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Conductas de Riesgo

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INTRODUCCION

Afrontar conductas de riesgo en la adolescencia es una cuestión que puede propiciarse si


conocemos el origen de estos comportamientos y practicamos ciertas pautas al relacionarnos
con nuestros jóvenes.

Una de las características psicosociales de los adolescentes que se relacionan con los
trastornos de conducta es la mayor asunción de conductas de riesgo y comportamiento
impulsivo.

Se denominan así aquellas conductas que conllevan una excitación fisiológica placentera
inmediata pero que se asocian a probables resultados indeseables, como por ejemplo: la
conducción temeraria, el consumo de sustancias, el comportamiento antisocial como robar en
grandes almacenes o el mantenimiento de relaciones sexuales sin usar métodos
anticonceptivos.

¿Cómo afrontar las conductas de riesgo en el adolescente?

• Teniendo en cuenta que muchas de las características de la asunción de conductas de riesgo


son propias del tipo de pensamiento adolescente es importante hacer conscientes a los
adolescentes de sus procesos de pensamiento y de cómo esos procesos pueden conducirlos a
una serie de consecuencias negativas a largo plazo. Por ejemplo, puede ser muy eficaz
ayudarlos a analizar algunas de las estrategias publicitarias, por ejemplo en el caso del alcohol
o en los anuncios de coches, donde aparecen en primer plano los beneficios inmediatos de
estas conductas de riesgo y una infravaloración del peligro a largo plazo, encajando por tanto
las sutilezas publicitarias con las características cognitivas de los adolescentes.

• Otra estrategia para reducir estas conductas de riesgo consiste en dar a los adolescentes
algunas alternativas más saludables para lograr los mismos objetivos que con las conductas
temerarias, por ejemplo participar en competiciones deportivas, actividades novedosas o en
deportes de riesgo. Estas actividades deportivas o de ocio, no sólo proporcionan excitación y
activación fisiológicas, sino que permiten al adolescente sentirse competente y fomentar su
identidad y autonomía.

Pautas de relación con los adolescentes

Las relaciones afectivas en la adolescencia

Uno de los aspectos relativos al afecto (entendido como cercanía emocional, apoyo y armonía)
es la enorme continuidad que se observa en las relaciones parentofiliales durante la infancia y
la adolescencia.

Es decir, los niños y niñas que sostienen intercambios cálidos y afectuosos con sus padres son
también los que mantienen una relación más estrecha cuando llega la adolescencia.
A pesar de ello, de forma evolutiva, existe un relativo distanciamiento afectivo y comunicativo
de los adolescentes (menor expresiones positivas de afecto, menor tiempo que padres e hijos
pasan juntos, menos comunicación espontánea de los adolescentes,…) que, sin embargo,
necesitan seguir sintiéndose queridos.

Demostrarles afecto verbal y físicamente es necesario para su desarrollo socioemocional y,


además, es más probable que cuando existe un clima emocional favorable se produzcan
menores problemas ante las estrategias de control parental.

Cómo conectar con los adolescentes

Se debe evitar el sermonear o referirnos siempre a nosotros cuando interactuamos con ellos
“yo a tu edad, nosotros cuando éramos jóvenes,…”.

Sin embargo, el recordar cómo éramos y como nos sentíamos en esa etapa puede ayudar a
conectar con los adolescentes.

Por ejemplo, es adecuado realizar ejercicios de autoconocimiento donde se respondan


cuestiones del tipo:

• ¿Cómo era yo a los 13 años?, …a los 15 años?, …a los 18 años?

• ¿Cuáles eran las cosas me avergonzaban más?

• ¿Qué me inquietaba más?

• ¿Cuáles problemas físicos eran los que más me preocupaban?

• ¿Qué cosas me hacían sentirme impotente, dependiente?

• ¿Cuáles cosas me gustaban más a esa edad?

• ¿Quién era mi mejor amigo/a?

• ¿Qué hacíamos juntos?

• ¿Qué tipo de cosas provocaban discusiones con mi padre, con mi madre?

• ¿Cómo me sentía con mis padres y hermanos?

La comunicación con los adolescentes

La comunicación por parte de los hijos suele experimentar un ligero deterioro en torno a la
pubertad ya que en esta etapa los adolescentes hablan menos espontáneamente de sus
asuntos y en la comunicación dirigida suelen aparecer bloqueos e interrupciones que la
dificultan.
Por parte de los padres hay que evitar errores de comunicación que suelen interferir en una
adecuada comunicación parentofilial, entre ellos:

1. Dejar que el adolescente hable, que diga lo que piensa o siente, escuchar lo que dice, dejarle
terminar. Es habitual que distorsiones cognitivas relacionadas con el papel adulto del tipo “ya
sé lo que me va a decir”, “en todos los casos suele pasar lo mismo”,… bloqueen la
comunicación interrumpiendo al adolescente sin dejarle terminar.

