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36 Mi Experiencia Con Dios Que Escudrina

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MI EXPERIENCIA CON DIOS QUE ESCUDRIÑA


Salmos 26:1-3

INTRODUCCIÓN:
Los que creemos en Dios, percibimos en nuestro fuero interior
que él está en todos los detalles de nuestra vida y que no podemos
ocultarle nada, y algunas veces hacemos nuestras las palabras del
salmo 38:9 “Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi
suspiro no te es oculto” o tomamos en serio las palabra de Jesús
cuando dijo “vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad,
antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:8) Y si Dios conoce todos
nuestros deseos antes que le pidamos nada, eso significa que él
escudriña nuestra mente y nuestro corazón.

Escudriñar significa “hacer un análisis o un examen


pormenorizado, es inquirir, observar, indagar, hurgar, rebuscar o
investigar” Cuando una persona “escudriña” quiere decir que se
concentra en algo y presta atención a todos los detalles, y descubre
cosas que pasan desapercibidas a simple vista. Por eso, escudriñar
lleva tiempo. Por lo tanto, no es lo mismo mirar una fotografía, un
cuadro, un mapa o un documento que escudriñar cualquiera de
estas cosas.

Cuando uno escudriña un escrito o un documento, significa


que trata de indagar de manera profunda, procura ir a la raíz del
tema o del problema para descubrir las verdades escondidas. La
palabra “escudriñar” proviene del latín scrutari que significa
“examinar con cuidado”. A esto se refirió Jesús cuando dijo
“Escudriñad las Escrituras” (Juan 5:39) porque escudriñar las
Escrituras, es decir, la Biblia, es mucho, pero mucho más que leerla
o estudiarla, porque cuando uno la escudriña va “al hueso” es decir,
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al meollo de cada tema y de cada versículo, de donde saca los


tesoros más preciados.

Del mismo modo que nosotros escudriñamos algo, Dios nos


escudriña a nosotros, nos estudia, observa, lee nuestros
pensamientos y pesa nuestras intenciones ocultas, para ver
después de todo y, a fin de cuentas, si guardaríamos o no sus
mandamientos. Por eso, a veces nos pone a prueba para ver cómo
reaccionamos ante lo que nos sucede. Y esto es exactamente lo que
Dios hizo con el pueblo de Israel. En Deuteronomio 8:2 dice “Y te
acordarás de todo el camino por donde te ha traído el Señor tu Dios
estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte,
para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus
mandamientos.”

Por eso, antes de darnos una misión importante, nos prueba,


y si pasamos la prueba con éxito, pone en marcha el plan que
diseñó para nuestra vida. Y si no, hace una pausa, nos instruye y
vuelve a probarnos una y otra vez hasta que nos da el pase a la
siguiente etapa.

Ahora ¿qué quiere ver Dios en nosotros cuando nos


escudriña? ¿qué es lo que busca? ¿qué quiere descubrir?

I DIOS NOS ESCUDRIÑA PARA VER NUESTROS ÍNTIMOS


PENSAMIENTOS Y CORAZÓN

Cuando nuestras intenciones son buenas, cuando somos


totalmente transparentes y no ocultamos nada, cuando lo que
decimos lo decimos con total honestidad, entonces podemos orar
lo mismo que el rey David: “Escudríñame, oh Señor, y pruébame;
examina mis íntimos pensamientos y mi corazón” (Salmos 26:2)
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Como vemos, es tan importante lo que pensamos que lo que


sentimos. Porque a veces pensamos de una manera, pero sentimos
de otra. Y aquí es donde se entabla una lucha en nuestro interior
entre la mente y el corazón. Alguien lo señaló apropiadamente
cuando dijo “En la lucha entre lo que uno piensa y lo que siente,
siempre pierde lo que uno piensa”. En la lucha entre la razón y el
corazón, siempre vence el corazón. Es algo parecido a esa expresión
dicha por un policía “Señor, usted tiene razón, pero marche preso”

