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La Personalidad

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LA PERSONALIDAD

¿El problema soy yo, mi forma de ser… mi personalidad?


Si me pidieras que eligiera el concepto de Psicología que más dudas genera, sobre el que más equívocos se
producen, el que sirve bien de pretexto, o justo lo contrario, de estímulo y motivación…, ese, sería el concepto
de personalidad.
¿No estás de acuerdo conmigo? Repasemos algunas frases y expresiones que habrás oído muchas veces –incluso,
puede que las hayas pronunciado–: “No puedo evitarlo, es mi forma de ser” “Acéptame como soy” “Lo primero es
conocerse a uno mismo” “Hay que aceptar quién eres” “Nadie cambia” “Hay cosas que son imposibles de cambiar”
“Siempre termina saliendo lo que soy” “No se puede luchar contra una misma” “Tiene mucha personalidad” “Busca
tu personalidad” “Es que no tienes personalidad”… ¿Continúo?
Estas, y muchas otras frases e ideas, dan vueltas sobre un mismo concepto: la personalidad. Pero ¿Qué es la
personalidad? ¿Verdaderamente hay diferentes tipos de personalidad? ¿La personalidad es una cualidad, un rasgo?
¿Se puede cambiar la personalidad?…

¿Nos preocupa verdaderamente nuestra personalidad?


Para hablar de personalidad, tengo que hablar de Salud Emocional. Para mí es inevitable hablar en consulta de
ejemplos que representan los paralelismos entre la Salud Física y la Salud Emocional.
Hoy en día, cada vez es más frecuente, que quien hace deporte con asiduidad, haga un estudio de su biomecánica
(también de nutrición, entre otros). Así, si en ese estudio se evidencia que una de nuestras piernas es ligeramente
más larga que la otra, que pisamos hacia dentro en exceso y eso desgasta nuestras rodillas, o que tenemos
debilitada la pared abdominal, entendemos que esas características físicas, influyen en cada carrera que hacemos,
cada partido que jugamos o cada ruta en bicicleta que realizamos.
Traslademos esta excelente actitud del ámbito físico u orgánico, al ámbito emocional o psicológico. Conocer nuestra
personalidad, es tener conciencia de nuestro modo habitual de funcionar e interaccionar con las personas y
situaciones que nos rodean, es reconocer nuestras tendencias, para así, poder trabajar sobre aquello que queramos
mejorar en nuestra vida.

Al igual que tomas consciencia de cómo pisas o de cuál es la postura de tu espalda y con ello puedes correr de forma
diferente y alcanzar mejores resultados y metas. Si tomas consciencia de cómo tiendes a ser psicológica y
emocionalmente, puedes realizar cambios en tu conducta, tu forma de pensar o la manera de regular tus emociones,
para vivir de forma distinta y alcanzar logros y metas, en aquello que te propongas.

¿Hay límites en esas metas emocionales o psicológicas? Es curioso, cuando a un deportista le preguntan si hay
límites en su capacidad para alcanzar un determinado logro, de lo que hablan, no sólo es de mejorar su capacidad
física, sino de tu tesón, su confianza, su capacidad para afrontar el sufrimiento, para mantener la ilusión en los
momentos límites, para superar las barreras físicas… ¿no te parecen todas estas habilidades más psicológicas y
emocionales que físicas? Así es

¿Qué es la personalidad? Tendencias o rasgos de personalidad

La personalidad es la tendencia estable de una persona a pensar, sentir y actuar de una determinada manera.
Los llamados rasgos de personalidad expresan un estilo o tendencia a la hora de procesar e interpretar lo que nos
ocurre, y con ello la forma en la que tendemos a sentirnos, y en consecuencia, a actuar con respecto a esos
acontecimientos o eventos.
Por ejemplo, una persona con tendencia de personalidad evitativa, tenderá regularmente a interpretar situaciones
sociales como momentos en los que será juzgada negativamente por los demás, ello le hará sentirse amenazada
ante la perspectiva de verse en esa situación, y ello le llevará a evitar con frecuencia estar en situaciones así ( o
cuando no las evite, a pasar lo más desapercibida posible). Sin embargo, una persona con tendencia histriónica de
personalidad, tenderá a interpretar esas mismas situaciones sociales como momentos en los que puede verse
observada y atendida por los demás, ello le llevará a sentirse motivada a ir y “lucirse”, a tener una actitud de
exhibirse, de llamar la atención.
La misma realidad externa y dos realidades internas: dos tendencias de personalidad. Me gusta usar la palabra
tendencia, para anunciaros esa cualidad “flexible” y “susceptible de cambio” de la personalidad.

