Carlos Framb - Un Día en El Paraíso
Carlos Framb - Un Día en El Paraíso
Carlos Framb - Un Día en El Paraíso
Carlos Framb
Un da en el paraso Carlos Framb Jos Antonio Sarez Londoo Alberto Aguirre Editorial pi Ilustraciones: Jos Antonio Surez Londoo Diagramacin: Mery Murillo lvarez Asesor literario y correccin de textos: Jos Ral Jaramillo Restrepo La impresin fue dirigida por Carlos Villa . Formato: 14 x 21 cm. Nmero de pginas: 72 Nmero de ilustraciones: 2 Impreso en Todogrficas Ltda. en el mes de diciembre del 2007. En su composicin se utiliz tipo Minion de 12 puntos. Se us papel Kimberly de 120 gramos y cartulina de 150 gramos. Pgina web: www.editorialpi.com Edicin al cuidado de lvaro Lobo alvarolu@editorialpi.com
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Vspera Epifana Homo admirator Pequeo laberinto armnico Hermano del noble silencio El acto del fruto El tao del agua Ocenica Teora de un encuentro Loto de mil ptalos Dharma Ceremonia Oh Tierra! Ms ac de la heliopausa Amica silentia lunae Un toque de azul Suburbia Una noche en la Va Lctea Soy una multitud
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Supernova Natividad Contemplando a Fomalhaut Viajeros Neverlands La magia Para leer en voz admirativa Elega por nadie Accin de gracias Autores
A mi madre In memoriam
Oyendo la poesa de Carlos Framb en este interminable camino de Damasco sucede la iluminacin del rayo: tengo de sbito la conciencia de mi ser estelar. El verso en su libro deriva en msica: lo leo en mudez y oigo un canto de esferas. De tan ntima, la poesa es placer solitario, y su sonido, soterrado, ondas que se van expandiendo por el fondo del alma. Framb padece la presencia de la poesa. Qu es ese milagro?, cmo brota ese misterio?, por qu una voz de pronto tiene la virtud de nombrar las cosas? No es posible saberlo. Y quizs no sea necesario saberlo. Basta sentir el sbito rayo iluminado y padecer una elacin, una hermandad, un sosiego. En esa levitacin de la poesa reconozco la expansin del ser y s entonces que mi pequeez cabe en el universo. Tal vez no sea posible hacer la crtica de la poesa, como se hace la del cine o la del cuadro. Porque se puede desmontar el mecanismo de una pelcula o de una pintura, para saber de qu modo pudo surgir la belleza o cules fueron sus tropiezos. Pero la poesa es una constelacin: mil fuegos y mil luces. No es artilugio articulado, sino un rayo. Te baa la poesa. Y slo s que padezco de repente, como dice el verso de Framb, que "tanta inmensidad nos une". Por qu va y de qu modo me llega este universo? Ah estn las palabras, unidas una a una, pero la sensacin de inmensidad viene de un trasfondo o quizs de un firmamento. Es posible que el verso sea slo mediacin. Para la inmensa unin con ste que canta y con ese que llora y con ese que guarda un pavor en la oscuridad y que por eso es
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sordo todava. La unin con la manzana y con la rosa y con la estrella. La poesa es vnculo. Lo que se puede discernir es que el verbo de Framb es alquitarado: qu pureza la de su palabra, libre de todo musgo. Lmpida como canto rodado. El lenguaje sobrio, pero a la vez jugoso. El verbo acendrado encuentra muy al fondo sus aguas manantiales y de ah su frescura. La poesa como especie de alquimia. Porque la poesa es ante todo palabra. Se quiere decir con esto que es primero palabra que significado. Su sola sonoridad es significacin. En el verso, slo despus de su sonoridad la palabra significa. Y gracias a este ordenamiento, a esta prelacin de sonido sobre significado, se puede decir el mundo y se puede desnudar la cosa, entregando as su esencia. En poesa el significado real recede ante ese significado augural de la msica-en-la-palabra. Y gracias a esa virtud dual de la palabra potica la cosa se entrega en su inocencia. El poeta es un clarividente. Aparece de nuevo la paradoja: lo extrao de la poesa es que la hago por m mismo, pues el poeta dice su palabra, y se esconde. Tambin la palabra es descubierta por la poesa. Es como si el verso de Framb, por su sola virtud sonora, limpiara de adherencias las palabras, devolvindolas a su prstina virtud. Tan puro aqu el verso, que el adjetivo logra su singularidad: ya no es parsito del nombre sustancial, ni apndice que slo califica. En esta poesa el adjetivo adquiere una significacin sustantiva.
