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Aires de Familia 1

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AIRES DE FAMILIA

Susana Cazzaniga
Cuadernillo Nº 21
Las intervenciones de los trabajadores sociales, independientemente de la problemática que aborda
siempre están relacionadas a ciertos "aires de familia", por ausencia o presencia, por necesidad o mera
contingencia, por objetivos institucionales o por decisiones profesionales. En las prácticas
profesionales la vida familiar de los sujetos suele constituirse en obstáculos que provienen tanto de los
propios prejuicios del trabajador social, como de ciertos "mitos" construidos en la cultura disciplinar,
que pasan a convertirse en categorías de análisis que suelen no ser revisados en su uso cotidiano. Es
probable que desde la propia formación académica hayamos privilegiado los análisis teóricos,
absolutamente necesarios y las construcciones metodológicas, dejando en un segundo plano las
discusiones con la modalidad de foros -para nombrar una- de las situaciones que enfrentan los
profesionales en su práctica cotidiana, portadoras de las singularidades de las intervenciones, donde
podríamos enseñar y aprender, no desde el mero relato de experiencias, sino desde las
argumentaciones teóricas que las mismas merecen. Quizás en estos espacios podríamos elucidar con
rigurosidad acerca de estos aires de familia que continuamente aparecen, que no pueden tener
tratamientos universales y que nos permitiría reconstruir desde otros lugares esos obstáculos a los que
hago referencia. Algunos intentos se están dando en nuestra unidad académica a partir del Seminario
de Familia, de proyectos de investigación y de ciertos esfuerzos por institucionalizar un Programa de
Familia. En esta línea es que he escrito este artículo, desde la presentación de situaciones, algunas de
las innumerables en las que he participado como trabajadora social, en las que la cuestión de la familia
estuvo circulando. Se trata de fragmentos seleccionados en los que algún aspecto de los que identifico
como obstáculos se han presentado; por ese motivo, al final de cada uno hice "anotaciones". Las
mismas están puestas como núcleos para debatir.
i.- En cierta ocasión fui consultada por dos trabajadoras sociales que se encontraban realizando un
estudio acerca de niños que trabajaban en la calle. Su preocupación tenía que ver con la información
obtenida sobre las familias de los mismos y la ficha de vuelco de datos que habían confeccionado al
respecto: no tenían "casilleros" para incorporar a otras personas que vivían en la misma casa, sólo les
quedaba un item, el de observaciones. Y allí aparecía, tratando de explicar extensas identificaciones de
otros niños que la generosidad de la pobreza había cobijado, la tía de la hermana de la vecina que
había llegado del campo, y necesitó de amparo, la bisabuela muy anciana pero con pensión, el abuelo
que se hacía cargo de las tareas domésticas mientras la hija (la madre de los chicos) trabajaba, la
"comadre", el "padrino", y otros, y otros. A favor de las colegas, "algo les hacía ruido". La prolija
categorización que les había llevado tanto tiempo en la elaboración de sus instrumentos de registro
(tengo que aclarar que tenían pocos meses de recibidas, y llevaban frescas las nociones metodológicas
aprendidas, y de esto, ha transcurrido un tiempo considerable), no daba cuenta de la realidad que
estaban indagando. Por más que forzaran, no había forma de hacer coincidir instrumento con vida
familiar. "Conformación familiar", esto es el casillero correspondiente a padre, madre, hermanos
apenas si podía ser llenado, y paralelamente, "Observaciones" iba aumentando considerablemente.
Entonces ¿cómo lograr tabulaciones claras, datos confiables, descripciones precisas?, ¿cómo "hablar"
de las familias de los chicos? Varias dimensiones atravesaban sus desvelos, sin que ellas pudieran
discernirlas. Varias dimensiones absolutamente unidas, y que la racionalidad instrumental encubre
independientemente de las buenas intenciones: el orden de lo teórico, de lo epistemológico, y de lo
ético como los más relevantes. En la explicitación aparecía la cuestión técnica como demanda; el
problema radicaba, según sus manifestaciones, en el instrumento al que había que anexar más espacio
para los aspectos que no se contemplaban. No estaban equivocadas respecto del instrumento, el
obstáculo tenía que ver en todo caso, en cómo hacer posible el reconocimiento de un entramado
teórico, epistemológico y ético que se constituyera como soporte desde el cual realizar lecturas acerca
de la realidad familiar. En síntesis, el tema era la mirada, ese instrumento personal (¡claro que se
trataba de instrumentos!), socializado formal e informalmente que ilumina y oculta. Mirada
profesional, mirada investigadora que debe ser "remirada" cada vez que ponemos en acto la
intervención profesional y la práctica investigativa.
