Estado
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Los seres humanos siempre han buscado congregarse, primero en grupos familiares, bandas o
clanes, y luego en organizaciones con distinto grado de complejidad. Los Estados son una de estas
formas históricas de convivencia, con características determinadas y tienen preponderancia en el
mundo moderno.
El Estado consiste en la entidad jurídica y política que está ubicada en un ámbito físico
determinado y que ejerce poder respecto de un conjunto de personas. Al espacio físico en mención se
denomina territorio, al conjunto de personas se le denomina pueblo o población y al poder que el
Estado ejerce se le conoce como poder político. Es evidente que la ausencia de cualquiera de dichos
elementos determina que la entidad ante la cual nos encontramos no es un Estado.
Ahora bien, se define en general como poder a la capacidad que tiene una entidad o persona de
influir en las conductas de las demás, estando el poder político a su vez caracterizado por la coerción
que puede ejercer el Estado sobre la población a través del uso de la fuerza, que a su vez se encuentra
legitimada por el derecho, siendo un elemento constitutivo del Estado.
Con frecuencia, los conceptos Estado y Nación son utilizados de manera indistinta como si se
tratara de sinónimos, o son aplicados en forma incorrecta a la hora de señalar diferentes situaciones
de la realidad cotidiana o en el momento de analizar situaciones algo más complejas de la vida de un
país. A veces, incluso confundidos con el concepto de "gobierno". Sin embargo, sus definiciones
apuntan a cuestiones claramente diferenciadas, aun cuando en algunos casos ambos conceptos
confluyen en la idea del “estado-nación”, que de algún modo conjuga elementos de los dos en una
especie de síntesis que los integra.
Pero para llegar a ese punto, resulta indispensable primero desmenuzar el significado de cada uno
de ellos. En ese sentido, el concepto de Estado refiere a la organización política de una población
dentro de un determinado territorio, mientras que el de Nación comprende a un conjunto de personas
que comparten determinados rasgos culturales e históricos. La palabra “Nación” proviene del latín
“nativo” que significa lugar de nacimiento, pueblo o tribu. Una Nación está constituida por un
conjunto de personas que tienen en común el origen, una identidad cultural, una tradición o un
idioma. En ese sentido, la nación puede existir incluso sin tener un territorio que la aloje.
El orden Colonial
Nuestro actual territorio, hacia principios del siglo XIX, formaba parte del Imperio Español, un
imperio que se había erigido a partir de la conquista europea iniciada en el siglo XV. La construcción
de las colonias españolas en América supuso el sometimiento de los pueblos originarios y la
destrucción de sus sociedades y de sus distintos estados, el sometimiento de sus culturas, la
prohibición de sus religiones y costumbres y la imposición de la religión católica. Asimismo, los
conquistadores utilizaron la fuerza de trabajo nativa y los recursos naturales del continente en
provecho de los reinos europeos.
Desde los inicios de la formación del Estado Nación la relación con las comunidades originarias ha
sido conflictiva, la presencia de estas poblaciones constituía un obstáculo al progreso que la
emergente élite argentina anhelaba. Es así que se plantearon dos caminos como solución a este
dilema en el siglo XIX, o las poblaciones de los pueblos originarios se integraban a la sociedad
nacional o desaparecían. En definitiva en ambos casos se planteó una desaparición; si consideramos
la integración a la sociedad nacional con toda la connotación de esta palabra se deja en evidencia la
intención de borrar las diferencias culturales, y además, la integración también requería de un lugar
para ocupar en la estructura social. Aunque puede parecer una ruptura con lo anterior, en realidad no
es así, el problema para los colonos no era como relacionarse con ellos, sino como posicionarse en el
capitalismo mundial, un problema del orden de la economía política y no de lo social.
Lo que hoy es la Argentina perteneció al virreinato del Perú hasta que en 1776 el rey Carlos III
creó el Virreinato del Río de la Plata, cuyo primer virrey fue Pedro de Ceballos. La capital, Buenos
Aires, se convirtió en un gran puerto comercial y se incrementó notablemente la exportación de
cueros, tasajo y de la plata proveniente de las minas del Potosí. El sistema de monopolio impuesto
por España prohibía comerciar con otro país que no fuera la propia España. Esto encarecía
notablemente los productos y complicaba la exportación al tiempo que fomentaba el contrabando a
gran escala. En 1806 y 1807, tropas inglesas invadieron Buenos Aires, ciudad capital del Virreinato
del Río de la Plata y puerta de salida de los importantes recursos naturales que se extraían de sus
territorios, particularmente de la plata del cerro Potosí. El objetivo principal de los invasores era
romper el monopolio español y liberar el comercio. Estos episodios marcaron la aceleración de un
proceso de cambios que se venía gestando en la sociedad rioplatense. Las invasiones inglesas
demostraron que España estaba seriamente debilitada y que no podía ni abastecer correctamente ni
defender a sus colonias. Principalmente, se expuso la incapacidad de las autoridades virreinales para
frenar el avance extranjero.
El escenario que se planteó en la península ibérica durante 1808- 1810 acentuó el clima
revolucionario existente en las colonias americanas. Una importante consecuencia de la Revolución
Francesa, además de la ya mencionada difusión de sus ideas, fue su efectiva expansión militar de la
mano de Napoleón Bonaparte. En 1808, este militar francés invadió España. Entonces, el rey Carlos
IV de Borbón abdicó en favor de su hijo Fernando VII quien asumió como soberano y entregó el
trono español al emperador francés. Fue otra muestra de debilidad de la Corona. La península quedó
desde entonces bajo control extranjero, y no de cualquiera: estaba nada menos que bajo el control de
un país que había levantado las banderas de la libertad, la igualdad y la democracia. El pueblo
español, en rebelión contra los invasores, desconoció la autoridad de José Bonaparte, hermano del
emperador francés a quien éste había designado como su rey. Como reacción, se conformaron juntas
de representación popular que guardaban fidelidad al rey Fernando VII, cautivo del invasor francés.
La ocupación francesa de España por Napoleón, la captura del Rey Carlos IV y su hijo Fernando
VII y la caída de la Junta Central de Sevilla decidieron a los criollos a actuar. El 25 de mayo de 1810
se formó la Primera Junta de gobierno presidida por Cornelio Saavedra, que puso fin al período
virreinal. Mariano Moreno, secretario de la Junta, llevó adelante una política revolucionaria tendiente
a fomentar el libre comercio y a sentar las bases para una futura independencia.
Sin embargo, aún faltarían algunos años para declarar un estado independiente y soberano. En 1816
convergieron dos hechos fundamentales para la historia nacional: la Declaración de la Independencia
y la organización final del plan de guerra de José de San Martín, que sería el garante de esa
independencia y la llevaría más allá de las Provincias Unidas.
El contexto internacional donde esto ocurría era complejo: España se había liberado de los
franceses y el Rey Fernando VII había vuelto al trono y se predispone a recuperar los territorios
americanos que estaban en manos de los revolucionarios. El ejército realista había comenzado a
avanzar por toda la región derrotando a una parte de los movimientos independentistas americanos.
Las campañas sanmartinianas terminarán, tras liberar a Chile, con el centro del poder español de
Lima. El 9 de julio de 1816 un congreso de diputados de las Provincias Unidas proclamó la
independencia.