2022 Kevinbautista
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BOGOTÁ, D.C
2022
DE LA RAZÓN FORMAL A LA RAZÓN PLURAL EN LA FILOSOFÍA
LATINOAMERICANA: FRANCISCO MIRÓ QUESADA Y LEÓN OLIVÉ
Asesor
Leonardo Tovar González
Grupo de investigación:
Línea de investigación
Con este trabajo finaliza mi periodo de formación en la Facultad de Filosofía y Letras de la Usta
que comprendió la licenciatura y la maestría. Durante todo el proceso estuve acompañado por mi
maestro el profesor Leonardo Tovar quien me animó en el estudio de la filosofía latinoamericana
y colombiana. Me familiaricé con el acento y la dirección que le imprime a sus trabajos. Kant, la
primera Escuela de Fráncfort, Habermas-Apel y su reconfiguración para pensar el contexto
colombiano. A partir de estos filósofos me enseñó a ver el carácter crítico de la filosofía y
sobretodo a comprender la importancia de la función pública del filosofar. A él siempre mi mayor
agradecimiento y admiración.
Quiero agradecer también a los profesores Santiago Castro, Juan Cepeda, Edgar Eslava, Edgar
López, Juan Carlos Moreno, Jorge Iván Parra, Abel Miró, Cesar Pongutá, Ángel María Sopó,
Miguel Moreno y Fernando Roberto quienes dentro de sus propias perspectivas me ayudaron a
comprender los avatares del proyecto de una filosofía latinoamericana. Asimismo, manifiesto mi
gratitud al profesor Miguel Polo Santillán quien me proporcionó dos obras medulares para esta
investigación.
A mis compañeros de maestría Wendy, Nicolas, Juliana, Cristian, Camilo, Diana, Juan Eduardo,
Victoria, Rafael, Juan Sebastián, Jaime, Yovanny, Nairo, Saúl agradecerles por sus aportes y por
los proyectos que alcanzamos a materializar.
Finalmente, a toda mi familia que siempre me acompaña y apoya en los proyectos que emprendo.
Tabla de contenido
INTRODUCCIÓN 1
CAPITULO I. ENFOQUES Y ACERCAMIENTOS IBEROAMERICANOS A LA RAZÓN 6
1.1 La razón como operación intelectual 7
3.3 Acerca de la racionalidad de las creencias y de cómo estas nos dicen algo objetivo y
verdadero de la realidad 68
4.3 El encuentro 95
BIBLIOGRAFÍA 100
INTRODUCCIÓN
El proyecto moderno que coloca a la razón como fundamento del conocimiento ha sido
ampliamente criticado. Dentro de las tesis objetables que se le pueden atribuir están: su pretensión
universalista que sostiene que un conocimiento fundamentado racionalmente debe ser
necesariamente verdadero, su aspiración de hallar un método riguroso que garantizase la
autenticidad de los conocimientos obtenidos e impidiese caer en razonamientos equívocos. Los
argumentos que controvierten estas tesis vienen de varios frentes: el contextualismo rortiano, la
censura de los macrorelatos científicos realizado por Lyotard, el historicismo científico; los que
vienen de vieja data como el escepticismo y el relativismo y los que se han propuesto en el seno
de la filosofía latinoamericana dentro de las teorías decoloniales e interculturales.
La apuesta por la razón tiene su máxima expresión en los filósofos modernos René Descartes
(1596-1650) Baruch Spinoza (1632-1677) y Gottfried Leibniz (1646- 1716). Para el filósofo
francés era imprescindible hallar un conjunto de reglas que garantizaran la dirección adecuada de
la razón, de ahí la importancia que le asigna al método. El proceder matemático se situó como el
modelo paradigmático de acceso a la realidad. El mismo Descartes le asignó una especial prelación
a las matemáticas al defender la idea de que todo tipo de saber que pretendiera elevarse al nivel de
científico debería seguir el método deductivo de las matemáticas.
Por su parte, Leibniz ubica también la razón como eje fundamental de su filosofía, lo real mismo
consiste en un orden racional sujeto a principios y leyes que puede conocer la razón. Dicho de otro
modo, para Leibniz lo real es un orden racional que solo puede ser comprendido sobre la base de
un sistema apropiado de principios racionales que, a su vez. son inmanentes a la realidad misma y
que forman parte de ella. Para Leibniz la única forma que tenemos de demostrar nuestros
conocimientos es haciendo que nuestros razonamientos procedan rigurosamente concatenados tal
como se realiza en el procedimiento lógico matemático. Es importante resaltar la importancia que
le asigna Leibniz al principio de no contradicción como fundamento de las verdades necesarias y
el principio de razón suficiente que no es de carácter lógico, pero si universal como fundamento
de la física. De aquí la famosa distinción leibniziana de verdades de hecho y verdades de razón.
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afirmar que el ser humano puede conocer esa realidad. Su obra más conocida Etica demostrada
según el orden geométrico está expuesta mediante un modelo deductivo y axiomático, en el que
las conclusiones se infieren de las premisas. De esta manera, Spinoza pensó que todo conocimiento
producido únicamente por la razón puede demostrarse a sí mismo sin necesidad de recurrir a la
experiencia.
Es sobre estas propuestas que se comprometen con la idea de que con el intelecto es posible
conocer la estructura de la realidad mediante la aplicación de un método deductivo y su pretensión
de universalidad y necesariedad que se han levantado desde distintas épocas y desde diversas
perspectivas una reivindicación de lo particular, diverso y plural.
Son distintos los filósofos que han intentado hacer frente a estas críticas reajustando ese carácter
rígido de la concepción moderna de razón al reconocer su carácter contingente e histórico. No
obstante, su interés se ha centrado en mantener un carácter de unidad y aunque de manera débil
sostener un carácter normativo de la razón. Por citar un caso está el filósofo alemán Jürgen
Habermas que con su propuesta de una razón comunicativa intenta mediar entre lo universal y lo
particular. En palabras de Habermas
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Todo este debate sobre la razón no ha sido ajeno a las preocupaciones de los filósofos
iberoamericanos quienes desde su contexto y desde distintos enfoques han encaminado sus
esfuerzos en dilucidar teorías de la razón y del conocimiento. Dentro de este panorama
encontramos nombres como: Luis Villoro, Ernesto Sosa, Alberto Cordero, Fernando Broncano,
Ana Rosa Pérez Ransanz y muchos otros que han aportado a la discusión en torno a pensar una
racionalidad a la medida de los tiempos actuales que evite ir a parar en univocismos o
equivocismos.
Para el presente trabajo, se ha decidido examinar dos apuestas en torno al concepto de racionalidad
que pueden considerarse contrarias. De un lado, está la racionalidad que denominaremos “formal”,
sustentada por el filósofo peruano Francisco Miró Quesada (1918-2019); y del otro, la racionalidad
que llamaremos “plural”, representada por el pensador mexicano León Olivé (1950-2017).
La elección de los autores se debe a varias razones. En el caso de Miró Quesada es interesante el
abordaje que le da a su teoría de la razón desde un enfoque formal en un momento histórico donde
sus principales postulados estaban siendo relegados e invalidados por las corrientes historicistas
de la ciencia. Si bien no existe un diálogo directo con dichas corrientes pues el filósofo peruano se
centra en los hallazgos de la metamatemática expuestos a finales del siglo XX y su posterior crisis
a raíz de la revolución lógica si intenta darle a su propuesta principista de la razón un carácter
histórico.
Esta oposición que se presenta bien puede resumir y reconfigurar debates que por esta misma línea
se han dado en la tradición filosófica y que tienen una gran vigencia. De esta manera, los
planteamientos de Miró Quesada y Olivé son una contribución a dichos debates que ponen en
manifiesto la importancia de pensar una racionalidad que reivindique las diferencias culturales sin
prescindir de criterios que puedan dirimir justificaciones a vejámenes en nombre del respeto a la
diversidad cultural. A continuación, se presentan algunos rasgos de nuestros autores que nos
permiten ver sus algunos de sus intereses y trasegares filosóficos.
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Los trabajos de Francisco Miró Quesada oscilaron entre lógica, epistemología y sus constantes
reflexiones en torno al desarrollo de la filosofía latinoamericana. Carlos Beorlegui (2010) en su
Historia del pensamiento filosófico latinoamericano nos dice de Miró Quesada “se trata de un
personaje muy polifacético cuya trayectoria filosófica se sitúa entre la tradición analítica, el
humanismo socialista y la filosofía americanista (p.637). Su formación podría explicar la variedad
de sus preocupaciones puesto que cursó estudios en abogacía, filosofía y matemáticas. En una de
sus visitas a Colombia con el propósito de participar en el VI Congreso Internacional de Filosofía
Latinoamericana Miró Quesada fue entrevistado por el filósofo colombiano Numas Armando Gil
Sus ideas seguirán siendo el motor para generar una comunidad iberoamericana del
conocimiento, la cual surgió de cuestiones como la ética, la ciencia, los valores, las
tecnologías, las tecnociencias, las prácticas científicas y la diversidad cultural, pero ha dado
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el paso de afrontar desafíos a escala global, como es la construcción de sociedades del
conocimiento plurales, justas y democráticas, así como redes de innovación. (Echeverría,
2018, p. 198)
Dentro de este marco, el objetivo de la presente investigación es analizar los argumentos que
subyacen a las propuestas teóricas sobre la razón expuestas por estos dos autores, con el fin de
responder a la pregunta ¿Cómo es posible la conciliación entre las concepciones de razón de
Francisco Miró Quesada y de racionalidad de León Olivé?
El trabajo está estructurado en tres capítulos, el primero, expone algunas formulaciones en torno
al problema de la razón planteadas por filósofos iberoamericanos. El segundo, establece las
condiciones de la razón formal según la propuesta de Francisco Miró Quesada. El tercero, dilucida
las condiciones de la racionalidad plural formulada por León Olivé. Por último, encontramos el
apartado de las conclusiones en el cual se contrastan las concepciones de racionalidad de Francisco
Miró Quesada y León Olivé además de realizar un examen crítico de cada una de las apuestas.
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CAPITULO I. ENFOQUES Y ACERCAMIENTOS IBEROAMERICANOS A LA RAZÓN
Las propuestas presentadas son variadas lo que permite dar una visión general de los diferentes
enfoques desde los cuales se está pensando la racionalidad. En cada apartado se expone el
planteamiento de cada autor. Se optó no solo por filósofos latinoamericanos sino se amplió el
espectro agregando a algunos de los pensadores españoles que se han ocupado del tema de la
racionalidad. La solidez y la autenticidad de las propuestas es el resultado de los diálogos y los
análisis críticos de los autores trabajados puesto que se ha evidenciado que se han establecido
diversos debates y consolidado una comunidad académica entre filósofos de América Latina y
España en torno al tema de la racionalidad.
Las propuestas presentadas son diversas, tenemos enfoques como el de Leonardo Polo que concibe
la razón desde un enfoque intelectualista, es decir, todo el abordaje se realiza como acto
cognoscitivo que se da en la inteligencia. Mario Bunge sostiene la necesidad de una racionalidad
global que incluya no solo aspectos conceptuales sino evaluativos y empíricos. Oscar Nudler
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plantea una racionalidad pluralista no relativista, en la cual los modelos de racionalidad se
controlen entre sí cual sistema político republicano para que sean capaces de sostener una empresa
científica racional no relativista. José A Díez desde el examen de la racionalidad de las teorías
científicas asume ciertos postulados historicistas, pero expone que la racionalidad de las teorías es
constatada mediante el diseño de redes teóricas las cuales expresan la naturaleza sincrónica de las
teorías y su correspondiente estructura. Jesús Mosterín realiza un análisis de la teoría de la elección
racional desde un enfoque material y formal. Pablo Quintanilla presenta una racionalidad resultado
de la articulación de diversos ámbitos como los comportamientos y la interacción comunicativa.
Este capítulo presenta un panorama muy general y no pretende abordar todas las perspectivas sobre
la racionalidad que se han generado en Iberoamérica sino hacer una breve cartografía que nos
permita conocer a grandes rasgos qué y cómo se ha pensado la racionalidad desde filósofos de
habla hispana. Varias de las referencias citadas en este capítulo están contenidas en el libro
Racionalidad en ciencia y tecnología: Nuevas perspectivas Iberoamericanas compilado por
Ambrosio Velasco y Ana Rosa Pérez Ransanz. Cabe destacar, que las concepciones de
racionalidad que se le atribuyen a los autores se basan en los textos citados y no se indaga si estas
posturas tuvieron cambios ulteriores.
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La concepción de razón de Leonardo Polo se encuentra dentro del entramado de su teoría del
conocimiento. Para el autor español de forma general las teorías del conocimiento caen en el
estudio de la relación sujeto-objeto, pero dejan de lado los actos cognoscitivos humanos que es
precisamente lo que hace que el hombre aprehenda y conozca la realidad. Dicho de otro modo, las
teorías del conocimiento no hablan de la naturaleza del acto de conocer. Esto es lo que el autor
denomina como visiones estáticas del conocimiento en el que las operaciones cognitivas quedan
absorbidas muchas veces por el objeto. De ahí, la importancia de la diferenciación entre lo
conocido y el conocer mismo.
La teoría del conocimiento de Polo tiene cuatro pilares fundamentales (I) el conocimiento siempre
es acto, no es de ningún modo receptivo (II) existe una pluralidad jerárquica de los actos que en
cada caso corresponden a distintos niveles de conocimiento (superiores e inferiores) que se
compensan y donde desempeñan un papel importante la noción de Logos que será la encargada de
unificación (III) Las operaciones de la inteligencia son susceptibles de un crecimiento exponencial.
Esta teoría poliana va a tener como fundamento la noción aristotélica de acto, donde el
conocimiento es un acto inmanente y la inteligencia con sus diferentes operaciones asocian y
disocian conceptos.
Para Polo la razón es una operación de la inteligencia ejercida en tres fases: concepto juicio y
raciocinio. Las fases de la inteligencia según Polo son la abstracción, la negación y la matemática.
La razón tiene la tarea de conocer el universo físico y al realizar logra el abandono del límite
mental atribuido a la metafísica clásica por no permitir hablar sólidamente del ser humano. En
palabras de García González, quien alude al abandono del límite mental mediante la razón
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La razón según entiende Polo es la operación intelectual con lo que se conoce el universo físico,
pero como lo matiza García González, lo físico para Polo no es equivalente con lo sensible; puede
haber en el universo realidades infrasensibles y suprasensibles, el universo físico que Polo también
denomina como la esencia extramental. En palabras de mismo Polo,
García trae a colación una perspectiva que Polo estableció como la crisis de la razón. Según el
autor, esta deriva del desinterés paralelo tanto de nuestra realidad extramental como del
conocimiento físico. Aun así, el hombre prioriza un conocimiento pacífico y fecundo que deja de
lado la racionalidad de la realidad. “al hombre, y comprensiblemente, le interesan más las
realidades humanas que el universo físico.” (García, 2011, p.6). Esto se debe a que el espíritu
prima para el hombre, pues el universo físico es tan sólo una pequeña parte de él. De igual manera
resalta que es importante la física para entender la metafísica. Pues las causas se vuelven
fundamentales para entender todo lo demás. Aun así, el hombre no racionaliza que posee un
espíritu, no llega siquiera a lo extramental, y es allí donde llega la verdadera crisis de la razón.
El autor nos habla de tres actos de la razón propios de Polo: Concepto, juicio y raciocinio (para
Polo: concepción, afirmación y fundamentación). En la teoría poliana priman concepción y
afirmación. Se interpreta el fundamento más como una interpretación de la afirmación. El más
riguroso de los actos es el juicio.
La razón se encarga de explicar el plano físico, no más allá de lo extramental. Por ende, es difícil
que la razón explique el ser en el universo. Existen además de los tres actos, los hábitos adquiridos
que se irán explicando. El hábito demostrativo es inicialmente inútil, ya que la razón no puede
llegar a demostrar el ser en el universo, desde el ámbito físico. Pero luego se convierte en algo
importante, puesto que se entra al abandono del límite mental. “Polo trata de la cuarta dimensión
del abandono del límite mental (…) admite el valor simbólico de los axiomas lógicos: una cifra
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del ser extramental; y dicho valor requiere del hábito demostrativo.” (García,2011, p.8) Es allí
donde entran a ser importantes los hábitos de la razón para este entendimiento, prescindiendo de
estos para entender las causas extramentales.
Se tratan cuatro dimensiones: La primera consiste en entender que la razón no puede explicar lo
extramental. La segunda es el abandono del límite mental, que es en donde entran a jugar un papel
importante los hábitos de la razón. La tercera es la manifestación como objeto. Por último, la
cuarta, la simbolización de esos axiomas lógicos. Lo que la razón quiere hacer en esta etapa es
explicitar lo implícito. “El abstracto guarda una diferencia implícita, que vamos haciendo explícita
progresivamente con la razón” (García,2011 p.9). Entonces las fases de la razón se convierten en
una herramienta explicitante, que a su vez guardan implícitos (excepto el fundamento), y que serán
descubiertos en las siguientes fases.
Es importante distinguir estos actos de la razón, los más importantes para Polo, concepto y juicio.
Se concibe todo aquello que es real, pero de lo que no sabemos nada y se afirma esta misma
realidad, pero cuando ya sabemos de ella y poseemos información. Por tanto, el concepto no
explicita los abstractos, sino los elementos requeridos para la explicación de lo abstracto, pero todo
esto es explicitado en el juicio, lo cual permite la afirmación. Puesto que las sustancias etéreas que
son enviadas sólo pueden ser concebidas, en cambio todo lo que consigue la razón a partir de esto,
son las que pueden ser afirmadas. El fin entonces, se convierte en algo gradual, puesto que la
sustancia se vuelve circular y analógica, así finalmente constituyendo el universo. “Mediante estos
pasos el fin amplía la medida de su intervención, según una deriva creciente –suele decir Polo-, y
lo físico se va ordenando hasta constituir un universo.” (García, 2011, p.11)
Luego, el autor explica la diferencia entre sujeto y predicado, además de la importancia del hábito
conceptual. Se define como aquel que establece la claridad del concepto para sí poder formalizarse
como juicio. Es el que descubre aquellas formas no materiales y da paso a entenderlas.
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que surge. Se reitera la sustancia en sus accidentes y además así se explica el concepto, el sujeto y
el predicado del juicio. Los accidentes comunican cierta información al hombre para que cada vez
se explique mejor ante lo abstracto. Aun así, es importante resaltar el sujeto y el predicado del
juicio, por si no ha sido claro. Se concibe a la sustancia como “una realidad explícita en el juicio:
porque capta la propagación, como luz estante.” (García, 2011, p. 13). Entonces el sujeto viene a
ser el intermedio entre el concepto y la afirmación, en donde recae la afirmación de predicados.
Por su lado las categorías accidentales se remiten a la tricasualidad y se integran primando en los
accidentes.
Por último, se explica el hábito judicativo. “El orden de los seres intracósmicos es su ordenación
al conocimiento, que es el que posee el fin”. (García, p. 15) Es, siendo el fin, lo que colma la razón.
Ya que lo siguiente, siendo el fundamento, es un acto inútil. Es lo que determina el colmo de la
razón, a lo máximo que se puede llegar. Hacer trascender la razón humana de lo real a lo
extramental es aquello que hace que estos dos mundos se distingan, para llegar a este hábito final.
La obra de Mario Bunge constituye un sistema filosófico sustentado desde sus concepciones de
realismo y racionalidad. En el filósofo argentino se encuentra la idea de una racionalidad como
prerrogativa humana que no se restringe a operaciones conceptuales, sino que incluye aspectos
evaluativos y cuestiones empíricas. Para Bunge la racionalidad designa siete conceptos distintos,
estos son:
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Los conceptos de racionalidad constituyen un sistema interrelacionado y ordenado. Bunge
denomina al tratamiento particular y aislado de algunos conceptos de racionalidad como
racionalidad parcial que según él son presa fácil del irracionalismo, razón por la cual recomienda
la adopción de una racionalidad global o científica.
De acuerdo con Bunge los tipos de racionalidad se presuponen unos a otros: la racionalidad lógica
presupone la racionalidad conceptual, la racionalidad metodológica presupone la racionalidad
lógica, la racionalidad ontológica presupone la racionalidad gnoseológica, la racionalidad
evaluativa o axiológica presupone la racionalidad gnoseológica y ontológica.
Esta noción de racionalidad se entrelaza con la propuesta de un realismo científico que sustenta
que la ciencia proporciona la mejor representación de la realidad y la mejor manera de
transformarla. De hecho, este tipo de racionalidad global es la que se ejerce en la ciencia y en la
técnica. Sumado a esto, esta propuesta de racionalidad global se aparta de todos aquellos sistemas
idealistas que admiten entes inmateriales pues es conocida la férrea defensa por parte de Bunge de
tesis como que el mundo existe en sí mismo (por sí mismo) haya o no sujetos cognoscentes y que
podemos llegar a conocer el mundo, aunque sea imperfectamente y de a poco, en efecto, Bunge
reconoce que todo sistema es susceptible de perfeccionamiento de ahí que su concepción de la
racionalidad se desligue de una razón autosuficiente y omnicomprensiva.
El filósofo Oscar Nudler dilucida una propuesta de carácter pluralista que se blinda de
consecuencias relativistas. El autor coloca la cuestión del siguiente modo
Cuando se habla de “racionalidades”, en plural, este modo de hablar suele asociarse con
una forma extrema de relativismo que niega legitimidad a otro patrón externo a los sistemas
de creencias y preferencias valorativas con el que se pretenda juzgar no sólo el contenido
de las mismas sino también las reglas o los criterios utilizados para su justificación (Nudler,
2011, p.69).
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niega que este reconocimiento tenga necesariamente una consecuencia relativista” (Nudler, 2011,
p. 70). Para esto, se centra en la llamada racionalidad científica, más específicamente en los
distintos modos de sistematización de los enunciados que integran las teorías científicas. Dentro
de los modos de sistematización Nudler coloca el modelo clásico caracterizado por dilucidar un
razonamiento de tipo axiomático-deductivo. Según Nudler es Aristóteles en Analítica Posteriora
“quien “presentó la forma lingüística ideal en que, según el modelo clásico de racionalidad, deben
formularse los resultados de la investigación científica” (Nudler, 2011, p. 71).
En el modelo clásico aristotélico, nos dice Nudler, “los enunciados se dividen en axiomas, que se
aceptan sin ser demostrados mediante otros enunciados del sistema, y teoremas los cuales son
demostrados deduciéndolos de los axiomas o de otros teoremas previamente demostrados”
(Nudler, 2011, p. 71). El filósofo argentino indica cómo este modelo también será trabajado en
autores del siglo XX como Hilbert y otros quienes verán la estructura axiomático-deductiva como
forma ideal de sistematización teórica. Nudler también rescata la variante empirista del
fundacionalismo en la cual coloca a los positivistas lógicos con su “intento de construir
efectivamente un lenguaje de observación cuyos protocolos estuvieran dotados de la certeza de la
experiencia inmediata, de modo que pudieran constituirse en el lenguaje básico de una ciencia
unificada” (Nudler, 2011, p. 72).
