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04 - Hobsbawm - La Era de La Revolución, Cap. 6 y 14

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ERIC HOBSBAWM

LA ERA
DE LA REVOLUCIÓN,
1789-1848

CRÍTICA

GRUPO EDITORIAL PLANETA
BUENOS AIRES
LAS REVOLUCIONFS 117

!815 y 1848. (Asia y África permanecieron inmunes: las primeras grandes


revoluciones, el «motín indio» y «la rebelión de Taiping», no ocunieron has­
ta después de 1 850.) La primera tuvo lugar en 1 820-1 824. En Europa se
· limitó principalmente al Mediterráneo, con España ( 1820), Nápoles (1820) y
Grecia (1821) como epicentros. Excepto el griego, todos aquellos alzamien­
tos tuerorf:sofoCados.__ La revolución española reavivó el movimiento de li­
beración de suS provinCias s��anas, que había sido aplastado después
de un esfuerzo inicial (ocasionado por ra conquista de la metrópoli por Napo­
león en 1808) y reducido a unos pocos refugiados y a algunas bandas sueltas.
6. LAS REVOLUCIONES
Los tres grandes libertadores de la América del Sur española, Simón Bolívar,
_ San Martín y Bernardo O'Higgins, establecieron respectivamente la inde­

La libertad, ese ruiseñor con voz de gigante, despierta a los Pendencia de la «Gian Colombia» (que comprendía las actuales repúblicas
· de Colombia, V enezuela y Ecuador), de la Argentina,. menos las zonas inte­
que duermen más profundamente ... ¿Cómo es posible pensar hoy
en algo, excepto en luchar por ella? Quienes no pueden amar a la riores de lo que ahora son Paraguay y Bolivia y las painpas al otro lado del
humanidad todavía pueden, sin embargo, ser grandes como tira­ Río de la Plata, en donde los gauchos de la Banda Oriental (ahora el Uru­
nos. Pero ¿cómo puede uno ser indiferente? guay) combatían a los argentinos y a los brasileños, y de Chile. San Martín,
ayudado por la flota chilena al mando de un noble radical inglés, Cochrane
LUDWIG BoERNE, 14 de febrero de 18311
(el original del capitán Homblower de la novela- de C. S. Forrester), liberó
Los gobiernos, al haber perdido su equilibrio, están asustados, a la última fortaleza del poder hispánico: el virreinato del Perú. En 1822 toda
intimidados y sumidos en confusión por los gritos de las clases la América del Sur española era libre y San Martín, un hombre moderado
intermedias de la sociedad. que, colocada entre los reyes y sus y previsor de singular abnegación, abandonó a Bolívar y al republicanismo y
súbditos, rompen el cetro de los monarcas y usurpan la voz del se retiró a Europa, en donde vivió su noble vida en la que era normalrnerite
pueblo. un refugio para los ingles-c;:S perseguidos por deudas. Boulogne-sur-Mer, con
MElTERNICH al zar, 18202 una pensión de O'Higgins. Entretanto, el general español enviado contra las
guerrillas de campesinos que aún quedaban en México -Iturbide- hizo
causa común con ellas bajo el impacto de la revolución española, y en 1821
I declaró la i�dependencia mexicana. En 1822 Brasil se separó tranquilamente
de Portugal bajo el regente dejado por la familia real portuguesa al regresar
Rara vez la incapacidad de los gobiernos para detener el curso de la his­ a Europa de su destierro durante la guerra napoleónica. Los Estados Unidos
toria se ha demostrado de modo más terminante que en los de la generación reconocieron casi inmediatamente a los más importantes de los nuevos esta­
posterior a 1815. Evitar una segunda Revolución francesa, o la catástrofe dos; los ingleses lo hicieron poco después, teniendo buen cuidado de concluir
todavía peor de una revolución europea general según el modelo de la fran­ tratados comerciales con ellos. Francia los. reconoció más tarde.
cesa. era el objetivo supremo de todas las potencias que habían tardado más La segunda ola revolucionarla se produjo en 1829-1834, y afectó a toda
de veinte años en derrotar a la primera; incluso de los ingleses, que no sim­ la Europa al oeste de Rusia y al continente norteamericano. Aunque la gran
patizaban con los absolutismos reaccionarios que se reinstalaron sobre toda era reformista del presidente Andrew Jackson ( 1829-1837) no estaba direc­
Europa y sabían que las reformas ni pueden ni ¡;Ieben evitarse, pero que te­ tamente relacionada con los trastornos europeos, debe contarse como parte
mían una nueva expansión franco-jacobina más que cualquier otra contin­ de aquella ola. En Europa, la caída de los Borbones en Francia estimuló dife­
gencia internacional. A pesar de lo cual, jamás en la historia europea y rarí­ rentes alzamientos. Bélgica ( 1830) se independizó de Holanda; Polonia
sima vez en alguna otra, el morbo revolucionario ha sido tan endémico, tan (1830.1831) fue reprimida sólo después de considerables operaciones milita­
general, tan dispuesto a extenderse tanto por contagio espontáneo como por res; variás partes de Italia y Alemania sufrieron cOnvulsiones; el liberalismo
deliberada propaganda. triunfó en Suiza -país mucho menos pacífico entonces que ahora-; y en
Tres principales olas revolucionarias hubo en el mundo occidental entre España y Portugal se abrió un período de guerras civiles entre liberales y cle­
ricales. Incluso Inglaterra se vio afectada, en parte por -culpa de la temida
erupción de su volcán local -Irlanda-. que consiguió la emancipación
l. Ludwig Boeme, Gesammelte Schriften, m, pp. 130..131. católica (1829) y la reaparición de la agitación reformista. El Acta de Refor-
2. Memoirs of Prince Mettemich, m, p. 468. ..,
118 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789�1848 LAS REVOLUCIONES 1 19

ma. de 1 832 correspondió a la revolución de julio de 1830 en Francia, y es Europa occidental, en general, arranca de ella el .principio de aquellas déca­
casi seguro que recibiera· un poderoso aliento de las noticias de París. Este -. das de crisis en el desarrollo de la nueva sociedad que concluyeron con la
período es probablemente el único de la historia moderna en el que los su� derrota de las revoluciones de 1 848 y el gigantesco avance económico· des­
cesos políticos de Inglaterra marchan paralelos a los del continente, hasta pués de 1851.
el punto de que algo parecido a una situación revolucionaria pudo ocurrir en La w:rcera y mayor de las olas revolucionarias, la de 1 848, ·fue el pro­
1831-1832 a no ser por la prudencia de los partidos whig y tory. Es el único ducto de aqt!ella crisis. ·Casi simultáneamente la revolución estalló y triunfó
período del siglo XIX en el que el análisis de la política. británica en tales tér­ . (de momento) en Francia, en casi toda Italia. en los estados alemanes, en
minos no es completamente artificial. gran parte del Imperio de los Habsburgo y en Suiza ( 1847). En forma menos
De - todo ello se infiere _qu(! la ola re�o�ucionaria de 1 830 fue mucho más aguda, el desasosiego afectó también a España, Dinamarca y Rumania y de
grave ·que la- de 1 820. En efecto, marcO la -deÍTota definitiva del poder aristo­ forma esporádica a Irlanda, Grecia e Inglaterra. Nunca se estuvo más cerca
crático-por el Purgués en la Europa occident31. La clase dirigente de los pró­ dé la revolución mundial soñada por los rebeldes de la época que con oca­
xiinos cincuenta años iba a ser la «gran burguesía» de banqueros, industria­ sión de aquella conflagración espontánea y general, que puso fin a la época
les y altos funcionarios civiles, aceptada por una aristocracia que se elimina­ estudiada en este volumen. Lo que en 1789 fue el alzamiento de una sola
ba a sí misma o accedía a una política" principalmente burguesa, no perturba­ nación era ahora, al parecer, «la primavera de los pueblos» de todo un con­
da todavía por el sufragio-universal, aunque acosada desde fuera por las agi­ tinente.
taciones de los hombres de negocios modestos e insatisfechos, la pequeña
burguesía y los primer()$ movimientos laborales. Su sistema político, en
Inglaterra, Francia y Bélgica, era fundamentalmente el mismo: instituciones 11
liberales salvaguardadas de la democracia por el grado de cultura y riqueza
de los votantes -sólo 168.000 al principio en Francia- bajo un monarca A diferencia de las revoluciones de finales del siglo xvm, las del período
constitucional, es decir, algo" por el estilo de las instituciones de la primera y posnapoleónico fueron estudiadas y planeadas. La herencia más formidable
moderada fase de la Revolución francesa, la Constitución de 1791.3 Sin de la Revolución francesa fue la creación de modelos y patrones de levanta­
embargo, en los Estados Unidos; la democracia jacksoniana supuso un paso mientos políticos para uso general de los rebeldes de todas partes. Esto no
más allá: la derrota de los ricos oligarcas no demócratas (cuyo papel corres­ quiere decir que las revoluciones de 1 8 1 5-1848 fuesen obra exclusiva de
pondía al que ahora triunfaba en la Europa occidental) por la ilimitada demo­ unos cuantos agitadores desafectos, como los espías y los policías de la épo­
cracia llegada al poder por los votos d�.los colonizadores, los pequeños gran­ ca --especies muy utilizadas- llegaban a decir a sus superiores. Se produ­
jeros y los pobres de las ciudades. Fue una innovación portentosa que los jeron porque los sistemas políticos reinstaurados en Europa eran profunda­
pensadores del liberalismo moderado, lo bastante realistas pará comprender mente inadecuados --en un periodo de rápidos y crecientes cambios socia­
las consecuencias que tarde o temprano tendria en todas partes, estudiaron les- a las circunstancias políticas del continente. y porque el descontento
de cerca y .con atención. Y, sobre todos, Alexis de Tocqueville, cuyo libro era tan agudo que hacía inevitables los trastornos. Pero los modelos políticos
lA democracia en América ( 1835) sacaba lúgubres consecuencias de ella. creados por la revolución de 1789 sirvieron para dar un objetivo específico
Pero, corrio veremoS, 1830 sigriificó una innovación más radical aún en polí­ al descontento, para convertir el desasosiego en revolución. y, sobre todo.
tica: la aparición de la clase trabajadora como fuerza política independiente para unir a toda Europa en un solo movimiento --o quizá fuera mejor lla­
en Inglaterra y Francia, y �a de los movimientos nacionalistas en muchos paí­ marlo corriente- subversivo.
ses europeos. Hubo varios modelos, aunque todos procedían de la experiencia francesa
Detrás de estos ·grandes cambios en política hubo otros en el desarrollO entre 1 789 y 1 797. Correspondían a las tres tendencias principales de la opo­
económico y social. Cualquiera que sea el aspecto de Ia vida social que sición pos-18 1 5: la moderada liberal (o dicho en términos sociales, la de la
observemos, 1830 �eñala un punto decisivo en él; de todas las fechas entre aristocracia liberal y la alta clase media), la radical-democrática {o sea. la de
1789 y 1 848, es sin duda alguna, la más memorable. Tanto en la historia de la clase media baja, una parte de los nuevos fabricantes. los intelectuales y
la industrialización y urbanización del continénte y de los Estados Unidos, los descontentos) y la socialista (es decir, la del «trabajador pobre)> o nueva
como en la de las migraciones humanas, sociales y geográficas o en la de las clase social de obreros industriales). Etimológicamente, cada uno de esos tres
artes y la ideología, áparece -con la misma prominencia. Y en Inglaterra y la vocablos refleja el internacionalismo del período: <<liberal» es de origen fran­
co-españoJ; «radical», inglés; «socialista)>, anglo-francés. «ConservadoD> es
también en parte de origen francés (otra prueba de la estrecha correlación de
3. �egios restringidos que en 1791.
Sólo en la práctica, coil muchos más pri
las políticas británica y continental en el período del Acta de Reforma). La
120 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789-1848
LAS REVOWCIONES 121
ínspiración de la primera fue la revolución de 1?89-1791 ; su ideal político�
ta, salvo en Inglaterra, en donde u n proletariado independiente con ideología
una suerte de monarquía constitucional cuasi-británica con un sistema parla-­
política había surgido bajo la égida de la «cooperación» owenista hacia 1 830.
mentario oligárquico -basado en la capacidad económica de los electores­
La mayor parte de las masas descontentas no británicas todavía apolíticas u
como el creado por la Constitución de 1791 que, como hemos visto. fue el ·ostensiblemente legitimistas y clericales� representaban una protesta muda
modelo típico de las de Francia, Inglaterra y Bélgica después de 1 830-1832. contra la nueva sociedad que parecía no producir más que males y caos. Con
La inspiración de la segunda podía decirse que fue la revolución de 1792-
pocas excepciones, por tanto, la oposición en el continente se limitaba a pe­
1 793, y su ideal político, una república democrática inclinada hacia un queños grupos de personas ricas o cultas, lo cual venía a ser lo mismo. Inclu­
«estado de bif;:IK:star>> y con cierta animosidad contra los ricos como en la
-so en un bastión tan sólido de la izquierda como la Escuela Politécnica.- sólo
Constitución jacobina de 1793. Pero, por lo mismo que los grupos sociales
_un -tercio de los estudiantes --que formaban un grupo muy subversivo-- pro-
partidarios de la democracia radical eran una mezcolanza - confusa de ideo­
. ,cedía de la pequeña burguesía (generalmente de los. más bajos escalones del
logías y mentalidades.. es dificil poner una etiqueta precisa ·a su modelo re­ ejército y la burocracia) y sólo un 0,3 por 100 de las «clases populares».
volucionario francés. Elementos de lo que en 1792-1793 se llamó gírondis­
Naturalmente estos estudiantes pobres eran izquierdistas, aceptaban las clási­
mo, jacobinismo y hasta «Sans-culottismo», se entremezclaban, quizá con ·--cas consignas de la revolución, más en la versión radical-democrática que en
predominio del jacobinismo de la Constitución de 1 793. La inspiración de la la modera� pero todavía sin mucho más que un cierto matiz de oposición
tercera era la revolución del año n y los alzamientos postermidorianos, sobre _sociaL El clásico programa en torno al cual se agrupaban los trabajadores
todo la «Conspiración de los Iguales» de Babeuf, ese -significativo alzamien­
ingleses era el de una simple reforma parlamentaria expresada en los <<Seis
to de los extremistas jacobinos y los primitivos comunistas que marca el
puntos» de la Carta del Pueblo.5 En el fondo este programa no difería mucho
nacimiento de la tradición comunista moderna en política. El comunismo fue
del «jacobinismo» de la generación de Paine, y � compatible (al menos por
el hijo del «sans-culottismo» y el ala izquierda del robespíerrismo y herede­ . su asociación con una clase trabajadora cada vez más consciente) con el .radi­
ro del fuerte odio de sus mayores a las clases medías y a los ricos. Política­ calismo político de los reformadores benthami�tas de la clase media. La única
mente el modelo revolucionario «babuvista» estaba en la línea de Robes­ diferencia en el periodo de la Restauración era que los trabajadores radicales
pierre y Saint-Just. ya preferian escuchar lo que decían los hombres que les hablaban en su prcr
Desde el puntO de vista de Jos gobiernos- absolutistas, todos estos movi­
pio lenguaje -charlatanes retóricos como J. H. Leigh Hunt (1773-1835), o
mientos eran ígual:tnente Subversivos de la estabilidad y el buen orden, aun­ estilistas enérgicos y brillantes como William Cobbett (1762-1835) y, desde
que algunos parecían má-s dedicados a la propagación del caos que los luégo, Tom Paine (1737-1809)- a los discursos de los reformistas de la cla­
demás� y más peligrosos por más capaces de inflamar a las masas míseras e se media.
ignorantes (por eso la policía secreta de Metternich prestaba en los años 1830 Como consecuencia, en este periodo, ni las distincíones sociales ni
una atención que nos parece desproporcíonada·a la circulación de las Paro­ siquiera las nacionales dividían a la oposición europea en campos mutua­
les d'un croyant de Lamennaís (1834), pues al hablar un lenguaje católico . mente incompatibles. Si omitimos a Inglaterra y los Estados Unidos, en don­
y apolítico.- podía atraer a gentes no afectadas por una propaganda franca­ de ya existía una masa política organizada (aunque en Inglaterra se inhibió
mente atea)..r- Sin embargo,. de hecho, los movimientos de oposición estaban por hisrerismo antijacobino hasta principios de la década de 1 820-1830), las
unidos por poc-o más que su común aborrecimiento a los regímenes de 1 8 1 5 perspectivas políticas de los oposicionistas eran muy parecidas en todos los
y el tradicional frente eo-míffi d e todos cuantos por cualquier razón se opo­ países europeos, y los métodos de lograr la revolución --el frente común del
nían a la monarquía absoluta� a la 1g1e:sía y a la aristocracia. La historia del absolutismo excluía virtualmente una reforma pacífica en la mayor parte de
período 1815-184& es la de la desintegración de aquel fFente unido. Europa- eran casi los mismos. Todos los revolucionarios se consideraban -
no sin razón- como pequeñas minorías selectas de la emancipación y el
progreso, trabajando en favor de una vasta e inerte masa de gentes ignoran­
m tes y despistadas que sin duda recibirían bi�n la liberación cuando llegase,
pero de las que. no podía esperarse que tomasen mucha parte en su prepara­
Duranre el períudo de la Reslamación (l&l5-I&30) e:l mando de la reac­ ción. Todos ellos (al menos, los que se encontraban al oeste de los Balcanes)
ción cubría por igual a todos los disidentes y bajo; w wmbra las diferencias sé consideraban en lucha contra _un solo enemigo: la unión de los monarcas
entre bonapartistas y republicanos� moderados y :radicales- ape:m:as eran ;Jer­
ceptibles. Todavía no existía. una dase trabajadorn :revolucionaria o- sm ; ¡Jfs-
5. Estos _«seis puntos» eran: l) Sufragio universal. 2) Voto por papeleta. 3) Igualdad de
distritos electorales. 4) Pago a los miembros del Parlamento. 5) Parlamentos anuales. 6) Abo­
4. Vienna Verwaltungsarchiv, PolizeihofstetTe !} 136/1 834. passim. lición de la condición de propietarios para los candidatos.
122 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789�1848 -LAS REVOLUCIONES 123

