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ISSN 0213-8646

La Psicomotricidad Educativa: un enfoque


natural
Correspondencia RESUMEN
Javier Mendiara Rivas
En la escuela siempre ha primado lo intelectual sobre lo
Facultad de Ciencias Humanas motor y el desarrollo personal. Siempre ha sido así y
y de la Educación. C/ Valentín será difícil erradicarlo. La llegada de la psicomotricidad
Carderera, nº 4, 22003 Huesca parece que podía acercar posiciones, pero la
E-Mail: jmendiar@unizar.es psicomotricidad que se instala en la escuela sigue
primando los aspectos psicológicos sobre los motores.
Recibido: 18/02/2008 En este trabajo se presentan una noción de
Aceptado: 25/04/2008
psicomotricidad educativa y un enfoque natural de la
Javier MENDIARA misma que pueden atenuar esa tendencia y contribuir a
un desarrollo más equilibrado de los aspectos que
RIVAS
componen la personalidad infantil.

PALABRAS CLAVE: Psicomotricidad educativa,


actividad física, enfoque natural, desarrollo global.

Educational Psychomotricity: a natural approach

ABSTRACT

The intellectual abilities have always outweighted the motor and personal development
at school. Things have always been this way and it will be difficult to change them. It
was thought that with the coming up of the psychomotricity positions could be brought
closer, but in the psychomotricity which is practised at school psychological aspects
predominate over the motor ones. A concept of educational psychomotricity and a
natural approach of it are shown in this paper which could help moderate this trend and
contribute to a more balanced development of the different elements that make up the
personality of the child.

ISSN
ISSN 0213-8646 • Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 62 (22,2) (2008), 199-220
0213-8646 • Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 62 (22,2) (2008), 175-198
199199
KEY WORDS: Educational psychomotricity, physycal activity, natural approach, global
development.
Javier Mendiara Rivas

Introducción
En este artículo aspiro a realizar una explicación teórica tanto del concepto de
psicomotricidad educativa, que considero unitario y genérico en el campo
escolar, como del término natural, que empleo para titular un enfoque surgido
desde la propia reflexión en un momento determinado de mi experiencia docente.

De este modo trataré de reflejar lo que entiendo por psicomotricidad


educativa y, dentro de este concepto, exponer lo que llamo psicomotricidad
natural, noción que se añade a otras ya normalmente conocidas y admitidas en el
campo de la psicomotricidad (funcional y relacional).

¿Qué sentido tiene para mí la psicomotricidad educativa?, ¿cómo surge y qué


significado tiene el enfoque psicomotricidad natural? Responder a estas
preguntas es el objetivo de este trabajo.

1. Psicomotricidad educativa

1.1. Concepto
El concepto de psicomotricidad está sujeto a distintas formas de
interpretación y comprensión, dependiendo del contenido que se le asigne y del
contexto en que se utilice. En la actualidad tiene un campo muy amplio de
actuación (preventivo, educativo, reeducativo y terapéutico). Queda claro que yo
utilizaré el concepto psicomotricidad educativa para referirme al conjunto de
teorías y prácticas de la psicomotricidad aplicables en la escuela ordinaria.

Defino la psicomotricidad educativa como una forma de entender la


educación, basada en la psicología evolutiva y la pedagogía activa (entre otras
disciplinas), que pretende alcanzar la globalidad del niño (desarrollo equilibrado
de lo motor, lo afectivo y lo mental) y facilitar sus relaciones con el mundo
exterior (mundo de los objetos y mundo de los demás).

Esta definición quiere englobar tanto los aspectos fundamentales de la


corriente educativa de la psicomotricidad, que he conocido, como mis propias
creencias.
Esto es difícil expresarlo en pocas palabras, pero lo voy a intentar.

Yo otorgo al cuerpo (movimiento, emoción, pensamiento) y a la vivencia


(acción, experimentación, afectividad) un papel privilegiado para llegar a lo
racional (aprendizajes escolares) y a lo relacional (interacción con el entorno,

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físico y social, y desarrollo de la personalidad en convivencia, objetivo último de


la educación).
Esquema
Nº 1 Cuerpo (movimiento, Vivencia (acción,
emoción, pensamiento) experimentación,
afectividad)
Lo racional (aprendizajes
escolares)

Lo relacional
(interacción con el entorno físico y social, desarrollo de la personalidad en
convivencia, objetivo último de la educación)
Destaco la primacía del cuerpo porque es nuestra realidad tangible, unidad
global de la persona, lugar en el que confluyen movimiento, emoción y
pensamiento, señal de identificación del ser humano, núcleo central en el que hay
que fijar la atención para incidir en los aprendizajes escolares y en el desarrollo
de la personalidad.

Hago referencia a la vivencia con toda la intención. La vivencia concierne a la


existencia misma del sujeto, al hecho de ser persona y de vivir y experimentar
algo como persona. La connotación afectiva del término está en el centro de la
cuestión y llega directa al ánimo de todos los niños. Aunque haya algunos niños
que requieran un trato más cargado en el orden afectivo (los más pequeños, los
más necesitados), la psicomotricidad educativa está concebida para proporcionar
experiencias gratificantes a todos los alumnos. Desde esta perspectiva, la
psicomotricidad educativa apoya ese tipo de escuela cuyo objetivo no es inculcar
solo el saber, el pensar o el hacer, sino también el sentir con agrado y el saber
vivir.