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Por tanta virtud, y tantas virtudes, se palpa algo as como una lascivia de las cosas, porque eso es el poeta: un casto concupiscente. Revelador. Desnudador. Para nombrar la cosa, la va despojando de sus siete velos, y ella, desnuda, permanece en su temblor virginal. No es este un libro con pgina de principio y pgina de fin. Como el ocano, es inagotable, y como la Va Lctea, luz en expansin. Por donde entra, el rayo. Es bello el ttulo del libro de Carlos Framb: Un da en el Paraso". Y justo.
Alberto Aguirre
Publicado originalmente en el peridico El Mundo, de Medelln, en enero de 1995
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Vspera
Quin ser el que conmemore el big bang creador, del cual es hoy mi voz lejano eco; quin, la contrctil gravedad que llevara al hidrgeno a danzar sobre s, hacerse luz, y condensarse bellamente en orbes. Quin habr de celebrar cada encuentro afortunado de molcula en los mares germinales de la temprana Tierra, y a qu hora del da que ya empieza evocaremos el instante en que la arcilla primordial torn a ser carne, ntimo fuego, y el mundo una policroma en el tenue cristal de un par de ojos. Quin, sino el adn que en m recin despierta, habr de proclamar las buenas nuevas que hay para todos en este amanecer: tambin hoy la maana prevalece, y rueda an la Tierra, exuberante azul, con la temperatura precisa para la piel desnuda. Redobla todava en nuestro pecho la ola de la sangre, guarda la rosa fragancia bastante para la embriaguez, destila en cada fuente el agua que abrevar la sed de las gargantas. Y qu ms quisiera el agua que hubiera hacia ella una sed grande... An hoy la vida vivir. Y seguir en los seres abrindose caminos a la luz.
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Epifana
Levitan en el aire del planeta esta maana molculas de flor, murmurios de ave, y polvillo vestigial de mariposa; partculas fugaces de rosada claridad atraviesan mis pupilas, impregnadas todava de abismal tiniebla, y, por vez primera hoy en el decurso de los das, he llorado de saberme el increble habitante de una estrella, de saber que bogo an en su atmsfera gloriosa, y que habr de residir un nuevo da en su esplendor. He llorado al descubrir que sigo siendo el pice del tiempo y su consciencia, que en mi cuerpo desembocan y se yerguen todos los seres que alguna vez han existido. Hoy, he llorado la perseverancia del aliento, y esta piel donde perdura y sigue viva la clula primera que, hace miles de millones de maanas, empez a esculpir un hombre partiendo del primario lodo. He llorado al hombre, frgil cosa, y a la vez mirada y voz del Universo. He llorado el corazn del hombre, capaz de tanta dicha. He llorado la extraa dicha de estas lgrimas.
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Homo admirator
Un da, la Tierra entera se estremeci ante un desconocido reclamo de criatura: era el telrico presagio del humano alumbramiento. Una clula desnuda habase escindido y duplicado, hasta ser consciencia y forma capaces de rastrear el origen de la clula, y descifrar la remota cabriola de los astros. Hoy como entonces se abren nuestros ojos, y es creada la maana que viene y nos absuelve de todos los ayeres; creada la luz, que adhiere a las cosas frescura y sal de primer da; creada es la Tierra y su triunfal exultacin de mundo vivo. An hoy, la invasin elemental de los pulmones por el aire me levanta y me sostiene, como a un adn de renovado msculo que an no sabe de la fuga presurosa de las horas, un adn que recin se maravilla y nunca lo bastante de ser carne que se maravilla.
