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Lib Conciencia Práctica 2 Sentencia

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Sentencia del Tribunal Constitucional 120-1990

Kristi Macías Vara

RESUMEN SENTENCIA:

La presente sentencia es consecuencia de una huelga de hambre emprendida por un grupo de


presos con objeto de reivindicar beneficios penitenciarios y, cabe decir, que pertenecían a un
grupo terrorista activo en los años 70-80s.

El hecho objeto de cuestión es la autorización del estado por medio de una resolución judicial de
proceder a la alimentación forzosa. Esta decisión fue tomada cuando la vida de los presos corría
grave peligro, pues habían perdido la conciencia. Los presos alegaron posteriormente que se
había vulnerado su derecho a la integridad física y su derecho a no recibir tratos inhumanos o
degradantes.

El TC indica que, aunque el titular del derecho no reclame protección (en este caso a su derecho
a la vida) el Estado tiene el deber de proporcionarla. Y recuerda a su vez que el derecho a la
propia muerte no tiene ningún tipo de amparo constitucional. El derecho a la integridad física
que los recurrentes alegan que ha sido vulnerado, pierde toda existencia posible si no hay vida.

Además, en palabras del TC, el propósito de los recurrentes no es disponer de la propia vida,
"puesto que el riesgo de perderla que han asumido no tiene por finalidad causarse la muerte,
sino la modificación de una decisión de política penitenciaria que tratan de obtener incluso a
expensas de la vida”.

No es tampoco constitucionalmente exigible a la Administración penitenciaria que se abstenga


de prestar asistencia médica, dirigida a salvaguardar el bien de la vida protegido por el art. 15 CE,
a personas que están bajo su custodia y cuya vida está legalmente obligado a preservar y
proteger.

Por tanto, en base a estos argumentos jurídicos, el TC deniega el amparo solicitado.

DERECHO PROTEGIDO:

El derecho protegido en esta sentencia del Tribunal Constitucional es el derecho a la vida,


protegido por el art. 15 CE.

Ante el recurso que alega que el derecho a la integridad física y moral ha sido vulnerado, el TC
entiende que, sin el derecho a la vida, la integridad física pierde toda virtualidad. Además,
protege la decisión de la administración penitenciaria, que tiene encomendado proteger la vida
de las personas que están bajo su custodia y su deber principal ante la situación objeto de esta
sentencia era tomar las acciones necesarias para preservar la vida de los internos.
COMENTARIO:

En el presente caso hay que aclarar varias cuestiones previas.

Los presos que proceden a hacer la huelga de hambre no tienen como objetivo morir, sino
presionar al Estado y a la Administración penitenciaria para que modifiquen una decisión de
política penitenciaria, incluso a expensas de su propia vida. Es por ello que no pueden alegar
nada parecido a “derecho a morir” o “derecho a disponer de la propia vida”, porque ni si quiera
ese era el objetivo de su renuncia a comer.

Los presos se encuentran sujetos a un régimen diferente al de cualquier ciudadano con respecto
a la Administración, pues ésta tiene el deber de proteger la vida de los internos poniendo todos
los medios legales que estén en su mano. En caso contrario y no proteger dicha vida o integridad
física, la Administración puede encontrarse con posteriores denuncias o demandas civiles de
familiares o supervivientes.

Con estas dos aclaraciones introduzco la consideración del TC, que expone que “una cosa es la
decisión de quien asume el riesgo de morir en un acto de voluntad que sólo a él afecta, en cuyo
caso podría sostenerse la ilicitud de la asistencia médica obligatoria, y cosa bien distinta es la
decisión de quienes, hallándose en el seno de una relación especial penitenciaria, arriesgan su
vida con el fin de conseguir que la Administración deje de ejercer o ejerza de distinta forma
potestades que le confiere el ordenamiento jurídico”.

En el segundo caso si el Estado no procede a proporcionar asistencia médica a los presos estaría
contemplando pasivamente la muerte de las personas que están bajo su custodia legalmente. Al
mismo tiempo pone a la Administración en una situación muy injusta si lo que se espera es que,
en vez de proceder a la alimentación forzosa de los que están bajo su custodia, hubiera
modificado una decisión que es legítima mientras no sea judicialmente anulada.

