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Tomo 11

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OBRAS DE WESLEY

Edición auspiciada por Wesley


Heritage Foundation, Inc. P.O.
Box 76
Henrico, NC 27842
USA

TOMO XI

DIARIOS, TOMO I

Editor General
JUSTO L. GONZÁLEZ
CONTENIDO
Libros PDF
Introducción 5 3
1. Diario 1, 14 de octubre de 1735-1˚de
febrero de 1738 13 11
2. Diario 2, 1˚ de febrero-16 de septiembre de
1738 41 41
3. Diario 3, 12 de agosto de 1738-1˚ de
noviembre de 1739 91 93
4. Diario 4, 1˚ de noviembre de 1739-3 de
septiembre de 1741 129 133
5. Diario 5, 6 de septiembre de 1741-27 de
octubre de 1743 149 155
6. Diario 6, 28 de octubre de 1743-16 de
noviembre de 1746 205 214
7. Diario 7, 25 de noviembre de 1746-20 de
julio de 1749 235 245
8. Diario 8, 20 de julio de 1749-30 de octubre
de 1751 277 292
9. Diario 9, 20 de julio de 1750-28 de octubre
de 1754 289 304

Introducción
Antes de adentrarse en la lectura de los Diarios de
Wesley, es útil detenerse por unos instantes para tratar de
comprender el carácter y propósito de estos escritos. En el
transcurso de su vida, Wesley preparó para la imprenta, y
publicó, veinte tomos de sus Diarios. El vigésimo primero,
algo más extenso y detallado que los anteriores, fue
publicado póstumamente. Por otra parte, el propio Wesley
siempre les dio a estos volúmenes, no el solo y sencillo
título de «Diarios», sino más bien «extractos» o
«resúmenes» de Diarios. El título completo del primer tomo
es: Un extracto del diario del Rdo. Sr. Juan Wesley, desde
su partida para Georgia hasta su regreso a Londres. Esta es
una de las razones por las cuales los Diarios, aun en su
versión inglesa completa, no incluyen todos los días del
año. Así, por ejemplo, al principio mismo del primer tomo,
donde Wesley está dando los pormenores de su viaje, no
dice una palabra del sábado 18 de octubre, y más adelante
ese mismo mes da un salto desde el 21 hasta el 24, y de allí
al 31.
Esta selección de días se entiende si recordamos que
desde el principio Wesley declaró abiertamente que la
publicación de estos «extractos de diarios» tenía un
propósito apologético. Leyendo el Prefacio al tomo 1, el
lector verá que lo que movió a Wesley a compilar y publicar
ese volumen fueron ciertas acusaciones sobre su estadía y
partida de Georgia hechas por el capitán Robert Williams.
Por ello, los pasajes seleccionados y publicados por Wesley
tienen el claro propósito de dar cuenta de sus actividades en
5
6 Diarios, Tomo I
aquella colonia, y los motivos de su regreso a Londres. De
igual modo, el prefacio al tomo 2 muestra que Wesley lo
prepara para publicación cuando estaba involucrado en una
difícil controversia con los moravos (a quienes
frecuentemente llama sencillamente «los hermanos»). Dado
ese propósito, no ha de extrañarnos el que en ese tomo
Wesley se esfuerce en mostrar tanto su deuda a los moravos
como sus desacuerdos con ellos, y los motivos de estos
últimos. Es dentro de ese contexto que ha de leerse el
famoso episodio de Aldersgate, que cuenta de la experiencia
de Wesley en una reunión de moravos. Al incluir esta
narración en sus «extractos», Wesley reconoce su inmensa
deuda hacia este grupo del cual ahora se ve en la necesidad
de apartarse.
Con el correr de los años, los tomos subsiguientes de
los Diarios se fueron volviendo menos polémicos, y fueron
tomando más el carácter de testimonio con propósitos de
evangelización. Empero esto no quiere decir que no se
incluyan aquí muchos relatos cuyo propósito es explicar la
posición o la actuación de Wesley ante alguna situación,
tanto dentro como fuera de las sociedades metodistas. Y se
incluyen además relatos o menciones que sencillamente
expresan la opinión de Wesley sobre algún tema o escrito de
la época (incluso teorías médicas, obras literarias, etc.).
Ninguno de estos Diarios se publicó inmediatamente
después de los hechos que en ellos se narran. Como
promedio, Wesley publicó cada tomo de sus Diarios unos
cuatro años después de concluido el período sobre el que
trata. Es por esto que frecuentemente se ven en estas
páginas referencias a acontecimientos posteriores, o
comentarios sobre las consecuencias de algún
acontecimiento.
Introducción 7
¿Qué material empleó Wesley para redactar y
recopilar estos extractos? Es difícil saberlo a ciencia cierta.
Desde que era estudiante, y casi a lo largo de toda su vida,
Wesley llevó un diario en el que anotaba sus actividades de
cada día. Ese diario se conserva hasta el año 1741. Para
distinguir esas notas de los Diarios que aquí publicamos, las
llamaremos Diario privado.1
Este Diario privado no siempre ha sido fácil de
descifrar o de entender. Algunas de sus anotaciones están en
código. Otras son abreviaturas que pueden referirse a más
de una cosa, persona o lugar. Todo lo que dice es tan breve
que apenas nos da una idea de lo que Wesley hizo cada día.
Durante buena parte de este proceso, Wesley utilizaba este
Diario privado como un instrumento para examinarse a sí
mismo; por ello aparecen anotaciones al final de cada día en
las que Wesley trata de juzgar el estado de su alma mediante
un sistema de puntuación. (Por ejemplo, el Diario privado
para el día 22 de abril de 1737 termina con una extraña
línea, parecida a muchas otras de la misma índole: «Gracia:
Puntuación de 6 dieciséis veces; de 5 una [de 9 a 10 pm]».)
Luego, las diferencias entre el Diario privado y los Diarios
publicados es notable, y se hace difícil pensar que esas
anotaciones le proveyeran a Wesley mucho más que algún
recordatorio de acontecimientos que de otro modo pudo
haber olvidado.
Para mostrar la diferencia entre los Diarios el
Diario privado, a continuación comparamos lo que Wesley
publicó en su Diario del 23 de abril de 1737 con las
anotaciones privadas para el mismo día. Para esa fecha, el
Diario privado dice:

1 En inglés, Wesley llama «Journals» a los que aquí llamamos «Diarios», y


«Diary» a lo que aquí llamamos «Diario privado».
8 Diarios, Tomo I
SÁBADO 23. 5 Oración privada; me vestí. 6 Diario. La Sra.
Delegal mandó a buscarme, ¡pero no pude ir! 7 Conversación
necesaria con el Sr. Thompson y Guy; asuntos necesarios. 8 A lo del
Sr. Garden: conversación necesaria (religiosa). 8:15 A lo de la Sra.
Laserre. La Sra. Delegal estaba allí. ¡No pude hablar! 9 Con los Srs.
Guy, Thompson y Ord. 9:15 Partida; conversación religiosa. 11:30 En
lo del Sr. Bellinger; conversación religiosa. 12 A lo del Sr. Guy;
conversación religiosa (necesaria). 1 Partí con el Sr. Thompson;
conversación religiosa. 2:30 Lo de Wallis; comida; conversación
necesaria (religiosa). 3:45 Salí con Tom; pensé. 7 En Ponpon, lo del
Sr. Thompson; conversación necesaria; medité. 7:45 Té; conversación
religiosa con Nanny. 8. conversación religiosa; ¡ella impresionada!
8:45 Escribí diario; oración privada. 9 Medité; conversación religiosa;
oración privada. 10.
Compárese esto con lo que dice Wesley sobre esa
misma fecha en el Diario publicado:
SÁBADO 23. Al mencionarle al Sr. Thompson, ministro de
la parroquia de San Bartolomé, cerca de Ponpon, de sentirme
preocupado por hacer un viaje de regreso por agua, me ofreció uno de
sus caballos si iba por tierra, lo que acepté con mucho gusto. El me
acompañó por 20 millas y envió a su sirviente para que me guiara las
otras 20 de distancia a su casa. Allí encontré una joven negra que lucía
más sensata que el resto y le pregunté cuánto tiempo había estado en
Carolina. Me dijo que había estado dos o tres años; pero que había
nacido en Barbados y que había vivido allí con la familia de un
ministro desde pequeña. Le pregunté si iba allá a la iglesia. Me
respondió, «Sí, todos los domingos, llevando a los hijos de mi ama.»
Le pregunté qué había aprendido en la iglesia. Me dijo, «Nada: he
oído mucho, pero no he comprendido.» ¿Pero que te enseñó tu amo en
casa? «Nada.»
¿Tampoco tu ama? «Tampoco.»
Le pregunté, «¿No sabes que tus manos y pies y esto que
llamas cuerpo se convertirán en polvo en poco tiempo?» Ella
respondió, «Sí.» «Mas hay algo en ti que no se volverá polvo, esto es
lo que se llama alma. En verdad no puedes ver tu alma, a pesar de
estar dentro de ti, como no puedes ver el viento aunque te rodea. Pero
si no tuvieras un alma dentro de ti, no podrías ver, oír o sentir, más de
lo que puede hacerlo esta mesa. ¿Qué piensas que pasará con tu alma
cuando tu cuerpo se haga polvo?» «No lo sé.» «¿Y qué pasaría si tu
alma sale de tu cuerpo y va más allá del cielo y vive para siempre?
Dios vive allá. ¿Sabes quién es Dios?» «No.» «No lo puedes ver, así
como no puedes ver tu propia alma. El es quien nos ha creado, a ti y a
mí. A todo hombre y mujer, a toda bestia y pájaros y a todo el mundo.
El es el que hace al sol brillar, a la lluvia caer y al maíz y frutos crecer
de la tierra. El hace todas estas cosas por nosotros. Pero, ¿por qué
piensas que él nos creó, para qué nos hizo a ti y a mí?» «No sé.» «El
te creó para que vivas con él más allá del cielo. Así lo harás, en poco
Introducción 9
tiempo. Si eres buena, cuando tu cuerpo muera tu alma ascenderá y no
pedirá nada y tendrás todo lo que puedas desear. Nadie te pegará o
hará daño allá. Nunca estarás enferma. Nunca más estarás triste, ni
tendrás temor de nada. No puedo decirte, no sé, cuán feliz serás allá,
porque estarás con Dios.»
La atención con la cual esta pobre criatura escuchó las
enseñanzas es indescriptible. Al siguiente día, recordaba todo,
fácilmente respondió cada pregunta y dijo que le iba a pedir a quien la
creó que le enseñara a ser buena.
Ciertamente, al leer esto vemos que lo que más le
impresionó a Wesley en ese día (o lo que varios años más
tarde le pareció más importante publicar) fue su
conversación con «Nanny» (que puede ser su nombre, o
referirse a su función de mucama). Empero ciertamente
Wesley empleó otras fuentes además de su Diario privado
para preparar los Diarios que iba a publicar. No cabe duda
de que una de esas fuentes es la memoria. Las brevísimas
anotaciones hechas años antes le traerían a la memoria
hechos o conversaciones que ahora reconstruyó para su
publicación. Otra fuente fueron varios papeles, documentos,
cartas, etc., que frecuentemente cita en los Diarios. Además,
al menos por algún tiempo, Wesley parece haber escrito un
Diario más amplio que el Diario privado. Se conservan
varias versiones de éstos de los tiempos de su estadía en
Georgia. El último tomo de los Diarios, publicado
póstumamente y que Wesley no tuvo tiempo de revisar, es
bastante más largo y detallado que los anteriores. Esto hace
suponer que Wesley decía verdad al llamar a los que
publicaba «extractos». Aparentemente poco antes de
mandar sus manuscritos a la imprenta, los abreviaba y
expurgaba, eliminando cosas que le parecían superfluas.
Hay referencias en sus escritos al tiempo que pasó
limpiando sus archivos y quemando documentos que no le
parecía necesario conservar. Todo esto nos lleva a suponer
que, en base a su Diario privado, su correspondencia,
10 Diarios, Tomo I
materiales publicados en otros contextos, su propia
memoria y aparentemente a veces un Diario más extenso
que el que a la postre vio la luz del día, Wesley preparó los
extractos que se conocen ahora como sus Diarios.
Este género literario guarda estrecha relación con el
énfasis de Wesley (así como de los moravos y los pietistas
alemanes) en la salvación como una experiencia. En lo
doctrinal, Wesley estaba en completo acuerdo con la
doctrina de la salvación por gracia, tal como la habían
elaborado los grandes reformadores y luego los maestros de
la ortodoxia protestante. Lo que le preocupaba era que todos
esos tratados, precisamente por su metodología, hacían de la
salvación un tema de discusión, más que una experiencia.
Estaba muy bien hablar del amor perdonador de Dios, que
nos salva por gracia mediante el sacrificio expiatorio del
Jesucristo. Lo que estaba mal era hablar de esto como si se
tratara de una realidad totalmente externa al creyente, capaz
de disección y análisis. Por la misma razón, lo que les
molestaba a quienes se oponían a Wesley y al metodismo no
era que se predicara sobre la gracia salvadora de Dios, sino
que se dijera que había quienes habían experimentado esa
gracia con tal fuerza y poder de convicción que toda su vida
se transformaba; que pasaban de una profunda tristeza a un
gozo indecible; que se mostraban dispuestos a sufrir con
gozo cualquier cosa, incluso la muerte, siempre que esto
cumpliese la voluntad de Dios. En teoría, ni siquiera esto
era nuevo. No había por qué molestarse si alguien lo
enseñaba o lo predicaba. El problema surgía cuando
empezaban a darse casos concretos de personas que
reclamaban tener tal experiencia. Estaba muy bien decir que
Dios hace milagros. Lo que no era tan aceptable era decir
que uno había visto o experimentado tales milagros.
Introducción 11
Por todo ello, el género narrativo se adaptaba muy
bien al mensaje que Wesley y sus seguidores deseaban
proclamar; o, lo que en su caso era casi lo mismo, a la
experiencia que deseaban compartir.
Esta es una de las razones por las cuales el público
se mostró ávido lector de los Diarios de Wesley. Sus
seguidores los compraban y leían para confirmar y
fortalecer sus propias experiencias y convicciones. Sus
enemigos los leían buscando contradicciones, errores o
falsedades. Puesto que en ellos Wesley frecuentemente
expresaba opiniones sobre temas tan dispares como la
medicina, la literatura o la electricidad, muchos entre las
personas menos cultas los leían como un medio de
información. Nosotros hoy podemos leerlos como una
ventana al espíritu y los tiempos de ese gran hombre de
Dios que fue Juan Wesley.

De todo lo que antecede, el lector o la lectora se


habrán percatado de que lo que publicamos en este tomo y
el siguiente de las Obras de Wesley es una selección de los
«extractos» del propio Wesley. El espacio no nos permite
publicar aquí los Diarios completos. Los párrafos
traducidos se han seleccionado siguiendo una serie de
criterios. El primero de ellos fue utilizar un ejemplar de
algunos de sus Diarios en el que el propio Wesley marcó
algunos de los pasajes que le parecían más importantes.
Todos esos pasajes se incluyen en la presente edición. Le
agradecemos al Dr. Roger Loyd, Bibliotecario de la Escuela
de Teología de la Universidad de Duke, y al personal de esa
biblioteca, el haber traspasado esas marcas de Wesley al
ejemplar que empleamos para la traducción. Además, varias
personas (este editor, los traductores y otros) señalamos
12 Diarios, Tomo I
algunos otros pasajes que nos parecían ser de especial
pertinencia e interés para los lectores de habla hispana. Así,
por ejemplo, hemos incluido las referencias de Wesley al
idioma castellano, al místico español y mexicano Gregorio
López, y otras cosas parecidas. En todos y cada uno de los
casos, al decidir incluir la nota de Wesley sobre un día
cualquiera, hemos traducido e incluido todo lo que dice
respecto a ese día.
Esperamos que la lectura de estos Diarios de Wesley
la ayude, estimado lector o lectora, a entender, no sólo
aquellos tiempos del siglo dieciocho en la lejana Inglaterra,
sino también algo de lo que Wesley quería decir al referirse
a la experiencia de la gracia, la convicción de pecados, y el
gozo de la salvación.

Justo L. González
Decatur, GA
Febrero de 1998
Diario 1
Prefacio

Hace cerca de l5 años, siguiendo el consejo dado por


el Obispo Taylor en su Reglas para una vida y muerte en
santidad, comencé a tomar notas más exactas de cómo
utilizaba cada hora. Así continué haciéndolo doquiera que
estuve hasta mi partida de Inglaterra. La variedad de
acontecimientos por los que pasé me llevaron a copiar de
tiempo en tiempo los datos más importantes de mi diario,
agregando pequeñas reflexiones. De este diario, recopilado
de vez en cuando, lo siguiente es un corto extracto. No me
propuse relatar todos aquellos acontecimientos que escribí
únicamente para mi propio uso, aunque no fueran de valor
para otros.
2. Verdaderamente no tuve el deseo de molestar al
mundo con mis pequeños asuntos, como resultará evidente a
toda mente imparcial, habiéndome sentido por largo tiempo
como quien no oye, a pesar de los fuertes e insistentes
llamados a dar cuenta de mí mismo. Tampoco lo hubiera
hecho ahora a no ser por el testimonio del Capitán Williams
publicado «tan pronto salió de Inglaterra», lo que me obligó
a hacer lo que para mí es obediencia al mandamiento de
Dios: no sea, pues, vituperado vuestro bien.1 Con este
propósito finalmente doy por respuesta a quien demande
razón de la esperanza que hay en mí,2 que

1
Ro. 14.16.
2
1 P. 3.15.
13
14 Diarios, Tomo I

en todas estas cosas procuro tener siempre una conciencia


sin ofensa ante Dios y ante los hombres.2
3. He incluido en este diario una carta
escrita hace muchos años que contiene un sencillo
relato del nacimiento de la pequeña Sociedad en
Oxford. Parte de este relato fue publicada en l773,
pero sin mi consentimiento o conocimiento. Ahora
aparece tal como fue escrita sin ningún agregado,
disminución o cambios, siendo mi única
preocupación presentar la verdad pura y por ello
declarar el escrito tal como es.3
4. Quizás mis diferentes ocupaciones no
me permiten darles otras explicaciones a quienes
dicen toda clase de mal contra mí mintiendo4 y así
piensan que rinden servicio a Dios.5
Suficiente es que ambos, ellos y yo, a corto plazo
demos cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos
y a los muertos.7

[Sigue aquí una carta de Wesley a un hombre cuyo hijo había muerto, y se decía
que su muerte se debía en parte a los rigores del ayuno aconsejado por Wesley.
Wesley refuta lo que se dice, y concluye con un poema en honor del difunto por
su hermano Samuel Wesley.]
Diario 1
Desde el 14 de octubre de 1735
hasta el primero de febrero de 1738

2 He. 24.16.
3 Job 26.3.
4 Mt. 5.11.
5 Jn.16.2.
7
1 P. 4.5.
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 15

MARTES, 14 de octubre de 1735. El Sr. Benjamin


Ingham, de Queen's College, Oxford, el Sr. Charles
Delamotte, hijo de un comerciante de Londres, quien se
había ofrecido antes, mi hermano Carlos Wesley y yo, nos
embarcamos para Gravesend, para de allí proseguir a
Georgia. Nuestra finalidad al dejar nuestro país no era evitar
privaciones (habiéndonos dado Dios abundantes
bendiciones temporales), ni ganar la escoria de la riqueza y
los homenajes. Sencillamente queríamos salvar nuestras
almas, vivir plenamente a la gloria de Dios. En la tarde
encontramos al Simmonds en las afueras de Gravesend e
inmediatamente nos embarcamos.
El miércoles y jueves lo pasamos con uno o dos de
nuestros amigos, unas veces a bordo y otras en tierra,
exhortándonos unos a los otros a despojarnos de todo peso
y a correr con paciencia la carrera que teníamos por
delante.6
VIERNES 17. Empecé a aprender alemán para
poder conversar con los moravos, de los cuales teníamos 26
a bordo. El domingo, con tiempo agradable y calmado,
tuvimos el servicio matutino en la cubierta. Ahora por
primera vez improvisé mi predicación y después administré
la Santa Cena a seis o siete comulgantes. Un pequeño
rebaño. ¡Quiera Dios aumentarlo!
LUNES 20. Creyendo en la negación propia, aun en las
instancias más pequeñas, pudiendo ser de ayuda por la
bendición de Dios, dejamos completamente el uso de la
carne y el vino y nos limitamos a verduras, mayormente
arroz y pan. En la tarde, David Nitschmann, Obispo de los
moravos, y dos más, comenzaron a aprender inglés. ¡Ah, si

6 He. 12.1.
16 Diarios, Tomo I

pudiéramos no solamente ser de una lengua, sino de una


mente y corazón!
MARTES 21. Partimos de Gravesend. Cuando
estábamos a medio camino de Goodwin Sands, el viento
cesó repentinamente. Si la calma hubiera continuado hasta
que bajó la marea, el barco posiblemente se habría perdido.
Pero una hora después el viento volvió a soplar y nos llevó
hasta los Downs.
Ahora comenzamos a normalizarnos. Nuestra rutina
diaria era así: De cuatro a cinco de la mañana, cada uno se
dedicaba a la oración en privado. De cinco a siete, leíamos
la Biblia juntos, cuidadosamente comparándola (tratando de
no inclinarnos a nuestra propia comprensión) con los
escritos antiguos. A las siete, desayunábamos. A las ocho,
teníamos las oraciones en público. De nueve a doce, yo
estudiaba alemán y el Sr. Delamotte, griego. Mi hermano
escribía sermones y el Sr. Ingham enseñaba a los niños. A
las doce nos reuníamos para compartir unos con otros lo
que habíamos hecho desde nuestra última reunión y hacer
planes antes de la próxima. Alrededor de la una,
almorzábamos. Después del almuerzo, hasta las cuatro, les
leíamos a quienes estaban a nuestro cargo o les hablábamos
rigurosamente, según fuera necesario. A las cuatro,
teníamos oraciones vespertinas cuando se explicaba ya sea
la Segunda Lección (lo que se hacía siempre en las
mañanas) o se catequizaba a los niños y se les instruía en
presencia de la congregación. De cinco a seis, volvíamos a
la oración en privado. De seis a siete, yo leía en mi cabina a
dos o tres de los pasajeros (de los que había cerca de 80
ingleses a bordo) y cada uno de mis hermanos hacía lo
mismo con otros tantos en sus cuartos. A las siete, me unía a
los alemanes en su servicio público, mientras el Sr. Ingham
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 17

leía entre cubiertas a todos como desearan escuchar. A las


ocho, nos reuníamos otra vez para exhortarnos e instruirnos
unos a otros. Entre nueve y diez, nos acostábamos, pues ni
el ruido del mar ni el movimiento del barco podían
quitarnos el sueño tranquilo que Dios nos daba.
[Siguen varias páginas sobre las primeras vicisitudes del viaje.]
MIÉRCOLES, 10 de diciembre. Salimos de Cowes y
por la tarde pasamos las Needles. Aquí las rocas escabrosas
con el embate y la espuma de las olas a sus pies, y el
farallón blanco de la isla que se alzaba sobre la playa nos
daban una fuerte impresión que Aquel que midió las aguas
con el hueco de su mano y los cielos con su palmo.7
Hoy hablé detenidamente sobre la importancia de la
religión con alguien con quien había hablado anteriormente
una o dos veces. Después ella me dijo con lágrimas en los
ojos: «Mi madre murió cuando yo apenas tenía 10 años.
Algunas de sus últimas palabras fueron: “Hija, teme a Dios,
y aunque me pierdas, nunca te faltará un amigo”. Ahora, he
encontrado un amigo, cuando más lo necesitaba y cuando
menos lo esperaba!»
Desde ese día hasta el 14, estando en la Bahía de
Vizcaya, el mar estuvo muy agitado. El Sr. Delamotte y
muchos otros estuvieron más enfermos que nunca. El Sr.
Ingham un poco. Yo no me enfermé. Al décimocuarto día,
día de calma, muchos de los enfermos se sanaron.
DOMINGO 25. Al mediodía, nuestra tercera
tormenta empezó. A las cuatro de la tarde se tornó más
violenta que nunca antes. Verdaderamente, ahora podíamos
decir que el estruendo de las muchas aguas y las recias
ondas del mar10 rugían horriblemente. Las olas del mar
subían a los cielos, descendían a los abismos.11 Los vientos

7 Is. 40.12.
18 Diarios, Tomo I

rugían alrededor nuestro y (lo que no había escuchado


antes) silbaban tan claramente como una voz humana. El
barco no sólo se movía violentamente de un lado a otro,
sino que se remecía y sacudía con un movimiento tan
desigual y ruidoso que uno apenas y con gran dificultad
podía sostenerse. Era imposible pararse sin algún apoyo.
Cada diez minutos se sentía un duro golpe en la popa o la
borda, que le hacían pensar a uno que las tablas se partían a
pedazos. En este momento, un niño, que había sido
bautizado previamente, fue traído para ser recibido en la
iglesia. Esto me hizo recordar a Jeremías comprando la
tierra en momentos en que los caldeos estaban a punto de
destruir a Jerusalén, y parecía una promesa del Dios
misericordioso dirigida a enseñarnos aquí en la tierra de los
vivientes.
Después de las oraciones, pasamos dos o tres horas
conversando sobre lo pertinente a la ocasión,
confirmándonos en tranquila sumisión a la sabiduría y a la
santa y afable voluntad de Dios. Ahora la tormenta no nos
parecía tan horrible como antes. ¡Bendito sea el Dios de
toda consolación!
A las siete fui a ver a los alemanes. Hacía tiempo
que había observado la seriedad de su comportamiento. De
su humildad habían dado constante prueba, realizando
trabajos serviles para otros pasajeros que ninguno de los
ingleses hubiera hecho. Por ese trabajo no deseaban ni
recibían pago, diciendo que era bueno para sus corazones
orgullosos y que
10
Cf. Sal. 93.4.
11
Cf. Sal. 107.26.
su amante Salvador había hecho mucho más por ellos. Cada
día les prestaba ocasión de mostrar el espíritu de
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 19

mansedumbre que ninguna ofensa podía quitar. Si eran


empujados, golpeados o derribados, se levantaban y se
retiraban sin proferir queja alguna. Había ahora la
oportunidad de probar si estaban libres del espíritu de
temor, así como de orgullo, cólera y venganza. En medio de
la lectura del Salmo con el que iniciaban su servicio, las
aguas embravecidas entraron al barco, rasgaron la vela
principal, cubrieron al barco, y se metieron entre cubiertas
como si el mar nos hubiera tragado.
Un terrible grito se oyó entre los ingleses. Los
alemanes, calmadamente, continuaron cantando. Más tarde
le pregunté a uno de ellos: «¿No tenías miedo?» Respondió,
«Gracias a Dios, no.» Pregunté luego, «¿Y sus mujeres y
niños no tenían miedo?» Respondió con toda calma, «No,
nuestras mujeres y niños no temen morir.»
De allí me dirigí a sus vecinos los ingleses que
lloraban y temblaban. Les hice ver la diferencia en la hora
de prueba entre quienes temen a Dios y quienes no le
temen. A las doce el viento se calmó. Este fue el día más
glorioso que hasta ahora había visto.

JUEVES, 29 de enero de 1736. Cerca de las siete de


la noche caímos al borde de un huracán. La lluvia y el
viento eran extremadamente violentos. En un momento el
cielo se puso tan oscuro que los marineros no podían ver las
sogas ni recoger las velas. El barco probablemente hubiera
naufragado de no haberse calmado repentinamente el
viento, de la misma manera que comenzó. Al final de esta
tormenta, en cada mástil vimos lo que los antiguos (como se
supone) llamaban Castor y Pollux. Esto era una bola
pequeña de fuego blanco, como una estrella.12 Los
marineros dicen que esto aparece en una tormenta,
20 Diarios, Tomo I

generalmente sobre la cubierta, o al final de la misma sobre


los mástiles o las velas.
DOMINGO, primero de febrero. Nos pusimos al
habla con un barco de Carolina. El miércoles 4 pasó sin
mayores acontecimientos. Cerca del mediodía los árboles se
veían desde el mástil y en la tarde desde la cubierta
principal. En la Lección de la Tarde había estas palabras:
«Una puerta grande y eficaz, se abrió».13 ¡Que nadie la
cierre!
JUEVES 5. Entre las dos y tres de la tarde, Dios nos
trajo todos salvos al Río Savannah. Echamos ancla cerca de
la Isla Tybee, donde las arboledas de pino a lo largo de la
orilla brindaban una vista agradable, mostrando como si
fuera el inicio de la primavera después de un largo invierno.
VIERNES 6. Cerca de las ocho de la mañana
pusimos pie en suelo americano. Era una isla pequeña,
deshabitada, frente a Tybee. El Sr. Oglethorpe nos guió
hacia una parte elevada, donde todos nos arrodillamos para
dar gracias a Dios. Luego, él se embarcó para Savannah.
Cuando el resto de la gente bajó a tierra, llamamos a nuestro
pequeño rebaño a la oración. Varias partes de la Segunda
Lección, Marcos 6, estuvieron magníficamente apropiadas
para la ocasión, en particular el relato sobre el valor y el
sufrimiento de Juan El Bautista, las instrucciones de nuestro
Señor a los primeros predicadores del evangelio, su tarea
laboriosa en el mar y su salvación con aquellas palabras de
consuelo, «¡Soy yo, no temáis!»14

12
Castor y Pollux eran en la mitología
griega como los patrones de los marineros.
Mostraban su presencia con el fenómeno aquí
descrito, que ocurre en algunas tempestades, y
conocido también como el «fuego de San
Elmo».
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 21

13
1 Co. 16.9. 14 Mr. 6.50.
MARTES 24. El Sr. Oglethorpe regresó. Al día
siguiente me despedí de la mayoría de los pasajeros,
quienes se veían muy serios. Pudiera ser que no toda la
semilla cayó en tierra pedregosa.
En la tarde regresé a Savannah. El Sr. Oglethorpe, el
Obispo Nitschmann y Andrew Dober nos acompañaron a la
casa de la Sra. Musgrove a escoger un lugar para la casita
que el Sr. Oglethorpe había prometido construirnos. Por el
estado de nuestro barco, nos vimos obligados a pasar la
noche allí. Pero donde quiera que estemos resulta lo mismo
si es la voluntad de nuestro Padre que está en el cielo.
A nuestro regreso al día siguiente, el Sr. Quincy
(quien vivía en la casa donde luego estaríamos nosotros), el
Sr. Delamotte y yo nos hospedamos con los alemanes.
Tuvimos la oportunidad, día a día, de observar su
comportamiento, dado a que estábamos en un cuarto con
ellos desde la mañana hasta la noche, excepto por el corto
tiempo que salía a caminar. Siempre estaban ocupados,
siempre alegres y de buen humor entre ellos. Habían dejado
de lado todo rencor y rivalidad, ira y amargura, gritería y
maledicencia. Ellos andaban como es digno de la vocación
a que fueron llamados,15 y en todo adornando la doctrina de
Dios nuestro Salvador.16
DOMINGO, 7 de marzo. Inicié mi ministerio en
Savannah, predicando sobre la Epístola del día, 1 Co. l3. En
la Segunda Lección, Lucas 18, estaba la profecía de nuestro
Señor sobre el trato que él mismo (y consecuentemente sus
seguidores) habrían de encontrar en el mundo, y su grata
promesa a quienes desnudos siguen a un Cristo desnudo. De
cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o
15
Ef. 4.1.
22 Diarios, Tomo I

16
Tit. 2.10.
padre, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios,
que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el
siglo venidero la vida eterna.17
Sin embargo, no obstante estas declaraciones
sencillas de nuestro Señor, no obstante mi propia y repetida
experiencia, no obstante la experiencia de todos los
seguidores sinceros de Cristo con quienes he hablado, leído
u oído, sobre este asunto, todo lo cual muestra claramente
que quienes no aman la luz han de odiar a quien
continuamente trabaja por dársela, no obstante todo esto,
soy testigo contra mí mismo de que cuando vi al número de
personas abarrotadas en la iglesia, la atención profunda con
que recibían la Palabra y la seriedad que se veía en sus
rostros no pude contenerme de dudar el testimonio tanto de
la experiencia como de la razón y la Biblia. A duras penas
podría creer que la mayoría, la gran mayoría de esta gente
tan solícita y seria, podría en lo sucesivo pisotear aquella
Palabra y decir toda clase de maldad, falsamente, de quien
la habló. Oh, ¿quién puede creer lo que su corazón
aborrece? ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
Permite que amenos tu Cruz! Entonces creeremos. Si
sufrimos, también reinaremos con él.18
SÁBADO, 22 de mayo. Cerca de las cuatro de la
tarde llegamos a Doboy Sound. El viento soplaba de frente.
Era tan fuerte cuando nos embatía y el mar tan bravo que
fuimos llevados hacia la ensenada. El barco a cada
momento parecía que estaba a punto de hundirse. Pero fue
la voluntad de Dios llevarnos a salvo en media hora al otro
lado y a
Frederica a la mañana siguiente. A las nueve tuvimos
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 23

17
Lc. 18.29-30. 18
2 Ti. 2.12.
nuestras oraciones en público. Estuvieron presentes 19
personas y (pienso) nueve comulgantes.
VIERNES 28. Leí la oración de intercesión al Sr.
Germain quien se encontraba a punto de morir. Había
perdido el habla y los sentidos. Sus ojos se mantenían fijos,
y no tenía ningún movimiento perceptible, excepto cuando
movía su pecho al respirar. Mientras estuvimos a su lado,
estiró sus brazos, se tocó la cabeza, recuperó la vista, el
habla y el conocimiento. Inmediatamente mandó llamar a
los mayordomos y arregló los asuntos de su familia. Luego
se acostó y murió.
MIÉRCOLES, 23 de junio. Tuve una larga
conversación con el Sr.____19 sobre la naturaleza de la
religión. Le pedí entonces la razón por la que no procuraba
recomendar la religión a todos con quienes hablaba.
Respondió, «Lo hice una vez y por mucho tiempo pensé que
había hecho algo bueno. Después me di cuenta que ellos no
estaban nada mejor y yo peor. Por tanto, ahora siempre trato
de ser inofensivo en mi conversación, no trato de
esforzarme a que la gente se haga religiosa, a no ser con
quienes expresen el deseo de serlo y que consecuentemente
están deseosos de escucharme. Pero hasta ahora (y no hablo
por ti o tu hermano) no he encontrado tal persona en
América.»
El que tenga oídos para oír, oiga.20 Tome nota de la
tendencia de este maldito principio. Si usted le habla sólo a
quienes desean escuchar, ¡vea a cuántos puede corregir de
los errores de sus caminos! Si tratando de hacer el bien,
haces el mal, ¿entonces que? Así lo hizo San Pablo. Así lo
24 Diarios, Tomo I

19
Parece referirse a Oglethorpe, ya que los diarios privados de Wesley señalan
que ese día conversó con él de 8:30 a 10:45 a.m. 20 Mt. 11.15.
hizo el Señor de la Vida. Hasta su palabra tuvo sabor de
muerte, como también sabor de vida.21 ¿Pero es que acaso
no debes esforzarte más? ¡Dios te perdone! Esfuérzate más
humildemente, más calmadamente, más cautelosamente. No
te esfuerces como lo hiciste antes, ¡pero esfuérzate mientras
el aliento de Dios esté en tu nariz!
JUEVES, primero de julio. Los indígenas tuvieron
una entrevista hoy y otra el sábado, en la que Chigilly, su
jefe,22 cenó con el Sr. Oglethorpe. Después de la cena, le
pregunté al anciano de cabellos grises la razón por la que él
pensaba había sido creado. El anciano respondió, «El que
está en lo alto sabe para qué nos ha hecho. Nosotros no
sabemos nada. Estamos en la oscuridad. Pero los hombres
blancos saben mucho, y sin embargo, construyen grandes
casas, como si fueran a vivir para siempre. Pero los
hombres blancos no pueden vivir eternamente. En poco
tiempo, los hombres blancos se volverán polvo, igual que
yo.» Le dije, «Si los pieles rojas conocieran el Libro Bueno,
sabrían tanto como los hombres blancos. Ni nosotros ni
ustedes podemos comprender ese libro a no ser que seamos
enseñados por el que está en lo alto. El no nos enseñará
hasta que desechemos lo que sabemos que no es bueno.» El
anciano respondió, «Eso sí lo creo. El no nos enseñará hasta
que nuestros corazones no estén blancos. Nuestros hombres
no hagan lo que saben que no es bueno. Matan a sus propios
hijos. También nuestras mujeres hacen lo que saben que no
es bueno. Matan a sus hijos antes de nacer. Por tanto, el que
está en lo alto no nos envía el Libro Bueno.»
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 25

21
2 Co. 2.16.
22
Jefe de los Choctaws, con quien Oglethorpe hizo un tratado de defensa mutua
contra los españoles.
Enterándome que la menor de las Srtas. Bovey no
estaba bien, las visité esta tarde. Encontré que tenía sólo
salpullido, una clase de erupción muy común aquí en el
verano. Pronto entablamos una conversación muy seria,
después de haberles preguntado si ellas no pensaban que
estaban muy jóvenes para preocuparse de asuntos de
religión. Y sobre todo que podían aplazar este tema 10 o 12
años más. Una de ellas respondió: «Si fuera razonable
esperar 1O años para ser religiosa, lo razonable ahora es no
postergarlo un minuto.»
MARTES 20. Cinco de los indígenas Chickasaw (veinte de
los cuales habían estado en Savannah varios días) vinieron a
vernos con el Sr. Andrews, su intérprete. Todos eran
guerreros, y cuatro de ellos jefes. Dos de los jefes eran
Paustoobee y Mingo Mattaw. Nuestra conversación fue
como sigue:
Pregunta: ¿Creen ustedes que hay Uno en lo alto que está sobre todas
las cosas?
Paustoobee respondió: Creemos que hay cuatro cosas muy sagradas
en lo alto: las nubes, el sol, el claro cielo y el que vive en el cielo. P. ¿Crees que
hay solamente Uno que vive en el cielo? Respuesta: Creemos que hay dos con
él, tres en total.
P. ¿Crees que él hizo el sol y todas las otras cosas sagradas?
R. No lo podemos decir. ¿Quién lo ha visto?
P. ¿Piensas que él te creó?
R. Pensamos que en el principio él creó a todos los hombres.
P. ¿Cómo los creó en el principio?
R. De la tierra.
P. ¿Crees que él te ama?
R. No lo sé. No puedo verlo.
P. ¿Pero acaso no te ha salvado la vida con frecuencia?
R. Sí lo ha hecho. Muchas balas han pasado por este lado y muchas
por este otro; pero él no les permitió que me hicieran daño. Muchas balas han
herido a estos jóvenes y aún siguen con vida.
26 Diarios, Tomo I

P. Entonces, ¿no puede él ahora salvarte de tus enemigos?


R. Sí, pero no sabemos si lo hará. Tenemos ahora tantos enemigos a
nuestro alrededor que no pienso en otra cosa que no sea la muerte. Y si voy a
morir, moriré, y moriré como un hombre. Pero si él quiere que yo viva, viviré.
Aunque tuviera muchos enemigos, él puede destruirlos a todos.
P. ¿Cómo lo sabes?
R. Por lo que he visto. Antes, cuando nuestros enemigos venían contra
nosotros, las sagradas nubes venían en nuestra ayuda. Frecuentemente con
lluvia, y algunas veces granizo, los atacaban, aunque fuese en un día muy
caluroso. He visto cuando muchos franceses y Choctaws y otras naciones
atacaron a uno de nuestros pueblos. La tierra hizo un gran estruendo y en el aire
las cosas sagradas se detuvieron detrás de ellos. Tuvieron miedo y se fueron,
abandonando sus carnes, sus bebidas y sus rifles. No miento. Todas estas cosas
también las vi.
P. ¿Has oído tales ruidos en otras oportunidades?
R. Sí, con frecuencia, antes y después de cada batalla.
P. ¿Qué clase de ruidos eran?
R. Ruidos como de tambores, rifles y gritos.
P. ¿Has escuchado algunos últimamente?
R. Sí, cuatro días después de nuestra última batalla con los franceses.
P. Entonces, ¿no escuchaste nada antes de eso?
R. La noche anterior soñé; escuché de lejos muchos tambores, muchas
trompetas y muchos pataleos y gritos. Hasta ese momento, pensé que todos
moriríamos. Pero luego pensé que las cosas sagradas iban a venir a ayudarnos.
Al día siguiente escuché que allá arriba se dispararon cientos de rifles antes que
la batalla empezara. Dije entonces, «Cuando el sol salga, las cosas sagradas nos
ayudarán y conquistaremos a nuestros enemigos.» Así lo hicimos .
P. ¿Piensan y hablan ustedes con frecuencia de las cosas sagradas?
R. Siempre pensamos en ellas, dondequiera que estemos hablamos de
ellas y con ellas, fuera y dentro de casa; en paz, en guerra, antes y después de
pelear. Por cierto, en cualquier lugar y dondequiera que nos reunimos.
P. ¿Dónde crees que nuestras almas van después de la muerte?
R. Creemos que las almas de los pieles rojas caminan de arriba a abajo
cerca del lugar donde mueren o donde yacen sus restos. Con frecuencia oímos
llantos y ruidos cerca del lugar donde un prisionero fue quemado.
P. ¿Dónde van las almas de los blancos después de la muerte?
R. No podemos decirlo. No hemos visto.
P. Nuestra creencia es que las almas de los malos caminan de arriba a
abajo; mas las almas de los buenos van hacia arriba.
R. También lo creo. Pero lo que he dicho es lo que dice mi pueblo.
(El Sr. Andrews: «En el entierro dijeron que sabían lo que usted estaba
haciendo, que les estaba hablando a los seres queridos de arriba que recibiesen
el alma de la joven.»)23
P. Tenemos un libro que nos explica mucho de las cosas sagradas en lo
alto. ¿Te gustaría conocerlo?
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 27

23
La referencia es a un sepelio sobre el que Wesley había presidido poco antes.
R. Ahora solamente tenemos tiempo para pelear. Si algún día estamos
en paz, nos gustaría saber.
P. ¿Esperas algún día saber lo que los blancos conocen?
(El Sr. Andrews: Ellos le dijeron al Sr. Oglethorpe que pensaban que
algún día los pieles rojas y los blancos llegarían a ser uno). P. ¿Qué les
enseñaron los franceses?
R. Los reyes negros franceses24 nunca salen. A usted lo vemos por
todos lados. Eso nos gusta. Eso es bueno.
P. ¿Cómo llegó su gente al conocimiento que ahora tienen?
R. Tan pronto estuvo la tierra segura y lista para pararse en ella, el
conocimiento vino a nosotros y ha estado con nosotros desde entonces. Pero
somos jóvenes. Nuestros ancianos saben más. Pero no todos ellos saben. Hay
solamente unos cuantos a quienes el Amado escoge desde su niñez y permanece
en ellos y los cuida y los enseña. Ellos saben estas cosas. Nuestros ancianos
practican, y por lo tanto saben. Yo no practico; por eso sé poco.
LUNES, 20 de septiembre. Terminamos los
Cánones Apostólicos (de los que también debo confesar que
una vez pensé más alto de lo que debí haber hecho). Son así
llamados, como lo señala el Obispo Beveridge, «porque
estaban en parte vinculados, y en parte en acuerdo, con las
tradiciones transmitidas de los apóstoles.» Pero él mismo
advierte más adelante (en la página 150 de su Codex
canonum ecclesiae primitivae ¿por qué no lo señaló en la
primera página del libro?): «Ellos contienen la disciplina
usada en la iglesia de la época cuando fueron recopilados y
no cuando se reunió el Concilio de Nicea; ya que en esa
época muchas partes del Canon no tenían uso y estaban
obsoletas.»

LUNES 4 de abril de 1737. Comencé a estudiar


español para poder conversar con mis parroquianos judíos,
algunos de los cuales están más cerca de tener la mente de
Cristo que muchos de los que le llaman Señor.25
28 Diarios, Tomo I

24
Así llaman a los sacerdotes. [Nota de J.W.]
25
Al parecer, Wesley había empezado a estudiar el español algo antes,
aparentemente para poder conversar con los nativos de Georgia, algunos de
los cuales habían aprendido esa lengua. En su Diario privado para el 28 de
SÁBADO 23. Al mencionarle al Sr. Thompson,
ministro de la parroquia de San Bartolomé, cerca de
Ponpon, de sentirme preocupado por hacer un viaje de
regreso por agua, me ofreció uno de sus caballos si iba por
tierra, lo que acepté con mucho gusto. El me acompañó por
20 millas y envió a su sirviente para que me guiara las otras
20 de distancia a su casa. Allí encontré una joven negra que
lucía más sensata que el resto y le pregunté cuánto tiempo
había estado en Carolina. Me dijo que había estado dos o
tres años; pero que había nacido en Barbados y que había
vivido allí con la familia de un ministro desde pequeña. Le
pregunté si iba allá a la iglesia. Me respondió, «Sí, todos los
domingos, llevando a los hijos de mi ama.» Le pregunté qué
había aprendido en la iglesia. Me dijo, «Nada: he oído
mucho, pero no he comprendido.» ¿Pero que te enseñó tu
amo en casa? «Nada.» ¿Tampoco tu ama? «Tampoco.»
Le pregunté, «¿No sabes que tus manos y pies y esto
que llamas cuerpo se convertirán en polvo en poco
tiempo?» Ella respondió, «Sí.» «Mas hay algo en ti que no
se volverá polvo, esto es lo que se llama alma. En verdad no
puedes ver tu alma, a pesar de estar dentro de ti, como no
puedes ver el viento aunque te rodea. Pero si no tuvieras un
alma dentro de ti, no podrías ver, oír o sentir, más de lo que
puede hacerlo esta mesa. ¿Qué piensas que pasará con tu
alma cuando tu cuerpo se haga polvo?» «No lo sé.» «¿Y qué
pasaría si tu alma sale de tu cuerpo y va más allá del cielo y
vive para siempre? Dios vive allá. ¿Sabes quién es Dios?»
«No.» «No lo puedes ver, así como no puedes ver tu propia
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 29

alma. El es quien nos ha creado, a ti y a mí. A todo hombre


y mujer, a toda bestia y pájaros y a todo el mundo. El es el

junio de 1736, anota que a las diez de la mañana «Comencé el español». [N.
del Ed.]
que hace al sol brillar, a la lluvia caer y al maíz y frutos
crecer de la tierra. El hace todas estas cosas por nosotros.
Pero, ¿por qué piensas que él nos creó, para qué nos hizo a
ti y a mí?» «No sé.» «El te creó para que vivas con él más
allá del cielo. Así lo harás, en poco tiempo. Si eres buena,
cuando tu cuerpo muera tu alma ascenderá y no pedirá nada
y tendrás todo lo que puedas desear. Nadie te pegará o hará
daño allá. Nunca estarás enferma. Nunca más estarás triste,
ni tendrás temor de nada. No puedo decirte, no sé, cuán
feliz serás allá, porque estarás con Dios.»
La atención con la cual esta pobre criatura escuchó
las enseñanzas es indescriptible. Al siguiente día, recordaba
todo, fácilmente respondió cada pregunta y dijo que le iba a
pedir a quien la creó que le enseñara a ser buena.
MIÉRCOLES 27. Llegué a la hacienda del Sr.
Bellinger en Chulifinny,26 donde tuve que permanecer por la
lluvia hasta el viernes. Aquí conocí a un mestizo indígena
(de madre indígena y padre español) y varios negros que
estaban muy deseosos de aprender. Uno de ellos dijo,
«Cuando estaba en Ashley Ferry iba a la iglesia todos los
domingos. Pero aquí estamos enterrados en el bosque. Aun
teniendo una iglesia a cinco o seis millas, estoy tan cojo que
no puedo caminar; pero me arrastraría hasta allá.»
El Sr. Bellinger envió a un joven negro para que
fuera conmigo a Purrysburg, o mejor dicho, a lo poco que
quedaba de éste. ¡Oh, cómo ha extendido Dios sobre este
lugar el cordel de destrucción y niveles de asoleamiento.27
Pobre de aquellos cuyas vidas aquí fueron vilmente
30 Diarios, Tomo I

desperdiciadas, a través de la opresión, a través de diversas


plagas y

26 27
Hoy Tillifinny.
Is.34.11.
problemas. La tierra descubrirá la sangre derramada sobre
ella y no encubrirá ya más a sus muertos.28
También encontré que este joven estaba muy
deseoso y era muy capaz de aprender. Quizás una de las
formas más fáciles y cortas de enseñar el cristianismo a los
negros americanos sería primero averiguar y encontrar a los
hacendados más serios y preguntarles quiénes de sus
esclavos están más inclinados al cristianismo y entienden
inglés. Después ir a ellos de hacienda en hacienda y
permanecer en ellas el tiempo necesario. He estado con tres
o cuatro caballeros en Carolina que estarían muy felices de
prestar tal ayuda, pudiendo proseguir su trabajo sin más
obstáculos que el de asistir en cualquier lugar a la
predicación del evangelio.
SÁBADO 9 de julio. Me reuní con un francés de
Nueva Orleans, a orillas del río Misisipí. El había vivido
varios meses entre los Chickasaws y nos dio un completo y
singular informe de muchas cosas que se contaban. Por esto,
no podíamos sino hacer notar lo que es la religión natural,
propiamente así llamada, o la religión que nace de la razón
natural, sin la ayuda de la revelación, aun en quienes tienen
el conocimiento de muchas verdades y que conversan con
sus seres queridos día y noche. Pero sencillamente también
se ve por los frutos que todos los dioses de los pueblos son
ídolos.29
La esencia de su relato fue lo siguiente:
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 31

«Hace algunos años los Chickasaws y los franceses eran amigos. Los
franceses estaban entonces mezclados con los Natchez, a quienes usaban como
esclavos, hasta que los Natchez hicieron un levantamiento general y tomaron a
muchos franceses prisioneros. Pero pronto un ejército francés los atacó, mató a
muchos y se llevó al resto. Entre quienes murieron hubo algunos Chickasaws,
cuya muerte los Chickasaws resintieron. Poco

28
Is. 26.21.
29
Sal.96.5.
después
cuando un
barco
francés
pasaba por
su territorio,
les
dispararon y
mataron a
todos los
hombres
menos a dos.
Los
franceses
decidieron
vengarse y
se dio
órdenes para
que muchos
indígenas y
varios
grupos de
hombres
blancos se
reuniesen el
26 de marzo
de 1736,
cerca de uno
de los
pueblos de
los
Chickasaw.
El primer
grupo
consistente
de 50
hombres se
32 Diarios, Tomo I

adelantó
algunos días
antes de la
fecha.
Permanecier
on allí hasta
el 24, pero
nadie se les
unió. El 25
fueron
atacados por
200
Chickasaws.
Los
franceses
intentaron
abrirse paso
entre ellos.
Cinco o seis
y hasta
veinte lo
hicieron; el
resto fue
tomado
prisionero.
Los
prisioneros
fueron
enviados en
grupos de
dos o tres
cada pueblo
para ser
quemados.
Sólo el
comandante
en jefe y uno
o dos más
fueron
ejecutados
en el lugar
del
encuentro.»
«Yo» (dijo él) «y otro más fuimos salvados por el guerrero que nos
capturó. El método de quemar al resto fue colocando cañas encendidas en los
brazos y las piernas y en varias partes de sus cuerpos por algún tiempo y
después retirándolos por un rato. Así mismo, les introducían maderas
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 33

encendidas por todo el cuerpo. En esta condición los mantenían desde la


mañana hasta el anochecer. Con mucha frecuencia los golpeaban antes de
quemarlos. Vi al sacerdote que estaba con nosotros llevado a ser quemado y de
cabeza a pie estaba tan negro como su abrigo por los golpes que le habían
dado.»
Le pregunté, «¿Cuál era la manera de vivir de los indígenas?» El dijo,
«No hacen otra cosa que comer, beber y fumar desde la mañana hasta la noche y
en cierta manera de la noche a la mañana. Ya que cuando se despiertan a
cualquier hora de la noche, se levantan y después de comer y beber, tanto como
pueden, vuelven a dormir.» ¡Esto sí es la naturaleza de la religión
verdaderamente descrita!30
SÁBADO 3 de diciembre. Llegamos a Purrysburg
temprano en la mañana, tratando de conseguir un guía para
Port Royal. Al no encontrarlo, salimos sin ninguno, una
hora antes del amanecer. Después de caminar dos o tres
horas nos encontramos con un anciano, quien nos condujo
hacia un pequeño camino, cerca del cual había una hilera de
árboles marcados (tenían cortes en la corteza). El dijo que al
seguirlos podríamos llegar fácilmente a Port Royal en cinco
o seis horas.
Éramos cuatro en total. Uno ellos intentaba ir a
Inglaterra conmigo. Los otros dos se establecerían en
Carolina. Alrededor de las once llegamos a un pantano, en
30
Wesley está atacando la obra de William Wollaston, La naturaleza de la
religión descrita, cuyo autor proponía una religión natural, producto de la
solarazón sin necesidad de revelación.
donde deambulamos hasta cerca de las dos de la tarde.
Luego encontramos otra hilera de árboles marcados y la
seguimos hasta que se dividió en dos. Seguimos por una de
estas hileras que nos condujo a unos matorrales imposibles
de pasar, con una extensión de una milla. Pasamos
nuevamente otros matorrales y seguimos la otra hilera de
árboles marcados hasta su final. Se acercaba la puesta del
sol. Nos sentamos fatigados y exhaustos sin haber tenido
alimento todo el día, excepto por un pan de jengibre que me
34 Diarios, Tomo I

había echado al bolsillo. La tercera parte del pan ya lo


habíamos dividido al mediodía. Ahora usamos otra tercera
parte. El resto lo guardamos para la mañana. Pero habíamos
pasado todo el día sin agua. Clavamos un palo en la tierra y
vimos que la punta se humedeció. Dos de nuestros
compañeros comenzaron a cavar un hueco con sus manos.
Al llegar a los tres pies de profundidad, encontramos agua.
Dimos gracias a Dios, bebimos y nos sentimos renovados.
La noche estaba fría, pero nadie se quejó, sino que después
de habernos encomendado a Dios nos acostamos uno junto
al otro y (por lo menos yo) dormimos hasta cerca de las seis
de la mañana.
DOMINGO 4. Renovando Dios nuestras fuerzas,
nos levantamos sin desmayo ni fatiga y resueltos a intentar
encontrar una vez más un camino a Port Royal. Nos
dirigimos hacia el este, sin encontrar ni camino ni árboles
marcados, mientras que los bosques se hacían más espesos.
Pensamos que lo mejor sería regresar, si es que podíamos
hacerlo, por el mismo camino que habíamos venido. El día
anterior, mientras caminábamos por la parte más espesa del
bosque, yo había quebrado muchos arbolitos, sin saber por
qué. Estos arbolitos fueron de gran ayuda en varios lugares
donde no se veía camino. Entre la una y dos de la tarde,
Dios nos llevó a salvo a la casa de Benjamin Arieu, el
anciano que habíamos dejado el día anterior.
En la noche leí oraciones en francés a una familia
numerosa, a una milla de la casa de Arieu. Uno de ellos se
comprometió a guiarnos a Port Royal. Partimos en la
mañana. Cerca de la puesta del sol le preguntamos a nuestro
guía si sabía dónde estaba. Respondió con franqueza, «No.»
Sin embargo, continuamos con esfuerzo hasta cerca de las
siete de la noche cuando llegamos a una hacienda. A la
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 35

siguiente noche (después de muchas dificultades y demoras)


llegamos a la isla de Port Royal.
JUEVES 22. Partí de América (aunque si Dios
quiere no será para siempre), embarcado en el Samuel, cuyo
comandante era el Capitán Percy. Viajaban también un
joven caballero que había estado unos meses en Carolina,
uno de mis parroquianos de Savannah, y un francés de
Purrysburg que se había escapado al último momento. El
sábado 24 navegamos por las costas de Charleston y al
mediodía perdimos de vista la tierra.
Al día siguiente el viento estaba despejado, pero
fuerte, como lo estuvo el domingo 25, cuando el mar me
afectó más que en las 16 semanas de nuestra travesía a
América. Me vi obligado a acostarme la mayor parte del
día, sintiéndome bien solamente en esa posición.
MIÉRCOLES 28. Al ver que los temores sin
fundamento de no sé qué peligro desconocido (el viento
estaba calmado y el mar tranquilo) que me habían afectado
por varios días iban en aumento, clamé fervientemente por
ayuda. De inmediato, Dios le devolvió la paz a mi alma.
Sobre este punto debo advertir: 1) Que no debo
olvidar ni uno de esos instantes, hasta obtener otra clase de
espíritu, un espíritu que glorifique a Dios igualmente en la
vida que en la muerte. 2) Que quien sea que tenga angustia
en cualquier situación (exceptuando únicamente el dolor
corporal) lleva en sí la prueba de que todavía es un
incrédulo. ¿Le tiene el miedo a la muerte? Entonces no cree
que el morir es ganancia.31 ¿Teme en cualquiera de las
instancias de la vida? Entonces no tiene una firme
convicción que todas las cosas le ayudan a bien.32 Y si trata
el asunto más de cerca, siempre encontrará, junta a la falta
36 Diarios, Tomo I

de fe, que cada inquietud se debe evidentemente a otra falta


de carácter cristiano.

LUNES 2 de enero de 1738. Me sentía triste y


apesadumbrado (aunque no podría dar una razón particular
por este sentir) y completamente renuente a hablar de cerca
con cualquiera de mi pequeño rebaño (cerca de 20
personas). Dudé si mi negligencia hacia ellos no era la
misma razón de mi abatimiento. En la noche comencé a
enseñar al empleado de cabina, después de lo cual me sentí
más aliviado.
En los días siguientes, varias veces me propuse
hablarles a los marineros, pero no pude hacerlo. Quiero
decir, me sentía imposibilitado de hablar. No podía
encontrar una ocasión para hacerlo y resultaba absurdo
hablar sin tener motivo. ¿No es esto lo que comúnmente
quiere decir «No podía hablar»? ¿Es ésta una causa
suficiente de silencio, o no? ¿Es ésta una prohibición del
buen Espíritu? ¿O una tentación de la naturaleza o del
maligno?
DOMINGO 8, De lo profundo de mi corazón escribí
las palabras siguientes:
31
Fil. 1.21.
32
Ro. 8.28.
Por las pruebas más infalibles y sentimientos profundos, soy reo:
1. De incredulidad, no tener tal fe en Cristo como para
prevenir que mi corazón se turbe; lo que no sería si creyera en Dios y por lo
tanto creyera también en él (Cristo).
2. De orgullo, a través de toda mi vida, por cuanto pensé que
tenía lo que ahora veo que no tengo.
3. Del más burdo olvido, por cuanto como clamo a Dios cada
momento en una tormenta, y en la calma no lo hago.
4. De liviandad y exuberancia de espíritu, que regresan cuando
pasa la presión y se manifiestan mi hablar palabras que no tienden a edificar, y
especialmente en la forma que hablo de mis enemigos.
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 37

Señor, sálvame, que perezco.33 Sálvame,


1. Por medio de la fe que trae paz en la vida y en la muerte.
2. Por medio de la humildad que puede llenar mi corazón
desde esta hora y para siempre de un sentido penetrante e ininterrumpido de que
nihil est quod hactenus feci.34 habiendo construido evidentemente sin
fundamento.
3. Por medio del recuerdo que puede clamar a ti cada
momento, especialmente cuando todo está en calma: «Dame fe o muero; dame
un espíritu humilde, de lo contrario mihi non sit suave vivere.35
4. Por entereza, seriedad, honestidad, sobriedad de espíritu,
evitando como al fuego cada palabra que no tienda a edificar, y nunca hablar de
mis oponentes, o de quienes pecan contra Dios, sin tener mis propios pecados
ordenados delante de mí.
Esta mañana, después de explicar las palabras de
San Pablo, hermanos, os ruego por las misericordias de
Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional,36
exhorté a mis compañeros de viaje con toda mi fuerza a
obedecer siguiendo las indicaciones del apóstol. Pero al
dejarlos solos más tarde, la seriedad que demostraron en un
principio desapareció.
VIERNES 13. Tuvimos una fuerte tormenta que nos
obligó a permanecer encerrados. El mar irrumpía sobre el
barco continuamente. Al principio tuve miedo, pero clamé a
Dios y fui fortalecido. Antes de las diez me acosté, y

33
Mt. 8.25.
34
Kempis, «nada es lo que hasta aquí he hecho».
35
Terencio: «que la vida me sea dura». 36 Ro. 12.1.
bendije a Dios, sin temor. Al filo de la medianoche fuimos
despertados por un ruido confuso del mar, del viento y
voces de hombres. Nada semejante había oído antes. El
sonido del mar irrumpiendo sobre y contra los lados del
barco sólo podía compararlo a un gran cañón o trueno
americano. El rebote, arranque y el movimiento trémulo del
barco se parecía mucho a lo que se dice de los terremotos.
38 Diarios, Tomo I

Al instante el capitán subió a cubierta, pero sus hombres no


podían oír lo que decía. Lo que soplaba era un verdadero
huracán que comenzó al sudoeste, luego se dirigió al oeste,
noroeste, norte y en un cuarto de hora dio la vuelta
nuevamente al este y de allí al sudoeste. A la misma vez el
correr del mar (como ellos lo llamaban) se levantaba como
montañas en diferentes puntos a la vez. El barco no
obedecía al timón y tampoco podía el piloto, por la violenta
lluvia, leer el compás. Así que el piloto se vio obligado a
dejar que el barco se moviera con el viento y en media hora
la violencia de la tormenta terminó.
Al día siguiente, alrededor del mediodía, cesó la
tormenta. Primeramente había decidido, con ayuda de Dios,
no solamente predicar a todos, sino también aplicar la
Palabra de Dios a cada alma en el barco. Aunque una sola o
ninguna de ellas escuchara, se que mi trabajo en el Señor
no es en vano.37
Tan pronto ejecuté esta decisión mi espíritu revivió.
Desde ese día no tuve más los temores y tristezas que antes
me abatían continuamente. Sé que hay quienes piensan que
estar «in orco»,38 como ellos lo llaman, es un preparativo
indispensable para llegar a ser un cristiano. Dirían que

37
1 Co. 15.58.
38
Bajo depresión espiritual. Frase que Wesley aparentemente tomó de los
místicos.
hubiera sido mejor continuar en ese estado y que este
descanso no esperado fue una maldición y no una
bendición. ¡No! ¿Quién eres tú, oh hombre, que favoreces
una hipótesis despreciable y así blasfemas el buen don de
Dios? ¿No ha dicho él mismo: A todo hombre a quien Dios
da riquezas y bienes, le da también facultad para que coma
de ellas, tome su parte y goce de su trabajo. Esto es don de
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 39

Dios.»?39 Si, Dios puso su propio sello a los débiles


esfuerzos del humano, y le llenará de alegría el corazón.40
MARTES 24. Nos comunicamos con dos barcos que
iban de salida, quienes nos dieron las buenas noticias que
nos faltaban 160 leguas para llegar a Land's End. Mi mente
estaba ahora llena de pensamientos, parte de lo cual escribí
como sigue:
Fui a América a convertir a los indígenas. Pero, ay, ¿quién me
convertirá a mí? ¿Quién, quién me librará de este corazón perverso e incrédulo?
Tengo una religión de verano. Puedo hablar bien, y hasta creer, mientras no hay
peligro cerca; mas que la muerte me mire a la cara, entonces mi espíritu se
perturba. Tampoco puedo decir, «porque para mi el vivir es
Cristo, y el morir es ganancia».41
Tengo el pecado de temer, que al hilar
Mi último hilo, moriré en la orilla.42
En verdad pienso, que si el evangelio es verdad, soy salvo. Porque no
solamente he dado y doy todos mis bienes para dar de comer a los pobres y doy
mi cuerpo para ser quemado, ahogado o a cualquier cosa que Dios me tenga
destinado. Busco la caridad (aunque no como debo, sino como puedo) con la
esperanza de alcanzarla. Ahora creo que el evangelio es verdad. Mostraré mi fe
por mis obras,43 aventurándolo todo por ella. Lo haría una y mil veces, si la
oportunidad me lo permitiera. Quien me vea, verá que quisiera ser cristiano.
Porque mis caminos no son como los de los demás. Por tanto, he sido, soy y
estoy contento de ser, motivo de burla a todos los pueblos.44 Sin embargo, en
una tormenta pienso «¿qué si el evangelio no es verdad?» Entonces, serías el
más tonto de los tontos. ¿Por qué has dado tus bienes, tu tranquilidad, tus
amigos, tu reputación, tu

39
Ec. 5.19.
40
Ec. 5.20.
41
Fil. 1.25.
42
De un poema de John Donne.
43
Stg. 2.18.
44
Dt. 28.37.
país, tu vida? ¿Por qué estás recorriendo todo el mundo? ¿Un sueño, una
fábula artificiosa?45 ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?46 ¿Que haré?
¿A dónde escaparé? ¿Debo combatir este temor pensando en él, o no
recordándolo? Un sabio me aconsejó hace tiempo, «Sé firme y prosigue tu
camino.» Quizás esto sea lo mejor, mirar a este temor como si fuera mi cruz;
cuando llegue, permitir que me haga humilde y que despierte todos mis buenos
40 Diarios, Tomo I

propósitos, especialmente, el de orar sin cesar; y otras veces no pensar en este


temor, sino proseguir calladamente creciendo en la obra del Señor.47

Proseguimos con poco viento y calmado hasta el


jueves en la tarde, cuando al sondear encontramos una arena
blanquisca a unas 75 brazas. No habiendo hecho
comprobaciones por varios días, el Capitán comenzó a
preocuparse, temiendo que de improviso entráramos al
Canal de Bristol o chocar de noche con las rocas de Scilly.
DOMINGO 29. Vimos tierra inglesa una vez más,
que al mediodía parecía ser Lizard Point. Pasamos por allí
con un viento moderado y al mediodía del siguiente día
tocamos la parte occidental de la Isla de Wight.
Aquí el viento cambió en contra nuestra y en la
noche sopló muy fresco, así es que esperábamos (la marea
estaba igualmente en nuestra contra) que nos haría
retroceder unas cuantas leguas durante la noche. Pero en la
mañana, para nuestra gran sorpresa, vimos Beachy Head
delante de nosotros y nos dimos cuenta que habíamos
avanzado cerca de 40 millas.
Hubo calma al atardecer, mas en la noche un viento
fuerte del norte nos llevó a salvo a los Downs. El día
anterior el Sr. Whitefield había zarpado, pues ni él ni yo
sabíamos nada uno del otro. A las cuatro de la mañana
tomamos el bote y en media hora llegamos a Deal. Era

45
2 P. 1.16.
46
Ro. 7.24.
47
1 Co. 11.58.
miércoles, febrero l, día en que se celebra en Georgia el
festival del aniversario de la llegada del Sr. Oglethorpe.
Hace ya dos años y casi cuatro meses desde que dejé
mi país natal para ir a enseñar el cristianismo a los
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 41

indígenas en Georgia. ¿Pero qué he aprendido mientras


tanto? Porque (lo que yo menos sospeché) fui a América a
convertir a otros, cuando nunca me había convertido a Dios.
No estoy loco sino que hablo palabras de verdad y de
cordura.48 Si por casualidad algunos de quienes aún sueñan
despiertan, pueden ver que ellos también son como yo.

¿Han leído ellos filosofía? También yo. ¿En idiomas


antiguos o modernos? También los he leído. ¿Conocen la
ciencia de la teología? También la he estudiado por muchos
años. ¿Pueden hablar con fluidez sobre asuntos espirituales?
Yo también puedo hacer lo mismo. ¿Han sido generosos con
sus dádivas? Yo reparto todos mis bienes para dar de comer
a los pobres.49 ¿Dan ellos de su trabajo tanto como de sus
bienes? Yo he trabajado mucho más que todos ellos. ¿Están
dispuestos a sufrir por sus hermanos? Yo he abandonado
mis amigos, reputación, tranquilidad y país. He puesto mi
vida en mi mano, recorriendo tierras extrañas, he
entregado mi cuerpo para ser devorado y quemado por el
intenso calor y consumido por el trabajo y la fatiga y por
todo aquello que Dios tendría a bien poner sobre mí. ¿Pero
es que todo esto me hace (sea más o menos, no importa)
aceptable delante de Dios? ¿Acaso todo lo que hice o
pueda saber, decir, dar, hacer o sufrir me justifica ante su
presencia? Más aún, ¿me justifica el uso constante de todos
estos medios de gracia? (que, sin

48
Hch. 26.25. 49 1 Co. 13.3.
embargo, es digno, justo, y nuestro obligado servicio).50 ¿O
me justifica el que de nada tengo mala conciencia,51 o que
en lo externo y en lo moral soy intachable? O (para
acercarme aún más) ¿me justifica tener una convicción
racional de todas las verdades del cristianismo? ¿Me
42 Diarios, Tomo I

permite todo esto reclamar lo santo, lo celestial, el carácter


divino de un cristiano? De ninguna manera. Si los oráculos
de Dios son verdaderos y si nos gobernamos por la ley y el
testimonio,52 todas estas cosas, ennoblecidas por la fe en
Cristo, son santas, justas y buenas; pero sin ella son basura
y escoria que esperan solamente ser echadas en el fuego
que no puede ser apagado.53

Esto entonces lo he aprendido en los confines de la


tierra, que estamos destituidos de la gloria de Dios,54 que
todo mi corazón se ha corrompido e hizo abominable
maldad, y consecuentemente mi vida entera (no puede el
árbol malo dar fruto bueno)55 está apartada de la vida de
Dios. Soy un hijo de la ira y heredero del infierno; mis
propios esfuerzos, sufrimientos y justicia están lejos de
poder reconciliarme con un Dios ofendido. También lejos
de poder expiar estos pecados que si los enumero se
multiplican más que los cabellos de mi cabeza. Hasta los
más aceptables de ellos necesitan ser expiados, o no pueden
resistir su justo juicio. Pero teniendo sentencia de muerte en
mi corazón y no teniendo nada en mí o de mí que me
justifique, no tengo esperanza, sino la de ser libremente

50
Libro de Oración Común.
51
1 Co. 4.4.
52
Is. 8.20.
53
Mc. 9.43.
54
Ro. 3.23
55
Mt.7.18.
justificado mediante la redención que es en Cristo Jesús. No
tengo esperanza sino de buscar y encontrar a Cristo, y ser
hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 43

ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de


Dios por la fe.56

Si se ha dice que tengo fe (porque tal cosa se ha oído


de labios de miserables consoladores), yo contesto: También
la tienen los demonios. Tienen cierta clase de fe; pero aún
son extraños al pacto de la promesa. Así los apóstoles
tuvieron fe en Caná de Galilea, cuando Jesús primeramente
manifestó su gloria. Ellos entonces en cierta manera
creyeron en él, pero sin tener la victoria que ha vencido al
mundo, nuestra fe.57 La fe que necesito «es esperanza y
confianza segura en Dios, que a través de los méritos de
Cristo mis pecados son perdonados y yo reconciliado en la
gracia de Dios.» Deseo la fe que San Pablo recomienda a
todo el mundo, especialmente en su Epístola a los Romanos.
Aquella fe que capacita a todos los que la poseen a clamar,
«ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí, y lo que ahora vivo
en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me
amó y se entregó a sí mismo por mí.»58 Deseo esa fe que
nadie puede tener sin saber que la posee (aunque muchos se
imaginan tenerla, pero no la tienen). Quien posee esa fe, ha
sido justificado del pecado, para que el cuerpo del pecado
sea destruido, y está libre del temor, tenemos paz para con
Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo....y nos
gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. 59 Y está libre
de dudas porque el amor de Dios ha

56
Fil. 3.9.
57
1 Jn. 5.4.
58
Gá. 2.20.
59
Ro.5.1-2.
44 Diarios, Tomo I

sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo


que nos fue dado,60 cuyo Espíritu mismo da testimonio a
nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.61

60
Ro. 5.5.
Diario 1, 14 de octubre de 1735 - 1º de febrero de 1738 45

61
Ro.8.16.
Diario 2
Prefacio

1. El que las gentes me vituperen y digan toda


clase de mal contra mí,8 el que yo llegue a ser para muchos
como un monstruo y que los entusiastas de casi todas las
denominaciones clamen, «quiten de la tierra a tal
hombre»,9todo esto no me produce, en relación a mí mismo,
ningún grado de preocupación. Sé que las Escrituras deben
cumplirse. Si al padre de familia llamaron Beelzebú,
¿cuánto más a los de su casa? 10 Pero en verdad me
preocupo por quienes por este artificio del diablo están
impedidos de escuchar la palabra que puede salvar sus
almas.4
2. Por el bien de éstos, y por todos los que
ciertamente desean escuchar la verdad de aquellos
acontecimientos que han sido relatados en diversas formas,
me he visto obligado a publicar este relato posterior. No
dudo que el mismo muestre a muchos de juicio cándido e
imparcial, que yo con toda buena conciencia he vivido
delante de Dios hasta el día de hoy.11
3. Fácilmente me perdonarán quienes aman o
buscan al Señor Jesucristo con sinceridad inalterable, 12 por
hablar ampliamente de la Iglesia Morava, una ciudad que

8 Mt. 5.11.
9 Hch. 22.22.
10 Mt.
10.25. 4 Stg.
1.21.
11 Hch. 23.1.
12 Ef. 6.24.
42 Diarios, Tomo I

debería ser asentada sobre un monte.13 Su luz ha sido


también por

41
mucho tiempo escondida debajo de un almud.8 Ya es tiempo
que pueda irrumpir y alumbre su luz delante de los
hombres, y otros también glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos.9
4. Si alguien preguntara, ¿crees que esta iglesia
es perfecta que no tiene mancha ni arruga ni cosa
semejante?10 Simplemente contesto, «No: espero que lo será
así, cuando la paciencia tenga su obra completa.»11 Pero
tampoco pienso que es correcto entretener al mundo con las
manchas de los hijos de Dios.
5. Además se ha preguntado si yo me imagino
que a Dios se le encuentra solamente entre ellos. Respondo:
«De ninguna manera. Sé que hay un Dios en Inglaterra y no
necesitamos de ir a buscarlo en tierras extrañas.» Sé que en
nuestra tierra Dios está muy cerca a todos los que le
invocan de veras;12 y por lo tanto pienso en aquellos necios
(por no decir otra cosa) que corren a averiguar de él en
Holanda o Alemania.
6. Cuando fui, el caso era completamente
distinto. Dios no había entonces desnudado su santo brazo13
delante de nosotros como lo ha hecho ahora, en forma que,
me atrevo a decirlo, no ha sido conocida ni en Holanda ni
en Alemania. En aquel entonces, quien ordena todas las
13 Mt. 5.14.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 43

cosas sabiamente, conforme al propósito del que hace todas


las cosas según el designio de su voluntad,14 se complació
en

8
Mt. 5.15.
9
Mt. 5.16. 10 Ef. 5.27.
11
Stg. 1.4.
12
Sal. 145.18.
13
Is. 52.10. 14 Ef. 1.11.
usarme para abrir la comunicación entre los ingleses y la
Iglesia Morava.
7. La razón particular que me obligó a narrar
mucho de la conversación que tuve con aquellos santos fue
ésta. En septiembre de 1738, cuando regresé de Alemania,
exhorté a todos los que pude a buscar la gran salvación que
es posible a través de la fe en la sangre de Cristo,
esperándola en todos los mandamientos y ordenanzas del
Señor,15 y en que según tengamos oportunidad hagamos
bien a todos.16 Y así muchos encontraron el comienzo de
aquella salvación, siendo justificados gratuitamente por su
gracia,17 teniendo paz para con Dios por medio de nuestro
Señor Jesucristo, y nos gloriamos en la esperanza de la
gloria de Dios,18 porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones.19
8. Alrededor de septiembre de 1739, mientras
mi hermano y yo estábamos ausentes, ciertos hombres se
infiltraron entre ellos sin que se dieran cuenta, en gran
manera, inquietando con palabras y perturbando sus
almas,20 diciéndoles que estaban en un error, que se habían
engañado ellos mismos y que en fin no tenían una
verdadera fe. «Porque (decían ellos) nadie tiene
justificación por la fe que tenga alguna vez duda o temor,
44 Diarios, Tomo I

(que ustedes saben que los tienen) o quien no posea un


corazón limpio, que ustedes saben que no lo tienen; o que
nunca lo tendrán hasta que dejen de usar los medios de la
gracia (así llamados). Hasta que no dejen de correr a la
iglesia y al sacramento, la

15
Lc. 1.6.
16
Ga. 6.10.
17
Ro. 3.24.
18
Ro. 5.1-2.
19
Ro. 5.5.
20
Hch. 15.24.
oración, el canto, y la lectura ya sea de la Biblia o de
cualquier otro libro. No pueden usar estas gracias sin
confiar en ellas. Por lo tanto, hasta que no las abandonen,
no pueden tener la fe verdadera; nunca podrán entonces
confiar en la sangre de Cristo.»
9. Y esta doctrina, desde el principio hasta hoy,
ha sido enseñada como la doctrina de la Iglesia Morava.
Pienso, por lo tanto, que es mi obligación absolver a los
moravos de esa difamación. Y más aún porque quizás soy la
única persona ahora en Inglaterra que puedo y debo hacerlo.
Creo que es la providencia peculiar de Dios que lo haga; y
esto, ahora que hace dos años que los miembros más
prominentes de esa iglesia declararon tanto su experiencia
como su juicio sobre estos puntos ahora en discusión.
10. La suma de todo lo que se dice que ellos
sostienen es esto:
(1) «Que el humano no puede
poseer ningún grado de
justificación por la fe hasta que esté completamente libre de duda y
temor y hasta que tenga (en el sentido más amplio) un nuevo y limpio
corazón.»
(2) «Que no debe usar las
ordenanzas de Dios, la Santa Cena en particular, hasta
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 45

que posea la fe que excluye toda duda y temor e


implica un nuevo y limpio corazón.»
En oposición abierta a esto, afirmo:
(1) «Que el humano puede
tener cierto grado de
justificación por la fe antes de que esté completamente libre de toda
duda y temor y antes de poseer (en el sentido más amplio) un nuevo y
limpio corazón.»
(2) «Que puede usar las
ordenanzas de Dios, la Santa Cena en particular, antes
de poseer tal fe que excluye toda duda y temor e
implica un nuevo y limpio corazón.»
Afirmo aún más: «Esto lo aprendí no sólo de los
ingleses, sino también.) de la Iglesia Morava.»
Y por este medio, yo abierta y formalmente hago un
llamado a esa iglesia (y al Conde Zinzendorf en particular,
en quien confío no se avergüence ni tema confesar ninguna
parte del evangelio de Cristo) de rectificar y dar sus
explicaciones si les he entendido mal o tergiversado.
Londres, 29 de septiembre de 1740
Juan Wesley
46 Diarios, Tomo I

Diario 2
Desde el primero de febrero hasta
el 16 de septiembre de 1738

VIERNES 3 de febrero. Llegué a la casa del Sr.