absolutos bajo la jefatura del zar. Todos ellos, por tanto, concebían la revo­ aue hacían sin vacilar. (Los decembristas rusos trataron de hacer lo mismo con
lución como algo único e indivisible: como un fenómeno europeo sirigular, ;us regimientos de la guardia. sin lograrlo por falta de coordinación.) Las her­
más bien que como un conjunto -de liberaciones locales -o nacionales. Todos . menudo de tendencia liberal pues los nuevos ejér­
¡p.andades de oficiales ....:.a
ellos tendían a adoptar el mismo tipo de organización revolucionaria o inclu­ citos admitían a la carrera de las annas a jóvenes no aristócratas- y el pro­
so la misma organización: la hermandad-insurrecciona! secreta. nunciamiento también serian rasgos caracteristicos de la política de -los países
Tales hermandades, cada una con su pintoresco ritual y su jerarquía, deri­ de la península y de América Latina, y una de las más duraderas y dudosas
vadas o copiadas de los modelos masónicos, brotaron hacia finales del perío­ adquisiciones del período carbonario. Puede señalarse, de paso, que la socie­
do napoleónico. La más conocida, por ser la más internacional, era la de los dad secreta ritualizada y jerarquizada, .como la masoneria, atraía fuertemente a
«buenos primos» o carbonarios, que parecían descender de logias masónicas los militares, por razones comprensibles. El nuevo régimen liberal español fue
del este de Francia por la vía de los oficiales franceses antibonapartistas en derribado por una invasión francesa apoyada por la reacción europea, -en.1823.
Italia. Tomó :forma en la Italia m�dional después de 1806 y, con otros gru­ Sólo una de las revolUciones de 1820-1822 se mantuvo, gracias en parte
pos por el .estilo, se extendió hacia el norte y por- el mundo mediterráneo a su éxito al desencadenar una genuina insurrección popular, y én parte a una
despuéS de 1815. Los carbonarios y sus derivados o paralelos encontraron un situación diplomática favorable: el alzamiento griego de 1821 /' Por ello, Gre­
terreno propicio en Rusia (en donde tOmaron cuerpo en los decemhrista:s, que cia se convirtió en la inspiradora del liberalismo internacional, y el filohele­
harían la primera revolución de la Rusia moderna en 1825), y especialmente nismo, que incluyó una ayuda organizada a los griegos y el envío de nume­
en Grecia. La época carbonaria alcanzó su apogeo en 1820-1821, pero rosos combatientes voluntarios, representó un papel análogo para unir a las
muchas de sus hermandades fueron virtualmente destruidas en 1823. No obs­ izquierdas europeas en aquel bienio al que representaría en 1936-1939 la
tante, el carbonarismo (en su sentido genérico) persistió como el tronco prin­ ayuda a la República española.
cip� de la organización revolucionaria, quizá sostenido por la agradable Las revoluciones de 1830 cambiaron la situación enteramente. Como
misión de ayudar a los griegos a recobrar su libertad (filohelenismo), y- des­ hemos visto, fueron los primeros productos de un periodo general de agudo
pués del fracaso de las revoluciones de 1 830, los emigrados políticos de y extendido desasosiego económico y social, y de rápidas y vivificadoras
Polonia e Italia lo difundieron todavía inás. transformaciones. De aquí se siguieron dos resultados principales. El prime­
Ideológicamente, los carbonarios y sus afines eran grupos formados por ro fue que la política y la revolución de masas sobre el modelo de 1789 se
gentes muy distintas, unidas sólo por su común aversión a la reacción. Por ra­ hicieron posibles otra vez, haciendo menos necesaria la exclusiva actividad
zones obvias, los radicales, entre ellos el ala izquierda jacobina y babuvista, de las hermandades secretas. Los Borbones fueron derribados en París por
al ser los- revolucionarios más decididos, influyeron cada vez más sobre las una característica combinación de crisis en la que pasaba por ser la política
hermandades. Filippo Buonarroti, viejo camarada de annas de Babeuf, fue su de la Restauración y de inquietud popular producida por la depresión econó­
más diestro e infatigable conspirador, aunque sus doctrinas fuer8.n mucho más mica. En esta ocasión, las masas no estuvieron inactivas. El París de julio
izquierdistas que las de la mayor parte de sus «hermanos» o «primos». -de 1830 se erizó de barricadas, en mayor número y en más sitios que nun­
Todavía se discute si los _esfuerzos de los carbonarios estuvieron alguna ca, antes o después. (De hecho, 1 830 hizo de la barricada el símbolo de la
vez lo su_ficientemente coordinados para producir revoluciones internaciona­ insurrección popular. Aunque su historia revolucionaria en París se .remonta
les simultáneas, auD:que es segUro que se hicieron repetidos intentos p·ara unir al menos al año 1588, no desempeñó un papel importante en 1789-1794.) El
a todas las sociedades secretas, al menos e n sus más altos e iniciados nive­ segundo resultado fue que, con el progreso del capitalismo, «el pueblo» y el
les. Sea cual sea la verdad, lo cierto es que una serie de insurrecciones d� «trabajador pobre» -es decir, los hombres que levantaban las barricadas­
. se identificaron cada vez más con el nuevo proletariado industrial como «la
tipo carbonario se prodUjeron en 1820-1821. Fracasaron por completo en
Francia, en donde faltaban las condiciones políticas para la revolución y los clase trabajadora». Por tanto, -un movimiento revolucionario proletario­
conspiradores no tenían acceso a las únicas efectivas palancas de la insu­ socialista empezó su existencia.
rrección en una situación aún no madura_para ellos: ·el ejército desafecto. El También las revoluciones de - 1830 introdujeron dos modificaciones ulte­
ejército francés, en�onces y durante todo el ·siglo XIX, formaba parte del ser­ riores en el ala izquierda política. Separaron a los moderados de los radica­
vicio civil, e� decir. cumplía las órdenes de cualquier gobierno legalmente les y crearon una nueva situación internacional. Al hacerlo ayudaron a dis­
instaura<�:o- Si fracasaron en Francia, en cambio, triunfaron, aunque de modo gregar el movimiento no sólo en diferentes segmentos sociales, sino también
pasajero, en algunos estados italianos y. sobre todo, en España. en donde la en diferentes segmentos nacionales.
«pura>> insurrección descubrió su fórmula más efectiva: el pronunciamiento Internacionalmente, las -revoluciones de 1830 dividieron a- Europa en dos
militar. Los coroneles liberales organizados en secretas hermandades de ofi­
ciales, ordenaban a sus regimientos que Iss siguieran en la insurrección, cosa 6. Para Grecia, véase tambiél) el cap. 7.
124 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789-l-848 LAS REVOLUCIONES 125

grandes regiones. Al oeste del Rin rompieron la influencia de los alguno en las tierras alpinas o en las zonas eslavas. A los rusos sólo les
reaccionarios unidos. El liberalismo moderado triunfó en Francia, ;�;:preocupaban
los polacos, mientras los turcos podían confiar todavía en la
y Bélgica. El liberalismo (de un tipo más radical) no rte de los eslavos balcánicos para seguir tranquilos.
llegó ·a
en Suiza y en la penútsula ibérica; en donde se diferencias reflejaban las variaciones en el ritmo de la evolución
enfrentaron movimientos
base popular liberal y antiliberal católica, pero condiciones sociales de los diferentes países, variaciones que se
ya la Santa Alianza
intervenir en esas naciones como todavía lo baña
en la orilla oriental ;- Íricieron cada vez más evidentes entre 1 830 y 1 848, con gran importancia
Eñ las guerras civiles española y portuguesa
de los años 1830. las potencia
s; a política. Así, la avanzada industrialización de Inglaterra cambió el
absolutistas y liberales moderadas prestaron
apoyo a los respectivos bando de la política británica: mientras la mayor parte del continente tuvo
contendientes, si bien las liberales lo hiciero S'
n con algo más de energía y COI{ .·.w más agudo período de crisis social en 1846-1848, Inglaterra tuvo su equi­
la presencia de algunos voluntarios y simpat
izantes radicales, que débilmen-:'' valente -una depresión puramente industrial- en 1841-1842 (véase cap. 9).
te prefiguraron la hispanofilia de los de un
siglo más tarde.7 Pero la solució Y, a la inversa, mientras en los años 1 820 los grupos de jóvenes idealistas
de los conflictos de ambos países iba a darla n
el equilibrio de las fuerzas loca­ oodían esperar con fundamento que un putsch militar asegurara la victoria
les. Es decir, permanecería indecisa y fluctua
nte entre períodos de victoria: la libertad tanto en Rusia como en España y Francia, después de 1830
liberal ( 1 833-18 37, 1840-1 843) y de predom
inio conservador. apenas podía pasarse por alto el hecho de que las condiciones sociales y
Al este del Rin la situación seguía siendo
poco más o menos corno políticas en Rusia estaban mucho menos maduras para la revolución que
antes de 1 830, ya que todas las revoluciones
fueron reprimidas, los aiza-­ en España.
mientos alemanes e italianos por o con la A _pesar de todo, los problemas de la revolución eran comparables en el
ayuda de los austríacos, los de
Polonia -mucho más serios- por los rusos. este y en el oeste, aunque no fuesen de la misma clase: unos y otros llevaban
Por otra parte, en esta región
el problema nacional predominaba sobre todos
los demás. Todos los pueblos a aumentar la tensión entre moderados y radicales. En el oeste, los liberales
vivían bajo unos estados demasiado pequeñ moderados habían pasado del frente común de oposición a la Restauración
os o demasiado grandes para un
criterio nacional: como miembros de nacion (o de la simpatia por él) al mundo del gobierno actual o potencial. Además,
es desuni�, rotas en pequeños
principados (Alemania, Italia, Polonia), o como habiendo ganado poder con los esfuerzos de los radicales -pues ¿quiénes
miembros de imperios mul­
tinacionales (el de los Habsburgo, el ruso, el más lucharon en las banicadas?- los traicionaron inmediatamente. No debía
turco). Las únicas excepciones
eran las de los holandeseS y los escandinavos hal?er trato con algo tan peligroso como la democracia o la república. <<Ya
que, aun perteneciendo a la
zona no absolutista, vivían una vida relativa
mente tranquila, al margen de los no hay causa legítima -decía Guizot, liberal de la oposición bajo la Res­
dramáticos acontecimientos del resto de Europa tauración, y primer ministro con la monarquía de julio- ni pretextos espe­
.
Muchas cosas comunes había entre los revoluc ciosos para las máximas y las pasiones tanto tiempo colocadas bajo la ban­
ionarios de ambas regio­
nes europeas, como lo , demuestra el hecho de dera de la democracia Lo que antes era democracia ahora sería anarquía; el
que las revoluciones de 1 848
se produjeron en ambas, aunque no en todas espiritu democrático es ahora, y será en adelante, nada más que el espiritu
sus partes. Sin embargo, dentro
de cada una hubo una marcada diferencia en revolucionario.» 8
el ardor revolucionario. En el
oeste, Inglaterra y Bélgica dejaron de seguir Y más todavía: después de un corto intervalo de tolerancia y celo, los
el ritmo revolucionario general,
mientras que Portugal, España y un poco menos liberales tendieron a moderar sus entu�iasmos por ulteriores reformas y a
Suiza, volvieron a verse
envueltas en sus endémicas luchas civiles, cuyas suprimir la izquierda radical, y especialmente las clases trabajadoras revolu­
crisis no siempre coincidie­
ron con las de las demás partes. salvo por cionarias. En Inglaterra, la «Unión General» owenista de 1834-1835. y los
- accidente (como en la guerra civil
suiza de 1 847). En el resto de Europa había cartif:laS afrontaron la hostilidad tanto de los hombres que se opusieron al
una gran diferencia entre las
naciones «revolucionariamente» activas y Acta de Reforma como de muchos que la defendieron. El jefe de las fuerzas
las pasivas o no entusiastas. Los
servicios secretos de los Habsburgo se veían annadas desplegadas contra los cartistas en 1839 simpatizaba con muchas de
constantemente alarmados por
los problemas de los polacos. los italianos sus peticiones como radical de clase medía y, sin embargo, los reprimió. En
y los alemanes no austriacos, tanto
como por el de los siempre turbulentos húngar Francia, la represión del alzamiento republicano de 1834 marcó el punto crí­
os, mientras no señalaban peli-
tico; el mismo año, el castigo de seis honrados labradores wesleyanos que
intentaron formar una unión de trabajadores agrícolas Oos «mártires de_Tol­
7. Los ingleses se habí;m interesado por España
gracias a los refugiados liberales espa­ puddle») señaló el comienzo de una ofensiva análoga contra el movimiento
ñoles, con quienes ma,ntuvieron contacto desde los
años I 820. También el anticatolicismo bri­ de la clase trabajadora en Inglaterra. Por tanto, los movimientos radicales,
tánico influyó bastante en dar a la afición a las
cosas de España -inmortalizada en La Biblia
en España, de George Borrow, y el famoso Handbook
ofSpain. de Murray- un carácter anti­
carlista. 8. Guizot. Of Democracy in Modem Societies, trad. ingl-. Londres, 1838, p. 32.

126 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789-1&48
LAS REVOLUCIONES 127
republicanos y los nuevos proletarios, dejaro� de alinearse �on los li�erales;
a los moderados que aún seguían en la oposxc1ón _ les o�seswnaba la xdea de a ser el apóstol de aquella -reacción anticarbonaria, formando varias -conspi­
«la República social y democrática», que ahora era el gnto de combate de las raciones nacionales {la <Joven-Italia>>, la <Joven Alemania», la «Joven Polo­
izquierdas. nia», etc.), unidas en una genérica <Joven Europá>>. En un sentido, esta des­
. centralización del movimiento revolucionario fue realista, .pues en 1848 las
En el resto de Europa, ninguna revolución había gana�. La ruptura en�e
_
moderados y radicales y la aparición de la nueva t�n�enc1a soctal-rev naciones se alzaron por separado. espontánea y simultáneamente. En otro
?luciO­ sentido, no lo -fue: el estímulo para su simultánea erupción procedía todavía
naria surgieron -del examen de la derrota y -del análisis. de las perspectlv� de de Francia, y la repugnancia francesa a representar el papel de libertadora
una victoria. Los moderados ----terratenientes y clase media . acomodada. �be­
rales todos- ponían sus esperanzas -de refotma en unos gobiernos �uficxen­ ocasionó el fracaso -de aquellos movimientos.
temente dúctiles - y en· el apoyo diplomático de los nuevos poderes liberale�. Románticos o no, los radicales rechazaban la confianza de los moderados
Pero esos gobiernos suficientemente dúctiles :eran muy raros. Saboya en ltalta en los príncipes y los potentados, por razones prácticas e ideológicas. Los
séguía simpatizando con el liberalismo y despertaba un crec1ente _ pueblos debían prepararse para ganar su libertad por sí mismos y no por
�poyo. �e nadie que quisiera -dársela -sentimiento que también adaptaron para su uso
los mOderados que buscaban en ella ayuda pa:a el caso de una uru:ficac10n
del país. Un grupo de católicos lib�rales, am:nado por el cur:.oso Y poco los movimientos proletario-socialistas de_ la misma época-. La libertad
duradero fénómeno de «un papado hberal» baJO el nuevo pontífice Pw J?C debía conseguirse por la «acción directa». Pero esta era una concepción toda­
( 1 846)> soñaba, casi infructuosament�, c�m :novilizar la �uerza de l_a Igl�1a
vía carbonaria, al menos mientras las masas permaneciesen pasivas. Por tanto,
para el mismo propósito. En Alema.n:a rungun Estado �e 1mp?rtanc1a deJaba no fue muy efectiva, aunque hubiese una enorme diferencia entre los ridícu­
de sentir hostilidad hacia -el liberalismo. Lo que no Impedía que algunos los _preparativos con los que Mazzini intentó la invasión de Saboya y las
moderados -menos de lo que la propaganda histórica prusiana ha insinua­ serias y continuas tentativas de los demócratas polacos para sostener o revi­
do-- mirasen hacia Prusia, que pOr lo menos había �reado una uniór: a�ua­ vir la actividad de guerrillas en su país después de la derrota de 1 83 1 . Pero
nera alemana (1834), y soñaran más que en las harneadas, en los pnnc1pes asimismo, la decisión de los radicales de tomar el poder sin o contra las fuer­
convertidos al liberalismo. En Polonia, en donde la perspectiva _ de una refor­ zas establecidas, produjo una nueva división en sus filas. ¿Estaban o no pre­
ma moderada con el apoyo del zar ya no alentaba al grupo de n:agnates {los parados para hacerlo al precio de una revolución social?
Czartoryski) que siempre pusieron sus esper�as en ella, los hberales con­
fiaban en una intervención diplomática de Occidente. Nmguna_ de estas pers­ IV
pectivas era realista, tal como estaban las cosas entre 1830 y 1848.
_
También los radicales estaban muy disgustados con el fracaso de los
franceses en representar el papel de libertadores inte�acionales· que les ha�ía El problema era incendiario en todas partes, salvo en los Estados Uni­
_
atribuido la gran revolución y la teoria revolucionan�. En realidad, e� dis­ dos, en donde nadie podía refrenar la decisión de movilizar al pueblo para la
gusto, unido al creciente nacionalism� de �quellos anos l a la apanci . ��n de -política, tomada ya por la democracia jacksoniana.10 Pero, a pesar de la apa­
diferencias en las aspiraciones revoluc10nanas de cada pru�, des�ozó el mter­ ricjón de un Workingmen's Party (partido de los trabajadores) en los Estados
nacionalismo unificado al que ·habían aspirado los revoluc10nanos durante la Unidos en 1 828-1829, la revolución social de tipo europeo no era una solu­
Restauración. Las perspectivas estratégicas seguían siendo las mismas. .una ción seria en aquel vasto y expansivo país, aunque hubiese sus grupos de des­
Francia neojacobina y quizá {como pensaba Marx) una Inglaterr� radi�al­ contentos. Tampoco era incendiario en América Latj.na, en -donde ningún
mente intervencionista, seguían siendo casi indispensables para la liberac1ón político, con la excepción quizá de los mexicanos, soñaba con movilizar a los
europ;ea, a falta de la improbable perspectiva de u�a revoluciónY Sin embar­ indios (es decir, a los campesinos y labriegos). los esclavos negros o incluso
go, Una reacción nacionalista contra el internacionalis�o -centrado en Fran­ a los mestizos (es decir, pequeños propietarios artesanos y pobres urbanos)
cia- del período carbonario ganó terreno, una emoCión muy adecuada a la para una -actividad pública. Pero en -la Europa occidental, en donde la revo­
nueva moda del romanticismo (véase capítulo- 14) que captó a gran parte lución social llevada a cabo por los pobres de las ciudades era una posibili­
de ·la izquierda después de 1 830: no puede hiiber mayor contraste que _entre dad real, y en la gran zona europea de la revolución agraria, el problema de
si se apelaba o no a las masas era urgente e inevitable.
el reservado racionalista y ·profesor de música dieciochesco Buonarrotl Y el El creciente descontento de los pobres -especialmente de los pobres
confuso e ineficazmente teatral Giuseppe Mazzini (1805-1872),_ quien llegó urbanos- era evidente en toda la Europa occidental. Hasta en la Viena impe­
_ se reflejaba en ese fiel espejo de las actitudes de la plebe y la pequeña
nal
9- El más lúcido estudio de esta estrategia revolucionaria general está contenido en los
artículos de Marx en la Neue Rheinische Zeitung, dwante la revolución de 1848.
10. Exceptuando, claro está, a los esclavos del sur.
128 LA ERA DE LA REVOU,JCIÓN, 1789Ht848 LAS REVOLUCIONES 129

