Conductas de Riesgo
Conductas de Riesgo
Conductas de Riesgo
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INTRODUCCION
Una de las características psicosociales de los adolescentes que se relacionan con los
trastornos de conducta es la mayor asunción de conductas de riesgo y comportamiento
impulsivo.
Se denominan así aquellas conductas que conllevan una excitación fisiológica placentera
inmediata pero que se asocian a probables resultados indeseables, como por ejemplo: la
conducción temeraria, el consumo de sustancias, el comportamiento antisocial como robar en
grandes almacenes o el mantenimiento de relaciones sexuales sin usar métodos
anticonceptivos.
• Otra estrategia para reducir estas conductas de riesgo consiste en dar a los adolescentes
algunas alternativas más saludables para lograr los mismos objetivos que con las conductas
temerarias, por ejemplo participar en competiciones deportivas, actividades novedosas o en
deportes de riesgo. Estas actividades deportivas o de ocio, no sólo proporcionan excitación y
activación fisiológicas, sino que permiten al adolescente sentirse competente y fomentar su
identidad y autonomía.
Uno de los aspectos relativos al afecto (entendido como cercanía emocional, apoyo y armonía)
es la enorme continuidad que se observa en las relaciones parentofiliales durante la infancia y
la adolescencia.
Es decir, los niños y niñas que sostienen intercambios cálidos y afectuosos con sus padres son
también los que mantienen una relación más estrecha cuando llega la adolescencia.
A pesar de ello, de forma evolutiva, existe un relativo distanciamiento afectivo y comunicativo
de los adolescentes (menor expresiones positivas de afecto, menor tiempo que padres e hijos
pasan juntos, menos comunicación espontánea de los adolescentes,…) que, sin embargo,
necesitan seguir sintiéndose queridos.
Se debe evitar el sermonear o referirnos siempre a nosotros cuando interactuamos con ellos
“yo a tu edad, nosotros cuando éramos jóvenes,…”.
Sin embargo, el recordar cómo éramos y como nos sentíamos en esa etapa puede ayudar a
conectar con los adolescentes.
La comunicación por parte de los hijos suele experimentar un ligero deterioro en torno a la
pubertad ya que en esta etapa los adolescentes hablan menos espontáneamente de sus
asuntos y en la comunicación dirigida suelen aparecer bloqueos e interrupciones que la
dificultan.
Por parte de los padres hay que evitar errores de comunicación que suelen interferir en una
adecuada comunicación parentofilial, entre ellos:
1. Dejar que el adolescente hable, que diga lo que piensa o siente, escuchar lo que dice, dejarle
terminar. Es habitual que distorsiones cognitivas relacionadas con el papel adulto del tipo “ya
sé lo que me va a decir”, “en todos los casos suele pasar lo mismo”,… bloqueen la
comunicación interrumpiendo al adolescente sin dejarle terminar.
2. Darle importancia a lo que nos cuenta. Aunque los asuntos que les preocupan a los
adolescentes puedan ser un asunto que para los adultos no tengan la menor importancia “no
son más que tonterías, cuando sea grande se dará cuenta …”, el escucharlas con atención
cuando intentan compartirlas con sus padres, valorándolas y dándoles importancia, permitirá
que en un futuro el adolescente siga comunicándose. Si no se le da importancia, es probable
que en el futuro no retome otra vez el tema. A los padres les interesa conocer (relacionado con
el control y la supervisión) y a los adolescentes estas conversaciones les hacen sentirse
importantes/comprendidos.
4. Las preguntas que comienzan con “por qué” o “qué has hecho” se deben evitar ya que
generalmente son consideradas como críticas. Por ejemplo, en lugar de preguntar ¿qué has
hecho? preguntar ¿qué ha pasado? Y en vez de preguntar ¿Por qué lo hiciste? se puede
recabar información con preguntas del tipo ¿Crees que podrías haber actuado de otra
manera?, ¿Cómo crees que hubieses reaccionado si…?
5. Controlar nuestros impulsos: En la comunicación con los adolescentes puede ocurrir que,
como adultos, escuchemos cosas que no nos gustan (por ejemplo, que ha faltado a una hora
de clase porque no tenía ganas de ir). En esos casos no hay que dejarse llevar por los nervios
ya que una reacción impulsiva y no razonada puede hacer que la próxima vez no confíe y, por
tanto, no exista un control/supervisión basado en la comunicación. En estos casos evitar los
gritos, las amenazas, ordenarle lo que tiene que hacer,… y cuando se esté más sereno hablar
con él/ella y explicarle qué es lo que no nos gusta. Tenemos que acostumbrarnos a que
escucharemos cosas que no nos van a gustar, pero si nos dedicamos a sancionar su conducta
de forma constante ponemos barreras de comunicación.
PREVENCION
https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1132-12962013000100011
PREGUNTAS