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LIBRO-Isaias Discapacidad

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Fonoaudiología:

el cuidado
de la comunicación humana
en diversos contextos
de intervención
Isaias, Ana Clara
Fonoaudiología : el cuidado de la comunicación humana en diversos contextos de interven-
ción / Ana Clara Isaias ; compilación de Campra, Ma. Carolina. - 1a ed. - Rosario : Laborde Libros
Editor, 2023.
476 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-677-432-1

1. Salud. 2. Fonoaudiología. 3. Comunicación. I. Título.


CDD 617.8

Fonoaudiología: el cuidado de la comunicación humana en diversos contextos


de intervención.

Primera edición Junio 2023


Laborde Libros Editor. 3 de Febrero 1065. Rosario, Santa Fe, Argentina.

Idea y realización:
Dirección de la Escuela de Fonoaudiología
de la Facultad de Ciencias Médicas (UNR).
Lic. Ma. Carolina Campra
Lic. Ana Clara Isaias
Compilación:
Lic. Paola Muscolini
Colaboración:
Lic. Manuela Lucero
Lic. Antonela Bécares
Corrección:
Lic. Marcela Alemandi
Diseño gráfico:
D.G. Carolina Manrique
Instagram: fonoaudiologia.csmed
Facebook: Escuela de Fonoaudiología – Rosario
Correo de contacto: actividadesfonounr@gmail.com
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera
alguna, ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o fotoco-
pias, sin la citación y permiso previo correspondientes, del/los editor/es.
Parte V

La fonoaudiología y los avances


en la construcción
de nuevos conocimientos

379
"Una nueva conciencia empieza a surgir: el hombre,
enfrentado a las incertidumbres por todos los lados,
es arrastrado hacia una nueva aventura. ... la educa-
ción del futuro debe volver sobre las incertidumbres
ligadas al conocimiento."

Edgar Morin

380
Ana Clara Isaias

El abordaje de las personas


con discapacidad, hacia una clínica
ampliada
Ana Clara Isaias

Introducción
A lo largo de la historia, han existido distintas miradas sobre la
discapacidad, que han determinado diferentes modos de concep-
tualizarla. En este capítulo se retoman enfoques históricos que per-
miten comprender las diferentes tensiones entre estos paradigmas y
las intervenciones clínicas posibles. (Aguado Díaz, 1995; Palacios,
2008; Rossito, 2012; Palacios y Romañach, 2008; Valencia, 2014)
La Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas
con Discapacidad (2006) plantea que la Discapacidad es una cons-
trucción social y no un atributo de la persona, instalando la discu-
sión en el orden de la diversidad. (ONU, 2006)
Desde esta perspectiva, se busca identificar las barreras que inte-
raccionan con las personas con discapacidad a los fines de lograr la
plena inclusión de las PCD. (Boggino y Boggino, 2013- Connell,
2009- Boggino y Boggino 2018- Borsani, 2020, Sinisi 2010, Skliar
2008- Skliar 2014)
Ahora bien, si hablamos de inclusión es porque existe un grupo
poblacional que está excluido, que circula por carriles diferenciados
(Sempertegui, 2016). Al decir de este autor, la vida de las PCD tras-
curre en un espacio diferente del “carril central” donde suceden la
mayoría de las actividades de las personas sin discapacidad.
En este sentido, la esfera de la salud se constituye en un carril
exclusivo- excluyente donde las PCD pasan gran parte su tiempo.
¿Cómo pensar estrategias clínicas no-excluyentes? ¿Cómo diseñar
una práctica fonoaudiológica por fuera del modelo medico hege-

391
Parte V

mónico?
Por su puesto que no estamos planteando negar del derecho a la
salud de las PCD, muchas de ellas necesitan de apoyos médicos y de
otros profesionales de la salud, de forma más o menos intensiva. Lo
que aquí se plantea es el peligro de generalizar las estrategias sanita-
rias a todas las esferas de la vida de la persona. De este modo, corre-
mos el riesgo de menoscabar el goce del ocio, el deporte, la cultura,
el arte, el turismo, limitando todas estas actividades al ámbito de la
habilitación o rehabilitación.

