El documento describe una situación de tensión en la que un hombre y una mujer están heridos en un departamento durante disturbios en la calle. También está presente una vecina asustada. El hombre está sangrando mucho de una herida en la pierna. Intentan comunicarse con emergencias por teléfono pero no tienen éxito. Se escuchan disparos y pasos afuera mientras esperan ayuda.
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El documento describe una situación de tensión en la que un hombre y una mujer están heridos en un departamento durante disturbios en la calle. También está presente una vecina asustada. El hombre está sangrando mucho de una herida en la pierna. Intentan comunicarse con emergencias por teléfono pero no tienen éxito. Se escuchan disparos y pasos afuera mientras esperan ayuda.
El documento describe una situación de tensión en la que un hombre y una mujer están heridos en un departamento durante disturbios en la calle. También está presente una vecina asustada. El hombre está sangrando mucho de una herida en la pierna. Intentan comunicarse con emergencias por teléfono pero no tienen éxito. Se escuchan disparos y pasos afuera mientras esperan ayuda.
El documento describe una situación de tensión en la que un hombre y una mujer están heridos en un departamento durante disturbios en la calle. También está presente una vecina asustada. El hombre está sangrando mucho de una herida en la pierna. Intentan comunicarse con emergencias por teléfono pero no tienen éxito. Se escuchan disparos y pasos afuera mientras esperan ayuda.
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LA PESADILLA
UN HOMBRE UNA MUJER LA VECINA EL VECINO
En Tlatelolco, D.F., el 2 de octubre de 1968.
Penumbra. Un departamento decorado con gusto y sin gran costo. Puerta a la derecha. Ventana al fondo; ante ella, un sofá pulman con el respaldo hacia el primer término. Acurrucados tras él, un hombre y una mujer. Él está tirado en el suelo, con una pierna del pantalón rasgada. Ella tiene un brazo en cabestrillo. El teléfono, de cordón largo, esta junto a ella, que lo escucha, sin moverse. Así permanecen, quietos, congelados. Sirenas, lejos. Una descarga de metralleta. Sirenas. ÉL: Estoy sudando . siento una especie de debilidad. Ella: es por la sangre que perdiste. Él: Trata de hablar… Ella: Aquí tengo el teléfono. Él: ¿Qué está pasando abajo? Ella: No quiero ver… Él: Me duele. Me duele cada vez más… Yo creo que no debiste ligarme. Ella: No te quites eso. Él: Lo siento mal… Siento esto mal. No quiero… Mira, como si estuviera muerta la pierna. Quítame esto. Ella: ¿Qué quieres? ¿Los chorros de sangre? No te diste cuenta de cómo escurría. Él: No me importa. Quítame esto. ¡No quiero perder…! (Calla) Ella: ¿Qué? ¿Perder más sangre? Él: La pierna. No quiero perder la pierna. Puede pasarme… ¡Trata de hablar! ¿Qué esperas? Ella: ¡Estoy tratando! ¡Estoy tratando! ¿No ves? Él: Perdóname. Sudo mucho. Me tiembla el cuerpo. De repente, veo todo amarillo… Ella: No hay línea, no hay línea. Está muerto el teléfono. Él: Perdóname. ¿Y tu brazo? Ella: No me duele. De repente, me muevo y siento como latidos. Nada más; siento como abultado, pero…no es nada. ¡No te desates! Él: Si. Si. (Se quita la ligadura.) Ella: Parece … Paró la sangre. (Observa.) No. ¡No! Otra vez, mira. Es que… ¡Será que tienes mal una vena, o alguna arteria! Sale y sale sangre… Él: Creo que la bala me astilló el hueso. Me duele cada vez más. Ella: (No ha soltado el teléfono.) ¡¡Espérate!! Él: ¿Qué pasa? Ella: No. Yo creí … No agarra línea. Oigo ruidos y … Por eso creí. Ruidos. No entra la llamada. Balazos lejos. Gritos. Él: Marca despacio. Ella: Sí (Cuelga) Voy a esperar un momento. Él: Apretaste mucho el torniquete. Siento que revivo… Ella: Estabas desangrándote. ¡Estás desangrándote! Le sujeta la herida con un trapo. Él: Pero ya no me lo pongas. Ella: Si supiera donde hay un médico… En este edificio, yo creo que había un médico… Él: No vayas a salir. Ella: No. O no sé … No me atrevería yo sola. ¿Está parando? Yo creo que está parando. Sujétate. No te sueltes. Yo creo que está mejor. Él: Mejor… (Aprieta los dientes.) Duele… Ella: (Llora) No estoy histérica. No creas que estoy histérica. Él: Dame el teléfono (Se endereza, cae de nuevo) No. Vi negro. Me siento mal. No tengo fuerzas. Este sudor… Ella: Yo puedo. Voy a probar otra vez… Él: No muevas el brazo. Ella: No (Descuelga. Espera.) Está… ¡Está dando línea! Voy a marcar. (Marca.) Está llamando. Esperan ambos Él: ¿No contestan? No puede ser. Ella: ¡No contestan! (Esperan.) Señor, estamos heridos, por favor. Es en Tlatelolco, edificio Chihuahua, 708. Heridos de bala… Bueno, ¿Me oye? Un hombre, herido en una pierna, el hueso lastimado, parece. ¡Sangra mucho! ¡Muchísimo! ¡Está desangrándose! Y yo… ¡Bueno! ¿Me oye? ¡Tengo un brazo herido! Pero creo que no es grave. No me duele. Bueno… ¡Bueno!... ¿Me oye? ¿Por qué no me contesta? (A él.) ¡Está callado, sin contestar! (Pausa. Se retira el audífono.) Colgó. No entiendo. (Cuelga.) Sirenas lejos. Se las oirá a menudo. Una descarga de balazos. Él: Se habrá cortado. O no sería la Cruz Roja. Ella: Me contesto <<Cruz Roja Mexicana>>. (Toma otra vez la bocina. Escucha.) No se oye más que ruido… Ya no da línea. ¿No había un doctor en este edificio? Él: No sé. No vayas a salir. Ella: Otra vez: te moviste, o no apretaste. Estás chorreando sangre, otra vez. Él: Me duele mucho, más que antes. Ella: Voy a volver a ponerte el torniquete, o vas a desangrarte todo. Él: No me lo pongas. Recuerdo algo de los toreros, que si se los liga… No me acuerdo. Pero creo que no debe hacerse. Toques muy quedo, pero insistentes, a la puerta. Él: (Murmura.) Tocan Ella: No vayan a oírte. Cállate. Más toquidos, cautos. Él: Tocan quedito… Puede ser alguien conocido… O alguien huyendo… Ella: ¿Quién es? Vecina: (Fuera.) Una vecina. Por favor, ábranme. ¡Por favor! ¡Por favor! Ella: ¡No grite! Abre: entra la Vecina. Ella cierra aprisa, pone la cadena. Vecina: Perdón… Tenía tanto miedo… Pensé que estarían. Soy su vecina, soy la señora de junto. Perdón. Mi marido no está, tuve mucho miedo. Oí tantos gritos… Anduvieron corriendo por el pasillo… Pensé: si vienen a mi casa, no quiero estar sola. ¿Se acuerda de mí? Nos hemos visto en el elevador. (Fuerte.) ¿Se acuerda de mí? La vecina rompe a llorar. Ella: Siéntese. Digo… venga aquí. Es más seguro… Vecina: ¡Ay! Está usted herido. Él: En una pierna. Ella: Y yo en un brazo. No entendimos ni cómo. Sentimos, de repente… Vecina: Fue el helicóptero. Yo estaba viendo la manifestación, por la ventana… Y de repente, soltaron desde el cielo las luces verdes… ¡Y empezaron a disparar, y la gente corría y gritaba! Y no vi más. Me metí. No por mí, estábamos tan arriba, no creí que hasta acá fuera a pasarme nada… Pero no quise ver. Eso que iba a pasar, no quise verlo. Entonces oí el ruido, oí el motor, que iba bajando… Y no sé ni qué más oí, o si sería presentimiento: me tire en el suelo de la cocina… No se