Caveman
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Caveman
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que un Gracias y se prohíbe a todos los miembros el uso de este con fines
lucrativos.
¡A disfrutar de la lectura!
Dulce, ¿verdad?
Pero me lo arrebataron.
En ninguna parte.
Maldito infierno.
—¡Él tiró mis juguetes! —gime ella, señalando con un dedo pequeño
y mugriento a Cole que está sentado rígidamente en mis brazos, con la
boca caída—. Siempre rompe mis cosas. Y odio mi habitación. Dijiste…
¿Y ahora puedes?
1
Banshee: Criaturas que forman parte del folklore irlandés. Son espíritus femeninos
que, según la leyenda, se aparecen a una persona para anunciarle con sus llantos o
gritos estridentes la muerte de un pariente cercano. Se consideran mensajeros del otro
mundo.
Ámalos, escucho una voz familiar en mi mente y cierro los ojos con
dolor. Ámalos, Matt.
Sacudo la cabeza, aflojo la voz, porque ella no está aquí, pero yo sí.
*****
Joder.
—¡Mary! ¡Cole!
—¿Quién?
—¿El mismo tipo de hace dos días? ¿Nariz grande, orejas caídas,
cráteres de acné en la frente?
—Para. Él no es así.
Ella se rie.
—¿Va a ir contigo?
—No lo harás.
—Lo haré. No voy a dejarte ir a solas con ese tipo espeluznante otra
vez. Puede meterte la lengua en la oreja o agarrarte las tetas.
2
Harley Quinn: Personaje que es una supe villana y anti-heroína ficticia que aparece en
los cómics estadounidenses publicados, comúnmente como adversaria de Batman. Es
una chica joven sexy con dos coletas rubias.
¿De verdad?
Merc resopla.
*****
Puede que no sea una belleza como Gigi, pero creo que me veo bien.
Decido esperar, darle cinco minutos más. Tal vez esté arriba, o en
el baño. Espero, y espero, moviéndome sobre mis tacones, frotando mis
manos sobre mi fino abrigo, antes de volver a llamar al timbre.
—Diablos, no.
Mierda.
*****
¿Verdad?
No es una opción.
Abro la boca, pero no sale nada cuando lo miro por primera vez a
plena luz del día.
Guau.
Gruñe.
Eso es.
—Pero…
Jesús.
¿Ahora qué?
Un pequeño revés.
Un error.
No la que está al otro lado de la calle, que resultó ser una abuelita
fumadora empedernida, de unos mil años de edad, perdida en una red
de arrugas y actitud. No, una joven madre de tres niños, cinco casas más
abajo, que se ve apresurada y abrumada con un vestido floreado y una
bufanda envuelta alrededor de su cabeza.
Infiernos.
—Llamaré al mediodía.
Por otra parte, ¿qué hay de nuevo? Lo que sea, carajo. Solo necesito
una niñera para vigilar a los niños mientras estoy fuera en el trabajo,
pero las dos que solicitaron el puesto a principios de esta semana ni
siquiera miraron a mis hijos cuando entraron en la casa. Era obvio que
no les importaban nada.
Descalificación inmediata.
No Octavia.
Casi.
*****
La chica me odia.
Yo también me odiaría.
Que se joda esta mierda. Nunca fui bueno en esto. Ella lo era. Ella
quería tener hijos. Ella los amaba, y yo… estaba indefenso cuando se
trataba de ella.
No me dejarán arroparlos.
Mis hijos.
*****
Irme. Eso fue en todo lo que estaba pensando. Todo lo que podía
pensar en algún momento.
Sin sentimientos.
En todo caso… Sí, tuve que irme y llevarme a los niños conmigo.
Dejarlos atrás no era una opción.
Aunque me odien.
Tal vez debí haberlos dejado. Quizás habrían sido más felices sin
mí. No es que me extrañen. Tal vez…
Nada.
Me lamo los labios secos, con demasiado calor con mis pantalones
oscuros y mi blusa gris suave, mis pies matándome con mis tacones bajos
conservadores, cuando doy una vuelta más, lo mismo que hice ayer y el
día anterior.
La ronda de la desesperación.
Nop. Nada3.
3
Escrito en español en el texto original.
4
Zipper Lips: Labios de Cremallera, Labios Cerrados.
Gigi siempre dice que debería usar más maquillaje. Dice que mis
ojos son bonitos y que debería delinearlos más.
Está loca.
—Tú —dice.
—Sí.
Mierda.
Cristo, ¿qué me pasa? Por alguna razón, Matt Hansen tiene a todo
mi cuerpo apretado por la necesidad, simplemente por estar ahí parado.
Dios.
*****
Y en cuanto a mí… yo también tuve mis fases. Como ese día cuando
salí de casa y comencé a caminar a lo largo de la carretera, sin saber ni
importarme hacia dónde iba.
—En realidad no. Pero es fácil recordar a una chica guapa como tú.
—Gracias.
Oye, a todas las chicas les gusta oír que son bonitas de vez en
cuando, ¿verdad? Especialmente después de años usando putos
aparatos dentales y de ser insultada.
Sí, Zipper Lips no era el peor de mis apodos de ese entonces. Las
cosas mejoraron desde que me quité el metal de la boca, pero sigo siendo
el patito feo de esta historia.
Me río.
¿Y qué triste que creo que eso es lo más dulce que un hombre ha
hecho por mí?
—El placer es todo mío —ronronea y roza sus labios sobre mi piel
sobrecalentada.
Pero ya que Mary tuvo un ataque de ira hoy temprano por las
sobras de pizza que saqué de la nevera, y dado que aún no he descubierto
cómo hacer las paces, un problema que por alguna razón sigue
Aquí estamos, en uno de los restaurantes del pueblo, uno con luces
navideñas en las ventanas, como pidió Mary, y no el otro, aburrido,
sentados alrededor de una mesa y esperando nuestro encargo.
Emma.
Y luego la veo.
Octavia.
Mierda.
Oh, joder.
—¿Dónde vas? —pregunta Cole en voz baja, y retuerce aún más los
nudos en mi pecho.
¿Por qué los dos me miran así? ¿Creen que los dejaré solos en un
pueblo desconocido?
Fundamentalmente.
Cristo.
*****
De nuevo.
—Dije, vete.
Traidora.
Mi respiración hace ese ruido otra vez. Abro las manos. Las aprieto
de nuevo.
Pero ella parece que no se da cuenta. Pone sus manos sobre sus
caderas, y mi mirada es atraída hacia su estrecha cintura, la curva de
sus tetas por encima.
Cómo da en el clavo.
Cómo adivinó.
Aparentemente ignorante del golpe que dio, les lanza a los niños
una sonrisa rápida, y luego me dispara una última mirada.
No menos vacío.
Dios, necesito irme, hacer algo con mi vida. Pero volveré. Siempre
regresaré. Ningún camino podría llevarme lejos por mucho tiempo.
5
Bastard Slut: Puta Bastarda.
Abro la boca pero no llegan las palabras, porque ahí mismo, frente
a mí, se encuentra el mismísimo Señor Imbécil.
Y jodidamente sexy.
—Cierra el pico.
No le ha dado ni un centímetro.
Mierda.
Ross sonríe.
¿Chico?
6
Es un juego de palabras entre Puesto y Posición, ya que también los puestos de trabajo
pueden denominarse posiciones, pero aquí lo deja caer con segundas intenciones.
*****
—Que te jodan.
—¿O qué? ¿Qué vas a hacer, eh? Solo es la verdad. ¿Quién crees
que es tu padre?
Pero al dar un paso atrás, Ross me agarra del brazo con una
sujeción de acero.
—Sí, lo has hecho. —La voz grave y baja detrás de mí hace que salte
un kilómetro en el aire.
—Quítale las manos de encima —dice Matt, su voz es tan baja como
un trueno distante—. Retrocede, ahora.
Matt mira a Ross que parece listo para saltar y golpearlo contra el
suelo antes de que suelte:
Maldita sea, sí, por supuesto que esto es mucho peor. Algo está mal
conmigo. ¿Por qué le dije que viniera a mi casa? ¿Por qué salí a decirle a
Ross que se callara en primer lugar? ¿Por qué los seguí a la oficina de
Jasper?
¿Por qué sigo notándola, por qué soy tan consciente, tan protector
con ella? Ella no es asunto mío. No puede serlo nunca.
Es por eso por lo que vine aquí, a esta ciudad. Para escapar de la
humanidad. Para evitar a las personas y el impacto de sus pequeñas
vidas miserables en la mía. Debería haber ido a buscar una cabaña en el
bosque, pero eso no funcionaría con los niños.
*****
Sacudo la cabeza.
—Me voy.
*****
No realmente.
Cierto.
—A veces se pone así —dice Dolly con desdén—. Niña sensible. ¿Tal
vez uno de los otros niños le dijo algo? No lo sé. No puedo vigilarlos en
todo momento, señor Hansen, es…
Ella resopla, mira hacia otro lado, saca el pulgar de su boca y deja
caer su mano sobre el regazo. Se ve muy pequeña debajo de la mesa de
formica, su cabello rubio enredado, su vestido celeste, el que seleccionó
tan cuidadosamente esta mañana para reemplazar la ropa que yo había
elegido para ella, arrugado y manchado.
—No.
—No se lleva muy bien con los otros niños. —Dolly sigue detrás de
mí. Tal vez estuvo hablando todo el tiempo. No me di cuenta—. Ella es
un poco difícil.
Hay mucho más que podría haber dicho. Hemos pasado por
momentos difíciles. Aún no estamos sobre tierra, todavía a la deriva,
tratando de salir del naufragio.
Sostengo a mis dos hijos frente a mí, sintiendo sus ligeros cuerpos
presionados a mis constados, y respiro profundamente, no estoy seguro
si es a ellos a quienes estoy tratando de consolar, a quienes estoy
tratando de salvar, o a mí mismo.
*****
Tal vez había estado cavando tumbas en mis sueños, ahora que lo
pienso. La imagen parpadea frente a mis ojos, superpuesta sobre la forma
ligera de la chica.
No la chica.
Octavia.
Frunzo el ceño.
Mi boca se seca.
Me está mirando. Sin hablar, sin preguntarme nada. Sin decir nada
sobre sí misma. ¿Qué dijo la primera vez que abrí la puerta para
encontrarla allí parada, unos días antes?
¿Te has fijado? Mi memoria está llena de agujeros del tamaño del
jodido estado, pero recuerdo sus palabras.
Una ventana grande que enmarca el árbol del jardín trasero. ¿Un
fresno? Apenas lo había notado antes. Pero la noto a ella cuando pasa la
mano por el polvoriento mostrador y abre la ventana asomándose, la luz
dorada atrapando hilos rojos en su cabello oscuro y haciendo que su
rostro brille.
¿Cómo sucedió esto, que estoy aquí de pie, mirando a esta chica en
mi cocina, rascándome la barba y tratando de pensar en algo que decir?
No he tenido una pequeña charla en un año. ¿O años? Tal vez.