Entre el pasado y el presente, la construcción social


del concepto de discapacidad
Al decir de Aguado Díaz (1995) cada sociedad tiene en cada
momento histórico determinadas necesidades y valores sociales, en
función de los cuales se establece lo que es adecuado socialmente y
lo que resulta inadecuado (diferencia). En este sentido, resulta inte-
resante la cronología que propone Palacios (2008) en relación a las
miradas que se han tenido en diferentes contextos respecto de las
PCD.

a. EL MODELO DE PRESCINDENCIA
Tiene su origen en la antigüedad, Grecia y Roma y se proyec-
ta en la Edad Media. Algunas prácticas basadas en este modelo son
recuperadas en ciertas ideologías políticas, tales como el nazismo a
mediados del siglo XX. Sus presupuestos esenciales tienen que ver,
por una parte, con la justificación religiosa de la discapacidad, y por
otro, la consideración de que la persona con discapacidad no tiene
nada que aportar a la comunidad. Desde esta mirada, se asume que
las causas que dan origen a la discapacidad son religiosas: un castigo
de los dioses por un pecado cometido generalmente por los padres
de la persona con discapacidad, o una advertencia de los dioses acer-

392
Ana Clara Isaias

ca de que la alianza se encuentra rota y que se avecina una catástrofe.


Por otro lado, se parte de la idea de que la persona con discapaci-
dad es un ser improductivo y una carga para sus padres y la comu-
nidad. Este modelo tomó diferentes matices a lo largo de la historia,
desde la eugenesia hasta la marginación.

b. EL MODELO MÉDICO- REHABILITADOR


Este modelo asigna causas científicas a la discapacidad, en gene-
ral con gran énfasis en los componentes biológicos del proceso sa-
lud/ enfermedad. Surge a finales del siglo XIX y se profundiza con
los avances de la medicina de la posguerra en Europa (Aguado Díaz,
1995).
Por otra parte, se entiende que las personas con discapacidad tie-
nen algo que aportar a la sociedad, en la medida en que sean “nor-
malizadas” previamente. Es decir, busca que la persona logre asimi-
larse, acercarse lo más posible a la media.
Con la modernidad, se profundiza la institucionalización, la
creación de hospitales y manicomios para tratar (separadamente) a
las personas con problemas de salud. Con la separación de la Iglesia
y el Estado, estas instituciones se separan de la gestión clerical y le
corresponde al Estado velar por las personas con discapacidad.
Se comienza a considerar que las personas con dificultades men-
tales o físicas podían mejorar y por ello eran sometidas a diferentes
tratamientos, lo cual resulta superador del concepto de dar asilo,
ya que el concepto de rehabilitación se amplía a variables sociales y
psicológicas, expandiendo el término original ligado a fenómenos
físicos.
Al asignar la discapacidad un origen biológico, se fomentan po-
líticas de prevención, tratamiento y rehabilitación y, la educación
especial se convierte en una herramienta ineludible en dicho cami-
no de recuperación, así como la institucionalización. También se

393
Parte V

empiezan a desarrollar instituciones que dan asilo en hospitales u


hogares.
Es decir que, desde esta perspectiva la PCD está limitada para
participar plenamente de la vida social. Esta suposición implica una
identificación de la discapacidad con la enfermedad. El Estado debe
poner a disposición de estas personas la asistencia pública, el trabajo
protegido, la educación especializada, etc.
Cabe destacar que estas son prácticas que van en contra de la in-
clusión, ya que lo alejan de experiencias sociales y de aprendizaje en
su comunidad, así como de tiempo de calidad con su familia.

c. MODELO SOCIAL
En la década del sesenta en Europa y Estados Unidos empiezan
las luchas de las minorías para reclamar derechos civiles. Empiezan a
surgir entonces políticas dirigidas a estos grupos, así como leyes que
van en el sentido de la protección y rehabilitación de las personas
con diferentes deficiencias.
En este paradigma ubicamos algunos movimientos que aporta-
ron a la construcción del modelo social.
• Movimiento independiente: surge como crítica a la institucio-
nalización y a la excesiva dependencia de ciertas personas con dis-
capacidad a sus familias o a los equipos terapéuticos. Propone que
las personas con discapacidad tengan derecho a tomar decisiones
respecto a donde y con quien vivir.
• Movimiento social (de las barreras): Influenciado por el movi-
miento de vida independiente, que tuvo lugar en Estados Unidos,
en Europa surge un grupo militante que plantea que la discapacidad
no puede circunscribirse a cuestiones de salud. En primera instancia
propone que esta problemática debe ser abordada holísticamente.
Ellos exigen políticas que protejan los derechos humanos y la digni-
dad de las personas, incluyendo la igualdad de oportunidades.

