Cocinar y Cocinarnos
Cocinar y Cocinarnos
Cocinar y Cocinarnos
y cocinarnos
co m pa rti do
co l e cci ó n
recetas habitadas
a lgo
por lo humano
—
paula caldo
—
algo
paula caldo
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Fe. Con el título De la A a la Z de la cocina santafesina, fueron reunidas
500 recetas contadas por vecinas y vecinos de 100 localidades. Se
trató de un viaje por la cultura culinaria regional que hice en compa-
ñía de Agustina Mosso, Micaela Pellegrini, Aldana Pulido, Cynthia
Blaconá y Jimena Rodríguez. El producto de esa experiencia fue la
edición del recetario que, en la ocasión de este nuevo libro, se reor-
dena de acuerdo con el criterio señalado. Aquí ya no presentamos un
índice alfabético de recetas, sino una serie establecida a partir de los
lugares que los sujetos y los objetos ocupan en cada propuesta culi-
naria. Es un modesto ensayo que entrama sabores y saberes sobre las
recetas de cocina en tanto textos cargados de imaginarios, princi-
pios, valores, nociones y conocimientos sobre las prácticas sociales.
Sabemos que si bien todas las especies vivas se alimentan, la
humana es la única que cocina lo que come. Esa disposición a
tomar los ingredientes de la naturaleza y transformarlos por medio
de procedimientos sencillos o no tanto (lavar, pelar, picar, cortar,
condimentar, mezclar, sazonar, cocinar en el fuego, etc.), provoca
una serie de prácticas que encadenan diferentes temporalidades,
agentes y lugares. La cadencia propia de la acción de alimentar que,
en una primera instancia, responde a criterios biológicos y técnicos,
se inviste de pautas, preferencias y principios que la transforman
en un acto cultural. Concretamente: para alimentarnos cocinamos
y comemos, y en esa dinámica no solo incorporamos nutrientes al
cuerpo sino que nos inscribimos en diferentes registros identitarios:
étnicos, de género, de clase, religiosos, familiares, regionales. Por lo
cual aunque relativicemos la clásica interrogación: «dime qué comes
y te diré quién eres», siempre nos resulta oportuna para desnatura-
lizar nuestras prácticas culinarias y de la alimentación. Justamente,
jugar con la relación entre «cocinar alimentos» y «cocinarnos en la
cultura» es un desafío para pensar a la cocina como un acto marca-
do por lo simbólico y lo social que confirma nuestras pertenencias
sociales e identitarias y, finalmente, nos permite habitar en ellas.
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1 transmitir
sabores y saberes
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pan rallado, ralladura de cáscara de naranja, 4 tacitas de café (sin azúcar)
(relleno).
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ponía el arroz. De esta forma se cocinaba el arroz con el caramelo y quedaba de
consistencia espesa, muy sabroso. El arroz se cocinaba entonces con la leche y
el azúcar quemada y ya no necesitaba azúcar. Si gusta un poco más dulce se le
puede colocar, pero no es necesario. Es una receta que nunca me salió como a
ella. Es una receta sencilla, corta, muy antigua, de las más caseras. Como decía,
la heredo de mi madre a quien le salía riquísima. Ella tenía una bolsa llena de
recetas y cuando falleció no recuperé ninguna. Pero esta es la que permanece
entre mis recuerdos y decido compartir.
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de madera y se pone a fuego lento, revolviendo para que no se pegue en la
olla, aproximadamente 3 horas. Una vez que veo que esta mezcla tiene una
consistencia espesa, retiro del fuego y dejo enfriar en una pileta con agua fría,
mezclando siempre con cuchara de madera hasta que se enfríe. Pasarlo a un
frasco y glup, glup…, a ¡comer!
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Las tías cocineras ocupan un lugar envuelto de afecto en el recuerdo
de sus sobrinos y sobrinas y la comida es, en esos vínculos, un lazo
esencial. Los panqueques con dulce de leche son un postre argenti-
no por excelencia, pero también una golosina preferida por niños y
niñas. Se trata de unos discos, resultado de cocinar una crema líqui-
da (compuesta de leche con un poquito de harina, aceite y huevos),
que si tienen aspecto delgado se afrancesan llamándose crepes o si
son más gruesos conforman nuestros típicos panqueques y deben
tener esa contextura para sostener el dulce de leche.
La repostería requiere cierta perfección y orden de incorporación
de ingredientes preciso. Es la línea más exacta de la gastronomía,
por lo cual las cocineras necesariamente deben anotar con mucho
cuidado el procedimiento de estas preparaciones, más aún si es una
receta que requiere tres pasos, como el lemon pie. Es cierto que en
las cocinas los elementos de la cultura escrita no abundan; sin em-
bargo, las cocineras se las ingenian para escribir sus recetas, incluso
en el cartoncito de la yerba.
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Preparación: verter el agua en una ollita con una cucharadita de manteca y
el jugo de limón. Batir la yema, el azúcar y la leche con maicena. Cuando esté
ligado, agregar a la olla y recién entonces prender la hornalla. Es fundamental
revolver durante toda la cocción hasta que la crema se vuelva espesa. Es conve-
niente el uso de una cucharada de madera. Dejar enfriar.
Para el merengue: batir las 5 claras a punto nieve incorporando de a una las
cucharadas soperas de azúcar impalpable hasta que esté firme.
Para la masa: batir la manteca con el azúcar. Agregarle luego las tazas de
harina paulatinamente. Cuando la masa adquiera textura «de arena», agregar
las cuatro yemas y unir con las manos hasta obtener una masa homogénea. Si
hace falta porque la masa está muy dura se puede agregar una cuchara de agua
o leche.
Enmantecar y enharinar un molde para tarta. Extender la masa suavemente
hasta forrar el molde. Agregar la crema de limón y hornear por 50 o 60 minutos,
según el horno (hasta que se vea dorada la masa). Cuando la masa está dorán-
dose, retirar, incorporar el merengue en toda la superficie de la torta y regresar
al horno hasta que se tueste un poquito. Dejar enfriar, guardar en la heladera
hasta el momento de servir.
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Pezuñas de la abuela Nilda por Nilda Elsa Alegre (Los Quirquinchos)
Ingredientes: 3 tazas de harina 0000, 1 taza de harina leudante, 1 cucharada de gra-
sa de cerdo (sin derretir), agua (cantidad necesaria), azúcar (cantidad necesaria).
Paso a paso: mezclar los ingredientes (excepto el azúcar) y amasar. La masa no
debe quedar ni muy blanda ni muy dura. Cuanto más se amasa, mejor. Estirar la
masa. Arriba de la masa estirada, pasar grasa y harina. Doblar la masa en tres par-
tes unidas. Dejarla descansar 15 minutos y estirarla en forma rectangular con ½ cm
de espesor. Una vez estirada, mojarla con agua y cubrirla con azúcar. Cortar tiras de
8 cm y doblarlas por la mitad. Cortarlas al «bies» (en diagonal). Cocinarlas en aceite
caliente. Agregar al aceite dos cucharadas de azúcar. Una vez doradas, sacarlas.
Relato de la abuela: aprendió a hacerlas hace 55 años. Si bien la receta original
(que la aprendió de otra mujer, familiar suya) tenía otras cantidades, Nilda las mo-
dificó y esta es la receta que hace habitualmente. Hace aproximadamente 15 años,
hizo esta receta para uno de sus nietos, y a partir de allí las cocina casi todos los fines
de semana. También hace las pezuñas para cada cumpleaños de su hija e hijo, nietas,
nietos, nietas y nietos políticos y bisnietas. Ahora se hizo «famosa». Quienes las co-
men, se las encargan. Le gusta hacerlas principalmente porque le gustan a su familia.