burguesía que era el teatro popular suburbano. En el peñodo napoleónico, sus la industria: los militantes franceses del <<movimiento de la clase trabajado­
obras combinaban la Gemuetlichkeit con una ingenua lealtad a los Habsburgo. ra» en 1830-1848 eran� en su mayor parte, anticuados artesanos y jornaleros
Su autor más importante en la década de 1820, Ferd.inand Raimund, llenaba urbanos, procedentes de los centros de la tradicional industria doméstica,
los escenarios -con cuentos de hadas, melancolía y nostalgia de la perdida ·como las sederías de Lyon. (Los archirrevolucionarios canuts de Lyon no
inocencia de la antigua comunidad sencilla, tradicionalista y no capitalis­ eran siquiera jornaleros, sino una especie de pequeños patronos.) Por otra
ta. Pero� desde 1835, la escena vienesa estaba dominada por una «estrella�> parte. las diferentes ramas del nuevo socialismo «utópico» -los seguidores
-Johann Nestroy- que empezó siendo un satírico político y socíal, un de Saint-Simon, Fourier, Cabet, etc.- se desinteresaban de la agitación polí­
talento amargo y rli-alécti-c-0, un espíritu corrosivo, pa,ra acabar convertido tica, aunque de hecho, sus pequeño_s conciliábulos y grupos -sobre todo los
en un entusiasta revolucionarjo en 1848. Hasta los emigrantes alemanes que furieristas- iban a actuar como núcleos dirigentes de las clases trabajadoras
pasaban por El Havre� daban como razón para su desplazamiento a los Esta­ y organizadoras de la acción de las masas al alborear la revolución de 1848.
dos Unidos --que por los años 1830 empezaban a ser el país' soñado por los Por otra parte, Francia poseía la poderosa tradición, políticamente muy desa­
europeos pobres- la de que '<<allí no había rey». n rrollada. del ala i.zquierda jacobina y babuvista, una gran parte de la cual se
El descontento urbano era universal en Occidente. Un movimiento pro­ hizo comunista después de 1 830. Su líder más fonnidable fue Louis-Auguste
letario y socialista se advertía claramente en los países de la doble revolu­ Blanqui (1805-1881), discípulo de Buonarroti.
ción, Inglaterra y Francia (véase cap. 1 1). En Ingiaterra surgió hacia 1830 y En términos de análisis y teoría social, el blanquismo tenía poco con qué
adquirió la madura forma de un movimiento de masas de trabajadores pobres · contribuir al Socialismo, excepto con la afirmación de su necesidad y la deci­
que consideraba a los liberales y los whigs como -probables traidores y a los _siva observación de que el proletariado de los explotados jornaleros sería su
capitalistas y los tories como seguros enemigos. El vasto movimiento en arquitecto y la -clase media (ya no la-alta) su princ_ipal enemigo. En términos
-
favor de la <<Carta del Pueblo». que alcanzó su cima en 1839-1842, pero con­ de estrategia política y organización. adaptó a la causa de los trabajadores el
servando gran influencia hasta después de 1 848, fue su realización más órgano tradicional revolucionario, la s·ecreta hermandad conspiradora --des­
formidable. El socialismo británico o «cooperación» fue mucho niás débil. pojándola de mucho de su ritualismo y sus disfraces de la época de la Res­
Empezó de manera impresionante en 1829-1834, reclutando un gran número tauración-. y el tradicional método revolucionario jacobino, insurrección y·
de trabajadores como militantes de sus doctrinas (que habían sido propa­ dictadura popular centralizada. De los blanquistas (que a su vez derivaban de
gadas principalmente entre los artesanos y los mejores trabajadores desde Saint-Just, Babeuf y Buonarroti), el moderno movimiento socialista revolu­
unos años antes) e intentando ambiciosamente establecer una «unión gene­ ciÓnario adquirió el convencimiento de que su objetivo debía ser apoderarse
ral» nacional de las clases trabajadoras que. bajo la influencia owenista, del poder e instaurar «la dictadura del· proletariado» (esta expresión es de
incluso trató de establecer una economía cooperativa general superando a la cuño blanquista). La debilidad del blanquismo era en parte la debilidad de la
capitalista. La desilusión después del Acta de Reforma de 1832 hizo que el Clase trabajadora francesa. A falta de un gran movimiento de masas conser­
grueso del movimiento laborista considerase a los owenistas --cooperadores vaba, como sus predecesores los carbonarios. una elite que planeaba sus
y primitivos revolucionarios sindicalistas- como 'SUS dirigentes. pero su fra­ insurrecciones un poco en el vacío, por lo que solían fracasar como en el
caso en desarrollar una efectiva·política estratégica y directiva, así como las frustrado levantamiento de 1839.
sistemáticas ofensivas de los patronos y el gobierno, destruyeron el movi­ Por todo ello, la clase trabajadora o la- revolución urbana y socialista apa­
miento en 1834-1836. Este fracaso rédujo a los socialistas a grupos propa­ recían como peligros reales en la Europa occidental, aun cuando en los países
gandísticos y educativos un poco ál margen de la principal corriente de agi­ más industrializados, como Inglaterra y Bélgica, los gobiernos y las .clases
tación o.,.a precursores de una más modesta cooperación en forma de tiendas patronales las mirasen con relativa -y justificada- placidez: no hay pruebas
cooperativas, iniciada en Rochdale, Lancashire. en 1844. De aquí la parado­ de que el gobierno británico estuviera seriamente preocupado por la amenaza
ja de que la cima del movimiento revolucionario de las masas· de trabajado­ al orden público de los carlistas, numerosos pero divididos, mal organizados
res pobres británicos, el cartismo. fuera ideológicamente algo menos avanza­ y peor dirigidos. 12 Por otra parte, la población rural no estaba en condiciones
do, aunque políticamente más maduro que el movimiento de 1829-1834. de estimular a los revolucionarios o asustar a los gobernantes. En Inglaterra,
Pero ello no le salvó de la derrota por la incapacidad política de sus líderes, el gobierno sintió cierto pánico pasajero cuando una ola de tumultos y des­
sus diferencias locales y su falta de habilidad par& concertar una acción trucciones de máquinas se propagó entre los hambrientos labriegos del sur y
nacíonal aparte de la preparación de exorbitantes peticiones. el este de la nación a finales de 1830. La influencia de la Revolución fran-
En Francia no existía un movimiento parecido de masas trabajadoras en
12. F. C. Malher, «The Govemment and the Chartists», en A. Briggs, ed., Chartists Stu�
ll. M. L. Hansen, The Atlantic Migration, 194:,), p. 147: dies, 1959.
130 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789-1848 LAS REVOLUCIONES 131

ceS? de julio, fue detectada en esta espontánea. amplia y rápidamente ;�:.!��'�L:�l�eag dodemócratas
el momento mostrarían, aunq.ue débilmente, jacobinos
se
guada «última revuelta de labradores»,13 castigada con mucha mayor ;:_ Y s de todos los frent�
. Vacilantes componente
que las agitaciones cartistas, como era quizá de esperar en vista de- popul�es, eran, sin enibargo, un componente indispensable, hasta que los
ción política. mucho más tensa que durante el período del Acta de Ro;f�;;;; e�propiadores potenciales estuvieran realmente en -el poder.
Sin embargo, la inquietud agraria pronto recayó en formas políticas
temibles. En las demás zonas avanzadas económicamente, excepto en
nas de la Alemairia occidental, no se esperaban serios movimientos revollti;. V
donarlos agrarios y el aspecto exclusivamente urbano -de la mayor
los revolucionarios carecía de aliciente para los campesinos. En toda En el resto de 1a Europa revolucionaria, en donde el descontento de las
pa occidental (dejando aparte la península ibérica) sólo Irlanda pade<:ía --clases bajas del país y los · intelectuales formaba el núcleo central del radi­
largo y endémico movimiento de revolución agraria,. organizado en calismo, el problema era mucho más grave, pues las masas las-constituían
disperso en sociedades terroristas como los Ribbonmen y los Whiteboys. los campesmos; . muchas veces unos campesinos pertenecientes a diferenteS
social Y políticamente Irlanda pertenecía a un mundo diferente del de nacíones que �us terrat�nientes y sus hoi?bres de la ciudad: eslavos y ruma­
vecinos. nos en Hungna, ucramanos en la Poloma oriental, eslavos en distintas re­
El principio de la revolución social dividió a los radicales de la clase '­
gione� de Austri�. Y los más pobres y menos eficientes propietarios, los que
J?edia. es decir, a los grupOs de descontentos hombres de negoc;:ios, intelec,. carectan de me�10s para abandonar el estatus legal que les proporcionaban
sus medios . �e vtda, eran a menudo los más radicalmente nacional,istas. Des­
tualés, etc., que se oponían a los moderados gobiernos liberales de 1 830. En
Inglaterra, se dividieron en los que estaban dispuestos a sostener el cartismo -: de luego, I?I�ntras la r_nasa -campesina permaneciera sumida -en la ignorancia
o hacer causa común con él (como en Binningham o en la Complete Suffra..: y en la pasividad pohtJ.ca,... el - problema de su ayuda a la revolución era menos
ge Union del cuáquero Joseph Sturge) y los que insistían (como los miem-­ i�mediato de �o �ue podía haber sido, pero no menos explosivo. Y ya en los
bros de la Liga Anti-Com Law) en combatir a la aristocracia y al cartismo.-·'_ · anos 1840 y stgUientes, esta pasividad no se podía dar por supuesta. La rebe­
Predominaban los intransigentes, confiados en la -mayor homogeneidad de su - lión de los siervos en Galitzia. en 1846, fue el mayor alzamiento campesino
conciencia de clase. en su dineró, que derrochaban a manos llenas, y en la desde los días de la Revolución francesa de 1789.
efectividad de la organización propagandista y consultiva que constituían. En Aunque el �roblema fuera canderite, también era, hasta cierto punto, re­
Francia. la debilidad de la oposición oficial a Luis Felipe y la iniciativa de · . Económicamente,
tónco. la modernización de zonas atrasadas como las de
las masas revolucionarias de París hicieron girar la decisión en otro sentido. la Europa oriental, exigía una reforma agraria, o cuando meno� la abolición
«Nos hemos convertido otra vez en rePublicanos --escribía el poeta radical de la se...r:t_dumbre que todavía subsistía en los imperios austríaco, ruso y tur­
Béranger después de la revolución de febrero de 1848-. Quizá frie dema­ c?. Pohttcamente, una vez que el campesinado llegase al umbral de una acti­
siado prematura y demasiado rápida ... Yo hubiera preferido un proce­ vtdad, era seguro q�e habría que hacer algo para satisfacer sus peticiones, en
dimiento más cauteloso, pero ni escogimos la hora, ni adiestramos a las todo caso en los pruses en que los -revolucionarios luchaban contra un gobier­
no �xtranjero._ St. los �evolucionarlos no atraían a su lado a los campesinos, lo
fuerzas, ni señalamos el camino a seguir.» 14 La ruptura de los radicales de la ·
clase media con la extrema izquierda sólo se produciría después de la revo­ han� los reaccu_;nanos; en todo caso, los reyes legítimos, los emperadores
lución. · _
Y las tgles1as teman la ventaja táctica de que los campesinos tradicionalistas
Para la descontenta pequeña -burguesía de artesanos independientes, ten­ confi�b.an en ellos n.:ás que en los señores y todavía estaban díspuestos, en
_
deros, granjeros y demás que (unidos a la masa de obreros especializadOs) pnnctpiO, a esperar JUSticia de ellos. Y los monarcas, a su vez, estaban dis­
fonnab:an probablemente el principal núcleo de radicalismo en Europa occi- . pu�stos a utili�ar a los campesinos contra la clase media si lo creyeran nece­
dental, el problema era m�nos abrumador. Por' su origen modesto simpatiza� sano o ::on�eme�te: los Borbones de Nápoles lo hicieron sin dudarlo, en 1799,
ban con el pobre contra el rico; como hombres de pequeño caudal simpa­ contr� los Jacobmo� napolitanos. «¡Viva Radetzky! ¡Mueran los señores!»,
tizaban con el rico contra el pobre. Pero la división de sus simpatías los .
gntanan los campesmos lombardos, en 1 848, aclamando al general austríaco
llenaba de dudas y vacilaciones acerca de la conveniencia de un gran cambio qu� aplastó el alzamiento nacionalista. 1s El problema para los radicales en los
P_ruses subdesarro_llados no -era el de buscar la alianza con los. campesinos,
smo el de saber SI lograrían conseguirla.
13. Cf. Parliamentary Papers, XXXIV, de 1834; respuestas a la pregunta 53 («Causas y
consecuencias -de los tumultos e incendios agrícolas de 1 830 y 1831»), poí ejemplo, Lamboum,
Speen (Berks), Steeple Claydon (Bucks), Bonington (Glos), EVenley (Northants). 15. St. Kiniewi�z, «La Pologne et l'ltalie a l'époque du printemps des peuples», en La
14. R. Daut:ry.- 1848 -et la Deuxieme Répu.{¡lique, 1848, p. 80. Pologne au X" Cong�e_s lntemational Historique, 1955, p. 245.
.
132 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN. 1?89�1848
LAS REVOLUCIONES 133

Por eso. en tales países, los radicales se ·dividieron en dos grupos: los:
respondían al designio de impedir la movilización de los campesinos para
demócratas y la extrema izquierda. Los primeros (representados en Polonl��
una guerra de liberación nacional. Y sobre una gran parte de la Europa orien­
por la Sociedad Democrática Polac� en Hungría por los partidarios de
tal. los campesinos eslavos. vistiendo uniformes de soldados impériales. fue­
suth, en Italia por los mazzinianos), reconocían la necesidad de atraer . ron los que efectivamente reprimieron a los revolucionarios germanos y
campesinos a la causa revolucionaria, donde fuera necesario cqn la abolición magiares.
de la servidumbre y la concesión de derechos de propiedad a los pequeños
cultivadores. pero esperaban una especie de coexistencia pacífica entre
nobleza que renunciara voluntariamente a sus derechos feudales -no
VI
compen�ación-y un campesinado nacional. Sin embargo, en donde el
- to de la rebelión campesina no sopló demasiado .fuerte o el miedo A pesar de estar ahora divididos por las diferencias de condiciones loca­
exPlotación por los póncipes no era grande (como en gran ·parte de les, por la nacionalidad y por las clases, los movimientos revolucionarios
los demócratas descuidaron en la prácticá el proveerse de un programa de 1 830-1848 conservaban muchas cosas en común. En primer lugar, como
y agrario, PJ'�firiendo predicar las generalidades de la democracia política
. hemos visto, seguían siendo en su mayor parte organizaciones de .Gonspira­
la liberación nacional. dores de clase media e intelectuales, con frecuencia exiliados. o limita® al
La extrema izquierda concebía la lucha revolucionaria como uria lucha relativamente pequeño mundo de la cultura. (Cuando las rev..�luciones e$ta ·
las masas simultáneamente contra los gobiernos extranjeros y los explotru liaban, el pueblo, naturalmente, se sumaba a ellas. De los 350 muertos en la
res domésticos. Anti'cip�dose a los revolucionarios nacionalsociales de insurrección de Milán de 1 848, sólo muy pocos más de una docena fueron
tro siglo, dudaban de la capacidad de la nobleza y de la débil clase estudiantes, empleados o miembros de familias a�omodadas. Setenta y cua­
con sus intereses frecuentemente ligados a los del gobierno. para tro fueron mujeres y niños, y el resto artesanos y obreros.) 17 En segundo
nueva nación hacia su independencia y modernización. Su programa lugar, conservaban un patrón común de conducta política, ideas estratégicas
fuertemente influido por el naciente socialismo occidental, aunque, a y tácticas, etc., derivado de la experiencia heredada de la revolución de 1789,
rencia de la mayor parte_ .de los socialistas «utópicos» premarxistas, y. un fuerte sentido de unidad internacional.
revolucionarios políticos y cñticos sociales. A�. la efímera República de El primer factor se explica fácilmente. Una tradición de agitación y orga­
-cavia� en 1 846, abolió todas las cargas de los campesinos y prometió a ni�ación de masas sólidamente establecida como parte de la normal (y no
pobres urbanos «talleres nacionales». Los carbonarios más avanzados del inmediatamente pre o posrevolucion�a) vida social, apenas existía, a no ser
de Italia adoptaron el programa babuvista-blanquista. Quizá, en los Estados Unidos e Inglaterra y quizá Suiza, Holanda y Escandinavia.
Polonia, esta corriente de pensamiento fue relativamente débil, y su Las condiciones para ello no se daban fuera de Inglaterra y los Estados Uni­
cia disminuyó mucho por el fracaso de los movimientos dos. El que un periódico alcanzara una tirada semanal de más de 60.000
tap.cialmente de escolares. estudiantes. intelectuales de origen ejemplares y un número mucho mayor de lectores, como el cartista Nor­
o plebeyo y unos cuantos idealistas en su intento de movilizar a los --
· them Star, en abril de 1 839,18 era inconcebible en otro país. El número
sinos que con tanto afán querían reclutar. 16 ·>: corriente de ejemplares tirados
por un periódico era el de 5.000, aunque los
Por tanto, los radicales de la- Europa subdesarrollada nunca _ oficiosos o --desde los años 1830-- de puro entretenimiento probablemente
efectivamente su problema, en parte por la repugnancia de sus miembros pasaran Pe 20.000, en un país como Francia. 19 Incluso en países constitucio­
hacer concesiones adecuadas u oportunas a los campesinos y. en parte, _nales como Bélgica y Francia. la agitación legal de la extrema izquierda sólo
falta de madurez política de esos misinos campesinos. En Italia, las revolu;,.­ .era permitida intermitentemente, y con frecuencia sus org8:nizadores se con­
ciones de 1 848 fueron conducidas sustancialmente sobre las cabezas de una sideraban ilegales. En consecuencia, mientras existía un simulacro de políti­
población rural inactiva-; en Polonia (en donde el alzamiento de 1846 se · ca democrática entre las restringidas
clases - (¡ue formaban el país legal, con
transformó rápidamente en una rebelión campesina contra la burguesía · alguna repercusión entre las no privilegiadas, las actividades fundamentale
s
laca. estimulada por el gobierno austríaco), ninguna revolución tuvo _ de una política de masas --campañas públicas para presionar a los gobier­
en 1848, salvo en la Posnania prusiana. Incluso en la más avanzada ;-� _ nos, organización de masas políticas,
peticiones, oratoria ambulante dirigida
naciones revolucionarias -Hungña- las reformas iniciadas por el gobiernq al pueblo� etc.- apenas eran posibles. Fuera de Inglaterra, nadie habría pen-

16. Sin embargo, en algunas zonas de pequeña propiedad campesina. arrendamientos 17. D. Cantimori, en F. FejtO, ed., The Opening ofan Era: 1848, 1948, p. 1 19.
aparcerías, como la Romaña o partes del suroeste de Alemania. el radicalismo de tipo
!8. D. Read, Press and People, 1961, p. 216.
niano consiguió obtener bastante apoyo de las r"!13Sas en 1848 y más tarde.

