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YOGATAIJI

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KARINA BEATRIZ FERNANDEZ

YOGA TÁIJÍ
La magia en ir más lento.
“Se espontáneo y genuino, sin trazar una línea
en lo que es espiritual y lo que no. Ignora el tiempo, abandona
ideas y conceptos y acepta de corazón la Unidad;
éste es el camino integral”
Lao Tsé

INTRODUCCION

Disciplinas como el yoga y el taichi marcaron la vida de muchas personas que sintieron el
llamado interno de equilibrar por completo su vida. Ambas muestran técnicas diferentes para
trabajar desde lo físico hacia lo emocional, pero apuntan finalmente al mismo lugar: la
búsqueda de la estabilidad en su práctica.
Mis inicios en esta búsqueda ocurrieron a partir del yoga. Cada postura me regalaba la
posibilidad de encontrarme con mis limitaciones y encontrar la manera de mejorararla cada
día, pero cuando lo intentaba solo me enfocaba en el físico y siempre terminaba en el mismo
lugar, frustrada por no tener tanta flexibilidad. De esta manera, si no podía hacer alguna
práctica, sentía que volvía al inicio y por consecuencia me enojaba por todo lo que sucedía en
mi vida, alejándome de mi práctica.
Con el paso del tiempo me fui dando cuenta que mi enojo era absolutamente absurdo e iba en
contra de la estabilidad mental que deseaba, justamente tratándose de una disciplina
focalizada en lo emocional. Sin embargo, lo más hermoso de todo este proceso fue que ese
descubrimiento vino directamente desde mi maestro interno, nada ni nadie me lo había
enseñado. Fue justamente en ese instante en donde comenzó mi verdadero inicio en el viaje
hacia mi evolución como ser universal. El enojo me ayudo a enfrentarme a mí misma y
empezar la comunicación desde adentro, desde ese único lugar en el cual debemos buscarnos
para conocernos y encontrarnos. Traspasando esa frustración física para entrenar la verdadera
flexibilidad desde el alma y las emociones por medio del musculo más fuerte y con vida
propia: el corazón.
A medida que desarrollaba este encuentro con mi verdadero ser y lo escuchaba atentamente
dándole espacio para decirme que posturas hacer en cada momento y cuales no hacer nunca
más. Así, descubría lo mucho que tenía para aprender de mí misma, de mis instintos, los
cuales jamás se equivocaron, ya que no solo evitaban que me lastime, sino que me dejaban
expuesta cuando lo que hacía en mi practica era solo por no defraudar a un otro. En
consecuencia, me defraudaba a mí misma.
Este viaje duro años hasta que me encontré con la disciplina que congenió con mi propio
estilo de yoga.
Cada vez que realizaba una práctica, sentía que transformaba el aire que me envolvía. Había
vibraciones en mis manos, en mi piel por completo, acallaba esa vocecita que discutía
conmigo misma por no ir a la par de otros. Empecé a comprender como congeniaban, por
primera vez, mi instinto y mi cuerpo al mismo tiempo. Por lo tanto, entendí que eso pasaba en
un patrón general de movimiento, cuando hacia la práctica muy lento e iba de una postura a la
otra suavemente. El taichi me estaba buscando.
Lo único que sabía de la disciplina del taichi, era solo de ver en los parques gente reunida que
hacía movimientos lentos. Entonces cuando empecé a dar mis clases de yoga, comencé a
pedirles a mis alumnos que no se apuren, que disfruten la clase moviéndose de una postura a
la otra como si estuvieran haciendo taichi, que vayan lento sin apurarse ni de manera ansiosa.
Cuando experimente por primera vez una clase de taichi, sentí que llegue a casa. El final de
esa clase fue quietud vibracional por más de 15 minutos. Me costo volver a conectarme con el
lugar en donde estaba, porque en realidad no quería salir de ese estado tan rápido. Hubiera
deseado que me dejaran media hora mas conmigo misma y esa sensación. El taichi se conecto
con mi maestro interno que imploraba por seguir con su ritmo lento, gradual y suave en cada
movimiento que hiciera no solo en yoga sino en cada momento de mi vida.
El taichi es una disciplina que trabaja con formas en movimiento que se van realizando de
manera circular, gradual pero no necesariamente lento. El estilo de taichi que aprendí ese día,
como caído del cielo fue suave y lento. Lo atraje como ley vibracional para poder encontrar
mi estilo de yoga, mi estilo de disciplina, mi estilo de vida para siempre.
CAPÍTULO 1.

QUE ES EL YOGA TÁIJÍ.

El Yoga Táijí es un estilo de yoga y de taichi al mismo tiempo unificados.