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última se la enseñó a su madre, y ella a él, quien también hizo lo mismo: la
transmitió a sus hijos. Igual, yo nunca vi a ninguno de mis tíos preparar el famo-
so bizcocho de bananas. Pero mi abuelo nos enseñó a mis dos hermanos y a mí
la receta. Justamente, uno de mis hermanos la recordó y por eso decidí compar-
tirla. Él la preparaba casi todos los días y nos contaba que la vecina de su abuela
la inventó un día en el que no tenía nada para comer y agregaba: «por eso hay
que comer lo que hay en casa y no despreciar nada». Él trabajaba y su patrón
le daba mercadería en la que incluía bananas. Así que siempre contaba con el
ingrediente principal. Igualmente, no sé si es cierto el relato de la vecina de la
abuela. Creo que él nos contaba esa historia porque era lo que podía darnos y lo
que sabía hacer. Él hacía changas y con eso nos crió a mis hermanos y a mí.
Para esta receta caserita de mi abuelo necesitas: 300 g de harina leudante,
1 taza de leche, 3 huevos, ½ taza de aceite, 2 bananas, 1 taza de azúcar.
Preparación: pisar las bananas o licuarlas con leche. Poner en un bowl.
Agregar los huevos y el azúcar, mezclar. Echar harina y batir mucho. Volcar la
preparación en un molde enmantecado y enharinado de 26 cm. Hornear de 50 a
60 minutos. Dejar enfriar antes de cortar, para que no se desarme.
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carencias a las que llamaba inútiles ya que siempre era posible sustituirlas por
otras presencias sustanciosas, creativas, divertidas. En esos trances nació la «tor-
ta bruta» como una de esas delicias familiares que replican ya tres generaciones.
En verdad ella era una autodidacta en todo, y ni hablar a la hora de cocinar,
tarea que menos la atraía ya que prefería vivir sus días inmersa en su improvisado
taller de costura cosiendo para toda su familia, hijos, nietos, bisnietos, sobrinos,
hermanos tanto como amigos y necesitados. Por ello, su tiempo disponible para
hornear o encender fuegos para estofados y otras yerbas le eran muy enojosos.
A pesar de que en una biblioteca casera en medio del taller tenía, en un estan-
te, el libro de Doña Petrona, jamás lo había hojeado. Es que ni para coser ni para
cocinar seguía las reglas. Para ella era posible todo con lo que había disponible.
Un día, mientras cosía el vestido de novia de una sobrina, en medio de
cierta algarabía de nietos y bisnietos ruidosos, decidió que era hora de calmar
tanta energía y marchó a la cocina a hornear una torta, claro, no tenía huevos,
ni manteca y apenas azúcar, menos batidora. Comenzó una mezcla con harina
leudante (una taza pequeña), azúcar (media taza), un cuarto de aceite, leche (¾
taza), ralladura de un limón recién cortado de su planta, recordó que había una
lata de dulce de membrillo y cortó unos trocitos, y para esto ya estaba el horno
encendido, difundiendo calor por toda la cocina (180°); metió la mezcla en un
santiamén y se fue a continuar con el reborde de una manga de raso del vestido
más hermoso que yo viera de niña, vistiendo luego, una novia de la familia. Y
se pasaron 40 minutos, el olor a torta ya inundaba el taller de costura también,
entonces con su paso cansino, paciente, hermoso para recordar, abrió el horno y
una torta dorada se veía esplendorosa. La sacó del horno con mucho cuidado y
mirándonos, dijo, ahora hay que esperar que se enfríe. Y a comérsela toda.
—¿Qué torta es, abuela? —preguntó el más curioso que la rondaba.
—Esta torta se llama Bruta. Porque se hizo sin huevos y sin manteca. Y a lo
bruto, nomás.
Ella empezó a reírse consigo misma. El más pequeño de los bisnietos canta-
ba: torta bruta, torta bruta. Hoy, y hace un largo tiempo, la abuelita Eugenia ya no
está, pero no hay descendiente disperso en este país y en otros que no replique
su receta a lo bruto nomás, para disfrutar esta delicia familiar y tenerla presente
como expresión de un amor inolvidable.
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La abuela Eugenia no se amilanó en tiempos en que los recursos no
abundaban. Así, desplegó toda la cartilla de los saberes domésticos
para alimentar a su prole. Desde la costura que le permitió ganar
dinero hasta la cocina para alimentar a los pequeños directamente.
Esta torta bruta, rápida, rústica, sin muchos argumentos ni pasos
preestablecidos fue el atajo que diseñó para calmar a los niños, quie-
nes hoy la recuerdan en el gesto y en el gusto nutricio de los cuidados.
Un detalle a destacar es que nuestra cocinera y costurera tenía en su
taller libros, entre ellos el de doña Petrona. Varias veces se dijo que
los recetarios impresos exceden las posibilidades económicas de las
familias, por lo cual su aplicabilidad es relativa y siempre sujeta a mo-
dificaciones, como advertimos incluso en nuestra receta antes citada
de dulce de leche. Es cierto que muchas amas de casa recibieron como
parte de su ajuar de bodas algún recetario y, en el carácter de libro
garante de la buena mesa familiar, lo consignaron en herencia. Pero,
esas recetas escritas no llegaron a la mesa familiar sin adaptaciones.
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tratando de tocar lo menos posible con las manos. Dejar descansar 10 minutos
en la heladera. Deshacer la ricota con un tenedor, agregar la sal, azúcar, nueces
picadas y las cáscaras de naranja finamente picadas. Mezclar todo muy bien y
por último incorporar las claras batidas a nieve. Mezclar suavemente y verter
la preparación en un molde de 24 cm de diámetro previamente forrado con la
mitad de la masa. Extender la masa restante. Tapar el pastel, apretar los bordes,
pintar con huevo batido y cocinar en horno moderado 30 minutos. Servir frío,
espolvoreado con azúcar impalpable.
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1 cocinarse en la
cultura: identidades
de género
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qué torta hacer. La de oro, pura yemas de huevo de campo, era color amarillo
fuerte o la de plata, liviana, alimonada y de color clarito. Por supuesto que, como
todo hermano mayor, Nené elegía primero y en voz alta: ¡yo, la de oro!, y para mí
queda la de plata, que de paso era más liviana para batir. Pero lo importante es
que siempre salían riquísimas. Mami las cocinaba en dos budineras viejitas que
sabían de muchos sabores caseros.
Mientras aguardábamos que se cocinen tomábamos mates de leche dulces
como la miel y jugábamos un rato afuera, en un barrio hermoso donde no
faltaban chicos en las anchas veredas arboladas con naranjos, que durante la
primavera se perfumaban con los azahares.
Tortas oro y plata, un atesorado recuerdo de mi infancia, que sigo rememo-
rando hoy, y engalanando las tardes de mates ahora amarguitos que comparto
con mi esposo.
Torta de oro: 100 g de manteca, 1 taza de azúcar, 2 yemas de huevos de campo,
2 tazas de harina, 1 cucharadita de polvo leudante, 1 ¼ taza de leche, esencia de
vainilla.
Torta de plata: 100 g de manteca, 1 taza de azúcar, 2 claras de huevos, 2 tazas
de harina, 1 cucharadita de polvo leudante, 1 taza de leche y ralladura y unas
gotas de limón.
En ambas se procede así: batir la manteca con el azúcar, agregar yemas o cla-
ra (según sea la torta) siguiendo la receta y batiendo muy bien. Luego, siempre
mezclando, incorporar la harina, a la que ya se habrá agregado el polvo leudan-
te, intercalar con la leche y finalizar agregando la esencia de vainilla o el jugo y
la ralladura de limón a la que corresponda. Hoy se puede usar harina leudante,
en aquellos tiempos no había.
Es una receta con una historia familiar que viene desde 1953 y me trae her-
mosos recuerdos.
