El Inconcluso
El Inconcluso
El Inconcluso
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EL IN
CON
CLUSO
Hubo un tiempo en el que creí verte en todas las cosas.
En el que abracé estatuas y comí fotografías. Dormí
con tu sombra guardada en un papelito que me diste. Y
creí hablarte y escucharte. Creí descifrarte pintando tu
recuerdo en mi pared. A tu recuerdo lo puse en un altar, y
le recé, para no tenerte miedo. Le puse una máscara a tu
retrato y le hablé en una lengua solo mía. Y no me animé
a gritarle. Tu figura se deshizo, se fue yendo bajo el agua.
Quise hacerte aparecer y no pude. Y le pegué a las paredes.
Pensé en las letras de tu nombre. Pensé en el color de tu
pelo y tampoco me acerqué. Estoy en un pantano. En un
pantano de cemento. Y los números ya no son tan reales.
Y el aire ya no se llama aire. Es tan tonto pensar asi…
...
EL INCONCLUSO
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Otro tiempo pensé que era un elegido, algo así como un ser especial,
diferenciado en tanto de lo normal que me volvía incomprensible
por todos, y que un día me recordarían, como a Van Gohg. Eso me
consolaba. Y miraba a los otros (Cómo los miraba!) y los veía con tantas
pequenísibles actitudes equivocadas que sólo yo captaba, que sólo a mi
ojo tan fino de excavabador no se escapaban, que ante mí nada podía
huir de la imperfectibilidad y la crítica ajena. Tan ajena a mi que ni al
espejo ya podía verme, porque por venganza, la muy puta, se volvía
contra mi. Pero ese tiempo terminó y ahora de nuevo, veo tan bellos a
los demás y tan horribles mis hombros.
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...
EL LABURO
En los días en que iba a laburar, en ese tiempo en que laburé para esa
mujer, entraba a punto, siempre a las 4 en punto, nunca tarde, siempre
prolijo, no sea cosa que me vieran en falta, esa falta que siempre me
acompañaba sudando despacito en las palmas rosadas. Lo que me pasa-
ba, es que hacía faltas finas que no me imaginaba. A veces uno esta que-
dando como un pelmazo, y no lo sabe (ni nunca lo va a saber), hasta que
se ve en una foto o en un video y dice, ah, mirá vos ché, ¿Este pavo soy
yo?
Esas son cosas que te cuestan caro, que te cuestan una reputación, por
ejemplarlo, y eso, de algún modo, es algo que no sale con jabón ni de un
día para otro. No se va. Es como un fantasma, un junta-polvo invisible
que te susurra en todo momento, en toda situación, en el antes y en el
después, en el espejo y en la gente, en el aire, en el agua, en el bondi, en
la cara del colectivero, en el café con leche a la mañana, en la correa del
perro, en todo. Está ahi y te dice… ¿Ves que no valés nada? ¿Cuando vas
a ser como ese otro, che, que le va tan bien, que se viste tan bien, que le
cae tan bien a la gente? Y vos miráte, si pareces un fantasma. Ahí tirado,
andás como si todo te diera lo mismo. ¿Que querés vos de la vida? ¡Eh
decime! ¿Que querés, que querés lograr? Mirate un poco cachiporro,
holgazan, sabandija. Noo, ¿vos no servís, no ves?
La cosa es así.
Esa mugre si que no te la sacás mas de encima.
La gente siempre te exige que le exijas algo a la vida. Es muy loco, pare-
ciera que ellos le exigieron a la vida, entonces ahora vos tenés que exigir-
le, lo mismo, pero en otra forma. Como una energía que te la pasan. Yo
exijo, yo consigo, ya exigí, ahora te toca exigir a vos. Y ahí esta mi “pro-
blema”. Que no le exijo nada a la vida.
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Eso es un caos, un absurdo, un agujero negro. La gente dice que eso es
un problema psicológico. Por mi parte, no estoy tan seguro que así sea.
Cuando miro al mundo me doy la razón. Aunque cuando veo a la gente
simulo tener un objetivo, y esa contradicción me mata. Voy a la facultad
a aprender arte. Al menos la universidad me permite simular ciertos ob-
jetivos, a la vez que aprendo. Un día me caliento y me vuelvo revolucio-
nario y ahí no me para nadie. Entonces voy por la calle y me preguntan
esas preguntas que todos los días se hacen miles de seres que recién se
conocen, en todo el mundo y a toda hora. Hasta cuando dormís, en un
país lejano y capitalista del Oriente desconocido, se hacen esas mismas
preguntas.
Te dicen,
¿Qué estudiás?
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...
