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La Imagen Tiempo 220

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LA IMAGEN-TIEMPO 220

miento. Es más bien una deficiencia generalizada, en el autor

y en los espectadores. Sin embargo, la mediocridad corriente

nunca fue obstáculo para que surgiera la gran pintura; pero no

sucede lo mismo con las condiciones de un arte industrial donde

la proporción de obras execrables pone directamente en entredicho

los fines y las facultades más esenciales. El cine muere,

pues, por su mediocridad cuantitativa. Hay empero una razón

todavía más importante: el arte de masa. el tratamiento de

las masas, que no debía separarse de un acceso de las masas a la

condición de auténtico sujeto, ha caído en la propaganda y en

la manipulación de Estado, en una suerte de fascismo que conjugaba

a Hitler con Hollywood, a Hollywood con Hitler. El autómata

espiritual pasó a ser el hombre fascista. Como dice Serge

Daney, lo que puso en cuestión a todo el cine de la imagen.

movimiento fueron «las grandes puestas en escena políticas.

las propagandas de Estado transformadas en cuadros vivos, las

primeras manutenciones humanas de masa», y su trasfondo. los

campos de concentración." Fue esto lo que acabó con las ambiciones

del «viejo cine»: no solamente la mediocridad y la vulgaridad

de la producción corriente, sino más bien Leni Riefenstahl,

que no era mediocre. Y la situación es todavía peor si

consideramos la tesis de Virilio: no hubo desviación, enajenación

en un arte de masas que la imagen-movimiento habría fundado

inicialmente. sino que, al contrario, desde el comienzo la

imagen-movimiento está ligada a la organización de guerra. a


la propaganda de Estado. al fascismo ordinario, histórica y esencialmente."

Sumadas, estas dos razones de la mediocridad de

15. SERGB DANEY. La rampe, pág. 172.

16. Paul Virilio demuestra cómo el sistema de la guerra moviliza la

percepción no menos que las armas y acciones: también la fotografía y

el cine pasan por la guerra, y quedan acoplados con las armas (por ejemplo

la ametralladora). De más en más habrá una puesta en escena del

campo de batalla, a la que el enemigo responde no ya por el camuflaje

sino por una contra-puesta en escena (simulación, trucajes, o bien gígantescas

iluminaciones de la defensa aérea). Pero es toda la vida civil la

que pasa bajo el signo de la puesta en escena, en el régimen fascista:

«desde ahora el poder real queda compartido entre la logística de las

armas y la de las imágenes y sonidos»; y, hasta el final, Goebbels soñará

con superar a Hollywood. que era la urbe-cine moderno por oposición a

la ciudad-teatro antiguo. A su vez, el cine se supera hacia la imagen electrónica,

tanto civil como militar, en un complejo militar-industrial. Véase

Guerre et cinema, J, Lcgistique de la perception, Cahiers du cinéma-Edítions

de l'Etoile.

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221 EL PENSAMIENTO Y EL CINE

los productos y del fascismo de la producción, pueden explicar

muchas cosas. Por un breve instante Artaud «cree» en el cine,

y multiplica declaraciones que parecen coincidir con las de Eisenstein

o Ganee, arte nuevo, pensamiento nuevo. Pero muy

pronto renuncia. «El mundo imbécil de las imágenes tomadas

como con liga en miríadas de retinas no perfeccionará nunca la


imagen que pudimos hacernos de él. La poesía que puede desprenderse

de todo esto DO es más que una poesía eventual, poesía

de 10 que podría ser, y no es del cine del que cabe esperar..

