Suma Teologica 2
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Dios, y no sólo como ser, sino también como principio y fin de las cosas, especialmente de las criaturas
racionales según ha quedado demostrado (q.1 a.7), en nuestro intento de exponer dicha doctrina
trataremos lo siguiente: primero, de Dios; segundo, de la marcha del hombre hacia Dios; tercero, de
Cristo, el cual, como hombre, es el camino en nuestra marcha hacia Dios.
La reflexión sobre Dios abarcará tres partes. En la primera trataremos lo que es propio de la esencia
divina; en la segunda, lo que pertenece a la distinción de personas; en la tercera, lo que se refiere a las
criaturas en cuanto que proceden de Él.
Con respecto a la esencia divina, sin duda habrá que tratar lo siguiente: primero, la existencia de Dios;
segundo, cómo es, o mejor, cómo no es; tercero, de su obrar, o sea, su ciencia, su voluntad, su poder.
Por el contrario, si algunos no conocen en qué consiste el predicado y en qué el sujeto, la proposición
será evidente en sí misma, pero no lo será para los que desconocen en qué consiste el predicado y en
qué el sujeto de la proposición. Así ocurre, como dice Boecio, que hay conceptos del espíritu comunes
para todos y evidentes por sí mismos que sólo comprenden los sabios, por ejemplo, lo incorpóreo no
ocupa lugar.
Por consiguiente, digo: La proposición Dios existe, considerada en sí misma, es evidente por sí
misma, ya que en ella sujeto y predicado son lo mismo, pues Dios es su mismo ser, como veremos (q.3
a.4). Pero, puesto que no sabemos en qué consiste Dios, para nosotros no es evidente, sino que
necesitamos demostrarlo a través de aquello que es más evidente para nosotros y menos por su
naturaleza, esto es, por los efectos.
A las objeciones:
1. Conocer de un modo general y no sin confusión que Dios existe, está impreso en nuestra naturaleza
en el sentido de que Dios es la felicidad del hombre; puesto que el hombre por naturaleza quiere ser
feliz, por naturaleza conoce lo que por naturaleza desea. Pero a esto no se le puede llamar exactamente
conocer que Dios existe; como, por ejemplo, saber que alguien viene no es saber que Pedro viene
aunque sea Pedro el que viene. De hecho, muchos piensan que el bien perfecto del hombre, que es la
bienaventuranza, consiste en la riqueza; otros, lo colocan en el placer; otros, en cualquier otra cosa.
2. Es probable que quien oiga la palabra Dios no entienda que con ella se expresa lo más inmenso que
se pueda pensar, pues de hecho algunos creyeron que Dios era cuerpo. No obstante, aun suponiendo
que alguien entienda el significado de lo que con la palabra Dios se dice, sin embargo no se sigue que
entienda que lo que significa este nombre se dé en la realidad, sino tan sólo en la comprensión del
entendimiento. Tampoco se puede deducir que exista en la realidad, a no ser que se presuponga que en
la realidad hay algo tal que no puede pensarse algo mayor que ello. Y esto no es aceptado por los que
sostienen que Dios no existe.
3. La verdad en general existe, es evidente por sí mismo; pero que exista la verdad absoluta, esto no
es evidente para nosotros.
La segunda es la que se deduce de la causa eficiente. Pues nos encontramos que en el mundo sensible
hay un orden de causas eficientes. Sin embargo, no encontramos, ni es posible, que algo sea causa
eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible. En las causas eficientes no es
posible proceder indefinidamente porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa
de la intermedia; y ésta, sea una o múltiple, lo es de la última. Puesto que, si se quita la causa,
desaparece el efecto, si en el orden de las causas eficientes no existiera la primera, no se daría tampoco
ni la última ni la intermedia. Si en las causas eficientes llevásemos hasta el infinito este proceder, no
existiría la primera causa eficiente; en consecuencia no habría efecto último ni causa intermedia; y esto
es absolutamente falso. Por lo tanto, es necesario admitir una causa eficiente primera. Todos la llaman
Dios.
La tercera es la que se deduce a partir de lo posible y de lo necesario. Y dice: Encontramos que las
cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es
posible que existan o que no existan. Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan
siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues,
todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió.
Pero si esto es verdad, tampoco ahora existiría nada, puesto que lo que no existe no empieza a existir
más que por algo que ya existe. Si, pues, nada existía, es imposible que algo empezara a existir; en
consecuencia, nada existiría; y esto es absolutamente falso. Luego no todos los seres son sólo
posibilidad; sino que es preciso algún ser necesario. Todo ser necesario encuentra su necesidad en otro,
o no la tiene. Por otra parte, no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su
necesidad llevando este proceder indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes
(núm. 2). Por lo tanto, es preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su
necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás. Todos le dicen Dios.
La cuarta vía se toma de los grados que se encuentran en las cosas. Pues se encuentra en las cosas
algo más y menos bueno, y verdadero, y noble, y así otras cosas semejantes. Pero este más y
este menos se dice de las cosas en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo. Así, caliente se
dice de aquello que se aproxima más al máximo calor. Hay algo, por tanto, que es verísimo y óptimo y
nobilísimo; y, en consecuencia, es el máximo ser; pues las cosas que son máximamente verdaderas, son
máximamente seres, como se dice en II Metaphys.. Pero lo que es máximamente tal en algún género es
la causa de todas las cosas que son de ese género, como el fuego, que es el máximo calor, es causa de
todos los calores, como se explica en el mismo libro —, del mismo modo hay algo que en todos los
seres es causa de su ser, de su bondad, de cualquier otra perfección, y a éste le llamamos Dios.
La quinta se deduce a partir del ordenamiento de las cosas. Pues vemos que hay cosas que no tienen
conocimiento, como son los cuerpos naturales, y que obran por un fin. Esto se puede comprobar
observando cómo siempre o a menudo obran igual para conseguir lo mejor. De donde se deduce que,
para alcanzar su objetivo, no obran al azar, sino intencionadamente. Las cosas que no tienen
conocimiento no tienden al fin sin ser dirigidas por alguien con conocimiento e inteligencia, como la
flecha por el arquero. Por lo tanto, hay alguien inteligente por el que todas las cosas son dirigidas al fin.
Le llamamos Dios.
A las objeciones:
1. Escribe Agustín en el Enchiridion: Dios, por ser el bien sumo, de ninguna manera permitiría que
hubiera algún tipo de mal en sus obras, a no ser que, por ser omnipotente y bueno, del mal sacara un
bien. Esto pertenece a la infinita bondad de Dios, que puede permitir el mal para sacar de él un bien.
2. Como la naturaleza obra por un determinado fin a partir de la dirección de alguien superior, es
necesario que las obras de la naturaleza también se reduzcan a Dios como a su primera causa. De la
misma manera también, lo hecho a propósito es necesario reducirlo a alguna causa superior que no sea
la razón y voluntad humanas; puesto que éstas son mudables y perfectibles. Es preciso que todo lo
sometido a cambio y posibilidad sea reducido a algún primer principio inmutable y absolutamente
necesario, tal como ha sido demostrado.