El documento es un relato en primera persona sobre Víctor Abel Kaas Holstein, un investigador y escritor que perdió a su esposa e hija a manos de asesinos desconocidos. Mientras se encuentra en un cementerio contemplando suicidarse, es contactado telepáticamente por una voz femenina que se identifica como la Diosa de la Muerte. Ella le ofrece ayuda para encontrar justicia y venganza contra los responsables de la muerte de su familia, a cambio de que luche contra fuerzas malignas que alteran el orden natural.
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El documento es un relato en primera persona sobre Víctor Abel Kaas Holstein, un investigador y escritor que perdió a su esposa e hija a manos de asesinos desconocidos. Mientras se encuentra en un cementerio contemplando suicidarse, es contactado telepáticamente por una voz femenina que se identifica como la Diosa de la Muerte. Ella le ofrece ayuda para encontrar justicia y venganza contra los responsables de la muerte de su familia, a cambio de que luche contra fuerzas malignas que alteran el orden natural.
El documento es un relato en primera persona sobre Víctor Abel Kaas Holstein, un investigador y escritor que perdió a su esposa e hija a manos de asesinos desconocidos. Mientras se encuentra en un cementerio contemplando suicidarse, es contactado telepáticamente por una voz femenina que se identifica como la Diosa de la Muerte. Ella le ofrece ayuda para encontrar justicia y venganza contra los responsables de la muerte de su familia, a cambio de que luche contra fuerzas malignas que alteran el orden natural.
El documento es un relato en primera persona sobre Víctor Abel Kaas Holstein, un investigador y escritor que perdió a su esposa e hija a manos de asesinos desconocidos. Mientras se encuentra en un cementerio contemplando suicidarse, es contactado telepáticamente por una voz femenina que se identifica como la Diosa de la Muerte. Ella le ofrece ayuda para encontrar justicia y venganza contra los responsables de la muerte de su familia, a cambio de que luche contra fuerzas malignas que alteran el orden natural.
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Juramento.
Bajo nubes grises de tormenta, un relámpago enciende la chispa que
detona la caída de miles de gotas de lluvia.
Una tras otra, al descender dibujan el contorno de la escena
postrada ante tus ojos.
Un lugar de eterno descanso; edificios deteriorados por el tiempo;
árboles envueltos por una densa neblina que los convierte en fantasmas grises.
Lápidas teñidas por la maleza; epitafios dedicados a seres queridos
que ya no están; escenarios grises repletos de corredores que llevan a ningún sitio y a todos lados bajo un silencio sepulcral; armonía que se rompe gracias al chirriante sonido que emana de una silla de ruedas al andar; cacharro que sirve de base para mantener a flote la vida de un hombre que está por extinguirse; Un hombre que lo ha perdido todo; emociones frustradas flotan en el ambiente, vibraciones que armonizan perfectamente con la locación.
Sobre la silla de ruedas se encuentra postrado el cuerpo de Víctor
Abel Kaas Holstein, investigador y escritor de profesión (quien obtuvo bastante renombre tras descubrir el misterio que ocultaba la desaparición de una docena de mujeres en el Ciudad de Neverwinter), faena que le encamino justo al destino en el que hoy se encuentra.
Tras su última publicación en el diario denominado “El Dragón
Durmiente”, un periódico de bastante popularidad a lo largo de la Costa de la Espada, el infortunio se ubicó a la vida del escritor.
Todo ello resultó gracias a la última de sus publicaciones la cual
denominó “Entes de sombra ocultos a la vista de un pueblo cegado por los placeres primarios”, noticia que se acuñó como pan caliente en las calles de las principales ciudades de todo el reino.
Lo anterior en virtud, de que entre sus párrafos se expuso a
diversas celebridades de alto renombre, sujetos con un estatus social bastante elevado, algunos inclusive integrantes del clero, los cuales fueron vinculados con rituales de magia negra, demonios y pactos de sangre.
