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NEKO

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NEKO

El gato viajero
旅する猫
Tabi suru neko

DE ENRIQUE OLMOS DE ITA

1
Para A. Olmos

Personajes
Neko. Gato negro. Collar rojo.
Mika. Niña de 9 años. Dibuja con acuarelas.
Fuko. Padre de Mika. Guardia de un faro marítimo.

Señor Takayama.
Mamá de Mika.
La señora juez. Para interpretar por una sola persona.
Gato amarillo melenudo.
Murciano.
Reportera de televisión.

Fragmentos de un diario personal.

Instrucciones
Estética japonesa en general y en particular estructura de Kodomo manga.
Es imprescindible que la obra no ocurra en el presente.
El público de esta obra serán primordialmente personas de infancia o primaria alta (9 años en
adelante).

Tiempo y lugar
En Sapporo, en el Faro de Satamisaki y durante el trayecto entre estos dos puntos. Siglo XX.

2

Un gatito negro dormido encima de un cuaderno en el centro del escenario mientras el


público entra. De golpe una luz lo despierta.

NEKO. Esta obra de teatro podría ser la transcripción de una libretita. De este diario
o cuaderno de notas o lo que sea, que comienza diciendo: Querido Faro.
¿Cuál faro? ¿Qué es eso del faro? Bien, lo explico; ocurre que casi todo lo que contiene
este cuaderno se escribió hace muchos años, cuando yo era un cachorro, en el siglo
pasado y desde el Faro de Satamisaki, que es una hermosa linterna que brilla en una
isla. Un gran reflector marítimo.
Lo mejor de estas linternas gigantes es que además de evitar que los barcos choquen
o que se desvíen del puerto, es que desde arriba se tiene una vista genial de todo. Se
ve el mar, pero también las ciudades cercanas, los acantilados, la playa, gente que
sale a pescar, las aves que sobrevuelan. Todo, desde ahí se ve todo. Por eso los faros
marítimos son lo máximo.

Bosteza, se estira.

Pero no he venido a hablar de faros marítimos, eso sería aburrido, ¿no?, sino de Fuko,
el autor de este diario, quien es el personaje secundario de esta historia porque el
protagonista obviamente soy yo.

Se rasca. Aparece Fuko, inmóvil.

Fuko vive en el faro marítimo de Satamisaki. Es el guardia, es decir, el encargado de


que el faro encienda su poderosa luz y se apague a tiempo, de mantenerlo limpio y
seco.

3
Fuko viajó, como cada fin de mes, desde el sur de la isla hasta la ciudad de Sapporo,
para encontrarse con su hija Mika. Solamente la puede ver unas horas porque el faro
es muy demandante y sería un caos si permanece con el piloto automático mucho
tiempo. ¿Se imaginan si se va la luz y el faro se retrasa? ¿Se imaginan si el faro no
está encendido cuando anochece? ¿Y si el generador de luz sufre una avería?
Por cierto, la hija de Fuko se llama Mika.

Aparece Mika. Se queda inmóvil también.

Y ella vive con su mamá aquí en Sapporo. Sus padres están separados desde que ella
era muy pequeña, ni se acuerda de haberlos visto juntos.
Como cada mes, el señor Fuko se debía reunir con su hija Mika en la cafetería que
regenta el señor Takayama; excepto hoy. Porque Mika nunca llegó.

Salen los personajes.

Diario del faro: estoy muy emocionado de ver a mi hija Mika.


Siento que este mes ha sido especialmente lento, aburrido. Quiero
contarle acerca de una familia de pájaros que están anidando en
la cornisa del faro. Creo que saben que pronto llegará el
invierno y se están apresurando a construir su nido. Por el color
de sus alas creo que son jóvenes, quizá sea su primer invierno
juntos […]

4

Fuko con una bolsa llena de regalos.

FUKO. ¿Seguro que mi hija no ha venido?

SEÑOR TAKAYAMA. Señor Fuko, por última vez, no le estoy ocultando nada, ni su
hija, ni la mamá de su hija han venido hoy. Dejé libre la mesa de siempre...

FUKO. La jueza fue muy clara y dijo que nos teníamos que reunir el último domingo
de cada mes… No entiendo qué pudo ocurrir. Hice un largo viaje…

SEÑOR TAKAYAMA. Lo siento señor Fuko, quizá tuvo un contratiempo.

FUKO. Señor Takayama, ¿me permitiría hacer una llamada?

SEÑOR TAKAYAMA. Claro que sí…

Fuko rebusca entre los papeles de su cartera el número de teléfono de su ex esposa,


la mamá de Mika. Se le nota nervioso pues teme que algo les haya sucedido.
Mientras tanto, en la casa de Mika, yo estoy rondando cerca de ella. Su mamá le ha
pedido que se mantenga a un costado del teléfono. De vez en cuando paso y me
restriego en sus piernas, para que vea que no está sola. Mika me acaricia entre las
orejas y en la barbilla mientras dibuja con sus acuarelas. Hasta que suena el teléfono.

FUKO. ¿Hola? ¿Mika? Soy tu papá… ¿Por qué no has venido hoy? ¡Estoy esperando
desde hace más de una hora en la cafetería del señor Takayama!

MIKA. …

NEKO. ¿Mika? Te he traído regalos e historias, muchas historias divertidas.

MIKA. ¡No quiero volver a verte!

FUKO. ¿Qué? ¡Cómo!

MIKA. ¡Ya no quiero verte! Me haces sufrir.

5
FUKO. ¿Por qué?

MIKA. No me gusta verte. Además, hace frío y me quiero quedar en casa.

FUKO. ¿No te gusta verme? Pero…

MIKA. ¡No!

FUKO. A ver… Soy tu papá, Mika… Hice un largo viaje, como cada mes. Y casi se
ha consumido el tiempo de hoy. No es justo…

MIKA. ¡No te quiero ver más!

FUKO. ¿Por qué?

MIKA. Porque no quiero. Ya no quiero verte; nunca más.