Aludo a la conciencia como algo que se construye en la vivencia. La vivencia


es lo primero, es la vida sensitiva la que nutre a la razón y no al revés. Posibilitar
que los alumnos tengan múltiples y variadas experiencias, debidamente
secuenciadas, es introducir motivos para que se desarrolle el pensamiento, la
inteligencia, la creatividad, la responsabilidad, la autonomía, la organización del
comportamiento… el crecimiento personal. De esta forma se potencia el ingenio

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y se fomenta el uso de estrategias y habilidades que han de llevar al niño a la


adquisición de los necesarios conocimientos y de los oportunos aprendizajes
escolares y para la vida.

Y valoro la importancia que tiene la interacción de cada persona con el


entorno físico y social en aras a la construcción de su personalidad. De este
modo, es posible que el niño se relacione con el mundo de una manera
compartida, gozosa, productiva y eficaz.

La psicomotricidad educativa, así concebida, no pertenece a un área


determinada ni excluye a ningún educador. Estoy de acuerdo con Pastor Pradillo
(1994), para quien la psicomotricidad permite sustentar estrategias educativas en
diferentes medios (el matemático, el sonoro, el musical, el plástico,…) y que en
mi caso concreto es la educación física. Y también con Berruezo (2000), para
quien la psicomotricidad educativa es una línea de trabajo, en manos de los
maestros, educadores o pedagogos, que contribuye a establecer adecuadamente
las bases de los aprendizajes escolares y de la personalidad infantil.

Está dentro de esta línea quien utiliza «la psicomotricidad como una manera
de educar, vinculando el trabajo corporal a los contenidos del aprendizaje escolar
y aprovechando en este sentido todas las posibilidades que presenta la vivencia
corporal para dar significatividad a los aprendizajes» (B ERRUEZO refiriéndose a
la educación psicomotriz, en MENDIARA y GIL, 2003, preámbulo).

En mi concepto de psicomotricidad educativa, el centro de atención es el niño


y los principales ejes son la actividad y la relación. Si el maestro emplea bien
estos ejes, en un contexto adecuado, las oportunidades de enriquecimiento
personal de los niños se multiplicarán.

Se trata de ajustar la metodología a la madurez de los pequeños y al proceso


de aprendizaje, tomando como base la experiencia vivida por ellos. Desde un
quehacer pedagógico básicamente activo y no directivo, se busca favorecer el
protagonismo, autoafirmación y expresión del niño, de modo que sus
producciones tengan sentido tanto para él como para el educador. Usando un
concepto de libertad en el que la permisividad alcanza cotas muy altas y los
límites están muy claros, se pretende el desarrollo personal en convivencia con
los demás.

En la práctica diaria importa la respuesta del niño, el aumento de la eficacia


respecto a sí mismo, su grado de progreso en el aprendizaje, su desarrollo global,
ayudarle a crecer. De cómo la ayuda del maestro satisfaga los intereses del niño,
atenúe o agrave las dificultades que surjan, dependerá el resultado de la

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actividad. Entonces, el talante del educador juega un papel muy importante. Esta
cuestión va de la mano con la formación personal y profesional. Hay que cuidar
ambos tipos de formación.

1.2. Perfil del educador que hace psicomotricidad


Expongo mi visión del perfil (competencias, habilidades, actitud) que debe
tener el educador que hace psicomotricidad. Está redactado considerando los
cuatro componentes básicos del modelo de Bunk (1994):

Saber: competencia técnica


• Dominio de conceptos básicos, relacionados con la psicomotricidad,
emanados de las ciencias humanas y de la educación (psicología,
pedagogía, sociología y otras afines).
• Conocimiento de contenidos y de técnicas de mediación corporal propias
de la psicomotricidad, considerando diversas perspectivas, distintos
patrones teóricos y metodológicos, y admitiendo formulaciones
alternativas a los modelos establecidos.
• Sólida formación científico-cultural y tecnológica.

Saber hacer: competencia metodológica


• Capacidad de organización y planificación (diseño y desarrollo de
proyectos educativos y unidades de programación que contemplen la
psicomotricidad en el marco de una escuela inclusiva).
• Capacidad para diseñar espacios y preparar, seleccionar o construir
materiales didácticos que sean fuente de experiencias psicomotrices y de
comportamientos cargados de significación.
• Capacidad de promoción del desarrollo global (persona total) y autónomo
de los alumnos (desde edades tempranas y en un clima de atención a la
diversidad).
• Capacidad de resolución de problemas y de toma de decisiones
encaminadas a garantizar la calidad del trabajo en el aula (amplitud y
flexibilidad metodológica).
• Capacidad de participar en proyectos de trabajo y de construir saberes
propios vinculados a la psicomotricidad con una visión de carácter
integrador e interdisciplinar (trabajo en equipo y multidisciplinario).

