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Ritual de Ordenación

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Arquidiócesis de Tegucigalpa

SANTA EUCARISTÍA
DE
ORDENACIÓN
PRESBITERAL
P. Eduin Narciso Figueroa Bautista
P. Samuel Alejandro Salgado Romero

06 DE ENERO DE 2024
SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Basílica Nuestra Señora de Suyapa
MONICIÓN DE ENTRADA
“En virtud del sacramento del Orden, los presbíteros participan de la universalidad de la misión
confiada por Cristo a los apóstoles. El don espiritual que recibieron en la ordenación los prepara,
no para una misión limitada y restringida, "sino para una misión amplísima y universal de
salvación hasta los extremos del mundo”, "dispuestos a predicar el evangelio por todas partes".
(CEC 1565)

¡Bienvenidos hermanos, muy buenos días!

Con inmensa alegría nos reunimos esta mañana, convocados por Jesucristo que se
manifiesta a las naciones, para ofrecer al Padre Dios esta acción de gracias en la
que serán consagrados en el orden de los presbíteros, nuestros hermanos
Diáconos: Eduin Narciso Figueroa Bautista y Samuel Alejandro Salgado
Romero. Como familia arquidiocesana nos gozamos en el Señor, uniéndonos a la
felicidad de sus padres, familiares, amigos y comunidad de origen, pues el Señor ha
sido fiel y sigue enviándonos operarios para trabajar en su mies. Recibamos a
nuestro arzobispo Mons. José Vicente Nácher Tatay, cabeza y pastor de nuestra
arquidiócesis, cantando con el gozo de sabernos pueblo de Reyes y sacerdotes del
Señor.

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Ritos Iniciales
Estando todo dispuesto, se inicia la procesión por la iglesia hacia el altar según el
modo acostumbrado. Precede el diácono portador del libro de los Evangelios, con
los demás diáconos, si los hay; siguen los ordenandos, los presbíteros
concelebrantes y, finalmente, el Obispo, con sus dos diáconos asistentes
ligeramente detrás de él.
Mientras tanto, se entona la antífona de entrada con su salmo, u otro canto
apropiado.
Los ritos iniciales y la liturgia de la Palabra se realizan del modo acostumbrado,
hasta el Evangelio inclusive.
ⴕ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R: Amén.
La paz esté con ustedes.
R: Y con tu espíritu.
Acto Penitencial
Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la
conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se
acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos. Se hace una breve
pausa en silencio.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por
eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y
nos lleve a la vida eterna.
R: Amén.
A continuación, el coro junto con la asamblea entona el Gloria.

Oración Colecta

S eñor Dios, que en este día manifestaste a tu Unigénito a las naciones, guiándolas
por la estrella, concede a los que ya te conocemos por la fe, que lleguemos a
contemplar la hermosura de tu excelsa gloria. Por nuestro Señor Jesucristo...
R: Amén.

3
Liturgia de La Palabra
Monición a la Primera Lectura
El Señor nos llama a levantarnos y resplandecer, porque ha llegado nuestra luz. En
este momento de ordenación presbiteral recordemos que somos portadores de la
luz de Cristo, llamados a ser guías y acompañantes de aquellos que buscan a Dios.
Primera Lectura
Lectura del libro de Isaías 60, 1-6
¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece
sobre ti! Las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti
amanecerá el Señor, y su gloria se verá sobre ti.
Caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la
vista en torno, mira: todos esos se han reunido, vienen hacia ti; llegan tus hijos
desde lejos, a tus hijas las traen en brazos.
Entonces lo verás, y estarás radiante; tu corazón se asombrará, se ensanchará,
porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti, y a ti llegan las riquezas de los
pueblos.
Te cubrirá una multitud de camellos, dromedarios de Madián y de Efá. Todos los
de Saba llegan trayendo oro e incienso, y proclaman las alabanzas del Señor.
Palabra de Dios.

Salmo 71, 1bc-2. 7-8. 10-11. 12-13


R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.
En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R/.
Los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Los reyes de Saba y de Arabia

4
le ofrezcan sus dones;
póstrense ante él todos los reyes,
y sírvanle todos los pueblos. R/.
Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.

