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Tanaquil Hipostasis de Fortuna

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A.J.

DOMÍNGUEZ MONEDERO
G. MORA
(EDS.)

DOCTRINA A MAGISTRO DISCIPVLIS TRADITA


ESTUDIOS EN HOMENAJE AL PROF. DR. D. LUIS GARCÍA
IGLESIAS.
Todos los derechos reservados. De conformi-
dad con lo dispuesto en la legislación vigente,
podrán ser castigados con penas de multa y
privación de libertad quienes reproduzcan o
plagien, en todo o en parte, una obra literaria,
artística o científica fijada en cualquier tipo de
soporte, sin la preceptiva autorización.

© Ediciones UAM, 1010


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ISBN: 978-84-8344-180-0
Depósito legal: M-44823-2010

Printed in Spain - Impreso en España


Imprime: Publicep libros Digitales S.L.
ESTUDIOS EN HOMENAJE AL PROF. DR. D. LUIS GARCÍA IGLESIAS

Tanaquil, ¿hipóstasis de Fortuna? *

Jorge Martínez-Pinna
Universidad de Málaga

Title: Tanaquil, Fortuna’s Hypostasis?

Resumen:
Tanaquil es la primera mujer con personalidad propia en la historia de Ro-
ma. Su presencia frecuentemente está unida a la concesión del poder, prime-
ro respecto a su esposo, Tarquinio Prisco, y luego a Servio Tulio. Esto ha
llevado a considerarla un “doble humano” de la diosa Fortuna. No obstante,
un análisis de las fuentes muestra que Tanaquil era una figura histórica, so-
metida por la tradición romana a un doble proceso de elaboración legenda-
ria: atribuyéndole elementos característicos de la civilización etrusca y con-
virtiéndola en arquetipo de la matrona romana.

Palabras clave: Tanaquil, Roma primitiva, Servio Tulio, etruscos, Fortuna.

Abstract:
Tanaquil is the first woman with own personality in the history of Rome.
Her presence is usually bound to power granting, firstly for her husband
Tarquinius Priscus, and then for Servius Tullius. That has come her to be
considered a “human double” of goddess Fortuna. But a source analysis
shows Tanaquil as an historical character, who was subjected by Roman
tradition to a legend making through two ways: on the one hand, it’s con-
ferred typical elements of Etruscan civilization, and on the other, she’s con-
verted to a Roman matron archetype.

Keywords: Tanaquil, Early Rome, Servius Tullius, Etruscans, Fortuna.

*
Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación HUM 2005-01590, del Ministerio
de Educación y Ciencia, y en el grupo de investigación HUM-696 de la Junta de Andalucía.
Mi relación con Luis García Iglesias se eleva al curso 1977/78, cuando se incorporó como
profesor agregado al Departamento de Historia Antigua de la Universidad Complutense. Yo
era entonces recién licenciado y alumno de doctorado y al poco tiempo ayudante en ese
mismo Departamento. Durante los años que el prof. García Iglesias permaneció en la Com-
plutense siempre encontré en él un interlocutor paciente y generoso. Vayan pues en su
honor estas páginas amicitiae gratiaeque causa.

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DOCTRINA A MAGISTRO DISCIPVLIS TRADITA

P uede decirse que el primer personaje femenino que aparece en


la historia de Roma con personalidad propia es la etrusca Ta-
naquil, esposa del rey Tarquinio Prisco. Sus intervenciones
son muy concretas y casi siempre referidas a un mismo argumento, la pro-
fecía o concesión de la realeza, de ahí ese calificativo tan acertado que le
prestó J. Heurgon, “faiseuse de rois”1. Y en efecto, así lo demuestra en cua-
tro episodios, referidos uno a su esposo y los tres restantes a Servio Tulio.
El primero tuvo lugar en el Janículo, cuando en el viaje hacia Roma, y con
la ciudad a la vista, un águila se precipitó sobre Tarquinio, le arrebató el
sombrero y tras revolotear sobre su cabeza, volvió a depositarlo en su lugar;
entonces Tanaquil auguró que su marido llegaría a ser rey de Roma2. La
segunda ocasión se presentó en el palacio real: un falo apareció en el hogar
y Tanaquil profetizó que de la mujer que se uniera al mismo nacería un
hombre superior; engalanada como una novia, la esclava Ocrisia fue elegida
para cumplir el designio de los dioses, concibiendo así al futuro rey Servio
Tulio 3. La siguiente intervención de Tanaquil haciendo uso de sus dotes
adivinatorias tiene lugar asimismo en el palacio, donde ocurrió un nuevo
prodigio: la cabeza de Servio se vio envuelta durante el sueño por una au-
reola de fuego, signo de su futura realeza4. Por último, Tanaquil interpreta
un papel decisivo en el acceso de Servio Tulio al trono de Roma. Tras el
asesinato de Tarquinio Prisco, Tanaquil mantuvo en secreto la muerte del
rey y fingió que éste había designado a Servio como regente, alargando el
engaño el tiempo suficiente hasta que Servio consolidó su poder5.
A partir de estos ejemplos, resulta difícil escapar a la evocación de
Tanaquil como “dadora de soberanía”, en el sentido que dos reyes de Roma,
Tarquinio Prisco y Servio Tulio, obtienen el poder gracias en alguna medida
a su intervención. En esta función se une a Tanaquil un segundo personaje
femenino, Tulia, hija de Servio y esposa de Tarquinio el Soberbio, a quien
1
HEURGON, J.: Roma y el Mediterráneo occidental hasta las guerras púnicas (trad. esp.),
Barcelona, 1971, p. 54.
2
Enn., fr. 147 V (= Prob., Eccl., 6.31); Cic., Leg., 1.1.4; Liv., 1.34.8-9; Dion., 3.47.3-4; Sil.
Ital., Pun., 13.818 ss.; Auc. vir. ill., 6.3-4; Zon., 7.8.
3
Dion., 4.2.1-3; Ovid., Fast., 6.627 ss.; Plin., Nat. hist., 36.204; Plut., Fort. Rom., 10; Ar-
nob., 5.18.
4
Cic., Div., 1.53.121; Liv., 1.39.1-4; Dion., 4.2.4; Ovid., Fast., 6.635 s.; Plin., Nat. hist.,
2.241; 36.204; Plut., Fort. Rom., 10; Flor., 1.6.1; Val. Max., 1.6.1 (Nepot., Epit. Val. Max.,
1.6.1); Serv., Aen., 2.683; Auct. vir. ill., 7.1; Zon., 7.9; Lyd., Ost., 5; Landolf., 12 (MGH, II,
p. 228).
5
Liv., 1.41; Dion., 4.4-5; Aurel. Vict., Hist., 4.15; Zon., 7.9.