FUKO. Pero... ¿Hola? Ey, ¡Ey! ¡Mika!

Fuko se queda petrificado. Tarda en reaccionar.

FUKO. Señor Takayama, creo que se cortó la llamada, debe haber un problema en
la red telefónica. ¿Podría volver a llamar?

SEÑOR TAKAYAMA. Claro que sí señor Fuko. Todo suyo.

Y el señor Takayama le acerca el enorme teléfono con marcado de disco. Fuko se


encuentra aún más nervioso. Le sudan las manos, respira profundo.

Solamente una voz al otro lado.

FUKO. ¿Hola? Soy Fuko otra vez…

MAMÁ DE MIKA. ¿No escuchaste a Mika? Mi hija no quiere verte, es muy cansado
para ella, tiene mucha tarea de la escuela y tus historias no le interesan…

FUKO. Pero la juez dijo… ¡Además, yo nunca la he hecho sufrir y lo sabes!

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MAMÁ DE MIKA. Bueno, la juez dijo que tenemos que respetar las decisiones de la
niña. Y ella decidió que ya no te quiere.

FUKO. Que no me quiere ver…

MAMÁ DE MIKA. Que no te quiere, a secas.

FUKO. Pero…

MAMÁ DE MIKA. Es una niña, pero tiene derecho a decidir, ¿no?

FUKO. Son tus palabras, son tus ideas, no las suyas…

MAMÁ DE MIKA. Por favor no vuelvas a llamar ni a buscarla, ni nada. Nunca, nunca
más.

Como si estuviera congelado, Fuko se queda con el auricular del teléfono del señor
Takayama en la mano. Sus manos se niegan a aceptar lo que escucharon sus oídos.
Acá, en la casa de Mika, ella se sienta a ver la televisión como si no hubiera pasado
nada, como evitando pensar en lo que acaba de suceder. Yo me acuesto en sus piernas
y ronroneo. Mika está como ausente.

SEÑOR TAKAYAMA. ¿Señor Fuko, se encuentra bien?

FUKO. Creo que no. La mamá de mi hija me pidió que no las vuelva a llamar ni a buscar.

SEÑOR TAKAYAMA. ¿Por qué?

FUKO. No lo sé, creo que le han impedido a Mika quererme.

SEÑOR TAKAYAMA. Eso es imposible señor Fuko, usted es su padre.

Y el señor Takayama le preparó un té de inmediato. Fuko estaba sentado en la barra


de la cafetería, dando la espalda al resto de comensales y quizá por eso se atrevió a
llorar un poco, en silencio y para sí mismo. O quizá no se atrevió, sino que fue
inevitable. En nuestro país es de mal gusto llorar en público y aunque Fuko trataba de
contenerse era como si sus ojos no respondieran a sus órdenes. Discretamente el

7
señor Takayama le dejó cerca el té y una servilleta de papel para que pudiera secarse
las lágrimas.

Diario del faro: Estoy devastado. No he podido ver a mi hija,


abrazarla, darle sus regalos, decirle que la quiero. ¿Qué hice
mal?
Ahora debo buscar un hotel para pasar la noche en Sapporo […]

8

Neko lee.

Según cuenta el diario de Fuko, esa noche se hospedó en un hotel que el señor
Takayama le recomendó y no pudo dormir pensando en lo ocurrido.
Qué golpe de timón, qué cabo suelto, qué alta mar…
¿Por qué? ¿Por qué su hija ya no quería verlo?
Fuko debía regresar al faro muy temprano, pero decidió ir personalmente a buscar a
la juez que había tramitado los encuentros con su hija. La interceptó antes de que
llegara a su oficina. La jueza iba cargada con papeles, un maletín y también algo para
desayunar; apenas y podía con todo.

FUKO. Disculpe señora juez… Le ruego me conceda un minuto.

LA JUEZ. Antes que nada, necesito que me detenga esta taza de té, por favor.

FUKO. Claro.

LA JUEZ. ¿Quién es usted?

FUKO. Neko, el padre de Mika. Usted tramitó mi divorcio y la convivencia con mi hija.

LA JUEZ. Sí, sí, sí; me acuerdo. Ahora deténgame este expediente.

FUKO. Sí, claro.

LA JUEZ. Mika es una hermosa niña. ¿Qué pasa con ella?

FUKO. Mire, necesito hablar con usted con urgencia.

LA JUEZ. Uy, se requiere una cita gubernativa para hablar conmigo… A ver, ayúdeme
con el maletín y tire a la basura el envoltorio del pastelillo. ¡Y cuénteme, rápido!

FUKO. Resulta que ayer tenía que encontrarme con mi hija aquí en Sapporo, como
cada último domingo de mes, pero no llegó.

LA JUEZ. Quizá está enferma o se le olvidó.

9
FUKO. No; llamé por teléfono a casa de su madre y Mika, mi hija, me dijo que yo la
hacía sufrir y que no quería volver a verme.

LA JUEZ. Qué grave, ¿y usted la hace sufrir?

FUKO. ¡No, claro que no la hago sufrir! Solamente quiero ser su papá, pero me lo
impiden. Le traía regalos e historias.

LA JUEZ. Ya. Pero su hija no quiere estar con usted, ¿cierto? Probablemente
apenas y lo conoce. Usted decidió separarse hace mucho tiempo de ellas…

FUKO. No; de ellas no. Me separé de su mamá, no de mi hija.

LA JUEZ. ¿Y ya le explicó eso a Mika?

FUKO. ¿Cómo podría hacerlo sino no me dejan verla?

LA JUEZ. Pues tenemos que respetar la decisión de las niñas y de los niños, ¿no?

FUKO. ¡No!

LA JUEZ. ¿Cómo que no?

FUKO. Es muy pequeña para saber lo que quiere…

LA JUEZ. Eso lo dice usted porque es a quien no quiere ver más, ¿cierto? ¿Y si fuera
al revés, opinaría lo mismo?