Monición a la Segunda Lectura


El misterio de la fe nos muestra que todos somos parte del mismo cuerpo en Cristo
Jesús, sin importar nuestras diferencias. Permitamos que este misterio nos
transforme y nos impulse a vivir en unidad y amor en nuestro caminar de fe.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3, 2-3a. 5-6
Hermanos: Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha
dado en favor de vosotros, los gentiles.
Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido
manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el
Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son
coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en
Jesucristo, por el Evangelio.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio
La salvación que nos ofrece Jesús es para todos. Por lo que este relato que
escucharemos nos invita a tener una fe valiente que busca a Dios en lugares
inesperados y que se postra ante su presencia, ofreciéndole lo mejor de nosotros.
Acojamos este mensaje y permitamos que nos transforme.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 1-12
Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos
de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su
estrella y venimos a adorarlo».

5
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los
sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el
Mesías.
Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú,
Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”».
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo
en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad
cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo
también a adorarlo».
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que
habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde
estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño
con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus
cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se
retiraron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.

Comienza después la Ordenación de presbíteros. El Obispo se acerca, si es


necesario, a la sede preparada para la Ordenación, y se hace la presentación de los
candidatos.

Elección de los candidatos.


La Santa Madre Iglesia nunca ordena presbítero a nadie sin antes ordenarlo
diácono, para que se acrisole en el servicio a Cristo: en los más necesitados, en los
desesperados y, así sepa encarnar el servicio como eje central de su vida. El
Diácono, ha aprendido en el altar que su vida debe estar configurada con la cruz
de Cristo Sumo y eterno sacerdote. Ellos han demostrado su dedicación y servicio
a la Iglesia, y ahora se preparan para asumir un nuevo ministerio en el servicio de
Dios y su pueblo.
Es por ello que en este momento se presenta al diácono candidato al presbiterado.
Los ordenandos son llamados por el diácono de la forma siguiente:
Acérquense los que van a ser ordenados presbíteros.
E inmediatamente los nombra individualmente; cada uno de los llamados dice:
Presente.
6
Y se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia. Permaneciendo los ordenandos
de pie ante el Obispo, un presbítero designado por el Obispo dice:
Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes presbíteros a estos
hermanos nuestros.
El Obispo le pregunta:
¿Sabes si son dignos?
Y él responde:
Según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al pueblo cristiano,
doy testimonio de que han sido considerados dignos.
El Obispo:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a estos hermanos
nuestros para el Orden de los presbíteros.
Todos dicen:
Te damos gracias, Señor.

Homilía
Promesa de los elegidos
Dios a cada uno de nosotros nos llama desde el respeto absoluto a nuestra libertad.
Es por ello que Monseñor José Vicente, como obispo de esta arquidiócesis,
interrogará a los elegidos sobre su deseo de recibir el ministerio en el grado de los
Presbíteros y ellos responderán libremente ante su Obispo y la asamblea.
Después de la homilía, solamente los elegidos se levantan y se ponen de pie ante
el Obispo, quien los interroga, conjuntamente, con estas palabras:
Queridos hijos: Antes de entrar en el Orden de los presbíteros es necesario que
manifiesten ante el pueblo su decisión de recibir este ministerio.
¿Quieren desempeñar siempre el ministerio sacerdotal en el grado de presbíteros,
como fieles colaboradores del Orden episcopal, apacentando el rebaño del Señor
bajo la guía del Espíritu Santo?
Los elegidos, todos a la vez, responden:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieren desempeñar con dedicación y sabiduría el ministerio de la palabra en la
predicación del Evangelio y la exposición de la fe católica?
7
Los elegidos:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieren celebrar con piedad y fidelidad los misterios de Cristo, especialmente el
sacrificio de la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación, para alabanza de
Dios y santificación del pueblo cristiano, según la tradición de la Iglesia?
Los elegidos:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieren implorar, junto con nosotros, la misericordia divina a favor del pueblo
que les sea confiado, cumpliendo así el mandato de orar continuamente?
Los elegidos:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieren unirse cada día más estrechamente a Cristo, sumo Sacerdote, que por
nosotros se entregó al Padre como víctima santa, y consagrarse
a Dios junto con él para la salvación de los hombres?
Los elegidos:
Sí, quiero, con la gracia de Dios.
Los elegidos han de tener en su vida una actitud de filial obediencia a su obispo, a
semejanza de Cristo que, en todo momento, permaneció obediente al Padre. Por
eso en este momento cada uno prometerá obediencia a Monseñor José Vicente y
a sus sucesores.
En seguida, cada uno de los elegidos se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone
sus manos juntas entre las manos del Obispo.
El Obispo pregunta al elegido, diciendo:
¿Prometes obediencia y respeto a mí y a mis sucesores?
El elegido:
Sí, prometo.
El Obispo concluye siempre:
Que Dios mismo lleve a término esta obra buena que en ti ha comenzado.

