Moche Hacia El Final Del Milenio Tomo II
Moche Hacia El Final Del Milenio Tomo II
Moche Hacia El Final Del Milenio Tomo II
TOMO II
Luego del inusitado interés generado sobre la cultura Moche tras los espectaculares
hallazgos de Sipán, los arqueólogos peruanos y extranjeros emprendieron a inicios de los
años noventa una renovada actividad de investigación sobre diversos aspectos de esta
civilización norcosteña. Fruto de los resultados de los primeros años de trabajo surgió el
interés de realizar el Primer Coloquio Moche en 1993, cuyos resultados fueron editados en el
libro Moche: propuestas y perspectivas, publicado en 1994.
Las investigaciones continuaron con el mismo fervor e interés los años siguientes, lo
que hicieron necesario una nueva reunión de expertos sobre lo Moche, la que se llevó a cabo
en la ciudad de Trujillo del 1 al 7 de agosto de 1999. La publicación que hoy entregamos es
el resultado de esa reunión.
Hemos denominado a las actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche con el
título Moche: hacia el final del milenio. Con ello queremos hacer notar que los trabajos que
se reúnen en esta obra colectiva es una reflexión de las ciencias arqueológicas que cierran un
siglo de investigaciones científicas, que se inició con los trabajos de Max Uhle en 1899,
cuando realizara sus trabajos en las Huacas del Sol y La Luna e identificara por vez primera
a esta civilización que hoy conocemos como los Moche.
Moche: hacia e/final del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, 1 al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, T. II, págs. 9-10.
Lima, Universidad Nacional de Trujillo y Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
La preparación de las actas nos ha tomado mucho más tiempo de lo que se había previsto,
pero los lectores rápidamente se darán cuenta de la extensión de las mismas así como la
complejidad que conlleva editar los resultados de una reunión con tan diversos temas y
opiniones, ilustrada además con una cantidad sin precedentes de material gráfico. La obra ha
sido organizada en tres partes y tres artículos finales a manera de reflexiones.
La segunda parte, titulada Iconografía e ideología, compila seis artículos . Hay que
subrayar que en esta ocasión la diversidad de trabajos presentados hace muy interesante esta
sección del libro con relación a lo hecho durante el Primer Coloquio. Los trabajos aquí
presentados abordan el tema desde la perspectiva de aspectos tanto simbólicos como sobre la
identificación de la divinidad suprema Moche y la iconografía asociada a la arquitectura
como un arte litúrgico.
Las reflexiones finales comprenden tres artículos: el primero por Duccio Bonavia y
Cristóbal Campana a manera de síntesis crítica de las presentaciones; el segundo por Duccio
Bonavia a manera de balance final; y el tercero por los editores del presente libro a manera de
reflexiones que sirvan de base para el siguiente Coloquio.
PRESENTACIÓN 9
Tercera Parte
ANÁLISIS E INTERPRETACIONES
16 /
Avances en la bioantropología de los Moche
John W Verano 15
17 /
Zooarqueología de la zona urbana Moche, complejo Huacas del Sol y de la Luna,
valle de Moche
Víctor Vásquez, Teresa Rosales, Arturo Morales y Eufrasia Roselló 33
18 /
Los últimos mochicas en Jequetepeque
Luis Jaime Castillo 65
19 /
Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, complejo El Brujo
Régulo Franco, César Gálvez y Segundo Vásquez 125
20 /
El complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna: una
aproximación a su dinámica ocupacional
Santiago Uceda y Moisés Tufinio 179
21/
El mundo Moche al empezar el siglo VIII: transidones e influencias
Alana Cordy-Collins 229
22 /
La ciudad de Moche: urbanismo y estado
Claude Chapdelaine 247
23 /
Estado y ciudad: revisión de la teoría sobre la sociedad Moche
José Canziani 287
RE:fLEXIONES FINALES
ANÁLISIS E INTERPRETACIONES
16 /
AVANCES EN LA BIOANTROPOLOGÍA DE
LOS MOCHE
John W. Verano
La década pasada ha sido testigo del inicio de los estudios bioantropológicos sobre los
Moche. Empezando con trabajos iniciales que produjeron información básica sobre las
características físicas, demografía y paleopatología de los Moche (Verano 1994), investigaciones
posteriores se han expandido para incluir nuevas técnicas analíticas tales como la reconstrucción
de la dieta por análisis de isótopos estables de carbón y nitrógeno (Verano 1997a), el uso de
equipos portátiles de rayos X en el campo (Conlogue y Nelson 1999), y la extracción de ADN
de huesos y dientes (investigaciones en marcha por Nelson y Verano).
Durante los últimos años se han publicado los primeros trabajos sobre los restos óseo
procedentes de tumbas Moche de alto rango en Sipán (Verano l 997b ), así como la
reconstrucción de los patrones funerarios complejos en las tumbas de San José de Moro
utilizando análisis tafonómicos (Nelson y Castillo 1997, Nelson 1998). También se han
publicado los análisis preliminares de los restos óseos de víctimas sacrificales encontradas en
la Huaca de la Luna (Verano 1998), y otras descripciones de restos óseos Moche han sido
incluidas en informes de campo (Verano 2001) y en una tesis de Maestría recientemente
presentada (Bracamonte 1998).
Cada año se producen nuevos descubrimientos importantes. En 1998, tres fardos funerarios
Moche inusualmente bien conservados fueron descubiertos en la Huaca Cao Viejo por el
Proyecto Arqueológico El Brujo. Dos de los entierros fueron desenfardelados durante la
Moche: hacia el final del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, 1 al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, T. II, págs. 15-32.
Lima, Universidad Nacional de Trujillo y Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
16 J. W. Verano
temporada de campo de 1999, produciendo restos momificados bien conservados con tatuajes
en la piel, los primeros ejemplos de tatuaje Moche desde los descubri mientos de Heinrich
Ubbelohde-Doering en Pacatnamú hace más de 60 años (Ubbelohde-Doering 1959, 1983). En
el año 1998, dos casos adicionales de entierros Moche con pies amputados fueron recuperados
en los sitios de El Brujo y Mocollope en el valle de Chicama. Estos dos nuevos casos son
similares a lo que se observó en un entierro Moche excavado en El Brujo en 1994 (Verano
1997c, Verano y Lombardi 1999).
LA CIRUGÍA EN LA ANTIGÜEDAD
Las dos formas más frecuentes de cirugía antigua descritas en la literatura sobre
paleopatologías son las trepanaciones y amputaciones (Steinbock 1976, Ortner y Putschar
1981 ). Se conocen cráneos trepanados en contextos prehistóricos en varias partes del mundo,
y no hay duda que la práctica tiene una antigüedad considerable tanto en el Viejo como en el
Nuevo Mundo (Aufderheide y Rodríguez-Martin 1998). La evidencia osteológica sobre la
práctica de amputación en tiempos prehistóricos es menos convincente. Bloom et al. ( 1995),
Mays (1996) y Aufderheide y Rodríguez-Martin (1998) presentan nuevas revisiones de posibles
casos de amputación en el registro arqueológico, enfatizando algunos de los problemas en los
diagnósticos. Para el Viejo Mundo, las descripciones escritas de amputaciones se remontan al
siglo VI a.C., y la práctica está bien descrita por Celsus y otros médicos romanos del siglo 1
d.C. (Meade 1968). Por el contrario, las evidencias de amputaciones durante el período pre
contacto en las Américas es más elusiva, ya que está basada estrictamente en la evidencia
arqueológica. Algunos ejemplos posibles de amputación han sido informados para restos óseos
de Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica (Morse 1969, Hurtado 1970, Saul 1972,
16 /Avances en la bioantropología de los Moche 17
Friedmann 1973, Stewart 1974, Merbs 1989), si bien algunos de ellos pueden diagnosticarse
como fracturas mal unidas en vez de amputaciones (Stewart 1974). También se han usado las
representaciones artísticas de personajes sin pies, manos o miembros enteros para afirmar que
amputaciones fueron practicadas en las Américas antes del contacto Europeo (Tello 1924,
Donnan 1978, Urteaga-Ballón 1991), pero esta evidencia es muy indirecta.
Caso 1
Huaca Cao, Sector Oeste, Complejo El Brujo
Tumba4
Todos los huesos de los pies están ausentes. Las porciones distales de las tibias y peronés
muestran superficies articulares no funcionales, con los espacios para las uniones rellenos con
crecimientos irregulares de hueso esclerótico (Figs . 16.1 y 16.2). Las articulaciones distales
de las tibias y peronés tienen una apariencia normal, y no hay evidencia de reacción ósea - sea
por absorción o proliferación- próxima a las junturas del tobillo. El peso y la robusticidad de
18 J. W. Verano
las tibias y peronés parecen ser normales, así como el espesor del hueso cortical visible en las
radiografías (Fig. 16.3). Igualmente, las superficies articulares de las rodillas y caderas son
normales, indicando que funcionaron con normalidad. Las espinas anterior-inferior iliacas
están fuertemente desarrolladas, indicando que los flexores de la cadera eran fuertes. Los
huesos de los miembros superiores son robustos, y tanto las articulaciones de ambos codos y
muñecas muestran cambios degenerativos incipientes.
Caso 11
BRU M98-4
Huaca Cao, Plataforma Superior, Complejo El Brujo
Este espécimen consiste de la tibia y peroné del lado izquierdo de un adulto de sexo
masculino. Los huesos fueron recuperados en 1998 del relleno de una tumba de cámara de alto
rango Moche ubicada en la plataforma superior de la Huaca Cao. La edad adulta del individuo
está indicada por la fusión completa de la epífisis; el sexo es estimado a partir del tamaño y
robusticidad de los huesos. Mientras que la porción proximal de la tibia tiene una apariencia
normal, la unión con el tobillo es claramente patológica. Al igual que el caso 1, las superficies
articulares inferiores están rellenadas con hueso esclerótico, y los maléolos -tanto el medial
como el lateral- están anormalmente aplanados e inclinados hacia adentro (Figs. 16.4 y 16.5).
16 /Avances en la bioantropología de los Moche 19
Fig. 16.2. Extremidades inferiores: tibias y peronés del Individuo 1 (vista anterior oblicua).
Las porciones distales de la tibia y peroné están fusionadas al nivel de la incisura fibular. Salvo
lo mencionado, los huesos son normales en morfología y robusticidad.
Caso III
MOC98-1
Mocollope
Entierro Disturbado
articulaciones sinoviales tienen una apariencia normal, con la excepción del tobillo del lado
derecho que muestra una reacción ósea similar a los casos I y II (Figs. 16.7 y 16.8). La extremidad
distal del peroné derecho también muestra una inclinación hacia adentro de manera similar al
caso II. La superficie articular distal de la tibia izquierda, tanto como el calcáneo izquierdo
-el único hueso recuperado del pie izquierdo- tienen una apariencia normal.
Los tres casos que hemos descrito muestran diferencias menores, pero similaridades
importantes en el patrón general de reacción ósea en las superficies articulares de los tobillos
afectados. La reacción está caracterizada por una proliferación de hueso limitada al espacio
articular tibio-talar, sin afectar las metáfisis ni las diáfisis de la tibia o peroné. En todos los
casos el hueso que ha proliferado parece estar bien organizado y remodelado. En un individuo
(caso 1), ambos tobillos están involucrados; en otro individuo (caso III), sólo el tobillo derecho
está afectado; no es posible determinar si se trata de uno o ambos tobillos en el caso II, porque
16 / Avances en la bioantropología de los Moche 21
el espécimen consiste sólo de dos huesos aislados. Pero, en todos los casos, el tamaño y
robusticidad normal de los huesos afectados indican que las extremidades distales afectadas
soportaron el peso de los individuos después de perder el pie. Más aún, también la deformación
plástica de los maléolos medio y lateral en los casos II y III son evidencias del soporte del peso
de los individuos.
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
Fig. 16.6. Huesos de la pelvis del Individuo III, que muestran indicadores de sexo y edad.
El arte Moche es bien conocido por las vasijas cerámicas que ilustran individuos con
defectos físicos y condiciones patológicos (Tello 1924, Donnan 1978). Comúnmente se incluyen
en este grupo a personas que les falta manos, pies y posiblemente antebrazos (Weiss 1984,
Urteaga Ballón 1991 ). En una revisión de las colecciones publicadas hemos encontrado casi
100 vasijas cerámicas ilustrando personas sin extremidades. Los más comunes son los individuos
sin ambos pies (>50% ), seguidos de aquellos sin un solo pie (26% ). Menos comunes son los
individuos sin brazos, antebrazos o manos (Cuadro 16.1). Las figuras 16.9 a y 16.9 b muestran
un ejemplo representativo de una vasija Moche con un personaje sin pies. De interés especial
es una depresión o surco muy visible al medio de cada muñón de las piernas. Estos surcos se
muestran comúnmente en representaciones Moche de individuos sin pies (ver también Fig.
16.10), y parece que marcan una depresión entre el maléolo lateral del peroné y el maléolo
medial de la tibia. Tales rasgos anatómicos serían de esperar si el pie fuera amputado
desarticulando el tobillo, dejando los maléolos como protuberancias marginales.
Con frecuencia, individuos sin pies son presentados con objetos en forma de copa puesto
sobre la parte terminal de la pierna o sostenidas en la mano como si estuvieran colocando o
16 /Avances en la bioantropología de los Moche 23
Fig. 16.8. Comparación de las superficies articulares de los tobillos, Individuo 111.
24 J. W. Verano
retirando el objeto (Fig. 16.1 0) . Estas "copas" parecen ser prótesis diseñadas para permitir al
individuo sostenerse y caminar después de la pérdida del pie. Algunos ceramios Moche
presentan individuos en posición vertical con la prótesis en posición (Urteaga Ballón 1991 ).
Ha habido mucha especulación sobre qué es lo que los Moche estaban comunicando con
los personajes sin pie mostrados en la cerámica. Muchos investigadores sugieren que la
amputación fue una forma de castigo, más que un procedimiento quirúrgico para tratar
infecciones u otras enfermedades (Vélez López 1913, Tello 1924, Urteaga Ballón 1991). La
evidencia que apoya esta interpretación proviene de la observación que muchas de las
representaciones Moche de individuos sin extremidades también muestran labios y narices
mutilados. Efectivamente, en la muestra de ceramios publicados que estudiamos, el 63% de
los personajes con amputaciones muestran las deformaciones de la nariz y de los labios (Cuadro
16.1; Fig. 16.9 a). Hay que notar, no obstante, que no todos los casos de deformaciones de los
labios y nariz pueden atribuirse a una mutilación intencional. Algunos casos ilustran defectos
congénitos, como el labio leporino, mientras que otros muestran características que más se
asemejan a una infección muco cutánea, como la uta (leishmaniasis), una enfermedad endémica
en ciertas zonas del Perú hoy en día (Urteaga Ballón 1991 ). Por tanto, la relación entre la falta
de extremidades y deformaciones faciales en el arte Moche, no es sencilla. La lepra, que puede
afectar directamente la mucosa oral y nasal, y secundariamente las manos y pies (como resultado
de trauma e infección secundaria), parece no haber existido en el Nuevo Mundo antes del
contacto Europeo (Steinbock 1976, Ortner y Putschar 1981, Aufderheide y Rodríguez Martín
1998); por el otro lado, la leishmaniasis no afecta las manos o pies. Se nos ha sugerido la
posibilidad de amputaciones por daños sufrido por causa de heladas, lo que nos parece poco
probable en una cultura costeña como la Moche.
Fig. 16.9. Vasija cerámica Moche de un personaje sin pies y con mutilación de los labios y la nariz.
Cortesía del Museo del Hombre, San Diego (No. de Catálogo 1981-14-17).
significativo, por esta razón, que el individuo del caso III sea de sexo femenino, lo que indicaría
que las amputaciones fueron practicadas tanto en personas del sexo masculino como femenino.
Si bien han sido descritos otros casos posibles de esqueletos con amputaciones en el Perú
prehispánico, ellos son más problemáticos. Es muy común la pérdida de los huesos pequeños
de las manos y pies en las excavaciones arqueológicas, como lo puede comprobar quien haya
trabajado con colecciones de museos. Para confirmar la amputación de una mano o pie, debe
de existir huellas de corte (indicando una amputación peri mortem), o una reacción ósea al
trauma de una amputación en vida (como en los casos I-III arriba descritos). Los diversos
casos de entierros Moche con elementos "extras" o "ausentes" subrayan el problema de una
identificación segura. Donnan y Mackey (1978) han descrito la tumba de un adulto masculino
Moche encontrada en Huanchaco, valle de Moche, que incluyó huesos articulados de manos
adicionales a manera de ofrendas. Al esqueleto de una mujer, enterrada en una tumba cercana,
le faltaban ambas manos. Qonnan y Mackey sugieren que las manos pudieron ser removidas
de la ocupante de una tumba y puestas en Ja otra. Desgraciadamente, ni los huesos de las
manos ni aquellos de Jos antebrazos de Ja mujer fueron examinados buscando huellas de corte,
cuya presencia pudiera haber resuelto esta interrogante.
los pies fueron amputados (Verano l 997b ). Sin embargo, en un recinto adyacente a las tumbas
fueron encontrados dos pies humanos articulados (Al va y Donnan 1993 ), indicando que algún
tipo de desmembramiento se practicaba en el sitio. Si estos pies pertenecían a uno de los
guardianes sin pies, podría implicar alguna actividad asociada a ritos mortuorios, tomando en
cuenta que ambos individuos fueron sacrificados para acompañar el entierro principal de la
tumba. Desdichadamente, el estado fragmentario de los huesos del tobillo no nos permitió
confirmar la presencia de huellas de corte u otra evidencia de trauma.
Si bien las cierras metálicas son conocidas desde el siglo XVIII a.C. en el Viejo Mundo
(Symes et al. 1998), no hay evidencias de instrumentos similares en las Américas antes del
contacto Europeo. Por tanto, no debemos esperar amputaciones de miembros por sección
trans-diafisial en el Nuevo Mundo antes de la introducción de las cierras metálicas por los
europeos. Sin embargo, la amputación de una mano o de un pie por medio de la desarticulación
de la muñeca o del tobillo puede hacerse con instrumentos cortante_s sencillos. En el año 1842,
el cirujano escocés Sir James Syme desarrolló una técnica para amputar pies por desarticulación
del tobillo, demostrando que así se obtenían mejores resultados en comparación con las más
tradicionales amputaciones transdiafisiales en términos de movilidad y recuperación del paciente
(Wagner 1992, Wilson.1992). Mientras que en la técnica clásica de Syme los maléolos mediales
y laterales se seccionan posteriormente con una cierra para crear una superficie de soporte más
estable para el paciente, el pie propiamente dicho es removido desarticulando quirúrgicamente
la juntura tibia-talar por medio de un bisturí. La evidencia ósea vista en los casos 1-III, presentada
anteriormente, junto con las ilustraciones Moche de amputaciones mostrando los maléolos
protuberantes de la tibia y del peroné, sugieren que los Moche desarrollaron hace más de 1500
años una técnica para amputar pies similar al método de Syme. Más aún, el grado de cicatrización
visto en los casos 1- III indican que lo practicaron con éxito . La retención de los maléolos
16 /Avances en la bioantropología de los Moche 29
medio y lateral posiblemente hizo más difícil el caminar y balancearse, aun con prótesis como
las descritas por Vélez López, si bien estudios clínicos modernos han demostrado que en
ciertos casos los resultados son mejores cuando se aplica el método de Syme desarticulando
los tobillos sin extraer los maléolos (Pavot 1973).
CONCLUSIONES
Los tres casos presentados en este trabajo representan las primeras evidencias osteológicas
bien documentadas que confirman que los Moche practicaban amputaciones del pie con
resultados exitosos. La amputación por medio de la desarticulación .del tobillo habría sido la
forma más sencilla y lógica para hacerlo, tomando en cuenta los tipos de instrumentos existentes
en esa época. Si bien hasta el momento no se ha encontrado la evidencia osteológica de la
amputación en vida de manos o brazos, el arte Moche sugiere que éste si pudo haber sido el
caso. Las razones para amputar miembros son sin duda aún especulativas. Las representaciones
artísticas de individuos sin pies desaparecen junto con la cultura Moche a fines del siglo VIII
d.C. Existen algunas vasijas asociadas con la posterior cultura Lambayeque [c. 900-1200 d.C.]
en la costa norte del Perú que muestran personas sin brazos, pero es posible que estas
simplemente representen una continuidad de temas iconográficos Moche, y no una tradición
quirúrgica. Es posible que la práctica de amputar miembros desapareció con los Moche. Los
cronistas españoles, quienes observaron de primera mano la cultura Inca y varias etnias costeñas
como los Chimú en el siglo XVI, no describen la práctica de amputaciones, y hasta la fecha no
se han encontrado ejemplos en material óseo Inca. Esta falta de evidencia se contrasta con la
abundancia de ejemplos de trepanaciones en materiales del Horizonte Tardío de la sierra andina.
AGRADECIMIENTOS
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32 J. W. Verano
Durante los años de 1995 a 2001, la Misión Arqueológica Canadiense dirigida por Claude
Chapdelaine de la Universidad de Montreal , ha realizado excavaciones sistemáticas en la
Zona Urbana Moche (ZUM), ubicada en la planicie del complejo arqueológico Huacas del
Sol y la Luna, en un esfuerzo por entender el urbanismo, estructura social y sistemas de
subsistencia de los habitantes de la capital Moche. Así, las huacas constituyeron centros
ceremoniales al mando de una clase sacerdotal (Chapdelaine 1997a, 1997b). Los resultados
de las investigaciones de este complejo complementan en gran magnitud a aquellos obtenidos
del manejo urbanístico moche (Uceda et al. 1997).
Moche: hacia el final del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, 1 al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, T. 11, págs. 33-63.
Lima, Universidad Nacional de Trujillo y Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
34 V. Vásquez, T. Rosales, A. Morales y E. Roselló
investigaciones de índole zooarqueológico como las de Pozorski (1976, 1979a, 1979b) sobre
los sistemas de subsistencia de los pobladores mochicas y la centralización de su economía,
las cuales presentan evidencias del énfasis en el consumo de los productos marinos y el consumo
de camélidos domésticos, especialmente de la "llama" (ver Shelia y Thomas Pozorski, capítulo
4 en este volumen).
Debido a que estos estudios constituyen una parte de las investigaciones en ZUM, nosotros
no intentaremos un análisis microespacial detallado, ni diacrónico de esos restos. Sin embargo,
el objetivo secundario apunta a identificar diversos taxas marinos y terrestres como
bioindicadores de procesos que guardan relación con eventos medioambientales recurrentes
en la región, específicamente ubicar la posible presencia de eventos ENSO en épocas Moche.
Finalmente, hay que subrayar que estos estudios son posibles por la aplicación de las diversas
técnicas zooarqueológicas e informáticas, que están bien complementadas dentro del marco
de los objetivos arqueológicos e interdisciplinarios que ejecuta la dirección del proyecto Huacas
del Sol y La Luna y los investigadores extranjeros adscritos a este proyecto.
MÉTODOS DE ANÁLISIS
Los restos animales que se registran en este informe proceden de los conjuntos
arquitectónicos6, 7,9, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18,21,22,23,24y25deZUM.Lapresencia
de ambientes, almacenes, cocinas e incluso algunos entierros nos sugieren una cierta autonomía
funcional en algunos de estos conjuntos arquitectónicos.
Tres fechas radiocarbónicas (1460 ± 60, 1400 ± 60 y 1530 ± 80 BP), tomadas de áreas
diferentes de las estructuras de CA-9, indican una secuencia ocupacional de aproximadamente
un siglo dentro de las fases Moche IVN de la secuencia de Larco (470-600 d.C.) (Chapdelaine
1997a, 1997b).
17 / Zooarqueología de la zona urbana Moche, complejo Huacas del Sol y de la Luna, valle de Moche 35
Todos los restos animales han sido tamizados a través de mallas con abertura de 3 mm (1/
8") e individualmente se limpiaron, rotularon y se ordenaron en sus respectivas bolsas.
Después de los restos de peces, son los restos óseos de mamíferos los que predominan.
Con excepción de los restos de Camelidae, los restos de otros taxa están completos y es menor
su fragmentación. La identificación taxonómica también se realizó utilizando trabajos
especializados, como: Altamirano (1983), Ziswiler (1980), Olsen (1968, 1982), Driesch (1976),
Chaplin (1971), Hershkovitz (1959), Pacheco et al. (1979), Boessneck (1982), Brazier (1929),
Emmons (1990), Gardner y Romo (1993), Greenwood (1976), Gilbert (1990), Glass (1965),
Hesse y Wapnish (1985), Hillson (1992), Kasper (1980), Lawlor (1979), Myers et al. (1990),
Pasquini y Spurgeon (1989), Pannoux (1991 ), Sasaki (1989), Sisson y Grossman (1990), Schmid
(1972), Silver (1982), Wheeler (1982), Puig y Monge (1983) y Davis (1989).
Cada muestra de fauna fue finalmente clasificada en grupos taxonómicos (Gautier 1987).
Las inferencias medioambientales se basaron en las observaciones personales y los datos
publicados (Chirichigno 1970, 1974; Peña 1970, 1971; Fischer et al. 1995).
36 V. Vásquez, T. Rosales, A. Morales y E. Roselló
Proceso de cuantificación
Las estimaciones de NMI en vertebrados se confían a métodos con otra concepción, para
además inferir el tamaño y edad (Clason 1972, Hesse y Wapnish 1985). En el caso de los
peces, por ejemplo, la mayoría de los huesos fueron identificados primero a través de la
comparación directa de su morfología con especímenes de tamaño conocido. Los restos óseos
de peces fueron contados inicialmente según el espécimen presente (vértebra, huesos de la
cabeza, otolitos, etc.), para así establecer el NISP, lo cual se realizó para todos los conjuntos
arquitectónicos. Con los huesos de la cabeza, cintura pélvica y pectoral, se consideró su
lateralidad y distribución porcentual según conjuntos arquitectónicos donde aparecen con mayor
frecuencia y cantidad. La mayoría de estos huesos son pares, como los de la región
oromandibular, región opercular, región hial, cintura pélvica y pectoral. Una vez calculado el
NISP se establecieron cuadros de abundancia taxonómica porcentual. Así, bajo estos criterios
los restos de peces fueron juzgados.
En el caso de aves y mamíferos, se tuvieron en cuenta datos ontogenéticos, junto con las
diferencias de tamaño, brindando además datos de edad y categorías de tamaño. En todos los
casos el NISP se ha estimado independientemente para cada uno de los conjuntos arquitectónicos
donde los restos de fauna habrían sido recuperados. Con los restos óseos de mamíferos, la
predominancia de huesos fragmentados de Camelidae hizo complicado el cálculo del NMI,
por lo cual se aplicó el NISP para luego expresarlo en diagramas porcentuales.
Osteometría
Los datos obtenidos fueron llenados en una ficha de análisis osteométrico donde se
registraron todas las medidas útiles para diferenciar las cuatro especies de camélidos mediante
el análisis discriminante . Los datos de aquellas variables que separan los dos grupos de
camélidos, fueron impuestos en una hoja de cálculo Excel y graficados en un diagrama de
dispersión bivariado.
Estructuras de Edad
La defini ción de las estructuras de edad de la muestra de camélidos, es una parte muy
importante de la investigación que nos llevará a definir las características de la crianza de
camélidos en los ecosistemas costeros prehispánicos mochicas. Las estructuras de edad
estuvieron básicamente relacionadas al estudio de los maxilares superiores e inferiores y su
dentición (Wheeler 1982). Posteriormente se hizo un cuadro con los intervalos de edad
encontrados en el estudio, el cual se expresó en un diagrama de valores porcentuales relativos
para esti mar un perfil etario de la muestra.
RESULTADOS
El total de los restos es de 15 .739. De este total, el 25,54% corresponde a moluscos (del
cual el 64,55% se compone de Donax obesulus) , 0,85% a crustáceos, 45 ,72% son peces (del
cual el 61,37% está compuesto por dos especies de peces: Merluccius gayi peruanus y Sardinops
sagax sagax) , 0,90% aves y 26,97% son mamíferos (del cual el 80% lo constituye Lama sp. ).
Se nota la predominancia en orden cuantitativo (por NISP) de los peces, mamíferos y moluscos,
en casi todos los conjuntos estudiados . Los restantes taxa constituyen un promedio de 20% del
NISP, lo que por su divers idad de especies está distribuido en fo rma asimétrica. Tal
macroestructura general de las muestras de fauna identificada merece algunos comentarios
extensos a nivel de grupo.
38 V. Vásquez, T. Rosales, A. Morales y E. Roselló
CA -6 CA -7 CA -9 CA - 11 CA - 12 CA -14 CA - 15
ESPE CIE S
--
NMI % NM I % NMI % NM/ % NM I % NM I % NMI %
Acanthopleura echin ata o o o o o o 1 0, 3 o o o o o o
Enoplochiton nig er o o 1 o o o o o o o o o o o
Chiton cum ingsii o o o o o o 1 0,3 o o o o o o
Fis surrella limbata o o o o 1 1 o o o o o o o o
Fissure /l a m áxima o o o o o o o o 1 1 4 21 o o
o o o o o 5 o o o o o o
~~S~L'._í~----------
Col isella orbign yi
t---··----
o o o
1
o o
- - - - - ,_!_¿_ - - -
o o o o o -- ~-- ~
o o o o
Scu rria para si tic a o o o o o o 1 0,3 1 1 o o o o
Tegu la aira o o 3 1 3 4 2 0, 7 2 2 o o 4 9
Teg u la e u ryo mp hal us o o o o o o o o o o o o o o
Prisogaster Níger 2 4 12 4 7 10 3 1,1 13 13 o o 8 17
Crepipatella dil atata o o o o o o o o o o o o o o
Littorina peru viana o o o o 1 1 o o o o o o 1 2
Po linices ubre o o 1 o 1 1 o o o o o o o o
~~9'~ o o o o o o o o ··---·
o o o o o o --
C oncholepa s concholepa s o o o o o o 1 0,3 o o 4 21 1 2
Thais choco/ata 3 6 21 7 5 7 2 0,7 6 6 4 21 o o
Thai s haema stoma 5 10 4 1 2 3 2 0,7 2 2 2 11 6 13
o o o o
----
Xa nthochorus buxea
So lenoste ira fu siformi s o
1 2
o
5
o
2
o
1
o
1
o o o
1
o
1
---¡..........·
o o o
1
o o
2
Co nu s fe rgusoni o o o o o o o o o o o o o o
Nassariu s dentifer o o 3 1 1 1 o o 3 3 o o o o
Oli ve /l a co lume ll aris o o o o o o o o o o o o o o
Prunum curtum o o 3 1 2 3 2 0,7 o o o o o o
Mitra orienta /is
-··------··- - - - - - - - - · · - - - - - - - -
o o o o o o o o o o o o o o
----- _____ ,,
Tabla 17. la. Abundancia taxonómica según NMI de los restos de moluscos de los conjuntos
arquitectónicos 6, 7, 9, 11, 12, 14 y 15 de ZUM.
17 / Zooarqueología de la zona urbana Moche, complejo Huacas del Sol y de la Luna, valle de Moche 39
Tabla 17 .1 b . Abundancia taxonómica según NMI de los restos de moluscos de los conjuntos
arquitectónicos 16, 17, 18, 21, 22, 23 y 24 de ZUM.
40 V. Vásquez, T. Rosales, A. Morales y E. Roselló
00
60 +----+--! >--1-------+-----<
-
50
30
k'
20 =-
10
Moluscos
En la Tabla 17.1 y figura 17.2 podemos observar como se distribuyen por NMI los
moluscos según los conjuntos analizados y notamos una gran predominancia de moluscos de
playas arenosas (ver Fig. 17.1) y cinco especies de moluscos de playas pedregosas-rocosas:
Tegula atra, Prisogaster niger, Thais chocolata, Thais haemastoma y Semimytilus algosus.
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90 ··~---------------------------------~
80 ;----------------------------------~---"
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70 ~
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~ Tegula atra Prisogaster nige r -.- Thai s chocolata -l"'- Thais hae mas tom a
_,.__ Scutalu s pro te us ~ Semimytilu s a lgo su s Donax obesulus - Otras especi es
Fig. 17.2. D istribución porcentu al de las pri ncipales especies de moluscos de la Zo na Urbana Moche.
arenosas) ; también aún se observa preferencias en esta zona asociada a los demás taxa. La
mayoría de los gasterópodos de los conjuntos arquitectónicos se encuentran en sustratos rocosos
(Keen 1958), mientras que para el caso opuesto, los bivalvos, tenemos 06 especies pertenecientes
a sustratos arenosos/fangosos. En términos de zonación, la mayoría de las especies se concentran
en Ja zona del mesolitoral (=el intertidal).
Esto significa que el recolector tuvo que haber salido a la playa sin complicaciones y sin
necesidad de contar con personal especializado (es decir, que esta actividad podía ser realizada
por mujeres y niños). Es el Donax obesulus el molusco más común en las orillas de la costa
norte del Perú, fácilmente se encuentra en los mercados y también era la especie dominante en
los sitios del valle de Moche (Pozorski 1979a, 1979b). Esta almeja aún puede recolectarse
fácilmente con la mano obteniendo grandes cantidades: los pescadores especializados recolectan
30 kg en 3 horas de trabajo en lugares como Huanchaco (observación personal y datos inéditos).
El equipo que ellos usan incluye varios tipos de 'recogedores', como el 'caván' de Huanchaco
y Huaca Prieta. Los mejillones y caracoles de rocas requieren instrumentos más especializados ,
siendo de cuidado este biotopo por lo cual esta área se encuentra restringida para los recolectores
especializados llamados 'mariscadores'. Además , uno puede asumir por las frecuencias bajas
de moluscos de zonas rocosas , que los afloramientos rocosos eran hábitat poco comunes en
términos de proveedores de alimento (en la actualidad, el litoral del valle de Moche sólo
ofrece éstos en los Jugares como Uripe, Sal averry, H uanchaquito y Huanchaco).
42 V. Vásquez, T. Rosales, A. Morales y E. Roselló
También asociados a esta especie hemos identificado otras especies de caracoles terrestres:
Bostryx sp., Bostryx turritus y Drymaeus sp., las dos primeras especies muy cerca de los hábitat
de Scutalus y la Drymaeus es una especie que habita la vegetación loma!. En general, se podría
proponer que la presencia de estas especies está asociada a periodos climáticos húmedos, y la
relativa abundancia de este caracol en la zona urbana Moche podría indicar periodos húmedos
asociados a frecuentes lluvias para esta época. A estas especies se adiciona un pequeño molusco
dulceacuícola, Drepanotrema sp., que habita las áreas pantanosas, dentro del baiTo y en las
raíces de las plantas hidrofíticas y que sólo se registró para el conjunto arquitectónico 6.
Además de las especies antes señaladas, la colección de moluscos incluye tres especies
de polyplacophoros o chitones, mas 23 gasterópodos y 11 bivalvos. La mayoría de los taxa son
típicos de comunidades actuales de la corriente de Humboldt y sólo cuatro taxa: Prunum
curtum, Conus fergusoni, Cancellaria urceolata y Argopecten circularis son bioindicadores
de aguas tropicales/subtropicales.
Crustáceos
En lo que se refiere a los crustáceos, se han identificado seis especies: Chthamalus cirratus,
Arenaeus mexicanus, Platyxanthus orbignyi, Paraxanthus barbiger e Hypollobocera sp. Las
cinco primeras constituyen elementos de la fauna marina de aguas frías, que representan una
importancia dentro de la alimentación y son especies que habitan el meso e infralitoral rocoso
y arenoso respectivamente, y su captura es posible realizar manualmente. Estas especies son
aún comunes en las playas del valle de Moche y se venden frescas en los mercados de Trujillo.
El Arenaeus mexicanus tiene una distribución latitudinal que alcanza la península del sur de
California y el Platyxanthus orbignyi es una especie característica de la actual corriente de
Humboldt (Chirichigno 1970, Del Solar 1972, Del Solar et al. 1981, Fischer et al. 1995).
TOTAL 1 20 1 12 8 1
Tabla 17 .2. Abundanci a taxonómica según NIS P de los restos de crustáceos de los conjuntos
arquitectónicos de ZUM .
44 V. Vásquez, T. Rosales, A. Morales y E. Roselló
intertidal y su captura se puede realizar manualmente o con el uso de trampas especiales (se les
conoce como 'cangrejeras'). Ellos se encuentran encima del sustrato arenoso y rocoso y pueden
pasar de un sustrato a otro sin ningún problema (los cangrejos son buenos nadadores). Su
carne es excelente y ambas especies pueden cocinarse o pueden prepararse frescos en varios
tipos de 'cebiches'.
A estas especies de agua marinas frías se adicionan los restos de un crustáceo de río,
Hypollobocera sp., muy común y recurrente en otros yacimientos de la costa norte. Este
crustáceo habita en los cursos de agua, como canales, acequias o lechos tranquilos de los
cursos de los ríos, y su presencia en el sitio es lógica por la cercanía a la ribera del río Moche .
Aunque actualmente en la costa son escasos los registros etnográficos sobre su consumo, es
cierto que en otros sitios como la sierra son consumidos, aunque hay que tener presente que
son vectores de parásitos que se alojan en los pulmones del hombre, cuando estos son
consumidos con poca cocción.
Peces
En primer lugar, los peces son el más diversificado grupo de naturaleza marina en Jos
conjuntos arquitectónicos. Esto no sólo es debido al gran número de taxas presentes (ver Tabla
17 .3) sino, sobre todo, a Ja abundancia relativa de los taxa dominantes. De esta manera, la
"merluza" (M. gayi) contribuye con el 37% del los NISP identificados. Como consecuencia de
esto, algunas de las especies secundarias, incluso la Sardinops sagax sagax "sardina" (24,37% ),
el Galeichthys peruvianus "bagre" y otros, constituyen contribuciones significantes al gran
total del registro (Tabla 17.3).
En segundo lugar, aunque numéricamente estas especies del total del registro faunístico
de los conjuntos arquitectónicos están en primer y segundo orden de magnitud por debajo de
los moluscos, sus características de biomasa indican una inversión grande de energía cuando
se consideran los pesos de carne.
La pesca está, además, mejor documentada desde el punto de vista biológico y etnográfico,
si lo comparamos con otros taxa. Incluso, un reconocimiento sencillo de la Tabla 17.3 podría
inmediatamente sugerir una serie de patrones, como:
" merluza" también puede ser nadador activo y volverse pelágico en momentos de eventos
El Niño, el cual obliga a las especies a emprender migraciones (Afranio Livia 1985 ,
Arntz y Fahrbach 1996).
3. Debido a las capacidades locomotoras, no siempre es fácil asignar el tipo de sustrato para
cada especie. No obstante, una mirada a la figura 17.4 parece sugerir que se habrían
preferido capturar peces de aguas libres y fondos arenosos a sustratos rocosos (la mayoría
de los taxa bentónico y demersal de sustratos rocosos cambia a sustratos arenosos sin
ningún problema).
Otras 10 especies de peces viven en alta mar y sólo pueden ser capturados con
embarcaciones y redes especiales. Ellas son: Sardinops sagax sagax "sardina", Merluccius
gayi peruanus "merluza", Trachurus symmetricus murphyi "jurel", Paralabrax humeralis
"cabrilla", Seriolella violacea "cojinoba'', Scomber sp. "caballa", Scomberomorus maculatus
sierra "sierra", Thunnus sp. "atún" y Sarda chiliensis "bonito".
Hay que destacar que de éstas, la "merluza" y "sardina" son peces que viven en alta mar,
así como otras especies, lo cual razonablemente implica una gran actividad de pesca con
embarcaciones y diversos tipos de aparejos de pesca, lo que se comprueba al revisar la
distribución porcentual de los peces por hábitat ecológicos, notándose un gran porcentaje de
peces de aguas libre (ver Fig. 17.4) y también de peces de orilla, lo que implica la variabilidad
de aparejos para la pesca, tal como se aprecia en las múltiples representaciones de escenas de
pesca en la iconografía.
46 V. Vásquez, T. Rosa les, A. Morales y E. Rose ll ó
Tabla 17.3a. Abundancia taxonómica según NISP de los restos de peces de los conjuntos arquitectónicos
6, 7, 9, 11, 12, 15 y 16 de ZUM.
17 / Zooarqueo logía de la zona urbana Moche, complejo Huacas del Sol y de la Luna, valle de Moche 47
Tabl a l 7. 3b. A bundancia taxo nóm ica según NISP de los restos de peces de los conjuntos arquitectónicos
17, 18, 21, 22, 23 y 25 de Z UM.
48 V. Vásquez, T. Rosales , A . Morales y E. Roselló
40 -+-~
35
30
25
20
15
10
Fig. 17.3. Distribución porcentual de los peces de ZUM, según conjuntos arquitectónicos.
Fig. 17 .4. Distri bución de los peces de ZUM según biotopos ecológicos.
17 / Zooarq ueología de la zona urbana Moche, complejo Huacas del Sol y de la Lun a, valle de Moche 49
A pesar de las dificul tades para inferir el tamaño de Jos peces recuperados , es evidente
para CA -9 apreciar que existe para la mayoría de las especies una distribución no definida de
tamaños. Por ejemplo tenemos el caso de la " merluza" , cuyos resultados son los siguientes :
También se ha identificado una especie de "anguila" Ophichthus sp., que vive en áreas
costeras de océanos tropicales o de temperaturas tibias. Se han reconocido algunas vértebras
de esta especie; las especies de este género son de cuerpo elongado, batipelágicas y pueden ser
capturadas con anzuelo o redes de media agua (Chirichigno 1974).
La identificación de elementos óseos de la cabeza de los peces, está indicando que tanto
la "merluza", "jurel", "suco", "cachema", "]orna", "bagre" llegaron en estado completo al
sitio, ya que hay elementos de la región oromandibular, escapular, opercular y otolitos. Por
otro lado, son las vértebras de los peces los elementos óseos que están mejor representados en
los conjuntos donde abunda la evidencia íctica, especialmente en el conjunto 7 y 21 (ver Fig.
17.5). Hay que resaltar la cantidad de huesos de Ja región escapular y oromandibular de
Merluccius gayi, así como de sus vértebras, ya que esto significa la abundancia y pesca extensiva
de esta especie, además de indicar probables actividades de distribución o procesamiento de
los peces en tales contextos (salado y/o secado).
Aves
Un grupo faunístico muy interesante por la variedad de especies que se están evidenciando
son las aves, de las cuales se han identificado 13 especies, de las cuales siete corresponden a
ecosistemas marinos (Larus sp 1, 2, Phalacrocorax sp., Sula sp., Pelecanus thagus, Diomedea
sp. y una especie de Procelariidae, conocidos como "petreles"), dos especies son de lagunas
( Casmerodius y A nas sp. ), y cuatro de monte ribereño (Zenaida asiatica melada, Zenaidura
auriculata hypoleuca, Dives dives y un Paseriforme) (ver Tabla 17.4).
50 V. Vásquez, T. Rosales, A. Morales y E. Roselló
100%
90
80
70
60
50
40
30
20
10
Fig. 17.5. Distribución porcentual de las regiones anatómicas de los peces de ZUM.
Sin embargo, la evidencia para el consumo de aves como aves marinas, gaviotas y
cormoranes es proporcionado por la presencia de marcas de cortes en los huesos. Tal consumo
también se ha documentado en el terreno etnográfico (Antunéz de Mayolo 1985) y todavía es
practicada a lo largo de la costa peruana (observación personal). La presencia de restos de
"guanay" Phalacrocorax sp., "piquero" Sula sp., Pelecanus thagus "pelícano", Larus sp.
"gaviota", Diomedea sp. "albatros" y una especie de Procelariidae, resulta hasta cierto punto
lógica dada la proximidad del sitio con la orilla marina, y también dada la importancia que
tienen las gaviotas, guanay, piquero y pelícanos en la subsistencia de los pueblos prehispánicos
asentados en la costa.
Otras especies importantes por su carne y por encontrarse cerca al sitio arqueológico,
son: "paloma de campo" Zenaida asiatica melada y Zenaidura auriculata hypoleuca, que
habitan en bandadas en el monte ribereño y que constituyen una importante fuente de proteínas;
esto también podría indicar actividades de cacería especializada para estas aves.
Destaca dentro de los restos de aves, una especie de "tordo" Dives dives cuyos restos se
encuentran en buen estado de conservación y han sido registrados en contexto de tumba para
el conjunto arquitectónico 24. Esta ave se caracteriza por su plumaje negro brillante y su canto
muy especial y armonioso. Es una ave que actualmente reside en el monte ribereño de los
17 / Zooarqueología de la zona urbana Moche, complejo Huacas del Sol y de la Luna, valle de Moche 51
Tabla 17.4. Abundancia taxonómica según NISP de los restos de aves de los conjuntos arquitectónicos de ZUM.
52 V. Vásquez, T. Rosales, A. Morales y E. Roselló
ecosistemas costeros y es muy apreciada por su canto y plumaje, por lo que es muy común
observar su crianza como mascota. Esta evidencia constituye la primera para contextos
funerarios Moche y amplía el conocimiento del mundo mágico y religioso de esta población.
No existe otro registro zooarqueológico para esta ave.
Mamíferos
Otra especie imp011ante para el registro zooarqueológico lo constituye un roedor grande que
habita las lomas costeras y los contrafue11es andinos. Se trata de la Lagidium peruanum "vizcacha",
de la cual se ha identificado varios de sus huesos quemados para los conjuntos 11, 12 y 21.
Restos de una especie de Otaria sp. "lobo marino" también se registran en los conjuntos
7, 9, 14, 15, 17, 18 y 21 (Tabla 17.5). El examen de los restos indica que el tamaño de éstos
corresponde a individuos jóvenes y tiernos, lo cual indica preferencias de consumo por la
suavidad de la carne para los individuos de estas edades.
NO IDENTIFICADOS 8 18,6 85 7 o o o o o o o o o o
~OTAL 43 1199 259 131 43 22 64
Didelphis sp . o o o o 1 O, 1 o o o o o o 2 0,2
Lagidium peruanum o o o o 1 O, 1 o o o o o o o o
Ca nis fam iliari s 4 1,4 o o 3 0,4 9 2 ,4 o o o o 1 O, 1
Tabla 17.5. Abundancia taxonómica según NISP de los restos de mamíferos de los conjuntos
arquitectónicos de ZUM.
realizados por Pozorski ( 1976) y Shimada y Shimada ( 1981 ), quienes también publican estudios
sobre perfiles de edad de los animales sacrificados para la sociedad Moche.
Teniendo como hipótesis que la crianza de camélidos se realizó en los ecosistemas costeros
prehispánicos y que su diversidad haya alcanzado a las especies domésticas conocidas, se ha
recurrido a la osteometría para conocer la identidad de la muestra osteológica. Se han medido
46 primeras falanges (23 delanteras y 23 traseras) de Camelidae (ver Tabla 17.6), cuyas
características que exige la osteometría, consisten en que su estado de conservación sea bueno
y especialmente que las epífisis se encuentren bien fusionadas, es decir que se trate de
especímenes maduros.
23
22.5
e 22 •
s 2 1.5
•
•
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o
21
20.5
20
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15.5
15
13.5 14 14.5 15 15.5 16 16.5 17 17.5 18 18.5 19 19.5 20 20.5 21
clasificaron para "llama" y 26 para "alpaca"; esto no necesariamente implica que haya más
"alpacas" que "llamas" en toda la muestra de camélidos analizada, sólo es un indicador relativo.
En cuanto a la confiabilidad de la clasificación mediante las fórmulas discriminantes, podemos
decir que las primeras falanges delanteras presentan un 100% de confiabilidad y las primeras
falanges traseras 97,3%. De esto se deduce que la clasificación taxonómica de las especies
para las primeras falanges delanteras sería indiscutible. Un caso similar, aunque con 2,7% de
error, sería para las primeras falanges traseras, esto se confirma cuando imponemos los datos
de dos variables en un diagrama bivariado que separa ambas especies (ver Fig . 17 .6).
Sin embatgo, es difícil pensar en la presencia de rebaños mixtos (llamas y alpacas juntos),
porque son especies alopátricas. El biótopo para el pastoreo de la "alpaca" es muy especializado
(bojedales) y la costa no presenta algo similar para su pastoreo y cría, por lo que la presencia
de "alpacas" en el sitio debería interpretarse como rebaños o especímenes traídos especialmente
o eventualmente de la sierra. Para la "llama", que puede ser criada en rebaños en la costa,
podemos afirmar que los individuos de esta especie estaban sujetos a control y manejo por la
gente Moche que vivió en el sitio, tal vez teniendo los corrales en sitios estratégicos de mayor
altitud y con importantes áreas de pastoreo (ejemplo: Cerro Orej a y Cerro Arena).
mm
18
17 ,.
16
15
14
13
12
11
10
El Brujo ZUM Pto. Pobre
Fig. 17.7. Ancho proximal de la primera falange de tres sitios arqueológicos de Ja costa norte de Perú
(ZUM , Huaca Cao Viejo y Puerto Po bre) .
la vicuña, han sido representados por los artesanos mochicas. Esto, aunque tiene un significado
relativo, es sugerente para pensar que aquellas falanges cuyo coeficiente de clasificación indica
"alpaca", tendrían otra interpretación, tal como lo indica Bonavia (1996), quien propone que
para esta época hay evidencias representativas de una especie o ecotipo de "llama costeña" de
tamaño pequeño, y que desapareció con la conquista española, producto de enfermedades
(sama) y la matanza indiscriminada.
30
%
25
20
------
15
10
Estructuras de Edad
• 3-6 meses o 6-9 meses O 9-12 meses O 1 -2 aros an 2-3 aros El 3-6 aros 11 6-8 aros o >1o años
los restos de camélidos de sitios arqueológicos de la costa norte, más aún si tenemos en cuenta
que conforme avanzamos hacia la línea ecuatorial, el volumen del tamaño del cuerpo de los
mamíferos va disminuyendo, acorde a la Regla de Bergman; además de las diferencias de
vegetación que indudablemente deben reflejar cambios en la conformación ósea que
desconocemos, aunque si se ha determinado que causa anomalías en la erupción dentaria de
los animales (Kent et al. 1996).
De todo esto seguimos planteando las mismas preguntas que hicimos anteriormente : ¿serán
las alpacas identificadas para sitios arqueológicos costeños algún ecotipo de camélido que
alcanzó una notable especiación al estar sometido al modelo zoológico clinal y aislamiento
geográfico? ¿Las diferencias entre la vegetación y otros factores medioambientales que hay
entre la costa (muestra arqueológica) y la puna (La Raya, muestra comparativa), pueden tener
efecto en la disminución del tamaño del cuerpo de los camélidos? ¿Es posible que en la época
Moche haya comenzado un manejo especializado de rebaños mixtos, para utilizar el vigor del
híbrido que permite una mejor aclimatación?
con medidas menores para el ancho proximal de las falanges de ZUM y un poco mayor para
las falanges de los sitios más tardíos (Huaca Cao Viejo y Puerto Pobre). Esto debe tener un
significado evolutivo y de especiación en lo que se refiere al manejo y adaptación de los
primeros rebaños de camélidos domésticos en los ecosistemas costeros.
Con respecto a las estructuras de edad, y basándonos en estudios del desarrollo dentario,
desgaste oclusal de incisivos sueltos, molares y fragmentos de mandíbulas y maxilares, hemos
determinado que el 5,3% de la muestra analizada corresponde a animales cuyas edades fluctúan
entre 3-6 meses, 3,5% con edades entre 6-9 meses, 3,5% entre 9- 12 meses, 17,8% con edad
entre 1-2 años, 19,6% entre 2-3 años, 26,7% entre 3-6 años, 16, 1% entre 6-8 años y 7, 1% de
animales con edades mayores a 10 años (ver Fig. 17 .8).
Los incisivos encontrados dentro de la muestra, y los que se han podido analizar presentan
esmalte en ambos lados, es decir pertenecen a Lama guanicoe y/o Lama glama, ya que ambas
especies presentan esmalte en ambos lados de los incisivos mandibulares, y no encontramos
casos con incisivos con esmalte sólo en el lado labial que indicaría Lama pacas, aunque esta
situación sí lo pudimos identificar para los materiales del sector 9 de ZUM donde encontramos
dos casos de incisivos con esmalte sólo en el lado labial, lo que comprobaría la identificación
por osteometría.