,»17

Quizá haya una tercera razón, absurdamente capaz de abrir

nuevas esperanzas sobre una eventualidad de pensar en el cine

por el cine. Hay que estudiar concretamente el caso de Artaud,

que podría tener una importancia decisiva. Pues, durante el

breve período en que cree, a primera vista Artaud parece adoptar

los grandes temas de la imagen-movimiento en sus relaciones

con el pensamiento. Dice exactamente que el cine debe evitar

dos escollos, el cine experimental abstracto, que se desarrollaba

por esa época, y el cine figurativo comercial, que Hollywood

imponía. Dice que el cine es asunto de vibraciones neurofisiológicas,

y que la imagen debe producir un choque, una

onda nerviosa que haga nacer el pensamiento, «pues el pensamiento

es una comadrona que no siempre existió». El pensamiento

no tiene más funcionamiento que su propio nacimiento,

siempre la repetición de su nacimiento, oculto y profundo. Dice

que la imagen tiene por objeto el funcionamiento del pensamiento,

y .que el funcionamiento del pensamiento es también

el verdadero sujeto que nos devuelve a las imágenes. Añade

que el sueño, tal como aparece en el cine europeo inspirado en

el surrealismo, es una aproximación interesante pero insuficiente

con respecto a esta ruta: el sueño es una solución demasiado

fácil para el «problema» del pensamiento. Artaud cree


más en una adecuación del cine con la «escritura automática»,

siempre que se comprenda que la escritura automática no es

en absoluto una ausencia de composición, sino un control superior

que une el pensamiento crítico y consciente al inconsciente

del pensamiento: el autómata espiritual (muy diferente del sueño,

que une una censura o una represión a un inconsciente pul-

17. ARTAUD, «La vieillesse précoce du cinéma», (Euvres completes, Gallimard,

111, pág. 99 (es el texto en que Artaud rompe con el cine, 1933).

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LA IMAGEN-TIEMPO 222

sional). Añade que su punto de vista se anticipa mucho y corre

el riesgo de ser mal comprendido incluso por los surrealistas,

como lo prueban sus especiales relaciones con Germaine Dulac,

quien oscila por su cuenta entre un cine abstracto y un cinesueño."

A primera vista, estas declaraciones de Artaud en nada se

oponen a las de Eisenstein: de la imagen al pensamiento, están

el choque o la vibración que deben engendrar pensamiento dentro

del pensamiento; del pensamiento a la imagen, está la figura

que debe encarnarse en una suerte de monólogo interior (más

que en un sueño), capaz de volver a darnos el choque. Y sin

embargo en Artaud hay otra cosa: una comprobación de impotencia

que no recae aún «sobre» el cine sino que, por el contrario,

define el verdadero objeto-sujeto del cine. Lo que el cine

pone de manifiesto no es la potencia del pensamiento sino su

«impoder», y el pensamiento nunca tuvo más problema que

ése. Esto precisamente es mucho más importante que el sueño:


esa dificultad para ser, esa impotencia en el corazón del pensamiento.

Lo que los enemigos del cine reprochaban a éste

(como Georges Duhamel: «Ya no puedo pensar lo que quiero.

las imágenes móviles sustituyen a mis propios pensamientos»),

Artaud lo convierte en la oscura gloria y profundidad del cine.

En efecto, para él no se trata de una simple inhibición que el

cine nos aportaría desde fuera, sino de esa inhibición central, de

ese hundimiento y de esa petrificación interiores, de ese «robo

de pensamientos» del que el pensamiento no cesa de ser víctima

y agente. Artaud dejará de creer en el cine cuando entienda

que el cine pasa de costado y no puede hacer más que

abstracciones, figuraciones O sueño. Pero cree en el cine mientras

juzga que el cine es esencialmente apto para revelar esa

18. Todos estos temas están tratados en el tomo Hl de Artaud. A propósito

de La coauille el le clergymal1, el único guión que se realizó (por

Germaine Dulac), Artaud dice, pág. 77: la especificidad del cinc es la vibración

como «nacimiento oculto del pensamiento»; esto «puede parecerse

y emparcntarsc con la mecánica de un sueño sin ser verdaderamente un

sueño»; es «el trabajo puro del pensamiento». La actitud de Artaud en

relación con la realización de Gcrmaine Dulac suscita muchas cuestiones

que fueron examinadas por O. y A. VIRMAUX, Les surréalistes el le cinema,

Scghcrs. Artaud recordará constantemente que se trata del primer film

surrealista; y reprochará a Buñuel y Coctcau contentarse con la arbitrariedad

del sueño (págs. 270-272). Parece que lo que reprocha igualmente

a Gcrmaine Dulac es haber tratado La coquiíie el le cícrgyman 'en el sentido

de un simple sueño.
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223 EL PENSAMIENTO Y EL CINE