8
Oración litánica
La oración siempre ha sido el pilar de la comunidad eclesial. En las letanías, la
Iglesia peregrina acude ante la Iglesia triunfante de los bienaventurados,
suplicándole, a través de los santos, que su favor y ayuda se vuelquen sobre la
Iglesia terrena y sobre estos elegidos al presbiterado. Los ordenandos se postrarán
en el suelo, como signo de que se hacen morir a sí mismos, para luego levantarse
como un nuevo ser.
A continuación, todos se levantan. El Obispo, dejando la mitra, de pie, con las
manos juntas y de cara al pueblo, hace la invitación:

O remos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso,


para que derrame generosamente sus dones
sobre estos elegidos para el ministerio de los presbíteros.
Entonces, los elegidos se postran en tierra, y se cantan las letanías; todos
responden. El diácono dice:
Nos ponemos de rodillas.
Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros
San Miguel, ruega por nosotros
Santos Ángeles de Dios, rueguen por nosotros
San Juan Bautista, ruega por nosotros
San José́, ruega por nosotros
Todos los santos patriarcas y profetas, rueguen por nosotros
San Pedro y san Pablo, rueguen por nosotros
San Andrés, ruega por nosotros
San Juan, ruega por nosotros
Todos los santos apóstoles y evangelistas, rueguen por nosotros
San Mateo, ruega por nosotros
Santa María Magdalena, ruega por nosotros
Todos los santos discípulos del Señor, rueguen por nosotros
San Esteban, ruega por nosotros
San Ignacio de Antioquía, ruega por nosotros
San Lorenzo, ruega por nosotros
Santas Perpetua y Felicidad, rueguen por nosotros
Santa Inés, ruega por nosotros

9
Todos los santos mártires, rueguen por nosotros
San Gregorio, ruega por nosotros
San Agustín, ruega por nosotros
San Atanasio, ruega por nosotros
San Basilio, ruega por nosotros
San Martín, ruega por nosotros
San Benito, ruega por nosotros
Santos Francisco y Domingo, rueguen por nosotros
San Francisco Javier, ruega por nosotros
San Juan María Vianney, ruega por nosotros
Santa Catalina de Siena, ruega por nosotros
Santa Teresa de Jesús, ruega por nosotros
Santa Teresa del Niño Jesús, ruega por nosotros
Todos los santos y santas de Dios, rueguen por nosotros
Muéstrate propicio, líbranos, Señor
De todo mal, líbranos, Señor
De todo pecado, líbranos, Señor
De la muerte eterna, líbranos, Señor
Por tu encarnación, líbranos, Señor
Por tu muerte y resurrección, líbranos, Señor
Por el envío del Espíritu Santo, líbranos, Señor
Nosotros, que somos pecadores, te rogamos, óyenos
Para que gobiernes y conserves a tu Santa Iglesia, te rogamos, óyenos
Para que asistas al Papa y a todos los miembros del clero en tu servicio santo, te
rogamos, óyenos
Para que bendigas a estos elegidos, te rogamos, óyenos
Para que bendigas y santifiques a estos elegidos, te rogamos, óyenos
Para que bendigas, santifiques y consagres a estos elegidos, te rogamos, óyenos
Para que concedas paz y concordia a todos los pueblos de la tierra.
te rogamos, óyenos.
Para que tengas misericordia de todos los que sufren, te rogamos, óyenos.
Para que nos fortalezcas y asistas en tu servicio santo, te rogamos, óyenos.
Jesús, Hijo de Dios vivo, te rogamos, óyenos.
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Permanecemos de rodillas

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Concluido el canto de las letanías, el Obispo, de pie, y con las manos extendidas,
dice:

S eñor, Dios nuestro, escúchanos


y derrama sobre estos siervos tuyos
tu Espíritu Santo y la gracia sacerdotal;
concede la abundancia de tus bienes
a quienes consagramos en tu presencia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R: Amén
Pueden levantarse. Y todos se ponen de pie.