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induce con malas artes, incluyendo el asesinato, a hacerse con el poder. Es-
tos hechos atribuidos por la tradición a ambas mujeres son del todo inve-
rosímiles, por lo que su explicación ha de encaminarse por otros derroteros.
Así, recientemente M. Meulder propone una interpretación conforme al es-
quema trifuncional indoeuropeo, de forma que Tanaquil asumiría la primera
función, Tulia la segunda y Lucrecia, la heroína del paso de la monarquía a
la República, la tercera6. La vía más utilizada es sin embargo la religiosa,
esto es proporcionar a Tanaquil una primitiva naturaleza divina. En esta
línea, ya J.J. Bachofen veía en ella el residuo de un antiguo matriarcado, el
origen femenino del poder real, que asimilaba a una diosa madre de matriz
asiánica7. Años después, L. Euing criticaba con buenos argumentos esta
interpretación de Bachofen, inclinándose finalmente por incluir a Tanaquil
en el círculo de Vesta, pues en definitiva esta diosa representa un papel fun-
damental en el origen de los héroes8. Por su parte, G. De Sanctis miraba
hacia Etruria y consideraba a Tanaquil como una divinidad menor etrusca
vinculada al ámbito matronal9. Pero la línea de interpretación de mayor éxi-
to es sin duda aquélla que hace intervenir a Fortuna.
Uno de los pilares de la ideología política de Servio Tulio se identi-
fica con Fortuna. El rey es presentado en la tradición como favorecido por
Fortuna, a quien debe el poder y con la cual llega a mantener una relación
erótica: la diosa se introducía en el palacio real a través de una ventana (por-
ta Fenestella) para unirse a Servio 10. La leyenda de los amores entre Servio
y Fortuna es antigua, pues en el fondo no es sino el reflejo literario de un
ritual de tipo hierogámico, en virtud del cual Servio recibe de la diosa la
facultad para poder gobernar, convirtiéndose por tanto en intermediario di-
recto entre los ámbitos divino y humano11. Este hecho no es sino conse-
cuencia de las irregulares condiciones que llevaron a Servio a alcanzar el
trono de Roma, viéndose obligado a justificar su situación de poder invo-
cando sus especiales relaciones con la divinidad. Es muy posible que la hie-

6
MEULDER, M.: “Trois femmes, trois fonctions”, REA 107, 2005, pp. 543-557.
7
BACHOFEN, J.J.: Die Sage von Tanaquil. Eine Untersuchung über den Orientalismus in
Rom und Italien, Heidelberg, 1870 (= Gesammelte Schriften2, Basel, 1951, vol. VI).
8
EUING, L.: Die Sage von Tanquil, Frankfurt, 1933.
9
DE SANCTIS, G.: Storia dei Romani2, Firenze, 1980, vol. I, pp. 365 s. Véase también
SCHACHERMEYR, F.: “Tanaquil”, RE IVA2, 1932, col. 2173.
10
Ovid., Fast., 6.569 ss.; Iuv., Sat., 7.201; Val. Max., 4.3.3; Plut., QRom., 36; Fort. Rom.,
10.
11
VERZAR, M.: “Pyrgi e l’Afrodite di Cipro”, MEFRA 92, 1980, pp. 71 s.; COARELLI,
F.: Il Foro Boario, Roma, 1988, p. 307; BRIQUEL, D.: “Les figures féminines dans la
tradition sur les trois derniers rois de Rome”, Gerión 16, 1998, p. 132.

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DOCTRINA A MAGISTRO DISCIPVLIS TRADITA

rogamia, entendida en un sentido político, no fuese del todo ajena a los ro-
manos del siglo VI, ya que Tarquinio Prisco habría recurrido al mismo me-
canismo en la fundamentación ideológica de su reinado, según se deduce de
la leyenda de Acca Larentia y el santuario de Hércules en el ara maxima12.
La diferencia radica en el hecho de que en el caso de Tarquinio es toda la
comunidad, a través de su legítimo representante, la que se beneficia de los
dones que se desprenden de este ritual, mientras que respecto a Servio es el
propio rey el destinatario principal de los favores de la diosa, e indirecta-
mente el pueblo. La imagen de Fortuna introduciéndose por la ventana en
sus visitas amorosas, se aproxima a aquella otra en la que la reina Tanaquil
comunica al pueblo los deseos de su “moribundo” marido desde una ventana
del palacio 13. La consecuencia al relacionar ambas escenas no es otra que
considerar a Tanaquil una hipóstasis de Fortuna, ya que Servio debe el po-
der bien a la reina, bien a la diosa –según las versiones–, y en uno y otro
caso el motivo de la mujer en la ventana, de clara impronta oriental, repre-
senta un elemento relevante en el relato14. Pero tal opinión conviene ser re-
considerada, contemplando la cuestión en términos menos ambiguos y me-
jor adaptados a la formación de la tradición.
Si se ve en Tanaquil a un “doble humano” de Fortuna, se puede pen-
sar que su personalidad fue creada a partir de un proceso de humanización
de la diosa, lo cual dista mucho de ajustarse a la realidad de todos los datos
disponibles. En parte tiene razón D. Briquel al afirmar que si bien, en rela-
ción a Servio Tulio, “Tanaquil et Tullia peuvent sans doute être interprétées
comme les aspects antithétiques de la même Fortune, tantôt favorable, tantôt
hostile”, otros hechos de Tanaquil no encuentran explicación acudiendo a la