Primera anotación: acerca de la construcción previa de las "claves" desde las cuales se comprende,
interpreta, explica y su necesidad de reflexión y revisión teórica constante.
ii.- Marcelo tenía diez años, y se encontraba internado. Había ingerido una cantidad suficiente de
psicofármacos como para morir, pero la intervención rápida de los médicos logró que sobreviva. La
reunión de los especialistas en el hospital determinó la presencia de un trabajador social para
completar lo que en ese momento se entendió como necesidad de intervención interdisciplinaria. Ante
la ausencia de un profesional de esta especificidad en la institución fui convocada para participar (era
trabajadora social del municipio). Luego de conocer los aspectos generales de la situación y delinear
con el pediatra, el psiquiatra y el director algunas líneas de trabajo, intenté acercarme a la madre que
desde la llegada de su hijo a la sala no se movía del lado de la cama. La cuestión (entendida ésta como
pregunta inquisidora que adquiere visibilidad y condición de "insoportabilidad" social por lo que
demanda respuesta), estaba representada por la decisión de un niño de diez años de quitarse la vida, la
intención de la intervención, reconstruir su condición de sujeto capaz de vivir de acuerdo a su
condición de niño. Las primeras acciones, superadas las urgencias vitales, estaban encaminadas a
comprender el entramado cotidiano de su vida para ir definiendo las alternativas disciplinarias e
interdisciplinarias. Algunas "sospechas" que rondaban en el equipo hablaban de posibles malos tratos,
o "tendencia suicidógena" de los adultos (calificación del psiquiatra, a partir de conocerse que las
pastillas eran de uso cotidiano de la mamá). Trabajo Social podía aportar en ese primer tramo, ¿quién
si no, dijeron los demás profesionales?. Mi propia sospecha era que lo que me estaban demandando
era un papel de "averiguadora". El de inspeccionar y encontrar las pistas para definir el "tipo de caso"
que se nos presentaba. Así, de confirmarse violencia doméstica estaríamos frente a "un caso de
violencia" y la vía de respuesta sería la judicialización; de obtenerse información donde aparecieran
antecedentes de autodestrucción, bien podría pasar a ser considerado "un caso psiquiátrico", por lo
tanto la psicopatologización. ¿Qué se entendía por "entramado cotidiano de la vida del niño" como
aspectos de comprensión para la especificidad?. Conocer esta dimensión significaba abordar en primer
lugar el ámbito familiar, reconstruir ese espacio simbólico desde la perspectiva de los actores para
reconocer sus lugares, identidades atribuidas y asumidas, modos de reproducción cotidiana de las
aspiraciones de vida (¿o muerte en este caso?), sus condiciones concretas de existencia, limitantes y
posibilidades. Debía introducirme, desde un espacio público en un ámbito privado: lo más íntimo de
los seres humanos, en un momento sumamente significativo. ¿Para qué, era mi pregunta? Debo
confesar que con este interrogante sin contestar llegué a la primera entrevista con la madre, y también
que recibí una serie de improperios de su parte, con amenaza de golpes incorporados ¡Qué tiene que
meterse usted en mi vida! (Si el resto del equipo hubiera estado presente probablemente la escena
habría abonado el tema de la violencia). Después de varios intentos, con la mejoría del niño y algo de
calma en la señora, logramos conversar, acordando que "había un problema", y que era oportuno
encontrar salidas para ello. Los sucesivos encuentros primero en el hospital, luego en el domicilio, me
iban aportando a la respuesta del "para qué". La reconstrucción del entramado cotidiano de la vida del
niño, llevaba a ahondar en la familia; cada visita ofrecía nuevas dimensiones de conversación y
análisis con la señora, junto a la toma de decisiones. Las reuniones interdisciplinarias comenzaron a
tener otro giro. Si bien se mantenían ciertas posturas, las diferentes miradas iban reconstruyendo la
situación inicial, desplazándose la fuerte impronta de encontrar "el tipo de caso para..." hacia la
comprensión de una problemática mucho más amplia y compleja, que admitía desde una totalidad de
interpretación, múltiples intervenciones complementarias. El niño comenzó a ser tratado por una
psicóloga infantil, la señora accedió a sesiones con el psiquiatra del equipo, y como trabajadora social
intentaba afianzar los sostenes sociales del grupo familiar, y apoyar con diferentes recursos
institucionales en las decisiones que en su seno se tomaban. Grupo familiar, allí otro interrogante.