Imposición de las manos y Plegaria de Ordenación


La imposición de manos y la Oración Consecratoria son el centro de la Ordenación
Presbiteral. Este gesto antiquísimo ha sido utilizado a través de los siglos en la
Iglesia para realizar una curación, transmitir una gracia, un carisma o consagrar a
un elegido, de esta manera el poder apostólico se ha ido transmitiendo de
generación en generación, hasta nuestros días. Con nuestro silencio orante
acompañamos este trascendental momento.
Los elegidos se levantan; se acerca cada uno al Obispo, que está de pie delante de
la sede y con mitra, y se arrodilla ante él.
El Obispo impone en silencio las manos sobre la cabeza de cada uno de los
elegidos.
Después de la imposición de las manos del Obispo, todos los presbíteros
presentes, revestidos de estola, imponen igualmente en silencio las manos sobre
cada uno de los elegidos.
Después de dicha imposición de manos, los presbíteros permanecen junto al
Obispo hasta que se haya concluido la Plegaria de Ordenación, pero de modo
que el rito pueda ser bien visto por los fieles.
Estando todos los elegidos arrodillados ante él, el Obispo, sin mitra, con las
manos extendidas, dice la Plegaria de Ordenación:

A sístenos, Señor, Padre Santo,


Dios todopoderoso y eterno,
autor de la dignidad humana
y dispensador de todo don y gracia;
por ti progresan tus criaturas y por ti se consolidan todas las cosas.

11
Para formar el pueblo sacerdotal,
tú dispones con la fuerza del Espíritu Santo
en órdenes diversos a los ministros de tu Hijo Jesucristo.
Ya en la primera Alianza aumentaron los oficios,
instituidos con signos sagrados.
Cuando pusiste a Moisés y Aarón al frente de tu pueblo,
para gobernarlo y santificarlo,
les elegiste colaboradores,
subordinados en orden y dignidad,
que les acompañaran y secundaran.
Así, en el desierto,
diste parte del espíritu de Moisés,
comunicándolo a los setenta varones prudentes,
con los cuales gobernó más fácilmente a tu pueblo.
Así también hiciste partícipes a los hijos de Aarón
de la abundante plenitud otorgada a su padre
para que un número suficiente de sacerdotes
ofreciera, según la ley, los sacrificios,
sombra de los bienes futuros.
Finalmente, cuando llegó la plenitud de los tiempos,
enviaste al mundo, Padre santo, a tu Hijo, Jesús,
Apóstol y Pontífice de la fe que profesamos.
Él, movido por el Espíritu Santo,
se ofreció a ti como sacrificio sin mancha,
y habiendo consagrado a los apóstoles con la verdad,
los hizo partícipes de su misión;
a ellos, a su vez, les diste colaboradores
para anunciar y realizar por el mundo entero
la obra de la salvación.
También ahora, Señor, te pedimos nos concedas,
como ayuda a nuestra limitación, estos colaboradores
que necesitamos para ejercer el sacerdocio apostólico.
TE PEDIMOS, PADRE TODOPODEROSO,
QUE CONFIERAS A ESTOS SIERVOS TUYOS
LA DIGNIDAD DEL PRESBITERADO;
RENUEVA EN SUS CORAZONES EL ESPÍRITU DE SANTIDAD;

12
RECIBAN DE TI EL SEGUNDO GRADO
DEL MINISTERIO SACERDOTAL
Y SEAN, CON SU CONDUCTA, EJEMPLO DE VIDA.
Sean honrados colaboradores del Orden de los Obispos,
para que por su predicación,
y con la gracia del Espíritu Santo,
la palabra del Evangelio
dé fruto en el corazón de los hombres,
y llegue hasta los confines del orbe.
Sean con nosotros fieles dispensadores de tus misterios,
para que tu pueblo se renueve
con el baño del nuevo nacimiento,
y se alimente de tu altar;
para que los pecados sean reconciliados
y sean confortados los enfermos.
Que en comunión con nosotros, Señor,
imploren tu misericordia
por el pueblo que se les confía
y en favor del mundo entero.
Así todas las naciones, congregadas en Cristo,
formarán un único pueblo tuyo
que alcanzará su plenitud en tu Reino.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
Todos:
Amén.

