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Valles Capitulo 9

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EL AGOTAMIENTO DEL ESTADO:

¿POLÍTICA DESPUÉS DEL ESTADO?

La exportación del estado: una aclimatación desigual

El estado como forma de organizarse políticamente es un invento europeo. Nació como se ha


dicho en algunas sociedades del norte y occidente del pequeño continente. En los cinco siglos
siguientes a su aparición desde finales del siglo xv hasta mediados del siglo XX-, la forma estatal se
fue extendiendo por todo el planeta como modelo dominante.

• Según los analistas, el éxito de esta difusión obedece a diversas razones. Para algunos, es el
contexto económico externo la expansión de la economía capitalista lo que en cierto modo obligó
a las comunidades a organizarse siguiendo el patrón estatal para poder competir adecuadamente
entre sí (Wallerstein). Otros, en cambio, ponen el acento en la evolución interna del propio
sistema político, en el que se produce una irresistible centralización del poder (Anderson, Weber).
Finalmente, los hay que optan por aludir a una combinación de factores externos e internos (Tilly).

• La expansión del estado ha seguido varias oleadas. Una primera etapa se desarrolla en la propia
Europa, cuando las monarquías del centro y del este van configurándose siguiendo este patrón.
Sin embargo, el modelo adopta perfiles propios en cada uno de los casos principales -Prusia, Rusia,
donde la lógica militar y el papel de la nobleza tienen una influencia muy señalada. A finales del
siglo XVIII, el estado cruza el Atlántico y los Estados Unidos adaptan también el esquema a sus
características de sociedad política «nueva», que se constituye sin los poderes tradicionales
nobleza, Iglesia que podrían condicionarla directamente. Durante el siglo XIX aparecen nuevos
estados europeos Bélgica, Grecia, Italia, Rumania, Bulgaria, Serbia y el modelo se extiende
también por toda América Latina, tras el hundimiento de los imperios español y portugués.
Finalmente, la difusión general del estado se produce en el siglo xx. Como resultado de la Primera
Guerra Mundial (1914-1918), la disolución de los imperios alemán, austríaco y turco da lugar a la
aparición de nuevos estados. Finalmente, uno de los efectos de la Segunda Guerra Mundial (1939-
1945) es el arranque del proceso de descolonización de los territorios dependientes de las grandes
potencias europeas: de este modo, África, Asia y Oceanía conocen también la expansión del
modelo estatal. Culmina así el éxito de un producto surgido en unas determinadas circunstancias
históricas y culturales, pero que parece aclimatarse también en situaciones muy diferentes a las
originales.

• No hay que engañarse, sin embargo, respecto del alcance de esta aclimatación. En muchos
países, los rasgos teóricos del modelo estado autonomía de lo político, concentración de la
capacidad coercitiva, institucionalización de las relaciones de poder no han adquirido un desarrollo
pleno. Juegan en su contra factores de orden interno y de orden externo. En el orden interno, la
relación política sigue a veces muy directamente vinculada a otras conexiones de parentesco, de
etnia o de tribu, que dejan en segundo plano la relación estado-ciudadano. En otros casos, el
estado no consigue hacerse de manera efectiva con el control de la coacción: no consigue
recaudar impuestos ni alcanza a extirpar manifestaciones de violencia «privada» que compiten
con la estatal. Finalmente, es frecuente la fragilidad de las reglas y de las instituciones: es una
prueba de ello la constante sucesión de golpes de estado, el establecimiento de regímenes de
poder personal y la sistemática vulneración de las leyes por parte de quienes deberían aplicarlas.
Pero hay también condiciones de origen externo que tienen influencia sobre este proceso. La
aparición de los nuevos estados ha tenido lugar cuando se habían consolidado ya otros actores
políticos y no políticos -otros estados, empresas transnacionales, organizaciones internacionales
con un papel decisivo en el escenario mundial. En algún caso, ha correspondido a estos actores la
creación de nuevos estados. Así ocurrió con la creación del estado de Panamá (1903) de acuerdo
con los intereses económicos y estratégicos de Estados Unidos. Este papel está reforzado por la
interdependencia en las relaciones económicas, la facilidad de las comunicaciones y el alcance de
los medios militares. En este contexto, las grandes potencias económicas y estratégicas fijan
marcos de actuación a los nuevos estados, de los que éstos sólo escapan en contadas ocasiones.
Por su parte, los actores no políticos-grandes empresas y consorcios transnacionales, medios de
comunicación, asociaciones criminales o, en otra medida, organizaciones no gubernamentales
condicionan también la acción de estos «nuevos» estados, que no disponen ya de la capacidad de
aislamiento y de iniciativa propia de épocas en las que el mundo era debido a la menor rapidez e
intensidad de las comunicaciones mucho más extenso y disperso que en la actualidad. Sin restar
importancia al patrón estatal dominante podría decirse parafraseando una bien conocida ironía
política que nuestro planeta se ha organizado finalmente en estados, pero que unos han llegado a
ser más estado» que otros.