¿Cómo entender a ese grupo familiar que se aparecía como huidizo para su conceptualización?. La
convivencia cotidiana era compartida por la señora y sus tres hijos, los dos mayores (entre ellos
Marcelo), hijos del esposo del cual se encontraba separada hacía mucho tiempo, el menor, de otro
hombre, que visitaba regularmente la casa, pero que la señora ocultaba. El padre de los niños vivía en
la misma ciudad y éstos solían pasar los fines de semana con él. Otro gran tema para las reuniones del
equipo: qué entendíamos por familia, desde cada especificidad y desde nuestras propias
representaciones sociales. Quiénes integraban esa familia. Cómo enunciaban su situación de familia.
Cuál era el conflicto familiar que había "desbordado" en el niño optando por su desaparición física.
Qué aspectos familiares debíamos reforzar en cada encuentro con los integrantes. Desde el punto de
vista de la especificidad del Trabajo Social, el desafío era no quedar entrampada en lecturas e
interpretaciones de la psicología, como tampoco en ser la portadora en el equipo de la observación del
grupo en su cotidianeidad, para que los demás profesionales a partir de esa información, reformularan
su propia intervención. A la distancia puedo decir que estaba interviniendo en varios frentes, mi lugar
en el equipo, intentando "decir" con voz propia, esto es desde una particularidad profesional,
dialogando con otros saberes absolutamente pertinentes pero que no debían ser los hegemónicos, como
los únicos autorizados a los que otras profesiones tenían que subordinarse; mi presencia en la vida
familiar, tratando de comprender su entramado de significaciones y así complejizar la problemática en
términos interdisciplinarios, pero a la vez para dar un horizonte de sentido a la intervención como
trabajadora social. En el plano del equipo de profesionales, había logrado que se repiensen las
primeras sospechas que se sostenían. La existencia de un jardín con plantas (en particular una de rosas)
que había sido un punto de encuentro en la conversación con la señora, el cuidado que le prodigaba, su
conocimiento acerca de las mismas, daba cuenta, según mi interpretación de un apostar a la vida. Esta
dimensión simbólica que fue tratada en las reuniones permitió desplazar la idea de muerte como eje
familiar, y considerar este aspecto como metáfora de vida. La observación provino del trabajo social,
alejada de lecturas psicologistas. Tuvo que ver con el modo de mirar, no sólo lo material (como y con
qué estaba construida la casa, espacios habitacionales, etc.) sino con las atribuciones de sentido que se
le otorgaba a cada "cosa". Respecto de la cuestión de malos tratos o violencia, podía hablar desde la
especificidad de una constante. ¿Cómo circulaba la violencia?, ¿Qué clase de violencia visitaba ese
hogar?. Una madre que intentaba dar respuesta a la sobrevivencia de sus hijos trabajando en servicio
doméstico durante la mayor parte del día, buscando una "legalidad" en términos de forma de vida que
se oponía a la decisión por fuera de la misma por la que había optado el padre de sus hijos mayores.
"Vida fácil" la que ofrecía el progenitor, circuito del margen para obtener ingresos: comercio de
mujeres, "tráficos diversos". "Vida dura, difícil", cansancio, limpieza de casas ajenas, vuelta a su
hogar, angustia, desborde... lo que proponía la señora, y otro hombre que era difícil incorporar sin que
el entorno la comparara con aquello por lo que luchaba para diferenciarse. Violencia simbólica,
violencia material ¿A cuáles de los integrantes del equipo le correspondía abordarla?, ¿Cómo hacerlo
desde una integralidad, pero sin invadir campos específicos?. La decisión del equipo fue la
importancia de reforzar la identidad de la señora como madre y como mujer. En el plano más
psicológico se trabajaría este aspecto desde la subjetividad del niño y la madre. Desde Trabajo Social,
la validación de un grupo familiar como integrante de una comunidad: el barrio y sus instituciones.
Los rosales florecen dos veces al año "... en julio como en enero"1 , cada temporada, durante varios
años tuve en mi escritorio la primera rosa de una planta que crecía en el frente de una casa construida
con materiales muy precarios...