12
MARTÍNEZ-PINNA, J.: Tarquinio Prisco, Madrid, 1996, pp. 195 ss.
13
Liv., 1.41.4; Dion., 4.5.1; Plut., QRom., 36; Auct. vir. ill., 7.4; Zon., 7.9.
14
RIDLEY, R.T.: “The Enigma of Servius Tullius”, Klio 57, 1975, p. 170; GAGE, J.: “Ta-
naquil et les rites étrusques de la Fortune “oiseleuse”“, en Enquêtes sur les structures so-
ciales et religieuses de la Rome primitive, Bruxelles, 1977, p. 29; VERZAR, M.: “Pyrgi e
l’Afrodite di Cipro”, pp. 73 s.; CHAMPEAUX, J.: Fortuna. Le culte de Fortune à Rome et
dans le monde romain, Roma, 1982, vol. I, p. 295; MARTIN, P.M.: “Tanaquil, la “faiseuse
de rois”“, Latomus 49, 1985, pp. 13 ss.; GROTTANELLI, C.: “Servio Tullio, Fortuna e
l’Oriente”, DdA 5, 1987, pp. 73 ss.; COARELLI, F.: Il Foro Boario, pp. 310 ss.; CAPDE-
VILLE, G.: “Servius Tullius et le mythe du premier roi”, en Mythe et politique, Paris, 1990,
p. 67; VERNOLE, V.E.: Servius Tullius, Roma, 2002, p. 92; BOËLS-JANSSEN, N.: “Les
“faiseuses de rois”. Tanaquil, Fortuna et les autres”, en Signes et destins d’élections dans
l’Antiquité, Besançon, 2006, pp. 50 s.; MINEO, B.: Tite-Live et l’histoire de Rome, Paris,
2006, p. 187.

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ESTUDIOS EN HOMENAJE AL PROF. DR. D. LUIS GARCÍA IGLESIAS

teología de Fortuna15. Hace ya tiempo, y como reacción frente al supuesto


carácter divino defendido por Euing, A. Momigliano definía a Tanaquil co-
mo una “tipica creazione della leggenda romana”: partiendo de la realidad
de su nombre, Momigliano presentaba a Tanaquil como una figura de mujer
sobre la cual operó la tradición legendaria16. Y en efecto, no le faltan argu-
mentos, comenzando precisamente por el propio nombre de nuestro perso-
naje. Tanaquil no es sino la latinización de un praenomen femenino etrusco,
Thankhvil17, conocido ya en la época arcaica. Su condición de esposa de un
individuo originario asimismo de Etruria no tiene entonces nada de extraor-
dinario. Es muy posible por tanto que estemos ante un elemento histórico en
su esencia18. Una mujer etrusca casada con un coterráneo, Tarkhunies, quien
una vez asentado con su familia en Roma, según el mecanismo de la movi-
lidad social horizontal19, llegó a ser designado rey de los romanos. A partir
de este hecho, y teniendo en cuenta los grandes cambios que comienza a
experimentar Roma desde este mismo momento, interviene la tradición ro-
mana configurando una personalidad legendaria de Tanaquil a través de dos
vías paralelas: por un lado, concentrando en su persona elementos carac-
terísticos de la civilización etrusca, y por otro, convirtiéndola en sujeto de
un proceso de romanización.
En cuanto a la primera vía de desarrollo de la leyenda, dos son los
aspectos que contribuyen a conformar la personalidad de Tanaquil, su pre-
disposición natural a la adivinación y su imagen como mujer enérgica y de-
cidida. Respecto al primer punto, hace ya tiempo que se reconoció en Tana-
quil un caso excepcional, puesto que en Etruria las técnicas adivinatorias se
encontraban fuera del ámbito femenino 20. El conocimiento de la Etrusca

15
BRIQUEL, D.: “Les figures féminines dans la tradition sur les trois derniers rois de
Rome”, p. 131.
16
MOMIGLIANO, A.: “Tre figure mitiche: Tanaquilla, Gaia Cecilia, Acca Larenzia”, en
IV contributo, Roma, 1969, pp. 456 ss. (= Roma arcaica, Firenze, 1989, pp. 372 ss.).
17
Cf. ThLE, s.v.
18
La historicidad de Tanaquil era ya sugerida por GARDTHAUSEN, V.: Mastarna oder
Servius Tullius, Leipzig, 1882, pp. 28 s.. Recientemente siguen la misma línea, OGILVIE,
R.M.: A Commentary on Livy. 1-5, Oxford, 1965, p. 143; GANTZ, T.N.: “The Tarquin
Dinasty”, Historia 24, 2975, p. 542; AMANN, P.: Die Etruskerin, Wien, 2000, p. 191.
19
Cf. AMPOLO, C.: “Demarato. Osservazioni sulla mobilità sociale arcaica”, DdA 9-10,
1976-1977, pp. 333-345.
20
EUING, L.: Die Sage von Tanquil, p. 19 (esto fue lo que le llevó a ver en Tanaquil una
figura divina); PFIFFIG, A.J.: Religio Etrusca, Graz, 1975, p. 46; BRIQUEL, D.: “Les
figures féminines dans la tradition sur les trois derniers rois de Rome”, p. 118; MONTERO,
S.: Diosas y adivinas, Madrid, 1994, pp. 48 ss.; MONTERO, S.: “Aruspici contro donne:

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DOCTRINA A MAGISTRO DISCIPVLIS TRADITA