FUKO. Pienso que mi hija está influenciada. Ninguna niña debería estar
condicionada por lo que dicen los adultos…

LA JUEZ. ¡La suposición que usted hace es muy delicada!, señor Fuko. ¿Está
acusando a su ex esposa sin pruebas?

FUKO. No tengo pruebas, pero tampoco dudas.

LA JUEZ. Entonces sin pruebas, frente a la ley, no tiene nada y entonces no tiene
sustento. Por favor, ábrame la puerta…

FUKO. Sí… ¿Y qué hago? Quiero ver a Mika…

LA JUEZ. Primero, regréseme el expediente. Y después haga lo que han hecho los
padres desde siempre, de toda la vida: resignarse.

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FUKO. ¿Resignarme?

LA JUEZ. Mire, no todos los padres o madres son queridos por sus hijos. No es nada
del otro mundo. Quizá en un futuro la gente pueda verse y conversar a través de
pantallas y no sea necesario que se desplacen, pero de momento si ella no lo quiere
ver, no hay nada más que hacer. Nada. No viaje más y deme la taza de té.

FUKO. ¿Nunca podré llevar a Mika al faro, no podremos estar juntos en vacaciones?
Yo solamente quiero ser su papá…

LA JUEZ. Quizá después. Ahora hay que respetar su decisión…

FUKO. Pero… Amo a mi hija y estoy al corriente con la manutención.

LA JUEZ. Bien… Pero yo no puedo obligar a su hija a que lo ame. ¿Lo entiende?

FUKO. Pero…

LA JUEZ. Sin peros señor Fuko.

FUKO. …

LA JUEZ. ¡Hora de trabajar! Recuerde que su expediente está definitivamente


cerrado. ¡Hasta luego!

Diario del faro: He fracasado como padre de Mika. Me pide la propia


juez que me resigne a no verla. Esa señora es cruel, siento que
nunca me escucha porque siempre está ocupada.

Y me duele mucho no saber qué hace ni qué piensa, ni qué dibuja mi


propia hija. Duele mucho todo, todo esto […]

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Se acerca Neko y se frota en Mika, indiferente.

NEKO. ¿Estás triste?

MIKA. Sí.

NEKO. Cuando yo estoy triste me anima jugar con una bola de estambre por toda la
casa o clavar mis uñas en la alfombra, ¿quieres clavar tus uñas en algo? ¿En un
sillón?

MIKA. No.

NEKO. ¿Y sacar una bola enorme de estambre para mí?

MIKA. No, Neko. Es un truco para que tú juegues.

NEKO. Es verdad…

MIKA. ¿Crees que estuvo mal lo que hice?

NEKO. ¿No darme una bola de estambre para jugar? Sí. Muy mal.

MIKA. No; lo de mi mamá y mi papá y el teléfono.

NEKO. A ver, ¿pero tú querías ir a esa cafetería vieja a ver a tu padre?

MIKA. No.

NEKO. Entonces no te sientas mal. Uno tiene que hacer lo quiere hacer, ni más ni
menos.

MIKA. Pero mi papá se puso triste, escuché que en su voz había tristeza.

NEKO. Ya se le pasará.

MIKA. ¿Y sino se le pasa?

NEKO. Pues mala suerte para él, que mejor tenga otra hija...

MIKA. ¡Oye no! Es mi papá y lo quiero, aunque lo vea poco.

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NEKO. Entonces dile a tu mamá que si lo quieres ver. Y asunto arreglado. El
próximo mes se encuentran y basta de dramas…

MIKA. Pero ella no quiere que lo vea. Está muy enojada. Tú sabes cómo es cuando
se enoja.

NEKO. Es verdad… Ay, los humanos son taaaan complicados.

MIKA. No sé por qué se llevan tan mal.

NEKO. Porque son humanos y los humanos adultos lo complican todo. Hacen que la
vida sea difícil, creo que es porque se aburren.

MIKA. ¿Tú crees que debería querer a mi papá, aunque mi mamá lo haya dejado de
querer?

NEKO. Yo creo que no.

MIKA. ¿Seguro?

NEKO. Nah; era broma. Yo creo que sí. En realidad, yo creo que eso lo tienes que
descubrir y decidir tú misma. Ni lo que diga yo, ni lo que diga tu mamá es importante.
Tú debes saber qué sientes, para eso tienes un cerebro.

MIKA. Es que no sé. No entiendo…

NEKO. Ah, claro. Se me olvida que eres humana y también lo complicas todo.

Se acuesta para ser acariciado.

MIKA. Ahuuch. ¿Por qué muerdes?

NEKO. Porque se me antojó.

MIKA. ¡Duele!

NEKO. Es que estoy aburrido.

MIKA. Ay… Ya voy por tu bola de estambre. Tienes unas formas muy extrañas y
violentas de pedir las cosas Neko…

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NEKO. Lo tomo como un cumplido.

Diario del faro: La depresión es terrible, es una cárcel sin rejas.


Un lugar del que podrías salir simplemente con cruzar una invisible
puerta, pero no puedes, tu cuerpo no te deja, tu mente está seca,
tus brazos y piernas inmóviles, incapaces de moverse hacia otro
lugar que no sea la tristeza.

No había sentido esto nunca y te envidio por que eres un faro y no


puedes concebir estas cosas que sentimos los padres, te envidio
porque no puedes llorar ni necesitas medicamentos para poder estar
en pie. Tú por el simple hecho de ser un faro, ya eres, ya estás en
el mundo, resplandeciente […]

14

Lluvia.

NEKO. ¿Por qué miras así por la ventana?

MIKA. ¿Así cómo?

NEKO. Como si estuvieras triste… Y más con esta lluvia. No, no, no... Aléjate de la
ventana y házme caso.

MIKA. Pues tal vez… Porque estoy triste, Neko.

NEKO. No; cuando llueve no hay que mirar por la ventana en posición melancólica
porque entonces sí nos ponemos tristes. Además, las niñas no deberían estar tristes.
Eso es de humanos mayores.

