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Escudé y Cisneros

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Extraído del primer tomo de “Historia General de las Relaciones Exteriores de la

República Argentina”, escrito por los doctores Carlos Escudé y Andrés Cisneros - 1998
 Definiciones provisorias (1)

Antes de comenzar con nuestra historia deben formalizarse algunas definiciones


operacionales provisionales, que cobran relevancia en el contexto de lo expresado
anteriormente respecto de la paradoja de historiar las relaciones internacionales de
Estados que, en el momento en que comienza el relato, eran embrionarios y de ningún
modo representaban auténticas nacionalidades diferenciadas. A medida que en los
capítulos siguientes desarrollemos nuestra temática, perfeccionaremos estas
definiciones.
Definiremos provisoriamente a una "nación" como una población asentada en un
territorio, casi siempre unida por un lenguaje y una cultura, con un sentido de identidad
diferenciado de otras "naciones". A veces, una nación puede comprender sólo parte de
un Estado, o puede extenderse más allá de las fronteras de un Estado individual (2). Si
seguimos esta definición, que es la más tradicional y la presentada por todas las
enciclopedias y diccionarios de relaciones internacionales, en los hechos la mayoría de
los países no pueden considerarse "naciones" (3), y es por ello que en capítulos
venideros de este primer tomo continuaremos reflexionando sobre este paradojal tema
(insatisfactoriamente tratado por uno de nuestros coautores, Carlos Escudé, en su obra
El realismo de los Estados débiles).
Por "país" entenderemos una unidad territorial inter-"nacionalmente" reconocida que
se gobierna a sí misma. No es lo mismo que "nación", al menos si nos ajustamos a la
definición de "nación" de arriba. Sin embargo, la prosa de los mismos diccionarios de
relaciones internacionales que definen "nación" en estos términos, emplea el vocablo
"país" como sinónimo de "nación" contradiciendo sus propias definiciones en su
discurso cotidiano. En realidad, si se exigiera coherencia la palabra "internacional"
debería abolirse y sustituirse por "interestatal".
Por "ciudadanía" o "pueblo" entenderemos a la población que reside legalmente en un
país, independientemente de que el país dado coincida o no con una "nación".
Ciudadanía es un concepto jurídico vinculado a la filosofía liberal del contrato social,
mientras "nación" es un concepto antropológico.
Por "Estado" entenderemos el conjunto de instituciones públicas que regulan la vida
de un país, con el monopolio de la fuerza armada legítima y de la acuñación de moneda.
Por "gobierno" entenderemos una administración transitoria del Estado. Por lo tanto,
nación, Estado y gobierno no son la misma cosa, aunque la convención (y confusión)
lingüística lleve a las mismas Naciones Unidas a utilizar los términos como sinónimos.
Por "interés nacional" entenderemos los intereses de largo plazo de la ciudadanía de
un país.
Por "intereses del Estado" entenderemos los intereses de largo plazo del conjunto de
instituciones que conforman al Estado.
Por los "intereses del gobierno" entenderemos los intereses de corto plazo de una
administración, que por momentos pueden coincidir, pero también pueden divergir
sustancialmente de los intereses de la ciudadanía, o aún de los intereses del mismo
Estado (que se miden en un plazo más largo). Y este concepto se distinguirá de otro aún
más estrecho, el de "los intereses del estadista", que no siempre coinciden con los del
pueblo, la ciudadanía, o el Estado.
Puede pensarse que éste es un extraño modo de comenzar un estudio sobre la historia
de las relaciones internacionales de la Argentina, pero en realidad es la única manera
razonable de hacerlo, ya que al comienzo de nuestra historia la Argentina no era una
nación ni existía aún una cosa tal como el Estado argentino. Comenzaremos con nuestra
investigación histórica a principios del siglo XIX, cuando los países que eventualmente
Extraído del primer tomo de “Historia General de las Relaciones Exteriores de la
República Argentina”, escrito por los doctores Carlos Escudé y Andrés Cisneros - 1998
se convertirían en la Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay apenas si
tenían un mercado, carecían de un Estado consolidado, y se encontraban muy lejos de
configurar verdaderas "nacionalidades" diferenciadas, cualquiera sea el significado de
esto último. No obstante ello, la mayoría de los autores que han tratado el tema escriben
sobre "las nuevas naciones sudamericanas", dando por sentado que existían tales
naciones. Al hacer esto, abandonan quizá sin quererlo el necesario rigor politológico,
para plegarse a mitologías funcionales al Estado que fueron surgiendo en estos países a
lo largo de su historia. En términos históricos, una mitología puede servir como dato,
pero difícilmente como basamento para un desarrollo científico sostenible.
Tomemos por caso a la Argentina. En 1810, cuando el primer gobierno autónomo se