disciplina se transmitía en el seno de las familias aristocráticas, pero siem-


pre por línea masculina. Los harúspices eran hombres y la única mención de
mujer, la aruspica a la que en una ocasión se refiere Plauto21, no deja de ser
una recreación humorística del comediógrafo. La connotación de Tanaquil
como mujer experta en el arte adivinatorio basado en los signos no se apoya
en hechos ciertos, sino que responde a un desarrollo artificial ajeno por
completo a la realidad etrusca.
Si se acepta la identidad entre Fortuna y Tanaquil, se podría encon-
trar aquí un nuevo punto de contacto, ya que esta diosa poseía una función
oracular22. Pero el paralelo no es válido por dos razones fundamentales: en
primer lugar, las grandes diferencias en las técnicas adivinatorias utilizadas
por Tanaquil y aquellas otras que se practicaban en los santuarios de Fortu-
na, y en segundo lugar, la diosa cumplía en el Lacio esta función oracular en
sus sedes de Praeneste y Antium, pero no en Roma, donde además el Sena-
do llegó a prohibir expresamente la consulta con carácter público al oráculo
prenestino23. Otra línea de interpretación prefiere fijarse en el mundo griego,
y así R.M. Ogilvie, comentando el prodigio del águila en el Janículo, dice
que Tanaquil “is modelled after the prophetic women of Greek myth, in
particular Medea”24. Pero tampoco se observa aquí una relación clara, y
caso de buscar paralelo quizá fuese más oportuno recordar aquellos versos
de Homero en los que Helena interpreta en sentido favorable un prodigio
protagonizado asimismo por un águila25.
D. Briquel señala con total acierto cómo las sucesivas intervenciones
de Tanaquil y Tulia van acordes al proceso de degradación que experimenta
la monarquía romana a lo largo del siglo VI26, y en esta línea debemos en-
tender los prodigios que interpreta Tanaquil. Como hemos visto, el primero
de ellos afecta a Tarquinio Prisco y su protagonista es un águila. Aunque el

due tecniche adivinatorie a confronto”, en Die Integration der Etrusker, Wien, 1998, p.
371; AMANN, P.: Die Etruskerin, p. 193.
21
Plaut., Mil., 692.
22
CHAMPEAUX, J.: Fortuna, vol. I, pp. 55 ss., 158 ss.; MONTERO, S.: Diosas y adivi-
nas, pp. 28 ss.
23
Val. Max., 1.3.2; cf. ZIOLKOWSKI, A.: “Q. Lutatius Cerco cos. 241 and the sortes For-
tunae primigeniae”, CCC 3, 1987, pp. 319-332.
24
OGILVIE, R.M.: A Commentary on Livy. 1-5, p. 144.
25
Hom., Od., 15.160 ss.
26
BRIQUEL, D.: “Les figures féminines dans la tradition sur les trois derniers rois de
Rome”, pp. 122 ss.

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acceso de Tarquinio al trono no se produjo de manera ilegal27, algunos


hechos parecen mostrar que el proceso de su investidura sufrió alguna alte-
ración respecto a la norma tradicional, especialmente en lo referente a la
inauguratio28. El prodigio del águila cubre en cierta medida esta deficiencia,
o al menos así lo creían los romanos. En modo alguno puede verse aquí un
ritual de sustitución de la inauguratio real, pero en el fondo quiere dar a
entender que la legitimidad de Tarquinio estaba avalada por Júpiter, señor
del águila, quien envía una señal que predestina a aquél designado para la
realeza. El prodigio ofrece una apariencia etrusca, y por tanto podría ser
interpretado conforme a las reglas de la Etrusca disciplina29. Pero la leyenda
es romana y Tanaquil actúa en sentido próximo a como hubiera procedido
un augur30.
Respecto a Servio Tulio, la situación cambia sustancialmente, pues
su entronización sí se produjo en circunstancias por completo irregulares,
hasta el punto que la propia tradición no se pone de acuerdo sobre el proce-
dimiento: según una tendencia, Servio inició su reinado sólo con la aquies-
cencia del Senado y no recibió la confirmación comicial sino hasta mucho
después; según otra, el proceso habría sucedido a la inversa, es decir apro-
bación de las curias pero sin el consentimiento del Senado31. Para justificar
la legitimidad de Servio, la tradición ideó esas leyendas que le predestinaban
al trono, al igual que sucede con Tarquinio Prisco, pero con una diferencia
muy notable. Si el aval de Tarquinio no fue otro que Júpiter, divinidad cívi-
ca por excelencia que se manifiesta a través del águila, en el caso de Servio

27
Cf. GUARINO, A.: La rivoluzione della plebe, Napoli, 1975, pp. 96 s.; TONDO, S.:
Profilo di storia costituzionale romana, Milano, 1981, p. 120.
28
Fest., 168 L; Lact., Inst., 2.7.8. Sobre la cuestión, VALETON, J.M.J.: “De modis
auspicandi Romanorum”, Mnemosyne 17, 1889, p. 411; CATALANO, P.: Contributo allo
studio del diritto augurale. I, Torino, 1960, pp. 567 s.
29
Así, THULIN, C.O.: Die etruskische Disziplin, Göteborg, vol. III, 1909, p. 106; MAR-
TIN, P.M.: “Les signes de souveraineté échus aux rois étrusques de Rome”, en La divina-
tion dans le monde étrusco-italique. II (Caesarodunum, suppl. 55), Tours, 1986, pp. 17 s.;
D. BRIQUEL, “Art augural et Etrusca disciplina: le débat sur les origines de l’augurat ro-
main”, en La divination dans le monde étrusco-italique. III (Caesarodunum, suppl. 56),
Tours, 1986, p. 79.
30
Cf. GAGE, J.: “Tanaquil et les rites étrusques de la Fortune “oiseleuse”“, p. 16; MEUL-
DER, M.: “Trois femmes, trois fonctions”, pp. 545 ss. Véase asimismo LINDERSKI, J.:
“The Augural Law”, ANRW II.16.3, 1986, pp. 2228 s.
31
Liv., 1.41.6; 46.1; Dion., 4.12.3; Cic., Rep., 2.21.38. Sobre la cuestión, CATALANO, P.:
Contributo allo studio del diritto augurale. I, pp. 412 s.; THOMSEN, R.: King Servius
Tullius, Copenhagen, 1980, pp. 108 ss.; FRASCHETTI, A.: “Servio Tullio e la partizione
del corpo civico”, Metis 9-10, 1994-1995, pp. 134 s.