Logré evitar el contacto humano durante tanto tiempo que creo que
olvidé cómo hacerlo. Olvidé por qué importa.
¿Importa eso?
Dios, ¿por qué la invité a entrar? ¿Me he vuelto loco? Tal vez todavía
hay tiempo para echarla, porque no puedo… No puedo pensar con
claridad. No puedo controlarme.
Está tranquila.
Finalmente dice:
—Me dijo que viniera. Dijo que trabajo para usted. ¿Era eso cierto?
—Será una prueba. —Me oigo decir como si viniera de lejos—. Una
semana.
Una prueba.
Miro hacia las escaleras, luego regreso a mi paseo. ¿Por qué tarda
tanto tiempo? Tal vez ya ha cambiado de opinión y estoy perdiendo el
tiempo.
—Papá —dice una voz de niña desde lo alto de las escaleras—, ¿es
nuestra nueva niñera?
Me doy la vuelta.
Dios, los hijos de este hombre son las cositas más lindas.
Y se está cayendo.
Su padre no la atrapará.
Y se está cayendo.
—Te tengo —susurro y bajo los escalones que había subido para
ponerla a salvo en la alfombra—. ¿Estás bien?
El silencio se extiende.
Espera…
*****
Lo hago.
—Mire. Le daré de comer a los niños, los lavaré, jugaré con ellos,
los mantendré a salvo hasta que vuelva a casa. Dígame cuándo me
necesita aquí, déjeme tomar notas sobre sus alergias y cualquier dato
médico que deba conocer, sus preferencias para comer y dormir la siesta,
sus juegos favoritos. —Me detengo a respirar—. Prometo que soy de fiar,
señor Hansen.
—Matt —concedo.
Yo le sonrío.
—Así es.
¡Qué gilipollas!
Genial.
*****
—¿En serio? ¿Tan mal? —Arquea las cejas, tapando la olla, el olor
celestial de su mundialmente famosa sopa minestrone llenando la
habitación.
—¿Traviesa? —sugiere.
Excepto por una vez cuando empezó a gritar. Todavía no estoy muy
segura de qué pasó exactamente. Habían estado comiendo espaguetis
que les había preparado, y estaban bastante buenos, si se me permite
decirlo.
Qué imbécil.
7
Sexting: Envío de mensajes con contenido de tipo pornográfico y/o erótico a través de
los teléfonos móviles.
¿Lo hace?
—Jacinda dice que lo echó a patadas por sus vicios —dice Gigi, y
mientras abro la boca para preguntar qué vicios, continúa—. Pero nadie
sabe nada de su esposa. Están inventando historias porque él es un
imbécil.
Merc eructa.
—¿Y qué hay de nuestro nuevo vecino? —dice Gigi, agitando sus
pestañas hacia mí.
—Oye.
—¿Es ese el amable joven que me ayudó con los comestibles el otro
día? —Mamá empieza a juntar los tazones vacíos en una pila—. Adam.
—No sabía que se había mudado. Él y todos sus gatos. ¿Tal vez
está alquilando la casa?
Tal vez.
La ignoro.
Eso es fácil. Hay mucho que hacer entre los niños y la casa. Todavía
hay cajas por desembalar, muebles por arreglar, paredes por pintar. Es
una casa antigua y se necesitan muchas reparaciones.
Maldita sea.
Mirándome.
Maldita-sea.
—No.
—Simplemente podría…
Nada en absoluto.
Ay. Mierda.
Mi respiración se detiene.
—Me encargaré de los niños —dice, su voz es tan suave que apenas
la escucho. Miro sus labios moverse—. Vuelvo enseguida.
Los niños han huido de la sala de estar, y de mí, tan rápido como
sus pequeños pies podrían llevarlos, desapareciendo en la cocina, y ella
los sigue.
—Matt…
Pero no continúa.
Y eso está bien, eso es lo que debería hacer, así que, ¿por qué
diablos me estoy encorvando, mi estómago en nudos? Mi cabeza está
latiendo fuerte. Debería estar preparándome para ir a trabajar, pero no
me muevo.
No puedo.
Se estremece. Duro.
Mierda. ¡Joder!
*****
Tan hermosa.
Adam.
Me río.
—Ya lo veo.
Me detengo, y me vuelvo.
—¿Estuviste allí?
—¿Cómo un ermitaño?
Me rio.
—Lo sabía.
*****
¿Y qué si lo hace?
No tengo ni idea de por qué tengo que repetirme estas cosas cuando
son tan obvias. Son los nervios, decido. Y el cansancio por correr detrás
de los niños de Matt Hansen todo el día.
—De nada.
Una sombra de decepción cruza por su cara, y miro hacia otro lado
mientras tomamos un atajo por calles estrechas que nos llevarán a la
calle principal.
*****
Asiento.
—Mary. Y Cole.
—Sí, me gusta.
—Cierto.
—Ah-huh —se inclina más cerca, y creo que me besará, pero sólo
me quita un mechón de pelo de la cara—. Ella también se ve caliente.
Todavía no.
Imbécil.
*****
—Adam está taaaan loco por ti —me dice Gigi mientras nos
acostamos en nuestras camas más tarde—. La forma en que te mira… es
tan intensa. ¡Se me pone la piel de gallina!
—Mirona.
Lo pienso.
—¿Atracción?
—Sí. Eso.
—Pff.
—¿Qué?
—¿Qué pasa con él? —lo dice alegremente, pero por debajo hay
tensión.
Silencio.
Oh, Dios…
*****
Joder.
Y otra vez.
Cristo.
Y no podía soportarlo.
—Sigo aquí.
—Espera, Matt.
—¿Qué?
—Matt. Oye. —Su voz cambia—. ¿Por qué suenas así? ¿Estás bien,
hombre?
—Sí.
—¿Qué carajos pasa? ¿Dónde estás? ¿Hay alguien ahí contigo? ¿Te
duele el pecho?
*****
En cambio, me dirijo hacia la casa, con un pie por delante del otro.
Subo los tres escalones del porche y alcanzo la manija de la puerta.
—¿Qué pasa?
—Se te cayó esto —dice Mary en voz baja, y levanta el papel del
suelo.
Permanecemos así por lo que parece una eternidad, hasta que Cole
se retuerce, balbucea y lloriquea hasta que lo dejo ir para jugar con sus
juguetes.
Me estremezco.
Tan cerca. Sus ojos son como el cielo de verano. Su boca suave y
tentadora.
Maldición.
Mantengámoslo así.
¿Pero de qué?
Matt está más callado que nunca, lo cual es todo un logro, dado
que nunca dice mucho en primer lugar. Deja la habitación de los niños,
y escucho agua chapoteando en el baño de al lado, luego sus pasos
bajando las escaleras.
—¿Estás seguro de que todo está bien? —le pregunto con cuidado,
para no hacerle desahogar su desagradable temperamento—. ¿Quieres
que me quede un poco más? No me importa. —Me apresuro a decir antes
de que él me detenga o me eche—. No me importa en absoluto.
Tal vez se abrirá para mí, me dirá qué piensa, qué lo asustó antes
tanto.
*****
—¿Sobre qué?
—¿Después de qué?
No sé por qué estoy discutiendo con él. Tal vez estoy molesta con
Jessica por llamar su atención cuando él está aquí conmigo, por mí. Y él
tiene razón. Despojados hasta su esencia, la gente probablemente no
cambiará.
¿Y cómo sabes qué es tan esencial? ¿Qué quedará una vez que haya
quitado la chapa?
Él se ríe.
Pero por alguna razón no lo hago, en vez de ello miro a las nubes
alejarse.
*****
—¿No está bien? —miro con recelo su plato y trato de resolver esto.
No soy una chef Michelin, pero puedo hacer macarrones con queso
muy buenos. Además, tengo la súper receta de mamá. Incluso cuando
Gigi estaba pasando su fase más difícil y no comía casi nada, todavía
terminaba los macarrones con queso de mamá sin fallar.
¿Verdad?
—Triste —dice.
Sin previo aviso, las palabras de Adam sobre el pasado que nos
alcanza me vienen a la mente.
—Yo era demasiado pequeña cuando nos dejó —dice Mary, su voz
firme pero resuelta—. Fue por mi culpa.
—Ven aquí.
Oh, Dios.
La creo.
Otro cuchillo.
Milwaukee.
Parpadeo.
Ella murió.
—Nada interesante.
—¿Hay alguien por ahí que tenga problemas con usted, señor
Hansen?
—No.
—James McConaghue.
—Hábleme de él.
—Murió hace tres años. —Es curioso cómo puedo decirlo sin
desmoronarme.
Sacudo la cabeza.
—¿O tal vez habló con alguien sobre su estancia en Milwaukee? Tal
vez un tipo del lugar donde trabajas le echó un vistazo a su currículum
y decidió asustarle.
—Ross —susurro.
Es tan gilipollas que no estaría por encima de ello. ¿Podría ser él,
tratando de hacerme sentir incómodo, vengándose de mí por arruinar su
diversión con Octavia el otro día? Pensé que fue extraño que no viniera a
buscarme de inmediato.
—¿Quién es Ross?
—¿Dónde?
Me encogí de hombros.
Pero él no lo está.
*****
Y entonces ella está allí, y verla relaja algo dentro de mí. Placer y
alivio, y la puta pura lujuria que tiene a mi polla endureciéndose, y Cristo,
estoy tan jodido en este momento.
—La policía cree que probablemente sea una broma, pero por si
acaso. Había un mensaje pegado en la puerta principal hoy, y no fue la
primera vez.
Ella asiente.
—Estás loco.
*****
¿Y por qué estoy pensando en esto ahora? Nadie dijo nada sobre
reemplazar a nadie. Ella sólo trabaja para mí. Es bueno que los chicos se
sientan cómodos con ella. Que no tengan ningún problema con ella.
Sí.
Pero no quiero asustarla más, así que lo dejo así, y espero hasta
que ella suspira y sale por la puerta.
Entonces me doy cuenta de que no hay razón por la que tenga que
esperarlo para ir a tomar un helado. Y no es como si fuera mi novio o algo
por el estilo.
Así que agarro a Gigi y nos dirigimos hacia la calle principal bajo el
despejado cielo de la noche con una promesa a Merc, que está jugando a
videojuegos con un amigo suyo, para regresar con un recipiente de menta
con chispas de chocolate para él.
Nuestro padre.
—No.
Me encojo de hombros.
—¿Te ha besado?
—¿Qué? No.
Dejo de caminar.
Pero no por Adam. Es por una persona de mal genio y barba la que
está ocupando mis pensamientos día y noche, aunque no sé por qué.
—Estás loca.
*****
No puedo recordar la última vez que corrí tan duro. Gigi me gana
por unos segundos, sonriendo mientras se apoya contra la pared fuera
de la tienda, actuando fría y fingiendo no jadear para respirar.
Jessica ha estado dirigiendo este lugar desde que yo era una niña
pequeña. Ves, la recuerdo a ella, pero no a mi padre. ¿No es raro?