ESTADO Y SISTEMA POLITICO GLOBAL

La posición del estado en el actual sistema político global se ha modificado. ¿En qué medida se
expresa este cambio en el episodio que se describe a continuación?

- En 1988, un avión de la compañía norteamericana Pan Am estalló en vuelo. En el accidente


perecieron sus 259 ocupantes y once vecinos de Lockerbie, la población escocesa sobre la que el
aparato se precipitó. Investigaciones posteriores demostraron que la causa del accidente fue un
atentado terrorista. En 1991, los dos ciudadanos libios que habían sido identificados como
presuntos responsables del hecho se refugiaron en su país. Reclamados por la justicia escocesa y
norte- americana de acuerdo con las normas del derecho internacional, el gobierno libio rehusó
entregarlos. A instancias de Estados Unidos y de Gran Bretaña, las Naciones Unidas decretaron
sanciones contra Libia -embargo de determinados productos, suspensión de vuelos
internacionales, etc.-, mientras los imputados no fueran entregados. Finalmente, y después de
negociaciones al más alto nivel, Libia aceptó en 1999 confiarlos a las autoridades holandesas para
que fueran juzgados en los Países Bajos por un tribunal constituido y regulado según el derecho
escocés. El veredicto dictado en 2001- absolvió a uno de los imputados y condenó al otro a 27
años de prisión. El gobierno libio recurrió la sentencia, pero finalmente se avino a pagar (2003)
una indemnización a los familiares de las víctimas -10 millones de dólares en cada caso con el fin
de obtener la anulación de las sanciones fijadas por las NNUU y restablecer las relaciones
diplomáticas y económicas con Estados Unidos y la Unión Europea.
Demasiado grande y demasiado pequeño: las dos caras del estado

Hace menos de cincuenta años, la descolonización de las posesiones europeas en África, Asia y
Oceanía (1948-1970) hizo que todo el planeta quedara organizado como un sistema de estados.
Unas décadas más tarde y cuando se inicia el siglo XXI, esta visión ha entrado en crisis. Hasta el
punto de que es posible hablar de una «revolución copernicana»: la política ya no gira en torno al
estado y se desarrolla en un ámbito más amplio en el que el estado constituye una pieza más.

En muchas ocasiones, esta realidad no es todavía perceptible para el ciudadano común: sigue
considerando al estado como la instancia política fundamental, aunque buena parte de sus
competencias estén ahora condicionadas por instancias exteriores. Pero esta misma inercia en la
percepción tuvo lugar cuando era el estado el que iba ocupando posiciones que antes
correspondían a otros poderes feudales o eclesiásticos. En su origen, la estatalización de la política
sólo era percibida por quienes tenían la posibilidad de intervenir en ella: las elites dirigentes, los
teóricos y los observadores expertos. Poco a poco se hizo también patente para los demás
miembros de la comunidad, que a lo largo de sus vidas experimentaban la presencia estatal en
multitud de manifestaciones: en el pago de los impuestos, en el servicio militar, en la
escolarización obligatoria, en la seguridad social o en la vigilancia policial. Hoy, no hay hombre o
mujer que a veces a su pesar y con pocas excepciones- escape a una relación con «su» estado.

Esta estatalización del proceso político ha ofrecido una doble cara, según haya sido contemplada
desde la propia comunidad o desde fuera de ella. La cara interna del estado ha revelado una
determinada forma de organizar la práctica política -sus actores, sus procesos, sus interacciones-,
con objeto de asegurar la subsistencia y la integración de la propia comunidad. Por su parte, la
cara externa hace del estado una pieza de un sistema político global: en este espacio exterior,
cada comunidad organizada en estado pretende defender su identidad y su integridad contra
agresiones o intromisiones exteriores de carácter económico, militar, cultural, etc. Pero estas dos
vertientes de la forma estatal se han visto afectadas por una serie de transformaciones, que le
privan de capacidad suficiente para regular de modo eficiente los conflictos que se producen en la
sociedad.

• En su vertiente interna, el estado parece haberse hecho demasiado grande y demasiado


complejo. Cuando crece la diversidad y singularidad de las demandas sociales expresadas por
colectivos y grupos, la pretensión estatal de atender a todas ellas acaba limitando su capacidad
para advertirlas a tiempo, reaccionar ante ellas de modo diligente y facilitar salidas
razonablemente aceptables para quienes las formulan. Entre las demandas sociales dirigidas al
estado se incluyen ahora aspiraciones muy diversas: por ejemplo, compensar minusvalías físicas o
psíquicas, proteger la identidad étnico-cultural o de género, facilitar el desarrollo y el equilibrio
personal, etc. El estado está sometido a una «sobrecarga» que no es capaz de digerir.

