Revocabilidad de Actos Administrativos
Revocabilidad de Actos Administrativos
Revocabilidad de Actos Administrativos
ESTABILIDAD E IMPUGNABILIDAD
I. Estabilidad
terio similar sostiene MARIENHOFF que “la «revocabilidad» del acto administrativo
no puede ser inherente a su esencia, ni puede constituir el «principio» en esta
materia. La revocación del acto administrativo es una medida excepcional, verda-
deramente «anormal».”4 Va de suyo, en estas afirmaciones, que nos estamos refi-
riendo no a los actos llamados de gravamen (multas, sanciones, etc.) o que limitan
derechos o los deniegan, sino a los actos favorables o ampliatorios de derechos y
facultades de los interesados.5
En suma, la estabilidad de los derechos es una de las principales garantías del
orden jurídico, a tal punto que puede incluso sentarse un principio general en tal
sentido, que sólo podría ser objeto de excepción en casos concretos y ante norma
expresa. Ha recordado nuestro más alto tribunal en este sentido que: “el orden
público se interesa en que los derechos adquiridos bajo el amparo de resoluciones
definitivas queden inconmovibles” ya que “de otro modo no habrá régimen admi-
nistrativo ni judicial posible.”6
La solución jurisprudencial, precedida mucho antes por el art. 5° del Código
Contencioso Administrativo de 1906 de la Provincia de Buenos Aires,7 ha sido
confirmada en los arts. 17 y 18 del decreto-ley 19.549/72 nacional y en el decreto
1510/97 del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.8 Pero conviene no olvidar que
1.4
MARIENHOFF, MIGUEL S., Tratado de derecho administrativo, t. I, Buenos Aires, 1965; 2ª ed.,
1977, p. 579 y ss. Cfr. REAL, ALBERTO RAMÓN, “Extinción del acto administrativo creador de dere-
chos,” Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, XI-1/2: 71 y ss. (Montevideo, 1960).
1.5
GARCÍA DE ENTERRÍA, EDUARDO y FERNÁNDEZ, TOMÁS RAMÓN, Curso de derecho administrativo, t.
I, Madrid, Civitas, 1993, 6ª ed., p. 546.
1.6
Carman de Cantón, 1936, Fallos, 175: 368, cons. 3°. En sentido similar al texto LINARES,
Fundamentos..., op. cit., pp. 346-51.
1.7
CCAPBA, art. 5°: “Las autoridades administrativas no podrán revocar sus propias resolu-
ciones, en asuntos que den lugar a la acción contencioso-administrativa, una vez que la reso-
lución hubiese sido notificada a los particulares interesados. Si se dictase una resolución
administrativa revocando otra consentida por el particular interesado, éste podrá promover el
juicio contencioso-administrativo, al sólo efecto de que se restablezca el imperio de la resolu-
ción anulada. Exceptuase de esta disposición toda resolución que tenga por objeto rectificar
errores de hecho o de cálculo, los que podrán ser corregidos administrativamente.”
1.8
Art. 17: “Revocación del acto nulo. El acto administrativo afectado de nulidad absoluta se
considera irregular y debe ser revocado o sustituido por razones de ilegitimidad aún en sede
administrativa. No obstante, si el acto estuviere firme y consentido y hubiere generado dere-
chos subjetivos que se estén cumpliendo, sólo se podrá impedir su subsistencia y la de los
efectos aún pendientes, mediante declaración judicial de nulidad, salvo que el interesado
hubiera conocido el vicio del acto al momento de su dictado, en cuyo caso ésta limitación será
inaplicable.” Art. 18: “Revocación del acto regular. El acto administrativo regular del que
hubieran nacido derechos subjetivos a favor de los administrados, no puede ser revocado,
modificado o sustituido en sede administrativa una vez notificado. Sin embargo, podrá ser
revocado, modificado o sustituido en sede administrativa si el interesado hubiere conocido el
vicio en el caso del acto anulable, si la revocación, modificación o sustitución del acto lo favore-
ce sin causar perjuicio a terceros y si el derecho se hubiere otorgado expresa y válidamente a
título precario. También podrá ser revocado, modificado o sustituido por razones de oportuni-
dad, mérito o conveniencia, indemnizando los perjuicios que causare a los administrados.
Dicha indemnización sólo comprenderá el valor objetivo del bien y los daños que sean una
causa directa e inmediata de la revocación, excluyendo el pago del lucro cesante.”