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Saber estar: competencia participativa

• Capacidad para dinamizar el trabajo y el descanso de los alumnos, así


como para afrontar y resolver las situaciones problemáticas durante el
desarrollo de las sesiones de psicomotricidad. Actitud del educador que se
manifiesta poniendo en marcha los siguientes rasgos de conducta:
- Dar la oportunidad, observar, saber esperar.
- Guiar, orientar, animar, estimular, impulsar, potenciar.
- Utilizar la propia capacidad de movimiento, acción, desinhibición,
pensamiento, creatividad, equilibrio emocional y las dotes para relajar.
- Ejercer la capacidad de expresión y comunicación verbal y no verbal:
escucha, acuerdo, simultaneidad, complementariedad, acogimiento,
diálogo tónico (gesto, postura, tono de voz, sonidos, mirada,
modulaciones tónicas, contacto corporal,…).
- Actuar en la no directividad como actitud pedagógica esencial (no se
trata de dirigir ni tampoco de dejar hacer; se puede solicitar y, si es
necesario, precisar o concretar la solicitud).
- Valorar adecuadamente, explotar las respuestas positivas.
• Capacidad de relación con los demás en las variadas circunstancias de la
actividad profesional (trabajo en equipo con los compañeros, colaboración
con los distintos sectores de la comunidad educativa).
Saber ser: competencia personal
• Ser auténtico, tener una imagen realista de uno mismo, actuar conforme a
las propias convicciones, mantener una conducta fiable y consistente,
tomar decisiones amparadas en las mejores intenciones escolares o
educativas, asumir responsabilidades y relativizar las posibles
frustraciones.
• Asumir las dimensiones ética (moral), deontológica (deberes) y empática
(afectividad) propias del educador en psicomotricidad, lo que implica:
- Aceptar incondicionalmente a todos los alumnos.
- Tratarlos como personas (trato de persona a persona).
- Respetar sus producciones.
- Atenuar dificultades.

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- Satisfacer necesidades.
- Comprender.
- Dar confianza y seguridad.
- Proporcionar medios que potencien su rendimiento académico (logros)
y su progreso escolar (independencia responsable creciente) en el
marco de una educación integral, marco impregnado de afectividad, de
experiencias gratificantes y de relaciones satisfactorias.
• Capacidad para entender y aceptar la necesidad del desarrollo profesional
continuo, mediante la autoevaluación de la propia práctica.

2. Planteamiento de un enfoque natural

2.1. Raíces y nacimiento del enfoque psicomotricidad natural


La imagen primera del término psicomotricidad está ligada al médico francés
Ernest Dupré, cuando estudia la debilidad motora y se centra en la idea de que es
posible reeducar al sujeto retrasado estableciendo relaciones entre movimiento y
psiquismo:

«Cuanto más se estudian los desórdenes motores en los psicópatas,


más se llega a la convicción de las estrechas relaciones que hay entre las
anomalías psíquicas y las anomalías motrices, relaciones que son la
expresión de una solidaridad original y profunda entre los movimientos y
el pensamiento» (DUPRÉ, 1925, 66).
Las ideas de Dupré en torno a los trastornos psicomotores caen en los terrenos
fértiles de diversos campos de la ciencia como la Psicología genética (Wallon,
Piaget), la Psiquiatría infantil (Ajuriaguerra), el Psicoanálisis (Freud, Winnicot,
Klein, Rogers) y otros próximos al ámbito de la sanidad (Zazzo, Soubiran,
Diatkine, Stambak o Jolivet). Su evolución promueve distintos métodos y
técnicas de reeducación psicomotriz (Bon depart, Montessori), hasta que, como
dice Vázquez (1989), se produce su inclusión como tema educativo con la
publicación del libro Education psychomotrice et arriération mentale de Picq y
Vayer en 1960. A partir de la obra de estos autores y mediante las aportaciones
de otros, entre los que podemos destacar a Le Boulch, Lapierre y Aucouturier
(provenientes del campo de la educación física), la psicomotricidad se instala con
claridad en el ámbito educativo.

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Ballesteros (1982) diferencia dos direcciones en psicomotricidad educativa: la


corriente psicopedagógica (normativa) representada por Le Boulch, Picq y
Vayer, y la educación vivencial (dinámica) de Lapierre y Aucouturier.

Desde una idea común de construcción total y unitaria de la personalidad, los


modelos de Le Boulch (1969) y Vayer (1977a, 1977b) son de tipo más reflexivo
y funcional, mientras que Lapierre y Aucouturier (1977a, 1977b, 1980)
representan una opción más cargada en el plano afectivo y relacional.

Así se configuran la psicomotricidad funcional y la psicomotricidad relacional


que, en los años 1980, pasan a ocupar un lugar de privilegio en la educación de
nuestro país para intentar asegurar los aprendizajes escolares básicos y favorecer
la integración de los niños con necesidades educativas especiales.

A pesar de la vinculación de los gestores de estas corrientes a la educación


física, en ambos enfoques se aprecia predominio de lo psicológico (pensamiento,
afectividad) sobre lo biológico (aptitud física). La diferencia radica en el énfasis
que pone cada uno en el tratamiento de los aspectos psicológicos: la
psicomotricidad funcional pone mayor énfasis en el ámbito perceptivo (siendo
muy aceptada por la institución escolar) y la psicomotricidad relacional en el
afectivo (siendo aceptada al principio con algunas reticencias).

Ese predominio de lo psicológico sobre lo motor y, dentro de lo psicológico,


esa diferencia de énfasis entre los aspectos intelectuales y afectivos, contiene la
clave explicativa de la aparición en mi mente y en mi quehacer pedagógico del
concepto psicomotricidad natural.