AGRADECIMIENTOS
Los autores quieren expresar su sincero agradecimiento al Dr. Claude Chapdelaine por el
apoyo y confianza demostrados desde 1995 al presente, para encargarnos las investigaciones
de los restos faunísticos de la Zona Urbana Moche. De la misma manera para el Dr. Santiago
Uceda por su apoyo e interés en las investigaciones interdisciplinarias, que hicieron posible la
realización de nuestras investigaciones. Nuestro sincero reconocimiento para nuestros colegas
el Dr. Jonathan Kent (Metropolitan State College of Denver), por sus comentarios valiosos
para el tema de los camélidos, así como por su apoyo con bibliografía especializada. Para el
Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de Madrid, donde st: realizaron
algunos análisis de las muestras de peces de las temporadas 1997 y 1998, y por proporcionarnos
bibliografía especializada sobre ictioarqueología. Para Patrick Gay, director del Laboratorio
de Zooarqueología de Salango-Ecuador, quien nos proporcionó el acceso a las colecciones de
peces y aves, y el valioso apoyo logístico durante nuestra estadía. Finalmente, nuestro
17 / Zooarqueología de la zona urbana Moche, complejo Huacas del Sol y de la Luna, valle de Moche 59
reconocimiento para el Dr. Steve Bourget, con quién hemos discutido en muchas oportunidades
Jos temas zooarqueológicos asociados a Ja iconografía Moche.
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18 /
Para Alonso
EL PROYECTO ARQUEOLÓGICO
SAN JOSÉ DE MORO 1991-2000
Las investigaciones arqueológicas de San José de Moro, y de la parte norte del valle de
Jequetepeque, se iniciaron en 1991 y han continuado hasta la fecha, permitiéndonos registrar
más de 150 contextos funerarios, planteándonos nuevas y más complejas preguntas de
investigación y contribuyendo al desarrollo sostenible de la comunidad. Los objetivos iniciales
del proyecto fueron estudiar los patrones funerarios Mochicas a partir de la excavación de
tumbas y reconstruir, sobre la base de estudios estratigráficos, la secuencia ocupacional del
sitio. No éramos conscientes entonces que la secuencia ocupacional sería tan compleja, ni que
el sitio había sido el resultado de tantas fases de ocupación. Tampoco intuíamos que los patrones
funerarios presentarían tantas variedades formales, ni que la preservación del sitio nos permitiría
inferir aspecto relacionados con la organización espacial del cementerio, la riqueza y variabilidad
de las asociaciones o los rituales funerarios. Como suele suceder, los objetivos con los que se
Moche: hacia elfinal del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, 1 al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, T. II, págs. 65 -123.
Lima, Universidad Nacional de Trujillo y Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
66 L. J. Castillo B.
inició la investigación fueron agotándose en los primeros años, pero éstos fueron derivando en
una serie de nuevos problemas e interrogantes. En la actualidad el objetivo central del proyecto
es el estudio de los procesos culturales en el sitio como centro ceremonial y funerario regional.
Este objetivo central puede, a su vez, descomponerse en una larga lista de objetivos particulares.
Para lograr resolver este objetivo central debemos estudiar, ente otras cosas, las particularidades
de la ocupación en cada periodo, las modalidades de tumbas y sus contenidos, las evidencias
de actividades ocupacionales asociadas a las tumbas, las formas de la cerámica en cada periodo,
las influencias externas en los estilos cerámicos, la caracterización bioantropológica de las
poblaciones en cada periodo y los contenidos iconográficos de la cerámica.
A fin de contestar a las preguntas que se generan de estos objetivos, los métodos empleados
en las excavaciones en San José de Moro han ido cambiando a lo largo de los años, adaptándose
al tipo de preguntas, a las condiciones del sitio y al progreso que se hace en la comprensión
general del fenómeno Mochica. Las excavaciones, en general, han ido aumentando en escala.
En la actualidad excavamos unidades de 100 metros cuadrados, que se llevan a las capas
estériles, aproximadamente a 4 metros de profundidad. Estas áreas, si bien resultan ideales
para estudiar las tumbas e incluso sus concentraciones, están resultando pequeñas para poder
entender la complejidad de los contextos que aparecen sobre ellas, donde encontramos extensas
áreas de actividad y núcleos de grandes depósitos de cerámica asociados con la producción de
chicha (ver más adelante). La metodología de excavación de las tumbas mismas ha ido
perfeccionándose; cuando es posible tratamos de excavarlas combinando una aproximación
en planta con otra lateral, que nos permita entender la forma de la fosa en perfil.
San José de Moro ofrece condiciones excepcionales para estudiar la evolución de las
prácticas funerarias y ceremoniales, tanto a través del registro de entierros como de la iconografía
18 / Los últimos mochicas en Jequetepeque 67
de línea fin a asociada a ellos . En los cambios de los patrones funerarios, de las ceremonias
practicadas en asociación con ellos, y de la cerámica que encontramos en las tumbas podemos
ver una compleja historia de influencias culturales, de estrategias de poder basadas en complejos
manejos ideológicos y de absorción y resistencia a la presión de sociedades foráneas.
Antes de iniciar nuestro análisis de los datos de San José de Moro queremos señalar
que, para una mejor comprensión de los procesos, en nuestras investigaciones asumimos
dos supuestos teóricos, uno sobre la organización geopolítica Mochica y otro sobre las
secuencias cronológicas y cerámicas de las diferentes regiones . En primer lugar, creemos
que la evidencia material permite afirmar que el territorio Mochica estuvo dividido en dos
regiones claramente definidas: la Región Mochica Norte, que comprende los valles de Piura,
Lambayeque y Jequetepeque, que coexistieron con mayor o menor independencia política
entre sí (Castillo y Donnan l 994b, Donnan y Cock 1986); y la Región Mochica Sur, que
incluyó los valles de Chicama y Moche como zona nuclear y los valles de Virú, Chao, Santa
y Nepeña, que habrían sido incorporados a través de una conquista (Willey 1953) (Fig.
18.1). En segundo lugar, y como consecuencia necesaria del primer supuesto, la secuencia
cerámica del valle de Jequetepeque es diferente a la que encontramos en la región Mochica
Sur y que ha sido dividida en cinco fases por Larco (1948). La secuencia cerámica en
Jequetepeque comprende tres periodos: Mochica Temprano, correspondiente a las fases I y
11 del sur; Mochica Medio, contemporáneo con la fase III y parte de la fase IV; y Mochica
Tardío, coetánea con la parte final de la fase IV y la fase V. En Jequetepeque sigue al Mochica
Tardío el periodo Transicional y la ocupación Lambayeque. La secuencia de tres fases:
Temprana, Media y Tardía, aparentemente, también se aplicaría a la evolución de la cerámica
Mochica en Lambayeque y Piura (Castillo y Donnan l 994b ). Las investigaciones llevadas a
cabo en los últimos años en las dos regiones confirman la existencia de las dos secuencias,
su marcada adscripción territorial y su secuencia diferenciada. Aún queda por estudiar algunas
zonas donde la secuencia parece ser diferente, por ejemplo el alto Chao, el valle de Zaña y
Virú. Asimismo, y como es de esperarse, en cada región existen ejemplos de artefactos de
cerámica de la otra. Por ejemplo, cerámica Mochica Temprana muy semejante a la hallada
en Pacatnamú fue registrada en una tumba Mochica en San Diego, en el valle de Casma
(Pozorski y Pozorski 1996) y cerámica Mochica de estilo IV-V, tanto escultórica como
pictórica fue encontrada en una de las tumbas complejas excavadas por Ubbelohde-Doering
en Pacatnamú (Ubbelohde-Doering 1983).
Aún cuando actualmente hay una gran cantidad de investigaciones centradas en el estudio
de la sociedad Mochica, sólo tres proyectos han abordado sistemáticamente la parte final del
desarrollo de esta cultura: el que dirigieron Kent Day e Izumi Shimada en Pampa Grande
(Shimada 1994), el estudio de Galindo hecho por Garth Bawden (1977, 1982) y el Proyecto
Arqueológico San José de Moro (Fig. 18.1). Además de estos tres proyectos, nuestra información
acerca de los últimos periodos y el final de los Mochicas proviene de numerosos hallazgos
aislados, y a veces casuales, de tumbas, pinturas murales y artefactos, así como de ceramios y
objetos de metal que están diseminados en colecciones en todo el mundo. También han aportado
68 L. J. Castillo B.
o
PAMPA GRANDE
o
0
HUACA EL BRUJO
MOCOLLOPE Y CERRO MAYAL
0
o
MOCHICA
SUR
6. Sitio Arqueológico
bajo Excavación PAMPA DE LOS INCAS
A Sitio Arqueológico
100
KILOMETROS
Fig. 18.1. Mapa de la costa norte del Perú con indicación de los sitios Mochica más importantes .
(Dibujo LJC).
datos los proyectos de análisis de los patrones de asentamiento, que si bien no se centraron en
el estudio del final de Moche, han investigado esta problemática como parte de la historia
ocupacional de un valle o región (Willey 1953, Prouxl 1973, Wilson 1988, Russell 1990, entre
otros).
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 69
El carácter fundamental del periodo Mochica Tardío está marcado por el colapso de
esta sociedad. En la literatura se reconocen tres grandes factores que habrían originado el
fin de Moche: a) la inestabilidad del medio ambiente desde mediados del siglo VI d.C., b) la
influencia de la sociedad Wari y las sociedades derivadas de ella, y e) el colapso interno de
la sociedad Mochica, particularmente de sus estructuras política e ideológica. Los
investi gadores que han estudiado este periodo enfatizan uno u otro de estos factores. Así,
mientras Shimada ( 1994, Shimada et al. 1991 ) da prioridad a los factores medio ambientales,
Bawden (1996) y Castillo y Donn an (l 994a) se inclinan más por el debilitamiento interno
de la sociedad Mochica. Para todos es cada vez más evidente que el papel de la difusión de
la cultura Wari es contingente a los otros dos, y que muy probablemente no se produjo una
conq uista militar, tal como lo había previsto Willey (1953) . Wari sí tuvo una significativa
influencia en la costa norte, particularmente en aspectos ideológicos, pero es ta ocurrió
solamente después que se debilitara la elite gobernante M ochica, lo que sólo pudo generarse
por la combinación de los otros dos factores.
Resulta peculiar, por otro lado, que la presencia Wari en realidad se manifieste en el
registro en la presencia de estilos de cerámica asociados con ésta, como Nievería, Pachacámac,
Atareo o Viñaque y muy infrecuentemente en cerámica del estilo Wari propiamente dicho. La
capacidad que tenemos de entender el impacto del fenómeno Wari se debilita por cuanto no se
tiene una idea clara de los mecanismos de interacción cultural entre Wari y estas otras tradiciones
menores y regionales, que aparentemente deri varían de ella. Estas limitaciones han hecho que
no sea posi ble entender a cabalidad la naturaleza de su presencia en la costa norte. Quedan
muchas preguntas por contestar acerca del carácter de Wari, y partic ularmente de su peculiar
forma de dispersión en los Andes cen trales. La evidencia con que contamos, y que se presentará
a continuación, nos inclina a pensar que Wari tuvo en la costa norte una presencia indirecta y
de carácter eminentemente ideológico, mediada por la acción de otras sociedades ,
particularmente de la costa central. La mediación parece haber tenido dos formas: los símbolos
e ideas Wari fueron reelaborados por sociedades intermedias de Ja costa central y la sierra
norte y a través de ellas pasan al valle de Jequetepeque, o estas mismas sociedades sirvieron
como agentes distribuidores de artefactos producidos originalmente en el sur.
(Moseley 1992) 1 • Segundo, al agravarse la crisis se habría trasladado la capital del supuesto
Estado mochica de las Huacas de Moche a Pampa Grande, en Lambayeque. Lamentablemente
no existe suficiente información para sustentar esta hipótesis.
Tanto en Pampa Grande como en Galindo uno de los principales problemas que se debe
aclarar es el proceso que les dio origen, ya que ambos sitios fueron construidos en un plazo
relativamente corto y habitados por poco tiempo, pero las tradiciones cerámicas que los
caracteriza, Mochica tardía en el primero, Mochica V en el segundo, están plenamente
desarrolladas cuando estos sitios se habitan. Si Galindo fue, como se plantea, el lugar donde
los Mochicas huyen luego de abandonar las Huacas de Moche, y en éstas no se ha encontrado
cerámica de estilo Mochica V, cabe preguntarnos de dónde proviene esta tradición, por demás
escasa en el valle de Moche, pero aparentemente frecuente en Chicama. En el caso de Pampa
Grande, se ha planteado que el sitio fue construido rápidamente, posiblemente por una población
que huía del sur. Si este fuera el caso tendríamos el mismo problema que en Galindo. Parecería
que el argumento plantea que es en la huida que se gesta el estilo Mochica tardío.
Lamentablemente la cerámica de ambos sitios ha sido publicada de manera muy parcial. Como
es obvio, los estilos y tradiciones cerámicas no pueden surgir de la nada y tienen por lo general
largos procesos de gestación, a menos que sean el resultado de migraciones o préstamos.
El proyecto arqueológico San José de Moro difiere de otros proyectos que han abordado
el final de la sociedad Mochica por la peculiar naturaleza del sitio que estudiamos (Fig. 18.2).
Mientras que Galindo y Pampa Grande son sitios de carácter habitacional que incluyen
estructuras ceremoniales monumentales y que fueron ocupados sólo durante un corto periodo
1
En Jequetepeque los sitios Mochica Tardíos más importantes no se encuentran en esta zona, sin
embargo podemos ver que existió esta tensión a través de la tendencia a que los sitios estén amurallados
y se localicen cerca de las montañas. Estos habría servido para defenderse tanto de agresores externos
como internos.
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MOCHE MEDIO MOCHICA MEDIO
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de tiempo, San José de Moro fue esencialmente un cementerio y centro ceremonial ocupado
continuamente durante más de mil años. San José de Moro tiene una historia ocupacional que
se inició en el periodo Mochica Medio y duró hasta la conquista Inca, siendo su ocupación
más intensa en los periodos Mochica Tardío y Transicional (Fig. 18.3).
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 73
Dado que los montículos domésticos y ceremoniales que existieron en el sitio habían
sido destruidos por huaqueros, desde 1991 nuestro trabajo se centró en Ja excavación de las
zonas llanas ubicadas alrededor de ellos, las que parecen haber servido como plazas rituales y
cementerios . Entre 1991 y 1992 excavamos la zona ubicada frente a la Huaca la Capilla,
donde ubicamos cinco grandes tumbas de cámara, dos de las cuales pertenecían a las
Sacerdotisas de Moro (Castillo l 996b, Castillo y Donnan l 994a y l 994b, Donnan y Castillo
1994). Desde 1995 nuestras excavaciones se han concentrado en la zona de la "Cancha de
Fútbol", directamente al norte de la Huaca Alta. Además, hemos realizado sondeos en diferentes
partes del sitio, a fin de definir si la ocupación fue homogénea (Fig. 18.2). El resultado de
estas excavaciones fue descubrir que el sitio fue usado de muy diversas formas y con diferentes
grados de intensidad en diferentes periodos. Algunas áreas tuvieron una ocupación continua
de carácter doméstico, particularmente los montículos, mientras que otras zonas parecen haber
sido siempre de uso ceremonial o funerario. Algunas zonas presentaron altas concentraciones
de tumbas de un periodo en particular, otras combinan tumbas de todos los periodos, mientras
que otras parecen no contener ninguna tumba.
En los últimos años de investigación en San José de Moro nuestra concepción de la función
general del sitio ha variado, puesto que de concebirlo como un cementerio donde se realizaron
actividades ceremoniales, es decir, donde el énfasis estaba en lo funerario, hemos pasado a
concebirlo como un gran centro ceremonial regional, donde las actividades predominantes son
celebratorias y donde se realizan entie1rns de individuos de las clases altas dispuestas de manera
ordenada. Es decir que la función permanente del sitio fue ceremonial, y los entierros, que
seguramente eran las actividades más complejas ejecutadas en él, se realizaron cuando se producía
la muerte de un individuo de la elite. Los entierros de elite y la celebración de ceremonias le
confirieron al sitio un carácter sagrado, que perduró hasta la Colonia, pero mientras que su
carácter permanente como campo santo estuvo ligado a los entierros y a los cultos de los ancestros,
su carácter temporal como lugar de celebración se restauraba constantemente en las fiestas y
cerebraciones que debían reproducirse de acuerdo al calendario ceremonial.
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San José de Moro no sólo fue un cementerio, sino que en las superficies que rodeaban las
tumbas se han conservado evidencias materiales de actividades de carácter doméstico y
ceremonial que permiten aproximarnos a los aspectos del ritual funerario que no corresponden
con el entierro mismo. Fruto de este tipo de ocupación se ha hallado zonas con densas
concentraciones de ceniza y carbón, basura doméstica, alineamientos de adobes, desechos
constructivos, fragmentería de cerámica y particularmente capas de relleno compuestas por
uno o más de este tipo de desechos. Sin embargo, parecería que las zonas planas frente a los
montículos no fueron empleadas para el establecimiento de unidades domésticas permanentes,
18 / Los últimos mochicas en Jequetepeque 75
Lám. 18.la. Concentración de tumbas Mochica Medio en la unidad 15 - 16. (Foto Martín del Carpio).
Lám. 18.1 b. Paicas alineadas en asociación con contextos domésticos en el área 24. (Foto Martín del Carpía).
76 L. J. Castillo B.
Lám. 18 .2a. Cámara subterránea que contenía ceramios de diferentes tipos utilizados para la preparación
de chicha, rasgol5 . (Foto Martín del Carpio).
Lám. 18.2b. Tumba Mochica Medio, M-U725. (Foto Martín del Carpio) .
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 77
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Fig. 18 .5. Alineamiento de tumbas Mochicas en las unidades 4, 6, 7, 8a, y 11. (Dibujo LJC).
78 L. J. Castillo B.
Fig. 18.6. Tumba de bota vista de perfil con una paica como marcador. (Foto Juan Pablo Murrugarra).
Fig. 18.7. Espacios domésticos Mochicas en San José de Moro. (Foto Martín del Carpio).
servir como centro ceremonial regional, lugar de encuentro de Mochicas de diferentes pueblos,
lugar de transacciones, negociaciones y alianzas, tanto sociales, políticas y económicas. Por
estas funciones el sitio debió haber tenido un gran prestigio en la región, que continuó mucho
tiempo después que se extinguieran los Mochicas.
Además de las tumbas y los espacios ceremoniales se han estudiado en San José de Moro
los montículos habitacionales, que presentan una estratificación muy compleja que se inicia
con el periodo Mochica Medio y culminan en la ocupación Chimú (Castillo y Donnan l 994a,
Rosas 1999). Estos ya habían sido registrados por H. Disselhoff (1958a y 1958b) y D. Chodoff
(1979), quienes realizaron las primeras excavaciones estratigráficas en el sitio. La secuencia
cerámica que se ha podido reconstruir a través del estudio estratigráfico es obviamente muy
rica, más aún por cuanto ha podido ser refinada, con-egida y complementada por las formas
que aparecen en las tumbas de los periodos con-espondientes. En los perfiles estratigráficos
rara vez se encuentra cerámica "fina", y nunca aparecen formas completas, cosa que sí ocurre
en las tumbas, pero en éstas se da la coincidencia de la cerámica de diferentes calidades, por lo
que la secuencia resulta muy útil para la filiación cronológica y cultural de otros sitios.
Moro, y probable sitio de residencia de algunas de las personas enterradas allí (Fig . 18.1). El
proyecto también se ha propuesto contribuir al desarrollo sostenible de los habitantes de San
José de Moro, integrando el sitio en la Ruta Moche, circuito turístico que une los sitos
arqueológicos más importantes en los departamentos de Lambayeque y La Libertad. Nuestro
plan es construir ocho módulos pequeños en diferentes puntos del pueblo, asociados a las
unidades de excavación (Fig. 18.2). El recorrido de los módulos será una visita obligada al
pueblo, y pondrá a los turistas en contacto con servicios y bienes producidos por los habitantes.
Con apoyo de las fundaciones Kaufman y Bruno se han construido ya cuatro módulos dedicados
a la tumba de la Sacerdotisa de Moro, a un Museo Infantil , a una exhibición de las tumbas tipo
para cada periodo de ocupación y a una centro de visitantes y caseta para el guardián . Un
programa paralelo con los niños del colegio primario local destinado a incentivar la identidad
local a través de programas de actividades en las que se les transfiera información sobre los
hallazgos realizados también está en marcha (Fig. 18.8).
La ocupación Mochica en San José de Moro se inicia con del periodo Medio y culmina al
final del periodo Tardío (Fig. 18 .3) . Definir el fin de Moche no es tan simple, puesto que las
influencias de esta tradición se extienden en el tiempo en este sitio y cuando pensamos que ya
han de concluir, aparece algún contexto que muestra una clara influencia Mochica. En esta
sección se presentará la evidencia del fin de la sociedad Mochica en San José de Moro y se
propondrán algunas de las hipótesis que venimos desarrollando para explicar esta evidencia.
El recuento, sin embargo, empieza en el periodo Mochica Medio, puesto que primero es
necesario identificar cuáles son los antecedentes del desarrollo que caracterizó al periodo
Tardío. Nuestro recuento no acaba con el fin de Moc he, sino que se extiende ligeramente al
periodo Transicional, puesto que en él vemos aún algunos aspectos importantes de la cultura
Mochica conservados como remanentes e influencias. Debemos advertir al lector, sin embargo,
que nuestras conclusiones con respecto al periodo Transicional son aún preliminares, puesto
que sus evidencias más importantes aún están siendo descubiertas y analizadas.
Mochica Medio
Fig. 18.9. Ejemplos de cerámica Mochica Medio de San José de Moro. (Dibujos Percy Fiestas).
La información con que contamos para este periodo en el valle de Jequetepeque proviene
tanto de las excavaciones hechas en San José de Moro, como de las realizadas en Pacatnamú
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 83
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Mochica Medio típica de
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M-Ul 11. (Dibujo LJC).
Fig. 18.11. Tumba Mochica Medio, M-U813. (Foto Martín del Carpio).
(1995) en su estudio de las costumbres funerarias Moche. Bandas de fibra parecen sujetarlos,
a la altura de la pelvis, al petate que bien pudo ser semi rígido. Alrededor y dentro del envoltorio
funerario se colocan ofrendas de cerámica, metales y textiles, cuentas en el cuello y muñecas,
platos de calabaza y adornos de concha o hueso. En San José de Moro sólo se conservan los
objetos de cerámica, los metales que aparecen en la boca y manos de algunos individuos, y
ocasionalmente las cuentas. Las cámaras funerarias parecen haber sido rellenadas con arena
limpia antes de que se sellaran con muros de adobes. Es interesante anotar que no todas las
ofrendas aparecen directamente asociadas con el piso de la cámara funeraria, sino que muchas
veces se encuentran "flotando" en el relleno. Es decir que fueron colocadas cuando la tumba
estaba siendo rellenada. En general, los adobes que se asocian con tumbas Mochica Medio
presentan marcas de gavera y son bastante delgados (aproximadamente doce centímetros),
sobretodo comparados con los adobes Mochica Tardíos que suelen ser más gruesos. Finalmente,
el pozo vertical de entrada fue rellenado con material limpio.
Una singularidad de las tumbas Mochica Medio de San José de Moro es que contienen,
en la mayoría de los casos, sólo una pieza de cerámica fina, generalmente de asa estribo. Sólo
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 85
Fig. 18.12. Cerámica de las tumbas Mochica Medio M-U813 y M-U725. (Dibujo Percy Fiestas).
en dos casos se han encontrado artefactos más simples, como ollas y cántaros, siempre en
número limitado, sobre todo si los comparamos con la cantidad de cerámica que, como veremos,
aparece en tumbas Mochica Tardías. Estas piezas suelen ubicarse cerca del cuerpo: a los lados
de la cabeza, o a los pies, e incluso sobre el cuerpo.
Dos tumbas Mochica Medio excavadas en San José de Moro merecen mención aparte
por su complejidad y por la riqueza relativa de sus ofrendas (Figs. 18.11y18.12, Lám. 18.2b):
las tumbas M-U725 y M-U813. Ambas fueron tumbas de bota con sello de adobes que contenían
a un solo individuo masculino cada una. En ambos casos se encontraron tres piezas de cerámica
a_sociadas con el cuerpo, entre ellas algunos de los especímenes más finos de cerámica Mochica
" hallados en San José de Moro a la fecha (Fig. 18.12). Asimismo~ estas tumbas contenían
Medio
una cantidad de metales mayor a la usual. En la tumba M-U725 encontramos un conjunto
formado por los restos muy oxidados de discos, una pieza en forma de cabeza de zorro y
cuatro piezas en forma de patas con pequeñas garras. El conjunto parece ser parte de un una
prenda o bolsa del mismo tipo que el "atuendo ceremonial" encontrado en la Huaca de la Luna
(ver Uceda en este volumen). En la Tumba M-U813 se encontraron dos cuchillos de cobre
bastante macizos, dos cuchillos laminares y otros artefactos y fragmentos. Ambas tumbas se
encontraron en agrupaciones de tumbas del mismo periodo.
86 L. J. Castillo B.
o 1m
Fig. 18.13. Tumba El excavada por Ubbelohde-Doering en Pacatnamú . (Ubbelohde-Doering 1983, Abb.
13, Abb. 16.2).
18 /Los últimos mochic as en Jequetepeque 87
Otros hallazgos de tumbas Mochica Medio se han dado en Pacatnamú, donde el patrón
funerario es el mismo en la mayoría de las tumbas , pero donde también se han encontrado
tumbas mucho más elaboradas. En Pacatnamú se han ubicado más de ochenta entierros en dos
áreas que corresponderían a la ocupación Mochica; de estos la mayoría se pueden atribuir al
periodo Mochica Medio. En 1938 Ubbelohde-Doering (1983) encontró una serie de tumbas
Mochica en las inmediaciones de la Huaca 31, posteriormente Donnan y Cock ubicaron un
cementerio Mochica de la misma época al que denominaron H45CM 1 (Donnan y Cock 1997).
Ahora bien, estos dos cementerios son muy diferentes en cuanto a1 tipo de tumbas que incluían.
El cementerio encontrado por Ubbelohde-Doering parecería ser de individuos de elite, con
presencia de múltiples tumbas de pozo superficiales y tres enormes tumbas múltiples de bota
excavadas en el cascajo y con muchas y variadas asociaciones 2 (Fig. 18.13). Las tumbas del
cementerio H45CM1 pertenecen a individuos de las capas más bajas de la sociedad,
posiblemente campesinos y pescadores, y por lo tanto incluían sólo ofrendas muy simples
como cerámica de tipo intermedio y doméstico, fragmentos de artefactos metálicos y textiles
desgastados. Las tumbas Mochica Medio encontradas en San José de Moro parecen
corresponder a un segmento social intermedio, puesto que no son tan ricas o complejas como
algunas del cementerio de la Huaca 31, pero contienen ofrendas de cerámica generalmente
más finas que las encontradas en H45CM 1.
Un aspecto que resulta evidente del análisis de la cerámica Mochica Medio de ambos
sitios es que no existe la cerámica de línea fina ni cerámica con una decoración pictórica
elaborada. Contemporáneamente con el periodo Mochica Medio, en la zona Mochica-Sur se
2
Las tres grandes tumbas de bota encontradas por Ubbelohde-Doering en Pacatnamú (El, MXI y
MXII) no han sido propiamente estudiadas hasta la fecha. Éstas y las demás tumbas encontradas sólo
fueron publicadas parcialmente por el investigador en 1967, y posteriormente, en 1983 por Gisella y
Wolfgang Hecker, en base a un reestudio de las notas y fotografías originales de 1938. No se ha
llegado a un acuerdo respecto a la fase a la que correspondería cada una de las tumbas, más aún en el
caso de las tumbas múltiples El, MXl y MXII. Nuestro parecer es que la tumba El corresponde a la
fase Mochica Medio, dado que todos los materiales en ella son semejantes a los encontrados por
Donnan en H45CM1 y en tumbas Mochica Medio de San José de Moro. La Tumba MXl, por su
parte, aún cuando incompleta por efecto de un antiguo huaqueo, parecería ser íntegramente de la fase
Mochica Tardío, en base a las semejanzas con tumbas de San José de Moro . Finalmente, la tumba
MXII, la más complicada de las tres, parece haber tenido dos ocupaciones: primero una ocupación
múltiple durante el periodo Mochica Medio en toda la extensión de la cámara, y segundo, una
reocupación en el periodo Mochica Tardío que introdujo a un individuo en la parte este de la cámara
funeraria, empujando hacia ambos lados a los primeros ocupantes y sus asoci_aciones. El individuo
que reocupó la tumba MXII debe haber sido bastante importante por cuanto incluía en su ajuar
orejeras elaboradas y un cetro sonajero, así como piezas metálicas en forma de brazos y piernas
semejantes a las que adornaban los ataúdes de las Sacerdotisas de San José de Moro (Donnan y
Castillo l 994a).
88 L. J. Castillo B.
M-U314
M-U729
Fig. 18.14. Ejemplos de crisoles decorados de tumbas Mochica Tardío. Tumbas M-U314 y M-U729.
(Dibujos Percy Fiestas).
habrían estado desarrollando las fases III y IV, ambas con un uso muy avanzado de los diseños
lineales, y con esquemas iconográficos narrativos. Mientras tanto, los motivos decorativos
más complejos en Jequetepeque eran figuras pintadas con líneas gruesas en los cuerpos de las
piezas (Donnan y McClelland 1997: Figs. lüa, lüb y 12a). A diferencia de otras regiones se
usó, además de las pinturas crema y ocre, una pintura de color morado para decorar los cuerpos
de las piezas con líneas y bandas (Donnan y McClelland 1997: Fig. l la y l k). Otra característica
de la cerámica Mochica Medio es que frecuentemente se encuentran piezas con detalles
decorativos que muestran una clara continuidad con el estilo Virú, particularmente ojos hechos
con líneas y puntos incisos, "lágrimas" y otros rasgos faciales característicos de este estilo
(Donnan y McClelland 1997: 3 ld, 205 y 108). Si bien esta modalidad estilística va
desapareciendo con el tiempo, persiste en unos objetos singulares llamados "crisoles" u ofrendas
que aparecen en grandes números en las tumbas ricas del periodo Mochica Tardío. En algunos
casos los crisoles presentan decoración modelada e incisa que claramente se asemeja a la
tradición Virú (Fig. 18.14).
línea estilística dentro de las varias que lo componen. Esta línea estilística persiste incluso
hasta el periodo Tardío al lado de otras que pueden resultar más familiarmente Mochica (Fig.
18 .3).
Así como no existe cerámica de línea fina en la matriz estilística Mochica Medio, tampoco
se ha documentado nin guna infl uencia externa apreciable. No hay elementos que podrían
interpretarse como estilos serranos, aún cuando muy cerca se desarrolló el estilo Cajamarca.
Estilos más distantes, de la Costa Central, tampoco aparecen. Incluso la cerámica estrictamente
Mochica III de Chicama y Moche, o su influencia, tampoco se dejan sentir. La cerámica Mochica
Medio, por lo tanto, es tecnológicamente más simple y menos refinada, y más bien presenta
una continuidad con formas simples de la cerámica Mochica Temprano (ver Castillo y Donnan
1994a: 162-169).
Mochica Tardío
Hasta ahora uno de los procesos más difíciles de entender en el valle de Jequetepeque ha
sido el tránsito del periodo Mochica Medio al periodo Tardío. Lo que no encaj aba en ningun a
explicación era la súbita aparición de la cerámica de línea fina que caracteriza al periodo
Tardío, particularmente la proveniente de San José de Moro. Como veremos, el habemos
enfocado casi exclusivamente en el estudio de la iconografía de la cerámica de línea fina ha
tenido el efecto de distraernos de la naturaleza del tránsito entre los periodos Medio y Tardío.
Los datos con los que contamos ahora nos indican que existió un tránsito fluido entre estos
periodos, y que en el periodo Tardío aparece en la secuencia la cerámica de línea fina,
aparentemente como resultado de influencias foráneas .
3
La cerámica encontrada en asociación con las tumbas reales de Sipán, que pertenecerían al periodo
Mochica Medio, sorprendió desde su descubrimiento por su simplicidad formal y decorativa. La
tumba del Viejo Señor de Sipán incluyó un número elevado de cántaros con cuellos efigie, decorados
crudamente en los cuerpos con formas de animales y seres humanos (Alva 1995, figuras 160, 199,
333 y 334). La tumba del Señor de Sipán incluyó una enorme cantidad de cerámica en un repositorio
lateral (Alva 1995, figura 26, 283 -296) y al interior de la cámara funeraria misma (Al va 1995, figuras
129, 134, 135, 140, y 297-308), pero muy simple, en estilo y forma.
90 . L. J. Castillo B.
70 tumbas y otros contextos registrados en San José de Moro (Castillo y Donnan 1994b;
Castillo, Mackey y Nelson 1996-98; Castillo 1999, 2000a, 2001). Las tumbas presentan una
amplia gama de posiciones y funciones sociales, desde las extremadamente elaboradas tumbas
de las Sacerdotisas (Donnan y Castillo 1994 ), hasta tumbas de pozo muy simples y sin
asociaciones (Castillo y Donnan 1994a). Las tumbas más comunes para este periodo, sin
embargo, siguen siendo las de bota con sello de adobes, en las que se mantienen muchas de las
características de las tumbas del periodo Mochica Medio. Los cambios más importantes se
dan no en la forma de la tumba, sino en su contenido. La cantidad ·de cerámica es mayor,
particularmente en las tumbas ricas que pueden contener decenas de piezas.
Quizá uno de los aportes más importantes para el entendimiento del comportamiento
funerario de la sociedad Mochica Tardía ha sido la asociación entre la arqueología y la
iconografía. A partir del estudio de las asociaciones funerarias ha sido posible reconocer a dos
de los individuos enterrados en San José de Moro como una divinidad a la que conocemos
como la "Sacerdotisa" (Donnan y Castillo 1994 ). Estos personajes aparecen en una serie de
acciones rituales en el arte Mochica, particular y conspicuamente en las escenas de "Sacrificio
de prisioneros" y "Presentación de la copa con su sangre" (Donnan 1978, Alva y Donnan
1993), en la escena de la "Rebelión de los objetos" (Lyon 1981, Quilter 1990) y en una serie
de escenas marinas, en que la Sacerdotisa cabalga una balsa de totora que se trasforma en una
luna creciente (Cordy-Collins 1977). Ahora bien, cabe señalar que en realidad lo que se ha
ubicado son tumbas de mujeres que fueron enterradas en ataúdes decorados con algunos de
los implementos que caracterizan a la Sacerdotisa, como la copa con pedestal alto y el tocado
de bordes aserrados. De esta asociación funeraria inferimos que durante sus vidas estas mujeres
desempeñaron el papel de la Sacerdotisa que aparece en la iconografía, o que al menos estuvieron
íntimamente ligadas a ésta, al punto de ser enterradas con sus atributos. Esta asociación entre
la elite Mochica y los dioses más importantes de su panteón no es nueva, puesto que en base a
los artefactos hallados en su tumba se ha planteado que el Señor de Sipán habría sido en vida
la divinidad principal de la escena del Sacrificio (Al va y Donnan 1993). En ningún otro entierro
encontrado en San José de Moro hasta ahora ha sido posible establecer una identificación con
divinidades, pero queda abierta la posibilidad. Quizá más importante que la identificación
precisa de identidades religiosas en las tumbas de elite sea la confirmación que la elite Mochica
tuvo una clara asociación con las deidades de su panteón.
La mayoría de los entierros ubicados en San José de Moro no corresponden a la parte alta
de la elite, que presumiblemente se enterró en las tumbas de cámara que encontramos, sino a
un segmento ubicado inmediatamente debajo de ésta, en el que la tumba de bota es la forma
predominante. Los entierros continúan siendo extendidos y preferentemente orientados hacia
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 91
el sur. Este patrón se mantiene no sólo hasta el fin del periodo Mochica Tardío, sino que
continúa en la mayoría de entierros del periodo Transicional. 4
La cerámica de tipo intermedio del periodo Mochica Tardío, es decir que no es "fina" ni
tampoco burda o doméstica, presenta una clara continuidad en forma y decoración con artefactos
que se encontraban en las tumbas del periodo Medio . Predominan aún los cántaros con cuello
efigie, las botellas de cuerpo achatado ("flasks") con pequeñas asitas laterales, las jarras de
cuellos abiertos, los crisoles ligeramente cocidos, entre otros. Por supuesto, nuevas formas
aparecen en el periodo Tardío, y otras desaparecen. Formas poco comunes en el periodo Medio,
como las pequeñas jarras de base plana, cuerpo ligeramente carenado y cuello recto evertido
se vuelven muy populares. En la cerámica doméstica se producen algunos cambios importantes;
por ejemplo, desaparecen las ollas de cuellos compuestos típicas del periodo Medio que son
reemplazadas por las muy diagnósticas ollas de "cuello plataforma" (Fig. 18.15). Al gunas
formas tienen una singular longevidad, y se van adaptando a los cambios en los diferentes
periodos, tal es el caso de un tipo de cántaro con cuello efigie en el que aparece un brazo
modelado proyectado sobre la cara, tapando la boca o un ojo. Esta forma se registra desde la
época Virú 5 y aparece en contextos tardíos en Pacatnamú, San José de Moro y Pampa Grande
(Fig. 18.16). En resumen, al concentramos en la cerámica intermedia no vemos una ruptura
ente las fases Medio y Tardío, sino más bien una continuidad, con una serie de formas
evolucionando, otras desapareciendo, mientras que comienzan a surgir nuevas modalidades
basadas en las anteriores .
4
Shimada (1994) plantea que uno de los cambio importantes en las costumbres funerarias al final de
Mochica es el cambio en la posición hacia entierros altamente flexionados y extendidos sobre el lado.
Esta afirmación está basada en algunos ejemplos publicados por Disselhoff ( 1941) para la zona de El
Brujo y en un entierro excavado por él mismo en la Huaca Lucía, en Batán Grande. En San José de
Moro y Pacatnamú, sin embargo , los entienos extendidos continúan hasta la conquista Lambayeque.
Shimada plantea que este cambio de posición coincide con otros cambios, como la aparición de
pequeñas asas laterales y decoración en relieve impresa con moldes ("symmetrically placed shoulder
lug handles and press-mold decorated ceramics"). Sin embargo, estas formas aparecen antes en la
cerámica del periodo Mochica Medio en Pacatnamú y San José de Moro (Ubbelohde-Doering 1983 ,
Figs. 17.2, 17.5, 20.7 y 21.3).
5
Donnan ha publicado dos piezas con esta decoración procedentes de sus excavaciones en Mazanca
(Donnan , Navarro y Cordy-Collins 1998: 26 y 49). Estas piezas provienen de contextos ubicados en
el tránsito entre Virú y Mochica. Ubbelohde-Doering (1983, Fig. 19.3) publica una pieza semejante
encontrada en la tumba E-1, perteneciente al periodo Mochica Medio en Pacatnamú. Para el periodo
Mochica Tardío tenemos dos ejemplos, uno publicado por Shimada de Pampa Grande (Shimada y
Maguiña 1994, Fig. 1.17); y otro encontrado en una tumba de un niño en San José de Moro (Castillo
y Donnan l 994a, Fig. 358). Finalmente, en San José de Moro se han encontrado piezas de esta
peculiar forma en un entierro Transicional.
92 L. J. Castillo B.
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Fig. 18.15. Ejemplos de cerámica Mochica Tardío de San José de Moro. (Dibujos Percy Fiestas).
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 93
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Fig. 18.16. Ejemplos Virú, Mochica Medio, Mochica Tardío y Transicional de personaje que se toca la
cara. (a, by c: Virú - Mochica Temprano, Mazanca; d y e: Mochica Medio, Pacatnamú; f: Mochica
Tardío, San José de Moro; g: Mochica Tardío, Pampa Grande; h, i y j: Transicional, San José de Moro).
(Dibujos Percy Fiestas).
94 L. J. Castillo B.
Fig. 18.17. Ejemplos de botellas del estilo iconográfico de línea fina excavados en San José de Moro.
(Dibujo Percy Fiestas).
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 95
Especímenes con decoración de línea fina han sido encontrados ocasionalmente en sitios
Mochica Sur como El Carmelo (Larca 1967: Figs. 106 y 107) , El Brujo y Mayal (comunicación
personal de R. Franco y G. Russell, respectivamente), e incluso en Paredones en Lima (Stumer
1958) y en el vall e de Piura (Larca 1967: 107) . Adicionalmente, en Pampa Grande se han
identificado al gunos especímenes en contextos ceremoniales y productivos (Shimada 1994:
Figs. 7. 35 .C, 8.12.B y 9.7). Sin embargo, la gran mayoría de los especímenes de este estilo
excavados arqueológicamente y casi la totalidad de los que existen en colecciones y de los que
se sabe el origen, provienen de San José de Moro.
Como se dij o al principio de esta sección, el estilo de línea fina no tiene antecedentes en
los esti los del periodo Mochica Medio de Jequetepeque, y por lo tanto aparece sin que medie
un proceso de formación. No encontramos ceramios con decoración pictórica que podríamos
llamar transi torios entre los periodos Medio y Tardío . Por un momento se pensó que esta
carencia podría atri buirse a un vac ío en la secuencia, es decir, a que no habíamos encontrado
las capas de ocupación o las tumbas que refl ejaran el tránsito entre los periodos Medio y
Tardío. Sin embargo, en las investigaciones conducidas por Marco Rosas (1999) en San José
de Moro, en seis cortes estratigráficos de hasta seis metros de profundidad, no encontramos
ningun a interrupci ón en la secuenci a sino más bien un tránsito y una contin uidad ocupacional,
lo que se verifica también en la continuidad estilística de la cerámica de tipo Intermedio.
Tampoco existen en las colecciones locales o nacionales especímenes que puedan ser atribuidos
a una fase transitoria entre la cerámica Mochica Medio y la del Tardío . Es decir que la secuencia
es aparentemente correcta y la cerámica de línea fina no evoluciona dentro de ella sino que
aparece repentinamente. Si éste es el caso, entonces hay que definir de dónde provienen las
influencias que permiten que aparezca el estilo de línea fina en Jequetepeque .
Fig. 18.18. Tumba M-XII de Pacatnamú excavada por Ubbelohde Doering, y cerámica de estilo Moche
V. (Ubbelohde Doering 1983, Abb. 52, Abb 55.1, 55.2, 55.3, 56.1, 56.3, 57.2a).
Ahora bien, si aceptamos que el estilo de línea fina puede rastrearse a influencias venidas
del sur, es importante analizar bajo qué condiciones se dio la transferencia. Cabría preguntamos
si esta transferencia pudo ser sólo el efecto de una influencia artística que no requirió la presencia
de individuos del sur en Jequetepeque, o si la aparición súbita de este estilo depurado y maduro
fue el resultado de una migración de artesanos formados en los talleres del sur o si fue el efecto
de la conquista del valle de Jequetepeque por el estado Mochica-Sur.
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 97
La opción menos intrusiva, la influencia artística en los artesanos del norte parece altamente
improbable, puesto que difícilmente éstos podría haber improvisado las capacidades técnicas y
artísticas que se requerirían para fabricar las piezas de línea fina en base a la sola imitación o
incluso contando con un "curso rápido" de pictografía cerámica. La opción más intrusiva, una
conquista del valle de Jequetepeque por el estado Mochica-Sur, tampoco parece probable, ya
que toda nuestra evidencia se limita a un entierro intrusivo, no habiéndose producido cambios en
ninguna otra área de la producción material. Sin embargo, la presencia de la tumba M-XII en
Pacatnamú es significativa, dado que nos confirma que si bien políticamente independientes, los
estados Mochica-Norte y Mochica-Sur mantuvieron abiertas vías de comunicación e intercambio.
En síntesis, nos inclinamos a pensar que las elites de Jequetepeque no fueron reemplazadas,
ni su territorio conquistado por las sociedades del sur. Si éste hubiera sido el caso, veríamos
una presencia más definida de todo el repertorio cerámico e iconográfico sureño reproducido
en los nuevos estilos cerámicos. Sin embargo y a pesar de la aparición de la cerámica de línea
fina, sigue produciéndose mayoritariamente cerámica intermedia y doméstica de acuerdo a los
cánones locales. Lo que ocurre, por lo tanto, es que sólo se adopta un aspecto muy restringido
de la tradición sureña: el estilo pictórico.
La cerámica de línea fina aparece en los entierros de San José de Moro en condiciones
singulares. Lo primero que salta a la vista es su relativa escasez. Las tumbas Mochica Tardío,
incluso las más elaboradas, contienen por lo general sólo una o dos piezas de este estilo (Fig.
18.19). Esta limitación se cumple incluso en el caso de las tumbas de cámara de las Sacerdotisas,
donde sólo se hallaron dos y cuatro piezas pintadas en el estilo de línea fina (Tumba M-U 41
y M-U 103, respectivamente). El limitado número de piezas de línea fina en las tumbas Mochica
Tardío es análogo a lo que hemos mencionado para el periodo Medio, en el que encontrábamos
una sola pieza de asa estribo por tumba. En las tumbas del periodo Tardío encontramos, además,
una gran cantidad de cerámica intermedia y doméstica. 6 Existiría, aparentemente, un cierto
6
Una característica importante en las costumbres funerarias Mochica Tardío de Jequetepeque, es la inclusión
dentro de las tumbas de cerámica intermedia y doméstica en cantidades apreciables. Así, las tumbas de
elite pueden incluir hasta veinte o treinta piezas, entre las cuales figuran ollas de diversos tamaños, muchas
con manchas de hollín, cántaros, escudillas simples, entre otras formas. La inclusión de cerámica simple
en las tumbas tardías es afortunada para el análisis cronológico, puesto que permite relacionar muy bien
las formas más diagnósticas, como las botellas de asas de estribo, con formas no tan sensibles al tiempo,
como las ollas.
98 L. J. Castillo B.
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Fig. 18.19. Tumba Mochica Tardío, M-U602 con indicación de la cerámica de línea fina. (Dibujo LJC).
control sobre el número de piezas de línea fina que un individuo podía recibir como ofrenda
funeraria. Su estatus, si bien influyó ligeramente sobre el número de piezas, no implicó que
pueda recibir un número desproporcionado. Parecería más bien que hay una cierta lógica en la
combinación de piezas, y que más importante que recibir muchas piezas de línea fina, fue
construir la combinación correcta de cántaros, ollas, botellas y jarras. Queda aún por definir
cómo se construyen estas combinaciones.
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 99
Lám. 18.3. Botellas de estilo iconográfico de línea fina de doble pico y puente y botella de asa estribo
con decoración po~icroma (Colección Rodríguez Razetto ). (Fotos LJC).
100 L. J. Castillo B.
Lám. 18.4a. Botella de estilo pictórico de línea fina de la Tumba M-U509-C33, mutilada al momento.de
la deposición. (Foto Juan Pablo Murrugarra).
Lám. 18.4b. Copa ceremonial encontrada en la tumba de la Sacerdotisa de San José de Moro. (Foto
Juan Pablo Murrugarra).
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 101
Una peculiaridad de las botellas de línea fina encontradas en las tumbas de San José de
Moro es que, en un alto porcentaje, aparecen sin el asa estribo. Aparentemente las botellas son
mutiladas, retirándoseles violentamente las asas antes del entierro, en una acción que por su
recurrencia parecería ritual. Las asas faltantes no se encuentran dentro de las cámaras funerarias,
ni en el relleno con que se sella las tumbas, o en los pisos de ocupación aledaños. Éstas
aparecen más bien en capas de relleno sobre los pisos, entre otros artefactos desechados. En la
Tumba M-U509, por ejemplo, encontramos el caso extremo de mutilación de una botella de
asa estribo de línea fina cuidadosamente decorada, que carecía no sólo del asa estribo, sino de
toda la parte superior del cuerpo (Lám. 18.4a). Aparentemente, al romperla para desechar el
asa se rompió también el cuerpo de la botella. Ni el asa estribo ni el pedazo faltante del cuerpo
fueron encontradas dentro de la cámara funeraria, ni en los alrededores. Mutilaciones de este
tipo no se han registrado para el Mochica-Sur o para los periodos Temprano y Medio del
norte, aún cuando existen otras modalidades (Uceda et al. 1994: 296). Sin embargo, es
interesante anotar que mutilaciones de cerámica fina son frecuentes en contextos asociados
con la tradición Wari.
Si bien existen muchas semejanzas entre la cerámica de línea fina de San José de Moro y
su contraparte en la región Mochica-Sur, encontramos también una serie de diferencias
específicas que estarían relacionadas con el traspaso de una región a la otra, y con la consecuente
necesidad de adecuar el estilo y la temática a las peculiaridades de la región norte. Cuatro
diferencias son importantes en el ámbito iconográfico: a) la reducción de temas iconográficos;
b) el nuevo énfasis en temas de carácter marino (McClelland 1990); c) la alta frecuencia de
representaciones de la "Sacerdotisa" o "Mujer supematural" (Hocquenghem y Lyon 1980,
Holmquist 1992); y d) la casi completa desaparición de seres humanos del registro iconográfico.
Del amplio repertorio de temas que aparecen en la iconografía Mochica IV, el estilo de
línea fina Mochica Tardío recoge sólo una pequeña fracción. Es notoria la ausencia de escenas
de corredores, de combates entre seres humanos, de caza de venados o focas, de danzas, de
consumo de coca, o de la danza de los muertos. Otros temas, como los curanderos o las mujeres
dando a luz, que son característicos para la cerámica escultórica, también están ausentes. Algunos
temas no desaparecen por completo sino que sólo encontramos parte de ellos. Este es el caso del
tema del Sacrificio del que encontramos uno de sus personajes, la porra antropomorfizada, en la
copa de la sacerdotisa de San José de Moro (Lám. 18.4b ), y un fragmento un poco mayor en un
cuenco excavado en Pampa Grande (Shimada 1994: Fig. 2.10).
Los temas representados en el estilo Mochica Tardío de línea fina son pocos y muy
repetitivos: el Entierro, el Combate mítico entre seres supematurales, la Navegación en balsas
de totora, las Sacerdotisas sobre la luna-creciente, la Ola antropomorfa (Fig. 18.20). Se
representa con frecuencia a seres que combinan apariencias humanas con rasgos de seres
marinos (peces .º caracoles) o colmillos de felinos. McClelland ( 1990) h~ planteado que, además,
se da un nuevo énfasis en temas de carácter marítimo, que sería un antecedente de los temas y
moti vos que fueron luego prioritarios en la iconografía Chimú y Lambayeque, donde también
encontramos representaciones de balsas de totora, pescadores, aves marinas y olas
antropomorfizadas.
Fig. 18.20. Ejemplos de las representaciones más frecuentes en la iconografía Mochica Tardío pictórica
de línea fina. (Donnan y McClelland 1999, Fig . 6.150 y 6.152) (Dibujos Donna McClelland).
popularidad es un efecto de la alta frecuencia de representación de los temas donde ella aparece,
principalmente el tema del Entierro y de la Navegación en balsas de totora, junto con la versión
simplificada donde una mujer cabalga sobre una luna creciente (Fig. 18.21 ). Es interesante
verificar cómo el aumento en la popularidad iconográfica de las mujeres coincide con la
presencia de tumbas femeninas de elite. Parecería que la iconografía refleja un aumento en la
importancia relativa de las mujeres en la sociedad Mochica. Otros dos personajes que alcanzan
una muy alta popularidad son el "Aia Paec" (Larca 1945), también llamado "Wrinkled Face"
por Donnan ( 1978) o "Personaje antropomorfo de cinturones de serpientes" (Castillo 1989), y
la "Iguana antropomorfizada". Ambos personajes figuran en tres escenas muy frecuentes: el
entierro, el combate mítico y un juego con palillos y pallares al que Larca (1944) llamaba la
escena de los descifradores.
Fig. 18.21. Representación iconográfica de la Mujer en la balsa de totora, según Donnan y McClelland
1999, Fig. 6.148. (Dibujo Donna McClelland).
En la primera fase no hubo influencia de Wari o sus derivados, es decir, el estilo más
elaborado fue el de línea fina canónicamente Mochica Tardío. El sitio de Pampa Grande,
donde no se ha registrado ninguna evidencia de cerámica Wari, correspondería a este periodo
(Shimada 1994).