En contraste al modelo clásico de la racionalidad, Nudler pasa a explicar el modelo reticular. Para
esto, se apoya en la propuesta del filósofo Nicholas Rescher, quien caracteriza el modelo reticular
como “un sistema cognoscitivo conformado por una familia de tesis interrelacionadas, no
necesariamente dispuestas en un orden jerárquico (como en un sistema axiomático) sino
vinculadas a través de una red de conexiones” (Nudler, 2011, p. 72). Nudler indica que en “el
sistema reticular no hay una base o punto de partida fijo, puesto que no existe la diferencia entre
proposiciones fundamentales y derivadas, y tampoco la línea de derivación unidireccional propia
de sistema axiomático” (Nudler, 2011, p. 72).
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creencias básicas” (Nudler, 2011, p. 73). No obstante, el filósofo argentino destaca la importancia
de la distinción que hace Susan Haack entre el coherentismo “según el cual todas las creencias
pertenecientes a un sistema coherente de las creencias están igualmente justificadas, y una forma
no igualitaria, según la cual el grado de justificación de una creencia depende de cuán
interconectada se encuentra con el resto de las creencias” (Nudler, 2011, p. 73).
Ninguno de los modelos puede considerarse como superior, las virtudes de uno son las falencias
del otro y viceversa. Por ejemplo, el modelo axiomático se constituyó como el modelo por
excelencia de sistematización de las teorías científicas. Sin embargo, este modelo tiene enormes
reparos en torno a su fundamentación y consistencia. Nudler menciona que “el célebre teorema de
Gödel probó que la consistencia de un sistema deductivo como la aritmética elemental y, por tanto,
la de cualquier sistema que la contenga, no puede demostrarse (a menos que se introduzcan
principios cuya consistencia es, a su vez, tan indemostrable como la de la aritmética” (Nudler,
2011, p. 73).
El modelo reticular coherentista también ha recibido críticas como indica Susan Haack, citada por
Nudler, al afirmar que “el modelo coherentista implica la consecuencia insostenible de que, si un
conjunto de enunciados es inconsistente, entonces ninguno de los enunciados que lo componen
puede ser verdadero” (Nudler, 2011, p. 74). Tanto Haack como Rescher proponen un tercer
modelo, cada uno con sus diferencias, en que pretenden que logre converger el modelo axiomático
y el reticular. Esta idea de un tercer modelo es rechazada por Nudler al afirmar que la cuestión no
se trata de buscar un modelo de sistematización racional que pretenda ser superior a los otros. Al
respecto Nudler afirma:
Los distintos modelos son más o menos adecuados al contexto en que se aplican y en virtud
de consideraciones de orden puramente pragmático. Reconocer esto conduce al antes
mencionado concepto plural de racionalidad, no solo distinto al concepto monopólico de
racionalidad del modelo clásico sino también al de modelos alternativos igualmente
defensores de una forma considerada única o superior (Nudler, 2011, p.74)
Así las cosas, Nudler con miras al reconocimiento de la pluralidad de racionalidades propone un
modelo que se diferencia de los otros puesto que “no asume como condición necesaria para la
atribución de racionalidad el seguimiento de reglas” (Nudler,2011, p. 74). Para tal propósito
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Nudler toma el concepto aristotélico de sabiduría práctica. Basado en Aristóteles el filósofo
argentino expone:
Esta sabiduría no suministra certeza, como ocurre, según Aristóteles, en el dominio del
conocimiento científico. Y no la suministra porque no dispone de una intuición racional
para aprehender los principios ni opera mediante la demostración. Sin embargo, sus
decisiones y acciones no son arbitrarias ya que son productos de la deliberación basada en
información relevante. La deliberación es justamente el arte de razonar cuando se deben
tomar decisiones en condiciones de inexistencia de criterios o estándares a priori (Nudler,
2011. P. 74).
La idea del filósofo argentino consiste en trasladar el concepto de “sabiduría práctica” aristotélico
que se suele trabajar en el campo práctico al dominio de la ciencia, puesto que sería posible hablar
de una racionalidad en la cual las decisiones que se toman no son arbitrarias sino autónomas. La
argumentación continúa de la mano de Kuhn, quien según Nudler no sería de ningún modo un
relativista como de forma general se le atribuye, sino que en su modelo “las decisiones son tomadas
por una comunidad de científicos expertos, con base en la mejor información disponible y en los
valores epistémicos compartidos. Como es de suponer, esas decisiones, aunque no se basen en
reglas o criterios a priori, sí se justificarían con base en razones” (Nudler, 2011, p. 75). La
comunidad de científicos expertos kunhianos sería reemplazada por el hombre de sabiduría
práctica. Empero, según Nudler el tipo de racionalidad en juego es básicamente la misma. Al
entrever la problemática entre caer en un consensualismo o en un prescriptivismo, Nudler
explicita:
Cada modelo funciona en ciertos dominios, pero no en otros. Entonces lo que hace Nudler es hacer
una analogía política, en la cual los tres modelos de racionalidad como republicanos, se controlen
mutuamente de modo que la existencia de distintas racionalidades y que colaboren entre sí para
construir una empresa racional y científica que no dé pie para el relativismo extremo. Dicho de
otro modo, Nudler reivindica las fortalezas y desventajas tanto del modelo reticular-coherentista
como del modelo axiomático deductivo y pone en consideración un modelo que se erige desde el
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concepto de Phronesis de acento aristotélico que no supone un seguimiento de reglas como los dos
anteriores, sino que enfatiza en el juicio de los agentes racionales. De esta manera, no hay una
superposición de modelos sino con lo que se cuenta es con la existencia de tres modelos que
resultan ser adecuados para distintos campos y que interactúan y se controlan mutuamente para
llegar a conocimientos racionales.
Lo que intenta Díez es mostrar que es necesario, aunque no suficiente, abordar la estructura de las
teorías científicas teniendo en cuenta las tesis historicistas. Para cumplir el cometido se centra en
el problema de la racionalidad de la ciencia normal abordado desde la famosa controversia entre
Karl Popper y Thomas Kuhn. Díez afirma que la polémica entre Popper y Kuhn se explica por sus
divergencias en torno a la comprensión de la naturaleza y la estructura sincrónica de las teorías.
En palabras del filósofo español
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esas entidades, de que las teorías se extienden en el tiempo y, con ello, del sentido preciso
en que, contra lo que sostiene Popper, la ciencia normal es (o mejor puede ser)
perfectamente racional (Diez,2011, p.268).
En este orden de ideas, la controversia entre estos dos filósofos de la ciencia no residía en los
criterios de racionalidad sino en su comprensión de la naturaleza y la estructura sincrónica de las
teorías. Según explica José A Díez, para Popper cuestionar la esencia del falsacionismo era tanto
como cuestionar la racionalidad de la ciencia, y por ello rebatía la idea en que por periodos de
tiempo la ciencia se comportara antifalsacionistamente, pues afirmar esto implicaba aceptar que la
ciencia en esos periodos era esencialmente irracional. Una de las apuestas de Kuhn era
precisamente indicar que las teorías no podían considerarse concluyentemente falsadas, puesto que
existían los casos en los que es posible cambiar hipótesis auxiliares que evitan descartar las teorías.
De esta manera, Kuhn explícita que las estrategias antifalsación no son comunes sino necesarias.
Según A. Díez
Cuando las cosas van mal, no todo permanece igual, cierto. Pero la lógica (más la
experiencia) no obliga a abandonar “el barco entero” más de lo que obliga a “retocarlo”.
Ante una predicción fallida, la lógica obliga, es cierto, a cambiar algo, pero siempre es
posible intentar reajustes internos aferrándonos al núcleo, y muy a menudo esto es lo más
racional, no solo pragmáticamente, sino también epistémicamente” (Diez,2011, p.275).
Popper, según indica Díez, afirma que el científico que, ante una falsación, se mantiene abrazado
a su teoría, incurre en una conducta irracional, mientras que para Kuhn dicha actitud es
perfectamente racional. No es que Popper niegue la posibilidad de que las teorías sean susceptibles
de ser ajustadas, el desacuerdo reside en la existencia y la valoración de la ciencia normal.
Las reticencias y temores de Popper frente a la ciencia normal de Kuhn, y sus esfuerzos
por admitirla-pero-desaprobarla, se deben en mi opinión a que no se apercibió de que lo
que estaba haciendo Kuhn era básicamente llamar la atención sobre la complejidad
estructural de las teorías y sobre el hecho obvio de que las teorías, entendidas de este modo,
“duran cierto tiempo” Los paradigmas de Kuhn, como los programas de investigación de
Lakatos, son las teorías científicas contempladas en toda su complejidad sincrónica. Los
periodos normales son entonces aquellos en que las teorías “viven y se desarrollan” y los
revolucionarios, aquellos en que “nacen” y “mueren” (se sustituyen) (Díez, 2011, p. 272)
La controversia, según Díez, está dada por la diferencia entre las ideas sobre lo que entienden por
teorías tanto Popper como Kuhn. La cuestión radica en que concebir las teorías científicas como
la totalidad de la evolución o en cada uno de los estadios que la conforman, esto es, aproximarse
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al concepto de teoría desde un nivel diacrónico a lo largo del tiempo o sincrónico aludiendo a un
momento específico. En adelante, Díez se refiere a D-teorías a las teorías desde el plano diacrónico
y S-teorías desde el plano sincrónico. Para Díez Popper tendría una noción muy restringida de
teoría y una muy flexible en el caso de Kuhn, en palabras del filósofo español
Popper tiene razón al decir que cuando las cosas van mal algo hay que hacer, pero no la
tiene al decir que lo que hemos de hacer es cambiar de teoría. Para aceptar lo primero sin
verse obligado a aceptar lo segundo, es preciso disponer de un concepto más rico y dúctil
de teoría que permita distinguir las dimensiones sincrónica y diacrónica y, con ello,
distinguir entre cambios en las teorías, i.e., cambios de S-teorías dentro de una misma D-
teorías, y cambios de, i, e., cambio de una D-teoría por otra (Díez, 2011, p. 275)
Dentro de este marco, Díez siguiendo a Kuhn señala que, ante una predicción fallida, no es en
absoluto irracional seguir abrazando a la misma D-teoría intentando modificaciones no esenciales
de la S-teoría y, siguiendo a Popper si sería epistémicamente irracional seguir abrazado a la misma
S-teoría, esto es, no cambiar nada, ni esencial ni accidental. De otra parte, Díez propugna un
modelo evolutivo de la ciencia que retoma tesis del estructuralismo metacientífico especialmente
de Sneed, Moulines y Stegmüller. La apuesta es a partir de las tesis historicistas proponer la noción
de redes y evoluciones teóricas.
Una red teórica es la imagen “congelada” de cierta teoría en cierto momento de tiempo,
pero como hemos insistido varias veces, las teorías son entidades que cambian en el tiempo
manteniendo su “identidad” (Díez, 2011, p. 78)
Dichas redes teóricas permiten distinguir entre cambios esenciales y cambios accidentales, además
de expresar adecuadamente la naturaleza sincrónica de las teorías en toda su riqueza estructural.
Así las cosas, dilucidar las estructuras científicas mediante las redes y evoluciones teóricas permite
analizar la racionalidad en la denominada ciencia normal.
18
creencias y la racionalidad práctica aludida a la racionalidad de las acciones, cada una de estas
comprendidas desde un abordaje material y formal analizada desde la racionalidad como estrategia
para optimizar la consecución de nuestros fines. Al concentrarse en la racionalidad de fines
Mosterín plantea que toda decisión racional se da en situaciones en las cuales existe alguna
indeterminación, es decir, el agente tiene la posibilidad de elegir entre distintas alternativas.
Tanto sobre la racionalidad teórica, como sobre la práctica, se ha desarrollado una teoría
formal (de carácter básicamente matemático y respecto a la que reina amplio consenso) y
una teoría material (que trata de reducir la infradeterminación de las creencias y acciones
por la teoría formal mediante un cierto anclaje en la realidad y una cierta conexión con
nuestra naturaleza, y respecto a la cual hay menos consenso) (Mosterín, 1999, p. 30)
En este sentido, la idea de racionalidad en contextos en los cuales un agente elige o toma decisiones
en función de ciertas preferencias u objetivos es examinada a luz de una teoría formal y una teoría
material de la racionalidad práctica, de esta última nos dice Mosterín
Para que nuestro sistema de fines merezca ser llamado racional en un sentido material hay
que atarlo a algo no formal, hay que anclarlo en alguna realidad material. Una atadura, la
más sólida, es la que lo liga a nuestro sistema de fines y necesidades biológicamente dados,
heredado genéticamente y plasmado en nuestros diversos sistemas encefálicos. De hecho,
nuestro cerebro es como un utensilio fundamentalmente adaptado a satisfacer nuestras
necesidades biológicas. El desarrollo de la teoría material de la racionalidad práctica pasa
por el conocimiento de nuestras necesidades e intereses, que deben ser incorporados en un
plan de vida racional, lo que a su vez presupone la exploración de lo que somos (de nuestro
genoma, nuestro cerebro y nuestras relaciones y circunstancias) (Mosterín, 2013, p. 59 –
60)
En este sentido, la racionalidad formal se reduce a la consistencia y su estudio es una parte de las
matemáticas, mientras que la racionalidad material hunde sus raíces en nuestras estructuras
biológicas y su estudio está íntimamente ligado al de la biología.
La teoría formal de la racionalidad teórica indaga las condiciones formales que tiene que
satisfacer el conjunto de todas las ideas que acepta un agente dado x para que digamos que
x es racional en sus creencias. Puesto que las aceptaciones varían con el tiempo, las
condiciones han de ser relativizadas a un instante determinado t. (Mosterín, 2013, p. 61)
Para ilustrar la posición de Jesús Mosterín sobre la racionalidad, consultamos también el artículo
de Jesús Zamora Bonilla, Mosterín, o de la razón que nos coloca ante un diálogo al estilo platónico
en el cual los protagonistas son Hermógenes, Sócrates, Glaucón y el propio Mosterín. Allí se
19
discute acerca de la oposición que se suele establecer entre la universalidad de la racionalidad y
las concepciones convencionalistas. En el diálogo Glaucón poniendo al tanto a Sócrates de la
discusión que tienen con Mosterín recapitula
Glaucón: Hermógenes y yo sosteníamos que solo puede llamarse “racional” a aquello que
es el fruto de un acuerdo entre los hombres, que no hay en la naturaleza de las cosas algo
por lo que ciertas acciones sean más racionales que otras, salvo la convención.
(Zamora,2011, p.39).
A su vez, Mosterín sostiene que “lo racional consiste en el ajuste más perfecto posible entre
nuestras acciones y nuestros objetivos” (Zamora, 2011, p. 40) La conversación en un principio se
centra en un plano práctico en el cual para Hermógenes y Glaucón cada comunidad es la que decide
acerca de lo que le conviene. Por el contrario, Mosterín argumenta que existe un tipo de
racionalidad en la que la decisión que se toma es la que mejor satisfaría al individuo. Es decir, a
pesar de la convención de pautas normativas, existe el individuo que puede elegir si obedece las
normas y costumbres o no, y lo hará sopesando las consecuencias de cada opción. A lo que
responde Hermógenes
Hermógenes: En modo alguno niego, Mosterín, que los seres humanos tomemos
decisiones y deliberemos. Lo que afirmo es que tal actividad no es el resultado de un
proceso de cálculo autónomo
Mosterín en el diálogo socrático expone dos maneras en las que se puede entender la razón “Así
pues, podemos llamar “racional HG” a aquello que en una comunidad la gente aprueba como “lo
correcto”, y llamar “racional M” más bien a la decisión que mejor satisfaría las pretensiones del
individuo”. (Zamora,2011, p. 40). Mosterín continúa rebatiendo la idea de que la racionalidad
consiste en la obediencia de las normas sociales afirma
Mosterín: Fantástico. En primer lugar, me resulta chocante que, como defensa de una
concepción tan relativista como la que se sigue de vuestras tesis, queráis acudir a una
justificación científica, es decir, “empírica”. Si pensáis que vuestra teoría puede estar
“justificada por los hechos”, entonces debéis admitir que hay formas de razonamiento que
pueden conducir a la justificación objetiva de ciertas conclusiones. Pero cuando seguimos
20
estas formas de razonamiento, no estaremos obedeciendo meramente convenciones
sociales, pues éstas pueden ser distintas en diferentes sociedades y sus conclusiones no
serán “objetivas” si por ello entendemos que deben tener validez universal. (Zamora,2011,
p. 43)
Lo que quiere mostrar Mosterín es que si una teoría consigue explicar un gran número de hechos
independientes sería razonable considerarla como correcta y por ende no se aceptaría porque sea
una costumbre de la sociedad, sino porque se cree en su validez por encima de todas las
convenciones y culturas. Hermógenes sale al paso a esta apreciación al discutir que “la causa de
nuestra creencia en la validez de las normas de razonamiento no estará relacionada con esta propia
validez, cualquiera que sea dicha causa” (Zamora,2011, p. 45). Dicho de otro modo, Hermógenes
alude a la idea de que no hay conexión causal entre la validez de nuestras normas de razonamiento
y el hecho de que las aceptemos.
El Sócrates que coloca Zamora Bonilla y que oficia de árbitro en la discusión toma partida al
afirmar
Sin dilucidar más argumentos y por la premura del tiempo dan por terminado el dialogo puesto
que Sócrates debe acudir a la casa de Agatón y Mosterín irá a dar su discurso en las fiestas en
honor a Atenea.
El filósofo Pablo Quintanilla Pérez-Witcht propone una concepción de racionalidad como “una
propiedad relacional entre intérpretes que emerge en situaciones comunicativas específicas”
21
(Quintanilla, 2011, p. 20). En la dilucidación de su propuesta combate dos supuestos que han hecho
carrera a lo largo de la tradición filosófica, uno, el supuesto de que la razón de algo es un tipo de
justificación lógica, fundamentalmente de creencias o procesos cognitivos y otro, el supuesto de
que la razón es una facultad o propiedad monádica que tienen algunas criaturas.
La concepción de razón que defiende Quintanilla alude a la articulación entre creencias, deseos y
acciones, que contribuyen según nuestro autor a eliminar la falsa dicotomía entre teoría y práctica
al mostrar el carácter práctico de las creencias. La cuestión de la inconmensurabilidad y relativismo
que puede suponer esta concepción de racionalidad la resuelve Quintanilla desde la comprensión
del proceso de comunicación humana. En sus palabras, “una adecuada comprensión de la
comunicación humana hace insostenibles las formas clásicas del relativismo conceptual, al mismo
tiempo que permite una forma mitigada pero omnipresente de indeterminación de la
interpretación”. (Quintanilla,2011, p. 20)
De acuerdo con lo anterior, serían las interacciones comunicativas las que constituyen los criterios
objetivos mediante los cuales se determinan los valores de verdad de las creencias según la apuesta
de Quintanilla. De igual manera, sería apropiado decir que la racionalidad es construida pero
también descubierta en la interacción comunicativa entre intérprete y agente. Adicionalmente, la
razón al dejar de ser entendida como algún tipo de justificación lógica pasa a denotar la articulación
entre creencias, deseos y acciones que se despliega en diversas situaciones comunicativas.
Es posible decir, por tanto, que la atribución de racionalidad emerge en una situación
comunicativa como una exigencia de la consistencia entre las creencias, los deseos y las
acciones que la intérprete se ve obligada a adscribir al interpretado para poder hacer
inteligible su comportamiento. (Quintanilla,2011, p. 20)
22
Quintanilla expresa que la racionalidad es construida pero también descubierta en la interacción
comunicativa entre interprete y agente.
Así, lo que puede ser o no racional no es un sistema de creencias en su totalidad, sino los
elementos que lo conforman, los cuales son atribuidos o a un individuo o a una comunidad
por una intérprete. […] En estas circunstancias, la intérprete considera que alguna acción,
creencia o deseo atribuido por ella al agente es racional o no, por comparación con el resto
de estados mentales y acciones que ella le debe atribuir para hacerlo inteligible, y que deben
ser básicamente consistentes entre sí para que tenga sentido decir que ella lo está
interpretando. Así entonces, la racionalidad es también un atributo que la intérprete
adscribe holísticamente a los estados mentales y acciones del agente cuando lo encuentra a
él inteligible (Quintanilla,2011, p. 23)
23
son una condición fundamental para su desarrollo racional, pues cumplen dos funciones
básicas: trasmiten y preservan los conocimientos y logros del pasado para las generaciones
futuras, y conforman consensos básicos en torno a teorías, métodos y valores que definen
la identidad de las comunidades científicas y mantienen su cohesión (Velasco, 2011, p. 28)
Velasco fundamenta su postura a partir de los trabajos de dos gigantes filósofos de la ciencia,
Pierre Duhem y Otto Neurath. De Duhem toma la consideración de que la lógica y la metodología
son insuficientes para la justificación racional de hipótesis. De Neurath toma su apreciación de que
la exclusión de los aspectos prácticos y subjetivos no solo origina una concepción estrecha y
deformada de la racionalidad científica sino también propicia una peligrosa concepción autoritaria
de la relación entre ciencia y poder político.
Dentro de este marco Velasco propone su principio de equidad epistémica el cual sostiene que
todas las tradiciones de conocimiento son igualmente dignas de respeto cultural, y ninguna de ellas
tiene por sí misma derechos especiales en el ámbito político. De acuerdo con Velasco “La equidad
epistémica no significa equivalencia entre distintos tipos de conocimiento sino simplemente
reconocimiento y no exclusión de saberes y tradiciones socialmente relevantes” (Velasco, 2011,
p. 38). De este modo, la cuestión epistémica desemboca en un campo político.
24
De esta manera, la propuesta de racionalidad expuesta por Velasco está compuesta por una
dimensión epistémica que desemboca en una dimensión política puesto que ante el reconocimiento
de la pluralidad de saberes y prácticas éstas son deliberadas en espacios públicos de diálogo en el
que los distintos representantes puedan llegar a consensos y acuerdos a la manera como se hace
dentro de las organizaciones políticas republicanas.
Javier Echeverría en su artículo “Dos dogmas del racionalismo (y una propuesta alternativa)”
propone una racionalidad evolutiva, situada y limitada desde una orientación axiológica de tipo
formal. El proyecto de Echeverría pretende superar los dos dogmas que de forma general cargan
los planteamientos en torno a la racionalidad, el primero, afirmar que la razón es la diferencia
específica de los seres humanos, su esencia, su eidos.
