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Del Portero Fantasma El Misterio: Roberto Santiago

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3

Roberto Santiago
EL MISTERIO
Enrique Lorenzo vio Roberto Santiago
DEL PORTERO FANTASMA
frustrada su carrera ganó a los trece años
como futbolista una medalla con el Roberto Santiago
profesional cuando equipo de fútbol de su
un rinoceronte colegio, el San Agustín.
se sentó sobre sus Después ha escrito
rodillas en un safari. varias novelas
Ahora se dedica y ha dirigido unas
temporalmente cuantas películas.
a dibujar mientras Pero aún sueña
espera a que le con aquella medalla
trasplanten las y con sus amigos
piernas de de entonces.
Messi. Por eso ha escrito
Los Futbolísimos.

EL MISTERIO
DEL PORTERO FANTASMA
149086
Ilustraciones de Enrique Lorenzo
Dirección editorial: Elsa Aguiar
Coordinación editorial: Berta Márquez
Coordinación de diseño: Lara Peces

© del texto: Roberto Santiago, 2014


© de las ilustraciones: Enrique Lorenzo, 2014
© Ediciones SM, 2014
Impresores, 2
Urbanización Prado del Espino
28660 Boadilla del Monte (Madrid)
www.grupo-sm.com

ATENCIÓN AL CLIENTE
Tel.: 902 121 323
Fax: 902 241 222
e-mail: clientes@grupo-sm.com

Cualquier forma de reproducción, distribución,


comunicación pública o transformación de esta obra
solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares,
salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO
(Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)
si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Un minuto y veintinueve segundos.
Estamos empatados.
Camuñas tiene en su equipo a Messi, Kun Agüero y Neymar.
Yo tengo en el mío a Iniesta, Falcao y Cristiano Ronaldo.
El «3 contra 3» es el mejor videojuego del mundo.
El tiempo sigue corriendo.
Solo faltan un minuto y diecisiete segundos para que acabe.
Messi hace una pared con el Kun, regatea a Iniesta y dispara...
al poste.
Seguimos empatados.

5
Se juega sin portero.
Solo tres jugadores contra otros tres jugadores.
Y el primero que mete diez goles, gana el partido.
Un minuto y ocho segundos.
Falcao atrapa el balón en el centro del campo. Avanza unos
metros y, sin pensarlo, chuta a portería... Huuuuuuuuuuy.
El balón sale rozando el larguero.
Solo hay una excepción: si se cumple el tiempo reglamentario
y ninguno de los dos equipos han llegado a diez goles, los dos
pierden.
No existe el empate.
Solo hay victoria o derrota.
Quedan cincuenta y tres segundos.
Y estamos empatados a nueve goles.
El primero que meta gol, gana.
El Kun gira con el balón controlado y pasa a Neymar, que sale
corriendo por la banda.
Cristiano intenta pararle, pero el brasileño salta por encima.
Centra al área... y allí llega Messi a rematar.
Pero en el último segundo, Iniesta despeja.
Camuñas y yo estamos jugando el último partido del verano
en la Wii.
El definitivo.
Hoy es domingo, 6 de septiembre.

6
Mañana lunes empieza el nuevo curso en el colegio.
Llevamos todo el verano jugando al «3 contra 3».
Y llevamos exactamente 286 partidos ganados cada uno.
Hemos cambiado de jugadores.
Hemos cambiado de campo.
Hemos cambiado de camiseta.
Hemos hecho todas las pruebas posibles.
Y al final, estamos empatados.
Treinta y nueve segundos.
Falcao la coge de nuevo, se va del Kun por velocidad, parece
que va a centrar... Pero en el último momento se interna en el
área grande, se da la vuelta y, sin que nadie se lo espere,
le pega un tremendo chut al balón.
Los dos nos quedamos mirando sin movernos.
La pelota se dirige a toda velocidad hacia la portería... Pero se
estrella en el poste, rebota y cae a los pies de Cristiano. Está
solo con el balón delante y la portería vacía.
Solo tengo que empujar el balón y meter gol.
Me quedo parado un segundo o dos antes de chutar. No quiero
equivocarme.
Demasiado tiempo.
Neymar se tira en plancha y se lleva el balón.
He perdido una ocasión de oro.
Veintidós segundos.
Si ninguno mete gol, todo el verano habrá quedado en nada.

