Consejos de Cómo Practicar Las Obras de Misericordia Espirituales
Consejos de Cómo Practicar Las Obras de Misericordia Espirituales
Consejos de Cómo Practicar Las Obras de Misericordia Espirituales
Cualquier cosa que hagas al menor de mis hermanos me la haces a mí (Mt. 25: 31-46)
Para poner manos a la obra en lo que pidió el Papa para el Año de la Misericordia.
En la Bula Misericordiae Vultus que hace un par de días promulgó el papa Francisco dio una serie de
ejemplos sobre cómo actuar en el año jubilar, y una cosa que propuso fue cumplir con alegría las obras
de misericordia corporales y espirituales, porque como dijo San Juan de la Cruz, “en la tarde de la
vida, seremos juzgados en el amor”.
Es por esta razón que queremos hablar en este artículo sobre las Obras de Misericordia, en especial
sobre las de Misericordia espirituales, porque son las más difíciles de comprender, las más difíciles de
realizar y las más polémicas.
Todos nos sentimos alentados por el Señor, sobre todo mediante la lectura y la meditación de Mt.25: 31-
46, para practicar las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al
sediento, vestir al desnudo, dar la bienvenida al extranjero y visitar a los enfermos y los encarcelados.
Porque en suma, nuestro juicio final se basará en gran medida en el amor de Dios, pero manifestado
en nuestro amor por el prójimo. Utilizando las palabras de la Beata Madre Teresa de
Calcuta: “Tenemos que encontrar a Jesús presente en el penoso disfraz de los pobres”, y San Vicente de
Paul, conocido por su gran amor por los pobres, en realidad llamaba a los pobres “sus amos”.
Así, para dejar claro el alcance, diremos que las Obras de Misericordia Corporales que maneja
oficialmente la Iglesia son:
4. Vestir al desnudo
5. Visitar al enfermo
Las Obras de Misericordia Corporales hechas con la más noble de las intenciones agradan al Corazón
de Jesús inmensamente. Sin embargo, es igualmente importante practicar las Obras de Misericordia
Espirituales.
NO HAY QUE OLVIDAR QUE SOMOS CARNE Y ALMA
Jesús puntualizó
“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma en el proceso? ¿Qué puede hacer
un hombre para cambiar su alma?”
Francisco se lamentaba en “Evangelii Gaudium” que uno de los más comunes y graves descuidos es la
falta de predicar la Palabra de Dios a los pobres.
Entonces deberíamos pensar en primer lugar, llenar sus estómagos hambrientos. Pero luego, llenar sus
almas con el pan de la Palabra de Dios y el Pan de Vida que es la Sagrada Comunión.
Siguiendo el planteo papal de cumplir con alegría las Obras de Misericordia, nos gustaría hablar de las
siete obras de misericordia espirituales y dar algunas pautas que podemos poner en práctica de estos
importantes mandatos espirituales.
En este caso el que no sabe se entiende que es el que comete pecados por no saberlo.
Es más fácil decirlo que hacerlo. Hacer esto puede ser extremadamente difícil, pero es sumamente
necesario ahora más que nunca.
¿Por qué es tan difícil? Por la sencilla razón de que hemos nacido orgullosos y no deseamos renunciar a
los hábitos viejos y arraigados, y si son malos hábitos los llamamos “vicios”.
Un ejemplo común merece nuestra atención. ¿A los que cohabitan y están viviendo en pecado, alguien
debería decirles y explicarles claramente las razones por que esto está mal? ¿Cuáles podrían ser algunas
de las razones para explicar por qué está mal?
Dios premia al que se avise al pecador y por traerlo de vuelta al camino correcto, y nos promete la
salvación y la expiación de muchos de nuestros pecados personales con sólo traer de vuelta a un
pecador extraviado.
“Hermanos míos, si uno de ustedes se desvía de la verdad y otro lo hace volver, sepan que el que hace
volver a un pecador de su mal camino salvará su vida de la muerte y obtendrá el perdón de numerosos
pecados”. (Santiago 5: 19-20)
Hablemos en concreto con un ejemplo. Todos hemos escuchado el dicho: “La caridad empieza en casa”.
Esto es cierto especialmente en la formación de niños y adolescentes.