La centralización del poder político estatal -que en su momento fue una ventaja eficaz se convierte
ahora en un handicap o limitación. Como resultado, su papel regulador de conflictos es suplantado
por otras instancias en las que los actores pactan o negocian sus desacuerdos al margen del
estado. En algunos casos, son las propias autoridades territoriales subestatales las que se
convierten en gestores de conflictos antes reservados al estado: de hecho, o de derecho, los
gobiernos locales y regionales intervienen ahora con mayor incidencia en cuestiones de seguridad,
desarrollo económico y cultural, sanidad, asistencia social, etc. En otros casos, corresponde a
diferentes instancias privadas o corporativas la función de intervenir en la regulación de dichos
conflictos: asociaciones profesionales o sindicales, confederaciones patronales, agrupaciones de
afectados o de usuarios, entidades culturales o religiosas, asociaciones no lucrativas, etc. El estado
se limita con frecuencia a validar los acuerdos establecidos entre aquellos actores sociales o a
pactar con ellos.

Por otra parte, en los últimos cincuenta años el propio estado ha crecido tanto en complejidad
más instituciones, más servicios, más agencias, etc. que se hace cada vez más difícil la
coordinación entre todos sus componentes. Con ello ve reducida su unidad de acción y se
convierte en un conglomerado heterogéneo, disperso y en ocasiones contradictorio en sus mismas
intervenciones. La visión del estado como estructura piramidal dirigida desde un vértice
dominante se difumina progresivamente, porque su misma hipertrofia le paraliza.

Finalmente, también debilita la acción tradicional del estado la creciente aspiración de muchos
ciudadanos a decidir directamente sobre asuntos de interés común e incluso a gestionar por sí
mismos servicios antes confiados a las administraciones estatales. La democracia participativa en
contraste con la democracia representativa pretende facultar a los ciudadanos para intervenir
políticamente sin la mediación de representantes elegidos o de burocracias profesionales. Pero
esta implicación inmediata del ciudadano desdibuja también una de las notas características del
estado: la diferenciación institucional.

• En su vertiente externa, en cambio, el estado parece ahora demasiado pequeño. La


concentración de poder estatal ejercido sobre un ámbito territorial bien delimitado ya no es tan
decisiva. La tecnología del transporte y de la comunicación ha hecho que las distancias se hayan
«encogido de manera acelerada, intensificando todo tipo de intercambios. La tecnología militar
contemporánea ha disminuido o anulado la capacidad que un estado tiene hoy para imponerse
por sí solo en un conflicto bélico con otro estado, si no cuenta con el apoyo o la cobertura de una
alianza inter estatal. Como resultado de esta evolución acelerada, las desigualdades entre grupos y
personas y los conflictos generados por estas desigualdades se plantean hoy abiertamente a escala
planetaria.

Para abordar dichos conflictos, únicamente valen las estrategias financieras, militares o culturales
de alcance global y sólo cuentan efectivamente quienes pueden incidir sobre ellas. El
reconocimiento formal como estado no asegura hoy por sí solo la posibilidad de intervenir en este
escenario global. Pero tampoco permite el dominio claro sobre un territorio bien delimitado, que
distinguía a la política estatal. ¿Qué control ejerce un estado sobre su propia política monetaria,
cuando está pendiente de su endeudamiento externo y sometido a las fluctuaciones de las
transacciones financieras internacionales? ¿Cómo protege su seguridad un estado desprovisto de
armas nucleares y de misiles capaces de transportarlas? ¿En qué medida puede perseguir delitos o
fraudes virtuales cometidos online o programados por el crimen organizado? ¿Cómo puede
salvaguardar el medio ambiente de su comunidad ante agresiones emisión de CO, radiación
nuclear, vertido de tóxicos perpetradas a miles de kilómetros de su territorio? ¿Qué influencia
ejerce sobre los medios de comunicación, cuando se han privatizado la inmensa mayoría de los
sistemas públicos, integrados ahora en unos pocos grupos transnacionales y rápidamente
adaptados a la revolución digital y a la transmisión telefónica y por satélite?
En estas condiciones, el estado se convierte en uno más de los actores políticos planetarios y
pierde protagonismo. Ahora compite o colabora con una nueva constelación de actores políticos a
escala global, que invaden a menudo el ámbito de decisión que el estado había considerado como
propio y exclusivo. ¿De qué actores se trata? Podemos contar entre ellos a:

- las organizaciones interestatales a las que los estadosde buen grado o a la fuerza ceden
competencias: la Unión Europea, la ONU, el Fondo Monetario Internacional, la Organización
Mundial del Comercio, la OTAN, etc.; las grandes empresas transnacionales, cuya creciente
concentración les permite tratar de tú a tú a gobiernos estatales y organismos internacionales: en
el área de las finanzas, de la energía, de las comunicaciones, de la producción farmacéutica, etc.;
las redes transnacionales de organizaciones no gubernamentales (ONG's) convertidas en actores
transnacionales, entre las que destacan Amnistía Internacional, Survival International, Greenpace,
Human Rights Watch, Oxfam, Médicos sin Fronteras, etc.; las llamadas redes invisibles» que
mezclan negocio y crimen organizado a escala mundial: tráfico de armas, narcotráfico, paraísos
fiscales, etc.; determinados actores privados que asumen papeles hasta hace poco reservado a
autoridades públicas: bufetes jurídicos que arbitran en conflictos legales entre particulares o entre
estados y particulares, sociedades o agencias que valoran la solvencia financiera de los propios
estados y de otras instituciones públicas, etc.

UN RANKING DE EMPRESAS Y ESTADOS

Si se establece un ranking mixto de estados según su renta nacional bruta y de empresas según su
cifra de ingresos anuales, las cuatro mayores empresas del mundo se situarían entre los veinte
estados con mayor producción económica. Empresas como BP, WalMart, Royal Dutch-Shell o
Exxon superan no sólo a países en vías de desarrollo, sino a países como Austria, Polonia, Noruega
o Dinamarca. Por su parte, las cincuenta mayores empresas presentan un potencial económico
superior al de ciento cincuenta estados independientes. La creciente fusión de empresas ha
incrementado todavía más la ventaja comparativa de las grandes corporaciones en el sector
financiero, de la energía o de las comunicaciones respecto de la capacidad económica de la gran
mayoría de estados.

Entre el estado mundial y la política de la sociedad red

En este contexto, los estados han visto cómo se desdibujaban las dos características que les
distinguían de otras formas de organización política: autonomía y concentración territorial del
poder. Ello se ha reflejado en la ineficacia creciente de sus intervenciones, con resultado negativo
sobre su legitimidad. Pese a ello, los estados no han dejado de afirmar su soberanía su
superioridad» exclusiva frente a los demás actores políticos (cfr. III.10). En algún caso admiten que
se trata ahora de «soberanía limitada o que han cedido parte de ella, para referirse a esta nueva
posición estatal. Pero no caen en la cuenta de la contradicción que encierran estas expresiones: la
soberanía en su acepción original no admitía cesiones ni límites. Cuando tales límites aparecen de
hecho o de derecho, aceptados o forzosos, sobre su acción interna o sobre su acción exterior, la
soberanía estatal deja de ser tal: al igual que la virginidad, la soberanía no admite grados. Y con la
evaporación progresiva de la soberanía se evapora la cualidad que distinguía al estado de otras
formas de organización política.
En conclusión, pues, la hegemonía de la forma estatal parece socavada desde dentro y laminada
desde fuera. Cada vez son más los sujetos individuales y colectivos que ya no reconocen en el
estado aquel instrumento que les podía dar una protección razonable frente a incertidumbres de
todas clases. Esta expectativa de protección se ha ido desplazando según los casos y los problemas
hacia otras estructuras de interacción social. Para algunos y en según qué ámbitos, son las
organizaciones no gubernamentales o los organismos internacionales; para otros, son las grandes
empresas transnacionales.

Si no hay un punto exclusivo de referencia como pretendía ser el estado, ¿de qué modo puede
garantizarse hoy la indispensable cohesión social?, ¿cómo impedir el estallido incontrolado de los
conflictos provocados por las desigualdades entre colectivos: ¿culturales, étnicas, sociales,
económicas, de género, de edad, etc.?

A principios del siglo XXI, las respuestas a estos interrogantes no son concluyentes. Con todo, al
igual que Maquiavelo, Bodin o Hobbes vislumbraron a partir de sus observaciones la emergencia
de un nuevo modo de organización política, los observadores contemporáneos se esfuerzan por
perfilar la forma política que pueda suceder al estado en su papel hegemónico

⚫ Algunos entienden que la forma estatal va proyectándose gradualmente a escala planetaria: los
organismos internacionales constituirían el embrión de un «estado mundial», dotado con sus
instrumentos de coacción un ejército mundial, de arbitraje legal unos tribunales internacionales,
de regulación económica financiera el FMI, el Banco de Pagos Internacionales o de fomento del
bienestar social -UNESCO, FÃO, OMS, etc.-. De este modo sería posible elaborar políticas de
alcance general y aplicarlas luego con el auxilio de instrumentos de coacción si fuera necesario.

