Grafias de Eros Historia Genero e Identi
Grafias de Eros Historia Genero e Identi
Grafias de Eros Historia Genero e Identi
Raúl Giordano
Graciela Graham (dirección)
María Teresa López
Julio César Ravizza
Grafías de Eros
Historia} género
e identidades sexuales
~ \
\
\,
J. Allouch
D. Halperin
J. Butler
E. K. Sedwick
H.Abelove
el. Lévi-Strauss
J. Matlock
M-J.Bonnet
Edelp
EDICIONES DE LA ECOLE LACANIENNE DE PSYCHANALYSE
Tapa: Eros Alado (mármol del siglo IV a.c.).
Museo de Nápoles, Italia.
Fotografías: Leticia GÓmez.
Armado de interior y tapa: Christian Rovner.
Producción grárica: aguafuerte SRL.
© 2000, Edelp
Ediciones de la école lacanniene de psychanalyse
Castex 3365,1 0 "C"
(i425) Buenos Aires.
Te!. 4804-6785
Impreso en la Argentina
Prillted in Argentina
Advertencia
9
y también agradecemos a J ann Matlock por su interés y su volun-
taria participación para hacer posible, con sus consejos, la traduc-
ción de su texto: "¿Y si la Sexualidad no tuviera un porvenir?"
Gracias es lo que le decimos a la editorial Dissent que publicó
originalmente el trabajo "Freud, Macho Homosexualidad, en los
Americanos" de Henry Abelove. Dissent nos contactó desintere-
sadamente con el autor y éste accedió voluntariamente y con gran
entusiasmo a que su trabajo integrara esta compilación, que fue
extraído de la publ icación en 1993 por Routledge en: The Gay
And Lesbian Studies.
Agradecemos a Jcan Allouch quien luego de dictar su confe-
rencia en la Universidad de Córdoba, aceptó que su texto "Cuan-
do el falo falta ... ", fuera parte de este proyecto.
Finalmente nuestro reconocimiento para todos aquellos que
desinteresadamente colaboraron en el trabajo de traducción: Diego
Luis Cordón, Elbio Raúl Degracia, Sofía Giordano, Mercedes
Lopez de Remondino y Aída Susana Tapia. Nuestro agradecimien-
to a Mariano Serrichio por sus consejos y correcciones de los
textos traducidos del inglés.
Presentación
La sexualidad femenina
y el origen de la sociedad *
13
Claude Lévi-SI rauss
---------------------
nan de la misma manera que esos pensadores del siglo pasado,
apasionados por el evolucionismo, se Ingeniaban para ordenar en
series unilineales las instituciones y costumbres observadas en el
mundo. Partiendo del postulado de que nuestra civilización era la
más compleja y evolucionada, veían en las instituciones de los
pueblos llamados primitivos una imagen de aquellas que pudie-
ron existir a comienzos de la humanidad. Y como el mundo occi-
dental está regido por el derecho paterno, concluían que los pue-
blos salvajes debían haber conocido, e incluso conocían a veces,
un derecho radicalmente opuesto.
Los progresos de la observación etnográfica dieron por termi-
nadas las ilusiones del matriarcado, lo que por un tiempo se creyó
definitivo. Se advirtió que, tanto en un régimen de derecho mater-
no, como en un régimen de derecho paterno, la autoridad pertene-
ce a los hombres. La única diferencia es que en un caso, la autori-
dad es ejercida por los hermanos de las madres y en el otro, por
sus maridos.
Bajo la influencia de los movimientos feministas y de lo que
en Estados Unidos se denomina los gender studies --estudios so-
bre el rol atribuido a las diferencias entre los sexos en la vida de
las sociedades-, hipótesis de inspiración matriarcal retoman con
más fuerza. Pero se fundan en un argumento muy diferente, y
mucho más ambicioso. Al realizar el salto definitivo de la natura-
leza a la cultura, la humanidad se separó de la animalidad, y así
surgieron las sociedades humanas_ Ahora bien, este salto consti-
tuiría un misterio si no se pudiera designar talo cual capacidad
distintiva de la especie humana desde donde hubiera tomado vue-
lo. Ya se conocían dos capacidades: la fabricación de instrumen-
tos y el lenguaje articulado. Se propone ahora una tercera que
pretende ser muy superior, ya que sin detenerse en las facultades
intelectuales que las dos primeras presuponen, esta reside en lo
más profundo de la vida orgánica. La aparición de la cultura ya no
sería un misterio, tendría sus raÍCes en la fisiología.
La sexualidad femenina y el origen de la sociedad ___. _. _____ .
---
I ~
Llaudé Lévi-Strauss
----------- --------------------
riosa la vigilancia ejercida sobre ellas por sus mm-idos. Los que
no eran siempre los mejores procreadores, de ese modo el interés
de la especie procuró que las mujeres pudieran acrecentar sus
posibilidades de ser fecundadas por otros machos.
Clavt~ elel casamiento monógamo en un caso, solución pm-a
sus inconvenientes en el otro, he aquí dos teorías que dan inter-
pretaciones radicalmente opuestas de un mismo fenómeno. En
una revista científica francesa (pues las ideas provenientes del
otro lado del Atlántico también tienen influencia en nosotros),
recogí una tercer teoría no menos fantasiosa. La pérdida del estro
sería el origen de la prohibición del incesto, del que se sabe que
bajo diversos modos, es prácticamente universal en las socieda-
des humanas. Se afirma que la pérdida del estro y la disponibili-
dad constante que de él resulta, habría atraído demasiados hom-
bres hacia cada mujer. El orden social y la estabilidad de la fami-
lia hubiesen estado comprometidos si, con la prohibición del in-
cesto, no se hubiera vuelto cada mujer inaccecible para los que,
por el hecho de compartir una vida doméstica, eran los más ex-
puestos a la tcntación.
No se explica cómo en las sociedades más pequeñas, la prohi-
bición del incesto habría protegido a las mujeres, vueltas más
deseables por la ausencia del estro, a un "comercio sexual gene-
ralizado" con todos los otros machos que ellas frecuentan
cotidianamente aún cuando fueran parientes cercanos. Los
sostenedores de esta teoría parecen inconscientes; sobre todo por
el hecho de que, de una manera tan plausible (más bien podría
decirse es poco verosímil) se pudo sostener la teoría exactamente
Inversa.
Ellos nos decían que la desaparición del estro amenazaba la
paz familiar y que se debió instaurar la prohibición del incesto
para prevenirla. Ahora bien, según otros autores la existencia del
Lstro snía por el contrario, lo ql1ese revelaría incompatible con
la vida ~1\Lla. CU<lmh) los humanos comenzaron a formar verda-
_ _ _ _ _ _-=L~asexlhd tememna y el origen de la .sUClcdJ_~ _ _ _ _ _ __
17
Claudc Lévi-Strauss
18
_ _ _ _ _ _L._a_se_x_u_al_idad femenina LcI origen de la sociedad ____________ _
.JO
David M. Halperin
21
David M. Halp_e_rin_ _ _ _ _ _ _ _ __
¿Es con-ecto lo que dice Foucault? Creo que lo es, pero tam-
bién creo que se requiere algo más para establecer la historicidad
de la sexualidad que el mero peso de la autoridad de FOllcault.
Ciertamente, gran parte del trabajo, conceptual y empírico, ya ha
sido hecho para sostener las intuiciones fundamentales de Foucault
y para llevar adelante el proyecto historicista al cual él hizo pro-
gresar6 . Pero mucho más se necesita para llevarlo a cabo, si esta-
mos inmersos en los contornos de la pintura que Foucault apenas
bosquejó -apresurada e inadecuadamente, siendo el primero en
admitirl0 7- y si queremos demostrar que la sexualidad es, como
él lo reclamaba, una producción únicamente moderna.
El estudio de la antigüedad clásica tiene que jugar un rol espe-
cial en esta empresa histórica. El intervalo de tiempo que separa
al mundo antiguo del moderno, abarca cambios culturales de tal
magnitud que los contrastes a los que da lugar no pueden dejar de
chocar con cualquiera que esté al acecho de ellos. El estudioso de
la antigüedad clásica está confrontado inevitablemente con el
antiguo registro, por un radical y poco familiar juego de valores,
conductas y prácticas sociales, por modos de organizar y articular
la experiencia que desafían las nociones modernas acerca de cómo
es la vida, y que cuestionan la supuesta universalidad de la "natu-
raleza humana" tal como habitualmente la entendemos. No sólo
esta distancia histórica nos permite ver las convenciones sociales
y sexuales antiguas con una particular agudeza; también nos po-
sibilita poner más claramente a la luz la dimensión ideológica, el
¿Hay una historia_de la sexualidad?
-~
2·\
i Hay una historia de la sexualidad?
25
David M. Halperin
2B
¿Hay una historia de la sexualidad?
29
David M. Halperin
30
'H-,ay
_ _ _ _ _ _ _--,l__ una historia de la sexuaJi~? _ _ .______ ._. __ _
pula que "no será lícito para Philisco (el probable marido) llevar
a. la casa otra mujer además de Apolonia o tener una concubina o
un muchacho-amante, , ,"25 La posibilidad de que el marido pu-
diese pensar durante el matrimonio en instalar una casa con su
novio evidentemente figuraba COIllO UIlO de los potenciales desas-
tres domésticos que una novia prudente debería anticipar y saber
indemnizarse contra ello, Una expectativa similar es articulada
en un contexto completamente diFerente por Dio ChrysosLom, un
motalizador orador griego de finales del Siglo 1 d, C. En un dis-
curso denunciando la moral corrupta de la vida de la ciudad, Dio
asegura que aún las Illujeres respetahles son tan fiíciles de seducir
hoy en día, que los hombres pronto se aburrirán de ellas y Jirigi-
rán su atención hacia los muchachos, así como los adictos van
desde el vino hacia las drogas duras (7,150-152), De acuerdo con
Dio, entonces, la pederastia no es sencillamente lo segundo en
ünportancia; no es "causada", tal como muchos historiadores
modernos del antiguo Mediterráneo parecen creer, por el su pues-
tB aislamiento de las mujeres, por la práctica (era más probable-
'mente un ideal) de encerrarlas en las habitaciones illteriores de
las casas de sus padres o de sus maridos, y por consiguiente pre-
viniéndolas de servir como blancos sexuales para los hombres
;~dultos. En la fantasía de Dio, por lo menos, la pederastia surge
fíO de la insuficiencia, sino de la superabundancia de mujeres
~exualmnt disponibles; como lo más fácil es tener sexo con
'mujeres, según su parecer, el sexo con mujeres se vuelve menos
'deseable, y los hombres buscan el placer sexual con los mucha-
ochos. Los estudiosos a veces describen la formación cultural sub-
yacente a esta aparente negativa de los hombres griegos para dis-
criminar categóricamente entre objetos sexuales sobre la base del
's~xo anatómico como una biscxualidad de penctración 16 o --aún
iilás misteriosamente- como una heterosexual idad ind i rcrcn!e res-
¡'pecto de su objeto 27 Crco quc sería más prudcnte no hablar de
'~sto como de una sexualidad, silla más bicn describirla COIllO un
David M. Halperin ._ _ _ _ _ _ _ _ _ __
\'
" ¡Hay una .historia de la sexualidad?
:C-C,., ó:-,----------"---'-
1,
33
David M. Halperin
,~:
y también ciertos gustos o inclinaciones sexuales, pero no había
aparato conceptual disponible para identificar la orientación sexual
fija y determinada ele una persona, y mucho menos para evaluarla
y c1asificarla'¡¡ Que seres humanos difieran, a menudo marcada-
mente, tillOS de otros en sus gustos sexuales.de maneras muy di-
versas (incluyendo la elección de objeto), es una observación irre-
pwchable y verdaderamente antigu~2: el Aristófanes de Platón
inventa un mito para explicar porqué algunos hombres parecen
mujeres, porqué algunos hombres parecen muchachos, porqué
algunas mujeres parecen hombres, y porqué algunas mujeres pa-
recen mujeres (El Banquete 189c-193d). Pero no es evidente in-
mediatamente que los modelos de elección del objeto sexual sean
por su naturaleza más reveladores del temperamento de los seres
humanos individuales, más determinantes y significativos de la
identidad personal que, por ejemplo, los modelos de elección del
objeto alimentario n Y sin embargo, nunca se nos ocurriría refe-
rirnos a las preferencias alimentarias de una persona como algo
innato, como una disposición caracterológica 44 , para ver en su
preferencia marcada e invariable por la carne blanca del pollo el
síntoma ue una profunda orientación psicofísica, llevándonos a
identificarlo en contextos lo bastante alejados del de la comida
como, digamos, un "pectorífago" O un "pechóvoro"* Debería-
mos éstar dispuestos a illvestigar más profundamente, haciendo
mejores discriminaciones según si una predilección individual por
las pechugas de pollo se expresa en una tendencia a comerlas
rápida o lentamente, rara vez o a menudo, solo o acompañado,
bajo circunstancias normales o sólo en períodos de gran estrés,
con una conciencia cIara o culpable ("pectorifagia ego-distónca'~),
originada en la temprana infancia o en un trauma gastronómico
36
)fu€;m~ ¡Hay una historia de la sexualidad?
~inñ;r" .' .
~fsI9:n la adolescencia. Si tales cuestiones se nos ocurrieran,
nR~P"qr, eso volveríamos a las disciplinas académicas de anatomía,
.J I ~
he-Mo\ogía, \I.J , ..
psicología clínica, genética o sociobiología, con la es-
p.~i;ma de obtener una clara solución causal de ellas_ Eso es por-
~,¡l{) consideramos que el agrado por ciertas comidas es una
*\Jlf~tón de gusto; (2) generalmente nos falta una teoría del gusto; y
(3)~natlSeci de una teoría, no subordinamos normalmente nues-
~:onducta a una investigación intensa, científica o etiológica.
~JPe la misma manera, nunca se les ocunió a los antiguos atri-
9,«{~ ¡os gustos sexuales de una persona a una característica sexual
PQ~itva, estructural o constitutiva de su personalidad. Así como
~y,nQemos a aceptar que los seres humanos no están individualiza-
dP.~ a nivel de la preferencia alimentaria y que nosotros, él pesar
9.y¡las diferencias pronunciadas y francamente reconocidas en esa
qJa;se de hábitos, compartimos el mismo tipo de apetitos
aJ~mentrios y por lo tanto la misma "dieta", la mayoría de las
culturas premodernas y no occidentales, a pesar de un conoci-
miento del rango de posibles variaciones en la conducta sexual,
se rehusan a individualizar a los seres humanos por sus preferen-
cias sexuales y asumen, en su lugar, que todos compartimos el
mismo tipo de apetitos sexuales, la misma "sexualidad" Para la
;Payoría de los habitantes del mundo, en otras palabras, la "sexua-
lidad" no es más un "hecho de la vida" que la "dieta" Lejos de
ser un componente necesario e intrínseco de la vida humana, la
';~exualid" parece ser una producción moderna, occidental y
~un -1 burguesa -una de aquellas ficciones culturales que le dan en
t9,da sociedad a los seres humanos acceso a ellos mismos como
actores significativos de su mundo y que están, de ese modo,
objetivados.