Al elegir el estado matrimonial, los esposos profesan estar abiertos a la vida a través de la
procreación. Eso es sólo el primer paso. También incumbe a los padres enseñar a sus hijos todo lo que se
refiere a Dios, los mandamientos, los sacramentos, la oración, la devoción mariana, y mucho más.
La responsabilidad primordial de los padres que traen hijos al mundo es llevar a estos niños al cielo. La
escuela no es el primer maestro, ni el profesor de catecismo, ni siquiera el pastor o sacerdote. ¡No! Los
primeros maestros deben ser mamá y papá. Esto implica necesariamente el proceso de formación
continua o permanente por parte de los padres.
Otro proverbio es digno de mención aquí: “No se puede dar lo que no se tiene”. Uno de los campos que
los padres deben dominar, en el ámbito de la educación de ellos mismos así como de sus hijos, es el de
la moral sexual. Los padres deben esforzarse por conocer la Biblia y la enseñanza de la Iglesia sobre la
pureza, vivirla en sus propias vidas y luego enseñarlo con la mayor claridad a sus hijos.
Se puede decir mucho en este trabajo espiritual de la misericordia, pero vamos a mencionar brevemente
uno: la importancia de la dirección espiritual sólida.
Santa Teresa de Ávila, Santa Faustina Kowalska, así como Santa Margarita María de Alocoque, todas
dependían en gran medida de la dirección espiritual para discernir la voluntad de Dios en sus
vidas. Todas ellas están canonizadas y una de las razones fue que humildemente admitieron que eran
ignorantes de muchas maneras, tenían muchas dudas y tuvieron que presentar sus juicios,
inspiraciones y pensamientos a la autoridad de directores espirituales y confesores.
Dado que hay una escasez de sacerdotes, así como de directores espirituales, debemos esforzarnos por
encontrar alguna manera de tener dirección espiritual periódica con el fin de expulsar las muchas dudas
que puedan enturbiar fácilmente nuestra mente y desdibujar nuestro juicio y corromper nuestras
acciones.
San Juan de la Cruz lo dijo con ironía: “El que tiene a sí mismo como director espiritual tiene un idiota
como su dirigido espiritual”. En otras palabras, todos tenemos puntos ciegos que sólo pueden ser
iluminados por la dirección espiritual apropiada.
¡Que Dios nos ayude! Hemos llegado al corazón de la misericordia en nuestro trato con los demás. La
misericordia es una calle de doble sentido. Si queremos recibir la misericordia de Dios, entonces
debemos ser misericordiosos y perdonar a los que nos han hecho mal. Los versículos bíblicos sobre este
tema son muchos, muchísimos…
“Perdona las ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden…” (El Padre Nuestro)
Una pista en el área del perdón. Acepta el hecho de que todas sus personas de tu vida te harán daño
en algún momento.
El lugar más común en que somos heridos se encuentra en el contexto de nuestra familia, con los
miembros de la familia.
La clave es la siguiente: perdona inmediatamente. Tan pronto como alguien te hace daño o hiere,
entonces ora por esa persona y perdona inmediatamente. Si lo haces habrás ganado una importante
victoria sobre ti mismo y mostrar a Dios cuánto lo amas por practicar la misericordia.
Esto es extremadamente importante. San Ignacio de Loyola, en sus reglas para el discernimiento, resume
la estrategia sobre cómo actuar cuando estamos en un estado de desolación. En la desolación nos
sentimos tristes, deprimidos, que en realidad nadie se preocupa por nosotros, la vida parece inútil y sin
sentido. Todos pasamos por este estado a veces; es parte del ser humano.
Sin embargo, cuando te des cuenta de que alguien pasa por este estado, haz todo lo que pueda para
ser una fuente de aliento.
¿Cómo?
En cuarto lugar, ofrecer un cumplido en algunos puntos de alta calidad que tiene la persona.
En quinto lugar, puedes incluso contar una historia o anécdota humorística para sacar a esta persona
fuera del hoyo.
Esto es muy agradable a Dios. Y podemos llegar a ser como Simón de Cirene, que ayudó a Jesús a llevar
la cruz.
Una vez más, es más fácil decirlo que hacerlo. Para ello, necesitamos la gracia y mucha gracia. Pongamos
también un ejemplo.
Tal vez en el trabajo hemos estado siendo perjudicados por un jefe o un compañero de trabajo. Cambiar
de trabajo es impensable debido a la situación económica. Del mismo modo el jefe y compañero de
trabajo no van a ninguna parte.
