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Oratoria Juridica

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Guía de oratoria forense

A partir de las «Instituciones


oratorias» de Quintiliano
de Calahorra

José Manuel García González


Guía de oratoria forense
A partir de las «Instituciones
oratorias» de Quintiliano
de Calahorra

José Manuel García González


© José Manuel García González, 2021
© Wolters Kluwer España, S.A.

Wolters Kluwer
C/ Collado Mediano, 9
28231 Las Rozas (Madrid)
Tel: 91 602 01 82
e-mail: clienteslaley@wolterskluwer.es
http://www.wolterskluwer.es

Primera edición: Febrero 2021

Depósito Legal: M-4621-2021


ISBN versión impresa: 978-84-122616-4-6
ISBN versión electrónica: 978-84-122616-5-3

Diseño, Preimpresión e Impresión: Wolters Kluwer España, S.A.


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Guía de oratoria forense

sea de una manera en unos casos y de otra en otros, igual que lo referente a
la claridad.

2.2. Características de la narración


2.2.1. Claridad
En tres frases resume de manera excelente Quintiliano las condiciones
para que se produzca la claridad en una narración. En efecto, esta se consigue
cuando el discurso se elabora mediante un determinado proceder.
«La narración, pues, será abierta y transparente si fuera expuesta, en primer lugar
con palabras propias, significativas y no vulgares, que no sean sin embargo rebus-
cadas y alejadas del uso normal; en segundo lugar, que muestren las cosas, personas,
ocasiones, lugares, causas; que incluso por la misma pronunciación consiga que el
juez reciba lo más fácilmente posible lo que se dice».

Erit autem narratio aperta ac dilucida si fuerit primum exposita verbis propriis et
significantibus et non sordidis quidem, non tamen exquisitis et ab usu remotis, tum
distincta rebus personis temporibus locis causis, ipsa etiam pronuntiatione in hoc
accommodata, ut iudex quae dicentur quam facillime accipiat. Inst. IV, 2, 36

Un lenguaje claro y preciso es condición primera. Y aquí conviene aban-


donar un prurito profesional que lleva a algunos a hablar de manera excesi-
vamente técnica frente a legos. Conviene el lenguaje profesional si se habla
con profesionales y, en todo momento, que lo que se diga se diga lo más
claramente posible. Al cliente en el despacho de manera que entienda cuanto
le explican; al juez de tal manera que no le quepa duda ni técnica ni literaria
de lo que queremos decir; al jurado de forma tal que comprenda y se repre-
sente los hechos y sus consecuencias.
Pues no se trata únicamente de lenguaje preciso, sino de una descripción
tal que haga percibir con claridad. Es decir, que aparezca ante los ojos de
quienes escuchan aquello que se describe. Dice Quintiliano que muestren
las cosas, personas, ocasiones, lugares, causas. Es decir, que se les presente
la situación de manera vívida y detallada. ¿Cómo se consigue esto?, ¿cómo
entrenar estas posibilidades para la tarea cotidiana?: mediante la lectura y la
escritura. Lecturas que recojan descripciones de personas y sucesos y aumen-
ten la capacidad propia de descripción y narración, acompañadas del intento
de plasmar en un papel esa descripción de personas y sucesos cotidianos o
extraordinarios. Mediante el ejercicio constante de la escritura se consigue
llenar de viveza la narración. Suelo aconsejar buscar temas y momentos aje-
nos a lo estrictamente profesional para despertar y avivar la imaginación, y

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La construcción del discurso

escribirlo. Y escribirlo. Porque el ejercicio de la escritura informa y da cuerpo


a lo que de otra manera permanece de manera nebulosa en el magma del
pensamiento. Escribir ordena, objetiva y proporciona cuerpo a las ideas.

Pero añade Quintiliano en la anterior cita un extremo que quiero destacar:


que incluso por la misma pronunciación consiga que el juez reciba lo más
fácilmente posible lo que se dice. Porque la manera de decir una narración,
incluso leída, proporciona un color totalmente distinto a la misma. Una lec-
tura o exposición insulsa e incluso desganada confiere la impresión de que
aquello no interesa a nadie, ni siquiera al que lo dice, no logra transmitir
fuerza alguna ni, consecuentemente, despierta interés. Una exposición clara,
correcta y viva atrae tanto la atención como la simpatía, el agrado por lo que
se escucha. No se trata solo de enlazar bien los hechos fehacientemente
comprobados, se trata de hacer ver que en efecto son así. La manera de decir
un discurso o un poema o un saludo… proporciona información de si al que
habla interesa lo que dice o no, lo que hace, de la importancia que tiene para
el orador. El efecto en el receptor será bien distinto según la impresión que
produzca en él y el juicio que se haga de la manera en que algo se está
exponiendo. Por eso no se trata sólo de una pronunciación clara, sino de una
exposición viva y dinámica.

