Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Teatro

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 2

Risitos de oro

Érase una vez una familia de osos que vivían en una linda casita en el bosque. Papá Oso era muy
grande, Mamá Osa era de tamaño mediano y Osito era pequeño.

Una mañana, Mamá Osa sirvió la más deliciosa avena para el desayuno, pero como estaba
demasiado caliente para comer, los tres osos decidieron ir de paseo por el bosque mientras se
enfriaba, tranquilos porque tenían la alarma de la casa activada. Al cabo de unos minutos, una
niña llamada Ricitos de Oro llegó a la casa de los osos y tocó la puerta. Al no encontrar respuesta,
abrió la puerta y entró en la casa sin permiso. Inmediatamente después empezó a sonar la alarma.
Muy asustada, Ricitos decide intentar adivinar la clave con códigos al azar. Sorprendentemente la
niña lo consigue. Lo que ella no sabía era que en ese preciso momento el sistema de la alarma
llamó a los osos para avisarles de lo sucedido. Ellos, muy preocupados, intentaron regresar a su
casa lo antes posible, pero para su sorpresa, en el camino se encontraron un árbol caído que
impedía su paso. Su única opción para volver los demoraba 20 minutos más.

Mientras tanto, Ricitos de Oro, se dio cuenta al entrar a la cocina que había una mesa con tres
tazas de avena: una grande, una mediana y una pequeña. Ricitos de Oro tenía un gran apetito y la
avena se veía deliciosa. Primero, probó la avena de la taza grande, pero la avena estaba muy fría y
no le gustó. Luego, probó la avena de la taza mediana, pero la avena estaba muy caliente y
tampoco le gustó. Por último, probó la avena de la taza pequeña y esta vez la avena no estaba ni
fría ni caliente, ¡estaba perfecta! La avena estaba tan deliciosa que se la comió toda sin dejar ni un
poquito.

Después de comer el desayuno de los osos, Ricitos de Oro fue a la sala. En la sala había tres sillas:
una grande, una mediana y una pequeña. Primero, se sentó en la silla grande, pero la silla era muy
alta y no le gustó. Luego, se sentó en la silla mediana, pero la silla era muy ancha y tampoco le
gustó. Fue entonces que encontró la silla pequeña y se sentó en ella, pero la silla era frágil y se
rompió bajo su peso.

Buscando un lugar para descansar, Ricitos de Oro subió las escaleras, al final del pasillo había un
cuarto con tres camas: una grande, una mediana y una pequeña. Primero, se subió a la cama
grande, pero estaba demasiado dura y no le gustó. Después, se subió a la cama mediana, pero
estaba demasiado blanda y tampoco le gustó. Entonces, se acostó en la cama pequeña, la cama no
estaba ni demasiado dura ni demasiado blanda. De hecho, ¡se sentía perfecta! Ricitos de Oro se
quedó profundamente dormida.

Al poco tiempo, los tres osos lograron regresar del paseo por el bosque. Para ese entonces, papá
Oso notó inmediatamente que la puerta se encontraba abierta:

—Alguien ha entrado a nuestra casa sin permiso, se sentó en mi silla y probó mi avena —dijo Papá
Oso con una gran voz de enfado.

—Alguien se ha sentado en mi silla y probó mi avena —dijo Mamá Osa con una voz medio
enojada.

Entonces, dijo Osito con su pequeña voz:


—Alguien se comió toda mi avena y rompió mi silla.

Los tres osos subieron la escalera. Al entrar en la habitación, Papá Oso dijo:

—¡Alguien se ha acostado en mi cama!

Y Mamá Osa exclamó:

—¡Alguien se ha acostado en mi cama también!

Y Osito dijo:

—¡Alguien está durmiendo en mi cama! —y se puso a llorar desconsoladamente.

El llanto de Osito despertó a Ricitos de Oro, que de un salto se sentó en la cama mientras los osos
la observaban, y saltó hacia el otro lado saliendo por la ventana corriendo sin parar un solo
instante, tanto, tanto que no daban con los pies en el suelo.

Desde ese momento, Ricitos de Oro nunca volvió a entrar en casa de nadie ajeno sin pedir permiso
primero.

Julia Pasini

Sara Gres

Miranda Bellucini

Jose Pedro Bianchi

Bianca Datto Borgiani

También podría gustarte