Tan raro como no estar segura sobre Adam. Quiero decir, me gusta.
Y es lindo.
—Le daré a Adam otra oportunidad —digo, y miro a Gigi, que sonríe
ampliamente, mostrando sus incisivos afilados—. ¿Contenta?
*****
Hasta que toco el timbre, una y otra vez, y decido que algo está
realmente mal.
Vacilo.
Demasiado seria para una niña de cinco años. ¿Y qué quiere decir?
Ese nudo está de vuelta en mi estómago y no tiene nada que ver con la
época del mes.
—¿Un desastre?
Un escalofrío me recorre.
Mierda.
*****
No, es por el dolor crudo en sus ojos oscuros, desnudo para que yo
lo vea, lo que me quita el aliento.
—Genial.
Dios, lo siento mucho por él. Y por sus hijos. Mi corazón se rompe
por ellos. Quiero preguntarle más, sobre ella, sobre su muerte, cuándo
fue y cómo ocurrió, pero me contengo.
—Sigo jodiéndolo.
—No lo haces.
Me siento ebria.
Parece que yo tampoco puedo respirar bien. Creo que el bulto entre
sus piernas se ha hecho más grande, pero no estoy segura.
—¿Me has oído? Tengo casi doce años más que tú.
Jesús, Octavia.
—Joder, no.
—Matt…
—Vete.
No lo hace.
Buen toque.
—¿Y dice que no tiene idea de quién está hablando esta persona?
—John Elba, el joven policía con el que hablé la última vez, dice por
teléfono—. ¿Esa gente que usted dejó atrás?
Frunzo el ceño.
—¿Lo ha comprobado?
—Cálmese, Hansen.
No jodas.
—¿El hijo del dueño del garaje del que nos habló?
Frotándome los ojos, miro a donde mis hijos están viendo los
dibujos animados en la televisión. Octavia se fue sin decir una palabra
cuando yo entré y no le dije nada sobre el mensaje.
—Sí.
—Lo haré.
Qué coño.
O sacudir a Ross hasta que se le caigan los dientes y haga que deje
de acosar a mi familia.
*****
Maldita sea.
—Aquí tienes.
—Para cabrearte.
Maldita mierda.
—Cállate —le digo y vuelvo a tirar del motor del Honda hasta que
mis manos sangran y mi mente deja de retroceder como un animal
herido.
*****
Mía.
Ella no es mía.
Lo hay.
Hijo de perra.
*****
Buena puntería.
No me mira a mí.
—Dímelo tú. Tal vez Ross esté celoso de cualquier hombre que esté
cerca de ti.
Qué carajo… Tiene razón. Soy un maldito imbécil con ella, todo el
maldito tiempo.
¿Lo hace?
Frunzo el ceño.
—Nada está mal. Quiero decir… Mira, esto puede sonar raro, pero
no has recibido últimamente ningún mensaje amenazante, ¿verdad?
—Tati…
—Por nada.
—Ese mismo.
—No creerás que fui yo, ¿verdad? —Me lanza una sonrisa tímida—
. El otro día cuando me preguntaste por qué estaba interesado en Matt
Hansen…
Me río a carcajadas.
—Estás loco.
—Por ti.
Mi risa se desvanece.
—¿Qué?
*****
—Claro que sí. —Se apresura a subir por las escaleras, luego se
detiene en la parte superior, inclinándose.
No otra vez.
Lo cual hice, pero pensé… pensé que era para ayudarlo, ya que él
no se abría, no me hablaba.
Por él.
*****
Dejo a los niños jugando con un juego de Lego, con las piernas
cruzadas sobre la alfombra, todavía con hipo, pensando que necesitan
unos minutos para tranquilizarse… y durante ese tiempo puedo verificar
si tengo los ingredientes para hacer tortitas.
Las tablas del suelo crujen bajo mis pies mientras me dirijo hacia
las escaleras. Me pregunto dónde está Matt, y luego lo sé.
Me gusta. Tati me hace sentir como una niña pequeña. Tay me hace
sentir como la mujer que un hombre como Matt notaría.
En todas partes.
Levanto una mano para tomar una gota que se desliza por su
pecho, que se detiene en el tatuaje, sobre la suavidad de su piel caliente,
la sensación del sólido músculo debajo.
El calor se despliega entre mis piernas, dentro de mí. Oh, Dios, creo
que empapé las bragas.
Jodido infierno.
Mi polla está dura y pesada, una barra de hierro entre mis piernas.
Dejando caer la toalla, la agarro y la aprieto, gimiendo entre dientes.
*****
Así como quiso mi suerte, Octavia todavía está allí cuando me dirijo
al piso de abajo, Cole en mi brazo y Mary sosteniendo mi mano.
Maldición.
Mary aplaude, y Cole sonríe con los dientes mientras unta las
tortitas con lo que parece mermelada.
—¿Cómo?
Ella tiene esto. Sigo olvidando que no es realmente una niña, sin
importar nuestra diferencia de edad. Es una mujer. Bonita, capaz,
inteligente. Sexy.
—Matt.
—Tienes que hablar con ellos —dice, y ahí está, la rebelde elevación
de su barbilla que casi me hace sonreír—. Háblales. Promételes que
estarás aquí para ellos.
—No por mí. No por tu esposa. —Se acerca a mí—. Por ellos. Dilo
hasta que te escuchen. Hasta que lo crean.
—¿Creer qué?
Me congelo.
Joder.
—Sí. Sí, lo estoy. —¿Sus ojos azules brillan con ira o tristeza? Pero
tal vez soy yo viendo cosas.
—No sabes…
—Para.
—Por favor…
Jesucristo.
—No te vayas —le digo—. Los niños te necesitan. Yo… —Cierro los
ojos, exhausto—. Me esforzaré más. Con ellos. Contigo, Tay. Juro que lo
intentaré.
—Mira…
Y espera.
¿Se dio cuenta de que esto es tanto sobre sus hijos como para él?
Creo que no me he dado cuenta de lo inestable que ha estado en los
últimos días, no comiendo nada sólido, sin dormir. En su línea de trabajo,
eso podría ser peligroso, y no importa lo que siga diciéndome que debería
hacer, no puedo evitarlo.
humano otra vez. Uno pensaría que había crecido con animales en la
jungla. Salvaje.
Un escalofrío me destroza.
Un tipo que ha sido rudo y grosero a cada paso del camino, que
arremete en lugar de hablar de las cosas, que ha convertido su dolor y
pena en un cuchillo y golpea con él a cualquiera que se acerque
demasiado.
—Espero que te guste —le digo en voz baja, y coloco una servilleta
sobre el vestido de Mary. Le sonrió a ella—. A ti te gustan mis macarrones
con queso, ¿verdad?
Mary se ríe.
Matt se limpia los ojos, con una sola mano, mira a su hijo y su
mirada se suaviza de nuevo. Su boca se extiende en una débil y reacia
sonrisa cuando Cole suelta otra carcajada y golpea su tenedor en el plato.
Mary extiende la mano sobre la mesa y tira del plato. Cole lo agarra,
lo arrastra de vuelta. Mary ríe, con los ojos fijos en su padre, como si se
temiera que él se enojara.
Y alegría.
*****
—Tay —dice.
—¿Qué pasa?
No dice a quién, pero mira a sus hijos, así que es fácil de adivinar.
—Sé lo que estás pensando. Que estarían mejor con su abuela. Que
fue cruel quitárselos.
Los sueños oscuros tiran de mí, una y otra vez, asfixiantes garras
de pesadillas que no me dejan descansar. Me despierto empapado en
sudor frío, mis dientes rechinando, mis piernas enredadas en las
sábanas, hasta que me doy por vencido y me levanto de la cama.
*****
La sonrisa de Octavia.
Justo a tiempo.
A medida que pasan las mañanas, esta fue bastante dura, pero no
hay nada con lo que no pudiera lidiar. No es la primera vez que tengo
malas pesadillas que no se desvanecerán, que me siento tan
conmocionado que solo puedo seguir adelante con la esperanza de
superar el día de una sola pieza.
Así que, por supuesto, las cosas van cuesta abajo a partir de ahí.
La tienes, imbécil.
—Solo porque estás jodiendo con esa perra, Octavia, ¿crees que
diriges esta ciudad?
Sí, bueno. Dudo que un idiota como Ross crezca para ser un
miembro honrado de la sociedad, al igual que no creo que su querido
padre sea mejor.
*****
Hablando de exageraciones.
¿O es una escalada?
Tantas muertes.
Sin embargo, ellos están vivos. Están vivos y bien, aunque lo único
que quiero hacer es correr hacia ellos, agarrarlos y abrazarlos, sentir los
latidos de sus corazones, sus respiraciones en mi cara, trago la bilis y me
alejo, no confiando en mi voz, en mi reacción.
Cuando llegan, es el propio John quién sale del coche sin marcar,
junto con otro policía, con aspecto cansado e infeliz. Nos saludan y suben
los escalones para examinar el cuchillo, mientras Octavia vuelve a entrar
para ver cómo están los niños.
Es un maldito alivio sentir algo más que ira y miedo. Y sin embargo,
no es suficiente. Así que bebo más. Golpeando la botella contra el
fregadero. Rascándome las mejillas, apretando y aflojando mis manos,
frotando mi cicatriz.
Para cuando ella baja las escaleras, el sonido de sus pasos sonando
demasiado fuerte a través de mi cerebro, me estoy esforzando en sujetar
mi correa, mi control apenas colgando de un hilo.
Esta maldita lujuria que me atraviesa cada vez que la veo, cada vez
que está cerca. No puedo detenerla, no puedo controlarla.
Ya no más.
Tan sexy.
—Muéstrame —respiro.
—Mierda. —De repente sus manos están sobre mí, agarrando mis
caderas. Con un rápido movimiento, me hace girar y me empuja contra
el mostrador—. ¿Quieres que te folle? Dilo.
Y me besa.
Sin decir una palabra, mete las manos bajo la blusa, encontrando
mis pechos y apretándolos en sus copas de algodón, haciéndome jadear.
El placer baja por mi vientre, acumulándose entre mis piernas. Enrollo
mis brazos alrededor de su cuello, no segura de mi equilibrio cuando tira
de las copas hacia abajo y me acaricia con el pulgar los pezones.
Oh, Dios…
De mí.
En todas partes.
Sus ojos son tan oscuros que parecen tragarse la luz. No se mueve,
tomándose su tiempo, para mirarme, llenarse, y mis pezones se
endurecen más bajo su escrutinio, anhelando su toque. Estoy atrapada
en una red de deseo, paralizada, incapaz de escapar.
—Matt…
—No más juegos —dice con voz ronca, pasando sus manos por
encima de mis muslos, extendiéndome más, y yo jadeo cuando el aire frío
golpea mi coño expuesto.