Si hay una lección que pudiésemos extraer de esta pintura de
I~s actitudes y conductas sexuales antiguas, es que necesitamos
descentrar la sexualidad del centro de la interpl~acó cultural
de la experiencia sexual, y no sólo las variedades antiguas de la
37
_. ______ _. ___ . .__ .________ David M. Halperin
Fue realmente hace años, muchos años, antes que comenzara a dar-
me cuenta realmente de que las mujeres en mi vida -tanto las pros-
titutas como las blandas y bellas muchachas que reían y bromeaban
todo el tiempo, mis esposas y amigas-, eso fue años antes que me
diese cuenta que no eran mujeres, sino hombres; años antes de que
asimilara la Ilación de que esto era antinatural. Esto lo sé sólo inte-
lectualmente cn su mayor parte, pero la parte pequeña que queda
para mi conocimiento, sé que es como un martillazo en mi sien, y la
vergüenza quc siento es profunda. No por la cosa en sí misma, el
amor sexual que he disfrutado con estas mujeres (algunas tan consa-
gradas que duele recordarlo), sino por la vergüenza -y la bronca- dc
que el 111undo pudiera íntimamente defraudarme; tan profundamen-
le me toca y me mueve, y entonces se ríen de mí y acusan a mi alma
de enfcrmedad, cuando esa enfermedad me ha rescataLlo de la des-
composición mental y de la desesperación tan oscuras como csa noche
que nos cerca en prisión durante el día. No quiero decir que nunca
supe la diferencia física, nadie sino un imbécil podría hacer téll re-
clamo. Lo tomé, sin reOexión, sin la menor duda, C01110 que esto era
un sexo natural que emergía de la sociedad de los hombres, con
_________LJ_avid M. Halperil._l_ _ _ _ _ _ _ _ _ __
·10
¿Hay una historia de la sexualidad?
-~
41
David Ivl. Halperin
NOTAS
La mayor parte del material contenido el) este artículo aparece, de una forma
ligeramente diferente, en el ensayo de mi compilación titulada Olle IWlldred
y cars of HOlllose.malit)' al1d olher essays 011 Creek Love (Nueva York, Routledge,
1989), (que será próximamente publicado por EDELP), O en la Introducción de
Before Sexualily: The COllstnlclioll of Erolic Experiellce ill the Ancienl Creek
World, David M. Halperin, Jolm J. Winkler, y Froma 1. Zeitlin (Comps.)
(Princeton, 1990).
l. 0, si lo hace, esa historia es un tema para los biólogos evolucionistas, no para
los historiadores; ver Lynn Margulis y Dorion Sagan, Tlze origills of Sex (New
Haven, 1985).
2. Adapto esta formulación de un pasaje de Louis Adrian Montrose,
"'Shaping Fanlasies': Figurations of Gender and Power in Elizabethan
Culture", Represelllaliolls 2 (1983), 61-94 (pasaje en página 62), que des-
cribe a su vez el concepto de "sistema sexual de género", introducido por
Gayle Rubin, "The Trafric in Women: Notes on the 'Political Economy' of
Sex," en TOH"ord Gil AI/lhropology of WOIII CI1 , ed. Rayna R. Reitcr (Nueva
York, 1975), 157-210.
3. Los volúmenes dos y tres de la Hisloria de la sex/lalidad de Foucault, puhlica-
dos poco antes de su muerte, parten significativamente dela orientación teórica
de su más temprano trabajo en ravor de una prúctica interpretativa más concreta;
ver mis comentarios en "Two Yiews or Grel:k Lave: Harald Patzcr ami Michel
Foucault," Ol/e f{/llIdred Yems of HOlllose:walit)', 62-71, esp. 64.
¡Hay una hisIOr¡~lc la sex~laid,- _____________ _
11. Fllucault, en r:-'! Uso tle 1m· 111(1("1'1"('.\., p. 198 lo formula bien: "las relación.
sexual -siempre pensada a partir cid acto-modelo de la penetración y de una
polaridad l/ut.: opone actividad y pasividad- es percibida como el mismo tipo
que la relación entre superior e inferior, el que domina y el que es dominado, el
que somete y el que es sometido, el que vence y el que es vencido."
12. Para evitar una mala interpretación, enfatizaré que, llamando a las personas
pertenecientes a estos cuatro grupos "socialmente inferiores", no deseo tampo-
co sugerir que ellos disfrutaban del J/liSIIlO estatus u ocultar las muchas diferen-
cias de estalus que podrían haber entre miembros de un único grupo -por ejem-
plo, entre una esposa y una eortesana-, diferencias que podrían no haber sido
perfectamente isomórficas con los modos legítímos de su uso sexual. No obs-
tante, lo que es sorprendente acerca de la costumbre social ateniénse es la ten-
Jencia ;;¡ colapsar tales distinciones como sucedía entre las diferentes categorías
ele subordinados sociales, y para crear una única oposición entre ellas, en masa,
y la clase de ciudadanos varones adultos: en este punto, ver Mark Golden, "Pais,
'Child' ancl 'Slave''', L'Alltiqttité classiqlte 54 (l9H5), 91-104, esp. 101 y 102,
n. 38
13. Me he apropiado de esta analogía de Amo Schmitt, quien la usa para comu-
nicm lo que serían las modernas categorías sexuales vistas desúe una perspecti-
va islámica tradicional: ver Gianni De Martina y Amo Schmitt, Kleille Schriftell
ZI/ ZIVischellllliilllllicher Se.\ualitiit lIIul Erotik ill dI!/" /IIl/slilllischell Gesellschaft
(Berlín, 19H5), 19. Nótese que aún la categoría de sexo anatómico, dcfin.ida de
tal modo que incluye a hombres y mujeres, parece estar ausente elel pensamiento
griego por similares razones: la L"lllllpklllcntaricdad de hombres y mujeres como
panenaircs sexuales implica, para la polaridad griega, una diferencia de clases
demasiado extrema C0ll10 para poder unirlas en un único concepto sexual, igual-
mente aplicable a cada uno. En los escritos médicos griegos, por lo tanto, "la
noción de sexo nunca consigue ser formalizada como una identidad funcional
de varones y mujeres, indicada constantemente por adjetivos abstractos: lo Ihély
('lo femenino'), 10 mTen ('lo masculino')", de acuerdo con Paola Manuli, "Donne
mascoline, feminine sterile, vergini perpetue: La ginecologia greca tra Ippocrate
e Sorano", en el texto de Silvia Campese, Paola Munuli y Giulia Sissa, Madre
IllClteria: Sociologia e biologia de/la tialina greca (Turín, 1983), 147- I 92, esp.
151 y 201n.
14. Maurice Got1elier, "The Origins of Male Domination", NelV Left Review
127 (Mayo-Junio, 1981), 3-17 (cita en p. 17); cf. Maurice Godelier, "Le sexe
comme fonckment ultime cle I'ordre social et cosmique chez les Baruya de
¡Hay una historia de la sexualidad?
16. Ver 10hn 1. Winkler, "Unnatural Acts: Erotic Protocols in Artemidoros' DreaIH
Analysis", Constraints ofDesire: The Anthropology of Sex and Gender in Ancient
<Greece (New York, 1989), 17-44, 2~ 1-224.
1.~ S.R.F. Price, "The Future of Drcams: From Freud to Artemidorus", Past (/lid
Present 113 (Noviembre, 1986), 3-37, resumido en Bef()I"~ S~.I(/li)': Th~
(;OIlSII"llClioll of Erot;c Erperience ;11 Ihe Allcielll Creek World, c~1. David M.
Halperin, 101m 1. Winkler y Froma I. Zeitlin (Princeton, 1990), 365-387; ver
también Michel Foucault, Ln Historia de la sexualidad, El cuidado de sí, Vol.
lII, trd. Tomás Segovia, Siglo XXI. primera edición en español 1987, Bs.
As.(l996)
18. Ver Waud H. Kracke, "Dre::uning in Kagwahiv: Drealll Belicfs and Thcir
Psychic Uses in an Amazonian Indian Culture", Tlle Ps)'cI/Oanalylic SII/d)' of
Society 8 (1979), 119-171, esp. 130-132, 163 (sobre el valor predictivo de los
sueños) y 130-131. 142-145, 163-164,168 (sobre la inversión de la dirección
frcudiana de significación -que Kracke toma como un mecanismo de defensa
constituido culturalmente y que por lo tanto menosprecia); Thomas Gregor, "Far,
Far Away My Shadow Wandered ... '· The Dream Symbolism and Dream Theories
of the Mehinaku Indians of Brasil", Americall Etllllologisl 8 (1981), 709-710,
esp. 712-713 (sobre el valor predicti vo) y 714 (sobre la ilver~ón de la significa-
ción), ampliamente recapitulado en el texto de Thomus Gregor, AIlXiolls
PI~{/Jlres: Tlle sexlIallives of {Ol Alllm.oniall People (Chicago, 1985), 152-161,
esp. 153. Los comentarios de Foucaull sobre Anemidoro en La illCjltiellld de si,
son aquí relevantes: "El movimienlo de análisis y los procedimientos de valora-
ción, no van desde el acto a un dominio tal como la sexualidad o la carne, un
dominio cuyas leyes divinas, civiles o naturales, podrían delinear las formas
permitidas; van desde el sujeto como un actor sexual a otras áreas de la vida en
las que prosigue su actividad (familiar, social y económica). Y es en la relación
entre estas diferentes formas de actividad que los principios de evaluación de
una conducta sexuql, son esencialmente, pero no exclusivamente, situados"
19. Nótese que aún los mismos genitales humanos, no necesariamente figuran
como significantes sexuales en todos los contextos culturales o representacionales:
por ejemplo, Caroline Walker Bynum, "The I30dy of Christ in lhe Later Middle
Ages: A 'reply to Leo Steinberg", Renaissallce QUCl/"lerly 39 (1986), 399-439,
argumenta con considerable detalle que hay "razón para pensar que el pueblo
medieval vio el pene de Cristo no primeramente como un órgano sexual, sino
45
David M. Halperin
20. Padgug, 8.
21. Paul Veyne, en "La famille ctl'amour sous le Haul-Empirc romain", AIlIla/es
(E.S. C.) 33 (1978), 35-63, comenta (p. 50) que la Fedra de Séneca es el texto
más primitivo para asociar las inclinaciones homosexuales con un tipo distinto
de subjetividad. La cuestión es más compleja que eso, sin embargo, y se reque-
riría una exploración cuidadosa para indagar más de cerca la antigua figura del
kinaidos, una forma de vida ahora terminada: para los detalles, ver Maud W.
Gleason, ;'The Semiolics of Gender: Physiognomy and SeIf-Fashioning in the
Second Century e.E. ", en Bejore Sexualit)', 389-415; 10hn 1. Winkler, "Laying
Down the Law: The oversight of Men's Sexual Behavior in Classical Athens",
Constra;nls 01 Desire, 45-70, 224-226.
22. Ver Padgug, 3, quien erróneamente imputa el comentario de Athenaeus a
Alexis de Samos (Jacoby, Fragmellte de,. griechischell Historiker 539, fr. '2).
23. Ver K. J. Dover, Greek Hol1tosexualily (Londres, 1978), 63-67, para una
lista extensa, pero reconocidamente parcial; también, Robert Parker, Miasma:
Pollutioll alld Purificatioll ill Early Greek Religioll (Oxford, 1983), 94. Para
algunos ejemplos romanos, ver T. Wade Richardson, "Homosexuality in the
Sat)'ricolI"", Classica et Mediaevalia 35 (1984),105-127, esp. 111.
24. Quiero enfatizar que 110 estoy afirmando que todos los hombres griegos
debieron haber sentido tal indiferencia: por el contrario, suficiente evidencia
antigua testi fica la fortalez.a de las preferencias indi vi duales hacia el objeto sexual
de un sexo más que de otro (ver nota 42, debajo). Pero muchos documentos
antiguos dan testimonio de una aversión constitucional de una parte de los grie-
gos para predecir, en un caso d'ado, el sexo de un amante sobre la base de la
conducta sexual pasada o sobre un modelo previo de elección del objeto sexual.
25. P. Tebtwús 1 104, traducido por A.S. Hunt y c.e. Edgar, en WOlllell 's Lije ill
Greece (uld Rome, ed. Mary Lefkowitz y Maureen B. Fant (Baltimore, 1982),
59-60; otra traducción es proporcionada, con una útil discusión del documento
y su particularidad, por Sarah B. Pomeroy, WomclI ill Hellellistic Egypt jmm
Alexallder Jo Cleopalra (Nueva York, 1984),87-89.
26. "Une bisexualité de sabrage": Veyne, 50-55; ver la crítica de Ramsay
MacMulIen, "Roman Altitudcs to Greek Love", Historia 32 (1983),484-502,
esp. 491-497. Otros estudiosos quienes describen el antiguo fenómeno de la
conducta como "bisexualidad". incluye a Luc Brisson, "Bisexualité et médiation
en Grccc ancienne", Nouvelle Revue de fJs)'charwl)'se 7 ( (J 973), 27-48; Alain
Schnapp, "Une autre image de I'homoscJ{alité en Grece anciennc", Le Débac 10
(198 J), 107-117, esp. 116-117; Lawrence Stone, "SeJ{ in lhe West," Thc NelV
Re¡mblic (8 dejulio de 1985),25-37, esp. 30-32 (con dudas). COI/1m, Padgug,
13: "para hablar, como es común, ele lo~ griegos como 'bisexuales', es también
ilegítimo, desde que sólo agrega ulla categoría llueva, intermediaria, mientras
que eran precisamente las mismas categorías las que no tenían signi ficado en la
antigüedad"
27. T.M. Robinson, (Revisión de Dover, Grcek /{omosesu(/!iry), Phoellix 35
(981),160-163, esp. 162: "La razón por la que la mayoría heterosexual podría
haber visto con una mirada tolerante la prüctica 'activa' homosexual entre la
minoría, y aún en alguna medida en su propio grupo (!), ... es previsiblemente
una mirada sexista: para la mayoría heterosexual, para aquellos (en un universo
de hombres) a quienes la 'buena' lllujer es kala ¡lIrysil/ (es decir, naturalmente)
pasiva, obediente y sumisa, el 'rol' del homosexual 'activo' será tolerable preci-
samente porque sus conductas pueden, sin Illucha dificultad. ser igualadas con
cl 'rol' del varón hcterosexual, es decir, para dominar y vencer; lo 'lile los dos
tienen en común es lIl,ís qlie lo que los divide" Pero esto llIe parece que evita la
cuestión que la dislinción entre heterosexualidad y hOl1o~exuaid est,í supues-
\amente ideada para esclarecer.
28. Un excelente análisis de la versión meditemínea contemponínea de este ethos
ha sido suministrado por David Gilmore, "Introduction: The Shallle of Dishonor"
en HOllor and Shame alld the Ullit)' al the Mediterrallcall, ed. Gilmore, Publ ica-
ción especial de la American Anthropological Association, 22 (Washington, D.C.,
1987), 2-21, esp. 8-16.
29. Por "falo" indico un significante cultural mente construido del poder social:
.para la terminología, ver nota 10, arriba. Lo llamo discurso griego sexual fálico
'm"l~que (l) los contactos sexuales son polarizados alrededor de la acción fMica,
é decir, están definidos por quien tiene el falo y por lo que es hecho con él; (2)
<:Jtros placeres sexuales que los fálicos, no cuentan al categorizar los contaclos
¡sexuales; (3) para que un contacto sea calificado como sexual, uno -y no más
.que uno- de los dos partenaires debe tener el falo (\05 muchachos son tratados
!éti'los contextos pederásticos, como esencialmente no-fálicos [ver Marcial, 11.22;
pero cf. Pa/atille Alltlzology 12.3,7,197,207,216,222, 242J Y tienden a ser
'asimilados a las mujeres; en el caso de sexo entre mujeres, \lna partenaire --la
·,'Itribad"- es asumida como poseyendo un equivalente al falo [un ~uperdsao
'lIado c1ítorisJ para penetrar a la otra: fuentes para la antigua conceptualización
de la tribad -es conocido por mí \In incompleto e~tüdilJ moderno de e~t fasci-
i nante y duradero tipo riccional, que sobrevivi(Í en las prilca~ dl~c,as del Siglo
1X'X- han sido agrupadas por Friedrich Knrl Porberg, MUIIIW! (JJ Clouica!