¿Cómo y cuándo se construye nuestra personalidad? El constructo psicológico


Una cuestión muy debatida en la construcción de la personalidad (constructo psicológico), en los elementos que más
determinan el tipo de personalidad, o como me gusta expresarlo, la tendencia de personalidad, es conocer si influye
más, la naturaleza de los bebés o las experiencias vividas. La respuesta no es unívoca, la genética y el aprendizaje,
ambos, forjan nuestra forma de ser.
Hay un componente en el constructo psicológico, que explica nuestra personalidad y que está en nuestra materia
prima biológica. A este componente heredado se le ha denominado el temperamento. Ya cuando nacemos, hay una
parte de nuestra composición genética que marca hacia dónde será más probable que se desarrollen algunos
aspectos de nuestra personalidad.

Sin embargo, y como explica el artículo publicado en la BBC, “aunque algunos rasgos del temperamento de los bebés
tienden a mantenerse de adultos, no todo encaja”. En uno de los estudios en los que se basa este artículo, se explica,
por ejemplo, como los bebés que tendían a tener mayor autocontrol cuando tenían sólo algunos meses, mantenían
esa alta capacidad de autocontrol y concentración siendo niños de 8 años.
En cambio, no todos los bebés que eran los más sociables y risueños de pequeños, seguían siendo los más
extrovertidos con 8 años.

La conclusión es que hay influencia, pero no absoluta y posiblemente no directa, entre lo que somos al nacer y lo
que terminamos siendo.

El segundo componente es el carácter. Este, a diferencia del temperamento, hace referencia a lo que no nos viene
dado biológicamente, sino que es fruto de los modelos de aprendizaje y experiencias que vivimos desde que
nacemos, y nuestros propios mecanismos de aprendizaje. Desde bebés somos fuentes de aprendizaje. Tenemos una
naturaleza por la que podemos comer, jugar, hablar, andar… y también interpretar, sentir y actuar. Dependiendo de
cómo aprendamos a hacerlo desde pequeños y pequeñas, se forjarán nuestras tendencias adultas. Cuánto más
pequeños somos, mayor plasticidad y adaptabilidad tiene nuestro cerebro y por tanto, mayor capacidad tiene para
adaptarse y aprender.

Es por ello, por esa plasticidad, por la que los años de la infancia son años en los que se va forjando la estructura de
una personalidad, que en la adolescencia terminará por coger forma, y en la edad adulta estará configurada.
De niños o de niñas, lo que denominamos modelos de aprendizaje que identificamos sobre todo con nuestras figuras
de referencia, influyen en nuestra forma de percibir, sentir e interpretar y construyen nuestras tendencias de
personalidad en la edad adulta.

Acontecimientos y eventos que provocan un impacto emocional muy alto o impactos emocionales de menor nivel,
pero de gran frecuencia en la vida del niño o la niña, son las experiencias de aprendizaje. No son iguales experiencias
de cuidado o de abuso, de atención o de descuido, de afecto o de vergüenza pública, conversaciones o gritos, tiempo
de calidad o de ausencia, un clima familiar ansioso o uno equilibrado…
Los modelos y las experiencias emocionales son filtrados a través de nuestra naturaleza o temperamento y forjarán
nuestro carácter.

¿Cuándo se puede hablar de una personalidad definida?