Es un concepto que surge de mis raíces de educador físico, como una reacción
frente al auge de la psicomotricidad funcional y relacional cuya expansión, entre
1980 y 1985, prácticamente desterraba del programa escolar infantil a la
actividad física natural. Nace, pues en esa época, para:

• Acentuar la importancia del ejercicio físico (actividad física natural) en el


desarrollo global y en el crecimiento personal de los niños pequeños.
• Reivindicar su presencia en el programa escolar infantil (hasta los 8 años).
• Intentar equilibrar el grado de tratamiento de los aspectos psicomotores
(físicos, intelectuales, afectivos) en la educación infantil.

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2.2. Fundamentación teórica del enfoque psicomotricidad natural


En este punto considero oportuno reflexionar sobre el significado del término
natural y sobre la influencia que, para configurar el concepto psicomotricidad
natural, han ejercido notables autores, algunos vinculados al campo de la
educación en general, otros al campo de la educación física en particular y otros
arraigados en el de la psicomotricidad. En algunos casos me han servido de
inspiración sus métodos, en otros, sus postulados y, en otros, sus enseñanzas.

En los campos citados, hay muchos autores a los que me podría referir, pero
quiero destacar aquellos en los que he encontrado un especial apoyo a mi
pensamiento, siendo su mensaje relevante y muy útil para mis fines:

• El naturalismo en la educación de Rousseau.


• El método natural de Hébert.
• La dimensión teórica de la educación física de Cagigal.
• La epistemología motriz de Lagardera (manifestaciones de la motricidad
infantil) y de Parlebas (pedagogía de las conductas motrices).
• Determinadas aportaciones de otros autores vinculados a la
psicomotricidad como Piaget, Vygotsky, Wallon, Le Boulch, Vayer,
Lapierre y Aucouturier.
Están también mis propias creencias y aportaciones. Por ellas comenzamos.

Justificación y significado del término natural (Mendiara)


Vivimos en un mundo cada día más tecnificado. Los procesos biológicos y el
comportamiento natural humano se encuentran cada vez más afectados por la
evolución y el progreso cultural y social. Hoy día, hasta la motricidad de los
individuos, como dice Parlebas (2004, 22), «está sometida a los códigos de la
cultura a la que pertenecen».

Por ello no defenderé a ultranza la pureza del movimiento natural, pero sí que
nos podemos situar claramente en una postura y en una edad: la postura es, por
una parte, apreciar la necesidad que tienen los niños pequeños de realizar
actividad física y, por otra, reconocer el valor educativo de ésta en los niveles
iniciales de la escolaridad; la edad es hasta los 8 años, en la que las acciones
motrices de los niños están impregnadas de la naturalidad más genuina que el ser
humano es capaz de desarrollar y los rasgos de su incipiente personalidad se
manifiestan con más claridad.

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También, si lo queremos mirar desde el punto de vista semántico, puede


parecer una reiteración añadir el término natural a la expresión actividad física,
cuando, como señalan Lagardera (1992) y Cagigal (1996), lo físico ha sido
traducido por naturaleza ya desde el mundo antiguo. Igualmente puede parecer
innecesario añadir natural a psicomotricidad cuando la psicomotricidad, en sus
orígenes y en su propia naturaleza, lleva el sello inequívoco de la actividad física
junto a las marcas psicológicas del pensamiento y la afectividad.

Pues bien, aunque pueda parecer repetitivo, yo he elegido el término natural


porque quiero recuperar y resaltar lo natural, asociado a tener muy en cuenta la
actividad física del niño pequeño, en el concepto de psicomotricidad. Doy así
nombre a un enfoque de la psicomotricidad que, recordémoslo, pretende ser
distinto y complementario a los enfoques titulados funcional y relacional,
proclives a atender prioritariamente lo perceptivo y lo afectivo-social.

Una vez justificada su elección y para actuar con rigor, dentro del principio de
globalidad que siempre inspira la psicomotricidad, es necesario fijar lo que
entiendo por natural. Para ello recurro a la Gran Enciclopedia Larousse (1989) y
entresaco las siguientes acepciones:

• Perteneciente o relativo a la naturaleza (el mundo físico, conjunto de todo


lo que existe en el espacio y en el tiempo).
• Intrínseco a la naturaleza de un ser (referente a la realidad unitaria del ser
humano: lo motriz, lo cognitivo, lo afectivo, lo social).
• Espontáneo, exento de afectación (que es su manera de ser fundamental).
• Normal, conforme al orden habitual de las cosas (que forma parte del
sistema usual de funcionamiento, quizás enlazando costumbres, tradición
y cultura).
En consecuencia, son puntos básicos para situar el término natural en el
concepto de psicomotricidad: el cuerpo, la propia manera de ser, el medio físico
y social, la actividad física normal en el contexto donde se vive.