394
Ana Clara Isaias

En 2006, como resultado de la militancia de colectivos de per-


sonas con Discapacidad, los Estados parte de la ONU firman un
tratado internacional que tiene por finalidad garantizar una serie
de derechos a las personas con discapacidad, que incluye dentro de
este grupo “(…) a aquellas que tengan deficiencias físicas, mentales,
intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diver-
sas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la
sociedad, en igualdad de condiciones con las demás” (ONU, 2006,
p. 4).
Desde esta perspectiva el problema no reside en la persona que
tiene una condición física determinada, sino en entorno. Las perso-
nas con discapacidad pueden aportar a la comunidad en igual medi-
da que las personas sin discapacidad.

d. MODELO DE LA DIVERSIDAD
Este paradigma propone salir del concepto de deficiencia que
está implícito en los tres modelos anteriores, para pensar en la di-
versidad.
El término “diversidad funcional” se refiere a personas realizan
las actividades cotidianas de manera diferente de la mayoría de la
sociedad, por lo tanto, no se trata de personas imperfectas, que de-
bemos arreglar.
Entendemos que las mujeres y hombres con diversidad funcio-
nal tienen que ver con sociedades que, siendo intrínsecamente
imperfectas, han establecido un modelo de perfección al que
ningún miembro concreto de ellas tiene acceso, y que definen
la manera de ser física, sensorial o psicológicamente, y las reglas
de funcionamiento social. Y que este modelo está relacionado
con las ideas de perfección y “normalidad” establecidas por un
amplio sector que tiene poder y por el concepto de mayorías
meramente cuantitativas (Romañach y Lobato, 2005, p. 3).

395
Parte V

Consideramos que ésta constituye una perspectiva superadora;


en tanto los modelos anteriores trabajan con fuerza el ámbito de la
dignidad jurídica y la han convertido en una cuestión de Derechos
Humanos, mientras que este último paradigma enfatiza el ámbito
moral de la persona, su dignidad intrínseca como ser humano.
Como venimos planteando, la dimensión histórica de la cons-
trucción social de la representación del otro como sujeto con disca-
pacidad, deja sus “vestigios” en el presente. En este sentido, se trata
de un pasado presentificado, en tanto reconocimiento de que las
actitudes y asignación de lugares sociales excluyentes o inclusivos
que se sucedieron a lo largo de la historia pueden seguir teniendo
presencia en el momento actual. (Perino, en prensa)
Es decir, podemos encontrar muestras de los diferentes paradig-
mas en la actualidad; por ejemplo, en ciertas prácticas sociales, en
el discurso, en el modo en el que son nombradas las PCD, etc. Las
prácticas clínicas no escapan a este fenómeno, y muchas veces mues-
tran la adherencia de los profesionales de la salud al modelo médico
de la discapacidad.
Castel (citado en Rattero, 2011) propone tres formas cualitati-
vamente diferentes de exclusión: las vinculadas al exterminio o ex-
pulsión; las que se basan en mecanismos de confinamiento o reclu-
sión y, el proceso de “segregar incluyendo”. Este último mecanismo
tiene vigencia en la actualidad y consiste en categorizar a una serie
de sujetos de manera inferiorizante o subalterna; por lo que la socie-
dad encuentra formas de que esas personas participen de “ciertos”
espacios “controlados” de la vida social (Rattero, 2011).
Por su parte, Skliar (2015) distingue las “diferencias” del “diferen-
cialismo”. Mientras que las primeras nunca podrían ser descriptas
como mejores o peores, superiores o inferiores, ya que pertenecen
a la vasta complejidad de lo humano; el “diferencialismo” se mani-
fiesta como forma de categorización, separación y disminución de

396
Ana Clara Isaias

algunas marcas identitarias que ubican a grupos de personas como


“inferiores” a la norma.
¿Cómo diseñar entonces intervenciones clínicas respetuosas de
la diversidad? ¿Cómo pensarnos como terapeutas por fuera de las
prácticas reparativas?
La primera pista por la que podemos ubicar nuestra interven-
ción es la pensar un “sujeto situado”. En este sentido, podemos
contemplar más que sus síntomas comunicativo- lingüísticos, sus
particularidades biológicas, psicológicas y cognitivas; todas lecturas
necesarias en el abordaje fonoaudiológico, pero no suficientes. Cen-
trar la acción clínica sobre el sujeto concreto, implica además consi-
derar que su cuerpo y su dinámica corporal están marcados por una
singularidad, en un contexto dado social específico (De Sousa Cam-
pos, 1996- 1997). Esta mirada requiere, además, contemplarlo en su
integralidad, como humano, como ser físico y espiritual, sujetado a
una cultura determinada, en un momento histórico, etc.
En el caso de las PCD, muchas veces el diagnóstico queda por de-
lante del sujeto, la persona deja de tener un nombre, una identidad,
un padecimiento, se convierte en esa categoría médica o clínica… el
sujeto se invisibiliza.
Es como si la dolencia ocupara toda la personalidad, todo el
cuerpo, todo el Ser del enfermo. Su paciente con nombre y
apellido desaparecerá para dar lugar a un psicótico, a un hi-
pertenso, un canceroso o a un quejoso múltiple cuando no se
acierta de inmediato con algún diagnóstico (De Sousa Cam-
pos, 1996- 1997, p. 3)