EL NADIE
Ahí es cuando te convertís en un lobo cazador que mira a los demás sin
parar, desaforadamente, queriendo devorar y asimilar adjetivos ajenos, y
hacés todo tipo de cosas, de formas, de esfuerzos. Para que te acepten y
te digan que sí, que ya te pareces a ese tipo, a ese, al que sí lo aceptan y
entonces te reís cuando todos se ríen y te parás como todos se paran (o
como él se para) y fumas lo que todos fuman y comés lo que ellos comen
y hablas y te vestís y te peinás y haces todo lo demás como ellos lo ha-
cen.
Sólo te falta conseguir una chica como la que él tiene.
Hasta que llega un momento en el que te olvidaste de quien sos, de
todo, ya no sabés que querés hacer, que elegir, que morfar y si te ponen
una milanesa de sapo con dos huevos verdes en frente te la morfas por-
que eso está bien y es copado ser vegano y seguís adelante, tirando, si
total así podés seguir un poco mas… Si total tan mal no estás y peor se
estuvo en la guerra… Al menos morfás y tomas algo y no tenés que an-
dar pidiendo como aquel otro, que pide y se humilla y esta todo sucio.
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la amarga luz
Entonces vos vas despertando que todo es una farsa y que en esa far-
sa, vas a actuar y le vas a hacer creer a los demás que te importa lo que
hacés, que para vos tiene sentido y que es algo bueno, además. Te vas a
despertar a la mañana y vas a ir la casa de tu tía, la que se preocupa más
por vos, y te vas a hacer un mate y te encontrás que ella te esperaba con
una biblioteca viva de mandamientos desactualizados, y arranca nomás
diciendo:
¿Querés ver un poco de tele NeNe? Dale veni así compartimos un ratito.
Y vos dele con el No…
- No tía, quiero escribir.
Y ella insiste. - Pero mira. Fijáte que lindo esto. Los paisajes que pasan,
las comidas ricas, ¡Mira todo lo que podes ver! Esto es lindo nene, el tipo
se va a comer un escarabajo en el próximo bloque. Que haces leyendo
esas cosas raras que hablan de la muerte, del sexo y de anda a saber
cuantas cosas más.
Si te vieras como has cambiado…
No hay que mirar tanto lo oscuro, ahí esta el mal, eso te corrompe. Esto
es lo que tenés que mirar Romancito, las formas lindas, armoniosas, la
luz. El bien es lo que hay que hacer, y si mirás lo oscuro, ¿Como vas a
hacer el bien? ¿Y cómo vas a ir a trabajar, convertirte en un hombrecito
hecho y derecho?
-Me dijo tu tía que andás un poco raro. Que andás leyendo cosas que te
están haciendo mal.
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...
-Pero mamá, yo quiero ser escritor, como Arlt mamá, como Cortázar.
-Ma que escritor nene. Lo que vos querés ser es un vago que le dan la
comida en la boca. Te vas a morir de hambre nene. Quien te va a dar de
comer cuando yo no esté. ¿Vas a ser un parásito toda la vida? (Esa te
parte al medio)
Para vos es muy fácil ser escritor, si la que trae el pan soy yo.
Y así se iba, como quien deja una gran lección de deber y honor para su
tierra. Y yo me quedaba, más encorvado que nunca, sin saber para don-
de dispersar.
¿Y qué iba a hacer? ¿Ponerme a cortar carne? O… ¿Ponerme a fregar
vidrios para algún charlantun del barrio? Y En eso dejar mi vida y toda mi
energía, envejecer rápido, en eso, en el vidrio del turco, mientras el sigue
engordando ahí sentado, en la esquina con todos los pibes laburando
para él… y el ejercitando el pulgar, contando los billetes y mirando los
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chimentos en la tele. De vez en cuando se inspira y les pega un grito a
sus dependientes, los amenaza el muy turro, porque los tiene bien corti-
tos. En realidad les advierte, porque ellos no amenazan, (los patrones no
amenazan) les advierte que los va a dejar en la calle si no se mueven más
rápido y los pibes ahí nomás meta apilar cajones de verdura y separar las
papas limpias de las sucias. Y todos se quedan serenitos, si los vieras ché,
te da una mezcla rara de piedad y orgullo
¡Qué ejemplares Mama mia!
Con la cara chata de tan poco amor.
O sino puedo ponerme a freir milanesas, o lavar platos, en la cueva de
acá abajo, que está llena de cucarachas. Todo eso porque me tocó nacer
sin el dinero que tienen los del otro lado, esos que nunca lavan una copa
y se quejan si está manchada un poquito. ¡Cómo se quejan! (Sólo a ellos
les ha sido asignado por Dios el derecho de quejarse) Si este año no
ganaron un millón dicen que las cosas van mal, que hay que cambiar el
gobierno, que el país es una verguenza, y dicen que se preocupan. Pero
en realidad gozan de decir que se preocupan, como si eso los hiciera mas
seres humanos o más importatatatantes, porque en realidad no quieren
compartir lo que tienen si al otro le falta, lo que quieren es ser más im-
portatatatantes y me pongo tartamudo de rabia para decir esa palabra y
no me sale.