Manifestaciones de la motricidad infantil (Lagardera)


Teniendo en cuenta esos puntos básicos, entiendo que la psicomotricidad
natural puede asumir las siguientes manifestaciones motrices de los niños
observables en el contexto escolar (LAGARDERA, 1992):

a) Manifestaciones motrices cuyo protagonismo reside en la acción que


desencadenan los alumnos en sí mismos y por sí mismos. Como dice

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Lagardera (1992, 68): «Andar, correr, saltar, gatear, tocar, mirar, palpar…,
constituyen todo un catálogo de acciones humanas en su propia
naturaleza».
b) Manifestaciones motrices presididas por la acción de jugar (acción
exploratoria natural). Según Lagardera (1992, 69): «K. Lorenz tuvo
oportunidad de comprobar que jugar significaba una acción exploratoria
que surgía de modo natural en el comportamiento de los mamíferos
superiores durante los primeros meses y años de vida».
c) Manifestaciones motrices propias de los juegos colectivos (libres,
espontáneos, tradicionales y de carácter deportivo). Como indica
Lagardera (1992, 70): «De los juegos más libres y espontáneos,…,
podemos pasar, en una transición equilibrada, a aquellos juegos más
sofisticados por la tradición, cultura y la costumbre».
Estas manifestaciones motrices admiten perfectamente el calificativo de
naturales, todas tienen una consideración de primer orden en la actividad física
infantil actual (hasta los 8 años) y pueden considerarse dentro de la
psicomotricidad natural.

El naturalismo en la educación de Rousseau


Inicialmente, salvando algunas diferencias que luego veremos (en el apartado
que hace referencia a Cagigal), sitúo mi hipótesis en la línea de Rousseau, a
quien Vázquez (1989) considera el verdadero fundador de la educación natural:
«Rousseau introduce el naturalismo en la educación proponiendo la vuelta a la
naturaleza como el verdadero camino para la educación. Pero la vida natural no
es la simple existencia guiada por los instintos irreflexivos; surge de un acuerdo
entre el ser y su medio y del hombre consigo mismo» (VÁZQUEZ, 1989, 68).

En su influyente estudio Emilio o De la educación, obra aparecida en 1762,


Rousseau considera la actividad, el aprender por la propia experiencia, un
principio esencial de la pedagogía natural y reconoce a la infancia como una
edad propia, como una etapa con caracteres peculiares, que hay que respetar:

«Amad la infancia, favoreced sus juegos, sus placeres, su amable


instinto… La infancia tiene maneras de ver, de pensar, de sentir que le
son propias… Respetad la infancia… La naturaleza quiere que los niños
sean niños… Poned a su alcance las cuestiones y dejádselas resolver…
Dejad obrar a la naturaleza… ¿No es el espectáculo de esa edad, un
espectáculo encantador y dulce…?» (ROUSSEAU, 1990).

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Su teoría de la educación condujo a métodos de enseñanza infantil más


permisivos y de mayor orientación psicológica, e influyó en autores como
Dewey, Fröbel, Pestalozzi, y otros pioneros de los sistemas modernos de
educación.

El método natural de Hébert


En el campo de la actividad física, Hébert (1953), retomando las ideas de
Rousseau, se encargó de elaborar un Método Natural:

«Acción metódica, progresiva y continua, desde la infancia a la edad


adulta, teniendo por objeto asegurar un desarrollo físico integral;
acrecentar la resistencia orgánica; poner de manifiesto las aptitudes en
todos los géneros de ejercicios naturales y utilitarios indispensables
(marcha, carrera, salto, cuatro pies, trepar, equilibrismo, lanzar,
levantar, defensa, natación); desarrollar la energía y todas las otras
cualidades de acción o viriles; en fin, subordinar todo lo adquirido,
físico y viril, a una idea moral dominante: el altruismo» (H ÉBERT, 1953,
10-11).
La obra de Hébert es una contribución filosófica que integra toda una forma
de vida. No solo busca la realización de movimientos naturales sino que importa
su utilidad y su transferencia a situaciones reales de la vida misma. No aspira
solamente a satisfacer las necesidades individuales, sino que impulsa las
relaciones de ayuda mutua y la solidaridad.

Los ejercicios propuestos por Hébert, en una aplicación actual, se pueden


efectuar bien en el medio natural (ambiente rural, trabajo en plena naturaleza) o
bien sobre espacios restringidos especialmente apropiados y compuestos de una
superficie de trabajo con el material indispensable para su ejecución (ambiente
urbano, trabajo en espacios del centro educativo debidamente preparados).
Dichos ejercicios no tienen solamente el atractivo del juego, el del obstáculo
superado o el sentimiento de eficacia, sino que la intervención de los
sentimientos morales (valores positivos) en la realización de la actividad y su
proyección social confiere a la práctica física un carácter educativo integral.

Vázquez (1989) sitúa la obra de Hébert dentro de las corrientes de la


Educación Nueva y de los métodos activos:

«(…) así el contacto con la naturaleza, la individualización en la


enseñanza, el conocimiento de las posibilidades de cada sujeto, el
aprendizaje por el interés a través de la emulación y la autoemulación, la
utilización de ejercicios concretos, utilitarios, la alegría del movimiento,
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etc., están muy cerca de lo propugnado por la Escuela Nueva en las


disciplinas convencionales» (VÁZQUEZ, 1989, 77).

La dimensión teórica de la educación física de Cagigal


Cagigal, prestigioso filósofo humanista y científico español, sitúa la
educación física en el contexto de las ciencias de la educación, afirma que «es,
ante todo, educación, y no simple adiestramiento corporal; es acción o quehacer
educativo que atañe a toda la persona, no sólo al cuerpo» (C AGIGAL, 1983, 489),
y la considera «el más básico modo natural de educar al niño de una manera
globalizada» (CAGIGAL, 1996, 749).

