El Yo y El Ello-Sigmund Freud
El Yo y El Ello-Sigmund Freud
El Yo y El Ello-Sigmund Freud
EL YO Y EL ELLO
Sigmund Freud
Con todo ello entra en cuestiones que hasta ahora no han sido
objeto de la elaboración psicoanalítica y no puede evitar rozar
algunas teorías establecidas por investigadores no analíticos o que
han dejado de serlo. Siempre he estado dispuesto a reconocer lo
que debo a otros investigadores, pero en este caso no me encuentro
obligado por ninguna tal deuda de gratitud. Si el psicoanálisis no ha
estudiado hasta ahora determinados objetos, ello no ha sido por
inadvertencia ni porque los considerara faltos de importancia, sino
porque sigue un camino determinado, que aún no le había
conducido hasta ellos. Pero, además, cuando llega a ellos se le
muestran en forma distinta que a las demás.
I. Lo consciente y lo inconsciente
Nada nuevo habremos de decir en este capítulo de introducción;
tampoco evitaremos repetir lo ya expuesto en otros lugares.
Si supiera que el presente estudio iba a ser leído por todos aquellos
a quienes interesan las cuestiones psicológicas, no me extrañaría
ver cómo una parte de mis lectores se detenía al llegar aquí y se
negaba a seguir leyendo. En efecto, para la mayoría de las
personas de cultura filosófica, la idea de un psiquismo no consciente
resulta inconcebible y la rechazan, tachándola de absurda e ilógica.
Procede esto, a mi juicio, de que tales personas no han estudiado
nunca aquellos fenómenos de la hipnosis y del sueño que, aparte
deotros muchos de naturaleza patológica, nos impone tal
concepción. En cambio, la psicología de nuestros contradictores es
absolutamente incapaz de solucionar los problemas que tales
fenómenos nos plantean.
1641 Quizá fuera más prudente decir “con los padres”, pues el
padre y la madre no son objeto de una valoración distinta antes del
descubrimiento de la diferencia de los sexos, o sea, de la falta de
pene en el femenino. Una joven casada a la que tuve hace poco en
tratamiento me comunicó que al descubrir tal referencia, no extendió
la carencia de dicho órgano a todas las mujeres, sino tan sólo a
aquellas “que nada valían”, y aún creía que su madre poseía uno
entonces. (Véase una nota en el ensayo “La organización genital
infantil”). Para simplificar nuestra exposición trataremos
exclusivamente aquí de la identificación con el padre.
exterior puede llegar al Ello sino por mediación del Yo, que
representa en él al mundo exterior. Pero no podemos hablar de una
herencia directa dentro del Yo.
Mas, por otra parte, se nos muestra el Yo como una pobre cosa
sometida a tres distintas servidumbres y amenazada por tres
diversos peligros, emanados, respectivamente, del mundo exterior,
de la libido del Yo y del rigor del superyó. Tres clases de angustia
corresponden a estos tres peligros, pues la angustia es la
manifestación de una retirada ante el peligro. En calidad de
instancia fronteriza quiere el Yo constituirse en mediador entre el
mundo exterior y el Ello, intentando adaptar el Ello al mundo exterior
y alcanzar en éste los deseos del Ello por medio de su actividad
muscular. Se conduce así como el médico en una cura analítica,
ofreciéndose al Ello como objeto de su libido a la cual procura atraer
sobre sí. Para el Ello no es sólo un auxiliar, sino un sumiso servidor
que aspira a lograr el amor de su dueño. Siempre que le es posible
procurar permanecer de acuerdo con el Ello, superpone sus
racionalizaciones preconscientes a los mandatos inconscientes del
mismo, simula una obediencia del Ello a las advertencias de la
realidad, aun en aquellos casos en los que el Ello permanece
inflexible, y disimula los conflictos del Ello con la realidad y con el
superyó. Pero su situación de mediador le hace sucumbir también, a
veces, a la tentación de mostrarse oficioso, oportunista y falso,
como el estadista que sacrifica sus principios al deseo de
conquistarse la opinión pública.