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Amor

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Amor

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Para otros usos de este término, véase Amor (desambiguación).
«Amar» redirige aquí. Para otras acepciones, véase Amar (desambiguación).
«El amor de los jóvenes no está en el corazón,
sino en los ojos».
William Shakespeare. Pintura de Frank Dicksee (1884).
El amor es un concepto universal relativo a la afinidad o armonía entre seres,
definido de diversas formas según las diferentes ideologías y puntos de vista
(artístico, científico, filosófico, religioso). De manera habitual, y
fundamentalmente en Occidente, se interpreta como
un sentimiento relacionado con el afecto y el apego, y resultante y productor de
una serie de actitudes, emociones y experiencias. En el contexto filosófico, el
amor es una virtud que representa todo el afecto, la bondad y
la compasión del ser humano.También puede describirse como acciones
dirigidas hacia otros y basadas en la compasión, o bien como acciones
dirigidas hacia otros (o hacia uno mismo) y basadas en el afecto.1
En español, la palabra amor (del latín, amor, -ōris) abarca una gran cantidad de
sentimientos diferentes, desde el deseo pasional y de intimidad del amor
romántico hasta la proximidad emocional asexual del amor familiar y el amor
platónico,2 y hasta la profunda devoción o unidad del amor religioso.3 En este
último terreno, trasciende del sentimiento y pasa a considerarse la
manifestación de un estado del alma o de la mente, identificada en algunas
religiones con Dios mismo o con la fuerza que mantiene unido el universo.
Las emociones asociadas al amor pueden ser extremadamente poderosas,
llegando con frecuencia a ser irresistibles, y pueden ser tanto placenteras como
dolorosas (sobre todo en el mundo occidental). El amor en sus diversas formas
actúa como importante facilitador de las relaciones interpersonales y, debido a
su importancia psicológica central, es uno de los temas más frecuentes en
artes como el cine, la literatura o la música.
Desde el punto de vista de la ciencia, lo que conocemos como amor parece ser
un estado evolucionado del primitivo instinto de supervivencia, que mantenía a
los seres humanos unidos y heroicos ante las amenazas y facilitaba la
continuación de la especie mediante la reproducción.4
La diversidad de usos y significados y la complejidad de los sentimientos que
abarca hacen que el amor sea especialmente difícil de definir de un modo
consistente, aunque, básicamente, el amor es interpretado de dos formas: bajo
una concepción altruista, basada en la compasión y la colaboración, y bajo
otra egoísta, basada en el interés individual y la rivalidad. El egoísmo suele
estar relacionado con el cuerpo y el mundo material; el altruismo, con el alma y
el mundo espiritual. Ambos son, según la ciencia actual, expresiones de
procesos cerebrales que la evolución proporcionó al ser humano; la idea del
alma, o de algo parecido al alma, probablemente apareció hace entre un millón
y varios cientos de miles de años.5
A menudo, sucede que individuos, grupos humanos o empresas disfrazan su
comportamiento egoísta de altruismo; es lo que conocemos como hipocresía, y
encontramos numerosos ejemplos de dicho comportamiento en la publicidad.
Recíprocamente, también puede ocurrir que, en un ambiente egoísta, un
comportamiento altruista se disfrace de egoísmo: Oskar Schindler proporcionó
un buen ejemplo.
A lo largo de la historia se han expresado, incluso en culturas sin ningún
contacto conocido entre ellas, conceptos que, con algunas variaciones,
incluyen la dualidad esencial del ser humano: lo femenino y lo masculino, el
bien y el mal, el yin y el yang, el ápeiron de Anaximandro.

Dos formas de entender el amor[editar]


Los seres humanos podemos desarrollar en esencia dos tipos de actitudes:
bajo una de ellas somos altruistas y colaboradores, y bajo la otra
somos egoístas y competidores. Existen personas totalmente polarizadas hacia
una de las dos actitudes por voluntad propia; por ejemplo, los
monjes budistas están totalmente volcados hacia el altruismo, y los
practicantes del objetivismo, hacia el egoísmo. Y también existen personas que
combinan ambas formas de ser, comportándose, unas veces, de forma altruista
y colaboradora, otras, de forma egoísta y competitiva, y otras, de forma
parcialmente altruista y competitiva. En algunas partes del mundo predomina el
altruismo (Tíbet), de modo que el egoísmo se ve en general como algo
negativo. Y existen grupos humanos donde sucede lo contrario. Todas las
guerras de la historia nacieron del egoísmo por parte de, al menos, uno de los
dos bandos; todas las situaciones conflictivas del ser humano proceden del
egoísmo.
Enfoque científico del egoísmo y el altruismo[editar]
Representación simplificada de la
teoría de Dawkins acerca del «egoísmo» de la información genética. Todos los
genes, como unidades de supervivencia, son en sí mismos «egoístas»,
compitiendo entre sí y con los de otros individuos. Una vez alcanzado cierto
grado de organización durante el proceso evolutivo de las especies, la
información genética que produzca un fenotipo egoísta será a la larga
autodestructiva a nivel del grupo humano, mientras que la que produzca un
fenotipo altruista (de egoísmo altruista a nivel de gen) facilitará la supervivencia
de dicha información. Con los genes actuando irracionalmente, y bajo la «ley
natural del más fuerte», se producirá inevitablemente una supremacía del «gen
de egoísmo altruista». El intercambio de la reproducción sexual a su vez
repartirá dicha información genética entre toda la población.6
Richard Dawkins interpreta ambas actitudes como las expresiones
del instinto de conservación del individuo (egoísmo) y de la especie (altruismo).
Explica que, según una teoría aceptada por algunos biólogos, heredamos los
genes responsables de tales actitudes de especies antecesoras, y que, antes
de nuestra llegada, la evolución biológica estuvo probablemente controlada por
un mecanismo denominado «selección de grupos»; en virtud de este
mecanismo, los grupos de individuos en los que hubiese más miembros
dispuestos a sacrificar su vida por el resto tendrían mayor probabilidad de
sobrevivir que los que estaban compuestos por individuos egoístas; esto daría
como resultado que el mundo terminase poblado por individuos altruistas. Es
una teoría que, aunque proporciona una explicación para el hecho de que
actualmente el altruismo predomine en el mundo, genera gran controversia en
el mundo científico por contradecir directamente la teoría darwinista; por ello, la
explicación personal del autor acerca de la supervivencia del altruismo en el
marco darwinista del egoísmo individual es que la unidad de supervivencia no
es el individuo, sino el gen; es decir, bajo este punto de vista, los seres
humanos y los grupos de seres humanos somos «máquinas de supervivencia»
«creadas» por los genes en su propio beneficio.6

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