Y mi vieja vuelve del laburo, y yo recién recupero el aliento y empiezaba
a escribir algo, a armar un bosquejito.
-Qué pena me das Ramoncito, ahí tirado, como dormido. Pidiendo co-
mida. Parecés un mendigo, en tu propia casa. Laburá Ramon, que eso es
bueno. Que el laburo dignifica. Agarrá cualquier cosa, lo que te dén.
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...
Yo no puedo seguir laburando así para darte de comer Ramón. Tenés que
entender, si fuéramos de esas familias, que no tienen que laburar para
comer, sería distinto. Pero que vas a hacer Ramón. La vida es así.
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el esclavo
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...
Son las 12.43 de l mediodía. Tengo olor a zorrino de tanto caminar. Estoy
cansado, con sed y hambre. Estoy volviendo a casa. Veo un cartel en un
local de comida china.
La comida es algo tan caro y tan importante, a veces pienso que no de-
bería ser así. Que uno tendría que poder tener un acceso a la comida
más fácil. Pienso que tal vez uno podría ir a una huerta comunitaria, algo
comunal como en la edad media, y llevarse zanahorias y papas, comer-
las y punto. A veces pienso que robar comida no es vergonzoso. A veces
me hago tantos sueños con que la vida puede ser de otra forma. Soy tan
platónico, con eso de que las ideas se cumplen, con esos sueños. Pero
después me miro y me veo que sueño y que después tengo que desper-
tar y ver lo que hay, lo que puedo hacer hoy. Y sigo pelando pollos y hago
todo lo que me diga este chino porque si no de nuevo la misma historia
al llegar a casa, la cara de la viejita y el sermón nocturno.
¿Me pagará el chino antes de irme?
Siempre tienen ese poder sobre vos. Que mágico es el dinero. Un don
nadie (en la China) puede ser dueño de mi tiempo en mi país. Las cosas
son muy ficticias tal vez, porque si yo no tuviera hambre, no le diría:
- Si jefe.
mer dia de laburo y contarle a mi vieja que hoy ya no me tiene que dar
de comer, que ya comí y que hasta le puedo convidar yo esta vez. Le voy
a llevar una milanesa. Una suprema.
En una de esas, me mandé para la cocina y vi lo que ahí sucedía. Había
2 chinos, como con sombrero pero no. No tenían sombrero. Cocinaban
a toda velocidad con unos woks gigantes y las llamas que salían de la
cocina eran las más grandes que había visto en mi vida, llegué a pensar
que habían traído un dragón de oriente y lo tenían escondido y esclavi-
zado. Estos tipos se las ingenian bien en todo lo que les signifique aho-
rro. Cuando el jefe me vio me puso a las órdenes del otro. Este no era el
tronpa, este era el jefe. Era distinto, el tronpa no se ensuciaba las manos,
tocaba plata nomas. Este estaba tocando todas las cosas. Chivaba frente
al fuego y le daba un goce todo eso, que no te lo puedo ni explicar.
Yo, humildemente empecé a estar cerca de él. Me parecía que así iba a
aprender más rápido. Creo que a su forma el tipo, aunque durísimo, em-
pezó a tomarme cierto cariñó. En una de esas, entre corrida y corrida,
me bautizó. “Pingo” me puso. Peor que a una mula me trataba, porque
una mula tiene más dignidad, se retoba y no camina más y no explica
con palabras. Pero un humano esta aprendido a callarse y masticar bron-
ca por un tiempo que ni se imagina uno que va a aguantar, y aguanta, y
aguanta...
Pingo, Vení! Pingo pa ca, pingo pa llá! Y me mandaba al salón con la
fuente caliente y yo corriendo para que no se enoje. Como se reía el chi-
no. Se hacía un festín con mi blandura. Un día me dió a cortar las papas,
y me dio una cuchilla cuadrada, como esas de carniceros ¿viste? Maaáá-
mita!! Con qué ganas!! Se me figuraba el cuello venoso del chino y meta
una papa y meta la otra y dale que va! zas! zas! meta papa nomás!
Me tuvo que pedir que frene. Que le de mas suave. ¿A mi? ¿Que había
aprendido de él?
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Creo que le dio miedo ver que tan rápido me mimetizaba en su vorágine,
hasta le dio una vergüenza oculta, rara en un chino, que se avergüenzan
distinto, no tienen esa culpa cristiana, pero así fue. Yo creía que así, dán-
dole con la misma bronca que el le daba, el tipo me iba a respetar, iba
a ver que yo laburaba, que había conseguido su estilo, y que no estaba
para jodas.