Ese modo natural de educar se debe ejercer sin caer en la permisividad


excesiva, ni en la pedagogía del obsequio a lo fácil o en la ausencia de esfuerzo,
típico de la consideración beatífica que se puede hacer de la naturaleza. Al revés
y en cierto sentido como Hébert, Cagigal estima válida la pedagogía de la
invitación a la superación, sin violencias. «Para ello es menester conocer la
naturaleza» (Cagigal, 1996, 505).

De este modo, Cagigal critica determinados efectos derivados de la bondad


natural rousseauniana, pero no desdeña la educación natural. Muy al contrario,
ante la concepción meramente mecanicista de la educación física de su época,
reclama la vuelta hacia una educación natural potenciadora de metas
estimulantes.

«La educación física debe volver desde sus artificios y taxonomías


analíticamente establecidos al valor original de la conducta natural
humana, aprender de ella, nutrirse de ella, sin que haya por ello que
renunciar a logros analíticamente exigentes» (CAGIGAL, 1996, 742).
Imbuido de este pensamiento, Cagigal se encuentra con la aparición del
movimiento psicomotor y empieza a plantearse la problemática de la educación
física a partir de los supuestos de la psicomotricidad planteados por Le Boulch,
Soubiran, Picq y Vayer y también (movimiento rítmico) por Medau. Llega a
reconocer que estos enfoques pueden ayudar a «colocar la educación física en su
verdadero y completo sentido» (CAGIGAL, 1996, 466) y, a tono con una idea
emergente de globalidad de la persona, otorga a la educación física cuatro
grandes objetivos (CECCHINI, 1992, 174):

1) «Mejoramiento corporal» (fisiológico, anatómico, biomecánico,


neuromuscular, etc.).

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2) «Ayuda al equilibrio personal» (conocimiento vivencial del cuerpo,


adquisición de patrones básicos de movimiento, de coordinación motriz,
asunción del propio esquema corporal, aprendizaje de gestos útiles para la
vida, adquisición de conductas corporales gratificantes, etc.).
3) «Adaptación al medio físico», al espacio (capacitación para aprender
nuevas tareas, para soportar, manejar, recibir, interceptar, arrojar objetos,
elaboración de un correcto esquema espacial).
4) «Integración en el mundo social» (capacidades corporales de expresión y
comunicación, hábitos de acción, conductas corporales demandadas por la
sociedad en que se vive, práctica de ciertos deportes, danzas vigentes,
enriquecimiento de la vida grupal mediante conductas corporales…).
En cuanto a los contenidos, Cagigal (1996) sigue los hallazgos de Piaget y
sostiene que en el marco escolar es necesario comenzar por la escuela maternal
(educación preescolar). Propone una educación física integral adecuada a la
sucesiva edad de los niños, partiendo de formas antropológicas (juego
físicamente activo) e incorporando otras socioculturales ya más elaboradas
(danzas y deporte). En esa concepción integral considera tanto los factores de
ejecución del movimiento, como su intelectualización, vivencia, fruición (placer)
y posibilidades comunicativas, así como la asunción personal de la conducta
corporal.

La pedagogía de las conductas motrices de Parlebas


Buscando teorías que expliquen y desarrollen esa concepción integral y
personal de la conducta natural humana o corporal, de la que habla Cagigal,
encontramos a Parlebas, uno de los autores más influyentes en la educación
física actual.

Para Vázquez (1989), su talante innovador lleva a Parlebas a tratar de poner


en común tanto las prácticas y métodos, como las teorías, enfoques científicos y
tendencias de la educación física pertenecientes al panorama educativo europeo
del siglo XX:

• El método natural, la gimnasia de mantenimiento y el método deportivo,


además de la danza para las niñas, hasta los años 1960.
• El enfoque psicomotor surgido en los años 1960.
La psicomotricidad es para Parlebas un gran hallazgo, tiene el mérito de
centrar la atención no en aspectos tradicionales de la educación física (el

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La Psicomotricidad Educativa: un enfoque natural

movimiento, los ejercicios, la técnica) sino en el sujeto mismo al que se dirige la


acción educativa.

En relación con la idea de educación natural, Parlebas (2004, 22) señala que
«Hoy en día, la educación física no puede fundamentarse en una concepción del
individuo que al actuar se comporta como una máquina, aunque ésta fuese
perfeccionada», y afirma que «las técnicas corporales no son naturales».

Ve que, dentro de la educación física, se necesita un concepto que se refiera a


personas identificables, sujetas a una actividad corporal indisociable de sus
vivencias, y nos regala el concepto de conducta motriz. El concepto de conducta
motriz tiene en cuenta de modo simultáneo y unitario las diferentes dimensiones
de la personalidad humana, la cognitiva, la afectiva, la relacional y decisional,
que se manifiestan en la realización de todo acto motor.

Esta noción de conducta motriz, que tiene un marcado carácter psicomotor, no


alude tanto al cuerpo o al movimiento, sino que se fija en el sujeto que actúa de
forma unitaria, que decide, que se mueve y que se relaciona de una manera
diferenciada (como ser singular). Sus manifestaciones motrices son observables.
Sus acciones motrices están dotadas de significación (PARLEBAS, 1981).

Este concepto adquiere tanta relevancia en su teoría, que Parlebas (1981)


define la educación física como pedagogía de las conductas motrices, siendo
éstas su objeto de estudio. Actuar sobre la conducta motriz del niño supone
incidir en la formación de su personalidad. Al abrazar este concepto, Parlebas se
sitúa, como Cagigal, en el campo de las ciencias humanas.

