuales la oxitocina juega un papel primordial. La motivación parental
crece y nosotros queremos cuidar a esta creatura, hacer algo agradable por ella,
hacerla feliz. La oxitocina es la responsable por las sensaciones de ternura,
dulzura y cariño que sentimos al ver los niños pequeños (o cachorros de otros
animales). Si están rodeados de los niños, jugando con ellos, o solo observando
como ellos juegan, puede estar seguro que el nivel de oxitocina en su cuerpo
sube. Un efecto similar tienen las imágenes de los gatitos, o cachorritos gorditos
de los perros, u ositos. Ahora podemos entender el secreto del fenómeno del
gatolicismo que conquistó el espacio digital. La oxitocina hace que el mundo nos
parece más amistoso, más simpático, así como la gente en él. Es por ello que
buscamos inconscientemente las situaciones en las cuales sus niveles se elevan.
Hace poco he leído un artículo sobre la producción de oxitocina en las personas
que toman juntos las bebidas alcohólicas. Resulta que después de tomar juntos,
en especial las cantidades significativas, al siguiente día las personas con quienes
celebraste te van a parecer más cercanas, más lindas, más amigos, y todo es
gracias a la oxitocina producida durante el banquete.
Terminando esta oda a la oxitocina, quisiera decir que cuando nos acercamos
más profundamente a nuestra biología, y ante todo a la biología de nuestro
cerebro, podemos ver que las manifestaciones más hermosas de nuestra
humanidad, que por siglos de la existencia de nuestra civilización se consideraban
algo totalmente espiritual, tienen una extraordinaria base biológica. Algunos se
ofenden si les dices esto. ¡Cómo podría ser!!! Hemos pensado que el altruismo,
la compasión, el amor son manifestaciones de nuestra espiritualidad. Pero resulta
que todo esto es nuestra biología. Qué horror!!
La biología describe nuestra naturaleza. Y es maravilloso que somos creaturas
compasivas, a veces, altruistas, llenas de las potenciales de bondad. El hecho
que todo esto se encuentra en nuestro cerebro, no lo hace menos valioso.

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