Reinterpretar El Mundo Entero Entrevista
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Reinterpretar El Mundo Entero Entrevista
NAYRA GARCÍA-GONZÁLEZ
AURORA ÁLVAREZ VEINGUER,
ANTONIO ORTEGA SANTOS
(eds.)
GRANADA
2012
REINTERPRETAR EL MUNDO ENTERO
Sí. Quizá haya otras formas y otras epistemologías más críticas que
ponen esto en cuestión, pero en principio para la sociología los movimien-
tos sociales son grupos, incluso luchas y formas de cuestionamiento del
poder, siempre leídos como sujetos colectivos que tienen determinadas
identidades, determinadas demandas, y determinados modos de intervención
o de movilización. Nosotros enfatizamos lo que tiene de movimiento en
el sentido de movilidad, en tanto desplazamiento que opera en lo real,
no tanto que sean sujetos sociales sectoriales. Nos interesan menos las
características que lo identifican como sujeto social y más qué tipo de
apertura generan en el contexto social donde intervienen.
Para explicarlo mejor pongo un ejemplo, el movimiento de los escra-
ches, o en un sentido más general, el movimiento de derechos humanos
en Argentina. El movimiento de derechos humanos tiene treinta años de
108 MARIO A. SANTUCHO (COLECTIVO SITUACIONES)
1. En [12/11/2011]: http://www.nodo50.org/colectivosituaciones/articulos_34.htm
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Yo creo que sí, pero en tanto cada uno de esos espacios se pongan
«en movimiento». Cualquier institución social, incluso la más opresiva,
112 MARIO A. SANTUCHO (COLECTIVO SITUACIONES)
Sí, yo creo que cuando los movimientos pierden esa capacidad de estar
deviniendo otra cosa, de estar abiertos a la experimentación, terminan
convirtiéndose en grupos sociales que tienen su identidad, con sus for-
mas de trabajar, pero donde ya no está pasando algo. Ellos se dan sus
estructuras, se dotan de funciones específicas, un aparato de prensa, un
aparato de investigación, trazan sus alianzas sectoriales. Yo recuerdo que
en Argentina hubo un momento en que nos criticaron desde los propios
movimientos sociales. Eran compañeros intelectuales y militantes, que
también estaban trabajando con movimientos sociales, pero que habían
elegido otra manera de vincularse, habían elegido más bien ponerse a
disposición de los movimientos y mantenían una forma de pensar la
relación entre lo social y lo político, entre lo social y el pensamiento,
según la cual hay un cuerpo y una cabeza, un grupo o un sujeto y al-
guien que los interpreta o que les hace de vocero. Es otra manera de
consolidar y congelar la misma relación que antes veíamos como propia
de la academia, entre investigador y sujeto social.
Lo que nos decían ellos era que nosotros habíamos utilizado una táctica
inteligente para evitar el vínculo orgánico con los movimientos, para no
tener que meternos en su dinámica interna y pasar por las asambleas,
y que por eso no habíamos vivido «de verdad» esa experiencia que es
participar en un movimiento. En lugar de eso, que es lo que ellos habían
hecho, nosotros habíamos conseguido reunirnos con la dirección. Lo
nuestro era un atajo. Habíamos convencido o les habíamos caído bien a
la dirección del movimiento y entonces habíamos construido cosas muy
eficaces pero sobre la base de esta especie de práctica pequeñoburguesa
REINTERPRETAR EL MUNDO ENTERO 115
universitaria y académica, sino algo que tiene que ver con lo intelectual
en sí mismo, un problema interno del pensamiento. Me refiero a que
hay momentos en los cuales lo que uno piensa, lo que uno cree, lo que
uno incluso creó como noción original, deja de significar y deja de estar
en el cuerpo tuyo, deja de hacer sentido. Entonces cuando lo tenés que
exponer, de golpe tomás conciencia que aquella vitalidad se apagó. Hay
una especie de memoria corporal que te avisa cuando las palabras y los
conceptos han perdido el sentido que tuvieron, por eso uno se traba y
no consigue hablar con fluidez.
Hay otro aspecto mucho más subjetivo, incluso psicológico, pero que
no es menor. A veces los movimientos sociales o las experiencias crea-
tivas se toman muy en serio y muy a pecho lo que hacen y no tienen la
capacidad de ironizar un poco lo que son. Creo que los investigadores
académicos, por ejemplo, no se creen demasiado lo que hacen [risas].
Es lógico que los movimientos sociales se tomen así las cosas, porque
realmente se trata de algo constitutivo, que para uno es fundamental y
pensarte fuera de esa dinámica es muy difícil. Pero hay veces que no se
está creando, hay momentos que uno no está haciendo cosas interesantes,
y de repente tenés que ir a representar aquello que es tan importante y
sentís que no estás a la altura.