19. Irene Collins, Governnient and Newspaper Press in France, 1814�1881, 1959.
LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789-1848 LAS REVOLUCIONES 135
134

sado Seriamente en conseguir una ampliación del fuero parlamen


tario me­ conflicto fundamental quedara reducido a la lucha entre burgueses y trabaja­
diante una campaña de recogida de firmas y manifestaciones
públicas, o dores. Pero antes de 18;48, en ninguna otra_parte se había llegado a ello. Sólo
tar ·de abolir una ley impopular por medio de una presión de las
masas, como la gran burguesía de unos pocos países figuraba hasta ahora de manera ofi­
Anti-Com La�. Los cial en el campo gubernamental. E incluso los proletarios comunistas más
respectivamente trataron de hacer el cartismo y la Liga
legalidad, y conscientes se consideraban y actuaban como la más -extrema izquierda del
grandes cambios constitucionales significan una ruptura con la
movimiento radical y democrático general. y miraban el establecimiento de
lo mismo pasa con los grandes cambios soc::iales.
la república demoburguesa como un preliminar indispensable para el ulterior
Las organizaciones ilegales son naturalmente más reducidas que las lega­
Desde luego avance del socialismo. El Manifiesto comunista de Marx y Engels es una
les, y su composición social dista mucho de ser representativa.
sociedade s secretas carbonaria s generales en proletario­ declaración de futura guerra contra la burguesía. pero --en - Alemania al
la evolución de las
ón en sus menos- de alianza con ella en el presente. La clase media alemana más
revolucionarias como las blanquistas, produjo una relativa disminuci
trabajadora, por avanzada, los industriales de Renania. no sólo pidieron a Marx que editara su
miembros de la clase media y un aumento en los de la clase
organiza­ órgano radical, la Neue Rheinische Zeitung, en 1 848; Marx aceptó y lo editó
ejémplo, en el número de artesanos y obreros especializados. Las
as casi no simplemente como un órgano comunista, sino también como portavoz y
ciones blanquistas entre 1830 y 1848 se decía _que estaban constituid
hombres de la cla:se más baja.20 Así, la Liga alemana de conductor del radicalismo alemán.
exclusivamente por
Más que una perspectiva común, las izquierdas europeas compartían un
los Proscritos (que más adelante se convertirla en la Liga de los Justos
Y en
jornaleros cuadro de lo que sería la revolución, derivado de la de 1789. con pinceladas
la Liga Comunista de Marx y Engels), cuya médula la formaban
al. El grueso de la de 1830. H:;ti>ña una crisis en los asuntos políticos del Estado, que con­
alemanes expatriados. Pero este era un caso más bien excepcion
clases ducirla a una insurrección. (La idea carbonaria de un golpe de una minoría
de los conspiradores seguía formado, como antes, por hombres dp las
p_eriodfstas, selecta o un alzamiento organizado, sin referencias al clima general político
profesionales o de_ la pequeña burguesía, estudiantes y escolares,
ibéricos) o económico estaba cada vez más desacreditada, salvo en los países ibéricos,
etc., aunque quizá con una proporción menor (fuera de los países
que en los momento s culminan tes del carbonari smo. sobre todo, por el ruidoso fracaso de varios intentos de esa clase en-Italia
de jóvenes - oficiales
a conti­ -por ejemplo, en 1833-1834 y 1841-1845- y de putsches como los pre­
Además, hasta cierto punto toda la izquierda europea y american
mismas aspi­ parados en 1836 por Luis Bonaparte, sobrino del emperador.) Se alzarian
nuaba combatiendo a los mismos enemigos y compartiendo las
raciones y el mismo programa. «Renunciamos, repudiamos
Y condenamos barricadas eit la capital; los revolucionarios se apoderarían del palacio real,
-se escri­ el Parlamento o (como querían los extremistas, que se acordaban de 1792)'"él
todas las desigualdades hereditarias y las -distinciones de "casta"
(sociedad ayuntamiento, izarían en ellos la bandera tricolor y proclamarían la repúbli­
bía en la declaración de principios de los ..Fraternales Demócratas"
via, ca y un gobierno provisional. El país, entonces, aceptaría el nuevo régimen.
compuesta de «nativos -de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Escapdina
y otros países»)-- y, por tanto, Consideram os La importancia decisiva de las capitales era reconocida universalmente, pero,
Polonia, Italia, Suiza, Hungría
en sólo después de 1848. los gobiernos empezaron a modificarlas para facilitar
a los teyes, las aristocracias y las clases monopolizadoras de privilegios
credo los movimientos de las tropas contra los revolucionarios.
virtud de sus propiedades o posesiones, -como usurpadores. Nuestro
él.»21 ¿Qué Se organizaría una guardia nacional, -constituida por ciudadanos armados,
político es el gobierno elegido por el pueblo y responsable ante
favore­ se convocarían elecciones defTlocráticas para tina Asamblea Constituyente, el
radical o revolucionario habríá discrepado de ellos? Si era burgués_,
privilegios gobierno provisional se- convertiría en definitivo cuando la nueva Constitución
cería un Estado en el cual la propiedad, siempre que no supusiera
que hacían entrara en vigor. El nuevo régimen prestaría una ayuda fraternal a las demás
políticos como tal (como en las Constituciones de 1830-1832,
depender el voto de una determinad a cantidad de riqueza), tendría cierta hol­ revoluciones que, casi seguramente, se producirían. Lo que ocurriera después,
propiedad pertenecía a la era pqsrevolucionaria, para.. la cual, también los aconteci­
gura eConómica; si era socialista o comunista, .pretendería que la
a. Sin duda, el punto crítico se alcanzaría --en Inglaterra ya mientos de Francia, en 1792-1799. proporcionaban abundantes y concretos
fuera socializad
aliados modeloS de lo que había que hacer y lo que había que evitar. Las inteligen­
se había alcanzado en el tiempo del cartismo-- cuando los antiguos
y el
contra reyes, aristócratas y privilegiados se volvieran- unos contra otros cias de. los más jacobinos entre los revolucionarios se inclinaban, natural­
mente, hacia los problemas de la salvaguardia de la revolución contra los
intentos de los contrarrevolucionarios nacionales o extranjeros para ariiqui­
20. Cf. E. J. Hobsbawm, Prim#ive Rebels, 1959, pp. 171�172; V. Volguine� «Les ideés larla. En resumen, puede decirse que la extrema izquierda política estaba de­
socíalistes et -cormnunistes dans les sociétés secretes», QÚestions d'Histoire, II
(1954), pp. 10*
cididamente a favor del principio (jacobino) -de centralización ·y de un fuerte
37; A. B. Spiizer, The Revolutionary Theories ofAuguste Blanr¡_ui, 1957; pp. 165-166. poder ejecutivo. frente a los principios (giri:mdinos) de federalismo, descen­
21. G. .O. H. Cote y A. W. Filson, British Working Class MOvements. Select Docwnents,
tralizacíón y división de poderes.
1951 , p. 402. <!i
136 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789-1848 LAS REVOLUCIONES 137
Esta perspectiva común estaba muy reforzada por la fuerte tradición _
en cualquier lugar de Europa, entre 1831 y 1871, estaría completo sin la pre­
internacionalismo. que sobrevivía incluso' entre los separatistas nacionalistaS Sencia de ·su correspondiente contingente de técnicos o combatientes polacos;
que se negaban a aceptar la jefatura automática de cualquier país. ni s-iquiera (se ha sos�enido) el único alzamiento en annas durante el perío­
plo, Francia. o mejor dicho París. La causa de todas las naciones era -do cartist:a, en 1839. Pero no fueron los únicos. Un expatriado liberador de
ma. aun sin considerar el hecho evidente de. que la· liberación de la pueblos verdaderamente típico, Barro Harring --danés, según decía- com­
parte de los europt!os phrecía implicar la derrota del zarismo. Los prejuicios. batió sucesivamente por Grecia. en 1821, por Polonia. en 1830-18 31, como
nacionales (que. como decían los «fraternales demócratas», «habían miembro de la «Joven Alemania>>, la «Joven Italia», de Mazzini, y la más
ciado siempre a los opresores de los pueblos») desaparecerían en el difusa <Joven Escandinavia»; al otro lado del océano, en la lucha por unos
de la fraternidad. Las tentativas de crear organismos revolucionarios interna­ proyectados EstadoS Unidos de América Latina, y en Nueva York, antes de
cionales nunca cesaron, desde la <<.Joven Europa>> de Mazzini --concebida regresar a Europa para participar en la revolución de 1848; ·a pesar de lo cual,
-
como lo contrario de las antiguas internacionales masónieo-carbonarias­ le quedó tiempo para escribir y publicar libros titulados Los pueblos, Gotas
hasta la Asociación Democrática para la Unificación de TOOos los Países, de de sangre, Palabras de un hombre y Poesía de un escandinavo.23
1847. Entre los movimientos nacionalistas, tal internacionalismo tendía a per­ Un destino común y un común ideal ligaba a aquellos expatriados y via­
der importancia, pues los países que ganaban su independencia y entablaban . jeros. La mayor parte de ellos se enfrentaban con los mismos problemas de
relaciones· con los demás pueblos veían que éstas eran mucho menos pobreza y vigilancia policíaca. de correspondencia clandestina, espionaje
_
y
nales de lo que habían supuesto. En cambio, entre los social-revolucionarios asechanzas de agentes provocadores. Como el fascismo en la década de 1930,
que cada vez aceptaban más la orientación proletaria, ese internacionalismo el abso-lutismo en las de 1830 y 1 840 confinaba a sus enemigos. Enton­
ganaba fuerza. La Internacional, como organización y como himno, iba a Ces, como un siglo después-, el comunismo que trataba de explicar y hallar
parte integrante de los posteriores movimientos socialistas del siglo. soluciones a la crisis social del mundo, atraía a los militantes y a los intelec­
Un factor accidental que reforzaría el internacionalismo de 1:830-1848, tuales meramente curiosos a su capital -París-, añadiendo una nueva y gra­
fue el exilio.- La mayor part�_ de los militantes de las izquierdas continentales ve fascinación a los encantos más ligeros de la ciudad («Si no fuera por las_
estuvieron expatriados dm:ante algún tiempo, muchos durante décadas, reu­ mujeres francesas, la vida no valdría la pena de vivirse. Mais tant qu'il y a
nidos en las relativamente escasas zonas de refugio o asilo: Francia, Suiza -y des grísettes, va/») 14 En aquellos- centros de refugio los emigrados formaban
.

bastante menos Inglaterra· y Bélgica. (El continente americano estaba dema­ esa provisional -pero con frecuencia permanente- comunidad del exilio,
siado lejos para una emigración política temporal, aunque atrajera a algunos.) miÉmtras- planeaban la liberación de la humanidad. No siempre les gustaba o
El mayor contingente de exiliados lo proporcionó la gran emigración polaca aprobaban lo que hacían los- demás, pero los conocían y sabían que su desti­
--entre cinco y seis mil personas 22 fugitivas de su país a causa de la derrota no era el mismo. Juntos preparaban la revolución europea, que se produciria
de 1831-, seguido del de la italiana y alemana (ambas reforzadas por -y fracasaría- en 1848.
ir,nportantes grupos -de emigrados no políticos o comunidades de sus nacio­
nalidades instaladas en otros países). En la década de- 1840, una pequeña
colonia de acaudalados intelectuales rusos habían asimilado las ideas revo­
lucionarias occidentales en viajes de estudio por el extranjero o buscaban una
atmósfera m_ás ·cordial que la de las mazmorras o los trabajos forzados de
Nicolás I. También se encontraban estudiantes y residentes acomodados
de países pequeños o atrasados en las dos ciudades que formaban los soles
culturales de la Europa oriental, América Latina y Levante: París primero y
más tarde Viena.
En los centros de refugio los emigrados se organizaban, discutían, dispu­
taban, se trataban y se denunciaban unos a otros, y planeaban la liberación
de sus países o, entre tanto sonaba esa hora, la de otros pueblos. Los polacos
y algo menos los italianos (el desterrado Garibaldi luchó por la libertad de
diferentes países latinoamericanos) llegaron a formar unidades internaciona­
23. Harro H'arring tuvo la mlua suerte de suscitar la hostilidad dé Mro¡x..,. quien empleó
les de revolucionarios militantes. Ningún alzamiento o guerra de liberación algunas- de sus formidables dotes para la invectiva satírica en mmortalizaño
� la posteridad
en su Die Grossen Maenner des Exils (Marx-Engefs, Werke, Jkrtfu, 1%0, vot
8, pp. 292--298).
22. J. Zubrzycki, «Emigratio� from Pólailcb� Population Studies, IV (1952-1953), p. 248. 24. Engels a Marx, 9 de marzo de 1847.
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256 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789-1848 h.
sus predecesores habían abandonado o (como -Goethe) ni siquiera habí'8!1
emprendido. Pero el resultado de la revolución en 1·830-1848 no fue tan sólo
la simple conquista del poder por la clase media liberal. Y el intelectual revo­
lucionario que "Surgió de la desintegración de la filosofía clásica alemana no
fue un girondino o un filósofo radical, síno Karl Marx.
Así pues, el período 4e la doble revolución conoció el triunfo y la más
elaborada expresión de las Tadicales ideologías -de la clase media liberal y -la -

pequeña -burguesía. y su desintegración- bajo el impacto de los estados y


sociedades que·nabían contribuido a crear -o recibido con los brazos abiertos. 14. LAS ARTES
1830, que marca la -reaparición del mayor movimiento revolucionario -en la
Europa occidental -después del descanso tras ia victoria .<le -waterloo_, -marca·
también el principio de -su crisis. Tales ideOlogías aún sobrevivirían, pero muy Siempre hay un gusto de moda: un gusto para escribir las car­
disminuidas: ningún economista liberal clásico del ültiino período tendría la tas, un gusto para representar Hamlet, un gusto pOr las lecturas
talla de Smith o de Ricardo .(nl siquiera J. Stuart MiU, .qu.e .se. <Convirtió en filosóficas, un gusto por lo sencillo, un gusto por lo bri11ante, un
el representativo ec{IDomista y f"üósofo liberal Jnglés de la <lécada de !ll40), gusto por lo tétrico, un gusto por lo tierno, un gusto por lo feo,
ningún filóso-fo elásico alenián iba a tener el -alcance y .la-fuerza -de un Kant un gusto por los bandidos, un gusto por los duendes, un gusto por
o lh"l Hegel� y �os girondinos y jacobinos franceses de 1830, 1848 y más ade­ el diablo, un gusto por las bailarinas francesas y los cantantes ita­
lianos, las patillas a la alemana y las tragedias, un gusto para dis­
"lante serían pigmeos comparados con stis antepasados de 1789-1794. Los
frutar del campo en noviembre y de invernar en Londres hasta el
�fazzini -de mediados del siglo XIX no podían -compararse de ninguna manera
fmal de la canícula, un gusto para hacer zapatos, un gusto por las
-con los Jea-n Jacques Rousseau del XVliL P-ero la gran .tradición -la fuerte excursiones pintorescas, un gusto por el propio gusto o por hacer
corriente de desarrollo intelectual desde el Renacimiento-- no murió, sino que ensayos sobre el gusto.
se transformó -en otra distinta� Por su talla y _su proximidad .a :e11cs, M-arx sería
el :heredero de los economistas y filósofos clásicos. Pero -la sociedad de la -que La honorable señora Pinmoney en T. L. PEAcocK,
Melincourt, 1 8 1 6
esperaba ser pr-ofeta y arquitecto, sería muy diferente de l<,i de aquéllos.
En proporción a la riqueza del país, ¡qué pocos bellos edifi­
cios hay en Inglaterra . . . qué escaso el empleo del capital en mu­
seos, cuadros, joyas, objetos exóticos, palacios, teatros u otros
objetos improductivos! Esto que es el principal fundamento de la
grandeza del país, es señalado muchas veces por los viajeros
extranjeros y por algunos de nuestros escritores de periódicos,
como prueba de nuestra inferioridad.

S. LAING 1

Lo primero que sorprende a quien intente examinar el desarrollo de las


artes en el periodo de la doble revolución es su extraordinariO florecimiento.
Medio siglo que comprende a Beethoven y Schubert, al maduro y anciano
Goethe, a los jóvenes Dfckens, Dostoievski, Verdi y Wagner, lo último de
Mozart y toda o la mayor parte de Goya, Pushkin y Balzac, por no mencio­
nar a un regimiento de hombres que serían gigantes en cualquier otra ·com-

l . S. Laing, Notes ofa Traveller on the Social and the Political State oj France, Prussia,
Switzerlnnd. /taly and Other Pans of Europe, 1842, ed. de 1 854, p. 275.