Delamotte en Blendon, donde esperaba una fría recepción.
Mas Dios me había preparado el camino. Tan pronto
terminé de mencionar mi nombre fui recibido en tal forma
que me vi obligado a decir, «Ciertamente Jehová está en
este lugar y yo no lo sabía».21 Bendito seas tú de Jehová.
Haz hecho mejor tu postrera bondad que la primera.22
En la tarde, regresé una vez más a Londres, de
donde había estado ausente por dos años y cerca de cuatro
meses.
Tengo muchas razones para bendecir a Dios, aunque
el propósito que yo tenía no se llevó a efecto, por haberme
llevado a esa tierra extraña, en contra de todas mis
decisiones anteriores. Confío que él en cierta medida me
haya afligido y probado, para saber lo que hay en mi
corazón.23 Por esto he sido enseñado a guardarme de los
hombres.24 Por esto llego a conocer con seguridad que si lo
reconozco en todos sus caminos, Dios dirigirá, y donde la
razón falle enderezará nuestras veredas,25 por suerte o por
otros medios que él sabe. Así soy liberado del temor al mar,
que había temido y aborrecido desde mi juventud.
Dios me ha permitido conocer a muchos de sus
siervos, particularmente a los de la iglesia de Herrnhut.
Tengo el camino abierto a los escritos de los santos en
21
Gn. 28.16.
22
Rt. 3.10.
23
Dt. 8.2.
24
Mt. 10.17. 25 Pr. 3.6.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 47

alemán, español e italiano. Espero también que de algo


bueno pueda servir a otros. Todos en Georgia han oído la
palabra de Dios. Algunos han creído y han empezado a
caminar por el bien. Se han tomado algunos pasos para
publicar las buenas nuevas a los paganos del África y
América. Muchos niños han aprendido cómo se debe servir
a Dios y como ser útiles a sus prójimos. Y aquellos a
quienes más les preocupa tienen oportunidad de conocer el
verdadero estado de sus jóvenes colonias y establecer una
base más firme de paz y felicidad para muchas
generaciones.
LUNES 27. Fui por carruaje a Salisbury y tuve
varias oportunidades de conversar seriamente con mis
compañeros de viaje. Pero por querer remediar la sabiduría
de Dios con la sabiduría mundana de prologar sermones con
conversaciones ligeras, y después seguir el consejo de los
místicos «Déjenlos solos», todo lo que había dicho quedó
como escrito en la arena. Señor, no me tomes en cuenta este
pecado.26
MARTES 28. Vi a mi madre una vez más. Al día
siguiente preparé mi viaje para ver a mi hermano en
Tiverton. Pero el jueves, 2 de marzo, un mensaje que mi
hermano Carlos estaba agonizando en Oxford me obligó a
salir para allá inmediatamente. Al visitar una casa solitaria
en el camino, en la tarde, encontré allí a varias personas que
parecían tener buenos deseos hacia la religión, a quienes les
hablé sencillamente, tal como lo hice en la noche los
sirvientes y extraños en mi posada.
Respecto a mi propia conducta, ahora renové y
escribí mis resoluciones anteriores:
1. Ser absolutamente abierto y sin reserva con todos aquellos con
quienes conversara.
48 Diarios, Tomo I

26
Hch. 7.60.
2. Trabajar buscando siempre la seriedad y no acceder en la
menor ligereza de conducta, o en la risa, ni por un momento.
3. No hablar palabra que no se refiera a la gloria de Dios; en
particular, no hablar de cosas mundanas. Otros pueden hacerlo, pero no deben.
¿Pero qué es esto para ti? Y,
4. No buscar placer que no conduzca a la gloria de Dios, dando
gracias a Dios cada momento por todo lo que hago y por lo tanto, rechazando
toda clase y grado de placer que sienta que no puedo agradecerle.
SÁBADO 4 de marzo. Encontré a mi hermano en
Oxford recuperándose de su pleuresía y acompañado de
Peter Böhler. Por este último (en manos del gran Dios)
quedé el domingo 5 claramente convencido de mi pecado
de incredulidad, y de mi falta de esa fe por la que somos
salvos,27 con una salvación cristiana completa.
Inmediatamente pensé: «Deja de predicar. ¿Cómo
puedes predicar a otros si tú mismo no tienes fe?» Le
pregunté a Böhler si él pensaba que debería de dejar de
predicar o no. El contestó: «De ninguna manera.» Le
pregunté: «¿Pero qué puedo predicar?» El dijo: «Predica la
fe hasta que la obtengas y entonces, porque la tienes,
predicarás la fe.»
Por tanto, el lunes 6 comencé a predicar esa nueva
doctrina, aunque mi alma rechazaba la tarea. La primera
persona a quien le ofrecí la salvación sólo por la fe fue a un
prisionero sentenciado a muerte. Se llamaba Clifford. Peter
Böhler en varias ocasiones anteriores deseaba que le
hablara. Pero no podía convencerme de hacerlo yo mismo,
siendo aún, (como lo había sido por muchos años) un celoso
defensor de la imposibilidad del arrepentimiento en el lecho
de muerte.
VIERNES 10. Böhler regresó a Londres. El martes
14 partí para Manchester con el Sr. Kinchin, Fellow de
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 49

27
Hch.4.12.
Corpus Christi y el Sr. Fox, ex-prisionero de la cárcel de la
ciudad. Entre las cinco y las seis visitamos la Capilla de
Heath, donde vivía un hombre pobre, que había sido
prisionero en el Castillo de Oxford. No estaba en casa, pero
su esposa salió a vernos. El Sr. Kinchin le dirigió algunas
palabras, que enternecieron tanto su corazón que comenzó a
llorar y nosotros continuamos regocijándonos y alabando a
Dios.
Alrededor de las ocho, habiendo estando lloviendo y
oscuro, nos perdimos, pero antes de las nueve llegamos a
Shipton, habiendo cruzado, no sé como, un puente colgante
angosto que se tendía sobre una profunda zanja cerca del
pueblo. Después de la cena, leí oraciones a las personas de
la posada y les expliqué la Segunda Lección. Espero que no
haya sido en vano.
Al siguiente día almorzamos en Birmingham y poco
después de salir nos sentimos culpables por nuestra
negligencia allí (dejamos que quienes habían asistido se
marcharan sin exhortación o instrucción) debido a una
severa granizada. En Hednesford, cerca de las cinco, nos
esforzamos en ser más fieles y todos los que oyeron la
exhortación parecieron serios y conmovidos.
En la noche llegamos a Stafford. La señora de la
casa se unió a nosotros en oración familiar. A la mañana
siguiente, antes de irnos, uno de los sirvientes estuvo muy
afectado y así también el establero.
Inmediatamente después del desayuno, entrando en
el establo, hablé unas pocas palabras con los que estaban
allí. Un desconocido que me escuchó, dijo, «Señor, desearía
poder viajar con usted», y cuando entré a la casa me siguió
50 Diarios, Tomo I

y súbitamente comenzó a decir, «Señor, creo que usted es


un buen hombre y vengo a contarle algo de mi vida.» Las
lágrimas aparecieron en sus ojos en todo momento mientras
hablaba y confiamos que ni una palabra que se le dijo se
perdió.
En Newcastle, a donde llegamos cerca de las diez,
algunos a quienes hablamos en nuestra posada estuvieron
muy atentos, excepto una joven muy alegre que nos sirvió y
que estaba muy despreocupada. Sin embargo, seguimos
hablando. Cuando partimos, ella tenía los ojos fijos y ni se
movió o dijo palabra alguna, pero lucía tan atónita como si
hubiera sido resucitada de los muertos.
Al llegar a la Capilla de Holmes como a las tres, nos
sorprendimos que nos llevaran a un salón donde habían
dispuesto mantel y platos; más tarde, dos hombres vinieron
a comer. El Sr. Kinchin les preguntó si permitían que el
caballero bendijera los alimentos. Ellos clavaron la vista
como si dieran su consentimiento; pero se sentaron mientras
se oraba, uno de ellos con su sombrero puesto.
Comenzamos a hablar sobre el hecho de entregarse a Dios y
continuamos, a pesar de que ellos parecían completamente
desinteresados. Al rato sus semblantes cambiaron y uno de
ellos se quitó el sombrero. Poniéndolo detrás de sí, dijo que
todo lo que habíamos dicho era verdad, pero que él había
sido un cruel pecador y no había tomado en cuenta lo dicho
como debía. Que había resuelto ahora, con la ayuda de
Dios, entregarse a él con diligencia. Le exhortamos a él y a
su compañero, quien de la misma manera asimilaba cada
palabra, que clamaran a Dios pues, el envía ayuda desde su
santuario.28
Estando decaído en la tarde, hice una visita a
Altrincham y allí me encontré con un cuáquero, muy bien
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 51

28
Sal.20.2.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 52
versado y por lo tanto, (como pronto descubrí) bastante
aficionado a la controversia. Después de haber pasado una
hora allí (quizás no en vano) le aconsejé que discutiera lo
menos posible y en su lugar buscara la santidad y el caminar
humildemente con su Dios.
Tarde en la noche llegamos a Manchester. Pasamos
todo el viernes 17 con el Sr. Clayton, por quien, así como el
resto de nuestros amigos allí, fuimos renovados y
fortalecidos. El Sr. Hoole, Rector de la Iglesia de Santa Ana,
se enfermó al día siguiente. El domingo 19 el Sr. Kinchin y
yo oficiamos en la mañana en la Capilla de Sanford, lo que
implicó que el Sr. Clayton tuvo la libertad de tener el
servicio en la Iglesia de Santa Ana. En la tarde, prediqué allí
sobre las palabras de San Pablo, «De modo que si alguno
está en Cristo, nueva criatura es».29
Temprano en la mañana salimos de Manchester
llevando con nosotros al hermano del Sr. Kinchin, por quien
habíamos venido y quien iba a ingresar a Oxford.
Estábamos completamente decididos a no perder
oportunidad de despertar, instruir o exhortar a cualquiera
que encontráramos en nuestro viaje. En Knutsford, nuestra
primera parada, todos a quienes les hablamos recibieron con
agradecimiento la palabra de exhortación. En Talk-o'-
th'Hill, donde almorzamos, una mujer con quien estábamos
se comportaba como toda una dama y trabajamos con ella
como una hora, pero pareció todo en vano. Sin embargo,
continuamos hablando. De pronto lució como alguien que
se acaba de despertar. Cada palabra penetró en su corazón.
Nunca antes había visto en ninguna otra persona y en tan

29
2 Co.5.17.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 53
poco tiempo cambio tan completo, en sus ojos, cara y
manera de hablar.
Cerca de las cinco, cuando el Sr. Kinchin cabalgaba
al lado de un caballo que llevaba a un hombre y a una
mujer, el hombre le dijo, «Señor, usted debe agradecer a
Dios que hace un buen día; porque si lloviera, usted estaría
muy sucio con ese pequeño caballo.» El Sr. Kinchin le
respondió, «Verdad. Debemos agradecer a Dios por nuestra
vida y salud, por el alimento, el vestido y todas las cosas.»
Y continuó cabalgando. Al Sr. Fox que le seguía, el hombre
le dijo, «Señor, a mi señora le gustaría conversar más con
ese caballero.» Nos detuvimos y cuando nos acercamos
empezamos a escudriñar nuestros corazones. Por la noche
regresaron a vernos en nuestra posada en Stone, donde les
expliqué a los dos y a muchas de sus amistades que se
habían reunido, aquella gran verdad, que la piedad para
todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y
la venidera.30
MARTES 21. Llegamos a Hednesford entre las
nueve y las diez. En ese momento alguien contaba que una
mujer joven había muerto el día anterior. Esto nos brindó
una buena oportunidad para exhortar a todos los presentes
sobre enseñarnos a contar de tal modo nuestros días, que
traigamos al corazón sabiduría.31
En la tarde hablamos con uno que encontramos más
inclinado a hablar que a escuchar. Sin embargo, hablamos y
no perdimos el tiempo. En la noche, conversamos con un
joven cuáquero quien más tarde vino a nuestra posada en
Henley, de donde mandó a buscar al resto de su familia para
reunirnos en oración; a lo que añadí, como generalmente
30
1 Ti. 4.8.
54 Diarios, Tomo I
31
Sal. 90.12.
hago, la presentación de la Segunda Lección. En la mañana,
nuestro otro compañero fue con nosotros una o dos millas.
Durante el viaje no solamente habló menos que el día
anterior, sino que durante gran parte del tiempo tomó seria
precaución contra la habladuría y vanidad.
Una hora después, un caballero anciano nos
encontró, quien nos dijo que iba a ingresar a su hijo en
Oxford. Le preguntamos, «¿En qué facultad?» El dijo que
no sabía y que no tenía ningún conocido en Oxford, por lo
tanto, no podía depender de alguna recomendación.
Después de haber conversado, expresó un profundo sentido
de la buena providencia de Dios y nos dijo que sabía que
Dios nos había puesto en su camino, en respuesta a su
oración. En la tarde llegamos a Oxford, regocijándonos por
haber recibido tantas experiencias renovadoras de esa gran
verdad: Reconócelo en todos tus caminos, y el enderezará
tus veredas.32
[El día 23 wesley se reunió de nuevo con Böhler. Probablemente como resultado
de esa conversación, al día siguiente emprendió una relectura del Nuevo
Testamento en Griego.]
SÁBADO primero de abril. Estando en compañía
del Sr. Fox, mi corazón estaba tan rebosante que no podía
limitarme a los modelos de oración que estábamos
acostumbrados a usar allí. Tampoco tenía el propósito de
estar limitado a esas oraciones nunca más, sino orar
indistintamente, con o sin modelos, según encontrara
conveniente para cada ocasión.
SÁBADO 22. Me encontré una vez más con Peter
Böhler. Ahora no tenía objeción a lo que él dijo sobre la
naturaleza de la fe, por ejemplo, que es (usando las palabras
de nuestra Iglesia), «La verdadera confianza y seguridad
que
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 55
32
Pr. 3.6.
tiene un hombre en Dios, que a través de los méritos de
Cristo sus pecados son perdonados y él reconciliado por la
gracia de Dios.» Tampoco puedo negar la felicidad o
santidad que él decía eran fruto de la fe verdadera. De lo
primero me convencieron los pasajes: «El Espíritu mismo
da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de
Dios»33 y «El que cree en el Hijo de Dios, tiene el
testimonio en sí mismo».34 De lo segundo: «Todo aquel que
es nacido de Dios, no practica el pecado»35 y «Todo aquel
que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios».36 Pero
no pude comprender a lo que él se refería al hablar sobre
«una obra instantánea». No pude entender cómo esta fe
podría darse en un momento dado, cómo puede alguien de
repente cambiar de la oscuridad a la luz, del pecado y
miseria a la justicia y al gozo en el Espíritu Santo. Busqué
en las Escrituras sobre este mismo tema, particularmente en
Hechos de los Apóstoles. Pero para mi sorpresa encontré
muy pocas referencias de conversiones que no fuesen
instantáneas. Y ninguna como la de San Pablo, quien estuvo
tres días en los tormentos del nuevo nacimiento. Me
quedaba solamente un refugio, decir: «Entonces doy por
sentado que Dios obró así en las primeras etapas del
cristianismo; pero los tiempos han cambiado. ¿Qué razones
tengo para creer que ahora obra de la misma manera?»
Pero el domingo 23 de abril, ese refugio no me
sirvió más, por la coincidente evidencia de varios
testimonios vivientes, quienes testificaron que Dios había
obrado en ellos, dándoles en un momento tal fe en la sangre
de su Hijo

33
Ro. 8.16.
56 Diarios, Tomo I
34
1 Jn. 5.10.
35
1 Jn. 3.90. 36 1 Jn.5.1.
que los trasladó de la oscuridad a la luz, librándoles del
pecado y del temor y llevándoles hacia la santidad y
felicidad. Aquí terminó mi discusión. Solamente pude ahora
clamar, !Señor, ayuda mi incredulidad!37
Le pregunté a Peter Böhler otra vez si no debía de
«abstenerme de enseñar a otros». El respondió, «No, no
escondas bajo tierra el talento que Dios te ha dado.» De
consiguiente, el martes 25 hablé clara y abiertamente en
Blendon a la familia del Sr. Delamotte sobre la naturaleza y
los frutos de la fe. El Sr. Broughton y mi hermano estaban
allí. La objeción más grande del Sr. Broughton fue que él no
podía pensar que yo no tuviera fe, habiendo hecho y sufrido
todas estas cosas. Mi hermano estaba muy enojado y me
dijo que yo no sabía el error que había cometido al hablar
de esa manera. Y en verdad quiso Dios encender el fuego,
que confío nunca sea apagado.
LUNES primero de mayo. La recaída de la
enfermedad de mi hermano me obligó otra vez a regresar
rápidamente a Londres. En la noche, lo encontré en casa de
James Hutton, mejor de salud de lo que esperaba, pero muy
opuesto a lo que él llamaba «la nueva fe».
Esa noche comenzó nuestra pequeña sociedad, la
que más tarde se reunió en Fetter Lane. Nuestras reglas
fundamentales fueron como siguen:
En obediencia a los mandamientos de Dios según
Santiago y por el consejo de Peter Böhler, acordamos:
1. Que nos reuniríamos una vez a la semana para «confesarnos
nuestras faltas y orar unos por otros para poder ser sanados».
2. Que los participantes fueran divididos en pequeñas
«bandas,» o compañías, ninguna de ellas con menos de cinco o más de diez
personas.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 57
3. Que cada persona hablara libre, franca y concisamente como
quiera hacerlo, sobre la verdadera condición de su corazón, con sus muchas
tentaciones y justificaciones, desde la última reunión.

37
Mr. 9.24.
4. Que todas las bandas se reúnan a las ocho de la noche cada
miércoles, para hablar y compartir, empezando y finalizando con cantos y
oración.
5. Que a toda persona que desee ser admitida en esta sociedad
se le pregunte, ¿Cuáles son sus razones para querer ser admitido? ¿Será usted
completamente sincero y sin reserva alguna? ¿Tiene usted alguna objeción a
cualquiera de nuestras reglas? (Que entonces pueden ser leídas).
6. Que cuando un nuevo miembro sea propuesto todos los
presentes hablarán clara y libremente de cualquier objeción que tenga contra él.
7. Que aquellos contra quienes no haya objeción razonable
sean organizados, a modo de prueba, en una o más bandas separadas, y que
alguien se comprometa a ayudarles.
8. Que después de un período de prueba de dos meses, si no
aparece objeción alguna, sean admitidos en la sociedad.
9. Que cada cuarto sábado sea celebrado como un día de
intercesión general.
10. Que la noche del próximo séptimo domingo haya un ágape
o fiesta de amor, desde las siete hasta las l0 de la noche.
11. Que a ningún miembro en particular se le permita actuar en
contra de las ordenanzas de la sociedad y que si alguna persona, después de
haber sido amonestada tres veces, no cumple lo que se le ha manifestado, no
será más considerada como miembro.
MIERCOLES 10. El Sr. Stonehouse, Vicario de
Islington, quedó convencido de la verdad que está en
Jesús.38 Desde este día hasta el sábado 13, me sentí triste y
apesadumbrado, incapaz de leer, meditar, cantar, orar o de
hacer algo. Mas me sentí algo aliviado por la carta de Peter
Böhler, la que incluyo en sus propias palabras:
Con gran amor y pensando mucho en ti durante mi viaje, con mis
mejores deseos y oraciones para que las misericordias de Jesucristo el
crucificado, cuyas entrañas fueron dirigidas a ti hace más de 6,000 años, pueda
ser manifestado en tu alma. Que puedas probar y después ver con qué plenitud
el Hijo de Dios te ha amado, y sigue amándote, de tal manera que puedas
continuar confiando en él y sentir su vida en la tuya. Cuídate del pecado de la
incredulidad y si no la has vencido todavía, procura conquistarla este mismo día,
a través de la sangre de Jesucristo. No te demores. Te suplico que creas en tu
Jesucristo y tengas en mente sus promesas a los pobres pecadores, que él no
dejará de hacer por ti lo que ha hecho por muchos otros. ¡Oh cuán grande, cuán
58 Diarios, Tomo I
indecible, cuán inagotable es su amor! Con toda seguridad él está listo para
ayudar y nada lo ofendería sino nuestra incredulidad...

38
Ef. 4.21.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 59
¡Qué Dios te bendiga! Perdura en la fe, el amor, la enseñanza, la
comunión de los santos y en resumen, en todo lo que tenemos en el Nuevo
Testamento. Quedo tu inmerecido hermano,
Peter Böhler

DOMINGO 14. Prediqué en la mañana en la Iglesia


de Santa Ana, Aldersgate, y en la tarde en la Capilla Savoy
sobre la salvación gratuita por medio de la fe en la sangre
de Cristo. Se me dijo prontamente que no predicaré más en
la Iglesia de Santa Ana.
Bien hallé ser verdad las palabras de un amigo que
le escribió a mi hermano por este tiempo:
He visto en esta ocasión, más de lo que me hubiera podido imaginar,
lo intolerable que es la doctrina de la fe para la mente humana y cuan
peculiarmente intolerable es para las gentes religiosas. Uno puede decir las
cosas menos cristianas, aun hasta llegar al Deísmo; las cosas más entusiastas,
hasta llegar a arrebatos mentales, iluminismos, uniones; las cosas más severas,
hasta el rigor completo de la mortificación ascética: todo esto será perdonado.
Pero si se habla de la fe de tal modo que hace de Cristo un sumo Salvador, la
más grande ayuda y refugio universal; en tal forma que quita toda jactancia y
añade felicidad a todo desdichado; de la fe que descubre una mayor
contaminación en lo mejor de nosotros de lo que habíamos podido imaginar y
brinda una mayor salvación de lo que podíamos haber esperado; si alguno se
ofrece a hablar en esta forma, será escuchado con el mismo aborrecimiento que
si fuera a robarle la salvación a la humanidad, su Mediador, o sus esperanzas de
perdón. Estoy convencido que un Montanista o un Novaciano desde la cima de
su pureza mirarían con desprecio a pobres pecadores y le negarían toda
misericordia. Pero no serían considerados demoledores del evangelio como lo
será quien aprende del Autor del evangelio a ser amigo de publicanos y
pecadores y sentarse al mismo nivel de ellos tan pronto inicien su
arrepentimiento.
Pero todo esto no es para sorprenderse. Toda persona religiosa tiene
tanta justificación, adquirida a través de tanta práctica sacrificial convertida a la
postre en hábitos; y hace de esto su riqueza para este mundo y el próximo.
Todos los otros esquemas de religión son tan complacientes que les manifiestan
que ellos son muy ricos y que tienen suficiente para triunfar; o son algo
difíciles, pero mayormente amigables, al decirles que sus riquezas no son aún
suficientes, pero que por medio del arte de la abnegación y el refinamiento
mental pueden mejorar sus riquezas. Mas la doctrina de la fe es un ladrón
absoluto. Se lleva toda esta riqueza y sólo nos dice que está depositada para
nosotros y en poder de otro, de cuya bondad debemos vivir como puros
mendigos. En verdad, quienes hasta hace poco han sido verdaderos mendigos,
60 Diarios, Tomo I
despreciables y sucios pecadores, pueden humillarse a vivir en condición
dependiente: a éstos les acomoda bastante bien. Pero quienes por mucho tiempo
se han diferenciado del rebaño de desdichados o han trascendido la moral
común, no pueden aceptar que se les diga que no están tan bien, y que están en
la misma necesaria, impotente e insignificante barca de la misericordia que los
otros. Todo esto es más ofensivo a la razón que la transubstanciación, puesto
que la razón prefiere abandonar su pretensión de juzgar lo que es pan o carne
que dejar que este honor de ser el arquitecto de la virtud y la justicia le sea
arrebatado. ¿Pero hacia dónde voy? Mi plan era sólo avisarte que dondequiera
que vayas esta locura de la predicación39 apartará los corazones y abrirá las
bocas contra ti.
MIERCOLES 24. Lo que ocurrió el miércoles 24,
pienso que mejor debo relatarlo extensamente, después de
establecer la premisa que pueda hacerlo más fácil de
comprender. Quien no puede recibirlo que le pida al Padre
de las luces que nos dé más luz a ambos, a él y a mí.
1. Creo que hasta que tuve alrededor de diez
años, mis pecados no habían borrado el lavacro del Espíritu
Santo40 que me fue dado en el bautismo, habiendo sido
educado estricta y cuidadosamente, y enseñado que
solamente podía ser salvo por obediencia universal a todos
los mandamientos de Dios, en cuyo significado fui
diligentemente instruido. Y esas enseñanzas, en lo que
respecta a los deberes y pecados exteriores, las recibí con
gozo y pensaba en ellas con frecuencia. Pero todo lo que me
fue dicho de la obediencia o santidad interior nunca lo
comprendí ni lo recordé. Así que a la verdad siempre fui
ignorante del verdadero significado de la ley así como del
evangelio de Cristo.
2. Los próximos seis o siete años los pasé en la
escuela, donde me fueron quitadas las restricciones
exteriores. Fui mucho más negligente que antes hasta en los
deberes exteriores, y casi continuamente culpable de
pecados externos, los cuales sabía que lo eran, aunque no
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 61
39
1 Co. 1.21.
40
Tit. 3.5.
fueran escandalosos a la vista del mundo. Sin embargo,
continuaba leyendo las Escrituras y hacía mis oraciones,
mañana y noche. Y ahora lo que esperaba que me hiciera
salvo, era: 1) no ser tan malo como otras personas, 2) tener
todavía la bondad por religión; y 3) leer la Biblia, asistir a la
iglesia y hacer mis oraciones.
3. Habiéndome trasladado a la universidad por
cinco años, todavía hacía mis oraciones en público y en
privado, y leía con las Escrituras varios otros libros de
religión, especialmente comentarios sobre el Nuevo
Testamento. Todavía no tuve en todo ese tiempo una noción
de santidad interior, más aún, continué habitualmente y
muy satisfecho (la mayor parte del tiempo) en algunos que
otros pecados conocidos y por cierto con algunos recesos y
luchas cortas, especialmente antes y después de la Santa
Cena, que me sentía obligado a tomar tres veces al año. No
puedo decir claramente de qué esperaba ser salvo entonces,
cuando estaba continuamente pecando contra la escasa luz
que tenía, a no ser por aquellos ataques pasajeros de lo que
muchos ministros me enseñaron a llamar
«arrepentimiento».
4. Cuando tuve veintidós años mi padre me
presionó para que entrara al ministerio. A la misma vez, la
providencia de Dios me condujo a la obra de Kempis,
Imitación de Cristo. Empecé a ver que la verdadera religión
estaba asentada en el corazón y que la ley de Dios se
extendía a todos nuestros pensamientos, así como a las
palabras y acciones. Estaba, sin embargo, muy molesto con
Kempis por ser demasiado estricto, aunque lo leí sólo en la
traducción del Deán Stanhope. No obstante, con frecuencia
sentí al leerlo un consuelo que no conocí antes. Y me
62 Diarios, Tomo I
reunía, de la misma manera, con un amigo religioso, cosa
que no había hecho antes, y comencé a cambiar toda la
forma de mi conversación y a buscar una nueva vida.
Separé una o dos horas diarias para un retiro religioso.
Comulgaba cada semana. Me cuidaba contra todo pecado,
ya sea de palabra o hecho. Empecé por dirigirme a y orar
por la santidad interior. De modo que ahora, haciendo tanto
y viviendo una vida tan buena, no tuve la menor duda que
era un buen cristiano.
5. Me trasladé poco después a otra universidad,
ejecuté una decisión de la cual estuve convencido desde
mucho antes que era de suma importancia: me sacudí de
una vez por todas de mis amistades vanas. Comencé a ver
más y más el valor del tiempo. Me dediqué más al estudio.
Me cuidaba con más esmero contra todo pecado.
Aconsejaba a otros a ser religiosos, según el esquema de
religión que había modelado para mi propia vida. Pero,
encontrándome con las obras del Sr. Law, La perfección
cristiana y Un llamado ferviente, aunque me sentí ofendido
por muchas partes de ambas, me convencieron más que
nunca de la altura, anchura y profundidad de la ley de Dios.
La luz fluyó tan poderosamente sobre mi alma que todo
lucía nuevo. Clamé a Dios por ayuda y decidí no prolongar
más el tiempo de obedecerle como nunca lo había hecho
antes. Y mi continuo esfuerzo por guardar toda su ley,
interior y exterior, con toda mi fuerza, me persuadió que
debía ser acepto ante él y que estaba en camino de
salvación.
6. En 1730 comencé a visitar las prisiones,
ayudando a los pobres y enfermos del pueblo y haciendo
todo el bien que pude con mi presencia o mi pequeña
fortuna a los cuerpos y almas de todos. Hasta hoy me
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 63
despojo de todas las superficialidades y muchas otras que
son llamadas necesidades de la vida. Pronto me convertí en
refrán de burla41 por hacer esto y me regocijé que mi
nombre fue desechado como malo.42 A la siguiente
primavera empecé a practicar los ayunos de los miércoles y
los viernes, como en la iglesia primitiva, sin probar
alimento hasta las tres de la tarde. Y ahora no sabía cómo
seguir más adelante. Diligentemente luché contra toda clase
de pecado. No omití clase alguna de negación que la ley me
pareciera permitir. Cuidadosamente usé, tanto en público
como en privado, todos los medios de gracia en todas las
oportunidades. No omití ocasión alguna para hacer el bien.
Por esta razón sufrí todo mal. Y todo esto sabía que de nada
valía a no ser que estuviera dirigido hacia la santidad
interior. Por tanto, la imagen de Dios fue mi blanco en todo
momento, el hacer su voluntad y no la mía. Empero cuando,
después de continuar algunos años en este camino, temí
estar cerca de la muerte, no encontré que todo esto me diera
consuelo, ni ninguna seguridad de la aceptación divina.
Esto me sorprendió, sin imaginarme que había estado
construyendo todo este tiempo sobre la arena, sin
considerar que nadie puede poner otro fundamento que el
que está puesto, el cual es Jesucristo.43
7. Poco tiempo después, un hombre
contemplativo me convenció aún más de lo que yo ya
estaba convencido, de que las obras exteriores no eran nada
por sí solas. En varias conversaciones me enseñó cómo
buscar la santidad interior, o la unión del alma con Dios.
Pero a pesar de sus enseñanzas (aunque las recibí en ese
momento como las palabras de Dios) no puedo sino señalar
lo siguiente: 1) que él hablaba con tan poca cautela contra
la confianza en las
64 Diarios, Tomo I

41
Dt. 28.37.
42
Lc. 6.22.
43
1 Co. 3.11.
65 Diarios, Tomo I

obras exteriores que me desilusionó completamente de


hacerlas; 2) que recomendaba (como si fuera para proveer
lo que faltaba a las obras) la oración mental y ejercicios
parecidos, como los medios más efectivos para purificar el
alma y unirla a Dios. Ahora bien, tales cosas eran, en
verdad, tanto mis propias obras, como visitar al enfermo o
vestir al desnudo; y la «unión con Dios» que así buscaba era
realmente mi propia justicia, tanto como cualquiera otra que
había hecho antes bajo otro nombre.
8. En esta manera refinada de confiar en mis
propias obras y mi propia justicia (tan celosamente
inculcada por los autores místicos), me arrastré lentamente,
sin encontrar ninguna satisfacción o ayuda en ellas hasta
que salí de Inglaterra. A bordo, sin embargo, estuve
nuevamente activo en las obras exteriores; donde por el
favor de Dios y de su libre misericordia me dio veintiséis
hermanos moravos por compañeros, quienes se esforzaron
en mostrarme un camino más excelente.44 Pero al principio
no lo comprendí. Sabía mucho y era demasiado inteligente.
Así que me pareció una tontería. Continué predicando y
confiando en esa justicia por la que ninguna carne puede ser
justificada.
9. Todo el tiempo que estuve en Savannah
estaba entonces golpeando el aire, ignorante de la justicia
de Cristo, la que trae salvación por medio de una fe viviente
en él a todo aquel que cree.45 Buscaba cómo establecer mi
propia justicia y trabajaba en el fuego todos mis días.
Estaba ahora propiamente bajo la ley,46 Sabía que la ley de
Dios era espiritual.47 Apruebo que la ley es buena.48 Más
aún, según

Ro.
Ro.
66 Diarios, Tomo I

44
1 Co. 12.31.
45
Ro. 1.16. 46 Ro. 6.14. 47 7.14. 48 7.16.
el hombre interior me deleito en la ley de Dios.49 Mas yo
soy carnal, vendido al pecado.50 Cada día tenía que clamar,
«porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que
quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.51 Y yo sé que en
mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer
el bien está en mí, pero no el hacerlo.52 Porque no hago el
bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.53 Así
que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal
está en mí,54 aún más, veo otra ley en mis miembros, que se
revela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la
ley del pecado.55
8. En este bajo y servil estado de esclavitud al
pecado, estuve ciertamente peleando continuamente, pero
no conquistando. Anteriormente, voluntariamente había
servido al pecado; ahora lo hacía involuntariamente, pero
aún le servía. Me caía, me levantaba, y caía otra vez.
Algunas veces vencido y en pesadumbre. Otras vencedor y
en júbilo. Así como en el anterior estado probé algunos de
los terrores de la ley, así también tuve ahora el consuelo del
evangelio. Durante toda esta lucha entre la naturaleza y la
gracia (la que continuó por más de diez años) tuve muchas
respuestas extraordinarias a la oración, especialmente
cuando estaba en problemas. Tuve muchos consuelos
perceptibles que no son en verdad otra cosa que cortas
anticipaciones de la vida de fe. Pero estaba aún bajo la ley,
y no bajo la gracia56 (estado en que la mayoría de los

49
Ro. 7.22.
50
Ro. 7.14.
Ro.
Ro.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 67
51
Ro. 7.15.
52
Ro. 7.18.
53
Ro. 7.19. 54 Ro. 7.21. 55 7.23.
56
6.14.
llamados cristianos se sienten felices de vivir y morir).
Estaba solamente combatiendo contra el pecado, y no
justificado. Tampoco tenía el Espíritu mismo que da
testimonio a mi espíritu.57 En verdad no podía, ya que
buscaba la salvación no por fe, sino como por obras de la
ley58
11. A mi regreso a Inglaterra, en enero de 1738,
habiendo estado en eminente peligro de muerte y muy
inseguro por esa causa, estaba fuertemente convencido que
la causa de esa inseguridad era la incredulidad y que
obtener una fe viva y verdadera era cosa necesaria para mí.
Pero todavía no fijaba esta fe en el objeto correcto: quiero
decir, sólo fe en Dios, no fe en o a través de Cristo. No
sabía que estaba completamente desprovisto de esta fe, y
sólo pensaba que no tenía suficiente. Así que cuando Peter
Böhler, quien Dios me había preparado tan pronto llegué a
Londres, afirmó que la verdadera fe en Cristo (que es una
sola) tenía dos frutos apoyo inseparables de ella, «el
dominio sobre el pecado y la paz constante que viene del
sentido de perdón» quedé bastante sorprendido y lo entendí
como un nuevo evangelio. Si era así, estaba claro que yo no
tenía fe. Pero yo no deseaba estar convencido. Por lo tanto,
discutí con toda mi fuerza y trabajé para probar que la fe
podría estar donde estos dos frutos no se diesen,
especialmente cuando no había sentido de perdón. Porque
se me había enseñado a interpretar de otro modo todas las
Escrituras relacionadas al tema, y a llamar «presbiteriano» a
Ro.
Ro.
68 Diarios, Tomo I

cualquiera que hablase de otra forma. Además, vi bien que


nadie podía (en la naturaleza de las cosas) tener tal
seguridad de perdón y no sentirla. Yo no la sentía. Si
57
8.16.
58
9.32.

Ro.
Ro.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 69

entonces no había fe sin esto, todas mis pretensiones de fe


se iban al suelo de un solo golpe.
11. Cuando encontré otra vez a Peter Böhler, él
de inmediato consintió en poner a discusión el asunto que
yo deseaba, a saber, Escritura y experiencia. Primero
consulté la Escritura. Pero cuando aparté los comentarios
humanos y simplemente consideré las palabras de Dios,
comparándolas y tratando de aclarar lo oscuro a través de
los pasajes más sencillos, encontré que todos ellos estaban
en mi contra y fui obligado a retirarme a mi último refugio,
que la experiencia nunca concordaría con la interpretación
literal de esas Escrituras. Me negué, por lo tanto, a admitir
que fuera verdad hasta que encontrara algunos testigos
vivientes. El me respondió que podía mostrármelos en
cualquier momento; al día siguiente, si lo deseaba. En
conformidad, regresó al día siguiente con otras tres
personas, todas testificando de su propia experiencia
personal de que una verdadera fe viviente en Cristo es
inseparable del sentido de perdón por todo lo pasado y la
libertad de todos los pecados presentes. Añadieron a una
que esta fe era don gratuito de Dios, y que él seguramente
la impondría en cada alma que ansiosa y perseverantemente
la buscara. Ahora estaba completamente convencido. Por la
gracia de Dios decidí buscar esa fe hasta el final: 1)
renunciando absolutamente a toda dependencia, completa o
en parte, de mis propias obras o justicia sobre las cuales
había realmente afianzado mi esperanza y salvación,
aunque no lo sabía, desde mi juventud; 2) agregando al
constante uso de todos los otros medios de gracia, la
oración continua por esto mismo, pidiendo justificación, la
fe que salva, una completa confianza en la sangre de Cristo
70 Diarios, Tomo I

derramada por mí, una confianza en él como mi Cristo, mi


sola justificación, santificación y redención.
12. Así continué buscándola (aunque con extraña
indiferencia, falta de ánimo y frialdad y con frecuentes
recaídas en el pecado) hasta el miércoles, 24 de mayo.
Pienso que fue alrededor de las cinco de la mañana que abrí
mi Testamento en aquellas palabras: Nos ha dado preciosas
y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser
participantes de la naturaleza divina.59 En el momento de
salir abrí nuevamente el Testamento en aquellas palabras:
No estás lejos del reino de Dios.60 Por la tarde me pidieron
que fuera a la iglesia de St. Paul. El preludio fue: «De lo
profundo, oh Jehová, a ti clamo. Señor, oye mi voz. Estén
atentos tus oídos a la voz de mi súplica. Si tú, oh Señor,
miras a mis pecados, ¿quién podrá mantenerse? Más hay
misericordia en ti, por lo tanto serás temido. [...] Oh Israel,
confía en el Señor, porque en el Señor hay misericordia y
con él redención plena. Y el traerá redención a Israel de
todos sus pecados.»61
13. En la noche fui de muy mala gana a una
sociedad en la Calle de Aldersgate, donde alguien estaba
dando lectura al prefacio de la Epístola a los Romanos de
Lutero. Cerca de un cuarto para las nueve de la noche,
mientras él describía el cambio que Dios obra en el corazón
a través de la fe en Cristo, yo sentí un extraño ardor en mi
corazón. Sentí que confiaba en Cristo, sólo en Cristo para la
salvación, y recibí una seguridad de que él me había
quitado todos mis

59
2 P. 1.4.
60
Mr. 12.34.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 71
61
Basado en Sal. 130.1-4; 7-8.
pecados, aun los míos, y me había librado de la ley del
pecado y de la muerte.62
11. Empecé a orar con toda mi fuerza por
aquellos que me ultrajaron y me persiguieron63 en manera
especial. Luego testifiqué abiertamente a todos los
presentes lo que había sentido por primera vez en mi
corazón. No pasó mucho tiempo antes que el enemigo
sugiriera: «Esto no puede ser fe; pues ¿dónde está tu
regocijo?» Entonces aprendí que la paz y la victoria sobre el
pecado son esenciales a la fe en el Capitán de nuestra
salvación; pero que en cuanto al gozo que generalmente
está presente al comienzo de ésta, especialmente en quienes
han sufrido mucho, Dios unas veces lo da y otras no, según
los designios de su propia voluntad.
12. Después de regresar a casa, fui muy sacudido
por tentaciones; pero clamé y se fueron. Las tentaciones
regresaban una y otra vez. Conforme levantaba mis ojos, él
me enviaba ayuda desde su santuario.64 Y es aquí donde
encontré la diferencia entre este estado y mi estado anterior.
Yo luchaba, más aún, peleaba con toda mi fuerza bajo la
ley, así como también bajo la gracia. Pero entonces, a veces,
por no decir con frecuencia, era vencido. Ahora, yo era
siempre el vencedor.
13. JUEVES, 25 de mayo. Desde el momento
que desperté, «Jesús, Maestro», estaba en mi corazón y en
mi boca y encontré que toda mi fuerza descansaba en poner
mis ojos fijamente en él y que mi alma le esperaba siempre.
Estando nuevamente en la Iglesia de St. Paul en la tarde,
pude saborear la buena palabra de Dios en el himno que

62
Ro. 8.2.
72 Diarios, Tomo I
63
Mt. 5.44.
64
Sal. 20.2.
empieza, «De las misericordias de Jehová cantaré
perpetuamente; de generación en generación haré notoria
tu fidelidad».65 Más el Enemigo inyectó un temor: «Y si tú
crees. ¿por qué no hay un cambio más notable?» Yo
respondí, (todavía no yo), «Eso no lo sé; pero esto sí sé: que
ahora tengo paz para con Dios,66 que no peco hoy, y que
Jesús mi Maestro me ha prohibido afanarme por el día de
mañana».67
11. «¿Pero no es eso una clase de temor»,
continuó el tentador, «una prueba de que tú no crees?»
Quise que mi Maestro contestara por mí y abrí su libro en
aquellas palabras de San Pablo, De fuera, conflictos; de
dentro, temores.68 Entonces inferí: puede que haya temores
dentro de mí, pero debo continuar y hollarlos bajo mis pies.
MIERCOLES 7 de junio. Decidí, Dios mediante,
retirarme por algún tiempo a Alemania. Antes de salir para
América había determinado hacerlo, si Dios me traía de
regreso a Europa. Ahora vi claramente que había llegado el
momento. Mi débil mente no soportaba su propia división
interna, y tenía la esperanza de que mi conversación con
aquellos santos varones que eran testimonio viviente del
poder total de la fe, y que sin embargo podían soportar a los
débiles, fueran utilizados por Dios para fortalecer mi alma
de tal modo que pudiera ir de fe en fe y de poder en poder.
JUEVES 8. Fui a Salisbury a despedirme de mi
madre. Al día siguiente salí de Sarum y el sábado llegué a
Stanton Harcourt. Habiendo predicado allí sobre la fe en
Cristo el domingo 11, proseguí a Oxford, y de allí el lunes a

65
Sal. 89.1. 66 Ro. 5.1.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 73
67
Mt. 6.34.
68
2 Co. 7.5.
Londres, donde descubrí que el Sr. Ingham estaba al partir.
Nos embarcamos al día siguiente, martes 13, y llegamos a
Gravesend esa noche. Alrededor de las cuatro de la tarde el
miércoles perdimos de vista a Inglaterra. Llegamos a Maas
el jueves a las ocho de la mañana y en hora y media
llegamos a Rotterdam.
Éramos ocho en total, cinco ingleses y tres
alemanes. El Dr. Koker, un médico de Rotterdam, fue tan
amable que cuando partimos en la tarde caminó con
nosotros por una hora. Nunca había visto antes una carretera
como ésta. Por muchas millas ha sido levantada varias
yardas sobre el nivel y pavimentada con algo parecido a un
pequeño ladrillo, tan suave y limpio como la alameda en St.
James. Los nogales estaban colocados en hileras rectas a
ambos lados, de modo que no hay otro camino más
agradable en el jardín de cualquier caballero. Alrededor de
las siete llegamos a Gouda, donde nos quedamos un poco
sorprendidos por el recibimiento con un trato que no es
conocido en Inglaterra. Varias posadas rehusaron
abiertamente recibirnos, así que fue con dificultad que al
final pudimos encontrar una que nos hizo el favor de recibir
nuestro dinero por algo de carne y bebida y el uso de dos o
tres camas malas. En la mañana pusieron gran presión para
que viéramos su iglesia, pero se disgustaron cuando nos
quitamos el sombrero al entrar, diciéndonos que no
debíamos de hacerlo, pues no era la costumbre allí. La
iglesia era un edificio grande y antiguo, estilo gótico,
parecida a nuestras catedrales en Inglaterra. Hay mucha
historia en la pintura de las ventanas, las cuales, nos dijeron,
eran muy admiradas. Cerca de las ocho salimos de Gouda y
en algo más de seis horas llegamos a Ijsselstein.
74 Diarios, Tomo I

Aquí estuvimos en la casa del Barón Watteville,


como en nuestra casa. Encontramos con él algunos
hermanos y hermanas alemanes y siete u ocho ingleses
conocidos, quienes se habían establecido allí hacía algún
tiempo. Residían en las afueras del pueblo, en tres o cuatro
casas pequeñas, hasta que pudieran construir una grande
que los alojara a todos. El sábado 17 era su día de
intercesión. En la mañana algunos de nuestros hermanos
ingleses desearon que administrara la Santa Cena. El resto
del día lo pasamos con todos los hermanos y hermanas,
escuchando sobre la obra maravillosa que Dios está
haciendo en toda la tierra, poniendo nuestras peticiones
delante de él y dándole gracias por el poder de su reino.
A las seis de la mañana nos embarcamos. Los
hermosos jardines se tendían a ambos lados del río en la
mayor parte del camino a Amsterdam, donde llegamos
cerca de las cinco de la tarde. La exacta pulcritud de todos
los edificios aquí, la grata limpieza de las calles (que
habíamos sido informados que eran todas lavados dos veces
por semana) y los canales que corren a través de todas las
calles principales, con hileras de árboles en cada lado,
hacen de Amsterdam la ciudad más placentera que haya
visto. Aquí fuimos atendidos con verdadera hospitalidad
cristiana por el Sr. Deknatel, un ministro de los menonitas,
quien no nos hizo pasar necesidad mientras estuvimos aquí,
lo que se prolongó hasta el jueves siguiente. El Dr.
Barkhausen (médico de nacionalidad moscovita) quien
había estado con el Sr. Deknatel por algún tiempo,
igualmente nos mostró toda clase de bondad posible.
Acuérdate de ellos, Dios mío, para bien.69
MIERCOLES 28. Fuimos a la catedral, que es no
más que montones sobre montones; algo enorme y
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 75

69
Neh. 13.31.
deformado que no tiene ni simetría ni orden. Quedé algo
sorprendido al observar que ni en esta iglesia ni en ninguna
otra de las iglesias romanas donde he estado, había
propiamente dicho nada parecido a un culto unido. Una
persona ora por sí sola ante un sagrario o altar, y otra ante
otro, sin preocuparse o comunicarse los unos con los otros.
Al salir de la iglesia una procesión se iniciaba al otro lado
en el patio de la iglesia. Uno de nuestros compañeros se
quitó el sombrero sin escrúpulo alguno, y un ferviente
católico en la procesión gritó, «Derriben a ese perro
luterano». Pero evitamos cualquier enfrentamiento entrando
en la iglesia.
En la tarde caminando a orillas del Rhin vi, para mi
gran sorpresa (ya que siempre antes había pensado que
ningún romano de cualquier tendencia creía nada de la
historia) una pintura reciente, realizada el año pasado con
fondos públicos y en la afueras de la pared de la ciudad, «en
memoria de la traída de las cabezas de los tres reyes», según
dice la inscripción en latín,
«a través de la reja adjunta». En verdad, en reconocimiento
(parece) a ellos esta práctica ha sido suspendida desde ese
entonces.
Nos embarcamos a las cuatro, no pudiendo menos
que observar la decencia de los papistas hacia nosotros los
«reformados». Tan pronto como nos sentamos, (y de allí en
adelante cada mañana) todos se quitaron los sombreros, y
cada uno hizo una oración corta y personal por el éxito de
nuestro viaje. Debo hacer justicia a los marineros mismos
(quienes en el Rhin son generalmente malvados por
naturaleza): Nunca escuché a uno de ellos tomar el nombre
76 Diarios, Tomo I

de Dios en vano o vi a ninguno reírse cuando se


mencionaba algo acerca de la religión ¡Por lo que creo que
la gloria de tomar las cosas sagradas para diversión es
peculiar al pueblo inglés!
Pasamos cuatro noches en el agua. Debido a la
velocidad de la corriente, el barco era tirado cuesta arriba
por caballos. Las altas montañas a los lados del río que se
levantaban casi perpendicularmente, cubiertas de viñas
hasta lo más alto, nos daban un panorama agradable, y de
vez en cuando se veía una iglesia o un castillo antiguo en
sus cumbres. El domingo 2 de junio por la noche llegamos a
Mainz y el lunes 3, a las diez y media, a Frankfurt.
Así débiles y cansados como estábamos, no
podíamos entrar por no haber traído documentación con
nosotros, lo que en verdad nunca habíamos imaginado que
se requería estando en tiempo de paz general. Después de
esperar una hora a la entrada, conseguimos a un mensajero
y lo enviamos al Sr. Böhler (padre de Peter Böhler), quien
vino inmediatamente y logró hacernos entrar en la ciudad,
atendiéndonos de la manera más amigable. El martes 4
salimos muy temprano en la mañana y cerca de la una
llegamos a Marienborn. Pero me sentía tan enfermo que
después de hablar un poco con el Conde Zinzendorf me vi
obligado a acostarme por el resto del día.
La familia en Marienborn la componían unas 90
personas, de muchas nacionalidades. Por el momento viven
en un casa grande, alquilada por el Conde, que puede
albergar un número mayor de personas. Se está
construyendo otra, a tres millas (inglesas) en la cima de un
cerro muy productivo. ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso
es habitar los hermanos juntos en armonía!70
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 77

70
Sal. 133.1.
JUEVES 6 de julio. El Conde [Zinzendorf] me llevó
a ver al Conde de Solms, donde observé con placer la
frugalidad alemana. Tres de las jóvenes condesas (aunque
ya adultas) estaban vestidas con ropa de lino, el Conde y su
hijo solamente en algodón. En la cena del día siguiente un
vaso de vino y uno de agua fueron servidos para todos, y si
cualquiera se vaciaba, se le servía otro. Todos ellos
hablaban libremente y sin mayor afectación. A las diez de la
noche tomamos nuevamente el coche y llegamos a
Marienborn a la mañana siguiente.
Me hospedé con uno de los hermanos en
Eckershausen, a una milla inglesa de Marienborn, donde
generalmente pasaba el día, conversando con quienes
podían hablar en latín o en inglés; no pudiendo (necesitando
más práctica) hablar el alemán con fluidez. Aquí seguí
encontrando lo que buscaba, como pruebas vivientes del
poder de la fe: personas salvadas del pecado interno y
externo, porque el amor de Dios ha sido derramado en sus
corazones,71 y de toda duda y temor por el permanente
testimonio del Espíritu Santo que les fue dado.72
LUNES 24. Llegamos temprano a la universidad de
Jena, que se encuentra al fondo de varias montañas
elevadas, inclinadas y áridas. Aquí los estudiantes se
distinguen de las autoridades del ayuntamiento por sus
espadas. No viven juntos en las universidades (lo que es
cierto en cualquiera universidad alemana) como se hace en
Oxford y Cambridge, sino que están esparcidos por toda la
ciudad en posadas o en pensionados. Aquellos a los que
fuimos recomendados se comportaron como verdaderos
hermanos. ¡Ojalá que la
78 Diarios, Tomo I

71
Ro. 5.5.
72
Ibid.
bondad fraterna y cada palabra y obra buena more entre
ellos más y más!
En Jena comienzan los pilares de piedra puestos por
el Elector de Sajonia, que marcan cada cuarto de milla
alemana hasta el final de su territorio. Cada milla hay un
pilar grande, con los nombres de los pueblos vecinos y sus
distancias inscritas. Sería mucho pedir que el mismo
cuidado y trabajo se tomara en Inglaterra y ciertamente en
todos los países.
Salimos de Jena muy temprano el martes, llegando a
Weissenfels en la tarde y a Merseburg el miércoles en la
mañana. Con deseos de ver a Halle (a dos millas alemanas)
salimos después del desayuno y llegamos a las dos de la
tarde. Pero no nos permitieron entrar en la ciudad cuando
llegamos. Los altos hombres del Rey de Prusia, 73 guardianes
de las entradas, nos mandaban de un lado a otro, de una
entrada a otra, por casi dos horas. Entonces pensé enviarle
una nota al Profesor Francke, hijo de aquel August
Hermann Francke cuyo nombre es en verdad como un
ungüento precioso. ¡Si yo pudiera seguirle, como él siguió a
Cristo, y por la manifestación de la verdad recomendarme
a toda conciencia humana delante de Dios!74
El Profesor Francke no estaba en la ciudad. Sin
embargo, fuimos finalmente admitidos en el orfanatorio,
prueba asombrosa de que al que cree todo le es posible.75
Ahora hay un gran ingreso anual para su sostenimiento,
además de lo que continuamente ingresa por los trabajos de
impresión, ventas de libros y la farmacia, que está
abastecida con toda clase de medicinas. El edificio tiene dos
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 79

73
Este rey era famoso por reclutar soldados de
gran estatura.
74
2 Co. 4.2. 75 Mr. 9.23.
alas y creo que mide l50 yardas de atrás al frente. Las
habitaciones para los niños, su comedor, su capilla y todos
los apartamentos colindantes, están tan convenientemente
planificados y meticulosamente limpios, como nunca he
visto nada igual. Seiscientos cincuenta niños (según nos
informaron) son completamente mantenidos y tres mil (si
no estoy equivocado) reciben instrucción. Seguramente, ni
nosotros ni nuestros padres hemos conocido tan grande obra
como la que Dios ha hecho aquí
DOMINGO 30. Después de una agradable caminata
el sábado, el domingo 30, alrededor de las siete de la
mañana, llegamos a Meissen. En el Castillo Meissen se
fabrica la loza alemana que es tan cara como la importada
de las Indias, y tan finamente moldeada y hermosamente
coloreada como la mejor que haya visto. Después del
desayuno fuimos a la iglesia. Quedé muy impresionado de
todo lo que vi allí: lo costoso y pomposo del vestuario en
muchos; los grandes bonetes de pieles usados por las
mujeres, del mismo estilo del turbante turco, los que
generalmente tenían una o más cintas que colgaban a un
buen largo hacia atrás. El hábito del ministro estaba
adornado con oro y escarlata y una gran cruz adelante y
atrás. La mayor parte de la congregación estaba sentada (los
hombres generalmente mantenían sus sombreros puestos
durante las oraciones y el sermón) y todos se quedaron
durante la Santa Cena, aunque muy pocos la recibieron.
¡Ay! ¡Ay! ¡Que país «reformado» es éste! DOMINGO 6 de
agosto. Fuimos a la iglesia en Berthelsdorf, una aldea
luterana distante como una milla inglesa de Herrnhut. Había
80 Diarios, Tomo I

dos candelabros grandes prendidos en el altar. Detrás del


altar una pintura de la Ultima Cena; el púlpito delante de la
pintura y sobre el púlpito una imagen de Cristo en la cruz.
El ministro usaba una toga con mangas amplias que
lo cubría totalmente. A las nueve comenzó una pieza en el
órgano, terminando con un himno que fue cantado por toda
la congregación, que permanecía sentada (en cuya postura,
según la costumbre alemana, cantaron todo lo demás).
Luego el ministro subió al altar, hizo una reverencia y cantó
estas palabras en latín: Gloria in excelsis Deo; hizo otra
reverencia y se retiró. Siguió otro himno cantado por toda la
congregación como el anterior y acompañado del órgano. El
ministro subió nuevamente al altar, hizo una reverencia,
cantó una oración, leyó la Epístola y se marchó. Después
que se cantó un tercer himno, el ministro subió por tercera
vez al altar, cantó un versículo (con respuesta por la
congregación), leyó el capítulo tres de Romanos y se
marchó. La congregación cantó el Credo en rima, el
ministro regresó y leyó el Evangelio, todos puestos de pie.
Le siguió otro himno. Al término del mismo, el ministro
hizo una larga oración extemporánea y después predicó una
hora y cuarto sobre un versículo del Evangelio. Después
leyó una larga oración de intercesión y de agradecimiento
en general, terminando el servicio antes de las doce.
Después que terminaba el servicio de la noche en
Herrnhut, todos los hombres solteros (como era su
costumbre cada semana) caminaban por el pueblo, cantando
alabanzas con instrumentos musicales; hasta llegar a una
pequeña colina que no estaba muy distante y haciendo un
círculo se unían en oración. Luego regresaban a la plaza y
un poco después de las once se encomendaban mutuamente
a Dios.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 81
JUEVES 10. Fue el 10 de agosto (según el
calendario antiguo) que tuve la oportunidad de pasar
algunas horas con Christian David. El es carpintero de
oficio, de edad más que mediana, aunque no creo que llega
a los 50 años todavía. La mayor parte de sus palabras las
entendí bien; y las que no entendí, uno de los hermanos que
me acompañaba me las explicaba en latín. La esencia de lo
que él habló lo escribí inmediatamente y es como sigue:
Cuando era joven estuve muy preocupado al escuchar algunas
afirmaciones de que el Papa era el Anticristo. Leí los libros luteranos escritos en
contra de los papistas y los libros papistas escritos contra los luteranos.
Fácilmente vi que los papistas estaban equivocados; pero tampoco los luteranos
estaban en lo correcto. No entendía lo que ellos querían decir al hablar de ser
justificados por la fe, por fe solamente, por fe sin obras. Tampoco me gustó lo
mucho que hablaban acerca de Cristo. Entonces comencé a pensar, ¿Cómo
puede ser Cristo el Hijo de Dios? Pero cuanto más razonaba conmigo mismo
sobre esto, más confundido me sentía, hasta que finalmente me repugnaba el
mismo nombre de Cristo. No soportaba mencionarlo. Odiaba como sonaba y
nunca voluntariamente lo hubiera leído o escuchado. Con este sentir salí de
Moravia y deambulé por muchos países, buscando descanso, pero sin
encontrarlo.
En este deambular llegué a estar entre varios judíos. Sus objeciones
contra el Nuevo Testamento me arrojaron a nuevas dudas. Por fin me propuse
leer el Antiguo Testamento y ver si las profecías contenidas en el mismo habían
sido cumplidas. Pronto me convencí de que sí lo habían sido. Así alcancé la
creencia firme de que Jesús era el Cristo.
Pronto surgió una nueva duda. ¿Se han cumplido las profecías del
Nuevo Testamento? Esto me propuse examinarlo. Leí de nuevo las profecías
cuidadosamente. No pude sino ver que cada evento cumplía la predicción.
Cuanto más comparaba la una con el otro, más convencido estaba que toda la
Escritura es inspirada por Dios.76
Aun así mi alma no estaba en paz. Ni en verdad la esperaba tener
hasta haber renunciado abiertamente a los errores del papismo; lo que hice en
Berlín. Ahora llevaba una vida muy estricta. Leía mucho, oraba mucho. Hacía
todo lo posible por vencer al pecado, pero no lo logré; todavía el pecado me
tenía cautivo. No encontré más descanso entre los luteranos que anteriormente
entre los papistas.
Al final, no sabiendo qué hacer, me enlisté como soldado. Ahora
pensé que tendría más tiempo para orar y leer, teniendo conmigo un Nuevo
Testamento y un himnario. Pero en un solo día me robaron ambos libros. Ese
robo casi me rompe el corazón. Encontré también en este estilo de vida todas las
inconveniencias que pensé podría evitar. Después de seis meses
82 Diarios, Tomo I
76
2 Ti. 3.16.
regresé a mi antiguo trabajo y lo continué por dos años. Me mudé después a
Görlitz en Sajonia, donde contraje una enfermedad peligrosa. No pude mover
mano o pie por veinte semanas. El Pastor Schwedler me venía a ver todos lo
días. Por él fue que el evangelio de Cristo vino por primera vez con poder a mi
alma.
Aquí encontré la paz que por mucho tiempo había buscado en vano, pues sentí
la seguridad de que mis pecados habían sido perdonados. En verdad no todos a
la misma vez, sino poco a poco; no en un solo momento, ni en una hora. No
pude creer inmediatamente que estaba perdonado por el error en que estaba en
relación al perdón. En aquel entonces no veía que la primera promesa a los hijos
de Dios es, «el pecado no reinará más sobre ti»; sino que pensaba que ya no
sentiría el pecado dentro de mí desde el momento en que fuera perdonado. Por
lo tanto, aunque tenía el poder sobre el pecado, todavía tenía el temor de no
estar perdonado pues este pecado aún me incitaba y en ocasiones me empujaba
con violencia para que cayera.77 A pesar de que el pecado no reinaba,
permanecía en mí y yo estaba continuamente tentado, pero no vencido. Esto en
ese momento me llevó a muchas dudas; sin comprender que el demonio tienta,
hablando propiamente, sólo a quienes él percibe se le están escapando. El no
necesita tentar a los suyos. Porque ellos, están bajo el maligno.78 (como lo
refiere San Juan) y hacen su voluntad con codicia. Pero aquellos que Cristo
libera, el diablo los tienta día y noche para ver si puede recuperarlos para su
reino. No me daba cuenta entonces que ser justificado es muy distinto de tener
la plena seguridad de la salvación. No recordaba que nuestro Señor dijo a sus
discípulos antes de su muerte, «vosotros limpios estáis».79 No fue hasta muchos
días después que los discípulos tuvieron plena seguridad, por el Espíritu Santo
que recibieron, de su reconciliación con Dios a través de su sangre. La
diferencia entre estos frutos del Espíritu me estaba oculta, así que fue difícil y
lentamente que quedé convencido de que tenía uno de estos frutos, pero que no
tenía al otro.
Cuando me recuperé de mi enfermedad, decidí regresar a Moravia y predicar a
Cristo a mis conocidos allí. Luego regresé a Görlitz, donde permanecí cinco
años, y donde tuvimos un gran avivamiento en el pueblo y sus alrededores. En
este tiempo hice dos viajes a Moravia, donde más y más personas vinieron a
escucharme, muchos de los cuales me prometieron llegar a donde yo estuviera,
cuando una puerta se abriera para ellos.
Después de mi regreso de mi tercer viaje, habiendo fallecido el ministro de
Berthelsdorf, el Conde Zinzendorf envió a Görlitz al Sr. Rothe para que fuera el
pastor de ese lugar. El Sr. Rothe le habló sobre mí y él me escribió para que
fuera a verlo. Cuando llegué el Conde dijo, «Dejemos que vengan todos los
amigos que quieran aquí; yo les daré tierra para construir y Cristo les proveerá
el resto». Inmediatamente fui a Moravia y les dije que Dios había encontrado un
lugar para nosotros. Diez de ellos me siguieron

77
Sal. 118.13.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 83
78 79
1 Jn. 5.19. Jn. 13.10. entonces, diez más
al siguiente año y uno más en mi viaje
siguiente. Los papistas se alarmaron,
pusieron un precio a mi cabeza y arrasaron
hasta el suelo la casa donde me alojaba. Sin
embargo, hice once viajes en total y
conduje a tantos como quisieron
acompañarnos. Tan conocido se hizo el
lugar que muchos otros llegaron por su
propia cuenta.
Hace 18 años que construimos la primera casa. Escogimos estar cerca de la
carretera en vez de estar en Berthelsdorf (el Conde nos dejó escoger) en la
esperanza de que pudiéramos encontrar oportunidades de instruir a algunos de
los que viajaban por el lugar. En dos años aumentamos a 150, cuando me hice
muy amigo de un calvinista, quien después de algún tiempo me llevó a sus
opiniones sobre la elección y reprobación. Desde mi punto de vista esas
opiniones eran las mismas que nuestros hermanos habían presentado. Por este
tiempo nos encontrábamos frente a muchas dificultades, por lo que muchos se
sentían muy desanimados. Me esforcé en animarlos con el sentir del amor de
Dios hacia ellos. Ellos respondieron: «No, puede ser que Dios no tenga amor
por nosotros. Puede ser que no somos de los elegidos, sino que él nos aborreció
desde la eternidad y por lo tanto, Dios ha permitido que nos sucedan.» El
Conde, al ver esto, quiso que fuera a ver al ministro del pueblo vecino, Pastor
Steinmetz, y hablara con él ampliamente el tema, «Si Cristo murió por todos».
Así lo hice y con su ayuda Dios me convenció totalmente de aquella verdad tan
importante. No mucho después el Conde quiso que pudiéramos reunirnos todos
para considerar estas cosas en su cabalidad. Siguiendo su consejo nos reunimos
en su casa por tres días. Abrimos las Escrituras y estudiamos los relatos que
hablan de la completa economía de Dios con el humano, de la creación hasta la
consumación de todas las cosas. Por la gracia de Dios todos llegamos a un
mismo pensamiento, particularmente en aquel punto fundamental, que Dios
quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la
verdad.80
Algún tiempo después, los jesuitas informaron al Emperador que el
Conde estaba reuniendo a los moravos y a los bohemios, formando un solo
cuerpo y haciendo una nueva religión. Comisionados fueron enviados
inmediatamente a Herrnhut a indagar la verdad sobre esto. La esencia de la
respuesta final regresó a través de ellos al Emperador, como sigue:

Extracto del Instrumento Público Firmado en Herrnhut en


Agosto de 1629
1. Creemos la Iglesia de los Bohemios y los Hermanos Moravos, de
quienes somos descendientes, fue una iglesia santa y pura, como declararon a
Lutero y otros teólogos protestantes, que sostienen que nuestra doctrina
coincide con la de ellos. Pero no tienen nuestra disciplina. 2. Mas no
84 Diarios, Tomo I
dependemos de la santidad de nuestros antepasados. Es nuestra propia y
continua ocupación mostrar que hemos pasado de la muerte a la vida, mediante
nuestro culto a Dios en espíritu y en verdad.

80
1 Ti. 2.4.
Tampoco consideramos a nadie como hermano a no ser que haya guardado
inviolable el pacto hecho con Dios en su bautismo; y de haberlo roto, haber
nacido nuevamente de Dios.
3. Por otro lado, a quienes habiendo sido rociados por la
sangre de Cristo sean santificados por la fe, les recibimos como
hermanos, aunque podamos diferir en algunos puntos. No que
podamos renunciar o dejar cualquier doctrina de Dios contenida en la
Santa Escritura, siendo la parte más insignificante valorada en miles
de oro y plata por nosotros.
4. Juzgamos que la disciplina es necesaria en su mayor grado
por todos los que tengan algún conocimiento de la verdad divina y
que no podemos, por lo tanto, olvidar lo que hemos recibido de
nuestros antepasados. Pero si sucediera (Dios no lo permita) que
cualquiera de nosotros hablara o actuara perversamente, sólo
podríamos con Juan, «salieron de nosotros, pero no eran de nosotros;
porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con
nosotros».81
5. El culto público a Dios en Berthelsdorf, al que siempre
hemos asistido, menos lo podemos abandonar ahora, porque allí
tenemos un grupo de verdaderos creyentes, una doctrina libre del
error y un pastor que, puesto trabaja tanto en la palabra, será digno de
doble honor.82 Por lo tanto, no tenemos razón para formar otra
congregación separada de ésta; especialmente cuando vemos que
usamos de aquella libertad que Cristo ha comprado para nosotros, y
que con frecuencia se experimenta el poder de la doctrina que allí se
enseña y que concuerda con los protestantes evangélicos (es decir, los
luteranos) en toda verdad de importancia. En cuanto a los puntos en
controversia que requieren cierta sutileza, los ignoramos o
despreciamos.
6. El nombre de «hermanos» y «hermanas» no lo rechazamos,
pues concuerda con la Escritura y con la sencillez cristiana. Pero no
aprobamos ser llamados por el nombre de ningún hombre, sabiendo
que uno es nuestro padre, el que está en los cielos.83
En 1732 fuimos nuevamente requeridos a dar cuenta de nosotros. Esto
se hizo como sigue:

Extracto de la Carta Escrita por la Iglesia de Herrnhut al


Presidente de la Alta Lusacia
24 de enero de 1732
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 85
1. Nadie puede ignorar la religión de nuestros antepasados si
ha leído la historia de Juan Hus. Algunos de sus seguidores se esforzaron para
combatir la fuerza mediante la fuerza. El resto, habiendo aprendido mejor de
Cristo, obtuvieron permiso del Rey de Bohemia, George Podibrad, para
retirarse y vivir aparte, retirándose en conformidad a esto en el año 1453 a un
lugar fronterizo de Silesia y Moravia. Vivieron en paz hasta la época de Lutero
y Calvino, con quienes, así como con sus seguidores, mantuvieron

81
1 Jn. 2.19.
82
1 Ti. 5.17. 83 Mt. 23.9. una relación amistosa, especialmente cuando, por la
divina providencia de Dios, fueron puestos entre personas de una u otra
opinión.
1. En el año 1699 Daniel Ernst Jablonski, nieto de Amos
Comenio, último obispo de los moravos, fue consagrado obispo de los
Hermanos Unidos en Moravia, Bohemia y Polonia, en un sínodo formalmente
reunido. Al obispo, el Conde Zinzendorf le dijo que varios de los hermanos
moravos, que habían escapado de la tiranía de los papistas, estaban unidos a los
luteranos, cuya doctrina aprobaban, pero sin embargo, retenían su antigua
disciplina. La completa aprobación del Obispo Jablonski fue testificada al
Conde a través de varias cartas.
2. Debe reconocerse que muchos de nuestros antepasados, al
inicio de la Reforma, por temor a otros, no confesaron esta verdad
abiertamente. De ahí que los pastores romanos tuvieron paciencia con ellos,
preocupándose muy poco de cuáles eran sus opiniones privadas. Pero como
consecuencia de estar disimulando constantemente y dejar de caminar con
sencillez, perdieron el fervor de espíritu de tiempos pasados, y no pudieron
tampoco encontrar paz para sus almas.
3. Fue en el año 1715 que un soldado del Emperador,
últimamente dado de baja, llegó a Schleu, una aldea donde reinaban los jesuitas,
y comenzó a hablar con Agustín Neisser y su hermano. El reprobó
cortantemente su hipocresía de pretender ser romanistas y ocultar la verdadera
fe. Mas ellos consultaron con carne y sangre 84 hasta el año 1722 cuando
finalmente abandonaron todo y se retiraron a Alta Lusacia. Detrás dejaron a sus
tres hermanos, los que poco después fueron encarcelados y perseguidos
terriblemente por los papistas, así que tan pronto se abrió una puerta, ellos
también dejaron todo y siguieron a sus hermanos a Lusacia. Así también lo
hicieron muchos otros después al no encontrar seguridad, ya sea para sus
cuerpos o para sus almas, en su propio país. Cerca de la misma fecha Michael y
Martín Linner, y los Haberland, fueron desalojados con sus familias, habiendo
sufrido la pérdida de todos sus bienes, por no aceptar el culto romano y por
recibir a aquellos llamados «herejes» en sus casas.
4. Los hermanos en Kühnewald fueron tratados aun con mayor
severidad. Les quitaron todos sus libros, fueron forzados por los más exquisitos
tormentos para que aceptaran las supersticiones papistas e idolatrías, y al final
86 Diarios, Tomo I
fueron arrojados y encarcelados en las prisiones más abominables. David
Schneider, los Nitschmann y muchos otros, fueron obligados también a dejar su
país y todo lo que tenían. Estas son nuestras sencillas razones para nuestra
salida de Moravia, de la cual su Excelencia deseó un informe de nosotros.
Mientras tanto encontramos que una gran negligencia de conducta había
aparecido entre nosotros. En verdad lo mismo se encontró en la mayoría de los
que nos rodeaban, ya fueran luteranos o calvinistas, que insistían en la fe hasta
olvidar, por lo menos en la práctica, tanto la santidad como las buenas obras.

84
Gá. 1.16.
Al observar este horrible abuso de predicar a Cristo dado a nosotros,
empezamos a insistir más que nunca antes en el Cristo que vive en nosotros.
Todas nuestras exhortaciones y predicaciones se basaron en esto, y hablamos y
escribimos solamente de esto. Nuestras constantes preguntas fueron: ¿Está
Cristo en ti? ¿Tienes un nuevo corazón? ¿Está tu alma renovada a la imagen de
Dios? ¿Está todo el pecado destruido en ti? ¿Tienes plena seguridad, por encima
de toda duda y temor, que eres hijo de Dios? ¿De qué manera y en que
momento recibiste tal completa seguridad? Si alguien no podía contestar todas
estas preguntas, nosotros juzgábamos que no tenía verdadera fe. Tampoco
permitíamos a nadie tomar la Santa Cena entre nosotros hasta que pudiera
responder a esas preguntas.
En esta creencia estábamos cuando fui a Groenlandia hace cinco años. Allí tuve
comunicación por carta con un ministro danés, Hans Egede, sobre el tema de la
justificación. Gracias a Dios que a través del ministro me mostró (a pesar de no
ser de ninguna manera un hombre santo, sino culpable de grandes pecados) que
ahora nos habíamos inclinado mucho hacia este tema y nos dirigíamos hacia
otro extremo: que debía insistirse en ambos «Cristo en nosotros» y «Cristo por
nosotros»; pero primero y principalmente en «Cristo por nosotros», como base
principal de todo. Ahora pude ver claramente que no debemos insistir en nada
que sintamos y mucho menos en cualquier cosa que hagamos, como si esto
fuera necesario previo a la justificación o la remisión de pecados. Vi que lo que
no se podía hacer era insistir en la completa seguridad de la fe o la destrucción
del cuerpo de pecado y la extinción de todos sus movimientos, a tal punto de
apartar a quienes no han obtenido esta seguridad de la Mesa del Señor o negar
que tengan fe alguna. Claramente percibí que esta seguridad completa era un
don diferente de la fe que justifica y que a menudo tomaba mucho tiempo, que
la justificación no implica que el pecado no debe perturbarnos sino que no debe
conquistarnos.
Ahora por primera vez tuve la seguridad plena de mi propia reconciliación con
Dios a través de Cristo. Por muchos años había tenido el perdón de mis pecados
y algo de la paz de Dios; pero hasta ahora no había tenido la prueba de su
Espíritu que quita toda duda y temor. En todas mis tribulaciones tuve siempre
confianza en Cristo, quien había hecho muchas cosas por mí, pero ésta era una
confianza mezclada con temor. Temía no haber hecho lo suficiente. Hasta ahora
había siempre algo oscuro en mi alma. Pero ahora una luz clara resplandeció Vi
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 87
que aquello en que tanto había insistido, el mucho hacer y el mucho sentir, el
largo arrepentimiento y la preparación para creer, la amarga tristeza por el
pecado y esa contrición profunda del corazón que se encuentra en algunos, no
eran en modo alguno esenciales para la justificación. Verdaderamente, que
dondequiera que la gracia libre de Dios sea correctamente predicada, un
pecador en plena carrera de sus pecados probablemente podría recibirla y ser
justificado por esta fe antes de uno que insista en tal preparación previa.
Al regresar a Herrnhut, se me hizo difícil al principio hacer que mis hermanos
entendieran esto, o persuadirlos a no insistir sobre la seguridad de la fe como
requisito para recibir la Santa Cena. Pero desde el momento que fueron
convencidos, que ya hace tres años, todos hemos
88 Diarios, Tomo I
insistido principalmente en el Cristo «dado por nosotros». Insistimos en esto
como lo principal, que si creemos de veras, Cristo seguramente será «formado
en nosotros». Esta predicación resulta siempre acompañada de poder, teniendo
la bendición de Dios. Por medio de esto, los creyentes reciben un firme
propósito de corazón y una resolución inconmovible de aceptar con un espíritu
libre y gozoso todo lo que nuestro Señor tenga a bien poner sobre ellos.
[Wesley continúa citando testimonios de la relación entre la fe que salva y la
seguridad de la salvación, y la necesidad de distinguir entre ambas.]
Algunas de las circunstancias de esta relación poco
común se me hicieron más claras por el relato que recibí en
la tarde de un estudiante en Herrnhut, Albinus Theodorus
Feder.
Yo (dijo él) por tres años luché contra el pecado con todas mis
fuerzas, mediante el ayuno y la oración y todos los otros medios de la gracia. No
obstante a pesar de todos mis esfuerzos no alcancé ningún avance. El pecado
prevalecía sobre mí; hasta que por último, no sabiendo qué más hacer, estuve al
borde de la desesperación. No quedándome otro refugio más corrí hacia mi
Salvador como un perdido y arruinado, que no tenía esperanza a no ser por su
poder y libre misericordia. En ese momento encontré mi corazón en paz, con la
buena esperanza de que mis pecados fueron perdonados; de lo cual tenía una
seguridad más fuerte que hacía seis semanas antes, cuando recibí la Santa Cena
aquí. Pero no me atrevo a afirmar que soy un hijo de Dios ni tampoco que tengo
el sello del espíritu. Mas prosigo silenciosamente haciendo la voluntad de mi
Salvador y refugiándome en sus heridas de todo problema y pecado y sabiendo
que él perfeccionará su obra en su propio tiempo.
Cuando le describí mi situación a Martín Dober, me respondió que él
había conocido a muchos creyentes, a quienes si se les hubiera hecho la
pregunta, no hubieran sido capaces de afirmar que eran hijos de Dios. Añadió
que es muy común recibir el perdón de los pecados o la justificación a través de
la fe en la sangre de Cristo, antes de recibir la seguridad plena de la fe, la que
Dios muchas veces retiene hasta que comprueba que ellos trabajan junto con él
en el uso del primer don. Tampoco hay necesidad (continuó Dober) de animar a
cualquiera a que busque esa seguridad diciéndole que la fe que tiene no es nada.
Con seguridad esto le llevará más a la desesperación que animarlo a que avance.
La única preocupación de quien ha recibido el primer don, es credento credere
et in credento perseverare, (seguir creyendo, y mantenerse en lo que ya se ha
creído), proseguir, haciendo la voluntad de su Señor, según la habilidad que
Dios ya le ha dado; gozosa y fielmente usando lo que se ha recibido, sin afán
por el resto.
[Siguen otros testimonios]
Christopher Demuth habló sobre este asunto:
Mi padre fue un hombre piadoso desde su juventud. Enseñó
cuidadosamente a todos sus hijos. Yo tenía 15 años cuando él murió. Un poco
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 89
antes de su muerte, habiendo vivido siempre bajo la ley, recibió el perdón de sus
pecados y el testimonio completo del Espíritu. Nos llamó a su lado y dijo: «Mis
queridos hijos, pongan toda su confianza en la sangre de Cristo. Busquen la
salvación en esto, solamente en esto, y él les mostrará la misma misericordia
como lo ha hecho conmigo. Ciertamente, el lo hará con muchos de sus
familiares y amigos, cuando el tiempo llegue.
Desde esa fecha hasta que cumplí 27 años fui más ferviente en la
búsqueda de Cristo. Me trasladé a Silesia y allí me casé. Un año más tarde tuve
gran presión de espíritu de regresar y visitar a mis hermanos en Moravia. Así lo
hice. Teníamos el Nuevo Testamento, nuestro himnario moravo y dos o tres
libros luteranos. Leíamos, cantábamos y orábamos juntos y fuimos muy
fortalecidos. Un día, cuando estábamos reunidos en mi casa, tocaron a la puerta.
La abrí y era un jesuita. Dijo: «Mi querido Demuth, sé que eres un buen
hombre, y uno que instruye y exhorta a sus amigos. Debo ver los libros que
tienes». Y entrando al cuarto interior encontró el Testamento y los otros libros.
Se los llevó todos y nosotros no nos atrevimos a impedírselo. Al día siguiente
nos convocaron ante el consistorio y después de un largo examen nos ordenaron
presentarnos en la iglesia y ante la congregación al próximo domingo. Allí
leyeron una larga confesión de fe y después nos hicieron repetir, «En el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». Así lo hicimos sin saber lo que ellos
pretendían. Entonces nos dijeron que nos habíamos retractado de los errores
luteranos e invocaron a la bendita Trinidad para testificar de que habíamos
consentido a esa confesión de fe. Me dolió el corazón cuando escuché lo dicho.
Me retiré a casa, pero no pude encontrar tranquilidad. Pensé que había negado a
mi Salvador y que no podía recibir más misericordias de él. No podía soportar
quedarme en Moravia por más tiempo, por lo que regresé de inmediato a Silesia.
Allí permanecí seis años, pero también allí estuve continuamente aterrorizado
pensando en lo que había hecho. Preguntaba con frecuencia por mis hermanos
que había dejado en Moravia. Escuché que algunos de ellos habían sido puestos
en prisión y otros escaparon a una pequeña aldea de Lusacia llamada Herrnhut.
Hubiera deseado ir también a ese lugar y finalmente encontré a uno que tenía el
mismo deseo y acordamos ir juntos. Nuestro plan fue descubierto y mi amigo
fue tomado prisionero. Esperando yo ser tratado de la misma manera, oré
fervientemente a Dios para que me mostrara una señal de su bien.
Inmediatamente mi alma se llenó de gozo y estuve listo para ir a prisión o morir.
Pasaron dos días y nadie me hizo pregunta alguna y dudando lo que
debía de hacer, fui a un bosque en la vecindad. y entré a una pequeña cueva, caí
de cara y oré: «Señor, tú sabes que estoy listo a hacer tu voluntad. Si ésta es que
sea puesto en prisión que así sea. Si es tu voluntad que deje a mi esposa y a mis
hijos, estoy listo. Enséñame sólo tu voluntad.» Inmediatamente oí una voz fuerte
que decía, «Fort, fort, fort» («Adelante, adelante»). Me levanté gozoso y
satisfecho y fui a casa y le dije a mi esposa que era la voluntad de Dios que la
dejara ahora, pero que pensaba regresar en corto tiempo para llevar a ella y a
mis hijos conmigo.
Salí por la puerta y en ese momento me sentí lleno de paz, gozo y tranquilidad.
90 Diarios, Tomo I
Teníamos 200 millas delante de nosotros (35 millas alemanas) y ni yo
ni el amigo que me acompañaba teníamos un kreutzer.85 Pero Dios hizo posible
las cosas convenientes para nosotros, de tal manera que nada necesitamos en el
camino.
En este viaje Dios me dio la plena seguridad de que mis pecados
habían sido perdonados. Esto sucedió hace doce años, y desde entonces he sido
confirmado más y más, recibiendo de él cada día nuevas reservas de fortaleza y
tranquilidad.
Al comparar mi experiencia con las de otros uno puede percibir que
las diferentes formas usadas por Dios sirven para dirigir a diferentes almas. Pero
aunque uno debe ser dirigido de una manera diferente de los demás, no obstante:
Si sus ojos permanecen fijos en su Salvador; si su meta constante es hacer su
voluntad; si todos sus deseos tienden hacia él; si en toda tribulación puede sacar
fuerzas de él; si puede correr hacia él en todas sus aflicciones y tentaciones,
puede encontrar salvación en su sangre. En todo esto no puede haber engaño. Y
quienquiera ponga atención, como quiera y donde quiera que comience es
seguramente reconciliado con Dios a través de su Hijo.
[Tras otro testimonio, Wesley pasa a hablar del gobierno de los moravos:]
En la presente disciplina de la iglesia de Herrnhut,
que puede ser alterada a discreción de los superiores, se
puede observar:
I. Los oficiales de la iglesia.
II. La división de la gente.
III. Las conferencias, charlas y gobierno de los niños.
IV. El orden del culto
I. Los oficiales son: 1) El Anciano de toda la iglesia
y a su lado un Anciano para cada división en particular. Hay
también un anciano asignado para la obra de los hombres
jóvenes y otro para niños. Una Anciana para las mujeres en
general, otra Anciana para las mujeres solteras y otra para
las niñas. 2) Los Maestros, cuatro de ellos. 3) Los
Ayudantes (o Diáconos) 4) Los Vigilantes (o Censores),
once de ellos en Herrnhut. 5) Los Monitores, once también.
6) Los Mayordomos, once en total. 7) Los Cuidadores de

85
Moneda de ínfimo valor.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 91
los enfermos, siete en total. 8) Finalmente, los Sirvientes o
diáconos de nivel inferior.
II. División de los feligreses en Herrnhut: 1)
Cinco clases de varones, a saber: los niños pequeños, los
intermedios, los mayores, los jóvenes y los casados. El
grupo femenino está dividido de la misma forma. 2) Once
clases de acuerdo a las casas donde viven y cada clase con
un Ayudante, un Vigilante, un Mayordomo y un Diácono. 3)
Alrededor de 90 grupos, cada uno de los cuales se reúne por
lo menos dos veces, pero mayormente tres veces por
semana para confesar sus ofensas unos a otros, y orar unos
por otros, para que sean sanados.86
III. Los gobernantes de la iglesia: Los Ancianos,
los Maestros y los Ayudantes (todos elegidos por la
congregación) tienen una reunión cada semana, que se
ocupa únicamente del estado de las almas y otra sobre a la
instrucción de los jóvenes. Paralela a estas reuniones tienen
una cada día sobre asuntos del exterior relacionados a la
iglesia.
Los Vigilantes, los Monitores, los Mayordomos y los
Cuidadores de los enfermos, los Sirvientes, los Maestros,
los jóvenes y los niños tienen todos una reunión semanal
sobre sus diferentes cargos y deberes.
Una vez a la semana hay también reunión con los
visitantes. En esta reunión cualquiera persona podría asistir
y presentar cualquier pregunta o duda que desea se le
conteste.
En Herrnhut se enseña lectura, escritura, aritmética,
latín, griego, hebreo, francés, inglés, historia y geografía.