La actitud más agradable a los ojos de Dios es simplemente volver a trabajar con gran humildad y con
confianza en la Divina Providencia. ¡Confía En Dios! Él estará allí contigo para ayudarte a llevar con
paciencia la cruz.
De gran ayuda podría ser meditar sobre Jesús cargando su cruz en dirección a su crucifixión. A pesar de
que Jesús cayó tres veces, Él se levantó con el peso de los pecados del mundo sobre sus hombros
sangrientos, cansados ??y golpeados. Siempre debemos tener a Jesús ante nuestros ojos como nuestro
modelo y ejemplo, de hecho Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.
Jesús le dijo a Santa Faustina que Él desea que practiquemos al menos un acto de misericordia cada
día.
3) por la oración
Uno de los mayores actos de caridad que podemos hacer en nuestra vida es simplemente orar por otros,
tanto por los vivos como por los muertos.
Con respecto a los vivos, debe haber una jerarquía de importancia. Si eres casado y con una familia
este debe ser el orden: primero el cónyuge, hijos, padres, hermanos y hermanas, parientes, amigos,
compañeros de trabajo y socios, y también debemos orar por aquellos que no nos gustan e incluso por
nuestros enemigos.
Luego, con respecto a los muertos, debemos orar constantemente por los muertos. San Francisco de
Sales hace hincapié en el hecho de que este es uno de los mayores actos de caridad que podemos
hacer.
¿Por qué esto? Por esta sencilla razón: son totalmente dependientes de la misericordia de Dios y de
nuestra oración, limosna o caridad, así como de nuestros sacrificios.
MANOS A LA OBRA
Pregúntate a ti mismo en humilde plegaria cuál de estas obras de misericordia espirituales crees que el
Espíritu Santo te está inspirando a emprender en este momento.
Mira a tu condición de vida concreta y seguramente el Espíritu Santo va a localizar personas y áreas
donde serás capaz de poner en práctica con gran generosidad de alma una o más de estas obras de
misericordia espirituales.
Nunca olvides las palabras inspiradoras y desafiantes de Jesús: “Cualquier cosa que hagas al menor de
mis hermanos me la haces a mí” (Mt. 25: 31-46)
Recomendamos:
Obras de Misericordia Corporales y Espirituales: Al amar al prójimo desde Dios, hay un flujo de gracia
invisible, que viene de Dios y que va más allá de la ayuda misma que se está dando.
La Misericordia: Ser misericordioso es tener un corazón compasivo. La misericordia, junto con el gozo y la
paz, son efectos del amor; es decir, de la caridad
Enterrar a los muertos: La obra de sepultar a los difuntos es un evento que manifiesta con lucidez el
sentido profundo de la muerte.
El valor de visitar a los presos: Para un cristiano, visitar a los presos, no es un acto de justicia, ni un mero
hecho filantrópico. Visitar un preso es un genuino acto de caridad.
Hospitalidad, caridad con el peregrino: Dar posada al peregrino" es una obra de misericordia corporal
por la cual la caridad se manifiesta concretamente en hospitalidad.
Dar de beber al sediento: También en nuestro peregrinar a la Patria Celestial tenemos sed de alegría, sed
de alguien que nos escuche
Dar de comer al hambriento. Sí: la luz resplandece cuando damos de comer al hambriento, cuando
vemos su necesidad y le ofrecemos eso que tanto desea
Visitar a los enfermos: A veces basta una llamada, una simple palabra para hacer más ligero el peso de
quien sufre.
2447 Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo
en sus necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58, 6-7; Hb 13, 3). Instruir, aconsejar, consolar,
confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia.
Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo
a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los
muertos (cf Mt 25,31-46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf Tb 4, 5-11; Si 17, 22) es
uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada
a Dios
Doctrina Social de la Iglesia y misericordia
La misericordia, como concepto definible, es la inclinación a sentir compasión por los que sufren y
ofrecerles ayuda. Referido a Dios, es la cualidad en cuanto Ser perfecto, por la cual perdona los pecados
de las personas: “la misericordia es lo propio de Dios, y en ella se manifiesta de forma máxima su
omnipotencia” (Suma Teológica, 2-2, q. 30, a. 4). Pero como todo concepto, su etimología no abarca toda
su verdadera dimensión [(misere (miseria, necesidad), cor, cordis (corazón) e ia (hacia los demás)], pues
un corazón solidario con los necesitados, posiciona a la persona en una búsqueda ante el misterio de su
propio ser y del Ser trascendente y su interrelación con la casa común y con los demás.