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258 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN. 1789�1848
LAS ARTES 259
pañía, puede admitir el parangón con .cualquier otro período de la
duración ·en la historia del mundo. Gran parte de esta extraordinaria ¡851), Edgar Allan Poe (1809-1849) y Hennan Melville (1819-1891). Tam­
en
d�cia se debió � renacimient<: y -expansión de las artes que atrajo a un bién lo hicieron la literatura y la música pOlacas y húngaras y, al men:os
· blico culto en cas1 todos los pru.ses europeos.2 forma de publicación de canciones populares, cuentos y leyendas épicas, las
Mejor que fatigar al lector cori un largo catálogo de nombres será literaturas del norte y de los Balcanes. Además, en varias de esas culturas li-:­
lo ancho Y lo profundo de aquel renacimiento -cultural mencionando los terarias recién acuñadas, los éxitos fueron inmediatos e· insuperables: Pushkin
teciiD!entos má� importantes de los diferentes subperíodos de la -época (1799-1837) se convierte en el poeta ruso clásico, Mickiewicz{!798-1855) en
esrud1amos. As1, en 1798-1801, el cil.�dadano que apeteciera novedades el más grande de Polonia, Petoefi (1823-1 849) en el poeta nacional húngaro.
arte p�do gozar de las Baladas líricas <ie Wordsworth y Col�ridge en El segundo hecho evidente es el ·excepcional desarrollo de ciertas. artes y
_
de vanas obras de Goethe, Schiller, Jean Paul y Novaijs en alemán, géneros. La _literatura, por ejemplo, y· dentro de ella la novela. Probablemen­
escuchaba La Creación y Las estaciones de Haydn y la Primera te ningún medio siglo cuenta con una concentración mayor :de .grandes nove­
los Primeros cuartetos de cuerda de Beethoven. En aquellos años listas: Stendhal y Balzac, en Francia; Jane Austen, Dickens, Thackeray y las
J.-L. David y Francisco de Gaya sus retratos de Madame de bérmapas Bronte, en Inglaterra; Gogol, el joven Dostoievski y Turgueniev en
la �amilia de Carlos IV. En 1824-1826, ese ciudadano pudo leer en Rusia. (Los primeros escritos de Tolstoi aparecerían entre 1850 y 1860.) La
vanas n�vel� n�evas de Walter Scott; poemas de Leopardi y Los música es quizá algo más sorprendente todavía. El repertorio de los concier­
Ma?zom, en Italiano; poem�s de Victor Hugo y Alfred de Vigny en """ ''"'' . tos contemporáneos está formado en su mayor parte por las obras de los
y. SI era capaz de ello, las pnmeras partes del Eugenio Onegin de Pushkin
. compositores activos en este período: Mozart y Haydn, aunque ambos perte­
ruso y las recién editadas sagas nórdicas. De aquellos años son la Novena nezcan en realidad a una época anterior, Beethoven y Schubert, Mendels­
sinfonía de �eethoven, Le:
muerte y la muchacha de Schubert. la primera sohn, Schumann, Chopin y Liszt. El período «clásico» de la música instru­
obr� de Chopm y �l Oberon, de Weber, así como los cuadros La matanza de mental fue principalmente el de las grandes obras alemanas y austríacas, pero
Quzos, de Delacro1x Y La carreta de heno de Constable. Diez años después hubo un género --la ópera- que floreció más vastamente y quizá con mayor
(1834-1836), la literatura produjo El inspector general de Gogol y La dama éxito que los demás: con Rossini, Donizetti, Bellini y el joven Verdi, en Ita­
de picas de Pushkin en Rusia; Papá Goriot de Balzac y obras de Musset lia; con Weber y el joven Wagner (por no mencionar las dos últimas óperas
de Mozart), en Alemania; Glinka en Rusia y varias figuras de menos impor­
H':J-gO, Gautier, Vigny, Lamartine y Dumas (padre) en Francia; en Alemani � tancia en Francia. En las artes plásticas, la relación es menos brillante, con
o�ras de Büchner, Grabbe y Heine; en Austria de Grillparzer y Nestroy; en
Dm�arca de Hans Anderseh; en Polonia el Pan Tedeusz de Mickiewicz· en la excepción parcial de la pintura. España produjo con Francisco de Goya y
Finlandia la f�ndamental �ción de la epopeya nacional Kalevala; en In la­ g Lucientes (1746-1828) uno de sus inte;rmitentes grandes artistas, y uno de los
terra 1� poes1as de �rown�g y Wordsworth. La música produjo las óperas mejores pintores de todos los tiempos. Se puede decir que la pintura británica
.
de �ellim � Doruzettl en Italia, las obras de Chopin en Polonia, de Glinka en (con J. M. W. Turner, 1775-1851, y John Constable, 1776-1837) alcanzó una
R�s1a; la pmtura, lo� cuadros �e Constable en Inglaterra, de Caspar David cima de maestría y originalidad algo más alta que la del siglo xvm, desde la
_ que ejercería una influencia internacional mayor que antes o después; tam­
�nedrich en Alemania. Unos anos antes y después de este trienio se produ­
Jeron Los papeles póstumos del Club Pickwick de Dickens, La Revolución bién se puede afirmar que la pintura francesa (con J.-L. David, -1748-1825;
france_sa de Carlyle, la segunda parte del Fausto de Goethe, poemas de Pla­ J.-L. Géricault, 1791-1824; J.-D. Ingres, 1780-1867; F.-E. Delacroix, 1790-
ten, E1chendorff y MOrike en Alemania, importantes contribuciones a las lite­ 1863; Honoré Daumier, 1808-1879; y el joven Gustave Coubert, 1819-1877)
fue tan eminente como - lo había sido en otras épocas de su historia. Por otra
�turas flamenc� y húngaras, así como nuevas publicaciones de los más -
Importante� escntores franceses, polacos y rusos, y, en música, la aparición parte, la pintura italiana llegó virtualmente al fin de sus siglos de gloria y
de las DavidsbJ,tend.}ertaenze de Schumann y el Réquiem de Berlioz. esplendor, y la alemana no conseguía aproximarse a los grandes triunfos de
Dos cos� se deducen de estos esquemáticos datos. La primera, la extraor­ la literatura y la música o a los de ella misma en el siglo XVI. La escultura en
. . .
dinana d1fuswn , de los acontecimientos artísticos en las naciones. Esto era todos los países estaba en un nivel inferior que en el siglo xvm. y también,
n_?evo. En la primera mitad del siglo XIX, la literatura y "la música rusas sur­ a pesar de algunas obras notables en Alemania y Rusia, la arquitectura. Desde
gieron bruscamente como una fuerza mundial, y también en mucha menor ·
luego, las mayores hazañas arquitectónicas de nuestro período lo fueron sin
proporción, la literatura de los Estados Unidos con Fenimore Cooper (1787- duda las obras de los ingenieros.
Todavía no está aclarado qué es lo que determina el florecimiento o el
agostamientc;> de las artes en un determinado período. Sin embargO, es indu­
2. _ No nos ocuparemos de las civilizaciones ex-traeuropeas, salvo de las escasas afectadas
dable que entre 1789 y 1848, la respuesta debe buscarse ante todo en el
por la doble revolución.
impacto de la doble revolución. Si una -frase puede resUmir las- relaciones
260 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789-1848 LAS ARTES 261

entre.artista y sociedad en esta época, podemos decir que la Revolución nunca, más bien .como arte popular que cortesano. mientras la arquitectura y
cesa lo inspiró con su . ejemplo y la Revolución industrial con su h1 -� la pintura italianas morían. Claro que no debemos olvidar que esas nuevas
mientras la sociedad burguesa surgida de ambas transformaba su existencii culturas nacionales estaban limitadas a una minoría de letrados y a las clases
y sus modos de creación . media y alta. Salvo quizá la ópera italiana, las reproducciones gráficas de
No hay duda de que los artistas de aquel período se inspiraban y ----= las artes plásticas y unos cuantos poemas breves y canciones, ninguna de las
implicados en los asuntos públicos. Mozart escribió.una ópera propagandístici grandes realizaciones artísticas de este período negaron hasta los analfabetos
de la sumamente política francmasonería (La flauta mágica, 1790), Beetho� y los pobres. La mayor parte de los habitantes de Europa las desconocían por
ven dedicó la Heroica a Napoleón, como heredero de la Revolución francé�:· completo, hasta que los movimientos de masas nacionales o politices las con�
sa, Goethe era por lo menos un laborioso funcionario y hombre de virtieron en símbolos colectivos. Desde luego la literatura teildría la mayor
Dickens escribió novelas para atacar los abusos sociales. circulación, aunque principalmente entre las nuevas clases medias que pro­
condenado a muert� en 1 849 por sus actividades revolucionarias. porcionaban un vasto mercado (sobre todo entre las desocupadas mujeres)
Gaya conocieron el destierro político. Pushkin fue castigado por co�plic ii para las novelas y la poesía narrativa. Pocas veces los autores de éxito goza­
dad con los «decembristas», y toda la Comedia humana de Balzac - es ron de mayor prosperidad relativa: Byron recibió 2.600 libras esterlin&S por
monumento de conciencia social. Nunca fue menos· exacto definir a los _ los tres primeros cantos de Childe Harold. La escena, aunque socialmen­
tistas como «no comprometidos». Los que lo estaban en efecto, los amables:­ te mucho más restringida, también conseguía miilares de espectadores. La
decoradores de los palacios rococó y los boudoirs o los que proporcionaban>� música instrumental no marchaba tan bien, fuera de países burgueses como
piezas a los coleccionistas, eran precisamente aquellos cuyo arte se Inglaterra y Francia o ansiosos de cultura como los americanos, en donde eran
marchitado. ¿Cuántos de nosotros recordamos que Fragonard sobrevivió die� frecuentes los conciertos con gran asistencia de público. (Por lo cual varios
cisiete años a la revolución? Incluso la menos política, en apariencia, de las compositores y virtuosos europeos tenían puestos ·los ojos en el lucrativo
arteS -la música- tuvo las más fuertes vinculaciones políticas. Nuestro pe-: mercado anglosajón.) En otros sitios, los conciertos eran sostenidos por abono
ríodo fue quizá el único en la historia en que las óperas se escribían o se con­ entre la aristocracia local o por iniciativa privada de los aficionados. La pin­
sideraban como manifiestos políticos y armas revolucionarias. 3 tura estaba destinada, desde luego, a los compradores individuales y desapa­
El lazo entre los asuntos públicos y las artes es particularmente estrecho recía de la vista del público después de su presentación en las salas de expo­
en los países en que la conciencia nacional y los movimientos de liberación siciones o en las privadas· de los marchantes. Los museos y galeñas de arte
o unificación nacional estaban más desarrollados (véase cap. 7). No es obra fundados o abiertos al público en este período (por ejemplo el Louvre y la
del azar .que el nacimiento o la resurrección de las culturas literarias nacio­ National Gallery londinense, fundados en 1826) se dedicaban más al arte del
nales en Alemania, Rusia, Polonia, Hungría, los países escalldinavos y otros · pasado que al del presente. El aguafuerte, el grabado y la litografía, por otro
pueblos, coincidiera -y a Veces incluso fuera su primera mariifestación­ lado, estaban muy generalizados, porque eran baratos y empezaban a intro­
con la afirmación de la supremacía cultural de la lengua vernácula y de los ducirse en los periódicos. La arquitectura seguía trabajando principalineD.te
_nacionales frente a una cultura aristocrática y cosmopo!_ita que con frecuen­ (salvo en algunos casos de construcción especulativa de casas particulares)
cia utilizaba lenguas extranjeras. Es bastante natural que tal nacionalismo· para encargos públicos o privados.
encontrara su mejor expresión cultural en la literatura y la música; artes públi­
cas ambas que podían contar con la poderosa herencia creadora del pueblo, el
lenguaje y la canción popular. También es comprensible que las artes tradi­ li
cionalmente dependientes de los encargos de las clases dirigentes -cortes,
gobiernos, nobleza- como la arquitectura y la escultura y no tanto la pintu­ Pero incluso las artes de una pequeña minoría social pueden ser eco del
ra, reflejaran menos este resurgir nacional.4 La ópera italiana floreció como fragor de "los terremotos que sacuden a toda la humanidad. Así ocurrió con
la literatura y las artes de nuestro período. Su consecuencia fue el «romanti�

3. Aparte de La flauta mágica, de Mozart, debemos citar las primeras óperas de Verdi.
cismo». Como un estilo, una escuela, una época artística, nact·a es más difícil
aplaudidas como expresiones del nacionalismo italiano; La muda de Ponici, de Auber, que exal­ de definir o incluso de describir en términos de análisis formal; ni siquiera el
tó la revolución belga de 1830; La vida por el zar, de Glinka, y varias <�óperas nacionáles», «clasicismo» contra el que el «romanticismo» aseguraba alzar la bandera de
como la húngara Hunyady Lás;J6 (1844), que figuran todavía en los repertorios locales por sus
.relaciones con los primitivos nacionalismos.
4. La falta de una población con suficiente cultura literaria y conciencia política en la y otros procedimientos -por ejemplo, Los desastres de la guerra y los Caprichos, de Gaya; las
mayor parte de Europa limitó la explotación de algunas artes reproductoras baratas:, como la recién fantásticas ilustraciones de William Blake; las litografías y dibujos de Daumier- demuestran lo
inventada litografía. Pero las notables realizaciones de grandes revolucionarios artistas con estos fuerte que era la atracción de estas técnicas propagandísticas.

LAS ARTES 263
262 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN. 1789--1848
amplio todavía, el acercamiento al arte y a los ·artistas -característico del

:::���
rebel a. Los propios románticos apenas pueden ayudarnos, pues aunque romanticismo, se convirtió en norma de la' clase media del siglo XIX y toda­
.
descnpc10nes de lo que eran fueron después firmes y decididas, vía conserva mucha de su influencia.
c�ecían a menudo de un contenido racional. Para Victor Hugo el r Sin embargo, aunque no esté -claro lo que el romanticismo quería, sí lo
Cismo «trata de hacer lo que la naturaleza, fundirse con las creaciones está lo que combatía: -el término medio. Todo su cOntenido era un -credo
la naturaleza, pero al mismo tiempo no mezclándolas: la sombra y la luz
extremista. Los artistas -y pensadorés románticos en su más estricto sentido
grotesco Y lo sublime; en otras palabras, el cuerpo y el alma, lo animal '
se encuentran en la extrema izquierda, como el poeta Shelley, o en la extre­
lo espiritual».5 Para Charles Nodier «ese último resorte del corazón hul1ll:mc>}'
ma derecha. como Chateaubriand y Novalis, saltando de la izquierda a la
c:msado d? los se�timientos corrientes, es lo que se llama el género rc•m.fu... :
derecha como Wordsworth, Coleridg� y numerosos partidarios desilusiona­
tlco_: poesm extrana, . completamente ad�uada a la condición moral de _
do� de la Revolució� francesa, saltando de-la monarquía a la extrema izquier­


soc�c;<Iad. a las neces1 des de laS generaciones saciadas· -que exigen la sen-,
_ pensaba que el romanticismo" quería dar «Un· . da como Victor Hugo, pero rarísima vez entre los moderados o liberales del
sac1o� a � costa . . . ». Novalis
centro racionalista, que eran los fieles mantenedores del «clasicismo». «No
al
to s1gm re':do a lo que er � corriente, un infinito esplendor a lo finito».1. tengo el menor respeto a -los whigs --decía el viejo tory Wordsworth-; pero
H�gel s�stema q�e «la esencia del arte romántico está en la libre y concr-eta�
llevo dentro de nú una gran -cantidad de cartismo.» 10 Sería excesivo llamarle
existencia del objeto artístico, y la idea espiritual en su verdadera esencia : un credo antiburgués, pues el elemento revolucionario y conquistador de las
todo ello revelado desde el interior más bien que por los sentidos».s Poca lu - , � promociones jóvenes que llegaban a atacar al cielo, fascinaba también a los
br<:ta de todas estas frases, lo cual era de -esperar, ya que los románticos pre-'·
. románticos. Napoleón se convirtió en uno de sus héroes míticos, como Satán,
fenan la oscundad y las luces mortecinas y difusas a la claridad.
Shakespeare, el Judío Errante y otros pecaddres más allá de--iOs límites ordi­
Y. s� embargo, aunque e!uda una cl�ificación, aunque sus orígenes y su
narios de la vida. El elemento demoniaco en la acumulación de dinero del
fin se disuelvan cuando se mtenta precisar fechas. aunque el criterio más
capitalismo, la ilimitada e ininterrumpida aspiración al más, por encima de
?
agudo se pier a en. generalidad1:$. cuando . trata de definirlo, nadie puede
todo cálculo y todo freno racional, la necesidad de grandes extremos de lujo,
dudar de la_ eXIstencia -del romanticismo o de nuestra capacidad para recono­
les encantaba. Algunos de sus héroes más característicos, Fausto y Don Juan,
cerlo.. En un s��tido estricto, el· romanticismo surgió como una tendencia
compartían su implacable ansiedad con los hombres de presa de laS novelas
consciente Y nubtante de las artes en Inglaterra, Francia y Alemania hacia
de Balzac. A pesar de lo cual el elemento romántico permaneció subordina­
18!)0 {al final de la década deJa Revolución francesa) y sobre una zona
- do, incluso .en la fase de la revolución burguesa. Rousseau proporcionó algu­
mu�ho más amplia de EuroJC.a y Nort�mérica -después de Waterloo. Fue pre­
. nos de los accesorios de la Revolución francesa, pero la dominó solamente
cedido antes de la revoluCion (tamb1en en Francia y Alemania sobre todo)
en la época en q1;1e desb9rdó el liberalismO burgués, es decir, en la de Robes­
por lo que se ha llamado el «prerromanticismo» de Jean-Jacques Rousseau,
pierre. Y aun. así� su indumento básico era romano, racionalista y neoclásico.
y el Stunn und Drang, «tempestad y empuje», de los jóvenes poetas alema­
Su pintor -era David, y la razón, su ser supremo.
nes. Probablemente, la �r� revolucionaria de 1830-1848 conoció la mayor
?
boga europea el romanticismo. En un sentido amplio, éste dominó varias de
Por tanto, el romanticismo no puede clasificarse simplemente como un
movimiento antiburgués. En realidad, en el prerromanticiSmo de las décadas
las artes creativas de Europa desde los comienzos de la Revolución france­
anteriores- a la ReVolución francesa, muchos de sus lemas característicos
sa. En este senti�o, los elementos «románticos» en un compositor corno
habían sido utilizados para glorificación de la clase media, cuyos verdaderos
Beethoven, un pmtor como Goya, un poeta como Goethe y un novelista
y sencillos sentimi�ntos habían sido favorablemente contrastados con el
como Balzac, son factores cruciales de su grandeza, de las que carecieron,
. envaramiento de una corrompida· sociedad, y cuya espontánea confianza en
por ejemplo, Haydn o Mozart, Fragonard o Reynolds, Mathias Claudius o
la natuialeza estaba destinada --se creía- a barrer el artificio de la corte y
Choderlo� de Lacios (todos los cuales llegaron a vivir en nuestro periodo);
del.deric�iSmo. Sin embargo, una vez que la sociedad burguesa triunfó de
aunque mnguno de aquellos hombres puedan ser considerados enteramente
hecho en las revoluciones francesa e industrial, el romanticismo se convirtió
como «románticos» ni se consideraran a sí mismos tales.9 En un sentido más
indiscutiblemente en su enemigo instintivo y en justicia puede ser considera­
do como tal.
5. Oeuvres completes, XIV, p. 17: Sin duda una gran parte de la apasionada y confusa, pero profunda, reac­
6. H. E. Hugo, The Portable Romantic Reader, 1957, p. 58.
7. Fragmente Vennischten Inhalts (Novalis, Schriften., Jena, 1923, III , pp. 45-46). ción del romanticismo contra la sociedad burguesa se debía a -los intereses
8. De The Philosophy ofFine Art, Londres, 1920, 1, pp. 106 ss.
. ?· �
Como a menudo a palabra «romanticismo» era el lema y el manifiesto de grupos res­ 10. E. C. Batho, The LaJer Wordsworth, 1933, pp. 227; véanse también pp. 46-47 y
.
lnngidos de artistas, correnamos el riesgo de darle un sentido restrictivo y ahistórico si nos limi- 197-199.
·
tásemos a ellos o excluyésemos a los disconformes con ellos.