Al apartarse de una visión esencialista de la razón, Echeverría defiende tesis como que la capacidad
de razonar ha evolucionado a lo largo de la historia, ejemplo de ello es la emergencia de los
lenguajes naturales, la aparición de lenguajes formales y las ciencias de la computación e
inteligencia artificial. La racionalidad principalmente es una capacidad de actuar y la que sustenta
todas las demás, la capacidad de razonar depende de la capacidad de valorar. El tipo de
racionalidad valorativa o axiológica consiste en el acto de deliberar antes de actuar previendo las
consecuencias de las acciones posibles. Dicho con palabras de Echeverría
El acto de deliberar antes de actuar, aunque sea instantáneo, siempre tiene en cuenta los
bienes y los males que se pueden obtener y seguir de las diversas acciones posibles. Un
sujeto es tanto más racional cuanto mayor capacidad tiene de prever las consecuencias
beneficiosas o prejudiciales de sus acciones. Este es el núcleo conceptual de la racionalidad
valorativa, que no es específica de los seres humanos (Echeverría, 2011, p. 79)
Para nuestro filósofo una acción es axiológicamente racional si el sujeto que la lleva a cabo
pretende satisfacer un valor o rechazar un disvalor y reflexiona antes de hacerla, la satisfacción
25
debe ser de un valor positivo, los valores son medidos en una escala cualitativa desde un
tratamiento de tipo formal. Cabe destacar que al defender una concepción naturalizada de los
valores Echeverría no coloca la facultad del habla, la enunciación de juicios de valor o la
formulación de conceptos como únicas manifestaciones de la capacidad de valorar, sino que
enfatiza en que los valores se expresan a través de movimientos corporales, cuestión que pondera
a la razón como capacidad de acción. De esta forma, se va cimentando la propuesta de una
racionalidad evolutiva, situada y basada en valores.
El segundo dogma del racionalismo expuesto por Echeverría se refiere a las corrientes filosóficas
que arguyen que la racionalidad está basada en medios-fines. Nuestro filósofo critica este dogma
al indicar que solo enfatizaron en los medios y no en los fines, por tal motivo la propuesta de una
racionalidad valorativa da un paso adicional afrontando el problema de analizar los fines teniendo
en cuenta los valores y, en su caso justificar los fines desde una perspectiva axiológica. Veamos la
descripción que hace Echeverría del segundo dogma
26
Al depender los fines de los valores ya no se estaría expresando en la selección de los mejores
medios para lograr un fin sino en la elección de valores que justifiquen las actuaciones de los
agentes. De otra parte, según la propuesta de Echeverría la axiología no se restringe a los valores
morales, sino que se incluyen valores epistémicos, tecnológicos, económicos, políticos, jurídicos,
sociales, culturales etc. Estos valores encuadrados dentro de subsistemas son los que guían las
acciones humanas
Los valores son las razones de los fines. La axiología valida cada uno de los fines y, lo que
es más importante, convalida unos fines y objetivos con respecto a otros, teniendo en cuenta
la pluralidad de valores subyacentes a dichos fines. Esta convalidación, o mejor,
covaloración de fines, está en la raíz de la racionalidad axiológica. Al respecto, resulta
significativo que los valores tengan opuestos y que, además, se presenten en sistemas de
valores, no aisladamente. Más que valorar, covaloramos, porque nuestras evaluaciones
ponen en juego varios valores, no solo uno (Echeverría, 2011, p. 84)
La pregunta ante cómo se formalizan los contenidos de carácter cualitativo consiste en transformar
juicios de valor en ecuaciones mediante una puntuación de preferencias que da como resultado
una respuesta en una escala ordinal
Los valores propiamente cuantificables son funciones axiológicas v que, al ser aplicadas
por un sujeto evaluador A a un objeto x, dan como resultado un número determinable en
relación a una unidad de medida: VA (X) = n, siendo n un número natural, entero, racional o
real, que designa un número de unidades en relación a la correspondiente unidad de medida
(Echeverría, 2011, p. 86)
Esta formalización axiológica pretende lograr que a través de las fórmulas universales “que
independientemente de los agentes que evalúen y de los objetos evaluados y, lo que es más
importante, independientemente del contenido de los valores que estemos considerando”
(Echeverría, 2011, p. 87). Para no recaer en ningún otro tipo de dogma absolutista indica que los
27
esquemas formales pueden variar con el tiempo, y además que siempre existe la posibilidad de
trasgresión de los valores superiores. Como lo indica el filósofo, “Lo único que afirmamos es que
comportarse racionalmente requiere atenerse a esas cotas máxima y mínima de satisfacción de los
valores, sin prejuicio de que ello no ocurra de hecho” (Echeverría, 2011, p. 87).
Ana Rosa Pérez Ransanz en su artículo la dimensión afectiva de la racionalidad intenta mostrar
la manera como las emociones forman una pieza constitutiva de la racionalidad, en particular de
la racionalidad científica. Esta empresa emprendida por Pérez se sustenta en las filosofías de
orientación pragmatista propuestas por John Dewey y William James. De forma especial Pérez
encuentra en el concepto de experiencia expuesto por Dewey un recurso primordial que le permite
vincular a la esfera cognitiva y la esfera activa del ser humano. Explicando la noción de experiencia
en Dewey, señala:
Este concepto de experiencia que no solo remite a aspectos epistémicos permite integrar nociones
que de forma general son aisladas o relegadas en el tratamiento de las teorías del conocimiento y
en especial en los abordajes de las teorías de racionalidad. Pérez desde la interpretación que hace
R. Bernstein de las aportaciones de Dewey a concepciones tradicionales destaca que “la
experiencia, lejos de contraponerse al pensamiento, mantiene una relación de mutua dependencia
y retroalimentación con la razón” (Pérez, 2011, p. 569). De forma adicional, la propuesta de Dewey
expone la manera como elementos de la esfera afectiva son constitutivos en los procesos de
conocimiento. Pérez citando a Dewey, apunta:
28
la evaluación subjetiva de aquello que está objetivamente expresado en la idea o el
propósito (Pérez, 2011, p. 570).
Lo que destaca Pérez es que la emoción no se concibe únicamente como una disposición para
actuar, sino que reúne elementos de tipo cognitivo como creencias y valoraciones. Sin embargo,
este camino de colocar la dimensión afectiva como aspecto constituyente dentro del plano del
conocimiento no fue seguido por los principales exponentes de la filosofía de la ciencia del siglo
XX.
Para adentrarse en la cuestión de las funciones epistémicas de las emociones, Pérez expone los
planteamientos de Ronald de Sousa quien intenta vincular la razón y la emoción enfocándose no
solo en la emoción sino en la de la dimensión afectiva. La tesis de Ronald de Sousa sostiene que
la razón por sí sola sería incapaz por sí sola de determinar las creencias, a lo que agrega Pérez
Pero lo más original, a nuestro modo de ver, está en que de Sousa –con base en una
perspectiva evolucionista muy similar a la que adoptara Dewey – atribuye a las emociones
una función cognitiva totalmente propia, que en términos generales podría formularse
como sigue: las emociones son portadoras de patrones de relevancia, los cuales condicionan
lo que cuenta como objeto de atención, como línea de búsqueda o como estrategia de
inferencia (Pérez, 2011, p. 578).
El problema que Pérez entrevé a esta postura es la dificultad que habría para hacer inteligibles las
experiencias emocionales. Así las cosas, la filósofa de la ciencia indica que el camino para
construir una teoría del conocimiento donde las emociones formen parte constitutiva de la
racionalidad científica apenas comienza y que las teorías que prescindan de dicho enfoque no
podrán ir más lejos de las propuestas de la epistemología tradicional.
Sergio F. Martínez remite a cómo filósofos como Popper y Carnap a pesar de sus distintos
abordajes coincidían en que la física era el paradigma de lo que debía considerarse como
conocimiento racional. Popper según la explicación de Martínez pensaba que la mejor manera era
hacer ver cómo la física y la ciencia en general eran el resultado de seguir un cierto método de
conjeturas y refutaciones, a diferencia de Carnap que creía que la mejor manera de hacer ver cómo
se desplegaba la racionalidad humana en la ciencia era tratando de entender la estructura lógica
del lenguaje científico. De este contexto, Martínez enfatiza en la diferencia epistemológica
29
fundamental entre dos tipos de actividades científicas, a saber, el contexto de descubrimiento y el
contexto de justificación
Estos duros cuestionamiento conllevan a pensar que el conocimiento científico no posee ningún
distintivo racional que lo distinga de otro tipo de creencias, sino que la racionalidad científica
consiste en una racionalidad instrumental que busca acoplar medios con fines, los cuales le daban
coherencia a la empresa científica. Fines de la ciencia hay varios, dice Martínez, hay quienes
piensan que el fin es la resolución de problemas, otros la búsqueda de la verdad, o la estructura
causal del mundo.
A partir de este estado de la cuestión, Martínez sugiere una manera de replantear el problema de
la racionalidad partiendo de propuestas de modelos de cognición que evitan caer en los supuestos
entre la dicotomía entre modelos historicistas e instrumentalistas. En palabras de Martínez,
Una racionalidad requiere entender la relación entre realidad histórica, moral y social de
los agentes humanos, articulados en normas e instituciones y por otro, la generación,
30
transformación, estabilización y abandono de normas, estándares, valores de diferente tipo
a lo largo de la historia de la cultura […] Estamos partiendo de la idea de que el problema
de la racionalidad de la ciencia debe responderse en el marco de una explicación general
de cómo diferentes tipos de actividades y normas se articulan en prácticas e instituciones
(Martínez, 2011, p. 195)
De esta manera, Martínez aborda las implicaciones de los modelos de cognición para las
discusiones sobre el concepto de práctica y su papel en las cuestiones sobre la racionalidad en la
ciencia. Para ello, expone los modelos de cognición: el correspondentista, el interaccionista y el
que propone como salida de los modelos tradicionales, el conexionismo. El conexionismo supone
que las representaciones que constituyen conocimiento pueden verse distribuidas en toda una red
que están implícitas en las prácticas. Así, pues, la propuesta de Martínez es explicar la evolución
de las prácticas científicas a través de la evolución de las normas implícitas y explicitas que
estructuras dichas prácticas.
Luis Vega realiza un examen de las principales tesis de los diversos tipos de relativismos. Para
ello describe el relativismo protagórico, el relativismo que supone la noción de marcos
conceptuales, la relativización de la verdad y el relativismo de la justificación racional. Vega parte
de una de las definiciones que se suelen dar sobre el relativismo, esta es “El relativismo, en líneas
muy generales, sostiene que lo que la gente considera justificado creer o hacer depende
sustancialmente de su propia disposición o de sus condiciones particulares de vida (tiempo y lugar,
su cultura, su medio social, su forma de vida” (Vega, 2013, p. 203). Vega distingue entre dos tipos
de relativismo, uno corresponde a un relativismo de primer orden que reconoce la diversidad social
y cultural de las formas de vida, el de segundo orden corresponde a un plano en el cual se explicitan
cuestiones como el conocimiento, la verdad, criterios de racionalidad y normas de corrección, del
que afirma
Lo que cuenta como conocimiento (verdad, justificación racional) está determinado por –
y puede variar en función de cada cultura o sociedad particular, con corolarios positivos
del tipo “todo vale” cualquier criterio de reconocimiento adoptado por las diversas
comunidades particulares resulta pareja y localmente correcto o válido”, o corolarios
negativos del tipo “ nada nos obliga, nuestras diversas maneras de tratar con las cosas no
dependen de cómo las cosas hayan de ser o sean” (Vega, 2013, p. 204).
31
Al no encontrar una descripción satisfactoria en estos relativismos, Vega intenta una aproximación
más neutra y general haciendo una proyección hacia la racionalidad epistémica. Por tal motivo,
Vega afirma que al hablar de relativismo epistémico e distinguir el algo que es relativo a algún
relativizador, además que dicho relativismo se puede plantear de diversos modos, como la
relativización de la verdad o asumir asumiendo posturas ontológicas con sus respectivos entes
relativizados.
Como se indicó Vega aborda la famosa consigna relativista de Protágoras “El hombre es la medida
de todas las cosas, de las que son en tanto que son y de las que no son en tanto que no son”. De
esta tesis Vega dice que es insostenible, el argumento que utiliza el filósofo para sustentar su idea
radica en que el relativismo tiene que asumir que el relativismo resulta tan verdadero para una
persona como falso para otra sí se asume que una proposición es verdadera solo sí un individuo la
juzga como tal. Vega matiza que algunos relativistas argüirán en contra poniendo en entredicho
los supuestos de bivalencia o tercer excluido.
Después de abordar el relativismo de Protágoras, Vega discute con una propuesta bastante
defendida por algunos relativistas que es la idea de marco. Por marco entiende Vega aquellos
sistemas configurados sobre diversos supuestos como una organización interna con un núcleo de
categorías básicas y redes de conceptos, pueden ser divergentes entre si y de forma general las
relaciones entre marcos vienen dadas desde la traducibilidad entre estos. Según Vega los
defensores de los marcos suponen que no solo pueden existir varios y diversos marcos sino además
que tales perspectivas son sistemáticas y diferenciables, por eso, lo que cuente como referencia de
la realidad para uno no lo puede ser para otro.
La reticencia puesta por Vega consiste en la imposibilidad de traducción entre distintos marcos,
cosa que impide la posibilidad de distinguir si la diferencia entre estos resida en los aparatos
conceptuales o en una mera disparidad de opiniones, el peligro que entrevé Vega de abordar el
tema del relativismo dentro de la noción de marco es el relativismo corre el riesgo de perder el
reino de las ideas claras y distintas en torno a la diversidad y la comparabilidad de los sistemas
epistémicos para descender al terreno pantanoso de las culturas.
32
Ahora bien, los relativistas que relativizan la verdad desembocan en un tipo de justificación que
es relativa a la disposición cognitiva de los sujetos epistémicos y a las condiciones culturales y
sociales que determinan sus modos de actuar. La crítica de Vega a la justificación como modo de
relativismo reside en que la justificación racional puede diferir con lo que de hecho obra como
conocimiento entre los miembros de la comunidad epistémica.
33
CAPITULO II. LA RACIONALIDAD FORMAL: LA APUESTA DE FRANCISCO MIRÓ
QUESADA CANTUARIAS
Este capítulo tiene como propósito exponer la manera cómo Francisco Miró Quesada concibió y
desarrolló su proyecto de una teoría de la razón. Para ello, se muestra que el abordaje de la razón
se realiza desde un enfoque formal e intuitivo cuyo desarrollo se despliega históricamente.
Además, se enuncian los principios constitutivos de la razón planteados por el filósofo peruano.
Sumado a esto, se muestra la forma en que la razón emerge en distintos ámbitos como la ética y el
derecho posibilitando su fundamentación. Por último, se explicita la relación entre el proyecto de
una fundamentación racionalista y la filosofía de la liberación vista desde Miró Quesada. Las dos
referencias principales de este capítulo son: Apuntes para una teoría de la razón publicado en el
año 1963 y Esquema para una teoría de la razón, Ensayo de fundamentación racionalista
publicado en el año 2012. Para la respectiva citación se utiliza las ediciones realizadas por la
Universidad Ricardo Palma del año 2012, cuando nos referimos a Apuntes se cita el año
acompañado de la letra a y para el caso de Esquema acompañado de la letra b.
Los temas que ocuparon al filósofo peruano Francisco Miró Quesada fueron múltiples y variados,
cabe destacar, su interés por mostrar la existencia de una filosofía auténtica en la región, sus
publicaciones en torno al movimiento fenomenológico, sus ensayos de filosofía del derecho, sus
artículos sobre filosofía de la lógica y de la matemática, entre muchos otros que oscilan entre
educación, política, economía, propios de su labor como diplomático. No obstante, es posible
encontrar en todos ellos una preocupación por la fundamentación racional del conocimiento que
permita hacerle frente a las corrientes que abogan por un convencionalismo, un historicismo, un
escepticismo, entre otras. Para tal fundamentación, emprende la tarea de analizar la razón pues la
razón constituye el único medio para lograr un conocimiento objetivo de la realidad.
Es en su libro Apuntes para una teoría de la razón, publicado en 1963, en el que Miró Quesada
bosqueja unas primeras aproximaciones a una teoría de la razón. Como él mismo indica en el
prólogo, “el presente trabajo no pretende ser más que un planteamiento preliminar e interino, por
34
ese motivo el título, es decir, esbozo, anticipación de lo que, en el futuro, pueda ser una teoría
sistemática de la razón” (Miró Quesada, 2012a, p. 42). El abordaje que el filósofo peruano realiza
de la razón está nutrido por los enormes avances de la metateoría y de las distintas escuelas
filosófico-matemáticas del siglo XX, por lo que la razón es entendida como la facultad de
conocimiento lógico-matemático. En un primer momento, el esfuerzo miroquesadiano consistía
en.
elaborar una epistemología integral, es decir, una epistemología que abarcase los diversos
tipos constitutivos del conocimiento científico y que fuera capaz de descubrir en ellos el
principio de unidad imprescindible para considerarlos como momentos del proceso
mediante el cual la razón aprehende la realidad (Miró Quesada, 2012a, p. 35).
Al ponerse esta tarea, Miró Quesada encuentra que en aquel momento no existía una epistemología
que respondiera a los últimos desarrollos del conocimiento científico, las que estaban a la mano
carecían de rigor, de unidad además de poseer enormes limitaciones metodológicas. Así las cosas,
Miró Quesada se preocupó por encontrar un principio de unidad, un principio fundamental del
conocimiento. El filósofo peruano encontraría que todas las ciencias poseen unas estructuras
explicativas que podrían considerarse como los momentos del proceso mediante el cual la razón
aprehende la realidad. A este principio Miró Quesada lo denominó el principio explicativo. En sus
palabras:
Por el hecho de constituirse, toda ciencia, desde la más rigurosa y formal hasta la más
descriptiva y concreta, “tiene una estructura explicativa”. Llegamos así a la conclusión de
que la diversidad de las ciencias se unifica en torno del principio de explicación, lo que
significa que toda ciencia tiene una estructura genérica común, la que, debido a la exigencia
de aprehender regiones objetivas cada vez más complejas, se va especificando a través de
procesos cada vez más ricos superpuestos jerárquicamente (Miró Quesada, 2012a, p. 36).
35
Las estructuras lógicas de los diversos tipos de explicación utilizadas por las diferentes
ciencias, sometidas a un análisis riguroso, no presentaban la claridad que parecían tener en
un nivel elemental. La existencia de lógicas no aristotélicas que eran capaces de cumplir
con las exigencias derivativas esenciales a la lógica prescindiendo de principios utilizados
por la tradición, mostraba que existía la posibilidad de fundamentar los procesos
explicativos mediante sistemas lógicos diferentes. O sea, las estructuras encontradas
correspondían a la ciencia en su desarrollo empírico, pero no remitían a un principio
supremo de racionalidad (Miró Quesada, 2012a, p. 36).
Así las cosas, Miró Quesada ahora enfoca su atención en la posibilidad de hallar “un núcleo de
invariancia a través de la variación de los sistemas lógicos” (Miró Quesada, 2012a p. 36). Esto,
con el fin de salvar la unidad y la objetividad de la ciencia. Entonces la tarea ahora consistía en
mostrar que las diferentes estructuras lógicas que podían emplearse para explicar un mismo hecho
de un mismo conjunto de supuestos, poseía un núcleo común, en otras palabras, encontrar ese
núcleo común subyacente en las estructuras lógicas. Miró Quesada lo indica de la siguiente manera
“el problema remitía al análisis de las propiedades derivativas de los diversos sistemas formales.
Así, el análisis epistemológico conducía, sin que pudiera evitarse, al análisis metamatemático”
(Miró Quesada, 2012a, p. 37). Esta vez, el problema con el que se topa el filósofo peruano es la
gran cantidad de lógicas emergentes, lo que requiere encontrar los isomorfismos que permitan
recuperar la unidad de la estructura explicativa característica de las ciencias. Ahora bien, nuestro
filósofo seguirá encontrando un sinnúmero de vicisitudes en la elaboración de su proyecto como:
Este problema surgió durante el estudio que Miró Quesada hacía de los resultados de la metateoría
y los teoremas de limitación de los formalismos. De forma inevitable se requería replantear, por
un lado, problemas de vieja data como la intuición intelectual, el de la evidencia, el de los juicios
sintéticos a priori, el tipo o modo del ser de los entes matemáticos y por otro, otros más
contemporáneos como el problema de la evolución del complejo originario de principios
racionales utilizados en la constitución de las ciencias lógico-matemáticas, la estructura del
lenguaje y su relación con el conocimiento científico. El desarrollo de la ciencia, la lógica, las
36
matemáticas escapaban por completo a las posibilidades de interpretación de las escuelas
tradicionales de la filosofía como el racionalismo, el empirismo, el pragmatismo, el historicismo,
según lo expresa Miró Quesada. Por tal motivo, “si las posiciones tradicionales quedaban
rebasadas por la situación descrita era porque las concepciones clásicas del conocimiento racional
no permitían comprender el proceso evolutivo que había producido un cambio de actitud frente a
los principios constitutivos de la lógica y la matemática, o sea, un cambio en relación a los
principios mismos de la razón” (Miró Quesada, 2012a, p. 38). A lo que añade Miró Quesada
La única esperanza de comprender lo que había sucedido era replantear el problema central
de la filosofía: el problema de la razón. Sólo una concepción de la razón capaz de dar cuenta
del dinamismo interno que había conducido a los desconcertantes resultados del proceso
evolutivo descrito, podría abrir la posibilidad de recuperar el hilo de unidad necesario para
una fundamentación objetivamente válida del conocimiento científico. El punto de partida
epistemológico nos condujo así al estrato más radical de la filosofía del conocimiento (Miró
Quesada, 2012a, p. 39).
Miró Quesada encuentra que, para la formulación de una teoría de la razón, es necesario analizar
a fondo la enorme masa de resultados obtenidos en la investigación matemática, además de
afrontar los problemas que suscitan la existencia de diversos tipos de lógicas cuyas variadas formas
del proceso deductivo y sus formas de derivación hacen entrever una desconcertante relatividad
del conocimiento. Únicamente de esta manera será posible intentar la elaboración de una teoría
sistemática sobre el sentido, la estructura y los alcances del conocimiento racional.
Sumado a esto, Miró Quesada también ve como condición para el desarrollo de su proyecto el
análisis de temas con larga tradición filosófica como el conocimiento sintético a priori, la intuición
intelectual, las evidencias auténticas e inauténticas, el ente matemático, entre otros. Lo que
entiende Miró Quesada es que “quien no comprenda que no puede ya hablarse de temas como la
intuición intelectual, el conocimiento sintético a priori, la posibilidad de definir el concepto de
verdad, etc. sin conocer los métodos y resultados de la moderna investigación lógico-matemática
y metateórica, queda encerrado en los esquemas anquilosados de una etapa ya superada” (Miró
Quesada, 2012a, p. 43).
37
El libro Apuntes para una teoría de la razón es dedicado al lógico y matemático Kurt Gödel, cuyos
postulados influirían de forma importante en los planteamientos miroquesadianos. En el prólogo
el filósofo peruano escribe
la tesis principal es que los resultados de la investigación metateórica, en todos sus campos,
pero especialmente los famosos teoremas de limitación de Kurt Gödel, rebasan las
concepciones tradicionales sobre los principios del conocimiento racional en su
manifestación lógico-matemática (Miró Quesada, 2012a, p. 31).