Otros, en cambio, sostienen que la complejidad de las relaciones humanas actuales y la amplitud
del ámbito en que se desarrollan hacen, no sólo imposible, sino también inconveniente una
regulación política centralizada al estilo de un «estado mundial». Afirman que los costes de esta
centralización son muy superiores a los presuntos beneficios que pudieran derivarse de ella. Por
consiguiente, entienden que el libre juego de las interacciones sociales de todo tipo produce
equilibrios suficientemente aceptables y facilita un progreso general. No ven posibles otros
acuerdos políticos que no sean los que tiendan a asegurar la libertad de transacciones económicas
y sociales. Como resultado del ejercicio de esta libertad de transacción se producirán los ajustes
suficientes para ir equilibrando las posiciones de partida entre todos los colectivos.

Finalmente, hay quien entrevé la constitución de una «sociedad-red> (Castells), formada por una
constelación de nódulos o núcleos que ejercen alguna actividad reguladora en conflictos
singulares, pero no se ocupan de dar respuesta a la totalidad de todos ellos. ¿Quiénes componen
esta constelación o red? Figuran en ella, por ejemplo, actores de naturaleza política, como son:

 los antiguos» estados;


 las entidades políticas sub-estatales, regionales y locales, tanto actuando en solidario
como en asociaciones;
 los organismos interestatales de carácter regional y sus correspondientes instituciones:
por ejemplo, la UE, la ASEAN o Mercosur; o
 los organismos interestatales de carácter planetario: las Naciones Unidas y sus organismos
dependientes (UNESCO, OMS, FAO, OIT, etc.); el FMI, el Banco Mundial, la OMC, etc.
Pero hay que contar también con otros actores, nacidos al margen de los estados, y que ejercen su
actividad en el ámbito planetario:

 las Iglesias y otras organizaciones religiosas;


 las organizaciones no gubernamentales de carácter humanitario, ecologista, pacifista, etc.,
que se articulan y coordinan a escala mundial;
 los medios de comunicación de difusión internacional;
 las grandes empresas transnacionales;
 las redes de universidades que colaboran internacionalmente en programas de
investigación y de docencia, las asociaciones científicas y profesionales de ámbito
universal, etc.

Estos actores intervienen también en la elaboración de políticas públicas de alcance planetario:


informan a la opinión, movilizan energías ciudadanas, actúan como consultores y expertos para los
estados y organismos interestatales, comparten decisiones, etc. ¿Cómo se relacionan entre sí? Los
diferentes actores se insertan en esta red, estableciendo entre sí conexiones de carácter
multidireccional. No prima la jerarquía vertical atribuida al estado, sino la interdependencia.
Ninguno de ellos es propiamente autosuficiente y cada uno requiere la asistencia de otros para
operar eficientemente sobre los conflictos en que pretende intervenir. Por ejemplo, no es posible
elaborar una política medioambiental medianamente efectiva si no se tienen en cuenta la
diversidad de sujetos interesados en la misma: empresas contaminantes, comunidad científica,
administraciones estatales y sub-estatales, organismos internacionales, organizaciones
ecologistas, instituciones educativas, medios de comunicación, etc.

¿Hay lugar para la democracia más allá del estado?

Pero esta desintegración del sistema estatalista encierra riesgos e incertidumbres. Si siempre
existieron dificultades teóricas y prácticas para conciliar la afirmación de un poder estatal
soberano con la idea democrática, hay que plantearse ahora si la situación que empieza a
perfilarse será más o menos favorable a la superación de dichas dificultades. Los pronósticos no
son concluyentes.

• Por un lado, se ha señalado que la marcha imparable del estado hacia la constitución del «Gran
Hermano» orwelliano se ha detenido: es cierto que el estado puede hoy usar la tecnología de la
información para reforzar la vigilancia y el control burocrático sobre sus ciudadanos. Pero no es
menos cierto que los ciudadanos tienen ahora en sus manos instrumentos del mismo tipo para
reaccionar frente al estado y someterlo a mayor control que en otros tiempos: por ejemplo, el uso
del vídeo para denunciar excesos policiales o el recurso a Internet para formar coaliciones de
resistencia o de apoyo en determinadas materias de interés colectivo.

En la actualidad, es la capacidad de intervención ejercida por actores no estatales de la red la que


hace vulnerables los derechos de los ciudadanos y disminuye la aptitud del estado para
protegerlos. Así, la información contenida en las transacciones mediante tarjeta de crédito deja en
manos de entidades privadas -y no del estado-aspectos importantes de la intimidad de los
ciudadanos. Por su parte, grupos empresariales u organizaciones criminales son capaces de
interferir las comunicaciones oficiales y usarlas en beneficio propio: «El estado, hoy, puede ser
más vigilante que vigilado» (Castells).