Como consecuencia de ello, hace tres años, mientras todos dormían en
el hogar de los Holstein, la muerte arribó vestida en mantos de sombras, bajo un mar grisáceo de neblina que lo recubrió todo; esgrimiendo una bien poblada sonrisa repleta dientes afilados, de sus fauces emanaba el hedor a carne en descomposición, mientras que sus ojos entonaban el fervor de un fuego infernal, cuyas flamas bañaron cada rincón del lugar.
Gritos de desesperación; llamaradas fatuas usurpando cualquier
ápice de razón; el sonido de una hoja bien afilada rompiendo el vacío del aire; suplicas inaudibles; sollozos entonados en forma de plegaria; y luego, luego sobrevino el silencio, acompañado por un dolor punzante situado a la altura del corazón.
Al día de hoy, yacen dos lápidas postradas frente al hombre que lo
ha perdido todo; una de las tumbas resulta ser visiblemente más grande que la otra, En la primera descansa el cuerpo mujer de mediana edad (su esposa), mientras que en la otra se encuentran los restos de una menor (su hija.
Segado por la tristeza, el desasosiego de Holstein golpea
fuertemente contra su pecho en forma de arritmia; la lluvia aún cae, no con la misma intensidad, sin embargo, la frialdad de sus gotas resulta insuficiente para calmar el infierno que arde en su interior; pensamientos vacíos, cobardes y llenos de culpa acongojan su mente, irrumpiendo en su cabeza, nublando con ello cualquier dejo de raciocinio, lo que viene a dibujar el sendero que ha de seguir la hoja de la cuchilla que sostiene en su mano derecha, la cual, antes de percatarse ya se encuentra postrada a la altura de su cuello, dispuesta a sumirlo en el olvido eterno, acabando así con la desdicha que le invade.
Y es justo ahí, en el momento en que su garganta estaba por ser
lacerada por su propia mano, fue cuando le escuchó, una voz profunda y calma, quien de manera pausada le fue aprisionando en una conversación que cambiaría el resto de sus días; todo ello mientras la tormenta mengua, cesando con ello el chisporroteante sonido de las gotas de lluvia al caer o al menos eso pareció. Una voz femenina irrumpió en la mente de Víctor, cautivando por completo su atención, sonido casi espectral que parecía provenir de la misma calma, de aquella neblina que recubría todo el cementerio, quien vociferó.
- Siento mucho dolor en ti.
- Ira, arrebato, culpa, tristeza. - Sabes, los cementerios pueden ser un lugar de paz y quizás con el tiempo la encuentres. - Sin embargo, por ahora respira. - Solo respira. - Está bien llorar o gritar. - Lo que sea que necesites.
- No te molestes en mirar a tu alrededor.
- Soy solo una voz dentro de tu cabeza. - Una presencia a tu lado, un eco. - No puedo darte mucho consuelo. - Y lo siento por eso. - Sin embargo, puedo ofrecerte con seguridad que la muerte te traerá paz. - No es justo, lo sé, por supuesto que no lo es.
- La vida no es justa, ¿por qué la muerte sería diferente?
- No se trata de una burla a tu dolor, no me mal intérpretes. - Solo intento direccionarte para ayudarte a llegar a un acuerdo contigo mismo. - Sin embargo, si puedes recuperarte, quizás podrías serme útil.
- Quieres que me muestre.
- Te atreves a pedirme eso. - ¿Sabes cuán raro es que hable siquiera con alguno de mis seguidores más fieles? - ¿Cómo sabrás quién soy sin verme te preguntas?
- ¿A caso debes ver el invierno para saber que ha llegado la
temporada? - ¿O es suficiente el frío en el aire? - ¿A caso puedes ver el destino? O solo tienes una sospecha. - Muy bien, si tú insistes te enviaré una señal (sonido de cuervos revoloteando). Una parvada de cuervos se alza sobre la cabeza del hombre postrado sobre la silla de ruedas, agitando con ello sus alas color azabache, contrastando perfectamente con el pálido grisáceo que adorna la neblina recurrente que cubre todo el lugar, mientras un puñado de plumas caen al vaivén del viento, como sí de gotas de lluvia se tratase.