Cada uno de los pasos de esta preparación está habitado por varones
y mujeres. Norma enuncia un reparto de sabores y saberes que
confirma una posición binaria de los roles de género. Ella se encar-
ga de las claras livianas, blancas y ligeras, en tanto su hermano se
ocupa de las yemas, doradas, densas, pesadas y pastosas. Así, los
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niños juegan al tiempo que se sitúan en roles sociales futuros. La
fragilidad y delicadeza que históricamente se asoció a lo femenino
es parte de las proyecciones que sitúan a las mujeres al resguardo
del hogar y al amparo material de los varones.
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Bifes a la Alicia por Alicia Pieretti (Los Quirquinchos)
Esta receta se origina cuando mis hijos eran chicos y regresaban del colegio con
hambre y apurados para almorzar e ir a jugar a la pelota con el padre o con los ami-
guitos. Es simple y rápida de preparar, justamente debido a las urgencias de la fami-
lia. Me trae muy buenos y lindos recuerdos a la vez que me parece volver a escuchar
las quejas ante la reiteración insistente del menú: «¡Otra vez los bifes a la Alicia!».
Ingredientes (para cuatro personas): 8 bifes de bola de lomo (preferentemen-
te cortados finos), 8 rodajas de queso cremoso, 1 cucharada de manteca, sal,
pimienta y especias a gusto.
Preparación: salpimentar los bifes a gusto. En una sartén grande se coloca la
manteca, cuando está caliente se le agregan los bifes y se doran de ambos lados;
cuando se vean jugosos se coloca el queso cortado grueso encima y se cocina
hasta que se derrita totalmente. Servir acompañados de papas rejillas, puré o
variedad de ensaladas. Una variante es colocar antes del queso una rodaja de
jamón cocido y servirlo como sándwich.
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Procedimiento: se coloca la harina común con la harina leudante en forma de
corona, y en el centro le agregamos la grasa y la salmuera. Unimos todo hasta
que quede una masa homogénea y se deja reposar (mientras más horas quede
en reposo mejor, entre 8 y 12 horas sería lo ideal). Después se separa la masa en
3 o 4 bollitos y se estira de 1,5 cm de espesor y se pincha la masa con un tenedor,
y después la cocinamos en la parrilla con brasa moderada hasta que esté dorada
de un lado y después la damos vuelta y cocinamos del otro.
La aprendí de mi madre, que vivía en el campo, y ella lo aprendió de la suya.
Es una receta que la familia pasó de generación en generación. La preparaban
para compartir con la familia y los amigos. Más tarde, también fue una receta
que se preparaba para vender, cuando Ema y el hermano estudiaban, cuando
era necesario buscar otras salidas laborales y así sumar ingresos. Y ahora, capi-
talizando esa herencia, se la prepara para acompañar unos mates en familia y
para socializarla en este recetario.
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Paso 1: Los bastoncitos
Ingredientes: 2 pechugas; 1 patamuslo deshuesada; 2 claras de huevo; perejil
picado (cantidad necesaria); 5 o 6 cucharadas de queso rallado; 2 o 3 dientes de
ajo picado (optativo); huevos para rebozar (cantidad necesaria); pan rallado,
avena quaker y harina común para rebozar (cantidad necesaria); sal y condimen-
tos a gusto.
Elaboración: procesar las pechugas de pollo con las claras y la sal. Cortar la
patamuslo en trocitos chicos. Mezclar el preparado de pechuga con los trocitos
de patamuslo, agregarle el perejil, el queso rallado, el ajo (opcional), amasar
bien y formar bastoncitos o pelotitas; pasar por huevo batido y rebozar con
una mezcla de pan rallado, avena y harina. Llevar a heladera dos horas como
mínimo. Esta receta se puede cocinar de dos maneras: freír u hornear. En caso
de freírlos, hacerlo en abundante aceite bien caliente; en caso de hornearlos,
llevarlos a horno bien caliente hasta que estén dorados completamente.
Paso 2: Las papas noisette
Ingredientes: 800 g de papas; 3 huevos y 1 huevo extra para rebozar; 4 cucha-
radas soperas de queso rallado; harina común (cantidad necesaria); pan rallado
(cantidad necesaria) y condimentos a gusto.
Elaboración: hacer un puré y condimentar a gusto. Agregar los huevos y el
queso rallado. Formar bolitas y pasarlas por harina, luego pasarlas por huevo y
rebozarlas con pan rallado o harina. Llevar a frío por dos horas como mínimo y
luego freír o cocinar en horno bien caliente.
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Torta de algarroba por Mariela Roldán (Rufino)
A veces la tradición la trae la familia y, a veces, la escuela. Más la mía, la 31, Es-
cuela de jornada completa de la ciudad de Rufino. Mi familia llegó a esta ciudad
cuando yo estaba por entrar a cuarto grado. Preguntaron por la mejor escuela,
y ahí fuimos, con mi hermano menor. Para una familia de trabajadores que
encima se comiera ahí no dejaba de ser una señal de buena suerte. Una suerte
de panza y corazón contentos.
En la escuela teníamos Economía doméstica, una materia de las especia-
lidades a la que nos destinaba el género. Los varones, a carpintería; las nenas,
a la cocina. Las futuras reinas del hogar salíamos con nuestros guardapolvitos
verdes y delantales bordados en Manualidades a preparar recetas, que como la
materia lo indica, eran económicas. De ahí traigo esta receta de torta de aceite
que también reversionó mi mamá, Lucía Liboa, porque le agregaba pasas de
uva en algún licor, para recordar las uvas con grapa que preparaba mi abuela
italiana Margarita Barruero. Esta versión también está modificada por mi amor
a una especie en riesgo. El uso de harina de algarroba permite trocar la tala
indiscriminada por el paciente proceso de cosecha y molienda de las vainas
de un árbol que nos acompaña desde las historias de los pueblos originarios.
Mejora la receta original y la potencia en valores nutricionales, y me pone en
línea con mi rama paterna, criados en cocinas de estancia con mixtura de etnias
unidas por el trabajo rural.
Ingredientes: 200 g harina 0000, 100 g harina de algarroba, 3 huevos, 150 g de
azúcar, 100 cc de aceite, esencia de vainilla, ralladura de la cáscara de una naran-
ja, una cucharada de miel, una pizca de sal, una cucharada de bicarbonato de
sodio, una cucharada de polvo leudante, 50 cc de leche y 100 g de pasas de uva y
100 g de fruta escurrida en 100 cc de oporto. Opcional (si quedaron en la latita):
nueces y almendras picadas.
Preparación: una hora antes de iniciar la preparación, preparar las pasas y las
frutas escurridas en oporto (si es un día antes, mucho mejor). Preparar un molde
con rocío vegetal y enharinar. Encender el horno al mínimo. Cernir las harinas, el
polvo de hornear, el bicarbonato y la sal. Dividir las yemas y las claras. Batir las
claras a nieve y reservar. Agregar a las yemas el azúcar y la miel. Luego, incorporar
el aceite, la esencia de vainilla y la ralladura de naranja. Añadir la mitad de los in-
gredientes tamizados, unir, incorporar la leche y luego la mitad restante. Agregar
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las frutas incluyendo el oporto en el que se embebieron. Incorporar la mitad de la
preparación de claras a nieve, y cuando se integren, la siguiente mitad. Poner en
el molde y en horno bajo, con un recipiente con agua en la base del horno, cocinar
30 minutos. Revisar con un palillo si está lista, cuando salga seco en el centro de la
torta. Acompaña perfectamente el mate con amigas o las reuniones de escuela.
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frutos locales que hace unos años estoy haciendo y sale muy bien. Es una forma
de aprovechar los nísperos que, cuando la planta da no se alcanzan a consumir
frescos en su totalidad.