Junto a la conducta motriz, Parlebas (1988) estudia también la interacción


motriz o relación del sujeto con el medio físico y con los otros co-actores. Las
acciones motrices resultantes de combinar estos elementos de la circunstancia
ambiental son extremadamente variadas. Ubicadas en el molde individual o
social, con más o menos carga cultural, nos parece que esas acciones, realizadas
por los niños pequeños en un clima adecuado y propicio, tienen cabida en el
campo de la psicomotricidad natural. Así, muchas acciones pertenecientes a los
siguientes dominios (LARRAZ, 2004): acciones en un entorno físico con
incertidumbre, acciones en un entorno físico estable y sin interacción directa con
otros, acciones de oposición interindividual, acciones de cooperación, acciones
de cooperaciónoposición y acciones artísticas y expresivas.

Aportaciones de autores vinculados a la psicomotricidad

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Aunque sea sin desarrollarlas, pero convencido de su carácter natural, quiero


dejar constancia también de precisas aportaciones de otros autores vinculados de
una u otra forma a la psicomotricidad. Me refiero a:

• La psicología de la inteligencia y la clasificación de los juegos de Piaget


(1977; 1984).
• La zona de desarrollo próximo de Vygotsky (1935).
• Los aspectos afectivos y relacionales en la producción del movimiento
considerados por Wallon (1974, 1975, 1980).
• Determinados elementos psicomotores como las funciones de ajuste, las
conductas motrices de base y la actividad espontánea, insertas en la
psicocinética de Le Boulch (1969, 1983, 1987), en la educación corporal
de Vayer (1977a, 1977b) y en la educación vivencial de Lapierre y
Aucouturier (1977a, 1977b, 1980), y dentro de esta orientación, el espacio
del placer sensoriomotor correspondiente a la práctica psicomotriz de
Aucouturier (1985).

2.3. Definición de psicomotricidad natural y referencia de un ejemplo


práctico
El legado teórico y pedagógico de los autores citados han sido para mí fuente
de inspiración para la configuración del concepto psicomotricidad natural,
enfoque de la psicomotricidad que incide especialmente en los factores físico-
motores y que pretende favorecer el desarrollo armónico y global de la
personalidad infantil (niños hasta los 8 años) a través de la realización de una
actividad física natural y consustancial con la necesidad de juego y movimiento
de los niños de esta edad, como para la puesta en marcha de los espacios de
acción y aventura (MENDIARA, 1999), una de las principales prácticas concretas
que componen mis clases de psicomotricidad natural.

Los espacios de acción y aventura se definen como un procedimiento


didáctico que utiliza la manipulación pedagógica de la circunstancia ambiental
para potenciar el juego, el aprendizaje y el desarrollo global de los niños
pequeños. Son, pues, sus objetivos:

• Que los niños jueguen y en ese jugar alcancen la autonomía, desarrollen su


capacidad creativa y potencien su adaptación al mundo exterior.
• Que los niños aprendan y en ese aprender adquieran competencias,
desarrollen capacidades y aprendan a aprender.

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• Que los niños maduren y en ese madurar desarrollen todos los aspectos
componentes de su personalidad (biológicos, cognitivos, afectivos y
sociales).
Constituyen una propuesta didáctica concreta y generalizable que tiene siete
características fundamentales:

1. Aprovecha las instalaciones y los objetos disponibles en el Centro para


construir trece grandes montajes.
Con diversos objetos y aparatos de diversa naturaleza, se confeccionan
montajes de grandes dimensiones de modo que todos los niños de una
clase puedan ocuparlos implicándose globalmente.

2. Utiliza la clasificación de los juegos de Piaget como estructura


pedagógica en la que se organizan los contenidos.
Sucesivamente a lo largo del curso se presentan los trece montajes a los
niños siguiendo un metódico orden basado en la clasificación de los
juegos de Piaget:
• Juegos de ejercicio. Cinco montajes cuya construcción pretende acercar
las actividades en el entorno natural al Centro. Se proponen elementos
materiales y motivacionales que potencian la consecución de una
creciente autonomía y autocontrol en la acción de jugar.
• Juegos simbólicos. Cinco montajes cuya construcción pretende
trasladar mundos irreales, fingidos por la fantasía, al Centro. Se
incorporan elementos materiales y motivacionales que potencian una
participación cada vez más atrevida y cada vez más creativa.
• Juegos con reglas. Tres montajes cuya construcción pretende transferir
los parques y otros lugares recreativos infantiles y sus normas al
Centro.
Se introducen elementos materiales y motivacionales que potencian una
participación cada vez más organizada.
3. Emplea la configuración de zonas de juego como principal estrategia de
intervención educativa.
En cada uno de los montajes se colocan normalmente cinco zonas de juego
ligadas entre sí y armonizadas en cuanto a presentación de proposiciones.
En total, 63 zonas de juego que, en aplicación del concepto de zona de
desarrollo próximo de Vygotsky, se convierten en auténticos instrumentos