86
Stg. 5.16.
92 Diarios, Tomo I
Todos los días hay conferencias de latín, francés e
inglés, así como de historia y geografía. Los lunes,
miércoles, viernes y sábado son las de hebreo, las de griego
los martes y jueves.
En el orfanato los niños más grandes se levantan a
las cinco (los más pequeños entre cinco y seis). Después de
una oración privada corta, trabajan hasta las siete. Luego
van a la escuela hasta las ocho, la hora de la oración. A las
nueve, aquellos capacitados para hacerlo, aprenden latín y a
las diez francés. A las once caminan. A las doce almuerzan
todos juntos y salen a caminar hasta la una. A la una
trabajan o aprenden a escribir; a las tres aritmética; a las
cuatro historia; a las cinco trabajan; a las seis cenan y
trabajan; a las siete, después de unos momentos de oración,
caminan; a las ocho los niños pequeños se acuestan, los
mayores van al servicio público. Después del servicio
trabajan nuevamente hasta que se acuestan (a las diez).
II. Cada mañana a las ocho hay canto y
exposición de la Escritura y comúnmente una corta oración.
A las ocho de la noche hay comúnmente oración en
silencio, junto con canto y explicación bíblica.
Más tarde, los fieles dedican un cuarto de hora a la
oración y concluyen con el beso de la paz.
Los domingos en la mañana el servicio comienza a
las seis y a las nueve el servicio público en Berthelsdorf. A
la una el Anciano da exhortaciones por separado a todos los
miembros de la iglesia, divididos en catorce clases pequeñas
para ese propósito, pasando alrededor de un cuarto de hora
con cada clase. A las cuatro comienza el servicio de la tarde
en Berthelsdorf, terminando el servicio con una charla en la
iglesia. A las ocho es el servicio de costumbre, después del
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 93
cual los jóvenes salen cantando alabanzas por el pueblo, y
así termina el día.
En el primer sábado del mes se administra la Santa
Cena. Desde las dies de la mañana hasta las dos, el Anciano
habla en privado con cada comulgante del estado de su
alma. A las dos almuerzan y luego se lavan los pies unos a
otros. Después cantan y oran. A las diez comulgan en
silencio sin ceremonia y continúan en silencio hasta que se
retiran a las doce.
El segundo sábado de mes es el día solemne de
oración. El tercer sábado es el día general de intercesión y
acción de gracias. El cuarto sábado es la reunión más
grande mensual de todos los superiores de la iglesia.
Para satisfacción de quienes deseen un informe
completo, he agregado lo siguiente:
Un extracto de la Constitución de la Iglesia de
los Hermanos Moravos en Herrnhut,
presentada ante la Orden Teológica en Württemberg en el
Año de 1733
1. Tienen un Mayor, o Anciano, quien ayuda a la iglesia con su
consejo y oraciones, y determina qué debe hacerse en asuntos de importancia.
De él se requiere que sea de mucha experiencia en las cosas de Dios y que todos
testifiquen de la santidad de su conversación.
2. Tienen Diáconos o Ayudantes, quienes instruyen en las
reuniones privadas; cuidan que las cosas exteriores sean hechas decentemente y
en orden y velan para que cada miembro de la iglesia crezca en gracia y camine
conforme a su santo llamado.
3. El Pastor o Maestro debe ser el superintendente de todo el
rebaño y por lo tanto de cada persona; bautiza a los niños diligentemente para
formar sus mentes y criarlos en disciplina y amonestación del Señor. 87 Y cuando
el pastor encuentra en ellos un sincero amor por la cruz, entonces los recibe en
la iglesia. Administrar la Santa Cena. Unir en matrimonio a aquellos que ya se
han casado con Cristo. Reprobar, amonestar, avivar, consolar, según la
necesidad lo requiera. Declarar el designio completo de Dios; prestar atención
en todo momento para hablar como si fuera los oráculos de Dios y en acuerdo
con la analogía de la fe. Enterrar a aquellos que han muerto en el Señor; y
cuidar aquello que se le ha confiado a su
94 Diarios, Tomo I
87
Ef. 6.4.
cargo, aun la doctrina pura y la disciplina apostólica que hemos recibido de
nuestros antepasados.
4. Tenemos otra clase de Diáconos que cuida que nada falte en
el orfanato, a los pobres, a los enfermos y a los extranjeros. Otros también están
dedicados exclusivamente a cuidar de los enfermos, y otros de los pobres. A dos
de estos se les confían los haberes comunes, llevando cuenta de todo lo recibido
y gastado.
5. Hay mujeres que realizan los oficios arriba mencionados
entre las personas de su propio sexo, ya que ninguno de los hombres conversa
con ellas excepto el Anciano, el Maestro y a veces uno o dos de los Diáconos.
6. Hacia los magistrados, sean de un rango superior o inferior,
les debemos la más grande reverencia. Con alegría nos sometemos a sus leyes,
aun cuando muchos de nosotros hemos sido despojados de nuestros bienes,
arrojados de nuestras casas y en todo sentido oprimidos por ellos. Sin embargo,
no pusimos resistencia ni abrimos la bocas o alzamos nuestras manos contra
ellos. En todas las cosas que no conciernen inmediatamente al reino interior y
espiritual de Cristo, nosotros simplemente y sin ninguna contradicción
obedecemos los altos poderes de los magistrados. Pero en cuanto a la
conciencia, contra la libertad de ésta no podemos sufrir ninguna limitación o
violación. A esta autoridad le referimos todo lo que directamente y por sí solo
tienda a obstaculizar la salvación de las almas o cualquier cosa de que Cristo y
sus santos apóstoles (quienes sabemos que no se inmiscuyeron en las cosas
mundanas y externas) se encargaron para constituir y ordenar bien su iglesia. En
estas cosas no reconocemos otra autoridad que no sea Cristo y estamos
decididos, siendo Dios nuestra ayuda, a dar no sólo nuestros bienes (como lo
hicimos antes) sino la vida misma, antes que esta libertad que Dios nos ha
concedido.
7. Así como le concierne a todo cristiano no ser haragán en
negocios, sino diligente para atender los trabajos de su llamado, hay personas
escogidas por la iglesia para supervisar a todos aquellos que trabajan fuera de la
misma. Por este medio, también muchas cosas se previenen que pudieran ser de
otra manera ocasión de ofensa.
8. Tenemos también Censores y Monitores. Se requiere
principalmente, en los Censores, experiencia y perspicacia; en los Monitores,
sabiduría y modestia. Los Censores informan lo que observan
(y observan los detalles más pequeños) ya sea a los Diáconos o a los Monitores.
Hay algunos Monitores que se les conoce como tales; otros que son nombrados
secretamente y quienes si es necesario, pueden libremente amonestar, en el
amor de Cristo, aun a los gobernantes de la iglesia.
9. La división de la iglesia: primero los esposos, después las
esposas, luego las viudas, los sirvientes, los hombres jóvenes, los niños, las
niñas y por último los niños pequeños. Estos grupos están en distintas clases,
cada una de ellas es diariamente visitada, los hombres casados por un hombre
casado, las esposas por una esposa y así sucesivamente con el resto. Estos
grupos grandes están (ahora) también divididos en cerca de noventa clases más
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 95
pequeñas o bandas. Cada una de ellas es presidida por uno de mayor
experiencia. Todos estos Líderes se reúnen con el Anciano cada semana y
presentan ante él y el Señor todo aquello que obstaculice o adelante la obra de
Dios en las almas puestas bajo su responsabilidad.
10. En el año 1727, 24 hombres y el mismo número de mujeres
acordaron que cada uno de ellos pasaría una hora cada día orando a Dios por
bendiciones para su gente. Con este propósito ambos, hombres y mujeres,
escogieron un lugar donde cualquiera de su propio sexo que estuviera en
desgracia podía reunirse con ellos. El mismo número de solteras, solteros, niños
y niñas, a su petición, fueron después agregados a ellos; quienes volcaron sus
almas delante de Dios, no sólo por sus propios hermanos, sino también por otras
iglesias y personas que habían deseado ser mencionadas en sus oraciones. Esta
intercesión permanente no ha cesado día o noche desde su primer comienzo.
11. Y así como los miembros de la iglesia están divididos según
sus respectivos estados y sexos, así también lo están de acuerdo a su habilidad
en el conocimiento de Dios. Algunos están muertos, otras avivados por el
espíritu de Dios. De éstos, algunos son intratables, algunos diligentes, algunos
fervorosos, ardientes con su primer amor; algunos párvulos y otros jóvenes.
Aquellos que aún están muertos son visitados cada día. Y a los bebés en Cristo
se les da un cuidado especial, de tal manera que puedan ser diariamente
supervisados y ayudados a crecer en gracia y en el conocimiento de nuestro
Señor Jesús.
12. En el orfanato cerca de setenta niños son criados, separados
de acuerdo a su sexo. A su lado se encuentran personas experimentadas que son
nombradas para consultar con la educación de los otros niños. En la enseñanza
del cristianismo usamos el Catecismo de Lutero y se estudia cómo enmendar
sus voluntades y entendimiento; encontrándose por experiencia que cuando se
persuade sus voluntades, ellos pueden a menudo aprender más en pocas horas
que de otra manera lo harían en muchos meses. Instruimos a nuestros pequeños
mayormente utilizando himnos, en donde encontramos las verdades más
importantes sugeridas en sus mentes con mayor éxito.
13. Rendimos gran reverencia al matrimonio, como conducente
al reino de Cristo. Ni los jóvenes, hombres y mujeres, entran en el matrimonio
hasta que estén casados con Cristo. Cuando alguien sabe que es la voluntad de
Dios de cambiar su estado, ambos, el hombre y la mujer son colocados por un
tiempo con algunas personas casadas, quienes les instruyen sobre cómo
comportarse de tal manera que su vida de casados sea agradable a Dios.
Entonces su plan es presentado a toda la iglesia y después de alrededor de 14
días son solemnemente unidos, aunque de otra manera acostumbraban hacerlo
en otros tiempos. Si hacen alguna recepción (que no es siempre) invitan sólo a
algunos amigos íntimos, los que por sus consejos leales han de prepararlos
mejor para soportar su cruz y pelear la buena batalla de la fe. Si alguna mujer
está encinta, no sólo se hace mención especial sobre ella en las oraciones
públicas, sino también es exhortada para que se entregue en las manos de su fiel
Creador. Tan pronto como el niño nace se ora por él y si es posible es bautizado
96 Diarios, Tomo I
en presencia de toda la iglesia. Antes de ser destetado es presentado a la
congregación en el día del Señor.
14. Si alguno de los niños, ya sea varón o mujer, busca a Dios
con todo su corazón, sabe que sus pecados son perdonados y obedece la verdad,
no se le insiste en que debe acercarse a la Cena del Señor, pero tampoco se le
prohibe hacerlo si así lo desea. Creemos que es suficiente enseñar a nuestros
niños los conceptos básicos acerca de esto y la diferencia entre este alimento del
alma y aquella leche que reciben cada día de Cristo. Entonces ellos
públicamente declaran los sentimientos de sus corazones sobre esto. Son
examinados en privado por el pastor y también en público y luego, después de
una exhortación por el Mayor por medio de la imposición de las manos, son
admitidos y confirmados en la iglesia. El mismo método es usado con quienes
renuncian a las supersticiones papales o son transformados del servicio de Satán
al de Dios si ellos lo desean, aunque no sean jóvenes, y hasta de edad madura.
15. Una o dos veces al mes, sea en Berthelsdorf o en Herrnhut,
toda la iglesia recibe la Cena del Señor. No se puede expresar cuán grande es el
poder de Dios en esos momentos entre nosotros. Una confesión general de
pecados es hecha por uno de los hermanos en nombre de todos. Luego se hacen
unas cuantas preguntas concretas. Cuando son contestadas, la absolución o
remisión de pecados se pronuncia sobre todos en general o confirmada a cada
persona en particular mediante la imposición de las manos. Los Mayores
reciben la comunión primero y luego el resto según su orden, sin ninguna
relación a su dignidad mundana, siendo lo mismo para cualquier otro oficio
solemne de la religión. Después de recibir la comunión, todos los hombres (y lo
mismo las mujeres) se reúnen para renovar su pacto con Dios, buscar su rostro y
exhortarse unos a otros según la paciencia de la esperanza y el trabajo de amor.
16. Tienen una estima peculiar por las suertes y las usan en
conformidad en público y en privado para decidir puntos de importancia,
cuando las razones en discusión parecen tener el mismo peso. Creen que esta
práctica es la única forma completa de no tomar en cuenta su propia voluntad o
exonerarse de toda culpa y saber claramente cuál es la voluntad de Dios.
17. A las ocho de la mañana, y en la tarde, nos reunimos para
orar y alabar a Dios; leer y escuchar las Sagradas Escrituras. El tiempo que
dedicamos al descanso es de once de la noche a cuatro de la mañana. Así que,
dejando tres horas al día para tomar los alimentos ambos para nuestros cuerpos
y almas, quedan 16 horas para trabajar. Este tiempo es usado por quienes gozan
de buena salud con diligencia y lealtad.
18. Dos hombres velan en la calle cada noche, como lo hacen
dos mujeres en el apartamento de las mismas, y vuelcan sus almas por los que
duermen; y con sus himnos elevan los corazones de cualquiera que esté
despierto a Dios.
19. Para continuar animando el don que está en nosotros,
algunas veces tenemos ágapes en público y a veces en privado. En ellos
tomamos un refrigerio moderado con alegría, sencillez de corazón y con voz de
alabanza y gratitud.
Diario 2, 1º de febrero - 16 de septiembre de 1738 97
20. Cualquier hombre en medio de nosotros, habiendo sido a
menudo amonestado y por largo tiempo perdonado, si persiste en caminar
indignamente de su santo llamado, no es admitido más a la Cena del Señor. Y si
continúa en sus faltas, odiando ser cambiado, el último paso es expulsarlo de la
congregación, muchas veces en medio de oraciones y lágrimas. Pero grande es
nuestro gozo si entonces ve el error de su camino, de tal manera que lo podamos
recibir de nuevo entre nosotros.
21. La mayoría de nuestros hermanos y hermanas han tenido en
alguna parte de su vida experiencias de duelo sagrado y tristeza de corazón.
Después han recibido la seguridad de que no vendrán a condenación, mas han
pasado de muerte a vida.88 Por lo tanto están lejos de tener miedo a morir o de
desear vivir en la tierra, sabiendo que para ellos el morir es ganancia89 y
estando seguros de que están al cuidado de Aquél en quienes están los asuntos
de vida y muerte. Por lo tanto parten como de una recámara a otra. Después que
el alma ha dejado su habitación sus restos son depositados en la tierra en el
lugar para ese propósito. Los sobrevivientes son grandemente consolados,
regocijándose por ellos con la paz que el mundo no conoce.90

88
Jn. 5.24.
89
Fil. 1.21.
98 Diarios, Tomo I
90
Jn.14.27.
Diario 3
Prefacio

1. Cuando en el principio hubo quienes


comenzaron a imputarme cosas contra mi cargo y que
muchas veces yo no sabía, pensé, «Si hubiera tenido dos o
tres amigos íntimos que conocieran lo que era mi vida y mi
conversación, hubieran podido decir con facilidad lo que
habían visto y oído, y todas esas calumnias hubieran caído
por tierra.» Pero percibí mi error tan pronto como tuve dos
o tres que fueron amigos de verdad y no de nombre
solamente, pues fue fácil encontrar cómo evitar que
pudieran ser usados como me imaginé. Esto fue hecho de
un golpe, de una vez por todas, dándonos a ellos y a mí un
nombre nuevo, que aunque insignificante en sí, tuvo este
efecto peculiar: me incapacitó completamente de destruir
cualquier acusación que pudiera caer sobre mí en el futuro,
invalidando cualquier cosa que pudieran decir a mi favor
quienes me conocían mejor. Más aún, lo que cualquier otro
pudiera decir. Porque cuán notorio es que si cualquiera se
atreviera a abrir su boca en mi favor, sólo se necesita
responder, «Supongo que usted también es un Metodista», y
todo lo que el tal ha dicho será en vano.
2. De ahí que, por un lado, muchos de los que
sabían lo que era mi conversación tuvieron miedo de
declarar la verdad, temiendo que el mismo reproche
recayera sobre ellos. Aquellos pocos que rompieron este
temor fueron prontamente incapacitados de declararlo por
ser inmediatamente catalogados con aquel que defendían.
¿Qué persona imparcial entonces puede negarse a decir, «se
te
91
92 Diarios, Tomo I

permite hablar por ti mismo»?14 Pero por favor, no


agregues: «No me persuadirás. Y si me persuades, estoy
resuelto a seguir pensando como antes.» No, si eres
cándido. Ya has oído sólo un lado. Escucha ahora el otro.
Tómale el peso a ambos lados. Deja un margen para la
debilidad humana. Y luego juzga como deseas ser juzgado.
3. Lo que me propongo en el siguiente extracto
es declarar abiertamente a toda la humanidad lo que los
Metodistas (así llamados) han hecho o están haciendo. O
más bien, lo que Dios ha hecho y está haciendo en nuestra
tierra. No es obra humana lo que se ha visto últimamente.
Todos los que observan calmadamente, deben decir, de
parte de Jehová es esto, y es cosa maravillosa a nuestros
ojos.15
4. Esta obra en muchos aspectos no ha sido lo
que nosotros o nuestros padres habíamos conocido. No
pocos cuyos pecados fueron de la clase más escandalosa,
ebrios, blasfemos, ladrones, prostitutas, adúlteros, han sido
sacados de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás
a Dios.16 Muchos de éstos estaban enraizados en su
iniquidad, por mucho tiempo gloriándose en su vergüenza,
quizás por espacio de muchos años, y algunos hasta la
vejez. Muchos no tenían siquiera una fe imaginaria, siendo
judíos, arrianos, deístas o ateos. Tampoco ha desnudado
Dios su brazo en estos último días sólo a favor de los
publicanos y pecadores, sino que muchos de los fariseos
han creído en él,17 de los justos que no necesitan
arrepentimiento,18 y habiendo recibido sentencia de muerte

14 Hch. 26.1.
15 Sal. 118.23.
16 Hch. 26.18.
17 Jn. 7.48.
18 Lc. 15.7.
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 93

en ellos mismos, oyeron la voz de Dios que resucita a los


muertos.6han sido hechos partícipes de una religión interior
y vital, que es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.7
5. La manera en que Dios ha efectuado esta
obra es tan extraña como la obra misma. Generalmente, en
cualquier alma en particular, si no siempre, ha sido
realizada en un momento. Porque como el relámpago sale
del oriente y se muestra hasta el occidente, así será
también la venida del Hijo del Hombre.8 Ya sea para traer
paz o espada; para herir o para sanar, para persuadir de
pecado o dar remisión de pecados por su sangre. Las otras
circunstancias relacionadas a esto han sido igualmente
remotas de lo que la sabiduría humana hubiera podido
esperar. Cuán cierta es aquella palabra: «Porque mis
pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros
caminos mis caminos.»9
6. Estas extraordinarias circunstancias parecen
haber sido planeadas por Dios para una mayor
manifestación de su obra, para que su poder sea conocido y
para despertar la atención de un mundo adormecido. Pero
de esas mismas circunstancias algunos han sacado su gran
objeción contra toda la obra: Nunca hemos visto tal cosa,
dijeron.10 Por lo tanto la obra no es de Dios. Para probar su
objeción, no sólo representaron falsamente cómo
sucedieron muchas de estas circunstancias sino que
añadieron muchas otras que no existieron y con frecuencia
sin ninguna relación, ya sea a la verdad o a la probabilidad.
Un simple repaso de esos acontecimientos que no fueron
hechos en algún rincón.11 es la mejor respuesta a esta clase
de objeciones. Y a aquellas

6
2 Co. 1.9.
7
Ro. 14.17.
94 Diarios, Tomo I

8
Mt. 24.27.
9
Is. 55.8.
10
Mr. 2.12.
11
Hch. 26.26.
que parecen tener mayor peso, ocasionalmente les he dado
una respuesta más detallada.
7. De todas maneras, sé que ni siquiera esta
respuesta ha de satisfacer de ningún modo, a la mayor parte
de quienes ahora se muestran ofendidos, por la sencilla
razón de que nunca la leerán. Han decidido escuchar un
lado y solamente uno. También sé que muchos que la leen
tendrán la misma opinión que tenían antes porque ya han
fijado su juicio y no tomarán en cuenta lo que alguien pueda
decir. Dejemos que ellos se ocupen de eso. Yo he hecho mi
parte. Les he entregado mi propia alma. Más aún, sé que
muchos estarán grandemente ofendidos por este relato. Y
así debe ser por la propia naturaleza de las cosas que aquí se
cuentan. El mejor nombre que espero de ellos es el de un
tonto, de loco, de entusiasta. Todo lo que a mí me toca es
relatar la simple verdad, en la manera más inofensiva que
pueda hacerlo. Dejemos que Dios produzca el efecto que
más le plazca y que sea lo mejor para su gloria.
8. ¡Pueda el que tiene la llave de David, el que
abre y ninguno cierra,12 abrir puerta grande y eficaz,13 por
el medio que le plazca, para su eterno evangelio! ¡Pueda él
enviar por medio del que debe enviar,14 para que pueda la
palabra del Señor correr y ser glorificada15 más y más!
¡Pueda él cabalgar, venciendo, y para vencer,16 hasta que
haya entrado la plenitud de los gentiles,17 y la tierra sea

12
Ap. 3.7.
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 95

13
1 Co. 16.9.
14
Ex. 4.13.
15
2 Ts. 3.1.
16
Ap. 6.2.
17
Ro.11.25.
llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las
aguas cubren el mar!18
96 Diarios, Tomo I

18
Hab. 2.14.
Diario 3 Desde el 12 de agosto de 1738
hasta el primero de noviembre de 1739
[El diario comienza con unas notas de viaje por Alemania. El 19 de agosto, en
Halle, Wesley se entrevistó con A.H. Francke. De esa visita dice solamente que
Francke lo recibió cordialmente («se comportó con mucha humanidad»). El día
20 llegó a Jena.]

LUNES 21. Visitamos al colegio aquí [en Jena],


cuyo inicio, según nos contaron, fue así:
Alrededor del año 1704 el Sr. Stoltius, estudiante en Jena, comenzó a
hablar de la fe en Cristo, lo que continuó haciendo hasta que obtuvo su maestría
y sostuvo conferencias públicas. Unos 12 o 15 estudiantes fueron despertados y
se unieron a él para orar y edificarse unos a otros. Por esto (después que varias
calumnias se esparcieron al exterior y ocurrieron allí persecuciones ocasionales)
el consistorio se sintió ofendido y emitió una orden para que el Sr. Stoltius fuese
examinado. Como consecuencia del informe hecho por los comisionados al
consistorio, se le prohibió dar conferencias públicas o tener reuniones con sus
amigos. No mucho después se dio la orden de que se le excluyera de la Santa
Comunión. Hubiera sido también expulsado de la universidad, pero previno esta
acción mediante su renuncia voluntaria.
Empero, uno de los comisionados que había sido enviado por el
Duque de Weimar (uno de los lores de Jena) informó al Duque que según su
juicio Stoltius era un hombre inocente y santo. Basado en este informe el Duque
lo mandó a traer a Weimar y le buscó un lugar donde vivir. Allí, igualmente,
despertó a muchos y se reunía con ellos para orar y leer las Escrituras juntos.
Pero no pasó mucho tiempo cuando la ciudad no pudo tolerarlo más ya que
abiertamente censuraba todo vicio y en toda clase de personas, sin dejar pasar a
los cortesanos ni al Duque mismo. Consecuentemente sus enemigos aumentaron
por todos lados y le siguieron muchas persecuciones. Por último se le prohibió
tener reuniones privadas e iba a ser depuesto del ministerio; pero Dios le habló y
lo protegió del mal que iba a tener.
Antes de que Stoltius saliera de Jena, Buddaeus también empezó a
predicar el verdadero evangelio, así como lo hizo más tarde Christius; por lo que
algún despertar religioso continuó hasta el año 1724. Algunos de los vecinos se
pusieron de acuerdo para dejar a un estudiante como maestro de escuela para
algunos niños pobres. Más tarde tuvieron varios maestros. Pero alrededor de
1728 todos los maestros se retiraron y la escuela cerró, quedando los niños
descuidados. El Profesor Buddaeus fue informado al respecto y ansiosamente
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 97

recomendó que los niños fueran llevados a su casa; cerca de diez de ellos, entre
los cuales estaba el Sr. Spangenberg, se hicieron cargo del cuidado de los niños.
Pronto aumentaron en número, lo que ofendió a los otros maestros de escuela en
la comunidad, y no mucho después a los magistrados y a los miembros del
senado en la universidad. La ofensa pronto llegó a los pastores, profesores, el
consistorio y los príncipes que son los lores de Jena. Fue la voluntad de Dios de
llegar a uno de ellos, el Príncipe de Eisenach, quien tenía completo poder allí,
para detener la persecución completa, prohibiendo tanto al senado como al
consistorio de molestarlos. El asimismo completamente los exoneró de la
jurisdicción de ambos, ordenando que en adelante todas las quejas contra ellos
serían sólo ser juzgadas por él. Pero durante la persecución el número de
escuelas aumentó de una a tres (una en cada sector de la ciudad), el número de
maestros a más de 30 y los niños a más de 300.
Hay ahora más de 31 maestros fijos, 10 en cada escuela y tres o cuatro
voluntarios para suplir casos de emergencia. Cuatro de los maestros han sido
nombrados para castigar y no están asignados a ninguna escuela. Cada escuela
está dividida en dos clases y se enseña cinco horas al día. Cada uno de los 30
maestros tiene una hora diaria para enseñar. Todos los maestros tienen una
reunión acerca de las escuelas todos los lunes. Tienen una segunda reunión los
jueves, principalmente para la oración, y una tercera cada sábado.
Cada semestre hay reunión de maestros para llenar las plazas de
aquellos que se retiran. El número de ellos nunca decrece ya que otros nuevos
ofrecen sus servicios en cuanto se retiran los que salen de la universidad.
El método que usan en la enseñanza es el siguiente:
Siempre hay dos clases en cada escuela. En la primera, los niños de
seis a diez o doce años quienes aprenden a leer. Luego se transfieren a otra clase
en las que se les enseña las Sagradas Escrituras, aritmética y cualquier otro
conocimiento que les sea útil a los niños aprender.
En la mañana de ocho a nueve todos reciben el catecismo y son
instruidos en los primeros principios del cristianismo, sea del catecismo menor
de Lutero o de algunos textos de la Sagradas Escrituras.
De nueve a diez los niños más pequeños aprenden las letras y las
sílabas y los mayores leen la Biblia. De diez a once los principiantes aprenden y
repiten algunos versículos selectos de las Sagradas Escrituras, principalmente
los que se relacionan con los fundamentos de la fe. Mientras tanto, la clase de
mayores estudia aritmética.
Por las tardes de una a dos todos los niños trabajan, y lo mismo hacen
de nueve a diez en la mañana. De dos a tres los niños más pequeños aprenden y
repiten el catecismo menor de Lutero, mientras que los mayores aprenden a
escribir.
Cada domingo hay un catecismo público en base a algún texto de la
Escritura. Todas las personas interesadas pueden participar.
98 Diarios, Tomo I

En la tarde salimos de Jena, y varios de los


hermanos nos acompañaron hasta las afueras del pueblo. A
las cinco, habiendo pasado apenas por Weimar, nos
encontramos con el Sr. Ingham que iba camino a Herrnhut.
Todos juntos, nos dirigimos a una aldea vecina donde
pasamos una cómoda noche. En la mañana nos
encomendamos los unos a los otros a la gracia de Dios y
salimos cada uno por su camino.
Desayunamos en Erfurt con el Sr. Reinhardt y
pasamos la noche con algunos hermanos de Saxe-Gotha.
Después de un largo viaje llegamos a Marienborn el viernes,
el 25 de agosto.
viernes 6. En la noche comencé a exponer en una
pequeña sociedad en Wapping. El domingo 8 prediqué en la
Capilla de Savoya (supongo que por última vez) sobre la
parábola (o más bien la historia) del fariseo y publicano
orando en el templo.19 El lunes 9 salí para Oxford. Mientras
caminaba leí la sorprendente narración de las conversiones
habidas últimamente en y cerca del pueblo de Northampton
en Nueva Inglaterra.20 Seguramente, de parte de Jehová es
esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos.21
Le escribí a un amigo un extracto de esto, sobre el
estado de quienes están débiles en la fe. Su respuesta, que
recibí el sábado 14, me causó gran confusión, hasta que
después de clamar a Dios tomé la Biblia y la abrí en estas
palabras: «E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh,
si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu
mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no
me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió.»22

19
Lc. 18.9-14.
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 99

20
Se refiere al «Gran Despertar», cuyo personaje principal fue Jonathan
Edwards [N. del Ed.].
21
Sal. 118.23. 22 1 Cr. 4.10.
Esto, sin embargo, más una cláusula de la Lección
Vespertina, me hizo considerar mi propio estado más
profundamente. Lo que pensé entonces fue como sigue:
Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe.23
Ahora bien, la prueba más segura mediante la que podemos
examinarnos nosotros mismos, si es que estamos
verdaderamente en la fe, es aquella dada por San Pablo:
«De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es;
las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas.»24
En primer lugar, sus juicios son nuevos: la opinión
de sí mismo, de su felicidad y santidad.
Se juzga a sí mismo y se ve muy corto de la gloriosa
imagen de Dios. Se juzga no tener nada bueno en él, sino
todo aquello que es corrupto y abominable; en una palabra,
es terrenal, animal y diabólico, una mezcla de bestia y de
diablo.
Así, por la gracia de Dios en Cristo, me juzgo a mí
mismo. Por lo tanto soy en este sentido una nueva criatura.
De igual modo su juicio sobre la felicidad es nuevo.
Le parecería tan lógico sacarla de un hoyo en la tierra como
pensar encontrarla en las riquezas, el honor, el placer (así
llamado) o en verdad en el gozo de cualquier criatura. Sabe
que no hay felicidad en la tierra sino en el gozo de Dios y
en el gozo anticipado de aquellos ríos de placer que fluyen a
su mano derecha para siempre.
Así, por la gracia de Dios en Cristo, juzgo la
felicidad. Por lo tanto soy en este respecto una nueva
criatura.
100 Diarios, Tomo I

También su juicio sobre la santidad es nuevo. Ya no la juzga


como algo externo, que consiste en no hacer mal, o

23
2 Co. 13.5.
24
2 Co. 5.17.
en hacer bien o usar las ordenanzas de Dios. Ahora ve que
es la vida de Dios en el alma; la imagen fresca de Dios
estampada en el corazón; una renovación completa de la
mente en cada rasgo y pensamiento, según la semejanza del
que la creó.
Así, por la gracia de Dios en Cristo, juzgo la
santidad. Por lo tanto, en este sentido soy una nueva
criatura.
En segundo lugar, sus planes son nuevos. El plan de
su vida no es amontonar tesoros en la tierra, no es ganar
alabanzas de los humanos, o los deseos de la carne, los
deseos de los ojos y la vanagloria de la vida,25 sino volver a
ganar la imagen de Dios, tener nuevamente la vida de Dios
sembrada en su alma y ser renovado según su imagen en la
justicia y santidad de la verdad.26
Ese, por la gracia de Dios en Cristo, es el plan de mi
vida. Por lo tanto, soy en este sentido una nueva criatura.
En tercer lugar, sus deseos son nuevos y en verdad
toda la serie de sus pasiones e inclinaciones. No están ya
fijos en cosas terrenales. Ahora están fijos en las cosas
celestiales. Su amor gozo y esperanza, su pena y temor,
todos se refieren ahora a las cosas superiores. Todos miran
hacia el cielo, porque donde está su tesoro, allí también
estará su corazón.27
No me atrevo a decir que soy una nueva criatura en
este respecto, ya que otros deseos con frecuencia afloran en
mi corazón. Pero esos deseos no reinan. Los pongo a todos
debajo de mis pies a través de Cristo que me fortalece28 Por
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 101

25
1 Jn. 2.16.
26
Ef. 4.24.
27
Mt. 6.21.
28
Fil.4.13.
lo tanto creo que él me está creando de nuevo en esto
también y que él ha empezado, aunque no ha terminado su
obra.
En cuarto lugar, su conversación es nueva. Está
siempre sazonada con sal29 y tiene el fin de dar gracia a los
oyentes.30
Así es la mía, por la gracia de Dios en Cristo. Por lo tanto,
en este respecto soy una nueva criatura.
Quinto, sus acciones son nuevas. El tono de su vida
apunta únicamente a la gloria de Dios. Todos sus bienes y
tiempo son dedicados a estas acciones. Pues si come o bebe
o hace otra cosa,31 todo surge de o se dirige al amor de Dios
y de la humanidad.
Así, por la gracia de Dios en Cristo, es el tenor de mi
vida. Por lo tanto, en este respecto soy una nueva criatura.
Pero San Pablo nos dice de otra forma que el fruto
del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe.32 Ahora aunque, por la gracia de Dios en Cristo,
encuentro en cierta medida algunos de éstos en mí, tales
como paz, paciencia, benignidad, bondad, temperancia,
otros no los encuentro. No puedo encontrar en mí el amor
de Dios o el de Cristo. De aquí mi sordera y rodeos en la
oración pública. Por esto, aun en la Santa Comunión tengo
raramente algo más que una fría atención. Por tanto cuando
oigo de las grandes ejemplos del amor de Dios, mi corazón
está todavía sin sentido y sin afecto. Más aún, en este
momento, no siento más amor hacia él que hacia alguien de
quien nunca he oído.
102 Diarios, Tomo I

29
Col. 4.6.
30
Ef. 4.29.
31
1 Co. 10.31. 32 Gá.5.22.
Igualmente, no poseo ese gozo en el Espíritu Santo,33
ni un gozo establecido ni duradero. Ni tengo tal paz que me
libere de la posibilidad ya sea del temor o la duda. Cuando
algunos hombres santos me dijeron que no tenía fe, muchas
veces he dudado si la tenía o no. Y esas dudas me han hecho
sentir muy inseguro, hasta que fui aliviado por medio de la
oración y las Santas Escrituras.
Sin embargo, sobre todo esto, aunque no tengo
todavía ese gozo en el Espíritu Santo, ni ese amor de Dios
derramado en mi corazón,34 ni la plena certidumbre de fe,35
ni el apropiado Espíritu mismo que da testimonio a mi
espíritu de que soy hijo de Dios,36 mucho menos soy, en el
completo y propio sentido de las palabras, nueva criatura en
Cristo.37 Sin embargo, confío que tengo una medida de fe y
que soy acepto en el Amado.38 Confío que el acta de los
decretos que están contra mi está anulada,39 y que estoy
reconciliado con Dios a través de su Hijo.40
DOMINGO 19. Sólo prediqué por la tarde en el
Castillo. El lunes por la noche estuve perturbado por mis
sueños y cerca de las once me desperté en medio de un
temor difícil de explicar y sin poder reconciliar el sueño.
Alrededor de esa hora (como me enteré en la mañana) uno
que había sido asignado a ser mi alumno, pero que no lo
fue, vino a la portería donde varias personas estaban
sentadas, y con una pistola en la mano. El la mostró, como
jugando, primero a uno y después a otro. Entonces intentó
dos o tres
33
Ro. 14.17.
34
Ro. 5.5.
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 103

35
He. 10.22.
36
Ro. 8.16.
37
2 Co. 5.17.
38
Ef. 1.6.
39
Co. 2.14. 40 Ro.5.10.
104 Diarios, Tomo I

veces de dispararse él mismo, pero la pistola no se disparó.


Después de dejarla, uno de los presentes la tomó y eliminó
el fulminante. El alumno se puso muy colérico, salió y fue a
buscar fulminante nuevo. Regresó, se sentó y golpeó el
pedernal de la pistola con la llave. Cerca de las doce,
quitándose el sombrero y la peluca, dijo que moriría como
un caballero y se disparó en la cabeza.

VIERNES 2 de marzo de 1739. Todos nuestros


hermanos me recomendaron que pasara unos días en
Oxford, a donde partí el sábado 3. Aquí encontré algunos
que no habían negado la fe, ni se sentían avergonzados de
su Señor, aun en medio de una generación perversa. Cada
día que pasábamos juntos teníamos la prueba convincente,
tal como antes no habían siquiera imaginado nuestros
corazones, que el puede también salvar perpetuamente a
los que por él se acercan a Dios.41
Unos de los ejemplos más sorprendentes de este
poder que pueda recordar lo pude vivir al siguiente martes
cuando visité a una persona que estaba muy colérica con
esta nueva doctrina42 y decidida a oponerse a la misma. Los
argumentos que usé en la conversación la encolerizaron más
y más. Puse fin a la discusión invitándola a unirnos en
oración, a lo que consintió hasta arrodillarse. En pocos
momentos cayó en extrema agonía, ambas de cuerpo y
alma, y pronto clamó con la mayor seriedad, «Ahora sí lo
sé, estoy salvada por la gracia de Dios». Muchas de las
otras palabras que emitió fueron iguales, siempre
testificando de una esperanza completa en la inmortalidad.
Desde esa hora
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 105
41
He. 7.25.
42
Mr.1.27.
Dios hizo su rostro firme como pedernal al proclamar la fe
que antes había perseguido.
JUEVES 29 de marzo. Salí de Londres y en la tarde
expuse en una pequeña compañía en Basingstoke. El sábado
31 por la tarde llegué a Bristol y allí encontré al Sr.
Whitefield. Al principio me fue difícil de aceptar esta
extraña manera de predicar en los campos, de lo cual él me
dio un ejemplo el domingo. Habiendo sido toda mi vida
(hasta hace poco) tan tenaz de cada punto relacionado con
la decencia y el orden que hubiera pensado que el salvar
almas era casi un pecado si no se hacía en la iglesia.
ABRIL 1. En la noche (el Sr. Whitefield se había
marchado) comencé a exponer el Sermón de la Montaña de
nuestro Señor (un excelente precedente para la predicación
en el campo, aunque supongo que había también iglesias en
ese tiempo) a una pequeña sociedad que acostumbraba
reunirse una o dos veces a la semana en la calle Nicolás.
LUNES, 2 de abril. A las cuatro de la tarde decidí
ser más vil43 y proclamé en los caminos las buenas nuevas
de salvación a cerca de 3,000 personas, hablando desde una
pequeña ladrillera en un terreno fuera de la ciudad. La
Escritura de la cual hablé (¿es posible que alguien ignore
que esto se cumple en todo verdadero ministro de Cristo?)
fue: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha
ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha
enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar
libertad a los cautivos; y vista a los ciegos; a poner en
106 Diarios, Tomo I

libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del


Señor.44

43
2 S. 6.22.
44
Lc.4.18-19.
A las siete empecé a exponer sobre los Hechos de
los Apóstoles a una reunión de la sociedad en la calle de
Baldwin. Al día siguiente, sobre el Evangelio de San Juan
en la Capilla de Newgate, donde también hablé en el
servicio matutino de la Iglesia.
MIÉRCOLES 4 de abril. En Baptist Mills (una
especie de suburbio o villa a cerca de media milla de
Bristol) ofrecí la gracia de Dios a cerca de 1,500 personas
usando estas palabras: yo sanaré su rebelión, los amaré de
pura gracia.45
En la noche tres mujeres se pusieron de acuerdo para
reunirse semanalmente con la misma intención de los de
Londres, o sea, «confesaos vuestras ofensas unos a otros, y
orad unos por otros, para que seáis sanados».46 A las ocho,
cuatro jóvenes se pusieron de acuerdo para realizar el
mismo plan. ¿Quién se atreve a negar que esto es (en lo
sustancial) un medio de gracia ordenado por Dios? A no ser
que afirme (con Lutero en la furia de su «sólo la fe», sola
fide) que la Epístola de Santiago es «una epístola de paja».
MIÉRCOLES 9. Adquirimos un predio cerca del
cementerio de la iglesia de St. James, en terreno de la Feria
de Caballos, donde se planificó la construcción de un cuarto
lo suficientemente grande para dar cabida a las sociedades
de Nicolás y Baldwin y a sus respectivos conocidos que
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 107

desearan estar presentes las veces que la Escritura fuera


expuesta. El sábado 12, se colocó la primera piedra con
voces de alabanza y acción de gracias.
Al inicio no tuve el menor recelo o plan de estar
personalmente involucrado, ya sea en los gastos de este
trabajo o en la dirección del mismo, habiendo elegido a
once
45
Os. 14.4.
46
Stg.5.16.
feudatarios, sobre quienes di por supuesto que recaería este
trabajo. Pronto descubrí mi error. Primero con relación a los
gastos, pues todo el trabajo que se requirió se hubiera
paralizado a no ser que yo no hubiera asumido el pago de
todos los trabajadores inmediatamente. De tal manera, que
antes de que yo supiera donde me encontraba había
contraído una deuda de más de 150 libras. Esta cantidad
tenía que pagarla como pudiera, ya que las cantidades
subscriptas entre ambas sociedades no alcanzaban a un
cuarto de la suma total. En cuanto a la dirección del trabajo,
recibí cartas de mis amigos en Londres, del Sr. Whitefield
en particular, con un mensaje que ni él ni ellos tenían nada
que ver con el edificio, ni contribuirían en nada para el
mismo a no ser que yo despidiera de inmediato a todos los
feudatarios y que lo hiciera todo en mi nombre. Me dieron
muchas razones para hacer esto, pero una fue suficiente, a
saber, que tales feudatarios tendrían siempre en su poder el
control sobre mí y que si yo predicaba algo que no les
gustara, me expulsarían del cuarto que yo había construido.
De acuerdo con sus consejos, reuní a todos los feudatarios,
cancelé (nadie se opuso) el documento antes elaborado y
108 Diarios, Tomo I

asumí toda la administración en mis propias manos. Dinero,


es cierto, no tenía, ni ningún recurso humano o probabilidad
de conseguirlo. Pero sabía que, de Jehová es la tierra y su
plenitud,47 y en su nombre comencé, sin dudar en nada.
DOMINGO 20. Al ver a muchos de los ricos de la
Iglesia de Clifton, sentí mucha pena por ellos y estaba de
veras deseoso de que aun algunos de ellos pudieran entrar
en el reino de los cielos.48 Pero aun animado como estaba,
no supe cómo empezar a advertirles a huir de la ira que
47
Sal. 24.1. 48 Mt.5.20.
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 109
venía hasta que abrí mi Testamento en estas palabras: «no
he venido a llamar a justos, sino a pecadores».49 Al
aplicarlo a esa situación, mi alma se engrandeció de tal
forma que pensé que hubiera podido clamar (en otro sentido
del pobre y vano Arquímedes) «Dénme un punto de apoyo,
y moveré al mundo». Los relámpagos y la lluvia enviados
por Dios no impidieron a 1500 personas que se quedaran en
Rose Green. La Escritura fue, Truena el Dios de gloria...
Voz de Jehová con potencia, voz de Jehová con gloria. 50 En
la noche el Señor habló a tres cuyas almas eran verdaderas
tormentas y tempestades e inmediatamente sobrevino una
gran calma.
Durante todo este tiempo fui continuamente
cuestionado ya sea por quienes a propósito vinieron a
Bristol a preguntar sobre esta extraña obra, o por mis viejos
o nuevos corresponsales, ¿Cómo puede hacerse esto?51
Innumerables advertencias me hicieron (generalmente
basadas en falsas interpretaciones) de no considerar las
visiones o los sueños; o de engañar a la gente haciéndoles
pensar que tendrían el perdón de sus pecados por sus
clamores, lágrimas o por simples profesiones externas. A
uno que me había escrito en repetidas ocasiones sobre esta
autoridad le respondí lo siguiente:
El asunto entre nosotros se vuelca principalmente, si
no enteramente, en materia de hecho. Niegas que Dios
ahora produzca estos efectos; o al menos que los produzca
en esta forma. Yo afirmo ambos, porque he oído estas cosas
con mis propios oídos y las he visto con mis propios ojos.
He visto (en tanto algo así puede verse) muchas personas

49
Mr. 2.17.
50
Sal. 29.3-4. 51 Jn. 3.9.
110 Diarios, Tomo I
cambiadas en un momento del espíritu de temor, horror,
desesperación al espíritu de amor, gozo y paz, y de los
deseos pecaminosos que reinaban sobre ellos a un puro
deseo de hacer la voluntad de Dios. Esto son hechos de los
que y soy testigo casi diariamente, de vista y de oído,
dondequiera que estoy. Lo que tengo que decir en relación a
las visiones o sueños es lo siguiente: Conozco a muchas
personas en quienes este gran cambio sucedió en un sueño o
durante una fuerte representación en su mente de Cristo, ya
sea en la cruz o en la gloria. Esto es un hecho. Dejemos a
quien quiera que juzgue esto como le parezca mejor. Y que
tal cambio fue verdadero se comprueba, no por derramar
lágrimas, caer por ataques o por llantos (estos no son los
frutos por los que juzgo, como parece que usted supone)
sino por el tono de su vida, hasta entonces malvada en
muchas formas y a partir de ese momento, santa, justa y
buena.
Ahora le mostraré que aquél que fue un león hasta
entonces, es ahora un cordero; aquél que fue un ebrio es
ahora ejemplo de sobriedad; la prostituta que fue, ahora
aborrece la vestimenta manchada por la carne. Estos son
mis argumentos reales para comprobar lo que aseguro, a
saber, que Dios ahora como en otro tiempo, da perdón de
los pecados y el don del Espíritu Santo tanto para nosotros
como para nuestros hijos; siempre repentinamente, hasta
donde he visto, y con frecuencia en los sueños o en las
visiones de Dios. Si no fuera así, sería un falso testigo
delante de Dios. De estas cosas yo testifico y, por gracia de
Dios, testificaré.
Quizás pudiera ser que debido a la dureza de
nuestros corazones, no estemos listos para aceptar nada a
menos que lo veamos con nuestros ojos y lo oigamos con
nuestros oídos. Dios en tierna condescendencia a nuestras
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 111
debilidades sufrió muchas señales visibles en el preciso
momento cuando trajo este cambio interno para ser visto y
oído continuamente entre nosotros. Pero aunque vieron
señales y prodigios52 (porque así debo llamarlos) empero
muchos no creerán. En verdad no pueden negar los hechos,
pero sí pueden explicarlos. Algunos decían: «fueron
puramente efectos naturales; la gente se desmayaba sólo por
el calor y la estrechez de los ambientes.» Y otros estaban
seguros de que «todo fue un engaño: podrían evitarlo si
quisieran. Además ¿por qué estas cosas se dieron sólo en
sus sociedades privadas? ¿Por qué no sucedieron a la luz del
día?» Hoy, lunes 21, nuestro Señor contestó por sí mismo,
ya que mientras hacía hincapié en estas palabras, estad
quietos y conoced que yo soy Dios,53 él comenzó a extender
su brazo, no en un cuarto cerrado, ni en privado, sino al aire
libre y ante más de 2,000 testigos. Uno, otro y otro fueron
derribados a tierra, temblando exageradamente ante la
presencia de su poder. Otros clamaron con un llanto fuerte y
amargo, «¿Qué debemos de hacer para ser salvos?» 54 En
menos de una hora siete personas, completamente
desconocidas para mí hasta ese momento, estaban
regocijándose y cantando y con todas sus fuerzas daban
gracias a Dios por su salvación.
En la noche fui interrumpido en la calle Nicolás, casi
cuando empezaba a hablar, por los gritos de uno que estaba
compungido de corazón,55 y gemía fuertemente pidiendo
perdón y paz. Sin embargo, continué declarando lo que Dios

52
Jn. 4.48.
53
Sal. 46.10.
54
Hch. 16.30. 55 Hch.2.37.
ya había hecho, en prueba de aquella importante verdad,
que Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos
112 Diarios, Tomo I
procedan al arrepentimiento.56 Otra persona se desmayó,
cerca de uno que era defensor fuerte de la doctrina
contraria. Mientras estaba en pie, atónito por lo que veía, un
niño cerca de él se desmayó de la misma manera. Un joven
que estaba parado detrás fijó sus ojos en él y cayó como si
estuviera muerto, comenzó a rugir y a golpearse contra el
suelo, de tal forma que seis hombres apenas podían
sostenerlo. Su nombre era Thomas Maxfield. Excepto por
John Haydon, nunca vi uno tan disputado por el maligno.
Mientras tanto, muchos otros comenzaron a clamar en alta
voz al Salvador de todos,57 para que viniera a ayudarlos, ya
que toda la casa (y en verdad toda la calle usada por falta de
espacio) estaba alborotada. Pero nosotros continuamos en
oración y antes de las diez la mayoría encontró descanso
para sus almas.
Fui invitado a cenar por una dama que, sintiéndose
tan compungida como nunca antes, había salido corriendo
de la sociedad con mucho apuro, «para no delatarse». Pero
la mano de Dios la siguió y al dar algunos pasos, tuvo que
ser llevada a casa y cuando llegó se puso peor y peor. Se
encontraba en agonía violenta cuando llegamos. Clamamos
a Dios y su alma encontró sosiego.
Cerca de las doce se me insistió fuertemente para
que fuera a visitar a una persona más. Esta tuvo solamente
una lucha más después de mi llegada y luego fue llena de
paz y regocijo. Pienso que 29 en total cambiaron sus cargas
por alegría.

56
2 P. 3.9.
57
1 Ti. 4.10.
SÁBADO 30 de junio. En el Salón de los Tejedores
siete u ocho personas se vieron obligadas a gritar, mientras
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 113
la espada del Espíritu les penetraba hasta partir el alma y el
espíritu, las coyunturas y los tuétanos.58 Después de orar se
sintieron calmados y cantaron a Dios, quien está sentado en
el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y
el poder por los siglos de los siglos.59
De tiempo en tiempo, yo les daba un informe
especial de la manera como Dios llevaba su obra, dirigido a
quienes yo creía que deseaban aumentar su reino y con
quienes tenía la oportunidad de mantener correspondencia.
Parte de la respuesta que recibí (algún tiempo después) de
uno de ellos no puedo sino adjuntarla:
Deseo bendecir a mi Señor por las buenas y grandes noticias que su
carta trae acerca de cómo el Señor cambia muchas almas para que se conviertan
de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios,60 y porque se ha
abierto puerta grande y eficaz61 entre ustedes que los muchos adversarios no
pueden cerrar. ¡Que el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra,
y cierra y ninguno abre,62 abra la puerta de la fe más y más entre ustedes, hasta
que su casa se llene y pueda él reunir a todos los pecadores de Israel! Y ojalá
que la oración por los adversarios sea oída, llene sus rostros de vergüenza, y
busquen tu nombre, Jehová.63
En cuanto a lo que usted dice sobre la forma externa de actuar de la
mayoría de los afectados, cuyos corazones fueron atravesados por la espada del
Espíritu, no es de extrañarse que al principio esto le sorprendió, ya que son en
verdad muy escasos quienes verdaderamente han sido compungidos y heridos
de corazón. Empero algunos de los casos que usted menciona parecen tener
precedente en la manera externa en que Pablo y el carcelero fueron
primeramente afectados, así como los oyentes de Pedro en Hechos 2. El último
caso que usted menciona, de una lucha como la agonía de muerte, y que cuatro
o cinco hombres fuertes pudieron a duras penas impedirle a una débil mujer
herirse a sí misma o a otros, esto es para mí algo más inexplicable, si no se
pareciera a lo del muchacho de Marcos 9:26 y Lucas 9:42. De él se dice que,
mientras se acercaba el muchacho, el

58
He. 4.12.
59
Ap. 5.13.
60
Hch. 26.18.
61
1 Co. 16.9. 62 Ap. 3.7.
63
Sal.83.16.
114 Diarios, Tomo I
demonio lo derribó y le sacudió con violencia. 64 No pretendo explicar la súbita
influencia y el agudo despertar que pueda haber sobrevenido al cuerpo. Pero no
dudo que Satanás, en cuanto puede, se esfuerce en tales ocasiones, en parte para
obstaculizar la buena obra en las personas que han sido tocadas por las agudas
saetas de la convicción de pecado, y en parte para desacreditar la obra de Dios,
como si llevara a la gente a la locura... Sin embargo, el resultado feliz de estos
conflictos en la conversión de las personas así afectadas es lo principal.
Cuando el brazo salvador de Dios les trae para recibir a Cristo Jesús,
para tener gozo y paz en el creer y entonces caminar con él y dar evidencia que
la obra es a la postre obra de salvación, sea más rápida o gradual, hay gran
motivo de alabanza...
Todas la señales externas de las personas afectadas entre nosotros
pueden reducirse a estas dos clases: En primer lugar, el oír con atención
silenciosa, con seriedad y avidez que se descubren por las miradas fijas, los ojos
llorosos y las caras tristes o alegres. En segundo lugar, hay quien responde con
voz alta, algunos más depresivamente y otros más animados; a veces toda la
multitud en un mar de lágrimas como si todos estuvieran llorando a la vez, hasta
que las voces casi apagan la voz del ministro, a quien apenas se le puede
escuchar por el ruido del llanto que le rodea... La influencia sobre algunos de
éstos es como una inundación que se seca rápidamente y no se sabe de cambio
alguno. Pero en otros aparece en los frutos de justicia y en una conversación
santa.
¡Quiera el Señor fortalecerle para que pueda proseguir en su obra!
Oramos juntamente con usted por la venida de su reino; y espero que no le
olvidemos en nuestra mutua solicitud ante trono de la gracia.
Soy, Reverendo y estimado señor,
Su muy afectuoso hermano y siervo en Cristo
Ralph Erskine

DOMINGO primero de julio. Prediqué a cerca de


cinco mil personas, sobre el consejo favorito del infiel en
Eclesiastés (tan celosamente seguido por sus hermanos
ahora), No seas demasiado justo.65 En Hanham y en Rose
Green expliqué la última parte del capítulo siete del
Evangelio de San Lucas, especialmente el versículo «Y no
teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos».66
Una mujer joven se desplomó en Rose Green, en una
violenta agonía, ambos de cuerpo y de mente; tal como lo
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 115
64
Lc. 9.42.
65
Ec. 7.16. 66 Lc.7.42.
hicieron cinco o seis personas en la noche en New Room, a
cuyos gritos muchos se sintieron ofendidos. Lo mismo le
sucedió en la mañana a uno en el Salón de Tejedores y a
otros ocho o nueve en Gloucester Lane por la noche. El
primero profundamente afectado fue L___ W___, cuya
madre había estado muy disgustada uno o dos días antes
cuando le contaron como su hija se había expuesto ante toda
la congregación. La madre misma fue la siguiente que cayó
y perdió sus sentidos en un instante; pero se retiró a su casa
con su hija llena de regocijo, así como lo hicieron quienes
habían estado en aflicción.
Después de salir de la sociedad fui a donde la Sra.
Thornhill, cuyos parientes más cercanos estaban
disuadiéndola de ser «demasiada justa», y por la razón de
siempre: ¿Por qué habrás de destruirte?67 Ella les
respondió a todos con humildad y amor y continuó
inmutable e inconmovible. ¡Sufre todavía privaciones,
soldado de Cristo! Perseguida, pero no olvidada;
despedazada y rodeada por tentaciones internas y externas,
pero no cediendo a ninguna. ¡Oh, que la paciencia haga su
obra perfecta!
JUEVES 13. Visité a un caballero que está muy
atribulado con lo que ellos llaman «depresión de espíritu».
He estado con muchos de ellos antes, pero varios de ellos
no estaban enfermos físicamente. Deseaban algo, pero no
sabían qué querían, y por lo tanto estaban apesadumbrados,
intranquilos y descontentos con todo. La pura verdad es que
buscaban a Dios; querían a Cristo; querían fe y Dios les
convenció de su necesidad de tal manera que sus médicos
entendían menos que ellos. Nada ocurrió hasta que el Gran
116 Diarios, Tomo I

67
Ec.7.16.
Médico llegó. Ya que, a pesar de todos los medios naturales,
él que los hizo para él, no los haría sufrir para descansar,
hasta que ellos descansaran en él.68
MARTES 17 - Viajé a Bradford, a cinco millas de
Bath, donde se me había invitado por largo tiempo para
visitarles. Presenté mis saludos al ministro y le expresé mis
deseos de predicar en su iglesia. Me respondió que no se
acostumbraba predicar en los días de semana, pero si podía
venir a la iglesia en un domingo, él estaría feliz de contar
con mi ayuda. Entonces fui ver a un caballero en el pueblo
quien había estado presente cuando prediqué en Bath y con
las más fuertes señales de sinceridad y afecto. me había
deseado bendición de Dios sobre mí.69 Pero todo había
pasado. Lo encontré bastante frío. Comenzó a discutir sobre
varios temas y por último me dijo sin rodeos que uno de
nuestro propio colegio universitario le había informado que
siempre me habían considerado como un chiflado en
Oxford.
Sin embargo, algunas otras personas no tenían la
misma opinión, habiéndome instalado en un lugar
conveniente (llamado Bearfield o Bury Field) en la cima de
la loma debajo de la cual se extiende el pueblo, ofrecí allí a
Cristo a cerca de mil personas como sabiduría, rectitud,
santificación y redención. De allí regresé a Bath y prediqué
sobre ¿Qué debo hacer para ser salvo?70 a una concurrencia
mayor que nunca. Me preguntaba por qué el Dios de este
mundo estaba tan tranquilo, cuando a mi regreso del lugar
de predicación, el pobre Richard Merchant me dijo que no
podía dejarme predicar nunca más en su propiedad. Le
pregunté por qué. Respondió que la gente
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 117

68
Referencia a Agustín, Confesiones 1.1.
69
Sal. 129.8.
70
Hch.16.30.
dañaba sus árboles y robaba cosas de su terreno. «Y
además,» añadió, «Yo ya tengo, por dejarle a usted estar
allí, ganado el desprecio de mis vecinos». ¡Oh miedo del
hombre! ¿Quién se sobrepone a ti, sino quien en verdad
adora a Dios en espíritu y en verdad?71 ¡Ni siquiera quienes
tienen un pie en la tumba! ¡Ni siquiera quienes habitan en
casas de cedro y quienes han almacenado oro como polvo y
plata como arena del mar!
MARTES 31. Prediqué en Bradford a más de dos
mil personas, muchas de las cuales tenían un mejor rango
social, sobre ¿Qué debo hacer para ser salvo? 72 Todos se
comportaron decentemente y ninguno se marchó hasta que
todo se terminó. Mientras predicaba en Bath, a mi regreso,
algunos de la congregación no se comportaron tan bien,
estando, temo yo, un poco preocupados cuando llego a la
aplicación de aquellas palabras: «y no solamente hay
peligro que este nuestro negocio venga a desacreditarse,
sino también el templo de la gran diosa Diana sea estimado
en nada,...a quien venera toda Asia y el mundo entero».73
Teniendo por este tiempo una copia en mis manos de
Una Advertencia contra el engaño religioso, pensé que era
mi deber escribir al autor del mismo, lo que hice en los
términos siguientes:
Reverendo Señor,
1. Usted me acusa (porque me llaman «metodista», y
consecuentemente estoy incluido dentro de su acusación) de «jactancias vanas y
presumidas, imprudencia, censuras sin caridad, maldiciendo todo aquel que no
siente» lo que siento yo. Me acusa también de «no aceptar que las personas
estén en estado de salvación a no ser que hayan experimentado alguna operación
súbita que se puede señalar como la mano de Dios sobre ellas, apoderándose por
así decir del alma». Y de «negar a los humanos el
118 Diarios, Tomo I

71
Jn. 4.23.
72
Hch. 16.30. 73 Hch.19.27. uso de las criaturas
de Dios, que él ha designado para ser
recibidas con acción de gracias». Por último,
me acusa de «alentar la abstinencia, la
oración y otros ejercicios religiosos, llegando
a descuidar los deberes ciudadanos». Diga,
señor, ¿puede usted probar estos cargos
contra mí? ¡El Señor juzgará en su día!
2. En verdad salgo a los caminos y vallados a llamar a los
pobres pecadores a Cristo. Pero no en «una manera tumultuosa», no «para
perturbar la paz pública» o «perjudicar a las familias». Ni tampoco rompo o
transgredo cualquier ley que yo conozca, y mucho menos «reduzco a la nada
toda regla y autoridad». Ni pueden decirme que «me inmiscuyo en los
quehaceres» de aquellos que nunca trabajan, pero permiten que miles de éstos
por quienes Cristo murió perezcan por falta de conocimiento.74
3. Perecen porque no saben que nosotros, tanto como los
paganos, estamos con el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de
Dios,75 que cada uno de nosotros, por la corrupción de nuestra naturaleza íntima,
está muy alejado de la justicia original; tan alejada que «cada persona nacida en
este mundo, merece la ira y la maldición de Dios». 76 No tenemos por naturaleza
poder para ayudarnos a nosotros mismos, ni para pedirle a Dios ayuda. Todo
nuestro carácter irascible y obras, en nuestro estado natural, son solamente una
maldad continua. De tal manera que nuestro acercamiento a Cristo, así como el
de ellos, debe requerir un gran y poderoso cambio. Debe conllevar, no sólo un
cambio externo, dejando el robo, la mentira y toda clase de comunicación
corrupta; sino un completo cambio de corazón, una renovación interna en el
espíritu de nuestra mente. En conformidad «el hombre viejo» implica
infinitamente mucho más que la conversación mundana externa; implica un
corazón mundano de incredulidad,77 corrupto por el orgullo y por miles de
falsas codicias. En consecuencia el «nuevo hombre» implica mucho más que
una buena conversación.78 Implica un buen corazón79 creado según Dios en la
justicia y santidad de la verdad,80 un corazón lleno de esa fe que obra por amor
y produce toda conversación de santidad.
4. El cambio de los primeros de estos estados al otro es lo que
llamo «el nuevo nacimiento». Pero, usted dice, que yo «no estoy contento con
esta sencilla y fácil noción dela fe, sino que me lleno a mí y a otros con
fantásticas vanaglorias ideas. Señor, ¿como puede usted probar esto? Y si no
puede probarlo, ¿qué expiación puede usted hacer, ya sea a Dios, a mí o al
mundo, por afirmar públicamente una gran falsedad?
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 119
5. Quizás usted dice que «puede probar esto sobre el Sr.
Whitefield». ¿Entonces qué? Eso no es nada para mí. Yo no soy responsable por
sus palabras. El Diario que usted cita nunca lo vi hasta que estuvo

74
Os. 4.6.
75
Ef. 4.18.
76
Libro de Oración Común, Artículos de fe, 9.
77
He. 3.12.
78
Stg. 3.13.
79
Lc. 8.15. 80 Ef.4.14. impreso. Pero en verdad usted lo confundió tanto a él
como a mí. Primero, donde usted lo señala como juzgando que las opiniones
de los cuáqueros en general (respecto a ser guiados por el Espíritu) son
correctas y buenas, usted comete una injusticia, por cuanto él habla solamente
de esos hombres en particular con quienes estuvo conversando. Y nuevamente
cuando usted dice que él «supone que una persona que cree en Cristo no tiene
ningún conocimiento salvífico» de él, usted comete una injusticia [contra
Whitefield]. El no supone tal cosa. «Creer en Cristo » era precisamente lo que
le parecía que faltaba, porque el término «creer» que implica, no sólo la
aceptación de los artículos de nuestro Credo, sino también, «una confianza y
seguridad de la misericordia de Dios a través de nuestro Señor Jesucristo».81
6. Ahora, no cabe duda de que a alguien pueda faltarle esto,
aunque en verdad pueda decir, «Soy casto, soy sobrio, soy justo en mis
quehaceres, ayudo a mi vecino y sigo las ordenanzas de Dios». «Y no importa
cómo» tal hombre «pueda haberse comportado en todas estas cosas, no debe
pensar bien de su propio estado hasta que experimente algo dentro de sí mismo
que hasta ahora no ha experimentado pero que se le puede asegurar de
antemano que podrá experimentar» si las promesas de Dios son verdaderas. Ese
«algo» es una fe viviente: «una verdadera confianza y seguridad en Dios, que
por los méritos de Cristo sus pecados son perdonados y la persona queda
reconciliada en el favor de Dios». De esto se desprenderán muchas otras cosas
que hasta entonces no ha experimentado, tal como el amor de Dios, que ha sido
derramado en su corazón,82 la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento,83
gozo en el Espíritu Santo,84 y gozo aunque no dejado de sentir, nos alegra con
gozo inefable y glorioso.85
7. Estos son algunos de aquellos frutos internos del espíritu86
que deben sentirse, dondequiera que se encuentren. Y sin éstos no puedo
encontrar las Sagradas Escrituras que alguien pueda ser nacido del Espíritu.87
Le ruego, señor, por la misericordia de Dios, que si usted todavía «no conoce
nada de tales sentimientos interiores», si usted no «siente en usted mismo estas
poderosas obras del Espíritu de Cristo», por lo menos no contradiga ni
blasfeme. Cuando el Espíritu Santo haya encendido fervientemente su amor
120 Diarios, Tomo I
hacia Dios, usted sabrá que estas cosas son operaciones muy sensibles. Como
usted oye al viento y lo siente también, cuando golpea sus órganos corporales,
usted sabrá que está bajo la guía del Espíritu de Dios en la misma manera, es
decir, sintiéndolo en su alma; por la presencia de la paz, el gozo y el amor que
usted siente

81
Homilías oficiales de la Iglesia de
Inglaterra. Sobre la pasión, parte 2.
82
Ro. 5.5. 83 Fil. 4.7.
84
Ro. 14.17.
85
1 P. 1.8.
86
Gá. 5.22. 87 Jn.3.8. internamente, así como por los efectos externos, que son
menos inmediatos.
Soy, su..., etc.

LUNES 27 de agosto. Por dos horas llevé mi cruz,


discutiendo con un fervoroso hombre, y luchando para
convencerle que yo no era «un enemigo de la Iglesia de
Inglaterra». El aceptaba que yo no enseñaba otras doctrinas
a no ser las de la Iglesia, pero no me perdonaba que las
enseñara fuera de las paredes de la misma. El también
confesaba (lo que en verdad nadie puede negar si tiene
alguna consideración a la verdad o al sentido de vergüenza)
que por esta enseñanza muchas almas, que hasta ese
momento perecían por falta de conocimiento habían sido y
son traídas de las tinieblas a la luz, y de la potestad de
Satanás a Dios.88 Pero añadía que «nadie puede decir lo que
pueda suceder en el más allá, y por lo tanto, estas cosas no
deben tolerarse».
En verdad el rumor que corría en Bristol era que yo
era «un papista, o un jesuita». Algunos añadían que yo
había nacido y me había criado en Roma, y muchos
tranquilamente lo creían. Oh necios, ¿cuándo comprenderán
que la predicación de la justificación es sólo por la fe, que
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 121
ninguna otra causa amerita nuestra justificación sino la
muerte y la justicia de Cristo, que no hay otra causa
condicional o instrumental que no sea la fe, destruye los
fundamentos mismos del papismo? ¿Cuando comprenderán
que el error más destructivo de todos los que Roma, la
madre de las abominaciones, ha producido (error que
comparado con aquello de la transubstanciación y cien otras
cosas las hace aparecer ligerezas como el aire) es que somos

88
Hch.26.18.
justificados por las obras o (para expresar lo mismo un poco
más decentemente) por la fe y las obras? Ahora bien, ¿es
esto lo que predico? Lo he hecho por diez años: Fui (en lo
esencial) un papista y no lo sabía. Pero ahora testifico a
todos (y es el mismo punto que aseguro que hasta el día de
hoy ha estado en discusión) que no se puede hacer ninguna
obra antes de la justificación, que no tenga en sí misma la
naturaleza del pecado.
Muchas veces he averiguado quiénes son los autores
de este comentario y por lo general he encontrado que han
sido los fanáticos disidentes o (lo digo sin temor o favor)
ministros de nuestra propia Iglesia. Frecuentemente he
considerado qué posible base o motivo puedan tener para
hablar así, viendo que pocos hombres en el mundo han
tenido la ocasión de poder declarar sus principios tan clara y
abiertamente como lo he hecho yo mediante la predicación,
la publicación y la conversación por muchos años. Y no
puedo sino pensar de otra manera que dicen todo esto, ya
sea (poniéndolo en la forma más favorable y constructiva)
en ignorancia plena (no sabían lo que era el papismo, ni qué
doctrinas enseñaban los papistas) o con toda intención
decían lo que sabían era falso, probablemente pensando que
122 Diarios, Tomo I
rendían servicio a Dios.89 Ahora tomen esto ustedes mismos,
quienesquiera que ustedes sean, altos o bajos, disidentes o
gente de la Iglesia de Inglaterra, clérigos o laicos, que han
esparcido estos ataques vergonzosos, y digiéranlo como
puedan.
¿Pero cómo es que no han tenido temor, si creen que
hay un Dios y que conoce los secretos de los corazones
(ahora les hablo a ustedes especialmente, los predicadores

89
Jn.16.2.
de cualquier denominación) para declarar una mentira tan
grande y palpable como si fuera verdad, y hacerlo verdad en
el nombre de Dios? Les cito a todos ustedes, ante el Juez de
toda la tierra, ya sea a probar sus ataques públicamente o a
retractarse para hacer las mejores enmiendas que puedan a
Dios, a mí y a todo el mundo.
Para la satisfacción plena de aquellos que han sido
engañados por estos hombres sin vergüenza y casi llevados
a creer una mentira, aquí añado mi juicio serio concerniente
a la Iglesia de Roma, escrito hace algún tiempo a un
sacerdote de esa comunión:
Señor,
Le doy las gracias por su carta y por su recomendación a las
Propuestas de mi padre a la Sorbona.90
No tengo tiempo ni inclinación para entrar en controversia con nadie y
menos con los romanistas. Esto, tanto porque no puedo confiar en ninguna de
sus citas sin consultar cada oración que ellos citan en los originales como
porque los originales mismos a duras penas merecen confianza en cualquiera de
los puntos de controversia entre ellos y nosotros. Conozco la habilidad que
tienen de remendar a aquellos autores que en originalmente no decían lo que
ellos quisieran, así como de purgarlos de aquellos pasajes que contradicen sus
enmiendas. Y puesto que no les ha faltado la oportunidad de hacerlo, sin duda
han usado cuidadosamente estos métodos en relación al punto que tan cerca les
toca, la supremacía del Obispo de Roma. Por lo tanto no estoy sorprendido que
las obras de San Cipriano (como se les llama) fuertemente la mantienen. Estoy
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 123
seguro que estas obras no han sido corregidas, ya que aún contienen los pasajes
que contradicen esa supremacía totalmente. ¡Cuán gran negligencia fue haber
dejado su Epístola Setenta y Cuatro (a los pompeyanos) fuera del Index
Expurgatorius, pues en esa epístola el Papa Cipriano acusa abiertamente al Papa
Esteban de «orgullo y obstinación» y de ser un defensor de la causa de los
herejes contra los cristianos y la iglesia misma de Dios! Quien pueda reconciliar
todo lo dicho con la creencia que Esteban era la cabeza infalible de la iglesia,
puede reconciliar el Evangelio con el Alcorán (Corán).
Aún más, no puedo aprobar de ninguna manera la insolencia y
desprecio con que los romanistas a menudo han sido tratados. No me atrevo a
denunciar o menospreciar a ningún hombre y mucho menos a quienes profesan
creer en el mismo Maestro. Pero me da mucha pena que teniendo la

90
Wesley se refiere a los planes de publicar el libro de su padre sobre Job.
misma seguridad de que Jesús es el Cristo ningún romanista pueda ser salvado
de acuerdo a los términos del pacto de Cristo mismo. Porque esto dijo el Señor:
«de manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos, muy
pequeños, y así enseñe a los hombres, será llamado pequeño en el reino de los
cielos».91 Y si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas
que están escritas en este libro.92 Pero todos los romanistas, como tales, hacen
ambas cosas. Por lo tanto...
Lo premisa menor la pruebo, no de autores protestantes, ni aun de
escritores particulares de su propia comunión, sino de los registros públicos y
auténticos de la Iglesia de Roma. Tales son Los Cánones y Decretos del
Concilio de Trento. La edición que yo uso fue impresa en Colonia y aprobada
por la autoridad eclesiástica.
Primeramente, todos los romanistas, como tales, rompen y enseñan a
las personas a romper un (no el único) de los mandamientos acerca de las
imágenes que dice: «No te inclinarás a ellas ni las honrarás.93 ... Pero el
Concilio de Trento (y consecuentemente todos los romanistas, como tales, es
decir todos los que aceptan la autoridad de ese Concilio) enseña que es
legitimus imaginum usus...eis honorem exhibere, procumbendo coram eis.94
Segundo, todos los romanistas, como tales, agregan a aquellas cosas
que están escritas en el Libro de la Vida. Ya que en la Bula de Pío IV, sujeta a
aquellos Cánones y Decretos, encuentro los agregados siguientes: 1) siete
sacramentos; 2) la transubstanciación; 3) la comunión en una sola especia [el
pan]; 4) el purgatorio y las oraciones por los muertos; 5) la oración a los santos;
6) la veneración de las reliquias; 7) la reverencia a las imágenes; 8) las
indulgencias; 9) la prioridad y universalidad de la Iglesia Romana; 10) la
supremacía del Obispo de Roma. Todas estas cosas, por lo tanto, son añadidas al
Libro de la Vida por los romanistas.
124 Diarios, Tomo I
Soy, ...

LUNES 3 de septiembre. Hablé largamente con mi


madre, quien me dijo que hasta hacía poco tiempo había
oído escasamente tal cosa como tener ahora el perdón de los
pecados, o del Espíritu de Dios dar testimonio con el
nuestro. Mucho menos se imaginó ella que esto es un
privilegio común de todos los verdaderos creyentes. «Por lo
tanto» dijo ella «nunca me atreví a pedirlo para mí. Pero
hace dos o tres semanas, mientras mi hijo Hall pronunciaba

91
Mt. 5.19.
92
Ap. 22.18.
93
Ex. 20.5.
94
Eluso legítimo de las imágenes es honrarlas al inclinarse delante de ellas.
aquellas palabras al entregarme la copa, «La sangre de
nuestro Señor Jesucristo, que fue dada por nosotros», las
palabras atravesaron mi corazón y supe que Dios por medio
de Cristo me había perdonado todos mis pecados.»
Le pregunté que si su padre (el Dr. Annesley) no
había tenido la misma fe, y si ella no le había oído
predicarles de esto a otros. Ella contestó. «El la tenía y
declaró un poco antes de su muerte, que por más de
cuarenta años no había estado en tinieblas, temor, ni duda
alguna, de ser acepto en el Amado.95 Pero no obstante, ella
no recordaba haberle oído predicar, ni una sola vez,
explícitamente sobre esto: por lo que ella suponía que él
también lo consideraba como una bendición peculiar de
unos pocos y no como una promesa a todo el pueblo de
Dios.
MIÉRCOLES 12. En la noche en Fetter Lane
describí la vida de fe y varios que se imaginaban fuertes en
ella se dieron cuenta que no eran más que niños recién
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 125
nacidos. A las ocho exhorté a nuestros hermanos a
mantenerse cerca de la Iglesia y de todas las ordenanzas de
Dios, y procurar sólo vivir quieta y reposadamente en toda
piedad y honestidad.96
JUEVES 13. Un clérigo muy respetable deseó saber
en qué puntos nos diferenciábamos de la Iglesia de
Inglaterra. Le contesté: «En lo que toca a mi conocimiento,
en ninguno. Las doctrinas que predicamos son las doctrinas
de la Iglesia de Inglaterra; en verdad, las doctrinas
fundamentales de la Iglesia están claramente descritas en
sus libros de Oraciones, Artículos y Homilías.»
El preguntó, «¿En que puntos entonces ustedes
difieren de otros clérigos de la Iglesia de Inglaterra?» Le
95
Ef. 1.6.
96
1 Ti. 2.2.
respondí, «En ninguno en cuanto a aquellos clérigos que
cumplen con las doctrinas de la Iglesia; pero con quienes
difieren de la Iglesia (aunque no lo confiesen) yo difiero en
los siguientes puntos:
«Primero. Ellos hablan de la justificación como si fuera la
santificación, o como algo consecuente a la misma. Creo que la justificación es
completamente distinta de la santificación y que necesariamente le antecede.
«Segundo. Ellos hablan de nuestra santidad o buenas obras como la
causa de nuestra justificación o afirman que por causa de y por cuenta ella de
somos justificados delante de Dios. Creo que ni nuestra propia santidad ni
nuestras obras son parte alguna de la causa de nuestra justificación, sino que la
muerte y justicia de Cristo son la entera y única causa de ella.
«Tercero. Ellos hablan de las buenas obras como una condición para
la justificación, necesaria antes que la misma. Yo creo que ninguna buena obra
puede preceder a la justificación ni, consecuentemente, ser una condición de
ella; sino que somos justificados (puesto que hasta esa hora somos impíos, y por
lo tanto incapaces de hacer ninguna buena obra) sólo por la fe, la fe sin obras.
Es una fe que no incluye obra buena alguna, pero que las produce todas.
«Cuarto. Ellos hablan de la santificación (o santidad) como si fuera
una cosa externa, como si consistiera solamente, si no íntegramente, en estos
126 Diarios, Tomo I
dos puntos: 1) en no hacer ningún mal; 2) en hacer el bien (así lo llaman), o sea,
usar los medios de gracia y ayudar a nuestro prójimo.
«Creo que la fe es algo interior, es decir, `la vida de Dios en el alma
humana,' una participación de la naturaleza divina,97 el sentir que hubo también
en Cristo Jesús,98 o revestirse del nuevo hombre el cual es conforme a la imagen
del que lo creó.99
«Finalmente. Ellos hablan de un nuevo nacimiento como si fuera algo
externo, como si fuera nada más que el bautismo; o a lo más un cambio de una
maldad externa a una bondad igualmente externa; de una vida viciosa (así
llamada) a una vida virtuosa. Yo creo que es algo interno: un cambio de la
maldad interior a la bondad interior; un cambio completo de nuestra naturaleza
íntima de la imagen del diablo (con la que hemos nacido) a la imagen de Dios;
un cambio del amor de la criatura al amor del Creador, de sentimientos
mundanos y sensuales a los sentimientos divinos y santos. En una palabra, un
cambio de los sentimientos de los espíritus de las tinieblas a los de los ángeles
de Dios en el cielo.
«Hay por lo tanto una diferencia vasta, esencial, fundamental e
irreconciliable entre nosotros: de tal manera que si ellos hablan la verdad como
está en Jesús, entonces vengo a ser un falso testigo delante de Dios.