Lo mismo puede afirmarse respecto de las tecnologías de la represión y de la violencia. Muchos de


los recursos técnicos-armas, dispositivos electrónicos disponibles por los estados se ofrecen
también en un mercado mundial accesible a otros actores. Por esta razón, hay que contar no sólo
con las organizaciones criminales y terroristas que pueden coaligar se a escala internacional, sino
también con las empresas privadas de seguridad interna o de asistencia militar que operan en
algunos países como ejércitos mercenarios. En comparación con los cuerpos oficiales de seguridad
del estado, estas organizaciones son todavía menos controlables en sus actividades de violencia y
represión.

• Todo ello obliga a plantearse la pregunta sobre la compatibilidad entre este sistema político post
estatal y la democracia. En cierto modo se reproduce la cuestión que se suscitó a mediados del
siglo XIX sobre las relaciones entre estado y democracia. Sabemos que la democratización del
estado fue y es todavía en muchas sociedades un proceso arduo y complejo y que algunos han
sostenido incluso la existencia de una incompatibilidad conceptual entre las ideas de estado-poder
ilimitado y democracia poder compartido y accesible a todos los ciudadanos. Pese a ello, un
esfuerzo político y un aprendizaje social laborioso han permitido insertar en la forma estatal
prácticas de participación y control democráticos, que han transformado la cerrada estructura del
estado absoluto en una arena donde intervienen en mayor o menor medida grupos y sujetos muy
diversos.

Habrá que explorar a partir de ahora las posibilidades de que un nuevo esfuerzo político vaya
incorporando a la política post estatal los instrumentos necesarios para que la gestión de los
conflictos no sea monopolizada por algunos actores poderosos en este escenario más amplio.
¿Hasta qué punto puede plantearse ahora la democratización de un sistema político globalizado?
¿Es posible incorporar a este nuevo marco post estatal el control democrático que se consiguió
con mucho esfuerzo en el marco estatal?

• Está claro que todo intento de democratización post estatal chocará de nuevo con obstáculos
semejantes a los que resistieron la democratización del estado: por un lado, oposición de quienes
ven este nuevo intento como amenaza a sus posiciones de dominio y, por otro, dificultad de
adaptación democrática a ámbitos de decisión política cada vez más amplios y más alejados de la
ciudadanía.

• Pero también contará con algunas oportunidades que la actual situación ofrece. Por ejemplo, las
posibilidades ofrecidas por los nuevos instrumentos técnicos de la información y de la
comunicación, que favorecen la formación de una ciudadanía más instruida, mejor informada e
interrelacionada de forma más ágil. Promoviendo el uso de estas tecnologías pueden reducirse
distancias y facilitar el acceso ciudadano a datos de interés público hasta ahora reservados a
profesionales de la política o a grupos privilegiados. Igualmente es posible incrementar las
oportunidades de comunicación multilateral-mediante la inserción en la red entre ciudadanos que
intercambian información, debaten e incluso en algunos casos pueden influir en decisiones de
alcance local o global. Así sucede ya cuando se forman coaliciones de organizaciones no
gubernamentales que presionan sobre estados y entidades supraestatales en materia
medioambiental, trabajo infantil, equiparación hombre-mujer, etc.

⚫ Todo ello no evita la necesidad de sanear el déficit democrático que padecen prácticamente
todos los actores colectivos de la constelación política post estatal: desde los gobiernos locales a
los organismos internacionales, desde los partidos a las organizaciones no gubernamentales,
desde las empresas a las Iglesias, etc. En cada uno de ellos falta mucho todavía para hacer del todo
transparentes las decisiones que repercuten sobre el conjunto de los ciudadanos y para exigir un
claro rendimiento de cuentas a quienes toman tales decisiones en nombre de otros:
administradores de empresas respecto de sus accionistas, políticos y funcionarios respecto de los
administrados, dirigentes de partidos, grupos y ONG respecto de sus asociados, medios de
comunicación respecto de sus lectores y de sus audiencias, etc.

Con esta acción democratizadora en cada una de las piezas de la constelación política global se
puede aspirar a la constitución progresiva de una comunidad democrática cosmopolita (Held). A
esta democracia cosmopolita correspondería la equitativa distribución a escala planetaria de
recursos de todo tipo y la regulación de los conflictos que esta distribución forzosamente ha de
plantear. Sólo trabajando en este doble plano en cada uno de los nódulos de la red y en el
conjunto de la misma podrá evitarse que el orden político post estatal signifique en la práctica un
retroceso democrático y será factible avanzar hacia una «democracia más allá del estado».