111
DOCTRINA A MAGISTRO DISCIPVLIS TRADITA

la situación se salva invocando la presencia del fuego, lo que le introduce en


el universo de los héroes32. Los prodigios del falo que surge del hogar y de
la aureola ígnea constituyen motivos muy frecuentes en los relatos legenda-
rios protagonizados por los héroes latinos, como Caeculo de Praeneste y el
mismo Rómulo, y la divinidad que les respalda no es otra que Vulcano33.
Tanaquil actúa de nuevo como intérprete idónea, no sólo por sus conoci-
mientos adivinatorios, sino también porque los prodigios tienen lugar en su
propia casa. Pero sus profecías no son sorprendentes ni novedosas, sino que
se ajustan a un esquema que hunde sus raíces en el fondo mitográfico latino.
En conclusión, la función adivinatoria que en la tradición cumple Tanaquil
es un préstamo concedido por la tradición romana, consecuencia del origen
etrusco de la reina34.
A idénticos impulsos se debe el segundo aspecto a que anteriormente
hacía referencia, la idea de Tanaquil como mujer dominante y dotada de un
carácter enérgico. En el relato analístico tal cualidad aparece primero res-
pecto a Tarquinio Prisco, a quien Tanaquil convenció para abandonar Tar-
quinia y dirigirse a Roma, en la esperanza de alcanzar allí la oportunidad
que se le negaba en su propia patria, y después en la elevación de Servio
Tulio al trono de Roma, como hemos visto con anterioridad. Es muy general
reconocer en el papel que desempeña Tanaquil, al igual que en los hechos
atribuidos a Tulia, un vivo reflejo de la notable libertad de la que gozaba la
mujer etrusca, en contraste con la posición secundaria que tradicionalmente
ocupaban sus contemporáneas griega y romana35. Contra esta visión no fal-
tan voces en el sentido de que la tradición va más lejos de lo que se sabe de
cierto sobre la mujer etrusca, especialmente en lo que se refiere a su influen-
cia en la vida política36. Hay que admitir que esta crítica no es infundada, e

32
CAPDEVILLE, G.: “Servius Tullius et le mythe du premier roi”, cit.
33
MARTINEZ-PINNA, J.: “El agua y el fuego en los héroes latinos”, en L’eau et le feu
dans les religions antiques, Paris, 2004, pp. 167-188, con bibliografía.
34
MOMIGLIANO, A.: “Tre figure mitiche”, p. 457 (= Roma arcaica, p. 373).
35
HEURGON, J.: Vita quotidiana degli Etruschi (trad. ital.), Milano, 1974, pp. 116 ss.;
BONFANTE WARREN, L.: “The Women of Etruria”, Arethusa 6, 1973, pp. 95 s.;
BONFANTE WARREN, L.: “Etruscan Women”, Archaeology 26, 1973, pp. 246 s.; HUS,
A.: Les Étrusques et leur destin, Paris, 1980, pp. 204 s. Por su parte, GLINESTER, F.:
“Women and power in archaic Rome”, en Gender and ethnicity in ancient Italy, London,
1997, pp. 115-127, defiende que Tanaquil y Tulia, a pesar de los aspectos míticos de sus
respectivas historias, actúan según el comportamiento habitual de una reina.
36
MCDOUGALL, I.: “Livy and Etruscan Women”, AHB 4.2, 1990, pp. 24-30; BRIQUEL,
D.: “Les figures féminines dans la tradition sur les trois derniers rois de Rome”, pp. 116 s.;
AIGNER-FORESTI, L.: Die Etrusker und das frühe Rom, Darmstadt, 2003, p. 132.

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ESTUDIOS EN HOMENAJE AL PROF. DR. D. LUIS GARCÍA IGLESIAS

incluso recientemente P. Amann intenta mostrar cómo en la época arcaica la


mujer etrusca no se encuentra en una posición muy distante de la romana37.
Así las cosas, de nuevo se debe concluir que el carácter que las fuentes pre-
stan a Tanaquil no se ajusta a la realidad social de la época en que vivió.
Pero estas consideraciones no anulan por completo la interpretación ante-
rior.
Si en el siglo VI la mujer disfrutaba en Etruria y en Roma de algunos
aspectos comunes, los diferentes caminos que a partir del siglo V siguen las
respectivas historias de uno y otro ámbito alteraron sensiblemente la situa-
ción de la mujer. Las ciudades etruscas avanzaron rápidamente hacia la oli-
garquía, desarrollando aquellos elementos que son propios de este tipo de
sociedad, como la tryphé, la oligantropía y una extraordinaria libertad de la
mujer. En este sentido, no puede dejar de recordarse el singular paralelo
entre Etruria y Esparta38. Aunque en modo alguno puede hablarse de un
matriarcado, pues el hombre siempre se reservó las funciones dirigentes a un
nivel público, la mujer etrusca llegó a equipararse con el hombre en aspec-
tos tan importantes como la onomástica –con las implicaciones sociales que
conlleva–, la posesión de riqueza o el tratamiento funerario. En palabras de
M. Sordi, “a differenza della donna romana, ..., senza nome personale e
senza capacità giuridica ..., la donna etrusca è concepita come una persona
giuridicamente autonoma”39. Esta es la situación que conocen los romanos
cuando, a partir del siglo IV avanzado, comienzan a reconstruir su propio
pasado histórico. La imagen de Tanaquil que traza la tradición analística no
es en definitiva sino la traslación al pasado de la condición de la mujer
etrusca en la época helenística, pero sin perder de vista que se trata de una
interpretatio romana de hechos etruscos, no siempre bien comprendidos, y
por tanto no exenta de exageración.
Según Livio, la decisión de abandonar Etruria no fue tomada por
Tarquinio Prisco sino por su esposa. Tanaquil, summo loco nata, no podía
admitir que su posición social se viese rebajada a causa de su matrimonio

37
AMANN, P.: Die Etruskerin, pp. 209 s. Se sabe que la mujer romana participaba también
en el banquete durante la época arcaica (cf. COLONNA, G.: “Graeco more bibere:
l’iscrizione della tomba 115 dell’Osteria dell’Ossa”, en ArchLaz [QuadAEI 4], Roma, 1980,
pp. 51-55), pero desconocemos si asistía asimismo a los juegos, como sí hacía la etrusca.
38
Sobre el particular, BONFANTE WARREN, L.: “Etruscan couples and their aristocratic
society”, en Reflections of Women in Antiquity, New York, 1981, pp. 331 ss.; MARTÍNEZ-
PINNA, J.: “In convivio luxuque. Mujer, moralidad y sociedad en el mundo etrusco”, Bro-
car 20, 1996, pp. 46 ss. Sobre la tryphé entre los etruscos, puede verse la reciente obra de
LIÉBERT, Y.: Regards su la truphé étrusque, Limoges, 2006.
39
SORDI, M.: “La donna etrusca”, en Prospettive di storia etrusca, Como, 1995, p. 165.