El estudio de los teoremas de incompletitud de Kurt Gödel hizo ver a Miró Quesada que es
imposible fundamentar en forma absoluta nuestros conocimientos. La formulación más conocida
reza
El teorema puso en evidencia una limitación intrínseca a las demostraciones basadas en sistemas
de axiomas. Esto lleva a Miró Quesada a profundizar en la metateoría, pues resulta imprescindible
para el análisis metodológico de los resultados científicos. Miró Quesada refiriéndose a la
metateoría señala:
En sentido amplio, puede decirse que la metateoría rebasa el campo de la pura matemática
e incide en el de la filosofía, pues su campo de estudio es el de las propiedades
fundamentales de las teorías, de allí su nombre. Su materia abarca el estudio de los
principios, el análisis de los puntos de partida y de las posibilidades de derivar
consecuencias de estos primeros supuestos (Miró Quesada, 2012a, p. 47).
Y la metateoría va más allá de las matemáticas. puesto que como afirma el filósofo peruano, estas
han pasado por diversas crisis a lo largo de su desarrollo:
38
descubrimiento de las paradojas ponía en peligro la existencia misma de las matemáticas.
Y si se tiene en cuenta que la ciencia natural exige constitutivamente la formulación
matemática, la crisis se extendía a la ciencia toda, a la razón misma (Miró Quesada, 2012a,
p. 50).
Inmediatamente surgen lógicos y matemáticos que intentan salirle al paso a las paradojas.
Personajes de la talla de Zermelo, Hilbert, Russell, Couturat intentaron mostrar que las paradojas
se debían a defectos metódicos y que haciendo los necesarios reajustes la matemática podría verse
libre de ellas, era necesario perfeccionar la teoría lógica, hacerla más flexible más rigurosa y más
amplia. Ni siquiera la estructurada teoría de conjuntos elaborada por Cantor había quedado inmune
a las paradojas que lograron desnudar la consistencia de las teorías formales. De este afán por
encontrar un método más radical que todos los disponibles, que permitiese abordar el problema de
las paradojas mediante un procedimiento que estuviese libre de circularidad, nos dice Miró
Quesada “de esa exigencia radical de racionalidad, de ese afán típicamente occidental de
fundamentación absoluta, surge la metateoría” (Miró Quesada, 2012a, p. 52).
Tanto la metateoría como las metamatemáticas expuestas por Hilbert, reconoce Miró Quesada que
tienen un carácter histórico, porque sus principios evolucionan a través del tiempo. Empero, “este
proceso tiene una dirección, está impulsado por un vector, la depuración de las evidencias
racionales a través del rigor de la formalización. La formalización es algo así como una especie de
filtro de la razón, exigido por el sentido mismo del conocimiento racional” (Miró Quesada, 2012a,
p. 320).
Miró Quesada desentraña los fundamentos más importantes de las escuelas filosófico-matemáticas
como los son: el logicismo, el axiomatismo, el intuicionismo, el formalismo y la creación
hilbertiana. Del logicismo describe el logro de Frege de mostrar la posibilidad de reducir el
concepto de número natural al concepto de clase o conjunto y derivar, de esta manera, todas las
propiedades de los números naturales de las propiedades de las multiplicidades. En palabras de
Miró Quesada
Definir el número natural por medio del concepto de coordinación de elementos de los
conjuntos o clases y derivar todas sus propiedades de las propiedades de las clases era nada
menos que reducir toda la matemática clásica a la lógica (Miró Quesada, 2012a, p.74)
39
Al reducir la matemática a la lógica se desentraña definitivamente el misterio de la naturaleza de
las ciencias matemáticas, se alcanzaba una grandiosa unidad en el dominio de las ciencias exactas
y se culminaban los esfuerzos desplegados por el movimiento rigorista para lograr una exactitud
y una claridad definitiva en los procesos derivativos. No obstante, Miró Quesada resalta que
Russell demuestra que partiendo de una teoría general de las proposiciones y de una teoría de las
clases es posible derivar la matemática clásica. Según Russell, Frege cayó en el mismo error
porque no tuvo en cuenta la exigencia metodológica y no distinguió los distintos tipos de variables,
de manera que el rango de su significación de una variable podía incluir entre sus posibles valores
al conjunto de todos los elementos que integraban dicho rango. Miró Quesada explicando a
Russell, afirma:
Otra escuela filosófico- matemática que Miró Quesada pasa al tablero es la del axiomatismo, que
según el filósofo peruano se desarrolla junto con el logicismo siendo sus principales representantes
Zermelo y Fraenkel. La propuesta del axiomatismo según lo explica Miró Quesada, no reside en
desentrañar la esencia del conocimiento matemático, sino que
40
rigoristas) y restringir el concepto de conjunto de tal manera que no puedan formarse
conjuntos de manera arbitraria con propiedades tan indeterminadas que puedan ser
miembros de sí mismos. (Miro Quesada, 2012a, p.78).
Desde este planteamiento lo que se busca es reconstruir la teoría de conjuntos y derivar de allí toda
la matemática clásica sin utilizar la famosa teoría de los tipos, empero, Miro Quesada afirma que
tal como el logicismo, el axiomatismo no ofrece garantía indubitable contra el hallazgo de nuevas
paradojas.
Para los intuicionistas, nos dice Miró Quesada, el punto de partida es el número natural porque
toda construcción puede reducirse a un conjunto finito de operaciones con los números naturales.
Empero, ve algunas limitaciones como no lograr reconstruir en toda su integridad la matemática
clásica y utilizar métodos y definiciones muy alejadas de las clásicas.
41
Desde la perspectiva Hilbertiana la tarea primordial consistió en la fundamentación de las
matemáticas al considerar las limitaciones del logicismo y el formalismo en ese mismo intento.
Los problemas que encuentra Hilbert, según nos explica Miró Quesada, son que “el logicismo no
logra realizar de manera completa la derivación matemática de la lógica, y el axiomatismo no
fundamenta suficientemente los principios de la derivación. Y rechaza el intuicionismo porque
recorta el cuerpo de doctrina clásico” (Miró Quesada, 2012a, p.83). En consecuencia, la apuesta
de Hilbert que para superar dichas limitaciones es necesario conocer la estructura y el
funcionamiento de las matemáticas para probar la consistencia de esas teorías, cuyo objeto
correspondería a una disciplina denominada metamatemática y que según Miró Quesada debería
extrapolarse a todo conocimiento como tal dando lugar a la metateoría.
Todo este recorrido exegético que realiza Miró Quesada es para mostrar cómo la revolución lógica
desemboca en un replanteamiento y reestructuración del tema fundamental de la filosofía como lo
es la razón. La convicción del pensador peruano radicó en que mediante el abordaje de una teoría
de la razón desde el análisis de los distintos tipos y métodos de derivación supondría una
fundamentación del conocimiento científico, lo que implicó un esfuerzo de formalización, Miró
Quesada en consonancia con los formalistas concebía que
La única forma de luchar contra las paradojas y de encontrar un modo, no sólo de suprimir
las existentes sino de ofrecer una garantía contra las futuras, era esclarecer rigurosamente
el concepto de principio lógico y de derivación matemática. Pero la única manera de hacer
esto era mediante un adecuado proceso de formalización, es decir, mediante un lenguaje
que fuera capaz de expresar de manera completa todos los conceptos empleados en las
definiciones, todas las reglas utilizadas en la formación de las proposiciones matemáticas,
todos los postulados y los principios lógicos empleados en la derivación de teoremas (Miró
Quesada, 1962, 141)
No obstante, Miró Quesada tuvo reparos con algunos intentos de formalización, la manera como
intentaban superar las paradojas y sobre todo el duro golpe que recibió el proyecto de
fundamentación total por parte del teorema de Gödel, a juicio de Miró Quesada
Gödel probó que era posible construir una proposición aritmética, con las reglas permitidas
en el sistema formal, de manera que ella ni su negación podían derivarse dentro del mismo
sistema. Probó además que, desde un punto de vista intuitivo, dicha proposición era
verdadera. Quedó así establecido que cuando se expresa una teoría matemática mediante
un lenguaje completamente formalizado, existen proposiciones verdaderas de la teoría, que
42
no pueden derivarse como teoremas dentro del lenguaje formalizado, o lo que es lo mismo,
probó que el objeto de conocimiento matemático rebasa la esfera del lenguaje matemático,
que la matemática no puede confundirse con el lenguaje que la expresa, porque, por más
perfecto que sea un lenguaje, nunca podrá utilizarse para derivar todos los posibles teorema
de la teoría que formaliza (Miró Quesada, 1962,p.142)
Lo que observa Miró Quesada es que tras el proceso de formalización queda un residuo intuitivo
y su propósito consistirá en mostrar la relación entre la versión formalizada y el desarrollo
intuitivo, lo que supone una dilucidación de una teoría de la razón. Según la propuesta del filósofo
peruano después de esta revolución lógica “no puede hablarse más de una razón concebida como
una estructura cerrada de principios evidentes” (Miró Quesada, 1962, p. 144). De esta manera, la
propuesta presentada por nuestro autor no es un racionalismo ingenuo, sino que pretende ir más
allá del racionalismo clásico.
Francisco Miró Quesada advirtió la multiplicidad de significados del concepto de razón. Por ello,
para realizar un análisis riguroso de este concepto el filósofo peruano realiza una reducción
semántica que le permita partir de una base segura y un punto de partida restringido que
necesariamente se ampliarán durante el proceso de análisis del concepto, puesto que, toda
ampliación de significado habrá de desprenderse de los planteamientos iniciales con una necesidad
teórica sin cuyo cumplimiento no se puede seguir adelante. El autor lo indica de la siguiente
manera
43
cada vez más centrales del dinamismo general del conocimiento en relación a los cuales el
rigor se hace cada vez más difícil de lograr. Pero el hecho de haber partido de una base
segura, sobre la cual puede hablarse con sentido, ofrece la oportunidad de avanzar
rigorizando progresivamente las significaciones (Miró Quesada, 2012a, p. 239)
A pesar de la gran cantidad de significados del término razón, encuentra el filósofo peruano una
perspectiva de equivalencia, la referencia constante de la razón como conocimiento lógico
matemático
Puede decirse que existe un uso normal del término “razón” a través de la tradición. Y que
esta normalidad está representada por la inclusión constante de la nota referente al
conocimiento lógico-matemático. Los conocimientos lógico- matemáticos han sido
siempre considerados, desde el tiempo de los griegos hasta el presente, como
manifestaciones características del conocimiento racional. En consecuencia, toda
concepción del conocimiento lógico-matemático remite a una concepción general del
conocimiento racional (Miró Quesada, 2012a, p. 236)
Si la lógica es algo diferente de lo que se creía, si los principios que rigen el conocimiento
deductivo son más amplios que los tradicionalmente considerados entonces es necesario
revisar toda la historia de la filosofía. Porque la filosofía ha pretendido justificar sus tesis
racionalmente y para ello se ha valido siempre, de manera explícita o implícita, de la lógica.
La concepción de lógica de los diversos sistemas filosóficos ha presupuesto siempre una
determinada concepción de razón, y la concepción de la razón ha sido el fundamento último
de posibilidad filosófica (Miró Quesada, 1962, p. 140)
En este sentido, las razones por las cuales el filósofo peruano se centra en el campo lógico-
matemático para el planteamiento de su teoría de la razón serían: primera, que todas las ciencias
poseen unas estructuras explicativas de las que subyacen procedimientos de derivación: de esta
manera, realizar un examen riguroso de los distintos tipos de derivación resultaría la tarea
imprescindible para la fundamentación del conocimiento científico. Segunda, reside en que “la
razón no sólo podía alcanzar un conocimiento completo de su objeto en el campo matemático, sino
que además podía liberarse de sus contradicciones internas” (Miró Quesada, 1962, p.142). Tercera,
44
la idea de que la estructura común de los sistemas lógicos es racional. Cuarta, el análisis de la
razón a través del conocimiento lógico matemático no reviste contenido empírico y la última la
validez de los principios no tiene nada que ver con la verificación de las consecuencias.
Así las cosas, el abordaje del tema de la razón debe hacerse desde el enfoque del conocimiento
lógico matemático, puesto que desde allí es posible lograr un alto grado de precisión y rigurosidad.
De la misma manera, el mecanismo de expresión utilizado por la razón es el conocimiento lógico
matemático y a su vez es el conocimiento racional por excelencia. Otra razón que sería lícita inferir
y quizá la más importante que explica el interés de estructurar una teoría de la razón mediante la
perspectiva de conocimiento lógico matemático radica en que tanto la lógica como la matemática
no revisten conocimiento empírico, pues como ya se indicó para nuestro autor la validez de
nuestros principios nada tiene que ver con la verificación de las consecuencias.
El planteamiento de una teoría de la razón desde el enfoque que lo presenta el filósofo peruano de
forma inevitable se topa con otros conceptos, a saber, la intuición, el conocimiento sintético a
priori, la evidencia, la relación entre los conocimientos intuitivos y formales. Empero, según
nuestro autor “existe un problema fundamental cuyo esclarecimiento es imprescindible para el
esclarecimiento cabal de los problemas parciales, pero que a su vez recibe su sentido a través de
estos últimos. Este tema central que supone todos los demás y cuyo esclarecimiento es la condición
de esclarecimiento de aquellos, es el concepto de razón” (Miró Quesada, 2012a, p. 232)
45
fundamental del conocimiento. Es decir, si existe o no la posibilidad de tener conocimientos
verdaderos de manera necesaria, universal y supratemporal. Miró Quesada explica que de ser
posible la demostración de la existencia de un conocimiento intelectual intuitivo evidente sería
posible resolver el tema de la universalidad y necesariedad del conocimiento. Además, nos dice
Miró Quesada, “si se muestra que existe un conocimiento intuitivo auténtico, se habría mostrado
que existe un cierto tipo de objeto que es el objeto de esta intuición. Esta certeza nos abriría la
puerta hacia un esclarecimiento ontológico del ser de los objetos matemáticos” (Miró Quesada,
2012a, 422). En esta misma línea explicita el peruano que si hay éxito en mostrar la evidencia
auténtica de ciertas verdades muy generales, se tendría una vía de acceso a la estructura del
conocimiento racional.
El criterio de verdad de la intuición recaería sobre la evidencia, lo que conlleva a la idea de que
existe un tipo de intuiciones evidentes que posibilitarían el trabajo de formalización sin caer en
contradicciones. El problema al que se enfrenta el filósofo peruano es la manera cómo es posible
46
distinguir entre las intuiciones auténticas de las inauténticas. En palabras de Miró Quesada, “la
intuición y la evidencia de los principios lógicos son la condición última de todo conocimiento
posible” (Miró Quesada, 2012a, p.264). La intuición correspondería precisamente a esa región del
conocimiento lógico matemático no formalizado; empero, la intuición revelaría los principios
lógicos matemáticos. El proyecto miroquesadiano de revisar el papel de la intuición en la
constitución del conocimiento lógico matemático proporcionaría la posibilidad de una
fundamentación, Como lo expresa Miró Quesada
Así las cosas, Miró Quesada le otorga un papel fundamental a la intuición, ya que no puede ser
concebible eliminar completamente el conocimiento intuitivo de las ciencias exactas, por lo cual
debe entenderse que “hay una especie de influencia mutua y de reajuste recíproco entre el
conocimiento intuitivo y formal” (Miró Quesada, 2012a, p. 424). El conocimiento intuitivo sería
el punto de partida y el proceso de formalización permitiría la selección y mostrar que algunas
evidencias que se dan por sentadas no lo son. Miró Quesada explicita dos tipos de conocimientos
intuitivos, a saber, (I) los conocimientos lógicos que sirven de instrumento de derivación de todos
los conocimientos matemáticos y lógicos, pero que son aprehendidos mediante una intuición
directa; (II) los conocimientos constructivos, que se constituyen a partir de la operación de
sucesión, se basan, nos explica Miró Quesada en la intuición originaria de número y de orden
numérico.
Existen principios captados de manera intuitiva. El caso paradigmático que expone Miró Quesada
es el principio de no contradicción, que lo coloca dentro de lo que él denomina la intuición
condicionante, aquella cuya aprehensión se hace de manera evidente. Un principio nos dice Miró
Quesada “tiene evidencia absoluta cuando está presupuesto en los desarrollos formales que nos
obligan a cesar de creer en la evidencia de otros principios (o a reducir su campo de aplicación”
47
(Miró Quesada, 2012a, p. 427). En relación a lo dicho, Miró Quesada postula que los criterios
clásicos que han determinado la existencia de evidencias absolutas ya no pueden mantenerse, pero
esto no conlleva el rechazo de la existencia de la intuición sino a la reformulación del problema de
la intuición intelectual y su evidencia correspondiente. De hecho, este es uno de los problemas
fundamentales con los que se topa Miró Quesada, a saber, mostrar la evidencia de algunas
intuiciones.
Por esta misma línea, explica el filósofo peruano, el remezón provocado por la revolución lógica
no ha implicado la desaparición de todas las evidencias. Por ejemplo, el principio de no
contradicción ha mantenido su vigencia y su universalidad. En el caso que los procesos de
formalización hubiesen invalidado el principio de no contradicción, el conocimiento matemático
sería improcedente y lo que es más complejo, el proyecto de una teoría de la razón sencillamente
se habría derrumbado. Ahora bien, lo que ha mostrado Miró Quesada es que el principio de no
contradicción mantiene su condición de necesidad en el proceso de formalización. Empleando las
palabras de nuestro autor
Es clara la relevancia que otorga Miró Quesada a la intuición y a la evidencia de los principios
lógicos al ubicarlos como condición de todo conocimiento posible. La razón que sustenta el
anterior juicio reside en que los principios lógicos se aprehenden a través de una intuición evidente
que los capta de manera absoluta y condicionante. Como se había indicado en líneas anteriores,
poner una intuición evidente como fundamento del conocimiento que le dé solidez al proceso de
formalización, lleva a buscar un criterio de validez de las intuiciones condicionantes. Para mostrar
dicho criterio nuestro autor se aborda tres tipos de intuición, a saber, la constructiva, la operativa
y la condicionante.
48
Miro Quesada se refiere a la intuición constructiva como “la que nos revela que dado el número
uno es posible repetirlo, es decir, determinar su sucesor, y que esta posibilidad de repetición no
tiene límite” (Miró Quesada, 2012a, p. 266). Dicho de otra manera, la intuición constructiva alude
a la existencia del uno y la posibilidad de repetirlo indefinidamente, una mixtura entre la unidad y
la operación de sucesión. La anterior tesis no sería objetada por otras corrientes de pensamiento
matemático, pues convergen en la idea de sucesión como condición del proceder matemático. Los
entes constituidos por la sucesión se pueden componer operativamente y tienen posibilidad de
asociación, precisamente el conocimiento matemático se constituye por construcción de
conceptos. De acuerdo con Miró Quesada
De este modo, el tema de la intuición está íntimamente ligado con el de la evidencia. Miró Quesada
aborda la forma de distinguir formas de las evidencias auténticas de las inauténticas, mediante la
exposición de criterios como la condición suficiente y la condición necesaria. La dinámica de las
evidencias supone un proceso racional puesto que parten de un conjunto de principios construidos
de manera intuitiva y ahí es donde la depuración de evidencias hace que se constituya un cuerpo
de evidencias definitivas. A juicio del autor
49
Una evidencia es inauténtica si el dinamismo formal del sistema que la incluye (en tanto
principio formalizado) conduce a resultados que la rebasan. Una evidencia es auténtica si
el mismo proceso formal que condujo al rebasamiento de alguna evidencia inauténtica la
presupone constitutivamente, en tanto principio formalizado dentro del sistema (Miró
Quesada, 2012a, p. 292).
En este sentido, para saber si las intuiciones primitivas se disgregan o mantienen como principios,
es necesario que cumplan con los criterios de una evidencia auténtica, a saber, la condición
suficiente y la condición necesaria. Una condición necesaria supone que un principio al ser
utilizado dentro de un proceso de formalización conserve su vigencia universal y no sea rebasado,
tal como le sucedió al principio del Tertium. Por este motivo, si una evidencia no cumple con la
condición necesaria entonces será una evidencia inauténtica. Sin embargo, que un principio
cumpla la condición necesaria no implica que posea una evidencia auténtica, para asegurar la
evidencia auténtica es necesario que cumpla el criterio positivo de condición suficiente. La
condición suficiente corresponde a “la intervención constitutiva en el proceso de segregación que
conduce a la pérdida de vigencia de determinadas evidencias” (Miró Quesada, 2012a, p. 290). Es
así como el criterio de condición suficiente se emparenta a la idea de que se limita un principio,
empleando otro principio del cual no se es posible dudar, ya que si esto sucediera todo el proceso
perdería sentido. Entonces, se llega a la conclusión que existe una intuición intelectual que es
auténtica mediante la aplicación del criterio que presenta doble mecanismo: condición necesaria y
condición suficiente.
Otro problema que abordó Miró Quesada fue repensar los temas del a priori y el problema del
conocimiento sintético a priori. El filósofo peruano insistía en que el no considerar el conocimiento
a priori como fuente importante del conocimiento racional impedía calar hondo en la comprensión
del conocimiento, pero, sobre todo impedía captar una serie de relaciones muy profundas entre la
lógica, la matemática, la física y la filosofía. De hecho, nuestro autor coloca el conocimiento a
priori como concepto fundante en el desenvolvimiento del conocimiento lógico, matemático y
científico. En el caso de la física explica que posee un carácter a priori puesto que la física no
puede desarrollarse sin las matemáticas, por ende, tiene un alto grado de apriorismo.
50
En el artículo A priori consignado en la “Biblioteca Iberoamericana de Filosofía” nuestro autor
esboza el papel que desempeña el a priori en la filosofía y en la ciencia. Allí muestra cómo los
empiristas lógicos niegan la posibilidad de un conocimiento sintético a priori reduciendo este tipo
de conocimientos a juicios analíticos. Miró Quesada expone la posición de Quine quien distingue
entre dos tipos de verdades a priori: la verdades lógicas y analíticas “Una proposición es
lógicamente verdadera cuando está formada por conectivos lógicos y por términos, de manera que
éstos pueden variar todo lo que se quiera sin que la proposición deje de ser verdadera” (Miró
Quesada, 2013, p. 167) El ejemplo que da es “Ningún casado es no casado” entonces se podrá
cambiar los términos y la proposición mantendrá su carácter de verdadera. Diferente si se dice
“Ningún casado es soltero” que al cambiar los términos no se asegura la veracidad de la
proposición. Quine entonces según la interpretación de Miró Quesada considera que las
proposiciones lógicas tienen una extensión más amplía que las analíticas. El problema que indica
Miró Quesada en el planteamiento de Quine reside en que “hay proposiciones analíticas cuya
verdad es lógica y, por supuesto, a priori; y otras que son a priori, como “Ningún soltero es casado”
pero que no son verdades lógicas. Para demostrar que no lo son, Quine sostiene que se debe
resolver un problema de sinonimia que es insoluble” (Miró Quesada, 2013, p. 167). En este sentido,
lo que propone Miró Quesada es cambiar la denominación y llamar analítica a toda proposición
lógica y expresar que las proposiciones analíticas expuestas por Quine simplemente no lo son.