<Erotolog)', trad. por Julian Smithson [r-.1anchester, 181\4; reimpr. Nueva York,
/1:966]. 11, 108-167; Pnul Brnndl [selld. "lIans Litrh"l, Sex"a¡ Lif(~ ill Aneiellt
'Greccc, trad . .1.11. Freesc, cd. I.awlencl' 11. J)awson [Londres, 19.\2], JI (1-32X;
'Gastan Vorberg, GlosJl/rirll/l cloliul/II [llanau, 1965]. 654-655; Y Werner A.
__ .____________ ~Ivld M. Halperin
48
i~;:" ¿Hay una historia de la sexualidad?
~!r:
Kpsofsky Seclgwick, Epistemologíll del wmario, Ediciones de ,la Tempestad,
...., "
B'arcelona, 1998.
:.\J'~ ','
~5Ij\nóimo, De phvsiogllolllollia 8.) (vol.li, p. 114.5-14 Fbrster); Vetlius Valens,
~h\6 (p. 76.3-8 Kr~Il); Clemente de Alejandría, Paedagogm 3.21.3; Finnicus
Rfi~tb;'nus, M{lthesis 6.30.15-16 y 7.25.3-23 (esp. 7.25.5).
J,t}o,rlll,
~J:; Ver Foucault, ú, historia de la sexl/alidad: "La sodomía, como era definida
por'los antiguos códigos civiles o canónicos, era una categoría de actos prohibi-
~ips; su perpetrador era nacla más que la materiajuríJica de ellos. El homosexual
B~I Siglo XIX devino un personaje, un pasado, un caso de historia y una infan-
¿í1i', además de ser un tipo de vida, una forma de vida y una morfología, con una
lHaiscreta anatomía, y posiblemente con una misteriosa fisiología. Nada que
~iuvera clentro de su composición total, era natural para su sexualidad. Estaba
!¿J~ presente en él: en la raíz de todas sus acciones porque era su insidioso e
lridefinido principio activo; escrito indecentemente sobre su cara y su cuerpo
~()rque era un secreto que siempre se ofrecía. Era consustancial con él, menos
cOlnO un pecado habitual que como una naturaleza singular" Ver también
Randolph Trumbach, "London's Sodomites: Homosexual Bchavior and Western
Culture in the 18,h Century," }oul7w! of Social Histor)' 11 (1977), 1-33, esp. 9;
Richard Sennett, The fal! of ¡mblic I/wn (Nueva York, 1977),6-8; Padgug, 13-
!1,4; Jean-Claude Féray, "Une histoire critique du mot homosexualité, (IV),"
~/cadie 28, no. 328 (1981), 246-258, esp. 246-247; Schnapp (nota 26, arriba),
~JQ (hablando de las pinturas en los vasos áticos): "Uno no pinta actos que
'~ªracteizn a las personas tanto como las conductas que distinguen grupos";
Rjerre 1. Payer, Sex alld the Penitelltials: Tlle developmellc of a Sexl/al Cocle
~5_0-1 50 (Toronto, 1984), 40-44, esp. 40-41 : "no hay palabra en el uso general
'~D,las penitenciarías para la homosexualidad como una categoría ... además, la
'9istinción entre actos homosexuales y la gente 'que podría ser llamada homo-
i~qual, no parece ser operativa en estas publicaciones" (también pp. 14-15, 140-
:153); Bynum, "The Body of Christ", 406.
I
:;1':4. Como testimonios de la fuerza de las preferencias individuales (aún hasta el
gunto de la exclusividad) por parte de los varones griegos por un parten aire
.~;<ual de un sexo más que de otro, ver Theognis, 1367-1368; Eurípides, Cyclops
'~83-54; Xenofonte, Anabasis 7.4.7.-8; Aeschines, 1.41, 195; Life of Zello de
e,ntígono de Carystus, citaclo por Athanaeus, 13.563e; el fragmento de Seleucus
:¡¡itado por Athanaeus, 15.697de (= Collec{(1nea A1exandrina, ed. J. U. Powell
TOxford, 19251, 176); un anónimo fragmento dramático citado por Plutarco,
Nforalia 766f-767" (= Tragicorum Graecorum FragllZeIl{(1, ed. August Nauck, 2"
Itgición [Leipzig, 1926]. 906, # 355; también en Theodor Kock, Comicol"IIlll
Allicorum Fragmenta [Leipzig, 1880-1888].lIl, 467, # 360); Athanaeus, 12.540e,
13.601e y sig., Aquiles Tacio, 2.35.2-3; pseuc\o-Luciano, Erates 9-10; firmicus
Matcrnus, Machesis 7.15.1-2; y un número de epigramas ele varias manos, contcni-
49
David tvl. Halperin
L -_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __ _ _
dos en Palatúle A/!t!rologr: 5. l 9, 65, 116, 208, 277, 278; 11.216; 12.7, 17, 41,
87, 145, 192, 198, Y pílssim (ef. P. G. MaxwelI-Stuart, "Strílto and the Musa
Puerilis," Heniles 100 [1972]. 215-240). Ver, generalmente, Dover, 62-63; John
Boswell, "Revolutions, Universals, and Sexual Categories", en HO/llosexc((/Iil)':
Sacrilege, Visio/!, Polities (nota 6, arriba), 89-113, esp. 98-101; Winkler,
"Laying Do\Vn Ihe Law"; y, para una lista de pílsajes, Claude Courouve,
TaoleClII sy/!opliqlle de réfférellces a 1'((1710((1' IIlClsc(([ill: Au/eurs grecs el
lalillS (París, 1986).
43. Hilary Putnam, en Rozó", Verdad e Historia, en el curso del análisis de
varios criterios por los cuales juzgamos asuntos de gusto como "subjetivos,"
implica que estamos acertados al considerar las preferencias sexuales más com-
pletamente constitutivas de la personalidad humana que las preferencias
alimentarias, pero el argumento permanece circunscripto, tal como Putnam lo
seiiala, por los supuestos completamente específicos de cada cultura acerca del
sexo, la comida y la personalidad.
44. FOllcault, El ((SO de los "laceres, remarca que sería interesante determinar
exactamente cuando, en el curso del desarrollo de la cultura occidenta!, el sexo
devino más moralmente problemático que la comida; parece pensar que el sexo
lo conquistó, sólo a finales del Siglo XVIlI, después de un largo período de
relativo equilibrio durante la Edad Media: ver también El uso de los placeres; La
inquietud de sí; "On the Genealogy ofEthics: An overview ofWork in Progress,"
en Hubert L. Dreyrus y Paul Rainbow, Michel Foucaull: Be)'olld Slructuralism
(/Ild Her/llene((lics, 2" ed. (Chicago, 1983),229-252, esp. 229. La evidencia más
tarde reunida por Stephen Nissenbaum, Sex, Diet, alld Debi/it)' ill Jacksollicll!.
Amaica: S)'lvesler Graham alld Heall/¡ Reform, Contributions in Medical
History, 4 (Westport, Conn., 1980), Y por Caroline Walker Bynum, Hol), Feasl
alld Hol)' Fas!: The Religious Sigllificmlce of Food ill Medieval WOlllen
(Berkeley, 1987), sugiere que la evolución moral puede no haber sido realmente
un asunto continuamente lineal, tal como Foucault parece imaginar.
45. Jack H. Abbott, "On Women," New York Review of Books 28: 10 (June 11,
1981), 17. Podría quizás ser puntualizado que esta confesión lírica es algo desi-
gual con respecto al más áspero inrorme contenido en los fragmentos de las
cartas de Abbott, que rueron publicadas un año antes en New York Review of
Boob 27: 1I (June 26, 1980),34-37. Uno pocIría comparar la manifcstación de
Abbott con algunos comentarios pronunciados por Bernard lJoursicot en un
contexto similarmente apologético y citado por Richard Bernstcin, "Francc Jails
Two in a Bizarre Casc of Espionage," Ncll' York Tillles (Mayo I1 de 1986):
"Estaba destruido por aprender que él (el amante de Boursicot de veinte años) cs
un hombre, pero mi convicción permanece inquebrantable que para mí, ell esc
tiempo, él era realmcnte ulla Illujer y era el primer amor de mi vida"
46. Ver Davidson (nota (í. ,miba), 16.
'i0
_ _ _ _ _ _ _ _-----'i'---H_ar una historia de la sexualidaJ?
tl7. Deseo agradecer a Kostas Demelis por ayudarme con esta ['ormulación. Com-
parar Padgug, 5: "En cualquier aproxil11<lcitíll que toma C0l110 predeterminadas y
universales las categorí<ls de sexu<llidad, la historia real desaparece"
48. Stephen Greenblatt, "Fiction and Friclion,", en Recollslmcli/lg Indil'idualisl/I:
A Uio Il 01/1)', l/ldividllalit)', a/ld the Se({ill Weslem Thollghl, ce!. Thomas E. Hcllcr,
Morton Sosna y David E. Wellbery, con Arnold 1. Davidson, Ann Swidler, y ¡<ln
Watt (Stanford, 1986),30-52,329-332, esp. 34, hace una puntuación similar;
arguyendo que "un discurso de la cultura sexual juega un rol crítico en dar form<l
a la indiviclualidad," y sigue diciendo, "Lo hace así para ayudar a implantar en
cada persona un internalizado juego de disposiciones y orientaciones que go-
biernan las improvisaciones individuales." Ver también Padgug; generalmente,
Julian Henriques, Wendy Holloway, Cathy Urwin, Venn Couze y Valerie
Walkerdine, Challgillg the Sllbject: PJ)'cholog)', Social Regulati(JIl amI
Suhjectil'ity (Londres, 198'~).
49. "Translations" (1972), líneas 32-33, en el texto de Adrienne Rich, Divillr;
;;,Ito the Wreck: Poellls 1971-1972 (Nuev<l York, 1973), 40-q l (citas en p. 41 )L.
:pO. "Canzone" (1942), líneas 1-2, en W. H. Auden, Col/ected Poe/lls, ed. Edward
,Mendelson
. (Nueva York, 1976),256 -257 (cita en p. 256).
r
r,j··
E.,velK'osofsky Sedgwick
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!'t~J" Epistemología del closet*
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53
Eve Kosofsky S~,-w_ick _ _ _ _ _ _ _ _ __
56
;;,-"'~" _~ _ _ _ _ ~istel(ogía del closel
!rml. verbo "to come out" se refiere t!n este caso a la acción de una persona que
:p~.9c;lambiertn su homosexualidad. La expresión "come out of the cJoset"
¡9~f nosotros traducimos como "salir del closel", se refiere el reconocimiento
,públ.r¿o que hace una persona de su homosexualidad, después de haberla practi-
'~¿¡8 de forma secreta (N. del T).
57
Eve Kosofsky Sc~gwik _ _ _ _._ _ _ __
': ~
WV.
:i~'l;r. ¿qué puede hacer solo? La respuesta es obvia. Ud. 110 cstá solo y no
;l}~r',i puede permitirse estarlo. La puerta del c/osel -IlUllca muy segura
'1'1'1'"', como protección- es ahora aun más peligrosa. Ud. debe salir por su
1fJ (. 1
propio bicn y el eJe todos nosotros:'
:W6I.;
"t!;~a imagen del call1:ing ~:t re~uamnt interactúa ~01l la, ima-
?~del closel, su ublcaclon pubhca aparentemente lIleqUlvoca
p,'üéae ser contrapuesta, como una salvadora certeza epistemoló-
~P¡ l.. .. , .
:giéa, a la pnvacldad tan eqUIvoca proporcIOnada por el clasef:
r{~l\oda persona gay se revelara a su familia", continúa diciendo
;~lirmso artículo, "cien millones de americanos serían atraídos
;i~a!uestr lado. !efes y amigos strai~h podrían significar,cie.n
)n~1oes mas" y S1l1 embargo, la negatIva de la escuela del dlstn-
:'fg~dJ Mad River a percibir el coming out de una mujer como un
:~¿ó'ae expresión auténticamente público, resuena en la fría res-
aiH';sta que se da a muchos de estos actos: "Está bien, pero ¿qué te
h~'¿: pensar que quería saberlo?"
¡lji,Htomo veremos, los pensadores gay de este siglo nunca estu-
,:í!{~idn ciegos a las perjudiciales contradicciones de esta metá-
,;f¿1ltconvenida del adentra y del afuera del clasef de la priv<1cidad.
I¡~H· .
;hero"sus orígenes cn la cultura europea son, como los escritos
i9~lFoucat han dcmostrado, tan ramificados, y su relación con
:JRPo,logías culturales "más amplias" de privacidad (por ejel11-
'plb';'específicamente no relacionadas con personas gays) es,
:~lio Foucault puso de relieve, tan decisiva, tan inclusiva, tan
;·~presntaiv, que la investidura de alguna metáfora alterna-
59
_____ __. ___ ,:"~LlK _ _ _ _ _~_
60
"~:cera limitado a la cultura europea pero agudamente ampliado
~y¡[welrado después a finales del siglo XVlIl, por el cual "conoci-
~micnto" y "sexo" se volvieron conceptualmente inseparables uno
i,1"".· ~lro -de modo que conocimiento significa en primer lugar
"~:P!1ocimenl sexual; la ignorancia, ignorancia sexual; y cualquier
!~1p,Q de presión epistemológica parece una fuerza cada vez más
1~,9;turad del impulso sexual-, fue delineado en el primer volu-
:fuen \ ..r .•..
de la Historia de la SexLI{llidad de FOllcault. En un sentido,
,~;e fue un proceso prolongado, casi hasta el retraso, de exfolia-
'~ión de la génesis bíblica por el cual ahora lo que nosotros cono-
:~.e,mos como sexualidad es un fruto -aparentemente el único fru-
,(p..:¡; para ser arrancado del árbol del conocimiento, En la cultura
¡9H_cidental, la cognición, la sexualidad y la transgresión siempre
ran,estado listos para ser magnetizados hacia una alineación in-
p~xible y sin fisuras, y el período iniciado por el Romanticismo
¡;;,úmplió
",-
esa disposición a través de una destacada y amplia con-
f)uencia de diferentes lenguajes e instituciones.
,::1, En algunos textos influyentes al inicio de este proceso, tal como
La religiosa de Diderot, el deseo que representa la sexualidad per
re, y por tanto el conocimiento sexual y el conocimiento por sí
mismo, es un deseo hacia las personas del mismo sex0 7 Sin em-
pargo, esta posibilidad fue reprimida con energía creciente, au-
jl1entando su visibilidad, en la cultura del siglo XIX del inclivi-
guo en la que se procedió a elaborar una versión del conocimien-
to/sexualidad cada vez más estructurada por el agudo rechazo
,~6gnitvo de la sexualidad entre personas del mismo sexo. El efecto
gradual de este rechazoR cosificante significa que al final de ese
siglo, cuando se volvió completamente admitido --'-tan obvio para
la;Reina Victoria como para Freud- que el conocimiento signifi-
ca conocimiento sexual y el secreto, secretos sexuales, se había
pesarrollado de hecho una sexualidad particular que fue consti-
tuida distintivamente como secreto; el objeto perfecto para la ahora
insaciable y exacerbada ansiedad epistemológica/sexual del suje-
61
Eve Kosoisky Sedgwick
j'
._" _____ ." _ _ _ _ _._ J.,}l\~)Iyetgw(K
alguien que pudo hacer su coming out como hembra, negro, vie-
jo, usuario ele sillas ele rueela, gordo. Por ejemplo, una identidad
judía o gitana, y por lo tanto el closel o el secreto judío o gilano,
se diferenciarían de las versiones gays por su linealidad y su res-
ponsabilidad claramente ancestrales, por las raíces (por tortuosas
y ambivalentes que sean) de su identificación cultural a través de
la cultura originaria de, como mínimo, la familia.