oyeron balazos, pero oí el ruido de los vidrios… Me quedé allí tirada, sin respirar siquiera… Mucho rato… Horas… Él: Estábamos a un lado. Ni siquiera veíamos para afuera. Nos balacearon a través de la pared. Mire los agujeros. Fue el helicóptero. Vecina: Tengo mucho miedo… (Vuelve a llorar.) Ella toma el teléfono. Ella: ¡Esta dando línea! (Marca) Ya no. Se quedó muerto. Vecina: No hay que moverse de aquí. Él: dame el teléfono. (Se lo pega a la oreja.) Ella va a ver por la ventana. A gatas. Ella: Allá abajo está oscuro… Pero se ve… movimiento. Vecina: En mi recamara estaban agujereados la almohada y el colchón. Dios mío. Fue un milagro salir a tiempo del cuarto. No sé como lo hice… Ella: Está muerto el teléfono. Vecina: Volaban los disparos. Contra los edificios. No entiendo. Si todo era allá abajo, digo, la manifestación… ¿Por qué nos dispararon los helicópteros? Ella: Yo creo que estalló un golpe militar. Que el ejército está apoderándose del país, como en Sudamérica. No puede ser otra cosa. Él: El gobierno echó los tanques contra los estudiantes, en el Zócalo. Y asaltó la preparatoria, y ametralló las vocacionales, y tomo la Universidad. Esto es igual. El gobierno manda al ejército. Si hay un golpe de estado, será dentro del partido. Ella: ¡Pero a todos los edificios! ¡Esto es un centro de habitación popular! ¡No tenemos nada que ver! No entiendo. Me han dado un balazo, y otro a él… Y si han rociado así, de balas, todos los edificios… ¿Cuántos muertos no habrá ya? Él: ¡Están dando línea! Dime el número de la Cruz Roja. Ella: 57 57 58 Él: No puedo marcar. Moví mal el disco. Marca tú. (Aprieta el botón, varias veces.) Otra vez no hay línea… Ella toma el teléfono. Escucha. Espera… De pronto, marca con inmenso cuidado. Una pausa larga. Ella: Señor... Somos dos heridos de bala. Por favor, ¿no pueden recogernos? ¡Ayúdenos, señor!... ¡Pero llegará alguna después!... –Dice que no tienen ambulancias-. ¡por favor, si llega alguna…! Edificio Chihuahua, en Tlatelolco, departamento 708. Edificio… ¿Cómo? (Cuelga, despacio.) Dice que… todas las ambulancias están aquí. No pueden hacer nada. Vecina: Ya sabía yo. Ya sabía yo. Mi marido no llegó… Y pienso… No habrá estado allá abajo. Pero él a veces llega tarde. Le pido a Dios que no haya llegado temprano. Que no haya estado allá abajo. Ella: Dicen que todas las ambulancias están aquí. Él: Eso quiere decir… Si todas están aquí… Callan. Se oyen balazos, sirenas. Ella: Siguen disparando. Él: Creo que paró la sangre. Ella: No, no paró. Te voy a ligar otra vez la pierna. Mira nada más… Él: No me ligues nada. Yo creo que eso no debe hacerse. Ella: ¡Te vas a quedar sin sangre! (Lo liga.) Él: Tengo frio. Tiemblo de frío. Y estoy mojado de sudor… Ella: Voy a traer almohadas y cobijas… Vecina preocupada se acerca a ella. Vecina: Voy a dejarle un recado a mi marido. Por si llega… Decirle que aquí estoy. Ábrame aprisa, salgo corriendo. Mi llave, Dios mío, mi llave… Aquí está ¿Me permiten que vuelva? Él: si. Vuelva usted. Ella: Voy a abrirle. Pegan ambas el oído a la puerta. Sale aprisa la VECINA, la mujer cierra. Luego, entreabre una rendija: espía. Cierra de nuevo. Ella: No hay nadie. Ya entro a su casa. Va a la recámara. El hombre toma el teléfono, aprieta el llamador varias veces. Espera. Vuelve ella, con cobijas y almohadas. Él: No tengo fuerzas ni para agarrar el teléfono. Estoy mal. Ella: No te muevas tanto. Vas a lastimarte. Él: Quiero hablarle a alguien. Que nos digan qué está pasando. Ella: ¿A quién? Él: A algún… a algún amigo. A… (Cuelga.) Tal vez en un periódico nos dijeran algo… Alguien pasa corriendo, fuera. Se oye que los pasos huyen por una escalera. Ella: ¿Oíste? Acomoda almohadas, o cubre con una cobija. Toquidos ansiosos de la Vecina. Vecina: (Fuera.) Soy yo. Soy yo. Abre ella, la vecina entra corriendo. Cierran. Vecina: Alguien pasó corriendo, ¿lo oyeron? Él: Sí. Vecina: Y el suelo esta encharcado. El que pasó, iba chorreando agua… No entiendo eso… Ella: ¿Agua? ¿Chorreando agua? ¿Cómo va a ser? Se oye, de pronto, un tropel de muchos pasos. Balacera cerca. Ella jala a la vecina detrás del sofá. Silencio. La vecina llora, se tapa la boca, se le salen gemidos. Ella: Chorreando agua… No puede ser… Y lo vi: el suelo mojado. Sí, alguien que chorreaba agua… Vecina: Venía de arriba. El que corría, venía de arriba. Ella: Esos, los que pasaron, también. Vendrían de la azotea… Él: Estaba escondido en un tinaco, eso es. Por eso chorreaba agua el que pasó: ha de haber estado escondido en un tinaco… Vecina: Corrían detrás de él, los que dispararon… Él: (Grita.) ¡No soporto esta ligadura! ¡No me importa si me desangro! (Se lo quita.) Ella: No para, no para la sangre, no para… Balazos lejos,una descarga. Sirenas. Ella toma el teléfono. Él: Chorreaba agua… Lo descubrieron… Están revisando el interior de los tinacos… Ella marca. Vecina: Pero allá abajo… En las calles… En los edificios… Virgen pura… Mi marido… (Llora.) Ella: Señor, señor… Se va a morir mi esposo si no vienen. Se me está desangrando. Háganme caso, por favor. He llamado tres veces, edificio Chihuahua 708, Tlatelolco… Tiene un balazo en una pierna. Yo estoy herida en un brazo… Quien sabe cuántos muertos haya, cuántos heridos… ¡No sabemos lo que sucede! ¡Alguien se ha vuelto loco! ¡Por favor, vengan! Vecina: ¿Qué le dijo? Ella: Dios tenga piedad de ustedes. Eso dijo: Dios tenga piedad de ustedes. Él: Nadie lo creerá nunca. Tanques en el Zócalo, para atacar muchachitos. Cañonazos y metralla contra las escuelas… Enmascarados asesinando gente por las calles… Muchachos secuestrados, muchachos asesinados … Nunca, nunca… Este país ya nunca será el mismo. Vecina: ¡Pero aquí, pero aquí, pero esta noche! ¿Qué está pasando aquí? Él: Una matanza ciega. Balas, metralla sobre quien sea, balas por las ventanas de un piso séptimo… Vecina: Pero ¿por qué? ¿Todo esto porque los estudiantes han marchado y gritado por las calles? ¿Porque han hecho caricaturas, travesuras, discursos? Él: Por eso. Con marchar, con gritar, con hacer travesuras, enloquecieron de terror al presidente de la República, al secretario de Gobernación, al gobernador de la Ciudad. Porque esos tres están locos. Porque son lóbregos, pantanosos. Porque se creen los amos, no pueden tolerar que en las calles se marche, se grite, se pida, se contradiga. Porque los chicos se han burlado de su poder. Porque nadie les cree nada, ningún gesto, ninguna palabra. Porque los despreciamos: nos odian. A todos. A estudiantes, a maestros, a obreros… Porque somos el Pueblo: nos odian. Ella: (Llorando.) Déjame que te ligue… Aprieto y se me está escurriendo toda tu sangre entre los dedos… Golpes en la puerta: imperativos, violentos. Se aprietan los tres contra el respaldo del sofá. En silencio. Balazos lejos. Los golpes vuelven: dados con un objeto pesado contra la madera. Se oyen crujidos. Ella: (Grita.) ¡Están rompiendo la puerta! ¡Van a entrar! Golpes más fuertes. Crujidos. Sirenas lejos. Balazos lejos. Oscuridad.