Se realiza una secuencia de varias posturas de yoga que pueden unirse unas a otras sin cortar
el flujo de movimiento ni energía, como en un yoga Flow, de danza, pero con la mas
importante de las diferencias, el paso de una postura a la otra se realiza de manera muy lenta,
gradual y suave.
Cuanto más lento sea el paso de una postura a la otra, más vamos encontrando en ese hacer
gradual la adaptación perfecta de nuestros huesos y músculos. Les doy el tiempo natural que
tiene cada uno de nosotros, porque cada cuerpo es distinto, para hacer el movimiento sin
dañarnos, a conciencia, atentos en el aquí y ahora, sintiendo la voz de nuestro maestro interno
que son las sensaciones y emociones de cada uno.
Ésta secuencia puede durar entre 40 minutos a una hora o más, en caso de realizarla más
lento. Eso dependerá de cada uno y del día a día en que realice la práctica. Lo que nos hará
conocer como estamos cada día, aprender de nuestros cambios emocionales y físicos, porque
nuestro cuerpo, mente y emociones nunca son los mismos.
Como nuestro cuerpo nunca es el mismo dos veces, lo respetamos y le damos el tiempo
natural que necesite en cada momento para equilibrarse a si mismo. Nos merecemos ese
respeto. De esta manera en vez de acumular la perfección en las posturas, acumulamos amor y
respeto hacia nuestro amado cuerpo. Y mucha paciencia hacia nuestra evolución.

CONCEPTOS GENERALES.

LENTITUD.

La lentitud es uno de los conceptos mas importantes del Yoga Táijí. Es en la lentitud donde se
logra esa sensación alrededor nuestro en donde crece nuestra energía. Como si tocáramos el
campo energético a nuestro alrededor, como si fuéramos parte del aire. Esa sensación
comienza actuar como un ansiolítico natural, baja nuestra frecuencia cardíaca, estabiliza la
respiración, acalla la mente porque está concentrada en los movimientos que siguen, nos da
tiempo para equilibrar el físico y poder ir de una postura a la otra sin forzar ni dañar. Porque
al ir lento tomo conciencia del lugar en donde estoy y del apoyo de mis pies. Comprendo y
respeto la apertura que puedo realizar así sea mínima. Esto es conectarse con el maestro
interno de cada uno, aquel que jamás va a forzar el físico si algún día hay inflamación o dolor.
CADA DÍA NUENTRO CUERPO ES DIFERENTE. Al ir lento logramos tener mas paciencia
en la flexibilidad de cada cuero, más disfrute en el hacer sin querer terminar rápido una
práctica para saltar a lo que debo hacer después. La magia en ir mas lento está en vivir cada
día más presente y disfrutarlo.
SUAVIDAD.

La suavidad es otro concepto importante del yoga táijí. Cuando tratamos suavemente a
nuestro cuerpo lo que podemos obtener de él es absoluta abundancia. La diferencia de hacer
una postura de manera suave o forzarla, no solamente evita que nos lastimemos, sino que
permite coordinar el poder de la respiración con el movimiento. El poder de la respiración
oxigena cada célula de nuestro cuerpo y cuando el movimiento es suave, cada partícula de
oxígeno también ingresa suavemente a nuestros músculos y huesos, permitiendo hacer
movimientos impensables sin dolor. La suavidad logra que podamos sentirnos como una
pluma en el aire durante la práctica y al terminarla también. Eliminando la sensación de
pesadez en el cuerpo o tensiones que muchas veces puede ser resultado de forzar el cuerpo
para llegar a realizar una postura.
Entonces el ir de una postura a la otra en yoga táijí, se realiza focalizando fundamentalmente
en su suavidad. Tomar conciencia en tratarnos con suavidad.

GRADUAL.

Graduar los movimientos permite que tomemos conciencia en las sensaciones casi
milimétricas que va exteriorizando nuestro cuerpo a medida que realizamos las posturas. El
ser gradual es intentar mover cada parte del cuerpo de manera casi independiente de la otra.
Por ejemplo, si estoy estirando la columna, debo lograr llevar la atención tan internamente
que pueda sentir como se separa vertebra por vertebra. Si estoy levantando la pierna, debo
llevar la atención desde donde nace ese movimiento, desde la cadera y ser consciente que no
solo estoy levantando la pierna, sino que existe un conjunto enorme de músculos y huesos que
están trabajando para poder realizar ese esfuerzo. Tomarse el tiempo para graduar un
movimiento nos enseña a no automatizarlo. Dejar de hacer sin pensar, sin sentir, solo por
inercia. Y cuando llevo la atención al origen de un movimiento y su extensión en cada parte
del cuerpo, estoy prestándome la atención suficiente para escuchar a mi guía interno, mi
maestro personal que me explica sin necesidad de hablar, como hacer un movimiento y hasta
donde llevarlo para no dañarme.

SILENCIO.

