La Personalidad
La Personalidad
La Personalidad
Al igual que tomas consciencia de cómo pisas o de cuál es la postura de tu espalda y con ello puedes correr de forma
diferente y alcanzar mejores resultados y metas. Si tomas consciencia de cómo tiendes a ser psicológica y
emocionalmente, puedes realizar cambios en tu conducta, tu forma de pensar o la manera de regular tus emociones,
para vivir de forma distinta y alcanzar logros y metas, en aquello que te propongas.
¿Hay límites en esas metas emocionales o psicológicas? Es curioso, cuando a un deportista le preguntan si hay
límites en su capacidad para alcanzar un determinado logro, de lo que hablan, no sólo es de mejorar su capacidad
física, sino de tu tesón, su confianza, su capacidad para afrontar el sufrimiento, para mantener la ilusión en los
momentos límites, para superar las barreras físicas… ¿no te parecen todas estas habilidades más psicológicas y
emocionales que físicas? Así es
La personalidad es la tendencia estable de una persona a pensar, sentir y actuar de una determinada manera.
Los llamados rasgos de personalidad expresan un estilo o tendencia a la hora de procesar e interpretar lo que nos
ocurre, y con ello la forma en la que tendemos a sentirnos, y en consecuencia, a actuar con respecto a esos
acontecimientos o eventos.
Por ejemplo, una persona con tendencia de personalidad evitativa, tenderá regularmente a interpretar situaciones
sociales como momentos en los que será juzgada negativamente por los demás, ello le hará sentirse amenazada
ante la perspectiva de verse en esa situación, y ello le llevará a evitar con frecuencia estar en situaciones así ( o
cuando no las evite, a pasar lo más desapercibida posible). Sin embargo, una persona con tendencia histriónica de
personalidad, tenderá a interpretar esas mismas situaciones sociales como momentos en los que puede verse
observada y atendida por los demás, ello le llevará a sentirse motivada a ir y “lucirse”, a tener una actitud de
exhibirse, de llamar la atención.
La misma realidad externa y dos realidades internas: dos tendencias de personalidad. Me gusta usar la palabra
tendencia, para anunciaros esa cualidad “flexible” y “susceptible de cambio” de la personalidad.
Sin embargo, y como explica el artículo publicado en la BBC, “aunque algunos rasgos del temperamento de los bebés
tienden a mantenerse de adultos, no todo encaja”. En uno de los estudios en los que se basa este artículo, se explica,
por ejemplo, como los bebés que tendían a tener mayor autocontrol cuando tenían sólo algunos meses, mantenían
esa alta capacidad de autocontrol y concentración siendo niños de 8 años.
En cambio, no todos los bebés que eran los más sociables y risueños de pequeños, seguían siendo los más
extrovertidos con 8 años.
La conclusión es que hay influencia, pero no absoluta y posiblemente no directa, entre lo que somos al nacer y lo
que terminamos siendo.
El segundo componente es el carácter. Este, a diferencia del temperamento, hace referencia a lo que no nos viene
dado biológicamente, sino que es fruto de los modelos de aprendizaje y experiencias que vivimos desde que
nacemos, y nuestros propios mecanismos de aprendizaje. Desde bebés somos fuentes de aprendizaje. Tenemos una
naturaleza por la que podemos comer, jugar, hablar, andar… y también interpretar, sentir y actuar. Dependiendo de
cómo aprendamos a hacerlo desde pequeños y pequeñas, se forjarán nuestras tendencias adultas. Cuánto más
pequeños somos, mayor plasticidad y adaptabilidad tiene nuestro cerebro y por tanto, mayor capacidad tiene para
adaptarse y aprender.
Es por ello, por esa plasticidad, por la que los años de la infancia son años en los que se va forjando la estructura de
una personalidad, que en la adolescencia terminará por coger forma, y en la edad adulta estará configurada.
De niños o de niñas, lo que denominamos modelos de aprendizaje que identificamos sobre todo con nuestras figuras
de referencia, influyen en nuestra forma de percibir, sentir e interpretar y construyen nuestras tendencias de
personalidad en la edad adulta.
Acontecimientos y eventos que provocan un impacto emocional muy alto o impactos emocionales de menor nivel,
pero de gran frecuencia en la vida del niño o la niña, son las experiencias de aprendizaje. No son iguales experiencias
de cuidado o de abuso, de atención o de descuido, de afecto o de vergüenza pública, conversaciones o gritos, tiempo
de calidad o de ausencia, un clima familiar ansioso o uno equilibrado…
Los modelos y las experiencias emocionales son filtrados a través de nuestra naturaleza o temperamento y forjarán
nuestro carácter.
¿Hay un momento en nuestra vida en el que podemos afirmar que está construida nuestra personalidad?
Aunque en determinadas situaciones, durante la adolescencia ya pueden observarse rasgos o tendencias muy
marcadas de personalidad, no es hasta la edad adulta cuando podemos hablar de una personalidad estructurada
como tal, cuando el constructo psicológico se ha configurado.
Este proceso, ni es instantáneo –de la noche a la mañana– ni tiene una edad fija. En cada persona, sus
acontecimientos vitales y los procesos de aprendizaje determinarán distintos tiempos, sólo podemos hablar de datos
generales.