ESTABILIDAD E IMPUGNABILIDAD VI-3
3. Requisitos de la estabilidad
A partir del caso Carman de Cantón del año 1936, en que la Corte Suprema
consagró por primera vez el principio que enunciamos, los autores están en gene-
ral de acuerdo en cuanto a cuáles son los requisitos que esa jurisprudencia exigi-
ría para que la estabilidad exista, aunque no en lo que se refiere a en qué consiste
cada uno de ellos, o a su corrección. Dichos caracteres han sido algunos confirma-
dos y otros derogados por el decreto-ley 19.549/72.1
De los requisitos tradicionalmente exigidos por la jurisprudencia anterior a
1972, entendemos que corresponde considerar vigentes a partir del decreto-ley
19.549/72 los siguientes: a) que se trate de un acto administrativo (unilateral e
individual); b) que de él hayan nacido derechos subjetivos; c) que esté notificado al
interesado; d) que sea regular, aunque el acto nulo también tiene estabilidad
conforme al decreto-ley; e) que no haya una ley que autorice la revocación y f)
finalmente, algunos autores también agregaban que debería tratarse de un acto
de la administración activa; a su vez, la jurisprudencia anterior al decreto-ley
exigía que el acto hubiera sido dictado en ejercicio de facultades regladas. Conside-
ramos que ambos requisitos no existen en la actualidad.
4. Acto administrativo
4.1. Unilateralidad
Desde luego, los que adoptan la definición restringida de acto administrativo sim-
plemente expresarán en este punto que debe tratarse de un acto administrativo
2.5
En este segundo sentido VEDEL, GEORGES, Droit administratif, París, 1961, p. 199; LACHAUME,
JEAN -FRANÇOIS , La hiérarchie des actes administratifs exécutoires en droit public français,
París, 1966, p. 72.
2.6
Ampliar, infra, § 11.1, “En sede administrativa.”
3.1
Nos referimos al decreto-ley 19.549/72 según su reforma por el decreto-ley 21.686/77.
ESTABILIDAD E IMPUGNABILIDAD VI-5
4.2. Individualidad
Ello significa que los reglamentos no están comprendidos dentro del sistema de
normas y principios que constituyen la llamada cosa juzgada administrativa;2
pero, al igual que en el caso anterior, esto no lleva a la conclusión de que los
reglamentos sean libremente revocables en forma arbitraria, ni que los derechos
nacidos a su amparo queden carentes de toda protección jurídica. Así como un
reglamento puede lesionar derechos subjetivos3 puede también dar lugar, pari
pasu, al nacimiento de un derecho subjetivo; el que se trate de derecho objetivo no
es por cierto óbice para que sea apto para crear derechos subjetivos. En nada
difiere el reglamento, en ese aspecto, de una norma legal o constitucional, que a
pesar de su carácter general también puede crear derechos subjetivos perfectos.4
En este sentido ha dicho la Procuración del Tesoro de la Nación que “la supresión
o modificación de un status objetivo e impersonal no altera las situaciones jurídi-
cas personales adquiridas en base al status anterior; ello por el principio de la
irretroactividad de las normas.”5
El mismo principio ha sido reconocido por la jurisprudencia, incluso la CSJN,
con el alcance de que “Si bajo la vigencia de una ley —o para el caso, un reglamen-
to— el particular ha cumplido todos los actos y condiciones substanciales y los
requisitos formales previstos en esa ley para ser titular de un determinado dere-
cho, cabe considerar que hay un derecho adquirido aunque falte la declaración
4.1
LINARES, Fundamentos..., op. cit., p. 352; cfr. DIEZ, op. cit., pp. 328-9.
4.2
LINARES, Fundamentos..., op. cit., p. 352; MARIENHOFF, op. cit., p. 616; comp. DIEZ, op. cit., p. 328.
4.3
Ver también lo referente a la relación de los derechos subjetivos con los derechos de
incidencia colectiva que contempla el art. 43 de la Constitución nacional, supra, t. 2, La defensa
del usuario y del administrado, cap. II y ss.
4.4
Ampliar supra, t. 2, cap. II y ss.
4.5
Dictámenes, 60: 149; LINARES, Fundamentos..., op. loc. cit.; MONTI, LAURA, “Consideraciones
sobre la retroactividad en el ámbito del derecho administrativo,” ED, 176: 739.
VI-6 EL ACTO ADMINISTRATIVO
4.6
Conf. CNFed. CA, Sala IV, Rizzo, LL, 1999-B, 532, cons. VII; CSJN, Fallos, 296: 723,
Alfredo de Martín, 1976; LL, 1997-B, 302, expte. S. 1492/95, Superintendencia; Fallos, 304:
871, Quinteros, 1982. Cfr. Juzg. CA Nº 1 de La Plata, causa 207, Zheng Zhen, 20-II-2004, que
puede consultarse gratuitamente en www.gordillo.com y www.gordillo.com.ar. La CACiv.
y Com. II, Sala 3ª, revocando parcialmente lo decidido en este último fallo, interpretó que el
pedido de habilitación de un comercio bajo la vigencia de una ordenanza municipal no genera-
ba un derecho adquirido para el peticionante al mantenimiento de esa norma, frente al dictado
de otra ordenanza que modificaba sustancialmente las condiciones de habilitación, y que en
consecuencia, le resultaba aplicable el trámite de habilitación en curso (reg. int. 95/2004 del 29-
IV-2004). La solución varía en materia de exenciones impositivas, que se interpretan
restrictivamente: CNFed. CA, Sala IV, Su Supermercado S.A., LL, 1998-E, 537.
