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Los Austrias Menores

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Tema 6.

LOS AUSTRIAS MENORES


1. INTRODUCCIÓN.
El siglo XVII fue testigo de la destrucción política de los Austrias. Éstos perdieron su hegemonía
internacional y militar en Europa, obligaron a sus súbditos a acometer esfuerzos bélicos y
económicos constantes y tuvieron que hacer frente a las secesiones sucesivas de Cataluña,
Portugal y Nápoles. Ante tales desastres, los reyes de este período mantuvieron un prestigio con
dificultad, apoyándose para gobernar en válidos como el conde duque de Olivares. La crisis
demográfica y económica y el estancamiento social que vivió España a lo largo de esta centuria
apenas pudieron ser paliados por los débiles proyectos de reforma que comenzaron a aparecer en
el panorama político a finales de siglo. Sin embargo, para la literatura y el arte, el XVII fue en
nuestro país un verdadero Siglo de Oro. Como contrapartida, el pensamiento intelectual y
científico español quedó postergado con respecto a la Europa atlántica.
2. DESARROLLO
2.1. La crisis del siglo XVII.
Los monarcas de este siglo se conocen como los Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos
II) La monarquía hispánica va perdiendo progresivamente la hegemonía europea, viéndose
reemplazada por Francia. De forma global, el siglo XVII es una centuria de crisis generalizada
en Europa. Dicha crisis va a afectar de manera contundente a Alemania (por las consecuencias
de la Guerra de los Treinta Años) y a España, donde se manifestó en tres sentidos:
• Crisis demográfica. Hubo periodos en que la población descendió alarmantemente debido a las
continuas guerras, a la expulsión de los moriscos (especialmente grave en tierras valencianas) y,
especialmente, por las continuas crisis epidémicas que también afectaron al resto de Europa, en
especial la peste bubónica. En definitiva, aunque a finales de siglo se registró una recuperación
demográfica, en 1700 España contaba con la misma población que en 1600.
• Crisis económica. Una crisis que ya era visible en los últimos años del reinado de Felipe II, y
que se agravó en los de sus sucesores. Entre los factores que explican la ruina de la economía
española están las malas cosechas, los elevados costes con que se producía en la industria, la
caída de las cantidades de oro y plata que llegaban de América y el aumento de los impuestos
necesarios para mantener la costosa política internacional.
Los monarcas, ante la escasez de metales, van a alterar y manipular las monedas en circulación,
dando lugar a prácticas como el resello (consiste en poner un nuevo y superior valor nominal a
una moneda ya acuñada) y diversas alteraciones en la ley del metal (se reduce la cantidad de plata
y se aumenta la de cobre) Con estas medidas la situación económica y monetaria se agravaba aún
más provocando una subida espectacular de los precios.
• Crisis social. Evidentemente, la crisis económica tuvo repercusiones sociales. Las clases
privilegiadas (nobleza y clero) se consolidaron aún más, tanto por motivos de prestigio como por
sus privilegios. Además, la burguesía no terminaba de constituirse en la clase social que
permitiera el crecimiento del país. En el polo opuesto, las clases populares veían empeorar su
situación lo que, en muchos casos, les empujaba a la delincuencia, al bandolerismo o a la
mendicidad, reflejado en la novela picaresca.
2.2. Los reinados de los últimos Austrias españoles.
2.2.1. El reinado de Felipe III (1598-1621)
La principal característica de este reinado es que un periodo de paz ya que se pretendió mantener
la hegemonía europea a partir de la vía diplomática en vez de la fuerza de las armas. Sin duda,
esta forma de actuar se vio influido por la enorme crisis económica existente ya en este periodo.
De esta manera, Felipe III es el causante de que se firmara la paz con Inglaterra y la Tregua de
los Doce Años (1609) con los rebeldes de los Países Bajos.
Sin embargo, esta política de pacifismo culminó en 1618 con el estallido de la Guerra de los
Treinta Años, en la que España participó apoyando a los Austrias alemanes, parientes de los reyes
de España. Inicialmente, esta guerra comenzó siendo un conflicto interno (la lucha entre
protestantes y católicos) pero, a lo largo de los años, la intervención francesa lo convirtió en una
lucha por la hegemonía en Europa frente a los Austrias.