Proust, de hecho, sugiere insistentemente, como una suerte de
caso límite de coming out, el drama de la auto-identificación ju-
día sintetizado en el libro de Esther yen la reescritura que Racine
hace del mismo, citada a lo largo del libro de "Sodoma y Gomorra",
de En busca del tiempo perdido. La historia de Esther parece un
modelo para una imagen simplificada aunque poderosa de coming
out y su potencial transformador. Ocultando su judaísmo al Rey
Asuero, su esposo, la reina Esther siente que simplemente está
ocultando su identidad: "El Rey, hasta el día de hoy, ignora quién
soy,,¡o. El engaño de Esther se volvió esencial ante la poderosa
ideología que hace que Asuero califique a su pueblo de impuro
(" cette sOllrce impure "[ l 039]) Y de abominación contra natura
a
("ll/WllS eroil ell horreur toute la nature "[ 174)). El odio sincero
y relativamente abstracto que siente hacia los judíos este confun-
dido pero omnipotente Rey, está sometido a la constante
es! imlllación del grandioso cinismo de su consejero Amán
(Hamún), quien sueña con un planeta entero limpio de un modo
ejemplar de ese perverso elemento.
65
Eve Kosofsky Sedgwick
~-
68
._ _ _ _ _ _ _ _ _E--'-pislemología del dosel
69
Eve Kosofsky Sedgwick
72
Epistemología del closel
73
Eve Kosofsky Sed~_wick' __
76
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _Eristemología del_c1_os_el_ __
77
Eve Kosofsky Sedg'---w_ic_k_ _ _ _ _ _ _ __
.,0
La costosa energía, el aparentemente estático forcejeo entre
las perspectivas minorizadoras y universalizadoras de la defini-
ción h011lo/heterosexual, 110 es el único cerco conceptual en el
que se representan los destinos homosexuales y heterosexistas
modernas. La perspectiva uni versal izaclora, tan importante como
la minorizadora e íntimamente implicada con ésta, se ocupa de
definir la relación de las personas y deseos homosexuales con el
género. (Bajo el registro conceptual, el feminismo radical hizo un
movimiento importante al reformular el lesbianismo en términos
de identificación con la mujer). Desde finales del siglo pasado
han predominado de forma permanente dos tropos de g(~lem con-
trapuestos a través de los CUilleS se pudo comprender el deseo
entre personas del mismo sexo. Por un lado, existía y aún persis-
te, codificado de diversas maneras, (en el folklore y en la ciencia
homofóbica en torno de esos "chicos maricas", sus hermanas
marimachos y también en el corazón y entrañas de la más viva
cultura gay y lesbiana), el tropo de la inversión, allima l11uliebris
in corpore viriLi inclusa ("el alma de una mujer atrapada en el
cuerpo de un hombre"), y viceversa. Escritores como Christopher
Craft han dejado claro que uno de los impulsos fundamentales de
este tropos es la preservación de una heterosexualidad en el deseo
mismo, a través de una interpretación particular de la homose-
xualidad de las personas. El deseo, en esta perspectiva, subsiste
por definición en la corriente que corre entre un ser macho y un
ser hembra, cualquiera sea el sexo de los cuerpos ell que esos
seres podrían manifestarse22 • Proust no fue el primero en demos-
trar -ni el Shakespeare de las comedias- que mientras estas atri-
buciones de heterogénero "verdadero" e "interno" permanezcan
inamovibles, de una manera casual, mientras las díadas de perso-
nas sean lo que está en cuestión, la amplitud de criterio para in-
cluir cualquier circuito mayor de deseo debe reducir necesaria-
mente el tropo de la inversión o limillaridac! a una coreografía de
( farsa sin respiro. Pero el tropo de la inversión sigue siendo un
t:
,·1
n
sostén del discurso moderno del deseo entre las personas del mis-
mo sexo; en efecto, bajo los estandartes de la androginia, o más
grMicamente, el lema "a la mierda con el género", la vertiginosa
inestabilidad de este modelo se ha convertido en sí misma en un
valioso símbolo.
Cargado como puede estar eJe valor, la persistencia de la figura
ele la inversión ha estado vinculada a su contraria, el tropo del
separatismo de género. Bajo esta tíltima perspectiva, lejos de for-
Illar parle de la esencia del deseo para cruzar los límites del géne-
ro, la cosa más natural del mundo es que las personas del mismo
género, personas agrupadas bajo la marca diacrítica más determi-
nante de la organización social, personas cuyas necesidades y
conocimientos económicos, institucionales, emocionales y físi-
cos puedan tener mucho en común, también se unan sobre la base
del deseo sexual. Corno la señala la sustitución de la frase "mujer
identificada con las mujeres" por "lesbiana" y corno señala el
concepto de "continuo" del deseo homosocial masculino o feme-
nino, este tropo tiende a asimilar identificación y deseo, mientras
que los modelos de inversión, por contraste, dependen de su dis-
tinción. Modelos separatistas de género localizarían a la mujer
que ama a la mujer y al hombre que ama al hombre, cada uno en
el centro de definición "natural" ele su propio género, nuevamen-
te en contraste con los modelos de inversión que localizan a las
personas g,IYS -tanto biológica y clllturalmente- en el umbral de
los génel'Os. (Ver fig. 1).
La inmanencia de cada uno de eS[Qs modelos a lo largo de la
his[Qria de la moderna definición gay es evidente desde la tem-
prana escisión, en el movimiento alemán por los derechos de los
homosexuales, entre Magnus Hirschfeld, fundador (en 1897) del
Comité Científico Humanitario y partidario del "tercer sexo",
quien planteó parafraseando a Don Mager, "una exacta ecuación ...
entre los comportamientos del cruce de géneros y el deseo homo-
sexual", y Benedict Friedlünder, co-fundador (en 1902) de la Co-
80
Epistemología del closel
SEPARATISTA INTEGRADORA
B1
Eve Kosofsky Sedgwick
NOTAS
I n.A. Milkr, "Seen:t Subjects, Open SeLlet" Tile Novel (111(/ lile Po/ice,
University ol' Cali rornia I'ress, 1t)8~, p. 207
2. Subre este caso, ver Michael W Lamnrle, "l,egal Righls and Responsibilities
of Iloll1osexuals in Pllblic Educ<tlion", .Ioll"i)ll¡{ of Lmv (l/u! Edllcatioll 4, n° 23
(julio 1975) pp. 449 - 467, esp. 450-453; y)"anne La Borde Scholz, "Comment:
Out ol" the C!osel, Oul of a J oh: Due Process in Teacher Disqllnlil'ication", Haslillgs
Lul\' (!lInl"lerly 6 (invierno 1979), pp. 663-717, esp. 682-684.
3. Nan Hunter, director cleI programa para los derechos ele las lesbianas y los
gnys de ACLU, analizó el caso Rowland en "Homophobia and Academic
Freeclom", una charla en la Convención Nacional de la Asociación de Lengua
Moderna de 1986. Hay un interesante análisis sobre las limitaciones, a efectos
de los derechos de los gays, tanto del derecho a la intimidad como de la garantía
de libertad de expresión que establece la primera enmienda de la Constitución,
ya se consideren por separado o conjuntamente, en "Notes: The Constitutional
Status of Sexunl Orientation: Homosexuality as a Suspect Classification", Harvard
Lenv RevieIV 98 (abril 1985), pp. 1285-1307, esp. 1288-1297. Para un análisis
sobre lemas legales afines que es sorprendentemente pertinente y útil para el
razonamiento que sostiene t-"pislelllología del c1osel, ver Janet E. Halley, "The
Politics of the doset: Towards Equal Protection for Gay, Lesbian, and l3isexual
Identity" VeLA La\!' Rel'ieH' 36 (1989), pp. 915-976.
Ií. Un recordatorio de ljue "el e/osel" retiene su especificidad semántica gay (al
lI1enos el potencial crónico) es el revuelo mediático que se produjo en junio de
1989 cuando un memorándum elel Comité Nacional Republicano en el que se
pedía allíeler de la mayoría parlamentaria Thomas Foley que "saliera del c10sel
liberal" y se comparaba su expediente de votos con el de un congresista abierta-
mente gay, Barney Frank, se percibió de forma general (y se condenó) que insi-
nuaba que el propio Foley era gayo La falta ele juicio del comité sobre si podía
desmentir la insinuación es un índice interesante de lo impredeciblemente llena
o vacía de especificidad gay LJue puede considerarse esta expresión.
7 Ver mi ensayo "Privilege of Ullknowing" Gender, nOI (primavera de 1988).
8. Ver Henveen Atell: Ellglish Lileralllre a/l{1 M(/Ie HOlllosocia! Desire, Nueva
York, Columbia Universily Prcss, 1985.
8:1
Epistemología del e/osel
11. Vale la pena recordar que la historia bíblica acaba con una matanza masiva:
mientras que el rey de Racine revoca sus órdenes (1197), el rey bíblico invierte
las suyas (Esther 8:5), autorizando la matanza judía de "setenta y cinco mil"
(9: 16) de sus enemigos, incluyendo niños y mujeres (8: 11).
12. En palabras de Voltaire, "un roi insensé qui a passé six mois avec sa femme,
san s s'informer meme qui elle est" (en Es/hel; de Racine).
17. Para un análisis más completo de este tema, ver el cuarto capítulo de Episte-
mología del close/
18. Ver, por ejemplo, Radicalesbians, "The Woman Identified Woman", reimpreso
en. Radical F eminism, Anne Koedt, Ellen Levine y Anita Rapone (comps.), Nueva
York: Quadrangle, 1973, pp. 240-245; Y Rich, "Compulsory Heterosexuality
anel Lesbian Existence" en Catherine R. Stimpson y Ethel Spector Person
(comps.), Womell. Sexo ami Sexuali/)', University of Chicago Press, 1980, pp.
62-91.
19. Me refiero a la publicidad dada a The "Sissy Eo)' S)'lldrome" alld (he
Developmell/ of Homosexuali/)', de Richard Greeen, en su edición de 1987 Los
artículos sumamente estereotipados y homofóbicos que aparecieron con ese
motivo parecían estar legitimados por el propio libro. que parecía,.a su vez, estar
legitimado por el prestigio de la Yale University Press.
20. Cualquiera que imagine que esta percepción se limita a los antihomófobos
debería escuchar, por ejemplo, el ritual de humillación y expiación que practi-
can los entrenadores universitarios de fútbol americano cuando se dirigen a sus
equipos con términos del estilo "mariquitas" (o peores). "Cage aux follcs:
Sensation anJ Gender in Wilkie Collins's The Woman in Whik", de D.A. Miller
(The Novel anJ lhe Poli ce, pp.146-191, esp. 186-190), quicn argumenta con
85
especial convicción C¿no debería haber sido siempre evidente?) que toda esta
familia de percepciones es, en todo caso, no tanto una característica de la crítica
cultural como de la imposición cultural.
21. No obstante, cuando el Tribunal de Apelación elel distrito noveno apoyó la
reincorporación de Watkins al ejército, en su resolución ele 1998, se basó en
razones de carácter más restringido.
22. Christopher Cran, 'Kiss Me lVilh Those Red Lip.r': Gender ::ll1d lnversion
in Bram Stoker's Dracula" Re/neseillatiolls, n° 8 Cotoño 1984), pp.107-134,
esp. 114.
23. Don Mager, "Gay Theories of Gcnder Rol Deviance", SubStance 46 (1985),
pp. 32-48. Aquí sus fuentes son John Lauritscn y David Thorstad, The Early
¡'¡OI1l0SexllC1{ Righls Movemclll, Nueva York, Times Change Press, 1974; y James
D. Stcaklcy, fhe Homosexuul El11wzcipaliol! Move11lelll ill GemzClIly, Nueva York,
Amo Press, 1975.
24. Steakley, The Homosexual Emallcipa/iol1 Movemel1t il1 Gerrmal1y, p. 54.
25. Ibid., p. 68.
26. ¡bid., pp. 60-61.
]Ildit/t Brrtle,.
!lB
Imitación e insubordinación de género
89
jlldith BlItler
más insidioso, una vez que "el afuera" (outness) ha sido procla-
mado? ¿Qué o quién es esto que está "afuera", hecho visible y
completamente descubierto, cuando y si me revelo a mí misma
como lesbiana? ¿Qué es esto que ahora es conocido? ¿Qué queda
permanentemente oculto por el acto lingüístico que ofrece la pro-
mesa de una transparente revelación de la sexualidad? ¿Puede la
sexualidad permanecer como tal una vez que se ha sometido a un
criterio de transparencia y descubrimiento, o deja de ser sexuali-
dad cuando la apariencia de una explicitación total se ha alcanza-
do?fi ¿Es la sexualidad de cualquier tipo posible sin esa opacidad
designada por el inconsciente, que significa simplemente que el
"yo" consciente, quien estaría dispuesto a revelar su sexualidad,
es quizás el último en saber el significado de lo que dice?
Afirmar que esto es lo que yo soy implica proponer una provi-
sional totalización de este "yo". Pero si el yo puede determinarse
a sí mismo, entonces lo que excluye para realizar esta determina-
ción es constitutivo de la delerminación misma. En otras pala-
bras, tal afirmación presupone que el "yo" excede su determina-
ción e incluso produce este mismo excedente en y por el acto que
busca agotar el campo semántico del "yo" En el acto que descu-
briría la verdad y el contenido de ese "yo", se produce un radical
ocuLtamiellTo. Siempre es confuso lo que se quiere decir cuando
se invoca el significante lesbiana, no sólo porque su significación
está fuera del control de uno, sino también porque su especifici-
dad sólo puede ser demarcada por exclusiones que regresan para
desbaratar su declaración de coherencia. ¿Qué es lo que tienen en
común las lesbianas, si algo tienen en común? ¿Quién decidirá
esta cuestión? ¿yen nombre de qué? Si yo proclamo ser una les-
biana, yo "me hago visible" sólo para producir un closel nuevo y
diferente. El "tú" ante el cual me hago visible ahora penetra en
una distinta región de opacidad. En efecto, el lugar de la opacidad
es simplemente desplazado: antes no sabías si yo "era", pero aho-
ra no sabes lo que eso significa, lo que quiere decir que la cópula
_________I_lll_it_aL_"ión e instlbo~d?.!Ie género
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Imitación e insubordinación de género
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93
]udith Butler
96
Imitación e insubordinación de género
----------------------
prohibición; son, en sus retorcidas fantasías, explotadores de ni-
rios, los ejemplares paradigmáticos de la "obscenidad"; en cierto
sentido, la lesbiana no ha sido producida dentro de este discurso
como un objeto prohibido. Aquí se vuelve importante reconocer
qUe la opresión no opera simplemente a través de actos de abierta
prohibición, sino encubiertamente, a través de la constitución de
süjetos viables y de la correspondiente constih¡ción de un domi-
riÍo de (in)sujetos inviables -abjetos*, podríamos lIamarlos- quie-
nes no son nombrados ni producidos dentro de la economía de la
ley. Aquí la opresión opera mediante la producción de un domi-
tiio de lo impensable y de lo innombrable. El lesbianismo no ha
sido explícitamente prohibido, en parte porque no se ha dado a
t-onocer en lo pensable, en lo imaginable, esa red de inteligibili-
dad cultural que regula 10 real y lo que puede ser nombrado.
iCómo, entonces, "ser" una lesbiana en un contexto político en el
q'ue esa categoría no existe, en un discúrso político que practica
su violencia contra el lesbianismo, en parte excluyéndolo del dis-
é'urso mismo? Ser prohibido explícitamente implica ocupar un
sitio discursivo desde el cual se puede articular un discurso de
oposición; ser implícitamente proscrito implica no calificar como
un objeto de prohibición 11 Aunque en estos tiempos las
homosexualidades de todo tipo están siendo borradas, reducidas,
y (entonces) reconstituidas como sitios ele radical fantasía
homofóbica, es importante volver a trazar las diferentes mtas por
las que lo impensable de la homosexualidad está siendo constitui-
do una y otra vez.
r,'
,:' i; .Hptl~r
~·L.)
ul!liza el t~rm.ino "~bjecC' para refi~.a algo ~ue ~10 ll,ega a ser obje-
::)ifi.En Ingles este termmo solo eXiste como adJetlvo y slgI1lflca 'abyecto" (N.