impotencia de pensar en el corazón del pensamiento. Considérense

los guiones concretos de Artaud, el vampiro de 32, el loco

de La révolte du boucher y sobre todo el suicida de Les dix-huit

secondes, el héroe «se ha vuelto incapaz de alcanzar sus pensamientos

», «está reducido a no ver desfilar por él más que

imágenes. un exceso de imágenes contradictorias» le han «robado

su espíritu». El autómata espiritual o mental ya no se

define por la posibilidad lógica de un pensamiento que deduciría

formalmente sus ideas unas de otras." Pero tampoco por la

potencia física de un pensamiento que montaríamos en circuito

con la imagen automática. El autómata espiritual ha pasado a

ser la Momia, esa instancia desmontada, paralizada, petrificada,

congelada, que prueba «la imposibilidad de pensar que es el

pensamientos." Se dirá que el expresionismo ya nos había habituado

a todo esto, robo de [os pensamientos, desdoblamiento

de la personalidad, petrificación hipnótica, alucinación, esquizofrenia

galopante. Pero también aquí arriesgamos desconocer

la originalidad de Artaud: aquí ya no es, como en el expresionismo

(y también en el surrealismo), que el pensamiento se contraponga

a la represión, al inconsciente, al sueño, a la sexualidad

o a la muerte, sino que todas estas determinaciones se contraponen

al pensamiento como más elevado «problema», o entran

en relación con lo indeterminable, 10 inevocable." El ombligo,

o lo momia, ya no es el núcleo irreductible del sueño con


el que el pensamiento tropieza sino, por el contrario, el núcleo

del pensamiento, «el revés de los pensamientos», con el que

incluso los sueños tropiezan y rebotan, se rompen. Mientras

que el expresionismo somete la vigilia a un tratamiento nocturno,

Artaud «somete el sueño a un tratamiento diurno». Al so-

19. Este es el sentido en que la tradición filosófica (Spinoza, Leibniz)

toma al autómata espiritual; e incluso Valéry en M. Teste. Jacques Rivíere

emparenta a Artaud con Valéry; pero es uno de los numerosos contrasentidos

que comete en la célebre correspondencia (tomo 1). KURIICHI UNO

demostró la oposición radical Valéry-Artaud en lo referente al autómata

espiritual: Artaud et l'espace des torces, págs. 15-26 (tesis París VIII).

20. VÉRONIOUE T,o\coUIN hizo un análisis muy profundo del cine de

Dreyer, invocando lo que ella llama la Momia (Pour une théoríe du pathétique

cinématographique, París VIII). No dice apoyarse en Artaud sino

en Maurice Blanchot, próximo a aquél. Artaud había introducido la Momia

en pasajes de Bílboquet (1). Los análisis de Véroníque Tacquin abren

todo un desarrollo cinematográfico del tema de la Momia.

21. «La sexualidad, la represión. el inconsciente nunca me parecieron

una explicación suficiente de la inspiración o del espíritu...• 111. pág. 47 .

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LA IMAGEN-TIEMPO 224

námbulo expresionista se opone el vigilámbulo de Artaud, en

Les dix-huit secondes o en La coquille el le clergyman.

Pese a la semejanza superficial de las palabras hay, por tanto,

una oposición absoluta entre el proyecto de Artaud y una

concepción como la de Eisenstein. Se trata efectivamente, como


dice Artaud, de (unir el cine con la realidad íntima del cerebro»,

pero esta realidad íntima no es el Todo, es por el contrario una

fisura. una hendidura.P Mientras cree en el cine le acredita no

el poder de hacer pensar el todo sino, por el contrario, una «fuerza

disociadora» que introduciría una «figura de nada», un «agujero

en las apariencias». Mientras cree en el cine le acredita

no el poder de volver a las imágenes y de encadenarlas según

las exigencias de un monólogo interior y el ritmo de las metáforas.

sino «desencadenarlas» según voces múltiples, diálogos

internos, siempre una voz dentro de otra voz. En síntesis. 10

que Artaud trastoca es el conjunto de las relaciones cine-pensamiento:

por una parte ya no hay todo pensable por montaje,

por la otra ya no hay monólogo interior enunciable por imagen.