113
DOCTRINA A MAGISTRO DISCIPVLIS TRADITA

con Lucumo-Tarquinio, hijo de un exiliado y desdeñado por los etruscos; en


consecuencia, resuelve dejar Tarquinia y convence a su marido para trasla-
darse a Roma40. El relato que se lee en Dionisio es sustancialmente el mis-
mo, pero con una diferencia: la iniciativa no parte de Tanaquil, sino que es
el propio Tarquinio quien rechazado por los tarquinienses, decide asentarse
en Roma con su mujer y un séquito de parientes y amigos41. Teniendo en
cuenta que Dionisio invoca como fuente las crónicas locales, posiblemente
los anales de los pontífices42, podría pensarse que el protagonismo que en
Livio asume Tanaquil no figuraba en los primeros analistas y que se trata de
una innovación reciente. Sin embargo, en la versión más antigua conocida
sobre el origen de Tarquinio Prisco, que transmite Polibio, no se especifica
quién tuvo la iniciativa, pero alaba a Tanaquil como mujer inteligente y con
suficiente ánimo para afrontar grandes empresas43.
Uno de los aspectos más significativos de la mujer etrusca es su con-
dición de centro de la casa y de la familia, en cuyo ámbito ejerce una autori-
dad muy notable, con un control estricto sobre sus descendientes44. Este es
el escenario en el que se mueve Tanaquil. Esposa fiel y amante de su mari-
do, el poeta Ennio la califica como bona femina y la representa en el acto de
lavar y ungir el cuerpo sin vida de su marido45. En un fragmento de Fabio
Píctor, Tanaquil cumple con el deber de enterrar a su hijo Arrunte46. Cuando
se produce la muerte de Tarquinio, Tanaquil asume inmediatamente el con-
trol de su casa, y por extensión del reino, y lleva a cabo las iniciativas perti-
nentes para cumplir la voluntad de su esposo, la entrega del poder a Servio
Tulio. Naturalmente no estamos ante un hecho histórico, pero sí ante una
reconstrucción bastante fidedigna del comportamiento que se suponía pro-
pio de una mujer etrusca. Una romana sin duda hubiese actuado de manera
muy diferente.
A la vez que una corriente en la tradición enriquece a Tanaquil a
partir de elementos propios de la civilización etrusca, otra desarrolla en su
persona el perfil de la matrona romana. El procedimiento puede parecer a

40
Liv., 1.34.4-8.
41
Dion., 3.47.1-2.
42
Dion., 3.46.2.
43
Pol., 6.11a. Según WALBANK, F.W.: A Historical Commentary on Polybius, Oxford,
1970, vol. I, p. 672, Polibio deriva de Fabio Píctor.
44
ALTHEIM, F.: Epochen der römischen Geschichte, Frankfurt, 1934, vol. I, p. 239;
SORDI, M.: “La donna etrusca”, pp. 163 ss.
45
Enn., fr. 155 V (= Serv., Aen., 6.219): Exin Tarquinium bona femina lavit et unxit.
46
Fab., fr. 11b P = fr. 12b Ch (= Dion., 4.30.2).

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ESTUDIOS EN HOMENAJE AL PROF. DR. D. LUIS GARCÍA IGLESIAS

primera vista un tanto paradójico, pues nada hay más opuesto que la mujer
etrusca y la mujer romana según los esterotipos clásicos, como acabamos de
ver. Sin embargo, esta contradicción en la figura de Tanaquil es quizá más
aparente que real, pues encuentra su justificación en los mecanismos que
guían la formación de la tradición.
La caracterización de Tanaquil como prototipo de matrona romana
surge a partir de su identificación con Gaia Cecilia, que a su vez se apoya en
algunos hechos auténticos. Gaia era una antigua divinidad (quizá del círculo
de Vesta) vinculada por un lado al Tíber y por otro dotada de carácter nup-
cial y matronal, adoptando diversos nomina según sus versiones humanas:
Cecilia, Taracia, Fufetia47. Un conjunto de leyendas, de clara impronta ar-
caica, relaciona estrechamente a Tanaquil, Gaia –en sus facetas Cecilia y
Taracia– y Acca Larentia48. Una de ellas dice que Gaia Taracia era una ves-
tal que regaló al pueblo el campus Tiberinus sive Martius, por lo que le con-
cedieron ciertos privilegios49. La leyenda de Acca Larentia tiene puntos en
común: se trata de una prostituta que tras haber ofrecido sus servicios a
Hércules en el santuario del ara maxima, contrajo matrimonio con un rico
etrusco llamado Tarutius y a su muerte legó sus bienes al pueblo romano50.
Entre estos últimos se encontraba el ager Tarax, que no es otro que aquel
que donó la vestal Gaia, de donde recibe su nombre, y que coincide con el
ager Tarquiniorum51. Por otra parte, Acca está muy vinculada a Tarquinio
Prisco, cuyo nombre se esconde tras el de Tarutius, de forma que la leyenda
refleja una hierogamia cumplida por el rey identificándose a Hércules. A su
vez, el mismo Tarquinio se relaciona con Gaia Cecilia, que en algunas fuen-

47
DEUBNER, L.: “Zur römischen Religionsgeschichte”, MDAI(R) 36-37, 1921-1922, pp.
23 ss.; MOMIGLIANO, A.: “Thybris pater”, en III contributo, Roma, 1966, pp. 626 ss. (=
Roma arcaica, pp. 626 ss.); MOMIGLIANO, A.: “Tre figure mitiche”, pp. 464 ss. (= Roma
arcaica, pp. 377 ss.); SCULLARD, H.H.: Festivals and Ceremonies of the Roman Repu-
blic, London, 1981, p. 202.
48
Sobre la cuestión, con bibliografía previa, MASTROCINQUE, A.: Romolo, Trento,
1993, pp. 114 ss.; MARTÍNEZ-PINNA, J.: Tarquinio Prisco, pp. 195 ss.; COARELLI, F.:
Il Campo Marzio, Roma, 1997, pp. 136 ss.
49
Plin., Nat. hist., 34.25; Gell., Noct. At., 7.7.1-4.
50
Verrio, en Fast. Praen. Ad 23 dec.; Plut., Rom., 5; QRom., 35; Tert., Nat., 2.10; Gell.,
Noct. At., 7.7.5-7; Lact., Inst., 1.20.4-5; Macr., Sat., 1.10.12-17; Aug., Civ. Dei, 6.7.
51
Plutarco (Popl., 8.7-8) narra una variante en la que la vestal significativamente es llama-
da con el nombre de Tarquinia.