En la tercera fase desaparece la cerámica de línea fina, pero subsisten las copias, se
afianza un estilo cerámico híbrido en el que se combinan rasgos de la iconografía Mochica y
las formas, colores y diseños venidos de fuera. Esta fase corresponde parcialmente con lo que
veremos más adelante como el periodo Transicional.
De estas tres fases la más compleja es la segunda, ya que muestra la mayor cantidad de
vectores culturales encontrándose e interactuando. En este periodo se producen las primeras
versiones de la cerámica policroma Mochica y se genera y perfecciona la cerámica de estilo
híbrido. Para comprender la evolución del estilo de línea fina en este periodo turbulento de
fines de Moche conviene analizar independientemente tres de sus aspectos formales contrastando
las fuentes locales con las influencias externas. Si analizamos la forma del recipiente, los
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 105
Formas: Las formas que se emplean son botellas de asa estribo, típicamente Mochicas
(Fig. 18 .17); o botellas de doble pico y puente, de claro origen sureño (Lám. 18.3).
Ocasionalmente el estilo de línea fina, tanto bicromo como policromo, aparece decorando
formas más simples como jarras, copas o cántaros achatados.
Colores: Los colores empleados para decorar la cerámica son el esquema ocre sobre
crema (Fig. 18.17), que es predominante Mochica, o el esquema policromo, característico de
la tradición sureña (Lám. 18.3).
Iconografía: Los motivos iconográficos van desde los más rigurosos esquemas .narrativos
Mochicas (Fig. 18.20), como la escena del Entierro (Donnan y McClelland 1979) o de la
Sacerdotisa en la balsa (Cordy-Collins 1977), hasta motivos geométricos y estilizados que
muestran gran influencia de la tradición Wari (Fig . 18.22).
Al combinar las dos vertientes que presentan estos tres aspectos se definen dos extremos:
por un lado, lo estrictamente Mochica, representado por los ceramios de asa estribo, decoración
bicroma y motivos clásicos de su iconografía (ver, por ejemplo, Donnan y McClelland 1979);
y por otro, los elementos que aparecen por influencia de Wari, representados por botellas de
doble pico y puente, policromía y diseños geométricos (ver Castillo y Donnan 1994b: 112).
Entre estos dos extremos encontramos una gran cantidad de artefactos en que se combinan los
tres criterios. Si excluimos los ceramios con características exclusivamente Mochica o foráneas,
la combinatoria de criterios nos da seis alternativas posibles, de las cuales encontramos ejemplos
para sólo cuatro: 1) ceramios que combinan la forma e iconografía Mochica con la policromía
foránea (ver el famoso ceramio del Museo Amano en Shimada 1994: Fig. 9.1); 2) ceramios
que combinan la forma y policromía foránea con la iconografía Mochica (Rowe 1942; Larco
1967: Fig. 108 y 109); 3) ceramios que combinan la forma Mochica con la iconografía y la
policromía foránea (Colección Rodríguez Razetto, acá Lám. 18.3b); y 4) ceramios con forma
foránea pero iconografía y bicromía Mochica. El único ejemplo de esta combinación es un
ceramio de doble pico y puente encontrado en la tumba Mochica Tardío de bota M-U 314,
donde se representa al Aia-Paec sujetado por un gallinazo y una iguana antropomorlizados 7
(Fig. 18.23).
7
En la misma tumba, que contenía los cuerpos de dos mujeres y un niño, aparecieron dos botellas en
forma de gota con decoración policroma (ver dos casos semejantes en Donnan 1973) y dos
representaciones a escala de maquetas de templos hechas en barro crudo (Castillo et al. 1997).
106 L. J. Castillo B.
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Fig. 18.22. Ceramios de estilo Wari producidos en San José de Moro: a) M-U26-C5, b) M-U314-C2, e)
M-U509-C14, d) M-U602-C28, e) M-U620-C26, f) M-U623-C5, g) M-U623-C9, h) M-U729-C19, i)
M-U736-C15, j) M-U820-C23). (Dibujos Percy Fiestas).
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 107
Otro cambio importante que podemos distinguir como marcador del colapso de la sociedad
Mochica en Jequetepeque es la variación en la forma de la tumba. Durante el periodo Mochica
Tardío la forma más común era la tumba de bota, que continúa en uso a medida que la influencia
de los estilos cerámicos foráneos se hace más notoria. Sin embargo, cae en desuso a la vez que
desaparece también la cerámica de línea fina. Las botas son reemplazadas por tumbas de pozo
en el periodo Transicional, aún cuando se mantiene la orientación, con los pies al norte y la
cabeza al sur, y la posición extendida dorsal. La desaparición de las tumbas de bota al fin de
Moche marca el final de una tradición que existió desde el periodo Mochica Medio, y quizá
antes y que estaba asociada a los segmentos medios y altos de la sociedad Mochica. Su reemplazo
por las tumbas de pozo en el periodo Transicional significa que se impone la forma que era
popular más bien entre los segmentos bajos de la sociedad Mochica. Antes de extinguirse, sin
embargo, las tumbas de bota Mochica Tardío comienzan a mostrar ciertas variaciones sobre la
norma, particularmente en lo que se refiere a su orientación (Fig. 18.24).8
El cambio más importante, que definitiva y permanentemente marca el final de los Mochica
es la desaparición del estilo de línea fina, tanto en su forma bicroma como en su variante
8
En San José de Moro la tumba M-U 623 (Fig. 18.24) es un buen ejemplo de lo que ocurre al fin de
Mochica. Está orientada de esta a oeste y contiene dos individuos de cúbito lateral, uno frente al otro,
asociados con cerámica policroma y cerámica reducida. Muy poco en esta tumba parece ser Mochica,
sólo un cántaro con cuello efigie ("face neck" jar), dos cántaros de cuerpo achatado y la forma de bota
de la tumba.
108 L. J. Castillo B.
Mochica Tardío 10 cm 20
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Fig. 18.24. Tumba M-U623, Mochica Tardío final. (Dibujo y foto Martín del Carpio).
18 /Los últimos mochicas en Jequetepeque 109
policroma sobre botellas de doble pico y puente, lo que parece coincidir con la desaparición
de las tumbas de bota. Durante el siguiente periodo se han registrado algunos remanentes y
arcaísmos, e incluso piezas Mochica Tardío reutilizadas, pero en general cesa la producción
de este tipo de ceramios y se pierde, por lo tanto, la tecnología involucrada en su manufactura.
Estos dos últimos factores son importantes de considerar a fin de entender qué pasó al
final de la sociedad Mochica. Tanto las tumbas de bota como la cerámica de línea fina parecen
haber estado restringidas a la elite Mochica. Sólo los miembros de la elite se enterraban en
este tipo de tumbas, y sólo ellos consumían este tipo de cerámica. El final de Mochica, por lo
tanto, estaría definido por la desaparición de formas que habrían marcado las diferencias de
clase. Es posible que el declinar en realidad haya sido sólo el colapso de la elite, que desaparece
o simplemente deja de distinguirse, es decir, se amalgama con los segmentos sociales inferiores.
Esta hipótesis reforzaría la idea que el final Mochica es eminentemente un proceso de crisis
interna y de reconstitución del poder social (Castillo y Donnan 1994a; Bawden 1995, 1996;
DeMarrais et al. 1996).
Para entender el impacto de Wari y sus derivados sobre la sociedad Mochica es útil
analizar lo que sucedía al interior de ambas sociedades. Desde la perspectiva Mochica, al
parecer, al inicio del Horizonte Medio se empieza a importar cerámica de estilo Wari o de los
estilos de algunas de las sociedades derivadas o asociadas a ésta, como Nievería, Pachacámac
y Atareo. Para esta época, probablemente, Wari era concebida como una exitosa sociedad en
proceso de expansión, portadora de una refinada iconografía que, a su vez, simbolizaba su
ideología y religión (Menzel 1964, 1977; Schreiber 1992). La elite Mochica habría considerado
ventajoso para su manejo político contar con elementos de esta nueva ideología e iconografía,
y quizá mostrar algún grado de comunicación con la elite Wari. Al importarse los primeros
ejemplares de esta cerámica, se produce un fenómeno que nunca antes habíamos visto: se
abren las barreras que impedían el acceso a los elementos de una cultura foránea. Los Mochica,
hasta esta época, habían sido impermeables a toda influencia foránea, por lo que es muy raro
encontrar artefactos importados antes de esta época. La apertura, sin embargo, se da en un
marco de acceso diferencial en el que sólo la parte más alta de la elite tiene acceso a los nuevos
objetos importados. Es por esta razón que ellos sólo se encuentran en las tumbas más complejas.
Una presencia Wari tan diversificada y compleja en la costa norte sólo se ha registrado en
San José de Moro (Castillo y Donnan 1994a y 1994b ). Hasta la fecha las evidencias disponibles
permiten afirmar que ésta se da dentro de una matriz Mochica. Es decir, que son ellos quienes
importan e incluyen en sus tumbas la cerámica foránea. No hay ninguna evidencia que permita
afirmar que ésto se hizo bajo cualquier forma de coacción. Ahora bien, la presencia de artefactos
Warijuzgada sin tener conocimiento de los contexto originales y sin saber que son muy escasos,
ha llevado a pensar que la costa norte estuvo bajo el dominio imperial de ~sta sociedad (Menzel
1977, Schreiber 1992). Artefactos de estilo Mochica Tardío han sido registrados en sitios
desde Piura (Larco 1965, 1967) hasta Lima (Stumer 1958), sin que por ello nadie haya planteado
que la sociedad Mochica haya conquistado el territorio comprendido entre estos dos extremos.
¿Por qué se pudo concebir como beneficioso el importar artefactos de una cultura foránea,
y por qué precisamente Wari? La respuesta a estas preguntas nos obliga a hacer un detallado
recuento de lo que presumimos sucedió en los últimos años de la historia de los Mochicas en
Jequetepeque. Los Mochicas habrían desarrollado, a lo largo de su historia, formas de control
110 L. J. Castillo B.
Debilitados, los gobernantes buscan reproducir las fuentes de poder que antes emplearon
combinando el manejo político con la legitimidad ideológica, pero esta vez tratan de reforzar
la estrategia introduciendo elementos de otro sistema ideológico de gran prestigio. De este
modo, se establecen los primeros contactos con los Wari, y quizá no directamente sino a través
de sociedades intermediarias, apareciendo así en Jequetepeque la primera cerámica importada
de estilo Nievería, y en el cementerio de Nievería, en el valle del Rímac, la primera cerámica
Mochica (Stumer 1958).
La ruta de acceso y comunicación con las sociedades del Horizonte Medio de la costa
central no parece pasar por la costa, sino que habría conectado el valle de Jequetepeque con la
sierra aledaña, donde la presencia Wari era más fuerte (Tapie 1991). Esto lo podemos inferir
de la ausencia de sitios intermedios con el tipo de asociaciones de San José de Moro, en el
territorio Mochica Sur. La aparición de cerámica importada de estilo Wari coincide con la
aparición de los primeros ejemplos de cerámica de estilo Cajamarca, en el que predomina el
uso de una arcilla de color blanco con la que se producen cuencos y platos con engobe crema
y decoraciones muy simples de líneas sinuosas y puntos de color ocre. El estilo de cerámica
Cajamarca correspondería con la fase que precede la aparición del los estilos cursivos y la
decoración tricolor mejor conocidos.
La elite Mochica, y sólo su segmento superior, habría monopolizado ese tipo de materiales,
alterando así una de las normas básicas de su sistema social: la redistribución de los bienes
suntuarios entre los segmentos medios e inferiores de su misma clase. Más grave aún, la elite
gobernante por primera vez en su historia habría estado impedida de cumplir con su posibilidad
de redistribuir este tipo de bienes, pues los artefactos que marcan la relación con la prestigiosa
sociedad Wari no son producidos por ellos. Bawden ve en este tipo de menoscabos de los
modelos de reciprocidad tradicionales una de las causas más importantes de la crisis interna
de la sociedad Mochica (Bawden 1995, 1996).
artefactos de imitación que les permite mantener la red de reciprocidad con los otros segmentos
de su propia clase. Hay que advertir que las piezas policromas, al igual que lo que ocurrió
antes con el estilo de línea fina o la cerámica de asa estribo en el periodo Mochica Medio,
aparecen en cantidades muy limitadas por tumba.
Ahora bien, no debe sorprendernos q,ue se haya generado un estilo policromo a raíz del
contacto con Wari. La evidencia arqueológica nos muestra que es muy común que después de
la interacción con Wari, y como efecto de ésta, las sociedades locales desarrollen estilos híbridos.
Esto pasó antes en lea, en la costa sur, con el desarrollo del estilo Atareo que combina una
base Nazca con un influjo Wari. También había sucedido en la costa central, donde el estilo
Lima da paso a los estilos Nievería y Pachacámac de clara influencia Wari. Lamentablemente,
la relación entre Wari y sus sociedades derivadas o asociadas no está clara, así como tampoco
se entiende bien la estrategia de expansión, influencia y control territorial Wari.
En vista de este proceso de transformaciones resulta crítico definir en qué momento cesa
la cultura Mochica y por qué. Ninguna de estas preguntas es de fácil respuesta. Hemos indicado
más arriba que dos índices nos permiten definir el final de Mochica: la desaparición de la
cerámica de línea fina, y de las tumbas de bota. Sin embargo, cabría señalar que a nivel de los
estilos cerámicos muy poco más desaparece. Se continúa produciendo formas y estilos que
caracterizaron a la cerámica de tipo intermedio durante el periodo Mochica Tardío, se continúa
incluyendo muy poca cerámica policroma en las tumbas, y mientras que la cantidad de artefactos
importados es muy pequeña, su variedad es muy grande. Aparecen en esta época ceramios de
estilo Viñaque, Pachacámac y Casma.
Parecería que al final del proceso, lo único que desaparece es aquello que más directamente
asociamos con la elite. Desaparecen las tumbas de los tipos que ellos utilizaban y se generalizan
las formas más simples de tumbas de pozo. Desaparece la iconógrafía de línea fina, y los
ceramios que les servían de soporte. Al desaparecer este tipo de cerámica también se extingue
la iconografía religiosa compleja, que nunca reaparecerá en el arte cerámico de la costa norte.
Esto implica que la elite, principal sujeto de las representaciones, desaparece del espacio
iconográfico. La reemplazan los motivos geométricos, las pequeñas caras retrato, los animales
simplificados, todos motivos que pueblan la iconografía y el arte Chimú y Lambayeque.
Podemos inferir a partir de estas transformaciones que hubo un cambio de autoridad
112 L. J. Castillo B.
predominante, que la elite perdió el control y fue desterrada, por lo menos del espacio
iconográfico. Cabría señalar que este proceso, un deterioro interno, pudo haber tenido un
elemento de violencia, puesto que en esta época se multiplican los espacios defensivos, ciudades
amuralladas, plazas fuertes en las cimas de los cerros, y otras indicaciones de que la inestabilidad
pudo llegar a niveles de violencia que necesitó que se tomaran medidas (Dillehay 2001).
¿Dónde estaban las fuerzas del estado para evitar estas amenazas? Todo parece indicar que el
principal afectado en esta crisis fue precisamente el estado y sus dirigentes, que mal podían
haber impedido que se generalizara la violencia cuando ellos mismo no eran capaces de
defenderse. Sin embargo, también hay evidencia para suponer que este deterioro no fue abrupto,
sino que se produjo durante un largo periodo de tiempo, quizá una generación completa, y
culminó con el debilitamiento de la elite, más que con su derrota.
Teóricamente podíamos haber supuesto que existiese un periodo de tránsito entre el fin
de Mochica y el inicio de Lambayeque o Chimú. A lo largo de los años este tránsito ha recibido
diferentes nombres: Larco lo llamó Huari Norteño (1966), en el área de Trujillo se le denomina
Chimú Temprano (Donnan y Mackey 1978), y más al norte podría corresponder con las fases
tempranas de Lambayeque (Shimada 1994), pero en todos los casos se ha mostrado muy
difícil de definir, como suele ser el caso con los periodos intermedios. Generalmente ha sido
más fácil asignar la evidencia a cualquiera de las sociedades que se ubican en los extremos,
que definirla como una manifestación del tránsito en sí mismo. La arqueología del valle de
Jequetepeque no ha sido una excepción, y por lo tanto no esperábamos encontrar ninguna
evidencia clara del periodo inmediatamente posterior al Mochica.
En los primeros años de investigaciones en San José de Moro ubicamos algunas tumbas
de pozo que contenían una mezcla de materiales que delataban un parecido a Mochica, pero
con algunos elementos de Lambayeque. Asociados a esta cerámica aparecían platos con engobe
blanco y diseños geométricos conocidos como Cajamarca Costeño (Disselhoff 1958a). Por
esta razón asignamos las tumbas a un periodo que llamamos Lambayeque-Cajamarca. Al
multiplicarse las muestras de este singular periodo resultó aparente que no se trataba del periodo
Lambayeque, y que las relaciones con Cajamarca eran más bien lejanas. La cerámica parecía
ser una combinación de muchas de las formas de cerámica de calidad intermedia y doméstica
que se daban en Mochica Tardío con algunas formas derivadas de estilos foráneos. Abundan,
por ejemplo, las botellas de cuerpo achatado ("flasks"), los cántaros de cuello efigie y las
piezas de doble cuerpo (Ver Rucabado y Castillo, este volumen).
Lo que en un principio se nos planteaba como un corto plazo de tránsito, resultó ser en realidad
un periodo que hoy, a falta de fechados radiocarbónicos, estamos presumiendo se extendió
ente el 800 y el 950 d.C. Ese es el periodo en el que se terminan de sintetizar las influencias
Mochicas con las provenientes de las sociedades del Horizonte Medio de la costa central. Por
todas estas características, lo estamos llamando periodo Transicional.
La desaparición del estilo cerámico y la forma de tumbas que identifica a la elite Mochica
no significa que el periodo Transicional carezca de liderazgo. En 1998 identificamos dos
tumbas de cámara superpuestas que representan al menos dos fases dentro del periodo
Transicional, y que por su forma se asocian con individuos de la elite. La cámara superior, de
aproximadamente 4 metros cuadrados, contenía una gran cantidad de cerámica Cajamarca
Costeño de muy alta calidad y cerámica de tipo Transicional. La cámara inferior, de
aproximadamente 16 metros cuadrados, contuvo a más de treinta individuos y más de 150
piezas de cerámica, máscaras de cobre, ornamentos de metal, cuentas de spondyllus, adornos
de nácar y restos de camélidos. Parecería que esta cámara se mantuvo abierta durante un
prolongado periodo de tiempo en el que los cuerpos eran dispuestos de manera extendida,
orientados de norte a sur. A medida que más individuos eran introducidos, los anteriores, ya
desarticulados, eran empujados a los lados al igual que sus ofrendas. Cámaras funerarias con
tantos individuos no han sido reportadas para Mochica Tardío, aunque existe una tumba de
bota múltiple Mochica Medio con más de 10 individuos en Pacatnamú excavada por Ubbelohde-
Doering (1967, 1983).
El periodo Transicional acaba de manera abrupta alrededor del 950 d.C., cuando el valle
de Jequetepeque es conquistado por el estado Lambayeque (Fig. 18.25). En este momento
desaparece la complejidad de los estilos cerámicos característicos del periodo Transicional, y
surge el estilo Lambayeque Medio, representado por el "huaco rey", tanto en su versión reducida
como oxidada, por platos de base anular y por ollas con decoración en relieve en la parte
superior del cuerpo. Las tumbas conservan la forma de pozo pero los individuos son enterrados
preferentemente en posición flexionada y frecuentemente asociados con grandes
concentraciones de tiza. Lambayeque liquidó el liberalismo estilístico que caracterizó al periodo
Transicional y devolvió la región al control centralizado de un estado expansivo. Con la
114 L. J. Castillo B.
,
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Contorno de la Matriz
Fig. 18.25. Tumbas M-U412 y M-U501, y cerámica Lambayeque. (Dibujos de tumbas LJC, cerámica
Percy Fiestas).
18 / Los últimos mochicas en Jequetepeque 115
conquista Lambayeque, y las posteriores conquistas Chimú e Inca, acaba para siempre la
independencia del valle de Jequetepeque, que pasa a depender, de ahora y en adelante, de
estados centrados en otras regiones. Convertida sólo en una provincia marginal , Jequetepeque
pierde su vitalidad, lo que se refleja en una producción cultural cada vez más deprimida.
CONCLUSIONES
San José de Moro tuvo un papel muy importante como centro ceremonial y lugar de culto
en el peculiar periodo final de la sociedad Mochica del Jequetepeque, y en el subsiguiente
periodo de tránsito entre ésta y la conquista Lambayeque. Asimismo, existe en el sitio una
gran abundancia de materiales estilísticamente asociados a culturas del Horizonte Medio de la
región central y sur del Perú (Shimada 1994, Bawden 1996). San José de Moro, más que casi
cualquier otro sitio de la costa norte, nos ofrece importantes claves para entender la relación
que se establece entre la sociedad Mochica decadente y las florecientes sociedades de la sierra
y costa sur. En base a los años de investigación en el sitio, podemos señalar algunas conclusiones
para los temas propuestos como objetivos al iniciar la investigación.
La secuencia es más compleja a medida que nos acercamos al fin de Moche, puesto que
aumenta dramáticamente la cantidad de vectores culturales que entran en juego y que se producen
por efecto de las interacciones (Fig. 18.3). El estudio de este periodo requiere del análisis de
los estilos cerámicos en contexto, puesto que de otra manera resultan incomprensibles.
Diferenciar estilos importados durante el periodo Mochica Tardío, no dominantes por lo tanto,
de otros que si son dominantes en su momento es crítico para entender qué sucedió al fin de
Moche. Los estilos relacionados con el fenómeno Wari, como hemos dicho, aparecen en
contextos funerarios y rituales Moche en cantidades minoritarias y subordinados a artefactos
Mochicas. Lambayeque, también foráneo al valle de Jequetepeque, se presentará como estilo
dominante, al que se subordinan todas las expresiones locales, lo que permite inferir que esta
116 L. J. Castillo B.
en nuestra investigación dos vías paralelas, pero de muy diferente dirección : mientras que el
trabajo de campo nos aporta de manera desigual datos de diferentes épocas, con temporadas
en las que casi todo lo hallado pertenece a un periodo, o a un tipo de ocupación, el curso de
análisis y la interpretación de los hallazgos y el énfasis en ciertos aspectos de la investigación
continúa por una vía independientemente en la que se van perfilando, a lo largo del tiempo,
diferentes líneas de interpretación.
AGRADECIMIENTOS
La investigación en San José de Moro ha pasado por tres fases . Entre 1991 y 1993, fue
dirigida por Christopher B. Donnan y Luis Jaime Castillo (Castillo y Donnan 1994a). En esta
fase las excavaciones se centraron en la zona de la Huaca la Capilla y resultaron en el
descubrimiento de numerosas tumbas Lambayeque y Mochica Tardío, entre ellas cinco cámaras
funerarias, dos de las cuales pertenecieron a las Sacerdotisas de Moro. Entre 1995 y 1997, el
proyecto fue dirigido por Carol Mackey, Andrew Nelson y Luis Jaime Castillo (Castillo, Mackey
y Nelson 1996-98). En esta fase se continuaron las investigaciones, básicamente en la zona de
la "Cancha de Fútbol" y en el sitio administrativo Chimú provincial del Algarrobal de Moro.
Desde 1997 el proyecto es dirigido por Luis Jaime Castillo y se concentra en la excavación de
las zonas funerarias del sitio, y en el estudio de las áreas ceremoniales asociadas con los
entierros. Paralelamente se ha emprendido el estudio de otros sitios en la región, así como la
prospección del valle de Chamán.
El trabajo en San José de Moro ha sido posible sólo gracias a la contribución generosa de
los habitantes locales, particularmente de Richard y Julio Ibarrola; del Dr. Lorenzo Sánchez
Cabanillas y la Sra. Miriam Valle de Baltuano. Alana Cordy-Collins, Ulla Holmquist, Don y
Donna McClelland, Marco Rosas y Carlos Wester formaron parte del equipo de investigación
durante sus primeros dos años. A partir de 1995 fue decisiva la contribución de Carol Mackey,
Andrew Nelson, Julio Rucabado, Flora Ugaz, Gabriela Freyre, Daniel Femández-Dávila, así
como de un gran número de alumnos de la Universidad Católica y de universidades
- norteamericanas y españolas. Walter y Susana Alva, Genaro, Javier, Luis y Clarisa Arana,
Alberto Baltuano, Jesús Briceño, Gu_illermo Cock, Juan Chávarri, César Gálvez, Ana María
Hoyle, Eduardo Ismodes, Sr. y Sra. Jay Last, Salomón Lemer, Luis Nieri, Roberto, Walberto
y Herman Pérez, Damián y Armando Quiroz, Liliana Regalado, Osear y Blanca Rodríguez
Razetto, Baerbel Struthers, Nayo, Segundo y Jesús Vera, Carmela Zanelli y otros hicieron
posible y satisfactorio este trabajo.
Libertad, el Museo Bruning, Luz del Sur; Boyles Bros. Diamantina S.A., entre otras
instituciones.
Todos los mochicólogos tenemos una gran deuda de gratitud con Santiago U ceda y Ricardo
Morales, sin cuyo apoyo y amistad nuestro campo no hubiera avanzado como lo ha hecho. Al
gran Elías Mujica, si bien sólo un mochicólogo honorario, le debemos su consejo y asesoría
acertada.
El trabajo arqueológico en San José de Moro nos ha llevado a establecer una estrecha
relación con la población local, de la que provienen nuestros trabajadores y con la que hemos
desarrollado numerosas líneas de colaboración. En los últimos años se ha visto como necesario
en el desenvolvimiento de los proyectos de investigación en la costa norte que nos involucremos
con la protección a largo palazo de los sitio, y con el desarrollo sostenible de la comunidad.
Así, es común en estos días ver museos y otras actividades locales, particularmente relacionadas
con el trabajo con los niños y con el desarrollo turístico, promovidas por los proyectos de
investigación. Si bien los arqueólogos no fuimos formados académicamente para este tipo de
tareas, nos vemos en la imperiosa necesidad de afrontarlas. En San José de Moro hemos
iniciado hace ya unos años la construcción de un museo modular que consiste de ocho pequeñas
casetas distribuidas en el pueblo en las que se expondrán los descubrimientos realizados,
haciendo que simultáneamente la visita arqueológica sea una visita al pueblo. Asimismo, se ha
iniciado un programa de desarrollo de identidad local con los niños de la escuela primaria
local y se iniciará un programa de entrenamiento con adultos en el desarrollo de pequeñas
empresas de servicios turísticos. Nos parece imprescindible que paralelo a los descubrimientos
se capacite a las población en estrategias de desarrollo sostenible que contribuyan a su bienestar,
y por colación a la protección de los sitios.
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19 /
Las evidencias materiales de la cultura Mochica en el valle de Chicama han sido tratadas
desde la década del treinta por un conjunto de investigadores (Kroeber 1930; Larco 1938,
1939, 1963; Díaz 1942; Bennett 1939; Ford y Willey 1949; Ubbelohde-Doering 1941, 1952,
1966; Garrido 1956; Horkheimer 1965; Benson 1972; Donnan 1976, 1978; Bonavia 1974,
1985; Hagen 1976; Kosok 1965; De Bock 1988; Reindel 1993; Russell y Leonard 1990a,
l 990b, l 990c; Russell et al. 1994). Sin embargo, el primer programa a largo plazo fue iniciado
en el complejo arqueológico El Brujo recién en 1990 (Franco 1998; Franco et al. 1994, 1996,
l 998a, l 998b, l 998c, l 999a, l 999b; Franco et al. 1999) y es una fuente de datos para una
mejor comprensión de esta cultura en términos de cronología relativa y morfología de la
arquitectura monumental, dentro de la cual se han recuperado contextos funerarios y sus diversas
asociaciones, entre otros aspectos.
Moche: hacia el final del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, l al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, T. II, págs. 125 -177.
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126 R. G. Franco J., C. A. Gálvez M. y S. A. Vásquez S.
En la margen derecha del valle de Chicama los grandes centros y asentamientos periféricos
se distribuyeron en el valle cultivado, en el desierto y en la parte media, y fueron contemporáneos
a la ocupación mochica del complejo El Brujo (Kroeber 1930; Ubbelohde-Doering 1941,
1952; Donnan 1976, 1978; Reindel 1993; Franco et al. 1999a, 1999b; Gálvez y Briceño 2001).
Entre éstos sobresalen el complejo de Mocollope -que incluye un sitio de fabricación de
cerámica en el Cerro Mayal (Russell et al. 1994 )-, Cerro Facalá (Chauchat et al. 1998), Cerro
Santa Ana o Constancia, Cerro Sorcape (Becerra y Gál vez 1996, Chauchat et al. 1998), las
huacas La Capilla, Licapa 1 y Licapa 2 (Garrido 1955, 1956; Schaedel 1957; Horkheimer
1965; Benson 1972; Donnan 1976; Hagen 1976; Bonavia 1974, 1985) y Licapa 3, Naranjal,
Pucuche, Chuín Alto y Sicap. En la margen izquierda se construyen Chicamita (Horkheimer
1965) y Huaca Fachén (Reindel 1983); así como la Huaca Urcape (San José Bajo) (Kosok
1965, Horkheimer 1965), Huaca Colpán, Huaca El Zapato, los complejos de La Campanilla
(Kosok 1965), Tres Huacas (Kosok 1965), y asentamientos de pescadores como El Charco
(Campana 1983), Tres Palos y El Alambre (Fig. 19.1).
Dentro de este marco de referencia, presentamos este trabajo que es una versión actualizada
de las investigaciones en la Huaca Cao Viejo del complejo El Brujo, el cual permitirá, como
veremos más adelante, contribuir con los datos que nos han posibilitado definir varios aspectos
de un templo mochica que por primera vez viene siendo investigado desde hace nueve años
(1990-1999), entre ellos : modelos arquitectónicos, función de los espacios arquitectónicos ,
arquitectura y asociaciones y cronología.
19 /Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo 127
40
50
OC EA NO
PAC IFICO
MODELOS ARQUITECTÓNICOS
Con ocasión del Primer Coloquio sobre la Cultura Moche dimos a conocer la existencia de
cuatro fases constructivas en la Huaca Cao Viejo (Franco et al. 1994), redefinidas por nosotros
como edificios formales. El avance de las investigaciones nos ha permitido identificar un total de
siete edificios distintos, construidos recurrentemente en un mismo espacio (Franco et al. 1996).
Cuatro de ellos (A, B, C y D) muestran tres sectores principales: a) una pirámide trunca de
fachadas escalonadas, cuyo frontis principal está orientado hacia el norte; b) un anexo lateral en
el lado este, de forma rectangular y lados escalonados, cuyo eje dominante es norte-sur; y c) la
plaza ceremonial, que ocupa el espacio interior definido por la pirámide, el anexo del lado este y
el patio del lado oeste de la plaza. Asimismo, hacia el lado exterior suroeste de la plaza hemos
registrado dos recintos rectangulares hundidos de grandes dimensiones, que fueron reutilizados
como cementerios asociados a cerámica Moche IV, después del abandono del edificio.
EDIFICIO A
Pirámide
Vista en planta tiene una base cuadrangular con dimensiones de 120 metros de longitud
por 100 metros de ancho , y alcanza aproximadamente 30 metros de altura.
19 / Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo 129
N---
~----~--
Fig. 19.3 . Planta general de la Huaca Cao Viejo, mostrando las estructuras de los siete edificios (A-G)
correspondientes a distintas épocas.
130 R. G. Franco J. , C. A. Gálvez M . y S. A. Vásquez S.
Cuadro 19. l Res ultados del análisis químico de pigmentos procedentes de pintura m ural y relieves
policromos (vide Kakoulli 1997).
Frontis Norte
Fig. 19.4.
Reconstrucción
hipotética del
Edificio A.
El segundo nivel es una plataforma con fondo azul grisáceo enmarcado con bandas de color
rojo, en cuyo interior se dispone un conjunto de personajes de frente asidos de la mano, en posición
hierática, los cuales llevan tocado y pintura facial en el rostro (PRP5) (Franco et al. 1994).
Cima
Anexo Este
El primer nivel corresponde a una plataforma cuyo paramento oeste (PRP8) está dividido
en dos segmentos: el primero se localiza al lado este de la plataforma baja (PLl), y presenta el
"Tema Complejo 2". El segundo está separado del anterior por una banda roja vertical, y
presenta personajes de gran tamaño, posiblemente guerreros, que avanzan en dirección norte.
El segundo nivel es una plataforma que se asocia a su correspondiente en la pirámide. Su
paramento (PRP6) muestra a los personajes asidos de la mano, con ligeras variaciones en la
policromía con relación a los de PRP5. Se debe mencionar que en este anexo no existe el
tercer nivel. La representación de "El Decapitador" se limita a la pirámide.
Plaza ceremonial
Aquí se registró dos recintos rectan gulares semisubterráneos (RE3 y RE4), con eje sur-
norte, los cuales no tienen acceso y probablemente habrían sido utilizadas como depósitos.
Sus paredes interiores son de color blanco y la del lado oeste (PP49) de RE4 tiene diseños
incisos . Ambos recintos fueron rellenados después del evento pluvial post abandono. Sobre el
relleno se habilitaron tumbas de planta rectangular, asociadas a cerámica de la fase Mochica
IV de Larco. Sin embargo, también fueron recuperados algunos tiestos que corresponden a
una botella Mochica V similar a las encontradas en el sitio de San José de Moro (Paulinyi
1998, Donnan y Castillo 1994).
EDIFICIO B
El rasgo más notorio de este edificio es el de no haber sido concluido en los sectores de
la Plaza Ceremonial y el recinto que sirvió de modelo para su similar (RE 1) del edificio A.
Al gunos de sus paramentos fueron parcialmente enlucidos, pintados de blanco y presentan un
importante conjunto de graffiti. El planteamiento formal del Edificio B recién va a ser
desarrollado en toda su magnitud al construirse el Edificio A.
El grado de destrucción sólo ha permitido reconocer parcialmente los dos primeros niveles
arquitectónicos en el frontis norte de la pirámide, en el anexo Este, en la Plataforma Superior
y en la Plataforma Principal.
19 /Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo. Complejo El Brujo 133
'
O 5m
PLATAFORMA lw - wl
SUPERIOR
(a)
EDIFICIO: A
f;iiii!/f¡..~···J
($ti·"::··
Í:~:~ ....
~\\'
(b)
Fig. 19.5. Planta (a) e isométrica (b) de la Plataforma Principal del Edificio A, mostrando la ubicación
de Jos relieves del paramento sur de esta estructura.
134 R. G. Franco J., C. A. GálvezM. y S. A. Vásquez S.
....
O
- ....
50cm
Fig. 19.6. Arriba: Vista de los relieves policromos del lado sur de la Plataforma Principal, Edificio A.
Abajo: Dibujo reconstructivo del paramento.
19 I Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo , Compl ejo El Brujo 135
Pirámide
El primer nivel comprende la terraza más baja (PES), que se asocia a una plataforma
(PL2) y se adosa directamente al muro sur del recinto ceremonial (RE2). El recinto está ubicado
sobre la plataforma baja (PL2), asociada hacia el norte a una rampa (R5) que asciende de oeste
a este. El piso de la plaza presenta diseños incisos que corresponden a círculos y líneas rectas .
El segundo nivel es una terraza cuyo paramento (PPI 0) mira hacia el norte , encontrándose
pintada de blanco, con graffiti.
Cima
En este sector solamente se conserva el piso del patio ceremonial y la Plataforma Principal
con su respectiva rampa. Esta última está conectada a un corredor de trayectoria norte-sur, el
cual ha sido ampliado hacia el oeste con relación a la dimensión conocida para el Edificio C.
La fachada sur de la Plataforma Principal estuvo pintada de blanco.
Anexo Este
El primer nivel es una terraza orientada de sur a norte, con el paramento enlucido (PE6)
orientado hacia el oeste, delimitando Ja plaza principal junto con PE5, con el cual forma un
ángulo de 90º. Detrás del paramento se advierte un conjunto de estructuras pertenecientes a
los edificios C y D.
EDIFICIO C
Este edificio observa una planta similar a sus precedentes. De acuerdo a las evidencias
existentes en el sector noreste de Ja Huaca Cao Viejo, se infiere que el Edificio C ya estaba
parcialmente destruido o quizás desmontado para construir el Edificio B, tal como se aprecia
en algunos sectores del monumento.
136 R. G. Franco J ., C. A. GálvezM. y S. A. VásquezS.
Fig. 19.7. Excavaciones en el sector oeste de la Plataforma Superior, mostrando estructuras arquitectónicas
del Edificio C.
Pirámide
Frontis Norte
El segundo nivel es una terraza con relieves (PRP3) que representan personajes de frente,
cuyos pies descansan sobre el piso del primer nivel, advirtiéndose evidencias de chorreras
producidas por precipitaciones pluviales. En el extremo oeste de este paramento hay un motivo
zoomorfo, que corresponde a un felino representado al interior de paneles cuadrangulares, el
cual está pintado de rojo (5/4-7.5R) y azul grisáceo. El tercer nivel es una terraza que presenta
la "Escena de sacrificio", pintada de amarillo, blanco y rojo, la cual se asocia a un piso pintado
de blanco. Parte de los relieves originales se localizan en el extremo este del paramento . En el
sector oeste se advierte que éstos fueron reenlucidos, y que se efectuó un cambio de diseños,
observándose huellas de un evento pluvial al final de la ocupación . El cuarto nivel es una
terraza con peces o serpientes estilizadas (PRPl), pintados de rojo, azul y amarillo (Franco et
al. 1994, 1996).
19 I Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo . Complejo El Brujo 137
PLATAFORMA
PRINCI PAL
Cima
Plataforma Superior
Otro de los aspectos que hay que resaltar es que los pisos del patio ceremonial y de los
recintos estuvieron pintados de blanco . En el momento constructivo C-1 existe un acceso
desde el patio ceremonial hacia un nivel inferior de recintos, bajando de este a oeste a través
de 7 peldaños pasando un pasaje curvo angosto, que remata en un recinto rectangular con dos
nichos en el muro norte.
138 R. G. Franco J., C. A. Gálvez M. y S. A. Vásquez S.
Anexo Este
EDIFICIO D
Pirámide
Frontis Norte
Fig. 19.9. Detalle de varios recintos ubicados al oeste de la Plataforma Principal, Edificio C.
Fig . 19 .1. Porras de cerámica depositadas como ofrenda al interior del relleno del Edificio C, Plataforma
Superior
ancho, la cual conduce hacia el lado oeste de la parte superior hasta un corredor con orientación
norte-sur de 2,20 m de ancho por 22,50 m de longitud, el cual conduce hacia el Patio Ceremonial.
Hacia el lado este del corredor, parte superior, las terrazas pintadas se elevan dando forma al
frontis de la plataforma principal, mientras que en el lado oeste, parte superior e inferior, las
terrazas han sufrido una fuerte destrucción ocasionada por los constructores de los edificios
tardíos.
Frontis Oeste
Las terrazas de este frontis están bien preservadas . En términos de correlación, la terraza
más alta del frontis oeste, con paramento pintado de rojo, tiene relación con un paramento
pintado de blanco del lado norte, cuyos pisos están a 32 msnm. En este frontis hay siete
terrazas con paramentos pintados alternadamente de rojo y blanco (Figs. 19.14 y 19.15),
considerando como inexistente el color amarillo visible en el frontis norte. La misma secuencia
de terrazas policromadas aparece en la esquina exterior suroeste de la pirámide. Hasta el
momento, el hallazgo de la esquina es considerada como única en su género por su estado de
conservación.
19 /Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo 141
NE
/
PLAZA CEREMONIAL
Fig. 19.12. Isométrica del Edificio D, que presenta los tres componentes básicos: pirámide, anexo
Este y plaza ceremonial.
Cima
Plataforma Superior
Está constituida por un patio ceremonial de forma rectangular (Fig. 19.12), con
dimensiones de 32 m este-oeste y, hasta donde conocemos, 30 m norte-sur, el cual se ubica a
32 msnm tomando en cuenta la altitud del piso, y con una altura máxima conocida (ángulo
interior suroeste) de 3,50 m. Los paramentos interiores sur, este y oeste del patio ceremonial se
encuentran profusamente decorados. En el ángulo interior sureste se ubicó un recinto ceremonial
de 6,40 m de largo (este-oeste) y 4,60 m de ancho (norte-sur), el cual tiene un vano de acceso
hacia el lado oeste y sus paramentos interiores pintados de blanco (Fig. 19.16).
Los motivos representados en los paramentos interiores del patio ceremonial, se ordenan
de la siguiente manera: A) Muro oeste: se trata de diseños modulares policromos en plano
relieve, dispuestos en paneles diagonales divididos por bandas, dentro de los cuales hay figuras
de peces (life) estilizados bicéfalos, formando volutas. Los motivos fueron pintados en colores
blanco, amarillo, rojo, negro, rosado y azul grisáceo. Entre una banda y otra hay variación del
color de fondo y el de los motivos. En la parte superior del mismo muro aparece la cabeza de
un pez geometrizado mirando hacia abajo, representado en pintura mural de colores rojo,
amarillo, blanco y negro. Tanto la pintura mural como los relieves son complementarias en
cuanto al motivo principal, diferenciándose en la técnica de ejecución (Lám. 19.1 a). B) Muro
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Fig. 19 .13 . Perfil que muestra de norte a sur las terrazas superpuestas del frontis norte, la superposición de los pisos del pasadizo que comunica el frontis norte e(1)
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con la Plataforma Superior. (/)
19 /Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo 143
sur: también se trata de diseños modulares policromos en plano relieve, dispuestos en paneles
diagonales, dentro de las cuales se representaron - al igual que en el muro oeste- figuras de
peces bicéfalos estilizados, formando grecas espiraladas. De otro lado, también se observan
cabezas aisladas de peces con apéndices curvos en la parte posterior. Los motivos fueron
pintados en colores blanco, amarillo, rojo, negro, rosado y azul grisáceo iridiscente. Entre una
y otra banda hay variación del color de fondo y el de los motivos (Lám . 19.1 b). C) Muro este:
hasta donde conocemos, se trata de diseños policromos en plano relieve, similares a los descritos
para el muro sur, con excepción del lado este del vano del recinto ceremonial, el cual tiene
motivos de cabezas de peces geometrizados policromos dispuestos en una banda vertical. Los
motivos fueron pintados de blanco, rosado y negro.
En el muro norte del recinto ceremonial se ha registrado dos paneles cuadrangulares cuyo
motivo central es la figura de "El Decapitador". Se trata de un ser sobrenatural antropomorfo en
posición frontal, del cual sólo se conserva el contorno de la cabeza y el tocado, encontrándose
ausente el relieve del rostro (Lám. 19.2 a). Por analogía con la información iconográfica mochica,
el rostro debió tener rasgos felínicos y un volumen importante especialmente en las cejas, boca
y mentón, prueba de lo cual son varias cuñas o tarugos de caña de guayaquil (Guadua angustifolia)
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Fig. 19.15. Perfil norte de la excavación de la esquina suroeste del Edificio D, mostrando las diferentes terrazas superpuestas, los rellenos de los edificios tardíos s::
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y parte de un paramento enlucido del Edificio A. \/)
19 / Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo 145
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Fig. 19.16. Sector interior sur del Patio Ceremonial del Edificio D (Plataforma Superior), donde se
observa el recinto y las paredes sur y oeste.
que soportaron el volumen del rostro, y para la adherencia de éste se picaron los adobes, como
también sucedió para el caso del cuerpo. El personaje lleva tocado semilunar invertido color
amarillo y presenta orejeras bilobulares de color rojo y gris unidas a pendientes, de las cuales
sólo quedan las improntas y tarugos de caña. Hacia abajo del cuello aparece la impronta de lo
que habría sido un pectoral, colocado sobre el vestido a modo de unku, el cual además lleva en
la parte inferior un diseño pintado en forma de tumi color rojo sobre un fondo gris. El cinturón es
una banda pintada de rojo que sobre su parte central muestra un pequeño motivo semicircular
con un punto central en relieve. Los brazos están abiertos y en ambas manos los dedos rematan
en uñas en forma de garras, y el pulgar está intencionalmente alargado y curvado hacia arriba. En
la mano derecha coge un objeto alargado, con la parte superior ensanchada a modo de cruceta o
mango, que a nuestro criterio podría corresponder a un objeto punzo cortante. Es interesante
advertir que en este caso no lleva un tumi como "El Decapitador" del frontis norte del Edificio A,
y más bien éste es un elemento simbólico asociado a la vestimenta. En la mano izquierda coge de
la cabellera pintada de negro a una cabeza trofeo color rojo, que tiene como atributo dos apéndices
unidos en la parte posterior del cráneo, a partir de los cuales aparentemente nace una banda
blanca que llega al maxilar inferior. Las extremidades inferiores son de color rojo y están
semiflexionadas y abiertas lateralmente, y en los pies se advierten dedos rematados en uñas que
parecen ser garras.
Sobre los hombros se proyectan hacia arriba seis bandas listadas, tres a cada lado, pintadas
de blanco, negro, rojo, amarillo y gris; y de la cintura nacen seis apéndices curvos, tres a cada
lado, los cuales semejan las extremidades de una araña y que serían los antecedentes de los
atributos visibles en "El Decapitador" del frontis norte del Edificio A. Bajo la mano derecha
aparece una voluta en alto relieve que remata en una cabeza de cóndor mirando hacia el oeste
en dirección hacia el personaje central. Además, a ambos lados de la figura de "El Decapitador"
y en el interior del panel pintado de amarillo existen graffiti que representan, hacia el lado
146 R. G. Franco J., C. A. Gálvez M. y S. A. Vásquez S.
derecho, cabezas trofeos y en el lado izquierdo una cabeza trofeo junto a un personaje que
mira hacia el oeste. Finalmente, el segundo panel repite el anterior motivo con las mismas
características y atributos, siendo el fondo de color azul grisáceo, el cual se encuentra en
proceso de liberación y limpieza para su mejor definición.
Hacia el exterior oeste y sur del patio ceremonial se han identificado varios recintos
alineados, que en lado oeste se interconectan a través de un corredor exterior angosto en forma
de "L", d~ trayectoria norte-sur y luego oeste-este, hacia donde se abren los vanos de los
recintos. Hacia el lado exterior oeste del corredor y de arriba hacia abajo se estructuran las
terrazas exteriores, ya mencionadas anteriormente.
Los recintos mejor conocidos que bordean el patio ceremonial son los del lado suroeste,
los cuales están pintados de blanco y varían en dimensiones (Fig. 19.12), teniendo en común
hornacinas que en varios casos presentan dinteles de caña brava, vanos adintelados también
con caña brava y columnas cuadradas pintadas de blanco.
En el patio ceremonial, así como en los recintos del lado suroeste, se ha definido dos
momentos de ocupación utilizando el mismo edificio: el más temprano se caracteriza por tener
el patio ceremonial con un piso horizontal con evidencias de haber tenido columnas
cuadrangulares pintadas que se alinean paralelamente al muro sur, al igual que en el Edificio
E. Esto es contemporáneo con el uso de los recintos del lado oeste, únicamente con columnas.
El segundo se caracteriza por tener el patio ceremonial un incremento en la altura del piso
hacia el lado sur, lo cual corresponde a una plataforma ancha de alrededor de 9 metros unida
al muro del mismo lado, con evidencias de columnas cilíndricas pintadas (dada la forma de los
hoyos y fragmentos de enlucidos curvos). Esto es contemporáneo con un incremento de la
altura del piso y la subdivisión interior de los recintos del sector oeste mediante muros de poco
espesor que también unen las columnas, y la construcción de un pequeño depósito cuadrangular,
así como de un acceso escalonado adosado al muro norte del recinto 5.
Finalmente, debajo de los bloques de adobe tramado del Edificio D, y bajo el piso de la
cámara principal de la Tumba 2, se halló una porra emblemática de cerámica dejada in situ
19 / Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo 147
Lám. 19 .1 . Arriba: Sector interior suroeste del Patio Ceremonial de la Plataforma Superior, Edificio D. En
la parte superior, paramento decorado con pintura mural y relieves policromos; en la parte inferior, columnas
policromadas del Edificio E. Abajo: Paramento interior sur del Patio Ceremonial de la Plataforma Superior,
Edificio D, mostrando representaciones de peces geometrizados dentro de bandas oblicuas.
148 R. G. Franco J., C. A. Gálvez M. y S. A. Vásquez S.
Fig. 19 .17. Entierros ubicados al interior de un forado que rompe los pisos del Edificio D, sector interior
suroeste del Patio Ceremonial.
Plataforma Principal
Está constituida por una estructura piramidal elevada con relación al patio ceremonial
(Fig. 19.12). La parte superior está definida por varios ambientes pintados de color blanco y
una rampa hacia el ángulo sureste, la cual conduce en desnivel a recintos ubicados en el frontis
sur. En cambio, hacia el frontis norte hay evidencias de ten-azas y espacios más amplios, que
se intercomunican con una plataforma de mayor altura, sobre la cual habrían existido recintos
muy importantes.
Anexo Este
El primer nivel es una terraza orientada de sur a norte, con su paramento enlucido (PE6)
orientado hacia el oeste, delimitando la plaza principal junto con PES, con el cual forma un
ángulo de 90º. Detrás del paramento hay un conjunto de estructuras de los edificios C y D.
150 R. G. Franco J. , C. A. Gálvez M. y S. A . Vásquez S.
EDIFICIO E
Pirámide
Frontis Norte
Presenta un conjunto de terrazas superpuestas, muchas de las cuales son cubiertas por los
rellenos constructivos del Edificio D. Los paramentos fueron enlucidos con barro de color
amarillo (limo). Hasta la fecha han sido registradas cuatro plataformas superpuestas en la
parte superior. Un rasgo importante es que en el cuarto nivel se ha ubicado una escalinata
lateral que permite ascender de este a oeste a una plataforma alta de planta cuadrangular (Fig.
19.18).
Cima
A partir de este edificio se ha definido el antecedente del patio ceremonial descrito para
el Edificio D, el cual se encuentra en un nivel inferior y fue cubierto totalmente para incrementar
el volumen arquitectónico posterior.
El muro sur del patio del Edificio E tiene un ancho de 7 lcm y una altura actual de 2,87 m,
y fue decorado en el interior con pintura mural al temple que representa peces geometrizados
similares a los de la pintura mural del muro oeste del patio ceremonial del Edificio D. Los
motivos se hallan dentro de paneles oblicuos delimitados por cuatro franjas de 10 cm de ancho
pintadas de diferentes colores (negro-blanco- rojo-negro). La imagen del pez bicéfalo también
se intercala en cada panel siendo de color blanco y negro, respectivamente. Mientras que el
primer panel tiene un fondo de color rojo, el segundo fue pintado de amarillo y ambos tienen
un ancho de 72 cm. El conjunto de paneles está delimitado por franjas horizontales de color
rojo, negro y amarillo, cuyo ancho es de 20, 12 y 12 cm, respectivamente, mientras que la
parte inferior tiene un marco de color negro y un zócalo de color blanco, de 10 y 72 cm de
ancho, respectivamente.
También se han identificado tres columnas hechas con adobes cuadrados, las cuales
alcanzan una altura de 2,92 m y un ancho de 40 x 30 cm, y presentan sus superficies decoradas
con peces bicéfalos geometrizados en tres de sus caras, con excepción del lado sur. El motivo
tiene forma de "S" y ha sido elaborado en base a tres líneas, dos negras o dos grises y una roja
o de otro color. La línea exterior negra es aserrada y termina en cuatro apéndices. 'Los ojos son
cuadrados y están pintados de rojo u otro color, de acuerdo a la combinación cromática. En la
parte inferior el motivo está delimitado por franjas de distinto color (rojo o negro) y hacia
abajo la columna va pintada de blanco. La altura que ocupa el diseño actualmente es de 87 cm
en la parte superior de la columna (Lám. 19.1 a); y en un caso se ha registrado un graffiti que
actu~lmente se encuentran en proceso de limpieza y registro.
19 /Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo 151
N
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Fig. 19.18. Isométrica del frontis norte del Edificio E, mostrando las terrazas superpuestas , rampas,
escalinata y corredores.