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En el plano interior, con el reinado de Felipe III se inicia el gobierno de los validos (también
llamados favoritos o privados), que va a caracterizar a los Austrias menores. De esta forma, los
reyes no gobernaban personalmente sus reinos, sino que se apoyaron en validos que dirigían la
política en su lugar y cuyo poder residía en la confianza que el rey había depositado en una
persona. Esto provocaba el alejamiento entre el rey y sus vasallos y la desconfianza de las
oligarquías locales frente a la Corona. Los validos de Felipe III fueron el duque de Lerma y el
duque de Uceda.
En 1609 se decretó la expulsión de los moriscos (llevándose a cabo entre este año y 1614) que
marcharon principalmente al norte de África. Se estima que saldrían del país unas 300.000
personas y, destacar, que esta decisión política fue muy perjudicial para la agricultura en Valencia
y Aragón, donde eran numerosos y se dedicaban al trabajo en el campo en tierras generalmente
de nobles.
2.2.2. El reinado de Felipe IV (1621-1665)
Fue un reinado muy agitado y la crisis y decadencia española tocaron fondo. En política interior,
Felipe IV confió el gobierno a un nuevo valido, el conde-duque de Olivares (1621- 1643) que
abordó una ambiciosa política de reformas fiscales que pretendió imponer de forma autoritaria.
Su objetivo era incrementar los ingresos de la Corona para financiar su costosa política exterior,
pues durante su mandato se reactivaron las hostilidades en Europa. Entre las reformas que llevó
a cabo, la más importante estaba destinada a conseguir que los reinos no castellanos aumentaran
sus contribuciones. Con esta medida, se evitaba que la presión fiscal recayera casi
exclusivamente en Castilla. Para ello, presentó el proyecto conocido como la Unión de Armas
(1625), por el cual se crearía un ejército de 140.000 hombres, reclutado y mantenido por cada
reino en función de sus recursos demográficos y económicos. Este proyecto chocó con los
intereses de los reinos que plasmaron su oposición a través de rebeliones:
• Cataluña. Las Cortes catalanas venían negándose a aportar nuevos ingresos a la Hacienda. Y
en 1635, al agravarse la Guerra de los Treinta Años, Olivares quiso llevar la guerra contra Francia
a Cataluña para así involucrar a los catalanes. Los choques entre la población civil y el ejército
se fueron endureciendo. El descontento popular alcanzó su momento culminante el Corpus de
junio 1640 cuando una multitud de campesinos (segadores) se adueñó de Barcelona y dio muerte
al virrey, conde de Santa Coloma. Dados los acontecimientos, las autoridades catalanas (la
Generalitat) decidieron separarse de la monarquía española y buscar el apoyo en Francia. Días
después, Luis XIII, rey de Francia, fue proclamado conde de Barcelona. Una unión que no
perduró mucho tiempo, ya que la política francesa provocó el descontento de los catalanes. Esto
favoreció la recuperación de Cataluña por las tropas reales y la entrada de éstas, finalmente. en
Barcelona en 1652. Felipe IV se comportó de forma magnánima con los rebeldes, al no haber
represalias, respetando las tradicionales libertades catalanas.
• Portugal. Ante la grave situación en Cataluña, Olivares pidió un mayor número de tropas a
Portugal. Este hecho, unido a que los portugueses sentían que la Corona española defendía
inadecuadamente sus territorios en ultramar frente a los ataques holandeses, provocó que la
población portuguesa se rebelara en diciembre de 1640 proclamando rey al duque de Braganza
con el nombre de Juan IV. El levantamiento contó con el apoyo de Francia, Holanda e Inglaterra.
España reconoció la independencia de Portugal en 1668 por el tratado de Lisboa, ya bajo el
reinado de Carlos II.
• Otras sublevaciones. Por el mismo tiempo que las dos anteriores, en torno a 1640, estallaron
otras sublevaciones en Andalucía, Aragón y Sicilia. Todas fueron relativamente más fáciles de
dominar por parte de las tropas reales, siendo la más temible fue la de Nápoles en 1647. En 1643,
Felipe IV se vio obligado a destituir al conde duque de Olivares. Para concluir, en estas crisis se
manifiesta de forma gráfica el enfrentamiento entre las dos formas de concebir la unidad de
España: la lucha entre el centralismo y el foralismo. En todo caso, Felipe IV mantuvo la misma
estructura de gobierno de la monarquía española (un conjunto de reinos con sus leyes e
instituciones propias con un rey común)