97
2 P. 1.4.
98
Fil. 2.5.
99
Col.3.10.
Pero si yo enseño el camino de Dios en verdad, entonces ellos son ciegos guías
de ciegos.
VIERNES 28. Me encontré con una prueba reciente
que todo lo que pidieries en oración, creyendo, lo
recibiréis.100 Una señora de edad madura deseaba que yo le
diera gracias a Dios por ella, quien, como muchos testigos
allí presentes testificaron, estaba enloquecida desde hacía
dos o tres días antes y atada a su cama. Después de haber
orado por ella, en forma instantánea fue restaurada a plena
salud mental.
[Wesley regresó a Oxford el 2 de octubre. El comentario que sigue se refiere a
esa ciudad.]
MIÉRCOLES 3 de octubre. Tuve un tiempo libre
para ver la situación desastrosa de las cosas aquí. Los
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 127
pobres prisioneros, tanto en el Castillo como en la Prisión
de la Ciudad, ahora no tenían a nadie que cuidara de sus
almas, nadie para intruirles, aconsejarles, consolarles y
edificarles en el conocimiento y amor del Señor Jesús.
Nadie quedaba para visitar los centros de trabajo, donde
también solíamos reunirnos con el mayor sentido de
compasión. Nuestra pequeña escuela donde a cerca de
veinte niños pobres a un tiempo se les habían enseñado por
varios años, estaba a punto de ser cerrada, no habiendo
quien la mantuviera o la cuidara. La mayoría de los que la
ciudad que antes se reunían y fortalecían unos a otros en las
manos de Dios, estaban separados y esparcidos del pueblo.
Tiempo es de actuar, oh Jehová, porque han invalidado tu
ley.101
A las once algunos de nosotros nos reunimos para
elevar a Dios oraciones por el remanente que aún
quedaba.102 De inmediato Dios nos dio una prueba para

100
Mt. 21.22.
101
Sal. 119.126. 102 2 R. 19.4.
bien. Una persona que había estado largo tiempo en la más
profunda amargura, llena de cólera, luchas y envidia,
especialmente contra uno a quien había amado tiernamente,
se levantó y mostró el cambio que Dios había hecho en su
alma. Cayendo sobre el cuello de la otra persona, y bañada
de lágrimas, la besó. El mismo espíritu lo encontramos
reviviendo a otros también. Así es que los dejamos, no sin
esperanza de que la semilla que había sido sembrada aun
aquí volverá a echar raíces abajo, y llevará frutos
arriba.103
Alrededor de las seis de la tarde llegué a Burford, y
a las siete prediqué sobre Cristo quien nos ha sido hecho por
Dios sabiduría, justificación, santificación y redención. 104
128 Diarios, Tomo I
Juzgo que habían mil doscientos a mil quinientas personas.
Encontré muchos que aprobaron lo que habían escuchado y
para que no descansaran en esa aprobación les expliqué, una
o dos horas más tarde, la santidad de un cristiano. En la
mañana les mostré el camino hacia esa santidad, dándoles
ambas respuestas, la falsa y la verdadera, sobre la
importante pregunta, ¿Qué debo hacer para ser salvo?105
Cerca de las tres de la tarde llegué a la casa del Sr.
Benjamín Seward, en Bengeworth cerca de Evesham. A las
cinco expliqué en su casa parte del capítulo trece de Primera
de Corintios y a las siete en la escuela, donde invité a
aquellos que no teniendo con qué pagar106 vinieran y
aceptaran libremente el perdón. En la mañana prediqué
cerca de la casa del Sr. Seward a una pequeña congregación,
sobre

103
2 R. 19.30. 104
1 Co. 1.30.
105
Hch. 16.30. 106
Lc.7.42.
aquellas palabras, «no he venido a llamar a justos, sino a
pecadores a arrrepentirse».107
Llegué en la noche a Gloucester, el sábado 6. A las
cinco de la tarde expliqué a un grupo de unas mil personas
la naturaleza, la causa y la condición o instrumento de la
justificación, en base a estas palabras: «mas al que no obra,
sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada
por justicia».108
DOMINGO 7. Confío que unos cuantos, de dos o
tres mil, fueron conmovidos por la explicación de las
palabras, Dios no les ha dado el espíritu de esclavitud para
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 129
estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu
de adopción por el cual clamamos, Abba, Padre.109 Cerca de
las once prediqué en Randwick, a siete millas de Gloucester.
La iglesia estaba completamente llena, aunque más de mil
estaban en el cementerio. En la tarde, expliqué mucho más
sobre las mismas palabras, ¿Qué debo hacer para ser
salvo?110 Creo que algunos miles estaban presentes, muchos
más que en la mañana. ¡Oh, qué gran cosecha hay aquí!
¿Cuándo será posible que nuestro Señor envíe más obreros
a su cosecha?
Entre cinco y seis hice un llamado a todos los
presentes (cerca de tres mil) en Stanley, en un pequeño
espacio verde cerca del pueblo, para aceptar a Cristo como
su única sabiduría, justificación, santificación y
redención.111 Estuve fortalecido para hablar como nunca lo
había hecho antes y continué hablando cerca de dos horas;
la oscuridad de la noche y un poco de relampagueo no
hicieron
107
Mr. 2.17.
108
Ro. 4.5.
109
Ro. 8.15.
110
Hch. 16.30. 111 1 Co. 1.30.
disminuir al número, sino que incrementaron la seriedad de
los que escuchaban. Terminé el día explicando parte del
Sermón del Monte de nuestro Señor a un pequeño y sincero
grupo en Ebley.
SÁBADO 13. Estuve con una que, estando en
profunda angustia espiritual, había ido el día anterior a pedir
consejo al pastor. El le dijo que ella estaba mal de la cabeza
y que tenía que tomar medicinas. En la noche le pedimos a
Dios la medicina para curar a quienes estaban
quebrantados de corazón.112 Cinco de los que habían estado
130 Diarios, Tomo I
por largo tiempo en la sombra de muerte, supieron que
habían pasado de muerte a vida.113
MARTES 23. Viajando a Bradford, leí el libro del
Sr. Law sobre el nuevo nacimiento: filosófico, especulativo,
precario, boehmenesco,114 vacío e inútil.
¡Oh que gran caída ahí!115

A las once prediqué en Bearfield a cerca de tres mil


sobre la naturaleza del espíritu, de la esclavitud y la
adopción.
Al regresar en la noche, estuve muy presionado para
volver a ver a una joven en Kingswood. (Relato lo
acontecido claramente y dejo a cada cual que haga su
propio juicio.) Fui a verla. Tenía 19 o 20 años, pero al
parecer no sabía ni leer ni escribir. La encontré acostada,
mientras dos o tres personas la sostenían. Era un
espectáculo terrible. Angustia, horror y desesperación, más
allá de toda descripción, reflejadas en su pálido rostro. Las
miles de

112
Sal.147.3. 113
1 Jn. 3.14.
114
Se refiere a Jacobo Boehme, místico por entonces muy popular, y autor del
libro Mysterium magnum. La opinión de Wesley sobre Boehme puede verse
más abajo, en sus apuntes del 5 de junio de 1742. [N. del Ed.]
115
Shakespeare, en Julio César.
contorsiones de todo su cuerpo mostraban cómo los perros
del infierno estaban devorando su corazón. Los gritos
entremezclados con las contorsiones apenas se podían
soportar. Pero sus ojos fijos no podían llorar. Gritaba, tan
pronto las palabras podían encontrar salida de su boca,
«Estoy maldecida, perdida para siempre. Hace seis días me
hubiera podido ayudar. Ahora no hay nada que hacer.
Pertenezco al diablo ahora. Yo misma me he entregado a él.
Diario 3, 12 de agosto de 1738 - 1º de noviembre de 1739 131
Suya soy. A él debo servir. Con él debo irme al infierno.
Seré suya. Le serviré. Iré con él al infierno. No puedo ser
salva. No seré salva. Debo, seré, seré maldita». Luego ella
empezó a orar al diablo. Nosotros comenzamos a cantar
«Brazo del Señor, despierta, despierta».116
Inmediatamente la joven se quedó dormida; pero tan
pronto como salimos, volvió con una vehemencia que no se
puede explicar: «Corazones de piedra, rómpanse. Les
advierto. Rómpanse, rómpanse, pobres corazones de piedra.
¿No se romperán? ¿Qué más se puede hacer por los
corazones de piedra? Estoy condenada para que puedan ser
salvos. Ahora rómpanse, rómpanse, pobres corazones de
piedra. Ustedes no tienen que ser condenados, pero yo tengo
que serlo.» Entonces fijó sus ojos en el rincón del techo y
dijo, «Allí está.» Ay, allí está él. Ven, buen diablo, ven.
Llévame. Dijiste que me sacarías el cerebro. Ven, hazlo
rápido. Soy tuya. Seré tuya. Ven ahora mismo. Llévame.»
La interrumpimos llamando a Dios otra vez y ella volvió a
aletargarse como lo había hecho antes. Y otra joven
comenzó a bramar tan alto como lo había hecho la enferma.
Mi hermano entró en ese momento, siendo casi las nueve de
la noche. Continuamos en oración hasta pasadas las once,

116
Himno de Carlos Wesley.
cuando en un momento Dios pronunció la paz en el alma de
la primera atormentada y después en la otra. Las dos
comenzaron a cantar alabanzas a Dios vencedor del
enemigo y del vengativo.117
SÁBADO 27. Fui enviado nuevamente a
Kingswood, a una de esas personas que había estado bien
mal antes. Una fuerte lluvia comenzó en el momento que
salía, así que estuve completamente mojado en sólo unos
132 Diarios, Tomo I
minutos. En esos mismos instantes, la mujer (entonces a tres
millas de distancia) gritó: «Allá viene Wesley, galopando
tan rápido como puede». Cuando llegué, estaba con mucho
frío y cansado y más listo para dormir que orar. Ella lanzó
una carcajada horrible y dijo: «No hay poder, no hay poder;
no hay fe, no hay fe. Ella es mía. Su alma es mía. La tengo
y no voy a dejarla ir».
Rogamos a Dios que se incrementara nuestra fe.
Entre tanto su angustia aumentaba más y más; tanto que uno
se hubiera imaginado, por la violencia de su agonía, que su
cuerpo debía haber estado hecho pedazos. Uno que estaba
claramente convencido de que esto no era un desorden
natural dijo: «Creo que Satanás está suelto. Temo que no se
detendrá aquí,» y añadió: «Te ordeno, en el nombre del
Señor Jesús, decir si tienes el propósito de atormentar a
alguna otra alma». La respuesta llegó de inmediato: «Si lo
tengo. Lucy Clear y Sarah Jones» (dos personas que vivían
a cierta distancia y que estaban en perfecta salud).
Recurrimos nuevamente a la oración y no paramos hasta
que la enferma comenzó, cerca de las seis en punto,

117
Sal. 44.16.
130 Diarios, Tomo I

con voz clara, compuesta y luciendo alegre, a cantar la


doxología:
¡Alabad a Dios de quien viene toda bendición!
Diario 4
A la Iglesia Morava
Más específicamente a esa parte de la misma residente
en Inglaterra, ahora o recientemente

1. Al fin me veo obligado a expresar mis


sentimientos presentes en relación a ustedes y de acuerdo al
mejor conocimiento que tengo. Y esto, no solamente por
cuenta propia, que si juzgo impropiamente pueda recibir
mejor información, sino por el bien de todos aquellos que
aman o buscan al Señor Jesús con sinceridad. Muchos de
éstos han estado completamente perplejos en cuanto a cómo
juzgar; más aún porque tales personas no pueden sino
observar (como lo he hecho a menudo con el dolor de mi
corazón) que casi nadie ha escrito en relación a ustedes (a
no ser quienes fueron extravagantes en sus alabanzas) que
no tenían evidentemente prejuicio contra ustedes. En
consecuencia, hablaron falsamente, increpando sobre
ustedes cosas que no sabían, o por lo menos sin caridad,
poniendo la peor explicación sobre cosas de naturaleza
dudosa y refiriéndose a lo que quizás no era estrictamente
correcto en la peor manera que se pudiera presentar. Pero en
mi opinión nadie es capaz de juzgar correctamente, o
ayudar a otros a juzgarles bien, a no ser que pueda hablar de
ustedes como se hace del amigo quien es como su propia
alma.
2. Ciertamente, no es sólo por el bien de
aquellos que hablan falsamente, sino también por el de
ustedes que ahora escribo. Puede ser que el Padre de las
luces, el Dador de toda buena dádiva, aun a través de un
instrumento
129
130 Diarios, Tomo I

indigno les hable a sus corazones. Mi deseo continuo y


oración a Dios es que ustedes puedan ver claramente cuál es
aquella voluntad buena y perfecta del Señor y puedan
discernir claramente para separar aquello que es precioso
entre ustedes de lo que es despreciable.
3. He demorado todo este tiempo porque les
amo y por lo tanto no deseaba causarles tristeza en nada.
Así mismo, porque tuve temor de crear otro obstáculo a
aquella unión que (si conozco mi propio corazón en algún
grado) deseo sobre todas las cosas debajo del cielo. Pero no
me atrevo a demorar más, por temor de que mi silencio
pueda ser una trampa a cualquier otro de los hijos de Dios y
ustedes mismos se afiancen en lo que yo no puedo
reconciliar con la ley y el testimonio. Esto fortalecería la
barrera que hace tiempo he querido remover. Y que una vez
que esto esté fuera del camino, me gozaría en estar a la
puerta de la casa de mi Dios,19 o en ser el que corta leña
hasta el que saca agua2 entre ustedes. Seguramente le
seguiría hasta los confines de la tierra o permanecerá con
ustedes en el extremo del mar.2021
4. Lo que une mi corazón a ustedes es la
excelencia (en muchos aspectos) de la doctrina que se
enseña entre ustedes: poniendo ustedes el verdadero
fundamento, Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo
al mundo,4 su afirmación de la gracia gratuita de Dios como
la causa y de la fe como la condición de la justificación; su
testimonio de los grandes frutos de la fe, justicia, paz y
gozo en el Espíritu

19 Sal.
84.10. 2 Dt.
29.11.
20 Sal. 139.8.
21 Co. 5.19.
Diario 4, 1º de noviembre de 1739 - el 3 de septiembre de 1741
131
Santo,5 y de esa marca segura, de todo aquel que es nacido
de Dios, que no practica el pecado.6
5. Magnifico la gracia de Dios que está en
muchos de ustedes, que les hace amar a Aquel que primero
nos amó; enseñándoles en cualquiera que sea la situación, a
contentarse;7 enseñándoles también a pisotear los deseos de
la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida;8
y sobre todo amándose unos a otros, en una forma que el
mundo no conoce.
6. Alabo a Dios que los libró y sigue librando
de esos pecados internos que se han esparcido sobre la faz
de la tierra. No maldecir, no jurar leve o falsamente, no
profanar el nombre de Dios entre ustedes; no robar o hurtar,
no practicar la glotonería o la embriaguez, prostitución o
adulterio, peleas o alborotos (que son escándalo al nombre
de «cristianos») dentro de sus paredes; no usar de otras
diversiones, sino sólo las que puedan llevarnos a ser santos,
que puedan ser usadas en el nombre del Señor Jesús.
Ustedes no consideran el adorno exterior, sino el deseo de
adornar un espíritu serio, humilde y tranquilo. En lo que
requiere diligencia no perezosos,9 sino que trabajan para
comer su propio pan. Y administran sabiamente al mamón
de la injusticia, de modo que puedan tener para dar a otros
también, para alimentar al hambriento y cubrir al desnudo
con una vestimenta.
7. Les amo y les estimo por su excelente
disciplina, difícilmente inferior a la de los tiempos
apostólicos. Por su correcta subordinación a sus
superiores, cada uno

5
Ro. 14.17.
6
1 Jn. 3.9.
132 Diarios, Tomo I
7
Fil. 4.11.
8
1 Jn. 2.16. 9 Ro. 12.11.
conociendo y guardando su propio rango. Por su exacta
división de la gente a su cargo, de modo que cada uno
pueda ser alimentado con el alimento apropiado. Por su
cuidado de que todos los que están empleados en los
servicios de la iglesia, con frecuencia y libremente pueden
consultarse. En consecuencia por lo tanto, su conocimiento
exacto y oportuno del estado de cada miembro y su pronta
respuesta ya sea a la necesidad espiritual o temporal según
cada persona lo requiera.
8. Quizás algunos de ustedes puedan
decir: «Si usted está de acuerdo con todo esto, ¿qué
más puede desear?» El siguiente extracto les
responderá sin limitaciones. En él he presentado
(entre otras cosas) una relación sin encubrimiento de
muchos hechos y conversaciones que pasaron entre
nosotros en el mismo orden del tiempo en que
ocurrieron. Luego he resumido lo que no creo
todavía que pueda pasar el juicio de la Palabra de
Dios.
9. Esto me he esforzado de hacer con
mano suave, relatando sólo lo que creí
absolutamente necesario, y cuidadosamente
evitando toda clase de expresiones amargas e
hirientes, todo lo que podía prever que no sería
complaciente a ustedes o que podría llegar a ser
ofensivo más allá de lo que se implica en la
naturaleza misma de lo expresado. He trabajado en
todo sitio para hablar consistentemente en ese
sentido profundo que está enraizado en mi corazón,
porque ustedes son, (aunque no puedo llamarle Rabí
Diario 4, 1º de noviembre de 1739 - el 3 de septiembre de 1741
133
infalible) mucho, mucho mejores y más sabios que
yo.
10. Y si cualquiera de ustedes me castiga
será un favor y si me reprende será un excelente
bálsamo.10 Si me

10
Sal 141.5.
señalaran dónde he errado ya sea en el contenido o en la
manera de hablar, o cualquier parte de ello, lo confesaré por
la gracia de Dios ante los ángeles y los humanos, en la
manera que ustedes lo soliciten. Mientras tanto no cesen de
orar por su,
Débil, pero aún afectuoso hermano,
Juan Wesley Londres, 24 de
junio de l744
134 Diarios, Tomo I
Diario 4
Desde el primero de noviembre de 1739 hasta
el 3 de septiembre de 1741
[Juan y Carlos Wesley están en Tiverton, donde han ido debido a la muerte
repentina de su hermano mayor, Samuel.]
SÁBADO 24 de noviembre. Aceptamos una
invitación para Exeter de uno de los que vino de allí a
consolar a mi hermana en su dolor. El domingo 25 (el Sr.
D____ había solicitado el púlpito, que le fue gustosamente
concedido para la mañana y la tarde) prediqué en St. Mary
sobre El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia,
paz y gozo en el Espíritu Santo.11 El Dr. W____ me dijo
después del sermón: «Señor, usted no debe predicar en la
tarde. No», dijo «que usted predique doctrina falsa.
Concedo que todo lo que usted dijo es verdad y que ésta es
la doctrina de la Iglesia de Inglaterra. Pero esta doctrina no
es precavida. Es peligrosa. Puede guiar a la gente al
entusiasmo12 o a la desesperación.»
No vi de momento dónde recaía el énfasis de esta
objeción tan frecuentemente hecha. Después de una corta
reflexión, pude verlo claramente. La verdadera situación del
caso es ésta: comúnmente se piensa que la religión consiste
en tres cosas: ser inofensivo, usar los medios de gracia y
hacer el bien (o lo que así se llama). Eso es, ayudar a
nuestro prójimo, principalmente dando limosnas. Por tanto,
un «hombre religioso» comúnmente se refiere a uno que es
honesto, justo y bien intencionado en sus quehaceres; que
asiste frecuentemente a la iglesia y al Sacramento y que da
11
Ro. 14.17.
12
Véase la explicación del término «entusiasmo», según se empleaba en
tiempos de Wesley, en la Introducción al tomo 6 de estas Obras de Wesley.
Diario 4, 1º de noviembre de 1739 - el 3 de septiembre de 1741
135
muchas limosnas y (o como usualmente se dice) hace
mucho bien.
Ahora bien, al explicar aquellas palabras del
Apóstol, «el reino de Dios» (o la verdadera religión, la
consecuencia de que Dios vive y reina en el alma) «no es
carne ni bebida», fui llevado necesariamente a mostrar que
la religión no consiste propiamente en una o todas esas
cosas. Al contrario, una persona puede a la vez ser
inofensiva, usar los medios de gracia y hacer mucho bien y
todavía no tener ninguna religión verdadera. Y seguramente,
si [por mi predicación] Dios había impreso esta gran verdad
en cualquiera que la desconociera, esto ocasionaría esa
pesadumbre sobre su alma que el mundo llama
desesperación.
Nuevamente, al explicar las palabras , «el reino de
Dios» (o la religión verdadera) «es justicia y paz y gozo en
el Espíritu Santo», insistí en que cada seguidor de Cristo
debe esperar y orar por aquella paz de Dios, que sobrepasa
todo entendimiento,13 que debe gloriarse en la esperanza de
la gloria de Dios,14 y que esto da ahora mismo, en esta vida,
un gozo inefable y glorioso,15 y da sobre todo (puesto que
esto es la misma vida y alma de la religión y sin ello sería
una representación muerta) el amor de Dios que ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que
nos fue dado.16 Sin embargo todo esto es «entusiasmo desde
el principio hasta el fin» para aquellos con apariencia
piadosos, pero negando la eficacia de su poder.17

13
Fil. 4.7. 14 Ro. 5.2.
15
1 P. 1.8.
16
Ro. 5.5.
136 Diarios, Tomo I
17
2 Ti.3.5.
En verdad reconozco que hay una forma de explicar
estos textos de tal manera que no signifiquen nada; de tal
forma que expresen mucho menos de la religión interior que
los escritos de Platón o de Heráclito. Cualquiera que sea
precavido con ellos (pero Dios permita que no sea yo) sin
duda evitará todo peligro de llevar a la gente a tal
«desesperación» o guiarles a tal «entusiasmo».
[Wesley está ahora en los alrededores de Bristol.]
VIERNES 25 de enero de 1740. Otra persona estaba
conmigo, quien después de haber probado el regalo
celestial, había caído en la profundidad de la desesperación.
No pasó mucho tiempo antes de que Dios oyera la oración y
le devolviera a ella la luz de su auxilio.
Uno vino en la noche para saber si alguien podía ser
salvo sin la fe aseguradora. Le respondí: 1) No puedo
aprobar sus palabras porque no son bíblicas. No encuentro
tal frase en la Biblia como «fe aseguradora» o «fe de
adherencia». Además, usted habla como si hubieran dos fes;
mientras que San Pablo nos dice que sólo hay una fe en un
Señor. 2) El ser salvos por medio de la fe,18 lo entiendo en el
sentido de que usted es salvo de sus pecados interiores y
exteriores. 3) Nunca hasta ahora he conocido a un alma que
haya sido salvada sin lo que usted llama «la fe
aseguradora», es decir, una confianza segura que, por los
méritos de Cristo, uno personalmente fue reconciliado al
favor de Dios.
LUNES 4 de febrero. Llegué a Reading y encontré a
unos cuantos todavía hambrientos y sedientos de justicia.
Por la noche, encontré unos cuantos más en Windsor. A la
tarde siguiente llegué a Londres.
Diario 4, 1º de noviembre de 1739 - el 3 de septiembre de 1741
137

18
Ef. 2.8.
MIÉRCOLES 6. Fui a ver a un pobre joven que
estaba bajo sentencia de muerte. A la verdad, Dios había
empezado una buena obra en su alma. Ojalá que pueda
llevarla a la perfección.
Creo que fue la próxima vez que estuve allí que el
Ordinario de Newgate me vino a ver y me dijo con mucha
vehemencia que sentía que yo me hubiese vuelto un
disidente de la Iglesia de Inglaterra. Le respondí que si era
así, yo no lo sabía. El se mostró algo sorprendido y ofreció
algo a manera prueba, pero que en realidad no necesitaba
respuesta.
Nuestro vigésimo primer Artículo define una
verdadera iglesia como «una congregación de fieles, donde
la verdadera Palabra de Dios es predicada y los sacramentos
debidamente administrados». De acuerdo a esta explicación
la Iglesia de Inglaterra es aquel cuerpo de fieles (o santos
creyentes) en Inglaterra, entre quienes la pura Palabra de
Dios es predicada y los sacramentos debidamente
administrados. Entonces, ¿quiénes son los peores disidentes
de esta iglesia?
1) Los no santos de todas clases, los
blasfemos, los que quebrantan el día del reposo, los
ebrios, los buscapleitos, las prostitutas, los
mentirosos, los injuriosos, los maldicientes, los
apasionados, los homosexuales, los amantes del
dinero, del vestido o las alabanzas, los amadores de
los deleites más que de Dios.19 Todos éstos son
disidentes de la más alta clase, continuamente
golpeando a la raíz de la Iglesia; en verdad no
138 Diarios, Tomo I
pertenecen a ninguna iglesia, sino a la sinagoga de
Satán.

19
2 Ti.3.4.
2) Gentes sin solidez en la fe, aquellos que niegan la
verdad de las Escrituras; aquellos que niegan que el Señor
les ha comprado; aquellos que niegan la justificación por
solo la fe o niegan la presente salvación que es por la fe.
Estos también son disidentes de una clase muy alta, porque
ellos de la misma manera golpean al fundamento y si sus
principios fueran universales, no habría entonces la
verdadera iglesia sobre la tierra. Por último, aquellos que
indebidamente administran los sacramentos, aquellos (para
dar ejemplo en un solo punto) que administran la Cena del
Señor que no tienen ni el poder ni apariencia de piedad.20
Estos también son grandes disidentes de la Iglesia de
Inglaterra y no deben tirar la primera piedra a otros.
DOMINGO 20 de julio. Respondiendo a la solicitud
sincera del Sr. Seward, prediqué una vez más en Moorfield
sobre «la obra de la fe» y la «constancia en la esperanza» y
el «trabajo del amor».21 Un hombre entusiasta tuvo la
bondad de librarnos del ruido de los oyentes desatentos (o
más bien espectadores) mientras leía, a corta distancia, un
capítulo de El deber íntegro del hombre. Me gustaría que ni
él ni ellos nunca leyeran peor libro--aunque puedo decirles
de otro mejor, la Biblia.
En la noche fui con el Sr. Seward al festival del
amor en Fetter Lane. Al término del mismo, y no habiendo
dicho nada hasta ese momento, leí un documento cuya
esencia es lo siguiente:
Diario 4, 1º de noviembre de 1739 - el 3 de septiembre de 1741
139
Hace como nueve meses, algunos de ustedes empezaron a hablar en
forma contraria a la doctrina que hasta ahora habíamos recibido. Esto es el
resumen de lo que ustedes afirmaron:
1) No hay tal cosa como fe débil; que no hay fe que
justifica donde haya habido duda o temor y donde no hay, en sentido
completo, un nuevo y limpio corazón.

20
2 Ti. 3.5. 21 1 Ts.1.3.
2. Que la persona no debe usar aquellas ordenanzas de Dios
que nuestra Iglesia conoce como «medios de gracia», antes de que tenga esa fe
que excluye toda duda y temor e implica un nuevo y limpio corazón.
3. Han afirmado con frecuencia que escudriñar las Escrituras, 22
orar o comulgar antes de tener esta fe, es buscar la salvación por obras, y que
hasta que estas obras sean dejadas de lado nadie puede recibir fe.
Creo que estas afirmaciones son completamente contrarias a la
Palabra de Dios. Les he advertido de esto una y otra vez y les he rogado que
regresen a la ley y al testimonio. Les he tolerado por mucho tiempo esperando
que ustedes regresaran a la ley. Empero les encuentro más y más arraigados en
el error de sus caminos, y ahora no me queda otro remedio que entregárselos a
Dios. Ustedes los que son de la misma opinión, síganme.

Entonces, sin decir nada más, me retiré de la


sociedad, junto a dieciocho o diecinueve otras personas.
MIÉRCOLES 23. Nuestro pequeño grupo se reunió
en la Fundición23 en vez de Fetter Lane. Alrededor de
veinticinco de nuestros hermanos que Dios ya nos había
concedido, que todos piensan y hablan de igual forma, y
cuarenta y siete o cuarenta y ocho de las cincuenta mujeres
que de la misma manera se habían agrupado con el deseo de
echar su suerte con nosotros.
DOMINGO 17 de agosto. Repetí con fuerza aquella
advertencia, el que piensa estar firme (ho dokoón hestánai,
donde dokoón parece ser un expletivo, como en tantos otros
lugares), mire que no caiga.24 Que aquel que está lleno de
alegría y amor mire que no caiga en el orgullo; aquel que
está en calma y paz no caiga en apetencia y aquel que está
140 Diarios, Tomo I
apesadumbrado debido a las muchas tentaciones, no caiga
en cólera o impaciencia.
Más tarde escuché un sermón en que se mostraba el
«deber» de adquirir una buena propiedad y mantener una

22
Jn. 5.39.
23
Esta Fundición, conocida sencillamente como «the Foundery», había sido
lugar de reunión de los metodistas desde noviembre de 1739. 24 1 Co.10.12.
buena reputación. ¿Es posible negar (suponiendo que la
Biblia dice la verdad) que tal predicador es un ciego guía de
ciegos?25
SÁBADO 23. Una mujer de la baja nobleza (la Sra.
C.____) deseaba hablar conmigo para relatarme una extraña
historia. El mismo sábado 16 (como me lo contó) una Sra.
G. de Northampton, convencida profundamente de su
pecado, y por lo tanto, abominable para su esposo fue
internada por él en Bedlam.26 El martes ella se escapó en
compañía de otros y después de un rato y sin saber a donde
ir, se sentó a la puerta de la Sra. C.____. Esta, no sabiendo
nada de ella, le aconsejó regresar al día siguiente a Bedlam
y la acompañó al hospital donde fue encadenada y tratada
en la forma usual. ¡Esta es la justicia de los hombres! ¡Un
pobre salteador de caminos es ahorcado, y al Sr. G. se le
estima como un hombre muy honesto!
DOMINGO 14 de septiembre. Al regresar a casa en
la noche, no bien me había bajado del carruaje, cuando una
multitud, que se había congregado en gran número cerca de
mi puerta, prácticamente me acorralaron. Me regocijé y
bendije a Dios, conociendo que este era el momento que
había buscado e inmediatamente hablé a los que estaban
cerca de mi de la justicia y el juicio venidero.27 Al principio
no muchos escucharon, pues el ruido alrededor nuestro era
Diario 4, 1º de noviembre de 1739 - el 3 de septiembre de 1741
141
demasiado grande. Mas el silencio se fue extendiendo más y
más lejos hasta que tuve una congregación callada y atenta.
Cuando los dejé, mostraban mucho amor y me despidieron
con una bendición.

25
Mt. 15.14.
26 27
Bethlehem Royal Hospital, una institución para enfermos mentales.
Hch.24.25.
MIÉRCOLES 17. Una pobre mujer me hizo un
relato que creo no debe ser nunca olvidado. Hacía cuatro
años (dijo ella) desde que su hijo, Peter Shaw, en ese
entonces de diecinueve o veinte años de edad, escuchando
un sermón del Sr. Wh____, cayó en gran intranquilidad.
Ella pensó que estaba enfermo y que tendría que llevarlo a
un médico, pero él dijo «No, no. llamen al Sr. Wh____». Lo
mandaron a buscar y vino y después de hacer algunas
preguntas le dijo a la madre: «El muchacho está loco.
Traigan un coche y llévenlo al Dr. M____. Usen mi nombre.
Le he enviado varios casos como él». Por lo tanto, ella tomó
un coche y se fue con el hijo inmediatamente a la casa del
Dr. M____. Cuando el doctor entró el joven se paró y dijo:
«Sr. el Sr. Wh____ me ha enviado a usted». El doctor le
preguntó, «¿Es el Sr. Wh____ su pastor?». Y le pidió que
sacara la lengua. Entonces, sin hacer pregunta alguna, le
dijo a la madre: «Escoja su boticario y le voy a recetar.» De
acuerdo a lo prescrito, al día siguiente, lo sangraron
profusamente, lo encerraron en un cuarto oscuro y le
pusieron un fuerte ungüento en cada brazo y en la cabeza.
Pero todavía continuaba tan loco como antes, orando o
cantando o dando gracias continuamente. Lucharon seis
semanas para curarlo, pero fue en vano y estaba tan débil
142 Diarios, Tomo I
que casi no podía pararse solo. Su madre despidió al doctor
y al boticario y lo dejaron estar «loco», pero en paz.

DOMINGO 8 de marzo de 1741. Después de predicar en


Bristol sobre el abuso y el buen uso de la Santa Cena,
seriamente les supliqué en Kingswood que tuvieran cuidado
de no pecar con la lengua,28 ya sea en contra de la justicia,

28
Sal.39.1.
en contra de la misericordia, o de la verdad. Después del
sermón los que permanecieron de nuestra sociedad nos
reunimos y nos dimos cuenta de que teníamos gran razón
para bendecir a Dios, ya que después de haberse retirado
cincuenta y dos, todavía quedábamos más de noventa. ¡Oh,
que puedan éstos, por lo menos, mantener la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz!
Terminaré con este triste tema con parte de una carta
escrita por mi hermano por esta época.
Si lo crees conveniente, puedes enseñarle al Hermano C____ lo que
sigue. (N.B. No pensé que era apropiado entonces.)
Mi muy querido hermano John C____, con mucho amor y ternura le
escribo. Usted vino a Kingswood respondiendo al llamado de mi hermano.
Sirvió bajo él en el evangelio como un hijo. No necesito decirle cuánto él le
amaba. Usted usó la autoridad que él le dio para echar abajo su doctrina. En
todo lugar la contradijo. (Que sea verdadera o falsa no es el asunto.) Usted
primeramente debió haberle dicho: «Yo predico contrario a su prédica. ¿Está
dispuesto, no obstante, a que pueda continuar en su casa oponiéndome a usted?
Si no lo está, no tengo más lugar en estas regiones. Usted tiene el derecho a este
abierto proceder. Ahora le doy un aviso de antemano. ¿Puedo quedarme aquí en
oposición suya, o debo retirarme?»
Mi hermano, ¿ha tratado esto honesta y abiertamente con él? No. Mas
usted le ha robado el corazón de la gente. Cuando algunos de ellos trataron
vilmente a su mejor amigo, exceptuando a Dios, ¿con qué paciencia lo tomó
usted? ¿Cuándo nos ha vindicado usted, como nosotros lo hemos hecho con
usted? ¿Por qué no les dijo a ellos claramente su posición? «Estoy eternamente
endeudado con estos hombres. No piense que me quedaré entre ustedes para
dirigir una facción contra mi muy querido amigo y hermano, como me permite
llamarle, quien se humilló por mi bien y me dio (a mí que no soy ni obispo, ni
Diario 4, 1º de noviembre de 1739 - el 3 de septiembre de 1741
143
sacerdote, ni diácono) la mano derecha del compañerismo. Si oigo una palabra
más que sea dicha contra él, le abandonaré en ese momento y nunca veré
nuevamente su cara.»
Esto hubiera sido justo y honesto y no más de lo que hemos merecido
de sus manos. Digo nosotros, porque Dios es mi testigo de cuan
condescendiente y amable he sido con usted. Empero usted se olvidó de usted
mismo al contradecir mi doctrina abierta y privadamente, mientras tanto yo
estaba como un sordo que no oía ni contestaba palabra, sea en público o en
privado.
¡Ah, mi hermano, estoy triste por usted! Yo podría... pero usted no
recibirá mi opinión. Por lo tanto, solamente puedo encomendarlo a quien nos ha
ordenado perdonarnos unos a otros, así como Dios, a causa de Cristo, nos ha
perdonado.
MIÉRCOLES 10 de junio. Prediqué en la mañana
sobre «El reino interior de Dios». Confío que muchos hayan
descubierto que eran herejes de corazón y cristianos de
nombre solamente.
En la tarde llegamos a la casa de J____ C____, cerca
de diez millas más allá de Markfield, hombre sencillo y
muy abierto de corazón, deseoso de saber y hacer la
voluntad de Dios. Estuve algo sorprendido de lo que dijo.
«Hace unos meses que hubo un gran avivamiento en medio
de nosotros. Mas desde que llegó el Sr. S____ tres cuartas
partes se han quedado más dormidos que nunca.» Le hablé
en contra de sacar gente de la iglesia y que no les aconsejara
que descuidaran las oraciones. El respondió que no quedaba
nada de la Iglesia de Inglaterra y que no había base en la
Escritura para la oración familiar ni para orar en privado en
ninguna ocasión en particular, y que por tanto un creyente
no necesita hacerlo. Le pregunté lo que nuestro Salvador
quiso decir por «entra en tu aposento y cerrada la puerta
ora».29 El dijo, «Oh, eso significa, entra en el aposento de tu
corazón».
Entre las cinco y las seis llegamos a Ockbrook,
donde el Sr. S____ entonces estaba. Le pregunté al Sr.
Greaves que doctrina él enseñaba allí. El respondió: «La
144 Diarios, Tomo I
suma de todo es esto: Si vas a creer, estate quieto. No
pretendas hacer el bien (lo que no puedes hacer hasta que
creas), y deja de lado lo que llamas los «medios de la
gracia», tales como orar y llegar a la Iglesia y los
Sacramentos.
Cerca de las ocho, el Sr. Greaves al ofrecerme el uso de su
iglesia, expliqué verdadera quietud del evangelio; y en

29
Mt.6.6.
la mañana, jueves 11, a una congregación numerosa, le
hablé sobre, por gracia sois salvos por medio de la fe.30
En la tarde proseguimos a Nottingham, donde el Sr.
Howe nos recibió con mucho gozo. A las ocho la sociedad
se reunió, como de costumbre. No pude menos que observar
(1) el salón no estaba ni medio lleno, aunque hasta hace
poco solía estar lleno adentro y afuera; (2) que ninguna
persona de las que llegaron hicieron oración alguna, sino
que inmediatamente cada uno se sentó y comenzó a hablar
con su vecino o mirando a su alrededor para ver quién
estaba allí; (3) que cuando comencé a orar hubo una
sorpresa general, nadie se ofreció a arrodillarse y aquellos
que se quedaron de pie escogieron la postura más fácil e
indolente que pudieron asumir. Busqué más tarde uno de
nuestros himnarios sobre el escritorio (que sabía que Mr.
Howe había traído desde Londres), pero ambos, el himnario
y la Biblia se habían desaparecido. En el salón estaban los
himnario moravos y los «sermones» del Conde.
Expliqué (pero con corazón cargado), cree en el
Señor Jesucristo y serás salvo,31 y a la mañana siguiente
describí (si por casualidad algunos de los más seguros de sí
mismos podrían despertar del sueño de la muerte) los frutos
Diario 4, 1º de noviembre de 1739 - el 3 de septiembre de 1741
145
de la verdadera fe; justicia, paz y gozo en el Espíritu
Santo.32
En la noche llegamos a Markfield otra vez, donde la
iglesia estaba casi llena mientras yo exponía el pasaje todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se
apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de
todos nosotros.33

30
Ef. 2.8.
31
Hch. 16.31.
32
Ro. 14.17. 33 Is.53.6.
LUNES 15. Salí para Londres y en el camino leí ese
famoso libro, Los comentarios de Martín Lutero sobre la
Epístola a los Gálatas. Quedé completamente avergonzado.
¡Cuánto había estimado este libro, sólo porque había oído la
recomendaciones hechas por otros! O a lo más, porque
había leído algunas excelentes porciones citadas del libro.
¿Pero qué puedo decir ahora que lo juzgo por mí mismo,
que lo veo ahora con mis propios ojos? Por que el autor no
sólo no dice nada, no aclara ninguna dificultad de
importancia, sino que también es muy superficial en sus
comentarios sobre muchos pasajes, borroso y confuso en
casi todos. También está profundamente teñido con
misticismo de principio a fin y por lo tanto,
fundamentalmente equivocado. Por ejemplo, para citar sólo
uno o dos puntos. ¿Cómo puede él (casi en las palabras de
Taulero) desacreditar «la razón» como un enemigo
irreconciliable del evangelio de Cristo? Mientras que, ¿qué
es la razón (la facultad así llamada) sino el poder de
comprender, de juzgar y de disertar? Cuyo poder no debe
ser condenado en su totalidad más que el poder de ver, oír o
146 Diarios, Tomo I
sentir. Además, ¡con cuanta blasfemia habla de las buenas
obras y de la ley de Dios! ¡Constantemente juntando la ley
con el pecado, la muerte, el infierno o el diablo! ¡Y
enseñando que Cristo «nos libera» de todos ellos por igual!
Mientras que en realidad es tan posible probar por medio de
la Escritura que Cristo «nos libera de la ley de Dios» como
que nos libera de la santidad o del cielo. Aquí (me parece)
está la real causa del gran error de los moravos. Ellos siguen
a Lutero, para bien o para mal. De ahí su «sin obras, ni ley,
ni mandamientos». ¿Pero quién eres que murmuras de la
ley y juzgas a la ley?34
VIERNES 31. Al oír que una de nuestras hermanas
(Jane Muncy) estaba enferma, fui a verla. Ella fue una de
las primeras mujeres de las bandas de Fetter Lane. Cuando
comenzó la discusión sobre los medios de la gracia, ella se
paró en medio de la controversia y discutió con mucha
seriedad a favor de los mandamientos entregados a los
santos. Cuando pronto después se ordenó que «los hombres
y mujeres solteros no debían conversar entre ellos», ella
nuevamente se paró para encarar a aquellos que estaban
enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.35 Ni
podía todo el egoísmo, sin controversia, de los hombres más
inteligentes de su generación, inducirla ya sea a negar la fe
que había recibido o a usar un discurso más sencillo o ser
menos celosa en recomendar y cuidar la practica de las
buenas obras. Hasta el punto que muchas veces cuando
había estado realizando tareas de amor hasta las ocho o
nueve de la noche, se sentaba y trabajaba con sus manos
hasta las doce o una de la mañana. No que necesitara algo
para sí misma, sino para tener para dar a otros cuando lo
necesitaran.
Diario 4, 1º de noviembre de 1739 - el 3 de septiembre de 1741
147
A partir del momento en que fue hecha líder de una
o dos bandas, llegó a ser un ejemplo importante para el
rebaño: en toda clase de abnegación, en amplitud de
comportamiento, en sencillez y pureza de sinceridad, en fe
inmutable y constante asistencia a todas las ordenanzas de
Dios, públicas y privadas. Y como había trabajado más que
todos ellos juntos, Dios la llamó ahora al sufrimiento. Fue
atacada primero por una violenta fiebre y trasladada a otra
34
Stg. 4.11. 35
Mt.15.9.
casa al comienzo de su enfermedad. Aquí tuvo que hacer
trabajos que ella desconocía. Al dueño de la casa no le
importaba ninguna de estas cosas. Mas la observaba y se
convenció. Así que comenzó a comprender y a poner su
corazón en las cosas que al final traen paz a la persona.
En unos pocos días la fiebre disminuyó, o más bien
parece que se concentró en un absceso o tumor interno, de
tal manera que no podía respirar sin un intenso dolor que
aumentaba día y noche. Cuando entré me extendió la mano
y dijo, «¿Has venido, tú bendito del Señor? Alabado sea el
nombre del Señor por esto.» Le pregunté, «¿Estas
desalentada ahora que estás castigada por él?» Ella dijo,
«Oh, no, no. No estoy desfallecida. No me quejo. Me
regocijo siempre.» Le respondí, «¿puedes dar gracias en
todo?»36 Ella respondió, «Sí, puedo, puedo.» Le dije,
«Jehová te sustentará sobre el lecho del dolor.»37 Ella
clamó, «El me sostiene, él me sostiene. No tengo nada que
pedir. El está siempre conmigo y no tengo otra cosa que
hacer sino alabarle.»
En el mismo estado mental, aunque débil y más
débil de cuerpo, continuó así hasta el siguiente martes,
148 Diarios, Tomo I
cuando varios de los que habían estado en su grupo se
hicieron presentes. Los miró fijamente y luego cayó en una
clase de oración agonizante para que Dios les cuidara del
maligno. Al mediodía cuando regresé, se encontraba
bastante calmada otra vez y todas sus palabras eran de
oración y alabanza. El mismo espíritu que manifestó cuando
el Sr. Maxfield la visitó al siguiente día. Poco después que
él se retiró, ella

36
1 Ts. 5.18. 37
Sal.41.3.
durmió en paz. ¡Has sido como una madre en Israel,38 y tus
hechos te alaben en las puertas!39
JUEVES 3. El Sr. Hutton me avisó que el Conde Zinzendorf
se reuniría conmigo a las tres de la tarde. Fui a esa hora a
Gray Inn Walks. La mayor parte del material de nuestra
conversación (que no me atrevo a encubrir) fue como sigue
(que por respeto a los muertos no traduzco.):40
Conde Zinzendorf: ¿Por qué ha cambiado su religión?
Wesley: Yo no sé que haya cambiado mi religión. ¿Por qué piensa así? ¿Quién le
ha informado a usted de esto?
Z. Sencillamente, usted mismo. Lo veo por su carta a nosotros. Allí, usted se
alejó de la religión que profesó entre nosotros e inició una nueva. W. ¿Cómo
así? No le comprendo.
Z. No, usted dice allí que los cristianos no son pecadores miserables. Esto es lo
más falso. Los mejores hombres son los pecadores más miserables, aun hasta la
muerte. Si alguien habla de otra forma, ellos o bien impostores manifiestos o
diabólicamente seducidos. A nuestros hermanos que enseñaron mejores cosas,
usted se ha opuesto a ellos y cuando ellos desearon paz, usted la rechazó. W. No
comprendo todavía a dónde se dirige.
Z. Cuando me escribió desde Georgia, yo le amaba mucho. Percibí que usted era
de simple corazón, pero perturbado en sus ideas. Vino a nosotros. Sus ideas
entonces estaban mucho más perturbadas y confusas. Regresó a Inglaterra. Poco
después, me enteré que nuestros hermanos estaban discutiendo con usted. Envié
a Spangenberg hacer la paz entre ustedes. El me escribió que los hermanos le
habían herido. Volví a escribir para que ellos no continuaran la lucha, sino
Diario 4, 1º de noviembre de 1739 - el 3 de septiembre de 1741
149
desearan su perdón. Spangenberg volvió a escribir que los hermanos habían
deseado esto, pero que usted, glorificándose sobre ellos, había rehusado la paz.
Ahora que he venido, escucho la misma cosa.
W. El asunto no comienza en ese punto. Sus hermanos, es cierto, no me usaron
bien. Después desearon perdón. Contesté que eso estaba de más, que nunca
había sido ofendido por ellos, pero temía, (1) que fueran a enseñar falsamente,
(2) que fueran a vivir perversamente. Esto es y fue la única cuestión entre
nosotros. Z. Hable más ampliamente sobre esto.
W. Temo que puedan enseñar falsamente; (1) concerniente al fin de nuestra fe en
esta vida, o sea, la perfección cristiana. (2) concerniente a los medios de la
gracia, así llamados por nuestra iglesia.

38
Jue. 5.7.
39
Pr. 31.31.
40
Enel Diario de Wesley, la conversación se encuentra en latín.
Z. Yo no reconozco que haya perfección inherente en esta vida. Este es el error
de errores. Lo he perseguido por todo el mundo con fuego y espada. Lo he
pisoteado: lo condeno a completa destrucción. Quienquiera que siga la [doctrina
de la] perfección inherente, niega a Cristo.
W. Mas yo creo que el espíritu de Cristo obra esta perfección en los verdaderos
cristianos.
Z. De ninguna manera. Toda nuestra perfección está en Cristo. Toda perfección
cristiana es fe en la sangre de Cristo. Nuestra perfección cristiana completa es
imputada, no inherente. Somos perfectos en Cristo: nosotros mismos nunca
somos perfectos.
W. Pienso que discutimos sobre palabras. ¿No es verdad que todo creyente es
santo?
Z. En sumo grado. Mas es santo en Cristo, no en sí mismo.
W. ¿Pero no vive en santidad?
Z. Si, vive santamente en todas las cosas.
W. ¿Y no tiene un corazón santo?
Z. Ciertamente que sí.
W. ¿Y no es consecuentemente santo en sí mismo?
Z. No, no. Solamente en Cristo. El creyente no es santo en sí mismo. No tiene
nada de santidad en sí mismo.
W. ¿No tiene el amor de Dios, y el de su prójimo, en su corazón? ¿Y aun la
imagen completa de Dios?
Z. La tiene. Pero estas cosas constituyen la santidad legal, no evangélica. La
santidad evangélica es la fe.
W. La disputa es toda acerca de palabras. Usted admite que un creyente es
enteramente santo de corazón y vida; que ama a Dios de todo su corazón y le
sirve con todos sus poderes. No deseo nada más. No quiero decir sino eso por
PERFECCIÓN, o SANTIDAD CRISTIANA.
150 Diarios, Tomo I
Z. Mas esto no es su santidad. El creyente no es más santo si ama más, o menos
santo, si ama menos.
W. ¡Qué! ¿Acaso no es que cada creyente, mientras aumenta en amor, aumenta
igualmente en santidad?
Z. De ninguna manera. En el momento en que es justificado, es santificado
completamente. A partir de ese momento, no es ni más ni menos santo, aun
hasta la muerte.
W. ¿No es por lo tanto, un padre en Cristo más santo que un recién nacido?
Z. No. Nuestra completa justificación y santificación se dan a la misma vez. El
creyente no recibe ni más ni menos.
W. ¿No es que el verdadero creyente aumenta en amor a Dios diariamente? ¿Es
perfeccionado en amor cuando es justificado?
Z. Lo es. El creyente no puede nunca crecer en el amor de Dios. Ama
íntegramente en ese momento, así como es santificado completamente.
W. ¿Entonces que es lo que el Apóstol Pablo quiere decir por, «somos
renovados día a día»?
Z. Se lo diré. El plomo, si fuera transformado en oro, sería oro el primer día, el
segundo día y el tercer día. Así es renovado día a día, pero nunca será más oro
que el primer día.
W. ¡Pensé que debemos crecer en gracia!
Z. Ciertamente, pero no en santidad. Cuando cualquiera es justificado, el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo moran en su corazón. Desde ese momento su corazón
es tan puro como habrá de ser siempre. Un bebé en Cristo es tan puro de
corazón como lo es el padre en Cristo. No hay diferencia.
W. ¿No fueron justificados los apóstoles antes de la muerte de Cristo?
Z. Lo fueron.
W. ¿Pero no fueron ellos más santos después del día de Pentecostés que antes de
la muerte de Cristo? Z. De ninguna manera.
W. ¿No estuvieron ellos en ese día llenos del Espíritu Santo?
Z. Si lo estaban. Mas ese don del Espíritu no afectó su santidad. Fue un don de
milagros solamente.
W. Quizás no comprendo lo que quiere usted decir. ¿No es que mientras nos
negamos nosotros mismos, morimos más y más al mundo y vivimos para Dios?
Z. Rechazamos toda abnegación. La pisoteamos. Nosotros hacemos, como
creyentes, todo lo que queremos y nada más. Nos reímos de toda humillación.
Ninguna purificación precede al amor perfecto.
W. Lo que usted ha dicho lo pesaré detenidamente. Dios será mi ayudador.
Diario 5
Desde el 6 de septiembre de 1741 hasta
el 27 de octubre de 1743
[Wesley está en Bristol, y el día anterior ha sostenido una controversia de dos
horas con Howell Harris, calvinista que se preparaba a partir esa misma noche
para Gales. Terminaron orando juntos, y la sesión concluyó a las dos de la
mañana, una hora antes de la presunta partida de Harris.]
SÁBADO 10 de octubre de 1741. Puesto que su
viaje había sido pospuesto hasta el lunes, el Sr. Harris vino a
verme en el Nuevo Salón. Dijo, en cuanto al supuesto
decreto de reprobación, que lo repudiaba y rechazaba
completamente. Y, en cuanto a no poder caer de la gracia,22
(1) que creía que no debía siquiera mencionarse ante los no
justificados, o ante cualquiera que fuese débil o descuidado,
y mucho menos que viviese en pecado, sino solamente ante
quienes verdaderamente se dolían de su pecado y estaban
desconsolados; (2) que él ciertamente creía que era posible
que cayera quien antes había sido en cierto modo
«iluminado» con algún conocimiento de Dios, y «probado
el don celestial», y hecho «partícipe del Espíritu Santo»; y
que por tanto deseaba que en los puntos controvertidos nos
limitásemos a las palabras textuales de la Sagrada Escritura;
(3) que no consideraba que alguien estuviese justificado de
tal modo que no pudiese caer, hasta tanto no estuviese unido
vitalmente a Cristo, hasta tanto no tuviese un odio total y
permanente hacia el pecado y una continua hambre y sed de
toda justicia. ¡Bendito seas del Señor, hombre de paz! Sigue
buscando la paz y la santidad.

149

22 La doctrina calvinista de la perseverancia de los santos. [N. del Ed.]


150 Diarios, Tomo 1

DOMINGO 25 - Después del Sacramento en Todos


los Santos me fui a caballo a Kingswood, pero antes de
llegar a Lawrence Hill mi caballo se cayó y tratando de
levantarse se cayó nuevamente sobre mí. Una o dos mujeres
salieron corriendo de una casa vecina y cuando me levanté,
me ayudaron a entrar. Adoro la sabiduría de Dios. En esta
casa había tres personas que habían empezado a correr bien
en las cosas del Señor, pero Satanás les estorbó.2 Mas ahora
decidieron continuar otra vez y ninguna ha mirado atrás
desde entonces.
A pesar de este retraso llegué a Kingswood a las dos.
Las palabras que Dios me permitió pronunciar allá, y más
tarde en Bristol (aún debo expresarme así; pues no me
atrevo a atribuirlas a mi propia sabiduría), fueron como
martillo y fuego. La misma bendición encontramos en la
reunión de la sociedad y más abundante todavía en el ágape
que siguió. No recuerdo nada parecido por muchos meses.
Se escuchó un clamor de un extremo a otro de la
congregación; no de tristeza, sino de un desbordante gozo y
amor. Extiende tu misericordia a los que te conocen, y tu
justicia a los rectos de corazón.3
La gran tranquilidad encontré tanto en público como
en privado casi cada día de la siguiente semana la percibí
como una preparación para lo que seguiría. Estoy
adjuntando copia de un corto relato que envié a Londres
poco después en una carta, aunque no soy insensible de que
hay muchas circunstancias en él que algún día puedan ser
consideradas como simple entusiasmo y extravagancia.
Querido Hermano,

2
1 Ts. 2.18.
3
Sal. 36.10.
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 151

Toda la semana pasada me la pasé bajo los efectos del violento resfrío
que contraje en Gales. No pienso (como el Sr. Turner y Walcam suponían) que
fue por haberme acostado sobre una cama húmeda en St. Bride, sino más bien
por cabalgar continuamente en las noches frías y húmedas y predicar
inmediatamente después. Pensaba que pasaría pronto, y por lo tanto le puse
poca atención hasta el viernes en la mañana. Entonces me sentí muy enfermo y
cuando caminé hasta Baptist Mills (a orar con Susanna Basil, quien estaba
enferma de fiebre), sentí que el viento me penetraba y atravesaba. Al regreso,
me sentí un poco mejor. Sólo que no pude comer nada. Con todo no me sentí
falto de fuerza para la hora de intercesión, ni a las seis de la tarde, mientras
exponía y aplicaba estas palabras: Sol, detente en Gabaón; y tú, luna, en el valle
de Ajalón.23Después me sentí aliviado y dormí bien, de tal manera que no
percibí mayores problemas, sino que me levanté en la mañana como siempre y
afirmé con voz fuerte y corazón engrandecido, que en Cristo Jesús ni la
circuncisión vale algo, ni la incircumcisión, sino la fe que obra por el amor.2425
Cerca de las dos de la tarde, justo cuando me disponía a sentarme a comer, sentí
un escalofrío y un pequeño dolor en la espalda, pero no me sentí nada enfermo,
así que comí algo y después de entrar en calor, salí a ver a algunos que estaban
enfermos. Encontrándome peor a eso de las cuatro me hubiera acostado, pero
había prometido ver a la Sra. G____, que había estado enferma, fui allí primero
y luego a Weavers Hall. Un hombre me sirvió de buena señal al decir: «El
también será un mártir pronto al fin.» La Escritura que usé fue: «Hijitos míos,
estas cosas os escribo para que no pequéis, y si alguno hubiere pecado,
abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.» 6 Encontré que no
tenía fuerza interna o externa y luego al subirme la fiebre, llamé al Dr.
Middleton. Siguiendo su consejo, me fui a casa y me acosté, lo cual es algo raro
para mi, pues no había guardado cama un solo día (en treinticinco años) desde
que tuve la viruela. Inmediatamente comencé a sudar profusamente, lo que
continuó hasta la una o dos de la mañana. Dios me dio un sueño relajante y
luego tal tranquilidad de mente que hoy, domingo, noviembre primero, me
pareció el día más corto de toda mi vida.
Creo que una pequeña circunstancia no debe
omitirse, aunque sé que puede ser mal interpretada.
Aquellas palabras estaban ahora tan fuertemente impresas
en mi mente que por un tiempo considerable no las pude
sacar de mi pensamientos: «Bienaventurado el que piensa
en el pobre; Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor;
mullirás toda su cama en su enfermedad».26

23 Jos. 10.12.
24 Gá. 5.6.
25 Jn. 2.1.
26 Sal. 41.1,
8
3. Sal.
152 Diarios, Tomo 1

El domingo en la noche de igual manera dormí bien


y todo fue fácil el lunes por la mañana. Cerca de las tres de
la tarde me regresó el escalofrío, mucho más violento que
antes, y continuó hasta que me acosté. Luego me parecía
que estaba dentro de un horno encendido. En poco tiempo
comencé a sudar, pero el sudor parecía aumentar el calor
intenso en vez de disminuirlo. Así permanecí hasta casi las
ocho de la noche cuando de repente me desperté en una
especie de sopor, en tal estado de malestar (no sé si de
cuerpo o mente, o de ambos) que no sé cómo describirlo.
Mi corazón y mis pulmones y todo lo que está dentro de mí,
incluyendo también mi alma, parecían estar en perfecto
tumulto. Entonces, clamé a Jehová en mi angustia, y me
libró de mis aflicciones.8
Continué con sudor moderado hasta cerca de la
media noche y después dormí bastante bien hasta la
mañana. El martes, noviembre 3, alrededor del mediodía,
fui trasladado a casa del Sr. Hooper. Allí gocé de una
bendita calma por varias horas, el acceso de fiebre no me
regresó como hasta las seis de la tarde y de tal forma como
nunca había oído o leído. Tenía el pulso acelerado,
acompañado de temperatura alta; pero sin dolor ya sea de
cabeza, espalda o brazos; sin enfermedad, sin punzada, sin
sed. Con seguridad Dios es una ayuda presente en tiempo de
dificultades y así lo fue durante toda mi enfermedad.
MIÉRCOLES, 4 de noviembre. Muchos de nuestros
hermanos estuvieron de acuerdo de buscar hoy a Dios
mediante el ayuno y la oración. Cerca de las doce la fiebre
empezó con furia. A las dos dormité un poco y
repentinamente desperté con igual malestar (sólo más
violento) que el del lunes. La cadena de plata parecía

107.6.
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 153

quebrarse y el cántaro parecía quebrarse junto a la fuente.9


La sangre daba vueltas de un lado para otro, como si fuera a
forzar inmediatamente su salida por todas las venas,
especialmente en el pecho; un calor excesivo me quemaba
todo el cuerpo, tanto afuera como adentro. Cerca de las tres,
en un momento, la conmoción cesó, pasó la fiebre y se fue
el dolor. Poco después vino otra crisis, pero no tan violenta
como la anterior. Esta duró hasta las cuatro y media y
entonces desapareció de repente. Me fui mejorando y
mejorando hasta las nueve. Entonces me dormí y me costó
trabajo despertarme en la mañana.
JUEVES 5. El ruido de fiesta10 de la gente en las
calles no me agradaba mucho; aunque temo que esto
trastornaba sus pobres almas mucho más que mi cuerpo. A
las cinco de la tarde me volvió la tos y luego la fiebre y
otros síntomas, pero con esta extraordinaria situación, que
en las siguientes catorce o quince horas dormí algo cada
hora. Por esto nunca estuve delirante, sino que estuve tan
consciente desde la primera hora de mi enfermedad hasta la
última como cuando tenía perfecta salud.
VIERNES 6. Entre las diez y las doce comenzó la
crisis principal. Puedo dar solamente un ligero recuento de
ella, no por falta de memoria, sino de palabras. Sentí en mi
cuerpo sólo tormentas y tempestades, granizos y brasas de
fuego. Mas no recuerdo que sintiera ningún temor (tal fue la
misericordia de Dios) ni ningún murmullo. Y aun así, tenía
solamente una paciencia apagada y pesada, que sabia que
no
9
Ec. 12.6.
10
Eradía de fiesta en Inglaterra («Guy Fawkes Day»).
era como debía ser. Me regresó la fiebre embistiendo como
un león, lista para romper todos mis huesos en pedazos. Mi
154 Diarios, Tomo 1

cuerpo se debilitaba cada momento, pero no sentí que mi


alma ganaba fuerzas. Entonces me vino a la mente: «no
temáis, estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará
hoy con vosotros».11 De inmediato mi corazón se
tranquilizó. Mi boca se llenará de risa y mi lengua de
alabanza.12 Una que estaba a mi lado dijo, «Ahora está
delirando.» Le dije, «Oh no, no estoy delirando sino que
estoy alabando a Dios. Dios ha venido en mi ayuda y el
dolor no es nada. Gloria sea a Dios en las alturas.» Ahora
descubrí por qué no tuve urgencia de recuperar mi salud
antes, porque entonces hubiera perdido esta prueba
experimental de lo pequeño que son las cosas que pueden
sucederle al cuerpo, en tanto que Dios lleve el alma a las
alturas; como si fuera sobre las alas de un águila.
Una hora después tuve otra lucha con el enemigo,
quien entonces parecía que reunía todas sus fuerzas. Ensayé
cómo sacudirme y alabar a Dios como antes, pero no pude
hacerlo: el poder me había abandonado. Estaba despojado
de mi fuerza y me debilité como cualquier otro hombre.
Entonces dije, «Aun aquí me sostengo. Vengo a sobrellevar
tu voluntad. ¡Oh Dios!». Inmediatamente él regresó a mi
alma y levantó la luz de su semblante, y sentí que, «cabalga
con facilidad aquél a quien lleva la gracia de Dios».13
Supuse que la crisis había pasado, siendo casi las
cinco de la tarde, y empecé a tranquilizarme para dormir
cuando sentí el primer escalofrío y luego una quemazón por
todo el cuerpo, seguida de un desmayo general, debilidad y

11
Ex. 14.13.
12
Sal. 126.2. 13 Kempis.
completa pérdida de la fuerza, como si todo el armazón de
la naturaleza hubiera sido disuelto. En ese momento mi
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 155

enfermera, no sé por qué, me sacó de la cama y me puso en


una silla. Después, comenzó una purga que creo me salvó la
vida. Comencé a sentirme mejor desde esa hora y tuve tal
descanso durante la noche como nunca lo había tenido
antes, con el favor de Dios que puso su mano sobre mí.
VIERNES 11. Fui a Bath. Muchas veces he tratado
de razonar conmigo mismo sobre este lugar, ¿será cierto que
Dios no se dejó a si mismo sin testimonio?14 ¿Nunca levantó
lo que podrían ser luces brillantes, aun en medio de esta
generación pecadora? Sin duda lo ha hecho, pero se han ido
«al desierto»15 u ocultado debajo del almud de la
«prudencia». Algunas de las personas más serias que he
conocido en Bath son «cristianos solitarios», que apenas se
conocen unos a otros, sino sólo de nombre, o «cristianos
prudentes», tan cuidadosos de no ofender como si esto fuera
un pecado imperdonable y tan celosos de «guardar su
religión para ellos mismos» como deberían serlo, al
contrario, para dejar que su luz alumbre delante de los
hombres.16
Regresé a Bristol al día siguiente. En la noche uno
deseaba hablar conmigo. Me di cuenta de que estaba en la
peor confusión, por lo que no pudo hablar por un rato. A la
postre dijo, «Yo soy el que le interrumpí en el Salón Nuevo
el lunes. No he tenido paz desde entonces, ni de día ni de
noche, por lo que no podía tenerla hasta que hablara con
usted. Espero que me perdone y que esto pueda ser una
advertencia para mí todos los días de mi vida».

14
Hch. 14.17.
15
Una crítica a las prácticas ascéticas y místicas de algunos
solitarios. 16 Mt.5.16.
VIERNES primero de enero de 1742. Después de
una noche de sueño tranquilo me desperté con fiebre alta,
156 Diarios, Tomo 1

pero sin ninguna enfermedad, sed o dolor. Sin embargo,


decidí guardar cama, pero con la condición de que
cualquiera que deseara hablar conmigo tuviera la libertad de
hacerlo. Creo que cincuenta o sesenta personas lo hicieron
hoy, y no tuve dificultad alguna para hablar con ellas. En la
noche mandé buscar a todas las bandas que estaban en la
casa17 para que pudiéramos magnificar a nuestro Señor
todos juntos. Un pariente cercano estaba conmigo cuando
ellos llegaron, y le pregunté después si ella no se había
ofendido. «¡Ofendida!» dijo ella, «Me gustaría poder estar
siempre entre ustedes. Pensé que estaba en el cielo.»
Esta noche también, por la gracia de Dios, dormí
bien, para el completo asombro de los que me rodeaban, y
del boticario en particular, quien dijo que nunca había visto
tal fiebre en su vida. Tuve una clara mejoría en la mañana,
pero a eso de las dos de la tarde tuve un acceso fuerte como
nunca antes. De otra manera hubiera determinado estar en la
reunión de las bandas. Pero buena es la voluntad del Señor.
LUNES 4. Me desperté en perfecta salud. ¿No es
Dios el que da y quita la vida? Entiendo que el pobre
Charles Kinchin murió hoy. «¿Dónde se encontrará otro
como él en modestia, fidelidad incorrupta, y verdad
desnuda?»18
Prediqué mañana y noche todos los días, por el resto
de la semana. El sábado, mientras estuve predicando en
Long Lane, un rudo tumulto levantó la voz. Sin demora caí
sobre ellos. Algunos se quitaron los sombreros y no
17 18
Es decir, las que se reunían en la Fundición.
Citade Horacio, Odas, I.xxix.6-8.
abrieron más la boca. El resto salió, uno tras otro. Quienes
se quedaron estuvieron silenciosos y atentos.
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 157

DOMINGO 10. Tuve un corto tiempo para ver al Sr.


Dolman. Dos años atrás parecía que se estaba muriendo de
asma, se le hacía difícil levantarse a las ocho de la mañana,
después de luchar, como si fuera, por su vida. Mas desde el
primer momento que llegó, rara vez dejó de estar en la
Fundición a las cinco. Ni se había puesto peor, sino se le
quitó la fiebre hasta hace unos pocos días. Lo encontré
entusiasmado, lleno de amor y paz y gozo por tener fe. En
el mismo espíritu, según supe después, continuó viviendo
hasta que Dios se lo llevó.
LUNES 25. Mientras que explicaba en Long Lane el
pasaje, «el que practica el pecado es del diablo»,19 los que
le sirven estaban más que enfurecidos: no solamente
hicieron todo el ruido posible (aunque, como había decidido
antes, nadie se movió de su lugar o le respondieron palabra
alguna), sino violentamente tiraron a muchas personas de un
lado a otro, les pegaron, y rompieron parte de la casa.
Finalmente comenzaron a tirar grandes piedras a la casa, las
cuales entraban por donde quiera que venían, cayendo con
las tejas entre la gente, así que estaban en peligro sus vidas.
Entonces les dije, «Ustedes no deben continuar haciendo
esto. He recibido órdenes del magistrado, quien en este
respecto para nosotros es como el ministro de Dios, de
informarle de aquellos que rompen las leyes de Dios y las
del Rey. Así debo de hacerlo si ustedes persisten en esto,
pues de otra manera me hago partícipe de su pecado.»
Cuando terminé de hablar estaban más fuera de control que
antes. Viendo esto les dije, «Dejen que tres o cuatro

19
1 Jn.3.8.
hombres de los más calmados agarren al primero de los
revoltosos y lo entreguen a un alguacil y que la ley siga su
158 Diarios, Tomo 1

curso.» Así lo hicieron y lo trajeron dentro de la casa,


maldiciendo y blasfemando él en forma espantosa. Lo envié
con cinco o seis al juez Copeland, a quien le relataron los
hechos con todos los detalles. El juez inmediatamente lo
envió a las siguiente Sala de Justicia en Guildford.
Observé que cuando trajeron al hombre a la casa,
muchos de sus acompañantes gritaban a viva voz, «¡Richard
Smith! ¡Richard Smith! Quien, como más tarde se supo, era
uno de sus más fuertes defensores. Mas el Sr. Richard Smith
no contestó; estaba en manos de Uno más grande que ellos.
Dios le había llegado al corazón, y también a una mujer, que
estaba hablando palabras no aptas para ser repetidas y tiraba
todo lo que caía en sus manos, a quien Dios alcanzó en el
mismo acto. Ella entró a la casa con Richard Smith, cayó de
rodillas delante de todos nosotros, exhortando a Smith que
nunca se volviera atrás, que nunca olvidara la misericordia
que Dios le había mostrado a su alma. Desde ese momento
no hemos tenido ninguna interrupción de importancia o
disturbio en Long Lane, aunque retiramos nuestra
acusación, basada en la promesa y sumisión del acusado
que prometió mejorar su conducta.
MARTES 26. Expliqué en Chelsea20 la fe que obra
por amor. Estaba muy débil cuando entré al salón, pero
cuanto más «las bestias de la gente» aumentaban en locura
y rabia, más me fortalecía en ambos cuerpo y alma. Así que
creo que pocos en la casa, la que estaba excesivamente
llena, se perdió una sola oración de lo que hablé. A la
verdad ellos no me podían ver ni verse entre ellos a pocas
yardas de

20
Suburbio de Londres.
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 159

distancia por razón del espeso y excesivo humo, ocasionado


por un fuego afuera y cosas por el estilo, continuamente
arrojados dentro del salón. Empero, quienes podrían alabar
al Señor en medio del fuego no se asustaron por un poco de
humo.
MIÉRCOLES 27. Enterré el cuerpo de Sarah
Whiskin, una joven llegada últimamente de Cambridge, de
quien sigue un corto relato, en las palabras de una que
estuvo con ella durante su última lucha por la eternidad.
La primera vez que fue con el propósito de escuchar
al Sr. Wesley, fue el 3 enero, pero él entonces estaba
enfermo. Ella regresó el martes 5 y no estuvo desilusionada.
Desde ese momento pareció muy interesada con las cosas
de arriba, y hubiera podido gustosamente siempre estar
escuchando, orando o cantando himnos. El miércoles 13 fue
enviada al campo, pero al saberlo lloró desconsoladamente,
teniendo temor de ir, por miedo de sentirse cómoda otra vez
en el mundo. Con lágrimas en los ojos, me preguntó «¿Qué
puedo hacer? Estoy en un gran aprieto.» Habiendo sido
aconsejada de presentar su causa a Dios y de orar para que
su voluntad sea hecha y no la de ella, dijo que aplazaría su
viaje por tres días, para esperar que Dios pudiera mostrarle
su voluntad concerniente a ella. Al día siguiente se enfermó
con fiebre, pero estando un poco mejor el viernes, buscó y
separó un lugar en el carruaje a Cambridge para el martes
siguiente. Su hermana le preguntó si creía que era la
voluntad de Dios que debía ir, y ella contestó: «Esto lo dejo
al Señor, estoy segura que él encontrará una forma de
impedirlo si no es para mi bien.» El domingo 17 estuvo
enferma otra vez y deseó que le escribiera una nota que yo
iba a orar por ella. Le pregunté qué debería de escribir. Ella
respondió, «Sabes lo que quiero, una fe viva.» Estando
160 Diarios, Tomo 1

mejor el lunes 18, se levantó para prepararse para el viaje,


aunque todavía deseaba que Dios lo detuviera, si es que éste
no estaba de acuerdo a su voluntad. Tan pronto se levantó
de orar, se desmayó. Cuando volvió en sí, dijo, «¿Dónde
está esa Escritura del viaje de Balaam y el ángel del Señor
interponiéndose en el camino? Me viene bien a mí. Iba a
salir esta mañana, y ves, Dios me ha quitado toda mi
fuerza.»
Desde este momento estuvo ella casi continuamente
orando a Dios para que él revelara a su alma. El martes 19,
estando llorando, se le preguntó qué le pasaba. Ella
respondió: «El diablo está muy ocupado conmigo.» Uno le
preguntó: «¿Quién te condena?» Ella señaló a su corazón y
dijo: «Esto: y Dios que es más grande que mi corazón.» El
jueves, después que el Sr. Richards había orado con ella,
estuvo más contenta y dijo que ella no podía dudar que Dios
cumpliría el deseo que él le había dado.
Viernes 22. Una de sus hermanas vino del campo a
verla, ella le dijo: «Si hubiera venido a ti, el mal me hubiera
sobrevenido, pero he sido arrancada de las manos del
diablo. Aunque Dios aún no se me ha revelado, por lo
menos creo, que si muriera esta noche, antes de mañana
estaría en el cielo.» Su hermana le dijo: «Espero que Dios te
restaure tu salud», y ella respondió: «Dejemos que él haga
lo que mejor le parezca.»
Sábado 23. Ella dijo, «Vi a mi madre, a mi hermano
y mi hermana en mi sueño y todos ellos recibieron una
bendición al momento.» Le pregunté que si pensaba que iba
a morir y si ella creía que el Señor recibiría su alma.
Mirando atentamente, dijo: «No he visto al Señor todavía,
pero creo que lo veré y viviré. Aunque estas son palabras
temerarias para ser dichas por una pecadora. ¿No lo son?»
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 161

Domingo 24. Le pregunté, «¿Cómo has


descansado?» Ella respondió: «Muy bien. Aunque no he
dormido y no he querido dormir pues he tenido al Señor
conmigo. No tengamos vergüenza de él, sino que
proclamémosle desde lo más alto de la casa. Y sé que todo
lo que pida en el nombre de Jesús, de acuerdo a su voluntad,
lo tendré.» Poco después me llamó apresuradamente y me
dijo: «Temo que me he engañado. Pensé que el amén estaba
sellado en mi corazón, pero temo que no es así. Arrodíllate
y ora por mí y no lo dejes ir hasta que me haya concedido el
deseo de mi corazón.» Poco después irrumpió cantando y
dijo: «He sido prontamente librada de mis temores.
Solamente tuve miedo de una esperanza ilusoria, pero si
hubiera sido así no le hubiera dejado ir.»
Su hermana que había venido a verla estaba muy
preocupada. «Tú,» me dijo ella, «estás sufriendo por ella,
mas tengo fe en esta criatura. Dios la ha favorecido.» En la
tarde ella me pidió que le hiciera un escrito. Le pregunté,
«¿Qué debo escribir?» Ella dijo: «Da gracias por lo que
Dios ha hecho por mí y ora para que él pueda manifestarse
también a mis amistades. Anda a la predicación. Deja
solamente a uno conmigo.» Tan pronto salimos, ella se
levantó, llamó a la persona que estaba con ella y le dijo:
«Ahora está hecho. Estoy segura que mis pecados están
perdonados.» La persona le respondió: «La muerte es algo
pequeño para los que mueren en el Señor,» ella respondió
con vehemencia: «¡Cosa pequeña! No es nada.» Entonces,
puesto que esa le pidió que orara por ella, respondió: «Lo
haré: Oro por todos. Oro por todos los que conozco y oro
por quienes no conozco; y el Señor oirá la oración de fe.» A
nuestro regreso, cuando su hermana se arrodilló al lado de
su cama, ella le dijo: «Mi querida, ¿no sientes consuelo por
162 Diarios, Tomo 1
mí?» Su hablar decaía, y ella le hacía señales para que
estuviera a su lado, la besó y se sonrió. Entonces
permaneció echada cerca de una hora sin hablar o moverse,
hasta que alrededor de las tres en punto el lunes en la
mañana exclamó: «¡Mi Señor y mi Dios!» exhaló dos veces
y murió.
DOMINGO 21 de febrero. En la noche expliqué las
preciosas y grandísimas promesas21 que nos han sido dadas,
una firme confirmación de las cuales veo en un relato
sencillo y sin pretensiones de un muchacho cuyo cuerpo
yacía delante de nosotros. La esencia de este relato es como
sigue:
John Woolley estuvo por algún tiempo en la escuela de ustedes, pero
fue expulsado por su mal comportamiento. Luego se escapó de sus padres,
escondiéndose en guaridas y rincones por muchos días y noches, de tal manera
que su madre no podía encontrarlo. Durante este tiempo sufrió hambre y frío.
En una oportunidad estuvo tres días completos sin sustento, algunas veces
llorando y orando por él mismo y otras veces jugando con otros niños de la
calle.
Una noche llegó al salón Nuevo. El Sr. Wesley estaba hablando sobre
la desobediencia a los padres. El muchacho estaba bastante confundido y pensó
que no habría otro muchacho en el mundo tan perverso como él. Regresó a casa
y nunca más volvió a escaparse. Su madre vio el cambio en todo su
comportamiento, pero ignoraba la causa del mismo. Con frecuencia el
muchacho iba solo a los altos para orar y a veces salía solo al campo, dejando
de lado a sus compañeros ociosos.
Y ahora el diablo comenzó a instigarlo con todo su poder, tentándole
continuamente al suicidio. A veces sentía el impulso de ahorcarse, otras veces
de lanzarse al río. Mas esto lo hizo más diligente en la oración. Cierto día
mientras luchaba con Dios a quien vio en medio de una inexplicable luz, se
sintió lleno de alegría y del amor de Dios y apenas supo donde estaba. Sintió tal
amor por toda la humanidad que pudo haberse tendido en el suelo y dejarse
pisotear aun por sus peores enemigos.
A partir de ese momento su padre y su madre estuvieron sorprendidos
de él. Ahora era muy solícito en ayudarles en todas las cosas. Cuando ellos iban
a la iglesia, él se ocupaba de darles de comer a los otros niños; y después de
acostarlos, corría hacia el Salón para alumbrar el camino a su papá o mamá de
regreso a la casa. Mientras tanto no perdía la oportunidad de escuchar la
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 163
predicación o de hacer algún bien, ya sea en casa o en cualquier otro lugar
donde se encontraba.

