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Juramento

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Juramento.

Bajo nubes grises de tormenta, un relámpago enciende la chispa que


detona la caída de miles de gotas de lluvia.

Una tras otra, al descender dibujan el contorno de la escena


postrada ante tus ojos.

Un lugar de eterno descanso; edificios deteriorados por el tiempo;


árboles envueltos por una densa neblina que los convierte en fantasmas
grises.

Lápidas teñidas por la maleza; epitafios dedicados a seres queridos


que ya no están; escenarios grises repletos de corredores que llevan a
ningún sitio y a todos lados bajo un silencio sepulcral; armonía que se
rompe gracias al chirriante sonido que emana de una silla de ruedas al
andar; cacharro que sirve de base para mantener a flote la vida de un
hombre que está por extinguirse; Un hombre que lo ha perdido todo;
emociones frustradas flotan en el ambiente, vibraciones que armonizan
perfectamente con la locación.

Sobre la silla de ruedas se encuentra postrado el cuerpo de Víctor


Abel Kaas Holstein, investigador y escritor de profesión (quien obtuvo
bastante renombre tras descubrir el misterio que ocultaba la desaparición
de una docena de mujeres en el Ciudad de Neverwinter), faena que le
encamino justo al destino en el que hoy se encuentra.

Tras su última publicación en el diario denominado “El Dragón


Durmiente”, un periódico de bastante popularidad a lo largo de la Costa
de la Espada, el infortunio se ubicó a la vida del escritor.

Todo ello resultó gracias a la última de sus publicaciones la cual


denominó “Entes de sombra ocultos a la vista de un pueblo cegado por los
placeres primarios”, noticia que se acuñó como pan caliente en las calles
de las principales ciudades de todo el reino.

Lo anterior en virtud, de que entre sus párrafos se expuso a


diversas celebridades de alto renombre, sujetos con un estatus social
bastante elevado, algunos inclusive integrantes del clero, los cuales
fueron vinculados con rituales de magia negra, demonios y pactos de
sangre.

Como consecuencia de ello, hace tres años, mientras todos dormían en


el hogar de los Holstein, la muerte arribó vestida en mantos de sombras,
bajo un mar grisáceo de neblina que lo recubrió todo; esgrimiendo una
bien poblada sonrisa repleta dientes afilados, de sus fauces emanaba el
hedor a carne en descomposición, mientras que sus ojos entonaban el
fervor de un fuego infernal, cuyas flamas bañaron cada rincón del lugar.

Gritos de desesperación; llamaradas fatuas usurpando cualquier


ápice de razón; el sonido de una hoja bien afilada rompiendo el vacío del
aire; suplicas inaudibles; sollozos entonados en forma de plegaria; y
luego, luego sobrevino el silencio, acompañado por un dolor punzante
situado a la altura del corazón.

Al día de hoy, yacen dos lápidas postradas frente al hombre que lo


ha perdido todo; una de las tumbas resulta ser visiblemente más grande
que la otra, En la primera descansa el cuerpo mujer de mediana edad (su
esposa), mientras que en la otra se encuentran los restos de una menor
(su hija.

Segado por la tristeza, el desasosiego de Holstein golpea


fuertemente contra su pecho en forma de arritmia; la lluvia aún cae, no
con la misma intensidad, sin embargo, la frialdad de sus gotas resulta
insuficiente para calmar el infierno que arde en su interior;
pensamientos vacíos, cobardes y llenos de culpa acongojan su mente,
irrumpiendo en su cabeza, nublando con ello cualquier dejo de raciocinio,
lo que viene a dibujar el sendero que ha de seguir la hoja de la cuchilla
que sostiene en su mano derecha, la cual, antes de percatarse ya se
encuentra postrada a la altura de su cuello, dispuesta a sumirlo en el
olvido eterno, acabando así con la desdicha que le invade.

Y es justo ahí, en el momento en que su garganta estaba por ser


lacerada por su propia mano, fue cuando le escuchó, una voz profunda y
calma, quien de manera pausada le fue aprisionando en una conversación
que cambiaría el resto de sus días; todo ello mientras la tormenta
mengua, cesando con ello el chisporroteante sonido de las gotas de lluvia
al caer o al menos eso pareció.
Una voz femenina irrumpió en la mente de Víctor, cautivando por
completo su atención, sonido casi espectral que parecía provenir de la
misma calma, de aquella neblina que recubría todo el cementerio, quien
vociferó.

- Siento mucho dolor en ti.


- Ira, arrebato, culpa, tristeza.
- Sabes, los cementerios pueden ser un lugar de paz y quizás con el
tiempo la encuentres.
- Sin embargo, por ahora respira.
- Solo respira.
- Está bien llorar o gritar.
- Lo que sea que necesites.

- No te molestes en mirar a tu alrededor.


- Soy solo una voz dentro de tu cabeza.
- Una presencia a tu lado, un eco.
- No puedo darte mucho consuelo.
- Y lo siento por eso.
- Sin embargo, puedo ofrecerte con seguridad que la muerte te traerá
paz.
- No es justo, lo sé, por supuesto que no lo es.

- La vida no es justa, ¿por qué la muerte sería diferente?