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Ocenica
Cmo habr de celebrar la incalculable y maternal resplandecencia del ocano: ese otro firmamento que se ahonda en precipicio y donde es lquido el azul, ese otro continente del cardumen armonioso, del matizado coral y el tremolar del plancton, de abisales radiolarios como flores cristalinas y verstiles delfines, alcatraces y fragatas. Que soy del mar lo revelo y llevo escrito en cada clula. No puedo ocultar que de su vientre vengo y que fue entre su amnios primordial donde alcanzaba el ser: all empez la vida a desplegarse y con flagelos elevarse hacia la luz; all asumi por vez primera la pupila transparencia y se hizo susceptible a la caricia del color; all perduran las burbujas antiguas de mi aliento, el eco de mis arcaicos balbuceos, las atlntidas de mi acutica memoria. Algo an vaivn de mareas en mi sangre, vertimiento de sales en mi piel, humedades de lgrima en la orilla de mis ojos atestigua mi ascendencia marina y pisciforme.
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Teora de un encuentro
Algo nos prefiguraba ya en cada primitivo duplicado de molcula, en cada afortunada mutacin de cromosoma, en cada cpula de seres verdeazules. En otros ojos empezbamos a ver, en el pez pulmonado eras t, era yo quien respiraba, y por siglos fue guardada nuestra huella an anfibia en la memoria deleznable de la arena. Fra sangre de reptiles horad nuestras arterias, y en sus ferales fauces eran nuestra hambre y nuestra sed las satisfechas. Asistimos a la noche pavorosa de los saurios y aunque no con esta piel a los soles calcinantes del terciario; en las arduas glaciaciones y terribles tempestades, arborcolas primates nos tuvieron y alojaron como suyos. Cuntas edades trabajndonos un rostro, dibujando nuestros labios, tornndose en humana pubescencia las escamas; cuntas distancias esculpindonos los pies, inventndonos caminos, dejando a la abrasin del tiempo decantarnos un perfil; cuntas agonas sobrevivindonos en cada decisivo alumbramiento, renaciendo siempre con la probabilidad adversa, siempre en busca de una nueva perfeccin, de una mayor tersura, de un cerebro superior a medida que nos bamos irguiendo. Cunto Universo para que hoy nuestras manos finalmente se encontraran!
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Dharma
Desde el alba del tiempo todos los seres se deben al darse y slo al darse forma que tienen de ser espirituales y de participar en la totalidad. Desde el da primero todo es alrededor perpetua ofrenda: cada sol busca irradiar, salir de s, animar mundos; cada hontanar quiere emerger, ser ablucin, fluir frescura; ni un tomo hay que no propenda a congregarse, no hay una piel que no ambicione ser compartida suavidad. El supremo deber de cada uno es ser razn de ajeno gozo: lo advierto sobre todo en la cancin del pjaro si dejara de cantar habra menos alegra aconteciendo, en el fruto generoso que se rinde, y ms que nada en la entrega cotidiana de la flor: comulgar con lo viviente en fragancia y colorido es la forma que tiene de ser fiel a su destino, as como entender y celebrar el Universo es mi forma mejor de armonizar con lo creado. Y nada hay para m ms all de prodigar consciencia, como nada hay para la rosa ms all de darse en flor.
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Ceremonia
Cada rosa en su despliegue de perfume a s misma se celebra, en su ddiva de color se justifica. Y en el breve y palpitante territorio de mi cuerpo se compendia y justifica la creacin: en el arco de mi pie, la ubicua y triunfal gravitacin que curva y ata; en el orbe de mis ojos, la perenne iridiscencia y vuelo libre de la luz; en el pulso de mi pecho que an no cesa, el detonar creador que inaugur la distole espacial del Universo. Algo hay en mi piel que conmemora el trayecto cotidiano de una estrella, y en mi sangre un pasado entre marismas y follajes. Cada una de mis clulas custodia en su entraa la memoria de la vida; una sola de mis lgrimas los misterios de la msica y del mar.