Tampoco podemos reconducir la misericordia en exclusiva al cristianismo, pues se ha dado en las más
diversas culturas y religiones, tal como sucede con los egipcios que concibieron, en sentido figurado, el
invierno sin misericordia. Pero es evidente que la misericordia es un atributo divino, genuinamente
cristiano, que se desarrolla en la caridad, tal y como indica el Catecismo de la Iglesia católica, en su
numeral 2447:
“Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en
sus necesidades corporales y espirituales (Is 58, 6-7; Hb 13, 3). Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son
obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de
misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo
tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (Mt 25,31-46)”.
Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (Tb 4, 5-11; Si 17, 22) es uno de los principales
testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios (Mt 6, 2-4):
“El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo
mismo” (Lc 3, 11). “Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para
vosotros” (Lc 11, 41). “Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y
alguno de vosotros les dice: “Id en paz, calentaos o hartaos”, pero no les dais lo necesario para el cuerpo,
¿de qué sirve?”(St 2, 15-16; cf Jn 3, 17).
Los Evangelios son precisos, recordando que la misericordia tiene más peso que la propia Ley y que
tiene que brotar del corazón: “Id, pues, y aprendan lo que esto significa: Quiero misericordia, y no
sacrificio”.
El papa Francisco, al que se ha definido como el misionero de la misericordia, ha convocado
oficialmente el Jubileo Extraordinario de la Misericordia con la publicación de la Bula “Misericordiae
vultus”, que se iniciará el 8 de diciembre de 2015, y que justificó con que la Iglesia, con los grandes
cambios históricos, está llamada a ofrecer con mayor intensidad los signos de la presencia y de la
cercanía de Dios, pidiendo la conversión de nuestros corazones de la indiferencia a la compasión.
Por ello, la doctrina social de la Iglesia, en cuanto conjunto de normas y principios referentes a la
realidad social, política y económica de la humanidad basada en el Evangelio y en el Magisterio de la
Iglesia católica, tiene que estar dirigida por y desde las bienaventuranzas y, especialmente, desde la
misericordia, pues la bienaventuranza a los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia, es
llamar felices a los que socorren a los infelices, porque a ellos se les dará como contrapartida el ser
librados de la infelicidad, siendo que esa felicidad está en el servicio a los demás, porque donde hay
misericordia está el espíritu de Jesús.
Tal y como afirmaron los Obispos norteños en la Pascua de 2015 (Misericordia entrañable), “la
misericordia es activa, nos mueve a hacernos cargo del sufrimiento del prójimo, a ponernos en su lugar, a
escucharlo, a defenderlo, a compartir nuestros bienes, a ayudarlo en el restablecimiento de sus derechos
y de su dignidad. También conlleva un compromiso comunitario, tanto a nivel eclesial como social,
político y económico, de transformación de las estructuras de pecado que generan desigualdad e
injusticia. El Papa Francisco aboga por la inclusión social y eclesial de los pobres”.
La misericordia se vuelca especialmente en los pobres y excluidos, que son los destinatarios de las
palabras del Evangelio y que nos recuerda Francisco: No a una economía de la exclusión (cfr. EG 53); no
a la nueva idolatría del dinero (cfr. EG 55); no a un dinero que gobierna en lugar de servir (cfr. EG
57); no a la inequidad que genera violencia (cfr. EG 59). Esto significa la opción preferencial por los
pobres del Evangelio y que manifiesta la misericordia de Dios hacia los más débiles, empobrecidos e
indefensos.
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El catedrático Ruiz Sánchez, comenzó explicando qué es la Doctrina Social de la Iglesia: “Conjunto de
enseñanzas relativas a la vida social, presentadas por la Iglesia para iluminar la conducta cristiana de los
fieles y de todas las personas de buena voluntad, que constituyen un coherente cuerpo doctrinal que se
conoce como Doctrina Social de la Iglesia, contenidas en diversos documentos, entre los que sobresalen
las encíclicas pontificias, empleadas desde finales del siglo XIX”.