2. Darle importancia a lo que nos cuenta. Aunque los asuntos que les preocupan a los
adolescentes puedan ser un asunto que para los adultos no tengan la menor importancia “no
son más que tonterías, cuando sea grande se dará cuenta …”, el escucharlas con atención
cuando intentan compartirlas con sus padres, valorándolas y dándoles importancia, permitirá
que en un futuro el adolescente siga comunicándose. Si no se le da importancia, es probable
que en el futuro no retome otra vez el tema. A los padres les interesa conocer (relacionado con
el control y la supervisión) y a los adolescentes estas conversaciones les hacen sentirse
importantes/comprendidos.

3. Evitar las relaciones de comunicación “desiguales”, es decir, aquellas en que el tiempo de


comunicación entre interlocutores sea descompensado hacia el adulto (los sermones), lo que
provoca que los adolescentes respondan retrayéndose o siendo exageradamente
provocadores.

4. Las preguntas que comienzan con “por qué” o “qué has hecho” se deben evitar ya que
generalmente son consideradas como críticas. Por ejemplo, en lugar de preguntar ¿qué has
hecho? preguntar ¿qué ha pasado? Y en vez de preguntar ¿Por qué lo hiciste? se puede
recabar información con preguntas del tipo ¿Crees que podrías haber actuado de otra
manera?, ¿Cómo crees que hubieses reaccionado si…?

5. Controlar nuestros impulsos: En la comunicación con los adolescentes puede ocurrir que,
como adultos, escuchemos cosas que no nos gustan (por ejemplo, que ha faltado a una hora
de clase porque no tenía ganas de ir). En esos casos no hay que dejarse llevar por los nervios
ya que una reacción impulsiva y no razonada puede hacer que la próxima vez no confíe y, por
tanto, no exista un control/supervisión basado en la comunicación. En estos casos evitar los
gritos, las amenazas, ordenarle lo que tiene que hacer,… y cuando se esté más sereno hablar
con él/ella y explicarle qué es lo que no nos gusta. Tenemos que acostumbrarnos a que
escucharemos cosas que no nos van a gustar, pero si nos dedicamos a sancionar su conducta
de forma constante ponemos barreras de comunicación.

PREVENCION

La OMS define adolescencia como el período de vida comprendido entre los 10 y 19


años, durante esta etapa el adolescente se transforma en un individuo maduro en
sus dimensiones física, sexual, psicológica y social y establece su propia
identidad.1 La adolescencia puede ser un momento de grandes oportunidades para
niños y niñas, sin embargo exige el compromiso de la familia para superar los
peligros y vulnerabilidades propios de esta etapa y estimular el saludable
crecimiento y desarrollo con el fin de que el adolescente logre con éxito las tareas
propias de esta etapa.1-3

Las conductas de riesgo en adolescentes son determinantes en la salud, siendo las


principales responsables de la morbimortalidad en esta etapa, entre las cuales se
mencionan el consumo de drogas, embarazo precoz, mala alimentación, infecciones
de transmisión sexual, depresión y suicidio entre otras. 4-6 Estas implican un
deterioro considerable en la salud del adolescente afectando su calidad de vida, la
inserción con igualdad de oportunidades en la sociedad y gran parte de las
enfermedades crónicas no transmisibles del adulto.1,2,5

La familia juega un rol primordial en la prevención de conductas de riesgo, siendo


el primer agente protector y facilitador del desarrollo sano en el adolescente, en
cuyo interior se educa y su grado de funcionalidad permitirá que éste se convierta
en una persona autónoma, capaz de enfrentarse e integrarse a la vida. 2 En la
familia los padres y adultos significativos son fundamentales por la influencia que
ejercen en el desarrollo de hábitos de vida, formas de expresar afectos,
relacionarse con los demás, de resolver conflictos y de desarrollar conductas de
autocuidado.7-9 Los estilos de crianza parental pueden tener un efecto positivo o
negativo en la incidencia de conductas de riesgo adolescente, comprobándose que a
mayor apoyo parental y control conductual hay menor consumo de drogas,
autoagresión, violencia y depresión entre otras. 10

Estudios longitudinales demuestran que el adolescente presenta menos conductas


de riesgo cuando sus padres o tutores son capacitados entregándoles apoyo,
conocimiento y desarrollo de habilidades básicas en la crianza, tales como disciplina
consistente y apoyo afectivo, donde ambos elementos contribuyen a la adaptación
conductual y al desarrollo psicológico positivo del adolescente. 10-14

El objetivo de esta revisión bibliográfica es conocer el rol que ejerce la Familia en la


prevención de las conductas de riesgo del adolescente, con el propósito de
contribuir al conocimiento del tema e incentivar a los profesionales de la salud y
educadores que se relacionan con adolescentes a sensibilizar a la familia, acerca de
la importancia que ejercen como agentes preventivos de las conductas de riesgo,
promoviendo un entorno constructivo en la crianza de estos.

https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1132-12962013000100011

PREGUNTAS

 ¿Cuántas veces al día fumas marihuana?


 ¿A qué edad comenzaste a fumar marihuana?
 ¿Cuántas veces a la semana fumas marihuana?
 ¿Cuáles son los motivos por los que fumas marihuana?
 ¿Tienes acceso a medicamentos sin receta?
 ¿Cuales son los tipos de drogas que has probado?
 ¿Crees que tienes un problema de adicción?

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