5.1
Ver también COMADIRA, Derecho Administrativo..., op. cit., cap. IV, § 3.2.3, pp. 106-7.
5.2
Conf. FIORINI, op. cit., p. 386; LINARES, Fundamentos..., op. cit., p. 356; HUTCHINSON, TOMÁS,
Régimen de procedimientos administrativos, Buenos Aires, Astrea, 1998, 4ª ed., p. 128.
5.3
Como explicamos supra, t. 2, cap. II, “Derechos de incidencia colectiva.”
ESTABILIDAD E IMPUGNABILIDAD VI-7
7.1
No lo exigía, en cambio, el viejo Código VARELA de la Provincia de Buenos Aires: supra,
nota 1.7.
7.2
SARRÍA, op. ult. cit., p. 147.
7.3
Ha dicho p. ej. la Corte que “la estabilidad de los actos administrativos rige respecto de las
decisiones dictadas en materia reglada y de manera regular, requisito este último que requiere
el cumplimiento de los recaudos externos de validez —forma y competencia—y además la
ausencia de error grave de derecho,” Fallos, 258: 299, 301, Guerrero de García e Hijos SRL,
1964; la bastardilla es nuestra.
7.4
PTN, Dictámenes, 42: 179; L INARES , op. cit., p. 28, trae a su vez varios precedentes
jurisprudenciales en igual sentido.
ESTABILIDAD E IMPUGNABILIDAD VI-11
rior.5 El art. 18 habla de acto regular, oponiéndolo al acto irregular, del cual trata
el art. 17, aclarando que allí se refiere al acto nulo. En la terminología del decreto-ley
19.549/72, que sigue en este aspecto al Proyecto de 1964 y al Proyecto de LINARES
y nuestro, el acto regular es entonces a los efectos de la estabilidad tanto el acto
válido como el anulable.
Por todo ello entendemos que a pesar de lo reformado por el decreto-ley 21.686/
77, no cabe exigir como recaudo de la irrevocabilidad del acto nulo que el acto esté
firme y consentido en su totalidad, bastando que esté notificado al interesado.11
prohibida por el art. 17 y suspensión del acto que impone cargas o deberes al
administrado, que constituye un deber de la administración cuando existe nuli-
dad absoluta.14 En virtud de lo expuesto, los efectos o prestaciones originados por
el acto que hayan tenido comienzo de ejecución, no pueden ser interrumpidos por
la administración, sea por revocación, modificación, sustitución o suspensión del
acto.
derechos del individuo; tal es lo que ha ocurrido en el caso Cáceres Cowan (1961),
en el cual la Corte Suprema sostuvo que la revocación por la administración de un
acto que reconocía un determinado derecho, no constituía, a su juicio, en la situa-
ción allí debatida, “un caso de ilegalidad manifiesta que autorice la revisión del
pronunciamiento por vía del recurso de amparo.”17 De allí se desprendería que en
los casos en que la administración revocara un acto estable, salvo casos de mani-
fiesta arbitrariedad, la vía adecuada para restablecer el derecho lesionado, según
la Corte,18 no sería del amparo; y que el planteo adecuado no sería tampoco el de la
violación de la estabilidad, aunque de hecho dicha violación exista, sino más bien
el de la procedencia del derecho de fondo. O sea, se trataría de reclamar por la vía
ordinaria el derecho de fondo, no tanto porque ya fue otorgado por la administra-
ción en un acto ahora revocado, sino porque de todos modos se tiene derecho a él,
lo haya o no reconocido la administración antes o ahora. Desde luego, tal planteo
implicaría reducir mucho el valor y la significación de la estabilidad pero es la
conclusión a que llevaría ese fallo si se lo interpreta con el rigorismo de su texto.