!~;ªl'Í\
),
,:i:"'
~.
¡:¡): 97
Judith Butler
Es una cosa que debe ser borrada del discurso, y sin embargo
otra que debe estar presente en él como una persistente falsedad.
Por lo tanto, hay un imperativo político para hacer visible el les-
bianismo, pero ¿cómo se realizará? ¿mediante regímenes regula-
tivos existentes? ¿Puede la exclusión de la ontología convertirse
en un punto de reunión para la resistencia?
Esto es algo parecido a una confesión cuyo propósito es sim-
plemente tematizar la imposibilidad de la confesión: como perso-
najoven, sufrí durante largo tiempo, y sospecho que mucha gente
también, que se dijera, implícita o explícitamente, que lo que yo
"soy" es una copia, una imitación, un ejemplo derivado, una som-
bra de lo real. La heterosexualidad coercitiva se constituye como
el original, la verdad, lo auténtico; la norma que determina lo real
implica que "ser" lesbiana es un tipo de imitación, un vano es-
fuerzo por participar de la fantasmática plenitud de la
heterosexualidad naturalizada que siempre fracasará '2 . Sin em-
bargo recuerdo claramente cuando leí por primera vez en Mother
Camp: Fe11lale lmpersonators in America 13 de Esther Newton que
el travestismo no es una imitación o una copia de un género ante-
rior o verdadero. Según Newton, el travestismo representa la mis-
ma estructura de personificación que asume cualquier género. El
travestismo no es el montaje de un género que en realidad perte-
nece a algún otro gmpo, es decir, un acto de expropiación o apro-
piación que asume que el género es propiedad legítima del sexo,
que "lo masculino" pertenece al "varón" y lo "femenino" a la
"mujer". No hay un género "propio", un género propio de un sexo
más que de otro, por eso es que en cierto sentido el sexo es una
propiedad cultural. Allí donde opera la noción de "propio", lo
hace siempre impropiamente instalada como el efecto de un sis-
tema coercitivo. El travestismo constituye la forma mundana en
que los géneros son apropiados, teatralizados, usados y realiza-
dos; esto implica que todo género es un tipo de personificación y
aproximación. Si esto es cierto, como parece, no hay un género
original o primario al que el travestismo imita, sino que el género
es un tipo de imitación que 110 tielle UIl original, que produce la
noción de original como efecto y consecuencia de la imitación
misma. En otras palabras, los efectos natural izados de los géne-
ros heterosexuales son producidos a tra vés ele estrategias de imi-
tación; lo 'que ellos imitan es un ideal fantasm,ltico de la identi-
dad heterosexual, q\le es producido C0l110 un efecto de la imita-
ción. En este sentido, la "realidad" de las identidades heterosexua-
les es constituida de un modo performativo mediante una imita-
ción que se coloca como el origen y el fundamento de todas las
imitaciones. La heterosexualidad está siempre en proceso de imi-
tar y aproximarse a su propia rantasmálica idealizaciólI, y deji-lI-
casar. Precisamente porque está destinado al fracaso y sin embar-
go se empeña en alcanzar el éxito, el proyecto de la identidau
heterosexual es impulsado hacia una interminable repetición. Efec"
tivamente, en sus tentativas para naturalizarse COIllO el original,
la heterosexualidad debe ser entendida como una repetición
compulsiva y coercitiva que sólo puede producir el efecto de su
propia originalidad; en otras palabras, estas identidades coerciti-
vas, los fantasmas ontológicamente consolidados de "hombre" y
"mujer", son efectos teatralmente producidos que fingen ser los
fundamentos, los orígenes, la medida normativa de lo real 14 •
Reconsideremos entonces el cargo homofóbico de que los afe-
minados, las butches y lasfem111es* son imitaciones de la reali-
dad heterosexual. Aquí "imitación" tiene el significado de "deri-
vado" o "secundario", una copia de un origen que es el funda-
mento de todas las copias, pero que no es copia de nada. Lógica-
mente, esta noción de un "origen" es sospechosa, pues ¿cómo
puede algo operar como tal si no hay consecuencias secundarias
que retrospectivamente confirmen su originalidad? El origen ne-
'" Bulch se denomina a la mujer que juega el rol llIasculino en IIna relaci<Í1l
Icsbialla;fcl11/1lc, a la qllcjucga cl rol rCllIcnino (N. del T.).
_ _-,-),_"..uUI ll_lH_Ic:_f_ _ _ _ _ _ _ _ __
cesita de sus derivaciones para afirmarse como tal, pues sólo ad-
quiere sentido cuando se diferencia de lo que produce como deri-
vado. Por 10 lanto, si no fuera por la noción de homosexualidad
cama copia, no habría una construcción ele la heterosexualidad
como origeIl. Esta presupone en este caso a aquella. Si el homo-
sexual como copia precede al heterosexual como origen, parece
razonable conceder que la copia viene antes que el origen, que la
homosexualidad es el origen y la heterosexualidad, la copia.
Pero estas simples inversiones no son realmente posibles. Pues
sólo cama una copia es que la homosexualidad precede a la
heterosexualidad como el origen. En otras palabras, toda la es-
tructura de la copia y el origen se revela como extremadamente
inestable ya que cada posición se invierte en la otra y confunde la
posibilidad de una forma estable que localice la prioridad lógica
o temporal de cada término.
Pero consideremos esta problemática inversión desde una pers-
pectiva psíquica/política. Si la estructura de la imitación de géne-
ro es tal que 10 imitado es hasta cierto grado producido -o, más
bien, reprocluciclo- por imitación (ver de nuevo la inversión y el
desplazamienlo de la mimesis que hace Derrida en "La doble se-
sión"), entonces afirmar que las identidades gays y lesbianas es-
tán implicadas en las normas heterosexuales o en la cultura
hegemónica no significa que 10 gay se derive de lo straight. Por el
contrario, la i//litación no copia lo que es anterior, sino que pro-
duce e invierte los términos de prioridad y derivación. Por lo tan-
to, si las identidades gays están implicadas en la heterosexualidad,
esto no significa que sean sus deternlinaciones o derivaciones, ni
que la heterosexualidad sea la única red cultural en la que están
implicadas. Son, literalmente, imitaciones invertidas: aquellas que
invierten el orden de lo imitado y la imitación, y que exponen en
el proceso la fundamental dependencia del "origen" con lo que
éste afirma producir como su efecto secundario.
¿Qué sigue si concedemos desde el comienzo que las identi-
100
Imitación e insubordinación de género
101
Judith Butler
llH
Imitación e insubordinación de género
Mimesis psíquica
105
judith Butler
------------------
Sin embargo, para los teóricos psicoanalíticos Mikkel Borch-
Jacobsen y Ruth Leys, la idcntificación, y en particular el mime-
tisl110 identificatorio, precede a la "identidad" y la constituye C0l110
aquello que es fundamentalmente "otro para sí mismo" La no-
ción de este Otro en el sí, por así decirlo, implica que la distinción
sí/Otro no es principalmente cxterna (una poderosa crítica al ego
psicológico se sigue de esto); el sí está desde el principio implica-
do en el "Otro" Esta teoría del mimetismo primario difiere de la
descripción que hace Freucl de la incorporación melancólica. En
la visión de Freud, que sigo encontrando útil, la incorporación -
un tipo de imitaci6n psíquica- es una respuesta a, y una negación
de, la pérdida. El género como el sitio de tales imitaciones psíqui-
cas es constituido por los Otros de géneros diversos que han sido
amados y perdidos, donde la pérdida es suspendida mediante una
incorporación (y una preservación) melancólica e imaginaria de
esos Otros en la psiquis. Contra esta descripción de la mimesis
psíquica por medio de la incorporación y la melancolía, la teoría
del mimetismo primario sostiene una posición más fuerte: el su-
jeto psíquico no obtiene de sí mismo su identidad. El mimetismo
no es moti vado por un draTl)a de pérdidas y recuperaciones desea-
das, sino que precede y constituye al deseo (y a la motivación); en
este sentido, sería anterior a la posibilidad de la pérdida y las
decepciones del amor.
Sea primero la pérdida o el mimetismo (tal vez un problema
irresoluble), el sujeto psíquico está no obstante constituido inter-
namente por Otros de géneros diferenciados y por lo tanto nunca
obliene, como un género, de sí mismo su identidad.
En mi visión, el sí sólo se convierte en tal bajo la condición de
que él haya sufrido una separación (la gramática nos juega en
contra aquí, pues este "él" sólo consigue diferenciarse a través de
la separación), una pérdida que se suspende y se resuelve provi-
sionalmente medi,1Ilte la incorporación melancólica de un "Otro"
Este "Otro" instalado en el sí establece la permanente incapaci-
dad de éste para lograr la idcntidad de sí mismo; la alteración que
produce el Otro cn el corazón del sí es su condición ele posibili-
dad 1x
Tal consideración de la idclltificación psíquica corrompería la
posibilidad de cualquier conjunto estable dc tipologías que expli-
quen o describan algo así como las idcntidades gays (l lesbianas.
Cualquier tentativa por aportar. algullo -como se evidcncia en la
reciente investigación de Kaja Silvennan sobre la homosexuali-
dad masculina- padece de simplificación y se sometc, con alar-
mante natu~lid, a los requerimientos regulativos de los regí-
menes epistémicos de diagnóstico. Si la incorporación, ele aCller-
uo al sentido que le ua Frcud en 1914, es un esfuerw por wcscr-
var un objeto amado y perdido, y por negar o aplazar el reconoci-
miento de la pérdida y por lo tanto de la pena, entonces llegar a
ser como la madre o el padre o un hermano u otros "amantes"
prematuros tal vez es un acto de amor y/o un odioso esfuerzo por
reemplazar o desplazar. ¿Cómo haríamos una "tipología" de la
ambivalencia incrustada en el corazón de incorporaciones
miméticas como éstas?19
¿Cómo nos vuelve a llevar esta consideración de la identifica-
ción psíquica a la cuestión de lo que constituye una repetición
subversiva? ¿Cómo se manifiestan estas molestas identificacio-
nes en las prácticas culturales? Consideremos la forma por la cual
la heterosexualidad se naturaliza a sí misma estableciendo ciertas
ilusiones de continuidad entre el sexo, el género y el deseo. Cuan-
do Aretha Franklin canta "tú me haces sentir como una mujer
natural", ella parece sugerir que un potencial natural de su sexo
biológico se actualiza por su participación en la posición cultural
de la "mujer" como objeto de reconocimiento heterosexual. Algo
de su "sexo" se expresa mcdiante su "género", que es entonces
reconocido y consagrado dentro de la escena hetcrosexual. No
hay ruptura ni discontinuiJad entre el "sexo" C0l110 facticidad y
esencia biológicas, o entre el género y la sexualidad. Aunque
Judith Butler
IOB
Imitación e insubordinación de género
109
Judith Buller
NOTAS
9. Quiero aprovechar esta ocasión para pedir disculpas al lrabajador social que
1 '"
me preguntlÍ en la conl"erencia cónltllralar con aquellas personas con SIDA que
se dirigían a Bernie Segal y a otros con el propósilo Je curarse psíquicamente.
En ese momento me pareció que él JClba a entender que esas personas estaban
llenas de odio hacia sí mismas porque buscaban en ellas las caUS<lS del SIDA. El
Y yo parecímnos estar Je acuerdo en que cualquier esfuerzo por situar la respon-
sClbilidad del SIDA en Clquellos que lo padecen es polílicCl y élicCllTlente equivo-
cado. Pensé que él, sin embargo, estaba preparado para decirle a esas personas
que estaban llenas de odio hacia sí mismas y reaccioné con una violencia exce-
siva ante la perspectiva paternalist<l de que esa persona juzgara él <llguien que no
sólo estaba sufriendo, sino que ya se juzgaba a sí mismo. Decir que una persona
se odia a sí misma es un acto de poder que exige algún tipo de examen, y pienso
que, como repuesta a alguien que ya está luchando con el SIDA, es quizás lo
último que necesita escuchar. También sucedió que tenía un amigo que buscaba
a Bernie Segal para pedirle un consejo, no con la creellci:l de qlle h<ly UI.l<l causa
o solución psíquica para el SIDA, sino de que podría obtener apoyo psíquico
para sobrevivir con el SIDA. Desafortunadamente reaccioné demasiado rápido
y con algo de furia ante el trabajador social que me hacía la pregunta. Ahora me
lamento por no haber mantenido la calma, lo cual me hubiera pcrmitido discutir
con él las distinciones que acabo de exponer.
Curiosamente, este incidente fue inv.C?cado en una reunión de CLAGS (Centro
de estudios gays y lesbianas) en CUNY (Diciembre ele 1989); según aquellos
que me lo contaron, mi furiosa Jenuncia del trabajador social fue tomada como
sintomática de la insensibilidad política de un "teórico" al tratar con alguien que
está activamente comprometido en trabajar con los enfermos de SIDA. Esta
atribución implica que yo no hago trabajos con los enfermos de SIDA, que no
estoy políticamente comprometida y que el trabajador social en cuestión no lee
teoría. No necesito decir que reaccioné así en nombre de un amigo ausente con
SIDA que buscaba a Bemie Segal y compañía. Así como he pedido disculpas al
trabajador social, espero COII expectación que el miembro del CLAGS que me
malinterpretó haga lo mismo.
10. Ver mi "The Force of Fanlasy: Feminism, Mapplethorpe, and Discursive
Excess", dijJerellces 2, no. 2, Verano de 1990. Desde que escribí este ensayo, las
artistas y las representaciones \esbinnas también hnn sido atacndas.
11. Esta es una singular treta de eliminación que por lo gencral Foucault no tiene
en clienta en su análisis del poder. Casi siempre supone que el poder se desplie-
ga utilizando al discurso COIllO su instrumento y que la opresión está vinculada a
la sujeciólI y a la subjctivaci6n, es decir, que está instalada como el principio
formativo tic la identidad Je los sujetos.
12. Aunque imitar sugiere que hay un modelo que eSI:) sicndo copiado, puede
tener el efecto de exponer ese moJelo anterior eomo puramente fantasm<Ílico.