Tenemos la tendencia a etiquetar, a reducir a categorías, probablemente para manejar mejor conceptos que nos
inquieta que sean demasiado flexibles o cambiantes para lo que estamos dispuestos a tolerar.
Esto sucede también en el ámbito de la personalidad. Podemos precipitamos al etiquetar o prejuzgar antes de
tiempo, tendencias que no siempre llegan a cristalizar. Puede resultar un error de apreciación considerar a una o a
un adolescente que su personalidad es “irresponsable” o “temeraria”, tal vez situaciones y eventos posteriores a los
que se enfrente más adelante pongan de manifiesto rasgos de su personalidad que no eran tan evidentes en ese
momento de adolescencia. En todo caso, se entiende que a partir de los 18 a 20 años, la forma de ser de cada
persona tenderá a permanecer estable a lo largo del tiempo y ante distintas situaciones. Es decir, que quien tenga
tendencias narcisistas de personalidad a los 20 años, es probable que siga teniéndolas a los 30 y a los 40. Estas
tendencias influirán en su comportamiento, su forma de pensar y reaccionar ante los eventos y situaciones, y lo
hará, en general, en todas las facetas y ámbitos de su vida: laboral, familiar, social…
¿La personalidad puede cambiarse? ¿Cuánto pueden cambiarse los rasgos de personalidad?
Aunque la idea habitual –y muy popular– es que “la gente no cambia”, estudios actuales dudan de esta visión.
Según un estudio de la Universidad de Edimburgo en el que se hacía referencia en este artículo, se demostró cómo
los rasgos de personalidad sí pueden cambiar, si el tiempo que se deja pasar entre una y otra medida es
suficientemente amplio.
En este estudio en concreto, se midieron 6 rasgos de personalidad de 1.287 adolescentes escoceses en 1.947.
Pasados más de 60 años se pusieron en contacto de nuevo con estas personas, y consiguieron volver a medir esos
mismos rasgos de personalidad en 174 de ellos. Los resultados indicaron que prácticamente no había una relación
significativa entre los rasgos de personalidad que tenía cada uno de ellos siendo adolescentes, con los rasgos que
tenían ahora a la edad de 76 años: sus tendencias habían cambiado.
A pesar de que son necesarios más estudios para dar consistencia a esta hipótesis, parece lógico pensar que la
estructura de nuestra personalidad es suficientemente robusta para no cambiar de un año para otro, pero no tan
rígida como para ser infranqueable al paso de las nuevas experiencias de aprendizaje que puedan irse
presentando, siempre y cuando queramos eso mismo: aprender de ellas y realizar cambios.
¿Recordáis mi ejemplo del principio? Si tu pierna derecha es ligeramente más corta que la izquierda, ¿no crees que
se trata, no de cambiar de piernas, sino de cambiar la forma en la que las utilizas, por ejemplo, para correr?
Ahí está la clave. ¿Desaprovecharíamos las posibilidades que nos ofrece realizar determinadas estrategias físicas –
aprender el estilo de zancada, o de pisada, usar un calzado específico, entrenar cierta musculación…– para lograr
alcanzar nuestras metas, por ejemplo, correr una maratón, o nos diríamos “no puedo correr, he nacido con una
pierna más larga que otra”? Creo que la respuesta está clara.
Pues, sucede lo mismo si hablamos de los rasgos de personalidad. Si mi tendencia es propia de una personalidad
introvertida, o de una personalidad narcisista, o de una personalidad histriónica… esas son mis tendencias. Y tenderé
a poner de manifiesto ciertas conductas, formas de pensamiento o de respuesta emocional ante los acontecimientos
de mi vida. Pero frente a esas tendencias hay mucho que hacer, depende de ti.
El “yo soy así” es un pensamiento normal cuando queremos hacernos entender o reivindicar que tenemos derecho a
ser como somos –sin perjudicar a los demás–. Pero más bien tendríamos que expresarlo como “yo tiendo a ser así en
mis reacciones automáticas”. Si “ser como soy” nos limita, nos condiciona, nos genera malestar y no nos permite
avanzar hacia nuestras metas; mantener ese pensamiento no nos ayuda mucho, ya que con él damos por hecho que
seguiremos pensando igual, sintiendo igual y actuando igual.
En vez de asumir este pensamiento como una verdad absoluta, deberíamos revisar esta creencia. Ya que ese
pensamiento suele generar frustración y sentimientos de indefensión: “Encima me dices que soy yo el problema”
“Ojalá pudiera cambiar, pero soy así” “Al final soy yo el que tengo que cambiar, que cambien los demás”.
Somos el resultado de nuestra historia vital, sin duda tenemos que valorar lo que somos, aceptarlo y entender su
sentido. Pero si decidimos cambiar aspectos de nosotros o nosotras, por los motivos que sean: mejorar, evolucionar,
adaptarse… porque algunas cosas nos están generando malestar, tenemos que saber que es posible.
¿Qué puedo hacer para trabajar aspectos de mi personalidad? 5 consejos para trabajar tu personalidad, si así lo
deseas
Quiero ofrecerte algunos consejos que pueden ayudarte a iniciar esos cambios que deseas: