Alabemos Al Senor
Alabemos Al Senor
Alabemos Al Senor
AL SEÑOR
Libro de
mensajes
bíblicos
con
oraciones
ALABEMOS AL SEÑOR
El texto fue adaptado para ser utilizado por Publicaciones Multilingües del Sínodo
Evangelio Luterano de Wisconsin, 2500 George Dieter Dr, El Paso, TX 79936
Todas las citas bíblicas, a menos de que se indique de otra forma, se han tomado de
la SANTA BIBLIA, versión Reina Valera, Edición de Estudio de 1995, Sociedades
Bíblicas Unidas.
ISBN 1-931891-66-4
En este libro hay otras dos partes. La primera parte incluye oraciones que se
pueden usar en diferentes oportunidades durante el día. También se incluyen
las enseñanzas cristianas principales de la fe cristiana que se encuentran en el
Credo Apostólico, o sea, la afirmación de lo que creemos los cristianos. En la
última parte de este libro usted encontrará cuatro mensajes más largos
llamados Los regalos de Dios son para usted.
Harold A. Essmann
Junio del 2002
****************
Este libro fue traducido por la Sra. Albina Teigen, natural de Lima, Perú, y
esposa de un pastor que trabaja en Mankato, Minnesota. La revisión teológica
fue hecha por el Reverendo James Connell, pastor de la iglesia luterana Cristo
Nuestro Redentor, El Paso, Texas. Agradecemos la valiosa labor de estos
siervos de Dios
CONTENIDO
PRIMERA PARTE:
SEGUNDA PARTE:
TERCERA PARTE:
Los regalos de Dios son para usted (Mensajes más extensos) . . .Página 132
1
EL PADRENUESTRO
ORACIÓN EN LA MAÑANA
Padre celestial, por medio de Jesucristo, tu amado Hijo, te doy gracias porque
durante la noche me has protegido de todo mal y peligro. Te ruego también
que me conserves y me guardes de pecado y de todo mal en este día, para que
en todos mis: pensamientos, palabras, y obras, te pueda servir y agradar. En
tus manos encomiendo: mi cuerpo, mi alma, y todo lo que es mío. Que tu
santo ángel me acompañe para que el maligno no tenga ningún poder sobre
mí. Amén.
ORACIÓN EN LA NOCHE
Padre celestial, por medio de Jesucristo, tu amado Hijo, te doy gracias, porque
en este día me has protegido con tu gracia. Te ruego que me perdones todos
los pecados que he cometido, y que por tu gran misericordia me guardes de
todos los peligros de esta noche. En tus manos encomiendo: mi cuerpo, mi
alma, y todo lo que es mío. Que tu santo ángel me acompañe para que el
maligno no tenga ningún poder sobre mí. Amén.
3
LO QUE CREEMOS
EL CREDO APOSTÓLICO: Un credo es una afirmación de lo que
creemos. La palabra “credo” viene del latín y significa: "creo”. Los
apóstoles de Jesucristo no escribieron el Credo Apostólico. Sin embargo, se
le llama el Credo Apostólico porque se basa en las enseñanzas de los
apóstoles, encontradas en la Biblia. Los apóstoles fueron doce,
posteriormente también el apóstol Pablo fue escogido directamente por Jesús
y fue enviado por él a predicar y a enseñar la palabra de Dios. Este credo
posiblemente se basa en las palabras que se usan en el Bautismo y que fueron
ordenadas por Jesucristo. Este mandato se encuentra en Mateo, en el
capítulo 28 versículo 19, donde Jesús dijo: "Id y haced discípulos de todas
las naciones; bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo”. El Credo Apostólico tomó la forma que tiene hoy en Francia,
aproximadamente ochocientos años después que Jesús y los apóstoles
vivieron en esta tierra. En este credo decimos lo que nosotros como cristianos
creemos acerca de: Dios el Padre, el Hijo [Jesús] y el Espíritu Santo.
EL CREDO APOSTÓLICO
SALMO 23
Dios no necesitó Largo tiempo, ni millones de años para hacer el mundo y todo
lo que había en él. Él pronunció palabras poderosas y así hizo el mundo en seis
días: “Él [Dios] dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Salmo 33:9). “Estos
ignoran voluntariamente que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra
de Dios los cielos y también la tierra, que proviene del agua y por el agua
subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua” (2 Pedro
3:5).
Por el poder de la palabra de Jesús, Lázaro fue resucitado de entre los muertos.
"Y habiendo dicho esto [Jesús] clamó a gran voz: ‘¡Lázaro, ven afuera!’" (Juan
11:43). Y Lázaro salió vivo de la tumba. Jesús dirá alguna palabra poderosa en el
último día y por eso resucitaremos de entre los muertos. "No os asombréis de
esto, porque llegará la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su
voz [la de Jesús]” (Juan 5:28-29). Dios habla y se hace. Dios creó el mundo con
su palabra poderosa. Él nos salva: del pecado, de la muerte, y del infierno, con
esa misma palabra poderosa.
El rey David, que vivió en el Antiguo Testamento, quería hacer algo bueno para Dios.
Quería edificar un templo para que el pueblo de Israel tuviera un lugar apropiado para
rendirle adoración a Dios. Pero los planes de Dios eran diferentes de los del rey
David. Dios le otorgó a David la victoria sobre sus enemigos. Le dio paz, pero no para
que David construyera un templo.
Por largo tiempo Dios había prometido traer el Salvador al mundo del pueblo de
Israel. Esta es la razón por la que Dios escogió a David para que fuera el rey de Israel.
David iba a ser un antepasado de su gran descendiente, Jesús. Jesús también es rey,
el gran rey, y el mejor de todos. Los reyes cuidaban bien de sus súbditos o pueblo.
Como nuestro rey Jesús nos cuida. Él cumplió perfectamente todas las leyes de Dios
por nosotros. Vivió de manera perfecta día y noche. Después entregó su vida en una
cruz para pagar por todos los pecados de cada uno de los que vivimos en el mundo.
Nuestro Rey Jesús, combatió: el pecado, a Satanás, y al infierno, por nosotros y
murió. Esta muerte fue su victoria. La resurrección de Jesús de entre los muertos
aseguró nuestro perdón. Viviremos en el cielo para siempre.
Mientras vivamos en la tierra, nuestro Rey también nos cuida. Él se encarga de que
tengamos lo que necesitamos en nuestra vida. David era pastor y cuidaba las ovejas.
Como nuestro Buen Pastor, Jesús nos protege y nos cuida como sus ovejas. Lo que
tenemos en nuestra vida es el resultado de su cuidado perfecto.
Jesús, te agradecemos por todo lo que has hecho y todavía haces para cuidar
nuestro cuerpo y alma. Oramos para que, como nuestro Buen Pastor, nos sigas
guiando con seguridad a través de nuestra vida. Sigue ayudándonosen todas
nuestras necesidades espirituales y corporales. Amén.
7
NOS DELEITA COMPARTIR LAS BUENAS NUEVAS 2 REYES
Naamán, general del ejército del rey de Siria, era un hombre que gozaba de gran
prestigio delante de su señor, quien lo tenía en alta estima, pues por medio de él
había dado Jehová salvación a Siria. Era este un hombre valeroso en extremo,
pero leproso. De Siria habían salido bandas que se llevaron cautiva de la tierra
de Israel a una muchacha, la cual se quedó al servicio de la mujer de Naamán.
Esta dijo a su señora.: "Si rogara mi señor al profeta que está en Samaria, él lo
sanaría de su lepra" (2 Reyes 5:1-3).
Piense en una niña que juega y se divierte fuera de su casa. Entonces los enemigos de
un país extranjero atacan su pueblo y ella y su familia son llevados como prisioneros.
La niña es apartada de sus padres y de sus hermanos, y la venden como esclava. De
ahí en adelante se le dice lo que debe hacer y cuándo hacerlo. Entonces la niña se
entera de que su amo y señor, fue el que la apartó de su hogar y de su familia.
¿Qué haría usted si su amo se enfermara de la piel? La lepra es una enfermedad que
hace que la piel y partes del cuerpo, se desgarren y se caigan. ¿Estaría usted dispuesto
a ser amable con un hombre así? Probablemente diría que no. Pero la niña de nuestra
lectura no dijo que no. Se decidió a hablar acerca del Dios que la amaba. Sabía de la
promesa del Salvador que iba a venir en el futuro, y sabía que en su pueblo natal había
uno de los profetas de Dios. Sabía que se llamaba Eliseo y que vivía para el Dios que
la había salvado a ella. Su alegría por la fe en el Salvador venidero, hizo que le dijera
a la esposa de Naamán dónde podía encontrar ayuda para su enfermedad.
Nosotros tenemos la alegría de saber que nuestros pecados son perdonados debido a
que Jesús murió por nosotros. Tenemos la alegría de saber que viviremos porque
Jesús resucitó de entre los muertos y vive. Tenemos la alegría de saber que nuestro
Salvador, Jesús, que fue al cielo, volverá y nos llevará también al cielo. "El amor de
Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos
murieron; y él por todos murió, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para
aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Corintios 5:14,15). La alegría nos hace hablar
de nuestro Salvador, Jesús. Hablarles a otros de nuestro Salvador hace que nuestra
alegría sea aún mayor.
Jesús, tú me amaste, cuando nadie podía amarme debido a mis pecados. Sigue
ayudándome a amar a otros al hablándoles hoy acerca de tu amor. Amén.
8
JOB CONOZCAMOS A NUESTRO SEÑOR
"De oídas te conocía, mas ahora mis ojos te ven" (Job 42:5).
Puede ser que usted haya oído muchas veces que su pastor le dice: “Dios lo ama”.
Puede ser que usted oiga esto cada vez que oye un sermón porque este es el mensaje
que se enseña en nuestras iglesias domingo tras domingo. Este mensaje del amor de
Dios por nosotros, es el centro de nuestra fe cristiana.
Es un mensaje muy precioso porque cada uno de nosotros es pecador, y por eso no
merecemos nada bueno de parte de Dios; sólo merecemos su ira y su castigo eterno
en el infierno. Pero el Señor no permitió que recibiéramos el castigo que debíamos
recibir. Isaías, uno de los profetas del Antiguo Testamento, dice que Dios cargó sobre
su Hijo, que nunca pecó, "el pecado de todos nosotros" (Isaías 53:6). La palabra de
Dios nos dice que, debido a su amor, todos nuestros pecados son perdonados por
Jesús quien pagó por nuestros pecados cuando murió en la cruz.
En el momento espiritual más bajo de su vida, Job dijo las palabras que aparecen al
principio de esta meditación. Él pensaba que Dios no lo amaba porque había sufrido
terriblemente. Toda su riqueza y todos sus hijos, le habían sido arrebatados. Job tenía
heridas en todo el cuerpo. Debido a su sufrimiento, Job dudaba que Dios realmente
lo amara. Dios vio que Job necesitaba que él le demostrara que todavía lo amaba. En
la Biblia el libro de Job nos dice que Dios le habló de una manera especial. Le habló
a Job en una voz que provenía de un viento fuerte porque quería que Job tuviera la
seguridad de que él lo amaba.
Cuando aparecen las dificultades en nuestra vida, puede ser que pensemos que Dios
no nos ama. Cuando llegan estos problemas ellos son una prueba para nuestra fe.
Quizá sentimos la necesidad de que un viento fuerte nos ayude o queremos tener
alguna señal de que Dios realmente nos ama. A nosotros los cristianos Dios nos ha
dado una señal muy especial. Dios nos habla, no de un viento fuerte, sino con su
palabra verdadera: la Biblia. La palabra de Dios: nunca cambia, es verdad, y no
contiene errores. La palabra de Dios tiene el poder de ayudarnos y de salvarnos.
¿Quiere usted estar seguro de que Dios lo ama? ¿Necesita usted estar seguro de que
sus pecados son perdonados? Todos necesitamos estar seguros y esto viene de parte
de Dios mismo. Al leer la Biblia podemos estar seguros de que Dios nos ama. Lea la
Biblia con frecuencia. Recuerde, solamente la palabra de Dios puede decirle cómo en
realidad es Dios. Solamente la palabra de Dios puede decirle cómo lo ama. Solamente
la palabra de Dios le dice que usted puede ser salvado por medio de Jesús. Solamente
la palabra de Dios le muestra a usted la manera en que puede ir al cielo.
¿Quién nos bendice? Dios. pero, ¿sabe usted lo que significa ser bendecido por Dios?
Primero que nada, es maravilloso pensar que el Dios todopoderoso lo hace. Él es el
creador del cielo y de la tierra y es el Señor de los señores; aun así, nos ve y nos cuida. El
salmista escribe: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú
formaste, digo: ‘¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre
para que lo visites? Lo has hecho poco menor que los ángeles’” (Salmo 8:3,4,5 ).
Es mucho más maravilloso cuando pensamos en A QUIÉN bendice Dios. Somos seres
humanos, concebidos y nacidos en pecado. Somos personas que queremos hacer lo malo
todo el tiempo, y luchamos contra lo que Dios nos dice. Sin embargo, Dios nos bendice.
Solamente puede haber una respuesta a la pregunta: ¿por qué nos bendice Dios? Por la
gracia de Dios, es decir, su amor y misericordia que no merecemos. "De tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se
pierda, sino que tenga vida eterna" (Juan 3:16). Debido a que no hacemos lo que es
correcto, Dios exige que el pecado sea castigado con la muerte. Sin embargo, el amor de
Dios encuentra la manera de satisfacer su justicia y de salvar a sus criaturas a la vez. Él
envió a su Hijo Jesucristo para que tomara nuestro lugar. Jesús guardó la ley de manera
perfecta y murió en la cruz. Este sacrificio es necesario para pagar por los pecados de
todas las personas del mundo. Ahora Dios dice que todos somos justos, es decir, que
somos sin pecado por medio de la fe en Cristo Jesús. Nuestra fe es un regalo de Dios.
El resultado es que nosotros los cristianos, los creyentes, somos adoptados como hijos de
Dios. Los creyentes no viven como los que no tienen Dios. Se alegran de escuchar la ley
y el evangelio de Dios. El creyente lee y piensa en la palabra de Dios día y noche y, por
medio de este, Dios bendice a los creyentes. Ellos saben lo que es la paz porque sus
pecados han sido perdonados. Son vencedores sobre el pecado y sobre la sepultura. Los
cristianos están seguros de que sus oraciones son escuchadas por su Padre que está en los
cielos. Los creyentes tienen la esperanza segura de la vida eterna con Jesús en el cielo.
Déle gracias a Dios por haberlo guiado por el sendero correcto de los creyentes.
Amado Señor, soy bendecido. Me has hecho caminar en el sendero que lleva al cielo
para los creyentes. Sigue haciendo que sea posible que yo pueda apartarme de: los
pensamientos, palabras, y obras pecaminosos. Que yo siempre pueda llevar la vida
de creyente. Amén.
10
SALMOS DIOS NOS BENDICE A LOS CREYENTES
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su
tiempo y su hoja no cae y todo lo que hace prosperará (Salmo 1:3).
Cuando uno estudia un mapa de la tierra santa donde vivió Jesús, aprende cosas
interesantes. Esa tierra es un país pequeño con 130 kilómetros de ancho y 225
kilómetros de largo. Sin embargo, en la parte norte de ese país se puede ver nieve en
la cima del monte Hermón y al sur se ve la aridez del caliente desierto del Neguev.
Los campos de Samaria producen muchas buenas cosechas mientras que al este y al
sur de Jerusalén, hay colinas que no tienen ni árboles ni césped. En el país hay pocos
lugares donde usted puede encontrar agua fresca excepto el mar de Galilea y el río
Jordán. La mayor parte de los otros ríos son pequeños. A la tierra donde vivió Jesús,
se le llamaba la tierra que fluye leche y miel, pero nadie podría decir que es una tierra
con mucha agua.
Con frecuencia esta tierra sufría la falta de lluvia, y como resultado había escasez de
alimentos. Las lluvias del principio y del fin del año, eran muy importantes. Cuando
no llovía, esto representaba un problema grave. Así que la imagen del creyente como
un árbol plantado al lado de un río donde había agua, tenía un hermoso significado
para la persona que vivía en la tierra de Jesús. Tal árbol plantado cerca del río no
dependía de la lluvia. Durante los años lluviosos crecía como todos los otros árboles,
pero en los años de sequía, cuando todos los árboles y plantas morían, el árbol
plantado al lado del río seguía creciendo.
Así como el agua es importante para que un árbol viva y crezca, así también la
palabra de Dios es importante para la vida espiritual del creyente. La palabra de Dios
da vida y salvación, y fluye como si fuera un río. “Del río sus corrientes alegran la
ciudad de Dios” (Salmo 46:4). El creyente que está plantado en la palabra de Dios
disfruta de: la sabiduría, la misericordia, y la bondad, de esa palabra. El creyente está
lleno de vida y por eso las otras personas pueden apreciar que el creyente está lleno
de vida por lo bueno que hace en su vida. Puede ser que las personas de este mundo
no vean como éxito, lo que hace el creyente, pero el apóstol Pablo nos dice:
"Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien"
(Romanos 8:28).
Amado Señor, gracias por plantarme en tu palabra donde yo siempre puedo ser
fortalecido en mi fe, hasta en los tiempos difíciles. Que el agua refrescante del
evangelio siempre me mantenga dispuesto a hacer lo bueno. Amén.
11
¿NOS GUSTARÍA CONOCER LA GLORIA DE DIOS? SALMOS
¡Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra! (Salmo
8:9)
¿Por qué la gente alaba y adora a Dios? ¿Por qué le dan ofrendas? Algunas
personas lo hacen porque Dios ha sido muy bueno con ellos o, lo hacen al ver las
enormes montañas y las hermosas flores, dicen:"Dios es bueno porque hizo todas
estas cosas tan maravillosas".
Pero, ¿cuál debe ser nuestra razón principal para adorar y alabar a Dios? El rey
David, que escribió muchos de los salmos, vio la gloria del Señor en lo que Dios
había hecho. El Señor ayudó al rey David a obtener victorias sobre sus enemigos
y a obtener grandes riquezas. El rey David nos enseña a buscar la gloria de Dios
en en el nombre de él y en su significado. Jehová es el nombre del Dios de amor
y del pacto. Dios muestra amor y fidelidad en su Hijo, Jesucristo. El humilde
Salvador que nació en Belén nos muestra el amor y la misericordia de Dios para
con nosotros. El apóstol Juan escribió: "Y el Verbo [Jesús] se hizo carne y habitó
entre nosotros lleno de gracia y de verdad; y vimos su gloria, gloria como del
unigénito del Padre" (Juan 1:14).
Usted nunca ha visto a Jesús; sin embargo, usted sabe que él existe porque cree
lo que le dice la Biblia. Diariamente ve como lo ayuda o alimenta en la fe, a través
del poder de la Palabra. Por ejemplo, usted sabe que es salvo por la fe en Jesús:
lo ve en la Santa Cena y el Espíritu Santo le dice que usted es hijo de Dios. Sí,
usted ha visto la gloria de Dios en Jesús.
Dios viene a usted todos los días a través de: la Palabra, los sacramentos del Santo
Bautismo y de la Santa Comunión. Por lo tanto, alabe a Dios porque lo ha hecho
ver su gloria en Jesús, el Hijo de Dios. Alabe a Dios, porque usted junto con el
rey David en el Salmo 8, han visto la gloria de Dios.
Te alabamos, Dios del cielo y de la tierra, porque vienes a nosotros por medio
de Jesús. Él: vivió en la tierra, murió por nosotros, y resucitó de entre los
muertos, para que nosotros pudiéramos compartir su gloria ahora y para
siempre. Amén.
12
SALMOS LUZ PARA ALUMBRAR LA OBSCURIDAD
Como un tiesto se secó mi vigor y mi lengua se pegó a mi paladar. ¡Me has puesto
en el polvo de la muerte! (Salmo 22:15).
El versículo bíblico que acabamos de leer da esperanza a todos los pueblos. El Salmo
22 habla acerca de Jesucristo quien murió para quitar el temor a todos los que creen
en él. Los cristianos, no van a sufrir la muerte eterna en el infierno, porque Jesús llevó
por nosotros la vida perfecta y sin pecado. Cristo fue abandonado por su Padre y
sufrió el infierno que nosotros merecíamos. Por medio de su vida perfecta y su muerte
inocente, fue pagado el pecado. Al morir Jesús en la cruz, y gritar: "Consumado es”,
fuimos justificados, o sea, Dios como juez nos declaró inocentes.
Jesús hace que desaparezca el temor a una muerte dolorosa, porque nada se puede
comparar con el infierno que él sufrió en la cruz. La muerte de Jesús nos trae la
esperanza de la vida con Dios. Esta esperanza se les da a todos los que tienen fe, es
decir, confianza en Dios. "Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las
cosas los ayudan a bien" (Romanos 8:28). Podemos estar seguros de que "Las
aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en
nosotros ha de manifestarse" (Romanos 8:18). Las maravillosas del cielo hacen que
todo nuestro sufrimiento en la tierra parezca pequeño.
Señor, gracias por morir en la cruz por mí. Ahora ya no tengo temor a la muerte
ni a cómo moriré. Amén.
13
EL DIOS TODOPODEROSO ESTÁ CON NOSOTROS SALMOS
Del río sus corrientes [las bendiciones de Dios] alegran la ciudad de Dios, el
santuario de las moradas del Altísimo (Salmo 46:4).
Hace muchos años las ciudades eran protegidas por altas murallas y los alimentos se
guardaban detrás de ellas. El agua era muy importante, y si la gente no la tenía, no
podía combatir a sus enemigos y pronto tomarían dominio de la ciudad.
La “ciudad de Dios” del versículo de hoy se refiere a la santa iglesia cristiana, que se
compone por todos los creyentes. Al igual que aquellas ciudades, el pueblo de Dios
sigue siendo atacado por sus enemigos: el diablo, el mundo, y la carne pecaminosa.
Sin embargo, Dios defiende su ciudad al dar el agua que necesita para sobrevivir.
El salmista nos dice que "Del río sus corrientes”, es decir: las bendiciones de Dios
son como un río. El agua es la salvación que Dios nos da por medio de su palabra.
Jesús dijo: "El que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua
que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna" (Juan 4:14).
El agua de vida para los creyentes, es el evangelio y las buenas nuevas acerca de Jesús
nuestro Salvador, que nos defienden de nuestros enemigos. El alma encuentra alivio
en el evangelio y los sacramentos. Las buenas noticias son que nuestros pecados han
sido perdonados por medio de Jesús.
Gracias, Señor, por darme el mensaje del evangelio. Sigue ayudándome a ser
agradecido y a estar lleno de alegría por las bendiciones que me das. Amén.
14
SALMOS ESTAMOS A SALVO CON DIOS
Ciertamente mil años delante de tus ojos [Dios] son como el día de ayer, que
pasó, y como una de las vigilias de la noche (Salmo 90:4).
Todos somos parte de la creación de Dios, es por eso que somos gobernados y
controlados por el tiempo. Por eso Moisés escribió: "Ciertamente mil años delante de
tus ojos [Dios] son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la
noche" (Salmo 90:4). Esto enfatiza lo corto de nuestra vida y el poder de Dios. Un
día pasa muy pronto y las pocas horas de la noche pasan aun más rápido. Así son mil
años para Dios.
El apóstol Pablo escribe: "De una sangre [Adán] ha hecho [Dios] todo el linaje de los
hombres para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de
los tiempos y los límites de su habitación" (Hechos 17:26). Dios escogió: la fecha de
nuestro nacimiento, la época en que viviéramos, y por cuanto tiempo. Dios ha
escogido la hora de nuestra muerte y el día del juicio. Esto marcará el comienzo de
la eternidad en el cielo.
Todopoderoso Dios, mi vida está en tus manos. Sigue guiándome cada día para
poder estar seguro. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.
15
ESTAMOS A SALVO CON DIOS SALMOS
Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la luz de tu rostro
(Salmo 90:8).
Moisés, quienescribió las palabras del Salmo 90, había visto mucho pecado y Muerte,
como el líder del pueblo de Israel por muchos años. Vio la manera en que estas
personas continuaban luchando contra Dios. Pero Moisés también reconoció su
pecado, y sabía que no entraría en la Tierra Prometida debido a ello. Dios también es
justo al hacer lo que es correcto. Por lo tanto Dios pone nuestros pecados frente a él
donde él puede verlos. ¿Quién se puede sentir seguro frente a Dios?
Pararnos ante el Dios justo y santo, puede causarnos temor porque él demanda que
seamos igual de perfectos y santos. Nuestra conciencia nos atormenta porque
sabemos que merecemos la ira y condenación de Dios, cada vez que estudiamos la
ley de Dios y a la vez reconocemos nuestra rebeldía contra Dios y su voluntad para
con nuestra vida.
Moisés sabía que no podemos satisfacer a Dios, y otro autor de salmos también dijo:
"La redención de su vida es de tan alto precio que no se logrará jamás" (Salmo 49:8).
No podemos compensar lo que hemos hecho contra Dios.
En la época de Moisés, el autor de este salmo, las personas vivían hasta alrededor de
los 70 años; pero si eran saludables, alcanzaban los 80. Muchas personas piensan que
el tiempo pasa demasiado rápido, y Moisés está de acuerdo: "Pronto pasan [los años]
y volamos". Llega la muerte y el alma de los creyentes va al cielo, mientras que su
cuerpo vuelve al polvo.
Piense en la vida de Moisés: nació en Egipto cuando mataban a los niños hebreos
varones, pero su madre lo escondió para salvarle la vida. La hija del faraón de Egipto
encontró a Moisés en la canasta que escondió su mamá entre las plantas del río Nilo,
y luego ella le pidió a la madre de Moisés que se lo cuidara.
Cuando Moisés ya era mayor, tuvo que huir porque mató a un egipcio. Cuarenta años
después, Dios llamó a Moisés para que guiara al pueblo de Israel fuera de Egipto.
Dios le dio a Moisés fuerza y ayuda, por los próximos cuarenta años para que Moisés
pudiera servir como líder de un pueblo terco y rebelde. Por ejemplo, una vez no se
sintieron satisfechos con el alimento que Dios les había dado y se quejaron contra
Moisés y contra Dios. Por eso tuvieron que vagar en el desierto por cuarenta años
más.
Sí, nuestra vida también tiene dificultades y pasa muy rápido. Pero Dios está
dispuesto a ayudarnos en todo. Al cometer un pecado, Dios nos perdona por medio
de Cristo. Cuando muere uno de nuestros seres queridos, la palabra de Dios nos
consuela. Como creyentes tenemos muchas bendiciones de Dios porque nos ama y
demostró su amor al enviar a Jesucristo para salvarnos de nuestros pecados y guiarnos
al cielo.
Señor Jesús, sigue siendo tu quien gobierna mi vida. En esta vida de dificultades,
sigue estando conmigo y velando por mí; sigue ayudándome a servirte cada día
de mi vida. Amén.
17
ESTAMOS A SALVO CON DIOS SALMOS
De mañana sácianos con tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos
nuestros días (Salmo 90:14).
Sin embargo, Moisés no quiere dejarnos sin esperanza, porque Dios nos ha bendecido
con su amor: "De mañana sácianos con tu misericordia". El amor de Dios está sobre
nosotros, aunque nuestra vida y el mundo estén llenos de: pecado, tribulaciones,
dolor, muerte, y juicio.
El apóstol Juan lo describe de esta manera sencilla: "Dios es amor" (1 Juan 4:8). Dios
nos ama todo el tiempo, jamás nos olvida. Su amor por nosotros hizo que nos enviara
a su único Hijo para salvarnos con la vida eterna. Nunca falla el amor de Dios.
Moisés sabía acerca del Jesús prometido. Como Abraham, él esperaba el tiempo en
que Jesús nacería, porque sabía que Jesús quitaría el pecado de todas las personas, al
morir como el sacrificio por el pecado. Aunque Moisés fue el gran dador de la ley,
conocía bien las buenas nuevas acerca de Jesús, las cuales le dieron esperanza y el
poder de orarle a Dios. Él podía mirar más allá de todas las tribulaciones de que habla
en el Salmo 90, para apreciar el gran amor de Dios.
Todos nosotros podemos saber del "amor que Dios tiene para con nosotros" (1 Juan
4:16). "En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros en que Dios envió a su
Hijo unigénito al mundo para que vivamos por él" (1 Juan 4:9). "Gustad y ved que es
bueno Jehová. Bienaventurado el hombre que confía en él" (Salmo 34:8).
Señor, cada día sigue mostrándonos tu misericordia. Cada mañana sácianos con
tu amor. Que cada día de nuestra vida cantemos con alegría y seamos felices.
Amén.
18
SALMOS ALABEMOS AL SEÑOR
Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice,
alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios (Salmo 103:1-2).
En nuestra vida andamos muy ocupados, ¿no es verdad?, porque muchas cosas
absorben nuestro tiempo. Por ejemplo, ¿fue difícil que usted encontrara tiempo para
leer esta devoción para usted o su familia? A veces nuestra vida espiritual sufre
porque no tomamos tiempo para alabar a Dios, por eso, vale la pena leer de nuevo el
versículo bíblico para hoy.
El Espíritu Santo inspiró al rey David a escribir estas palabras. David también era un
hombre muy ocupado como: pastor de ovejas, guerrero, músico, esposo, y padre.
Sobre todo, era rey del pueblo de Israel; sin embargo, entendía la importancia de
apartar un tiempo diario para agradecerle al Señor por todas sus bendiciones y para
no olvidarse de su misericordia.
Al igual que David, usted tiene muchísimas razones para alabar al Señor. Junto con
Martín Lutero, un gran líder de la iglesia, podemos decir que el Señor "me ha dado:
cuerpo y alma, ojos, oídos, y todos los miembros, la razón y todos los sentidos"
(Explicación del primer artículo del Credo Apostólico). También sabemos que Dios
me cuida rica y diariamente al proveer “vestido y calzado, comida y bebida, casa y
hogar". ¡Tantas bendiciones que Dios nos ha dado!
Pero aún tenemos regalos mejores que el Señor nos ha dado al pensar en los dones
espirituales. Como los redimidos, o sea, los hijos de Dios que han sido comprados de
nuevo, disfrutamos de los regalos del perdón y la vida eterna. Con frecuencia la
naturaleza pecadora quiere pasar por alto estas grandes bendiciones.
Tome tiempo para recordar todo que ha recibido de la mano de Dios. Dedique algún
tiempo a estudiar la palabra de Dios y al pensar en que Jesús, verdadero Dios, se hizo
hombre para: tomar nuestro lugar, sufrir y morir como castigo por nuestros pecados.
Escuche las palabras de consuelo que Jesús les dice a usted y a todo pecador: "Ten
ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados" (Mateo 9:2).
Junto con David cada vez que oímos el evangelio, nuestro corazón nos anima a decir:
"Bendice alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma
mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.”
Amado Jesús, sigue fortaleciendo mi fe para que nunca me olvide de todas las
cosas maravillosas que me has dado. Amén.
19
ALABEMOS AL SEÑOR SALMOS
Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre….Él es
quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias (Salmo
103:13).
Pero, ¿es esto verdad? Muchos hijos de Dios sufren de enfermedades como: dolores
de cabeza, cáncer, dolencias del corazón, u otras cosas. Entonces, ¿por qué escribe el
salmista, que el Señor "sana todas tus dolencias"?
Sí, es verdad que el Señor sana toda enfermedad porque tiene el poder de hacerlo.
Sabemos esto porque la Biblia nos enseña acerca del gran poder de Dios. Por
ejemplo, en el Antiguo Testamento de la Biblia, leemos que Dios obró a través de
Moisés para salvar a muchas personas de las picaduras de las serpientes. También
Dios sanó a un hombre llamado Naamán de una enfermedad de la piel, y respondió a
la oración de un rey cuando estaba a punto de morir otorgándole quince años más de
vida.
Los escritores de los evangelios del Nuevo Testamento nos cuentan la manera en que
Jesús: sanó a muchas personas con fiebres, curó a los sordos, y a los ciegos. Aún Jesús
resucitó a los muertos como: la hija de Jairo, el hijo de la viuda del pueblo de Naín y
a su amigo, Lázaro, aunque este ya había estado en la tumba por cuatro días. Jesús
poderoso nos promete: "Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré….Si algo
pedís en mi nombre, yo lo haré" (Juan 14:13,14).
Es la verdad que Jesús sana todas nuestras enfermedades; sin embargo, lo hace en su
tiempo y a su propia manera. Puede ser que en su amor Jesús permita que la
enfermedad continúe en nuestra vida para enseñarnos cuán débiles somos. Con
frecuencia Dios usa las tribulaciones para que nos acerquemos a él, y permite que la
vida del creyente termine por causa de la enfermedad para llevarnos a la vida eterna
en el cielo.
QUIERO REJUVENECER
Una vez un autor escribió: "La vida sería mucho mejor si pudiéramos nacer a la edad
de 80 y gradualmente volviéramos a tener 18 años". Cuanto más envejecemos,
estamos más de acuerdo con la sabiduría de ese autor. La vida del adulto se puede
volver difícil. Los achaques y dolores aumentan con la edad y vemos que nuestra vida
de jóvenes desaparece. ¡Si solamente pudiéramos descubrir alguna medicina que nos
devolviera la juventud y así encontrar la felicidad verdadera!
Con frecuencia deseamos las cosas que quisiéramos tener; pero en vez de esto,
escuchemos al salmista y veamos lo que ya tenemos. David, el salmista, nos da más
razones para alabar al Señor. Él escribe: el Señor "que sacia de bien tu boca de modo
que te rejuvenezcas como el águila".
David usó la imagen del águila que vuela a través del aire, para mostrarnos el cambio
que se produce en nosotros por el evangelio: las buenas nuevas de nuestra salvación.
A través de ello el Señor satisface todos nuestros deseos. Lo "bueno" que él produce
en nuestra vida incluye las bendiciones de nuestro bautismo, donde el Espíritu Santo
obra el renacimiento espiritual que, como dijo Lutero: "Efectúa perdón de los
pecados, redime de la muerte y del diablo, y da la salvación eterna a todos los que lo
creen, tal como se expresa en la palabras y promesas Dios" (Catecismo Menor).
Junto con las bendiciones del bautismo, el Señor también nos da "el fruto del Espíritu
Santo." Las bendiciones que nos muestra a través del poder del Espíritu Santo
incluyen: "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza" (Gálatas 5:22). La naturaleza pecadora quiere que nos
olvidemos de estas bendiciones que tenemos como creyentes en Cristo, para buscar
cosas que satisfagan las necesidades corporales en lugar de las necesidades
espirituales.
Las personas del mundo buscan alimentos o medicinas, que prolonguen su vida, pero
sabemos que Jesús nos ha dado la vida nueva. En las palabras del profeta Isaías
podemos decir: "Los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas
como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán" (Isaías
40:31).
Amado Señor, sigue enseñándome que todo bien y regalo perfecto provienen de
ti. Amén.
21
ALABEMOS AL SEÑOR SALMOS
Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice,
alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Sus caminos notificó
a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras. Misericordioso y clemente es Jehová,
lento para la ira y grande en misericordia (Salmo 103:1-2,7-8).
Los árboles y las flores, las colinas y los lagos nos dicen algo acerca de Dios, así
como el apóstol Pablo escribió: "Lo invisible de él, su eterno poder y su deidad, se
hace claramente visible desde la creación del mundo y se puede discernir por medio
de las cosas hechas. Por lo tanto, no tienen excusa, ya que, habiendo conocido a Dios,
no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias" (Romanos 1:20). Sin embargo,
ni los árboles ni las colinas pueden decirnos quién es el verdadero Dios, ni tampoco
pueden traernos las buenas nuevas acerca de Jesús, Salvador, que se encuentran en
el evangelio.
Los seres humanos nacen sin conocimiento de las cosas espirituales. Millones de
personas miran los árboles y las flores para encontrar a Dios, pero ¡qué tontería! Lo
único que pueden encontrar en los árboles y en las colinas, acerca de Dios es que es
poderoso y que castiga el pecado. También hay la vocecita dentro de cada persona, la
conciencia, que nos dice que hemos hecho algo malo. Después de oírla, tratamos de
satisfacer a Dios por medio de las buenas obras. Muchas veces damos pretextos e
intentamos de justificarnos, para explicar que lo que hicimos no era: equivocado,
malo, ni pecado.
Por medio de Jesús, Dios cumplió su promesa de enviar el Salvador del mundo.
Ahora Dios nos perdona debido a la vida perfecta que Jesús llevó por nosotros y por
medio de su muerte de cruz, en nuestro lugar. ¿Quiere usted saber más acerca de
Dios? Lea y estudie su palabra, porque todos los: árboles, colinas, y lagos del mundo,
no le dirán lo que usted necesita saber acerca del pecado, ni tampoco le dirán acerca
del amor que Dios le tiene a usted. Por eso usted necesita la palabra de Dios que nos
asegura: "Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de
Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre" (Juan 20:31).
Las montañas enormes nos maravillan, mientras que los lagos y los ríos se ven tan
hermosos. La belleza de la naturaleza nos llena de respeto por la sabiduría y bondad
de nuestro Dios. Pero es triste saber que algunas personas buscan al Dios verdadero
en la naturaleza. La verdad es que la naturaleza nos dice que Dios existe, pero no nos
dice: quién es realmente el verdadero Dios, ni cómo podemos escapar del juicio de
Dios, ni cómo podemos salvarnos del pecado para ir al cielo. O sea, la naturaleza nos
da un conocimiento acerca de la existencia del único Dios creador y redentor.
Pedro y Juan, discípulos de Jesús, usaron las palabras del Salmo 118, cuando
estuvieron delante de los gobernadores de los judíos. En este salmo a Jesús se le llama
"la piedra que desecharon los edificadores", porque ellos no aceptaban a Jesús como
el Mesías prometido. Sin embargo, el salmista llama a Jesús la piedra más importante
de todas porque Jesús es la base sobre la que se construye la santa iglesia cristiana.
Es maravilloso que Jesús, el Hijo de Dios, haya nacido en este mundo para vencer la
muerte y resucitar de la tumba. Ahora se predica y se enseña, en todo el mundo, esta
victoria de Jesús. Es igual de maravilloso que Jesús enviara al Espíritu Santo para
darnos: la vida nueva, la vida cristiana, y el poder de vencer la tentación de los
pecados.
Los gobernantes de Israel no creyeron las cosas maravillosas que Dios había hecho
por ellos ni tampoco aceptaron a Cristo, y por eso, murieron eternamente. Sin
embargo, por la gracia de Dios, creemos en Jesús como la base de nuestra fe y la roca
en la que edificamos nuestra vida espiritual.
La iglesia perdurará para siempre, porque hasta el fin se predicarán estas cosas
maravillosas que Dios hace para ella a través de Jesucristo.
¿Cómo pudo ser tan tonto el pueblo judío? El Señor Jesús: nació en su tierra, les
predicó a ellos, e hizo milagros entre ellos. Es decir, frente a sus mismos ojos cumplió
todas las profecías del Antiguo Testamento; sin embargo, la mayoría del pueblo judío
no creyó en Jesús como el Mesías prometido ni como el Salvador del mundo y, por
eso, le pidió al gobernador Poncio Pilato, que condenara a Jesús a muerte.
Nosotros, los cristianos, nos entristecemos porque muchos del pueblo judío no
creyeron en Jesús. Pero sin la ayuda de Dios seríamos igual que ellos. Cuando
nacimos estábamos muertos espiritualmente y éramos enemigos de Dios. No
podíamos, entender la verdad de la palabra de Dios, ni hacerle caso a Dios.
¿Cómo describe la Biblia a Jesús? El salmista lo dice de esta manera: "La piedra que
desecharon los edificadores ha venido a ser la cabeza del ángulo". Esta piedra es
Jesús, quien mantiene unida a toda la iglesia cristiana. Luego el apóstol Pablo
escribió: "Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es
Jesucristo" (1 Corintios 3:11). Por fin Pedro también confesó delante de los mismos
líderes espirituales de los judíos: "En ningún otro hay salvación, porque no hay otro
nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4:12).
¡Gracias a Dios por su amor en Jesús que no merecemos! Por su gracia, nos escogió
antes de que el mundo fuera creado y nos llevó a la fe en el agua bautismal. Ahora
conocemos a Jesús como nuestro Salvador del pecado. El regalo de la salvación que
Dios nos da es la bendición más grande que cualquiera pueda tener.
Siéntase contento de ser salvo, porque usted podría ser incrédulo y estar yendo al
infierno. Pero por la gracia de Dios usted cree en Jesús como su Salvador, porque fue
llevado a la fe por el poder de Dios, y ahora ya sabe la verdad acerca de Jesús.
Padre celestial, gracias por llevarme a la fe. Tengo razón para ser feliz porque tú
me has salvado. Con alegría en el corazón sigue permitiéndome que te muestre
mi amor por: mi familia, mi prójimo, y todas las personas de mi vida. Amén.
24
SALMOS EL SEÑOR NOS HACE GOZOSOS
¡Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros! ¡Estamos alegres! (Salmo 126:3).
El Señor hizo grandes cosas por Judá, su pueblo del Antiguo Testamento. Ellos
estuvieron cautivos en la tierra extranjera de Babilonia, pero Dios cumplió la promesa
que le había dado al profeta Jeremías hacía 100 años cuando Ciro, el rey de Persia,
dejó que pueblo regresara a Jerusalén. En verdad, Dios hizo grandes cosas por su
pueblo, al regresarlos a la Tierra Santa y esto es el motivo de las palabras del salmista
en el versículo de esta meditación.
La nuestra, es una alegría aun mayor y también proviene del Señor, porque se basa en
las grandes cosas que hizo por nosotros, como nuestro Salvador. ¿Qué nos hizo él?
Dios nos escogió antes de la creación del mundo para que fuéramos su pueblo, ahora
que vivimos en la tierra y después viviremos por toda la eternidad en el cielo. El
Padre envió a su Hijo en el momento apropiado para que nos librara de ser esclavos
del diablo. Jesús hizo la voluntad de su Padre al derramar su sangre y al morir por
nosotros. El Espíritu Santo nos llevó a la fe en nuestro Salvador crucificado y
resucitado, a través del maravilloso evangelio. Ciertamente el Dios trino hace grandes
cosas por nosotros.
Y él seguirá haciendo grandes cosas por nosotros. Por ejemplo, Dios obra todo, para
nuestro bien terrenal y eterno. También controla nuestra vida y al final nos llevará a
vivir con él en el cielo. Es verdad que el Señor: lo hizo, lo hace, y seguirá haciendo,
grandes cosas por nosotros.
Recuerde que nuestra mayor bendición es la salvación. Por eso no se preocupe de los
poderes terrenales que parecen tener control sobre su vida. No se dé por vencido con
respecto a las promesas del Señor, porque en su Palabra siempre tenemos la promesa
del amor de Dios.
Las cosas de este mundo no nos traen alegría duradera, pero como creyentes, las
grandes cosas que ha hecho el Señor, nos producen alegría. Por lo tanto, alabemos al
Señor por lo que ha hecho.
Amado Señor, nuestro Dios Salvador, sigue ayudándonos a recordar las grandes
cosas que tú has hecho. Haz que sigamos regocijándonos en nuestro perdón. Que
sigamos usando nuestra vida para servirte a ti y a otros. Sigue otorgándonos
gran alegría por medio de Jesucristo. Amén.
25
ALABEMOS AL SEÑOR SALMOS
“Generación a generación celebrará tus obras y anunciará tus poderosos
hechos” (Salmo 145:4).
Los padres de familia que conocen y aman al Señor, se esfuerzan por conducir a sus
hijos en la Palabra de él, los niños al aprenderla se deleitan en ella. La persona que
enseña las maravillas de Dios lo hace con gozo, y el que la escucha se llena de alegría
al enterarse de lo que el Señor ha hecho por él.
Las palabras del Salmo que se encuentran en la parte superior, son más que un simple
Deseo, son palabras que se han repetido de padres a hijos desde el tiempo de Adán y
Eva. Nuestros primeros padres, Noé, y su descendencia, les contaron a sus hijos
acerca de las obras majestuosas de Dios.
La Biblia fue escrita por hombres inspirados por Dios. Hemos heredado el reporte de
hace miles de años. Dios nos dice en su Palabra, que él creó el mundo en
omnipotencia, y la forma en que salvó la vida humana durante el diluvio. También
nos da a conocer que ha cuidado de su iglesia a través de la historia y, lo más
importante, que envió a Jesús, su Hijo unigénito, para redimirnos del poder del
diablo.
¿Es posible que dejemos de proclamar el mensaje? Un científico cuando hace un gran
descubrimiento lo comunica lo más pronto posible. Un doctor que inventa un
tratamiento para curar una enfermedad grave, no lo esconde, porque sería cruel no
compartir la buena noticia.
El no compartir las majestuosas obras de Dios sería crueldad. Podemos estar seguros
de que el mensaje de salvación jamás desaparecerá. La verdad del nacimiento de
nuestro Salvador llena nuestro corazón de contentamiento. El dolor y el sufrimiento
de nuestro Señor, nos llenan de agradecimiento por haber él pagado por nuestros
pecados en una cruz. Su victoria de la resurrección hace que los cristianos
se regocijen. Hoy en día seguimos celebrando la misma victoria sobre: el pecado, la
muerte, y el infierno, al adorar a Dios, en compañía de otros hermanos.
Es por eso que queremos compartir las obras del Todo Poderoso con nuestros hijos.
Deseamos compartirlas: con los creyentes de la iglesia, con nuestros amigos, y
conocidos. No queremos quedarnos callados, queremos darle cumplimiento al Salmo
que estamos estudiando. La mejor manera para llevar a cabo esta misión es compartir
con los demás las grandes maravillas del Señor.
Oh, Señor nuestro Dios, sigue ayudándonos a crecer en la fe, y a seguir alabando
tu nombre, por todo lo que has hecho por nosotros. Sigue dándonos las palabras
para hablar de tu bondad con nuestros hijos y nuestro prójimo. Amén.
26
SALMOS ALABE AL SEÑOR
Cumplirá el deseo de los que lo temen; oirá asimismo el clamor de ellos y los
salvará (Salmo 145:19).
La gente de este mundo es muy pecadora, y el Dios omnisciente que mira desde el
cielo ve todos estos pecados. Ve nuestros pecados externos, que otras personas no
pueden ver, Y aún más importante es que ve los secretos pecaminosos de nuestros
pensamientos. ¿Qué pensará Dios, al darse cuenta de toda la maldad y los pecados de
este mundo?
Tal vez pensemos, que Dios podría destruir rápidamente al mundo pecaminoso pero,
cuando nos mira, está lleno de amor. Su amor le motivó a salvar al mundo del pecado
y a darnos un lugar en el cielo. San Pablo dice: "Cuando el pecado abundó,
sobreabundó la gracia" (Romanos 5:20). El amor de Dios por los pecadores es grande.
"[Dios nuestro Salvador] quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al
conocimiento de la verdad" (1 Timoteo 2:4). Dios quiere que pasemos toda la
eternidad con él en el cielo.
Dios no solamente nos salva, sino que también nos cuida todos los días. Las
bendiciones físicas que recibimos de nuestro Dios sobrepasan nuestro entendimiento.
Entre nosotros, ¿quién ama a quienes le han hecho algún mal? Pero Dios no es así,
sino que nos perdona todos los días de nuestra vida.
Con frecuencia la gente trata de detener los planes de Dios, al no seguir sus
instrucciones. Por ejemplo, Dios quiere llevarnos a la alegría infinita en el cielo, pero
muchos no quieren seguir su camino por medio de Jesús. Muchos judíos del tiempo
de Jesús pensaban que su vida sería mejor si Jesús fuera un rey que les diera
alimentos y así tendrían lleno el estómago. Jesús tenía mucho más que pan para los
judíos, pero ellos no quisieron el mejor regalo: el pan de vida. Esta pan es las buenas
nuevas de lo que Jesús había hecho por ellos. Les daría la vida eterna en el cielo.
¿En qué piensa Dios, cuando ve la pecaminosidad de la gente de este mundo o nuestro
corazón pecaminoso? Él piensa en: su plan de salvación, su deseo de salvarnos, y la
vida eterna en el cielo. Por eso, alabe a Dios por el don de la salvación y por el gozo
eterno que nos da al tener la fe salvadora en Jesucristo.
Amado Señor, qué cosas tan grandes has hecho por mí que soy pecador y que no
merezco nada. Te lo agradezco por toda la eternidad. Amén.
27
CONFIEMOS EN EL SEÑOR SALMOS
Jehová ama a los justos (Salmo 146:8).
Dios promete cuidar a todos los creyentes quienes necesitamos su ayuda. Como dice
Romanos 8:28: "A los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a
los que conforme a su propósito son llamados". Por nuestra lectura sabemos que el
Señor ama a cierto grupo de personas que son "los justos".
¿Quiénes son? Sus amigos podrían decir que usted está entre estas personas porque
tal vez usted intenta ser bueno con: su prójimo, sus padres, su cónyuge, y sus hijos.
Quizás usted ayuda más a otras personas que a usted mismo. Tal vez usted da
ofrendas generosas para llevar a cabo la obra de su iglesia.
Pero, ¿es usted completamente justo e inocente? Dios exige la perfección, y como
cristiano usted sabe que no es así por sus pecados. Entonces usted podría concluir:
"Este salmo no habla de mí". Pero a pesar de sus pecados, Dios quiere que usted esté
seguro de que pertenece a este grupo de los justos. ¿Por qué? Porque en lugar de usted
Jesús vivió justamente. Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo. Por lo tanto,
no pecó y pudo vencer las tentaciones de Satanás. Siempre fue perfecto, y obedeció
a Dios el Padre, en todo, aún hasta sufrir y morir en la cruz.
Por medio del Santo Bautismo, Dios lo ha cubierto a usted con la justicia de Jesús. A
través de las palabras de la Biblia y de la Santa Cena, Dios sigue quitando los pecados
de usted "así como está lejos el oriente del occidente" (Salmo 103:12). A los ojos de
Dios usted es justo y santo, por medio de Jesús. Ahora puede servir a Dios porque
vive la vida cristiana y así cumple con los mandamientos de Dios.
"Jehová ama a los justos.” Debido a que Dios nos ama y nos ha hecho justos,
"ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús,
Señor nuestro" (Romanos 8:39). Dios ama a nosotros los creyentes y nos ha salvado
para que vivamos en el cielo.
Señor, sigue perdonando mis pecados y amándome por siempre. Haz que tu
amor por mí siga siendo la razón para que yo confíe en ti. Amén.
28
JOEL DÉMOSLE GRACIAS A DIOS POR SU ESPÍRITU SANTO
Derramaré mi espíritu sobre todo ser humano (Joel 2:28).
El apóstol Pedro explicó: "A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos
testigos…habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado
esto que vosotros VEIS y OÍS" (Hechos 2:32,33).
Todavía hoy Dios nos envía el Espíritu Santo en los Medios de Gracia: el evangelio
que se encuentra en la palabra de Dios y en los sacramentos del Santo Bautismo y de
la Santa Cena. El evangelio es el mensaje de la cruz que nos muestra el poder de Dios
para salvarnos; el Bautismo es el lavamiento del nuevo nacimiento, por lo cual el
Espíritu Santo nos hace hijos de Dios; y en la Santa Cena recibimos el cuerpo y la
sangre de Cristo, para el perdón de nuestros pecados. El Espíritu Santo viene a
nosotros en la palabra y en los sacramentos.
Si usted busca del Espíritu Santo, no lo busque en una forma visible como sucedió en
el primer día de Pentecostés porque sabemos que "la fe es por el oír, y el oír, por la
palabra de Dios" (Romanos 10:17). Vaya a la palabra de Dios y allí encontrará regalos
del Espíritu Santo.
Con exactitud no sabemos cuándo escribió el profeta Joel las palabras para hoy.
Ciertamente él vivió, cientos de años antes de que Jesús naciera, y miles de años antes
del día del juicio que se acerca. Jesús también habló acerca del último día del mundo
y de su segunda venida a la tierra al decir: "Cuando veáis todas estas cosas, conoced
que está cerca, a las puertas" (Mateo 24:33). Él dice otra vez en el último capítulo del
libro de Apocalipsis: "Ciertamente vengo en breve" (Apocalipsis 22:20). Cada día de
nuestra vida queremos vivirlo como si Jesús fuera a venir ese mismo día.
Dios no nos ha dicho a ninguno de nosotros cuándo llegará el último día de nuestra
vida. En lugar de eso nos enseña a orar: "En tu mano están mis tiempos" (Salmo
31:15). El día en que muramos es nuestro propio día del juicio, aunque Jesús no
vuelva a la tierra sino dentro de un largo tiempo.
¿Qué significa esto para nosotros? Es necesario que cuidemos nuestra fe oyendo y
leyendo la palabra de Dios, tanto como tengamos la oportunidad de hacerlo.
Recordaremos nuestro bautismo, y recibiremos la Santa Cena para el perdón de
nuestros pecados.
Tendremos presente a nuestro prójimo que tal vez no conozca a Jesús como su
Salvador personal. Ese prójimo necesita saber, que sin Jesús irá al infierno por toda
la eternidad. Animaremos a nuestros hermanos creyentes en la fe cristiana.
Guiaremos y apoyaremos a los miembros de nuestra familia, al compartir la gracia y
la misericordia de Jesús para con ellos. Pero aún hay más que hacer. Todas las
personas de todo el mundo necesitan ver AHORA la luz de las buenas nuevas de Dios.
Le diremos que Jesús pagó por los pecados de todos. Es un privilegio compartir a
Jesús con la gente en este mundo.
Esto es lo que significa esperar con ganas el día del juicio. Sí, nosotros todavía
comemos y bebemos, dormimos y trabajamos, pero como creyentes tenemos un
propósito mucho más grande. Miramos a Jesús y recordar que vendrá otra vez, ya sea
en el día de nuestra muerte o en el día del juicio. Estaremos listos para este encuentro
y ayudaremos a otros para que también estén listos.
¿Ha notado usted lo contenta que se siente la gente en un día de sol después de haber
pasado días nublados y lluviosos? Uno no sólo ve la luz del sol sino que también ve
sonrisas en el rostro de las personas. En su voz se oye la alegría. Después de la
oscuridad el nuevo día de sol produce una gran diferencia en las personas.
El profeta Miqueas también vio el brillo de un nuevo día. Después de muchos años
de esclavitud espiritual, el pueblo de Dios vería la luz de la esperanza. Dios iba a
sacarlos de esa esclavitud y traerles el mensaje de paz a través del Salvador Jesús.
Dios prometió a Adán y Eva enviar la luz al mundo oscuro y lleno de pecado. Dios
cumplió su promesa y envió a su propio Hijo para: vivir, morir, y resucitar, por todas
las personas del mundo. Jesús es la luz del mundo que dispersa las nubes del pecado
y de la incredulidad. En Jesús encontramos vida y luz.
Todavía hay tiempo para contarles a otros acerca de la misericordia de Dios en Jesús.
Usted tiene la bendición de ver a Jesús como la Luz del mundo. Su vida demuestra:
el perdón, la esperanza, y la nueva vida, que usted tiene por medio de Jesús. Hay
muchas personas que todavía viven en la oscuridad de la incredulidad, y usted podrá
darles la misma esperanza y alegría al contarles acerca de Jesús. ¡Qué la luz de Jesús
siga reflejándose en usted para que otros conozcan al Señor Jesús!
Padre celestial, gracias por mostrarme la luz del perdón y de la vida eterna.
Sigue ayudándome a mostrar claramente la luz de Jesús mi Salvador en todo lo
que digo y hago. Amén.
31
LAS BUENAS NUEVAS NAHÚM
¡Mirad! Sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la
paz (Nahúm 1:15).
El profeta Nahúm dijo que esta era la manera en que sucedían las cosas en el pueblo
de Judá. El mensajero traía noticias de paz, y después de pasar por las colinas y por
los valles, llevó las buenas noticias. Pero el profeta Nahum habla más allá de una
batalla y de la paz terrenal; habló de la paz espiritual del alma.
Jesús obtuvo la gran victoria para todas las personas, cuando él sólo venció las
tentaciones del diablo, al contestarle: "Escrito está" (Mateo 4:4,7,10). Más tarde Jesús
venció al diablo cuando gritó desde la cruz: "¡Consumado es!” (Juan 19:30). Por fin
Jesús venció la muerte al resucitar de entre los muertos, y apareció a los discípulos
para informarles: "Yo mismo soy” (Lucas 24:39).
El Señor Jesús trajo buenas nuevas. Ahora tenemos paz con Dios debido a lo que
Jesús hizo por todos. Jesús nos ha librado de la esclavitud: del pecado, de la muerte,
y del infierno.
Como Nahum, nosotros también tenemos buenas nuevas para llevar a otras personas.
El apóstol Pablo escribió: "Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo"
(Romanos 10:13). También escribió: "¡Cuán hermosos son los pies de los que
anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!" (Romanos 10:15).
Jesús, gracias por ganar la victoria por mí. Ahora, sigue ayudándome a ser tu
mensajero para contarles a otros las buenas nuevas de tu victoria. Amén.
32
MATEO LA FE CRECE DONDE DIOS LA SIEMBRA
El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un
hombre halla y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que
tiene y compra aquel campo (Mateo 13:44).
¿Qué es lo más valioso que tiene usted? Para muchas personas es la vida misma. Por
ejemplo, la gente cuando está enferma gastará todo su dinero para recuperar la salud.
Pero Jesús nos recuerda que tenemos algo aún más valioso que nuestra vida. ¿Qué es?
¡Es nuestra salvación! Vivir en el cielo es un tesoro que vale más que cualquier cosa
que tengamos en esta vida.
Jesús pagó el gran precio de nuestra salvación cuando sufrió por nosotros y dio su
vida en la cruz. No podemos comprar nuestra entrada al cielo, por más que lo
intentáramos. Jesús es el único quien pudo pagar el precio de nuestro ingreso al cielo.
Nuestra salvación fue obtenida por medio de la sangre de Jesús, el Hijo de Dios. Él
vino a este mundo y murió en la cruz. Lo hizo por usted, y le da, el perdón de los
pecados y la vida eterna en el cielo.
Las personas que creen el evangelio de Jesucristo son como la persona que se
menciona en este pasaje de las Escrituras. Las personas que son como éstas han
encontrado las riquezas del cielo, o sea, las buenas nuevas de su salvación que son
más valiosas que todo lo demás en su vida.
En la Biblia hay una mujer llamada Lidia, que sabía que Jesús la había salvado.
Compartía su hogar y su dinero para apoyar al apóstol Pablo y el trabajo que él
llevaba a cabo. Lidia ayudó para hacer fuera fácil el misionero Pablo de difundir la
palabra de Dios en la ciudad donde ella vivía. Su obra era la obra de Dios. Es el tipo
de obra que nosotros también podemos llevar a cabo.
Así como Lidia valoraba su salvación, más que cualquiera de sus bienes terrenales,
nosotros también queremos hacer lo mismo. Nosotros somos miembros de la familia
de Dios: la iglesia. Hemos sido salvados por medio de Jesucristo. Anhelamos vivir
con Jesucristo en el cielo.
Las Escrituras nos dicen que algunos quieren oír la palabra de Dios y otros no.
También la Biblia nos muestra que algunas personas: odian a los cristianos y a su fe,
y hasta tratan de destruir la iglesia cristiana.
Los que luchan y trabajan contra la iglesia también pierden la oportunidad de las
bendiciones que la iglesia les ofrecer. En verdad los cristianos sufren por poco tiempo
mientras vivan en la tierra. Los cristianos sufren porque los no-creyentes luchan
contra ellos. Pero los incrédulos tendrán que vivir por siempre en el infierno, debido
a que luchan contra los creyentes.
Jesús fue a su pueblo natal a predicar el evangelio, pero la gente de Nazaret solamente
veía a Jesús como un niño que había crecido en su pueblo. Se preguntaban cómo
podía ser este hombre el prometido Salvador del mundo. No querían oír lo que Jesús
tenía que decir y por eso se perdieron muchos. Después de este acontecimiento, Jesús
no hizo más milagros en Nazaret, pero lo peor de todo fue que perdieron al Hijo de
Dios y la vida eterna en el cielo.
Hoy en día muchas personas pierden la oportunidad al rehusar escuchar a Jesús. Estas
personas culpan a Dios, cuando se enferman, cuando deben acudir a Dios en busca de
ayuda porque él quiere ayudarnos. Muchos culpan a Dios cuando no tienen dinero
suficiente. Si sólo fueran vueltos a Dios con fe, aprenderían a estar satisfechos con lo
que Dios les ha dado y se darían cuenta de que Dios se preocupa por ellos y quiere
ayudarlos.
Dios hace grandes cosas por los creyentes. En nuestra vida recibimos muchas
bendiciones de Dios: nos perdona los pecados, nos ama, nos ayuda en tiempos de
necesidad y nos da la bendición de la vida eterna en el cielo. ¡Como creyentes
siempre estaremos aferrados a estas bendiciones!
Los líderes judíos no pensaban que los niños eran muy importantes. Aún una vez los
doce discípulos de Jesús no permitieran que los niños se acercaran a Jesús porque
pensaban que los niños fastidiarían a Jesús. Pero él enseñó precisamente lo contrario
al decir: "Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el
reino de los cielos" (Mateo 19:14). Nosotros también tenemos la fe humilde de los
niños.
Es interesante que los líderes religiosos de los judíos, no vieran a Jesús como el
Salvador del mundo, pero los niños sí. Cuando usted vea que los niños le cantan
alabanzas a Dios en la iglesia o en cualquier otra parte, no les diga que se callen.
Escuche lo que ellos tienen que decir. El reino de Dios es honrado cuando las
personas le cantan alabanzas.
Amado Señor, te agradecemos por la fe sencilla de los niños. Que las alabanzas
que brotan de su corazón y de sus labios, nos animen en nuestra alabanza. Amén.
35
EL CAMINO AL CIELO MATEO
Pero vosotros aunque visteis esto, no os arrepentisteis después para creerle
(Mateo 21:32).
Jesús nos muestra un camino muy claro a seguir: la senda a la vida eterna en el cielo.
Juan el Bautista también habló acerca de este camino con una sola palabra:
¡ARREPENTIMIENTO! El camino al cielo va acompañado por el arrepentimiento
que comprende tres pasos distintos.
El primer paso es el pesar por nuestros pecados. Pero el sólo pesar no es suficiente.
Judas, uno de los discípulos de Jesús, sintió pesar por haber traicionado a Jesús y
regresó las treinta monedas de plata a los líderes religiosos; sin embargo, Judas fue
condenado al infierno por su falta de fe en que Dios podía perdonar su gran pecado.
El segundo paso en este camino es la confianza por la fe en lo que Jesús hizo por
nosotros. Creemos que Cristo pagó por todos los pecados con su muerte y, debido a
su sacrificio de cruz, Dios perdona todos nuestros pecados. El tercer paso que sigue
naturalmente a los otros dos en este camino, con la ayuda del Espíritu Santo, es el
deseo ferviente de no cometer nuevamente estos pecados. Oímos las palabras de
nuestro Salvador: "Tus pecados te son perdonados" (Mateo 9:2). En otra ocasión
oímos que Jesús nos dice: "Vete y no peques más" (Juan 8:11). Por esas palabras
tenemos el deseo de mejorar nuestra vida cristiana dejando el pecado.
El Espíritu Santo nos hace ver a Jesucristo y nos da la fe para creer en él como nuestro
Salvador. El apóstol Pablo nos recuerda: "Los que son de Cristo han crucificado la
carne con sus pasiones y deseos" (Gálatas 5:24). Nuestra naturaleza pecadora muere.
Cuando esto sucede, hay evidencia en nuestra vida con la ayuda del Espíritu Santo.
En nuestro viaje por el camino al cielo seguiremos los tres pasos del arrepentimiento
todos los días de nuestra vida.
Señor, siento pesar por mis pecados y confío solamente en Cristo para el perdón
de todos ellos. Por medio del poder del Espíritu Santo sigue ayudándome a no
pecar más. Amén.
36
MATEO MIREMOS A JESÚS
Pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano
derecha; e hincando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo:"¡Salve, rey
de los judíos!” (Mateo 27:29).
Sabemos que un hombre es rey cuando lleva una corona en la cabeza y sostiene un
cetro con la mano. Las dos cosas son símbolos que muestran poder de gobernar.
Los soldados de la corte del gobernador romano, Poncio Pilato, pensaron que Jesús
quería ser rey terrenal y no conocían la verdad acerca de él. ¿A caso conocían a Jesús
antes de recibir la tarea de tortuarlo? Ellos pensaban que Jesús era sólo un mero
hombre de poca importancia, que había dicho que era el rey de los judíos. No tenían
la menor idea que Jesús era el Rey espiritual quien también quería gobernar el
corazón de ellos.
La corona que los soldados pusieron en la cabeza de Jesús no era una corona de oro
y joyas como de costumbre. En lugar de esto, los soldados tejieron una corona de las
ramas de un arbusto con espinas que lastimaban cuando las presionaron contra la
cabeza de Jesús. Las espinas hicieron que brotara sangre de la frente y de las mejillas
de Jesús y le causaron gran dolor.
Sin embargo, el juego que los soldados llevaron a cabo con Jesús, nos dice quién era
él realmente. Lo que hicieron para divertirse muestra a Jesús como el Rey con gran
poder. Por ejemplo, lea cómo Dios, por medio del apóstol Pablo, describe a su Hijo:
"Dios también lo exaltó (a Jesús) sobre todas las cosas y le dio un nombre que es
sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que
están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que
Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (Filipenses 2:9-11). ¡Estas palabras
nos dicen que Jesús es quien gobierna los cielos y la tierra!
Los soldados no sabían que estaban dando un cuadro verdadero acerca de Jesús, pero
así fue. La corona de espinas y el cetro, no tenían el propósito de darle gloria a Jesús,
pero así fue. Lo muestran como el gran Rey que pagó por los pecados de usted, al
sufrir a manos de hombres pecadores, y él quiere gobernar en nuestro corazón.
Debe ser terrible caer a manos de los enemigos. Muchas veces a los prisioneros de
guerra se les obliga a vivir en condiciones terribles. Cada día piensan que tal vez sea
el último día de su vida. ¡Qué felicidad cuando lleguen a ser librados de sus
enemigos!
Pero hemos sido librados de las manos: del pecado, de la muerte, y del diablo. Esto
es lo que hizo Jesús por nosotros al llevar una vida perfecta y al entregar su vida en
la cruz como pago por nuestros pecados. Jesús se aseguró de que viviéramos por
siempre, al resucitar de la tumba al tercer día después de su muerte. Jesús nos promete
que viviremos otra vez porque él resucitó de la muerte. Jesús nos salvó de las manos
de nuestros tres peores enemigos.
Tampoco debemos sentir miedo de la muerte aunque esté a nuestro alrededor y haga
que broten lágrimas de nuestros ojos al morir un ser querido. Pero Jesús dice que la
muerte de un cristiano es sólo un sueño del que un día se despertará.
Por fin no debemos sentir miedo del diablo aunque es verdad que todavía nos hace
pecar. Con la ayuda de Cristo, podemos escapar de sus tentaciones y mentiras, por
medio de la palabra de Dios. El diablo no puede hacernos daño porque Jesús lo venció
y nosotros somos hijos bautizados de Dios.
Jesús nos ha salvado de nuestros enemigos. Ahora podemos alabar y servir a Dios sin
temor, todos los días de nuestra vida.
Amado Señor, dime constantemente que no debo tener miedo porque me has
salvado de todos mis enemigos. Amén.
38
LUCAS ALABEMOS AL SEÑOR
“En santidad y en justicia delante de él todos nuestros días” (Lucas 1:75).
Si HOY alguien nos dijera que los creyentes somos santos y justos, probablemente
nos reiríamos o podríamos decir: “Usted no me conoce bien. Estoy muy lejos de ser
perfecto”. Decimos esto porque pecamos muchas veces en nuestra vida: al no ser
amables, ni cariñosos, o al ser egoístas y avaros. Todo lo que hay que hacer es pensar
en nuestra vida de ayer o de hoy, donde hemos dicho malas palabras y hemos tenido
malos pensamientos. De verdad damos gracias a Dios, porque la mayor parte de las
personas no nos conoce como somos realmente. Nos alegra que otros no puedan ver
en nuestro corazón, ni saber lo que pensamos.
Pero la palabra de Dios nos dice que todos los que creemos en Jesús somos santos y
piadosos en sus ojos. ¿Cómo puede esto ser verdad? No merecemos ser llamados
santos ni piadosos. Somos santos y piadosos porque la sangre de Jesucristo nos quita
todos nuestros pecados. Cuando Jesús murió en la cruz, Dios dijo que todas las
personas de todo tiempo eran santas. Por medio de la fe en Jesús, Dios nos ve justos
y piadosos. ¡Qué gran bendición es Jesús!
No debemos sentir miedo: del pecado, de la muerte, ni del poder del diablo, porque
nuestros pecados son perdonados. No debemos sentir miedo de Dios, porque somos
sus hijos por medio de la fe en Jesús. No podemos ganar nuestra entrada a la vida
eterna en el cielo por medio de nuestras obras. Ya tenemos la vida eterna, gracias a la
obra redentora de Jesús.
Como hijos de Dios somos diferentes de los no-creyentes. Por ejemplo: seguimos la
palabra de Dios, confiamos en ella, y hacemos lo que Cristo quiere que hagamos.
Usamos nuestro tiempo para alabar a Dios en nuestro hogar con nuestra familia y
amigos. Jesús ha cambiado nuestra vida ahora y para siempre. Piense en lo que sería
nuestra vida sin Jesús. No seríamos felices sino perdidos; iríamos al infierno en vez
del cielo. Sin embargo, Jesús vino y cambió todo esto. Ahora, quienquiera que crea
en Jesús será salvo, por eso alabemos a Dios por lo que él hizo por nosotros.
Puede ser que ante otras personas del mundo no parezcamos santos ni piadosos, y
puede ser que no nos sintamos santos ni piadosos, debido a nuestros pecados. Pero a
los ojos de Dios somos santos, cuando Dios mira nuestro corazón y ve la fe en Jesús.
Amado Señor, sigue poniendo tus brazos alrededor de mí. Sigue guardándome
como a tu propio hijo amado, ahora y para siempre. Amén.
39
ESTEMOS PREPARDOS PARA CONOCER A JESÚS LUCAS
"Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Lucas 3:16).
EL ESPÍRITU SANTO
NOS MANTIENE LISTOS PARA VER A JESÚS
Juan el Bautista prometió que antes de que Jesús volviera al mundo, le daría al mundo
el regalo del Espíritu Santo. El día de Pentecostés Jesús derramó el Espíritu Santo
sobre nuevos creyentes. Los que estuvieron presentes vieron lenguas de fuego sobre
las cabezas de los apóstoles . Esas llamas de fuego fueron una comprobación de que
el Espíritu Santo estaba presente.
El derramamiento del Espíritu Santo ha sido el gran regalo de Dios al mundo, antes
de la segunda venida de Jesús. El Espíritu Santo nos prepara para reunirnos con Dios
en el último día, guiándonos al arrepentimiento por nuestros pecados. Por nuestras
propias fuerzas no podemos creer en Jesús nuestro Salvador, pero el Espíritu Santo
nos da la fe para ser salvados. No solo eso, sino que el Espíritu Santo nos da el poder
para cambiar nuestra vida pecadora, por amor a Dios, y nos mantiene en la fe en Jesús
hasta que él vuelva. Es sólo el Espíritu Santo quien puede mantenernos en la fe hasta
el fin de nuestra vida, como dice en la Biblia: "Pero nosotros debemos dar siempre
gracias a Dios, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde
el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la
verdad" (2 Tesalonicenses 2:13).
La Biblia enseña que el Espíritu Santo obra por medio de la palabra de Dios y los
sacramentos. En el Santo Bautismo el Espíritu obra el milagro de la fe salvadora en
el corazón aun de los bebés. Después, por medio de la palabra de Dios, el Espíritu
Santo nos mantiene y nos fortalece en la fe salvadora en Jesús. Por fin, por medio de
la Santa Cena, el Espíritu Santo alimenta esa fe, hasta el fin de la vida.
Dios ha prometido que el Espíritu Santo vendrá a usted solamente por medio de su
palabra y de los sacramentos. Siga orando para que el Espíritu Santo lo siga
manteniendo en la fe. Siga leyendo y estudiando su Biblia para que siga recibiendo
el consuelo que como hijo de Dios tiene en su bautismo. Siga recibiendo con
frecuencia la Santa Cena para que siga recordando que sus pecados son perdonados
debido a la muerte de Jesús. De esta forma usted siempre estará listo para ver a Jesús
en el día del juicio.
Con frecuencia no leemos ni hablamos mucho acerca del Espíritu Santo. Hasta
algunas personas llaman al Espíritu Santo el miembro olvidado de la Trinidad.
Sin embargo, el Espíritu Santo no es el miembro olvidado. Está junto con Dios el
Padre y con Dios el Hijo, como el único Dios verdadero. Las tres personas de la
Divinidad son de igual importancia. Las tres personas son: eternas, todopoderosas, y
saben todo lo que sucede en nuestra vida. El aprender acerca de la obra del Espíritu
Santo en el bautismo de Jesús, es conocer la obra de Dios.
El pueblo de Dios del Antiguo Testamento esperó por largo tiempo para ver a su
Salvador. Después de esperar por cientos de años, ¿cómo sabría el pueblo que el
Salvador prometido ya había venido?, o ¿cómo podría el pueblo estar seguro de que
él era el Salvador prometido? Acuérdese que Juan el Bautista nació seis meses antes
que Jesús. Dios le dio la señal para comprobar que Jesús era el Salvador: "Sobre
quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza con el
Espíritu Santo" (Juan 1:33). Tan pronto como Jesús fue bautizado y remontó del agua,
el Espíritu Santo descendió sobre él en forma de una paloma. Así Juan pudo ver y
reconocer a Jesús como el Salvador y ¡el Hijo de Dios!
El Espíritu Santo lleva a cabo la misma obra hoy en día, al revelar a Jesús como el
Salvador del mundo. No lo hace por medio de una paloma sino que use la palabra de
Dios para mostrarnos nuestros pecados y la necesidad del Salvador. El Espíritu Santo
nos dice: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas
tus fuerzas y con toda tu mente "(Lucas 10:27). ¿Lo hemos hecho todo el tiempo?
Claro que no. El Espíritu Santo dice: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". ¿Quién
de nosotros puede decir que siempre ama a su prójimo? Ninguno de nosotros. De esta
manera, por medio de la ley de Dios, el Espíritu Santo nos convence de nuestro
pecado.
Por el otro lado, el Espíritu Santo también nos consuela al decirnos lo que Jesús hizo
por nosotros, y al mostrar el amor que tiene su Padre por nosotros. Jesús cumplió la
ley de Dios perfectamente por nosotros, al amar a su prójimo y al mostrar
misericordia y amabilidad con todos. El Espíritu Santo viene a nosotros y nos
recuerda todo lo que Jesús hizo para darnos el consuelo y la paz de Dios.
Señor, gracias por darme el regalo de la fe en Jesús porque sin ella no puedo
acercarme a ti. Te agradezco y te alabo por la fe que me diste por medio del
poder del Espíritu Santo. Amén.
41
JESÚS NOS HABLA EN PALABRA LUCAS
Cuando lo hicieron, recogieron tal cantidad de peces que su red se rompía.
Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que
acudieran a ayudarlos. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera
que se hundían. (Lucas 5:6,7)
No nos gusta cuando las personas nos hacen promesas que no cumplen. Algunas
veces personas de negocios y del gobierno pueden hacer esto y, después de hacerlo,
decimos que no confiaremos en ellos nuevamente.
Hay uno en quien podemos confiar todo el tiempo, porque tiene gran poder para
cumplir cada promesa que nos hace: Jesús. El apóstol Pedro escuchó a Jesús y le
obedeció al dejar caer sus redes para poder atrapar peces, y recibió tantos peces que
las redes comenzaron a romperse. Por medio de este milagro de la pesca, Jesús
mostró su gran poder sobre toda la creación, porque es el Hijo de Dios.
En la creación del mundo Dios dijo: “‘Sea la luz’. Y fue la luz” (Génesis 1:3). Dios
creó todo con el poder de su palabra. Es increíble pensar que Dios solo necesita decir
una palabra y todo sucederá de la manera que él quiere que suceda.
Por eso, al escuchar las promesas de Jesús, tenemos la confianza en él porque nunca
ha dejado de cumplir ninguna de ellas. Si tenemos dudas acerca de nuestra salvación,
debemos recordar las palabras de Jesús: "Para los hombres esto [la salvación] es
imposible, pero para Dios todo es posible" (Mateo 19:26). Ya sabemos que no
podemos salvarnos a nosotros mismos. Dios nos ha salvado a través de las acciones
de Jesús. San Pablo nos recuerda: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta
conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Filipenses 4:19).
La palabra de Dios es poderosa. Con ella: creó al mundo, le dio a Pedro mucho
pescado, nos llama sus hijos amados, y nos promete un hogar en el cielo. Confiemos
en las promesas de Dios porque él sí las cumple.
Queremos tener a muchos amigos, ¿no? Por ejemplo, al niño le gusta ser aceptado por
todos sus compañeros de clase y los nuevos vecinos quieren ser bienvenidos. Nos
entristecemos al no gustarles a otras personas, especialmente cuando es sin razón.
Pero no se compara con el pesar que sintió Jesús cuando el pueblo de Dios, los
israelitas, no quiso nada que ver con él. Durante centenares de años, Dios envió a sus
profetas a su pueblo para que mantuvieran viva la promesa de enviar al Salvador.
Dios quería que ellos creyeran que él enviaría a su Hijo para que los redimiera, es
decir, para rescatarlos del diablo. Sin embargo, el pueblo de Dios apedreó y mató a
los profetas fieles, por llamar a los israelitas a arrepentirse de sus pecados. Ellos no
aceptaron la palabra que Dios les envió por medio de ellos.
Cuando Jesús vino, los judíos no creyeron en él, porque no era la persona que ellos
buscaban. Ellos esperaban un líder fuerte y político que los librara del gobierno
romano. Pero Jesús vino como un hombre humilde que les dijo cómo tener una buena
relación con Dios como consecuencia de creer en él. Además de esto, Jesús vino a
censurar sus pecados y no a alabarlos.
Jesús estaba triste porque el pueblo no quería aceptar la paz que él quería darles.
Después de tres años de ministerio público habiendo hecho muchos milagros para
demostrar que él era el Salvador prometido y el Hijo de Dios, Jesús tenía solamente
unos pocos seguidores. De hecho la mayor parte del pueblo de Jerusalén, y también
en el resto del país, no aceptaron a Jesús ni su doctrina.
¿Qué salió mal? Jesús quería que todos se salvaran y tuvieran el perdón completo de
todos sus pecados. Él quería que todas las personas encontraran la paz de Dios que
solamente Jesús podía darles. Pero el pueblo de Jerusalén "no quiso" porque no creía
lo que Jesús enseñaba. Como resultado, no tuvieron el perdón de sus pecados ni lugar
en el cielo. Por eso, irán a las llamas eternas del infierno. ¡Qué horror!
Nada debe traer mayor dolor a nuestro corazón que saber que hemos pecado contra
el santo y amoroso Dios. Jesús quiere que nos arrepintamos de nuestros pecados cada
día para encontrar la paz con Dios que Jesús ganó por nosotros en la cruz.
Señor, que nunca te causemos tristeza al rechazarte por no creer que tú eres
nuestro Salvador. Amén.
43
SIGAMOS A JESÚS LUCAS
"Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos,
hermanas….No puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26).
Las palabras que Jesús dijo en la cita bíblica pueden parecer chocantes. ¿Es que el
Señor se olvida del cuarto mandamiento por el cual debemos honrar a nuestro padre
y a nuestra madre? No, Jesús no se olvida de lo que dice la palabra de Dios; y por eso
nos enseña lo que es más importante en nuestra vida.
Algunas personas tienen que escoger, entre seguir a los miembros de su familia no
creyentes, y su fe en Jesús. Nuestro Salvador habla acerca de una situación así cuando
dice: “¿Pensáis que he venido para traer paz a la tierra? Os digo: no, sino enemistad.
De aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y dos
contra tres” (Lucas 12:51,52). Esperamos y oramos, para que todo miembro de una
familia crea en Jesús como su Salvador, pero no siempre sucede así. Por eso, Jesús
sabe que sus seguidores lo pondrán a él primero, aun antes que a los miembros de la
familia.
Puede ser que no veamos estas divisiones en la familia debido a Jesús. Sin embargo,
aunque todos en una familia crean en Jesús, no debemos tenerles mayor afecto a ellos
que a Jesús. Nuestro Señor dice que el primer lugar de nuestro corazón le pertenece
a él.
Jesús siempre cuidó de su madre y, aun cuando estaba muriendo en la cruz, le pidió
a Juan, uno de sus discípulos, que se encargara de cuidar a María. Cuando su familia
cercana llegó a una casa donde Jesús estaba instruyendo a otras, Jesús dijo: "Estos son
mi madre y mis hermanos, pues todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está
en los cielos, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mateo 12:49,50).
Entonces, ¿debemos olvidarnos de nuestra familia que está aquí en la tierra? ¡De
ninguna manera! El amor por nuestra familia debe provenir de nuestra fe y de nuestro
amor por Jesús. Debemos orar por nuestros familiares que son no-creyentes. A los
miembros de nuestra familia que pecan, les mostraremos a Jesús. Esta ayuda es lo
más importante que podemos hacer por ellos, y es un reflejo del amor que Jesús nos
mostró a nosotros.
¿Es cualquier tesoro en la tierra más importante que nuestra vida? No, porque si
perdemos la vida, perdemos todo lo demás. Jesús nos dice que seguirlo significa
odiarnos a nosotros mismos y hasta entregar nuestra propia vida por él si fuera
necesario. Para los creyentes, Jesús es más importante que la vida misma.
Jesús no nos ha pedido que demos la vida por él, pero puede haber oportunidades en
que la vida del cristiano esté en peligro debido a la fe. Ahora, tampoco nos ha pedido
que vivamos despreocupadamente, sino lo que pide es que debemos odiarnos a
nosotros mismos. Suena raro, ¿verdad? Pero esto significa que como creyentes
odiamos la naturaleza pecaminosa que mora dentro de cada uno de nosotros. Esa
naturaleza es egoísta y solamente se preocupa por ella misma. Por medio de la
pregunta: "¿Qué es lo mejor para MI?" Jesús pide que olvidemos estos pensamientos
egoístas y que nos fijemos en él para saber cómo actuar.
Por ejemplo, San Mateo informa que en una ocasión la madre de Santiago y de Juan,
dos discípulos de Jesús, se acercó a él y le pidió que a sus hijos les otorgara el lugar
de más honor en su reino. Los otros discípulos se molestaron porque ellos también
querían ese honor para ellos. Entonces Jesús les explicó a todos cuál es nuestro
propósito en la tierra, como sus discípulos: “[Sean] como el Hijo del hombre, que no
vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos” (Mateo
20:28).
Señor, ayúdanos a seguir odiando el pecado, y así como tú nos has servido, que
nosotros también podamos seguir sirviéndote. Amén.
45
SIGAMOS A JESÚS LUCAS
"El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (Lucas
14:27).
Jesús habla de llevar la cruz y esto nos recuerda el sufrimiento de Jesús cuando él
llevó su cruz el Viernes Santo. Nos recuerda también a los soldados romanos que
obligaron a Jesús a cargar la cruz a la colina llamada Gólgota, o sea, Calvario.
Nuestro Salvador estaba sangrando a causa de la corona de espinas que llevaba y a la
vez tenía la espalda llena de heridas debido a los latigazos terribles que recibió. Sobre
sus hombros Jesús llevaba la pesada cruz en la cual iba a morir. Este cuadro del
Salvador sufriente nos llena de dolor y pesar. ¿Le gustaría a usted sufrir como Jesús?
Pero ahora Jesús dice que si queremos ser sus discípulos, tendremos que cargar
nuestra cruz, o sea, tener la voluntad de seguirlo en el camino del dolor y del
sufrimiento. Algunas veces se habla de llevar la cruz en sentido general y puede
incluir cualquier tipo de sufrimiento que el cristiano y el no-cristiano tengan. Sin
embargo, Jesús cargó la cruz porque sus enemigos hicieron que la cargara. Hoy en día
las cruces que tenemos son los sufrimientos que hay en la vida debido a que somos
discípulos de Jesús.
Nuestro sufrimiento nunca será como el de Jesús, ni tampoco nos lleva más cerca a
Dios, como muchos pueden pensar. Nuestro Señor sufrió por nosotros el mismo
infierno cuando fue abandonado por Dios en la cruz. Dios aceptó el sufrimiento de
Jesús, como pago por todos nuestros pecados, y ante los ojos de Dios somos inocentes
debido a lo que Jesús sufrió como nuestro substituto.
El sufrimiento por causa de Jesús no es algo que nosotros busquemos, porque nadie
quiere sufrir. Pero Jesús nos dice que el sufrimiento llegará a nuestra vida por su
causa cuando dijo: “Seréis odiados por todos por causa de mi nombre” (Mateo
10:22). Como seguidores de Jesús aceptemos el sufrimiento de buena Gana, porque
sabemos que nuestro Dios amoroso usará ese acontecimiento triste para nuestro bien
eterno.
Nuestro Señor Jesús nos llama a confesarlo con valor y a que vivamos como
Creyentes, aunque el mundo nos odie. Puede ser que la gente se ría de nosotros
debido a la fe en Jesús. Sin embargo, Dios promete darnos la fuerza de estar en pie
cuando esto suceda y no permitirá que nuestra cruz sea demasiado pesada.
EL GRAN CAMBIO
María, la madre de Jesús, supo por medio de un ángel que sería la madre del Salvador.
Después de este acontecimiento ella cantó una hermosa canción en la que dijo: “Hizo
proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
Quitó de los tronos a los poderosos y exaltó a los humildes” (Lucas 1:51,52). El gran
cambio del que habló María en su canción de alabanza también ocurrió en la historia
del rico y del pobre Lázaro. Durante su vida, al rico le fue fácil conseguir lo que
quería por medio de los sirvientes. El rico daba una orden y se llevaba a cabo de
inmediato.
Todo esto cambió después de la muerte. Desde el infierno el rico le pidió un favor
pequeño a Abraham para que Lázaro fuera y le mojara la lengua con su dedo mojado.
El rico pedía esto porque tenía sed y sufría un inmenso dolor en el infierno. Pero
Abraham no podía permitir lo que pedía el rico debido a dos razones: Primero que
nada, había un gran vacío entre el cielo y el infierno, que no se podía atravesar; la otra
razón era que el rico recibió lo que merecía por su incredulidad, y por eso Dios lo bajó
de su vida elevada y de poder.
Y, ¿qué pasó con Lázaro? ¿Recibió lo que merecía? ¿Es que había ganado el derecho
de estar en el cielo al llevar una vida de enfermedad y de pobreza? Aunque muchos
piensan de esta forma, ¡de ninguna manera fue así! Lázaro tampoco podía pararse
ante Dios y exigir: “¡Dame lo que merezco!” Si así fuera, Lázaro hubiera recibido el
mismo castigo eterno que el rico recibió.
Lázaro estaba en el cielo nada más que por la misericordia de Dios. En su gracia Dios
lo llevó a la fe salvadora por medio de la Palabra y lo guió a través de ella por toda
su vida. Al final de su peregrinación en la tierra, Dios envió a los ángeles para que
llevaran su alma al cielo. Fue Jesús quien obtuvo estas bendiciones para él por medio
de su vida perfecta y de su muerte inocente de cruz. Ahora Dios vio lo que Jesús hizo
y perdonó a Lázaro.
En el último día del juicio final, todos los incrédulos serán despedidos por Dios sin
Nada, y todos los que creen serán consolados junto con Abraham en el cielo.
Recibiremos las bendiciones del cielo, no debido a lo que hayamos hecho, sino
debido a la gracia de Dios que no merecemos. Fue la gracia de Dios, la razón por la
que él nos envió a Jesús para que fuera nuestro Salvador.
La Biblia no nos dice cómo fue que los diez leprosos oyeron acerca de Jesús, sin
embargo, sabemos que las buenas noticias se esparcieron rápidamente. Tal vez los
hombres oyeron a otras personas hablar acerca de Jesús y de los milagros. Por
ejemplo, cuando Jesús calmó las tempestuosas aguas del mar de Galilea, o les dio la
vista a ciegos y curó a sordos, o resucitó a algunos muertos. Jesús no era solamente
un hombre común y corriente, y por eso su aparición en la aldea de los diez leprosos,
los llenó a ellos de esperanza. Con razón los hombres alzaron la voz y gritaron:
“¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!”
Así como los diez leprosos, nosotros también acudimos a Jesús en busca de
misericordia, porque él nos puede ayudar. Oramos en el nombre de Jesús porque
sabemos que Jesús es verdadero Dios. Él es: nuestro Maestro, Señor, y el único
Salvador. ¿Cómo lo sabemos? Nuestra información viene de la palabra de Dios que
es cierta y verdadera. Los cuatro evangelios de: Mateo, Marcos, Lucas, y Juan, nos
cuentan las obras maravillosas y las palabras bonitas que él dijo. Estos Evangelios no
nos dejan ninguna duda acerca de quién es Jesús, porque nos muestran su poder y
autoridad. Por eso sabemos que Jesús puede ayudarnos sin importar cuál sea la
dificultad, y por eso San Pablo escribió en toda confianza: “Y el Señor me librará de
toda obra mala y me preservará para su reino celestial” (2 Timoteo 4:18). Nadie que
vaya a Jesús en busca de misericordia, será despedido ni quedará desilusionado.
Los diez leprosos no podían obtener misericordia de nadie más por lo que eran:
marginados e impuros, es decir, que la gente no podía acercarse a ellos. Tampoco
tenían nada que ofrecerle a Jesús, sino que hicieron lo único que podían hacer: confiar
por completo a la misericordia de Jesús.
Tampoco hay lugar para el orgullo al acercarnos a Jesús. ¿Qué tenemos nosotros que
Jesús necesite? Mucho más importante, ¿cómo podemos seguir viviendo sin Jesús?
Espiritualmente no podemos ofrecerle nada. Por nacimiento estamos muertos en el
pecado y sin nuestro Salvador tendríamos que pasar la eternidad en el infierno. No
somos capaces de cumplir los mandamientos que Dios nos ha dado en la Biblia;
entonces nosotros estamos perdidos por completo.
¿Puede usted pensar en la gran fe de los diez leprosos? Jesús los envió con su
enfermedad horrorosa de la piel, a que vieran a los sacerdotes antes de regresar a la
sociedad. ¿Los culparíamos por no estar seguros de si debían ir? ¡Qué pensamientos
deben haber pasado por su mente! Cuando se miraron el cuerpo, pudieron ver que
estaban enfermos con las heridas abiertas porque la lepra no había desaparecido. ¿Por
qué debían ir a ver a los sacerdotes? Ellos solamente les dirían que eran impuros.
La Biblia no nos dice lo que estos hombres pensaron, pero el evangelio de Lucas nos
relata lo que hicieron. Los hombres obedecieron el mandato claro de Jesús y fueron
a ver a los sacerdotes quienes podían determinar si ya estaban limpios o no. No
hicieron ninguna pregunta, y confiaron en el poder de Jesús con mucha esperanza.
¿De dónde vino la fe de estos hombres enfermos? El Espíritu Santo usa las palabras
de misericordia de Dios para crear la fe viva y activa en el corazón. Esta fe lleva al
pueblo de Dios a hacer cosas que parecen tonterías a los no-creyentes.
Por ejemplo, piense en algunos personajes bíblicos bien conocidos: Noé construyó en
tierra seca el arca gigantesca según el mandato de Dios; y Abraham dejó a su familia
y fue a una tierra extraña porque Dios lo llamó. ¿Por qué hicieron todo eso? Porque
creían y confiaban en la palabra del único y verdadero Dios.
La Biblia nos enseña que los cristianos “por fe andamos, no por vista” (2 Corintios
5:7). La palabra de Dios nos pide que creamos muchas cosas que no podemos ver con
los ojos ni entender con la mente. Fíjense en los sacramentos del Santo Bautismo y
la Santa Cena. Aunque no entendamos cómo el bautismo puede hacer que un bebe
pecador entre en la familia de Dios, lo creemos porque así dice Dios al llamarlo “el
lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5).
Por lo tanto bautizando a los niños y a los adultos. Tampoco podemos entender cómo
el verdadero cuerpo y la verdadera sangre del Señor pueden estar presentes en la
Santa Cena, junto con el pan y el vino. Simplemente creemos lo que Jesús nos dice
en su Palabra.
Las grandes verdades de la salvación incluyen cosas que no podemos ver. Entre ellas
están: el perdón de los pecados, la resurrección de entre los muertos en el Último Día,
y la vida eterna en el cielo. ¡Qué extrañas nos parecen estas cosas en el mundo que
está lleno de pecado y de dolor! Así como los leprosos, aprendemos a aferrarnos con
fe a las promesas misericordiosas de Jesús.
Diez hombres estaban enfermos de la lepra, una terrible enfermedad de la piel. Jesús
les dijo que fueran y se mostraran a los sacerdotes. Mientras iban de camino, los
hombres notaron un gran cambio en su cuerpo: ya estaban limpios porque Jesús los
curó completamente. Pronto los sacerdotes les dijeron que lo que veían y sentían en
su cuerpo era verdad. ¡Qué noticias tan buenas para estos diez hombres! Ahora de
nuevo podrían volver a su pueblo y formar parte de la vida diaria. Ya no tendrían que
vivir aislados de sus familiares y amigos por causa de la lepra.
El cuadro de los diez hombres limpios se parece a todos nosotros. Jesús ha cambiado
nuestra vida espiritual ante Dios como dicen las Escrituras: "Dios estaba en Cristo
reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados,
y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación" (2 Corintios 5:19).
Piense en las palabras: “No tomándoles en cuenta [Dios] a los hombres sus pecados”.
Todos nosotros hemos pecado y merecemos la muerte eterna en el infierno. En primer
lugar la Biblia nos dice que éramos: “enemigos de Dios”, “esclavos del pecado”, y
“muertos en el pecado”. En segundo lugar, tampoco hemos vivido ni amado
perfectamente. Así éramos nosotros antes de conocer lo que Jesús hizo por nosotros.
Jesús nos cambió al limpiarnos de nuestros pecados y nos ha dado la nueva vida
espiritual. Dios ya no toma en cuenta nuestros pecados porque dice San Pablo: “Al
que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos
justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Se hizo este gran cambio cuando Jesús
entregó su vida en la cruz del Calvario.
Ahora, cuando Dios nos mira, no nos ve pecadores, sino como sus hijos perdonados.
Gustosa y orgullosamente nos da la bienvenida en su familia como dice Gálatas 3:26:
“Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús”. ¡Qué cambio tan maravilloso ha
tenido lugar en nosotros!
Nueve de los diez hombres leprosos que habían sido sanados por Jesús no regresaron
a darle las gracias. ¿Puede usted creer tanta ingratitud? Los diez debían haber
regresado para agradecerle a Jesús. Y, ¿nosotros? ¿Hubiéramos regresado como el
extranjero de Samaria para agradecerle a Jesús? Ponga usted un espejo frente a su
cara y mírese muy bien. ¿Cuán agradecido ha sido siempre? ¿Ha aprovechado usted
toda oportunidad que ha tenido para agradecerle a Dios por la vida eterna que tiene
por medio de lo que hizo Jesús? ¿Lleva usted todos los días la vida de agradecimiento
?, o ¿Solamente le ha agradecido usted a medias a Dios? ¿Agradece usted la
misericordia que Jesús le ha mostrado?
Preguntas como estas nos demuestran la triste verdad que nuestro agradecimiento está
muy lejos de lo que debiera ser. Debemos confesar que nuestra gratitud a Dios es
deficiente y eso nos muestra un profundo problema espiritual. Cuando no somos
agradecidos comenzamos a creer que no tenemos mucho por qué agradecerle a Dios.
Además de esto, Satanás quiere que nos olvidemos de lo que hizo Jesús por nosotros,
y trata de decirnos que el pecado no es malo y que el infierno no es un lugar real. Si
Satanás tiene éxito, entonces no veremos la necesidad del Salvador y así la obra de
Jesús se vuelve innecesaria.
¿Agradece usted a Dios por lo que ha hecho por usted? Si es así, entonces vaya a la
cruz de Jesús y verá que él cargó con todo el peso del castigo por todos sus pecados.
Allí lo oye sufrir el infierno por usted, mientras grita: "Dios Mío, Dios mío, ¿por qué
me has desamparado?” (Mateo 27:46). Allá obsérvalo mientras él entrega su propia
vida para que usted no muera eternamente.
¡Gracias a Dios por Jesús! ¡Gracias a Dios que la historia no terminó en la cruz!
¡Gracias a Dios que Jesús resucitó de entre los muertos, anunciando su victoria sobre
Satanás y sobre el infierno! ¡Gracias a Dios que su Salvador resucitado ahora le dice:
“Levántate, vete; tu fe te ha salvado”!
¿Cuál ha sido el momento más oscuro de su vida? Tal vez fue un pecado horrible y
ahora al recordarlo le da vergüenza. Quizás fue cuando le sucedió una tragedia a usted
o a su familia, y nunca se olvida de ese día tan triste.
¿Cuál fue el día más oscuro en la vida de Jesús y de sus discípulos? Piense en cómo
siguieron los discípulos a Jesús durante los tres años de su ministerio público. Ellos
aprendieron lo que les enseñó Jesús acerca del reino de Dios y vieron los muchos
milagros que hizo. Por ejemplo, transformó el agua en vino y resucitó a Lázaro de
entre los muertos. Los discípulos sabían que Jesús es todo poderoso y por eso
depositaron su confianza en Jesús como el Salvador prometido.
En la noche del primer Jueves Santo, los soldados vinieron con algunos oficiales de
los judíos que querían matar a Jesús. Fueron al huerto de Getsemaní a arrestar a Jesús
y luego lo llevaron a los atrios del sumo sacerdote. Como nos cuenta San Lucas, esa
noche la oscuridad reinó en la vida de los discípulos y en la vida de Jesús. Más tarde
vemos a Jesús en un momento oscuro en que parece vencido por los enemigos. Y
nuevamente vemos a Jesús al control de lo que estaba sucediendo porque sabía que
obtendría la victoria. Les dijo a sus discípulos: “¿Acaso piensas que no puedo ahora
orar a mi Padre y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo
entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?"(Mateo
26:53,54).
Aunque todo parecía oscuro y perdido la noche del Jueves Santo, Jesús mostró un
control completo el Domingo de Pascua cuando resucitó de entre los muertos. Los
soldados ya no podían encadenarlo, ni los oficiales condenarlo. Ni siquiera la muerte
podía vencerlo. Debido a que Jesús vive, nosotros también viviremos por siempre en
el cielo. Por medio de la fe en él como nuestro Salvador, la victoria de Jesús es
nuestra victoria sobre la oscuridad y sobre la muerte.
Amado Padre celestial, vemos tu amor por nosotros cuando Jesús murió en la
cruz por nosotros. Gracias por enviar a tu Hijo a tomar nuestro lugar. Gracias
por crucificarlo para que nosotros no tuviéramos que sufrir por siempre en el
infierno. Sigue fortaleciendo nuestra fe y por favor sigue guiándonos al cielo.
Amén.
52
JUAN NUESTRO DIOS NOS SALVA
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, dignatario de los
judíos. Este vino a Jesús de noche y le dijo: "Rabí, sabemos que has venido de
Dios como maestro, porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no
está Dios con él”. Le respondió Jesús: “De cierto, de cierto te digo que el que no
nace de nuevo no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:1-3).
Nicodemo era fariseo, es decir, un hombre muy religioso que sabía mucho del
Antiguo Testamento. Por eso procuraba llevar su vida según la ley de Dios y
procuraba cumplir con todas las reglas de la religión. Creía que con su aparente buena
vida ganaría el favor de Dios, y así equivocadamente esperaba ganar la vida eterna en
el cielo. Sin embargo, sentía que a su vida espiritual le faltaba algo. Sabía que todo el
conocimiento de la ley y que las aparentes buenas obras no eran suficientes para
salvarlo y, aunque trató todo lo posible para hacer lo que era correcto, sabía que esto
no era posible ni suficiente. Por eso vino a visitar a Jesús para indagar.
Jesús le dijo: “De cierto, de cierto te digo que el que no nace de nuevo no puede ver
el reino de Dios”. ¿Qué significa “nacer de nuevo”? Si quieren ser miembros del reino
de Dios e ir al cielo, deben ser engendrados espiritualmente por el Espíritu Santo. El
nacimiento físico nos trajo a este mundo y nos hizo miembros de nuestra familia aquí
en la tierra. Pero es necesario ser espiritualmente nacidos de nuevo para que seamos
hechos miembros de la familia de Dios. Por eso Jesús lo dijo muy claro: “Os es
necesario nacer de nuevo”.
¿Cómo se hace eso? El nacimiento espiritual no es nada que podamos hacer nosotros
mismos. Por ejemplo, nosotros no llevamos a cabo nuestro nacimiento físico ni
tampoco podemos decir que lo hicimos. Del mismo modo, no podemos hacernos
nacer de nuevo. El segundo nacimiento es algo que es hecho a nosotros, o sea, no
podemos entrar al reino de Dios por medio de nuestros propios esfuerzos. Solo Dios
puede darnos el segundo nacimiento por medio del poder de su Palabra.
Ahora no tenemos que esperar toda la vida para nacer de nuevo. Fíjese en lo que Jesús
nos enseña en su Palabra: nos dice que hemos pecado, sí. Pero a la vez dice que
veamos su cruz y su resurrección de entre los muertos. El Espíritu Santo hace que
creamos en él, por su poder en la Palabra, y así recibimos el perdón de los pecados.
De esta forma hay un cambio grande en nuestra vida y Dios nos convierte en nuevas
personas. Por medio de Jesús tenemos el corazón limpio y estamos libres de la muerte
eterna y a la vez libres para servir a Dios. Somos miembros del reino de gracia de
Dios, al recibir el amor de Dios que no merecemos. Esto es a lo que Jesús llama
“nacer de nuevo” por medio del Espíritu Santo.
Espíritu Santo, gracias por hacerme nacer nuevamente como hijo de Dios.
Gracias por darme la vida espiritual para que yo pueda ir al cielo. Por favor,
sigue conservándome en esta fe salvadora hasta el fin de mi vida. Amén.
53
NUESTRO DIOS NOS SALVA JUAN
Nicodemo le preguntó: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede
acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?” Respondió
Jesús: “De cierto, de cierto te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no
puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace
del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:4-6).
Algunas veces no entendemos lo que nos dicen y entonces pedimos que nos
expliquen de nuevo para poder entender. Nicodemo no entendió las palabras de Jesús
acerca de nacer de nuevo para llegar a ser parte de la familia de Dios. Él estaba seguro
de que Jesús no podía hablar de un segundo nacimiento físico y por eso le preguntaba
cómo se puede nacer de nuevo para ser salvo.
Jesús dice que el nacer de nuevo viene por medio “de agua y del Espíritu”, o sea, el
bautismo por medio de lo cual el Espíritu Santo hace posible todo esto. Las palabras
del Salvador ponen en claro que el bautismo es el camino para llevar a las personas
al reino de Dios, porque por medio del bautismo nuestros pecados son perdonados.
San Pedro nos asegura de esto cuando escribió: “El bautismo…ahora nos salva” (1
Pedro 3:21).
Éramos pecadores perdidos, pero en el bautismo, “lo que nace del Espíritu, espíritu
[es]”. Dios el Espíritu Santo nos lleva a la vida espiritual por medio de agua y la
Palabra y, en vez de nuestra antigua naturaleza pecadora, nos da la nueva naturaleza
cristiana. Esta naturaleza es “cread[a] según Dios en la justicia y santidad de la
verdad” (Efesios 4:24). Nos ha convertido en un pueblo espiritual por medio del
poder del Espíritu Santo, que obra a través de este sacramento. Ahora estamos
cubiertos de la justicia de Cristo, y somos bendecidos con el don de la salvación por
medio de la fe.
Padre, Hijo, y Espíritu Santo, te damos todo: honor, gracia, y alabanza, porque
nos has salvado por medio de tu gracia. Que siempre recordemos que nuestros
pecados fueron perdonados por medio de nuestro bautismo. Amén.
54
JUAN EL AMOR DE DIOS ES PARA TODA LA HUMANIDAD
“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre
sea levantado, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”
(Juan 3:14,15).
Como estamos estudiando, Nicodemo fue a ver a Jesús en la oscuridad de la noche. No quería
hablar acerca: del clima, ni de salud, ni de deportes, sino acerca de temas espirituales
importantes: la vida, la muerte, y la relación entre Dios y el hombre. Sobre todo, Nicodemo
quería saber qué le pasaría después de que muriera. Aunque Nicodemo era miembro del
concejo de gobernantes de los judíos, no entendía las sencillas verdades espirituales
fundamentales.
Sin embargo, Nicodemo sí sabía lo que estaba escrito en el Antiguo Testamento y, por lo tanto,
Jesús le habló acerca de lo que sucedió con el pueblo de Israel. El acontecimiento conocido por
todos los judíos acerca de la serpiente de bronce. Cuando los israelitas habían pecado muchas
veces contra Moisés y Dios, Dios envió serpientes venenosas al campamento del pueblo de
Israel. Ahora muchos de ellos murieron por la picadura de las serpientes, y por fin el pueblo le
pidió a Moisés que los ayudara. Dios le dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y
que la pusiera sobre un asta en el centro del campamento. Moisés les dio esta promesa de parte
de Dios: “Cualquiera que sea mordido, y la mire (la serpiente), vivirá” (Números 21:8).
¿Era lo que dijo Moisés demasiado bueno para ser cierto? Debido a que la promesa venía de
Dios, todo sucedió precisamente como Dios dijo y ¿qué cree? Las personas que eran picadas y
elevaban los ojos a la serpiente de bronce vivían. ¡Fue un milagro increíble! Ahora ante
Nicodemo Jesús se señala a él mismo como quien será “levantado para que todo aquel que en
él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”.
En la Biblia vemos todo lo que le sucedió a Jesús cuando fue levantado. En la noche del Jueves
Santo, Jesús fue traicionado por Judas, uno de sus discípulos. Luego los soldados arrestaron a
Jesús y lo llevaron a un juicio ante los sacerdotes Anás y Caiafás, y el gobernador romano,
Poncio Pilato. Jesús fue golpeado, le pusieron una corona de espinas, y finalmente Jesús fue
clavado a una cruz donde murió. Él recibió el castigo por los pecados de todo el mundo. En
verdad fue crucificado por nosotros.
Ahora Dios nos promete: “Todo aquel que en él (Jesús) cree no se pierda, sino que tenga vida
eterna” y es la verdad. Hay perdón pleno y completo de todos los pecados por medio de la fe
en Jesucristo quien fue levantado en la cruz por nuestros pecados para darnos la vida eterna.
¿Es esta promesa demasiado buena para ser cierta? Sí, si no fuera Dios el que la hace. Pero la
vida eterna pertenece a usted por medio de la fe en Jesucristo. La verdad es que usted solo tiene
que mirar a Jesús, quien fue levantado en la cruz, para recibir el perdón y la vida eterna, que
él ganó por nosotros.
Padre celestial, gracias por darnos la vida eterna por medio de la fe en tu Hijo. Guíanos
para seguir viendo cuán valiosa es esta esperanza, y ayúdanos para que nuestra vida siga
mostrando a otros, que tenemos la esperanza de la vida eterna. Amén.
55
NUESTRO DIOS NOS SALVA JUAN
“De tal manera amó Dios al mundo, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino
que tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Las personas describimos la vida de diferentes maneras. Algunas cuentan acerca de las
personas que aman, mientras que otras hablan de sus experiencias. “Mi vida es cuidar de mi
familia”, podría decir uno. Pero otra persona puede decir: “El trabajo es muy importante en mi
vida. Trato de hacer todas las cosas que he planeado hacer.” Por fin otra persona muy
despreocupadamente puede decir: “La vida es mejor cuando descanso y me divierto”.
Pero, ¿qué nos dice Dios que debe ser nuestra vida? Para ayudarnos a contestar a esta pregunta
importante veamos primero algunas verdades importantes acerca de la vida y de lo opuesto: la
muerte. La Biblia nos lleva a entender que la muerte es la separación de las bendiciones de
Dios. Cuando nacemos, por ejemplo, estamos espiritualmente muertos y estamos separados de
las bendiciones: del perdón, de la fe, y del compañerismo con Dios. Si permaneciéramos así,
al final, la muerte espiritual nos llevaría a la muerte eterna en el infierno sin la bendición de
Dios.
Por el otro lado, durante nuestra vida en la tierra podemos compartir las bendiciones de Dios.
Cuando Adán y Eva pecaron al comer el fruto prohibido, murieron espiritualmente en ese
momento. Pero Dios en su misericordia les dio vida espiritual a través de la maravillosa
promesa del Salvador. Aunque parece increíble, Dios siguió mostrándoles su amor a sus hijos
al traerlos nuevamente a su familia. ¿Cómo? Por medio de la fe en el Salvador venidero, Adán
y Eva fueron llevados a la vida espiritual para compartir las bendiciones espirituales de Dios.
Los que creen en Jesús tienen la vida eterna y disfrutan de las bendiciones espirituales de Dios
todos los días de su vida desde el momento en que Dios obra la fe en sus corazones. La vida
eterna no es nada que tengan que esperar hasta que lleguen al cielo, porque ya la tienen por
medio de la fe.
La vida con Dios no termina cuando nos sepultan en una tumba fría y oscura. Jesús dijo: “El
que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). Para los que creemos en Jesucristo,
la vida continuará en la gloria del cielo donde estaremos junto con Dios.
Hay solamente una manera de tener esta vida y no es por medio de lo que hacemos ni por la
manera en que vivimos. Dios nos da la vida eterna gratuitamente por medio de la fe en Jesús.
Como el mismo dijo: “Él que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. Jesús, y solamente Jesús,
es aquel por medio de quien recibimos la vida eterna.
Dios ama a todas las personas de nuestro mundo y este amor lo llevó a darle a la
humanidad un regalo especial: “su Hijo unigénito”. No existe nadie más como Jesús,
porque él tiene dos naturalezas: la divina y la humana. ¿Cómo lo sabemos? La Biblia
nos explica de esta forma: “Porque al Padre agradó que en él habitara toda la
plenitud….porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad”
(Colosenses 1:19 y 2:9). Jesús hizo milagros para probar su divinidad. El apóstol Juan
escribió: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad;
y vimos su [Jesús] gloria, gloria como del unigénito del Padre” (Juan 1:14).
El regalo que Dios nos hizo en Jesús es especial. Por medio de su Hijo unigénito,
Dios cumplió la promesa de salvar al mundo, como dice la Biblia: “Dios no envió a
su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”.
Es cierto que Dios tenía todo el derecho de enviar a la humanidad pecadora
al infierno, pero “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento
de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Por lo tanto, él envió a Jesús como nuestro Salvador.
Jesús es el único Salvador que necesitamos. Por eso, con el corazón alegre, podemos
decir junto con el apóstol Pablo: “Gracias a Dios por su don inefable” (2 Corintios
9:15).
Padre de amor, por mis muchos pecados yo debía estar perdido y condenado al
infierno. Te alabo, porque por el regalo especial de tu Hijo, mi Salvador, tú me
salvaste. Amén.
57
ESTEMOS PREPARADOS PARA ENCONTRARNOS CON JESÚS JUAN
“Con estas y otras muchas exhortaciones [Juan] anunciaba las buenas nuevas al
pueblo” (Lucas 3:18).
Muchas personas por la vida que han llevado sienten temor de reunirse con Jesús en
el día del juicio. Tratan de no pensar en ese día y, como resultado, no están listos para
encontrarse con Jesús.
Pero Dios no quiere asustarnos en cuanto a la segunda venida de Jesús, igual que Juan
el Bautista no quiso asustar a la gente de su tiempo tampoco. La Biblia nos dice que
él predicaba las buenas nuevas a la gente acerca de la llegada de Jesús como el Mesías
prometido. Juan le dijo al pueblo que Jesús venía para llevar la vida perfecta en su
lugar y que sufriría el castigo de los pecados, al morir en la cruz. Juan predicaba que
Jesús venía para abrirles las puertas del cielo y de la vida eterna.
Dios también quiere que ansiemos que Jesús regrese. No debemos tener miedo de
pararnos ante Jesús en el último día, porque su vida perfecta cubre nuestros pecados
y su muerte quitó el castigo que merecíamos. Acuérdese siempre que la sangre de
Cristo ha lavado todos nuestros pecados y por eso sabemos lo que Jesús nos dirá
cuando regrese a juzgarnos: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado
para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34). Jesús nos extenderá la
bienvenida a nosotros los creyentes al hogar eterno que él nos ha preparado en el
cielo. Y ahora quiere que deseemos que llegue el momento de su regreso cuando dice:
“Erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas
21:28). Creemos que estas palabras son verdad.
Queremos que otras personas tengan la misma esperanza y alegría que nosotros. Igual
que Juan el Bautista compartió las buenas nuevas, queremos contar a otras personas
el mismo mensaje. Dígales lo que usted sabe acerca de Jesús, el Salvador. De esta
forma, por la gracia y el poder de Dios, ellos se unirán a usted en ansiar la venida del
Señor.
Querido Señor Jesús, al pensar en el último día, por favor consuélame siempre
con las buenas nuevas de tu perdón. Ansío verte; ayúdame a contarles a otros
acerca de esta esperanza y alegría. Amén.
58
JUAN JESÚS ES NUESTRO BUEN PASTOR
"Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil, a esas también debo
atraer" (Juan 10:16).
¿Por qué estamos en este mundo y adónde vamos? Muchas personas hacen estas
preguntas al buscar el significado de la vida. Los discípulos de Jesús sabían las
respuestas a esas preguntas, porque sabían que sus pecados estaban perdonados en
Cristo, y que Jesús los llamó para servirle.
El Señor quiere que compartamos esta obra de invitar a más ovejas al redil del Señor.
Él nos anunció: “Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo, y me seréis testigos en Jerusalén… Judea, en Samaria y hasta lo último de la
tierra” (Hechos 1:8).
Si nuestro único propósito en la vida fuera conocer a Jesús, hoy mismo ya estaríamos
listos para ser llamados al cielo. Pero vivimos en este mundo para ser instrumento
para llevar al cielo a "otras ovejas " que están muriendo espiritualmente. Ellas
necesitan saber que Jesús murió y resucitó para salvarlas: del pecado, del poder del
diablo, y de toda una eternidad en el infierno. Entonces, nuestro propósito como
cristianos es hablarles a otros acerca de Jesús.
Seremos el ejemplo cristiano que Dios nos llama a ser al compartir al Salvador con
nuestro prójimo. Con la palabra de dios consolamos a las familias atribuladas, o
invitamos a un amigo al servicio del domingo, o visitamos a los enfermos con el
mensaje de la paz de Dios.
¿Por qué estamos aquí y a dónde vamos? Estamos en este mundo para ser llevados a
la fe en Jesús y compartirla con otras. De esta forma iremos al cielo con estas "otras
ovejas" para estar con Jesús por toda la eternidad.
Ahora Jesús nos dice: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando”. Nos
recuerda que como miembros de su familia, haremos lo que es bueno y Correcto,
según los Diez Mandamientos, con una gran diferencia: no cumpliremos estos
mandamientos para ganar el cielo, sino que los cumpliremos por amor a nuestro
Salvador, porque Jesús ya ha perdonado nuestros pecados y nos ha prometido que la
vida eterna en el cielo es nuestra. El apóstol Pablo escribió: “Hacedlo todo en el
nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Colosenses
3:17). Nuestra vida como cristianos es una vida llena de agradecimiento por todo lo
que Jesús ha hecho por nosotros.
Servir a Dios no es ningún estorbo ni una carga pesada, como el apóstol Juan nos
dice: “Este es el amor a Dios: que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos
no son gravosos, porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la
victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:3,4). ¿Son sus pecados una
carga pesada? Confiese esos pecados y sea perdonado. El Espíritu Santo lo ayudará a
vivir como una persona que le ha ganado la batalla al pecado por medio de Jesús.
Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él,
este lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).
Confiamos en esta promesa de Jesús, y él nos guiará a guardar los mandamientos sus
mandamientos.
"He aceptado a Jesús como mi Salvador." ¿Con qué frecuencia ha oído usted estas
palabras? A muchas personas les gusta pensar que creen en Jesús porque así lo
decidieron. Pero eso no es correcto. Ninguna persona puede decidir por sí misma
creer en Jesús. Por causa de la naturaleza pecaminosa que mora en nosotros no
queremos tener nada que ver con Dios, como el apóstol Pablo escribió: “Los
designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la ley de Dios
y tampoco pueden” (Romanos 8:7).
En el versículo de hoy, Jesús nos enseña claramente que la única razón por la que
creemos en él es porque él nos escogió primero. Él dice con palabras: claras,
sencillas, y dignas de memorizar: “Yo os elegí”. La Biblia nos dice que Dios nos
escogió para que seamos sus hijos desde antes que naciéramos y antes de la creación
del mundo. Esto nos muestra su gran amor hacia nosotros. No hemos ganado su amor
ni lo hemos merecido; sin embargo, Dios nos da su amor en Cristo.
Dios nos escogió con un propósito: “Os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y
vuestro fruto permanezca”. El apóstol Pablo añadió: “Somos hechura suya [de Dios]
creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para
que anduviéramos en ellas” (Efesios 2:10). Dios no nos escogió para sentarnos con
los brazos cruzados para no hacer nada. El Espíritu Santo nos enseña los frutos de la
fe de los cristianos: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22,23). Añada a esto los frutos de la buena
voluntad de los creyentes para hablarles a otras personas que no conocen a Jesús
acerca del Salvador y de su perdón.
Amado Jesús, sigue ayudándome a recordar que tú me escogiste para ser tuyo
por siempre. Ayúdame a seguir produciendo los frutos de la fe. Amén.
61
JESÚS ORA POR NOSOTROS LOS CREYENTES JUAN
“Pero no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en
mí…para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos
sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:20-
21).
Los primeros cristianos no causaron luchas ni peleas, sino que llevaban paz y amor
a la vida de muchos. Los que no eran creyentes, veían cómo vivían los creyentes y lo
que hacían. Los creyentes eran diferentes de las otras personas. Eran una bendición
para: su familia, sus amigos, y para los pueblos, villas, y ciudades, en que vivían.
La unidad cristiana que se basa en el amor de Dios es maravillosa. Este amor invita
a otros a unirse. Jesús oró para que este amor se encontrara en la unidad espiritual de
los cristianos, como dice el texto de Juan 17. La voluntad de Jesús es que todos
puedan creer en él como su Salvador y, aunque parece increíble, las personas del
mundo son el objeto del amor de Jesús. Esta es la razón por la que él tomó forma
humana y nació en este mundo, y por la que él llevó la vida perfecta y murió en la
cruz por los pecados de todo el mundo. Jesús quiere que cada persona sea salva y
llegue al conocimiento de la verdad. No podemos pasar por alto que al hablar de todas
las naciones está incluida NUESTRA nación. No importa donde vivamos en el
mundo, hay personas que no conocen a Jesús como su Salvador.
Jesús quiere que las personas de toda nación crean y confíen en él. Digámosle a la
gente que vive cerca de nosotros las buenas nuevas de Jesucristo. En nuestra vida
cotidiana conocemos a personas no creyentes. Siga llegando a ellos con la palabra de
Dios para que puedan creer y ser salvados. De esta manera, usted es la respuesta a la
oración de Jesús.
EL VERDADERO REY
Ha habido muchos hombres que han dicho ser el Cristo. Este nombre, Cristo, significa el
escogido por Dios y apartado para ser el Salvador del mundo. Durante los últimos cien años
más de mil hombres han alegado ser el Cristo. Muchos de los judíos tampoco pensaban que
Jesús era el verdadero Cristo, o sea, el prometido Rey y Salvador. Por eso, cuando Jesús fue
crucificado, los líderes religiosos de los judíos le pidieron a Poncio Pilato que cambiara el
letrero que puso sobre la cabeza de Jesús en la cruz. Ellos querían que el letrero dijera que Jesús
“decía” ser el rey de los judíos, pero no lo era.
Es fácil entender por qué los judíos querían que se cambiaran las palabras del letrero. La ciudad
de Jerusalén, cerca de la que Jesús fue crucificado, estaba llena de muchos visitantes por la
celebración de la Pascua del Antiguo Testamento. Estos visitantes podrían pensar que los
romanos estaban matando a su rey judío. Los líderes de los judíos odiaban a Jesús y a los
romanos. Si Pilato solamente cambiara el letrero, entonces los visitantes sabrían que Jesús
solamente alegaba ser rey.
Pero la Biblia nos dice que Jesús es el verdadero Hijo de David, el verdadero Rey de los Judíos
y el Cristo prometido. David fue un gran rey de Israel en el Antiguo Testamento, pero Jesús no
nació en este mundo para sentarse en un trono terrenal. Al contrario, como él lo dijo, vino a
gobernar un reino que no es de este mundo, sino que “no es de aquí” (Juan 18:36). Vino a
gobernar en el corazón y en la vida de los creyentes como el mismo dijo: “El reino de Dios no
vendrá con advertencia, ni dirán: ‘Helo aquí’ o, ‘Helo allí’. Porque el reino de Dios está entre
vosotros” (Lucas 17:20,21).
Jesús, como el verdadero Rey, nos rescató del poder del diablo. Solamente Jesús, que es sin
pecado, podía cumplir la ley en lugar de los que habiamos fallado en obedecer la ley de Dios.
Solamente Jesús, como el Hijo de Dios, podía morir en la cruz y tomar el lugar de los pecadores
que merecemos el castigo de Dios. Como verdadero Dios y verdadero hombre en una persona,
solamente Jesús podía redimirnos. Jesús es el único Salvador y el único que puede guiarnos al
cielo. ¡Solamente la fe en Jesús puede salvarnos! Desafortunadamente, los judíos no querían
un rey así.
En nuestro mundo de hoy se encuentran muchas ideas falsas acerca de Jesús. Nosotros sabemos
quién es el verdadero Rey, porque el Espíritu Santo nos lo ha mostrado en la palabra de Dios:
la Biblia. Le cantamos alabanzas a Jesús y decimos: “El Cordero [Jesús], que fue inmolado es
digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”
(Apocalipsis 5:12).
Señor Jesús, tú eres el verdadero Rey y nuestro Salvador. Sigue gobernando en nuestro
corazón y en nuestra vida y sigue siendo nuestro Rey ahora y en el cielo. Que te alabemos
ahora y en el cielo. Amén.
63
LA PALABRA DE DIOS LLEGA A TODO EL MUNDO JUAN
Entonces Jesús les dijo otra vez: “¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también
yo os envío” (Juan 20:21).
“¡Paz a vosotros!” Qué consuelo fueron estas palabras para los discípulos de Jesús, después del
Viernes Santo cuando dejaron a su Señor sufriendo solo en la cruz. En la noche del Domingo
de Pascua, estaban reunidos en secreto tras puertas cerradas porque tenían miedo. Las mujeres
les informaron a los discípulos que habían visto a Jesús y que estaba vivo, pero ellos no lo
creyeron. Los discípulos estaban confusos y dudaban de lo que había sucedido. Por esto, no
tenían paz en la mente ni en el corazón. En ese momento, ¡Jesús se les apareció de una manera
maravillosa y les enseñó las heridas de: sus manos, pies, y costado! Les dijo que había ganado
la victoria sobre la muerte por medio de la resurrección. En verdad, Jesús nos trae la paz.
Pero la paz de Jesús no es solamente un saludo cordial de parte de su vecino. Es la paz de Dios
que es mucho más grande de lo que cualquier ser humano pueda entender. Es Dios quien nos
dice que ya no está furioso con nosotros porque la guerra ha terminado. Al derramar su sangre
en la cruz, Jesús aplacó la ira de Dios contra nosotros. El mensaje de paz llegó a los discípulos
durante esta reunión, y es el mejor regalo de parte de Jesús a sus discípulos y a nosotros.
Por medio de la muerte y resurrección de Jesús, ¡ha desaparecido el temor! Nuestra conciencia
ya no puede acusarnos de que somos culpables, porque quienquiera que tenga el regalo de la
paz de Dios en Cristo es muy feliz. La verdad es que todo está bien entre Dios y el hombre.
Este mensaje de paz dura por siempre. Nuestros sentimientos pueden cambiar cuando nos
olvidamos de Dios, pero la palabra y las promesas de Dios nunca cambian. “¡Paz a vosotros!”
son palabras que perdurarán para siempre.
Dios envió a su Hijo para que lograra la paz entre la humanidad y él. La misión de Jesús era
redimirnos del poder: del mundo, del pecado, y de Satanás. Jesús cumplió ese mandato de
Dios. La resurrección de Jesús de entre los muertos en la mañana del día Domingo de Pascua,
nos hace ver cerradas las puertas del infierno y abiertas las puertas del cielo.
Con el mismo mensaje de paz ahora Jesús nos envía al mundo a las personas perturbadas. La
misión de la iglesia es llevarles las buenas nuevas a todas las personas. La alegría de los
discípulos en el tiempo de Jesús ahora es nuestra. Hoy en día nosotros somos los embajadores
de la “paz” de Jesucristo a la humanidad.
Sin embargo, ¿con cuánta frecuencia nos escondemos tras las puertas cerradas del temor?
Quizá pensamos: “Tal vez no les gusto a algunas personas si les digo que Jesús es el único
Salvador. Puede ser que se rían de mí si les digo que Jesús ha hecho la paz entre Dios y la
humanidad”. ¡Que Jesús nos quite estos temores! Él es el que se pone frente a usted todos los
días y nos dice con amor: “¡Paz a vosotros! El Padre me ha enviado y yo ahora lo envío a
usted.”
Amado Jesús, que por siempre tu paz eterna viva en nosotros. Sigue otorgándonos la
fuerza plena del Espíritu para poder seguir diciéndoles a otros que ellos también pueden
estar en paz con Dios. Amén.
64
JUAN ESTAMOS SEGUROS DE QUIÉN ES JESÚS
Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba [Juan] dijo a Pedro: “¡Es el
Señor!” Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se
había despojado de ella) y se tiró al mar (Juan 21:7).
JESÚS ES EL SEÑOR
Algunas personas han hecho grandes descubrimientos; por ejemplo: la curación para
enfermedades mortales, la radio, y la televisión. Pero el mejor descubrimiento que
cualquiera pueda hacer es este: Jesús es el Señor.
Juan, Pedro, y los otros discípulos, supieron que Jesús es el Señor cuando Jesús se
reunió con ellos a la orilla del mar. Inmediatamente después de haber recogido una
red llena de peces, Juan gritó, “¡Es el Señor!” Ellos sabían que Jesús y solamente
Jesús podía hacer un milagro así.
Los discípulos ya sabían por algún tiempo que Jesús era el Señor. Antes de este
acontecimiento Pedro le había dicho a Jesús: “Tú tienes palabras de vida eterna”
(Juan 6:68). En otra ocasión el discípulo Tomás dijo a Jesús: “¡Señor mío y Dios
mío!” (Juan 20:28). Jesús les había demostrado que él era su Maestro y su Rey a
través de los milagros y la predicación de la palabra.
Pero ahora los discípulos estaban seguros más que nunca de que Jesús era su Señor.
La pesca milagrosa les había hecho recordar la primera vez que Jesús les había dado
muchos peces por medio de otro milagro (Lucas 5:4-11). Entonces habían quedado
maravillados, y ahora otra vez, porque sabían, verdaderamente sabían, que Jesús era
el Dios y Señor de su vida.
Lo mismo sucede hoy día para con nosotros. Nos alegra saber que Jesús es el Señor
del cielo y de la tierra. Él vino a librarnos de nuestros pecados y nos protege de
nuestros enemigos. También, reconocemos con humildad que somos pecadores y que
no somos lo suficientemente buenos para salvarnos por nosotros mismos. El único
que nos puede salvar es Jesús y, después de conocer a Jesús como nuestro Salvador,
debemos dar testimonio acerca de él a otras personas, como lo hizo Juan. Finalmente,
igual que a Pedro, queremos acercarnos más a nuestro Señor al adorarlo y estudiar su
Palabra.
El descubrimiento más grande de nuestra vida es conocer a Jesús como el Señor. Los
milagros de Jesús, como el que hizo al proveerles muchos peces a Pedro y a Juan, nos
aseguran que Jesús es verdadero Dios. Jesús es el Señor y es nuestro Señor.
Amado Señor, venimos delante de ti con humildad y alegría. Por un lado estamos
seguros que tú eres el Dios verdadero y te confesamos como nuestro Maestro
misericordioso y poderoso. Sigue dándoles a otros y a nosotros muchas
bendiciones, porque tú eres el Señor de todas las cosas. Amén.
65
ESTAMOS SEGUROS DE QUIÉN ES JESÚS JUAN
Al descender a tierra, vieron brasas puestas y un pescado encima de ellas, y pan.
Les dijo Jesús: “Venid, comed”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle: “Tú, ¿quién eres?” sabiendo que era el Señor (Juan 21:9,12).
Jesús ya antes había preparado alimentos para sus amigos, pero este desayuno
probablemente fue la comida más maravillosa que Jesús hizo para ellos. Los
discípulos de Jesús pescaron toda la noche, pero sin resultados. Entonces en la
mañana, cuando ya volvían a tierra, Jesús, por medio de un milagro, les dio tantos
peces que sus redes quedaron repletas. Cuando los discípulos llegaron a la orilla,
encontraron una sorpresa maravillosa: Jesús estaba allí con el fuego encendido y con
la comida lista. Luego, los invitó a acercarse y a comer. Así que a la vez disfrutaron
de su desayuno y del compañerismo con Jesús. Con todo esto, Jesús demostró que le
interesaban sus amigos al proveer el desayuno y al darles la bienvenida.
Nosotros no hemos tenido una comida de pan y pescado que Jesús hubiera preparado
para nosotros. Sin embargo, él muestra su amor maravilloso por cada uno de nosotros
cuando quiera y dondequiera que estemos reunidos para oír o estudiar la palabra de
Dios. En el evangelio de Mateo Jesús nos dice: “Donde están dos o tres congregados
en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20).
Jesús también quiere cuidarnos por siempre. Por ejemplo, en una parábola Jesús
habló de la fiesta de bodas en el cielo donde él cuidará eternamente de los creyentes.
La Biblia también habla del cielo en el Salmo 16:11: “Me mostrarás la senda de la
vida; en tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre”. Como
creyentes en Cristo tenemos mucho que esperar en la gloria venidera del cielo.
La reunión del desayuno de Jesús con sus discípulos, les dio la certeza de que Jesús
los ama. También estamos seguros de que Jesús quiere estar con nosotros ahora y
siempre.
En algunos lugares, el seis de enero de cada año se le conoce como la Navidad de los
gentiles porque en ese día se celebra la llegada de los Reyes Magos para adorar a
Jesús. Estos sabios gentiles, o sea, personas no-judías, estudiaban las estrellas y,
cuando vieron una nueva, sabían que era la señal que Dios les había dado acerca del
cumplimiento de la promesa que les había hecho a Adán y a Eva, acerca de enviar al
Salvador al mundo. Este Salvador, Jesús, a quien Dios ya había prometido hacía
mucho tiempo, ya había nacido en Belén.
Los Reyes Magos estaban entre aquellos en quienes Dios derramó su Espíritu Santo,
aunque ellos no vivían todavía en la parte de los nuevos tiempos que llegarían al
mundo después de: la vida, muerte, y resurrección, de Jesús. En ese tiempo, predicho
por el profeta Joel, Dios derramaría su Espíritu Santo sobre TODAS las personas y
eso es lo que Pedro explica el día de Pentecostés, cincuenta días después de que
resucitó Jesús de entre los muertos, cuando dijo las palabras del texto de los Hechos.
Nosotros también somos prueba de que Dios continúa derramando su Espíritu sobre
todas las personas. Por ejemplo, pecamos y no siempre hacemos la voluntad de Dios
en nuestra vida. Sin embargo, Dios hace brillar su gracia sobre nosotros. A través de
su amor que no merecemos, Dios nos convierte en “sabios”, es decir: personas que
son verdaderamente sabias en cuanto a la vida espiritual. Sabemos y creemos que
Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores y que eso incluye a nosotros.
Ahora vivimos en los últimos días, que están comprendidos entre la primera venida
de Cristo y la Segunda, y Dios sigue derramando su Espíritu en nosotros por medio
de la Biblia. Aunque ya se ha cumplido la obra de Cristo de salvar al mundo, todavía
hay mucho trabajo que hacer antes de que él venga nuevamente en el último día. Al
predicar y enseñar la palabra de Dios, queremos que toda la gente sepa del amor y de
la misericordia de Dios en Cristo Jesús.
Dios nos invita a participar en esta obra misionera. Cada vez que le contamos a
alguien acerca de lo que Dios ha hecho por nosotros, estamos llevando a cabo esta
obra de Dios. Al hacerlo, podemos estar seguros de que el Espíritu Santo se derrama
en esa persona cuando le contamos acerca del amor de Dios. ¡Que Dios la lleve a
recibir su Espíritu en su corazón y en su mente!
En Mateo 28:19-20, Jesús envió a sus discípulos a todas las naciones para bautizar e
instruir a todo el mundo. Las buenas nuevas acerca de Jesús debían enseñarse a todas
las personas sin excepción porque el mensaje del evangelio es para todos. El apóstol
Juan nos enseña esto cuando escribe: “Él es la propiciación por nuestros pecados, y
no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2).
Entonces es lógico pensar, que debido a que Jesús murió para salvar a todo el mundo
del pecado, entonces el evangelio se debe predicar a todos.
Sin embargo la triste realidad es que no todo el mundo se salvará porque no todos
creerán el mensaje. La salvación llega a cada persona solamente por medio de la fe
en Jesús, y esta fe es obra del Espíritu Santo a través de la palabra de Dios y el
Bautismo. Por la naturaleza humana estábamos muertos en el pecado. Pero el Espíritu
Santo nos toca con el mensaje de perdón por medio de Jesús. Por eso Pedro citó las
palabras escritas por el profeta Joel en el día de Pentecostés: “Todo aquel que invoque
el nombre de Jehová, será salvo” (2:32). Es importante que les prediquemos este
mensaje a todas las personas para que el Espíritu Santo pueda obrar la fe en el corazón
de ellas.
El día de Pentecostés, cincuenta días después de que Jesús resucitó de entre los
muertos el Domingo de Pascua, es el cumpleaños de la iglesia del Nuevo Testamento.
En ese día los discípulos hablaron en muchas idiomas diferentes sin haberlos
estudiado y, como resultado, tres mil personas creyeron el mensaje de los discípulos
y fueron bautizadas.
Hoy en día el Espíritu Santo continúa su obra y les lleva la salvación a muchas
personas al hacer que crean en Jesús. Como creyentes, tenemos el privilegio de
enseñarles a otros acerca de la palabra de Dios, y así el Espíritu Santo añadirá otros
miembros a su iglesia. ¿Qué tal nosotros? ¿Estamos listos para compartir a Jesús con
otros? El Espíritu Santo fortalecerá nuestra fe a través de la palabra de Dios y de esta
manera nos dará el valor de hablar acerca de nuestro Salvador.
Para nosotros estas son buenas noticias, y como hijos de Dios tenemos una
responsabilidad delante de él. Nuestro Padre celestial nos creó para alabarlo y
honrarlo, al llevar una vida piadosa, y se nos exige cumplir con los Diez
Mandamientos de manera perfecta. Sin embargo, fallamos en llevar a cabo esta clase
de vida y, debido a nuestras fallas, merecemos sufrir el fuego mismo del infierno.
Pero Dios nos salvó, por medio del sufrimiento y muerte de su propio Hijo en la Cruz,
y ahora tenemos una nueva razón para vivir para su gloria. El trabajo más importante
que tenemos, es usar nuestra vida para alabar y honrar a aquel que fue clavado en la
cruz por nosotros. Así podemos usar nuestras habilidades para demostrarle nuestro
agradecimiento a él, que nos dio el perdón de nuestros pecados y la segura esperanza
de la vida eterna en el cielo.
Padre celestial, te agradecemos por enviar a tu único Hijo a morir en la cruz por
nosotros. Por medio de Jesús nos has librado del pecado y de la muerte. Gracias
por la salvación a través de Jesús. Amén.
69
JESÚS HACE DESAPARECER NUESTROS TEMORES HECHOS
Y Dios lo levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que
fuera retenido por ella (Hechos 2:24).
Hay un juego importante que hacen todos los niños con su madre cuando la mamá
trata de agarrar al niño, pero se supone que no puede porque el niño corre muy rápido.
Lo que Jesús, el niño de Belén, hizo no fue un juego. No se escapó de lo que su Padre
quería que hiciera. Cumplió perfectamente con la voluntad de su Padre en la cruz del
Calvario para vencer: a Satanás, el pecado, y la muerte. El Padre de Jesús aceptó la
vida y muerte perfectas de su Hijo, para establecer de nuevo la paz entre el mundo y
Dios. La muerte de Jesús en la cruz es una gran bendición para nosotros.
Dios mostró que él aceptó por completo lo que Jesús hizo, al resucitarlo de entre los
muertos. Cuando pusieron a Jesús en la tumba, parecía que la muerte había ganado la
batalla. Pero la muerte y la tumba no pudieron retener a Jesús. La resurrección de
nuestro Salvador de entre los muertos nos dice algo acerca
del poder que tiene Jesús para salvarnos. Un día nosotros también seremos puestos en
una tumba, pero sabemos que la muerte no podrá retenernos por siempre, porque
Jesús prometió con palabras muy claras: “Yo he venido para que tengan vida, y para
que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
Por medio de Jesús, nuestro corazón y vida están llenos de alegría, porque no vivimos
en el temor de la muerte. Sabemos que es imposible que ella nos retenga porque, igual
que Jesús, resucitaremos de entre los muertos en el último día. Con alegría en nuestro
corazón, podemos decir con el apóstol Pablo: “Con Cristo estoy justamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne,
lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”
(Gálatas 2:20).
La gran verdad es que Dios también nos resucitará de la agonía de la muerte para vivir
con él por siempre en alegría perfecta. Mientras tanto ahora vivimos para él con fe,
sin temor, llenos de alegría con la certeza de la vida eterna en el cielo. ¡Gracias sean
dadas a Dios!
Con frecuencia hablamos acerca de nuestra fe en Dios. Al hablar a través del salmista
David en los Salmos, Jesús nos muestra que también tenía fe plena en su Padre
celestial. Él estaba seguro de que su Padre no lo abandonaría en la tumba después de
que muriera en la cruz, ni que su cuerpo comenzaría a podrirse ni a descomponerse.
Jesús tenía toda la razón en confiar en su Padre. Como lo dice nuestro pasaje bíblico,
Dios no dejaría que su Santo [Jesús] permaneciera en la tumba. Tal como lo había
prometido, el Padre rescataría a Jesús y lo resucitaría de entre los muertos. Esta
verdad tiene un significado real en nuestra vida hoy en día.
Debido a nuestros muchos pecados, merecemos ser olvidados por siempre por
nuestro Dios el Padre. Merecemos más que solamente la descomposición de nuestro
cuerpo. Debíamos haber recibido La eternidad de sufrimiento en cuerpo y alma, en el
infierno. Pero Dios nos salvó al enviar a su único Hijo Jesús, a sufrir por nosotros la
muerte y el infierno.
Como hijos de Dios, nosotros también tenemos fe en nuestro Padre que está en los
cielos. Al estudiar los Diez Mandamientos sabemos que no somos “santos”. Somos
declarados como santos únicamente debido a lo que Jesús hizo por nosotros con su
muerte y su resurrección. Ahora podemos estar seguros de lo mismo que Jesús estaba
seguro: podemos vivir con esperanza porque Dios no nos dejará en la tumba. Nuestro
cuerpo se pudrirá en la tierra después que muramos, pero en el último día Dios
resucitará nuestro cuerpo y lo reunirá con nuestra alma. Entonces nuestro cuerpo será
libre del pecado, nunca se podrirá. Por medio de la obra del Espíritu Santo sabemos
que el sendero de la vida es por medio de Jesucristo.
Nuestro corazón se llena de alegría, y nuestra voz canta por estas bendiciones en
alabanza a Dios. En verdad, ¡el Padre celestial ha hecho todo para nuestro bien
eterno!
¡La vida del pueblo de Dios está llena de alegría! Gracias a Dios tenemos la fe que
nos dio el Espíritu Santo por medio de las sagradas Escrituras. Además podemos
mostrar nuestra amistad a nuestros hermanos en la fe de muchas maneras y en
diferentes oportunidades, y así mostrar la unidad de nuestra fe en Jesús.
Una manera en que mostramos junto con nuestros hermanos cristianos la unidad de
fe es por medio de los servicios de alabanza al único Dios. En cada culto de adoración
siempre confesamos nuestros pecados y después escuchamos las buenas nuevas de
parte del pastor: Hijo, hija, tus pecados son perdonados. Elevamos nuestra voz en
himnos de alabanza y agradecimiento a nuestro Dios-Salvador por la salvación que
ha preparado para nosotros. Estamos seguros de que oiremos el mensaje de la palabra
de Dios en las lecturas y el sermón, sin quedarnos desilusionados ni confundidos.
También, en los cultos hay un tiempo de oración en el cual, guiados por el Espíritu
Santo, depositamos nuestras oraciones ante el trono de nuestro Dios todopoderoso.
Pedimos la bendición de Dios por medio de su palabra para que, como buena semilla:
eche raíz, crezca fuerte, y produzca fruto eterno. Pedimos la misericordia de Dios y
oramos unos por otros. Le agradecemos a Dios por las muchas bendiciones que nos
da en nuestra vida.
Gracias Señor por los muchos creyentes que conocemos. Sigue otorgándonos la
alegría de compartir el evangelio con nuestros hermanos en la fe y con otros, así
como ellos la han compartido con el mundo a través de los siglos. Amén.
72
HECHOS LA PALABRA DE DIOS SE PREDICÓ EN SAMARIA
Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. La gente,
unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales
que hacía, pues de muchos que tenían espíritus impuros, salían estos lanzando gritos; y
muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad.
(Hechos 8:5-8)
¿Alguna vez alguien le ha dicho a usted que se calle durante el servicio en la iglesia?
A lo mejor dijeron algo similar a este: “Escucha con atención lo que dice el pastor”.
El pueblo de Samaria escuchaba a Felipe con atención porque su mensaje le traía gran
alegría. Los samaritanos también eran pecadores y no sabían qué pasaría con ellos
después que murieran; por eso sentían miedo. Su conciencia, la vocecita efectiva, les
decía lo que era correcto e incorrecto y ¡les advertía que tendrían que rendir cuentas
de sus pecados ante Dios! Felipe les trajo el mensaje de esperanza a través de Jesús
como su Salvador. Todos escuchaban atentamente cuando Felipe les enseñaba que
Jesús era el Cristo, a quien Dios había prometido enviar al mundo, y que él pagó por
los pecados de todos ellos con su muerte en la cruz. Esto significaba que ya no debían
tener miedo a la furia ni al castigo de Dios, y por eso su corazón se llenó de alegría
cuando se enteraron de que por medio de la fe en Jesús ya tenían el perdón completo.
Por fin sentían paz en el corazón al saber que Jesús era como una puerta que los
llevaba a la vida eterna en el cielo, donde disfrutarían de paz y de alegría por siempre.
Las buenas nuevas acerca de Jesús también llenan nuestro corazón de alegría y de
Paz, aun cuando los pecados tratan de robarnos la felicidad. En momentos como
estos, debemos escuchar el mensaje de los pastores y maestros cristianos de hoy,
acerca del mensaje de Jesucristo. Solo Jesús puede quitar nuestra tristeza y nuestro
temor, porque ya lo hizo al morir en la cruz como castigo por nuestros pecados. Al
creer en Jesús, tenemos la misma alegría y paz que encontraron las personas de
Samaria.
Podemos estar seguros de nuestra salvación debido a que hemos recibido la fe que
viene por medio de la palabra de Dios. Durante el primer siglo de la iglesia cristiana,
Dios permitió que Felipe y otros, hicieran milagros para que las personas no dudaran
de lo que decían. Estos milagros les dieron alegría a los que habían sido sanados e
hicieron que otros creyeran en el mensaje verdadero de parte de Dios.
Su pastor, igual que Felipe, les predica el mensaje de alegría y de paz que viene de
Dios en cada sermón y estudio bíblico. Por eso, escuchen con atención ese
maravilloso mensaje.
Amado Jesús, gracias por las buenas nuevas alentadoras del evangelio.
Ayúdanos a seguir escuchando con atención a las personas que comparten el
mensaje del evangelio con nosotros, para que sigamos viviendo en paz y alegría.
Amén.
73
LA PALABRA DE DIOS SE PREDICÓ EN SAMARIA HECHOS
Pero había un hombre llamado Simón que antes ejercía la magia en aquella ciudad y que
había engañado a la gente de Samaria haciéndose pasar por alguien importante. A este
oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, y decían: “Este es el
gran poder de Dios”. Estaban atentos a él, porque con sus artes mágicas los había
engañado por mucho tiempo. Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio
del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También
creyó Simón mismo, y después de bautizado estaba siempre con Felipe; y al ver las señales
y grandes milagros que se hacían estaba atónito (Hechos 8:9-13).
El mundo siempre ha estado lleno de personas que tienen la idea equivocada acerca de quiénes
son ellos mismos. Durante la vida del profeta Jeremías en el Antiguo Testamento, Dios advirtió
acerca de “profetas” que irían “profetizando mentira en mi nombre” (Jeremías 23:25). Dios
quería que su pueblo Israel se mantuviera apartado de otras naciones, pero Satanás puso
muchos falsos profetas en otras naciones y ellos apartaron al pueblo del verdadero Dios.
Moisés como un profeta del Antiguo Testamento, le advirtió al pueblo de Israel que no
practicara ni la brujería ni la magia.
Por todo aquello, no es ninguna sorpresa oír que Felipe, uno de los primeros siete diáconos de
la iglesia, conociera a una persona como Simón. Lo que es más sorprendente es que este
hombre llegó a creer en Jesús y fue bautizado. Antes de su conversión, a Simón era admirado
por su gran poder y la gente tal vez llegó a pensar en él como un dios. Pero Simón supo que
Jesús es el verdadero Dios, mucho más grande y poderoso que él. Piénsenlo de esta forma:
Simón, un enemigo del evangelio, ¡llegó a la fe en Jesús! Este milagro debe haber animado a
Felipe a hablarles a otras personas acerca de Jesús, para que ellos supieran que Jesús era el más
grande y que él les daría bendición eterna.
Hoy en día hay muchos falsos maestros en el mundo, y también pueden presentarse a nosotros
de diferentes maneras. Ellos aducen ser maestros del más grande, pero las Escrituras nos
advierten: “Probad los espíritus si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido por
el mundo” (1 Juan 4:1). ¿Acaso estos maestros hacen ver a Jesús como el más grande? ¿Hacen
ver lo que hizo Jesús para pagar por todos los pecados del mundo? ¿Acaso nos hablan del gran
sacrificio en la cruz para lograr nuestra salvación? ¿Es que enseñan que Jesús volvió a la vida
al resucitar de la tumba? Estas son las preguntas que debemos hacerle a cualquier maestro
religioso que escuchemos.
La verdad es que Jesús es el más grande y es todopoderoso. Lo más importante aún es que
mostró su amor y misericordia hacia nosotros, cuando sufrió y murió en nuestro lugar, cuando
todavía éramos pecadores impenitentes. Tenemos paz con Dios y vida eterna en el cielo, debido
a lo que Jesús llevó a cabo por nosotros como el más grande.
¿Alguna vez ha necesitado ayuda cuando ha tenido problemas? ¿Recuerda qué contento se
sentió cuando alguien fue a ayudarlo? Felipe, el obrero de la iglesia, en el país de Samaria que
estaba cerca de Jerusalén, debió haberse sentido aliviado y contento cuando Pedro y Juan
llegaron para ayudarlo. Ellos eran discípulos de Jesús y llegaron para ver el éxito de la obra
evangélica en Samaria, y para mostrar que ellos pertenecían a la misma fe de los creyentes de
allá. Probablemente también ayudaron a Felipe a aumentar el conocimiento cristiano de los
nuevos creyentes. Por fin, ¡llegó ayuda a Samaria!
Mucho tiempo antes de que Pedro y Juan llegaran, había llegado la ayuda más grande, o sea,
el Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad. Fue el Espíritu Santo quien había obrado a
través de la prédica de las buenas nuevas, para guiar a los samaritanos a la fe. También fue el
Espíritu Santo quien dio a estos nuevos creyentes el poder que necesitaban para compartir el
mensaje de Jesús con otros. Sin la ayuda del Espíritu Santo, nada de este trabajo se habría
llevado a cabo.
Hoy esto también es verdad en la obra misionera. El éxito de nuestros esfuerzos misioneros no
depende del número de pastores o misioneros que tengamos ni tampoco depende de lo bien que
estos hombres prediquen, ni de los métodos que usan. Nuestro éxito es totalmente la obra del
Espíritu Santo, porque “nuestra ayuda proviene de nuestro Señor que hizo el cielo y la tierra”,
como dice el salmista.
Hoy en día podemos decir: ¡Ha llegado ayuda! El Espíritu Santo llegó a nuestro corazón para
darnos la fe en Jesús y en lo que él ha hecho por nosotros. Jesús: sufrió, murió, y resucitó de
la muerte, para regalarnos el perdón de los pecados y la vida eterna. ¡Qué alegría y qué alivio,
es tener la ayuda del Espíritu Santo en nuestra vida!
Señor, gracias por la oportunidad que nos das de compartir el evangelio con otras
personas de este mundo. Sigue enviándonos el Espíritu Santo para que él siga
ayudándonos a difundir tu palabra. La presencia del Espíritu Santo siempre será de
alegría y de ánimo para nosotros. Amén.
75
LA PALABRA DE DIOS SE PREDICÓ EN SAMARIA HECHOS
Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu
Santo, les ofreció dinero, diciendo: “Dadme también a mí este poder, para que cualquiera
a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo”. Entonces Pedro le dijo: “Tu
dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No
tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios.
Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el
pensamiento de tu corazón, porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que
estás.” Respondiendo entonces Simón dijo: “Rogad vosotros por mí al Señor, para que
nada de esto que habéis dicho venga sobre mí" (Hechos 8:18-24).
Es la siguiente frase verdadera o falsa: “No soy lo suficientemente bueno para ser miembro de
la iglesia”. ¿Cómo contestó usted?
Nosotros mismos somos pecadores que no tenemos nada bueno dentro de nosotros para recibir
la bondad que Dios nos muestra. Pero, ¿acaso Dios exige cierta cantidad de bondad de nosotros
antes de que podamos ser miembros de una iglesia? ¡No! Si tuviéramos que ser buenos, nunca
podríamos ser miembros de la iglesia. Es Jesús quien nos invita a todos nosotros a acercarnos
a él por medio da la fe. Todos los que se arrepienten de sus pecados y creen en Jesucristo como
su Salvador, reciben el perdón de todos sus pecados. Jesús ganó este perdón para nosotros
cuando murió en la cruz y resucitó de entre los muertos. No importa cuántas veces hayamos
pecado ni cómo hayamos pecado, Dios nos perdona todos esos pecados por el sacrificio de
Jesús. Piense en esto: nosotros aún después de haber sido convertidos en creyentes, todavía
pecamos. Cada día combatimos la tentación de pecar y algunas veces fallamos porque los
creyentes no somos personas absolutamente perfectas. Sin embargo, Dios nos perdona debido
a lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz de Calvario.
Lucas, el escritor del libro de los Hechos, nos dice que Simón fue creyente pero tenía una fe
débil. Todavía era pecador penitente, como todos, y era necesario que creciera en la fe con la
ayuda del Espíritu Santo, igual que otros personajes de la Biblia. Por ejemplo, Dios reprendió
a Moisés, el gran líder del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, porque no honró a Dios
ante el pueblo de Israel. Además el gran rey David cometió adulterio y asesinato. El apóstol
Pablo se llamaba a él mismo el más grande de los pecadores. Con estos tres ejemplos, se puede
ver que todos pecamos, y que nuestros pecados son perdonados. Los creyentes que sienten
pesar por sus pecados y creen en Jesús como su Salvador, reciben este perdón.
¿Qué pasó con Simón? ¿Acaso perdió su fe? Le pidió a Pedro que orara por él y le pidió que
nada del juicio de Dios cayera sobre él. Solamente Dios sabía si Simón sentía pesar por su falla
de querer pagar dinero para comprar el poder del Espíritu Santo.
¿Y qué hay de nosotros? ¿Podemos decir la misma oración de Simón? Sí, podemos. Moisés, el
rey David, el apóstol Pablo, y muchos otros oraron lo mismo. Le pidieron a Dios que los
perdonara cuando cayeron en el pecado. ¡Qué también esta sea nuestra petición!
El hombre del carro era el tesorero de la reina Candace del país de Etiopía en el
África. Pero, a pesar de su: poder, autoridad, y posición, este señor no era feliz,
porque no entendía la palabra de Dios que estaba leyendo. Todo el dinero y el poder
que existían en el mundo no podían darle al hombre la felicidad duradera, pero con
la ayuda de Felipe la encontró.
Esta parte del libro de los Hechos nos muestra cómo obra el Espíritu Santo en nuestro
corazón y vida. Fue el Espíritu Santo quien arregló la reunión de este hombre de
Etiopía con Felipe, cuando estaba leyendo el capítulo 53 de Isaías en el Antiguo
Testamento. Fue el Espíritu Santo quien hizo posible que Felipe abriera la boca para
compartir las buenas nuevas, y luego abrió el corazón del hombre para que aceptara
la explicación de la profecía de Isaías. Por fin el Espíritu Santo guió al hombre de
Etiopía a ser bautizado para el perdón de sus pecados. Ahora Dios fortaleció su fe.
¿Recuerda usted el bautismo de Jesús? Cuando Jesús fue bautizado, se abrió el cielo
y el Espíritu Santo bajó sobre él en la forma de una paloma. Fue entonces cuando
habló Dios el Padre acerca de Jesús y dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia” (Mateo 3:17). Ahora estas mismas palabras se le podían decir al
hombre de Etiopía. La sangre de Jesús lo limpió y lo purificó de todo pecado. Ahora
por la fe él sabía que el Padre de Jesús era su propio Padre espiritual. Ahora él sabía
que, debido a lo que Jesús había hecho, su Padre estaba complacido con él.
¿Se sintió triste el hombre de Etiopía porque el Espíritu Santo arrebató a Felipe? No,
de ninguna manera. Este hombre sabía que ya tenía el regalo de la vida eterna a través
de Jesús, y que era hijo de Dios. Felipe había desaparecido, pero el hombre se fue
contento para hablarles a otros acerca de la felicidad que encontró.
Recuerde lo que Dios hace por usted que es pecador. Usted también es feliz por medio
del bautismo, porque ya es hijo de Dios y miembro de su familia.
Amado Señor, gracias por limpiarme de mis pecados en el bautismo. Por medio
de Jesús nos has regalado la vida eterna en el cielo. Sigue llenando nuestro
corazón con esta alegría. Amén.
77
EL AMOR DE DIOS ES PARA TODOS HECHOS
Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de
Jesucristo; este es Señor de todos (Hechos 10:36).
PAZ VERDADERA
Algunos esposos y esposas discuten y pelean entre ellos. Algunas personas no hablan con sus
vecinos porque no les gustan. Desafortunadamente lo que sucede entre los individuos en la
sociedad, es también lo que sucede entre las naciones del mundo, y como resultado, estos
países envían ejércitos a hacer la guerra contra sus vecinos. De esta forma hay guerra y no hay
paz. Mucha gente muere.
La paz es algo difícil de encontrar y de mantener en esta vida. Todos quisiéramos la paz: en
nuestro matrimonio, en nuestra familia, y en nuestra nación. Aunque tenemos el deseo de la
paz, en nuestra vida en este lado del cielo nunca tendremos la paz perfecta. ¿Por qué no? No
tendremos paz debido al pecado y porque por lo común los pecadores ponemos nuestras
propias necesidades y deseos antes que las de los demás.
La paz verdadera: ¿existe algo así? Sí, ¡claro que existe! El apóstol Pablo habla de las buenas
nuevas de paz en nuestra lectura de las Escrituras. Esta paz es la que se encuentra entre Dios y
su pueblo por medio de Jesús. Piense en esta paz. ¡Tener paz con Dios es la mayor bendición
que podemos tener! Tener a Dios como nuestro amigo y no como enemigo es maravilloso. Es
una gran bendición que Dios nos sonría. No queremos que Dios esté enojado con nosotros.
Tenemos la alegría de saber que Dios no nos rechazará; más bien, nos da la bienvenida en sus
brazos. Esta bendición trae la paz verdadera.
El apóstol Pedro quiere que conozcamos esta paz y quiere que nos aferremos a esta paz, que
llega solamente por medio de Jesucristo. Por nosotros mismos, no podríamos hacer la paz con
Dios porque somos pecadores. Sin embargo, Jesús hizo por nosotros lo que nosotros no
podíamos hacer cuando Dios cargó sobre él todos los pecados del mundo. Jesús fue castigado
por los pecados de todo el mundo, cuando murió en la cruz del Calvario y de esta manera
cumplió con los términos de paz del acuerdo con Dios. Jesús firmó ese acuerdo de paz con su
propia sangre que derramó en la cruz.
Solamente Jesús podía hacer esto porque él es el “Señor de todo”. Solamente él podía pelear
con Satán y ganar la batalla. Solamente la sangre santa y preciosa de Jesús, el único hijo de
Dios, podía comprar para nosotros el perdón de todos los pecados. Solamente su gloriosa
resurrección de entre los muertos, podía asegurar la victoria sobre la muerte y sobre la tumba.
Ahora tenemos muchas grandes bendiciones debido a esta paz. En su epístola a los Romanos,
el apóstol Pablo las describe de esta manera: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para
con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). Ahora ya no vivimos con
temor a Dios ni tampoco tenemos miedo de ver una tumba. ¡Somos redimidos y perdonados, y
estamos en paz con Dios! De veras ¡estas son buenas noticias!
Padre celestial, gracias por darnos la paz del corazón y de la mente, debido a tu paz
salvadora. Amén.
78
HECHOS JESÚS ES EL UNGIDO
Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret. (Hechos 10:38)
En tiempos del Antiguo Testamento a las personas se les apartaba para el servicio a
Dios al ser ungidas con aceite. Por ejemplo, cuando el pueblo de Israel quiso un rey,
Dios ordenó al profeta Samuel que ungiera a un hombre llamado Saúl para que fuera
el primer rey de Israel. Samuel lo ungió al verterle aceite en la cabeza y así Dios
podría decir: “Te he escogido para que me sirvas”. Lo mismo sucedió con Aarón
cuando él fue ungido como el primer sacerdote de Israel, al verterle aceite sobre la
cabeza.
Es cierto que Jesús es verdadero Dios y por eso no necesitaba ayuda. Sin embargo,
para ser nuestro Salvador también era necesario que fuera verdadero hombre para
poder tomar nuestro lugar y morir por nuestros pecados. Entonces, motivado por su
amor y por corto tiempo, puso de lado el uso completo de sus poderes divinos. Así
pudo: llevar nuestras debilidades humanas, enfrentar el hambre y la tentación, y sentir
dolor. Enfrentó la tentación, y no es fácil vencer la tentación. No es fácil sufrir y morir
por los pecados de todas las personas. Sin embargo, esto es lo que Jesús vino a hacer
y por esta razón Dios le dio el poder de su Espíritu Santo. Con ese poder, Jesús tuvo
la fuerza que necesitaba para llevar a cabo su obra redentora según su naturaleza
humana.
Padre celestial, gracias por darle a Jesús el poder y el Espíritu Santo. Ayúdanos
a seguir permaneciendo seguros del perdón de los pecados y de la vida eterna
que él ha ganado para nosotros. Amén.
79
JESÚS ES EL UNGIDO HECHOS
Sabéis…cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret,
y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el
Diablo, porque Dios estaba con él (Hechos 10:38).
Cuando Dios ungió a Jesús como su siervo especial, lo envió en una misión especial
para salvarnos de nuestros pecados. Sin embargo, quien gobernaba en nuestra vida
era mucho más poderoso que cualquier nación pagana. Dios ungió a Jesús para salvar
a todas las personas del poder del diablo.
El diablo tentó a Adán y a Eva a desobedecer a Dios, y a través de ellos todas las
personas nacemos pecadoras. Es verdad que usted y yo nacimos, como esclavos en el
reino del diablo porque, por la naturaleza pecaminosa que mora dentro de nosotros,
el único deseo que teníamos era servir al Diablo. Con nuestra propia fuerza no
podíamos librarnos nosotros mismos del poder gobernante del diablo. Pero, como nos
lo dice la Biblia, Dios envió a Jesús para que nos librara del poder de Satanás. Al
ejercer su ministerio público: Jesús sanó a los enfermos, les devolvió la vista a los
ciegos y, dondequiera que fue Jesús, el poder del diablo fue vencido con el poder de
Dios a través de Jesús. Además Jesús llevó la vida perfecta como nuestro substituto.
Sin embargo, Jesús fue mucho más allá de llevar la vida perfecta. Jesús fue a la cruz
por nosotros y así aplastó el poder del diablo. Dios dio la profecía al diablo que Jesús
iba a hacer esto en Génesis 3:15. Dijo que Jesús sería herido pero que obtendría la
victoria sobre el diablo. Esto es la promesa que hizo Dios a Adán y a Eva, después de
que cayeron en el pecado. Por esto, cuando Jesús nos libró del poder del diablo,
cumplió su misión y propósito como el Ungido de Dios.
Señor Jesús, toda alabanza sea a ti por librarnos del poder del diablo. Amén.
80
HECHOS EL AMOR DE DIOS ES PARA TODA LA HUMANIDAD
De este dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él crean recibirán
perdón de pecados por su nombre (Hechos 10:43).
Dios perdona a los pecadores debido a lo que Jesús ha hecho por nosotros. Esta
verdad les da consuelo a los que se arrepienten de sus pecados y de haber ofendido a
Dios con el mal que hicieron. Es cierto, sin el perdón de Dios estaríamos perdidos y
sin ninguna esperanza.
El apóstol Pedro habló con un hombre llamado Cornelio y con todas las personas que
se reunieron en su casa. Pedro les contó acerca de: la vida de Jesús, su muerte, y su
resurrección de entre los muertos, y ellos escucharon con mucha atención, porque
Pedro quería asegurarse de que estas personas supieran que Jesús era el cumplimiento
de las profecías del Antiguo Testamento.
Los profetas del Antiguo Testamento escribieron acerca de Jesús y del perdón que él
iba a dar. Por ejemplo, así el profeta Isaías escribió acerca de Jesús: “Mas él fue
herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó
sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). El profeta
Jeremías hizo ver a Jesús cuando proclamó: “Perdonaré la maldad de ellos y no me
acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34). Por fin el profeta Miqueas habló acerca
de la promesa de Dios de perdonar los pecados al escribir: “Él volverá a tener
misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades y echará a lo profundo del
mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:19). Es verdad de que por siglos las
promesas de Dios acerca de Jesús se encontraron en el Antiguo Testamento, y en el
Nuevo Testamento Jesucristo cumplió todas ellas.
Piense en la alegría que sintieron Cornelio y los otros que estaban en su casa. Ellos
no eran judíos, o sea, parte del pueblo de Israel, el pueblo escogido por Dios. Sin
embargo, Pedro les aseguró que el perdón de Dios a través de Jesucristo pertenecía a
ellos también. Después, leemos que Cornelio y los otros, fueron bautizados con agua
y con la palabra de Dios. Más y más personas que no eran judías fueron convertidas
en creyentes. Las buenas nuevas acerca de Jesús se enseñaron en todas partes y fueron
aceptadas por muchas razas.
El perdón de Dios marca una gran diferencia en nuestra vida. ¿Lleva usted una carga
pesada debido a los pecados del pasado en su vida? ¿Se siente aplastado por el temor
y por la preocupación debido a sus pecados? Recuerde que en Jesucristo hay perdón.
¿Se le hace a usted difícil perdonar a: su esposo o esposa, un vecino o alguien con
quien usted trabaja, debido a algo que ellos dijeron o hicieron y que lo lastimó?
Recuerde que en Jesucristo hay perdón. Dios le perdona todos sus pecados. Él
también le da a usted el poder de perdonar a otras personas. Este perdón se encuentra
en Jesús.
Padre celestial, gracias por perdonarme todos mis pecados. Por favor, sigue
dándome la voluntad de perdonar a otras personas cuando me lastimen. Amén.
81
NOS ALEGRA COMPARTIR LAS BUENAS NUEVAS HECHOS
Nosotros también os anunciamos el evangelio de aquélla promesa hecha a nuestros
padres, la cual Dios nos ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús; como está
escrito también en el salmo segundo: “Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy”. Y en
cuanto a que lo levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así:
“Os daré las misericordias fieles de David”. Por eso dice también en otro salmo: “No
permitirás que tu santo vea corrupción” (Hechos 13:32-35).
En un himno cristiano cantamos: “¡Yo sé que mi Redentor vive!” Qué consuelo y alegría les
da esta oración a los cristianos. Decimos abiertamente la verdad de que Jesús está vivo, y
porque él vive, nosotros también viviremos. Pero, ¿cómo sabemos que esto es verdad? Porque
la palabra de Dios nos dice que es verdad. Nos alegra compartir con las personas de este mundo
el mensaje salvador acerca de la resurrección de Jesús.
Pero, ¿escucharán las personas de este mundo lo que les decimos? ¿Es todavía hoy bueno para
nosotros, este mensaje que ya tiene dos mil años? El apóstol Pablo quien escribió las palabras
del texto arriba, puede haberse preguntado acerca de las palabras que citó del rey David en el
Salmo 16. ¿Creería la gente el mensaje de Pablo? Estas palabras eran parte de los servicios de
los judíos en el templo. ¿Creería la gente que Jesús cumplió estas palabras con su resurrección?
Si estos pensamientos de duda entraron en la mente de Pablo, uno no lo podría saber por lo que
escribió. Pablo salió de la isla de Chipre del mar Mediterráneo y ahora escribía una carta a la
gente de la ciudad de Antioquía en lo que hoy día es el país de Turquía. A estas personas de
Antioquía les explicó las buenas nuevas acerca de Jesús. ¿Cómo se lo dijo? Primero, les enseñó
las profecías del Antiguo Testamento, y después, les mostró la manera en que Jesús cumplió
cada uno de ellas con su: vida, muerte, y resurrección. Además el apóstol Pablo citó: los salmos
2 y 16, y el capítulo 56 de Isaías, para comprobar que la resurrección de Jesús de entre los
muertos era parte del plan de Dios para salvar a toda la humanidad. Pablo dijo sencillamente
la verdad y después de eso, el Espíritu Santo llevó a cabo su obra.
El evangelio, o la buena nueva, es tan antiguo como lo que sucedió en el huerto del Edén al
principio del mundo. En este jardín Dios prometió que vendría el Salvador al mundo. Para
nosotros esta promesa se cumplió con: el nacimiento de Jesús, su vida, muerte, resurrección, y
su ascensión al cielo hace dos mil años. Sin embargo, hoy este mensaje es válido e importante
para nosotros porque es un mensaje lleno de poder. Seguirá siendo válido para la gente de este
mundo porque todos somos pecadores. Todavía hay alegría en nuestro corazón cuando
hablamos acerca de la verdad del perdón de los pecados y de la vida eterna en el cielo, debido
a lo que hizo Jesús. Entonces, nos sentimos gustosos al compartir el mensaje acerca de Jesús,
igual que el apóstol Pablo. Cuando les hablamos a otros acerca de Jesús, el Espíritu Santo obra
la fe salvadora en el corazón de las personas.
Amado Señor, ayúdame a seguir diciendo valientemente las buenas nuevas acerca de
Jesús para que el Espíritu Santo siga llevando a cabo su obra a través del mismo mensaje.
Amén.
82
HECHOS LA IGLESIA PERMANECERÁ PARA SIEMPRE
Después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos,
volvieron a Listra, Iconio y Antioquia, confirmando los ánimos de los discípulos,
exhortándolos a que permanecieran en la fe y diciéndoles: “Es necesario que a través de
muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:21,22).
La vida del apóstol Pablo está llena de muchos momentos emocionantes. Por ejemplo, cuando
lo invitaron a quedarse por algunos días para compartir la palabra de Dios, mucha gente creyó
el mensaje. Por el otro lado, recordamos los tiempos en el ministerio de Pablo que no fueron
tan agradables. Hubo días en que: se sentía abatido, lo apedrearon, la gente se burlaba de él al
enseñar la palabra de Dios, y sufrió el naufragio y apenas sobre vivió la tragedia. Pero lo peor
fue cuando la gente no le creía y lo perseguía para matarlo. ¡Qué momentos tan terribles fueron
esos!
Lo que le sucedió al cuerpo y a la vida de Pablo no fue lo más importante sino que hubo
algunas personas que sí creyeron su mensaje, de que eran salvados por la fe en Jesucristo. Hubo
aquellos cuya fe fue fortalecida por las enseñanzas de Pablo. La gracia de Dios, o sea, el amor
que no merecemos, fue mostrada de una manera brillante como el sol en medio de todos los
problemas que él tenía. Nunca escuchamos que Pablo se quejara ni que pensara por qué tengo
que sufrir todos los golpes que me propinan los enemigos del evangelio. Pero sí oímos que dijo:
“Debo pasar por muchos tiempos difíciles para entrar en el reino de Dios”.
Pablo tampoco dijo que por medio los tiempos difíciles obtendría un lugar en el reino de Dios.
Jesús nos abrió el camino para entrar al reino de Dios: al guardar la ley por nosotros, al sufrir
el castigo que merecemos, y al morir en la cruz. Después de los tres días en la tumba, Jesús
resucitó de entre los muertos para darnos la seguridad de que viviremos con él en el cielo para
siempre. Pablo quería que los que lo escuchaban (y esto incluye a nosotros también) supieran
que van a pasar por tribulaciones en esta vida. Piense en el miedo que en los tiempos de Pablo
sentían los novatos a la fe. Habían llegado a la fe; sin embargo, veían que los misioneros de
Dios eran expulsados del pueblo y casi los mataban. Probablemente ellos pensaban que no
querían enfrentar esos problemas por causa del nombre de Jesús.
Todos los cristianos deben saber que los problemas pueden ser parte de la vida aquí en la tierra.
Puede ser que tengamos que renunciar a las cosas que poseemos debido a que creemos en Jesús
como nuestro Salvador. Puede ser que perdamos a algunos de nuestros amigos porque no
vivimos como antes. Puede ser que perdamos el trabajo debido a que ponemos las reglas de
Dios por encima de los que trabajan con nosotros. Puede ser que nos consideren fanáticos
debido a que creemos que la Biblia es la palabra de Dios. Pasar por todas estas tribulaciones
nos trae muchas bendiciones. Nuestra vida cristiana será un ejemplo para otros y nuestras
palabras podrán guiar a otros a creer en Jesús.
Amado Señor, sigue ayudándonos a amarte en medio de las tribulaciones que puedan
llegar a nuestra vida. Sigue haciendo que tengamos la voluntad de compartir tu palabra
aun cuando los incrédulos se burlen de nosotros y nos lastimen. Amén.
83
ALABEMOS A DIOS EN DONDEQUIERA QUE NOS ENCONTREMOS HECHOS
Él entonces pidió una luz, se precipitó adentro y, temblando, se postró a los pies
de Pablo y de Silas. Los sacó y les dijo: “Señores, ¿qué debo hacer para ser
salvo?” Ellos dijeron: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa”
(Hechos 16:29-31).
El carcelero pidió una lámpara para examinar la celda y vio que todos los prisioneros
todavía estaban allí. Sin embargo, el carcelero estaba muy preocupado por su
conciencia que lo atormentaba. Estaba buscando el significado del terremoto y al
fijarse en la mirada del apóstol Pablo y Silas, el compañero de Pablo, les hizo la
pregunta más importante que puede hacer una persona: “¿Qué debo hacer para ser
salvo?” Pablo no le explicó: “Haz esto”, sino dijo: “Cree”. Esta verdad nunca cambia.
Confía en el Señor Jesús. Confía en lo que dijo Jesús desde la cruz: “Consumado es”,
cuando hablaba acerca de tu salvación y de la salvación de todas las personas de todo
tiempo.
¡Un gran cambio sucedió en el corazón y en la vida del carcelero de Filipos! El miedo
al terremoto y La conciencia atribulada fueron reemplazados con la alegría de ser
salvo. Cuando llegó el momento apropiado, los dos hombres, Pablo y Silas, “le
hablaron la palabra del Señor a él” y compartieron el mensaje de la salvación con el
carcelero y su familia en la cárcel a la medianoche. Esa misma noche, por medio de
la palabra de Dios y del Santo Bautismo, el Espíritu Santo les aseguró del perdón de
sus pecados y la salvación eterna por medio de Jesucristo.
Tenemos la seguridad de que Dios bendecirá nuestro mensaje a otros acerca de Jesús.
Pablo y Silas siguieron el mandato de Jesús que se encuentra en Mateo 28:18-20 al
enseñar con fidelidad las enseñanzas de Jesús y al bautizar a los que creyeron.
Todos los otros apóstoles llevaron a cabo su ministerio al enseñar y bautizar también.
Años después el apóstol Pedro nos animaría a "[estar] siempre preparados para
presentar defensa con mansedumbre y reverencia" (1 Pedro 3:15).
¡Qué cambio tuvo lugar en el corazón del carcelero! Cuando Pablo y Silas fueron
echados en la celda, al carcelero no le interesaron sus heridas. Ahora su nueva fe lo
llenó de compasión y de alegría. Fue el poder del evangelio lo que produjo este
cambio y estos frutos de la fe.
Jesús nos ha dado el evangelio también para compartirlo. Contémosle las buenas
nuevas a las personas que conocemos. Digámosles que Jesús les dará la vida eterna.
No se nos dice cuanto tiempo estuvo Pablo predicando acerca de Jesús en las
ciudades de Tesalónica y Berea, en lo que hoy en día es Grecia. Pero sí sabemos que
pasó por lo menos tres semanas en la ciudad de Tesalónica porque las palabras de la
Biblia del principio de esta meditación nos informan: “Por tres sábados discutió con
ellos”. La palabra de Dios que estudiamos hoy nos dice que la prédica y las
enseñanzas de parte de Pablo fueron acerca de Jesucristo, o sea, las buenas nuevas.
Pablo explicó y probó con las Escrituras que Jesucristo tenía que: sufrir, morir, y
resucitar el tercer día. El mostró la manera en que las profecías del Antiguo
Testamento se cumplieron en Jesús y posiblemente mencionó las palabras del profeta
Isaías que escribió: “Jehová quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento” (Isaías
53:10). Pablo puede haber hablado de las palabras de Isaías cuando profetizó que el
Cristo viviría después de su sufrimiento: “Después de su sufrimiento, verá la luz y
quedará satisfecho” (Isaías 53:11, NVI). Después Pablo les escribió a los cristianos
de la ciudad de Corinto y dijo: “Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino
a Jesucristo, y a este crucificado” (1 Corintios 2:2). Este es el mensaje que también
nos llega a nosotros hoy en día y son las buenas nuevas acerca de lo que Jesucristo
hizo por nosotros. Este mensaje nos da la fe y la esperanza.
Cuando leamos la Biblia, que siempre veamos a Jesús, como el mensaje principal de
las Escrituras y como nuestro Salvador personal. Él es quien nos trae, por medio de
la fe en él, el perdón de todos nuestros pecados y la vida eterna.
Amado Señor Jesús. Haz que mi mente y mi corazón siempre miren la cruz
donde tú moriste para quitar mis pecados. ¡Qué tu evangelio siga creciendo en
mi corazón por medio de la fe en tí como mi Salvador! Amén.
86
HECHOS LAS BUENAS NUEVAS SE ESPARCEN POR TODO EL MUNDO
Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea.
En cuanto llegaron, entraron en la sinagoga de los judíos. Estos eran más nobles
que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud,
escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Muchos de
ellos creyeron, y de los griegos, mujeres distinguidas y no pocos hombres
(Hechos 17:10-12).
Una vez más vemos cómo Pablo llevó a cabo la obra misionera en Grecia. Después
de que Pablo y Silas su ayudante, dejaron la ciudad de Tesalónica, llegaron al pueblo
de Berea donde buscaron la sinagoga judaica. (La sinagoga es el lugar de adoración
para los judíos.) Allí predicaron acerca de Jesucristo al usar las Escrituras del Antiguo
Testamento, o sea, la palabra de Dios. Las personas de Berea que escucharon a Pablo,
estudiaron las Escrituras con cuidado para ver si Pablo y Silas les decían la verdad, y
de esta forma muchas llegaron a creer en Jesucristo como su Salvador. ¿Cómo fue
posible todo esto? Fue el Espíritu Santo quien les aseguró por medio de las mismas
Escrituras que lo que Pablo predicaba era realmente la verdad . En la realidad el
Espíritu Santo llega a nosotros en la misma manera al plantar la fe en Jesús en nuestro
corazón, a través de la prédica y el estudio de la palabra de Dios.
Nuestra fe en Jesús no ocurre por: algo que hagamos, o digamos, ni por que hayamos
hecho alguna buena obra o porque seamos buenos. La fe en Jesús llega a través de
compartir las buenas nuevas acerca de Jesús. El apóstol Pablo escribió lo siguiente
para ayudar a los romanos a entenderlo: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la
palabra de Dios” (Romanos 10:17). Cuando se predica el mensaje acerca de Jesús,
Dios lleva la fe a nuestro corazón y fortalece esa fe en Jesús como nuestro Salvador.
Pero es la prédica acerca de Jesús la que produce la fe.
Los de Berea “[escudriñaron] cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”.
¡Qué ejemplo para nosotros! Si querremos saber si lo que se nos predica es lo mismo
que Dios escribió en las Escrituras, hay que compararla con la Biblia. Cualquier
enseñanza que no esté de acuerdo con la palabra de Dios puede dañar nuestra fe en
Jesús y por eso hay que tener cuidado de distinguir entre la buena doctrina y la falsa.
Cuando se predica fiel y correctamente la palabra de Dios, sabemos que nuestra fe se
fortalece y podemos regocijarnos que nuestros pecados han sido perdonados a través
de Jesucristo, nuestro Salvador.
Amado Señor Jesús, sigue haciendo que nos aseguremos que las palabras que se
nos predican en la iglesia sean verdaderamente la palabra de Dios. Por medio de
esa palabra sigue obrando en mi corazón para que yo siga creyendo y siendo
fortalecido en mi fe. También sigue ayudándome a recibir tu palabra con alegría.
Amén.
87
UNA LUZ MÁS BRILLANTE QUE EL SOL HECHOS
Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de
Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén (Hechos 26:9-10).
Las palabras de Jesús son la luz brillante para los que están atrapados y muertos en la
oscuridad del pecado. Esta luz sirve para recordarnos que somos libres, y para
guiarnos en nuestra vida diaria. El Salmo 119:105 nos dice: “Lámpara es a mis pies
tu palabra y lumbrera a mi camino”. Los creyentes no tienen que preguntarse de qué
manera agradar al Señor. Ellos saben que Jesús quitó el castigo de nuestro pecado y
pagó nuestra deuda espiritual con Dios Padre cuando murió en la cruz. Ahora la
tumba vacía de Jesús es una antorcha para probar esta verdad y para guiarnos en la
vida al seguir las palabras de Jesús.
Pero nuestra vida no siempre ha sido feliz. Igual que el apóstol Pablo, nosotros
éramos pecadores impenitentes desde que nacimos y queríamos seguir nuestros
propios deseos y pensamientos. Como el apóstol Pablo, antes pensábamos que era
bueno estar contra Jesucristo y su palabra. Tal vez usted no se acuerda de esa época
de su vida, pero antes de tener la fe en Jesús y de ser bautizado, usted iba camino al
infierno.
¡La misericordia y la gracia de Dios son grandes! Cuando todavía éramos enemigos
de Dios, él envió a Jesús para que nos sacara de la oscuridad y de la incredulidad.
Dios aseguró que nuestros pecados estaban perdonados al resucitar a Jesús de entre
los muertos. La luz del perdón de Dios, por medio de su palabra y los sacramentos,
ha brillado en nuestro corazón. Ahora somos amigos de Dios, no sus enemigos, y
queremos servirle con amor y alegría.
¿No es maravilloso que durante miles de años la gente hubiera estado en espera del
cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento? Poco tiempo después de que
Adán y Eva pecaron, Dios prometió enviar el Salvador, y luego repitió esta promesa
a otros. Por ejemplo, le dijo a Abraham que todas las naciones serían bendecidas por
medio de él. Después, repitió la promesa al rey David, que uno de sus descendientes
se sentaría en su trono por siempre. Por medio del profeta Isaías, Dios predijo que el
Salvador nacería de una virgen. Y por fin, el profeta Miqueas escribió que el Salvador
nacería en Belén. ¡Qué alegría es saber que todas estas profecías así como muchas
otras se cumplieron con el nacimiento de Jesús!
No solamente debemos ver cuán maravilloso es ver que estas profecías se hayan
cumplido. Fijemos nuestros pensamientos en las palabras que el ángel les dijo a los
pastores que estaban en las colinas de Belén: “Os doy nuevas de gran gozo, que será
para todo el pueblo: que os ha nacido hoy en la ciudad de David, el Salvador, que es
Cristo el Señor” (Lucas 2:11). Estas palabras son buenas noticias en cuanto al
Salvador prometido. Este niño, Jesús, nació para un propósito especial de vivir y
morir en nuestro lugar. ¡Qué maravilla que Dios cumplió su promesa de enviarnos el
Salvador después de tanto tiempo!
Ahora también podemos confiar en Dios cuando dice: “Tus pecados te son
perdonados. Tú eres mi hijo y heredero del cielo donde he preparado un lugar para tí.
Volveré y te llevaré al cielo donde no hay: muerte, ni llanto, ni enfermedad, ni dolor.”
Padre celestial, gracias por las buenas nuevas del Salvador. Me consuela saber
que Jesús: nació, vivió, y murió, por mí. Sigue ayudándome a recordar que
debido a tu promesa de enviar el Salvador, puedo tener la seguridad de que
cumplirás con todas tus promesas. Amén.
89
JESÚS VIVE ROMANOS
Fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación
(Romanos 4:25).
Las personas que ven un partido de fútbol se alegran cuando gana su equipo y muchos que ven
el juego se apoderan de la victoria como si ellos mismos hubieran jugado. No obstante, en
realidad sólo el equipo que jugó puede reclamar la victoria. Los que miraban, solamente
animaron al equipo y le dieron su apoyo. En cambio, cuando una nación entra en guerra con
otro país y gana, los ciudadanos tienen el derecho de reclamar la victoria, porque todos
trabajaron duro e hicieron sacrificios para obtenerla.
¿Quién puede reclamar la victoria sobre el pecado y la muerte? Pablo nos dice que es Jesucristo
y solamente él, puesto que él cargó con nuestros pecados y murió por ellos. Después de tres
días, Jesús fue resucitado para nuestra justificación, es decir, Dios nos declara inocentes y
perdonados, debido al sacrificio de Jesús en la cruz. Él reestableció la relación correcta entre
Dios y nosotros, por su obra redentora. Cuando Dios resucitó a su Hijo, fue para declarar al
mundo que él estaba satisfecho con el sacrificio de su Hijo porque había hecho todo lo
necesario para quitar nuestro pecado. Y lo más bonito de todo es que recibimos la victoria sobre
el pecado debido a lo que Jesucristo hizo por nosotros.
Al principio, la victoria sobre el pecado no parecía ser nuestra por causa de los enemigos de
Jesús. Por ejemplo, ellos llevaron a Jesús a un juicio viciado, lo acusaron de proclamarse rey,
y lo golpearon. Los soldados le pusieron una corona de espinas en la cabeza y luego lo
crucificaron en una colina llamada Calvario. Cuando estaba muriendo en la cruz, nadie lo
animó en su victoria. En vez de esto, sus enemigos se burlaron de él. Pero cuando Jesús
resucitó de entre los muertos, el grito de victoria se hizo más y más fuerte hasta que se oye en
todo el mundo. Ahora los creyentes, o cristianos, le cantan alabanzas a Jesús por su gran
victoria sobre: la muerte, el diablo, y el pecado.
Esta es la razón para nuestra celebración de victoria: en el domingo de Pascua, y en todos los
domingos, y todos los días. No celebramos lo que nosotros hicimos sino lo que el Hijo de Dios,
quien se hizo Hombre, logró por nosotros. Ahora la victoria de Jesús se convirtió en nuestra
propia victoria por medio de la fe en él, como nuestro Salvador.
Las victorias de los reyes terrenales son alabadas y después son olvidadas igual que los
campeonatos del fútbol. Pero el poder de la palabra de Dios hace que las personas canten
alabanzas a Jesús ahora y en el cielo y para siempre.
Cristo, en la cruz tú sangraste por los pecadores pero ahora vives en la gloria del cielo. Te
agradecemos por tu victoria sobre el pecado y te pedimos que sigas gobernando en
nuestra vida hasta que nos lleves al cielo por toda la eternidad. Amén.
90
ROMANOS EL AMOR DE DIOS
Como está escrito: “Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos
contados como ovejas de matadero”. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte
ni la vida…nos podrá separar del amor de Dios (Romanos 8:36,38).
¿Tiene usted miedo de morir? Mucha gente tiene miedo a la muerte y es fácil entender
por qué: La muerte es algo desconocido, por eso sentimos temor en cuanto a ella.
Jesús es el único quien murió y resucitó de entre los muertos, y por eso nos muestra
el camino a través del valle de las sombras de muerte. Este camino se encuentra en la
palabra de Dios, Jesús mismo nos dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie
viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
El hecho de que Jesús haya resucitado de entre los muertos, nos da esperanza a los
creyentes porque Jesús resucitó de entre los muertos para conquistar la muerte.
Ahora, aun si nos morimos, eso no puede separarnos del amor de Dios.
Debido a que el apóstol Pablo sabía que la muerte estaba vencida, pudo enfrentar de
buena gana su propia muerte. Debido a que Jesús venció la muerte, también podemos
enfrentar nuestra propia muerte. En realidad la muerte es la puerta a través de la que
entramos al gozo eterno del cielo. Todos los pecadores tenemos que enfrentar la
muerte terrenal algún día, sea nuestra propia muerte o la muerte de un ser querido.
Pero, mis amigos cristianos, gracias a la obra redentora de Jesús la muerte no nos
puede separar del amor eterno de Dios.
Amado Dios, tu Hijo, Jesús, ganó la victoria sobre la muerte. Sigue ayudándome
a vencer mi temor a la muerte y a seguir teniendo la esperanza de la salvación
eterna. Amén.
91
LOS CRISTIANOS NOS CONGREGAMOS 2 CORINTIOS
Saludaos unos a otros con beso santo. Todos los santos os saludan (2 Corintios
13:12-13).
¿Tiene usted miedo de estar solo? Algunas personas viven con el temor de quedarse
solas. Debido a que somos hijos de Dios, los creyentes sabemos que nunca estamos
solos porque Dios siempre está con nosotros. Podemos tener la seguridad de que Dios
está con nosotros porque tenemos su palabra y su promesa: “Nunca te dejaré; nunca
te abandonaré” (Hebreos 13:5). Nosotros los cristianos también sabemos que no
estamos solos porque tenemos a nuestros hermanos en la fe. Pablo compartió este
concepto bíblico de la unidad espiritual con los cristianos de Corinto cuando se
despidió de ellos.
En los días de Pablo el beso era el saludo que se usaba cuando uno se encontraba con
un conocido. El beso era semejante a la costumbre de darse la mano, el abrazo o el
beso que usamos hoy en día para saludarnos. Para los creyentes en la época de San
Pablo, “el beso santo” mostraba el amor y la unidad de fe que compartían unos con
otros. Con estas palabras les recordaba a los miembros de la congregación de Corinto
que no estaban solos.
Tenemos la unidad especial de fe con todos los cristianos: del pasado, de hoy, y del
futuro. Esta unidad incluye a la gente de nuestro propio país y la de todo el mundo,
aunque hablan diferentes idiomas o que tienen la piel de un color diferente. A pesar
de muchas diferencias del exterior, todos los cristianos somos hermanos por la fe en
Jesucristo. Por lo tanto, nunca estamos solos y, como miembros de la misma Familia:
nos cuidamos, oramos, y mostramos amor unos a otros.
Confesamos la verdad muy preciosa cada vez que decimos las palabras del Credo
Apostólico: “Creo en...la santa iglesia cristiana, la comunión de los santos”. Un día,
Dios mediante, estaremos juntos en el cielo. No estamos solos en este mundo y
tampoco estaremos solos en el cielo, porque tenemos a nuestros hermanos cristianos
y Dios también está con nosotros.
“Te amo”. Esposos y esposas comparten estas dos palabras todos los días. Los padres
también hablan de su amor por sus hijos y visa-versa. Este amor de familia es lo que
los mantiene unidos. Pero, ¿cómo nos mantenemos unidos con Dios? Nos
mantenemos unidos a través de la bendición del amor que Dios nos ha dado. El
apóstol Pablo nos recuerda de esto en su bendición, al final de su carta a los cristianos
en la ciudad de Corinto.
Los creyentes conocemos lo que es el amor verdadero, solamente porque Dios nos
amó primero. El tipo de amor que la Biblia le atribuye a Dios no es un mero
sentimiento, sino que se lo demuestra en obras concretas. Por ejemplo, un padre no
les dice solamente “Te amo”, a su esposa e hijos, sin hacer nada por ellos. Todos los
días él demuestra este amor al cuidar de ellos y al darles lo que necesitan en su vida.
De la misma manera nuestro Padre celestial demuestra su amor hacia nosotros, en la
vida y muerte de su Hijo, Jesús. En su carta a los cristianos de Roma, el apóstol Pablo
nos recuerda cómo es el amor de Dios: “Pero Dios muestra su amor para con
nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
Dios nos dio el Salvador para librarnos del pecado aunque no lo merecíamos. Por eso
podemos agradecerle a Dios cada vez que le llevamos nuestros pecados y él nos
perdona. Este es el mejor ejemplo de amor que disfrutaremos para siempre cuando
estemos en el cielo con él.
Vemos el amor de Dios en nuestra vida con ejemplos palpables como: su cuidado
paternal, las bendiciones físicas, y su protección cotidiana. No solo eso, pero Dios
está a nuestro lado y nos mantiene seguros de todo daño y peligro, según sus
promesas.
Queremos agradecerle a Dios y alabarlo por las muchas bendiciones que ha dado a
nosotros. De veras, el amor de Dios nos une a él y a otros creyentes. ¡Que el amor de
Dios siga estando siempre con todos nosotros!
Nos gusta convivir con personas que tienen las mismas costumbres que nosotros. Nos
alegra estar con los que apoyan el mismo equipo deportivo, ¡sobre todo cuando
ganan! También, por el lado espiritual, sentimos alegría de estar junto con otros
cristianos de nuestra congregación, porque somos uno en el Señor con ellos.
Pero, ¿cómo somos uno? Somos uno por medio de la bendición de parte de Dios. Las
palabras de las Escrituras que estudiamos hoy, son la bendición del apóstol Pablo al
terminar su carta a los corintos y están llenas de consuelo para nosotros.
No siempre estábamos juntos con Dios. De hecho hubo un tiempo cuando estábamos
separados de él por el pecado que destruyó nuestra unión con Dios. Pero Dios hizo
algo para cambiarnos, al enviar a Jesús. ¿Cuál es el significado del nombre “Jesús”?
Significa “el salvará a su pueblo de sus pecados”. Cuando Jesús vino a la tierra, él
hizo la voluntad de Dios Padre y tomó nuestro lugar como substituto. Por nosotros
Jesús: llevó la vida perfecta, cargó con nuestros pecados, y murió en la cruz. Al tercer
día, Jesús resucitó y ahora vive. Gracias a lo que Jesús hizo por nosotros, somos uno
con el Señor.
El sacrificio de Jesús en la cruz por nosotros nos muestra la gracia de Dios. La gracia
significa el amor que no merecemos de parte de Dios por nosotros. De hecho, Dios
nos da lo opuesto de lo que merecemos. Por ejemplo, en vez de la muerte nos da la
vida, y en vez del infierno nos da el cielo. El apóstol Pablo habló de esta gracia antes,
en su carta a los cristianos de Corinto, con estas palabras: “Ya conocéis la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que
vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos” (2 Corintios 8:9). Debido a la pobreza
de Jesús por nosotros, ¡somos ricos! Dios nos ha dado el perdón completo de nuestros
pecados junto con las riquezas celestiales en un hogar eterno.
Mientras terminamos nuestra vida en esta tierra, Jesús nos gobierna como un rey
cariñoso y no como si fuera un dictador estricto y sin misericordia. Por medio de su
amor Jesús controla todas las cosas, por nosotros y para nuestro bien eterno. Debido
a la gracia de Dios y a su amor, no tenemos que preocuparnos.
¿No es la gracia de Dios una bendición maravillosa? Su gracia nos une con Dios y
con los otros creyentes. ¡Que la gracia del Señor Jesucristo siempre sea con nosotros!
Señor Jesucristo, te agradecemos por tu amor. Gracias por haber dado por
nosotros tu vida en la cruz. Te alabamos porque nos libraste del poder del diablo
y por habernos hecho uno: contigo, y con el Padre, y con el Espíritu Santo.
Amén.
94
2 CORINTIOS TODOS SOMOS CREYENTES
La gracia del Señor Jesucristo…la comunión del Espíritu Santo sean con todos
vosotros (2 Corintios 13:14).
Algunas veces necesitamos pasar tiempo a solas para: pensar, meditar, o descansar.
Pero después de un rato, necesitamos volver de nuevo con los demás. Esta es la
manera en que Dios nos creó, con la necesidad del compañerismo con otras personas.
Y si así nos sentimos con los otros seres humanos, aún más es nuestro deseo de
convivir con nuestro Padre celestial. Necesitamos compartir nuestra vida con otras
personas. ¿De qué manera podemos compartir la vida con Dios? Podemos hacerlo a
través de la obra del Espíritu Santo, que el apóstol Pablo nos aclara en sus últimas
palabras a los creyentes de Corinto.
Sin la obra del Espíritu Santo no sabríamos acerca de la gracia de nuestro Señor
Jesucristo ni del amor de Dios Padre. No podríamos creer en el verdadero Dios, que
se ha mostrado a él mismo como las tres personas: el Padre, el Hijo, y el Espíritu
Santo, en un solo Dios. En su primera carta a los Corintios, el apóstol Pablo escribió:
“Nadie puede exclamar ‘Jesús es el Señor’, sino por el Espíritu Santo” (1 Corintios
12:3). El hecho de que nosotros creamos en Dios es cien por ciento la obra del
Espíritu Santo. Ahora la verdad es que somos miembros de la familia de Dios y
miembros de la santa iglesia cristiana, solo por el poder y la obra del Espíritu Santo.
¿Cómo trabaja el Espíritu Santo en nuestra vida? Por medio del evangelio en la Biblia
y en los sacramentos, el Espíritu Santo vino a rescatarnos de la vida vana y sin
esperanza. A través del poder de la palabra en el Santo Bautismo, Dios nos quitó
nuestros pecados y nos hizo miembros de su reino. En la Biblia Dios nos dice la
historia de su amor y de nuestra salvación. En la Santa Cena Dios nos perdona a cada
uno de nosotros personalmente, por medio del pan y del vino, junto con el cuerpo y
la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Con estas tres herramientas, el Espíritu Santo
nos lleva a la fe y nos mantiene en la misma fe.
Por medio de la fe que aumenta todos los días, nos unimos con nuestros hermanos en
la fe que el Espíritu ha llamado y ha congregado en la iglesia de Dios. Allí
disfrutamos de esta unidad cada vez que nos reunimos. ¡Qué bendición maravillosa
es esta vida compartida con Dios y con otros creyentes!
Subí debido a una revelación y, para no correr o haber corrido en vano, expuse
en privado a los que tenían cierta reputación, el evangelio que predico entre los
gentiles (Gálatas 2:2).
El apóstol Pablo sabía que Dios lo había enviado a la ciudad de Jerusalén para decir
la verdad acerca de la salvación y para informarles de su trabajo misionero con los
gentiles, o sea, los no judíos. Pablo quería evitar cualquier malentendido de su obra
y no quería que nadie dudara de sus esfuerzos con ellos. Por eso les aseguró que su
mensaje de la salvación por medio de la fe en Cristo era el mismo. Pablo fue valiente
y claro acerca del mensaje que la gente tenía la vida eterna por medio de la fe sola en
Jesucristo. Si cualquiera añadiera algo a este evangelio, dijo que estarían
equivocados. Estarían guiando a la gente al infierno.
Por la gracia de Dios nosotros tenemos este mensaje Salvador acerca de Jesús y lo
creemos. Ahora podemos pedirle al Espíritu Santo que nos siga llenando de valentía
para poder proclamar a otros este mensaje salvador que proviene de Dios, a nuestros
familiares y amigos. No permita que nadie le quite la libertad que tenemos por medio
de lo que Jesús ha hecho por nosotros.
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí;
y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó
y se entregó a sí mismo por mi (Gálatas 2:20).
CRISTO VIVE EN MÍ
Se ha dicho que el gato tiene nueve vidas porque puede sobrevivir muchas: peleas,
Accidentes, y caídas. Pero ¿sabía usted que el cristiano tiene dos vidas? Claro que sí.
Cada uno de nosotros tiene la vida física que consiste: en cuerpo y el alma, familia y
amigos. Esta vida tiene una historia llena de días buenos y malos. Por el otro lado
tenemos la vida espiritual que consiste en la vida: de fe, de amigos cristianos, y de
buenas obras. Si somos honestos, esta vida espiritual, igual que la física, tiene una
historia llena de días buenos y malos.
La vida física comienza cuando Dios nos da el alma al ser concebidos en el vientre
de nuestra madre. Nuestra vida espiritual comienza cuando Cristo mismo llega a vivir
en nuestro corazón. En el versículo bíblico, el apóstol Pablo describe esta vida
espiritual con la cual nacemos. Esta naturaleza lucha contra Dios y contra todo lo
bueno. Pero esa antigua vida espiritual fue crucificada con Cristo y ahora Cristo vive
en nosotros con la nueva naturaleza del Espíritu Santo. Vivimos por la fe en el Hijo
de Dios, y tenemos la seguridad de que el Hijo de Dios perdonará todos nuestros
pecados. Ahora Jesús controla a nuestras palabras y acciones para que sirvamos a
Dios, llenos del poder que Jesús nos da, y no de la naturaleza pecaminosa.
Este es el tipo de vida que los apóstoles Pedro y Juan, querían para el pueblo judío
después de que el Espíritu Santo obró por medio los discípulos el día de Pentecostés.
Jesús, a quien los judíos habían matado en la cruz, ahora estaba vivo y quería que esas
personas se arrepintieran de sus pecados. ¿En qué consiste este arrepentimiento?
Sentir pesar por los pecados y mirar a Jesús con ojos llenos de fe en busca de perdón.
Jesús quería vivir en el corazón de ellos.
Y es lo mismo para con nosotros. Cristo quiere guiar nuestra vida espiritual por medio
de su palabra. Su gran amor por nosotros nos da el poder para llevar la vida
santificada que agrada a Dios. Por medio de Cristo nosotros estamos espiritualmente
vivos. Entonces: leamos la palabra de Dios, recordemos el día de nuestro bautismo,
y vayamos con frecuencia a la Santa Cena del Señor, para recibir fortalecimiento para
nuestra vida espiritual.
¿Acaso no pensamos con frecuencia que solos podemos hacerlo todo? o ¿solos
resolverlo todo? Muchas veces nos preocupamos por cosas que están fuera de nuestro
control, y la naturaleza pecaminosa nos lleva por el camino equivocado a pensar que
podemos ser dios. Se nos olvida que siempre dependemos de Dios y que debemos
confiar en él.
La verdad es que no merecemos tener el Padre celestial que nos cuida con todo su
amor. La ley de Dios en los Diez Mandamientos nos recuerda que no hay nada bueno
en nosotros y que no tenemos nada que darle a Jesús debido a nuestros pecados.
Nuestra vida está llena de pecados sucios y oscuros del alma y del cuerpo, y por esos
pecados estábamos separados de Dios. A pesar de nuestra condición espiritual y
natural, Dios nos pide que vayamos a él. ¿Cómo podemos acercarnos a Dios y estar
seguros de que nos escuchará? Podemos llegar ante Dios debido a que él puso sobre
Jesús nuestros sucios pecados. Jesús se los llevó a la cruz de Calvario y por eso
podemos acercarnos sabiendo que la sangre de Jesús nos limpia de todo pecado. Por
eso dice San Pablo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que
nosotros seamos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).
Estas son las maravillosas noticias que Dios le dio a usted cuando fue bautizado. La
santidad de Jesús, o sea, su vida intachable ahora cubre la vida pecadora de usted.
Dios le dice que usted es inocente porque Jesús recibió el castigo decretado para
usted, ahora usted es hijo de Dios y parte de la familia de Dios. Es maravilloso pensar
que Dios es su Padre y Jesús es su hermano, pero es más maravilloso aún saber que
Dios ya no guarda ningún registro de los pecados. Cuando Dios lo mira, ve solamente
la vida inocente y el sacrificio perfecto que Jesús hizo por usted. Todos sus pecados:
del pasado, del presente, y del futuro, están cubiertos con la santidad de Jesús.
Muchas veces pensamos que tenemos que hacer algo para ganar la salvación, pero la
Biblia nos informa que Jesús no necesita nuestra ayuda para llevarlo a cabo, porque
lo hizo todo él solo. El Señor tampoco necesita nuestra ayuda para resolver nuestros
problemas diarios y pruebas, porque promete que todo saldrá para el bien de los que
lo aman. Por lo tanto, podemos llevarle todos nuestros problemas a Jesús por medio
de la oración.
Amado Jesús, gracias por ayudarnos con nuestro problema mayor del pecado.
Gracias por morir en la cruz y resucitar por nosotros. Sigue recordándonos que
en nuestro bautismo nos cubriste con tu santidad. Amén.
98
GÁLATAS LA IGLESIA AYUDA A AQUELLOS QUE SON DÉBILES EN LA FE
Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo con
espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado (Gálatas
6:1).
En Efesios 4:1, Dios nos dice que sigamos llevando la vida santificada y dedicada a él y su
gloria. Nuestra esperanza es que el pueblo de Dios se guiado según los Diez Mandamientos y
que viva como los creyentes procuran hacerlo. La triste realidad, sin embargo, es que algunas
veces los cristianos, quienes también tenemos la naturaleza pecadora, caemos en pecado y no
vivimos como queremos. Estos pecados nos hacen enojar y nos lastiman. Por ejemplo, el rey
David tenía una fe fuerte en el Dios verdadero y fue bendecido por él. ¿Quién hubiera pensado
que él caería en los pecados de adulterio con Betsabé y asesinato de Urías, marido de ella?
Ahora, ¿cómo debe actuar la iglesia cuando un hermano cae en el pecado? En primer lugar, hay
que tener cuidado de no cometer un pecado al ayudar a esa persona. Puede ser que nos sintamos
enojados o lastimados por sus ofensas, pero esos sentimientos no pueden resolver la situación.
No sólo esto, pero ¿cómo debemos reaccionar cuando el hermano sigue con el mismo pecado
una y otra vez? San Pablo nos ofrece algunas claves para ayudarnos en estos casos.
Para ayudar a los pecadores que han caído en la tentación, necesitamos aplicar de una manera
correcta la ley y el evangelio. La ley de Dios sirve para mostrar que están equivocados y es
importante que vean que lo peor de su pecado es la ofensa contra el Dios verdadero. Debido a
esta falla, merecen el castigo eterno en el infierno. Una vez que vean cuán malo es su pecado,
deben oír el dulce mensaje del evangelio que comunica el perdón gratuito por medio de Cristo
Jesús: “Alégrense, sus pecados les son perdonados porque Jesús los ha borrado de una vez para
siempre”.
Cada creyente y cada miembro de la iglesia es un pecador que todavía tiene la naturaleza
pecaminosa dentro de él. Entonces no debe ser una sorpresa que nuestros hermanos muestran
su debilidad al caer en el pecado. Cuando esto sucede, tenemos la maravillosa oportunidad y
responsabilidad de restaurarlos con la ayuda de Dios y de su palabra. Nuestro primer deseo es
su bienestar espiritual porque no queremos que acaben sus días en el infierno como los
incrédulo.
Podemos tener la seguridad de que el apóstol Pablo siguió su propio consejo. Al viajar de
ciudad en ciudad y de iglesia a iglesia, encontró muchos creyentes débiles que habían pecado.
El apóstol Pablo usó la ley para mostrarles sus pecados y usó el evangelio para mostrarles a su
Salvador, y así cambiar su vida espiritual. ¡Qué nosotros sigamos su ejemplo!
Amado Salvador, sigue ayudándonos a usar la ley y el evangelio de una manera firme,
pero amable y con cuidado, con los que han pecado contra ti. Haz que siempre sea posible
que sigamos hablando motivados por tu amor. Haz que sigamos siendo humildes para que
también podamos restaurar a otros que estén en necesidad espiritual así como tú nos has
restaurado. Amén.
99
ALABEMOS A DIOS EN DONDEQUIERA QUE ESTEMOS FILIPENSES
Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza
sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca (Filipenses 4:4-5).
El pueblo de Dios del Antiguo Testamento era diferente del pueblo pagano que vivía
alrededor de ellos porque era guiado por Dios. Hoy Dios también dirige a los
creyentes en Jesús para lleven la vida cristiana que es diferente de la vida que viven
las personas a su alrededor. Dios quiere que nos apartemos de la vida pecadora y que
dejemos ver a otras personas la alegría que tenemos por ser cristianos.
A veces la alegría que Dios nos da no la queremos mostrar ni queremos hablar de ella.
¿Por qué? Porque el diablo quiere atraparnos en el dolor y en el pesar, para robarnos
la fuerza espiritual. Sin lugar a duda, el diablo quiere que lo acompañemos en el
infierno.
Pero cuando nos regocijamos por medio de la fe en Cristo Jesús, tenemos la alegría
que destruye las trampas del diablo. Nuestro corazón se llena de la paz y del gozo
espiritual, al saber que hay perdón por nuestros pecados en Cristo.
Ahora, como cristianos, tenemos la razón para tener gozo en el mundo infeliz, porque
sabemos que “el Señor viene pronto”. Nuestra meta final no está en el mundo sino en
el cielo. Cuando tenemos en mente esta meta, estamos contentos a pesar de las
tragedias que hay en nuestra vida porque sabemos a dónde vamos. Por eso la gente
de este mundo sabrá por qué somos diferentes y entonces podremos compartir con
ellos la verdad consoladora de que la alegría que se encuentra en Jesucristo es para
ellos también.
Por todo esto queremos esforzarnos para mostrar una conducta cristiana: en su hogar,
en nuestra familia, en la escuela, y en el trabajo. Compartamos el mensaje de alegría
de paz y esperanza que tenemos por medio de Jesús con otras personas.
Oh Espíritu Santo, sigue haciendo que sea posible que vivamos con corazón
alegre. Haz que esta alegría siga siendo vista por las otras personas que viven a
nuestro alrededor. Amén.
100
COLOSENSES EL EVANGELIO DA FRUTOS
Damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues hemos oído de
vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la
esperanza que os está guardada en los cielos. De esta esperanza ya habéis oído
por la palabra verdadera del evangelio (Colosenses 1:4-5).
EL EVANGELIO PRODUCE FE
Con frecuencia oímos hablar acerca de los “frutos de la fe”, o sea, “las buenas obras
de una persona que tenga la fe”. Por ejemplo, el cristiano querrá: adorar a Dios,
estudiar la palabra de Dios, y llevar La vida digna del llamamiento que Dios nos dio.
La fe en Jesús hace que EL cristiano quiera hacer estas cosas de su propia voluntad.
¿Cuál es la voluntad de Dios? Dios quiere usar la ley en la Biblia par mostrarnos
nuestro pecado y lo que hay de malo en nuestra vida. Luego Dios quiere que
abandonemos el pecado. Allá entra el evangelio, o sea, las buenas nuevas de Jesús,
para que creamos en Jesús como nuestro Salvador. Este evangelio nos muestra el
amor de Dios por el mundo pecaminoso, por medio de Cristo y Dios quiere que
creamos en él como nuestro Salvador. El evangelio no solo nos ofrece a los pecadores
la esperanza segura del perdón y de la vida eterna en el cielo, también nos da el poder
para resistir las tentaciones: del diablo, del mundo, y de nuestra carne pecaminosa.
Como lo dice el escritor de Hebreos: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera”
(Hebreos 11:1). Dondequiera que se enseñe el evangelio de Jesucristo, habrá
creyentes que confiesen sus pecados y confíen en la promesa de Dios para el perdón.
Y allí también habrá buenas obras y frutos de la fe.
Muchas veces las personas dicen que no leen la Biblia porque no la entienden y, hasta
cierto punto, tienen la razón. Es verdad que no podemos entender la Biblia si usamos
nuestra propia razón para entenderla porque la Biblia explica: “Cosas que ojo no vio
ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para
los que lo aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu” (1 Corintios
2:9,10).
El apóstol Pablo aclara que es nuestra naturaleza pecadora la que hace que sea
imposible que entendamos el evangelio: “El hombre natural no percibe las cosas que
son del Espíritu de Dios, porque para él son locura; y no las puede entender, porque
se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14). El pecado nos ha cegado, y
sin la ayuda del Espíritu Santo no entendemos la palabra de Dios.
Amado Espíritu Santo, nos has hecho entender el evangelio como el mensaje de
esperanza. Continúa dándonos esta paz que es más grande que nuestro
entendimiento. Es esta paz del perdón que mantendrá nuestra mente y nuestro
corazón en Jesús. Amén.
102
COLOSENSES EL EVANGELIO DA FRUTOS
De esta esperanza ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio, que ha
llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también
en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad
(Colosenses 1:6).
¿Qué es una parábola? Es una historia terrenal con una aplicación celestial. Jesús
utilizó muchas parábolas en su ministerio y, en una de ellas, habló de un agricultor
que salió al campo a sembrar (Mateo 13:1-23). Esta parábola nos enseñó el efecto del
evangelio en los que lo escuchan cuando una parte de la semilla cayó en buena tierra
y produjo buenas cosechas de 30, 60 y 100 veces más. Quizá nos preguntemos por
qué Dios bendice más su palabra en un lugar que en otro. Pero por medio de la
parábola aprendamos que donde la semilla del evangelio no produce una cosecha de
almas, no es la culpa de Dios que ha hecho todo para salvar a todo el mundo, sino que
es la culpa del hombre pecador. Pero donde el evangelio produce fruto, cualquier
cantidad que sea, es por la gracia y la misericordia de Dios.
Hoy día usted tiene el gran privilegio de sembrar este mensaje en el mundo. Entonces,
confíe en la promesa de Jesús: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de mí nada
podéis hacer” (Juan 15:5).
¿Por qué se aman mutuamente los esposos? o ¿por qué aman los padres a sus hijos?
El amor mejora la relación que tenemos unos con otros y es el Espíritu Santo quien a
través del evangelio lo hace posible. El cristiano le mostrará amor a Dios y a otras
personas, como un fruto natural de la fe motivado por el amor de Dios: “Nosotros lo
amamos a él [Dios] porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19).
Ahora, ¿no estamos agradecidos a Dios por todo lo que él nos ha dado? El apóstol
Pablo siempre le agradeció a Dios por el fruto espiritual que había producido en su
vida y en su ministerio. Por ejemplo, en el versículo bíblico anterior, le agradece a
Dios por el amor mostrado con hechos palpables por los creyentes de Colosas a sus
hermanos en la fe.
¿Cómo se puede manifestar este fruto de amor? Fíjese en el versículo arriba donde
los creyentes demuestran su amor fraternal orando por sus hermanos en la fe.
También tenemos el record de cómo Epafras enseñaba las buenas nuevas acerca de
Jesús a los colosenses y luego le dio a Pablo el informe de cómo los cristianos de
Colosas vivían en el amor cristiano. Esa clase de amor solo proviene de la fe en
Jesucristo quien, la noche antes de que fue entregado, dijo a sus discípulos: “Un
mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que
también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:34-35). ¡Qué así siga siendo en nuestra
vida!
En las palabras del Credo Apostólico decimos: “Creo en Jesucristo, su único Hijo,
nuestro Señor, que... está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso”. ¿Ha
pensado usted alguna vez en el significado de estas palabras? Casi siempre
recordamos con agrado la muerte de Jesús y su resurrección, como el enfoque central
del evangelio. Pero, ¿pasamos por alto las palabras que dicen que “Jesús está sentado
a la diestra de Dios Padre”? Estas palabras son también de gran consuelo para
nosotros.
¿Dónde está la “diestra de Dios”? Se usa esta frase como lenguaje figurado para
indicar una posición de honor y poder. La diestra de Dios NO es un lugar específico
que está lejos de nosotros en el cielo. La diestra de Dios está en todas partes porque
él está presente en todas partes del mundo que creó y aún conserva y gobierna. Esta
es la razón por la cual Jesús dijo: “Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin
del mundo” (Mateo 28:20). Aunque Jesús sabía que regresaría a su Padre celestial,
todavía desea morar con nosotros hasta el fin del mundo. Este es su compromiso
divino hacia nosotros.
Nuestro Señor Jesús, no sólo está presente en todas partes, sino que está a cargo de
todo como el Rey de reyes y el Señor de señores. Cuando Jesús ascendió al cielo, el
Padre puso todas las cosas bajo sus pies, o sea, él controla todas las cosas y dirige el
curso de nuestro mundo.
Gracias a Dios, sabemos que Jesús nos ha quitado nuestros pecados y gobierna todas
las cosas para nuestro bien y para el bien de su Iglesia aquí en la tierra. Por lo tanto
sabemos que todas las cosas sucederán para nuestro bien.
Porque hay tanta maldad en el mundo no siempre es fácil recordar que Jesús gobierna
sobre todas las cosas. Fácilmente encontramos: guerras, terremotos, y falta de
alimentos en muchas partes. El juicio final vendrá cuando Jesús regrese a esta tierra.
Entonces lo veremos en el último día y en ese momento lo veremos como es: el Rey
del universo. Entonces él bendecirá a los creyentes con la vida eterna en el cielo y
condenará a los incrédulos al infierno. Hasta que llegue el último día estamos seguros
que Jesús está a la diestra de Dios con todo poder y la honra que merece. Pero a la
vez, está con nosotros todos los días de nuestra vida.
Señor Jesús, tú gobiernas todas las cosas en el cielo y en la tierra. Haz que
Sigamos estando seguros tanto de tu poder como de tu presencia. Amén.
105
MIREMOS HACIA EL CIELO COLOSENSES
Habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo,
vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también series manifestados con él
en gloria (Colosenses 3:3-4).
¿Qué aspecto especial tiene el cristiano? Si tenemos ante nosotros a diez personas,
una al lado de la otra, ¿podría usted indicar cuáles son cristianos solo al mirarlos?
Probablemente no. De muchas maneras los cristianos somos como cualquier otra
persona. Los cristianos enfrentamos los mismos problemas que los demás: nos
enfermamos, trabajamos duro, y nuestros seres queridos mueren. A la gente de este
mundo puede parecerle que no hay ninguna diferencia en ser
cristiano.
Hace dos mil años, tampoco el mundo conoció al Hijo de Dios. El apóstol Juan nos
dice: “En el mundo estaba [Jesús] y el mundo fue hecho por medio de él; pero el
mundo no lo conoció” (Juan 1:10). Jesucristo es la palabra viva, que se hizo hombre
al nacer en Belén. Siempre ha sido Dios; sin embargo, por un tiempo escondió su
divinidad en un cuerpo humano para ser nuestro Salvador. Algunas personas nunca
reconocieron a Jesús como el Hijo de Dios y por eso lo rechazaron. Pero otros, como
Tomás, dijeron a Jesús: “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:28).
Los creyentes están vinculados a Jesús a través del bautismo. Todas las bendiciones
que ganó con su muerte y resurrección de entre los muertos pertenecen a nosotros por
medio del poder de la palabra en este sacramento. Tenemos la seguridad del perdón
completo y gratuito de nuestros pecados y de la vida eterna en el cielo. No solo eso
sino que Dios ha prometido estar con nosotros para: guiarnos, cuidarnos, y
protegernos. Y, para terminar con broche de oro, nada puede separarnos del amor de
Dios por nosotros en Cristo Jesús. Pero todas estas bendiciones que tenemos como
cristianos: paz, alegría, y esperanza eternas, son invisibles y no los podemos ver en
el exterior de un cristiano.
Señor, te agradecemos por la vida bendecida que nos has dado en Cristo Jesús.
Amén.
106
COLOSENSES MIREMOS AL CIELO
Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis
manifestados con él en gloria (Colosenses 3:4).
A veces la vida en la tierra es muy difícil. Nuestra salud puede fallar, o de repente no
tenemos dinero para alimentos y albergue, por falta del trabajo. En casos de
emergencia le pedimos a Dios su ayuda para sobrevivir. Casi siempre buscamos algo
que sea mejor.
Como cristianos sabemos que hay algo mejor que esta vida problemática aquí en la
tierra y esto se encuentra en el cielo. ¿Le gustaría un lugar de eternos amor y alegría?
El señor Walt Disney intentó construir el cielo en la tierra con su parque de diversión,
“Disneyland”, en California. Pero con los altos costos y las colas largas para las
diversiones, en realidad, no lo logró. En el cielo no habrá: más muerte, dolor,
lágrimas, ni penas. En el cielo con un cuerpo perfecto los creyentes descansaremos
de todo nuestro trabajo. Allá estaremos para siempre con nuestro Hermano Jesús.
Pero lo más grandioso de todo esto es que este hogar maravilloso Dios nos lo ha
prometido por medio de la fe en Jesús. Dios quiere que estemos seguros de que
viviremos en el cielo para siempre.
¿Cuántas cosas son seguras en esta vida? Nuestra vida en la tierra no es tan segura
porque no sabemos si viviremos un día más. Puede ser que tengamos mucho dinero
o nada. Puede ser que tengamos buena salud o estemos enfermos. Además Dios dice
que el trabajo y las buenas obras tampoco nos llevan al cielo, como muchos piensen.
Sin embargo, estamos seguros de que el cielo pertenece a nosotros debido a que Jesús
nos puso en la relación correcta con Dios por medio de la preciosa sangre que
derramó como el precio completo por todos nuestros pecados. El hecho de que Jesús
resucitó de entre los muertos nos indica que Dios está satisfecho con el sacrificio de
Jesús y que nosotros también resucitaremos. Cuando llegue ese tiempo, viviremos en
el cielo por siempre en cuerpo y alma con Jesús.
Mi amigo cristiano, cuando Jesús venga por la segunda vez a la tierra, lo oiremos
decir: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde
la fundación del mundo” (Mateo 25:34).
¡Alabado sea Dios por la alegría y la paz que nos da con la promesa del hogar perfecto
en el cielo! Por eso, con gusto anticipamos el culto divino de alabanza cada semana
en la casa de Dios aquí en la tierra. Sobre todo, esperamos con ansias el día en que
podamos adorar a Dios en el cielo, nuestro hogar eterno.
Señor Jesús, sigue llevándonos de manera segura a nuestro hogar eterno que
está en el cielo. Amén.
107
JESÚS VIVE 1 TESALONICENSES
Si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que
durmieron en él (1 Tesalonicenses 4:14).
Nos sentimos muy tristes cuando muere algún ser querido. Esta muerte es uno de los momentos
más tristes de nuestra vida. Jesús también se sintió triste cuando murió Lázaro, el hermano de
María y Marta, quienes vivían en el pueblo de Betania. Allí, fuera de su tumba, Jesús lloró con
dolor por su amigo.
Es cierto que la muerte nos quita nuestros seres queridos. La muerte deja a los hijos sin padres;
le arrebata el esposo a su esposa; deja a los padres sin sus hijos. La muerte parece ser el final.
No esperemos estar con nuestros seres queridos para siempre en la tierra. Hay tristeza
inconsolable para los que ven la muerte como el fin de todo.
Pero los cristianos somos tristes y felices a la vez, debido a la fe que tenemos en Jesús. Nuestra
fe nos dice que no estaremos separados por siempre de nuestros seres queridos. La resurrección
de Jesús nos da la esperanza viva, porque él dijo: “Porque yo vivo, vosotros también viviréis”
(Juan 14:19). La tumba de Jesús estaba vacía la mañana del domingo de Pascua de la
resurrección y todavía está así porque Jesús vive. Jesús resucitó con poder para mostrar la
victoria sobre la muerte y para cumplir lo que el mismo dijo: “Yo soy la Resurrección y la
Vida” (Juan 11:25).
La muerte no es el fin para nosotros, cuando morimos en la fe de Jesús como nuestro Salvador
del pecado. La muerte tampoco es el fin para nuestros seres queridos que mueren con la misma
fe. Jesús le promete la vida eterna a todo el que cree y confía en él. El Señor Jesús se lleva
nuestra alma para estar con él en el cielo en el momento cuando cerramos nuestros ojos por la
última vez. Es solamente nuestro cuerpo que descansa en la tumba hasta el día del juicio final.
No sabemos cuándo, pero tarde o temprano Jesús vendrá en ese día para resucitar a todos los
cuerpos de la sepultura y para conceder la vida eterna en el cielo a todos los creyentes.
Por ejemplo, en la Biblia se menciona al rey Herodes que prometió proveer alimentos para sus
amigos todos los días; pero cuando le tocó la muerte, no pudo cumplir con su promesa y a sus
amigos le hacía falta el pan de cada día. ¡Cuán diferente es la promesa de nuestro Señor Jesús!
No nos dejó sin la esperanza de la vida eterna en el cielo. Cristo vive y todavía sigue
predicándose este mensaje de la vida eterna por medio de su sacrificio.
¡Gracias sean dadas a Dios porque tenemos la esperanza de la vida eterna! ¡Jesús vive!
Nosotros también viviremos. En el último día tendremos un cuerpo glorioso así como el de
Jesús.
Amado Señor, cuando mueren los creyentes, evita que nos sintamos tristes como los que
no tienen esperanza. Por favor de darnos la alegría al saber que el cristiano que ha
muerto ha recibido la vida eterna en el cielo. Amén.
108
2 TESALONICENSES SEAMOS FUERTE
Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal (2 Tesalonicenses 3:2-
3).
Aunque casi todo el mundo ha oído del nombre de Jesús, no todos creen en él como
su Señor y Salvador. El apóstol Pablo escribió la carta a los tesalonicenses de la que
se toma la cita anterior en la cual describió el mundo en el que vivió. Les pidió a los
miembros de la iglesia de Tesalónica que oraran por él para que pudiera ser librado
de los hombres malos. Pablo sabía que no todos aceptarían las buenas nuevas del
evangelio y tampoco quería sufrir por causa de ellos.
Pablo se dio cuento que la gente mala que se encontraba en los otros lugares donde
pensaba predicar el mensaje de Jesús, también les haría daño a los que creían en Jesús
en Tesalónica. Pero por el otro lado, Pablo quería que sus hermanos en la fe
recordaran que “fiel es el Señor” para cumplir sus promesas. Dios les daría a estos
creyentes la fuerza que necesitaban para mantenerse firmes contra los enemigos del
evangelio y ante su peor enemigo: Satanás. Pablo no quería decir que la vida de los
cristianos sería libre de peligro o daño porque así no es. Jesús también dijo: “Toma tu
cruz y sígueme”. Y ellos podrían mantenerse firmes frente al peligro de Satanás, no
por la fe que tenían, sino debido a la fidelidad de Dios.
Señor, que tus santos ángeles siempre estén conmigo para que Satanás y los
malvados de este mundo no tengan ningún poder sobre mí. Amén.
109
LOS CRISTIANOS ESTAMOS A SALVO 2 TIMOTEO
Y el Señor me librará de toda obra mala y me preservará para su reino celestial.
A él sea la Gloria por los siglos de los siglos. Amén (2 Timoteo 4:18).
GRACIAS, SEÑOR
La mayor parte de las personas son agradecidas por las cosas buenas que suceden en
su vida. Poca gente es agradecida por las cosas malas que suceden en su vida. Pero,
¿qué tal los cristianos? ¿Pueden ser agradecidos por todas las cosas que suceden en
su vida, o sea: lo bueno, lo malo, y lo feo? Claro que sí, porque ellos saben que en
todas las cosas (no solo en las buenas) Dios obra para su bien.
Pablo sabía que el mismo Dios que lo había ayudado en el pasado lo ayudaría en el
futuro. Él sabía que cuando llegara el tiempo apropiado, Dios lo llevaría al cielo.
Pablo dijo esto en su carta a Timoteo cuando escribió: “Por lo demás me está
reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no
solo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:8).
¿Lo ve? Pablo creía lo que aprendió acerca de Jesús como el Salvador del mundo.
Pablo puso toda su confianza en: la vida, la muerte, y la resurrección de Jesús, para
recibir el perdón de los pecados. Al saber todo esto, Pablo pudo decir: “A él sea la
gloria por los siglos de los siglos”.
En el domingo de Pentecostés, el Santo Bautismo fue muy importante para las tres mil personas
que fueron bautizados por los apóstoles. El Bautismo es importante hoy en la iglesia de Cristo
y seguirá siendo importante hasta que él vuelva en el día del juicio. ¿Por qué? Porque mientras
que el mundo y la iglesia existan, habrá más bautismos para la salvación de muchos.
Es triste ver que algunas llamadas iglesias no creen la doctrina del Bautismo. Enseñan que el
bautismo es solamente una ceremonia o rito vacío, que hacemos para comprobar nuestro
compromiso con Dios. En cambio, la iglesia luterana enseña que el Bautismo es un medio
poderoso que el Señor usa para: llevarnos a su gracia, darnos su perdón y muchas otras
bendiciones.
Nuestro pasaje de la Biblia nos dice que Dios nos salvó al quitar nuestros pecados por medio
del agua y de la palabra, en el bautismo. Este sacramento no sólo describe lo que es la
salvación, en realidad nos otorga la salvación. En el Santo Bautismo Dios nos lava de tal
manera que nos hace nacer de nuevo. La Biblia enseña que todos nosotros nacimos en este
mundo separados de Dios y espiritualmente muertos. Pero Dios no quería que
permaneciéramos muertos y separados de él, y nos dio un lavamiento especial que nos da la
nueva vida, o sea, el segundo nacimiento. Por medio del Bautismo somos hechos parte de la
familia de Dios y unidos eternamente con él.
Si Dios nos mostrara un registro de nuestros pecados, quedaríamos sorprendidos por el gran
número de ofensas. Sin embargo, todos estos pecados han sido lavados por la sangre de Cristo
a través de la fe en él. ¡Imagínese! Por medio del Bautismo el Espíritu Santo obra fe en
nosotros para creer y aceptar esta gran verdad. Ahora somos nuevas personas, llenas de la paz
que viene por medio del perdón de nuestros pecados.
El apóstol Pablo nos dice en el capítulo 6 de su carta a los Romanos, que a través del Bautismo
estamos unidos con Cristo en su muerte y en su resurrección. O sea, nuestra carne pecaminosa
muere todos los días en el agua bautismal por medio del arrepentimiento, para que el nuevo
hombre pueda salir a llevar la vida dedicada a Dios. Ahora, lo que le pertenece a Cristo también
nos pertenece: su santidad es nuestra santidad; su poder sobre el pecado es nuestro poder sobre
él. El apóstol Pablo nos dice a los que somos bautizados: “Así también vosotros consideraos
muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el
pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus apetitos” (Romanos
6:11,12). Hay grandes bendiciones que son nuestras a través del bautismo.
Señor, ayúdame a seguir aferrado a mi bautismo y a seguir llevando la vida cristiana hoy
y siempre. Amén.
111
LOS DEL PUEBLO DE DIOS TRABAJAMOS EN CONJUNTO FILEMÓN
Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo (Filemón
3).
Con frecuencia oímos las palabras “gracia” y “paz” sin pensar en el significado de
ellas. La gracia es el amor inmerecido de parte de Dios para con nosotros, y la paz es
la seguridad que Dios perdona nuestros pecados por medio de Cristo Jesús. No
queremos olvidar estas palabras que Dios nos dio, porque fortalecen nuestra fe y nos
ayuden a trabajar juntos como creyentes.
El pueblo de Dios también comparte este mensaje de paz con otras personas. Cuando
Jesús nació, los ángeles cantaron a los pastores de Belén: “En la tierra paz”. Jesús
vino al mundo para quitar el temor impenitente de Dios y para traer paz a nuestra
alma. Es triste que muchas personas no viven en paz con Dios porque no saben acerca
del Salvador. Queremos que ellos sean parte del pueblo de Dios y que disfruten de su
gracia y de su paz, igual que nosotros. La gracia y la paz son más que solamente
palabras, porque nos hablan del regalo de Dios de la vida eterna en el cielo.
Todos los cristianos encuentran consuelo al saber que los hermanos creyentes oran
por ellos. El apóstol Pablo quería que Filemón supiera que él estaba orando por él
para que “la participación de tu fe [la de Filemón] sea eficaz en el conocimiento de
todo el bien que está en vosotros por Cristo Jesús”.
Cuanto más estudiemos la palabra de Dios, más entenderemos el gran amor que Dios
nos tiene a través de su Hijo quien vivió y murió por nosotros. Cada día es necesario
recordar todo lo que tenemos como cristianos viene como un regalo gratuito de Dios
sin merecerlo. Por estas razones podemos orar unos por otros para que aumente
nuestro entendimiento de la gracia de Dios.
Pablo también ora para que Filemón fuera eficaz en compartir lo que creía acerca de
Jesús. Cuando nuestra fe aumenta, Dios nos da la fuerza de compartir estas buenas
nuevas acerca de Jesús. Es triste pensar que mucha gente necesita al Salvador.
Entonces, como creyentes, oramos por nuestros hermanos en Cristo que comparten
su fe en su obra misionera. Orar unos por otros nos trae las bendiciones de Dios en
todo momento.
Si usted le preguntara a un niño “¿Qué hizo Jesús para salvarte?”, ¿cuál sería la
respuesta? Probablemente el niño diría: “Él murió por mí en la cruz". ¡Alabado sea
Dios por esta verdad! Pero todavía hay más que podemos decir acerca de lo que Jesús
hizo para salvarnos.
¿Qué es lo que nos da nueva vida y la esperanza viva? El apóstol Pedro contesta: “La
resurrección de Jesucristo”. Allí podemos apreciar lo que Jesús hizo para rescatarnos:
del pecado, del diablo, y de la muerte. Por eso el apóstol Pablo escribió a los romanos:
“[Jesús] fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra
justificación” (Romanos 4:25), y nuevamente a la iglesia de Corinto: “Y si Cristo no
resucitó, vana es entonces nuestra predicación y vana es también vuestra fe...aún
estáis en vuestros pecados” (1 Corintios 15:14,17).
La resurrección de Jesús es una parte importante de su gran obra redentora. Por medio
de ella nos muestra que en realidad era el Hijo de Dios y el Salvador del mundo.
También demuestra que su muerte en la cruz fue suficiente para quitar nuestros
pecados y satisfacer a Dios. Por fin la resurrección de Jesús nos asegura que en el
último día nosotros también resucitaremos de entre los muertos.
En realidad, fue el milagro de la tumba vacía de Jesús lo que cambió a los discípulos
de hombres miedosos a predicadores valientes. Por eso con el poder del Espíritu
Santo en cualquier lugar del mundo predicaban las buenas nuevas acerca de Jesús.
Siempre el enfoque de su mensaje era la resurrección de Jesús para darnos la nueva
vida y la esperanza viva. La resurrección de Jesús probó la verdad enfática que Jesús
conquistó al diablo y a la muerte eterna. Con razón Pablo dijo: “Quiero conocerlo a
él y el poder de su resurrección” (Filipenses 3:10).
Cuando alguien le pregunte: “¿Qué hizo Jesús para salvarte?”, diga: él murió en la
cruz por mí, y continúe con las buenas nuevas acerca de la resurrección de Jesús en
el domingo de Pascua. Su resurrección es la garantía de que él es el Hijo de Dios y el
Salvador de todo el mundo.
Un hombre prometió construir una casa para su amigo, pero mientras la construía se
cayó del techo y se lastimó mucho. Nunca más pudo trabajar en la construcción y
tampoco pudo cumplir su promesa. Aunque dio su palabra, por causa de la herida no
pudo cumplirla. Por esto sus palabras pasaron y se desvanecieron.
¡Qué contraste con nuestro Señor Jesús cuando prometió: “Mis palabras no pasarán”
(Mateo 24:35)! Las promesas de Jesús nunca se desvanecerán. Cuando él dice: “Te
perdono tus pecados”, ya quedan perdonados. Cuando dice: “Porque yo vivo, ustedes
también vivirán”, sabemos que viviremos por siempre con Jesús en el cielo. Cuando
él dice: “Te doy la vida eterna”, podemos tener la absoluta seguridad de que estas
palabras son verdad porque Jesús es el Hijo de Dios quien resucitó de entre los
muertos.
Igual que el apóstol Tomás, muchas personas dudan de las promesas y palabras de
Jesús. No sea como Tomás. Escuche las palabras del apóstol Pedro: “Vosotros, que lo
amáis sin haberlo visto, creyendo en él aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo
inefable y glorioso, obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras
almas”.
Señor Jesús, creo que resucitaste de entre los muertos. Sigue enviándome tu
Espíritu Santo para que mi fe siga fortaleciéndose en tu palabra y así siga
alabándote cada día por la salvación y la promesa de la vida eterna en el cielo.
Amén.
115
VIVIMOS COMO EXTRANJEROS EN ESTE MUNDO 1 PEDRO
Ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual
recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino
con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin
contaminación (1 Pedro 1:18-19).
Cuando Juan el Bautista estaba predicando por el río Jordán, un día señaló a Jesús y
anunció a todos: “¡Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!” (Juan
1:29). Por muchos años, Dios había estado preparando a su pueblo para este día y la
llegada de su Hijo.
Muchos siglos antes, en el libro de Éxodo, Dios le había dicho a su pueblo la manera
en que debía tener su última comida antes de salir de Egipto. Cada familia debía
matar un cordero macho de un año que fuera perfecto en toda manera. Parte de la
sangre de ese cordero debía usarse para pintar los lados y la parte de arriba de la
puerta de su casa, porque esa misma noche el Señor iba a matar a todos los niños
primogénitos de Egipto. Sin embargo, el Señor pasó sobre los hogares marcados con
la sangre pintada en la puerta. A partir de entonces, cada año, el pueblo de Dios
celebraba la fiesta de la Pascua, y recordaba que el Señor los había salvado.
Entonces, cuando Jesús llegó al río Jordán, vino como “el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo”. El vino a salvar a su pueblo, porque ellos eran esclavos del
pecado y condenados al infierno. La única esperanza que tenían era que Dios que los
salvara de ellos, por causa su amor y misericordia.
Jesús es el Cordero de Dios que llevó la vida perfecta al guardar la ley de Dios sin
ninguna falla. Como el cordero pascual, fue sacrificado al morir en la cruz y su sangre
nos marca como el pueblo de Dios. No solo eso, sino también su sangre nos limpia
de la suciedad de nuestros pecados y nos cubre con su santidad.
Para recordar todo lo que Jesús hizo por nosotros, nuestro Salvador nos dio la Santa
Cena. Allí Jesús es el Cordero de Dios que quiere asegurarnos del perdón por medio
de su cuerpo y sangre, junto con el pan y el vino. ¡Gracias a Dios por enviarnos a su
Hijo “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”!
Jesús, tú nos das la bienvenida y nos perdonas. Por lo tanto, sigue morando en
nuestros corazones y sigue librándonos: del pecado, del temor a la muerte, y del
infierno. Siempre sigue ayudándonos a creer en tus promesas. Amén.
116
1 PEDRO VIVAMOS COMO EXTRANJEROS EN ESTE MUNDO
Por medio de él creéis en Dios, quien lo resucitó [a Cristo] de los muertos y le ha
dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios (1 Pedro 1:21).
TENEMOS ESPERANZA
Se ha dicho que lo único seguro en esta vida son la muerte y los impuestos. Noé,
Abraham, y José, grandes héroes de la fe del Antiguo Testamento, probablemente
dirían que no.
Dios le informó a Noé que iba a destruir el mundo con EL diluvio. Por fe Noé
construyó el arca, y cuando llegó el diluvio, solamente se salvó la familia de Noé.
Luego, Dios le prometió a Abraham que su familia sería más numerosa que las
estrellas del cielo, aunque él y su esposa ya eran de edad avanzada y ya habían pasado
el tiempo en que podrían tener hijos. Pero la Escritura dice: “Tampoco dudó por
incredulidad de la promesa de Dios, sino que se fortaleció por la fe, dando gloria a
Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que
había prometido” (Romanos 4:20-21). Abraham se convirtió en padre tal como Dios
lo había prometido. Dios le había prometido a José que el pueblo de Israel volvería a
la Tierra Prometida de Canaán, y él creyó la promesa. Cuando José vio que ya se le
acercaba su muerte, les dijo a sus hermanos: “Dios ciertamente os visitará, y haréis
llevar de aquí mis huesos” (Génesis 50:25). Cuando Dios sacó a su pueblo de Egipto,
Moisés llevó los huesos de José de regreso a la Tierra Prometida, donde fue enterrado
de nuevo.
Noé, Abraham, y José, sabían que había algo que era seguro, sin contar la muerte y
los impuestos, porque sabían que Dios tiene el poder de cumplir con sus promesas.
Hoy día también conocemos a Dios como el Dios todopoderoso, porque cumplió su
promesa de enviar a su Hijo para que fuera nuestro Salvador. Dios el Padre mostró
que es el Dios lleno de amor y de perdón, cuando mandó a crucificar a su Hijo y luego
lo resucitó y lo llevó a la gloria del cielo, como había prometido. Ahora, como el Dios
todopoderoso, sabemos que nos resucitará en el último día y nos dará la vida eterna
en el cielo.
El apóstol Pedro dice en el texto que somos como piedras vivas. Pero, ¡qué extraño
es esto! No se puede decir que una piedra está viva porque: no respira, no tiene latido
del corazón, ni puede moverse por ella misma, ni hablar. Podemos describir una
piedra como: suave, aplanada, redonda, dura, o fría, pero jamás diríamos que las
piedras están vivas.
Sin Jesús seríamos como piedras sin vida espiritual y sin esperanza. Pero, debido al
poder de Dios en la palabra y los sacramentos, nos convirtió en piedras VIVAS como
parte de la iglesia de Dios. Note que Pedro no dice que somos ladrillos porque los
hombres hacen ladrillos y todos son del mismo tamaño y forma. Pedro nos llama
piedras porque Dios las hace, no los hombres, y todas son diferentes.
Ahora Dios lo usa a usted como una piedra viva para edificar su iglesia. En la iglesia
de Dios no hay nadie como usted porque cada uno es diferente en cuanto a los
talentos o habilidades. Con la motivación del amor de Dios podemos usar esos dones
y talentos, para servir a Dios y a los miembros de la iglesia, como piedras vivas.
¡Gracias a Dios!
Amado Señor Jesús, gracias por hacerme una piedra viva construida en tu casa
espiritual. Amén.
118
1 PEDRO LE PERTENECEMOS A CRISTO EL SEÑOR
Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y
reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en
vosotros (1 Pedro 3:15).
“No sé lo que debo decir porque no he estudiado mucho la Biblia.” Algunas veces nos
llena de temor el pensamiento de hablarle a alguien acerca de la esperanza que
tenemos en Cristo. Pero, ¿cuánto conocimiento de la Biblia quiere Dios que tengamos
antes de hablarles a otros acerca de Jesús? Cuando Jesús regresó al cielo les dijo a sus
discípulos: “Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y
me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la
tierra” (Hechos 1:8).
Al diablo le gustaría que nosotros pensáramos que hablarles a otros acerca de Jesús
es difícil y que sintamos temor de hacerlo. Al diablo le gusta cuando nos quedamos
callados por temor a decir algo equivocado. Pero Jesús ya venció al diablo y por eso
no tiene poder sobre nosotros. Por eso podemos sembrar la palabra de Dios en otras
personas y dejar que el Espíritu Santo haga su trabajo de convertirlas. De esta forma,
¡se salvarán muchos!
SOMOS BIENAVENTURADOS
Es lamentable vivir en el mundo que odia a los cristianos y les causa daño. Esto es
difícil de entender, cuando lo que hacemos es honesto y bueno. Pero las palabras de
San Pedro nos dan ánimo al entender que somos bienaventurados al padecer por
Cristo.
¿Cuáles son las bendiciones de sufrir por la causa de Cristo? Nuestra gran bendición
es que “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para
llevarnos a Dios”. Esto significa, que debido a lo que hizo Jesús, somos hijos de Dios
y parte de la familia de Dios. Esta es el primer beneficio que tenemos como
cristianos.
Después de que Jesús: sufrió, murió, y fue sepultado, fue resucitado por el Espíritu
Santo para ir al infierno y mostrarle al diablo y a los incrédulos que él obtuvo la
victoria sobre: el pecado, la muerte, y el infierno. ¡La muerte y el infierno no podían
hacerle nada a Jesús! Debido a que Jesús resucitó de entre los muertos, nosotros
también resucitaremos en el último día, y esto es el segundo beneficio que tenemos
como creyentes en Cristo.
A través de Pedro, Dios nos dice que “[Cristo] habiendo subido al cielo está a la
diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y poderes”. Hoy día Jesús
gobierna sobre todo el mundo. Aunque sufrimos por culpa del mundo incrédulo, no
cambiarán las bendiciones que tenemos, gracias a Jesús. Él nos llevará a ver la gloria
de Dios en el cielo, y esta es la bendición más grande de todas.
Amado Señor, sigue protegiéndonos ahora que vivimos en los últimos días. Sigue
manteniéndonos fuertes en nuestra fe en ti. Por la fe sigue dejándonos ver las
bendiciones que son nuestras ahora y las que disfrutaremos por siempre en el
cielo. Te pedimos esto en el nombre de Jesucristo. Amén.
120
1 PEDRO LE PERTENECEMOS A CRISTO EL SEÑOR
Los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de
Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas,
es decir, ocho fueron salvadas por agua. El bautismo que corresponde a esto
ahora nos salva (no quitando las inmundicias del cuerpo, sino como la aspiración
de una buena conciencia hacia Dios) mediante la resurrección de Jesucristo (1
Pedro 3:20-21).
Nuestro bautismo nos da consuelo todos los días de nuestra vida porque no es
solamente algo que se hace en una iglesia. Es algo que Dios hace por nosotros. El
apóstol Pedro nos dice: “El bautismo...ahora nos salva”.
Pedro nos explica que el agua del diluvio destruyó todo lo que había en el mundo. Sin
embargo, fue esa misma agua la que salvó a Noé y a su familia al levantar el arca.
Ahora es el agua del bautismo que hace morir a nuestra naturaleza pecaminosa debajo
del agua. Y luego resucita la naturaleza del hombre nuevo por la obra de Cristo. La
palabra de Dios en el bautismo unida al agua, nos salva de la muerte eterna en el
infierno. El bautismo no es un lavamiento que quite la suciedad de nuestro cuerpo,
sino que nos quita el pecado que se encuentra en nuestra alma.
Dios el Padre, que al amarnos enviaste a tu Hijo a salvarnos; Dios el Hijo, que
sufrió y murió para quitar nuestro pecado; Dios el Espíritu Santo, que ha
obrado la fe salvadora en nosotros; te agradecemos por las bendiciones: de la fe,
del perdón, de la vida, y de la salvación, que son nuestras en el bautismo. Amén.
121
LE PERTENECEMOS A CRISTO EL SEÑOR 1 PEDRO
El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las
inmundicias del cuerpo, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia
Dios) mediante la resurrección de Jesucristo, quien habiendo subido al cielo está
a la diestra de Dios, y a él están sujetos ángeles, autoridades y poderes (1 Pedro
3:21-22).
Al pensar que Jesús está en el cielo, podríamos llegar a la conclusión falsa de que
Jesús ya no hace nada por nosotros, pero esto no es verdad. Las Escrituras nos
enseñan lo que hace Jesús por nosotros desde el cielo. Por ejemplo, qué consuelo es
saber que “resucitándolo de los muertos [Dios el Padre] y sentándolo [a Jesús] a su
derecha en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad...lo dio por
cabeza de todas las cosas a la iglesia” (Efesios 1:20,22). Nosotros somos miembros
de la santa iglesia cristiana por medio de la fe en Jesús y ahora él gobierna todas las
cosas para el bien de los creyentes. Esto nos asegura que nada ni nadie, pueden
destruir la iglesia de Dios, ni si quiera al diablo mismo porque Jesús nos cuida con su
poder.
Sabemos también que Cristo “está a la diestra de Dios, el que también intercede por
nosotros” (Romanos 8:34). Al sentir temor por nuestros pecados y por nuestras
ofensas contra Dios, la Biblia nos recuerda que Jesús intercede por nosotros ante el
trono del Padre. Igual que un abogado fiel, Jesús implora al Juez para que nos declare
inocentes por la evidencia de su: vida, muerte, y resurrección, como nuestro Salvador.
Y ahora Dios, como el Juez, ve lo que Jesús hizo por nosotros y nos ha perdonado.
Por fin, antes de que Jesús regresara al cielo, consoló a sus discípulos y a nosotros
con una promesa hermosa: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay…voy, pues,
a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os
tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis” (Juan 14:2,3).
¡Qué bendición al saber que Jesús ha preparado un lugar para nosotros y que también
pronto regresará para llevarnos allá!
Jesús, gracias por tu ascensión al cielo que me infunde tanta esperanza. Sigue
quitando toda duda y asegurándome que me perdonas todos mis pecados y que
me llevarás a vivir contigo en el cielo después de la muerte. Amén.
122
1 PEDRO SE ACERCA EL FIN DEL MUNDO
Ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos
(1 Pedro 4:5).
Una niña estaba esperando la visita de su padre y, cuando llegó, ella le echó los brazos
al cuello y lo abrazó. Muchas personas sentían temor de su papá porque: tenía una
estatura de más de 1.80 metros, pesaba más de 113 kilos, y era el general en el ejército
de su país. Pero la niña no sentía temor de él porque era su papá y se sentía segura en
sus fuertes brazos.
¿Cuál será la reacción cuando Jesús venga en el último día? Muchas personas sentirán
temor al ver a Jesús como juez, porque tendrán que rendirle cuentas de sus actos. En
el último día Jesús vendrá como juez. Estas personas tienen su propia conciencia, la
cual les recuerda que el castigo hasta por el pecado más pequeño será la muerte eterna
en el infierno.
Pero como cristianos, igual que la niña con su papá que era el general, no sentiremos
temor del último día, según la naturaleza nueva y espiritual. ¿Por qué no? Porque
conocemos a Jesús como nuestro Salvador. Por medio del Santo Bautismo el Espíritu
Santo, nos convirtió en hijos de Dios y en hermanos de Jesús. Por medio de Jesús,
cada pecado ha sido lavado con su santa y preciosa sangre; ahora tenemos la vestidura
blanca de la justicia de Jesús por medio de la fe en él y, por eso, no tenemos nada que
temer en ese último día.
En cambio, podemos anticipar con ansiedad el día del juicio igual que la niña a su
papá. Jesús nos dijo: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad
vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21:28). En el último día
Jesús nos sacará de este mundo de pecado y nos llevará a nuestro hogar perfecto en
el cielo, donde estaremos con Jesús por siempre. Para nosotros, los creyentes, el
último día será un día de mucha alegría y mucha emoción, gracias a Jesús y su obra
redentora. Y ahora, es verdad que se acerca el fin.
Jesús, tú regresarás a este mundo como juez de toda la gente. Espero con ansia
el poder alabarte ante tu trono de gloria por todos los siglos. Amén.
123
SE ACERCA EL FIN DEL MUNDO 1 PEDRO
El fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios y velad en oración (1 Pedro
4:7).
Un hombre joven se mudó de la casa de sus padres para independizarse, y ahora ellos
venían a visitarlo por primera vez. El joven hizo todo lo necesario, compró alimentos
y preparó una exquisita comida para darles la bienvenida a su apartamento. Por fin,
después de mucho esfuerzo, todo ya estaba listo para su llegada.
Jesús prometió regresar a la tierra y el apóstol Pedro nos recuerda que ya se acerca su
llegada también. ¿Qué es lo que queremos hacer para estar preparados? Primero,
Pedro nos dice: “Sed, pues, sobrios”, es decir, que nos mantengamos con la mente
clara y despojada de las preocupaciones de este mundo que nos pueden apartar de
Jesús. Él no viene a contar las riquezas que tenemos ni para revisar el hogar tan
hermoso que tenemos. Cuando Jesús venga, nos juzgará el corazón para ver si
creemos en el mensaje del evangelio, o sea, si Cristo es nuestro Salvador personal de
los pecados. Pedro también nos advierte que debemos llevar la vida piadosa en
anticipación de ese día. No debemos permitir que el pecado y nuestra naturaleza
pecadora controlen nuestra vida. Por ejemplo, cuando el joven estaba preparándose
para la visita de sus papás, requirió mucho tiempo y esfuerzo. Pedro nos aconseja no
llevar la vida con el pecado fuera del control y sin los frutos diarios del
arrepentimiento en nuestra vida. Estos frutos consisten en la fe en Cristo como
nuestro Salvador y las buenas obras en gratitud a Dios por su perdón y la vida eterna
que nos ha dado en Cristo.
Pedro nos dice que la manera correcta de pensar y de actuar nos ayudará en nuestra
vida de oración. Cuando vivimos de acuerdo a la voluntad de Dios, podemos hablarle
claramente a Dios acerca de nuestras necesidades por medio de la oración.
Se acerca el fin y con la ayuda de Dios queremos estar al pie del cañón, listos para el
regreso de Jesús. Mantengamos la fe en Jesús por medio de la Palabra, y llevemos la
vida digna del Señor, porque no sabemos cuándo vendrá de nuevo.
Jesús, tú vienes pronto. Sigue manteniéndome listo, para ese día grande y
glorioso, con los ojos de fe puestos en ti. Amén.
124
JUDAS VIVIMOS EN LOS ÚLTIMOS DÍAS
Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas
por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: “En el último
tiempo habrá burladores que andarán según sus malvados deseos”. Estos son los
que causan divisiones, viven sensualmente y no tienen al Espíritu (Judas 17-19).
Sabemos y creemos, que el mundo no durará por siempre y pronto llegará a su fin.
Pero no todos creen que en el último día Jesús juzgará a todas las personas y hasta se
ríen de esta doctrina. El apóstol Pedro escribió lo mismo acerca de este
acontecimiento: “En los últimos días vendrán burladores, andando según sus propias
pasiones y diciendo: ‘¿Dónde está la promesa de su advenimiento?’” (2 Pedro:3,4).
La triste realidad es que muchas personas se burlarán de las enseñanzas de Jesús.
Estas personas están muy equivocadas porque, como dice Judas en el texto arriba:
“No tienen al Espíritu”. Es el Espíritu Santo que nos guía a las verdades de las
Sagradas Escrituras. Él nos lleva a creer que ya se acerca el fin del mundo y a vivir
de una manera que honre a Jesús. Los que se burlan de Jesús siguen sus propios
deseos impíos y tratan de confundir a los creyentes con sus ideas falsas.
Como cristianos hay que tener cuidado con ellos porque tratan de apartarnos de
nuestro Salvador. Jesús quiere que seamos suyos y ha hecho todo para que esto llegue
a ser una realidad. Él ama a aquellos a quienes ha perdonado y no quiere que nada ni
nadie nos separe de él. Nuestro Salvador nos advierte muchas veces, por medio de los
escritos de los apóstoles, que tengamos cuidado de los que se ríen y se burlan de la
palabra de Dios.
EDIFIQUEMOS NUESTERA FE
Como vimos en la devoción anterior, el apóstol Judas nos advierte acerca de las
personas que se burlan de Jesús y de la palabra de Dios. Ahora anima a los creyentes
que vivimos en los últimos tiempos a permanecer firmes y a edificar nuestra fe.
En el texto Judas llama “santísima” a nuestra fe, o sea, algo de gran valor. ¿Por qué?
Porque en primer lugar la fe proviene de Dios mismo, somos salvos por medio de ella
y el centro de ella es Jesús. Él vino para salvarnos de nuestros pecados. El resucitó el
domingo de Pascua para demostrar su victoria sobre: el infierno, la muerte, y el
diablo. Por medio de la fe nuestros pecados son perdonados y tenemos el regalo de la
vida eterna en el cielo. Sí, la fe es santísima y, de hecho, es el tesoro más precioso que
tenemos. Por eso queremos asegurarnos de: mantener, fortalecer, y edificar la fe que
tenemos en Cristo Jesús.
Edificar nuestra fe no sucede por ella misma, sino por la palabra de Dios como una
parte de nuestra vida diaria. Leemos, estudiamos, y aprendemos, de nuestra Biblia en
casa y en la iglesia, y aprovechemos del sacramento de la Santa Cena cada vez que
podamos para nuestro bienestar espiritual. Si no usamos estos medios de gracia para
edificar nuestra fe, no hay crecimiento espiritual, porque es el Espíritu Santo obra en
nosotros a través de ellos para fortalecernos espiritualmente. Y aunque requiere
tiempo y esfuerzo de voluntad para hacerlo, vale la pena escudriñad las Escrituras
todos los días de nuestra vida.
“Lo que la muerte le hizo a Jesús no es nada cuando nos enteramos de lo que Jesús le hizo a la
muerte.” Esto es la forma que un pastor le escribió a un señor cristiano que vivía en un país no-
cristiano. Este señor tenía una Biblia e iba a morir precisamente por leerla. Su pastor le escribió
una carta donde decía: “No se olvide de que Jesús ha destruido el poder de la muerte”. Estas
palabras del pastor le dieron ánimo y fuerza al cristiano que enfrentaba la muerte como
consecuencia de la persecución.
En el primer siglo de la iglesia cristiana muchos creyentes tuvieron que enfrentar la muerte
debido a que creían en Jesús. El apóstol Juan, que vivió en la misma época, fortaleció la fe de
los creyentes por inspiración del Espíritu Santo cuando escribió que Jesús había sido “el
primogénito de la resurrección” (NVI). Juan y Pedro fueron a la tumba de Jesús la mañana de
domingo de Pascua, pero Jesús no estaba allá porque estaba vivo. Jesús fue el primero en
resucitar de entre los muertos, pero no será el último porque cada cristiano que tenga fe en
Jesús como su Señor y Salvador, también resucitará a la vida eterna en el último día.
En la noche antes de su crucifixión, Jesús dijo a sus discípulos: “Porque yo vivo, vosotros
también viviréis” (Juan 14:19). Estas palabras les dieron ánimo a los cristianos del primer siglo
cuando su fe fue puesta a prueba y hoy día sucede lo mismo con nosotros.
¿Qué dificultades tiene usted en su vida? ¿Es la enfermedad o el temor a la muerte? ¿Necesita
alimentos y ropa o un lugar para dormir? O, ¿La buena salud y el dinero lo han hecho olvidarse
de Dios y de que usted necesita la ayuda de él? ¿Le atormenta su conciencia debido a sus
pecados? ¿Está solo y necesita ayuda? La resurrección de Jesús le da a usted la seguridad de
que él puede ayudarlo en todas sus dificultades, porque es el Dios todopoderoso y quiere
ayudarlo.
¿Qué le enseña a usted la resurrección de Jesús? ¡Piense en el poder que necesitó Jesús para
poder volver a la vida después de estar en la tumba por tres días! ¡Piense en el poder que Jesús
usa para ayudarlo en todas sus dificultades! Después de esto, ¡piense en el poder que tiene
Jesús para poder resucitarlo a usted de entre los muertos en el último día de este mundo! Él no
solamente le dará vida a su cuerpo, sino que también limpia su alma de todo pecado.
El día de nuestra resurrección será un día maravilloso y por eso esperamos con ansia ese
momento. Y hasta entonces podremos seguir enfrentando las dificultades de esta vida, al saber
que Jesús tiene gran poder sobre: la muerte, el diablo, y el pecado. Esta segura esperanza es de
mucho consuelo para nuestra vida cotidiana.
Padre celestial, no permitas que el temor a la muerte me quite la alegría del perdón de
mis pecados, que Jesús me ha dado. Sigue fortaleciéndome mi fe y ayudándome en los
días de dificultad. En el nombre de Jesús te lo pido. Amén.
127
ESTEMOS CONTENTOS APOCALIPSIS
He aquí que viene con las nubes: Todo ojo lo verá, y los que lo traspasaron; y
todos los linajes de la tierra se lamentarán por causa de él. Amén (Apocalipsis
1:7).
JESÚS REGRESARÁ
Hace muchos años el pueblo italiano trabajó muy duro para poder convertirse en un
pueblo libre. Durante los días malos acudían al general Giuseppe Garibaldi y lo
apreciaron como el salvador nacional. Hasta los prisioneros en los calabozos se
ponían contentos cuando oían los gritos de la calle: “Alégrense que ya viene
Garibaldi”. Durante la oscuridad de la noche, los ciudadanos escribieron en las
paredes y calles: “Ya viene Garibaldi”. Cuando llegaron las noticias de que ya se
acercaba, el pueblo se reunió a gritar: “¡Garibaldi ha venido!” Por fin, bajo el
liderazgo del general Garibaldi, el pueblo italiano logró su libertad. Pero alguien
mejor que Garibaldi viene al pueblo de Dios y es Jesucristo. Si un hombre como
Garibaldi hacía que la gente se sintiera contenta, cuánto más el pensamiento de la
segunda venida de Jesús hará que los creyentes sintamos mayor gozo.
“He aquí” dice San Juan en el Apocalipsis, el último libro de la Biblia. ¿Qué será lo
que todo el mundo verá en el último día de este mundo? Verá las ruinas de todo lo
que existía y algo más. Verán a Jesús viniendo en las nubes para juzgar a cada
persona. Todos los ojos lo verán, y esto incluye los suyos y los míos. No solamente
los creyentes verán a Jesús sino también los mismos soldados que clavaron a Jesús en
la cruz, junto con todos los demás que han vivido en la tierra.
En el último día muchas personas se pondrán tristes y llorarán con pesar, porque será
muy tarde para que se arrepientan de sus pecados y crean en Jesús como su Salvador.
En ese día todo el mundo se dará cuenta que Jesús es el único Salvador del mundo.
Pero en ese momento será demasiado tarde porque su tiempo de gracia habrá
acabado, o sea, el tiempo de buscar a Dios y la salvación que nos dio. Ese día sólo
será de gran alegría para los creyentes.
¿Nos imaginamos el regreso de Jesús hoy o mañana? Estemos listos con alegría en
nuestros corazones, porque puede venir en cualquier momento. Y cuando llegue ese
día, gracias a Dios, nos dará más alegría al reconocer a Jesús como nuestro Salvador.
Todopoderoso Dios, sigue ayudándome a vivir cada día, como si fuera mi último
día, con alegría en mi corazón por el mensaje de la vida y muerte de Jesús como
mi Salvador. Amén.
128
APOCALIPSIS DEMOS A CONOCER A JESÚS
"¡Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida!" (Apocalipsis 2:10).
En el mundo actual, no hay mucha gente que lleve una corona. Puede ser que los
reyes y reinas de algunos países sí las llevan. La corona es un símbolo de que algo se
hizo bien, para merecerla. Por ejemplo, en tiempos de la Biblia, a los que ganaban
una carrera se les ponía una corona de hojas en honor al trabajo y esfuerzo que
realizaron en el entrenamiento para la competencia. Además no todos los
participantes de la carrera pudieron recibirla, sólo el ganador.
Ya viene el día en que nosotros los creyentes recibiremos regalada una corona de
parte de nuestro Salvador. Jesús ganó esta corona con: su vida perfecta, su
sufrimiento en la cruz, y su muerte. Jesús entrenó por 33 años para conseguirla al
conquistar: el pecado, la muerte, y el infierno. Por medio de la cruz de Calvario y la
tumba vacía, Jesús obtuvo la victoria por nosotros.
Ahora nosotros somos los que en el día del juicio por medio de la fe recibiremos las
bendiciones que Jesús ganó para nosotros. Por medio de la fe en él, recibiremos el
premio: la corona de la vida. Ahora tenemos vida espiritual con el perdón de los
pecados, pero todavía tenemos la naturaleza pecaminosa y vamos a morir. La Palabra
nos dice que resucitaremos y tendremos vida eterna; esto es la corona de vida que
Jesús nos regalará.
Jesús es nuestro Rey que merece llevar corona. Pero lo maravilloso es que él les da
la corona de vida a todas las personas que creen en él. Por medio de la enseñanza y
de la prédica de la palabra de Dios, compartimos esta corona de vida con otros.
Entonces ellos se regocijarán al recibir esta misma corona que Jesús nos da. En todo
tiempo queremos compartir este mensaje con otras personas.
Queremos ser fieles a Jesús por el resto de nuestra vida, aquí en la tierra. No será fácil
porque Satanás tratará de apartarnos de Jesús. Es triste cuando, con frecuencia, la
gente no quiere escuchar nada acerca de Jesús y el mensaje de salvación, por medio
de él. El Espíritu Santo nos dará la fuerza para mantenernos fieles a Jesús y para dar
testimonio a otras personas acerca de la corona de vida que también les espera a ellos
en el cielo.
Alabado seas, Rey del cielo, por tu maravillosa victoria sobre nuestros enemigos.
Sigue manteniéndonos fieles al evangelio para que podamos recibir la corona de
la vida eterna. Que tu reino venga a muchos que todavía no disfrutan de tu paz
ni de tu bendición. Abre el corazón de ellos para que crean y se unan a nosotros
para alabar tu nombre. Amén.
129
CANTEMOS ALABANZAS A JESÚS APOCALIPSIS
El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían:
"Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él
reinará por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 11:15).
Como cristianos creemos que Jesús es nuestro Salvador y Rey, y que él gobernará por
los siglos de los siglos. Pero muchos de este mundo no creen lo mismo. ¿De qué
manera podemos ayudar a otras personas a ver su gloria?
la Biblia habla que el diablo controla a los incrédulos. Según la Biblia él es “Entre los
incrédulos a quienes el dios de este mundo les cegó el entendimiento, para que no les
resplandezca la luz del evangelio de la gloria de
Cristo” (2 Corintios 4:4). Por medio de este versículo entendemos que hay dos reinos:
uno de Dios y el otro del diablo, y que siempre luchan uno contra el otro.
Necesitamos que el Señor derroque la oscuridad del reino del Diablo. Por ejemplo,
cada vez que oramos: “Venga a nos tu reino” del Padrenuestro, le pedimos a Dios que
derroque ese reino. Jesús es el único que pudo vencer al diablo, como nuestro
sustituto al: cumplir con la ley de Dios, sufrir el castigo de cruz que nosotros
merecemos, y al resucitar en el domingo de Pascua. Pero el diablo todavía anda como
león rugiente que busca a las personas de este mundo para apartarlas de Dios.
Dios usa estas buenas nuevas acerca de Jesús para extender su reino y para terminar
con el poder del diablo. Ahora lo increíble es Jesús usa a personas como nosotros para
orar que su reino se difunda en todo el mundo y para compartir las buenas nuevas con
otras personas, sea donde sea. Llevémosles el mensaje de la Biblia a las personas de
todo el mundo y trabajemos para que más personas conozcan a Jesús. De esta forma,
en el último día muchas personas le agradecerán a Dios y también a nosotros, por el
mensaje de salvación a través de la fe en Jesucristo.
Derechos Reservados
131
Los siguientes son unos versículos de la Biblia donde Juan, uno de los apóstoles de
Jesucristo, habla del amor de Dios por usted.
“Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que
ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios,
porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en
que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por él. En esto consiste
el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a
nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios
así nos ha amado, también debemos amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás
a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se ha
perfeccionado en nosotros” (1 Juan 4:7-12).
Estas palabras de amor no son las únicas que se encuentran en la Biblia. En otro lugar,
el apóstol Juan también escribió:
Podemos también apreciar que este amor de Dios es para todo el mundo y por lo tanto
Esto lo incluye a usted.
136
Dios amaba al mundo cuando lo creó perfecto y sin defecto. Esto incluía a la
humanidad cuando creó a Adán del polvo de la tierra sin enfermedad ni pesar. Dios
dio al hombre un alma que ninguna otra criatura tiene y que distingue el hombre de
las otras criaturas. Esta alma era justa y santa, es decir, sin pecado. Luego Dios le dio
a Adán su esposa, Eva, a quien Dios creó de la costilla de Adán. Ambos eran perfectos
y vivían en un hogar perfecto que se llamaba el huerto de Edén. Dios hizo todo esto
debido a que AMABA el mundo.
Pero usted sabe que el mundo y las personas en el mundo no son así ahora. Usted y
yo no somos perfectos en nuestro cuerpo porque: nos enfermamos, sentimos dolor, y
sufrimos. Tampoco somos perfectos en espíritu al pecar unos contra otros con:
mentiras, robos, maldiciones, y palabras feas. Tampoco el mundo en que vivimos es
perfecto porque hay: hambres, terremotos, fuegos, inundaciones, y guerras.
¿Qué sucedió que cambió el mundo perfecto, que Dios había creado, en un mundo
lleno de: odio, sufrimiento, y pecado? Lo que pasó fue que Adán y Eva se rebelaron
contra Dios al desobedecer el mandato que Dios les había dado de no comer del árbol,
y de esta manera hundieron a todo el mundo en el pecado, incluyéndolo a usted y a
mí.
Dios, que amó al mundo, todavía sigue amándolo, y le dice que la salvación es para
usted.
El mundo donde hay tanto pecado necesita el amor de Dios. Hay odio entre naciones
y por eso se desarrolla guerras donde matan a miles de personas. También hay odio
que se desarrolla en peleas entre personas del mismo país. Y no necesitamos ir muy
lejos para ver nuestra propia vida y cómo el odio destruye nuestra vida familiar. Les
decimos palabras duras a nuestros hijos o a nuestro cónyuge, y como resultado surge
todo tipo de discusiones que destruyen la armonía familiar.
Pero en contraste a este odio, Dios lo ama a usted y, por la gracia de Dios, es decir,
por su amor que no merecemos, usted todavía puede encontrar este amor de Dios en
el evangelio. El evangelio es la buena nueva del amor de Dios por medio de lo que
Jesucristo ha hecho por nosotros. Dios le dice a usted en su palabra, la Biblia:
“Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos”
137
(Isaías 1:18) y Jesús añade: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados” (Mateo
9:2).
Una aplicación a la vida diaria de este evangelio son los momentos cuando podemos
decir en arrepentimiento a Dios o a las personas que hemos ofendido: “Siento mucho
haberte lastimado”, o, “Por favor, perdóname por lo que hice”.
Sí, el amor de Dios es para todos y lo más importante aún es que está destinado a
usted.
Sin embargo, debemos recordar que el amor de Dios se manifiesta en Jesucristo como
el Salvador del mundo. Por eso dijo Jesús: “De tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo unigénito”.
Nuestra vida está llena de promesas rotas, o sea, promesas que otros nos hicieron a
nosotros y promesas que hicimos nosotros pero no fueron cumplidas. Pero las
promesas de Dios son seguras porque él tiene el poder para cumplirlas y las cumplirá.
Por ejemplo, Dios prometió enviar al Salvador y cumplió con su promesa cuando
Jesús nació. Esta es la historia de la Navidad cuando Jesús era un bebe que yacía en
el pesebre. La Navidad es la historia de los pastores que adoraron a Jesús y de los
ángeles que cantaron: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad
para con los hombres” (Lucas 2:14). La Navidad es la historia de los Reyes Magos
que vinieron del Oriente para adorar a Jesús con sus regalos maravillosos y valiosos.
También Dios prometió enviar al Salvador y cumplió con su promesa cuando Jesús
murió. Esta es la historia del Viernes Santo cuando crucificaron a Jesús en una cruz
y sufrió por nosotros. Esta parte de la historia culmina con el grito de victoria de parte
de Jesús desde esa cruz: “¡Consumado es!” (Juan 19:30). Al morir por nosotros en la
cruz, Jesús completó nuestra salvación por amor a nosotros y nos salvó al recibir el
castigo por nuestros pecados.
Por fin Dios había prometido enviar al Salvador y cumplió con su promesa cuando
Jesús resucitó de entre los muertos. Esta es la historia de la Pascua de Resurrección
con la tumba abierta y vacía. La Pascua es la historia de los alegres seguidores de
Jesús al enterarse por el ángel que Jesús estaba vivo: “Buscáis a Jesús, el que fue
crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo” (Mateo 28:5).
Así como Dios prometió enviar al Salvador y cumplió con su promesa, así también
Dios prometió salvarlo a usted y cumplirá esta promesa también. Nos lo dice en las
palabras: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”.
Es Dios el que nos da la fe para creer en sus promesas de perdón y la vida eterna. Por
nuestro propio pensamiento no podemos creer en Jesucristo ni llegar a él; pero el
Espíritu Santo nos llama por medio del evangelio, las buenas noticias de que Dios nos
138
ama y envió a Jesús para salvarnos.
Es Dios quien nos da la vida eterna. Cuando muramos, nuestro cuerpo puede ser
puesto en una tumba, pero nuestra alma, redimida por la santa y preciosa sangre de
Jesús, seguirá viviendo en el cielo por medio de la fe en Cristo. En el último día del
juicio, nuestro cuerpo resucitará y se reunirá con nuestra alma. Entonces tanto en
cuerpo como en alma, estaremos en el cielo con Jesús. ¡Qué promesa tan maravillosa
es ésta! En su amor Dios les hace esta promesa a todos los que creen en él y Jesús nos
dice lo mismo cuando su amigo Lázaro murió. Para consolar a la hermana de Lázaro,
Marta, le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté
muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan
11:25).
Jesús resucitó de entre los muertos para que usted pudiera vivir con él por siempre.
Ahora oramos:
Cuando usted lastima a alguien, le pide a esa persona que lo perdone y se siente feliz
cuando esa persona dice: “Te perdono”. Ahora la realidad es que todos nosotros
lastimamos a Dios cuando pecamos y todos debemos sentirnos contentos de que Dios
esté listo a perdonarnos y tenga la buena voluntad de hacerlo.
Leemos acerca de este perdón en las palabras que el apóstol Pablo les escribió a los
creyentes de Roma, hace muchos años:
“Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la Ley,
para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios,
porque por las obras de la Ley ningún ser humano será justificado delante de él,
ya que por medio de la Ley es el conocimiento del pecado. Pero ahora, aparte de
la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la Ley y por los
Profetas: la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que
creen en él, porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están
destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia,
mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como
propiciación por medio de la fe en su sangre” (Romanos 3:19-25).
Ahora queremos estudiar solamente una afirmación de este párrafo. Estas palabras
nos dicen de qué manera todos nosotros somos perdonados por Dios.
“Lo siento”. Muchas veces en nuestra vida debemos pedirle a alguien que nos
Perdone, porque le hemos lastimado con lo que hicimos o con lo que dijimos.
También todos nosotros hemos lastimado a Dios con nuestros: pensamientos,
palabras, y acciones. A esto se le llama pecado. Pero Dios nos perdona y es
importante entender cómo y por qué Dios actúa así.
Es una verdad universal que TODOS hemos pecado y hemos fallado en guardar la
santa ley de Dios. TODOS nosotros hemos pasado los límites que Dios ha establecido
para nosotros en los Diez Mandamientos y esto ha sucedido desde el momento que
nacimos. El salmista nos recuerde: “En maldad he sido formado y en pecado me
concibió mi madre” (Salmo 51:5) y Jesús añade: “Lo que nace de la carne, carne es”
(Juan 3:6). Nadie puede estar delante del Dios santo y decir: “Señor, yo soy perfecto
en lo que hice y en lo que pensé”. La Biblia dice que no hay nadie sobre la tierra que
haga lo bueno y que nunca peque.
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Y esto no solamente es verdad de nosotros, también es verdad de los seis billones de
personas que viven en el mundo ahora mismo. Desde la caída de Adán y Eva en el
pecado, nadie ha podido elevarse por sobre el pecado de sus antepasados. La Biblia
nos enseña la verdad que “TODOS han pecado y están destituidos de la gloria de
Dios”.
Imagínese usted mismo delante de su Dios, su juez, y que él le pregunte: “¿Por qué
debo dejarte entrar al cielo?” ¿Qué pasaría si usted le dijera: “He intentado ser bueno
y he tratado de mantenerme apartado de lo que era malo”? ¿Es que Dios le
contestaría: “Has hecho bien, siervo fiel”? o diría: “Te has quedado corto en mi norma
de ser perfecto. No tienes mi aprobación”. Esto es verdad no solamente de usted, sino
que es verdad de todas las personas porque todos hemos pecado. Todos hemos caído
de la gloria de Dios y todos merecemos oír del juez las palabras más aterradoras:
“Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”
(Mateo 25:41). Todas las personas saben que esto les espera algún día. En realidad,
la historia de todas las religiones que han sido elaboradas por la humanidad a través
de los años, verdaderamente es la historia de los intentos de escaparse del juicio justo
de Dios. Como tales, son religiones que crean un miedo terrible a un juez furibundo.
Por ejemplo, casi el ochenta por ciento de las personas de la India son de la religión
hinduista que tienen millones de dioses y continuamente están descubriendo nuevos
dioses. De alguna manera todos son diferentes, pero son similares de una manera muy
importante: todos son dioses que inspiran temor. La gente teme lo que les dirá este
dios y teme que los desvanezca por siempre. Para el hindú, la religión es tratar de
satisfacer a un dios furibundo al llevarle y ofrecerle sacrificios para que el dios se
sienta satisfecho con ellos. Pero esto no funcionará debido a que no hay millones de
dioses. Solamente hay un Dios y este Dios verdadero dice que todos han pecado y
están destituidos de mi gloria. Dios también dice: "La paga del pecado es la muerte."
Por el otro lado, es este mismo Dios que es el Dios de gran amor. “TODOS han sido
justificados gratuitamente por la gracia de Dios por medio de la redención que vino
por Cristo Jesús.” Estas son unas de las palabras más hermosas de la Biblia y vale la
pena estudiarlas de una manera más profunda. Queremos hacerlo al ver las tres
palabras principales: justificación, gracia y redención.
Todos hemos sido “justificados” de la siguiente manera: Imagínese que está en la sala
de la corte y está ante el juez. Usted fue encontrado en el acto de cometer un crimen
y sabe que es culpable. Usted está esperando que el juez lo declare culpable y
entonces pronuncie la sentencia. Pero en vez de esto, el juez le dice: “NO es culpable”
y como resultado usted sale justificado, o sea, una persona libre e inocente. Esto es lo
que Dios le dice a todo el mundo a pesar de su culpabilidad ante él. El mundo que
solamente podía decir de sí mismo: “Culpable, culpable, culpable” ahora queda
141
justificado, es decir, declarado “inocente”. En realidad, esto no parece lógico ¿no es
verdad? “Todos han pecado” debe llevar a “todos son culpables” que por lo tanto
debe llevar a “todos son condenados”. Pero aquí no hablamos de esto. Todos han
pecado y todos son culpables, pero todos han sido declarados inocentes. ¿Cómo
puede ser esto?
Esto nos lleva a la segunda palabra que es la palabra “gracia”. “Todos han sido
justificados gratuitamente por la gracia de Dios.” La gracia es un regalo de parte de
Dios en cuanto al perdón de nuestros pecados. Nosotros no somos capaces de ganar
este perdón ni tampoco pudriéramos hacer suficientes buenas obras para ganar el
favor de Dios. Tenía que ser gratuito por la gracia de Dios que es su amor que no
merecemos. Y así fue, pero no fue nada barato.
Dios pudo ser el Dios justo en una mano y en la otra el justificador del culpable
debido a la redención que vino en Cristo Jesús. Esta es la manera, la única manera,
“mediante la redención que es en Cristo Jesús”, que usted puede estar de pie, con
alegría, ante nuestro Señor Jesús cuando venga nuevamente a juzgar al mundo en el
último día. Esta es la razón por la que todo el mundo también puede estar de pie ante
Dios.
Todos hemos pecado, todos hemos sido destituidos de la gloria de Dios, y la paga del
pecado es la muerte. Pero Dios en su misericordia ha declarado inocente a la gente de
este mundo por medio de la redención que Cristo Jesús pagó por nosotros. Cuando
Jesús murió en la cruz y gritó: “Consumado es”, toda la humanidad fue perdonada de
todo el pecado que había cometido y que cometería. Todos somos perdonados por el
Dios justo y amoroso. Este es el mensaje que las personas necesitan oír.
La Biblia nos dice: “¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído?” (Romanos
10:14). Es muy sencillo: la gente tiene que oír acerca de Jesús porque él dice: “Yo soy
el Camino, la Verdad, y la Vida. Nadie viene al Padre sino por mí”. La Biblia también
dice: “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado
a los hombres, en que podamos ser salvos”. Este nombre es Jesús, el Hijo de Dios, el
Salvador del mundo. Las personas tienen que oír acerca de Jesús y de la redención
que él pagó para ellos en la cruz, con el resultado de que Dios nos declaró inocentes.
¿Cree usted esto? ¿Cree que las personas tienen que oír acerca de Jesús? ¿O piensa
que Dios tiene otra manera de llevar a la gente al cielo si es que no han oído acerca
de Jesús? Algunas personas sí creen, incorrectamente, que hay otras maneras de llegar
142
al cielo. Si usted cree, como lo dicen San Pablo y Jesús, que estar delante Dios y no
ser declarado culpable depende cien por ciento de la redención que vino por Cristo
Jesús, y que usted debe oír acerca de Jesús para hacer que esas bendiciones sean suyas
por la fe en Jesús, entonces estoy convencido de que usted dirá: “Déjenme llevarles
este mensaje a tantas personas como sea posible y tan rápido como sea posible”. Oren
por la prédica de las buenas nuevas acerca de Jesús. Alégrense de que sus pecados
sean perdonados.
Ahora oramos:
Cuando Jesús dice aquí que debe ser “levantado”, se refiere a su propio sufrimiento
y muerte en la cruz. Puede ser que usted haya visto un cuadro de la cruz. La cruz nos
recuerda que Jesucristo, el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre, murió una vez en una
cruz así.
Con frecuencia muchas personas preguntan: ¿Por qué fue necesario que Jesús muriera
en la cruz? Jesús nos da una respuesta cuando dice: “Y como Moisés levantó la
serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre SEA levantado”.
Jesús tenía que ser levantado en la cruz para cumplir con todas las profecías acerca
del Salvador venidero en el Antiguo Testamento.
El Antiguo Testamento es la parte de la Biblia, que fue escrita cientos de años antes
de que Jesús naciera, donde los profetas por medio de descripciones y profecías,
predijeron que vendría el Salvador al mundo. Dice que salvaría a toda la humanidad
de la maldición del pecado y le daría a la humanidad vida en el cielo. Jesucristo es
este Salvador.
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En nuestra lectura bíblica Jesús habla precisamente de una de las descripciones
tomadas del Antiguo Testamento, que él cumplió cuando murió en la cruz. Al cumplir
esta descripción, así como con las profecías del Antiguo Testamento, él nos muestra
que en verdad es el Salvador prometido.
La descripción es esta: En los días de Moisés, un líder de los judíos que los sacó de
la tierra de esclavitud en Egipto a la tierra prometida de Canaán, los judíos
murmuraban contra Dios. No estaban satisfechos con la manera en que Dios y Moisés
los estaban guiando, y por eso Dios se enfureció con ellos y envió serpientes
venenosas al campamento de los judíos. Mucha gente recibió la picadura de las
serpientes y murió. Finalmente, cayeron en la cuenta de que habían pecado contra
Dios y le pidieron a Moisés que intercediera por ellos ante Dios. Moisés lo hizo y
Dios le respondió al decirle que debía “levantar” un poste en medio del campamento
y colgar una serpiente de bronce sobre ello. Entonces cualquiera que fuera lastimado
por la serpiente y mirara a la serpiente de bronce creyendo en las promesas de Dios,
se salvaría de la picadura de la serpiente. Y así fue.
Ahora Jesús dice: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario
que el Hijo del hombre sea levantado”.
Sabemos que Jesús fue levantado en una cruz en el día del Viernes Santo. Fue
falsamente acusado y condenado a morir en una cruz por los líderes religiosos de los
judíos. Entonces Jesús fue clavado por las manos y los pies a la cruz, y después la
levantaron. Unas horas más tarde, después de sufrir gran dolor, Jesús murió.
Pero, ¿por qué? Jesús murió de esta forma para cumplir con las profecías del Antiguo
Testamento y así mostrarnos que él es el Mesías, el Salvador del mundo, y su
Salvador del pecado. Además Jesús fue levantado para poder satisfacer la justicia de
Dios.
Cuando Dios creó el mundo, era un mundo perfecto, y también Adán y Eva eran
perfectos. Cuando Dios creó al hombre lo creó a la imagen de Dios, es decir, que el
hombre tenía un conocimiento perfecto de Dios y el hombre era justo, o sea, sin
pecado.
Pero sucedió algo: que cambió el mundo, la humanidad, y cuyos efectos lo podemos
ver en nuestra vida de hoy. ¿Por qué hay: inundaciones, terremotos, incendios, y
destrucción a nuestro alrededor? ¿Por qué tenemos que sufrir: asesinatos, muerte,
enfermedad, y sufrimiento, a nuestro alrededor en nuestra vida personal? Es debido
al pecado que cometieron Adán y Eva con su libre albedrío en rebelión contra Dios,
al desobedecer el mandato sencillo que les dio. Debido al pecado de ellos, usted y yo
heredamos el pecado original y por eso vemos el resultado con el sufrimiento y la
muerte. Cuando Adán pecó, cavó las tumbas de todos sus descendientes hasta el fin
de los tiempos.
Escuche lo que nos dice la Biblia: “La paga del pecado es la muerte”. Cuando uno
trabaja, espera recibir el sueldo merecido. Así también cuando pecamos contra Dios,
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el sueldo que merecemos es la muerte. En otra parte la Biblia nos dice: “Como el
pecado entró en el mundo por un hombre [Adán] y por el pecado la muerte, así la
muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la
gloria de Dios” (Romanos 5:12).
Para salvar a la humanidad caída en la muerte eterna como el castigo por el pecado,
Jesús fue levantado en la cruz. Por lo tanto, fue esa necesidad básica de salvarlo a
USTED del pecado y de la muerte eterna, lo que llevó a Jesús a morir en la cruz.
Hoy toda la humanidad sigue en el pecado original y con los pecados presentes. El
versículo bíblico mencionado antes dice: “Todos han pecado y por lo tanto están
destituidos de la gloria de Dios”. Nuevamente la Biblia nos recuerda: “Si decimos
que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en
nosotros” (1 Juan 1:8).
Entonces, su vida está llena de pecado. Cuando usted le miente a alguien, cuando
maldice a alguien, cuando usted es infiel a su cónyuge, cuando usted bebe en exceso,
cuando usted roba, cuando usted lastima o hace daño a su prójimo en su cuerpo, usted
peca y merece la muerte eterna. Estos pecados lo condenan a la eternidad en el
infierno.
Pero ahora, en medio de estos pecados, Jesús dice: “DEBO ser levantado” en la cruz.
Y ¿por qué? No solamente para satisfacer la ira del Dios justo, sino muy
especialmente para que “todo aquel que cree en él tenga vida eterna”.
¡Qué buenas noticias! ¡Usted no tiene que morir por siempre, puede vivir eternamente
en el cielo! ¡Qué afirmación tan hermosa y qué regalo maravilloso que le da Dios!
El propósito de Jesús al morir en la cruz era para salvar al mundo que había caído en
el pecado, y así darle a toda la humanidad, el regalo precioso de la vida eterna en el
cielo. La sola palabra “todos” dicha por Jesús nos dice que la redención de Cristo es
para cada persona.
La Biblia nos dice: “Así como por la desobediencia de un hombre [Adán] muchos
fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno [Jesucristo, el
Hijo de Dios], muchos serán constituidos justos” (Romanos 5:19). Hemos sido
rescatados: del castigo del pecado, del temor a la muerte, y del poder del diablo. En
otro lugar la Biblia dice: “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no
tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2 Corintios 5:19). Todavía en otro
lugar leemos en la Biblia: “[Jesús] es la propiciación por nuestros pecados, y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2).
¡Qué noticias tan maravillosas para el mundo pecador al oír que Jesús es el Salvador
del mundo!
Jesús cumplió esto cuando fue “levantado” en la cruz y al gritar: “¡Consumado es!”,
su obra redentora se completó. Por medio de su muerte pagó de una vez por todas,
146
por todos los pecados de toda la humanidad. ¡Y esto lo incluye a USTED!
Jesús también dijo Nicodemo: “Todo el que cree tiene vida eterna”. ¿Cree usted en
Jesucristo como en su Salvador: del pecado, de la muerte, y del infierno? Creer
significa que usted sabe quién es Jesús y lo que ha hecho por usted. Creer significa
que usted deposita su confianza en él como su único Salvador del pecado.
Si usted quiere saber más de Jesús, busque una Biblia y léala. Lea en especial los
libros de: Mateo, Lucas, y Juan, que se encuentran en el Nuevo Testamento. Estos
libros le hablan acerca de: la vida de Jesucristo, sus enseñanzas, su sufrimiento,
muerte, y su resurrección. Al leer la Biblia su corazón se llenará de maravilla y de
alegría, porque por medio de ella el Espíritu Santo lo mantendrá a la fe en Jesucristo
como su único Salvador.
La Biblia nos dice que estaremos junto con Jesucristo por siempre y disfrutaremos del
gozo inefable. En el cielo Dios enjugará todas las lágrimas de sus ojos porque ya no
habrá más: muerte, ni sufrimiento, ni dolor.
Este regalo: hermoso, maravilloso, y gratis, es suyo cuando el Espíritu Santo le dió la
fe y creyó en Jesús como su Salvador que fue “levantado” en la cruz. Oramos para
que este regalo de la vida eterna siempre sea de usted: ¡Qué Dios nos lo siga
otorgando! Amén.
Ahora oramos:
Espíritu Santo, que nos guías a la verdad de la palabra del Dios todopoderoso,
oramos para que sigas abriendo mi corazón y mi mente a las verdades de tu
palabra a seguir creyendo en Jesucristo como mi Salvador. Por su muerte en la
cruz tú me has prometido el regalo de la vida eterna. Sigue llenando mi corazón
de fe para seguir creyendo que yo también tendré la alegría de la vida eterna. Te
lo pido en el nombre de Jesús. Amén.
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