MIKA. Adultos.

NEKO. Eso. Adultos.

MIKA. Pues algo siento… No sé qué es.

NEKO. ¿Es por lo de tu papá? ¿Sigues con eso? Ya pasaron muchos días.

MIKA. Sí. Es eso. Ayer llegó el cartero con una carta, era la letra de mi papá.

NEKO. ¿Y qué pasó?

MIKA. Mi mamá la rechazó. Le dijo al cartero que no la aceptaba.

NEKO. Ah, serán cosas de adultos.

MIKA. Pero esto que siento es algo raro que no me deja dormir…

NEKO. Y a ti te gusta mucho dormir… ¿No será pipí?

MIKA. No, Neko, no es pipí. Yo sé cuando siento otra cosa, diferente…

NEKO. Ah, entonces se llama culpa.

MIKA. ¿Culpa?

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NEKO. Yo no tengo la culpa de nada. ¿Yo qué?

MIKA. Tú nada. Solamente que un humano adulto te obligó a hacer algo con lo que
no estás feliz y eso te genera culpa, que es como una comezón interna, en la
conciencia.

MIKA. ¿En la qué?

NEKO. En algo como tu cerebro. Pero no te puedes rascar el cerebro.

MIKA. ¿Y cómo me quito entonces esta comezón de la culpa?

NEKO. Con una dis-culpa, pero sincera.

MIKA. Ay Neko… ¿Y cómo me voy a disculpar con mi papá si le dije que no quiero
verlo?

NEKO. Pues ve a buscarlo, escríbele, llámalo. ¡Algo!

MIKA. Sólo soy una niña, Neko. No sabría ni a dónde ir…

NEKO. A veces solamente nos queda soñar. ¿Verdad?

MIKA. Pues sí… Oye, una vez mi papá me dio una postal de su faro.

Busca y finalmente saca una tarjeta postal de entre sus cosas.

NEKO. Wow… ¿Aquí vive tu papá?

MIKA. Sí, es el señor farero. Es el faro de Satamisaki.

NEKO. ¿Es el dueño?

MIKA. No, el faro no es suyo. Él lo cuida y enciende para que los barcos puedan llegar
al puerto y los aviones sepan que están saliendo a alta mar y los mosquitos tengan un
lugar a dónde ir a encontrarse y conocerse… O eso dice mi papá.

NEKO. Ve a verlo a su faro...

MIKA. No. Mi mamá no me dejaría ir.

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NEKO. Es verdad.

MIKA. ¿Y si vas tú?

NEKO. ¿Yo?

MIKA. ¡Claro! Te sales todas las noches a no sé qué…

NEKO. Momento… Salgo por las noches desde tu ventana porque soy el supervisor
oficial de tejados, pórticos y chimeneas de este barrio.

MIKA. Ajá.

NEKO. No voy a ir hasta allá, no saldría de Sapporo nunca. Los viajes y el turismo
están sobrevalorados…

MIKA. ¿No me harías ese gran favor?

NEKO. No.

MIKA. ¡Por fi! ¡Por fi!

NEKO. Mmm… No.

MIKA. ¿Y si te prometo caricias y masajes cuando tú quieras, galletas y bolas de


estambre todo un mes?

NEKO. ¿Un mes? Por el resto de mis días...

MIKA. Podría ser.

NEKO. Y cambios de arena diarios.

MIKA. ¡Eso ya lo hago!

NEKO. Bueno, cambio de arena cada hora.

MIKA. ¡Eso no es realista Neko!

NEKO. Ya sé. Bueno… Entonces ¡Quiero tener una mascota! Mi propia mascota…

MIKA. ¿Tú, una mascota? ¡Estás loco!

NEKO. Sí; supongamos que voy al faro de Satamisaki, pero me debes comprar un
pez.

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MIKA. ¿Un pez?

NEKO. Sí, en una gran pecera de cristal. Siempre he querido tener uno. ¿Sí, sí, sí?

MIKA. Bueno, tengo ahorros. Podría ir al acuario…

NEKO. ¡Yes! Entonces tendré mi pez, tendré mi pez, tendré mi propio pez…

MIKA. No sabía que querías una mascota…

NEKO. Pues ya lo sabes. Estoy listo para ser un gatito responsable dueño de un
pececillo.

MIKA. ¡No te puedes comer al pez, eh!

NEKO. No me quiero comer al pez, eso es cruel. Quiero jugar con él y contarle mis
problemas… Verlo crecer, ponerle un nombre bonito y sentirme madre o padre de él.

MIKA. Estás loco.

NEKO. Oye, y si voy al faro, qué le digo a tu papá. Él no sabe que tú eres mi súbdita.
Quizá no me haga caso…

MIKA. Que soy tu dueña, querrás decir… Es verdad. ¿Y si te comunicas con señas?

NEKO. Mmm… No lo creo. No soy muy bueno.

MIKA. Mmm… ¿Y si le escribo una carta?

NEKO. Eso parece mejor, pero, ¿cómo la llevaría?

Le toca el collar.

NEKO. Eres lista; oye que la carta no sea muy pesada, por favor… Y, ¿el faro no está
muy lejos verdad?

MIKA. Nah, para nada… Tú tranquilo, yo ocupada. Te vas en la noche y en la mañana


ya estás de regreso.

NEKO. ¿Segura?

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MIKA. Segurísima.

NEKO. Bueno… Voy a tener que dormir el doble de horas en el día para aguantar el
viaje hasta el faro. Y al volver quiero agua limpia, fresca, arena recién sacada de la
bolsa, alimento húmedo y mi cama puesta.

MIKA. Perfecto… ¿Entonces tenemos un trato verdad, Neko?

NEKO. Tenemos.

MIKA. Voy a comenzar a escribir y dibujar. A veces solo nos queda soñar, ¿no?

NEKO. A veces sí… Oye, no tan rápido, primero aquí… Ráscame… Y también aquí…
Y debajo de aquí… Esoooo.

