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La epistemología del procedimiento penal

acusatorio y oral
Mariela Ponce Villa
Instituto de Estudios Constitucionales del Estado de Querétaro, México, 2019

Capítulo I
Evolución de los sistemas procesales

1. Orígenes

Es un lugar común decir que con la irrupción de los llamados juicios orales
estamos iniciando un procedimiento de tipo acusatorio, y que venimos de uno
mixto al que le antecede el inquisitorial.

Esto no es así. El sistema procesal que apareció primero fue de tipo acusatorio,
en la Grecia antigua hacia el siglo v a.C., y fue una creación del propio pueblo.
Le sigue el inquisitorial, que surge a finales del siglo xii e inicios del xiii, creado
por la Iglesia. Estos dos, acusatorio e inquisitorial, son los únicos dos modelos
procesales existentes, porque el procedimiento mixto es eso: una mezcla entre
el acusatorio y el inquisitorial, y lo que tenemos a partir del 18 de junio de 2008
en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es, nuevamente,
un procedimiento acusatorio y oral, es decir que regresamos al origen: todo es
cíclico.

2. Sistema procesal acusatorio

El proceso jurisdiccional surge como consecuencia de la imposición coactiva


de límites por parte del Estado al régimen de la justicia privada, único medio
conocido en los tiempos primitivos. Los primeros procedimientos de este tipo y
de los que tenemos noticia —tanto en el antiguo Egipto como en la Grecia
democrática, en la Roma republicana y en los tiempos prehispánicos de
América— se desahogaban de manera oral, pública y ante el pueblo, asistido
por un grupo de expertos (ancianos). De acuerdo con Tamayo, lo anterior se
refleja en el más antiguo registro de un procedimiento jurisdiccional en la
antigua Grecia, que es el que el dios Hefesto grabó en el escudo de Aquiles y
que describe Homero en La Ilíada,1 esto —según Tamayo— en el siglo ix o en
el siglo viii a.C.2, y que es precisamente la representación de un proceso.

También se tiene noticia del procedimiento de las legis actiones de los primeros
romanos, que se caracterizaba por una manifiesta división en dos etapas. La
primera, in jure, tenía lugar ante un magistrado, bajo cuya supervisión se
sustanciaban todos los preliminares. En la segunda etapa, apud iudicem, la
controversia se decidía; este acto tenía lugar ante el iudex. Una vez que
terminaba el uso privado de la fuerza, los adversarii se sometían a una
ceremonia pública ritualizada en la primera etapa (preliminar). En la segunda
etapa, los ancianos pronunciaban su decisión uno por uno y la decisión final era
tomada por el pueblo reunido.

De igual forma, en el juicio de Orestes, Tamayo explica que tienen lugar dos
etapas. La primera, in jure, cuando Atenea atiende a la petición de Orestes de
iniciar un juicio que lo libere de una venganza en su contra. Atenea acepta e
inicia la segunda etapa del proceso, donde, una vez que las partes y los testigos
han sido oídos, declara visto el proceso y se dirige a los jueces para pedirles que
produzcan su voto y, conforme a su juramento, pronuncien un justo veredicto.3

De lo anterior podemos afirmar que los primeros procedimientos tenían las


características de procedimientos acusatorios, adversariales, orales y públicos.
Acusatorios, porque en la ya democrática Grecia, una persona podía acudir a
solicitar justicia y reclamar de otro lo que creía le correspondía, de tal forma
que una persona acusa y otra resuelve —el pueblo reunido en asamblea y
después de escuchar el consejo de los sabios—. Adversariales, porque el
conflicto se daba entre dos partes opuestas y eran estos, los adversarios, los que
hacían valer sus posturas ante la asamblea reunida. Orales y públicos, porque
todo el debate se concentraba en una asamblea que se realizaba ante el pueblo,
precisamente por la democracia que comenzaba a instalarse. Estos
procedimientos estuvieron vigentes hasta finales del siglo xii de nuestra era.

1
Tamayo y Salmorán, Rolando, Elementos para una teoría general de derecho (Introducción al estudio de la ciencia
jurídica), México, Themis, 2003, p. 455.
2
Tamayo y Salmorán, Rolando, El origen del proceso (A la luz de la obra de Hans Julios Wolf), México, Facultad de
Derecho-IIJ-UNAM, 2010, p. 30.