Va la receta. Seleccionar nísperos grandes. Lavarlos. Pelarlos, sacarles la se-
milla y colocarlos rápido en agua con limón. Mientras tanto, preparar un almíbar
con igual cantidad de agua y de azúcar más una cucharada sopera de miel por
cuarto de agua. Limpiar frascos y reservar. Escurrir los nísperos utilizando un
colador de pastas. Inmediatamente (no es aconsejable demorarse porque los nís-
peros cuando están pelados se oxidan) colocarlos en un frasco hasta que se llene.
Agregar el almíbar hasta que queden totalmente sumergidos. Cerrar bien el fras-
co. Una vez finalizado este proceso de envasado, colocar los frascos en una olla,
agregar agua de manera que llegue hasta el borde inferior de la tapa. Ponerlos a
hervir a baño María durante 45 minutos. Una vez pasado este tiempo, apagar la
hornalla. Esperar que se enfríe o entibie el agua antes de sacar los frascos.
Bueno, espero sirva el aporte… Tengo muchísimas más recetas, pero el tiem-
po intenso de trabajo no me permite dedicarme a escribir como desearía.
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r eceta improvisada que llamé Frittata de acelga tallo rojo y hojas de repollo a las
hierbas. Se trata de una tortilla realizada con los siguientes ingredientes: 4 hojas
exteriores de repollo, 4/5 hojas de acelga tallo rojo, 5 huevos, 1 cebolla, 1 cucha-
rada de perejil, y cucharada de cilantro, y cucharada de ciboulette, 8 zanahorias
gourmet, 1 cucharada de harina y aceite para freír (cantidad necesaria).
Procedimiento: hervir las zanahorias y cortarlas en cubos medianos. Reservar.
Fritar la cebolla, luego agregar las hojas de repollo y de acelga cortadas. Apagar
el fuego. Añadir perejil cilantro y ciboulette (todo picado fino). Mezclar y dejar
enfriar un momento. En un bol unir los huevos con la preparación anterior y las
zanahorias. Salcondimentar a gusto y agregar una cucharada de harina. Llevar a
la sartén y cocinar hasta que de los bordes y del fondo se desprendan los ingre-
dientes. Dar vuelta la frittata hasta finalizar la cocción.
Las mariposas del barrio María Juana son un grupo de mujeres que
luchan por la alimentación de su prole, pero su batalla cotidiana va
más allá de lo estrictamente familiar: se preocupan por la alimen-
tación de buena calidad, discuten el reparto de la tierra y el uso de
agroquímicos que la contamina y, como correlato, los cultivos de
productos comestibles. Así, interesadas por los alimentos y juntas
iniciaron un camino más allá de la casa.
Y mientras las mujeres se empoderan y hacen de la cocina un es-
pacio de lucha y producción de saberes propios que habilitan nuevas
claves de lectura para interpretar lo que acontece en la sociedad y
en el reparto de los recursos, cierta literatura asocia la práctica del
asado con los varones. Justamente, por las condiciones de cocción
en el exterior, por la rusticidad de la preparación y por la presencia
absoluta de la carne, asar parece una práctica exclusivamente mas-
culina que, sin embargo, hoy es asunto de mujeres.
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primero del lado del hueso para que se dore y después se da vuelta, buenas
brasas durante 15 minutos. Acompañar con ensalada de lechuga de hoja o repo-
llada y tomates sacados de la huerta. Receta aprendida por observar a su padre.
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3 revoltijo étnico o
guisito multiétnico.
así comemos
en Santa Fe
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Ingredientes: Para la masa: 28 yemas, 1 paquetito de anís, 5 cucharadas de
grasa de vaca fina, harina (cantidad necesaria), 0,50 g de levadura de cerveza,
1 pizca de sal. Para el baño: 1 kg de azúcar, 250 g de azúcar impalpable, 12 claras.
Proceso: Masa: sobre el anís colocar las yemas muy limpias de claras y la
levadura de cerveza diluida en medio pocillo de agua fría y batir hasta que estén
bien unidos y se comienzan a agregar la harina hasta formar una masa dura (fir-
me que se pueda estirar) y se amasa hasta que esté una masa suave y se hagan
burbujas. Se dejan leudar una hora. Se estiran bien finitas, se cortan del tamaño
de un plato grande o a gusto. Se pinchan bastante y se llevan al horno caliente,
se deben vigilar para que estén secas y no tienen que tomar color. Se unen con
dulce de leche clásico bastante espeso para que no corra la cantidad, es a criterio
del que lo está haciendo. Baño: batir las claras a nieve con azúcar refinada y
azúcar impalpable. El merengue italiano no debe ser firme para poder pintar los
alfajores con el pincel o la mano, dejar secar un día sobre platos.
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Otra receta que hace síntesis de la cocina nacional y en esta clave
impregna las identidades culinarias regionales es el locro. Cada
fecha patria, más allá del clima y de la estación del año, se prepara
locro. Un guiso que recupera tradiciones prehispánicas e incluso
preincaicas en tanto resulta de la mixtura del maíz, la papa, el zapa-
llo y los porotos que el paladar criollo completó con cortes de carne
vacuna y porcina.
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apagar el fuego y agregar pimentón dulce, dejar enfriar, agregar un chorro de
aceite con pimentón y guardar en la heladera.
El mismo día del locro: 1. Calentar la olla y sobre una fina capa de aceite
agregar la cebolla finamente picada, luego la carne, el chorizo colorado (entero,
luego se lo saca y corta para que no se desarme), las patitas de cerdo y lo que eli-
jas ponerle. Una vez rehogadas, salpimentar, agregar lentamente tres litros de
agua hirviendo, el maíz y dejar hervir aproximadamente dos horas. 2. Agregar
el poroto y dejar hervir una hora más. 3. Por último, agregar el zapallo y dejar
media hora hasta deshacerlo completamente. Controlar el líquido y agregar
agua si le falta para obtener el punto deseado. 4. Rectificar el condimento con
sal, pimienta, pizca de comino. 5. Servir acompañado de verdeo fino picado y la
salsa preparada el día anterior.
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Harina moloc por Mabel Liliana Flores (Rosario)
Preparación: 1 ½ kg de puchero, 2 cebollas, 1 kg de zapallo. Papas no lleva, sí
verduras como zanahorias, morrones, perejil. Con estos ingredientes se realiza
una especie de sopa. Esta comida lleva el nombre de harina moloc. Muchos le
dicen bulebú, pero la tradición de la comunidad es el uso de la harina (comida
blanca). Lleva también 4 tomates de planta cortados en cubo, y 1 k de harina. Se
cocina como una comida, mientras aparte se mantiene agua hirviendo que se le
agrega a la preparación anterior. Se prueba si la cocción de la carne es correcta.
Por otra parte, se va preparando la masa, se estira y se corta en cubos. Esto se
agrega a la comida con choclo para darle más sabor, y no se le pone mucho aceite,
solo poca cantidad, ya que la gente de la comunidad (por descendencia) conside-
ra la receta de significado «blanca». Se amasa la harina usando el jugo de la sopa,
se estira, se corta. Luego se lo pone a cocinar durante una hora. La comida está
lista cuando se sube la harina, eso significa que ya está. Y eso es todo. Algunos lo
prefieren con batata, poroto manteca, pero la receta original es simple: mucha
carne y verdura, sal a gusto y al plato. Fundamental es tener en cuenta que esta
comida no puede envasarse ya que fermenta, es para «el día de hoy».
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Cocinaba con fuego de leña. ¡Nosotros íbamos a buscar leña para hacer fuego!
Hasta el día de hoy recuerdo el sabor de esta comida…, la sigo haciendo, aunque
no igual.
Para el mbaipú blanco necesitas: 1 cebolla, 2 dientes de ajo, perejil, medio
pimiento, 1 kg de carne picada, 500 g de harina, sal y pimienta a gusto. Procedi-
miento: pelar la cebolla y picarla. Hacer lo mismo con el ajo, el perejil y el pimien-
to. Calentar la olla e incorporar la cebolla, el ajo, el pimiento y el perejil. Poner la
carne y dejar guisar hasta que esté bien cocido todo. Luego agregar 1 l de agua,
dejar hervir y luego agregar la harina y revolver hasta que tome una consistencia
espesa. Servir bien caliente.