La segunda clave para pensar en una clínica ampliada es el con-


cepto de interdisciplina.

La interdisciplinariedad es un posicionamiento, no una teoría

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Parte V

unívoca. Ese posicionamiento obliga básicamente a reconocer


la incompletud de las herramientas de cada disciplina. Legiti-
ma algo que existía previamente: las importaciones de un cam-
po a otro, la multireferencialidad teórica en el abordaje de los
problemas y la existencia de corrientes de pensamiento subte-
rráneas —de época— atravesando distintos saberes disciplina-
rios”. (Stolkiner, 2005, p. 5)
La actividad interdisciplinaria se inscribe en la acción cooperati-
va, requiere por tanto de espacios y tiempos compartidos para po-
der pensar en conjunto las intervenciones posibles. En este sentido,
y considerando al sujeto de atención en su integralidad, podremos
entramar dispositivos superadores de las propuestas disciplinares…
¿tradicionales?
Los abordajes interdisciplinares se articulan muchas veces en
dispositivos interinstitucionales que configuran verdaderas redes,
configuraciones con gran potencia para la construcción de estrate-
gias habilitantes en relación a la comunicación y a la constitución
subjetiva de las PCD.
Las redes son, antes que nada, formas de interacción social,
espacios sociales de convivencia y conectividad. Se definen
fundamentalmente por los intercambios dinámicos entre los
sujetos que las forman. Las redes son sistemas abiertos y hori-
zontales, y aglutinan a conjuntos de personas que se identifi-
can con las mismas necesidades y problemáticas. (Rizzo Gar-
cía, 2014, p. 1).
En este caso, las redes se constituyen para dar respuesta a las ne-
cesidades de un sujeto que realiza una demanda al sistema de salud:
y permiten a un grupo de personas potenciar sus recursos y contri-
buir a la resolución de problemas. Éstas se organizan mediante la
estructuración de vínculos entre personas con intereses y preocu-
paciones comunes y proponen una alternativa a esta forma de orga-

398
Ana Clara Isaias

nización que pueda hacer frente a las situaciones de fragmentación


y desarticulación que se vive en la actualidad y son únicas de cada
situación clínica en particular (Castillo Trigo, 2009).
Ahora bien, estas conexiones exceden el sistema de salud, y se
intrincan con otros sectores, para compartir información, cooperar,
coordinar e integrar acciones destinadas a mejorar las condiciones
de salud de la población, por lo que muchas veces las redes se inscri-
ben en una lógica intersectorial (Isaias, 2020).
Entendemos la intersectorialidad como la intervención coordi-
nada de instituciones representativas de más de un sector social, en
acciones destinadas, total o parcialmente, a tratar los problemas vin-
culados con la salud, el bienestar y la calidad de vida (Flacso, 2015
en OPS, 2017). El trabajo intersectorial permite la participación de
instituciones de la sociedad civil, tales como bibliotecas, vecinales,
clubes u otros espacios donde las personas sin discapacidad circu-
lan, y a las que debieran acceder las PCD. Surgen entonces inter-
venciones vinculadas a la salud y al ocio; y no necesariamente a la
enfermedad/patología, que permiten abordajes integrales y territo-
riales. Es decir que, este tipo de propuestas apuntan a establecer co-
nexiones entre actores heterogéneos que aportan a la construcción
de inter- prácticas1 en el marco de una clínica ampliada de las PCD
(Isaias, 2021- en prensa).

A modo de conclusión
Las PCD han sido objeto de estigmatizaciones a lo largo de la
historia, cuyas marcas podemos observar en el presente. El concepto
de estigma y el concomitante proceso de estigmatización, acuñado

―――――
1 Término utilizado por Stolkiner(2005) Interdisciplina y salud mental. IX Jornadas Na-
cionales de salud mental I Jornadas provinciales de psicología salud mental y mundialización:
estrategias posibles en la argentina de hoy 7 y 8 de octubre 2005. Posadas. Pp 1.