Y ahora estoy siendo mimada de por vida, besada tan a fondo que
dudo que pueda sentir cualquier otro beso, querer otro beso después de
este, cualquier otro hombre… y oh, Dios, la forma en la que me está
tocando, estoy…
Levanto una mano hacia mi boca, pasando mis dedos por encima
de la carne tierna y enrojecida, sintiendo todavía su boca, sus dientes, su
barba nervuda. Me meto mi pulgar en la boca, necesitando…
necesitándolo. No estoy segura de qué hacer, cómo satisfacer ese dolor
ardiente.
cabeza, me clava con los ojos, con esa aterradora intensidad que tiene
esta noche y que me desgarra entre el deseo de huir y trepar sobre él.
Un condón.
joven y se fue de casa, solo para ser abandonada por mi padre cuando
nació Merc.
Deseándome.
En estado de shock.
—Oh Dios, oh Dios mío… —Mi voz me falla cuando él mueve las
caderas y el ángulo cambia, una oleada de placer diferente a cualquier
cosa que haya sentido alguna vez ardiendo a través de mí—. ¡Matt!
Joder, es preciosa.
En la ilusión.
Sangre en el condón.
Tal vez por eso. No significa nada. No para mí. Es solo un polvo.
Este fue un jodido gran error. Follar con mi niñera, una chica que
nunca se había acostado con nadie antes, una chica… que no es Emma.
*****
No como lo hace Octavia. Mis hijos… Nunca los he visto tan felices
como cuando comenzó a cuidarlos. No lloran tanto. Se comen su comida.
Se ríen más. Y los terrores nocturnos de Mary se han vuelto menos
frecuentes.
Tal vez es hora de que admita la derrota. Llevar a los niños de vuelta
con su abuela y ponerme en carretera solo, hasta que encuentre una
respuesta, o el final.
*****
Está en algún lugar dentro de la casa. Tiene que estarlo. Los dejé
a los dos desayunando y subí a ducharme para quitar el hedor a
cigarrillos y sudor, me vestí y volví a bajar. Me llevó, ¿cuánto?, ¿veinte
minutos?
Menos.
Vuelvo a bajar.
Reviso el patio, pero no es tan grande como para que un niño pueda
esconderse en él mientras subo y bajo, armando un gran escándalo. Si
estuviera agachado, escondiéndose por cualquier razón, lo habría pisado
y lo habría encontrado.
No está aquí.
Ni Cole.
Papi. No recuerdo la última vez que me llamó así, cuando sus ojos
no estaban llenos de ira o miedo cuando me miraba, y ojalá pudiera
disfrutar este momento, sentarme con ella y alborotar sus rubios rizos.
¿Lo haremos?
Maldita sea.
—Tay.
Octavia me mira con los ojos muy abiertos, y no puedo evitar ver
que los bordes de los ojos están rojos.
Es un gilipollas.
—No está en la casa —dice Matt. A la brillante luz del día, los
moretones de su cara se ven furiosos.
Sacudo la cabeza.
—Ya veo.
10
Saturday Night Fever: Película titulada Fiebre del Sábado Noche.
11
Stayin’ Alive: Película titulada Fiebre del Sábado Noche.
12
Chachi: Una forma en argot de decir genial.
*****
—No es culpa tuya —le digo. Los ojos de Mary siguen muy abiertos,
y tiro de ella hacia mí, revolviéndole el pelo—. Aún no sabe lo que hace.
—Al menos no fue nada más siniestro —dice Julie, su amigo policía
está asintiendo—. Le dejaremos eso, entonces. Si aparecen más mensajes
en su puerta, llámenos.
Él asiente.
—De todos modos. Me tengo que ir. Cole está bien. Tú estás aquí.
—Se detiene, una sombra pasando por su mirada—. ¿Vas a quedarte?
Pero por otra parte, cuando se trata de este tipo y de mí, ¿qué más
hay de nuevo?
*****
Gigi tiene razón. Siempre tuvo razón. Estás cegada por su buen
aspecto, su afecto por sus hijos, esa vibración oscura y sexy.
Oh, cállate.
Dios, no lo sé. ¿Qué pensó que le pediría yo? ¿Qué pensó que
significó para mí?
El sexo fue genial, pero ese… ese momento, esa comprensión fue
todo para mí. Que me necesitaba como yo lo necesitaba a él.
No, más.
Los niños golpean sus tenedores sobre la mesa y tengo que evitar
de inmediato que Cole tire un vaso. Les sirvo un poco de zumo de uva,
perdida en mis pensamientos.
A los dos.
Arqueo una ceja hacia él. ¿De qué coño está hablando?
Sí.
Me encojo de hombros.
—Octavia.
Infiernos. Octavia.
Dios, estoy jodido de cualquier forma. Pensé que tenía más control
sobre mí mismo, pero cuando se trata de ella, no tengo ninguno.
*****
Así que por supuesto que lucho contra eso. El sentimiento cálido,
el alivio y la maravilla, los malditos recuerdos de una época en la que
solía ser feliz. Golpeo el volante con mi puño, golpeo mi codo contra la
puerta del camión. Doy la bienvenida al dolor.
Joder.
Parpadeo.
Ella asiente.
Todos los ojos están puestos en mí. ¿Qué pasa?, ¿tengo salsa en la
cara? Me paso el antebrazo por encima de la boca y barba, por si acaso.
—Come tu comida —le dice Octavia a ella, pero parece que está
tratando de no reírse.
13
Darse un atracón.
—Gracioso.
—¿Lo soy?
Jesucristo, Matt.
Y tú, polla. Abajo. ¿No hemos repasado todas las razones por las
que esto no volverá a pasar? Porque fue la madre de todas las malas ideas
en primer lugar, y mira a dónde nos ha llevado. A Octavia marchándose.
Aún así… Razones, Matt. Sabes que es lo mejor que puede hacer.
Sabías que sería lo mejor si ella nunca hubiera puesto un pie dentro de
la casa, pero la dejaste entrar de todos modos.
Maldita sea.
*****
Sonrío.
Octavia es más suave, más dulce. Más frágil. Más fácil de romper.
No puedo soportar ser quien la rompa.
—Matt.
—¿Qué?
—Así es.
Por supuesto que sí. ¿En qué estaba pensando yo? Por eso sigue
aquí. Me hace sentir como una mierda, y me lo merezco.
—Lo entiendo.
—¿Sí?
—Está bien.
Sí, no puedo dejarlo atrás y borrar las huellas. Pero asiento, porque
ella tenía razón la primera vez.
La necesito a ella.
Su casa.
Con su pelo y barba oscura, con esos bonitos ojos, ese pecho ancho
y piernas largas, Dios… Es tan guapo que se me seca la boca.
*****
Los siguientes días pasan sin problemas. Matt fue a comprar como
prometió y trajo todo lo que se me ocurrió y algo más. Rellenamos la
nevera y los armarios, y hasta hay helado y masa para galletas.
No responde.
¿En serio?
—En realidad, no. —Se traga el helado en tres bocados, cono y todo.
Nos detenemos mi puerta principal y esta vez, cuando me sonríe, creo
que he descubierto qué es lo que me molesta de esta expresión.
La sonrisa de Matt pudo haber sido débil, pero al mismo tiempo era
profunda, llena de pensamientos y sentimientos. Llena de preguntas y tal
vez promesas. O eso parecía.
*****
—No lo estoy.
—¡Gigi! —Me dejo caer sobre mi espalda para mirar hacia el techo,
algo que estoy haciendo mucho últimamente. El sueño me evade, los
pensamientos sobre Matt llenan mi mente.
Oh, Dios.
—¡Merc!
Se encoge de hombros.
—Solo me preguntaba.
14
Assasin’s Creed: Serie de videojuegos y libros de ficción histórica.
—¿O qué? —dice Merc sin rodeos—. No juego a ser uno de esos
detectives que a ti y a mamá os gusta ver en la tele.
Merc suspira e inclina la cabeza hacia atrás, casi poniendo los ojos
en blanco.
15
Homeland: Serie de televisión.
—¿Te molesta?
Merc asiente.
—Entonces, ¿por qué el señor Collins sigue viviendo allí con todos
sus gatos?
*****
Tiene que haber una explicación. Estoy bastante segura de que esta
es la casa que Adam me mostró. Pero tal vez lo malinterpreté. Debo
haberlo hecho.
O tal vez está alquilando una habitación. Dios sabe que la casa es
pequeña, pero, ¿quién sabe? O está alquilando la casa y el señor Collins
solo vino a cobrar el alquiler.
Tú lo sabes.
aún sin desembalar y les leo la historia de Alexander and his Terrible,
Horrible, Not good, Very bad Day16
Creo que encaja, aunque sea para niños mayores que Cole. Parece
que le gusta, su pequeña cabeza ladeada, sus ojos azules brillantes. Mary
agita la cuchara en el cuenco, lanzándome miradas. Veo que a ella
también le gusta.
—Otra historia. —Se queja Cole cuando termino. Mary me mira con
ojos de cachorro y hace pucheros.
Oh, Dios… Son tan jodidamente lindos. ¿Cómo podría decirles que
no?
16
Alexander and his Terrible, Horrible, Not good, Very bad Day: Alejandro y su horrible,
terrible, no bueno, muy mal día.
Cristo.
La sala está vacía, pero oigo voces desde arriba. Subo los escalones
de dos en dos, necesitando asegurarme de que están bien.
Llegué tarde a casa. Fue lo más temprano que pude escapar del
trabajo, con Jasper respirándome sobre la nuca. Parece que ha superado
las dudas sobre su hijo y ha decidido volver a presionar los botones de
Matt.
—Los niños están mucho mejor —dice—. Creo que dormirán toda
la noche.
¿Lo hacen? Miro bien a mis hijos y encuentro una sonrisa gemela
de dientes de leche dirigida hacia mí. El calor recorre mi pecho.
*****
Los policías están aquí para ver el gato y el cuchillo, y sí, es hora
de que le cuente a Octavia sobre ello.
—A los niños les encantan los gatos —dice Octavia, con voz
temblorosa.
¿O sí?
Al menos está claro para mí, y espero que los policías lo vean de
esa manera también.
Cristo.
*****
—Tay…
—¿Qué pasa?
—Sí, esa fue una de mis condiciones. Ya estás mejor con los niños,
así que no quería presionarte hoy.
—¿Qué necesitas? —Me pregunta ella, con la voz baja, sus ojos
viendo a través de mí. Levanta una mano a mi cara, acariciando mi
pómulo—. Estoy aquí. Sólo dímelo.
—¿Cómo es eso?
—¿Más vieja?
Joder, es guapa.
—Lo siento mucho. —Me las arreglo para decir—. Por la otra noche.
Y todo. Sigo jodiéndolo.
—Matt.
—Lo hiciste. Pero viviré. —Ella dibuja otra sonrisa, y la rodeo con
un brazo, incapaz de contenerme. Ella jadea, y luego se relaja contra mí.
Tal vez nunca. Y ella necesita saber esto, porque voy a besarla. No
estoy seguro de que pueda detenerme, no cuando ella está tan cerca que
todo lo que puedo oler es a mujer cálida, sexy, sus tetas presionando en
mi costado y mi brazo rodeando su delicada espalda.