Se acuesta para ser acariciado.

19

Antes de irse a la cama, Mika me pone un trozo de papel doblado y vuelto a doblar
entre el collar y mi cuello, siento un poco de picor y ella lo acomoda en mi lomo con
pegamento. “Que no se te vaya a caer, Neko”. Y me da un besito.
Y ahí voy, un bienamado gatito de casa que ahora tiene que recorrer algunos
kilómetros para entregar una carta.
Cruzo veloz los primeros techos de las casas y edificios de mi barrio hasta que me
encuentro a un enorme gato amarillo con espesa melena, encima de un auto.
Intercambiamos maullidos lentos, roncos. Entonces me mira fijamente y me pregunta:

GATO AMARILLO. ¿Quién eres y qué haces aquí?


NEKO. Hola, buenas noches. Soy Neko. Voy a entregar una carta al faro de
Satamisaki. Y no quiero problemas.

GATO AMARILLO. ¿Entregar una carta? ¿Faro de Satamisaki? No mientas. ¿Qué


haces aquí? Hueles a limpio que apestas… ¿Quién te envió?

NEKO. No miento. Aquí la tengo, mira… Es de una niña, se llama Mika, soy su dueño.
Es para su papá que vive en el sur.

GATO AMARILLO. Había escuchado de palomas mensajeras, pero no de michis


mensajeros. Suena sospechoso.

NEKO. ¿Sí verdad? Qué cosas… Pero bueno… Así es la vida… ¿Puedo pasar?

GATO AMARILLO. No, no puedes. Si cruzas la frontera te adentras en el territorio del


Cavernícola y no están permitidos en este reino los gatos mimados y menos aún los
“mensajeros”.

NEKO. ¿Y quién es ese tal Cavernícola?

Estaba terminando de pronunciar la ultima sílaba cuando saltó para atraparme un


enorme perro grisáceo, fauces abiertas como de ballena y sus colmillos eran casi
filosas espadas medievales, a la par de gigantes patas como sendos martillos

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vikingos. No ladró, no hizo ningún sonido excepto el de su enorme cuerpo grasoso
volando en dirección a mis bigotes. Escuché cómo cascadas de saliva caían al suelo
desde su mandíbula de perroballena. “Yo soy Cavernícola”, gritó cuando ya me
escabullía a toda velocidad y para el lado contrario por encima de los autos
estacionados mientras otros gatos, que estaban detrás del amarillo melenudo, me
perseguían e insultaban:
“Gato consentido. Pelos de shampoo. Bigotes de oro”.
Corrí, corrí y volví a correr hasta que los dejé de escuchar y me subí a un árbol cuyas
ramas estaban recargadas en la pared de un templo. Mi corazón estaba a mil
pulsaciones, mi cola y bigotes también. Pero resultó que al tratar de caminar por la
cornisa de ese tranquilo templo un grupo de palomas que estaban ahí durmiendo, con
la cabeza metida entre sus gordos y asquerosos cuerpos, comenzaron a picotearme.
¡Era una pesadilla!
“Bájate, bájate, intruso, bájate. Intruso. Bájate”.
Solamente pensé en que me quedaría una vida menos, pero cerré los ojos y salté
hasta la calle donde casi me atropella un auto raudo que venía con la música muy
alta. Alcancé a cruzar mientras la lluvia arreciaba y su sonido ya hacía imperceptible
lo demás. Entonces vi a un grupo de gatos callejeros esperando a que una señora
quitara su yatai, un puesto de comida callejera, para que les repartiera las migajas
debajo de unos plásticos empañados por el vapor.
Antes de que me atacaran o me insultaran esos gatos que estaban esperando un
simple bocado, grité: ¡Vengo en son de paz, soy un michi mensajero, llevo una carta
al faro de Satamisaki!
Los michis solamente me vieron pasar y volvieron a dirigir sus bigotes en dirección de
la señora cocinera, que era quien realmente les importaba.
Había corrido muchísimo, mis piernas pedían tregua. Estaba exhausto y me acerqué
hasta una fuente apagada de un parque para tomar un poco del agua de lluvia, que
afortunadamente había parado. Se me erizó de inmediato el pelo del lomo cuando en
lo alto de la fuente un murciélago de Ogasawara abrió sus alas, antifaz grisáceo, ojos
color miel, largos y escondidos colmillos amarillentos y con voz ronca me dijo:

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MURCIANO. Buenas nochesísimas… No te asustes… Soy Murciano. Inofensivo a
menos que seas un insecto o una fruta, porque no muerdo a mamíferos.

NEKO. Mmm... Soy Neko.

Seguí bebiendo agua, pero con la mirada puesta en él y listo para salir corriendo otra
vez si era necesario.

MURCIANO. Aquí estás a salvísimo, no te preocupes. Tranqui. Es un lugar neutral.

NEKO. No me preocupo, voy de paso.

MURCIANO. ¿Y a dónde vas?

NEKO. Al Faro de Satamisaki.

MURCIANO. ¿Al Faro de Satamisaki? ¿Es broma no? ¡Porque está lejísimos, ísimos,
ísimos!

NEKO. ¿Seguro?

MURCIANO. Segurísimo, ísimo, ísimo. Soy un murciélago migrante, sé de lo que hablo.

NEKO. ¿Caminando hacia el sur, no?

MURCIANO. ¿Caminando? Necesitarías gastar todas tus vidísimas.

NEKO. ¿De verdad?

MURCIANO. De verdad. Para llegar tendrás que usar el transporte humano.

NEKO. Pero no sé usar el transporte humano.

MURCIANO. Entonces nunca vas a llegar. Además, es peligrosísimo para un gato


mimadísimo como tú.

NEKO. ¡No soy un gatito mimadísimo!

MURCIANO. Collar lujosísimo, cabello brillosísimo, ninguna cicatriz. Se nota que vives
en un lugar buenísimo.

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NEKO. ¿Y por qué hablas así?