115
DOCTRINA A MAGISTRO DISCIPVLIS TRADITA

tes es mencionada como su esposa52. La identificación entre Tanaquil y Gaia


está pues servida, y así era reconocido por un sector de la tradición53.
Esta asimilación se vio sin duda favorecida por la institución, duran-
te el reinado de Tarquinio Prisco, de normas referentes a una redefinición
social de las clases de edad y de nuevos rituales que marcan el paso a la
edad adulta, de acuerdo con la estructura cívica recién creada54. Nuestra
fuente principal es Macrobio, según el cual Tarquinio otorgó a su hijo, que
entonces tenía 14 años de edad, la bulla y la toga praetexta en premio al
valor mostrado en el combate; continúa Macrobio aludiendo a la creación
por parte de Tarquinio de una jerarquía social infantil manifestada a través
de la vestimenta55. Tanaquil no se mantuvo al margen de estas transforma-
ciones. Dice Plinio que fue la primera que tejió la tunica recta, utilizada por
los tirones y las novae nuptae56. De nuevo nos encontramos con vestiduras
características de rituales de iniciación, utilizadas en el comienzo de la fase
adulta tanto del hombre (capacidad militar) como de la mujer (matrimonio).
Tanaquil pasa así a convertirse en punto de referencia de las recién casadas
y protagonista de los rituales iniciáticos femeninos57. Su identificación con
Gaia Cecilia es inmediata y Tanaquil pasa a asumir características de esta
última. Tanaquil/Gaia Cecilia es calificada con epítetos como optima lanifi-
ca o summa lanifica58 y su estatua, situada en el interior del templo de Dius
Fidius, estaba acompañada del huso y de la rueca, símbolos de su actividad,
así como de las sandalias como muestra de su carácter matronal59. Tanaquil

52
Fest., 276 L; Auct. praen., 7. Al decir de Plutarco (QRom., 30), Gaia era la esposa de un
hijo de Tarquinio.
53
Plin., Nat. hist., 8.194 (quien remite a Varrón); Paul. Diac., 85 L.
54
Permítaseme remitir a MARTÍNEZ-PINNA, J.: Tarquinio Prisco, pp. 150 ss.
55
Macr., Sat., 1.6.8-11; véanse también Plin., Nat. hist., 33.10; Plut., QRom., 101; Serv.,
Aen., 9.587; Auct. vir. ill., 6.9. Los 14 años era la edad que en la época arcaica posiblemen-
te capacitaba en las ciudades etruscas para el desempeño de las magistraturas, según parece
deducirse de una inscripción de Vulci: MARTÍNEZ-PINNA, J.: “La inscripción de Vel
Zimarus y la edad del magistrado etrusco”, en ΑΕΙΜΝΗΣΤΟΣ. Miscellanea M. Cristofani,
Firenze, 2005, vol. II, pp. 684-688.
56
Plin., Nat. hist., 8,194.
57
Cf. GAGE, J.: Matronalia, Bruxelles, 1963, pp. 31 s.; CHAMPEAUX, J.: Fortuna, vol. I,
p. 445; CANTARELLA, E.: “Tanaquilla tra diritto materno e diritto paterno”, en La mujer
en el mundo mediterráneo antiguo, Granada, 1990, pp. 92 ss.; BOËLS-JANSSEN, N.: “La
déese au fuseau et la sacralisation du lanificum matronal”, en Aere perennius. Hommage H.
Zehnacker, Paris, 2006, pp. 64 ss.
58
Auct. praen., 7; Paul. Diac., 85 L.
59
Plin., Nat. hist., 8.194; Plut., QRom., 30. Según GAGÉ, J.: “Tanaquil et les rites étrus-
ques de la Fortune “oiseleuse”“, pp. 20 ss., y COARELLI, F.: Il Foro Boario, p. 314, la

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llega de esta manera a representar el arquetipo de la matrona, de mujer vir-


tuosa conforme a los criterios romanos60.
Llegados a este punto, quizá sea el momento de intentar obtener al-
guna conclsión. Ante todo, es forzoso reconocer, con A. Momigliano, la
ausencia en Tanaquil de cualquier connotación de carácter divino. Nada hay
en su figura o en sus hechos que la asimilen a la esfera de la divinidad, ni
siquiera su identificación con Gaia Cecilia, donde en el mejor de los casos
se habría producido la “humanización” de un ente divino, no la “diviniza-
ción” de Tanaquil. En segundo lugar, no sería inoportuno incidir en la dis-
tancia que separa a Tanaquil de Tulia, la esposa de Tarquinio el Soberbio.
Como hemos visto, es bastante frecuente aproximar a ambas e incluso con-
siderarlas dos facetas opuestas, una “buena” y otra “mala”, de un mismo
carácter. En realidad el único punto que las une es que una y otra instigaron
a sus respectivos esposos a alcanzar los máximos honores, la primera por
vía legítima y la segunda recurriendo a todo tipo de artimañas y violencias.
Sin embargo, son mayores las diferencias. Tanaquil es una figura histórica,
dotada de una identidad propia que se manifiesta ante todo en su nombre,
acorde al sistema onomástico etrusco. Tulia por el contrario carece de nom-
bre individual, como es característico de la mujer romana republicana, y
encarna sobre todo un personaje de tragedia. El mismo Livio, cuando expo-
ne los crímenes que llevarán a Tarquinio el Soberbio a alzarse al trono de
Roma, comienza diciendo que el palacio real fue escenario de una tragedia
sangrante61. Y en efecto, la composición analística de esta parte de la histo-
ria de Roma, y sobre todo la que se contiene en la obra de Livio, se vio fuer-
temente influida por tragedias áticas que trataban sobre las desgracias de
algunas casas reales de la leyenda griega62. Por esta razón Tulia no tiene un