El objetivo último lo recoge Quintiliano de manera magistral:


«Pues no otra cosa estiman los expertos más difícil en toda la elocuencia que
esto: que todos piensen que ellos hubieran dicho eso mismo una vez que lo oyeron,
porque no juzgan que aquello esté bien, sino que es verdadero. Es entonces cuando
el orador habla de óptima manera: cuando se estima que es verdadero lo que dice».

Neque enim aliud in eloquentia cuncta experti difficilius reperient quam id quod
se dicturos fuisse omnes putant postquam audierunt, quia non bona iudicant esse
illa, sed vera: tum autem optime dicit orator cum videtur vera dicere. Inst. IV, 2, 38

En efecto, cuando los que escuchan piensa que eso que están oyendo lo
dirían incluso mejor, pero después de haberlo oído, indica hasta qué punto
las palabras del orador han penetrado en la mente del oyente, que considera
suyas las ideas y la forma en que se le ofrecieron mediante el arte oratoria.
El objetivo de un discurso o una narración no se dirige al aplauso, sino a la
persuasión. La palabra es justamente un proyectil (eso significa etimológica-
mente «palabra»), aquello que alcanza el íntimo centro del oyente con carga
efectiva, afectiva, con meta persuasiva.

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Guía de oratoria forense

2.2.2. Brevedad
Una narración tiene que ser breve. Pero…, ¿qué es lo breve? ¿Un discurso
de varias horas como los que acostumbraba a decir Castro…; un «sí» emitido
ante la pregunta de si se acepta como esposo a…; una conferencia de hora
y media a universitarios...? Cabe decir ante esto lo que San Agustín afirmaba
sobre el tiempo: «Si no me lo preguntan, sí sé lo que es; si me lo preguntan,
no lo sé». También Aristóteles evidencia la ambigüedad del concepto de lo
breve.

Quintiliano propone unas claves para evaluar la brevedad del discurso


que conviene tener muy en cuenta:

1. Si comenzamos la narración de los hechos a partir del punto que


al juez/jurado concierne.
2. Si nada decimos que sea ajeno a la causa.
3. Si prescindimos de todo aquello cuya eliminación nada reste a la
comprensión ni a la utilidad de nuestro caso.

De esta manera, concluye:


«Nosotros entendemos la brevedad en este sentido: no que se diga menos, sino
en que no se diga más de lo necesario».

Nos autem brevitatem in hoc ponimus, non ut minus sed ne plus dicatur quam
oporteat. Inst. IV, 2, 43

Ahora bien, el peligro que acompaña a la brevedad es la oscuridad, es


decir, que no todo quede bien explicado o que el oyente así lo perciba. Esto
se produce por el deseo de acortar la narración, bien porque no se esté seguro
en su exposición, bien por premura de tiempo (normalmente esto indica falta
de preparación), o como consecuencia de un estilo en exceso lacónico, con
la consecuencia de dejar de decir elementos importante para las compren-
sión cabal de la causa. Por ello señala Quintiliano:
Y no menos, sin embargo, hay que evitar la oscuridad, que proviene de exponer
todo demasiado aprisa, y es preferible que a la narración le sobre algo y no que le
falte; porque si lo que se dice de superfluo aburre, el omitir lo necesario resulta
peligroso.

Non minus autem cavenda erit, quae nimium corripientes omnia sequitur, obs-
curitas, satiusque aliquid narrationi superesse quam deesse: nam supervacua cum
taedio dicuntur, necessaria cum periculo subtrahuntur. Inst. IV, 2, 44

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La construcción del discurso

De manera que proporciona la siguiente regla de oro:


«De modo que quizá en todas las partes del discurso, pero muy especialmente
en la narración, hay que observar este término medio al hablar: "cuanto es necesario,
cuanto es suficiente"».