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264 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1�89�1848 LAS ARTES 265

egoístas de los dos grupos que le proporcionaban sus fuerzas de choque.t. como la Madeleine, el British Museum, la catedral de San Isaac de Lenin­
jóvenes socialmente de$plazados y los artistas profesionales. Nunca hubt grado, el Londres de Nash, o el Berlfu de Schinkel, o funcionales como los
péríodo para los jóvenes artistas, vivos o muertos, como el románticQ�­ ;maravillosos puentes, canales. ferrocarriles, fábricas e invernáculos de aque­
Baladas líricas ( 1 798) eran obra de hombres de veinte años; lla edad de la belleza técnica.
famoso de la noche a la mañana a los veinticuatro, edad en la Pero estos arquitectos e ingenieros -independientemente de sus esti­
era célebre y Keats estaba al borde del sepulcro. La carrera los- se comportaban como profesionales y no Como genios. También, en las
tor Hugo empezó cuando tenía veinte años, la de Musset a los fonnas artísticas genuinamente populares, como la ópera en Italia o (en un
Schubert escribió El rey de los elfos a los dieciocho y murió a nivel social más alto) la novela en Inglaterra, los compositores y escritores
uno, Delacroix pintó La matanza de Quíos a los veinticinco seguían trabajando para divertir a los demás y consideraban la supremacía de
có sus Poemas a los veintiuno. Llegar a los treinta años sin la taquilla como una condición natural de su arte, más bien que como una
la gloria y producido "una obra maestra era raro entre los rqmánticos. conspiración contra su musa. Rossini no hubiera querido componer una ópe­
juventud -especialmente la intelectual o estudiantil- era su hábitat ra poco comercial, como el joven Dickens escribir ·una novela que no pudiera
En aquel período fue cuando el Barrio Latino de- París volvió a venderse por entregas o el libretista de una obra musical moderna un texto
primera vez desde la Edad Media, no sólo el sitip en donde se que se represente con arreglo al primitivo borrador. (Esto puede ayudar tam­
Sorbona, sino un concepto cultural y político. El contraste entre bién a explicar por qué la ópera italiana de aquella época era muy poco
teóricamente abierto de par en p� al talento y en la- práctica monopolizadO�',; romántica,. a pesar de su natural afición a la sangre, los truenos y las situa­
con cósmica injusticia, por los burócratas si� alma y_ los filisteos barrigudo$, ciones <<fuertes».)
clamaba al cielo. Las sombras de la casa-prisión -matrimonio, El problema real para el artista era o separarse de .una función tradicional
petable, absorción por el filisteísmo-- los rodeaban, y las aves nocturnas para entregar su alma como una mercancía en un mercado ciego, para ser
la forma de sus mayores les auguraban (muchas veces con seguridad) vendida o no, o trabajar dentro de un sistema de patronazgo que, por lo ge­
vitable sentencia, como el registrador Heerbrand predice («Sonriendo 1aama. - · neral, habría sido económicamente insostenible aun cuando la Revolución
y misteriosamente») en un cuento de E. T. A. Hoffmann, El puchero de oro, francesa no hubiera establecido su indignidad humana. Por eso el artista per­
el horrible futuro-de consejero de la corte al poético estudiante-Anselmus. No manecía solitario. gritando en la noche, inseguro incluso de encontrar un eco.
le faltaba razón a Byron cuando preveía que sólo una temprana muerte le sal,. Era, pues, natural que se Considerara un genio, que crease únicamente lo que
varia de una <<respetable» vejez, y A. W. Schlegel se lo demostró. Desde lue­ llevaba dentro, sin consideración a1 mundo y como desafío a un público cuyo
go, nada universal había en esta �vuelta de los jóvenes contra los viejos. No único derecho respecto a él era aceptarle tal-cual era o rechazarlo de plano.
era sino un reflejo de la sociedad creada por la doble revolución. Pero la En el mejor ·de los casos esperaba ser comprendido, como Stendhal, por unos
específica forma histórica de esta alienación colorea una gran parte del cuantos elegidos o por una indefinida posteridad; en el peor, escribía dramas
romanticismo. irrepresentables, como los de Grabbe o la segunda parte del Fausto de Goé­
Así, e incluso con un mayor alcance, la alienación del artista que reac­ the� o composiciones para orquestas gigantescas e inverosúniles como Ber­
cionaba contra ella haciéndose «el genio» fue una de las invenciones más lioz; algunos se volvían locos como HOlderlin, Grabbe, Gérard de Nerval,
características de la época romántica. En donde la función social del artista etc. A veces, aquellos genios incomprendidos eran recompensados con es�
es clara, su relación con el público directa y la pregunta de qué debe decir y plendidez por príncipes habituados a los caprichos de sus amantes o al derro­
cómo decirlo es contestada por la tradición, la moral, la razón o alguna otra che para adquirir prestigio, o por una burguesía enriqUecida,. ávida de enta�
norma aceptada, un artista puede ser un genio, pero rara vez se comporta blar contacto con las cosas más altas de la vida. Franz Liszt ( 1 8 1 1 -1 886)
c::_omo taL Los pocos que se adelantaron al patrón decimonónico -un Miguel jamás pasó hambre en la proverbial buhardilla romántica. Pocos Ileg"arían ·a
Angel, un Caravaggio, un Salvator Rosa- destacan del ejército de hombres ver realizadas sus fantasías megalómanas como Richard Wagner. Sin embar­
del tipo de artesanos profesionales como los Johann Sebastian Bach, los Han­ go, entre las revoluciones de 1789 y 1 848 los principes eran bastante suspi­
del, los Haydn, los Mozart, · los Fragonard y los Gainsborough de la época caces respecto a las artes no operisticas 11 y la burguesía se preocUpaba más
prerrevolucionaria. En donde se conservó algo de la antigua situación social de acumular dinero que de derrocharlo. Por lo cual los genios no sólo eran
después de la doble revolución, el artista siguió sin considerarse un genio, incomprendidos en general, sino pobres. Y la mayor parte de ellos, revolu­
aunque no le faltara vanidad. Los arquitectos y los ingenieros, que trabaja­ cionarios.
ban por encargo específico, seguían creando edificios útiles que les imponían
unas formas claramente inteligibles. Es significativo que la mayor parte de
1 1 . Fernando VII de España, al seguir protegiendo al revolucionario Goya, a pesar de sus
los - más famosos y característicos del período 1790-1848 sean neoclásicos provocaciones artísticas y políticas, fue una excepción.

LAS ARTES 267
266 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN. 1789� 1848
llustración. Es significativo que el joven Marx. formado en la tradicíón ale­
La juventud y los «genios» incomprendidos producirían ia reacción de mana (es decir. primariamente romántica): se convirtiese en el creador del
los románticos contra los :filisteos, la moda de molestar y sorprender a los
marxismo sólo cuando conjugó su .pensamiento la crítica socialista francesa
burgueses, la unión con el demi-monde y la bohemia -(términos que adquirie­
y la teoría totalmente antirromántica de la economía poütica ingles�. Y fue
ron su presente significado en el período romántico), el gustp por la locura y
la economía pOütica la que le proporcionó en la madurez la esencia de su
por -todas las cosas normalmente reprobadas por las respetables- instituciones pensamiento.
vigentes. Pero .esto era sólo una parte del romanticismo. La enciclopedia de
extremismos eróticos de Mario Praz no es más representativa de la «agonía
romántica>> 12 que una discusiórÍ sObre calaveras y duendes en el _simbolismo
m
isabelino es crítica de Hamlet. Detrás de la insatisfacción de los románticos
como hombres jóvenes {e incluso en. ocasiones cOmo mujeres jóvenes, ya
Nunca es prudente desdeñar las razones del corazón de las qu� la razón
que aquel fue el primer período de la historia en el que algunas mujeres apa­ .
náda sabe. Como pensadores dentrO- de los límites de referencia fijados por
recen en el continente para ejercer su derecho a la «creación artística:-: ) 13 y
los economistas y los físicos, los poetas se encontraban superados. per.o no
como artistas, hay una insatisfacción mayor aún con el género de sociedad
sólo veían más profundamente que aquéllos, síno algunas veces con mucha
surgido de la doble revolución.
mayor claridad. Pocos hombres advirtieron el terremoto social causado por
El análisis social preciso nunca fue el fuerte de los románticos, y de hecho
la �áqUina y la factoría antes que William Blake, en la dé'::ada 1790-1800,
desconfiaban del resuelto materialismo mecánico razonador del siglo XVIII
cuando todavía había en Londres poco más que unos molinos de vapor Y
unos ladrillares. Salvo raras excepciones, los mejores coment:a:ios s�bre �1
(simbolizado por Newton, el espantajo de William Blake y Goethe) en el que
veían, con razón, una de las principales herramie�tas con las que había sido
problema de la urbanización en Inglaterra se debieron a los escntores Imagi­
construida la sociedad burguesa. Por tanto, - no podemos esperar que hiciesen .
nativos cuyas observaciones parecían muchas veces n�da realistas, y demos­
una crítica razonada de la sociedad burguesa, aunque algo parecido a una crí­

traron er un utilísimo indicador de la gran evolución urbana de París. 14
Carlyle fue para Inglaterra en .1840 un guía más profundo -aunque �
tica se envolvía en el místico manto de la «filosofía de la naturaleza>> y se
movía entre las rizadas nubes metafísicas formadas dentro de una vasta
confuso- que el diligente estadístico y compilador J. R. McCulloch; Y SI
! estructura <<romántica», y contribuía entre otras cosas a la filosofía de Hegel
J. S. Mili es mejor que otros utilitaristas es porque una crisis personal le per­
L (véanse pp. 254-256). Algo parecido se produjo también, en relámpagos
mitió ser el único de ellos que apreció el valor de las críticas alemana Y
¡ ;
vis"ionarios- muy cercanos a ·la excentricidad·y hasta a la locura, entre los pri­
romántica de la sociedad: de Goethe y de Coleridge. La crítica romántica del
meros socialistas utópicos franceses: Los primitivos sansimonianos (aunque
mundo, aunque mal precisada, no era ni" mucho menos desdeñable.
no su líder) y de manera especial Fourier, difícilmente pueden ser considera­
El anhelo qUe se cOnvertía en obsesión en los románticos -era la recupe­
dos otra cosa que románticos. El resultado más duradero de aquellas críticas ración de la unídad perdida entre el hombre y la naturaleza. El mundo bur­
románticas fue el concepto de «alienación» humana, que tan importante gués era profunda · y deliberadamente antisocial. «Es cruel tener que rasgar
papel iba a tener en Marx, y la insinuación de la sociedad· perfecta del futu­ loS fuertes lazos feudales que atan - al hombre a sus «superiores naturales", Y
ro. No obstante, la crítica más efectiva y poderosa de la sociedad burguesa no dejar otro nexO entre hombre y hombre· que el desnudo egoísmo, que el
iba a venir no de quienes la rechazaban (y con ella las tradiciones de los clá­
duro "pago al contado". Los mayores éxtasis de fervor religioso, de entu­
sicos: racionalismo y ciencia del siglo XVII) totalmente -y a priori, sino _ de
siasmo caballeresco, de sentimentalismo fllisteo, se han ahogado en el agua
quienes llevar.on las tradiciones del pensamiento clásico burgués a sus con­ helada del cálculo egoísta. La dignidad personal se ha resuelto en valor de
clusiones antiburguesas. El socialismo de Robert Owen no tenía en sí el me­
nor elemento · de romanticismo; sus componentes eran enteramente los del
cambio, y en lugar de las innumerables e inquebrantables- libertades, se zó �
esa libertad única e illcemsciente: la libertad de comercio.» La voz que d1ce
racioilalismo dieciochesco y de la más burguesa de las ciencias, la economía esto es la del Manifiesto comunista, pero por ella habla también todo el
política. El propio Saint-Simon es considerado como una prolongación de la romanticismo. Ese inundo puede proporcionar riqueza y bienestar a los hom­
bres -auncjue también parecía evidente que a otros, en número infinítamen­
12. Mario Praz, The Romantic Agony, Oxford, 1933. te mayor, los toma hambrientos y miserables-, pero dejó sus almas desnu­
13. Mme. de Stael, ·aeorge Sand, las pintoras Mme. Vigée-Lebrun y Angelica Kauffmann, das y solas. Los dejó sin patria y sin hogar, perdidos en el universo como
en Francia; Bettina von Arním. Annette von Droste-Huelshoff, en Alemania. Las mujeres nove­
lístas fueron muy frecuentes entre la clase media inglesa, en donde esta forma de arte estaba
considerada como una «respetable» manera de ganar dinero las jóvenes bien dotadas: Fan ny 14. L. Chevalier, Clases laborieuses et classes dangereuses ii Paris dans la premiáe
Burney, Mrs. Radcliffe, Jane Austen, Mrs. -Gaskell y las hermanas Bronte, pertenecen total o moitié du XIX"_ síkcle, París, 1958.
parcialmente a esta época, lo mismo que la poetisa Elizabeth Barrett Browning.
LAS ARTES 269
268 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN. 1789-1&48

desde las brumosas lejanías de Esco­


seres «enajenados». Un corte revolucionario en · la historia del mundo goticistas hasta la médula. Entretanto,
· n de los poe­
impide evitar esa «enajenación» con la decisión de no abandonar cia -:-país capaz de todos los sueños arcaicos, como la invenció
ador W alter Scott abastecí a ·a Europa con otra
viejo hogar. Los poetaS del romanticismo alemán sabían mejor que mas de Ossian- el conserv
de imágene s medieva les en sus novelas históricas. El hecho de que las
la salvación consistía en la sencilla y modesta vida de .trabajo que se serie
d período s históricos recientes
aqu"ellas pequeñas e idílicas ciudades preindustriales, que salpicab;m mejores de sus novelas trataran con fidelida ·

sajes de ensueño por ellos desCritos de la manera más irresistible. escapó a la atención del público.
lismo conservador, que los
embargo, sus jóvenes tenían que abandonarlas para emprender la Al lado de esta preponderancia del medíeva
gobiernos reaccionarios de después de 1 8 1
5 trataron de aprovechar en sus
cabable de la «flor azul» o simpleinente para vagar sin fin, llenos ........ u1"'"<Ul- .
destartaladas justificaciones absolutistas (véanse pp.
234-235), el ala izquier­
colía cantando las melodías de Eichendorf:f o de Schubert. La Canción d�Í ':;
En Inglaterra existía principal­
vagabundo es su tonad� la nostalgia su constante compañera. Novalis da del medievalismo carecía de importancia.
popular que tendía a ver
a definir la filosofía en términos de nostalgia. 15 •· >
mente como una corriente en el movimiento radical
. a como una edad · de oro del trabajador y la
Tres fuentes mitigaron la sed producida por la perdida armonía entre ei el período anterior a la Reform
a como el primer gran paso hacia el capitalismo. En Francia fue
hombre y el mundo: la Edad Media, el hombre primitivo (o, lo que es lo mis­ Reform
en la jerarquía feudal y
mo, lo exótico y lo popular), y la Revolución francesa. mucho más importante, pues allí no puso su énfasis
orden católico, sino en el pueblo eterno, doliente, turbulento y creador:
La primera atrajo sobre todo al romanticismo de reacción. La ordenada y el
su identidad y su misión. El más
estable sociedad de la época feudal, con su grave y lento paso, coloreada por la nación francesa reafirmando siempre
revolucionarios fue el historia­
la heráldica, rodeada por el sombrío misterio de los bosques llenos de hadas grande de esos medievalistas democráticos y
dor y poeta Jules Michele t; y El jorobad o de NOtre Dame, de Victor Hugo,
y cubierta por el dosel del indiscutido cielo cristiano era el evidente paraíso
ación.
perdido de los conservadores adversarios a la sociedad · hurgues� cuyo gusto el producto más conocido de aquella preocup
a través de su preocu­
por la devoción, lealtad y un mínimo de cultura entre los más modestos no Estrechamente aliada al medievalismo, sobre todo
re�giOs idad, estaba la búsqueda de los
había hecho sino _agudizar la Revolución francesa. Con las naturales varia­ pación por las tradiciones de mística
s y profun dos misteri os y fuentes de la sabiduría irracional del
ciones locales, ese era el ideal que Burke arrojaba a la cara de los· raciona­ más antiguo
adores, reinos de Kublai Jan
listas atacantes de la Bastilla en sus Reflections on the French Revolution Oriente: los románticos, aunque también conserv
el descubridor del sánscri­
(1790). Pero donde este sentimiento encontró su clásica expresión fue en o los brahmanes. Desde JUego, sir William Jones,
radical que admira ba, todo lo que un caballero ilus­
Alemania, · país que en aquél periodo adquirió algo así como el monopolio de to, era un sincero whig
y francesa; pero el res­
los sueños medievales, quizá porque la pulcra Gemuetlichkeit que parecía trado podía hacerlo, las revoluciones norteamericana
�tas del Oriente y los escritor es de poemas seudopersas, de
reinar en los castillos del Rin y las_ casas de la Selva Negra, se prestaba to de los entusia
orienta lismo modern o, pertene­
mejor a la idealización que la inmundicia y la crueldad de los países más cuyo entusiasmo brotó una gran parte del
cia antijacobin a. Es caracte rístico que su meta espiritual
genuinamente medievales. 16 En todo caso, el medievalismo fue un compo­ cían a la tenden
y racional Imperio chino que
nente del romanticismo alemán mucho más fuerte- que los demás e irradió fuera la India brahmánica en vez del irreligioso
pado a las imagin aciones extrava gantes de la llustración del
fuera de Alemania, bien en la forma de óperas y «ballets». románticos (como había preocu
el Freischuetz de Weber o Giselle), de cuentos de hadas como los de Grimm siglo XVIII.
o de teorías históricas que inspiraron a escritores como Coleridge o Carly­
le. -A pesar de ello, el medievalismo, en la forma más generalizada de una
IV
re.stauración gótica, fue la divisa de los conservadores y especialmente de los
religiosos antiburgueses en todas partes. Chateaubriand exaltó en El genio
El sueño de la perdida armonía del hombre primitivo tenía una historia
del cristianismo (1802) el gótico frente a la revolución; .los defensores de la
mucho más larga y más compleja. Siempre había sido un sueño irresistible­
Iglesia de Inglaterra lo favorecían contra los racionalistas y no confonnistas
mente revplucionario, tanto en la forma de la edad de oro del comunismo,
cuyos edificios seguían siendo clásicos; el arquitecto Pugin y el ultrarreac­
como en la de la igualdad <<Cuando Adán cavaba y Eva hilaba», los libres
cionario y catolizante «Movimiento de Oxforch> de la década de 1830 eran
anglosajones no habían sido aún esclavizados por los conquistadores nor­
mandos, o el noble salvaje demostraba las deficiencias de una sociedad
15. Ricarda Huch, Die Romantik, I, p. 70, corrompida. En· consecuencia, el primitivismo romántico se prestaba con
16. «O Hermann, o Dorothée t Gemuethlichkeit! --escribía Gautier, quien, como todos los fácilidad a u�a rebeldía de tipo izquierdista, excepto cuando servía simple­
románticos franceses, adoraba Alemania-. Ne semble-t-il pas que J'on entend du Ioin le cor du mente de válvula de escape de la sociedad burguesa (como en el exotismo de
postillon?» (P. Jourda, L'exotisme daliS la littératurefranr;aise depuis Chateaubriand, 1939, p. 79.)