En "La doble sesión" (en Lo diseminacióll, trad. José Martín Arancibia, Madrid,
)ULJi1110Ul1el
ElI. Fundamentos, 1975), Jacques Derrida considera el efecto textual del mimo
en "Mímica" de Mallarmé. Allí sostiene que el mimo no imita o copia algún
fenómeno, idea II figura anteriores, sino que constituye -alguien podría decir
!lel!orJJIC/r;I'lI1IU!l!re- el fantasma del original en y a través de la mímica:
No representa nada, no imita a nada, no tiene que adecuarse a un
referente anterior cun propósito de adecuación o verosimilitud. Se
prevé la objeción: puesto que no imita a nacla, no reproduce a nada;
puesto que entabla en Sll origen aquello mismo que traza, presenta o
produce, es el movimiento mismo de la verdad. No ya, ciertamente,
dc la verdad de adecuación entre la representación y el presente de
la cosa misma, o entre lo imitante y lo imitado, sino de la verdad
como desvelamiento presente del presente ... Pero no hay nada de
ello ... Estamos ante una mímil:a que no imita a nada, ante, si se
puede decir, un doble que no redobla a ningún simple, que nada
previene, nada que no sea ya en todo caso un doble. Ninguna refe-
rencia simple ... Ese speclI11I1JI no refleja ninguna realidad: produce
únicamente "efectos de realidad ..... En ese speculul/l sin realidad, en
ese espejo de espejo, hay ciertamente una diferencia, una díada, pues-
to que hay mimo y fantasma. Pero es una diferencia sin referencia, o
más bien una referencia sin referente, sin unidad primera o última,
fantasma que no es el fantasma de ninguna carne ... (pp. 311-312)
112
Imitación e insubordinación de género
16. Amber Hollibaugh y Cherrie Moraga, "What We're Rollin Around in Bed
With: Sexual Silenccs in Fcminism" en Puwe!'s of Des;re: The Politics of
Sexualil,\', Ann Snitow, Christinc Stansell y Sharon Thompson (comps.), Nueva
York, Monthly Review Press, 1983, pp. 394-405.
17 Mikkel Bon:h-Jacobsen, T/¡e Freudiall SltbjeCl, Slanford, Stanford University
Press, 1988. Para citas de la obra ele Ruth Leys, ver las elos notas siguientes.
18. Para un fino análisis del mimetismo primario con implicaciones directas
[Jara la formación de género, ver Ruth Leys, "The Real Miss Beauchamp: The
History and Sexual Politics of the Multiple Personality Concepl", en Felllillüt:
Theorize Ihe Political, Judith Butler y Joan W. Scott (comps.), Nueva York y
Londres, Routledge, 1992. Para Leys, un mimetismo o una sugestión primaria
requiere que el "sí" esté constituido desde el comienzo por sus incorporaciones;
el esfuerzo por diferenciarse uno mismo de aquello por lo cual uno es constitui-
do es, por supuesto, imposible, pero acarrea una cierta "violencia incorporativa",
para usar un término de ella. La violencia de la identificación está de esta mane-
ra al servicio de un esfuerzo de diferenciación, para ocupar el lugar del Otro que
se encuentra, por así decirlo, instalado en los cimientos del sÍ. El hecho de que
este reemplazo, que quiere ser un desplazamiento, fracase y deba repdirse sin
fin, define la trayectoria de la psiquis de una persona.
19. Aquí de nuevo creo que la obra de Ruth Leys puede aclarar algunas de las
cuestiones complejas de la c0!1stitución de género que emergen de una conside-
ración psicoanalítica cerrada acerca de la imitación y la identificación. Su próxi-
mo libro seguramente reanimará estas cuestiones: The Subject of Imita/ioll.
113
Jaml Matlock
116
¿Y si la sexualidad no tuviera porvenir?
117
Jann Matlock
111'\
ciplinaria como comportamie1lto (a través de las perversiones),
como pulsión (en el psicoanálisis), y como actos (catalogados por
la sexología) 13
Una nueva definición de la sexualidad, que se construye en el
cuerpo y reconstruye los cuerpos, nos condujo dcsue hace dos
decenios, gracias a los trabajos de Foucault y Thomas Laqueur-
hacia una acepción del concepto como identidad o 1110do de cui-
dado de sí "en la experiencia de la carne"'-'. Al cesar de estar
ligado a las cualidades del macho y de la hembra, como en Iü
definición de 1838, esa formulación contempor;'ínea ele la sexua-
lidad desdeña netamente la diferencia ;l1latómica y risinl(ígicil para
hablar de las constmcciones y de las materializaciones, más que
de los actos o de los comportamientos. Pero incluso si la nueva
definición sugiere un rechazo de las categorías determinantes de
la anatomía o de la~_ normas sociales, volviendo así posible una
suerte de "nominación" de su identidad propia, como lo atestigua
el juicio de California de noviembre de 1997, los términos posi-
bles a través de los cuales los sujetos nombran su sexualidad que-
dan, no obstante, encuadrados por categorías gracias a las cuales
los discursos de la sexualidad en el siglo XIX forjaron las repre-
sentaciones de una diferencia normativa y moralizaelora'5
El transexualismo, lejos de ser una amenaza para las catego-
rías que articulan las diferencias de sexo, ele género y de prefe-
rencia sexual, surge como un recurso último a las limitaciones
descontadas por cada formulación. Aún cuando Jean Baudrillard,
en un artículo titulado "Somos todos transexllales", eligió el
transexual como un modelo -seductor y amenazallte a la vez- de
placer orgiástico postmoderno propio de la "mutación ell el orden
simbólico de la diferencia de los sexos"'Cl. Es preciso rcconocer
que el transexualisrno no eslá fundado sobre "la indiferencia
sexual", como él pretendía, sino exactamente sobre su contrario:
sobre una pulsión ele la diferencia sexual absoluta reconocible en
su maquinaria analómica y confirmado por las determinacioncs
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¡Y si la sexualidad no tuviera porvenir?
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Jann Matlock
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no legendario ve que su madre no tiene pene 2" Son las mismas
cuestiones que condujeron en el caso del fetichista, que se volvió
emblemático del discurso de la sexualidad en el siglo XX, a no
cesar de "refalicizar" simbólicamente la mujer con el fin de guar-
dar intacto su órgano fantasmático 15 . La diferencia, planteada como
determinante en una sociedad que inviste la diferencia de manera
ideológica, requiere infinitas representaciones.
¿Pero representaciones de qué? ¿De la indiferencia como
Baudrillard desearía hacernos creer? ¿O de una diferencia deter-
minante, como lo sugiere finalmente la metáfora dcl transexua-
lismo? ¿Cómo la representación, particulanncnte la representa-
ción visual, se vuelve "una investigadora contrariada" tanto como
"un autor incorregible del problema de la scxllalidad"2Ó? ¿Pue-
de la representación de la sexualidad arrojar alguna luz sobre
las situaciones embarazosas en las que se encucntra 1<1 sexuali-
dad -y adónde ella lanzó a la sociedad occidental- en nuestro
fin de siglo?
La insistencia de la filósofa Judith Butler sobre el cuerpo como
materializado más que simplemente construido, abre una vía nue-
va a estas preguntas. En un libro reciente, Boclies t!1a( Matter
(1993), Butler propone una exploración del modo en cual los cuer-
pos entran en los lenguajes de la representación y en el quc se
producen su inteligibilidad y habitabilidad. "¿Qué resultados, y
dónde, -preguntaba eh Gender Trouble (1989)- permitirá inver-
tir las distinciones de 10 interior y de lo exterior y obligará a un
cuestionamiento radical de los presupuestos psicológicos ele la
identidad sexual y del género"27? Ella responde que sería necesa-
rio mirar "¿cómo y con qué fines los cueqJOS son constll.l idos?"
asimismo "¿cómo y con qué fines los cuerpos no son construi-
dos?" y cómo "cuerpos que carecen de materialidad producen "la
exterioridad", o el soporte necesario para cuerpos que, material i-
zando la norma se caracterizan como cucqJOS que cunta2~ Con
esa meta, Butler propone que se observen las materializaciones
J<llIll lltallUCK
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_ _ _ _ _ _ _"--iY_s_il_a sexualidad no tuviera porvenir!
125
Jann Mallock
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i Ysi la sexualidad no tuviera porvenir?
129
Jann Matlock
BIBLIOGRAFÍA
NOTAS'
p. 4-6 ..Yo estaba sorprendida, recorriendo las obras mayores sobre "la sexuali-
dad" aparecida desde hace una veintena de años, al descubrir que pocos autores
plantt.:an la pregunta acerca de, qué es "la sexualidad" y se preguntan aún menos
cómo "la sexualidad" que toman como tema se diferencia de lo que se llamaba
sexl/alidad hace cien o doscientos años.
14. Consultar Thomas Laqueur, "La construcción del sexo", Cuerpo y Género
desde los griegos hasta Freud, Serie Feminismos, Ed. Cátedra, Madrid, 1994, p.
28. A través de una mirada hacia el fin del siglo XVIII y XIX, Laqueur nos
permite matizar la declaración de Foucault de que el siglo XVIII inventó "la
sexualidad" y que todo lo que precedía no era sino, según él, "la carne", Dits el
écrits, 3: 313. El siglo XIX creó un discurso representativo, a través del cual las
categorías de sexo y género no sólo resonaron con sentidos nuevos, sino tam-
bién -al mismo tiempo y quizás de manera más importante para los teóricos e
historiadores que tomaron el relevo de Foucault- formularon decisivamente la
subjetividad. En su contribución magistral a esta discusión, el historiadorThomas
Laqueur traza la emergencia de lo que llama "el modelo de los dos sexos" que
suplantó hacia fines del siglo XVIllun modelo del "sexo único". Según Laqueur
alrededor del final del siglo XVIII, coextensivo con (pero no el resultado de) el
descubrimiento de la ovulación y de un concepto radicalmente nuevo del orgas-
mo femenino como no esencial a la concepción el cuerpo femenino se vio
reinterpretado en relación al cuerpo masculino, y "la naturaleza sexual del hom-
bre cambió": "Desde el siglo XVIII, la idea dominante ... había sido que había
dos sexos opuestos, estables, inconmensurables y que la vida política, económi-
ca y cultural de los hombres y de las mujeres, sus roles en tanto que géneros
[gellder roles], son de una manera u otra fundados sobre esos "hechos" La
biología -el cuerpo estable, a-histórico, sexuado- es comprendida como el fun-
damento epistémico de las afirmaciones normativas relativas al orden social"
(18-20). En esta re-fabricación del sexo, sostiene Laqueur retomando una frase
de Nietzsche, la sexualidad se transformó en una "suerte de obra de arle"(28).
Una de las contribuciones más importantes del libro de Laqueur es la de demos-
trar cómo el "modelo de los dos sexos fue inventado como una nueva funda-
ción" para "la organización social entre los sexos" que loan Scott designó como
"gellder" (ver Scot!, 29, 32, 43, 44-45). Laqueur vio la diferencia sexual como
una construcción impresa en los cuerpos a fin del siglo XVIII y en el comienzo
del siglo XIX: "The power ol' culture thus represents itself in bodies, and forges
them, as on an anvil" (Laqueur, Amor Veneris, vel Dulcedo Appeletur", in
lO
Fragments for a Histol)' of the HUlJJan Bod)', Part JII, zone 5. Ed. Michel Feher,
New York, Zone, 1989, p. 102-103). A través de la impronta del sexo en los
cuerpos, la sexualidad como la conocemos se desprende como un dispositivo de
lo que Judith Butler llama "regulatory fictions" (Gelle/er Trouble, 32). Este "dis-
positi va de la sexualidad", según Foucault, tomó su lugar en el siglo XIX a fin
de procurar un comportamiento normativo para grupos que operaban por fuera
133
Jann Matlock
21. Apenas sorprenderá, que esta caricatura sea contemporánea de las batallas
jurídicas sobre el estado civil de los transexuales. Ver Sur l'ide/ltité sexuelle: a
propos du IrllnSSeXllalisl1le, Ed. de la Association freudienne internationalc, p.
59-182.
22. "Se puede imaginar que un hombre pida experimentar un embarazo reci-
biendo en su abdomen un embrión ue algunos días de edad ... Tal demanda nos
fue dirigida por un transexual antes del nacimiento de Al11andine", Jacques TestaIt,
L'oeuftransparent, Flámarion, París, 1986, p. 140-141.
23. Respecto a esto, consultar la lectura del caso Boursicot por Garber p. 234-
251, sobre todo p. 235-236.
24. Consultar Freud, Obras Completas, "Algunas consecuenci<ls psíquicas de la
diferencia anatómica eútre los sexos" (1925), Amorrortu editores, tomo XIX,
Bs. As. 1979, p. 259, yel ensayo de 1932 sobre "La femineidad", donde Freud
habla del descubrimiento de parte del niño "del defecto de los órganos genitnles
de la mujer" Freud, Obras Completns, Amorrorlu Editores.
25. Consultar Emily Apter, Femi/lizil/g tire Fetislr: Ps)'clroolllllysis (//l(1 Narl'(//ive
Obsession in Trl/'ll-Of- The Celltren' Frailee, Cotnell ur, Ithncn, 1991; Y Apter
and William Pi~lZ, Fetichism as éul/lIral Discollrse, Cornell UP, [thaca, 1993.
26. Aquí retomo la fórmula de [a crítiea literaria feministn I3mbara Johnson que
describe de ese modo no la representación visual sino la representación literaria.
Consultar Johnson, The Critical Difference, Johns Hopkills UP, Ba[timore, [980,
p. 13.
27. But[er, Gender Trouble, p. [39. En otra parte Butler pregunta si la sexuali-
dad es "pensable" por fuera de las "eonstrainls without which a living and desiring
being cannot make its way"? Podemos sostener la petformati vidad en relación a
[as obligaciones que Butler llama "lhe radical unthinkability of desiring otherwise,
Ihe radical unendurability of desiring otherwise, the absence of cerlain desires,
Ihe repelilive cornpulsion of olhers, lhe abiding repudiation of sorne sexual
possibilities, panie, obsessional pull, and the nexus of sexuality and pain"?
(Bodies Tlzat Maller; 94 J.
28. l3utlcr, Rodies thal Maller; p. 16. Para matizar la discusión de los propósitos
de But\cr, ver mi "Hegemony amI Hedonism" 211-212,219-222.
anu her Secrets Revealed", Yale Jounwl 01 Cri/icÍ.!iIll, 9, n02 (1996). 175-221; Y
"Censorillg the Realist Gaze" in SpeclQc:les 01 Realism: Cendre, Botly, Gellre,
Ed. Margaret Cohen ano Chrislopher Prendergast. Minnt!apolis: University of
Minnesola Press. 1Sl95. p. 28-6'i.
32. Consuhar BUller, Bo{!ies Tllm MM/er. 10: '",[hus lhe question is no longer.
I-Iow is gender consliluled as ano lhrough a ccnain inlerprelalion of sex? (a
qucstion lhul leaves lhe "maller" of sex untheorized), blll ralher, lhrough what
regulatory norms is sex itself materialized?" Yo sostengo que entonces, sería
necesario estudiar las malerializaciones del sexo a fin de ver cómo las normas
reguladoras son reiteradas y cómo, a su tumo, pueden ser desestabilizadas.
33. Mi libro Desires lo Censor relomará estas cuestiones de un modo matiza-
do, sobre lodo en un capítulo sobre "la invención" del "voyeurismo" en el
siglo XIX.
34. Otr~s imágenes representan mujeres a punto de mirar o intentando mirar,
[lera esta imagen es la única que pinta a una mujer mirando.
35. Comenta: "¡Ah! ¡Es divertido, dos!..." (Portes elfinerres, 'nl> 7).
36. Consultar Marie-Laure.Bemadac, "Attractions et répulsions", Féminin-
masculin, p. 188, así como Bemard Marcadé in idem, "Le Devenir-Femme de
/'(//"/" P. 24.