De nada servirá la estabilidad si el tribunal que juzga la validez del acto
revocatorio se apoya simplemente en su presunción de legitimidad, sin valorar
acabada y adecuadamente la validez intrínseca del primer acto. Si la administra-
ción revoca un acto por considerarlo nulo, lo primero que el tribunal debe inexcu-
sablemente hacer es analizar si el acto revocado era efectivamente nulo o en
cambio anulable,19 sin estar influido para ese análisis por ninguna supuesta pre-
sunción de legitimidad del segundo acto, el de revocación. En este sentido destaca-
mos un fallo de la Suprema Corte de Mendoza, en un caso de revocación en el que
se aducía por el accionante que se había lesionado la estabilidad del acto revocado,
en el que el tribunal analizó detallada y exhaustivamente la validez o nulidad del
acto cuya estabilidad se pretendía violada, llegando correctamente a la conclu-
sión de que el acto era nulo y pudo en consecuencia ser válidamente revocado por
la administración, sin fundarse en cambio el tribunal en el erróneo argumento de
que el segundo acto —el revocatorio— tuviera presunción de legitimidad.20 Tam-
bién encontramos un correcto razonamiento en el caso Pustelnik, fallado por la
Corte Suprema nacional en 1975,21 aunque es de advertir que la vía elegida por el
accionante no fue la acción de amparo. De cualquier manera, si el acto que revoca
un acto estable es considerado inválido y el tribunal o la misma administración
deciden extinguirlo, no es de aplicación la regla de que la abrogación de un acto
abrogatorio no hace renacer la primera norma, sino que por el contrario la extin-
7.17
CSJN, Fallos, 250: 491, 501, Cáceres Cowan, año 1961.
7.18
Se admitió, en cambio, la procedencia del amparo contra un acto que deja sin efecto otro
acto dotado de estabilidad: CNCiv., Sala E, LL, 121: 119, Fernández Moores, 1965.
7.19
O si, aún siendo nulo, le alcanzaba la excepción de la segunda parte del art. 17.
7.20
SC de Mendoza, LL, 129: 1069, Buschman Garat, 1967 y JA, 1968-I: 765; en igual sentido,
CNCiv., Sala E, LL, 121: 119, Fernández Moores, 1965.
7.21
Fallos, 293: 133; supra, cap. V, § 3.1, § 3.2 y § 5.3; infra, cap. XI, nota 4.2, § 8.2, § 9.1.4,
§ 10, § 11.1.5, § 13, § 13.1.2, § 13.2.1 y § 16.
VI-16 EL ACTO ADMINISTRATIVO
ción del acto que ilegítimamente pretendía revocar el acto estable, tiene por efecto
específico hacer renacer el primer acto; en otras palabras, el acto revocatorio de
un acto estable es nulo y por ello su extinción es retroactiva.
CSJN, Fallos, 5: 155, El Fisco Nacional, con varios comerciantes de San Juan, sobre dere-
10.2
prende del art. 7º in fine del decreto-ley 19.549/72.21 La aclaración alcanza a los
contratos de obras, suministros, concesiones, etc. Por eso la distinción entre acto
y contrato no es cuestión académica: tiene consecuencias en el derecho positivo.
debe tratarse específicamente de una ley de orden público y ésta debe por lo demás
ser constitucional.33 No cabría admitir una alteración del principio constitucional
(Carman de Cantón y otros) sino por una ley formal, expresa y clara, que debería
interpretarse restrictivamente34 y aplicable únicamente a los casos concretos y
puntuales que refiera, no a lo sumo a una categoría definida y limitada de casos.
Una previsión genérica como la del decreto-ley carece hasta de sentido y es incons-
titucional por lesión a los principios de seguridad jurídica, tutela de los derechos
de la propiedad y otros, etc. De este mismo principio se desprende entonces que la
estabilidad del acto administrativo impide no sólo la revocación fundada en razo-
nes de ilegitimidad, sino también la fundada en razones de oportunidad35 y con
mayor razón aún. En efecto, si la Corte Suprema expresó que puede abandonarse
la estabilidad ante una ley de orden público y aún así previendo la posible indem-
nización, es claro que allí está contemplado no el caso de un acto inválido que se
revoca por razones de ilegitimidad, sino al contrario un acto válido que se extin-
gue a pesar de su validez y que precisamente por ello puede dar lugar a indemni-
zación. Entendemos por ello que producida la estabilidad, no es procedente la
revocación ni por razones de oportunidad, mérito o conveniencia, ni por razones de
legitimidad, a menos que una ley expresa autorice en el caso concreto y por razo-
nes de utilidad pública que la administración la deje sin efecto. Resulta así una
incongruencia entre la jurisprudencia tradicional que citaba LINARES y la excesiva
amplitud de la facultad revocatoria por mérito que admite la Corte en Pustelnik.
72: “También podrá ser revocado, modificado o sustituido por razones de oportuni-
dad, mérito o inconveniencia, indemnizando los perjuicios que causare al intere-
sado.” La misma solución, dijimos, adopta en 1975 la Corte Suprema en Pustelnik.
Sin embargo, partiendo del principio de que los derechos que una persona ad-
quiere a raíz de un acto administrativo, también pueden quedar englobados den-
tro del amplio concepto constitucional de propiedad, tal como lo ha interpretado la
jurisprudencia, pensamos que la solución debe ser otra.37
En efecto, si nadie puede ser privado de su propiedad sino por sentencia funda-
da en ley y si la expropiación por causa de utilidad pública debe ser calificada por
ley y previamente indemnizada, no vemos cómo un derecho que integra el concep-
to constitucional de propiedad pueda quedar sometido a la sola voluntad de la
administración, que sin calificación legal específica para el caso de utilidad públi-
ca, pueda quitar ese derecho y sustituirlo por una indemnización. ¿Se pensará
acaso que la Universidad puede revocar un diploma profesional por razones de
oportunidad y que el ex abogado deba hacer un juicio ordinario o sumarísimo
para probar los perjuicios que el acto le acarrea,38 quedando mientras tanto priva-
do del ejercicio profesional? ¿Que el Intendente Municipal puede revocar por razo-
nes de oportunidad un permiso de construcción, cuando ya el edificio está cons-
truido y mandar las topadoras a demoler el edificio, quedando para una posterior
sentencia con todas sus instancias la determinación del perjuicio indemnizable?39
¿Que el Poder Ejecutivo resuelva que es inoportuno que haya tantas universida-
des privadas y les revoque la autorización para funcionar, por razones de mérito o
conveniencia?
Evidentemente una solución así, en los casos indicados, contrariaría elementa-
les principios jurídicos de orden y seguridad y la garantía constitucional de la
propiedad, que sólo cede ante una ley que califique el interés público.
10.37
La crítica que desarrollaremos la expusimos por 1ª vez en la 3ª ed., 1979, de este vol.
10.38
Litis que, de acuerdo a la doctrina que sustenta esta norma, sería al único efecto de
obtener una indemnización por la revocación de su título de abogado. Conociendo cómo está la
responsabilidad del Estado (supra, t. 2, cap. XX) y que los fondos públicos no son embargables
(ley 24.624, art. 19; CNFed. CA., sala II, Dirección Nac. de Vialidad c. Artelo S.A. y/u otros,
DJ, 2000-3, 308), cuesta creer que alguien voluntariamente propugne esta tesitura. Ni siquie-
ra podría hacer su propio juicio: debería contratar un profesional para que lo defienda. Y éste
no podría pedir una cautelar por la doctrina de los actos propios: Nemo…
10.39
Comp. HUTCHINSON, Régimen..., op. cit., pp. 143/4. Es interesante destacar que en un
completísimo análisis de múltiples figuras asimilables a la expropiación forzosa en el derecho
español, no aparece mencionada tal potestad revocatoria por razones de oportunidad de dere-
chos otorgados o reconocidos por actos administrativos estables: ver BERMEJO VERA, JOSÉ (Direc-
tor), Derecho administrativo. Parte especial, Madrid, Civitas, 1998, 3ª ed., p. 112 y ss.; y no ha
de olvidarse que el supuesto normal de la expropiación en el derecho comparado se refiere a
cosas stricto sensu, como recuerda MEDAUAR , O DETE , Destinação dos bens expropiados, San
Pablo, Max Limonad, 1986, p. 21; más el carácter restrictivo de todo tipo de apropiación de
derechos por el Estado que consagran más de cuatro decenas de tratados de protección de
inversiones extranjeras, que ya conforman un sistema de derecho administrativo internacio-
nal, obligatorio internamente. Ver al respecto el cap. XVIII del t. 2.