Puchero de pata, cola y quijada por Mirta Alzugaray (San José del Rincón)
Esta receta está anclada en la tradición de quienes somos afrodescendientes. La
misma recupera los recursos que utilizábamos, fundamentalmente los des-
hechos de los conquistadores. Por eso el puchero de achuras fue la base de la
comida familiar. Se hierven las carnes primero (pata, cola y quijada) en abun-
dante agua con sal. Cuando las carnes se ablandan se le agrega las papas pela-
das enteras, las batatas, las cebollas de cabeza cortadas en mitades, la cebolla
de verdeo picada, ajo, perejil y más tarde el zapallo con la cáscara bien lavada.
Luego, cuando se ablanda todo, se toma el caldo, una porción para preparar la
32
fariña sobre la base de cebolla rehogada y se cocina revolviendo. Para servir se
separan las verduras de las carnes en una fuente y el caldo restante se conserva
en un frasco de vidrio en heladera. Se prepara sopa todos los días.
Antipasto de la Nonina
por Mónica Spontón (Reconquista)
Elegí compartirla porque es una tradición en mi familia grande… Nos recuerda
nuestros orígenes a través de dos palabras «Nonina» y «antipasto». Mi abuela
materna se hacía llamar Nonina, ella pedía explícitamente que la llamáramos
así. Palabra de origen italiano que significa nona, abuela, abuelita… Y a tal punto
todos incorporamos el término que, en ocasiones, había que pensar para recor-
dar su verdadero nombre: Adela. Ella era hija de inmigrantes. Sus papás, italia-
nos, habían venido con tres hijos varones. Aquí nacieron sus cuatro hijas mujeres
(la menor es mi mamá). Se radicaron en Malabrigo, un lugar bien al norte de la
provincia de Santa Fe. Antipasto también es una palabra propia de la gastrono-
mía italiana que quiere decir «antes del plato principal» o «antes de la comida».
Es un aperitivo frío que se sirve antes de comer con el objetivo de abrir el apetito.
Pero el antipasto de la Nonina no era exactamente eso…, simple y sencillamen-
te consistía en un vasito de vino que iba bebiendo mientras cocinaba, mientras
preparaba la comida. Tan era así ese ritual que, si por algún motivo no cocinaba,
no preparaba el antipasto. El vinito que acompañaba el momento de preparar la
comida era sin dudas una ceremonia para ella. Mi mamá, Rina, tiene 70 años y
continúa la tradición (al igual que sus hermanos) desde que tengo memoria. Día
tras día mientras prepara el almuerzo bebe el antipasto, esa versión aggiornada
33
que nos remonta a los orígenes familiares, honrando a los que nos antecedieron
en el camino de la vida. Hoy sus nietos seguimos imitando esa costumbre cada
vez que el antipasto de la Nonina empieza a circular entre familiares y amigos
haciendo compañía a quien cocina.
Las familias que hoy están acá, pero que vinieron de allá conservan y
actualizan los recuerdos que los sitúan en una tradición que prefie-
ren llamar «familiar», pero que, en realidad, remonta a los tiempos
de la inmigración. Eso que era lo propio de aquel terruño ya en la
distancia y en otro lugar se relocaliza y se transforma en lazo de
familia. Los italianos marcaron la composición social de los santafe-
sinos, pero también lo hicieron los españoles, siendo ambas nacio-
nalidades las que hegemonizaron los ingresos a la provincia. Por lo
cual, el menú también incorpora secretos de la cocina española con
algunas notas muy exóticas pero necesarias por razones familiares,
como lo es cocinar pulpo.
34
Escurrir. En una bandeja–plato de madera, colocar las papas, servir el pulpo
sobre ellas, rociar con aceite de oliva en gotitas sobre papas y pulpo, espolvorear
con el pimentón, la pimienta y la sal. Acompañar con gajos de limón ¡Glup!
35
f ermentada la levadura, agregar el batido anterior, se formará una pasta a la cual
se le agrega lentamente la manteca derretida, en forma envolvente, se irá agre-
gando la harina restante, formando una masa suave la cual descansará hasta lle-
gar al doble de su volumen. En ese momento se incorporan las pasas de uva con un
suave amasado; dejar reposar unos 20 minutos y luego estirar en molde enman-
tecado. Dejar reposar hasta el doble de su volumen, agregar la crema de manera
suave, luego espolvorear el azúcar y llevar a horno fuerte entre 10 y 13 minutos.
36
Preparación: poner el trigo en remojo durante dos horas como mínimo. Api-
sonar la carne en un mortero. Escurrir el trigo e incorporarlo a la carne. Procesar
las cebollas, el morrón y la menta. Reservar la tercera parte para incorporar a
la grasa pella. Incorporar los ingredientes procesados a la mezcla de carne y
trigo. Condimentar con sal y pimienta a gusto. Amasar la preparación hasta que
no se despegue de las paredes del mortero. Realizar bollitos, trabajándolos de
mano en mano, para luego ahuecarlos. Rellenar con un poquito de grasa pella
(a la que se le han agregado los ingredientes procesados), cerrar y darles forma
de hamburguesa, aunque no deben quedar chatos. Acomodar prolijamente
los kebbes sobre la parrilla engrasada. Echar brasas, preparando el fuego de la
misma manera que para un asado a la parrilla. Cuando los kebbes se despeguen
de la parrilla, se procederá a darlos vuelta, para continuar su cocción. Tiempo de
cocción: 45 minutos aproximadamente. Pincelar con manteca derretida y servir.
Kebbe crudo
Preparación: se utiliza la misma masa del kebbe cocido. Colocar la preparación en
un plato. Marcarla con cuchillo y rociarla con aceite de oliva. Agregar cebolla de
verdeo cortada bien finita. Servir acompañando con pan fresco. ¡A disfrutar!
37
a limentación todo aquello que dejaba raíces bajo tierra. Así las cebollas y las papas
se transformaron en la clave de los platos más característicos de la cocina judía.
Ingredientes: 3 huevos enteros, 2 o 3 cebollas cortadas en tiritas o cuadrados
en crudo, 3 tazas harina leudante, 1 taza de leche, 1 taza de aceite, ¼ kg de queso
fresco cuartirolo. Para la preparación: mezclar todos los ingredientes hasta que
quede espeso. Hornear. Se puede agregar queso rallado. Si se hornea en un
molde grande queda de 3 cm de espesor. Se corta en trocitos, se puede comer
caliente o fría.
38
4 alrededor de
la mesa: avatares
de la comensalidad
39
en las reglas de comensalidad que distinguen la forma de la cocina
popular. Justamente, cerramos nuestro tercer apartado nombrando
a la bagna cauda. Esta receta propia de sectores populares en tiem-
pos de carestías fue ajustando sus ingredientes y estilizando sus
formas de acuerdo con los recursos económicos de los comensales.
En la actualidad, esta comida compone una ritualidad social car-
gada de indicadores: una mesa, en el centro se coloca la salsa con
algún soporte que le otorgue calor, se disponen las verduras y demás
complementos, se come de pie, la idea es rotar alrededor de la mesa,
cada comensal dispone de un cuenco personal (que muchas veces es
pan) y de un tenedor con el cual seleccionar los ingredientes com-
plementos para luego ser sumergidos en la salsa caliente. La bagna
cauda se degusta en grupo y es un atentado culinario servir la salsa
en cuencos individuales. Se trata de un momento de reunión social
donde se disfruta comer juntos.
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El ejemplo de Nelly es alusivo. Ella, maestra ya jubilada, se relaciona
con quienes fueron sus alumnos invitándolos a comer. Como sus ex
estudiantes son muchos, los agasaja con una copiosa bagna cauda.