37. "En una organización de ese tipo, el punto de vista y el punto de fuga son
simétricos: si es verdad que el segundo es la vulva, esta es la imagen especular
de los ojos voyeurs; o cuando estos creen ver la vulva, ellos se ven. Co~hud el
que ve". Jean-Franrrois Lyotard, Les TRANSformaleurs DUchamp, París, Galilée,
1977. P. 137-138.
38. Marcadé, Fémil1il1masculil1, p. 11.
39. Consultar Michel Taylor, "Rrose Sélav)'" en Fémininmaculil1, p. 288.
40. Consuhar Fémil1il1masculin, p. 157.
41. Consultar mi discusión sobre el uso de L'Origine du monde en la exposición
Félllillillmasculin en "Hedonism and Hegernony", p. 222-225.
42. Rosalind Krauss, Tlle Oprical Ul1cOnSCiolls, MIT, Cambridge, 1993, p. 112.
43. Silverman, The T/¡resl!old of Ihe Visible World, p. 11.
136
Marie-Jo BOll11et
De la emancipación amorosa
de las mujeres en la ciudad *
141
Marie-Jo Bonnet
El c1ivaje feminismo/Jesbianismo
H4
De la emancipación amorosa de las mujeres en la ciudad
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Marie-Jo Bonnet
1At:
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Muie-Jo Bonnet
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De la emancipación amorosa de las mujeres en la ciudad
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Marie-Jo 130nnet
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De l~ emancipación amolOsa de las mujeres en la ci\ldad _______ _
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De la emanc¡paClon amorosa de las mUjeres ellla LlllUaU
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Marie- Jo Bonnet
160
De la emancipación amorosa de las mujeres en la ciudad
161
Marie-Jo I30nllct
--------------------
la mitad del libro, cuando combata la cuestión del Sida y del
comunitarismo gayo Pero lo más grave en este libro impregnado
de espíritu patriarcal se encuentra en la conclusión, cuando escri-
be: "No sin una cierta mala fe, las mujeres homosexuales revalo-
rizaron, en nombre de la defensa de la mujer, el odio al hom-
bre35 " Esta interpretación masculina y moralista de una realidad
que él sólo conoce por rumores, le permite de ese modo eliminar
la cuestión del amor entre mujeres en nombre de un universalis-
mo bonachón, inocente y "objetivo"
El coloquio sobre los Gay and Lesbian Studies organizado en
junio pasado en el Centro Beaubourg, por Didier Eribon en oca-
sión de la EL/ropean Lesbien and Gay Pride, procede con el mis-
mo espíritu, pero ejerciéndose esta vez del lado comunitarista.
Bajo pretexto de mostrar que los "Gay (lnd Lesbian Studies justo
comienzan a emerger en FranciaJ6 ", los organizadores ocultaron
deliberadamente los trabajos realizados desde hace veinte años
en nuestro país sobre lesbianas, en el marco de la historia de las
mujeres, como separaron, por otro lado del coloquio los investi-
gadores e investigadoras que trabajan en Francia. El encuentro
organizado tres días míÍs tarde sobre, las "Figuras históricas de
las homosexualidades" logró además, censurar totalmente la ho-
mosexualidad femenina. Uno puede imaginar la indignación ge-
neral si una mujer hubiera organizado un coloquio sobre las figu-
ras de la homosexualidad donde sólo se hubiera hablado de muje-
res. Evidentemente, es impensable, pues las lesbianas remiten aquí
como en otro lado a lo específico.
El reconocimiento de las lesbianas es difícil de realizar por
parte del movimiento feminista, lo que explica porqué una revista
como Lesbia magazine ubicaba "los derechos de las mujeres" en
último lugar de sus preocupaciones: "En la jerarquía de la infor-
mación la prioridad es elada a lo que concierne a las lesbianas,
luego a la comunidad homosexual (hombre/mujer) en su conjun-
to, lo que quiere decir que los problemas ele derechos como los
_____
Ve_laC(ipc<Í1~!OrS de las l11ujeres en la ciudad
1l'i1
J'vlane- Jo Hunnet --,----------
16~
De la emancipación amorosa de las mujeres en la ciudad
165
Maric-Jo Bonnet
BIBLIOGRAFÍA
Simone de Bcauvoir, El Scgundo Sexo, Ed. Siglo XXI, Uso As. 1970.
- , L'Amour presq//c pmfair, París, Le Félin, 1981
Marie-Jo Bonnet
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Marie-Jo l3onnel, VII ehoix HIJI.l équivoque_ Purís, DenoCl-Gonthier, 1981, nue-
va edicilín aumentada Les re/ulioll.\" {/1Il0IlreIlSi!S elllre lesfelllllli!S, XVI-XX siec/e,
1'~lrís, Ollilc Jacob, 19 l )S (COIIS
Naty Gareia Guadilla, Libé}'{llioll des femmes, le lid./. París, PUF, 1981.
Evelync Le Garree, Des femllles qlli s' ailll/;'/ll, París, Seuil, 1984.
168
De la emancipación amorosa de las mujeres en la ciudad
NOTAS
l. Utilizo este término para designar el amor entre mujeres bajo el aspecto amor-
deseo. Los términos homosexualidad y lesbianismo me parecen demasiado mar-
cados por el espíritu de clasificación científico y/o de identificación de las per-
sonas según su práctica sexual. En defensa de una conformación del Eros lesbiano
ver mi próximo libro Les Deux Amies de próxima publicación.
2. Ver Marie Jo Bonnet,Les relaciolls amourellses enCre fellll1les, siglo XVI -
X X, Ed. O. Jacob. Col. Opus, 1995, cap. "Les habits neufs de la tribade.
3. S. Freud, Obras Completas. Sobre la psicogénesis de Ufl caso de homosexua-
lidad femenina (1920), Amorrortu eLlitores, BS.As. 1979. Tomo XVIII, p. 16l.
4. Víctor Marglleritte, La Garronlle (1922), Flammarion. 1926, p. 152.
169
Maric- Jo 130llJlet -------
14. Nuestro vientre IIOS pertenece. Le Mallifeste des 343. Fue publicado en Le
NOllvel ObSe/1latellr deiS de abril de 1971, p. 6.
15. Ver Caroline Fourest, "Les féministes contre I'extreme droite", en Claudie
Lesselier y Fiammetla Venner (dir.), L'eXtreme droite etlesfeml7les, Ed. Golias,
1997, p. 195-227. Ver también Cathy Bernheim, Paturbatiolllllasoeur, Ilaissance
d'lm mOllvemellt defemmes, 1970-1972, Le Seuil, 1983.
16. Ver Fran~oise d'Eaubonne, "Le FHAR, origines et illustrations", Revue h,
n02 y 3, otoño 1996.
19. Ver el artículo: "il y a comme rra des réunions historiques", firmado "Je,
Gouine Rouge, femme homosexual" en Le torcllOll b,.{¡!e, n° 5 (Le TorcllOlI bríile
era el diario del MLF entre 1971 y 1973).
20. Anne, "La difficile frontiere entre homoscxualité y hétérosexualié", Las Mu-
jeres se obstinan, Les Temps Modenzes, abril-mayo de 1974, p. 2.049.
2 J. "Monique Witlig et les Icsbiclllies barbues", Actllel, n° 38, enero 1974, p. 12.
172
lIenry Abelove
173
Henry Abelove
1" ~
Freud, la homsexu~lida masculina y los americanos
17f:\
ción, siendo algo sobre lo que se debería estar inmediatamente de
ilcut:.rclo. "La homosexualidad", continuaba la declaración, había
'\~stado preScllte a lo largo de la historia y entre todos los pue-
hlllS" Las leyl:S qUé la 1)L~laizbn representaban una "extrema
violacióll de los derechos humanos" porque negaban "la sexuali-
dad intrínseca" de los homosexuales. También dejaban la puerta
abierta al chantaje e indirectamente indujeron a algunos homo-
sexuales al suicidio. Existía aún otra consecuencia. Al estigmati-
zar la homosexualidad como "criminal" empujaban a menudo a
los homosexuales hacia posturas y actitudes "antisociales" La
declaración concluía con una "petición" para que los homosexua-
les tuvieran los mismos "derechos" que todos 4
Estas eran las intervenciones públicas de Freud; privadamente
siguió la misma línea. Por ejemplo, sostenía que no había buenas
razones para que a los homosexuales se les rechazara la solicitud
C0l110 aspirantes a psicoanalistas. Esta posición resultó ser
17ó
Freud, la homosexualldaLl masculina y los al~I'CnOS
177
Hcnry Abelove
17Q
muy enamorado. Y cuando usted está enamorado, todo está bien
¿ verdad?" Freud replicó, "Para usted ciertamente ... " y rió. Lue-
go le preguntó, hacia el final de la consulta, cuándo había comido
un biftec por última vez. Goetz contestó que hacía cuatro sema-
nas. Luego Freud le entregó un sobre cerrado diciéndole que era
una "prescripción" y, con cierta timidez, dio por concluida la se-
sión, diciendo:
Por favor acepte este sobre y pcrmítamc esta vez actuar como su
padre. Una pequeña retribución por la alegría que me ha dispensauo
con sus poemas y la historia de su juventud.
lfiO
Freud,la homosexualidad masculina y los americano_s_ __
algunas ele las reservas ele Jones; pero ya desde los comienzos del
transplante del psicoanálisis a estas costas, los analistas america-
IIOS tendieron a considerar la homosexualidad con desaprobación
y en realidad quisieron desembarazarse de ella para siempre. Ya
en 1916, cuando Freud todavía estaba muy activo, Smith E~y
Jeliffe, un destacado analista neoyorkino, fundador ele la
Psychoanalytic Review, eleclaró que "instrucción individual" y
"educación" deberían controlar la tendencia "homogénica" y "di-
rigirla" a una "normal y bien adaptada vida sexual"; para que así
no exista la homosexualidad 12
La declaración de Jeliffe es típicamente americana; refleja un
punto de vista que los historiadores en general llaman moralista y
que ha dominado desde siempre el pensamiento psicoanalítico en
este país. Es una actitud que Freud conocía, despreciaba y a la
que se oponía, pero que nunca logró vencerla ni mitigarla. Por
qué no pudo, requiere una explicación. Después de todo era un
líder dominante con poca paciencia ante cualquier desviación; y
podría haber terminado con los agraviantes analistas americanos,
así como lo hizo con algunos europeos, como en el caso de Adler
y Jung. Quizá tuvo miedo a que demasiada severidad pusiera en
riesgo el futuro del psicoanálisis en el frente americano. En los
años treinta, era claro que era en América dónde se produciría el
mayor crecimiento del movimiento psicoanalítico. También pudo
haberse mantenido al margen debido, en parte, a una especie de
indiferencia. Para él era más importante lo que decían y pensaban
sus compañeros europeos que los americanos. Finalmente creyó que
la actitud de los analistas americanos no era accidental sino necesa-
ria, derivada directamente de lo que él consideraba como las condi-
ciones fundamentales de la vida americana. Si eso era verdad, ¿cuál
hubiera sido el beneficio de dejar de lado a determinados analistas?
Aún así discutía con ellos al sentirse molestado, contrariado.
Su blanco más frecuente fue James Jackson Putnam de Harvard,
el analista americano que más le gustaba o quizá el que le disgus-
IBI
Henry Abelove
¿Que tendríamos que hacer cuando Ulla mujer se queja de,su frustra-
da vida, cuando con su juventud perdida se da cuenta que fue priva-
da de la alegría de amar debido a meras razones convencionales?
Ella tiene bastanle razón, y nosotros nos quedamos imposibilitados
anle ella porque no podemos volverla joven otra vez. Pero el reco-
nocimienlo de nuestras limitaciones terapéuticas refuerza nuestra
determinación en cambiar otros factores sociales para que tanto los
hombres como las mujeres no se sientan más forzados a situaciones
sin esperanza.
1Q1
aparentemente impacto alguno en Pu!nam, quicn rápidamente le
contestó que los pacientes necesitan "más que simplemente apren-
der a conocerse a sí mismos", también conocer ¡as "razones de
porqué deberían adoptar ideales más elevados para sus obligacio-
nes" Luego le volvió a escribir: "Como estudio pacientes y trato
de aliviarlos de sus síntomas, me encucntro con quc también debo
mejorar su temperamento y carácter morales. Inmcdiatamente
después le relató el Freud una de sus fantasías infantiles -de una
vida familiar feliz- y le pidió una interpretación. Este pedido le
dio a Freud una oportunidad que aceptó con regocijo
En gcncral vco ljue usted cst~ sufricndo de \111 Illuy temprano e in·
tenso sadismo reprimido que se cxpresa a través de una bondaLl ex-
cesiva y auto tortum. Detrás de la rantasÍa de una vida Familiar reliz
usted debería descubrir las fantasías normales reprimiLlas de una rica
.~ealizcón sexual.
184
Freud, la homosexualidad masculina y los americano_s_ _ _ __
185
Henry Abelove
188
_ _ _ _ _F!eud,Ja homosexualidad masculina y Jos americanos
189
Henry Abelove
192
quienes dedicaron gran esfuerzo para conseguir su anulación. Lo
lograron a través de una mezcla de agitación y discusión En
1973, la Association saca la homosexualidad de la lista de enfer-
medades 30 Al anunciarlo, el presidente de la Association dijo que
esperaba que el resultado fuera "un clima más satisfactorio de
opinión para la minoría homosexual en nuestro país .... "31 Aquí
hay que remarcar el término minoría. Lo que el presidente dio por
supuesto fue que los homosexuales eran realmente una minoría,
un grupo de una naturaleza especial. Lo hizo porque el movi-
miento de liberación gay de manera previsible lo estaba diciendo
así y sus aliados psicoanal íticos acordaban a viva voz.
¿Aliados psicoanalíticos? Sí, el movimiento tenía aliados de
los cuales el más influyente eran ludd Marmor (1910) Y Robert
Stoller (1924), quienes durante los años sesenta y setenta choca-
ron frecuentemente contra la postura Bieber-Socarides. Tanto unos
como otros negaban que la homosexualidad fuera una enferme-
dad, la describían a su vez como la orientación sexual de una
minoría. Al describirla así, obviamente rechazaban la idea que
Freud había pensado como teóricamente crucial, la idea de que la
sexualidad de todos era en gran parte homosexual. Marmor mani-
festó su objeción con mucho l3.cto: Freud sostenía que la homose-
xualidad era una "tendencia universaL" La idea no era "ilógica"
pero sí "no operativa" y debería descartarse 32 • Stoller dijo mucho
de lo mismo: al adherirnos a la idea de Freud, nunca podíamos
tener claro los fundamentos para decir de cualquiera que no era
homosexual. Eso sería "problemático." Probablemente sería acon-
sejable volver "a una definición menos complicada de la homose-
xualidad" y pensarla como del dominio exclusivo de los homo-
sexuales, "como el estado en el cual las prácticas sexuales son
realizadas preferentemente, en la fantasía consciente o en la rea-
lidad, con una persona del mismo sexo"33 Así tanto Marmor como
Stoller veían a la homosexualIdad sólo del lado de los homosexua-
les, quienes por eso eran diferentes él todos los demás y por lo
193
tanto una minoría. Pero los homosexuales no eran necesariamen-
te más enfermos que lo que era cualquier otra minoría como los
negros, latinos y judíos, y le otorgaron el derecho de ser libres del
estigma por el cual la psiquiatría oficial los había ubicados tan
injustamente. Por supuesto que el corolario de la adscripción hu-
mana del status minoría fue éste: la gente de afuera de la minoría
ya no necesita considerarse como también homosexual.