imagen con la rueca representaría una especie de Parca, que maneja los hilos del futuro, o
de Fortuna caracterizada como diosa del destino, pero no me parece que sea ésta una inter-
pretación adecuada. Al decir de Festo (276 L), de la cintura de la estatua colgaban unos
amuletos llamados praebia, cuyo paralelo quizá haya que verlo en la bulla que utilizaban
los hombres, que poseía asimismo la virtud del talismán.
60
Cf. Auson., Parent., 30.5.
61
Liv., 1.46.3: Tulit enim et Romana regia sceleris tragici exemplum.
62
MICHELS, A.K.: “The Drama of the Tarquins”, Latomus 10, 1951, pp. 13-24; BEL-
LANDI, A.: “Scellus Tulliae. Storiografia e tipologia tragica in Dionigi, Livio, Ovidio”,
PdP 31, 1976, pp. 148-168; JOHNER, A.: “Mythe et théâtre: le motif de la dame au char
dans la légende royale de Rome”, Ktema 17, 1992, pp. 35 ss.; BRIQUEL, D.: “Tarquins de
Rome et idéologie indo-européenne (II)”, RHR 215, 1998, pp. 435 ss.; SEITA, M.: “Una
tragedia senza palcoscenico: Tarquinio il Superbo e i suoi familiari secondo Tito-Livio”,
BStudLat 30, 2000, pp. 485-513.

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DOCTRINA A MAGISTRO DISCIPVLIS TRADITA

más allá, prácticamente desaparece del relato una vez su esposo llega al tro-
no. Livio la muestra huyendo de Roma en los momentos finales del reinado
de Tarquinio, perseguida por las maldiciones e invocaciones a las furias
vengadoras, al más puro estilo de la tragedia63; en realidad sólo es recordada
en las fuentes por sus horrendos crímenes. Pero Tanaquil tiene su propia
historia, que engarza además con la misma historia de Roma, de la cual ella
forma parte. Su papel no se limita al episodio donde se profetiza la soberan-
ía de Tarquinio, sino que sigue un desarrollo propio, ciertamente más litera-
rio que histórico, pero que en última instancia le lleva a convertirse en
ejemplo de reina y de matrona romana, sin perder por ello su originario
carácter etrusco.
El único momento en que se observa una proximidad entre Tanaquil
y Fortuna es a propósito de la proclamación como rey de Servio Tulio. No
se puede negar que la imagen de Tanaquil asomada a una ventana del pala-
cio para transmitir al pueblo los deseos de su marido acerca de Servio, sólo
se puede explicar en referencia al motivo de la “mujer en la ventana” y en
definitiva a la disposición de Fortuna cuando acude a sus encuentros amoro-
sos con Servio64. Pero ello no implica necesariamente que en esta escena
Tanaquil haga suya la función de Fortuna. Entre los autores que tansmiten la
noticia hay una diferencia de no escaso interés: Livio, Dionisio y Plutarco
mencionan expresamente la ventana65, pero el pseudo-Aurelio Víctor y Zo-
naras dicen que Tanaquil se asomó desde lo alto del edificio, es decir desde
la azotea66. Si los tres primeros se hubiesen inclinado por este segundo es-
cenario, el tema de la identificación entre Fortuna y Tanaquil perdería su
principal apoyo. La explicación tiene que venir entonces por otra vía. Me
parece indudable que la fundamental intervención de Tanaquil a favor de
Servio formaba parte de las fases más antiguas en la formación de la tradi-
ción analística. Pero este hecho no se explica a través de Fortuna, sino que,
como señalaba con anterioridad, refleja un aspecto destacado del papel que
desempeña la mujer etrusca, aunque adaptado a los criterios romanos. En
unos momentos de profunda crisis doméstica tras el asesinato de Tarquinio,
Tanaquil actúa con firmeza y decisión, y si se inclina por Servio en vez de
favorecer a sus propios hijos (aunque no hay que olvidar que la tradición

63
Liv., 1.59.13.
64
GROTTANELLI, C.: “Servio Tullio, Fortuna e l’Oriente”, pp. 73 ss.; COARELLI, F.: Il
Foro Boario, pp. 305 ss.; BRIQUEL, D.: “Les figures féminines dans la tradition sur les
trois derniers rois de Rome”, pp. 132 s.
65
Liv., 1.41.4; Dion., 4.5.1; Plut., QRom., 30.
66
Auct. vir. ill., 7.4: ex altiore loco; Zon., 7.9: tôn hyperóon.

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había hecho entrar a Servio en la familia real mediante matrimonio) es por


exigencias del guión: fue Servio quien realmente sucedió a Tarquinio, si
bien en circunstancias muy distintas a como lo expone la tradición. En otras
palabras, Tanaquil no “podía” apoyar a sus hijos porque estos no sucedieron
a su padre. La analística recrea la historia y la adorna con elementos a veces
inverosímiles, pero no la inventa en sus líneas maestras.
Entonces, ¿por qué Tanaquil se asoma a la ventana? El motivo de los
amores entre Fortuna y Servio es muy antiguo, y aunque legendario, deja
traslucir un elemento auténtico: la existencia de una hierogamia que justifi-
caba la situación de poder de Servio gracias a su privilegiada relación con la
divinidad. Pero un hecho de tal naturaleza no era fácilmente admisible por la
tradición historiográfica, y de ahí que sólo fuese recordado por poetas y an-
ticuarios. Los primeros historiadores aplican entonces un mecanismo de
racionalización, procurando dar a la leyenda una apariencia más creíble. En
vez de Fortuna introduciéndose por la ventana para conceder la soberanía a
Servio, ahora es Tanaquil, interpretando el papel que le corresponde, quien
desde la ventana del palacio proclama la realeza de Servio. El resultado es el
mismo, pero las formas son diferentes.

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