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de ayuda altamente eficaces para el aprendizaje. Cada zona favorece el


desarrollo de capacidades y la adquisición de competencias en función de
las posibilidades de cada niño.
4. Tiene en cuenta una estudiada progresión de la dificultad.
A la hora de construir los montajes y las zonas de juego, incorpora niveles
de dificultad progresiva de modo que los alumnos tengan la posibilidad de
implicarse en espacios cada vez más inciertos y en situaciones cada vez
más complejas que les permitan acumular sucesivas experiencias de éxito.
5. Sitúa al niño como centro de atención del proceso educativo.
Cada zona de juego, en función de los materiales empleados para
construirla, de su decoración y del nombre recibido, puede incidir en todos
o especialmente en alguno de los aspectos componentes de la unidad
global del niño: factores perceptivo-motores, físico-motores y afectivo-
relacionales. Sin embargo, el centro de atención es el niño y no la zona de
juego. El maestro acepta que los niños, al jugar, puedan hacer algo distinto
de aquello para lo que el espacio ha sido concebido.
6. Considera en cada sesión tres fases: información inicial, juego activo y
verbalización final, buscando que cada niño aprenda a participar de
forma consciente en todas ellas.
En la información inicial se ofrecen a los niños las explicaciones,
orientaciones y normas relativas al montaje y las zonas de juego,
acompañadas de un importante factor motivacional: la historia ambiental
adaptada a su edad. Los datos ambientales comunican a los niños un
insospechado matiz seductor que atrae poderosamente su atención y
provoca que se interesen por lo que se puede hacer, piensen lo que van a
hacer y sientan el deseo de salir a actuar.
La fase de juego activo constituye la parte fundamental de la sesión en la
que los pequeños (solos, en colaboración con sus compañeros o con la
ayuda del maestro) desarrollan su propio programa de aprendizaje,
satisfacen su necesidad de movimiento y su curiosidad por afrontar
pequeños riesgos y salvar pequeñas dificultades, exploran sus propios
intereses, toman decisiones, ponen a prueba su responsabilidad, aprenden
cómo aprender lo que quieren saber o hacer, se involucran en el trabajo,
descubren sus posibilidades, resuelven sus problemas, se imponen un tipo
de disciplina que es reconocida y aceptada por ellos mismos y se ejercitan
en la autoevaluación.

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La verbalización final que la propuesta sugiere no es habitual en la escuela


ni en las clases de educación física. Esta verbalización supone para el niño
el recuerdo de la actividad realizada, implicación personal en la
explicación y demostración en la acción. A ello sigue inmediatamente una
valoración positiva del maestro, que pretende hacer consciente al niño del
proceso cognitivo que ha seguido. Proceso que parte muchas veces de la
fase de información inicial e implica por parte del niño: pensar lo que va a
aprender, aprenderlo, saber que lo ha aprendido, recordarlo, saber
expresarlo y demostrarlo.
7. Reconoce la importancia de la interacción del niño con sus compañeros y
con el adulto.
Si bien los montajes, las zonas de juego y los materiales tienen mucha
importancia en los espacios de acción y aventura, los niños hacen, piensan
y sienten de una manera determinada porque, entre otras cuestiones de
índole personal, están inmersos en un medio humano en el que interactúan
con el adulto y con los compañeros.
La interacción motriz que los pequeños llevan a cabo con sus propios
compañeros en la fase intermedia de la sesión resulta especialmente
potenciadora de comportamientos estimulantes del proceso de aprendizaje.
Esta dinámica de interacción es un principio básico esencial que afecta
también al proceso de crecimiento personal. La transferencia a otras
situaciones de la vida escolar y familiar es clara: si se quiere mediar en el
desarrollo madurativo de la persona total de los niños conviene potenciar
la relación con los iguales, puesto que éstos cumplen una función
trascendental para que se manifiesten y se puedan mejorar las capacidades
reales de cada uno de ellos.
Finalmente, la propuesta reconoce la necesidad de un maestro que
reflexione previamente y prepare y estimule, guíe y oriente la actividad de
los niños, ya que éstos no pueden trabajar ni organizar ellos solos el
contenido de enseñanza. Dentro de una pedagogía no directiva y de éxito,
son sus funciones como mediador las que hacen insustituible al adulto, y
junto a esas funciones, su actitud, una actitud consistente en considerar a
los niños como personas únicas que tienen un carácter peculiar, un estilo
de aprender, unas competencias previas y enormes posibilidades de
avance progresivo.

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Conclusión
Psicomotricidad solo hay una. Ámbitos de aplicación de la psicomotricidad,
enfoques, propuestas didácticas, proyectos de trabajo, prácticas y actividades
psicomotoras puede haber muchas.

El concepto de psicomotricidad educativa, que aquí se presenta, invita a la


formación de los maestros en esta disciplina. La psicomotricidad, bien entendida
y justificada de manera adecuada, debería tener mayor consideración en los
estudios conducentes a la profesión de maestro de educación infantil y primaria.
Si así fuera, los maestros de estas etapas educativas, podrían tener la oportunidad
de adquirir el talante y la capacitación requerida por la psicomotricidad para
poder manifestarla o aplicarla en su concreta faceta escolar.

La psicomotricidad natural que se defiende en este trabajo, puede constituir


un enfoque necesario para estimular la realización de actividad física en los
niveles iniciales de la escolaridad y garantizar el desarrollo armónico y
equilibrado de todos los componentes (motores, cognoscitivos y afectivo-
relacionales) de la personalidad infantil, no suficientemente cubiertos por los
enfoques funcional y relacional normalmente utilizados en la escuela como
representativos de la psicomotricidad.

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