Se diria que Artaud da vuelta el argumento de Eisenstein: si

es verdad que el pensamiento depende de un choque que lo

hace nacer (el nervio, la médula), el pensamiento no puede pensar

más que una sola cosa, «el hecho de que no pensamos

todavía», la impotencia para pensar el todo como para pensarse

a sí mismo. pensamiento siempre petrificado. dislocado. derrumbado.

Un ser del pensamiento siempre por venir, esto es lo que

Heidegger descubrirá bajo una forma universal, pero también

lo que Artaud vive como el problema más singular, su propio

problema." De Heidegger a Artaud, Maurice Blanchot sabe

asignar a Artaud la cuestión fundamental de lo que hace pensar,

de lo que fuerza a pensar: lo que fuerza a pensar es «el

impoder del pensamiento», la figura de nada. la inexistencia de


un todo que podría ser pensado, Lo que Blanchot diagnostica por

22. MAURICE BUNCHOT, «Artaude, Le livre a venir, Gallimard, pág. 59:

Artaud invierte «los términos del movimiento», sitúa en primer lugar «el

desposeimiento, y ya no la totalidad de la que este desposeimiento parecía

inicialmente como la simple carencia. Lo primero no es la plenitud del

ser, sino la grieta y la re ha...• Ed. astellana: El libro que vendrá, Caracas,

Monte Avila, 1969.

23. Véase HEIDEGGER. Ou'appelle-t-on penser?, págs. 22-24: «Lo gravísimo

es que todavía no pensamos; ni aun ahora, a pesar de que el estado del

mundo da cada vez más que pensar. ( ...) Lo gravísimo de nuestra época

es que todavía no pensamos.s

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225 EL PENSAMIENTO Y EL CINE

doquier en la literatura aparece eminentemente en el cine: por

un lado la presencia de un impensable en el pensamiento y

que sería a la vez como su fuente y su barrera; por el otro, la

presencia al infinito de otro pensador en el pensador, que quiebra

todo monólogo de un yo pensante.

Pero la pregunta es ésta: ¿cómo es que todo esto atañe esencialmente

al cine? Puede que sea la pregunta de la literatura, o

bien de la filosofía, o bien íncluso de la psiquiatría. Pero, ¿qué

cosa la convierte en la pregunta del cine, es decir, en una pregunta

que lo toca en su especificidad, en su diferencia con las

otras disciplinas? En efecto, el cine no tiene la misma manera

de tratarla, aunque aparezca en otras partes con otros medios.

Nosotros preguntamos qué medio emplea el cine para abordar


esta cuestión del pensamiento, de su impotencia esencial y de

lo que de ella deriva. Es cierto que el mal cine (y a veces

el bueno) se contenta con un estado de sueño inducido en el

espectador, o bien, y esto se analizó mucho, con una participación

imaginaria. Pero la esencia del cine. que no es la generalidad

de los film s, tiene por objetivo más elevado el pensamiento,

nada más que el pensamiento y su funcionamiento. En

este sentido lo importante del libro de Jean-Louis Schefer está

en haber respondido a la pregunta: ¿en qué cosa y de que

manera el cine concierne a un pensamiento cuya característica

es la de no ser todavía? El dice que la imagen cinematográfica.

en cuanto asume su aberración de movimiento, opera una «suspensión

de mundo», o afecta a lo visible con una «turbiedad»

que, lejos de hacer visible el pensamiento, como pretendía

Eisenstein, se dirigen, al contrario, a 10 que no se deja pensar

en el pensamiento y a lo que no se deja ver en la visión. Quizá

no se trate del «crimen», como él cree, sino sólo de la potencia

de ]0 falso. El dice que el pensamiento, en el cine, es enfrentamiento

de su propia ímposibilidad y sin embargo de aquí obtiene

una más alta potencia o nacimiento. Añade que el estado de

cine tiene un solo equivalente: no la participación imaginaria

sino la lluvia cuando se sale de una sala, no el sueño sino la oscurídad

y el insomnio. Schefer está cerca de Artaud. Su concepción

del cine se confirma plenamente hoy en la obra de Garrel:

esos granos danzantes que no están hechos para ser vistos, ese

polvo luminoso que no es una prefiguración de los cuerpos,


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LA IMAGEN-TIEMPO 226

esos copos de nieve y capas de hollín." Siempre que se consiga

demostrar. y de manera convincente. que obras como éstas,

lejos de ser aburridas o abstractas representan lo más divertido

que se puede hacer en el cine, 10 más animado, lo más perturbador.