En yoga táijí el silencio es nuestro mejor aliado. La clave es ir siguiendo al profesor en frente
en su movimiento, imitando hasta aprender la secuencia de posturas y poder realizarlas en
soledad con uno mismo en el futuro. Ese silencio no solo ayuda a la concentración en el
hacer, sino que permite escuchar nuestros sonidos internos. Cuando realizamos la danza de las
posturas en silencio, el cuerpo nos habla y nos indica cuando hacer más, menos o cuando
parar. El instinto o guía nos permite conocernos mejor para ser originales en los movimientos
que hagamos, sin necesidad de copiar con exactitud a mi compañero, al contrario, enfocar
todos los sentidos en lo que mi cuerpo necesita y defender esa elección. No todos realizamos
una postura de la misma manera y eso no quiere decir que se está haciendo de manera
incorrecta. Cada cuerpo tiene su propia contextura y flexibilidad, según la edad y según el
cuidado que le haya dado con los años. Si todos en la misma clase estamos haciendo
trikonasana, cada cuerpo va a aprender a hacerla de la manera en la que no se lastime y aun
así el efecto será el mismo. Para eso se necesita silencio y escuchar la naturaleza de nuestro
cuerpo. Su propia enseñanza.
Ese silencio externo no se refiere al silencio interno. Nuestra mente fluctuará en la mayor
parte de la práctica y mas cuando ya sepamos los movimientos y los hagamos sin prestarle
atención. Y es ahí en donde comienza el aprendizaje mas profundo, entrenar nuestros
demonios internos para conocernos crudamente y aceptar nuestra evolución. Llevar esa mente
al cuerpo para que pueda acallarse, ayudándonos con la lentitud, la suavidad y la graduación
del movimiento. Pero aún mejor, al finalizar cada clase vamos a aprender una cosa mas de
quienes somos y que queremos de nosotros mismos.

REPETICIÓN.

La repetición genera el hábito de mejorar en la práctica. Debemos erradicar la idea de que si


hago un mismo movimiento muchas veces el cuerpo se acostumbra y por eso se aburre. Todo
lo contrario. Cuánto más repita un movimiento, más acostumbro y fortalezco mis huesos y
músculos. Logro su mejoría milimétricamente cada día. Lo único que se aburre es mi mente
que quiere evadir cualquier introspección, quiere fluctuar constantemente o no pensar y por
eso busca siempre algo nuevo que lo distraiga.
La naturaleza nos enseña que la estabilidad en el tiempo genera el hábito de equilibrar
nuestras explosiones internas que generalmente inducen a desestabilizarnos. Cada cambio
brusco en nuestro día a día nos genera ataques de ansiedad que nos coloca alertas y enojados
por las sorpresas de la vida. Nosotros debemos mantenernos firmes, estables y equilibrados
como una montaña, ante las sorpresas del exterior. De esta manera ante un problema, estamos
enraizados en nuestra fortaleza habitual para buscar soluciones. Nada debe desestabilizarnos,
pero si lo hace vamos a estar preparados. Y la mejor manera es en la práctica diaria.
Generando un hábito saludable, una repetición constante de una acción que nos permita
volver a nuestro eje cuando sentimos que nos sacan el piso bajo nuestros pies.
En yoga táijí, repetir las mismas posturas nos coloca en el aprendizaje profundo desde nuestra
fibra más interna sobre cómo está el cuerpo por completo. Permite trabajar constantemente el
equilibrio hasta el momento que pueda hacer la práctica con los ojos cerrados como si hiciera
una meditación en movimiento. Permite que le prestemos atención al cuerpo sabiendo cuando
y porque motivos un día puede mas y otro menos. Nos permite aceptar esos cambios y
respetarlos, sin consumir mas de lo que necesitamos. Ni más posturas diferentes ni hacer
acrobacias para desviar lo que realmente necesito focalizar: quien soy, cual es mi propósito en
esta vida y lo efímera que es. Aprovechar cada día como si fuera el último y priorizando la
salud mental y física a un cuerpo fitness que cada día se rige por el efecto constante del paso
del tiempo.

MEDITACIÓN ENERGÉTICA EN IMPOSICIÓN DE MANOS.


Cuando la clase termina, la energía o vibración que queda en las manos nos va a ayudar a auto
sanarnos. Vamos a poder equilibrar nuestros centros energéticos gracias a la activación
vibracional que queda en el cuerpo por medio de los movimientos realizados.
Para equilibrarnos debemos creer en nuestro poder sanador que es infinito.
Nuestro cuerpo está compuesto de la misma materia que el universo. Cada partícula que se
siente en el aire está dentro nuestro, porque somos parte de este planeta y porque somos
naturaleza. Estamos rodeados de un campo electromagnético que logra absorber las energías
del entorno. Esto lo vemos cuando entramos a algún lugar donde hay personas que se siente
angustiadas y salimos cansados o con dolor de cabeza. Eso se da porque absorbemos por
osmosis la energía de quienes nos rodean. No solo de las personas alrededor nuestro sino
también del entorno. Es por eso que los lugares con árboles, cascadas, océanos suelen relajar
nuestro cuerpo, que absorbe la energía liviana de esos entornos y nos limpian
energéticamente.
Aprovechando el momento final de la práctica, cuando luego de cada postura y su
movimiento sentimos equilibrio, relajación, paz, armonía y mucho amor, colocaremos
nuestras manos en cada centro energético para llevar esa vibración de vuelta al cuerpo. De esa
manera lograremos una meditación activa donde nuestro guía sanador, nuestro maestro
interno, nosotros mismos devolvemos ese amor a los centros activadores de nuestra energía
vital. Nuestros chakras.
CAPÍTULO 2.

PRÁCTICA 1

PRIMERA SECCIÓN
Posición inicial (Tadásana: postura de la montaña)

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