]i
270 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789-1848
LAS ARrES 271
�m Ga�ti�r o un Mérimée que descubrieron al noble salvaje durante
J�S turísUc?s por Esp� �n la década de 1830) o cuando la continuida pías. "La triple división de la historia hecha por Marx -comunismo primiti­

\ vo, sociedad clasista, comunismo en un nivel superior- confinna -aunque


_ d
tonca hac1a del pnrmtivismo algo ejemplarmente conservado Este
también transforma- aquella tradición. El ideal del primitivismo no fue
- s?bre todo, el caso del «pueblo». Entre los románticos de todas as
Cias se �dmitía sin discusión que el «pueblo» --es decir e
artesano preindustriales- representaba todas las virtude� i�
el ��:::�]�;¡ exclusivamente romántico. Algunos de sus más ardientes defensores perte­
necían a la ilustración del siglo xvin. La investigación romántica llevó a sus
que su lenguaje, sus canciones, sus leyendas y sus costumbres exploradores a los desiertos de Arabia o el norte de África, entre los guerre­
dero teso:o espiritual de la nac:ión. La vuelta a esa sencillez y a esa •umc�,¡,l)l: ros y odaliscas de Delacroix y Fromentin, a Byron a través del mundo medi­
el prop?��1to del Wordsworth de las Baladas líricas; ingresar en el terráneo. o a Lermontov al Cáucaso, en donde el hombre natural en la forma
la cancwn Y l9s. cuentos populares, la ambición --:-lograda por del cosaco combatía al hombre natural en -forma de miembro tribal entre pre­
tas- de muchos I?oetas y compositores teutónicos. El vasto mc>vimien,to cipicios y cataratas, más bien que a la inocente utopía social y erótica de
recopil _ ; os cancwneros populares,
publicar los viejos poemas épicos. Tahití. Pero también los llevó a América, en donde el hombre primitivo
a� Iuch�ba sin esperanza, situación muy propia para acercarlo al sentimiento de
ger el �e�co del lenguaje vivo. etc estaba íntimamente relacionado con
.•
_ los románticas. Los poemas índios del austrohúngaro Lenau claman contra la
W����
romanticismo: la palabra folklore (1846) es una invención de aquella � . ,
Los Minstrelsy of the Scottish Border ( 1803) de Scott. Des Knaben expulsión · de los hombres de piel rojiza; si los mohicanos no hubieran sido
los últimos de su tribu ¿habrían llegado a ser un súnbolo tan poderoso en la
hom (1806) de Arnim . y Brentano, los Cuentos de hadas (1812)
de �
las Insh Melodzes (1807 1834) �e Moore, la Historia de la lengua checa de cultura europea? Naturalmente, el noble salvaje representó una parte muchí­
� _
Dob�ovsky (1818). el Dzcczonano �erbio (1 818) .Y las Canciones populares simo más importante en el romanticismo norteamericano que en el·europeo
.
serbzas (182�- !�33) de Vuk KaraJIC, la Fnth _ jojssaga de Tegner en -Moúy Dick, de Melville-(185 1), es su más grande monumento-- pero en
Suecia las novelas de Fenimore Cooper captó al viejo mundo como no había sido
0 825), la ed!cion del Kalevala por Lonnrot en Finlandia (1835), la Mitolo­
gza_ alemana de Grim.m (1835), los Cuentos populares capaz de hacerlo el Natchez del conservador Chateaubriand.
noruegos de AsbjOrn­
son Y �oe (1842-1871), son algunos de los grandes monumentos de aquella La Edad Media, el pueblo y la nobleza dd salvaje eran ideales firme­
tendencia. mente anclados en el pasado. Sólo la revolución, «la primavera de los pue­
. «El pu�b�o» podía ser un concepto revolucionario, especialmente en los blos», apuntaba de manera exclusiva al futuro y, sin embargo, hasta los más
� utópicos encontraban cómodo acudir a un precedente para lo que carecía de
e%.
pru.ses opnnndos a punto de descubrir o reafirmar su identidad nacional,
sobre todo en lo� 9?e carecí?TI de �na aristocracia o clase media nacional precedentes. Esto no fue posible hasta que una segunda generación románti­
En ellos, la apancxon del pnmer dicc10nano, _ _ gramática o colección de can­ ca produj-o _ una -cosecha de jóvenes para quienes :la Revolución francesa y
to� populares era un acontecimiento de la mayor importancia política, una Napoleón eran hechos históricos y no un penoso capítulo autobiográfico. 1789
prunera . , de In . depe dencia. Por otra parte. para quienes se sor- había sido aclaniado virtualmente por cada artista e intelectual· europeo, pero
� dec_JaraCion _ � aunque algunos conservaron su entusiasmo durante la guerra, el Terror, la
prendían mas por las simples virtudes de conformidad, ignorancia y piedad
corrupción burguesa y el Imperio, sus sueños no eran fácilmente comunica­
��:
del pueblo. la profunda prudencia de la confianza de este pueblo en el p
el rey o el zar Y el culto de lo antiguo en el hogar se prestaban a una in � bles. Incluso en Inglate� en donde la primera generación romántica -la de
pret��:_ó� consex_v�;J-ora. Representaban la unidad de la inocencia, el mito y Blake, Coleridge, Wordsworth, Southey, Campbell y Hazlitt- había sido
la v:eJI�Ima tradiCI<:'n qu� la sociedad burguesa iba destruyendo día a 4ía.l7 El completamente jacobina. la desilusión y el neoconservadurismo predomina­
ban en 1805. En Francia y Alemania, la palabra «romántico» puede decirse
capltahsta Y el rac1�nal1sta eran los enemigos contra los que los reyes, los
nobles Y .1o� �ampe�mos debían mantener una unión sagrada. que había sido il).ventada como un lema antirrevolucionario por los conser­
El �nmt�vo exts;:Ia... en cada aldea; pero existía como 1,1n concepto más vadores antiburgueses_de fmales de la década 1790-1800 {con frecuencia vie­
jos izquierdistas desilUsionados), lo qu� explica el hecho de que cierto núme­

revoluc10nano todavia en la supuesta «edad de oro» comunista del pasado
como el supuesto noble salvaje. en especial el piel roja americano. Desd ro de pensadores y artistas de esos países, cj_uienes según el criterio moderno
Ro�sseau que la presentó como el ideal del hombre social libre hasta los deberían ser considerados románticos, estén ,tradicionalmente excluidos de
._
SOCialistas,-Ia .
sociedad primitiva era una suerte de modelo para todas las uto- esta calificaéión. A pesar de lo cual, en los últimos años de las guerras napo­
leónicas, empezaron a surgir nuevas promociones juveniles para las 'Cuales
sólo la gran hoguera liberadora de la revolución seguía siendo visible a tra­
17. Cómo debemos interpretar la nueva popularidad de los bailes de salón de aquella épo· vés de los años, pues el montón de cenizas de los excesos y corrupciones
-ca: el :als, la mazurka, el schottische, basados en danzas populares, es cuestión de gusto. Se tra·
había desap8recido; después del destierro de Napoleón, la figura del empera­
taba c1ertamente de una moda romántica.
• dor se convirtió en un fénix casi mítico y liberador. Y como Europa -se hundía
272 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN. 1789�184$ LAS ARTES 273

cuyo talento natural como el del compositor Chopin (1810-1849) o el


más y más cada año en la VQlgaridad sin relieves de. la reacción, la censura, del
mediocridad, y en la pestilente ciénaga de la pobreza, la opresión- y la dese _ introspectivo poeta austrohúng aro Lenau (1802-1850 ) se inclinaba más a la
__
futuro,
cha, la imagen de la revolución liberadora se hacia cada vez más luminosa/;:; voz privada que a la pública- gustan de hablar en sus prefacios del
1
del progreso social, 'la humanidad y la civilización.» 9 VarioS artistas
La segunda generación de románticos ingleses -la de Byron (1788� .·:. fueron
1824), el apolítico poro progresista Keats (1795-1821) y sobre todo Shel!ey · figuras políticas y ello no - sólo en los países con angustias de liberación
(1794-1842)-..... fue la primera en combinar el romanticismo con un revolu­ nacio­
nacional, en donde todos los artistas tendían a ser profetas o símbolos
z (quien
ciona.rismo activo: las decepciones de la Revolución francesa, no olvidadas nales: Chopin. Liszt y el joven Verdi entre los músicos; Mickiewic
poetas de
por la mayoría 4e los veteranos, palidecían junto a los patentes horrores de . · creía representar un papel mesiánico), Petoefi y Manzoni entre los
sobre
la transformación capitalista en su propio país. En el continente; la unión : . Polonia, Hungría e Italia, respectivamente. El pintor Daumier trabajaba
Grimm
entre arte romántico y revolución anticipada en 1820.1830, sólo se manifes­ todo como caricaturista político. El poeta Uhland y los _ hermanos
tó en su plenitud después de la Revolución francesa de 1 830. Por entonces eran políticos liberales; el volcánico genio juvenil Georg Büchner
(1810-
aparece lo que podíamos llamar la visión romántica de la revolución y el 1837) un revolucionario activo; Heinrich Heine {1797-1856), íntimo amigo
izquier­
estilo romántico de ser .un revolucionario, cuya expresión más conocida es el personal de Karl Marx, una ambigua pero potente voz de la extrema
Francia, Ale­
cuadro de Delacroix La libertad guiaado al pueblo (1831). Melancólicos da.2Q La literatura y el periodismo se fundieron, sobre todo en
en Francia,
jóvenes barbudos y can sombreros de copa. obreros en mangas de camisa, mania e Italia. En otra época un Lamennais o un Jules Michelet
o novelis­
tribunos del puebla con las melenas flotantes bajo las alas del sombrero, un Carlyle o un Ruskin en Inglaterra, pudieron haber sido ·poetas
rodeados de banderas tricolores y gorros frigios, recrean la revolución de que se asomaban de vez en cuando_ a los asuntos públicos; en la suya fue­
tas
poética. En
1793 -no la moderada de 1789, sino la «gloriosa» del año u- levantando ron publicistas, profetas, filósofos o historiadores con inspiración
del inte­
barricadas en cada ciudad del continente. este aspecto, la lava de la imaginería poética acompañó la erupción
inusitada entre los filósofos y los
De-sde luego, e.l revolucionario romántico no era un tipo completamente lecto juvenil de Marx con una ·amplitud
e lanza­
nuevo. Su inmediato precursor fue el miembro de las sociedades secretas y economistas. Incluso el suave Tennyson y sus amigos de Cambridg
a España para
las sec;tqs masónicas revolucionariHs --carbonarios o filohelenos- cuya ins­ ron sus corazones tras la brigada internacional que marchó
piración procedía. directamente de los viejos supervivientes jacobinos o babu­ combatir junto a los liberales contra los clericales.
vistas como Buonarroti. Fue la típica lucha revolucionaria del período de la Las características teóricas estéticas surgidas y desarrolladas durante
Restauración, llena de jóvenes con uniforme de húsares de la guardia que aquel período ratificaron esta unidad de arte y preocupación social. Los san­
abandonan la ópera, el baile, la cita con una duquesa u otras importantes reu­ simonianos de Francia, _ por un liadO, los brillantes intelectuales revoluciona­
niones para participar en un golpe militar o ponerse al frente de una nación rios de Rusia, pOr otro, «desplegaban las ideas que más tarde formarían par­
en. armas: en resumen, el patrón byroniano. Sin embargo, no sólo esta moda te de los movimientos marxistas bajo el nombre de realismo socialista»;21 un
revolucionaria estaba inspirada directamente en las maneras de pensar del noble ideal aunque no muy afortunado derivado de la austera virtud del jaco­
siglo XVIII, siendo quizá socialmente más exclusiva que estas últimas. Tam­ binismo, y aquella fe romántica en el espúitu que hacía a Shelley llamar a
bién faltaba en ella un elemento crucial de la visión revolucionaria románti­ los poetas «los no reconocidos legisladores del mundo». La teoría de «el arte
ca de 1 830-1848: las barricadas, las masas, el nuevo y desesperado proleta­ por el arte>>, ya formulada principalmente por los conservadores y los dilet­
riado, todo ese elemento que Daumier litografió en la Matanza de la calle tanti, no podía competir con «el arte por la humanidad, por la nación o por
Transnonain (1834) con sus trabajadores asesinados añadidos a la imagine­ el proletariado». Hasta que las revoluciones de 1848 destruyeron las espe­
ría romántica. ranzas románticas del gran renacimiento del hombre, no afloró el esteticismo
La consecuencia más sorprendente de esta unión del romanticismo con la contenido de algunos artistas. La evolución de algunos hombres del 48, como
visión de una nueva y más excelsa Revolución franceSa fue la abrumadora Baudelaire y Raubert, derriostró este cambio político y estético, y La educa­
victoria del arte político entre 1830 y 1848. Rara vez habrá habido un perío­ ción sentimental de Flaubert fue su mayor éxito literario. Sólo en países
do en que incluso los artistas menos «ideológicos» fueran más francamente
partidistas, llegando. a menudo a considerar el servicio a la política como su 19. Oeuvres completes, IX, París, 1879, p. 212.
principal deber. «El romanticismo -proclamaba Victor Hugo en el prefacio 20. Debe notarse que aquel fue uno de los raros periodos en que los poetas no sólo sim- .
patizaban con la extrema izquierda, sino que escribían buenos poemas utilizableS- para la agita­
de Hernani, ese manifiesto de rebeldía ( 1 830)- es el liberalismo en litera­
ción. Digno de mención es el distinguido grupo de poetas socialistas alemanes de 1 840-1850
tura.»18 <<Los escritores -escribía el poeta Alfred de Musset (1810- 1857), -Henvegh, Weerth, Freiligrath y, naturalmente, Heíne-, aunque l.ti máscara de la anarquía,
de Shelley (1820), en respuesta a Peterloo, sea quizá el más importante de tales poemas.
18. V. XV, p. 2. 21. Cf. M. Thi:bert, Le rOle social de l'art d'apres lés Saint-Simoniens,�París, s. f.

Hugo, Oeuvres completes,
LAS ARTES 275
274 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789�1848
quizá también algunos niños rubios y sonrosados. Los niños quedan muy bien
como Rusia, en los que la desilusión de 1 848 no se produjo (quizá porque en en el asiento principal de un Barouche, al iado de un perro de aguas -de buena
Rusia no hubo 1 848), las artes continuaron como antes, entregadas y dedica­ raza rey Carlos. . .22
das a lo social.
Esta era quizá una visión divertida, pero no romántica, lo mismo que el
retrato de una majestad real o imperial en la ópera o el baile, cubierta de
V pedrerí(4 deslumbrante de elegancia y belleza.
La cultura de las clases media y baja no era mucho más romántica. Su
El romanticismo es la moda más característica en el arte y en la vida del tónica era la sobriedad y la modestia. Sólo entre los grandes banqueros y

período de la doble -revolución; pero no 1a nica. Como �o dominaba la c ­
� especuladores, o en la primera generación de industriales millonarios que
aun la de los trabaja­
tura de la aristocracia ni la de la clase media, y menos nunca o casi nunca necesitaban invertir mucho de sus rentas en los negocios,
¡}
dores obres, su real importancia cuantitativa en el tiempo fue escasa. Las se dio el opulento seudobarroquismo de finales del siglo X1X, y ello sólo en
artes que dependían del patronazgo o el apoyo en masa de las clases acau­ los pócos países en los que las viejas monarquías y aristocracias habían deja­
daladas toleraban mejor el romanticismo en donde sus características ideoló­ do de dominar por completo a la «sociedad». Los Rothschild, monarcas por
gicas eran menos patentes, como en la música. Las artes
que dependían del derecho propio. ya se l�cían como príncipes.23 El burgués corriente no era
,
apoyo de los pobres difícilmente interesaban al artista romántico aunque así. El puritanismo, el pietismo católico o evangelista estimulaban la mode­
y baratos, circos, ración, la_ economía, una sobriedad espartana y un orgullo moral sin parale­
de hecho la diversión de los pobres -grabados horribles
n lo en Ingl�terra, los Estados Unidos, Alemania y la Francia hugonote; la tra­
teatrillos ambulantes, etc.- fuera una fuente de inspiració para los román­
para emocionar dición mOral de la llustración dieciochesca hacía lo mismo en el sector más
ticos y a su vez los artistas populares reforzaran el repertorio
libre o antirreligioso. ExcePto en la lógica y en el afán de lucro, la vida de la·
a su público -mutaciones escénicas, hadas, aparecidos, últimas palab�as de
bles de la guardarropía clase media era una vida de emociones contenidas y deliberadas restriccio­
asesinos o bandidos, etc.- con elementos aprovecha
nes de objetivos. El sector más amplio de la clase rriedia, que en el continente
romántica.
no se dedicaba a los negocios, sino al servicio del gobierno como funciona­
El estilo fundamental de la vida aristocrática seguía enraizado en el si­
rios, maestros, profesores, militares y en algún caso pastores, carecía incluso
glo xvm, aunque muy vulgarizado por la inyección de algunos «nuevos
feo y del aliCiente de acumular un capital; y por ello el modesto burgués provin­
ricos» ennoblecidos, y sobre todo en el estilo ,-<Imperio» napoleónico,
británico. Una comparac ión de los uni­ ciano que Sabía que la riqueza de la ciudad pequeña era el límite de sus aspi­
pretencioso, y en el estilo Regencia
de arte que ex­ raciones, nO se dejaba impresionar por el nivel de riqueza y poderío de su
formes del siglo XVIII y los posnapoleónicos -la forma
los funcionarios y caballe­ época. La vida de la clase medía era,, en efecto. «antirromántica»-, y ajustada
presaba de manera más directa los instintos de
n. La triunfal todavía en _gran parte a los modales del" siglo XVIII.
ros responsables de su dibujo-- hace patente esta afirmació
noble inglés el modelo de la cultura aris­ Esto es perfectamente evidente en el hogar de la clase media, que .era
supremacía de Inglaterra hizo del
ya que el interés del después de todo el centro de la cultura mesocrática. El estilo de la casa y la
tocrática internacional o más bien de la incultura,
a los calle burguesas posnapoleónicas procede directamente, y a menudo lo con­
«dandi» -rasurado, impasible y refulgente- se suponía limitado
es de caballeros y su tinúa directamente también, del clasicismo o el rococó del siglo xvrn. El
caballos, perros, carruajes, púgiles, juego, diversion
propia persona. Tan heroico extremismo encendió incluso los
a rom ticos, � tipo de construcciones georgianas continuó en Inglaterra hasta mediado.& del
mente encendió siglo XIX, y en todas partes la transformación arquitectónica (iniciada en gran
a quienes también fascinaba el «dandismo»; pero probable
as soñar, como dice parte por un redescubrimiento, artísticamente desastroso, del «renacimiento»)
todavía más a las jóvenes de origen modesto, haciéndol se produjo más tarde. El estilo dominante en la decoración interior y la vida
Gautier:
doméstica, llamado Biedennayer, después de alcanzar su más perfecta expre­
sión en Alemania, era una suerte de clasicismo doméstico calentado por la
Sir Edward era exactamente el inglés de sus sueños. El inglés recién afei­
intimidad de la emoción y el ensueño virginal (lnnerlichkeit, Gemuethlich­
tado, sonrosado, brillante, peinado y pulido, que se enfrentaba a los primeros
keit), que debían algo al romanticismo --o más bien al prerromanticismo de
rayos del sol de la mañana coil una corbata blanca perfectame�t� :mu�da. el
finales de la centuria anterior-, pero reducida incluso esta deuda a las
inglés del paraguas y el impermeable. ¿No era el colmo de la ctvihzación? . . .
-Tendré las vajillas de plata inglesa y la porcelana china. Tendré alfombras
que cubrirán toda la casa, y lacayos con _peluca blanca. Y tomaré el aire junto 22. P. Jourda. op. cit., pp. 55-56.
H
a mi esposo conduciendo los -cuatro caballos de nuestra carretela por yde 23. M. Capefigue, Histoire des grandes opérations financieres, IV, pp. 252-253.
mi
Park . . . Ágiles -ciervos jugarán sobre el verde -.sésped de casa de campo, y
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LA REVOLUCIÓN, LAS ARTES 277