estableció en Buenos Aires (encabezado por Cornelio Saavedra, un boliviano), el actual
territorio argentino no sólo estaba dividido en cuatro jurisdicciones (las Intendencias de
Buenos Aires, Córdoba y Salta, más la Gobernación de Misiones), con grandes
diferencias entre sí en términos de sus intereses políticos y económicos, sino que éstas
pronto iban a participar de una continua lucha entre sí e incluso al interior de sí mismas.
A lo largo de estas luchas que durarían media centuria, subdividiéndose en unas quince
provincias que a partir de 1820 comenzaron a ser reconocidas legalmente. Como se verá
en mayor detalle en nuestro Capítulo 1, el derecho hispanoamericano reconocía
soberanía a la Corona y, de un modo subsidiario, a las ciudades con cabildo,
formalmente fundadas (los "pueblos", en el lenguaje de los documentos de la época).
Quebrado el poder de la Corona, las capitales de Intendencia rehusaron reconocer el
derecho de Buenos Aires a liderarlas y, a su vez, las ciudades subordinadas a las
capitales de Intendencia rechazaron el derecho de éstas a mandarlas.
Surgió una verdadera crisis de legitimidad y de legalidad. Por ejemplo, en 1811 Jujuy
y Tucumán se rebelaron contra Salta, y Mendoza se rebeló contra Córdoba; en 1824
Santiago del Estero se independizó de Salta, y en 1826 La Rioja hizo lo propio frente a
Córdoba. El Estado y la Nación, tal como hoy los concebimos, claramente no existían.
Pero para recordar esto, es preciso tener presente qué queremos decir con "Estado" y
qué queremos decir con "nación".
Por otra parte, como lo señalara el coronel Rómulo Félix Menéndez (4), de un total
de 2,8 millones de kilómetros cuadrados que tiene hoy la Argentina, en 1810 por lo
menos 1,8 millones eran dominados por tribus indígenas que no reconocían la autoridad
de ningún Estado, federal ni provincial. Además, Formosa, Candelaria (Misiones) y
Santo Tomé (Corrientes) eran parte de la jurisdicción del Paraguay, a la vez que todo el
Sur más allá de la línea de fortines en la provincia de Buenos Aires, y más allá del río
Bío-Bío en Chile, era territorio indígena, res nullius (es decir, abierto a la conquista)
desde la perspectiva de los Estados europeos. Durante muchas décadas, pues, no sólo no
existía un Estado supraprovincial que vinculara institucionalmente a las provincias, sino
que la jurisdicción territorial del conjunto de las provincias estaba en duda y en un
permanente flujo. La Argentina competiría con Chile por los territorios indígenas del
Sur, y con Paraguay por territorios toba-guaraníticos del Noreste, a la vez que Chile
competiría con Bolivia y Perú por territorios del litoral del Pacífico.
Como veremos en el Capítulo 3, y también en posteriores tomos de esta obra, en la
conquista de los territorios del Sur, Chile ganó una temprana ventaja sobre la Argentina,
debido a su rápida organización nacional, que le permitió colonizar el Estrecho de
Magallanes en 1843, en tiempos en que la desunión argentina impedía toda
competencia, como así también una expansión hacia el Sur. Sin embargo, entre 1860 y
1880 esta ventaja fue descontada por la Argentina gracias al brillante doble gambito de
Mitre y Roca. Requisito fundamental fue la unión de las provincias alcanzada después
de Pavón. Luego, en su expansión y consolidación territorial hacia el Noreste, producto
Extraído del primer tomo de “Historia General de las Relaciones Exteriores de la
República Argentina”, escrito por los doctores Carlos Escudé y Andrés Cisneros - 1998
de la guerra de Mitre contra el Paraguay, la Argentina se adelantó a la expansión de
Chile hacia el Norte, producto de la Guerra del Pacífico. Al producirse ésta, Roca
aprovechó para lanzar su Conquista del Desierto cuando el grueso de las fuerzas
chilenas estaban concentradas en el Norte. Resultado: un tratado de límites que repartió
los territorios sureños de una manera que se aproximaba a la percepción de lo que debía
ser su división natural cordillerana en la década de 1820, antes de que–con la fundación
de Fuerte Bulnes (luego Punta Arenas) en la década de 1840–Chile se adelantara a la
Argentina en su proceso de expansión hacia el Sur.
El desenlace resuena a justicia salomónica, aunque fue el producto de la más fiera
competencia, hecho inevitable en los asuntos de Estado. Recién entonces estuvo
consolidado el Estado argentino tal como hoy lo concebimos. Recién a partir de
entonces dejamos de tratar con una temática embrionaria, al estudiar las relaciones
inter-"nacionales" del Estado argentino. El resultado, sin embargo, fue excepcional
porque se evitó la guerra entra la Argentina y Chile, convirtiendo a estos países en los
únicos en el mundo entero que, compartiendo una frontera tan extensa, nunca libraron
una guerra entre sí.
De este modo, en un lento proceso que culminó hacia 1881 con el tratado de límites,
los territorios del Sur fueron colonizados exitosamente por la Argentina y Chile, en lo
que fue la continuación del proceso de la Conquista comenzado por España, pero esta
vez bajo la autoridad y el poder de estos dos nuevos Estados hispano-parlantes del
continente americano.