3
Tamayo y Salmorán, Rolando, Elementos para una teoría general de derecho…, cit., p. 468.
3. Sistema procesal inquisitorial

De un modelo existente surge su antagónico. En este caso, al procedimiento


acusatorio, caracterizado por la publicidad, transparencia, oralidad, agilidad y
concentración, se le opone el inquisitorial, en donde el procedimiento ya no es
público —excepto la ejecución de la pena— y, por ende, no garantiza
transparencia; no es oral sino escrito; no es ágil sino que se prolonga de manera
excesiva en el tiempo; no hay concentración para el debate, es más, ni siquiera
hay debate, porque la acusación pasa a ser pública y ya no se deposita en una
persona agraviada, dado que el ofendido era Dios o la Iglesia, de tal forma que
la acusación pasa al soberano y, por la forma de gobierno imperante, la
soberanía recaía en una persona, no en el pueblo, lo que genera que la misma
persona que acusa es quien juzga: todo se concentra en un órgano, a diferencia
del acusatorio, en donde hay separación entre acusación y decisión.

Ferrajoli describe el procedimiento inquisitorial de la siguiente forma:

[…] el proceso inquisitivo asumió muy pronto, de hecho, carácter ordinario,


difundiéndose después del siglo xvi en todo el continente europeo;
generalizándose para todo tipo de delitos; […] organizándose según un
complejo código de pruebas legales, técnicas inquisitivas, prácticas de tortura
y cánones de enjuiciamiento; generando y, a su vez, alimentándose, de aquella
“«multitud de formalidades» de «intrigas y laberintos» inventados por las
«milicias togadas»” y las “doctorales legiones” que durante cinco siglos
infectaron Europa, haciendo de la doctrina del proceso penal una especie de
ciencia de los horrores.”4

El modelo inquisitorial surge en el siglo xiii con las Constituciones de Federico


II. Los máximos exponentes del sistema inquisitorial son el Santo Oficio de la
Santa Iglesia Católica Apostólica Romana y la Santa Inquisición española; que
se caracterizan por las formas y procedimientos inhumanos que seguían. El
método probatorio eran las ordalías o juicios de Dios, a través de los cuales
sometían al acusado a pruebas inhumanas para que demostrara su inocencia.
Bajo este sistema, toda persona era culpable, salvo que probase su inocencia, y
se institucionalizó la tortura como un método eficaz para saber lo que realmente
pasó. Todo esto por considerar como ofendido a Dios o a la Iglesia.

4
Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón. Teoría del garantismo penal, 6ª ed., Madrid, Trotta, 2004, p. 566 y Epistemología
jurídica y garantismo, México, Fontamara, 2004, p. 566.
4. Sistema mixto

El procedimiento penal mixto, o también llamado tradicional —aún vigente


para los casos que se iniciaron bajo dicho sistema—, surge en el siglo xix
derivado del pensamiento ilustrado, al consolidarse los ideales de la Revolución
francesa correspondientes al moderno derecho penal en los códigos
napoleónicos; su eje rector era el reconocimiento de los derechos del ciudadano
o, más bien, en primer término, considerar a un acusado como persona.

Es mixto porque toma elementos característicos del procedimiento acusatorio y


otros del inquisitivo. En un primer momento, esta mixtura surge más cargada
hacia lo acusatorio y con muy poco de lo inquisitorial. De este último se
conservaron: el carácter escrito —por la desconfianza en los jueces y para evitar
conmover con el uso de la elocuencia— y el carácter reservado de la
investigación, porque es el Estado quien acusa —como el soberano, pero ahora
el soberano es el Estado y no una persona—
Se retoma el carácter acusatorio, que si bien se deposita en el Estado, hay un
órgano —ministerio público o ministerio fiscal— que acusa y el juez juzga,
ambos pertenecientes a poderes independientes, de acuerdo con la división de
poderes delineada por Montesquieu.

El resto de los caracteres procesales: publicidad, contradicción, inmediación y


concentración permaneció del sistema acusatorio, aunque con el paso de los
años —de los siglos— se fue distorsionando, y el mixto tuvo mayores elementos
del inquisitorial que del acusatorio, porque no era público, pues aunque la leyes
lo decían, realmente era imposible presenciar una diligencia sin ser parte
procesal, pero, además, lo importante no es solo presenciar una audiencia, sino
observar todo el desarrollo del proceso y conocer la decisión del juez, lo que no
permite un procedimiento largo, larguísimo, en donde no había concentración
ni continuidad. No había inmediación del juez, sino que eran sus auxiliares
quienes desahogaban las diligencias. Tampoco había contradicción, porque la
prueba se formaba en la primera etapa del procedimiento a cargo del ministerio
público, quien actuaba como autoridad y sin presencia ni actividad de la
defensa, aunado al hecho de que se fortaleció con jurisprudencias,5 de donde se
aplicaba como norma el que las pruebas recabadas de manera inmediata
posterior a los hechos —inmediatez de la prueba— tenían mayor valor