Arranco mi boca de sus labios, pero solo para poner los míos en su
mandíbula, en su cuello, luego sobre sus tetas cubiertas de tela,
mordiéndolas, gimiendo por su suavidad.
Santa Mierda, mi pene salta ante sus palabras. Ella parece tan
segura de sí misma.
Apuesto a que puedo hacer que se corra con unos cuantos golpes
más. Está lista, temblando al borde.
Oh, sí.
—Matt. Oh, mierda. Oh, Dios —ella susurra, su voz ronca, sus
mejillas sonrosadas—. No puedo, oh, sí. Oh, Dios mío.
Es hora del rock and roll. Coloco sus brazos alrededor de mi cuello.
Dios, me excita. Sus ojos muy abiertos, sus dientes apretados, los
gemidos ahogados, y sin aliento saliendo de sus labios sin que ella se dé
cuenta.
Eso es todo. Mientras empujo hacia arriba, dentro de ella, sus tetas
en mi cara, sus gemidos en mis oídos, su flexible cuerpo sobre el mío,
esto es lo más cerca que puedo llegar del jodido cielo. Mi orgasmo
comienza en lo profundo de mis entrañas, una bola de fuego que se
desenrolla y se extiende por mi columna vertebral, a mis bolas,
lamiéndome la polla.
—¿Fue bueno?
¿Qué demonios?
Mierda.
¿Podría ser Ross, como Matt está tan convencido de que lo es?
Matt. Sin importar lo que sea, es a quién tengo que llamar. Él sabrá
qué hacer.
*****
—¿Mañana?
Su voz es gentil.
vuelta y me iré a trabajar. Justo antes de las ocho, ¿de acuerdo? Estate
preparada.
—Oye, chica…
O Tay.
Parpadeo, confundida.
—¿Para ir a la policía?
Jesús. Nunca debí dejar que me dictara lo que debía ponerme, pero
la ola de calor que baña mi cuerpo me quita el aliento.
rostro… Su cara cuando se corrió, con los ojos muy abiertos, un gruñido
atrapado en su garganta.
¿Cómo puede una simple orden suya, una que no debería haber
aceptado en primer lugar, hacerme palpitar de deseo? ¿Cómo puede un
ceño fruncido, una sonrisa suya hacerme rogar por más? Y sobre todo…
¿Qué significa esto para él? Me pregunto. ¿Significa algo en absoluto?
*****
Me río.
Le miro fijamente.
Se frota la barba con una sola mano. Observo como la otra aprieta
el volante, tan grande y fuerte, las uñas romas y ligeramente manchadas
de aceite de motor.
—Nada.
*****
—¿Y quién es este? —Tocando una uña roja sobre el papel. Sobre
la pregunta de con quién me acuesto.
—No puedo…
—No hay nadie cercano a mí que haría algo tan grosero como esto
—murmuro—. No veo cómo puede ser de ayuda…
Mi boca se abre.
—Jesús, Matt.
Sí, pienso, y ahora esta mujer sabe que me acuesto con mi jefe.
Jodidamente impresionante.
Ella asiente, levanta el teléfono y hace una llamada a ese tal John
Elba. Escucha por un momento, asiente y garabatea en el papel donde
ha estado anotando la información sobre mí.
—¿Están seguros de que no hay nadie que los conozca a los dos y
tenga algo en contra de ustedes? ¿Qué hay sobre los mensajes que
recibió, Sr. Hansen? ¿Pudo averiguar a quién se referían? El Detective
Elba dice que no parecía saberlo cuando hablaron.
—Decía: “¿Qué es lo más preciado para ti?” Y esos son mis hijos,
cero jodidas dudas sobre eso.
Ahora estoy empezando a ver por qué Matt está tan frustrado. La
policía no puede ayudar, no con esto. Te desnudas, dejas secretos que
ningún extraño debería tener derecho a saber, y no hay nada que puedan
hacer.
Jodida mierda. Por supuesto que no está contenta con ese mensaje
clavado a su puerta, y teniendo que pasar por todo eso en la comisaría.
¿Pero por qué fingir que me conoce de antes? ¿Es este un juego
enfermo que Ross inventó para pasar el tiempo? ¿Qué tan lejos llegará
con esto? ¿Por qué está tan obsesionado?
No tiene precio.
Ella no dice nada, así que la sigo. Se dirige primero al baño para
lavarse las manos, y yo entro con ella.
—Los niños…
—Abajo. Esperando.
Ella los toma. Sus piernas abriéndose, y se mece sobre mis dedos
como si no pudiera evitarlo.
Rápido y áspero, contra el lavabo del baño. Tal vez esto sacudirá
mi cerebro lo suficientemente fuerte como para desalojar la necesidad de
ella que está atascada como una bala en mi cabeza, pinchando cada uno
de mis pensamientos.
Saco mis dedos, le quito las bragas y le acaricio el culo. Ella jadea
y retrocede, en mi mano. Inocente y sucia. Dulce y ansiosa. Está
descubriendo el sexo, y todas las formas en que su cuerpo puede darle
placer, todos los pequeños factores desencadenantes que la excitan, y no
se está conteniendo.
—Sí —gime.
—¿Lo deseas?
—¡Sí, sí!
Quiero decirle todo esto. Qué hermosa es ella. Qué sexy. Cuánto la
deseo. Pero creo que ella puede sentir la evidencia de eso, palpitando
profundamente dentro de su coño, y es un punto discutible, ya que no
puedo encontrar las palabras.
Oh, sí. Jesucristo, esto es tan bueno que se sale de los putos
gráficos. Empujo dentro de ella, tocando fondo, siseando a través de mis
dientes ante la sensación de sus paredes internas apretando mi polla.
No recuerdo la última vez que abracé a una chica después del sexo.
Y eso es porque la última vez fue…
Todavía no.
No otra vez.
*****
Jodidamente hermoso.
Ella niega con la cabeza, sus ojos brillantes sobre sus mejillas
sonrojadas.
—Esto.
No es la única razón.
Pero mi garganta se ha cerrado con una roca del tamaño del jodido
planeta, y no puedo tragar ni respirar, y mucho menos hablar.
Jodida mierda.
—No es nada.
—¿Intentaste suicidarte?
—Pero no lo hice.
Estás muy metida, Octavia. ¿Qué es lo que pasa contigo? Para ya.
Y es por eso por lo que estás demasiado metida para tu propio bien.
El tipo es un adulto. Incluso mayor que tú. Lleva años lidiando con
la muerte de su esposa. Probablemente ha tenido peores colapsos.
Él estará bien.
Aspiro profundamente.
Cada vez me queda más claro que nunca conoceré a otro hombre
como él. Está dañado y sufriendo por dentro, está arremetiendo, pero es
fuerte y tiene un lado gentil que no muestra a muchos. Ha sido herido
por los giros del destino, pero aún se está aferrando.
* * * * **
Oh, chico.
Sí, estoy tratando de entrenar a Cole para ir al baño, así que inventé
una pequeña historia sobre ello. A él le gusta, pero se resiste a mis
esfuerzos para quitarle los pañales.
Va a ser uno de esos días… Me encanta ser una niñera para estos
niños, y son muy inteligentes, cariñosos y tiernos, pero hoy son un
verdadero dolor en el cuello.
Esta no es mi decisión.
*****
—Ella me lo dio antes de que nos fuéramos —Me dice muy seria—
. Para que siempre pudiera encontrarla. Pero solo mi papi tiene teléfono
y él no la llamará.
Además, estoy enojada con Matt por hacer esto, por quitarles esto
después de que perdieran a su madre.
¿Por qué no les deja hablar con su abuela? ¿Qué hay de malo en
eso? ¡Vamos!
—¿Abuela?
Adorable.
Dios.
cuidar de ellos hasta que yo llegué, y luego sobre mí, y lo mucho que se
divierten conmigo.
Eso es lo que tengo en mente la mayor parte del día, y estoy lista
para preguntárselo cuando oigo la llave en la cerradura mucho más
tarde. Entra, pero luego lo miro y todo se me va de la cabeza.
*****
Me da un susto de muerte.
—¿Qué dice?
Bien.
—Tay —susurra.
Mierda.
17 N. T.: Estoy.
Él lo niega.
Mis hijos.
La otra opción es el fondo del río, con los peces y las cosas muertas.
No hay más remedio que hacer lo que ella dice. Siento como si
hubiera estado corriendo desde siempre. Estoy tan cansado, que no
puedo… no puedo seguir así.
—¿A qué?
—A mí.
—Emma, no.
Pero no es ella.
Parpadeo, y los bonitos ojos que miran los míos son familiares.
—Tay. —La alcanzo, y me deja que tire de ella hacia abajo, cerca—
. Se ha ido. —Agarro la parte posterior de la cabeza de Octavia y la
arrastro más cerca, hasta que su cara se presiona en mi cuello—. Se fue.
—No va a volver.
*****
Me despierto lo que parece una eternidad más tarde. Mis ojos están
llenos de arena y me duele todo el cuerpo. Está oscuro fuera de la
ventana, y dentro de la habitación solo está encendida la lamparita de la
mesilla de noche, arrojando una suave luz amarilla.
Tal vez es su olor, tan único y dulce. Tal vez sea la forma de su
cuerpo, de su pelo, de su rostro cuando se enfoca.
O incluso por mucho más tiempo. Una chica como ella, encontrará
a un novio de su edad, se casará y tendrá hijos…, o irá a la universidad.
Solo trabaja para mí, y sí, follamos un par de veces, pero eso no significa
nada.
No puede significar nada, no para una chica guapa como ella. Tan
joven. Sé que para algunas personas doce años no son una gran
diferencia de edad, pero en días como este… sí, esta noche esos doce años
que nos separan se sienten como un siglo.
Prácticamente un anciano.
Sin embargo, hay algo que me molesta. Frunzo el ceño y abro los
ojos para mirarla.
—Me quedo.
—Tay…
—Oye, escucha…
Ella no se da la vuelta.
—No.
Nosotros la perdimos.
Ella duda.
A Octavia, no a Emma.
Infiernos.
—Lo siento mucho. —Le digo, mi voz tan ronca que apenas la
reconozco. La alcanzo, tiro de ella a mi lado hasta que casi se cae en la
cama—. Te quiero aquí. Cristo, no sabes cuánto.
Hasta ahora.
*****
Joder.
excitado que tengo que mantenerme muy quieto para no frotarme contra
ella.
Y yo me corro.
*****
—Sí, lo sé.
—Sí.
Pero realmente no la quiero a solas con Ross otra vez, porque ese
hijo de puta es solo…
—De tu baño.
—¿Quién lo dice?
—Lo digo yo. —Me guiña un ojo. ¡Me da un jodido guiño!—. Ya llamé
al garaje.
Ella se sonroja.
—Solo más corta. —No cierro los ojos cuando ella se inclina, viendo
fijamente la mirada decidida en su rostro. Está empuñando esas tijeras
peligrosamente—. ¿Siempre has tenido barba?
—En serio.
—No. —Finalmente cierro los ojos, sólo por esto—. Desde que
Emma murió.
