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BERTOLA Y OCAMPO Semana 12

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BERTOLA Y OCAMPO

LA CRISIS DE LA DEUDA Y LA DÉCADA PERDIDA

La industrialización dirigida por el estado comenzó a recibir críticas desde los años 60, tanto de la ortodoxia
económica como de la izquierda política

DESDE LA PRIMERA: Se le crítico la falta de disciplina macroeconómica y las ineficiencias que generaba una
estructura de protección arancelaria y paraarancelaria muy elevada, y en general, el excesivo intervencionismo
estatal.

DESDE LA SEGUNDA. Se le critico su incapacidad de superar la dependencia externa y sobre todo de transformar las
estructuras sociales desiguales heredadas del pasado.

Hirschman: Expresó de manera brillante una idea de esta naturaleza: “Se esperaba que la industrialización cambiara
el orden social y todo lo que hizo fue producir manufacturas”

El modelo enfrentó en su fase madura muchas tensiones, tanto económicos como sociales y políticas. La creciente
conflictividad social manifestó de manera más temprana en los países del Cono sur (experimentaron más
tempranamente las trasformaciones sociales y la desaceleración del ritmo de crecimiento económico)

Las oportunidades que los momentos de crecimiento presentaban para ampliar el bienestar y los beneficios sociales
fueron aprovechadas por fuertes movimientos sociales y políticos, algunos de corte más socialista y otros de
raigambre populista. Sinn embargo, ante los frecuentes cambios de condiciones externas y de crisis de balanza de
pagos los ajustes redundaban en un creciente descontento y resistencia, ya sea por parte de los sectores populares
que pugnaban por mayores mejoras o de las elites que veían como su rentabilidad se veía amenazada por la
expansión de las regulaciones estatales.

Fishlow, expresó la conexión entre conflicto social y la transición a economías de mercado en medio de la oleada de
autoritarismo militar del sur continente: “los institutos militares son intervencionista” pero los lideres militares puede
racionalizar convenientemente la represión política en nombre de la flexibilidad necesaria en los precios y salarios.
“El objetivo noes una adaptación a una determinada estructura económica sino la reconstrucción radical de la
sociedad civil” dijo.

La transformación hacia economías de mercado surgió inicialmente como una manera defensiva, como reacción
frente a lo que se veía como una expansión del mundo socialista. En esto el patrón latinoamericano se diferencia del
de los países industrializados, pues la transformación que había comenzado después de la elección de Margaret
Thatcher en Gran bretaña en 1979y Ronald Reagan en los eeuu, fue claramente ofensiva (un reflejo de la confianza
de la empresa privada de que podia vivir sin el manto protector del Estado e incluso la convicción en amplos irculos
empresariales de que la intervención estatal se había convertido en un obstáculo a su desarrollo. La actitud ofensiva
vendría en América Latina más tarde (siglo XX) América Latina: Defensa/ países industrializados: ofensiva.

Aunque el conflicto social también se acrecentó no tuvo relación clara con la transición económica del estado.

En centro América (que se transformó en el epicentro de los conflictos en los años ochenta) las confrontaciones
tenían carácter rural y provenían de la concentración de la tierra y tal vez, del modelo primerio-exportador antes de
su peculiar combinación con una débil industrialización dirigida por el Estado.

En Colombia el conflicto interno había estado asociado también en su origen a problemas rurales, pero la nueva fase
que desde mediados de la década de los ochenta tuvo otra cariz: la incidencia del tráfico de las drogas que vendrían a
financiar a todas las formas de violencia al propia, la paramilitar y la guerrillera.

La tendencia al desequilibrio externo, que sí había sido general desde vieja data tendió a agudizarse hacia el final de
la fase de industrialización dirigida por el Estado en casi todos los países, debdo al comportamiento tanto de la
balanza comercial como de las crecientes demandas de recursos de inversión. Estos equilibrios se vinieron a
satisfacer con le creciente financiamiento externo, pero este termino siendo la espada de Damocles del modelo,
debido a la volatilidad que estuvo asociada con dichos recursos.
La gráfica: Se puede apreciar, hasta bien avanzado el proceso de industrialización, el crecimiento fue compatible con
pequeños superávits comerciales. Incluso se dice que el pequeño déficit que se produjo en 1967-1974 no era
problemático, dada la espectacular aceleración del crecimiento que tuvo ligar durante esos años.

También como se muestra en la tabla no fue posible mantener el crecimiento entre 1974 y 1980 a ritmos no muy
diferentes a los anteriores a 1967 sin generar un creciente déficit comercial

El crecimiento también estuvo asociado también a progresivos requerimientos de inversión, que eran difíciles de
enfrentar con las endémicamente débiles tasas de ahorro nacionales.

La tasa de inversión había oscilado entre 19 y 22% del pib hasta mediados de los años 60, con su punto bajo durante
1958-1967, los años que la CEPAL denominó de “estrangulamiento externo”

Lo que indica es que el mayor financiamiento externo de los años setenta se reflejó en un aumento de la tasa de
inversión en claro contraste con eventos posteriores en los que el mayor financiamiento externó generó un aumento
en los niveles de consumo.

La industrialización dirigida por el estado enfrentó también otras restricciones: aquellas asociadas a la tendencia a
abrumar al Estado con responsabilidades fiscales sin otorgarle al mismo tiempo recursos adecuados para hacerlo.
Como dice Fitz Gerald, esto se reflejo en tres tendencias principales 1) Una tendencia al aumento del gasto público
como proporción del PIB, pero con una proporción menor destinada a programas de bienestar social en comparación
con los países industrializados. 2. Un cambio en la composición de la estructura tributaria en contra de los impuestos
a la propiedad y el ingreso y en favor de los impuestos indirectos y los salarios y en consecuencia 3) crecientes
necesidades de endeudamiento para financiar las transferencias del sector privado, en lugar de aquellas asociadas a
las políticas sociales redistributivas.

La Tercera tendencia se hizo particularmente evidente en la segunda mitad de los años setenta, cuando el acceso
generalizado en los países latinoamericanos al financiamiento externó generó un aumento de los déficit fiscales, que
tornaron vulnerables las cuentas publicas ante un eventual giro desfavorable de este tipo de financiamiento, que
finalmente se produjo.

Es improbable que en ausencia de la crisis de la deuda alguna economía latinoamericana se hubiese derrumbado por
el mero peso de las ineficiencias que generaba la industrialización dirigida por el Estado o de estas tenciones de
carácter macroeconómico.

También es poco claro por qué no se podría haber adoptado o profundizado una estrategia más equilibrada, como ya
lo venían haciendo los países más pequeños desde mediados de la década de los cincuenta y la mayoría de los países
mediados y grande desde mediados de los años sesenta.

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