¿Hay un momento en nuestra vida en el que podemos afirmar que está construida nuestra personalidad?
Aunque en determinadas situaciones, durante la adolescencia ya pueden observarse rasgos o tendencias muy
marcadas de personalidad, no es hasta la edad adulta cuando podemos hablar de una personalidad estructurada
como tal, cuando el constructo psicológico se ha configurado.
Este proceso, ni es instantáneo –de la noche a la mañana– ni tiene una edad fija. En cada persona, sus
acontecimientos vitales y los procesos de aprendizaje determinarán distintos tiempos, sólo podemos hablar de datos
generales.
Tenemos la tendencia a etiquetar, a reducir a categorías, probablemente para manejar mejor conceptos que nos
inquieta que sean demasiado flexibles o cambiantes para lo que estamos dispuestos a tolerar.
Esto sucede también en el ámbito de la personalidad. Podemos precipitamos al etiquetar o prejuzgar antes de
tiempo, tendencias que no siempre llegan a cristalizar. Puede resultar un error de apreciación considerar a una o a
un adolescente que su personalidad es “irresponsable” o “temeraria”, tal vez situaciones y eventos posteriores a los
que se enfrente más adelante pongan de manifiesto rasgos de su personalidad que no eran tan evidentes en ese
momento de adolescencia. En todo caso, se entiende que a partir de los 18 a 20 años, la forma de ser de cada
persona tenderá a permanecer estable a lo largo del tiempo y ante distintas situaciones. Es decir, que quien tenga
tendencias narcisistas de personalidad a los 20 años, es probable que siga teniéndolas a los 30 y a los 40. Estas
tendencias influirán en su comportamiento, su forma de pensar y reaccionar ante los eventos y situaciones, y lo
hará, en general, en todas las facetas y ámbitos de su vida: laboral, familiar, social…

Por definición, la personalidad tiende a permanecer estable siendo ya adultos.


“La estructura de nuestro edificio está hecha”: con nuestra personalidad hemos conseguido protegernos, sobrevivir
y hemos aprendido a relacionarnos, desde la infancia, con el mundo que nos rodea. Lo que en su día aprendimos
para conseguir avanzar, para resolver una dificultad, si ha resultado válido, lo utilizaremos de nuevo ante un
acontecimiento o dificultad parecida.

Pero caben dos preguntas:


¿Y si esas tendencias que tenemos para afrontar las dificultades demuestran ser poco o nada efectivas, no nos queda
más remedio que seguir tropezando en los mismos errores?
¿Si quiero mejorar o cambiar cosas de mi personalidad, no puedo hacerlo, al estar ya construida?
Que el edificio esté construido, no significa, ni que esté terminado, ni que no podamos hacer una pequeña o incluso
una gran reforma. Tal vez, hay un estilo en el edificio, pero hay tantas versiones de un mismo estilo arquitectónico.

¿La personalidad puede cambiarse? ¿Cuánto pueden cambiarse los rasgos de personalidad?
Aunque la idea habitual –y muy popular– es que “la gente no cambia”, estudios actuales dudan de esta visión.
Según un estudio de la Universidad de Edimburgo en el que se hacía referencia en este artículo, se demostró cómo
los rasgos de personalidad sí pueden cambiar, si el tiempo que se deja pasar entre una y otra medida es
suficientemente amplio.

En este estudio en concreto, se midieron 6 rasgos de personalidad de 1.287 adolescentes escoceses en 1.947.
Pasados más de 60 años se pusieron en contacto de nuevo con estas personas, y consiguieron volver a medir esos
mismos rasgos de personalidad en 174 de ellos. Los resultados indicaron que prácticamente no había una relación
significativa entre los rasgos de personalidad que tenía cada uno de ellos siendo adolescentes, con los rasgos que
tenían ahora a la edad de 76 años: sus tendencias habían cambiado.

A pesar de que son necesarios más estudios para dar consistencia a esta hipótesis, parece lógico pensar que la
estructura de nuestra personalidad es suficientemente robusta para no cambiar de un año para otro, pero no tan
rígida como para ser infranqueable al paso de las nuevas experiencias de aprendizaje que puedan irse
presentando, siempre y cuando queramos eso mismo: aprender de ellas y realizar cambios.

¿Quiero cambiar mi personalidad? ¿Por qué querría cambiar “quién soy”?

¿Recordáis mi ejemplo del principio? Si tu pierna derecha es ligeramente más corta que la izquierda, ¿no crees que
se trata, no de cambiar de piernas, sino de cambiar la forma en la que las utilizas, por ejemplo, para correr?
Ahí está la clave. ¿Desaprovecharíamos las posibilidades que nos ofrece realizar determinadas estrategias físicas –
aprender el estilo de zancada, o de pisada, usar un calzado específico, entrenar cierta musculación…– para lograr
alcanzar nuestras metas, por ejemplo, correr una maratón, o nos diríamos “no puedo correr, he nacido con una
pierna más larga que otra”? Creo que la respuesta está clara.