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Oh Tierra!
El humus de la Tierra no es el mismo de otros mundos: cada mota terrestre ha padecido una o ms encarnaciones de vital alquimia; un puado cualquiera ha conocido de dolores, de esplendores; cada estrato sucesivo ha sido senda innumerable de organismos; cada antiguo sedimento ha alojado alguna vez una palpitacin, una estridencia. . . Oh viviente lugar de los cremosos manantiales, de los vastos oleajes de la espiga, de las rutas crepitantes y escarlatas del basalto; oh lugar de la glacial regin donde la aurora irisa, donde exubera el gyser, del fugaz anochecer acribillndose de soles y lucirnagas. Vertiginoso milagro tan propicio al decibel armonioso de la msica, a la rubia polvareda de la espora, y nico planeta que me acoge y me reclama como suyo, engendrndome de nuevo en cada vuelta, siendo siempre tempestad, siempre remanso, siempre en alguna coordenada elaborando maravillas. El Sol de nuestro da no es el mismo de otros mundos: el nuestro es la luz del Paraso.
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Ms ac de la heliopausa
Quin dira que tambin a cierta altura nuestro Sol est en la noche, y desde ahora ha comenzado a perder brillo y devenir gradual penumbra; que tambin l de s mismo es slo husped y algn da ardido ya su oro, consumida la delicia de su hidrgeno radiante y perdido el equilibrio entre sus fuerzas interiores habr para sus mundos un ltimo y terrible atardecer; que su urea trayectoria cesar de esparcir su rubor sobre las flores, disipar nuestra tiniebla y prodigarnos claridad de jubiloso medioda; que su lengua incandescente lamer el sediento mar y diluir los fundamentos minerales de la Tierra, coloreando de gloria fantasmal los horizontes planetarios. Y cul no ser hoy mi arrobamiento al descubrir que soy esquirla de una estrella, y de su alquimia, sensitiva filigrana; que cada tomo en mi cuerpo es su pavesa, cada uno de los seres su progenie, cada cosa ms ac de la heliopausa una sombra de su luz.
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Un toque de azul
Columbrarte, oh madre Tierra, como un hmedo toque o joya azul en la tiniebla, y darse cuenta de que todo cuanto hay sobre tu faz es de ti parte, que somos poro vivo en la piel de un solo ser. Asistir a un mismo tiempo a tu da y a tu noche, y sentir que cada palmo de tu suelo es tan sagrado y tan precioso porque puede florecer en carne, porque puede germinar en pensamiento. Sorprender adn ingrvido tu jaspeada esfera levitando ante las fauces del abismo, y llevarse en una sola mirada tu creciente curvatura, entendiendo que ese oasis trashumante es hasta ahora hogar y trmino de todo lo viviente; que es ah donde habita lo que amamos; donde estamos decantando en doloroso tiempo nuestro rostro de criaturas; donde hacemos el poema y nos salva de pronto un acorde, una fragancia... Ser partcula consciente de la Tierra por una vez contemplndose a s misma, sonriendo humano llanto en las alturas donde el azul se difumina en astros.
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Suburbia
Lo mejor de los astros en estos arrabales de espiral es que hay alguien que los mira, y los declara la ms grande maravilla. Eso ya los justifica para siempre. Tantos habr que jams han alojado o recibido una mirada: medioda prodigndose en la sombra, calidez que se disipa en el vaco... Cun en vano brilla un sol que a nadie dora, que no excita eclosiones, ni despierta la vida al contacto con sus mundos; cun en vano orbita un mundo en cuya infrtil epidermis ningn ro labra cauces, ave alguna pide alas o elabora sus canciones. Yo me agoto cada noche, abarcando el mayor nmero de estrellas con mis ojos, inventando las ausentes, e imaginando las que fueron y sern. Me esfuerzo en padecer el drama singular de cada sol, de cada mundo: arder su fuego, rodar su movimiento y poblar sus fabulosos panoramas, a fin de que ninguno quede sin ser justificado en este canto.