Esta Doctrina se rige por unos principios que se caracterizan por tener un carácter general y
fundamental, permanecer en el tiempo, tener un significado universal, estar conectados entre sí y tener
un significado profundamente moral. Así fue desgranando y dando contenido a cada uno de los
principios: 1) La dignidad de la persona humana, 2) Del bien común (y su consecuencia: el destino
universal de bienes), 3) Principio de Subsidiaridad (y su consecuencia: la participación en la sociedad), 4)
Principio de Solidaridad.
Pero además de los Principios que preside la edificación de una sociedad digna del hombre, se tienen
como referencia unos Valores fundamentales que dan solidez y consistencia al edificio del vivir y actuar.
Se trata de valores como la verdad, la libertad, la justicia y la caridad.
Recordó que de la parroquia de Santiago era feligrés el Siervo de Dios Agustín Alcalá y Henke, que aplicó
en su vida la Doctrina Social de la Iglesia; persona muy unida también a la Parroquia de San Sebastián, en
la que reposan sus restos.
¿Qué relación existe entre la Doctrina Social y la Misericordia? A ello dedicó la última parte de su
ponencia, con ejemplos, dejando claro que las 14 obras de misericordia son una formulación antigua de
la Doctrina Social de la Iglesia, que supone la búsqueda de una sociedad más justa, con atención al
mundo del trabajo desde la Rerum novarum.
“La Doctrina Social de la Iglesia, en cuanto conjunto de normas y principios referentes a la realidad
social, política y económica de la humanidad basada en el Evangelio y en el Magisterio de la Iglesia
católica, tiene que estar dirigida por y desde las bienaventuranzas y, especialmente, desde la
misericordia, pues la bienaventuranza a los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia, es
llamar felices a los que socorren a los infelices, porque a ellos se les dará como contrapartida el ser
librados de la infelicidad, siendo que esa felicidad está en el servicio a los demás, porque donde hay
misericordia está el espíritu de Jesús.”
Jesús, misericordia y actuar de Dios, 28 y 29. “La benevolencia y la misericordia, que inspiran el
actuar de Dios y ofrecen su clave de interpretación, se vuelven tan cercanas al hombre que
asumen los rasgos del hombre Jesús, el Verbo hecho carne.” “El amor que anima el ministerio de
Jesús entre los hombres es el que el Hijo experimenta en la unión íntima con el Padre.” Jesús
anuncia la misericordia liberadora de Dios en relación con aquellos que encuentra en su camino,
comenzando por los pobres, los marginados, los pecadores, e invita a seguirlo porque Él es el
primero que, de modo totalmente único, obedece al designio de amor de Dios como su enviado
en el mundo.
Dios es misericordia, 59. “Heredera de la esperanza de los justos de Israel y primera entre los
discípulos de Jesucristo, es María, su madre.” El Dios de la Alianza, cantado en el júbilo de su
espíritu por la Virgen de Nazaret, es Aquel que derriba a los poderosos de sus tronos y exalta a
los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos con las manos vacías,
dispersa a los soberbios y muestra su misericordia con aquéllos que le temen.
Obras de misericordia, corporales y espirituales, 184. “El amor de la Iglesia por los pobres se
inspira en el Evangelio de las bienaventuranzas, en la pobreza de Jesús y en su atención por los
pobres. Este amor se refiere a la pobreza material y también a las numerosas forma de pobreza
cultural y religiosa.” La Iglesia, desde los orígenes, y a pesar de los fallos de muchos de sus
miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos. Lo ha hecho
mediante innumerables obras de beneficencia, que siempre y en todo lugar continúan siendo
indispensables. La Iglesia enseña a socorrer al prójimo en sus múltiples necesidades y prodiga en
la comunidad humana innumerables obras de misericordia corporales y espirituales.
Misericordia amor benigno, 206 y 582. “La caridad presupone y trasciende la justicia: esta
última ha de complementarse con la caridad”. Si la justicia es de por sí apta para servir de
“árbitro” entre los hombres en la recíproca repartición de los bienes objetivos según una medida
adecuada, el amor en cambio, y solamente el amor (también ese amor benigno que llamamos
“misericordia”), es capaz de restituir el hombre a sí mismo.