EDIFICIO F
Pirámide
Frontis Norte
EDIFICIO G
Pirámide
Forntis Norte
La única evidencia de este edificio ha sido locali zada en Ja parte superior y noreste del
frontis principal de la huaca (PMPl). Se trata de un muro inicialmente orientado de sur a
norte, pintado de rojo, que posteriormente fue modificado para estructurar un a plataforma
angosta. Luego fue cubierto por un relleno de adobes tramados del Edificio F.
Los edificios A y D son los mejor conocidos hasta el momento, en cuanto al estudio de
los espacios arquitectónicos. Las evidencias registradas en uno y otro edificio prueban que el
modelo arquitectónico es similar.
Plaza Ceremonial
La Pirámide
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Fig. 19.19. Planta del recinto con pintura mural y estructuras asociadas al frontis norte del Edificio F,
cubiertas por las estructuras tardías de los edificios O y E (a); e isométrica del recinto y su entorno.
154 R. G . Franco J., C. A. Gálvez M. y S. A. Vásquez S.
Debemos destacar que alrededor (oeste, sur y este) del Patio Ceremonial antes mencionado
para el Edificio D, y parcialmente para el Edificio C, los recintos con hornacinas pintados de
planco con columnas y pasajes angostos, habrían funcionado como espacios complementarios
al Patio Ceremonial.
Anexo Este
ARQUITECTURA Y ASOCIACIONES
Graffiti
El Edificio A incluye 23 diseños incisos, de los cuales dos están ubicados en los paramentos
internos sur (PPl 1) (Fig. 19.20 a) y oeste (PP13) del recinto ceremonial (REl); dos en la
19 /Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo 155
banda vertical de color rojo que delimita al "Tema complejo l" (PRPlO) por el oeste (Fig.
19.20 d) y uno en el muro del "Tema de combate" (PRP9). Asimismo, hay dos diseños en el
muro con el tema "Los prisioneros y guerreros" (PRP7) (Fig . 19.20 c); uno en el paramento
con el tema de los "Personajes asidos de la mano" (PRP5) y cinco en uno de los recintos
semisubterráneos del sector exterior oeste de la Plaza Ceremonial (PP 49 y PE 47). Asimismo,
el Edificio B presenta 11 diseños incisos, ubicados en un solo paramento de color blanco
(PPlO), detrás del muro de "Los prisioneros" en el frontis principal.
En el Edificio D hay un diseño inciso en el paramento oeste de un muro sin color (PP56)
que se proyecta del sector noroeste de la Huaca Cao Viejo hacia el norte (Fig. 19.20 e); tres en
un paramento pintado de rojo y blanco (PP5 l y PP52) localizado en el extremo norte del
Anexo Este de la Huaca Cao Viejo, colindante con la Plaza Ceremonial. Últimamente se
encontraron diseños de cabezas humanas y personajes asociados a la figura de "El Decapitador"
ubicado en el paramento norte del recinto localizado en el sector sureste del Patio ceremonial
(Plataforma Superior).
Los graffitis fueron hechos tanto al momento de la elaboración de los relieves policromos
como en momentos posteriores . En ambos casos ocupan espacios libres que no afectan la
decoración mural. Los motivos, naturalistas y estilizados, representan seres humanos, plantas,
animales (lechuzas, serpientes, peces), redes, entre otros. Se debe mencionar que también los
graffiti se encuentran en otras estructuras menores del Complej o El Brujo, como es el caso del
Montícul o 2 (Fig. 19.20b) , así como en otros edificios mochicas de la costa norte.
Las excavaciones arqueológicas realizadas en los distintos sectores de la Huaca Cao Viejo
han permitido documentar eventos pluviales que han sido asociados a los diferentes edificios.
Hemos registrado un evento post abandono del Edificio A, el cual corresponde a una
lluvia de gran intensidad que ocasionó daños en la superficie de los paramentos decorados y se
acumuló sobre las terrazas y pisos expuestos de la plaza. En el Edificio B se han localizado
capas delgadas de sedimentos sobre el piso de la rampa de la Plataforma Principal , y en el
muro lateral (PRP34) existen chorreras donde los sedimentos alcanzan 3 cm de espesor. El
hallazgo de este tipo de evidencias al pie de los paramentos del lado norte es un indicador de
que las lluvias tuvieron una trayectoria sur-norte.
En el Edificio C se ha documentado dos eventos pluviales. Por un lado, hay capas delgadas
de sedimentos acumul ados cuando estaba funcionando el primer momento arquitectónico (C-
1), y éstas se localizan en la base del paramento con la "Escen a de sacrificio" (PRP2) y al pie
de los personajes humanos de frente (PRP3) de la terraza inferior, ambos ubicados en el frontis
principal. Las mismas evidencias han sido registradas en el Anexo Este que cierra por este
156 R. G. Franco J., C. A. Gálvez M. y S . A. Vásquez S.
O 10 cm
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Fig . 19.20. Graffitis de los edificios A (a, c, d) y O (e) de la Huaca Cao Viejo, y del Montículo 2 (b) .
19 /Mode los, func ión y crono logía de Ja Huaca Cao Viejo , Com plej o El Brujo 157
lado a la Plaza ceremoni al (PRPl 1), en la parte inferi or de los pies de un personaje similar a
los del frontis principal (PRP3 ). Por otro lado, después de una refacción en la "Escena de
sacrificio" (PRP22) realizada en el segundo momento arquitectónico (C-2), ocurre otra lluvia
cuyos sedimentos están depositados sobre el piso tardío asociado a esta refacción . Las escasas
evidencias de los relieves del Edificio C no presentan ningún daño producido por las lluvias,
debido probablemente a que los paramentos decorados estaban protegidos por cubiertas, de
modo que el agua inundó el piso de las terrazas formando capas delgadas de sedimentos.
Cerámica
Los componentes alfareros registrados en los edificios de la H uaca Cao Viejo, han
permitido definir la asociación que tuvieron las fases estilísticas mochicas con la arquitectura.
Los contextos de los materiales de las fases más tempranas corresponden a los edificios C, D
y E. Los edificios F y G no presentan aún asociación alguna y son los menos conocidos . El
hallazgo de cerámica mochica tardía en contextos funerarios del sector exterior oeste de la
Plaza Ceremonial nos ha proporcionado la información complementaria de la vigencia de la
fase Mochica IV post-abandono del Edificio A, y escasos tiestos de cerámica fina Mochica V
procedente de contextos funerarios disturbados (Lám. l 9.3h).
La cerámica asociada al Edificio D proviene del contexto de entierros que intruyen los
pisos del Patio Ceremonial y algunos de los recintos exteriores del lado oeste y de los rellenos
158 R. G. Franco J., C. A. Gálvez M. y S. A. Vásquez S.
arquitectónicos con basura doméstica depositados sobre los pisos de este edificio. La fase
Mochica I está representada por un asa estribo y dos cuencos con asa lateral (cancheros) con
diseños geométricos blanco sobre rojo, y dos botellas que tienen una forma temprana atípica
de asa estribo-gollete (Lám. 19.3 a-d).
La cerámica más temprana asociada a la Tumba la con cámara pintada, ubicada al interior
de los bloques de adobe tramado (BAT) del Edificio C, corresponde en su mayoría a las fases
de transición Mochica 11/III y III, es de muy buena calidad y representan una variedad de
temas incluyendo algunos inéditos (Lám. 19.3 e-f). La cerámica de la Tumba de Cámara lb
corresponde a cántaros, ollas y cucharas del estilo Mochica IV. Finalmente, la cerámica de la
Tumba de Cámara 2, asociada a los edificios más tardíos, comprende cántaros, botellas, cuencos
de asa lateral (cancheros), ollas, floreros del estilo Mochica IV (Lám. 19.3 g). Es importante
destacar que aún después del abandono del Edificio A, los entierros ubicados al interior de los
grandes recintos sin acceso localizados al oeste de la Plaza Ceremonial, están asociados a
cerámica Mochica IV.
ENTIERROS HUMANOS
En la Huaca Cao Viejo hay entierros en cámaras de adobe y sin cámara. Los primeros
corresponden a personajes de alto estatus y los últimos posiblemente a individuos de menor
categoría.
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Fig. 19.21. Cerámica del estilo Gallinazo (parte superior) y Mochica I (inferior) asociadas en un relleno_
arquitectónico de la parte inferior del frontis oeste de la Huaca Cao Viejo.
160 R. G. Franco J., C. A. Gálvez M. y S. A. Vásquez S.
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Fig. 19.22. Cerámica Mochica I procedente del relleno arquitectónico del Edificio C , en la Plataforma
Superior de la Huaca Cao Viejo.
19 / Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo 161
a b e
d e f
g h
Lám. 19.3. Cerámica mochica temprana (a-d) asociada a los entierros ubicados al interior de un forado
que rompe los pisos del Edificio D, sector interior suroeste del Patio Ceremonial; botella escultórica
asociada a la tumba de cámara 2 (g) y fragmentos de botella mochica V recuperados en el sector exterior
oeste de la Plaza Ceremonial.
162 R. G. Franco J., C. A. Gálvez M . y S. A. Vásquez S.
a b
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Lám. 19.4. Ídolo mochica (a-c) y cabeza de águila tallada en madera (d) , procedentes del Edificio D .
19 /Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo 163
Los estud ios de Verano y Anderson (en Franco et al. l 999c) determin aron la edad, el
sexo y otras características de varios esqueletos . Ellos afirman que la mayoría de los esqueletos
fueron desarticulados cuando los tejidos blandos no estaban descompuestos por completo, lo
que podría indicar que murieron en otra parte y fueron trasladados a la plaza para su ubicación
definitiva. El primer esqueleto (13-15 años), tuvo una rotura en el cráneo y carece de fémur y
peroné izquierdos . También hay un individuo adulto (21 -28 años de edad), cercenado por la
cintura, al cual le falta la parte inferior del cuerpo desde la cuarta vértebra lumbar. Además, se
descubrió partes de tres esqueletos: el primero de 12 años , el segundo de 17-20 años y el
tercero de una mujer adulta.Junto a esos entierros, hubo dos esqueletos de animales incompletos
(perro o zo1rn) y un ala de gallinazo (Coragips atratus).
Debemos destacar que un rasgo común es que los esqueletos cercenados fueron puestos
sobre una capa de sedimento pluvial , lo cual quiere decir que el forado fue preparado con
anterioridad previendo la lluvia, y después de este evento se depositaron los despojos humanos,
dejándolos expuestos a la intemperie hasta su descomposición total. Después las osamentas
fueron cubiertas con adobes y tierra. Es posible que este acto tuviera fines propiciatorios,
como lo sugieren las representaciones pictóricas de la cerámica Mochica que muestra restos
de cuerpos humanos junto a los recintos ceremoniales , lo cual también ha sido confirmado por
las excavaciones realizadas por Bourget (1997) en la Huaca de la Luna.
Por otra parte, al oeste de la Plaza Ceremonial había cuatro esqueletos humanos colocados
de espalda con la cabeza hacia el sur, los cuales estuvieron cubiertos con un relleno de tierra y
adobes sueltos . Los esqueletos fueron depositados unos encima de otros. Según Verano y Anderson
(en Franco et al. 1999c), dos son adolescentes y dos son varones adultos, que fueron enterrados
de manera muy sencilla y con pocas ofrendas . Sólo uno de los esqueletos tenía como ofrenda dos
mates, uno sobre la cabeza y otro a su lado izquierdo, y en la mano izquierda un fragmento de
cobre enrollado. Además, muy cerca a éste encontramos cuatro agujas del mismo metal.
Dos de estos entierros mostraban algunas similitudes. Por ejemplo, el primer individuo es
de sexo masculino ( l 5-l 7años), tiene 1,73 m de estatura, padeció de gigantismo hiperpituitario,
y tuvo la pierna derecha atrofiada durante un tiempo prolongado; asimismo no ubicamos sus
pies, siendo posible que le fueran amputados. El segundo es de sexo masculino (35-40 años),
tiene 1,53 m de estatura, y al igual que el anterior tenía los pies amputados. Sin embargo, de
acuerdo al análisis de Verano y Anderson (Franco et al. l 999c) : " .. .sobrevivió, pero por bastante
tiempo, ya que las extremidades de sus tibias y peronés presentan una reacción ósea .. ."
Tumbas de Cámara
En la parte oeste de la Plataforma Superior de la Huaca Cao Viejo, fue enterrada una
anciana d~ alto rango en una cámara funeraria decorada con pintura mural policroma (Franco
et al. 1999b), siendo los motivos unos personajes de frente con atuendos especiales (tocado y
164 R. G. Franco J., C. A. Gálvez M. y S. A. Vásquez S.
Fig. 19.23. Pintura mural del paramento interior oeste de la tumba de cámara la, de la Plataforma
Superior, que intruye en el relleno del Edificio C. En la vista se aprecia la parte superior de uno de los
personajes que portan porra y tocado.
vestimentas) (Fig. 19.23). Al parecer el cadáver, untado con cinabrio, fue colocado en un
ataúd que posiblemente fue de madera debido al hallazgo de clavos de cobre, y éste fue ubicado
sobre un entablado de madera labrada. Las ofrendas de cerámica son de las fases Mochica II/
III y III, y por sus características la cámara pintada es única en su género debido a su ubicación,
estructura, acabado y contenido ..
Posteriormente, al fallecer una segunda mujer importante, la cámara fue adecuada para
un segundo uso, pero su espacio fue reducido mediante la construcción de tres muros sin
enlucir, los cuales cubrieron las superficies decoradas de los muros este, norte y sur. En estos
muros se hicieron nichos con dintel angular, para colocar parte de las ofrendas de cerámica del
nuevo personaje, entre ellas cántaros de la fase Mochica IV. Previamente, los restos de la
primera anciana y su ajuar fueron removidos de su lugar original. Después, los huesos fueron
depositados sobre el muro este de la nueva cámara, y parte de las ofrendas fueron reutilizadas
en el segundo entierro (Lám. 19.2 b).
En el segundo entierro, fue sacrificada una adolescente y la colocaron al lado oeste del
cuerpo de la anciana. Esta mujer tiene la cabeza orientada hacia el sur, el rostro fue cubierto
con un cuenco de cobre dorado y dentro de la boca lé pusieron varios discos de este metal.
19 /Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo 165
TUMBA 2
Es uno de los casos más sorprendentes de las tumbas mochicas más conocidas. Se trata
de una gran cámara funeraria hecha en una sola época, la cual fue ocupada por un personaje de
alto rango (Franco et al. 1998c ).
La cámara tiene dos ambientes, de los cuales el del lado oeste es el más grande. Y tiene dos
nichos con dintel angular en el muro del mismo lado (Fig. 19.24). Antes del desentierro aquí
estuvo el ataúd con el cuerpo del personaje principal, acompañado por otros individuos; asimismo,
parte de su ajuar está formado por orejeras de madera y de metal con engastes de turquesa,
fragmentos de un pectoral formado por cuentas de oro y turquesa, collares, piezas de cerámica
completas e incompletas, hueso trabajado, etc. En cambio, el ambiente del lado este sirvió para
depositar gran parte de las ofrendas: cerámica, objetos de metal, mates conteniendo comida, así
como cuentas de lapislázuli, turquesa y oro, entre otros. Asimismo, los dos ambientes se comunican
por un dueto adecuado por la parte baja, el cual estuvo cubierto por varias piezas de cerámica.
Hacia el oeste de la Plaza Ceremonial de la Huaca Cao Viejo hay dos recintos rectangulares,
semisubterráneos y sin acceso, donde localizamos varios entierros que fueron dejados en ese
lugar después del abandono del edificio.
166 R. G. Franco J., C. A. Gálvez M. y S. A. Vásquez S.
En el primer recinto (RE3), de 22,5 m de longitud por 3,5 m de ancho, hubo cuatro
cámaras rectangulares de adobe con cubierta de adobes apoyados en la parte superior formando
un ángulo, las cuales corresponden a individuos adultos colocados decúbito dorsal en sus
ataúdes. Tres de ellos tuvieron el cráneo orientado hacia el este y uno al sur. En uno de los
casos, las ofrendas eran mates y cañas; en otro hubo una botella de asa estribo Mochica IV, que
tiene diseños geométricos de color rojo sobre crema. Comúnmente, los cadáveres tienen
pequeñas láminas de cobre colocadas en la boca, manos y pies.
En el otro recinto (RE4), de 29, 18 m de longitud por 4,5 m de ancho, hubo un conjunto de
entierros simples y cuatro tumbas de cámara de forma rectangular con cubierta de adobes
apoyados en la parte superior formando un ángulo. Los entierros simples corresponden a cuatro
niños, tres adolescentes, un adulto, dos mujeres jóvenes y dos mujeres adultas. En las cámaras
hubo un adolescente, una mujer adulta, un hombre adulto y otro individuo cuyos restos fueron
removidos.
Entre las tumbas de cámara destaca la de una mujer adulta, que fue colocada en un
sarcófago de caña brava. Posiblemente ella fue una sacerdotisa, pues tenía una copa con bordes
dentados. Estuvo colocada de espaldas, y tenía un cesto a la altura de los pies. Debajo del
sarcófago encontramos el esqueleto de un camélido tierno junto a 40 crisoles. Alrededor de un
animal hubo otras ofrendas como: un mate, una olla, una cabeza y patas de camélido . La
cámara de adobes estuvo protegida por una cubierta de adobes apoyados en la parte superior
formando un ángul o, la cual estuvo soportada por una viga de madera colocada en forma
longitudinal. Al exterior de la cubierta se encontró un esqueleto humano.
El hallazgo de c;:adáveres orientados de este a oeste y con el cráneo ubicado hacia el este
(Tumbas 1, 2 y 3) en uno de los recintos (RE3 ), no es un caso frec uente en las prácticas funerarias
Moche. En Huanchaco, Donnan y Mackey (1978, Fig. 93) registran un solo caso asociado a
cerámica Moche IV, como sucede en el caso de la Tumba 1 de Huaca de La Luna (Uceda et al.
1994 ), y sólo existe un solo caso en el valle del Santa (Donnan 1973 :50), y dos en Pacatnamú en
el valle de Jequetepeque (entierros 3 y 67) (vide Donnan y McClelland 1997: 44, 160). La
generalidad de la orientación de los entierros es con el cráneo situado hacia el sur. Probablemente
la variación se debe a un fenómeno ideológico que debe ser investigado con más detalle.
OTRAS OFRENDAS
Ídolo de madera
Fue ubicado en la parte alta de la esquina suroeste de la Huaca Cao Viejo, al interi or del
recinto 5 del Edificio D. Estuvo orientado de este a oeste, con la cara anterior hacia abajo entre
la segunda y tercera columna del recinto. Fue cubierto con bloques de adobes tramados (BAT)
que sellaban el recinto. En la proximidad del ángulo suroeste del recinto y entre los adobes del
relleno, hubo una cabeza de águila incompleta tallada en madera (Lám . 19.4 d) , uno de cuyos
fragmentos estuvo al lado este del ídolo. Originalmente los ojos del águila tuvieron
incrustaciones fijadas con resina, es posible que la parte superior del pico estuviera fmnda
con una lamina de metal porque aún conserva un pequeño clavo de cobre y la impronta de
otros que ayudaron a fijarla; además, a excepción de la parte superior de la cabeza y pico las
improntas visibles prueban que fue cubierta con plumas naturales de ave.
El ídolo es una escultura de una sola pieza tallada en la madera de un árbol maduro de
lúcumo (Pouteria lucuma) (Lám. 19.4 a-c). Sus dimensiones son 2,48 m de altura y 0,81 m de
ancho, con un espesor máximo de 0,80 m. Esta escultura muestra las siguientes partes: a) Tocado:
presenta dos felinos estilizados frente a frente que descansan en una base rectangular, los mismos
que estuvieron pintados y originalmente enchapados en metal. Los animales y la base son visibles
en ambas caras. Los felinos muestran apéndices escalonados de color rojo y verde en la parte
superior de la cabeza, y cada uno de ellos termina en dos volutas enroscadas hacia afuera, las
cuales estuvieron pintadas de verde y rojo; asimismo, otros dos apéndices parten del hocico; b)
Personaje central: está representado por una figura masculina de pie y en posición frontal. Mide
1,06 m de altura y un ancho superior de 0,34 m en los hombros, el cual está posado sobre un
168 R. G. Franco J. , C. A. Gálvez M. y S. A. Vásquez S.
pequeño pedestal. Los brazos están extendidos y pegados al cuerpo. Los pies se representan
igualmente de frente y tienen los tobillos pronunciados. Su vestimenta es un unku con cuello en
"V'', color rojo y amarillo, y un taparrabo pintado de rojo y gris. El rostro está pintado de rojo,
los brazos y piernas de amarillo, las manos y pies de gris. El personaje lleva un tocado a modo de
bonete, el cual presenta una ranura central y otra hacia el lado derecho, ambas con evidencia de
resina, donde debió haberse incrustado o adherido algún ornamento. Asimismo, el personaje se
apoya en un espaldar plano color amarillo; c) Una estructura en forma de prisma color rojo de
base cuadrada de 55 cm de alto, 44 cm de ancho y 30 cm de espesor, la cual sirvió para dar
estabilidad a la escultura cuando estuvo en posición vertical asentada sobre el piso; d) Finalmente,
una espiga que es la estructura distal del ídolo. Tiene forma cilíndrica y originalmente estuvo
incrustada en el piso. Mide 60 cm de largo por 20 cm de diámetro.
Estólicas
Porras
En 1998, durante la excavación del exterior del muro sur de RES y sobre un relleno con
abundante carbón, restos de comida y elementos vegetales de cubiertas, localizamos dos porras
de madera incompletas. El eje de la porra de mayor dimensión era oeste-este, con la parte
superior orientada hacia el primer punto; la evidencia de la segunda porra, orientada de norte
· a sur, corresponde mayormente a la parte superior, la misma que da frente al sur, advirtiéndose
un orden e intención en la forma cómo han sido dispuestas las porras. Asimismo, tenemos el
caso previamente tratado en la descripción del Edificio C, de una ofrenda de cuatro porras del
tipo intermedias, al interior de los bloques de adobe tramado (BAT) del Edificio C, las cuales
originalmente formaron parte del Edificio D (Franco et al. 1999a).
iniciar una datación cruzada con la secuencia de edificios identificados en la Huaca Cao Viejo.
Los fechados absolutos se determinaron a partir de muestras que proceden de diferentes
contextos arquitectónicos, las cuales fueron obtenidas en las primeras temporadas de
investigación. Los fechados de radiocarbono provienen del análisis de muestras de material
orgánicos realizado por el Research Laboratory for Archaeology and The History of Art de la
Universidad de Oxford (Inglaterra), y en un caso del Laboratorio Beta Analytic (Estados
Unidos), habiéndose obtenido varios resultados como se detalla en el Cuadro 19.2.
Con relación a los datos antes expuestos, es evidente que se requiere de mayores
determinaciones, en particular para los edificios G, E, C y B, lo cual nos permitirá una mejor
interpretación de la cronología de la secuencia constructiva de la Huaca Cao Viejo.
COMENTARIO FINAL
Ahora es factible comparar la Huaca Cao Viejo con otros edificios monumentales de la
época entre el área de Jequetepeque y Nepeña. Anteriormente se había propuesto, basándose
en el estudio de la cerámica, la existencia de dos áreas definidas: Moche norteño y Moche
sureño (Shimada 1994: 370-371; Castillo y Donnan 1994: 157-159). Es evidente que también
existe en la arquitectura una área sur-que también incluye al valle de Jequetepeque- definida
por edificios con pirámide-plaza delantera-anexo lateral, y que este modelo no se da en el área
septentrional. Por ejemplo, el modelo se repite en la Huaca Dos Cabezas (Hecker y Hecker
1990, Lám. 1), valle de Jequetepeque; la Huaca de La Luna (Uceda 1997), en el valle de
Moche; y Pañamarca (Harth-Terre 1965: 75) en el valle de Nepeña.
La Plataforma Principal definida por nosotros en la cima de la Huaca Cao Viejo, es una
pequeña pirámide ornamentada con rampa y cubierta, la cual recién en la actualidad puede ser
170 R. G. Franco J., C. A. Gálvez M. y S. A. Vásquez S.
Edificio A
DATE OxA-6896: 1480 ± 40 BP
Restos de plantas: Gynerium sagittatum "caña brava"
450 AD (1.00) 650 AD (95,4% confianza)
El resultado coincide parcialmente con las estimaciones de cronología relativa que hemos propuesto
para el Edificio A de la Huaca Cao Viejo, precisando que las muestras provienen de la caña brava que conforma
la estructura interna de la fachada sur de la Plataforma Principal.
Edificio D
DATE OxA 7005: 1675 ± 70 B.P.
Restos de plantas: Gynerium sagittatum "caña brava"
210 AD (l.00) 550 AD (95,4% confianza)
Estimamos que este fechado es el que más coherencia guarda con la posición temporal de la deterrrúnación
para el Edificio A. En realidad estaría fechando el final del uso del Edificio D, debido a que las muestras
provienen del reBeno constructivo del Edificio C que cubre al precedente.
Edifició D
DATE OxA-7007: 1865 ± 80 B.P.
Restos de plantas: Guadua angustifolia "caña de guayaquil"
SO BC (l.00) 350 AD (95,4% confianza)
Esta deterrrúnación, realizada sobre una muestra asociada a un bloque de adobe tramado del Edificio D,
da resultados muy tempranos que no nos parecen confiables. La posibilidad que los materiales fechados
correspondan a elementos constructivos reutilizados de un edificio más temprano nos parece remota.
Edificio F
DATE OxA-7006: 1670 ± 65 BP
Restos de plantas: Guadua angustifolia "caña de guayaquil"
220 AD (l.00) 540 AD (95 ,4% confianza)
El fechado corresponde al proceso de construcción del BAT del Edificio F. Sin embargo, su posición es
más cercana a la datación obtenida para el Edificio D (OxA-7005) . Se debe precisar que no disponemos de
fechados para el Edificio E, lo cual nos limita de mayores interpretaciones.
Edificio F
DATE OxA-7008: 1650 ± 65 BP
Restos de plantas : Pigmento de pintura mural (carbón vegetal)
240 AD (l.00) 550 AD (95,4% confianza)
El resultado corresponde a la conclusión del Edificio F, debido a que la muestra proviene de la pintura
mural de la pared interior este de un recinto localizado en el frontis principal de la Huaca Cao Viejo. Es
importante destacar la coincidencia en el rango temporal obtenido con el fechado anterior (OxA-7008).
Edificio D
Beta-109132: 1530 ± 60 BP
Restos de plantas
415-650 AD (95% confianza, 2 sigma)
En nuestra opinión, este fechado es tardío para el caso del Edificio D, si se tiene en cuenta que en el
Patio Ceremonial localizado en la Plataforma Superior hemos excavado entierros asociados a cerárrúca Mochica
I y a formas atípicas de cerámica mochica temprana. De otro lado, el fechado se superpone en gran parte al
obtenido para el Edificio A (OxA-6896).
comparada con las estructuras menores presentes en la cima de los modelos arquitectónicos de
la cerámica e iconografía mochica (Kutscher 1983, Lám. 123), probando que realmente
existieron . Se observa que el modelo monumental de la Plaza Ceremonial con recinto en el
ángulo sureste, se repite en menor escala en la cima con el Patio Ceremonial como es evidente
en el Edificio D. Asimismo, planteamos que existe el modelo de Patio Ceremonial con recintos
alineados, hasta donde sabemos, en los lados oeste, sur y este. También queda de manifiesto
que el criterio de la Plaza Monumental-iconografía compleja también se da en la cima, pero
que en este último caso la iconografía es abstracta. Otro hecho es la ubicación de entierros
propiciatorios simples, de seres humanos que muchas veces fueron mutilados o desarticulados,
en los rellenos constructivos del Patio Ceremonial, así como entierros de elite (Tumbas de
cámara 1 [a, b] y 2), localizados debajo de los recintos que rodeaban el patio de los edificios
tardíos.
En cuanto a la ocurrencia de eventos pluviales en la Huaca Cao Viejo, planteamos que las
lluvias ocasionadas por el fenómeno de El Niño causaron estragos que obligaron a realizar
remodelamientos de los edificios en su conjunto, incluyendo cambios en la temática de la
iconografía, como sucede en el frontis norte del Edificio C. En el caso de la Huaca Cao Viejo,
no se trata de simples refacciones, como ha sido planteado para la Huaca de la Luna (Uceda y
Canziani 1993: 341), sino de intervenciones en términos mayores, con profundas repercusiones
en la ideología mochica (desenterramiento ritual de tumbas, extracción intencional de parte de
los relieves de sectores importantes, quemas rituales, sacrificios humanos, enterramiento de
ofrendas, etc.), todo lo cual ocurre al final del uso de cada edificio. Por eso reiteramos que los
cambios se extienden más allá de las estructuras físicas de los edificios ceremoniales,
asentamientos periféricos e infraestructura productiva.
Las tumbas de cámara antes descritas son mucho más complejas que las del sector exterior
oeste, que como hemos anotado son más simples y algunas muy similares a las excavadas por
Díaz ( 1942) en Magdalena de Cao. Otras, que tienen un mayor parecido con estas últimas, son
las de la Huaca de La Luna (Uceda et al. 1994, Fig. 8). Evidentemente se trata de una clara
172 R. G. Franco J., C. A. Gálvez M . y S. A. Vásquez S.
Los entierros de individuos sacrificados es uno de los temas que más expectativas ha causado
entre nosotros. Dentro de éstos, los cuatro entierros en el sector sur-central de la plaza tienen
características muy particulares, con claros indicios de desmembramiento y golpe en la cabeza,
como el entierro 1. Es importante destacar la presencia de pupas de moscas y que los individuos
enterrados no son de la misma edad y tampoco del mismo sexo. Es muy posible que el objetivo
del rito sacrificial está relacionado con ritos propiciatorios relacionados a un evento de El Niño.
Debemos mencionar que el forado o foso de grandes dimensiones fue realizado después del
abandono del Edificio A, y que los esqueletos de la niña y el hombre adulto mutilado por la
mitad, estuvieron depositados sobre una delgada capa de sedimento, y creemos que esta lluvia
coincide con la lluvia que cae en general sobre los paramentos del Edificio A. Este hecho tiene
relación con el caso del hallazgo de los individuos violentamente sacrificados en la Huaca de la
Luna (Bourget 1997: 55 -59; 1998: 43-58). Es probable que algunos cuerpos mutilados de la
Huaca Cao Viejo fueran traídos ya cercenados de algún sector del templo, donde previamente
fueron sacrificados y expuestos a la intemperie. Naturalmente, se trata de una práctica sacrificial
simple, que dista mucho de la complejidad de los hallazgos de la Huaca de la Luna. Por otra
parte, el otro entierro múltiple encontrado en el sector oeste de la plaza también fue post-abandono,
llamando la atención la presencia intencional de dos adolescentes y dos adultos, todos ellos
masculinos, y el hecho de que los cuatro individuos tienen alguna anomalía física o patológica,
como si hubieran sido intencionalmente escogidos para el ritual del sacrificio.
En el caso de los graffiti de los paramentos de varios edificios, pensamos que el origen de
estas representaciones de naturaleza mágico-religioso, tiene sus antecedentes más tempranos
en los petroglifos, donde se animan o recrean objetos, animales y escenas humanas (Núñez
Jiménez 1986: 6-10). Es posible que los diseños incisos Moche, al igual que las representaciones
rupestres, sean a través de todos los tiempos plegarias o "ex - votos" que encierran un contenido
propiciatorio y pudieron haber sido hechos por quienes dirigieron el ritual.
En la Huaca Cao Viejo, la tradición de ornamentar las cubiertas con porras emblemáticas
tiene antecedentes tempranos (Edificio E) en el proceso de crecimiento y cambios de este
edificio, y culmina en la época de vigencia del Edificio A, que es el máximo desarrollo
volumétrico y ornamental de la huaca. Debemos mencionar que contextos similares han sido
localizados en la Huaca El Brujo y en los montículos intermedios 1 y 2 (Franco et al. l 999a),
lo cual demuestra la recurrencia de este hecho. Al ser enterradas las porras como ofrendas
dentro de los rellenos constructivos de la Huaca Cao Viejo, su valor simbólico se incorporó a
los nuevos edificios. Sin ninguna duda, nuestros datos demuestran que las porras de cerámica
son un atributo de los edificios mochicas ceremoniales del complejo El Brujo, y que algunas
estuvieron pintadas o decoradas.
Huaca Cao Viejo en relación a otros edificios monumentales del valle de Chicama. Para el
caso de la cerámica con relación a los edificios, tenemos que las fases Mochica I y 11 están
asociadas al Edificio D. La fase Mochica 11 y III se asocian al Edificio C, y la Fase IV a los
edificios A y B. Hasta la fecha no disponemos de ninguna evidencia de la asociación de cerámica
Mochica V con la arquitectura monumental. Los tiestos registrados en la Huaca Cao Viejo
proceden de contextos funerarios disturbados .
AGRADECIMIENTOS
Los autores agradecen al Dr. Guillermo Wiese de Osma (In memorian), sin cuyo apoyo
hubiera sido imposible realizar las investigaciones a cargo del Programa Arqueológico Complejo
El Brujo. A la Fundación Augusto N. Wiese, en la persona del Dr. Augusto Felipe Wiese de
Osma (Presidente) y Marco Aveggio (Director de la Fundación A. N. Wiese, encargado del
Programa Arqueológico El Brujo). Al mismo tiempo, al Instituto Nacional de Cultura-La
Libertad y a la Universidad Nacional de Trujillo. Nuestro reconocimiento a los Drs. John
Verano (Universidad de Tulane) y Michael Tite (Universidad de Oxford), por su cooperación
en los análisis de materiales; a los arqueólogos Antonio Murga (Residente del Programa),
Denis Vargas, Hugo Ríos, Juan Vilela, Jesús Peña y Carmen Gamarra, y a los conservadores
Carlos Castañeda Alvarado (Responsable de Conservación del Programa), Julio Reyes Ponce
de León y Segundo Lozada. También al Ing . Carlos Araujo G. por su colaboración en la
preparación de los materiales de este artículo.
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las Ciencias Sociales.
19 /Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo 175
EL COMPLEJO ARQUITECTÓNICO
RELIGIOSO MOCHE DE HUACA DE LA
LUNA: UNA APROXIMACIÓN A SU
DINÁMICA OCUPACIONAL
Santiago Uceda
Moisés Tufinio
En los Andes centrales la arquitectura monumental tiene sus inicios hacia finales del
periodo Precerámico, y su aparición está asociada a dos grandes tradiciones: una costeña y
otra serrana. Sus diversas variaciones se van intrincando hasta dar origen a las grandes
edificaciones del Horizonte Temprano, donde la arquitectura del tipo religioso adquiere una
importancia muy grande en la arquitectura monumental. Bajo esta óptica formal del desarrollo
de la arquitectura, han sido pocos los esfuerzo por trazar los orígenes y posterior desarrollo de
la arquitectura Moche. Este será uno de los primeros aspectos que vamos a intentar desarrollar
en este artículo.
Por otro lado, desde nuestras primeras publicaciones (Uceda y Canziani 1993), hasta la
más reciente (Uceda y Canziani 1998), se considera que la Huaca de la Luna es un complejo
arquitectónico compuesto de tres plataformas o edificios y cuatro plazas, y todos estos elementos
se articulaban entre sí formando un conjunto unitario. En un inicio nuestros estudios se centraron
en definir la secuencia de construcción y el diseño de la Plataforma 1 de la Huaca de la Luna;
Moche: hacia el final del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, l al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, T. II, págs. 179-228.
Lima, Universidad Nacional de Trujillo y Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
180 S. Uceda y M . Tufinio
sólo posteriormente se fueron ampliando los trabajos a las plazas. A partir de 1998 nuestro
esfuerzo se ha dirigido a definir los sistemas de acceso, formas y contextos de las plazas 1, 2
y 3 y sus relaciones con las Plataformas I y II.
Los primeros contextos arqueológicos seguros que señalaban una función o actividades
desarrollas en estas plazas fueron aquellos registrados por Steve Bourget (1997, 1998), así
como los registrados en recintos con claras alusiones a actividades de sacrificios (Montoya
1997, Gamonal 1998). La presencia de tumbas de sacerdotes en la Plataforma II presentan
elementos que indican que estos personajes fueron los sacrificadores de los individuos hallados
en la Plaza 3a (Bourget y Millaire 2000). La decoración en la fachada principal y en dos patios
de la Plataforma I, indica que el personaje o deidad representada está asociada a estos sacrificios
humanos. Era preciso, en este contexto, establecer un estudio de la dinámica ocupacional del
sitio, donde se pudiera correlacionar los diversos contextos ya recuperados y los nuevos en un
intento -aún así preliminar- de entender cómo funcionó la Huaca de la Luna.
LA HUACA DE LA LUNA
Las investigaciones en curso permiten saber que entre la calzada y el edificio mayor de la
Huaca de la Luna existen una serie de recintos y una plataforma menor. Lamentablemente, aún
desconocemos si la calzada se conecta a través de un corredor u otro tipo de espacio
20 /Complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna 181
o
\
-:::::::::::::-::
50m
l:g]J!
CA 18
CA30 j_
arquitectónico al único acceso registrado hasta el momento para todo el complejo de la Huaca
y que se ubica en el extremo norte de la Plaza 1.
Por otro lado, es interesante señalar que adosada al paramento exterior del muro perimétrico
oeste de la Plaza 1, existe una rampa que se dirige hacia el sur, y probablemente ésta sea una
de las formas de comunicación de la plataforma Uhle con el acceso a la Plaza 1.
La Plaza 1
La Plaza 1 no tiene una forma geométrica pura, ya que el extremo norte pre_senta una
sección que se prolonga y, medida desde la fachada, tiene una longitud de 175,5 m por 54,4 m de
ancho en esta sección (Fig. 20.2). La sección del lado este, más corta, mide 155 m de largo por
un ancho máximo de 35,94 m. Frente a la fachada principal de la Plataforma 1, la plaza tan sólo
mide 75 m de ancho. Esta menor amplitud se debe a la presencia de dos rampas en la sección
sureste de la plaza, a través de las cuales se accedía a las otras plazas y a la Plataforma l.
Los límites perimétricos están constituidos por muros anchos que varían entre 95 a 130 cm
de grosor. Si a estos muros se les adiciona los refuerzos con taludes que miden entre 70 a 100 cm
y las rampas adosadas que miden entre 100 a 140 cm, como es en el caso en los muros de los
lados oeste y norte (sección este), el ancho de estos muros en la base se amplía según los casos
entre 70 a 21 Ocm, es decir a unos 2 hasta 4 m en la base. Este tratamiento de los muros perimétricos
le otorga, por un lado, la apariencia de estructuras muy sólidas; por otro lado, el talud da la
impresión visual de mayor altura. Con relación a sus alturas, éstas varían en términos de medidas
absolutas, pues los muros perimétricos del lado este son mucho más altos que los del oeste y
norte. Este hecho se explica porque el arranque de los muros del lado este se hacen a partir de un
aterrazamiento previo, que fue muy probablemente impuesto por el declive del terreno. Sin
embargo, si se considera la altura de los muros a partir de los pisos asociados, la diferencia de
altura es mucho menor y el promedio varía entre 3,5 a 5 m. El límite sur de la plaza está constituido
por la fachada escalonada del edificio principal del complejo (Plataforma 1).
LA ESTRUCTURA INTERNA
-240
~~ -
\ -220
-200
-180
-160
-140
-120
-100
T-2
PLAZA 2a - 80
1
-60
señalan las
trincheras (T) y las 1 20
unidades de
-Ba Aa Ba Ca Da Ea Fa Ga
excavación (U).
realizaban actos ceremoniales y rituales. Antes de nuestras excavaciones, las plazas amuralladas
que se registraron fueron concebidas como espacios planos y sin mayores elementos
arquitectónicos en su interior. Los primeros resultados de las investigaciones realizadas en
estas plazas brindaron más de una sorpresa por su complejidad arquitectónica, como se observó
en la Plaza 2 (Baylón et al. 1997) y en la Plaza 3, que tuvo que ser subdivida en tres secciones,
siendo en el interior de la Plaza 3b donde se registraron dos recintos (Montoya 1997).
Una segunda terraza, adosada al muro este, está a 1,40 m más alta que la primera (Fig.
20.3), y la presencia de dos rampas permite definir tres secciones bien diferentes: una al norte,
la segunda al centro y la tercera al sur. La primera sección corresponde a la parte norte de la
terraza; en ella se construyó un recinto a manera de un tablado, como aquellos descritos por
Bawden (1977) para Galindo. El acceso a esta sección de la terraza, y por ende al recinto, se
hacía mediante una rampa adosada al muro perimétrico norte de la plaza que corre en sentido
oeste-este. La segunda sección corresponde a la sección media de la terraza y se accede por la
primera rampa empotrada, de 3,20 m, que se ubica a unos 15,5 mal sur de la terraza baja; de
esta parte de la terraza una rampa adosada al muro perimétrico este permite acceder a la Plaza
2. La tercera sección empieza en la segunda rampa empotrada en forma de "L" ubicada a 17 m
al sur de la primera; esta rampa es el acceso obligado a la Plazas 3 y a la Plataforma l.
20 /Complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna 185
El recinto de la primera sección mide 13 x 8,70 m. Los muros son hechos con adobes
asentados de cabeza, el acceso está ubicado hacia el norte y el vano mide 80 cm de ancho (Fig.
20.3 , Lám. 20. la). Al interior del recinto existe una serie de acondicionamientos particulares
donde hay que destacar hacia la derecha un muro delgado y bajo (1,27 de altura) en forma de
"L" que crea un acceso indirecto hacia el interior del recinto. Hacia la izquierda un murete
bajo, de 44 cm de altura, crea un pequeño vestíbulo que tiene la particularidad de presentar
cuatro muretes adosados al muro perimétrico norte: el primero es más largo (60 cm) y los otros
tres tienen tan sólo 40 cm; la altura varía: el primero y cuarto son de 45 cm, mientras que los
del centro alcanzan tan sólo 15 cm. La distancia que les separa entre sí varía entre 13 a 20 cm.
Hasta donde conocemos es un elemento raro en la arquitectura Moche, que puede tener un
valor simbólico o decorativo. Bourget (comunicación personal 1999) ha registrado en el sitio
de Huancaco esta misma estructura en recintos más amplios y en mayor número.
Pasando este corredor se abre un patio y hacia el fondo se encuentra una banqueta baja de
6 m de ancho (40 cm de diferencia con el piso del patio), que ocupa la parte sur. Al centro
existe una rampa de 1,20 m de ancho y 1,5 m de largo que permite ganar la diferencia de
altura. Obviamente la poca diferencia de altura hace de esta rampa más simbólica que funcional.
Sobre la banqueta existe un pequeño recinto de 2,50 x 2 m de lado, constituido por muros
delgados de adobes, y con el vano de acceso ubicado al suroeste. En el interior sólo se registró
una pequeña estructura de dos muretes bajos, muy similares a los descritos para el vestíbulo.
En el lado oeste de la banqueta, y adosada al muro, se encuentra una especie de banqueta alta
a manera de trono, pero lamentablemente una estructura tardía ha modificado la estructura
primigenia.
Los muros perimétricos del recinto en las partes mejor conservadas alcanzan una altura
de 2,40 m en el muro sur y 2,05 en el lado norte. Cerca de la banqueta dos hoyos corresponden
a la presencia de postes. Es, pues, altamente probable que sólo la banqueta y el cubículo
estuvieron techados a una sola agua.
En el ángulo noroeste exterior del recinto se encuentra adosada una pequeña estructura
(3,25 x 4, 10 m de lado) y delimitada por muretes bajos. Se trata de un tercer nivel, a 5,56 m
sobre el nivel del piso de la plaza. Se comporta como una especie de trono o puesto de control
que domina la rampa que permite el acceso a la segunda plataforma. El desnivel entre el
corredor y la cima de esta pequeña estructura se alcanza mediante dos rampas: una ancha que
viene del norte y la otra más estrecha en forma de "L", cuyo primer tramo -de 1,30 m de
largo- parte pegado al acceso y se dirige al oeste, mientras que el segundo tramo -de 2,30 m
de largo- se dirige al norte en un ángulo de 90º. Esta estructura formalmente se asemeja a
aquella que se encuentra adosada al muro perimétrico oeste de la plaza y a la cual se accede
mediante una rampa adosada al muro perimétrico. Se puede tratar de una especie de podium o
altar de unos 4 m de lado y por la presencia de hoyos nos indica que este elemento arquitectónico
estuvo techado.
LOS ACCESOS
El acceso principal
RAMPA DE ACCESO A LA
PLATAFORMA 1YPLAZA3
PLAZA 1
RAMPA DE ACCESO A PLAZA 2
RAMPA INICIAL
El recinto, al final del corredor que acabamos de describir, mide 5,5 x 5 m y bien pudo ser
un elemento de control para el acceso al complejo. Este recinto sufrió una serie de
remodelaciones por ocupaciones posteriores de época Chimú y colonial, ocupaciones tardías
que no nos han permitido excavarlo en su integridad, por lo que no sabemos si aún existe un
elemento que nos indique la función original de este ambiente en época Moche.
Acceso a la Plaza 2. A 2,40 m del sur del recinto de la segunda terraza y partiendo del
corredor antes descrito, existe una rampa de 3,20 m de ancho y empotrada en la segunda
terraza que permite ganar la diferencia de altura entre las dos terrazas. Al alcanzar la segunda
terraza gira en 90 grados hacia el sur y adosada al muro perimétrico este, una segunda rampa
permite alcanzar el nivel de la Plaza 2. Sin embargo, antes de ingresar a la Plaza 2 la rampa se
188 S. Uceda y M. Tufinio
El acceso a la Plaza 3. Este acceso ha sido sólo definido durante el momento de uso del
Edificio C y está asociado a la rampa principal. Justo al alcanzar el cuarto escalón un vano en
el muro del lado este da acceso a un sistema de rampas que bordeando los lados norte y este de
la Plataforma I llevan hasta la Plaza 3 (Figs. 20.5 y 20.7).
La Plaza 2
La Plaza 2 se ubica al este de la Plaza 1 y de la Plataforma I (Fig. 20.8). En los primero~ planos
trazados para el sitio (Mackey y Hastings 1982), se consideró como un solo espacio, de 108 x 40 m.
Sin embargo, la presencia de la cabecera de un muro que corre E-W a la altura de la esquina noreste
de la Plataforma I nos obligó a subdividir esta plaza en dos secciones, la ubicada al norte ?e forma
casi rectangular y de 63 x 40 m, y la sección sur de 43 x 37 m. Los ejes mayores, en ambos casos,
están orientados de sur a norte. El desnivel entre la Plaza l y la Plaza 2 es de unos 9 a 10 m.
La Plaza 2 presenta tres muros altos perimétricos: uno al sur, delimitando con una parte
de la Plaza 3, y los otros dos en los lados este y norte. El muro que lo separa de la Plaza 1 se
comporta como un muro de contención y del sistema de terrazas que forman parte del sistema
general de acceso a las Plazas 2, 3 y a la Plataforma I.
Los estudios aquí realizados formaron parte de las prácticas pre profesionales de cinco
estudiantes: J. Balón, L. Burgos, R. Díaz, C. Pardo y V. Rodríguez (Baylón et al. 1997). El
objetivo central de sus trabajos fue dilucidar si estos espacios considerados "plazas" estaban
exentos de elementos arquitectónicos, aparte de los ya mencionados muros perimétricos. Un
segundo objetivo fue de establecer una secuencia arquitectónica contrastable con aquella
establecida previamente para la Plataforma I (Uceda et al. 1994, Uceda y Canziani 1998) y la
-Plataforma III (García et al. 1994 ). Finalmente, también era nuestro objetivo tratar de recuperar
posibles contextos que expliquen la o las posibles funciones de esta plaza. En 1999, al tratar
de liberar los escombros que cubría la esquina noreste del frontis de la Plataforma I, se logró
definir algunos elementos arquitectónicos más de esta plaza.
20 / Complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna 189
- 120
-100
-80
-60
-40
-20
-00
Los resultados obtenidos nos permiten sostener que la Plaza 2 es mucho más compleja,
desde el punto de vista arquitectónico, que lo que se suponía al inicio. Una terraza constituye
el elemento principal y está adosada al muro perimétrico este. Esta terraza se comporta como
una banqueta corrida con una rampa central para acceder al nivel superior. Una excavación en
la parte sur nos indica que es muy probable que exista un posible patio hundido a casi 4 m más
bajo que el piso del resto de la Plaza 2, pero no sabemos las medidas ni forma de este elemento
arquitectónico. Finalmente, tanto en el muro del lado este, como sobre la banqueta y los muros
sur y oeste, existe Ja evidencia de pintura mural con Ja figura de una serpiente o pez estilizado
en bandas en diagonal. Cada banda lleva un color diferente (rojo, negro y amarillo), y el
movimiento de las cabezas de este animal varían de posición de una banda a Ja otra de manera
alternada (Lám. 20.1 b ). La presencia de áreas decoradas otorga a estos espacios un carácter
20 /Complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna 191
~~·
\
- 40
Plataforma 1 - 20
Plaza 2b
Nivel alto
- 00
Plataforma 1
Nivel bajo
Plaza 3a
- -20
Plaza 3b
Da Ea Fa
Fig. 20.9. Dibujo
de planta de las
plazas 3a, 3b y o 20m
3c.
ceremonial de mucha importancia dentro del complejo. No sabemos si todos los muros
decorados estuvieron cubiertos a manera de galerías, como al parecer sí lo estuvo la banqueta
en el lado este debido a la presencia de hoyos para postes.
así como por la presencia de una dieta más rica en proteínas que en los otros lugares estudiados,
como por ejemplo en el Taller de Alfarero o en el Sector Tuberías ubicados en la planicie entre
las huacas del Sol y de la Luna.
PLAZA3
La Plaza 3c
Lám. 20.2a. Pintura mural con serpientes estilizadas, cara externa de la pared este, estructura central,
Plaza 3c.
Lám. 20.2b. Relieves mujer y felino, cara externa de la pared norte, estructura central, Plaza 3c.
20 /Complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna 195
arriba y un brazo a manera de defensa, pues sobre ella se colocó un felino en actitud de atacar
(Lám. 20.2b). En los otros tres muros restantes esta misma escena es representada pero con
pintura mural. Lamentablemente el estado de preservación no es muy bueno.
El interior del recinto es pequeño y el dintel del acceso bajo. Es interesante resaltar dos
hechos en el interior de este ambiente. El primero, es la presencia de una especie de banqueta
o murete frente al acceso y que ha sido desmontada por las excavaciones clandestinas. De este
elemento sólo es visible la impronta sobre el muro sur. La destrucción no permite conocer si
esta banqueta o murete se unía al acceso, en tal caso dividiendo al ambiente en dos y
convirtiéndolo en una especie de depósitos. La otra posibilidad, si el murete no alcanza el
acceso, es que se trate de un elemento cuya función tendría relación, probablemente, con otros
elementos de sacrificios y quizás con las representaciones decorativas de los muros.
El segundo espacio, ubicado al este del anterior, es de menor dimensión (7,50 x 14 m), al
que se accede por un vano ubicado en el extremo norte de la pared medianera con el ambiente
anteriormente descrito. En un momento previo tuvo un segundo acceso en el muro sur, el que
posteriormente fue sellado. Los paramentos interiores estuvieron pintados de color blanco.
Un pequeño ambiente, de 2,40 x 2,80 m, se encuentra adosado al muro oeste. Su parcial
destrucción no permite saber si tuvo acceso o simplemente constituyó una especie de depósito
con acceso por sobre los muros. En la esquina sur-este y en la parte central del segundo espacio
el piso fue roto en época Moche y en el hoyo fueron colocados restos de esqueletos humanos
sacrificados (Lám. 20.3a), presentando la particularidad de haber sido descamados manteniendo
sus ligamentos para dejar sus partes articuladas (Verano 1998). Nuestras excavaciones recientes
han permitido descubrir y definir la amplitud de este hoyo y los eventos posteriores.