Además de la gran escena del molino y de la harina blanca

que se acumula, al final de La bruja vampiro de Dreyer,

Schefer propone el ejemplo del comienzo de Trono de sangre

(Macbeth) de Kurosawa: el gris, el vapor, la bruma constituyen

«todo un más acá de la imagen» que no es un velo indistinto

puesto delante de las cosas sino «un pensamiento, sin cuerpo

y sin imagen». También era el caso de Macbeth, de WelIes, donde

la indiscernibilidad de la tierra y las aguas, del cielo y la

tierra y las aguas, del cielo y la tierra, del bien y el mal, constituía

una «prehistoria de la conciencia» (Bazin) que engendraba

el pensamiento de su propia imposibilidad. ¿No eran eso ya

las brumas de Odessa, pese a las intenciones de Eisenstein?

Más que el movimiento es la suspensión de mundo. según Schefer,

lo que da lo visible al pensamiento, no como un objeto sino

como un acto que no cesa de nacer en el pensamiento y de

escabullirse: «No se trata aquí de un pensamiento que se ha

vuelto invisible, sino que lo visible es afectado e irremediablemente

infectado por la primera incoherencia del pensamiento,

esa cualidad íncoativa.» No otra es la descripción del «hombre

ordinario del cine»: el autómata espiritual, «hombre mecánico»,


«maniquí experimental». ludión dentro de nosotros, cuerpo desconocido

que no tenemos sino detrás de la cabeza y cuya edad

no es ni la nuestra ni la de nuestra infancia, sino un poco de

tiempo en estado puro.

Si esta experiencia del pensamiento concierne esencialmente

(aunque no exclusivamente) al cine moderno, ello se debe ante

todo al cambio que presente la imagen: la imagen ha dejado

de ser sensoriomotriz. Si Artaud es un precursor, desde un punto

de vista específicamente cinematográfico, es porque invoca

«verdaderas situaciones psíquicas entre las cuales el pensamiento

apresado busca una sutil salida», «situaciones pura11len~

te visuales y cuyo drama derivaría de un golpe producido para

los ojos, tomado, si nos atrevemos a decir, en la substancia

24. JEAN-LoUIS SCHEFfR, L'hol11me orditlaire du cinema, Cahicrs du cincma-

Gallimard, págs. 113-123.

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227 EL PENSAMIENTO Y EL CINE