Todas estas son cosas que hemos vivido [risas]. Una vez estábamos
en México, en el momento que en Argentina la situación cambiaba
de una manera que no entendíamos mucho. Por eso mismo decidimos
viajar y conocer otras experiencias, para constatar si lo que vivíamos
era algo más local o tenía resonancias continentales. Entonces fuimos
a Bolivia y fuimos a México, de manera colectiva y con una intención
productiva, como grupo, gracias al financiamiento que nos dio la UNIA.
Un paréntesis: la gente de «arte y pensamiento» de la UNIA nos fue a
buscar en el 2002 a Buenos Aires, porque veían que en Argentina estaban
pasando acontecimientos dignos de atención. Fuimos a tomar un café y
nos dijeron: «queremos trabajar con ustedes, tenemos plata, queremos
financiarles algún proceso que luego podríamos presentar en Sevilla».
Lo discutimos entre nosotros y pensamos: ¿para qué necesitamos plata
si todo lo que estamos haciendo se autofinancia? Entonces fuimos al
día siguiente y les respondimos: «no necesitamos plata, no vemos en-
tonces cómo trabajar con ustedes» [risas]. ¡Increíble la subjetividad que
había en ese momento! Y nos dijeron: «no sean boludos [risas], somos
compañeros, hay plata, ¿qué son? ¿curas?». A mí me gusta mucho
contar esto, no por una cuestión moral sino porque da cuenta de esos
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2. En [12/11/2011]: http://www.nodo50.org/colectivosituaciones/pop_up_libro_03.htm
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hablen sí o sí; en otro momento lo que hay que hacer es escribir algo
de manera colectiva. El punto es que lo metodológico es un problema
que no puede quedar por afuera de la co-investigación, no puede haber
un resumen de la metodología por afuera del proceso de pensamiento.
¿Qué formas hemos encontrado nosotros en nuestro recorrido? Una
modalidad fundamental siempre fue el taller, entendido como un en-
cuentro. El taller es nuestra imagen del pensamiento colectivo. La co-
investigación se basa en estos talleres en los que participan entre diez
y veinte personas —a veces éramos cuarenta, a veces éramos ocho—,
donde hay gente de los distintos grupos pero que tiene como criterio
fundamental que nadie habla «desde» el lugar de donde viene. O sea,
es obvio que venimos de diferentes situaciones, pero en la experiencia
de pensar juntos lo importante es que surja una perspectiva nueva. Lo
que tiene que aparecer es un tercer ente pensante, un nuevo colectivo,
conformado en el propio taller, que no es ni un grupo ni el otro, sino la
composición entre ambos. No es que estamos nosotros como investiga-
dores, metiéndonos en el interior de un movimiento social para pensar
sus desafíos; tampoco venimos como investigadores o intelectuales a
ejercitar nuestro pensamiento, o a confirmar nuestras hipótesis, o a enri-
quecerlas; ni siquiera está teniendo lugar una sumatoria de investigadores
y militantes sociales. Para nosotros el taller se arma cuando de repente
estamos todos pensando en torno a una nueva consistencia, que desplaza
la referencia con la que veníamos y redimensiona el problema con el
que se llegó. Por eso hubo veces que sentimos que aunque estuviéramos
cuatro horas reunidos ese día no había habido taller, porque en ningún
momento emergió tal nivel de composición; y otro día el taller capaz
que duraba diez minutos (luego de tres horas de charla) pero salíamos
entusiasmados, porque esos diez minutos fueron impresionantes, reve-
ladores: habíamos conseguido pensar juntos.
Esto supone algo que a mí me parece muy interesante, y es que en el
momento en que se arma el taller uno deja de tener «una posición»: no
es que yo pienso tal cosa, ni que yo creo tal otra, sino que acá se está
pensando de cierto modo y ese ejercicio nos lleva por senderos que no
habíamos recorrido antes. El que piensa es el taller. Por eso alguien puede
proponer una hipótesis en un momento y a los cinco minutos estar diciendo
algo distinto, sin que eso signifique que sea un oportunista, ni que esté
cambiando de posición, sino que va como encarnando funciones según
la dinámica que indique el proceso de elaboración conjunta. Claro que
para esto pueda hacerse se requiere un nivel de afectividad muy grande
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entre los grupos, porque hay que estar dispuesto a ponerse en juego así.
Una amistad en el sentido fuerte, una confianza para ponerse en riesgo
mutuamente, incluso para ejercer cierta violencia sobre los enunciados
más afianzados. Hubo veces que cada uno se quedaba más bien preso
de su función, o que la cosa se volvía demasiado amistosa, que ciertos
reparos impedían ir a fondo: muchas maneras de que no pasara nada.