O cuando alguien se enamora de una persona que no le


conviene, no habrá razones suficientes para hacerle cambiar de
idea. Podrá venir su amiga íntima para decirle “Mira que es un
chico muy violento y posesivo, si te juntas con él o te casas te irá
mal”, luego podrán acercarse sus padres para decirle “Hija, pensá
bien en lo que harás, porque vimos que ese chico es raro y no nos
inspira confianza, y creemos que sufrirás mucho con él” Y luego
otros le advertirán de lo peligrosa que será su relación. Pero, a fin
de cuentas, ella les dirá a todos “Yo sé que es así, pero yo lo amo.
Sé que es violento porque me amenazó y me pegó, pero yo lo amo.
Sé que voy a sufrir, pero yo lo amo” Y así no hará caso a ninguno de
los consejos ni advertencias, porque el corazón tiene más fuerza
que la razón, incluso más fuerza que la verdad misma. La verdad
pasará siempre a un segundo plano.

Por otra parte, si alguien dice “Yo creo que debo hacer esto,
pero no siento que debo hacerlo ¿quién ganará? ¿lo que creo o lo
que siento? Sin duda alguna, ganará lo que siento. Y esta dicotomía
frustrará cualquier plan, proyecto, realización, sueño o visión.

Por eso David oraba “Escudríñame, oh, Señor, y pruébame,


examina mis íntimos pensamientos y mi corazón”. Es como si dijera
“quiero que veas que lo que pienso y lo que siento son lo mismo”.
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“Pienso que es tu voluntad, Dios mío, y siento que es tu voluntad”.


Y aquí se puede decir que le alinearon los planetas.

Preséntate delante de Dios y dile “Señor, escudriña mis


íntimos pensamientos y mi corazón para mostrarme si me estoy
equivocando en algo y dame la capacidad de admitirlo y estar de
acuerdo con la verdad que me muestras. Que lo que piense de
ahora en adelante sea lo mismo que lo que sienta”

II DIOS NOS ESCUDRIÑA PARA VER SI LE SERVIMOS CON


CORAZÓN PERFECTO Y ANIMO VOLUNTARIO.

El consejo más sabio e importante que un padre puede darle a


su hijo es el consejo que el rey David le dio a su hijo Salomón
cuando le delegó su trono. En esa ocasión le dijo: “Y tú, Salomón,
hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón
perfecto y con ánimo voluntario; porque Dios escudriña los
corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos.
Si tú le buscares, lo hallarás, más si lo dejares, él te desechará para
siempre.” (1 Crónicas 28:9)

Tal como José Hernández puso en boca de Martin Fierro la


frase “Un padre que da consejos, más que padre es un amigo”, y el
rey David casi como un amigo de su hijo le pidió que reconozca a
Dios y que le sirva con corazón perfecto y con ánimo voluntario.
¿por qué? O ¿con qué propósito le dio este consejo? “porque Dios
escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los
pensamientos de ellos”

El primer paso, según David, que debía dar Salomón era una
buena disposición de servir a Dios, y el primer paso al comienzo de
la vida cristiana a partir del bautismo es también servir a Dios.
Porque el propósito de la salvación en Cristo Jesús es el servicio.
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Dios no nos salva de la condenación para que no hagamos nada, al


contrario, nos salva para que le sirvamos, como les recordó Pablo a
los tesalonicenses cuando les dijo “…y cómo os convertisteis de los
ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero” (1 Tesalonicenses
1:9) Podemos notar que se convirtieron para cumplir un propósito,
y el propósito era “servir al Dios vivo y verdadero”.

Y mientras servimos a Dios él nos mira, nos examina, nos


analiza, nos estudia para ver si le servimos con corazón perfecto y
ánimo voluntario” y ambas cosas deben estar unidas. Porque puede
suceder que sirvamos a Dios de buen ánimo, con ganas, con
entusiasmo, con dedicación, pero si no tenemos un corazón
perfecto, es decir, con un corazón puro, sin malicia, sin envidia, sin
celos de otros y otras cosas que contaminan nuestro corazón, por
más que hagamos cosas, todo lo que hagamos desagradará a Dios
porque nuestros motivos no son limpios.

Podemos ilustrar esto con otro ejemplo. Supongamos que


anhelamos servir a Dios con nuestro talento musical y esto es
hermoso, pero de pronto, cambia nuestro objetivo y en lugar de
buscar la gloria de Dios, comenzamos a soñar con ser famosos,
cantar o tocar en grandes estadios y ser aplaudidos por el público.
De pronto, nuestro corazón se llena de vanidad y lo único que
esperamos es el reconocimiento y el aplauso de la gente. Podemos
notar que ya no estamos buscando la gloria de Dios, sino la nuestra,
y nuestro corazón ya no tiene una entrega perfecta y total a Dios.
Porque dejamos de servir a Dios para servirnos a nosotros.