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En cuanto a la política exterior, la Guerra de los Treinta Años, iniciada en 1618, siguió abierta
durante el reinado de Felipe IV. En 1621, y una vez finalizada la Tregua de los Doce Años (1609),
los Países Bajos volvieron a convertirse en uno de los principales focos bélicos de España. Los
holandeses se unieron a los enemigos de los Austrias que luchaban en la Guerra de los Treinta
Años. De esta forma, la rebelión holandesa pasaba a ser un capítulo más de la gran guerra
europea. Esta se desarrolla en un primer momento con el enfrentamiento de los Austrias contra
Dinamarca y Suecia que apoyan a los protestantes alemanes. Poco después, Francia se sumó al
bando protestante. En 1640, año en el que se sublevaron Cataluña y Portugal, la situación se
complica y comienzan los reveses españoles. En 1643 caía el conde-duque; el mismo año en que
los tercios españoles, hasta entonces invencibles, eran vencidos en la batalla de Rocroi.
La guerra acaba con la paz de Westfalia en 1648. Por este tratado España reconoce la
independencia de Holanda, pero decidió continuar la guerra contra Francia, que pretendía
mantener su soberanía sobre Cataluña. Para mayor complicación para España, Inglaterra se puso
al lado de Francia y ocupó la isla de Jamaica (1655), que tuvo unas consecuencias comerciales
para España. Al final, la paz de los Pirineos (1659) señaló el fin de la hegemonía hispánica. Para
España supuso la pérdida de la provincia de Artois, en los Países Bajos, de diversas plazas
flamencas y la de los territorios catalanes del Rosellón y la Cerdaña. De esta manera, la frontera
entre los dos países, quedó como en la actualidad. También se acordaba el matrimonio de Luis
XIV con la infanta española María Teresa de Austria, matrimonio del que habría de ser nieto
Felipe de Anjou, futuro rey de España a la muerte de Carlos II, último Austria español.
2.3. El reinado de Carlos II (1665-1700)
Durante el reinado de Carlos II continúa la decadencia española. Hay que esperar hasta el siglo
XVIII, con la llegada de los Borbones, para que comience un periodo de recuperación económica
y demográfica. Carlos II careció de aptitudes para gobernar. Es un rey débil y enfermizo, de
forma que en la corte fue apodado como el Hechizado. Los principales problemas de su reinado
serán las guerras contra Francia y el problema de la sucesión.
• Guerras contra Francia. Tras varias guerras, España pierde el Franco Condado y varias plazas
en Flandes.
• El problema sucesorio. Carlos II se casó dos veces pero no tuvo hijos. Debido a esta situación,
las distintas potencias europeas (sobre todo Francia y el Imperio alemán) se plantearon el reparto
de la monarquía española, a espaldas del gobierno español. Hecho éste que causó una enorme
indignación en España. Finalmente, Carlos II, sin descendencia, dejó la Corona (en su testamento
firmado un mes antes de su muerte, en 1700) al nieto de Luís XIV de Francia, Felipe de Borbón,
duque de Anjou. Con esta decisión, el rey intentaba asegurar la unidad de la monarquía española,
pero muchas potencias europeas negaron la validez del testamento, basándose en la debilidad
mental del monarca. Esta polémica abrió el camino a la encarnizada Guerra de Sucesión (1701-
1715)
3. CONCLUSIONES
La muerte de Carlos II marca el final de la monarquía confederal iniciada con los Reyes
Católicos. El final de la dinastía Habsburgo se debe a que unieron sus intereses dinásticos con
los de los distintos reinos, afectando más a Castilla que fue la que sufrió el esfuerzo económico
y humano, puesto que las frecuentes guerras se sufragaron con los metales preciosos americanos
(“el oro nace en las Indias honrado y en Génova es enterrado”, como denunció Quevedo). Hay
que unir a esto una política matrimonial prácticamente endogámica, que acabó con un rey estéril
y lleno de enfermedades.
La nueva dinastía Borbón iniciará en el siglo XVIII su presencia con la guerra de Sucesión, donde
se dirime no solo la política europea sino también un enfrentamiento civil: Castilla apoya a la
nueva dinastía que pretende centralizar la administración del Estado. Los reinos aragoneses se
enfrentarán apoyando al candidato Habsburgo y defendiendo el mantenimiento del foralismo. Su
derrota supone la implantación de los Decretos de Nueva Planta, con la implantación de las leyes
castellanas en todo el reino. Hoy día, en Cataluña se remiten a ese periodo para protestar por la
pérdida de su “hecho diferencial”.

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