Desde esta perspectiva Miró Quesada arguye que el conocimiento lógico es a priori puesto que
Cuando se medita sobre el tipo de conocimiento que nos ofrece la lógica clásica, se ve de
inmediato, que se trata de un conocimiento a priori. En efecto, toda proposición lógica es
analítica y, en consecuencia, cumple el criterio de salva veritate que caracteriza este tipo
de proposiciones. Y las proposiciones que cumplen este criterio, tienen validez universal y
necesaria. Porque cuando se hace variar los términos extralógicos que las integran, se
mantiene su verdad. Esto significa que sea cual sea el universo de objetos en relación con
el cual se ha interpretado la proposición lógica, ésta resulta verdadera. Pero, además,
también resulta necesaria, porque es imposible encontrar términos extralógicos que la
transformen en falsa (Miró Quesada, 2013, p. 167)
El otro argumento que defiende el filósofo peruano para indicar que el conocimiento lógico es a
priori es que este no reviste de carácter empírico puesto que de ser así perdería el carácter de
universalidad y necesariedad. En Apuntes nuestro autor sostiene por vía indirecta la existencia
proposiciones sintéticas a priori, veamos como lo expresa
51
Pero si existe una intuición intelectual de entes matemáticos, ello permite pensar en la
posibilidad de que las proposiciones que describen las propiedades fundamentales de estos
entes basen su verdad en la coincidencia con la situación descrita. O sea, que dichas
proposiciones no posean una verdad puramente intrínseca o formal, como es el caso de las
proposiciones analíticas, sino una verdad extrínseca, una verdad derivada de la
confrontación de los hechos significados con los hechos mismos. Y si esto fuera así se
tendría que llegar a la conclusión de que dichas proposiciones son juicios sintéticos a priori
(Miró Quesada, 2012a, p. 312).
Para la demostración de la existencia de los juicios sintéticos a priori nuestro autor opta por una
vía negativa, a saber, un juicio sintético a priori es aquel que es a priori y que no es analítico. Así
las cosas, para mostrar los juicios sintéticos a priori, el trabajo consiste en mostrar que su verdad
no deriva de los conceptos que lo integran. La conclusión a la que llega el filósofo peruano es que
el juicio sintético es a priori porque deriva su verdad de la extrapolación intuitiva “la extrapolación
intuitiva descubre la existencia de propiedades referidas a elementos inagotables, el juicio sintético
a priori es verdadero, porque coincide con los hechos que describe” (Miró Quesada, 2012a, p.
326). El ejemplo que describe el filósofo peruano para mostrar que la verdad del juicio no deriva
de la verdad de los términos que la integran es el concepto de número natural, ya que los conceptos
de número natural y de sucesión no contienen entre sus notas una que remita a la existencia de una
región infinita de entes.
Una lectura rápida adjudicaría al filósofo peruano una concepción de razón ahistórica,
consecuencia del tratamiento intuitivo-formal desde el cual la examina. Empero, precisamente son
dos los rasgos que diferencian el racionalismo clásico del racionalismo renovado de Miró Quesada,
a saber, el carácter dinámico y el carácter histórico de la razón. Las tesis defendidas por nuestro
autor son: (I) El proceso histórico de la razón solo puede comprenderse desde un horizonte
racionalista. (II) La razón es histórica porque sus principios evolucionan a través del tiempo.
52
El proceso de formalización como ya se ha indicado sirve para depurar y seleccionar las evidencias
no auténticas de las evidencias absolutas proporcionadas por la intuición, la cual no aprehende los
principios de la razón de una vez por todas. De manera que, el proceso es racional y los principios
racionales evolucionan a través del tiempo. Sin embargo, tanto el racionalismo renovado
miroquesadiano como el racionalismo clásico coinciden en que el conocimiento racional se
constituye mediante principios de valor suprahistórico. No es contradictorio afirmar que los
principios racionales evolucionan a través del tiempo y simultáneamente indicar la necesidad de
la encontrar principios de valor suprahistórico, puesto que la depuración realizada por la
formalización muestra la validez de estos principios.
El racionalismo clásico del que se aparta el filósofo peruano es aquel que coloca a la razón dentro
de una estructura unitaria y cerrada con principios evidentes por sí mismos. A este racionalismo
opone uno de tipo dinámico que a través del dinamismo coordinado entre la intuición y la
formalización pueda hablarse de ciertas estructuras racionales con vigencia suprahistórica. Como
lo hace notar Miró Quesada
Es importante aclarar que los principios racionales no cambian según cada época histórica, lo que
sucede es que a través de la historia algunos principios considerados como evidentes pierden su
validez gracias a la depuración de las evidencias y a la formalización. Empero, el mismo proceso
de formalización ha mostrado el carácter suprahistórico de algunos principios como el de no
contradicción, el principio de explicación y el de conexión necesaria. En este mismo sentido, se
aclara que Miró Quesada se aparta del ala radical de racionalismo que propugna por principios que
se captan de manera definitiva mediante un método infalible. Por consiguiente, lo que distingue el
racionalismo clásico del racionalismo expuesto por Miró Quesada es el proceso mediante el cual
se llega a estos principios, la organización de los principios y la forma de explicitación de los
53
principios. Así las cosas, desde el enfoque miroquesadiano la razón no es estática sino dinámica,
no persigue un movimiento dialéctico sino un proceso de filtración realizado por el trabajo
conjunto de la intuición y la formalización. En palabras de Miró Quesada
Una cosa es decir como los historicistas que los principios de la razón son cambiantes y
otra es mostrar, utilizando la propia historia del conocimiento lógico y matemático que se
trata de un dinamismo no arbitrario de la propia razón […] El primer paso que debe darse
es aceptar que la razón es histórica, pero que no se reduce a una sucesión deslavazada de
cambios sin sentido. La razón es histórica, pero su historia no es arbitraria sino racional
(Miró Quesada, 2012a, p. 440).
En diversos artículos publicados con posterioridad a Apuntes y compilados como anexos en las
ediciones de 2012, Miró Quesada esboza otros principios de la razón, lo que implica que la
propuesta miroquesadiana de la razón no tiene que ver con un sistema cerrado ni con una razón
unívoca. Prueba de ello los distintos principios de la razón y sobre todo la manera como amplía el
proceso racional mediante el cual la razón evoluciona. Entre los principios que subyacen a la razón
Miró Quesada enumera: el principio de no contradicción, el principio de explicación, el principio
de conexión necesaria, el principio de unidad, el principio de constructividad.
Algo que generalmente no se destaca cuando se realizan exposiciones del concepto de razón en
Miró Quesada son las distintas características que le da al concepto de razón. Por ejemplo,
distingue entre la razón algorítmica o mecánica y la razón poética o creadora. Cuando un problema
no puede ser resuelto vía razón algorítmica la razón se torna poética, En palabras de nuestro autor:
54
La razón se torna poética porque llega a sus conclusiones creando el camino conforme lo
va recorriendo, lo crea exnihilo. […] La razón poética inventa el camino, pero una vez que
lo crea obliga a todos a recorrerlo. El algoritmo se quiebra como medio para llegar al fin,
pero una vez el camino se descubre, puede ser controlado algorítmicamente […] La razón
es así la facultad de la creatividad, en la que interviene de manera esencial, el talento y, en
los casos más notables, el genio creador. (Miró Quesada, 2012a, p. 420)
En suma, es posible afirmar que la razón se despliega entre el proceso mixto y recíproco de la
intuición y la formalización; el conocimiento intuitivo es el punto de partida y el proceso de
formalización posibilita la selección de evidencias. Dicho proceso se desarrolla históricamente, lo
que no implica que los principios se relativicen, sino que se depuran.
La Universidad Ricardo Palma emprendió el proyecto de publicación de las obras más destacadas
de Francisco Miró Quesada Cantuarias. El prólogo general de ese proyecto fue escrito por David
Sobrevilla, importante figura de la filosofía peruana. Allí Sobrevilla lamentaba que la obra de Miró
Quesada había quedado inacabada. especialmente su teoría de la razón. Sin embargo, tendría que
escribir una retractación alborozada al recibir una llamada de Miró Quesada, quien bordeaba ya
los 94 años de edad, en la cual le comunicaba que había concluido Esquema para una teoría de la
razón: Ensayo de una fundamentación racionalista. En dicha nueva obra, el filósofo lógico
matemático expone los cuatro principios constitutivos de la razón: principio de no arbitrariedad,
principio de seguimiento, principio de creatividad y principio de unidad.
En el prólogo de Esquema, David Sobrevilla destaca las diferencias del abordaje que hace Miró
Quesada en su dilucidación de una teoría de la razón, tanto en Apuntes publicado en 1963 como
en Esquema publicado en 2012. Para Sobrevilla la concepción de razón en Apuntes era claramente
fundacionalista, el autor afirmaba que el problema básico de la razón era el de alcanzar un
conocimiento autofundado que no requiriera ulteriores fundamentaciones. Mientras que, en
Esquema, agrega Sobrevilla, no hay mayor huella de fundacionalismo, pues Miró Quesada
comienza afirmando que la razón está constituida por los principios de no arbitrariedad, de
seguimiento, de creatividad y de unidad a lo que agrega que hay otros principios que dan lugar a
muchas maneras del funcionamiento racional.
55
Nuestra tesis es que, si bien el enfoque de análisis es distinto, no hay una ruptura entre los Apuntes
y el Esquema. Se mantiene un intento de fundamentación racionalista y algunos de los principios
expuestos en el Esquema ya se vislumbraban en Apuntes. Mientras en la obra de 1963 se le daba
un desarrollo exegético al tema de la metateoría, lo que ocupa gran parte del texto publicado en el
2012 es su intento de invalidar los argumentos escépticos pues “si los escépticos están en lo cierto,
no vale la pena dedicarse a la filosofía” (Miró Quesada, 2012b, p. 33). El argumento principal
contra los escépticos y contra otros usos impuros de la razón realizados por corrientes como el
empirismo, el pragmatismo y el historicismo que utiliza el filósofo peruano sostiene que éstos
realizan un uso impuro de la razón al utilizar un procedimiento racional para invalidar la razón.
Como lo expresa Miró Quesada “utilizar la razón para demostrar la imposibilidad del conocimiento
racional, es usarla contra su naturaleza” (Miró Quesada, 2012b, p. 42)
Lo que hace el escéptico, en una mayoría de casos, es emplear de manera directa y sin
vacilaciones, uno o más principios lógicos, para mostrar la invalidez de otro principio
lógico, que puede ser el mismo o que es diferente de los anteriores. Los principios lógicos
que emplean en sus diversas argumentaciones constituyen un verdadero sistema. Emplean,
además, un conjunto de consideraciones metateóricas para poder referirse a su propio
lenguaje y al lenguaje dogmático y casi siempre, un tipo muy rico e interesante de lógica
epistémica. Llamamos a este proceder sofisma por presuposición viciosa (Miró Quesada,
2012b, p. 44)
A lo largo del Esquema, el filósofo matemático indica varias definiciones de razón como “la
capacidad de la mente humana. Es la capacidad de todo ser humano normal de darse cuenta que
hay ciertas verdades que se imponen por sí mismas” (Miró Quesada, 2012b, p. 45) Otra alusión
afirma “la razón tiene una manera natural de funcionar, persigue la adquisición de conocimientos
absolutamente justificados” (Miró Quesada, 2012b, p. 41). En Esquema al igual que en Apuntes
señala que su propuesta de racionalismo se distingue del racionalismo clásico, solo que su postura
es más flexible. En las palabras del autor,
Por supuesto, nuestro racionalismo no es de este tipo. No creemos que mediante el solo
pensamiento se pueda llegar al conocimiento último de la realidad. Para nosotros el
racionalismo consiste en creer en que gracias a la razón es posible fundamentar el
conocimiento científico y en parte también el filosófico. Creemos, además, que esta
fundamentación no puede hacerse en todos los casos y que, incluso cuando puede hacerse,
si se profundiza el análisis, pueden encontrarse fallas y lagunas que deben ser superadas (si
es que se puede) (Miró Quesada, 2012b, p. 45)
56
La exposición de los cuatro principios, principio de no arbitrariedad, principio de seguimiento,
principio de creatividad y principio de unidad de la razón no es muy extensa. De ellos nos dice
Miró Quesada que en ningún caso la razón puede ser arbitraria, que la razón nunca llega a una
conclusión de manera perfecta, que la razón funciona creativamente y que la razón tiene un proceso
de unidad y de continuidad.
Si se tratara de encontrar una diferencia sustancial entre Esquema y Apuntes, me arriesgaría a decir
que hay un abandono del enfoque de fundamentación intuitiva y formal de las matemáticas. En
efecto, en su obra tardía, cuando intenta comprobar la validez de los principios constitutivos de la
razón en las matemáticas Miró Quesada expone de manera sucinta las cuatro teorías
fundamentistas, a saber, el platonismo, el conceptualismo, el formalismo y el intuicionismo.
Cuando se refiere al conceptualismo afirma:
Miró Quesada indica que para él la fundamentación conceptualista es la única teoría verdadera
sobre lo que son las matemáticas, esto es lo que nos da pie para pensar el cambio de enfoque. Lo
cierto es que los argumentos utilizados en Esquema no poseen el mismo rigor que en Apuntes,
entonces allí radica la dificultad de sostener alguna interpretación de los cambios sostenidos entre
uno y otro. En consecuencia, podemos afirmar que ambos constituyen procedimientos y abordajes
ineludibles para los que como Miró Quesada quieran emprender la inacabable tarea de dilucidar
una teoría de la razón. Esto es, continuar revisando la problemática de la razón desde un enfoque
de procedimiento lógico matemático que brinde argumentos más sólidos para sostener la validez
del proceder intuitivo o formal o bien profundizar en la explicación rigurosa de los principios
constitutivos de la razón.
57
La dilucidación del concepto de razón busca emerger en ámbitos prácticos como en la ética, la
economía, el derecho, y la política. Es conocido el intento miroquesadiano de una fundamentación
racional de la ética en el que sustenta que el principio racional de la simetría, el cual ha extraído
del análisis de las estructuras científicas, puede ser traspolado a la ética. Miró Quesada lo expresa
de la siguiente manera:
El principio de simetría cumple los requisitos exigidos, con una visión insuperable, por
Kant: es a priori, es universal y objetivo, y no remite a ningún aspecto material de la ética.
Pero no los cumple solamente en relación con la ética sino en relación con todo sistema
que intente encauzar, racionalmente, la acción humana. Si se quiere fundamentar
racionalmente el derecho es inevitable derivarlo de la ética, pues un derecho contrario a la
moral, aunque pueda darse en la práctica –y de hecho de dé – no es racionalmente aceptable.
(Miró Quesada, 1990, p. 157)
La apuesta de una fundamentación racional de la ética formulada por el filósofo peruano se monta
sobre la crítica a Kant empero, destaca y comparte varios puntos de la forma en que el filósofo de
Königsberg encamina su fundamentación, a saber, (I) que la única forma de encontrar una
fundamentación sólida de la ética es por medio de la fundamentación racional (II) La
fundamentación por ser racional es de carácter universal (III) para saber cómo funciona la razón
es necesario adentrarse en el conocimiento científico pues la ciencia, debido a que sigue un camino
seguro, muestra que la razón es capaz de ofrecer conocimientos que tienen que ser aceptados por
todos los sujetos cognoscentes (IV) Al saber cómo funciona la razón en la constitución de la
ciencia, se abre el camino para saber cómo funciona la razón en la constitución de la moralidad.
Miró Quesada sustenta que el punto central de la fundamentación del conocimiento teórico en Kant
está en la deducción trascendental de los elementos puros del entendimiento. No obstante, el
método trascendental no puede aplicarse en el caso de los principios éticos, puesto que no hay una
deducción trascendental de los principios éticos supremos o la libertad de la voluntad. En este
sentido “en lugar de que el análisis crítico, llegue como en el caso de la razón teórica, a principios
universales partiendo de objetos intuidos, debe partir directamente de principios universales, para
llegar, al final del análisis, a objetos intuidos. (Miró Quesada, 1990, p. 130). De modo que,
mientras el análisis del conocimiento teórico muestra la posibilidad del conocimiento racional a
priori mediante la aplicación de determinados principios, en el caso de la razón práctica, hay que
58
recurrir al empleo de una razón más manchada de carácter empírico. Dicho en palabras de nuestro
autor:
Se ve cómo el afán de superar las dificultades, que él mismo ve con claridad, conduce a
Kant a contradecir su propia concepción. Porque afirmar que basta presentar a una persona
que está procediendo mal, los principios morales que provienen de la razón pura práctica,
para que dicha persona reconozca que hace mal y abandone el principio de utilidad o
beneficio personal, emplea, como último recurso, el sentimiento, o una sensación de
rechazo a toda motivación empírica de la voluntad; pero todo sentimiento y toda sensación
son empíricos; en consecuencia, para superar el nivel empírico y probar que existen
principios racionales puros, Kant recurre al nivel empírico. (Miró Quesada, 1990, p. 132)
Así las cosas, Miró Quesada sostiene que una fundamentación racional de la ética debe llegar a
principios objetivos, sin caer en el error de argüir que todos los actos de las personas están
condicionados por el mundo empírico. La fundamentación racional es universal y necesaria, es
decir, objetiva “independiente de las variaciones y situaciones contingentes de los sujetos que
conocen. Asimismo, una fundamentación racional de la conducta ética debe llegar a principios que
no dependan del arbitrio de los sujetos, ni de las circunstancias de clase, o de época histórica, sino
que sean reconocidos por todos los seres humanos” (Miró Quesada, 1990, p.135)
Sin entrar en detalles técnicos, para formarse idea de lo que es esta simetría, baste darse
cuenta que cuando un observador describe el movimiento de un cuerpo en relación con su
propio marco de referencia, cuando describe este movimiento en relación con el marco de
referencia de otro observador (que se mueve uniformemente respecto del propio) tiene que
hacer una transformación de simetría. Es decir que tiene que modificar la fórmula que le
sirve para describir el movimiento observado en su propio marco de referencia. Esta
modificación, en términos técnicos consiste en una transformación de coordenadas,
llamada transformación de simetría Se llama transformación de simetría, porque, a pesar
de la transformación de coordenadas, la estructura de la fórmula resulta siendo la misma
(Miró Quesada, 1990, p. 142)
59
La cuestión radica en que los fenómenos percibidos por el observador son relativos a un marco de
referencia. No obstante, al utilizar fórmulas de un sistema de referencia inercial posibilita que
cualquier observador podría ponerse en el lugar de cualquier otro y no cambia la manera como
describen la realidad, sino que serían equivalentes. De modo que las fórmulas utilizadas en el
marco de referencia inercial son simétricas. En síntesis, según la propuesta del principio de simetría
la objetividad está dada al compartir la misma estructura de la realidad. Empero, existen diferentes
coordenadas que permiten explicar los fenómenos. En otras palabras, la simetría revelaría la
verdadera realidad física, los fenómenos que percibe el observador no relativos al marco de
referencia empleado por él, pues las verdaderas leyes físicas deben ser iguales a cada observador
que las formule en relación con un sistema de referencia. No queda claro en la explicación
miroquesadiana la traspolación de los conceptos de los marcos de referencia al ámbito de la acción
humana; lo cierto es que un comportamiento es racional sí y solo sí es simétrico y no arbitrario. Es
pertinente en este punto traer a colación el interesante análisis del principio ético de simetría de
Miró Quesada realizado por Alonso Villaran, quien expresa
Podemos, incluso, hacer algo más arriesgado, y parafrasear el principio de simetría como
lo que en esencia es, un mandato, en cuyo caso se leería como sigue: “Actúa de manera tal
que, si exiges a otra persona actuar de acuerdo con una norma cualquiera, te comprometas
de antemano a actuar según dicha norma cuando, en igualdad de circunstancias, la otra
persona te lo exija”. Esto es, en esencia, lo que ordena el principio de simetría y lo que
caracteriza al comportamiento simétrico (Villaran, 2019, p. 166)
El derecho es subsumido por la ética porque según Miró Quesada el derecho es un instrumento
para hacer que los principios morales se cumplan de manera eficiente. Fueron varios los análisis
que realizó el filósofo peruano al preguntarse por la posibilidad de fundamentar científicamente la
normas. En su intento por formalizarlas finalmente concluye la imposibilidad de este ejercicio.
Empero, expresa que la normas pueden ser racionales en la medida en que tengan como finalidad
la eliminación de la arbitrariedad, es decir, la eliminación de los modelos sociales en que impera
la dominación de unos hombres sobre otros. Los desarrollos teóricos propuestos por Miró Quesada
desembocan en un humanismo racionalista, porque los agrupa el objetivo de los demás al fijarse
como meta “la eliminación de la arbitrariedad en la vida social y la universalización del principio
de simetría” (Miró Quesada, 2018, p. 156).
60
2.9 La teoría de la razón miroquesadiana dentro del marco de la filosofía de la liberación
La figura de Francisco Miró Quesada en el escenario de la filosofía del continente tuvo un carácter
peculiar, pues estaba en medio del debate entre los universalistas y los latinoamericanistas, quienes
controvertían en la manera de entender el significado de una filosofía realmente auténtica. En un
artículo de carácter autobiográfico el filósofo peruano relata:
Los que pertenecían al grupo universalista decían que los latinoamericanistas, a quienes
llamaban los “políticos”, no tenían ninguna formación seria en la filosofía teórica y que,
por eso, no eran capaces de comprender lo que ellos (los universalistas) escribían. Los
políticos refutaban con la misma agresividad que los universalistas, a quienes llamaban
“analíticos”, diciendo que eran unos reaccionarios y que le hacían el juego al imperialismo
al encerrarse en la torre de marfil de teorías inservibles e inaplicables a la realidad social
(Miró Quesada, 1998, p. 64)
Miró Quesada estaba en medio de los dos bandos, puesto que sus trabajos de lógica y matemática
ya eran bastante conocidos en la región, pero a la par, había sido uno redactores de la famosa
“Declaración de Morelia”, documento fundacional de la filosofía de la liberación. Enrique Dussel,
Arturo Andrés Roig, Abelardo Villegas y Leopoldo Zea, quienes también participaron en la
redacción del documento propugnaban una fundamentación dialéctica que posibilitara entender el
proceso de liberación, mientras Miró Quesada al parecerle este un término vago abogaba por un
análisis lógico: “en lugar de recurrir a una serie de conceptos vagos para fundamentar la filosofía
de la liberación era necesario recurrir a un pensamiento claro que, partiendo de la premisa
fundamental de la filosofía de la liberación, a saber, la formación de una nueva sociedad de la que
se hubiera desterrado para siempre la explotación del hombre por el hombre, se dedujeran con
rigor las consecuencias (Miró Quesada, 1998, p. 67). Así fue como entre los políticos, el filósofo
lógico matemático logró mediar y mostrar la importancia de no solo abordar el problema desde un
enfoque dialéctico sino el tratamiento riguroso propio del proceder analítico, por eso, quedó
consignado en el documento la filosofía de la liberación como una reflexión metódica, analítica y
dialéctica.