¿Cómo está nuestro corazón frente a Dios? ¿podremos pasar


el examen de nuestro servicio? ¿Encontrará Dios nuestro corazón
limpio de egoísmo, orgullo o impureza? Porque “Dios escudriña los
corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos”
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Y en este punto, podemos decirle “Crea en mí, oh Dios, un corazón


limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.” (Salmos 51:10)

III DIOS NOS ESCUDRIÑA PARA VER SI OFRENDAMOS CON


RECTITUD

En su oración, después de haber ofrendado, dijo David “Yo sé,


Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te
agrada; por eso yo con rectitud de mi corazón voluntariamente te
he ofrecido todo esto, y ahora he visto con alegría que tu pueblo,
reunido aquí ahora, ha dado para ti espontáneamente.” (1 Crónicas
29:17)

David descubrió que a Dios le agrada la rectitud. ¿Qué es,


entonces, rectitud? Es el atributo que posee una persona que vive y
actúa de acuerdo con los principios y valores que cree correctos. Es
tener un estilo de vida en una sola dirección hacia lo bueno y lo
justo. Es integridad, y honestidad. Veamos algunos ejemplos: Una
persona que es recta no ofrecerá una coima para zafar de una
multa, y si es un policía, no aceptará ningún soborno. Si en un
negocio por error le dan más dinero como cambio, lo devolverá, y
cuando tenga que esperar, respetará siempre la fila al entrar en un
lugar. Si se equivocó pedirá perdón y si causó daño lo resarcirá.
Nunca se aprovechará de otros y si tiene empleados, pagará lo que
es justo.

Jesús dijo “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha


dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada”
(Juan 8:29) y de sus palabras inferimos que para que Dios siempre
nos acompañe y no nos deje solos, debemos hacer lo que le agrada.
Porque Jesús dijo “no me ha dejado solo el Padre ¿Por qué?
“porque yo hago siempre lo que le agrada”
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Hay muchas cosas que le agradan a Dios y una de ellas es la


rectitud en todo nuestro estilo de vida y conducta, incluso cuando
ofrendamos. En ese momento debemos saber que Dios nos está
escudriñando, nos está observando, analizando y viendo nuestro
corazón. Esto lo tenía muy claro David, porque dijo “Yo sé, Dios
mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada;
por eso yo con rectitud de mi corazón voluntariamente te he
ofrecido todo esto”.

Por eso cuando ofrendemos debemos hacerlo porque


amamos a Dios, o porque estamos agradecidos por su salvación y
por todas las bendiciones que nos ha dado, o porque por la ofrenda
ofrecemos nuestra adoración. Estos y otros motivos deben
llevarnos a ofrendar, pero nunca las necesidades. Por ejemplo:
hace falta comprar algo para la iglesia o para una causa, o lo que
sea, y así ofrendamos para suplir esa necesidad. Pero esa ofrenda
no fue para el Señor, sino para la necesidad. Por eso Pablo escribió
“Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por
necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7)
Además, si ofrendamos por necesidad, no seríamos diferentes de
los socios de un club que contribuyen con su dinero para pagar una
cuota o para construir, o para pintar o algún proyecto. Todo esto
está bien, pero las ofrendas son ofrendas y es algo completamente
diferente a una contribución o donación. Es algo que damos para
Dios, y aquí está la diferencia. Lo hacemos para agradar a Dios.