MURCIANO. ¿Así cómo?

NEKO. Con tanto ísimo…

MURCIANO. Ah, es porque soy adicto a los superlativos. ¿Y tú? ¿A qué eres adicto?
¿Qué te gusta más que nada el mundo? Cuéntame…

NEKO. Ver a Mika feliz, supongo.

MURCIANO. ¿Y quién es Mika?

NEKO. Puff… Larga historia. ¿Me va a decir cómo llegar al faro o no?

MURCIANO. Bueno, es dificilísimo sino usas el transporte. A ver, tendrías que ir a la


estación de tren de la ciudad, subirte en el que va a la capital, bajar en la estación de
Keido, utilizar después el metro (ten cuidado porque es muy veloz y hay mucha gente)
y llegar hasta Nerima en la línea 12 de Oedo, cruzar el puente caminando hasta el
paradero de autobús de la Ruta JK201, esperar a que llegue el bus a Kagoshima
(verás un letrero grande que lo anuncia), subir y esperar cómodamente hasta la última
parada y finalmente abordar el autobús colectivo de la ruta 16 que te dejará frente al
faro de Satamisaki, y entonces deberás usar una lancha o cualquier embarcación que
te cruce y en aproximadamente 35 horas y 28 minutos llegarás a tu destino.

NEKO. ¡Qué! Es un viaje largo, larguísimo…

MURCIANO. Ya nos estamos entendiendo… Pero…

NEKO. ¿Pero?

MURCIANO. Si te das prisa aún puedes llegar a la estación de tren y encontrar un


lugar discretísimo en los vagones traseros. Porque más tarde se vuelve dificilísimo.
Está por salir el último a la capital, si quieres llegar es ya.

NEKO. De acuerdo… Gracias…

Neko se apresura.

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MURCIANO. Ey… Se nota que no sabes nada de nada gato mimadísimo, la estación
de tren está justo del otro lado.

NEKO. Ah, gracias…

Y más o menos así fue como llegué hasta la estación de tren, aconsejado por ese
horrible pero amable murciélago, que me fue guiando por las calles rectangulares de
la ciudad, porque la verdad yo no tenía ni idea. Subir y bajar en el tren, luego abordar
un autobús, metro y otra vez autobús hasta ver el faro de Satamisaki.
Había viajado durante toda la madrugada y la mañana y el medio día y la tarde entera.
Comí insectos que jamás imaginé probar, algunos humanos generosos me
compartieron un trozo de su comida, aunque fuera su insípido arroz. También me tuve
que comer a un ratón blanco que andaba perdido en la estación de trenes, nunca creí
que sería capaz de algo tan sangriento, pero cuando uno tiene hambre hace cosas
impensables.
Dormía cuando podía y me despertaba para saber sino me había pasado de la
siguiente escala. Y a veces me despertaba el ronquido humano.
Llegué de noche o casi, justo cuando el sol se apagaba y se encendía la luz del faro.
Rápidamente, al bajar del autobús de la ruta 16 de Kagoshima fui corriendo hasta ese
lugar que llevaba más de un día esperando ver. Tenía las piernas entumecidas de
tanto hacerme ovillo para dormir, de esconderme entre maletas y bolsas. Un barco
estaba cruzando para llegar a su puerto y aproveché para subir y que me dejara a sólo
unos pasos del faro.
Trepé por las escaleras externas del faro y salté hasta la ventana de Fuko. Desde ahí
lo vi prepararse la cena en solitario y cómo encendió la radio para escuchar el futbol.
Yo estaba nervioso, cansado y sediento y con algo de frío. ¿Y si el papá de Mika tiene
otro gato? ¿Y si tiene un perro? ¿Y si es alérgico a mí? ¿Y si este viaje larguísimo fue
en balde?
Estaba inmerso en estas preguntas existenciales, cuando Fuko me vio y corrió hasta
la ventana.

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FUKO. ¡Un minino!

Se abre una ventana. Neko entra.

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FUKO. Había un hermoso gato negro esperando a que le abriera la ventana.

Se ve terrible, pobre felino. O felina. ¿Eres gatito o gatita?

NEKO. Creo que nací gato, pero desde muy pequeño me esterilizaron, así que prefiero
no identificarme con género alguno. Simplemente soy.

FUKO. Wow… ¡Y puedes hablar!

NEKO. Claro, todos los gatos podemos, pero muy, muy pocos queremos.

FUKO. ¡Increíble! Debes tener hambre y sed. Déjame preparar algo…

Y así Fuko sacó comida y agua y puso una manta caliente encima de su cama para
que me acostara. Me acarició y dijo que era el gato más bello que había visto.
Bueno, no lo dijo, pero en su mirada era como si lo estuviera gritando.

FUKO. Y cuando se fue a acostar, seguramente cansado de andar de vago, descubrí


que ese gato no era un michi cualquiera.

¡Es el gato de mi hija Mika! ¡Increíble! ¡Vino hasta aquí!

¡Wow!

Diario del faro. ¡Acaba de ocurrir lo más sorprendente de las cosas


sorprendentes que podrían suceder! Mi hija Mika me escribió una
sincera carta. Pero no utilizó el correo postal para enviarla, sino
que me envió a su gato Neko para hacerme saber lo que ella realmente
siente. ¡Y me quiere!

¡Lo sabía! Soy muy, muy feliz en este momento, querido faro.

FUKO. Quería hacerle varias preguntas, pero lo dejé dormir.

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Mientras afuera el viento y el oleaje soplaban, había un hermoso y terso gato
durmiendo apaciblemente en mi cama. Un gato llamado Neko que viajó desde
Sapporo.

¡Desde Sapporo hasta mi ventana!

No me quedé dormido, fue más parecido a entrar en coma. Estaba muuuuy cansado.
Los viajes ilustran, pero también fatigan.
Le relaté al papá de Mika, ya por la mañana, que había viajado en una noche con lluvia
y también que me atacó un perroballena, que me insultaron unos gatos callejeros, que
hablé con un murciélago y finalmente que subí al tren, bajé y luego entré al metro y
después a un autobús y finalmente a un colectivo de la ruta a Kagoshima hasta llegar
aquí.
Y todo por esta carta.