Una escena de degustación gastronómica que hace honor a la expre-
sión alumno, aquel que necesita ser nutrido, y es así como la docente
acude a la comida para seguir alimentando esos vínculos tejidos en
la infancia. Esta vez con el placer del encuentro en torno de la mesa.
Muchas cocineras insisten en afirmar que cocinar es un acto
de generosa amorosidad. En este sentido, saber que la mesa estará
repleta de gente entusiasma a las mismas. Cuatro recetas se dispo-
nen como motivos de encuentro no solo por lo rico sino por lo fácil y
muchas veces económicos que resultan los ingredientes. Estas son:
pastas, guisos, pizzas y las infaltables empanadas. Aunque sencillas,
estas preparaciones tienen sus propias reglas de comensalidad.
Tanto las pastas como los guisos son conocidos como comida de
olla y para su degustación requiere de una vajilla individual por cada
comensal: ya sea que se use platos hondos, cuencos o incluso platos
playos. Estas formalidades de la mesa se van complejizando de acuer-
do con el sector social de referencia. Ahora bien, si visitamos receta-
rios argentinos escritos en la bisagra de los siglos xix y xx, las pastas
resultan ausentes o inscriptas dentro de las «sopas secas». Por lo cual
entendemos que la potente presencia que adquieren en nuestra gas-
tronomía se debe al aluvión migratorio ocurrido durante ese período
y al paulatino avance de las tradiciones italianas sobre la cocina local.
Hoy día las pastas secas (sin relleno) son una propuesta fácil, rápida y
económica que invita a la reunión. Justamente, Mirta Teresita Rodrí-
guez, desde la localidad de Sunchales, aporta una sugerencia:
41
v ariante de algo muy nuestro como lo son los chorizos o salamines parrilleros, que
forman parte del argentino asado. Una mixtura diferente que no solo une la gas-
tronomía de dos países muy relacionados entre sí por su sangre y sus afectos, sino
que también permite la unión donde los ricos sabores y los vínculos se confunden
y renuevan. Creatividad, audacia para el cambio y sobre todo el querer agasajar a
quienes comparten un momento, hacen posible que las viejas recetas se aggiornen
y tengan un sabor diferente y una diversidad de ingredientes que refleja el crisol
de etnias que es Argentina y de la cual Santa Fe es digna representante.
Ingredientes para la salsa: cantidad necesaria de aceite para freír, 2 cebollas
medianas picadas, 6 salamines parrilleros o ½ kg de salchicha, 1 saché de 340 g
de salsa para pizza, 4 tazas medianas de agua, sal y pimienta a gusto. Además:
½ kg de fideos caseros o frescos tipo cinta de ½ cm de ancho, sal, aceite y agua.
Preparación: pelar y picar finas las cebollas y cocinarlas en aceite hasta que es-
tén transparentes y doradas. Agregarles los 6 salamines parrilleros o las salchichas
cortadas en trocitos (los embutidos previamente pelados) y condimentar con sal
y pimienta. Cocinarlos junto con la cebolla, revolviendo permanentemente para
que no se pegue la preparación ni se quemen las cebollas. Cuando el salamín o la
salchicha está cocida, agregarle el contenido del sachet de salsa de pizza, mezclar
todo muy bien, condimentar nuevamente con sal y pimienta, agregarle las 4 tazas
de agua y continuar mezclando. Cocinar la salsa durante ½ hora revolviendo muy
seguido para que no se pegue y dejarla hervir unos 3 minutos. Aparte colocar al
fuego una cacerola grande con ¾ de su capacidad de agua, a la cual se agrega sal
a gusto y unas gotas de aceite para evitar que se pegue entre sí la pasta. Cuando el
agua está hirviendo se agregan los fideos frescos o caseros y se remueven. Cocinar
entre 4 y 5 minutos, probando para ver el punto. Tienen que estar «al dente» y no
pasarse de cocción. Luego, colocar en una fuente grande la salsa con los salamines
o las salchichas, y sobre la misma los fideos, mezclándolos. Quien lo desee, puede
agregar, cada uno en su plato, queso rallado. Es aconsejable que los fideos estén
con la salsa ½ hora antes de servirlos, para que se impregnen del sabor.
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Guiso de mondongo a la Gra por Graciela García (Rufino)
Este guisito es especial para compartir con amigos en los días fríos de invierno y
acompañado por un buen vino tinto. La receta comienza así. Manos a la obra.
Días antes de comer: se hierve mondongo durante mucho tiempo hasta que se
tiernice (un kilo aproximadamente) y también se hierven porotos remojados la
noche anterior (un paquete).
Días de cocina: freír una cebolla, un morrón, 3 dientes de ajo, una cebollita de
verdeo, y tomate triturado (una botella). Una vez rehogado, agregar el mon-
dongo cortado en tiritas y dos zanahorias cortadas en rodajas chicas. Cocinar a
fuego corona durante 40 minutos. Luego agregar los porotos cocidos y conti-
nuar 15 minutos más la cocción. Terminado este guisito, sentarse tranquila y a
degustarlo con pasión.
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varía según la calidad del relleno. La empanada es lo que va entre
medio de panes de masa, y ese «medio» está abierto a la creatividad
de la cocinera, tanto en las versiones saladas o dulces.
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Ingredientes: Masa: 600 g de harina 0000, 30 g de levadura, sal, aceite, agua
tibia. Salsa: 1 cebolla grande, tomate triturado, sal a gusto. Cobertura: 1 pechuga
de pollo, 1 cebolla mediana, 2 dientes de ajo, perejil, ½ morrón rojo, sal a gusto,
500 g de queso cremoso y tomate fruta.
Preparación: En un bowl o sobre la mesada colocar harina en forma de corona,
en el centro poner la levadura, el aceite y 1 pizca de sal. Incorporar la cantidad
necesaria de agua, unir los ingredientes hasta formar una masa homogénea,
dejar levar, reservar. Picar la cebolla y el ajo. Fritar en una sartén hasta que estén
transparentes y luego incorporar el tomate triturado, condimentar a gusto, coci-
nar, reservar. Para la cubierta picar la cebolla, el ajo y el morrón. Cocinar a fuego
lento en una sartén con aceite, picar la pechuga de pollo a cuchillo hasta que
queden trozos pequeños e incorporar a la sartén. Mezclar bien los ingredientes,
condimentar cuando ya esté cocido el pollo, agregarle la mitad de la salsa y coci-
nar 5 minutos. Finalizar con un puñado de perejil cortado muy fino, reservar.
Preparación final: colocar la masa para pizza en una bandeja, cubrirla con
la mitad de la salsa reservada y cocinar a horno medio por 30 minutos. Retirar,
incorporar el queso cremoso tratando de cubrir toda la superficie, llevar a horno
5 minutos hasta derretir el queso y luego le ponemos la preparación de pollo
a toda la pizza. Volvemos al horno por 5 minutos. Retiramos, decoramos con
rodajas de tomate y perejil fresco, cortar y servir.
45
más grande (asadera de horno). Porque se come muy rápido. A veces la hicimos
marmolada con chocolate.
Procedimiento: colocar en un bowl la manteca y el azúcar (cremar), incorporar
el huevo, la ralladura de limón, batir. Agregar la harina intercalada con la leche.
Verter en un molde cuadrado (asadera) para que quede bajita (10 cm). Cocinar
en horno moderado 20 minutos o hasta que incorporando un palillo salga seco.
Cobertura: azúcar impalpable. Agregar jugo de limón y de a poco, agua calien-
te. No debe quedar muy líquido. Con la torta fría bañar y dejar secar. Cortar en
cuadraditos y listo.
Esta receta la he compartido con amigas y compañeros de trabajo porque les
encanta. Siempre sale bien, es fácil, económica y riquísima. A mi hermano y a mi
hijo les encanta. Siempre me la piden para los cumpleaños. Espero que se conozca
la receta para que todos puedan hacerla. Me encantó compartirla con ustedes.