Notemos que David entregó su ofrenda para la construcción


del templo, que era una necesidad, pero no la entregó por este
motivo. Su ofrenda era para Dios. El dijo “yo con rectitud de mi
corazón voluntariamente te he ofrecido todo esto”. En otras
palabras, es como si dijera “No ofrendo porque hace falta, no
ofrendo porque me piden que lo haga, al contrario, ofrendo
voluntariamente y mi ofrenda es para Dios”. Así que, cuando
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ofrendemos, ofrendemos para Dios con rectitud de corazón y


voluntariamente

IV DIOS NOS ESCUDRIÑA PARA OIR LA INTERCESIÓN DEL


ESPÍRITU

Debemos saber que cuando oramos Dios se inclina para


escuchar, no solo nuestras palabras, nuestra oración o petición,
sino la petición del Espíritu Santo que habita en nosotros, como
leemos en Romanos 8:27 “Mas el que escudriña los corazones sabe
cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de
Dios intercede por los santos”

Todos los que hemos recibido a Jesucristo tenemos a su


Espíritu morando en nosotros, y su Espíritu ha convertido nuestro
cuerpo en su templo, por lo tanto, nuestro cuerpo es el templo o
lugar de adoración del Espíritu Santo, porque Pablo escribió “¿O
ignoráis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo? (1
Corintios 6:19) Además, el Espíritu Santo es nuestras arras, es decir,
la garantía que recibiremos algo mucho más grande, recibiremos
una gran herencia, porque la Biblia dice “habiendo creído fuisteis
sellados con el Espíritu Santo de la promesa que es las arras de
nuestra herencia” (Efesios 1:12-13) Pero también el Espíritu Santo
es nuestra guía, porque nos guiará a toda la verdad (Juan 16:13),
además el Espíritu Santo es nuestro Maestro porque Jesús dijo que
nos enseñará todas las cosas. (Juan 14:26)

Pero aquí vemos además que el Espíritu Santo es nuestro


intercesor, porque intercede por nosotros, ora, suplica y pide por
nosotros. En Romanos 8:26 leemos “Y de igual manera el Espíritu
nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como
conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos indecibles”. Esos gemidos los oye e
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interpreta Dios nuestro Padre y dice lo que nosotros no sabemos


cómo pedir o qué decir. Como nuestro cuerpo es el templo del
Espíritu Santo y habita en nosotros, sabe todo lo que nos ocurre,
sabe lo que sentimos, pensamos, lo que anhelamos, y al mismo
tiempo sabe cuál es la voluntad de Dios. Y conforme a la voluntad
de Dios ora a nuestro favor. ¡Esto es realmente glorioso!

Así que, si recibiste a Jesucristo en tu corazón, si naciste de


nuevo, significa que tienes el Espíritu Santo viviendo en tu cuerpo, y
si tienes al Espíritu Santo, entonces la próxima vez que ores a Dios
el Padre, pide al Espíritu Santo que te ayude, que interceda a tu
favor. Pide a Dios que escudriñe tu corazón para ver cuál es la
intención del Espíritu. “Mas el que escudriña los corazones sabe
cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de
Dios intercede por los santos”

CONCLUSIÓN:
Concluimos recordando que Dios escudriña nuestros íntimos
pensamientos y nuestro corazón, y ver si lo que pensamos es lo
mismo que sentimos. Si lo que sale de nuestra boca es lo mismo
que siente nuestro corazón. Y si es así, no vacilaremos en pedirle a
Dios “Escudríñame, oh Señor, y pruébame; examina mis íntimos
pensamientos y mi corazón”.

Hemos visto que Dios observa nuestro servicio para ver si le


servimos con corazón perfecto y ánimo voluntario. Nos observa
para ver si solo buscamos su gloria o la nuestra, si lo que hacemos
es por interés propio o realmente porque estamos decididos a
promover los intereses de Dios.

También hemos visto que Dios escudriña nuestro corazón


cuando ofrendamos y si ofrendamos con rectitud, porque a Dios le
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agrada la rectitud. Y como Jesús, debemos hacer siempre lo que le


agrada al Señor.

Y, por último, vimos que Dios escudriña nuestros corazones


para oír al Espíritu Santo que está en nosotros, porque sabe todas
las cosas que nos pasan, conoce nuestros íntimos pensamientos y
sentimientos, y hace que Dios nos responda aun antes que
nosotros pidamos nada.

Si Dios te ha examinado y sientes que tienes que ponerte a


cuenta con él ¿no crees que es ya el tiempo de volver a Dios y
pedirle que te dé un corazón limpio y que quite todas las cosas que
no le agradan? ¿No crees que es el tiempo de dar vuelta la página y
comenzar de nuevo? Dios te dice en su Palabra “Venid luego, dice
Dios, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana,
como la nieve serán emblanquecidos; si fueron rojos como el
carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18)

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