Eventos naturales del tipo El Niño sucedieron luego de la deposición de los cadáveres, a
los que se unieron sucesos culturales semejantes a los registrados en la Plaza 3a por Bourget
(1997, 1998). Se trata de evidencias de lluvias, arenamiento, sedimentos por lluvias y
nuevamente arenamiento. Aunque no se han culminado las excavaciones en este sector, sabemos
que al menos en los dos momentos de arenamiento se encuentran restos de esqueletos con
huellas de cortes a nivel de la segunda y tercera vértebra cervical (degollamiento) y algunos de
los esqueletos, no todos, poseen trazas de descamamiento. Estos hallazgos se registraron en la
parte media y norte del segundo espacio. La posición fuertemente flexionada y otros indicadores,
así como las condiciones del hallazgo, hacen que este grupo se diferencie claramente de aquél
encontrado en el hoyo y se asemejen de· cierta manera a aquellos individuos de la Plaza 3a
(Lám. 20.3b).
Finalmente, toda esta plaza fue exprofesamente rellenada de arena y sobre ella se colocó
un piso de adobes, formando así un nivel platafórmico necesario para.acceder a la Plaza 3a y
a la Plataforma I, cuando estaba vigente la construcción del Edificio A en la Plataforma I.
196 S. Uceda y M. Tufinio
La Plaza 3b
El estudio de la Plaza 3b se inició con los trabajos de dos estudiantes bajo la dirección de
María Montoya (Montoya 1997). Posteriormente, nuevas excavaciones en 1996 se realizaron
bajo la conducción de Antonio Gamonal (Gamonal 1998). En estos dos trabajos se pensó que
esta plaza tenía una forma rectangular (véase los planos publicados en ambos informes); sin
embargo, las excavaciones realizadas en la parte norte y que correspondía antiguamente a la
Plaza 3c, nos permiten redefinir su forma general como de una "L".
Si nos ubicamos en el corredor E-W que da acceso a la Plaza 3c (Fig. 20.9), encontramos
que al costado del vano que da acceso a los ambientes de la Plaza 3c existe otro vano que
comunica a un nuevo corredor, de casi 1O m de largo y 1,5 m de ancho, que corre en dirección
N-S. La destrucción del muro este del corredor y del piso nos priva de conocer su longitud
total. El corredor nos lleva a un espacio en forma de "L'', la Plaza 3b, donde el sector oeste
colinda con la Plataforma 1 y el sur con el muro perimétrico sur de la Huaca de la Luna.
Efectivamente, al oeste del corredor de acceso existe un espacio cuyo límite oeste
corresponde al muro este del patio con relieves del Edificio C de la Plataforma l. La cara
exterior de este muro estuvo enlucida y pintada de blanco. Luego se le adosó un muro y luego
una banqueta alta a manera de escalón que corresponden a la época de construcción de los
Edificios B y A. Es durante este momento que se decora el paramento con murales policromos,
cuyos diseños son poco visibles por su mal estado de conservación.
La parte más amplia de la Plaza 3b, en el lado sur, tiene forma ligeramente trapezoidal y
mide 32 m en el lado sur, 27 m en el lado norte y 16,40 m en los lados este y oeste. Pegado al
muro este se construyó un muro paralelo a 3,50 m, creando una especie de corredor sin salida.
El espacio interior fue luego rellenado de arena y cascote (ver Fig. 20.9).
El recinto 11, de planta rectangular, mide 6,50 x 4 m en el interior. Está compuesto por
cuatro muros macizos que tienen un espesor de un metro. Presenta un enlucido fino y pintado
de blanco, tanto en el interior como exterior. En los paramentos exteriores el enlucido presenta
varias capas de refacción. El acceso se ubica en la parte norte, con un vano de 80 cm de ancho,
'y delante del acceso una serie de muretes y banquetas acondicionan el acceso, pero
lamentablemente la destrucción por pozos de huaqueros impide la reconstrucción de estos
elementos. Un murete angosto, que se proyecta desde la esquina noroeste del recinto hacia el
muro norte de la plaza, cierra el paso hacia la parte este de la plaza. La única forma de acceder
a este espacio era por un pequeño corredor entre el lado oeste del recinto 11 y la Plataforma l.
Este pasaje tiene un ancho de 1, 10 m.
20 / Complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna 197
Lám. 20.3a. Restos de sacrificios dentro del hoyo rompiendo el piso, esquina sureste Plaza 3c.
Lám. 20.3b. Restos de sacrificios sobre la arena, lado este de la Plaza 3c.
198 S. Uceda y M. Tufinio
Lám. 20.4a. Reconstrucción del complejo de Huaca de la Luna contemporáneo con la edificación del
Edificio C de la Plataforma l.
V
Lám. 20.4b. Reconstrución de la terraza y altar del nivel alto contemporáneo con la construcción del
Edificio B de la Plataforma l.
20 /Complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna 199
Fig. 20.10. Recintos en la Plaza 3b. La foto corresponde a antes de la excavación de la Plaza 3c, acá aún
cubierta por escombros.
Fig. 20.11.
Vasijas
crudas
representando
prisioneros,
Plaza 3b.
200 S. Uceda y M. Tufinio
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PLAZA 3b
10m
Fig. 20.12. Plano de planta, Plaza 3a y Plataforma II (plano tomado de Bourget, 1998).
Las correlaciones estratigráficas permiten establecer que la construcción del recinto II, y
del primer piso arquitectónico, están asociados al Edificio C de la Plataforma 1, mientras que
el segundo piso y la construcción del recinto 1 así como los elementos de arreglo delante del
acceso del recinto II están asociados con el Edificio B o A (Gamonal 1998: 80).
Una fuerte lluvia, evidenciada por una gruesa capa de sedimentos, está asociada con la
presencia de vasijas crudas escultóricas rotas representando prisioneros (Fig. 20.11). Estas
vasijas son semejantes a aquellas descritas por Bourget para la Plaza 3a (Bourget 1998).
20 /Complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna 201
La Plaza 3a
La Plaza 3a se encuentra al este de la Plaza 3b y de la 3c, así como de una pequeña parte
del extremo sur de la Plaza 2. Inicialmente se trataría de un recinto en forma de "L", cuyo
muro sur -que corresponde a la proyección del muro sur de la Plaza 3b- mide 54 m de largo
(Fig. 20.12). De este muro se proyecta el muro este de la plaza hacia el norte, en una extensión
de 48 m. El muro norte, por su parte, mide 33 m y se une con el muro este de la Plaza 2. El
espacio que quedó entre el límite o encuentro del muro este de la Plaza 2 y el muro norte de la
Plaza 3a, podría corresponder al acceso que tuvo la Plaza 3a durante la vigencia del Edificio
C de la Plataforma l. Al parecer, sólo luego del sellado de la Plaza 3c y de la parte sur de la
Plaza 2, se construiría la Plataforma II y nuevos muros internos fueron adosados. El acceso
podría haberse efectuado a partir del muro perimétrico oeste y desde el nuevo piso.
Los trabajos en esta plaza fueron dirigidos por Steve Bourget (1997, 1998). El objetivo
central de sus trabajos era examinar la hipótesis de una posible relación funcional y ritual entre
la Huaca y el cerro Blanco. La presencia del afloramiento fue concebida como una réplica del
cerro Blanco para ejecutar ceremoniales y rituales de mayor importancia para la sociedad
Moche. Los resultados de las excavaciones demostraron que la hipótesis tenía sustento y puso
a luz la primera área de sacrificios humanos Moche.
Durante las temporadas de excavaciones 1995 y 1996 fue posible establecer una secuencia
de eventos naturales (sedimentos de arcilla y arena) y culturales (restos óseos y material cultural).
La secuencia estratigráfica se compone de una sucesión de once capas intercaladas de sedimentos
y acumulación de arena eólica. Con la finalidad de presentar un breve resumen de los eventos
culturales regi strados en esta plaza, tomaremos la información que presenta Bourget (1998:
49-52).
El primer evento cultural se localizó en la capa de arena 4. Se trata del entierro de dos
niños, uno de unos 12 meses y el otro un adulto, con envoltorios de textiles y lagenarias que
no se han conservado. Posteriormente se produjo la acumulación de una capa de arena (arena
gruesa 1), la que luego fue cubierta por una capa de sedimentos (sedimento 4) producto de
fuertes lluvias. No se registraron restos culturales en esta última capa aunque, siguiendo las
reflexiones de Bourget, no es clara la distinción entre el sedimento 4 y 3. En este último
sedimento se inicia los eventos de sacrificios relacionados con eventos de El Niño (Fig. 20.13).
Posterior a este evento, los moche excavaron estos sedimentos y parte del muro oeste
formando un hoyo. Este evento es contemporáneo o simultáneo con los sacrificios asociados
a la capa de arena 2, siendo la prueba de ello la presencia de estatuas de cerámica cruda en
ambos lugares. Más tarde se formó una nueva capa de sedimentos, producida por el lavado de
los muros producto de lluvias (sedimento 2), a la que se asocia un nuevo evento de sacrificios
correlacionado con el fenómeno natural. Finalmente, y luego de haber culminado la presencia
de lluvias, un último evento de sacrificios tuvo lugar. Con este evento se culminaría la ocupación
202 S. Uceda y M. Tufinio
en la Plaza 3a, ya que los sedimentos posteriores marcarían el abandono de este sector del
monumento.
LA PLATAFORMA 1
La Plataforma 1 es una estructura del tipo escalonada en los lados norte, oeste y sur. El
frontis propiamente dicho está al norte, dando frente a la Plaza 1, y los escalones están decorados
con paneles representando diversas escenas . Como se ha mencionado en otras oportunidades
(vide U ceda y Canziani 1993, 1998; U ceda et al. 1994 ), la construcción de este edificio no fue
obra de un único proyecto arquitectónico sino que mediante un proceso que hemos denominado
"la renovación del poder del templo", ya que los Moche fueron sepultando el viejo templo con
adobes tramados con lo cual el subsiguiente templo creció en altura y amplió su base. A la
fecha se ha podido definir seis edificios superpuestos (Edificios A al F, siendo el A el último
de los construidos). Por otro lado, la Plataforma 1 tuvo dos niveles: uno bajo en los lados sur
y oeste y que ocupaba dos terceras partes de la superficie, y un nivel alto ubicado en la esquina
noreste (Fig. 20.14). Ambos niveles se comunicaban por un sistema de rampas que se asocian
al sistema general de acceso al edificio ubicado en el frontis norte.
20 /Complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna 203
-DA - CA
o 30m.
Edificio A
Edificio B
Edificio C
Los accesos
Para describir mejor los accesos, volvamos a la tercera sección de la segunda terraza
ubicada en el lado este de la Plaza 1. Esta terraza tiene un ancho de 6,50 m y sobre ella se
construyó la gran rampa con orientación norte-sur, con una inclinación de 45º y una longitud
de aproximadamente 60 m a través de la cual se accede a la Plataforma I. La rampa tiene un
ancho de 3,5 a 4 m y presenta barandas de 50 cm de altura hechas en adobe. Llega al cuarto
escalón superior del frontis norte cuando funcionó el Edificio C; a partir de este punto, y
usando el espacio del escalón, dobla en dirección oeste y con un ángulo de 90º recorre un
tramo de 55 m. A esta altura se abre un vano que da acceso a un nuevo corredor con una rampa
en "L" que se dirige hacia el sur para acceder al nivel superior (Fig. 20.16) . Por ahora no
conocemos si existe alguna comunicación desde este acceso al nivel bajo de la Plataforma I o
si sólo por este vano se accedía al nivel alto. Este hecho nos llevó hace algunos años (Uceda et
al. 1994 ), a proponer que pudiera existir otro tipo de acceso, específicamente un vano de
acceso que comunicara la Plaza 3b con el patio con los relieves del "Degollador" del nivel
bajo la Plataforma I, vale decir por el costado este de la Plataforma I.
Para el Edificio B, la rampa principal gana la altura del quinto escalón. En el caso de este
edificio, el tramo E-W de la rampa llega hasta la altura del antiguo vano, pero el corredor y
rampas del Edificio C están recubiertas y una escalinata permitía acceder al nivel bajo de la
206 S. Uceda y M. Tufinio
Fig. 20.1 7. Escalina acceso al nivel bajo desde el sexto escalón del frontis, Edificio B.
Plataforma I (Fig. 20.17) y un corredor llevaba al sistema de rampas del nivel alto. Cuando el
nivel bajo del Edificio Ces sellado, para construir el Edificio A, la rampa del acceso principal
se restringe hasta la esquina del nivel alto, donde se construye un corredor de 3,5 m de ancho
que circunda la base del nivel alto en sus lados oeste y parte del sur. Quiere decir que es sólo
en los dos últimos edificios que tenemos la certidumbre que el acceso a ambos niveles de la
Plataforma I era efectuada por la rampa principal.
Sabemos que durante el uso del Edificio Ben el nivel alto existían tres accesos: el primero
llevaba a una terraza que da frente a la gran plaza y consistía en una rampa empotrada en forma de
"L"; el segundo, ubicado en el lado sur, comunicaba a un sólo ambiente; mientras que el tercero,
también en el lado sur, permitía el acceso a dos ambientes, unos de ellos decorado. Por otro lado, es
posible que el corredor que bordea el lado este del edificio y que lleva a la Plaza 3c, descrito con
anterioridad, comunique con un acceso directo al nivel bajo a partir de la esquina nordeste del patio
con relieves (Fig. 20.9); sin embargo, las excavaciones aún no han permitido resolver este problema.
El nivel bajo
Fig. 20. 18. Relieve de la divinidad principal, patio decorado Plataforma I, Edificio C, nivel bajo.
dimensión de 37 x 17 m (Fig. 20.14). Un acceso, ubicado en el lado sur, comunica a otro patio
con una banqueta en el lado sur. Este espacio, de 19 x 15 m, presenta tres vanos y comunica
con los ambientes más al sur y con el patio decorado con relieves.
Al sur del patio con banquetas se encuentra un conjunto de ambientes contiguos techados
a doble agua y pintados de blanco, y forman parte de los espacios más privativos del edificio.
Ellos presentan ventanas que comunican hacia el patio y ventanas altas en los lados este y
oeste que permiten comunicarse entre sí. Los accesos tienen umbrales altos. Cada ambiente
mide 2 x 6 m. Durante las excavaciones se registraron restos de una capa de totora y textiles en
el piso.
Más al sur, sobre lo que vendría a ser la esquina sur-oeste de la Plataforma 1, un pequeño
patio de 6 x 17 m da a un corredor ubicado al exterior, a manera de terraza en el lado este. Es
posible que a partir de este corredor se hiciera la comunicación a dos salas con techos a doble
pendiente sostenidos por pilares y pilastras. Estas salas, en número de dos y que denominamos
"hipóstilas", miden 6 x 17 ,60 m la del lado norte y 19 x 9 m la del lado sur. Ambas están
separadas por un corredor de 2,80 x 19 m. La mejor conocida es la del extremo sur, presenta
en el muro sur nichos u hornacinas dividida en tres secciones por muros que se unen a los
pilares. Es interesante hacer notar que en la Huaca Cao del sitio El Brujo, en una sala del
mismo tipo, se ha encontrado un ídolo de madera que presenta como tocado en su cabeza dos
"felinos lunares". Este indicio es una buena prueba del carácter sagrado y exclusivista de estos
espacios.
208 S. Uceda y M. Tufinio
Fig. 20.19. Muro norte del patio con relieves, Edificio C-B . Se observa el sello de los relieves del
edificio C.
El patio con relieves, ubicado hacia el lado este de las salas hipóstilas, domina más de
un tercio del edificio y casi la mitad del nivel bajo. Durante la etapa constructiva
correspondiente a los edificios C-B mide 60 x 38 m, aunque tiene una proyección al norte en
la esquina noroeste de 7 x 33 m. Los muros sur, este y oeste fueron decorados con rombos y
triángulos en los que se representó el rostro de una divinidad Moche (Fig. 20.18). El muro
norte tuvo decoración en relieves sólo en la sección que delimita con la plataforma del nivel
alto durante la vigencia del Edificio C, con los mismos motivos antes descritos. Esta sección
fue luego recubierta con enlucido y pintada de blanco, y es en este momento que se construyó
el Edificio B en el nivel alto (Fig. 20.19). Estos muros decorados tuvieron una cubierta
sostenidas por postes de algarrobo, recubiertos con caña, luego enlucidos y pintados de
azul.
Los muros miden 3 m de altura y los rombos 2,70 a 2,80 m de vértice a vértice. Ellos
fueron hechos cuadriculando el muro en cuadros de 1,35 a 1,40 m de lado; estas medidas
permiten obtener dos cuadros a lo alto del muro y un número indefinido, según el largo.
Para obtener los rombos centrales y triángulos en la base y parte superior del muro se
trazaron líneas oblícuas dejando un cuadro a partir de uno de los vértices . Los relieves
son modelados y muy probablemente hechos por di versos artesanos, pues existen
variaciones entre sí que dan esa impresión . Los colores son óxidos minerales, emplearon
el rojo , amarillo, blanco, negro y azul. Los cielos rasos de las galerías tuvieron pintura
mural con los mismos motivos de los murales y los aleros y cumbreras fueron decorados
con porras hechas de arcilla cocida.
20 / Complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna 209
En la esquina sur este existe un recinto techado cuyos muros exteriores estaban decorados
en forma de escaques con motivos marinos de aves y peces (Fig. 20.20).
El nivel alto
En este espacio existen tres ambientes mayores y unos recintos a manera de corredores al
lado este de la terraza, de los cuales sólo dos se intercomunicaban: aquellos ubicados en el
lado norte y sureste. La denominada terraza se ubica en la parte norte dando frente a la gran
plaza pública (Plaza 1).
El primero de estos recintos, ubicado en la parte norte, parece ser el espacio más importante
de este nivel, por la presencia de un acceso restringido así como por presentar decoración
mural. Ha sufrido múltiples modificaciones: se clausuró un vano en su muro sur, se abrió el
vano en el lado este con el corredor, finalmente se construyó un altar en el lado norte. A estas
remodelaciones se acompañaron el pintado de tres murales superpuestos que indican el
sellamiento parcial del primer mural, cuando se construyó un pequeño altar (Fig. 20.21, Lám.
20.4b ), sea por causas estructurales de la esquina noreste o por el ritual de enterramiento de
los viejos edificios.
El sedentarismo se supuso, a partir del estudio de las sociedades neolíticas del Medio
Oriente, que se basó en el desarrollo de la agricultura (Childe 1972). La gran diversidad de
ecosistemas y ecologías en los Andes centrales pudo haber generado tres tipos de asentamientos
sedentarios: aquellos basados en los bancos de moluscos y peces en el litoral Pacífico, las
bandas de huanacos y vicuñas en el altiplano y los valles altos amazónicos ricos en flora
variada. La adaptación a cada uno de estos tipos de ecologías diversas debió generar patrones
culturales diferentes que son posibles de ser estudiados a partir de la formalización de la
cultura material: la manera de hacer sus herramientas, construir sus edificios, etc. Es en este
sentido que trataremos de estudiar la evolución de la arquitectura temprana.
Al final del periodo Precerámico se desarrollaron en los Andes centrales dos grandes
tradiciones: una en la costa y otra en la sierra. La tradición costeña puede ser subdividida en
dos: una en la parte norte donde la presencia de recintos o viviendas sobre plataformas se
acompaña con la presencia de pozos circulares (Fig. 20.22); y la otra abarca la parte sur y se
caracteriza por la construcción de recintos sobre montículos o pirámides truncas (Fig. 20.22a),
que se adosan y constituyen patrones escalonados o en "U" y al final del periodo Precerámico
aparecen los pozos circulares (Fig. 20.22b ). Las evidencias y fechas que se poseen actualmente
hacen difícil trazar la evolución de estas dos subtradiciones. La tradición serrana o tradición
Mito, por su lado, se caracteriza por la presencia de una cámara o recinto con piso a doble
nivel en cuyo interior y en el nivel inferior se encuentra un fogón u hogar con o sin dueto de
ventilación. Estas cámaras están construidas tanto sobre plataformas como sobre montículos
(Fig. 20.22c).
O 20m
~
~ b
-----==--=::::!!
o 60 m
En suma, durante el periodo Inicial en la costa central, nor-central y norte existían dos
tradiciones de hacer edificios: 1) montículos organizados en un sólo eje, y 2) aquellos que se
organizan constituyendo el patrón en "U". Este último tiene su culminación como modelo
arquitectónico en la época Chavín, con ella se agota sus posibilidades pues desaparecen en la
historia de la arquitectura posterior. En cambio, la primera, ha de perdurar hasta la conquista
española.
Las variaciones en el patrón en "U", los edificios con presencia de pilastras (costa norte),
edificios con pozos circulares (costa nor-central) y plazas como campos de cultivo (costa
214 S. Uceda y M. Tufinio
400 m.
central), no ha sido posible su análisis debido a la falta de evidencias que expliquen estas
variaciones. Es posible que ello tenga que ver más con el carácter y tipo de ritual que se
efectúa en dichos edificios, antes que a razones formales.
los más importantes es la presencia de un único vano estrecho y un corredor para definir un
acceso indirecto, característico de la arquitectura de los posteriores palacios o centros
administrativos Chimú.
En cuanto a la forma general del complejo, es muy probable que adquirió la forma y
dimensión actual cuando se construyó el Edificio C de la Plataforma l. Por ahora es difícil
saber si en esa época el largo de la Plaza 1 y altura de la Plaza 2, eran menores. Como se indicó
al describir la Plaza 1, el muro sur de la primera terraza o plataforma baja de la sección noreste
de la plaza, presenta un muro más antiguo que corre por debajo de la terraza más alta y donde
se ubica el recinto tipo tablado.
Sumado al hecho de cambio de orientación del eje, hay que indicar otros dos aspectos
adicionales: el primero, que hasta el momento no existe ningún indicio de que la Plataforma
III se comunicara con el resto del complejo. El segundo, los adobes de esta edificación, a
diferencia de los del resto del complejo previo, en casi su totalidad, presentan marcas de
fabricante (García et al. 1994), como sucede en el último proyecto de construcción de la
Huaca del Sol (Ramírez y Herrera 1994). Efectivamente, este mismo fenómeno sucede en la
Huaca del Sol, donde en su última ampliación se usaron los adobes marcados.
Desde el inicio de las investigaciones desarrolladas por el Proyecto Huacas del Sol y de
la Luna se registró, en una serie de unidades de excavación, la superposición de un conjunto
de elementos arquitectónicos. Al mismo tiempo, se observaba el hecho de que estas
superposiciones presentaban rasgos recurrentes. Es decir, que una serie de estructuras y
elementos arquitectónicos se sucedían en los distintos niveles de cada sector, manteniendo sus
características formales, así como el emplazamiento y la orientación (recinto esquinero del
patio con relieves, salas hipóstilas, rampas de acceso). De otro lado, la correlación progresiva
de las unidades de excavación y de los distintos perfiles, nos permitió plantear como hipótesis
de trabajo el que estas superposiciones recurrentes fueran no sólo producto del enterramiento
del edificio precedente sino, sobre todo, del desarrollo de una nueva edificación que se elevaba
sobre la anterior manteniendo, a grandes rasgos, la distribución espacial de los distintos
ambientes y conservando sus características formales básicas.
Dadas las evidencias y los argumentos que hemos expuesto, nos parece pertinente referirnos
a este proceso con el término "regeneración del templo", entendiendo que en este tipo de
eventos lo substancial y determinante es la recreación de la arquitectura del edificio, lo que
trae como consecuencia necesaria el previo enterramiento de su antecedente.
se considera que, en los Andes centrales, Moche constituye la más compleja y desarrollada de
las formaciones estatales de tipo teocrático, cuyos extraordinarios monumentos arquitectónicos
representan la apoteósica culminación de las viejas tradiciones que se iniciaron mucho tiempo
atrás con el desarrollo de Ja arquitectura ceremonial temprana.
A 2, 112 5,898 8,010 5,920 34,422 2,651 42,993 4,299,300 8,599 71,655 85,986 166,240
B 2,012 5,557 7,569 4,860 2, 133 2,525 9,518 951,800 1,904 15,863 19,036 36,803
e 1,911 5,557 7,468 25,590 13,040 2,405 41,035 4, 103,500 8,207 68,392 82,070 158,669
E ? ?
F ? ?
Cuadro 20.1. Cálculo de adobes y mano de obra empleados para la construcción de los últimos tres
edificios.
218 S. Uceda y M. Tufinio
Estos argumentos no sólo refuerzan el empleo del término "regeneración del templo" ,
que hemos propuesto para definir y caracterizar el proceso de superposiciones arquitectónicas
y la propia tradición andina en que se inscribe, sino que también nos conducen a proponer
como hipótesis el que estos procesos no respondieron a causas circunstanciales, sino que
debieron de responder a ciclos de carácter calendárico y ritual.
En términos generales, el ritual y ceremonial de enterrar a los muertos forma parte del
proceso de renovación , germinación y crecimiento en Ja cosmogonía andina. A este precepto
los moche no fueron ajenos. Este es un concepto desarrollado por todas las primeras sociedades
agrícolas en clara alusión al acto de sembrar y a la germinación de la semilla. Así, al enterrar
un muerto éste debe germinar, pero en un nivel superior: el de los ancestros . El mundo de los
muertos se convierte en un mundo de pasaje de aquél de los vivos al de los ancestros. Por otro
lado, son los ancestros los que controlan la sociedad y de ellos emana el poder. Pero para que
este poder se materialice en el mundo de los vivos, fue necesario que los ancestros-divinidades
tengan representantes que les encarnen en los actos y rituales que permitían la reproducción
soci al.
En este punto quisiéramos revisar el ceremonial funerario de dos tumbas. Dos elementos
que constituían parte de sus ofrendas funerarias nos llamaron la atención desde el momento de
su exhumación: las vasijas y unas espátulas de cobre. A estos elementos el anális is de gabinete
permitió agregar otros dos que se encuentran representados en la cerámica tanto en el ámbito
pictórico como escultórico: se trata de tres objetos de cobre recubiertos con telas ubicados
sobre el rostro y una serie de láminas rectangulares y circulares con orificios que formaron
parte de una vestimenta. Estos elementos han sido reconocidos desde hace tiempo por diversos
investigadores que han estudiado la iconografía Moche: Donnan (1978), Kutscher (1983) y
Hocquenghem (1987), consideran que en el caso de los recipientes se trata de caleros y que los
20 /Complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna 219
oficiantes están en actitud de "chacchar" la coca para algún tipo de ceremonial. Por su parte,
recientemente Bourget (1994) ha interpretado que estos materiales -l os primeros que se
encuentran arqueológicamente- pudieron servir para contener algun a sustancia psicotrópica
para agudizar la visión del individuo.
En una de las escenas complejas aparecen tres oficiantes en posición sentados extrayendo
algún tipo de sustancia de esta botella con ayuda de un pequeño bastón. Sobre ellos se observa
puntos negros y un arco bicéfalo. Según Anne-Marie Hocquenghem (1987: 114), interpreta
este arco y los puntos como la Vía Láctea y las estrellas, en tanto que la serpiente bicéfala
como el agua, la lluvia y por extensión la fecundación en general. Esta escena proviene de una
pieza del Museo Sutorius del Linden-Museum de Sttugart y como ha sido bien establecido por
Bourget (1994), esta pieza proviene de al guna de las tumbas saqueadas a inicios de este siglo
de las huacas de Moche. Este mismo autor también ha sostenido que estos oficiantes formaron
parte del sacerdocio Moche y que estuvieron ligados a rituales y ceremoniales relacionados
con la fertilidad.
Los actuales trabajos en Sipán (Alva 1988, 1990) y San José de Moro (Castillo y Donnan
1994, Donnan y Castillo 1994 ), han aportado pruebas contundentes para establecer que muchos
de los personajes representados en la iconografía existieron en la vida real y que cumplieron
las fun ciones de los ancestros-divinidades en el mundo de los vivos . Es por ello lícito postular
que estos representantes una vez muertos tenían que ser reemplazados por nuevos y por ello el
acto de renovación (enterramiento) era necesario . Aún no conocemos los mecanismos exactos
y los detalles de este proceso ; si n embargo, si a este hecho agregamos la ubicación y contexto
de los entierros podríamos establecer nuevas evidenci as e interpretaciones que completen el
cuadro.
Si en el acto de cubrir o enterrar el templo, se agregan dos sucesos más como son los de
ofrendar con huesos antiguos al viejo edificio y enterrar a oficiantes, es de suponer que estos
actos tienen una connotación directa con la renovación del poder. ¿Podría tratarse de actos
necesarios para legitimar el poder? Las evidencias que hemos presentado aquí, creemos que
así lo demuestran . Sin embargo, quedan aún pendientes una serie de interrogantes que una
propuesta de esta índole exige. En primer lugar, no sabemos si esta renovación del poder tuvo
un carácter cíclico como sucede en varias culturas centro americanas; en segundo lugar, si la
renovación involucró un conjunto de oficiantes simultáneamente o estos fueron dándose en
distintas épocas y por lo tanto el templo fue "enterrándose" parcialmente a la medida de los
sucesos y decesos de estos representantes de los ancestros. Existe una prueba preliminar que
apoyaría esta segunda suposición.
Si nuestra lectura es correcta, el poder nace de los ancestros , pero estos logran
materializarse a través de sus representantes. Esta materialización se efectuó a partir de una
serie de ceremonias y rituales donde aquellas del enterramiento de los templos y de los oficiantes
religiosos eran las más importantes. Es este sentido, es de esperarse que en los futuros trabajos
220 S. Uceda y M. Tufinio
de excavación en los rellenos que cubren los viejos edificios se encuentren todos o casi todos
los miembros de la jerarquía religiosa de la cultura Moche y/o de su elite dirigencial.
ESPACIOS ARQUITECTÓNICOS
RITUALES CONTEXTOS ARQUEOLÓGICOS
(Iconografía)
Batallas Desiertos ?
Sacrificios:
,G:=:-a,,~
L
Instrucción de Sacerdotisa y Señor Mujeres con bastón Señor Búho Preparación de
prisioneros con la copa ofrendas
Trabajos en telar Actitud de súplica Personaje (?) Lanzadores de flores Chacchadores de coca
,.
Cuadro 20.3. Diversos tipos de recintos registrados en la iconografía y las acciones realizadas dentro de ellos.
Por ahora, los únicos contextos relacionados con este ritual son los restos de semillas de
coca en la banqueta con muro decorado de la Plaza 2. Siendo un espacio abierto que da casi
frente a la plaza, es de suponer que estos actos de ingestión estén ligados a actos propiciatorios
y premonitorios relacionados con la fertilidad y agua abundante. Otros actos propiciatorios
son los conocidos como la instrucción de los sacrificados y que en las representaciones
iconográficas muestran mujeres en pequeños recintos junto a las personas que serán sacrificadas.
Al gunos iconólogos como Bourget (1994) han propuesto que estas mujeres hacían ingerir
sustancias alucinógenas como la datura o el San Pedro a los elegidos para el sacrificio. Estos
recintos pueden ubicarse en dos espacios bien distintos: en los recintos dentro de la Plaza 3b
o en los recintos esquineros del patio con relieves. Coincidentemente, como se indicó al describir
el contexto de la Plaza 3b, junto al vano de acceso de unos de los recintos se encontró dos
esculturas en cerámica representado prisioneros.
Los sacrificios
Con este término incluiré dos tipos de rituales que algunos estudiosos han separado: los
sacrificios como ofrenda de lo mejor de la sociedad a sus dioses y los castigos (Hocquenghem
1987). Si bien los contextos en la Plaza 3a corresponderían a lo que Anne-Marie Hocquenghem
denomina castigos (esqueletos con huellas de tortura, desmembramiento de brazos o piernas,
degollamientos, apedramientos, etc.), en el caso de la Plaza 3c, por el contrario, los esqueletos
están completos pero con huellas de haber sido degollados y luego descarnados. En otra ocasión
(Uceda y Paredes 1994) hemos argumentado la posibilidad que en el gran patio decorado del
nivel bajo de la plataforma se pudo haber realizado el degollamiento de víctimas reservadas a
uno de los ceremoniales más importantes representados en la iconografía Moche: la ofrenda
de sangre de sacrificados ante los dioses (Donnan 1978).
arqueológicos y darles un orden de sucesión, basados en una lógica temporal de los eventos.
Debemos acl arar que en esta ocasión no justificaremos la no selección de las muchas escenas. Es
posible que algunas forman parte de este ceremonial, pero lo más probable es que la mayoría no.
La primera acción sería la batalla (ritual o expansionista), con el fin de capturar los
vencidos o prisioneros. La segunda acción será el desfile ante la Huaca de los prisioneros
desnudos, presentados ante los dioses y sacerdotes. La tercera acción sería el de la preparación
o adoctrinamiento, la preparación y entrega de ofrendas. La cuarta el sacrificio (extracción de
la sangre), y finalmente, la presentación de la sangre en una copa y el acto de la fertilización.
La captura de prisioneros es el primer paso del ceremonial y muchas escenas de este tipo
han sido registradas en la iconografía mochica. El problema es el saber si esta captura se hizo
a través de una batalla militar expansionista de conquista o se hizo a partir de una batalla ritual
en el mismo seno de la sociedad. Tratándose de una ofrenda, es más plausible pensar que la
captura pudo efectuarse en una batalla ritual entre bandos de la misma sociedad, y ejemplos
etnográficos de dichas batallas existen aún en la sierra sur del Perú. Esta batalla, si nos atenemos
a las imágenes de la iconografía, se hizo fuera de las Huacas, lo más probable en las pampas
desérticas. Los vencidos eran despojados de sus vestimentas, amarrados con cuerdas y llevados
por los vencedores, algunos de estos últimos portaban las vestimentas y armas de los vencidos.
El desfile de los vencidos y vencedores es la culminación del primer acto. Muchos ceramios
pictóricos representan esta escena, sin embargo, la representación de esta escena en el frontis
principal de Huaca Cao Viejo en el valle Chicama (Franco et al. 1994 ), es muy interesante,
pues nos sugiere que la plaza frente a la Huaca era el escenario final de este desfile. Pero,
además, al ser llevados los prisioneros a la Huaca tiene la necesaria connotación que lo que
sigue del ceremonial deberá desarrollarse en este edificio.
Los prisioneros serían llevados a recintos específicos, y bien podría ser uno de ellos
aquellos registrados al interior de la Plaza 3b. La preparación o adoctrinamiento de los
sacrificados debió efectuarse en ambientes especiales, probablemente cerca del ara de sacrificio.
Nuestra propuesta es que sería el recinto esquinero del patio con relieves de la Plataforma 1 en
Huaca de la Luna. Esta preparación estuvo a cargo de una sacerdotisa mediante el empleo de
alucinógenos u otros elementos psicotrópicos que predisponía a los individuos a su inmolación.
Los ahora probables esqueletos de sacrificados relacionados al culto a la fertilidad serían
aquellos registrados en la Plaza 3c dentro del pozo que corta el piso. Habrá que esperar un
estudio más exhaustivo de este sector antes de dar conclusiones definitivas. Los restos óseos
de la Plaza 3a corresponden a un ceremonial distinto y ello explicaría que muchos de estos
individuos pasaron en "cautiverio" varios días antes de ser inmolados. Algunos de ellos muestran
fracturas en proceso de cicatrización que indican que entre la captura y su muerte pudo pasar
hasta dos semanas (Verano 1998). Este hecho tiene varias implicancias sumamente interesantes.
En primer lugar, puede ayudar a diferenciar estos rituales de aquellos de degollamiento; en
segundo lugar, podría tratarse de capturados de etnias distintas a los Moche. Deberemos esperar
estudios más detallados antes de zanjar esta cuestión.
víctima, la que se recogía en una copa. Las escenas iconográficas son sumamente sugerentes
para este acto, la presencia de sacerdotes o animales antropomorfizados siempre se le está
asociado.
CONCLUSIONES
2. El templo Moche, a partir del ejemplo en Huaca de la Luna, sería el continente de una
serie de actos ceremoniales y rituales que tuvieron como finalidad la legalización y
renovación del poder.
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21 /
Alana Cordy-Collins
El siglo VIII en la costa norte del Perú fue un tiempo de gran inestabilidad social.
Ocurrieron cambios dramáticos que modificaron significativamente la continuidad cultural en
la región. En los años setecientos, la cultura Moche, que se había expandido progresivamente
en la mayor parte de la costa norte peruana, llegó a tener contactos más frecuentes con otros
pueblos: los cajamarquinos de la sierra norte, los de la cultura Nievería de la costa central, los
Tallán de la porción extrema de la costa norte y, por último, con la costa oeste de México en
Mesoamérica. Parece que, dentro de un periodo de unas cuantas generaciones, estos contactos
extranjeros habrían modificado la tradición Moche al extremo que cesó de ser reconocible
como tal en el registro arqueológico.
Investigaciones arqueológicas recientes han demostrado que existió una dicotomía entre la
cultura Moche que se desarrolló al sur de la Pampa de Paiján (Moche Sureño) y la que se ubicó
al norte de ella (Moche Norteño). Esto es visible desde la primera parte.del Horizonte Medio
(Donnan 1990, Castillo y Donnan 1994). Se propone en este ensayo que esta diferencia fue
Moche: hacia el final del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, 1 al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, T. II, págs. 229-246.
Lima, Universidad Nacional de Trujillo y Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
230 A. Cordy-Collins
Fig. 21. l. Embarcación de madera balsa en el Golfo de Guayaquil (tomado de Spielbergen 1906).
A mediados del siglo VIII apareció una nueva figura en el inventario cerámico Moche:
una tamborillera (Fig. 21.2a). Hay cuatro características que indican que ella es foránea a la
tradición Moche: 1) lleva un tembeta, un ornamento lábial que nunca antes había sido visto en
21 / El mundo Moche al empezar el siglo VIII: transiciones e influencias 231
el arte Moche; 2) toca un tambor en forma de reloj de arena, en vez del tambor Moche tradicional;
3) su cabeza está modelada a manera de un corazón, lo que sugiere una deformación craneana
que no es Moche; 4) por último, lleva el pelo suelto, no trenzado, sobre los hombros, con
cerquillo dividido en el medio, un estilo ajeno a la tradición Moche.
El origen de esta imagen foránea parece ser la cultura Tallán, del valle de Piura. Parece
haber sido que ellos tuvieron mucho en común con la gente del sur del Ecuador, incluyendo el
uso de los tembetas y la deformación craneana extrema. Así mismo, hay que recordar que el
valle de Piura fue el hogar de los Vicús, los que aparentemente fueron los creadores del tambor
en forma de reloj de arena.
Hay evidencia que estos personajes representan mujeres históricas. Unos tembetas, tanto
de piedra como de metal, fueron descubiertos en excavaciones arqueológicas en el valle de Piura
(Guzmán y Casafranca 1964; Petersen 1955, Lám. 1). En su forma y decoración son iguales a los
lucidos por estas mujeres durante los periodos Moche y Lambayeque. Además, la tumba de una
mujer, excavada en Illimo (valle de Lambayeque) por un equipo del Museo Brüning en 1996,
poseía un tembeta de oro (Cordy-Collins 2001). Así mismo, algunos documentos etnohistóricos
describen que las mujeres Tallán usaban tembetas y trajes con capuchas. Por este último detalle,
eran conocidas como Capullanas (lribarren 1950: 88, Vega 1986).
Que los Tallán tuvieron contacto con otras áreas, se desprende de su tradición de construir
y navegar grandes embarcaciones de madera balsa (Vega 1986: 2). Adicionalmente, sabemos
que sus vecinos del norte, los Manteño de la costa sur de Ecuador, también tenían grandes
embarcaciones construidas con madera balsa, con las que recorrieron la costa del Pacífico (Marcos
1977-78: 99-132). Hace muchos años, Jacinto Jijón y Caamaño (1930) sugirió que los Manteño
habían desarrollado una "liga de mercaderes". La relación entre los Tallán y los Manteño es
todavía una incógnita, pero dado que ambos vecinos poseían grandes embarcaciones, parece ser
muy posible que ellos formasen parte de una "liga" con la finalidad de intercambio mercantil.
Cualquiera fuese la situación exacta, es cierto que como consecuencia de sus actividades y
maquinaciones, se importaron productos nuevos y exóticos desde el norte hacia el sur, llegando
a las manos de los Moch_e Norteños durante el siglo VIII. Uno de ellos fue un perro.
Durante Moche V apareció, por primera vez en el Perú, un animal distintivo de la zoología
prehistórica del Nuevo Mundo (Figs. 21.3a y b, 21.4). Denominado Viringo (Weiss 1976),
232 A. Cordy-Collins
a b
e d
Fig. 21.2. a) Botella Moche V que representa una mujer foránea. Ella lleva un tembeta y toca un tambor
Vicús. Colección Cardoen, Santiago, Chile (Foto C. B. Donnan); b) Botella Lambayeque que representa
la mujer con tembeta. Excavada en San José de Moro, valle de Jequetepeque, en 1992 (Colección del
Instituto Nacional de Cultura. Trujillo); c) Botella Lambayeque que representa la mujer con tembeta,
cargando una pequeña figura. Excavada en San José de Moro, valle de Jequetepeque, en 1996 (Colección
del Instituto Nacional de Cultura. Trujillo); d) Botella Lambayeque que representa el "Lambayeque
Lord" en el centro, con dos mujeres con tembeta (Coleccion del Museo Nacional Brüning. Lambayeque).
21 / El mundo Moche al empezar el siglo VIII: transiciones e influencias 233
Fig. 21.3. Molde y figura que representa un perro Viringo. Estilo Lambayeque. Colección Denver Art
Museum, # 15467 (Fotos cortesía Denver Art Museum).
Perro Chino, Perro Orquidea-Inca, Flor de la Luna, y otros, este animal fue desconocido en
Sudamérica antes del siglo VIII. Sin embargo, hay mucha evidencia que este animal es originario
de la Costa Oeste de Mesoamérica, en donde se conocen representaciones en cerámica que
datan entre los años 250 a.C. y 450 d.C. Es muy improbable que el perro sin pelo tuviese más
de un origen en América. En otro lugar he propuesto que este animal fue transportado a bordo
de las embarcaciones de los mercaderes que se movían entre Piura y Colima (Cordy-Collins
1994). Aunque no estamos seguros, es muy posible que los antiguos mexicanos comieron
estos perros en ocasiones ceremoniales (Baus de Czitrom 1988: 21, Fiennes y Fiennes 1968:
64). En el Perú, el uso de perros como alimento ha sido mencionado por diversos cronistas,
entre ellos Guamán Poma de Ayala, quien aunque no se refiere específicamente a los perros
sin pelo, sostiene que los Yunga tenían por costumbre la de consumir perros (citado en Allison
et al. 1982: 301). Esta costumbre podría haber provenido de Mesoamérica y es posible que
fuese introducida por los navegantes que en sus viajes entre puertos distantes, hubiesen
diversificado su dieta con la ingestión de estos cánidos.
También, es interesante que, tanto e.n México como en Perú, son creencias folklóricas
paralelas que los perros sin pelo posean características medicinales. Se cree que el calor de sus
cuerpos desnudos puede curar la artritis y otras enfermedades similares (Anónimo 1917: 519,
Martin 1983: 29). Si esta creencia tuviese un origen mexicano, habría sido otra razón para
234 A. Cordy-Collins
Taparrabos Mesoamericanos
Otro objeto que parece haber sido importado de Mesoamérica al Perú, en el siglo VIII, es
un nuevo tipo de taparrabos. Hasta ese momento, los Moche habían usado unos taparrabos
hechos de una tela cuadrada, amarrada con un nudo en el frente y otro atrás (Fig. 21.5 arriba).
Hay muchos ejemplos de este tipo tradicional, tanto en el arte Moche como en el registro
arqueológico. Pero, rápidamente, aparece evidencia de un tipo totalmente foráneo al tradicional.
Nuestras excavaciones en Pacatnamú, en los años ochenta, revelaron la presencia del nuevo
tipo. Consiste en un cinturón cosido a una tela rectangular. La tela está dispuesta, entre las
piernas, de atrás hacia adelante y sujetada en posición con el cinturón (Fig. 21.5 abajo). También
hay ejemplos numerosos de los taparrabos nuevos en el arte del Moche V Norteño,
especialmente en el sitio de San José de Moro. No hay duda que la fuente de este tipo de
vestido fue Mesoamérica; los mexicanos del Valle Central y los Maya del sur, usaron
exclusivamente esta forma de taparrabos .
21 /El mundo Moche al empezar el siglo VIII: transiciones e influencias 235
Figs. 21.5 . Taparrabos estilo Moche temprano (arriba) y taparrabos estilo Moche tardío (abajo) (Dibujado
por Donna Kindig).
El "Medio Loto"
Parece que, simultáneamente con el nuevo taparrabo, apareció una manera nueva de
sentarse usada por los varones. Anteriormente, por lo general los Moche representaban al
individuo sentado con un tobillo directamente debajo de la rodilla opuesta (cf. Donnan 1978:
Figs. 11-13, 52, 60, 136, 181). Pero, en el siglo VIII, se ven varones sentados con un tobillo
sobre la rodilla opuesta, en la posición que se denomina "medio loto" en la práctica yoga. En
nuestras excavaciones en San José de Moro, en 1991, encontramos dos ejemplos modelados
(Castillo y Donnan 1992: Fig. 46). Para la elite Maya, esta fue la posición tradicional y - allá-
se representa junto con individuos que usan el taparrabo mesoamericano tradicional (Schele y
Miller 1986: Pl. 46; Stuart y Stuart 1993: 87, 111). También, esta posición se ve entre unas
figuras contemporáneas Bahía, de la costa ecuatoriana (Fig. 21.6).
236 A. Cordy-Collins
Es Decir ...
Hay otro elemento nuevo notable. En el arte del periodo Moche V tardío -especialmente
en el sub-estilo de San José de Moro- se representa gente con volutas directamente frente a la
boca, las que están pintadas usando la técnica de la línea fina (cf. Donnan y McClelland 1999:
Fig. 5.8,passim). ¿Qué representan estas volutas? No hay precedente de ellas en el arte Moche,
n,i en los otros estilos del arte peruano. Sin embargo, en el arte de Mesoamérica -especialmente
el de Teotihuacán- hay muchas representaciones de gente con estas volutas: ellas indican
lenguaje; las volutas son indicadores de sonido o conversación (Fig. 21.7). Es una gran tentación
especular que las volutas de lenguaje fueron introducidas, desde Mesoamérica al territorio
Moche Norteño, como parte del conjunto que incluye a los perros sin pelo, el taparrabos
mesoamericano y la nueva manera de representar indiviCluos sentados.' ¿Pero, por qué?
1
Esta posibilidad, que las volutas representen lenguaje, me fue sugerida por Christopher Donnan.
21 /El mundo Moche al empezar el siglo VIII: transiciones e influencias 237
2
La autora encontró cantidades de ellos en las playas de Mulegé, Baja California, setiembre 1998.
238 A. Cordy-Collins
Fig. 21.8. Dos ejemplos del Spondylus princeps redondas de contexto Moche tardío-Lambayeque. Excavados
en Pacatnamu, valle de Jequetepeque, en 1984 (Colección del Instituto Nacional de Cultura. Trujillo).
años setecientos que vemos, por primera vez en sitios Moche, ejemplos de Spondylus redondos.
Y - como con las otras novedades- los primeros sitios donde se han encontrado estas conchas
simétricas están ubicados al Norte de la Pampa de Paiján.
Al examinar el contexto del Spondylus redondo, descubrimos una asociación directa con
una figura especial en el Moche tardío: la Sacerdotisa. Las dos que excavamos en San José de
Moro ( 1991 y 1992), fueron enterrada§) con especimenes de la concha simétrica (Donnan y
Castillo 1994 ). Aunque no hay espacio suficiente para reproducirlo aquí, he compilado un
cuerpo de evidencia que indica que estas Sacerdotisas moche fueron parte de un complejo que
incluía mujeres nobles, conchas Spondylus, sacrificio de sangre y la luna (véase Cordy-Collins
2001). Básicamente, pienso que las Sacerdotisas, como están representadas en la "Ceremonia
de Sacrificio", recuperaban la sangre en cuencos que eran Spondylus. También, cuando la
Sacerdotisa estaba representada en su embarcación en forma de media-luna con rayas, el navío
representaba una luna combinada con un Spondylus (Fig. 21.12). A veces se observa a la
Sacerdotisa representada en su embarcación, sosteniendo un cuenco de la misma forma que en
las escenas del sacrificio y con prisioneros amarados a vasijas conteniendo sangre.
Durante los primeros cinco a seis siglos d.C., el poder político y económico en Mesoamérica
estuvo concentrado en Teotihuacán, ubicado en el valle de México (Fig. 21.13). En su apogeo
-en el periodo Clásico, fase Xolalpan- el sitio de Teotihuacán ocupó un área de 122,5 km 2
(Kolb 1987: 5), con un centro ceremonial, suburbios especializados y barrios para extranjeros.
Su población ha sido calculada en 125.000 personas (Millon 1993: 18). Pero fue el control de las
rutas comerciales lo que estableció su posición como un poder imperial. Se ha postulado la
existencia de numerosas rutas mercantiles: siete hacia el este, con dirección al golfo de Veracruz,
sur de Puebla y Morelos; otras siete hacia el oeste, hacia Tlaxcala, Morelos, Guerrero y otros
puntos; por lo menos 4na hacia el norte, en dirección a Querétaro; así como algunas otras más en
dirección sur-este, hacia el Petén (Kolb 1987: 16-18, 123). La enormidad del poder imperial y su
control sobre Mesoamérica está demostrada por su presencia en Tikal, en el Petén. Al final del
siglo V, los Señores de Teotihuacán conquistaron Tikal, imponiendo a un. noble de Teotihuacán
en el trono, estableciendo efectivamente una dinastía extranjera (Coe 1999).
No se sabe exactamente que eventos ocurrieron durante los últimos años del reino
Teotihuacáno, pero hacia el 650 d.C. su poder había diminuido tanto que podemos hablar de
un gran colapso administrativo (Cowgill 1986). Por el 750 d.C. la caída era completa. Hay
240 A. Cordy-Collins
evidencia que ellos estaban importando más en la región central que lo que estaban produciendo
y -probablemente- otros centros, como Cholula y Xochicalco, se habían desarrollado en
competencia con Teotihuacán. Al empezar el siglo V, Teotihuacán perdió su control sobre los
centros Maya. Hay mucha evidencia de una crisis, incluyendo destrucción de monumentos,
que posiblemente reflejan una reacción popular contra los extranjeros (Coe 1999). También,
hay fuerte evidencia de una gran presencia militar en Teotihuacán durante el siglo final, que
refleja problemas internos significativos (Kolb 1987: 126). De los días finales hay todavía
mucho desconocido, pero las investigaciones arqueológicas han revelado que algunas partes
de la ciudad sufrieron un incendio y destrucción general. Con la caída del imperio Teotihuacáno,
el mundo mesoamericano entró en un estado de caos. Sin una administración central que
dirigiese el sistema comercial, la red mercantil empezó a desestructurarse. Fue una situación
seria, especialmente para los comerciantes extranjeros. Sin su socio tradicional, era necesario
conseguir rápidamente un socio nuevo o colapsar. Por suerte para ellos, ya existía un grupo
que tenía un gran interés en uno de sus bienes.
Teotlchipuli
Teotlchipuli en el idioma nahuatl significa "concha sagrada" (Kolb 1987: 23) o "concha
de dios." Se refiere al Spondylus. Esta concha fue importada en grandes cantidades por el
21 /El mundo Moche al empezar el siglo VIII: transiciones e influencias 241
Fig. 21.11. Selección representiva de valvas de Spondylus prínceps torcidas de la tumba del Señor de
Sipán (Colección del Museo Nacional Brüning, Lambayeque).
imperio Teotihuacáno. Excavaciones en un sitio Clásico, en las afueras del centro de la ciudad,
han revelado una bodega llena con más de 3.000 especimenes de Spondylus calcifer (Kolb
1987: 57 passim). También, las investigaciones a través de los años han demostrado la presencia
y el uso del Spondylus como ofrenda. Más evidencia proviene de los murales pintados - los
frescos- donde se ve una multiplicidad de ejemplos de la concha sagrada (Miller 1973: 52, 66,
134, 144, 146, 164-165); en uno de ellos hay la representación de un buceador recuperando la
concha (Fig. 21.14; Miller 1973: Figs. 274, 275).