399
Parte V

por Goffman (1963, citado en Ponce de Perino, 2021), indica la


pertinencia a un grupo social desvalorizado por cuestiones étnicas,
religiosas o de nacionalidad, por cuestiones físicas determinadas
o psicológicas tales como carácter, niveles cognitivos y despliegue
emocional (Ponce de Perino, 2021).
Los circuitos especializados por donde trascurre la vida de las
PCD, aparecen como un mundo paralelo, conformado por espa-
cios segregados, diferenciados de los espacios comunes, donde un
grupo de personas -por lo general profesionales de la salud y de la
rehabilitación- deciden por ellos, qué hacer, cómo, cuándo, dónde
y con quiénes (Sempertegui, 2012).
Estas afirmaciones logran un efecto tranquilizador, ya que se tra-
ta de lugares especializados, donde se le va a dar lo que necesitan y
van a estar cuidados. El discurso social de la tolerancia tiene esta
doble faz: por un lado, se presenta como un manto de protección
en relación a la PCD y al mismo tiempo: brinda protección al con-
junto social al resguardarlos de una presencia que puede resultar
incómoda, amenazante o perturbadora, porque rompen con “el es-
pejismo de la normalidad”. (Skliar, 2002 en Ponce de Perino, 2021)
Sempertegui (2021) utiliza la metáfora de las vías de circulación
de automóviles, para ilustrar el proceso de exclusión del que son ob-
jeto las PCD. Imaginemos que existe una gran vía - la corriente prin-
cipal de la vida social- que incluye espacios comunes de recreación,
educación, capacitación, las instituciones que nos brindan servicios
de salud, culturales, espacios de consumo, de producción, etc. Y,
además, a un costado de esta vía central, encontramos un carril se-
lectivo, un carril exclusivo, en el que acontece la vida de la población
calificada como discapacitada. Ahí encontramos las Escuelas Espe-
ciales, los Institutos Especiales, los Talleres Protegidos de Produc-
ción, las Instituciones de Rehabilitación, Centros Educativo- Tera-
péuticos, Centros de día, etc.

400
Ana Clara Isaias

Como fonoaudiólogos/as formamos parte del sector salud, por


lo que debemos tener cuidado de no caer en la trampa; para dise-
ñar dispositivos de abordaje ampliados, pensados como espacios de
producción de relaciones que adquieren sentido a la luz de los pro-
blemas de cada sujeto, de cada familia, de cada comunidad (Fagioli,
2021).
Estos carriles “diferenciados” ponen el énfasis en variables bio-
médicas, orientan las practicas a la asistencia de la enfermedad, las
que ocupan mucho tiempo de la vida de la persona, incluso llegan-
do a la institucionalización. Esto es una marca del modelo médico,
que nos impide pensar en la persona, ya que solo nos permite ver la
enfermedad.
Diseñar un abordaje que contemple la complejidad humana,
que no la cercene o la limite a su dimensión físico- química; requie-
re comprender la multidimensionalidad como inherente a los fenó-
menos comunicativos. Requiere aceptar la incertidumbre (Morín,
1994) y poder ubicarnos en el campo de la duda, del no saber o del
“intersaber” (Stolkiner, 2005). Consideramos que todas estas accio-
nes que nos corren del lugar del “saber/poder” pueden ser claves
para trabajar por fuera del paradigma médico. Estas reflexiones bus-
can funcionar como una clave de sol, es decir, como signo que orga-
niza y orienta una serie de prácticas, que se pretenden respetuosas,
planteadas desde la horizontalidad y la humildad de todo abordaje
humanizado (Rueda Castro et al, 2018).

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Datos de la autora

Ana Clara Isaias es Licenciada en Fonoaudiologia (FCM,


UNR) y doctoranda en Educación (FHyA, UNR) con expe-
riencia en docencia universitaria e investigación. Profesora Ti-
tular de Metodologias de la Investigación, carrera Licenciatura
en Fonoaudiologia.
Trabajó en el Hospital de niños Zona Norte en clinica del len-
guaje y fue secretaria del Comité de Docencia en Investigacion.
Miembro FOIN y CIFUNyP.
Co- Directora del posgrado “Abordaje Interdisciplinario de la
Discapacidad” y Vice directora de la Licenciatura en Fonoau-
diologia, FCM, UNR.

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