46
Ingredientes: 1 kg de harina leudante, 750 ml de agua tibia, 450 ml de aceite, 1
½ cucharada de sal y orégano, chía, otros.
Pasos: colocar la harina en forma de corona en un recipiente, luego agregar
la sal, el aceite y el agua. Mezclar todo y dejarlo reposar como mínimo una hora.
Prender el horno en mínimo. Sacar del recipiente la masa, separarla en dos
partes. En una ponerle chía y en la otra, orégano. Luego mezclar. Cabe aclarar
que el sabor puede variar, según el gusto que uno desee, por lo tanto, estos dos
ingredientes quedan a elección de cada uno. Estirar la masa, doblarla en 5 o
6 veces. Darle la forma de bizcochos que se desee y colocarlos en una asadera
enmantecada. Colocar en el horno, ponerlo al máximo por unos 15 minutos para
que leuden los bizcochos y luego pasarlo al mínimo para terminar de cocinar.
47
Reunirse, celebrar, compartir son casi sinónimo de comida.
Algunos acontecimientos atraviesan los vínculos de familia y de
amistad y generan una ritualidad culinaria específica. Por ejemplo,
las celebraciones de cumpleaños cuyo origen se remonta a la an-
tigüedad, pero sabemos que la masificación del evento no data de
muchas décadas porque para articular sujeto y año de vida primero
tiene que haber una racionalización anual de la vida y una for-
malización en el registro de las personas al nacer. Por lo cual, nos
arriesgamos a afirmar que la popularización de estos festejos data
de la segunda mitad del siglo xx. Al celebrarse cada natalicio se
reiteran ciertas prácticas que conllevan comida, bebida y un pastel
que se diferencia en la carta de la pastelería por su ornamentación
alusiva y por las velas.
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Cumpleaños, fiesta y comida componen una propuesta que convoca
y une. Y las fiestas van tomando diferentes connotaciones. Una en
particular, muy típica del sur de la provincia de Santa Fe, es la que
se produce durante los días de carneadas. Bajo ese calificativo las
familias y vecinos se reúnen a preparar embutidos que luego serán
consumidos durante todo el año. Eso sucede en invierno y el convite
involucra amistad, trabajo y reunión social con comida y danza.
49
sus formalidades en las reuniones donde se degustan choripanes
o empanadas. En esta dinámica, comer no es un acto deliberado;
por el contrario: al tiempo que fomenta lazos sociales articula unas
formas que distinguen, construyen identidades y generan las claves
de un «nosotros».
50
5 recetas de cocina:
una puerta abierta
hacia la cultura
material
Pan de pizza María «Ñata» Falco por María Verónica Novo (Arequito)
El olor a humo de la cocina a leña mal encendida que, como cada mañana, se
asomaba por la puerta del galponcito de mis abuelos. Las batatas o los camotes
siempre listos para degustar con una cucharita, obtenidos de la quinta, unidos al
comentario: «¡Estos son más chicos, pero más dulces que los del Negro Ramos!»,
51
su mayor competidor del barrio en cantidad y calidad. Pero el sábado era un día
especial, se acercaba el mediodía y el pan de pizza era todo un manjar.
Para hacerlo se necesita: pan estilo casero, cebolla, tomates perita, queso
de rallar en trozo y aromáticas frescas (todo en cantidad necesaria, según las
porciones a realizar).
Modo de preparación: cortar el pan por la mitad, rociarlo con un chorrito de
aceite. Colocarlo en una asadera y reservarlo. Cortar la cebolla no muy fina y
en cubos los tomates, poner todo junto en una sartén al fuego (en este caso no
sabemos si fuerte o lento porque la cocina a leña no tiene regulador). Condi-
mentar con sal y acompañar la cocción con un atadito de aromáticas. Mientras
esperamos las verduras, cortar con un cuchillo el queso de rallar. Ahora sí, con
todos los ingredientes organizados, proceder al armado del plato. Traer nue-
vamente la asadera con el pan y sobre el mismo colocar la preparación que se
obtuvo con la cebolla y el tomate. Por último agregar el queso. Llevar al horno, el
punto justo es cuando se comienza a sentir el olorcito a pan tostado.
52
un trocito de la misma masa del pan, apenas humedecida. Unidas y hechas una
pequeña tortita, las dejaba secar al sol, volviéndose tan sequitas como duras.
Además de este ingrediente fundamental y un tanto «mágico» para mí, prepara-
ba: tres kilos de harina, tres cucharadas de sal disueltas en dos litros de agua y una
cucharada de grasa de cerdo. En un tazón disolvía la levadura —dura y seca— con
un chorrito de agua y la dejaba reposar quince minutos más. Disponía la harina
en forma de círculo en un fuentón, formando un hoyo en el centro. Allí, en ese ho-
yito, introducía la levadura, agregaba la grasa y lentamente el agua con sal, unien-
do todos los ingredientes, amasándolos con movimientos lentos pero precisos.
Retiraba la preparación del fuentón para mezclar y amasar con más intensidad,
y volvía a introducir la masa para dejarla leudar alrededor de treinta minutos,
dependiendo de la temperatura ambiente. Cortaba seis trozos, formaba bollos y
los introducía en los moldes, en los que nuevamente reposaban media hora más
antes de llevarlos al horno. El tiempo de cocción rondaba los 50 minutos.
La preparación terminaba en dichos moldes que eran latas de aceite reci-
cladas, ubicados armoniosamente en un banco de madera, al que trasladaba
al lugar más maravilloso que conocí, su patio. Allí, además del gallinero, la
huerta, los árboles frutales y todo tipo de flores, estaba el horno de ladrillos y
barro junto a una montaña de leña. Introducía cada uno de los moldes, luego de
comprobar la temperatura del horno con una pluma blanca de gallina ubicada
en la punta de una especie de cuchara de madera gigante (así la veía yo). Según
cuánto y cómo se teñía la pluma obtenía el dato de la temperatura ideal.
Yo, después de observar con ojos de exploradora cada una de sus maniobras,
cada detalle minucioso, cada secreto de la preparación, imbuida en una especie
de encantamiento, preparaba el canasto de mi bicicleta donde llevaría envuelto
mi pan en un repasador junto con un ramito de jazmines que ella elegía con esa
misma dedicación. Sin dudas, el resultado final fue, durante años, uno de los
tantos mimos de la abuela Leli. Volver a recordar sus recetas, tan únicas como
irremplazables, es sin dudas volver a mí.
53
t emperatura nos retrotraen a otros modos de cocinar. La rusticidad
del entorno se compensaba con la sabiduría de quienes manipula-
ban esos objetos sencillos. Justamente, era la fuerza de trabajo de la
cocinera la que activaba todos los procesos culinarios: batir, cortar,
picar, limpiar, pelar, triturar, amasar, entre otros.
54
miel que impregna la boca al degustar actualiza emociones, lazos de
familia y filiaciones étnicas.
55
los pintorescos caracoles eran una opción natural que requería
técnicas de higiene y acondicionamiento particulares. Lo mismo
sucedía con las naranjas amargas utilizadas en el arbolado público
o escabullidas entre los frutales en los patios.
56
los cascos (con cuidado para que no se rompan). Hervirlos durante 5 minutos
a fuego fuerte. Cuidadosamente extraerlos del agua caliente y colocarlos a
escurrir en un colador, si es posible boca abajo. Si vemos que quedan con mucha
agua, exprimirlos manualmente con delicadeza para no dañarlos. Colocar 1 litro
de agua con 1 kilo de azúcar. Llevar al fuego unos minutos hasta que comience
a formarse un almíbar espeso. Entonces, verter los cascos y cocinar a fuego
lento unos 30 minutos. Dejar enfriar. Luego de unas horas, volver a cocinar 30
minutos. Repetir el procedimiento 3 veces. Los cascos deberán quedar cristalinos
y rojizos con un almíbar consistente.