Pero sería necesario una fuente consistente. Yo quisiera proponer que la fuente fue la liga
de mercaderes marítimos, encabezada por los Manteño. Ellos tenían acceso a las conchas, la
experiencia en bucear, las embarcaciones con velas con las que pudieron navegar la costa del
Pacífico desde Chincha, en el sur, hasta Colima, en el norte (Rostworowski 1975). Hay un
documento del siglo XVI, en Colima (Oeste de México), que habla de comerciantes extranjeros
que visitaban por mar la región anualmente, pasando unos meses allí hasta que podrían regresar
a su puerto de origen en la época de vientos favorables (citado en Anawalt 1992). Si este
escenario propuesto reflejase la realidad, también puede explicar la escasez del Spondylus
simétrico antes del siglo VIII en el Perú. Un imperio podría demandar y recibir la mejor y
242 A Cordy-Collins
Fig. 21.12. Imagén de la "Sacerdotisa" Moche V donde su embarcación está reducida a una luna creciente
con rayas de Spondylus. Colección del Museo Amano, Lima (Dibujado por Donna McClelland).
mayor cantidad de cualquier bien deseado. Pero, con la caída del imperio Teotihuacáno, los
mercaderes Manteño pudieran haber necesitado otro "cliente" para mantener su forma y nivel
de vida. Afortunadamente para ellos, ya existía un grupo así: los antiguos peruanos. Según
esta propuesta, es interesante recordar que todas las representaciones de Spondylus princeps
en el arte Teotihuacáno son redondas y simétricas, exactamente el tipo que -al empezar el
siglo VIII- apareció por primera vez en el registro arqueológico peruano, entre los Moche
Norteños.
En Cambio ...
Fig. 21.13 . Vista de la Miccaotli ("Av. de los Muertos"), Teotihuacán, valle de México (Foto de la
autora).
transportada por la famosa balsa capturada por los españoles, frente a la costa del Perú, al
empezar la Conquista, incluía una cantidad de finos tejidos de lana (Sámano 1844 [1528]).
Parecería que algunos tejidos provenientes del norte del Perú, como los que se encontraron en
la mencionada balsa, estaban destinados a Mesoamérica.
Sin embargo, aquello que parece ser la introducción y el aporte más importante de
Sudamérica a Mesoamérica es la metalurgia. Se trata de una tecnología completamente nueva
para los mesoamericanos. Aunque tenía una antigüedad de más de 2.000 mil años en el norte
del Perú, no aparece en Mesoamérica hasta el siglo VII u VIII d.C . Su primera aparición fue en
la costa Oeste de México, de donde gradualmente se difundió a otras partes de Mesoamérica.
Lo que es más notable es que no fueron objetos (implementos ni ornamentos) lo que fue
introducido por los mercaderes marítimos, sino la tecnología misma (Hosler, Lechtman y
Holm 1990). La metalurgia es una tecnología complicada que demanda un tipo de experiencia
especial; no es algo que los navegantes entenderían. Por ello, se implica que los metalurgos
-gente con el conocimiento necesario para fundir, producir aleaciones y soldar metales- viajaron
desde el sur hacia Mesoamérica, alrededor del siglo VIII d.C.
244 A. Cordy-Collins
EN CONCLUSIÓN
El mundo Moche durante sus años finales atravesó por muchos cambios e intercambios.
Fue una época volátil. No se conoce cuáles fueron los elementos catalizadores que generaron
la transición. Sin duda, las investigaciones futuras nos permitirán comprenderlos. Pero," por el
momento, al menos sabemos que el mundo Moche del siglo VIII fue uno donde muchas de las
antiguas fronteras se evaporaron.
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22 /
LA CIUDAD DE MOCHE:
URBANISMO Y ESTADO
Claude Chapdelaine
Este artículo se basa en los resultados de campo de cuatro temporadas en el sitio Huacas
de Moche dentro de un proyecto orientado al estudio de la Zona Urbana Moche (ZUM) . Este
proyecto de largo plazo se inició después de la realización del Primer Coloquio de Arqueología
Sobre la Cultura Moche en abril de 1993, de cuyos resultados nos hemos beneficiado (Uceda
y Mujica 1994). No hubo en las actas de dicha reunión muchos trabajos sobre la arquitectura
doméstica y fue poco el interés hasta ese entonces en la excavación de grandes áreas, de
manera horizontal o abierta, para entender el asentamiento ubicado entre las dos huacas. Además
de precisar el carácter de este centro, teníamos dentro de nuestro esquema de investigación los
temas del desarrollo del urbanismo y del Estado moche. Después de cuatro temporadas, es
tiempo de presentar los resultados con relación a Ja pregunta inicial: ¿Fue el sitio de las Huacas
de Moche Ja capital de un Estado?
Moche: hacia elfinal del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, 1 al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, T. II, págs. 247 -285.
Lima, Universidad Nacional de Trujillo y Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
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moche en la costa norte del Perú. Este proyecto, de largo plazo, se enmarca dentro de un
programa de investigación arqueológica peruano dirigido por el profesor Santiago Uceda y
por el conservador Ricardo Morales, ambos de la Universidad Nacional de Trujillo. Se realiza
también en el marco de un convenio de cooperación técnica, académica y científica entre las
universidades de Montreal y Nacional de Trujillo.
El proyec~o ZUM empezó en 1995 y continuará hasta el año 2001. Este programa trata
de estudiar la organización y la estructura espacial entre la Huaca del Sol y la Huaca de la
Luna (Fig. 22.1) . Teníamos dos objetivos: el primero consistió en cartografiar las estructuras
22 I La ciudad de Moche: urbanismo y estado 249
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Nuestros esfuerzos en la mitad sur del sector urbano cubren una extensión de 220 metros
E-O por 280 metros N-S (área total de 61 600 m 2 ó6,16 hectáreas) , al interior de la cual hemos
delimitado 14 complejos arquitectónicos (CA4, CA5, CA6, CA 7, CA9, CA lO, CAl 1, CA12,
CA13, CA14, CA15, CA16, CA20 y CA26).
Desde hace mucho tiempo, el sitio Huacas de Moche ha sido considerado como centro
religioso de la civilización Moche y no como una verdadera ciudad. Sin embargo, era el centro
más grande e importante del valle de Moche durante el periodo Intermedio Temprano. Este
sitio, con sus grandes edificios monumentales, fue un importante centro de poder y posiblemente
la capital de un territorio organizado. Este tema recibió la atención de Theresa Lange Topic
( 1977) en su tesis de doctorado, quien propuso que el sitio fue el centro de un estado
expansionista. Al momento de realizar su trabajo, en el año 1977, faltaban buenos datos para
identificar y discutir ampliamente sobre el carácter urbano de la planicie entre las dos Huacas.
Hoy podemos completar un poco este vacío y presentar una nueva visión del urbanismo sobre
la planicie entre la Huaca del Sol y la Huaca de fa Luna (Lám. 22.1 a, Fig. 22.3).
Trataremos más adel ante sobre este tema y discutiremos sobre el sitio M oche y su
clasific ación como ciudad con características particulares. Antes, debemos presentar elementos
del urbanismo y de su planificación , particularmente en lo que se refi ere a calles y callejones,
plazas y viviendas o conjuntos arquitectónicos . Así, una descripción de los elementos básicos
del urbanismo amerita nuestra atenci ón antes de seguir con la interpretación de la ci udad y del
Estado moche.
El estudio del centro urbano ha comenzado por tratar de entender la unidad más pequeña
del sistema: la vivienda. El objetivo es precisar la o las funciones de estas vi viendas y su
articulación. Hasta la fecha sólo se ha podido defin ir por completo dos conj untos residenciales
de los 14 reconocidos y estudiados parcialmente, por lo que es aún prematuro establecer si
éstos son los prototipos de algún estamento social, económico o político del centro urbano . .
La nueva visión del centro urbano empezó en 1996, con el descubrimiento de los primeros
callejones y de una plaza pública. Después, en el año 1997, un elemento interesante que se
puso en evidencia fue la presencia de una gran avenida que separa el núcleo urbano de un área
más privativa o elitista ligada a la Huaca de la Luna. Esta avenida se conecta seguramente con
callejones hacia el oeste, permitiendo unir todos los conjuntos arquitectónicos conocidos del
sector central de la planicie dentro de una red urbana planificada (Fig. 22.2) .
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Fig. 22.3. Plano de la zona sur-central del sector ZUM (calles, callejones y plazas). U\
252 C. Chapdelaine
ejes norte-sur constituyen el límite oeste y este de dos plazas públicas. Los dos portales o
ingresos principales de los conjuntos arquitectónicos 9 y 13 dan sobre las calles (Figs. 22.4 y
22.5).
Tenemos ahora 3 ó 4 tipos de ejes para circular sobre la planicie con definiciones muy
preliminares (Lám. 22.1 b y 22.2 b). De hecho, podemos pensar que una calle Moche tenía un
ancho y una importancia funcional más grande que un callejón que termina normalmente de
manera abrupta. Con estos ejes se puede circular fácilmente en el sector central, pero es muy
prematuro de extrapolar esta red a toda la planicie. Como veremos, esta planificación asociada
a un fuerte desarrollo ocupacional, sería de la fase Moche IV, pero su inicio pudo darse en la
fase Moche III o aún durante una fase anterior.
· Avenidas (eje principal) o grandes calles, de las cuales tenemos dos ejemplos: la primera
avenida con eje N-S, muy ancha ( ± 14 metros), se ubica al lado o paralela a la Huaca de la
Luna; y la segunda (que debemos verificar), con eje E-O y un ancho de 3,5 metros, está ubicada
entre las dos Huacas, a la altura de la Plataforma 3 de la Huaca de la Luna y frente a la parte
central de la Huaca del Sol;
· Calles (eje secundario para acceder a diferentes partes del centro urbano), de las cuales
por el momento hay dos, muy estrechas (<2 m). La primera con eje E-O permite caminar entre
22 / La ciudad de Moche: urbanismo y estado 253
Lám. 22.1 a. Vista general del sector ZUM (excavación en el conjunto arquitectónico 9).
Callejones (eje menor): espacio recto y estrecho para dividir conjuntos arquitectónicos,
de largo pequeño, como el callejón que divide los conjuntos arquitectónicos 9 y 26 que tiene
un ancho de 1,50 m y termina frente al muro norte del conjunto arquitectónico 7;
Corredor (eje menor interior dentro de los conjuntos): funciona para circular al interior
de un conjunto arquitectónico, como en el 9 y en el 5, e ingresar a varios ambientes.
Los ejes de circulación indican un nuevo tipo de organización del espacio y se puede
imaginar un nuevo orden entre las dos construcciones monumentales. Esta red, sin tener un
256 C. Chapdelaine
plano en damero, sugiere una planificación sobre un control más fuerte de la elite y al mismo
tiempo una participación voluntaria de la clase urbana de organizarse según un nuevo patrón.
No podemos hablar, por el momento, de una revolución urbana, pero la visión del centro
urbano ha cambiado mucho desde el inicio de los trabajos y va a cambiar más con la continuación
del proyecto general.
Las plazas
Si aceptamos la definición de Santiago Uceda para una plaza: " ... un espacio central
abierto en un centro poblado, al que se accede a partir de calles o callejuelas ... " (Uceda 1997:
106), las plazas identificadas sobre la planicie se conforman muy bien y tienen también un
carácter público, funcionan como lugar de concentración, de circulación y de articulación
entre sectores sin tener un espacio abierto de grandes dimensiones. Pero no debemos olvidar
la calidad esencial de las plazas: un espacio para facilitar la interacción entre los seres humanos
(Moore 1996b: 789). Se puede encontrar en la literatura varias clasificaciones de este tipo de
construcción espacial. La tendencia es de clasificarlas según el tamaño, la forma y la ubicación.
Dentro de esta perspectiva, puede haber plazas grandes o pequeñas , cuadradas , circulares o
irregulares, centrali zadas o aisladas.
Sobre la planicie entre las Huacas del Sol y de la Luna tenemos por el momento dos
plazas públicas bien definidas, al exterior de conjuntos arquitectónicos y no están asociadas a
edificios públicos u otro tipo de organización espacial. Las dos plazas pertenecen a un sólo
tipo: plaza restringida con un vano de acceso, galerías y techos .
La plaza 1, con ingreso al noroeste a través de una calle, tiene pequeñas dimensiones (15
x 12 m), y banquetas al costado de cada muro (Lám. 22.2 a, Figs. 22.6 y 22.7). Su superficie es
más grande que la plaza hundida del sitio Orno del valle de Moquegua de la civilización
Tiahuanaco (Goldstein 1993). Los conjuntos arquitectónicos 9, 11 y 12 delimitan esta plaza
por el este, el sur y el norte. Una calle hace de límite oeste. La plaza tiene tres banquetas y la
más importante, al lado este, con dos niveles, tenía evidencias de postes para sostener un
221 La ciudad de Moche: urbanismo y estado 257
Cuadro 22. l. Dimensiones de las plazas de algunos sitios de la costa norte del Perú.
techo. Esta banqueta tenía un muro con una acumulación de ceniza dentro del pequeño corredor.
En el extremo sur del primer nivel de la banqueta había un cántaro doméstico ubicado dentro
del piso, habiéndose encontrado cinco piruros en su interior. Dentro de un hueco de poste en
esta banqueta encontramos también dos piruros. Al sur del nivel inferior de esta misma banqueta
hay un fogón que fue localizado directamente sobre el piso y al costado del muro que hace de
límite sureste de la plaza.
La plaza 2 consiste de un sistema de banqueta y rampa con una conexión a una calle. Las
banquetas están ubicadas al costado de cada muro y hay alas que le dan una forma en "U" a la
banqueta este. Se puede ingresar a esta segunda plaza por la esquina sureste. Una banqueta
exterior, paralela a la banqueta que hace de límite sur de la plaza, restringe el acceso a la plaza
y también permite el control del ingreso a este lugar público que tiene una planificación más
definida que en la primera plaza. No podemos precisar por el momento la función de esta
plaza, pero según parece por su limpieza y la ausencia de basura funcionaba como un espacio
de carácter más bien civil o religioso, en comparación con la primera plaza donde encontramos
dos fogones, cuatro vasijas domésticas, cerámica y piruros.
258 C. Chapde laine
;:
Huaca de la Luna
CA 10
98-3 \
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rampa
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conjunto 7
La plaza 3 no está bien definida, pero tiene un ingreso ancho de 14 metros marcado por
una línea de cerámica. Ésta sería un ejemplo de un segundo tipo, plaza pequeña abierta (Fig.
22.3 y 22.8). Debemos el descubrimiento de esta tercera plaza a nuestra estrategia de excavación
horizontal. Al final de la temporada de 1997 encontramos la esquina suroeste de un nuevo
conjunto arquitectónico, el CA 26, al este del conjunto 9 y separado de éste por un callejón.
Seguimos el muro sur de este conjunto en 1998 y definimos su esquina sureste. Al momento de
seguir hacia el norte el muro este del conjunto arquitectónico 26, se observaron fragmentos de
cerámica al nivel del piso de la calle. Seguimos esta línea de cerámica, que tiene unos 24 cm
de ancho y una distancia de 14 metros. No sabemos cuál fue el significado de esta línea hecha
con pedazos de cerámica doméstica. Los fragmentos fueron colocados dentro del piso del
callejón. Con la unión de esta línea con dos elementos arquitectónicos, el muro este del conjunto
arquitectónico 26 y un nuevo muro construido para delimitar esta tercera plaza al oeste y un
nuevo callejón al este, podemos proponer, de manera preliminar, que esta línea de cerámica
funcionó como la representación de un muro, como límite norte del callejón y también como
Ja entrada a un espacio abierto.
En este sentido, parece importante señalar el espacio abierto en el cruce de las dos calles
al costado de la segunda plaza (Fig . 22.4). Este espacio de forma irregular tuvo una superficie
de 100 m 2 (10 X 10 m) durante la expansión máxima de Ja ocupación en los conjuntos
arquitectónicos 9 y 12. De hecho, los ambientes 9-16 y 9- 17 están al exterior del conjunto 9 y
los ambientes 12-5 y 12-6 no se comunican con los otros ambientes del conjunto 12 sino a
260 C. Chapdelaine
través del espacio abierto. Es decir, esta área abierta fue más grande en un momento dado y
que el cruce permitía una concentración de la población.
Para terminar con el tema de las plazas en la planicie entre las Huacas del Sol y de la
Luna, nos parece significativo mencionar que las dos plazas están ubicadas sobre el mismo eje
N-S y pensamos que en los dos extremos había una continuación de este alineamiento de
plazas. En el conjunto arquitectónico 11 no se puede precisar la presencia de otra plaza, pero
el sistema de banquetas sugiere una organización del espacio similar a las plazas con banquetas
al costado de los muros (Figs. 22.3 y 22.4). No hemos podido distinguir claramente los rasgos
de la arquitectura al sur de este eje especial, pero la superficie actual presenta una ligera
depresión, como si continuara un espacio abierto hacia el sur. Esta posible línea de plazas,
como un conjunto de áreas de interacción, tenía una posición central por su ubicación en la
mitad de la distancia entre las dos Huacas. También podemos añadir que su eje es el mismo
que el de los grandes edificios, lo que apoya más aún su importancia. Esta proposición no
descarta la posibilidad de encontrar plazas en otros sectores y tampoco la necesidad de relacionar
esta alineación de plazas con una sola función. Fue posiblemente un eje que se desanolló al
mismo tiempo que el Estado y su clase especial de funcionarios, por lo que las plazas ilustrarían
la diversidad de actividades en el centro del núcleo urbano.
de personas. Las dos plazas serían espacios para comunicar directamente, cara a cara, y todo
que se dice sería fácil de entender. El único vano de acceso y la fragmentaci ón del espacio con
banquetas sugieren un ingreso muy limitado. Al mismo tiempo, las diferencias de nivel entre
el patio o área abierta al centro del espacio y las diferentes banquetas indican una organización
jerárquica del espacio y esta organización indica de una manera u otra el carácter sagrado si la
función principal era las prácticas de ritos o ceremonias religiosas, o un carácter político /
administrativo con un orden bien preciso indicando que cada actor tenía su posición al interior
de la plaza. Para concluir sobre las pequeñas plazas, éstas fueron utilizadas dentro una
interacción entre miembros de grupos seleccionados para hacer actividades precisas que se
puede observar y entender sin problema. Eran lugares valiosos para tomar decisiones o practicar
ritos.
sedimentos compactos y de un cúmulo de arena suficiente para cubrir grandes partes de las
cabeceras de muros exigieron invertir mucho tiempo en la búsqueda y la limpieza de la
arquitectura más visible de la superficie actual. Al mismo tiempo, la profundidad del primer
buen piso era muchas veces superior a un metro. Son factores que limitaron el tamaño de
nuestro trabajo al fin de cuatro temporadas. Nuestro conocimiento es bien limitado, pero
suficiente para discutir de manera detallada algunos temas.
Fig. 22.10. Actividades económicas: almacenamiento de bienes, ambiente 3 del conjunto arquitectónico 5.
Nuestra nueva visión del sitio y en particular del sector s~r-central de la planicie plantea
la idea de una ciudad con callejones, plazas públicas, semi-públicas o simplemente áreas abiertas
para hacer actividades especializadas de diferentes grupos (Uceda y Chapdelaine 1998). Dentro
de esta red urbana debemos buscar a los especialistas al interior de los conjuntos. En este
264 C. Chapdelaine
sentido, la estrategia de este estudio, desde su inicio, fue la excavación en área, que abarcara
grandes superficies. La excavación de estos contextos tenía como objetivos recuperar
información sobre las actividades o función de los ambientes y el tipo de subsistencia para
establecer patrones alimenticios como para identificar grupos sociales distintos según el acceso
que tuvieran a los recursos disponibles.
Como no se encuentran escorias dentro de la chimenea , hay la posibilidad que el rol principal
de este horno era la fundición del oro y del cobre puro.
El conjunto arquitectónico 9
LA UNIDAD SUROESTE
La unidad suroeste (Fig. 22.14), la más pequeña, consiste de cuatro ambientes (9-14, 9-
10, 9-8 y 9-9). Se ingresa a un ambiente grande (9-14) a partir de la esquina noroeste del
conjunto. Esta entrada está cerca de una otra entrada, hacia el ambiente 9-15. El ambiente
principal, el 9-14, tenía una banqueta adosada al muro sur y de un tamaño suficiente (7 x 3
metros o 21 m 2 ) como para permitir la práctica de diversas actividades. El ambiente 9-10 es la
cocina, debido a la presencia de un fogón hecho en adobes. De ahí se puede ingresar al ambiente
9-8 por un vano de acceso que fue sellado en un momento dado y no sabemos cómo la gente
ingresó al ambiente 9-9, si bien la utilización de la banqueta podría ser una manera de ir del
ambiente 9-14 al 9-9. De todas formas, como no había nada en el ambiente 9-9 y debido a su
acceso bien limitado o difícil, pensamos que este cuarto fue utilizado como espacio para
depositar bienes o como área reservada por el jefe de esta pequeña unidad. El ambiente 9-8,
por su lado, pudo haber servido como un anexo del área de combustión de la cocina ubicada
en el ambiente 9-1 O. Esta unidad compuesta por cuatro ambientes tiene un patrón suficiente
como para sugerir la presencia de una sola familia y que el ambiente principal fue el vestíbulo
y un espacio multi-funcional de este grupo.
Esta unidad comienza a funcionar con la construcción de la unidad sur-central, por dos
razones. La primera es que tenemos una fecha antigua para el fogón inferior de 1530 ± 60 AP
22 / La ciudad de Moche: urbanismo y estado 267
9-18 ca rred or
9-35
9-33
9-2 9-1 1
1
L. ........ -
N
t c a 11 e
(Cuadro 22.2) y la segunda se apoya sobre algunas asociaciones directas con muros de otras
unidades. La duración de la ocupación fue larga, según el resultado de la segunda fecha obtenida
de una reutilización de la cocina pero a un nivel más cerca de la superficie (1400 ± 60 AP).
Los Moche utilizaron el muro oeste del ambiente 9-11 para instalar el fogón, significando que
en esta época la unidad al este, o solamente el ambiente 9-11, estaba abandonado.
LA UNIDAD SUR-CENTRAL
La unidad sur-central (Fig. 22.14) consiste en un máximo de doce ambientes (9-3 a 9-7,
9-11a9-13, 9-26, 9-27, 9-36 y 9-42). Ingresamos a esta unidad por la esquina suroeste pasando
un portal hecho de piedras y adobes que da al ambiente 9-7. La posición de este vano de
acceso al sur sugiere la presencia del conjunto arquitectónico 7 para proteger la entrada principal
contra el viento y el arenamiento. El ambiente 9-7 servía como vestíbulo con un corto corredor
para ingresar al centro de la unidad (ambiente 9-12) . El ambiente 9-11 parece ser un cuarto
para las personas encargas de controlar la entrada. En un momento dado al centro de la unidad
había posiblemente una única sala, pero se puede ver la fragmentación del área en dos partes:
el ambiente 9-12 al oeste y el 9-13 al este. Los dos ambientes tienen evidencias de fogones y
la fecha obtenida del 9-13 (1460 ± 60 AP), se relaciona bien con las otras fechas del conjunto
arquitectónico 9.
268 C. Chapdelaine
corredor
e
a
1
FAS E2 ...----iunó
L • • -----
l._ ____ _
e a 11 e
Al inicio de la ocupación del ambiente 9-13 no existieron los recintos 9-26 y 9-42, ubicados
al lado este de la unidad , porque los muros divisorios no están asociados al piso y la base está
sobre arena. Los dos ambientes son remodelaciones de una época posterior, pero en continuidad
con la primera. Sobre el ambiente 9-4, parece ser el área privada del grupo que habitaba esta
unidad , y desde este ambiente se puede ingresar al 9-5 y al 9-3 que servían como depósitos. Es
interesante notar la presencia de un peldaño esculpido en el muro que forma la esquina sureste
de l ambiente 9-4, por medio del cual se accede a este recinto. En la esquina opuesta de esta
unidad, en la parte oeste, los dos amb ientes 9-36 y 9-27 están asociados con el área abierta 9-
12, y parecen ser 1ugares para almacenar bienes. El ambiente 9-6 sería el dormitorio, y el 9- 12,
al igual que el 9-13 , sería una sala multi -funcional y al mismo tiempo la cocina .
LA UNIDAD NOR-CENTRAL
La parte este de esta unidad ha sufrido también remodelaciones. La esquina interior noreste
del conjunto arquitectónico 9 está conformada por el ambiente 9-35 , un a cocina que fue utilizada
de manera intensiva hasta su abandono, al mismo tiempo que la cocina del 9-28 , con un fechado
de 1360 ± 70 AP. El ambiente 9-33 tenía la posición central y al momento de la muerte de
ciertos individuos, el grupo decidió enterrarlos debajo del piso pero a una buena profundidad
de más de 2 metros sobre un viejo piso. El ambiente 9-33 se transformó en una plataforma
funeraria . Los ambientes 9-34 y 9-29 están asoc iados a esta parte de la unidad. Si bien no
sabemos cómo se ingresa en el ambiente 9-29, el 9-34 tenía un estrecho vano de acceso que
fu e sellado después del entierro de un a mujer de 15 años de edad sobre el piso cortado . Este
ambiente 9-34 tenía también una fuerte concentración de piruros y puesto que la mujer tenía
como ajuar funerario tres piruros y dos agujas (de cobre y hueso), este lugar debió haber
servido para hilar y tejer.
270 C. Chapdelaine
Una gran remodelación se hizo cuando el grupo ocupando Ja unidad noi-central selló la
entrada de la esquina suroeste y abandonó el ambiente 9-15, para construir un nuevo acceso
por la esquina noreste (ambiente 9-39), en lo que hemos definido como unidad Este.
Posiblemente que la construcción de la unidad Este, con una planificación más amplia y que
incluye el callejón al lado este del conjunto, fue construida al mismo tiempo que el conjunto
arquitectónico 26. Al fin de esta remodelación, que ha necesitado una nueva unidad, un nuevo
callejón y algún tipo de relación con otro grupo ocupando el conjunto arquitectónico 26, el
único vano de acceso a la unidad nor-central pasa por un estrecho corredor que permitió
ingresar primero a la nueva unidad Este (por el ambiente 9-39) y después a conectarse con Jos
otros ambientes desde el 9-35 hasta el 9-18 ubicado en el extremo oeste. Al momento de sellar
el primer ingreso, por el ambiente 9-15, se hizo posiblemente el sellado de la unidad suroeste
(ambiente 9-14) . Puesto que tenemos una fecha muy tardía para la reocupación de esta unidad,
un cambio dentro de la construcción del muro sur del ambiente 9-20 permite pensar que el
muro fue cortado para permitir la utilización de la unidad suroeste por el grupo dominante de
la unidad nor-central. Pensamos también que esta época marcaría el inicio del abandono de la
parte este de Ja unidad sur-central, porque el ambiente 9-13 se convirtió en un enorme basurero.
LA UNIDAD ESTE
La unidad Este está bien asociada a la unidad nor-central por que las dos son accesibles
a partir del mismo corredor. La organización espacial se divide en dos partes. La parte norte
comprende tres ambientes que habrían funcionado como depósitos (9-40, 9-38 y 9-37) y un
área central (ambientes 9-41 y 9-43) separados con una línea de vasijas domésticas (tinajas)
colocadas en posición invertida. La esquina sureste de la parte norte, que corresponde al
ambiente 9-44, es una banqueta y tenemos la tentación de asociarla con el lugar donde el jefe
se sentó para controlar la producción. La ausencia de muros bien conservados y esta banqueta,
son dos elementos para dar a esta unidad la función general de área de producción. La parte
sur de la unidad, por su lado, consiste en un grupo de pequeños depósitos (9-45) y espacios
con grandes accesos, posiblemente para trabajar o almacenar bienes.
Se puede resumir la breve historia de este conjunto arquitectónico en tres fases principales
(Figs. 22.15 a 22.17). La primera es la construcción de las tres unidades ubicadas en el centro
del conjunto y en la esquina suroeste. La planta resultante es de un edificio de forma cuadrangular
con tres vanos de acceso distintos pero todos cerca de la esquina suroeste. La segunda fase, la
de los grandes cambios, comprende el sellado de los ingresos en los ambientes 9-14 y 9-15 y
la apertura de un nuevo vano de acceso por un corredor a partir de un callejón en la esquina
noreste. Se edificó en este momento la unidad Este. En la unidad sur-central se construyeron
dos nuevas divisiones (9-26 y 9-42) en el ambiente 9-13.
pensamos que marca el inicio de nuestra historia. Las fechas más tardías pertenecen a los
fogones de los ambientes 9-28 y 9-35 . Los pisos asociados son al menos 50 cm más altos que
los pisos de la mitad sur del conjunto, apoyando nuestra reconstrucción temporal. El nivel de
los pisos de la unidad Este está en asociación con el de la unidad nor-central, confirmando la
posición cronológica de esta expansión hacia el este.
Una última palabra sobre los ambientes de gran tamaño sin techo que se pueden incluir
en el tipo "patid'. Al interior de cada conjunto se encuentra un ambiente de grandes dimensiones.
Algunos tienen banquetas al costado de ciertos muros delimitando un área central. Estos
ambientes, como el 9-12, 9-13, 9-24 y los 7-5 y 7-7, fueron centro de vida cotidiana para hacer
diversas actividades. Sobre la Huaca de la Luna se ha definido dos tipos de patios que
corresponden a "espacios delimitados por muros y formando parte de una arquitectura mayor
o edificación" (Uceda 1997: 107). El primer tipo son patios con galerías y techos; el segundo
tipo son sin galería y techo. Los patios al interior de los conjuntos arquitectónicos 7 y 9 son
ambientes con banquetas sin galerías y en el conjunto arquitectónico 5 las banquetas al costado
de tres muros tienen evidencias de un techo. Las banquetas tienen diferentes alturas como en
las plazas restringidas. Me parece que el tamaño del patio, así como su ubicación y conexión
con otros ambientes, indican el rango social o económico del jefe del conjunto. La presencia
de depósitos u otros recintos al lado de estos patios, significa la capacidad del jefe de acumular
bienes y de conservarlos para su propio beneficio.
Esta posición , así como la de la mayoría de investigadores trabajando sobre Jos Moche,
propone Ja idea del inicio durante Ja fase III de una expansión territorial que se confirma en la
fase IV. Nuestro proyecto tenía también el objetivo de entender mejor el desarrollo del Estado
y la emergencia del centro de poder. Hemos esperado el año 1998 para emp~z ar una excavación
de tipo vertical para abordar esta problemática. La hipótesis inici al que planteamos fue la de
un des arrollo tardío del urbanismo planificado sobre la planici e entre las Huacas del Sol y de
la Luna durante la fase IV. La confirmación de esta hipótesis sería a partir de Ja concentración
de Ja ocupación durante el Moche III sólo alrededor de las construcciones monumentales,
como si el sitio hubiera funcionado como centro ceremonial sin una población extensiva a
escala de toda la planicie. Por lo tanto, esperábamos Ja ausencia de nivel es M oche III en todo
los sectores excavados por el proyecto ZUM .
Debemos mencionar que las fechas de los ambientes 12-5 y 5-2 (una muestra debajo de
una tumba asociada a una vasija Moche III), son demasiado tardías (1490 AP y 1500 AP).
La estratigrafía, como el estilo de Ja cerámica, nos permitían asociar las muestras a Ja fase
III . Hay posiblemente una contaminación o, como siempre hemos pensado, este método es
preciso sólo para reconstruir Ja evolución de una cultura y sus fases de un siglo o menos .
Otras fechas permitirán entender el comportamiento errático de las dos fechas. Según nuestros
perfiles, Ja historia ocupacional del sitio Moche a Ja escala del centro urbano parece larga y
muy compleja.
22 /La ciudad de Moche: urbanismo y estado 273
Beta-96027 1280±60 650-885 ca rbón CA #15-3 ±15 cm 2,67 m fogón con adobes quemados
coc ina
Beta-96028 1530±60 415-650 carbón CA #9-10 ±40 cm 1,41 m fogón con adobes quemados
cocina
Beta -96029 1400±60 560-720 carbón CA #9-10 ±20 cm 1,21 m fogón sin adobes
735-760 coc ina
Beta-96030 1480±60 440-665 carbón CA #7-14 ± 104 cm 2,28 m interior de la ch im enea
Beta-96033 1520±50 430-645 carbón CA #8 ? ±2,75 m banqueta oeste del patio sur
Beta-96034 1380±70 560-785 carrizo Plataforma #1 --- --- petate de l relleno de la etapa
Huaca de la Luna constructiva del edificio 4-5
Beta-96035 1470±80 425-690 madera Plataforma #2 --- --- viga del techo de una
Huaca de la Luna cámara funeraria
Beta-84843 1410±60 600-780 carbón CA#?-10 ±60 cm 1,96 m capa de ce niza acumulada
cocina después del abandono del
ambiente
Beta-84844 510±60 1400- 1515 carbón CA #4-1 30 cm 3,15 m fogón hecho directamente
cocina sobre arena eólica
Beta-84845 1370±50 640-790 carbón CA #7-13 ±40 cm 1,34 m capa de ceniza acumt:J lada
coc ina después del abandono del
ambiente
Beta -84846 1500±60 465 -480 carbón CA #6-1 ±30 cm 2,17 m capa de ceniza acumulada
520-675 cocina después del abandono del
amb iente
Beta-108279 1330±60 630-855 carbón CA #12 -2 ±30 cm 2,90 m fogón debajo del primer piso
cocina
Beta-108280 1510±60 425-655 carbón CA #12-4 ±50 cm 3,08 m fogón debajo del segundo
cocina piso
2
Beta-10 828 1 1790±40 145-370 carbón CA #16-3 ±80 cm ---- AMS sobre huesos humano s
tumba de una cámara fun eraria
exterior
Beta-1 11544 1360±60 605-785 ca rb ón CA #9-28 ±70 cm 1,66 m fogón con adobes quemados
cocina
Beta-111545 1360±70 590 -800 carbón CA #9 -35 ±80 cm 1,74 m fogón con adobes quemados
cocina
Beta- 121761 1630±70 250-600 carbó n CA #15 ±290 cm >5,50 m capa de ceniza sobre piso al
entierro su r de una tumba Moche 111
Beta-121762 1680±60 240-535 carbón CA #12-4 ±205 cm >4,60 m capa de cen iza y carbón
debajo piso debajo piso #7
Beta-121763 1500±70 420-665 carbón CA #5-2 ±200 cm >5.40 m capa de ceniza y carbón
debajo tumba debajo la tumba Moche 111 de
un niño
Beta-121764 1490±60 435 -665 carbón CA#12-5 ±180 cm >4,40 m capa de carbón debajo piso
debajo piso #8 cerca a un muro
El datum es un nivel arbitrario establecido con teodolito en 1995, y más grande el número más profunda la muestra .
2
Esta fecha temprana está discutida en detalle dentro de un articulo describiendo la tumba (Chapdelaine et al. 1998 : 27 (2) : 241 -264, Lima, Perú).
Cuadro 22.2. Fechas radiocarbónicas del sitio Moche (Proyecto ZUM 1995-1998).
274 C. Chapdelaine
En los años cincuenta, después de la publicación del artículo de Gordon Childe (1950), la
ecuación sociedad urbana = estado era popular y de acuerdo con los criterios de Childe, el
estado con-esponde a la civilización. Puesto que una sociedad urbana vive dentro de una ciudad,
el problema fue el identificar la ciudad como un tipo de asentamiento. Vivimos ahora en
ciudades y tenemos la tendencia de definir una ciudad antigua con criterios modernos. Así,
había la tendencia de considerar un sitio arqueológico como una ciudad cuando aquella tenía
un tamaño de población de más de 5000 habitantes, edificios monumentales y diversidad de
funciones y actividades económicas . Cada definición precisa no puede incluir todos los sitios
del mundo, y es como si solamente los expertos no pudieran reconocer una ciudad. Además, se
puede decir que cada ciudad prehispánica es única en ciertos aspectos y similar a otras en
cuanto a las funciones y los patrones generales. Según Marcus ( 1983: 196), un esquema para
clasificar ciuda_des puede basarse sobre los siguientes criterios: 1) el tamaño del área o de la
población , 2) ubicación, 3) función, 4) posición en la jerarquía de asentamientos , y 5)
morfología. La morfología tiene más importancia, como ciudad con o sin planificación . El
sitio Moche sería una ciudad dentro de este esquema. El tamaño de la población es desconocido,
pero sabemos que la densidad de las viviendas sobre más de 72 hectáreas refleja que se trata
del sitio Moche más grande del valle (Billman 1996). Su ubicación indica la capacidad de
controlar la red de can ales existentes en el límite de las tierras agrícol as en la parte suroeste del
valle. En cuanto a la morfología, podemos avanzar la idea de un sitio pl anificado con callejones,
calles y avenidas . Además, la organización espacial parece ser rectan gular, con los dos edifi cios
monumentales como límites este y oeste y el cerro Negro cen-ando el sitio por el norte. La
planificación no se basa sobre un plano en damero, pero el ej e norte-sur influenci ado por las
Huacas puede haber constitui do el eje o núcleo princi pal. La alineac ión de las plazas apoya
esta orientación mayor de la plan ificación urbana del sitio.
Nuestra visión del sitio Moche como ciudad está conforme con definiciones, como la de
Luis Lumbreras, para disting uir asentamientos rurales y urbanos: " ... la diferencia más
significativa entre un asentamiento rural y uno urbano reside en que en el asentamiento urbano,
lo dominante será la existencia de los centros de trabajo en torno a los cuales organizará su
vi vienda el trabaj ador de la ciudad" (Lumbreras 1988: 5), y de investigadores franceses
trabajando en el Cercano Oriente: "La ciudad es un sistema particular que da la posibilidad a
una sociedad complej a de resolver sus problemas específicos que no se puede solucionar al
nivel individual y que tiene características como la diversidad económica y social de sus
habitantes" (Huot, Thalman y Valbell e 1990: 26).
Si aceptamos la importancia del sitio Moche como centro de población y como centro
mayor de construcciones monumen tales, el problema reside en las funcio nes y el orden de
aquellas. Con la variedad de fun ciones que se puede encontrar en una ciudad, la cuantificación
no es fácil para clasificar según tres ejes : la religión , la administración y la producción
artesanal (Beaujeu-Garnier y Chabot 1967, sacado de Marcus 1983: 241) . Al extremo de
cada eje se podría encontrar, a un nivel teórico, un centro caracterizado con una sola función:
centro religioso , centro administrativo o centro comercial. Dentro de esta perspectiva
funcional, podemos reconocer al menos tres tipos de asentamientos con edificios
monumentales:
22 I La ciudad de Moche: urbanismo y estado 275
A. Centro religioso, con una población residente débil, menos de 5000 habitantes, y
muy pocas actividades económicas. El sitio de Cahuachi, en Nazca, parece ser de este tipo
(Silverman 1993).
C. Centro administrativo y religioso, con una población grande, más de 10000 habitantes.
Este tipo de asentamiento es más grande que el anterior y puede tener una dualidad clara entre
los edificios (templos y palacios), y también conjuntos arquitectónicos para almacenar bienes
como depósitos. En la costa norte peruana, Chan Chan es un excelente ejemplo de este tipo.
Sin olvidar la importancia de la religión (Bourget 1997, 1998; Hocquenghem 1987), los
nuevos datos apoyan un gran desarrollo de la producción artesanal en los conjuntos
arquitectónicos existentes en la planicie entre las Huacas del Sol y de la Luna. Por tanto, el
sitio Moche pertenecería al segundo tipo y se ubicaría en la parte este-central del triángulo
teórico de la figura 22.18. A un nivel bien impreciso, si aceptamos dar porcentajes a las tres
funciones básicas, estas serían: religión= 50-60%; producción= 20-30%; y administración=
10-20% ). Por tanto se puede, por el momento, pensar en las dos relaciones siguientes: 1)
religión= 50%, producción= 30%, administración= 20%; ó 2) religión= 60%, producción=
30%, administración= 10% (Fig. 22.18).
276 C. Chapdelaine
Sin embargo, los nuevos datos sobre la red urbana del sitio Moche apoyan claramente la
visión de una ciudad planificada con muchas funciones. Con esta clasificación, el sitio Moche
parece un centro religioso y administrativo y no un centro administrativo y religioso porque es
difícil evaluar la importancia de la administración estatal y no conocemos bien el sistema
económico de esta sociedad compleja. El problema viene de la dificultad de identificar unidades
estatales para depositar, acumular bienes acumulados por la elite dirigiendo el estado
expansionista. Sería la capital de un estado centralizado con una clase urbana participando
activamente en la acumulación de bienes y apoyando el rol político y económico de la elite.
Estamos posiblemente frente de una economía bien centralizada y falta todavía indicaciones
arqueológicas para entender cómo se hace la redistribución económica. También nos falta un
entendimiento básico de la o las funciones de la Huaca del Sol. La proposición actual es la de
una dualidad, siendo la Huaca del Sol de carácter más administrativo y Huaca de la Luna de
carácter religioso (U ceda y Paredes 1994 ).
Dentro de un marco teórico abierto pensamos que el sitio Moche fue una verdadera
ciudad con características como calles, callejones, plazas y conjuntos arquitectónicos multi-
funcionales y más grandes que una unidad familiar. No podemos evaluar la población del sitio
cuando éste estaba en su apogeo. Entonces, una población de 5 mil individuos nos parece una
estimación conservadora. En esta perspectiva, pensamos en un núcleo del centro urbano con
pocas familias y una periferia con alta densidad de población. En un radio de 5 km había
seguramente una población entre 10000 y 20000 habitantes ligada directamente a la vida
cotidiana de la ciudad Moche. Si fue la capital de una elite fuerte, centralizada, con el poder de
hacer construir edificios monumentales, el sitio fue también el centro de una organización
social y política al nivel de un Estado con un desarrollo administrativo débil o difícil de
documentarlo con los datos arqueológicos disponibles.
El territorio controlado por esta elite continua suscitando muchas discusiones entre los
especialistas (Bawden 1996; Castillo y Donnan 1994; Shimada l 994a, l 994b ). Sin caer en
una discusión estéril, hablamos de la posibilidad de reconocer una sola entidad política o
varias entidades políticas. La tendencia actual parece ser el dar más credibilidad a la presencia
de al menos 2 ó 3 estados Moche, una alianza o participación voluntaria sin guerra endémica
o conquista entre los Moche de los valles del centro (Moche-Chicama) y los Moche del norte
(Jequetepeque-Lambayeque), y una conquista militar de los valles del sur (Virú-Chao-Santa-
Nepeña) por los Moche del centro. No tenemos todavía datos suficientes para tratar este tema
y se puede hacer reconstrucciones prematuras que sirven para elaborar nuevos programas de
investigación en los diferentes valles del mundo Moche.
Cuando tengamos datos nuevos sobre cada valle, será posible estudiar las trayectorias
detalladas de las poblaciones, de entender el ritmo de cambio de la secuencia cerámica doméstica
y ritual, de fechar los cambios y finalmente de empezar una comparación entre los valles para
comprender las relaciones ideológicas, políticas y económicas. La autonomía de cada valle
con un nivel de organización estatal particular podría dar peso a la idea de un desarrollo del
Estado por una etapa de ciudades-estatales. Ahora, esta etapa fue rechazada por Wilson ( 1997)
según una utilización muy limitada de la definición de una ciudad-estatal (ver Trigger 1993,
Feinman y Marcus 1997). Él olvidó que detrás de este concepto había una red de ciudades-
estatales. Una ciudad-estatal no existe sola y su desarrollo se hace al interior de un gran territorio
donde el poder político fue fragmentado entre varios centros de poder como los de los Sumerio
22 / La ciudad de Moche: urbanismo y estado 277
Lám. 22.3. Reconstrucción artística de la plaza 2 del sector urbano (dibujo de Hélene Bemier).
278 C. Chapdelaine
a ••• b
e d
e f
Lám. 22.4 . Cerámios del estilo Moche IV encontrados en entierros cerca de la superficie actual:
a y b) tumba 1, ambiente 9 del conj unto arquitectónico7; c y d) tumba de la plaza 1, esquina
noreste ; e y f) tumba 1, ambiente 5 del conjunto arquitectónica 26 .
22 /La ciudad de Moche: urbanismo y estado 279
en el Cercano 01iente. Wilson prefiere ver el Estado moche como territorial, pero la organización
multi -valle de los Moche debe esperar un programa de investigación y la utilización de varios
métodos como la activación neutrónica para entender el intercambio de cerámica, por ejemplo,
y las relaciones entre las elites que participaron de cualquier manera en la esfera Moche.
El ocaso del Estado moche fue un tema muy importante hace 20 años y había un consenso
sobre su destrucción antes del año 600 d.C. (Moseley 1992, Shimada l 994a, Bawden 1996,
Haas et. al 1987) . Dentro de esta perspectiva, la caída fue rápida y los factores externos, medio
ambientales, tuvieron el primer rol. El evento El Niño y los datos del Quelcaya para identificar
una sequía de larga duración entre los años 562 y 594 d.C. (Shimada et al. 1991), son las dos
catástrofes ecológicas utilizadas para apoyar la declinación rápida de los Moche expansionistas
entre los años 550 y 600 d .C.
Hemos tratado este tema en otro artículo (Chapdelaine l 999a) y con la ayuda de la
estratigrafía y las fechas radio carbónicas (Cuadro 22.2 y Fig. 22.19), nos fue posible argumentar
en contra de la importancia principal dada a las catástrofes ecológicas para explicar el ocaso
de los Moche de Ja fase IV Igualmente, sobre la base de las mismas evidencias damos un siglo
más al func ionamiento de la eli te Moche y de su clase urbana, antes de pensar en un declive
definitivo de esta fase. Proponemos un a fase IV más larga, desde el 400 hasta el 700 d.C .
Dentro de esta perspectiva, sería necesario tener nuevos fechados en Galindo para establecer
la contemporaneidad de los dos sitios o para establecer el desarroll o más tardío del cen tro
durante Ja fase V (Cuadro 22 .3) . Al mismo tiempo, debemos distinguir el declive del poder
Moche IV en los valles del sur del declive y el abandono del sitio Moche. No nos parece que
el sitio Moche fue abandon ado totalmente y un a emergencia tempran a de los Chimú podría
apoyar esta proposición. Para la presencia de los Moche en los valles del sur, faltan datos para
entenderla y tanto las excavaciones como los fechados son muy escasas.
1700-1550 BP Moche 111 Moche 111 Moche 111 Moche 111 Moche 111 /Gallinazo
1900-1700 BP Moche 1-11 Moche 1-11 Moche 1-11 Moche 1-11 / Gallinazo
Gallinazo
850
800
750
700
650
600
550
500
450
0
n
:::::;
P'
'"O
400 o.
~
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A partir de los datos que hemos encontrados muy cerca de la superficie actual en la
planicie entre las Huacas del Sol y de la Luna, se puede dejar de lado la teoría del arenamiento
del sitio para explicar la migración de la población y abandono del sitio. También, las tumbas
encontradas cerca a la supe1ficie, a menos de 50 cm de profundidad, contenían ajuares funerarios
con cerámica típica del estilo Moche IV (Lám. 22.4; Chapdelaine l 999c ). Se puede, por tanto,
apoyar la idea de un mantenimiento más largo del poder de la elite y también de la calidad de
los artesanos especialistas. Nuevos datos, tumbas y fechas radio carbónicas en el conjunto
arquitectónico 25, sugieren la misma hipótesis (Tello 1999).
Para concluir con esta sección, los resultados de cuatro temporadas de excavaciones en
la planicie del sitio Moche, han permitido documentar las últimas ocupaciones y recuperar
una serie de 17 fechas radio carbónicas que indican una ocupación más tardía, y por tanto no
podemos aceptar la hipótesis de una declinación rápida de los Moche IV antes del año 600
d.C. Por el contrario, estamos seguros que la elite funcionó hasta por lo menos los inicios del
siglo VIII. Sin embargo, no sabemos exactamente cuándo empezó la decadencia de la elite ni
si el ritmo fue gradual o rápido (al interior de una generación). La ausencia de cerámica Moche
V en la planicie nos indica la posibilidad de una contemporaneidad entre los dos centros,
Moche y Galindo, el conservadorismo de los Moche de las Huacas del Sol y de la Luna y
también la incapacidad de las nuevas ideas de influenciar el poder más antiguo del valle.
CONCLUSIONES
Todavía no podemos hacer una comparación entre los conjuntos arquitectónicos definidos,
pero con la variabilidad identificada en aquellos que conocemos y los datos sobre las prácticas
funerarias, queda demostrada la idea de una sociedad Moche fuertemente jerarquizada.
La evolución hacia la formación estatal en la costa norte del Perú parece estar ligada a un
desarrollo del urbanismo y a la intensificación de la producción artesanal. Si bien el sitio
Moche es una ciudad ubicada al centro de un estado particular, y que los objetos de lujo eran
símbolos del poder y de su legitimación (DeMarais, Castillo y Earle 1996), esta conclusión no
explica su emergencia. Como siempre, no hay una teoría única para la emergencia del estado
en la costa desértica del Perú y es bien complicado el explicar con precisión su origen.
Seguramente el agua era un factor de conflicto y su control pudo haber sido la manera de
establecer el dominio de un grupo sobre Jos otros. Después de un desaJTollo al nivel de un
valle en dos etapas, primero la centralización del poder en cada zona del valle y luego la
unificación del poder en las manos de líderes de una zona, Ja solución estaba en migrar o
conquistar otros valles si faltaban tieJTas agrícolas. Dentro del marco teórico de Carneiro
282 C. Chapdelaine
( 1970, 1987), las limitaciones que impone el medio ambiente y la concentración de los recursos
(lo que significa la variabilidad del acceso a los recursos y la variabilidad de las tierras agrícolas),
fueron dos aspectos asociados con el aumento de la población. Este aumento producía un
estrés o presión demográfica que permitiría explicar el recurso de la guerra para solucionar
problemas económicos. Con la limitación social (lo que significa la imposibilidad de ampliar
un territorio sin ingresar sobre terrenos ocupados por otros grupos), aumentaron los conflictos
y empezó la guerra expansionista.
Para concluir, la ciudad de Moche es un asentamiento único, pero tenía funciones similares
a los otros grandes sitios prehispánicos. El tamaño de las construcciones monumentales, el
desarrollo de la producción artesanal, la planificación urbana con una red de calles y plazas
delimitando conjuntos arquitectónicos de varios patrones, y la densidad poblacional se combinan
para dar al sitio Moche una importancia para entender el desarrollo del estado o de un poder
fuerte y centralizador sobre un gran territorio.
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23 /
Prácticamente desde los albores de la arqueología peruana, con los trabajos pioneros de
Max Uhle a fines del siglo XIX en el sitio de Moche, comienzan a esbozarse una serie de
interpretaciones acerca de la formación social Moche y las características de sus asentamientos
urbanos. En las décadas siguientes, este conjunto de interpretaciones comienza a dar forma a
un cuerpo teórico acerca de esta importante cultura, en que se mantendrán vigentes dos temas
centrales: el estado y la ciudad.
De otro lado, la arqueología como ciencia social, a partir de los años 30 y 40, con los
trabajos pioneros de Gordon Childe, comienza a postular una estrecha relación entre el
surgimiento de las sociedades con formación estatal y el desarrollo de centros urbanos y
ciudades. A partir de ello, el surgimiento y evolución de esta forma de asentamiento, el
urbanisnw, se propone como un indicador que caracteriza el desarrollo de los procesos
civilizatorios.
En el caso de los estudios sobre lo Moche, los estudiosos del tema plantearon desde un
inicio y de modo general la existencia de la ciudad, por lo menos en el caso del complejo de las
Huacas del Sol y de La Luna. Al mismo tiempo, las evidencias recuperadas mediante la
investigación de sus contextos arquitectónicos, funerarios y culturales, como también de la
documentación iconográfica, coincidían en señalar a la sociedad Moche como una organización
estatal.
Moche: hacia el final del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, l al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, T. II, págs. 287-311.
Lima, Universidad Nacional de Truji llo y Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
288 J. Canz iani A.
Sin embargo, una serie de tesis se han esgrimido discutiendo la existencia de asentamientos
urbanos Moche al identificarlos como meros "centros ceremoniales". Inclusive algunos
estudiosos, basándose en estos supuestos, han construido planteamientos teóricos que sugieren
la posibilidad de que existan formaciones estatales sin ciudad, criticando los postulados teóricos
propuestos a partir de la relación de correspondencia recíproca entre estado y ciudad.