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Supernova
No fue en vano la agona de esa joya solitaria: a la noche de los hombres regal con el efmero esplendor de cien millones de combinados soles. No fue en vano su estertor: en su fuga luminosa ha de crearse lo que un da habr de ser mar y humus de otros mundos, substancia y savia de futuros seres y posible inteligencia. Hay en mi propio pasado violencias de supernova: el acaso misterioso de mi rostro; el sabor de la sal sobre mi cuerpo; la pulstil sincrona de mi cerebro que me permite hoy adivinar su origen; la humedad y diafana de mis ojos; la incesante pleamar de mis fluidos; todo este ddalo de tomos que soy y que me puebla... Vestigio asombroso de la pirotecnia estelar!
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Natividad
Algo hay muy hermoso aconteciendo con el polen peregrino y niebla errtil de una lejana supernova: un nuevo sol! Nunca se sabe de qu escombro surgir el siguiente fnix, de qu lado apuntar la nueva aurora: en toda latitud alguna nebulosa hay contrayendo su substancia vehemente hasta abrasarse en ardores e irisarse en joven claridad. Bienvenido al Universo, hermano sol: aunque visto desde m no parezcas mayor que una lucirnaga, aunque seas uno ms entre infinitos, no es tu luz que recin nace menos luz que cualquiera otra. Bienvenido a nuestro cielo: ahora que inauguras tu rbita primera a la galaxia, predigo que hemos de vernos an por mucho tiempo. No es imposible que seas algn da nuestro norte o desembarque un ser humano en el fantstico espejismo de tus mundos. Y en todo caso, un hilo de incesantes fotones ha de unirnos, y de msica y calor, pues quien contempla una estrella la escucha tambin y la acaricia.
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Contemplando a Fomalhaut
Cmo puedes saber, delicada Fomalhaut, que alguien te ve desde la sombra y pronuncia con placer tu hermoso nombre. Cmo puedes saber que tu pasado sera mi presente, que uno solo de tus rayos habra de contar tu entera historia y rendirnos tus secretos: a qu temperatura se consume la precisa aleacin de tus metales, cul es tu exacta edad, tu ineludible devenir entre la vasta poblacin de las estrellas, cuntas veces un hombre es la abismal profundidad que nos separa. Cmo hacerte saber mi gratitud de que en tus prfugos trayectos uno haya encontrado esta noche una mirada, la cual a su vez te justifica; de que uno ms entre tus mltiples destinos haya sido propiciar en este habitante de otro mundo una pgina, una reflexin y un xtasis.
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Viajeros
Demorar la mirada en alguna pulsacin de estrella es preguntarse qu sabrn de la vida sus planetas, e imaginar que algn posible habitante hace abrigo de ese fuego, hace lumbre de esa luz, y describe alrededor su ultraterrena singladura de ser vivo. Alguien sensible a un panorama a m vedado, a un placer que jams conocer, a un perfume de fabulosas primaveras. Alguien que quizs haya tendido su mirada hacia este lado de su cielo y de su noche, imaginando... Sueos de ser un da novedad para su mundo, y de contarnos uno al otro nuestro drama inverosmil de existir. Tanta inmensidad nos une: a medio camino entre tomos y estrellas somos seres insondables; somos ambos ceniza de antiguo fuego vadeando la misma ocenica tiniebla; ambos, en un trecho perdido del espacio, hemos sido fragmento viviente de Universo. Por qu no habra de sentirle hermano, si la misma paradoja nos habita e igual fugacidad nos arrebata; si, annimos viajeros, hemos sido arrojados a la playa de los seres en la misma pleamar del tiempo.