[…]

La Argentina no siempre tuvo una política exterior ciudadano-céntrica. En realidad,


no la tuvo casi nunca hasta 1989. Pero como hemos visto, esto no quiere decir que no se
hayan cosechado grandes éxitos en períodos anteriores. La lucha por la consolidación
del Estado, que como dije culminó hacia 1881 con la firma del tratado de límites con
Chile y la conquista de la parte argentina de la Patagonia, fue muchas veces cruel y
sacrificó vidas, bienes y también valores morales, pero fue exitosa en términos de los
objetivos que se propuso, y además nos dio el punto de partida a partir del cual podemos
pensarnos a nosotros mismos como comunidad. La derrota del indígena y el paraguayo
no fue humanitaria ni loable, pero es irrevocable y es sólo a partir de ella que ser
"argentino" puede significar lo que hoy significa. Sin esos sucesos no tendríamos
identidad, de la misma manera en que nosotros, los argentinos actuales, no existiríamos
siquiera sin la conquista española de América y los posteriores procesos inmigratorios
que fueron forjando nuestra identidad actual.
No podemos ni queremos condonar crímenes de lesa humanidad, ni mucho menos
elevarlos al nivel de conductas deseables, pero tampoco podemos caer en la mitología
pueril que niega la obvia y cruel verdad de que los norteamericanos, brasileños, chilenos
y argentinos actuales existimos en parte, y somos como somos, gracias a luchas como
ésas. Describiendo esta secuencia dialéctica, Charles Tilly elevó al nivel universal de la
política y de la organización de las sociedades, un axioma brillante: la guerra hizo al
Estado y el Estado hizo la guerra.
Asumir estos hechos es propio de la madurez intelectual sin la cual no conseguiremos
ser un pueblo grande y maduro. Finalmente, una nación. Y este pueblo grande y
maduro, que como todos es hijo del pecado, está ahora en condiciones de contribuir a la
paz del planeta, y lo ha hecho ya desnuclearizando un continente con la política exterior
posmoderna adoptada a partir de 1989. Así son las paradojas propias de la condición
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República Argentina”, escrito por los doctores Carlos Escudé y Andrés Cisneros - 1998
humana. El pecado original no inhabilita para la virtud futura, pero a eso ya lo sabían
Adán y Eva.

 NOTAS

1. En esta materia seguiremos a C. Escudé, El realismo de los Estados comerciales: bases teóricas
de la política exterior argentina bajo el presidente Menem, Buenos Aires, GEL, 1995, cap. 1.

2. Véase J.C. Piano y R. Olton, The International Relations Dictionary, New York, 1969.

3. W. Connor, Ethnonationalism, Princeton: Princeton University Press, 1994, se presentan cifras


que demuestran que menos de un 10% de los países del mundo actual se ajustan a la definición
tradicional del concepto de nación.

4. Rómulo Félix Menéndez, Las Conquistas Territoriales Argentina, Buenos Aires: Círculo
Militar, 1982.

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