- Cuervos, sí, cuervos.
- Soy lo que algunos llaman la muerte o su diosa. - Soy la dama del invierno y muchas veces he sido llamada la dueña del destino. Me considero una guardiana de la paz. - Soy quien da la bienvenida al reino de la serenidad más allá de esta vida.
- Puedo entender que tras esta información mi presencia no sea
bienvenida. - Como sabrás, la muerte es dolorosa para los vivos. - Y así es como debe ser. - ¿Por qué?
- Oh mi dulce niño. - Porque vivir es sinónimo de perder inevitablemente. - La vida es algo efímero. - Naces, vives y consecuentemente mueres.
- Y qué suerte tienes por ser parte del mundo.
- Incluso así sea por un momento. - La estación cambia, los días de otoño se vuelven más fríos, más cortos y el mundo se queda quieto. - Este es solo otro giro de la ruleta de la vida a tu alrededor.
- Tienes mucha suerte, pues se te otorgó la oportunidad de disfrutar
del viaje llamado vida. - Vaya que eres afortunado, has conocido la alegría, la belleza, el amor. - Sabes, yo alguna vez fui mortal, y una parte de mí aún lo sigue siendo.
- Entiendo lo que es estar vivo, conocer el amor y no arrepentirse.
- Deseas más, más tiempo con aquellos a quienes has perdido. - Ojalá la vida tuviera más alegría que penas. - Nadie agradece el dolor y entiendo la necesidad de lamentar lo que has perdido. - Pero tu aflicción no debe consumirte.
- Hay muchos más usos para ti que ahogarte en un mar de lágrimas y
desdicha. - Aprecia lo que tienes y lo que se pierde. - Acuna esos recuerdos cerca de tu corazón. - Sin embargo, lo que ocurrió no está bien, estás muertes fueron causadas por un mal mayor. - Quizás pueda ofrecerte una manera para que tú y los tuyos puedan encontrar la paz. - ¿Te gustaría saber quién hizo esto? - ¿Te gustaría detenerlos? - Asegurarte de que nunca más vuelvan a dañar a nadie?
Venganza (esa palabra se vislumbra en la mente de Holstein).
- Yo lo llamaría justicia (corrige la voz en su interior), quizás tú
puedas llamarlo propósito.
- Para traer paz a las almas perdidas.
Para poner fin a las víctimas de asesinatos que no pueden descansar, el crimen no debe quedar impune. - Para acabar con los no muertos. - Para mantener el equilibrio entre la vida y la muerte, y quizás, para salvar la inocencia de un final prematuro.
- Te sorprende saber que esté a favor de salvar vidas.
- No soy la diosa del asesinato, ni tampoco gobierno el reino de los muertos. - Cuando viví, me esforcé por evitar la guerra, la calamidad y la división. - No disfruto de la contienda.
- La muerte es simplemente lo que debe ser al final.
- Sí, la muerte es inevitable, ¿por qué te pediría que luches? - Escucha, presta mucha atención. - Un día los que amas deberán dejarte, o bien, quizás debas ser tú quien deba partir. - Sin embargo, eso no significa que no puedas luchar hasta el final.
- Aquellos que mueran pacíficamente pasarán a reinos más allá de tu
mundo y el mío. - Ese es mi deseo.
- No quiero ver almas perdidas y atormentadas.
- No quiero ver a los no muertos alimentarse de otros, usurpando el regalo de la vida a quienes merecen su momento de permanecer en el mundo.
- ¿Los derrotarías? ¿Estarías dispuesto a enfrentarte a aquellos que
contrarían el orden natural de la existencia? - Si lo deseas, puedo concederte la fuerza para incorporarte una vez más, sin embargo, primero debes tener la voluntad para luchar. - El camino por el que habrás de andar será solitario. - Pero descuida, caminaré a tu lado. - Estaré contigo, como tu sombra, siempre caminando a tu lado. - No puedo decirte a dónde te llevará tu destino, pero algo si puedo prometerte, tu senda no será fácil.