57
bien caliente. Este pescado es sin escama, solo se sacan las espinas ya cuando
están sobre el cartón, porque lo más sabroso es comerlo sobre el cartón, la tabla.
58
Bricelet por Eduardo Mosso (Colonia Belgrano)
Elijo dar a conocer esta receta y la nombro «Recuerdo de brisleteras», porque
recuerdo mi niñez, cuando ayudaba a mi madre a elaborar con mis manitos
esas pequeñas bolitas de masa dulce que luego ella cocinaba con esa vieja
brislera (de fundición gris con dos largas manijas de hierro) que habían traído
sus abuelos de Suiza, para cocinar sobre aquellas tan recordadas cocinas a leña…
¡Momentos imborrables que retrotraen a mi mente! Con el correr de los años,
la tecnología fue avanzando. Hoy día son de aluminio fundido, mucho más
livianas, pero conservan su tradicional mango de hierro (más corto), adecuado
para cocinar sobre cocina o anafe convencional. Actualmente, ya pasadas varias
décadas, tengo el orgullo de poder fabricar las máquinas con las que se cocina la
masita con mis propias manos, continuando el legado de mi suegro Carlos, que
las hacía con tanto amor.
Aquí comparto la reseña que consta en el folleto de la comuna de la loca-
lidad de Colonia Belgrano, que convoca a ¡la fiesta del bricelet! (masa seca y
dulce). Primera semana de marzo. ¿Y por qué en esta primera semana de marzo?
Porque el 8 de marzo de 1883 es la fecha de fundación de Colonia Belgrano. Esas
remesas de colonos que llegaron de Alemania, Suiza, Francia y de Italia traían
en su bagaje ropa, herramientas, utensilios, valijas, instrumentos musicales,
semillas, retoños de plantas, muchos sueños plateados y dorados. Traían su fe
cristiana y, tal vez, guardados en alguna Biblia algunos papelitos doblados que
recreaban las recetas de las comidas que preparaban en sus patrias. Así, del pu-
ñado de sueños de un grupo de familias surgió Colonia Bel Grano, «bello grano»
al decir de los italianos. El mejor homenaje para los ancestros belgranenses
que aquel 8 de marzo fundaron la Colonia del Bel Grano es recuperar parte de su
legado culinario. La receta del bricelet:
Ingredientes: 6 huevos, 400 g de manteca, 500 g de azúcar, 1 kg de harina
leudante y ralladura de limón, vainilla o canela.
Procedimiento: batir la manteca junto con el azúcar. Luego agregar los huevos
y batir bien. Por último, añadir la harina con canela o ralladura de limón. Ama-
sar y formar bollitos que se cocinan en la brisletera bien caliente, previamente
untada con grasa de cerdo o manteca.
59
La palabra cocina en castellano tiene al menos tres acepciones, por un
lado, alude al universo de la comida y las recetas pero, por otro, hace
referencia a los aparatos productores de calor (las cocinas a leña, a
gas, económica, etcétera) y, finalmente, a la habitacion de la casa en
la cual se cocina. En la conjunción de estas dos últimas acepciones
situamos una multiplicidad de objetos que fueron evolucionando
y adaptándose con el tiempo y las recetas dan cuenta de ello. Justa-
mente, no es lo mismo cocinar en horno de barro con temperaturas
que se regulan naturalmente que hacerlo en una cocina con disposi-
tivos para medir el calor. Asimismo, la calidad y estética de los reci-
pientes de cocción se fue complejizando con el mejoramiento de las
cocinas. El gas —además de facilitar la higiene— permite aligerar el
peso y la calidad de las ollas y sartenes. Así, entre recetas y memorias
podemos trazar unas líneas sobre las transformaciones en las coci-
nas que aluden a nuevos utensilios, al perfeccionamiento de otros,
pero también al refinamiento en la calidad de los servicios: electrici-
dad, agua potable, gas en red y cloacas. Estos últimos componen un
cuarteto que ordena las claves de la cocina moderna. Claves que se
encuentran ausentes en muchas de las recetas planteadas.
60
dos párrafos finales
y una cita
61
No se ha estudiado en profundidad el género literario que c onstituyen
los cuadernos y registros de recetas escritos por mujeres. Quizás la
razón se anide en que se trata, en la gran mayoría de los casos, de
escrituras inéditas y muchas veces anónimas, que se heredan transge-
neracionalmente de madre a hija, o bien en el devenir de las familias,
que no llegan a convertirse en libro impreso, sino en manuscritos cuya
valoración es más íntima que pública.
62
bibliografía general
y envíos
63
Para degustar mientras leemos el segundo apartado
64
contreras, jesús y gracia arnáiz, mabel (2005). Alimentación, cocina
e identidad cultural. En Alimentación y cultura. Perspectivas antropológicas
(201–257). Ariel.
montanari, massimo (2004). La comida como cultura. Trea.
pardo bazán, emilia (2007). La cocina española antigua y moderna. Itsmo.
65
liernur, jorge (1999). Casas y jardines. La construcción del dispositivo
doméstico moderno (1870–1930). En Devoto, Fernando y Madero, Marta
(Dirs.) Historia de la vida privada en la Argentina ii. La Argentina plural:
1870–1930 (99–135). Taurus.
pérez, inés (2012). El hogar tecnificado. Familias, género y vida cotidiana
(1940–1970). Biblios.
sarti, raffaela (2003). Vida en familia. Casa, comida y vestido en la Europa
moderna. Crítica.
souto mantecón, matilde (2005). De la cocina a la mesa. En Gonzalbo
Aizpuru, Pilar (Dir.) Historia de la vida cotidiana en México iv. Bienes y
viviendas en el siglo xix (15–49). Fondo de Cultura Económica.
tartarini, jorge (2011). Doña Petrona. La cocina y el gas. Fundación
Metrogas.
66
índice
3 palabras iniciales
16 2. cocinarse en la cultura:
i dentidades de género
Torta de oro y plata · 16 / Bifes al escalope · 18 /
Bifes a la Alicia · 19 / Tortilla asada · 19 /
Bastoncitos de pollo con papas noisette · 20 /
Torta de algarroba · 22 / Conserva de nísperos al
natural (en almíbar) · 23 / Frittata de acelga tallo
rojo y hojas de repollo con hierbas · 24 / Asado · 25
27 3. revoltijo étnico
o guisito m
ultiétnico…
así comemos en santa fe
Alfajores santafesinos · 27 /
Locro argentino · 29 / Harina Moloc · 31 /
Mbaipú blanco · 31 / Puchero de pata, cola y
quijada · 32 / Antipasto de la Nonina · 33 / Pulpo
a la gallega · 34 / Torta alemana · 35 / Kebbe · 36 /
Torta de cebolla · 37
39 4. alrededor de la mesa:
avatares de la comensalidad
Bagna cauda de la seño Nelly · 40 / Cintas a la
pizza · 41 / Guiso de mondongo a la Gra · 43 /
Empanadas de mondongo · 44 / Pizza de
pollo · 44 / Cuadraditos de limón · 45 / Bizcochitos
saborizados · 46 / Tarta de nueces · 47 / Pastelitos/
chalitas · 48 / La fiesta · 49
ISBN 978-987-692-311-8
VERA editorial cartonera 1. Cocina Argentina. 2. Historia de la Cultura.
Centro de I nvestigaciones Teórico–Literarias 3. Sociología de la Cultura. I. Título.
de la Facultad de Humanidades y Ciencias CDD 641.5982
de la Universidad Nacional del Litoral. —
Instituto de Humanidades y Ciencias
Sociales i hucso Litoral (unl/Conicet). © Paula Caldo, 2022.
Programa de Lectura Ediciones unl. © de la editorial: Vera cartonera, 2022.
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