5
Cfr. Tesis aislada con núm. de registro 245406, Semanario Judicial de la Federación, Séptima Época, vol. 187-192,
Séptima Parte, p. 375. Confesión. Retractación de la. Tesis VII.1o.(IV Región) 3 P (10a.), Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, Décima Época, lib. XVI, t. 3, enero de 2013, p. 1994. Retractación. Requisitos que deben
satisfacerse para otorgarle valor probatorio.
probatorio y que si un testigo, ofendido o imputado se retractaba y no lo
probaba, tendría mayor valor su declaración primigenia.

Todo esto hizo imposible el ejercicio de la contradicción de la veracidad de la


prueba de la fiscalía, a lo que se suma que el ministerio público es institución
de buena fe y que, además, su subordinado le daba fe pública a su actuación.
Aunado a ello, no había oralidad, pues si bien las pruebas se desahogaban
verbalmente, eso no era oralidad, o eso no es a lo que se refiere la oralidad. Lo
que existe es un expediente en donde las pruebas se convierten en documentales,
que después el auxiliar del juez lee para prepararle un proyecto que este revisa
y posteriormente lo autoriza como sentencia.

El procedimiento penal mixto fue lo mejor que pudo haber surgido a inicios del
siglo xix, precisamente porque se venía de una época inhumana en el derecho
penal, de abusos, de castigos excesivos indignos para la persona —
procedimiento inquisitorial—; se desconocía por qué una persona era
condenada a las múltiples y creativas formas de castigar, no había un
procedimiento válido antes de llegar a la condena. Así es que, bajo los ideales
de igualdad, libertad y el humanismo característico de la Ilustración, surge una
nueva forma de gobierno y, por ende, una nueva forma de juzgar, lo que siempre
va a ser correlativo.

5. Resurgimiento del procedimiento acusatorio y oral

A partir de una reforma a la Constitución, el 18 de junio de 2008, se introduce


el cambio más importante en materia penal de los últimos dos siglos. El primer
párrafo del artículo 20 de la carta magna señala que el proceso penal será
acusatorio y oral y que se regirá por los principios de publicidad, contradicción,
concentración, continuidad e inmediación. Así, resurge el procedimiento penal
como en sus orígenes, principalmente porque en nuestro país se juzgaba a las
personas soslayando los estándares internacionalmente establecidos para dicho
fin, mismos que México había aceptado al ratificar la Convención Americana
sobre Derechos Humanos.

En el procedimiento acusatorio, el inculpado es siempre un sujeto de derecho,


titular de garantías frente al poder penal del Estado, garantías tanto sustantivas
como procesales necesarias para las exigencias del debido proceso, que
constituyen límites para el poder del Estado. Esto es, se minimiza el poder del
Estado y se maximizan los derechos de las personas, sobre todo, se hace efectivo
el derecho de defensa, no solo por el hecho de que el inculpado cuenta con un
defensor, sino por la oportunidad efectiva que tiene de contradecir las pruebas
de la acusación y, más aún, por contar con una igualdad entre ambas partes, en
primer término, porque las pruebas del ministerio público recabadas en la
investigación no tienen mayor valor que las de la defensa, sino que ambas se
producen hasta la audiencia de juicio frente al juez y con la asistencia de todas
las partes. La igualdad entre las partes, según Ferrajoli, se traduce en que “la
defensa esté dotada de la misma capacidad y de los mismos poderes que la
acusación. En segundo lugar, porque se admite su papel contradictor en todo
momento y grado del procedimiento, y en relación con cualquier acto
probatorio”6, refiriéndose el primero al hecho de que el inculpado esté asistido
por un defensor en situación de competir con el ministerio público y, la segunda,
al grado de intervención de la defensa durante el procedimiento.

Debe entenderse que acusatorio e inquisitivo son dos modelos teóricos que se
contraponen, por los diversos modos que tienen para entender la verdad y los
métodos empleados para alcanzarla. Mientras que el inquisitivo tiene como
premisa la búsqueda de la verdad histórica a cualquier precio —el fin justifica
los medios—, el acusatorio tiene como finalidad resolver de manera efectiva el
conflicto entre las partes y la “verdad” consistirá en acreditar o, en su caso,
desvirtuar las hipótesis de acusación, es decir, las hipótesis acerca de los hechos
—el medio garantiza la obtención del fin—.

6
Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón…, cit., p. 614.

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