misma de la mtrada»,> Ahora bien, esta ruptura sensoriomotriz

encuentra su condición más arriba, y se remonta hasta una

ruptura del vínculo del hombre con el mundo. La ruptura sensoriomotriz

hace del hombre un vidente sacudido por algo intolerable

en el mundo, y confrontado con algo impensable en el

pensamiento. Entre los dos, el pensamiento sufre una extraña

petrificación que es como su impotencia para funcionar, para

ser, su desposesión de sí mismo y del mundo. Pues no es en

nombre de un mundo mejor o más verdadero como el pensamiento


capta lo intolerable de éste; al contrario, es porque

este mundo es intolerable por lo que él ya no puede pensar un

mundo ni pensarse a sí mismo. Lo intolerable ya DO es una

injusticia suprema, sino el estado permanente de una banalidad

cotidiana. El hombre «no es él mismo» un mundo distinto de

aquel en el cual experimenta lo intolerable, y donde se experimenta

atrapado. El autómata espiritual se halla en la situación

psíquica del vidente, que ve tanto mejor y más lejos cuanto

que no puede reaccionar, es decir, pensar. ¿Cuál es entonces la

sutil salida? Creer, no en otro mundo sino en el vínculo del

hombre Con el mundo, en el amor o en la vida, creer en ello

como en lo imposible, lo impensable, que sin embargo no puede

sino ser pensado: «posible, o me ahogo». Sólo esta creencia

hace de lo impensado la potencia propia del pensamiento. Dar

el absurdo, en virtud del absurdo. Artaud nunca consideró la

impotencia para pensar como una mera inferioridad que nos

afectaria en relación con el pensamiento. Ella pertenece al pensamiento,

hasta tal extremo que de ella debemos hacer nuestra

manera de pensar, sin pretender restaurar un pensamiento

omnipotente. Más bien debemos servirnos de esta impotencia

para creer en la vida, y hallar la identidad del pensamiento y la

vida: «Pienso en la vida, todos los sistemas que podré edificar

jamás igualarán a mis gritos de hombre ocupado en rehacer su

vida... » ¿Había en Artaud una afinidad con Dreyer? ¿Será Dreyer

un Artaud al que la razón le habría sido «devuelta», siempre

en virtud del absurdo? Drouzy señaló la gran crisis psíquica,


el viaje esquizofrénico de Dreyer.> Pero, más aún, Véronique

25. ARmm, lIT, págs. 22, 76.

26. DROUZY da una interpretación estrechamente psícoanalítlca de los

trastornos de Dreyer: Carl Th. Dreyer né Nilsson, Ed. du Cerf, págs.

266-271.

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LA IMAGEN~TIEMPO 228

Tacquin supo mostrar cómo la momia (el autómata espiritual)

puebla sus últimos films. Ya sucedía esto en La bruja vampiro,

donde la momia aparece como la fuerza diabólica del mundo, el

vampiro mismo, pero también como el héroe indeciso, que no

sabe qué pensar y que sueña su propia petrificación. En La

palabra, la momia ha pasado a ser el pensamiento mismo, la

joven mujer muerta, cataléptica: es el loco de la familia que

le devuelve vida y amor, precisamente porque ha dejado de estar

loco, es decir, de «creerse» otro mundo, y porque ahora sabe

lo que significa creer... Por último, Gertrud desarrolla todas las

implicaciones y la nueva relación del cine con el pensamiento:

la situación «psíquica» que reemplaza a toda situación sensoríomotríz:

la perpetua ruptura del vínculo con el mundo, el

agujero perpetuo en las apariencias, encarnado en el falso-raecord;

la captación de lo intolerable hasta en lo cotidiano o lo

insignificante (la larga escena de travellíng que Gertrud no podrá

soportar, los colegiales acudiendo a pasos cadenciosos, como

autómatas, a felicitar al poeta por haberles enseñado el amor y

la libertad); el encuentro con lo impensable que ni siquiera


puede ser dicho sino cantado, hasta el punto de desvanecimiento

de Gertrud; la petrificación, la «momificación» de la heroína,

que toma conciencia de la creencia como pensamiento de lo

impensable (<<¿He sido joven? No, pero he amado, ¿He sido

bella? No, pero he amado, ¿He estado viva? No, pero he amados).

En todos estos sentidos Gertrud inaugura un nuevo cine cuya

continuación estará en Europa 1951 de Rossellini. Rossellini expresa

su posición al respecto: cuanto menos humano es el mundo,

más le corresponde al artista creer y hacer creer en una

relación del hombre con el mundo, ya que el mundo está

hecho por los hombres." La heroína de Europa 1951: momia

que irradia ternura.

Es innegable que el cine tuvo desde sus comienzos una relación

particular con la creencia. Existe una catolicidad del cine

(hay muchos autores expresamente católicos, incluso en América,

y los que no lo son tienen relaciones complejas con el catolicismo).

¿No hay en el catolicismo una gran puesta en escena,

y no hay en el cine un culto que toma el relevo de las catedran.

ROSSELLINI, entrevista, en La politique des auteuTs, Cahiers du

cinéma-Editlons de I'Etoile, págs. 65-68.