ESTABILIDAD E IMPUGNABILIDAD VI-27
Esta extensión del concepto constitucional de propiedad, que incluye a los dere-
chos nacidos de actos administrativos, ha sido formulada por la propia Corte Su-
prema, que en el caso Empresa de los Ferrocarriles de Entre Ríos c/ la Nación40
dijo que “es verdad que el concesionario de una línea férrea no es su propietario en
el sentido técnico de la palabra. Su derecho se diferencia sustancialmente del
dominio privado en la naturaleza y las limitaciones que reconoce en favor del
interés del Estado. Pero ese derecho en cuanto escapa a tales limitaciones, es tan
efectivo y respetable como los bienes que salvaguarda la garantía constitucional
en toda la latitud reconocida a la cláusula 17 de la Constitución por la jurispru-
dencia de esta Corte. Esta ha dicho “El término «propiedad», cuando se emplea en
los arts. 14 y 17 de la Constitución o en otras disposiciones de ese estatuto, com-
prende «todos los intereses apreciables que el hombre puede poseer fuera de sí
mismo, fuera de su vida y de su libertad.» Todo derecho que tenga un valor reco-
nocido como tal por la ley, sea que se origine en las relaciones de derecho privado
sea que nazca de actos administrativos (derechos subjetivos, privados o públicos),
a condición de que su titular disponga de una acción contra cualquiera que inten-
te interrumpirlo en su goce, así sea el Estado mismo, integra el concepto constitu-
cional de propiedad.”41 Para decirlo en palabras de MEEHAN, en cierto modo simila-
res a las nuestras: “es esencialmente peligroso afirmar, que se puede extinguir un
acto administrativo que ha reconocido o constituido derechos subjetivos perfectos,
por razones de interés público, siempre que se abone la pertinente indemnización,
sin aclarar que esto implica una expropiación. Lo dicho en razón de que la expro-
piación presupone siempre el cumplimiento de ciertos principios y normas legales
que condicionan la legitimidad y que se consideran esenciales. La afirmación ad-
quiere caracteres verdaderamente graves ante legislaciones en las que como la
nuestra, los requisitos fundamentales del procedimiento expropiatorio tienen je-
rarquía constitucional.” “Puede llegarse a interpretar, que la Administración, por
sí, prescindiendo [...] de la ley previa y de los procedimientos reglamentarios esta-
blecidos, puede mediante un mero acto administrativo extinguir a otro que ha
reconocido o constituido derechos subjetivos perfectos con tal que ofrezca abonar
una indemnización, lo que es totalmente inaceptable.42
Agrega MEEHAN que no puede aceptarse entonces que en los hechos el particular
vea su derecho de propiedad extinguido unilateralmente por la autoridad adminis-
trativa, sin que se cumplan los trámites constitucionales y legales pertenecientes
a la expropiación, debiendo él conformarse con aceptar una indemnización,43 sin
10.40
CSJN, Fallos, 176: 363, año 1936. En contra BIELSA, op. cit., t. II, p. 305.
10.41
Fallos, 176: 363.
10.42
MEEHAN, JOSÉ HÉCTOR , “Revocación de los actos administrativos,” Boletín de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales, año XXXII nos 1-3, Córdoba, 1969, § 82, pp. 175-6 de la “Conclu-
sión” del citado trabajo de tesis.
10.43
Op. cit., p. 173; en igual sentido LINARES, Cosa juzgada..., op. cit., pp. 74-5, considera “un
superlativo error” la asimilación a la expropiación.
VI-28 EL ACTO ADMINISTRATIVO
que una ley califique de utilidad pública y sujeto a expropiación su derecho indivi-
dual y no todos los derechos de todos los individuos frente a la administración,
como lo pretende esta norma y la interpretación que la sigue.44 Ya hemos señalado
en más de una oportunidad, por otra parte, que semejante idea ha sido categórica-
mente dejada sin efecto, a nuestro entender, con el dictado de los más de cuarenta
tratados de inversiones extranjeras que tenemos.45 Si a esto se agrega la concep-
ción amplia de acto administrativo que postula el mismo sector de la doctrina,
resultaría que todos los contratos del Estado podrían libremente extinguirse en
sede administrativa, al sólo juicio de oportunidad, mérito o conveniencia del fun-
cionario de turno y sin previa indemnización. No se trata, como bien advierte
MAIRAL, de una discusión meramente académica.
interés público que, como ha dicho esta Corte puede confundirse con el orden
público48 reclama una modificación del status creado al amparo del acto adminis-
trativo, aunque podría surgir la obligación de indemnizar al particular afectado
por la revocación” (cons. quinto, citado), debe advertirse que toda la jurispruden-
cia posterior hace énfasis en que debe haber una ley, en sentido formal y que
además ella debe ser de orden público, de acuerdo al principio consagrado por el
art. 3º del Código Civil, para que proceda la revocación. La solución del caso
Pustelnik la consideramos atípica, además de errónea en el aspecto comentado.
Señala LINARES que “nadie puede dudar en efecto, después de los fallos de la
Corte Suprema en las causas […] que un acto administrativo unilateral que con-
fiere derechos subjetivos perfectos puede modificarse válidamente por ley poste-
rior de orden público. No entramos a considerar si en tales casos procede una
indemnización por el Estado […] Pero sí podemos afirmar, frente a esa jurispru-
dencia, que una ley de orden público, posterior y razonable, puede válidamente
modificar esos actos.”49 La solución se refuerza más con el actual art. 3º del Código
Civil, que expresa que las leyes “no tienen efecto retroactivo, sean o no de orden
público, salvo disposición en contrario. La retroactividad establecida por la ley en
ningún caso podrá afectar derechos amparados por garantías constitucionales,” lo
que da idea de mayor protección y estabilidad de los derechos. Señala LINARES que
en la jurisprudencia de la CSJN, “la revocación por «oportunidad» —o por razones
de oportunidad— del acto administrativo es la revocación por razones de conve-
niencia, o interés o utilidad o necesidad pública efectuada por el órgano que dictó
tal acto o sus superiores jerárquicos. Ya hemos visto en el apartado anterior que
la Corte Suprema no admite este tipo de revocación para los actos que tienen las
características de los estudiados en los apartados a, b, c y d” (requisitos de la cosa
juzgada administrativa);50 “La cosa juzgada perfecta no tolera su alteración admi-
nistrativa válida ni aún con indemnización como alternativa lícita.”51 Extraña
que con tan categóricos precedentes y tan clara doctrina haya ocurrido el retroce-
so del art. 18 del decreto-ley 19.549/72 y más aún, que la doctrina hesite en seña-
lar su insalvable inconstitucionalidad.