21
2 P.1.4.
Un día, caminando en el campo, empezó a hablar con un campesino
quien hablaba de la religión con desprecio. John le dijo que no debía hablar así
y le explicó sobre la palabra del apóstol (la que le rogó considerara
profundamente), «sin la santidad nadie verá al Señor».22 El hombre estuvo tan
asombrado que tomó al muchacho en sus brazos y no sabía cómo dejarlo ir.
Su padre y madre le oyeron hablar en voz alta en el cuarto contiguo y
escucharon lo que decía. Estaba orando así: «Señor, no espero ser oído por todo
lo que hablo. Tú conoces mi corazón. Tú conoces mis deseos.» Luego
descendió a cosas particulares en su oración. Después oró con mucho fervor por
sus padres, por sus hermanos y hermanas llamándoles por nombre; luego oró
por los señores Juan y Carlos Wesley para que Dios fortaleciera sus rostros
como pedernales y les permitiera salir a conquistar y seguir conquistando.
Luego oró por los otros ministros que podía recordar por sus nombres y por
todos los que eran y deseaban ser verdaderos ministros de Cristo.
Al comienzo de su enfermedad su madre le preguntó si quería algo. El
contestó: «Solamente a Cristo y estoy seguro de él como si ya lo tuviera.» A
veces decía: «Oh, madre, si todos creyeran en Cristo, ¡cuán feliz sería el
mundo! Y lo pueden hacer. Ya que Cristo murió por cada alma. Yo era el peor
de los pecadores y él murió por mí. Oh, tú que llamas al peor de los pecadores,
llámame a mi. Oh, es un don gratuito, pues estoy seguro que nada he hecho para
merecerlo.»
El miércoles le dijo a su madre, «Estoy muy preocupado por mi padre.
El siempre ha cuidado honestamente a su familia, pero no conoce a Dios. Si
muere en el estado en que está ahora, no puede ser salvo. He orado y oraré por
él. Si Dios le diera una fe verdadera y luego se lo llevara, no tengas temor. No te
aflijas. Dios ha prometido ser un padre a los huérfanos y un esposo a la viuda.
Oraré por él y por ti en el cielo y espero que allí juntos cantaremos aleluya.»
A su hermana mayor le dijo: «No te ensalces con orgullo. Cuando
recibas tus salarios, que no son muchos, empléalos en verdaderas necesidades.
Si te inclinas a ser alegre, no cantes canciones porque ésta es la diversión del
diablo. Hay muchas mentiras y cosas malas en aquellas canciones vanas.
¿Cantas salmos e himnos? Recuerda a tu Creador en los días de tu juventud.
Cuando estés en tu trabajo, levanta tu corazón a Dios. Y asegúrate de nunca
levantarte o acostarte sin pedir su bendición.»
El añadió, «Yo moriré, pero no lloren por mí. ¿Por qué tienen que
llorar? Consideren la alegría de tener un hermano que se va al cielo. No soy un
hombre. Soy sólo un muchacho. ¿Pero no está escrito en la Biblia, de la boca
de los niños y de los que maman, tú has ordenado fortaleza?» Sé a dónde voy.
No cambiaría esta seguridad por miles de mundos. Aunque no estoy todavía en
el cielo, estoy seguro de ello como si ya lo estuviera.»
164 Diarios, Tomo 1
El miércoles por la noche luchó mucho con Dios en oración.
Finalmente, levantando sus brazos abiertos, clamó: «¡Ven, ven, Señor Jesús! Yo
soy tuyo. Amén y Amén.» Luego dijo: «Dios responde a mi

22
He.12.14.
corazón, siéntete alegre, has vencido al mundo.» Inmediatamente fue lleno de
amor y de alegría indecibles.
Le dijo a su madre: «Esa escuela fue la salvación de mi alma, pues allí
comencé a buscar a Dios. ¿Pero cómo es que tan pronto la persona comienza a
buscar a Dios el diablo en gran conmoción prepara todos sus instrumentos
contra ella?»
Cuando estaba en agonía por el dolor clamaba: «Oh, Salvador, dame
paciencia. Tú me ha dado paciencia, pero dame más. Dame tu amor y el dolor
es nada. Me merezco todo esto y mil más, pues no hay pecado del que no haya
sido culpable.»
Al rato dijo: «Oh, madre, ¿cómo es esto? Si un hombre no hace su
trabajo, en el mundo su patrón no le paga, pero no es así con Dios. El me da
buenos pagos, aunque estoy seguro de no haber hecho nada para ganármelos.
Oh, es un don gratis. Es gratuito para toda alma. Porque Cristo murió por
todos.»
El jueves en la mañana su madre le preguntó cómo había pasado la
noche. El respondió: «He tenido muchas luchas anoche, pero mi Salvador es tan
misericordioso conmigo que no me importa; las luchas son nada para mí.»
Entonces dijo: «Quiero que me entierren desde el Salón y que el Sr.
Wesley predique con mi cuerpo presente, sobre esas palabras de David (a no ser
que él piense en otras más apropiadas), antes que fuera yo humillado,
descarriado andaba.»23
Le pregunté: «¿Cómo te encuentras ahora?» Respondió: «Con mucho
dolor, pero lleno de amor.» Pregunté: «¿Pero no quita el dolor el amor de
Dios?» Respondió: «Sí, el dolor no es nada para mí. He cantado alabanzas al
Señor en medio de mis más grandes dolores y no pude hacer otra cosa.» Le
pregunté si estaba listo a morir. Respondió: «Oh, sí, con todo mi corazón.» Le
dije: «Pero si la vida y la muerte fueran puestas delante de ti, ¿cuál escogerías
entonces?» Respondió: «Morir y estar con Cristo.
Añoro estar fuera de este mundo pecador.»
En la noche del jueves durmió mucho más tranquilo que lo que había
hecho desde hacía tiempo. En la mañana rogó ver al Sr. Juan Wesley. Cuando el
Sr. Wesley llegó y después de varias preguntas que le hizo, le preguntó sobre
qué debía orar, él le dijo, que Dios le diera un limpio corazón y renovara un
espíritu recto dentro de él. Cuando terminó la oración parecía estar mucho más
animado y dijo: «Pensé que debí haber muerto hoy, pero no debo estar apurado.
Estoy contento de quedarme. Esperaré el buen tiempo del Señor.»
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 165
El sábado uno le preguntó si todavía prefería morir. El respondió: «No
tengo voluntad. Mi voluntad está sometida a la voluntad de Dios, pero moriré.
Madre, no te aflijas. Me iré como un cordero.»
El domingo habló muy poco. El lunes su hablar comenzó a vacilar. El
martes ya no habló, pero estaba en todos sus sentidos, levantando casi
continuamente sus ojos al cielo. El miércoles le volvió el habla y su madre le
dijo: «Jacky, no has estado con tu Salvador esta

23
Sal.119.67.
166 Diarios, Tomo 1
noche.» El dijo, «Sí, he estado.» Ella preguntó: «¿Qué te dijo?» El respondió:
«Me ordenó que no tuviera temor del diablo, porque éste no tenía poder para
herirme, sino que yo debería pisotearlo.» El miércoles en la noche permaneció
tranquilamente acostado. La mañana la pasó en oración continua, repitiendo con
frecuencia el Padre Nuestro y encomendando diligentemente su alma en las
manos de Dios.
Luego llamó a sus hermanos y hermanas menores para besarlos y a su
madre para que ella lo besara a él. Entonces (entre nueve y diez) dijo: «Ahora
dejen que yo les bese.» Así lo hizo e inmediatamente se quedó dormido.
Vivió trece años y unos meses.
JUEVES 25 de marzo. Nombré a varios hombres
diligentes y razonables para reunirse conmigo. Les mostré
la gran dificultad que había encontrado de conocer a las
personas que deseaban estar bajo mi cuidado. Después de
mucha discusión, todos estuvieron de acuerdo que no había
un mejor camino para llegar a tener un conocimiento seguro
y completo de cada persona, que el de dividirlos en clases
como las de Bristol, bajo la supervisión de aquéllos en
quienes podía confiar más. Este fue el origen de nuestras
clases en Londres, por lo que nunca podré alabar
suficientemente a Dios. La utilidad indecible de la
institución ha sido desde entonces más y más manifiesta.
MIÉRCOLES 31. Mi hermano partió para Oxford.
En la noche visité a Ann Calcut. Ella había estado muda por
algún tiempo, pero casi tan pronto como empezamos a orar
Dios le restauró el habla. Entonces ella dio en verdad
testimonio de una buena confesión. Esperé no verla más
pero desde aquel momento se le quitó la fiebre, y en pocos
días se levantó y caminó glorificando a Dios.
VIERNES 16 de abril. Siendo Viernes Santo, tuve el
deseo de visitar a uno que estaba enfermo en Islington. Allí
encontré a varios de mis antiguos conocidos, quienes antes
me amaron como a la niña de sus ojos. Al permanecer con
ellos por un corto tiempo, estuve claramente convencido
que de permanecer entre ellos más de una semana (a no ser
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 167
que la clara providencia de Dios me indicara otra cosa),
quedaría tan muerto como el pobre Sr. St____. Sentí que sus
palabras me atravesaban las venas. ¡Tan suaves! ¡Tan
complacientes a la naturaleza! Parecía que nuestra religión
era una cosa pesada y tosca, en modo alguno tan delicada y
refinada como la de ellos. ¡Me pregunto si alguien de «buen
gusto» (que no tiene fe) puede resistir ante ellos!
DOMINGO 18. En la tarde una que había probado el
amor de Dios, pero que regresó a la insensatez, estaba muy
convencida de su pecado y como si estuviera hecha pedazos
por el sentimiento de culpa, remordimiento y temor. Aún
después que terminó el sermón, ella continuaba en la misma
agonía, tanto de cuerpo como de alma. Varios de nosotros
nos reunimos en otra parte de la casa, pero sus llantos eran
tan penetrantes, aun a la distancia, que yo no podía orar,
casi ni hablar, y me daban escalofríos cada vez que los oía.
Pregunté si era mejor llamarla, o mandarla fuera de la casa.
El consenso general fue de llamarla, e imploramos a Dios
que sanara su reincidencia. Pronto descubrimos que
estábamos pidiendo de acuerdo a su voluntad. El no
solamente la despidió en paz,24 sino que llenó a muchos
otros, hasta entonces duro de corazón, de paz y gozo en
creer.
SÁBADO 8 de mayo. Uno de Fetter Lane me dijo
que había recibido una carta de un hombre pobre de
Lincolnshire. Leí la carta y quise una copia de ella, parte de
la cual es como sigue:
Mayo 3, 1742
Samuel Meggot a Richard Ridley Hermano,

24
Lc. 2.29.
168 Diarios, Tomo 1
Ahora tengo mucha comunión con usted y deseo tener más, pero hasta
ahora encontré un gran abismo entre nosotros, lo que impidió que pudiéramos
llegar uno al otro. Por lo tanto, sus cartas eran como la muerte para mí y usted
era para mí como rama quebrada y arrojada para que se marchitara... Aun así
esperé para ver si el Señor tuviera a bien conducirnos a esa misma unión que
tuvimos antes. Y el Señor lo ha concedido. Y en esa unión escribo, deseando
que pueda continuar hasta la muerte.
Escribí antes a usted y John Harrison, «No tengan miedo de ser
hallados pecadores», con la esperanza de que no separaran la ley del Espíritu,
hasta que la carne fuera encontrada muerta. Porque pienso que nuestros
corazones son descubiertos por la ley, hasta lo más mínimo, y son condenados
por ella. Entonces somos avivados en el Espíritu. La Justicia no puede separarse
de la Misericordia ni tampoco puede una ser mayor que la otra. «Guarden los
mandamientos y oraré al Padre y él les dará otro Consolador.» ¡Préstenle
atención a eso! «Sus pecados serán perdonados. Levántense, tomen su cama y
caminen.» Aquí está la obra antes que la compasión y la compasión antes que la
obra... así que, a través de la ley por la fe nuestro corazón se purifica... Tengan
cuidado de aquellos que, mientras que prometen libertad, son siervos ellos
mismos de la corrupción. ¡Oh fe muerta, no puedes siempre vivir pura!
¡Traicionero Judas, que has traicionado a tu maestro!...
Que la ley les juzgue hasta que Jesucristo traiga juicio a sus corazones
para victoria. Además, dejen que sus corazones se abran completamente,
recibiendo ambos juicio y victoria, y que el uno confirme a la otra. Para que
vivas en tal grado en la justicia del Hijo que la ley diga que no tiene nada contra
ti... Esta es fe que conquista al hombre viejo, quita al hombre viejo y pone a
Cristo en su lugar. Purifiquen sus corazones por fe: que el templo de Dios sea
santo y que el altar en él pueda recibir los sacrificios espirituales aceptables al
Señor. Ahora si cualquier hombre piensa diferente que sea avergonzado. Pero si
vive algo de nuestro propio ser en nosotros, esa rama de la naturaleza, ese único
miembro, causará que el hombre completo se queme eternamente. Que los que
conocen de esta perfección, que está en Jesucristo, prosigan por fe hasta que
lleguen a tener un conocimiento experimental de ella.
¡Pero cuántas almas he visto lavadas, y vueltas luego al torbellino de
sus pecados!... ¡Oh ese Cordero! ¡Como es puesto él de nuevo a vergüenza
abierta, quien una vez les reconcilió con el Padre!
Ahora escribiré algo de las angustias de mi propia alma. Desde hace
tiempo pensé que estaba correcto, pero cuando la luz de la vida me llegó, me vi
yo mismo listo a morir en mis pecados... Tuve fe, pero la tenía en conocimiento
y no en poder. Empero por esta fe tenía gran libertad. Sin embargo, esta fe
mantuvo mi corazón corrupto y vivo al hombre del pecado... Mi manera de
proceder fue así: Algunas veces, caí en una falta, y quedé por un tiempo
abrumado. Pero tan pronto podía me limpiaba por medio del conocimiento,
diciendo, «Cristo murió por los pecadores». Tenía razón hasta allí, pero no más
allá. El murió por los pecadores, pero no para salvar a quien continúa pecando.
Ya que a cualquiera que él limpie, está verdaderamente limpio. Primero los
pecadores, luego los santos y así los que quedan. Una y otra vez fui de nuevo
alcanzado por el pecado y cuanto más a menudo era atrapado me sentía más
fuerte en el Señor. Así que por mi corrupción me vi forzado a obtener más
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 169
conocimiento, o de lo contrario hubiera sido condenado. De esta manera llegué
a tal grado de conocimiento (como en la fe ideal) que podía crucificar a Cristo
con una mano y con la otra pedir perdón. De esta manera, estaba siempre
alegre... Aquí estaba el misterio de la iniquidad, concebido en mi corazón y que
me llevó a lo siguiente: si robara los bienes de cualquier hombre, pensaría o
diría: «Soy pecador por mí mismo; pero Cristo murió por mí; por lo tanto, su
justicia es mía.» Y más todavía, me parecía que si mataba a alguien seguiría
puro. Tan gran amigo del pecado y del diablo era yo, que hubiera hecho que el
pecado y el diablo llegaran a ser la justicia de Dios en Cristo. Mas aún, comencé
a amar a quien el Señor había reservado para el fuego eterno...
Así que mantuve a Cristo afuera y al diablo adentro. Este es un
misterio, que pudiera sentirme seguro y puro y aún tener el diablo en mí.
¡Juzgue usted quién me dio esta pureza y me enseñó a ser tan perfecto en
Cristo! Pero no pasó mucho tiempo que comenzara a poner en acción lo que
había concebido en mi corazón. Mas fue la voluntad del Señor que no fuese
lejos antes que de nuevo fuera puesto bajo la ley. Entonces me vi despojado y
desnudo de ese conocimiento. Quisiera que todos los que están tan engañados
como yo lo estuve fueran traídos ante la ley para que puedan aprender lo que es
venir a Jesucristo. Y les deseo que permanecieran bajo la ley hasta que puedan
ver al fin de la ley que llega a sus corazones.
La ley que mezclada con la fe la hace más viva y poderosa. Por cuanto
la ley no deja un solo cabello de nuestras cabezas sin condenación, así la fe no
dejara uno sin reconciliación. Y bendito es el que vive en la misma
reconciliación y no se vuelve como un perro a su vómito. Entonces será llamado
hijo de Dios, que no puede pecar, porque su semilla permanece en él...
Usted escribió, «Jesús le manifiesta que usted es un gran pecador».
Eso está bien, y si fuera más, mejor sería para usted. Otra vez dijo, «desde que
usted recibió un completo y libre perdón por todos sus pecados, usted ha
recibido tantos perdones nuevos que ya no se pueden contar». Y esto, usted dijo,
se menciona «para su propia vergüenza y para la alabanza de su Salvador». Ay,
mi hermano, tengamos los dos más vergüenza. Veamos dónde estamos y lo que
le estamos haciendo al Cordero. No le estamos glorificando (no nos engañemos
a nosotros mismos); le estamos crucificando cada momento. Le estamos
poniendo en gran vergüenza y trayendo sobre nuestras cabezas rápida
condenación.
También dice usted: «Aunque sus pecados son grandes y muchos, la
gracia de su Salvador es más grande.» Usted dice lo correcto. De lo contrario,
¿cómo podemos ser limpios? Mas su gran poder de limpieza no se propone que
seamos inmundos de nuevo. Cuidado no nos llame en medio de nuestra
inmundicia, y perezcamos para siempre. Porque no será ganancia para nosotros
que en una oportunidad fuimos limpios si nos encontramos ahora en medio de
impurezas.
Cuídese, que el conocimiento que está en usted no lo engañe. Por lo
que usted escribe se acerca tanto a mi experiencia, que le puedo decir
claramente cómo usted puede engañarse; o más claro todavía, que se está
engañando, de lo que usted no puede decir por sí mismo. Usted dice: «Después
de haber hecho algo fuera de lugar, no necesita estar triste un solo momento si
usted va a su Salvador.» ¿No es éste el mismo estado que he mencionado? ¡Oh
170 Diarios, Tomo 1
que ese «conocimiento» fuese desechado! Usted debe hacer siempre las cosas
que placen al Padre. ¡Oh mi querido hermano, cómo está fascinado por el
engañador su alma! Usted es un extraño al Salvador, quien ha ido al cielo para
dar arrepentimiento a su pueblo y remisión de pecados. Temo que el diablo es su
salvador: más del diablo se manifiesta en usted que de Cristo. El le dice que es
puro y ha sido limpiado; pero le engaña. Sus engaños claman por venganza. Sin
embargo, él querría aparentar ser un Cristo o un Dios.
Usted dice que «tiene necesidad de remisión de pecados todos los
días». Sí, usted lo necesita; y aún más. Tiene necesidad cada momento.
Precisamente por eso usted debe ser limpio; porque ese «cada momento»
debería ser una eternidad para su alma. Debe agradecer a Dios que «él ha
provisto de tal sumo sacerdote para usted». Deje que él sea suyo para que usted
sea gobernado por él cada momento. ¿Qué? ¿Es él tal Salvador que puede
limpiarnos del pecado y no mantenernos en ese mismo estado? Juzgue donde
usted está. Usted y yo y muchos más fuimos alguna vez hechos puros y fuimos
puros mientras creímos en ello, siendo guardados por el Padre en beneficio de
su propio nombre. ¿Pero por cuanto tiempo nosotros creímos en esto? Que cada
cual juzgue por sí mismo.
Ahora, mi hermano, responda por usted mismo. ¿Cree usted que debe
siempre tener este corazón que es corrupto por los cuatro costados con pecado?
Digo, ¿cree usted que su corazón es por lo tanto impuro? Si lo cree, la misma
doctrina del principio debe serle predicada. «Usted debe recibir el Espíritu
Santo.» Esto es, debe ser traído a la primera remisión y allí verá a Jesús herido
en su corazón. Esta su primera pureza la reconoceré, y ninguna otra. Creo que el
fundamento de la vida estuvo alguna vez en usted, pero muchos juntos con
usted han caído. Usted ha escuchado en qué le he reconocido y en nada más.
Incluso tengo comunión con usted en mi espíritu y espero que continúe hasta el
final...

¿Y es el pobre Samuel Meggot el mismo que ahora


ha caído en la misma trampa contra la que tan
diligentemente advirtió a su amigo? Señor, ¡lo que es el
hombre!25

25
El 10 de junio, en un pasaje que no traducimos, Wesley se entrevistó con
Meggot, quien nunca había sino uno de sus predicadores, pero sí era uno de los
muchos predicadores de avivamientos. Wesley no pudo convencerle, y comentó,
sobre Meggot y sobre otro: «¡Cuánto bien Dios hizo a través de ellos por algún
tiempo! ¡Que su fin no sea peor que sus inicios!»
JUEVES 27. Salimos de Birstall y el viernes 28
llegamos a Newcastle sobre el Tyne. Leí con gran
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 171
esperanza, ayer y hoy, Las cosas memorables de Sócrates,
de Jenofonte. Quedé completamente asombrado por su falta
de juicio. ¡Cuántas de estas cosas Platón nunca las hubiera
mencionado! Mas puede ser beneficioso que veamos
también las sombras al lado más brillante de todos los
paganos de la antigüedad.
Llegamos a Newcastle cerca de las seis y después de
un corto refrigerio caminamos al pueblo. Quedé
sorprendido de tanta borrachera, maldición y blasfemia (aun
en los labios de los niños) que no recuerdo haber oído y
visto nunca antes y en tan poco tiempo. Seguramente que
este lugar está maduro para aquel que no ha venido a
llamar a justos, sino a pecadores.26
VIERNES 4 de junio. Al mediodía prediqué una vez más
en Birstall. Todos los oyentes estaban profundamente
atentos. A ellos ahora con confianza y alegría encomendé al
Pastor y Obispo de vuestras almas.27
De allí viajé a Beeston. Aquí me encontré una vez
más con las obras de un célebre autor, de quien muchos
grandes hombres no pueden hablar sin éxtasis y las
expresiones más grandes de admiración. Me refiero a Jacob
Boehme. El libro que ahora abrí fue su Mysterium Magnum,
o la exposición de Génesis. Consciente de mi ignorancia,
diligentemente busqué a Dios para que iluminara mi
entendimiento. Seriamente consideré lo que leí y me esforcé
para pesarlo en la balanza del santuario. ¿Y qué puedo decir
referente a la parte que leí? Puedo y debo decir que todo
esto es (con tanta evidencia como puedo decir que dos más
26
Mr. 2.17.
27
1 P.2.25.
dos son cuatro) la tontería más sublime; ¡rimbombancia
inimitable, retumbancia que no tiene paralelo! Todo de una
172 Diarios, Tomo 1
pieza con su interpretación inspirada de la palabra
«tetragrámaton» en la cual (equivocándola por el nombre
impronunciable en sí mismo, mientras que ésta solo
significa una palabra consistente de cuatro letras) él
comenta con exquisita seriedad y solemnidad diciendo el
significado de cada sílaba en ella.
MIÉRCOLES 9. Viajé a un pueblo vecino para
visitar a un juez de paz, un hombre franco y comprensivo,
delante de quien (fui informado) sus vecinos disgustados
habían llevado un vagón lleno de estos nuevos herejes.
Cuando el juez preguntó lo que habían hecho, hubo un
silencio profundo, pues éste fue un punto que olvidaron
quienes los trajeron. Finalmente, uno de ellos dijo: «Es que
ellos pretenden ser mejor que otras personas y además, oran
de la mañana hasta la noche.» El Sr. S____ preguntó «¿Pero
es que además no han hecho otra cosa?» «Sí, señor», dijo un
anciano, «con el beneplácito de su señoría, ellos han
convertido a mi esposa. Antes de que se fuera con ellos,
¡tenía tal lengua! Ahora está tan tranquila como un
cordero.» «Devuélvanlos, devuélvanlos», contestó el juez,
«y dejen que conviertan a todos los mal hablados del
pueblo.»
De aquí fui a Belton a la casa de H____ F____, un
joven que acostumbraba a portarse bien, pero ahora decía
que veía al diablo en cada esquina de la iglesia y en la cara
de cada uno de los que habían estado allí. Pero fue fácil
restaurarle a un mejor estado mental. Prediqué a la sombra
de un roble sobre, «el Hijo del Hombre tiene potestad en la
tierra para perdonar pecados».28 En Epworth, por la noche,
expliqué la historia del fariseo y el publicano y creo que
muchos comenzaron en esa hora a exclamar, «Dios, sé
propicio a mí, pecador.»29
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 173
SÁBADO 12. Prediqué sobre la justicia de la ley y
la justicia de la fe. Mientras predicaba varios se
desplomaron como muertos y entre el resto se escuchó el
grito de pecadores gimiendo por la justicia de la fe que casi
ahogaba mi voz. Muchos de estos levantaron las cabezas
con alegría e irrumpieron en acción de gracias, estando
seguros de que ahora tenían el deseo de su alma, el perdón
de sus pecados.
Observé a un caballero allí que en forma notable
pretendía de no ser de ninguna religión. Me informaron que
no había estado en ningún servicio público de ninguna clase
por casi treinta años. Viéndolo parado sin movimiento y
como una estatua, le pregunté abruptamente, «Señor, ¿es
usted pecador?» El respondió con una voz profunda y
quebrantada «Bastante pecador», y continuó con la vista fija
hacia arriba hasta que su esposa y uno o dos sirvientes,
quienes estaban en lágrimas, lo pusieron en un carruaje y se
lo llevaron a casa.
DOMINGO 13. A las siete prediqué en Haxey sobre
¿Qué debo hacer para ser salvo?30 De allí fui a Wroot,
donde (así como en Epworth) mi padre fue el rector por
muchos años. El Sr. Whitelamb me ofreció la iglesia y
prediqué en la mañana sobre, Pedid, y se os dará.31 En la
tarde prediqué sobre la diferencia entre la justicia de la ley
y

28
Lc. 5.24.
29
Lc. 18.13.
30
Hch. 16.30. 31 Mt.7.7.
la justicia de la fe.32 El templo no pudo dar cabida a toda la
gente, muchos de los cuales vinieron desde muy lejos.
Confío que no fue en vano.
174 Diarios, Tomo 1
A las seis prediqué por última vez en el cementerio
de Epworth (teniendo que salir del pueblo a la mañana
siguiente) a una vasta multitud congregada de todas partes,
sobre el comienzo del Sermón del Monte de nuestro Señor.
Continué entre ellos por cerca de tres horas y no sabíamos
como dejarlos. Que nadie piense que su trabajo de amor se
pierde cuando los frutos no aparecen inmediatamente. Mi
padre trabajó aquí cerca de cuarenta años, pero vio pocos
frutos de todo su trabajo. También yo pasé muchas penas
entre ellos y parecía que había gastado mis fuerzas en vano,
pero ahora el fruto aparecía. No había casi nadie en el
pueblo de quien, tanto mi padre como yo, no hubiéramos
experimentado anteriormente alguna aflicción, pero la
semilla sembrada hacía tanto tiempo ahora germinaba y
traía el arrepentimiento y el perdón de los pecados.
MARTES 22. Tuve una larga conversación con el Sr.
Simpson y estoy completamente convencido que lo que él
hace lo hace en rectitud de su corazón. Mas es guiado en
miles de errores por un principio equivocado (el mismo que
muchos ya sea por ignorancia o por maldad la achacan al
cuerpo de personas llamadas metodistas) al hacer de las
impresiones interiores su regla de acción, y no la Palabra
escrita.
Cerca de las ocho dejé a Donington Park y antes del
mediodía llegué a Markfield. Nos hospedamos en Coventry
y al siguiente día, miércoles 23, por la tarde llegamos a
Evesham. Prediqué a las ocho. Hubo muchos que llegaron

32
Ro.10.5-6.
con el plan de perturbar al resto, pero no abrieron sus bocas.
VIERNES 30. Alrededor de las tres de la tarde fui a
ver a mi madre y encontré que su fin estaba cerca. Me senté
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 175
en un lado de su lecho. Ella estaba en su último conflicto,
impedida de hablar, pero creo que bastante razonable. Su
mirada era de calma y serenidad y sus ojos fijos hacia
arriba, mientras nosotros encomendábamos su alma a Dios.
De tres a cuatro la cadena de plata se iba quebrando y la
rueda se rompía sobre el pozo, 33 entonces, sin ninguna lucha
o señal de gemido, su alma fue puesta en libertad. Nos
paramos alrededor de su cama y cumplimos con su último
deseo, pronunciado un poco antes de que perdiera el habla:
«Hijos, tan pronto como sea liberada, canten un salmo de
alabanza a Dios».
DOMINGO primero de agosto. Alrededor de las
cinco de la tarde, reunidos con un innumerable grupo de
personas, encomendé a la tierra el cuerpo de mi madre para
que descansara con sus padres. La porción de la Escritura de
la cual más tarde hablé fue: «Y vi un gran trono blanco y al
que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la
tierra y el cielo y en ningún lugar se encontró para ellos. Y
vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y
los libros fueron abiertos... Y fueron juzgados los muertos
por las cosas que estaban escritas en los libros según sus
obras.»34 Fue una de las más solemnes reuniones que hasta
ahora había visto o espero ver de este lado de la eternidad.
Colocamos una piedra sencilla a la cabecera de su
tumba, inscrita con las siguientes palabras:

33
Ec. 12.6.
34
Ap.20.11-12.
Aquí yace el cuerpo de la Sra. Susana Wesley, la hija más joven y
última sobreviviente del Dr. Samuel Annesley.
Con segura e inmutable fe se eleva Reclama
su mansión, celestial morada
Humilde mujer de Cristo esperanza lleva, La
cruz excelsa por corona bien ganada.
176 Diarios, Tomo 1
Verdadera hija de aflicción lo era Forjada en
el dolor y la miseria, horrores Dolida en larga
noche de pesares y temores, Noche de
catorce lustros, su quimera. El Padre
entonces reveló a su Hijo Al partir el pan, su
espíritu bendijo,
Confía, al final, sus pecados ha perdonado, Le abre
el cielo, por ella tan ansiado. En el cielo, feliz
reunión se ha ganado «Arriba, mi amor», oyó el
angelical llamado Respondió luego, «Allá voy» con
singular honor, Y cual cordero, entregó su vida y
alma a su Señor.
No puedo continuar sin dejar de mencionar que ella
también (que así como su padre y abuelo; su esposo y tres
hijos) había sido, en su medida y grado, predicadora de la
justicia. Esto lo supe por una carta escrita hace mucho
tiempo a mi padre, parte de la cual la incluyo aquí:
Febrero 6, 1711-12
...Como soy mujer, soy también ama de casa de una familia numerosa.
Y aunque el cargo superior de las almas contenido en ello recae sobre ti,... en tu
ausencia no puedo menos que velar sobre cada alma que dejas bajo mi cuidado
como un talento encomendado a mi bajo una confianza del gran Señor de todas
las familias, tanto en el cielo como en la tierra. Y si fuera infiel a él o a ti, no
cumpliendo con mejorar esos talentos, ¿cómo podré contestarle cuando él me
exija rendir cuenta de mi mayordomía?
Estos y otros pensamientos parecidos al comienzo me hicieron tomar
mucho más cuidado de las almas de mis hijos y sirvientes. Así también, puesto
que conozco que nuestra religión requiere una estricta observancia del día del
Señor y no pienso que respondemos completamente a la finalidad de la
institución yendo a la iglesia, a no ser que llenemos los espacios de tiempo
intermedio por otras acciones de piedad y devoción, pensé que era mi deber
dedicar parte del día a la lectura e instrucción de mi familia... Y estimo que el
tiempo dedicado a estos menesteres es más aceptable a Dios que si los hubiera
dedicado a mis propias devociones privadas.
Este fue el comienzo de mi presente práctica. El que otras personas
vinieran y se unieran a nosotros fue accidental. Nuestro mozo se lo dijo a sus
padres, quienes primero pidieron ser admitidos, y después otros que se
enteraron rogaban que se les admitiese también. Así nuestro grupo aumentó a
casi treinta y rara vez excedió a los cuarenta el pasado invierno...
Tan pronto te fuiste a Londres la última vez encontré el relato de los
misioneros daneses. Creo que nunca estuve más conmovida con cualquier otra
cosa... No pude dejar de pasar gran parte de aquella noche alabando y adorando
la divina bondad por inspirarles con tal celo ardiente para su gloria... Por
muchos días, no pude dejar de pensar en eso, o hablar de otra cosa. Por fin se
me ocurrió que aunque no fuera hombre, ni ministro, si mi corazón estaba
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 177
sinceramente dedicado a Dios y yo inspirada con un verdadero celo por su
gloria, podría hacer algo más de lo que hago. Pensé que podría orar más por
ellos y hablar con quienes converso con más cálido afecto. Decidí empezar con
mis propios hijos, y con ellos utilicé el siguiente método. Tomar una porción de
tiempo según pueda cada noche para conversar con cada hijo por separado. El
lunes hablo con Molly; el martes con Hetty; el miércoles con Nancy; el jueves
con Jacky; el viernes con Patty; el sábado con Charles y con Emily y Suky
juntas el domingo.
Con aquellos pocos vecinos que entonces vinieron a verme conversé
con más libertad y afecto. Escogí los mejores sermones y de mayor avivamiento
que tenemos. Pasé mucho más tiempo con ellos en estos ejercicios sin
preocuparme sobre el éxito de mi empresa.
A partir de entonces nuestro grupo aumentaba cada noche ya que no
me atrevía a negar a nadie que pidiera ingreso. El domingo creo que tuvimos
más de doscientos y muchos se retiraron porque no había lugar en el cuarto
donde pararse.
Dejamos a un lado todas las preocupaciones temporales, sin darles
lugar en nuestra sociedad. A nadie se le permite mezclar cualquier conversación
de esa índole con nuestra lectura o canto. Atendemos sólo a los asuntos del día y
cuando terminamos, todos nos vamos a casa.
No puedo concebir por qué alguien deba pensar mal de ti, porque tu
esposa se esfuerce en traer gente a la iglesia e impedirles que profanen el día del
Señor, leyéndoles y usando otros medios de persuasión. De mi parte, no le doy
importancia a ninguna censura sobre este asunto. Hace tiempo que le di la mano
[de despedida] al mundo. De todo corazón deseo no haberles dado nunca a ellos
más razón que ésta para hablar contra mí.
De que esto parezca algo extraño, digo que sí. Y lo mismo es cierto de
casi cualquier cosa seria o que en alguna forma pueda adelantar la gloria de
Dios o la salvación de almas...
En cuanto a tu propuesta de que otra persona lea, desgraciadamente,
tú no sabes la clase de gente que es ésta. No creo que ningún hombre entre ellos
puede leer un sermón, sin deletrear una buena parte del mismo. Ni nadie en
nuestra familia tiene una voz lo suficientemente fuerte para que se escuche por
este número de personas...
Sin embargo, hay una cosa por la cual estoy muy descontenta, y es la
presencia de estas personas en las oraciones de la familia. Lo que me preocupa
no es que haya tantos presentes, pues quienes tienen el honor de hablarle al gran
y santo Dios no necesitan tener vergüenza de hacerlo delante de todo el mundo,
sino que debido a mi sexo dudo si es apropiado para mí presentar las oraciones
del pueblo de Dios.35 El domingo pasado con mucho gusto los hubiera
despedido antes de las oraciones, pero ellos me rogaron con tanta sinceridad
para quedarse que no me atreví a negárselo...
Al Revdo. Mr. Wesley, en el cementerio de St. Margaret, Westminster.

Para el beneficio de quienes están dedicados, como


lo estaba ella, al cuidado de una familia numerosa, no puedo
178 Diarios, Tomo 1
sino agregar una carta más, que recibí de ella hace muchos
años.
Julio 24, 1732
Querido Hijo,
De acuerdo a tu deseo he recolectado las reglas principales que
observé al educar a mi familia, las que te envío según vienen a mi mente y que
tú puedes (si crees que pueden ser de utilidad para alguien) disponer de las
mismas en el orden que te plazca.
Los niños fueron siempre puestos en un método regular de vida en las
cosas que eran capaces de hacer, desde su nacimiento; como en vestirse y
desvestirse, cambiar sus ropas de cama, etc. El primer trimestre lo pasaban
generalmente durmiendo. Después de esto, cuando era posible, se les ponía
despiertos en sus cunas y se les mecía para dormir y así se les continuaba
meciendo hasta que despertaban. Esto se hacía para llevarlos a un curso regular
de sueño que al principio era de tres horas en la mañana y tres horas en la tarde,
después dos horas hasta que no necesitaban más.
Cuando cumplían un año (y algunos antes) se les enseñaba a temer la
vara y a llorar suavemente. Por este medio escapaban de muchas correcciones
que de otra manera hubieran podido haber tenido, y así rara vez se oía en la casa
aquella bulla odiosa del llanto de los niños. La familia generalmente vivía en la
mayor quietud como si allí no hubiera niños entre ellos.
Tan pronto como llegaban a ser lo suficientemente fuertes se les
limitaba a tres comidas diarias. En la cena sus pequeñas mesas y sillas eran
colocadas junto a la nuestra, desde donde podían ser vigilados. Ellos podían
comer y beber cerveza débil tanto como querían, pero no podían pedir otras
cosas. Si querían algo le hablaban en voz baja a la sirviente que les atendía y
quien a la vez venía y me hablaba. Tan pronto podían manejar el cuchillo y el
tenedor se sentaban en nuestra mesa. Nunca se les permitió escoger su carne,
sino que siempre se les hacía comer lo que se proveía para la familia.

35
Lo que le preocupa es que, al orar dirigiendo a todo el pueblo, y no sólo a su
familia, parece estar tomando oficios sacerdotales. La frase «las oraciones del
pueblo» se refiere a la oración de intercesión que normalmente eran dirigidas
por el ministro oficiante. [N. del Ed.]
En las mañanas tenían siempre carne de comer con cuchara, y a veces
en las noches, pero cualquier cosa que tenían, nunca se les permitía comer en la
misma comida más de una de ellas, y escasamente lo suficiente. No se les
permitía comer o beber entre comidas, a no ser en caso de enfermedad, lo que
sucedía pocas veces. No podían ir a la cocina a pedir nada a los sirvientes,
cuando ellos comían; pero si se sabía que lo habían hecho con seguridad
recibían su castigo y los sirvientes una severa reprimenda.
A las seis tan pronto como terminaban las oraciones familiares, los
niños tenían su cena. A las siete la sirvienta los aseaba y comenzando con la
menor los desvestía y los acostaba a todos a las ocho. A esa hora la sirvienta los
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 179
dejaba despiertos en sus respectivos cuartos porque en nuestra casa no se
permitía tal cosa como sentarse junto a un niño hasta que se quedara dormido.
Los niños estaban tan acostumbrados a comer y beber lo que se les
daba que cuando cualquiera de ellos estaba enfermo no era difícil hacerles
tomar la medicina más desagradable. No se atrevían a rechazarla, aunque
algunos de ellos la vomitaban. Menciono esto para demostrar que a una persona
se le puede enseñar a tomar cualquier cosa, excepto cuando el estómago la
rechaza.
Para formar las mentes de los niños, lo primero que se debe hacer es
conquistar su voluntad y llevarlos a un carácter de obediencia. Desarrollar el
entendimiento es una tarea de tiempo y con los niños debe procederse gradual y
lentamente y de acuerdo a lo que pueden captar. Mas el sometimiento de la
voluntad es algo que debe ser hecho de inmediato, y cuanto antes mejor. Ya que
si se descuida la corrección a tiempo, adquieren una terquedad y obstinación
que es difícil después de vencer y nunca sin usar tal severidad que sería tan
doloroso para mí como para el niño. El mundo considera bondadosos a los
padres que no corrigen, e indulgentes a los que yo llamo padres crueles, pues les
permiten a sus hijos adquirir hábitos que los padres saben que más tarde deben
ser corregidos. Algunos llegan a estar tan estúpidamente encariñados que como
por diversión enseñan a sus hijos a hacer cosas tales que poco tiempo después
tienen que castigarles severamente por haberlas hecho.
Cada vez que un niño es corregido debe ser conquistado y esto no
debe ser difícil, si es que no se le ha permitido crecer testarudo por exceso de
indulgencia. Cuando la voluntad del niño está totalmente sometida y es llevada
a honrar y a presentarse con reverencia ante los padres, entonces una gran parte
de los desatinos e inadvertencias de la niñez pueden dejarse pasar. Algunos de
éstos se les debe pasar por desapercibidos, otros no deben tomarse en cuenta, y
otros deben ser suavemente reprendidos. Sin embargo, ninguna transgresión
intencional debe ser perdonada sin castigo, mayor o menor según la naturaleza y
circunstancias de la ofensa lo requieran.
Insisto sobre conquistar la voluntad del niño desde temprano, porque
ésta es la única fuerte y racional fuente de la educación religiosa. Sin esto, los
preceptos y ejemplos no tendrían efecto. Cuando esto es concienzudamente
hecho, entonces el niño es capaz de ser gobernado por la razón y la piedad de
sus padres hasta que su propio entendimiento madure y los principios de
religión hayan tomado raíz en su mente.
No puedo dejar todavía este tema. Como la voluntad propia es la raíz
de todo pecado y miseria, así todo lo que fomente esto en los niños asegurará
más tarde su desdicha e irreligiosidad, y todo aquello que reprima y subyugue la
voluntad propia promueve su futura felicidad y piedad. Esto es más evidente si
consideramos además que la religión no es otra cosa que el hacer la voluntad de
Dios y no la nuestra. El único gran impedimento a nuestra felicidad temporal y
eterna es esta voluntad propia. Ninguna satisfacción de esta voluntad puede ser
trivial y ninguna negación desventajosa. El cielo o el infierno dependen sólo de
esto. Así que el padre que estudia vencer esto en su hijo trabaja junto con Dios
en la renovación y salvación de un alma. El padre que consiente a su hijo hace
el trabajo del diablo, hace que la religión sea impracticable, la salvación
180 Diarios, Tomo 1
inalcanzable. En fin hace todo cuanto está a su alcance para condenar a su hijo,
en alma y cuerpo, para siempre.
A los niños de esta familia se les enseñó, tan pronto como pudieron
hablar, el Padre Nuestro; y se les hacía decirlo siempre al levantarse y al
acostarse siempre. Conforme crecían se les añadía una corta oración por sus
padres, algunas de las oraciones llamadas colectas, un corto catecismo y algunas
porciones de la Escritura, según la capacidad de sus memorias.
Desde muy temprano se les hacía distinguir el día de descanso de los
otros días, antes de que pudieran hablar o caminar. Pronto se les enseñaba a
estar quietos en las oraciones familiares y a pedir una bendición inmediatamente
después, que solían hacer por señales antes de arrodillarse o de hablar.
Se les hizo saber pronto que no obtendrían nada por medio del llanto y
fueron instruidos a pedir con cortesía lo que querían. No se les permitía pedir
aun al sirviente de menor categoría por algo sin decir, «Por favor, deme tal
cosa», y la sirvienta era reprendida si le permitía omitir esa palabra. Tomar el
nombre de Dios en vano, maldecir y blasfemar, profanar, obscenidad, rudeza o
apodos despectivos nunca se oían entre ellos. Tampoco se les permitía llamarse
uno al otro por sus nombres propios sin la adición de «hermano» o «hermana».
A ninguno de ellos se le enseñó a leer hasta que cumplió cinco años,
excepto a Kezzy, en cuyo caso estuve vencida y ella tomó más años en aprender
a leer que el resto había hecho en meses. El método de enseñanza era el
siguiente. El día antes que el niño empezara a aprender, la casa se ponía en
orden, a cada uno se le asignaba su trabajo y se les ordenaba que nadie debía
entrar en la habitación de nueve a doce o de dos a cinco, que, como tú sabes,
eran las horas de clases. Un día era dedicado para que el niño aprendiera las
letras y cada uno de ellos en ese tiempo aprendió todas las letras, mayúsculas y
minúsculas, excepto Molly y Nancy, que estuvieron un día y medio antes de
saberlas perfectamente. Pensé que eran muy lentas, pero desde que he
observado el tiempo que toman otros niños en aprender la cartilla, he cambiado
de opinión. Pero la razón por lo que pensé de ellas así fue porque el resto las
aprendieron muy rápidamente y tu hermano Samuel, que era el primer hijo que
enseñé, aprendió el alfabeto en pocas horas. El cumplió cinco años de edad el l0
de febrero, al día siguiente el empezó a aprender, y tan pronto como aprendió
las letras comenzó a leer el primer capítulo de Génesis. Se le enseñó a deletrear
el primer versículo, después a leerlo una y otra vez, hasta que pudo leerlo de
corrido sin ninguna indecisión. Así continuó al segundo versículo, etc. hasta que
tuvo diez versículos por lección, lo cual hizo con rapidez. Semana Santa vino
temprano ese año y para Pentecostés él podía leer muy bien un capítulo. Leía
continuamente y tenía una memoria tan prodigiosa que no recuerdo que alguna
vez le haya tenido que decir la misma palabra dos veces.
Lo que era más extraño todavía, cualquier palabra que había
aprendido en su lección la reconocía dondequiera que la veía, ya fuera en su
Biblia o en cualquier otro libro, por lo que aprendió muy pronto a leer cualquier
autor inglés.
El mismo método fue usado con todos los niños. Tan pronto como
ellos conocían las letras se les ponía primero a deletrearlas; leían una línea,
luego un verso y nunca salían hasta que fueran perfectos en su lección, ya fuera
corta o larga. Así que uno u otro continuaba leyendo en las horas de clases, sin
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 181
descanso, y antes de dejar las clases cada niño leía lo que había aprendido
aquella mañana. Y antes de salir en la tarde, leían lo que habían aprendido ese
día.
No había tal cosa ni se permitía hablar en voz alta o jugar, sino que
cada uno se mantenía ocupado en sus tareas durante las seis horas de clase. Es
casi increíble lo que puede aprender un niño en un trimestre del año, con
esforzada dedicación, si cuenta con una capacidad razonable y tiene buena
salud. Todos los niños, excepto Kezzy, podían leer mejor en ese período de
tiempo que la mayoría de las mujeres pueden hacerlo en toda su vida.
Levantarse de sus asientos o salir de la clase no era permitido a no ser
que fuera por una razón justificada. Correr en el patio, jardín o la calle, sin
permiso, siempre se consideraba como una ofensa mayor.
Por algunos años nos fue muy bien. Nunca estuvieron los niños en
mejor disposición. Nunca hubo niños mejor dispuestos a la piedad o más sujetos
a sus padres hasta después de aquel fuego que ocasionó la fatal dispersión de los
niños entre varias familias. En estas familias fueron dejados en plena libertad
para conversar con la servidumbre, cosa que antes había sido restringido, y salir
a la calle y jugar con cualquier niño, buenos o malos. Pronto aprendieron a
descuidar la estricta observancia del día del descanso y aprendieron muchas
canciones y cosas malas que antes desconocían. Aquella conducta cívica que era
admirada por quienes los veían en casa se perdió en gran medida y adquirieron
un acento grosero y modales rudos que sólo fueron reformados con gran
dificultad.
Cuando la casa fue reconstruida y los niños traídos a casa, iniciamos
una estricta reforma. Así comenzamos la costumbre de cantar salmos a la
entrada y salida de las clases, mañana y tarde. Establecimos un retiro general a
las cinco de la tarde donde el mayor se encargaba del menor que podía hablar, y
el segundo al siguiente, para leerles los salmos del día y un capítulo del Nuevo
Testamento. En las mañanas se leían los salmos y un capítulo del Antiguo
Testamento. Después iban a sus oraciones privadas, antes de tomar desayuno o
reunirse con la familia. Doy gracias a Dios por esta costumbre que aún
permanece entre nosotros.
Había varias normas practicadas entre nosotros, que se me han
escapado de la memoria. De otra manera la hubiera insertado en el lugar
apropiado. Pero las menciono aquí porque creo que son útiles.
1. Se había observado que la cobardía y el temor al castigo
conducen a los niños a mentir, hasta que lo hacen una costumbre no pueden
dejar. Para prevenir esto, se hizo una norma que cualquiera que fuera culpado
de una falta, de la cual era culpable, si la confesaba sinceramente y prometía
enmendarse, no se le pegaría. Esta norma evitó muchas mentiras y hubiera sido
mejor si uno de la familia lo hubiera también observado. 36 Pero no se le podía
persuadir y por lo tanto muchas veces algunos se aprovechaban de él mediante
falsas opiniones y equívocos que nadie hubiera usado (sino uno) si se les
hubiera tratado con bondad. Y algunos, a pesar de todo, hablaban siempre la
verdad.
2. Que ninguna acción pecadora, como mentir, robar, jugar en
la iglesia o en el día del Señor, la desobediencia, las peleas, etc., debería quedar
sin castigo.
182 Diarios, Tomo 1
3. Que ningún niño debía ser reprendido o golpeado dos veces
por el mismo incidente, y si ellos enmendaban su error nunca se les echaría en
cara después.
4. Que cada acción importante de obediencia, especialmente
cuando iba en contra de sus propias inclinaciones, debería ser siempre elogiada
y con frecuencia premiada, según al mérito de la causa.
5. Que si alguna vez un niño ejecutara un acto de obediencia, o
hiciera cualquier cosa con la intención de agradar, aunque lo realizado no fuese
del todo bueno, la obediencia y la intención debían ser aceptadas con bondad y
al niño dirigirlo con ternura sobre cómo hacerlo mejor en el futuro.
6. Que la propiedad debe ser inviolablemente preservada, y a
nadie se le permitía invadir la propiedad de otro ni siquiera en lo mínimo,
aunque fuera por el valor de un centavo o un alfiler. Que nadie podía tomarlo
sin, y mucho menos contra, el consentimiento del dueño. Esta norma nunca
puede ser demasiado inculcada en la mente de los niños y de la falta de padres o
gobernantes de inculcarla como deben, procede la vergonzosa negligencia de la
justicia que podemos observar en el mundo.
7. Las promesas deben ser estrictamente cumplidas. Una vez
dado un regalo, el donante pierde el derecho, y este derecho no puede
recuperarse, sino que queda a disposición del que recibió el regalo. (De no ser
que el regalo fuera condicional y que la condición de la obligación no se haya
ejecutado.)
8. Que ninguna niña aprenda a trabajar hasta que pueda leer
correctamente y luego que pueda mantener su trabajo con la misma aplicación,
y por el mismo tiempo, que le tomó aprender a leer. Esta regla

36
Los editores de la Edición del Bicentenario suponen que se trata del padre,
Samuel Wesley.
debe ser estrictamente cumplida ya que al poner niñas a aprender a coser antes
de que puedan leer perfectamente es la razón principal por lo que tan pocas
mujeres pueden leer lo suficientemente bien como para ser escuchadas y nunca
lo suficientemente bien comprendidas.

MARTES 31. Volví a leer la vida de ese buen y


sabio (aunque muy errado) hombre, Gregorio López.
Ciertamente, su biógrafo (del cual el propio Gregorio no era
digno) piensa alabarlo al decir que López «le atribuía todas
sus virtudes a los méritos y mediación de la Reina de los
Cielos».
LUNES 6 de septiembre. Encontrando que muchos
habían sido ofendidos por el sermón que prediqué el viernes
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 183
en la noche, especialmente aquéllos que se suponía eran
fuertes en la fe, decidí examinar el asunto a fondo.
En conformidad invité a M.C., M.F., E.H., A.G. y
unos pocos más para reunirnos con Sarah Cl____, Jane
J____n y Ann P____, a quienes les habían más por sobre los
puntos en cuestión. Escuché a cada uno de ellos relatar su
experiencia sin limitaciones. Después los examiné varias
veces tocante a las circunstancias que no entendía y sobre
las cuales también hablé con otros. En todo esto aprobé de
sus experiencias (porque estaban de acuerdo a la Palabra
escrita) en cuanto a su sentir al Espíritu de Dios, que obraba
en ellos paz, alegría y amor. Pero en cuanto a lo que algunas
de ellas dijeron más adelante en relación a sentir la sangre
de Cristo corriéndoles por los brazos o bajándoles por las
gargantas o derramada sobre sus pechos o corazones, les
dije francamente que lo más que podía permitirles, sin
renunciar a la Escritura y a la razón, era que algunas de
estas circunstancias podrían ser de Dios (aunque no podía
afirmar que fueran), quien estaría obrando de manera no
usual. Estas circunstancias, les dije, no eran esenciales ya
sea para la justificación o la santificación. Y les dije además
que todo lo
184 Diarios, Tomo 1

demás lo acepto como simples sueños vacíos de una


imaginación ardiente.
MIÉRCOLES 8. Observé el fermento del quietismo
no ha sido eliminado de entre nosotros. Uno de nuestros
hermanos dijo que se sentía incómodo porque había
descuidado voluntariamente la Cena del Señor. Otro
respondió: «Entonces su fe es débil, pues de lo contrario su
tranquilidad no podría ser sacudida por cosas tan
pequeñas.» Ciertamente, pienso que tales cosas «pequeñas»
sacudirán la tranquilidad de cualquier creyente, como debe
hacerlo el quebrantamiento voluntario de cualquier
mandamiento de Dios. Si esto no nos sacude, estamos
dormidos en los brazos del diablo.
VIERNES 29. Expliqué extensamente el texto
«donde está el espíritu del Señor, allí hay libertad»,37
especialmente, libertad para obedecer la completa voluntad
de Dios, ser y hacer todo lo que él ha ordenado; en una
palabra, amar a Dios con todo nuestro corazón y servirle
con todas nuestras fuerzas.
MIÉRCOLES 3 de noviembre. Dos de aquellos que
se llaman «profetas» deseaban hablar conmigo. Me dijeron
que eran enviados de Dios con un mensaje para mí, el cual
era que muy pronto yo debería «nacer de nuevo». Uno de
ellos añadió que ellos se quedarían en la casa hasta que esto
sucediera, a no ser que yo les echara. Les contesté
seriamente, «No les echaré», y los conduje al salón de la
sociedad. Había un frío tolerable y ellos no habían comido
ni bebido. Sin embargo, allí se sentaron desde la mañana
hasta la noche. Se retiraron calladamente y no he oído nada
más de ellos desde entonces.

37
2 Co. 3.17.
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 185

DOMINGO 7. Terminé la Epístola a los Hebreos,


esa fuerte barrera contra la muy prevaleciente imaginación
de que los privilegios de los creyentes cristianos deben ser
medidos por los de los judíos. De ninguna manera: los
cristianos están bajo un mejor pacto, 38 establecido sobre
mejores promesas; y aunque «la ley no hizo nada perfecto»,
no hizo a nadie perfecto en santidad o felicidad, no
obstante, la introducción de una mejor esperanza, por la
cual ahora nos acercamos a Dios,39 es la gran verdad
continuamente inculcada y que corre a través de toda esta
Epístola.
JUEVES 18. No pude menos que observar las
diferentes maneras en que Dios se agrada de trabajar en
diferentes lugares. La gracia de Dios fluye aquí con un
torrente más amplio que al principio en Bristol o en
Kingswood. Sin embargo, no tan profundo. Pocos son los
completamente convencidos de pecado y escasos son los
que pueden dar testimonio de que el Cordero de Dios les ha
quitado sus pecados.
JUEVES 25. En la noche Dios tuvo a bien herir a
muchos más que estaban quietos y tranquilos. No pude
menos que observar que aquí la «mejor gente», así
llamados, estaban tan profundamente convencidos de
pecado como cualquier pecador. Muchos de éstos estaban
ahora obligados a gritar en alta voz por la intranquilidad de
sus corazones; y generalmente no eran jóvenes (como en la
mayoría de otros lugares), sino de edad madura o avanzados
en años.
Nunca vi una obra de Dios, en ningún otro lugar, tan
simple y gradualmente llevada a cabo, pero continuó
aumentando paso a paso. Parecía que no se hacía mucho de
38
He. 8.6.
186 Diarios, Tomo 1
39
He. 7.19.
una vez, como frecuentemente se había hecho en Bristol o
en Londres, pero algo se hacía cada vez. Lo mismo sucede
con algunas almas en particular. No vi a ninguna en aquel
triunfo de fe que ha sido muy común en otros lugares. Pero
los creyentes prosiguen, con calma y firmeza. Dejemos que
Dios haga su obra como le parezca mejor a él hacerla.
JUEVES 30 de diciembre. Examiné cuidadosamente
a quienes habían gritado últimamente en la congregación.
Encontré que algunos de ellos no podían relatar de modo
alguno la causa de lo que habían hecho, sino solamente que
de pronto se habían derribado, pero no sabían cómo, ni
tampoco lo que dijeron e hicieron después. Otros podían
solamente recordar que estaban atemorizados, pero no
podían decir a qué le tenían miedo. Varios dijeron que le
tenían miedo al diablo, y esto era todo lo que sabían. Unos
pocos dieron un relato más inteligente del penetrante
sentido que habían tenido entonces de sus pecados, interior
y exterior, los cuales les rodeaban como en despliegue.
También del terror en que estaban de la ira de Dios y el
castigo que habían merecido y en el cual parecía que
estaban cayendo, sin forma alguna de escapar. Uno de ellos
me dijo: «Yo estaba como si me estuviera cayendo del lugar
más alto que jamás había visto. Pensé que el diablo me
estaba empujando y que Dios me había abandonado.» Otro
dijo: «Sentí el mismo fuego del infierno ya encendido en mi
pecho y todo mi cuerpo estaba con tanto dolor como si ya
hubiera estado en una ardiente caldera.» ¿Qué sabiduría es
la que se atreve a reprender a éstos, diciendo que deben
permanecer silenciosos? ¡De ningún modo! Dejen que
clame por Jesús de Nazaret hasta que le diga, tu fe te ha
salvado.40
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 187
40
Mr. 10.52.
A las once prediqué mi sermón de despedida en la
Plaza del Hospital. Nunca antes vi tal congregación allí ni
tampoco hablé con tanta exigencia. No pude concluir hasta
la una; y luego hombres, mujeres y niños me seguían de tal
manera que no sabía cómo deshacerme de ellos. Después de
un rato llegué a la puerta y tomé el caballo, pero aun
entonces una «mujerona» (como alguien la llamó en un
ataque de cólera) se agarró y corrió a un lado del caballo, en
la dicha y en la desdicha, hasta Sandgate. Jonathan Reeves
viajaba conmigo. Llegamos a Darlington aquella noche y a
Boroughbridge al día siguiente.
¡Qué estímulo tenemos para hablar de Dios! En
nuestro hospedaje conocimos a un anciano, quien pareció
por su conversación que nunca había pensado si tenía alma
o no. Antes de salir le hablé unas pocas palabras en relación
a su maldecir y su frívola conversación. El hombre parecía
que se había hecho pedazos. Las lágrimas aparecieron en
sus ojos y reconoció (con abundancia de gracias a mí) su
propia culpa y la bondad de Dios.

VIERNES 11 de febrero de 1743. Visité al pobre


Joseph Hodges, quien después de haber sufrido por largo
tiempo todos los engaños del enemigo había sido finalmente
persuadido, por su fatal consideración al Sr. Hall, a
abandonar a mi hermano y a mí. Pero había aprendido
perfectamente el uso de sus armas. Estaba tan «feliz», tal
«pobre» pecador, que producir Escritura o juicio contra él
era como dar palos al aire.
VIERNES 18. Me dirigí a Newcastle. Averiguamos
en Poppleton, un pequeño pueblo tres millas más allá de
York, y al oír que no había otro pueblo cerca, decidimos que
era mejor quedarnos allí. Había una Biblia en la ventana y
188 Diarios, Tomo 1

mi compañero de viaje le preguntó a la señora de la casa


que si ella la leía. Respondió: «Señor, no puedo leer, por
mala fortuna. Pero aquella muchachona es una estudiante
excepcional: no le importa si no mira nunca a un libro. Lo
único que le interesa es jugar.» Pronto comencé a hablarle
al dueño de la casa, mientras que la anciana se me acercaba
más y más. La muchacha continuaba hilando. De repente
paró la rueda, rompió en llantos, y en compañía con todos
los otros que estaban en la casa, devoraron nuestras palabras
de tal forma que no sabíamos cómo salir de la casa.
En la tarde llegamos a Boroughbridge y el sábado 19
a Newcastle.
MARTES 8 de marzo. En la tarde prediqué en un
lugar llano de los terrenos comunes cerca de Chowdean. Me
encontré que habíamos llegado al norte de Kingswood.
Veinte o treinta niños desenfrenados corrían alrededor
nuestro tan pronto como llegamos, mirándonos con
asombro. No se podía decir de ellos si estaban propiamente
vestidos o desnudos. Uno de los más grandes, (una niña
como de quince años), tenía un pedazo de frazada sucia y
harapienta que de cierta manera le colgaba a un costado.
Sobre la cabeza tenía una especie de gorra de la misma tela
y color. Mi corazón se enterneció sobremanera por ellos.
Parecían como si me hubieran tragado con gusto,
especialmente mientras les explicaba estas palabras:
«Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él
se os anuncia perdón de pecados.41
SÁBADO 12. Concluí mi segunda etapa de visitas,
en la cual particularmente me pregunté sobre dos cosas: (1)
el caso de quienes casi todas las noches de la semana
pasada
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 189
41
Hch. 13.38.
habían clamado en voz alta durante la predicación, (2) el
número de los que se separaron de nosotros y la razón y
ocasión de lo mismo.
En cuanto a lo primero, encontré,
(1) Que todos ellos, (pienso, sin excepción
alguna) eran personas en perfecta salud y que no habían
sufrido convulsiones de ninguna clase hasta que fueron así
conmovidos.
(2) Que esto les sobrevino a cada uno de ellos de
momento, sin previo aviso, mientras escuchaban la Palabra
de Dios o pensaban en lo que habían oído.
(3) Que en el momento en que se desplomaron,
perdieron todas sus fuerzas y se vieron afectados por fuerte
dolor.
Esto lo expresaron en diferentes maneras. Algunos
dijeron que sintieron como que si una espada los atravesaba
por todo el cuerpo. Otros, pensaron que un gran peso les
había caído encima, como si fuera a comprimirlos contra la
tierra. Algunos dijeron que estuvieron casi asfixiados de tal
manera que no podían respirar. Otros, que sus corazones se
hincharon y estaban a punto de reventar. Otros, que era
como si sus corazones, todas sus entrañas, y todos sus
cuerpos se estaban haciendo pedazos.
Estos síntomas no se los puedo achacar a cualquier
causa natural, sino más bien al Espíritu de Dios. No puedo
dudar que fue Satanás que los estaba haciendo «pedazos»,
conforme «venían a Cristo». Por lo que precedieron estos
llantos dolorosos, mediante los cuales pudo planear el
descrédito de la palabra de Dios y asustar a aquella gente
temerosa de escuchar aquella Palabra mediante la cual sus
almas podían ser salvadas.
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 190
(4) Encontré que sus mentes habían sido tan
afectadas como sus cuerpos. De esto algunos podían
escasamente dar información alguna, lo cual también
atribuyo a ese sabio espíritu que a propósito aturdía y
confundía a tantos como podía para que no pudieran ser
capaces de revelar sus planes. Otros dieron un relato claro y
preciso de principio a fin. La Palabra de Dios penetró sus
almas y los convenció de pecados interiores, así como
exteriores. Vieron y sintieron la ira de Dios habitando en
ellos y tuvieron miedo de su juicio. Y aquí el acusador vino
con gran poder, diciéndoles que no había esperanza, estaban
perdidos para siempre. Los dolores de cuerpo entonces se
apoderaron de ellos en un momento y forzaron esos fuertes
y amargos llantos.
En cuanto al segundo grupo, observé que el número
de los que abandonaron la sociedad desde diciembre 30
fueron setenta y seis:
Catorce de los mismos (en su mayoría disidentes)
dijeron que se habían retirado porque de otra manera sus
ministros no le hubieran dado los Sacramentos.
Nueve más, porque sus esposos o esposas no estaban
dispuestos a que ellos permanecieran en la sociedad. Doce,
porque sus padres no aceptaban.
Cinco, porque sus patrones y patronas no les
permitían venir.
Siete, porque sus amistades les convencieron a
dejarla.
Cinco, porque la gente decían cosas malas de la
sociedad.
Nueve, porque no querían que se rieran de ellos.
Tres, porque no querían perder la asignación de los
pobres.
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 191
Tres más, porque no tenían tiempo disponible para
venir.
Dos, porque quedaba muy lejos.
Una, porque tenía miedo de caer en convulsiones.
Uno, porque la gente era muy cruel en la calle.
Dos, porque Thomas Naisbit estaba en la sociedad.
Uno, porque no quería dar la espalda a su bautismo.
Uno, porque éramos simples miembros de la Iglesia
de Inglaterra. Y
Uno, porque todavía tenía tiempo suficiente para
servir a Dios.
El número de los que fueron expulsados de la
sociedad fue de sesenta y cuatro:
Dos, por maldecir y blasfemar.
Dos, por quebrantar habitualmente el día del Señor.
Diecisiete, por borrachera.
Dos, por vender al por menor bebidas espiritosas.
Tres, por peleas y alborotos.
Uno, por pegarle a su esposa.
Tres, por mentir habitual e intencionalmente.
Cuatro, por denunciar abusivamente y hablar mal
del prójimo.
Uno, por pereza y haraganería. Y
Veintinueve, por frivolidad y negligencia.
VIERNES 25. Ante la persistencia firme de un
papista maldiciente, blasfemo y borracho, quien sentía la
necesidad de llevarme a un estado de salvación, pasé
algunas horas leyendo un libro mañoso titulado Las bases
de la religión antigua. En las primeras treinta páginas el
autor amontona Escrituras relacionadas a los privilegios de
la iglesia. Pero todo esto es como dar golpes en el aire hasta
tanto que pruebe que los romanistas son la iglesia, es decir,
192 Diarios, Tomo 1
que una parte es el todo. ¡En el segundo capítulo usa
muchos argumentos para demostrar que «la Escritura no es
la única fuente de fe; por lo menos, no si es interpretada por
juicio privado, porque el juicio privado no tiene lugar en
asuntos de religión»! El hecho es que en este momento estás
apelando a mi juicio privado y posiblemente no puedes
dejar de hacerlo. La base de tu religión, así como la mía,
debe necesariamente descansar en esto. Primeramente,
debes (así como debo yo también) juzgar por ti mismo si
estás dispuesto o no a seguir a la iglesia. Y también cuál es
la verdadera iglesia. De otro modo, no es posible dar un
paso más adelante.
Esta noche prediqué en el casco de la nueva casa,
acerca del rico y Lázaro. Una gran multitud se encontraba
allí reunida, la mayoría de ellos se quedaron con nosotros
en vigilia ante el Señor.
MARTES 23 de agosto. Llegué a Kingswood por la
tarde y en la noche prediqué en Bristol. El miércoles 24 me
propuse investigar la verdad sobre una extraña situación que
me habían contado. Encontré que no había posibilidad de
dudar sobre la misma. El hecho real fue el siguiente:
El Reverendo Señor _____ (uso las palabras de un caballero de
Bristol, cuyo manuscrito tengo a mi lado) predicó en dos o tres iglesias sobre
estas palabras: «Tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de
ella».42 Después de mostrar las diferentes clases de disidentes de la Iglesia de
Inglaterra, quienes (según él dijo) tenían sólo apariencia de piedad, atacó mucho
de palabra a esa «nueva secta» los «metodistas advenedizos» (como él les
llamaba). Cosa que por cierto acostumbra hacer en casi todos sus sermones.
«Estos son los hombres», dijo, «a quienes San Pablo se refirió, aquellos que
tienen la forma, la apariencia exterior de la piedad, pero no el poder, porque son
lobos rapaces»,43 llenos de hipocresía. Luego infirió otras cosas lastimosas
contra ellos, pero sin ningún color de la verdad, y advirtió a su congregación a
«alejarse» de ellos y no ofrecerles el favor de Dios, para que no se hagan
partícipes de sus malas obras.

42
2 Ti.3.5.
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 193
43
Mt.7.15.
Poco después él iba a predicar en la Iglesia de San Nicolás. Había
usado dos veces el texto antes mencionado, cuando repentinamente fue acosado
por un crujido en su garganta, seguido por un horrible gemido. Cayó de espalda
contra la puerta del púlpito, abriéndola estrepitosamente; y hubiera rodado por
las escaleras a no ser por un grupo de personas que lograron agarrarlo y sacarlo,
ya que parecía muerto, a la sacristía. En dos o tres días recuperó sus sentidos y
al siguiente domingo, ¡se murió!
En la noche, la palabra de Dios fue verdaderamente
rápida y poderosa. Después de la predicación quise
reunirme con los hombres, así como con las mujeres, pero
no pude hablarles. El espíritu de oración estaba derramado
sobre nosotros de tal forma que sólo podíamos hablarle a
Dios.
Habiendo tenido por algún tiempo el deseo de
reunirme con el Sr. Whitefield y en lo posible cortar
cualquier disputa innecesaria, puse por escrito mis
sentimientos, tan simplemente como pude, en los siguientes
términos:
Hay tres puntos en debate: (1) la elección incondicional; (2) la gracia
irresistible; (3) la perseverancia final.
En relación a lo primero, la elección incondicional, creo:
Que Dios, antes de la creación del mundo, eligió incondicionalmente
a ciertas personas para hacer ciertas obras, como a
Pablo para predicar el evangelio;
Que él ha elegido incondicionalmente a algunas naciones a escuchar
el evangelio, como Inglaterra y Escocia ahora y a muchas otras en el pasado;
Que él ha elegido incondicionalmente a algunas personas con muchas
ventajas peculiares, con relación a cosas temporales y espirituales; No niego
(aunque no puedo probarlo):
Que él ha elegido incondicionalmente a algunas personas, por tanto,
eminentemente nombrados, los elegidos, para gloria eterna.
Pero no puedo creer:
Que todos aquellos que no son elegidos para gloria deben perecer
eternamente; o
Que haya un alma sobre la tierra que no haya tenido ni tendrá una
posibilidad de escapar la maldición eterna.
En relación al segundo punto, la gracia irresistible, creo:
Que la gracia que trae fe y por lo tanto, salvación para el alma, es
irresistible en aquel momento;
Que la mayoría de los creyentes pueden recordar alguna vez cuando
Dios les convenció irresistiblemente del pecado;
194 Diarios, Tomo 1
Que la mayoría de los creyentes una que otras veces encuentran a
Dios actuando irresistiblemente sobre sus almas;
No obstante, creo acerca de la gracia de Dios que antes y después de
aquellos momentos, puede ser y ha sido, resistida; y
Que en términos generales, ésta no actúa irresistiblemente, pero que
podemos o no podemos estar de acuerdo con esto.
No niego:
Que en aquellos eminentemente nombrados «los elegidos» (si los
hubiera) la gracia de Dios es tan irresistible que ellos no pueden hacer otra cosa
que creer y ser finalmente salvos.
Pero no puedo creer:
Que todos aquellos deben ser condenados en quienes la gracia de Dios
no se manifiesta irresistiblemente; o
Que haya un alma sobre la tierra que no tiene o nunca ha tenido,
ninguna otra gracia que la que de hecho sólo aumenta su condenación y que sea
el plan de Dios hacerlo así.
En relación al tercer punto, la perseverancia final, me inclino a creer:
Que hay un estado accesible en esta vida, del cual el humano no
puede finalmente caer; y
Que ha obtenido esto quien es, según el relato de San Pablo, «una
nueva criatura»; esto es, quien puede decir, «las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas44 en mí».
Y no niego:
Que todos aquellos eminentemente llamados «los elegidos»
infaliblemente perseverarán hasta el final.

MIÉRCOLES 31. Hablé con los de la sociedad en


varias ocasiones, los que eran alrededor de ciento veinte.
Cerca de cien de ellos habían encontrado la paz con Dios.
Tal es la bendición de ser perseguido por causa de la
justicia.45 En camino a la iglesia a las once, un numeroso
grupo en el mercado nos dio la bienvenida con un grito de
hurra tan inofensivo como la cancioncita cantada bajo mi
ventana (compuesta, como alguien me aseguró, por una
dama distinguida de su propio pueblo):
Carlos Wesley a nuestro pueblo llega A
las iglesias destrucción lleva.