61
de la liberación es la limitación del sentido liberador del mundo occidental, el cual otorgó derechos
solo a un grupo restringido de hombres. Por eso, “la filosofía de la liberación plantea, frente a esta
limitación, una meta verdaderamente universal: exige la liberación para todos los pueblos y para
todos los hombres” (Miró Quesada, 2010, p. 311)
Fueron muchos los reparos que nuestro autor tuvo con el proyecto de la filosofía de la liberación
como el papel excesivo que se le otorgaba al imperialismo como causa de todos los males de la
región. No obstante, compartía el enfoque liberador de esta filosofía, aduciendo que un verdadero
proceso de liberación es racional.
62
CAPITULO III LA RACIONALIDAD PLURALISTA Y NATURALIZADA SEGÚN LA
PROPUESTA DE LEÓN OLIVÉ MORETT
El capítulo está estructurado en varios apartados: el primero, muestra la síntesis del proyecto
filosófico de Olivé realizada por Ana Rosa Pérez Ransanz quien fuera su alumna y luego su colega.
El segundo, explica la apuesta de Olivé por un relativismo moderadamente radical en el que
defiende la existencia de principios universales de racionalidad. En el tercero, se explica la manera
cómo Olivé intenta mostrar la posibilidad de tener creencias que proporcionen un conocimiento
genuino del mundo. El cuarto, expone la importancia de los marcos conceptuales en la constitución
del conocimiento. El quinto, presenta las tesis de un pluralismo epistemológico que da cuenta de
la diversidad de conocimientos sin caer en un relativismo extremo. El sexto, explicita las
capacidades de la razón ahora desde una orientación pragmatista y el último, explica la manera
cómo a partir de los nuevos postulados de la racionalidad se plantea el tema del conocimiento de
la realidad. Los apartados así organizados permiten entender de manera detallada y cronológica
los cambios por los que pasó el proyecto emprendido por el filósofo mexicano.
Ana Rosa Pérez Ransanz integrante de la escuela de filosofía de la ciencia de la UNAM mantuvo
un constante intercambio de reflexiones, comentarios y críticas a los planteamientos
epistemológicos de León Olivé. En el artículo Sobre la evolución del pensamiento epistemológico
de León Olivé distingue tres etapas en la obra del filósofo mexicano, lo que nos dice Pérez Ransanz
63
es que los cambios en la postura de Olivé obedecieron a intentos de corregir el rumbo de un
proyecto vislumbrado de antemano, que consistió en “formular una epistemología congruente con
el fenómeno de la diversidad cultural, adecuado para analizar los problemas ético-políticos que
plantea el desarrollo científico” Pérez, 2018, p. 155) Las etapas que distingue Pérez son
La primera se caracterizaría por el intento de formular una teoría social del conocimiento
engarzada con una epistemología realista en sentido fuerte, la segunda, marca el cambio en
su concepción de racionalidad, que precipitó el abandono de su compromiso con un
realismo de corte metafísico, la tercera, se caracterizaría por el giro pragmatista (no
meramente pragmático) que Olivé le imprimió a su epistemología; de aquí que las prácticas
cognitivas hayan adquirido un lugar central y se haya reforzado el carácter social, plural y
naturalizado de su teoría del conocimiento (Pérez, 2018, p. 155)
Pérez Ransanz detalla que la primera etapa de nuestro autor intenta comprender la manera cómo
es posible que las creencias siendo construcciones sociales pudieran ofrecer un conocimiento
genuino de la realidad, para esto Olivé utiliza su noción de objetividad dependiente a los marcos
conceptuales controlada con la universalidad de la verdad y de la racionalidad. El análisis que
realiza la filósofa es que la verdad y la racionalidad quedan supeditadas a la justificación en
condiciones óptimas que le sirve para salvaguardar la universalidad; posición que fue bastante
controvertida, los cuestionamientos que indica Pérez son “¿Por qué comprometerse con una
realidad semejante cuando la verdad se concibe como una cierta forma de justificación? O a la
inversa, ¿Por qué eliminar todo ingrediente de correspondencia en la noción de verdad cuando se
carga con el supuesto metafísico de un mundo de objetos independientes? ¿Por qué mantener un
divorcio entre verdad y realidad?” (Pérez, 2018, p. 155)
Otro duro cuestionamiento que destaca Pérez Ransanz a la propuesta de Olivé es el que realiza
María Cristina Di Gregori que indica que al entender la verdad de la manera como lo hace el
filósofo mexicano resultaría imposible distinguir entre las proposiciones verdaderas de las
proposiciones objetivas. Las críticas a Olivé lo llevarían a pasar de unas condiciones puras de
racionalidad a unas condiciones óptimas de racionalidad, cuestión que según Pérez sería un punto
de inflexión, en sus palabras
64
disposición a comportarnos y a dialogar con base en las mejores razones disponibles a
nuestro alcance. Pero, por otra parte, el abandono de la idea de principios universales de
racionalidad precipitó, a su vez, el abandono de un realismo de corte metafísico, en lugar
del cual Olivé asumió un realismo más elaborado y matizado, un realismo de raigambre
kantiana, bastante cercano al realismo interno o realismo pragmático que Putnam
defendiera en la década del 80 (Pérez, 2018, p. 160)
Así las cosas, la primera etapa estaría marcada por la idea de unos principios de racionalidad y un
realismo metafísico, la segunda, se desmarca de la universalidad de los principios de la
racionalidad para asignarle tal universalidad exclusivamente a la capacidad que poseen los seres
humanos. La tercera etapa estaría marcada por el giro pragmático que le asigna a la racionalidad
la etiqueta de plural y naturalizada que adicionalmente remarca el carácter histórico, social,
contextual y local, Pérez lo describe de la siguiente manera
Pérez Ransanz afirma que “Olivé transitó de un conceptualismo duro, donde la acción es relegada
a un segundo plano, a un pragmatismo conceptualista, donde la acción pasa a ocupar el lugar
central” (Pérez, 2018, p. 161). Ante el cuestionamiento realizado por la filósofa mexicana, a saber,
¿Por qué abandonar un realismo de corte metafísico cuando de hecho, este tipo de realismo resulta
compatible con una racionalidad naturalizada de carácter plural? Según la opinión de la filósofa
mexicana
En mi lectura, el paso que dio Olivé hacia la adopción de un realismo “interno”, de cuño
kantiano, donde los objetos de nuestra experiencia son siempre objetos conceptualmente
constituidos (realismo donde, desde luego, se reconoce la existencia de esquemas
conceptuales genuinamente distintos), fue lo que puso al descubierto la intuición –que aún
no afloraba del todo- de que su proyecto tenía que ser reforzado otorgando un papel más
básico a las acciones y prácticas humanas en la conformación de nuestro conocimiento del
mundo. Pero no solo eso. Olivé también se dio cuenta de que su proyecto debía ser
reforzado con una elaboración más fina del enfoque naturalista en el ámbito axiológico y
normativo (Pérez, 2018, p. 163)
65
3.2 La racionalidad y el relativismo moderadamente radical
El trabajo intelectual de Olivé en sus distintas etapas de desarrollo estuvo marcado por un abordaje
en doble vía, a saber, entre un compromiso metafísico y una crítica de la racionalidad. Dentro de
este marco la propuesta de Olivé no será ni univocista ni equivocista, su intento será dilucidar una
concepción de racionalidad que evite la inconmensurabilidad pero que haga justicia a la pluralidad
y diversidad cultural. El relativismo moderadamente radical supone a una propuesta para abordar
dicha problemática al mencionar que
Esta concepción bien puede hacerse compatible con una posición realista, la cual diría, en
primer lugar, que los fenómenos no son lo único que hay en el mundo, que es posible
conceder que diversos marcos conceptuales organicen de un modo no idéntico la
experiencia de los sujetos, pero que si son apropiados para ciertos propósitos de sus
usuarios, entonces deben encajar con el mundo de alguna manera, y ése es un mundo común
para los diversos puntos de vista (Olivé, 1988, p. 270)
El relativismo moderadamente radical admite que una acción puede catalogarse como buena en
una sociedad y en otra no tenga admisibilidad. Lo que distingue a este tipo de relativismo de otros
como el relativismo cultural es el componente que relativiza; en el caso de la propuesta de Olivé
se relativiza la noción de objetividad. Apoyándose en la concepción de objetividad de Villoro
nuestro autor expresa
Esta concepción relativiza el saber objetivo puesto que deja de identificarlo con el carácter de
universal y necesario que de forma general se le asigna para pasar a entenderlo como aceptación
racional en condiciones reales, esto es, las mejores razones que se puedan sustentar dentro de una
comunidad epistémica pertinente. Lo que advierte Olivé es que las razones que se suministran
apoyan o difieren de creencias estatuidas en la comunidad y estas a su vez están subsumidas en
función de otras creencias y otros recursos materiales e intelectuales. En palabras de Olivé
66
Desde esta perspectiva, lo que pasa por saber objetivo en una sociedad, para una comunidad
epistémica, puede no serlo para otra distinta, en otras condiciones, con diferente tecnología,
otras creencias y valores, quizá con diferentes relaciones sociales. Así pues, el relativismo
moderadamente radical propone relativizar el saber objetivo a las comunidades epistémicas
y a sus recursos: creencias disponibles, valores, tecnología (Olivé, 1988, p. 272)
Esto implica la pretensión de que de hecho nadie podría admitir dentro del conjunto de
proposiciones aceptables a todas las proposiciones que pudieran formularse en su lenguaje,
al menos una quedaría excluida; y significa también que de hecho ninguna comunidad
epistémica podría funcionar si se aceptaran simultáneamente todas las proposiciones
formulables en su lenguaje (Olivé, 1988, p. 276)
En este sentido, los principios de racionalidad son entendidos como aquellos principios que
posibilitan la comunicación y están presupuestos en la construcción de las creencias, mientras que
los criterios efectivos de racionalidad se entienden como los procedimientos efectivos que acotan
lo que en ese contexto se califica como racional. Olivé adiciona un sentido más de racionalidad
referido al diálogo y a la interacción comunicativa que consiste en la capacidad humana de dialogar
y de llegar a reconocer tanto los principios como los criterios de la racionalidad. De esta manera,
los principios de racionalidad son los que evitan caer en el relativismo extremo. No obstante, con
la noción de criterios efectivos de la racionalidad se explica la variedad de creencias y
concepciones en las distintas culturas.
De esta concepción de racionalidad se desprende una idea de verdad como aceptabilidad racional
independiente del sujeto y de la comunidad epistémica a la que pertenezca, cabe destacar que esta
posición será matizada en trabajos ulteriores de nuestro autor, empero, veamos cómo la sustentó.
Olivé expresa que distintas comunidades epistémicas pueden justificar su pretensión de verdad
frente a cualquier otra mediante un diálogo racional cuyo resultado según nuestro autor “debería
67
ser la creación, a través de su interacción, de un nuevo marco conceptual derivado de los originales
de cada uno” (Olivé, 1988, p. 283). Esta propuesta es la que lleva al filósofo mexicano a defender
una noción de verdad que no es relativa a cada contexto, en palabras del autor
En efecto, de acuerdo al análisis aquí realizado, lo que es verdadero para una comunidad
C, debe serlo también, en virtud de lo que quiere decir ser verdadero, para otra comunidad
diferente, C. Por consiguiente, no debe interpretarse la noción de condicionamiento social
como equivalente a la idea de que la verdad de una proposición depende de la sociedad en
donde se produce, de modo que la misma proposición bien podría ser falsa en otra sociedad.
Esto es lo que significaría relativizar a la verdad. Desde la perspectiva del relativismo
moderadamente radical ésa es una idea inaceptable. Para esta posición, si una proposición
P es verdadera, cualquier enunciado, en cualquier otro lenguaje, dentro de cualquier otro
marco conceptual, que correctamente exprese a P, será también verdadero. (Olivé, 1988,
p. 284)
En este sentido, la verdad de las proposiciones no depende de cada contexto sino lo que depende
de cada contexto son los criterios y los recursos específicos de cada comunidad. Esta concepción
de verdad junto con la idea de una racionalidad entendida como aquellos presupuestos de los
sistemas de creencias y como las condiciones que hacen posible la comunicación son los rasgos
distintivos del relativismo moderadamente radical. Esta propuesta se arraiga a una concepción de
una epistemología realista que busca fundamentar el problema de la diversidad cultural evitando
caer en un relativismo extremo.
3.3 Acerca de la racionalidad de las creencias y de cómo estas nos dicen algo objetivo y
verdadero de la realidad
68
humanos de carne y hueso tener creencias y evaluar los fundamentos que tengan a favor o en contra
de esas creencias” (Olivé, 2013, p. 91)
Olivé precisa que para mostrar cómo las creencias dicen algo objetivo y verdadero del mundo tiene
que abordar los conceptos de objetividad, verdad y realidad. El filósofo mexicano sostendrá que
la elección racional de creencias es la que se hace con base en buenas razones y que las mejores
razones son las objetivamente suficientes, como lo explicará Olivé la objetividad estará ligada a la
justificación en contextos específicos. La concepción de objetividad de Olivé parte de la pugna
que sobre esta mantienen Luis Villoro y Ulises Moulines, para el segundo según nos explica Olivé
“la verdad tiene sólo que ver con la existencia objetiva de los hechos, y nada tiene que ver con las
creencias ni con las razones de los seres humanos” (Olivé, 2013, p. 99). En este caso no hay cabida
para relacionar objetividad con intersubjetividad puesto que para esta postura los hechos son
independientes de las creencias por lo que, se concibe que la existencia de un hecho no está dada
intersubjetivamente. Por su parte, Villoro explica que si bien objetividad e intersubjetividad no son
lo mismo si guardan una relación de implicación.
El problema con el que se topan los que defienden la postura de objetividad como aceptabilidad
racional es vincular la argumentación racional o mejor las razones que dan cuenta de un hecho con
la realidad objetiva. Se ve claramente como un problema de índole epistémico remite a una
cuestión de carácter metafísico. Así las cosas, Olivé enfrenta el dilema de cómo las buenas razones
dicen algo verdadero y genuino de la realidad y como si fuera poco explicar cómo las distintas
comunidades epistémicas con recursos y maneras diferentes de concebir el mundo podrían acceder
al conocimiento de la realidad. Veamos como teniendo en cuenta la propuesta de Villoro le
permitirá a Olivé resolver los impases e ir más allá de él.
Que los sujetos conozcan el mundo requiere que ese conocimiento se base en razones
objetivamente suficientes. Una razón es objetivamente suficiente si es válida no
únicamente para quien juzga, sino que es válida –como lo dice Villoro- “con independencia
de cualquier juicio particular que de hecho se formule sobre ellas” (Villoro, 1982, p.137)
“Objetivo” –agrega Villoro- es aquello cuya validez no depende del punto de vista
particular de una o varias personas, sino que es válido con independencia de este punto de
vista, para todo sujeto de razón que lo considere” (ibíd., 137-138). (Olivé, 2013, p. 101)
69
Así las cosas, el concepto de objetividad está concebido dentro de un contexto de discusión
racional. Lo interesante es que las buenas razones respaldan los hechos objetivos, razones que son
intersubjetivas pero que permiten concluir la existencia transubjetiva del hecho, esta es la manera
en la que Villoro explica la relación entre objetividad e intersubjetividad. Dicho de otro modo,
objetividad e intersubjetividad no son lo mismo, pero se implican porque las buenas razones nos
permiten concluir la existencia “transubjetiva” de un hecho, de ahí que Olivé refiriéndose a Villoro
indique “Las razones objetivas son incontrovertibles para cualquier sujeto de una comunidad
epistémica, luego son intersubjetivas. Las razones objetivas en este sentido, justifican una creencia
intersubjetiva” (Olivé, 2013, p. 101). La noción de objetividad concebida por Olivé se enmarca
dentro de una aceptabilidad racional en contextos específicos, empleando sus propias palabras
70
fue la relación de la racionalidad epistémica con la verdad, esto es, su pretensión consistió en
dilucidar una noción de verdad que fuera congruente con su noción de racionalidad. El examen del
problema de la verdad le exigió al filósofo mexicano realizar una reconstrucción de las condiciones
de posibilidad que le permitiesen afirmar que alguien sabe algo verdadero de la realidad, por eso,
expuso lo que se debía entender por saber, para ello, entra en discusión con la propuesta platónica
del conocimiento y las objeciones que Villoro realiza sobre ésta. La concepción de conocimiento
que se desprende de la tradición platónica entiende el conocimiento como una creencia verdadera
justificada, Olivé lo sintetiza de la siguiente manera
S sabe que P
si y solo si
1) S cree que P
2) P es verdadera
3) S tiene razones suficientes para creer que P (Olivé, 2013, p. 104)
Tanto Villoro como Pereda objetan esta concepción tradicional de saber al indicar que es una
versión incompleta. Los reparos que tiene Villoro según nos explica Olivé tienen que ver con “si
la proposición «S sabe que p» incluye la proposición «p» es verdadera, y verdadera se entiende
como en el sentido de la verdad absoluta, entonces solo sabríamos las proposiciones infalibles”
(Olivé, 2013, p. 105) Así las cosas, si se entiende que «p» es verdadera entonces no se podrían
alegar razones en contra de «p». La otra objeción de Villoro explicíta que en la segunda
formulación no se menciona quien juzga la verdad de «p» entonces se infiere que la verdad es
independiente al sujeto cognoscente. Por tal motivo, en su reformulación de la concepción
tradicional de saber Villoro elimina la variante de verdad, Olivé expone de la siguiente manera la
concepción de Villoro
S sabe que P
si y solo si
1) S cree que P
2) S tiene razones objetivamente suficientes para creer que P (Olivé, 2013, p. 106)
Es pertinente hacer esta reconstrucción de la apuesta de Villoro porque es sobre la que Olivé
dilucidará la propia. La precisión que hace Olivé es que la verdad fue eliminada como condición
en la definición de saber pero que la verdad aparece de nuevo para dar cuenta de la posibilidad del
71
saber, lo que intenta entonces Villoro es mediar entre un relativismo de tipo epistemológico con
una apuesta de un realismo ontológico. En palabras de Olivé
Así pues, Villoro claramente ha formulado una posición relativista epistemológica, pero la
controla con su realismo ontológico junto con su noción de razón: “el saber se basa en
razones; y razón es lo que conecta la proposición con la realidad existente. Luego cualquier
creencia basada en razones incontrovertibles, aunque sea falible, no depende para su verdad
de las variables actitudes psicológicas de una comunidad sino de las garantías que ofrezcan
las razones para alcanzar la realidad (Olivé, 2013, p. 108)
La concepción de verdad expuesta por Villoro es refutada por Olivé debido a divergencias en
puntos estructurales como el compromiso metafísico y la acepción de verdad entre
correspondencia y adecuación. Olivé disiente del supuesto metafísico que subyace a la propuesta
de su colega que defiende la existencia de una realidad absolutamente independiente de los sujetos
cognoscentes y de los recursos conceptuales disponibles, sumado a esto, discrepa de la concepción
de verdad como correspondencia entre el lenguaje y la realidad. El primer punto es argumentado
por Olivé desde los trabajos de Kuhn los cuales colocan en entredicho las posturas que asumen un
mundo independiente de los esquemas y los marcos conceptuales. Las tesis de Kuhn en torno a la
ciencia normal, las crisis y las revoluciones científicas muestran el carácter contingente de las
teorías y la manera cómo las revoluciones conllevan al abandono de paradigmas anteriores y al
cambio de sistemas conceptuales, incluso el cambio en la visión de la estructura de mundo.
En este aspecto Olivé está de acuerdo con la corriente denominada realismo interno representada
por Hilary Putnam del que cita la siguiente afirmación “El realismo interno sostiene que la
pregunta acerca de cuáles son los objetos que constituyen el mundo sólo tiene sentido plantearla
dentro de un marco conceptual o una descripción determinada, y que la verdad es un tipo de
aceptabilidad racional” (Olivé, 2013, p. 111). Para el filósofo mexicano los planteamientos de
Kuhn y de Putnam son compatibles y útiles para la construcción de una teoría del conocimiento
que reconozca el carácter social del conocimiento. Otro autor de clara influencia en la propuesta
de Olivé es Habermas del que expresa algunas limitaciones como que al circunscribir la verdad a
la justificación de agentes deja de lado la caracterización de la realidad al no indicar cómo el
consenso racional alcanza el conocimiento de la realidad objetiva.
72
Este es el marco dentro del cual Olivé propone una concepción de verdad como adecuación y como
aceptabilidad racional en la que asume una perspectiva internalista que sustenta que los hechos no
son independientes de los marcos conceptuales pero que estos nos dicen algo de la realidad
objetiva. Como se verá más adelante, Olivé afirmará que la existencia de los hechos está ligada
con las razones, pero va más allá al afirmar “el hecho es esa confluencia de lo que es enunciado y
de lo que es impuesto. Lo que es enunciado incluye lo que el sujeto pone, y lo que está presente o
es impuesto es lo que es dado por la realidad independiente” (Olivé, 2013, p. 115)
Olivé al rescatar la noción de verdad en la formulación de saber entiende que si una proposición
es verdadera se refiere a un hecho en la realidad y a la vez la proposición verdadera es adecuada
con la realidad. No obstante, los hechos no son independientes de los marcos conceptuales, dicho
de otro modo, los hechos no son independientes de las buenas razones que se puedan dar en un
marco conceptual para su aceptación, dicho en palabras de Olivé
Al considerar una proposición como verdadera, se entiende que es un hecho, empero, ambas
cuestiones están ligadas a su aceptación en condiciones de diálogo óptimas que se dan dentro de
un marco conceptual, es decir, la existencia del hecho está ligada con las razones que sea posible
dar en función de él. Así las cosas, para el filósofo mexicano la verdad supone justificación, pero
no se agota en ella. Sumado a esto, es posible un diálogo entre distintos marcos conceptuales
siempre y cuando al formular una proposición ésta posea el mismo significado. Dentro de este
panorama Olivé propone su noción de verdad
73
La argumentación de Olivé gira en torno a que la aceptabilidad racional en condiciones epistémicas
óptimas posibilita un conocimiento genuino de la realidad. Para no quedar atrapado en la
particularidad de cada marco conceptual esboza la posibilidad de diálogos entre éstos siempre y
cuando compartan en el significado en la formulación de proposición. En este segundo punto sale
a relucir el otro aspecto de la verdad, a saber, el de adecuación que se establece cuando diversos
marcos conceptuales mediante razones objetivamente suficientes llegan a un conocimiento
genuino, aunque falible de la realidad, citando a Olivé “la verdad, a diferencia de la objetividad,
trasciende el marco en el que está expresada la proposición en cuestión y tiene una aplicación
interesquemática, es universal” (Olivé, 2013, p. 118)
En el libro Razón y sociedad publicado en 1996 se encuentra un intento por profundizar y aclarar
la noción de racionalidad y mostrar la importancia de esta en el abordaje de problemas sociales.