Las reuniones de la Associatioll que condujeron eventualmen-
te a la decisión ele no clasificar la homosexualidad como enfer-
medad, estuvieron protagonizadas principalmente por psicoana-
listas. De un lado, Bieber y Socarides, del otro Marmor y Stolle ...
Extraño espectáculo, dos grupos ele psicoanalistas moralistas opo-
niéndose mutuamente, reivindicando la tradición freudiana y a su
vez defendiendo una posición que el mismo Freud había rechaza-
do por equivocada y represiva. El freudismo en América continúa
como comenzó.
NOTAS
194
Probablemente la fuente más crucial no publicada de la historia del péñ'samicntó
psicoanalítico, "Runybriefc", cs lodavía lTluy poco conocido. Vér Paü¡¿:(~}orty,
Frelld as a Wáter ~,New York: lnlcl:nalional, Universl.c~ ,l,)ress, ,?~¡.p[R 9¡7,-
98; M. GrotJahn, Notes on Readll1g lhe RlIl1l1bnetc, JOlmial of ¡he O lo
Rallk Associatioll 8 (1973-74), pp. 89-91. I .. :;., ,
6. Ver, por ejemplo, la carta de Freud a Oscar Prister, del 13 de Abril'de '19'i9
.Correspolldellcia 1909-1939, SiRllllflld Frelld v Osear Pjister, Fondo de Cultu-
ra Económica, México 1966, pp. 63, M.
7. Un pasaje del relato de Goelz lraducida al inglés cst,l publicada en Freud as
We KTlew Him, H. Ruitcnbeek ed. (Delrit: Waync State Universily Prcss, 1973),
pp. 264ff. Para el texto completo en <1lemán original, ver Bruno Goetz,
"Erinnerungen an Sigmund Freud", Nelle Sclllreizer RUlldsdw//, mayo 1952,
pp. 3ff. Esta es un<1 traducción del Dr. RlIitenbeck, levemente modificada por
mí.
8. Ver Jurgen Ballmann, Paragraph 175: Uber die Mog/iclrkeit, die eilljache,
IÚc/1Ijugelldgefahrdellcle /(/u/ IÚc/lI nffelll/ic/re HOJ/loJexlla/ital l/lita
Envac/rsellell str~fei ZU lassell ( I3erlín/Neuwied: LlIchterhand, 1968).
9. Tlle Frelld-Jung Letlers: Tlle CorrespolldeTlce ofSiglll1/11d Frelld al/d C.G ..Il1l1g,
W. McGuire, ed. (Princelon: Princeton University Press, 1974 ),pp. 97, 125, J26.
Pero lres años m,ís tarde, en su correspondencia, JUllg dcja deslizar otro prejlli-
cio. Estaba escribiendo acerca de un hombre llamado Romer, quien era homo-
sexual, y dijo: "Él es como todos los homosexuales, sin delicadeza" Ver Frelld-
lUlIg, p. 423. Hay traducción al castellano de la correspomlcncia: Sigl11wld Freud-
Cad GlIstav lung. Correspolldencia, Taurus Ediciones, Madrid. 1979. Edición
agotada hace ya varios años.
10. Ver por ejemplo, Isidor Sadger, "1st die Kontrare Sexualempfindung heilbar?",
Zeitschrift fur Sexualwissenschaft 1 (1908), pp. 712[f. Agradezco al profesor
Steakley por hacerme prestar atención a este ensayo.
11. El colega fuc el analista it<1liano Edoardo Weiss. Ver Edoardo Weiss, Sigllwnd
Frelld as COIlsu/ralll (New York: Intercontinenlal Mcdical Book Corp., (1970),
p. 9. Sobre Tausk y la relación con Freud, ver Paul Roazen, Hermallo Animo/,
cditorial ACME-agaJma, Bucnos Aires, 1994; K.R. Eissler, Ta/e1lt alld Gellius
(Ncw york: Grovc, 1971); y Neil Ilcrlz, "Frcuu ami lhc Sandman," Tex/IIa!
Stralegies, 1. Harari ed. (lthaca: Comcll University Prcss, 1<)79), pp. 296-321
12. Cilado por Nathan lIale, Fretid alld 1"(' Am('r;Cl/1IS: rile !J('g;III';lIg of
Ps)'c1roallalysiJ in the UIl;led Stl/leS, /87ó-1Y7! (Ne ..... York: Oxford Ullivcrsity
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13. James lack.\oll PUlllml/ (/I/r! l', \, 1I"t///II/.' ,\1.\. '\ 1Lile cd. (Cambridge, Mass ..
____________.__ ~kl r~CV_ .. _ _ _ _ ._ _ _ _ _ _ __
20. Sigo a John Lauritsen y David Thorstad, Tlle Earl)' HO/llosex/tal Righls
MOl 'elll enl, 1864-1935 (New York, Times Change, 1974); James Steakley, The
f-JoIIIOJ'eXtla{ EIIIClncipmiol/ IHovemelll in GermalJ)' ( New York: Amo, 1975); y
Timothy Roe Lyman, Homosexual Movemenrin in Perspecrive: T/¡e Emerge/Ke
ojHolllosextlal/de/llil)' in Gemlml)', ) 900-1933" (A. B. Honors Thesis,Harvard
College, 1980). Agradezco a Till10thy Lyll1an por su amabilidad al permitirme
leer su excelente tesis.
21 Sigll1l1nd Frcucl, T'-I'.I· ensayos de leoría sex/tal, AmorrortLl editores, Buenos
Aires, 1996, vol. VII, )1)1.129-130.
n. SigIllllnd FreuJ, Ci/lco cO/lfere/lcias sobre psicoanálisis, vp. Cil., pp. 91-92.
23. Sigmulld Freucl, Conferencias tle ilJ/mdllcción al psicoalJálisis ( 1916·1917),
Alllorrortu editores, Buenos Aires, 1996, vol. XVI, pp. 278-280·281-282.
2,1. La n:fcrcllcia al vol. XII, p. Itl.'i es errónea. La Lila corresponde a: Sigmllnd
Frelld, Tres ensayos de leuda sexllal, op. Cil., p. 132 (agregado en 1915).
25. Sigmllnd Freud, Conferencias de illlrodllcció/l al psicoanálisis ( /9/6-1917),
op. Cil., pp. 281-282.
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_ _ _ _ _ _F_f_eud, la homosexualidad masculina y los americanos
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Cuando el falo falta ... * ',~L ln:}iIJ~b,
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Una adivinanza inapropiada
Por otra parll:, I:S evidente, basta con que hable de ellos, pnra que
gracias a la palabra elefante, no sl:a necesario que estén aquí para
que efectivamente estén aquí, y sean más reales que los individuos
elefantes contingentes I
200
Cuando el falo lalla ...
menor aserción que no estuviera probada (nada que ver con los
alumnos de Lacan que, como lo decía recientemente Philippe
Sollers 2 , habían encontrado la solución para dormir durante el
seminario, enchufaban sus pequeños grabadores mediante los
cuales podían dejar para más tarde su comprensión de 10 que de-
cía Lacan y, quizá ustedes 10 saben, todavía esperamos ese más
tarde). Wittgenstein pues, que no tenía grabador, se levantó para
decir: "¡Pruebe que no hay un rinoceronte en la sala!" Russel en-
tonces invitó a todos a que miraran debajo de los bancos, debajo
del escritorio magistral, a que abrieran los placares, pero no con-
siguió nada, ¡no logró persuadir a Wittgenstein de que hubiese
probado que no había un rinoceronte en la sala! Y tocios al final
de esa sesión memorable salieron descontentos, al no haberse
hallado ningún consenso, un poco como la policía en "La carta
robada" de Poe, descontenta por no haber puesto las manos en la
carta tras haber inspeccionado sin embargo todo el lugar.
Lacan decía algo más que Wittgenstein al enfrentar a Russel,
no planteaba solamente que no estaba probado que no hubiera un
elefante en la sala, decía que había uno desde el momento en que
el nombre de "elefante" era articulado.
Por supuesto, a partir de allí, ustedes pueden preguntar en dónde
localizar entonces ese famoso elefante, una pregunta muy natu-
ral, en la India, donde funciona la noción de avalara, avatar. Las
posibilidades son numerosas; puede ser, por ejemplo, si hay aquí
una pareja heterosexual (como todavía se dirá por algún tiempo),
el macho de la hembra, basta para ello que ese macho se compor-
te como el cristianismo pretende que lo haga, es decir que coja a
su hembra únicamente con el fin de tener niños. El cristianismo
en efecto hizo de la sexualidad del elefante, que sólo copula una
vez cada cinco años y únicamente para procrear, el modelo de la
sexualidad humana.
¿ Cuál es entonces la diferencia entre un elefante y el objeto
petit a? Tal vez sospechen ya que estoy a punto ele destmir mi
201
lean Allouch
El fin de la heterosexualidad
10·1
\....l1l.lIJl.H.J \,.¡ hJ.IlJ . . . . . . , ...
renta años después (lo que ustedes prefieran), ser tan claro? Es
que entre tanto sucedió algo, principalmente en los países
anglosajones, pero señalemos que proveniente de personas que,
por una parte, veían calificada su sexualidad como fuera de lo
normal, que eran insultados, golpeados, condenados y a veces
incluso asesinados por ello y que, por otra parte, eran lectores
atentos de un determinado número de intelectuales franceses:
Foucault, Derrida, Deleuze, Lyotard, Lacan.
Foucault, sobre todo, era tenido en cuenta, y todavía lo es. En
especial porque, corno historiador, levantaba una suerte ele maldi-
ción que pesa particularmente sobre el sexo, pero también sobre
el psicoanálisis y que se llama esencialismo. El psicoanálisis
lacaniano fanfarronea gritando alto y claro que no es una psicolo-
gía; al hacerlo, sólo olvida una cosa, y es que también toma am-
pliamente de la psicología un esencialismo casi incorregible. Con
Freud comenzó ese prejuicio, si no esa creencia, según la cual las
cosas del alma, de la psyché, cualesquiera fueran, serían las mis-
mas "en todos los tiempos y en todos los lugares" La fórmula le
pertenece a Charcot, quien creía que ése era el caso de la gran
crisis de histeria; esto ocurría en el mismo momento en que las
histéricas se burlaban de él, ofreciéndole, en cada presentación
de enfermo, exactamente la crisis que él había descripto y que su
público lllundallO esperaba. Charcot (el de la histeria) encama
perfectamente la fórmula de Lacan según la cual "el maestro es
un boludo" Felizmente, la histeria, bajo la forma de la historia,
interviene en ese esencialismo, un poco como un elefante en un
bazar, ocasionando no pocos estropicios. Ahora bien, Foucault
llamó constructivismo a lo que resulta de tener en cuenta varia-
ciones que describe la historia allí donde se creía que existían
entidades estables, siempre idénticas a sí mismas. Y fue pues en
la línea de esa refutación constructivista del esencialismo plató-
nico que se percibió que términos como "homosexualidad", "per-
versión", "heterosexualidad" no describían realidades elernas,
205
¡can Allollch
206
jeto pelil a" (que inventa en enero) un determinado número de
objetos un tanto particulares que ya el psicoanálisis había señala-
do como puntos de focali7.ación del erotismo, de la libido, espe-
cialmente el seno, las heces, la mirada Ca los que él añade la voz);
y por otra parte, segundo movimiento, incluye en esa lista al falo,
pero bajo una forma particular, específica con relación a los de-
más objetos petit a, ya que el falo accede al estatuto ele objeto
petit a en tanto que falta.
Esto no es en absoluto evidente. E incluso puede contrariar el
sentido común, la opinión según la cual no hay cogida si el [alo
falta. Por cierto, eso no es falso. No hay cogida sin falóforo, sin
un portador del falo, ya sea ese portador anatómicamente hombre
o mujer (puesto que, C0l110 ustedes saben, el ralo no es solamcnte
lo que se presenta, en su magnificencia, en la forma del pene en
erección, puede ser un látigo, un niño, mil cosas más, mcdiante
las cuajes una anatomía mujer puede perfectamente funcionar
como falófora).
¿Cómo se constituye el falóforo? Se convierte en ello al estar
en relación con un objeto que despierta su deseo. Y llamaremos a
ese objeto el castrador, puesto que desde Freud es sabido que no
hay deseante sino por la castración.
Hasta ahí, estamos casi de acuerdo con el sentido común, sal-
vo que el sentido común imagina que el castrador le corta el falo
al falóforo, cuando lo que sucede es exactamente lo contrario, al
menos en ese momento llamado Vorlust, el goce preliminar. Pero
el coger no es simplemente eso: una simple co-presencia del
falóforo y el castrador. Uno y otro, cada uno en su lugar, cada uno
en su función, se dirige hacia algo que no basta con llamar orgas-
mo porque hace falta uccir también cómo y cuándo sobrevicne
ese orgasmo, por qué razón y con qué resultado.
Aquí ingresamo~ cnun terreno muy apropiado para justificar
a Borges cuando definía al psicoanálisis como la "rama erótica de
la ciencia ficción"
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) '-~:_.l ~ ____ .. _. ____________
Por lo tanto, para llevar un poco mós lejos su teoría del coger
ljlll' allí donde se inlélTlllllpen las escenas de cogidas qne nos pro-
Illlllen el cine o /'v!adilIJ/(' Novary, Lacan Sl~ basará en las primeras
()!Jsl~rvacioe dl: Frelld concernientes a las neurosis actuales, y
IlIiís especialmente la neurosis de angustia. Freud vinculaba esa
angllstia con el coi/l/.I· iJ/(erruptl/s. Según Lacan, esa era una ob-
savación capital de Freud que él va a retomar por su cuenta ya su
manera, d,lnclole otro alcance. Lejos de encerrar el COi'nIS
inlerruptl/S dentro del campo de lo patológico, por el contrario, lo
generalizará, diciendo que siempre el falo desfallece, que el falo
\lllnca alcanza el goce del otro al coger, y que por lo tanto, en el
coger, no hay "conjunción organísmica 3 de los goces"
Uno de los argumentos capaces de sostener semejante decla-
ración es la equivalencia, que establece él también, entre angustia
y orgasmo. Esa equivalencia le permite volver a poner enjuego el
vínculo, advertido por Freucl, entre angustia y COi'tllS illterruptus.
Con Lacan, ese vínculo se recobra pues como vínculo del orgas-
mo y del desfallecimiento cid falo al no alcanzar nunca el goce
del otro; tampoco el falMoro, por eso, tiene acceso a ello.
20¡)
______
~"'_úu .... ,,¡ ...... .. .....
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(Y mientras estoy impedida.[cogicndo] con uno
El otro espera sin decir palabra y muy a menudo se duerme.)
NOTAS
l. J acques Lacan, Libro 1:Los escritos técnicos de Freud, Editorial Paidos, 1981,
Bs. As. P.264.
2. "Una sala donde habla Lacan rápidamente se torna una asamblea de durmien-
tes. Como terminaron dándose cuenta de que no entendían nada, llevaron sus
grabadores; los micrófonos cuelgan de los altoparlantes como muletas. Esperan
que algún día sus tímpanos se abrirán" (Philippe Sollers, "Hommage aLacan",
Magazille Littéra;,-e, N° fuera de serie: Freud et ses héritiers, l'aventure de la
psychanalyse, maria de 2000).
3. ¿Un neologismo de Lacan? ¿O bien un error de transcripción? Al conservar la
palabra, optamos por el neologismo. .
4. J. Lacan: Lángoisse, sesión del 13 de marzo de 1963. Seminario inédito.
5. Citado por Julian Teppe, Vocabulaire de la vie amoureuse, Paris, Roger Maria
éd., p. 99.
Los autores
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Índice
Agradecimien tos 9
Presentación ............................................................................. 11
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