44
2 Co. 5.17. 45
Mt.5.10.
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 195
En la noche prediqué sobre la promesa del Padre.46
Después de la predicación, muchos
empezaron a
alborotarse, pero John Nelson se puso en medio de ellos y
les habló a los que más ruido hacían, quienes no
respondieron y se alejaron tranquilamente.
SÁBADO 10 de septiembre. Hubo reuniones de
oración por la tarde en la Iglesia de St. Just, las que no
terminaron hasta las cuatro. Luego prediqué en la
encrucijada, creo que a unas mil personas, quienes se
comportaron en forma tranquila y seria.
A las seis prediqué en Sennen, cerca de Land's End,
e invitando a la pequeña congregación (formada
principalmente de ancianos canosos) para que se reunieran
nuevamente conmigo a las cinco de la mañana. Pero el
domingo 11 gran parte de ellos se reunieron entre las tres y
cuatro de la mañana. Así es que entre las cuatro y cinco
empezamos a alabar a Dios y expliqué ampliamente y
apliqué el texto «Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura
gracia».47
Más tarde bajamos, hasta donde pudimos ir sin
peligro, hacia el punto de las rocas en Land's End. 48 ¡Era
una vista espantosa! ¡Cómo se derretirán estas rocas cuando
Dios se levante a juicio! El mar entre ellas hervía como una
olla, de modo que parecía que el abismo era cano. 49 Pero, se
levantarán tempestades, más no prevalecerán; bramarán
sus ondas más no lo pasarán.50
Entre las ocho y las nueve prediqué en St. Just, en el
prado cerca del pueblo, a la congregación más grande
(según
46
Hch. 1.4.
47
Os. 14.4.
196 Diarios, Tomo 1
48
Es decir, «el fin de la tierra».
49
Job 41.31-32. 50 Jer.5.22.
me informaron) que se había visto en estos lugares. Alcé mi
voz con toda la autoridad del amor: «¿Por qué moriréis,
casa de Israel?»51 La gente se estremecía y permanecía
quieta. No había experimentado antes Cornwall una hora
como ésta.
Después de la una tuvimos otra congregación en el
lado norte de la iglesia de Morvah. El Espíritu del Gran Rey
estaba en medio de nosotros. Estuve lleno tanto de
contenido como de palabras, aun con más abundancia que
en St. Just. Esperaré en ti, porque Dios es mi defensa.52
En Zennor prediqué cerca de las cinco y luego me
apuré para ir a St. Ives, donde concluimos el día alabando a
Dios con labios llenos de gozo.
SÁBADO 17. Prediqué en St. Just y en Land's End,
donde en la mañana, el domingo 18, ampliamente declaré
aquello de lo que muchos darán testimonio a su debido
tiempo, que por gracia sois salvos por medio de la fe.53
La congregación en St. Just aumentó
considerablemente, mientras que yo proclamaba a cada
pecador convencido de su pecado: «Cree en el Señor
Jesucristo, y serás salvo».54
Cerca de la una prediqué en Morvah sobre Romanos
8.15, a la congregación más grande que había visto en
Cornwall. Después se reunió la sociedad, consistente en
más de cien miembros. ¿Cuántos de ellos permanecerán
hasta el fin?
En Zennor prediqué sobre el capítulo cincuenta y
tres de Isaías, sin sentir cansancio alguno. Concluí el día
con
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 197
51
Ez. 18.31.
52
Sal. 59.9.
53
Ef. 2.8.
54
Hch.16.31.
nuestros hermanos en St. Ives, regocijándonos y alabando a
Dios.
JUEVES 20 de octubre.55 Después de predicar a una
pequeña y atenta congregación, viajé a Wednesbury. A las
doce prediqué en un terreno cerca del centro del pueblo a
una congregación mucho más grande de lo que se esperaba,
sobre Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.56
Creo que cada uno de los presentes sintió el poder de Dios.
Ninguna criatura se prestó a molestarnos, saliendo o
entrando. Jehová peleará por vosotros y vosotros estaréis
tranquilos.57
Estaba escribiendo en lo de Francis Ward por la
tarde cuando se oyó el gritó de que una multitud había
acosado la casa. Oramos para que Dios los dispersara. Así
fue: uno se fue en una dirección y el otro en otra, de tal
manera que en media hora no quedó ni un solo hombre. Les
dije a nuestros hermanos, «Es hora de que nos vayamos
nosotros ahora». Mas ellos me presionaron fuertemente para
que me quedara. Así que tratando de no ofenderles, me
senté, aunque preveía lo que seguiría. Antes de las cinco la
turba rodeó nuevamente la casa, en mayor número que
antes. El grito de uno y de todos era, «Saquen al ministro;
queremos al ministro.» Decidí tomar al capitán por la mano
y traerlo a la casa. Después de un intercambio de pocas
palabras entre nosotros, el león se convirtió en cordero. Le
pedí que saliera y trajera a uno o dos de sus compañeros
más enfurecidos. Trajo a dos, los que estaban listos a
tragarse la tierra de la ira, pero en dos minutos estaban tan
198 Diarios, Tomo 1
55
Estos acontecimientos se encuentran narrados, con informes de otras
personas y con algunas variantes, en El cristianismo moderno manifestado en
Wednesbury, en Obras de Wesley, 5:73-105.
56
He. 13.8.
57
Ex.14.14.
calmados como él. Entonces les propuse que abrieran
camino para poder estar entre ellos. Tan pronto como estuve
en medio de ellos pedí una silla y subiéndome en la misma,
pregunté, «¿Quién de ustedes quiere algo conmigo?»
Algunos dijeron, «Queremos que vayas con nosotros a la
justicia». Les respondí, «Lo haré de todo corazón».
Entonces, hablé algunas palabras que Dios empleó, de
modo que gritaron con poder y todas sus fuerzas: «El
caballero es un caballero honesto y nosotros derramaremos
nuestra sangre en su defensa». Les pregunté, «¿Iremos a la
justicia esta noche o en la mañana?» La mayoría gritó,
«Esta noche, esta noche». Por lo que me adelanté en ir y me
siguieron doscientos o trescientos de ellos, mientras el resto
se regresaron de donde habían venido.
Se hizo de noche antes de haber caminado una milla,
y vino una gran lluvia. Sin embargo, continuamos hacia
Bentley Hall, a dos millas de Wednesbury. Uno o dos se
adelantaron para informar al Sr. Lane que habían traído al
Sr. Wesley ante su señoría. El Sr. Lane respondió, «¿Qué
tengo yo que hacer con el Sr. Wesley? Vayan y llévenselo de
vuelta.» En ese momento, el grupo principal se adelantó y
comenzó a tocar a la puerta. Un sirviente les dijo que el Sr.
Lane estaba en cama. Su hijo salió y preguntó qué era lo
que pasaba. Uno respondió, «Pero imagínese, su señoría,
que estas gentes cantan salmos todo el día; más aún, hacen
que la gente se levante a las cinco de la mañana. ¿Qué nos
aconsejaría su señoría hacer?» «Irse a la casa», dijo el Sr.
Lane, «y callarse».
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 199
Aquí se encontraban en un punto sin salida, hasta
que uno les aconsejó que fueran al Juez Persehouse en
Walsall. Todos estuvieron de acuerdo de hacerlo. Así que
nos apresuramos y cerca de las siete llegamos a su casa.
Mas el Sr. Persehouse, igualmente, mandó a decir que
estaba en cama. Ahora ellos estaban otra vez en la misma
situación sin salida. Pero al final, pensaron que el camino
más sabio a tomar era el de regresar a sus casas. Cerca de
cincuenta de ellos tomaron la responsabilidad de
regresarme, pero no habíamos adelantado unas cien yardas
cuando la turba de Walsall llegó, entrando como avalancha,
y abalanzándose sobre ellos. La multitud de Darlaston se
defendió todo lo que pudo, pero estaban cansados y eran
menos en número. Así que en corto tiempo, muchos fueron
derribados y el resto se escapó y me dejaron en sus manos.
Intentar hablarles era en vano, pues la bulla en cada
lado era como el rugir del mar. Así que me arrastraron hasta
que llegamos al pueblo, donde, al ver la puerta abierta de
una casa grande, intenté meterme en ella. Un hombre al ver
mi intención me cogió por el cabello y me haló al centro de
la multitud. No hicieron otra parada hasta que me llevaron
por la calle principal de un lado al otro del pueblo. Continué
hablando todo el tiempo a los que podían escucharme, sin
sentir ningún dolor o cansancio. Al final del lado oeste del
pueblo, al ver una puerta entreabierta, me dirigí hacia ella y
me hubiera metido. Mas un caballero en la tienda no me
ayudó, diciendo que ellos «derribarían la casa al suelo». Sin
embargo, me paré en la puerta y pregunté, «¿Están
dispuestos a escucharme hablar?» Muchos gritaron, «¡No,
no! ¡Sáquenle los sesos! ¡Abajo con él! ¡Mátenlo de una
vez!» Otros dijeron, «No, le escucharemos primero».
Comencé preguntando, «¿Qué mal he hecho? ¿A quien de
200 Diarios, Tomo 1
ustedes le he hecho daño de palabra o de obra?» Continué
hablando por más de un cuarto de hora, hasta que mi voz de
repente se apagó. Entonces las turbas comenzaron a
levantar sus voces nuevamente. Muchos gritaban a viva
voz, «Tráiganlo, tráiganlo».
Mientras tanto, mi fuerza y mi voz regresaron y
comencé a orar en voz alta. El hombre que antes
comandaba la turba se volteó y dijo, «Señor, daré mi vida
por usted. Sígame y ningún hombre aquí le tocará un
cabello de su cabeza». Dos o tres de sus compañeros
confirmaron sus palabras y se acercaron a mí
inmediatamente. Al mismo tiempo, el caballero de la tienda
gritó, «Por vergüenza, por vergüenza, déjenlo ir». Un
carnicero honesto, quien se encontraba un poco lejos, dijo
que era una vergüenza que ellos hicieran esto y sacó a
cuatro o cinco, uno a uno, de los que estaban asediando con
mayor fuerza. Entonces, la gente, como si hubiera estado de
acuerdo, se hicieron unos a la izquierda y otros a la derecha,
mientras aquellos tres o cuatro hombres me llevaron entre
ellos y a través de la turba. En el puente la turba se
enardeció nuevamente, por lo que nos hicimos a un lado,
sobre la represa del molino, y de allí a través de la pradera,
hasta que un poco antes de las diez, Dios me trajo a salvo a
Wednesbury, habiendo perdido solamente una solapa de mi
chaleco y un pequeño pedazo de piel de una de mis manos.
Nunca antes había visto tal cadena de providencias;
tantas pruebas convincentes que la mano de Dios está sobre
cada persona y cosa, venciendo todo de acuerdo a su
voluntad.
La pobre mujer de Darlaston que había dirigido la
turba y que juró que nadie me tocaría, al ver a sus
compañeros retroceder, corrió a donde estaba el mayor
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 201
número de hombres y derribó a tres o cuatro de ellos, uno
tras otro. Mas muchos la asaltaron a la misma vez y fue
pronto vencida y probablemente la hubieran matado en
pocos minutos (tres hombres la sostenían en el suelo
pegándole con todas sus fuerzas), si no hubiera sido por un
hombre que le grito a uno de ellos, «¡Detente, Tomás,
detente!» «¿Quién está allí?» dijo Tomás. «Ah, ¿el honesto
Munchin? está bien, déjenla ir.» La tomaron de las manos,
la levantaron y ella se arrastró a su casa como pudo.
Desde el principio hasta el final sentí el mismo
estado mental como si hubiera estado sentado en mi propio
estudio, pero viví cada momento uno a uno. Solamente en
una ocasión me vino a la mente que si ellos me arrojaban al
río me echarían a perder los papeles que estaban en mi
bolsillo. En cuanto a mí, no tenía duda que podía cruzar a
nado pues tenía sólo un chaleco delgado y un par de botas
livianas.
Las circunstancias que siguen pensé que fueron
particularmente extraordinarias: (1) Que muchos intentaron
arrojarme al suelo mientras íbamos cuesta abajo por un
sendero resbaladizo hacia el pueblo, juzgando bien, que de
haber caído una vez al suelo, difícilmente me hubiera
podido levantar otra vez. Mas no tropecé una sola vez, ni
tuve el menor resbalón hasta que estuve enteramente fuera
de sus manos. (2) Que aunque muchos trataron de poner sus
manos en mi cuello o ropa para tumbarme, no pudieron
agarrarme. Solamente uno agarró la solapa de mi chaleco, la
que pronto se quedó en su mano. La otra solapa, en cuyo
bolsillo había una nota de banco, se rompió por la mitad. (3)
Que un hombre vigoroso detrás de mí me golpeó varias
veces con un palo de roble, con el cual si me hubiera
golpeado una vez en la parte de atrás de la cabeza, le
202 Diarios, Tomo 1
hubiera ahorrado todo problema futuro. Cada vez el golpe
se iba de un lado a otro, no sé cómo, ya que no podía
moverme ni a la mano derecha ni a la izquierda. (4) Que
otro vino corriendo a través de la turba y levantando su
brazo para golpearme, de repente lo dejó caer y sólo posó
sobre mi cabeza, diciendo, «¡Qué cabello tan suave tiene!»
(5) Que me detuve exactamente a la puerta de la casa del
alcalde, como si lo hubiera sabido (lo que sin duda la turba
pensó que yo sabía) y encontrándolo parado en la tienda, lo
cual empezó a ponerle freno a la locura de la gente. (6) Que
los primeros hombres cuyos corazones fueron cambiados
eran los héroes del pueblo, los capitanes de la chusma en
todas las ocasiones, teniendo uno de ellos el premio de
luchador en el patio de los osos. (7) Que de principio a fin
no oí a nadie que me llamara con palabra denigrante o
nombre u oprobioso de ninguna clase. Al contrario, el grito
de uno y de todos era, «¡El predicador! ¡El predicador! ¡El
párroco! ¡El ministro!» (8) Que ninguna criatura, por lo
menos que yo oyera, puso nada contra mi cargo, ya fuera
verdadero o falso; quizás por el apuro se olvidaron ellos
mismos de proveer acusación alguna. Y finalmente, que
estaban tan completamente confundidos sobre lo que debían
hacer conmigo, que nadie propuso alguna cosa definida,
sino solamente, «¡Acaben con él; mátenlo de una vez!»
¡De qué manera tan suave nos prepara Dios para su
voluntad! Hace dos años un pedazo de ladrillo pasó rozando
mis hombros. Fue un año después que una piedra me cayó
entre los dos ojos. El mes pasado recibí un golpe; y esta
noche, dos: uno antes de llegar al pueblo y el otro antes de
salir del pueblo, pero ambos fueron como nada. Un hombre
me golpeó en el pecho con toda su fuerza y otro en la boca
con tal fuerza que la sangre salió a borbotones de
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 203
inmediato. No sentí mayor dolor por ninguno de estos
golpes pues fueron como si me hubieran tocado con una
paja.
No se debe de olvidar que cuando el resto de la
sociedad se escapó apresuradamente temiendo por sus
vidas, solamente cuatro no se movieron, William Sitch,
Edward Slater, John Griffiths y Joan Parks. Estos se
quedaron conmigo, resueltos a morir o vivir juntos.
Ninguno de ellos recibió un golpe, excepto William Sitch,
quien me sostuvo por el brazo de un lado al otro del pueblo.
Entonces fue arrastrado y derribado, pero prontamente se
levantó y vino a donde yo estaba. Después le pregunté lo
que esperaba cuando la turba vino sobre nosotros. El
respondió, «morir por Aquel que había muerto por
nosotros». No sintió apuro ni temor, sino que solamente
esperaba calmadamente que el Señor le pidiera su alma.
Le pregunté a J. Parks si ella no tenía miedo cuando
la arrebataron de mi lado. Ella dijo, «No, no más de como
estoy ahora. Pude confiar en Dios tanto por ti como por mí.
Desde el principio tuve plena confianza de que Dios te
libraría. No sabía cómo, pero eso lo dejé en sus manos y
estaba tan segura como si ya lo hubiera hecho.» Le pregunté
si era verdad que ella había peleado por mí. Dijo, «No. Yo
sabía que Dios pelearía por sus hijos.» ¿Perecerán estas
almas al final?
Cuando regresé a lo de Francis Ward encontré a
muchos de nuestros hermanos esperando la gracia de Dios.
También muchos que nunca había visto antes vinieron a
regocijarse con nosotros. A la siguiente mañana, cuando iba
por el pueblo camino a Nottingham, toda persona que
encontré me expresó tal cordial afecto que apenas podía
creer lo que veía y oía.
204 Diarios, Tomo 1
No puedo cerrar este tema sin insertar una
curiosidad tan grande en su género, que creo nunca se ha
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 203
visto cosa semejante en Inglaterra, habiendo tenido su
origen a los pocos días de este extraordinario suceso en
Walsall:
206 Diarios, Tomo 1

Staffordshire
A todos los altos-condestables, sub-condestables y otros
oficiales de paz de su Majestad, dentro de dicho condado y particularmente al
condestable de Tipton (cerca a Walsall):
Considerando que nosotros, los Jueces de Paz de su Majestad, por el
antedicho condado de Stafford, hemos recibido información que varias personas
desordenadas, que se nombran a sí mismos predicadores metodistas, inician
alborotos y desórdenes que dañan grandemente a los súbditos de Su Majestad y
atentan contra la paz de nuestro Soberano Señor el Rey.
Sirva la presente en el nombre de Su Majestad para ordenar a usted y
a cada uno de ustedes, dentro de sus respectivos distritos, hacer una búsqueda
diligente sobre los mencionados predicadores metodistas y traer a los que
encuentren ante alguno de nosotros, los jueces de Paz de su Majestad, para ser
examinados concerniente a sus actos fuera de ley. Dado de nuestras manos y
sellado, éste [12] día de octubre, 1743
J. Lane
W. Persehouse

N.B. ¡Los mismos jueces a cuyas casas fui llevado y


quienes repetidamente rehusaron verme!
SÁBADO 22 - Viajé de Nottingham a Epworth y el
lunes salí para Grimsby. Pero en Ferry nos detuvimos por
completo, pues los boteros nos dijeron que no podíamos
pasar el río Trent. Era demasiado arriesgar nuestras vidas
por no ir a la orilla hasta que la tormenta no amainara.
Esperamos una hora. Pero, temiendo que podía hacer
mucho daño si desilusionaba a la congregación en Grimsby,
pregunté a los hombres si pensaban que era posible llegar a
la otra orilla. Ellos respondieron que no podían decirlo, pero
que si nosotros estábamos dispuestos a arriesgar nuestras
vidas ellos también podrían arriesgar las suyas. De esta
manera nos alistamos, teniendo seis hombres, dos mujeres y
tres caballos en el barco. Muchos se quedaron parados en la
orilla mirándonos. En medio del río estábamos todavía,
cuando en un instante, el lado del bote estaba bajo agua y
los caballos y los hombres rodaban uno sobre otro.
Esperábamos que el barco se hundiera en cualquier Diario 5,
6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 205 momento, pero
no dudaba de poder nadar a la orilla. Los boteros estaban
tan asombrados como el resto, pero pronto se recuperaron y
remaron por sus vidas. Poco después nuestros caballos
saltaron fuera de borda, aligerando el peso del bote, y todos
llegamos a tierra a salvo.
Ellos se preguntaban lo que pasaba, que yo no me
levantaba (pues estaba acostado en el fondo del barco) y yo
también quería saber lo que sucedía, hasta que al examinar
el bote, encontramos que un enorme garfio que los boteros
algunas veces usaban, se había (nadie supo como) pasado a
través de los cordones de mi bota, lo que me amarraba y no
podía moverme. Así que si el bote se hubiera hundido,
hubiera estado lo suficientemente seguro como para no
tener ni que ocuparme de nadar.
El mismo día y a la misma hora por lo que pudimos
juzgar, el bote en que mi hermano estaba cruzando el río
Severn en el New Passage fue llevado por el viento y estuvo
en gran peligro de partirse contra la rocas. Pero el mismo
Dios, cuando toda esperanza humana se había perdido, los
liberó a ellos como a nosotros.
En la noche, la casa en Grimsby no pudiendo dar
cabida a un cuarto de la congregación, me paré en la calle y
exhorté a cada pródigo a levantarse e ir a su padre. 58 Uno o
dos intentaron interrumpir, pero pronto fueron
tranquilizados por sus propios compañeros. Al siguiente día,
martes 25, uno del pueblo nos prometió el uso de un cuarto
grande, pero fue persuadido a retractarse de su promesa
antes de la hora del inicio de la predicación. Luego decidí ir
al crucero, pero la lluvia me lo impidió, así que nos
sentimos algo perdidos hasta que se nos ofreció un lugar

58
Lc. 15.18.
apropiado por una mujer de la ciudad, que era pecadora.
Allí, cerca de la una, proclamé a éste a quien Dios ha
208 Diarios, Tomo 1

exaltado para dar arrepentimiento y perdón de pecados.59 Y


Dios de tal modo confirmó la palabra de su gracia que me
maravillaba de que alguien podía soportarlo.
Sin embargo, la pródiga se quedó hasta la noche,
cuando abundé sobre los pecados y la fe de la que había
regado los pies del Señor con lágrimas y los ha enjugado
con sus cabellos.60 Entonces ella estuvo completamente
quebrantada (y en verdad, casi toda la congregación) y vino
a buscarme en mi hospedaje, clamando «Oh Señor, ¿qué
debo hacer para ser salva?» Estando informado de su
situación, le dije, «Escápate de tu vida. Vuelve de inmediato
a tu marido». Ella respondió: «¿Pero cómo puedo hacerlo?
¿Qué camino debo tomar? El está a cien millas de aquí.
Acabo de recibir una carta de él; está en Newcastle sobre el
Tyne.» Le dije, «Voy a Newcastle en la mañana. Puedes
venir conmigo. William Blow te llevará en su caballo detrás
de él.» Así lo hizo. ¡Gloria sea al Amigo de los pecadores!
El había sacado un leño encendido más del fuego. Tú pobre
pecador, tú has recibido un profeta en el nombre de un
profeta y has sido encontrado por aquel que lo envió.
MIÉRCOLES 26. Abundé sobre aquellas palabras
profundas, «Arrepentíos, y creed en el evangelio».61 Cuando
terminé un hombre se paró en medio, uno que había
molestado en exceso a sus hermanos, sosteniendo
vehementemente (pues la plaga se había esparcido aquí
también) que no debían de orar, de cantar, de comulgar, de
escudriñar las Escrituras, o de molestarse acerca de las
obras

59
Hch. 5.31.
60
Lc. 7.44.
61
Mr. 1.15.
y
Diario 5, 6 de septiembre de 1741 - 27 de octubre de 1743 207
solamente debían creer y estar quietos, y dijo con voz
fuerte, «¡Sr. Wesley! Déjeme hablar unas pocas palabras.
¿No se ha dicho, "Cierto hombre tenía dos hijos. El le dijo
al menor, anda y trabaja en mi viña. Y el le contestó, no lo
haré; pero luego se arrepintió y fue?" Yo soy ése. Lo dije
ayer, "No iré a escucharle, no tendré nada que ver con
usted". Pero me arrepiento. Aquí está mi mano. Por la
gracia de Dios, no le abandonaré mientras viva.»
William Blow, la Sra. S____ y yo salimos a las seis.
Durante todo el viaje a Newcaste observé que ella
escasamente se reía y ni siquiera sonreía. En ningún
momento se quejó o aparecía conmovida por aquellas
difíciles circunstancias que muchas veces ocurrieron en
nuestro camino. Una seriedad constante o tristeza aparecía
en todo su comportamiento y conversación que parecía
venir de quien sentía la carga del pecado y estaba clamando
por la salvación. En el mismo espíritu, por todo lo que pude
observar o aprender, ella continuó así durante su estadía en
Newcastle. No mucho después, su esposo que se había
mudado de allí le escribió para que fuera donde él. Ella
salió en un barco rumbo a Hull. Una tormenta los
sorprendió en el camino. El barco empezó a hacer agua y a
pesar de estar cerca de la costa, donde muchas personas se
habían reunido, la marea había subido tanto que fue
imposible socorrerlos. La Sra. S____ fue vista parada en la
cubierta mientras que el barco se hundía gradualmente y
luego colgada de las sogas con sus manos hasta que los
mástiles igualmente desaparecieron. Aún entonces por
algunos momentos se le pudo ver flotando sobre las olas,
hasta que sus ropas, que la mantenían flotando, se mojaron
completamente y ella se hundió. Confío que fue en el
océano de la misericordia de Dios.
Diario 6
Desde el 28 de octubre de 1743
hasta el 16 de noviembre de 1746

MIÉRCOLES 2 de noviembre de 1743. El siguiente


aviso fue publicado:
Para el beneficio del Sr. Este:
Por la Compañía de Comediantes de Edimburgo, el Viernes,
Noviembre 4, se presentará una comedia titulada, Los amantes conscientes, a la
cual se añadirá una farsa llamada Treta sobre tetra, o El metodismo al
descubierto.
El viernes una vasta multitud de espectadores se
reunió en Moot Hall para ver esto. Se estimó que no podía
haber menos de mil quinientas personas, algunos cientos de
ellas sentadas en filas de asientos construidos sobre el
escenario. Poco después que los comediantes habían
iniciado el primer acto de la obra, de repente todos aquellos
asientos se vinieron a bajo a una sola vez, pues los soportes
de los mismos se rompieron como palos podridos. La gente
cayó unos encima de otros, cerca de cinco pies hacia
delante, pero ninguno resultó herido. Después de un corto
tiempo el resto de los espectadores se tranquilizaron y los
actores continuaron con la obra. A la mitad del segundo acto
todos los asientos de a chelín se rajaron y se hundieron
varias pulgadas. A esto siguió un gran ruido y chillido y
tantos como pudieron llegar a la puerta se salieron y no
regresaron más. A pesar de todo esto, cuando el ruido pasó
los actores continuaron con la obra. Al comenzar el tercer
acto el escenario completo de repente se hundió unas seis
pulgadas. Los actores se retiraron precipitadamente, pero
después de un rato comenzaron nuevamente. En la parte
final del tercer acto todos los asientos que costaban seis
205
206 Diarios, Tomo I

peniques, sin aviso alguno, se cayeron al suelo. Ahora se


oyó un grito en cada lado, suponiéndose que muchos habían
sido aplastados a pedazos. Mas al averiguar resultó que ni
una sola persona (tal fue la misericordia de Dios) había
muerto o resultado herida de gravedad. Doscientas o
trescientas personas permanecían aún en el salón, y el Sr.
Este (que iba a actuar como el metodista) salió al escenario
y les dijo que a pesar de todo lo que había sucedido había
resuelto que la farsa debería presentarse. Mientras él
hablaba el escenario se hundió seis pulgadas más por lo que
se retiró corriendo en la mayor confusión y la gente, tan
rápido como pudo, salió corriendo hacia las puertas, sin que
nadie se detuviera para mirar atrás.
¿Qué es lo más sorprendente, que esos actores
presentaron esta farsa a la siguiente semana, o que algunos
cientos de personas regresaron a verla?
LUNES 28. Viajé a Breaston y pasé una o dos horas
en conversación con el Sr. Simpson, el más extraño y
honesto entusiasta27 sobre la faz de la tierra. Antes de
despedirnos me dijo, «Una cosa que no me gusta: usted se
ha llevado mi rebaño en Nottingham. Justo ahora este texto
me viene a la mente. Es el mismo caso. Le ruego que lo
lea.» Así lo hice, como sigue: «Y Abraham reconvino a
Abimelec a causa de un pozo de agua, que los siervos de
Abimelec le habían quitado.»28 Yo le pedí que leyera mi
respuesta en el siguiente versículo: «Y respondió Abimelec:
No sé quien haya hecho esto, ni tampoco tú me lo hiciste
saber, ni yo lo he oído hasta hoy.»29
Por la tarde viajé a Markfield. Después de predicar
allí dos veces, el martes 29, fui a Hinckley y prediqué a una
27 Sobre el uso del término «entusiasta», véase la Introducción al tomo 6 de
estas Obras de Wesley, pp. 6-7.
28 Gn. 21.25.
29 Gn. 21.26.
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 207

congregación grande y tranquila. Viajamos ese día a Market


Harborough y al siguiente a Hockley y el jueves, diciembre
l, a Londres.
Tuve trabajo a tiempo completo aquí en las
siguientes semanas, hablando varias veces a los miembros
de la sociedad. Muchos de estos me vi obligado a
excluirlos, quedando alrededor de doscientas veinte
personas.

VIERNES primero de enero de 1744. Recibí una


carta de un pobre hombre, escrita de lo más profundo de su
corazón, como sigue:
He aquí lamentación escrita, duelo e infortunio:
Señor,
He tenido poco descanso desde que lo dejé, a causa de haber dejado a
Dios primeramente. Es verdad que lo hice en una manera solemne, sobre mis
rodillas, mi partida de usted, como si lo hubiera hecho sencillamente para
complacer a Dios, pero por lo que siguió parece ser todo lo contrario. Porque
tan pronto me separé de usted comencé a pensar como podría sacar ventaja
mundana de esto. O pensé, que ahora no sería tan escrupuloso en muchas cosas,
especialmente trabajar en el día del Señor. Entonces adquirí algunos conejos y
aves, asegurándome de alimentarlos y limpiarlos bien en ese día y salir a buscar
alimentos para ellos. Me aseguré que mi pobre familia debería ser partícipe
conmigo en este penoso trabajo o de lo contrario deberían esperar de mí muchas
miradas agrias y palabras amargas por lo menos. Más tarde me puse peor y peor,
hasta el punto que muchas veces he dada tal ocasión al enemigo para blasfemar,
tal herida para la religión, la que no podría curar aunque tuviera que vivir diez
mil años. ¿Que he hecho? ¡Oh, lo que he perdido! ¡Si pudiera ser yo admitido al
favor de Dios una vez más! Ore por mí, le ruego, si ve todavía alguna
esperanza, si usted no piensa que el arrepentimiento me sea denegado, aunque
cuidadosamente lo busco con lágrimas. Entonces si usted puede pensar en
cualquier humillación que sea lo suficientemente dura para que la sobrelleve
antes de ser admitido en aquel grupo que voluntariamente abandoné, vea si
puedo someterme a ella. ¡Oh que Dios tenga a bien traerme a la luz y al amor
otra vez! ¡Cuán cuidadoso sería de su gracia! ¡Cómo me negaría yo mismo,
tomaría mi cruz, soportaría humillación, sufriría persecución de cualquier clase,
seguiría solo al amado Señor Jesús, aun fuera del campamento!30 Pero le he

30 He.
13.13. 5
Mi.6.9.
208 Diarios, Tomo I

crucificado nuevamente. ¡Si pudiera darle completa libertad a mi mente! Mas no


puedo hacerlo. Estas líneas son solamente una descripción muy imperfecta del
estado, condición y deseo de ese reincidente, ese apóstata, ese traidor.
John Ewer
MIÉRCOLES 18 de abril. Antes de las ocho
llegamos a Crediton (o Kirton) o mejor dicho, a las ruinas
de éste, ya que las casas en ambos lados estaban todas en
cenizas por varios cientos de yardas. Al encontrarme con
una mujer de aspecto serio le pregunté: «¿Está ahora la
gente de este lugar advertida de buscar a Dios?» Ella
respondió: «Aunque algunos de ellos perecieron en las
llamas, el resto sigue igual que antes, maldiciendo,
blasfemando, emborrachándose, apostando y divirtiéndose,
sin Dios en todos sus pensamientos.» Agregó: «No más
hace que el jueves pasado los hombres que estaban
reconstruyendo una de las casa se estaban maldiciendo y
blasfemando unos a los otros y dos de ellos aún más que los
otros, cuando el arco que estaba sobre ellos se desplomó y
los aplastó quedando sus huesos en pedazos.» Prestad
atención al castigo, y a quien lo establece.5
Entre las cinco y seis de la tarde llegamos a
Minehead. Encontramos una expectativa general entre los
pobladores. Cerca de las siete prediqué a orillas del mar, a
casi todos los habitantes de ese lugar. La mayoría de los
caballeros del pueblo estaban allí y se comportaron con
seriedad y decencia.
MARTES 21 de agosto. Salí con unos cuantos
amigos para Oxford. El miércoles mi hermano, quien llegó
de Bristol, se unió a nosotros. El viernes 23, día de San
Bartolomé, prediqué, supongo, por última vez en la iglesia
de Santa María. Así mismo fue. Estoy ahora libre de la
sangre de estos hombres. He entregado mi alma
completamente.
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 209

El Alguacil vino a verme después del sermón y me


dijo que el Vicecanciller lo había enviado por mis notas. Las
envié sin demora alguna, no sin dejar de admirar la sabia
providencia de Dios. Quizás pocos hombres notables
hubieran leído uno de mis sermones si lo hubiera puesto en
sus manos. Mas por este medio el sermón fue leído,
probablemente más de una vez, por cada personaje de
eminencia en la Universidad.
Salí de Oxford cerca del mediodía. Prediqué en
Wycombe en la noche y el sábado 25 regresé a Londres.
JUEVES 6 de septiembre. Encomendé a la tierra los
restos de Elizabeth Marsh, una joven mujer que había
recibido el conocimiento del amor perdonador de Dios unos
cuatro años antes de su muerte, no abandonando nunca este
primer amor. A duras penas gozó de salud o tranquilidad
desde aquel momento. Sin embargo, nunca murmuró o se
quejó de nada. La vi muchas veces después que estuvo
postrada en cama, y siempre la encontré quieta y calmada,
siempre alegre, alabando a Dios en las dificultades,
teniendo deseos de partir y estar con Cristo.31 Nunca supe
que su mente estuviera confusa; no, en ningún momento,
desde el comienzo de su enfermedad. Mas unos pocos días
antes de su muerte me dijo: «Estoy preocupada que hoy usé
una palabra sin pensarla. Alguien me dijo, "Te recuperarás
dentro de diez días". Le respondí: "No deseo
recuperarme".» Poco antes de que perdiera el habla, llamó a
una persona para que se acercara a ella y le dijo: «Anda y
dile a Molly Brown de mi parte que debe regresar al Sr.
Wesley. No tengo aliento para hablarle yo misma, pero tú
dile que debe regresar.» Había perdido la voz cuando oré
con ella por última vez y encomendé su alma a Dios. Mas
«su ojo hablaba con sentido claro y diáfano, tanto como la

31 Fil.1.23.
210 Diarios, Tomo I

lengua de la musa misma.»32 Decía: «El morir es


ganancia.33Aunque ande en valle de sombra de muerte, no
temeré mal alguno.»3435
Pude hablar solamente unas palabras ante su tumba,
pero al regresar a la Fundición, Dios manifestó su palabra
como llama de fuego. Hablé basado en el pasaje de
Apocalipsis, «Entonces uno de los ancianos habló,
diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas,
¿quiénes son, y de donde han venido? Yo le dije: Señor, tú
lo sabes; y él me dijo: Estos son los que han salido de la
gran tribulación, y han lavado sus ropas y las han
emblanquecido en la sangre del Cordero.»10
Un joven, sirviente de la Sra. Clark de Newington,
regresó a casa profundamente conmovido. Al siguiente día
se enfermó, empeorando cada día, de tal manera que cuando
llegué a la casa el lunes 10 (aunque no sabía nada de él ni
de su enfermedad), él luchaba por poder respirar. Era un
triste espectáculo. Tanto sus palabras como sus ojos
testificaban gran aflicción y pesar. Se veía la muerte en su
rostro y él no conocía a Dios. Solamente pudo decir, «Por el
favor de Dios, ore por mí».
John Nelson nos acompañó y pedimos vida para
nuestro hermano, en la plena confianza de la promesa.
Durante todo el día, como su enfermedad, aumentaron sus
temores; pero al día siguiente Dios le dio vida de la muerte.
Me dijo: «Ahora no temo morir, porque sé que Dios me
ama. No te amaba a ti ni a tu gente, pero ahora te amo como
a mi alma. Les amo a todos; sé que ustedes son el pueblo de
Dios y que yo me dirijo a él.» Continuó alabando a Dios

32 Cita del poema de Prior, The Garland.


33 Fil. 1.21.
34 Sal. 23.4.
35 Ap.7.13-14.
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 211

siempre que podía hablar; y cuando no podía hacerlo, sus


ojos miraban hacia lo alto. Entre una y dos del miércoles
por la mañana, gritó, «¡He perdido a mi Dios! ¿Dónde está
él? No puedo verlo.» Mas pronto se recuperó y dijo, «Ahora
lo he encontrado y más nunca lo perderé.» Alrededor de las
siete oré y rogué a Dios por él, no demorando en quedarse
dormido.
VIERNES 14. Oficié los últimos ritos (según su
deseo) sobre su cuerpo, que fue enterrado en presencia de
una gran multitud, cerca del de Elizabeth Marsh.
DOMINGO 16. Enterré, cerca del mismo lugar, a
una que acababa de terminar su existencia, yendo a Dios
con la plena seguridad de la fe y teniendo solamente un
poco más de cuatro años de edad. En su última enfermedad
(habiendo estado muy seriamente perturbada en su
comportamiento hacía muchos meses) pasaba todos los
intervalos entre sus convulsiones hablando sobre Dios o
hablándole a Dios. Cuando percibió que sus fuerzas se
agotaban, deseó que toda su familia estuviera a su alrededor
y oró por todos ellos, uno por uno; después por sus
ministros, por la iglesia y por todo el mundo. Poco después,
recuperándose de una convulsión, levantó sus ojos, dijo,
«Venga tu reino» y murió.
DOMINGO 4 de noviembre. El pobre Richard
Jeffs, quien a pesar de sus convicciones anteriores, estaba
ahora determinado a renunciar a nosotros y unirse a los
cuáqueros, se aventuró sin embargo a tomar la comunión
una vez más. Apenas la había recibido cayó y grito a viva
voz, «He pecado; he pecado contra Dios». En ese instante
muchos se sentían heridos de corazón. Apenas pude hablar
por algún tiempo. Varios de los dolientes estuvieron llenos
de gran consolación. Todos dijeron, «¡Ciertamente Dios
está en este lugar!»
212 Diarios, Tomo I

Por ese tiempo recibí una carta, proveniente del


campamento en Lisle. Parte de su contenido era como
sigue:
Mayo 1. Salimos hacia el campamento, cerca de Bruselas. Allí
algunos de nosotros nos agrupamos en una sociedad, estando conscientes, que
donde dos o tres están reunidos en su nombre, allí está nuestro Señor en medio
de ellos. Nuestro lugar de reunión era un pequeño bosque cerca del
campamento. Permanecimos en el campamento ocho días y luego nos
trasladamos a un lugar llamado Assche. Aquí comencé a hablar abiertamente, a
poca distancia del campamento, justo en medio del ejército inglés. Y aquí Dios
me ofreció algunas evidencias de que mi trabajo no era en vano. Cantamos un
himno, que reunió a cerca de doscientos soldados quienes se comportaron
decentemente. Después de haber orado, comencé a exhortarles y a pesar de
haber llovido copiosamente pocos se ausentaron. Muchos reconocieron la
verdad, en particular un joven, de nombre John Greenwood, quien se ha
quedado conmigo desde entonces y a quien Dios tuvo a bien de concedérmelo
como compañero colaborador. Nuestra sociedad ha aumentado ahora a más de
doscientos y los oyentes con frecuencia son más de mil. Aunque muchos dicen
que estoy loco, otros han pretendido encolerizar al Mariscal de Campo en contra
nuestra. He sido llamado y cuestionado varias veces; pero, bendito sea el Señor,
el siempre me ha librado.
Muchos de los oficiales han venido a escuchar por su propia voluntad,
con frecuencia nueve o diez a la vez. Procuro no perder ninguna oportunidad.
Durante nuestra permanencia en el campamento de Assche he predicado
treinticinco veces en siete días. En una de esas ocasiones un soldado presente
gritó a sus compañeros que se retiraran y no escucharan a ese tonto por más
tiempo. Sin embargo, Dios permitió que la palabra hablada llegara a su corazón,
de tal manera que él mismo gimió la amargura de su alma, por un tiempo
considerable, y aquel que nunca falla a quienes lo buscan cambió su carga en
alegría. Ahora nunca ha estado más feliz que cuando proclama el amor
bondadoso de Dios su salvador.
Estuve un poco impresionado cuando me inicié en este gran trabajo,
porque estaba solo, y no tenía a nadie que me ayudara. Mas el Señor me ayudó
y pronto levantó a William Clement y, en junio, a John Evans, de entre los que
acompañaban al ejército, como mis ayudantes. Desde que hemos estado en este
campamento hemos construido dos pequeños tabernáculos en donde nos
reunimos a las ocho de la mañana, a las tres de la tarde, a las siete de la noche y
comúnmente dos noches completas cada semana.
Desde que comencé a escribir esto hemos regresado a nuestros
cuarteles de invierno, así que nuestra sociedad está ahora dividida. Estamos
algunos en Brujas y otros en Gante. Mas la voluntad del Señor no ha dejado a
ninguno de los dos grupos sin maestros. John Greenwood y yo nos quedamos en
esta ciudad de Brujas, y los hermanos Clements y Evans están en Gante. Por lo
que confiamos que nuestro Señor continuará su trabajo en ambos lugares.
Nosotros los que estamos en Brujas hemos alquilado un pequeño
lugar, en donde nos reunimos y nuestro amado Señor está en medio de nosotros.
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 213

Muchas veces las lágrimas corren sobre nuestros rostros y la alegría reina en
cada corazón.
Debo concluir con la plena seguridad de sus oraciones y con el
ferviente deseo de verle. Oh, ¿cuándo será la gozosa reunión? Quizás no en este
lado de la muerte. Si no fuera así, que la voluntad de mi Maestro sea hecha.
Su indigno hermano en el Señor,
John Haime
DOMINGO 25. Conversé con uno quien
grandemente elogiaba la forma cómoda en que los
Hermanos predican. Le comprendí bien. Uno que era un
creyente cae en descuido, o en pecado premeditado. Si
viene a escuchar nuestra predicación, le sacudimos todos los
huesos en pedazos. Si va a ellos, lo acarician y lo ponen a
dormir. ¿Cómo puede un reincidente escapar de esta
cómoda predicación?
DOMINGO 2 de diciembre. Estuve con dos
personas que creían que estaban salvos de todo pecado. Sea
así o no, ¿por qué no podemos regocijarnos en la obra de
Dios, siempre que esta salvación haya sido
incuestionablemente forjada en ellos? Por ejemplo. Le
pregunto a Juan C.: «¿Ora usted siempre? ¿Se regocija en
Dios en todo momento? ¿Da gracias en todo? 11 ¿En caso de
pérdida? ¿En el dolor? ¿En la enfermedad, en el
abatimiento, en las desilusiones? ¿Desea algo? ¿No teme a
nada? ¿Siente el amor de Dios constantemente en su
corazón? ¿Tiene un
11
1 Ts. 5.16-18.
testimonio en todo lo que habla y hace que sea agradable a
Dios?» Si puede solemnemente y deliberadamente contestar
afirmativamente, ¿por qué es que no me regocijo y alabo a
Dios por esa persona? Quizás porque tengo una idea muy
compleja de la santidad o de lo que es una persona
santificada. Así es que por temor de que esa persona no
214 Diarios, Tomo I

pueda obtener todo lo que incluyo en esa idea, no puedo


regocijarme en lo que ya ha conseguido.
Después de haber declarado con frecuencia la misma
cosa delante de muchos testigos, hoy el Sr. Williams
escribió una solemne retractación de sus graves calumnias
que había propagado por muchos meses concernientes a mi
hermano y a mí. Esto lo terminó en estas palabras:
Aunque no dudo que ustedes me puedan perdonar, empero a duras
penas me puedo perdonar yo mismo. He sido tan desagradecido y desobediente
a la bondad de amigos, quienes, a través del poder de Dios, fueron mi socorro
en todas mis tentaciones....
Suplico sus oraciones en mi favor para que Dios pueda restaurar,
fortalecer, establecer y colocarme en la gracia para la cual he sido llamado...
Que el Señor pueda bendecirles a usted y a su querido hermano y que todos
podamos permanecer unidos en compañerismo, es la oración de quien para el
futuro espera ser
Su obediente hijo y siervo
En el nombre de Cristo,
Thomas Williams
LUNES 3. Contesté otra carta recibida de Flandes.
Un extracto de la misma se incluye aquí:
Gante, Nov. 12 (O.S.),12 1744
Revdo. Señor,
Nos atrevemos a molestarlo con esto, para darle a conocer ciertos
asuntos del Señor entre nosotros aquí. Hemos alquilado dos cuartos, uno
pequeño, en donde unos cuantos de nosotros nos reunimos cada día a la una de
la tarde. Otro más grande para servicios públicos, donde nos reunimos dos veces
al día, a las nueve de la mañana y a las cuatro de la tarde. La mano del Dios
Omnipotente está con nosotros para derrumbar la fortaleza de Satán...

12
Las iniciales «O.S.» quieren decir «Old Style», y se refieren a uno de los dos
calendarios que a la sazón se usaban.
El día siete de los corrientes, cuando estábamos reunidos en la noche,
mientras oraba, uno de los que estaban arrodillados a mi lado gritó (como una
mujer con dolores de parto): «¡Mi Redentor! ¡mi Redentor!», lo que continuó
por unos diez minutos. Cuando se le preguntó lo que le pasaba, contestó que
había encontrado eso de lo que había oído a menudo, esto es, un cielo en la
tierra. Otros más hicieron mucho esfuerzo para abstenerse de gritar en la misma
forma.
Estimado señor, le soy un extraño a usted en la carne. No sé si le había
visto a usted con anterioridad, cuando le vi predicando en la plaza de
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 215

Kennington. En ese entonces le odiaba, tanto como ahora (por la gracia de Dios)
le amo. El Señor me persiguió con convicciones desde mi infancia e hice con
frecuencia muchas buenas resoluciones; pero encontrando, como siempre, que
no podía cumplirlas (porque fueron hechas enteramente en mi propia fortaleza).
Finalmente, abandoné todo esfuerzo y lucha y me entregué a toda clase de
lujuria y profanidad. Así continué por algunos años, hasta la Batalla de
Dettingen. Las balas de los cañones caían a mi alrededor y mis compañeros
caían por todos lados. Sin embargo, me conservé sin herida alguna. Pocos días
después de esta batalla el Señor tuvo a bien visitarme otra vez. Los dolores del
infierno se apoderaron de mí; las trampas de la muerte me rodearon. Ya no me
atreví a seguir cometiendo ningún pecado visible y oré a Dios ser
misericordioso con mi alma. Ahora estaba en busca de libros, pero Dios también
cuidó de esta necesidad. Un día cuando estaba trabajando, encontré una vieja
Biblia en uno de los vagones del tren. Para leerla, pronto busqué a mis viejos
compañeros (todos menos uno, quien todavía era una espina en mi carne). No
mucho después, él se enfermó y murió.
Mi Biblia era ahora mi sola compañera y yo me creí un muy buen
cristiano hasta que llegamos a nuestros cuarteles de invierno, donde me
encontré con John Haime. Muy pronto me aburrí de su presencia. El me robó mi
tesoro; hurtó mis dioses cuando me decía que yo y mis obras iríamos juntos al
infierno. Esta era una doctrina extraña para mí, quien estaba completamente
ignorante de la justicia de Cristo y sólo buscando establecer mi propia justicia.
Siendo por naturaleza terco de temperamento, mi pobre hermano estaba tan
confundido conmigo que a veces decidía (como me contó después) prohibirme
que le visitara más.
Cuando finalmente el Señor abrió mis ojos y me enseñó que por
gracia somos salvos por medio de la fe.13 Comencé inmediatamente a declararlo
a otros, aunque personalmente no lo había experimentado todavía. Mas el 23 de
octubre cuando William Clements estaba en oración, sentí repentinamente un
cambio en mi alma. Mis ojos se llenaron de lágrimas de amor. Supe que estaba
reconciliado con Dios a través de Cristo, lo que llenó mi alma con ferviente
amor hacia él, a quien veía ahora como mi único Salvador.
¡Cuán tierno el cuidado del Dios Todopoderoso en educar a sus hijos!
¡Cómo es que estamos sujetos a amar con tanta complacencia a un Padre y
postrarnos en admiración y adoración ante su gran y glorioso

13
Ef. 2.8.
nombre por sus tiernas misericordias!... Estimado señor, le ruego que ore por
éste que no es digno de ser portero del menor de los siervos de mi Maestro.
John Evans
El continuó predicando y viviendo el evangelio
hasta la batalla de Fontenoy. Uno de sus compañeros lo vio
allí, tendido sobre un cañón (con ambas piernas cercenadas
por una serie de balas atadas con cadenas), alabando a Dios
216 Diarios, Tomo I

y exhortando a todos los que le rodeaban, lo que hizo hasta


que su espíritu retornó a Dios.
MARTES 25. Me desperté, por la gracia de Dios, en
el mismo espíritu. Cerca de las ocho, estando con dos o tres
que creyeron en Jesús, sentí tal reverente temor y tierna
sensación de la presencia de Dios que quedé profundamente
confirmado en mi interior. Así que Dios estuvo delante de
mi durante todo el día; le busqué y encontré en todo sitio, y
pude verdaderamente decir cuando me acosté aquella
noche, «Hoy he vivido un día».
JUEVES 27. Visité al procurador a quien había
empleado en el juicio recientemente iniciado contra mí en la
Cancillería.14 Aquí vi por primera vez aquel detestable
monstruo, ¡un Documento de la Cancillería! ¡Un pergamino
de cuarenta y dos páginas, en tamaño de folio, para decir
una historia que no necesitaba más de cuarenta líneas! Y
lleno de mentiras inverosímiles, estúpidas y sin sentido
(muchas de ellas, también, muy ajenas al asunto); tanto, que
creo que podrían haberle costado la vida a quien las
recopiló de haberse presentado ante un tribunal pagano, sea
de Grecia o de Roma. ¡Y esto es equidad en un país
cristiano!
¡Este es el método inglés de dar solución a los agravios!

14
Los herederos de Alexander Pope acusaban a Wesley de haber publicado
algunos de sus poemas sin el debido permiso. No se sabe en qué quedó el pleito.
VIERNES 19 de abril de 1745. William Fenwick
viajó conmigo a Linwood, donde el ministro de allí le había
dicho una y otra vez, «Asegúrate de traer al Sr. Wesley
contigo cuando él venga. Es para mi alma, para el bien de
mi pobre alma.» Cuando estábamos solos él me dijo,
«Señor, he leído sus escritos, pero no pude creerlos hasta
hace muy poco. Ahora sé que su doctrina es verdadera. Dios
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 217

mismo me la ha mostrado. Hace pocos días que estuve en


gran agonía de alma, orando a Dios por el perdón de mis
pecados, y hubo tal luz a mi alrededor que no puedo
expresarla y supe que Dios había oído mi oración. Mi
corazón estuvo lleno del amor de Dios y desde entonces oro
y le alabo durante todo el día
Le pregunté si había contado de esta experiencia a
alguien más. Me respondió, «Comencé a contarla a uno que
creía era un buen cristiano; pero él parecía pensar que yo
estaba aturdido. Así que no hablé más. Y por cierto, no
conozco a ningún otro que quiera oírme.»
Le respondí, «Usted encontrará otras pruebas como
ésta y muchas más, de las cuales usted no se da cuenta
todavía». El respondió, «Sé que no puedo sobrellevarlas
solo. No tengo fuerzas a no ser que las guarde y ore
siempre. Pero sí oro siempre. ¿Y qué son las pruebas para
mí? No estoy en el mundo. Vivo en la eternidad. No puedo
moverme sin dejar de ver a Dios. El está conmigo
constantemente y en todas partes.»
Encontré mucha consolación en este gran momento
de la misericordia de Dios. Así también la obtuve de una
carta escrita por uno de nuestros predicadores, relacionada
con alguien con quien temí haber trabajado en vano. La
carta decía:
Estimado Señor,
Estoy completamente convencido que su temor concerniente a mí
procede enteramente de su amor por mi alma. Por lo tanto debo pensar que sería
culpable de la más grande ingratitud si no me esforzara en hacer uso apropiado a
su bondadoso reproche.
Sé que mi alma no ha prosperado. Sé que mi conversación no ha sido
siempre como si estuviera en la presencia de Dios. Sé que no he sido, ni soy
todavía, como lo desearía ser, un seguidor serio y humilde de Jesucristo. No he
sido muy ejemplar en mi comportamiento, que debe ser consistente con el
trabajo importante para el que fui empleado. Pero, mi estimado señor,
permítame que le ruegue en el nombre de Dios, dígame, ¿usted verdaderamente
piensa que en vez de beneficiar destruyo a otros? ¿Que debería desistir de
predicar para perecer solo, y no llevar a otros junto conmigo? Mi buen señor,
218 Diarios, Tomo I

¿seré un instrumento en las manos del diablo para destruir las almas por las
cuales Cristo murió? ¡Que mi lengua pueda adherirse a mi paladar en vez de que
continúe haciendo tan gran mal! ¡Señor, sé misericordioso conmigo y perdona
mi pecado, pues este es grande!
No estoy libre de culpa, pero bendito sea Dios, últimamente he
descubierto, o mejor dicho he sentido, en mi alma muchas cosas que eran
obstáculos a la obra de Dios. Antes las veía; pero las veía en vano. No me
preocupé por ser liberado de ellos. Por lo tanto permanecieron como otras tantas
barreras insalvables en mi camino. Últimamente he estado muy confundido; las
reprimendas que recibí me pusieron bajo estricto autoexamen. De pronto
encontré muchas cosas que estaban mal y me fueron una carga tan pesada que
pasaba todo el día afligido. Solamente Dios sabe lo mal que me sentí. Mas,
bendito sea Dios, que no me abandonó en mi angustia, sino que en medio de
mis problemas me dio consolación. ¡Que pueda mi alma alabarle por siempre!
He estado por mucho tiempo en un estado como de muerte, y sin vida,
habiendo perdido aquellos agradables sabores del amor de Dios que una vez
disfruté. No he podido encontrar ningún placer en la oración. Ni he podido orar
de lo profundo de mi corazón. Si me forzaba a orar (ya que era una cruz
dolorosa), la vergüenza cubría mi rostro y escasamente podía levantar mis ojos,
consciente de mi propia infidelidad a Dios y la negligencia de mi vigilancia. Se
suspendió toda relación entre Dios y mi alma. En verdad cuando oraba con otros
o les hablaba a otros, encontraba que el Espíritu de Dios elevaba mi propia
alma. Mas cuando me presentaba ante Dios en secreto, tratando de volcar mis
quejas delante de él, mi boca se cerraba y el diablo de inmediato susurraba a mis
oídos, «¿En qué te beneficia la oración?» Empero si perseveraba en la oración
mi mente se llenaba con miles de pensamientos superfluos, de tal manera que
me veía obligado a levantarme de mis rodillas, o podía solamente suspirar o
gemir de lo profundo de mi miseria. Mi corazón se endurecía más y más, de tal
manera que ciertamente pensé que a la larga me volvería un perdido.
Mas, bendito sea el Señor, hace algún tiempo encontré un avivamiento
de amor y he tenido más comunión con Dios que en otros tiempos recientes.
¡Que sea mi cuidado constante de vigilar y orar, pues la negligencia en esas
cosas fue la causa principal de mi muerte anterior! La ligereza e inconsistencia
de mente que solía oprimirme, encuentro que desaparecieron grandemente. Al
presente (Dios permita que continúe siempre) el recuerdo de ellas me apena.
Con frecuencia encuentro una gran dulzura en mi alma y puedo llorar por mi
ingratitud pasada hacia Dios. ¡Ore por mi, estimado señor, si usted me ama, que
nunca más resista su gracia!
No puedo decirle lo mucho que pienso que le debo a usted, delante de
Dios, por su cuidado, reproches y bondades. ¡Que Dios le recompense! Y que
yo nunca, nunca más pueda hacer mal uso de ello, sino brindarle amor y
reverencia y alabar a Dios por su amor en hacerle un instrumento de bien y
felicidad a mi alma.
Tho. Meyrick
MARTES 25 de junio. Viajamos a St. Just. Prediqué
a las siete a la más grande congregación que había visto
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 219

desde mi llegada. En la reunión de la más formal y amable


sociedad todos nuestros corazones estaban inflamados, y
nuevamente a las cinco de la mañana, mientras explicaba el
texto, Ninguna condenación hay para los que están en
Cristo Jesús.15
Cuando terminó la predicación el Condestable tomó
preso a Edward Greenfield (por medio de orden de arresto
del Dr. Borlase), un minero, de cuarentiséis años de edad,
con esposa y siete hijos. Tres años atrás sobresalía en la
comunidad por su maldicencia, blasfemia, borracheras y
toda clase de iniquidad. Pero todas esas cosas viejas habían
pasado por algún tiempo. Ahora era conocido por un
comportamiento todo lo contrario.
Le pregunté a un pequeño caballero en St. Just qué
objeción había contra Edward Greenfield. Dijo: «Pues bien
el hombre es bueno en todo lo demás. Pero los caballeros
distinguidos no pueden soportar su imprudencia.
¡Imagínese! ¡Dice que sabe que sus pecados han sido
perdonados!» ¡Y por esta supuesta causa se le aplica el
destierro o la muerte!
15
Ro. 8.1.
JUEVES 4 de julio. Viajé a Falmouth. Alrededor de
las tres de la tarde fui a ver a una dama que había estado
enferma por mucho tiempo. Casi tan pronto como me senté
la casa fue rodeada por todos lados por una innumerable
multitud de gente. Un ruido más fuerte y más confuso como
a duras penas lo hubiera hecho la toma por asalto de una
ciudad. Al principio la Sra. B. y su hija se esforzaron por
tranquilizarlos. Pero fue trabajo perdido. Más fácilmente
hubieran podido intentar acallar la braveza del mar. A la
postre escaparon y se contentaron con dejarnos a K.E. y a
mí para arreglárnoslas lo mejor que pudiéramos. El
220 Diarios, Tomo I

populacho gritaba a voz en cuello: «¡Saquen a los canorum!


¿Dónde están los canorum?» (Esta es una palabra sin
significado que los de Cornwall generalmente usan en vez
de «metodistas».) Al no tener respuesta, rápidamente
forzaron la puerta principal y llenaron el pasillo. Solamente
una división de madera estaba entre nosotros, la que parecía
que no resistiría por mucho tiempo. Inmediatamente bajé un
gran espejo que colgaba contra la división, al suponer que
todo ese lado se derrumbaría de una sola vez. Cuando
comenzaron el trabajo con abundancia de amargas
maldiciones, la pobre Kitty estaba completamente
impresionada y gritó: «Ay, señor, ¿que debemos hacer?» Le
dije: «Debemos orar». A la verdad, en aquel momento tal
parecía que nuestras vidas no valían una hora de compras.
Ella preguntó: «Pero, señor, ¿no es mejor que se esconda?
¿Que se meta en el armario?» Le respondí: «No, lo mejor
para mí es pararme justamente donde estoy.» Entre los que
estaban afuera estaban las tripulaciones marineros de unos
buques corsarios que poco antes habían llegado a la bahía.
Algunos de ellos, molestos por la lentitud del resto, les
empujaron y entraron todos juntos, presionando sus
hombros contra la puerta interior y gritando, «¡Fuerte,
muchachos, fuerte!» Todas las bisagras saltaron a una vez y
la puerta cayó dentro del cuarto. En seguida me puse en
medio de ellos y dije: «Aquí estoy. ¿Quién de ustedes tiene
algo que decirme? ¿A quién de ustedes le he hecho algún
daño? ¿A ti? ¿O a ti? ¿O a ti?» Continué hablando hasta que
llegué, sin sombrero como estaba (ya que a propósito había
dejado mi sombrero, para que ellos pudieran verme la cara)
al medio de la calle y entonces alzando la voz, dije,
«¡Vecinos, compatriotas! ¿Desean oírme hablar?» Ellos
gritaron con vehemencia, «Sí, sí. Debe hablar. Que hable.
Nadie debe impedírselo.» Mas no teniendo nada en que
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 221

pararme y sin la ventaja del terreno, podía ser escuchado


solamente por unos pocos. Sin embargo, hablé sin descanso
y tan lejos como llegó mi voz, la gente estuvo quieta, hasta
que uno o dos de sus capitanes se dieron media vuelta y
juraron que ningún hombre me tocaría. El Sr. Thomas, un
clérigo, se acercó y preguntó: «¿No les da vergüenza tratar a
un extraño así?» Pronto estuvo apoyado por dos o tres
caballeros del pueblo y uno de los regidores, con quien
había caminado por el pueblo, hablando todo el tiempo,
hasta que llegamos a la casa de la Sra. Maddern. Los
caballeros propusieron mandar a buscar por mi caballo
hasta la puerta y desearon que ingresara a la casa y que
descansara mientras tanto. Mas pensándolo dos veces
juzgaron que no era aconsejable dejarme salir entre la gente
otra vez. Así que decidieron enviar a mi caballo adelante a
Penryn y enviarme por agua allá, ya que el mar pasaba por
la puerta de atrás de la casa donde estábamos.
Nunca antes había visto, no, ni siquiera en Walsall,
la mano de Dios tan claramente manifestada como aquí.
Allá tuve muchos compañeros que estaban prestos a morir
conmigo; aquí ningún amigo, sólo una sencilla niña, quien
en todo caso fue separada de mí en un instante, tan pronto
como salió de la puerta de la casa de la Sra. B. Allí recibí
algunos golpes, perdí parte de mis ropas y estaba cubierto
de tierra. Aquí, aunque las manos de quizás algunos cientos
de personas se levantaron para golpear o arrojar, no obstante
todos fueron detenidos a medio camino, de tal manera que
nadie me tocó siquiera con un dedo. Nada tampoco fue
arrojado de principio a fin, así que no tuve ni una sola
mancha en mis ropas. ¿Quién puede negar que Dios escucha
la oración? ¿O que tiene todo poder en el cielo y la tierra?
Me embarqué cerca de las cinco y media. Muchos de
la turba esperaron a la salida del pueblo, quienes, al ver que
222 Diarios, Tomo I

me escapaba de sus manos, sólo podían vengarse con la


lengua. Algunos de los más fieros corrieron a lo largo de la
orilla para recibirme en el momento de mi desembarque.
Subí por el empinado y estrecho pasaje desde el mar hasta
el tope donde el principal hombre estaba parado. Le miré a
la cara y dije: «Le deseo buenas noches». El no habló, ni
movió mano o pie hasta que estuve sobre el caballo. Luego
dijo: «Le deseo que estuviera en el infierno», y se volteó
hacia sus compañeros.
Tan pronto estuve a la vista de Tolcarn (en la
parroquia de Wendron), donde tuve que predicar en la
noche, fui recibido por varios, corriendo como por sus vidas
y rogándome que no fuera más lejos. Pregunté: «¿Por qué
no?» Dijeron: «Los guardianes de la iglesia, los
condestables y las autoridades de la parroquia están
esperándole en la cima del cerro y están dispuestos a
agarrarlo. Tienen una orden judicial especial de los jueces
reunidos en Helston, quienes permanecerán allí hasta que lo
hayan llevado.» Cabalgué directamente cerro arriba y al ver
a cuatro o cinco jinetes, bien vestidos, me dirigí
directamente a ellos y les dije: «Caballeros, ¿tiene alguno
de ustedes algo que decirme?
Yo soy Juan Wesley.» Uno de ellos se puso extremadamente
molesto por esto de que yo presumía decir que era el Sr.
Juan Wesley. No sé como podría haber resultado tan
atrevida afirmación a no ser porque el Sr. Collins, el
ministro de Redruth (accidentalmente, según dijo) pasó por
allí. Al dirigirse a mí y decir que me conoció en Oxford, mi
primer antagonista se quedó en silencio, y otra disputa
distinta empezó: si esta predicación había hecho algún bien.
Apelé a los hechos. El consintió (después de muchas
palabras): «Las gentes son mejores al presente.» pero
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 223

agregó, «De seguro, pronto estarán tan mal, si no peor que


antes.»
Cuando él se fue uno de los caballeros dijo: «Señor,
me gustaría hablar algo con usted. Cabalguemos a la
entrada». Así lo hicimos, y él dijo: »Señor, le diré cual es el
fondo del asunto. Todos los caballeros de estos lugares
dicen que usted ha estado mucho tiempo en Francia y
España y ahora usted es enviado aquí por el Pretendiente y
que estas sociedades han de unirse a él.» Ciertamente,
¡«todos los caballeros de estos lugares» no mentirían contra
sus propias conciencias!
Cabalgué a la casa de un amigo, a unas cuantas
millas, encontrando que el sueño de un hombre trabajador
es dulce. Fui informado que había muchos aquí que también
tenían el deseo fervoroso de escuchar «esta predicación».
Mas no se atrevían, pues Sir V____n había declarado
solemnemente, y delante de toda la congregación conforme
salían de la iglesia: «Si cualquiera de esta parroquia se
atreve a escuchar a estos hombres, no podrá asistir a mi
banquete de Navidad.»
LUNES 18 de noviembre. Pasé un corto tiempo con
B. Armsted, débil de cuerpo, pero fuerte en la fe. Ella había
estado esperando con paciencia a Dios, hasta que sus manos
y sus pies comenzaron a enfriarse y parecía estar a punto de
morir. Luego Satanás volvió con toda su fuerza y la cubrió
con profunda oscuridad. Esto la arrojó a una lucha con Dios
tan fuerte que se le quitó la fiebre y volvió su fuerza. Así es
que con toda probabilidad el viejo asesino le salvó la vida
por su furiosa intención de destruirle el alma.
LUNES 2 de diciembre. Las alarmas continuaban
aumentando en Londres, debido a la proximidad del
acercamiento de los rebeldes. ¡Pero qué ligeras son todas
224 Diarios, Tomo I

estas cosas para quienes pueden consignar tanto su alma


como su cuerpo a un fiel y misericordioso Creador!
Por este tiempo recibí algunos informes más sobre el
ejercito, cuya sustancia es como sigue:
Octubre 10 de 1745
Reverendo Señor,
Le haré conocer las manifestaciones del Señor con nosotros el pasado
abril. Marchamos de Gante a Allest el día 14, donde encontré a dos o tres de
nuestros hermanos en los campos. Cantamos y oramos juntos y fuimos
consolados. El día 15, encontré una pequeña compañía a unas tres millas del
pueblo y el Señor llenó nuestros corazones con amor y paz. El día 17,
marchamos al campamento cerca de Bruselas. El 18, encontré una pequeña
congregación al lado de un cerro y hablé sobre estas palabras: Salgamos, pues,
a él, fuera del campamento, llevando su vituperio.16 El 28, hablé sobre estas
palabras de Isaías: Por tanto, Jehová, que redimió a Abraham, dice así a la casa
de Jacob: No será ahora avergonzado Jacob, ni su rostro se pondrá pálido.17 El
29, marchamos cerca del enemigo y cuando les vi en su campamento, mis
entrañas se movieron por ellos, en amor y piedad por sus almas. Nos acostamos
sobre nuestras armas toda la noche. En la mañana, abril 30, el cañón comenzó a
sonar a las cuatro y treinta y el Señor me libró de todo temor, de tal manera que
fui al campo

16
He. 13.13.
17
Is. 29.22.
con alegría.
Las balas de
los cañones
volaban por
ambos lados,
muchos eran
los hombres
que caían,
pero nada me
tocó hasta las
dos de la
tarde.
Entonces
recibí una
bala en el
brazo
izquierdo y
me regocijé
sobremanera.
Poco después
recibí otra
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 225

bala en el
brazo
derecho, lo
que me
obligó a
abandonar el
campo. Mas
apenas sabía
si estaba en la
tierra o en el
cielo. Fue
uno de los
días más
dulces jamás
gozado.

MIÉRCOLES 18. Siendo el día de Ayuno Nacional,


nos reunimos a las cuatro de la mañana. Prediqué sobre Joel
2.12, etc. A las nueve nuestro servicio en West Street
comenzó. A las cinco prediqué en la Fundición otra vez,
sobre Jehová preside en el diluvio.18 Hubo abundancia de
personas en la Capilla de West Street y en la Fundición,
tanto en la mañana como en la noche, así también (lo
entendimos) en cada lugar de cultos públicos por todo
Londres y Westminster. Tal solemnidad y seriedad en todo
lugar como no se había visto últimamente en Inglaterra.
Habíamos distribuido en poco tiempo algunos miles
de pequeños tratados entre la gente del pueblo. Y esto
agradó a Dios, lo que provocó celos en otros. De suerte que
el Alcalde de Londres había ordenado imprimir una gran
cantidad de papeles disuadiendo a la gente a maldecir y
blasfemar, y se distribuyeron a la milicia. En este día una
Ferviente exhortación a favor de un arrepentimiento serio
fue entregada a cada persona que salía de las iglesias de
Londres y sus alrededores. Una copia de la misma fue
dejada en cada casa cuyos ocupantes estuvieron ausentes de
la iglesia. No dudo que Dios dio su bendición con esto. Y
quizás por eso la sentencia de desolación fue revocada.
226 Diarios, Tomo I

Fue en este mismo día que el ejército del Duque


estuvo notablemente protegido en medio de las emboscadas
en Clifton Moor. Los rebeldes tiraron muchas andanadas
sobre las tropas del Rey desde las vallas y murallas detrás

18
Sal. 29.10.
de las cuales se apostaron. Y aun así, del primero al último,
sólo diez o doce hombres cayeron, pues los tiros pasaban
volando sobre sus cabezas.
VIERNES 27. [Aquí Wesley cita una carta en la que se le
exhortaba a abandonar la Iglesia de Inglaterra. Se incluye más adelante en esta
serie de Obras de Wesley, entre su correspondencia.]

MIÉRCOLES 19 de enero de 1746. Viajamos a


Birmingham, donde muchos de nuestros hermanos de
diferentes lugares se reunieron en la noche.
JUEVES 20. Partimos tan pronto fue de día. Antes
de llegar a Aldridge Heath la lluvia se convirtió en nieve,
que el viento del norte dirigía de lleno en nuestras caras y
nos cubrió de pies a cabeza en menos de una hora. Le
preguntamos a uno que vivía a la entrada de las ciénagas
cuál sería de nuestra mejor ruta para Stafford. «Señor»,
respondió, «mil libras contra un penique que usted no puede
llegar allá hoy. Hombre, son cuatro largas millas desde el
otro lado más lejos de esta comunidad. En un día claro no
estoy seguro de poder atravesar. Ahora todos los caminos
están cubiertos con nieve y cae tanta nieve que usted no
puede ver delante suyo.» Sin embargo, continuamos y creo
que no nos habíamos salido más de diez yardas del camino
cuando llegamos a Stafford.
En la noche llegamos a la casa de Roger Moss.
Prediqué sobre Romanos 3.22 y agrupamos a unos cuantos
como una sociedad.
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 227

VIERNES 21. Desayunamos en Bredbury Green, de


donde viajamos a Marsden. Al día siguiente, sábado 22,
viajamos a Leeds. Prediqué a las cinco. Al regresar a la casa
una gran multitud nos siguió y nos tiraron todo lo que
tuvieron a la mano. Fui golpeado varias veces, una o dos
veces en la cara, pero sin ser lastimado. Me dirigí a la
oficina del Registrador y le conté del caso. Me prometió
prevenir acciones semejantes en el futuro.
MARTES 22 de marzo. Viajé con el Sr. Piers a ver a
uno que se llamaba a sí mismo profeta. Estuvimos con él
cerca de una hora. Mas no pude pensar que fuera enviado de
Dios: (1) porque lucía estar lleno de sí mismo, vano,
temerario y obstinado; (2) porque habló con extrema
amargura tanto del Rey, como dos los obispos y de todo el
clero; (3) porque insistía en hablar en latín sin poderlo
hacer, demostrando simplemente que él mismo no entendía
su propio llamado.
LUNES 12 de mayo. Cené con un caballero que
estaba completamente convencido que no hay tal cosa como
virtud o felicidad en la tierra, «habiendo encontrado», dijo,
«mediante experimentos repetidos, que no obstante las mil
favorables apariencias, todo hombre vivía en el fondo de un
completo egoísmo y verdadera miseria.» No me
sorprendería si cada deista racional pensara lo mismo.
Ciertamente deben hacerlo, si son consistentes consigo
mismos. Porque es seguro que todos los humanos son
miserables y egoístas, cualquiera sea la presentación que
puedan hacer, hasta que no tienen fe, esa convicción de lo
que no se ve,19 cuya misma existencia cuestionan.
LUNES 36. Vi un increíble caso de angustia. Una
sensata joven mujer (no metodista), que siempre asistía a su
iglesia, había creído ser una cristiana buena y justa durante
36 He. 11.1.
228 Diarios, Tomo I

toda su vida. Mantuvo esta creencia a través de unas


violentas fiebres y hasta que el médico le dijo a su hermano
que ella moriría. Al saberlo gritó: «Así que mi hermano y
usted van al cielo y yo al infierno.» El hermano dijo que
desde ese momento estuvo en desesperación y agonía,
diciendo que ya estaba en el infierno, que sentía las llamas;
que el diablo tenía su alma y cuerpo y que ahora la estaba
desgarrando a pedazos. Si tragaba algo, gritaba que estaba
tragando fuego y azufre. Por doce días no probó alimento
alguno y por más de veinte solamente agua. No dormía ni
de día ni de noche. Permanecía acostada maldiciendo y
blasfemando, rasgando sus ropas o rompiendo en pedazos
todo lo que podía alcanzar. Los pecados de mayor carga
sobre ella eran el no tener conocimiento de Dios o de su
amor, no creer en Jesucristo. y aun así haberse convencido y
convencido a otros que era una buena cristiana. Estuvo más
tranquila desde el momento en que oramos con ella,
dejando de maldecir y blasfemar. A los pocos días comenzó
a tomar un poco de te, aunque permaneciendo en plena
desesperación. Más tarde Dios convirtió su pesar en alegría.
SÁBADO 7 de junio. Le pregunté a Richard
Langman y a su esposa cómo se habían recuperado del
engaño alemán. Ella respondió: «Nadie hubiera podido
librarnos de ellos a no ser ellos mismos, ya que no hay
barreras contra sus tiernas palabras. Mas uno o dos de sus
sermones abrieron nuestros ojos, especialmente uno en que
el predicador estaba describiendo cómo la Virgen «alimentó
al pequeño Cordero con comida blanda, y cómo, cuando él
creció podía enviarle a hacer un mandado, quizás por un
porrón de leche. Pero si lo dejaba caer, el podía hacer el
milagro de componerlo.» Ellos entonces no eran capaces de
digerir estas cosas; ahora ya no les revuelven el estomago.
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 229

En la tarde un viejo amigo (ahora con los moravos)


luchó mucho para convencerme que no podía continuar en
la Iglesia de Inglaterra, porque no podía someterme
implícitamente a sus resoluciones. «Porque esto», dijo, «era
esencialmente necesario para permanecer en cualquier
iglesia.» No es necesario para continuar en cualquier
iglesia, sino en la de los Hermanos. Si así fuera, no sería
posible que yo fuera miembro de iglesia alguna bajo el
cielo. Pues debo aun insistir en el derecho al juicio privado.
No me atrevo a llamar a hombre alguno Rabí. No puedo
someterme ya sea a una fe implícita o a la obediencia de
cualquier hombre o número de hombres bajo el cielo.
MIÉRCOLES 2 de julio. Recibí la siguiente carta de
un amable hombre que está ahora con Dios:
Northampton, junio 29 de 1746
Reverendo y Estimado Señor,
Estoy verdaderamente feliz que la extensa carta que le envié
últimamente fue de su agrado. Bendigo a Dios que mis prejuicios contra los
escritores del orden establecido fueron oportunamente eliminados y vencidos.
Me regocijo grandemente al ver en aquéllos que por relatos de otros debo
estimar grandemente como excelencia de esta tierra, que sus prejuicios contra
sus hermanos de cualquier denominación han sido igualmente calmados; que
nos estamos acercando más a la armonía en la que espero que lleguemos a ser
uno en Cristo Jesús...
Siempre he estimado que el verdadero acto de amistad es usar
nuestros esfuerzos mutuos para dar testimonio el uno del otro como de carácter
intachable y tan valioso como sea posible. Nunca he tenido un mejor concepto
de mis obligaciones que cuando aquellas personas dignas que me honraron con
su afecto y relación libremente me dijeron lo que ellos pensaban que era
impropio de mi carácter y conducta. Esto por lo tanto, estimado señor, es un
testimonio que usted puede razonablemente esperar de mí, ya que he gozado por
algún tiempo de haberle conocido. Más, siempre he tenido como práctica, no
creer en ningún cuento que perjudique a aquéllos a quienes tenía razón aparente
de estimar, por lo que sabía de ellos. Consecuentemente, como no debo tomar
esto como una base firme, usted debe contentarse en esperar un poco más antes
de que usted pueda recibir aquel testimonio de amor fraterno que usted solicita
de
Reverendo y estimado señor,
Su obligado y afectuoso
Hermano y siervo,
230 Diarios, Tomo I

P. Doddridge
Su prudencia me ha sugerido un pensamiento, ¿sería
modesto llamarnos nosotros mismos humildes? Si la
expresión significa estar listos para servir en amor en
cualquier cosa humilde, como el lavado de pies a otros,
espero que pueda decir: «Soy su humilde servidor». Pero si
esto se refiere a alguien que en todo respecto es tan humilde
como debería ser, Dios me perdone que usurpe título tan
orgulloso. ¿En qué puedo decir «que ya lo he logrado»?
Sólo en que amo a mi divino Maestro y que no quisiera
tener ningún pensamiento en mi corazón que él pudiera
desaprobar. Siento una gran dulzura en tener la seguridad de
estar en su bendita mano, lo que no todo el mundo puede
tener y que verdaderamente pienso, me haría más feliz estar
en un calabozo oscuro que en diez mil mundos que me
impidieran tenerla. Por lo tanto, amo a toda criatura sobre la
tierra que lleve su imagen. Sin exceptuar a aquéllos que por
ignorancia, imprudencia o prejuicio me han lastimado
grandemente.
DOMINGO 6. Después de conversar largamente con
los líderes, ambos, hombres y mujeres, acordamos que nos
evitaríamos un gran gasto tanto en salud, como en tiempo y
dinero, si la gente pobre de nuestra sociedad pudiera ser
convencida de dejar de tomar té. Decidimos empezar
nosotros mismos y dar el ejemplo. Esperaba tener alguna
dificultad en romper con una costumbre de veintiséis años
de práctica. Como resultado, tuve dolor de cabeza los tres
primeros días, más o menos durante todo el día y estaba
medio dormido de mañana a noche. Al tercer día, el
miércoles en la tarde, perdí la memoria casi completamente.
Por la noche busqué mi remedio por medio de la oración. El
jueves por la mañana mi dolor de cabeza había
desaparecido. Mi memoria estaba alerta como nunca. No he
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 231

encontrado ninguna dificultad, sino más bien un beneficio


razonable en muchos aspectos desde aquel día hasta el
presente.
LUNES 4 de agosto. Recibí una carta de Yorkshire,
parte de la misma son estas palabras:
El miércoles, julio 16, visité al buen viejo Sr. Clayton. Estaba
sumamente débil y parecía como uno que no tuviera mucho más tiempo de vida.
Lo volví a visitar el lunes 21 y lo encontré muy enfermo. Me dijo que nadie más
debía de haber sido admitido a visitarle; que él tenía mucho que decirme para
contarle a usted y deseaba que le enviara sus saludos y que le deseaba
prosperidad en su piadoso trabajo. Viendo que no podía hablar mucho, decidí
salir, sin pensar que esta sería la última visita. Al regresar por estos lugares el
sábado pasado, encontré que había muerto esa mañana entre dos y tres. El lunes
pasado fui a su entierro y en forma inesperada llevé el duelo de mi buen y viejo
amigo. Acompañé su cuerpo hasta la sepultura. Allí observé su solemne
entierro. Mucho de sus parroquianos derramaron lágrimas, habiendo sido él un
padre para los pobres. Murió muy pobre, aunque tenía una renta de cuarenta
libras al año y un salario de cerca de trescientas libras por haber sido rector por
cuarenta y tres años.
MIÉRCOLES 13. Prediqué en Llansanffraid. Tan
pronto salimos de la iglesia se nos acercó una pobre mujer a
quien Satanás la había atado en manera poco común por
varios años. Nos siguió hasta la casa donde estaban nuestros
caballos, llorando, regocijándose y alabando a Dios. Había
dos clérigos allí a mi lado, y la casa llena de gente. Mas ella
no pudo contenerse de declarar delante de ellos todo lo que
Dios había hecho por su alma. Las palabras que salieron del
corazón llegaron al corazón. Rara vez antes había
escuchado tal predicador. Todos alrededor de ella estaban en
lágrimas, los grandes así como los humildes, pues no había
cómo hacer resistencia al Espíritu por el cual habló.
El extraño relato que hizo sobre sí mismo éste (sin
preocupase de que cada uno juzgara como quisiera): Que
hacía cerca de siete años desde que había insultado a uno de
sus vecinos, quien luego fue a ver a Francis Morgan (un
hombre famoso de esos lugares) y le dio catorce chelines
para «hacerle el peor daño». Que a la noche siguiente, tan
232 Diarios, Tomo I

pronto como se acostó, comenzó repentinamente una


tormenta de truenos, rayos y lluvia, en medio de la cual ella
sintió que todo su cuerpo se estremecía y supo que el diablo
estaba cerca de ella. Que al mismo tiempo el caballo que
tenía abajo en el establo, que solía estar tan quieto como
oveja, saltaba de un lado a otro y rompía de tal forma que
ella se vio obligada a levantarse y soltarlo. Que el árbol que
crecía junto a la casa había sido arrancado de raíz. Desde
ese momento no tuvo descanso día o noche, estando no sólo
en temor y pavor, sino también en el peor de los tormentos.
Sentía como si le desgarraran la carne con tenazas calientes
y hasta el día de hoy no había tenido ningún respiro o
tranquilidad. Ahora sabía que Dios la había liberado y creyó
que Dios todavía podía salvar su cuerpo y alma y golpear a
Satán a sus pies.
A las tres de la tarde prediqué en Builth, habiendo
decidido ir de allí a Carmarthen. Me di cuenta que por error
se había anunciado una predicación mía en Leominster en
Herefordshire. Cambié mi plan y me fui a Llansanffraid esa
noche y al día siguiente viajé a Leominster.
A las seis de la tarde empecé a predicar sobre una
tumba cerca del lado sur de la iglesia. La multitud rugía por
todas partes, pero pronto mi voz prevaleció. Poco a poco la
gente comenzó a calmarse, hasta que [en la iglesia]
empezaron a tocar las campanas, pero aun así no ganaron lo
que pretendían, pues mi voz todavía se podía escuchar.
Entonces los órganos comenzaron a tocar con todo su poder.
El Sr. C., el cura encargado, entró a la iglesia y se esforzó
en acallarlos, pero en vano. Así que pensé que lo mejor sería
trasladarme al mercado de trigo. Toda la congregación me
siguió, a los que se unieron muchos más que no hubieran
venido al cementerio. Aquí tuvimos momentos de
tranquilidad y expliqué lo que es esta secta que nos es
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 233

notorio que en todas partes se habla contra ella.20 Caminé


seguido de un gran número de personas hacia nuestro
hospedaje, pero a ninguno le oí palabra hiriente. Un
cuáquero que me siguió me dijo: «Estaba muy descontento
contigo por tu último Llamado,21 pero mi descontento pasó.
Te oí hablar y mi corazón se asió de ti.»22
LUNES 18. Cabalgué con el Sr. Hodges a Neath.
Aquí encontré a doce jóvenes a los que casi pude envidiar.
Vivían juntos en una casa y continuamente regalaban lo que
les sobraba después de cubrir lo que necesitaban para vivir.
La mayoría de ellos, (me contaron) eran predestinistas, pero
tan poco intolerantes de sus opiniones que no soportaban
que un predicador predestinista predicara entre ellos, a no
ser que dejara toda controversia a un lado. Bajo estas
condiciones recibían con todo gusto a aquéllos de diferentes
opiniones.
La multitud de personas me obligó a predicar en la
calle sobre «Arrepentíos, y creed en el evangelio».23 Un
hombre que estaba dispuesto a interrumpir procuró que un
violinista borracho le siguiera, pero al descubrir que nadie
lo hizo, se sintieron avergonzados. El caballero se retiró a
un lado y el violinista al otro.
[En nota al 8 de septiembre, Wesley incluye copia de una carta a Benjamin
Ingham. Esta carta se incluye entre la correspondencia traducida en otro tomo
de esta serie.]
MARTES 9 de septiembre. Prediqué en Crowan. Se
nos hizo de noche mientras predicaba, pero nadie se ofreció
a salir.

20
Hch. 28.22.
21
Véase Un nuevo llamado a personas razonables y religiosas, en
Obras de Wesley, 5:75-378.
234 Diarios, Tomo I

22
Los cuáqueros insistían en tratar a todos de «tú», pues no se debía
tratar a nadie con mayor respeto que el que se le daba a Dios. 23 Mr. 1.15.
MIÉRCOLES 10. Prediqué en Porkellis, en
Wendron, a muchos más que los que la casa podía albergar.
W____ T ____ de Sithney cabalgó conmigo a Gwennap, un
compañero inseparable del Sr. N____ siempre que pudiera
unirse a él en pleitos y borracheras, pero con sus
borracheras terminó la amistad del Sr. N____.
Cuando oyó que un tal John O____, un hojalatero,
estaba predicando, se fue allá con el propósito de hacer
bromas. Pero la palabra de Dios lo derribó a tierra. No
obstante el luchó en su esfuerzo, algunas veces tratando de
ir otra vez, otras veces resuelto a nunca ir más. Un día
cuando visitaba a su hermana, cargó a una pequeña niña (de
más o menos cuatro años) y le dijo: «Me dicen que tú
puedes cantar himnos. Ven, cántame un himno.» Ella
comenzó de inmediato
¡Mi alma, no demores!
Cristo llama, que le adores:
¡Levantaos, seguid al Salvador,
bendecid al día feliz y dad loor!
Ningún mortal habrá de saber Lo
que él promete conceder:
¡La paz, el amor y el consuelo:
Id a él, seguidle sin desvelo!
De inmediato él se levantó y se fue al servicio de
predicación. Esa misma noche encontró paz para su alma.
JUEVES 11. E____ T____ (la hermana de W____
T____) viajó conmigo a Camborne. Cuando ella se enteró
que su hermano era un «pervertido», fue a Sithney con el
propósito de rescatarlo. Mas no encontrando palabras justas,
ni nombres duros, ni juramentos, ni maldiciones, ni golpes
que pudieran convencerlo, se retiró renunciando a él y a
todo lo que le pertenecía y decidió del todo no verlo nunca
jamás.
Diario 6, 28 de octubre de 1743 - 26 de noviembre de 1746 235

Seis semanas después, lo encontró en Redruth y le


invitó a que entrara a una casa. Cuando estuvieron sentados,
ella irrumpió en llanto y le dijo: «Hermano, en el nombre de
Dios, sigue a esos hombres. Me avisas cuando cualquiera de
ellos predique en tu casa y vendré a escucharle.»
El preguntó: «¿Cómo es esto? ¿Cómo es que tú
llegaste a cambiar tanto?» Ella respondió: «Hace dos
semanas, soñé que un hombre se paró a mi lado y me dijo,
"No hables mal de estos hombres, pues ellos son los siervos
de Dios." Le respondí, "¿Qué, es usted uno de ellos? Les
desafío a todos ustedes. Me quedo en mi iglesia." El dijo,
"Y cuando estás en la iglesia, ¿cómo empleas tus
pensamientos? ¿O hasta en la Mesa del Señor?" Y así
continuó, diciéndome todo lo que guardaba en mi corazón.
Cada palabra me atravesó. Levanté mis ojos y le vi brillante
y glorioso. Y supe que era nuestro Salvador. Caí a sus pies y
luego desperté.»
A la semana siguiente, ella fue a Sithney, donde el
Sr. Meyrick estaba predicando y diciendo: «¿Hay alguno de
ustedes que ha cerrado sus puertas contra los mensajeros de
Dios? ¿Cómo sería si nuestro Señor cerrara la puerta de su
misericordia contra ti?» Ella gritó, «Esa soy yo,» y se
desplomó. No tuvo ella más descanso hasta que Dios la hizo
testigo de la fe que una vez persiguió.
Diario 7
Desde el 25 de noviembre de 1746 hasta
el 20 de julio de 1749

DOMINGO 11 de enero de 1747. En la noche


cabalgué a Brentford, al día siguiente a Newbury y el
martes 13 a las Devizes. El pueblo estaba alborotado de
principio a fin, como si los franceses estuvieran entrando; y
se oía abundantes palabras groseras, juramentos,
maldiciones y amenazas. La persona más activa que
incitaba al pueblo, fuimos informados, era el Sr.____, el
párroco. El había estado trabajando infatigablemente, yendo
todo el día de casa en casa. También se había tomado el
trabajo de poner avisos en los lugares más concurridos del
pueblo, sobre «Un entretenimiento encubridor y
pantomímico que será exhibido en la casa del Sr. Clark»
(donde yo iba a predicar). La última parte del aviso contenía
algo de doble sentido que una persona decente no puede
repetir. Empecé a predicar a las siete sobre «La gracia de
nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros».37 Muchos del
gentío entraron, escucharon algo y permanecieron quietos.
Nadie abrió su boca y se reflejaba la atención en el rostro de
cada uno de ellos.
JUEVES 22. A las doce y media me fui a caballo a
Wick, donde estaba citado para predicar a las tres. Estuve
cruzando la muralla a caballo por de la Puerta de San
Nicolás (me habían traído el caballo al lugar donde cenaba),
justo cuando un carretón hizo un viraje brusco de la Calle
San Nicolás y se vino de pronto cerro abajo. Había
solamente espacio para pasar entre la rueda y la muralla,

37 Ro. 16.20.
236 Diarios, Tomo I

235
pero el espacio estaba tomado por el arriero. Le pedí que se
retirara o de lo contrario tendría que pasarle por encima.
Mas, el hombre, como si fuera sordo, caminó directamente
hacia adelante. Esto me obligó a frenar a mi caballo.
Mientras tanto el eje de la carreta le golpeó con fuerza en el
hombro, con tal impacto que lo tiró al suelo. El me lanzó
por encima de su cabeza, como flecha de arco, y quedé
tendido, con mis brazos y piernas, no sé cómo, estiradas y
cerca de la muralla. La rueda siguió corriendo, y pasó a mi
lado, pero solamente me ensució las ropas. No sentí la más
mínima ansiedad en mi espíritu, sino la misma compostura
como si hubiera estado sentado en mi estudio. Cuando se
fue la carreta me levanté. Muchas personas se reunieron en
derredor mío hasta que un caballero me invitó a que entrara
en su tienda. Después de limpiarme un poco volví a coger el
caballo y llegué a Wick a tiempo para mi predicación.
Regresé a Bristol (donde se había esparcido la
noticia de mi muerte) con tiempo suficiente para alabar a
Dios en la gran congregación y predicar sobre «Tú, oh
Señor, salvarás al hombre como a la bestia.»38 Mis
hombros, mis manos, mi lado, y ambas piernas estaban algo
amoratados; mis rodillas algo más; mi muslo derecho
mucho más, lo que me dificultaba para caminar. Un poco de
melaza caliente me quitó todo el dolor en una hora y la
cojera en uno o dos días.
LUNES 2. Empecé a examinar las clases. Los
líderes desearon, en sus tiempos libres, rendirme un corto
informe por escrito de los que estaban bajo su cuidado.
Entre otras muchas, recibí la siguiente nota:
Estimado señor,

38 Sal. 56.7.
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 237

Espero que mi clase se está inclinando en una sola dirección. K. T.,


A.G., A. S., M. S., M. R., E. L. y S. S. parecen conservar su confianza en el
Señor. W.R., L.R., S.R., H.B. y I.B. el anciano y A.B. parecieran estar
encerrados en una neblina y no son capaces de salir para ningún lado. Están
muy muertos y al mismo tiempo muy sentidos. Nada parece hacerles ningún
bien, a no ser que sea suave como el aceite y cortante como una navaja.
M.S., M.Q., E.E., E.B., M.H., F.B., M.S., J.B e I.B., el más joven,
parece que buscan a Dios con fervor. J.T. y M.H. parecen tener un anhelo y
buscan algo con fervor.
Me parece que todos nosotros deseamos consejos simples y cortantes,
que nos despierten y sacudan y nos apuren, como el del ángel, «escapa por tu
vida; no mires tras de ti, ni pares en toda esta llanura».39Encuentro muchas
veces al Señor que me despierta como con trueno. Sin embargo encuentro un
espíritu de quietud y de tibieza que se adhiere a mi como lo hace la piel a mi
carne. A veces el Señor me demuestra cómo sin yo sentirlo ese espíritu se me
aproxima, y esto me hace temblar, porque no siempre he temido. ¡Que Dios
pueda darnos el sentir la verdadera condición de nuestras almas! Lo que, espero,
será siempre la oración de
Su indigno hijo en el evangelio,
John Hague
Ustedes que fueron amados y beneficiados por este
hombre de Dios cuando estaba en vida, escuchen lo que,
muerto, aún habla por ustedes.4
MARTES 10. Mi hermano regresó del norte y me
preparé para reemplazarle allí.
DOMINGO 15. Estuve muy débil y sin fuerzas. Mas
el lunes 16, me levanté poco después de las tres, con vida y
fuerza y encontré que todos mis achaques habían
desaparecido como un sueño.
El día anterior me asombraba la calma del tiempo,
porque raras veces me sucede esto en mis viajes. Pero mi
asombro se acabó: el viento cambió por completo al norte y
sopló con tanta fuerza e intensidad que cuando llegamos a
Hatfield ni mis compañeros ni yo teníamos mayor uso de
nuestras manos y pies. Después de descansar una hora,
39 Gn.
19.17. 4 He.
11.4.
238 Diarios, Tomo I

comenzamos de nuevo a través del viento y la nieve, los que


nos caían en la cara. Esto fue sólo una ráfaga. En Baldock
Field la tormenta comenzó con más fuerza. El granizo
grande caía con tanta violencia en nuestras caras que no
podíamos ver y a duras penas respirar. Sin embargo, antes
de las dos en punto llegamos a Baldock, donde alguien nos
recibió y nos condujo a salvo a Potton.
A las seis prediqué a una congregación muy formal.
MARTES 17. Salimos tan pronto amaneció, pero era
un trabajo muy difícil poder avanzar. La escarcha no se
deshacía o rompía. La nieve limpia sin huellas cubría todos
los caminos y teníamos que hacer gran esfuerzo para
mantener a nuestros caballos en pie. Mientras tanto el
viento aumentaba más y más, hasta poder voltear a ambos,
hombre y bestia. Sin embargo, después de darles algo de
comer a los caballos en Buckden, continuamos de nuevo
hasta encontrarnos en medio de un campo abierto con una
tormenta fuerte de lluvia y granizos como nunca habíamos
tenido antes. Atravesaba nuestros abrigos, externos e
interiores, botas y todo, y sin embargo se congelaba al caer,
aun sobre nuestras cejas, así que a duras penas teníamos
nada de fuerzas o movimiento cuando llegamos a nuestro
albergue en Stilton.
Ahora perdimos nuestras esperanzas de llegar a
Grantham, al caer rápidamente más y más nieve. Sin
embargo, aprovechamos una suave ráfaga para salir y hacer
lo mejor posible de nuestro camino a Stamford Heath. Mas
aquí surgió una nueva dificultad por causa de la caída y
gran acumulación de nieve. A veces hombre y caballo
estaban en peligro de desaparecer en la nieve. No obstante
en menos de una hora estuvimos a salvo en Stamford.
Estando dispuestos a llegar tan lejos como fuera posible,
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 239

hicimos una corta parada aquí y cerca de la puesta del sol,


con frío y cansados, pero con salud, llegamos a un pequeño
pueblo llamado Brig Casterton.
MARTES 24. Escribí unas cuantas líneas al Sr. C.
dándole un relato del comportamiento de su pariente. El le
obligó a venir directamente a mí para pedirme perdón.
Desde ese momento no hemos tenido desórdenes en
Grimsby.
Al mediodía supervisé la pequeña sociedad en
Tetney. No había visto otra igual en toda Inglaterra. En el
listado (que revela el informe de la contribución a los
pobres) observé que uno dio ocho peniques, con frecuencia
diez, a la semana; otro, trece, quince o dieciocho peniques;
otro algunas veces uno, a veces dos chelines. Le pregunté a
Micah Elmoor, el líder (un verdadero israelita, ahora
retirado): «¿Cómo es esto? ¿Son ustedes la sociedad más
rica en Inglaterra?» El me respondió: «Supongo que no,
pero todos nosotros los que somos solteros hemos juntos
acordado darnos a nosotros mismos y todo lo que tenemos a
Dios. Lo hacemos con alegría, por lo que estamos
dispuestos de tiempo en tiempo a recibir a todos los
extraños que vienen a Tetney, quienes con frecuencia no
tienen alimento que comer, ni ningún amigo que les de
albergue.»
Llegamos a Hainton poco después de la puesta del
sol. Nunca antes había visto congregación tan grande aquí.
Les exhorté a todos ellos (protestantes y papistas) sobre la
gracia de nuestro Señor Jesucristo,40 y lo que decía parecían
ser en verdad (como dice Homero), «palabras con alas,» que
volaban como flechas de la mano del Altísimo al corazón de
cada oyente.