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229 EL PENSAMIENTO Y EL CINE

les, como decía Elie Faure?28 El cine entero parece responder

a la fórmula de Nietzsche: «qué nos hace aún piadosos». O mejor

dicho, desde un principio el cristianismo y la revolución, la

fe cristiana y la fe revolucionaria fueron los dos polos que


atrajeron al arte dc las masas. Es que la imagen cinematográfica,

a diferencia del teatro, nos mostraba el vínculo del hombre

con el mundo. Desde ese momento se desarrollaba bien sea

en el sentido de una transformación del mundo por el hombre,

bien sea en el descubrimiento de un mundo interior y superior

que el hombre mismo era... Hoy no podemos decir que estos

dos polos del cine hayan perdido fuerza: una cierta catolicidad

no cesó de inspirar a gran número de autores. y la pasión revolucionaria

pasó al cine del tercer mundo. Lo que cambió es no

obstante lo esencial, y hay tanta diferencia entre el catolicismo

de Rossellini o de Bresson, y el de Ford, como entre el revolucionarismo

de Rocha o de Güney, y el de Eisenstein.

El hecho moderno es que ya no creemos en este mundo. Ni

siquiera creemos en los acontecimientos que nos suceden, el

amor, la muerte, como si sólo nos concernieran a medias. No

somos nosotros los que hacemos cine, es el mundo que se nos

aparece como un mal film. A propósito de Banda aparte, Godard

decía: «Son personas que son reales, y es el mundo el que

hace banda aparte. Es el mundo el que se hace cine. Es el mundo

el que no es sincrónico, ellos son justos, son verdaderos,

representan la vida. Viven una historia simple, es el mundo

alrededor de ellos el que vive un mal guión»." Lo que se ha roto

es el vínculo del hombre con el mundo. A partir de aquí este

vínculo se hará objeto de creencia: él es lo imposible que sólo

puede volverse a dar en una fe. La creencia ya no se dirige a

un mundo distinto, o transformado. El hombre está en el mundo


como en una situación óptica y sonora pura. La reacción

de la que el hombre está desposeído no puede ser reemplazada

más que por la creencia. Sólo la creencia en el mundo puede

enlazar al hombre con lo que ve y oye. Lo que el cine tiene

que filmar no es el mundo, sino la creencia en este mundo, nuestro

único vínculo. Se preguntó a menudo por la naturaleza de

28. Véanse el libro de AGa y AYFRE, Le cínéma et le sacre, Ed. du

Cerf, y los estudios sobre La passion du Christ comme théme cinématographique

(Etudes cinematographiques).

29. Véase JEAN COLLET, Jean-Luc Godard, Seghers, págs. 26--27.

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LA IMAGEN-TIEMPO 230

la ilusión cinematográfica. Volver a darnos creencia en el mundo,

ése es el poder del cine moderno (cuando deja de ser malo).

Cristianos o ateos, en nuestra universal esquizofrenia «necesítamos

razones para creer en este mundo». Hay aquí toda una

conversión de la creencia. Fue ya éste un giro decisivo de la

filosofía, de Pascal a Nietzsche: reemplazar el modelo del saber

por la creencia." Pero la creencia sólo reemplaza al saber cuando

se hace creencia en este mundo, tal como es. El cine realiza

el mismo giro primero con Dreyer y después con Rossellini. En

sus últimas obras, Rossellini se desinteresa del arte, al que acusa

de infantil y lastimero, de complacerse en una pérdida de

mundo: él quiere sustituirlo por una moral que nos devolvería

una creencia capaz de perpetuar la vida. Rossellini conserva

aún el ideal del saber, nunca abandonará este ideal socrático.


Pero precisamente necesita asentarlo en una creencia, en una

simple fe en el hombre y en el mundo. ¿Qué hizo de Giovanna

d'Arco al raga una obra mal comprendida? Es que Juana de

Arco necesita estar en el cielo para creer en los jirones de este

mundo." Sólo desde lo alto de la eternidad puede creer en

este mundo de abajo. Hay en Rossellini una inversión de la creencia

cristiana que constituye la máxima paradoja. La creencia, incluso

con sus personajes sagrados, María, José y el Niño, está

lista para pasar del lado del ateo. En Godard, el ideal del saber,

el ideal socrático todavia presente en RosseIlini se derrumba: el

«buen» discurso, el discurso del militante, del revolucionario,

de la feminista, del filósofo, del cineasta, etc., no se ve mejor

tratado que el malo.P Pues de lo que se trata es de reencontrar;

de volver a dar creencia en el mundo, más acá o más allá de

las palabras. ¿Basta con instalarse en el cielo, así fuese el cie-

30. En la historia de la filosofía, la sustitución del saber por la creencia

aparece en autores de los cuales algunos son todavía creyentes mientras

que otros realizan una conversión atea. De ahí la existencia de verdaderas

parejas: Pascal-Hume, Kant-Fichte, Kierkegaard-Nietzsche, Lequíer-Renouvier.