INTERVENCIONES CIUDADANAS A ESCALA GLOBAL

- En 1997, el Premio Nobel de la Paz fue otorgado a Jody Williams y a la Campaña Internacional
para la Prohibición de las Minas Terrestres (ICBL). La señora Williams lanzó y coordinó a partir de
1991 esta campaña para prohibir la producción de esta arma de bajo coste, pero de gran efecto
destructivo, especialmente sobre la población civil. Pese a la resistencia de los estados
productores y consumidores de las minas, la campaña promovida por Williams se convirtió en una
coalición planetaria, integrada por casi mil organizaciones no gubernamentales de carácter
humanitario en más de cincuenta países. Para poner en marcha esta gran alianza, la campaña
utilizó a fondo las posibilidades ofrecidas por las nuevas tecnologías de la comunicación. Como
resultado de la presión de la campaña y de su impacto sobre la opinión pública, más de cien
estados firmaron en diciembre de 1997 en Ottawa un tratado internacional para la prohibición de
la fabricación, exportación y uso de las minas antipersonales, junto con la destrucción de los
arsenales existentes y un compromiso para la desactivación de los campos minados.

En 1998, Lori Wallach, profesora de Derecho en la Universidad de Harvard, tuvo conocimiento del
borrador de un Acuerdo Multilateral sobre Inversiones, que estaba siendo negociado como base
para un tratado internacional sobre inversiones extranjeras. Del análisis del borrador se
desprendía que la relación entre inversores privados internacionales grandes corporaciones
financieras, bancos, empresas trans estatales y los estados se desequilibraba a favor de los
primeros, que podían exigir garantías y compensaciones por cualquier acción que pudiera

disminuir sus beneficios. De este modo se pretendía limitar la capacidad democrática de los
ciudadanos de cada estado para exigir a sus gobernantes determinadas políticas económicas o
sociales. La profesora Wallach, directora de la organización voluntaria Global Trade Watch, hizo
público el borrador en la página web de la organización e inició una campaña de denuncia del
texto, pidiendo su retirada. Más de seiscientas organizaciones internacionales y multitud de
ciudadanos de diversos países se adhirieron a su propuesta y consiguieron, presionando a sus
gobiernos, que el borrador fuera desechado y la iniciativa quedara bloqueada.

En enero de 2003 se celebró en Porto Alegre (Brasil) el Foro Social Mundial. Durante la reunión y
ante la amenaza de una invasión de Irak impulsada por los Estados Unidos, se aprobó la
convocatoria de una manifestación mundial contra la guerra, difundida por una red de entidades y
colectivos. El 15 de abril del mismo año, centenares de ciudades de todo el mundo fueron
escenario de manifestaciones multitudinarias contra la guerra. Se ha podido afirmar que en dicho
día se llevó a cabo la primera manifestación global.

¿DEMOCRACIA ONLINE?

En la última década del siglo xx se han puesto en marcha diversas iniciativas que aplican las nuevas
tecnologías de la información a la actividad política democrática. Una de estas iniciativas
denominada Democracia online se desarrolló en 1998 en Cataluña, mediante acuerdo entre el
Parlamento catalán y la Fundación Jaume Bofill, una entidad de carácter no lucrativo. Vía
«Internet», el ciudadano puede acceder a los proyectos de ley que el Parlamento tramita y a las
enmiendas presentadas por los diferentes grupos políticos. El ciudadano puede dirigirse a dichos
grupos, proponiendo nuevas enmiendas o formulando observaciones sobre el contenido del
proyecto legislativo. Los grupos parlamentarios pueden asumir o no dichas propuestas y en todo
caso pueden contestar a las observaciones de los ciudadanos. De este modo se pretende ampliar
la información disponible sobre la actividad parlamentaria y facilitar una intervención, aunque sea
por la vía de los representantes elegidos en la tramitación de los proyectos legislativos.

JUNTO A LOS ESTADOS Y POR ENCIMA DE LOS ESTADOS

A finales del siglo xx son cada vez más frecuentes las situaciones que revelan el cambio de posición
de los estados: según los casos, tienen que aceptar la presencia de otros actores o tienen que
cederles algunas de sus tradicionales prerrogativas.

- En las dos conferencias sobre Medio Ambiente y Cambio Climático organizadas por las Naciones
Unidas en 1992 en Río de Janeiro y en 1997 en Kyoto, las organizaciones no gubernamentales
interesadas en la cuestión se reunieron en paralelo a los estados, desarrollaron su propia agenda y
adoptaron sus propias resoluciones. Estas resoluciones no tenían la efectividad de las aprobadas
por los estados, pero han contribuido a la creación de un estado de opinión a escala mundial y han
reforzado la presión de los grupos que en cada estado persiguen políticas medioambientales.