40 Ro.16.20.
240 Diarios, Tomo I

SÁBADO 28. Visité en Shipton al Sr. Coates, el


ministro de Acomb, quien había querido verme. Después de
pasar con él media hora agradable y útil, viajé a Thirsk.
Aquí me regocijé con T. Brooke y su esposa, luces
que brillan en la oscuridad. Últimamente Dios les había
agregado un tercero, uno que había sido anteriormente
famoso por toda clase de maldades, quien se arrepintió de
corazón mientras que el Sr. Brooke le hablaba y se retiró a
su casa justificado. Esta experiencia había impactado a toda
la comunidad, de tal manera que cuando llegué, alrededor
de las cinco, a predicar en una casa vacía, ésta se llenó
rápidamente, dentro y fuera, siendo el Juez uno de la
congregación. En la mañana cerca de las seis prediqué otra
vez a una congregación más numerosa que antes. Nadie
abrió la boca, ya sea a la hora de la predicación o cuando
caminé por el pueblo, a no ser que fuera para desearme que
Dios me acompañara o preguntarme cuándo regresaría de
nuevo.
DOMINGO primero de marzo. Llegué a
Osmotherley cerca de las diez en punto, justamente cuando
el ministro (que vive a unas millas de allí) llegaba al pueblo.
Le ofrecí mis servicios y le dije, que si él deseaba, yo podría
ayudarle, ya sea leyendo oraciones o predicando. Al recibir
el mensaje vino donde mí inmediatamente y me dijo que
aceptaba con todo gusto mi ayuda. Conforme caminábamos
a la iglesia dijo: «¿Acaso no será mucho para usted leer las
oraciones y predicar también?» Le respondí que no, sino
que escogería hacerlo, si él lo permitía, lo que hice
finalmente. Después que terminó el servicio el Sr. Deason
dijo: «Señor, siento que no tenga una casa para recibirle. Le
ruego que me haga saber cuando regrese.» Muchos
preguntaban dónde iba a predicar en la tarde. Uno de ellos
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 241

fue al Sr. Deason de nuevo y le preguntó si estaba dispuesto


a que predicara de nuevo en la iglesia. El respondió: «Si,
cuando el Sr. Wesley lo desee». Tuvimos una congregación
numerosa a las tres de la tarde. Aquellos que en el pasado
habían sido los más contrarios parecía ahora que se
derretían en amor. Todos estaban convencidos de que no
éramos papistas. ¡Cuán sabiamente Dios ordena todas las
cosas en su debido tiempo!
LUNES 2. Viajé a Newcastle. Al día siguiente me
reuní con los mayordomos, hombres que habían dado
prueba de sí mismos en todas las cosas. Eran de un solo
corazón y una sola mente. Les encontré en la casa con el
mismo espíritu, volcando juntos sus almas a Dios muchas
veces al día y respirando ninguna otra cosa que amor y
bondad fraternal.
MIÉRCOLES 4. Siendo Miércoles de Ceniza, pasé
algunas horas leyendo las exhortaciones de Efraín Siro. Con
seguridad, nunca hombre alguno desde David nos da tal
descripción de un corazón contrito y humillado.41
Esta semana leí junto con algunos jóvenes un
compendio de retórica y un sistema de ética. No veo por
qué una persona de inteligencia normal no pueda aprender
en seis meses más de filosofía que lo que comúnmente se
aprende en Oxford en cuatro (quizás siete) años.
DOMINGO 8. Prediqué en Gateshead y expuse el
amor bondadoso del Señor. En la noche, al notar la
abundancia de extraños en el salón, cambié mi voz y usé
aquellas palabras terribles, «Os trastorné como cuando
Dios trastornó a Sodoma y a Gomorra, y fuisteis como

41 Sal.51.17.
242 Diarios, Tomo I

tizón escapado del fuego; mas no os volvisteis a mí, dice


Jehová.»42
El lunes, martes y jueves supervisé las clases. Se me
había dicho con frecuencia que me era imposible distinguir
lo precioso de lo vil, sin el discernimiento milagroso de
espíritus. Pero ahora vi, más claramente que nunca, que esto
puede hacerse y sin mucha dificultad, con la suposición sólo
de dos cosas: primero, el valor y la firmeza del examinador;
segundo, el sentido común y la honestidad común en el líder
de cada clase. Visité, por ejemplo, la clase en Close, en la
que Robert Peacock es el líder. Pregunto: «¿Este y esta otra
persona en su clase viven en borracheras o bajo cualquier
otro pecado externo? ¿Va a la iglesia y usa otros medios de
gracia? ¿Se reúne con usted tantas veces como tiene la
oportunidad de hacerlo?» Ahora si Robert Peacock tiene
sentido común, puede contestar la verdad a estas preguntas;
y si tiene honestidad común, lo hará. Y si no, cualquier otro
en la clase que tenga ambas puede contestar y hacerlo por
él. ¿Dónde está entonces la dificultad de averiguar si hay
algún desordenado en esta clase? Y, consecuentemente, ¿en
cualquier otra clase? La pregunta no se refiere al corazón,
sino a la vida. El tenor general de ésta no quiero decir que
no se pueda conocer, sino que no se puede esconder, sin
algún milagro.
¿Dónde entonces está la necesidad de cualquier
discernimiento milagroso para purgar a una de estas
sociedades? Mas aun, ¿de que serviría eso? Porque aunque
tuviera ese discernimiento, tendría que pasar sentencia sólo
después que los cargos han sido hechos y probados; no
según lo que discierno milagrosamente, sino de acuerdo a lo
que está probado a la luz del sol.
42 Am.4.11.
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 243

La sociedad que en el primer año consistió de más


de ochocientos miembros, se ha reducido ahora a
cuatrocientos. Pero según el antiguo proverbio la mitad es
más que el todo. No seremos avergonzados cuando
hablemos con los
enemigos en la puerta.43
JUEVES 19. Consideré, ¿qué haría ahora, si
estuviera seguro de tener solamente dos días de vida? Todas
las cosas externas están arregladas de acuerdo a mi deseo.
Las casas en Bristol, Kingswood y Newcastle están seguras.
Las escrituras por las cuales se transfirieron a los
fideicomisarios fueron hechas en el quinto juzgado. Mi
testamento está hecho. ¿Qué más tengo que hacer, sino
encomendar mi alma a mi fiel y misericordioso Creador?
DOMINGO 5 de abril. salimos temprano y como a
las ocho nos dirigimos al mercado de Hexham. Pronto se
reunió una multitud de personas. La mayoría furiosos como
potros sin domar. Muchos habían prometido grandes cosas,
pero el freno estaba en sus dientes. Grité, «Deje el impío su
camino, y el hombre inicuo sus pensamientos».9 Ellos
sintieron el filo de la espada de doble filo y se mantuvieron
serios por todos lados, de tal forma que no escuché ninguna
palabra indigna o no civilizada, hasta que los dejamos
parados y mirándose unos a otros. A la una prediqué en
Horsley y alrededor de las cinco en Newcastle.
VIERNES 10. Habiendo establecido todas las
sociedades en el país, empecé a supervisar otra vez la de
Newcastle. Mi preocupación principal era borrar, en lo
posible, todo obstáculo al amor fraternal. Encontré un

43 Sal.
127.5. 9
Is.55.7.
244 Diarios, Tomo I

obstáculo raro que se estaba deslizando entre nosotros, y


que ya había hecho mucho daño: a saber, la ilusión de que
«no debemos justificarnos nosotros mismos». Esto es uno
de los resultados de la teología mística, justamente contraria
al requerimiento bíblico, «estad siempre preparados para
presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo
el que os demande razón de la esperanza que hay en
vosotros.»10 Por no hacerlo a tiempo, algunas ofensas
incurables habían crecido ahora. Por lo tanto, creí necesario
arrancar esto de raíz; explicar este deber desde su base y
requerir a todos aquellos que desearan quedarse con
nosotros de justificarse a sí mismos cuando fueran culpados
injustamente y no supeditar ambos la paz y el amor a su
humildad voluntaria.
DOMINGO 19. Siendo Domingo de Resurrección,
prediqué en Gateshead por última vez, después en Swalwell
y en Newcastle en la noche. Con mucho gusto hubiera
pasado unas seis semanas más en estos lugares, pero mi
tiempo se había agotado. Prediqué mi sermón de despedida
a las cinco. El lunes 20 gran parte de la congregación (que
llenaba el salón) fueron magníficas personas, las mejores
que había visto allí. Seguramente que Dios esta elaborando
algo nuevo en la tierra. ¡Se les predicó el evangelio aun a
los ricos! Hay también entre éstos quienes tienen oído para
oír y corazones para recibir la verdad que está en Jesús.
Cerca de las nueve prediqué a una congregación
grande en Rainton y antes de las seis llegué a Osmotherley.
Encontré al Sr. Deason (como lo esperaba) que había sido
violentamente atacado por los clérigos y la clase rica de la
vecindad. Para evitarle que se expusiera a tener mayores

10
1 P.3.15.
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 245

dificultades por mi culpa, no le reclamé su promesa, sino


que prediqué en el cementerio cerca de la iglesia sobre «Ha
resucitado el Señor verdaderamente».11 ¡Cuán sabiamente
Dios ordena todas las cosas! Algunos no escucharían la
palabra de Dios fuera de una iglesia. Por el bien de éstos se
nos permite predicar en la iglesia. Otros no escucharían en
la iglesia. Por su bien nos vemos con frecuencia obligados a
predicar en los caminos.
Aquí John Nelson se encontró conmigo. El jueves,
viernes y sábado él había predicado en Acomb y sus
alrededores y el Viernes Santos, en particular, en Heworth
Moor, a una congregación grande y tranquila. El Domingo
de Resurrección, a las ocho, predicó allí otra vez a un gran
número de oyentes formales. Al final de su sermón una
turba vino desde York, contratada y dirigida por algunos
(mal llamados) caballeros. Permanecieron tranquilos, hasta
que un importante papista gritó: «¿Por qué no le sacan el
cerebro al perro?» A esa voz, ellos inmediatamente
comenzaron a tirarle todo lo que tenían a la mano, y así la
congregación se dispersó rápidamente. John habló unas
cuantas palabras y se encaminó hacia York. La turba le
siguió con lluvia de ladrillos y piedras, uno de los cuales le
cayó en el hombro y otro en la espalda. Un poco antes de
llegar a la ciudad, parte de un ladrillo le cayó en la parte de
atrás de la cabeza y lo tumbó al suelo. Cuando volvió en sí,
dos personas de Acomb lo levantaron y lo colocaron entre
ellos. Los caballeros le siguieron, arrojando piedras y
ladrillos como antes, hasta que llegaron a la puerta de la
ciudad, cerca de la cual vivía un honesto comerciante, quien
le tomó de la mano y lo hizo entrar en su casa. Algunos de

11
Lc.24.34.
246 Diarios, Tomo I

los revoltosos juraron que romperían todas sus ventanas si


no lo sacaba de la casa, pero él resueltamente les dijo: «No
lo haré, Cualquiera que toque mi casa lo hará a su propio
riesgo. Se lo haré recordar toda su vida.» Al oír esto
pensaron que era bueno retirarse.
Después que un cirujano le curó la herida de la
cabeza, John se fue tranquilo a Acomb. Cerca de las cinco
salió, para predicar, y comenzó a cantar un himno. Antes de
terminar de cantar los mismos caballeros llegaron en coche
desde York con un buen número de personas. Tiraron
terrones y piedras tan rápido por todas partes que la
congregación se dispersó rápidamente. John caminó a un
pequeño terreno no lejos de la casa de Thomas Slaton. Dos
hombres le siguieron rápidamente, uno de ellos jurando
desesperadamente que le quitaría la vida, y parecía estar
bien dispuesto a hacerlo. Le golpeó varias veces con todas
sus fuerzas en la cabeza y en el pecho y finalmente lo tiró al
suelo y lo pisoteó, hasta que lo dio por muerto. Mas por la
misericordia de Dios, fue llevado a una casa, volvió en sí, y
después del descanso de la noche se encontró tan
recuperado que pudo viajar a Osmotherley.
JUEVES 4 de junio. Reduje los dieciséis
mayordomos a siete, a quienes se dieron las siguientes
instrucciones:
1) Serán hombres llenos del Espíritu Santo y sabiduría y harán
todas las cosas en forma aceptable a Dios.
2) Estarán presentes cada martes y jueves en la mañana para
desempeñar los asuntos temporales de la sociedad.
3) Deben iniciar y terminar cada reunión con ferviente oración
a Dios pidiendo su bendición sobre todos sus quehaceres.
4) Deben presentar sus cuentas el primer martes de cada mes
para que puedan ser transferidas al libro mayor.
5) Tomarán por turno, mes a mes, la presidencia. La
presidencia verá que todas las reglas se cumplan con puntualidad y confrontará
a quien las infrinja.
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 247

6) No harán nada sin el consentimiento del ministro, ya sea


explícito, o ya un consentimiento que razonablemente debería esperarse.
7) Deben considerar que cada vez que se reúnen, «Dios está
presente». Por lo tanto, háganlo con reverencia. No pronuncien palabras
frívolas. Hablen como si estuvieran en su presencia y para la gloria de su gran
nombre.
8) Cuando algo esté en debate, que uno a la vez se ponga de
pie y hable y que el resto preste atención. Que hable lo suficientemente alto para
ser escuchado y no más, en amor y espíritu de mansedumbre.12
9) Deben orar sin cesar y esforzarse porque una santa armonía
de mente prevalezca en todas las cosas que subsistan entre ustedes. Que en cada
paso sean solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.13
10) Que en todos los debates sean cuidadosos sobre sus
espíritus, evitando como al fuego todo clamor y contención, siendo prontos
para oír, tardos para hablar,14 y en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los
otros.15
11) Si no pueden consolar a los pobres, no los hagan sufrir.
Denles palabras suaves, por lo menos. Absténganse de miradas duras o palabras
fuertes. Permítanles acercarse con gozo, aunque se vayan vacíos. Pónganse en
el lugar de cada pobre y trátenlo como quisieran que Dios les trate a ustedes.
Estas instrucciones cuyos nombres se suscriben (siendo los
mayordomos actuales de la sociedad en Londres) las recibimos de todo corazón
y deseamos fervientemente hacerlas cumplir. Como testigo de ello ponemos
nuestras manos.
N.B. Si cualquier mayordomo transgrediera cualquiera de las reglas
que preceden, después de haber tenido tres amonestaciones por el presidente
(cuya notificación debe ser entrega de inmediato al ministro) dejará de ser
mayordomo.
SÁBADO 6. Hice el compromiso de hablar con
quienes nos habían solicitado un informe sobre las
medicinas. Encontré que habíamos tenido casi seiscientos
en cerca de seis meses. Más de trescientos de ellos vinieron
dos o tres veces y después no los volvimos a ver. Alrededor
de veinte de aquellos que habían asistido regularmente no
parecían estar mejor ni peor. Más de doscientos estaban
notablemente mejor y cincuenta y uno completamente

12
1 Co. 4.21.
13
Ef. 4.3.
14
1 Stg. 1.19. 15 Ro.12.10.
248 Diarios, Tomo I

curados. El costo total de los gastos, desde el principio hasta


el presente, fue de treinta libras.
VIERNES 26. Llegamos a Tavistock antes del
mediodía, pero siendo día de mercado no prediqué hasta las
cinco de la tarde. La lluvia comenzó casi tan pronto como
empezamos a cantar e hizo que muchos se retiraran del
campo. Después de predicar (dejando al Sr. Swindells allí)
salí para Plymouth Dock.
Dos millas antes de llegar a Plymouth uno nos
alcanzó y nos dijo que la noche anterior todo Dock era un
tumulto y que un alguacil, tratando de mantener la paz, fue
golpeado y muy maltratado. Mientras entrábamos a Dock se
dirigió a nosotros y nos pidió que entráramos por la parte de
atrás. «Ya que,» dijo el, «hay miles de personas esperando
en la puerta de la casa del Sr. Hide.» Seguimos a caballo
hasta que nos pusimos exactamente en medio de ellos. Nos
saludaron con tres vivas, después de lo cual me bajé del
caballo, estreché las manos de varios y comencé a hablarles.
Con mucho gusto me hubiera pasado una hora entre ellos y
créanme que si lo hubiera hecho, habría sido el final del
tumulto. Mas siendo ya tarde (eran pasadas las nueve de la
noche), me convencieron de entrar. La turba entonces
recobró su espíritu y luchó con valor contra puertas y
ventanas, pero alrededor de las diez se cansaron y se
regresaron todos a sus casas.
SÁBADO 27. Prediqué a las cuatro y entonces hablé
individualmente con algunos de la sociedad. Y es así que
encontré que solamente una persona entre ellos conocía el
amor de Dios antes de que mi hermano llegara. Razón por
la que el diablo estaba tan tranquilo: porque en paz está lo
que posee.16
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 249

Cerca de las seis de la tarde fui al lugar donde


prediqué el año pasado. Un poquito antes de terminar el
himno llegó «el Teniente», un hombre famoso, con su
séquito de soldados, tamboriles y la turba. Cuando los
tambores dejaron de sonar un gentilhombre barbero empezó
a hablar, pero su voz se ahogó rápidamente entre los gritos
de la multitud, que seguía más y más furiosa al aumentar en
número. Después de esperar cerca de un cuarto de hora y
notando que la violencia del populacho seguía aumentando,
caminé al mismo centro donde estaba el grueso de ellos y
tomé al capitán de la turba por la mano. El respondió de
inmediato: «Señor, yo veré que llegue a salvo a casa. Señor,
nadie le va a tocar. Señores, apártense. Retírense. Derribaré
al primer hombre que lo toque.» Caminamos en gran paz.
Mi guía de vez en cuando estiraba el cuello (era un hombre
muy alto) y miraba alrededor para ver si alguien se
comportaba rudamente, hasta que llegamos a la puerta de la
casa del Sr. Hide. Entonces nos separamos con mucho
afecto. Permanecí en la calle cerca de media hora después
que él se había ido, hablando con la gente, quienes ya se
habían olvidado de su cólera y se regresaban en buen
espíritu.
DOMINGO 28. Prediqué a las cinco en terreno
comunal a una congregación muy formal y bien comportada
y a las ocho, cerca del salón, sobre «Buscad a Jehová
mientras pueda ser hallado.17 La congregación era mucho
más grande que antes e igualmente seria y atenta. A las diez
fui a la iglesia. El Sr. Barlow predicó un sermón muy útil,
16
Lc. 11.21.
17
Is.55.6.
250 Diarios, Tomo I

sobre «sé propicio a mí, pecador»,18 y en la tarde un


estruendoso sermón, sobre «donde el gusano de ellos no
muere, y el fuego nunca se apaga».19
A la una prediqué otra vez, cerca del salón, de
aquellas palabras en el Evangelio para este día: «Venid, que
ya todo está preparado».20 Los corazones de quienes
estaban desviados parecían inclinarse ante el Señor. Había
decidido predicar en la iglesia de Stoke Hill a las cinco,
pero la lluvia no me lo permitió. Sin embargo, antes de las
seis fui al centro del pueblo, donde tuvimos una gran y
respetable asamblea. El temor de Dios parecía que se había
esparcido por sobre todos y ellos recibieron lo que fue
hablado como la palabra de Dios. Una vez más él ha abierto
la puerta para que el evangelio pueda tener aquí entrada
libre también.
MARTES 7 de julio. Prediqué en St. Ives, el
miércoles 8 en Sithney. El jueves los mayordomos de todas
las sociedades se reunieron. Y ahora solícitamente averigüé
cuántos exhortadores había en cada sociedad; si poseían
algunos dones para el trabajo; si sus vidas eran
eminentemente santas; y si habría algún fruto de su labor.
De todo esto encontré lo siguiente: 1) que no había menos
de dieciocho exhortadores en el condado; 2) que tres de
estos exhortadores no tenían ningún don para su trabajo, ni
natural, ni sobrenatural; 3) que un cuarto no tenía ni dones
ni gracia, sino que era un individuo obtuso, vacío y fatuo; 4)
que un quinto tenía considerable cantidad de dones, pero
había hecho evidentemente, un naufragio de la gracia de
Dios. A éstos por lo tanto, determiné de separarlos
inmediatamente y di aviso a nuestras sociedades que no se
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 251

18
Lc. 18.13.
19
Mr. 9.44.
20
Lc. 14.17.
les escuchara; 5) que J.B., A.L., y J.W. tenían dones y gracia
y que habían sido de mucha bendición en el trabajo.
Finalmente, que el resto podría ser de mucha ayuda donde
no había predicador en su sociedad o en sociedades vecinas,
con la provisión de que no podían tomar otro paso sin el
consejo de quienes tuvieran mayor experiencia.
MARTES 4 de agosto. Salí para Irlanda.
Cabalgamos ese día (pero fue una dura empresa) a Builth,
donde prediqué en la noche sobre el Hijo Pródigo.
MIÉRCOLES 5. Salimos a caballo temprano en la mañana,
cabalgamos sobre las ásperas montañas de Radnorshire y
Montgomeryshire hacia Merionethshire. En la tarde quedé
sorprendido con uno de los mejores panoramas, en su clase,
que había visto en mi vida. Cabalgamos en un valle verde,
con hileras de árboles, que daban sombra y formaban un
emparrado por varias millas. El río corría a nuestra mano
derecha, a través de pedazos de rocas de todo tamaño,
forma y color. Al otro lado del río se levantaba la montaña a
una altura inmensa, casi perpendicular. Y no obstante, los
robles altos y derechos se levantaban, unos superiores a los
otros, del suelo a la misma cima; sólo aquí y allá, donde la
montaña no era tan empinada, se interponían pastos o
campos de trigo. A la distancia, tan lejos como el ojo podía
alcanzar, como si fuera un medio de contraste,
Una enorme montaña se erguía
21
Su ancha espalda desnuda lucía
con enorme, escarpadas rocas colgando sobre su cumbre,
que parecían inclinar la cima, presagiando la ruina.
SÁBADO 8. Encontrando un paquebote listo, lo
abordamos alrededor de las ocho de la mañana. Había una
252 Diarios, Tomo I

gran calma cuando remamos para salir de la bahía. Mas


cerca
21
Milton, El Paraíso perdido, vii.285-87.
de las dos de la tarde el viento comenzó a soplar y continuó
hasta cerca de las cuatro de la mañana del domingo, cuando
tuvimos a la vista la orilla irlandesa.
No pude menos que observar (1) que mientras
estuvimos navegando con un viento fresco, no había nada
de viento a una milla alrededor, pero un barco que estaba
delante de nosotros se había quedado sin viento hasta que lo
perdimos de vista; (2) que un corsario francés, que por
varios días había tomado a todo barco que navegaba en esa
costa, fue apresado y llevado a la bahía de Dublin la misma
mañana que arribamos.
Antes de las diez llegamos al muelle de St. George.
Tan pronto desembarcamos, escuchamos las campanas de la
iglesia, a la que fui directamente. El Sr. Lunell llegó al
muelle, justo después de mi partida, dejando un mensaje en
la casa donde estaban nuestras pertenencias diciendo que
regresaría a la una. Así lo hizo, y nos llevó a su casa. A las
tres escribí una carta al vicario de St. Mary, quien me había
enviado a decir que aceptaría gustosamente mi ayuda. Así
que prediqué allí (otro caballero leyó las oraciones) a una
congregación tan alegre e insensata como nunca antes había
visto. Después del sermón el Sr. Roquier me agradeció muy
afectuosamente y me pidió que le favoreciera con mi
compañía en la mañana.
MIÉRCOLES 2 de septiembre. Pasé algún tiempo
con T. Prosser, quien había llenado la sociedad con vanas
querellas. Encontré que el error estaba en su cabeza en vez
de su corazón; él es un hombre honesto y de buenas
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 253

intenciones, pero no más capacitado por ambas, la


naturaleza o la gracia, para exponer la Escritura que para
dictar conferencias de lógica o álgebra.
Aun gentes de sentido común han considerado que
este hombre torpe y místico es mucho más profundo de lo
que en realidad es; y es muy natural que así sea. Si miramos
dentro de un pozo oscuro parece profundo. Es la oscuridad
lo que lo hace parecer así. Traigan la luz y veremos que es
superficial.
En la noche prediqué en Fonmon. Siendo la
congregación mucho más grande que lo que la capilla podía
albergar, me vi obligado a predicar en el atrio. Yo mismo
me sentí mucho más consolado al consolar al débil y al
agobiado.
VIERNES 27 de noviembre. El pobre Sr. Simpson
pasó una hora conmigo, angustiado por todos lados: había
sido llevado a Londres por justas y probables promesas,
pero luego lo dejaron a la deriva a no ser que prometiera
que nunca más predicaría fuera de una iglesia. ¡Qué
desgracia! ¿Qué clase de método de conversión es éste? Yo
también amo a la Iglesia. Mas estoy tan dispuesto a hacer
pasar hambre a alguien en la iglesia como lo estoy a
quemarle dentro de ella.

SÁBADO 16 de enero de 1748. Al revisar el


informe de los enfermos encontramos una buena razón para
alabar a Dios. Durante el año cerca de trescientas personas
habían recibido medicinas ocasionalmente. Cerca de cien de
ellas las tomaron regularmente y se sometieron a un
régimen apropiado. Más de noventa de estas personas
fueron curadas del todo de las enfermedades que habían
254 Diarios, Tomo I

sufrido. El costo de las medicinas por todo el año llegó


apenas a unos chelines más de las cuarenta libras.
DOMINGO 17. Hice una colecta pública para
formar un fondo de préstamos para los pobres. Nuestra
regla es prestar solamente veinte chelines a la vez, los que
deben ser devueltos semanalmente dentro de los tres meses.
Empecé con esto hace cerca de año y medio. Treinta libras
con dieciséis chelines fueron recolectadas. Con el uso de
esa suma no menos de doscientas cincuenta y cinco
personas habían sido ayudadas en dieciocho meses. El Dr.
W., enterándose de este plan, envío una guinea para este
fondo. También lo hizo un eminente deista la siguiente
mañana. VIERNES 12 de febrero. Después de predicar en
Oak-hill cerca del mediodía, viajé a Shepton y los encontré
a todos bajo una extraña consternación. Una turba, dijeron
ellos, fue alquilada, preparada y emborrachada lo
suficientemente como para hacer toda clase de maldades.
Empecé a predicar entre las cuatro y las cinco; nadie
obstaculizó o interrumpió en nada. Tuvimos una
oportunidad bendecida y los corazones de muchos fueron
consolados en gran manera. Me pregunté qué había pasado
con la turba. Pero pronto fuimos informados. Se
equivocaron de lugar, creyendo que yo me apearía como
siempre lo hacía en la casa de William Stones y habían
llamado con tambor a todas sus fuerzas para encontrarse
conmigo a mi llegada. Pero el Sr. Swindells inocentemente
me llevó al otro extremo del pueblo y ellos no se dieron
cuenta de su error hasta que yo había terminado de predicar,
lo que ellos trataban de impedir por ser uno de sus planes,
pero quedó completamente frustrado.
Sin embargo, nos acompañaron de la casa de
predicación a la del Sr. William Stone, tirándonos basura,
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 255

piedras y terrones en abundancia, pero no pudieron


hacernos daño; solamente el Sr. Swindells tuvo un poco de
tierra en su saco y yo unas cuantas manchas en mi
sombrero.
Después que entramos a la casa, empezaron a tirar
grandes piedras, como para romper la puerta. Mas, dándose
cuenta que esto tomaría algún tiempo, dejaron por el
momento ese plan. Primero rompieron todas las losetas del
cobertizo que estaba sobre la puerta y luego tiraron una
lluvia de piedras a las ventanas. Uno de sus capitanes, con
gran vehemencia, nos había seguido hasta dentro de la casa
y estaba ahora encerrado con nosotros. Esto no le gustó
mucho y de buena gana se hubiera salido, pero no le era
posible. Así que se mantuvo lo más cerca posible de mí,
pensando que estaba más seguro. Pero se quedó un poco
más atrás cuando subí dos peldaños y se mantuvo de un
lado, donde teníamos algo de protección, cuando una gran
piedra le cayó en la frente saliéndole un chorro de sangre.
Gritó: «Oh Señor, ¿moriremos esta noche? ¿Qué debo de
hacer? ¿Qué debo de hacer?» Le dije: «Ore a Dios. El puede
librarle de todo peligro». Siguió mi consejo y empezó a orar
como nunca lo había hecho antes desde el día que nació.
El Sr. Swindells y yo entonces nos pusimos a orar.
Después le dije: «No debemos de quedarnos aquí; debemos
bajar inmediatamente.» El respondió: «Señor, no podemos
movernos. ¿No ve como llueven las piedras?» Caminé de
frente a través del cuarto bajando las escaleras y ninguna
piedra nos cayó hasta que estuvimos abajo. La turba
acababa de romper y abrir la puerta cuando llegamos al
cuarto de abajo y exactamente cuando rompían una de las
puertas, nosotros salíamos por la otra. Nadie se dio cuenta
256 Diarios, Tomo I

de nosotros, a pesar de que estábamos solamente a cinco


yardas unos de otros.
La turba llenó de pronto la casa y se proponía a
prenderle fuego. Pero uno de ellos se dio cuenta que su
propia casa estaba al lado y con gran alboroto les convenció
de que no lo hicieran. Al oír a uno de ellos gritar, «Se
escaparon por campo abierto» pensé que fue un buen aviso.
Así que atravesamos el campo hasta el otro extremo del
pueblo, donde Abraham Jenkins nos esperaba y tomó la
responsabilidad de guiarnos a Oakhill.
Cabalgaba por Shepton Lane, estando bastante
oscuro, cuando él gritó: «Bájense; bájense del terraplén.»
Hice conforme me lo indicó, pero siendo la loma elevada y
casi perpendicular, de pronto rodé hacia abajo, mi caballo y
yo dando tumbos uno sobre el otro. Ambos salimos ilesos.
En menos de una hora llegamos a Oakhill y a la mañana
siguiente a Bristol.
JUEVES 3 de marzo. El Sr. Holloway, un vecino
recaudador de impuestos, nos invitó a desayunar con él.
Una vez había comenzado con buenas intenciones, y ahora
había decidido comenzar de nuevo. Confío en que fuimos
enviados a él para bien.
Su esposa estaba amargamente opuesta a todo esto,
hasta que un día, estando sentada en su casa, el golpe de un
rayo mató a un gato que estaba justamente a su lado y a ella
la derribó al suelo, quemándole la piel en muchas partes, y
sin embargo, no le chamusqueó en nada la ropa. Cuando
volvió en sí no pudo menos que reconocer el poderoso
llamado de Dios. Pero la seriedad de su convicción no le
duró mucho, ya que sus amistades al reírse de ella la
hicieron desistir.
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 257

Empero Dios la volvió a llamar, por medio de


sueños y visiones durante la noche. Pensó que estaba parada
al aire libre, cuando alguien apareció en las nubes, con gran
gloria, sobre la brillantez del sol. Pronto después vio a un
segundo y entonces a un tercero. Uno tenía algo parecido a
una lanza en su mano; el segundo, una escoba, con la cual
iba a barrer la tierra. El tercero, un reloj de arena, como si el
tiempo fuera corto. Todo esto la afectó tan profundamente
que comenzó desde ese momento a buscar a Dios con todo
su corazón.
Al mediodía fuimos a la casa del Sr. Morgan, donde
me había alojado el pasado agosto. Alrededor de las dos nos
encontramos con los Sres. Jones y Williams, este último
clérigo del sur de Gales, en Rhyd-sbardun. Después que el
Sr. Williams había predicado en galés, yo prediqué en
inglés. Muchos me entendieron y sintieron el poder de Dios.
DOMINGO 6. Fuimos a la iglesia de Llangefni, a
pesar de haber entendido muy poco de lo que oímos. ¡Oh
que tremenda maldición fue la confusión de lenguas! ¡Cuán
doloroso son sus resultados! Todos los pájaros del aire,
todas las bestias del campo comprenden el lenguaje de sus
propias especies. El hombre es el único bárbaro al hombre,
¡sin ser capaz de entenderse entre sus propios hermanos!
En la tarde prediqué en Llanfihangel, como unas seis
millas al suroeste de Llangefni. No había visto a gente tan
profundamente conmovida desde que llegamos a Anglesey;
sus gritos y llantos continuaron por largo tiempo sin
interrupción. ¡Cómo hubiéramos deseado explicarles, en su
propio idioma, las maravillosas obras de Dios!
En la noche prediqué en Glan-y-gors. Cuando
terminé el Sr. Jones repitió en galés (como lo hizo también
en la tarde) la esencia de lo que había dicho. A la mañana
258 Diarios, Tomo I

siguiente regresamos a Holyhead y allí encontramos a todos


los paquebotes que habíamos dejado.
Había decidido no quedarme otro día más en un
hospedaje. Así es que en la tarde me hospedé en una casa
privada, distante del pueblo a menos de un tiro de flecha, y
me mudé allá sin demora.
Mi congregación de esa noche fue más grande que
nunca y muchos de los asistentes, de clase acomodada,
acordaron regresar la próxima vez. Mas fue un poco tarde
ya que a medianoche el viento estuvo favorable y antes de
la una salimos de la bahía.
LUNES 4 de abril. Prediqué una vez más a las cinco,
y gran parte de la congregación estuvo en lágrimas. En
verdad casi todo el pueblo parecía estar conmovido, lleno
de buena voluntad y deseo de salvación. Excepto que las
aguas se esparcieron demasiado para ser profundas. No
encontré a nadie con fuertes convicciones y mucho menos,
a ninguno que había alcanzado el conocimiento de la
salvación después de haber escuchado más de treinta
sermones. Por lo tanto, no se puede hacer juicio alguno del
futuro trabajo de Dios en este lugar
Salí a caballo a las diez y cerca de las doce prediqué
en Moate a una congregación un poco más grande que
antes. No pude menos que observar el celo de estos jóvenes
discípulos; estaban muy enojados con un hombre que había
tirado un tallo de col. Dejemos que guarden su valentía
hasta que vean un espectáculo como el de Walsall o
Shepton.
Por la noche prediqué en Tyrrellspass y encontré
gran apertura de corazón. Mas cuando me reuní con la
sociedad, estaba tan exhausto, que los despedí después de
una corta exhortación.
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 259

MIÉRCOLES 6. Bauticé a seis personas instruidas


entre los cuáqueros. En la tarde cabalgamos a Philipstown,
pero la escena cambió. La curiosidad de la gente fue
satisfecha y pocos de ellos les interesó escuchar algo más.
Tan pronto preparé mi caballo, comenzó a relinchar
y correr hacia atrás sin ningún motivo visible. Alguien le
azotó por detrás, como yo lo había hecho antes, pero no se
consiguió nada. Brincaba de atrás para adelante, de un lado
a otro, hasta que le pasó por encima a la reja, contra la cual
chocó retrocediendo y cayendo de cabeza sobre las patas.
Me levanté ileso. Entonces el caballo prosiguió
tranquilamente.
En Tullamore, en la noche, casi todo el pueblo, ricos
y pobres, se juntaron. Usé un lenguaje sencillo para explicar
aquellas palabras de, «por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios».22 Al día siguiente, siendo
Viernes Santo, prediqué a las cinco a una congregación
grande y formal. Entre la una y las dos, prediqué en Clara y
de allí fui a Athlone. Prediqué a las seis sobre, «¿No era
necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que
entrara en su gloria?»23 Nunca conocí tal atracción general
entre gente alguna, así que a lo menos nadie parecía
oponerse a la verdad.
MIÉRCOLES 20. Pasé una hora agradable con el Sr.
Miller, el ministro luterano. De él aprendí que la religión
ferviente formal que encontré en tantos lugares de Alemania
es de fecha reciente, habiendo tenido su origen en un
hombre, ¡August Hermann Francke! Así puede Dios, si es
su voluntad, permitir a un hombre revivir su obra a través
de toda una nación.
LUNES 25, Encontrando que me había subido
mucho la fiebre, juzgué que lo mejor sería guardar cama y
260 Diarios, Tomo I

alimentarme sólo con manzanas y té de manzana. El martes


estaba bastante bien, y debía de haber predicado, pero el Dr.
Rutty (quien había estado conmigo en dos ocasiones)
insistió que descansara por un tiempo.

22
Ro. 3.23.
23
Lc. 24.26.
Leí hoy lo que se conoce como la historia más
verídica que existe de San Patricio. Pensándolo con
cuidado, me inclino a creer que San Patricio y San Jorge son
de la misma familia: la historia completa huele a romance.
Mencionando solamente a algunos detalles, el error
comienza en el mismo punto de partida. El Obispo de Roma
no tenía ningún poder al comienzo del siglo quinto como lo
supone este relato. Ni su tío, el Obispo de Tours, le hubiera
enviado en esa época a Roma en una comisión para
convertir a Irlanda, puesto que él mismo tenía tanta
autoridad sobre aquella tierra como cualquier otro obispo
italiano. Aún más, si Dios le hubiera enviado allá, él no
hubiera enterrado su talento por tanto tiempo. Jamás he
escuchado de un apóstol que duerma por treinta y cinco
años y empiece a predicar a los sesenta. Sin embargo su
éxito me asombra más que todo. No hay sangre de mártires
aquí, ni reproche, ni escándalo de la cruz; ni persecución de
aquellos que desean vivir piadosamente. Nada ha de
escucharse de principio a fin, a no ser que sea sobre reyes,
nobles, guerreros, inclinándose ante él. Miles se convierten
sin oposición alguna: doce mil en un solo sermón. Si estas
cosas fueran así, entonces no existiría el demonio en el
mundo, o san Patricio no predicó el evangelio de Cristo
MIÉRCOLES 27. En la noche leí las cartas. 24 Mi
voz era débil, pero creo que se podía oír. Conforme leía una
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 261

de S.G., una joven mujer se desplomó y gritó a viva voz,


pero en pocos minutos su tristeza se tornó en alegría y su
aflicción en alabanza.
JUEVES 28. Fue el día señalado para mi visita al
campo. Mas todos a mi alrededor clamaban: «¡Con
24
Wesley acostumbraba leer en voz alta, a la sociedad reunida, las cartas que
llegaban con testimonios, comentarios, etc.
seguridad que hoy no irá! Vea como cae la lluvia.» Les dije:
«Debo mantener mi palabra, en lo posible.» Antes de las
cinco, el hombre a quien le había encargado un caballo
mandó a decir que su caballo no podía salir en un día como
éste. Le envié a uno que lo convenció. Así que alrededor de
las seis me monté al caballo. Como a las nueve llegué a
Kilcock. El viejo terrateniente estaba enfermo de gota y su
esposa con una complicación de destemplanza. Cuando le
dije a ella, «El Señor ama a quien él purifica y todo esto son
pruebas de su amor», ella prorrumpió en llanto: «¡Oh Señor,
te ofrezco todos mis sufrimientos, mi dolor, mi enfermedad.
Si me amas, esto es suficiente. Aquí estoy; tómame y haz de
mi lo que sea tu voluntad!»
Entre una y dos llegué a Kinnegad. Mi fuerza estaba
ahora muy exhausta, así que cuando volvimos a montar a
caballo, después de descansar por una hora, todo lo que
pude hacer fue sentarme en el caballo. Teníamos cerca de
once millas irlandesas que recorrer, equivalentes a catorce
millas inglesas. Pude hacerlas muy bien en tres horas y a
eso de las seis llegué a Tyrrellspass.
A las siete recuperé mis fuerzas los suficiente como
para predicar y reunirme con la sociedad, la que ahora
empezaba a no crecer en relación al número, pero sí en
relación a la gracia de Dios.
262 Diarios, Tomo I

MARTES 10 de mayo. Con mucha dificultad me


separé de esta gente extremadamente amable. Y no tan
pronto como imaginé. Al acercarnos a la calzada, a una
milla del pueblo, una multitud nos esperaba en la cima de la
colina. Se retiraron a un lado, para darnos paso, y luego se
juntaron y nos encerraron. Después de cantar dos o tres
versos, seguí el camino, cuando de pronto quedé algo poco
sorprendido por el llanto de hombres, mujeres y niños como
nunca lo había escuchado antes. Dentro de poco, nos
reuniremos para no separarnos más, tendremos gozo y
alegría, y huirán la tristeza y el gemido.25
En vez de seguir directo a Tullamore, sentía que
tenía que pasar por Coolalough. No sabia por qué, ya que no
sabía entonces que la esposa del Sr. Handy, quien estaba en
cama hacía algunos días, tenía el sincero deseo de verme
una vez más antes de que yo abandonara el reino. Ella no
pudo evitar de orar por esto, a pesar de que su hermana se
oponía una y otra vez, diciéndole que esto no era posible.
Antes de que terminara la discusión entré. Ellas se
maravillaron y alabaron a Dios.
En la noche prediqué en Tullamore y también a las
cinco de la mañana. A esa hora estuve feliz de poder
acostarme. En la tarde del MIÉRCOLES 11, volví a viajar
una vez más a Mountmellick. La congregación, tanto en la
noche como a la mañana siguiente, fue más numerosa que
antes.
Después de predicar, un hombre de cabello blanco se
me acercó, lamentándose que por muchos años había vivido
sin saber que necesitaba un médico. Inmediatamente
después vino otro, quien había sido un hombre pacífico
como cualquiera otro en el pueblo. Quiso hablar pero no
pudo. Entonces le hablé, pero no pasaron dos minutos antes
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 263

de que cayera al suelo. Me di cuenta que había usado mi


escasa energía aquí no como quien golpea el aire.26
Tomé el camino directo a Dublin. Aquí de igual
manera observé muchos edificios en ruina. También observé
que algunos de ellos nunca habían sido terminados de
construir y otros habían sido derribados por quienes los
25
Is. 35.10.
26
1 Co. 9.26.
construyeron. Tal era la asombrosa falta de constancia de
esta gente. De manera que quien tiene su fortuna en sus
propias manos, diruit, aedificat, mutat quadrata rotundis,27
deja aquellos monumentos de su locura a todas las
generaciones futuras.
Llegué a Dublin por la noche, cansado y agobiado.
Pero descansé los dos días siguientes. DOMINGO 15.
Sintiendo que había recuperado mucha de mi energía,
prediqué a las cinco y a las ocho en Oxmantown Green.
Esperaba embarcarme tan pronto como hubiera terminado,
pero el capitán postergó la salida (como acostumbran
hacerlo), lo que me dio una oportunidad de proclamar el
evangelio de paz a una congregación mayor en la noche.
Uno de los asistentes, después de escuchar por un tiempo,
gritó, sacudiendo su cabeza: «¡Sí, él es jesuita, eso está
claro!» A lo que un cura papista que estaba cerca respondió
en voz alta: «No, no lo es. Me gustaría que lo fuera en el
nombre de Dios.»
LUNES 13 de junio. Pasé una o dos horas con el Dr.
Pepusch. El aseguraba que el arte de la música se había
perdido; que los antiguos fueron los únicos que lo
entendieron en toda su perfección; que fue revivido un poco
durante el reinado de Enrique VIII por Tallis y sus
contemporáneos, así como también durante el reinado de la
264 Diarios, Tomo I

Reina Isabel, quien fue juez y patrocinadora del mismo.


Que después de su reinado el arte de la música se perdió por
sesenta o setenta años, hasta que Purcell hizo algunos
intentos para restaurarlo. Desde entonces el verdadero y
antiguo arte, dependiendo de los principios de la naturaleza

27
Citade Horacio: «derriba, construye, cambia lo cuadrado en redondo».
y las matemáticas, no ha ganado terreno, no teniendo los
maestros actuales principios fijos de ninguna clase.
DOMINGO 3 de julio. Prediqué en el salón a las
cinco, y a las nueve en mi estrado habitual en la cruz. Las
nubes aparecieron justo a tiempo (siendo una mañana
calurosa y de sol) para darnos sombra a mí y a la
congregación; pero a la misma vez tanto la luz como el
poder del Altísimo estaban sobre muchas de sus almas.
Estuve bastante sorprendido cuando escuché al Sr.
Romley predicar. Aquella voz suave, tranquila y armoniosa,
que él solía usar para blasfemar la obra de Dios, estaba
perdida, sin esperanza de recuperación. Todo remedio había
sido probado, pero ninguno sirvió. Hablaba ahora de una
manera chocante que un cuarto de la congregación no podía
oír claramente.
El Sr. Hay, el rector, leyó las oraciones. Yo tuve una
vez más el consuelo de recibir la Santa Cena en Epworth.
Después del servicio de la tarde, prediqué nuevamente en la
cruz, a casi la totalidad del pueblo. Veo claramente que
hemos juzgado impropiamente cuando medimos el aumento
de la obra de Dios, en éste y en otros lugares, basados
solamente en el crecimiento de la sociedad. La sociedad
aquí no es numerosa, pero Dios ha actuado sobre todo este
lugar. La violación del día de descanso y la borrachera no se
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 265

ven más en la calle; el maldecir y blasfemar rara vez se


escuchan. La maldad oculta ya su cabeza. ¿Quién sabe
luego si a su debido tiempo Dios la quitará completamente?
Quedé especialmente complacido con la profunda
seriedad de la congregación en la iglesia, tanto en la mañana
como en la noche. Y en todo momento conforme
caminamos por el sendero de la iglesia, después que
terminó el sermón.
266 Diarios, Tomo I

Escasamente vi a una persona mirar para el lado o hablar


una palabra a otra.
LUNES 18 de julio. Empecé mi viaje hacia el norte,
teniendo un compromiso de predicar en Morpeth al
mediodía. Tan pronto había cantado unos versos en la cruz,
un joven apareció encabezando su tropa y me dijo en tono
sencillo y rudo: «Usted no predicará aquí». Yo continué, por
lo que el dio la señal a sus compañeros, quienes se
prepararon para forzarme a mostrar mejores modales. Pero
pronto comenzaron a reñir entre ellos. Mientras tanto
comencé mi sermón y proseguí sin mayores interrupciones.
La congregación se calmaba más y más, hasta que al final la
mayoría lucía muy seria y atenta.
En la tarde fuimos a Widdrington, que perteneció a
Lord Widdrington hasta la rebelión en 1716. La gente fluía
de todas partes, de tal manera que la congregación aquí fue
más grande que en Morpeth. Fueron una noche y lugar
agradables, bajo la sombra de árboles muy altos. Cada cual
se abrazaba a la palabra; nadie movía la cabeza o mano o
miraba a izquierda o derecha, mientras yo proclamaba en
términos seguros, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea
con vosotros.28
JUEVES 21. Después de la predicación caminamos
alrededor de los muros, que estaban siendo reparados y
reconstruidos. No pude menos que observar cuan diferente
era la cara de las cosas hoy de lo que parecían ayer,
especialmente después de la predicación del mediodía. Ayer
nos asediaron a lo largo de todas las calles. Hoy nadie abrió
su boca conforme pasábamos; los mismos niños estaban
todos en silencio. Los adultos se quitaban los sombreros a
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 267
28
Ro.16.20.
los lados, de tal manera que nos sentimos importantes en
Newcastle. Es bueno que el honor sea balanceado con el
deshonor y la mala reputación con la buena.
A las siete prediqué a una congregación mucho
más grande que la anterior. Ahora la palabra de Dios fue
como fuego y martillo. Empecé una y otra vez, después de
haber pensado que había terminado, y las últimas palabras
fueron todavía más fuertes que las anteriores, por lo que no
me sorprendió el número de los que asistieron en la
mañana, cuando tuvimos otra hora solemne y alegre. Aquí
estaba la gran voz29 para la gente de Berwick, si supieran el
día de su visita.
MARTES 16 de agosto. Dejamos a Newcastle.
Cabalgando a Leeds leí el Relato de la plaga en Londres del
Dr. Hodge. Me sorprendió (1) que el doctor no aprendió,
aun por los síntomas relatados por él mismo, que la primera
parte atacada por la infección era el estómago; y (2) que
obstinadamente insistió en el régimen de cura mediante el
calor, aunque vio continuamente el pésimo resultado del
mismo, muriendo la mayoría de los pacientes que estaban
bajo su cuidado.
Poco después de las doce prediqué cerca del
mercado en Stockton, a una congregación grande y ruda.
Mas se fueron calmando poco a poco, de tal manera que
cuando terminé estaban todos quietos y serios. Un caballero
de Yarm deseaba sinceramente que predicara allá en la
tarde. Me negué por algún tiempo, pues estaba débil y
cansado, pues pensé que predicar tres veces en un día y
cabalgar más de cincuenta millas era suficiente trabajo. Mas
268 Diarios, Tomo I

ellos no aceptaban un «no» por respuesta. Así que fui con


ellos

29
Lc.19.37.
como a las dos de la tarde y prediqué a las tres en el
mercado de allí, a una gran multitud de personas reunidas a
un llamado de último momento. Cerca de las siete prediqué
en la calle en Osmotherley. Llovió casi todo el tiempo, pero
nadie se retiró. Nos fuimos a caballo como a las cinco, el
MIÉRCOLES 17, y en la tarde llegamos a Leeds.
DOMINGO 28. Fui invitado por el Sr. U., ministro
de Goodshaw, a predicar en su iglesia. Comencé a leer
oraciones a las siete, pero previendo que la iglesia apenas
podría dar cabida a la mitad de la congregación, después de
las oraciones salí, me paré en la pared del cementerio en un
lugar con sombra, de donde expliqué y recalqué aquellas
palabras de la Segunda Lección, «por poco me persuades a
ser cristiano».30
Me sorprende que haya quienes todavía hablan tan
fuerte de la «indecencia» de predicar al aire libre. La mayor
indecencia está en la Iglesia de St. Paul, cuando una parte
considerable de la congregación se duerme, habla o mira a
su alrededor, no importándole una palabra de lo que dice el
predicador. Por otro lado, hay la más alta decencia en un
cementerio o campo abierto, donde toda la congregación se
comporta y luce como si viera al Juez de todos y le oyera
hablar desde el cielo.
A la una fui a la cruz en Bolton. Allí estaba un
buen número de personas, pero la mayoría de ellos
completamente incultos. Tan pronto comencé a hablar,
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 269

empezaron a empujar de un lado a otro, tratando de


tumbarme de las gradas donde estaba parado. Lo lograron
dos o tres veces, pero me volví a subir y continué mi
discurso. Ellos entonces comenzaron a arrojar piedras; al

30
Hc.26.28.
270 Diarios, Tomo I

mismo tiempo algunos se habían subido a la cruz detrás mío


para derribarme, por lo que no pude hacer otra cosa que
observar como Dios vence aun en las circunstancias más
pequeñas. Un hombre gritaba en mi oído cuando una piedra
le pegó en la mejilla, quedándose inmóvil. Otro de ellos se
abría paso hacia donde me encontraba, hasta que otra piedra
le pegó en la frente y rebotó; la sangre le corría y él no
avanzó más. El tercero, estando cerca de mi, estiró su mano
y en ese instante una piedra filuda le cayó en los nudos de
sus dedos. Sacudió su mano y se quedó muy quieto hasta
que concluí mi discurso y me retiré.
Llegamos a Shakerley, seis millas más allá, antes de
las cinco de la tarde. Antes de las seis se habían reunido
muchísimas personas. Muchas de ellas eran discípulos del
Dr. Taylor, y se reían del pecado original y por consiguiente
de todo el marco del cristianismo bíblico. ¡Oh que gran
providencia la que nos trajo aquí también, entre estos
anticristos de lengua plateada! Seguramente unos pocos, por
lo menos, se recuperarán de esta trampa y conocerán a
Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría,
justificación, santificación y redención.31
MARTES 20 de septiembre. El salón estaba lleno a
las cuatro. Desayuné cerca de las siete en Wadebridge con
el Dr. W., quien por muchos años era un seguro y racional
infiel. Mas fue la voluntad de Dios de tocar su corazón al
leer el Llamado.32 Se esfuerza ahora por ser un cristiano
completo.
Después de predicar a la una en St. Agnes, fui a St.
Ives. Las vidas de esta sociedad han convencido a la

31
1 Co. 1.30.
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 271
32
Obras de Wesley, 6:11-73.
mayoría del pueblo que lo que predicamos es la pura verdad
del evangelio.
VIERNES 23. Prediqué en St. Ives, Ludgvan y
Gulval. SÁBADO 24 en St. Just. Me regocijé con la
sociedad de aquí, porque sus corazones son tan simples y se
dirigen hacia Dios. De ciento cincuenta personas, más de
cien caminan en la luz de su rostro.
DOMINGO 13 de noviembre. Sarah Peters, una
amante de almas, una madre en Israel, descansó. Durante
una detenida observación de varios años nunca la vi, aun en
los momentos más cruciales, en grado alguno enojada o
descompuesta. Siempre era amorosa, siempre feliz. Este era
su don peculiar y su cuidado continuo era buscar y salvar
lo que se había perdido,33 apoyar al débil, consolar al
pusilánime, y traer de nuevo al que se había salido del
camino. Y haciendo esto Dios la dotó más que a su
semejante con el amor que todo lo sufre, todo lo cree, todo
lo espera, todo lo soporta.34
«En estos últimos cuatro años» (dice una que estuvo
íntimamente ligada a ella) «solíamos una o dos veces a la
semana desahogarnos mutuamente. Nunca supe que ella
tuviera una duda en relación a su propia salvación. Su alma
estaba siempre llena con la llama sagrada del amor y corría
a Cristo como los carros de Aminadab.35 Ella solía decir,
"Pienso que soy toda espíritu; debo estar siempre en
movimiento, no puedo descansar, día o noche, sino cuando
recojo almas para Dios." Sin embargo con frecuencia se
quejaba de su debilidad e imperfecciones y clamaba, "soy
una sierva inútil." A veces me sentía celosa que ella llevara

33
Lc. 19.10.
272 Diarios, Tomo I
34
1 Co. 13.7. 35 Ct.6.12.
su caridad demasiado lejos, no dándose lo que necesitaba.
Mas ella contestaba, "Puedo vivir con un sola comida al día
y así puedo dar a aquellos que nada tienen".»
El domingo, octubre 9, ella y otra persona fueron a
visitar a algunos malhechores condenados en Newgate.
Preguntaron por John Lancaster en particular, quien había
solicitado su visita. El le pidió que fueran a su celda, lo que
hicieron voluntariamente, aunque algunos les disuadían de
hacerlo, debido al peligro de contraer destemplanza de
cárcel (un tipo de fiebre pestilente), de la cual había una
epidemia entre los prisioneros. Ellos pidieron que él llamara
a reunión a tantos prisioneros como quisieran venir. Seis o
siete de aquellos que estaban bajo sentencia de muerte
vinieron. Cantaron un himno, leyeron una porción de la
Escritura y oraron. Todo el pequeño grupo lloraba. La
mayoría lucía profundamente convencidos de su estado de
perdición. Desde ese momento sus trabajos fueron
infatigables entre ellos, orando con ellos y por ellos, noche
y día.
John Lancaster dijo, «Cuando acostumbraba venir a
la Fundición cada mañana, lo que continué por algún
tiempo, nunca pensé de estar en un lugar como este. En ese
entonces sentía el amor de Dios y pensaba que nunca más
debía cometer pecado alguno. Mas un tiempo después dejé
de asistir a la predicación y así mis buenos deseos se
esfumaron. Caí de nuevo en las diversiones que había
dejado a un lado y las amistades que había dejado. Un día
mientras jugaba bolo con alguno de ellos, un joven con
quien ahora tenía mucha amistad me dio parte del dinero
que había estado recibiendo por algunos objetos robados.
Esto, con su constante insistencia, me forzó a que
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 273

finalmente estuviera de acuerdo en hacerme su socio.


Aunque tenía fuertes convicciones, las ahogaba lo mejor
que podía.
Continuamos en este camino hasta el pasado agosto.
Cuando estábamos en camino a casa de Bartholomew Fair
una mañana cerca de las dos, me vino a la mente de ir y
robar los candelabros de la Fundición. Me trepé por la pared
y saqué dos de ellos, aunque temblaba y me estremecía e
hice tanto ruido que pensé que toda la familia estaba
muerta, o de lo contrario me hubieran oído. Unos días
después robé el terciopelo, por lo que fui apresado,
enjuiciado y condenado.»
Algunos eran de la opinión que sería difícil obtener
un perdón para él. Sarah Peters, aunque nunca se lo
mencionó, decidió no dejar de intentar posibilidad alguna.
Intentó la presentación de varias peticiones y fue
personalmente a Westminster, a Kensington y a todo lugar
del pueblo donde viviera cualquiera que pudiera ayudar en
esto. Mientras tanto iba constantemente a Newgate, algunas
veces sola, otras veces con uno o dos más. Visitaba a todos
los que estuvieran condenados en sus celdas, exhortándolos,
orando con ellos y teniendo el consuelo de encontrarlos
cada vez más sedientos de Dios que antes, y de sentirse
acompañada, siempre que se alejaba, con abundancia de
oraciones y bendiciones.
Después de un tiempo ella y sus acompañantes
creyeron que sería conveniente examinar con atención el
estado del alma de cada uno de ellos. Hablaron
primeramente con John Lancaster. Levantó sus ojos y
manos y después de una pausa dijo: «Doy gracias a Dios
pues siento que él me ha perdonado mis pecados. Yo lo sé.»
Le preguntaron que cómo y cuándo lo supo por primera
274 Diarios, Tomo I

vez. El respondió: «Estaba en gran temor y pesadumbre


hasta la misma mañana que ustedes vinieron por primera
vez. Esa mañana estaba orando diligentemente y justo
cuando el reloj de St. Paul tocó las cinco, el Señor derramó
en mi alma tal paz como nunca la había sentido, así que a
duras lo pude soportar. Desde ese momento no he tenido
temor de morir. Ya que sé y estoy seguro, que tan pronto mi
alma salga de este cuerpo, el Señor Jesús estará listo para
llevarla a la gloria».
El siguiente a quien se habló fue Thomas Atkins, de
diecinueve años de edad. Cuando se le preguntó (después de
muchas otras preguntas, en cuyas respuestas expresó la
convicción más clara y profunda de todos sus pecados, así
como también por qué estaba condenado) si no tenía temor
de morir, fijó sus ojos en lo alto y dijo, en la más forma más
sincera y solemne: «Bendigo a Dios por no tener temor de
morir, pues he puesto mi alma a los pies de Jesús.» Y hasta
el último momento de su vida dio abundante razón para
creer que éstas no eran palabras en vano.
Thomas Thompson, el siguiente, era un hombre
bastante ignorante. Apenas podía expresarse en situaciones
comunes. Sin embargo, algunas de sus expresiones fueron
lo suficiente inteligibles. «No sé,» dijo, «cómo es; antes
solía no tener nada sino pensamientos malos y crueles
dentro de mí; ahora todos se han ido. Sé que Dios me ama y
que él ha perdonado mis pecados.» Persistió con este
testimonio hasta su muerte y con un comportamiento
conforme al mismo.
Cuando John Roberts vino por primera vez a la
celda de John Lancaster, estaba completamente descuidado
y malhumorado. No pasó mucho tiempo para que su rostro
cambiara; las lágrimas rodaban por sus mejillas y continuó
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 275

desde ese momento buscando constante y fervientemente el


arrepentimiento y remisión de sus pecados. No pasaron
muchos días antes que declarara igualmente que la carga de
pecado había desaparecido; que también el temor a la
muerte le había sido quitado completamente; y que no
habían regresado más.
William Gardiner, desde el momento en que fue
condenado, estuvo muy enfermo con destemplanza. Sarah
Peters lo visitó en su propia celda hasta que pudo salir de
ella. Era un hombre de muy pocas palabras, pero de un
espíritu quebrantado y contrito. Algún tiempo después,
manifestó su gran preparación para morir, no obstante su
gran falta de confianza en sí mismo. Una de sus expresiones
a la persona que le acompañó al lugar de la ejecución fue:
«Oh Señor, no tengo nada en que confiar, sino solamente en
la sangre de Cristo. Y si esto no es la respuesta, estoy
perdido para siempre.»
Tan pronto como Sarah Cunningham supo que la
orden de su ejecución estaba por venir, se puso loca de
remate. Tuvo pocos momentos de lucidez hasta la mañana
de su ejecución. Estaba entonces lúcida pero hablaba poco,
hasta que le dijeron: «Cristo tendrá piedad de ti si se lo
pides.» Ella estalló, «¡Piedad de mí! ¿Tendrá Cristo piedad
de mí? Entonces le rogaré. Por supuesto que le rogaré.» Lo
que hizo en la mejor manera que pudo, hasta que su alma le
fue pedida.
Samuel Chapman lucía estar bastante endurecido.
Parecía no tener miedo ni de Dios ni del diablo. Mas
después de un tiempo que Sarah Peters habló con él, Dios le
derribó de un golpe. Se sintió pecador y rogó en voz alta
por misericordia. La destemplanza se apoderó de él y lo
confinó a su cama, hasta que fue sacado para morir. Sarah
276 Diarios, Tomo I

Peters lo visitaba con frecuencia en su celda. El lloraba


amargamente y oraba mucho, pero nunca demostró tener
una seguridad clara de su aceptación de Dios.
Fue el deseo ferviente de todos los condenados que
aquéllos a quienes Dios les había hecho de tanta ayuda
pudieran pasar la última noche de sus vidas con ellos.
Según esto Sarah Peters llegó a Newgate a las diez en
punto, pero no pudo ser admitida bajo ningún concepto. Sin
embargo, se les permitió a seis de ellos estar juntos en una
celda. Pasaron la noche luchando con Dios en oración.
Sarah Peters fue admitida cerca de las seis de la mañana.
Tan pronto como la celda fue abierta, ellos saltaron, varios
de ellos llorando, con un cambio que no se puede expresar.
«¡Oh que noche tan feliz hemos tenido! ¡Qué bendita
mañana es ésta! ¡Oh cuándo llegará la hora tan esperada,
cuando nuestras almas serán puestas en libertad!» El
carcelero dijo, «Nunca he visto esta clase de gente antes.
Cuando el campanero vino a las doce en punto para decirles
(como se acostumbra), "Recuerden que hoy deben ustedes
morir," ellos gritaron, "¡Bienvenida noticia, bienvenida
noticia!"»
John Lancaster fue el primero en ser llamado para
quitarle sus cadenas. Cuando llegó a lugar donde esto se
hace, dijo: «¡Bendito sea el día que vine a este lugar! ¡Oh
que trabajo glorioso ha hecho el Señor llevando mi alma
desde que llegué aquí!» Entonces les dijo a los que estaban
cerca de él: «Oh mis queridos amigos, únanse en alabanza
conmigo, pecador. Oh que mi lengua pueda alabarle como
debo. Mi corazón es como fuego en recipiente cerrado.
Estoy listo para explotar por un respiradero. ¡Oh si pudiera
contarles la milésima parte de las alegrías que siento!»
Alguien le dijo: «Siento mucho la condición en que te
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 277

encuentras». El contestó: «No la cambiaría por diez mil


mundos». Del patio de la prisión fue llevado a un cuarto
grande, donde exhortó a todos los oficiales a que se
arrepintieran, hasta que Thomas Atkins fue traído, a quien le
preguntó de inmediato: «¿Cómo está la relación entre Dios
y tu alma?» El respondió: «Bendito sea Dios, estoy listo».
Un oficial preguntó por entonces: «¿Qué hora es?» «Cerca
de las nueve», le respondieron. A lo cual Lancaster dijo: «A
eso de la una estaré en el paraíso, descansando con
seguridad en el seno de Abraham.» A otro prisionero que
entraba, le dijo: «¿No puedes ver a Jesús? Yo le veo por fe,
de pie a la mano derecha de Dios, con los brazos abiertos
para recibir nuestras almas.» Uno preguntó: «¿Quién es
Lancaster?» El respondió, «Aquí estoy. Ven a ver a un
cristiano triunfar sobre la muerte.» Un espectador dijo: «Sé
firme hasta el final.» El respondió: «Lo estoy, por la gracia
de Dios, firme como la roca sobre la cual estoy edificado;
ésa es Cristo.» Entonces dijo a los presentes: «Rueguen al
Señor por misericordia, y seguramente que la encontrarán.
Yo la he encontrado. Por lo tanto nadie debe desesperarse.
Cuando llegué por primera vez a este lugar, mi corazón
estaba tan duro como las paredes de mi celda y tan negro
como el infierno. Ahora he sido lavado, ahora estoy limpio
por la sangre de Cristo.»
Cuando William Gardiner entró le dijo: «Bueno, mi
querido hombre, ¿cómo estas?» El respondió: «Estoy feliz y
siento que los minutos son largos; pues quiero morir para
poder estar con aquél a quien ama mi alma.» Lancaster
preguntó: «¿No tuvimos una dulce noche?» El dijo: «Estaba
como si estuviera en el cielo. ¡Oh, si una muestra puede ser
tan dulce, cómo será el gozo completo!» Entonces entró
Thomas Thompson, quien con gran poder dio testimonio de
278 Diarios, Tomo I

la misma confesión. Mientras tanto, la gente en derredor


estaba llorando y los oficiales parados parecían hombres
asustados.
Entonces Lancaster exhortó a uno que estaba en
duda, a nunca descansar hasta que encontrara paz en Cristo.
Después de esto prorrumpió en fuerte oración (mezclada
con alabanza y acción de gracias), para que el verdadero
evangelio de Cristo pueda ser esparcido a todo rincón de la
tierra habitable; que la congregación en la Fundición
pudiera abundar más y más en el conocimiento y amor de
Dios; que Dios en forma particular pudiera bendecir a
quienes habían cuidado de su alma moribunda; y que Dios
bendijera y guardara al Sr. Wesley, para que ningún hombre
ni aun los diablos pudieran herirlos, sino que más bien
pudieran, como espiga madura de trigo, ser cosechados en
el granero de Dios.
Cuando el último prisionero entró al cuarto dijo:
«Aquí está otro de nuestro pequeño rebaño.» Un oficial dijo
tiernamente que él pensaba que era «demasiado grande».
Respondió el prisionero: «No tan grande para el cielo; allí
es donde vamos.»
El le dijo al Sr. M., «Oh Señor, no desmaye en su
mente. No se canse de hacer el bien. Usted sirve a un
Maestro glorioso y si usted continúa, tendrá una
recompensa gloriosa.».
Cuando los oficiales les dijeron que era tiempo de ir,
se levantaron con una alegría indecible y se abrazaron unos
a otros, encomendando el alma de cada uno al cuidado de
Aquél que les había cuidado tanto. Lancaster luego oró
fervientemente para que todos los allí presentes pudieran,
como él, ser encontrados por Dios, aunque ellos no le
buscaran.
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 279

Al llegar al patio de la prisión, vio a Sarah Peters. Se


le acercó, la besó y con vehemencia le dijo: «Hoy voy al
paraíso. Usted me seguirá pronto».
La muchedumbre era muy grande, y por tanto
tuvieron dificultad para pasar. Así tuvo él tuvo otra
oportunidad para declarar la bondad de Dios. A uno que
estaba apesadumbrado le dijo, «Clama al Señor y el será
encontrado. Mi alma es tuya, él tendrá misericordia de ti.»
Luego les dijo a todos: «Recuerden a María Magdalena, de
quien el Señor sacó siete demonios. Por tanto dependan
ustedes de él para obtener misericordia, y seguramente la
hallarán.»
Conforme se preparaban para dirigirse al carruaje,
dijo: «Vengan mis queridos amigos, vayamos con alegría
que el Señor se alista para recibirnos en las moradas
eternas.» Entonces volviéndose a los espectadores les dijo:
«Mis amigos, Dios les guíe. Dios les dirija por el buen
camino a gloria eterna. Dentro de poco tiempo estaremos
donde toda tristeza y llanto desaparecerán. Apártense del
mal de sus caminos y ustedes también con nosotros estarán
con innumerable compañía en el Monte Sión.»
Conforme avanzaban él con frecuencia le hablaba a
la gente, exhortándolos al arrepentimiento. A algunos les
dijo: «Ustedes pobres criaturas, no saben a donde voy.
Procuren amar y seguir a Cristo y entonces ustedes irán allá
también.» Igualmente se despidió y cantó varios himnos, en
especial aquél que siempre lo conmovió profundamente:
Cordero de Dios, que por amor derrama la
sangre que el alma hoy de ti reclama, la
respuesta de aquel que por nosotros dio su
vida y misericordia nos ofreció, Ven a nos,
que de rodilla esperamos.
280 Diarios, Tomo I
¡Nuestras almas sedientas a ti elevamos! Tu
promesa que has cumplido en el Calvario; Así
danos tu paz, amor solidario.

Todo el que los vio parecía estar asombrado, pero


mucho más cuando llegaron al lugar de la ejecución. Un
solemne temor agobió a toda la multitud. Tan pronto el
verdugo hizo su parte con Lancaster y con los dos que
estaban con él, pidió un himnario y cantó un himno con voz
clara y fuerte. Después que el ordinario había orado,
anunció y cantó el salmo cincuenta y uno. Entonces se
despidió de sus sufridos compañeros con toda clase posible
de tierno afecto. Bendijo a las personas que le habían
ayudado y encomendó su propia alma a Dios.
También una pequeña circunstancia que siguió
merece ser mencionada. Su cuerpo fue retirado por una
compañía contratada por los cirujanos, pero una tripulación
de marineros los siguió. Les quitaron el cuerpo a la fuerza y
se lo entregaron a su madre. Así recibió un entierro decente,
en la presencia de muchos que habían alabado a Dios en su
nombre.
Algo que ocasionó asombro fue que aun después de
su muerte no hubo señales o marcas de violencia en él. Su
cara no estaba nada hinchada o desfigurada. Ni siquiera
había cambiado su color natural. Estaba tendido con un
rostro tranquilo y sonriente, como quien sueña dulcemente.
Murió el viernes 28 de octubre, y fue enterrado el
domingo 30. Sarah Peters, habiendo terminado su labor,
sintió que su cuerpo se hundía rápidamente. El miércoles, 3
de noviembre, se acostó, teniendo los síntomas de una
fiebre maligna. Alabó a Dios en medio del fuego de la
fiebre por diez días. Continuamente daba testimonio de
buena confesión, he peleado la buena batalla, he acabado
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 281

la carrera, he guardado la fe. Por lo demás me está


guardada la corona.36 Poco después de la medianoche, el
domingo 13, su espíritu también regresó a Dios.

36
2 Ti. 4.7.
SÁBADO 28 de enero de 1749. Le eché un vistazo
al famoso folleto del Sr. Daillé sobre el correcto uso de los
Padres.37 Pronto vi la oportunidad que aquel buen hombre
había dado a los enemigos de Dios para blasfemar. También
que el Dr. Middleton en particular, había usado
extensamente esa obra para derrocar todo el sistema
cristiano.
VIERNES 31 de marzo. Comencé a abreviar la obra
Cristianismo primitivo del Dr. Cave. ¡Oh qué gran pena que
tanta piedad y estudio vayan acompañados de tan poco
juicio!
[Wesley está en Irlanda.]
LUNES 22 de mayo. Cuanto más converso con esta
gente más me asombro. Es manifiesto que Dios ha hecho
una gran obra entre ellos. Sin embargo, la mayoría,
creyentes y no creyentes, no son capaces de dar una
exposición razonable de los principios más sencillos de la
religión. Está claro que Dios comienza su obra en el
corazón y el soplo del Omnipotente le hace que entienda.38
VIERNES 2 de junio. Fui llamado por un clérigo
que había venido de doce millas de distancia con el
propósito de hablar conmigo. No teníamos disputa alguna,
sino que deseábamos simplemente esforzarnos para
fortalecernos mutuamente en presencia de Dios.
En la noche una joven mujer me informó que el Dr.
Brown les había asegurado a ella y a muchos otros (1) que
282 Diarios, Tomo I

tanto a Juan como a Carlos Wesley habían sido expulsados


de la Universidad de Oxford hacía mucho tiempo; (2) que
no
37
Se refiere a las Padres de la Iglesia. El tratado de Jean Daillé, escrito en
defensa del protestantismo francés, no era favorable al uso de estos autores.
Wesley pensaba todo lo contrario. 38
Job 32.8.
quedaba ningún metodista en Dublin, o en ninguna otra
parte de Irlanda, pues solamente habían quedado en Cork y
Bandom y el resto había sido expulsado por orden del
gobierno; (3) que tampoco quedaba ningún metodista en
Inglaterra; y (4) que en el fondo todo era asunto de los
jesuitas. ¡Ay, pobre del Dr. B.! Dios, se propicio a él
pecador.39
SÁBADO 17. El viento estuvo muy tempestuoso en
la noche. Prediqué en nuestra nueva casa. Hacia el final del
sermón pregunté: «¿Quién de ustedes se entregaría a Dios
de cuerpo y alma?» Una clamó, con un grito que casi hizo
temblar la casa: «Oh, yo me entrego, yo me entrego». Tan
pronto como pudo ponerse en pie, avanzó al centro para dar
testimonio delante de toda la congregación. Era la Sra.
Glass. Sus palabras penetraron como relámpagos. Después
otra dio igual testimonio de su decisión. No mucho después,
una que había estado sufriendo como sin esperanza, la Sra.
Meecham, levantó la cabeza con alegría y continuó
cantando y alabando a Dios hasta el amanecer del siguiente
día.
Al darme cuenta de que el momento era propicio,
pospuse mi plan de reunir a la sociedad y continué en
oración con toda la congregación. Todos nuestros corazones
eran como el de un solo hombre.
Diario 7, 25 de noviembre de 1746 - 20 de julio de 1749 283

Cuando finalmente había pronunciado la bendición,


nadie se movió; cada uno se quedó en su lugar hasta que
pasé por en medio de ellos. Pronto fui llamado por una
mujer que clamaba: «Mi Dios, mi Dios, me has olvidado».
Diciendo esto se desplomó. Invocamos la presencia de Dios
en su nombre. El clamor tanto de ella como de muchos

39
Lc. 18.13.
otros, lamentándose ante Dios, se redobló. Empero
nosotros continuamos luchando con Dios en oración hasta
que nos dio una respuesta de paz.
MIÉRCOLES 19 de julio. Terminé la traducción de
la vida de Martín Lutero. Sin duda fue un hombre altamente
favorecido de Dios y un bendito instrumento en sus manos.
¡Pero oh! ¡Qué lástima que no tuvo un amigo fiel! Uno que
pudiera ante todo riesgo increparlo con sencillez y agudeza
por su espíritu rudo e intratable y su celo cortante por sus
propias opiniones, cosas que tanto dificultan la obra de
Dios.
Diario 8
Desde el 20 de julio de 1749 hasta
el 30 de octubre de 1751

MARTES 25 de julio de 1749. Viajé a Kingswood y


pregunté especialmente por la situación de nuestra escuela
allí. Estuve preocupado de encontrar que varias de las reglas
habían sido habitualmente descuidadas. Juzgué necesario
por lo tanto reducir la familia, sin permitirle permanecer allí
a nadie que no estuviese claramente satisfecho con esas
reglas y decidido a obedecerlas todas.
JUEVES 27. Leí al Sr. Law sobre el Espíritu de la
oración.44 Hay muchos trazos maestros en este escrito, y la
obra completa es vívida y entretenida; pero es otro
evangelio. Ya que si Dios nunca estuvo enfadado (como lo
afirma este tratado) nunca pudo haber sido reconciliado.
Consecuentemente, toda la doctrina cristiana de la
reconciliación en Cristo se desploma de repente. ¡Un
excelente método de convertir a los deístas! Renunciando a
la misma esencia del cristianismo.
MIÉRCOLES 18 de octubre. A pedido de John
Bennet viajé a Rochdale en Lancashire. Tan pronto como
entramos al pueblo encontramos las calles con multitud de
personas alineadas a ambos lados, gritando, maldiciendo,
blasfemando y crujiendo los dientes contra nosotros.
Percibiendo que no era práctico predicar al aire libre, me
dirigí a un salón grande, con puerta a la calle y proclamé en

44 Se trata de William Law, autor puritano muy leído en esos tiempos. Wesley
siempre admiró su dedicación y seriedad, pero a la postre rompió con él, porque
su puritanismo le parecía harto legalista, y hasta una negación del evangelio de
la gracia.
278 Diarios, Tomo I

277
alta voz: «Deje el impío su camino y el hombre inicuo sus
pensamientos».45 La palabra de Dios prevaleció sobre la
bravura humana. Nadie se opuso o interrumpió y hubo un
marcado cambio en el comportamiento de la gente cuando
más tarde atravesamos el pueblo.
Llegamos a Bolton cerca de las cinco de la tarde. No
bien habíamos llegado a la calle principal cuando nos dimos
cuenta que los leones en Rochdale eran ovejas en
comparación a los de Bolton. Tal rabia y amargura casi
nunca antes había visto en ninguna criatura que tuviera la
forma de persona. Nos siguieron a puro grito a la casa
donde fuimos y, tan pronto como entramos, tomaron
posesión de todas las entradas a ella y llenaron la calle de
principio a fin. Después de cierto tiempo las olas no rugían
tan fuertes. El Sr. Perronet pensó que podía aventurarse a
salir. Inmediatamente lo rodearon, lo derribaron y lo
rodaron en el lodo, así que cuando se pudo escapar de ellos
y entró de nuevo a la casa, a duras penas se podía decir
quién o qué era. Cuando la primera piedra nos cayó a través
de la ventana, esperaba que siguiera una lluvia de ellas o
algo parecido, sobre todo por cuanto ahora se habían
conseguido una campana para llamar y juntar a todas sus
fuerzas. Pero su plan no era llevar a cabo el ataque a la
distancia. En ese momento uno entró corriendo y nos dijo
que la turba había irrumpido en la casa y agregó que tenían
a John Bennet en medio de ellos. Efectivamente lo tenían, y
él aprovechó la oportunidad para advertirles de los terrores
de Dios les combatían.46 Mientras tanto David Taylor atrajo
a otra parte de ellos con palabras más tranquilas y suaves.