—¿Mi madre?
—¿Quiénes son?
Ella asiente.
—Te ves bien con la barba recortada —dice sin perder el ritmo, la
pequeña descarada, sonriéndome—. ¿Me prometes pensar en afeitarte?
Así que corro al baño para limpiar las tijeras y guardarlas, para no
mirarlo fijamente como una ruborizada chica de doce años con un
enorme enamoramiento.
Mierda. Guardo las tijeras y abro el agua, paso las manos bajo el
grifo. Salpico mi cara. Mis mejillas estás calientes.
Y yo solo soy la niñera de sus hijos. Tengo que recordar eso. No soy
su amiga, y menos su novia. No tengo derechos sobre sus hijos, su casa
o su corazón.
Dios, soy estúpida. Este es el error más antiguo del libro. ¿Cuántas
mujeres han caído en la trampa de los chicos malos y torturados
esperando cambiarlos, salvarlos, y terminaron destruidas por ellos?
Cierto. Muchas. No puedo dejar que eso me pase a mí. Pagar las
deudas y luego la universidad, ¿recuerdas? Un futuro. Eso es lo que
quieres. Pon distancia entre ti y Matt Hansen.
*****
Los sigo justo a tiempo para verlo abrir los brazos para ellos. Se
suben a la cama como monos y se le echan encima.
—¿Cómo Cole?
—Sí, como Cole lo es para ti. Merc solía hacer pis por todo el baño.
A él no le gustaba apuntar con su pitilín.18 —Le saco la lengua a Cole y
él se ríe—. Y también le gustaba decirme lo grande que era su caca cada
vez que terminaba.
18
N. T.: Pene, en un lenguaje ñoño o infantil.
Tiene sus brazos alrededor de ellos, y yo tengo que mirar hacia otro
lado porque sus brazos desnudos, musculosos y con tatuajes alrededor
de sus hijos me acaban de matar.
Dios.
*****
—No, por supuesto que no. —Hago lo mejor que puedo para no
sentirme ofendida por esto. Está estresado y enfermo—. ¿Podría haber
sido cuando esa señora de la calle que los cuidaba?
Jodido fantasma.
Mi chica.
Joder.
—¿Ah, sí? —gruño, solo porque no conozco otra forma de dejar salir
mi frustración.
Jesús.
Acerca de mí follándola.
—¿Hay algo más que sepas? —pregunta John en voz baja—. ¿Algo
que hayas recordado o averiguado?
Sacudo la cabeza.
—No.
—Pero, ¿por qué? ¿Y por qué ahora? Sobre todo, ¿qué tendría que
ver Ross con esto?
*****
—Todavía vivo. —Ya que han estado preguntando sobre eso, y tiro
mi teléfono sobre la mesa de la cocina.
Ross.
John no cree que Ross esté detrás de los mensajes. Piensa que soy
el enlace.
Una ex novia, dijo John. Hemos pasado por eso. Tuve una antes
dejar St. Louis cuando tenía dieciocho años. Estuve con ella durante mi
último año de secundaria.
Sí, eso era. Una chica guapa. Rubia. Curvilínea. Bonita. ¿Qué
tendría ella que ver con esta mierda?
Nah, esto es una mierda. Quien dejé atrás podría ser cualquier
persona en St. Louis. O en Milwaukee. Literalmente cualquiera que haya
conocido en mi vida.
Pero, ¿lo más valioso para mí? ¿Se supone que debo combinar los
mensajes?
Por mi culpa.
No es una pesadilla.
A menos que…
A menos.
*****
Espera… ¿Lunes?
—Yo, uh…
—¿Sí?
—Tú…
Casi insoportable.
Y aunque este es un baile familiar, uno que intenté años atrás con
Emma, aunque debería sentirse familiar… no es así. Se siente
completamente nuevo. Jodida y totalmente diferente.
No importa qué tan duro pelee contra esta atracción. Como una
polilla a una llama que baila, siempre me siento atraída por él.
Mi corazón resonando.
Realmente no debería.
Mucho más allá de las horas de trabajo y tan lejos de los límites
profesionales como fue posible sin perderse en el desierto.
Allá vamos…
*****
Sonriéndome.
Dios, lo odio.
—No —siseo, muy consciente de que todos los ojos están puestos
en nosotros, todos los mecánicos escuchando el horrible intercambio—.
No lo haremos. Seamos directos el uno con el otro por una vez.
19
En el texto pone Sugar daddy y son hombres que ofrecen o se gastan dinero, o hacen
regalos a una persona normalmente más joven a cambio de compañía y favores
sexuales.
20
Juega con el significado de directo o recto, que también se traduce como heterosexual.
Cristo.
—Mi vecino. Con el que yo… —Algo así como saliendo. Pero no
realmente—. A veces tomamos un helado, juntos.
—¿Ese tipo? Adams. ¿Jeff Adams? Estuvo aquí el otro día para que
revisáramos su automóvil.
*****
No es verdad.
Excepto que hay un psicópata por ahí que puede o no ser Ross, y
que nunca me di cuenta de lo oscuro que está aquí afuera cuando una
farola se ha apagado, dejando la mitad de la calle en la sombra.
Mamá.
¿En qué estoy pensando? Si alguien lo sabe, es ella. Tuvo que estar
allí cuando nos concibió.
¿Llamar o no llamar?
Y decirle qué… ¿que los rumores fueron correctos todo este tiempo?
¿Qué no solo soy una bastarda, sino que soy la amorosa hija del imbécil
para el que trabaja, y medio hermana del monstruo que puede, o no,
estar haciendo de nuestra vida un infierno?
No, debería hablar con mamá primero, confrontarla con esto. Ver
su reacción, ver si admitirá que es verdad o me dirá una mentira.
Oh, mierda.
Llama a la policía.
Y a Matt.
Ella dijo que estaba bien. Está en casa ahora, con su familia, y solo
quería advertirme que alguien la atacó y la amenazó para que se
mantuviera alejada de mí.
Sí, ¿ves? Una buena cosa que evite a los terapeutas. Y joder, no
puedo evitar que mi mente gire en círculos inútiles, saltando de un lado
a otro.
—¿Augusta?
—Señor, sí, señor —dice con una sonrisa—. Eres muy duro, ¿no?
Cristo.
Octavia está bien, me lo repito. Está bien, justo aquí, mis hijos en
sus brazos, pero no puedo hacer que mi corazón deje de latir, mi rabia y
mi miedo buscando una salida que no pueden encontrar.
Y ella viene a mí. Se levanta, toma las manos de mis hijos y viene
hacia mí.
La amo.
21 ET: Extraterrestre.
—Mataré a Ross.
—Shhh. —Se ríe en voz baja—. Dije que estoy bien. Y no creo que
haya sido él.
Tenía una idea, claro. Mis sueños, mis reacciones hacia ella, mis
pensamientos a su alrededor, todos me decían lo que ahora sé.
*****
—No realmente.
—¿Tú qué? —Mi mandíbula se tensa y aprieto mis dientes con las
maldiciones que rompen en mi garganta—. Tay, ¿qué hiciste?
Pero hay algo más que no está diciendo. Estoy tan en sintonía con
ella que sé que se está conteniendo. Me doy cuenta de que tiene algo que
decir. Se ha quedado muy quieta, apenas respira.
—Tiene que ser Ross —le digo. Ella fue y se enfrentó a él, y luego
fue atacada. Está claro como el día. Ese hijo de puta de Ross se puso
furioso e intentó hacerle daño.
¿Ella cree que no es él? A la mierda con eso. Por supuesto que es
él, el pequeño cobarde.
—Le conté a la policía todo esto, lo que vi, lo que pensé —dice—.
Por teléfono.
Ya es hora.
somos los pequeños sucios bastardos de los que todos se burlaban y nos
intimidaban.
Cuando Matt dice que tiene que irse, para llevarse a los niños a la
cama ya que ha pasado más de su hora habitual, estoy aterrada y
aliviada.
Me dice que deberíamos dejar el picnic del que hablamos para otro
día. Me dice que descanse, y que le haga saber si tengo ganas de trabajar
el lunes.
Traga saliva.
—Yo no… lo planeé así, Tati. Tienes que creerme. Siempre pensé
que todavía eráis demasiado jóvenes, que os lo diría el próximo año. Y
luego al año siguiente.
—Gigi…
Oh, mamá… la abracé, como había hecho con Matt antes. Ella
amaba a Jasper. Quizás todavía lo haga. Y aunque Jasper es un imbécil,
¿quién sabe cómo era con ella? ¿Quién sabe cómo funciona el amor?
*****
Aún así, teniendo en cuenta que este es mi jefe, y mayor que yo,
con hijos propios, esperaba que me dijera en términos inequívocos que
debería dejarlo y mantenerme alejada de él.
Me encojo de hombros.
Me estremezco.
—Él no es así. —Una vez pensé también que lo era. No hace mucho,
de hecho, hace solo unas semanas, cuando lo conocí. Con esa barba y
cejas oscuras, el pelo despeinado y demasiado largo, la mirada intensa—
. No lo es, Gigi. Matt es genial.
—Oh, claro, ahora eres una adulta, lo olvidé. —La tomadura de pelo
y el sarcasmo de hermanas han vuelto, y es un alivio.
Además, sí, lo soy. Ahora soy una mujer. Y ya no soy virgen, lo que
me hace sonreír, incluso si todavía estoy molesta por cómo terminó mi
primera vez con Matt.
Solo quiero saber si él nos dará esto, nos dará una oportunidad. Si
estamos juntos, aunque no esté seguro. Si se lanza a lo desconocido
conmigo.
—Gigi, solo tienes diecisiete años. ¿Qué crees que diría la gente?
—Pfff. —Se acuesta boca abajo bajo las sábanas, pasando las
páginas del libro—. Quinn es un niño llorica que no sabe lo que quiere.
Tal vez yo también necesite un hombre de verdad como Matt.
¿Era verdad?
Eso es… una tontería. ¿Por qué estoy pensando en eso? Ross es un
idiota, probablemente oyó una cosa y entendió otra.
Pero hay algo más… algo que Adam me dijo que está parpadeando
en mi memoria, solo que fuera de mi alcance. Algo sobre su hermana.
—Oye, ¿alguna vez has visto a Adam cuando no estoy? —Me meto
en mi cama y me estiro, gimiendo suavemente cuando los músculos
tensos después del ataque comienzan a relajarse lentamente—. Me dijo
que vive en esta calle, pero, ¿es verdad?
¿Y por qué estoy dudando de él otra vez? Él dijo que sí, ¿no?
—¿Por qué, solo porque ahora te gusten los tipos más viejos, eso
significa que todos los jóvenes son escoria?
No lo extrañaría tanto.
¿Por qué estoy tan traída por él? ¿Por qué me siento tan cómoda
con él cuando apenas lo conozco? ¿Por qué me duele tanto el corazón por
él? ¿Por qué mi cuerpo se pone tenso y caliente cuando está cerca?
Nada nuevo.
Nada bueno.