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Neverlands
Pasearme alguna vez entre habitantes de otros mundos, y circunnavegando el horizonte de remotas luminarias, volver a taca una noche despus de cien mil siglos; adentrarme en las qunticas regiones, descubrir cmo percibe un electrn su incertidumbre, y emerger en otro dnde que el aqu y en otro cundo que el ahora... Ms de setenta veces siete dimensiones tiene el Cosmos: otras tantas perspectivas que me impiden ver mis ojos, otros mbitos que ni alcanzo a imaginar que no imagino, otros seres que no s que no sabr. Tanto espacio exorbitante de indecible y fabuloso acontecer, tanta incierta realidad donde se invierten acaso nuestras leyes, donde el efecto precede a la esperada causa y acaba de volver quien no parti. Tanto mundo por siempre virgen a la huella, a la mirada, aun a la imaginacin; tanto mundo en que no he sido nunca, ni ser.
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La magia
Cunta magia un Cosmos que permite la magia: insomnes elementos soando a cada instante mariposas y galaxias espirales, cristales de agua, y veloces astronoides de diamante y cereal que ahora mismo serpean la tiniebla. Un Cosmos con posibles dimensiones al envs de nuestro espacio, y fantasmales pasadizos al ocltimo interior de las partculas. Un Cosmos que permite ocanos de azul nitrgeno y rosadas lluvias de menuda nieve, brisas perfumadas de azafrn en flor, y abiertos ojos donde el tiempo se ha asomado a contemplar su marcha: donde moran criaturas esculpidas en ceniza de antiguo fuego, capaces del ajedrez misterioso de la ciencia y del oro acendrado del poema. Cosmos en el cual yo mismo soy manifestacin de una magia que ha demorado la perpetua sucesin de las edades para lograr la configuracin irrepetible de mi rostro.
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Accin de gracias
Qu Cosmos es ste, que hasta la flor ms breve da perfume, y nada hay tan pequeo que no haya sido engendrado entre esplendores; un Cosmos que se deja admirar y conocer; que permite a nuestro espacio esa rara cualidad: la curvatura, y consiente la increble ubicuidad de pi. Otras geometras acaso habr que no sabemos. Qu azar es ste, el de morar en un frtil Universo cuyos mundos comparten la virtud potencial de hacerse piel inteligente; en cuyo abismo urden los seres tan profuso y enigmtico tejido; en cuyo trax de galaxias que se expande y que se enfra, crepita an la llama temblorosa de mi humano corazn. Es mi asombro que tuviera cada cosa su existencia, cada cual su propio rostro, cada uno su nombre y un destino; que observaran los arroyos el mandato inagotable de fluir, perpetuara la rosa en cada brote su misin de florecer, y armonizara de tal modo el polen con la abeja y con el viento. Es mi alegra que tuviera la materia que soy el atributo de tornarse en poesa; que del fuego original y sus pavesas emanase este da de perfecta desnudez y luminoso Paraso; que en el csmico espumar de la entropa irrevocable prosperara esta pgina fugaz de accin de gracias.
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Autores
Carlos Framb Naci en Sonsn, Antioquia, en 1964. Obra publicada: Antnoo, Coleccin Guberek, Bogot 1987. Un da en el paraso, cinco ediciones 1994- 2007. Jos Antonio Surez Londoo Naci en Medelln en 1955. Estudi en la Escuela Superior de Artes Visuales en Ginebra, Suiza (1984). Su obra est compuesta por dibujos y grabados en pequeo formato, acompaados de la precisin y atencin en los detalles, aspecto caracterstico de su trabajo. Surez Londoo es considerado por la crtica como uno de los ms importantes artistas colombianos de la ltima dcada, debido a la calidad extraordinaria de su obra y a la influencia sobre las nuevas generaciones, quienes han redescubierto a travs suyo la importancia del oficio en las artes plsticas.
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