45 Is. 55.7.
46 Job 6.4.
Diarios 8, 20 de julio de 1749 - 30 de octubre de 1751 279

Creyendo que había llegado la hora, caminé hacia el centro


de la turba.
Ya habían llenado los cuartos de abajo. Pedí una silla. Los
vientos habían dejado de soplar y todo estaba en calma y
quietud. Mi corazón estaba lleno de amor, mis ojos con
lágrimas y mi boca con mucho que decir. Ellos estaban
asombrados, avergonzados y empequeñecidos y devoraban
cada palabra. ¡Qué cambio fue éste! ¡Cómo Dios entorpeció
el consejo de Ahitofel4 trayendo a todos los borrachos,
maldicientes, quebrantadores del día del descanso y
«meros» pecadores al lugar donde han de escuchar acerca
de su abundante redención!

LUNES 22 de enero de 1750. Prediqué en la mañana


en la Fundición y Howell Harris predicó. Es un poderoso
orador, ambos por naturaleza y gracia, aunque no le debe
nada al arte o a la educación.
MIÉRCOLES 24. Tuve el deseo de visitar a uno que
estaba enfermo, aunque tenía pocas esperanzas de hacer
algo bueno por él. Por noventa años había sido un hombre
inofensivo, pero aun así no estaba fuera del alcance de Dios.
Pronto quedó convencido de que por su propia justicia no
podía recomendarse a Dios. Pude entonces orar con él en la
confianza de ser escuchado. Pocos días después murió en
paz.
DOMINGO 28. Leí las oraciones y el Sr. Whitefield
predicó. ¡Qué sabio es Dios en darles diferentes talentos a
diferentes predicadores! Aun las pequeñas incongruencias
ambos de lenguaje y ademanes fueron un medio de ganar a
muchos, quienes no hubieran podido ser alcanzados por un
discurso más formal o por una manera más calmada y
natural de hablar.
280 Diarios, Tomo I

4
2 S. 15.31.
JUEVES 8 de febrero. Era alrededor de las doce y
cuarto cuando el terremoto comenzó en las afueras de la
ciudad. Empezó en la parte sureste, siguiendo por
Southwark, debajo del río y luego de un lado a otro de
Londres. Se sintió en Westminster y en Grosvenor Square a
un cuarto para la una (quizás, si tomamos en cuenta la
diferencia entre relojes, cerca de un cuarto de hora después
que comenzó en Southwark). Hubo tres sacudidas bien
marcadas, u ondas de un lado para otro, acompañadas de un
ruido profundo y retumbante como un trueno. ¡Con qué
gentileza trata Dios a esta nación! ¡Oh que nuestro
arrepentimiento pueda prevenir mayores señales de su
desagrado!
VIERNES 9. Tuvimos una cómoda vigilia en la
capilla. Cerca de las once me vino a la mente que éstos eran
el mismo día y hora en que, hace cuarenta años, fui sacado
de las llamas. Me detuve y presenté un corto relato de
aquella maravillosa providencia. La voz de alabanza y
acción de gracia se elevó a lo alto, y grande fue nuestro
regocijo delante de Dios.
El LUNES 12 había proyectado salir para Bristol,
pero no pude hacerlo todavía, por haber en Londres un
fuego tal de despertar. Sin embargo, viajé a Brentford y
prediqué tal como me había comprometido y luego seguí
hacia Chertsey. Se había hecho un buen trabajo de hacer
correr la voz en el pueblo que yo no llegaría esa noche. Sin
embargo, muchos llegaron a ver si había venido o no, a
quienes les ofrecí, la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
[Wesley está en Gales, con planes de partir hacia Irlanda.]
Diarios 8, 20 de julio de 1749 - 30 de octubre de 1751 281

JUEVES 29 de marzo. Adelantamos cuatro o cinco leguas


hacia Irlanda, pero en la tarde fuimos devueltos a la misma
boca de la bahía. Sin embargo, habiendo cambiado el viento
uno o dos puntos nos aventuramos a salir de nuevo. A la
medianoche nos encontrábamos en medio del mar cuando
el viento arremetiendo en nuestra contra y soplando con
fuerza nos regresó. A eso de las nueve estuvimos felices de
poder entrar de nuevo a la bahía.
Por la noche me sorprendí de ver, en vez de gente
sencilla y pobre, a un cuarto lleno de personas cubiertas de
oro y plata. Para no salirme de lo que conocían, comencé a
exponerle la historia de Dives, el hombre rico, y Lázaro.
Les era más pertinente de lo que había imaginado. Muchos
de ellos, (como después supe) eran personas malvadas en
sumo grado. Les entregué mi alma, pero ellos no pudieron
soportarlo. Uno a uno se fueron retirando, murmurando con
resentimiento. Cuatro de ellos permanecieron hasta que
llegué al final. Se pusieron sus sombreros y empezaron a
hablar entre sí. Con sutileza les reprendí, por lo que se
levantaron y se fueron, quejándose y blasfemando. Tuve
después una hora muy cómoda con la compañía de un grupo
de sencillos y honestos galeses.
En la noche hubo una violenta tormenta. Bendito sea
Dios pues estábamos a salvo en tierra.
SÁBADO 31. Decidí esperar una semana más y de
no poder salir, iría a esperar un barco en Bristol. A las siete
de la noche, justo cuando me dirigía a predicar, escuché una
gran bulla y me di cuenta de la presencia del populacho. Se
habían fortalecido con bebida y con mayor número de ellos
y pusieron al Capitán Griffith (como le llamaban ellos)
como su líder. El pronto forzó ambas puertas, la de afuera y
la de adentro, le pegó al viejo Robert Griffith, el dueño de
282 Diarios, Tomo I

casa, varias veces, pateó a su esposa y con veinte


juramentos y maldiciones a boca llena, exigió: «¿Dónde
está el cura?» El Sr. Robert Griffith subió y quiso que me
fuera a otro cuarto, donde me echó llave. El capitán le
siguió de inmediato, abrió rompiendo una o dos de las
puertas y se subió a una silla para ver la parte de arriba de
una cama. Pero se le resbaló el pie (pues no era hombre
hecho para trepar), se cayó de espaldas y a todo lo largo. Se
levantó tomándose su tiempo, se dio media vuelta y se retiró
con su tropa.
Entonces bajé y me acerqué a un grupo de gente
pobre y pasé media hora con ellos en oración. Cerca de las
nueve, cuando nos alistábamos para acostarnos, la casa fue
nuevamente acosada. El capitán irrumpió primero. La hija
de Robert Griffith estaba parada en el pasillo, con un balde
de agua, con el que (si a propósito o por el miedo, no lo sé)
lo cubrió de pies a cabeza. El gritó, tanto como pudo,
«¡Asesina! ¡Asesina!» Y se mantuvo inmóvil por algunos
momentos. Mientras tanto, Robert Griffith pasó delante de
él y le cerró la puerta. Encontrándose solo, empezó a
cambiar su tono de voz y gritó, «¡Déjeme salir, déjeme
salir!» Después de dar su palabra de honor de que ninguno
del resto entraría, le abrieron la puerta y todos se retiraron
juntos.
VIERNES 25 de mayo. Un tal Roger O'Ferral puso
un aviso en el lugar de anuncios públicos informando que
estaba listo de encabezar cualquier tumulto para derribar la
casa de quien se atreviera a dar hospedaje a un «pañalero»
(el sobrenombre dado primero al Sr. Cennick por un
sacerdote papista, que lo oyó hablar de un niño envuelto en
pañales47 y probablemente desconocía que la expresión
47 Lc.2.7.
Diarios 8, 20 de julio de 1749 - 30 de octubre de 1751 283

estaba en la Biblia, libro con el que no estaba muy


familiarizado.)
Durante todo este tiempo Dios nos concedió una
gran paz en Bandon, a pesar de los infatigables esfuerzos,
tanto en público como en privado, del buen Dr. B____ para
agitar a la gente. Pero el sábado 26 muchos estaban bajo
grandes temores de lo que iba a pasar en la noche. Comencé
a predicar en la calle principal a la hora acostumbrada, pero
con el doble de la congregación. Después de haber hablado
cerca de un cuarto de hora, según lo acordado por ellos, un
clérigo que se había parado cerca de mí con un palo grande
en la mano abrió la escena. (En verdad sus amigos me
aseguraron que estaba «bebido», y que de otra manera no lo
hubiera hecho.) Antes de que pronunciara muchas palabras,
dos o tres mujeres decididas, con mayor fuerza, lo
empujaron hacia dentro de una casa y, después de disuadirlo
un poco, lo sacaron por el jardín. Aquí el clérigo se cayó
violentamente sobre la mujer que lo conducía, no con
cólera, sino con amor (o lo que parecía tal), de modo que se
vio obligada a repeler fuerza con fuerza y le dio sonora
bofetada antes que la dejara ir.
El siguiente campeón que apareció fue un tal Sr.
M____, un joven caballero del pueblo que estaba
acompañado por otros dos, con pistolas en las manos. Mas
su triunfo, también, fue corto, ya que varios del pueblo se lo
llevaron fuera, aunque con mucha caballerosidad y cortesía.
El tercero llegó con mucha más furia, pero se
encontró con un carnicero del pueblo (no uno de los
metodistas), que lo trató como si fuera un buey, dándole uno
o dos sólidos golpes sobre la cabeza. Esto le enfrío su
valentía, especialmente cuando nadie estuvo de su parte. Así
terminé con calma mi discurso.
284 Diarios, Tomo I

JUEVES 31. Viajé a Rathcormack. Había un gran


entierro en la tarde al cual asistieron gentes de todas partes.
El Sr. Lloyd leyó parte del servicio fúnebre en la iglesia.
Después prediqué sobre «mas el fin de todas las cosas se
acerca».6 Estuve completamente impresionado por (algo de
lo que hasta entonces solamente había oído hablar) el
aullido irlandés que siguió después. No era un canto, como
yo suponía, sino un grito deprimente y desarticulado,
ejecutado junto a la tumba por cuatro mujeres de voces
chillonas, quienes (según entendimos) habían sido
contratadas para ese propósito. Pero no vi a ninguna de ellas
derramar una lágrima; porque eso al parecer no estaba en su
contrato.
[Wesley y sus acompañantes iban camino a Waterford cuando un muchacho
vino a avisarles, de parte de los metodistas de la ciudad, que no continuaran,
pues allá les esperaba una multitud enardecida dispuesta a matarlos. Wesley
aceptó el aviso y trató de continuar a otro sitio. Pero no pudo embarcarse, y por
tanto pasó la noche cerca de Waterford. Es allí que se dio el incidente que
cuenta a continuación.]
VIERNES 15 de junio. Como a las dos de la mañana
oí a la gente haciendo gran bulla y llamándome por mi
nombre. Eran algunos de mis amigos de Waterford, quienes
nos informaron que al aparecer el muchacho, dieciséis o
dieciocho de ellos salieron para llevarme al pueblo. Al no
encontrarme, regresaron, pero la turba se tropezó con ellos
en el camino y los acribillaron con tierra y piedras hasta sus
propias puertas.
Salimos a las cuatro y llegamos a Kilkenny, distante
unas veinticinco millas irlandesas antiguas, alrededor del
mediodía. Este territorio es hasta ahora el más agradable y
productivo que he visto en toda Irlanda. Nuestro destino
después de la cena era llegar a Dunmore, lugar donde vivió
el fenecido Duque de Ormond. Cabalgamos cerca de dos
Diarios 8, 20 de julio de 1749 - 30 de octubre de 1751 285

millas por el parque, a cuyo lado el río corre. Nunca he


visto ya sea en Inglaterra, Holanda o Alemania un lugar tan

6
1 P.4.7.
encantador. Los senderos, cada uno consistente de cuatro
filas de fresnos, los grupos de árboles esparcidos por
doquier, mezclados con los céspedes más suaves y verdes,
eran bellísimos, difíciles de describir. Y ¿qué tenía el dueño
de todo esto, el Conde de Arran? Nada, ni siquiera verlos
con sus ojos.48
Mi caballo se cansó en la tarde, así que lo dejé y
pedí prestado el de mi compañero. Llegué a Emo cerca de
las once y me hubiera quedado a pasar el resto de la noche
allí, pero la buena señora de la posada no pensaba que debía
hacerlo. Por algún tiempo no me contestaba; finalmente
abrió la puerta lo suficientemente como para dejar que
cuatro perros se me tiraran. Proseguí a Ballybrittas,
esperando el mismo saludo de un gran perro que
acostumbraba estar en el patio. Sin embargo, éste ni se
movió hasta que el mozo se despertó y salió. Cerca de las
doce me acosté. Pienso que éste fue el viaje más largo de un
día que haya hecho, ya que cabalgué cincuenta millas
irlandesas antiguas (esto es cerca de noventa inglesas).

MIÉRCOLES 30 de enero de 1751. Recibí una carta


con bastante presión del Dr. Isham, entonces rector de
nuestra universidad, para que votara en las elecciones de los
Miembros del Parlamento, la cual se iba a realizar al día
siguiente. Inicié mi viaje temprano, en una fuerte helada,
con el intenso viento del noroeste en la cara. Los caminos
estaban tan resbaladizos que era difícil para nuestros
48 Ec.5.11.
286 Diarios, Tomo I

caballos mantenerse sin caer. En verdad uno de ellos no


pudo hacerlo y al caerse sobre la cabeza se la cortó
terriblemente. No obstante, alrededor de las siete de la
noche Dios nos trajo salvos a Oxford. Una congregación me
estaba esperando en casa del Sr. Evans. Inmediatamente les
prediqué sobre aquellas fuertes palabras, «¿Qué
aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere
su alma?».49
JUEVES 31. Fui a las Facultades, donde se había
hecho la convocación, pero no encontré la decencia y el
orden que esperaba. El caballero por quien vine a votar no
fue elegido. Con todo no me arrepentí de haber venido; le
debo mucho más que esto a aquel amigo generoso quien
ahora descansa de sus labores.
Estuve muy sorprendido, dondequiera que fui, por la
cortesía de la gente, de los caballeros así como los otros. No
había señalamiento, ni llamado por nombres, como los
había antes; no, ni siquiera risas. ¿Qué puede significar
esto? ¿Me he vuelto un sirviente de hombres? ¿O es que el
escándalo de la cruz ha dejado de ser?
SÁBADO 2 de febrero. Al recibir una completa
respuesta del Sr. Perronet, estuve claramente convencido
que debía casarme. Por muchos años permanecí soltero
porque creía que podía ser más útil soltero que casado.
Alabo al Señor, que me permitió así hacerlo. Ahora estoy
enteramente convencido que en mis circunstancias actuales
podría ser más útil en el estado de casado, al cual, después
de esta clara convicción y del consejo de mi amigo, entré
unos días después.50
49 Mt. 16.26.
50 Esto es todo lo que dice Wesley en su Diario de una decisión que resultó
desafortunada. Contrajo nupcias con la viuda Mary Vazeille. Según el propio
Wesley, el acuerdo desde antes del matrimonio era que esto no le detendría en
Diarios 8, 20 de julio de 1749 - 30 de octubre de 1751 287

MIÉRCOLES 6. Me reuní con los solteros y les


demostré en diferentes formas cuán bueno era para quienes
habían recibido el don de Dios de permanecer eunucos por
causa del reino de los cielos,10 a no ser que un caso
particular pudiera ser la excepción a la regla general.
VIERNES 22 de junio. Redacté un corto relato del
caso de la Escuela de Kingswood:
1. La escuela empezó el día de San Juan de 1748. 11 Los
primeros maestros fueron John Jones, Thomas Richards, Walter Sellon, Richard
Moss, William Spencer y Abraham Grou. Las reglas fueron impresas y a pesar
de lo estricto de las mismas, en dos o tres meses tuvimos veintiocho estudiantes,
así que la familia, incluyendo Mary Davey, el ama de llaves, R____ T____,
nuestro sirviente varón, y cuatro sirvientas, consistía de cuarenta personas.
2. Desde el comienzo me encontré con toda clase de
dificultades. Criticones y profetas del mal estaban por todos lados. Cientos de
objeciones se hicieron tanto al plan general como a las diferentes partes del
mismo, especialmente por aquéllos de quien tenía razón de esperar mejores
cosas. A pesar de lo cual, mediante la ayuda de Dios, proseguí y escribí una
gramática en inglés, una en latín, una en griego, una en hebreo y una en francés
e imprimí Primeras lecciones para los niños, así como muchos otros libros para
el uso de la escuela. Y Dios otorgó manifiesta bendición. Algunos de los niños
más violentos y desatinados fueron tocados con profunda convicción de pecado;
todos mostraban tener buenos deseos y dos o tres de ellos comenzaron a probar
del amor de Dios.
3. Empero pronto observé muchas cosas que no me gustaron.
Las sirvientas se dividieron en dos bandos. R____ T____ con premeditación
prendía el fuego con sus constantes cuchicheos y acusaciones. Mary Davey no
cubría las deficiencias de las sirvientas, pues estaba preocupada con
pensamientos de otra clase. Por lo tanto, los niños no estaban bien atendidos, ni
las cosas se hacían con el debido cuidado y exactitud.
4. Los maestros debían de haber corregido estas
irregularidades, pero las aumentaron. Thomas Richards era tan duro y poco
servicial que los niños recibían poca ayuda de él. Abraham Groud era honesto y
diligente, pero su personalidad y modales provocaban el desprecio de los niños.
Richard Moss era formal y serio en su comportamiento e hizo mucho bien,
hasta que Walter Sellon puso a los niños en su contra y en vez de controlarlos
para que no jugaran, jugaba con ellos. John Jones y William Spencer eran
abrumados por el resto de los maestros, quienes no observaban las reglas ni en
el colegio ni fuera de él.

sus constantes viajes de predicación y supervisión de las sociedades metodistas.


Ni su hermano Carlos ni los otros líderes metodistas se alegraron con esta
unión. Quizá tampoco el propio Wesley, quien comentó que «tomó su cruz» y
se casó.
288 Diarios, Tomo I

10
Mt. 19.12.
11
Wesley dice «Midsummer day». Esto se refiere al solsticio de verano,
pero porlo general se celebraba el día de San Juan, 24 de junio.
5. La violación continua de aquella regla, «Nunca dejar que los
niños trabajen sin la presencia de un maestro», ocasionó que los estudiantes
aumentaran en su violencia más y más, hasta que perdieron todas las
impresiones religiosas que tenían. Y esto se aceleró, puesto que cuatro o cinco
de los muchachos mayores mostraron una maldad poco común.
6. Cuando regresé en septiembre de 1750 encontré que los
estudiantes se habían reducido a dieciocho. Decidí limpiar la casa
completamente. A dos de los muchachos (uno de ellos perfectamente malvado)
se les envió de regreso a su casa sin demora. Mary Davey, Thomas Richards,
Richard Moss y tres sirvientas ya se habían ido. R____ T____, Walter Sellon y
Abraham Grou se fueron después. Así solamente se quedaron dos maestros, Mr.
Jones y Spencer con la Sra. Hardwick, una sirvienta y dieciséis estudiantes.
7. Ahora tenía la esperanza de que fuera tiempo para que Dios
reviviera su obra, pero no habíamos reducido todavía lo suficiente. Así es que
primero John Jones y después William Spencer se cansaron y de nuevo las
reglas dejaron de cumplirse. Al siguiente invierno, el Sr. Page murió y otros
cinco estudiantes se retiraron. Lo que debilitó aún más el trabajo de los
maestros fue la forma agria y diabólica de hablar de algunos de ellos que
continuamente se esforzaban para que los alumnos que quedaban se retiraran o
para evitar que otros entraran a la escuela.
8. Hay ahora dos maestros, un ama de llave, una sirvienta y
once niños. Creo que todos en la casa por fin tienen un solo ideal y confían en
que Dios les bendecirá al final más que al comienzo.
Diario 9
Desde el 20 de julio de 1750 hasta
el 28 de octubre de 1754

SÁBADO 22 de diciembre de 1750. Se me informó


que el Sr. K____, que por algunos años había estado
fervorosamente vinculado a los Hermanos, había roto sus
cadenas. Sentí el deseo de escuchar de su propia boca cómo
fue liberado. Uno o dos días después de haber hablado
ampliamente con él, escribí la esencia de su relato para
evitar cometer errores. Después de algunos días le visité. Le
leí lo que había escrito y le manifesté mi deseo de que me
dijera si lo había entendido mal en algo. Este relato por sí
solo debería ser suficiente convincente para quitarles la
máscara a esos mentirosos. No hablo de todos ellos, pero sí
de aquellos con quienes él se relacionó.
1. Fui (dijo) uno de los primeros miembros de la sociedad en la
Fundición y continué en la misma hasta que William Oxlee, cerca al final del
año 1740, me persuadió de unirme a los Hermanos. No demoró mucho antes de
que fuera admitido a la mayoría de sus conferencias y mi aprecio por ellos
aumentó más y más, hasta que en el año 1741 fui a Heerendyk.
2. Aquí vi varias cosas que no aprobé, particularmente el poder
arbitrario con que la cabeza de la iglesia gobierna y el inmenso respeto que ellos
muestran a los ricos, mientras que los pobres recibían poca consideración. Mas
olvidé todo esto cuando regresé a Inglaterra y me puse a su entera disposición.
3. Fue pronto después que me emplearon para recolectar
dinero para reparar la capilla en Fetter Lane. La práctica de los Hermanos era de
escribir a cada uno de quienes acostumbraban escuchar la predicación y pedirles
que, si «encontraban sus corazones libres», «enviaran de cinco a diez guineas».
Como muchos de estos no estaban del todo convertidos [es decir, despiertos],
pensé que esta práctica no estaba bien. Así le informé al Sr. Molther, pero me
respondió con aspereza: «Eso no le concierne a usted».
4. Vi muchas otras cosas que no podía aprobar y hablé sobre
ellas, pero sin resultado. Algunos meses después, el Sr. Spangenberg me dijo:
«Mi hermano, vamos a establecer un programa de niños en la escuela de
Lamb's Inn y es la voluntad del Señor que usted vaya allá y sea el médico

289
de la casa.» Pensé que era extraño, pues sabía nada de medicina. Sin embargo,
no me atreví a razonar. Así que fui.
290 Diarios, Tomo I

5. La administración aquí me dio gran sorpresa. Sin tomar en


cuenta las reglas establecidas, Richard Utley y su esposa, encargados del
programa, se comportaban en la manera más arrogante y tiránica. Aquellos que
estaban encargados de los niños no tenían dones para el trabajo, y a algunos de
ellos les importaban poco sus propias almas. Varios de los niños eran azotados
sin motivo alguno y muchas veces sin control. Por esta práctica mal utilizada
uno de los míos fue completamente arruinado y no ha tenido el temor de Dios
desde entonces. En cuanto a mí, hubiera dado consejos si hubiera podido, pero a
nadie le importó. Una noche que me levanté para arropar a los niños que se
habían destapado mientras dormían, el Sr. Utley me llamó la atención delante de
toda la familia, diciéndome que había hecho lo que no me concernía hacer y
agregando que yo era la persona más inútil en toda la casa. Que si deseaba
podía regresar a Londres. Con mucha dificultad ellos lo consintieron y yo me
retiré apresuradamente a mi propia casa.
6. Me sentí más y más incómodo con su administración, y
dándose cuenta los Hermanos, me enviaron a Yorkshire. Después de estar allí
por algunos días, uno de ellos me dijo que tenía que ir a Great Horton en la
mañana, habiéndoles hecho ver a los Hermanos que yo tenía que predicar allí.
Quedé asombrado, pues nunca había pensado predicar. Mas no me atreví a
refutarlo y desde aquel momento ellos me emplearon para predicar y visitar a
todas las almas en el circuito.
7. En Holbeck teníamos una escuela de jóvenes. Cuando les
visité e interrogué profundamente, me contaron todo el onanismo, la
prostitución y otras abominaciones, por lo que estuve completamente
asombrado. Estuve obligado a increparlos duramente, por lo cual a los pocos
días recibí una carta muy severa de Mr. Spangenberg, diciéndome que estaba
destruyendo a los amados niños de Dios en lugar de edificarlos y que por lo
tanto, no podía ni predicar ni trabajar más en Yorkshire.
8. Poco después me enviaron a Londres para que acompañara a
la Sra. Stonehouse a Alemania. La carta se demoró y a pesar de que tomé la
posta de caballos ella se había marchado antes de mi llegada. Un tiempo
después fui elegido como miembro del Comité de los Seis, a quienes los
trabajadores tenían que enviar informe de todos los pasos que habían dado, ya
sea en casa o fuera de ella.
Una de nuestras reglas fundamentales era que no debíamos contraer
deudas mayores de treinta libras. Por lo tanto, cuando el Sr. Spangenber trajo
una cuenta por más de trescientas, me quedé completamente espantado y
propuse que se presentara una lista detallada de todos los gastos y que todas
nuestras cuentas deberían ser claras y bien fundamentadas. Wenzel Neisser
estaba presente (aunque no era uno de nuestros miembros) y se ofendió mucho
por lo que yo había dicho, diciéndome que ellos eran «siervos del Salvador» y
que no «tenían que dar cuenta a los hombres».
9. Me sentía cada día más incómodo por su forma de proceder,
hasta que un día el Sr. Sl____ se me presentó y me preguntó si estaba dispuesto
de ir a Bedford por seis u ocho días. Le respondí que sí y que en uno o dos días
saldría. Mas el Sr. Br____ me respondió, «Hermano K____, no espere usted
hacer mucho bien en Bedford, ya que tenemos una maldición oculta entre las
almas, la que creo que viene principalmente de la práctica de procurar el aborto
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 291

que es muy común entre las mujeres.» Sin embargo, encontré una gran
bendición durante los dos o tres meses que trabajé allí, pero no pude quedarme
porque tenía la fuerte impresión de que debía ir a trabajar en Jamaica.
10. Al mencionarle esto a los Hermanos, me dijeron que debía ir
allá lo antes posible, pero me sería conveniente ir primeramente a Pennsylvania
y pasar un corto tiempo en Bethlehem. 51 Yo pensé que ellos sabían lo mejor. Así
que en el año 1744 dejé mi taller, abandoné todos mis problemas sin resolverlos
y me embarqué para Pennsylvania.
11. Estuve bien ocupado Bethlehem, pues fui elegido
predicador general y se esperaba que participara en todas las conferencias. No
pasó mucho tiempo cuando me sentí más preocupado que nunca viendo tanta
maña y sutileza, y además con todo ello mucho orgullo, pompa y tiranía en
quienes gobernaban la iglesia. Un ejemplo entre los muchos, podría ser éste: W.
Harding, quien llegó algún tiempo antes que yo y que era pastor regular, les
había hablado libremente y con cariño de muchas cosas que él pensó eran
censurables. Debido a esto fue destituido de todas sus obligaciones y se les
prohibió a todos los Hermanos que le hablaran. Al ser olvidado por todos, se
sintió mucho más incómodo, tildándolo los Hermanos de loco. Por esto fue
encerrado y le traían comida una o dos veces al día dos o tres jóvenes. Estos a
su vez le pegaban muchas veces con severidad. Al tiempo él buscó la
oportunidad y se escapó, pero ellos le siguieron y lo agarraron. Construyeron
una casa de madera de unos diez pies cuadrados y muy oscura para él a casi un
cuarto de milla del pueblo. Yo estaba caminando solo cerca de este lugar cuando
ellos le trajeron. Sus gritos y súplicas hubieran atravesado un corazón de piedra.
El suplicaba que podía limpiar zapatos, servirles agua, cortar la leña, o lo que
ellos dijeran, al aire libre; pero no se lo permitieron: fue callado. Casi seis
semanas después, cuando abrieron un día la puerta para alcanzarle alguna
comida, él salió corriendo, se escurrió entre ellos y se dirigió a Philadelphia a
toda la velocidad posible. Viéndose perseguido muy de cerca, corrió hacia el río
(él era un excelente nadador) saltó al agua, se hundió y no salió más.
12. Estaba entonces en Nueva York, de donde regresé a
Bethlehem en enero de 1746. Mas no tenia descanso en mi espíritu, hasta que
después de tres semanas me fui a Philadelpia, donde dos de los Hermanos y una
viuda vivían en la casa de los Hermanos. Allí alquilé un cuarto y le pedí a la
viuda, por no contar con la conveniencia de poder hacerlo, que me hirviera un
poco de agua en la mañana para mi te. Mientras tanto, todos los Hermanos en
Philadelphia estaban advertidos de no conversar conmigo. No mucho después
dos de ellos escribieron al Sr. Spangenberg que yo vivía en adulterio con la
viuda. Cuando me enteré de esto, fui de frente a los Hermanos y le dije al Sr.
Spangenberg la verdad del asunto, quien inmediatamente escribió a
Philadelphia diciendo que yo había confesado que era cierta la acusación.
13. Estaba ahora completamente cansado de la humanidad.
Conseguí una pequeña casa en el bosque y a unas cuantas millas de distancia de
cualquier pueblo, resuelto a pasar el resto de mis días solo. Aquí permanecí
como cuatro años, hasta que una tarde el Sr. Spangenberg y el yerno del Conde

51 La ciudad fundada en Pennsylvania por los moravos. Hemos dejado el


nombre sin traducir, para distinguirla de Belén en Tierra Santa.
292 Diarios, Tomo I

me visitaron. Hablamos hasta las dos de la mañana. Aceptaron que muchas


cosas habían estado mal, prometieron que las arreglarían sin demora y me
convencieron de unirme a ellos una vez más. Pero nada se arregló, así que unos
meses después, me vi obligado a abandonarlos de nuevo. Reanudé mi negocio
en Philadelphia hasta que pude ganar suficiente dinero para mi pasaje y hace un
año que regresé a Londres.
¿Habrá otro relato más triste? ¡Oh lo que es la
naturaleza humana! ¡Cuán bajo pueden caer aquéllos que en
una oportunidad eran llamas ardientes y luces brillantes,
derramando bendiciones dondequiera que llegaban! ¡Pero
qué apasionamiento es éste que hace a este mismo hombre
asistir todavía a sus predicaciones y su esposa (aunque ella
cree casi todo lo que dice su esposo sobre esta historia)
mantenerse en contacto directo con ellos.

MARTES 17 de marzo 1752. La lluvia continuó sin


parar hasta que llegamos a Enstone. Poco después de haber
salido de allí, nos siguió un viento violento como en
Broadway Hill que en varias oportunidades nos sacó
completamente del camino y listo para llevarse a ambos,
caballo y jinete. Mas nuestras fuerzas eran como nuestros
días.52 Antes de las seis de la tarde llegamos sanos y salvos
a Evesham.
Prediqué en la noche en el ayuntamiento, donde
varios clérigos y nobles estuvieron presentes.
MIÉRCOLES 18. Viajé con el Sr. ____ a su casa, la
que no había visto por más de veinte años. Encontré el
lugar, pero no a sus habitantes ya que la mayoría de ellos
habían ido a su morada eterna.53 No vi a nadie conocido
con excepción de la tía del Sr. ____, la que no pudo
contenerse de decirme lo mucho que sentía que yo tuviera
que dejar a todos mis amigos «para llevar esta vida de

52 Dt.33.25.
53 Ec.12.5.
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 293

vagabundo». Bueno, en verdad no es un placer para la carne


y la sangre, y no lo haría si no creyera que hay otro mundo.
La discusión no continuó por mucho tiempo, y terminó con
mucho cariño. El Sr. ____ regresó conmigo a Evesham y
asistió a la predicación, tanto la de las siete de la noche
como la de las cinco de la mañana, salió conmigo del salón
después del sermón, pero le tomó algún tiempo antes de que
pudiera hablar. Entonces irrumpió, «Tengo que cuidar de
dos mil almas. Y nunca he podido todavía saber cómo
cuidar la mía propia.» Lo dejé lleno de convicción de
pecado y de buenas decisiones. ¿Cuántos días durarán?
VIERNES 3 de abril. Viajé a Bank House, cerca de
Rochdale, donde T. Mitchell me dio la siguiente
información:
El domingo, 7 de agosto pasado, prediqué en Wrangle, a las
cinco de la mañana como de costumbre. Alrededor de las seis dos
alguaciles se presentaron y me llevaron a una cantina, donde me
retuvieron hasta cerca de las cuatro de la tarde. Luego uno de ellos
dijo que iría a preguntarle al ministro si lo podían dejar ir. A su
regreso, me sacaron a una gran turba, quienes me llevaron y me
arrojaron a un estanque de agua y donde tan pronto trataba de salir me
lanzaban de nuevo. Finalmente algunos de ellos dijeron que debía de
salir y mantuvieron a los otros alejados hasta que salí del estanque.
Todo el tiempo me sentí muy contento porque sabía que estaba en las
manos del Señor... Regresé a la casa donde estaba hospedado y me
acosté, pero en menos de una hora la turba regresó, rompió las puertas
de la casa y de la recámara y me sacaron arrastrándome. Me llevaron
a una laguna más grande, con una cerca alrededor y de una
profundidad de diez a doce pies. Entonces cuatro hombres me
levantaron por las piernas y brazos. Al comienzo sentí que la carne se
me encogía, pero pronto pasó y no me importó si moría o vivía,
siempre que fuera la voluntad del Señor. Me columpiaron dos o tres
veces de adelante para atrás y luego me arrojaron al agua lo más lejos
que pudieron. La caída me dejó sin conocimiento, así que no sentí
nada más. Pero uno que no quería que me ahogaran, cuando salí a
flote me agarró por la ropa y con un palo largo me sacó. Estuve sin
conocimiento por algún tiempo. Cuando volví a despertar vi a mucha
gente a mi alrededor. Uno de ello me ayudó a levantarme y me rogó
que fuera con él. Me llevó a una pequeña casa y me acostó. Pero no
había estado acostado por mucho tiempo cuando la turba regresó. Me
sacaron de la cama y me llevaron con ellos, casi desnudo, al lindero
294 Diarios, Tomo I

de la parroquia, donde me dejaron. Me las arreglé para continuar a un


lugar a tres millas de distancia, donde me acosté y dormí en paz.
VIERNES 17. Visité al caballero que me dijo que él
era «lo suficientemente pecador» cuando prediqué por
primera vez en Epworth sobre la tumba de mi padre. Tuve
la agradable sorpresa de encontrarle fuerte en la fe, aunque
demasiado débil de cuerpo. Por algunos años, me dijo,
había estado gozando en el Señor, sin duda ni temor, y
ahora esperaba la sagrada hora cuando debía partir y estar
con Cristo.54
VIERNES 24. Cabalgamos por una magnífica
residencia, cuyo dueño (de no mucho más de ochenta años
de edad) decía que deseaba, «vivir sólo treinta años más:
diez para cazar, diez para ganar dinero (teniendo al presente
sólo veinte mil libras al año) y diez años para arrepentirse».
¡Que Dios no pueda decirle, «necio, esta noche vienen a
pedirte tu alma»!55
Cuando desembarqué en el muelle de Hull estaba
lleno de gente, preguntando, «¿Quién es él? ¿Quién es él?»
Mas sólo miraban y sonreían, y nosotros caminamos sin que
nos molestaran a la casa del Sr. A____.
Estuve muy sorprendido de la miserable condición
de las fortificaciones, mucho más ruinosas y en decadencia
que las de Newcastle, aun antes de la Rebelión. Es bueno
que no hay enemigos cercanos.
Fui a orar a las tres en la vieja iglesia, una estructura
grande y venerable. Entre las cinco y seis, el coche llegó y
me llevó a Myton Car, a cerca de media milla del pueblo.
Una enorme multitud, rica y pobre, a pie y a caballo, con
varios carruajes, pronto se reunió. Les hablé con voz alta y

54 Fil. 1.23.
55 Lc.12.20.
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 295

espíritu tranquilo sobre «¿Qué aprovechará al hombre si


ganare todo el mundo, y perdiere su alma?»56
Unos cuantos miles de personas asistieron con
formalidad, pero muchos se comportaron como si
estuvieran posesionados por Moloch. Terrones y piedras
volaban por todas partes, pero ni me tocaron ni me
molestaron. Cuando terminé mi discurso, salí a tomar el
coche, pero el cochero se había alejado bastante. Nos
sentimos perdidos hasta que una dama nos invitó a mi
esposa y a mi a subir en su coche. Esto le trajo algunas
inconveniencias, no solamente porque éramos nueve en el
carruaje, tres a cada lado y tres en el centro, sino también
porque la turba se nos acercó tirando por las ventanas (las
que no pensamos que era prudente cerrar) todo lo que tenían
a la mano. Una mujer gruesa que se sentó en mis faldas me
protegió de tal manera que nada pasó cerca de mí.
La turba había aumentado en varios miles cuando
salí del carruaje a la casa del Sr. A____. Dándose cuenta de
que me había escapado de sus manos, tomaron venganza
contra las ventanas, con muchas lluvias de piedra, las que
arrojaron, aun en las habitaciones a cuatro pisos de altura.
El Sr. A____ caminó entre ellos y se dirigió a la casa del
alcalde, quien le dijo palabras buenas, pero no le prestó
ninguna ayuda, probablemente sin saber que él mismo (el
alcalde) podría estar obligado a pagar todo el daño que se
hiciera. El entonces fue en busca de los aguaciles y trajo dos
consigo como a las nueve. Con la ayuda de ellos dispersó la
turba de modo que no quedaron juntos ni dos de ellos. A eso
de las doce se volvieron a reunir y dieron una nueva carga
con juramentos, maldiciones, ladrillos y piedras. Después

56 Mr.8.36.
296 Diarios, Tomo I

de esto, todo quedó en calma y dormí profundamente hasta


cerca de las cuatro de la mañana.
VIERNES 15 de mayo. En la tarde prediqué en
Alnmouth. Qué evidencia tan sencilla tenemos aquí de que
aun nuestro trabajo exterior, aun las sociedades, no son obra
humana. Con todo nuestro trabajo y habilidad no hemos
podido en nueve años formar una sociedad en este lugar. A
pesar de que no hay nadie que se oponga, pobre o rico y que
los dos hombres más ricos del pueblo y los únicos
caballeros allí hicieron todo cuanto estuvo en su poder para
promover una sociedad.
MARTES 19. Prediqué en Whickham, delante de la
puerta de la Sra. Armstrong. Estuve un poco sorprendido del
relato que ella dio de la forma de proceder de Dios con ella
recientemente. Cuando su anciano esposo, con quien vivió
desde su juventud, fue repentinamente encarcelado en Dur-
ham por causa de la deuda contraída por su hijo, lo que
pronto le ocasionó la muerte; cuando ella estaba a punto de
perderlo todo y hasta su casa a la edad de ochenta años; a
pesar de todo ello los oráculos de Dios, a los que había
amado desde su niñez, eran su consuelo y consejeros. Un
día cuando se puso los lentes para leer, no podía ver ni una
palabra. Al principio se asustó, pero pronto dijo: «Jehová
es; haga lo que bien le parezca».7 Se quitó los lentes y
mirando a una esquina de la Biblia, pensó que podía
distinguir algunas letras. Levantó la Biblia y pudo leer tan
bien como lo hacía su hija. Desde ese momento no sólo
pudo leer sin lentes, sino que también cosía y ensartaba la
aguja más fina con la misma facilidad que cuando tenía
treinta años.
LUNES 15 de junio. He tenido muchas pequeñas
pruebas en este viaje, de una clase que antes había
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 297

conocido. Había pedido prestada una yegua joven y fuerte


cuando salí de Manchester, pero se puso coja antes de llegar
a Grimsby. Obtuve otra, pero ésta tuve que dejarla de nuevo
entre Newcastle y Berwick. A mi regreso a Manchester
volví a tomar mi propia cabalgadura, pero se había puesto
coja en el pastizal. Sin embargo, pensé hoy cabalgar en ella
por cuatro o cinco millas, pero se había escapado del campo
y no supimos nada de ella. Me consolé porque tenía otra en
Manchester que había comprado recientemente. Al llegar
allí encontré que alguien la había pedido prestada, también,
y la había llevado a Chester.
Al mediodía prediqué cerca de Shakerley, en la casa
de un anciano, quien estaba gimiendo pidiendo salvación.
Caminamos juntos un poco después de la predicación, y
casi tan pronto como partimos, el poder de Dios cayó sobre
él, de tal manera que a duras penas sabía si estaba en la
tierra o en el cielo. Desde ese momento, el Dios de
esperanza lo llenó de todo gozo y paz en el creer.8

7
1 S. 3.18.
8
Ro.15.13.
A mi regreso a Bolton escribí un relato relacionado
con uno que recientemente adornó el evangelio. Fue como
sigue:
En abril de 1746 Katherine Whitaker fue a Halifax a escuchar a John
Nelson. Ella se había convencido antes de la verdad a través de la lectura y
desde ese momento creció con más y más firmeza. Al año siguiente John
Haughton nos visitó en nuestra casa. Cuando se retiraba, regresó y le tomó la
mano, diciéndole, «Usted tiene que creer, pueda o no.» Tan pronto como él se
fue, ella empezó a clamar a Dios y no dejó de hacerlo hasta que supo que creía
en Cristo. Nunca después de esto perdió el sentir de su amor, ni podía descansar
si encontraba la menor nube hasta que ésta desaparecía completamente y la luz
brillaba nuevamente en su alma.
En mayo de 1750 se mudó a Bolton y poco después parecía estar
tuberculosa. Mas esta condición no la eximió de levantarse a las cinco, cuatro o
298 Diarios, Tomo I

tres de la mañana y de continuar enseñando a sus alumnos como de costumbre


hasta cerca de la Navidad de 1751. Desde ese tiempo su fuerza física decayó,
pero ella no guardó cama hasta marzo. Entonces tuvo temor de vivir y ser una
carga para sus familiares. Pronto ese temor desapareció y dijo: «Ahora puedo
dejarlo todo en las manos de Dios. Déjenme morir tarde o temprano, es todo lo
mismo». Mas todavía tenía cierta lucha respecto a su esposo antes de que ella
pudiera voluntariamente renunciar a él.
El siguiente viernes, uno antes de morir, una de sus hermanas, sentada
a su lado, comenzó a cantar,
Oh feliz, feliz día
Que llama al exiliado a casa.

Ella inmediatamente se unió a su hermana y cantaron hasta el final


del himno. El jueves siguiente, miró a nuestro alrededor y dijo: «Oh cuánto les
amo a todos. Soy toda amor. Amo a toda alma que Dios ha creado.» Su esposo
le preguntó: «¿Eres feliz?» Ella le respondió, «Oh sí.» No puedo temer, no
puedo dudar, Siento la sangre derramada.

Sigan cantando, sigan cantando: Dejen que toda


alma clame conmigo, Tú eres mi
Señor, mi Dios.

En el desayuno quiso un poco de agua fría y al recibirla miró hacia lo


alto y dijo: «Dentro de poco beberé nuevo vino en el reino de mi
Padre.» Alrededor de las diez en punto irrumpió, Mi
Dios se compadeció
Su voz de perdón escucho, Su
hija soy
Ya no puedo temer más.

Uno le preguntó cómo podía decirlo. Respondió: «Deseo estar con


aquél a quien ama mi alma.» El viernes y sábado, estando extremadamente
débil, habló muy poco. El domingo en la mañana dijo: «Así el Señor nos ha
brindado un nuevo día de descanso. Permite, Oh Señor, que guardemos este día
sin pecado.» Luego en parte cantó y en parte repitió aquel himno:
¡Oh cuando dulcemente me vaya Oh
cuando comience mi reposo!
Y regreso a Sión con alegría La
madre de espíritus en dolor.

Entonces dijo: «¿Quién esta en casa? Oh, no me gusta que


permanezcan en casa el día domingo. Quiero que vayan todos a la iglesia.
Cuando estuve menos impedida de asistir a la iglesia, siempre encontré las más
grandes bendiciones.» En la noche dijo: «¡Piernas hinchadas! Sólo por corto
tiempo: no habrá piernas hinchadas en el cielo.» A las cinco de la mañana del
lunes, marzo 23, su esposo le preguntó: «¿Sabes quién soy?» Ella dijo: «Sí lo
sé,» y puso su brazo alrededor de su cuello y rápidamente empezó a dormitar.
Despertando poco después dijo: «Debo apurarme y vestirme para el Novio.»
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 299

Entonces, de nuevo entró en un sopor y despertando en pocos minutos dijo,


«Voy a Cristo,» y se quedó dormida.
DOMINGO 5 de julio. Me puse en pie, a las siete de
la mañana, cerca de las ruinas de la casa y expliqué los
principios y prácticas de esa secta que nos es notorio que
en todas partes se habla contra ella.9 Fui más tarde a la
Iglesia de St. Martin, que se encuentra cerca del lugar. El
caballero que oficiaba parecía estar extremadamente
conmovido por varios pasajes de la Segunda Lección, Lucas
17, particularmente: «Imposible es que no vengan
tropiezos; mas ¡ay de aquél por quien vienen! Mejor le
fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le
arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos
pequeñitos».10
Comenzó su sermón casi con estas palabras: «El
último día del Señor prediqué sobre como lo que queráis
que los hombres hagan con vosotros,11 con la esperanza de
prevenir aquellos procesos que son contrarios a toda

9
Hch. 28.22.
10
Lc. 17.1-2. 11 Mt.7.12.
300 Diarios, Tomo I

justicia, misericordia y humanidad. Como no pude hacer


eso, he escogido estas palabras para su consideración ahora:
«Vosotros no sabéis de que espíritu sois; porque el Hijo del
Hombre no ha venido para perder las almas de los
hombres, sino para salvarlas.»12
Y terminó con algo así como: «Siento mucho que
cualquiera de estos escándalos puedan cometerse,
particularmente en esta parroquia, donde he estado
enseñando tantos años. ¡Y con qué escaso resultado! Me
retiraré tan pronto sea posible de un lugar donde puedo
hacer tan poco bien. ¡Oh qué clase de cuenta tendrán que
rendir quienes han ocasionado o alentado estos procesos!
¡Dios permita que se arrepientan a tiempo! ¡Que puedan
saber de qué espíritu son! ¡Que puedan, antes de que sea
demasiado tarde, reconocer y amar la verdad como está en
Jesús!».
Prediqué otra vez en el mismo lugar a la una y a las
cuatro y toda la congregación estuvo tranquila y atenta.
DOMINGO 9 de agosto. A las ocho, tuvimos la
congregación de costumbre en la casa del mercado, y la
misma bendición. El Sr. Grüber predicó un excelente
sermón en la iglesia sobre la necesidad de la religión de
corazón. A las cinco prediqué en el lado del río donde queda
Connaught a un gran número de romanistas, así como de
protestantes. Todos ellos parecían estar convencidos que no
deberían seguir claudicando entre dos pensamientos.13
Aquí me enteré por su esposo que Rose Longworth
encontró la paz con Dios en junio de 1749. Esta paz nunca
la perdió y con frecuencia se alegraba con gozo inefable y
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 301
12
Lc. 9.55.
13
1 R.18.21.
glorioso.14 Desde ese día estuvo siempre
extraordinariamente formal y caminó muy de cerca con
Dios.
Cerca del Domingo de Resurrección de 1751 sintió
una gran decaída de su fuerza corporal. Pero nunca se
quejó, preocupada solamente de que su alma no sufriera
pérdida. Al siguiente julio fue trasladada al campo, pero
todavía continuó caminando en la luz. Hacia fines de mes,
temiendo que su tiempo se acortaba, quiso regresar a
Athlone. El sábado 21 regresó, extremadamente débil, pero
alabando a Dios continuamente, y toda la siguiente semana
expresó, tener el deseo de partir y estar con Cristo.15
El Sr. Grüber le administró el Sacramento el
domingo. Ella pudo hablar un poco y dijo que no tenía duda
de su salvación. El estuvo muy conmovido y dijo que le
creía, pero que apenas el podía hablar por las lágrimas.
Cuando ya no pudo ser escuchada, tuvo sus ojos
constantemente fijos hacia lo alto y moviendo sus labios.
Por la tarde perdió el conocimiento. Volviendo en sí dijo:
«¡Ah! qué desilusión; pensé que me había escapado.»
Entonces oró por su esposo, por sus padres, por la sociedad,
la iglesia y todo el mundo. Desmayándose de nuevo y
volviendo en sí, exclamó: «¡Vean a mi Salvador! ¡Vean a mi
Salvador! ¡Miren como fluye su sangre! ¡Veo al Cordero en
la gloria! Veo al Cordero en la gloria. Adiós. Dios sea con
ustedes. Adiós.» Luego dejó de hablar y partió a Dios.
302 Diarios, Tomo I

MARTES 25. Prediqué en el mercado en Kinsale. A la


siguiente mañana a las ocho caminé hacia el fuerte. Arriba
en el cerro encontramos una hondonada grande y profunda,
14
1 P. 1.8.
15
Fil.1.23.
capaz de dar cabida a dos o tres mil personas. A un lado de
la misma los soldados pronto limpiaron un lugar con sus
espadas para que me pudiera parar, donde estaba protegido
tanto del viento como del sol, mientras que la congregación
se sentaba en la hierba delante de mí. Muchos prominentes
pecadores estaban presentes, especialmente los del ejército
y pienso que Dios les hizo un fuerte llamado al
arrepentimiento.
Por la noche llamé a los pecadores al
arrepentimiento en la calle principal de Bandon. El jueves y
el viernes la lluvia nos obligó a guarecernos en el mercado.
En verdad, apenas recuerdo de dos días secos juntos desde
que llegué a Irlanda. El sábado 29 regresé a Cork y pasé un
día tranquilo, teniendo la firme esperanza de que Dios
levantaría las manos caídas.16 El lunes 31 viajé a Clonmel.
Hace un año que se abrió aquí la puerta ancha. Pero una
noche, justo después que había terminado el sermón, la sala
donde se había predicado se derrumbó. Dos o tres personas
resultaron heridas. Por cuya razón (¿podría alguien desear
una mejor?) la gente del pueblo juró que ningún metodista
podría predicar jamás en Clonmel.

DOMINGO 7 de enero de 1753. Desayuné con


M____ Y____, un monumento no común de misericordia.
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 303

Por largo tiempo fue como perro que vuelve a su vómito,17 y


se revolcó en toda clase de maldades. Sin embargo, su
esposa nunca pudo darlo por perdido, ni él pudo nunca
escapar de su propio infierno, hasta que un día ella le dijo:
«Anda al piso de arriba y pídele a Dios, pues no sabes que
él aún puede bendecirte.» El subió, pero con corazón
16
He. 12.12.
17
Ef.26.11.
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 304
insensible, duro, y permaneció allí por cerca de dos horas.
Cuando bajó, ella se le quedó mirando y le dijo: «¿Qué es lo
que pasa ahora? ¿Qué te sucede? No te ves como antes». El
respondió: «No, porque he encontrado al Señor.» Desde esa
hora se esforzó en caminar en los pasos de Dios, quien
ahora ha vuelto a llamarlo a su reino y gloria.18
SÁBADO 20. Le aconsejé a una que había estado
sufriendo por muchos años de un problema de parálisis que
probara un nuevo remedio. En conformidad, ella fue
electrizada19 y encontró ayuda inmediata. Por este mismo
medio he conocido a dos personas que se curaron de un
dolor crónico en el estómago y otro de un dolor en su
costado que había tenido desde niño. Sin embargo, no es de
dudar que muchos caballeros de la facultad, así como sus
buenos amigos de las farmacias, desacrediten una medicina
tan escandalosamente barata igual que desacreditan el
azogue y el agua de alquitrán.
[Wesley está viajando por Escocia, y el día 17 por la noche acaba de llegar a
Glasgow.]
MIÉRCOLES 18 de abril. Caminé por la ciudad, que
la considero tan grande como Cork o Newcastle sobre el
Tyne. La universidad (como la de Dublin) tiene un solo
colegio, consistente de dos pequeñas plazas rodeadas de
edificios. Pienso que no son más grandes ni más hermosas
que las de Lincoln College en Oxford. El hábito de los
estudiantes me causó sorpresa. Usan togas de color

18
1 Ts. 2.12.
19
En tiempos de Wesley, la «electroterapia» estaba muy en boga. Para el propio
Wesley, la electricidad era un gran misterio. Es su Diario, el 16 de septiembre
de 1747, dice: «Fui con dos o tres amigos a ver el espectáculo llamado Los
experimentos eléctricos. ¡Cómo deben confundir estos experimentos a todos
esos semipensadores que no creen sino lo que pueden comprender!»
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 305
escarlata, que les llegan solamente hasta la rodillas. La
mayor parte de las que vi estaban muy sucias, algunas muy
raídos y todas de una tela muy ordinaria. La gran iglesia es
un edificio magnífico. La parte exterior es similar a la de la
mayoría de las catedrales en Inglaterra. Pero está
miserablemente dilapidada en el interior, sin que le quede
forma, belleza o simetría.
A las siete de la noche el Sr. Gillies empezó el
servicio en su propia iglesia (la de la universidad). Estaba
tan llena antes que yo llegara que no pude entrar sin tener
gran dificultad. Después de cantar y orar, explicó una parte
del catecismo, que lo aplicó en forma decidida y amorosa.
Después del sermón, oró y cantó otra vez y concluyó con la
bendición.
Entonces repartió, uno tras otro, cuatro himnos, los
que fueron cantados por una docena de jóvenes. Antes había
invitado a quienes que así lo desearan a retirarse. Pero casi
nadie se movió hasta que todo terminó.
DOMINGO 22. Llovió mucho. Sin embargo, más de
mil personas (según calculo) permanecieron con toda
voluntad mientras expliqué y apliqué: «esta es la vida
eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado».20 Después quise predicar
en la prisión, lo que hice cerca de las nueve. Todos los reos,
así como los deudores, se comportaron con tal reverencia
como nunca la había visto en ninguna prisión en Inglaterra.
Pudiera ser que aun algunos de estos pecadores ocasionen
gozo en el cielo.21
El comportamiento de la gente en la iglesia, tanto en la
mañana como en la tarde, fue más allá de cualquier cosa
20
Jn. 17.3. 21 Lc.15.7.
306 Diarios, Tomo I
que haya visto in nuestras congregaciones. Nadie se saludó
o se hizo reverencia, ya sea antes o después del servicio. De
principio a fin nadie habló o miró a su alrededor, sino
solamente al ministro. Seguramente muchos tendrán
apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella.22
La pradera donde prediqué en la tarde estaba llena
de lado a lado. Hablé con todo cuidado, como nunca en mi
vida. Muchos de los estudiantes y soldados estaban allí. Y
doy testimonio que se mostraron capaces de sufrir la sana
doctrina.23
MIÉRCOLES 25. Llegamos a Alnwick en el día
cuando quienes han pasado su aprendizaje son liberados del
gremio. Dieciséis o diecisiete, nos informaron, iban a recibir
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 307
22
2 Ti. 3.5.
23
2 Ti.4.3.
profundo que algunos de ellos se hunden hasta el cuello y
muchos otros hasta el pecho.24
VIERNES 11 de mayo. Cabalgué a Rufforth y
prediqué a la una. La congregación estuvo muy atenta. Un
hombre joven, con gran seriedad y bien comportado y
gozándose en su primer amor, quien había salido minutos
antes que yo, fue arrojado por su caballo y (como se dice) se
rompió el cuello. En ese instante, una persona que pasó y
que entendía del caso le agarró el cuello y se lo puso en su
lugar. ¡Oh misterio de la Providencia! ¿Por qué no murió
este hombre cuando estaba lleno de humildad, sagrado
amor? ¿Por qué vivió para volverse atrás del santo
mandamiento25 que estaba escrito en su corazón?
SÁBADO 2 de junio. Sin saber a duras penas cómo
dar crédito a una extraña historia que había oído, que uno de
nuestros predicadores estaba acostumbrado a predicar
mientras dormía, investigué más sobre el particular recibí el
siguiente relato:
El viernes, 25 de mayo, cerca de la una de la mañana, estando
profundamente dormido, empezó a hablar. En dos o tres minutos se hicieron
presentes, William, Mary, Amelia Shent, John Haime, John Hapson, Joseph
Jones, Thomas Mitchell y Ann Foghill.
El primeramente exhortó a la congregación a «cantar con el espíritu y
también con el entendimiento», luego les dio las instrucciones de cómo hacerlo.
Entonces comenzó a anunciar ese himno, línea por línea,
Ven, Espíritu Divino, paloma celestial Con
todo tu poder de avivamiento;

dando el tono y cantándolo hasta el final. Agregó una exhortación para que
«prestaran atención de lo que oyeron». Entonces mencionó su texto, 1 Juan
5.19: Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.
Dividió su discurso en seis partes, tratando de mostrar: (1) Que todos los
verdaderos creyentes «son de Dios». (2) Que los tales «saben» que «son de

24
Se trata de una antiquísima costumbre de este lugar, basada en una tradición
según la cual el rey Juan Sin Tierra mató a un jabalí en ese lodazal. Cuando un
308 Diarios, Tomo I
aprendiz alcanzaba el rango de jornalero libre, se celebraba la ocasión como
Wesley cuenta. La costumbre continuó hasta el 1853. 25 2 P.2.21.
Dios». (3) Que «el mundo está bajo el maligno». (4) Que cada individuo que es
del mundo está en esta condición. (5) El terrible fin del mundo. Por último (6)
cerró con una exhortación para aquéllos que eran «de Dios» y para aquéllos
otros que eran «del mundo».
Después de haber predicado sobre dos o tres de estos puntos, los dejó
y comenzó a hablar con un clérigo que había entrado y le interrumpió.
Discutieron por algún tiempo. El le dejaba espacio al clérigo para que
propusiera sus objeciones y que luego les daba respuesta una a una. Después
pidió que la congregación, ahora que se había retirado el perturbador, le diera
gracias a Dios, y para eso les dirigió en el canto,
«¡Bendito sea el Señor de donde viene toda bendición!»
Cuando terminó de predicar pidió que la sociedad se reuniera.
Primeramente les dirigió en un himno, como antes, y luego los exhortó a amarse
unos a otros: (1) porque tenían un solo Creador, Preservador y Padre; (2) porque
tenían un solo Redentor; (3) porque tenían un solo Santificador; (4) porque
estaban caminando en el único sendero de santidad; y (5) porque todos iban a un
mismo cielo.
Tras cantar el himno de despedida, dijo (conforme le daba la mano a
cada uno): «Buenas noches, hermano. Buenas noches, hermana». Esto duró
como hasta un cuarto para las dos, estando él completamente dormido todo el
tiempo. En la mañana no sabía nada de todo esto. Creía haber dormido de la
noche a la mañana sin haber soñado nada.
¿Bajo qué principios filosóficos podemos juzgar
esto?
MARTES 5 de junio. Cabalgué a casa de Jonathan
Booth en Woodseats, cuya hija había estado enferma en una
manera muy extraña. El relato que sus padres dieron de ello
fue el siguiente:
A mediados de diciembre de 1752, Elizabeth Booth, hija, de unos diez
años de edad, empezó a quejarse de un dolor en su seno, lo que continuó por
tres días. Al cuarto día, en un momento, sin provocación alguna, empezó con
violenta cólera, injuriando a su madre y arrojando a la sirvienta lo que tenía a la
mano. Este ataque continuó cerca de una hora. Luego en un instante se calmó. A
la siguiente mañana cayó en otro tipo de ataque, encontrándose estirada y tiesa
como vaca muerta. Así permaneció cerca de una hora. En la tarde fue
repentinamente sacudida por una risa violenta e involuntaria. Así tuvo algunos
de estos ataques varias veces al día por cerca de un mes. En los períodos de
descanso sentía gran pesar en su alma y continuamente clamaba pidiendo
misericordia, hasta que un sábado, mientras que se encontraba acostada en la
cama, clamó, «Yo sé que mi Redentor vive.» Su fe y amor aumentaron desde
ese momento, pero también la violencia de sus ataques. Con frecuencia cuando
se regocijaba y alababa a Dios, gritaba, «¡Oh Señor!» y perdía sus sentidos al
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 309
momento, acostada como muerta, riéndose con violencia o delirando y
blasfemando.
A mediados de febrero se puso peor que nunca. Con frecuencia trató
de lanzarse al fuego o por la ventana. A menudo trataba de romper la Biblia,
maldiciéndola en términos muy amargos. Muchas veces exclamó juramentos y
blasfemias demasiado horribles para ser repetidos. Después de la Biblia su
mayor cólera era contra los metodistas y en especial contra el Sr. Wesley. Con
frecuencia nos decía donde él estaba y lo que hacía, agregando, «El estará aquí
pronto», y en otras ocasiones, «Ahora galopa por el camino y dos hombres
vienen con él». En los intervalos que tenía de sus ataques se ponía muy tonta y
abatida como si no tuviera sentido común; y sin embargo, a veces irrumpía en
vehementes oraciones, para asombro de todos los que la escuchaban.
Algunas veces se quitaba toda la ropa y corría de arriba abajo de la
casa, gritando y llorando, «¡Sálvenme, sálvenme! El me hará pedazos». En otras
oportunidades vociferaba: «El me está despedazando los senos; me está echando
plomo derretido por la garganta. Ahora sufro lo que los mártires sufrieron. Pero
no tengo la fe de mártir.»
Con frecuencia hablaba como si fuera otra persona, diciéndole a su
padre, «Esta niña no es tuya, es mía. Me he posesionado de ella y la voy a
guardar» y otras muchas expresiones como éstas.
A menudo parecía estar en trance y decía que tenía muchas visiones:
algunas veces del cielo, infierno o juicio. Otras veces de cosas que decía en
corto tiempo iban a pasar.
A principios de marzo la Sra. Green llegó de Rotherham, quien me
contó personalmente el siguiente relato: «Tan pronto llegué ella entró en otra
crisis de ataques, blasfemando y maldiciendo a su padre y a mí. Añadió, `fui yo
la que enfermé al caballo de la Sra. Green el otro día' (el que se había enfermado
de una manera extraña, tan pronto como fue puesto en el establo). `Lo hice para
que usted no pudiera predicar nunca más; y casi lo logré. Fui yo quien la
enfermó a usted anoche.' Quedé sobrecogida en una forma poco común. Durante
todo el tiempo que ella hablaba, estaba con violentas convulsiones y parecía
estar en fuerte agonía. Después de casi un cuarto de hora comenzó a orar y
entonces se recuperó, pero todavía triste y apesadumbrada.»
John Thorpe de Roherham con frecuencia deseaba orar por ella en la
congregación. Pero a menudo lo estorbaba una impresión fuerte y súbita en su
mente de que ella estaba muerta. Cuando él llegó a Woodseats y empezó a
mencionar lo que había deseado, la niña que pasaba por una ataque de cólera,
gritó: «He engañado a Thorpe», e irrumpió en fuerte risa.
Al principio de mayo, todos esos síntomas cesaron. Y continuó en
buena salud de alma y cuerpo.
LUNES 23 de julio. Viajé a Launceston y tuve la
primera reunión general de mayordomos para la parte
oriental de Cornwall. En la noche prediqué en perfecta paz.
Esto es una gran bendición, siempre que no se haya
310 Diarios, Tomo I
comprado a un precio demasiado elevado: que el mundo
empiece a amarnos porque nosotros lo amamos.
DOMINGO 29. Prediqué a las ocho a una
congregación todavía más grande; y en Morvah, a la una, a
cerca del mismo número. Muchos reincidentes estaban entre
ellos, a quienes les proclamé: «¿Cómo podré abandonarte,
oh Efraín?»26 Pocos de la congregación estuvieron
tranquilos, y cuando luchamos con Dios en oración tuvimos
una gran esperanza de que él no les echaría para siempre.
Como a las cinco empecé a predicar en Newlyn,
sobre parte del Evangelio para el día: «Porque os digo que
si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y
fariseos, no entraréis en el reino de los cielos».27 En la
mañana me desperté entre las dos y las tres. Tuve un
aflojamiento de estómago por varios días. El domingo me
sentí peor cada hora, pero había decidido, con la ayuda de
Dios, predicar donde había sido asignado. Tuve ahora, con
el aflojamiento, un continuo dolor de cabeza, violentos
vómitos varias veces por hora, calambres en mis pies o
piernas. Algunas veces me daban en ambas piernas y en
ambas caderas al mismo tiempo. Mas Dios me posibilitó de
estar completamente contento y resignado a él con
agradecimiento. tuve que enviar a predicar a uno en mi
lugar a Ludgvan al mediodía y a Helston en la noche, y a
otro el martes al mediodía en Porkellis, prometiendo, que si
podía, me reuniría con ellos en la noche.
DOMINGO 5 de agosto. En la tarde viajé a Redruth
y prediqué a una gran congregación en la calle al aire libre.
Mi voz era débil. Pero el día estaba en calma y creo que

26
Os. 11.8.
27
Mt. 5.20.
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 311
todos me pudieron oír. Después de haber hecho todo esto,
me sentí mucho más fuerte que cuando empecé.
JUEVES 9. Viajé a Port Isaac y al siguiente día a
Trewalder. La pequeña sociedad aquí se reunía cada noche y
mañana, con o sin predicador. Cualquiera que llegara a estar
entre ellos pronto sentía el espíritu que tenían.
VIERNES 24. Me esforcé una vez más en poner en
orden al Colegio de Kingswood. Seguramente la
importancia de este plan es aparente, por las mismas
dificultades que presenta. He gastado más dinero, tiempo y
cuidado en esto que en cualquier otro plan que haya tenido.
Todavía demanda de toda la paciencia que tengo, pero
merece la pena de todo el trabajo.
LUNES 10 de septiembre. Prediqué a los
malhechores condenados en Newgate, pero pude hacer poca
impresión en ellos. Luego me fui a caballo a Paulton, donde
visité a Stephen Plummer, que perteneció a nuestra
sociedad, mas ahora es un entusiasta cuáquero. Tuvo mucho
gusto de mi visita y vino a escucharme predicar. Estando
limitado de tiempo, concluí antes de lo acostumbrado, pero
tan pronto como terminé Stephen empezó. Después de
haberle escuchado por media hora y viendo que no estaba
próximo a terminar, me levanté para retirarme. Su hermana
entonces le rogó que se quitara, lo que lo enfureció
violentamente y gritó fuerte y más fuerte, hasta que un
honesto hombre lo tomó en sus brazos y muy gentilmente se
lo llevó afuera.
¡Qué providencia tan sabia fue ésta que este pobre
hombre se volviera cuáquero algunos años antes de
enloquecer! Así que el honor de haberle cambiado el
cerebro queda en las manos de los cuáqueros, lo que de otra
manera hubiera recaído sobre los metodistas.
312 Diarios, Tomo I
A las seis de la tarde prediqué en Buckland, como a
dos millas de Frome, en una pradera de la casa del Sr.
Emblem. este hombre es un maravilloso monumento a la
gracia de Dios, quien, desde el día que recibió paz (no
siendo conocido por ningún metodista) ha continuado
andando a la luz de tu rostro, oh Dios.28 El cura había traído
una turba, con cuernos y otras cosas convenientes, para
evitar que la congregación me escuchara. Pero más de la
mitad de la turba pronto se alejó de sus compañeros y
escucharon con gran atención. El resto no hizo ningún daño,
de tal manera que así tuvimos una fácil oportunidad y otra a
las cinco de la mañana.
VIERNES 14. Leí con gran atención el libro de
Chevalier Ramsay titulado Los principios filosóficos de la
religión. El se propone resolver todas las dificultades en la
revelación cristiana solamente en base a unos cuantos
postulados: (1) Que las almas humanas todas existieron y
personalmente pecaron en el paraíso. (2) Que las almas de
los brutos son los ángeles caídos. (3) Que el dolor es el
único medio posible por el cual Dios mismo puede curar el
pecado. Y (4) que Dios al final, por medio de los dolores del
purgatorio, purifica y restaura a todos los humanos y
demonios. ¡Asombroso trabajo es éste!
LUNES 17. Comencé visitando las sociedades en
Wiltshire y encontré muchas razones para alabar a Dios en
su nombre. JUEVES 27. La Sra. Fitzmaurice quería que
visitara a su hija, enferma de tisis. Encontré mucha
compasión, para ambos los padres y la niña, quien
languidecía en la flor de su juventud y sin embargo con
gozo, pues estaba muy convencida del pecado y parecía

28
Sal. 89.15.
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 313
estar al borde de su salvación. La vi una vez más el sábado
29 y la dejé aguardando pacientemente a Dios. No mucho
después, mi hermano pasó algún tiempo en oración con ella
y se vio obligado, para sorpresa de todos los que estaban
presentes, de pedirle a Dios una y otra vez que pudiera
perfeccionar su trabajo en el alma de la enferma y la llevara
a su presencia. Tan pronto lo había hecho, ella estiró sus
manos y dijo, «Ven Señor Jesús» y murió.
LUNES primero de octubre. Viajé a Salisbury y al
siguiente día a una aldea en New Forest, a ocho millas de
Southampton, donde prediqué en la noche a una
congregación sincera y con buena disposición.
MIÉRCOLES 3. Viajamos a Southampton, desde allí
cruzamos a Cowes y llegamos a Newport antes de las once.
A las cinco de la tarde fui al mercado. La
congregación era grande y sumamente atenta. Eran casi las
seis y todos parecían beber de la exhortación de presentar
sus cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios.29
Un poquito antes del mediodía salimos para
Shorwell, una aldea seis millas al sur de Newport. Nunca vi
un lugar más productivo o más placentero que la parte
interior de esta isla. Cerca de la una prediqué en Shorwell a
(me parece) todos los pobres y gente de clase media del
pueblo. Creo que algunos de los ricos también hicieron
planes para asistir. Pero algo de más importancia (una cena)
se interpuso.
A las cinco prediqué otra vez en Newport a la
mayoría del pueblo y a muchos que vinieron de las aldeas
vecinas. Seguramente, si hubiera aquí alguien para predicar

29
Ro. 12.1.
314 Diarios, Tomo I
la palabra de Dios con poder, una multitud podría pronto ser
obediente a la fe.
VIERNES 5. Después de predicar a las seis, dejé a
esta gente humanitaria y cariñosa, viajé a Cowes y crucé
hacia Portsmouth. Aquí encontré otra clase de gente, cuyas
contiendas les habían privado del poder, y hasta casi
también de la forma, de la religión. Sin embargo, me
esforcé (y no por completo en vano) para suavizar y
conciliar sus discordantes espíritus, tanto esta noche como
al día siguiente. El domingo al mediodía prediqué en las
calles de Fareham. Muchos pusieron gran atención, pero
parecía que no sentían ni entendían nada. A las cinco
empecé en la plaza pública de Portsmouth. No admiré tanto
el inmenso número de personas como el comportamiento
excepcionalmente decoroso que predominaba en toda la
congregación. Después del sermón les expliqué sin
limitaciones la naturaleza y plan de nuestras sociedades, y
les invité a que si alguno de ellos estaba deseoso de unirse a
la sociedad, podía venir a verme ya sea en la noche o en la
mañana. No hice ninguna comentario que pudiera poner
sombra sobre una sociedad que existió allí antes, sin clases,
sin orden y sin reglas; sin haber visto, leído u oído de las
reglas impresas que debieron dárseles en su primera
reunión.
LUNES 12 de noviembre. Salí en carruaje para
Leigh después de haber demorado mi viaje tanto como
pude. Prediqué a las siete, pero hubo un frío intenso todo el
tiempo. El viento entraba con fuerza por una puerta que
estaba detrás mío y otra sobre un costado, así que mis pies
los sentí como si hubiera estado parado en agua fría.
MARTES 13. La habitación en donde estaba
sentado, aunque con un gran fuego, estaba más fría que el
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 315
jardín, de tal manera que no pude mantenerme lo
suficientemente caliente aun cuando estaba cerca de la
chimenea. Cuando viajamos a casa el miércoles 14, el
viento frío estaba fuerte y penetrante y nos soplaba justo en
la cara, de modo que el carruaje abierto no era defensa y
mis pies estaban muy fríos. Cuando llegué a casa tenía un
dolor clavado en el lado izquierdo de mi pecho, una violenta
tos y fiebre baja. Mas en uno o dos días, siguiendo las
recetas del Dr. Fothergill, mejoré bastante y el domingo 18
prediqué en Spitalfields y administré el Sacramento a una
gran congregación.
LUNES 26. El Dr. Fothergill me dijo claramente que
no debía quedarme en el pueblo un día más, añadiendo: «Si
algo le hace bien, debe ser el aire del campo, con descanso,
leche de burra y cabalgata diaria». Por esa razón (no siendo
capaz de montar a caballo) alrededor del mediodía tomé el
carruaje para Lewisham.
En la noche (sin saber cómo Dios querría disponer
de mí), para evitar en vil panegírico, escribí lo siguiente
Aquí yace
El cuerpo de Juan Wesley
Un tizón escapado del fuego30
Quien murió de tisis a los cincuenta y un años de edad
No dejando, después que sus Deudas han sido pagadas, diez libras
detrás de él Orando
¡Dios se propicio a mí,31 siervo inútil!32
El mismo ordenó que, de ponerse alguna inscripción, ésta fuese puesta sobre su
tumba

MIÉRCOLES 28. No sentí mejoría alguna. Las


medicinas que me habían ayudado antes ahora no me hacían

30
Am. 4.11. Esta frase siempre fue importante para Wesley, quien había sido
rescatado de niño de un fuego en la casa, y por eso se llamaba a sí mismo «un
tizón arrancado del fuego».
316 Diarios, Tomo I
31
Lc. 18.13.
32
Mt. 25.30.
efecto. Cerca del mediodía (la hora que algunos de nuestros
hermanos en Londres habían apartado para reunirnos en
oración), me vino un pensamiento a la mente para hacer un
experimento. Así que pedí algunas piedras de azufre para
pulverizarlas, mezclándolas con clara de huevo y
esparciendo la mezcla sobre papel marrón, que entonces me
apliqué al costado. El dolor pasó en cinco minutos y la
fiebre en media hora. Desde ese momento empecé a
recuperar fuerza. Al día siguiente pude cabalgar, lo que
continué haciendo todos los días hasta el primero de enero.
Ni siquiera el tiempo me causó interrupciones o retraso en
este régimen, ya que fue siempre relativamente bueno entre
las doce y la una (aunque antes haya estado malo).

MARTES 26 de enero de 1754. Prediqué por


primera vez, después de una interrupción de cuatro meses,
¡Cuánta razón tengo para alabar a Dios, que no quita de mi
boca en ningún tiempo la palabra de verdad!33
LUNES primero de abril. Salimos a las dos en la
máquina, y a la siguiente noche llegamos a la Fundición.
MIÉRCOLES 3. Resolví todos los asuntos que pude y a la
siguiente mañana me retiré a Paddington. Aquí pasé varias
semanas escribiendo, yendo al pueblo solamente los
sábados en la noche y regresando el lunes en la mañana.
En mis horas de caminatas leí el Compendio de la
vida del Sr. Baxter, del Dr. Calamy. ¡Qué escenario se abre
aquí! A pesar de todo el prejuicio de la educación, no pude
menos que ver que los pobres no-conformistas habían sido
tratados sin justicia ni misericordia, y que muchos de los
Diario 9, 20 de julio de 1750 - 28 de octubre de 1754 317

33
Sal. 119.43.
obispos protestantes del Rey Carlos no tenían más religión,
ni humanidad, que los obispos papistas de la Reina María.
MIÉRCOLES 22. Nuestra conferencia empezó. El
espíritu de paz y de amor estaba en medio de nosotros.
Antes de partir, todos firmamos voluntariamente un acuerdo
de no actuar independientemente uno del otro. Así que el
rompimiento reciente sólo nos ha unido más que nunca
antes.34
MIÉRCOLES 26. Leí lo que quizá sea uno de los
más elegantes escritos triviales que existen en el idioma
inglés: Sobre la deformidad, del Sr. Hay. Ciertamente tan
buen escritor merece mejor tema.35
SÁBADO 31 de agosto. Después de predicar en el
Salón de los Tejedores, uno de la congregación, un clérigo
(quien tenía entonces una parroquia en Bridgewater, pero
que ahora, creo, que está en el seno de Abraham), quiso
tener una conversación conmigo y habló sin reserva alguna.
Su experiencia fue de una clase muy peculiar, pareciéndose
mucho a la de Gregorio López. Mas pronto decidió buscar a
Cristo cuando llegue la hora, no en el desierto, sino en la
congregación de su pueblo.
MIÉRCOLES 4 de septiembre. Salimos a caballo
temprano para ir a Okehampton. El dueño de la casa aquí
nos informó que tenía más de noventa años y que todavía no
había perdido ni la vista, ni el oído o los dientes. Tampoco
había encontrado la razón de haber nacido. En

34
Wesley se refiere a un número de predicadores metodistas que habían
abandonado el movimiento para unirse a otros movimientos, o para ocupar
cargos eclesiásticos.
318 Diarios, Tomo I
35
Wesley no parece tomar en cuenta que este autor, William Hay, sufría
él mismo de una condición de deformidad, que llegó a ser representante ante la
Cámara de los Comunes, y que utilizó su propia experiencia para procurar
legislación en pro de los pobres y los desvalidos.
verdad no parecía tener más idea sobre esto que la de un
niño de seis años.
No pudimos menos que observar que a pesar de que
el cielo aparecía continuamente entre las nubes que iban de
un lado a otro, sin embargo, el sol apenas brillaba sobre
nosotros por más de seis minutos seguidos, de seis en la
mañana a seis de la tarde. Poco después de las seis prediqué
en Launceston y me reuní con la sociedad.
MARTES 17. Viajé a Trowbridge, donde vive uno
que encontró la paz con Dios mientras estuvo de soldado en
Flanders. Ha sido muy próspero en sus negocios desde que
salió del ejército y ha construido una casa para la
predicación a expensas propias. Tenía el gran deseo de que
yo fuera el primero que predicara en ella. Mas antes de que
terminara el himno el lugar estaba tan lleno, y por
consiguiente muy caluroso, que me vi obligado a salir y
pararme en la puerta. Había una multitud de oyentes, ricos y
pobres. ¡Oh que todos ellos oigan, y no en vano!

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