En suma, los actos administrativos estables (no, pues, los actos otorgados ex-
presa y válidamente a título precario), son irrevocables en sede administrativa
tanto por razones de legitimidad como de oportunidad.52 Sólo procede la revocación
10.48
CSJN, Fallos, 172: 21, Avico, 1934.
10.49
LINARES, Cosa juzgada administrativa, op. cit., p. 33; la bastardilla es nuestra.
10.50
LINARES, op. ult. cit., pp. 39 y 40.
10.51
LINARES, op. ult. cit., p. 75. El derecho español no admite la extinción por oportunidad:
BOQUERA OLIVER, Estudios sobre el acto administrativo, Madrid, Civitas, 1993, 7ª ed., p. 427.
10.52
Nuestro Proyecto de Código Administrativo (en Introducción al derecho administrati-
vo, op. cit., 2ª ed., p. 251), en cuyo art. 203 dijimos que “la revocación puede ser fundada en
razones de ilegitimidad o de oportunidad. En ambos casos, el acto administrativo regular que
crea, reconoce o declara un derecho subjetivo de índole civil o administrativa, no puede ser
revocado por la administración una vez que ha sido notificado al interesado.”
VI-30 EL ACTO ADMINISTRATIVO
ción son invocables también por los nacionales, llevan siempre lo mismo. Toda
forma de sustitución de un derecho amparado por la garantía constitucional de la
propiedad, por una indemnización, debe regirse por el procedimiento expropiatorio
stricto sensu del decreto-ley 21.499/77, el cual supone la calificación de utilidad
pública por ley formal con algún grado de especificidad, con más el pago en dinero
efectivo (art. 12), en base a una tasación específica para el bien de que se trate
(art. 13), más la actualización pertinente desde la desposesión hasta “el momento
del efectivo pago” (art. 20) y un incremento indemnizatorio del 10 % en caso de
avenimiento directo (art. 13). El Estado sólo puede recurrir al procedimiento judi-
cial, pidiendo la posesión a cambio de la suma que deposita, si demuestra haber
cumplido los pasos del procedimiento extrajudicial (especialmente, la tasación
actualizada y específica del bien concreto que se quiere extraer del patrimonio
privado) y haber éstos fracasado por falta de avenimiento del particular. Por ello
no es constitucionalmente admisible ni sistemático, admitir en el derecho argen-
tino la revocación de actos administrativos por razones de oportunidad, cuando se
trata de actos que confieren derechos estables amparados por la garantía consti-
tucional de la propiedad, sin previa ley especial que en forma razonable los califi-
que de utilidad pública y sujetos a expropiación. El decreto-ley de expropiaciones
en su art. 51 plantea la posibilidad de que se pueda privar a una persona de un
bien, indemnizándola, sin previa ley que lo califique de utilidad pública.
La interpretación que se ha dado correctamente a ese art. 51 inc. c) es que no
faculta a la administración a privar a un particular de un bien sin calificación
legal específica de utilidad pública.58 No se entiende cómo puede, sin vivencia de
contradicción, sostenerse precisa y exactamente lo contrario en materia de revo-
cación de derechos firmes por mero juicio de oportunidad, mérito o conveniencia
de un agente público de cualquier gobierno de turno. Es tener demasiada fe en el
ser humano.59
titucional y legal propia, con el alcance de que el funcionario no puede ser separa-
do de su cargo sino por los motivos y procedimientos que la ley establece61 y no
podría en consecuencia admitirse un medio indirecto de llegar al mismo resulta-
do, con la simple alegación de que en realidad se está utilizando la facultad
revocatoria por mérito, mediante la revocación del acto de nombramiento. Juris-
prudencia anterior a las normas que comentamos había señalado que la disolu-
ción del vínculo funcional no podría válidamente hacerse, dentro del marco del
estatuto del personal civil, por la revocación del acto de nombramiento. La solu-
ción sigue en pie y es una nueva demostración de la inconstitucionalidad e
inaplicabilidad del art. 18.
II. Impugnabilidad
tanto en sede administrativa2 como judicial de los actos que lesionan su persona o
derechos. La impugnabilidad se da ante la propia administración y especialmente
ante el Poder Judicial, con recurso a veces a instancias supranacionales.