Segunda anotación: acerca de lo disciplinar y lo interdisciplinario. Los saberes específicos que se
ponen en juego en los diálogos con otros saberes y la importancia de la comprensión del sentido que
los actores otorgan a sus condiciones concretas de existencia.
iii.- La señora estaba decidida, era su séptimo hijo y lo daba en adopción. A raíz de ciertos
movimientos que habían sido detectados en un hospital respecto del nacimiento de niños y sus
adopciones, que parecían haber sido pactados de antemano con circulación de dinero, se montó una
estrategia en el hospital, con la participación de la Defensoría de Menores y la Dirección de Asuntos
Sociales de la Municipalidad, a fin de neutralizar esta modalidad "seudo" legal de adopción. El
mecanismo consistía en que las enfermeras de la sala de maternidad ante situaciones especiales de
nacimiento preguntaran a la madre por la decisión respecto de sus hijos. Si planteaban la adopción se
convocaba a una trabajadora social para que interviniera. La intención era que la determinación de las
madres contara con la suficiente reflexión y sea producto de un pleno convencimiento de su acción. Se
apostaba así a la autonomía personal, y ante actitudes de dudas frente a la adopción, buscar
alternativas de apoyo (económicas, profesionales, institucionales, entre otras). Desde estas
circunstancias llegué a conocer a Rosa. No puedo transcribir los contenidos de los diálogos producto
de una serie de entrevistas, sólo los temas centrales. Su historia no dejaba de ser una más de las tantas
que se inscriben en los circuitos de exclusión social. Proveniente de la zona rural en busca de mejores
condiciones de vida, constituyó una pareja con la que convivió algunos años, luego fue abandonada
(su expresión delataba casi un alivio cuando mencionaba este hecho) y debió enfrentar sola la
sobrevivencia con sus cinco hijos. Los dos menores (el recién nacido y otro de apenas año y medio),
eran hijos de su actual pareja. Trabajaba en servicio doméstico, su compañero realizaba changas y
vivían en una "villa" (así nombraba a su barrio) de las afueras de la ciudad. ¿Por qué esta decisión?.
Desde la perspectiva bien intencionada, pero no pocas veces insuficiente para comprender la situación,
intentaba reconstruir con la mamá las posibilidades para que mantenga a su niñito en la familia en la
que había nacido. Las "bondades" de la familia biológica y las alternativas de apoyo institucional que
le ofrecía no llegaban a constituirse en motivos válidos para la señora. Ante la consideración de que
ella tenía "una familia" y que su hijo era parte de la misma, no lo negaba, pero... Respecto de las
consideraciones familiares ella insistía en que lo que necesitaba su hijo era una familia, pero entendía
que debía estar integradas por personas que le ofrecieran al niño las condiciones para que creciera con
seguridades, que "pueda llegar a ser alguien", y que lo quisieran. Pensaba que aquellas parejas que
estaban inscriptas para adoptar seguramente reunirían esos requisitos (había solicitado información al
respecto). A mis propuestas de ayuda económica y apoyos institucionales, las respuestas se
presentaron como realidades incontestables: "Ud. dice eso ahora y es posible que reciba algo, y
después?... No se olvide que tengo varios hijos, que conozco esa clase de ayuda, y no crea que yo no
quiero a este hijo. Es justamente porque lo quiero que lo entrego a quienes pueden darle lo que
necesita ". No resulta fácil sostener una postura profesional ante la envergadura de esta posición:
hablaba desde la profundidad de los afectos, distinguiendo aspectos y evaluando posibilidades, con
lágrimas en los ojos. Agregaba que seguramente yo no podía entenderla y que aunque no lo dijera la
estaba considerando mala madre, trataba de explicarme lo que para ella significaba el amor de madre,
capaz de renunciamientos en aras del bienestar de sus seres queridos. La acompañé al juzgado, firmó
toda la documentación que le presentaron y solo volvió a preguntar si realmente esos padres se iban a
comportar como tales. Se le explicó que antes de la adopción definitiva había un período en que ella
podía repensar su decisión. Contestó que sólo la llamaran si descubrían que "estos padres no iban a
poder criarlo como correspondía".
Tercera anotación: acerca de la idea de familia como estructura de contención material y afectiva.
La noción de madre que excede a la de propiedad privada sobre los hijos y la autonomía de
decisiones a partir de la reflexión.
1 - Poema de José Martí "Cultivo una rosa blanca"

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