En el mencionado texto Olivé expone de nuevo cuestiones como la objetividad, la verdad, la
perspectiva internalista e incluye análisis de aspectos como el relativismo conceptual, los marcos
conceptuales, el relativismo, la inconmensurabilidad y el problema del cambio social. Los
conceptos eje de racionalidad, objetividad y verdad tratados en el libro no tienen mayor
resignificación respecto a los expuestos en el apartado anterior. No obstante, se reiterarán algunos
aspectos con el fin de brindar mayor claridad y mostrar qué nuevos detalles se exponen de estos
conceptos. Sumado a esto, se mostrará cómo Olivé esclarece el problema de la diversidad de los
marcos conceptuales, la interacción de sujetos dentro de un mismo marco conceptual y los criterios
de racionalidad en relación con los marcos conceptuales.
Olivé destaca que conceptos como el marco conceptual y la racionalidad permiten elaborar un
instrumental teórico que contribuya a entender problemas de índole social, entre las problemáticas
que se mencionan está la relación entre sociedades modernas y los grupos étnicos tradicionales, la
problemática que suscita la toma de decisiones en torno a políticas de investigación tecnológica y
científica puesto que éstas no deben restringirse únicamente a una racionalidad de tipo instrumental
que supone una elección de los medios adecuados para obtener fines prefijados, y la pugna entre
la homogeneización social frente a la diversidad cultural que conllevan a cuestiones como el del
74
cambio social, identidad colectiva entre otros. Como se indicó la noción de marco conceptual
resulta imprescindible para entender los problemas de índole social mencionados en líneas
anteriores, en el artículo Racionalidad, objetividad y verdad Olivé refiriéndose a los marcos
conceptuales expresó
Para que lo miembros de una misma comunidad epistémica tengan acceso a las mismas
razones con respecto a una determinada creencia, es preciso que compartan ciertas cosas,
entre otras, creencias previas, reglas de inferencia, normas y valores epistemológicos,
metodológicos, e incluso éticos y estéticos, así como presupuestos metafísicos, de manera
tal que puedan comprender y someter a discusión racional las ideas propuestas por otros
miembros de la comunidad y, como resultado de tal discusión, llegar a aceptar de común
acuerdo a ciertas proposiciones como razones que apoyan a otras proposiciones. El
conjunto de elementos mencionados son los que conforman un cierto marco conceptual
(Olivé, 2013, p. 102)
Así las cosas, dentro de los múltiples elementos que conforman los marcos conceptuales están las
formas de razonamiento, las reglas de inferencia y los principios metodológicos que divergen de
una cultura a otra. No obstante, existen elementos compartidos entre distintos marcos conceptuales
como lo puede ser el principio débil de no contradicción que como se había mencionado se refiere
a la imposibilidad de aceptar todos los enunciados que puedan utilizarse en un lenguaje
determinado. A nivel metodológico, el principio de verificación refutación o más conocido como
ensayo error y no mencionado por nuestro autor pero que se puede indicar un principio de
causalidad. Lo cierto es que no todos los marcos conceptuales convergen ni incluyen el mismo
tipo de lógica ni de principios. Olivé enfatiza que los marcos conceptuales son construcciones
sociales puesto que no se desarrollan al margen de las interacciones entre las personas que
conforman las culturas o sociedades. De ahí que, la importancia de los marcos resida en
75
principios universales de racionalidad para dar paso a la idea de que los criterios y principios se
construyen en contextos de interacción dialógica, puesto que no todos los marcos conceptuales
incluyen el mismo tipo de lógica ni principios. En otras palabras, no existen principios ni criterios
transculturales de racionalidad, sino que estos principios y criterios se supeditan a cada marco
conceptual que a su vez determinan lo que es racional.
Recordemos que en el artículo de 1988 Olivé distinguía entre principios de racionalidad y criterios
efectivos de racionalidad, allí indicaba que los principios de racionalidad poseían un carácter de
universalidad al ser presupuestos por los sistemas de creencias, allí exponía “será necesario
distinguir esta racionalidad genuinamente universal de diferentes “racionalidades” caracterizadas
para comunidades epistémicas específicas en términos de conjuntos de criterios, los cuales, como
conjunto, ciertamente pueden no ser genuinamente universales. Esta es la base de la idea de
distinguir entre principios de racionalidad presupuestos por cualquier comunidad epistémica y los
criterios efectivos de racionalidad” (Olivé, 1988, 274). En 1996 al ajustar su planteamiento, Olivé
expresa
Por eso me parece a mí que podemos elucidar lo que significa en general ser racional, o
comportarse como racionalmente, pero no podemos encontrar principios universales de
racionalidad, y menos criterios universales de racionalidad. Si no tiene sentido que nos
planteemos la búsqueda de principios y criterios de racionalidad, entonces debemos buscar
principios y criterios en relación con marcos conceptuales específicos. Nuestro supuesto
es, pues, que todo marco conceptual útil para obtener conocimiento acerca del mundo, y
para interactuar con él debe tener principios y criterios de racionalidad, pero de una
racionalidad que debemos escribir con minúsculas, porque es específica de ese marco, y no
tiene que ser universal (Olivé, 1996, p. 46)
Al negar la posibilidad de principios universales de racionalidad Olivé coloca los ejemplos que
había proporcionado de éstos en su posición anterior, a saber, el principio débil de no contradicción
y los procesos de verificación refutación como elementos básicos y criterios de los marcos
conceptuales que son de carácter particular debido a que son un constructo social. De esta manera,
el filósofo mexicano pasa a entender como criterios de racionalidad a aquellas normas que se
aplican en el proceso de justificación de una creencia y resalta que la no existencia de principios
universales de racionalidad no significa que en cada contexto no existan criterios que determinen
lo que en ese contexto es racional.
76
En todo marco conceptual, pues, habrá un núcleo de criterios de racionalidad constituidos
por principios lógicos, cuya violación tiene consecuencias (negativas), y por consiguiente
el mantenerlos significa mantener una lógica. Pero lo que no podemos asegurar es que
todos los marcos conceptuales incluyan el mismo tipo de lógica, y de principios lógicos.
En general diversas culturas ciertamente tienen y usan lógicas, pero éstas pueden ser
diversas y no necesariamente se pueden reconstruir en términos de la lógica clásica (Olivé,
1996, p. 50)
Cabe resaltar que el filósofo de la ciencia dilucida un relativismo moderado que pretende dar
cuenta de la relación entre marcos conceptuales y la posibilidad de conocer e interactuar con ese
mundo. Para no caer en el relativismo extremo Olivé asiente la imposibilidad de una
inconmensurabilidad total entre marcos conceptuales puesto que a raíz de la facultad de la razón y
el lenguaje es posible que se propicie una interacción comunicativa. Olivé entiende que dos marcos
son parcialmente inconmensurables “si algunas de las oraciones formulables en sus lenguajes son
traducibles al lenguaje de otro marco, pero existe en el lenguaje que corresponde a alguno de los
marcos conceptuales, la cual no puede ser traducida de ninguna manera a alguna oración en el
lenguaje correspondiente al otro marco conceptual” (Olivé, 1996, p. 181).
77
Tesis relativista epistemológica, no puede haber una única, completa y verdadera
descripción acerca del mundo. Puede haber, y de hecho ha habido, una amplia variedad de
concepciones del mundo, cada una de las cuales ha tenido creencias justificadas y
verdaderas […] Tesis relativismo ontológico, la existencia y la naturaleza de un objeto es
dependiente de los marcos conceptuales. Los objetos y los hechos en el mundo, pueden
variar según el marco conceptual que se adopte. Esto supone que lo que es un objeto, o un
hecho, tanto como lo que cuenta como objetos o como hecho, depende siempre, de algún
marco conceptual (Olivé, 1996, 179-180)
El nexo que indica Olivé entre las proposiciones verdaderas que son las que resultan del diálogo
entre personas de diferentes marcos conceptuales y la verdad como adecuación consiste en que es
posible afirmar que son creencias verdaderas puesto que nos muestran algo del mundo y además
corresponden al mundo tal y como es. Llegados a este punto cabe destacar que existe una especie
de ambigüedad en el postulado de Olivé pues destaca que los marcos conceptuales constituyen los
hechos de la realidad y a la par se entrevé una idea que sostiene una especie de realidad
independiente de los marcos conceptuales, como si la realidad independiente fuera una especie de
noúmeno, desde la perspectiva de Olivé
78
independiente es recortada en un mundo de hechos y objetos mediante la aplicación de cada
marco conceptual (Olivé, 1996, 189)
De acuerdo con lo expresado, existe una realidad independiente que es recortada por los marcos
conceptuales. No obstante, los hechos y los objetos del mundo si dependen estrictamente de los
marcos conceptuales. Esta concepción al recibir gran cantidad de objeciones será replanteada por
Olivé como se verá más adelante. Lo cierto es que en este momento el filósofo mexicano no dedica
muchas explicaciones que detallen la cuestión de esta realidad independiente, lo que indica es que
de dicha realidad independiente no es posible afirmar muchas cosas y que en caso de hacerlo se
debe hacer desde una argumentación filosófica desde un enfoque metafísico.
El pluralismo expuesto por Olivé pretende superar las visiones universalistas y absolutistas sobre
la racionalidad sin colapsar en un relativismo extremo ni en un escepticismo. En palabras de Olivé
El modelo pluralista expuesto por Olivé se basa en el pluralismo de Larry Laudan quien tuvo una
enorme influencia en los derroteros que siguieron las investigaciones sobre filosofía de la ciencia
y epistemología de la escuela de la UNAM. Tanto el pluralismo de Olivé como el de Laudan
abogan por una diversidad de enfoques metodológicos y axiológicos, es decir, en el desarrollo
79
científico no existe un solo método para lograr el conocimiento y además de esto el conocimiento
científico también está mediado por múltiples valores. Las tesis que sustentan el modelo pluralista
de Olivé son
1) No hay ninguna esencia que sea constitutiva de la ciencia de una vez y para siempre.
2) En la ciencia no hay ningún conjunto fijo de fines que sean los únicos fines legítimos a
perseguir.
3) No hay conjunto fijo de reglas metodológicas que sean las únicas reglas metodológicas
legítimas para aplicar la ciencia.
4) El progreso científico siempre tiene que ser evaluado de acuerdo con un conjunto
específico de fines, de valores y de reglas que son relativos a algún contexto (Olivé,
2004, p. 135)
De forma general se tilda al pluralismo de relativista, en parte es cierto, el pluralismo es una forma
de relativismo. No obstante, la finalidad del trabajo del filósofo mexicano es dilucidar un
pluralismo que no recaiga en un relativismo extremo. Para tal fin, le da unas características a su
pluralismo a saber
80
6) No niega la posibilidad de comunicación entre defensores de diferentes puntos de vista,
aunque reconoce que pueden surgir diferencias que no se podrán resolver por medios
puramente racionales (Olivé, 2004, p. 148)
El problema que ya se ha destacado según este planteamiento reside en que cómo es posible
diferenciar entre lo construido de la realidad, lo que se responde aquí es que, el mundo construido
es el mundo real, y la realidad es determinante porque se impone, esta tesis supondría la
compatibilidad entre el constructivismo y el realismo interno. En palabras de Olivé “El hecho es
la confluencia de lo que es enunciado y de lo que es impuesto al sujeto y se le resiste. Lo que es
enunciado incluye lo que el sujeto pone por medio de su lenguaje y de sus marcos conceptuales,
pero hay algo que le es impuesto al sujeto y que constituye una condición necesaria para la
existencia del hecho” (Olivé, 2004, p. 177) El punto del asunto no es que el sujeto construya el
mundo voluntariamente, lo que se entiende es que hay un mundo previo o una realidad que
constriñe, pero igualmente los hechos son tales gracias los marcos a los conceptuales. Vuelve y
juega una visión de realidad como totalidad que es independiente de la voluntad y de los deseos
de los sujetos.
La noción de racionalidad encaja con la perspectiva pluralista ya que ésta se entiende como
capacidad de todos los seres humanos pero cuyas formas de realización no son comunes a todos,
sino que al ejercerse la racionalidad es relativa a los marcos conceptuales. En suma, el pluralismo
da cabida a diversidad de recursos, criterios, principios, contextos, cursos de acción y propugna el
respeto a otros puntos de vista, empero, no asume que todos los puntos de vista sean correctos. La
cuestión es que Olivé no proporciona criterios que permitan distinguir entre puntos de vista
correctos e incorrectos.
81
3.6 La escala de las capacidades de la racionalidad
Se afirma que hay una ampliación respecto a la anterior posición sobre la razón y no una oposición,
Olivé entendía la razón como la capacidad de los seres humanos que les permitía hacer elecciones
de creencias y elegir cursos de acción, ésta visión es ampliada al considerar su carácter evolutivo
y al atribuir a diversas especies de animales estas mismas capacidades. Ahora bien, esta noción de
razón está constituida por múltiples capacidades compartidas con otras especies, A continuación,
se cita la escala de capacidades del ejercicio de la razón indicada por el filósofo mexicano
a) Tener representaciones del mundo y discriminar entre aquellas que surgen por la
presencia en el campo perceptual del agente de lo representado y aquellas que no surgen
por dicha presencia en ese momento
b) Hacer conexiones entre representaciones
c) Tener creencias, aceptar o rechazar unas creencias, y elegir entre creencias
alternativas
d) Proponerse fines que alcanzar y tratar de lograrlos
e) Conectar unas creencias con otras, es decir, hacer algunas inferencias
f) Elegir en ciertas circunstancias entre cursos de acción posibles
g) Asociar representaciones con términos lingüísticos
h) Aprender y usar un lenguaje proposicional
i) Expresar creencias por medio de proposiciones, las cuales a la vez pueden ser
enunciadas por medio de las oraciones de lenguajes particulares
j) Conectar algunas proposiciones con otras, es decir, hacer inferencias (por lo menos
deductivas, inductivas y analógicas)
k) Comunicarse con otros agentes que tienen y ejercen, si no todas, por lo menos
algunas de estas capacidades
l) Dialogar, dar y recibir razones, con otros agentes capaces de manejar un lenguaje
proposicional
82
m) Construir modelos, incluyendo teoría, que sirven como guías para la acción y para
la intervención en el mundo
n) Elegir ciertas circunstancias entre modelos
o) Tener por valiosos ciertos objetos y estados de cosas en el mundo, así como ciertas
acciones, es decir, tener valores
p) Evaluar en ciertas circunstancias determinadas creencias y cursos de acción posibles,
y elegir de entre ellos aquellos que les sirven mejor – de acuerdo con sus intereses y
sistemas de valores – para obtener los fines que se proponen
q) En determinadas circunstancias, justificar inferencias
r) En determinadas circunstancias, justificar creencias y cursos de acción elegidos
s) Evaluar en ciertas circunstancias los fines que se proponen alcanzar
t) Evaluar en ciertas circunstancias sus intereses y sus valores, justificarlos y en
ocasiones, modificarlos o cambiarlos (Olivé, 2011, p. 31- 32).
Al comparar la dilucidación realizada en los apartados anteriores y esta visión de una racionalidad
naturalizada y plural se encuentra que hubo una transición entre la noción de marcos conceptuales
a la de prácticas cognitivas; por prácticas cognitivas entiende Olivé a un sistema dinámico que
incluye varios elementos como: agentes con capacidades y propósitos comunes, un medio en el
que se desarrolla la práctica, conjuntos de representaciones en el mundo, supuestos lógicos entre
los que se encuentran las normas, reglas, instrucciones y valores. De esta manera, los elementos
83
constitutivos de los marcos conceptuales se integran ahora a las prácticas cognitivas que amplían
el espectro puesto que adiciona elementos y le permite el engarzo con su nuevo enfoque
pragmatista.
Olivé no siempre asintió el enfoque pragmatista, de hecho, en su primera producción teórica tuvo
varios reparos, recordemos que en Razón y Sociedad afirmaba “Los extremos consisten en el
racionalismo universalista a ultranza o en el pragmatismo o relativismo también extremos a
ultranza. Ninguna de estas concepciones puede ofrecer un análisis digno de la situación ni
herramientas (Olivé, 1996, p. 27) No obstante, se ha reiterado que no hay un abandono del proyecto
original de hecho hay conceptos que no sufrieron cambios drásticos, tal es el ejemplo de la
objetividad, la cual sigue guardando su relación con las buenas razones que justifican la creencia
en cuestión. De esta manera para constatar la objetividad de una creencia se basa en razones que
se puedan esgrimir dentro de un mismo concepto y que todos los miembros puedan representarse
el mismo objeto en circunstancias análogas.
Es importante recalcar que si hubo un concepto que tomó un nuevo viraje fue la perspectiva del
realismo, que le permite a Olivé terminar con la ambigüedad del mundo independiente de los
marcos conceptuales, ahora Olivé reformula la postura del realismo aduciendo
Lo que realmente existe, si deseamos ponerlo de esa manera, es un sistema que incluye
un colectivo de agentes, que viven y actúan dentro de un medio, y que para poder
movilizarse y actuar requieren de representaciones, de creencias, de emociones, de
intereses, de fines y propósitos, de planes y proyectos. Entonces, no tiene sentido hablar
de “objetos en sí mismos”. Los objetos son necesariamente objetos en un medio y para
una clase de agentes (Olivé, 2011, p. 37).
Entre tal colectivo de agentes es posible la interacción dialógica, aquí otro aspecto que atraviesa
todo el proyecto de Olivé, en este caso, se pueden dar prácticas comunes dentro de diversos
mundos. Si se sigue al pie de la letra lo mencionado por el filósofo mexicano es posible inferir que
cada práctica constituye un mundo, dicho de otro modo, las diversas condiciones materiales y
sociales constituyen una variedad de prácticas, es decir, una variedad de mundos. Lo anterior, no
se debe entender en el sentido de que Olivé piense que hay muchos mundos lo que se debe entender
es que la multiplicidad de mundos se refiere a los distintos medios en los que se desenvuelven las
84
prácticas. En consecuencia, Olivé al mostrar la diversidad de las prácticas cognitivas humanas está
mostrando la pluralidad de racionalidades, en palabras de Olivé
En la medida en que el mundo es el mundo para una cierta práctica (aunque puede haber
mundos comunes a varias prácticas), entonces la evaluación como racional o no de
creencias, decisiones y acciones, debe hacerse en relación con prácticas específicas y con
base en criterios de evaluación propios de ellas, o resultado de la interacción dialógica entre
miembros de prácticas distintas que acuerdan cómo evaluar acciones, decisiones o
creencias de interés común. Por eso debemos hablar más bien de una pluralidad de
racionalidades. (Olivé, 2011, p. 37).
Aún son varias las cuestiones que nos inquietan ¿Dimite Olivé de su empeño de que mediante el
uso de la razón (racionalidad) se dice algo genuino de la realidad? ¿Qué implicaciones tiene esta
concepción de una racionalidad plural y naturalizada? En otro apartado atenderemos estas
cuestiones. Olivé refiriéndose a la racionalidad afirma
85
da en contextos que varían históricamente y cuyas condiciones geográficas, sociales, materiales
son distintas.
La tercera parte del libro mencionado constituye una especie de teoría del conocimiento. Allí
nuestro autor expone una concepción naturalista de la experiencia y el conocimiento. Entre las
tesis sostenidas se encuentran: la percepción depende de las prácticas cognitivas, la percepción
tiene un contenido organizado conceptualmente, los conceptos empíricos son anteriores a las
creencias. Veamos de forma más detallada cómo se estructuran estas tesis. Olivé concuerda con la
posición fundamentista débil que afirma que, en condiciones normales, algún tipo de
representación correcta del mundo, que se constituya un punto de partida seguro (humanamente
seguro) para todo genuino conocimiento.
Nos encontramos ante una visión kantiana matizada, aquí no se defiende la existencia de conceptos
independientes de la experiencia, sino que los conceptos surgen de la relación entre los sistemas
perceptuales y el medio. En palabras de Olivé “nuestros sistemas perceptuales son el resultado de
la variación ciega y de la selección y retención de formas de representarse el mundo que han
resultado adaptativas (Olivé, 2008, p. 196). De esta manera, para la percepción de los objetos
requiere necesariamente de la aplicación de conceptos. Existe un concepto utilizado por Olivé que
llama especial atención, este es, concepto empírico primitivo, que se refiere a los conceptos que
86
tienen su origen en las exigencias del funcionamiento del sistema perceptual, se entendería
entonces que este concepto empírico primitivo es característica de todo agente con un sistema
perceptual sea capaz de representarse el concepto al ser percibido por medio de los sentidos.
Explicado por Olivé
Los conceptos empíricos, es decir, aquellos que se aplican a objetos que pueden percibirse
por medio de la experiencia, y nos restringimos a los más primitivos, o sea, los que se
aplican a objetos que pueden percibirse directamente por medio de los sentidos. Los
conceptos empíricos primitivos forman parte de la realidad como producto necesario de la
existencia de especies de animales capaces de percibir objetos del mundo (Olivé, 2008, p.
197)
Así las cosas, Francisco Miró Quesada y León Olivé persiguieron el objetivo de dilucidar una
teoría de la racionalidad, empero, lo hicieron desde perspectivas diferentes. El abordaje que el
filósofo peruano realiza de la razón está nutrido por los enormes avances de la metateoría y de las
distintas escuelas filosófico-matemáticas del siglo XX. Miró Quesada encontró que, para la
formulación de una teoría de la razón, era necesario analizar a fondo la enorme masa de resultados
obtenidos en la investigación matemática, además de afrontar los problemas que suscitaron la
existencia de diversos tipos de lógicas cuyas variadas formas del proceso deductivo y sus formas
de derivación hicieron entrever una desconcertante relatividad del conocimiento. Únicamente de
esta manera, según Miró Quesada, sería posible intentar la elaboración de una teoría sistemática
sobre el sentido, la estructura y los alcances del conocimiento racional.
Como se indicó a lo largo de este capítulo, el trabajo del filósofo mexicano consistió en elaborar
una teoría de la racionalidad que le permitiera dar cuenta del fenómeno de la diversidad cultural
sin caer en un universalismo etnocéntrico o en un relativismo radical. El constante diálogo y los
87
comentarios y objeciones de los colegas a los postulados de Olivé le permitirían ir depurando sus
planteamientos de tal manera, que ampliaran su poder explicativo.