Fuko lee la carta de Mika.

Querido papa Fuko:

Bueno, ni ziquiera séh cómmmo decirte porque apenas y te conosco.


emos estado alegjados mucho tempo, no séh muy bien quién heres. Pero
dice Neko (ques mi gato) que ziento culpa y no me ace zentir bien
szaber que te puso trizte lo que me oblijaron a decierte ese día por
tele fono.
Lo ziento de berdad.
una disclpa sinzera de tu hija que te kiere, Mika
Pd. henvio una akuarela que dibuge de Neko, tú y yo.

NEKO. ¿Leíste la carta de Mika?

FUKO. Sí, varias veces. Muchas gracias por traerla. Realmente eres un buen gato…

NEKO. ¿Bueno? Soy el mejor…

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FUKO. Sí, sí que lo eres.

NEKO. ¿Y qué piensas hacer?

FUKO. He llorado mucho en las últimas semanas… No sé muy bien qué hacer. Pero
ahora entiendo algunas cosas...

NEKO. ¿Y por qué una mamá o un papá humano estaría en contra de otra mamá o
papá humano? No entiendo.

FUKO. Interferencia.

NEKO. ¿Cómo?

FUKO. Se llama interferencia o alienación; es cuando un adulto humano, como tú


dices, se interpone en la relación que tiene un hijo o hija con su otro papá o mamá o
abuelos o tíos, incluso hermanos.

NEKO. Ustedes son taaaan complicados. Si fueran un poco más gatunos…

FUKO. Sí somos complicados, lo acepto.

NEKO. ¿Y por qué la mamá de Mika no quiere que la veas más?

FUKO. Porque no terminamos bien. Porque la vida de adultos es compleja, porque


tenemos diferencias en la educación de Mika. Porque yo vivo muy lejos. Pero… Son
cosas de adultos, ¿sabes? No tendría nada que ver Mika con esto.

NEKO. No tendría.

FUKO. Creo que le escribiré un mensaje a mi hija. Confío en que lo puedas llevar de
regreso a Sapporo.

NEKO. ¿En el collar, otra vez?

FUKO. ¿En dónde más? ¿Tú sabes que le escribo un diario a ella, verdad?

NEKO. ¿A Mika?

FUKO. Sí, mira, en este cuaderno voy registrando todo lo que ocurre aquí. Es un lugar
muy solitario así que me viene bien escribir. Algún día, cuando ella sea mayor se lo

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daré y sabrá todo, cosa por cosa, día a día. Tendrá mi perspectiva y podrá comparar
con la de su mamá.

Sabrá cómo la veía cuando era bebé, la separación, mi vida aquí y por su puesto tu
visita, que es lo más emocionante que ha ocurrido en mucho tiempo.

NEKO. Suena a un gran regalo para el futuro.

FUKO. Espero que lo sea, es un tesoro. Oye, cuando regreses a Sapporo no le digas
a Mika que tiene un diario esperando a ser leído, eh. Será sorpresa.

NEKO. No le diré nada. ¿Y cuándo se lo piensas dar?

FUKO. Más adelante, en unos años quizá.

NEKO. ¿Crees que la mamá de Mika te perdone algún día?

FUKO. Ojalá que sí. No hay nada peor que el rencor, amarga a las personas…

NEKO. Oye… Por cierto, estoy muy cansado para regresar a Sapporo hoy.

FUKO. Además, con este clima es mejor que esperes. Los inviernos aquí son
durísimos. Quizá debas estar unos días.

NEKO. ¡Pero Mika se preocupará!

FUKO. Imagino que en unos años existirá un aparato o algo como una máquina con
la cual uno podría saber siempre dónde está tu gato o tu perro o tu humano, ¿no?

NEKO. Sería genial…

FUKO. Tranquilo, mañana le haré una llamada al señor Takayama para que le avise
a Mika que te encuentras bien. Él la ve pasar todos los días cuando va a la escuela.
Y así sabrá también que estamos juntos.

NEKO. ¿El señor qué?

FUKO. El dueño de la cafetería donde solía ver a Mika.

NEKO. Ah, claro.

FUKO. ¿Oye Neko y tienes hambre?

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NEKO. Mucha, muchísima. Sino es molestia, ¿podrías darme por favor una buena
ración de galletas y masaje aquí y aquí? Y rascarme la barriga también. Y después
masaje en mis almohadillas… ¿Por favor?

FUKO. Veo que mi hija te tiene muy consentido…

NEKO. Es que el viaje me dejó muy estresado de las cervicales.

FUKO. ¿Así está bien?

NEKO. Sí, más lento por favor.

FUKO. ¿Así?

NEKO. Así es perfecto. Sigue, no pares. Esooo…

Ronronea.

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Tormenta.

FUKO. ¡No debes salir del faro en este momento, ni asomarte por la ventana!

NEKO. Ok… ¿Es peligroso?

FUKO. Mucho. Las embarcaciones están teniendo problemas para llegar al puerto, es
probable que se esté formando un tifón.

NEKO. ¿Un tifón? Qué miedo. Me voy a volver a estresar.

Fuko pasó toda la tarde hablando por una especie de teléfono de ondas. Registrando
las llegadas de los barcos, monitoreando las rachas de viento, la temperatura y otras
cosas que no entendí. Ya en la madrugada parecía que todo se había calmado. Vi que
él se iba a dormir después de bastantes horas observando al mar. Y de golpe, sonó la
alerta sísmica. Un sonido intenso, pegajoso, inesperado.

NEKO. ¿Qué pasa Fuko? ¿Qué es esto?

FUKO. Hay terremoto, repito, tenemos terremoto. ¡Hay que bajar de inmediato!