276 LA ERA DE 1789-1848

dimensiones de la modesta interpretación burgueSa de cuartetos los excursión hecha en su juventud con su padre le interesaran más que nada las
gos por la tarde en la sala. Biedennayer creó uno de los más bellos fundiciones de hierro de Devon? Para él, como para los correctos ciudadanos
tables estilos de mobiliario que se han inventado: cortinas blancas de Edimbutgo del siglo XVIII entre los Cjue creció, las cosas eran sublimes
paredes mates, suelos desnudos, sillas y mesas de despacho sólidas pero no irracionales. Ruán contenía sencillamente «una magnífica catedral y
gantísirnas, pianos, gabinetes de trabajo y jarrones llenos de flores. la iglesia de Saint-Ouen, taii exquisita en su bel.leza, junto con otras reliquias
cia, fue el último estilo clásico. Quizá su más noble ejemplo sea de refinada arqUitectura gótica, desparramadas ·por la interesante y pintores­
Goethe en ·Weimar. Así, o muy parecido, era el ambiente en que ca ciudad». Lo pintoresco era espléndido; a pesar de lo cual no pudo dejar
heroínas de las novelas de Jarre Austen (1775-1 817), el de los go• de observar en sus entusiásticas vacaciones, que era un producto desdeña­
res evangélicos de la secta de Clapham, el de la alta burguesía boStonia ble. La belleza era espléndida; pero constituía un fallo de la arquitectura
de los franceses proVincianos lectores del Journal des Débats. moderna el que «el propósito de la construcción es. . . mirado como una
consideración secundaria». «Me costó trabajo arrancar de Pisa --escribía-;
El romanticismo entró en la cultura de la clase
�edia, quizá princi
mente a través del aumento en la capacidad de ensueño de los mienib
Í)áf�� pero lo que más me interesaba en la catedral eran ias dos lámparas de bronce
ió'S�
,
femeninos de la familia burguesa. Mostrar la capacidad del hombre suspendidas al final de la nave, que sugirieron a la inteligencia de Galileo
gana la vida para mantenerlas en una ociosidad insoportable fue una la invención del péndulo.»25 Semejantes hombres no eran ni bárbaros ni
principales funciones sociales; una tibia esclavitud era su destino ideru._ on· filisteos; pero su mundo estaba mucho más próximo al de Voltaire o al de
,_?;
todo caso, las jóvenes burguesas y las no burguesas, tal como las odaliscaS\· :: Josiah Wedgwood que al de John Ruskin. El gran fabricante de herramien­
ninfas que los pintores antirrománticos, como Ingres (1780-1867), lleva:CO}:¡' , tas Henry Maudslay se sentía sin duda mucho más a gusto en Berlín con
desde el romántico al ambiente burgués, se adaptaron rápidamente al misffio sus amigos Humboldt, el rey de los hombres de ciencia liberales, y el arqui­
tipo frágil, pálido, de cabello suave y con tirabuzones, con una flor en el ch81 tecto neoclásico Schinkel, de lo que hubiera· estado con el grande pero
o en la capota, tan característico de la moda hacia 1 840. Se había recorridO nebuloso Hegel.
un largo camino desde aquella leona agazapada, la duquesa de Alba, de En cualquier caso, en los centros de la sociedad burguesa avanzada. las
Goya, o las emancipadas muchach� neogriegas, vestidas de muselina blan­ artes en conjunto ocupaban un segundo plano con respecto a las ciencias. Los
ca que la Revoludón francesa sembró a través de los salones, o de las alti­ fabricantes o ingenieros ingleses o norteamericanos cultos podían apreciar el
vas damas y ·cortesanas de la Regencia, como lady Lieven o Harriete Wllson, arte. especialmente en los momentos de descanso o vacaciones en familia,
tan antirrománticas como antiburguesas. pero sus verdaderos esfuerzos culturales se dirigían hacia la difusión y ade­
Las jóvenes burguesas podían tocar en sus casas la música romántica lanto del conocimiento, del suyo, en instituciones como la Asociación Britá­
de Chopin o de Schumann ( 1 8 1 0- 1 856). Biedermayer podía estimular una nica para el Avance de la Ciencia, y de las gentes, a través de la Sociedad
clase- de lirismo romántico, como el de Eichendorff ( 1788-1 857) o Eduard para la difusión de conocimientos útiles y de otras similares. Es característico
MOrike (1 804-1875), en el que la pasión cósmica se transmutaba en nostal­ que el producto típico de la Ilustración del siglo XVIII, la Enciclopedia, flore­
gia o en anhelo pasivo. El activo negociante podía incluso, durante un corto ciera como nunca; aún conservaba (como en e1 famoso Conversationslexikon
viaje de negocios, disfrutar en un paraje montañoso �da más romántica vista alemán de Meyer, un producto de la década de 1 830) mucho de su liberalis­
que he contemplado en mi vida>>, descansar en su casa bosquejando «El cas­ mO político militante. Byron ganó mucho c,linero con sus poemas, pero el edi­
tillo de Udolpho», o, como John Cragg de Liverpool, «siendo un hombre de tor Constable pagó en 1812 a Dugald Stewart mil libras esterlinas por un pre­
gustos artísticos» al mismo tiempo que un fundidor de hierro, �<introducir el facio sobre el progreso de la filosOfía para el suplemento de la Enciclopedia
hierro fundido en la arquitectura gótica».24 Pero, en su conjunto, la cultura británica.26 Incluso cuando la burguesía era romántica. sus sueños eran técni­
burguesa no era romántica. El alborozo del progresq técnico impedía el cos: los jóvenes arrebatados por Saint-Simon seríai1 los que proyectarían el
romanticismo ortodoxo en los centros industriales avanzados. Un hombre canal de Suez, las gigantescas redes de ferrocarriles que unirían todas las re­
como James Nasmyth, el inventor del martinete de vapor (1 808-1 890), era giones del globo, las finanzas fáusticas mucho más allá del tipo natural de
cualquier cosa menos un bárbaro aunque sólo fuera por ser hijo de un pintor interés de los tranquilos y racionalistas Rothschild, quienes sabían que se
jacobino («el padre de la pintura paisajística en Escocia>>), criado entre artis­ podía hacer una enorme cantidad de dinero con un mínimum de vuelo espe-
tas e intelectuales. aficionado a lo pintoresco y a lo antiguo, y poseer la caba­
llerosidad y buena educación de los buenos escoceses. Sin embargo, ¿qué
cosa más natural sino que el hijo del pintor se hiciera mecánico y que en una
25. Ibíd., pp. 243, 246 y 251.
Nineteenth Century (edición de bol�
26. E. Halévy, History of the English People in the
24. '!,;
James Nasmyth. Engineer; An Autobiography, e -·de Samuel Smiles, 1897. p. 177. sillo) I, p. 509.
278 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN. 1789-1848
LAS ARTES 279
culativo por medios conservadores.27 La ciencia y la técnica fueron las musas los nombres de Bunyan y Juan Calvino con los de Tom Paine y Robert
de la burgUesía, y celebraron su triunfo, el ferrocarril, en el gran pórtico neo�
Owen. Bibliotecas, capillas e institutos, jaidines y jaulas, en los que el arte­
clásico de la estación de Euston, -hoy destruido.
sano más fantástico criaba flores, exageradas artificialmente, pájaros y
perros, llenaban aquellas comunidades confiada� y �litantes ��e hombr�s
diestros; Norwich, en Inglaterra, era famosa no solo por su espmtu republi­
VI
cano y ateo, sino también por sus canarios.29 Pero la adaptación del antiguo
canto popular a la vida industrial no sobreviviría (except� en los Estados
Entretanto, fuera del radio de las clases educadas, la cultura del vulgo
Unidos de América) al impacto de la edad de los ferrocamles y el acero, y
seguía su rumbo. En las partes no urbanas y no industriales del mundo cam�
las comunidades de_ expertos artesanos -por ejemplo, la de los antiguos
bió poco. Las canciones y fiestas de la década de 1840, los trajes, dibujos y
tejedores de lino de Dunfermline- tampoco sobrevivir?an al avance de la
colores de las artes decorativas populares, el patrón de sus costumbres, eran
máquina y la factoría. Después de 1 840, caerían en la ruma.
poco más o merlOs los mismos que en 1789. La industria y el ensanche de las .
D.e momento. nada sustituía a la .vieja cultura. En Ingla�erra, por ejemplo,
ciudades empezaron a destruirlos. Los hombres no podían vivir en una ciudad
el nueVo patrón de una vida plenamente industrial no surgrría del todo hasta
fabril como habían Vívido en las aldeas, y todo el complejo de la cultura nece­
1 870-1880. El período desde la crisis de las viejas formas tradicionales de
sariamente tenía que romperse en mil pedazos al derrumbarse el armazón
vida hasta la instauración de las nuevas fue, por tanto, en muchos aspectos la
social que lo sostenía y le daba forma. Una canción de aTado o siega no po­
parte más negra de la que ya era de por sí una terrible edad negra para los
dían cantarla los hombres que no araban o segaban, y si por casualidad lo
trabajadores pobres. Ni siquiera las grandes ciudades acertaron a establecer
hacían, dejaba de ser una canción popular y se conyertía en algo diferente. La
un patrÓIJ de cultura popular -necesariamente comercial más que, con:o en
nostalgia del emigrante mantenía las viejas costumbres y canciones en e1 exi­
las pequeñas comunidades, de creación propia- dn:ante nuestro penodo.
lio de la cíudad, y quizá hasta intensificaba su atracción porque paliaban el
Cierto que la gran ciudad, especialmente la gran cmdad cap1_�, ya alber­
dolor- del desarraigo. Pero aparte de las ciudades y las fábricas, la doble revo­
gaba algunas importantes instituciones que atendían a las neces1dades c�I­
lución había tranSformado, o mejor dicho devastado, sólo algunos aspectos de _
turales de los pobres o el <<pueblo bajo», aunque frecuentemente tamb1en
la aÍJ.tigua vida rural, sobre todo en algunas zonas de Inglaterra e Irlanda, has­
--cosa curiosa-- las de la aristocracia. Pero muchas de ellas procedían del
ta el momento en que las viejas formas de vida se hicieron imposibles.
· Así pues, en realidad, antes de 1 840, la transfOrmación social e industrial siglo xvm, cuya contribución a la evolución de las artes populares a m�nudo
se ha pasado por alto. El teatro popular suburbano �n Viena, el teatro dialec­
no había llegado a destruir por completo la antigua cultura, al m�nos en las _
tal en las "ciudades italianas, la ópera popular (tan distmta de la cortesana), la
zonas de la Europa occidental en donde los artesanos manuales habían teni­
commedia dell'arte y las pantomimas ambulantes, las carrer� de caballos,
do varios siglos para desarrollarla· y era ya una cultura semi-industrial. En el .
los combates de boxeo o la versión democratizada de las comdas de toros
campo, los mineros y tejedores expresaban sus esperanzas y protestas en cán­
españolas 30 eran productos del siglo XVIII; los pliego� de cordel o romances
ticos populares tradicionales, y la Revolución industrial no hizo más que
de ciego, de un periodo aún más antiguo. Las genumas formas nuevas de
aumentar su número y hacerlas más intensas. Las fábricas y talleres no nece­ _
pasatiempo urbano en la gran ciudad se derivaban de la taberna o estableci­
sitaban cantos de trabajo, pero otras actividades relacionadas con el desarro­
miento de bebidas� que se convirtió en creciente fuente de consuelo secular
llo económico sí y utilizaban algunos antiguos: el canto del cabrestante de
para el trabajador pobre en su desorganización social, en el último baluarte
los marineros de los grandes veleros pertenece a aquella edad de oro de la
canción popular «industrial» en la primera mitad del siglo XIX, como las
baladas de los balleneros de Groenlandia, la balada del dueño de la mina y 29. «Todavía se sostienen en pie muchas casas viejas --escribía Francis Homer en 1879-­
en el fondo de la ciudad, que solían tener su jardín, a menudo lleno de flores. En una ventana
de la mujer del minero y el lamento de los tejedoresY-En las ciudades prein­
--curiosamente grande y alegre- trabajaba en ¡m telar manual !lll tejedor. Así podía vigilar sus
dustriales, los gremios de artesanos y trabajadores domésticos desarrollaban flores tan de cerca como su trabajo -su .trabajo y su placer entremezclados- . . . Pero el telar
una intensa labor cultural en la que las sectas protestantes -colaboraban o metálico ha suplantado a su paciente máquina manual y los ladrillos han tapiado su jardín.}}
competían con el radicalismo jacobino para estimular la educación, uniendo �
(Citado en -o. Taylor, «Nineteenth Century Florists an Thcir Flowe�}), The Listener, 23 de
junio de 1949.) Los tejedores eran particulannente entustastas del cuittvo de las flores, pero se
mostraban muy rigurosos, reconociendo sólo ocho géneros como dignos de ser sembrados. Por
27. D. S. Landes, <<Vieille banque et banque nouvelle>>, Revue d'Histoire Modeme et Con� su parte, los encajeros de Nottingham cultivaban rosas que todavía no eran -como las horten�
temporaine, m (1956), p. 205. sias- flores de trabajador.
28. Cf. los discos microsurcos «Shuttle and Cage» Industrial Folk Ballads ( l O Tt3); Row, 30. Su primera versión fue caballeresca y todos los lances se r�alizaban a caballo. La
Bullies, Row (T7); The Blackball Line (T&), y otros por el estilo, Londres. innovación de matar el toro a pie se atribuye generalmente a un carpmtero de Ronda, en el
• siglo xvm.
280 LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789-1848

urbru;to de ceremonial tradicional, conservado e intensificado por los gremios�


los sindicatos y las ritualizadas sociedades de socorro mutUo. El music-hall
y la sala de baile saldrÍan de la taberna; pero hacia 1848 no habían progre­
sado mucho, ni siquiera en Inglaterra, aunque habían hecho ya su aparición
unos años antes.31 Las otras nuevas· formas de diversión urbana crecieron más
de lo conveniente, acompañadas siempre por su séquito de pícaros. En la
gran ciudad se convirtieron en algo permanente. y ya en 1840 la mezcla de
barracas. teatros. mercachifles. rateros y mendigos en ciertos bule_vares pro­
porcionaba inspiración a los intelectuales románticos de París y diversión al 15. LA CIENCIA
populacho. · ·
También influyó el gusto popular en la forma y el .adorno d� las relativa-. y
No olvidemos que mucho anteS que nosotros, las ciencias
mente pocas cosas que la industria producía para el pobre: los cachivaches
la filosofía lucharon contra los tiranos. Sus constantes esfuerzos
que conmemoraban el triunfo del Acta de Reforma, el gran puente de hierro hicieron la revolución. Como hombres libres y agradecidos, de­
tendido sobre el río Wear o los magníficos navíos de tres palos que surcaban bemos establecerlas entre nosotros y conservarlas siempre. Pues
el Atlántico; los pliegos de cordel en que se inmortalizaban los sentimientos las ciencias y la f.tlosofía mantendrán la libertad que hemos con­
revolucionarios o patrióticos y los crímenes famosos; y los escasos muebles quistado._
o prendas de vestir que los pobres podían comprar. Pero en conjunto la Ciu­ Un miembro de la Convención 1
dad, y especialmente la nueva ciudad industrial, seguía siendo un lugar des­
tartalado, cuyos pocos atractivos -espacios abiertos, fiestas- iban dismi­ Los problemas científicos --observó Goethe- son con mucha
nuyendo poco a poco a causa de la fiebre de la construcción, las humaredas frecuencia cuestiones de carrera. Un simple descubrimiento pue­
que envenenaban la naturaleza y la .exigencia de un trabajo incesante, refor­ de hacer famoso a un hombre y poner la base de su fortuna como
zada en muchos casos por la austera "iliSciplína dominical impuesta por la cla­ ciudadano . . . Cada fenómeno observado por primera vez es un
se medía. Sólo la nueva iluminación de gas y los escaparates de las calles descubrimiento, cada descubrimiento es una propiedad. Rozad la
principales anticipaban en algunos sitios los vivos colores de la noche en las propiedad de un hombre y veréis alzarse inmediatamente sus
pasiones.
ciudades modernas. Pero la creación de la moderna gran ciudad y las moder­
nas fonnas urbanas de vida popular tendrían que esperar hasta bien entrada Conversaciones con Eckennann, 2 1 de diciembre de 1823
la segunda mitad del siglo XIX.

Trazar un paralelo entre las artes y las ciencias es siempre peligroso, pues
las relaciones entre ellas y la sociedad en· que florecen son muy diferentes.
Pero también las ciencias reflejaron en su marcha la doble revolución, en
parte porque ésta les planteó nuevas y específicas exigencias. en parte porque
les abrió nuevas posibilidades y las enfrentó con nuevos problemas, en par­
te porque su existencia �ugería nuevos patrones de pensamiento. No quiero
decir .con esto que la evolución de las ciencias entre 1789 y 1848 pueda ser
analizada exclusivamente desde el punto de vista de los movimientos de la
sociedad que las rodeaba. La mayor parte de laS actividades humanas tienen
su lógica interna, que detennina al menos una parte de su movimiento. El
planeta Neptuno fue descubierto en. 1846, no porque algo ajeno a la astrono­
3L Seiect Committee on Drunkenness, «Parl. PaperS», VIH, 1834. Q 571. En 1852 l-i;-J.bía
mía es�ulara su descubrimiento, sino porque las tablas d� Bouyard en 1821
en Manchester 28 tabernas. y 2 1 cervecerías que proporcionaban mtisica a sus dientes (en! ;: un
total de 481 tabernas y 1.298 cervecerías para una población de 303.000 habiiantes en <!l c.¡s:co
urbano) (John T. Baylee, Statisrics and Facts in Rejerence to tite Lord's Day, Londres, 352,
l. Citado en S. Solomon, Comune, agosto de 1939, p. 964.
p. 20). <lll

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