88
A MODO DE CONCLUSIÓN: ALCANCES, LÍMITES E IMPLICACIONES DE LAS
CONCEPCIONES DE RACIONALIDAD EN FRANCISCO MIRÓ QUESADA Y LEÓN
OLIVÉ
Las maneras de abordar el problema de la racionalidad en Francisco Miró Quesada y León Olivé
resultan diferentes. Algunas de las razones que podrían dar cuenta de este desencuentro son las
fuentes que nutren cada una de las propuestas. En el caso de Miró Quesada el abordaje de la razón
se realiza a partir de los enormes avances de la metateoría y de las distintas escuelas filosófico-
matemáticas del siglo XX. Por tal motivo, sale a relucir el influjo de pensadores que desde distintos
enfoques intentaron fundamentar las matemáticas como Cantor, Frege, Russell, Hilbert y sus
respectivas escuelas: el platonismo, el logicismo, el formalismo y el intuicionismo. Empero, el que
sacude los cimientos y resultó fundamental para el trabajo del filósofo peruano fue Kurt Gödel. En
Olivé, es posible entrever la influencia del historicismo científico propuesto por Thomas Kuhn,
Paul Feyerabend, el realismo interno de Hilary Putnam, los intercambios que tuvo con el filósofo
estadounidense Larry Laudan y su posterior influencia del pragmatismo. Bajo esta perspectiva, en
este apartado de conclusiones se sitúan el examen crítico de las apuestas de nuestros autores y el
contraste de sus concepciones de racionalidad.
El trabajo emprendido por Miró Quesada, sin lugar a dudas, fue de enormes proporciones, tarea
similar a la emprendida por varios filósofos de la modernidad, nada menos que ahondar en el
fundamento del fundamento. A partir de una serie de eventos que cuestionaron el lugar privilegiado
de las matemáticas y la lógica como sustrato de todo auténtico conocimiento; todo parecía indicar
que los intentos de una fundamentación racional ya habían caducado. La obra de Gödel también
conllevaba a cuestionar el imperio de la racionalidad en el escenario en el cual este guardaba
vigencia, a saber, en el campo de los conocimientos lógico matemáticos.
Miró Quesada, conocedor de este panorama, no abandonó el proyecto de la razón, por el contrario,
se empeñó en proponer una teoría de la razón que diera cuenta de estos cambios producidos al
interior de la lógica y las matemáticas. El filósofo peruano expuso un racionalismo histórico de
carácter principista. Esto no quiere decir que Miró Quesada adoptó tesis del historicismo pues de
este afirmaba que
89
El historicismo tiene que aceptar que, mientras un sistema cognoscitivo tiene validez en
una época determinada, hay una racionalidad que lo hace posible, que permite superar lo
totalmente arbitrario (Miró Quesada, 2012b, p. 207)
En este sentido, no es que los principios racionales varíen históricamente sino que el proceso
interno de la razón que se da dentro de un entramado histórico depura los principios quedando
algunos invalidados mientras que otros demuestran su validez suprahistórica. A pesar de que Miró
Quesada afirma que el racionalismo clásico no se puede sostener lo cierto es que sigue defendiendo
algunas de sus tesis
Esto no significa de ninguna manera que no existan, principios racionales de validez
indubitable. Porque la existencia de estos principios nos impone, inevitablemente, que el
conocimiento de la realidad que se constituye por medio de ellos sea también necesario y
universal [...] Los principios de la razón sirven, en este caso, para hacer posible la existencia
de criterios de confirmación o de refutación; y dentro de este proceso permiten alcanzar la
comprensión de hechos conocidos y la predicción de nuevos hechos (Miró Quesada, 2012b,
p. 207)
No es posible afirmar que en Miró Quesada hubo un cambio en su propuesta respecto a su proyecto
inicial. Lo cierto es que en la última exposición que hace de la razón en “Esquema” sigue
defendiendo la idea de que la razón posee principios. No es cierto tampoco que Miró Quesada no
fuera consciente de los límites de la razón pues pese a la importancia que le asignó resaltaba que
la razón nunca llegaba a una conclusión de manera perfecta. Richard Orozco lo expresa así:
Así lo concibe FMQ y establece que este tipo de racionalismo que sobrevive es “la creencia
de que, aunque de manera imperfecta, la razón permite fundamentar un campo muy grande,
y siempre en aumento, de conocimientos cuyo poder suasorio es prácticamente universal”
[...] La respuesta de nuestro filósofo es un nuevo tipo de racionalismo mucho más tímido
que él reconoce como “mínimo”, en el que aunque sea un principio se salva. Ese
racionalismo mínimo por lo menos es la garantía de que aún podemos tener la esperanza
en la razón y en la posibilidad de una teoría de los principios (Orozco, 2019, p. 200)
Por esta misma línea, el filósofo colombiano Leonardo Tovar en su artículo Francisco Miró
Quesada, entre universalismo y latinoamericanismo indica que la propuesta de Miró Quesada no
surge de un ingenuo racionalismo ni de un desconocimiento de las tendencias relativistas, en sus
palabras
90
Sin embargo, aclaremos que este primado racional no surge de un ingenuo racionalismo ni
de la terca ignorancia de las tendencias escépticas y relativistas en el filosofar
contemporáneo, sino de la convicción de que se pueden y se deben hallar puntos de
entendimiento que en último término concilian las distintas posiciones en juego. Contra el
imperio de una razón absolutista que ahoga las diferencias epistemológicas y éticas, el
racionalismo de Miró Quesada parte de la confianza de un telos (finalidad) racional que
emana de esas mismas diferencias, permitiendo alcanzar acuerdos tanto en las cuestiones
del conocimiento como de la acción humana. Se trata por tanto de una razón pluralista
abierta al diálogo, que no sucumbe al escepticismo de la falta de razones, ni al dogmatismo
de la imposición de las propias razones (Tovar, 2019, p. 3).
Llegados a este punto surge la inquietud ¿es vigente hacer un abordaje de la razón desde un
formalismo matemático? La tarea de escudriñar en el campo lógico matemático para dilucidar la
manera cómo el conocimiento formal se aplica a la realidad material nunca perderá vigencia. Las
matemáticas seguirán gozando de ser el conocimiento racional por excelencia. Ahora bien, otra
alternativa que podría guiar una tarea de defender principios podría sustentarse desde la idea de
que todo sistema de principios emerja de manifestaciones históricas de la sociedad.
Es claro que no desestimamos la idea de socavar en el campo del conocimiento lógico matemático
para entender el dinamismo de la razón, en esto acordamos con Miró Quesada. No obstante, si nos
apartamos de la visión de encontrar principios racionales suprahistóricos. El ejercicio realizado
por el filósofo peruano, sin duda, abre un derrotero que indiscutiblemente deberá seguir quien
quiera repensar una teoría de la razón desde este enfoque. En este sentido, una necesaria
continuación del proyecto miroquesadiano deberá establecer los cambios que han surgido en el
campo de la metamatemática en los últimos veinte años para desde allí intentar comprender las
maneras en las que procede este campo privilegiado del conocimiento. Dicha tarea necesariamente
se adentra en un campo especializado. Por tal motivo, se requiere una formación matemática sólida
con una actitud filosófica tal y como la que contaba Miró Quesada.
Es así como, la tarea del maestro Miró Quesada por ser de tan grandes proporciones quedó
inconclusa, empero, en estos tiempos en los cuales el relativismo extremo, los discursos de la
posverdad han ganado terreno es loable la tarea de pensar una teoría de la razón ampliada que nos
permita hacerle frente a la idea del todo vale que impide construir formas de validación del
conocimiento.
91
4.2 Análisis de la racionalidad naturalizada y plural de León Olivé
Este apartado se centra en la propuesta del último Olivé que sostiene que la racionalidad es
evolutiva, naturalizada y plural. De acuerdo con esto, y según la argumentación de Olivé, no es
posible encontrar principios de racionalidad debido a la diversidad de contextos en los que la
racionalidad se desarrolla. En este sentido, la ubicación geográfica, los recursos materiales
disponibles, la organización social y económica son elementos determinantes para el ejercicio de
la razón. Lo que implica que lo racional o irracional depende de los criterios localmente
pertinentes.
Lo que agrega Olivé es que los sistemas perceptuales por el hecho de tener representaciones de
objetos generan los conceptos de esos objetos. Ahora bien, estos conceptos proceden de la
interacción con el mundo. En este punto, lo que propone Olivé es entender los conceptos
naturalistamente, es decir, que hay conceptos que tienen su origen en la percepción. Recordemos
que en el último apartado del tercer capítulo explicitábamos cómo Olivé se basa en la idea kantiana
de la percepción y los conceptos. Veamos una cita distinta a la que indicábamos en ese capítulo
Esto nos permite entender la idea kantiana de que la percepción y los conceptos sólo son el
anverso y el reverso de la misma hoja; tenemos conceptos (empíricos) porque tenemos
experiencia, y ésta es posible sólo porque tenemos conceptos pero no porque una anteceda
a los otros, o al revés, sino porque forman parte de un único tipo de sistema (perceptual-
cognitivo-práctico) incapaz de funcionar desde el momento de la percepción – sin la parte
92
conceptual, directamente vinculada a la capacidad de tener representaciones de objetos, y
de interactuar con ellos, de manipularlos y transformarlos (Olivé, 2008, p. 212)
No obstante, a diferencia del filósofo de Königsberg, en Olivé no se trata de una deducción de los
conceptos puros del entendimiento, sino que son conceptos empíricos, es decir, aquellos que se
aplican a los objetos y se perciben por medio de los sentidos. Así las cosas, las representaciones
deben estar acompañadas de conceptos.
Permítaseme indicar que los proyectos de Olivé y Miró Quesada tienen una enorme influencia
kantiana. En el caso de Miró Quesada, en su intento por demostrar dentro del marco del
conocimiento lógico-matemático la existencia y la importancia del a priori y la posibilidad de los
juicios sintéticos a priori. Hay que decir que en ocasiones el filósofo peruano sigue tan
escrupulosamente a Kant que ya se desborda en un platonismo. En cuanto a Olivé, como se ha
mostrado, consiste en la relación entre percepción y conceptos.
Volvamos, las representaciones no son las mismas para todos los agentes, sino que dependen de
las prácticas dentro de las cuales están inmersas además de la percepción y la estructura de mundo
de la comunidad epistémica. En términos de Olivé
Por medio de la percepción sensorial los miembros de una práctica hacen contacto efectivo
con el mundo, cuya estructura constriñe las posibles acciones de los agentes y pone límites
dentro de los cuales tales acciones pueden ser efectivas y tener éxito. Por eso la
normatividad de las prácticas cognitivas sobre el mundo empírico, incluidas las científicas
(qué tipo de acción es correcto hacer o admisible), está restringido por las condiciones de
objetividad de la percepción sensorial y por la estructura del mundo en el que vive y se
desenvuelve la comunidad epistémica en cuestión (Olivé, 2008, p. 206)
Desde esta perspectiva, Olivé precisa nociones como representación, percepción, formación de
conceptos y cómo a partir del entretejimiento de estos se construyen las creencias. Todo lo anterior,
dentro de prácticas que tienen distintas formas de categorizar, percibir, actuar debido a que dichas
prácticas de forma general difieren en sus normas, reglas, valores, en general lo que Olivé
denomina diversidad axiológica de las prácticas.
Todo este esclarecimiento conceptual realizado por Olivé y que podría entenderse como su teoría
del conocimiento tenía el cometido de comprender el origen de las normas epistémicas que
93
emergen de las prácticas cognitivas y dependen de las diferentes formas de actuar, las necesidades
y los ambientes en los que se desarrollan las distintas prácticas. La respuesta que vislumbra
En suma, sólo sugerimos, bajo una perspectiva naturalizada, que las normas y los valores
que sirven como estándares para elegir creencias y teorías (normas epistémicas) tienen su
origen en los procedimientos y acciones que los agentes miembros de una práctica deben
realizar para saber que una determinada representación lo es de un objeto o situación en el
mundo que da lugar a una creencia objetiva (Olivé, 2008, p. 212)
Responder este interrogante tiene enormes dificultades. No cabe duda de que esta propuesta posee
una gran rigurosidad filosófica. León Olivé logra dar cuenta de la diversidad de formas de
conocimiento y explicitar la validez de la existencia de varios estándares de evaluación. En otras
palabras, los planteamientos del último Olivé justifican la existencia de diferentes criterios de
validez del conocimiento, no solo los que se exponen en el campo científico, y dotarlos de valor y
94
legitimidad a las diferentes formas de conocimiento. En suma, su andamiaje teórico logra dar
cuenta de una pluralidad epistemológica.
Ahora bien, lo interesante es que el filósofo mexicano explicíta lo normativo que subyace a las
prácticas cognitivas y por eso despliega su explicación de aspectos de índole epistemológica como
los componentes básicos de un sistema perceptual, la manera cómo se dan las representaciones en
los agentes, la formación de creencias y la evaluación de objetividad.
Esta imagen de la racionalidad y realidad se aleja de los postulados clásicos y pone en evidencia
la dificultad e improcedencia de pensar en la existencia de una única realidad y una razón como
facultad exclusiva que permite tener un conocimiento objetivo del mundo. Algo importante que se
le podría sumar a esta propuesta es la necesidad de que los agentes insertos en las prácticas sean
capaces de recusar, repensar y reevaluar sus propias costumbres y abrirse a un diálogo que dé como
resultado una auténtica interculturalidad.
4.3 El encuentro
Para profundizar en las relaciones entre los acercamientos de estos dos autores en torno a la
racionalidad, vale la pena consultar los juicios del pensador mexicano sobre el filósofo peruano.
En efecto, León Olivé prologa la edición de Apuntes para una teoría de la razón de Francisco
Miró Quesada publicada por la Universidad Ricardo Palma en 2012; recordemos que la primera
edición fue publicada en 1963. En el prólogo Olivé reconoce la importancia, minuciosidad y la
envergadura del proyecto de Miró Quesada
El libro que el lector tiene en sus manos, sin duda es uno de los principales aportes de la
filosofía en lengua española a la filosofía universal, por el rigor con el que aborda el tema
y por la claridad de la exposición de resultados de la filosofía y los fundamentos de la lógica
y de las matemáticas centrales en el siglo XX. Su lectura hoy resulta enriquecedora,
iluminadora y plenamente vigente sobre el importante desarrollo de la metamatemática
95
durante los dos primeros tercios del siglo pasado. En algo que acierta Miró Quesada y sigue
siendo válido, es que la concepción de la razón cambió a partir de los importantes e
impactantes resultados de la lógica y de la metamatemática del siglo XX, y sin ellos no
podemos hacernos una idea acertada de la razón, de su funcionamiento, su uso y de su
evolución (Olivé en Miró Quesada, 2012a, p. 21).
No obstante, Olivé también realiza comentarios críticos a la obra: “otra cosa es que compartamos,
incluso en la época en que fue escrito, todas las tesis a las que se adhiere y defiende con gran rigor
nuestro autor en este libro. Pero ese es el meollo y la razón de ser de la filosofía, suscitar
controversias e invitar al análisis crítico de las tesis propias y ajenas” (Olivé en Miró Quesada,
2012a, p. 21). Una de las cuestiones que Olivé critica del proyecto miroquesadiano en la que no
explaya mayor argumentación es que los resultados del conocimiento lógico- matemático puedan
extrapolarse a las otras ciencias. Entonces, interpreta Olivé que Miró Quesada asume un supuesto
muy discutido, a saber, que la racionalidad epistémica es reductible a la racionalidad lógica.
En la afirmación de Olivé citada arriba, se expresa que incluso en la época en la que se escribió el
libro, se podía disentir de las tesis a las que se adhiere Miró Quesada, ya que por la época de la
publicación original del texto Apuntes para una teoría de la razón, estaban ejerciendo gran
influencia los estudios realizados por Kuhn y Feyerabend, quienes realizaban aportes importantes
en esta materia que no podían dejarse de lado. Olivé realiza el contrapunteo de estas dos posturas:
Quizá más interesante sea detenerse a comentar la tesis fundamental que orienta el libro de
Miró Quesada: hay principios constitutivos de la razón que son universales y absolutos, los
cuales, sin embargo, no se encuentra sino después de un largo proceso evolutivo, pero de
una evolución dirigida por ciertos filtros, que vuelve racional al proceso mismo que
conduce hasta ellos. La reflexión contemporánea al respecto se encuentra dividida entre
quienes siguen manteniendo esta tesis, y quienes por el contrario, si bien consideran que la
razón es efectivamente una capacidad universal de los seres humanos, en el sentido de que
es una capacidad que tiene cualquier ser humano (que no sufra alteraciones mentales)
independientemente del contexto histórico y social en el que haya nacido y crecido, la
estructura de la racionalidad, es decir, los principios que permiten el ejercicio de esta
capacidad, su funcionamiento y su uso, no solo varían históricamente de un modo que no
está orientado hacia un fin determinado o hacia una estructura final, sino que también
dependen del contexto cultural. (Olivé en Miró Quesada, 2012a, p.19).
Desde este punto de vista, Olivé considera que Miró Quesada está comprometido con el modelo
clásico de racionalidad que sustenta que mediante el seguimiento de reglas de rigor lógico-
matemático se debe llegar a resultados universales y necesarios. Además, el filósofo mexicano
96
explicita que Miró Quesada comparte la concepción que sobre la razón defendió la tradición
racionalista según la cual los seres humanos poseen la facultad de la razón que les permite
aprehender la realidad.
Todo esto pese a que el mismo Miró Quesada tuviera enormes reparos con las escuelas filosóficas
clásicas, incluso con el racionalismo. Olivé llama la atención en el punto en el que el filósofo
peruano alejándose del racionalismo clásico defiende un racionalismo histórico.
“la razón es histórica porque sus principios evolucionan a través del tiempo”, pero contra
lo que uno podría suponer al leer esta tesis –que Miró Quesada se convenció de las ideas
que por la época defendieron autores como Kuhn y Feyerabend – nuestro autor sostiene
que “este proceso tiene una dirección, está impulsado por un vector: la depuración de las
evidencias racionales a través del rigor de la formalización” (Olivé en Miró Quesada,
2012a, p.17).
Por esto, Olivé encuadró a Miró Quesada en el modelo clásico de racionalidad puesto que mantuvo
la idea de la existencia de principios de la razón con vigencia suprahistórica. Al parecer Miró
Quesada adoptaba las tesis del carácter histórico de la ciencia y del conocimiento que tomaron
mucha fuerza incluso antes de la publicación de Apuntes. No obstante, como afirma Olivé, “pero
al final la conclusión de Miró Quesada regresa a lo que podríamos llamar la concepción clásica de
la razón” (Olivé en Miró Quesada, 2012a, p.17).
De forma clara se ve que Olivé disiente de muchas de las tesis defendidas por Miró Quesada. Sobre
todo, porque el filósofo mexicano soportó su proyecto a partir del entendido de que el
conocimiento es un producto social. Incluso al comparar la primera etapa de Olivé en la que intenta
defender la existencia de principios universales de la racionalidad con la idea de principios
universales de la razón desde Miró Quesada; se entiende que ambos trabajan desde planos
distintos. El objetivo de Olivé es encontrar unos principios que le permitan evitar caer en la
inconmensurabilidad que supone el relativismo extremo. Por tal motivo, define aquellos principios
como los presupuestos necesarios para toda interacción social. En el caso de Miró Quesada, su
propósito consistió en encontrar los principios de la razón dentro del marco del conocimiento
lógico-matemático puesto que este es el único camino que puede garantizar un conocimiento
objetivo de la realidad.
97
En la apuesta miroquesadiana es posible entrever una relación intrínseca entre lo racional, lo real
y lo objetivo. En uno de los artículos anexos a la edición de Apuntes de 2012 titulado Crítica de
la razón económica, publicado originalmente en 1977, Miró Quesada expresa “la razón es la
facultad de conocimientos objetivos o lo que viene a ser lo mismo el conocimiento de lo real”
(Miró Quesada, 2012a, p.489). Miró Quesada va más allá y agrega que por medio de la razón y las
teorías científicas el ser humano reajusta las deformaciones que este pueda colocarle a la realidad
en el momento de aprehenderla. En palabras de Miró Quesada
El ejemplo que ilustra lo anterior, y es dado por el mismo Miró Quesada, afirma que “el mérito de
la física relativista es haber podido expresar las leyes físicas con independencia del marco de
referencia del observador, superando así un factor subjetivo deformante en la aprehensión de la
realidad” (Miró Quesada, 2012a, p.490). De esta manera, se muestra cómo la teoría científica
contribuye a superar la deformación subjetiva. No obstante, recalca Miró Quesada que las teorías
científicas son susceptibles de ser reajustadas y no pueden ofrecer una garantía absoluta de
objetividad debido a su componente empírico.
Esta noción de objetividad difiere de la que propuso Olivé a finales de los 80 y principios de los
noventa. Recordemos que la noción de objetividad estaba constreñida por los marcos conceptuales,
en otras palabras, la objetividad se entendió como la posibilidad de reconocimiento público en una
comunidad epistémica pertinente. Una creencia era objetiva cuando estaba asentada sobre las
mejores razones que se pudieran esgrimir sobre el asunto en cuestión, eso sí, en relación con el
marco conceptual específico. Por tanto, lo que fuera objetivo para una comunidad podía no serlo
para otra. De esta manera, Olivé relativiza la noción de objetividad mientras que el conocimiento
objetivo en Miró Quesada es de carácter universal con independencia de la influencia del sujeto
98
cognoscente, siendo la razón y la ciencia las encargadas de disminuir la deformación subjetiva
puesta por el sujeto.
Ahora bien, cada una de las dilucidaciones del concepto de razón realizadas por nuestros autores
buscan emerger en ámbitos prácticos como en la ética, la historia, el derecho, la política y las
relaciones interculturales. Uno de los objetivos de Olivé es que su concepción de racionalidad
fuera el soporte de una auténtica interculturalidad que reconociera la validez y la legitimidad de
diversos modos de conocer y actuar en el mundo. Mientras que Miró Quesada concebía que la
fundamentación racional desde el ámbito teórico posibilitaría la fundamentación de otras ciencias
y que, de hecho, los principios racionales también podrían ser aplicados en estas, ejemplo de ello,
es el intento que realiza el filósofo peruano en la última parte de “Esquema” de mostrar la
aplicación de los principios de racionalidad en la moral, en el derecho y en la política. Así las
cosas, nuestros autores colocan sobre la mesa dos maneras diferentes de abordar el tema de la
razón. Mucho más discutidos los supuestos y las tesis defendidas por parte de Miró Quesada y de
mejor acogida la propuesta, sobre todo, la del último Olivé.
En suma, las posturas de estos filósofos latinoamericanos en torno a la razón que, aunque desde
posturas distintas se ocupan de la urgente tarea de evitar caer en un relativismo radical puesto que
“donde todo se puede decir y todo se puede pensar, nada se piensa ni nada se dice. Entonces la
gran tarea reside en una concepción de razón que sin perder la orientación universalista reconozca
la diversidad cultural. Este tipo de racionalidad no debe ser etnocéntrico ni cerrado, no puede
invalidar las distintas formas de visión de mundo, ni afirmar su validez absoluta sino posibilitar el
dialogo. Del mismo modo, debe evitar caer en la inconmensurabilidad puesto que imposibilita la
construcción de conocimientos generales y cae en un relativismo indiferente donde es imposible
constituir puntos de partida o formas de validación del conocimiento. La razón entonces aludiendo
al texto de Habermas debe buscar la unidad en medio de la multiplicidad, la unidad de la razón en
la multiplicidad de sus voces.
99
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