Me froto la cara con las manos, las entierro en mi pelo y tiro. Tomé
analgésicos para el desayuno, pero este jodido dolor de cabeza no cesa.
Sigo viendo el rostro pálido de Octavia, el miedo en sus ojos. ¿Eso fue
anoche en su casa, o en mis sueños?
Joder.
Hasta que Cole se sube por encima de Mary para alcanzarme y ella
estalla en una fiesta de sollozos, con mocos y lágrimas sin fin.
Pero lo hago, así que preparo una cena rápida y los meto en la
cama.
No recibo respuesta.
Y Octavia.
Porque cada vez que cierro los ojos ahora, no es la cara muerta de
Emma lo que veo, ni su cuerpo hundido en el suelo.
Ni el mío tampoco.
*****
Él tiene algunas.
Joder.
—Está muerta.
No un miedo aplastante.
Pero la tengo.
John tararea.
No, no lo hace.
—Tiene que ser uno de los hermanos —dije, pensando en voz alta—
. Apuesto a que el hermano. Comprueba dónde está ahora, y no sé, sus
actividades bancarias, o cualquier otra cosa que se te ocurra.
*****
Infiernos.
Así que solo gruño cuando me saluda, y salgo por la jodida puerta
antes de que tenga la oportunidad de acercárseme.
Capturarlo.
Castigarlo.
¿Pero qué hay de Octavia? Tiene que preocuparse por lo que dicen
las lenguas a sus espaldas. Ha vivido aquí toda su vida. Su familia está
aquí, sus amigos. Los matones que la lastimaron.
—Oye, amigo, ¿estás bien? —Evan golpea mis pies que sobresalen
del coche—. ¿Qué estás haciendo ahí abajo? Parece que estés
desmantelando el jodido motor.
—Vete —gruño.
—Ya veo que volvemos a gruñir. —Se inclina contra el coche, todo
despreocupado, sus polvorientas zapatillas a la altura de mi cabeza—.
Pensé que habías superado eso.
22
Significa literalmente haber estado en un sitio y haber comprado una camiseta del
lugar para mostrarles a los demás que lo hiciste. Es una expresión cínica o sarcástica
de haber tenido una experiencia similar.
Jesús.
¿Qué pasa con esta pequeña ciudad en medio de la nada que hace
a la gente tan malditamente agradable? Debe ser algo en el agua.
—A la mierda.
—Lo juro por Dios, está de pie justo enfrente de mí. Parece que
trajo su coche para repararlo.
—¿Y pensaste que tenía que saberlo? ¿A ver si salgo y le apago las
jodidas luces? ¿Darte un buen espectáculo?
—¿Por qué estás tan enfadado con él? —Evan saca un paquete de
cigarrillos de su bolsillo trasero y me ofrece uno. Lo tomo, poniéndomelo
detrás de la oreja—. Tú mismo lo dijiste. No es su novio.
—¿Y?
—Así que ahora es Tay, ¿eh? —Evan mueve las cejas—. La chica se
metió bajo tu piel, ¿no?
—Así que supongo que eso prueba que es inocente, ¿eh? —Dejo
que el sarcasmo goteara de mi voz.
Si este dolor de cabeza por la tensión alguna vez cediera, podría ser
capaz de pensar, establecer la conexión de alguna manera. Como está,
nada viene a mí. Nada que vincule a Ross con mi pasado.
Pero nunca prevés esta mierda. Ataca de la nada, sin previo aviso.
Justo cuando crees que la tormenta ha terminado y puedes respirar de
nuevo, la vida te agarra y te sacude hasta que tus dientes se aflojan.
Amor.
Recaída.
Aun así.
Ningún buenos días, no, ¿cómo estás hoy? Ninguna sonrisa para
mí, y ninguna emoción en sus ojos oscuros.
—¿Qué?
Ignoro la forma en que mis ojos pican por su tono, ignoro la voz
que sigue susurrando en el fondo de mi mente que es como temía, que
cambió de opinión, si alguna vez lo quiso, lo que no es un hecho… que
como Jasper, me jodió y no quiere saber nada más de mí, que su
demostración de protección y afecto fue una ilusión, una cosa
momentánea, aquí y allá.
—¿Estás bien?
—Déjalo, Tay.
—¿Por qué algo de eso sería culpa tuya? Pensé que habíamos
acordado que el tipo era un psicópata.
—¿Un niño?
—Había una chica con la que salía cuando tenía diecisiete años, en
la escuela. Dormimos juntos algunas veces. Luego me fui a Milwaukee, y
nunca la volví a ver. Nunca he vuelto a saber de ella. Pero resulta que la
dejé embarazada antes de irme.
—Se fue de la ciudad para quedarse con una tía. Perdió al bebé y
se suicidó.
Todo mi cuerpo entero pica ante esta declaración. Dios, ¿está mal
que esté palpitando entre mis piernas cuando se pone todo cavernícola
conmigo? Quiero envolver mis piernas alrededor de sus esbeltas caderas
y besarlo, quiero que me extienda sobre la mesa y me llene.
—Tay…
Da dos pasos más cerca, con las manos en sus costados, su mirada
moviéndose sobre mi cuerpo, y mis pezones se tensan hasta que duelen
bajo su escrutinio.
—Tay. —Está tan cerca que puedo ver las emociones que recorren
sus ojos como nubes sobre un cielo nocturno. Tan cerca que podría poner
mi mano sobre el duro bulto sobre sus pantalones de chándal, donde su
polla rígida está claramente delineada. Podría abrazarlo y no soltarlo—.
No puedo…
Y me besa.
*****
—¿Qué quieres, cariño? —Pasa los dedos que acaba de limpiar con
los labios y lengua por mi garganta, por mi pecho, entre mis pechos,
tirando de la tela hacia abajo—. Dímelo, porque de lo contrario te follaré
contra la pared, rápido y sucio.
—Los niños…
—¿Gritar? Pero…
—Has sido una niña buena. Pero ahora eres una mujer. Y eres mía.
—Sus dedos presionan mi pezón hasta el punto del dolor y es un rayo de
lujuria que se dispara directamente entre mis piernas—. Dilo. Di que eres
mía.
—Joder, condón.
—Espera, tengo uno. —Gigi dijo que puso uno en mi bolso, ¿no?
Apunto a mi bolso y él lo levanta para mí. Me las arreglo para apartar la
mirada de su pecho cincelado y de su pene duro por un momento para
hurgar hasta que encuentro el papel dorado.
¿Por qué me siento tan caliente, solo viéndole ponerse el látex sobre
su polla muy dura y muy grande?
Jesús. Pongo mis manos sobre mis mejillas ardientes. Sí, tan
jodidamente caliente.
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23
Oh, Dios, me estoy muriendo. Tiene que ser eso. Esto es demasiado
placer. Demasiado.
—Matt… puedes bajarme —susurra, con los dedos jugando con las
puntas de mi pelo en mi nuca.
Bufo.
Pasar tiempo con ella. Quiero tanto tiempo con ella, y todo lo que
se me ocurre es, gracias a Dios porque es mía.
*****
Caliente, también.
—Espera.
—Para eso es para lo que me pagas. —Me guiña el ojo, pero frunzo
el ceño.
Ducha fría, Matt. Ducha fría. La única forma de pasar el resto del
día con los recuerdos de los sonidos que hizo Octavia y de su coño
alrededor de mi polla reproduciéndose en un bucle en mi cerebro.
Caminar con una erección como esta será un desafío.
No hay ni un sonido.
Sin respuesta.
Sacudo la cabeza.
—Esto es todo.
Pero ninguno de nosotros cree eso. Vuelo por las escaleras sin decir
una palabra y corro por las habitaciones gritando sus nombres, revisando
cualquier escondite en que pueda pensar.
¿Desde cuándo?
¿Dónde están?
Ahora no, maldita sea. Mis hijos me necesitan. Joder con esta
mierda.
Golpeo mi puño contra la pared una y otra vez, hasta que el dolor
que irradia por mi brazo borra parte de la neblina negra y deja que mis
pulmones se expandan de nuevo.
Y buscamos juntos.
*****
Tengo miedo por ellos, y tengo miedo por él. Lo tomo de la mano y
lucho contra la necesidad de trazar la cicatriz del interior de su muñeca,
la cicatriz que dice que una vez casi pierde la batalla contra sus
demonios.
Espero que encontremos a los niños, que estén bien, antes de que
los pierda a ambos, a ellos y a él para siempre.
—Una de tus vecinas dice que vio a un tipo con dos niños. Una tal
señora García. Dice que te conoce. Siempre te saluda cuando pasea a su
perro por las mañanas frente a tu casa.
—Está bien. —John asiente con la cabeza a los otros policías cuyas
expresiones se han oscurecido y que parece que están a punto de agarrar
a Matt y arrojarlo tras las rejas hasta que se enfríe.
—Oh, no…
—Ven conmigo
*****
John les pide a dos policías que se han materializado a su lado que
guíen el camino hacia la casa. Ellos tienen sus armas desenfundadas,
apuntando hacia adelante, y Dios mío, esto está sucediendo realmente.
Pero no ahora.
John nos pide que nos quedemos atrás, pero por supuesto que no
lo hacemos, y no trata de detenernos. Los dos policías están mirando la
casa a través de las ventanas, dirigiéndose hacia la parte posterior.
Un sótano.
Mary.
Sin pensarlo dos veces, corro hacia ellos, me pongo de rodillas y los
abrazo también. Oh, Dios. Los niños están bien. No les hicieron daño.
Incluso cuando los abrazo, aliviada más allá de las palabras por
sentir sus pequeños cuerpos en el círculo de mis brazos, en algún lugar
en el fondo de mi mente, la duda regresa.
Demasiado fácil.
*****
—Se llevó el conejo de Cole. —Su labio inferior tiembla—. Dijo que
le diera un beso de despedida.
—Será mejor que atrapes a ese coño que hizo esto —logra decir
finalmente—. Si llego a él primero, no sé lo que sucederá.
Excavando tumbas.
Joder, no, no quiero pensar. Así que Octavia nos deja entrar, y me
dirijo directamente al sofá y me siento, acurrucando a mis hijos a mis
lados, tratando de recuperar el aliento.
Ríe suavemente.
—Eres tan duro con él. Lo está haciendo lo mejor que puede.
—No lo suficiente. —Vale, tal vez fui un poco duro con él—. Tenían
a mis malditos hijos.
Pero los niños están aquí, y estoy demasiado contento sentado con
mi chica en mis brazos como para que me importe.
—¿Qué?
Que me jodan. Estoy haciendo todo esto mal otra vez, pero qué
sorpresa.
—Tay…
—Nena…
—¿Por qué?
Mary, así que espero que también funcione con ella—. Tu madre te
quiere. Solo la vi una vez y pude verlo por la forma en la que te mira.
Mi cara se calienta.
—La primera vez que te vi, pensé, me pregunto cómo se verá detrás
de ese arbusto.
¿Cómo puedo parecer igual cuando estoy tan cambiado por dentro?