…ut fortasse ubique, in narratione tamen praecipue media haec tenenda sit via
dicendi: quantum opus est et quantum satis est. Inst. IV, 2, 45

Es decir, queda a juicio del orador la longitud de la narración, juicio que


ha de estar basado en su conocimiento del caso y del público ante el que
habla, incluso del talante del juez o de los magistrados que han de escu-
charlo, tanto más si es un jurado u otro tipo de grupo con capacidad de
decisión. El arte oratoria proporciona los consejos sugeridos por Quintiliano
para conseguirlo, el orador formado toma la decisión.

Y aunque breve, la narración no debe carecer de encanto

Y aunque breve, la narración no debe carecer de encanto. Queremos


prevenir del prurito de elaborar discursos literariamente bellos, como si
hablar más allá de lo formalmente correcto se encontrara fuera del buen uso
del lenguaje profesional. Un lenguaje hermoso produce efectos en quien lo
escucha por su misma armonía. No se trata de escribir literatura, ni de salirse
fuera del tono que requiere una situación determinada e incluso protocola-
rizada, pero sí de adornar convenientemente en la medida precisa al lenguaje
en su uso concreto, incluso el cotidiano.
«La brevedad no debe aparecer sin adorno, de lo contrario sería inculta, pues
disminuye el placer, y las cosas que agradan parecen menos largas, como un ameno
y suave camino, aunque que sea de mayor longitud, fatiga menos que un duro y
árido atajo».

Quia non inornata debet esse brevitas, alioqui sit indocta; nam et fallit voluptas,
et minus longa quae delectant videntur, ut amoenum ac molle iter, etiamsi est spatii
amplioris, minus fatigat quam durum aridumque compendium. Inst. IV, 2, 46

Ciertamente puede haber narraciones que de suyo tengan que ser largas,
en cuyo caso conviene tener presentes estos consejos:

• Articularla en partes, de manera que parezcan varias narraciones en


vez de una sola.
• Hacer referencias alusivas a las partes anteriores para ayudar a la
memoria y fortalecer el conjunto.

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Guía de oratoria forense

2.2.3. Verosimilitud
Esta categoría reviste especial importancia para la retórica judicial, sin
menoscabo de su utilidad en otros campos también, puesto que la misma
verdad necesita ser verosímil para poder ser creída. Si acaso los filósofos
pueden defender que la verdad resplandece por sí misma, aunque de hecho
se esfuerzan en explicarla de todas las maneras posibles y rara vez se ponen
de acuerdo entre sí. Pero en el mundo de los hechos y acciones humanas la
objetividad brilla por su ausencia, y cuanto más complicado se presenta un
proceso, más difícil se hace ver. En el caso judicial encontramos que, cuando
menos, se enfrentan dos intereses distintos, es decir, dos visiones acerca de
un suceso y, puede ocurrir, sin duda, que la exposición de ambas resulte
creíble y verosímil, o que el hecho a defender, por ejemplo, pueda llegar a
parecer inverosímil debido a las circunstancias que concurren en él, o lo
inusitado del caso o su misma complejidad.

Una buena narración tiene como objetivo transformar en verosímil la


verdad

De ahí que una buena narración tenga como objetivo transformar en


verosímil la verdad. Hacer creíble la propia verdad, con la capacidad de
hacer creíble también lo que no es verdad. Aquí vamos a dejar que hable el
propio Quintiliano, quien con su claridad expositiva fundamenta la noción
de verosimilitud.
«Y que nadie piense que se ha de reprochar que haya dicho que debe ser vero-
símil la narración, aquella que favorece por entero nuestra causa. Cosas hay que
siendo verdaderas se hacen poco creíbles, y otras falsas que frecuentemente pasan
como verosímiles. Por lo cual no debemos trabajar menos para que el juez crea lo
que decimos de verdad que lo que nos inventamos».

Nec quisquam reprehensione dignum putet quod proposuerim eam quae sit tota
pro nobis debere esse veri similem cum vera sit. Sunt enim plurima vera quidem, sed
parum credibilia, sicut falsa quoque frequenter veri similia. Quare non minus labo-
randum est ut iudex quae vere dicimus quam quae fingimus credat. Inst. IV, 3, 34

He resaltado la última frase donde se señala cómo la verosimilitud no se


orienta tan solo a hacer creíble lo falso, sino, muy especialmente, lo verda-
dero. No supone menos trabajo ni esfuerzo hacer creíble lo verdadero, sobre
todo debido a la propia condición de la «verdad» judicial.
Propone nuestro autor tres estrategias muy interesantes para intentar la
verosimilitud.