Que no me gustaba que me diga Pingo
Aunque en parte…
Al menos tenía nombre.
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...
en la calle
Así es la gente.
22
...
en la cama
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un día mas
Pero yo no.
Y yo también.
Yo estoy naciendo.
El misterio de vivir.
Empapado de ciudad.
Vivo.
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la renuncia
Ya llevaba una semana pero pensaba que había pasado un año. Ya labu-
raba al lado del jefe. Me decía Pingo a cada rato. Había mirado sus tru-
cos, sus formas, sus mañas, su velocidad. Estos tipos no joden. Por eso te
cobran barato, porque las manos les vuelan. Hacen todo en segundos. Ni
cuenta te das. Y yo iba agarrando el ritmo, a pesar de mi calma latina, iba
metiéndole mano al asunto. Ellos te ven como a un ser en cámara lenta.
Igual hacía todo lo que me pedían, pelaba papas, zanahorias, empanaba
milanesas, cerraba empanaditas, limpiaba el piso, todo. Creo que si me
hubieran pedido que baile para ellos lo hubiera hecho.
Lo importante era laburar, lo importante era que la vieja no me tenía que
dar el morfi. Eso era en lo que tenía que pensar. Tenia que estar concen-
trado, enfocado en eso. Lo demás era lo de menos, lo importante era lo
único importante. Y cuando el mango aprieta, no queda otra. Hay que
madrugar para que dios te ayude. Y dios no te ayuda un carajo si no ha-
cés lo que te dice el tronpa.
cuando le digas que duraste una semana. Te va a mirar otra vez como an-
tes. Como al nene, al potrillito que no puede pastorear solito y le tienen
que llevar la comida masticadita. Un potrillito pichón, que ni para comer
se consigue. Y no te van a entender.
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Pero no se puede vivir así.
Penando y penando.
Yo me rajo de acá.
Y bien merecido lo tiene el joe puta, aunque no me va a extrañar.
Esto es por dignidad.
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...
el fin
Pasaron ya dos meses desde que me fui de ahí. Pareciera que todavía
no me doy cuenta. Duermo, de vez en cuando, hasta el mediodía, como
compensando todas esas horas y a veces quiero levantarme temprano,
como para no sentirme tan mal, todavía tengo un jefe adentro mío. To-
davía no murió.
Pero después pienso ¿Para qué?
No hay nada allá afuera que me incite a moverme y más prefiero quedar-
me aquí que salir y ponerme en el blanco de los cazadores de inocentes.
Mi vieja ya no me dice que no tiene plata para darme de comer, porque
con lo que junté ahí, todavía me las arreglo para morfar. Y además, ahora
ya sabe que yo puedo laburar, que aunque no me guste, me las puedo
arreglar, lo sabe bien y yo también.
Pero ¿Para qué?
Estoy escribiendo, ahora si. Todo ese tiempo aguantando y ahora si. Es-
cribiendo. Mascando mierda en esa cueva, guardando peso por peso. Y
ahora si. Escribiendo. ¡Que lujo ché! ¡Si me vieran! ¡Ahhh ni se imaginan!
No se imaginan el lujo que es esto de hablarle a una hoja. De dejar tus
pensamientos hechos palabra, y después imprentos en una hoja. Y el
papel, ahh, el papel es la mejor parte! Ver el escrito en el papel y dárselo
a alguien y que se quede calladito leyendo como absorbido y compren-
diéndote. Es un lujo que muy pocos conocen, porque no se vende. Se
hace, simplemente, se hace.
Y cuando alguno me mira con esos ojos juzgadores y me dice lo que yo
tendría que hacer, lo mando a sabes donde? ¿Sabés a donde lo mando?
No importa a donde, pero lo mando, esta vez lo mando yo. No me man-
da el.
En realidad, es mentira que lo mando, yo no mando a nadie. Pero los
esquivo con una rapidez bárbara. Los veo en todos lados. Son secuaces
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del gran hermano cumpliendo su rol espía y adoctrinador. Y me alejo de
ellos tan pronto como los veo. No les permito que se me acerquen. Los
identifico con facilidad a esos amarillentos y repugnantes que se dicen
“ciudadanos de bien” y ahí mismo cuando vos te crees que ellos son el
bien, ahí mismo te lo ensartan. Y a laburar se ha dicho. Y después de 20
años de lo mismo, te acordas que tenés una vida propia, que tus manos
se mueven por si solas y que no necesitas un jefe que te diga que las
muevas. Y ahí caes de todo. De que fuiste toda la vida un laburante me-
dio, un argentino más que disfruto de la abundancia de su tierra, más
nada dejó, más nada hizo por los demás y nadie se va a acordar. Y ahí,
tal vez ahí, sea cuando empieza la vida. Tal vez, la gente nace de vieja y
muere de chiquita.
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