Ta2 - Derecho Penal Económico
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Noviembre 2023
1) ¿Qué papel tiene el delito previo en el delito de lavado de activos?
El delito de lavado de activos como delito no convencional, implica que, para comprender su
verdadera naturaleza jurídica, solo basta con individualizar lo que realmente será materia de
lavado.
El delito previo, es una actividad delictiva autónoma que, para su determinación de forma correcta,
se requerirá de una resolución judicial. El resultado del delito previo es la “ganancia ilegal” o
denominado para efectos del proceso de lavado de activos como el “origen ilícito” de los bienes
lavados, el cual ingresa al tráfico comercial para ser lavado, debiendo demostrarse, corroborarse
o probarse con puntuales indicios.
Esta probanza se puede dar tan solo mediante prueba indiciaria, siendo además que por su
propia naturaleza jurídica, no requerirá de una resolución judicial, sino tan solo de la verificación
de indicios, que al encontrarse listados, garantiza una fiable predictibilidad jurídica.
Bajo la premisa señalada, en el cuadro se explica con claridad las esferas que engloban el delito
previo y el lavado de activos. Si bien se observa que el nexo causal entre una y otra es la
ganancia ilegal, está a efectos del delito previo constituye el resultado, sin embargo; para efectos
del lavado de activos, es el inicio de lo que será lavado, y es lo que verdaderamente constituye el
elemento normativo del tipo penal.
Dada la configuración típica del delito de lavado de activos (técnica legislativa empleada), el
primer problema que surgió fue la legitimación de las investigaciones en aquellos casos donde
no se tenía certeza sobre el origen ilícito de los bienes. Se cuestionaba la legitimidad de las
investigaciones, en aquellos casos donde no se había acreditado judicialmente que los bienes
presuntamente ilícitos efectivamente lo eran. Del mismo modo, se cuestionaba que en muchos
casos no existían siquiera investigaciones fiscales o procesos judiciales abiertos donde se
investigaran los presuntos delitos que habrían originado los bienes objeto del delito de lavado de
activos.
Dado que esta situación amenazaba con obstaculizar las investigaciones por lavado de activos,
en la doctrina fue ganando terreno la idea de que el delito de lavado de activos debía ser
considerado como un delito procesalmente autónomo, es decir, se debía permitir que el Estado
investigue los casos de lavado, sin el obstáculo que supone, en esta etapa, probar ex ante el
origen ilícito de los bienes objeto del delito.
El objetivo de las últimas refomas legislativas en nuestro pais fue justamente solucionar este
problema implementando en nuestra legislación una autonomía procesal del delito de lavado de
activos. En virtud de esta autonomía, el Ministerio Público, órgano titular de la acción penal,
tendría la facultad de iniciar una investigación por el delito de lavado de activos sin el
requerimiento previo de que se constate fehacientemente que los bienes, dinero, efectos o
ganancias, objeto del lavado, son de origen ilícito. Es decir, no es necesario que el delito fuente
haya sido investigado o sancionado, lo importante es que la fiscalía cuente con indicios que
permitan afirmar la conexión entre el objeto del lavado y el origen ilícito del mismo.
La norma vigente - artículo 10° del Decreto Legislativo N° 1106 - recoge expresamente esta
autonomía procesal. En efecto, la norma refiere: “El lavado de activos es un delito autónomo por
lo que para su investigación y procesamiento no es necesario que las actividades criminales que
produjeron el dinero, los bienes, efectos o ganancias, hayan sido descubiertas, se encuentren
sometidas a investigación, proceso judicial o hayan sido previamente objeto de prueba o
sentencia judicial”. Como se puede observar, la ley penal es estricta al establecer una
autonomía procesal, pues señala que para su “investigación” y “procesamiento”, no se requiere
que la actividad criminal que produjo el dinero, es decir, el delito fuente, haya sido determinado.
La norma no hace referencia alguna a la posibilidad de “sancionar” sin probar el origen delictivo
del bien objeto del delito.
Finalmente, sobre el modo como ha regulado este aspecto el mencionado Decreto Legislativo Nº
1106, se evidencia claramente que el legislador ha incurrido en un exceso al señalar que para
investigar a una persona por lavado de activos no se requiere siquiera que el delito que habría
originado los bienes ilícitos haya sido “descubierto”. Este extremo de la norma es claramente
inconstitucional y su derogación, un imperativo en pro de la justicia.
El lavado de activos puede suponer que los bienes de origen ilícito sean convertidos para no ser
identificados y adquieran una apariencia de legitimidad frente a terceros. Por ejemplo el caso de
Carlos Burgos, al momento de comprar los inmuebles, constituir sus empresas y adquirir bienes
para estas, convirtió el dinero proveniente del enriquecimiento ilícito. Asimismo, también se puede
dar que dichos bienes sean transferidos; es decir, trasladados de una esfera jurídica a otra, sin
que necesariamente exista cambio de la titularidad o dominio del bien. Aquí es donde a menudo
operan los testaferros. Una vez que los bienes han adquirido una legitimidad aparente, que fue
producida por la conversión y la transferencia, estamos en la fase final del proceso de lavado de
activos: el ocultamiento y tenencia. La conducta sancionada es amplia, ya que incluye acciones
como adquirir, utilizar, poseer, guardar, administrar, custodiar, recibir, ocultar o mantener en su
poder bienes de origen ilícito. Finalmente, puede haber una etapa que comprenda el transporte o
traslado de dinero o títulos valores en cualquiera de las etapas del lavado, sin importar la distancia,
destino o medio. Se sanciona tanto el transporte dentro del territorio nacional como el hacer
ingresar o salir bienes de origen ilícito al país.
Por otro lado, el delito de lavado de activos debe tener un “delito fuente”. Es decir, una actividad
criminal previa con capacidad de generar ganancias ilegales, tales como narcotráfico, tala y
minería ilegal, corrupción, entre otros. En el caso de Carlos Burgos, por ejemplo, el delito fuente
fue el enriquecimiento ilícito. Cabe resaltar que no es necesario que se sepa con exactitud quién
cometió el delito, cómo lo cometió ni cuando lo hizo. No se requiere que el delito previo haya sido
probado en otro proceso penal ni que exista condena contra los responsables. Basta la
acreditación de la existencia de una actividad criminal genérica previa que generó ganancias
económicas ilegales.
Cabe notar, finalmente, que el delito de lavado de activos, en su modalidad simple se sanciona
con 8 a 15 años de prisión. Si como Burgos, el delito lo comete un funcionario público, se puede
imponer una pena privativa de libertad de 10 a 25 años. Por otro lado, cuando los bienes lavados
provienen de la minería ilegal, tráfico ilícito de drogas, terrorismo, secuestro, extorsión o trata de
personas, la prisión puede ir de 25 a 35 años.