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La construcción del discurso

Mediante la atenta consideración de nosotros mismos, a los demás y a los


hechos:
«Ahora bien, la narración será creíble sobre todo si examinamos antes nuestro
propio ánimo, para no decir cosa contraria a naturaleza; después si exponemos las
causas e intenciones que antecedieron a los hechos, no de todos, sino de los que
interesa; y si sabemos presentar a las personas de acuerdo con lo que queremos que
sea tenido por acciones propias, por ejemplo, como codicioso al que está acusado
de hurto, libidinoso al adúltero, temerario al homicida, o las contrarias a estas si
efectuamos la defensa: además, hay que tener en cuenta los lugares, tiempos y cir-
cunstancias similares».

Credibilis autem erit narratio ante omnia si prius consuluerimus nostrum animum
ne quid naturae dicamus adversum, deinde si causas ac rationes factis praeposueri-
mus, non omnibus, sed de quibus quaeritur, si personas convenientes iis quae facta
credi volemus constituerimus, ut furti reum cupidum, adulterii libidinosum, homicidii
temerarium, vel his contraria si defendemus: praeterea loca, tempora, et similia. Inst.
IV, 2, 52

Mediante el propio orden lógico de los hechos e ideas:


Hay también una cierta manera de desarrollo de un acontecimiento que resulta
creíble... Pues algunas cosas siguen naturalmente a otras y establecen relación cohe-
rente entre ellas, de modo que si has narrado bien el comienzo, el juez espera ya
por sí mismo lo que hayas de narrar después.

Est autem quidam et ductus rei credibilis… Aliqua enim naturaliter secuntur et
cohaerent, ut si bene priora narraveris iudex ipse quod postea sis narraturus exspec-
tet. Inst. IV, 2, 53

Poniendo de relieve lo excepcional de caso:


Si alguna vez nos viéramos desasistidos de estas circunstancias, podremos decir
abiertamente: apenas parece creíble, pero es cierto, y por eso tanto mayor ha de
considerarse el crimen; que no sabemos cómo se llevó a cabo, ni por qué, que esta-
mos asombrados, pero que vamos a probarlo.

Aliquando, si destituti fuerimus his, etiam fatebimur vix esse credibile, sed verum
et hoc maius habendum scelus; nescire nos quomodo factum sit aut quare, mirari
sed probaturos. Inst. IV,2, 56

En todo caso, no hay que dejar de hacer la narración, incluso en una causa
contraria a nuestros intereses.
Pero puesto que por casualidad hemos venido a parar en la más difícil especie
de narración, hablemos de esta, en la que la cosa vendrá a estar contra nosotros. En
ese caso algunos pensaron que no había que hacer la narración. Y la verdad es que
es el medio más fácil de dejar la defensa de la causa. Pero si por alguna razón justa

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H
ablar bien en público es una de las habilidades ineludibles para cualquier
abogado. El dominio de la destreza oratoria resulta imprescindible especial-
mente para quienes se mueven en el mundo del derecho. Hablar ante un juez,
ante un jurado, pero también delante de clientes, en conferencias, clases, reuniones,
juntas y ambientes diversos requiere una preparación sólida en este campo.
Quintiliano de Calahorra fue un abogado y orador del siglo I después de Cristo. Prac-
ticó la abogacía, además de ser maestro de oratoria, el primero pagado con dinero
público en Roma. Recopiló su experiencia en ambas artes en unos libros titulados
Instituciones Oratorias, que siguen siendo hoy, como lo fueron en su momento, un
manual completo y excelente de comunicación oral.
Esta Guía de Oratoria Forense recoge temas que, sin duda, resultan esenciales y ne-
cesarios para la preparación de un orador forense y lo hace siguiendo las propuestas
de Quintiliano en referencia a los diversos aspectos del discurso jurídico, de su for-
ma y distribución, de sus cualidades, pruebas, argumentos y disposiciones.
Del mismo modo, también se ha tenido en cuenta todo lo que rodea el acto de expo-
sición del discurso, desde los cuidados y manejo de la voz, hasta los gestos y adema-
nes, incluyendo cuestiones de importancia cierta como la calidad literaria, el humor
o el aspecto y vestido del abogado que expone sus argumentos.
En definitiva, la Guía de Oratoria Forense pretende incentivar el interés por la for-
mación en esta competencia para contribuir a alcanzar así, mediante la oratoria, la
capacidad para persuadir.

ISBN: 978-84-122616-4-6
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