11.4. Comparación
Finalmente, interesa recordar el alcance de la impugnabilidad administrativa y
judicial: la primera procede no sólo por razones de legitimidad, sino también por
razones de oportunidad, mérito o conveniencia.
La segunda en cambio procede únicamente por razones de legitimidad, concep-
to que se interpreta en forma amplia: dentro del control judicial de legitimidad se
comprende no sólo el control del ejercicio de las facultades regladas de la adminis-
tración. Se controla también si —tanto en ausencia de norma o con base en ellas—
se ha violado alguno de los grandes principios del derecho, tales como la
razonabilidad,10 proporcionalidad,11 desviación de poder,12 buena fe,13 confianza le-
gítima,14 imparcialidad,15 audiencia previa,16 única solución justa o discrecionalidad
cero,17 seguridad jurídica,18 cláusula rebus sic stantibus,19 etc.
Conviene puntualizar, por fin, que a veces la administración intenta superar
los controles disfrazando su irrazonabilidad al amparo de una norma que ella
misma dictó y que luego pretende humildemente cumplir. Allí también debe ejer-
cerse en toda su plenitud el control de razonabilidad, buena fe, desviación de po-
der, confianza debida, seguridad jurídica, etc.
11.10
Un desarrollo liminar en el t. 1, cap. VI, § 8, “El principio de razonabilidad. Introducción”
a § 16, “Algunas conclusiones sobre el principio de razonabilidad como fuente del derecho
administrativo;” cap. X, § 15.1, “Razonabilidad.” En este vol. 3 ver infra, cap. VIII, § 8,
“Irrazonabilidad” y cap. IX, § 7, “Arbitrariedad” y 8, “Distintos casos de arbitrariedad.”
11.11
Supra, t. 1, cap. X, § 15.2, “Proporcionalidad;” infra, cap. VIII, § 8.2, “La falta de propor-
cionalidad.”
11.12
Supra, t. 1, cap. X, § 15.3, “Desviación de poder;” infra, en este mismo vol. 3, cap. IX, §
6, “Desviación de poder.”
11.13
Supra, t. 1, cap. X, § 15.4, “Buena fe.”
11.14
Infra, cap. IX, § 4.2, “Intimación previa. Sorpresa, contramarchas, confianza legítima.”
PREVEDOUROU , E UGENIE , Le principe de confiance légitime en droit public français, Atenas,
Sakkoulas, 1998; PUISSOCHET, J. P., “Vous avez dit confiance légitime,” en Mélanges Guy Braibant,
París, Dalloz, 1996, p. 581; MAINKA, J., Vertrauensschutz im öffentlichen Recht, Bonn, Röhrscheid,
1963; M U C K E L , S T ., Kriterien des verfassungsrechtlichen Vertrauensschutzes bei
Gesetzeänderungen, Berlín, Duncker y Humblot, 1990.
11.15
Supra, t. 2, cap. IX, § 13, “Principio de imparcialidad.”
11.16
Supra, t. 2, cap. IX, § 10, “Primer principio: debido proceso (garantía de la defensa).”
11.17
Supra, t. 1, cap. X, § 15, “Los límites a la actividad discrecional;” infra, cap. IX, § 8,
“Distintos casos de arbitrariedad;” Cipriano, 1997, CFed. Mar del Plata, LL, 1998-F, 356 y en
LL, 1999-A, 395, comentado en GORDILLO , Cien notas de Agustín, op. cit., § 100, “Control de
razonabilidad,” p. 202. Es la solución que nos viene del derecho español cuando existe una
única solución justa, p. ej. FERNÁNDEZ, TOMÁS RAMÓN, La arbitrariedad de la administración,
Madrid, Civitas, 1998 y De la arbitrariedad del legislador, Madrid, Civitas, 1998; GARCÍA DE
ENTERRÍA, EDUARDO Y FERNÁNDEZ, TOMÁS RAMÓN, Curso de derecho administrativo, t. I, Madrid,
Civitas, 1993, 6ª ed., p. 452 y ss.; MARTÍN MATEO, RAMÓN, Manual de derecho administrativo,
Madrid, Trivium, 1998, 19ª ed., p. 316; GONZÁLEZ NAVARRO, FRANCISCO, Derecho administrativo
español, t. 3, El acto y el procedimiento administrativos, EUNSA, Pamplona, 1997, p. 438, etc.
11.18
PACTAU, BERNARD , “La securité juridique, un principe qui nous manque?,” AJDA, París,
1995, nº especial del cincuentenario, p. 151.
11.19
KÖBLER, RALF , Die “clausula rebus sic stantibus” als allgemeiner Rechtsgrundsatz, Mohr,
1991.