- No se trata de una burla a tu dolor, no me mal intérpretes.
- Solo intento direccionarte para ayudarte a llegar a un acuerdo
contigo mismo.
- Sin embargo, si puedes recuperarte, quizás podrías serme útil.

- Quieres que me muestre.


- Te atreves a pedirme eso.
- ¿Sabes cuán raro es que hable siquiera con alguno de mis seguidores
más fieles?
- ¿Cómo sabrás quién soy sin verme te preguntas?

- ¿A caso debes ver el invierno para saber que ha llegado la


temporada?
- ¿O es suficiente el frío en el aire?
- ¿A caso puedes ver el destino? O solo tienes una sospecha.
- Muy bien, si tú insistes te enviaré una señal (sonido de cuervos
revoloteando).
Una parvada de cuervos se alza sobre la cabeza del hombre postrado
sobre la silla de ruedas, agitando con ello sus alas color azabache,
contrastando perfectamente con el pálido grisáceo que adorna la neblina
recurrente que cubre todo el lugar, mientras un puñado de plumas caen al
vaivén del viento, como sí de gotas de lluvia se tratase.

- Cuervos, sí, cuervos.


- Soy lo que algunos llaman la muerte o su diosa.
- Soy la dama del invierno y muchas veces he sido llamada la dueña
del destino.
Me considero una guardiana de la paz.
- Soy quien da la bienvenida al reino de la serenidad más allá de
esta vida.

- Puedo entender que tras esta información mi presencia no sea


bienvenida.
- Como sabrás, la muerte es dolorosa para los vivos.
- Y así es como debe ser.
- ¿Por qué?

- Oh mi dulce niño.
- Porque vivir es sinónimo de perder inevitablemente.
- La vida es algo efímero.
- Naces, vives y consecuentemente mueres.

- Y qué suerte tienes por ser parte del mundo.


- Incluso así sea por un momento.
- La estación cambia, los días de otoño se vuelven más fríos, más
cortos y el mundo se queda quieto.
- Este es solo otro giro de la ruleta de la vida a tu alrededor.

- Tienes mucha suerte, pues se te otorgó la oportunidad de disfrutar


del viaje llamado vida.
- Vaya que eres afortunado, has conocido la alegría, la belleza, el
amor.
- Sabes, yo alguna vez fui mortal, y una parte de mí aún lo sigue
siendo.

- Entiendo lo que es estar vivo, conocer el amor y no arrepentirse.


- Deseas más, más tiempo con aquellos a quienes has perdido.
- Ojalá la vida tuviera más alegría que penas.
- Nadie agradece el dolor y entiendo la necesidad de lamentar lo que
has perdido.
- Pero tu aflicción no debe consumirte.

- Hay muchos más usos para ti que ahogarte en un mar de lágrimas y


desdicha.
- Aprecia lo que tienes y lo que se pierde.
- Acuna esos recuerdos cerca de tu corazón.
- Sin embargo, lo que ocurrió no está bien, estás muertes fueron
causadas por un mal mayor.
- Quizás pueda ofrecerte una manera para que tú y los tuyos puedan
encontrar la paz.
- ¿Te gustaría saber quién hizo esto?
- ¿Te gustaría detenerlos?
- Asegurarte de que nunca más vuelvan a dañar a nadie?

Venganza (esa palabra se vislumbra en la mente de Holstein).

- Yo lo llamaría justicia (corrige la voz en su interior), quizás tú


puedas llamarlo propósito.

- Para traer paz a las almas perdidas.


Para poner fin a las víctimas de asesinatos que no pueden
descansar, el crimen no debe quedar impune.
- Para acabar con los no muertos.
- Para mantener el equilibrio entre la vida y la muerte, y quizás,
para salvar la inocencia de un final prematuro.

- Te sorprende saber que esté a favor de salvar vidas.


- No soy la diosa del asesinato, ni tampoco gobierno el reino de los
muertos.
- Cuando viví, me esforcé por evitar la guerra, la calamidad y la
división.
- No disfruto de la contienda.

- La muerte es simplemente lo que debe ser al final.


- Sí, la muerte es inevitable, ¿por qué te pediría que luches?
- Escucha, presta mucha atención.
- Un día los que amas deberán dejarte, o bien, quizás debas ser tú
quien deba partir.
- Sin embargo, eso no significa que no puedas luchar hasta el final.

- Aquellos que mueran pacíficamente pasarán a reinos más allá de tu


mundo y el mío.
- Ese es mi deseo.

- No quiero ver almas perdidas y atormentadas.


- No quiero ver a los no muertos alimentarse de otros, usurpando el
regalo de la vida a quienes merecen su momento de permanecer en el
mundo.

- ¿Los derrotarías? ¿Estarías dispuesto a enfrentarte a aquellos que


contrarían el orden natural de la existencia?
- Si lo deseas, puedo concederte la fuerza para incorporarte una vez
más, sin embargo, primero debes tener la voluntad para luchar.
- El camino por el que habrás de andar será solitario.
- Pero descuida, caminaré a tu lado.
- Estaré contigo, como tu sombra, siempre caminando a tu lado.
- No puedo decirte a dónde te llevará tu destino, pero algo si puedo
prometerte, tu senda no será fácil.

Sabiendo eso, ¿te unirás a mí?


-

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