De otro lado, se han planteado esquemas evolutivos acerca del desarrollo de las
organizaciones sociales que privilegian las "jefaturas" o "cacicazgos", como antecedentes
imprescindibles en los procesos de transición hacia la formación de las sociedades estatales.
También aquí el caso Moche ha sido esgrimido, sugiriéndose la posibilidad de que esta sociedad
con-esponda a una jefatura o, inclusive, a una serie de jefaturas asentadas en los distintos
valles que conforman el ten-itorio de la costa norte.
"Pocas de las diversas culturas que se desarrollaron en la antigua América poseen una
relevancia destacada y ocupan un lugar tan alto de acuerdo a su grado de desarrollo como la
antigua civilización peruana de la zona de Trujillo y Chimbote que destaca por sus vasijas
figurativas policromas". De esta manera Max Uhle ([1913] 1998: 205), inicia su trabajo sobre
"Las ruinas de Moche" y es de destacar que en este documento, donde se propone definir la
identidad propia de la cultura Moche (Proto-Chimú) y que reitera su ubicación temprana en la
secuencia cultural, utilice para referirse a ésta el término "civilización".
En este mismo trabajo Uhle describe las características más notables del sitio de Moche,
señalando que: "Las ruinas de Moche se componen esencialmente de dos edificios
monumentales relativamente bien conservados, levantados en forma masiva por medio de
adobes de barro ... " " ... ambas construcciones, la Huaca del Sol' y la Huaca de la Luna,
delimitan una pequeña planicie de cerca de 800 metros de largo y 500 metros de ancho sobre
la orilla izquierda del río Moche, entre éste y el macizo blanco y cónico de 300 metros de
altura llamado Cerro Blanco". " ... las fachadas frontales de ambas construcciones
monumentales se miran como confirmando su unidad arquitectónica. Entre ellas debe de
haberse extendido la antigua ciudad de casas y chozas, de la cual aún existen testimonios en
forma de elevaciones que esconden muros de casas" (Uhle [1913] 1998: 208-209).
En esta precisa y acuciosa descripción Uhle destaca la presencia dominante de las dos
edificaciones monumentales, las Huacas del Sol y de la Luna, pero también advierte la evidencia
de otras estructuras de posible carácter habitacional en la planicie entre los dos monumentos y,
lo que es aún más relevante para nuestra temática, es que -luego de lograr una visión integral
del asentamiento- lo defina como ciudad. En este sentido, es también importante precisar que
en su plano general del sitio señala, entre los distintos componentes, la presencia de "restos de
talleres antiguos"(!.) y de "pequeños montículos, ruinas de viviendas"(m.) (Uhle [ 1913] 1998:
Fig.l) (ver Fig. 23.1).
Algo más tarde, a finales de la década del 30, Rafael Larco Hoyle publica los primeros
tomos de su obra inconclusa "Los Mochicas", en los que resume los resultados de sus
investigaciones y propone su visión acerca de la sociedad Moche. Es interesante notar que, en
el capítulo donde trata el tema del gobierno, señale que: "Los vestigios de construcciones
urbanas y rústicas que acusan una numerosa población, la notable expansión agrícola
fomentada por trabajos de irrigación y los restos de monumentales obras arquitectónicas y
de verdaderas redes viales, constituyen prueba fehaciente de los excelentes métodos de gobiemo
que organizaron la vida mochica" (Larco Hoy le 1939: 131 ). De la lectura de este texto, como
de los apuntes que le siguen en el tratamiento de este capítulo, se percibe en Larco una
apreciación que entrelaza los datos acerca de los numerosos asentamientos urbanos y rurales
Moche, el desarrollo notable en la esfera de la producción agrícola y las colosales obras públicas,
con la lógica deducción acerca de la presencia de una organización de tipo estatal. Es más,
adelanta una caracterización de su forma de gobierno, cuando señala que: "Los documentos
que tenemos a la vista prueban la presencia de un gobierno dinástico, teocrático,
omnipotente ... " (Larco Hoyle 1939: 131-132).
290 J. Canziani A.
De otro lado, entre las décadas del 30 y 40, Gordon V. Childe plantea de modo innovador
el punto de vista científico social de la arqueología, analizando las grandes transformaciones
económicas y sociales que dieron paso a las distintas épocas de la humanidad y en especial al
proceso civilizatorio, en cuanto eventos revolucionarios ligados al surgimiento y desarrollo de
nuevas formaciones sociales.
Uno de sus aportes más destacados en esta perspectiva, fue definir las características
sustanciales de la "Revolución Urbana" a partir de las investigaciones arqueológicas desarrolladas
en Egipto, Mesopotamia e India, durante esas décadas y que reunían notables evidencias acerca
del surgimiento temprano del fenóme no urbano en estas regiones (Childe 1936, 1942).
La importancia de las tesis propuestas por Childe radica en señalar como principal elemento
causal del surgimiento de la ciudad, el desarrollo de un intenso proceso de especialización y
división social del trabajo, que dará paso al surgimiento de clases sociales y, consecuentemente,
a la conformación de la organización estatal. De esta manera se liga, de un modo dialéctico, el
estado con las clases sociales y éstas con la ciudad. Se postula así que al proceso de división
social que diferenciará a los trabajadores del campo de aquellos que tienen un rol especializado
en la producción , le es consecuente una división entre los habitantes de las aldeas y aquellos
23 /Estado y c iudad : revis ión de la teoría sobre la sociedad Moche 291
que se concentran en torno a los edificios públicos donde desarrollan su actividad, dando
lugar a los centros urbanos y al surgimiento de la ciudad. Desprendiéndose de esto, que la
diferencia entre estos dos grandes tipos de asentamiento (rurales y urbanos), no reside solamente
en los aspectos físicos y espaciales sino esencialmente en el distinto modo de vida y actividades
desarrolladas por sus habitantes (Staino y Canziani 1984).
Recién en los años 60 es que algunos estudiosos del área Andina aplican las tesis propuestas
por Childe en la interpretación y análisis del proceso civilizatorio en Jos Andes Centrales, y no
es casual que -en cuanto se refieren al surgimiento del estado- primero Emilio Cho y ( 1960) y
luego Luis G. Lumbreras (1968), tomen como caso tipo a la sociedad Moche. Pero antes de
abordar este tema, es preciso revisar brevemente los trabajos de distintos arqueólogos
norteamericanos y las interpretaciones que plantean acerca de la problemática de la ciudad y
el estado, en mérito a sus investigaciones centradas mayormente en la costa norte en las décadas
de los 40 y 50.
Por su parte Gordon Willey (1953 ), en su célebre y a la vez pionera investigación acerca
de los patrones de asentamiento prehispánicos en el valle de Virú, señala en sus conclusiones
refiriéndose al Grupo Gallinazo que: "Tales sitios son concentraciones urbanas, si bien estos
difieren en la ausencia de planeamiento con relación a los centros urbanos de los periodos
tardíos del Perú, como es el caso de Chanchan. La concentración de gente en semejantes
agrupaciones compactas y apretujadas, y el necesario control social inherente a esta situación,
es una evidencia ulterior del poder gubernamental y efectividad en el manejo de los asuntos
mundanos" (Willey 1953: 396). Al reconocimiento de Ja existencia de asentamientos de tipo
urbano ligados a la presencia de organizaciones políticas durante el periodo Gallinazo, le
sigue el planteamiento que el complejo de Huancaco constituyó probablemente la "capital"
del valle durante la dominación Moche. Al mismo tiempo señala que la expansión política
Moche sobre el valle, que implicó un brusco reemplazo cultural, convirtió a Virú en una provincia
de un estado multi-valles. De otro lado, reitera el carácter estatal de la sociedad Moche cuando
escribe: "Las representaciones Mochica incluyen escenas de guerra organizada, captura de
prisioneros, personajes reales sentados en tronos, y mucho de la panoplia de un Estado
autocrático y guerrero" (Willey 1953: 397).
Aparentemente las conclusiones de Willey son claras en cuanto se refiere a que Gallinazo
-por lo menos en sus fases tardías- desarrolla asentamientos urbanos, de los cuales el más
representativo es el Grupo Gallinazo; mientras que no lo son tanto cuando se refiere a la forma
de organización política. Esta consideración se revierte cuando se refiere a lo Moche, donde,
como se ha visto, no duda en definir Ja existencia del estado. Sin embargo, en el capítulo
siguiente, donde trata de la arqueología de Virú en el marco de la prehistoria peruana,
comparando los sitios del periodo, sorprendentemente asume la denominación de Schaedel de
"centros ceremoniales" y al hacerlo, sintomáticamente, ya no se refiere a los asentamientos
como una entidad integral sino exclusivamente a la arquitectura monumental presente en estos
(Willey 1953: 410).
En efecto, Schaedel (1972: 16-17) señala que las tendencias hacia la urbanización se
procesan a partir de las sociedades bajo control teocrático y militar, las que tendrían un patrón
de asentamiento donde: " ... ni el tamaño, ni la diferenciación, reflejan mucha diversificación
de funciones, y como sedes de estados estos pudieron albergar una población muy pequeña,
pobremente equipada para controlar la población que ellos 'dominaron'. Estos muestran en
su localización una escasa preocupación por el control de los recursos y, en el mejor de los
casos, representan un tipo disperso de comunidad".
23 / Estado y ciudad: revisión de la teoría sobre la sociedad Moche 293
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Es más, sostiene Schaedel que, con la finalidad de discriminar el rol que las "sociedades
estratificadas" pre-estatales podrían tener en la secuencia de la Costa peruana, " ... sería necesario
aclarar algunas de las confusiones terminológicas en el uso de los términos jefatura y estado."
Pero haciendo un balance, a partir de las propias definiciones formuladas indistintamente por
el propio Schaedel, se advierte que más bien el resultado ha sido el contrario.
Este es el caso cuando, siguiendo a Sanders y Price (1968), con el propósito de establecer
la condición estatal se propone separar -en base a criterios cuantitativos sobre Ja supuesta
población de una "capital", el grado de centralización, diferenciación y especialización- " ... a
las jefaturas de las grandes organizaciones supracomunales - los estados urbanos de los no-
urbanos ".O .cuando, entrando en mérito a los Moche y Gallinazo, plantea que : "El inicio de
lo que podemos denominar antiguos estados no-urbanos, emerge con los centros ceremoniales
mochica y quizás en la más temprana versión de Gallinaza, o similares a Gallinazo en otros
valles" (Schaedel 1972: 18). Si bien luego señala que el centro de Gallinazo corresponde a la
capital de una jefatura y finalmente, a propósito de los Moche, que durante este periodo " ... la
base unitaria es extendida de un único valle a una escala multi-valle. Los parámetros
23 / Estado y ciudad: revisión de la teoría sobre la sociedad Moche 295
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Lamentablemente estas tesis, que muestran una serie de debilidades desde el punto de
vista teórico y que hoy sabemos - gracias también a la nueva evidencia empírica acumulada-
son inexactas en cuanto a los patrones de asentamiento se refiere, han sido asumidas por otros
estudiosos e inclusive utilizadas como base para la construcción de argumentaciones teóricas
que pretenden desmontar críticamente las tesis de Childe acerca de la necesaria articulación
causal entre clases sociales, estado y ciudad.
Entre estos últimos destaca El man Service ( 1984), quien en la revisión de la teoría acerca
del origen de la formación estatal propone, en un típico esquema evolucionista, a las sociedades
de jefatura como única alternativa para el posterior desarrollo del estado y se apoya, entre
otros, en el caso de Moche y citando a Schaedel, para afirmar la supuesta existencia de estados
sin urbanismo, de formas de vida urbana sin estado y concluir con una más que discutible
aseveración, cuando sostiene que " ... la urbanización sólo acompañó a la civilización en algunos
casos" (Service 1984: 258).
Entre los arqueólogos que en parte han asumido los planteamientos de Service, se encuentra
Bonavia (1991, 1998), quien discutiendo críticamente los criterios de Childe para definir la
296 J. Canziani A.
"revolución urbana'', afirma que: ... puede llegarse a producir superávit agrícola sin una
tecnología avanzada, que puede existir una vida organizada en aldeas, o sea una forma
incipiente de estado, sin los requisitos childianos e incluso sin la existencia de ciudad" (Bonavia
1998: 25).
Los trabajos de investigación desarrollados desde los inicios de los años 70 por el Proyecto
Chanchan - Valle de Moche y en especial los estudios en el propio sitio de Moche (Tapie T.
1982), retoman el desarrollo de excavaciones científicas en el sitio de Moche, luego de los
trabajos iniciales de Uhle a principio del siglo. Estas excavaciones son relevantes porque
permitieron profundizar y ampliar significativamente la información empírica sobre algunos
de los aspectos cruciales que ya habían sido señalados de modo somero por Uh le. Nos referimos
a las estructuras que se encuentran en el área llana que separa las Huacas del Sol y de la Luna,
donde se había observado la posible existencia de habitaciones y talleres que formaban parte
de la ciudad (Uhle [1913] 1998).
En efecto, las investigaciones desarrolladas por Theresa Tapie van a confirmar que la
ocupación más densa del sitio se encuentra en esta área y descartan definitivamente las
propuestas de Schaedel ( 1951 a, 1972) acerca de que el sitio de Moche, al igual que otros
asentamientos del periodo, sea un "centro ceremonial" con escasas estructuras, si se excluyen
aquellas que corresponden a la arquitectura monumental (Fig. 23.5).
Estos alcances, en cuanto al dato empírico se refiere, van a permitir esbozar una serie de
inferencias e hipótesis, y al mismo tiempo convalidar interpretaciones teóricas planteadas con
23 /Estado y ciudad : revisión de la teoría sobre la sociedad Moche 297
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Fig. 23.5.
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1982: 271) . ~---------------------------'
Con el inicio, a principios de los 90, de las investigaciones desarrolladas por el Proyecto
Arqueológico de las Huacas del Sol y la Luna, se abre definitivamente una nueva etapa en el
conocimiento integral de los centros urbanos de la sociedad Moche . En efecto, tanto las
excavaciones desaJTolladas en la Huaca de la Luna, como las que han intervenido amplios
298 J. Canziani A .
sectores correspondientes a otras zonas urbanas, ofrecen una notable documentación empírica
como también un relevante corpus interpretativo (Uceda y Mujica 1994; Uceda, Mujica y
Morales 1997, 1998).
Los trabajos desarrollados en la Huaca de la Luna han proyectado una nueva visión de la
arquitectura de este complejo y al mismo tiempo de la arquitectura monumental Moche, con
importantes proyecciones en cuanto se refiere a distintos aspectos de la organización social,
tecnología e ideología de esta cultura.
Estas remodelaciones y las evidencias asociadas, dan sustento a pensar que en estos
eventos lo substancial y determinante es la regeneración de la arquitectura del edificio, lo que
trae como consecuencia necesaria el enterramiento de su antecedente. Donde la regeneración
del templo se propone como hipótesis explicativa la periódica reno\i~ción del ciclo ritual, del
cual el edificio es el continente. La envergadura de estos procesos, que incorporan ingentes
cantidades de materiales de construcción, el despliegue de una numerosa fuerza de trabajo,
que además convocan la participación de distintos especialistas y que, por último, comprometen
el propio funcionamiento del edificio o de sectores de éste mientras se realizan las obras de
remodelación, nos conducen a proponer la hipótesis de que estos eventos no respondían a
causas circunstanciales o al desencadenamiento de fenómenos naturales (p. ej. "El Niño"),
sino que debieron responder a ciclos de carácter calendárico-ritual donde el desarrollo y
ejecución de esta magnífica obra pública estaba previamente planificado (Uceda y Canziani
1993: 340-342, Uceda y Canziani 1998: 157-158).
Al asumir la concepción teórica que liga el Estado con las clases sociales y este tipo de
formación social con el desarrollo del fenómeno urbano, podemos apreciar que en el caso de
la costa norte se registra - prácticamente sin solución de continuidad- uno de los más notables
procesos civilizatorios. Justamente, dado que esta región ofrece una extraordinaria
documentación para el análisis e interpretación de este fenómeno desde sus orígenes , pasando
por su evolución y transformación, enfocamos en ella un estudio anterior (Canziani 1989),
donde planteamos una serie de hipótesis interpretativas acerca del temprano desarrollo urbano
en la región . En ese trabajo concluimos que la sociedad Moche alcanzó un alto y sostenido
300 J. Canziani A.
La notoria división social del trabajo, inherente al nivel alcanzado por las fuerzas
productivas en la sociedad Moche, va a expresarse en una compleja estructura clasista, en la
que se advierte una marcada diferenciación social. Este aspecto creemos que está bien
documentado por las evidencias funerarias, con enterramientos en tumbas como las de Huaca
de la Cruz (Strong y Evans 1952: 150-156), San José de Moro (Castillo 1993, Donnan y
Castillo 1994) y Sipán (Alva y Donnan 1993), así como por los estudios de la representación
iconográfica, que dan cuenta de los notables niveles de poder y acumulación de riqueza que
alcanzaron los personajes que se encontraban en la cúspide de la clase dominante, y de las
infranqueables distancias que los separan de otros sectores sociales y más aún de la gente del
común, cuyas tumbas tienen una disposición elemental y están pobremente acompañadas de
ofrendas.
Si los asentami entos urbanos tienen por elemento nuclear los complejos y edificaciones
de carácter público, que como hemos señalado constituyen el centro de actividad de los
especialistas, las viv iendas se organizarán en torno a este elemento dominante. En algunos
casos se pueden incorporar actividades o inclusive unidades domésticas dentro de la misma
arquitectura pública (palacios , viviendas-taller, etc.) , mientras que en otros casos las viviendas
pueden estar segregadas o separadas de ésta, constituyendo conglomerados o barrios
residenciales. En ambos casos, se puede afirmar que en los centros urbanos las viviendas
asociadas a la actividad doméstica constituyen un apéndice de la arquitectura pública de función
especializada (Canziani 1995).
En cuando al tema del Estado, se considera que éste constituye la expresión del poder en
una sociedad de clases, que regula y establece jurídicamente las relaciones -o contradicciones-
entre éstas (Lumbreras 1994). Bajo esta concepción el Estado moche se nos presenta como
una organización de tipo teocrático que ejerce su poder tanto mediante su aparato ideológico
(religión) como físico (ejército), con una clase dominante integrada por sacerdotes y
posiblemente también por guerreros.
Sin embargo, muchas cuestiones sobre este tópico quedan aún por resolver. Tal es el caso
de la naturaleza y carácter de las relaciones entre las distintas clases sociales, tanto en la esfera
de la clase dominante (sacerdotes-guerreros), como en la relación de ésta con los demás sectores
subordinados (funcionarios y especialistas de base urbana, sirvientes, campesinos, etc.). Del
mismo modo, queda por definir cuáles fueron las formas de gobierno y la delimitación de la
esfera de influencia del estado en el ámbito jurisdiccional de la propiedad y en términos
territoriales (Lumbreras 1994: 9).
Creemos necesario reiterar que los asentamientos de tipo urbano se distinguen por tener
como elemento nuclear las edificaciones de carácter público (templos, palacios, complejos
administrativos, instalaciones militares, talleres de producción, etc.). Es esta arquitectura
pública, en cuanto centro de actividad de los especialistas, la que define la naturaleza del
centro urbano y de las clases urbanas que en él se congregan. Las viviendas y estructuras
residenciales son consecuencia de esta concentración y, en cuanto apéndice de la arquitectura
pública, constituyen un aspecto indesligable de las entidades urbanas e importante objeto de
estudio al contener valiosa información acerca del modo de vida de sus habitantes (Canziani
1995).
Éste, entre otros, es el caso del Complejo El Brujo, donde se hace cada vez más necesario
explorar la planicie existente entre las pirámide de Cao Viejo y la Huaca Cortada (Franco,
Gálvez y Vásquez 1994). Aun si nuestro propósito fuera el de limitarse al conocimiento de la
arquitectura monumental, inclusive para lograr este objetivo sería de fundamental importancia
establecer en qué tipo de asentamiento ésta se inscribe. Sólo en la medida en que conozcamos
los rasgos específicos que definen la naturaleza urbana de estos sitios, será posible establecer
a un nivel superior las analogías, documentar relaciones y percibir singularidades. Esta misma
estrategia se puede aplicar en centros como Huancaco, Pampa de Los Incas , Pañamarca y
otros , con el objetivo general de definir sus dimensiones y cualidades urbanas (Fig . 23.6).
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En este sentido, nos parece promisorio el trabaj o emprendido por el eq uipo dirig ido por
Steve Bourget en Huancaco (ver su contribución en este vol umen), ya que este sitio debe
atesorar elementos claves para la comprensión de la transición entre la organizació n política
Gallinazo y la dominación Moche en el valle de Virú, y sobre la transformación de este centro
en lo que se ha postulado constituyó una suerte de "capital provincial'', centralizando y
administrando el poder del Estado moche en el valle (Willey 1953, Canziani 1989). Existen
otros casos como Pampa de los Incas (Fig. 23.7), un sitio extraordinario, bastante bien
conservado y que no ha sido muy afectado por la posterior expansión agrícola y que revela una
organización urbana compleja con plataformas y pirámides, sectores aparentemente
habitacionales e inclusive la traza de avenidas y canales que reve lan un alto nive l de
planeamiento (Wilson 1988). Pensamos que este asentamiento de evidentes rasgos urbanos
ofrece también una condición única para el conocimiento de las características y dinámica de
lo que aparentemente constituyó el centro provincial Moche en el valle bajo de l Santa.
hasta el momento si el área alrededor del complejo contiene bajo la superficie alguna evidencia
de otro tipo de estructuras.
En segundo lugar, en cuanto al tema del centralismo en el caso del Estado moche, no
obstante la señalada ausencia de nuevos y mayores estudios en el campo de los patrones de
asentamiento (Canziani, U ceda y Mujica 1994 ), se puede apreciar que algunos de los principales
asentamientos Moche son dominantes en un determinado valle, presentando una extensión y
jerarquía que los distancia mucho de otros asentamientos de la misma cultura en ese ámbito
territori al. Este es el caso del complejo de las Huacas del Sol y la Luna en el valle de Moche,
que ha sido considerado por muchos investigadores como una "capital" para este Estado (por
lo menos en lo que se refiere a la región sureña de la costa norte) ; al igual que otros centros de
primer nivel, pero de aparente carácter provincial , ubicados al sur del valle de Moche, tales
como Huancaco en Virú, Pampa de los Incas en el Santa y Pañamarca en Nepeña.
Sin embargo, esta percepción es menos clara al norte del valle de Moche, donde se presenta
más de un centro y donde, a primera vista,. es más difícil establecer relaciones de jerarquía.
Esto se puede observar inclusive en un valle inmediatamente al norte de Moche, como es el de
Chicama, donde tenemos por lo menos dos sitios importantes como Mocollope y Cao; al igual
que en Jequetepeque con Dos Cabezas, Pacatnamú y San José de Moro ; mientras que en el
área de Lambayeque no está del todo claro si existen otros complejos del periodo similares a
Sipán. En todo caso, quedaría aquí por examinar, en primer lugar, si estos asentamientos
"norteños" Moche, presentes en cada valle, son contemporáneos, lo que aparentemente no
sucede en Jequetepeque y Lambayeque, donde podríamos tener cambios en la localización o
en el predominio de los sitios principales entre las distintas fases (nuevamente aquí se hace
sentir la falta de una mayor información de los patrones de asentamiento en cada valle); y en
segundo lugar, si es que - en los casos de desarrollo paralelo de distintos sitios de similar
jerarquía- esto habría sido consecuencia de un desarrollo autónomo, ajeno a las lógicas de
conquista que se habrían producido al sur, y/o respondía a una estrategia diferente de dominio
teJTitorial en distintos sectores de los valles por parte de organizaciones sociales cuyo poder
quizás se ejercía, tal como ha sugerido Moseley (1992: 182), de una manera fragmentada y
menos centralizada que al sur.
En tercer lugar, en cuanto al tema de las clases, se ha postulado que en el análisis de las
relaciones sociales una cuestión determinante para la comprensión de las diferencias en la
condición social es la del proceso de trabajo, en cuanto factor causal de las mismas (Lumbreras
1994: 32-33). El tratamiento de este tema es sumamente complejo ya que abarca un conjunto
de actividades especializadas que van desde la elaboración de calendarios para la programación
de los ciclos productivos; el desarrollo y administración de obras públicas, algunas de ellas
básicas para el sustento y reproducción de la organización social como es el sistema de iITigación;
el control y organización de Ja mano de obra; el desaITollo del intercambio de bienes con el
exterior; la seguridad y el ejercicio de la fuerza; el desempeño de Jos servicios religiosos, el
gobierno y Ja gestión administrativa; hasta la producción especializada de determinado tipo de
bienes . Muchos de estos procesos de trabajo no presentan evidencias materiales directas o
tangibles y deben ser inferidos a partir del registro y manejo de una serie de evidencias, a
diferencia de la producción de otro tipo de bienes, cual es el caso de las manufacturas cuyos
contextos y asociaciones son de carácter tangible y pueden ser deducidos directamente a partir
de éstos.
De esta manera, se establecen relaciones secuenciales entre los instrumentos, las materias
primas (objetos de trabajo), los procesos de trabajo inferibles, los productos y/o desechos, y
finalmente las formas de consumo. Donde además se establece una concatenación "continua"
entre distintos procesos productivos, por ejemplo cuando se da el caso frecuente de que algunos
productos son a su vez consumidos como materia prima o si es que intervienen en estos en
calidad de instrumentos. Este es el caso, por ejemplo, de la arcilla preparada, que es un producto
elaborado con determinados instrumentos (manos de moler, batanes, etc.), el agregado de
otros insumos (mordientes) y que finalmente constituirá la materia prima y será consumida
como tal en el proceso de elaboración de cerámica; o el de un molde de alfarero, que contiene
tanto la calidad de producto y al mismo tiempo de instrumento en la producción seriada de
cerámica.
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Fig. 23.8. Plano del complejo de Pañamarca en el valle de Nepeña (según Schaedel 1951 b).
de algunos de estos casos. Si este ensayo de análisis es extendido a los distintos sitios principales
de cada valle, tendríamos muy buenas posibilidades de resolver una serie de cuestiones que
hoy se nos plantean.
Si una determinada materia prima, por ejemplo la arcilla blanca hallada en el mismo
taller de alfarero proviene aparentemente de Cajamarca (Chapdelaine, Kennedy y U ceda 1995:
191), una estrategia interesante sería examinar la posible ruta de acceso, verificar si en ella hay
rastros de caminos o asentamientos menores Moche, si hay evidencia Moche en la zona de
proveniencia de la materia prima o, viceversa, si se dan otras materias primas o productos
provenientes de esa zona. Acumulando y cruzando datos en esta perspectiva podremos tener
una mejor idea de la territorialidad Moche, su relación con el "exterior", la presencia de rutas
y/o mercaderes en la organización del intercambio, el manejo de la elite sobre cierto tipo de
productos y las formas de acceso de ésta a ciertas materias primas, exóticas o no.
BIBLIOGRAFÍA
Duccio Bonavia
Cristóbal Campana
Es interesante observar que por mucho tiempo estas interpretaciones sólo se referían a
los fenómenos económico-sociales y, básicamente, de acuerdo a un marco teórico definido
previamente. En cambio, en los últimos tiempos, las deducciones a las que llegan los estudiosos
abarcan campos que requieren deslindes y planteamientos teóricos que se fundamentan más
en los hallazgos mismos. Hay que tomar en cuenta, además, que hoy la investigación
arqueológica está cada día más en estrecha relación con otras disciplinas. Todo ello exige
mayor rigor en la comprensión de los datos, más cercanía y relación con los procesos históricos
y sociales andinos y mucha sutileza en su aplicación . Y esto porque los intereses de los
investigadores se están ampliando notablemente y las rectificaciones de las anteriores propuestas
son más comunes, conforme avanza la actividad interdisciplinaria, que enriquece las
interpretaciones.
Moche: hacia el final del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, 1 al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, T. II, págs. 315-326.
Lima, Universidad Nacional de Truj illo y Pontific ia Universidad Católica del Perú, 2003.
316 D. Bonavia y C. Campana
En el coloquio anterior, Garth Bawden (1994), quien estudiara el centro urbano de Galindo
en el valle de Moche, llegó a conclusiones sumamente sugerentes y valiosas para un mejor
conocimiento y deslinde entre los caracteres de ese centro, los rasgos políticos y el compromiso
con su ideología religiosa. En este Segundo Coloquio, José Canziani Amico, en su trabajo
"Estado y ciudad: revisión de la teoría sobre la sociedad Moche", basándose en las excavaciones
del Proyecto Huacas del Sol y de la Luna, aplica los planteamientos teóricos de Gordon Childe
y revisando además estudios anteriores llevados a cabo en la zona, desde las contribuciones de
Uhle hasta las del Proyecto "Moche-Chanchan", trata de hacer algunos deslindes sobre el
urbanismo mochica. Por ejemplo de cómo los " ... asentamientos de tipo urbano se distinguen
por tener como elemento nuclear las edificaciones de carácter público ... " y como éstas se
congregan y polarizan como complejos administrativos, talleres o áreas de especialistas, con
"Las viviendas y estructuras residenciales que son consecuencia de esta concentración y, en
cuanto apéndice de la arquitectura pública constituyen un aspecto indesligable de las entidades
urbanas ... ". Canziani analiza desde una perpectiva marxista la división social del trabajo y el
nivel alcanzado por las fuerzas productivas de la sociedad mochica en San José de Moro, en la
zona urbana entre las Huacas del Sol y de la Luna y la Huaca Cao Viejo (en el complejo El
Brujo). Como la gran mayoría de las investigaciones realizadas desde esta perspectiva teórica,
ésta también es una visión demasiado hipotética que debería estar sustentada con datos más
concretos.
Luis Jaime Castillo, basándose en las investigaciones llevadas a cabo en San José de
Moro, intenta explicar lo que ha sucedido a "Los últimos Mochicas en Jequetepeque".
Empleando su propia terminología, Castillo llega a la conclusión que "La ocupación Mochica
en San José de Moro se inicia con el Periodo Medio y culmina al final del Periodo Tardío".
Éste es seguido por un Periodo Transicional que " ... es el. .. que termina de sintetizar las
influencias Mochicas con las provenientes de la costa central". Este "Periodo trasicional",
siempre al decir de Castillo, termina en forma abrupta " ... cuando el valle de Jequetepeque es
conquistado por el estado Lambayeque" .
desde hace mucho tiempo (lege Bonavial991: 420 et passim). En lo que evidentemente hay
discrepancia, es en el proceso que tuvo este fenómeno, pero éste no es el momento de discutir
el asunto.
Claude Chapdelaine, basándose en una nueva visión del urbanismo, encuentra que la
aglomeración y la organización de las viviendas, así como el dinamismo arquitectónico, tienen
clara relación con el desarrollo de la planificación urbana, así como con la decadencia de la
elite gobernante. Esta propuesta novedosa y bien fundamentada se basa en la existencia de una
planificación, la que explica la presencia de barrios de especialistas, ya sea alfareros, tejedores,
metalurgistas, fabricantes de adobes, talladores, etc., que ponen en evidencia el requerimiento
de los productos dentro de una sociedad mochica fuertemente jerarquizada, intensificando la
producción artesanal. Chapdelaine, al no encontrar " ... una teoría para la emergencia de un
estado en la costa desértica ... ", recurre a la tesis ya existente de que el agua fue el factor de
control político y de competición, para sostener la idea de que cada valle tenía una unidad
política, centralizando el poder en los líderes de la zona, quienes para ampliar sus dominios
conquistaban o migraban para encontrar nuevas tierras agrícolas, explicando de esa manera la
presencia de sacerdotes guerreros con un fuerte poder político. Apoyándose en la tesis de
Carneiro, relacionada con el factor medioambiental y la concentración de los recursos, el
autor deduce que el estado mochica pudo haber soportado el aumento de la población y el
estrés demográfico por medio de las acciones expansionistas . Es, sin duda, uno de los mejores
estudios presentados.
Es muy interesante el examen que se hace sobre la transición de los volúmenes desde la
cultura Moche hasta la Chimú, pasando por la que corresponde al Horizonte Medio y que los
autores no definen. El abandono del complejo significa un gran cambio, de tal manera que la
importancia de la Huaca de la Luna se traslada a la del Sol, aunque los autores dicen muy
318 D. Bonavia y C. Campana
claramente que ellos no saben si ésto se debe a motivaciones políticas, ideológicas o sociales.
Pero son enfáticos en afirmar que ello no es debido a la intervención cultural de Huari. Llegan
a la conclusión que el diseño actual del monumento corresponde al del momento de su apogeo.
A base del análisis arquitectónico, Uceda y Tufinio deducen que los rituales que se llevaban
a cabo en la Huaca de la Luna no eran públicos y que ellos reflejan la motivación del poder
representado por una elite, que se perenniza con el entierro ceremonial del templo y con la
reconstrucción encima del nuevo. Los sacrificios humanos son los que garantizan este acto,
pues representan el vínculo entre los dioses y los hombres.
El segundo trabajo sobre esta temática fue presentado por Régulo G. Franco Jordán,
César A. Gálvez Mora y Segundo A.Vásquez Sánchez y trata sobre los "Modelos, función y
cronología de la Huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo". A diferencia de la anterior ponencia,
éste es un planteamiento más de conjunto que de análisis interno de la estructura. Los autores
llegan a postular que la tradición arquitectónica de la pirámide trunca-plaza delantera-anexos
Este y Oeste se repite en los siete edificios que ellos han analizado.
Concluyen que la función que cumplieron las plazas fueron básicamente para los
ceremoniales y al mismo tiempos plantean una secuencia vertical para el monumento piramidal-
trunco en la que cada nivel tiene un valor y un significado distinto. Lo explican como " ... tránsito
simbólico desde el mundo real a las abstracciones del pensamiento religioso mochica.", y
creen que esto se repite en los otros monumentos similares de otros valles.
Con respecto al análisis de las evidencias del impacto que dejó el fenómeno de El Niño
en la estructura de la Huaca Cao Viejo, los autores creen que hay cierta diferencia con respecto
a lo que sucedió por la misma causa en la Huaca de la Luna. Mientras en ésta después de los
daños causados por las lluvias se tuvo que recurrir a refacciones, en el caso de Cao Viejo se
llevaron a cabo " ... intervenciones en términos mayores, con profundas repercusiones en la
ideología mochica ... ". Ellos consideran, además, que esto se repite en los monumentos
contemporáneos de otros valles.
Hay que relevar el hecho que los autores consideran que con las asociaciones encontradas
en la secuencia arquitectónica, se puede establecer una concordancia con la cronología de
Larco Hoy le (1948). Esto es muy interesante, porque de alguna manera plantea una discordancia
con los comentarios que hiciera Christopher Donnan en la misma reunión y con lo que sostienen
Gálvez, Murga, Vargas y Ríos en otra ponencia de este Coloquio (vide infra). Este es un punto
importante que deberá ser confirmado. Los autores admiten, sin embargo, que aún cuentan
con muy pocas dataciones de modo que no se puede aún establecer una cronología absoluta
segura.
El estudio del conj unto residencial situado entre las Huacas del Sol y de la Luna, muestra
que allí se llevaron a cabo numerosas actividades, dentro de las que hay que destacar todo un
sistema de depósitos. Es interesante que algunos elementos arquitectónicos, como la presencia
de nichos o cuartos hundi dos, se repite. Sin embargo, cuando los autores los analizan, llegan a
ver que hay ciertas diferencias. En otras palabras, si bien existió una idea rectora general, se
hizo una serie de cambios en func ión del uso de los ambientes. El problema es que lo restringido
del área analizada no parece ser una muestra representativa, que permita que sus resultados
sean util izados en forma más amplia.
Por su parte, César A . Gálvez Mora, Antonio Murga Cruz, Denis Vargas Salvador y
Hugo Ríos Cisneros plantean una "S ec uencia y cambios en los materiales y técnicas
constructivas de la H uaca Cao Viejo, Complej o El Brujo" . En primer lugar se hace un análisis
de los adobes empleados en la construcción del monumento y se elabora una tipología de los
mismos, llegándose a identific ar hasta siete formas diferentes. Se incluye una comparación de
éstos con los de otros monumentos . Si bien se intenta hacer un análisis del barro para tratar de
encontrar la cantera de la que éste fue extraído, ello se hace sólo a base del color. Es una
lástima que no se hizo un análisis de las tierras, que hubiera llevado a conclusiones más exactas.
Se presenta también un a tipología de las gaveras, llegándose a diferenciar hasta seis, así como
la madera y la caña que fueron empleadas.
Se pasa luego a describir las técnicas de construcción y, para entenderlas mejor, se efectuó
un interesante trabajo experimental. Es a base de los materiales empleados que los autores
plantean una " ... cronología relativa que ... [ellos consideran que] ... es válida para otros edificios
mochicas del valle de Chicama ... ". Sin embargo, los resultados demuestran que los cambios
en la arquitectura no corresponden a los del estilo de la cerámica (Moche 1-IV). Este
planteamiento está en contradicción con la tesis sostenida por Franco, Gálvez y Vásquez
presentada en este mismo Coloquio y que hemos comentado (vide supra) .
Elizabeth P. Benson analiza la incidencia de los diferentes motivos o temas usados por
los alfareros en las sucesivas fases ya propuestas por Larco Hoyle (1948), las acepta y propone
nuevos agrupamientos clasificatorios, cuyos rasgos tipológicos se definen por esa incidencia
temática. Benson enriquece la secuencia de Larco Hoyle en lo que al estilo y a la cronología
relativa se refiere. Este estudio bien puede servir como punto de partida para otros, con relación
a los cambios culturales operados en el largo proceso del universo mochica. Así, se reconocerían
las variaciones en la vestimenta, la alimentación, las actividades, las creencias y aún en el
estilo del tratamiento temático entre "Moche Temprano", "Moche Medio" y "Moche Tardío",
fases nuevas que reagrupan a las de Larco Hoy le, abriendo posibilidades para interpretaciones
críticas que nos acerquen más a la vida de esta sociedad norteña. Hay que señalar muy
claramente, sin embargo, que si bien esta terminología es la misma que utilizan Castillo y
Donnan, en su contenido es muy diferente. Esto es un tema que deberá ser discutido y aclarado,
pues de otra manera llevará a grandes confusiones.
Regulo Franco y Juan Vilela, intentan una interpretación iconográfica partiendo de una
serie de elementos simbólicos denominados "temas complejos". Ellos suponen que su "contenido
multiescénico ... remite a diferentes segmentos narrativos incorporados tal vez a distintos episodios
míticos, que por su expresión naturalista y a la vez simbólica, nos ha llevado a la conclusión que
estamos frente a la expresión de un calendario ceremonial mochica ... ". Partiendo de esta premisa
ellos tratan de encontrar elementos de juicio para proponer que todas las escenas de las
decoraciones murales de la Huaca Cao Viejo corresponden a un calendario ritual "agrícola-
marítimo-ceremonial" mochica. Y agregan que el origen ancestral y mítico de los más importantes
personajes, nace del "huevo cósmico", que originó el universo, a los dioses y a sus descendientes.
Se trata sin duda de un trabajo muy especulativo que necesita ser analizado más.
En el estudio "La Luna sobre los Andes: una revisión del animal lunar", Caro! Mackey y
Melissa Vogel examinan cuidadosamente la cambiante imagen de un animal mítico presente
Nuevas contribuciones sobre los Moche : síntesis crítica de las presentaciones 321
en las culturas Vicús, Gallinazo, Recuay, Moche, Chimú y Chimú-Inca. Sobre una muestra de
ciento once representaciones de las culturas mencionadas, demuestran cómo el llamado "animal
lunar" persiste a través de más de un milenio pese a los cambios sociopolíticos y culturales.
Asimismo, sostienen que se trataría del Oncifeles colocolo (es decir el chinchay), que tendría
como "espacio sagrado" un cielo con luna o con estrellas. Los ras gos diferenciales vendrían a
ser los atributos propuestos o asignados en cada cultura. Es un seguimiento interesante que se
debería hacer con otros temas.
El trabajo presentado por Ricardo Morales Gamarra es original, pues intenta analizar la
secuencia arquitectónica en función de la iconografía que se representó sobre los muros de la
Huaca de la Luna, vista como resultante de una ideología religiosa. Es decir, él plantea que" .. .
los patrones ideológicos y las prácticas rituales ... normaban [en la sociedad mochica] la función
de los diversos espacios ceremoniales, en base a un evidente calendario ritual asociado a la
deidad de mayor importancia del panteón mochica, o de aquella bajo cuya advocación se erigiera
el templo o el espacio ceremonial". El autor insiste, y creemos que con razón, que " .. .la iconografía
es un instrumento esencial para complementar las definiciones sobre relaciones de tiempo y
espacio en el mismo edificio ... " y para poder establecer relaciones con otros centros religiosos.
322 D. Bonavia y C. Campana
Morales cree, además, que los mochicas empleaban maquetas, pero que éstas tenían la
finalidad de " ... ordenar los elementos o componentes del espacio litúrgico" y que no tuvieron
el " ... rigor de Ja escala ... " de las nuestras. Además, sugiere que los mochicas tenían un patrón
de medida que " ... gira en torno a los 30 a 90 centímetros". Esto, obviamente, tendrá que estar
sujeto a mayor comprobación. Las ideas de Morales nos parecen muy sugerentes y deberían
ser tomadas en cuenta por los estudiosos que se dedican a estos temas.
Christopher Donnan ha presentado los resultados de sus trabajos en la Huaca Dos Cabezas.
Es básicamente una presentación descriptiva de las tumbas halladas, con una lista detallada de
su contenido. Es difícil, sin embargo, interpretar y entender estos hallazgos dado que no se da
un análisis de la arquitectura que permita entender en que contexto fueron puestos Jos entierros.
Resulta de gran interés que los fechados radiocarbónicos obtenidos para estas tumbas ,
que coJTesponden en términos generales a la fase Moche IV de los valles de Chicama y Moche,
Nuevas contribuciones sobre los Moch e : síntesis crítica de las presentaciones 323
contengan cerámica que corresponde estilísticamente a Moche I. Donnan cree que las " .. .fechas
sugi eren que el estilo cerámico de la fase Moc he I en Dos Cabezas continuó en uso hasta
después del año 400 d.C .... ". Esto sin duda es posible, aunque es de preguntarse si en vez de
un arcaismo no podríamos estar en presencia de una reutilización de los recipientes, es decir
frente a una asociación secundaria. Por otro lado, no queda claro si las diferencias entre las
tres tumbas descritas que señala Donnan no tienen un significado temporal o podrían
corresponder a diferentes momentos de construcción de l edificio.
Los entierros en miniatura hallados en los tres compartimentos estudiados son sin duda
un a novedad muy interesante.
Por su parte, Rucabado Yong y Castillo Butters han presentado un estudio de "El Periodo
Transición en San José de Moro". Ésta es una de las épocas más complicadas de la historia de
la Costa Norte. El trabajo es importante, pero nos parece que nos presenta una visión unilateral
del aspecto tratado. Pues si bien es cierto que se señala la presencia de "complejas áreas de
actividad ceremoniales", ellas no están descritas en el informe, que trata fundamentalmente el
aspecto funerario. Y se afirma que "Mediante el análisis de las variables funerarias ... [es que]
... podemos abordar las diferencias político-sociales relativas a la población ligada al sitio
durante la segunda mitad del Horizonbte Medio". Creemos que el asunto es mucho más complejo
que eso, y que no basta el estudio de las "variables funerarias" para entender los cambios que
se produj eron en una sociedad.
Los autores consideran que " ... dentro del proceso de transición, el cambio se expresa con
mayor nitidez en contextos de j erarquía intermedia mientras que las continui dades son mucho
más latentes dentro de los enti erros de el ite" . Será conveni ente co mprobar con otros estudios,
como por ej emplo el de los patrones de asentami ento , si esto se confirma . Estamos de acuerdo
que es necesari o comprobar que " ... los sustratos loc ales Mochica 'sobrevi vi entes' al colapso
estatal y que a la vez interactúan con las influencias foráneas ..." dan como resultado " ... la
creación de un producto ' renov ado' , sea Chimú o Lambayeque" . En el fondo la idea es correcta
y uno de nosotros lo ha planteado desde hace muchos años (vide Bonavia 1985 : 134; 1991:
409-412) . Consideramos que el párrafo fin al del trabajo de Rucabado y Castillo es no sólo de
fundamental importancia, sino que enciena un compromiso que ellos asumen con la comunidad
ci entífica: "Nuestras futuras investigaciones ... deberán contemplar tanto espacios funerario-
ceremoniales como domésticos , así como los respectivos análisis arquitectónicos y trabajos
de patrones de asentamiento. Sólo siguiendo una investigación integral del periodo en cuestión
podremos llegar a responder nuestras preguntas inici ales tanto ,a nivel regional como
macroregional" (el subrayado es nuestro).
John Verano, antropólogo físico que viene estudiando los restos de los esqueletos de los
mochicas desde hace mucho tiempo, en esta oportunidad presentó "Los avances en la
bioantropología de los Moche" . Él indica al principio de su trabajo, que en los últimos tiempos
hay un mayor interés para los estudios de la antropología física que anteriormente fueron
descuidados. En este caso ha analizado los restos humanos que fueron hallados en la Huaca de
la Luna, en El Brujo y en Mocollope .
post-mortem. Se describen los traumas y las heridas que estos hombres tuvieron en vida antes de
ser sacrificados y se reconstruye el tratamiento que ellos recibieron desde la captura hasta el
momento del sacrificio. Es interesante que Verano, con Ja ayuda de las representaciones de la
iconografía mochica, puede explicar muchos fenómenos determinados en los restos, y demuestra
que las acciones guerreras, la captura de prisioneros y los sacrificios humanos, son eventos
ligados entre sí. Es evidente, además, que las ceremonias de sacrificio fueron llevadas a cabo en
la mayoría de grandes centros ceremoniales mochicas. En el caso de El Brujo y Mocollope se
hace un análisis de los entierros y luego el autor pasa a discutir casos de amputación hecha
intencionalmente y con éxito. A base de todos los esqueletos observados, él hace un prolijo
balance para entender las características físicas de los mochicas, su estado de salud y de Ja dieta.
Víctor F. Vásquez Sánchez y Teresa E. Rosales Tham presentan una ponencia sobre la
"Zooarqueología de Ja zona urbana Moche, complejo Huaca del Sol y La Luna, valle de Moche".
Es una investigación de mucha importancia, pues el de Ja zooarqueología es un campo que ha
sido descuidado y no sólo en el caso de Ja cultura Moche. Después de una minuciosa clasificación
taxonómica, los autores deducen que las costumbres alimenticias de los mochicas, en lo que a
animales se refiere, se basaban en los recursos marinos de playas arenosas aunque consumían
también peces de alta mar. Predominan los peces, mamíferos (en este caso lobos de mar) y
moluscos y en menor proporción los crustáceos. Una observación importante es que el análisis,
sobre todo de los moluscos, les permite a los autores deducir que ellos corresponden a la
Provincia Malacológica Peruana y que las condiciones ambientales marinas en los tiempos de
Moche no fueron diferentes a las actuales.
Los mochicas explotaron también los recursos naturales de las lomas, comiendo sus
caracoles. Se alimentaron con reptiles (iguanas) y aves. Si bien no muchos, hay restos de
vizcachas. En cuanto a animales domésticos las muestras indican Ja presencia de cu yes, llamas
y alpacas. El estudio de los camélidos y las observaciones que hacen los autores en el sentido
que hay evidencias que ellos fueron criados en la costa, resulta de gran importancia para el
entendimiento de la crianza de estos animales (lege Bonavia 1996: 166 et passim, 598). Es
interesante señalar que si se compara los resultados de este trabajo con el de Shelia y Thomas
Pozorski que hemos mencionado anteriormente (vide supra), hay sin duda serias
contradicciones. Consideramos que ellas son debidas al simple hecho que en este caso la
muestra ha sido más amplia y representativa.
Alana Cordy-Collins en su estudio sobre "El mundo Moche al empezar el siglo octavo:
transacciones e influencias", prácticamente reanaliza una antigua tesis de las relaciones entre
Mesoamérica y la costa peruana, pero con nuevos elementos de juicio. Se refiere concretamente,
además, a la sociedad mochica. Estas conexiones se comprobarían por Ja presencia de
"tamborilleras" (Piura), los perros viringos de la Costa Norte, los taparrabos mesoaméricanos,
Ja presencia de la lana, una forma tradicional de sentarse llamada "medio loto", tal vez el uso
de la cal para el enlucido de las paredes, entre otras cosas. Estas influencias estarían asociadas
a un factor catalizador como el "mullo" y a la tecnología del cobre. Los elementos diagnósticos
de dichos contextos irían básicamente de Sur a Norte, hacia América Central, en el siglo VII
de nuestra Era. Pero no en un solo sentido, pues después de ese siglo comenzarían a aparecer
en la costa norperuana algunos rasgos venidos de más al Norte. En el fondo es revivir viejos
planteamientos que a su tiempo fueron desechados, y que necesitan sin duda un análisis mucho
más profundo.
Nuevas contribuciones sobre los Moche: síntesis crítica de las presentaciones 325
Víctor Pimentel y María Isabel Paredes muestran "Las evidencias Moche V en tambos y
caminos entre los valles de Santa y Chao ... ". Lo consideramos como un aporte de gran
importancia, pues el de los caminos es un tema que ha sido abordado por muy pocos estudiosos.
En este caso la zona investigada es un desierto en el extremo suroccidental de la cuenca del río
Chao que se conoce como Pampa Colorada y Pampa Pancitos. En dicha zona se ha ubicado
tres caminos, dos de los cuales han podido ser asociados a la fase Moche V. Cerámica de estas
características se ha encontrado en 13 estructuras simples y complejas del total de 22 que han
sido excavadas y que corresponden a 5 sitios.
Dado que hay una serie de indicios que señalan la existencia de caminos en tiempos
anteriores, los autores admiten que éstos podrían haber sido reutilizados o reacondicionados
en Jos tiempos Moche V y que incluso no todas las edificaciones adyacentes a ellos sean
coetáneas. Por otro lado, algunos restos cerámicos de tiempos posteriores, estarían indicando
que los caminos siguieron en uso.
Los autores han podido asociar a estos caminos por lo menos tres categorías de
construcciones: dos de recintos de planta sencilla y un tercero con edificaciones complejas de
planta ortogonal, con una serie de ambientes que podrían haber servido para almacenamiento.
En efecto, hay evidencias que permiten suponer que por dichos caminos se movilizaban bienes
a grandes distancias. Los autores sugieren que sobre todo iban dirigidos al valle del Santa o
valles más al sur " ... para ser entregados o distribuidos a las elites locales".
En Pampa Colorada hay pruebas de uso de caminos por lo menos en el Periodo Intermedio
Temprano y el Horizonte Medio.
Es interesante subrayar que por la densidad de restos orgánicos que se han encontrado
dentro de los tambos, se puede deducir una ocupación relativamente prolongada durante el
Horizonte Medio. Además, ellos están ubicados " ... a una jornada de travesía desde los valles
adyacentes, con posadas donde los viajeros, tratantes y arrieros de animales de carga podían
tomar descanso o pernoctar".
Este es un tema, insistimos, que no debe ser descuidado, y no hay que olvidar que tanto
en el vecino valle del Santa como en el más sureño de Nepeña, hay muchos testimonios de
caminos (lege Wilson 1988: 24-25; Proulx 1973: 84-92). Además el trabajo de Beck (1979)
ha demostrado que en la Costa Norte ellos representan una tradición que se inicia por lo menos
en el Horizonte Temprano.
Finalmente, hay un informe que ha sido escrito por Claude Chauchat y Bertha Herrera y
que trata de "La presencia Moche Temprano en la Sección 1 de la Huaca del Sol..." En realidad
este trabajo no ha sido presentado al Coloquio, pero los editores con muy buen criterio - dada
su importancia- han decidido incluirlo en este libro.
La investigación fue iniciada por Chauchat en 1972 pero nunca fue publicada. El perfil
estratigráfico que él hiciera y analizara fue ampliado, para poder definir la secuencia
arquitectónica de Ja sección del monumento que ha sido denominada "Unidad B" (vide Chauchat
y Herrera en esta obra).