Pues, sucede lo mismo si hablamos de los rasgos de personalidad. Si mi tendencia es propia de una personalidad
introvertida, o de una personalidad narcisista, o de una personalidad histriónica… esas son mis tendencias. Y tenderé
a poner de manifiesto ciertas conductas, formas de pensamiento o de respuesta emocional ante los acontecimientos
de mi vida. Pero frente a esas tendencias hay mucho que hacer, depende de ti.
El “yo soy así” es un pensamiento normal cuando queremos hacernos entender o reivindicar que tenemos derecho a
ser como somos –sin perjudicar a los demás–. Pero más bien tendríamos que expresarlo como “yo tiendo a ser así en
mis reacciones automáticas”. Si “ser como soy” nos limita, nos condiciona, nos genera malestar y no nos permite
avanzar hacia nuestras metas; mantener ese pensamiento no nos ayuda mucho, ya que con él damos por hecho que
seguiremos pensando igual, sintiendo igual y actuando igual.

En vez de asumir este pensamiento como una verdad absoluta, deberíamos revisar esta creencia. Ya que ese
pensamiento suele generar frustración y sentimientos de indefensión: “Encima me dices que soy yo el problema”
“Ojalá pudiera cambiar, pero soy así” “Al final soy yo el que tengo que cambiar, que cambien los demás”.
Somos el resultado de nuestra historia vital, sin duda tenemos que valorar lo que somos, aceptarlo y entender su
sentido. Pero si decidimos cambiar aspectos de nosotros o nosotras, por los motivos que sean: mejorar, evolucionar,
adaptarse… porque algunas cosas nos están generando malestar, tenemos que saber que es posible.

¿Qué puedo hacer para trabajar aspectos de mi personalidad? 5 consejos para trabajar tu personalidad, si así lo
deseas

Quiero ofrecerte algunos consejos que pueden ayudarte a iniciar esos cambios que deseas:

1. Para de dar vueltas en círculo.


Toma conciencia de tu personalidad.
Si hay patrones en tu vida que se repiten y te encuentras cada cierto tiempo diciéndote: “siempre me pasa lo
mismo”, busca causas internas y no externas que expliquen que esto suceda y que tiendan a repetirse –mi forma de
conocer a los demás, mi manera en que pienso un proyecto importante, mis reacciones en un conflicto…–
2. Reconoce y acepta con afecto tus tendencias de personalidad.
Analiza en qué y cuándo te ayudan y en qué y cuándo te perjudican.
No hay una personalidad adecuada o inadecuada. Dependiendo de cuándo y con quién nos relacionemos y haciendo
que esas mismas tendencias se conviertan en fortalezas en vez de en obstáculos. Actúa tal cual eres de forma natural
cuando ello te beneficie, y desarrolla un mayor autocontrol cuando tu personalidad te penalice.
3. Sé flexible.
El verdadero problema de la personalidad es que seamos inflexibles.
Despréndete del “yo soy así y a quien no le guste es problema suyo”. Date cuenta de cómo eres y de por qué eres así
realmente, y entiende que el principal perjudicado o perjudicada de no “aflojar” y “modular” ciertos aspectos eres
tú.
4. Experimenta.
Permítete “jugar a ser una persona distinta”.
Presta atención y cuando menos te lo esperes, sorpréndete haciendo como que piensas y sientes de forma distinta
sobre algo (aunque no sea así), y por ello actúa de forma distinta. Tras ello observa si algo distinto ocurre.
5. Trabaja con un o una profesional de la Psicología.
Utiliza el conocimiento y la experiencia de un psicólogo(a) en tu beneficio.
Identifica ese momento en tu vida en el que deseas mejorar tu bienestar emocional, esa etapa en la que es
prioritario en tu vida. Ponte en marcha, realiza un buen estudio con un profesional de la Psicología que te ayude a
comprender tus tendencias en cómo piensas, sientes y actúas.

Lectura extraída de: https://www.areahumana.es/que-es-la-personalidad/#Quiero-cambiar-mi-personalidad-Por-qu-querra-


cambiar-quin-soy

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