Desigualdad y Pobreza
Desigualdad y Pobreza
Desigualdad y Pobreza
Desigualdad y Pobreza
Esa visión legitimó la intervención militar violenta en diferentes zonas del país,
sobre todo en el noreste habitado por poblaciones indígenas desarmadas y ajenas
al conflicto.
Motivado por los beneficios económicos para sus grupos de poder y cargado de
prejuicios racistas, arremetió contra los pueblos indígenas y sus organizaciones
culturales “atrasadas”, para en su lugar implementar proyectos agroindustriales en
sus territorios. La producción cultural indígena de conocimiento en el manejo de la
tierra, se transformó en un producto para el mercado, pero ya desprovista de su
connotación simbólica de relación con la misma o anterior se materializó en la
ejecución de acciones de sometimiento e imposición deliberadas por organismos
dependientes del Estado, -Violencia de Estado-, para profundizarlas directrices del
capitalismo a través de la transformación de los códigos simbólicos contenidos en
la identidad étnica. De ese modo se trasladó el conflicto social hacia áreas rurales,
involucrando a las comunidades mayas del altiplano occidental.
(Bracamonte,2021)
La cúspide de esa violencia se dio entre 1982 y 1983, durante el gobierno golpista
de Efraín Ríos Montt. Se calcula que en ese período más de 250,000 personas
fueron asesinadas, más de 400 aldeas fueron masacradas, y más de millón y
medio de personas se desplazaron forzadamente.
(Bracamonte,2021)
En ese segundo momento, influenciados por la experiencia cubana, y con su
apoyo político, logístico, de instrucción y entrenamiento, surgieron en la selva
norte de Quiché, agrupaciones armadas como el Ejército Guerrillero de los Pobres
(EGP), y la Organización del Pueblo en Armas (ORPA), que inició operaciones en
la Boca Costa de San Marcos.
3.3 Testimonios
Habitantes Chuj de la aldea de Yalanhb'ojoch, ubicada en Nentón,
Huehuetenango, recuerdan el contacto con la guerrilla:
“La guerrilla anduvo primero haciendo sus discursos como era la idea que tienen,
entonces la gente también la entendió, ¿por qué estamos mal?, ¿por qué estamos
hasta aquí?, si nuestros antepasados, nuestros abuelos que vivieron antes
vivieron en lugares más fértiles, son más mejores que los lugares de aquí, pero
con la idea de los terratenientes y como esto son extranjeros que vinieron, no son
nativos del continente. Entonces algunos muchachos que empezaron a participar
en su discurso, algunos ya al final si se estaban interesando de colaborar con
ellos, pero en eso llegó el Ejército y dijeron que no se podía, y ya la guerrilla
empezó a pasar menos y los muchachos ya no se unieron más. También con el
Ejército aquí ya desapareció este grupo que se les llamó el CCN (Comité
Clandestino Local) que era el encargado de juntar las colaboraciones para darle a
la guerrilla”.
Este relato tuvo lugar en 1980, cuando grupos guerrilleros recorrían las aldeas
buscando nuevos aliados. Como claramente menciona, el discurso de la guerrilla
tuvo impacto en algunos habitantes, sobre todo en los más jóvenes, pero eso
involucró a todos los habitantes, y el vínculo fue inmediatamente sofocado con la
llegada del Ejército. Esto revela que, si bien había contactos con la guerrilla, estos
no estaban coludidos con sus estrategias armadas, argumento que posteriormente
el gobierno guatemalteco usó para justificar la intervención armada y violenta del
Ejército.
“La primera vez que vinieron (el Ejército) solo nos convocaron a una reunión
donde nos platicó sobre proyectos de agua potable, construcción de carreteras,
crédito del banco Bandesa y fertilizantes (junio 1982). En ese tiempo dejaron
organizadas las Patrullas de Autodefensa Civil que se quedaron encargados de
vigilar la aldea con palos puntiagudos y de ahí regresaron a la misma dirección
donde vinieron”.
Aunque en esta primera visita el Ejército fue con una actitud aparentemente de
ayuda a los aldeanos, en menos de un mes, entre julio y agosto de 1982, como
parte de las operaciones denominadas Zacualpa, el Ejército nuevamente se hizo
presente en la zona, pero ya con una estrategia de aniquilación. Esos
acontecimientos quedaron marcados en la memoria de los habitantes de las
aldeas.
(Bracamonte,2021)
Los actos de violencia descritos tuvieron como consecuencia directa que aldeas
completas Chujes y de otros pueblos mayas huyeran hacia México, y que otros
buscaran refugio en localidades cercanas a la cabecera departamental o en la
ciudad capital. Muchos de los que se vieron forzados a desplazarse a México
buscaron llegar a los sitios de refugio cerca del lago Tziscao en Chiapas, México,
territorio ocupado por familiares o conocidos chuj.
La propiedad de la tierra.
El acceso a los servicios básicos.
Las condiciones laborales.
El acceso a la economía formal.
El acceso a la justicia.
El acceso a la participación en las instancias de toma de decisión y en las
instituciones del Estado, y representación en los mayores medios de
comunicación y en el debate público.
El legado del conflicto armado interno que vivió Guatemala entre los años 1960 y
1996, significó grandes costos humanos, materiales, institucionales y morales.
Múltiples, masivas y sistemáticas fueron las graves violaciones a los derechos
humanos ejecutadas en ese período: masacres, ejecuciones extrajudiciales,
desapariciones forzadas, violaciones, operaciones de tierra arrasada,
desplazamiento forzado, torturas, detenciones ilegales, secuestros, muchas de
ellas como parte de un genocidio. Durante este período se ha estimado que más
de doscientas mil personas fueron víctimas de ejecuciones arbitrarias y
desaparición forzada, como consecuencia de la violencia política. En términos
étnicos, el 83% de las víctimas eran miembros del pueblo indígena maya.
(CIDH,2015)
En el Informe sobre Guatemala del año 1985, la Comisión daba constancia de las
dimensiones y gravedad de la convulsión interna existente para entonces, y la
forma en que dicho proceso había generado una espiral de violencia en dramática
ascendencia, manteniéndose siempre latente durante esos años con períodos de
mayor o menor intensidad. Con anterioridad, en su primer Informe sobre
Guatemala de 1981, la CIDH manifestaba su preocupación por la existencia de un
verdadero “Estado de Terror”, donde la represión afectaba a todas las entidades
críticas al gobierno de la época.