326 D. Bonavia y C. Campana
Se trata, a no dudarlo, de uno de los mej<?res análisis de secuencia arquitectón ica que se
han hecho hasta ahora en los monumentos mochicas.
OBRAS MENCIONADAS
BAWDEN, Garth
1994 "Nuevas formas de cerámica Moche V procedentes de Galindo, valle de Moche, Perú". En:
Moche: propuestas y perspectivas. Actas del Primer Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, 12 al 16 de abril de 1993), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores. Travaux de
l'Institute Fran<;ais d'Etudes Andines 79 : 207-221. Lima, Universidad de La Libertad -
Trujillo, Instituto Francés de Estudios Andinos y Asociación Peruana para el Fomento de
las Ciencias Sociales.
BECK, Colleen Marguerite
1979 Ancient Roads on the North Coast of Peru. Tesis doctorado. Department of Anthropology,
University of California. Berkeley.
BONAVIA, Duccio
1985 Mural Painting in Ancient Peru. Traducción de P. J. Lyon. Bloomington, Indiana University
Pres s.
1991 Perú, hombre e historia l. De los orígenes al siglo XVI. Lima, Ediciones EDUBANCO.
1996 Los Camélidos Sudamericanos. Una Introducción para a su estudio. Lima, IFEA, UPCH,
Conservation International.
LARCO HOYLE, Rafael
1948 Cronología arqueológica del norte del Perú. Biblioteca del Museo de Arqueología Rafael
Larco Herrera, Hacienda Chiclín. Buenos Aires, Sociedad Geográfica Americana. [Reimpreso
en: Arqueológicas 25. Lima, 2001].
PROULX, Donald A.
1973 Archaeological Investigations in the Nepeña Valley, Peru. Department of Anthropology,
Research Report 13. University of Massachussets. Amherst.
WILSON, David L.
1988 Prehispanic Settlement Patterns in the Lower Santa Va/ley, Perú: A Regional Perspective
on the Origins and Development of Complex North Coast Society. Smitsonian Series in
Archaeological Inquiry. Washington, D.C ., Smithsonian Institution Press.
EL SEGUNDO COLOQUIO SOBRE LA
CULTURA MOCHE: BALANCE Y
RECOMENDACIONES
Duccio Bonavia
En 1993 se realizó en Trujillo el "Primer Coloquio sobre la Cultura Moche" y sus resultados
se publicaron el año siguiente (vide Uceda y Mujica 1994). El "Segundo Coloquio sobre la
Cultura Moche" tuvo lugar en 1999 en la misma ciudad y los trabajos presentados están incluidos
en este libro.
Si se hace una comparación entre las ponencias que fueron presentadas en las dos
reuniones, se puede ver que en la segunda se han tratado algunos temas que en la primera no lo
fueron. Ellos son: el fenómeno urbano, la posibilidad de un origen exótico de la cultura Moche,
la zooarqueología relativa a esta cultura, la red de caminos y las relaciones entre la arquitectura,
las prácticas funerarias y la iconografía. Mientras que los temas que fueron expuestos en la
primera reunión y que no lo fueron en la segunda, son los aspectos tecnológicos, los orígenes
de la cultura Moche y el problema de la cultura Gallinazo.
Moche: hacia el final del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, 1 al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, T. II, págs. 327-335.
Lima, Universidad Nacional de Trujillo y Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
328 D. Bonavia
Las materias que fueron analizadas en ambas reuniones han sido las arquitectónicas, las
iconográficas, las de las prácticas funerarias, las de la organización social y las relativas a la
antropología física. Pero hay que señalar que mientras las referentes a las prácticas funerarias,
a la organización social y a la antropología física tuvieron la misma cantidad de intervenciones
en ambas, en la segunda hubo más que trataron los temas arquitectónicos e iconográficos.
Ahora bien, si se hace un cotejo en cuanto a la calidad de los trabajos, es evidente que en
la primera reunión se alcanzó un nivel más alto. Pues si bien es cierto que hay una sola
contribución que puede ser calificada de excelente, predominan las ponencias muy buenas,
quedando en tercer lugar en igualdad de condiciones las buenas y las regulares . En la segunda
reunión hay evidentemente dos contribuciones que son excelentes, pero en términos generales
predominan las que son buenas, le siguen en cantidad muy baja las muy buenas pero en esta
oportunidad hay algunas que son deficientes.
En esta compulsa es de interés tomar en cuenta que en las conclusiones del Primer Coloquio
se hicieron ciertas recomendaciones y es importante ver hasta qué punto ellas han sido
consideradas por los especialistas que se dedican al estudio de la cultura Moche. Nos parece
que hay cinco temas fundamentales que deben ser comentados. En primer lugar se propuso
que se debería incrementar el análisis de los patrones de asentamiento pero con excavaciones.
Algo de esto se ha hecho, pero casi no se ha trabajado en sitios rurales. Es fundamental, y lo
venimos reclamando desde hace muchos años. Pues la verdad es que si bien hoy hemos avanzado
mucho sobre el conocimiento de los centros religiosos y administrativos mochicas, el aspecto
de la vida común, campesina, nos es prácticamente desconocido.
En la primera reunión se vio que faltaba estudiar los caminos mochicas, elemento
importante para entender la estructura de relaciones no sólo entre los diferentes centros urbanos
administrativos, sino también entre éstos y las redes regionales rurales. Además, para poderse
dar cuenta si verdaderamente hubo un sistema integrado, como lo fue el incaico y antes el de
los huari, que unió un territorio que estaba bajo una organización política o si, como algunos
piensan, hubo diferentes regiones dentro de las cuales el manejo político, religioso y
administrativo fue diverso. O, y esta es otra posibilidad, si hubo algún tipo de entendimiento o
arreglo formal entre las distintas organizaciones regionales para permitir el intercambio de
bienes u otras acciones que desconocemos. Si bien es cierto que en el Segundo Coloquio se
presentó un trabajo sobre este tema, en él se han analizado ciertos aspectos concretos y referentes
sólo a los tiempos finales de Moche, de modo que éste sigue siendo un tema fundamental que
queda pendiente de estudio~
La arquitectura fue la cuarta preocupación que se hace evidente en las conclusiones del
Primer Coloquio. Allí se dice muy claramente algo sobre lo que ya hemos hecho referencia
indirectamente al tratar los patrones de asentamiento, pero sobre lo que hay que insistir dada
su importancia. Se ha enfatizado demasiado el estudio de la arquitectura monumental religioso-
Segundo coloquio sobre la cultura Moche: balance y recomendaciones 329
Un quinto tema sobre el que se hizo énfasis en la primera reunión, ha sido el tecnológico.
Y si bien es cierto que algo se ha adelantado con respecto a la cerámica, desafortunadamente
el estudio de todos los demás materiales últimamente ha sido completamente descuidado.
Sobre la metalurgia, por ejemplo, después de los excelentes aportes realizados por Heather
Lechtman poco o nada nuevo se ha hecho y absolutamente nada se ha adelantado sobre las
técnicas en el manejo de otros materiales como la madera, los textiles, la concha, la piedra y
tantos otros. Este es uno de los grandes vacíos de la investigación arqueológica de los últimos
tiempos y no sólo de la cultura Moche. Es indicador de lo que decimos, el hecho que en la
segunda reunión no se haya presentado ni un solo trabajo sobre esta materia.
Son ya muchos años que venimos diciendo que la cronología de Larco Hoyle de 1948
debe ser reajustada o cambiada (v.g. Bonavia 1991: 257). Es más, hay quienes sostienen (v.g.
Castillo y Donnan 1994) que hoy ya no se puede considerar al estilo Moche como una unidad
y que hubo más bien un desarrollo independiente de dos o más estilos Moche que serían los
resultados de sociedades organizadas en forma diferente. Si bien es cierto que en unos pocos
casos se ha demostrado, por las asociaciones, que algunas de las fases de Larco Hoy le coexisten,
aún no está claro si en realidad dichas asociaciones son primarias. Como tampoco están muy
claras las diferencias formales entre las nuevas variantes propuestas. Y la mejor prueba que el
problema está aún muy lejos de ser resuelto, es que hasta los más recalcitrantes defensores de
la posición que la vieja cronología de cinco fases debe ser cambiada, la siguen empleando
pues hasta ahora no se ha podido establecer otra mejor. Tan es así que a pesar que en el
Segundo Coloquio hay dos trabajos que tratan de introducir para el valle de Jequetepeque una
nueva secuencia de tres grandes períodos mochicas (es decir un Moche Temprano, Medio y
Tardío), ellos no han podido señalar claramente la definición de esta nueva sucesión estilística
con parámetros claros. Éste es otro tema de fundamental importancia que deben encarar los
especialistas dedicados al estudio de la cultura de los mochicas. Y quizá la razón por la que
aún el problema no se ha resuelto, es que hemos seguido trabajando casi exclusivamente con
contextos funerarios de las élites, lo que en parte hizo Larco Hoyle, cuando deberíamos mirar
más hacia los basurales de la vida diaria y entender mejor las secuencias de la cerámica utilitaria
y asociarla con la otra que en este momento conocemos mejor. Pero todo esto dentro de un
marco de estudio de patrones de asentamiento.
Nos parece, sin embargo, que hay algunas conclusiones importantes a las que se puede
llegar con respecto a esta segunda reunión. No cabe la menor duda que ciertos temas han sido
330 D. Bonavia
analizados con mayor profundidad que en el Coloquio anterior y probablemente los dos más
importantes son el de la urbanización y de la arquitectura. Creemos que es la primera vez que
se ha hecho (aunque el trabajo no está terminado) un intento de examinar cuidadosamente y de
entender el aspecto urbano de los mochicas, sobre todo demostrando el grado de complejidad
que alcanzaron. Antes teníamos una sola visión parcial de los grandes centro ceremoniales,
ahora el problema es mucho más complejo y nos lleva sin duda a la necesidad de un
replanteamiento teórico sobre el tema que es de gran importancia. Esto le da la razón a John
Rowe, quien en su trabajo seminal de 1963 indicó que la ciudades comenzaban a desarrollarse
en el Período Intermedio Temprano, sólo que en ese entonces no se conocía en la Costa Norte
ningún centro correspondiente a esta época que pudiera ser definido como ciudad (lege Rowe
1963: 10).
Hoy existe entre un grupo de especialistas -ya lo hemos señalado- la tendencia de tratar
de diferenciar dos áreas mochicas, separadas, y con características diferentes. Si bien ello fue
mencionado, aunque sólo superficialmente o incidentalmente en las discusiones del Coloquio,
en ningún trabajo ello es planteado concretamente. Los argumentos esgrimidos no son ni
concluyentes, ni claros y sería importante que los que mantienen esta posición la expliquen
con datos muy precisos en el próximo coloquio que se haga. Cr~emos que el factor limitante
en este asunto, es que se pretende establecer esta separación a base de los cambios estilísticos
de la cerámica. Es decir, a pesar de la crítica que se le hace a la secuencia que propuso Larco
Hoyle en 1948, se sigue empleando en el fondo la misma metodología. Este problema no
podrá ser resuelto hasta que no se haga un análisis completo de la cultura mochica. Es decir,
analizando el modo de vida de esta sociedad en el sentido más amplio del término.
El estudio del material funerario presentado al último Coloquio más que plantear soluciones
nos ha dejado muchos problemas. Dos de ellos nos parecen los fundamentales. En primer
lugar se ha demostrado que hay definitivamente fenómenos regionales difíciles de definir en
los términos actuales y que muestran diversificaciones inesperadas. Y, en segundo término,
Segundo coloq ui o sobre la cultura Moc he : balance y recomendac iones 331
que hay p ro blemas cronológicos que no son claros y que sin más pruebas se prestan a diversas
in terpretaciones .
Los nuevos estudios del monumento piramidal -trunco (in abstracto) como ente religioso
(¿y administrativo?) y su relación con el centro urb ano adyacente, nos llevan a una
reinterpretación del mismo tanto en su función como en su valor simbólico y se demuestra
cuán poco se conocía sobre este aspecto tan importante de la cultura mochica.
Hay que destacar, finalmente, dos aportes al Segundo Coloquio que en un caso por el
tema tratado y en el otro por su enfoque metodológico son importantes. El primero es el
estudio de tambos y caminos en los últimos tiempos mochicas, entre los valles sureños de
Santa y Chao. Este es un asunto de gran interés y que no ha sido estudiado con el detalle que
amerita. Se ha escrito mucho sobre los caminos incaicos, pero lo que no se ha hecho con
suficiente evidencia, es mostrar que éstos no han sido sino una tecnología mejorada de una
tradición que tiene raíces muy antiguas en el teITitorio andino. Y dentro de esta tradición, los
mochicas han jugado un rol muy importante. El primero que trató el tema in extenso ha sido
Larco Hoy le (2001 : 232-237). Pero la que señaló los antecedentes de estos caminos en el valle
de Moche y en sus alrededores ha sido Beck (1979). Este es un tema de cardinal importancia
para el entendimiento de todas las sociedades prehispánicas y en este caso de esencial interés
para entender la mochica. Es significativo, además, que los caminos estudiados corresponden
a los tiempos mochicas del Horizonte Medio en los territorios sureños de sus dominios . Este
es otro aspecto que no ha sido estudiado y no hay que olvidar que la evidencia de Moche V
hasta el valle de Huarmey es significativa (lege Bonavia 1982: 438-439).
332 D. Bonavia
La segunda contribución a la que nos hemos referido, es la que nos muestra la posibilidad
de relacionar la iconografía litúrgica con los contextos arquitectónico-ceremoniales de la Huaca
de la Luna. Los resultados nos parecen muy positivos y abren un camino nuevo e introducen
una metodología que debería ser aplicada a otros monumentos. Esto servirá no sólo para
controlar los datos de la Huaca de la Luna, sino para perfeccionar la metodología y quizá hasta
establecer algún tipo de patrones que vinculan la secuencia constructiva con las prácticas
religiosas y que hasta hoy no han sido muy claras.
Finalmente, hay una lección que debemos aprender de este Coloquio, y es que hemos
escuchado algunos trabajos (pocos en verdad) demasiado especula ti vos y en este sentido no
debemos olvidar que la arqueología es una ciencia.
Creemos que hay algunos comentarios más que se pueden añadir. En el Primer Coloquio
se hicieron dos recomendaciones que, a nuestra manera de ver, han sido muy importantes,
pero una no ha sido tomada en cuenta y la otra sólo parcialmente. La primera fue que se
debería instituir una ficha de registro estandarizada que deberían utilizar todos los investigadores.
Con eso no se quiere decir que cada uno no pueda añadir todos los datos que crea convenientes
para sus propios fines de estudio, sino que en la ficha esté la información fundamental de los
yacimientos y que ella pueda estar a disposición de todos los estudiosos. Ello evitaría la
duplicación de trabajo y permitiría, además, saber quién ha estudiado un sitio y dónde se
puede conseguir una referencia sobre el mismo. Nunca hemos podido entender por qué la
comunidad de arqueólogos no ha querido aceptar estas reglas y ello complica tremendamente
el trabajo y lleva a que muchas veces un mismo yacimiento tenga siglas diferentes y hasta
topónimos diversos que, en más de una oportunidad, ha creado errores o ha llevado a "nuevos
descubrimientos" que ya se habían hecho con anterioridad.
Hay que admitir que una gran parte de esta responsabilidad la tienen los organismos
estatales que controlan la labor arqueológica y que desconocen la legislación existente. Pues
con fecha 2 de noviembre de 1964 se expidió la Resolución Suprema Nº 1156, que hasta ahora
no ha sido derogada, y que no sólo obliga a todos los arqueólogos a utilizar un método de
nomenclatura para los yacimientos arqueológicos estudiados, sino que establece además que
el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia debe ser el depositario de dicho
material para que todos lo puedan utilizar. E incluso se comenzó a publicar la lista de sitios
que se tenía hasta ese entonces (Bonavia 1966). En uno de los artículos resolutivos de la
mencionada Resolución Suprema se dice específicamente: "Los arqueólogos nacionales y
extranjeros autorizados para trabajar en el territorio nacional ...al término de los trabajos,
entregarán una lista de los sitios arqueológicos numerados y descritos" (Bonavia 1996: 9) .
Eso es el espíritu de lo que en el fondo se propuso en el Primer Coloquio, pero que la comunidad
que estudia la cultura Moche no ha seguido.
La segunda recomendación del Primer Coloquio fue que los trabajos llevados a cabo se
deben publicar. Esto se ha puesto en práctica sólo parcialmente, pues hay que admitir que es
mucho el material inédito o en muchos casos la información está resumida en artículos cortos ,
siendo la excepción las monografías cuando debería ser exactamente al revés . Éste es uno de
los viejos males de la Arqueología Peruana y cuando se hace un balance de lo que se ha hecho
pero que no se ha publicado, el cuadro es pavoroso. Pues se trata de información que se pierde
para siempre.
·Segundo coloquio sobre la cultura Moche: balance y recomendaciones 333
No cabe la menor duda que si se mira el panorama de la arqueología mochica con una
perspectiva histórica desde los trabajos pioneros de Max Uhle y luego de Rafael Larco Hoyle
hasta la fecha, los adelantos han sido muy grandes. No es este el momento para un análisis de
esta naturaleza, pero sí es necesario decir algo con respecto a las investigaciones que se vienen
realizando en los últimos catorce años aproximadamente. Y es que ellas han tomado un sesgo
que nos parece no sólo peligroso, sino negativo para la arqueología mochica. Nos referimos a
dos tendencias que si bien tienen excepciones, siempre las hay, se han convertido un poco en los
sueños de los mochicólogos (si se nos permite el barbarismo).Y ellas son el estudio de los grandes
monumentos piramidales truncos y la excavación de las tumbas. Y muy a menudo el uno encubre
al otro, es decir el estudio del gran monumento no es sino el pretexto para buscar la gran tumba.
Y en esto hay que ser claros, el "síndrome de Sipán" (término que hemos escuchado durante el
último Coloquio en Trujillo y que no es invención nuestra) ha contagiado a demasiados.
Los efectos causados por este descubrimiento han creado en el imaginario popular una
distorsión con respecto a la función de la Arqueología. Ahora el común de la gente cree que un
arqueólogo se dedica a la búsqueda de tesoros y todos esperan de él nuevos descubrimientos
de idénticas magnitudes.
Pero la parte más grave del asunto es la propaganda que se hace con estos hallazgos. Estas
investigaciones deberían llevarse a cabo en la misma forma en la que se excava un basural o se
334 D. Bonavia
estudia una vivienda campesina. Es decir con sencillez, con discreción y con la seriedad que la
ciencia exige. Pues la propaganda desata ambiciones e intereses que tanto daño le han hecho a la
Arqueología Peruana, y cuya cadena se inicia con los huaqueros y termina en el mercado negro
de las antigüedades. Es de todos conocido como esta actividad clandestina ha aumentado en toda
la Costa Norte desde el hallazgo de Sipán y una parte de la responsabilidad de esto la tienen los
arqueólogos mismos por su manera de actuar. Más aún si se toma en cuenta que en el Perú el
Estado, que debería encargarse de la protección del patrimonio monumental, ni lo hace ni está en
la capacidad de hacerlo. De modo que los arqueólogos deben cooperar, en la mejor forma que es
posible en esta tarea, aunque ella no sea inherente a la profesión.
OBRAS MENCIONADAS
BAWDEN, Garth
1994 "N uevas formas de cerámica Moche V procedentes de Galindo, valle de Moche, Perú". En:
Moche: propuestas y perspectivas. Actas del Primer Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, 12 al 16 de abril de 1993), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores. Travaux de
l'lnstitute Franfais d'Etudes Andines 79: 207-221. Lima, Universidad de La Libertad -
Trujillo , Instituto Francés de Estudios And inos y Asociación Peruana para el Fomento de
las Ciencias Sociales.
BECK, Colleen Marguerite
1979 Ancient Roads on the North Coast of Peru. Tesis doctorado . Department of Anthropology,
University of California. Berkeley.
BONAVIA, Duccio (Recopilación y arreglos de)
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1994 Moche, Propuestas y Perspectivas. Lima. Universidad Nacional de La Libertad -Trujillo,
Instituto Francés de Estudios Andinos, Asociación Peruana para el Fomento de las Ciencias
Sociales.
LOS ESTUDIOS SOBRE MOCHE AL INICIO
DEL NUEVO MILENO
Han transcurrido tres años desde que en 1999 se realizó el Segundo Coloquio sobre la
Cultura Moche. Han sido tres años durante los cuales ha continuado el febril esfuerzo de los
diversos equipos de investigación, algunos de ellos trabajando desde hace varios años sobre
esta cultura y otros que recién han empezado. En este corto tiempo se ha acumulado una vasta
información, tanto empírica como de análisis sobre esta gran cultura de la costa norte del Perú.
En estas páginas finales, los editores del libro Moche: hacia el final del milenio queremos,
por un lado, poner a los lectores al tanto de estos nuevos esfuerzos, incluyendo algunas de las
investigaciones que no fueron presentadas y debatidas durante el evento. Por el otro, a partir
de lo que se ha investigado y se viene investigando, trataremos de plantear temas prioritarios
que podrían ser la base de una agenda para el siguiente Coloquio.
Vamos a presentar este resumen de los principales resultados logrados durante los últimos
años en orden geográfico, valle por valle, empezando por el norte y terminando por el sur del
territorio Mochica. En lugar de organizarlo por criterios temáticos o cronológicos, hemos
preferido esta forma de presentación por cuanto las investigaciones no cubren todos los temas
ni cronología en el territorio de estudio, y hubiese además duplicado algunos comentarios
hechos ya por Duccio Bonavia.
Moche: hacia elfinal del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, 1 al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, T. II, págs. 337-349.
Lima, Universidad Nacional de Trujillo y Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
338 S. Uceda y E. Mujica
En cuanto a los estudios de los fenómenos "catastrófi cos", éstos son sumamente
importantes , sin embargo conll evan a una serie de ri esgos si sólo se abordan apartit de model os
teóricos que desde el inicio otorgan a estos fenómenos la clave mágica que van a explicar los
eventos sociales o culturales. Este "determinismo catastrófico" fue en los años 70 uno de los
impedimentos para, por ejemplo, comprender mejor las evidencias que se recuperaron en la
planicie entre las Huacas del Sol y de la Luna, lo que conocemos el día de hoy como la
ocupación urbana de la ciudad Moche (véase Chapdelaine en este volumen). La sociedad
andina, desde sus orígenes, ha convivido con fenómenos naturales (terremotos, aluviones,
etc .). La pregunta que debemos hacernos es: ¿de qué modo estos eventos en particular,
descubiertos en el registro arqueológico, impactó en la sociedad? Cuando iniciamos nuestras
investigaciones en Huaca de la Luna observamos una serie de evidencias de la presencia de
varios episodios El Niño asociados a varios de los edificios superpuestos en este sitio. Como
manifestamos en esa ocasión (Uceda y Canziani 1993), dicha presencia no estaba indicando ni
un abandono ni la construcción de un nuevo edificio. En algunos casos sólo se efectuaron
simples reparaciones menores, en otras quizás por la amplitud del fenómeno se hicieron mayores
arreglos. Estos nos llevó a la conclusión que ningún fenómeno El Niño fue el causante directo
del abandono del sitio. Esta afirmación no se contradice con el hecho de que los efectos sociales
de estos eventos naturales estarán en estricta relación con la capacidad de la sociedad para dar
solución a estas crisis (una economía en bonanza, una elite políticamente fuerte, etc.). En caso
contrario, la falta de solución por la clase dirigente va a conllevar a un desprestigio no solamente
de ella sino de su sustento ideológico, que en el caso de la sociedad Moche es la religión .
340 S. Uceda y E. Mujica
Adicionalmente, las investigaciones realizadas por Donnan en Dos Cabezas abarcan otros
aspectos que tampoco fueron tocados en su ponencia durante el Segundo Coloquio. Uno de
ellos es la coexistencia de cerámica doméstica Virú o Gallinazo con la Moche, coexistencia
que es un tema en debate y que lamentablemente en el presente coloquio no fue abordado, más
por ausencia de trabajos que sistematicen las nuevas evidencias que por el interés de los
participantes. Como veremos más adelante, son asociaciones que igualmente están apareciendo
en otros sitios, y cruciales de abordar y resol ver porque tienen que ver con el proceso de
formación de lo Moche .
Otro tema no tocado en esta oportunidad por Donnan fue el de la arquitectura administrativa
o de elite, que se encuentra al lado oeste de la pirámide principal de Dos Cabezas. Se trata de
una arquitectura bien planificada construida de adobes y con enlucido pintado en color blanco .
Sobresale la presencia de corredores, escalinatas y un sistema de aterrazamientos donde se
construyeron ambientes amplios e intercomunicados . La presencia de estos dos elementos nos
permite proponer que existía un asentamiento urbano alrededor de las pirámides, aunque
desafortunadamente aún no se conoce ni su extensión ni la función que tuvieron. Dos áreas
adicionales del sitio fueron investigadas, referidas a asentamientos de pescadores y agricultores .
La calidad de arquitectura y la presencia de cerámica fina en el asentamiento de los pescadores,
nos llevaría a la suposición que este grupo de la sociedad Moche tuvo un mayor estatus y
privilegio que los agricultores. Este hecho se ve bien documentado en las sociedades tardías
de la costa norte, donde los pescadores y artesanos poseyeron un estatus bien definido y superior
a los agricultores. Por otro lado, en el asentamiento de pescadores se registraron cerámica del
estilo Gallinazo inciso; como ya hemos mencionado, sobre esta presencia del estilo Gallinazo
asociado a lo Moche volveremos más adelante.
En San José de Moro, a pocos kilómetros al norte del valle de Jequetepeque, las últimas
campañas de excavación conducidas por Luis Jaime Castillo han tenido la virtud de exponer
amplias superficies, permitiendo al equipo de la Pontificia Universidad Católica del Perú contar
con una excelente documentación de una arquitectura y espacios rituales que, con toda certitud,
Los estudi os so bre Moche a l in ic io del nuevo mileni o 341
deben estar ligados a Jos ceremoniales o rituales de los diferentes enterramientos o para
actividades de culto a Jos muertos o ancestros . Los nuevos datos obtenidos sobre los patrones
funerarios y secuencia ocupacional del sitio, no modifican, sustancialmente, Jos resultados
sobre estos temas que Castillo y Julio Rucabado presentan en sus contribuciones en este libro.
Más bien las amplían, sobre todo en lo que se refiere a un nuevo patrón funerario. Se trata de
las tumbas cuadradas pertenecientes al periodo Transicional (800 - 950 d.C.), una nueva
modalidad de tumbas que por primera vez se registran en Ja costa norte y que, según Luis
Jaime Castillo (comunicación personal), vienen a cubrir el vacío entre las ocupaciones Mochicas
y Lambayeque en el sitio.
El primer valle al sur de Ja Pampa de Paiján, el propuesto límite entre el territorio Moche
norteño y el Moche sureño, es el valle de Chicama. Desde hace varios años viene trabajando
en el complejo El Brujo - asociado al proyecto Cao Viejo que conducen Régulo Franco, César
Gálvez y Segundo Vásquez- , el arqueólogo norteamericano George Gummerman, quien aún
no ha dado a conocer sus resultados. Si bien tiene por interés central el estudio de la dieta, sus
excavaciones vienen mostrando un asentamiento urbano al sur de la Huaca Cao. De esta forma,
tendremos en el corto plazo no sólo información complementaria a la recuperada y publicada
por Franco, Gálvez y Vásquez en lo que al sector monumental se refiere, sino también
comparativa con aquella ya difundida sobre las Huacas del Sol y de la Luna en el valle de
Moche. Lamentablemente aún no podemos comparar los datos entre los sitios, ya que uno de
los problemas es que el área de estudio en Cao está fuertemente afectada por grandes pozos de
huaqueros que han destruido mucha de la información sobre la distribución espacial de Ja
arq uitectura urbana en el sitio.
Las investigaciones durante los últimos años en el complejo Huacas del Sol y de la Luna,
en el valle de Moche, han permitido definir mejor el nivel alto de la Plataforma I de la Huaca
de Ja Luna, permitiendo reconstruir Jos espacios arquitectónicos correspondientes a los edificios
B y C (penúltimo y ante penúltimo) . Un hallazgo sorprendente en esta área del sitio es la
presencia de un "altar" en la terraza de Ja esquina noreste y que da frente a Ja gran plaza del
templo (Plaza 1), constatándose una vez más la existencia real no sólo de Jos personajes sino
también de los elementos arquitectónicos que muestra la iconografía Moche (Uceda 2001).
Por otro lado, los trabajos de John Verano en la segunda área de sacrificio (Plaza 3c) han
brindado nuevos elementos de juicio para comprender este ritual Moche, pero también nos ha
mostrado que existen evidencias de dos tipos de sacrificios, uno ligado a la presencia de algún
evento de El Niño y otro a periodos normales; quizás estamos ante la presencia de dos
ceremoniales, uno para reponer el orden y el otro para mantenerlo. El tratamiento de los cuerpos
es diferente: para el caso de los sacrificados asociados a eventos de lluvia intensa, muchos
fueron descuartizados, golpeados con mazas en la cabeza, otros degollados y todos dejados
expuestos dentro del barro formado por las lluvias. En el segundo caso, Jos cuerpos presentan
huellas de degollamiento y descamamiento, y finalmente fueron colocados en unas fosas en
una sección de la Plaza 3c.
342 S. Uceda y E. Mujica
Finalmente, en el sector de viviendas en la planicie existente entre las dos huacas, durante
los dos últimos años se ha excavado el Conjunto Arquitectónico 35 (CA 35) en sus cuatro
últimos pisos ocupacionales, así como un área dentro del conjunto donde se encontraron varias
tumbas a manera de un espacio para un entierro familiar de varias generaciones . En lo que se
refiere al ámbito del urbanismo, partimos del supuesto que la trama urbana es el reflejo de la
presencia de un poder supra familiar, mientras que los cambios al interior de la residencia
refleja la condición social y económica de la familia que allí reside . De ahí la importancia de
estas excavaciones.
Conocíamos que en el CA 35 los tres últimos pisos están asociados a la cerámica Moche
IV y que las fechas del último piso son posteriores al 600 d.C. Nos quedaba la interrogante si
esta trama urbana no sería influencia Wari y que antes de esta influencia los Moche no conocieron
esta compleja trama urbana. Los resultados obtenidos indican que la trama urbana se mantiene
casi inalterada en su ordenamiento en los últimos siete pisos, donde los cuatro más antiguos
están asociados con la cerámica del estilo Moche III . Esto quiere decir que este complejo
sistema ya estaba implementado desde la fase estilística Moche III y que no fue establecida
por influencia Wari u otra civilización. Sin embargo, sí existen claras diferencias entre las
viviendas de estas dos fases estilísticas . Los ambientes son más grandes para las viviendas
asociadas a Moche III, y existe una menor variedad y cantidad de materiales asociados a estos
pisos que indican que sus habitantes no tuvieron una diversidad de acceso a recursos. Todo lo
contrario, los ambientes son más reducidos y más especializados para las viviendas asociadas
a la fase Moche IV. Adicionalmente, la mayor diversidad de recursos nos indica una mayor
especialización de las actividades en las residencias, así como un mayor acceso a diversos
tipos de recursos en estas épocas.
Por ahora es prematuro sacar mayores conclusiones sobre esta nueva información , habrá
que esperar los resultados de los análisis de los restos orgánicos y manufacturados recuperados,
Los es tudi os so bre Moche al in ici o de l nuevo mileni o 343
así como ampliar la muestra de nuestra investigación , pero en todo caso hay dos conclusiones
importantes: la primera es que la trama urbana se remonta por lo menos a Moche III, por lo
que debemos inferir que este urbanismo es propio y no producto de la influencia Wari; la
segunda conclusión es que durante la fase estilística Moche IV hay cambios sustanciales en el
uso del espacio, cambios ligados a una mayor especialización de los residentes del centro
urbano, si bien por el momento no tenemos una respuesta a lo que motivó este cambio operado
en el sitio.
En lo que se refiere al área de los entierros del Conjunto Arquitectónico 35, se han
exhumado más de 12 tumbas con una correcta correlación estratigráfica y con la presencia de
las variaciones estilísticas propuesta por Larca. Las tumbas con cerámica Moche IV se asocian
a los tres primeros pisos, las tumbas con la cerámica Moche III se asocian con los pisos 4 al 11,
y a partir del piso 12 se empezó a registrar fragmentos de cerámica Moche II, aunque ya no
asociada a tumbas. La diversidad y tipos de contextos de las tumbas, aún en estudio, presentan
más de un elemento de interés: presencia de esqueletos por debajo de los muros de las tumbas;
tumbas con nichos y cerámica con representaciones de divinidades ; ceramios con
representaciones de curanderas o sacerdotisas; y un doble entierro en posición sentada y las
piernas replegadas de un hombre y una mujer, donde el hombre llevaba un par de orejeras en
oro . Estos elementos nos indican, claramente, que los ocupantes del centro urbano pertenecían
a la elite Moche y que en ellos se concentró el poder. Estudios de ADN, a cargo del Dr. Ken-
ichi Shinoda, se encuentran en curso en Japón para tratar de entender desde la perspectiva de
los restos óseos humanos el parentesco, y por qué no la transmisión de la herencia o tenencia
de propiedad de las residencias dentro del centro urbano Moche.
También en el valle de Moche, a partir del año 2000, se ha vuelto a estudiar el sitio de
Galindo, esta vez por Gregory Lockard, alumno de Garth Bawden. El objetivo principal de su
investigación es estudiar el poder político de las elites de Galindo. Entre los objetivos específicos
está el estudio de la producción y distribución de los recursos económicos; el tipo de recursos
controlados por la elite; la función de los muros y murallas divisorias, así como de las
plataformas. Las primeras excavaciones han sido realizadas en estructuras con "cercaduras" y
en la plataforma B , con el objetivo de recuperar objetos y materiales que en el futuro permitan
establecer comparaciones entre los diversos componentes del sitio y en función a los objetivos
específicos antes mencionados.
En el valle de Virú, siguiendo hacia el sur, los trabajos de Steve Bourget en Huancaco han
proseguido, abarcando en la temporada 2001 el edificio V89, según el inventario de Willey. A
parte de estar definiendo un patrón arquitectónico muy complejo y mucho mejor conservado
de lo que a primera vista se pensaba, los materiales cerámicos encontrados presentan formas y
alfares que no tienen ninguna relación con la cerámica Moche y están más bien emparentados
con la cerámica Recuay y Gallinazo. En todo caso, todavía no podemos desechar que el sitio
fuera, en un determinado momento, el centro administrativo Moche cuando esta cultura se
344 S. Uceda y E. Mujica
instala en el valle, tal como fuera propuesto por Willey ( 1953 ). Estos resultados han llevado a
Jean-Frarn~ois Miller a iniciar excavaciones en el sitio de Santa Clara, para intentar localizar lo
que podría ser el núcleo administrativo Moche en este valle.
Desde 1999, el valle de Santa ha sido el objeto de las investigaciones del equipo canadiense
dirigido por Claude Chapdelaine. Durante los primeros años concentraron sus trabajos en
reevaluar los sitios registrados por Wilson ( 1988), para establecer una estrategia de intervención.
De esta evaluación se pudo observar que el pequeño valle de Lacramarca empieza a ocuparse
durante la época Moche. Se construye un canal que toma aguas del río Santa e incorpora a la
agricultura las tierras del Lacramarca. Junto con esta ampliación agrícola se registra la presencia
de varios centros poblados mochicas, a toda evidencia ligados a la explotación agrícola. El
sitio Hacienda San José es un asentamiento de casi 26 hectáreas, lo que le convierte en un sitio
muy amplio con relación a otros del valle de Santa.
Por último, los valles del extremo sur del territorio Moche no han tenido investigaciones
durante los últimos años en lo que se refiere a la problemática Moche, siendo otro de Jos
grandes vacíos existentes.
REFLEXIONES FINALES
Para culminar este breve resumen del estado de las investigaciones sobre lo Moche en
la costa norte peruana al inicio del nuevo milenio, creemos que es necesario hacer algunas
Los estudios sobre Moche al inicio del nuevo milenio 345
reflexiones finales tomando en cuenta las recientes investigaciones que acabamos de describir,
reflexiones que podrán ayudar a diseñar la agenda para el Tercer Coloquio en los próximos
años.
Además de la necesidad de conocer con mayor precisión los "límites" del territorio Moche,
este tipo de trabajos -que deben incluir aquellas zonas que por ahora están fuera de lo que
consideramos el territorio Moche, como por ejemplo Casma y Huarmey en el sur- nos
permitirían también abordar un conjunto de aspectos sobre los cuales exis~en grandes vacíos,
como son por ejemplo las relaciones que debieron haber existido con las sociedades de los
territorios costeños y serranos colindantes. El trabajo que Alana Cordy-Collins presenta en
ese volumen, es un ejemplo del tipo de problemas que vienen siendo planteados y que
demuestran la necesidad de máyores investigaciones en las fronteras para entender las relaciones
que existieron entre los Moche y las sociedades del extremo norte peruano y sur del Ecuador.
Por otro lado, los estudios de las regiones fronterizas podrían ser los más adecuados
para entender los procesos de penetración y conquista de un estado expansionista, como fue
el Moche. Este tipo de procesos son por lo general difíciles de entender en el territorio nuclear
-que también tuvo su propio proceso de expansión y conquista previo- ya que, en la medida
en que la ocupación Moche fue más intensa y prolongada aquí, una cierta uniformidad de
manifestaciones culturales moche aparecerán en el registro arqueológico dificultando la
comprensión del proceso en sí.
No podemos, igualmente, obviar las relaciones de los Moche con las sociedades serranas.
Si bien comienzan a aparecer evidencias de relaciones a partir de la iconografía, y algo de la
presencia de restos materiales Cajamarca y Recua y en la costa, es poco Jo que se ha investigado
de forma sistemática. En un mundo como el Andino, donde las relaciones costa-sierra y el
aprovechamiento complementario de recursos es un patrón ya bastante bien definido, es
realmente ínfimo lo que sabemos sobre el tipo de relaciones que se dieron durante los.primeros
cinco o seis siglos de nuestra era, si bien sabemos que antes de los Moche existían relaciones
entre Cajamarca y la costa como se ha demostrado por la presencia de cerámica Layzón en
sitios como Piedra Molina en el valle de Chicama y Cerro Arena en el de Moche (Mujica
1984).
346 S. Uceda y E. Mujica
Un segundo aspecto sobre el que debemos reflexionar es que los proyectos arqueológicos
por lo general se han centrado más en el estudio de sitios específicos que en la relación de ellos
con la ocupación circundante a nivel valle o intravalle.
Si duda tiene grandes ventajas realizar estudios en profundidad en sitios específicos. Por
primera vez en la arqueología Moche empezamos a tener mejores caracterizaciones de sitios y
secuencias internas bastante sólidas para algunos de ellos, como es el caso de Sipán
(Lambayeque), San José de Moro y Dos Cabezas (Jequetepeque), Cao Viejo (Chicama), Huaca
de la Luna (valle de Moche), Huancaco (Virú) y El Castillo de Santa (valle de Santa). Pero, si
bien estas secuencias nos permiten ahora hacer comparaciones más sólidas y con contextos
claramente definidos, el que sólo conozcamos en mayor profundidad pocos sitios dentro de un
mismo valle no permite una interpretación de la dinámica de la sociedad entre sus diversos
componentes de asentamientos, incluso al interior de un mismo valle. Esta desventaja no nos
permite una visiqn integral del fenómeno Moche, tarea que queda aún por hacer en los próximos
años para lo cual debemos fomentar trabajos en mayor cantidad de sitios dentro de un mismo
valle, con especial énfasis en los asentamientos rurales que sigue siendo una deuda que
arrastramos desde el Primer Coloquio.
Efectivamente, el tema de los asentamientos rurales sigue siendo de alta prioridad para
una mejor comprensión de lo Moche. Si bien algo se ha avanzado, como el trabajo de
Gumermman y Briceño en la parte media del valle de Moche que se publica en este volumen ,
o aquellos de Rosas en Chepén mencionado con anterioridad; seguimos teniendo una visión
demasiado fragmentada de la sociedad Moche construida principalmente a partir de lo funerario
y lo monumental. Este aspecto ha sido ya mencionado en las conclusiones del Primer Coloquio,
Bonavia lo vuelve a mencionar en esta oportunidad, sin embargo debemos insistir en ello.
Otro aspecto que se perfila como una comprobación cada vez más sustentable es que la
secuencia de Larco funciona bien, en primer término, para el territorio mochica sureño, aunque
estas fases estilísticas no tienen un valor cronológico absoluto en todo el territorio, ni todos los
sitios presentan la secuencia completa. Por ejemplo, en las Huacas del Sol y de la Luna todavía
no se ha registrado la presencia Moche 1, aún en sectores donde las excavaciones han alcanzado
los niveles estériles . De igual manera, tampoco hay una presencia sólida de la fase Moche V,
salvo algunos ceramios que aparecen en tumbas con una mayoría de vasos Moche IV. En otros
casos la presencia de ceramios del estilo Moche 11/111 se encuentra en estructuras que
corresponden al último edificio en Huaca de la Luna, que ha sido fechado entre 420 a 61 Od.C.
en fechas calibradas.
Por otro lado, si las fechas obtenidas en las Huacas de Moche para las últimas ocupaciones
del área de viviendas son correctas, como todo parece indicarlo, los moche continuaron viviendo
Los estudios sobre Moche al inicio del nuevo mi lenio 347
en el siti o has ta final es del sigl o IX, cuando aún se continuaba produciendo cerámica M oche
IV. Es to significa que, en el caso concreto de la Huac a de la Lun a, tendríamos que el estilo
Moche IV tuvo un a duración de cas i cuatrocientos años , y que este estilo, en ciertos casos,
convivió con otros más antiguos. En suma, tenemos la certeza que los estilos si bien presentan
una secuencia, ellos no tienen un valor cronológico absoluto y en ciertos contextos dos fases
estilísticas pueden coexistir.
Algo parecido sucede en el sitio de Dos Cabezas. Se trata de la fe cha de alrededor del
500 d.C. obtenida por Donnan (comunicación personal 2002), para una de las tumbas con
cerámica del estilo Moche l. Varias posib les explicaciones pueden darse: en principio, la fecha
puede ser incorrecta, cosa que al parecer no es el caso; otra posibilidad es que en el sitio, al
igual que en Huaca de la Luna con el estilo Moche IV, en Dos Cabezas se siguió produciendo
ceramios del estilo Moche I por más de cinco siglos, cuando en otros sitios por esa misma
época se producía ceramios de las fases III o IV.
Sea cual sea el caso, lo que es obvio es que si bien la secuencia estilística de Larco nos
permite una forma de ordenamiento cronológico relativo, no nos permite ver con meridiana
claridad los procesos históricos. Debemos fomentar investigaciones encaminadas a concatenar
ambas líneas de trabajo.
Otro gran tema de la agenda, y que señaláramos al resumir los nuevos trabajos en Dos
Cabezas , es la presencia de la cerámica sencilla del estilo Gallinazo inciso junto con cerámica
fina de elite Moche aún para el periodo Moche tardío . Ya en el primer coloquio Shimada y
Maguiña ( 1994) señalaron esta presencia en varios sitios estudiados en la región de Lambayeque,
incluyendo en el sitio de Pampa Grande. En otros sitios como Huaca de la Luna (véase en este
volumen la contribución de Tello y colaboradores), esta asociación es recurrente , y algo similar
está ocurriendo con los trabajos de Chapdel aine en el valle de Santa.
348 S. Uceda y E. Mujica
La propuesta de Shimada de que se puede tratar de grupos Gallinazo dominados por los
Moche, si bien atrayente, no explica todos los aspectos que conlleva este hecho. En principio,
esta cerámica no es una cerámica que se debe asociar a un estilo de la elite Gallinazo, sino más
bien a estilo y formas domésticas. En este sentido, es harto conocido que los estilos domésticos
son de más lento cambio y a ello hay que sumarle que se trata de una misma población rural
que continuó existiendo cuando se operaron diversos modos de patrones sociales y políticos
en las elites dominantes. Son estas elites las que crean formas estilísticas que los arqueólogos
vamos a designarles como culturas, pues se trata de formas que reflejan las nuevas formas de
vida, y gobierno de la elite en un tiempo o un espacio determinado . Será, pues, prudente
revisar críticamente este punto antes de dar por sentado modelos teóricos que nos lleven a
desviarnos de una explicación más coherente y sencilla.
En todo caso, un tema sobre el que casi no se ha avanzado, y que está directamente
relacionado con el párrafo anterior, es el asunto de los antecedentes y "orígenes" de lo Moche.
Uno de los grandes avances del Segundo Coloquio ha sido el del "fin" o transición del Moche
tardío, y esperamos que en el Tercer Coloquio se dedique una sesión especialmente a discutir
el inicio del proceso. Y no sólo al tema de lo Gallinazo, sino al del estilo Virú e incluso del
Salinar para los valles del Moche sureño.
COLOFÓN
Hemos señalado en los pánafos anteriores lo que consideramos son los temas prioritarios
por investigar. Sin duda hay muchos más, pero éstos tienen la ventaja de contar con algo de
información y equipos de investigadores que ya vienen abordándolos con mayor o menor
intensidad.
El estado de las investigaciones sobre la cultura Moche al inicio del nuevo milenio exige
que el próximo Coloquio deba tener un nuevo giro. En lugar de una convocatoria amplia y
multitemática, tal vez debería darse un espacio importante a una agenda de discusión temática
más puntual, como la señalada, además de otras sesiones para seguir compartiendo los avances
de las investigaciones en otros temas. Sería una forma de avanzar de forma más ordenada en
nuestros esfuerzos por un mejor entendimiento de lo Moche.
Los estudios sobre Moche al inicio del nuevo milenio 349
BIBLIOGRAFÍA
Santiago Uceda
Elías Mujica
Francisco Seoane
NOTA INTRODUCTORIA
En la publicación de las Actas del Primer Coloquio sobre la Cultura Moche, incluimos al
final del libro tanto la compilación de las referencias bibliográficas citadas en las distintas
contribuciones, como la bibliografía-bastante incompleta hay que reconocerlo- que sobre los
Moche se había publicado hasta 1994. En esta ocasión los editores de las Actas del Segundo
Coloquio sobre la Cultura Moche hemos decidido, a solicitud de los autores, publicar las
diferentes contribuciones con sus respectivas bibliografías, e incluir al final del libro una
bibliografía exclusiva sobre los Moche.
Sin duda esta bibliografía no cubre todo el espectro de publicaciones que sobre los Moche
existe en todos los idiomas y países, pero es una base inicial que debe ser de gran utilidad para
quienes deseen empezar sus pesquisas sobre la sociedad Moche.
Moche: hacia el final del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche
(Trujillo, l al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, T. II, págs. 353-427.
Lima, Universidad Nacional de Trujillo y Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
354 S. Uceda, E. Mujica y F. Seoane
generales donde tan sólo se menciona brevemente esta cultura; del mismo modo, no hemos
incluido las ponencias y manuscritos no publicados. Por otro lado, hemos dado mayor énfasis
a las publicaciones en revistas especializadas, tanto reconocidas internacionalmente como
aquellas publicaciones locales de corto tiraje, referencias muchas veces totalmente desconocidas
para un publico más amplio. Las obras individuales o colectivas, productos de simposios,
conferencias, entre otras, forman así mismo parte de esta bibliografía. Finalmente, hemos
incluido las tesis e informes de prácticas pre profesionales (tesinas) que tocan algún aspecto
de la sociedad Moche.
Posiblemente la relación de tesis de pre grado sea la menos incompleta en esta bibliografía.
Durante los últimos años ha existido un alto interés entre estudiantes de diversas universidades
nacionales y extrajeras sobre diversos aspectos de los Moche, gracias sobre todo a que durante
la última década se vienen ejecutando dos grandes proyectos en Huaca de la Luna y Huaca
Cao Viejo, además de los diferentes proyectos nacionales y extranjeros en los diversos valles.
Debido a que el registro de este tipo de referencias se ha circunscrito un poco al entorno de las
universidades de los colegas que trabajan en estos proyectos, difundir su existencia en estas
páginas será de gran utilidad para un público más amplio.
Esta nueva versión de la bibliografía general Moche será puesta a disposición, luego de
la publicación de las Actas del Segundo Coloquio, en una página Web. Nuestra intención es
que ella sirva de ayuda a los investigadores y estudiantes, pero también de darle una amplia
difusión para que nuestros colegas nos envíen sus correcciones y aquellas referencias que
hayamos omitido, con la finalidad de completar, lo más ampliamente posible, esta base de
datos bibliográfica. En un futuro cercano se tendrá que publicar esta bibliografía general
agregando un índice onomástico, patronímico, temático y geográfico. De este modo se convertirá
en una herramienta bibliográfica para todo tipo de usuario.
Los autores de esta recopilación queremos agradecer a todos los colegas que nos han
brindado su apoyo para ampliar y realizar algunas correcciones a esta segunda versión de la
bibliografía general Moche.
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ÍNDICE GENERAL
TOMOI
PRESENTACIÓN 9
Primera Parte
NUEVAS INVESTIGACIONES
1/
El periodo Transicional en San José de Moro
Julio Rucabado y Luis Jaime Castillo 15
21
Tumbas con entierros en miniatura: un nuevo tipo funerario Moche
Christopher Donnan 43
31
Secuencia y cambios en los materiales y técnicas constructivas de la Huaca
Cao Viejo, complejo El Brujo
César Gálvez, Antonio Murga, Denis Vargas y Hugo Ríos 79
41
La arquitectura residencial y la subsistencia de los habitantes del sitio de Moche :
evidencia recuperada por el proyecto Chan Chan - Valle de Moche
Shelia Pozorski y Thomas Powrski 119
5/
Prácticas funerarias Moche en el complejo arqueológico Huacas del Sol y de la Luna
Ricardo Tello, José Armas y Claude Chapdelaine 151
61
La presencia Moche temprano en la Sección 1 de la Huaca del Sol, valle de Moche
Claude Chauchat y Bertha Herrera 189
7/
Santa Rosa - Quirihuac y Ciudad de Dios : asentamientos rurales en la parte media
del valle de Moche
George Gumerman y Jesús Briceño 217
8/
Somos diferentes: dinámica ocupacional del sitio Castillo de Huancaco, valle de Virú
Steve Bourget 245
91
Evidencias Moche V en tambos y caminos entre los valles de Santa y Chao, Perú
Víctor Pimentel y María Isabel Paredes 269
Segunda Parte
ICONOGRAFÍA E IDEOLOGÍA
10 /
Templo de la escalera y ola y la hora del sacrificio humano
Edward de Bock 307
11/
La Luna sobre los Andes: una revisión del animal lunar
Carol Mackey y Melissa Vogel 325
12 /
La deidad suprema en la iconografía Mochica: ¿cómo definirla?
Krzysztof Makowski 343
13 /
Aproximaciones al calendario ceremonial Mochica del complejo El Brujo,
valle Chicama
Régulo Franco y Juan Vilela 383
14 /
Iconografía litúrgica y contexto arquitectónico en Huaca de la Luna,
valle de Moche
Ricardo Morales Gamarra 425
15 /
Cambios de temas y moti vos en la cerámica Moche
Elizabeth Benson 477
PRESENTACIÓN 9
Tercera Parte
ANÁLISIS E INTERPRETACIONES
16 /
Avances en la bioantropología de los Moche
John W Verano 15
17 /
Zooarqueología de la zona urbana Moche, complejo Huacas del Sol y de la Luna,
valle de Moche
Víctor Vásquez, Teresa Rosales, Arturo Morales y Eufrasia Roselló 33
18 /
Los últimos mochicas en Jequetepeque
Luis Jaime Castillo 65
19 /
Modelos, función y cronología de la Huaca Cao Viejo, complejo El Brujo
Régulo Franco, César Gálvez y Segundo Vásquez 125
20 /
El complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna: una
aproximación a su dinámica ocupacional
Santiago Uceda y Moisés Tufinio 179
21/
El mundo Moche al empezar el siglo VIII: transiciones e influencias
Alana Cordy-Collins 229
22 /
La ciudad de Moche: urbanismo y estado
Claude Chapdelaine 247
23 /
Estado y ciudad: revisión de la teoría sobre la sociedad Moche
José Canziani 287
REFLEXIONES FINALES