El TC también recuerda que los derechos fundamentales pueden ser limitados si con ello se
preservan otros derechos fundamentales, rigiendo la consiguiente relación de proporcionalidad
con la finalidad pretendida. Como comentaba antes, sin la preservación de la vida, todos los
demás derechos dejan de existir.

Esta es una afirmación bastante discutible si recordamos que los testigos de jehová no dejan que
se les administre una transfusión de sangre por sus creencias religiosas, llevándolos en muchos
casos a la muerte. Pero intervenir en tal caso defendiendo que sin la vida no hay derecho a la
libertad religiosa estaríamos cayendo en una falacia. Expondríamos a estas personas a una vida
que, para ellos, no merece ser vivida.

Sucede de forma similar con las convicciones políticas, puedes defenderlas hasta el punto que tú
consideres, siempre sin violar los derechos fundamentales de los demás. ¿No es eso lo que lleva
a las personas a participar en guerras por ejemplo? La convicción política de que tú país ha sido
de alguna forma insultado o atacado por otro. Entonces, se envían militares a expensas de las
consecuencias y nadie parece cuestionarse aquí el derecho a la vida. Podríamos decir que, sin
vida, qué sentido tienen las defensas a orgullos nacionalistas.
Por tanto, no creo que sea la defensa al derecho a la vida el principal motivo que el TC tenía en
mente a la hora de no conceder el amparo solicitado por los presos. En estos supuestos el
derecho a la vida es el que debía ceder para el TC, por lo que su defensa no legitima todo.

En todo momento se trata más bien en este caso de proteger a la administración y no lo digo en
un sentido peyorativo, pues me parece una buena decisión la que tomó la administración por
tener el especial deber de proteger la vida de los presos

El derecho constitucional a la integridad física y moral resulta afectado cuando se impone a una
persona asistencia médica en contra de su voluntad, esa asistencia médica coactiva constituirá
pues una limitación vulneradora del derecho fundamental, a no ser que tenga justificación
constitucional.

Recuerda el TC a su vez la necesidad de que, al preservar ciertos derechos constitucionalmente


protegidos, puedan ceder otros derechos fundamentales (SSTC 11/1981; 2/1982; 110/1984),
pero que en todo caso tal limitación no puede obstruir el derecho que cede más allá de lo
razonable, es decir, que tendrá que atenerse al principio de proporcionalidad (STC 53/1986).

La actuación de la administración penitenciaria me parece sujeta a derecho pues no proceden a


la alimentación forzosa en cuanto la huelga de hambre comienza o cuando los presos aún están
en pleno uso de sus facultades, sino que esta actuación la llevan a cabo cuando están
inconscientes. Por ello me parece que hubo proporcionalidad en el conjunto de la actuación,
pues la integridad física y moral estuvo protegida hasta el momento en el que la vida se
encontraba en serio peligro.

Es cierto que una vez entendido todo esto cabe preguntarse: ¿entonces los presos nunca pueden
reivindicarse eligiendo por sí mismos los límites debido a esta relación especial con la
administración penitenciaria?

El resto de ciudadanos pueden llevar las huelgas de hambre, así como otros medios de protesta
que no ponen en peligro ninguna vida más allá de la propia, hasta el final si así lo desean. El
Estado no irá a sus casas a obligarlos a alimentarse.

Pero, por otro lado, no podemos obviar que a los ciudadanos en libertad si acaban inconscientes
son trasladados a un hospital o centro médico y también se les suministra el tratamiento
necesario para preservar la vida. Hemos de recordar que el preso, dentro de la institución
penitenciaria, no cuenta con familiares o amigos que puedan velar por su vida y, dado el caso,
llevarlo a un hospital. Es por ello también que esta misión queda encomendada a la
administración penitenciaria como un deber.

Por consiguiente, en líneas generales, me parece acertada la decisión tomada por el TC.

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