Obras de misericordia, caridad, 208. “La caridad social y política no se agota en las relaciones
entre las personas, sino que se despliega en la red en la que estas relaciones se insertan, que es
precisamente la comunidad social y política e interviene sobre esta, procurando el bien posible
para la comunidad en su conjunto”. En muchos aspectos, el prójimo que tenemos que amar se
presenta en sociedad, de modo que amarlo realmente, socorrer su necesidad o su indigencia,
puede significar algo distinto del bien que se le puede desear en el plano puramente individual:
amarlo en el plano social significa, según las situaciones, servirse de las mediaciones sociales
para mejorar su vida, o bien eliminar los factores sociales que causan su indigencia. La obra de
misericordia con la que se responde aquí y ahora a una necesidad real y urgente del prójimo es,
indudablemente, un acto de caridad; pero es un acto de caridad igualmente indispensable el
esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que
padecer la miseria, sobre todo cuando ésta se convierte en la situación en que se debaten un
inmenso número de personas y hasta de pueblos enteros, situación que asume, hoy, las
proporciones de una verdadera y propia cuestión social mundial.
Práctica de las obras de misericordia, 284. “El descanso festivo es un derecho”. El día séptimo
cesó Dios de toda la tarea que había hecho; también los hombres, creados a su imagen, deben
gozar del descanso y tiempo libre para poder atender la vida familiar, cultural, social y religiosa.
A esto contribuye la institución del día del Señor. Los creyentes, durante el domingo y en los
demás días festivos de precepto, deben abstenerse de trabajos o actividades que impidan el
culto debido a Dios, la alegría propia del día del Señor, la práctica de las obras de misericordia y
el descanso necesario del espíritu y del cuerpo.
Cristianos y misericordia de Dios, 381. “La oración por los gobernantes, recomendada por San
Pablo durante las persecuciones, señala explícitamente lo que debe garantizar la autoridad
política: una vida pacífica y tranquila, que transcurra con toda piedad y dignidad”. Los cristianos
deben estar “prontos para toda obra buena”, “mostrando una perfecta mansedumbre con todos
los hombres”, conscientes de haber sido salvados no por sus obras, sino por la misericordia de
Dios. Sin el “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que él derramó sobre
nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador”, todos los hombres son
“insensatos, desobedientes, descarriados, esclavos de toda suerte de pasiones y placeres,
viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros”. No se debe olvidar
la miseria de la condición humana, marcada por el pecado y rescatada por el amor de Dios.
Paz y misericordia, 520. “Las Jornadas Mundiales de la Paz son celebraciones de especial
intensidad para orar invocando la paz y para comprometerse a construir un mundo de paz. El
Papa Pablo VI las instituyó con el fin de dedicar a los pensamientos y a los propósitos de la Paz,
una celebración particular en el día primero del año civil”. Los Mensajes Pontificios para esta
ocasión anual constituyen una rica fuente de actualización y desarrollo de la doctrina social, e
indican la constante acción pastoral de la Iglesia a favor de la paz: “La Paz se afianza solamente
con la paz; la paz no separada de los deberes de justicia, sino alimentada por el propio sacrificio,
por la clemencia, por la misericordia, por la caridad”.
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INFORMA SOBRE ESTE ANUNCIO
Finalizó el profesor Ruiz Sánchez describiendo las obras de misericordia en la Doctrina Social de la Iglesia
(DSI). Citó a modo de ejemplos:
1. a) Igualdad fundamental entre todos los hombres. Existe igualdad esencial entre todos los
hombres por su común naturaleza humana y su dignidad de personas. “Dios hizo de uno todo el
linaje humano y para poblar toda la faz de la tierra”. La Iglesia insiste en la igualdad fundamental
entre todos los hombres. Iguales como seres humanos aunque diferentes entre ellos por ser
cada persona singular, única e irrepetible. La DSI impulsa la superación de las desigualdades
económicas y sociales entre los miembros de una única familia humana.
Sobre las discriminaciones, racismo y xenofobia deja claro que son contrarias a la dignidad humana. La
DSI defiende que la sociedad entera, en particular los poderes públicos, debe considerar al extranjero
como personas, no como instrumentos de producción, ayudarles para que traigan junto a sí a sus
familiares, se les procure alojamiento decente y se incorporen a la vida social del país que los acoge. Y,
sobre todo, la DSI indica que se deben evitar las causas de la emigración (entre otras cosas, creando
puestos de trabajo en las regiones de origen).