Pero, incluso entre los creyentes, la creencia ya no se vuelve hacia

otro mundo sino que se dirige a éste: la fe según Kíerkegaard, o incluso

según Pascal, nos vuelve a dar el hombre y el mundo.

31. Véase el excelente análisis de CLAUDE BEYLIE, en Procés de Jeanne

d'Arc, Btudes cinématographiques.

32. SERGE DANEY, pág. 80: «A lo que el otro dice, aserción, proclamación,

sermón, Godard responde siempre por lo que un otro otro dice. Hay siempre
en su pedagogía una gran incógnita, y es que la índole de la relación

que él mantiene con sus buenos discursos (los que él defiende, por ejemplo

el discurso maoista) es Indecidible.»

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231 EL PENSAMIENTO Y EL CINE

lo del arte y de la pintura, para encontrar razones para creer

(Passion)? ¿No habrá que inventar una «altura media», entre

la tierra y el cielo (Prénom Carmen)?" Lo seguro es que creer

ya no es creer en otro mundo, ni en un mundo transformado.

Es solamente, simplemente creer en el cuerpo. Devolver el discurso

al cuerpo y, para eso, alcanzar al cuerpo anterior a los

discursos, anterior a las palabras, anterior al nombramiento de

las cosas: el «nombre»," e incluso antes del nombre.r' Artaud

no decía otra cosa, creer en la «carne», «soy un hombre que

ha perdido su vida y que busca por todos los medios hacerle

recobrar su lugar». Godard anuncia le vous salue Marie: ¿Qué

se dijeron José y María, qué se dijeron «antes»? Devolver las

palabras al cuerpo, a la carne. En este aspecto, entre Godard

y Garrel la influencia se intercambia, o se invierte. La obra de

Garrel nunca tuvo otro objeto: servirse de María, José y el

Niño para creer en el cuerpo. Cuando se compara a Garrel con

Artaud o con Rimbaud hay algo verdadero que desborda una

simple generalidad. Nuestra creencia no puede tener otro objeto

que «la carne», necesitamos razones muy especiales que nos

hagan creer en el cuerpo (<<los Angeles no conocen, pues todo

verdadero conocimiento es oscuro... »). Debemos creer en el


cuerpo, pero como germen de vida, como el grano que hace estallar

los pavimentos, que se conservó y perpetuó en el santo

sudario o en las bandas de la momia y que da fe de la vida, en

este mundo tal como es. Necesitamos una ética o una fe, y esto

hace reír a los idiotas; no es una necesidad de creer en otra

cosa, sino una necesidad de creer en este mundo, del que los

idiotas forman parte.

33. ALAIN BERGALA, «Les ailes d'Icare», Cahiers du cinema, n." 355, enero

de 1984, pág. 8.

." La traducción no puede dar cuenta del juego literal con prénom,

«nombre" o «nombre de pila". Pré- = «pré-» nom, «nombre (en general)»

y «apellido». (N. del T.)

34. DANEY demuestra que, a causa del estatuto de los discursos en

Godard, el único «buen» discurso es aquel que se puede devolver o restituir

a los cuerpos: ésa es toda la historia de Id el ailleurs. De ahí la necesidad

de alcanzar las cosas y los seres «antes de que se los llame», antes

de todo discurso, para que puedan producir el suyo propio: véase conferencia

de prensa de Venecia, sobre Prénom Carmen, en Cinématographe,

n," 95, diciembre de 1983 (y también los comentarios de LOUIS AUDIBERT,

pág. lO, «hay en este film una gran libertad que es la de una creencia (... ).

Las huellas del mundo tomadas en la tela fílmica, ofrecidas como otra

palabra, evangélica ( ... ). Reencontrar el mundo supone volver más acá de

los códigos...»},

www.esnips.com/web/Cornmunicatio

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