Unción de las manos y entrega del pan y el vino


Concluida la Plegaria de Ordenación, se sientan todos. El Obispo recibe la mitra.
Los ordenados se levantan. Los presbíteros presentes vuelven a su puesto; pero
algunos de ellos colocan a cada ordenado la estola al estilo presbiteral y le visten la
casulla.

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Los nuevos presbíteros serán revestidos con la estola y la casulla, no para estar
separados del pueblo, sino para actuar en persona de Cristo.
La estola que desde ahora la usará colgada sobre sus hombros significando que al
momento de celebrar los sacramentos sobre él van los gozos y fatigas del pueblo,
también la casulla que significa que él debe ser como la casa en la que todos
tenemos un lugar.
Los nuevos presbíteros serán revestidos: Eduin Narciso Figueroa por los
sacerdotes: _____________________________________________________,
y Samuel Alejandro Salgado será revestido por los sacerdotes:
______________________________________________________________.

Monición para la unción


El signo de la unción proviene desde el Antiguo Testamento. El óleo, evoca la
fuerza del Espíritu Santo, que capacita las manos del nuevo presbítero, para que
sean por Cristo, salvadoras, curadoras, fuertes y suaves a la vez, manos consagradas
que nos darán el pan vivo bajado del cielo.
El obispo atará las manos del nuevo presbítero con un paño especial, luego este
paño será desatado por la madre, como signo que el sacerdote viene de una familia
y, que esta familia dona a su hijo para la Iglesia. La misma familia se compromete
a orar permanentemente por su hijo sacerdote.
Luego, el Obispo toma el gremial y, oportunamente informado el pueblo, unge
con el sagrado crisma las palmas de las manos de cada ordenado, arrodillado ante
él, diciendo:
J esucristo, el Señor,
a quien el Padre ungió
con la fuerza del Espíritu Santo,
te auxilie para santificar al pueblo cristiano
y para ofrecer a Dios el sacrificio.
Después, el Obispo y los ordenados se lavan las manos.

14
Monición para la entrega del cáliz y la patena
En la Patena se coloca el pan que luego se convertirá en Cuerpo de Cristo y en el
Cáliz el vino que se convertirá en su Sangre, por eso a los ordenados les son
entregados ambos objetos sagrados como símbolo de la misión santa que hoy la
Iglesia le encomienda.
A continuación, los fieles llevan el pan sobre la patena y el cáliz ya con el vino y el
agua, para la celebración de la Misa. El diácono lo recibe y se lo entrega al Obispo,
quien a su vez lo pone en las manos de cada uno de los ordenados, arrodillados
ante él, diciendo:

R ecibe la ofrenda del pueblo santo


para presentarla a Dios.
Advierte bien lo que vas a realizar,
imita lo que tendrás en tus manos
y configura toda tu vida
con el misterio de la cruz del Señor.
Abrazo de paz
Ya contamos con dos nuevos presbíteros, y ellos son recibidos por su gran familia
presbiteral, a la que se suman como hermanos con quienes siempre se puede contar
con oraciones y apoyo en cualquier necesidad. Iniciando con nuestro Obispo todos
les reciben con un abrazo de paz. Y nosotros nos unimos con un festivo aplauso.
Finalmente, el Obispo da a cada uno de los ordenados el beso de paz, diciendo:
La paz sea contigo.
El ordenado responde:
Y con tu espíritu.
Y lo mismo hacen todos o al menos algunos de los presbíteros presentes.
Mientras tanto, puede cantarse un canto apropiado.
Prosigue la Misa como de costumbre. Si lo indican las rúbricas, se dice el Símbolo
de la fe.
Se omite la oración universal.
Cada Ordenación Sacerdotal es la respuesta de Dios a nuestra oración por las
vocaciones, pero no debemos quedarnos quietos y complacidos. Llevamos en
procesión las ofrendas para ponerlas en el altar, junto a nuestros proyectos
familiares, parroquiales y Diocesanos, para que el Señor los tome junto al sacrificio
de Jesús Sumo y Eterno Sacerdote.

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