-En las últimas décadas, se han constituido varios tribunales internacionales con jurisdicción
superior a la de los tribunales estatales. En 2002 se instituyó una Corte Penal Internacional,
después de que 100 estados ratificaran el Tratado internacional firmado en 1998. Sólo Estados
Unidos, China, Rusia, Cuba, Zimbabue. Uzbekistán, Corea del norte, Siria, Bielorrusia y Arabia
Saudita rechazan esta jurisdicción internacional a la que corresponde juzgar delitos contra la
humanidad y crímenes de guerra. A la Corte Penal Internacional le habían precedido dos tribunales
internacionales creados por las Naciones Unidas (1993 y 1994) para conocer de los delitos
cometidos durante las guerras civiles de la antigua Yugoslavia y Ruanda. Dichos tribunales situados
respectivamente en La Haya (Países Bajos) y Arusha (Tanzania) han dictado ya sentencias
condenatorias contra responsables políticos y militares por las atrocidades cometidas durante
aquellos conflictos. También se han constituido tribunales con participación y apoyo internacional
en Sierra Leona, Camboya, Timor Oriental y Afganistán. En América Latina, la Corte Interamericana
de Derechos Humanos dictó en 2001 una sentencia que condenaba al gobierno de Nicaragua por
la explotación y venta de recursos forestales de la comunidad indígena Awas Tingni del pueblo
Mayagna, violando acuerdos suscritos por el gobierno nicaragüense con dicha comunidad.

Globalización: un cambio de perspectiva sobre el papel del estado

Desde Seattle en 1999, las reuniones periódicas de los organismos económicos internacionales en
diversas ciudades-Praga, Génova, Barcelona, Evian, Washington se han visto acompañadas por
debates populares sobre la globalización y sus efectos sobre la ciudadanía. Se confirmaba de
manera espectacular lo que ya era un fenómeno percibido por algunos observadores y activistas. A
saber, que la política ya no tenía en el estado su espacio principal de discusión. Se ha hecho cada
vez más evidente que las relaciones políticas desbordan las fronteras de un territorio y escapan a
la regulación de las instituciones de un estado.

⚫ Para analizar la política de hoy es menester situarse en un plano trans estatal, definido por el
llamado proceso de globalización. Este cambio de perspectiva es obligado, si queremos entender
mejor qué ocurre en los procesos de decisión política. La densidad de conexiones a escala mundial
se ha acrecentado de manera acelerada. Basta examinar la evolución del último cuarto de siglo por
lo que hace a intercambios comerciales y financieros, concentraciones empresariales, procesos
migratorios, acuerdos políticos o institucionales, actividades delictivas, flujos tecnológicos,
culturales y de comunicación, etc.

⚫ Sin embargo, se discute sobre el alcance de este proceso y sobre sus efectos. El balance que se
hace lleva a posiciones confrontadas. Hay quienes disminuyen la importancia de sus efectos. Hay
quienes los valoran de forma positiva como factor de crecimiento y desarrollo general. Y hay
quienes los denuncian como una nueva forma de hegemonía imperial que consolida las actuales
desigualdades entre individuos y colectivos y a la vez crea otras nuevas.

Es innegable que el crecimiento intenso de relaciones e intercambios ha producido nuevas


situaciones de dominio, privilegio o sumisión, a menudo a escala mucho más dramática que la que
se da en el ámbito estatal. Aparecen, pues, nuevas situaciones de conflicto y tensión, cada vez
menos manejables por el estado. La expresión más aguda de esta tensión la presenta un desafío
terrorista capaz de organizarse a escala global, sin límite ni frontera.

¿Qué respuesta puede darse al proceso de globalización desde una perspectiva política? Para
algunos, no hay otra respuesta que la inhibición y dejar que el «mercado» impulse una dinámica
imparable que consideran favorable a los intereses de los individuos. Para otros, la respuesta
política es de carácter defensivo, intentando preservar la capacidad estatal para contener los
efectos negativos del proceso sobre su propia población. Finalmente, están los que pugnan por
construir un espacio político global, siguiendo con retraso y con dificultades la globalización de los
otros espacios: económico, comunicativo, tecnológico, cultural, etc.

De este nuevo espacio político global debería surgir la capacidad de regular tales fenómenos
(medioambientales, económicos, migratorios, militares, etc.), hasta alcanzar un cierto grado de
gobernación universal que atenúe los riesgos y la conflictividad derivados de la globalización. Entre
los actores de este espacio político global figuran ciertamente los estados, aunque cada vez más
limitados por acuerdos voluntarios y por imposiciones no deseadas. Porque ya no son los únicos
actores ni en muchos casos los protagonistas de la acción política. De ahí la necesidad de proceder
a una revolución copernicana en el análisis político: el estado dejaría de estar en el centro de un
sistema ordenado de categorías sociopolíticas y jurídicas para convertirse en la pieza de un
conjunto conceptual más amplio y todavía indefinido (cfr. VI, 27). Habría, pues, que concebir la
política como el juego de relaciones que se dan en el seno de una poliarquía mundial, en la que
compiten y colaboran actores de naturaleza diferente.

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