Ella está aquí, sin embargo. No parece que me tenga miedo. Incluso
después de la forma en la que la traté antes.
Me hace sonreír.
¿Ahora es mi novio?
—Jeff Adams.
—Pensé que sí, pero Merc dijo… —De nuevo tengo que tragar, mi
voz se desvanece—. Merc dijo que era mentira. Jeff me dijo que se estaba
quedando en la casa del señor Collins, pero aparentemente el señor
Collins aún vive allí, así que… —Lucho por ordenar mis pensamientos—
. No significa nada, podría…
—Señor Watson. —La voz de John se hace más grave. Parece muy
joven, pero de repente parece mayor, experimentado—. Estoy aquí con su
hermana y… Sí, está bien. Sí, puede hablar con ella, pero por favor,
contésteme a una pregunta. —Presiona los pulgares entre sus cejas,
como para reprimir un dolor de cabeza—. Sí, tiene derecho a permanecer
en silencio, señor Watson, pero esto es para la seguridad de su hermana,
así que espero que conteste.
Dios, Merc. A pesar de todo, quiero reírme. Ese niño está loco.
—¿Estás bien?
Frunzo el ceño.
—¿Qué? Quiero decir… oh, Dios mío. —Matt abre la boca para
preguntarme qué está pasando, pero sacudo la cabeza—. ¿Quién te lo
dijo?
—Así que creo que Ross tiene razón. Y ahora tu amigo el policía
pregunta por él. ¿Qué está pasando?
—Sí —susurro.
*****
Esperando noticias.
Mi cabeza está zumbando. No puedo creer que casi saliera con ese
cretino, que hablara con él, que pensara en salir con él. Que me cautivara
su buen aspecto y sus buenos modales.
—Sí.
—Joder.
Mary está parpadeando hacia mí con los ojos muy abiertos, todavía
desenfocados por el sueño. Me desdoblo fuera del sillón y voy a sentarme
a su lado, acariciando su pelo.
Se relaja y me sonríe.
—Tengo hambre —dice Mary con voz quejosa, pero no tan molesta
como solía ser antes.
O tal vez ya no estoy tan enojado con cada maldita cosa como antes
solía estar.
La mocosa.
Y me congelo.
—¿Tay?
Tal vez salió para… sacar la basura o lo que sea. Hablar con John.
Joder.
—¿Octavia? Estaba dentro con usted. Yo… —Se sacude, sus ojos
se abren de par en par—. ¿No lo está?
*****
el policía de mediana edad, y luego estoy dentro de la casa, con los niños
llorando en mis brazos.
—¿Qué?
No jodas.
Claro. No es probable.
*****
24
MO: Modus operandi, o forma de actuar habitual.
Ella parece… más vieja de alguna manera, aunque sólo han pasado
unas pocas semanas. Más frágil, más encorvada. Más triste.
Mierda.
—Lo siento K.
Como si pudiera hacer eso, sabiendo que ese hijo de puta tiene a
Octavia.
*****
Zane.
—Matt.
—Jesús.
—Rafe Vestri.
Zane asiente.
Mi chica.
No recuerdo haberles dicho esa parte cuando los llamé ayer. Puede
que lo hubiera hecho.
—Estoy aquí, ¿verdad? —Me lanza una larga mirada que no puedo
leer—. Ya era hora de que volvieras a vivir de nuevo, hombre.
—¿Tienes un niño?
*****
—Ella no está aquí —le susurro, no estoy seguro de cómo creo que
sé esto—. Él no la traería aquí. Jodidamente demasiado fácil. Ya no quiere
que sea fácil.
Apenas lo oigo.
—Va a matarla.
—Solo tenemos que pensar como él. A dónde iría. Y por qué. —Zane
suelta mi hombro—. ¿Dónde lo viste por última vez?
El taller todavía sigue cerrado, así que llamo a Evan para que abra.
Él responde después del séptimo u octavo tono, sonando como algo salido
de una película de terror.
—Evan, soy yo, Matt Hansen. Mira, necesito que abras el garaje
para mí.
—¿A quién?
—A ese Adam.
Me detengo.
Él parpadea.
—Bueno sí.
*****
Claro.
Corto la llamada.
La luz del sol que nos llega sobre los tejados golpea la puerta,
cegándome por un momento.
Aquí, conmigo.
La voz de Matt.
Sueño. Sueño que está aquí, sueño con mamá, y Gigi, y Merc, con
tardes soleadas en el jardín.
abrazarlo, que me siento y saco mis piernas fuera de la cama para llegar
a él.
Su barba ha desaparecido.
Fascinante.
Lo amo.
*****
—¿Todo bien?
Asiento. Pero creo que me tomará un tiempo dormir por las noches.
Sabiendo que Jeff Adams se disfrazó de policía y me sacó de la casa, el
mismo tipo que se llevó a los niños, el tipo con el que casi salgo.
*****
—Hola.
Su expresión se relaja.
—Sí —susurro.
Quiero más. Quiero que me abrume, que meta esa gran polla
dentro de mí y me quite el resto del miedo.
Que me haga suya. Parece que han pasado años desde la última
vez que me tocó así, aunque solo hayan sido unos días. La verdad es que
estos dos últimos días se han sentido como toda una vida.
Estoy sin aire, y aun así no quiero que deje de besarme. Pero se
retira, me suelta, pone una mano en la pared junto a mi cabeza, me mira
con esos insondables y lujuriosos ojos.
—Tuya —concuerdo.
Voy a correrme.
Y comienza a desnudarse.
Guau…
Jodidamente perfecto.
Me gusta.
Él sonríe.
Y luego dice:
—Te amo.
—¿Pero cómo voy a bajar los escalones sin ver? —Los tres escalones
del porche son bastante empinados y romperme la pierna arruinaría el
día.
Sí, estuve sedada la mayor parte del tiempo que estuve allí. Pero no
todo el tiempo. Y de todos modos, no tengo idea de cómo funcionan los
cerebros. Solo sé que el mío se aleja de la oscuridad en estos días.
Han pasado dos semanas desde esa noche, pero el miedo a morir
sola sin ver a mi familia o a Matt y los niños vuelve a resurgir en mis
sueños, convirtiéndolos en pesadillas.
—Matt…
Me besa en la frente.
—Y siempre cumplo.
Me tenso un poco.
—A mí no me gusta.
—Pero quiero probar esto contigo. Lo que sea que tengas en mente.
Yo… —Lo detengo con un dedo en sus labios cuando él comienza a
protestar de nuevo—. Confío en ti.
*****
Dios, estos niños son adorables, pero quiero a su papá entre mis
piernas, torturándome con su boca, y su pene. Quiero su boca y sus
manos en todas partes, su peso presionándome sobre el colchón, y…
Sí, parece que no soy la única que necesita un tiempo a solas con
impaciencia. Apenas hemos tenido alguno en las últimas semanas,
conmigo recuperándome del ataque, tanto física, como psicológicamente,
y un terapeuta viniendo a los niños para asegurarse de que estaban
lidiando bien con lo que les sucedió a ellos también.
*****
Trago duro.
—Matt…
Solo que tiene sentido. Todas mis barreras han caído. Estoy abierta
y desnuda en todos los sentidos. Y hay una voz en el fondo de mi mente
que sigue preguntando: ¿Cómo puedes competir con un fantasma?
Se aparta de mí.
—Tay… —Su voz se suaviza—. Lo juro, solo te veo a ti. Solo a ti.
—Pero Emma…
—Quiero ir a la universidad.
—Pero tú…
—No tengo por qué quedarme aquí. Nada me ata aquí. —Un lado
de su boca se inclina hacia arriba con una sonrisa rápida—. Nada excepto
tú.
—¿Qué es?
—Sé que es pronto para pedirte que te cases conmigo. Quiero decir,
tal vez me estoy precipitando aquí, y en cualquier caso vas a ir a la
universidad y verás el mundo, o lo que sea que esté en tu lista de deseos,
pero… hasta entonces… Dijiste que serías mía. Entonces… ¿serás mía,
Octavia Watson?
Sin dudarlo.
—Dios, te necesito…
Han pasado tres años desde que Matt Hansen y Octavia Watson se
conocieran y se enamoraran. Tres años desde que Matt le regaló un anillo
de oro y la promesa de un futuro juntos. No todas las relaciones resisten
la prueba del tiempo, incluso si los tiempos de dificultades han cimentado
su amor, y bueno, seamos sinceros, el sexo es algo que está fuera de los
límites en las escalas… Por lo tanto, ¡sigue leyendo para descubrir si Matt
y Octavia fueron felices para siempre!
Octavia.
Está aquí conmigo. Y eso hace que todo esté bien, incluso si me
siento como un extraño aquí, como un turista que perdió su rumbo y
quedó varado en estás amplias calles. Si no tuviera recuerdos de mi
infancia y adolescencia de este lugar, diría que nunca quise venir aquí.
años… Mierda, ¿ya han pasado cinco años? De todos modos, sí, he estado
a la deriva desde entonces.
Tengo planes. Buenos planes, y han tomado una forma más sólida
estos últimos meses.
Ella es tan real, tan real que me llena la mente de un lado a otro.
Está en todos mis pensamientos. Esperé a que empezara sus estudios,
que se estableciera con su familia aquí en St. Louis. No quería que esto
se precipitara, o que pensara que sus propios planes para su vida no
importaban.
Pero tampoco quiero que piense que no voy en serio con ella.
—Ya verás.
*****
Sus ojos son redondos como monedas, su boca está abierta. Aletea
sus manos hacia arriba y abajo como si estuviera ahuyentando un
mosquito.
Y soy feliz.
—¿Lista?
—¿Para qué?
Joder.
*****
Maldita sea.
Jodidamente increíble.
Sus ojos se abren tanto que es como uno de esos dibujos animados
japoneses que le gustan tanto a Cole. Es gracioso, y alivia la tensión de
mis hombros y de mi pecho como ninguna cantidad de alcohol podría
hacerlo.
—Matt…
Es un anillo delgado con una sola piedra azul, que hace juego con
los ojos de Octavia, un color como el cielo de verano. Solo espero que le
quede bien.
De hecho, sonríe.
Mi futura esposa.
Jodidamente increíble.
—Vámonos.
*****
Y como cada vez que ella dice las palabras, estoy listo para
reventar.
Pero primero…
Y luego pone sus manos sobre mis hombros y me monta. Oh, sí,
esa es mi chica. Mi amor, mi esposa. Se levanta y cae, deslizándose sobre
mi pene, y uno de estos días quiero que no esté tomando la píldora, para
plantar un bebé dentro de ella.
Un bebé como mi chica. Ya sé que tengo hijos, y estoy loco por ellos,
pero… Oh, joder, sí. Agarro sus caderas, la levanto y bajo más rápido
sobre mi polla. Se estremece y puedo sentir su orgasmo comenzando, su
coño tensándose alrededor de mi erección, y es mi perdición.
Traductora: Mdf30y
Correctoras: Pily1 y KiraWings
Diseño: Lelu y Laavic
Lectura Final: Laavic