NEKO. No puede ser… Tengo miedo…

FUKO. ¡Tranquilo! Todo estará bien… El faro es muy estable…

Sin luz ¡Un faro sin luz! Todo pasó de calma a confusión en segundos. Miedo. Y la
sensación de que la estructura se movía mientras el ruido de la tormenta, las olas y
los pájaros desconcertados afuera hacían que mi corazón, otra vez, se acelerara al
máximo. Mientras bajábamos por las largas escaleras se escuchó un golpe. Un terrible
estruendo.

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NEKO. Resultó que, con el faro apagado, un enorme barco pesquero chocó con
nosotros. Bueno, con la base del faro, que es un islote de piedras. Al no haber luz y
con el oleaje provocado por el terremoto se desvió de su ruta. Apenas unos pocos
metros que fueron suficientes para impactarnos.
“¡Neko, sálvate! ¡Busca tierra firme!”, me gritó Fuko, que a pesar de todo regresó a su
puesto de mando para avisar del colapso del barco a través del radio de ondas.
Sentí el golpe en el faro como si yo mismo no fuera un gato sino una linterna enorme
que se tambalea. Primero se escuchó un crujido, durante un rato parecía que todo
estaba bien, pero después se fue inclinando lentamente, primero para un lado,
después para otro como decidiendo en dónde caer. Un crujido y desmoronamiento
posterior de cables, muebles, las cosas de la casa de Fuko más el agua de lluvia
entrando por la ventana y bajando por las escaleras de metal. Todo era difuso.
Inesperado. Húmedo.
En pocos minutos, acaso en simplemente segundos este pequeño punto, esta
pequeña luz de la costa se borraba del mapa.
No sabía qué hacer. Ni para dónde ir. Ni cómo pedir ayuda. Yo solamente pensaba
que era un gato de casa en el momento incorrecto en el momento impreciso.
Y mientras el faro se rompía y se hundía lentamente en la costa, yo lo veía todo desde
tierra firme, tal y como me había indicado Fuko minutos antes del colapso definitivo.
Salté por la ventana hacia el lado contrario del faro en caída. Es una gran ventaja
poder ver en la oscuridad. Nunca había apreciado ese súper poder que tenemos los
felinos.
Salvé la vida de milagro.
Ya me pueden restar otra de las siete vidas que tenía.

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A cuadro, de día.

REPORTERA. Después de la caída del famoso Faro de Satamisaki con el accidente


del barco pesquero de Kimotsuki, la agencia nacional de policía acordonó la zona para
rescatar a los sobrevivientes. Las ráfagas de viento y la lluvia del tifón dificultaron la
búsqueda; por eso llama tanto la atención la presencia de un hermoso gatito negro
que por alguna razón no se separa de este cuaderno tradicional japonés, que además
utiliza como cama y almohada.

Las personas de esta prefectura se acercan para traerle comida y agua e incluso le
han dejado un paraguas y ropa para que se resguarde, porque el gato se niega a
alejarse del cuaderno. Hasta el momento no se ha encontrado al dueño del felino, pero
varias personas han solicitado ya su adopción.

MIKA. Mamá, mamá… ¡Es Neko! Sí, es Neko. Está en televisión… ¡Mira!

MIKA. Mi mamá se acercó y descubrió sorprendida que el gato negro que creíamos
perdido estaba sentado en una ladera cercana al Faro de Satamisaki, encima de un
gran cuaderno, como esperando a que yo llegara.

Había pasado más de una semana desde el accidente del faro. Entonces le confesé a
mi mamá que yo envié a Neko con una carta para mi padre, que era mi culpa que él
estuviera ahí. Me abrazó un largo rato y esa misma noche fuimos hasta Satamisaki,
usando la misma ruta que ese gatito viajero: tren, autobús y metro y otra vez autobús
hasta que lo rescatamos junto con el diario que mi padre escribía. Y claro, Neko tuvo
su propio pez.

NEKO. Fui un padre/madre muy responsable. Aunque los peces viven poco, la
verdad.

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十一

Rompe en definitiva al personaje.

MIKA/ACTRIZ. Mi padre, Fuko, seguramente murió en el accidente del faro de


Satamisaki. Y su cuerpo se hizo uno con el mar. Con el paso de los días las labores
oficiales de búsqueda se suspendieron. Y nos fuimos resignando. Aunque yo en ese
momento era una niña, no hay día en que no recuerde cómo fue llegar a la costa y ver
el pequeño islote sin faro. Y mi gatito orgulloso encima del cuaderno.

La gente está un día, te saluda, te habla y abraza y otro día, no muy lejano, ya se ha
ido.

Siendo niña tuve poca relación con él, pero me quedó el diario ilustrado que escribía
y dibujaba para mí. Siento que aún es una forma extraña pero hermosa de conocerlo,
de saber quién fue, qué pensaba y cómo nos distanciaron.

Ahora que soy mayor entiendo que los niños y las niñas no deberíamos estar en una
disputa, en medio de una pelea por el cariño o la convivencia con un adulto. Hacer
eso es cruel, es violento. Y no dejo de pensar en todos los papás y mamás, abuelos y
abuelas alejados injustamente de sus hijos y nietos, pero sobre todo en esas personas
pequeñas que no pueden recibir el cariño que se merecen, como me ocurrió a mí con
mi padre. Es algo que lamentablemente ya no se puede remediar.

Sonido de notificación en teléfono.

Bueno, voy terminando la obra porque me están esperando en el refugio de animales.


Hoy voy a adoptar a mi primer gatito como adulta, un Neko cachorro. Creo que le
pondré Faro. Sí, mi gato se llamará Faro y con su mirada me iluminará cada día. ¿Les
gusta? A mí mucho.

Kurai.

Obra escrita gracias al Sistema Nacional de Creadores de Arte 2020-2023 del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (SACPC)

Obra registrada ante la SGAE, para solicitar la cesión gratuita de derechos de autor durante al año 2022 se debe escribir a info@enriqueolmos.com

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