Hace ya un tiempo que no tenemos talleres así, porque esa modalidad
suponía la existencia de movimientos sociales potentes. Creo que los
talleres dejan de funcionar cuando se desarma cierto plano común de
los movimientos y se pierde la capacidad social de leer autónomamente
los procesos sociales. Para que haya «taller» se requiere una sintonía
fuerte entre grupos diferentes, una capacidad de vibrar juntos en torno a
problemas comunes, para trabajar tonos parecidos aunque no tengas un
código compartido. Cuando se desarma esta especie de transversalidad
—que no estaba nombrada pero que se vivía y se percibía— es muy
difícil encontrar momentos en el que estemos pensando juntos, porque
cada uno tiene referencias diferentes y cuando el otro te habla hay un
cruce y una traducción pero no una experiencia de individuación pensante.
Una capacidad específica que se pone en juego en los talleres es la
escucha. Un tipo de escucha que trata de distinguir cuál es el valor de lo
dicho, de qué se trata lo que está siendo puesto en juego en un encuen-
tro, haciendo un esfuerzo grande por descartar las interpretaciones más
usuales y previsibles, para entender cuál es el sentido de esa fuerza que
está procurando manifestarse, el color que la caracteriza, su tonalidad.
Recuerdo cuando hicimos un trabajo con los pibes que laburaban en los
call-centers, que no tenían cultura política, que no se sentían militantes
de un movimiento social, sino que participaban de una lucha concreta.
Chicos mucho más jóvenes que nosotros, con quienes nos juntamos una
vez por semana durante seis meses a tomar café, por momentos más de
una vez por semana, y tomábamos notas, y los escuchábamos mucho,
intentando encontrar preguntas más o menos atinadas, medio fascinados
por el mundo que nos revelaban y del que no teníamos idea. Teníamos
la sensación de que algo muy potente trasmitían, pero de verdad que no
sabíamos por dónde agarrarlo. Luego discutíamos entre nosotros: «bueno,
¿y esto qué significa?». Hasta que les propusimos hacer un libro juntos
y eso organizó todo el proceso, que fue super caótico, de escritura a
varias manos, algunos textos se escribieron entre dos, otros entre cinco,
alguno lo redactó una persona y luego pasó por varias manos. Se fueron
armando como subgrupos, entonces un artículo lo escribí yo con uno
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3. En [12/11/2011]: http://www.nodo50.org/colectivosituaciones/pop_up_libro_07.htm
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Aquí nos enamoró el texto del taller del maestro ignorante, hemos
seguido hablando y hablando de esas páginas, 4 yo creo que de los
textos que estamos manejando para el seminario éste fue —por el
contexto en el que trabajamos— el que más nos tocó, con el que hubo
una conexión más afectiva. La imagen de «sostener la ignorancia»,
que sería en cierto modo el inicio de esa disponibilidad que mencionas
como condición para el encuentro, para la composición, es una de
las imágenes sobre las que más hemos seguido charlando. ¿Cómo
contarías qué es sostener la ignorancia?
Para mí, lo primero es algo medio banal, pero no menor, que tiene
que ver con no tomarse en serio a uno mismo como «pensador», o como
«intelectual». El tipo puede haber leído un montón, saber muchísimas
cosas, pero en el momento preciso todo ese saber puede servir o puede
no servir para nada. Lo cual supone darse cuenta que el pensamiento
no existe por fuera de la situación, sino que en una situación emerge
como vector, y uno puede llegar a encarnar esa función, puede ejercer
el pensamiento. De ahí que pensar sea menos una propiedad o un rol de
determinados sujetos, y se refiera más a la tensión que ponés en juego,
4. En [12/11/2011]:
http://www.nodo50.org/colectivosituaciones/otro_cuaderno_01_resenas2004.htm
124 MARIO A. SANTUCHO (COLECTIVO SITUACIONES)
Sostener la ignorancia.
¿Y esto es algo que tú percibes, que es más tuyo, que tiene que ver
con procesos que te están pasando a ti, o es un común a la gente
de Situaciones?
5. En [12/11/2011]:
http://www.traficantes.net/index.php/editorial/catalogo/utiles/nociones_comunes_
experiencias_y_ensayos_entre_investigacion_y_militancia
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INTRODUCCIÓN ......................................................................................... 7
Alberto Arribas Lozano, Nayra García-González,
Aurora Álvarez Veinguer y Antonio Ortega Santos
EXPERIENCIAS EN INVESTIGACIÓN
MILITANTE Y AUTOFORMACIÓN