7
Además, Camuñas y yo hemos hecho una apuesta muy im-
portante.
El que pierda tendrá que plantarse el primer día de colegio en
mitad del patio y darle un beso a una chica delante de todos.
Tiene que ser una chica del colegio. Esa es la única condición.
Es una tontería.
Pero es lo que hemos apostado.
Camuñas mueve su mando como si estuviera poseído.
Se pone en pie.
Le miro a él y luego miro la pantalla. Allí veo a Neymar, que
pega un tremendo pelotazo hacia el campo contrario.
Llega Messi y controla el balón.
Tengo que pararle como sea.
Casi no queda tiempo.
Messi caracolea y regatea a Iniesta.
Miro de reojo a Camuñas. Está rojo del esfuerzo.
Pienso que tal vez podría darle un empujón.
Pero no lo hago.
Messi continúa avanzando con el balón.
Falcao viene corriendo por detrás.
Tengo que llegar, tengo que llegar... Tengo que pararle.
Yo también me pongo de pie y aprieto el mando con todas
mis fuerzas.
Ocho segundos.
Me viene a la cabeza una idea: puedo desenchufar la video­
consola y decir que ha sido sin querer.
Messi sigue corriendo con el balón en los pies.
Falcao galopa detrás de él.
Seis segundos.
Cinco.
Cuatro.
Messi chuta a portería.
El balón vuela.
Tres.
Yo me quedo inmóvil.
Dos.
El balón está a punto de entrar.
Uno.
Y...
GOL.
Golazo de Camuñas.
En el último segundo.

10
El primer día de colegio, todo el mundo se mira como si tu-
viera muchas cosas que contar.
–¿Qué has hecho este verano?
–He estado en el pueblo con mis abuelos.
–Estás más gordo.
–Pues tú estás más flaco.
–Y tú más alto.
–Pues tú no.
Y así todo el mundo.
Después de cinco minutos te das cuenta de que ya no tienes
nada más que contar, y entonces empieza de verdad el nuevo
curso.

11
Lo que pasa es que este año el primer día de colegio fue un
día muy especial.
Para empezar, tenía que besar a una chica en el patio, delante
de todos.
Esa era la apuesta.
Camuñas no se había olvidado.
Nada más llegar al colegio, a las nueve menos dos minutos,
se acercó a mí y me dijo:
–Tiene que ser delante de todo el mundo.
–Que sí –dije yo.
–Elige bien, porque te van a ver todos –insistió.
–Ya, ya...
Y entré en clase.

12
No podía pensar en otra cosa.
Tenía que besar a una chica.
Y tenía que hacerlo hoy.
¿Quién me manda hacer una apuesta tan absurda?
Por allí estaban la mayoría de mis compañeros del equipo de
fútbol, hablando sobre sus veranos.
Estaban Tomeo y Angustias, los dos defensas. Angustias se
quejaba de las picaduras de los mosquitos, y Tomeo contaba
que había batido el récord mundial del pueblo de sus padres
de comer helados de chocolate.
Marilyn, la capitana, le contaba a Anita, la portera suplente,
que había ido a Colombia a ver a sus tíos y sus abuelos.
Toni, la estrella del equipo, el chulito metegoles, le pegó una
colleja a Ocho.

13
–Para que estrenes corte de pelo –le dijo.
Y siguió a lo suyo.
–¿Has pensado ya a quién le vas a dar el beso? –insistió
Camuñas.
–Noooo –dije yo.
Pero era mentira. Tenía clarísimo a quién dárselo.
Pero no la veía por ninguna parte.
Cuando estaba pensando en todo eso, de pronto escuché una
voz detrás de mí.
–Hola, Pakete, ¿es que ya no saludas?
Me giré y vi a... Helena con hache.
Estaba más guapa que nunca.
Y más alta.
Y más... de todo.
Era la misma y no era la misma. No sé si me explico.
–Hola –dije.
Solo hacía un mes que no la veía, pero había cambiado mu-
cho durante este tiempo.
–He estado con mis padres en un camping en Laredo. Íbamos
todos los días a la playa, y hemos subido en un globo y tam-
bién en una avioneta sin motor, y todas las noches cenába-
mos al aire libre delante de una hoguera... Volvimos justo
anoche, y eso porque hoy empezaba el colegio, que si no,
nos habríamos quedado allí más tiempo –dijo Helena–. ¿Y tú
qué has hecho?

14
Yo pensé en el «3 contra 3».
Y en la apuesta.
Tenía a Helena justo delante de mí.
Podía darle un beso ahora mismo.
Y ya está.
Al fin y al cabo, no sería el primero.
Sin embargo, en ese momento supe que me daba mucha más
vergüenza besarla a ella que a cualquier otra chica del colegio
o del mundo.
–Entonces, ¿qué has hecho este verano? –insistió Helena.
Podía decirle la verdad: «Me he pasado todo el verano jugando
a la Wii con Camuñas».
Pero en lugar de eso, me encogí de hombros.
–He estado por ahí –dije.
Ella me clavó sus enormes ojos y se rio.
Y eso fue todo.
Porque a continuación sonó el timbre y empezó la primera
clase del primer día.
No podía ser otra: matemáticas.

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